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    Filosofa latinoamericana significa uso ticode la razn prctica

    GUILLERMO HOYOS VSQUEZDepartamento de Filosofa

    Universidad Nacional de Colombia, Bogot

    El debate en torno a la as llamada filosofa latinoamericana o filosoade la liberacin, iniciado desde mediados de los aos sesenta, ha ganadorecientemente renovado inters, en especial por la discusin sostenida entreuno de sus principales promotores, Enrique Dussel, y uno de los fundadoresde la tica discursiva, Karl-Otto Apel ', Un primer anlisis de esta discusinfue presentado ya en el XIII Congreso Interamericano de Filosofa, Bogot,4-9 de julio de 1994, por Mario Teodoro Ramrez en su ponencia La razntica originaria y la tica del discurso. El debate tico entre Enrique DussclyKarl-Otto Apel 2.Este trabajo no pretende proseguir el debate, por lo menos en los trminosen que ha sido desarrollado hasta el momento. Se busca ms bien dar algunoselementos que permitan reorientar la discusin en torno a las posibilidadesde una filosofa en Latinoamrica que pudiera responder a las intencionesms autnticas que se han alegado para las diversas formas de la as llamadafilosofa latinoamericana. Como loexpresa el ttulo, pensamos que hacer hoyen da filosofa en Amrica Latina con el pathos que quieren imprimerle losrepresentantes de la filosofa de la liberacin es hacer filosofa moral y polticaen el ms riguroso sentido de la palabra. Entonces se ve la posibilidad y laconveniencia de inscribir e identificar dicho empeo como uso tico de larazn prctica 3, en cuanto esfuerzo por comprender el contexto histrico, cultural y social en el que se reflexiona y como propuesta de solucin tico-polticaa situaciones que exigen cambios y que comprometen en ellos no slo a laspersonas, sino tambin a las colectividades.

    I El debate ha tenido lugar, en parte, en SEGORlA: Karl-Otto Apel, La tica del discursoante el desafo de la filosofa latinoamericana de la liberacin, en [SEGOR/A, 11 (1995),pp, 108-125; Enrique Dussel, La tica de la liberacin ante la tica del discurso, en SEGORA,13 (1996), pp. 135-149; la bibliografa pertinente se encuentra al final de ambos artculos; eltrabajo de Dussel fue su ponencia en el XIII Congreso Interamericano de Filosofa, Bogot 49de julio de 1994 (ver las Memorias: Carlos R Gutirrez (ed.), El trabajo filosfico de hoy enel Continente, Memorias del XIII Congreso Interamericano de Filosofa, Bogot, Editorial ABC,1995). '1 Ver Memorias, op. cit., pp, 1155-1165., Ver Jrgen Habermas, Acerca del uso tico, pragmtico y moral de la razn prctica,en Filosofia, nm. 1 (1990), Mrida,Venezuela, pp. 5-24.

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    Este planteamiento general del asunto acerca de las posibilidades y formasde una filosofa latinoamericana permite solucionar desde un principio la mayordificultad, a saber, la rivalidad entre quienes vienen reclamando que hacenuna filosofa comprometida y autntica que responde a las necesidades deLatinoamrica y quienes piensan hacer mejor filosofa al conservar un gradomayor de abstraccin, que precisamente es lo que les es tachado por los liberacionistas como eurocentrismo. Las propuestas de solucin al enfrentamiento latinoamericano no siempre escaparon en el pasado reciente al simplismo de las confrontaciones, como la expresada enfticamente por Cappellettien el Congreso Interamericano de Filosofa en Caracas, en 1977: Exigir (...)una filosofa enteramente original, una verdadera filosofa de Amrica Latina,como han hecho con ms entusiasmo que penetracin algunos autores contemporneos, es algo que carece de sentido. No tiene una filosofa propiael que quiere sino el que puede 4.Hoy en da parece ms oportuno y productivo buscar la cooperacin enel debate crtico a partir de los esfuerzos de quienes quieren y puedan y dequienes pueden y quieran; no se trata, por tanto, slo de una conciliacinsin consecuencias filosficas: unos y otros hacen hoy filosofa latinoamericanay de la liberacin cuando se ocupan filosficamente de la problemticasocio-poltica, de los fenmenos multiculturales y, en general, de los problemascolectivos de los pueblos de Amrica Latina. No otra cosa se busca con eluso tico de la razn prctica a partir de contextos sociales, culturales ypolticos determinados; este discurso es distinto de un uso pragmtico propiode la razn instrumental y del uso moral en el mbito de lo universalizable;pero a su vez, el uso moral se constituye en el horizonte en el que lo ticotiene que poder reconocer sus lmites)' la relatividad propia de toda tematizacinde la pertenenca al mundo de la vida. Por ello la distincin de los tres usosno significa que no se conserve la estrecha relacin entre ellos, precisamentecomo usos de la misma razn prctica articulada comunieativamente.

    1. UNAAPROXIMACIN HISTRICALa pregunta por el sentido de un ejercicio de la filosofa con consecuenciassociales y polticas para nuestra Amrica no es nueva. Quiz uno de los momentos en los que mejor se explicita se manifiesta en los ya clsicos textos deJuan Bautista Alberdi (1838 y 1840), citados y analizados agudamente porJavier Sasso 5: Lo que necesitamos es, no la filosofa en s, sino aplicadaa los objetos de un inters inmediato. El que no lo entienda as, ignora

    ngel Cappcllett , Historia y evolucin de las ideas filosficas en Amrica Latina, enLa filosofa en Amrica. IX Congreso Interamericano de Filosofa, t. 1,Caracas, Sociedad Venezolanade Filosofa, 1979, p. 80.

    l Ver Javier Sasso, El autodescubrlmiento de Amrica como tarea filosfica, en I l l CongresoNacional de Filosofa, noviembre 12-15 de 1991, Caracas, Sociedad Venezolana de Filosofa, 1993,80 ISEGORN19 (1998)

