Revista Oficial de la Universidad Privada Antenor Orrego
Universidad Privada Antenor Orrego©
Revista indexada en el Latindex.
Publicación semestral de distribución gratuita.
AUTORIDADES
UNIVERSITARIAS
RECTOR
Dr. Víctor Raúl Lozano Ibáñez
VICERRECTOR ACADÉMICO
Dr. Guillermo Guerra Cruz
VICERRECTOR ADMINISTRATIVO
Dr. Julio Chang Lam
Carátula: “Iglesia del Norte”. 1918. Óleo sobretela. 98 x 69 cm. Macedonio de La Torre.
Ilustraciones separadoras de sección: Macedonio de La Torre.
Fotografías de Antenor Orrego en Santiago de
Chuco. Cortesía: Hermes Torres Pereda.
La Universidad autoriza la reproducciónde los trabajos de este número, siempreque se identifique su procedencia.
ISSN 1991-5837 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 99-1509
Volumen 22, N° 2, Julio - Diciembre 2011
Título abreviado: Pueblo cont.
Los artículos que aparecen firmados en esta revista expresan
las opiniones personales de sus autores.
DIRECCIÓN
UNIVERSIDAD PRIVADA ANTENOR ORREGO
Av. América Sur Nº 3145,
Urb. Monserrate, Trujillo, Perú,
Teléfono: 51-44-604447,
Telefax: 51-44-282900,
e-mail: [email protected]
http://www.upao.edu.pe
DIRECTOR
Dr. Saniel Lozano Alvarado
EDITOR
Dr. Fernando Rodríguez Avalos
INTEGRANTES
Dr. César Adolfo Alva Lescano
Mg. Bruno Cépeda Ruiz
PRE PRENSA
EDICIONES CAROLINA
Sylvia Jackeline Ulloa VásquezGERENTE
Teléfono 44-206691 - Trujillo
COORDINADOR DE EDICIÓN
Mg. Eduardo Paz Esquerre
COMITE EDITORIAL
Contenido
Editorial 254
255
Antenor Orrego, vigencia y trascendencia 260
Saludo y agradecimiento: Bertha Malabrigo de Vertiz 262
La identidad cultural americana en Antenor Orrego: Cristóbal Campana D. 264
Orrego, Vallejo y Xandóval, por los caminos del esoterismo…: Teodoro Rivero-Ayllón 270
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo:
Elmer Robles Ortiz 274
Antenor Orrego: Hugo García Salvatecci 292
Antenor Orrego Espinoza, esperanzado forjador de realidades: Hugo Vallenas Málaga 298
Puntos de vista comparados de Antenor Orrego y César Vallejo sobre América Latina:
Eduardo Paz Esquerre 308
Antenor Orrego, director del diario El Norte de Trujillo: Jorge Puccinelli Villanueva 318
El aporte filosófico de Antenor Orrego: postmodernidad, subalternidad y filosofía
latinoamericana: Tito Livio Agüero Vidal 326
Del Pueblo Continente al Pueblo Mundo: Antenor Orrego puesto al día en el siglo XXI:
Jeffrey Klaiber, S.J. 340
Orrego Profeta-Continente: Luis Alva Castro 345
Notas sobre Antenor Orrego, ensayista: Eugenio Chang-Rodríguez 351
Antenor: el hombre que se transformó en una escuela: Eduardo González Viaña 356
Ansiedad creativa de Antenor Orrego: Demetrio Ramos Rau 358
Simposio sobre Orrego en Piura 377
La voz de los estudiantes 379
Efecto del tratamiento desinfectante y tiempo de almacenamiento sobre las
características fisicoquímicas, microbiológicas y sensoriales de rebanadas de
mango (Mangifera indica) kent mínimamente procesado
Effect of the disinfection treatment and storage time on physicochemical, microbiological, and
sensory characteristics in slices of mango (Mangifera indica) Kent minimally processed
Luis Márquez Villacorta, Carla Pretell Vásquez, Carlos Minchón Medina 385
Producción y aislamiento de b-galactosidasa de Kluyveromyces sp
Production and isolation of b-galactosidase from Kluyveromyces sp
Marino Olivares de la Cruz, Steban Ilich Zerpa, José Novoa Vásquez 405
Evaluación de áreas agrícolas con problemas de salinización para uso potencial
en acuicultura en valle bajo del río Santa
Agricultural areas assessment with salinization problems for potential use in aquaculture at the
lower valley of Santa river
Luis Angel Campoverde Vigo, Manuel Fukushima Nagaoka 413
Estudio fitoquímico preliminar de plantas medicinales del norte del Perú
Preliminary phytochemical study of medicinal plants from the northern of Peru
Fredy Pérez Azahuanche, Guillermo León Aponte, Fernando Rodríguez Ávalos, Leopoldo Vásquez Núñez 415
Macedonio de la Torre, el gran pintor del Grupo Norte de Trujillo
HOMENAJE A ANTENOR ORREGO
CIENCIAS AGRARIAS
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Contenido
BIOTECNOLOGÍA
MEDICINA HUMANA
EDUCACIÓN
FÍSICA
ESTAFETA DE PUBLICACIONES
INFORMACIÓN PARA LOS AUTORES
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Valoración de genotoxicidad en lodos de estaciones depuradoras de aguas
residuales de Blanes, Vilaseca y Mataró. Barcelona - España
Genotoxicity assessment in sewage treatment plant sludge wastewater Blanes, Vilaseca and
Mataro. Barcelona - Spain
José González Cabeza, Montserrat LLagostera Casas, María Elena León Marrou,
Armando Araujo Jiménez, Lennis Reyna López 429
Cafeína como antirreparador del DNA, en la valoración de genotoxicidad del
ciclo celular de meristemos de Allium cepa
Caffeine as antirepairer of DNA, in the assessment of genotoxicity of meristem cell cycle
of Allium cepa
José González Cabeza, Armando Araujo Jiménez, Lennis Reyna López, Pablo Chuna Mogollón,
Elio Ávila Vereau 445
Factores de riesgo de hemorragia digestiva alta en el Hospital de Belén de
Trujillo 2005-2009
Risk factors of upper gastrointestinal bleeding at Belen Hospital of Trujillo 2005 - 2009
Maura Elizabeth Pachas Pinedo, Ovidio Villena Mosqueira, Edgar Fermín Yan Quiroz,
Miguel Odar Sampe 469
Universidad: Idea y concepción. Aportes para una revisión constitucional y
legislativa
University: Idea and Conception. Contribution for a Constitutional and Legal Revision
Guillermo G. Guerra C. 481
La visión de la amazonía en los libros de texto
Silvia Patricia Apaza Espinoza 491
Software educativo y actividades interactivas y el desarrollo de niveles de
comprensión lectora en educación primaria
Software and interactive activities and the development of reading comprehension
levels in primary education
Elva Consuelo Miñano Valderrama, Karina Lisset Paredes Vasquez, Juana Rosarodriguez Acosta 499
El principio Gauge clásico, la geometría no conmutativa y el espacio-tiempo
cuántico
Classic Gauge principle, not commutative geometry, and quantum time
Pedro S. González Cueva, Javier A. Manrique Catalán 515
Vision of Amazonia in school texts
533
550
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Del 26 al 29 de octubre último se realizó el Simposio Vigencia y Trascendencia de
de la identidad, con la participación de notables personalidades del ámbito intelectual, amplios y profundos
conocedores del ciclo vital, la obra, pensamiento y acciones del Padre Espiritual de nuestra Universidad. El
mismo certamen se duplicó en Piura, del 14 al 15 de diciembre, en el flamante Campus que funciona en esa
importante ciudad. Por dicho motivo, saludamos y nos adherimos sinceramente a la iniciativa del Departa-
mento de Humanidades, que dirige la doctora Bertha Malabrigo Reyes.
Precisamente, los textos y conferencias del aludido certamen aperturan el presente número, en la
continuidad de una línea editorial que distingue a PUEBLO CONTINENTE como revista representativa
de la Universidad, la misma que en cada edición desarrolla un tema especial que, al mismo tiempo que su
carácter emblemático, constituye también la puerta de entrada a la inclusión de importantes y valiosos
trabajos que son el resultado de la actividad científica, humanística y creadora correspondientes a las
diversas disciplinas que cultivan sus autores.
Este último aspecto es importante resaltar, por cuanto una revista de investigación y creación cientí-
fica y humanística no puede circunscribirse al ámbito limitado, exclusivo y excluyente de sus miembros; al
contrario, se enriquece, oxigena y nutre de los aportes de autores de otra procedencia. Es lo que otorga
relieve a las publicaciones de esta naturaleza, y es también lo que alentamos aquí desde un comienzo y a
través de las sucesivas entregas. Es lo que ocurre, de modo específico, con los autores cuyos trabajos se
incluyen en la presente edición, en fraterno y recíproco encuentro con los científicos, pensadores y creado-
res de la UPA0. Por eso registramos los trabajos de: Steban Ilich Zerpa y Manuel Fukushima Nagaoka
(Universidad Nacional de Trujillo), Luis Campoverde Vigo (Universidad Nacional del Santa), Leopoldo
Vásquez Núñez (Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, de Lambayeque), Montserrat Llagostera Casas
(Universidad Autónoma de Barcelona), Silvia Apaza Espinoza (proyecto Textos Escolares e Interculturali-
dad, Consejo Superior de Investigaciones Humanísticas de la Universidad Nacional Mayor de San Mar-
cos), entre otros.
También la profesora Maura Elizabeth Pachas Pinedo (Centro de Salud Consuelo, San Pablo, Bellavis-
ta, Región San Martín), así como el equipo de docentes investigadoras conformado por: Elva Consuelo
Miñano Valderrama, Karina Lisset Paredes Vásquez (Institución Educativa José Emilio Lefebvre, de
Moche) y Juana Rosa Rodríguez Acosta (IEP “Trilce”).
El envío de los trabajos de los autores mencionados se suma enriquecedoramente a los incluidos en edicio-
nes anteriores, todo lo cual consideramos que constituye un signo orientador de la importancia y trascendencia
que viene alcanzando “PUEBLO CONTINENTE” en la región y el país. Ojalá tal hecho sirva también de
estímulo a los profesores y estudiantes que aún faltan incorporarse a esta vivificante, energética y trascendente
tarea de creación, producción y propagación de la ciencia, el arte, la cultura y las humanidades.
Por otro lado, es aleccionador que la propia instancia de gobierno, aparte del cumplimiento de sus altas
funciones en la dirección, administración y funcionamiento de la Universidad, como el caso de nuestro Vice-
rrector Académico, el humanista y jurista Guillermo Guerra Cruz, nos oriente con el rico bagaje de su forma-
ción teórica e intelectual, en esta ocasión, a través de un enjundioso y esclarecedor texto jurídico sobre la
naturaleza de la organización universitaria. En lo demás, es sorprendente la cantidad de trabajos que continua-
mente nos llegan para nuestra sección Estafeta de Publicaciones, área para la cual, sin embargo, reiteramos
nuestra permanente invitación para el envío de reseñas y comentarios sobre los libros y publicaciones más
recientes y pertenecientes a las distintas ramas del quehacer científico, tecnológico y humanístico.
Saniel E. Lozano
Alvarado / DIRECTOR.
Antenor Orrego, por la ruta
Editorial
254 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Su nombre completo fue Macedonio Eduardo
de la Torre Collard. Es uno de los artistas más nota-
bles y originales de la plástica peruana. Nació el 27
de enero de 1893 en la hacienda Chuquizongo, dis-
trito de Usquil, provincia de Otuzco, departamento
de La Libertad, en donde aprende a amar la natura-
leza andina. Fue su padre don Macedonio de la
Torre González y su madre doña Adelaida Collard
Mendoza, natural de Santiago de Chuco.
Al trasladarse su familia a vivir a Trujillo, reali-
za sus primeros estudios en el Colegio Seminario
de San Carlos y San Marcelo, regentado entonces
por sacerdotes franceses, donde los comparte con
Antenor Orrego y su primo hermano Víctor Raúl
Haya de la Torre, entre otros. Concluye la educa-
ción secundaria en 1911, en este mismo centro
educativo.
Realiza estudios de Letras en la Universidad
Nacional de La Libertad, Trujillo, y luego en la Uni-
versidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, que
no culmina. Comparte vivencias intelectuales, esté-
ticas y amicales con sus amigos de la Bohemia de
Trujillo o, más tarde, llamado Grupo Norte, núcleo
de vigorosa y efectiva vitalidad en el cual la poética
tendrá en César Vallejo a su representante más
importante; la política, en Víctor Raúl Haya de la
MACEDONIO DE LA TORRE, EL GRAN PINTOR DEL GRUPO NORTE DE TRUJILLO
| 255Pueblo cont. 22(2) 2011
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ex. 1
24 x
137
cm
.
Torre; y la ideología y el pensamiento, en Antenor
Orrego.
Es en Trujillo donde eclosionan sus múltiples
habilidades artísticas. Empieza a pintar y a modelar
en barro. Participa en representaciones teatrales.
Aprende a tocar el violín bajo la dirección del profe-
sor Manuel Tejada. Empeñado en lograr una obra
artística perdurable, centra sus actividades estéticas
en la pintura y la escultura.
Inicia entonces un viaje que le lleva por Chile y
Argentina, con escasos recursos, y arriba a Buenos
Aires en 1915. De regreso al Perú, es en Arica, en
1917, donde realiza su primera exposición pictórica
individual.
Abraham Valdelomar, que visitó Trujillo en
1918, en declaraciones al diario “La Industria” de la
época, manifestó: “Conozco a Macedonio de la Torre,
un excelente temperamento artístico que podrá ser
escultor si se lo propusiera”.
En el célebre prólogo al libro Trilce de César
Vallejo, Antenor Orrego recuerda así la vida cir-
cunstancial, pero profundamente vital del Grupo
Norte, del que formó parte Macedonio:
“En torno a una mesa de café o de restorán, previo un
ansioso inquirimiento, casi siempre infructuoso para
nuestros magros bolsillos de estudiantes, para allegar los
dineros con que habíamos de pagar el viático y el vino,
reuníamos José Eulogio Garrido, aristofánico y buena-
mente incisivo; Macedonio de la Torre, de múltiples y
superiores facultades artísticas, perpetuamente distraído
y pueril; Alcides Spelucín, uncioso y serio como un sacer-
dote; César A. Vallejo, de enjuto, bronceado y enérgico
pergeño, con sus dichos y hechos de inverosímil puerili-
dad; Juan Espejo, niño balbuceante y tímido aún; Oscar
Imaña, colmado de bondad cordial y susceptible exage-
radamente a las burlas y pullas de los otros; Federico
Esquerre, bonachón manso, irónico, con la risa a flor de
labio; Eloy Espinosa, a quien llamábamos “el Benja-
mín”, con su desorbitada y ruidosa alegría de vivir; Leon-
cio Muñoz, de generoso y férvido sentido admirativo;
Víctor Raúl Haya de la Torre, en quien se apuntaban ya
sus excepcionales facultades oratorias; y dos o tres años
después, Juan Sotero, de criolla y aguda perspicacia iró-
nica; Francisco Sandoval, dueño de pávidos y embruja-
dos poderes mediúmnicos; Alfonso Sánchez Urteaga,
pintor de gran fuerza, demasiado mozo, que tenía pegado
aún a los labios el dulzor de los senos maternales, y algu-
nos otros muchachos de fresco corazón y encendida fan-
tasía…”.
256 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Macedonio de la Torre
Lleva su nombre: Fachada de la Escuela Superior de Bellas Artes “Macedonio de la Torre” de la ciudad de Trujillo,
en la esquina formada por la Av. Húsares de Junín y Av. América Sur.
La casona donde Macedonio pasó su infancia,
adolescencia y primera juventud está ubicada en la
calle Gamarra Nº 441, al lado del local del diario
“La Industria” de Trujillo.
En un artículo de 1926, Orrego destaca a tres
espíritus de este grupo en el campo de las artes plás-
ticas: “Camilo Blas, artista de un extraordinario senti-
do del color que ha creado ya una fuerte obra pictórica.
Macedonio de la Torre, de fina y polifacética sensibili-
dad artística, y Esquerriloff, el gran dibujante en que el
ritmo se hace línea y la línea se hace ritmo”.
En 1921 contrae matrimonio con Adriana Rome-
ro Lozada Bello, eximia pianista trujillana. En 1924
viaja con su familia a Europa, en donde recorre Fran-
cia, Bélgica, Alemania e Italia. Radicado en París
frecuenta el atelier de Gonzalo More, lugar de reu-
nión de artistas latinoamericanos, al que acude
César Vallejo, Vicente Huidobro, Abril de Vivero y
muchos otros notables escritores.
En París presentó muestras de su obra pictórica
en el Salón de Otoño (1928) y en el Salón de los
Independientes (1929). Vallejo, en artículo titulado
“Los creadores de la pintura indoamericana”, publi-
cado en “Mundial”, Lima, en 1929, da cuenta del
aprecio que merece la obra de Macedonio en París:
“Hay mutismos –como el de las grandes rocas eter-
nas de los Andes– cuya trascendencia sonora y
fecunda sólo oyen y sienten los linderos lejanos de la
historia… Sin embargo, Macedonio de la Torre
–con sólo haber enviado este año, por esfuerzos de
sus amigos, un cuadro al Salón de Otoño– ha susci-
tado en la alta crítica francesa debates dignos de un
renovador de la pintura. La crítica de París no le ha
elogiado como se elogia a cualquiera sino que le ha
elogiado discutiéndolo, que es el verdadero modo de
elogiar a un creador”.
En 1930 regresa con su familia al Perú, para que-
darse definitivamente, enriquecido con el aprendi-
zaje de los diversos movimientos pictóricos euro-
peos que pudo asimilar. Trajo al Perú la modernidad
pictórica representada por el vanguardismo, pero
sin limitarse a él, renovándose siempre. Al poco
tiempo de su retorno, realizó su primera exposición
individual en Lima. Sobre ella, Juan Ugarte Eléspe-
ru, otro notable pintor peruano, escribió: “Fue, en
Lima, una novedad del todo insólita, la primera muestra
pictórica vanguardista en nuestro medio, pues había de
todo en materia de innovaciones”. A partir de enton-
ces realizaría muchas exposiciones de su constante
obra, que comprende una estadía en New York en
1959 y 1960, metrópoli en la que realizó más de diez
exposiciones.
Volvió a Trujillo por última vez en 1961. Una
retrospectiva de su obra se realizó en 1968, en el
Museo de Arte de Lima, en donde se reunió 136
obras entre óleos, dibujos y esculturas, que permi-
tieron tener una visión de conjunto de su labor
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Macedonio de la Torre
MACEDONIO DE LA TORRE
Su nombre completo fue Macedonio Eduardo de la Torre Collard.
Es uno de los artistas más notables y originales de la plástica
peruana. Nació el 27 de enero de 1893 en la hacienda
Chuquizongo, distrito de Usquil, provincia de Otuzco,
departamento de La Libertad. Murió en Lima el 13 de mayo de
1981. Junto con Antenor Orrego, César Vallejo y otros, animó en
Trujillo el Grupo Norte. Foto de sus años juveniles.
artística. En los últimos años de su vida, recibió
numerosos reconocimientos en diversos lugares,
incluido Lima y Trujillo.
Murió en Lima el 13 de mayo de 1981, a los 88
años de edad. Una compilación mayor de su obra
puede apreciarse en la Web Oficial creada para
divulgar la obra de este artista trujillano, que com-
prende dibujos, paisajes, selvas, visiones, retratos,
en: http://macedoniodelatorre.com/obras.php.
El presente volumen de PUEBLO CONTINENTE
se honra en ilustrarse con algunas de sus pinturas,
tomadas de "Macedonio de la Torre", de Luis Enri-
que Tord, hermoso libro que ofrece una amplia
información sobre la vida, obra, crítica y reproduc-
ciones de la obra del pintor.
EDUARDO PAZ ESQUERRE
Macedonio de la Torre. Una de sus últimas fotografías, antes de su fallecimiento ocurrido en Lima en mayo de 1981.
Reunión social en casa de Macedonio de la Torre , en Trujillo, el 10 de junio de 1917. Sentados, de izquierda a derecha: José Eulogio Garrido, Ignacio
Meave Seminario, C. Ottone, el Cónsul de Chile, Gustavo Romero Losada y el barítono Luis Antón. De pie, de izquierda a derecha:
Luis Armas, Antenor Orrego y, entre otros, Alcides Spelucín, Eloy Espinosa, Carlos Valderrama, Carlos Rosse, Macedonio de la Torre, Federico
Esquerre, Oswaldo Meléndez, José Agustín Haya de la Torre, Raúl de la Rosa, José Félix de la Puente, Oscar Imaña, Domingo López de la Torre y
César Vallejo.
258 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Macedonio de la Torre
Homenaje aANTENOR ORREGO
TRUJILLO - PERÚ - 2011
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BERTHA MALABRIGO DE VERTIZ
CRISTÓBAL CAMPANA DELGADO
TEODORO RIVERO AYLLÓN
ELMER ROBLES ORTIZ
HUGO GARCÍA SALVATECCI
HUGO VALLENA MÁLAGA
EDUARDO PAZ ESQUERRE
JORGE PUCCINELLI VILLANUEVA
TITO LIVIO AGÜERO VIDAL
JEFFREY KLAIBER
LUIS ALVA CASTRO
EUGENIO CHANG RODRÍGUEZ
EDUARDO GONZÁLEZ VIAÑA
DEMETRIO RAMOS RAU
- UPAO
Contribuyendo al conocimiento, valoración y difusión de su vida
y obra, propiciando, además, la exposición y debate sobre la vigencia
y trascendencia de su pensamiento humanista, así como el análisis
interdisciplinario de sus aportes precursores sobre la identidad e
integración de los pueblos de América Latina, se realizó, en el
Campus de la UPAO en Trujillo, el Simposio Vigencia y
Trascendencia de Antenor Orrego, por la ruta de la identidad, entre el
26 y el 29 de octubre del 2011, organizado por el Departamento de
Humanidades de esta universidad, a cargo de la doctora Bertha
Malabrigo de Vértiz. La actividad contó con la concurrencia de la
comunidad trujillana, la intelectualidad académica, estudiantes y
distinguidos expositores de Trujillo y Lima.
La primera jornada de este Simposio lo constituyó el “Coloquio
Vida y obra de Antenor Orrego Espinoza”, con la participación de los
doctores Jorge Kishimoto Yoshimura, Cristóbal Campana Delgado,
Teodoro Rivero Ayllón, el periodista Juvenal Ñique Ríos y, especial-
mente, los hijos del homenajeado, Alicia Orrego Spelucín, Liliana
Orrego Spelucín y el arquitecto Antenor Orrego Spelucín. Todos
ellos, ante una masiva asistencia, contribuyeron con importantes
datos y comentarios que esclarecieron aspectos puntuales de la vida
y obra de Orrego Espinoza. Seguidamente fue inaugurada la
“Muestra Fotográfica y Bibliográfica del Amauta Antenor Orrego”,
en la Sala de Arte de la ADUPAO, en la que se mostraron libros y
documentos originales del autor, así como fotografías claves de su
itinerario de vida.
La obra de Orrego es un rico legado que han hecho de él el profeta
de planteamientos, teorías y hechos que ahora tienen plena vigencia
en el escudriñamiento de la problemática social, el sentido de
pertenencia e identidad, la integración de los pueblos, la esfera
educativa y otros temas que cubren amplios panoramas. En este
sentido las conferencias magistrales contribuyeron al esclarecimien-
to de algunos asuntos puntuales de esta obra polifacética y original.
Expusieron Hugo García Salvatecci y Jeffrey Klaiber, de la Pontificia
Universidad Católica del Perú; Jorge Puccinelli Villanueva, del
Instituto Raúl Porras Barrenechea de la Universidad Nacional de San
Marcos; Germán Peralta Rivera, de la Universidad Nacional Federico
Villarreal; Elmer Robles Ortiz y Eduardo Paz Esquerre, de la
Universidad Privada Antenor Orrego; Hugo Vallenas Málaga,
director de la Red Virtual Ojo Izquierdo; Tito Livio Agüero Vidal, del
Taller de Estudios Sociales y Políticos “Antenor Orrego Espinoza”; y
Luis Alva Castro, ex presidente del Congreso de la República del
Perú, quien además hizo la presentación de la nueva edición,
ampliada y mejorada, de las obras completas de Antenor Orrego, en
cinco tomos.
Esta sección especial de PUEBLO CONTINENTE, recoge la
versión textual de la presentación y conferencias, siguiendo el orden
en que se expusieron en el evento. Además, se incluyen las importan-
tes colaboraciones que sobre el tema, fuera del Simposio, hemos
recibido de Eugenio Chang Rodríguez, Eduardo González Viaña y
Demetrio Ramos Rau, así como textos breves que reflejan la opinión
de estudiantes de la UPAO sobre el mentor de la universidad.
El presente volumen de la revista oficial de la UPAO comparte
con la comunidad educativa y sus lectores de todas partes, este
homenaje a su mentor e inspirador: a aquel que supo sembrar ideales,
iluminar aspiraciones, vislumbrar verdades que estimó trascenden-
tes y supo expresarse como periodista, filósofo, político y maestro,
dada su amplia versación sobre diversos temas. Su impronta de
creador está en nosotros y con nosotros.
Saniel E. Lozano Alvarado
Eduardo Paz Esquerre
Antenor Orregovigencia y trascendencia
Antenor Orregovigencia y trascendencia
Los hijos de Antenor Orrego, participantes en este Simposio, con las autoridades de la UPAO. De izquierda a derecha: Srta.Alicia Orrego Spelucín; Dr. Guillermo Guerra, Vicerrector Académico; Dr. Víctor Raúl Lozano Ibáñez, Rector; Srta. Liliana Orrego Spelucín; arquitecto Antenor Orrego Spelucín; y Dr. Julio Chang Lam, Vicerrector Administrativo.
S eñor Rector, Dr. Víctor Raúl Lozano Ibáñez,
señor Vicerrector Académico, Dr. Guillermo
Guerra Cruz , señor Vicerrector Administrativo, Dr.
Julio Chang Lam, señores decanos, señores direc-
tores de las Escuelas Profesionales, señores promo-
tores, señores funcionarios, dignas autoridades,
distinguidos invitados, señores ponentes, señores
docentes, estudiantes, administrativos; y, muy en
especial, señor Antenor Orrego Spelucín, señorita
Alicia Orrego Spelucín, señorita Liliana Orrego
Spelucín, hijos distinguidos de nuestro AMAUTA:
Sean mis primeras palabras de saludo y agradeci-
miento a todos ustedes por su presencia.
Cuánto significado tiene la palabra gratitud en la
vida de los pueblos y, en especial, en la de los
hombres. Esta palabra sintetiza el sentimiento y la
emoción que nos embarga en este solemne acto de
gratitud y admiración al hombre excepcional, al
maestro, al humanista Antenor Orrego Espinoza;
paradigma de sabiduría, justicia, amor y libertad.
El Rectorado y el Departamento Académico de
Humanidades de la Universidad Privada Antenor
Orrego han organizado el Simposio Vigencia y Tras-
cendencia de Antenor Orrego, por la ruta de la iden-
tidad, entre el 26 y 29 de este mes de octubre, como
un justo homenaje al próximo centésimo vigésimo
aniversario del nacimiento y el quincuagésimo pri-
mero del fallecimiento de tan ilustre pensador, cuyo
nombre enaltece a nuestra institución. Este evento
pretende contribuir al conocimiento, valoración y
difusión de la vida y obra del Amauta; propiciar la
exposición, debate y exploraciones sobre la vigencia
y trascendencia de su pensamiento humanista, así
como analizar interdisciplinariamente sus aportes
precursores sobre la identidad e integración de los
pueblos de América Latina.
Hoy, en el acto inaugural se compartirá concep-
tos y vivencias en un coloquio, con la singular parti-
cipación de Liliana, Alicia y Antenor Orrego Spelu-
cín, a quienes la Universidad Privada Antenor Orre-
go tiene el privilegio de reconocerlos como visitan-
tes distinguidos, así también con la participación de
otros intelectuales, como Jorge Kishimoto Yoshi-
mura, Juvenal Ñique Ríos, Cristóbal Campana Del-
gado, Teodoro Rivero-Ayllón y Leonel Berrocal.
El mensaje cósmico y la energía espiritual del
Maestro nos sensibilizan para gozar de la belleza de
la música a través de la participación del coro polifó-
nico de nuestra universidad y la Orquesta Sinfónica
de Trujillo.
Asimismo, nos nutriremos de un rico legado a
través de la magnífica Muestra Fotográfica y Biblio-
gráfica de Orrego, que nos presenta el Dr. Jorge Kis-
himoto Yoshimura. Este testimonio de vida del
SALUDO Y AGRADECIMIENTO
Bertha Malabrigo de Vertiz
Universidad Privada Antenor Orrego,
Jefa del Departamento de Humanidades.
262 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Maestro, lo yergue, cual gigante impulsado por tre-
mendas fuerzas telúricas, como las montañas que lo
vieran nacer en Montán, para defender heroica-
mente la libertad, la democracia, la educación del
pueblo y la justicia social, de modo perseverante.
No temió peligros ni dificultades, los supo afrontar
con entereza. Y hasta en medio de las adversidades
de la vida, ejerció su magisterio, su elevada docen-
cia propia de un Amauta.
El desarrollo de las conferencias en los días sub-
siguientes permitirá la sustentación, el análisis y
debate de la inmensa y polifacética obra, aún poco
conocida, de uno de los pensadores más originales
del Perú y Latinoamérica. Estamos seguros, que el
aporte del filósofo abrió nuevos surcos en el proceso
de la cultura peruana y latinoamericana.
Reconocemos y agradecemos la desinteresada
participación de destacados intelectuales y acadé-
micos de las distintas universidades de Lima y
UPAO que participan en este Simposio, doctores
Luis Alva Castro, Hugo García Salvatecci, Jeffrey
Klaiber, Germán Peralta Rivera, Jorge Puccinelli
Villanueva, Tito Livio Agüero Vidal, Hugo Vallenas
Málaga, Gilberto Cabanillas Barrantes, Elmer
Robles Ortiz y Eduardo Paz Esquerre.
Antenor Orrego perteneció a una generación
histórica inconfundible; su voz y su mensaje deve-
lan nuestra misión y nuestro destino; su vida y obra
son lecciones a seguir , una moral que elegir; su pen-
samiento filosófico y metafísico calaron en un sin-
número de disciplinas; el nos enseña lo que es la
verdadera ciencia, el verdadero arte, la verdadera
política y, lo más importante, nos enseña a pensar
sin imitaciones, como auténticos americanos, aquí
en nuestro propio continente, para encontrar nues-
tro camino, nuestro propio destino.
Nuestra universidad tiene una clara visión y
misión que cumplir, identificada plenamente con el
pensamiento de su mentor, y ha de mantener con
gratitud su afortunada herencia, acrecentar su lega-
do, cada vez más vivo y creciente, y merecer su sabi-
duría; visión en la que maestros y alumnos asumimos
el compromiso de labrar nuestro propio destino.
Que el espíritu de Orrego nos guíe e ilumine.
Saludo y agradecimiento
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La Dra. Bertha Malabrigo de Vertiz, Jefa del Departamento de Humanidades de la UPAO, hizo la entrega de presentes
recordatorios a los hijos del mentor de la universidad, Liliana, Antenor y Alicia Orrego Spelucín.
E n la actualidad, la globalización está descultu-
rizando a las sociedades de larga historia, en
los diversos continentes y regiones y, como Herbert
MarshaIl McLuhan dijera hace medio siglo, esta-
mos en una “aldea global”. En este proceso de homo-
genización se van perdiendo nuestras respectivas
nacionalidades y con ellas nuestras identidades y
etnicidades. El planeta camina hacia una globaliza-
ción de la cultura, pero hacia una “cultura de masas”,
donde no existen las personas como entidades
racionalmente autónomas, sino sólo como partes
estandarizadas de una “masa”. Estamos siendo dise-
ñados a “molde” para consumir, más allá de nuestra
racional voluntad. Lo grave y lo malo es que esta
“cultura de masas” es vacía de elementos trascen-
dentes, sus contenidos sólo responden a órdenes de
consumo modal y –para estar a la moda– se impone
por medios no perdurables en la memoria colectiva.
En nuestro país, desde la tercera década, hasta
mediados del siglo anterior –el siglo XX– comienza
a decantarse un grupo de intelectuales y pensadores
que asumen la necesidad de pensar en el Perú y en
los peruanos, como entes libres y conscientes de su
propia identidad, entonces aparecerán los libros
capitales de “Afirmación del Perú”, de J. de la Riva
Agüero, “Retrato de un País Adolescente” de Luís
Alberto Sánchez. En estos libros aparece la imagen
de un país naciente y unitario. En la misma época,
en Chile se publica el libro “Pueblo Continente” de
Antenor Orrego, una obra que convalida una identi-
dad cultural longeva y vigorosa contenida en una
geografía unida por un pasado, por metas y anhelos
comunes a dicha entidad, en la cual el hombre es un
sujeto de la Historia y no un objeto de las circunstan-
cias históricas cambiantes. Con tan buena suerte para
nosotros los peruanos, Antenor Orrego era una de las
figuras más brillantes y lúcidas del presente que bus-
caba dilucidar nuestro problema. Fue realmente un
hombre adelantado a su época cuyo pensamiento aún
no ha sido conocido, ni divulgado.
Hay un problema de lectoría: El refinamiento
inteligente del lenguaje escrito. Orrego rebusca en
nuestro idioma las palabras más precisas, contun-
dentes y bellas, así no sean de uso corriente, pues él
piensa que cada frase es una construcción concien-
te de una inteligencia libre. Sus libros no estuvieron
escritos para ser “best sellers” o escritos para ser un
éxito editorial, ni hechos para la voracidad de lecto-
res que leen lo que se pone de moda.
Si estamos comparando a Orrego y su pensa-
miento con M. McLuham y sus propuestas para una
nueva lectura de la función de medios de comunica-
ción, es porque tratan de una población que debe
estar caminando hacia los cambios. Es cierto que
ambos están parados en veredas opuestas, que mane-
jan herramientas literarias muy disímiles y que arri-
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Cristóbal Campana D.
LA IDENTIDAD CULTURAL
AMERICANA EN
ANTENOR ORREGO
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ban a propuestas diferentes, era necesario confron-
tar algunas de las ideas propuestas pues ambos tra-
tan de una forma de la globalización y los cambios
en la conducta humana que ello implica.
El concepto de “Aldea Global” de McLuham se
basa en el manejo impositivo de los medios de “co-
municación” que eliminan las dimensiones espacia-
les, porque si no hay un espacio mensurable, desa-
parece la noción temporal de distancia, de tal suerte
que en un mismo instante, todos están informados,
como en una aldea, en la cual la gente se conoce e
informa, homogenizando el conocimiento y sus
actos. Los libros de este estudioso canadiense, están
hechos para un mercado interesado en lo novedoso,
así esto no sea académicamente demostrable. Él, no
entendió bien la diferencia entre comunicación e
información y, si lo entendió, convirtió los mensajes
en “masajes” según el medio por donde viajen las
ideas. Académicamente sabemos que “Comunica-
ción” –que viene del latín comunis– es participación
de un bien como lo es la cultura, sin desniveles entre
emisor y receptor.
Cuando se escucha radio o se ve televisión, el
receptor no puede participar y sólo tendrá que cum-
plir las órdenes que se emitan por el medio en que las
recibe y lo acepta como un “masaje” que no nos debe
permitir pensar, sólo satisfacernos con lo que uno
–obedientemente– consuma. Ese es nuestro proble-
ma contemporáneo, derivado de la llamada “revolu-
ción de las comunicaciones”. También, esto es un
manejo de la globalización y de un mercado que se
impone mundialmente, dañando y desarticulando a
los mercados de cada sociedad, donde el consumo
tiene raíces históricas y es más personalizado.
Este problema que hoy llamamos “globalización”
estuvo previsto en las obras del pensador peruano.
Orrego decía que nosotros debíamos caminar hacia
un futuro en el cual no tengamos por qué hacer “res-
ponsos” o llorar las tristezas de dos “cadáveres” o dos
“sepulcros” que ya están completamente finiquita-
dos, porque ya están completamente muertos. El
llega a demostrar con su pensamiento, en el fondo,
estaba el pensamiento andino con relación a la vida
y a la muerte. Sería muy útil e interesante analizar
las hipótesis de los “responsos” como una manera de
rezar implorando por algo que tuvo vida y que ha
muerto. Así mismo, analizar las respectivas hipótesis
de los “cadáveres” y los “sepulcros”, pues éstas nos
harían pensar cómo es que estamos ante “cadáveres”
culturales que ya no pueden seguir creando o pro-
creando, y nos detenemos, parados, enmudecidos,
absortos y sensibilizados ante un “sepulcro”, sin saber
como enterrar nuestros cadáveres. Como se verá,
estas propuestas, además de ser bellas metáforas, son
los retratos de nuestras flagrantes indecisiones.
Para nosotros, gente formada en el pensamiento
occidental, la vida comienza con el nacimiento.
Para el pensamiento andino, la vida comienza con la
muerte. De ahí la importancia del uso de las pala-
bras que contiene una diversidad de mensajes, pues
estas nos permiten diversas opciones en el ejercicio
del pensar. En el lenguaje cabe todo el pensamiento
de una sociedad. Todo es muerte ya la vez es naci-
miento. Y Orrego dice que hay que esperar que mue-
ran las progenies para que pueda surgir el hombre
vivo y sin ataduras. Esta tesis que parece sumamen-
te sencilla, recién esta siendo descubierta por los
antropólogos, por los sociólogos y aun también por
los historiadores. Y se basa en el concepto de la vida
y la muerte del pensamiento andino, que ya estaba
presente en las ideas aurorales de Antenor Orrego,
antes que los antropólogos la enunciasen como
expresiones del Pensamiento Andino.
Este pensador sostiene que cada sociedad, al
poseer una cultura, posee técnicas, conductas y
posibilidades para existir-siendo. Es convertirse en
un sujeto histórico y no objeto de la historia. Así,
cada ser humano es “continente-contenido”, en su
medio, medio forjado –como en el caso nuestro– en
miles de años. Cada ser humano contiene todas las
ideas, posibilidades y frecuencias que nos permitan
existir. Por ello, el hombre como ser solitario es un
imposible. Entonces, sí ahora, los mass media son
poderosas articulaciones de mensajes (masajes) que
nos imponen en todas las frecuencias normas de
conducta y de consumo de un mercado globalizado
y que nos están haciendo seres ajenos a nuestra rea-
lidad “espacio-temporal”.
Entre tantas tesis brillantes enunciadas por Orre-
go, hay una, tal vez la más general por su amplitud y
La identidad cultural americana en Antenor Orrego
Cristóbal Campana D.
por la que debemos comenzar, es aquella en la cual
sostiene que el ser humano de este lado del mundo,
vive dentro de un espacio de gran magnitud, como
es un continente geográfico, visto como un conti-
nente de cultura e historia. El hombre –así– es parte
de un “pueblo continente”, pertenece a éste y como
que es de ese pueblo continente está representando
su espacio y su tiempo-histórico. No se trata sólo de
una extensión espacial geográfica, sino de una cul-
tura elaborada en milenios por varias “progenies”
que van camino a su desaparición para dar paso a
una nueva sociedad, con un pasado compartido y
con la misma cultura. Él, pone como ejemplo la “uni-
dad” “espacio-temporal” que sintetiza varias cultu-
ras –variedad dentro de la unidad– como es “Indoa-
mérica”. Esta unidad geográfica y cultural es y debe
ser conocida como la de un “pueblo-continente”.
Contenedor de un largo y rico pasado.
En su pensamiento, sobre el “humanismo ameri-
cano”, plantea la existencia de una “teoría las proge-
nies”, en función de algo que él llama “teoría del
espectro horizontal antropológico”. Es decir que tras-
vasa la condición humana, como toda estructura
dinámicamente cultural, de todo un pueblo con
identidades elaboradas históricamente. ¿Qué cosa
es esto que nos parece tan abstracto? Él dice que en
cada uno de nosotros vive un ser en el cual no están
definidos sus linderos históricos ni –claramente– a
qué sociedad pertenecemos o, qué identidad tene-
mos. Es como si hubiésemos perdido –en el presen-
te– nuestra noción de presente y sólo recurrimos a
nociones del pasado.
Todos podemos recurrir –dice Orrego– a decir
que somos peruanos, a decir que somos descendien-
tes de los incas o a decir que somos descendientes de
los españoles, lo cual siendo o teniendo cierto grado
de verdad, nos inhibe para ser nosotros mismos en el
presente. Porque, eso es solamente un “responso” a
nuestro dolor y a nuestro propio desconocimiento,
porque nosotros no somos ni indios ni españoles:
somos mestizos, tanto racial como culturalmente.
Debemos de ser hombres nuevos y ahí esta el pro-
blema: nosotros nunca asumimos con responsabili-
dad nuestra verdadera identidad.
Esas palabras tan verticalmente dichas, tal vez
no fueron entendidas en su momento, como tampo-
co fue entendido su concepto de continente. Cuando
él habla de pueblo-continente, se refiere a aquel pue-
blo que abarca las dos progenies, tanto la autóctona
como la invasora y que da forma a una gran y nueva
sociedad que es entendida como América, el conti-
nente americano. Pero, él no se refiere al continente
geográfico, sino a aquel que “contiene” mucho en
común y que el caso en análisis, es lo que se dio en
llamar Indoamérica. Orrego en varias partes de sus
estudios cuidó lo suficiente para explicar que cosa es
un continente. El continente, dice, no es un territo-
rio, sino un continente de contenidos culturales
inalienables. Nosotros somos el hombre que tiene
uno de los contenidos históricos más importantes.
De allí su preocupación, dice él, porque nunca han
habido situaciones tan graves en donde el hombre
se somete tanto a su pasado, a cualquiera de sus
progenies y las “usamos” como mejor nos convenga y,
con irresponsabilidad, podemos decir “se me salió el
indio” o, el ministro “regresó de la “madre patria”. La
“madre patria fue de los castellanos e hispanos quie-
nes vinieron a otro continente en busca de riquezas
y, claro, añoraban su madre patria, es decir al lugar
donde nacieron pobres.
No sabría decir si en esas relaciones intercultu-
rales, desde Sarmiento de Gamboa, el aculturado
por vía matrimonial, la palabra del runa simi, “pa-
chamama” se habría ido transfiriendo a los invaso-
res, pues esa voz, es a la vez ESPACIO Y TIEMPO,
germinales y prístinos. Pachamama, es cierto que es
“madre tierra”, pero a la vez es “tiempo-padre”,
donde está el origen de los actos humanos. Esa
noción podría ser equivalente a la idea de “Espacio-
tiempo”.
Al respecto, podríamos decir que después de la
conquista hispana, los invasores podían hablar de
“la colonia” al ser ellos los colonizadores, pero des-
pués, al convertirse en virreinato –ya no colonia–
fueron aprendiendo a amar esta tierra, poco a poco,
hasta el grado de identificarse con este virreinato y
ser ellos factores humanos y sociales muy importan-
tes para la Independencia. Esto quiere decir que, los
“criollos” asumieron tempranamente una naciona-
lidad, se sintieron bien al ser hijos de esta “tierra-
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madre” nueva y que por ella había que derramar su
sangre en la contienda. En cambio, es dramática
esta verdad, el hombre del siglo XX no sabía asumir
su nacionalidad ni menos su identidad.
Esto que se lee tan duro, es real en el tiempo coti-
diano. Es una fotografía de nuestra falta de análisis.
Seguimos creyendo que, por alguna buena razón o
por una incomprensión de nuestro destino, descen-
demos de uno o de otro progenitor cultural, cuando
ya no somos ni uno ni otro. Las sociedades que fue-
ron nuestras progenies –dice Orrego– ya no están
vigentes, ya no están vivas y ya no pueden seguir
procreando. Luego, son sólo dos “espectros” o dos
“cadáveres” y, como tales, no pueden seguir siendo
progenitores. Pudieron ser padres o madres, es decir,
pudieron ser progenies, solamente.
Esta hipótesis le permite formular su teoría del
“espectro” o de la “constelación horizontal antropológi-
ca”. Según ella, en cada uno de nosotros viven tres
identidades, como si fueran tres zonas desde las cua-
les nosotros tratamos de entender nuestro entorno.
Están en estado larvario y pueden ser extrañas crisá-
lidas. Estas tres zonas serían:
·zona de deflagración o choque,
·sepulcral recesiva, y
·zona vital y orgánica.
En la primera de ellas, la de “deflagración”, nos
sentimos entreverados e inconscientes de nuestra
realidad. Como si todas nuestras partes estuviesen
en desorden. Es un rompecabezas que nos anonada.
Carecemos de una racionalidad histórica –ordena-
triz– de nuestra conducta cotidiana. En este “tiem-
po” de indecisiones, hay una, donde están vivas las
actitudes responsivas de las progenies. Así, hemos
quedado casi inconscientes en ese “tiempo” de cho-
que. Es el tiempo estancado de el golpe recibido, tan
fuerte, que aún no logramos resarcirnos.
La identidad cultural americana en Antenor Orrego
Concierto de la Orquesta Sinfónica de Trujillo en el acto inaugural del Simposio Antenor Orrego, vigencia y trascendencia,
por la ruta de la identidad, desarrollado en la UPAO del 26 al 29 de octubre de 2011.
La segunda zona, es la sepulcral recesiva. Esta es la
de nuestro mestizaje, del largo proceso de adapta-
ciones y adopciones, en donde todavía no sabemos
qué somos y qué debemos hacer para construir el
futuro. En algunos momentos nos sentimos produc-
tos de un entrevero y no podemos “armar” nuestra
nueva identidad para definirnos. Por ejemplo:
Muchas de las formas de vida de nuestra serranía,
las creemos propias del “mundo andino”, sin darnos
cuenta que en ellas se han estancado las formas y
conductas de la gente que vino de Europa, de un
medioevo retardado y que aquí están vigentes, aun-
que las nuevas actitudes creativas conviertan el
charango, las quenas, los violines y las guitarras, por
instrumentos modernos de metal, como los que
ahora usan para hacer “Cumbia andina”.
En esta “constelación horizontal antropológica”, la
tercera zona y la más importante, es la “zona vital y
orgánica”. Es la estructura genética de esta nueva
vitalidad. Es la que nos enseña a identificamos
como entes con una personalidad propia, sin tener
que recurrir a bastones o a báculos, que no necesita
de ellos para apoyarse y decir “yo soy descendiente
de esto o aquello”. Mas importante es saber decir
“qué y quiénes somos”, negando una falsa seguridad
cuando se dice –primero– quién descendemos. Por
eso es la “zona vital”. El ejemplo que hemos puesto
ilustraría claramente lo que sucede con las adopcio-
nes de “aires” e instrumentos musicales ajenos, adap-
tándolos a los gustos actuales.
Orrego piensa que estas tres manifestaciones se
dan en cada persona. Son como un haz del espectro
solar. Por una sola luz se trifurcan y aparecen estas
tres zonas que están, aún, agazapadas y expectantes,
dentro de cada uno de nosotros, mientras no tenga-
mos todavía la lucidez para entendernos nosotros
mismos cómo una identidad nueva. Sabemos todos
que Ilevamos cerca de dos siglos pretendiendo defi-
nir que es el Perú y qué somos los peruanos. Esta
inseguridad es tan general y cotidiana que en
muchos casos, al descubrir nuestros errores y defec-
tos decimos en tercera persona: ¿Por qué seremos
así los peruanos..?.
Recuerdo las palabras de González Prada tratan-
do de definir a los peruanos, quien escribió: “Los
peruanos son esas bandas de indios, que viven entre el
lado oriental de la cordillera occidental hasta el lado
occidental de la cordillera oriental […] porque esos son
los verdaderos herederos de un pasado”. Dicho de otra
manera, creyó ver en la serranía a los verdaderos 1herederos de los Incas . Si tuviésemos que aceptar
esa definición de peruanidad, todos los habitantes
de la costa, y todos los habitantes de la selva, real-
mente nos quedaríamos fuera de esa nueva identi-
dad. Por lo tanto, no nos estábamos definiendo
bien. Pero cuando Antenor Orrego dice que “noso-
tros” somos todos, absolutamente todos los que
nacen y asumen su cultura, su historia y su territo-
rialidad, entonces tendremos un problema nuevo.
¿Cómo definirnos a nosotros mismos? ¿Quiénes
somos los componentes de ese “nosotros”?
Orrego afirma que, no obstante predominar tal o
cual zona espectral en cada uno de nosotros, en la
Zona de deflagración o choque, las progenies están
todavía en pugna. En esa zona de deflagración o cho-
que, hay una ausencia absoluta de un ligamen colec-
tivo entre los diversos núcleos. Él insiste de varias
maneras en hacernos recordar que las tres zonas
aludidas están vigentes en nuestra manera de pen-
sar, pero que debemos “organizar” y “estructurar”
nuestra identidad de peruanos, ubicándonos más
concientemente en la “zona vital y orgánica”. Es “vi-
tal” porque de ella dependerán nuestros objetivos
del futuro, como una entidad VIVA. Es “orgánica”
porque todos los mecanismos del pensar y del
actuar, deben provenir de ese algo que tiene vida y,
no de lo que ya ha muerto y no sabemos sepultar.
Cada uno de estos “espectros” trata de conservar
el acento espiritual y anímico de sus matrices origi-
narias y vive con respecto a los otros grupos en un
permanente, contumaz y excluyente aislamiento. Si
se tratase solamente de las raíces étnicas de blancos
e indios, que fundamentan las progenies, estaríamos
ante dos cadáveres. Así, serían dos seres que viven
dentro de nosotros, en ese estrato, en ese nivel, en
ese ámbito de coloratura. Ahí –y sólo allí– están
vivos como dos seres siempre opuestos, pugnando y
luchando por el predominio de nuestra identidad, y
no nos dejan identificarnos como lo que verdadera-
mente somos: Una nueva sociedad.
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Cristóbal Campana D.
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La identidad cultural americana en Antenor Orrego
Pero, también dice Orrego, que nosotros como
mestizos, hay un sector de nuestra manera de pensar
que nos recuerda que pertenecemos a otra zona,
llamada Zona sepulcral o recesiva. Allí reside lo que
esta muerto, “los miasmas del muerto”, dice. Allí
están los olores del muerto, lo que nos castra impi-
diéndonos ser nosotros mismos, Es la zona atona y
tòrpida que ha perdido toda facultad responsiva o de
reacción orgánica frente a las impulsiones del espíri-
tu creador. Es una etapa de transición inestable y
que sirve de puente del pasado y el porvenir, entre la
irrupción violenta de las fuerzas extrañas o invaso-
ras y las resistencias vitales del continente.
Cuando menciona “continente”, Orrego se está
refiriendo a ese enorme vaso que contiene todo
nuestro pasado. Como hemos señalado, no es lo
que comúnmente creemos que es la geografía del
continente americano, como también el conti-
nente europeo o el continente asiático. Orrego
dice que existe un “continente” cuando se trata de
una entidad que “contiene” una cultura, por eso
más se trata de un pueblo-continente. Y ese conti-
nente es, donde está contenida la riqueza cultural
creada por esos hombres. Al decir “pueblo” se
refiere al conjunto de personas con una determi-
nada identidad que emparienta y homogeniza sus
actos, sus sueños, sus anhelos, sus amarguras
colectivas, convertidos en ideas.
Por ultimo, su concepto de Zona vital y orgánica,
es sumamente hermoso cuando dice que encierra el
momento en que debemos encontrar el punto de
partida del camino que tomó para analizar la identi-
dad o la etnicidad del hombre peruano contemporá-
neo, que él encontró, justamente, en la poesía de
Vallejo. Para Orrego, aparece la noción de creación
de una poética nueva, con Vallejo, hallazgo expre-
sado en su prólogo a Trilce y que daría origen a las
nuevas corrientes literarias. Prólogo que fuera leído
–a escondidas– por las nuevas generaciones de crea-
dores literarios. Dice Antenor Orrego que él descu-
bre la actitud creativa en Vallejo en una frase, cuan-
do el poeta dice “murió mi eternidad” –o sea, murió
su pasado– “y la estoy velando”. Es decir estaba ante
ese cadáver. Y eso es hermoso –realmente– al descu-
brir en una frase cómo al ir muriendo, se puede
comenzar a vivir. Es bella esa imagen porque retrata
metafóricamente, al hombre que rompe con un
sector de su pasado, convertido en “cadáver” y que,
parado ante el sepulcro está anonadado y absorto
sin saber como enterrarlo.
Finalmente, cuando Vallejo dijo: “Tal me recibo
de hombre, tal más bien me despido y en cada hora mía
retoña una distancia”, Eso de “en cada hora mía reto-
ña una distancia”, puede parecer un solecismo
–como también diría Antenor– pero realmente es
una verdad. Por eso, para Orrego, las dos figuras más
grandes del continente fueron un Bolívar o un Gar-
cilaso y, en tiempos de él, fue Vallejo. Es una de las
cosas más extraordinarias al analizar cómo Antenor
Orrego descubre la identidad del hombre peruano a
través de las dos tradiciones étnicas, la occidental y
la andina, para poder entender en que consiste y en
que debería consistir el hombre peruano como ser
creador.
Aparece negando las dos progenies, para que
sigan siendo y estando en sepulcros donde se pue-
dan alimentar las nuevas plantas del futuro.
NOTAS
1 En aquel entonces, la Antropología Cultural y la Arqueología
peruana, no habían deslindado las diferencias culturales e
históricas de las sociedades preincaicas, sociedades “madres”
de la civilización Inca. Todo lo que pareciere prehispano, debe-
ría ser Incaico. Ese error aún subsiste.
E n 1922, en el esperado prólogo que Antenor
Orrego envía a Vallejo para la edición primige-
nia de Trilce, evocando a los integrantes de su grupo,
describe a Xandóval (Francis Sandóval) como “un
hombre dotado de pávidos y embrujados poderes
mediúmnicos”. Es decir un intermediario entre el
mundo de acá y el del más allá...
Treinta y siete años más tarde, en 1959 –ocho
meses antes de su muerte y a doce de la de Xandó-
val–, calificaría a éste de “poeta alucinado”. Fue en
el Teatro Municipal, en el homenaje que los enton-
ces muchachos del Grupo “Trilce” le rendimos a su
retorno del Simposio de Córdoba (Argentina),
sobre la vida y la obra de César Vallejo.
Volvió el filósofo de Pueblo-Continente, en esa
oportunidad, a hablarnos “in extenso” de aquellos
días aurorales de su agrupación –años 1915,
1916…– de cuando eran apenas un puñado de
inquietos jóvenes poetas y artistas provincianos,
ganosos de futuro, mas casi enteramente desconoci-
dos y desconocedores completamente acaso de su
propio destino.
Rememoró Orrego las noches de plenilunio en
que iban –César Vallejo, Víctor Raúl Haya de la
Torre, Alcides Spelucín, José Eulogio Garrido, Fede-
rico Esquerre, Macedonio de la Torre, Oscar Imaña,
Juan Espejo Asturrizaga, y tantos más–, a las ruinas
prehispánicas de Chan Chan, “como si quisiéramos
–nos contaba– adivinar entre las ruinas fantasmales
de ese pasado, toda la tremenda responsabilidad de
la tarea que nos aguardaba”.
Y nos refirió cómo, en tal ambiente, sumergidos
en ese escenario de espectros, Francisco Xandóval
penetraba con ojo perspicaz en el futuro que les espe-
raba o en épocas distantes del ayer y, “con su voz de
poeta alucinado”, les revelaba la vida que allí alen-
tó, cuando era Chan Chan la suntuosa capital del
Gran Chimú:
“Revivía dramas y tragedias remotas, reconstruía
arquitecturas que se habían roto hacía siglos, resuci-
taba con su palabra embrujada vidas lejanas y desco-
nocidas que habían deambulado su alegría y su des-
ventura por estos parajes…”.
NO ERA ÉSTE EL AISLADO CASO DE XANDÓVAL!
Hay mucho de profecía, también en el propio
Orrego, en Víctor Raúl, en César Vallejo; en esa
generación creyente y practicante de las ciencias
esotéricas, con la fe con que Rainer María Rilke, el
poeta alemán, seguía los dictados de la misteriosa
“Desconocida” del palacio de Marie Taxis. Aquel
espíritu que le señaló, una noche, el viaje a España,
a Toledo: “Ve adelante, yo te seguiré… El puente: el
puente con las torres con las torres al comienzo y al
final…”
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Teodoro Rivero-Ayllón
ORREGO, VALLEJO Y XANDÓVAL,
POR LOS CAMINOS DEL
ESOTERISMO…
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Orrego, Vallejo y Xandóval, por los caminos del esoterismo...
Como es conocido, muerto Rubén Darío, en
febrero de 1916, celebran en Trujillo los bohemios
ciertas “nocturnales” en homenaje al gran panida
de Cantos de vida y esperanza, el patético poeta de
“los que auscultasteis el corazón de la noche…”.
Fue allí cuando se proclamó la independencia
poética de Vallejo y, muy anticipadamente – era éste
apenas un poeta que empezaba–, las futuras glorias
continentales del aeda santiaguino.
OIGAMOS A HAYA DE LA TORRE
Testigo ocular y partícipe de aquella tenida de
1916, refería Víctor Raúl:
“Antenor se puso de pie y brindó por el nuevo genio
de la poesía que tomará el puesto de Darío. No puedo
olvidar eso. Orrego, con aquel su tono de vaticinador,
pero al mismo tiempo de maestro (lo estoy oyendo),
dijo algo así como esto: “Óyeme, César, te lo digo
porque tú eres incapaz de envanecerte: tú eres un
genio, yo te proclamo el genio de la poesía americana,
y por eso sufrirás mucho (César Vallejo lloraba). Te
proclamo yo humildemente, sin que nadie nos oiga,
aquí en Trujillo, ¿ves? Tú eres el poeta nuevo, supe-
rando en una ruta estelar a Darío.”…
Y proclamamos: “Darío ha muerto, viva Valle-
jo!”; pero con un añadido festivo: “Chocano ha
muerto, ¡muera Chocano!”
Aún más: tejieron los bohemios una corona de
hojas de laurel y coronaron a Vallejo.
Añade Víctor Raúl:
“Todo sin alardes. Yo era el más alegre y recité aquello
de Amado Nervo: Ha muerto Rubén Darío, el de las
piedras preciosas, etc.”.
Y concluye Víctor Raúl:
“Todo esto quisiera escribirlo. Aunque, cuando lo
intento, me tiembla la mano…”.
