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IDENTIDAD Y FOTOGRAFÍA: GERÓNIMO
HERNÁNDEZ Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA
Por Ricardo Cruz García
¿Qué sería de la Revolución Mexicana sin la fotografía? ¿Cómo la concebiríamos
sin esas imágenes en blanco y negro, llenas de contrastes? ¿Por qué una imagen
puede sintetizar un momento histórico? ¿Quién no identifica rápidamente esta
etapa cuando ve a “La Adelita”? ¿Qué podemos saber de su autor, ahora apenas
recordado? Las instantáneas de esa época se han vuelto un símbolo que perdura a
cien años de su origen, un icono visual que le da identidad a un suceso del pasado
porque refleja a una sociedad no sólo en movimiento, sino en conflicto.
En 1840 llega a México el daguerrotipo, antecedente de la fotografía. El
avance de la tecnología permite que las cámaras salgan del estudio y se dispongan a
“tomar” la calle. Para 1889, la prensa de la capital comienza a usar el fotograbado
para acompañar sus textos; un año después surge la primera cámara de aficionados
creada por Kodak.
La disminución del tiempo de exposición necesario para tomar una
fotografía y el menor tamaño de las cámaras ofrecen a los fotógrafos la posibilidad
de captar a través del lente la realidad mexicana de principios del siglo XX. Las
obras de los fotógrafos se convierten en testimonio visual; unas décadas después
serán documento histórico, patrimonio de una nación rescatado en archivos como
el de Agustín Víctor Casasola resguardado por la Fototeca Nacional en Pachuca, o
2
el de Osuna ubicado en el Archivo General de la Nación, sin olvidar a los periódicos
que le dieron espacio en sus páginas a las instantáneas ahora memorables.
Francisco Ignacio Madero inicia la Revolución Mexicana el 20 de noviembre
de 1910; un año después, el 6 de noviembre de 1911, toma protesta como presidente
de la República. Si algo caracterizó al régimen maderista y lo diferenció del
encabezado por Porfirio Díaz fue la amplia libertad de expresión; sin embargo, la
mayoría de los periódicos (El Imparcial, El Ahuizote, Multicolor, El Mañana, El
País, Regeneración, Diario del Hogar, Ojo Parado, La Tribuna, La Prensa, El
Noticioso Mexicano) publicados en esta época contribuyeron de manera
significativa al debilitamiento del gobierno al convertirse en un elemento más en la
pugna por el poder. La prensa de oposición se dedicó a atacar a Madero, hacía mofa
de su figura e incluso llamó a derrocarlo o exigió su renuncia.
Los periódicos, al venir de una etapa represiva, se desbocaron en una
libertad ya sin límites. Madero conocía el poder de la prensa como instrumento
político para influir sobre la opinión pública, así lo manifestó desde el inicio de su
movimiento al apoyar económica y administrativamente la publicación de los
diarios El Antirreeleccionista de Félix Fulgencio Palavicini, El Constitucional,
fundado por Rafael Martínez y México Nuevo, cuyo director fue Juan Sánchez
Azcona.
Ante este panorama, no sólo era lógico, sino necesario que en 1911 el
maderismo tuviera un aliado a su gobierno en el ámbito de la prensa. Gustavo
Adolfo Madero, como principal accionista de la nueva empresa periodística, reunió
3
el capital y los inversionistas; Juan Sánchez Azcona juntó a un equipo de viejos
compañeros de oficio que lo habían acompañado en otros proyectos editoriales.
Con esos elementos crearon Nueva Era,1 un diario que se volvió indispensable para
el régimen, encargado de hacer valer la voz de la Revolución triunfante ante sus
partidarios, sus enemigos y la opinión pública, un medio de comunicación que
difundió las actividades de la administración de Madero y del grupo político en el
poder.
Nueva Era, el órgano defensor de los ideales revolucionarios, fue también el
periódico que funcionó como contrapeso a la avasallante oposición y un espacio de
réplica, debate, polémica y enfrentamiento con los enemigos del gobierno. Fue,
además, un espacio para el periodismo informativo, la difusión del arte y la cultura,
no sólo a través de textos, sino de grabados, caricaturas y fotografías.