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    absolutamente el rol social y poltico de la filosofa... y la estudia aislada, comola botnica. La filosofa ...,considerada de este modo, es la impertinencia misma.Ciencia que no ha de ser aplicada, que no ha de tener su fin sino en smisma,es ciencia estril y para nada. La filosofa es para la poltica, para la moral,para la industria, para la historia, y si no es para todo esto, es ciencia puerily fastidiosa. Ya pasaron los tiempos de la filosofa en s, como del arte ens (...) La abstraccin pura, la metafsica en s no echar races en AmricaDe aqu se concluye que es necesario atacar todo afn puramente teorizadorcomo algo no slo intil para lo que necesitan las nuevas naciones, sino comoalgo perjudicial para la juventud. Pues en Amrica no es admisible la filosofacon otro carcter, ya que el rol de la Amrica en los trabajos actuales dela civilizacin del mundo es del todo positivo y de aplicacin. Por lo queno podr sorprender la ausencia, en los eventuales seguidores de este programa,de toda indagacin propia en la filosofa; sta es slo la ciencia de las generalidades, cuyo estudio, por lo comn tan estril, para traernos alguna ventaja positiva ha de conllevar una enseanza breve y corta que no le quitea la juventud un tiempo que podra emplear con provecho en estudios deuna aplicacin productiva y til G.Estos planteamientos de Alberdi pueden llevar a algunos de sus admiradoresactuales a buscar una renovada filosofa concreta, una autntica filosofa latinoamericana. Como comenta el mismo Sasso, es lo que acontece cuando, trasconsiderar que en el pasado aconteci un caso excepcional de intento deaplicacin de la filosofa a la organizacin social y poltica de una nacin,se lamenta que cn este siglo las propuestas relevantes no vinieron... del ladode la filosofa.

    En lugar de esta argumentacinnostlgica habra que apreciar el verdaderoresultado de los planteamientos alberdianos: la indiscutible emergencia de lasciencias sociales como disciplinas especializadas, las cuales, sea cual fuere lageneralidad con la que construyen sus hiptesis, han colonizado el terrenoque Alberdi poda, hace siglo y medio, pacficamente ocupar. Es decir, 10quese pensaba que tena que realizar una filosofa latinoamericana, concreta yaplicada, es lo que ha ido aconteciendo en el mbito de las diversas cienciassociales. Seguramente tampoco poda ser de otra forma. Por esto mismo pensamos que la filosofa latinoamericana corre el riesgo de ser percibida todavahoy como un intento anacrnico por anular la reordenacin del campo delos saberes, un intento por generar ella misma una historiografa, una etnografao una psicologa social apriori y latinoamericana a la vez.

    Por todo esto concluye el mismo Sasso: quiza la tarea autodescubridorapueda ser proseguida por otros caminos, en la comunicacin con quienes investigan empricamente los mltiples aspectos de la realidad latinoamericana, enpp. 126-136, Y Alberdi en su contexto: programas filosficos y recepcin social, en Carlos B.Gutirrez (cd.), 1995, pp. 480-487.

    Sasso, 1993, pp. 132-133.

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    la discusin de los problemas que ellos se plantean y de las hiptesis queal respecto formulan y en el dilogo con quienes pretenden intervenir prcticamente en esa realidad a partir de supuestos y convicciones que puedeny deben ser objeto de anlisis y de valoracin 7.Nosotros pensamos que en este dilogo entre los diversos saberes especializados y entre stos a la vez y la opinin pblica, la filosofa, en especialla filosofa prctica, est llamada a cumplir la tarea hermenutica de contextualizacin y la funcin sensata y prudente de animar dicho dilogo, sinrenunciar a Su funcin prepositiva en bsqueda de acuerdos razonables desdelas diversas perspectivas con respecto a lo ms conveniente y oportuno parael desarrollo material y el fortalecimiento cultural de la sociedad. Y por loque toca a las ciencias de la discusin 8, las ya clsicas ciencias sociales,son precisamente ellas las que deben ser latinoamericanas en sentido estricto.Porque de hecho, en mbitos como la historia, la antropologa, la polticay en especial la economa, son ellas las llamadas a resolver muchas de lastareas que los liberacionistas quisieran impacientemente reasignar a la filosofa.

    2. EL SENTIDO DEL DEBATE ACTUALQue el debate en torno a la problemtica de una posible filosofa latinoamericana sigue vigente puede ejemplificarse por el caso de la filosofa contempornea en el Per, presentado hace poco por David Sobrevilla 9, quiendestaca como la primera de las tres caractersticas de la filosofa peruana actualLa oposicin entre filosofa universalista y filosofa regionalistallatinoamerica-na/inca o andina.SobreviUa define el universalismo como el vicio de estar de espaldas ala propia realidad y vuelto hacia la realidad fornea, de cultivar en este casouna filosofa que no tiene en cuenta la propia realidad y la tradicin de la

    7 Ibid., pp. 135.136.s En una conferencia en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, Jrgen Habermas,Sobre la situacin de las ciencias sociales y ciencias humanas {Geisteswissenschaften] en Alemania.Una mirada a Su evolucin en la postguerra, en Dilogo Cientifico, vol. 4, nm. 1/2, Tbingen,Instituto de Colaboracin Cientfica 1995, pp. 11-21, analizaba la situacin de las ciencias socialesy humanas alemanas en el perodo de la postguerra. All llama a estas ciencias ciencias dela discusin", y al reconocer que ya no son las de un pasado glorioso, aclara lo que para otroses crisis como una normalidad consciente de s misma, resultado de un proceso de aperturaincondicional a la comunicacin internacional sin renunciar a lo propio. Esto le permite afirmarque: En caso de que realmente se hubiera producido una prdida de nivel, resultara compensadacon el aumento de pluralismo en los planteamientos. (p. 18). Vistas as las cosas, es posiblecriticar a quienes todava no han captado el significado de las ciencias sociales y de la filosofaen este fin de siglo: Los polticos en cuestiones educativas transforman rpidamente estos diagnsticos de crisis en un intento por convertir en despreciables a las "ciencias de la discusn?

    (p.l3).9 David Sobrevilla en La fdosofia contempornea en el Per, Carlos Matra (ed.), Lima, 1996.