PERO VOLVIENDO A XANDÓVAL Y LO DE
“POETA ALUCINADO”…
Tal el epíteto –lo reitero– con que lo caracterizó
Antenor Orrego más de una vez. Y lo era Xandóval,
en efecto, por sus poco comunes poderes extrasen-
soriales de que puedo dar fe; por esas extrañas con-
diciones de vidente y de médium –vate ante todo–;
de hombre que traspasaba las lindes misteriosas,
aquellas –para muchos de nosotros–, infranquea-
bles barreras del Más Allá…
Por los años 20 –y a los 20 de su edad (había naci-
do en 1900)–, era el médium “oficial” del Grupo.
Recuerdo que un día de agosto de 1956, en casa
de don José Cassinelli Mazzei –donde Orrego solía
hospedarse–, me confirmó el Maestro ante una pre-
gunta mía los prodigiosos poderes de Xandóval.
Fue una larga, muy vivaz conversación, rica en
anécdotas, en casos que él y el poeta Oscar Imaña
–quien me acompañaba en la visita –, aportaron esa
tarde.
Era Xandóval muy joven aún, casi un niño, cuan-
do en las sesiones de espiritismo que celebraban con
frecuencia a instancias de Antenor, sorprendía 1como médium a todos los contertulios.
Cada vez que los mayores de la agrupación –Víc-
tor Raúl, Vallejo, Orrego, José Eulogio– les asaltaba
alguna duda sobre el enigma de una frase leída o sobre
determinado aspecto poco conocido en torno a la
vida o la obra de un poeta ya muerto, o de un filósofo
de la antigüedad, Xandóval oficiaba de médium…
Transfigurábasele el rostro; el tono de la voz se le
tornaba irreconocible. Ya en trance total, brotaba
de sus labios la respuesta esperada, clara, convin-
cente para todos…
¿Cómo podría aquel muchacho –con Eloy B. Espi-
nosa y Juan José Lora, uno de los menores, uno de los
“benjamines”– resolver por sí mismo, a tan temprana
edad, intrincadas cuestiones que se planteaban –sin
solución– los mayores y más leídos del grupo?
Era evidente que a través de esa voz de “poeta
alucinado”, de esa palabra “embrujada”, hablaba el
espíritu de aquel filósofo, de aquel poeta invocado,
ya muerto, extinto por años, y a quien los jóvenes
bohemios podían ahora interrogar directamente,
como hacían en clase con sus maestros…
CIERTO TESORO ESCONDIDO EN CASONA
TRUJILLANA
En otra ocasión, fueron a la búsqueda de cierto
tesoro escondido oculto en una casona trujillana de
tiempos coloniales.
Teodoro Rivero-Ayllón
Sometido a trance, describió Xandóval, con lujo
de detalles, la vida de aquel período de añejos perga-
minos y prosapias ibéricas, y hasta a alguno de los
anónimos habitantes que lo fueran entonces de la
vieja mansión.
Noche reveladora.
Todos quedarían entonces convencidos de que
la comunicación con el Más allá sí es posible para
nosotros los mortales, en determinadas circunstan-
cias –¡claro!–, como aquella.
Un viento frío penetró por el amplio ventanal. El
médium dijo ver el fantasma de una dama que ingre-
saba en ese instante en el salón completamente a
obscuras.
La veía deslizarse, etérea, levitando a ras del
suelo, por el empedrado patio débilmente ilumina-
do por la luna. Ascendía los escalones que condu-
cían al recinto en que se hallaban. Vestía de ampu-
loso miriñaque, y avanzaba, sí, avanzaba ahora con
cierta majestad, evidentemente hacia ellos, hacia el
grupo…
Cuando Xandóval la tuvo tan próxima, pidió a
todos que se apartaran, que dieran paso a la incono-
cida dama.
–Por favor!.. no le vayan a ajar la crinolina…!
Quiso alguien sonreír ante la frase, incrédulo de
los que el médium decía ver, pero el vientecillo frío
de la noche lo sentía ahora –¡qué horror!– directa-
mente sobre sus propias espaldas, sobre su nuca,
sobre la testa en que se le erizaban los cabellos…
La misteriosa dama cruzaba impertérrita por
entre ellos, como si ellos no existieran. La vio el
médium dirigirse a uno de los rincones, y fue enton-
ces cuando creyeron oír todos, en esa dirección, el
chirrido de una puerta que se abría… y luego… el
crujido de una puerta que se cerraba…
Un sonido extraño, pues no existía puerta por allí.
Había atravesado la dama el muro, como si el
ancho muro de tiempos de la Colonia tampoco exis-
tiera para ella…
En el cuarto contiguo, vio el médium que la
mujer desaparecía en el centro del recinto.
– ¿Y qué ves ahora? –, osó preguntar alguien.
Enmudecido, sin pronunciar palabra, dibujó el
médium algo sobre el frío tablado del piso, en el
punto mismo donde la dama se había perdido…
A la luz del día siguiente vieron allí un círculo, el
que había trazado el médium en la obscuridad.
Círculo perfecto, como diseñado a plena luz.
A manera de rayas, partían del contorno de ese
círculo unas líneas en diversa dirección, a manera
de un sol radiante dibujado por la mano de un niño.
–A unos dos metros, veo un extraño aparato,
enteramente desconocido –explicó el médium–; y
más abajo aún, el cofre…
Esa mañana pudieron constatar, primero, levan-
tando el empapelado del muro por donde pasó la
dama, que hubo allí, en otros tiempos, una puerta:
quedaban los rastros del vano ya clausurado.
Empezaron las excavaciones, bajo el círculo tra-
zado en el piso.
El “extraño aparato” descrito por el médium
había sido una especie de teléfono en tiempos colo-
niales: Un tubo metálico, hundido en posición ver-
tical, a modo de una bocina, al que convergían, por
todos los lados, otros tubos de menor calibre. En el
punto en que se unían al principal, unas tapas a
manera de hojuelas podían suspenderse por una
cuerdecillas. Dejaban así uno de los canales o tubos
al descubierto, por donde se trasmitía la voz.
Los rayos que partían del círculo correspondían
a la dirección de esos canales de comunicación con
algún punto próximo del perímetro urbano.
Prosiguieron afanosos las excavaciones, y halla-
ron, en efecto, el cofre…
–Sí, ¡el cofre…!
¿Y LAS PROFECÍAS DE VALLEJO?
1920 es –como sabemos– un año funesto en la
cronología vallejiana.
Se han producido los sucesos de Santiago de
Chuco que motivarían poco después la injusta pri-
sión de Vallejo en la cárcel central de Trujillo. Como
es conocido también, el poeta se hallaba refugiado
en casa de Antenor, en “El Predio”, en las afueras de
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la ciudad, en Mansiche, en las inmediaciones de
Chan Chan, las milenarias ruinas.
Una de esas noches, Vallejo tiene allí un sueño
“premonitorio”: el de su propia muerte en París. ¡Y
estamos a tres años todavía de su inesperada ida a
Francia, y a dieciocho de su futura muerte en la
“cara Lutecia” de Rubén!
Quien estuvo hasta tres veces en la Unión Sovié-
tica; quien recorrió diversos países de Europa a lo
largo de tres lustros, bien pudo morir en cualquiera de
esos lugares. O como Julio Gálvez Orrego, su compa-
ñero de viaje y aventuras en el París de entre guerras,
quien hallaría la muerte –por fusilamiento– en los
siniestros días de la guerra civil española.
Sin embargo, se cumplirá en Vallejo el destino…
París, y en Viernes Santo…. En el Viernes Santo de
1938.
A raíz de una de las últimas entrevistas con
María Rosa Sandóval, escribió el poeta:
¡Amada: en esta noche tú te has crucificado
Sobre los dos maderos curvados de mi beso!
¡Amada: y tú me has dicho que Jesús ha llorado
Y que hay un viernesanto más dulce que ese beso…!
Lo anunció en otro verso además, ya harto cono-
cido y convincente:
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo…
Coloquio Vida y obra de Antenor Orrego Espinoza, realizado el 26 de octubre como parte del Simposio. Expositores en este coloquio,
de izquierda a derecha: Jorge Kishimoto Yoshimura, Juvenal Ñique Ríos, Cristóbal Campana Delgado, Teodoro Rivero Ayllón,
Leonel Berrocal Neciosup (moderador), Antenor Orrego Spelucín, Alicia Orrego Spelucín y Liliana Orrego Spelucín.
NOTAS
1 El 25 de julio de 1919, Xandóval le escribía a Rosina Espejo
Asturrizaga –su novia entonces–, justificando su distancia-
miento de esa semana por tener que concurrir a sesiones de
espiritismo de Antenor: “Anteanoche me recogí temprano en
mi cuchitril, desde las nueve, y fue mi más sana intención
hablar contigo… Mas como al bendito Antenor y comparsa
(téngalos Dios en su reino), se les ocurriera llamarme, me
fracasó el asunto. Y héteme aquí que con el dichoso espiritismo,
estos señores me tienen fuera de mi caja cerebral, y me buscan y
me halan a su antojo, sin que yo pueda resollar, en libre y en
soledad, siquiera un instantito...”.
Orrego, Vallejo y Xandóval, por los caminos del esoterismo...
Irremediablemente, somos los hijos del
presente; los siempre encadenados al raudo
pasaje de las cosas, al estallar efímero de
nuestras vehemencias. Nuestras realidades
inmediatas devoran nuestra eternidad, reducen
y desmedran nuestra proyección en la historia
[…] Empero, la progenie humana engendra en
todas las épocas ciertos ejemplares de hombres
dotados de segunda vista, de una suerte de
sentido del futuro que les permite percibir lo
que existe vago y soterrado en la masa. Son los
depositarios de la nueva fe, los heraldos
vibrantes de la nueva esperanza, las urnas
vivientes del nuevo amor. Son aquellas
individualidades fuertes y magnéticas que
agrupan y condensan en su torno, como polos
de atracción, los afloramientos dispersos de la
corriente central […]. Padres e hijos, al propio
tiempo, del ambiente en que actúan y de la
realidad que crean […] Las pautas de
valoración corriente no abrazan esta prestancia
creadora que rebasa y colma sus medidas. Son
móviles muy superiores en excelencia ética a
las normas comunes de la conducta humana,
los que rigen estas voluntades que corren hacia
la culminación de los fines que han concretado
su vida.
Antenor Orrego, Notas marginales, 1922.
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Elmer Robles Ortiz
Profesor de la Universidad Privada Antenor Orrego, Profesor Emérito de
la Universidad Nacional de Trujillo. Miembro de la Sociedad de Historia
de la Educación Latinoamericana, del Grupo de Investigación Historia y
Prospectiva de la Universidad Latinoamericana, y de la Sociedad de
Investigación Educativa Peruana. Condecoración de Palmas
Magisteriales en el Grado de Maestro (2011).
ANTENOR ORREGO, PROFECÍA Y
REALIDAD: SIETE ANUNCIOS
CONFIRMADOS POR EL TIEMPO
INTRODUCCIÓN
No imaginó Antenor Orrego (Montán, 1892-
Lima, 1960) que muchas de sus palabras tornaran,
con el correr de los años, cual bumerán favorable,
para ser aplicadas a su propio caso. En efecto, como
escribiera para referirse a los visionarios, el mismo
fue de esos “ejemplares de hombres dotados de
segunda vista, de una suerte de sentido del futuro
que les permite percibir lo que existe vago y soterra-
do en la masa”. (1995, I: 35). Fue un espíritu selecto
que pensó en prospectiva, dirigió su mirada en lon-
tananza y formuló numerosos anuncios, profecías
que, con el transcurso del tiempo, se hicieron carne
de diversas realidades, en forma tal que nos dejan
pasmados por su extraordinaria concreción. Lo que
dijera respecto a César Vallejo, en lo concerniente a
su proclividad de ver, en circunstancias concretas y
precisas, realidades soñadas, también lo podemos
aplicar a su propio autor. Las palabras son estas:
“Indudablemente, poseía extrañas facultades pre-
monitorias”. (1995, I: 23).
Orrego, coincidiendo con la filosofía dualista,
de la intuición, del elan vital o del simbolismo de
Henri Bergson (1859-1941), piensa que en el proce-
so del conocimiento el hombre requiere tanto de la
razón cuanto de la intuición. Está convencido de
que mediante las fuerzas racionales se llega hasta
ciertos planos, a partir de los cuales las verdades se
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Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
hacen accesibles por las intuiciones, y además pien-
sa que América necesita crear sus propias razones y
vehiculizar racionalmente sus intuiciones para
conocer y expresar su cultura y la totalidad de la
vida. Estas verdades alcanzadas mediante las intui-
ciones y la interpretación de los símbolos o señales
creadas por los pueblos contribuyen a definir la iden-
tidad cultural. Tal vez aquí se podría encontrar la
explicación de sus extraordinarios anuncios visio-
narios, que el paso del tiempo los ha confirmado. No
es nuestro propósito, indagar dichas cualidades.
Apenas dejamos anotado este asunto.
Las investigaciones y reflexiones de Orrego son
multidisciplinarias. Discurre en las esferas de la
filosofía y con ella en la estética y la ética, asimismo
de la antropología y la historia, la crítica literaria y el
periodismo, la educación, la sociología y la política.
Pero allí no agota su penetrante pupila y se adentra
en otros campos, tal el caso de la psicología, que,
hasta donde conozco, no ha sido aún explorado en
los trabajos sobre el amauta, que en libros, artículos
y discursos, desde su producción juvenil hasta los de
su madurez, aplica magistralmente diversidad de
elementos de esta ciencia: inteligencia, aprendizaje,
personalidad, afectividad, autoestima y otros.
Aquí tenemos la intención de presentar, en una
dispersión temática, pero con evidente sustrato
unitario, siete predicciones y aciertos que demues-
tran la tendencia visionaria de Orrego, en cuyos
aportes encontramos la raíz de múltiples ideas, pro-
cesos y hechos de hoy.
1. EL VATE DEL VATE: GENIALIDAD
POÉTICA DE VALLEJO
El filósofo y el poeta se conocieron en 1914.
Recordando el hecho, el primero escribe el año de
1955 en “Mi encuentro con César Vallejo”: “Ambos
supimos, desde el primer instante, que íbamos a ser
amigos de toda la vida. Lo supimos por esa intuición
juvenil que nos alumbra, a veces, desde el futuro, pano-
ramas enteros de nuestra propia existencia”. (1995, III:
23).Vale decir, desde entonces, extendieron su mira-
da hacia delante, al porvenir, a lo grande, a lo alto y
columbraron el desarrollo de sus propias vidas. No
se quedaron en lo inmediato, en lo transitorio. Ni
uno ni otro pensaron en éxitos instantáneos. A par-
tir de allí, sus vidas y sus obras se unieron por lo tras-
cendente y perdurable.
El anuncio de la gloria poética de Vallejo, hecho
por Orrego, no aparece recién con el prólogo a “Tril-
ce” en 1922, es anterior. Es un proceso que evolu-
ciona con la producción del aeda, la misma que no
es resultado de una repentina inspiración, sino obra
de la maduración y de la necesidad estética de una
expresión nueva. En esta predicción, distinguimos
cuatro momentos.
PRIMER MOMENTO. En las postrimerías del
mismo año de 1914, Vallejo entrega a Orrego, en las
oficinas del diario “La Reforma”, donde éste ejercía
el periodismo, los primeros manuscritos de versos de
los cuales requiere su opinión. Cuarenta años des-
pués en el libro antes citado, el crítico relata que al
terminar su lectura, tuvo la diáfana intuición de que
había surgido en el Perú una extraordinaria voca-
ción poética y literaria. Anota en un pasaje del rela-
to expresamente destinado a dejar testimonio de su
encuentro con el vate: “Malgrado el predominio de
la imitación en todas estas composiciones, rompía,
en veces, aquí y allá, un resplandor de calidad primi-
genia que anunciaba la poderosa genialidad de un
auténtico poeta”. Y a los pocos días, ya en enero de
1915, al acudir Vallejo por el comentario solicitado,
Orrego, según la reconstrucción de sus palabras le
dice, entre otros conceptos:
“César, he visto a través de tus versos barrenando,
diré, las paredes literales de tus palabras escritas, la
posibilidad de un poeta extraordinario, pero, a condi-
ción de que te esfuerces por alcanzar la fuente más
auténtica de tu espíritu. Luego, debes expresar lo que
allí encuentres con tu propio y más genuino estilo
personal que tienes que crearlo, porque traes algo que
es absolutamente nuevo […] Olvídate de estos versos y
ponte a escribir otros durante los meses de vacacio-
nes, concentrándote resueltamente en ti mismo.
Debes tener la seguridad que posees algo que nadie ha
traído hasta ahora a la expresión poética de América”.
(1995, III: 26).
Pronto, Orrego publica en la página literaria de
“La Reforma”, el poema “Aldeana”, uno de los que
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había seleccionado de entre el conjunto entregado
por el amigo. Y al pie puso una breve nota con este
comentario, no textual, pero sí aproximado, según
su propio autor: “Saludemos la aparición de un gran
poeta en América. Esta pequeña y original composi-
ción es como la partida de bautismo de un creador
de calidades excepcionales. Por su voz, comienza a
expresarse auténticamente el continente”.
SEGUNDO MOMENTO. En 1916 murió
Rubén Darío en León, de Nicaragua, poeta de enor-
me influencia en la juventud de toda América Lati-
na. Con fervor, se leía, recitaba e imitaba. Los miem-
bros del Grupo Norte o Bohemia de Trujillo, eran
sus grandes admiradores. La etapa inicial de la poe-
sía de Vallejo, hasta “Los heraldos negros”, refleja
ostensiblemente la huella rubeniana. En una de sus
acostumbradas reuniones nocturnas, el menciona-
do grupo realizó un original homenaje fúnebre al
autor de “Azul”, “Prosas profanas”, “Cantos de vida
y esperanza” y otras famosas obras. Por la voz sonora
de José Eulogio Garrido, se hizo lectura íntegra de
prosa y verso de Darío, y hubo comentarios entre
sorbo y sorbo de vino y chocolate, y en medio de
lágrimas, por añadidura. Vallejo –que en el grupo
era pronto vencido por el llanto, cuando sentía hon-
das emociones– fue el que más lloró por Darío. Le
gustaba mucho el poema “Nocturno” en cuyos ver-
sos iniciales el poeta nicaragüense dice: “Los que
auscultasteis el corazón de la noche”, que todos los
asistentes repitieron en coro.
Poco después, en cena de doce de la noche a tres
de la mañana, en “Los Tumbos”, restaurante muy
frecuentado por el grupo, Vallejo proclamando su
independencia poética, dijo que Darío era Darío,
pero “yo soy yo” y “aquí llegamos al cero y del cero
vamos a contar de nuevo”. Uno de los integrantes
de aquel histórico grupo, Víctor Raúl Haya de la
Torre, escribe al respecto en carta a Luis Alberto
Sánchez, el año de 1954, desde su asilo diplomático
en la Embajada de Colombia, en Lima:
“Lo recuerdo, porque (todo esto con los ojos llo-
rosos) Antenor se puso de pie y brindó por el 'nuevo
genio de la poesía que tomará el puesto de Darío'. No
puedo olvidar eso. Orrego con aquel su tono de vaticina-
dor, pero al mismo tiempo de maestro (lo estoy oyendo)
dijo algo así como esto: 'Óyeme César, te lo digo por-
que tú eres incapaz de envanecerte: tú eres genio, yo te
proclamo el genio de la poesía americana; y por eso sufri-
rás mucho (César Vallejo lloraba). Te proclamo yo
humildemente, sin que nadie nos oiga, aquí en Truji-
llo ¿Ves? Tú eres el poeta nuevo superando en una
ruta estelar a Darío'. (El discurso continuó, pero no
en tono oratorio y proclamamos: Darío a muerto,
viva Vallejo, pero con un añadido festivo: ¡Chocano
ha muerto, muera Chocano!). Esa noche –continúa
la cita– tejimos una corona de hojas de laurel y coro-
namos a Vallejo. Todo entre nosotros. Todo sin alar-
des. Yo era el más alegre y recité aquello de Amado
Nervo 'Ha muerto Rubén Darío, el de las piedras
preciosas, etc'. Todo esto quisiera escribirlo. Aunque
cuando lo intento me tiembla la mano”. […] “Uste-
des saben –siguió hablando Orrego, según esta fuen-
te–, que este cholo es genio; y lo repetía varias veces,
dirigiéndose a cada cual”. (Haya de la Torre y Sán-
chez, 1982, II: 140).
TERCER MOMENTO. En 1919, pero fechado
en 1918, apareció en Lima el primer libro de Vallejo,
“Los heraldos negros”, una selección de poemas, en
parte ya publicados por diarios trujillanos. Desde
Trujillo en la revista “La Semana”, Orrego había
anunciado, en 1918, la próxima publicación de “Los
heraldos negros”, allí sostuvo que el caso de Vallejo
era un “caso único en nuestra literatura nacional”,
por su temperamento originalísimo, su robusta indi-
vidualidad literaria y riqueza de sugestiones.
A su salida, sólo en unos poquísimos espíritus
selectos produjo resonancia acogedora. Y única-
mente dos artículos saludaron su aparición. Uno de
Orrego publicado en el diario “La Reforma”, de Tru-
jillo, titulado “La gestación de un gran poeta”, y otro
de Luis Alberto Sánchez en la revista “Mundial” de
Lima. En el mencionado artículo, Antenor anota:
“Para ser un gran poeta, para ser un poeta universal no
le falta a Vallejo ninguno de los más altos, ni de los
más raros dones naturales. Sé que esta afirmación
mía ha de parecer temeraria en este país de los posti-
zos, y de las convenciones consagratorias”. (1995,
III: 65 y 66).
Y de veras sus palabras fueron temerarias. La
obra fue recibida en silencio, en ambiente de sepul-
cro o con tono despectivo; no fue mencionada en la
Elmer Robles Ortiz
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reseña bibliográfica de entonces. El gran público la
ignoró. Pesaba aún mucho la opinión de Clemente
Palma cuando en la revista “Variedades” el año de
1917 había creado un clima negativo a Vallejo al
criticar con términos terribles los versos titulados
“El poeta a su amada”, calificándolos de “tonterías
poéticas más o menos desafinadas o cursis”, “adefe-
sio”, “burradas”, “mamarracho”, y al mismo tiempo
al afirmar que el autor era “la deshonra de la colecti-
vidad trujillana” y ésta debería echarle lazo y ama-
rrarlo “en calidad de durmiente en la línea del ferro-
carril a Malabrigo”. (Espejo, 1989: 63).
Años más tarde, escribe Orrego: “A la mirada
menos zahorí se hacía evidente que estos versos
eran sólo una anunciación, el toque precursor de
una claridad que ya se insinuaba en la lejanía. Pero,
a la vez, se advertía, a primera vista, que el libro, en
sí, era una novedad, intrínseca en el ambiente litera-
rio del país, que había surgido una robusta vocación
poética que notificaba su inequívoca presencia”.
(1995, III: 39).
Así, pues, mientras unos continúan expresando,
confiados, sus mejores augurios al talento del vate,
otros, habían pedido su trituración.
CUARTO MOMENTO. 1922 es un año de
algunas coincidencias. Antenor publica su primer
libro “Notas marginales” donde reúne algunas pági-
nas antes insertadas en los diarios trujillanos “La
Reforma” y “La Libertad”, entre 1916 y 1921. Y al
poco tiempo, César publica “Trilce”. El poeta se
establece en Lima. Y el meditador tuvo que viajar
también a la capital, desterrado de Trujillo, por ejer-
cer desde los medios periodísticos, la defensa de las
reivindicaciones de los trabajadores de los valles de
Chicama y de Santa Catalina. Allí se reunían con
intelectuales limeños y otros jóvenes procedentes
de Trujillo, en una suerte de extensión de las tertu-
lias del Grupo Norte. Vallejo ya tenía listo el manus-
crito de “Trilce”, y en más de una ocasión le había
pedido a Orrego escribir el prólogo.
Orrego, mentor o maestro informal de Vallejo
en asuntos literarios, conocía más que nadie el pro-
ceso de formación del vate. Por eso, éste le dice en
una carta: “Ninguna palabra más esclarecedora que
la tuya puede hacer la presentación del libro ante el
público […] sin tu magisterio fraternal, sin aliento
de cada día, sin tu admirable y generosa compren-
sión, el libro, tal vez, nunca habría nacido. Tú sabes
muy bien, que muchos de estos versos han surgido
en esas conversaciones inolvidables que tuvimos
tantas veces […] ¿Quién, pues, mejor que tú,
podría hacer la 'obertura' prologal?”. (1995.III, 50).
Esta nueva obra revelaba la madurez literaria de
Vallejo. “Era ya –anota Orrego, que desde Trujillo
conocía varios de estos versos– el poeta que yo espe-
raba desde aquella memorable entrevista de 1915 y
cuyo genio comenzó a apuntar en los 'Heraldos Negros'
[…] El estudiante tremulante, casi un adolescente,
que me presentó sus primeros versos y que se ignora-
ba a sí mismo, se había convertido en un poeta de
excepcional, iluminada y poderosa conciencia estética”
(1995: III, 49).
Y así, en el prólogo, el amauta anuncia ante Amé-
rica y la posteridad el surgimiento de un poeta genial,
cuya obra es estéticamente superior en la creación
literaria del continente. Varias veces, desde el primer
párrafo, Orrego utiliza en su texto la palabra genial.
“Bien quisiera yo –anota al comenzar el prólogo– que
estas palabras mías al frente del gran libro de César
Vallejo, que marca una superación estética en la gesta
literaria de América, fueran nada más que lírico grito
de amor, tenue vibración del torbellino musical que
ha suscitado siempre en mí la vida y la obra de este
hermano genial” . Y en otras partes encontramos las
expresiones de “puerilidad genial” y “genial intuición”.
Asimismo es recurrente, desde sus primeras
hasta sus últimas líneas, su afirmación de que se
trata de una obra que, por sus quilates, alcanza el
cenit literario del continente y se proyecta al infini-
to. El anuncio del genio vallejiano va a los cuatro
puntos cardinales y a todos los tiempos. De allí las
palabras de cierre del prólogo: “Que América y la
posteridad tengan en cuenta las ciliciadas longas
cordiales que vale este libro”. (1995: III, 173).
El libro de un genio es, obviamente, un gran
libro. Y este es un libro pletórico de cordialidad y
humanismo, escrito con un lenguaje personal, con
la espontaneidad de un niño; por eso los vocablos
del prologuista para resaltar la originalidad y la
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
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potencia creadora del poeta: “prodigiosa virgini-
dad”, “sencillez prístina”, “pueril y edénica simplici-
dad del verbo”. Con su arte, Vallejo expresa al hom-
bre de todos los tiempos, al hombre eterno; desde el
espacio del Perú, el aeda alcanza su más elevado rol
estético, llega a toda la humanidad y descubre los
valores originarios de la vida.
Con su expresión, esto es con su estética, el hom-
bre se relaciona con el mundo, se humaniza. El
autor de “Trilce” particulariza el lenguaje, tiene un
decir personal, pero piensa y siente universalmente.
El hombre que expresa el poeta con su arte, sin dejar
su identidad, no es un hombre particular –de San-
tiago de Chuco, Trujillo o Lima, no es sólo un perua-
no– sino el hombre universal, no es un hombre ais-
lado, sino un hombre solidario.
Orrego sabiamente anotó que del estudio de
esta obra “se encargará la crítica inteligente; si no
hoy, mañana”. Ese hoy era el año 1922 y, por exten-
sión, digamos, los inmediatamente siguientes. El
mañana era el futuro. Por cierto, en ese entonces, en
ese hoy, el libro fue incomprendido, cubierto por un
silencio casi absoluto. En “El Comercio” aparece un
artículo de Luis Varela y Orbegoso (Clovis), de críti-
ca negativa. Y Luis Alberto Sánchez en la revista
“Mundial” expresa su asombro y perplejidad frente
a la rareza de esta obra.
Diversos poetas, académicos, intelectuales,
expresaban opiniones contrarias, términos injurio-
sos y de burla frente al libro. Su autor quedó profun-
damente adolorido, pero jamás arrepentido. Asu-
mió la plena responsabilidad de su estética, su obli-
gación de hombre y artista de ser libre frente la ver-
sificación tradicional de la métrica y la rima.
En carta de agradecimiento, Vallejo le dijo a
Orrego: “Las palabras magníficas de tu prólogo han
sido las únicas palabras comprensivas, penetrantes
y generosas que han acunado a “Trilce”. Con ellas
basta y sobra por su calidad.”. Y añade que por la
“reseca yesca de la sensibilidad literaria de Lima”,
allí: “No han comprendido nada […] Sólo algunos
escritores jóvenes aún desconocidos y muchos estu-
diantes universitarios se han estremecido con su
mensaje […] Por lo demás, el libro ha caído en el
mayor vacío.” (1995: III, 52).
Transcurridos muchos años, la crítica inteligente,
aludida por Orrego, hizo la esperada labor iniciada
por el prologuista. El poeta ya estaba en Europa. Valga
un par de ejemplos. En los “Siete ensayos de interpre-
tación de la realidad peruana”, José Carlos Mariáte-
gui, escribirá en 1928, apoyado en varias citas de Orre-
go: “El gran poeta de 'Los Heraldos Negros' y de 'Tril-
ce' –ese gran poeta que ha pasado ignorado y desco-
nocido por las calles de Lima tan propicias y rendidas
a los laureles de los juglares de feria– se presenta, en su
arte, como un precursor del nuevo espíritu, de la
nueva conciencia”. (Mariátegui, 1959: 274). Y
Estuardo Núñez, en su “Panorama actual de la poesía
peruana”, aparecido en 1938, año de la muerte del
poeta, dirá: “Vallejo publica Trilce, libro distinto de
Los heraldos negros, disímil en la forma y en la inspira-
ción, libro de vanguardia, pero libro de poesía autén-
tica y perdurable”. (Espejo, 1989:139).
Y ahora, las apologías son abrumadoras. En todas
partes se admira a Vallejo, es calificado de genio y se le
llama poeta universal, como lo pronosticara Orrego
tempranamente. Tenemos vallejianos por doquier.
Algunos editores –que se proclaman vallejia-
nos– omiten, injustificadamente, las incólumes
palabras augurales sobre “Trilce”, hecho burdo con
el cual mutilan este libro porque el cuerpo poético y
el prólogo conforman un todo, cuya división afecta
la cabal comprensión del mensaje premonitoria-
mente anunciado por Orrego.
El filósofo, hasta después de muerto Vallejo,
mantuvo firme sus convicciones estéticas acerca del
poeta. Así lo revelan su libro (1955) sobre el
encuentro de ambos, su participación en el Simpo-
sio de Córdoba, realizado en Argentina (1959)
sobre la obra vallejiana, y otros hechos.
2. ANTIGÜEDAD DE LAS CULTURAS
AMERICANAS
Orrego fue filósofo, crítico literario, maestro,
periodista, no arqueólogo; sin embargo, en “Pueblo-
Continente”, obra escrita por los años de clandesti-
nidad entre 1935 y 1937, publicada en 1939, argu-
mentando sobre la identidad e integridad de Améri-
ca Latina, presenta afirmaciones ahora confirmadas
Elmer Robles Ortiz
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por la ciencia arqueológica. Por aquellos años, los
alcances científicos sobre esta materia eran diferen-
tes a los de ahora. A las culturas del Perú y de Amé-
rica se les fechaba una antigüedad menor a la reco-
nocida actualmente.
En sus adelantadas expresiones, al referirse a
incas y aztecas escribe: “Lo que queda hoy para la
admiración maravillada de la ciencia arqueológica
fue creado probablemente muchos siglos atrás por
civilizaciones anteriores, de las cuales eran mero
reflejo, debilitado, amortiguado y decadente, los
imperios que sojuzgaron los europeos”. (1995, I:
135). Insistiendo en el punto dice que los europeos
ocasionaron en América una catástrofe, una trage-
dia, un hundimiento o desgarrón de una raza vigo-
rosa que había alcanzado un estadio resplandecien-
te de civilización, e insertaron un alma extraña que
se deformó en contacto con las fuerzas geo-
biológicas del continente, desde entonces abierto a
todos los pueblos de la tierra y acontecer del mundo,
pendiente de la vida europea. Por eso anota: “Caso
en que una prehistoria es superior, es más que la
historia, porque lo que conocemos del Imperio
Incaico era ya, desde hacía mucho tiempo una deca-
dencia, y porque Europa, que en el sentido vital de
la palabra, no ha creado todavía nada en América,
no ha hecho sino repetirse mal, y repetirse destru-
yendo lo que había de vivo, orgánico y fuerte en esta
parte del mundo”. (1995, I: 148).
Por largos años, la cultura inca era el principal
foco de atención de lo antiguo en el Perú, el aporte de
las culturas predecesoras no era valorado aún como
en nuestros días. Y hoy sabemos que múltiples mani-
festaciones culturales preincas superan en calidad a
diversos aportes del Tahuantinsuyo. En su conjunto,
muchas creaciones del Perú antiguo aventajan a otras
de culturas de épocas llamadas históricas.
Al referirse a la colisión formidable de la cultura
europea con las culturas autóctonas de nuestro conti-
nente, compara a éstas con otras culturas del mundo
Vía de ingreso a Montán desde Lajas, Chota. (Foto, 3 de junio, 2011).
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
280 | Pueblo cont. 22(2) 2011
y alcanza conceptos que parecieran haber sido escri-
tos recientemente, lo cual nos deja pasmados:
“Este choque significó una trágica desgarradura
en los senos de América, pero, no, en unos senos
vírgenes, como acostumbra decirse, sino en unos
senos que encerraban toda la riqueza ingente de un
pasado milenario. Nada más contrario que la idea de
virginidad aplicada a las culturas americanas, muchas
de las cuales se encontraban, en varios aspectos, en
un estadio superior de civilización a los pueblos euro-
peos. Para encontrar paridad cronológica habría que
recurrir a la remota cultura de los egipcios o las viejas
culturas del Oriente, como lo están probando los
recientes estudios arqueológicos. Los sacerdotes del
Tahuantinsuyo y el Imperio de Moctezuma, podían
parodiar lo que dijo de los griegos a Herodoto el Gran
Sacerdote egipcio, al ser interrogado acerca de la
cronología de su pueblo: “Vosotros los europeos sois
unos niños”. La matriz de América era, pues, una
matriz llena de experiencia. De ella había surgido un
majestuoso pasado, pleno de fascinación, que aún
hoy comienza apenas a sospecharse”. (1995, I: 138).
Por cierto, los últimos estudios alcanzan los
siguientes datos cronológicos sobre las culturas más
antiguas del mundo: cultura mesopotámica, 5,700
a.C.; cultura egipcia, 5,300 a.C.; cultura peruana,
representada por las ciudades de Caral y Áspero,
5,000 a.C.; cultura india, 4,600 a.C.; cultura china,
3,900 a.C.; cultura mesoamericana (olmeca), 3,200
a.C., y cultura europea (Creta), 3,000 a.C. Y nadie
imagina lo que se encontrará en adelante, en rela-
ción con la cantidad de años transcurridos y las crea-
ciones culturales de los antiguos peruanos.
La cultura en el Perú arroja, pues, una data ante-
rior a la mesoamericana, a la cual Max Uhle (1856-
1944) le señalaba la mayor antigüedad del conti-
nente. Por consiguiente, la teoría de este personaje
sobre el origen de la cultura antigua de nuestro país,
por largos años repetida en las escuelas, ha quedado
obsoleta.
Orrego propone reescribir nuestra historia y
crear nuestra cultura, no copiar acrítica y simiesca-
mente los aportes de otros pueblos, tampoco igno-
rarlos, sino asimilarlos en función de nuestra especi-
ficidad. Esta es una idea recurrente desde su juven-
tud hasta el fin de sus días.
3. INVASIÓN EUROPEA, CULTURA
ANDINA Y CRUCE DE TODAS LAS
SANGRES
La polifacética obra orreguiana es un rico semi-
llero de numerosas categorías conceptuales en
actual uso por las ciencias sociales. En sus páginas
encontramos, en forma expresa, unas veces, o clara-
mente insinuadas, otras veces, palabras e ideas que
se han abierto campo durante los últimos decenios:
choque de culturas o desgarrón histórico, invasión y
conquista europeas de los siglos XV y XVI; asimis-
mo, catástrofe y hundimiento del indio americano,
cultura andina, país de todas las sangres, entre otras
expresiones.
Por su novela editada en Buenos Aires el año de
1964, a José María Arguedas se le atribuye haber
caracterizado al Perú como el país de “todas las san-
gres”. Nuestro Premio Nobel de Literatura 2010,
Mario Vargas Llosa, en su muy difundido discurso
pronunciado al recibir tan elevada distinción en la
Academia Sueca, dijo: “Un compatriota mío, José
María Arguedas, llamó al Perú el país de 'todas las
sangres'. No creo que haya fórmula que lo defina
mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los
peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones,
razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro
puntos cardinales” (Vargas Llosa, 2010: 287). Efec-
tivamente, así es nuestro país. Pero aquí se comete
una tremenda omisión, se margina a Orrego cuyos
textos presentan no sólo al Perú, sino a América
Latina, como el espacio del planeta donde se han
abrazado y fundido todas las razas y culturas. Y esto
lo sostuvo mucho tiempo antes que saliera a luz, la
novela titulada “Todas las sangres”. Vargas Llosa,
novelista, le atribuye el mérito a otro novelista,
Arguedas, olvidando y excluyendo a Orrego que
antes ya había acuñado esa frase.
“Pueblo-Continente” es uno de los libros en que
Orrego estudia el fenómeno del bio-metabolismo
psíquico o conformación racial de América, a la que
define como “síntesis de razas y culturas”. La edi-
ción príncipe de esta obra fue hecha en 1939, des-
pués de varios años de ser escrita. Asimismo, el asun-
to es tratado en su obra “Hacia un humanismo ame-
ricano”. En sus textos es frecuente encontrar alusio-
Elmer Robles Ortiz
| 281Pueblo cont. 22(2) 2011
nes a “mestizaje”, “confluencia universal”, “todas
las razas”, “todos los pueblos de la tierra”, “orbes
antagónicos”, “progenies discordantes y distintas” y
otros conceptos equivalentes. Y expresamente utili-
za la formulación de “todas las sangres”. Que no se
trata únicamente de palabras, sino de un estudio
expuesto con solidez, a partir de la irrebatible cons-
tatación de la realidad peruana y continental res-
pecto a su conformación orgánica y cultural. No se
trata de un titular de libro o de capítulo, o de un
hecho secundario o aislado en el pensamiento orre-
guiano. Se trata de un elemento ontológico, sustan-
cial, en el desarrollo del humanismo peruanista y
americanista de nuestro pensador. Es una constante
de su producción intelectual.
Para demostrar nuestras afirmaciones, baste
citar como muestra, unos fragmentos en los cuales
aparece no sólo la frase “todas las sangres” y otras
similares, sino, y esto importa más, el sentido que le
imprime su autor. En un ensayo publicado en la
revista “La Nueva Democracia”, de New York, en
junio de 1937, inserto en un capítulo de su libro
“Pueblo-Continente”, Orrego escribe, al ocuparse
de “América, tercera dimensión de la cultura occi-
dental”: “América ha sido el lugar de cita de todas las
sangres. Los innumerables vertederos de las razas
han venido a juntarse en esta fuente caótica, en esta
cuenca ecuménica del planeta. La fusión se ha reali-
zado o está realizándose en partes en los Estados
Unidos y, de una manera completa y absoluta, en los
países de la América Latina”. (1995, I: 179).
Para el amauta Antenor Orrego, el indio peruano
ha sido el más grande agricultor del mundo, y ha
entregado una inmensa variedad de productos ali-
menticios de origen terrestre. Observa que en toda
Latinoamérica ocurre algo similar. Y que a esta parte
del globo llegaron para juntarse todas las progenies.
Demos pase a sus palabras escritas al estudiar el “Te-
tragrama racial de América” y específicamente el
punto de “Terrenidad, hemofilia y muchedumbre”:
“No es una casualidad que el antiguo indio perua-
no haya vivido, en cierta manera, bajo el signo de la
Pacha-Mama, la Madre-Tierra, toda nutridora y pari-
dora de todo […] Y el signo de la Pacha-Mama es,
también, el signo del destino latinoamericano. Aquí
el abrazo de todas las razas ha sido más apretado, más
estremecido y más estrecho que en ninguna parte del
planeta; aquí han venido todas las sangres a hundirse y
abrirse en el limo fecundante de la tierra; a entremez-
clarse para curar la hemofilia del mundo y, aquí será,
también donde la multitud, con poderosa fuerza de su
gravitación, revierta la jerarquía hacia sus funciones
conductoras y directoras; aquí volverá el árbol huma-
no a nutrirse desde sus raíces hacia la copa, desde el
nadir hasta el cenit”. (1995, I: 220).
Con América, según nuestro pensador, surge
una nueva expectativa para el planeta. Todas las
esperanzas e interrogaciones del hombre, conver-
gen hacia estas tierras que abren sus entrañas al
mundo, y el nuevo continente comienza a vivir en la
historia bajo el signo de la “confluencia universal”.
Dice textualmente: “Todos los pueblos y todas las
razas se apresuraron a encontrarse en esta cita cós-
mica que los iba a fundir un solo pueblo, presurosos
de llegar a tiempo, como si corriesen el albur de no
encontrar sitio en su retraso”. Y agrega que por un
impulso vital, se produce la reunión de “todos los
hilos dispersos de todas las razas, para luego, proyec-
tarlo en conjunto, ligados ya y soldados los pueblos
en sus ajuste preciso, hacia la tarea del futuro”.
(1995, I: 226).
Como se ve, en la concepción orreguiana, el
cruce de todas las sangres, no se queda en la confor-
mación biológica y en la creación cultural, sino que
avanza y llega a la integración de los países de Amé-
rica Latina, cuyo trasfondo conceptual es, precisa-
mente, su teoría del pueblo-continente.
Entre la publicación de las reflexiones de Orre-
go del año de 1937 y los relatos de Arguedas de
1964, median 27 largos años. Sin embargo, al nove-
lista se le suelen anotar los méritos al respecto y
excluir los del ensayista, como sucede en muchos
otros casos de sus extraordinarios y vigentes apor-
tes. Tampoco se busca quitarle a uno lo que merece
para dárselo al otro. No. Simplemente, se trata de
reconocerle a cada cual, lo suyo, según su campo y
su tiempo.
Por cierto, allí están los libros y artículos de Orre-
go como testimonio de sus muy adelantados estu-
dios sobre estos temas usados y generalizados por
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
282 | Pueblo cont. 22(2) 2011
doquier, en forma tal que hoy parecen algo común y
corriente. “Cultura andina” es un concepto polisé-
mico, cuyos antecedentes, referidos a la cultura que
se formó antes de la llegada de los europeos en el
área atravesada por la cordillera de ese nombre, se
remonta al tiempo de auge del indigenismo, como
denominación aparece en diversos autores, uno de
ellos, Orrego, en forma expresa. Así consta, por
ejemplo, en varios pasajes de “Hacia un humanismo
americano”, cuando se ocupa de su “teoría de los
gérmenes históricos”, en una de cuyas páginas se
lee: “Rotas las estructuras morfológicas de las anti-
guas culturas: mexicana y andina a consecuencia del
impacto, irrumpe, por la fuerza, a la superficie del
Continente, la estructura morfológica de la cultura
invasora.” (1995, I: 182). Y expresamente también
él aplica el concepto de invasión al proceso de pene-
tración de los europeos en nuestro continente,
como sucede en el libro antes citado, al elaborar su
“Teoría del 'espectro' o de la constelación horizontal
antropológica”; allí utiliza frases como esta: “irrup-
ción violenta de la Conquista o de la invasión euro-
pea”. (1995, II: 36).
4. TEORÍA DEL PUEBLO-CONTINENTE:
INTEGRACIONISMO
LATINOAMERICANO
El nombre de Antenor Orrego ocupa un lugar
encumbrado en lo atinente al integracionismo y a la
interdependencia de países del mundo contempo-
ráneo. Nuestro pensador es el primer peruano en
introducir la palabra integración en la semántica de
las relaciones internacionales de nuestro tiempo.
En América Latina sólo le antecede José Vasconce-
los (1881-1959) que el año de 1916, cuando visitó el
Perú, en conferencia sustentada en la Universidad
de San Marcos, habló de “la integración de las nue-
vas unidades étnicas” en alusión a los países de nues-
tra América, cuyo corazón colectivo, rebasando la
noción de patria pequeña, debía tender a federarse
en un organismo inmenso en procura del progreso
en conjunto. (Vasconcelos, 1987: 38). En los años
finales de la década de los 50 del siglo XX, la Comi-
sión Económica para América Latina comienza a
difundir esta palabra.
Orrego ya usa en “Pueblo-Continente” (1939)
el término integración en el sentido orgánico o
racial, primero, y de allí lo eleva al campo social y
cultural, así como al político y económico.
Allí, con clarividencia, en un capítulo titulado
“La ruta de la integración”, nuestro personaje dice
que en América Latina se ha iniciado un proceso de
integración, a partir de la descomposición de las
razas y continuará hasta la recomposición de sus
fuerzas en un todo unitario, en una integración, que
producirá el nuevo tipo de hombre de América.
Expresa textualmente: “Este proceso de desintegra-
ción y descomposición está en América, finalizando.
Se encuentra en sus últimos estadios, y ha comenza-
do, también, el proceso correlativo de integración,
de recomposición, de síntesis”. (1995, I: 139).
En el pensamiento de Orrego, el hombre indivi-
dual se produce discontinuidad orgánica al morir y
descomponerse, es decir, cuando se desintegra, lo cual
no se da en los pueblos y razas. Ni en la naturaleza ni
en la historia ocurren la muerte y desintegración abso-
lutas; termina un ciclo pero sus formas de expresión
encuentran un legatario y continuador en el provenir.
En América, muere y se descompone el indio y el euro-
peo para que aparezca una nueva estructuración orgá-
nica y espiritual, el hombre americano.
Y este hombre, síntesis de todas las razas y cultu-
ras, es el que debe elaborar un mensaje cultural
nuevo de honda orientación humanista y ecuméni-
ca. América será como la partera cósmica de una
cultura integral y de proyección universal.
Los pueblos de todo el globo, arrastrados por
fuerzas biológicas superiores, en obediencia a sus
hondos designios de continuidad vital, se dieron
cita en América, buscaron confluir en esta tierra
para superarse e integrarse recíprocamente. Largo tiem-
po ha trascurrido desde que se inició esta caldera
cósmica que está originando una nueva realidad
humana en el mundo. Leamos sus palabras:
“Desde hace cuatro siglos todas las razas están
derritiéndose en la hoguera de América. Para ayer,
necesaria fusión disgregativa; proceso de integramien-
to y de reconstitución, para mañana. El ojo miope y
retrasado no ve sino el caos, la heterogeneidad
momentánea y epidérmica, de la cual casi no puede
Elmer Robles Ortiz
| 283Pueblo cont. 22(2) 2011
hablarse sino en pretérito, puesto que ha comenzado
el proceso de integración. El indio, el blanco, el asiático,
el negro, todos han traído su aporte y se han podrido o
están acabando de podrirse en esta inmensa axila cós-
mica, para libertar sus respectivas superioridades inte-
grantes que harán el hombre americano, cumplido ya
para el porvenir de la humanidad”. (199, I: 149).
Pero esta integración no será solamente orgáni-
ca, sino con múltiples manifestaciones, también
será integración social, cultural, educativa, política
y económica. Entonces, América Latina marcha
hacia esa integración, por impulso dialéctico de
diversos factores. Orrego anota:
“La contextura de nuestros pueblos, el sentido
interno y profundo de la vida continental, el carácter
unitario y ecuménico de nuestra alma colectiva, la
compulsión dialéctica de nuestra estructura históri-
ca, nuestros grandes intereses políticos y económicos
nos llaman a la solidaridad, a la mancomunidad y a la
unión. Pero, no a una solidaridad romántica y discur-
siva [...] sino a la constitución de un vasto organismo
concreto y tangible, de un organismo que rija, en carne de
realidad política, económica y cultural, nuestros destinos
superiores”. (1995, I: 166 y 167).
Y en esa ruta nos encontramos. Allí están los gran-
des organismos unitarios, concretos y tangibles, como
los profetizados por Orrego: Asociación Latinoameri-
cana de Integración, Comunidad Andina, Mercado
Común del Sur, Sistema Económico Centroamerica-
no, Parlamento Latinoamericano, Parlamento Andi-
no, Convenio Andrés Bello, Unión de Naciones Sura-
mericanas y otros entes integracionistas, todos de
accionar lento aún, lamentablemente.
En lo tocante a Europa, analiza la beligerancia
vivida por la tensión entre las fuerzas desgarradoras
del pasado y las fuerzas dinámicas del porvenir,
entre el patriotismo parroquial o nacionalista y el
patriotismo unionista o paneuropeo. En “Hacia un
humanismo americano”, libro escrito por los años
50, Orrego frente a la realidad de posguerra y en
cierta forma oteando la tendencia integracionista
de ese continente, formula la siguiente pregunta:
“¿Serán capaces los pueblos europeos de abando-
nar la anárquica atomización política, jurídica y eco-
nómica que los divide y responder al dramático y
clamante llamado de la historia contemporánea,
constituyéndose en el Estado-Continente de la Unión
Europea? ¿O, acaso aguarda a Europa la misma suerte
que a Italia en el siglo XIV, la cual por haberse rezaga-
do en los estados-ciudad del Renacimiento tuvo que
pagar bien caro esta carencia de sensibilidad histórica
durante el largo lapso de 600 años que la mantuvo a la
zaga de las grandes potencias europeas no obstante el
pensamiento orientador y las palabras admonitivas
de Machiavello?”. (1995, II: 156).
Después de la tragedia de la segunda guerra mun-
dial, los nacionalismos agresivos y disgregantes han
sido superados. Y los pueblos europeos han sido
capaces de abandonar su dispersión y constituir
–hasta ahora 27 de ellos– ese bloque llamado, justa-
mente, Unión Europea, nombre usado por Orrego.
Ahora no sólo quedan atrás las ciudades-estado
surgidas en siglos anteriores, sino que con la Unión
Europea, los países de este continente son capaces
de acabar con su atomización e iniciar su integra-
ción en un súper Estado, un Estado-Continente.
Cuando Europa desplegaba grandes esfuerzos
por su integración (1958), el escritor André Mal-
raux, Ministro de Informaciones de Francia, duran-
te el gobierno de Charles De Gaulle, sostuvo que:
“Una nueva era se ha abierto en el mundo con el
nacimiento de los Estados-Continentales”. (1995,
IV: 188). Nada más ni nada menos, la idea orreguia-
na expuesta desde muchas décadas anteriores.
No sólo en “Pueblo-Continente” y en “Hacia un
humanismo americano”, sino en diversos artículos
periodísticos, siguió el proceso unionista de Europa.
Y pensó que esa parte del mundo alcanzará antes
que América Latina la categoría de estado-
continente, sin ser un pueblo-continente. Sin
embargo, los latinoamericanos somos un pueblo-
continente, desarticulado políticamente, llamado a
convertirse en estado-continente.
El pensamiento de Orrego, en lo atinente a las
relaciones internacionales, sobre todo cuando se
trata de la tendencia de formar grandes bloques de
países, lo encontramos en notables políticos, esta-
distas y escritores del mundo contemporáneo, aun-
que no siempre citen al autor de la teoría de los pue-
blos-continente. Tal el caso de Felipe Herrera cuan-
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
284 | Pueblo cont. 22(2) 2011
do escribe: “Estados Unidos, Rusia o China son prác-
ticamente pueblos-continente, es decir el producto
de la integración de vastas zonas geográficas en las
que, sobre todo en los casos de Rusia y China, se
aglutinan y engloban, como también en la India,
varias y hasta muy diferentes naciones. O sea, el
antecedente inmediato de esta etapa de nacionalis-
mo regional cuyas manifestaciones son materia de
nuestra diaria experiencia”. Y amplía las muestras
de pueblos-continente al caso de los árabes, países
africanos e indostánicos así como a Indonesia. Y
estas realidades le permiten demostrar enfática-
mente la “Vigencia de los pueblos-continente”,
como denomina uno de los apartados de su libro
“Nacionalismo latinoamericano”, título, a su vez,
de clara evocación orreguiana, por las mismas pala-
bras e ideas. (Herrera, 1967: 22 y 23).
Porque la realidad de nuestro tiempo lo demues-
tra, en verdad, la teoría orreguiana del integracio-
nismo de los pueblos-continente se cumple no sólo
en América Latina, sino por extensión de su aplica-
bilidad en otros espacios del planeta.
No obstante su continentalismo o posición lati-
noamericanista, él no agota su interpretación de las
relaciones internacionales con la integración de
esta porción del mundo: avanza al universalismo.
Ciertamente, piensa que el mundo marcha hacia su
unificación, por ende, le asigna a Indoamérica res-
ponsabilidad mundial de pensar, obrar y sentir en
esa dirección. En efecto, percibió que los sucesos
importantes de cualquier parte del planeta repercu-
tían inmediatamente en la conciencia de los seres
humanos de toda la tierra. Al respecto escribió:
“Cada país vive en función del globo entero cien-
tífica, artística, económica y políticamente […] En
rigor del término, no hay ya acontecimientos locales
sino acontecimientos de una extensa proyección
universal. Cada hombre de hoy, cualquiera que sea su
raza o su país, va siendo moldeado, en cierto modo,
por el planeta entero”. (1995, I: 177).
Una institución educativa da la bienvenida a Montán, tierra de Orrego. (Foto, 3 de junio, 2011).
Elmer Robles Ortiz
| 285Pueblo cont. 22(2) 2011
Estamos seguros que no aceptaría plenamente el
fenómeno actual de la globalización económico-
financiera, rechazaría el lado injusto y hegemónico,
incompatible con su pensamiento. Pero sí pensó en
el proceso de acercamiento y unificación del mun-
do, en términos positivos para toda la humanidad,
no en el provecho de los menos y en perjuicio de los
más, sino en el camino de la justicia social. Vio al
mundo en marcha hacia un todo más universal que
en otras épocas; al hombre, también como un todo
que vive en aquél todo conectado a múltiples y nue-
vas incitaciones, a las que está obligado a responder
plenamente con su ser: inteligencia, corazón,
voluntad, su vida entera. En verdad el aislamiento
es anacrónico y anatópico, por ende, ya no se lo com-
prende ni siente ahora.
Sostiene que a América y, especialmente, Amé-
rica Latina, por haber recibido todas las sangres del
planeta, se la puede llamar Continente-Multitud
donde ha surgido un gran pueblo con nuevas y supe-
radas posibilidades de expresiones espirituales. Y
aquí la Multitud se ha hecho Pueblo, un Pan-Pueblo,
un Pan-Mundo, un Pan-Universo. Por cierto, esto
sucede ahora, en todo el planeta. Por el avance cien-
tífico y tecnológico, que repercute en las comunica-
ciones, el mundo de hoy se empequeñece, se inte-
gra, y según la frase Marshall Mac Luhan acuñada
en1971, es una “aldea global”, ya no es ancho, pero,
lamentablemente, por la injusticia aún existente,
sigue siendo ajeno. Tal vez, evocando a los antiguos
estoicos, Orrego vio al mundo unificándose como si
fuera una sola y enorme ciudad. Todo esto cuando
no se creaban aún los organismos supranacionales
–políticos y económicos– como la Organización de
las Naciones Unidas y el Banco Mundial.
Ojalá, pasados unos años no se diga: “Nuestras
indigentes pupilas hechas sólo para las pequeñas pers-
pectivas no son capaces de abrazar las perspectivas
universales y así marchamos a tientas en medio del
milagro armonioso del universo”. (Orrego, 1995, I: 54).
5. ACERCA DE LA INTELIGENCIA
En 1929 aparece “El monólogo eterno”, con
textos anteriormente publicados en medios perio-
dísticos. Según este libro, el hombre vale por sus
más fuertes impulsos, por sus más fuertes pasiones,
desde luego, por las pasiones que ennoblecen, no
por las cargadas de negatividad. En su reflexión,
Orrego afirma que en los seres humanos, incluso en
la médula de las más grandes santidades, hay una
pasión o varias pasiones desordenadas cuya supera-
ción, al lograr el ennoblecimiento de nuestros actos,
se hacen humildad virtuosa por amplificación y
anchura de panorama. En esa obra anota:
“El problema de la educación no es suprimir las
pasiones que son el impulso creador del hombre. El
problema consiste en enseñar la superación de las
pasiones hasta la máxima nobleza y en servirse de ellas
como instrumento del espíritu. El concepto común
sobre el aplastamiento o extirpación de las pasiones, es
un sentimiento suicida que tiende a convertirnos en
eunucos morales. El hombre vale por sus más fuertes
impulsos, es decir, por sus más fuertes pasiones. Las más
de las veces éstas se tornan negativas porque no se
ennoblecen. He aquí el pecado”. (1995, I: 84).
Distingue, de un lado, las pasiones que condu-
cen hacia los valores, y de otro lado, las que traicio-
nan el destino del hombre tornándose en monstruo-
sa negación de la calidad humana. Las primeras se
ubican en la esfera educativa, las otras no. Por lo
tanto, estuvo en contra de la idea generalizada
sobre la erradicación de todas pasiones, lo cual con-
llevaría la castración moral del hombre.
En 1983, Howard Gardner publicó su teoría de
las inteligencias múltiples, dentro de las cuales distin-
gue las inteligencias personales, referidas al conoci-
miento del yo y de los otros. Para este autor, la inteli-
gencia intrapersonal alude al acceso a la propia vida
sentimental, a la gama propia de afectos o emocio-
nes, a la capacidad para descubrir, discriminar y
simbolizar los sentimientos. Y la inteligencia inter-
personal es entendida como la habilidad para notar
y establecer distinciones, estados de ánimo, tempe-
ramentos, motivaciones, intenciones y deseos de
otros individuos y, potencialmente, actuar con base
este conocimiento. A partir de estos aportes, en
1995, David Goleman dio a conocer su teoría de la
inteligencia emocional. Esta teoría ha sido calificada
por diferentes pensadores como revolucionaria por
haber sacudido diversos conceptos considerados
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
286 | Pueblo cont. 22(2) 2011
intocables por la psicología. Para Goleman, se ha
sobredimensionado lo racional en la vida humana;
sin embargo, cuando se trata de dar forma a nuestras
decisiones y acciones, los sentimientos cuentan
tanto como el pensamiento, y a veces más. En ella,
existen ciertas coincidencias cercanas a Orrego,
conforme se aprecia en la siguiente cita:
“En esencia, todas las emociones son impulsos
para actuar, planes instantáneos para enfrentarnos
a la vida que la evolución nos ha inculcado [...] En
un sentido muy real tenemos dos mentes, una que
piensa y otra que siente. Estas dos formas funda-
mentalmente diferentes de conocimiento interac-
túan para construir nuestra vida mental […] cuan-
to más intenso es el sentimiento, más dominante se
vuelve la mente emocional, y más ineficaz la racio-
nal […] En muchos momentos, o en la mayoría de
ellos, estas mentes están exquisitamente coordina-
das; los sentimientos son esenciales para el pensa-
miento, y el pensamiento lo es para el sentimiento.
