L as tragedias como la de Lampedusa nos muestran el discurso más hipócrita de las políticas europeas
de control de fronteras. A la Europa de las libertades
no le gusta ver los muertos en su territorio, es por esto que desde hace años externalizan la repre-sión a países del Norte de África que, por un módico precio, ejecu-tan el trabajo sucio para los Esta-dos democráticos.
Ingentes cantidades de dinero público se invierten en la militari-zación del sur de Europa. Según los gobiernos europeos, el objetivo es protegernos de lo que ellos llaman avalanchas, violentos inmigrantes con formación militar y ataques masivos. Todo un arsenal de pala-bras de guerra para profundizar en los miedos de la ciudadanía euro-pea y así justificar las políticas de represión en las zonas de frontera.
Ojos que no ven, corazón que no siente, y Lampedusa ha sido de-masiado visible, indecente mues-tra del horror que se vive en el sur de nuestras fronteras. Tanto es así, que los políticos se han visto obli-gados a cambiar el discurso mili-tar para mostrar a los inmigrantes como pobres víctimas de las ma-fias y los accidentes. Y así, los mis-mos Estados europeos que expo-lian los recursos de sus países de origen; los mismos que pagaron a los países en tránsito para humi-llarles y maltratarles, tuvieron ahora que llorar a los difuntos fren-te a los medios de comunicación del mundo entero.
Muertos de los que nadie hablaEn otros momentos los muertos pa-saron desapercibidos, tragados por el agua, como los treinta desapare-cidos en el Estrecho de Gibraltar du-rante el pasado mes de agosto, de los que nadie habló porque las au-toridades españolas estaban más preocupadas en identificarlos con las mafias y con el terrorismo.
Y en la mayoría de las ocasiones, para suerte de nuestros políticos, los heridos y fallecidos quedaron en el tránsito, al otro lado de nues-tro territorio y no vimos sus cuer-pos inertes que nos cuestionaban.
El objetivo está conseguido, los Estados europeos han transfor-mado las fronteras en espacios de excepción para los derechos hu-manos, donde el inmigrante no es visibilizado como ciudadano e in-dividuo, sino como una horda vio-lenta víctima de las mafias y los “accidentes”.
Espacios de violencia para una población que ya ha sufrido en los países de origen una viola-ción importante de sus derechos fundamentales.
Tiroteados en las vallas fronte-rizas, apedreados hasta la muerte, violadas en grupo, los inmigrantes son frenados antes de que nos mo-lesten, evitando así el engorroso trabajo de enterrarles en nuestros cementerios.
Llorar es fácil porque las lágri-mas impiden mirar hacia los culpa-bles y depurar responsabilidades. Los responsables existen, los Es-tados europeos los llaman mafias. Aunque, como suelen decir los in-migrantes, las más grandes mafias son aquellos que controlan nuestras fronteras.
Esta situación no es coyuntural, forma parte de toda una estrategia política donde la frontera se define como permeable a aquella mercan-cía capaz de dar beneficios a nues-tro sistema capitalista.
En los últimos años, la militari-zación fronteriza, esgrimida como un elemento necesario en la lucha contra las mafias, ha provocado un efecto contrario, al fomentar un re-forzamiento de las grandes redes de trata de seres humanos para ali-mentar el mercado europeo.
El inmigrante se cosifica como una mercancía más dentro del gran negocio de la frontera, en un con-texto de alta violencia institucional.
Los Estados europeos se sienten en pie de guerra y, en el día a día de las fronteras del sur de Europa, se da una respuesta militar a un pro-blema de justicia social. Mientras escribía esta pieza ocho inmigran-tes, entre ellos dos mujeres y un niño de dos años, habían llegado a la isla más grande de Chafarinas. Re-cogidos en una zona de la roca por las autoridades españolas,fueron introducidos en una balsa de plásti-co y enviados lejos de tierra. Los mi-litares los habían abandonado sin, evidentemente, un expediente de devolución, a la espera de que una patrullera marroquí les recogiese.
Los inmigrantes denunciaban los hechos a través de un teléfono para intentar que otro accidente no acabase con sus vidas.
Por hechos similares dos ciuda-danos cameruneses han denuncia-do al Estado español ante el Tribu-nal Europeo de Derechos Humanos.
Así, la realidad nos pone frente a las personas, y nos muestra que más allá del discurso militar y victi-mista de los Estados, los inmigran-tes luchan por ser respetados como ciudadanos y sujetos de derecho. �
*Especialista en migraciones del colectivo Caminando Fronteras
Mientras lloráis
La misma Europa que ejerce una enorme violencia contra los inmigrantes, ha mostrado ahora su cara más hipócrita a raíz del naufragio en Lampedusa
Subsaharianos llegando a Lampedusa. unhcr
Los Estados europeos han transformado las fronteras en espacios de excepción para los
derechos humanos
Helena MalenoInvestigadora
28Noviembre 2013
www.lamarea.comInmigración
Top Related