El 31 de julio de 1911 un equipo de periodistas, escritores, políticos,
intelectuales y amigos, publicaron el primer número de Nueva Era, el único entre
los periódicos de su tiempo que se fundó para apoyar y defender fielmente al
movimiento encabezado por Madero y a su gobierno. “A cambio del compromiso de
apoyo incondicional al gobierno constituido”, Gustavo A. Madero subvencionó a
1 El apoyo que Gustavo Madero dio a Nueva Era lo confirman: Diego Arenas Guzmán (“Nueva Era y el Lic. José Vasconcelos contra los estudiantes de la República”, Todo, 11/febrero/1965, p. 28); Miguel Velasco Valdés (Historia del periodismo mexicano (apuntes), p. 181); Stanley Ross (“Introducción”, Fuentes para la historia contemporánea de México. Periódicos y revistas, p. XXVI). De igual manera, Guadalupe Sánchez Azcona (El contenido literario en la obra periodística de Juan Sánchez Azcona, p. 32) refiere que Nueva Era se fundó con la ayuda inmediata del hermano del presidente; la nieta de Gustavo Madero, Petra Garza Madero de Romo, en su introducción al Epistolario de Gustavo A. Madero, dice: “En julio de 1911 Gustavo funda el periódico La Nueva Era”.
4
Nueva Era, cuyo objetivo consistió en sostener “los principios de la revolución y
defender sus intereses”.2
Con Juan Sánchez Azcona como director y el gran orador Jesús Urueta como
subdirector, el editorial del primer número de la Nueva Era expresó:
Ha faltado […] un órgano que refleje genuinamente el pensar de los hombres de la
Revolución, primeramente; y que represente, más tarde, los intereses del nuevo
partido político que lógicamente tiene que emanar del triunfo de la Revolución.
Este órgano será NUEVA ERA, y nuestro periódico coronará pacíficamente la obra
revolucionaria como lo hizo México Nuevo. Cada momento político requiere
un periódico político que de modo directo y justo responda a las necesidades de
dicho momento. Nos proponemos que NUEVA ERA sea el diario genuino del nuevo
régimen que se ha iniciado en nuestra Patria.3
En vísperas de los comicios de octubre de 1911, donde Madero fue electo
presidente de México, Nueva Era llegó para apuntalar no sólo su candidatura,
también la de los aspirantes a algún cargo de elección popular postulados por el
Partido Constitucional Progresista, conformado, entre otros, por su hermano
Gustavo, Juan Sánchez Azcona, Jesús Urueta, Serapio Rendón, Rafael Martínez,
José Vasconcelos, Luis Cabrera, Roque Estrada, Enrique Bordes Mangel, Heriberto
Frías, Jesús Flores Magón y Alfredo Robles Domínguez, principales promotores del
diario y pertenecientes al círculo más cercano a Madero.
2 Begoña Consuelo Hernández, Gustavo A. Madero: De activo empresario a enérgico revolucionario (1875-1913), p. 164. Jorge Vera Estañol (Historia de la Revolución Mexicana, pp. 217-218) afirma que Gustavo A. Madero fundó Nueva Era con los 700 mil pesos que recibió del gobierno para pagar los gastos de la Revolución y que lo siguió subsidiando mientras se publicó, aunque su aseveración no es comprobable; como argumento cita una carta abierta de Francisco I. Madero a Federico González Garza (30/julio/1911), donde –ante la confusión y caos que reinaba en la opinión pública después de la Revolución y los ataques de los periódicos porfiristas y de oposición– le dice: “Pero esto pronto se remediará con la publicación de Nueva Era y no dudo que algunos otros periódicos amigos de la revolución irán surgiendo poco a poco”. 3 Juan Sánchez Azcona, “Traemos para el combate los mismos ímpetus que antes; sin traer rencores”, Nueva Era, 31/julio/1911, p. 1. Negritas nuestras.
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Con 553 números publicados diariamente durante su corta existencia, que
terminó el 11 de febrero de 1913, Nueva Era fue dirigido sucesivamente por: Juan
Sánchez Azcona, Serapio Rendón –asesinado después de la Decena Trágica por
oficiales huertistas–, Querido Moheno –después antimaderista y funcionario del
gobierno de Victoriano Huerta–, Manuel Bauche Alcalde –transcriptor de las
memorias de Francisco Villa–, Jesús Urueta, Antonio Enríquez, Jesús María
Aguilar y González, y José Quevedo, última persona al frente del diario.