Pero cuando aparecen las pasiones, la balanza se
inclina: es la mente emocional la que domina y
aplasta la mente racional […] El nuevo paradigma
nos obliga a armonizar cabeza y corazón” (Goleman,
1998: 24, 27, 28 y 49).
Pero la semejanza de Goleman con Orrego es
mayor si consideramos los conceptos de las siguien-
tes citas textuales de éste:
1. “Nuestro amor, nuestro instinto, nuestro cora-
zón ambulante y caprichoso no puede eludir el
conocimiento porque él sólo es capaz de expre-
sarlo y, por ende, de relacionarlo con el mundo”.
1922. (1995, I: 60).
2. “Pienso que sólo quien comprende es el que con
más veracidad ama, y sólo quien ama es el que
más entrañablemente comprende. Hay, pues,
una mayor o menor veracidad en el amor, tanto o
más que en el conocimiento que extrae para sí el
máximun de comprensión que necesita para su
autor”. 1922. (1995, III: 165).
3. “Amor; es decir y hacer verdad. Es más leal
quien es más veraz”. “Amor no quita conoci-
miento: añade conocimiento”. “Sólo porque
amas, el mundo es más nuevo y más verdadero”.
1929 (1995, I: 87).
4. “No sólo se piensa con el cerebro, se piensa con
todas las potencias físicas y espirituales del hom-
bre. El pensamiento es un todo vivo, orgánico,
eficiente y perfectamente estructurado”. 1929
(1995, I: 322).
5. “No bastan las ideas y teorías; es preciso que
éstas vivan en los hombres y tomen cuerpo car-
nal en la tragedia, en la estructura emocional y
vital de los pueblos”. 1939. (1995, I: 204).
De ellas fluye con claridad: 1) la recíproca
influencia entre la esfera afectiva y la cognitiva,
aquella es una vía para innovar el conocimiento y
alcanzar la verdad científica; 2) el amor y el cono-
cimiento, el corazón y el cerebro, se coordinan de
modo ineluctable; 3) la noesis y el pensamiento
implican un proceso holístico, incluye al organis-
mo humano en su conjunto: sus partes u órganos,
los sentidos y sus manifestaciones, las intuiciones,
pasiones y voliciones; por tanto, allí está el cerebro
y la cabeza, con los cuales se identifica el pensa-
miento; allí está el corazón con el cual se identifica
el sentimiento; 4) un pensamiento o una ideología
es el fundamento racional, el instrumento o la
estrategia para transformar la realidad social, pero
ha de responder a esa realidad y encarnarse en la
estructura mental y emocional de un pueblo, en su
vida total.
Además, al comparar el proceso cultural de Asia
y Europa, encuentra que el propósito de los asiáticos
fue: “el dominio del mundo interno por el hombre, el
dominio de sí mismo”, y el de los europeos: “el desarro-
llo de la inteligencia racional y el dominio del mundo
externo”. El concepto “inteligencia racional” al refe-
rirla al hombre de Europa, hace suponer, aunque no
lo mencione expresamente, que la alusión “mundo
interno” del hombre de Asia encierra otras clases de
inteligencia, distintas a la “racional”, que estarían
representadas por la frases “fuerzas corporales y síqui-
cas” y “organismo síquico hipersensible” que utiliza
para explicar el caso asiático. (1995, I: 160, 236).
Pero América, es diferente a los otros continentes,
debe conocerse a sí misma y crear su propio mensa-
je. Aquí estaríamos al frente de una extensión o
elevación del dominio de los mundos interno y
Elmer Robles Ortiz
| 287Pueblo cont. 22(2) 2011
externo del hombre, como también de sus inteligen-
cias, dese el plano individual al plano colectivo.
De este modo, Orrego aporta elementos precur-
sores considerados actualmente por las teorías de
los autores antes nombrados, sobre todo, la de Gole-
man, cuyo anuncio de la existencia de dos mentes,
racional y emocional, implica la armonización de
cabeza y corazón, por ende, como dice Orrego, no
sólo pensamos con el cerebro, sino con todas nues-
tras fuerzas materiales e inmateriales.
Ontológicamente, no cabe la eliminación de las
pasiones, porque son parte de la esencia del hom-
bre. Al contrario, cabe una educación de las pasio-
nes o emociones, desde la cotidianidad del hogar
hasta la formalidad de la escuela, a efecto de lograr
el ennoblecimiento de los niños.
Gardner nació en 1941; Goleman en 1947.
Cuando Orrego publicó los conceptos que nos ocu-
pan, ninguno de ellos existía. Las primeras publica-
ciones de Orrego al respecto, están separadas de las
de Gardner y de Goleman por un tiempo de 61y 73
años, respectivamente. Entonces, nuestro persona-
je aparece como un antecedente o precursor de tan
importantes teorías extendías por todo el planeta.
es revelar, conducir y ennoblecer. El alma humana es
demasiado sagrada para que nadie tenga la preten-
sión de modelarla a su capricho. Un poco más de
reverencia ante ella hace falta. El alma de cada niño
tiene demasiado porvenir para que el pasado preten-
da formarla”. (1995, I: 84).
Ese pasado está representado por los adultos con
los cuales interactúa el niño, especialmente, sus
padres y profesores, ninguno de los cuales tiene auto-
ridad para formar a su arbitrio a sus hijos o alumnos.
Orrego defiende la dignidad plena del educando. Si
el hombre es el fin supremo de la sociedad y del Esta-
do, nadie puede arrogarse el derecho de manipular
la conciencia de los niños, a menos de atentar con-
tra la protección y defensa de la persona humana.
Por ello pide mayor reverencia ante el educando,
centro de atención del proceso de enseñanza-
aprendizaje. La educación es vista como un derecho
fundamental de la persona y de la sociedad.
Con tales ideas de “El monólogo eterno”
(1929), Orrego se adelanta a las corrientes psicope-
dagógicas sustentadas por Lev Vygotsky (1896-
1934), Jean Piaget (1896-1980), David Ausubel
(1918-2008) y Jerome Bruner (1915-?). Igualmen-
te, se anticipa al pensamiento de Carl Rogers (1902-
1987) y Abraham Maslow (1908-1970) que dio
origen a la llamada escuela humanista. Todos estos
personajes, hoy en boga, impregnan el quehacer
educativo.
Los planteamientos de Orrego se inscriben en
una concepción humanista y liberadora. Piensa
que el profesor no debe formar al alumno a su anto-
jo, a su estilo, a su gusto personal, no debe imponer
un contenido educativo, sino ayudarlo a revelar su
personalidad, a descubrir sus potencialidades,
orientarlo o conducirlo a construir su propio cono-
cimiento, a ser protagonista del proceso cultural.
Siente profundo respeto por el educando, centro y
eje del procedo de aprendizaje. Postula una educa-
ción para perfeccionar al hombre en el sentido de
humanizarlo, de manifestar o expresar sus cualida-
des como creador de cultura y elevar al máximo las
energías vitales de su ser. Estas ideas están relacio-
nadas con la idea de liberación. En efecto, el maes-
tro Orrego sostiene que el conocimiento no es
6. EDUCACIÓN
De las teorías de Gardner y de Goleman, así
como de las denominadas corrientes psicopedagógi-
cas contemporáneas, en especial de la escuela huma-
nista de Rogers y Maslow, se nutre lo que se está
llamando ahora educación emocional, centrada en
el conocimiento de uno mismo y el de los demás,
vale decir, en el yo y los otros, el “aprender a ser” y el
“aprender a convivir” en contextos diferentes al
nuestro, tan pregonados últimamente. Todo ello, a
partir de la autoestima y del desarrollo personal.
Con sus precursores esbozos, Orrego está inmerso
en estos y otros campos afines.
¿Qué es la educación? La respuesta de Orrego es
muy escueta. Lamentablemente, su agitada vida no
le dio el tiempo necesario para desarrollar su pensa-
miento. Escribe:
“Hombre sin pasiones es un ex-hombre, un ex-ser.
La educación no es inculcar y modelar; la educación
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
288 | Pueblo cont. 22(2) 2011
adquisición en el sentido estricto de posesión o
acumulación, “[…] porque el conocimiento es
esencialmente libertad”. (1995, I: 86). Es decir, la
riqueza cultural tiene carácter liberador, es un
medio para romper las cadenas que nos ligan a
formulaciones ajenas a nuestra realidad e impiden
el desarrollo humano. Al conocimiento, entonces,
lo descubrimos y revelamos y así queda al servicio
del hombre, gracias a la educación como instru-
mento de la libertad.
Pero al mismo tiempo preconiza una educación
para la transformación. Considera que la educación
será eficaz sólo si se orienta hacia el cambio y el desa-
rrollo. Y entiende como tal una educación para com-
prender el proceso evolutivo y el sentido de la épo-
ca, captarlos con mente ágil y flexible, en todos sus
ángulos: social, económico, político, científico,
artístico, filosófico, y así lograr eficacia en el pensar
y obrar. No siendo estáticas ni la naturaleza ni la
sociedad, tampoco lo será la educación, de manera
que la escuela habrá de preparar al cerebro del estu-
diante para reaccionar creativamente ante la cam-
biante problemática de su entorno inmediato y del
mundo entero; consiguientemente, la educación
será, como la vida misma, dinámica, siempre fluyen-
te, un caminar constante, una revelación perma-
nente y abierta a todas las posibilidades del espíritu,
un proceso de creación y difusión de cultura, una
vivencia cotidiana de valores.
Aunque sin desarrollarlas en un cuerpo orgáni-
co, estas ideas de Orrego fueron escritas antes de la
llegada a nuestras tierras de las corrientes del cons-
tructivismo pedagógico y de la escuela humanista,
ampliamente difundidas en nuestro tiempo.
7. AUTOESTIMA Y DESARROLLO
PERSONAL
Estos son conceptos difundidos en los últimos
años. La autoestima es indesligable del desarrollo
personal. En verdad, el significado de la ahora lla-
mada autoestima viene de muy lejos. Lo encontra-
mos en la filosofía de Confucio, la religión de Buda y,
sobre todo, la de Jesús de Nazareth que encumbra al
amor entre los hombres y lo ubica en el centro de su
doctrina. No otro es el sentido de uno de sus decálo-
gos: “Ama al prójimo como a ti mismo”. Los griegos
no fueron ajenos al tema; valga recordar la máxima
“Conócete a ti mismo”, utilizada por Sócrates, toma-
da de una inscripción en el oráculo de Delfos.
Pero en el mundo contemporáneo, este cons-
tructo psicológico se remonta a William James
(1842-1910), a fines del siglo XIX. En el siglo XX, la
corriente conductista minimizó su importancia.
Pero con la psicología fenomenológica y humanista
alcanzó planos encumbrados. Carl Rogers y
Abraham Maslow, ubicados dentro de la escuela
humanista de la psicología, le asignaron lugar
expectante. Ahora se considera un derecho inalie-
nable de toda persona. Y es el punto inicial del desa-
rrollo personal, cuyo mejoramiento requiere, preci-
samente, de una elevada autoestima. Hasta hace
unas pocas décadas, no se usaba el término autoesti-
ma, pero sí estaba presente el significado. Se habla-
ba de autorrealización de la persona.
Son varias las acepciones de autoestima, como
también sus grados e indicadores. Es un concepto
que varía según el paradigma psicológico que lo
aborde. Pero, el común denominador radica en
que autoestima implica amarse a uno mismo y a los
demás; sentirse valioso y digno; aceptarse y respe-
tarse a sí mismo y enseñar a los demás a hacerlo.
De igual manera, que vale la pena vivir, que somos
capaces de hacer frente a los desafíos de la vida y
sentirnos merecedores de la felicidad. Igualmente,
es tener confianza en nuestra capacidad de apren-
der, de tomar decisiones adecuadas y afrontar la
realidad de un mundo cambiante cada vez a mayor
velocidad.
Orrego, en “El monólogo eterno” estampa
estas palabras: “Ámate a ti mismo, pero, ÁMATE”
(1995, I: 90), de indudable connotación psicológi-
ca y portadoras del concepto de autoestima. La
palabra “ámate” final la escribe con letras mayús-
culas, para enfatizar en su significado. Esto data de
1929, cuando aún no se utilizaba la palabra
autoestima, y sus principales teóricos, Rogers y
Maslow, no habían publicado todavía sus obras
sobre el asunto; el primero lo hizo a partir de 1942
y el segundo de 1954.
Elmer Robles Ortiz
| 289Pueblo cont. 22(2) 2011
Pero este aforismo orreguiano no es el único en
el cual está presente el concepto de autoestima.
Entonces, es pertinente ampliar la muestra para
ratificar lo expuesto.
En “Notas marginales” (1922), cuando las eda-
des de Maslow y Rogers apenas corrían entre la ado-
lescencia y juventud, 14 y 20 años, respectivamen-
te, el maestro Orrego escribía: “Nuestra empresa es
vivir y mejorar nuestro vivir, es decir, ser felices”. “Pien-
so y quiero que la sabiduría sea para mi vida y no mi
vida para la sabiduría”. (1995, I: 37).
Y bajo el sugerente encabezado “Perseverancia en
sí mismo”, dice en el mismo libro:
–Oye, mono, ¿por qué no tienes el valor de tu ser,
y siempre estás imitando las gesticulaciones de tus
hermanos?
–Oye, literato, ¿por qué te empeñas en no ser
como todos tus hermanos?
–¡Valor, valor para que puedas arribar a la pleni-
tud de tu hombría!
–Hombre, ni mono ni literato, que tu 'presencia'
sea como la rosa, como el agua, como la luz y que
puedas decir sencillamente, sin cobardía y sin vana-
gloria: Soy”. (1995, I: 37 y 70).
Estas palabras trasmiten claramente los con-
ceptos de autoestima y desarrollo personal sin los
cuales es imposible buscar el perfeccionamiento
humano y la felicidad. Allí está el hombre en su
autenticidad, tal como es, sin aparentar lo que no
es, sino revelando su existencia como la esponta-
neidad del medio natural, con su “yo” inconfundi-
ble, independientemente de su ocupación, el hom-
Lugar donde se ubicaba la casa natal de Antenor Orrego, en Montán.
Ahora allí se levanta la vivienda de otra familia. (Foto, 3 de junio, 2011).
Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
Elmer Robles Ortiz
290 | Pueblo cont. 22(2) 2011
bre según la aspiración de Heráclito expresada
con su exclamación: “¡Llega a ser lo eres!”. Y allí
está el hombre al servicio del hombre, porque el
hombre en sí mismo es el fin supremo de la socie-
dad y del Estado, postulado que se infiere de
expresiones de Orrego en su condena al totalita-
rismo por convertir al hombre en una simple rueda
de su inmensa maquinaria, “como si los humanos
fines de la sociedad –dice– estuvieran contrapues-
tos a los del individuo; como si el racional y supre-
mo fin de una entidad política no fuera la exalta-
ción del hombre a su máxima plenitud espiritual,
única razón de su origen y de su existencia” (1995,
I: 47). La autoestima en el pensamiento orreguia-
no está unida a la vida en una sociedad libre y jus-
ta, a un Estado al servicio del hombre y no al revés
como en las tiranías.
Y en “El monólogo eterno”, también se lee:
“Acércate a las cosas y a las almas con amor. Así des-
cubrirás el espíritu eterno que mora en ellas; así te
las apropiarás y expresarás su alta, su inédita cate-
goría armoniosa”. “Sólo amando te proyectarás a
otro ser, y proyectándote le conocerás”. “La virtud
temerosa es la moral de los publicanos y de los
negociantes que esperan una recompensa por sus
buenas obras. Tú llega a la virtud por el camino del
amor que todo lo reviste de belleza, de dulzura y gra-
cia”. (1995, I: 81 y 90).
La axiología de estas máximas está emparentada
con la primera que hemos citado (“Ámate a ti mis-
mo, pero, AMÁTE”) y llevan la huella indeleble del
mensaje cristiano, y además enlaza el conocimiento
con la afectividad.
Las frases de Orrego portadoras del concepto
de autoestima –pero no del vocablo– se registran
desde su libro de 1922 cuando no se utilizaba
dicha palabra aún, y sus principales teóricos –Ro-
gers y Maslow– se encontraban en proceso de for-
mación y no habían publicado todavía sus obras
sobre el asunto, el primero lo hace a partir de 1942
y el segundo de 1954.
También, en Orrego se encuentran algunas
bases teóricas de las actuales técnicas para mejorar
la autoestima.
En efecto, Orrego aspiró una sociedad donde el
hombre viva en una nueva dimensión ética y se
logre reemplazar la rigidez por la flexibilidad de cier-
tas normas morales. Postula la “Instauración de una
moral amplia, en función de la vida contemporá-
nea, que haga de la conducta una actividad móvil,
libre, fluyente y espontánea, y no un código de inhi-
biciones en el que la prohibición desempeña el prin-
cipal rol de la existencia ética. En suma, una moral
positiva del 'obrar' y del 'hacer', reemplazando a las
morales negativas del 'no hacer' y de la represión”
(1995, I: 178). Aboga, pues, por la superación de
reglas de conducta presentadas en términos negati-
vos, obstruccionistas del desarrollo personal, por
otras de carácter afirmativo. Allí está el sustento de
las modernas técnicas para mejorar la autoestima,
buscadas dentro de uno mismo: convertir los men-
sajes negativos en afirmativos; sustituir el tan fre-
cuente “no” por el “sí”, el “¡no hagas!” por el “haz”.
Dejar el trato prohibitivo y del miedo, expresado
mediante gritos: “¡No hagas eso!”, “Baja de allí, te
vas a caer”, “¡No toques mis cosas¡”, por un com-
portamiento marcado por la afirmación, la sereni-
dad y el valor.
Muchas frases, sobre todo dirigidas a los niños,
crean actitudes de vida negativas, generan temor y
pesimismo. Así, en los pequeños se pueden provo-
car sentimientos subconscientes de culpabilidad, en
vez de estimularlos en forma positiva para que asu-
man las responsabilidades de sus actos.
Años más tarde, en 1944, el psiquiatra francés
Louis Corman, publicará su libro “La educación en
la confianza” en el cual enfoca este problema y
alcanza conceptos similares a los tratados en este
punto.
Algo más. En el aporte orreguiano, hay junto a la
autoestima individual una autoestima colectiva. En
tal sentido, sostiene que para penetrar al secreto de
su intimidad, no copiar la intimidad de otros, los
pueblos como los hombres individualmente, tienen
que recorrer una larga experiencia, descubrirse y
conocerse a sí mismos, llegar a ser ellos mismos,
hecho ontológicamente consustancial a su propia
existencia. Orrego utiliza la frase griega conócete a ti
mismo para significar este proceso por el cual hom-
bres y pueblos arriban a la comprensión del secreto
| 291Pueblo cont. 22(2) 2011
de su intimidad. Cuando se logre esto, en el conti-
nente ocurrirá lo que él denomina americanización
de América, el hecho de conocerse a sí misma, dis-
cernirse a sí misma, llegar al fondo de su ser y, desde
allí, expresar el mensaje de su propia alma.
CONCLUSIONES
Orrego nace en el siglo XIX, dice su palabra y
hace su acción en el XX, pero sus realizaciones, en
ideas y hechos tangibles, son no sólo de ese tiem-
po, sino del siglo XXI y, posiblemente, de los siglos
venideros.
Parafraseando unas palabras suyas de “Mi
encuentro con César Vallejo”, cabe expresar que
Antenor Orrego está físicamente muerto, pero inte-
lectualmente es uno de los pocos peruanos que
sigue hablando más vivo que su propia vida.
Y parafraseando unos versos de Vallejo de la
“Epístola a los transeúntes”, de “Poemas humanos”,
es pertinente decir que Orrego murió de vida, no de
tiempo. Terminó su biología, no su espíritu. Ha tras-
cendido su época, ha tramontado su espacio y tiene
ganada vigencia en la historia. Sus profecías de ayer
son realidades de hoy.
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Antenor Orrego, profecía y realidad: siete anuncios confirmados por el tiempo
Antenor Orrego y Macedonio de la Torre en la playa de Huanchaco.
Hugo García Salvatecci
Pontificia Universidad Católica del Perú
ANTENOR ORREGO
E n primer lugar deseo agradecer la invitación
que me ha hecho la Universidad Privada
Antenor Orrego para participar en este homenaje
que se brinda al gran filósofo norteño con ocasión
del ciento veinte aniversario de su nacimiento.
Tengo el deber de señalar públicamente mi remor-
dimiento por no haber cumplido con la promesa
que le hiciera a nuestro siempre recordado Haya
de la Torre, quien, cuando le llevara mi libro, en
ese entonces recién publicado, “Sorel y Mariáte-
gui” y le comunicase que estaba preparando una
obra sobre su pensamiento que llevaría el título de
“Haya de la Torre o el marxismo indoamericano”,
me pidió que escribiese una obra sobre el pensa-
miento de Antenor Orrego. Se lo prometí, y real-
mente me remuerde la conciencia el no haber cum-
plido con esa promesa todavía.
El padre jesuita Francisco Interdonato, en el año
1968, publicó su obra “El ateísmo en el Perú” en el
que califica a Antenor Orrego como el filósofo más
puro crecido en nuestra tierra peruana. Cuarenta
años antes, en 1928, Martín Adán había dicho de él
“es el hombre con más preparación del siglo XX que
conozco”.
Antenor Orrego nació en Cajamarca el 22 de
mayo de 1892, pero fue en esta ciudad de Trujillo
donde forjó su cultura y nutrió su inquietud social.
Estudió filosofía, letras, jurisprudencia y ciencia
política en la Universidad de Trujillo. Aunque cul-
minó estudios filosóficos en la Universidad de San
Marcos de Lima, no se graduó. Antenor Orrego fue
el auténtico inspirador y orientador del grupo Norte
del que formaron parte César Vallejo, Alcides Spe-
lucín, José Eulogio Garrido, Macedonio de la Torre
y Víctor Raúl Haya de la Torre.
Dirigió revistas y diarios en Trujillo como la
Reforma, La Libertad y el Norte. También fue
director de la Tribuna. Fue Senador por la Liber-
tad en 1945 y luego Rector de la Universidad
Nacional de Trujillo. Nunca viajó al extranjero a
realizar estudios; toda su formación la recibió en el
Perú. Sólo viajó a la Argentina, en 1959, para par-
ticipar en un simposio sobre Vallejo en la Universi-
dad de Córdova.
Podría decirse que la dimensión internacional de
la obra de Vallejo se debió a esa especie de “ángel
guardián” que siempre estuvo a su lado: Antenor
Orrego. Las grandes cualidades humanas de Orrego
se muestran en toda su dimensión al analizar todo lo
que hizo y a todo lo que renunció por César Vallejo.
Antenor falleció repentinamente el 17 de julio de
1960 y es el gran olvidado del pensamiento peruano
a pesar de ser uno de sus más ilustres y profundos
representantes. Sus obras iniciales fueron “Notas
marginales” de 1922 y “Monólogo eterno” de 1929.
Pero su pensamiento se definió fundamentalmente
292 | Pueblo cont. 22(2) 2011
en “Pueblo Continente”, publicado en 1939 y se
confirmó en sus libros póstumos “Discriminacio-
nes”, publicado en 1965 y “Hacia un humanismo
americano” publicado en 1966. Es pertinente tam-
bién recordar que Orrego fue uno de los principales
colaboradores de la Revista “Amauta” de Mariáte-
gui, cuando ésta era la auténtica tribuna del movi-
miento aprista.
Cronológicamente, Antenor es uno de los inte-
grantes mayores de la denominada generación del
centenario, por lo que fue auténtico guía para dicha
generación. Por razones de edad es también el que
estuvo más vinculado con el anarcosindicalismo y
con el movimiento libertario de Manuel González
Prada. A lo largo de todo su pensamiento se descu-
bre la influencia permanente de Proudhon y de Kro-
potkin, que fueron los pensadores que ejercieron
mayor influencia en el anarcosindicalismo peruano,
a la vez que muestra la presencia siempre viva de
quien hizo ingresar ideológicamente al Perú en el
pensamiento contemporáneo, el maestro González
Prada. Con la caída del muro de Berlín y la desapari-
ción de los regímenes marxistas-leninistas en Euro-
pa, el pensamiento de Proudhon ha tomado una
mayor vigencia, puesto que, muchas décadas antes
que se implantara el marxismo-leninismo, había
señalado cómo terminaría esta experiencia históri-
ca: en el capitalismo de Estado, en la mayor dictadu-
ra que se haya implantado en el mundo, y con la
alineación y la miseria llevada a grados extremos, a
pesar de que se había propuesto desterrarlos defini-
tivamente de la humanidad.
Sin embargo, al llegar a su mayoría de edad inte-
lectual, Antenor Orrego se encuentra ante hechos
que cambiaron la historia del mundo; la aparición
del imperialismo en reemplazo del colonialismo y el
triunfo avasallador, en todo orden de cosas, de la
revolución rusa. Definitivamente concluía irreme-
diablemente una época y, en apariencia, se iniciaba
dramáticamente otra, signada también por todo un
sistema de contradicciones. Uno de sus más impor-
tantes resultados históricos, en el campo de la ideo-
logía política, fue la desaparición del movimiento
anarcosindicalista, pues éste se ubicaba en una rea-
lidad que ya había sido dejada atrás por la historia, y
donde el mismo marxismo había quedado superado,
por lo que se encarnó, en esta nueva fase histórica,
en el marxismo-leninismo, que es algo formalmente
distinto a lo que fuera la teoría política del Marx
histórico, a pesar que trató de inspirarse, en la medi-
da de lo posible, en el pensamiento revolucionario
de Marx.
También acá en el Perú, el anarcosindicalismo
ingresó en una etapa de descomposición, donde los
viejos y venerables libertarios se enfrentaron radi-
calmente a los jóvenes seguidores de González Pra-
da: Haya de la Torre y Mariátegui. Se trataba de una
época en la que el movimiento anarcosindicalista ya
no tenía respuestas frente a la nueva problemática,
dentro de lo que habían sido los cánones ortodoxos
de su ideario. Vale decir, toda la doctrina política del
anarcosindicalismo, en el que se incluía el mismo
pensamiento de González Prada, tenía que ser supe-
rada, si es que se deseaba realmente transformar la
nueva realidad histórica que aparecía. La nueva
generación revolucionaria, dirigida intelectual-
mente por Orrego, lo comprendió perfectamente;
precisando, sin embargo, que la superación dialécti-
ca presupone el mantener el espíritu de lo que se
supera, pero transportándolo a una realidad nueva y
distinta.
Tal vez fue ésta la primera lección que nos diera
la generación de Orrego: tuvieron el coraje y la inte-
ligencia de superar a sus viejos maestros anarcosin-
dicalistas, de superar el mismo pensamiento del
maestro González Prada, pero salvando previamen-
te su espíritu, y con ese espíritu los propósitos de la
generación más pura que se haya dado en el Perú. Se
propusieron analizar científicamente la nueva reali-
dad histórica, superar sus contradicciones y presen-
tar un nuevo credo de redención social y humana.
Esta primera lección de Antenor Orrego es muy
importante en nuestros días, porque igual a lo que le
sucediera a su generación, estamos frente a una
realidad histórica donde ha concluido definitiva-
mente una época dejando su lugar a otra época his-
tórica, donde el imperialismo naciente con el que la
generación de Orrego se enfrentó, ya pasó de ser un
imperialismo agonizante, para estar muerto y sepul-
tado, dentro de la nueva etapa histórica de la globa-
| 293Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor Orrego
lización que trae consigo nuevas contradicciones y
mayores explotaciones que las que trajese, incluso,
el imperialismo. La primera lección que Antenor
Orrego le da a la juventud, con gritos que surgen
desde el mismo silencio de su sepulcro, es la obliga-
ción que tenemos de superar a Orrego y a su genera-
ción, pero dialécticamente, esto es, rescatando pre-
viamente su espíritu, manteniendo vivos sus gran-
des propósitos para enfrentar y superar todas las
injusticias que la nueva realidad trae consigo.
Lo dicho no significa que muchas de las propues-
tas de Antenor Orrego no tengan vigencia, solo nos
propusimos señalar que esas ideas tendrían que ser
proyectadas a una nueva realidad histórica, lo
mismo que sucedió y sigue sucediendo con el pensa-
miento de González Prada. En este contexto, nos
limitaremos a analizar tres ideas-fuerzas de Orrego
que hoy tienen más vigencia que nunca y que deben
proyectarse a la nueva realidad histórica, signada
por el fenómeno de la globalización: el tema del
humanismo, la necesidad de la integración de nues-
tro “pueblo continente” y el nuevo significado que
ha adquirido el término “nacionalismo”.
La primera gran obra publicada por Antenor
Orrego fue “Notas marginales”, escritas de modo
aforístico, siguiendo el nuevo modelo de expresar la
filosofía impuesto por Nietzsche. Es una obra en la
que trata de muchos temas: estética, música, histo-
ria, política, revolución, naturaleza, conocimiento,
ética literatura, lógica, cultura, individualidad etc.
A diferencia de la mayoría de sus contemporáneos
que siguieron la moda del ateismo, Antenor Orrego
hizo pública su profesión, su teismo. Incluso su obra
la inicia con una oración: “En ese trance, ¡oh Dios
mío!, pídote con todas mis entrañas de hombre que
no estreches mi conocimiento hasta el punto de
desconocer la grandeza, la bondad y la revelación
que pasan junto a mí. Porque, ante todo, ¡oh Dios
mío!, busco enriquecerme cada vez más, enriquecer
mi conocimiento y mi amor. Así sea”.
Este teísmo, profundo y sincero, sin embargo no
impidió a Orrego enfrentarse al “clericalismo” de la
época, al que González Prada había definido como
el “civilismo con sotana”. De modo especial, incre-
pa al catolicismo preconciliar por su actitud dogmá-
tica e intransigente. Orrego estuvo siempre con-
vencido de la verdad esencial del Cristianismo, el
que expresara el apóstol San Juan cuando señaló:
no podemos amar a Dios a quien no vemos a no ser
amando a Dios en el prójimo al que si vemos.
En 1929, Antenor Orrego publicó “El monólo-
go eterno”, también escrito de modo aforístico.
También en esta obra se trata de mucho temas,
insistiendo, dentro de la más genuina tradición del
pensamiento griego, sobre el sentido del límite,
que, a diferencia de lo que posteriormente señala-
ra Spinoza, no tiene para el mundo griego un senti-
do negativo sino positivo, como lo resaltara el filó-
sofo alemán Heidegger. Por otro lado, hay una
plena sintonía entre el sentido griego del límite y
el auténtico sentido de la virtud cristiana de la
humildad. Orrego expresamente nos dice: “Ama a
tu propio límite, porque sino tu límite te devora.
Sé tan humilde hasta estar orgulloso de tu peque-
ñez. No hay una sola manera de vivir y de expresar
las cosas: ama tus limitaciones. No hay sino una
manera de no vivir y de no llegar nunca a la expre-
sión: eludir la limitación”.
En 1937, quedó concluida, tal vez la obra más
importante de Antenor Orrego, “Pueblo continen-
te”, conformado por ensayos para una interpreta-
ción de la América Latina, páginas que, como él
mismo señalara, “se gestaron y nacieron en un
ambiente desgarrado de odio acerbo y amor efusivo
y redentor”. Nuestro mártir Manuel Arévalo fue
quien mecanografió la obra “Pueblo continente”;
está dividida en cuatro grandes secciones: El biome-
tabolismo psíquico del continente, Buceando en el
abismo, En el camino de las primeras realizaciones y
El tetragrama racial de América.
La tesis central de Antenor Orrego es que con
América nace un nuevo pueblo a la vida de la cultu-
ra y a la vida de la historia, pero también ello es pro-
ducto de choques y conflictos. La línea directriz de
su obra nos traza la ruta de la integración, a través
de los desgarramientos históricos y de una síntesis
creadora de razas y culturas. En esta obra, Orrego
también habla del auténtico nacionalismo, y define
a la América como tercera dimensión de la cultura
de Occidente, y donde considera que el Aprismo es
Hugo García Salvatecci
294 | Pueblo cont. 22(2) 2011
el imperativo histórico de nuestra América. Orrego
concluye que somos un solo pueblo todos los países
que conformamos el continente hispanoamericano.
Toda la obra “Pueblo continente” se inspira en
las concepciones políticas y económicas que gene-
ran una nacionalidad y se inspiran en Proudhon. A
su vez, Proudhon se inspiró en la obra la “Constitu-
ción cosmopolítica” de Kant. Todavía no se ha dado
la importancia debida a la influencia Kantiana en el
pensamiento anarquista, y fundamentalmente en
Proudhon. El modelo político en el que se inspira el
anarquismo lo toma de esta obra Kantiana, y en la
realización histórica que se diera en la organización
política de Suiza. Para Kant el mundo se dirige cada
vez más a su plena internacionalización, lo que hoy
día se denomina globalización. Pues bien, este pro-
ceso de internacionalización, tarde o temprano,
llevará a una constitución común o cosmopolita y a
un gobierno confederado a nivel mundial. Todo el
modelo político anarquista se centra en el tema de
las federaciones y confederaciones. La confedera-
ción universal estaría conformada, a su vez, por las
confederaciones de los pueblos continentes: Europa
y su epígono que es América del Norte, la América
hispánica, África y Asia con Oceanía.
Dentro de ese contexto, aunque parezca paradó-
jico, se trata de otorgarle a cada individuo una per-
manente participación en las decisiones políticas.
Tratando de hablar con una terminología más acor-
de con nuestra realidad nacional, tendríamos el
siguiente esquema: los ciudadanos se agruparían
participando permanente y activamente en las jun-
tas vecinales, que sería la primera federación, el
núcleo de las confederaciones: las federaciones de
las juntas vecinales se vinculan y se tendría la pri-
mera confederación que es el gobierno municipal
distrital. Los que, a su vez, se confederan en el muni-
cipio provincial, generando luego una confedera-
ción mayor que sería el gobierno regional, para
luego pasar al gobierno regional, de ahí a las confe-
deraciones de naciones que conforman una misma
zona económica, las confederaciones continentales
de las confederaciones de las zonas económicas, las
que desembocan finalmente en la confederación
cosmopolita.
De este modo, pensaban los anarquistas, apo-
yándose en el pensamiento Kantiano, se superarían
definitivamente todas las escisiones. De modo espe-
cial se acabaría con ese pernicioso divorcio que se
da entre la autoridad central nacional, las autorida-
des regionales, las autoridades provinciales, las auto-
ridades municipales y los ciudadanos que confor-
man las juntas vecinales. Habría que recalcar, por
último, que Proudhon, junto al parlamento político,
coloca el parlamento económico, en cada una de las
instancias de esta serie de confederaciones.
Pues bien, nuestra América mestiza había sido
plenamente subestimada, tanto por Hegel como por
Marx y muchos de los grandes pensadores históricos
sociales de Europa. Uno de los pocos luchadores
sociales europeos que asumió la defensa de nuestra
América frente a los ataques de Marx, fue Bakunin.
No se debe olvidar los insultos que recibiera Bolívar
por parte de Marx. Pues bien, uno de los grandes
aportes de Antenor Orrego, y que influyera nota-
blemente en el APRA, fue la defensa de la singulari-
dad de América, de nuestra cultura, de nuestro des-
tino, precisando que esta defensa es fundamental
para el futuro de la humanidad, puesto que como ya
había sentenciado nuestro González Prada: nuestra
América es el inmenso crisol donde se funden todas
las culturas y la razas del mundo. Sobre el monrois-
mo del norte del Continente, está el cosmopolitis-
mo de nuestra América mestiza. Podríamos decir
que, desde un punto de vista filosófico, Antenor
Orrego es la máxima expresión continental de la
defensa de la singular esencia de nuestro “pueblo
continente”. Pues bien, todo ello tiene una gran
vigencia en la presente etapa de la globalización,
donde se trata de dar una orientación justa al desa-
rrollo vertiginoso que tiene la globalización en
todos los aspectos humanos: sociales, económicos,
políticos y culturales.
Habíamos señalado que otra de las ideas fuerza
de Orrego se expresa en el nuevo sentido que debe
tener el “nacionalismo”. Como señala Bertrand
Russell, uno de los mayores defectos del marxismo
fue el no haber reconocido el papel preponderante
que juega el factor nacional en la historia, punto en
el que Marx fue criticado en el siglo XIX por Baku-
| 295Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor Orrego
nin y en el siglo XX por la encíclica “Centesimus
annus” del Papa Juan Pablo II. Pero, como sucede
con todos los términos abstractos, también a través
del tiempo, el término “nacionalismo” ha tenido
muchos significados, incluso opuestos. El denomi-
nado “principio de nacionalidad” en el siglo XIX
tenía un claro contenido burgués y conservador, y
hoy día es completamente incompatible con el fenó-
meno de la globalización, pues termina siendo, tal
como lo calificó el gran estudioso italiano de la his-
toria y de la cultura, Guillermo Ferrero, en frases
que cita Antenor Orrego, un “nacionalismo parro-
quial” en sentido político, económico y militar.
Pero, como añade Orrego, se trata de algo que
nunca sucedió en nuestra América, donde nuestra
primera conciencia nacional está vinculada con
todo el continente. Es por ello que Antenor Orrego
proclama: “los indoamericanos somos el primer
pueblo continente de la historia, por lo que nuestro
patriotismo y nacionalismo son continentales”.
El tema del nacionalismo reviste una especial
importancia en esta etapa de globalización, pues se
trata de su principal contrapeso, que no se propone
destruir el proceso histórico irreversible de la globa-
lización, sino orientarla por los cauces correctos, de
acuerdo a la razón y a la justicia. En el mundo ya ha
surgido el fenómeno de la “antiglobalización”, que
es la respuesta de las clases desplazadas del denomi-
nado “primer mundo” por el proceso de globaliza-
ción. La “antiglobalización” es un fenómeno propio
de Europa y de los EEUU.
La respuesta de los países emergentes, tales
como aquellos que conforman nuestra nacionalidad
continental, frente a la globalización lanzan el “na-
cionalismo”. El nacionalismo auténtico es nuestra
respuesta a la globalización. Pero se trata de un
nacionalismo de nuevo cuño, que nada tiene que
ver con el nacionalismo liberal, ni con unas aventu-
ras latinoamericanas. Se trata del nacionalismo de
un pueblo que desea reencontrar su unidad y su
singularidad, para poderse confederar luego en un
mundo globalizado.
También nuestro nacionalismo parte de la consi-
deración de la ambivalencia de la globalización. La
globalización tiene un aspecto positivo para nues-
tros rubros al abrirnos los mercados internacionales,
lo que propicia el incremento de nuestras exporta-
ciones que obliga al incremento de nuestra produc-
ción. Por ende, no nos podemos oponer a la globa-
lización de modo absoluto. Sin embargo, también
somos conscientes que la globalización tiende a
ahondar el abismo que separa al rico del pobre; es
una apología permanente del dinero que lleva a
destruir las bases culturales y morales de los pue-
blos, que pretende encasillarnos como meros pro-
ductores de materias primas y que, en la práctica,
no le interesa el carácter de salvaguarda que tiene
nuestro continente en el aspecto del equilibrio
ecológico, con tal de explotar nuestra materias
primas al menor costo posible, a pesar del daño
irremediable que se podría hacer con ello al equili-
brio ecológico del planeta. En resumen, nuestro
nacionalismo no pretende luchar anacrónicamen-
te contra la globalización, sólo se propone ser el
necesario contrapeso dialéctico, para llegar a una
síntesis que signifique el bienestar para todos,
incluido las generaciones futuras.
La tercera idea-fuerza del pensamiento de Ante-
nor Orrego, que ya enunciáramos, es el humanismo,
que se expresa sobre todo en su obra “Hacia un
humanismo americano”, escrito inédito e incom-
pleto, que recién lo publicaría Juan Mejía Baca en
1966. Se trata de una obra en la que Orrego hace un
auténtico derroche de sus conocimientos filosófi-
cos, aunque no trate de un humanismo relacionado
con todo tiempo y espacio, pues sólo se circunscribe
al caso americano, por lo que esta obra guarda una
estrechísima relación con “Pueblo continente”.
El tema del humanismo, en sentido moderno,
tuvo origen en el siglo XIX. La denominada “iz-
quierda hegeliana” o “jóvenes hegelianos” partía del
postulado que se debía destruir previamente el con-
cepto de Dios para afirmar al hombre. Dentro ya de
la filosofía política y no meramente teológica, el
pensamiento que más se destacó en este intento fue
el de Feuerbach; sin embargo, de modo excesiva-
mente anacrónico, terminó anclándose en la idea
abstracta de la humanidad, tratando incluso de
crear la religión de la Humanidad. El gran teórico
del anarquismo, Max Stirner, en su obra “El único y
Hugo García Salvatecci
296 | Pueblo cont. 22(2) 2011
su propiedad”, demostró la inconsistencia del pen-
samiento de Feuerbach en este aspecto. Si bien,
Marx y Engels dedicaron más de la tercera pare de
“La ideología alemana” a criticar a Stirner, modifi-
caron radicalmente su posición sobre Feuerbach
después de la aparición del libro de Stirner. Se
podría incluso decir que las “Tesis sobre Feuerbach”
de Marx son una genial síntesis de la crítica que
hiciera Stirner al concepto de la humanidad de
Feuerbach.
Incluso Stirner llegó a decir que la humanidad
abstracta es más enemiga del hombre concreto
que el mismo Dios. Los cierto es que, a partir de
Stirner, se tiende más a hablar del hombre real y
concreto que del hombre abstracto. Sin embargo,
la teoría de la supuesta oposición entre el hombre
y Dios continuó. Cuando en el Concilio Vaticano
II se discutía el documento sobre la “iglesia en el
mundo actual”, los padres de la iglesia llegaron a
decir que ese ateismo había cumplido una gran rol
histórico, puesto que al destruir un falso concepto
de la divinidad, nos acercó a un concepto menos
imperfecto de Dios, puesto que de Dios jamás el
hombre podrá tener una idea perfecta, porque de
otro modo o el hombre se convertiría en Dios o
Dios dejaría de ser Dios.
Mayoritariamente la generación de Antenor
Orrego estaba plenamente imbuida del ateismo
como postulado fundamental del humanismo.
Como ya hemos señalado, uno de los grandes méri-
tos de Orrego es no haberse dejado arrastrar por ese
fenómeno de moda en ese entonces, pues desde el
inicio de su pensamiento defiende tanto al hombre
como a Dios. El humanismo de Orrego parte de la
premisa que la mayor grandeza del hombre está en
haber sido creado “a imagen y semejanza de Dios”.
Es ahí donde se ubica el auténtico fundamento de la
grandes del hombre, y la razón por la se puede afir-
mar que la sociedad y el Estado están en función del
hombre. Todo ello quedó magistralmente plasmado
en la introducción de la Constitución de 1979, que
redactaron los discípulos de Antenor Orrego.
Dicho documento merece un sitial de honor entre
todos los documentos de apología al hombre que se
haya escrito en todo el mundo occidental. Dicho
documento sólo fue posible por el magisterio de
Antenor Orrego.
Al inicio de mi exposición hablé de la palabra del
Padre Interdonato. Previamente a su redacción,
con apoyo de la IBM del Perú, el Padre Interdonato
había hecho una encuesta entre los universitarios
de todo el país para conocer cuáles eran los autores y
las obras más leídas entre ellos. Pues bien, el Padre
Interdonato, quien fuera mi colega en la Pontificia
Universidad Católica del Perú, me señaló que nin-
guno de los encuestados había leído a Antenor Orre-
go, lo que él consideraba una gran injusticia.
Lamentablemente, Antenor Orrego continúa sien-
do el gran olvidado, aunque esta situación tiende a
revertir, pues incluso estamos en una Universidad
que le ha levantado a Orrego el mayor monumento
al haber dado su nombre a esta Universidad. Tam-
bién es digno de elogio el gran esfuerzo que ha
hecho mi amigo el Dr. Luis Alva Castro al publicar
las obras completas de Orrego. Esperemos que
algún día el país reconozca la gran tarea que está
realizando Lucho Alva en defensa de nuestro patri-
monio cultural, al salvar muchas obras que, sin su
esfuerzo, ya se hubiesen perdido.
En 1987, la hija de Antenor, Alicia Orrego Spe-
lucín, comparó a Orrego con la hipotenusa de un
triángulo admirable, formado con Haya de la Torre y
Mariátegui, con profundas raíces en el pueblo
peruano. Antenor Orrego perteneció a la misma
estirpe de Montalvo, Martí y González Prada. Luis
Alberto Sánchez, en un artículo publicado en “La
Tribuna“, en 1964, señalaba que Orrego siempre
“conservó cierta actitud sacerdotal”. En realidad
toda su vida fue una permanente docencia y una
lección de decencia. Como señalara el mismo Sán-
chez: “Orrego nos guía de la mano para perfeccio-
narnos en nosotros, perfeccionando a los demás”.
Anduvo, fue, vino y nunca se detuvo, salvo en la
cárcel y en nuestros corazones, que abiertos a su
memoria, no sólo lo recuerdan como que lo reciben
de nuevo como una comunión para justificarse con
él: más nosotros, más él, más todo el Perú.
Muchas gracias.
| 297Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor Orrego
298 | Pueblo cont. 22(2) 2011
ANTENOR ORREGO ESPINOZA (nacido en la
hacienda Montán, Chota, el 22 de mayo de 1892 y
fallecido en Lima el 17 de julio de 1960) tiene un
alto sitial en la historia de la cultura peruana y en la
historia de las ideas políticas de nuestro país. La
cercana conmemoración del 120 aniversario de su
nacimiento, obliga a recordar sus amplios méritos y,
sobre todo, a reencontrarnos con sus ideas.
1. ESCRITOR Y PERIODISTA DE
TALENTO MÚLTIPLE
En los diccionarios biográficos peruanos Ante-
nor Orrego suele ser etiquetado como “escritor y
periodista”. Esta descripción resulta insuficiente.
Conocemos otros escritores y periodistas. Se
caracterizan por desarrollar una actividad indivi-
dualista, pugnando por ocupar un lugar destacado
en los medios de comunicación. Orrego no calzaba
en ese modelo. Destacó nítidamente como un
comunicador que buscaba innovar los medios y
organizar iniciativas culturales que desafíen el
orden establecido. Y Trujillo fue su gran centro de
operaciones.
Debemos a Antenor Orrego la organización del
primer espacio libre de difusión y discusión de ideas
de avanzada en el diario “La Reforma” de Trujillo,
en 1914.
Desde esa tribuna periodística unió a los diversos
exponentes de una inquieta generación de escrito-
res y artistas trujillanos –como César Vallejo, Mace-
donio de la Torre, Alcides Spelucín y Víctor Raúl
Haya de la Torre– en torno a ideas y actitudes reno-
vadoras.
La agrupación que Orrego ayudó a formar, lla-
mada por ellos mismos “Grupo Norte” (aunque la
prensa de Lima dio en llamarla “La Bohemia de Tru-
jillo”) fue el más alto baluarte de lo que hoy se da en
llamar “la revolución de las provincias en las artes y
las letras”, ocurrida en la década de 1910 y 1920,
cuyos otros grandes exponentes fueron Abraham
Valdelomar, Alberto Hidalgo, Arturo Peralta (“Ga-
maliel Churata”), los hermanos Reynaldo y Óscar
Hugo Vallenas Málaga
Director de la Red Virtual Ojo Izquierdo
ANTENOR ORREGO ESPINOZA,
ESPERANZADO FORJADOR DE
REALIDADES
Una aproximación al animador intelectualy al filósofo social
El iluso, cazador de utopías, acaba en escéptico
y en reaccionario.
El esperanzado, forjador de realidades, es
siempre un creador, un espíritu militante de la
belleza, de la bondad, de la perfección y de la
justicia.
La esperanza es sabiduría que cada día se
acrecienta, se afina, se agudiza.
Antenor Orrego: El monólogo eterno (1929).
| 299Pueblo cont. 22(2) 2011
Bolaños (“Serafín Delmar” y “Julián Petrovick”) y
Luis E. Valcárcel.
Mientras en Ica, Puno, Huancayo, Cusco y
otras ciudades provincianas la nueva inquietud
fue solamente una suma de individualidades o se
ciñó a un credo contemplativo de su condición
provinciana, el grupo trujillano de Antenor Orre-
go orquestó visiones vanguardistas y desplegó con-
tornos políticos revolucionarios, que poco después
se tradujeron en lo que los historiadores políticos
denominan “el aprismo auroral”, esto es, el apris-
mo indoamericanista anterior a la fundación del
Partido Aprista Peruano en 1930. Desde su lugar
prominente como periodista de opinión y promo-
tor cultural, Orrego es también considerado, con
justo derecho, precursor y co-fundador de aquel
primer aprismo: audaz, radical y de fecunda imagi-
nación literaria, que se desarrolló entre 1924 y
1930.
La actividad periodística de Antenor Orrego
ha sido amplia y fructífera, siempre relacionada
con la organización y difusión de inquietudes polí-
ticas y culturales de avanzada. Luego de ser el reor-
ganizador y gran animador de los diarios “La
Reforma” (1914) y “La Libertad” (1916) y la revis-
ta “La Semana” (1918), fundó y dirigió “El Norte”
en 1923 (que logró publicarse hasta 1932) y sentó
un precedente en términos de modernidad y cohe-
rencia informativa sin mengua de su identidad
vanguardista y radical.
Sin abandonar Trujillo, la pluma de Antenor
Orrego fue muy requerida en revistas limeñas de
Antenor Orrego Espinoza y los inicios del "Grupo Norte" (1916).
De pie: Luis Ferrer, Federico Esquerre Cedrón, Antenor Orrego, Alcides Spelucín, Gonzalo Zumarán.
Sentados: José Eulogio Garrido, Juvenal Chávarry, Domingo Parra del Riego, César Vallejo, Santiago Martín y Óscar Imaña.
Antenor Orrego tenía 31 años cuando asumió la dirección de "El Norte". Federico Esquerre Cedrón fue el jefe de redacción
y Alcides Spelucín fue director gerente. Las oficinas de "El Norte" estaban en la esquina de las calles
Progreso (hoy Francisco Pizarro) y La Libertad (hoy Mariscal Orbegoso).
Antenor Orrego Espinoza, esperanzado forjador de realidades
Hugo Vallenas Málaga
300 | Pueblo cont. 22(2) 2011
gran circulación como “Mundial” y “Variedades” y
en la legendaria “Amauta” de José Carlos Mariáte-
gui, donde muchas veces sus artículos ocuparon un
lugar destacado.
Sólo estuvo fuera de Trujillo cuando tuvo a su
cargo las ediciones clandestinas de los voceros
apristas “La Tribuna” y “La Antorcha”, entre 1932 y
1934, y cuando el infortunio político lo condujo a
prisión. Fue también desde Trujillo que remitía su
columna “Efigie del tiempo” al diario “La Tribuna”
desde 1957, hasta que el debilitamiento de su salud
lo obligó a permanecer en Lima.
Durante toda su vida profesional, desde 1914
hasta fines de los años 1950, Antenor Orrego siem-
pre dedicó sus mayores energías profesionales al
periodismo. Y destacó como líder de opinión, como
director de diarios y también como gestor de empre-
sas periodísticas. Lo fue no solamente en los
comienzos de los años 20 y 30 con “El Norte”, sino
también mucho después, en la época de 1956 a
1960, con “La Tribuna” e “Impacto”.
La extensa, fructífera y múltiple actividad perio-
dística desarrollada por Antenor Orrego es de por sí
un mérito excepcional en la historia del periodismo
escrito de nuestro país.
2. ORIENTADOR Y PROMOTOR DE
NUEVOS TALENTOS
Desde sus columnas periodísticas, Antenor Orre-
go fue un lúcido crítico de las artes y las letras y un
promotor de inquietudes creativas. Tuvo una inu-
sual perspicacia para la identificación del talento
artístico juvenil y las posibilidades de expresión
ofrecidas por las nuevas inquietudes estéticas.
En un medio literario con resabios señoriales
–en Lima, Trujillo y Arequipa– y con críticos sin-
gularmente severos y displicentes hacia los jóve-
nes creadores, Orrego destacó como un entusiasta
defensor de los nuevos talentos y las nuevas ten-
dencias estilísticas, con tan buena fortuna que a él
debemos que el “Grupo Norte” diera a la cultura
Trujillo, campaña electoral aprista de 1931. Junto a Víctor Raúl están Luis Heysen y Zoila Victoria Haya de la Torre. En el lado
derecho de la imagen están Alcides Spelucín (con lentes), Agustín Haya de la Torre (detrás) y al lado, Antenor Orrego.
| 301Pueblo cont. 22(2) 2011
peruana un poeta inmortal, César Vallejo, en
1915, y un narrador sin parangón, Ciro Alegría, en
1930.
A esta labor identificadora y promotora del
talento joven hay que añadir una faceta no menos
importante en Orrego, cual es el rigor de su magiste-
rio moral. Fue un hombre de sólida valía personal
que predicó con el ejemplo y concitó la atención de
los jóvenes trujillanos como orientador de vocacio-
nes y como árbitro de lo que es justo y correcto.
Antenor fue, en el más clásico sentido de la palabra,
un Maestro de las juventudes trujillanas.
Sus enseñanzas y su ejemplo dejaron huella en
varias generaciones. Un ejemplo cabal es el Grupo
“Trilce”, formado hacia 1956, cuyo representante
más activo, Teodoro Rivero-Ayllón, ha mantenido
viva la llama creativa dejada por Antenor Orrego,
César Vallejo, Ciro Alegría, Alcides Spelucín, Fran-
cisco Xandóval y otros integrantes del “Grupo Nor-
te” en diversos libros. También formaron parte del
Grupo “Trilce” el historiador Héctor Alva Centu-
rión, el arqueólogo Cristóbal Campana y el literato
Eduardo González Viaña.
Quienes conocieron a Orrego lo recuerdan
como un cabal ejemplo de integridad, de indiferen-
cia ante la sensualidad del poder y de permanente
preocupación por los más necesitados. La temprana
celebridad literaria y los altos cargos públicos nunca
lo afectaron. Fue constituyente en 1931, senador en
1945-1948 y rector de la Universidad Nacional de
Trujillo entre 1945 y 1948.
Su más importante magisterio moral lo realizó
siendo militante del Partido Aprista y sufriendo
prisión por abrazar dichas ideas entre 1932-1933,
1939-1945 y 1949-1956. Inculcó a sus compañe-
ros de prisión optimismo, fe en los ideales y tem-
planza ante la adversidad. Organizó con ellos semi-
narios de estudio y talleres artesanales rudimenta-
Antenor Orrego y algunos compañeros trujillanos, varios de ellos antiguos integrantes de La Bohemia, en la prisión de Casamatas, Callao, en junio de 1933, tras haber defendido el principio republicano del derecho popular a la insurgencia contra la dictadura.
De izquierda a derecha: Belisario Spelucín, Aníbal Secada, Jorge Otiniano, Antenor Orrego Espinoza, Agustín Suegras, Porfirio Farromeque y Francisco Spelucín Vega. (Fotografía: Archivo familia Orrego Spelucín).
Antenor Orrego Espinoza, esperanzado forjador de realidades
302 | Pueblo cont. 22(2) 2011
rios que definieron un modelo de comportamiento
de los prisioneros apristas que hizo frente a la mise-
ria y el abatimiento que pretendían infligirles sus
carceleros.
Antenor Orrego condujo a muchos escritores y
artistas hacia la militancia política. Pero también
fue Maestro e inspirador de ejemplares luchadores
sociales, como el célebre mártir del Partido Aprista,
Manuel Arévalo, dirigente obrero liberteño que fue
constituyente en 1931 y muriera asesinado el 15 de
febrero de 1937, luego de haber sido capturado por
la policía de la dictadura de Benavides.
3. EL PERIODISMO COMO CREACIÓN
LITERARIA
Hemos hecho un breve recuento de la obra de
Antenor Orrego como organizador y difusor de dia-
rios y revistas y hemos pasado revista a su actividad
promotora de grupos juveniles talentosos. Veamos
ahora aquella faceta de su obra intelectual que está
directamente relacionada con el periodismo.
En toda esta trayectoria Antenor escribió
mucho, trabajó mucho y se ocupó de todo tipo de
temas. En la época de La Reforma, en los comienzos
de su carrera, fue el redactor que se ocupaba de las
crónicas internacionales. Siguió paso a paso el deve-
nir de la Primera Guerra Mundial con gran minu-
ciosidad, con gran conocimiento de la materia para
su época. Es algo sorprendente. Al consultar esos
artículos hoy en día se comprueba con asombro su
dominio del tema y la madurez con que afronta en
su juventud –22 años– un tema tan complejo.
Sin embargo, es todo lo que tiene que ver con la
estética, con el arte, la literatura y el alma del artis-
ta, lo que más amaba de su producción. Fueron esos
artículos los que escribió con más esmero, con más
cariño y que siempre quiso publicar en una forma
especial, reunidos en libros. Curiosamente, mucho
de este trabajo periodístico, sobre todo el más refle-
xivo y vital, tiene carácter epigramático o aforístico.
Está hecho en pequeñas fórmulas que pretenden ser
lemas recordatorios.
El primer volumen de sus llamadas aforísticas
–como él las llamaba– data de 1912 y aparecieron
en 1913 en un concurso literario en Lima, que él
ganó en la parte de ensayo y que en la parte narra-
tiva ganó Abraham Valdelomar con El Caballero
Carmelo. Ese momento fue el inicio de una larga y
fecunda amistad hasta donde lo pudo permitir la
vida en el caso de Valdelomar, entre el narrador y
el filósofo, que dio lugar también a una estrecha
amistad de Abraham Valdelomar y el “Grupo Nor-
te”, también conocido en Lima como “Bohemia de
Trujillo”.
Dentro de estos artículos relacionados con la
literatura, el alma del artista y el fomento de la
estética, existe una colección de ensayos resultan-
te de este trabajo que luego fueron publicados
póstumamente bajo el título Estación primera
(1961), que son justamente aquellos textos que se
publicaron en la revista Amauta de José Carlos
Mariátegui.
Es interesante constatar, cuando se consulta la
colección de Amauta, que Antenor Orrego cada
vez que publica allí un artículo en Amauta prácti-
camente preside el número, resulta ser el texto
más destacado, más importante, así estén en el
mismo índice Bernard Shaw, Anatole France,
Miguel de Unamuno o el mismísimo Lenin. En
1930 hubo también un libro de Orrego en prensa
que se llamaba Helios, con artículos relacionados
con el arte, que no llegó a verse publicado por la
muerte de José Carlos Mariátegui.