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    filosofa latinoamericana 10. Lo intil e irnico del esfuerzo universalista unilateral lo seala Sobrevilla explicando lo sucedido con los filsofos chilenos,quienes se acostumbraron a aproximarse a sus problemas con base slo enautores europeos. Algo que realmente puede ser vlido para ms de uno delos pases de Amrica Latina. Durante el corto perodo en que no experimentaron las presiones de la poltica se acostumbraron a tratar los temasfilosficosmayores de la tradicin occidental como si fueran propios y aplicablesa Chile. Los masivos cambios polticos que han restringido su actividad filosficadesde el perodo de la reforma universitaria no los convencieron de que deberancambiar su centro de atencin filosfica. Unos cuantos resultaron motivadospara entender mejor la polticay la situacin nacional. Pero la mayora continupensando en la filosofa como situada ms all de las circunstancias nacionales,La irona de su esfuerzo es que el dilogo que deseaban mantener con latradicin accidenta) ha sido ms un monlogo de su parte. Su obra slo raramente es traducida y queda como prcticamente desconocida fuera de Chile.Adems, los filsofos chilenos encuentran cada vez ms difcil realizar un trabajofilosfico que tiene un impacto reducido - e n caso de que tenga alguno-en un crculo internacional que mantiene un inters slo limitado en susesfuerzos 11,

    En el extremo opuesto se ubican quienes reclaman una filosofa regionalistaque ignora las caractersticas unversalstas de la filosofa y que se planteacomo una continuacin de una presunta filosofa inca o andina y que esten total contraposicin con el pensamiento occidental 12.La solucin de Sobrevilla, que no se diferencia dc la que propondremosal final, est sugerida en los siguientes tres pasos: 1. Apropiarse o terminarde apropiarse de la tradicin filosfica occidental, ya que inicialmente eraajena a nuestra cultura original. 2. Someter a crtica dicha tradicin, y 3. Replan-tear los problemas filosficos teniendo en cuenta los ms altos estndares delsaber, pero al mismo tiempo nuestra situacin peculiar y a partir de nuestrasnecesidades concretas B.Al indicar que las intenciones, el sentido y las tareas de la filosofa dela liberacin caben perfectamente en la actual discusin en torno a la filosofamoral, poltica y del derecho, pretendemos precisamente defender que en elmbito de la filosofa contempornea, en especial en el que se desarrolla eldiscurso de la razn prctica, la reflexin sobre la problemtica latinoamericanaha encontrado un lugar desde el cual inclusive puede urgir aspectos no siempreacentuados suficientemente en la filosofa tradicional: no slo el de la economa

    tn Ibid., p. 29." lvn Jaksic, Academic Rebels in Chile. The Role of Philosophy in Higher Education andPolitics, Nueva York, State University of New York Press, 1989, pp. 187-188 (citado por Sobrevilla,op. cit., p. 30).

    " lbid." Sobrevilla, op. cit., p. 31, donde remite a su trabajo Repensando 1" tradicin occidental,Lima, Amaru, 1986, pp, XI I Yss.

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    y el de la relevancia de los derechos humanos sociales y econmicos, sinotambin el del multiculturalismo y las diversas formas de ejercicio de lademocracia.En el mismo carnina de la bsqueda de soluciones al debate entre universalismo y particularismo en la filosofa en Latinoamrica se ubica otro estudiode Javier Sasso, cuyo significado principal para el objeto de nuestro estudioconsiste en haber encontrado como temtica central de convergencia para tresfilsofos de Latinoamrica, representativos de tres vertientes diferentes, lareflexin tica 14. Al presentar la obra de Augusto Salazar Bondy 0925-1974),

    Un enfoque analtico de la tica, Adolfo Snchez Vzquez (1915-), Etica tericay materialismo histrico, y Mario Sambarino (1918-1984), Anlisis estructuraly relativismo tico, quiere mostrar el desarrollo hacia el problema de la ticaen Amrica Latina tanto desde el campo de la filosofa analtica como desdeel del marxismo, al tiempo que se supera la vieja posicin fenomenolgicadel intuicionismo axiolgico por otras formas de recepcin de la fenomenologa 15.

    Lo instructivo del estudio de Sasso es haber logrado destacar el nfasistico en los tres autores; indicando con ello una metodologa de anlisis delpensamiento latinoamericano que puede ser aprovechada para salir del impaseen el que se encuentra el debate actualmente. En efecto, nos encontramoscon un Salazar Bondy cuyos textos procedentes de una tradicin analtica,reunidos en Para una filosofa del valor, pueden ser analizados en un horizontetico en la perspectiva determinante de su ohra, la de la pregunta por la posibilidad de una filosofa no slo en, sino de, nuestra Amrica, perspectivaque marca las races del movimiento conocido como filosofa de la liberacin 16. Y precisamente por lo que esta propuesta filosfica ha sido tachadade marxista es importante considerar en uno de sus mejores exponentes elsentido de la tica, abriendo la discusin expresamente a las posibilidadesde cambio en esta tradicin al explicitarse en ella la dimensin de la raznprctica en estrecha relacin con la prctica poltica. En el medio de los dos,resulta muy interesante, a modo de ejemplo o de modelo de anlisis, el tratamiento de Sambarino, de quien se puede aprender cmo articular en nuevosparadigmas, al margen de las tendencias doctrinarias organizadas cannica odogmticamente, problemas que por viejos no pierden su vigencia, como elde la fenomenologa de los valores 17, asunto de gran significacin para una

    " Javier Sasso, La tica filosfica en Amrica Latina. Tres modelos contemporneos, EdicionesCelarg, Caracas, 1987.JS Creo haber podido mostrar la posibilidad de un planteamiento tico radical en la feno-menologa husserliana, diferente de la axiologa tradicional, en mis libros Intentionalitat als Verant-wortung. Geschidusteleologie und Teleologie der Intentionaliti bei Husserl (Phanornenologica, 67),Den Haag, M. Nijhoff, 1975, y Los intereses de la pida cotidiana y las ciencias, Bogot, UniversidadNacional de Colombia, 1986; ver adems mi ponencia para el XIII Congreso Interamericanode Filosofa (1994) La tica fenomenolgica: una filosofa del presente, op. cii., pp, 783-796.Jo Cfr. Sasso, 1987, p. 6." tu, p. 8.

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    tradicin tan marcada por el pensamiento fenomenolgico como la de la filosofaen Latinoamrica.Parece posible, por tanto, avanzar en el debate acerca de las formas ycategoras de una reflexin filosfica desde y sobre Latinoamrica, insistiendoen los temas tradicionales de la razn prctica. En su Introduccin a Con-cepciones de la tica, Victoria Camps formulaba su hiptesis de que la ticapodra ser hoy algo as como filosofa primera 18. En este sentido podraproponerse con toda propiedad la interpretacin del debate que nos ocupasin desanimar con ello a quienes buscan tambin en otras direcciones crucesde caminos, nuevas rutas y sendas de encuentro.3. LIBERACIN COMO TAREAMORAL

    Si las exigencias, de un pensamiento propio deben ante todo articularse enlas ciencias de la discusin y si adems el reclamo justificado de reflexionarsobre lo nuestro es una exigencia directa a la razn prctica, parece necesarioenfocar el sentido del debate en torno a la filosofa latinoamericana privilegiando el punto de vista. moral. Aqu queremos retomar dos escenariosde la discusin actual, marcados explcitamente por el problema moral, quenos ayudarn a clarificar las categoras con las que se debera seguir avanzandoen el debate para que ste trascienda el nivel todava demasiado especulativode lo puramente terico, no siempre libre de unilateralidades y fundamentalsmos, y sirva para lo que se reflexiona en ltima instancia en moral, asaber, para la accin justa, buena y correcta en la sociedad y en la historia.