El periódico de la Revolución, del gobierno y del partido maderistas se
fundó, desarrolló y extinguió a la par que el presidente de México de 1911 a 1913:
Nueva Era y Madero van de la mano. Recordemos la frase “Cada momento político
requiere un periódico político”, es decir: la Revolución maderista necesitaba de
Nueva Era.
Durante la Revolución mexicana los diarios eran partidistas. Nueva Era fue
órgano oficial del Constitucional Progresista; La Nación, del Partido Católico. A
decir de la investigadora Fátima Fernández Christlieb, cada periodo gubernamental
surgen uno o dos diarios y desaparecen otros tantos creados en el lapso anterior, ya
que una vez cubierta su misión –ser vocero del grupo en el poder–, el medio tiende
a decaer, ser absorbido por otro grupo (empresarial o político) o, simplemente,
extinguirse. Esto último sucedió con Nueva Era. “En México existe una prensa de
facciones; si no está respaldada por un consorcio económico o por un grupo
político, cualquier publicación termina por sucumbir ante el acecho de ambos”.4
Después de la caída del régimen maderista, el periódico sucumbió ante el nuevo
4 Fátima Fernández Christlieb, Los medios de difusión masiva en México, p. 73.
6
régimen de Huerta. “En el sistema político mexicano no subsiste un medio masivo
de información crítico si no realiza una alianza, aunque sea estratégica, con alguna
fuerza real de poder”.5
El periodismo es un “método de interpretación de la realidad social”,6 una
forma de expresión que refleja elementos de la sociedad en que se desarrolla y se
ejerce. Cuando estudié Nueva Era tuve la oportunidad de transformarme en un
lector de principios del siglo XX y conocer una parte de la vida cotidiana de los
capitalinos a través de las noticias e imágenes de hace cien años, lo cual permite
apreciar de manera muy diferente la historia de México (y también famosos
acontecimientos internacionales, como el hundimiento del “Titanic”), un valor que
sólo pueden proporcionar los periódicos y que representa, a decir de Álvaro
Matute, la “historiografía de cada día”, imposible de encontrar en libros o en otras
fuentes de información. Lo publicado por los diarios puede trascender el ámbito
inmediato del periodismo y convertirse en memoria histórica.
Los creadores de Nueva Era decidieron que el diario no se enfocara
exclusivamente en lo político-ideológico, también deseaban ganarse lectores por
medio de ofrecer información de interés general (reportajes, entrevistas, literatura,
crónicas, moda, deportes y secciones de temas especializados como agricultura y
educación), complementada eficazmente con ilustraciones y fotograbados de
calidad. El ser tribuna de expresión de grupos determinados “no excluye que los
5 Ibid., p. 25. 6 Lorenzo Gomis, Teoría del periodismo, Barcelona: Paidós, 1991, p. 36.
7
diarios hayan cumplido, y cumplan, otro tipo de funciones, como el de publicar
noticias, difundir cultura o entretener a los lectores”.7
El periódico contó con un equipo integrado, entre otros, por los periodistas
Heriberto Frías, Rafael Martínez “Rip-Rip”, y Vicente F. Escobedo “Ego”; los
caricaturistas Álvaro Pruneda “Gasolini” y Andrés Audiffred; los escritores Antonio
Mediz Bolio y Jesús Urueta; así como el fotógrafo Gerónimo Hernández.8
Desde finales del siglo XIX, el fotógrafo comenzó a considerarse parte
indispensable de la prensa, un elemento fundamental para ilustrar la realidad
inmediata y describirla a partir de imágenes, captar el instante que crea la noticia,
complementar los datos, en suma: informar de manera gráfica.
[…] han muerto los grandes artículos de discusión, la crítica literaria y la exposición
científica, dando una importancia desmesurada al reportage y al interview.