A diferencia de Luis Alberto Sánchez, que tenía
como principal preocupación el vínculo del escritor
con el paisaje, con lo étnico, con lo telúrico o con lo
histórico propiamente dicho, Antenor Orrego tiene
una gran preocupación por la introspección, la iden-
tidad, el yo, la manera como se ve a sí mismo el artis-
ta en relación a su ser humano.
Hay tres puntos esenciales que caracterizan a
Orrego en este aspecto.
El primero de ellos es promover en el artista un
sentimiento solidario, un sentimiento ético muy
puro, pero también un sentimiento de audacia, de
valentía ante la vida, de afrontar todo con entereza,
incluso la adversidad. No se refiere a una simple
invocación a la política o al compromiso revolucio-
Hugo Vallenas Málaga
| 303Pueblo cont. 22(2) 2011
nario en el escritor o el artista. Antenor tenía
mucho respeto por el artista en cuanto a la pureza
de su actividad, aunque él mismo era un hombre
partidistamente comprometido. Lo que más le inte-
resa en la creación intelectual y el arte es, sobre
todo, cierta honestidad y cierta valentía esenciales.
Esto es lo que dice por ejemplo, en “El canto del
hombre”, texto aparecido en la revista Amauta, en
octubre de 1926: “Hemos de caminar este camino y
cuidado con que receles demasiado y seas temeroso,
porque entonces la lágrima no saltará jamás y tu
corazón se secará para siempre. Una y otra vez acep-
ta la suerte y sal a la aventura”.
Un segundo punto es que su gran preocupación
por la filosofía y por vivir la filosofía a nivel del artis-
ta. Pero no encara la filosofía como un sistema,
como una cosa conceptual, como una cosa intelec-
tual, sino como algo que puede ser vivencializado
directamente por el artista, por el creador.
A Orrego le interesaba la filosofía como una
ética virtuosa, provista de una serie de conceptos
relacionados con esa actitud, abjurando de los
sistemas escolásticos. En este aspecto práctica-
mente se anticipa al existencialismo. Dice al res-
pecto en “El error de la filosofía”, artículo publica-
do en la revista Amauta en diciembre de 1926: “El
error capital de la filosofía sistemática ha sido
valerse de la razón para construir conceptos, cuan-
do la razón es instrumento para suscitar o transmi-
tir intuiciones. [...] Lo que comúnmente se llama
filosofía, es el aparato o encadenamiento de razo-
nes o de conceptos para expresar una intuición o
un conjunto de intuiciones. Pero la filosofía no es
eso, la filosofía es la intuición misma que ilumina o
aclara un sector de la vida o el cosmos”.
El tercer punto tiene que ver con el concepto
de lo que él entiende como revolución. Para Orre-
go la revolución no solamente es un problema de
políticos, sino es un problema de hombres y de un
compromiso con nuestro ser esencial también.
Escribe en el artículo “Racionalismo y revolu-
ción”, publicado en Amauta en febrero de 1927:
“La vida no se transforma desplazándose hacia la
pura racionalidad que sólo crea entelequias muer-
tas. La vida se transforma y asciende categorizan-
do las realidades palpitantes. (...) No hay enemigo
mayor de la revolución que la utopía. Los más gran-
des revolucionarios fueron siempre mentes lúci-
das, hombres que han estado con los pies bien plan-
tados en la realidad de su época, espíritus profun-
damente prácticos, de un eficaz y penetrante sen-
tido político. (...) La revolución no abstrae ni
pasma las percepciones nuevas sino que las vive,
las incorpora y las mediatiza en el porvenir, las
lucha y las conquista. La razón para no extraviarse
ni extraviar al hombre debe incorporarse en una
recia encarnadura humana. Fuera de ella se desvi-
taliza y desvitaliza la realidad. Debe criarse en el
ánimo del hombre y el hálito del mundo. Debe ser,
ante todo, historia humana y no desglose o biva-
lencia frenética de la vida”.
Es importante hacer hincapié en esta forma de
ver la filosofía del arte y la función del artista por
Antenor, porque su actitud hacia “La Bohemia de
Trujillo”, no obstante ser mentor, maestro y crítico
fraterno, no excluía ser un firme defensor de su pro-
pio punto de vista, porque él también escribía y era
un literato destacado, aunque prefirió enfatizar la
tarea del ensayo y la reflexión.
Como muestra de su propio talento literario,
tenemos estas líneas de prosa poemática amorosa de
1917 que merecen ser recordadas. Por ejemplo
éstas, tituladas “Se acerca ella”, publicadas en el
diario La Reforma, dedicadas a una mujer muy her-
mosa, muy querida, dicen: “Oigo tus pasos creado-
res, tus pasos amados que surgen desde la eternidad,
junto con mis pensamientos al conjuro de mi cora-
zón. Tus pasos que se deslizan hacia mi vida como las
corrientes subterráneas de la linfa hacia la fuente;
como los radios de un círculo hacia su centro; como
los colores de la naturaleza hacia mis ojos; como los
anhelos del mundo hacia la eternidad. Cuando per-
cibo su música inédita y divina, se atropellan a mis
labios mis canciones y siento que mi mocedad ha
cumplido su espera”.
El crítico literario y el crítico filosófico de sus
amigos poetas como Nixa, Francisco Xandóval,
Alcides Spelucín, Eloy Espinoza y el propio Valle-
jo, era también un excelente creador y un excelen-
te artista.
Antenor Orrego Espinoza, esperanzado forjador de realidades
304 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Artículo de Antenor Orrego en el primer número de la revista «Amauta», dirigida por José Carlos Mariátegui, de setiembre de 1926.
El dibujo de Orrego es de Julio Esquerre Montoya, "Esquerriloff", integrante del "Grupo Norte".
Hugo Vallenas Málaga
| 305Pueblo cont. 22(2) 2011
Es importante señalar que Antenor Orrego no
era personaje introvertido ni débil de carácter.
Según me contó alguna vez en una entrevista Luis
Alberto Sánchez, Orrego era un hombre extrover-
tido, apasionado y enérgico. Él dejó un testimonio
de esa manera de ser y cómo se relacionaban entre
sí los poetas del “Grupo Norte” o “Bohemia de
Trujillo”, en un comentario para La Reforma, fir-
mado el 28 de junio de 1920, dedicado al poemario
Fogatas de Eloy Espinoza.
Allí nos cuenta cómo eran las reuniones de la
“Bohemia de Trujillo” pasada la media noche. Orre-
go relata: “Fue una noche de plena bohemia y de
canción azul. Estábamos Valdelomar, Garrido, yo y
dos o tres más. Cruzábanse gallardamente las para-
dojas, ágiles y gentiles. Fluían las ironías benignas,
sonrientes y elegantes. Los espíritus hacían elásticas
acrobacias, los cerebros piropeaban con las ideas y
los labios formulaban donosos retruécanos y airosas
bizarrías verbales. Llegó un momento en que dialo-
gamos yo y él –Orrego se refiere a Eloy Espinoza– los
demás eran nuestro auditorio. Estuve acre y extre-
mado. Estuve violento y amargo. Estuve injusto y
heridor. Exasperose él y retornó a mis demasías
con gentiles y buidos donaires. Subió de tono la
gresca moceril, asentuose la acritud de los decires.
Chocaron nuestros enfados. Vibraron en el aire las
sillas, esgrimidas con más coraje que rencor, y así
pudimos descargar aquella súbita tempestad que
atormentaba nuestros nervios exasperados. Poco
después me abrazaba, lírico y generoso, y mientras
se dolía de una cuita pueril y cordial, esforzábame
yo en hacerle olvidar, enternecido como un niño,
con no sé cuales reflexiones optimistas, alegres y
circunstanciales”.
Es interesante recalcar este aspecto poco cono-
cido de la personalidad de Antenor Orrego, donde
muestra la hondura de su pensamiento y la gracia
poética de su sensibilidad al mismo tiempo que su
naturaleza de hombre vital y emotivo; un dilecto
camarada como todos los de su grupo poético, que
también sabía tomarse unas copas, perder la pacien-
cia y agarrarse a silletazos con ellos para luego abra-
zarse como buenos hermanos al concluir una noche
de bohemia.
4. MAESTRO Y FILÓSOFO
No obstante todo lo anteriormente señalado,
Antenor Orrego fue fundamentalmente un filósofo.
Dentro de una invariable lealtad al ideario y la prác-
tica del aprismo –del cual, como ya hemos indicado,
fue uno de sus pioneros y también uno de sus más
tempranos integrantes–, Orrego desarrolló una
filosofía social original, una sociología razonada con
implicancias ontológicas y éticas, que ha ofrecido
nuevas perspectivas de reflexión sobre nuestra res-
ponsabilidad colectiva como indoamericanos y sobre
la ética que nos es inherente como individuos partí-
cipes de dicha realidad.
Su obra escrita muestra un ciclo de búsqueda,
descubrimiento y desarrollo de una ontología de
nuestro ser social contemporáneo. El ciclo de bús-
queda tiene como hitos los libro3s Notas marginales
(1922) y El monólogo eterno (1929), cuyos textos
hilvanan sentencias breves que el autor denomina
apropiadamente aforísticas. El ciclo del descubri-
miento se centra en su obra clásica Pueblo-
continente: ensayos para una interpretación de la Amé-
rica Latina (Santiago de Chile, 1939) y el desarrollo
ontológico final lo encontramos en el libro póstumo
Hacia un humanismo americano (1966).
En el libro de ensayos Pueblo-continente formula
los argumentos más importantes de esa definición
ontológica que en las etapas anteriores es tentativa.
En este libro clásico el yo, tanto individual como
social, no sólo está frente a la necesidad de precisar
rumbos e identidades; debe además comprender la
urgencia de ser leal a ese reconocimiento.
¿Cuál es el método que sigue la meditación
orreguiana? ¿De qué escuela filosófica provienen
sus tesis? ¿Detrás de cuáles autores se escuda? A
diferencia de los filósofos académicos ceñidos a
cánones escolásticos, Antenor Orrego no se escu-
da tras autor alguno y no teme unir en su razona-
miento lecturas que para otros pudieran ser con-
tradictorias. Algunas de las ideas que entrelaza
Orrego guardan tensiones recíprocas de manera
deliberada.
Leyéndolo encontramos rastros del sentido del
deber de las elites benefactoras del Libro VII de La
Antenor Orrego Espinoza, esperanzado forjador de realidades
306 | Pueblo cont. 22(2) 2011
República de Platón. Asimismo el ideal culterano y
virtuoso del Ariel de Rodó. Tampoco deja de estar
presente un racionalismo y hasta un positivismo,
similar al de su contemporáneo español José Ortega
y Gasset, en el sentido de encontrar una verdad
evidente, un destino manifiesto, claro y coherente,
en los hechos naturales.
Pero también podemos hallar en las meditacio-
nes de Orrego el vitalismo y la pasión dionisíaca que
Nietzsche expresa en La genealogía de la moral
(1887). La verdad es evidente pero sólo está al
alcance de los que viven apasionadamente el dicta-
do de sus intuiciones, acercándose al élan vital defi-
nido por Bergson en La evolución creadora (1907).
Orrego cree en el impulso creador dionisíaco y en la
verdad –irracional en apariencia– de la voluntad de
las masas, en el sentido trazado por Arthur Scho-
penhauer. La libertad es sinónimo de impulso vital y
pasión creadora y esa capacidad de creación alcanza
su clímax cuando es una acción de masas, cuando es
una acción política liberadora.
Aquí encontramos una distancia abismal entre
Antenor Orrego y el Ortega y Gasset de La deshu-
manización del arte (1925) y La rebelión de las masas
(1930), donde el español condena el libre vanguar-
dismo artístico y sólo ve primitivismo en la acción
de las masas. ¿Se contradicen en el pensamiento
orreguiano la pasión dionisíaca y el sentido de res-
ponsabilidad hacia el destino histórico manifiesto?
En apariencia sí, pero Orrego lo resuelve apelando a
la experiencia y a la necesidad de perfeccionar la
teoría en la acción.
Otro punto de contacto entre Orrego y Bergson
reside en el simbolismo. Los individuos y las colecti-
vidades crean códigos y señales que resumen su
personalidad cultural e identifican sus anteceden-
tes. Los símbolos y demás señales de identidad de
nuestro pueblo-continente son, según Orrego, el
resultado de su origen mestizo y de su coetaneidad
con lo más avanzado del progreso occidental. Es
inútil buscar la ruta del futuro en las antiguas y
diversas raíces precolombinas o en otros rasgos que
nos apartarían de un destino común.
Sobre estos fundamentos, Orrego formula en el
presente texto una proposición audaz sobre nuestro
destino-posibilidad en tanto que pueblo-continente:
“La infancia de América no es la misma infancia del
mundo primitivo, así como la infancia de un niño
civilizado no es la misma que la de un niño salvaje.
[…] Como en las leyes cósmicas, en la historia, tam-
bién, de la inadaptabilidad y de la vejez se marcha al
caos o a la nebulosa, y de ésta a un nuevo nacimien-
to y a una nueva infancia. El nuestro ocupa el piso
más alto de la espiral evolutiva de los pueblos.
Somos los sucesores de todas las culturas preceden-
tes y los herederos directos de la cultura europea,
cuyo tercer estadio dimensional estamos destinados
a desarrollar en su plenitud”.
Para Antenor Orrego, nuestro ser latinoameri-
cano tiene rasgos y circunstancias que imponen
tareas acordes con un potencial creativo. Nos
corresponde una palingenesia o renacimiento que
sólo podemos encontrar en la acción conjunta, en el
engrandecimiento colectivo del yo continental. Y
debemos volcar toda nuestra creatividad y toda
nuestra pasión hacia esa meta. La división, la balca-
nización de América Latina refuerza el pasado, lo
primitivo, lo obtuso, lo contrario al cambio y debili-
ta la posibilidad de identificar nuestro rumbo y veri-
ficar nuestro potencial.
Pero no se trata de interpretar a Orrego según los
cánones escolásticos. Hay que leerlo sin anteojeras
académicas y beber directamente de su sinceridad y
su verdad.
Hugo Vallenas Málaga
| 307Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor Orrego Espinoza, esperanzado forjador de realidades
El Grupo «Trilce», heredero del Grupo Norte, reunido el 9 de noviembre de 1959, rindiendo homenaje a Antenor Orrego. De
izquierda a derecha: Eduardo González Viaña, Manlio Holguín, Juan Paredes Carbonell, Cristóbal Campana, Héctor Alva
Centurión, Claudio Espejo [«Claudio Saya»], Santiago Aguilar, Teodoro Rivero-Ayllón, el maestro Antenor Orrego, Walter
Palacios Vinces, Miguel Angelats Quiroz, Julio Alarcón Carrera, Alfredo Martínez Vargas [«Macumbambé»], Américo Herrera
Calderón, Juan Morillo Ganoza y Armando Reyes Castro.
Antenor Orrego firmando autógrafos al finalizar el conversatorio sobre César Vallejo, en la Biblioteca Municipal de Trujillo,
el 9 de noviembre de 1959.
308 | Pueblo cont. 22(2) 2011
INTRODUCCIÓN
En el texto que titula Historia, de su libro “Notas
Marginales”, Antenor Orrego señala que “…la pro-
genie humana engendra en todas las épocas ciertos ejem-
plares de hombres dotados de segunda vista, de una
suerte de sentido del futuro que les permite percibir lo
que existe vago y soterrado en la masa. Son los deposita-
rios de la nueva fe, los heraldos vibrantes de la nueva
esperanza, las urnas vivientes del nuevo amor. Son aque-
llas individualidades fuertes y magnéticas que agrupan y
condensan en su torno, como polos de atracción, los
afloramientos dispersos de la corriente central”.
Hay que decir que Antenor Orrego y César
Vallejo son ese tipo de hombre. Poderosas indivi-
dualidades cargadas de creación y llenas de impul-
sión gestora y de predestinación que, al contacto
con lo que los rodea, supieron traducir en palabras,
cargándolas de energías vitales, cada uno a su
modo, su comprensión de la vida, su comprensión
de las fuerzas esenciales que dinamizan el mundo en
plenitud y universalidad, y lo trocaron en pensa-
miento impulsor, magnético, estético, fertilizador.
Nos proponemos identificar y comparar puntos
de vista específicos de la visión que, a través de sus
correspondientes planteamientos, tuvieron Ante-
nor Orrego y César Vallejo sobre América Latina.
Ello nos permitirá valorar, críticamente, la vigencia
de sus correspondientes enfoques y reconocer seme-
janzas y diferencias. Ambos ejercieron el periodis-
mo de opinión. Pensaron, interpretaron y extraje-
ron, afirmaciones ideológicas, sociales, filosóficas y
culturales en su quehacer. Por una cuestión de equi-
dad, tomamos, como material para comparar sus
puntos de vista, los textos que ambos publicaron en
vida, en diversos medios de comunicación, entre
1918 y 1938, año este último en el que se produjo el
fallecimiento de César Vallejo.
Veamos algunos asuntos puntuales.
I. DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
a) ANTENOR ORREGO
La conquista española fue para América Latina
–en muchas opiniones- un factor destructivo, ya
que ella hizo un vasto exterminio de vidas humanas
y de las formas particulares de civilización que
habían alcanzado las culturas prehispánicas de Amé-
rica Latina, especialmente las de México y Perú.
Orrego ve en la conquista europea de América
uno de los peores hechos de la historia americana.
En la segunda sección de “Pueblo Continente”, que
el titula buceando en el abismo, texto que ya estaba
listo en 1937, Orrego escribe:
“Para América, la conquista europea fue una catástro-
Eduardo Paz Esquerre
Universidad Privada Antenor Orrego
PUNTOS DE VISTA
COMPARADOS DE ANTENOR
ORREGO Y CÉSAR VALLEJO
| 309Pueblo cont. 22(2) 2011
fe, una tragedia de proporciones cósmicas, ya que ella signi-
ficó no sólo el hundimiento y el eclipse de una raza que había
llegado a un estadio resplandeciente de civilización, sino
también, la inserción de un alma extraña que vino, a su vez,
a trizarse o, cuanto menos, a deformarse dentro de las pode-
rosas fuerzas geo-biológicas que actuaban en la tierra conti-
nental como un disolvente, como una energía letal y corrosi-
va. De este choque salieron moribundas y cadaverizadas,
como sombras espectrales, el antigua alma indígena y el
alma invasora de Europa. En la historia del mundo, Améri-
ca es un gran desgarrón. El desgarrón de una raza vigorosa
por obra de la conquista y la violencia de la barbarie occi-
dental” (Orrego, tomo I: 148).
En el artículo “Americanismo y peruanismo”,
publicado en la revista “Amauta” Nº 9, Lima, en
mayo de 1927, Orrego afirma:
“Continente joven se ha llamado a América, que ha
sido hasta hoy, como lo repito pudridero de América.
Todas las decadencias y vicios europeos pasaron el mar
para descomponerse y morir por desnutrición, por debili-
tamiento. El espectáculo de América desde el descubri-
miento hasta ahora ha sido el espectáculo de la vejez y de
la desintegración” (Orrego, tomo I: 278).
Este choque racial, esta unión de dos mundos
dio lugar al mestizaje. América ha sido lugar para la
llegada no sólo de europeos sino de asiáticos y afri-
canos, que dieron también nacimiento al criollo. El
cruce de todas estas razas son determinantes para el
nuevo hombre. Era lógico e inevitable la fusión de
razas, como un escalón hacia una forma ascendente
de vida.
En “Pueblo Continente” destaca también la
mayor integración racial, planetaria, que habría de
surgir después de la conquista del nuevo continente:
“América –escribe– ha sido el lugar de cita de todas
las sangres. Los innumerables vertederos de las razas han
venido a juntarse en esta fuente caótica, en esta cuenca
ecuménica del planeta. La fusión se ha realizado o está
realizándose, en parte, en los Estados Unidos y, de una
manera completa y absoluta, en los países de América
Latina” (Orrego, tomo I: 179).
b) CÉSAR VALLEJO
¿Y qué es lo que pensó César Vallejo sobre el
descubrimiento y conquista de América y la consi-
guiente influencia europea?
Vallejo ve en esos sucesos un conjunto de acon-
tecimientos de efectos negativos en la evolución y
desarrollo de América Latina. Distingue en ellos los
pecados de la mala colonización efectuada por Euro-
pa, aquí y en muchas otras partes del mundo. Desta-
ca la necesidad de profundizar en el conocimiento
de nuestra historia, pues considera que conociendo
el pasado se encara mejor el futuro. En su artículo
titulado “La historia de América”, publicado en
Génova en mayo de 1926, escribe:
“Hemos comenzado a darnos cuenta de la necesidad
de un examen histórico, porque tenemos una historia.
Lord Carnavon y la Institución Carnegie nos han enseña-
do el mal exhalante de las tumbas, los delicados sortilegios
de la historia. Ya nos damos cuenta que si queremos gran-
des torres para el futuro, es necesario observar los estratos
de los cuales emerge toda esta vital inquietud que nos
anima y nos empuja a perdurar. Porque quien no conoce
ni sabe nada de sus ancestros, no presentirá ni sabrá nada
de sus hijos. Y yendo hacia el pasado, se llega al futuro.
Porque América no es, como dicen los sociólogos de
moda, un continente nuevo. Solamente es un continente
inexplorado, lo que no quiere decir lo mismo. Nuevo para
los europeos; nuevo y viejo, al mismo tiempo, para los
aborígenes. ¿Continente nuevo? ¿Nuevo en qué? ¿Nuevo
como sinónimo de primitivo? ¿Nuevo como raza? ¿Nuevo
como hecho geológico? El descubrimiento de América
será reciente; pero no es nuevo aquello que ya existía
desde muchos siglos antes de la aventura colombina,
como hecho de tierra, como raza y como cultura. (…) El
examen histórico de América está en su comienzo” (Ba-
llón, 1987:72).
En el artículo titulado “Oriente y Occidente”,
publicado en “Mundial” el 27 de mayo de 1927,
Vallejo hace violentas denuncias por delitos de cul-
tura y humanidad cometidos por Europa a partir del
descubrimiento y conquista de América:
“¿Quién podría denunciar –escribe–, una vez por
todas, que en América hemos perdido también nuestra
alma y que la hemos perdido por Europa? Porque en Améri-
ca (hablo de América Latina) los europeos nos han arrui-
nado todo, filosofías, religiones, industrias, artes y del mismo
modo que en el Oriente, hay desde el arribo de Colón un
terrible vacío en nuestra vida” (Ballón, 1987: 102).
Vallejo, en el citado artículo y en otro titulado
“¿Qué pasa en el Perú?”, publicado en junio de
Puntos de vista comparados de Antenor Orrego y César Vallejo sobre América Latina
Eduardo Paz Esquerre
310 | Pueblo cont. 22(2) 2011
1933, en “Germinal”, semanario izquierdista parisi-
no, reconoce la existencia de formas de nacionali-
dad peruana en las culturas prehispánicas sudame-
ricanas que lograron integrar y cohesionar amplios
sectores regionales; ejemplo, el Imperio Inca. No
importa que no existiera entonces la palabra Perú.
Europa destruyó esos rasgos de nacionalidad prehis-
pánicos hasta dejar a estos pueblos desprovistos de
identidad política, reducidos casi a la condición de
esclavos explotados en las mitas y encomiendas por
los conquistadores españoles y cuyas consecuencias
nefastas se manifestaron en la etapa republicana de
la historia del país.
II. EDUCACIÓN Y CULTURA EN AMÉRICA
a) ANTENOR ORREGO
Sobre este tema, Orrego vislumbra un nuevo
destino cultural y humano para América que, de
hecho, comprende la educación en su proceso
transformador. Así lo describe en “Pueblo Conti-
nente”:
“La amplitud de la catástrofe americana está en rela-
ción con la amplitud de la construcción futura. No se
aventura nada al decir que no es ya un simple matiz de
raza o de cultura el que va a expresarse en el nuevo conti-
nente, sino un aspecto fundamental y nuevo del espíritu
universal. En verdad, una nueva criatura cósmica es la
que está estructurándose en sus entrañas; un nuevo men-
saje humano, el que está surgiendo de sus senos juveniles.
América importa para la cultura del mundo contemporá-
neo, lo que Europa importó para la cultura del mundo
antiguo: lo que el cristianismo significó, como transforma-
ción espiritual, para el mundo de la antigüedad. Mas,
como todo gran proceso histórico no es rectilíneo sino en
espiral, como lo pensó Goethe, en cada círculo concéntri-
co abraza una mayor y más dilatada trayectoria, Améri-
ca está destinada a una más amplia proyección cultural y
humana. No se trata de un simple mesianismo colectivo:
se trata de una correlación dialéctica que se hace patente
a poco que observemos con ojos profundos la vida conti-
nental presente en relación con el porvenir” (Orrego,
tomo I: 133-134).
Para realizar esta tarea, América debe encontrar
el sentido de la vida, encontrar sus propios motivos,
sus propios incentivos, debe encontrar su razón de
ser, así la cultura en formación tendrá un porqué, su
pueblo sabrá por qué y para qué lucha. La verdad de
América debe ser hallada y con ello su destino como
civilización. En el artículo “Cultura universitaria y
cultura popular”, publicado en la revista “Amauta”,
Lima, julio de 1928, Orrego reflexiona del siguiente
modo:
“Nuestra gran empresa de universitarios –tal vez
nuestra única empresa– es vivir la cultura. Basta ya de
bagazo erudito que no sirve ni para mejorarnos ni para
mejorar nuestra patria. Necesitamos estudiar la calidad
de nuestra América y crear nuestro propio pensamiento,
nuestra propia política, nuestra propia economía, nuestra
propia estética, nuestra propia historia. (…) Necesitamos
maestros americanos que nos enseñen a conocer y amar
nuestra América, maestros que vivan con nosotros la
infinita y heroica voluptuosidad de crear un nuevo conti-
nente intelectual, maestros de una raza ‘por cuya boca
hablará el espíritu’ ” (Orrego, tomo I: 308).
En su artículo “La reforma de la enseñanza supe-
rior”, publicado en el diario “La Reforma”, en la
década del veinte del siglo pasado, Orrego concibe
así la nueva enseñanza universitaria, criterio que
tiene plena vigencia educativa:
“Preciso es que la enseñanza universitaria sufra una
completa inmersión en la cultura moderna, que su espíritu
docente tenga una real y proficua sustancialidad contem-
poránea, que repare y haga desaparecer esa incongruen-
cia mental y cordial con el espíritu de su época. La Uni-
versidad no puede reducirse a ser exclusivamente un
copioso archivo o museo de métodos, de enseñanzas, de
ideologías, de sistemas o de disciplinas, sino un incesante
laboratorio de renovación y de creación espiritual. Una
cátedra no es un catálogo, crónica u osario de las teorías o
principios de una ciencia, sino algo vivo y orgánico, algo
que fluye y se produce constantemente con potente vitali-
dad, algo que siempre está abierto a la discusión, al pensa-
miento libre y a la iniciativa individual. El maestro debe
tender no tanto al desarrollo prolijo de la disciplina que
dicta, cuanto a hacer vivir por sus alumnos el espíritu
capital de ella, a provocar su asimilación en la personali-
dad, a incorporarla en su vida interior, a suscitar su aten-
ción y su interés espiritual” (Orrego, tomo I: 395).
En cuanto al arte, la referencia en Orrego es
todo un continente. No habla de manera individual
de países o pueblos, habla de todos ellos en conjun-
to, en una unión de artes, literaturas y ritmos. En el
| 311Pueblo cont. 22(2) 2011
artículo “Americanismo y peruanismo”, de 1927,
Orrego dirá:
“Tampoco creo posible la creación de un arte exclusi-
vamente nacional en el porvenir. Las diferencias entre los
diversos pueblos indoamericanos son tan pequeñas y
mezquinas que no pueden generar artes y literaturas
independientes con ritmo singular o acentuación propia.
Creo sí en un americanismo como reflejo de la nueva
América que está naciendo. Creo en una nueva cultura
con valores propios y universales, valores que comienzan
a vislumbrarse y que servirán de integración al espíritu
humano. Creo en una visión y una emoción cósmicas
iniciales que son privativas de la nueva raza y que han
principiado a articularse estética y filosóficamente”
(Orrego, tomo I: 276).
En este contexto, el nuevo hombre de América
es el corazón del continente, del Pueblo Continen-
te. En tal sentido Orrego manifiesta:
“Dijimos también, que el nuevo hombre de América
era –para buscar un símil fisiológico– el resultado de la
asimilación, de la conjugación, de la digestión vital de los
mundos antitéticos a través de cuatro siglos de fricción
pugnaticia. El nuevo hombre de América es el nuevo
órgano biológico que necesita el continente para articular
su destino” (Orrego, tomo I: 208).
b) CÉSAR VALLEJO
¿Cuál es la visión que César Vallejo tenía de la
educación y la cultura en América Latina? Son pocos
los artículos en los que Vallejo se ocupa del tema Edu-
cación. En el artículo titulado “El espíritu universita-
rio”, que data de agosto de 1927 y publicado en la
revista “Variedades” de Lima, se refiere específica-
mente a la educación universitaria en América.
Empieza, previamente, destacando la dependencia
cultural de América respecto a Europa:
Puntos de vista comparados de Antenor Orrego y César Vallejo sobre América Latina
Otros miembros del grupo NORTE: Juan Sotero, Macedonio de La Torre, José Eulogio Garrido, Carlos Valderrama,
Abraham Valdelomar (de visita en Trujillo), Néstor Alegría y Federico Esquerre Cedrón. Trujillo, 1918.
Eduardo Paz Esquerre
312 | Pueblo cont. 22(2) 2011
“Todos estamos de acuerdo en que América vive
culturalmente de Europa como prestataria o depositaria
de las formas occidentales en política, en arte, en religión,
en idioma. Y aunque no todos estamos de acuerdo en que
tales formas dominarán en el porvenir de América, nadie
puede negar, por ahora, que el nuevo continente sigue
cada vez más cerca y al pie de la letra los pasos del espíritu
europeo” (…).
“En Europa, la universidad, por ejemplo, es dentro del
ideal democrático, un factor de orden y orientación, una
disciplina de método y razón. Por mucho que Jaurés que-
ría convertir a la universidad en exclusivo foco de debates
revolucionarios y centro de todos los liberalismos, el espí-
ritu universitario ha sido y continuará siendo, sobre todo,
un hogar de serenidad espiritual –que no hay que confun-
dir con el anquilosamiento– y un austero laboratorio de
alta creación. En América, por el contrario, la Universi-
dad ha descendido de su rol creador a la barricada lugare-
ña y capitulera con todas sus rutinas, sus personalismos
de charol y sus mesianismos de segunda mano. En Europa
la Universidad crea silenciosamente dejando el papel
divulgador a otros factores sociales. En América la Uni-
versidad tiende a reducirse a la ya famosa extensión
universitaria o universidad popular, cuando ella no se
circunscribe a la repetición en familia de la cultura euro-
pea” (Puccinelli, 1987: 236-237).
Vallejo señala que cuanto de intelectual ha pro-
ducido América después de la colonización españo-
la, no ofrece más que un muy mediocre interés para
Europa, ya que se diferencia poco o casi nada de la
producción exclusivamente española. Sin embargo,
considera que sí puede ser posible ser original. Así lo
afirma en el artículo titulado “Una gran reunión
latinoamericana”, publicado en la revista “Varieda-
des” de Lima, en marzo de 1927:
“La versión que hay que hacer es de las obras riguro-
samente indoamericanas y precolombinas. Es allí donde
los europeos podrán hallar algún interés intelectual, un
interés, por cierto, mil veces más grande que el que puede
ofrecer nuestro pensamiento hispano-americano. El
folklore de América, en los aztecas como en los incas,
posee inesperadas luces de revelación para la cultura
europea. En artes plásticas, en medicina, en literatura, en
ciencias sociales, en lingüística, en ciencias físicas y natu-
rales, se puede verter inusitadas sugestiones, del todo
distintas al espíritu europeo. En estas obras autóctonas, sí
que tenemos personalidad y soberanía y, para traducirlas
y hacerlas conocer, no necesitamos de jefes morales ni de
patrones (…) Porque no debemos olvidar que, a lo largo
del proceso hispano-americanizante de nuestro pensa-
miento, palpita y vive y corre, de manera intermitente
pero indestructible, el hilo de sangre indígena, como cifra
dominante de nuestro porvenir” (Ballón, 1987: 90).
En el campo de la literatura, en su artículo “Con-
tra el secreto profesional”, publicado en la revista
“Variedades”, Lima, en mayo de 1927, critica a su
generación de producir una literatura prestada, sin
espíritu propio, sin autonomía propia:
“Acuso, pues, a mi generación de continuar los mis-
mos métodos de plagio y de retórica de las pasadas genera-
ciones, de las que ella reniega. No se trata aquí de una
conminatoria a favor de nacionalismo, continentalismo,
ni de raza. Siempre he creído que estas etiquetas están
fuera del arte y que cuando se juzga a los escritores en
nombre de ellas, se cae en grotescas confusiones y peores
desaciertos” (Ballón, 1987: 94).
En el artículo “El espíritu polémico”, publicado
en la revista “Mundial”, Lima, noviembre de 1928,
Vallejo reflexiona sobre las características del hom-
bre nuevo del planeta, dentro del desarrollo históri-
co mundial y americano de su tiempo:
“El hombre verdaderamente nuevo está adquiriendo
una conciencia rigurosa de la capacidad creadora y libre
de su voluntad, junto con su austero sentimiento de la
responsabilidad humana ante la historia. De esta suma
injerencia del hombre en la creación de la historia –que él
no concibe fuera de los resortes libres de su voluntad– está
proscrito todo fatalismo y todo determinismo” (Ballón,
1987: 135).
III. INTEGRACIÓN AMERICANA
a) ANTENOR ORREGO
En la ruta de integración de los pueblos latinoa-
mericanos, Orrego ve un largo proceso que reúne
ciertas características especiales que describe en
“Pueblo Continente”:
“En los pueblos y las razas no hay esa discontinuidad
biológica que se observa en el hombre, considerado como
individuo, cuando éste se desintegra. Es muy cierto aque-
llo de que a una muerte y a una decadencia sucede siem-
pre un nuevo brote, un nuevo nacimiento. Muere y se
descompone el indio, pero, también, muere y se descompo-
| 313Pueblo cont. 22(2) 2011
ne el europeo para que surja, luego, una nueva estructu-
ración, una nueva conformación fisiológica y espiritual
del hombre americano.
“No hay muerte ni desintegración absolutas, ni en la
Naturaleza ni en la Historia. Se disuelven y mueren las
formas de expresión de un ciclo cultural, pero, la modali-
dad cósmica, el sentido espiritual, y aun la estructura
síquica que esas formas realizaron, se transmiten como
continuidad hereditaria hacia el porvenir, más bien dicho,
hacia el porvenir del espíritu (…).
“Este proceso de desintegración y descomposición está
en América, finalizando. Se encuentra en sus últimos
estadios, y ha comenzado, también, el proceso correlativo
de integración, de recomposición, de síntesis. América
está encontrando, otra vez, su virginidad y su juventud;
está encontrando su porvenir y su mañana porque el pasa-
do autóctono y europeo está abismándose en las entrañas
remotas del tiempo. El pretérito ha perdido ya su virtuali-
dad y su fascinación. Se ha desvanecido para siempre el
mágico hechizo.
“La comprobación más efectiva de este aserto es el
hervor, el dinamismo galopante de que es ahora vasto
escenario el Nuevo Continente. Esa beligerancia encen-
dida, esa disconformidad pugnaz de las juventudes lati-
noamericanas lo revelan con definida claridad” (Orrego,
tomo I: 139-140).
El ideal de integración americana tan deseado,
ha sido heredado generación tras generación.
Puede morir la materia, desintegrarse el cuerpo,
pero las ideas, los anhelos y deseos de los pueblos
americanos de formar una sola América ha persisti-
do. América Latina no sólo es un nuevo mundo sino
también es la continuidad de un destino que debe
asumir su oportunidad.
Dice, Orrego, en “Pueblo Continente”:
“El destino de América es resolver, en una superior
unidad humana, la cuita angustiosa, la encrucijada trági-
ca en que se ha desembocado el mundo contemporáneo, y
ser ella misma una continuidad y la continuidad del mun-
do. No queremos decir, como Spengler, que haya llegado
la decadencia definitiva del Occidente, sino que la pendu-
lación espiritual y cultural del mundo tendrá que pasar a
América, así como antes estuvo en Asia y después en
Europa. América será como la partera cósmica de una
cultura integral cuya máxima expresión se dé tal vez en
Oriente, tal vez en Europa. Es el secreto del destino y de
los tiempos” (Orrego, tomo I: 160-161).
“Para nosotros, la patria es América” había procla-
mado Bolívar, refiriéndose al territorio que Orrego
llama “Pueblo Continente”. Un continente que
busca superarse, pues el destino de América es cons-
truir una cultura superior a la europea, en la visión de
Orrego. Sin embargo, reconoce que es un proceso:
“Mientras el resto del mundo se encuentra, ya en
formas cristalizadas y fijas, ya en plena fusión disgregati-
va, América es, todavía, un plasma móvil, un fenómeno
en plena refundición vital. Mientras todas las demás
culturas se hallan en su madurez o en su declinación por-
que han encontrado el sentido de su solución humana,
América es todavía una infancia, una incógnita proble-
mática. Y, si hasta hoy ha sido Sepulcro, es indudable que
ya comienza a ser una Cuna”.
“Desde hace cuatro siglos todas las razas están derri-
tiéndose en la hoguera de América. Para ayer, necesaria
fusión disgregativa; proceso de integramiento y de recons-
titución, para mañana”. (…) “…ha comenzado el proce-
so de integración. El indio, el blanco, el asiático, el negro,
todos han traído su aporte y se han podrido o están aca-
bando de podrirse en esta inmensa axila cósmica, para
libertar sus respectivas superioridades integrantes que
harán el hombre americano, cumplido ya para el porvenir
de la humanidad” (Orrego, tomo I: 148).
Para esa tarea disponemos de un pueblo fruto de
todas las razas:
“Ningún continente ha acogido con más ancha recep-
ción a las multitudes de toda la tierra. Continente-
Multitud se puede llamar a América y, especialmente, a
América Latina. De esta contigüidad y entremezclamiento
telúricos de todas las progenies está surgiendo –ha surgido
ya- un gran pueblo con posibilidades inauditas de nuevas y
superadas expresiones espirituales. La multitud, organi-
zando y estructurando sus instrumentos de expresión huma-
na se ha hecho Pueblo, un Pan-Pueblo, un Pan-Mundo,
un Pan-Universo” (Orrego, tomo I: 220).
b) CÉSAR VALLEJO
Nuestro gran poeta considera que, en su tiempo,
no existe el espíritu latinoamericano –principio de
integración– y hay que crearlo. En el artículo “La
juventud de América en Europa”, publicado en la
revista “Mundial, Lima, en febrero de 1929, así lo
afirma.
Discrepa con los que creen que América Latina
es la sociedad elegida por las fuerzas insondables de
Puntos de vista comparados de Antenor Orrego y César Vallejo sobre América Latina
Eduardo Paz Esquerre
314 | Pueblo cont. 22(2) 2011
la historia para suceder al Occidente en la dirección
cultural del mundo. En el artículo “La megalomanía
de un continente”, publicado en el diario “El
Comercio”, Lima, en febrero de 1929, comenta:
“Spengler ha pervertido, sin quererlo, a los mucha-
chos de América. La decadencia de Occidente ha magu-
llado la nuca y los tobillos de más de un escolar latinoame-
ricano. Diagonalmente, culpa no tiene el filósofo de que
haya gentes que no saben leer y, mucho menos, deducir de
lo que leen, consecuencias científicas, ya que no imparcia-
les (La ciencia no excluye la pasión).
“¿Qué enseñanza se deduce en América de la obra de
Spengler? La enseñanza de que la cultura occidental
agoniza llamando a su socorro a las fuerzas constructivas
de las otras sociedades. ¿Y cuáles son estas fuerzas que
pueden sustituir al espíritu occidental? Los estudiantes de
América estiman que en las interlíneas de “La Decaden-
cia de Occidente” se desliza sútilmente la alusión a Amé-
rica Latina como la sociedad elegida por las fuerzas obs-
curas e insondables de la historia para suceder al Occi-
dente en la dirección cultural del universo. ¿En virtud de
qué ritmo específico de la historia ha de ser América Lati-
na el foco de la Próxima civilización? Los estudiantes
latinoamericanos no lo saben a ciencia cierta y las explica-
ciones que dan para sostener semejante candidatura a
una próxima hegemonía cultural, participan del empiris-
mo y suficiencia congénitos al espíritu criollo.
“En el resto del mundo se conoce, sin duda, esta acti-
tud tan improvisada como antojadiza de América Latina.
Aún cuando nadie, en el fondo, cree en esa misión de
América, se condesciende –no sin guiñar el ojo, con sorna
y malicia, a nuestra espalda- con esta inocente postura de
nuestro rastacuerismo, de la que muchos aprovechan
como precio de la tolerancia con que la miran, para opo-
nerla, por la punta o por el cabo, a tal o cual movimiento
económico de justicia social como el que arranca del
Soviet.
“Pero consideremos en sí misma la tesis latinoameri-
cana –diciendo lo menos- ridícula, pues no se acuerda con
nuestra experiencia histórica, con nuestra actual estruc-
tura cultural ni con la realidad objetiva de las demás
sociedades (…).
Los hijos deAntenor Orrego Espinoza con los profesores que dictan la Cátedra Antenor Orrego –en la que se
estudia su vida y obra– en la UPAO: Liliana Orrego Spelucín, Elmer Robles Ortiz, Alicia Orrego Spelucín,
Eduardo Paz Esquerre y Antenor Orrego Spelucín.
| 315Pueblo cont. 22(2) 2011
“Otra dificultad para una próxima e inmediata hege-
monía latinoamericana brota de nuestra confrontación
con otras sociedades cuyo desarrollo las coloca como
posibles sucesoras del espíritu occidental y ante las cuales
resultamos de una inferioridad irremediable. Rusia y
Estados Unidos –pueblos en que se polarizan actualmen-
te todas las inquietudes y fuerzas del mundo- serían, sin
duda, los más indicados para insuflar una nueva vida a
los hombres. En ese rol los llaman sus grandes riquezas
naturales, sus propias disciplinas culturales ya adquiri-
das, su enorme población, su homogeneidad; en cambio,
¿América Latina? (…)
“Si por lo demás, y en el terreno abstracto de la hipóte-
sis, se sostiene que nadie sabe de lo que pueden ser capaces
los pueblos, responderemos que, por desgracia, la perspec-
tiva del porvenir está hecha de recursos plásticos más o
menos reales y manuables. Cuando estos recursos partici-
pan de lo vago o impalpable o del azar y se nos escurren
entre los dedos, nada podemos decir del futuro.
“Y en cuanto a los demás, Marx ha decretado, una
vez por todas, la falencia del sentimentalismo, de la utopía
y del patriotismo, pequeño o grande, en materia sociológi-
ca” (Ballón, 1987: 164-166; Puccinelli, 1987: 327)
En el artículo “¿Qué pasa en el Perú?”, un
largo análisis publicado en siete partes en varios
números de “Germinal”, París, durante el mes de
junio de 1933, César Vallejo se pregunta:
“¿A dónde va América del Sur? Yo interrogo dese lo
alto de los Andes peruanos hasta lo lejos, al norte, las
fronteras de Colombia, del Ecuador y de Venezuela; al
sur, Chile, Bolivia y la Argentina; al este, el Brasil; y al
oeste, el Océano sosegado, cuyas aguas se pierden en la
distancia, para encontrar y penetrar Asia y Oceanía…
Keyserling ha predicho grandes cosas en referencia a
América del Sur. Un escritor español, Baroja, lo ha lla-
mado “continente estúpido”. Romain Rolland ha manifes-
tado su esperanza en un porvenir resplandeciente para
esos países. Luc Durtain, en un estudio reciente realizado
en el lugar, ha constatado allí una potencia de transforma-
ción social asombrosa. ¿Qué podría aducirse de esto?
Ningún continente más cargado actualmente de misterio
social que el continente latino. (…) América del Sur
mantiene, por el contrario, todavía inédito para los ojos
del mundo, el sentido de sus esfuerzos y de sus esperanzas”
(Ballón, 1987: 181).
En la sétima parte de este mismo artículo del año
1933, César Vallejo reflexiona sobre lo que hoy lla-
mamos globalización:
“Hemos llegado a un estadio de la evolución mundial
en el que el destino y porvenir del más pequeño de los paí-
ses están estrechamente ligados al destino y porvenir del
conjunto de las naciones. La situación del Perú, así como
la de toda América del Sur, no cambiará sino cuando la
situación internacional haya cambiado ella misma. Igual-
mente, el sentido que los acontecimientos sudamericanos
puedan adquirir en el futuro, habrá de seguir de cerca al
de los acontecimientos del mundo entero.
“Ciertamente, el mundo entero está en crisis, y la
solución de esta crisis depende, hasta nueva orden al
menos, de las grandes potencias, debiéndose a su inter-
vención financiera en todos los países mucha parte del
desajuste universal” (Ballón, 1987: 201-202).
IV. CONCLUSIONES
1) Descubrimiento de América. Hay una total
semejanza y coincidencia de puntos de vista entre
Antenor Orrego y César Vallejo, en cuanto a que la
conquista española fue dañina, destructiva de las
civilizaciones existentes en América Latina. Al
destruirse filosofías, religiones, industrias, arte nati-
vos y todo lo que había de vivo, orgánico y fuerte en
esta parte del mundo, con las decadencias y vicios
europeos trasladados a América se resquebrajaron
las formas de nacionalidad existentes en los pueblos
aborígenes y se impusieron estructuras sociales abe-
rrantes que duraron hasta la etapa republicana.
Vallejo recalca la necesidad del examen histórico de
los pueblos de América, ya que considera útil cono-
cer la historia de nuestros ancestros para llegar
mejor al desarrollo de nuestro futuro.
2) Educación y cultura en América. Vallejo y
Orrego coinciden en que América vive cultural-
mente de Europa. Los mejores maestros de Améri-
ca son maestros europizados. La universidad lati-
noamericana se circunscribe a la repetición de la
cultura europea. La producción intelectual produ-
cida en América después de la conquista española
no se diferencia de la producida en España. Una
cultura traída de Europa como arma de domina-
ción ideológica para el manejo de las formas de
pensamiento. Orrego destaca que nuestras uni-
versidades no se han propuesto formar “hombres”,
sino “profesionales”; es decir, no se forman hom-
Puntos de vista comparados de Antenor Orrego y César Vallejo sobre América Latina
Eduardo Paz Esquerre
316 | Pueblo cont. 22(2) 2011
bres, calidad humana en base de principios y valo-
res, sino sujetos hábiles en determinadas destrezas
propias de cada profesión.
Para Orrego, en la formación de una cultura
viva, americana, creadora de nuestro propio pensa-
miento en política, economía, estética e historia,
deben participar, como elementos primordiales la
universidad y el pueblo, el trabajador manual y el
trabajador intelectual. La enseñanza universitaria
debe sufrir una completa inmersión en la cultura
moderna. Vallejo considera que en artes plásticas,
en medicina, en literatura, en ciencias sociales, en
lingüística, en ciencias físicas y naturales, se pueden
verter en América inusitadas sugestiones diferentes
del espíritu europeo.
Por otro lado, Orrego considera que en el porve-
nir no será posible la creación de un arte exclusiva-
mente nacional: será el de un americanismo, expre-
sión de una nueva cultura con valores propios.
Vallejo, en cambio, considera que las etiquetas en
torno a nacionalismos o continentalismos en arte
están fuera de lugar y no debe juzgarse a los artistas
en nombre de ellas.
Los dos coinciden en la noción de aceptar la
existencia de un hombre nuevo; uno desde una pers-
pectiva latinoamericana, y otro, desde una perspec-
tiva más genérica, planetaria. Orrego afirma que el
nuevo hombre de América es el nuevo órgano bio-
lógico que necesita el continente para articular su
destino, producto transfundido de la raza autóctona
y de todas las razas del mundo que vinieron aquí.
Vallejo ve un hombre nuevo en todas partes del
mundo, que está adquiriendo una conciencia crea-
dora y crítica que le permite discernir mejor lo
correcto de lo incorrecto en la sociedad o en los
movimientos de la historia. Y ese hombre nuevo
está también en los movimientos juveniles latinoa-
mericanos, quienes deben tener la capacidad de
reconocer lo puro, grande y esencialmente revolu-
cionario en América, capaz de quedar indemne en
los esfuerzos de mejorar la vida satisfaciendo nues-
tras necesidades, pues de lo que se trata es de inter-
pretar el mundo y de transformarlo.
3) Integración americana. En este tema no hay
coincidencia en las ideas expuestas por ambos auto-
res. Orrego plantea que somos ya los indoamerica-
nos el primer Pueblo Continente de la historia y
nuestro patrimonio y nacionalismo tiene que ser un
patriotismo y nacionalismo continentales. Señala
que de la mezcla de todas las progenies está surgien-
do, en América Latina, un gran pueblo con posibili-
dades inauditas. Para Vallejo no existe ni existirá
por mucho tiempo un espíritu latinoamericano,
base de toda integración: es algo que está por crear.
Y lo primero que debemos hacer es constatar, hon-
radamente, que no existe y ni siquiera se vislumbra.
Vallejo considera un equívoco que los estudian-
tes de América estimen que en “La Decadencia de
Occidente”, difundido libro de Spengler, se desliza
sútilmente, entre líneas, y ellos así lo crean, la alu-
sión a América Latina como a la sociedad elegida
por las fuerzas oscuras e insondables de la historia
para suceder al Occidente en la dirección cultural
del universo. Considera que esta tesis no está de
acuerdo con la experiencia histórica, nuestra actual
estructura cultural, ni con la realidad objetiva de las
demás sociedades.
Orrego señala que no afirma, como Spengler,
que ha llegado la decadencia definitiva de Occiden-
te, sino que la pendulación espiritual y cultural del
mundo tendrá que pasar a América y que América
será como la partera cósmica de una cultura inte-
gral. Considera que en América está finalizando un
proceso de desintegración y descomposición de las
formas de expresión de un ciclo cultural y ha
comenzado el proceso correlativo de integración,
de recomposición, de síntesis que da origen a una
nueva etapa: “El destino de América –dice en su libro
“Pueblo Continente”- es resolver, en una superior
unidad humana, la cuita angustiosa, la encrucijada
trágica en que ha desembocado el mundo contemporá-
neo, y ser ella misma una continuidad y la continuidad
del mundo” (Orrego, tomo I: 160-161).
Vallejo ve que sobre la economía de América
Latina impera el imperialismo norteamericano
(Wall Street) y que sobre la mentalidad y las cos-
tumbres, el pensamiento francés. Por otro lado,
reconoce que el destino y porvenir del más pequeño
de los países están estrechamente ligados al destino
y porvenir del conjunto de las naciones del mundo;
| 317Pueblo cont. 22(2) 2011
Puntos de vista comparados de Antenor Orrego y César Vallejo sobre América Latina
por ello afirma que la situación del Perú, así como la
de toda América del Sur, no cambiará sino cuando
la situación internacional haya cambiado ella mis-
ma. Se desprende de ello que, en opinión de Vallejo,
no existe ningún rol rector de América Latina en el
concierto de las naciones y que ella mantiene toda-
vía inédito para los ojos del mundo el sentido de sus
esfuerzos y esperanzas.
El tema de la integración americana continúa
vigente en nuestros tiempos y continuará indefini-
damente. Y desde ese ideal soñado y profetizado por
Orrego, y desde esa falta de concretización en la
realidad objetiva observada por Vallejo, en el curso
de los años se han fundado organismos que apuntan
hacia su realización paulatina. Tenemos, entre ellos,
la Organización de Estados Americanos (OEA),
fundada en 1948; la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPALC), establecida
en 1948; la Asociación Latinoamericana de Libre
Comercio (ALALC), fundada en 1960, y que, en
1980, cambió su nombre por Asociación Latinoa-
mericana de Integración (ALADI); el Instituto de
Integración de América Latina (INTAL), fundado
en 1965; el Organismo para la Proscripción de
Armas Nucleares de América Latina (OPANAL),
establecido en 1967; la Organización Latinoameri-
cana de Energía (OLADE), creada en 1973; y el
más reciente, el Área de Libre Comercio de las Amé-
ricas (ALCA) ratificado el 2001 en Quebec por 34
jefes de Estado de las Américas y que entró en vigor
el año 2005. Sin embargo, se estima que muchos de
estos organismos tienen limitada capacidad de
maniobra.
Para concretar eficientemente la integración de
América Latina como Pueblo Continente, en el
nivel de realización vislumbrado por Orrego, como
diría Vallejo, “…hay hermanos muchísimo que
hacer”.
Sin embargo, Orrego señala el camino:
“En suma, podemos formular, esquemáticamente
–dice Orrego– la trayectoria futura de América: nacio-
nalismo lugareño regresivo, antidialéctico; nacionalismo
atómico y parroquial a la europea, impregnado de la pug-
nacidad disgregante de la Edad Media o nacionalismo
continental, unitario, congruente, constructivo y de una
más amplia pulsación cultural y humana”.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ORREGO, Antenor (1995). Antenor Orrego, Obras Completas.
Cinco tomos. Lima, Perú. Editorial Pachacutec. Publicación de
Cambio y Desarrollo, Instituto de Investigaciones.
PUCCINELLI, Jorge –recopilación, prólogo, notas y documenta-
ción– (1987). César Vallejo: Desde Europa. Crónicas y artículos
(1923-1938). Lima, Ediciones Fuente de Cultura Peruana,
segunda edición.
BALLÓN Aguirre, Enrique -Prólogo, recopilación, selección,
traducciones y notas- (1987). César Vallejo: La Cultura Peruana
(crónicas). Lima, Mosca Azul Editores, primera edición.
318 | Pueblo cont. 22(2) 2011
ANÁLISIS CUANTITATIVO DE EL NORTE
Como se ha señalado Trujillo contaba con La
Industria, La Reforma y La Libertad como diarios. La
Industria fue fundada en 1895 como bisemanario
por Raúl Edmundo Haya, el padre del futuro líder
político, que desde 1887 había incursionado en el
periodismo dando a luz la revista La Primavera hasta
1890; el periódico literario El Album en 1888 y el 1
semanario El Correo del Norte en 1891.
En 1898, gracias a la mejora económica general
el bisemanario se convirtió en diario y dos años des-
pués fue vendido, de acuerdo con su socio Teófilo
Vergel, permaneciendo ambos como sus editores.
Finalmente hacia 1905 la empresa quedó en manos
de Miguel F. Cerro, nacido en Huancabamba y que
cultivó un gran afecto por Trujillo, generando un
indiscutible impulso al periodismo de la región. En
la década del veinte sus directores fueron Emilio
Villarnobo y su antiguo fundador Raúl Edmundo
Haya. Como Jefe de Redacción estuvo José Eulogio
Garrido quien para los años treinta ocupará la direc-
ción acentuando el espíritu cultural de sus páginas.
Hay artículos de las páginas sociales de La Industria,
de los días de la Bohemia, que llevan la firma de
Víctor Raúl Haya de la Torre.
El diario La Reforma fue un diario de la tarde,
comercial e informativo, que nace en 1911 con seis
páginas en formato menor que se vendía a 5 centa-
vos el ejemplar y se editaba en una pequeña impren-
ta en la Plaza de Armas. Su primer propietario, Ante-
ro Aspíllaga, al poco tiempo lo vende a Víctor Larco
Herrera quien lo toma a su cargo hasta 1919 en que
deja de circular hacia la edición número cuatro mil.
Su Director fue Carlos Manuel Porras que contó con
Antenor Orrego como Jefe de Redacción, y con Alci-
des Spelucín y Santiago Vallejo como redactores.
A partir de 1917 Orrego y Santiago Vallejo pasa-
rán al nuevo diario, La Libertad, desde donde apoya-
rán a los braceros del valle de Chicama en la huelga
de 1921. Esta actitud motivó su clausura por el pre-
fecto Molina Derteano y un solapado arresto y
envío a Lima de su director Antenor Orrego, como
se indica líneas antes. Si bien es cierto que el perio-
dismo en Trujillo para entonces era una actividad de
vieja data, como que en su haber contaba con un
apreciable número de logotipos, es igualmente
indiscutible que la incorporación masiva del capital
en la región abonó el desarrollo de esta actividad en
beneficio del comercio con cuya publicidad se soste-
nían muchos diarios y revistas, por lo que se confir-
ma que “…el periodismo ha tenido desde sus oríge-
nes, una gran influencia en el proceso de desarrollo 2de los pueblos”.
Pero no deja de sorprender la relativa facilidad
con que entonces, en la década de 1920, se podía
Jorge Puccinelli Villanueva
Instituto Raúl Porras Barrenechea de la
Universidad Nacional de San Marcos.
ANTENOR ORREGO,
DIRECTOR DEL DIARIO
EL NORTE DE TRUJILLO
| 319Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor Orrego, director del diario “El Norte” de Trujillo
producir un diario considerando la existencia de los
ya mencionados para una población que llegaba a
los 23 000 habitantes. Como prueba de ello el joven
Ciro Alegría, de diez y siete años, publica “un perio-
diquito que se llamaba Juventud”… “con varios
muchachos aficionados a las letras” de ocho páginas
de papel periódico tabloide. A pesar de la efímera
vida que tuvo la experiencia del naciente periodista
esta fue volcada, al año siguiente, en la publicación
de un nuevo medio como fue la Tribuna Sanjuanis-
ta, un tabloide de cuatro páginas “plagado de ver-
sos, espíritu beligerante, ganas de reformar el
mundo y alegre humorismo” del que fue su director
mientras que, al mismo tiempo, un grupo del Cole-
gio Seminario publicaba la revista Lumen. De esta
información cabe destacar un hecho que no debe
pasar inadvertido. La gente joven de Trujillo busca-
ba un medio de expresión masivo y de frecuencia
diaria en el cual lo artístico, sobre todo lo literario,
contase con un espacio y fuese una presencia conti-
nua en la vida de la ciudad. El desarrollo y expan-
sión de la vida comercial de la ciudad aseguraba,
con sus avisos publicitarios, el sostén económico de
la empresa si se contaba además con interesantes
artículos para asegurar la permanencia del medio.
Este fenómeno es uno de los efectos que el conflicto
del catorce generó en lo cultural respaldado por una
constante mejora tecnológica general que abarató
continuamente el precio de la maquinaria y de la
impresión. La expansión del novedoso sistema
internacional de comunicaciones colaboró con el
crecimiento del periodismo trujillano, en marzo de
1923, con la inauguración del servicio de cable sub-
marino de la America Cables Inc.