    3.1. Un comunitarismo liberacionistaEl principal mrito de la crtica de Osvaldo Guarglia a la filosofa latinoamericana en sus discursos liberaconistas ms teolgicos o ms filosficos,segn las circunstancias, consiste en haberla caracterizado y ubicado categorialmente en trminos de la discusin contempornea en torno a la filosofamoral y poltica: se trata de una forma de comunitarismo, el cual, en trminosgenerales, parte del examen de las condiciones fcticas, esto es, existenciales,histricas, culturales, sociales y polticas, en medio y a travs de las cualesuna determinada tradicin, en este caso la moral univcrsalista, se ha ido extendiendo a partir de la Ilustracin en las sociedades contemporneas, en especialaquellas que forman parte del mundo catlico y latino. En efecto, como hasido destacado en el ltimo tiempo por las corrientes denominadas genricamente comunitaristas; el sujeto moral real es modelado por tradiciones reli-

    " En Victoria Camps, Osvaldo Guariglia y Fernando Salmern (ed.), Concepciones de latica, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofa -EIAF- , vo. 2, Madrid, Trotra, 1992.

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    giosas, culturales y en general histricas, las que le confieren una identidadnarrativa que se constituye en su real naturaleza moral de la que no puedeprescindir, so pena de convertirse en fantasma sin carne ",Adems de exacerbar este sentido contextualista de pertenencia, al colocarlono slo como origen de toda identidad moral de la persona, sino sobre todocomo razn ltima fundamentadora de su compromiso tico y poltico, loscomunitaristas latinoamericanos denuncian, a partir de su lectura de Heideggery Levinas, el protagonismo dominador de un yo trascendental que ha entradosin lugar a dudas en crisis. Acogindose a las crticas postmodernas a la raznoccidental, instrumentalizada hoy como razn estratgica, la hacen responsabledel ocultamiento del Otro, de la alienacin de la alteridad, de la naturalizaciny objetivacin de la subjetividad 20; todo ellos impide el reconocimiento delotro como Otro. Tambin aqu, pues, se contrapone una forma inautnticade identidad, la impostada por la cultura eurocntrica, a las formas autnticas,emergentes de la cultura de los marginados, de los pobres. Slo a travs' dela adopcin de esa voz de los sin voz es posible definir un proyecto de vidaque exponga una forma no universalsta, sino comunitaria, de justicia 21.La crtica de Guariglia al comunitarsmo liberacionista destaca acertadamente la contradiccin de la que parten en su sealamiento de la moral modernauniversalista de herencia liberal como legitimacin ideolgica de la dominacin.La critican desde el punto de vista terico, porque no es comunitarista, peroviven gracias a su tolerancia y pluralismo. En efecto, si como sostienen losfilsofos de la liberacin, la moderna sociedad capitalista es la que determinala concepcin tica y poltica del universalismo kantiano, proponiendo una

    justicia procedimental adecuada para los yoes sueltos que son sus ciudadanos,es evidente que en las condiciones que ellos mismos reconocen no hay otraalternativa que aceptar esa forma amplia y al mismo tiempo exigente de institucionalizacin social y poltica, por tratarse de la nica posible que asegureinclusive a los adeptos a formas ms comunitarias de asociacin el espaciolegtimo para realizarlas 22. Porque si no se parte de esta clase de pluralismopropio de la tradicin liberal, como lo destaca recientemente J. Rawls, segnlo mostraremos ms adelante, cmo se define entonces la forma de vidade comunidades social, cultural y tnicamente tan plurifactcas, diferentesy complejas, como las de Amrica Latina? Slo un fundamentalismo tan imposible como tirnico podra ser la alternativa. Pero entonces, como lo sugiereGuariglia, los comunitaristas viven en la contradiccin performativa.

    ,. Osvaldo Guariglia, Moralidad, tica uniuersalista y sujeto moral, Buenos Aires, FCE, 1996,pp, 17-1B.2" Valdra la pena caer en cuenta que este planteamiento y casi las mismas expresiones sonlas de Edmund Husserl en sus lt imas obras: La filosofa en la crisis de la humanidad europea,

    en E. Husserl, Filosofia como ciencia estricta, Buenos Aires, Nova, 1981, pp. 135 Yss., YLa crisisde lascienciaseuropeas y la fenomenologa trascendental, Barcelona, Crtica, 1991.zr lbid., pp. 249-250." tu, p. 252.

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    La pretensin de Guariglia al mostrar la contradiccin en la que cae elcomunitarismo en su crtica del liberalismo no es descalificar sin ms sus intenciones y aportes; busca ms bien, como lo haremos nosotros mismos, cmoargumentar a partir de dicha crtica y de los sealamientos de los comunitaristas.Por ello concluye su estudio reiterando su propia concepcin de moral comorespuesta al desafo comunitarista: la concepcin del sujeto prctico del comunitarismo depende, en ltima instancia, para poder ser,sostenible y no caeren romanticismos de una edad perdida, de la concepcin del sujeto moralprovista por el universalismo, es decir, una concepcin que pone en el centrode la nocin de sujeto prctico el ncleo de la capacidad argumentativa dedeliberar, de integrar las exigencias del sistema de la moralidad propio dela sociedad como estructura normativa, impersonal y autnoma, con sus idealesevaluativos de la buena vida, y articularlos de modo tal que pueda, al mismotiempo, proyectar su vida desde su propia perspectiva y desde la perspectivade los otros miembros de la sociedad en tanto personas : L ~ .