Consecuencia de esto ha sido la creación de elementos nuevos, de tipos no
imaginados por los periodistas de antaño, como es el del reporter-fotógrafo que,
corriendo con cámara al hombro y tripié en ristre, va a todas partes, se entromete
aquí y allá, recibe halagos y sufre desprecios, pero, con sus películas impresionadas
alienta al público presentándole cada detalle de la fiesta oficial o acto académico, de
las carreras de caballos o de las corridas de toros. Y así, el público que no tiene
tiempo de leer reseñas y cronicones, se informa de todo con sólo pasar la vista sobre
las fotografías hacinadas, pidiendo más y el periódico anticipándose a sus deseos.9
Los fotógrafos en la Revolución mexicana, Agustín Casasola, Hugo Brehme,
C. B. White, Osuna y Gerónimo Hernández, lograron crear a través de sus imágenes 7 Fátima Fernández Christlieb, Los medios de difusión masiva en México, México: Juan Pablos, 1988, p. 33. 8 Respetamos la ortografía original del nombre, tal como aparece en Nueva Era, aunque algunos especialistas escriben Jerónimo en lugar de Gerónimo. Para el caso es lo mismo. 9 “Nuestro reporter-fotógrafo”, El Tiempo Ilustrado, México, 17/enero/1909, p. 46. Citado en Daniel Escorza Rodríguez, “Los inicios de Agustín V. Casasola como reporter-fotógrafo”, Alquimia, núm. 27, mayo-agosto de 2006, p. 25.
8
un cuerpo visual capaz de darle identidad a un proceso histórico y a quienes
participaron o fueron afectados por éste: jefes militares, soldados y sus mujeres,
niños, figuras públicas célebres y otros sectores de la sociedad.
Con esto queda trazado el contexto en que se desarrolló el trabajo de nuestro
personaje, que unas décadas más tarde contribuyó a dar identidad a todo un
movimiento armado y a una etapa de la historia de México, tanto para mirarnos a
nosotros mismos, como para mostrarnos ante los ojos de los extranjeros.
De los maestros de la luz de Nueva Era, destacó especialmente Gerónimo
Hernández, encargado del departamento de fotografía del periódico. Como su
fotógrafo oficial, es el más seguro autor de la famosa imagen de “La Adelita”,
aunque debemos decir que el diario también contó con la colaboración de los
fotógrafos José Almagro, Abraham Lupercio, Miguel Uribe, Samuel Tinoco, José
Mendoza, Rafael Sosa (dueño del laboratorio fotográfico ubicado en las oficinas de
Nueva Era, “Rafael Sosa y Cía.”) y Miguel Casasola, quien tenía un carácter muy
distinto al de su hermano Agustín, “era un hombre tempestuoso y jalador –según
Vania Casasola– que se dedicaba también en sus ratos libres a ser
revolucionario”.10
Establecida la duda, confiemos en que, como el fotógrafo más importante de
Nueva Era, Gerónimo Hernández es el autor de la imagen, cuyo mérito le fue
reconocido después de casi cien años. “Entre las muchas fotografías de prensa
descontextualizadas, ninguna tan célebre y erróneamente atribuida como la que
10 Vania Casasola, “Los libros de Gustavo Casasola propiciarán en los jóvenes una mejor identidad”, entrevista con Elena Poniatowska, La Jornada, México, 12/mayo/2010, p. 4ª.
9
primero se denominó, hacia 1960, La Soldadera y después de 1987 como La
Adelita”.11
Aunque la instantánea se publicó por primera vez el lunes 8 de abril de 1912
en Nueva Era (entonces dirigido por Jesús Urueta, quien lo convirtió en órgano
oficial del Partido Constitucional Progresista), el crédito le fue otorgado a uno de
los fotógrafos mexicanos más reconocidos de esa época, quien nunca trabajó en
dicho diario: Agustín Casasola, y así se difundió a través de la Historia gráfica de
la revolución mexicana (Trillas, 1960), de Gustavo Casasola, Historia gráfica de
11 Miguel Ángel Morales, “La célebre fotografía de Jerónimo Hernández”, Alquimia, núm. 27, mayo-agosto de 2006, p. 68.
“La Adelita” de Gerónimo Hernández
10
México (INAH, 1988), coordinado por Enrique Florescano, y Las soldaderas
(Conaculta-Era, 1999), con el archivo de la Fototeca Nacional del INAH. Pero
debemos recordar que el acervo de Casasola está integrado tanto por obras de su
autoría, como por fotos adquiridas por medio de la donación o la compra.