De lo que Antenor Orrego y Alcides Spelucín
conversaron tanto en Lima, donde se reencontra-
ron, como en Trujillo a lo largo de 1922, no se tiene
información ni datos precisos y son los hechos pos-
teriores y uno que otro comentario lo que nos per-
mite acercarnos a la fundación de El Norte:
“Mi encuentro con Alcides cambió el rumbo de
mi destino por ese entonces. Yo estaba dispuesto a
salir del Perú, ya con mis pasaportes en la mano, pero
Spelucín me habló de la posibilidad de una empresa
periodística, me convenció, y hubo de cancelar el
viaje. Volví a Trujillo y juntos emprendimos la publi-3
cación de El Norte…”.
Se sabe que fue Juan A. Vega, un tío materno de
Alcides Spelucín dedicado a la minería, quien
financió el nacimiento del diario “de carácter inde-
pendiente, moderno y de acuerdo con las más ade-4
lantadas técnicas extranjeras”.
Con el capital recibido Alcides Spelucín adquie-
re una impresora así como el material de imprenta y
alquila un local ubicado en la esquina de las calles
Progreso y Libertad frente a la Plaza de Armas. Lo
que otorga precisión a estos datos es un apunte de
las memorias de Ciro Alegría que afirman que El
Norte era compuesto a mano y los cajistas se repar-
tían las carillas, con la crónica a publicar, para ter-
minar más pronto. En realidad la maquinaria con-
sistía de una modesta prensa de cama plana en la
que imprimir ocho mil ejemplares se consideraba
como tiraje extraordinario y para lograrlo la jadean-
te prensa debía trabajar toda la noche hasta las pri-5
meras horas del día.
De aquél céntrico local, frente a la renovada
plaza principal de la apacible ciudad de Trujillo, el
jueves 1° de febrero de 1923 brotó el primer número
del diario El Norte. La empresa editora se organizó
según el siguiente organigrama: Director Gerente:
Alcides Spelucín; Director: Antenor Orrego; Jefe
de redacción: Federico Esquerre; Jefe de Crónica:
Francisco Sandoval; Cronista: Belisario Spelucín;
Redactor: Francisco Spelucín; Administrador:
Leoncio Muñoz. La casilla de correo fue la 163 y el
número de teléfono del diario el 34.Trujillo, por su
carácter tradicional y por su corta densidad pobla-
cional, era entonces una ciudad de pocos dígitos.
Tal vez una moderna aldea.
A todo esto el Archivo Regional, donde se halla
depositada la documentación de los dos únicos nota-
rios de la década de 1920 como fueron los Sres. Higi-
nio Gutiérrez Bocanegra y Fernando Santos Chávez
Pacheco, no conserva ningún documento sobre la
constitución de la Empresa editora El Norte.
Como lo sugiere el logotipo, el diario pretendió
ser, desde la capital del departamento de La Liber-
tad, el portavoz de toda aquella zona en donde los
Jorge Puccinelli Villanueva
320 | Pueblo cont. 22(2) 2011
grandes ingenios azucareros habían echado raíces
siguiendo una política de expansión sin descanso,
que generó conflictos con la mano de obra y con los
comerciantes de la ciudad.
Inmediatamente el periodismo local saludó la
nueva aparición dándole la bienvenida. Así La
Industria destacó con parquedad las virtudes que
halló en los primeros números de su nueva compe-
tencia:
“…el propósito del recién nacido es hacer un
periódico moderno, bien informativo y orientado con 5
las exigencias contemporáneas”.
La Reforma destaca el rol del diario en el incierto
contexto nacional y la confianza en las figuras de
Orrego y Spelucín:
“Era ya una necesidad inaplazable que en Trujillo
se editara un órgano de publicidad dotado de vasto
ambiente cultural a la vez que provisto de indispensa-
ble respeto social en el sentido de mejorar el agrega-
do, y de la independencia relativa que ha de ser
menester un periódico en este país, donde prima la
arbitrariedad y el atropello. El Norte en cuya gesta-
ción han intervenido indiscutibles valores intelec-
tuales: Antenor Orrego y Alcides Spelucín, a la cabe-
za, tiene que franquear enormes senderos preñados
de prejuicios; y por consiguiente su presencia en el
clamor público ahogado, significa un triunfo ético
que gana el progreso de este Departamento. El nuevo
diario prestigia no solo los pueblos en que vivimos,
sino también a todos los de la región, donde sólo se
exhiben sino hojitas petulantes llenas de farsas políti-6
cas y chismes poblanos”.
La Tribuna de Trujillo por su parte precisa:
“Ayer conforme a sus anuncios, salió a circulación
el primer número del diario El Norte espléndidamen-
te presentado en su formato… Director del valioso
órgano, con el que indudablemente se marca un
momento de progreso económico y una afirmación
espiritual más en los conceptos y en la realidad del
periodismo local, es el señor Antenor Orrego E., a
cuyo cargo estuvieron otros diarios nuestros, La
Reforma, y La Libertad, y que tiene bien cimentado
prestigio intelectual… Saludamos con efusiva cor-
dialidad a El Norte, nacido de un gran impulso juvenil
y adaptado para vuelos muy amplios y fecundos, cuya
permanente eficacia anhelamos con el mayor entu-7
siasmo profesional”.
El Zeppelín, un diario de poca mención cuando
se habla del periodismo local comentó:
“Con el primer día de febrero ha visto la luz públi-
ca un nuevo diario intitulado El Norte, su primer
número es de seis páginas, su formato es elegante y de
mayor tamaño que los demás de nuestra ciudad, en
resumen, es un periódico el mejor de la localidad es,
podemos decir, un competidor de El Comercio de
Lima. Ya se hacía notar de veras un periódico más en 8
la localidad…”.
Una semana después de la aparición de El Norte
el diario El Tiempo de Lima publica:
“Ha aparecido un nuevo colega en Trujillo.- El
Norte”.-Diario. Con este título ha aparecido el jueves
primero del corriente en Trujillo un nuevo diario. Lo
dirige Antenor Orrego E. brillante escritor trujillano,
figurando como jefe de redacción Federico Esquerre,
La plana mayor del diario “El Norte”: Federico Esquerre Cedrón, Jefe de Redacción; Antenor Orrego, Director; y
Alcides Spelucín, Director Gerente.
| 321Pueblo cont. 22(2) 2011
de crónica, Francisco Sandoval, y los hermanos Spe-
lucín. En la parte administrativa se halla Alcides
Spelucín como director-gerente y Leoncio Muñoz
como administrador”.
En la provincia de Pacasmayo, al norte de Truji-
llo el diario La Unión informó:
“La publicación del diario El Norte de Trujillo,
órgano de la juventud y el pueblo, marca una nueva
orientación de los elementos intelectuales de la capital
del departamento que, llenos de fe y optimismo se han
lanzado en los campos del periodismo a combatir vicios
y decrépitas costumbres que mantienen estacionaria a
esta región. Hemos notado en El Norte ciertas lauda-
bles tendencias descentralistas y la preconización de
una cruzada contra los CONVENCIONALISMOS de
la época… Alcides Spelucín y Antenor Orrego (son)
dos mentalidades fuertes que hace tiempo se han des-
tacado en el mundo de las letras por sus ideas de reno-
vación y progreso, dentro de los nuevos moldes que
señala el periodismo contemporáneo.
Spelucín es un periodista de ideales definidos, que
en medio del eclipse mental del ambiente supo man-
tener sus convicciones.
“LA BOHEMIA DE TRUJILLO”. Reunión en Chan Chan, con motivo de la visita de Abraham Valdelomar a Trujillo. Figuran de izquierda a derecha, en
primer plano, Abraham Valdelomar. En segunda fila, Néstor Alegría, Juan Espejo Asturrizaga, Augusto Silva Solís y Leoncio Muñoz. En tercera fila,
Luis Armas, Juan Pesantes Ganoza, Eloi B. Espinoza, Antenor Orrego y Juan Manuel Sotero. En cuarta fila, José Eulogio Garrido, Federico Esquerre y
Agustín Haya de la Torre.
Antenor Orrego, director del diario “El Norte” de Trujillo
322 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor Orrego, valor mental de reconocida
competencia, por el giro innovador de su credo y
postulados periodísticos. Orrego une a su capacidad y
viveza de inteligencia, inobjetables condiciones de
luchador doctrinario y clarividente. Ha englobado
múltiples conocimientos artísticos y sociológicos que
cristalizan su individualidad de periodista sincero e
inflamado del más noble patriotismo. Nunca como
hoy necesita el país periodistas inteligentes, con plu-
ralidad de conocimientos y fortaleza de voluntad.
Estas cualidades unidas a una conciencia limpia y
recta, forman el pedestal de este sacerdocio, que es el
factor más avanzado en la civilización y el único que
puede eliminar la ignorancia, la inercia y el fatalismo
de los pueblos.
El Norte es un diario de tendencias modernas,
bien hecho, muy diferente a todos los de provincias.
Prescinde de esos comentarios estrechos juzgando las
diarias cosas con un amplio criterio.
Deseamos al nuevo colega que tan buena acogida 9
ha tenido en Trujillo, próspera y larga vida”.
Por su parte la redacción del diario afirmará:
“Hace algún tiempo un grupo de amigos nos pro-
pusimos fundar un diario totalmente nuestro, en el
que, con toda la noble intención que cupiera en nues-
tros corazones, pudiéramos perfilar un recto sentido 10
de acción y un alto ideal de vida”.
La Libertad publicó el 2 de febrero bajo el título
de “Un nuevo diario” la siguiente información:
“Desde ayer ha empezado a circular un nuevo
diario: El Norte, de credo libre, presentado en forma
completamente moderna. Por su nota editorial el
público puede darse cuenta de los propósitos que, en
la vida de la prensa, va a traducir el colega”.
El Norte expone una parte de su artículo de
fondo inicial:
“No queremos mentir trazando para nuestra acción
un plan inexorablemente demarcado, cuya efectividad
sería burlada, bien pronto, por la presencia sorpresiva
de las cosas y de los hechos que ganan el tablado de la
actualidad cuotidiana. Si lo formuláramos estafaríamos
la credulidad y las expectativas del público.
Felizmente, para la lealtad, seriedad y, sobre todo,
para la eficacia de nuestra labor, creemos poseer el
suficiente decoro profesional que nos impide tal 11cosa”. Deseamos larga vida al colega.
A su vez La Crónica de Lima y La Colmena de
Arequipa publican sendas notas al nuevo diario y
felicitan a su plana en la figura de sus directores.
Si intentáramos un ejercicio de síntesis de lo que
significó para el medio periodístico la aparición de
El Norte habría que destacar la confianza que gene-
raban las figuras de Antenor Orrego y de Alcides
Spelucín. Hay unanimidad en los comentarios al
resaltar la calidad espiritual, ética e intelectual de
ellos, sustentada por la labor realizada en el perio-
dismo, la política y la cultura. Todo esto en medio de
un contexto innoble generado por la arbitrariedad
de los poderes locales y nacionales. El respeto social
e intelectual que despertaban contrastaba ante la
injusticia y el atropello del terrateniente, la corrup-
ción del juez, del funcionario, del abuso general que
significa cualquier dictadura como entonces la de
Leguía. A estas distinciones personales de Antenor
Orrego y de Alcides Spelucín, que los hacía porta-
voces de la juventud y fieles difusores de la doctrina
de González Prada, habría que añadir la impecable
impresión que mostró el moderno y elegante forma-
to de El Norte. Sin lugar a dudas la expectativa esta-
ba cumplida.
El Norte, desde su número inicial, mantuvo el
ritmo de su publicación hasta 1927 y desde enton-
ces, contando los cierres y clausuras, los muchos
“asaltos” y “registros”de[…] las manos contuméli-
cas de la policía peruana” al decir de Orrego, reapa-
reció de manera muy esporádica e irregular y sin la
presencia de Alcides Spelucín que, desde el cierre y
captura de ese año se estableció en Lima. Luis
Alberto Sánchez, cuya cercanía y afinidad con Víc-
tor Raúl Haya de la Torre y con el entorno Trujillano
es incuestionable, establece:
“Orrego fue el director fundador del periódico 12
trujillano El Norte, publicado entre 1923 y 1927…”.
Peter Klaren, en su libro “Formación de las
haciendas azucareras y orígenes del APRA” escribe
que sostuvo entrevistas con Carmela Spelucín
viuda de Orrego, hermana del director gerente de El
Norte Alcides Spelucín, que se casó con el Director
Antenor Orrego. Con tal información de primerísi-
ma mano Klaren establece que:
Jorge Puccinelli Villanueva
| 323Pueblo cont. 22(2) 2011
“…Leguía clausuró “El Norte” a fines de 13
1927…”.
Demetrio Ramos Rau concuerda sustantiva-
mente:
“…en los tiempos del Grupo Norte (1915-1926), 14
la población evoluciona….”.
El mismo autor luego sostiene:
1923-1926 […] es el periodo de existencia del 15
gran periódico “El Norte”…
En otro acápite, Ramos Rau afirma:
“…Orrego señala a 1926 como el año de disolu-16
ción del Grupo Norte”.
Por su parte Jorge Puccinelli Converso, al reunir
la obra periodística completa de César Vallejo dis-
persa en diarios y revistas nacionales y extranjeras,
descubre la colección de El Norte que ha servido
para el presente trabajo. En los prólogos de las múl-
tiples reediciones de su obra –César Vallejo. Desde
Europa. Crónicas y artículos dispersos. Lima, Jurídica,
1969; 420 pgs. César Vallejo. Desde Europa. Crónicas
y Artículos (1923-1938). Fuente de Cultura Perua-
na. Lima, 1987, 454 pgs; César Vallejo Obras Com-
pletas. Artículos y Crónicas (1918-1939). Biblioteca
Clásicos del Perú. Banco de Crédito del Perú, Edi-
ciones del Centenario, Lima, 1997, 802 pgs; César
Vallejo. Artículos y Crónicas Completos. Pontificia
Universidad Católica del Perú, Edición del Rectora-
do en celebración de los 85 años de la fundación de
la PUC, Lima, 2002, 1130 pgs.– Puccinelli destaca
las excepcionales colaboraciones de César Vallejo
en el diario trujillano El Norte por el hecho de ser la
El Grupo Norte, que lideró Antenor Orrego, en un almuerzo en el Casino Buenos Aires de Trujillo, 1916. Están presentes, empezando por la
derecha: Víctor Raúl Haya de la Torre, Álvaro Pinillos, Agustín Haya de la Torre, Antenor Orrego, Víctor Castillo, Ismael Paz, Oscar
Imaña, Ruperto Asmat, Carlos Manuel Cox, Gerardo Vásquez, José León Barandarián, J. Quevedo, Ricardo Rivadeneira, Carlos E. Uceda,
Goyburu (prefecto de Trujillo), Pedro Rivadeneira, Masías Sánchez, Daniel Chávarri, Víctor Incháustegui, Federico Esquerre, César
Vallejo, José María Godoy, entre otros.
Antenor Orrego, director del diario “El Norte” de Trujillo
324 | Pueblo cont. 22(2) 2011
única colección conocida. Esto corrobora la preca-
riedad de la prensa en tiempos de dictadura tal cual 17
se lo ratificaron sus propios directores :
“Antenor Orrego, Alcides Spelucín y sus herma-
nos “ […] me confirmaron que la persecución políti-
ca y el destierro no les habían permitido salvar sus
colecciones del diario, destruidas por las “brigadas 18
políticas” de las tiranías de turno”.
Como testimonio del permanente acecho dicta-
torial Ciro Alegría, quien desde muy joven trabajó
en El Norte, señala en sus memorias que Orrego fue
continuamente acosado por el gobierno. Entre otras
recuerda una oportunidad en que por su actitud de
combate…
“Recibió notificación oficial para que se presenta-
ra al ministerio de gobierno, en Lima, procedimiento
insólito que aparentemente estaba destinado a evitar
el escándalo de una captura. Todos pensábamos que 19
lo deportarían…”.
Ciro Alegría hace referencia, en la mención
anterior, al año de 1927 en que entró a trabajar
cuando el diario hubo de sufrir la campaña adversa
de la dictadura de Leguía que produjo, entre otros
contratiempos, el retiro de muchos anunciantes y
la consiguiente falta de liquidez. En estos andares
los Gildemeister, que años antes lograron la clau-
sura del diario La Libertad donde Orrego defendió
a los braceros en contra de sus intereses, intenta-
ron aprovecharse de la crisis económica en que se
hallaba El Norte para apoderarse del logotipo, sin
poder lograrlo. Estos hechos coinciden con el for-
talecimiento del régimen al fracasar la campaña
plebiscitaria de las provincias cautivas de Tacna y
Arica en 1926 como por los abundantes recursos
con que entonces contaba, alimentados por la
agilidad, dinamismo y osadía del hombre de nego-
cios exitoso que también fue Leguía. El dictador y
con él su entorno, y el régimen en general, se con-
solidaron mientras a su alrededor le rendían plei-
tesía y lo endiosaban.
Un testimonio definitivo de la agonía de El Norte
para aquellas fechas es una carta que Antenor Orre-
go, hastiado de la insolencia y del abuso dictatorial,
le dirige a su amigo César Vallejo en la que le trans-
mite el cansancio y el desasosiego que le empujaban
a salir del país:
“Trujillo, julio 6 de 1926
Mi querido César:
En tu última carta me precisas la fecha de mi viaje.
Voy a hacerlo.
He aguardado por mucho tiempo estar en mejores
condiciones económicas. No me ha sido posible. Tenía la
ilusión de llevar una regular cantidad de dinero para
establecernos, tú,
Julio y yo, comodamente en Europa. Todos mis cálcu-
los me han fallado y ya no tengo paciencia para esperar
más.
Tu no tienes idea cómo se me ha hecho hostil todo lo
que me rodea. Todas las pequeñas cosas de esta tierra se
me han vaciado encima y estoy sitiado como una fiera.
Tengo que salir o reventar. No cabe vacilación en la alter-
nativa. Sé, además, que en cualquier otra parte por muy
desgraciado y amargado que estuviera, nunca lo será
tanto como ahora.
Antenor Orrego y
César Vallejo,
cuando ambos tenían
24 años de edad
(Trujillo, 1916).
Jorge Puccinelli Villanueva
| 325Pueblo cont. 22(2) 2011
En estas condiciones voy a salir de Trujillo y del Perú,
es decir, desesperado.
Mi salida del Perú será, más o menos, dentro de ocho
meses, es decir a comienzos del mes de abril del año próxi-
mo. Cuento con reunir para esa fecha estrictamente el
valor de mi pasaje.
[…] Tengo deseos de trabajar pero en un ambiente
distinto al de éste. Tal vez mi viaje en este sentido sea deci-20
sivo”.
Una vez derrocado Leguía, el 25 de agosto de
1930, el diario reapareció temporalmente, esta vez
con una actitud política abierta, directa y aguerrida
para criticar al gobierno dictatorial que lo limitó, a
sus promotores y beneficiarios y en apoyo decidido
al partido aprista como deja constancia la madre de
Víctor Raúl Haya de la Torre, la señora Zoila Victo-
ria de la Torre de Haya en una carta fechada el 30 de
diciembre de 1930:
“No puedo menos que dirigirle la presente para
felicitarlo muy sinceramente por su conceptuoso y
valiente artículo en defensa del A.P.R.A. publicado
en El Norte del 28 del presente.
Ojalá que estos números se hubiesen triplicado,
pues la prensa es la inmensa y santa locomotora del
progreso. La propaganda de ideales que hace el perio-
dismo, es una artillería de más alcance, más larga-
mente atronadora y más fuertemente destructora que
los grandes cañones, según un pensador, y esto es muy
necesario en estos momentos.
Lo felicito también porque es Ud. uno de los valo-
res apristas más valientes y más sinceramente pene-21
trados de los ideales del A.P.R.A.”.
NOTAS
1 Klaren, Peter. La formación de las haciendas azucareras y los
orígenes del APRA. Op. Cit., p. 173.2 Barreto, Wilson Jaime. El periodismo en Trujillo. Lima, Ed. San
Marcos 1899, p. 9.3 Orrego, Antenor. “Mi encuentro con César Vallejo en Lima”.
Lima, La Tribuna, 21 diciembre 1958.4 Espejo Asturrizaga, César Vallejo. Itinerario del hombre 1892-
1923.Op. Cit., p. 169. 5 El Norte, 3 febrero 1923.6 El Norte, 3 febrero 1923.7 El Norte, 3 febrero 1923.8 El Norte 3 febrero 1923.9 El Norte, 7 febrero 1923.10 El Norte, 10 febrero 1923.11 El Norte, 12 febrero 1923.12 Sanchez, Luis Alberto. Sobre la herencia de Haya de la Torre.
Lima, Nova Print S.A, 1994, p. 74.13 Klaren, Peter. Formación de las haciendas azucareras y orígenes del
APRA. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1976, p. 213. 14 Ramos Rau, Demetrio. Mensaje de Trujillo-del anarquismo al
aprismo- Lima, Tarea, 1987, p. 83.15 Ramos Rau, Demetrio. Ibídem, p 112.16 Ramos Rau, Demetrio. Ibídem, p 127.17 Una situación semejante ocurre con la única versión conocida
de “La Polémica de Trilce” como lo señala el autor en la presen-
tación: “…los textos[…]que publicamos a continuacióncons-
tituyen una primicia no registrada en ninguna hemerografía, y
que han permanecido totalmente desconocidos por la crítica
por la falta de colecciones de diarios y revistas en nuestras
bibliotecas y hemerotecas” Puccinelli Converso, Jorge. En:
César Vallejo. Obras Completas. Artículos y Crónicas (1918-
1939)Biblioteca Clásicos del Perú. Banco de Crédito del Perú.
Ediciónes del Centenario, Lima. 1997, pag. 662-757.18 Puccinelli Converso, Jorge. César Vallejo .Artículos y Crónicas
Completos. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú.
2002, Edición del rectorado., pag. L.19 Alegria, Ciro. Mucha suerte con harto palo. Op. cit. p. 91.20 Orrego, Antenor. Mi encuentro con César Vallejo. Op. Cit., pp.
22-31.21 De La Torre de Haya, Zoila Victoria. En: Revista Norte, N° 9,
Instituto de Estudios Vallejianos, Trujillo, diciembre 2003, p. 38.
Antenor Orrego, director del diario “El Norte” de Trujillo
326 | Pueblo cont. 22(2) 2011
I. INTRODUCCIÓN
El primer gran homenaje que se le hizo al Amauta
Antenor Orrego Espinoza fue en el año 2002. En esa
oportunidad se realizó el Coloquio “Antenor Orrego.
La unidad continental y los orígenes de la moderni-
dad en el Perú”, que se efectuó en el Hemiciclo “Raúl
Porras Barrenechea” del Congreso de la República (2,
3 y 4 de octubre). Las ponencias que presentaron los
expositores y las que enviaron algunos intelectuales
que no pudieron estar presentes salieron publicadas
en un libro que se tituló Antenor Orrego, la unidad
continental y los orígenes de la modernidad en el
Perú y que editó el Fondo Editorial del Congreso del 1Perú con todas las ponencias del Seminario . Nueve
años de este gran acontecimiento la Universidad
Privada “Antenor Orrego” de Trujillo (UPAO) orga-
niza el segundo homenaje al gran filósofo cajamarqui-
no: Simposio “Vigencia y Trascendencia de Antenor
Orrego. Por la ruta de la identidad”. Justamente, el
presente ensayo se redacto pensando en este trascen-
dental acto intelectual.
La siguiente ponencia-ensayo busca preguntarse
sobre la vigencia de la filosofía orreguiana, especial-
mente su visón de la historia y de la cultura, a la luz de
las últimas grandes formulaciones o corrientes en los
campos de la filosofía y de la historia. Pensamos que
no hay mejor manera de ver la vitalidad de un discur-
so si es que no se le interpela con las teorías dominan-
tes y hegemónicas existentes en el mundo académico.
Así, se analizara y comparara el corpus teórico orre-
guiano desde varias teorías actualmente en boga: la
post-modernidad, la subalternidad y la filosofía lati-
noamericana actual. La filosofía post-modernista, si
bien surgió en la vieja Europa, ha tenido un fuerte
impacto en el mundo y América Latina y el Perú pue-
den perfectamente dar cuenta de ello. Para efecto de
este ejercicio se privilegiara a los tres filósofos post-
modernos más destacados: Jean François Lyotard,
Michelle Foucoult y Gianni Vattimo. La Subalterni-
dad será abordada a partir de los dos grandes momen-
tos que tuvo y tiene el Grupo de Estudios Subalternos
de la India (1982-87 y 1987-2011). Por último, la
filosofía latinoamericana será vista a partir de la obra
del filósofo mexicano Leopoldo Zea y de los discursos
de los filósofos más representativos de la filosofía de la
liberación (Enrique Dussel) y de la filosofía incultura-
da (Juan Carlos Scannone).
II. EL DISCURSO FILOSÓFICO DE
ANTENOR ORREGO: ESPACIOS DE
PRODUCCIÓN, ESTACIONES 2INTELECTUALES Y EJES TEMÁTICOS
El trabajo intelectual de Antenor Orrego siem-
pre se desarrolló en varios campos muy visibles. El
Tito Livio Agüero Vidal
Taller de Estudios Sociales y Políticos
“Antenor Orrego Espinoza”.
EL APORTE FILOSÓFICO DE
ANTENOR ORREGO:
POSTMODERNIDAD,
SUBALTERNIDAD Y
FILOSOFÍA LATINOAMERICANA
| 327Pueblo cont. 22(2) 2011
primero, y el más importante sin lugar a dudas, es el
filosófico. Es esta actividad, reflexiva y especulativa,
poco común en el Perú de ese entonces y especial-
mente en un medio provinciano, la que práctica-
mente determina y orienta todo su quehacer inte-
lectual. Orrego siente una especial atracción por la
filosofía de la historia. Así, serán con la mente y los
ojos de la filosofía que se acercará a sus otras cinco
áreas de interés la estética, poesía, música, teatro,
novela y crítica literaria, ejercicio que muestra su
gran afición por las letras, de manera especial por la
poesía y estética. Sorprende que a pesar de ser un
hombre vinculado a los quehaceres culturales pocas
veces incursionará en el trabajo de creación literaria
propiamente dicha. El mismo se encargó de señalar
claramente su “incapacidad” para este tipo de ejer-3
cicio .
Desde una perspectiva diacrónica o procesal es
fácilmente percibidle para toda persona que se acer-
que a estudiar su obra tres momentos. El primero,
que vamos a llamar Intucionismo Bergsoniano y Este-
ticismo y que durará de 1914 a 1920; el segundo, que
denominaremos Latinoamericanismo Social y que
abarcará de 1923 a 1946; y el último, que bautizare-
mos como Latinoamericanismo Humanista que se
extenderá de 1947 a 1960. Sin embargo, es posible
encontrar ciertos hilos conductores o ejes temáticos
que van a atravesar todos o casi todos estos estadios.
Mencionémoslos rápidamente.
II.1. La función social del escritor y del
artista latinoamericano
Ambos para Orrego tienen una enorme respon-
sabilidad pues su pensamiento y/o creación artística
necesariamente debe tener tres características esen-
ciales. Primero, ser realmente autónomo, auténtico
y original. En ese sentido, la imitación, la repetición,
el colonialismo mental, los esquemas etnocéntricos
cuando no eurocéntricos, son duramente cuestio-
nados y combatidos. Segundo, poseer una dimen-
sión práctica, es decir, deben servir para mejorar y
superar la vida. Tercero, tener una estrecha relación
con la sociedad. Así, se cuestiona el trabajo intelec-
tual purista que no establece vínculos con el entor-
no social, cultural y con la historia. Por ejemplo, su
libro Pueblo continente: ensayos para una inter-
pretación de la América Latina es un claro ejemplo
de como la filosofía puede entablar contactos con
otras disciplinas: la sociología, para entender la
nueva estructura social clasista que reemplazó a
otra de carácter estamental y que se constituyó con
el proceso de formación de las haciendas azucareras
del norte; y la economía política, en su versión mar-
xista, para entender no sólo el proceso de concen-
tración de tierras, y el control absoluto de las aguas
de regadío de estas haciendas, sino también las
repercusiones económicas, sociales y políticas que
trae el capitalismo monopólico (imperialismo). Lo
mismo podría afirmarse de Hacia un humanismo
americano donde se reivindica a varios personajes
latinoamericanos (Inca Garcilaso de la Vega, Simón
Bolívar y César Vallejo) como expresiones o símbo-
los del proceso histórico social y cultural de emer-
gencia de una nueva conciencia continental.
II.2. Unidad de análisis: América Latina
A diferencia de los otros pensadores peruanos
del siglo XIX, XX y XXI para quienes el Perú, la
región geográfica (costa, sierra, selva) o la simple
provincia se convertía en el punto central de preo-
cupación (liberales, conservadores, radicales, posi-4tivistas, arielistas o novecentistas , anarquistas,
anarcosindicalistas, hispanistas, indigenistas, socia-
listas, comunistas, populistas, social cristianos, mar-
xistas, etc.) para Orrego la problemática peruana se
encuentra subsumida dentro de otra mayor: la lati-
noamericana. Así, el continente se revela como el
eje central de su pensamiento. Es por eso que se
puede afirmar que América Latina aparece en su
discurso siempre no solo como un punto de partida
sino también de llegada especialmente en su segun-
da y tercera etapa –Latinoamericanismo Social
(1923-46) y Latinoamericanismo Humanista (1947-
60)– y justamente sus libros Pueblo continente…
(1939) y Hacia un… (1966) son una clara muestra
de ello. Ahora bien, la región latinoamericana es
vista por Orrego como un bloque “homogéneo”
producto de todo un largo devenir histórico pero
enmarcada en un conjunto de relaciones sociales,
económicas y culturales concretas.
El aporte filosófico de Antenor Orrego: postmodernidad, subalternidad y filosofía latinoamericana
328 | Pueblo cont. 22(2) 2011
II.3. Crítica al Pensamiento y a la creación
artística latinoamericana tradicional
En esa época la gran mayoría de los filósofos se
caracterizaban por ser meros y simples intermediarios
de conocimientos producidos por filósofos de otras
latitudes (europeos) y de otros tiempos (clásicos grie-
gos). Es decir, el trabajo filosófico se limitaba simple-
mente a repetir, difundir y divulgar lo que otros filóso-
fos ya habían escrito y/o reflexionado. Salvo las nota-
bles excepciones de José Enrique Rodó y José Vascon-
celos, los filósofos latinoamericanos no habían gene-
rado un conocimiento propio que contribuyera al
debate filosófico mundial. Algo parecido se podría
decir de la literatura escrita por lo autores nacidos en
el continente. En resumen, el filósofo y el artista lati-
noamericano no han sido libres sino todo lo contrario
han tenido un carácter y/o naturaleza liberta, manu-
metida, etc. porque simplemente se dedicaban a imi-
tar o copiar y no a crear.
II.4. Teoría del Espectro
En Orrego hay un esfuerzo por construir un marco
teórico propio, entendida como una matriz analítica
–Teoría del Espectro– aunque él prefiere llamarla
Teoría de los Gérmenes para explicar sus principales
tesis. Esto es sumamente claro especialmente durante
su segunda y tercera etapa –Latinoamericanismo Social
(1923-46) y Latinoamericanismo Humanista (1947-
60)– y nuevamente sus libros Pueblo continente…
(1939) y Hacia un… (1966) nuevamente son una
clara muestra de ello. Todo este ejercicio creativo es
algo realmente inédito no sólo en la filosofía peruana
sino también latinoamericana. José Enrique Rodó,
Antonio Caso, José Vasconcelos, Samuel Ramos,
Leopoldo Zea, Augusto Salazar Bondy, Enrique Dus-
sel, solo para citar algunos nombres de los filósofos
latinoamericanos más importantes del siglo pasado y
del actual, si bien han levantado diversas tesis o plan-
teamientos, ninguno de ellos se han caracterizado por
construir un andamiaje teórico que los convalidara
y/o respaldara.
II.5. La Tesis del Pueblo Continente
En contraposición a todo el pensamiento filosófi-
co tradicional el latinoamericanismo orreguiano, que
como ya se ha dicho, es producto de todo un proceso
histórico por el que atraviesa el continente, no sólo
aporta en lo que se refiere a una nueva actitud filosófi-
ca, el transformarse de receptor en productor, sino y
sobre todo, a la aparición de la constitución de una
filosofía propiamente latinoamericana. Que esto es
así, lo demuestra el estudio de su obra que ya a nivel
continental e internacional se ha comenzado a reva-
lorizar (Leopoldo Zea, Günther Maihold, etc.). Y es
justamente, Maihold quien con más insistencia ha
llamado la atención sobre la importancia y actualidad
del pensamiento orreguiano en la filosofía política
latinoamericana de hoy en día.
“El valor de un estudio de la obra de Antenor
Orrego no reside tanto en el hecho de que figura
entre la destacada generación del 20 en el Perú, sino
en su función como hombre de síntesis y personaje de
tránsito: es decir, por un lado, representa todo el pen-
samiento de su tiempo, de González Prada hasta
Haya de la Torre, y por el otro lado, funciona como
puente que abarca hasta las discusiones actuales de la
filosofía latinoamericana acerca del problema de la 5originalidad y de la autenticidad”.
Pero la vigencia y/o actualidad de la filosofía
orreguiana en la filosofía latinoamericana contem-
poránea se encuentra presente no sólo en los dos
temas que apunta Maihold –originalidad y autenti-
cidad– sino también en el desencuentro que se pro-
dujo entre el mismo Haya de la Torre y Leopoldo 6Zea , en los debates y polémicas que se suscitaron
alrededor de la filosofía de la dominación (Augusto 7Salazar Bondy versus Zea) a fines de los años 60
como en las diversas y múltiples corrientes de la
actual filosofía latinoamericana contemporánea.
III. POST-MODERNIDAD
Hay consenso en el mundo académico de la filo-
sofía que la denominada filosofía post-moderna y los
filósofos críticos radicales de la modernidad tienen
como antecedentes a Federico Nietzsche y a Lud-
wing Wittgenstein. Aunque sus orígenes mismos es
difícil de precisarlo, convencionalmente se conside-
ra que es con la publicación de La condición post-8
moderna de Jean François Lyotard , cuando el tér-
mino es usado por primera. vez. Efectivamente,
Tito Livio Agüero Vidal
| 329Pueblo cont. 22(2) 2011
Lyotard si bien no inició el debate pero le puso nom-9bre a una polémica antigua .
Definirlo lo post-moderno no es fácil pues hay
un problema de contenidos o de conceptualización.
Así, algunos lo califican como un simple estado de
ánimo, otros lo ven como la forma que tiene de dis-
cutirse a si misma la modernidad tardía aunque para
los mismos filósofos que se autodenominan post-
modernos señalan que lo que los caracteriza es la
crítica de la razón como postulación de totalidad
oponiéndolo a lo fragmentario, y la experiencia
discontinua del espacio, los fragmentos autónomos
en los que se sustenta la diversidad. Pero la defini-
ción es también problemática por la enorme canti-
dad de filósofos post-modernos lo cual obliga a “es-
coger” a los más representativos o reconocidos: 10 11 12
Lyotard , Michell Foucoult y Gianni Vattimo .
El discurso filosófico post-moderno tiene las
siguientes ejes centrales. Primero, la existencia de
una nueva teoría del conocimiento sustentada en la
reconstrucción. La post-modernidad realiza una
crítica radical a la epistemología de la modernidad
pues se habla reconstrucción, descentramiento,
diseminación, discontinuidad, desmitificación,
diferencia, dispersión, etc. Todo esto supone un
rechazo del sujeto tradicional pleno y expresa una
obsesión por los fragmentos y fracturas y un com-
promiso político con las minorías singulares.
Segundo, la conciencia post-moderna es un cues-
tionamiento de una razón instrumental y del proce-
so mismo de secularización. Se enmarca en una
conciencia generalizada: la del agotamiento de la
razón y de sus deficiencias para abrir nuevas vías al
progreso humano, así como la fragilidad teórica del
discurso de la modernidad para explicar el momen-
to actual en el mundo. Hay pues un agotamiento de
la razón universal y de las categorías teóricas y valo-
res que le son afines: totalidad, sistema, los relatos
conciliadores a partir de los valores de la Ilustra-
ción, la razón instrumental como reguladora de la
vida social, etc. Estamos ante un crítica filosófica y
sociológica. Junto a la crítica a la Razón hay tam-
bién un cuestionamiento a los denominados meta-
relatos (grandes relato y/o cuentos), que vienen a
ser las grandes narraciones modernas: discursos que
operaron en términos de filosofía de la historia: la
idea de una emancipación del hombre al final de
una historia, de un tiempo que camina inexorable-
mente a la emancipación de las sociedades, el prota-
gonismo del sujeto moderno como individuo capaz
de enunciar racionalmente una verdad y de tener
transparencia en sus sentidos al percibir la realidad
y que se camina indeclinablemente hacia la liber-
tad, hacia la absoluta soberanía de los pueblos, a la
justa igualdad en la distribución de la riqueza. En
otras palabras, estaríamos asistiendo a la desapari-
ción de todos los proyectos políticos normativos 13
totalizantes .
Los campos de desarrollo de lo post-moderno
son varios, diversos y múltiples. Primero, la políti-
ca pues lo postmoderno se enlaza con las aspira-
ciones de los movimientos de las minorías: con el
feminismo, con el homosexualismo, con las mino-14
rías étnicas, con el ecologismo, etc. Segundo con
una nueva sensibilidad artística (cultura, estética,
literatura (crítica literaria, novela, etc.), cine,
pintura, arquitectura, etc., que se tiene como nota
común el ser liberadora. Por ejemplo, la literatura
tiene un papel clave en el desarrollo de lo post-
moderno pues gran parte lo postmoderno se inspi-
ra en meditaciones sobre la narrativa literaria, 15
sobre la novela moderna . Muchos de los post-
modernos son o han sido críticos literarios o han
partido de especulaciones sobre la literatura para
desde allí abarcar otros campos (Lyotard, Ihab 16
Hassan, Deleuze, Kristeva, Eco , etc.). Mucho del
pensamiento postmoderno se inspira en los cambios
en el discurso narrativo, de la ficción literaria, en el
paso de la novela lineal a la novela de simultaneidad
o sincronicidad, por ejemplo, en un postulado de la
novela contemporánea cuando propone que la uni-
dad de la obra se da por la yuxtaposición de perspec-
tivas diversas. La posibilidad de novelar la realidad
como un discurso lineal que deslindó con la narrati-
va del siglo XIX, se trasladó al influenciar en la con-
ciencia post-moderna, a la deslegitimación de los
discursos globalizantes y a la renuncia de la organi-
zación jerárquica de los hechos, todo esto a partir de
una argumentación inspirada en la crisis de la repre-
sentatividad artística.
El aporte filosófico de Antenor Orrego: postmodernidad, subalternidad y filosofía latinoamericana
330 | Pueblo cont. 22(2) 2011
A estas alturas podemos ya llegar a algunas con-
clusiones. Quizás lo primero que se debe decir es
que en realidad la post-modernidad no es tan nueva
como podríamos pensar a primera vista si no que es
una forma de entender la filosofía tan veja como la
misma modernidad, es mas, se puede muy bien afir-
mar que prácticamente nace con ella. Si bien Lyo-
tard es sin duda el pensador post-moderno más
importante seria un error identificar los post-
moderno sólo con su pensamiento. Esto es impor-
tante señalar porque el
debate filosófico europeo
entre modernos y post-
modernos o para decirlo
en otras palabras la
polémica entre Jürgen
Habermas y Lyotard es
imposible separar uno de
otro, no se puede hablar
de post-modernidad sin
referirse a la modernidad
pues son parte de un 17mismo debate .
Segundo, el discurso
post-moderno, al no tener
aún una praxis claramen-
te definida y por recusar,
por principio, todo dis-
curso o relato post-
moderno se presenta
como un paradigma en
trance de constitución.
Tercero, los filósofos
postmodernos, la gran
mayoría han tenido una militancia comunista (Lyo-
tard, Foucoult y Vattimo), que son los filósofos más
representativos y por consiguiente han tenido una
formación marxista y en los caso de Lyotard y Fou-
coult su marxismo fue de corte estructuralista pues
en el Partido Comunista Francés (PCF) el principal
ideólogo era Louis Althusser. Mientras que el caso
de Vattimo es distinto pues el Partido Comunista
Italiano (PCI) el marxismo practicado era tributario
de Antonio Gramsci, que pregonaba un marxismo
más historicista y culturalista.
Cuarto, la crítica a la “razón universal” puede
muy bien ser entendida como un cuestionamiento
teórico y práctico a una razón que tuvo su partida de
nacimiento en la vieja Europa y que desde ese espa-
cio se expandió por todo el mundo. Entonces una
crítica a este tipo de razón hace que el discurso post-
moderno tenga un carácter y/o naturaleza crítica
del eurocentrismo. Sin duda, que un factor a tomar
en cuenta es el pesimismo que se apodero de Europa
y que tuvo efectos en el estado de ánimo de los inte-
lectuales europeos. La
caída del Muro de Berlín
lo aceleró. Así se produ-
ce un suerte de desen-
canto de las ideas, ideo-18
logías y utopías .
Quinto, lo post-
moderno alude a un tras-
fondo cultural, casi el
tapiz conceptual sobre el
cual se desarrolla la glo-
balidad y ese tapiz de
post-modernidad se com-
pone de la crisis de los
paradigmas científicos,
la alteración súbita del
sistema de valores, el
dominio creciente de la
abstracción y la imagen
sobre la propia realidad
experimental y el carác-
ter ambivalente de nues-
tro vínculo creciente con
la tecnología.
Por último, en Latinoamérica José Nun ha
hecho importantes aportes para entender la política
latinoamericana desde una perspectiva postmoder-19na . Nestor García Canclini no se ha quedado atrás
sus escritos son interesantes para comprender el
proceso cultural latinoamericano y además sostiene
que la modernidad latinoamericana necesita de una 20fase previa postmoderna . En el Perú hay un grupo
de intelectuales postmodernos: José Ignacio López 21 22
Soria , Víctor Samuel Rivera , Carlos Calderón 23Fajardo , etc.
Antenor Orrego, a comienzos de la década del veinte
del siglo pasado.
Tito Livio Agüero Vidal
| 331Pueblo cont. 22(2) 2011
IV. SUBALTERNIDAD
El fin del dominio político inglés en la India
(1947) no llevo inmediatamente a un cambio total
de paradigmas en las ciencias sociales en esta emer-
gente república pues durante un buen tiempo una
buena parte de los estudios, investigaciones, mono-
grafías, etc. se redactaban bajo parámetros teóricos
y metodológicos europeos aunque sería más apro-
piado decir ingleses. Esta situación era lógica, pues
los cambios culturales no tienen el mismo ritmo que
los cambios propiamente políticos. Así, hay una
primera gran etapa, que dura hasta las décadas del
60 y 70, donde los científicos sociales, que en su
gran mayoría habían cursado sus estudios universi-
tarios en Inglaterra, se ubicaban en una suerte de
esquema opositor dicotómico: colonialistas o impe-
rialistas (pro-ingleses) versus nacionalistas. Es inte-
resante repasar los argumentos que los autores impe-
rialistas señalaban pues ellos sostenían que el
gobierno inglés había sido altamente beneficioso
para la India: la unidad política, las instituciones
modernas de educación, las industrias modernas,
un sentimiento de nacionalismo, el imperio de la
ley, etc., habían sido parte del aporte inglés a la 24India . Mientras que los nacionalistas argumenta-
ban que el colonialismo británico había tenido efec-
tos sumamente negativos en el desarrollo económi-25
co y cultural de la India .
Un segundo gran momento en la producción
bibliográfica de la India lo constituye la crítica que
efectúan la nueva promoción de intelectuales indios
a este esquema opositor dictómico en que estaban
divididos los intelectuales indios: Makid Siddiqui y
Kapil Kumar de la Universidad de Nueva Delhi, His-
tesrajan Sanyal de la Universidad de Calcuta, Step-
hen Henningham y Max Harcourt de Australia pero
sobre todo Gyanendra Pandey de la prestigiosa y repu-
tada universidad inglesa de Oxford, David Hardiman
y David Arnold también desde otra casa de estudio
superior inglés, en este caso Sussex. Estos últimos
formaran parte del Grupo de Estudios Subalternos y
que tuvo a Ranajit Guha como su Director, Orienta-
dor y principal ideólogo hasta 1982-87.
El marco teórico del Grupo de Estudios Subal-
ternos en esta primera etapa bajo la dirección de
Guha tiene una identificación con las ideas del mar-
xista italiano Antonio Gramsci cuya interpretación
del marxista esta marcada por una suerte de descen-
tramiento respecto a los centros teóricos e ideológi-
cos en boga en esos años: Alemania y Rusia. Justa-
mente el término subalterno es una contribución
propiamente gramsciana. Pero junto al marxismo
historicista y culturalista de Gramsci hay una iden-
tificación pero al mismo tiempo una ccrítica a la
historiografía marxista inglesa (“historia-desde-
abajo”) de Edward Thompson, Erick Hobsbawn,
Christopher Hill, etc.
El discurso del Grupo de Estudios Subalternos le
cuestiona a la historiografía marxista inglesa tres
puntos muy concretos. Primero, la relación estre-
cha, casi de causa efecto entre la historia universal
del capital y la historia del poder. En realidad este
tema es una idea de Gramsci quien levanto la tesis
de la autonomía de lo político de lo económico.
Segundo, se constituía como una crítica de la
nación como forma. Tercero, era una interrogación
a la relación entre el poder y el conocimiento, es
decir, del archivo mismo y de la historia como una 26forma de conocimiento .
Por otro lado, la crítica que el Grupo de Estudios
Subalternos le hace tanto a los historiadores indios
colonialistas como a los historiadores nacionalistas
es que construyeron una visión de la historia total-
mente elitista. Es por eso que la propuesta historio-
gráfica que levantan es una historia donde los gru-
pos subalternos fueran vistos como sujetos de la
historia. Para hacer esto era necesario conceptuali-
zar el término subalterno y darle un contenido con-
creto. Ahora pueblo y clases subalternas serán sinóni-
mos y se las define como la “diferencia demográfica
entre el total de la población india” y las elites domi-
nantes tanto indígenas como extranjeras.
Hay otros dos aspectos del ideario de Guha que
es necesario señalar. Primero, la crítica a las concep-
ciones históricas eurocéntricas que lo lleva a plan-
tear una visión de la historia que rompa con esta
perspectiva o enfoque pero que no implicaba un
desconocimiento del carácter universal o globali-
zante del capitalismo y menos de la historia. En
otras palabras la reivindicación de la especificidad o
El aporte filosófico de Antenor Orrego: postmodernidad, subalternidad y filosofía latinoamericana
332 | Pueblo cont. 22(2) 2011
particularidad de una sociedad post-colonial, en
este caso de la India, no debe anular una visión tota-
lizante o macro donde el conocimiento de lo post-
colonial desde una perspectiva no europea se cons-
tituye en una contribución para el conocimiento
global. Segundo, al reivindicar las características
sociales indias que lo diferencian del mundo euro-
peo en Guha hay una reivindicación del campesina-
do como actor político central. En este punto la
diferencia con los marxistas ingleses es realmente
radical pues para ellos el campesinado era una clase
social totalmente secundaria destinada a desapare-
cer con la emergencia pero sobre todo la expansión 27del capitalismo .
En 1988 Ranajit Guha se retira del equipo edito-
rial Grupo de Estudios Subalternos y eso permite que
emerga una nueva promoción de científicos sociales
que continúen con este importante y valioso. ejerci-
cio intelectual y es aquí que hablamos del segundo
gran momento del Grupo de Estudios Subalternos
que continua hasta el día de hoy. Como era de espe-
rarse los nuevos miembros continúan con las líneas
maestras de Guha pero también señalan algunos
vacíos y se dedican a llenarlos. Básicamente encuen-
tran dos: el olvido de las cuestiones de género o de no
haber establecido vínculos con el feminismo teórico y
que no se había enfrentado con las críticas contempo-
ráneas de la idea misma del sujeto. Desde el plano
teórico se observa la influencia del deconstruccionis-
mo y del post-modernismo o para ser más preciso de
un autor post-modernista, Michelle Foucoult.
Los méritos que tiene el Grupo de Estudios
Subalternos de la India es que su epistemología, que
es una especie de descentramiento de la historia,
entendida como un conocimiento social que no
puede estar sustentado en el análisis de la experien-
cia de un solo tipo de sociedad, en este caso la euro-
pea, y que erróneamente es presentado como si
tuviera caracteres universales. Lo que se propone
alternativamente es una nueva mirada que ha teni-
do la suerte de difundirse ya por muchos espacios
académicos y universitarios (Inglaterra, Estados
Unidos, Australia, América Latina, etc.). Hoy
encontramos ya Grupo de Estudios Subalternos en
Asia, Latinoamérica, etc.
V. FILOSOFÍA LATINOAMERICANA
Un primer acercamiento a la Filosofía Latinoa-
mericana muestra que prácticamente existen dos
grandes interpretaciones sobre sus orígenes, carac-
terísticas y contenidos. La primera, que podríamos
llamar convencional u tradicional, parte de la idea
que históricamente la filosofía aparece en Europa
pues indica que las condiciones históricas dentro de
las cuales emergió la filosofía (fundación de ciuda-
des griegas en las costas de Asia Menor y sur de Ita-
lia, expansión comercial, etc.) son peculiares de
Grecia y, por consiguiente, la filosofía sólo podía
surgir entre los griegos. Producto de esta herencia
filosófica griega se construyen o elaboran los crite-
rios que definirían a un discurso propiamente filosó-
fico: racionalidad-lógica, metodología sistemática,
cientificidad, grafidad, individualidad del sujeto
(filósofos históricamente identificables) y actitud
antimitológica. Sin embargo, en los últimos años ha
aparecido una crítica a esta tesis genéticas e históri-
cas eurocéntricas: para comenzar se olvida normal-
mente el hecho que la filosofía occidental tiene su
origen en Asia, en la periferia de la civilización grie-
ga, y no en el seno mismo del corazón de Occidente
(Atenas o Roma) y los criterios de validación no son
aplicables a los griegos, romanos, ni a la época
medieval pues en realidad son renacentistas y post-28
renacentistas más que propiamente griegos .
La segunda forma de interpretación de la filoso-
fía latinoamericana seria tributaria de los esfuerzos
de numerosos filósofos que sostienen que si hubo
filosofías antiguas orientales, por ejemplo egipcias,
chinas, hindúes, árabes, etc., y que son especulacio-
nes que merecen sin restricciones el nombre de filo-29
sóficas . Producto de esta manera de pensar algu-
nos filósofos han comenzado a sostener que filosofía
no surge en la región con la llegada de los españoles
(europeos) sino que ya en las sociedades precolom-
binas avanzadas (inca, azteca y maya) existía un
discurso que podía definirse perfectamente como
filosófico. En este punto, sin duda hay que mencio-30nar el trabajo pionero de Miguel León Portilla y en
los últimos años habría que destacar el esfuerzo de 31Mercedes de la Garza . Para abordar el caso andino
son cuatro son los autores que habría que mencio-
Tito Livio Agüero Vidal
| 333Pueblo cont. 22(2) 2011
32 33nar: Henrique Urbano , Antonio Peña , María
34 35Luisa Rivara Tuesta y Josef Esterman .
Un segundo acercamiento a la Filosofía Latinoa-
mericana, que sin duda exigiría un mayor nivel de
análisis, nos llevaría a ir más allá de las dos formas de
conceptualizar la filosofía latinoamericana, es decir,
de considerar que ella surge con la llegada de los
españoles o que aquella tuvo sus orígenes en la
misma región. Se debe señalar que en el primer caso
no estamos ante una filosofía propiamente latinoa-
mericana sino solo ante la llegada de la filosofía a
tierras latinoamericanas. Lo cierto que una filosofía
realmente latinoamericana no debe ser confundida
con la simple recepción filosófica, que es lo que tuvo
el continente con el arribo de los europeos. Una
filosofía latinoamericana exige un mayor desarrollo,
tanto por el lado de los sujetos que se dedican a la
reflexión y meditación como también por el mismo
carácter o naturaleza del mismo discurso filosófi-36
co . Una Filosofía Latinoamericana y no una Filo-
sofía de Latinoamérica sería en palabras de Leopol-
do Zea una filosofía realmente auténtica:
“Cuando la filosofía es auténtica enfrenta los
problemas de su realidad y plantea soluciones. Así lo
han hecho todos los filósofos, desde los clásicos...Es
aquella filosofía que utiliza el planteamiento filosófi-
co para responder a los problemas urgentes y concre-
tos de la realidad histórica y social, de la que forma 37parte el propio pensador” .
Si esto es así, una filosofía latinoamericana si
bien tendría sus inicios con las tres grandes civiliza-
ciones precolombinas tendría su primera plasma-
ción con la producción filosófica de José Enrique
Rodó, José Vasconcelos, etc. (fines del siglo XIX y
comienzos del XX) y especialmente con los filósofos
de las décadas del 40 y 50 del siglo XX para adelante,
que por razones de espacio vamos privilegiar a estos
últimos. Ya en esas épocas se distinguía a los filóso-
fos que habían nacido en estas tierras de diversas
maneras: una de ellas era distinguir entre universa-
listas y latinoamericanistas: los primeros postulaban
que su estilo debía ser universalista mientras que los
segundos abogaban que debía tener un carácter
regionalista, ser una filosofía de lo latinoamericano.
Una segunda forma era diferenciando entre filóso-
38 39fos comprometidos y filósofos torres de marfil . Más
allá de estas clasificaciones que siempre son simplis-
tas, cuando no arbitrarias, lo importante es señalar
es que en estas generaciones cuando la filosofía lati-
noamericana se encuentra plenamente a sí misma y
logra desarrollarse de manera creativa tanto en el
aspecto teórico como en el práctico. Si uno revisa la
producción filosófica no latinoamericana sino euro-
pea se encuentra que por esa época en la Europa
continental, especialmente en Francia e Italia, los
filósofos estaban también divididos en estos dos
grandes grupos. Esta división era, en muchas veces,
bastante aristada y cada grupo rechazaba al otro, a
veces despectivamente, y consideraba que leer lo
que producía era tiempo perdido.
En estos momentos, en la filosofía latinoameri-
cana existen dos corrientes filosóficas dominantes. 40
Una es la llamada filosofía de la liberación , de las que
participan una infinidad de filósofos latinoamerica-
nos (Gunter Rodolfo Kusch, Mario Carlos Coalla,
Amelia Podetti, Oswaldo Ardiles, Arturo Andrés
Roig, José Severino Croatto, Manuel Ignacio Cam-
pos, Horacio Cerruti Guldberg, etc.), que tiene en el
filósofo argentino Enrique Dussel a su máximo expo-41nente y que ya tuvo algunos roces con el filósofo
alemán Karl-Otto Apel, principal teórico de la lla-42mada ética discursiva . Otra, es la denominada filo-
sofía inculturada, surgida en Argentina, y en el que
el padre Juan Carlos Scannone sobresale nítida-
mente como su principal representante. Ella es el
fondo un desarrollo y una crítica a la filosofía de la 43
liberación . La conceptualización de su propuesta o
alternativa filosófica gira alrededor de la categoría
teórica central: sabiduría popular. Su Tesis Central
sobre el carácter y/o naturaleza de la filosofía podría
formularse en estos términos:
X ® Y ® W
X: Cultura, Religiosidad, Símbolos y Narrativa popular
Y: Sabiduría Popular
W: Pensamiento filosófico
Hoy en día, a diferencia de hace unos años por
no decir décadas, hay consenso en el mundo acadé-
mico sobre el estatus de la filosofía latinoamericana.
La importancia que a día a día va teniendo es cada
vez mayor. No sólo es el hecho que los filósofos lati-
El aporte filosófico de Antenor Orrego: postmodernidad, subalternidad y filosofía latinoamericana
Tito Livio Agüero Vidal
334 | Pueblo cont. 22(2) 2011
noamericanos son más reconocidos, que sus ideas se
abren paulatinamente paso tanto que la producción
filosófica latinoamericana no puede seguir perma-
neciendo ignorada, sino que ahora algunos filósofos
latinoamericanos ocupan puestos de importancia
en las organizaciones filosóficas mundiales e inclusi-
ve se atreven a discutir con sus antiguos maestros o
polemizan con filósofos franceses u alemanes tal
como lo atestigua la polémica entre Enrique Dussel
y Karl-Otto Apel.
VI. MATRIZ ANALÍTICA, ANÁLISIS Y CONCLUSIONES
POST-
MODERNIDAD
ANTENOR
ORREGOSUBALTERNIDAD
FILOSOFÍA
LATINO-AMERICANA
INTELECTUALES: filósofos, historiadores, científicos sociales, etc.
Antenor Orrego:LatinoamericanismoSocial yLatinoamericanismo Humanista.
Jean François Lyotard, Michelle Foucoult y Gianni Vattimo.
(1982-87). I Grupo de Estudios Subalternos de la India: Ranajit Guha.
(1988-2011). II Grupo de Estudios Subalternos de la India.
Leopoldo Zea (filosofía latinoamericana), Enrique Dussel (filosofía de la liberación) y Juan Carlos Scannone (filosofía inculturada).
MARCO TEORICO Henri Bergson
Oswqld Spengler
Kart Marx
Federic Nietzsche
Martin Heidegger
Federic Nietzsche
Ludwing Wittgenstein
Karl Marx
Marxismo
Antonio Gramsci
Postmodernidad: Michelle Foucoult
Deconstruccionismo
José Vasconcelos
Samuel Ramos
Augusto Salazar Bondy
Gustavo Gutiérrez
DISCURSO:Conceptualización de las Teorías
Crítica al racionalismo: positivismo filosófico.
Crítica al eurocentrismo.
Crítica al racionalismo: Modernidad.
Crítica a la epistemología de la Modernidad.
Crítica al marxismo estructuralista.
Crítica al eurocentrismo.
Crítica a las interpretaciones históricas tradicionales.
Crítica al eurocentrismo.
Crítica a la historiografía marxista inglesa (“historia-desde-abajo”): Edward Thompson, Erick Hobsbawn, Christopher Hill, etc.
Crítica al racionalismo: positivismo filosófico.
Crítica al eurocentrismo.
Marxismo latinoamericano.
DISCURSO:Conceptualización de la Propuesta Teórica.
Descentramiento de la filosofía.
Construcción de una filosofía desde América Latina y para América Latina.
Descentramiento de la filosofía.
Intento de construcción de una filosofía en base a una nueva epistemología.
Descentramiento de la historia y de las ciencias sociales.
Construcción de una historia desde la India a y para la India.
Descentramiento de la filosofía.
Construcción de una filosofía desde América Latina y para América Latina.
Reivindicación de la liberación.
Reivindicación de la cultura y la cultura popular.
CONCLUSIONES Puente entre la filosofía latinoamericana de inicios del siglo XX con la nueva filosofía latinoamericana, filosofía de la liberación y filosofía inculturada.