    3.2. tica de la liberacin vs.tica del discursoPrecisamente en esta lnea de complentariedad entre 10concreto y el contextosituacional por un lado, y por otro, el sentido de universalidad que se buscacon la idea de persona moral y se alcanza argumentativamente, se desarrollala tica del discurso. Antes de proponer nuestra propia interpretacin de laversin habermasiana de la misma y de sus posibilidades para encauzar ladiscusin sobre la intencin, el sentido y las tareas de una lectura latinoamericana de la moral contempornea queremos repasar brevemente los resultados a los que ha llevado el reciente debate entre la tica de la liberaciny la tica del dircurso en la versin de Karl-Otto Apcl ",Enrique Dussel insiste en que la tica del discurso tiene que partir delpresupuesto de una comunicacin equitativa y simtrica, considerada comoposible, cuando de hecho a la situacin real actual (no ideal) del dilogo subyacen condiciones materiales de vida que no siempre lo hacen aparecer como,posible. Por ello dichas condiciones se convierten en exigencias originariasde toda tica, por cuanto constituyen, como algo previo a cualquier contrato,acuerdo o consenso, la condicin de posibilidad de participacin de cualquierpersona en el proceso comunicativo: su dignidad humana y el ser reconociday aceptada como miembro de la comunidad. El punto de partida de la ticadel discurso sigue siendo abstracto mientras no pueda abrirse previamentea esta dimensin de la facticidad.

    L' lbid., pp. 253.254.24 Ver su ltimo libro Auseinandersetzungen. In Erprobung des transzendentalpragmauschenAnsutzes, Suhrkamp, 1998, donde procura de nuevo acercarse a los planteamientos libcracionistas,pp.749,798,803,805.

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    Los liberacionistas enfatizan con toda razn que no se trata de una simplereedicin del as llamado economicismo marxista, inspirado en lecturas de laciencia econmica, sino de la tematizacin de algo ms profundo en la razde las relaciones humanas: los derechos materiales, sociales y econmicos,cuya designacin como derechos humanos de segunda generacin ya induceal equvoco en su minusvaloracin moral. Sin ellos no es ni siquiera pensableun reconocimiento del otro como interlocutor vlido. Pero tampoco se tratade una mera reedicn del problema clsico de la intersubjetividad: el reconocimiento del otro como diferente y a la vez como sujeto de los mismosderechos exige un punto de partida ms radical para la tica que el que pretendeconstituir la comunicacin libre de presiones. sta debera poder dar plenosentido al juicio moral acerca de las condiciones de pobreza absoluta en lasque se debate un porcentaje cada vez mayor de la poblacin mundial y acercade la exclusin cada vez en aumento de quienes no son reconocidos realmentecomo miembros de la comunidad humana.Precisamente el que a nivel internacional pueda hablarse de una especiede bonanza del discurso moral, pero al mismo tiempo la situacin de muchospueblos no mejore desde el punto de vista de los derechos econmico-socialesy, por tanto, tampoco desde el de los derechos civiles-polticos 25, hace concluira los liberacionistas que el problema no consiste en la posibilidad de convencerdiscursivamente a los escpticos acerca de un imperativo moral, como todavaparecieran pensarlo ingenuamente Apel y Habermas, sino en enjuiciar a loscnicos; stos se sirven inclusive del mismo discurso tico para legitimar ladoble moral: la de la dominacin y la de la pretendida legalidad de las relacioneseconmicas y polticas internacionales. .El que no entremos a detallar la defensa de Apel no significa que descalifiquemos la fuerza de sus argumentos. Ms aun, pensamos que su insistenciaen el sentido pragmtico trascendental de la tica del discurso contiene elementos insuperables para comprender el imperativo catgorico mismo en laconstitucin de la persona moral; por qu hay que ser moral?El mismo Apel considera que los argumentos contra el cnico, urgidospor la filosofa latinoamericana de la liberacin, pueden terminar en ciertofundamentalismo al insistir los liberacionistas en que las actuales posicionesde la filosofa moral, poltica y del derecho son eurocntricas desde su origeny sus pretensiones, lo que en cierta manera las descalifica para un autnticodilogo desprejuiciado y con sentido. Al sentirse aludido Apel se preguntapor el sentido que puedan tener las conferencias internacionales de diversandole en torno al problema de la justicia, de los derechos humanos y dela paz, y por el grado de sensibilidad moral que manifiestan los medios decomunicacin y la opinin pblica en general a propsito de dicha problemtica:

    2' Ver la enftica posicin a este propsito de Eduardo Rabossi en el XIII Congreso Interamericano de Filosofa, Los derechos humanos econmicos. Crtica a ciertos argumentos liberales,en lasMemorias, op. cit., pp. 968-976.88 ISEGORN19 (1998)

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    Deberamos ahora nosotros, los filsofos, reaccionar cnicamente a este juegohumanitario de palabras en los medios para demostrar que comprendemoslas intenciones de este juego? 26.Al filsofo slo le quedan, pues, las armas del lenguaje. Su poder, en prin-cipio no violento, de llegar a convencer puede ser tambin complementadopor el poder estratgico: ste puede generarse en el poder comunicativo yarticularse en la democracia participativa para legitimar el derecho como pro-ducto de procesos polticos, tanto a nivel nacional como internacional. staes, a mi modo de ver, la tesis desarrollada en los ltimos escritos de JrgenHabermas en torno a la filosofa poltica y del derecho 27,Antes de presentar dicha tesis conviene, sin embargo, indicar un aspectono suficientemente destacado por los liberacionistas en su reconstruccin gen-tica de la moral moderna en relacin con su sentido emancipatorio para socie-

    dades oprimidas. Ciertamente la crisis de la modernidad ha puesto defini-tivamente al descubierto lo que ya se saba sobre la razn hegemnica y pro-tagnica de los metarrelatos y de las cosmovisiones omnieomprensivas moder-nas. Pero no debe olvidarse que precisamente la moral religiosa, y no slosu versin autoritaria normativa, sino tambin su sentido heroico y mesinico,en el que parecen alimentarse algunas expresiones liberacionistas, tambin per-tenece a una tradicin no menos dominadora y cnica que la que se est cri-ticando. El dogmatismo propio de la tradicin religiosa debe reconocer susriesgos para poder entrar en dilogo con otras versiones postmetafsicas dela moral moderna. La modernidad que ha hecho crisis es la que termin enel rcduccionismo de las modernizaciones. Slo que algunos procesos de moder-nizacin tambin han dejado sin piso a una moral religiosa que pretendieraser ella misma fundamento de lo pblico.Sise toma pues este sentido de Jopblico como punto obligado de referenciapara valorar las distintas posiciones y propuestas, hay que reconocer que nisiquiera varias dcadas de guerra fra o inclusive de violencia interna, buscandoromper la resistencia del cinismo, han podido demostrar que no fuere todavaposible volver a apostar a una resolucin comunicativa, dialogal y concertada,procedimental o estratgicamente, de los conflictos de la sociedad actuaLResis-tirse a intentarlo sera una nueva forma de cinismo.