La fotografía de “La Adelita” fue tomada por Gerónimo Hernández
posiblemente el sábado 6 de abril de 1912, cuando las tropas federales, encabezadas
por Victoriano Huerta, salieron en tren rumbo a Coahuila para combatir la revuelta
de Pascual Orozco contra el presidente Madero. De la estación de Buenavista partió
el XV Batallón de Infantería y una batería de artillería; las instantáneas de
Hernández captaron el drama de la despedida y a las mujeres que marcharon junto
a los soldados para auxiliarlos en el campo de batalla. Dos días después, Nueva Era
publicó tres fotografías bajo el encabezado “Embarque de tropas para el norte”,
donde se incluyó la imagen en cuestión con el título “Defenderé a mi Juan”.
En años recientes se ha propuesto que la mujer de la foto no es en realidad
una soldadera, sino una cocinera. El investigador Miguel Ángel Morales comenta:
“Lo que no supo el anónimo redactor del diario es que esa mujer debió pertenecer
al carro-cocina, es decir, formaba parte de las cocineras que iban en ese tren. No en
balde sus compañeras llevan canastos seguramente con alimentos”.12
Independientemente de esto, la imagen se ha convertido en un símbolo de esta
etapa de la historia de México, aunque en un principio haya sido sólo un registro
periodístico.
12 Ibid., p. 72.
11
Gerónimo Hernández fungió como representante de Nueva Era ante la
Asociación Mexicana de Fotógrafos de Prensa, fundada en 1911 y presidida por
Embarque de tropas para el norte: “La despedida”, “Defenderé a mi Juan” y “Embarque de artillería”. Nueva Era, 8/abril/1912
12
Agustín Casasola. Dicho gremio organizó en octubre de ese año un banquete a
Francisco León de la Barra, al cual asistió Hernández. La asociación también
montó, en un salón anexo a la joyería “La Esmeralda”, la primera “Exposición de
Arte Fotográfico” en México, que se inauguró el 8 de diciembre de 1911 por Alberto
J. Pani, entonces subsecretario de Instrucción Pública.
El día de la apertura, Nueva Era confirmó lo que ya era una realidad en la
prensa mexicana: “Los periódicos se adaptaron a los gustos del público, asumiendo
carácter informativo, en combinación con el fotograbado, auxiliar poderoso y
hermano carnal de la información”.13 Una semana después, el presidente Madero
también apreció la exposición.
Nueva Era publicó algunas fotos que después de muchos años se volvieron
un icono visual, sin embargo no se le ha otorgado el reconocimiento que merece.
Las pocas instantáneas conocidas de Gerónimo Hernández destacan por mostrar
rostros llenos de expresividad, entre las clases populares supo captar el momento
justo en que el semblante de los retratados es sumamente emotivo, al grado de
permitir asomarnos a su interior e hipnotizarnos con esa mirada que se dirige hacia
el infinito y se graba en nuestra memoria.
13 “Se inaugura hoy la primera exposición de Fotografía Mexicana”, Nueva Era, 8/diciembre/1911, p. 5.
13
Hernández se encargó en varias ocasiones de cubrir la partida de las tropas
hacia el norte o Morelos, entre otros sucesos del ámbito militar, aunque es posible
que también asistiera a actos sociales. “Nuestro artista fotógrafo”, como le
llamaban en Nueva Era, conocía bien su oficio, ya que además se dedicó a
reproducir y ampliar obras de otros fotógrafos. En noviembre de 1912 trabajó para
el El Intransigente, periódico dirigido por José Ferrel.
El diario maderista fue depositario de periodistas que ya contaban con cierta
trayectoria y un gran prestigio, así como semillero de quienes apenas se iniciaban
en el oficio. Directores, editorialistas, redactores, repórters, caricaturistas y
“El visitador apostólico al salir de la Basílica”, fotografía con el crédito explícito de Gerónimo Hernández para Nueva Era
14
fotógrafos se unieron a sus filas conscientes de la función que debían desempeñar y
con la consigna de hacer un periodismo de calidad.
