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A guisa de presentacin

FRAGMENTOS PERDIDOSF R A G M E N T O S P E R D I D O S

Rubn RoblesFRAGMENTOS PERDIDOS

Fragmentos perdidos

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RUBN ROBLES

Labor de limpieza, le llamaban.

1Terror era al fin y al cabo el nombre ms adecuado para ese tiempo.Con la libreta en la mano, Rafael mira lo que acaba de escribir y asiente lentamente. Esa frase haban estado dando vueltas en su cabeza durante la conferencia, mientras Abraham hablaba de la importancia de los estudios de la memoria. Volvieron a su mente cuando uno de los expositores narr cmo las ancianas de Ayacucho an se arremolinan cada vez que se descubre una fosa comn, con la esperanza de encontrar los restos de sus familiares desaparecidos; la volvi a pensar mientras todo el auditorio observaba el testimonio en video de una muchacha llamada Clarisa, una joven ayacuchana sobreviviente de una de las tantas matanzas, la cual contaba, entre sollozos, fragmentos de una niez perdida en la que tuvo que soportar cosas tan duras como la desaparicin de sus padres, y, algo mucho peor, el que unos hombres mataran a su abuela a machetazos justo enfrente de ella. Fue en los aos 1990, durante sus aos de estudiante sanmarquino, cuando Rafael haba tomado la costumbre de llenarse los bolsillos con cientos de papelitos en los que apuntaba algunas de sus ideas, breves fragmentos inconexos, frases sueltas que esperaba, sin habrselo planteado de manera explcita, que algn da pudiesen desarrollarse hasta formar un todo. Pronto comprendi que aquel sistema no funcionaba, pues los papelitos simplemente desaparecan, terminaban en el tacho de la basura o se traspapelaban hasta perderse en la nada, como si cayeran en un agujero negro. Por esa razn empez a usar libretas diminutas. Tena algunas docenas de esas libretitas de notas. En ocasiones las buscaba para llevrselas a la academia y leer entre clases, y, repasndolas, se quedaba maravillado, pues muchas veces le resultaba extrao que hubiera escrito algunas de las cosas que all se contaban. Realmente se diverta revisando esos escritos, y comprobando cmo una frase poda transportarlo con un eidetismo impetuoso a una lejana poca de su vida, por lo cual sola pensar que sus libretas eran algo semejante a una mquina del tiempo, en la cual poda viajar unos aos atrs para conversar con aquel muchacho que haba sido. De esa manera, a travs de sus libretas, volva a sus aos universitarios, en aquella universidad de San Marcos sembrada de alfalfares, de edificios anticuados y carpetas vetustas, la San Marcos de los aos noventa. Haba sido aquel, el tiempo en que, entre otras cosas, haba conocido a Abraham. Csar Abraham Mlaga del Carpio haba sido famoso por su espritu desenfadado y bromista. Tras terminar los estudios dejaron de verse. Unos aos despus, cuando se encontraron, Rafael not que su amigo se haba vuelto taciturno. Cierta vez, mientras beban pisco en el Queirolo, Abraham le cont que lo suyo eran los derechos humanos, que se haba sumergido en ese mundo y que estar all era un camino sin retorno porque haba demasiado por hacer. Abraham, le cont de los testimonios de las atormentadas vctimas de la violencia que haba transcrito para la Comisin de la Verdad. No era solo el orlos, era orlos una y otra vez, dolorosos, terribles y que quiz lo ms resaltante era que en los relatos de aquella pobre gente resultaba casi imposible distinguir entre las alucinaciones, los sueos y los recuerdos, y que de tanto orlos, algo de su sufrir se le haba metido en el alma a l mismo. En 1992, el ao en que Abraham y Rafael ingresaron a la universidad, se cumplan quinientos aos del arribo de los espaoles comandados por Cristbal Coln a Amrica. Fuera de San Marcos voces apaciguadoras se referan al tema como el encuentro de dos mundos. Dentro de San Marcos, sin embargo, no se opinaba igual. Profesores y alumnos hablaban de la