    2. Ver Apel, 1995, p. 124." Ver Fakzua: und Geltung. Beitrge zur Diskurstheorie des Rechts und des demokratischenRechtsstaats, Suhrkamp, 1992 (v. e.: Facticidad y 'validez. Sobre el derecho)' el Estado democrticode derecho en trminos de teora del discurso, Madrid, Trotta, 1998, y sus ltimos ensayos: DieEinbeziehung desAndeten. Studien zur politischenTheorie, Suhrkamp, 1997).ISEGORA/19 (1998) 89

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    4. TICA PARA CIUDADANOSQueremos ahora ensayar si es posible indicar algunas soluciones a las preguntasjustificadas de los liberacionistas, acudiendo a la distincin y a las relacionesentre moral, tica, poltica y derecho que pueden establecerse desde una concepcin comunicativa de la razn prctica. La distincin entre tres usos delamisma, propuesta por J.Habermas, nos ha servido para sugerir que la filosofalatinoamericana de la liberacin se orienta precisamente en su intencin yen el sentido de las tareas que propone en la direccin del uso tico de larazn prctica.Se trata aqu de la dimensin tica que constituye al ciudadano en suaccionar diario: para ello busca de alguna manera apropiarse de su propiahistoria vital, as como tambin de las tradiciones y el contexto vital que handeterminado el propio proceso de formacin 28. Desde esta perspectiva podemos afirmar que la vida que para m es buena afecta tambin las formasde vida que nos son comunes. Ya desde Aristteles el ethos del individuose mantena referido e incluido en la polis del ciudadano 29. Por ello, enlos discursos tico-polticos se trata de la clarificacin de una identidad colectiva que debe dejar espacio para la multiplicidad de proyectos vitales individuales 30.Antes de considerar en qu consiste la distincin entre el uso moral yel uso tico de la razn prctica, que es lo que ms nos interesa aqu, debemosmostrar cmo accedemos a estos dos usos, sin olvidar que el uso pragmticoest ntimamente ligado con la tradicin empirista y con la racionalidad estratgica instrumental: quien quiere un fin determinado y se comporta racionalmente, quiere y busca los medios para alcanzarlo. Pero como no siemprehay claridad sobre los fines, en el lmite de los fines indeterminados o enconflicto, el uso tico ser el que oriente a los ciudadanos y a las comunidadessobre lo bueno para ellos. Y es nuevo el lmite, es decir, donde lo buenopara unos puede no serlo para otros, en aquella frontera entre lo bueno y]0 justo donde e] uso moral puede orientarnos y despejar el horizonte enel que se pueda fijar la complementariedad entre moral, tica, polticay derecho.

    4.1. La sensibilidadmoralPero antes de acercarnos a estas distinciones es importante volver sobre elfenmeno moral: cmo se nos da lo moral? La fenomenologa dc lo moral,tanto en los desarrollos de E. Husserl como en la discusin actual a partir

    zs Habermas, 1990, p. 10." Ibid. p. 12.30 Ibid.. p. 24.

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    del ya clsico trabajo de P. F. Strawson Freedom and Resentment (1962) 31,insiste en que la moral es de sentimientos y experiencias concretas, as sedeba formular en juicios con pretensin de universalidad. Precisamente el pasode la sensibilidad moral, del sentimiento de humanidad (Hume) a los juiciosmorales propios de la razn prctica, a las razones y motivos para justificardeterminadas acciones y explicar los sentimientos que ellas provocan es loque ms ocupa hoya la reflexin filosfica sobre el fenmeno moral 32.ste no es el lugar para profundizar en cada uno de los elementos deuna tica para ciudadanos 33. Pero queremos destacar, desde el punto de vistade la sensibilidad moral, el significado que eHa ha ganado con respecto ala opinin pblica en relacin con fenmenos como los denunciados, entreotros, por la filosofa de la lberacin: violacin de derechos humanos, miseriay pobreza absoluta, represin, guerras y armamentismo, etc. En esta mismalnea habra que pensar en la sensibilidad cada vez ms "pblica" con respectoa la problemtica ambiental, a la de gneroy a la de lo multicultural ypluritnico.En todos estos casos la sensibilidad moral es tanto ms reveladora de las cosasmismas cuanto ms se d lugar en estricto sentido fenomenolgico a la percepcin, manifestacin y expresin de los sentimientosde quienes efectivamentetienen la experiencia de la injusticia, la represin, la violacin de sus derechos,la discriminacin, la exclusin.

    4.2. Desde un pluralismo razonableLa sensibilidad moral antes que fundamentar la moral busea expresiones paradenunciar su negacin apelando al sentimiento de humanidad y de equidadque subyace al sentido de lo pblico. La denuncia, la censura y la crtica,el reclamo de por qu, la bsqueda del pblico, manifiestan la vocacincomunicativa de los sentimientos morales. La comunicacin en un primer nivelde comprensin en el sentido ms amplio de su dimensin hermenutica vaconfigurando identidades culturales. Desde ellas y entre ellas se articula elreconocimiento del otro como diferente y a la vez como interlocutor vlido.Un uso hermenutico de la comunicacin ya en la misma conversacin cotidianaconstituye sentido, expresa las vivencias y experiencias, reconstruye las tra-

    )] P. F. Strawson, Freedorn and Rescntrncnt, en P. F. Strawson, Freedom and Resentmentand other Essays, London, Methuen, 1974, pp. 1-25.,1 Me he ocupado de esta problemtica en mi trabajo tica fenomenolgica y sentimientosmorales, en Revista de Filosofa, nmero especial IIIIlI, Maracaibo, Universidad del Zulia, 1996,pp. 139-154;all examino la recepcin del tema de los sentimientos morales por parte de J. Habermas(Conciencia moral y accin comunicativa, Barcelona, Pennsula, 1985), E. Tugendhat (Dialog inLeticia, Suhrkamp, 1997) y J. Rawls (A Theory of Justice, Oxford, Clarendon Prcss, 1972, Ver 66, p. 437).." Ver mi ensayo tica para ciudadanos, en Fabio Giralda y Fernando Vivieseas (eompil.),Pensar la ciudad, Bogot, Tercer Mundo/CENAC/Fedevivienda, 1996, pp. 287-309; adems, AdelaCortina, La tica de la sociedad civil,Madrid, Anaya, 1995.ISEGORfA/19 {1998} 91