La mayoría de los hacedores de Nueva Era se enfrentaron a Victoriano
Huerta y posteriormente siguieron combatiendo con su pluma a favor de la
Revolución, ya fuera en el constitucionalismo o con los convencionistas; resultaron
elementos fundamentales para lograr el triunfo definitivo del movimiento iniciado
por Madero y se adhirieron al gobierno o a los distintos grupos de poder surgidos
años más tarde. Su paso por Nueva Era no fue casual, más bien una consecuencia
del pensamiento y el actuar que los caracterizó, factores que determinaron el
ejercicio de su profesión tiempo después, ya que los integrantes del rotativo
figuraron también en las redacciones de importantes publicaciones nacionales y en
trascendentes proyectos periodísticos, sin embargo algunos de ellos no han sido
debidamente reconocidos por su aporte al periodismo, a la fotografía y a la cultura
de México, como es el caso de Gerónimo Hernández.
Cuando el 9 de febrero de 1913 inició el levantamiento contra Madero, se
dice que Hernández acompañó a Madero con su pesada cámara desde el Castillo de
Chapultepec a Palacio Nacional. Después de la Decena Trágica, no se supo nada
más sobre la vida del fotógrafo. El secretario de redacción diurno de Nueva Era,
José González M., recordó ese momento:
Volví nuevamente a la Plaza, y allí me encontré al fotógrafo de mi periódico…
Jerónimo Hernández, que tomó la célebre fotografía del Señor Madero, doblando la
esquina del jardín por la calle frente a Catedral, para entrar a la del frente de
15
Palacio. En esa foto se ve a un papelerillo cerca del Presidente, a éste tremolando
una pequeña bandera nacional…”.14
El 10 de febrero de 1913
Nueva Era informó sobre “los
sucesos sangrientos de ayer”,
aseveró que “la opinión pública está
de parte del gobierno legítimamente
constituido”, llamó a los soldados a
regresar a los cuarteles, registró la
muerte de Bernardo Reyes con una
nota acompañada de un grabado del
cadáver del general, y publicó otra
famosa foto atribuida también a
Gerónimo Hernández: “Bajo una
salva de aplausos de los leales y una
lluvia de balas de los traidores, el
presidente Madero, bandera en
mano, cruzó la ciudad para dirigirse
a Palacio Nacional”.
Esta imagen ahora es célebre, Juan O’Gorman la inmortalizó en uno de sus
murales, que también se reproduce en las portadas de millones de libros de texto
de primaria; asimismo, es símbolo de la “marcha de la lealtad”, como se llamó a la
manifestación que encabezó Madero del Castillo de Chapultepec a Palacio 14 Miguel Ángel Morales, op. cit., p. 73.
Gerónimo Hernández con su cámara fotográfica, por A. Flores
16
Nacional, escoltado por los cadetes del Colegio Militar –entonces dirigido por el
general Felipe Ángeles–, para demostrar el apoyo del ejército y del pueblo al
presidente en su lucha contra los sublevados.
Podemos suponer que Gerónimo Hernández –como muchos de sus colegas
contemporáneos– estaba consciente del momento histórico del cual era testigo,
seguramente sabía que su esfuerzo no sólo se quedaría plasmado en las páginas
Nueva Era, 10/febrero/1912
17
amarillentas de un periódico, sino que pasaría a formar la memoria colectiva de
una nación. Sólo un trabajo de gran calidad puede pasar la prueba del tiempo, sólo
así se puede explicar cómo una fotografía que en su momento funcionó como mero
registro periodístico, años después se convierta en una obra de arte histórica que da
identidad, tanto al poder político, como al pueblo de México.
El martes 11 de febrero de 1913,15 dos días después del cuartelazo de Félix
Díaz y Bernardo Reyes y la toma de la Ciudadela, el edificio de Nueva Era, ubicado
en la esquina de Balderas y Nuevo México (hoy Artículo 123), fue incendiado y
saqueado por simpatizantes de los golpistas. En esa misma fecha circuló entre el
público la última edición del diario maderista.