Contribución a la Teoría Post-colonial
Impacto en los filósofoslatinoamericanos.
Contribución a la Teoría Post-colonial.
Repercusiones en el mundo académico: India, Inglaterra, Australia, Estados Unidos y América Latina.
Grupo Asiático de Estudios Subalternos.
Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos.
Contribución a la Teoría Post-colonial
Contribución a la Teoría Post-colonial.
Repercusiones en el mundo de la filosofía.
| 335Pueblo cont. 22(2) 2011
Después de presentar críticamente los discursos
de Antenor Orrego y de los intelectuales más repre-
sentativos de las diferentes corrientes filosóficas e
históricas se puede construir una tabla que permite
efectuar un análisis comparativo para lo cual se ha
privilegiado algunas variables o ejes temáticos:
marco teórico, discurso (conceptualización de las
teorías y conceptualización de la propuesta teórica)
y conclusiones. Todo esto permite tener una idea
clara de los idearios y permite efectuar una compa-
ración incluso visual. Sin embargo, quisiéramos
presentar algunas conclusiones finales.
Todos estos intelectuales se caracterizan por ser
pensadores sumamente analíticos y reflexivos. Esta
condición los lleva a plantearse preguntas, interro-
gantes, etc., sobre el carácter y/o naturaleza del
conocimiento filosófico o científico social conven-
cional de su tiempo. Descubren que todo el corpus
teórico que han recibido esta vinculado con la pro-
blemática social o filosófica de una determinada
sociedad, en este caso la europea y que además se
caracteriza por presentarse como universal o de
aplicación global. Entonces, estos pensadores se
preguntan si todo este bagaje teórico y conceptual
puede ser aplicado a sociedades no europeas que
han tenido un desarrollo o evolución distinta o dife-
rentes, en este caso Latinoamérica o la India.
La crítica al eurocentrismo es pues otro común
denominador de todos estos pensadores, especial-
mente de Orrego, de los subalternos y de los filóso-
fos latinoamericanos y en menor medida de los post-
modernos. Pero ¿qué es el el eurocentrismo? ¿Cómo
definirlo?
“El eurocentrismo es un culturalismo en el sentido
de que supone la existencia de invariantes culturales
que dan forma a los proyectos históricos de los diferen-
tes pueblos, irreductibles entre sí. Es entonces antiuni-
versalista porque no se interesa en descubrir leyes gene-
rales de la evolución humana. Pero se presenta como
un universalismo en el sentido que se propone a todos
la imitación del modelo occidental como la única solu-
ción a los desafíos de nuestro tiempo… es un fenómeno
específicamente moderno cuyas raíces no van más allá
del Renacimiento y que se ha difundido en el siglo XIX.
En ese sentido constituye una dimensión de la cultura y 44de la ideología del mundo capitalista moderno” .
Estos filósofos y científicos sociales (historiado-
res) desarrollaron una fuerte insatisfacción frente al
conocimiento dominante en los espacios académicos
y decidieron ser atrevidos y pensar los problemas filo-
sóficos y sociales tomando en cuenta su propio espa-
cio temporal. Es decir, decidieron filosofar y/o investi-
gar históricamente desde la misma Latinoamérica o la
India. Vemos pues que hay un cambio de mirada res-
pecto al observador, éste ya no analiza la realidad lati-
noamericana o India tomando en cuenta teoría s sur-
gidas en el viejo mundo. Todo esto los lleva a recon-
ceptualizar, dar nuevos contenidos a muchas catego-
rías de origen europeo, y en muchos casos a crear nue-
vas categorías que puedan ser útiles para entender
una nueva realidad. Producto de esta elección se cons-
truye una filosofía desde la América Latina o una
historia desde la India.
Por último, y esto es quizás lo más importante. El
relativismo social y cultural de Orrego, de los filósofos
latinoamericanos y del Grupo de Estudios Subalter-
nos II (1982-87) si bien al recusar el eurocentrismo y
crear una filosofía e historia no europea se ubican en
una suerte de relativismo cultural esto no los lleva a
recusar el conocimiento social global o totalizante
como si lo hacen los post-modernos y el Grupo de
Estudios Subalternos II (1988-2011). Todo lo contra-
rio, su aporte debe ser visto como una contribución al
conocimiento social universal pues este deber ser una
construcción que tome en cuenta no solo la experien-
cia europea sino también la de las sociedades no desa-
rrolladas o periféricas. Solo así la teoría social podrá
exhibir su carácter universal especialmente en
momentos donde gracias a las últimas innovaciones
tecnológicas la mundialización o globalización del
capitalismo ha alcanzado niveles nunca antes vistos 45
en la toda la historia de la humanidad .
NOTAS
1 Varios Autores. Antenor Orrego, la unidad continental y los
orígenes de la modernidad en el Perú. Lima: Fondo Editorial del
Congreso del Perú, 2003. 166 pp.2 En este capítulo resumimos parte del ensayo “El Amauta Ante-
nor Orrego Espinoza (1892-1960): Ideólogo del Movimiento
Aprista” que fue redactado y presentado como ponencia en el
II Simposio Internacional “Vida y Obra de Víctor Raúl Haya de
la Torre", realizado en el Museo de la Nación, los días 16, 17 y
18 de setiembre de 1999.
El aporte filosófico de Antenor Orrego: postmodernidad, subalternidad y filosofía latinoamericana
336 | Pueblo cont. 22(2) 2011
3
he tratado de cultivarlo o desarrollarlo durante mi azarosa
carrera de escritor y, pocas veces, en muy contadas ocasiones,
ciertamente, me he visto en el caso de ejercitarlo en circuns-
tancias que me fueran imprescindibles. Por este motivo, jamás
intenté el género literario del cuento, de la novela o de la inves-
tigación histórica de acontecimientos, o de la simple crónica
narrativa” (orrego Espinoza, Antenor. Mi encuentro con César
Vallejo. Bogotá: Mesa Redonda, 1989, pp. 35).
4 Aquí habría que hacer una sola y brillante excepción Francisco
García Calderón quien quizás por su distancia física del Perú se
permite abordar en 1912 la problemática latinoamericana en
dos libros: “La creación de un continente” (En: Obras Escogi-
das. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2001, T. II.
211 pp.) y “Las democracias latinas de América”. (En: Ob., cit.,
T. III, 518 pp.).
5 Maihold, Günther (1988). “Antenor Orrego: derroteros del
proceso cultural latinoamericano”. En: Socialismo y Participa-
ción. Lima: CEDEP, # 43, setiembre de 1988, pp. 83.
6 Las diferencias se originan con la aparición del libro de Zea
“América como conciencia” (México: Cuadernos Americanos,
1954), el cual recibió duras críticas de parte de Haya de la Torre
(Cartas a Luis Alberto Sánchez del 2-IX-1953, 12-X-1953, XII-
1953 y 4-I-1954) y que inclusive lo llevó a redactar un libro
respuesta. Poco tiempo después, a raíz de su salida de la emba-
jada de Colombia, los dos se reunieron en México y aparente-
mente las diferencias desaparecieron (Zea, Leopoldo. Introduc-
ción a “Haya en Cuadernos Americanos”. Lima: Instituto Cam-
bio y Desarrollo, 1990, pp. 21). Sin embargo, hubiera sido
importante y más que eso interesante publicar el texto de Haya
de la Torre pero esto nunca pasó y según Sánchez “No conoce-
mos la suerte de los originales del libro sobre Garcilaso, ni la
respuesta a Leopoldo Zea, “América como conciencia”, ni la
refundación de su juvenil trabajo sobre Ricardo Palma, ni
nunca nos habló de estos originales” (En: “Haya De La Torre,
Víctor Raúl y Sánchez, Luis Alberto”. Correspondencia 1924-
1976. Lima: Mosca Azul, 1982, T. II, pp. 128).
7 Salazar Bondy redactó un folleto titulado ¿Existe una filosofía en
nuestra América? (1968) en el que sostenía la inexistencia de
una filosofía latinoamericana y además que tanto la filosofía de
tendencia universalista, como la de lo americano, eran en
realidad filosofías de la dominación, surgidas de ella y justifi-
cándolas. Inmediatamente Zea le respondió ese mismo año
con La filosofía americana como filosofía sin más, en el que soste-
nía que la filosofía de lo americano que él había liderado ya
había cumplido su ciclo y que ahora, como reza el título de su
texto, la filosofía americana pasaba a ser un filosofía de lo huma-
no sin más. En 1973 Salazar Bondy redacta una ponencia
llamada "Filosofía de la dominación y filosofía de la liberación"
en la que contrapone a la filosofía latinoamericana existente -
en realidad, casi toda la filosofía precedente- otra de la libera-
ción a gestarse. Si se desea profundizar en este tema es alta-
mente recomendable leer el ensayo de David Sobrevilla “Las
críticas de Leopoldo Zea a Augusto Salazar Bondy” (En: Revista
Latinoamericana de Filosofía. Buenos Aires, Vol. XVI, # 1,
marzo de 1990, pp. 25-45).
8 Lyotard, Jean Francois. La condición postmoderna. Madrid:
Cátedra, 1987.
“...mi escaso talento o casi nulo talento narrativo. Este nunca 9
Vista. Buenos Aires, # 1987.
10 Es altamente recomendable leer el ensayo de Guillermo
Rochabrun “La ciencia según Weber y Lyotard: una compara-
ción” (En: Batallas por las teoría. En torno a Marx y el Perú. Lima:
IEP, pp. 515-536).
11 Michel Foucault no es solamente uno de los filósofos postmo-
dernos más importantes sino que también es uno de los más
prolíficos. Presentamos algunos de sus escritos más reconoci-
dos: “Historia de la locura” (1961), “Nacimiento de la clínica”
(1963), “Las palabras y las cosas” (1966), “La arqueología del
saber” (México: Siglo XXI, 1970), “Vigilar y castigar” (1975),
“La voluntad de saber” (1976), “Un diálogo sobre el poder y
otras conversaciones” (Madrid: Alianza Editorial, 1981), etc.
Un ensayo muy agudo sobre sus reflexiones acerca del poder es
el de Elena Losa (“Michel Foucault dialoga sobre el poder”. En:
Debates en Sociología. Lima: PUCP, # 9, pp. 127-133).
12 Los trabajos más importantes de Gianni Vattimo son los
siguientes: “El fin de la modernidad” (Barcelona: Gedisa,
1985), “La sociedad transparente” (Introducción de Teresa
Oñate. Paidós: Universidad Autónoma de Barcelona), “Pos-
moderno: ¿una sociedad transparente?” (En: Medios y Socie-
dad. Lima: El Perezoso, Año I, # 1, pp. 8-14), etc.
13 En este punto conviene leer: Miguel Giusti “Modernidad sin
alternativas, sobre las condiciones de racionalidad en Jürgen
Habermas” (En: Modernidad en los Andes. Cusco: Centro de
Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de las Casas", pp. 9-27)
y F. Hinkenlammert “Utopía y proyecto político: la cultura de la
postmodernidad” (En: Nueva Sociedad. Venezuela, # 91, 1987).
14 Jamenson, F. “La política de la teoría: posturas ideológicas en el
debate postmodernista”. En: Revista de Estética. Buenos Aires,
1988.
15 Deleuze, G. Proust y los signos. Barcelona: Anagrama, 1972.
16 Rosso, S. y Eco, U. "Correspondencia con Umberto Eco". En:
Revista de Estética. Buenos Aires, # 7, 1988.
17 Acerca de la confrontación entre modernos y postmodernos es
recomendable leer: N. Casullo (“El debate modernidad-
postmodernidad. Compilación”. Buenos Aires: Punto Sur,
1989), James Dyle (“¿Por qué me aburre tanto el postmodernis-
mo?” En: Areté. Revista de Filosofía. Lima: PUCP, Vol. VIII, “#
1, 1996, pp. 119-135), A. Wellmer (”La dialéctica de la moder-
nidad y la posmodernidad”. En: Debates. Barcelona, # 14,
1985) y J. Pico (Modernidad y posmodernidad. Madrid: Alianza
Editorial, 1988).
18 Lechner, Norbert ( ). "Un desencanto llamado postmoderni-
dad". En: Los patios interiores de la democracia. Santiago de
Chile, 1989.
19 Nun, J. ( ). La rebelión del coro. Buenos Aires: Nueva Visión,
1989.
20 García Canclini, Néstor ( ). “La modernidad después de la
posmodernidad”. En: Cuadernos de Cultura. San Pablo: Memo-
rial, # 1, 1990.
21 José Ignacio López Soria fue el primer filósofo que se definió
como postmoderno. He aquí algunos de sus ensayos mas leídos:
“Tres entradas al debate de la modernidad: Lyotard, Haber-
mas, Heller)” (En: Ob., cit., pp. 37-59) y “Perspectivas postmo-
dernas” (En: Ob., cit., pp. 87-110).
Huyssen, A. “Cartografía del postmodernismo”. En: Punto de
Tito Livio Agüero Vidal
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22
mente copiosa. Veamos algunos de sus escritos más importan-
tes: “La posmodernidad y el monopolio” (En: Expreso. Lima, 6-
XII-1999), “Totalitarismo y la política del embudo” (En: Expre-
so. Lima, 6-III-2000), “Nietzsche, profeta de la postmoderni-
dad” (En: Expreso. Lima, 29-I-2000), “El mundo clásico, reino
de virtud” (En: Expreso. Lima, 6-III- 2001), etc.23 Calderón Fajardo, Carlos (1991). “¿Qué es la postmodernidad?
Aproximaciones a una definición”. En: Apertura, Año 1, # 5,
agosto-1991, pp. 15-22.24 Ver Anil Seal Emergence of Indian Nationalism: Competition and
Collaboration in the Later Nineteenth Century (Cambridge:
Cambridge University Press, 1968) y John Gallaher, Johnson
Gordon y Anil (Locality, Province, and Nation: essays on Indian
Politics, 1870-1940, Cambridge: Cambridge University Press,
1973).25 Chandra, Bipan (1979). Nationalism and Colonialism in Modern
India. Nueva Delhi: Orient Longman.26 Chakrabarty, Dipesh (2002). “Una pequeña historia de los
estudios subalternos”. En: Repensando la subalternidad. Miradas
críticas desde/sobre América Latina de Pablo Sandoval (editor).
Lima: IEP, 2009, pp. 33.27 Por consiguiente, las sociedades agrarias o campesinas son
pueblos “prepolíticos que todavía no han encontrado, o siquie-
ra han empezado a encontrar, un lenguaje específico en el que
puedan expresar sus expresiones acerca del mundo” (Erick
Hobsbawn. Primitive Rebels: Studies in Arcaic Forms of Social
Movement in the Nineteenth and Twentieh Centuries. Mánches-
ter: Manchester University Press, 1978, pp. 2).28 Un examen objetivo y sereno mostraría que lo que surgió con
los primeros filósofos griegos, los famosos presocráticos, no
cumple los criterios de una filosofía estricta. Sigue siendo un
pensamiento mitomórfico, no siempre es grabado en escritura
(gran parte de los presocráticos y el propio Sócrates); contiene
un alto grado de sabiduría práctica; es impregnado por la religio-
sidad; no sigue un método establecido; no es del todo sistemáti-
co; no se trata de filósofos académicos u profesionales; mantie-
ne un nexo vivo con los problemas prácticos de la vida. 29 Aquí habría que mencionar dos libros pioneros que abrieron
trocha a toda esta nueva línea de pensamiento: Paul Radin (El
hombre primitivo como filósofo. Buenos Aires: Eudeba, 1960),
Placide Temples (La philosophie bantoue) y en los últimos años
dos textos que desde distintas perspectivas cumplieron un
papel trascendental de cuestionamiento al eurocentrismo
Samir Amin (El eurocentrismo: crítica de una ideología. México:
Siglo XXI, 1989. 230 pp.) y Edward Said (Orientalismo.
Madrid: Libertarias-Prodhufi, 1990. 444 pp.).30 León Portilla, Miguel León (1956). La filosofía náhuatl estudia-
da en sus fuentes.31 De La Garza, Mercedes. “El pensamiento maya”. En: Filosofía
iberoamericana en la época del encuentro. Enciclopedia iberoa-
mericana de Filosofía. Madrid: Trotta, CSIC, Quinto Centena-
rio, T. I, 1992.32 Urbano, Henrique (1990). “Modernidad en los Andes: un
tema y un debate”. En: Modernidad en los Andes. Cusco: Centro
de Estudios Regionales Andinos “Bartolomé de las Casas”.33 Los libros más importantes de Antonio Peña son los siguientes:
Tecnología y sociedad en el mundo antiguo y medieval (1984), El
tiempo en la antigüedad y en la época moderna (1985), Notas
La producción intelectual de Víctor Samuel Rivera es real- características de la tecnología occidental (1985), “Racionalidad
occidental y racionalidad andina”. En: La racionalidad. Lima:
UNMSM-Instituto de Investigaciones Humanísticas, 1998),
“Racionalidad occidental y racionalidad andina, una compara-
ción” (En: Búsquedas de la filosofía en el Perú de hoy. Racionali-
dad, historia y convivencia social. Cusco: Centro de Estudios
Regionales Andinos “Bartolomé de las Casas”, 1992, pp. 139-
159), etc.34 Rivara Tuesta, María Luisa. “El pensamiento incaico”. En:
Filosofía iberoamericana en la época del encuentro. Enciclopedia
iberoamericana de Filosofía. Madrid: Trotta, CSIC, Quinto
Centenario, T. I, 1992.35 Esterman, Josef (1998). Filosofía andina. Estudio intercultural de
la sabiduría autóctona andina. Quito: Abya-Yala. 359 pp.36 Agüero Vidal, Tito Livio (2009). “Filosofía Latinoamericana y
Filosofía de Latinoamérica: precisiones teórico-conceptuales”.
En: vanguardiaaprista.com. Lima, julio.37 Zea, Leopoldo (1990). "Busquemos nuestra identidad". En:
Dominical El Comercio. Lima, 23-XII-1990, pp. 4. 38 Los filósofos comprometidos, en mayor o menor medida, estaban
bajo la Influencia de la filosofía francesa especialmente de Jean
Paul Sartre quien había transitado de la angustia existencial a
un compromiso. Para esta corriente filosófica toda obra litera-
ria y/o cultural tiene un sentido determinado. Mencionemos a
los más destacados: Leopoldo Zea, Emilio Uranga y Abelardo
Villegas (México); Arturo Ardao (Uruguay), Arturo Roig
(Argentina), Joan Cruz Costa (Brasil), Ricardo Soler (Pana-
má), etc. Su producción bibliográfica esta llena de libros de
filosofía que tienen un indiscutible valor y que vistos a través
de los años, no han perdido ninguna actualidad. 39 Los más representativos filósofos torre de marfil son: Danilo
Cruz Vélez (Colombia), Héctor Carpio y Miguel Ángel
(Argentina), Fernando Salmerón y Alejandro Rossi (México),
Jorge Millas (Chile), Diego Domínguez Caballero (Panamá),
Héctor Neri Castañeda (Guatemala), Souza Ferraz y Luis
Gomide (Brasil) y Juan Liambías de Acevedo (Uruguay), etc.40 Según Horacio Cerruti Guldberg los rasgos comunes de todas
estas tendencias de la llamada filosofía de la liberación latinoa-
mericana serían: 1) Se trata de elaborar una filosofía auténtica
en América Latina. 2) Se piensa que es necesario destruir la
situación de dependencia que afecta a América Latina. 3) Se
sostiene que esta situación dependiente está apuntalada por
una filosofía justificatoria y académica que lo convalida, y que
es preciso reemplazar entonces por otra que haga críticamente
explícitas las necesidades de las grandes mayorías explotadas
del pueblo pobre y oprimido de América Latina, 4) Se afirma
que este pueblo es el portador de una novedad histórica que
debe ser pensada y expresada por la filosofía de la liberación
(Filosofía de la liberación latinoamericana. México: FCE, 1983).41 Los principales libros de Enrique Dussel son los siguientes:
Caminos de liberación latinoamericana (Segunda edición. Bue-
nos Aires: Latinoamérica, Tomos I y II, 1973), Para una ética de
la liberación americana (Buenos Aires: Siglo XXI, Tomos I-II,
1973), Filosofía ética latinoamericana (1972-79), América Lati-
na: dependencia y liberación. Antología de ensayos antropológicos y
teológicos desde la proposición de un pensar latinoamericano (Bue-
nos Aires: Fernando García Cambero, 1973. 229 pp.), Método
para una filosofía de la liberación: superación analítica de la dialéc-
tica hegeliana (Salamanca: Sígueme, 1974. 295 pp.), Filosofía de
El aporte filosófico de Antenor Orrego: postmodernidad, subalternidad y filosofía latinoamericana
338 | Pueblo cont. 22(2) 2011
la liberación (México: Edicol, 1977. 213 pp.), “Enrique Dussel
un proyecto ético y político para América Latina” (En: Anthro-
pos: Huellas del Conocimiento, # 180, set-oct. 1998, pp. 3-92),
“La filosofía de la liberación ante el debate de la postmoderni-
dad y los estudios latinoamericanos” (En: Cuadernos de Filoso-
fía Latinoamericana, # 74-75, 1999, pp. 11-30), etc.42 El debate, en realidad se inició con un artículo de Dussel en
relación a los planteamientos de Apel a fines de 1988, a raíz de
cual se produjo una discusión entre ambos en Alemania en
1989. Luego se han producido otras confrontaciones en Méxi-
co (1991), Alemania (1992), Moscú y Brasil (1993). (Sobrevi-
lla, David. “Filosofía de la liberación versus filosofía europea”.
En: Suplemento Dominical de El Comercio. Lima, 28-IX-1993,
pp. 10). Por último, la polémica se llevo al espacio de las revis-
tas propiamente filosóficas, especialmente en Isegoria: Karl-
Otto Apel, “La ética del discurso ante el desafío de la filosofía
latinoamericana de la liberación” (# 11, 1995, pp. 108-125) y
Enrique Dussel, “La ética de la liberación ante la ética del
discurso” (# 13, 1996, pp. 135-149). Sin embargo, hoy en día
comienza a surgir una nueva lectura de este encuentro, en el
que se pone como acento una suerte de corrección, pero sobre
todo de complementación entre la ética discursiva y la filosofía
de la liberación (Schelkshorn, Hans. “Ética discursiva y ética
de la liberación, hoy”. En: Intersticios. Filosofía-Arte-Religión.
México: Universidad Intercontinental, Año 4, # 8, 1998). 43 “En opinión del padre Scannone, la filosofía de la liberación
latinoamericana se centra en exceso en la oposición dependen-
cia-liberación, cometiendo el error de no considerar suficien-
temente lo positivo de América Latina” (sobrevilla, David.
"Situación y tareas actuales de la filosofía en América Latina”.
En: Logos Latinoamericano. Lima: UNMSM, Año 2, # 2, 1996,
pp. 66).44 Amin, Samir (1989). Ob., cit., pp. 9.45 Agüero Vidal, Tito Livio (1999). “La conceptualización sobre
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En: Bitácora. Lima: CYDES, # 1, enero-junio de 1994, pp. 63-70.
Antenor Orrego.
340 | Pueblo cont. 22(2) 2011
E l propósito de este aporte es, en parte, contri-
buir a apreciar el hecho de que Antenor Orre-
go predecía con increíble claridad el fenómeno de la
globalización. No solo predecía su advenimiento,
sino lo presentó como un reto positivo para Améri-
ca Latina. En los años cincuenta escribía: “los pue-
blos latinoamericanos en esta hora de la historia
están obligados por su inmensa responsabilidad
presente a pensar, a obrar y a sentir en términos y 1significación mundiales”. Cuando escribió Pueblo
Continente, antes de la Segunda Guerra Mundial,
presentía que un nuevo mundo ya estaba emergien-
do bajo el signo de la unidad. Sobre todo, Orrego
enfatizó la importancia de la comunicación: “la
capacidad ilimitada de comunicación con los demás
seres humanos y, en principio, con todo los otros 2
seres de la creación…”. Este afán de comunicarse
con los demás, una idea muy en la línea de Marshal
MacLuhan, el teórico de la comunicación quien
acuñó la frase “aldea global”, necesariamente con-
duce hacia una nueva “conciencia cósmica” por la
cual los hombres experimentarán una profunda 3
unión interior. También, la idea de que la humani-
dad está en proceso de crear una nueva conciencia
cósmica, por encima de naciones y culturas locales,
nos hace pensar en el jesuita francés, Pierre Teilhard
de Chardin, antropólogo y místico, que también 4escribía acerca del “hombre cósmico”. Ahora bien,
en esta búsqueda de la nueva Tierra Prometida uni-
versal, Orrego enfatiza de una manera especial el
papel de las Américas. América es la “antorcha” de
la civilización que pregona el advenimiento de una
nueva etapa en la construcción del pueblo mundo: 5del “pueblo continente” a “pueblo mundo”. Qui-
siera tomar esta idea central de Orrego y proyectarla
hacia nuestros días, sobre todo para ver hasta qué
punto se ha cumplido, más o menos, su visión profé-
tica acerca del futuro. Podemos dividir la discusión
en dos partes: primera, un repaso de las relaciones
entre Estados Unidos y América Latina; y segunda,
una mirada hacia el mundo de hoy en el contexto de
la globalización o la “mundialización”, sobre todo a
la luz del debate entre Francis Fukuyama y Samuel
Huntington.
LAS DOS AMÉRICAS:
¿TIENE UN DESTINO COMÚN?
En sus escritos Orrego reitera su opinión de que,
sí, las dos Américas tienen un destino común. Por lo
tanto, el pueblo-continente que es Estados Unidos
se relaciona cada vez más con el pueblo-continente
que es América Latina. Lo afirma cuando señala la
existencia de una “emoción metafísica de unidad
cósmica” en el pensamiento de autores como Walt
Whitman, Emerson, Thoreau, Sarmiento, Martí,
Jeffrey Klaiber, S.J.
Pontificia Universidad Católica del Perú.
DEL PUEBLO CONTINENTE
AL PUEBLO MUNDO:
ANTENOR ORREGO PUESTO
AL DÍA EN EL SIGLO XXI
| 341Pueblo cont. 22(2) 2011
6Rubén Darío, Vallejo, etc. Además, Orrego presen-
ta las Américas como la “antorcha” de una nueva
civilización basada en la unión. Por eso, agrupa a
Washington, Lincoln y Bolívar y los califica como
hombres “poseídos por una emoción de la unidad de
sus respectivos pueblos y, por extensión, la del con-
tinente americano, frente a la atomización política y 7
cultural de Europa y del resto del mundo”. Sin
embargo, si uno vuelve a la época de Teodoro Roo-
sevelt, sería muy difícil hablar de una historia
común entre las dos Américas, y por tanto tampoco
un futuro o un destino común. En 1900 los Estados
Unidos eran en su mayoría un país anglosajón pro-
testante, también con una triste historia de racismo
y de anticatolicismo. Por eso uno puede apreciar la
célebre e irónica oda a Roosevelt de Rubén Darío,
escrita en 1905:
“Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
Que habría que llegar hasta ti, Cazador
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
Con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
Eres el futuro invasor
De la América ingenua que tiene sangre indígena,8
Que aún reza a Jesucristo y aún habla en español”.
Si intentamos comparar los Estados Unidos con
la América Latina de esa época, efectivamente,
sería muy difícil hablar de un destino común. Sin
embargo, la historia ha cambiado profundamente y
Orrego presentía esos cambios. Hoy, los Estados
Unidos siguen siendo en su mayoría una nación
anglosajona y protestante. Pero, las actitudes socia-
les han cambiado. El antiguo racismo está murien-
do. ¿Quién podría imaginar, aun en tiempo de Orre-
go, que un negro llegaría a ser presidente, y con
votos de los blancos? O bien: ¿que el antiguo antica-
tolicismo estaba destinado a desaparecer? Ya ha
habido un presidente católico (por supuesto, John
Kennedy) y el actual vicepresidente, Joe Biden, es
católico. Además, no existía en tiempo de Rubén
Darío, una población latina o hispana significante.
Actualmente, cerca del diecisiete por ciento de los
norteamericanos es de origen hispano (que viene a
ser cerca de 41,000,000 de personas) y el castellano
es el segundo idioma de los Estados Unidos. En la
política algunos hispanos ya han destacado, como,
por ejemplo, el exgobernador del Estado de Nuevo
México, Bill Richardson (a pesar de su apellido
anglosajón, su madre era española y se crió en Méxi-
co). Y, además, hay una mujer hispana, miembro de
la Corte Suprema: Sonia Sotomayor, hija de inmi-
grantes puertorriqueños. Desde luego, estamos en
medio de un camino histórico. Todavía hay focos
racistas en los Estados Unidos; hay actitudes de
intolerancia hacia los inmigrantes hispanos; existe
una derecha religiosa que se alimenta del un funda-
mentalismo sectario. Pero, lo cierto es que muchas
cosas han cambiado, y los cambios son en general
positivos. Sobre todo, predisponen al pueblo nor-
teamericano a tener una mayor simpatía hacia Amé-
rica Latina.
Pero, América Latina también ha cambiado. Si
bien no ha experimentado exactamente los mis-
mos procesos que América del Norte, al menos
son parecidos. América Latina fue un continente
multi-racial desde el siglo XVI, pero no fue una
“democracia racial”. Durante mucho tiempo se
ocultaba o ignoraba el racismo propio de América
Latina. Se decía que el racismo es propio de los
Estados Unidos, mientras que el problema de Amé-
rica Latina es el clasismo. Sin embargo, desde hace
mucho tiempo había intelectuales de vanguardia
que propugnaban por una nueva síntesis racial en
América Latina, sea la “raza cósmica” de Vascon-
celos en México o la “indoamérica” de Haya de la
Torre. La frase “todas las sangres” de Argüedas se
ha hecho célebre. Han surgido muchos movimien-
tos pro-indigenistas con el fin de reivindicar la
clase indígena. Gracias a los indigenistas, los pue-
blos originarios de América Latina gozan de una
nueva estima que no tenían antes.
En el campo de la religión, de la misma manera
en que el catolicismo ha avanzado notablemente
en los Estados Unidos, el protestantismo se ha
establecido como una nueva forma respetable del
cristianismo en América Latina. El pluralismo
religioso ya es un hecho en la América Latina en el
siglo XXI.
Además, económicamente, es obvio que las dos
Américas se están acercando. Los tratados de libre
Del Pueblo Continente al Pueblo Mundo: Antenor Orrego puesto al día en el siglo XXI
342 | Pueblo cont. 22(2) 2011
comercio, tan discutidos, ya son parte permanente
de la realidad económica de las Américas. Sin bien
ciertos estados populistas de izquierda, llevados por
un fervor ya anacrónico, todavía rechazan estos
pasos adelante, la mayor parte de los latinoamerica-
nos cree que la integración es el camino del futuro.
Desde luego, todavía hay muchos pasos que hay que
tomar. Los tratados tienen que ajustarse para que
realmente contribuyan al desarrollo. En este senti-
do, Cuba tampoco puede permanecer al margen de
estos cambios.
Podemos afirmar que al comienzo del siglo XXI,
para un norteamericano, la cultura latinoamerica-
na ya no parece tan extraña y exótica, y para un lati-
noamericano, la cultura norteamericana ya no pare-
ce tan amenazadora. Gracias a los grandes cambios
internos y externos que han sucedido a lo largo del
siglo XX, la mayoría de los norteamericanos y lati-
noamericanos cree que la democracia no es exclusi-
vamente un tema político, sino también social y
racial. La democracia necesariamente se construye
a base de la inclusión social y racial. Este es el
mundo que Antenor Orrego vislumbró desde hace
varias décadas.
AMÉRICA LATINA FRENTE AL RESTO
DEL MUNDO
Quizás podemos ubicar este tema dentro del
célebre debate entre Francis Fukuyama y Samuel
Huntington. Tras el colapso del comunismo en Euro-
pa estos dos pensadores lanzaron sus respectivas
tesis para señalar hacia dónde iba el mundo. Para
Fukuyama, la hora de la democracia liberal había
llegado. Cada vez más el mundo iba a abrazar la
democracia liberal como la única alternativa razo-9nable y viable. En cambio, Huntington enfatizó
más bien el retorno de las civilizaciones nucleares
como el signo del futuro. Para Huntington la demo-
cracia liberal es más bien propio del mundo occi-
dental; en cambio, los chinos, los rusos, los árabes
recurrirán a las fuentes originales de sus respectivas
culturas, y estas fuentes no incluyen necesariamen-
te la democracia tipo occidental. Inclusive, para
muchos pueblos el autoritarismo era más bien la 10
norma. Sin embargo, el mundo ha sido testigo de
grandes acontecimientos que parecen favorecer la
tesis de Fukuyama. En América Latina, que todavía
se puede considerar parte del Tercer Mundo, la
democracia se ha fortalecido tras la caída de las dic-
taduras de los años sesenta y setenta. Si bien todavía
hay una fuerte tensión entre grupos pro-
democráticos y grupos autoritarios en los estados
populistas, en el resto de América Latina la demo-
cracia se ha consolidado.
EUROPA
Con respecto a Europa, Orrego tenía dudas acer-
ca de la viabilidad de la unidad europea. En los años
cincuenta escribía: “La unión política de Europa
choca con obstáculos formidables que parecen muy 11
difíciles de salvar en este momento..” Pero cuando
Orrego expresó estas dudas, eso fue justamente
durante los inicios del proyecto. La Comunidad
Europea (su nombre original) recién se creó en el
año 1957. Ahora, podemos ver con la mirada retros-
pectiva, sesenta años después, que ese proyecto se
ha hecho realidad y se ha consolidado en buena
medida. De los seis países que eran los miembros
originales, la Unión Europea ahora cuenta con 27
países. A pesar de algunas crisis económicas inter-
nas, habría que decir que la Unión Europea ha mar-
chado bastante bien. La crítica general de algunos
analistas es que ha avanzado demasiado rápido. En
el año 2005 diez nuevos países entraron de golpe en
la Unión: probablemente demasiados para absorber
en tan poco tiempo. De todas maneras, Europa tam-
bién se ha enrumbado hacia la unión, por encima de
fronteras políticas, económicas y culturales. Hoy,
Europa destaca como un modelo de unión. Si bien
no es una nación, sino más bien una confederación
de estados soberanos, sin embargo, todos estos esta-
dos son democracias que comparten los mismos
ideales acerca de los derechos humanos. En cuanto
a Rusia, basta decir que la ex Unión Soviética toda-
vía está en proceso de consolidar la democracia.
Hay síntomas preocupantes de un retorno al anti-
guo autoritarismo de los zares y de la Unión Soviéti-
ca. Pero, también, han surgido grupos pro-
democráticos que se dedican a denunciar estas ten-
dencias autoritarias.
Jeffrey Klaiber, S.J.
| 343Pueblo cont. 22(2) 2011
Del Pueblo Continente al Pueblo Mundo: Antenor Orrego puesto al día en el siglo XXI
CHINA
El debate sobre el futuro de la humanidad se
centra cada vez más en China. La democracia se ha
consolidado en muchas potencias de Asia: la India,
Japón, Corea del Sur, Indonesia, etc. Cada uno de
estas naciones experimenta problemas internos
peculiares, pero el sistema democrático en sí parece
consolidado. La emergencia de China como una
potencia mundial económicamente, capaz de rivali-
zar en algunos años con los Estados Unidos, es uno
de los tópicos en discusión en todo el mundo. De la
China de Mao Zedong (época de Orrego) a Deng
Xiao Ping y sus sucesores mucho ha cambiado. Sin
embargo, a pesar de sus logros y avances económi-
cos, el sistema de gobierno sigue siendo autoritario.
Los derechos humanos fundamentales no se respe-
tan: no hay verdadera libertad política ni religiosa.
Y los grupos étnicos se sienten subordinados y mar-
ginados, sin hablar del caso especial de Tibet. Por
eso, China, que se puede considerar un “pueblo
continente”, todavía está lejos de ser un modelo
para el resto de la humanidad. No hay un modelo
chino para emular o copiar. Por eso, el proceso hacia
la unificación del mundo es desigual: las Américas
han hecho pasos importantes, los europeos tam-
bién, pero en el momento actual un gigante como
China destaca como una gran interrogante: ¿será la
gran excepción a la regla (la tendencia hacia la
democracia liberal) o más bien se insertará en la
historia universal (en este caso, necesariamente
terminará dando lugar a un gran democracia)?
EL MUNDO ARABE
En este nuevo escenario mundial, lo más sor-
prendente es la emergencia de movimientos pro-
democráticos y pro-derechos humanos en el mundo
musulmán, lo cual fortalece la tesis de que la demo-
cracia no es un rasgo peculiar de mundo occidental,
sino un anhelo de toda la humanidad.
EL FUTURO
Siguiendo algunas pautas del pensamiento de
Orrego, podemos imaginar el futuro del mundo
A su retorno al Perú por Talara en 1957, Víctor Raúl Haya de la Torre recibe el homenaje de bienvenida de Antenor Orrego. Lo acompaña Ramiro Prialé.
Jeffrey Klaiber, S.J.
344 | Pueblo cont. 22(2) 2011
porque los rasgos de ese futuro ya son evidentes hoy.
Cuando hablaba de la intercomunicación, Orrego
insinuaba algo más que un mero intercambio de
información. Para él la verdadera comunicación
consiste en compartir parte de su propia existencia
con el otro. El hombre es un ser “para sí mismo y 12
para los otros”. Este intento de comunicarse con el
otro viene a ser un “incesante intercambio dramáti-13
co de su vida con las otras vidas”. Y, “La esencia del
hombre no es nunca un algo fijo y concluso, sino,
más bien, la permanente y tibia fluidez de una man-14
comunidad recíproca”. Estas expresiones de Orre-
go se ubican en una larga tradición hegeliana pero
también están muy en armonía con el humanismo
de un Eric Fromm y con el pensamiento cristiano de
Teilhard de Chardin y Pedro Arrupe, el general de la
Compañía de Jesús. Arrupe acuñó la frase “ser hom-15
bres y mujeres para los demás”. Concretamente
quería que los alumnos de colegios ó universidades
de la Compañía de Jesús, fueran hombres y mujeres
comprometidos al servicio de la sociedad. En este
contexto podemos ver en Orrego el perfil del futuro:
el mundo se conformará o de hombres y mujeres
abiertos al cambio y motivados por el deseo de ser-
vir, o por el otro lado, de personas cerradas al cam-
bio y obsesionadas con la búsqueda de intereses
mezquinos opuestos al llamado a la universalidad.
En una palabra, el futuro consistirá en una lucha
antagónica entre personas y naciones abiertas al
reto de forjar el nuevo mundo universal y, de otro
lado, grupos fundamentalistas o autoritarios, sean
políticos o religiosos, cerrados al cambio.
Por eso, los siguientes pasos hacia la unión de la
humanidad será obra de hombres y mujeres valien-
tes, motivados por un idealismo universalizante.
Será obra, como siempre ha sido, del espíritu huma-
no que vencerá las barreras que dividen a los hom-
bres, sean barreras sociales, raciales o religiosas. En
su afán de forjar el “hombre cósmico”, en realidad,
el espíritu humano está buscando al mismo Dios,
cuyo rostro apenas se vislumbra; sin embargo, se irá
manifestando en la medida en que los hombres se
esfuerzan por salir de sí mismos en busca del otro.
NOTAS
1 Antenor Orrego, Obras completas (Lima: Casa Editorial Pacha-
cutec, 2011), II, 182.
2 Ibíd., págs. 160-161.
3 Ibíd., pág. 166.
4 Las ideas de Teilhard, escritas en las décadas del treinta, cua-
renta y cincuenta, se encuentran principalmente en El fenóme-
no humano (Madrid: Taurus, 1965).
5 Para el concepto de “América como Antorcha”, véase Orrego,
Obras completas, II, pág. 157.
6 Ibíd., pág. 175.
7 Ibíd., pág. 171.
8 Rubén Darío, Poesías completas (Bilbao: Aguilar ediciones,
1932/1968), págs. 639-641.
9 Francis Fukuyama, El fin de la historia y el último hombre (Buenos
Aires: Editorial Planeta, 1992).
10 Samuel P. Huntington, El choque de civilizaciones y la reconfigu-
ración del orden mundial (Buenos Aires: Paidós, 1997).
11 Orrego, Obras completas, II, pág. 179.
12 Ibíd., pág. 161.
13 Ibíd., pág. 161.
14 Ibíd., pág. 161
15 Véase Pedro Arrupe, S.J, La Iglesia de hoy y del futuro (Bilbao:
Ediciones Mensajero, 1982), págs. 422, 444.
| 345Pueblo cont. 22(2) 2011
L argos años de cárceles infames y toda una vida
de combate no borraron en Orrego jamás al
pensador ni al profeta. Su pensamiento filosófico es
una gran preocupación por el hombre como ser con-
creto, sumergido en una sociedad cuyos horizontes
no conoce. Su apuesta es por la libertad y la felicidad
como formas de vida que son posibles y capaces de
ser conquistadas.
Tal es lo que sostiene en “El monólogo eterno” y
los múltiples textos que escribe en la prisión o publi-
ca en “La Tribuna” al tiempo que continúa en la
lucha política por sus ideales.
Orrego le dio a la filosofía una dimensión histó-
rica y la seguridad de que la misma puede y debe
ser aplicada en el plano político y social. Su res-
puesta al problema del hombre de hoy ofrece una
visión que va más allá de la que plantean las cultu-
ras occidentales. Quiere liberar al hombre por
medio de una transformación de su propia indivi-
dualidad que involucre simultáneamente a la
sociedad entera.
El hombre, según Aristóteles, tiene una esencia
constitutiva racional. Los monólogos de nuestro
pensador sostienen que, además, el hombre natural
se inclina por lo bueno y lo bello y pretende alcanzar
la trascendencia sin tener que vender su libertad
para adquirirla.
El hombre, para el autor del “Monólogo eterno”,
desea por todos los medios salir de la infelicidad y la
represión. Por eso es necesario que reencuentre su
naturaleza perdida a lo largo de la historia y que
desarrolle sus facultades superiores como la razón y
el intelecto.
El pensamiento de nuestro primer filósofo supe-
ra las fronteras de lo que él llama Pueblo-
Continente. La vida humana, para él, es un haz de
contradicciones que se manifiestan de modo palpa-
ble en la convivencia cotidiana. Al parecer todos
deseamos la paz, la felicidad, la armonía, la justicia y
el bienestar general. Sin embargo, la vida humana
de cada día está colmada de tensiones, conflictos,
represiones y de injusticias.
Las diferencias son abismales, y la incoherencia
de las ideas con la realidad es visible. Es clara la
lucha por el poder y son evidentes la rivalidad, la
agresividad y la violencia.
El hombre camina por un puente estrecho entre
el deseo de conocerlo todo y la experiencia amena-
zante de la nada, la entera confianza en una utopía
posible y el miedo a un futuro indescifrable.
Cree Orrego que la convivencia entre los seres
humanos es posible y alcanzable, pero la libertad y la
justicia social son sus condiciones.
ORREGO PROFETA-CONTINENTE
Luis Alva Castro
Ex presidente del Congreso de la República del Perú.
346 | Pueblo cont. 22(2) 2011
PUEBLO CONTINENTE
Creador y visionario fue, ante todo, Antenor
Orrego. Como dice Luis Alberto Sánchez, se apre-
cia en su obra un conjunto de larvas, de gérmenes, que
no alcanzó a desarrollar porque la vida le impidió dar
término a lo que, sin embargo, florecerá en sus discípu-
los. Además, cultivó la belleza en la expresión de un
pensamiento denso, cuajado de metáforas y de
hipérbatos. De allí su afán –que podríamos llamar
perfeccionista–, de someter continuamente a revi-
sión sus escritos para alcanzar forma final hasta el
punto que sus dos libros fundamentales resultan
verdaderas joyas vitales, con médula palpitante en
el núcleo e incandescencia en las aristas.
Desde el primer instante alumbró en Orrego,
como preocupación fundamental, la ansiedad de
encontrar la autenticidad de la cultura americana
como respuesta dialéctica a la influencia dominante
de la cultura occidental europea.
Esa respuesta se plasma en su concepción del
“pueblo-continente”, fruto de sus meditaciones
sobre el destino de América. Dice que aquí se está
forjando una nueva cultura, con características
especiales, distintas a la de otras culturas. Surge ella
como síntesis y fusión de los aportes culturales nati-
vos, correspondientes a las organizaciones sociales
precolombinas, que se funden con los que trajeron
los españoles como producto de la cultura occiden-
tal. A estos aportes se añaden los que corresponden
a los pueblos y razas que se establecieron después en
el continente americano, dando lugar a un “tetra-
grama racial” o crisol de razas que constituye “el
primer pueblo-continente de la historia”.
El desarrollo histórico de la cultura occidental,
según Orrego, comprende tres etapas definidas: a)
el localismo, que se inicia con el Estado-ciudad gre-
colatino y se proyecta en la Edad Media, cuando los
pueblos se desenvuelven en los estrechos marcos de
la comarca o el feudo; b) el nacionalismo, que limita
a los Estados modernos con una sobrecarga de pre-
juicios jingoístas; e) el continentalismo, hacia
donde marchan los pueblos a través de un largo
proceso que caracteriza al presente siglo.
Para fijar el destino trascendente de América,
bucea en el abismo de lo desconocido –rompiendo
el prejuicio del non plus ultra–, arribando a la con-
clusión de que América es una nueva posibilidad
humana y constituye la encrucijada histórica donde
Oriente y Occidente se dan la mano para alumbrar
un nuevo mundo superior.
La lectura de Pueblo-continente es indispensable
para comprender en forma integral el pensamiento
filosófico de Orrego. Su culminación se halla en
Hacia un humanismo americano, que, a nuestro jui-
cio, puede considerarse su obra mayor.
Precisamente en este libro –que el autor no
alcanzó a publicar– están desarrollados sus aportes
fundamentales al pensamiento universal. Es el
caso de la explicación que da a uno de los proble-
mas más fascinantes para la comprensión del pro-
ceso cultural que está desenvolviéndose en el con-
tinente americano. Se trata de la concepción de
los “gérmenes históricos” (así los denominó Orre-
go anticipándose a Toynbee) procedentes de las
antiguas culturas, mexicano-andinas, que están
incorporándose a la cultura continental, pese a la
creencia hasta ahora generalizada de que la cultu-
ra europea invasora se impuso definitivamente
desde la conquista española.
Es aún más importante señalar que Orrego
asigna una misión universal al pueblo de la Nueva
América. A medida que transcurre el tiempo se
percibe con mayor claridad este designio, siempre
que se proyecte la atención sobre realidades fun-
damentales.
En nuestro continente, a través del mestizaje, se
está consumando la “unidad fisiológica del género
humano” y se ha constituido ya un solo pueblo forja-
do bajo la “tensión polar” de México y Buenos Aires.
“La compulsión dialéctica de la historia –dice
Orrego– empuja al mundo a juntarse política y eco-
nómicamente en grandes bloques territoriales, por-
que las fuerzas históricas actuales rebasan los estre-
chos marcos de los antiguos Estados nacionalistas”.
De donde se desprende, como conclusión final,
que América Latina debe integrarse política, jurídi-
ca y económicamente en un Estado-continente,
que es la gran tarea de las actuales generaciones.
Luis Alva Castro
| 347Pueblo cont. 22(2) 2011
UNA FILOSOFÍA DE LA POLÍTICA
Lo que extremo del pensamiento político de
Orrego es que la democracia no es un simple asunto
estadístico en el que la mayor parte de los ciudada-
nos cumple exteriormente los deberes políticos que
les son impuestos o reconocidos por la ley.
Para que exista una democracia real tiene que
producirse una auténtica conversión del hombre
privado en hombre público. Cada ciudadano debe
anteponer el interés de la sociedad al interés parti-
cular. Es más: debe vivir, obrar y pensar en mérito
del proyecto colectivo de felicidad social.
Sin embargo, ¿cómo lograr la generalización y la
democratización de la vida política? Tal vez, Orrego
no puede plantearse ese problema porque vivió en
una situación de permanente zozobra y de pelea fren-
te a las dictaduras. En situaciones como la suya y
como las que vivió el Perú durante tantas décadas, los
temas políticos pasan, por sí mismos, al primer plano
de la preocupación humana. El ambiente se encuen-
tra tan cargado de emoción política que toda la gente
se siente arrastrada a la acción y a la movilización.
La democracia, para él, no es un bien transmisi-
ble por donación gratuita. Es una meta que se con-
quista día a día tanto con la actitud generosa y
valiente del rebelde como, después, con la partici-
pación activa del pueblo en el gobierno.
Democracia es elección y no simplemente elec-
ciones. Vale decir que democracia es la posibilidad
cotidiana de escoger una política de gobierno y no
los periódicos comicios en los cuales el dinero, el
poder y los medios de comunicación intentan some-
ter y robotizar a los electores.
La democracia no es un estatus sino el resultado
de una cotidiana conquista y reconquista. Es, como
decía Kant de la moral en general, una tarea infinita
Presentación de la nueva edición de Obras Completas de Antenor Orrego (cinco tomos), edición 2011, antes de la clausura del Simposio Antenor Orrego, vigencia y trascendencia, por la ruta de la identidad, el 29 de octubre. Luis Alva Castro, editor Casa Editorial
Pachacutec SAC, hace entrega de una colección al Dr. Víctor Raúl Lozano Ibáñez, Rector de la universidad.
Orrego, profeta-continente
348 | Pueblo cont. 22(2) 2011
en la que si no se progresa, se retrocede, pues incluso
lo ya ganado ha de reconquistarse cada día.
El único camino en esas condiciones es la rebel-
día permanente. En el caso de los peruanos, es el
recuerdo cotidiano de mártires como los de Chan
Chan y de los ciudadanos que todo lo tuvieron y que
todo lo perdieron en su apuesta por la libertad y la
democracia.
Más que un político, Orrego fue un revoluciona-
rio. Esa es la herencia que nos ha dejado a través de
su vida generosa y de sus sueños plasmados en las
obras completas que hoy presentamos.
ORREGO Y VALLEJO
El día que –en el Perú– apareció la noticia de la
muerte de César Vallejo, su amigo –y compañero de
grupo literario– José Eulogio Garrido escribió en el
periódico de Trujillo, “La Industria”, una nota que
decía:
“Vallejo fue poeta de amplia curva eterna. Nació
en Santiago de Chuco provincia de este departamen-
to. Y su nombre ya no es sólo de ese terruño ni de la
comarca sino del continente y del habla española
pese a quienes pensaran y dijeran todo lo contrario
hace unos lustros aquí y en otras partes”.
La nota de Garrido se publicó el sábado 16 de
abril. Dos semanas más tarde, el primero de mayo,
en “El Comercio” de Lima, Toto Mould Távara,
miembro diplomático de la embajada peruana en
París, escribía:
“César Vallejo tenía un alma angustiada, herma-
na de la de Beethoven. Vallejo, como todos los espíri-
tus que se asomaron a la profundidad del corazón
humano, era un hombre bueno. En la educación del
poeta, el cristianismo dejo una huella indeleble. Su
inquietud posterior no borró este germen. César
Vallejo ha sido uno de los más grandes poetas cristia-
nos de la época y de la América española”.
Por su parte, en el cementerio parisino de Mon-
trouge, mientras sepultaban al autor de “Trilce”, el
poeta francés Louis Aragón leyó un texto en el que
señalaba que Vallejo no sólo fue un poeta sino un
combatiente por el socialismo. El documento termi-
naba con la frase “la leyenda comienza”.
En nuestros días, podemos advertir que estas tres
salutaciones al poeta contenían un fondo profético.
Es cierto. La leyenda ha continuado y la palabra de
Vallejo se ha apoderado del mundo. Se ha cumplido
en él lo que su amigo Antenor Orrego anunciaba en
el prólogo de “Trilce”, y lo que los detractores de
uno y otro consideraran exagerado, chabacano y
provinciano.
Se ha cumplido también lo que José Carlos
Mariátegui augurara inmediatamente después de
leer “Trilce” y de coincidir con las palabras del pro-
loguista Antenor Orrego. Vallejo es hoy, sin duda
alguna, como él lo proclamara, el gran poeta de la
lengua castellana, el gran poeta de América españo-
la y por fin el gran poeta cuya obra anunciará siem-
pre un mundo diferente.
Clemente Palma, el crítico literario más impor-
tante de la Lima de ese tiempo se equivocó. No com-
prendió la poética de Vallejo y la desautorizó, pero
no tan sólo hizo eso sino que quiso ridiculizar al poe-
ta. En una nota que pretendía ser humorística, lo
condenó a tenderse sobre las rieles del ferrocarril a
Malabrigo y a llevar sus poemas con él bajo el brazo.
Lamentablemente para el crítico limeño, sus pala-
bras abusivas con el joven poeta, y además hirientes
y erradas son lo único de él que ha pasado a la
inmortalidad.
De todas formas, la imagen de Vallejo es todavía
en nuestro tiempo víctima de interpretaciones nega-
tivas. Hay muchos que lo califican como un poeta
triste, depresivo, apagado y portavoz de una forma
destructiva de ver la vida. Quienes le rendimos
homenaje, honramos a un Vallejo diferente. Cree-
mos que el gran autor de Trilce y Los Heraldos Negros
es la voz de un mundo en trance de cambio, el pro-
ducto de una nacionalidad en gesta, la voz pene-
trante de un pueblo que clama por la justicia y el
mejor símbolo del amor, la solidaridad, la esperanza,
el optimismo y la fe en el cambio social.
En estos tiempos de globalización, hay quienes
pretenden esconder la imagen del gran poeta revo-
lucionario. Aunque no lo dicen, preferirían que
estos homenajes no se realizaran y que las reimpre-
siones del gran poeta social cesaran. Quienes prefie-
ren aquello señalan que la literatura no tiene ningu-
Luis Alva Castro
| 349Pueblo cont. 22(2) 2011
Orrego, profeta-continente
na relación con la sociedad, no es una expresión del
alma de su pueblo y preferirían que la misma fuera
solamente un ejercicio de bufones. Señalan además,
sin atreverse a decirlo, que la obra de Vallejo ya no
está de moda por su supuesto pesimismo, aunque en
realidad lo aborrecen por haberse atrevido a decir lo
que, según ellos, ya no debe decirse.
Estamos acudiendo pues a un relanzamiento de
la obra de César Vallejo, un poeta que pese a quien
le pesare no desapareció jamás porque no despare-
cieron nunca las causas que generaron su poesía, ni
la tremenda pasión con que escribió sus obras.
Este Vallejo, poeta eterno, al que hoy y siempre
rendimos homenaje no es un producto de la nada.
Proviene de una eclosión ideológica e histórica que
tuvo como escenario principal una ciudad peruana.
En los años veinte, en Trujillo, se reunió un grupo tan
asombroso como nunca en el Perú y pocas veces en el
resto del mundo se podía haber congregado en una
sola ciudad. Carlos Valderrama, Alcides Spelucín,
Francisco Xandóval, Macedonio de la Torre, Ante-
nor Orrego y Víctor Raúl Haya de la Torre, eran un
grupo de mozos que apenas pasaban de los veinte
años, pero que ya estaban seguros de su futura tras-
cendencia y soñaban con innovar los moldes estéti-
cos, darle un contenido más autóctono a la música y a
la poesía y morir buscando la verdad y la justicia.
Las novelas del más joven, Ciro Alegría, el sucesor
de todos ellos, revelarían en todas las lenguas las mise-
rias y la grandeza de la condición indígena. “La pampa
y la puna” de Carlos Valderrama encontraría ritmos
escondidos y se convertiría en una apasionada nostal-
gia de los Andes. La acción revolucionara de Víctor
Raúl Haya de la Torre movilizaría todo un continente
en busca de su destino. En esas circunstancias la obra
de César Vallejo intentaría acercar la lírica a lo más
puro y concreto de la condición humana. Por ello, y
en consecuencia con lo que esa generación prometía,
y buscaba, la obra de Vallejo rompió moldes e inaugu-
ró nuevos caminos hacia el futuro.
Los poemas de Vallejo llaman y continuarán
llamando a la solidaridad de los hombres, que es la
única forma decente de habitar en este planeta. Por
ello nunca perderán vigencia los versos finales de
“Masa”:
“Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorpórose lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar…”.
Por su parte, los textos del “Monólogo eterno” de
Orrego no dejarán de ser lo que siempre fueron: una
profecía levantada y sublevante para los hombres de
hoy y para los que vengan.
El inspirador y orientador de todos estos jóvenes
integrantes del grupo de Trujillo, más tarde Grupo
Norte, o como lo denominó Parra del Riego, Bohe-
mia de Trujillo, fue el creador y visionario Antenor
Orrego.
Fue Orrego quien descubrió a Vallejo y lo cata-
pultó con su célebre prólogo a la primera edición de
Trilce, ambos nacidos en 1892, almas gemelas en el
arte y en el espíritu.
Su vida fue entregada al conocimiento y a la
lucha por la realización de la justicia social, como
pocos amo con pasión y vehemencia la sabiduría y
por ella en nada tuvo la riqueza y al oropel, anduvo
por estas tierras deslumbrado por la claridad sin
ocaso que nace de el, de ahí tal vez su impresionante
acierto y lucidez hasta las últimas horas.
El olor y el recuerdo de esta tierra no lo dejó
nunca.
Como todos fue formado de la tierra y moldeado
en su sangre, tuvo una vida inquieta y una voluntad
de saber.
En su inmensa y profunda obra, su pensamiento
está plasmado en estos libros que hoy presentamos
en cinco volúmenes, en que se revela el secreto del
origen, el destino y el misterio de nuestra América.
En el primer tomo están agrupados los libros
publicados: tres en vida del autor (Notas marginales,
El monólogo eterno y Pueblo-continente) y uno con pos-
terioridad a su fallecimiento (Estación primera). Com-
pletan el volumen los artículos periodísticos que
publicó en La Reforma, de Trujillo, de 1918 a 1920.
El segundo tomo incluye su obra fundamental
(Hacia un humanismo americano), publicado, asimis-
mo, después de su deceso; y los editoriales y artícu-
los que escribió como director del diario El Norte de
Luis Alva Castro
350 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Trujillo, de 1930 a 1932. Y su obra póstuma, Discri-
minaciones.
La obra literaria de Orrego está recogida en el
tercer tomo (Mi encuentro con César Vallejo), libro
que tuvimos la satisfacción de editar en 1989 y que
ha sido enriquecido con la inclusión de documentos
y artículos que no fueron considerados en esa pri-
mera edición. Completan el volumen los artículos
periodísticos, de carácter político y polémico, que el
autor publicó, en Lima, en los diarios La Tribuna,
Antorcha e Impacto y que abarcan de 1930 a 1956.