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    diciones, se refiere a los contextos para que puedan ser comprendidos y compartidos por otros.Pero comprender a otro no obliga a estar de acuerdo con l, as comocomprender otra cultura no exige identificarse con ella. John Rawls lo haexpresado agudamente en forma de pregunta: Cmo es posible que exista

    por tiempo prolongado una sociedad estable y jus ta de ciudadanos libres eiguales profundamente divididos por doctrinas razonables, aunque incompatibles, de ndole religiosa, filosfica y moral? En otras palabras: Cmo esposible que puedan convivir doctrinas omnicomprensivas profundamente opuestas aunque razonables y que todas ellas acepten la concepcin poltica de unrgimen constitucional? 34.Como es bien sabido, para Rawls la solucin se da slo a partir de unpluralismo razonable en el que las doctrinas omnicornprensivas se reconocen

    recprocamente, pero son neutralizadas para lograr un consenso entrecruzadosobre aquellos mnimos que fundan la justicia como equidad en el liberalismopoltico y no ya en alguno de dichos metarrelatos. Todo esto slo es posiblesi se distingue claramente entre filosofa moral y filosofa poltica 35 y entrelo no pblico y las razones pblicas que consolidan el ncleo fundamentalde este renovado contrato social 36. Gracias a esta distincin se constituye ensu especificidad el sentido de lo poltico y en su lnea del derecho. Pero tambinesta tajante distincin radicaliza la discontinuidad entre moral y poltica enel liberalismo.A partir de este modelo hay que acentuar ante todo que no es la solatolerancia, de la que precisamente puede ufanarse el cnico, la que posibilitael dilogo; es necesario llegar al reconocimiento del otro como interlocutorvlido, ya que debe aportar a la discusin desde la diferencia; la actitud pluralistaes razonable porque sin las razones del otro no podrn ser superadas aquellassituaciones conflictivas, cuya solucin no se alcanza con la mera comprensin.Requieren de acuerdos mnimos, del consenso entrecruzado, Como tambinlo requieren aquellas situaciones que en la sociedad slo pueden aprovecharsepara el bien comn mediante la cooperacin. En ambos escenarios, el delconflicto y el de la cooperacin, tiene que ser posible llegar comunicatvamentca ciertos puntos de vista comunes.El comunitarisrno, tambin 'el de los lberacionistas, tiene aqu su espaciode accin en el reconocimiento radical de toda alteridad, pero a la vez sugran desafo, porque all donde el comunitarismo niega el pluralismo comienzatodo fundamentalsmo. Los zapatistas de Chiapas lo han formulado finamentecuando en entrevista para el peridico El Espectador de Bogot 37 el subcomandante Marcos anunciaba: Ah vamos a estar dando lata, haciendo encucn-

    :w 101m Rawls, Political Liberalism; New York, Columbia Universty Press, 1993, p. XVIII ." Ibid., p. XV. .~ Ibid., Lecture VI." El Espectador, Bogot, 5 de enero de 1997, pp. 10Y11A.

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    tros, convenciones, peleando o escribiendo hasta que nos maten o nos denel mundo que estamos pidiendo. Que no es un mundo para zapatistas. Unmundo donde quepan los zapatistas pero tambin los otros, quienes quieranque sean los otros...,

    4.3. Hacia elconsenso entrecruzadoLa necesidad de superar el pluralismo razonable para llegar a aquellos mnimosticos o polticos que puedan constituirse en base de entendimiento y coo-peracin social nos obliga a establecer la distincin entre los diversos usosde la razn prctica. Como lo puede destacar Raw1s, a partir de su consistentemodelo estructural de un pluralismo razonable para poder llegar al consensoentrecruzado, el desafo para las sociedades actuales consiste en poder servirpara la convivencia y realizacin de todos sus miembros, sin que ningn grupoparticular se apropie de ellas. La pregunta, por tanto, es cmo se llega a partirde concepciones omnicornprensivas y globalizantes, como las de la religin,la moral, la filosofa, y como las que parecen postular los comunitaristas comoprincipios de identificacin de las comunidades y de los colectivos, cmo sellega a aquellos mnimos que ayuden a solucionar los conflictos entre los mx-mos y a favorecer la cooperacin entre los ciudadanos.Se busca ahora el principio puente para la estructura propuesta, el quepermita pasar de aquellas intuiciones morales, de tradiciones no cuestionadas,de valores establecidos por la costumbre, todos ellos vinculados a cosmovisionescon pretensiones absolutas, a un consenso entrecruzado sobre mnimos. Lacomunicacin, probada en su uso hermenutico para la comprensin de otrasculturas y establecimiento de la alteridad, tambin tiene que poder ayudara complementar el pluralismo, dado que por su naturaleza yen su uso discursivonos permite formular el principio general de toda normatividad, no slo moral,sino tambin jurdica: slo son vlidas aquellas normas de accin con lasque pudieran estar de acuerdo como participantes en discursos racionales todosaquellos que de alguna forma pudieran ser afectados por dichas normas 38,Este principio comunicativo de toda normatividad es el fundamento, poruna parte, de la moral universalista, y por otra, del derecho, teniendo en cuentaque ste, dada su ubicacin en el espacio pblico, su relacin con la identidadcolectiva y su naturaleza coactiva, debe su estatuto a formas especficas decomunicacin y gana su legitimidad gracias a determinados procesos polticos.La distincin entre moral y derecho, sin negar su estrecha complemen-tariedad, ayuda a dar todo su peso a la poltica y exige a la vez que stasea reconstruida en el ms autntico sentido aristotlico a partir del uso ticodel poder comunicativo. Por tanto, el principio comunicativo de toda nor-matividad se articula en el uso moral de la razn prctica como principio

    '" J. Habermas, 1992,p. 138,

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    puente para llegar a los juicios morales con pretensin de universalidad; perotambin dicho principio comunicativo puede ser aprovechado como transfor-mador en los procesos polticos, en los que con base en el uso tico de larazn prctica, partiendo de contextos diferentes e identidades culturales, sellega a unos mnimos constitucionales. Con ellos podemos ir aprendiendo asolucionar concertadamente aquellos conflictos que parecieran negarse a serresueItos, a no ser por vas violentas, y a proponer aquellas acciones y formasde cooperacin que permitan realizar mejor los ideales de vida de los grupossociales y de las personas mismas.