Las crónicas sobre ese momento hablan de una turba que se dirigió a Nueva
Era, en venganza porque el 9 de febrero, seguidores del presidente, “una multitud
azuzada por la porra maderista”, trataron de quemar las oficinas de los diarios
opositores: El País, La Tribuna, El Noticioso Mexicano y El Heraldo
Independiente, el inmueble de éste último resultó dañado por el ataque.16
15 No se sabe con exactitud la fecha del ataque contra Nueva Era, sin embargo consideramos el 11 de febrero de 1913, porque al siguiente día ya no se imprimió el diario, seguramente por los daños ocasionados. José Juan Tablada registró el 12 de febrero en su diario: “A la una de la tarde el capitán Flores me dice que han quemado las redacciones de Nueva Era y El Diario” (Tablada, Diario, p. 86). Por su parte, Miguel Ángel Morales, escribió que el 19 de febrero (fecha muy posterior e improbable): “Frente al restaurante ‘Gambrinus’, defendido por rurales, la gente pide a gritos la muerte de Gustavo Madero y posteriormente incendia las oficinas y talleres del periódico maderista Nueva Era, en represalia por la destrucción de La Tribuna y otras publicaciones” (Miguel Ángel Morales, “Cronología”, en La Ciudadela de fuego, pp. 130-131). 16 Ese mismo día, el poeta colombiano Miguel Ángel Osorio Benítez, mejor conocido por su alias Porfirio Barba Jacob, hospedado en un hotel de avenida Juárez, fue testigo del amotinamiento, frente a Nueva Era, de un grupo de diez personas que se encaminaron a los talleres de dichos diarios. Por esos días también fue incendiada la casa de la familia Madero, ubicada en la esquina de Liverpool y Berlín. Miguel Ángel Morales, op. cit., p. 119-120.
18
El desastre del diario fue narrado por un testigo: “Sin tardanza salió de la
Ciudadela un grupo de individuos ebrios, dirigiéndose al edificio [de Nueva Era],
que bien pronto era pasto de las llamas, sin que hubiera habido quien tratara de
impedir los avances del voraz elemento, no obstante que uno de los Cuerpos de
Bomberos tenía su matriz a muy corta distancia”.17
Por su parte, Juan Sánchez Azcona relató:
Durante la Decena Trágica fue incendiado el edificio de Nueva Era […]. Los
incendiarios fueron los mismos “fifíes” metropolitanos que incendiaron la casa
residencia de los padres del Presidente Madero. Cuando vieron que el fuego no
alcanzaba a destruir la magnífica y flamante rotativa, buscaron petardos de
dinamita y de los que se emplean en las minas, y en vandálica y bochornosa
exaltación volaron la valiosa maquinaria.
[…] En el incendio perdí importantes papeles y queridos objetos míos, que
había dejado depositados en el edificio del que fuera diario de mi dirección. Entre
ellos, el histórico estandarte de México Nuevo y un soberbio retrato autografiado de
mi gran maestro Emilio Zola.18
17 M.R.P., “Una sesión memorable”, El Demócrata, 20/octubre/1915, p. 1. 18 J. Sánchez Azcona, Apuntes para la historia de la Revolución Mexicana, pp. 318-320. Petra Garza Madero de Romo, nieta de Gustavo A. Madero, aseveró: “En sus oficinas había mucha documentación que hubiera sido muy útil para la nación, pero más tarde fueron incendiadas, y todo eso se perdió”. “Introducción”, en Gustavo A. Madero, Epistolario, México: Diana, 1991, p. 30.
19
El atentado contra Nueva Era dejó unas instalaciones en ruinas, numerosos
agujeros en sus paredes como marca de los disparos y las ventanas ahumadas. En
un clima caótico y a pesar de estar muy cerca del campo de batalla, el periódico
alcanzó a imprimir dos números de cuatro planas, además de la edición extra del
domingo 9 de febrero de 1913, en la cual se dio a conocer el alzamiento de Díaz y
Reyes. Ante la ausencia de energía eléctrica y transporte, y con el fuego cercando la
Ciudadela, en esa región de la capital sólo quedaron calles vacías.
Tropas huertisas frente a las oficinas del periódico, después de los destrozos
20
Con la Decena Trágica terminó lo que se anunció como una “nueva era” de
libertad y democracia. Así acabó también su más fiel representante: Nueva Era.
De igual forma, es muy posible que entre el incendio, las ruinas y el saqueo
haya desaparecido gran parte de la obra de Gerónimo Hernández; sin embargo, sus
pocas fotografías conocidas, después de cien años, dan identidad a ese periodo de
la historia de México y por ello perviven en nuestra memoria. En suma: son dignas
de recordarlas, aunque sea por medio de estas palabras.