El cuarto tomo está dedicado exclusivamente a
reproducir los artículos que el autor publicó tam-
bién en el diario La Tribuna de Lima, a través de su
célebre columna “Efigie del Tiempo”, escritos de
1957 a 1960. Son trabajos caracterizados por la
defensa que hace del régimen democrático, la justi-
cia social y las libertades públicas. Asigna gran
importancia al rol que corresponde a los partidos
políticos con base doctrinaria y condena toda forma
de autoritarismo o dictadura.
El quinto tomo recoge tres ensayos, cuyos origi-
nales fueron dejados en custodia a sus familiares,
llevando la denominación genérica de Meditaciones
ontológicas. Están compilados también ensayos y
artículos que publicó eventualmente en prestigiosas
revistas del Perú y el extranjero; además de una
selección de prólogos a obras literarias y políticas;
discursos del autor y entrevistas hechas a él por des-
tacados periodistas en diferentes etapas de su vida.
Finalmente, hemos considerado necesario insertar
lo que se escribió sobre el pensamiento y la acción
de Antenor Orrego, al momento de producirse su
tránsito a la eternidad y en años posteriores; valioso
material que fue publicado en una edición de home-
naje hecha en Trujillo en octubre de 1976 (Antenor
Orrego: amauta y profeta indoamericano). A lo que se
han añadido algunos otros artículos incluidos en el
Anuario Bibliográfico Peruano, que obra en la Biblio-
teca Nacional y que corresponde a una labor de
investigación efectuada en 1964 por María Teresa
Otero.
Es pertinente puntualizar, a manera de adver-
tencia, que, en la recopilación de los artículos perio-
dísticos, dispersos en diversas publicaciones, se ha
seguido un riguroso orden cronológico. Se ha respe-
tado, además, las decisiones del propio autor que
efectuó una selección de ellos, en la mayoría de los
casos, dejándolos expeditos para su publicación.
Con mucha satisfacción dejamos constancia de
nuestro agradecimiento a la familia de Antenor
Orrego, a sus hijos Antenor, Alicia y Liliana Orrego
Spelucín, quienes proporcionaron la documenta-
ción inédita y la mayoría de las fotografías que ilus-
tran la presente edición.
Mi gratitud al señor Rector de la Universidad
Privada Antenor Orrego, Dr. Victor Raúl Lozano
Ibañez, a los vicerrectores Dr. Guillermo Guerra
Cruz y Arq. Julio Luis Chang Lam, a la Dra. Bertha
Malabrigo Reyes, y a todos los integrantes de esta
Casa de Estudios que impulsaron la realización de
este proyecto editorial.
Asimismo, nuestro reconocimiento a las perso-
nas que desinteresadamente proporcionaron valio-
sos documentos y fotografías, inhallables en las
bibliotecas y hemerotecas del país.
Es de advertir que, como se ha repetido hasta el
cansancio, las obras completas de un autor casi siem-
pre resultan incompletas. Somos conscientes de que
ello pueda repetirse en el presente caso, ya que, posi-
blemente, habrá otros escritos que por comprensi-
bles razones no han podido ser incluidos en la pre-
sente edición. Estamos seguros, sin embargo, de
haber dejado abierto un derrotero para los estudio-
sos e investigadores que, en el futuro, se ocuparán
de este personaje fascinante y superior al que duran-
te muchos años se ha mantenido relegado por injus-
tos prejuicios de carácter político o mezquinos inte-
reses propios de la envidia intelectual, a pesar de
que la luz de su pensamiento, desde la década de
1920, ilumina el panorama cultural del Perú que,
con legítimo orgullo, debe considerarlo uno de sus
más ilustres representantes en el siglo XX.
| 351Pueblo cont. 22(2) 2011
E n este breve artículo me propongo revaluar
algunos de los últimos escritos de uno de los
ensayistas hispanoamericanos más ilustres del
período de entreguerras, el escritor peruano Ante-
nor Orrego (1890-1960), autor de Pueblo-continente 1(1939) y Hacia un humanismo americano (1966) ,
que intentan interpretar la cultura latinoamericana
y la función del mestizaje.
En Pueblo-continente, Orrego revisa varios de sus
ensayos publicados en la revista Amauta y otros
trabajos redactados durante los años de persecución
política en el Perú entre 1931 y 1937. El manuscrito
lo mecanografió el desaforado miembro del Congre-
so Constituyente Manuel Arévalo poco antes de ser
apresado, torturado y asesinado por la policía secre-
ta del autócrata general Óscar R. Benavides el 15 de
febrero de 1937. En “Ideas preliminares” (Prólogo a
la primera edición), Orrego explica cómo el libro
nació en medio del fragor de la batalla, de la perma-
nente angustia del perseguido político, y cómo ante
la inminente y brusca irrupción de la Abrigada poli-
cial”, muchas veces la frase se rompió o quedó sus-
pensa en el aire, obligándolo a rehacer capítulos
enteros y “redoblar el esfuerzo de concentración
para reproducir e insertar, nuevamente, en el cuer-
po del texto, algunas cuartillas que quedaron presas,
como único galardón para la vesania rampante de
las cuadrillas represoras” (Orrego 1957: 21). Aun-
que el autor atribuye las ideas principales de su obra
madura a pensamientos esbozados en sus libros juve-
niles Notas marginales (1922) y Monólogo eterno
(1929) sobre metafísica vitalista, Pueblo-continente
se basa más en algunos de sus ensayos publicados en
Amauta entre diciembre de 1926 y enero de 1929
(Orrego 1995: 1: 270-320), en los que las ideas berg-
sonianas temperadas por la función histórica de la
ciencia y la revolución socio-política le ayudan a 2
analizar la realidad latinoamericana . En el Prólogo
a la segunda edición, la definitiva de su obra maes-
tra (1957), el autor recuerda los juicios críticos de
Alberto Zum Felde y Luis Monguió a la limitada
difusión de la primera edición (Santiago de Chile:
Ercilla, 1939) y discurre sobre las civilizaciones pre-
colombinas, cuyos gérmenes vitales, juntos con los
de Europa, han transfundido Latinoamérica. Ante
esta realidad, el ensayista peruano recomienda al
latinoamericano tallar, tajar y bruñir la piedra bruta
heredada antes de crear una cultura humanista.
Pueblo-Continente, como sus libros juveniles,
está impregnado de la influencia antipositivista de
Henri Bergson (1859-1941), cuyo elan vital –clave,
dinámica del conocimiento– conduce al progreso
ilimitado de la humanidad. Recoge la intuición, la
revelación, como camino del conocimiento y no el
NOTAS SOBRE ANTENOR
ORREGO, ENSAYISTA
Eugenio Chang-Rodríguez
Graduate Center, City University of New York.
Eugenio Chang-Rodríguez
352 | Pueblo cont. 22(2) 2011
rigor experimental comprobado y analizado por los
hecho (Orrego 1922: vii).
En el ensayo el bio-metabolismo síquico del
continente, nuestro ensayista sostiene que la pugna
racial y cultural en Hispanoamérica engendró desde
el período colonial el airado palenque ideológico y
estético: la tesis indigenista y la tesis europeizante.
Sobre todo, Orrego refuta a quienes preconizan el
advenimiento de una América indígena y la resu-
rrección de las culturas
pasadas, imbuidos de cier-
to sentimiento nostálgico
evasivo o escapista de la
vida presente, sin darse
cuenta de que cuando
llegaron los conquistado-
res españoles el indio había
llegado a un estado de deca-
dencia y sólo vivía y se
nutría, espiritualmente, de
su grandeza pasada. Aun-
que los imperios azteca e
incaico se rompieron en
mil pedazos a los primeros
impactos de la cultura espa-
ñola, ni el indio ni el euro-
peo puros tienen porvenir
en América, aunque cons-
tituyen factores comple-
mentarios de su nueva
conformación física, síqui-
ca y mental de una nueva
expresión del espíritu uni-
versal: “Sangre indígena,
pulmones europeos, he aquí la forma esquemática
de nuestra auténtica vida síquica”.
En “Síntesis de razas y culturas”, Orrego opina
que en Latinoamérica se cruzan, confluyen y conec-
tan, los caminos de todas las razas, arrastradas por
fuerzas biológicas superiores, obedeciendo a sus más
profundos designios de continuidad vital, para supe-
rarse e integrarse recíprocamente. En este conti-
nente confluyen las dos grandes civilizaciones de
ultramar: El Oriente aporta “el conocimiento del
hombre en su totalidad subjetiva, en su yo trascen-
dente, en su concordancia con el Cosmos... su acen-
drado sentido religioso, su comunión mística y física
con la Naturaleza”. El Occidente, en cambio, lega
su pensamiento analítico, anatómico y racional. En
“Nacionalismo y patriotismo continentales”, Orre-
go observa que de París a Berlín o a Londres hay más
distancia sicológica que de México a Buenos Aires,
y hay más extensión histórica, política y etnológica
que entre el Río Bravo y el Cabo de Hornos. Que en
América Latina las fronteras fueron impuestas por
una simple convención
jurídica, una mera delimi-
tación caprichosa que no
se ajusta ni a las conve-
niencias y necesidades
políticas, ni a las realidades
espirituales y económicas
de los Estados: son ellas
meras circunscripciones
artificiales, porque las dife-
rencias entre los pueblos
latinoamericanos son tan
mínimas y tenues que no
logran nunca constituir
individualidades separadas
como en el Viejo Mundo.
En América, los hombres
tienen el mismo pulso y la
misma acentuación vita-
les. Constituyen, en reali-
dad, un solo pueblo unita-
rio de carácter típico, espe-
cífico, general y ecuméni-
co. En el Nuevo Mundo, el
nacionalismo parroquial es
ilógico, un paso regresivo ya que los latinoamerica-
nos constituyen un verdadero pueblo-continente,
cuyo nacionalismo debiera expresar un patriotismo
continental.
En el ensayo “En el trance dramático” el autor
explica cómo el sentido interno y profundo de la
vida continental, el carácter unitario y ecuménico
de su alma colectiva, la compulsión dialéctica de su
estructura histórica y sus grandes intereses políticos
y económicos les exigen a las latinoamericanos soli-
daridad, mancomunidad y unión para conformar un
vasto organismo concreto y tangible, que rija, su
Antenor Orrego en la década de 1930.
| 353Pueblo cont. 22(2) 2011
Notas sobre Antenor Orrego, ensayista
política, economía, cultura y destino. Tras una serie
de disquisiciones acerca del conocer, saber, cultura,
civilización, mito, realidad y filosofía de la historia,
Orrego concluye en la urgencia de forjar los vehícu-
los necesarios de las intuiciones generales latinoa-
mericanas para perfilar los lineamientos definidores
del carácter y la esencia específica de su tarea por
desarrollar en la historia universal. Para ello, los
pueblos deben tener una tarea por delante, un mito
diría su amigo José Carlos Mariátegui. En una sec-
ción de Pueblo-continente, escrita originalmente en
1936, Orrego discute la interrelación de los aconte-
cimientos porque cada país vive científica, artística,
económica y políticamente en función del globo
entero. Tal vez por esta premisa, el pensador perua-
no colige la necesidad de comprender que el proce-
so revolucionario latinoamericano consiste en sur-
gir del caos para forjar una modalidad política,
social y económica propia, ceñida a la sistematiza-
ción científica de Marx. Más adelante, sin embargo,
el escritor censura a los partidos servidores de Mos-
cú, que creen que la revolución latinoamericana
debe seguir el mismo camino soviético, como una
simple variación de etapa económica.
En su póstumo libro Hacia un nuevo humanismo
americano, Orrego fundamenta la tesis de Pueblo-
continente incursionando en la intrahistoria latinoa-
mericana. En la nueva colección de ensayos, el
autor se reafirma como opositor de la idea de resuci-
tar el pasado precolombino, porque la Conquista
impuso unidad lingüística, histórica, religiosa, y, a la
postre, unidad sanguínea, “cuatro factores conside-
rables, que unidos a la decisión e iniciativa creadora
del hombre, han solido determinar y facilitar, casi
siempre 'salvo raras excepciones' el forjamiento de
una expresión cultural”. Este sería el mensaje reco-
gido por la generación de la independencia hispa-
noamericana al enfrentarse con la realidad conti-
nental: “Tras la colisión cosmogónica de dos mun-
dos tan diferentes, comenzó a generarse una zona de
fusión y de síntesis a través del mestizaje de ambas
progenies, y de otras razas que llegarían después”.
Con estilo barroco, oscuro y algo rebuscado, el
autor expresa en sus ensayos agudas observaciones,
en su mayoría certeras y bien fundamentadas.
Influido por el antipositivismo, escribe extensos
períodos atiborrados de términos de poca frecuen-
cia, para reiterar su disquisición filosófica. Con fra-
ses ampulosas, sintetiza argumentos políticos cono-
cidos acerca de la emancipación hispanoamericana.
Observa que pese a la retórica de las proclamas
libertarias, en realidad, la república consolidó el
feudalismo despótico y oligárquico, tanto o más
irritante que el régimen colonial; falsamente se pro-
clamó la libertad, la igualdad, la fraternidad y los
derechos del hombre y del ciudadano, cuando dema-
gógicamente se mantuvo y aún se agravó en ciertos
aspectos, el opresivo régimen económico, político y
social de la Colonia. En las nuevas repúblicas, la
oligarquía y el militarismo se afianzaron con la inde-
pendencia, desencadenando torrentes de sangre,
más de un siglo de turbulencia anárquica y facciosa
y, de hecho, impidieron la estructuración de una
democracia latinoamericana con efigie genuina y
médula histórica propia, como ocurrió en Estados
Unidos, que no necesitó mimetismo alguno para
conformarse con vigor orgánico y ser ahora una
fuerza histórica preponderante en el mundo moder-
no. Para deslindar el desorden contemporáneo, el
ensayista peruano recurre a una observación clásica
china: la buena y justa designación de las cosas es
más necesaria a los pueblos que una economía orde-
nada y previsora, o un buen sistema de suministros
alimenticios o una espléndida red de vías de comu-
nicación. Sin mencionar al I ching, fuente milenaria
de esa observación, Orrego reconoce que una falsa
designación de las verdaderas realidades de un país
conduce fatalmente a la confusión, la duda y el
desorden:
Los hombres y los pueblos que viven mintiéndose a
sí mismos acaban por creer en sus propias falacias...
Comenzamos mintiéndonos teóricamente y el lengua-
je político de nuestras repúblicas se convirtió en un
guirigay ridículo y contrahecho de embustes ideológi-
cos... no hay peor desventura para los pueblos que las
palabras no respondan a sus contenidos, es decir que no
lleguen a traducir las realidades y conceptos que pre-
tenden designar. Esta desdicha, desde el punto de vista
cultural y moral, cobra, una potencia corruptora y
corrosiva inaugural cuando el vocablo acaba por signi-
ficar todo lo contrario de su correcta valoración semán-
tica. Esto ha ocurrido con las palabras justicia, democra-
cia, gobierno, ley, y con tantas otras más.
354 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Orrego recuerda la gran verdad precisada con
transparencia y hondura por Miguel de Unamuno al
ocuparse de la intrahistoria, realidad invisible y pro-
funda que emerge de las entrañas de un pueblo para
manifestarse en los estratos soterraños de los acon-
tecimientos externos, modelados y saturados de
genuino significado humano. Esta significación,
para el peruano como para el español, se traduce en
el pensamiento, en el arte, en la acción de sus gran-
des hombres y constituye, a la postre, la verdadera y
fidedigna historia porque brota de la intimidad coti-
diana del hombre común.
Orrego reconoce en Bolívar al primer latinoa-
mericano consciente de la necesidad de la unidad
continental, que trató de plasmar por medio de las
armas y del Congreso Anfictiónico de Panamá.
Empero, sus esfuerzos fueron frustrado por las oli-
garquías criollas aliadas con ejércitos dirigidos por
caudillos ambiciosos, preparando así el terreno para
la consolidación de dictadores. Ante esta frustrante
realidad histórica, el autor declama: “Aprendamos a
extraer la lección que nos enseñan nuestros propios
fracasos”. Para Orrego, el ejercicio de la democracia
no lo enseñan los autócratas magnánimos; la demo-
cracia es una necesidad histórica de libertad: brota
de la realidad orgánica intrahistórica del pueblo; no
puede improvisarse. De su razonamiento interpre-
tativo de la cultura, la historia y el destino de Lati-
noamérica, Orrego extrae una serie de conclusio-
nes, entre las cuales figuran las siguientes: 1) La
realidad histórica presenta a América Latina como
un pueblo-continente, destinado a ser, a través de
sucesivas ampliaciones y coordinaciones, un Esta-
do-continente, unificado política, jurídica, econó-
mica, social y culturalmente; 2) La democracia en
Latinoamérica debe emerger de la intrahistoria de
su propia realidad muy diferente de la realidad del
Viejo Mundo; 3). Cuando el fraude y la persecución
contra los opositores no bastan, el presidente de un
país latinoamericano, deseoso de prolongarse en el
poder, apela al golpe de estado o anula el resultado
de la votación, entonces deviene en “instrumento
dócil y servil de un cenáculo de apetitos o, simple-
mente, del capricho cerril, personal y arbitrario del
jefe del Ejecutivo... El crimen político y el régimen
de torturas, que son habituales, alcanzan los carac-
teres de una sevicia macabra... delirante y vesáni-
ca”; y 4) Somos testigos de la eclosión de una cultu-
ra mundial, resultante de los avances científicos,
técnicos y de los medios de comunicación, que ha
acercado a los espacios geográficos, el tiempo histó-
rico y la distancia psicológica y anímica de los seres
humanos de los cinco continentes. Mientras el
mundo celebra los funerales de la superficie y del
tiempo: “Hoy sabemos... de la vida egipcia y de los
comienzos de Grecia, mucho más que los griegos
mismos. Nuestra mirada se ha ampliado hacia el
pretérito en una perspectiva de varios milenios”.
En conclusión, en los ensayos revaluados hemos
constatado el intento de Antenor Orrego de revelar
la persistencia del mito en la interpretación de la
cultura latinoamericana y su esfuerzo por convertir-
se en sepulturero de la tradición. Así como intentó
re-interpretar a Spengler y corregir el elitismo de
Ortega y Gasset, Orrego repensó la historia latinoa-
mericana desde ángulos interdisciplinarios para
escribir una original literatura política a veces mal
interpretada por lo que sus críticos consideran su 3“barroquismo estilístico” ; se esforzó por aclarar los
conceptos de independencia, libertad y democracia
en términos más críticos y exactos para facilitar la
comprensión de la existencia de un pueblo-4continente latinoamericano .
Antenor Orrego sintió en lo más profundo de su
ser el recóndito llamado del pueblo para dedicar su
vida a ayudar a la proeza de cimentar la democracia
y la justicia social , además de darle a la nación
peruana el profundo mensaje histórico de la libertad
y la igualdad ciudadanas. La suya fue una histórica
faena de coraje aguerrido e intento original de una
explicación filosófica adecuada para el proceso cul-
tural del nuevo mundo. Orrego continuó escribien-
do ensayos durante su vía crucis de persecución y
cárcel en las prisiones políticas (la Penitenciaría, el
Real Felipe, El Sexto y el Frontón, 1932, 1934,
1935-45, 1952-56).
Eugenio Chang-Rodríguez
| 355Pueblo cont. 22(2) 2011
NOTAS
1 Antenor Orrego publicó tres de los libros citados en este traba-
jo y numerosos ensayos y artículos. Póstumamente se editaron
Estación primera (Lima: Talleres de Obras Gráficas, 1961),
Discriminaciones (Lima: Universidad Nacional Federico Villa-
rreal, 1965), Hacia un humanismo americano (Lima: J. Mejía
Baca, 1966) y Mi encuentro con César Vallejo (Bogotá: Tercer
Mundo Editores, 1989). Casi todos sus escritos, incluso su libro
inédito “Meditaciones ontológicas”, se reunieron en los cinco
tomos de sus Obras completas (Lima: Instituto de Investigacio-
nes Cambio y Desarrollo, 1995).2 Desde joven, Antenor Orrego estuvo interesado en las ideas de
Henri Bergson (1859-1941), difundidas en el Perú por Pedro S.
Zulen (1889-1925) y otros filósofos. Ésta es una de las razones
porque el intuicionismo y las ideas neo idealistas bergsonianas
destacaron en sus escritos. 3 Luis Alberto Sánchez, por ejemplo, lo calificó así: “Utilizó a
menudo un lenguaje cerrado, no oscuro, pero sí denso, cuajado
de metáforas, de hipérbatos, como buen chimú que era, y los
chimús siempre fueron barrocos, o prebarrocos, según se
advierte en sus parientes mayas y zapotecas; y como buen
descendiente de españoles del siglo de oro, fue arcaizante el
mismo, a fuer de moderno, como ocurre en Darío y en Vallejo,
grandes manejadores de arcaísmos neologismos, de palabras
raigales que nunca acaban de ser nuevas ni dejan de ser anti-
guas” Luis Alberto Sánchez, “El gallo vuelve a cantar tres
veces”, Antenor Orrego, Obras completas, tomo 5, p. 322. 4 Por su fecunda labor de escritor y promotor cultural, en 1946
Antenor Orrego fue nombrado catedrático de cultura hispa-
noamericana, luego se le otorgó el doctorado honoris causa y, a
los pocos días, fue elegido Rector de la Universidad Nacional
de La Libertad (1946-48). En 1947, el Dr. Vicente González de
Orbegoso y Moncada, propietario de la hacienda Chuquizon-
go, a pedido de su pariente Víctor Raúl Haya de la Torre, cedió
a la Universidad de Trujillo, un predio de 30 hectáreas de terre-
no, ubicado en la parte noroccidental de la ciudad de Trujillo,
para que le sirviera de campus universitario. El Rector Orrego
fundó tres Facultades: las de Educación, Comercio y Medicina,
además del Instituto de Antropología. Entre las personalidades
que colaboraron con él en su labor renovadora de ese centro de
altos estudios fundado por Bolívar, destacó el científico perua-
no Eleazar Guzmán Barrón, profesor distinguido en la Univer-
sidad de Chicago.
Notas sobre Antenor Orrego, ensayista
Los hijos de Antenor Orrego Espinoza delante del busto de su padre en la UPAO.
Alicia Orrego Spelucín, Antenor Orrego Spelucín y Liliana Orrego Spelucín.
356 | Pueblo cont. 22(2) 2011
R ecuerdo la historia de un filósofo que se había
cansado de la sabiduría humana y se hallaba
sumergido en un fondo triste de escepticismo y sole-
dad.
Una tarde, paseando frente al mar, creyó escu-
char una voz infantil que acaso venía del cielo o que
tal vez lo llamaba detrás de una ola. El niño le decía:
– Toma y lee. Toma y lee.
Se llamaba Agustín, (el futuro San Agustín) y él
mismo nos ha contado que ésa fue su primera reve-
lación del conocimiento humano. Leyó unas pági-
nas de la Biblia y sintió que la gran maravilla del
conocimiento radica en que es siempre incompleto
como la pequeñez de un hombre frente a la serena
inmensidad del mar.
Traigo a la memoria el recuerdo del Padre de la
Iglesia porque ésa fue exactamente la concepción
que Antenor Orrego tuvo del conocimiento. “Nun-
ca lo recibirás completo ni terminado. Conténtate
con la mitad del conocimiento. La otra mitad es la
que tú buscarás toda la vida”.
Nacido para maestro, lo que fue de César Vallejo
que, como él había nacido en 1892. Lo fue también
de Carlos Valderrama, Alcides Spelucín, Francisco
Xandóval, Macedonio de la Torre, Víctor Raúl
Haya de la Torre, de todo un conjunto de jóvenes
asombrosos que apenas pasaban de los veinte años
de edad pero que ya soñaban con innovar la estéti-
ca, darle nuevos contenidos a la música y al poema,
morir buscando la verdad, unir a los pueblos de
América Latina y edificar una sola patria grande,
común y libre.
Se conocieron en Trujillo. Nunca en el Perú y
pocas veces en el resto del mundo se ha reunido en
una sola ciudad un grupo tan prodigioso.
“Te lo repito. Nunca recibirás completo el conoci-
miento. Siempre te faltará una clave. Te pasarás la
vida buscando esa palabra secreta”.
Estamos viendo en nuestros cines una hermosa
versión en tercera dimensión de “Alicia en el país de
las maravillas”. Como recordarán ustedes, de la
misma forma que ocurre siempre en los sueños, Alicia
no sabe exactamente dónde está ni hacia dónde se
encamina. Sabe que debe correr en busca del Conejo
Blanco y hacerle las preguntas indicadas. Buscar al
Conejo Blanco es el camino de la sabiduría.
¿Y qué tiene que ver esto con la universidad? La
universidad debería ser el inicio de una búsqueda
del conocimiento y una permanente investigación
que nunca terminará de saciarse. Cito a Orrego:
“Los estudiantes quieren una amplia base de inte-
gración humanista porque no quieren ser simples
ANTENOR: EL HOMBRE
QUE SE TRANSFORMÓ
EN UNA ESCUELA
Eduardo González Viaña
Western Oregon University, USA.
| 357Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor: el hombre que se transformó en una escuela
insectos especializados en una profesión lucrativa.
Por eso quieren, ante todo, maestros que tengan un
verdadero formato humano, un verdadero porte
moral, una auténtica dimensión ética que los haga
capaces de cualquier renunciamiento en aras de un
interés superior. Porque solo de ellos surgirá la univer-
sidad nueva del futuro”.
Y lo cito otra vez:
“Todas las verdades universales deben enseñarse y
profesarse en la universidad, pero reelaboradas, repen-
sadas, re-creadas y re-interpretadas, en cierta manera,
por maestros y estudiantes. Esto se llama forjar cultura
bíblica y dinámica y no cultura yerta de textos literales,
cultura rutinaria y repetición simiesca”.
Por sostener estas verdades sobre la universidad
y otras muchas sobre la patria, por demandar el cum-
plimiento del sueño de Bolívar y la unión de los pue-
blos de América Latina, miles de hombres y el pro-
pio Orrego entre ellos sufrieron afrentas y prisiones
innobles y cinco mil trujillanos fueron ejecutados en
1932 a dos kilómetros del campus de la UPAO en
los padrones sangrientos de Chan Chan.
Cuando su amigo, el joven Víctor Raúl Haya de
la Torre, le dijo que ansiaba organizar un partido
político para ejecutar el cambio y la revolución
socialista, discrepó de él.
– Partido, no. Escuela. –dijo fiel a su formación
anarquista–. Una escuela para que los indios, los
campesinos y las clases medias conozcan sus dere-
chos y luchen por conquistarlos.
De esa concepción libertaria, nacieron las Uni-
versidades Populares González Prada. El resto es
historia.
Cuando paseo por el campus de la Universidad
Particular Antenor Orrego y veo que es una de las
casas de enseñanza más importante de América
Latina, me convenzo de que es bello pasarse la vida,
como lo hizo Orrego, buscando la palabra perdida.
Y me doy cuenta además de que un hombre, movido
por una pasión, al morir puede transformarse en una
escuela.
Antenor Orrego, autor de Pueblo Continente.
358 | Pueblo cont. 22(2) 2011
RESUMEN
Los “títulos” o roles que a Antenor Orrego le recono-
cen sus comentadores son: periodista, educador, filósofo,
animador y prologuista de varios autores norteños, y
puntal organizativo e implementador de la política apris-
ta. Son evidentes que dichas funciones las asumió con
esmero. La primera, a través de la edición o dirección de
los periódicos La Reforma, La Libertad, El Norte y La Tri-
buna; la segunda a través de la Extensión Universitaria,
las Universidades Populares y el rectorado en la Universi-
dad Nacional de Trujillo; la tercera, particularmente a
través de sus primeras obras Notas Marginales (1922),
Estación Primera(publicado tempranamente en Amauta
de 1927) y Monólogo Eterno (1929); reflexiones que
ampliadas o reformulados se darán a conocer en el con-
junto de su producción donde sobresalen Pueblo Conti-
nente (1937) y Hacia un Humanismo Americano (1966); la
cuarta, como prologuista de Trilce (1922) y de otras obras
poéticas de autores norteños; y, la quinta, a través de su
responsabilidad organizacional y formativa en el APRA,
a nivel de Trujillo y el norte del Perú, desde sus inicios en
1931 hasta el surgimiento del “sólido norte aprista”,
incluido todo el período de cruenta represión de los 30 y
40 del siglo XX.
Palabras clave: Educación Popular.- Extensión Univer-
sitaria.- Autoeducación.- Estética.- Crítica literaria.- Ideal
Colectivo Latinoamericano.- Pensamiento Latinoamerica-
no.- Pueblo Continente.- Humanismo Americano.- Integra-
ción Americana.- Voluntad de Poder.
INTRODUCCIÓN
Antenor Orrego no llegó como muchos a escri-
bir su memoria, autobiografía, cartas o crónicas, que
den cuenta de sus vivencias e inquietudes persona-
les. Por tanto, para conocer al ser humano que hay
en él, hay que recurrir a la escasa información pro-
porcionada por algunos estudiosos y las descripcio-
nes sobre su personalidad, hechas por sus familiares
y compañeros de la militancia política.
Las reediciones, antologías o comentarios de sus
obras le regatean espacios y obvian comentarios
sobre las primeras etapas de su vida, al concentrarse
en su trayectoria de hombre público. No existe, en
verdad, una biografía de Antenor Orrego, que reco-
ja información sobre sus ancestros, nacimiento y
vivencias infantiles. Ni siquiera en los diversos tra-
bajos que hasta la actualidad difunden instituciones
universitarias, e incluso la frondosa tarea difusora
del Congreso de la República del período 2006-
2011 bajo hegemonía aprista.
Una labor que suena a reivindicación es la ini-
ciada por Juan Orrego Sevilla, un familiar suyo, que
comprende diversos aspectos de la vida y obra del
ilustre pensador, incluido una genealogía mediante
la cual, la familia Orrego del Perú resultaría una
continuidad de la de Guipúzcoa o Galicia de Espa-
ANSIEDAD CREATIVA DE
ANTENOR ORREGO
Demetrio Ramos Rau
Instituto de Desarrollo Económico
Social (INDES) - Trujillo.
| 359Pueblo cont. 22(2) 2011
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
ña, sin descartar la que a su vez, se habría asentado
en Chile desde los primeros momentos de la presen-
cia española en América del Sur. En el caso del Perú,
los Orrego se habrían asentado principalmente en
Cajamarca; hecho que en la literatura vigente es la
más conocida. Luego, existe una antología que ha
dado a conocer el lingüista Antonio Chang-
Rodríguez; pero como toda obra de tales caracterís-
ticas, no aporta más datos que los ya difundidos.
Dadas las condiciones mencionadas, una forma de
hurgar en la personalidad de Antenor Orrego, supo-
ne recurrir al intratexto de sus primeras obras, Notas
Marginales o El Monólogo Eterno, como en el caso de
José Eulogio Garrido en relación a Carbunclos.
EL NORTE COMO ORIGEN Y DESTINO
Antenor Orrego Espinoza (Montán, Cajamarca,
Mayo de 1892 - Lima, Julio de 1960) es considerado
como uno de los integrantes más destacados del
movimiento cultural descentralista de los inicios
del siglo XX en el Perú. Oriundo de la andina Caja-
marca, siendo niño aún llegó a Trujillo en 1902,
cuando sus padres deciden deshacerse de la hacien-
da Montán, heredada de los abuelos maternos y que
antes perteneciera al general Miguel Iglesias (Lla-
nos Horna, 2004). Inmediato a su arribo se matricu-
ló en el exclusivo Colegio Seminario San Carlos y
San Marcelo, donde cursa Primaria y Secundaria, y
Superior en la Universidad Nacional La Libertad;
centros de estudios en los cuales, posteriormente,
ejercerá la docencia en el primero y rectorado en el
segundo.
El lugar de nacimiento de nuestro personaje, no
debió ser en los fines del siglo XIX y comienzos del
XX tan insignificante como para ignorarlo, sino más
bien todo lo contrario; ya que en 1882, en dicho
escenario se produjo el denominado “Grito de Mon-
tán”, precisamente con el protagonismo de Miguel
Iglesias Pino, a la sazón Jefe Político Militar del
Norte y luego Presidente del Perú, quien, luego de
una exitosa campaña contra la invasión chilena,
sorpresivamente resultó propiciando el armisticio
con el gobierno del país sureño. En este mismo terri-
torio andino, habría nacido también el montonero,
guerrillero y caudillo Eleodoro Benel, quien en 1924
lidera la Revolución de Chota; para después, junto
con el doctor Arturo Osores y el coronel Samuel
Alcázar, pasar a la oposición y desde allí combatir la
reelección del dictador Augusto B. Leguía. Ya en la
segunda mitad de 1900 y en este mismo escenario
surgirán las famosas rondas campesinas, participa-
ción organizada de la comunidad frente a la ofensi-
va de los abigeos y que, hoy por hoy, se encuentra
extendida en buena parte del mundo andino.
La aparente despreocupación por parte de Ante-
nor Orrego sobre su natal Chota o Montán se com-
plejiza, cuando se trata de su circunstancia vital
desde la juventud hasta su muerte. Por ejemplo,
cuando se refiere a la ciudad de Trujillo en términos
muy agradecidos; concretamente, con motivo del
homenaje que la intelectualidad trujillana le rinde
en 1959, dice:
“Cada vez que vuelvo a asentar las plantas en el
suelo trujillano siento un renacimiento en todo mi
ser, una suerte de rejuvenecimiento que me hace
percibir con claridad la faena inmediata que debo
realizar... He vuelto a las raíces de mi hogar materno y
cual no habrá sido mi sorpresa que Trujillo me recibe
con el amor encendido, con el homenaje conmovido,
con la belleza sutil y extraordinaria de sus poetas y
escritores nuevos” (Ibáñez Rosazza, Manuel. Antenor
Orrego y sus dos Prólogos a Trilce, 1995).
Con todo ello queda entendido que el arraigo
por lo local en Antenor Orrego, no es como en José
Eulogio Garrido en relación a Huancabamba o
César Vallejo a Santiago de Chuco; sino más bien,
abarca un espacio más amplio. En efecto, su recu-
rrente tránsito se produjo en los escenarios de Truji-
llo y las principales ciudades del norte. Finalmente
Lima, por ser capital, además de ser sede de las com-
ponendas políticas y de las celdas donde pasará
meses y años. La inevitable relación dialéctica arrai-
go-emigración, propia de la condición humana,
funciona en Orrego, tal como considera LAS, “Ya
en trance de emprender el vuelo final como para
ensayarlo, salió a beber el inmenso horizonte de la
pampa argentina, con su pasión peruana, la de
Vallejo, a cuestas ya de sumergirse, tal vez en dema-
siadas y tardío esfuerzo, entre las crestas y gargantas
del Anahuac mexicano” (La Literatura Peruana,
1982).
Demetrio Ramos Rau
360 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Antenor Orrego tenía para viajar a París, pero
esa oportunidad la cedió a su entrañable amigo,
César Vallejo. Es decir, si no regresó a Montán, tam-
poco abandonó el norte peruano; desde donde, se
proyectó al mundo, a través de su pensamiento y
acción, a favor de los menos favorecidos. Para el
efecto, asumió tempranamente y se mantuvo hasta
su muerte en los marcos de la autoeducación y la
militancia política; convirtiéndose en el puntal orga-
nizativo del APRA en el norte peruano.
TALANTE DE UN FORMADOR
Una de las pocas referencias biográficas o auto-
biográficas del infante Antenor Orrego, son las que
informa Felipe Cossío del Pomar, con motivo del
encuentro de aquel con Víctor Raúl Haya De la
Torre, en circunstancias no precisamente formales
o cordiales, sino como parte de los consabidos
desencuentros infantiles que se producen en horas
de recreo o juegos competitivos, en tanto alumnos
del Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo de
Trujillo. El desencuentro terminó con la interven-
ción del Padre Briand; circunstancia que al mismo
tiempo sirve al sacerdote para expresarle a los con-
trincantes roles premonitorios: de “maestro” a Orre-
go y “héroe de su nación y raza” a (Haya), respecti-
vamente. Coincidentes o no con los hechos poste-
riores, lo cierto es que como dice el informante:
“Desde entonces Antenor y Víctor Raúl se dieron el
primer abrazo que como hermanos les ha unido toda
la vida” (Víctor Raúl, 1995).
Ya como alumno de la Universidad Nacional de
La Libertad (hoy de Trujillo), el círculo de amigos de
Antenor Orrego se ensancha con la concurrencia
de alumnos de otros centros educativos del norte
peruano. Acompañado de las mentes más lúcidas de
dicha generación, irrumpe como uno de los organi-
zadores del Centro Universitario, la implementa-
ción de actividades de extensión universitaria y las
universidades populares, y la posterior formación
del Grupo de Trujillo o Grupo Norte.
Antenor Orrego en Santiago de Chuco (1954), lo acompañan Hermes Torres Romero, Luis Cáceres Aguilar, Fortunato Ramos. (Foto Archivo de Hermes Torres P. ).
| 361Pueblo cont. 22(2) 2011
Como supliendo la carencia de datos sobre su
biografía, no faltan algunas caracterizaciones y sem-
blanzas sobre el talante de Antenor Orrego. Por
ejemplo, el prolífico LAS lo describe así: “Era Orre-
go más o menos como hoy, según veo en las fotogra-
fías. Pequeño, menudo, de tez blanca, un poco roji-
za, pecoso y algo “borrado”, es decir, con algunas
picaduras de viruela; los ojos claros; la frente alta y
apuntando al cielo; ralo el cabello castaño; el andar
desenvuelto; el perfil un poco huidizo, conejil; el
hablar abundante y preciso; siempre subrayando
con un gesto perentorio del antebrazo; vestido con
pulcritud, sin estruendo; andar reposado y ágil; acti-
tud cordial; ninguna petulancia; un poco afirmati-
vo, sin embargo, pero con fuerza de la fe en las ideas
que expone; gran lector; meditador de raza; nada de
filosofías de repetir al autor de moda; sino eso que se
llama filosofar o sea desgarrarse las entrañas y,
mirándose el ombligo, descubrir el cordón que une
con la fuente nutricia”(Op. Cit. y obras posteriores).
A lo que es necesario agregar, lo dicho por Juan Orre-
go Sevilla, un familiar suyo, con motivo de su dece-
so: “Nació para pensador y vivió como combatiente,
leal a su pueblo y a su América. Aprendió la lección
de los iluminados de Asia y los filósofos de Europa y
porfió por aprisionar un fragmento de esa eternidad
que ayer lo ha reclamado por entero. Hombre bue-
no, leal y sabio, murió como vivió; con sencillez, con
dignidad y en decorosa pobreza. Fue enterrado
como quería el pueblo: en olor de multitud”.
Todo lo cual se complementa, cuando en Notas
Marginales, al ocuparse de su tema recurrente, la
Antropología, nuestro personaje, al referirse a las
perspectivas de progreso de la persona resalta las
estupendas posibilidades de realización, el ansia de
conocimiento, el rol forjador de una nueva concien-
cia, la práctica de la solidaridad y la búsqueda de la
felicidad, existentes en el ser humano.
MÚLTIPLE FUNCIÓN PÚBLICA
Ya en el ejercicio de la función pública, los “títu-
los” o roles que a Antenor Orrego le reconocen sus
comentadores son: periodista, educador, filósofo,
animador y prologuista de varios autores norteños, y
puntal organizativo e implementador de la política
aprista. Son evidentes que dichas funciones las asu-
mió con esmero. La primera, a través de la edición o
dirección de los periódicos La Reforma, La Libertad,
El Norte y La Tribuna; la segunda a través de la
Extensión Universitaria, las Universidades Popula-
res y el rectorado en la Universidad Nacional de
Trujillo; la tercera, particularmente a través de sus
primeras obras Notas Marginales (1922), Estación
Primera(publicado tempranamente en Amauta de
1927) y Monólogo Eterno (1929); reflexiones que
ampliadas o reformulados se darán a conocer en el
conjunto de su producción donde sobresalen Pueblo
Continente (1937) y Hacia un Humanismo America-
no (1966); la cuarta, como prologuista de Trilce
(1922) y de otras obras poéticas de autores norte-
ños; y, la quinta, a través de su responsabilidad orga-
nizacional y formativa en el APRA, a nivel de Truji-
llo y el norte del Perú, desde sus inicios en 1931
hasta el surgimiento del “sólido norte aprista”,
incluido todo el período de cruenta represión de los
30 y 40 del siglo XX.
ORREGO PERIODISTA. El ejercicio del
periodismo le atrae tempranamente a Antenor
Orrego. Cuando en 1914 gana un concurso litera-
rio, ya tenía un recorrido como colaborador de más
de una publicación local; de tal manera que en
1915, se le ve coordinando una página cultural en
La Reforma, en cuya publicación será nombrado
pronto como Jefe de Redacción. En esta y otras
publicaciones, entre ellas Balnearios de Lima, y La
Semana y La Libertad de Trujillo, destacan sus
comentarios y reflexiones, tanto sobre la coyuntura
como el desarrollo del pensamiento moderno y con-
temporáneo.
Al estilo de su amigo Mariátegui en Lima, en los
medios donde colabora y conduce, no sólo difunde
noticias del momento, sino más bien una buena
parte de sus artículos se destinan para el análisis y el
comentario de la actualidad cultural y científica;
convocando cuando le es posible, la participación
de lo más representativo de la intelectualidad local,
regional, nacional e internacional. Particularmente
El Norte de Trujillo que funda y dirige junto con
Alcides Spelucín, se convertirá en el vocero de lo
más graneado de la inteligencia peruana y latinoa-
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
362 | Pueblo cont. 22(2) 2011
mericana; donde precisamente uno de los asiduos
colaboradores será César Vallejo, tanto desde Lima
como desde Europa.
Por su temprano compromiso con los problemas
sociales y en tanto periodista de combate, sufrirá su
primera prisión en Trujillo. La causa: haberse iden-
tificado con las luchas de los braceros del valle Chi-
cama. Y como director de La Tribuna, en el período
1957 y 1960, más allá de su filiación política, difun-
dirá los logros de la ciencia y el arte contemporá-
neos; y lo suyo, que abunda en temas sociales y polí-
ticos, de interés coyuntural para el APRA y la socie-
dad peruana, dándose a conocer bajo el encabezado
de “Efigie del Tiempo”.
La participación de Antenor Orrego en el perio-
dismo comprende las principales publicaciones del
Perú y América, contándose entre ellas Mundial,
Variedades, Claridad, Amauta, La Sierra, Antorcha y
Repertorio Americano; en las que desarrolla, no sólo
temas de coyuntura sino sobre todo de reflexión en
Filosofía, Sociología, Política, etc. Esto, además de
cotidianas colaboraciones en diversas publicacio-
nes menores para las que es solicitado desde diver-
sos puntos del país.
ORREGO EDUCADOR. El impulso inicial de
su trabajo educativo se concreta a través de la Edu-
cación Permanente y Educación Popular, particu-
larmente la Extensión Universitaria. Esta tarea la
inicia en sus tiempos de estudiante en la Universi-
dad Nacional de Trujillo, en vista de que la educa-
ción superior estaba desvinculada de la comunidad,
así como los contenidos que venían desarrollando
los docentes no respondían a las exigencias de la
época. Para el efecto, Antenor Orrego y sus condis-
cípulos más cercanos impulsan la organización del
“Centro Universitario”, por los mismos tiempos del
fermento estudiantil de Lima, Arequipa y Cusco
(entre 1905-1910). A través de este organismo,
simultáneo con el despliegue de una serie de even-
tos educativos y culturales, los estudiantes logran
un creciente protagonismo en los eventos más
importantes de la ciudad de Trujillo. Esta preocupa-
ción derivará finalmente en la organización y fun-
cionamiento de la “Universidad Popular” en 1918,
en tanto germen de lo que más adelante serán las
Universidades Populares González Prada; del
mismo modo que los mencionados centros universi-
tarios contribuirán para la formación de los centros
federados y finalmente la Federación de Estudiantes
del Perú; instrumentos fundamentales para su parti-
cipación en el movimiento de Reforma Universita-
ria de 1919 para adelante. Es de esta manera que, en
la experiencia de Antenor Orrego, se engarzan
Extensión Universitaria y Educación Popular, acti-
vidades educativas no formales, coherentes con el
sentimiento generacional, ante la vigencia de una
educación desvinculada de la realidad. A este res-
pecto, el diagnóstico no podía ser más contundente:
“La universidad que debió ser un foco de irradiación
intelectual, un instrumento o vehículo de fuerte suscita-
ción, se limitó a repetir -¡Magíster Dixit!- la densa y
pedantesca garrulería académica del Medioevo, la atosi-
gante y abrumadora banalidad de todos los lugares comu-
nes de la tierra, verborrea ortofónica de esa ciencia jurídi-
ca que había aderezado Pero Grullo en todas las malas
cocinas europeas. Cada catedrático despotricaba –como
solo se despotrica en la Universidad Peruana- de lo que
nunca aprendió, de lo que nunca amó con pasión intelec-
tual, de lo que jamás ni siquiera asimiló dentro de su san-
gre y dentro de la carnatura de su espíritu” (Mi encuentro
con César Vallejo, 1989).
La opción por la Educación Popular no era sino
la profundización de la práctica de la Autoeduca-
ción que Antenor Orrego y sus amigos más cerca-
nos, habían iniciado sobre la base de lo recibido en
el Colegio Seminario San Carlos y San Marcelo;
inspirados en las enseñanzas de religiosos franceses
lazaristas, de reconocida mentalidad liberal. Este
proceso debió también recibir una importante
cuota de influencia de la labor que los anarquistas,
revolucionarios y libertarios, venían realizando en
Trujillo, a través del periódico El Jornalero, la Liga de
Artesanos y Obreros del Perú y la Biblioteca Popular
Libertad y Progreso. Esto por lo demás, guardaba
coherencia con el llamado de la época y que desde
Lima, impulsaba Manuel Gonzáles Prada; un pensa-
dor que crecientemente se había convertido en el
líder de los elementos más progresistas en el período
de reconstrucción nacional luego de la Guerra del
Pacífico. El ejercicio de la autoeducación al articu-
larse con los vientos de la reforma universitaria y la
Demetrio Ramos Rau
| 363Pueblo cont. 22(2) 2011
educación popular, deriva en no pocos estudiantes
en una actitud “antiuniversitaria”; con la consi-
guiente renuncia a la formalidad de los títulos aca-
démicos, en la que hasta el final se mantuvieron
Antenor Orrego y sus amigos más cercanos de Truji-
llo y José Carlos Mariátegui de Lima.
De lo descrito se conviene que los principales
espacios de intervención educativa de Antenor
Orrego, constituyen el sector estudiantil reformista,
los trabajadores organizados en sindicatos de los
valles Chicama y Santa Catalina, los militantes y
simpatizantes del APRA, así como los integrantes
de diversas instituciones de la localidad trujillana
(asociaciones, clubes, etc.). Con ellos realiza la difu-
sión de temas de palpitante actualidad en el Perú y
el mundo, vinculados con la economía, la sociedad,
la política, la ciencia y la cultura. Los medios, ade-
más de las conferencias, serán las páginas de los
periódicos y revistas, donde tiene acceso; tanto
como redactor y director, o simplemente como cola-
borador. Para tal efecto asume tempranamente los
avances de la Antropología, Psicología, Filosofía y
Sociología, que se difunden en Europa y América.
Como todo hombre comprometido con el cam-
bio social, en los siguientes años Antenor Orrego,
debe responder ante nuevas exigencias. En 1945
había accedido al poder el gobierno del Frente
Democrático Nacional bajo el liderazgo de José Luis
Bustamante y Rivero, donde el APRA tenía impor-
tante participación. En esta coyuntura, Antenor
Orrego es electo Senador de la República, donde
precisamente se discute el Estatuto Universitario,
como parte de una reforma integral. Al tiempo que
participa activamente en dicho proceso, nuestro
personaje es convocado para ejercer el rectorado de
la Universidad Nacional de Trujillo, donde se pre-
sentará el esperado escollo: ¡Antenor Orrego no
tenía título académico, menos la de un Doctor que
exigían las normas! Dadas las particularidades de la
coyuntura, la salida es introducir algunas modifica-
ciones en el reglamento universitario, de tal manera
que con el título de Doctor Honoris Causa, Ante-
nor Orrego pudo acceder al mencionado cargo.
La experiencia educativa formal de Antenor
Orrego, al fin tiene una cristalización en la gestión
del nivel universitario; campo de acción que, por
lo demás, era de su conocimiento. Practicante de
la Extensión Universitaria, combatiente en prime-
ra fila en la Reforma Universitaria y autor de más
de una propuesta en el nuevo Estatuto Universita-
rio que se discute en el senado de la república,
Antenor Orrego, podía en este campo nadar como
pez en el agua. En esta gestión, que transcurre
entre 1946-1947, despliega una proficua labor,
con logros que se concretan en: propuesta para el
establecimiento del Colegio Universitario, vincu-
lación de la universidad con su medio social y cul-
tural, gesta de una universidad con un sentido
indoamericano, forja de una docencia con autén-
tica valoración de su magisterio, establecimiento
del seminario como método de enseñanza, cons-
trucción de la ciudad universitaria, creación de
nuevas facultades, especialmente la de Medicina,
bajo el liderazgo del reconocido científico ancas-
hino Eleazar Guzmán Barrón (Rivero Ayllón. Ante-
nor Orrego: Meditaciones sobre la universidad,
2003). En el transcurso de su participación en el
senado y el rectorado, Antenor Orrego, despliega
así mismo, una proficua labor de difusión sobre la
educación, fundamentalmente universitaria, uti-
lizando diversos medios a su alcance. Los conteni-
dos divulgados en medios escritos comprenden
principalmente los aspectos políticos del proceso
educativo. El mejor testimonio de esta labor, está
contenido en su memoria rectoral de 1946, inclui-
do su novedosa propuesta, la del Colegio Univer-
sitario y que Rivero Ayllón, ha insertado en su
obra citada.
El Colegio Universitario “…no está llamado a ser
solamente la fuente de cultura general del alumno, sino
también la iniciación específica, el pórtico de entrada,
podríamos decir de la escuela profesional y de la investiga-
ción científica. Se trata, en realidad, de preparar el cere-
bro del futuro universitario para convertirlo en una herra-
mienta eficaz de conocimiento, de estudio, de curiosidad y
de investigación. El profesional no sólo debe ser un hom-
bre que sepa mirar aguda y profundamente a través del
ojo estrecho de una cerradura, sino también un hombre de
mirada panorámica, que no se asuste frente al miraje total
del horizonte y que sepa darse cuenta del conjunto del
mundo, de la Historia, de la Filosofía y de la Ciencia como
síntesis global del conocimiento humano.”
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
364 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Sobre la participación de Antenor Orrego en el
campo educativo, Rivero-Ayllón (Op. cit.) y Robles
Ortiz (“Pensamiento Educativo de Antenor Orre-
go”. En Pueblo Continente, Vol. 21, N° 2, Julio-
Diciembre 2010) han dado a conocer importantes
aportes. El primero, a través de una recopilación de
la serie de comentarios y propuestas de Orrego,
tanto como legislador y rector de la Universidad
Nacional de La Libertad, y el segundo, al extraer
una serie de reflexiones antropológicas y filosóficas
vinculadas con la Educación, contenidas en su
vasta producción. De todo ello lo que trasluce es
que el pensamiento y acción de Antenor Orrego en
el campo educativo se concretó en la Educación
Popular, gestión de la Educación Superior Universi-
taria y sus reflexiones desde los campos de la Antro-
pología y la Filosofía. Por lo mismo, no le falta razón
a Robles Ortiz, al emparentarlo con las propuestas
de Blas Pascal, en torno a la inevitabilidad de lo afec-
tivo frente al predominio de la razón; un tópico noví-
simo en el debate filosófico nacional de aquellos
tiempos, por tanto poco entendido por una intelec-
tualidad influida fuertemente por el positivismo,
asentada en las principales universidades y centros
de difusión cultural.
ORREGO FILOSOFO. El campo de acción de
Antenor Orrego, que mayores comentarios ha mere-
cido es seguramente el referido a la Filosofía; tarea
desplegada con motivo del magisterio directo, tanto
en el Grupo Norte, el APRA y su relación con el
conjunto de las organizaciones sociales y culturales
con las que estaba vinculado. Los principales conte-
nidos elaborados en este campo, están incluidos
principalmente en Notas Marginales (1922) y Monó-
logo Eterno (1929); cuyas reflexiones sirven de base
para la elaboración de Pueblo Continente (1937) y
Hacia un Humanismo Americano (1966). Es de ano-
tar, sin embargo, que en sus dos primeras obras, apa-
recen más nítidamente expresados los contenidos
vinculados directamente con la Filosofía, mientras
que en las dos últimas y por coincidencia las más
difundidas, relucen sus preocupaciones geopolíti-
cas, antropológicas y sociológicas.
Como está registrado en la reseña de sus obras, en
1914 con su trabajo sobre Arte Moderno gana el con-
curso convocado por un periódico de Lima, en el que
también hace lo propio Abraham Valdelomar, en el
campo de la narrativa. Una continuación de este
importante estreno, serán sus primeras producciones
Notas Marginales y El Monólogo Eterno, así como Esta-
ción Primera (1966) que se da a conocer posterior a su
fallecimiento. Algunas de ellas están escritas en
forma de aforismos, así como priorizan fundamental-
mente su pensamiento estético, tema que por esos
tiempos iniciaba su difusión en el Perú.
Un posible antecedente de la preocupación por
la Estética entre la intelectualidad peruana habría
sido la del ancashino Alejandrino Maguiña a través
de La Idea de lo Bello (1893) y La Cuestión de lo Bello
(1894). Estos aportes pioneros abonan el terreno
para la difusión de las ideas de Nietzsche desde los
inicios del siglo XX, con su novedoso planteamien-
to sobre lo Apolíneo y Dionisíaco, como compo-
nentes de la creación artística; de cuya impronta,
los del Grupo Norte, no eran ajenos. Este proceso
cobra fuerza con la presencia de Alejandro Deus-
tua, quien luego de su recorrido por Europa inicia la
difusión de las ideas de Henri Bergson (La Evolución
Creadora, 1907) y concretamente a través de su
propia producción (Estética General, 1923). Los
primeros debates de las ideas esteticistas, vitalistas e
intuicionistas en el Perú, tenían como medios de
difusión sendas publicaciones capitalinas y las aulas
de la Universidad de San Marcos, en la que también
estaba involucrado el otro cajamarquino, Mariano
Iberico Rodríguez (Una Filosofía Estética, 1920).
Entre los autores europeos en boga merecen una
explícita mención por parte de Antenor Orrego, los
alemanes Nietzsche y Heidegger y el francés Berg-
son; hasta cuando es ganado por la Antropología y
Sociología, cuya impronta precisamente está pre-
sente en Pueblo Continente y Hacia un Humanismo
Americano.
En uno de los primeros artículos de contenido
filosófico o estético, publicado en Amauta, Antenor
Orrego postula:
“...el arte dramático occidental se asienta en una
concepción o, mejor en una realidad, no precisamente
falsa o errónea, sino amputada, estrecha, mezquina.”
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Demetrio Ramos Rau
| 365Pueblo cont. 22(2) 2011
“El arte europeo ha hecho anecdótico el destino. La
cultura es de esa irremediable frivolidad occidental que nos
lleva hacia él por simple holganza o divertimento insustan-
ciales, por aturdirnos como nos aturdimos con un espec-
táculo; por oficio o por acrobacia retórica y dialéctica. Nos
falta la seriedad atenta, la unción estremecida del creador.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
“Si el arte no sirve para superar y rebasar la vida, no
sirve para nada” (“El Personaje y el conflicto dramático
en el teatro, la novela y el cuento”, en Amauta, Año I,
No. 1, 1926).
Esta crítica no incluye las obras de Shakespeare,
Cervantes, Romain Rolland, Pirandello y Goethe. A
través de ellos, reclama más bien un “arte dramático
integral” en que el carácter esté presidido por el desti-
no, el cual es libertad y determinación. Y en coheren-
cia con el vitalismo que crecientemente asume, con-
sidera que “la pura racionalidad no es revolucionaria,
es conservadora, estática y reaccionaria”. Es decir:
“La razón raciocinante nos lleva a la utopía, o lo que
es lo mismo, a la esterilidad o a la locura. La razón vitali-
zada que tiene sus raíces en la fluencia de la realidad nos
lleva a la fe, es decir, a la heroicidad porque conforta nues-
tra esperanza” (“Racionalismo y revolución”, Amauta,
Año I, No. 6, 1927).
Entiéndase que Antenor Orrego combate la
“pura racionalidad” y no precisamente la racionali-
dad entendida en toda su dimensión. Se refiere, a
aquella racionalidad occidental que pretendía
monopolizar el pensamiento, con menoscabo del
afecto, otro componente cultural de la humana
condición. Para que ello quede claramente señala-
do, nuestro autor considera que “la razón para no
extraviarse” ni extraviar al hombre, debe incorpo-
rarse en una recia “encarnadura humana”. Estas
especulaciones, permiten a Antenor Orrego, definir
el sentido de la filosofía en coherencia con las exi-
gencias de los tiempos nuevos. Para tal efecto, qué
mejor ubicarse en la realidad latinoamericana, en la
que sus pensadores tratan de responder por sí mis-
mos a dicho reto:
“Respuestas en acción y respuestas en pensamiento,
respuestas en arte y respuestas en política. Todo esto tiene
que constituir su voluntad de ser y su voluntad de poder”
(“Qué es una filosofía”, Amauta, Año III, No. 27, 1929).
Observe el lector, la mención directa de la idea
clave nietzscheana “voluntad de poder”, la que
asume tempranamente, similar que José Eulogio
Garrido, César Vallejo y Haya De la Torre. Más ade-
lante, redondeará su reflexión sobre la filosofía, con
la siguiente definición:
“El objeto esencial de una filosofía es expresar el estilo
de un hombre y de una época, la manera de reaccionar de
una raza frente a los enigmas del universo. Esto equivale a
decir que el objeto de la filosofía es el pensamiento. De lo
contrario es una fría armazón lógica, indefinida, entelé-
quica y cadavérica” (Amauta, Año III, No. 27, artículo
citado).
Esto mismo guarda coherencia con la preocupa-
ción esteticista de Nietzche, cuando éste decía:
“...hacer de un gran estilo no sólo un nuevo arte
sino...realidad, verdad, vida”; por cuanto la cues-
tión del estilo estaba en el centro de su pensamien-
to, en tanto gran logro de los griegos y romanos,
según nos lo recuerda A. Nehemas (Nietzsche Life as
Literature, 1985).