    4.4. Parademocratizar la democraciaDe esta forma la prctica social del pluralismo razonable lleva, mediante luchasy movimientos polticos, a lo que se ha llamado en Latinoamrica democratizarla democracia, o si se quiere en otro sentido, a consolidar una democraciaparticipativa en la que se complementan la autonoma privada y la autonomapblica, las l ibertades de los modernos y las libertades de los antiguos, unsentido representativo y un sentido directo de la democracia, en una palabra,lo mejor de la tradicin liberal y del constitucionalismo republicano. La demo-cracia participativa se constituye as en el principio puente, en el sentido deJ. Habermas, para dinamizar la propuesta estructural del liberalismo polticode J. Rawls 39.Este sentido participativo de democracia, en el que se genera derecho yen el que se 10 puede reconstruir genticamente como garanta de su legitimidad,permite concebir la forma jurdica, que no deja de ser racionalidad estratgica,como instrumento necesario de estabilidad, de convivencia e inclusive de cfi-cienca. Un derecho recuperado por los ciudadanos, como forma procedimentalde acuerdos, puede entonces servir para la defensa de los derechos humanosfundamentales, tanto de los civiles ypolticos como de los econmicos y sociales.El sentido de las luchas por los derechos humanos cambia de sentido: stosdejan de ser slo un objeto, casi que un pretexto, de tales luchas para convertirseen exigencias morales y ticas fundamentales, reconocidas y consagradas comotales en el derecho positivo de los pueblos. El derecho puede cambiar asde rostro: de su funcin como defensor de los intereses de un poder poltico,entregado al poder econmico, a una funcin emancipadora: la que desdesus fuentes polticas legitima y convoca autnticos movimientos libertarios. Por-que el derecho se ha convertido entonces en correa de transmisin de losintereses de solidaridad (Habermas) haca la esfera del poder poltico parapoder determinar la econmica (Dussel) de acuerdo con los principios dela justicia como equidad (Rawls).

    .. De esta forma quisiera interpretar el importante debate entre Habermas y Rawls en TheJoumal of Philosophy, vol. XCII, nm. 3, marzo 1995, continuado por Habermas en DieElnbezienungdesAnderen. Studien zurpolitischen Theorie, Suhrkamp, 1997.

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    ConclusinTodo lo dicho anteriormente exige naturalmente una concepcin ms modesta,menos protagnica de la filosofa y de la actividad acadmica en general, peroprecisamente por ello ms eficaz para lo que se busca con el discurso ernan-cipatorio. Slo as es posible la comunicacin que hemos defendido. Comolo enfatizaba un economista y un poltico latinoamericano hace poco, el pen-samiento cientfico sobre la sociedad estara orientado por el estatuto ticode la libertad como condicin necesaria para la bsqueda de la verdad 40.En este horizonte es posible que en el campo de la poltica se presente laoposicin entre una actitud acadmica pura, orientada por el rigor cientficode la investigacin, y una actitud ms comprometida con la transformacinde las estructuras sociales 41 . Lo perjudicial es la unilateralidad de una y otraactitud; en la segunda, por ejemplo, el proyecto poltico de cambio social esla prioridad y el rigor cientfico queda relegado a segundo plano. La uni-lateralidad puede articularse ms perniciosamente en el mbito de los valoresy de las concepciones ticas: el acadmico se presenta como abogado de valorespuros, en cierta manera superiores a las contingencias de la vida poltica. Laacademia sera el lugar de la tica de la conviccin, mientras a la polticale tocara la tica de la responsabilidad.

    La conclusin de Cardozo ante el peligro de la unilateralidad y de la desar-ticulacin entre la academia y la poltica es precisamente la necesidad de urgirla convergencia entre tica y poltica: En una sociedad democrtica no debeny no pueden existir "monopolistas" del valor, de la verdad, de los ideales decambio. Si creyramos que los que actan en la poltica tuviesen el monopolioen la definicin de los valores, el pensamiento poltico acadmico estara redu-cido a un saber de tipo tcnico que podra utilizarse en forma indiferentepara cualquier proyecto de cambio social. Si creyramos, al revs, que losintelectuales y acadmicos tuvieran el monopolio de la tica, que la purezade la academia fuera el nico espacio para la afirmacin de valores autnticos,la actividad poltica quedara reducida a una accin de tipo tcnico, de maxi-mizacin de intereses definidos sin referencia a ninguna perspectiva tica 42,

    La solucin, dado el peligro' de los monopolios, de la dicotoma, de lasunilateralidades, es el dilogo entre el filsofo, el cientfico y el poltico paradeterminar y relacionar discursivarnente los diversos usos de la razn prctica,tanto el moral como tambin el tico y en especial, en el caso del poltico,

    40 Fernando Henrique Cardozo, Conocimiento y prctica poltica, en Orlando Fals Borda(comp.), Participacin popular: retos del futuro (Registro del Congreso Mundial de Convergenciaen Investigacin Participatva, Cartagena de Indias, junio 1997), Bogot, ICFES/IEPRI/COLCIEN-CIAS, 1998, p. 12." Ibid., p. 13.'1 tu.p. 15.

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    el pragmtico. De este actuar comunicativo surgir seguramente la conver-gencia entre tica y poltica 43. Este dilogo viene sobre todo provocado porel desarrollo de la democracia en Amrica Latina: se van ampliando los espaciosde participacin y los movimientos sociales van profundizando el sentido mismode la cooperacin y la solidaridad. Un sentido radical de participacin demo-crtica ayuda a superar una concepcin tradicional de democracia dentro delos lmites convencionales del ejercicio del derecho al voto, y hace de la polticael espacio de la discusin pblica, de losmovimientos sociales, del entendimientoentre personas y grupos, en el esfuerzo por darle oportunidades a un "podercomunicativo" que se teje en la sociedad civil.

    ., ste esel ttulo del libro que recoge las intervenciones de colombianos,espaoles y francesesen el Coloquio sobre tica y poltica en el Congreso de Convergencia de Cartagena de Indiasde 1997: Guillermo Hoyos Vsquez y ngela Uribe (cornpil.), Convergencia entre tica y poltica,Bogot, Siglo del Hombre Editores, 1998.

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