Obras consultadas
Arenas Guzmán, Diego. “Nueva Era y el Lic. José Vasconcelos contra los estudiantes de la
República” (“Cincuenta y… tantos de andar en esto”, LVIII), Todo, 11/febrero/1965, pp. 28-29.
Escorza Rodríguez, Daniel. “Los inicios de Agustín V. Casasola como reporter-fotógrafo”, Alquimia,
núm. 27, mayo-agosto de 2006, pp. 25-35.
Fernández Christlieb, Fátima. Los medios de difusión masiva en México, México: Juan Pablos,
1988.
Gomis, Lorenzo. Teoría del periodismo. Cómo se forma el presente, Barcelona: Paidós, 1991.
Hernández y Lazo, Begoña Consuelo. Gustavo A. Madero: De activo empresario a enérgico
revolucionario (1875-1913), tesis de Maestría en Historia, México: UNAM-Facultad de
Filosofía y Letras, 2002.
La Ciudadela de fuego. A ochenta años de la Decena Trágica, edición de Antonio Saborit, México:
Conaculta, 2003.
Madero, Gustavo A. Epistolario, introducción de Petra Garza Madero de Romo, México: Diana,
1991.
Morales, Miguel Ángel. “La célebre fotografía de Jerónimo Hernández”, Alquimia, núm. 27, mayo-
agosto de 2006, pp. 68-75.
M.R.P., “Una sesión memorable” (“La trágica pesadilla huertiana”, XLIV), El Demócrata, México,
20/octubre/1915, p. 1. Serie sobre el cuartelazo, publicada del 24 agosto al 28 de octubre de
1915.
Ross, Stanley R. (introducción, ordenamiento y compilación). Fuentes para la historia
contemporánea de México. Periódicos y revistas, volumen I, México: Colegio de México, 1965.
21
Ruiz Castañeda, María del Carmen y Luis Reed. El periodismo en México: 500 años de historia,
México: Edamex-Club Primera Plana, 2005.
Sánchez Azcona, Guadalupe. El contenido literario en la obra periodística de Juan Sánchez
Azcona, tesis de Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas, México: UNAM-Facultad de
Filosofía y Letras, 1963.
Sánchez Azcona, Juan. Apuntes para la historia de la Revolución Mexicana, México: INEHRM,
1961.
Tablada, José Juan. Obras IV. Diario (1900-1944), edición de Guillermo Sheridan, México: UNAM-
Instituto de Investigaciones Filológicas-Centro de Estudios Literarios, Nueva Biblioteca
Mexicana-117, 1992.
Velasco Valdés, Miguel. Historia del periodismo mexicano (apuntes), México: Manuel Porrúa, 1955.
Vera Estañol, Jorge. La Revolución Mexicana. Orígenes y resultados, México: Porrúa, 1957.
Periódicos
Nueva Era. México, 31/julio/1911-11/febrero/1913.
El Demócrata. México, agosto-octubre/1915.
Índice de imágenes
1. La Adelita, Gerónimo Hernández. Archivo Casasola, Fototeca Nacional-INAH Pachuca.
2. “Embarque de tropas para el norte”. Gerónimo Hernández, Nueva Era, 6/abril/1912, p. 1.
3. “El visitador apostólico al salir de la Basílica”. Gerónimo Hernández, Nueva Era,
21/febrero/1912.
4. “Gerónimo Hernández”. A. Flores, Novedades. Revista literaria y de información gráfica,
3/julio/1912. En Miguel Ángel Morales, “La célebre fotografía de Jerónimo Hernández”,
Alquimia, núm. 27, mayo-agosto de 2006, pp. 73.
5. “El señor Presidente aclamado por el pueblo”. Gerónimo Hernández, Nueva Era,
10/febrero/1913, p. 1.
6. “Tropas llegan para observar los estragos causados a Nueva Era en la Decena Trágica,
febrero de 1913”. SINAFO, INAH. En Alejandro Rosas, “Días sangrientos”, Relatos e
historias en México, núm. 3, México: Editorial Raíces, noviembre de 2008, p. 66.
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