ORREGO CRITICO LITERARIO. El
campo de acción donde se ha difundido con mayor
nitidez el pensamiento filosófico y estético de
Antenor Orrego es la crítica literaria, expuesta
principalmente en las palabras prologales a Trilce
(1922) de César Vallejo Mendoza, El Libro de la
Nave Dorada (1926) de Alcides Spelucín Vega,
Las barajas y los dados del alba (1928) de Nicanor
de la Fuente - “Nixa” y Dimensión de la Piedra
(1955) de Julio Garrido Malaver; complementada
con una serie de artículos y ensayos sobre las obras
de más de uno de sus coetáneos. Estas exposicio-
nes coinciden en su tono anunciador, laudatorio,
metafísico y contextualista, en tanto se refieren a
obras de sus compañeros del Grupo Norte, preo-
cupados por renovar la estética de tal manera que
sirva para “superar y rebasar la vida”, así como
cambiar el sistema económico y social injustos;
con una moderada diferenciación con motivo del
poemario de Nixa, donde asume más directamen-
te el convencional estilo de crítica a través de la
decodificación de palabras y versos, en el marco de
las corrientes poéticas en boga (modernismo,
ultraismo, surrealismo, etc.).
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
366 | Pueblo cont. 22(2) 2011
En el esquema convencional de clasificación de
la crítica literaria, la de Antenor Orrego, segura-
mente pertenece a la “subjetivista”; acaso, más cer-
cano aún, a la “impresionista”; siendo ésta última
para Alfonso Reyes, el primer grado de la escala
crítica (donde la exégesis y el juicio, constituyen el
segundo y tercer grados, respectivamente). Esta
caracterización nos resulta válida pese a los deslin-
des que formula con motivo del libro de Spelucín
Vega, donde aduce su estricta sujeción a la objetivi-
dad; la misma que, en términos estéticos y en cohe-
rencia con sus propósitos, no era necesaria. Es sub-
jetivista también, por cuanto es innegable la presen-
cia de este factor psicológico cuando la relación que
se establece es entre los miembros de un grupo;
mucho más, cuando entre ellos existe lazos de fami-
liaridad (particularmente en relación a Spelucín
Vega). Igualmente, es impresionista, por cuanto se
basa sobre todo en la receptividad y la iluminación
del corazón como sostiene Alfonso Reyes; sin des-
cartar, que a través de la intuición se puede ensan-
char las perspectivas de una obra o proyecto, a ries-
go de superar tanto los límites como el equilibrio
que debe existir entre razón y afecto (caso de César
Vallejo). Todo lo cual guarda coherencia, por cuan-
to Antenor Orrego se inscribe entre los pensadores
que se ubican en la línea trazada por Blas Pascal y
seguidores.
Donde sí es posible encontrar algunos vacíos es
en el manejo de la metodología de las ciencias socia-
les, particularmente en el inadecuado tratamiento
de la contextualización. En efecto, Antenor Orre-
go, en su apreciación crítica, trata siempre de ubicar
la obra en cuestión en un contexto determinado.
Más cuando esta recurrencia no tiene datos sufi-
cientes de comparación con otras obras o proyectos
similares o, cuando una apreciación contextual
abunda en detalles más de lo técnicamente necesa-
Demetrio Ramos Rau
Antenor Orrego junto a una de sus hijas, Luis Cáceres Aguilar y Hermes Torres Romero (de pie),
en la antigua Plaza de Armas de Santiago de Chuco. (Foto archivo Hermes Torres P.).
| 367Pueblo cont. 22(2) 2011
rios, deriva inevitablemente en una apreciación o
enjuiciamiento expansivo antes que objetivo.
Ubicado en el esquema de Alfonso Reyes, la
contextualización puede tener mejor uso en tanto
forme parte de la exégesis o análisis especializado y
comparativo de la obra literaria. La presencia en
exceso del impresionismo, es lo que nos pone
muchas veces ya no tanto en el análisis del fondo y
forma de la obra presentada, sino más bien nos con-
vierte en un expositor que trata de convencer al
lector sobre sus propios puntos de vista e inquietu-
des estéticas personales.
De esta manera, la presentación de las obras
literarias mencionadas, más que un análisis literario
se convierten en verdaderos ensayos sobre Estética
por parte de Antenor Orrego. Por lo mismo, sus
apreciaciones son abarcadoras; de tal manera que,
no está en su preocupación principal el análisis de
estilos literarios, la decodificación de palabras o
versos de un poemario, sino más bien la ubicación o
vislumbre de la perspectiva de los mensajes de las
obras que comenta, que para el caso, su alcance no
solo es nacional sino sobre todo continental y uni-
versal. Este estilo es evidente en todos sus prólogos
y, particularmente en El Libro de la Nave Dorada de
Alcides Spelucín, donde incluso, la parte introduc-
toria o contextual abarca más de la mitad de las pági-
nas destinadas al conjunto del ensayo.
El comentario crítico al impresionismo de Ante-
nor Orrego que nos permitimos formular, no discute
necesariamente la importancia del perspectivismo
ni la ubicación de una obra literaria en los campos
de la filosofía o sociología, en la que por ejemplo se
ubica la de César Vallejo. Nuestro comentario trata
de evitar en todo caso, que una crítica de este tipo
derive fundamentalmente en lo expansivo o subje-
tivo innecesarios.
De otro lado, el reconocimiento del evidente tono
anunciador y laudatorio que caracteriza a los prólogos
de Antenor Orrego, responde a su reconocida gene-
rosidad y el afán orientador que se había autoasigna-
do en la forja de una cultura nueva desde América
Latina. Una tarea sobrehumana, por decir lo menos.
De allí que, aún recurriendo al rigor y la ética, no estu-
vo exento de los riesgos de caer en una excesiva valo-
ración o generalización; no sólo dada la cercanía gene-
racional e ideológica, sino sobre todo por su tempera-
mento más vinculado con lo afectivo que con lo
racional. Acaso refiriéndose a esto mismo, LAS afir-
ma: “El estilo de Orrego difiere del de los escritores de
su generación, en lo barroco. Además, en el peculiar
uso de los sustantivos absolutos, en las generalizacio-
nes románticas” (Op. cit., Tomo 4, 1981).
La formulación de algunas precisiones sobre el
carácter de su estilo de crítica la realiza también el
mismo Antenor Orrego, treinta y ocho años des-
pués y con motivo del Simposium sobre Vallejo rea-
lizado en la Universidad Nacional de Córdoba. Allí
repetirá una y otra vez, su conclusión sobre el meo-
llo de la obra vallejiana:
“esta poesía retrae hacia su origen la esencia del ser”;
Apreciación que se ubica en el estilo de crítica
que había asumido: “una revelación de la obra ajena
y no una simple glosa de lugares comunes y concep-
tos circulantes”; así como constituye la formulación
de conceptos complementarios en el marco del pen-
samiento heideggeriano. Y en un esfuerzo de esta-
blecer un paralelo entre el autor alemán y Vallejo,
en tanto genuinos practicantes del solecismo y la
alteración semántica, agrega:
“El poeta no se propone nunca ser original sino que su
originalidad emerge de la necesidad interna de su emo-
ción, de su expresión poética virginal”.
Ni más ni menos, en los términos como está plan-
teado el arte característico propuesto por Rousseau y
Goethe, como base de una estética que centra su
atención en la emoción y pasión humanas.
Dadas las razones expuestas, la crítica literaria
orreguiana no dejará de mostrar más temprano que
tarde inevitables limitaciones. De los cuatro poetas
presentados Vallejo Mendoza, Spelucín Vega, De la
Fuente y Garrido Malaver, sólo el primero logrará
ubicarse en la cúspide de la creación poética latinoa-
mericana y universal contemporáneas, tal como
había sido avizorado. Spelucín Vega, no sólo se que-
dará con un solo poemario, dedicándose más bien al
periodismo y la docencia, y fuera del país; De la Fuen-
te, igualmente será ganado por el periodismo; así
como Garrido Malaver, pese a su prometedora pro-
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
368 | Pueblo cont. 22(2) 2011
ducción poética, además del prólogo de Antenor
Orrego, no merecerá más comentarios que la de su
compañero de partido Luis Alberto Sánchez, al ser
absorbido por la militancia política en el seno del
APRA. El mismo Antenor Orrego, experimentará
muy pronto un ostracismo no sólo por reacción de los
gobiernos dictatoriales de turno, sino también en el
seno de su propio partido, pese a su tesonera labor
educativa y organizacional. En torno a esta circuns-
tancia, más de un militante aprista (entre ellos, Garri-
do Malaver, Carmelo La Cunza y Mariano Alcántara)
expresará con nostalgia, que el Perú había perdido un
filósofo al ser ganado por la política.
Con este motivo valen algunas anotaciones
sobre la evolución de la concepción del arte y de la
crítica literaria en general. Para el Premio Nóbel de
Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, en una obra
literaria el tratamiento de la forma debe merecer
una esmerada atención por parte del autor; toda vez
que ésta, al comprender escritura y estructura,
engrandece o empobrece los temas. Similar opinión
tiene, otro escritor notable de la generación ante-
rior, Carlos Eduardo Zavaleta, cuando precisamen-
te nos señalaba que la creación literaria consiste en
dar libre juego a la imaginación, antes que pensar en
las causas y consecuencias de los motivos o referen-
tes. Las afirmaciones mencionadas acaso no estén
del todo lejanas de la primera caracterización del
arte griego y de la mayoría de los continuadores
románticos alemanes, cuando preconizaban la
importancia de lo bello y las formas de la naturaleza,
en toda creación artística. Sin embargo, la caracte-
rización de la creación artística no puede quedarse
en la mera o preferente atención de las formas. Los
pasos dados hasta el momento por el arte caracterís-
tico, donde se valoran como referentes las emocio-
nes y pasiones humanas, precisa cuál es el comple-
mento ineludible de toda creación; con lo que es
posible convenir, en el necesario equilibrio entre
forma y fondo, razón y afecto, que debe existir en
toda obra de arte que se reclama verdadera; con
cuya concepción, por lo demás, el romanticismo de
la más noble estirpe no está divorciado.
Con este mismo motivo, vale precisar la impor-
tancia del manejo adecuado del contexto; o mejor
aún, de la relación texto y contexto. Texto, en tanto
un producto concreto y material motivo de comen-
tario, que debe ser cotejado con otros similares; y
contexto, a través del establecimiento de una rela-
ción técnica o profesional, en base a la ubicación y
comparación de la obra del autor comentado con la
de otros de la misma generación o corriente artísti-
ca. Esta relación que debe ser primordial, es lo que
precisamente se ve sesgada en la crítica orreguiana,
al enfatizar en una dimensión no adecuada el con-
texto sociocultural de un ámbito territorial local,
regional o nacional, o como cuando sus apreciacio-
nes asumen un carácter expansivo o genérico, más
allá de los alcances de la obra comentada.
El otorgamiento de la importancia del contexto
artístico o literario, tiene por finalidad ubicar la obra
comentada en el tiempo y espacio adecuados, a tra-
vés del establecimiento de similitudes, paralelos,
ventajas o desventajas, avances uno frente a otros y
sus proyecciones. Es decir, trata de identificar no
sólo las diferencias sino también los logros o las limi-
taciones de una creación artística o poética objeto
de estudio. Y esto supone, no sólo mención de esti-
los sino también de autores y obras similares o gene-
racionales; una mención necesaria que poco tiene
que ver con el “rastacuerismo intelectual” al que
condena Antenor Orrego, con motivo del prólogo a
la segunda edición de Pueblo Continente.
En el mencionado prólogo precisamente es
donde surge su primera contradicción, por cuanto
en Pueblo Continente y las siguientes, incluido Hacia
un Humanismo Americano, no sólo mencionará auto-
res y obras, sino más aún, asumirá explícita o implí-
citamente los puntos de vista o propuestas de los
mismos. De esta manera, antes que recusados resul-
tan convocados Nietzsche, Marx, Heidegger, Dilt-
hey, Bergson, Spengler, Toynbee, Keysserling, Vas-
concelos, Palacios, Unamuno y Ortega y Gasset,
entre otros. Una vasta convocatoria que no sólo
relativiza los puntos de vista expresados por el autor,
sino también deriva en confusión o “singularidad”
ideológica que no sin razón le achacan Augusto
Salazar Bondy (Historia de las Ideas en el Perú Con-
temporáneo, 1965) y Luis Alberto Sánchez (Op. cit.,
1981).
Demetrio Ramos Rau
| 369Pueblo cont. 22(2) 2011
ENTRE LA FILOSOFÍA Y LA SOCIOLOGÍA
De lo descrito es posible percibir que el Ideal
Colectivo Latinoamericano del que formaba parte
Antenor Orrego no las tenía resuelto todas las exi-
gencias de la época. Los mensajes de José Enrique
Rodó en pos de una nueva democracia que no sea
utilitaria como la norteamericana, la de José Vascon-
celos en el surgimiento de la raza cósmica ante el
colapso de la cultura occidental y la de Alfredo Pala-
cios, en función de la síntesis de razas o el mestizaje;
aún no habían sido desarrollados adecuadamente
como para constituirse en una alternativa coherente
ante la inminente decadencia del occidente primor-
dial anunciada por Spengler. Sobre todo, si se tiene en
cuenta que incluso el diagnóstico del pensador ale-
mán, basado en una concepción vitalista y al anun-
ciar la mencionada decadencia de la cultura occiden-
tal, no obviaba la necesaria realización plena de su
destino por parte de la mencionada cultura.
Las propuestas de Antenor Orrego, contenidas
en Pueblo Continente primero y luego Hacia un
Humanismo Americano, así como las formuladas por
sus coetáneos del ideal colectivo, tropiezan con las
que desde una posición socialista defienden el inter-
nacionalismo, entre ellas las de José Carlos Mariáte-
gui y César Vallejo, quienes consideraban tales pre-
tensiones como marcadas por una megalomanía
estudiantil antes que una postura seria; sobre todo,
teniendo en cuenta que así como Europa le debe a
Asia, América le debe a Europa, en más de un ele-
mento de su progreso humanístico, científico y tec-
nológico; por lo que, si se trata del colapso de la cul-
tura europea, éste afectaría igualmente a la ameri-
cana. La generalidad de la utopía orreguiana, será
confirmada con los hechos, por cuanto ni la cultura
occidental ha colapsado, ni la cultura andina se ha
posesionado del nuevo mundo, pese a los esfuerzos
de más de medio siglo, sin contar la primera etapa
que se retrotrae hasta los tiempos de Miranda, Viz-
cardo y Guzmán, y Bolívar.
La mención de la serie de autores y su innegable
influjo en el desarrollo del pensamiento orreguiano,
nos permite avizorar el evidente tránsito del campo
de la Filosofía a los de la Antropología y Sociología,
que caracterizan sus producciones posteriores. A
este mismo respecto vale tener en cuenta que Ante-
nor Orrego, a diferencia de José Eulogio Garrido y
César Vallejo, era un pensador con un temprano
compromiso social, perfilado con motivo de la
Extensión Universitaria y las Universidades Popula-
res, en los marcos de la Educación Permanente y
Educación Popular. Renunciante explícito a la vida
de un catecúmeno, burócrata o académico, Ante-
nor Orrego en el mismo estilo que José Carlos
Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la Torre, asumió
la causa popular como suyo. Cada uno, como es
lógico, tiene valores propios que destacar; por lo
que hoy nos basta aceptar lo dicho por LAS, en el
sentido de que al hablar de cualquiera de ellos es
inevitable la referencia de los demás. Más de un
proyecto los unió en vida a los tres: la reforma uni-
versitaria, la conquista de la jornada de trabajo de
ocho horas, el impulso de una educación popular
como alternativa a la vigente educación bancaria y
atosigante, y la opción por el marxismo. El distan-
ciamiento posterior de estos pensadores, logró ale-
jar objetiva y afectivamente a Mariátegui y Haya,
mas no a Orrego, que se mantuvo hasta la última
edición de Amauta, no solo como colaborador inte-
lectual sino también como distribuidor de dicha
revista en el norte.
La fase comprendida entre 1931 y 1960 de la
producción intelectual de Antenor Orrego tiene
características particulares. Coincide con una serie
de acontecimientos de honda gravitación en la polí-
tica nacional. En dicho lapso se produce: El oncenio
de Leguía (1919-1930), en el marco de una algarada
populista donde los protagonistas son las emergen-
tes clases obrera y media universitaria; la difusión
del programa del APRA, lanzado en 1924 desde
México y, a partir del cual, se opera un creciente
influjo del pensamiento de Haya De la Torre, plas-
mado en El Antiimperialismo y el APRA (1927); se
inicia en 1930 el movimiento antileguiista, liderado
por Luis M. Sánchez Cerro, quien luego de la derro-
ta del dictador es electo Presidente en 1931; en el
mismo año se funda el Partido Aprista Peruano,
cuya difusión en el norte compromete directamente
a Antenor Orrego; y, finalmente, sobreviene la
cruenta represión después de la abortada revolu-
ción de Trujillo de 1932.
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
370 | Pueblo cont. 22(2) 2011
En este contexto la vida de Antenor Orrego se
desenvuelve entre el ejercicio furtivo del trabajo
organizacional y formativo en el norte aprista, y el
ejercicio del periodismo en La Tribuna, por cuanto el
periódico El Norte había dejado de circular. Muy
pronto esta labor lo convierte en otra de las víctimas
propiciatorias, con su confinamiento frecuente en
el Real Felipe, El Frontón, La Penitenciaría de Lima
o El Sexto.
La situación tiende a cambiar en 1945 con moti-
vo del breve retorno a la vida democrática, a través
de la ascensión al poder del Frente Democrático
Nacional liderado por José Luis Bustamante y Rive-
ro, del cual forma parte el APRA; interregno en el
que Antenor Orrego es electo Senador de la Repú-
blica y luego, Rector de la Universidad Nacional de
Trujillo. Esta “primavera democrática”, sin embar-
go, se interrumpe una vez más en 1948, con la irrup-
ción de la dictadura de Manuel Odría Amoretti, el
que convertido después en candidato único es elec-
to Presidente para el período 1950-1956. Sigue,
luego, el gobierno de la convivencia, donde Manuel
Prado Ugarteche, en alianza con el APRA, es electo
para el período 1957-1962; tiempo en que Haya de
la Torre y los demás líderes despliegan una intensa
labor de organización, formación y propaganda.
Los períodos posteriores tienen similares caracte-
rísticas, donde no sólo los golpes militares se repi-
ten(1962: Vargas Prada, Pérez Godoy y Lindley;
1968-1975: Velasco Alvarado; y 1975-1979: Morales
Bemúdez), sino también continúan las alianzas del
APRA, sorprendentemente incluido sus antiguos
adversarios: Unión Nacional Odriista en 1962-1968
y Morales Bermúdez en 1975-1979; con la particula-
ridad que en el período 1962-1968, el ejercicio del
poder le corresponde al Arquitecto Fernando
Belaúnde Terry, quien debe lidiar con una sólida opo-
sición parlamentaria formada precisamente por la
coalición APRA-UNO. Pero, para entonces, Ante-
nor Orrego ya había fallecido (1960).
Como es reconocido por más de un comentador,
hay en Pueblo Continente un explícito influjo marxis-
ta, corriente ideopolítica que luego del triunfo de la
revolución bolchevique en 1917 en Rusia, inicia su
difusión en el Perú bajo el liderazgo de José Carlos
Mariátegui, quien había retornado de Europa en
1923; tarea que más hacia el Sur, venían haciendo por
los mismos tiempos, José Ingenieros y Aníbal Ponce
de Argentina. No pueden ser más explícitos los pun-
tos de vista orreguianos a este respecto:
“La genial teoría de Marx nos da, por primera vez, una
concepción biológica y dialéctica de la historia.”
(. . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . …….. . . . . . . . . . . )
“No se puede plantear hoy la revolución, cualquiera
que sea el pueblo de la tierra, desde el punto de vista contem-
poráneo, sino dentro de los marcos teóricos y prácticos del
marxismo” (Pueblo Continente, 1957).
Estas conclusiones, sin embargo, no son produc-
tos de la superación del viatalismo ni el intuicionis-
mo, sino más bien están acompañados por la crecien-
te asunción de las ideas de Oswald Spengler y Arnold
Toynbee, a la que se suma la presencia gravitante del
pensamiento hayista; el que a su vez, además del de
los dos anteriores, asume el relativismo de Albert
Einstein.
Todo hace ver que no existe en Antenor Orrego,
necesariamente una evolución ideológica significati-
va. Lo que hay más bien es la necesidad de auscultar
nuevos aportes en perspectiva de construir la nueva
cultura americana. Sustentan esta etapa de su pensa-
miento, la presencia más gravitante de Heidegger,
Unamuno, Bergson y Ortega y Gasset; la que con la
concurrencia de Spengler desde el campo de la Histo-
ria, contribuyen para sostener que el vitalismo e intui-
cionismo seguían en pie en el pensamiento de Ante-
nor Orrego. Mas el vitalismo e intuicionismo no
tenían un espacio privativo de difusión: el mismo
Mariátegui, ya había expresado entre 1928 y 1929
con motivo de Defensa del Marxismo: “Vitalismo, acti-
vismo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas
corrientes filosóficas, en lo que podían aportar a la
Revolución, han quedado al margen del movimiento
intelectual marxista“. Todo lo cual se complementa,
con la mención que Antenor Orrego hace en el Pró-
logo de la Primera Edición de Pueblo Continente:
“Todo pensamiento que no tenga virtualidad pragmá-
tica y realizadora, en el sentido de que se haga carne y se
corporice en la acción y la conducta de uno mismo o en el
pensamiento y acción de los otros, es un pensamiento
ocioso y superfluo.”
Demetrio Ramos Rau
| 371Pueblo cont. 22(2) 2011
Sin embargo, un aspecto central del vitalismo e
intuicionismo estaba siendo obviado por Antenor
Orrego: una visión más dinámica, dialéctica o si se
quiere, filosófica de la vida y la cultura. Una lectura
más comprensiva de los alemanes Nietzsche, Hei-
degger o Dilthey, habría permitido avanzar más en
esta dirección, en tanto que una característica fun-
damental de dichos pensamientos (vitalismo e
intuicionismo), es su combate frontal contra el uni-
versalismo occidental en su versión positivista. Sin
ir muy lejos, en el Perú, Mariano Iberico Rodríguez,
otro norteño y cajamarquino por lo demás, a través
de su obra El Nuevo Absoluto (1926) y las páginas de
Amauta, donde al mismo tiempo colaboraba Ante-
nor Orrego, había iniciado el cuestionamiento de la
validez del linealismo occidental, a través del reco-
nocimiento de la unidad dividida y su dinamismo,
así como el planteamiento del nuevo absoluto.
“Nuevo absoluto” que no podía repetir el universa-
lismo secular sino más bien estaba orientado al
entendimiento del carácter plural de la cultura ame-
ricana. De lo cual se deduce que, mientras dicho
debate se iniciaba en el Perú y América, los mento-
res del ideal colectivo latinoamericano, seguían en
su chato nacionalismo continental, al avizorar la
fusión de razas y culturas, en pos de la creación de la
nueva cultura americana y universal que remplace a
la occidental europea; con el agregado en el mejor
de los casos del relativismo mal digerido de Einstein.
Los tópicos señalados son desarrollados a través
de sus propuestas sobre Pueblo Continente, Teoría
del Espectro y Teoría de los Gérmenes Históricos,
en tanto aspectos centrales de su obra Hacia un
Humanismo Americano. En ellas se avizora la inte-
gración de América Latina o Indoamérica, en sus
zonas étnica, biológica y psíquica; teniendo en cuen-
ta los factores morfológico o material y espiritual
interno; planteamientos que expresan una recu-
rrente presencia del vitalismo e intuicionismo, cuan-
do no del espiritualismo. Particularmente, en el
Capítulo XIII, donde se avizora la presencia de una
conciencia cósmica, en los marcos del pensamiento
de San Agustín, Hegel y Karl Jaspers. Y consecuen-
te con su actitud aperturista, Antenor Orrego avi-
zora igualmente que a través de la difusión de los
avances de la tecnología de la comunicación, se
puede lograr la desaparición de las fronteras sicoló-
gicas y culturales, al fusionar el espacio y el tiempo;
procesos que estarían acompañados, por una cre-
ciente mirada hacia adentro. Vislumbres cumplidos
en más de una de sus manifestaciones, por ejemplo,
la globalización con la concurrencia efectiva de la
tecnología de la información; así como la persisten-
cia integracionista de los pueblos tanto de Europa
como de América Latina, a pesar de la presencia de
dificultades o contramarchas. Sin embargo, tampo-
co se puede ignorar la presencia de fenómenos de
contrapartida como la profundización de la brecha
entre pobres y ricos, entre globalizados y excluidos,
así como el resurgimiento del racismo tanto ario
como soviético; donde precisamente la presencia
atosigante de los medios masivos ha logrado elimi-
nar la individualidad de las gentes y la unidad de las
familias.
Dada su actitud aperturista, Antenor Orrego
reconocía la imposibilidad de afirmar la unidad de la
civilización humana con respaldo probatorio sufi-
ciente, reclamando por tanto una actitud más flexi-
ble y abierta, para superar tal escollo. Según su pare-
cer, los inicios en esta dirección cultural habrían
sido dados precisamente por Washington, Lincoln y
Bolívar; por lo que, en torno a dichas propuestas, se
debería impulsar el desarrollo de una estrategia que
comprenda: una dimensión humana o antropológi-
ca, basada en el mestizaje y la solidaridad humana; y
una dimensión política y jurídica, a través de la cons-
titución del Estado o Pueblo Continente; similar a
lo que se venía planteando en relación a la posibili-
dad de la unidad europea. Por cuanto:
“El pueblo indoamericano es la agrupación humana
en grande escala más homogénea que existe hoy en el
globo, salvo Estados Unidos, no obstante su diversidad
original de sangres y, a medida que transcurra el tiempo,
lo será más aún porque el proceso de fusión se encuentra
en sus últimos estadios de compenetración biológica”
(Hacia un Humanismo Americano, 1966).
En la perspectiva orreguiana, a este propósito
debería concurrir la obra creadora de pensadores,
poetas y artistas, como: Walt Whitman, Emerson,
Thoreau, Sarmiento, Martí, Rubén Darío, Valle-
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
372 | Pueblo cont. 22(2) 2011
jo...y de modo singular, la del pensador norteameri-
cano F. S. C. Northrop, quien sostiene la posibilidad
del entendimiento entre Oriente y Occidente, a
través del diseño e implementación de modelos más
holísticos donde se dé una relación armoniosa del
oriente estético y el occidente teorético (El Encuen-
tro de Oriente y Occidente, EDIPSA, México, 1985).
La “conciencia cósmica” avizorada por Antenor
Orrego, sin embargo, no tuvo en cuenta la presencia
negativa del imperialismo, llámese también globali-
zación o mundialización excluyente. Es cierto que,
por entonces, Haya de la Torre, ya había planteado
lo de “imperialismo democrático” o la “ambivalen-
cia del imperialismo” (El Antiimperialismo y el
APRA, 1928); temas polémicos que motivaron pri-
mero, la ruptura Haya-Mariátegui, luego el recrude-
cimiento de la crítica hayista al socialismo real, par-
ticularmente la que adhiere al materialismo históri-
co y materialismo dialéctico. Acaso fueron estos
puntos de vista los que ya mostraban su impronta en
las ideas de Antenor Orrego. En todo caso, los
hechos mostrarán que, el llamado “imperialismo
democrático” es una de las caras de la misma mone-
da, donde no es posible evitar la presencia del impe-
rialismo excluyente, en tanto usufructuario convic-
to y confeso de la base crematística de la economía
que, supone una alta valoración del lucro y una
débil atención de las necesidades o bienestar huma-
nos; pensamiento predominante en la praxis políti-
ca de las grandes potencias, nada menos de una
buena parte de los empresarios y financistas del veci-
no país norteamericano y sus socios de la OTAN o
OMC. Imperialismo, en tanto fenómeno de domi-
nación que no sólo opera en lo económico como
expresa Haya de la Torre, sino también cubre todos
los niveles del desarrollo social y económico con-
temporáneos. En este campo recaen también, inevi-
tablemente, los progresos tecnológicos y científicos,
y los medios de comunicación, a las que en su
momento apela Antenor Orrego, como medios
facilitadores de la “conciencia cósmica”. Porque
habría que tener en cuenta también que, en la rela-
ción espacio-tiempo, “el espacio hállase subordina-
do al tiempo” (Basadre: La Vida y la Historia, 1981);
por tanto, el espacio(llámese, continente) se supe-
dita inevitablemente al tiempo (difusión del fenó-
meno imperialista). Dialéctica a tener en cuenta con
motivo de la universalización o mundialización que,
por lo demás no es un fenómeno nuevo o moderno,
sino secular o milenario; toda vez que cada civiliza-
ción (egipcia, griega, romana, Chavín, Mochica-
Chimú, Inka, europea, norteamericana) en su respec-
tivo momento de apogeo y gloria, no sólo se considera
ser la única, sino que, en efecto, lo es, en base a su
sustento hegemónico como centralidad en relación a
los desarrollos culturales periféricos.
En el desarrollo del pensamiento orreguiano no
hay necesariamente una “singular evolución” como
sostiene Augusto Salazar Bondy (Historia de las Ideas
en el Perú Contemporáneo, 1965). Su identificación
con algunos de los postulados del marxismo expresa-
dos en Pueblo Continente, pesan menos frente a la
gravitación del vitalismo, intuicionismo y pragmatis-
mo, aún sin los adecuados desarrollos. En dicho marco
se ubica la implementación de las ideas de Haya de la
Torre, sustentadas principalmente en los principios
relativistas de Einstein y Toynbee; a la que más ade-
lante se suma la asunción de las cuatro libertades
democráticas de Franklin Delano Roosevelt.
Por los mismos tiempos de la culminación y pos-
terior edición de Hacia un Humanismo Americano
(1966), circulan con mayor fluidez en América y el
Perú nuevos principios y métodos de reflexión his-
tórica, filosófica, sociológica y antropológica. Se
inicia, por tanto, una mirada diferente de la geogra-
fía e historia universal, donde la dialéctica no solo
recobra su vigencia sino también su plenitud. Los
nuevos vientos permiten ver que América es un
territorio vasto, donde tienen vigencia poblaciones
y comunidades con diversos grados de desarrollo
cultural, conformado por americanos, sajones, ibé-
ricos o afroamericanos, así como de poblaciones
nativas que suman más de 400 etnias en el Norte,
Centro y Sur del continente; con idiomas distintos,
cosmovisión y organización social distintas, así
como organización económica y modos de produc-
ción adaptados a los respectivos ecosistemas que
habitan. Dentro de ellas, los de mayor desarrollo y
que acusan una personalidad propia son los herede-
ros de los Azteca, Maya, Chibcha e Inka; sin contar
Demetrio Ramos Rau
| 373Pueblo cont. 22(2) 2011
los de los Collas, Lupaka, Chavín, Mochica-Chimú,
Pampeanos, Araucos o Mapuches, Opabalo, etc.;
así como los pertenecientes al vasto territorio ama-
zonense, donde destacan los Boras, Ashaninkas y
Shipibos; o, los Iroqueses, Apaches, Dakotas, etc.
en las praderas de Norteamérica. Si bien es cierto,
más de una, menguada o colapsada en su desarrollo,
pero también, con la presencia de otros tantos que
expresan avances significativos de mestizaje en su
respectivo territorio o comunidad, y sobre todo, con
la pervivencia de su etnia, historia y cultura. Solo en
el Perú, con aproximadamente 30 millones de habi-
tantes, en convivencia con el español, rigen en
dimensión significativa los idiomas y culturas que-
chua y aymara, existiendo en el primer caso, cerca
de 4 millones de habitantes; así como, sobreviven
más de 40 comunidades nativas con lengua propia,
que no han asumido aún, los logros de la ansiada
modernidad occidental. Esta anotación no ignora,
sino que más bien resalta, que la mayoría de dichas
poblaciones están sumidas en la pobreza; al margen,
por tanto, de las posibilidades de acceso y ejercicio
de los servicios sociales básicos, más aún de la ansia-
da fusión o síntesis en perspectiva de una nueva
cultura americana y universal, capaz de remplazar a
la cultura occidental como ansiaba Antenor Orre-
go. Es esta presencia heterogénea, múltiple y diver-
sa, antes que cualquier progreso tecnológico o cien-
tífico, la que sustenta, a más de una corriente o movi-
miento artístico cultural heterodoxo, dialéctico
radical, cíclico o postmoderno que se difunden en
los tiempos actuales; cuyos inicios se ubican en las
ideas del germano Fredrich Nietzsche, expresadas a
través Así habló Zarathustra (1891) y otras obras, y
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
Antenor Orrego acompañado por una de sus hijas, Numa Pompilio Romero, Luis Cáceres Aguilar, Nicolás Cava, Fortunato Ramos, Secundino Malca, Hermes Torres Romero y Arnulfo Henríquez, entre otros.
Santiago de Chuco, 1954. (Foto Archivo de Hermes Torres P. ).
374 | Pueblo cont. 22(2) 2011
las que décadas después, asumiera similar postura el
peruano Mariano Iberico a través de El Nuevo Abso-
luto (1926) y especialmente La Aparición (1950). Es
decir, una visión dinámica, flexible y, en términos
antropológicos, comprensiva y participativa de la
realidad; por tanto, contrario a toda visión funda-
mentalista o lineal que por siglos ha sostenido a la
cultura occidental. Son tiempos en que se ve con
mayor claridad que lo global tiene frente a sí lo local,
el tiempo lineal al tiempo cíclico, la centralidad a lo
periférico, lo exclusivo a lo inclusivo. Un recuento
somero de las principales relaciones dialécticas
vigentes y que, en más de un momento constituyen
umbrales antes que retos insalvables; acaso tam-
bién, motivos supremos de los futuros proyectos que
impulsen retornos o retraimientos hacia su origen la
esencia del ser. Una manifestación que guarda cohe-
rencia con la compleja condición humana, donde
subsisten, al mismo tiempo, la grandiosidad y la
abyección, la bondad y la maldad, la heroicidad y
pusilanimidad.
En un contexto de difusión de nuevas ideas, de
reafirmaciones o rectificaciones, Hacia un Humanis-
mo Americano resulta ser la continuidad con algu-
nos agregados de Pueblo Continente, donde el tilda-
do “irracionalismo” de Antenor Orrego (Salazar
Bondy, 1980), acaso refleja más bien la expresión de
un complejo pero sincero proceso de búsqueda de
derroteros para el bienestar humano, en perspectiva
de su adecuada sistematización; realizadas en cir-
cunstancias en que debe enfrentar políticas dura-
mente represivas, o como porque en efecto, Haya
De la Torre tenía mayores avances teóricos y meto-
dológicos, tanto en Historia, Antropología, Socio-
logía e incluso Filosofía. En efecto, el frente Alianza
Popular Revolucionaria Americana (APRA) que
insurge en 1924, resulta un planteamiento más con-
creto en el proyecto de forjar la unidad latinoameri-
cana; frente al nacionalismo continental propuesto
por los impulsores del ideal colectivo latinoamerica-
no. La constitución en 1931 del Partido Aprista
Peruano, es una prueba de las limitaciones orgáni-
cas e ideológicas del APRA, y acaso podría conside-
rarse un buen punto de partida, en perspectiva de
asumir la propuesta de Jorge Basadre: desarrollar un
movimiento vigoroso previo a nivel nacional, como
base para el impulso de la unidad latinoamericana.
Desde la postura hayista y en torno a la forja de la
unidad continental serán planteados también otras
propuestas, como que el vocablo “Indoamérica”, es
más adecuado frente a Iberoamérica, Hispanoamé-
rica o Latinoamérica, los que reflejan más bien una
sujeción a Europa; formulación que se ubica en el
marco de una ansiedad nacionalista y la que, coyun-
turalmente encuentra terreno abonado, en los que
adhieren al ideal colectivo o pensamiento latinoa-
mericano. Planteamientos que inician su difusión
en los 30 y que deben ser implementados precisa-
mente por Antenor Orrego, en tanto disciplinado
militante del APRA.
Una visión del conjunto de la trayectoria del
pensamiento de Antenor Orrego, que comprenden
el periodismo, la educación, la filosofía, la sociología
y la política, muestran una búsqueda permanente y
una apertura sin fronteras; los que muchas veces, no
siempre conllevan a logros efectivos, como por ejem-
plo hacia la formulación de propuestas teóricas o
metodológicas. De esta manera, su ansia creativa
parece haberse quedado en el plano de la motiva-
ción, incentivación, contemplación y búsqueda, a
través de propuestas larvadas como Pueblo Conti-
nente y Teoría del Espectro. Más de un discípulo
suyo, ya sea del Grupo Norte o de su más inmediato
entorno, acaso está más satisfecho de sus logros de
la voluntad de poder que el profesor entusiasta,
comprensivo y generoso. Quizás el destino de un
abnegado trabajo docente sea precisamente eso:
motivar, incentivar; donde la búsqueda se convierte
en una meta colectiva y permanente. Aún más:
como abnegado practicante de la Educación Perma-
nente y Educación Popular, apuntan más bien al
diseño de caminos antes que de metas finales, así
como está más en función de los intereses de los
discípulos, que de los prioritariamente reservados
para sí.
En este marco, el planteamiento de su idea Pue-
blo Continente, encontró un avance más concreto
con la Alianza Popular Revolucionaria Americana
de Haya De la Torre; así como el impulso del Huma-
nismo Americano en base a la Teoría del Espectro,
Demetrio Ramos Rau
| 375Pueblo cont. 22(2) 2011
al no tener en cuenta la realidad de la diversidad y
heterogeneidad cultural en el continente no pudo
avanzar más allá de la valoración del mestizaje.
Estas búsquedas que debieron ser asumidas por su
filosofar, tampoco pudieron avanzar más allá de sus
preliminares planteamientos contenidos en El
Monólogo Eterno y Notas Marginales. Las tareas que
sobrevienen luego de la fundación del APRA en
1924 y el Partido Aprista Peruano en 1931, ya no le
darán tregua para avanzar en su trabajo de sistema-
tización y culminar con un nuevo y original plantea-
miento. Por ello, similar a lo que con cierta nostalgia
expresa más de un militante aprista, estamos de
acuerdo con que, si Antenor Orrego no hubiera sido
ganado por el trabajo político, quizás hubiera logrado
su ansiedad creativa; particularmente en el campo de
la Estética, donde se inició con mayor decisión. Y por
qué no, en el campo educativo, donde sentó magiste-
rio compatible con todos los niveles y modalidades.
De hecho, su reconocida generosidad, su apertura al
flujo de nuevas ideas, y su firme esperanza en las nue-
vas voces y la juventud, no le hubieran regateado el
logro de tales objetivos.
CONCLUSIONES
Todo ello permite reconocer en la trayectoria de
Antenor Orrego, no necesariamente el funciona-
miento de la voluntad de poder con logros concre-
tos, sino más bien la búsqueda permanente de nue-
vos derroteros y la formulación de una serie de plan-
teamientos motivadores que, cubren fundamental-
mente los campos filosóficos, estéticos y geopolíti-
cos, que con el paso de los años no han perdido
actualidad y que se resume en lo siguiente:
a) La asunción de un pensamiento y una acción
comprensivos, a través de la práctica generosa de la
reflexión filosófica, la crítica literaria, la educación
popular, la organización y educación política, y la
gestión pública. Manera de pensar y actuar que valo-
ra la Educación Permanente y Educación Popular,
como las mejores estrategias de difusión y creación
cultural. Para el efecto debía superar linderos ideo-
lógicos y políticos, cuando no cargados de dogmas,
en perspectiva de encontrar senderos convergentes
a partir o en paralelo con la serie de propuestas que
se “cocinaban” o “aderezaban” tanto en oriente
como en occidente. En los esfuerzos por la plasma-
ción de una identidad propia para el nuevo mundo,
debió hurgar por igual en los campos de la Filosofía,
Antropología, Historia, Psicología, Sociología y
disciplinas afines, sin denuedo y sin el temor de per-
derse en sus laberintos. Si bien sus fuerzas y el avatar
político no le permitieron avanzar en el diseño de
una propuesta teórica y metodológica en torno a tal
o cual opción, no por ello estaba muy lejos de haber
contribuido a la difusión de principios participati-
vos, que por los mismos tiempos iniciaban su difu-
sión en el Perú: Socialismo, Intuicionismo y Prag-
matismo.
b) El aserto en la ubicación de la obra poética de
César Vallejo en el marco de la preocupación filosó-
fica en función de una mejor comprensión de la
Ansiedad creativa de Antenor Orrego
Antenor Orrego en Santiago de Chuco (1954), bajando
de la habitación de la casa donde se hospedó.
(Foto Archivo de Hermes Torres P. ).
376 | Pueblo cont. 22(2) 2011
esencia del ser; tarea iniciada en la Grecia Antigua
en cumplimiento del mandato délfico “Conócete a
ti mismo” pero que a través de los siglos se había
quedado anclado en la antinomia Noúmeno y Fenó-
meno de Kant, hasta que Heidegger a través de Ser y
Tiempo logra colocar una vez más el problema sobre
la mesa de debate. Este aserto, acaso debió haberse
articulado con el aporte de Mariano Iberico, quien a
través de La Aparición y otros trabajos, había retoma-
do el secular debate sobre el Ser y No ser, introdu-
ciendo nuevos términos de relación dialéctica entre
Ser y Aparecer; mediante la cual, la contradicción
cede su paso a la complementariedad. A pesar de
ello, la temprana apreciación del mensaje transcen-
dental en la poesía vallejiana por parte Antenor
Orrego, generó y ganó consenso entre sus críticos y
comentadores nacionales y extranjeros.
c) Un tercer esfuerzo que guarda coherencia con
los aportes anteriores es la sustentación de la idea
Pueblo Continente, una contribución al diseño de
una estrategia de integración latinoamericana, con-
currente a la propuesta de Haya de la Torre; como
continuidad de los esfuerzos iniciados por Juan Pablo
Vizcardo y Guzmán, Francisco de Miranda, Simón
Bolívar y todos los que posteriormente adhieren al
proyecto. Iniciativa que sistematiza experiencias de
Asia y Europa; y que ubicado en perspectiva, acaso
debe incorporar otras voces como las de Jorge Basa-
dre, que plantea una vigorosa integración nacional
previa, para avanzar hacia espacios de mayor dimen-
sión. Los logros y limitaciones del Grupo Andino, el
MERCOSUR y UNASUR, son avances en torno a
este último mensaje.
d) Aportes en Educación, con despliegue prin-
cipalmente en los campos de la Educación Perma-
nente y Educación Popular. Su participación en el
campo formal, se producen recién entre 1946 y
1948 con motivo de la gestión del rectorado de la
Universidad Nacional de La Libertad. Es indudable
que visión sobre el vasto y complejo campo educati-
vo no eran ajenos a Antenor Orrego; de allí, que
tuvo una destacada participación parlamentaria en
torno a la reforma universitaria, así como al frente
de la gestión de la universidad local. Pero el proceso
educativo es mucho más amplio que ello. Compren-
de al alumno, profesor, currículo, material y equipa-
do, infraestructura y financiamiento. Esto, sin
embargo, no debe regatearle el título lo que para sí
se reservó: el de Maestro, antes que de profesor;
mereciendo tal consideración de todos aquellos que
se le acercaron, contándose entre ellos: literatos,
artistas, líderes sindicales y políticos, y toda persona
con ganas de escuchar y aprender.
Demetrio Ramos Rau
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
De Antenor Orrego
Orrego, A. Pueblo Continente, Ediciones Continente, Buenos Aires
- Argentina, 1957.
____________. Hacia un Humanismo Americano, Lib. Edit. Juan
Mejía Baca, Lima - Perú, 1966.
Sobre Antenor Orrego
Ibáñez Rosazza, M. Antenor Orrego y sus dos prólogos a Trilce, Trilce
Editores, Trujillo - Perú, 1995.
Llanos Horna, S. Los Periodistas de La Libertad, MPT, Trujillo, 2004.
Ramos Rau, D. Pensadores Norteños, MPT, Trujillo - Perú, 2004.
Rivero Ayllón, T. Antenor Orrego: Meditaciones sobre la universidad,
Trilce Editores, Trujillo - Perú, 2003.
Robles Ortiz, E. Pensamiento Educativo de Antenor Orrego, Pueblo
Continente Revista de la UPAO, Vol. 21, N° 2, Trujillo - Perú,
Julio-Diciembre del 2010.
Salazar Bondy, A. Historia de las Ideas en el Perú Contemporáneo,
Fco. Moncloa Editores S. A., Lima - Perú, 1965.
Sobrevilla, David. Las Ideas en el Perú Contemporáneo, Editorial
Juan Mejía Baca, Lima - Perú, 1980.
SIMPOSIO SOBRE ORREGO EN PIURA
El 14 y 15 de diciembre último, en la Universidad Privada Antenor Orrego, Campus Piura,
también se realizó una nueva versión del "Simposio Vigencia y Trascendencia de Antenor Orre-
go,por la ruta de la identidad", organizado por el Departamento de Humanidades de la UPAO, en
la que participaron, con documentadas intervenciones, el Ing. Roberto Arámbulo Albán, los
doctores Bertha Malabrigo de Vertiz, Elmer Robles Ortiz, Teodoro Rivero Ayllón, los maestros
Eduardo Paz Esquerre y Bruno Cépeda Ruiz y el Dr. Oscar Requena Ruiz, coordinador general
del Campus Piura. Simultáneamente con el Simposio, en una sala especialmente acondicionada
para la ocasión, se inauguró una muestra fotográfica y bibliográfica de Antenor Orrego, abierta
al público durante una semana.
El Simposio sobre Orrego en Piura contó con una concurrida asistencia de autoridades locales, público y estudiantes.
| 377Pueblo cont. 22(2) 2011
Sala de exposición en Piura con la muestra fotográfica y bibliográfica de Antenor Orrego.
Invitados, alumnos y público en general, pudieron apreciar en Piura cartas personales, libros, fotografías y cuadros que resaltan la grandeza de la obra de Orrego en la muestra bibliográfica y fotográfica.
378 | Pueblo cont. 22(2) 2011
Simposio sobre Orrego en Piura
| 379Pueblo cont. 22(2) 2011
PREOCUPACIÓN DE ORREGO
POR LA JUVENTUD
¡Cuán grande fue el amor de este personaje por
la juventud, pues enfrentó todos los obstáculos para
dejar impregnado su pensamiento en los hombres
del mañana…!
Tanto es así que no le importó el ambiente tenso,
en el cual se encontraba, para escribir “Pueblo-
Continente”, dedicado a los jóvenes de dentro y
fuera del país, y “El monólogo eterno”, en el que, a
modo de conversación, aconseja al lector y hace
referencia a aquellos valores que más humanizan al
hombre.
En la dedicatoria de “Pueblo-Continente”, titu-
lada “A las nuevas generaciones del Perú y de Amé-
rica”, Orrego invita a los jóvenes a vivir una vida
que no tema el peligro, ya que no todas las sendas
por donde uno va son conocidas, y debemos apren-
der a vencer los obstáculos. Expresa su honda preo-
cupación por la realización personal de cada uno de
los hombres de nuestro país y del continente. Orre-
go no es sólo un ser que se preocupa por los demás,
sino que los orienta mediante sus palabras escritas
en este libro.
¿Qué fácil es huir del peligro, verdad? Pero, ¿eso
está bien?
No siempre es bueno dejar el peligro de lado, si
tenemos en cuenta que Orrego, en un fragmento de
“El monólogo eterno”, bajo el título “Vida y peli-
gro”, afirma que el azar es padre del peligro, pero
sólo aquel que es fuerte y quiere conseguir la victo-
ria sale airoso de esa dificultad.
Muchas veces tenemos nuestro espacio de como-
didad y olvidamos qué hay fuera de él. Y cuando
nuestro sitio de comodidad queda destruido, senti-
mos morir. ¿Por qué? Porque ya estamos acostum-
brados a eso, a la vida fácil y de confort, y no conse-
guimos lo que necesitamos luchando.
Entonces, para lograr lo que necesitamos, debe-
mos afrontar la diaria lucha por la vida, preparándo-
nos permanentemente desde nuestra etapa de estu-
diantes, y así no ser derrotados cuando estemos fren-
te a los sinsabores de nuestra existencia.
Se debe rescatar, pues, el valor y dedicación de
Orrego por hacer del mañana un día mejor con per-
sonas mejores.
Anika Meza Girón.
Escuela de Educación.
EL GRAN FUTURO ESTÁ EN LOS
JÓVENES DEL PERÚ Y DE AMÉRICA
“Pueblo-Continente” está escrito para los jóve-
nes, los cuales representan un futuro asombroso,
brillante, del nuevo mundo por venir, y quienes tam-
bién sienten con alegría el descubrimiento de su
alma. Orrego inició un viaje en busca de nuestra
América que aún nadie había estudiado completa-
mente.
LA VOZ DE LOS ESTUDIANTES
¿Qué dicen nuestros alumnos sobre Antenor Orrego? A continuación algunas opiniones que
abarcan diversos temas tratados en el Simposio y en la muestra fotográfica y bibliográfica.
La voz de los estudiantes
380 | Pueblo cont. 22(2) 2011
América está sumergida en unas aguas de ilu-
sión pero con nuestros buzos y herramientas pode-
mos sumergirnos en la lectura porque con ésta pode-
mos llegar a descubrir algo maravilloso, algo distinto
a lo que habíamos pensado antes: es decir, un
mundo nuevo. Pero para descubrirlo totalmente
hay que prepararse, alimentando nuestra fe. ¡No
nos demos por vencidos! ¡Llegaremos a lo más alto
que hemos podido soñar!
¡Mientras más sentimos que lo sabemos todo,
más ciegos estamos! Porque el conocimiento es infi-
nito y hay que ponerlo en práctica.
¡No nos dejemos arrebatar lo que es nuestro!
¡No caigamos en el hechizo malévolo de quienes
pretenden hacernos diferentes!
Invito a los jóvenes del Perú y América a
emprender este viaje que Orrego inició, el cual es
una aventura peligrosa porque no hay nadie quien
nos pueda cuidar, pero con habilidad y destreza
podremos encontrar la salida. Somos una genera-
ción privilegiada porque en nosotros descansa el
gran futuro. Es por eso que tengo la esperanza que
nosotros podemos llegar al éxito por nosotros y por
nuestra América.
Tal el mensaje del maestro Antenor Orrego.
Cinthia Barrós Chávez,
Escuela de Contabilidad.
PERFIL DE ANTENOR ORREGO
Un gran caballero, intelectual, político y maes-
tro. Considerado por la alta crítica latinoamericana
como uno de las más deslumbrantes mentalidades
del continente, siendo aún muy joven. Eso se lo
ganó por su capacidad.
Antenor Orrego trasciende mucho más que cual-
quier otro intelectual peruano que haya vivido en el
siglo pasado, pues, su visión del tiempo, del espacio y
de la historia, le hizo ejercer influencia directa en la
vida y obra de dos peruanos universales, sus compa-
ñeros de generación en Trujillo: César Abraham
Vallejo Mendoza y Víctor Raúl Haya de la Torre.
El filósofo Antenor Orrego fue un hombre de
cualidades extraordinarias, su obra está dispersa en
periódicos que a veces fueron prohibidos, o está
reunida en libros como “Pueblo-Continente” y “Ha-
cia un humanismo americano”. Lamentablemente,
no obstante su viaje al infinito, fue apartado con
indiferencia de los círculos intelectuales peruanos.
Desde muy temprano, el joven Orrego fue un
hombre de hablar pausado y paternal, se identificó e
hizo suyo los problemas sociales y políticos de su siglo.
Esta orientación la expresó no sólo en su pensamien-
to, sino también y principalmente, en la acción.
La época que le tocó vivir fue una época difícil,
donde la lucha fue mediante un arma muy podero-
sa: la mente, con el objetivo de lograr un Perú libre.
Orrego es, como dice Alcides Spelucín, “¡Espa-
da bíblica y antorcha revolucionaria!”
La gran variedad de facetas en las que se desa-
rrollaba Antenor Orrego es del todo elogiable, pues
este hombre es el único personaje de la historia
peruana que se pudo desenvolver en los ambientes
de escritor, filósofo, poeta, político y educador.
Hombre ejemplar en su hogar, altruista, bonda-
doso, de personalidad sobresaliente. El resplandor
de sus ojos azules como el mar, denotaba la grandeza
y sinceridad de su alma pura.
Nació para pensador y vivió como combatiente…
Anita Quevedo Solidoro,
Escuela de Ingeniería de Sistemas.
LA IDENTIDAD
Nuestro paso por este mundo es corto y debe-
mos aprender pronto a dejar huella.
Nunca el “no puedo” nos debe desalentar, debe-
mos esforzarnos y llegar más allá, porque somos capa-
ces de muchas cosas de las que no nos imaginamos.
El camino ancho y fácil nos llevará a la perdición;
escojamos, pues, el camino arduo, duro, peligroso y
arriesguemos todo en conseguir nuestras metas.
Siendo “nosotros” no podemos ser “otros”, y eso
es lo que necesitamos, simplemente “ser nosotros”,
como anheló nuestro mentor Antenor Orrego.
Josué Alexander Cáceres Vergara,
Escuela de Contabilidad.
| 381Pueblo cont. 22(2) 2011
La voz de los estudiantes
REFLEXIONES ACERCA DEL
“RASTACUERISMO INTELECTUAL”
Se puede notar que Orrego combatió siempre la
imitación, aludiendo que los rastacueros intentan
hacer creer a los otros lo que pretenden ser, pero en
realidad, no lo son todavía.
A estas personas, él les atribuye infantilismo
mental, ya que no son capaces de crear su propio
estilo ni en el campo cultural, ni en el político, ni en
ningún otro.
Orrego rechaza, pues, la alienación, cada perso-
na debe amar lo suyo y no imitar lo que no le perte-
nece, situación que hoy se da especialmente en el
sector juvenil de nuestra sociedad. Muchos prefie-
ren adoptar culturas ajenas a lo nuestro, que amar y
valorar la riqueza que poseemos en el país, sin saber-
las aprovechar adecuadamente.
En la actualidad nos falta identidad cultural.
Los escritores y poetas, por ejemplo, para no
caer en esto, deben crear su propio estilo, poner en
práctica su capacidad creativa, y lograr así diferen-
ciarse de los demás y ser únicos.
Katthia Nathaly Chanamé Acevedo, Escuela
de Ingeniería de Industrias Alimentarias.
CONTRIBUCIÓN DE ORREGO
Antenor Orrego, gran literato, cuyas ideas lo
llevaron muchas veces a ser recluido, contribuyó
con sus obras a un mejor conocimiento de nuestra
patria y de América Latina, a través de sus ideas.
Oscar Azabache López,
Escuela de Arquitectura.
LA HUMANIDAD UNIDA
El doctor Jeffrey Klaiber vio a Orrego como un
profeta que, a su vez, veía al mundo camino hacia
una unión universal. Orrego, dijo Klaiber, predecía,
con increíble claridad, el fenómeno de la globaliza-
ción, presentado como un reto positivo para Améri-
ca Latina.
Orrego escribió acerca de los pueblos-
continente; decía que América Latina está obligada
con inmensa responsabilidad a pensar, obrar y asen-
tir en términos y significación universales.
Cuando escribió “Pueblo-Continente” (antes
de la segunda guerra mundial), Orrego presentía
que un nuevo mundo ya estaba emergiendo bajo el
signo de la humanidad unida.
Según Jeffrey Klaiber, Orrego enfatizó la impor-
tancia de la comunicación, la capacidad ilimitada de
comunicación, entre los seres humanos. Este afán se
asocia después a Marshall McLuhan, un gran teórico
de la comunicación mundial, autor de la frase “aldea
global”, en relación con nuestro planeta.
El Dr. Klaiber también dijo que la frase “con-
ciencia cósmica” es de Antenor Orrego, después
usada por otros pensadores que sostenían que el
mundo está en una convergencia hacia la creación
de un hombre cósmico.
Esta frase también ha sido usada por un notable
sacerdote jesuita para significar que los seres huma-
nos de hoy deben darse al servicio de los demás. En
este contexto, podemos ver en Orrego el perfil del
mundo que se va a conformar por seres humanos
abiertos al cambio, camino que debemos seguir. Este
hombre cósmico es, finalmente, la imagen de Dios
que todo el mundo conoce, y que seguirá manifes-
tándose en la medida que los seres humanos salgan
de la injusticia.
Milagros Sánchez Castillo,
Escuela de Administración.
PREDICCIONES Y OTROS TEMAS
Él predijo el genio poético de Vallejo. La obra
orreguiana es un rico semillero de numerosas cate-
gorías conceptuales en actual uso por las ciencias
sociales. Él habló de “cultura andina”, hoy una idea
generalizada. En sus escritos señala un destino
común a los países de América Latina: teoría de los
pueblos-continentes. Son valiosos sus aportes sobre
la inteligencia y la educación. Orrego enseñó la
importancia de la autoestima: nuestra empresa es
vivir y mejorar nuestro vivir.
El mundo cambia profundamente como Orrego
lo anunciaba. Hombres y mujeres de hoy al servicio
382 | Pueblo cont. 22(2) 2011
de los demás, abiertos al cambio y motivados por el
deseo de vivir. La globalización es un reto para Lati-
noamérica.
Una ponencia presentó al filósofo como un espe-
ranzado forjador de realidades, cuya pluma dedicó
sus primeras energías profesionales al periodismo.
Otra, ha comparado las ideas de Vallejo y Orrego
sobre América Latina.
Como luchador social fue un ejemplo de integri-
dad. Y en todo momento, sus sabias enseñanzas son
las de un verdadero maestro.
Jonathan Romero Valderrama,
Escuela de Administración.
LO QUE ME ASOMBRA
Me pareció muy interesante, ya que resalta toda
la importante trayectoria de Antenor Orrego, en la
cual, lo que más me asombró y me gustaría resaltar
es la obra que escribió desde la prisión, “Pueblo-
Continente”.
Gustavo Flores Burga,
Escuela de Ingeniería Electrónica.
SU INFLUENCIA
La exposición es muy interesante; la influencia
de Orrego en la cultura, filosofía, educación es muy
relevante, y la historia nos muestra que formó parte
de una sociedad de grandes personajes.
Marco Neyra Luján,
Escuela de Ingeniería Industrial.
LOS GRANDES GUERREROS NO SE VAN
Los grandes guerreros no se van
Aunque ausente esté Orrego.
Para siempre estarás con Dios.
Las cosas más grandes que
Esperabas encontrar están junto a ti.
Gracias al Divino y
Al amor que le entregaste
Ríen ahora juntos.
I van caminando en el mundo celestial
A un espíritu de fraternidad.
Sirene Duberli Suárez Guevara, Escuela
de Medicina Veterinaria y Zootecnia.
Antenor Orrego en la ceremonia de firma de la escritura por la que el Dr. Vicente González de Orbegoso y
Moncada dona 30 hectáreas de terreno a la Universidad Nacional de Trujillo para la construcción de la
“ciudad universitaria” el 10 de setiembre de 1947. Orrego era el Rector de dicha universidad.
La voz de los estudiantes
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