destruccin violenta y sistemtica de una civilizacin. Se aseguraba que aquello no haba sido un encuentro, haba sido una masacre so pretexto de culturizar a la sociedad andina para sacarla de un inexistente salvajismo. Incluso un grupo de docentes haba calculado a cunto ascendera la deuda de Espaa al Per tras el pillaje de aquellos aos. Mientras lea sus libretas, Rafael no dejaba de pensar en cun curiosos haban sido aquellos tiempos. El ao anterior a que ellos ingresaran, la universidad haba sido intervenida por el gobierno fujimorista. Las autoridades universitarias haban sido retiradas de sus cargos y se haba impuesto una comisin reorganizadora para cambiar el contexto universitario. La idea del gobierno era a todas luces desaparecer las ideas comunistas que abundaban en las universidades estatales. Con el fin de evitar revueltas estudiantiles ante el asunto, el Ejrcito haba acantonado varios contingentes de soldados en los centros de estudios sospechosos de difundir esas ideas, y uno de ellos era San Marcos. Por esa razn los recuerdos de Rafael estaban asociados a soldados marchando dentro del campus con sus fusiles al hombro. Los militares tenan su cuartel general en el comedor universitario, donde haban apilado muros de costales de arena, tras los cuales, parapetados, observaban incansablemente a los estudiantes. Patrullas de uniformados revisaban el campus haciendo rondas como si se tratase de un cuartel militar. En aquellos das Rafael ocupaba sus ratos libres paseando por el estadio de la universidad. No existan an los muros que luego separaron el lugar del resto del campus y los alumnos llegaban hasta all para estudiar o relajarse. Entonces Rafael, el cabello largo hasta la cintura, era conocido como Peluca, y a Peluca le gustaba sentarse en las tribunas vacas, donde se dejaba estar sin hacer nada. Iba a la hora del almuerzo. Prefera ese momento porque todo era ms tranquilo y era as que mientras la mayora de estudiantes se disputaba la comida formando largusimas filas para ingresar al comedor, l buscaba en las tribunas un sitio desde el cual pudiera disfrutar de algunas sombras. Se acomodaba en algn lugar mientras su mirada se perda en la nada del cielo. Le pareca estar solo en el universo, e imaginaba que era el nico sobreviviente de un holocausto nuclear, un individuo condenado a vagar solitario por sobre las ruinas del mundo hasta que la muerte lo alcanzara, y entonces escuchaba el viento que silbaba por sobre su cabeza y vena inevitablemente a su mente el estribillo de una cancin de King Crimson sin que l lo evocara voluntariamente.Confusion will be my epitaph.As I crawl a cracked and brokenpath.If we make it we can all sit back and laugh.But I fear tomorrow I'll be crying,Yes I fear tomorrow I'll be crying.

All sentado, pensaba en cul sera su epitafio, y en cun triste sera la vida de ese hipottico sobreviviente que no podra escuchar su msica favorita, vindose condenado a evocarla de manera incompleta en sus memorias. Y Peluca se deca que el desastrado solitario hara selecciones enormes, listas interminables de canciones, y las ordenara cuidadosamente como si se tratase del soundtrack de su vida. Y pensaba que mientras caminara por ese mundo suyo, aquel pobre diablo hara y deshara sus listas una y otra vez, combinando gneros musicales e intrpretes, para no aburrirse y para evitar el suicidio, porque sera lo ms estpido autoeliminarse luego de haber sobrevivido a una hecatombe nuclear. Peluca se distraa pensando estas cosas hasta que tena que irse porque el estadio se llenaba de parejas excitadas, de futbolistas universitarios que improvisaban ruidosos cotejos en el amarillento csped, de alumnos que acudan a leer en las graderas y de cuadrillas de soldados que hacan rondas y se paseaban por el contorno, dando cientos de vueltas, detenindose a veces para ver cmo los enamorados se tocaban entre ellos. Y Peluca los vea cuchicheando. Los soldados eran chiquillos menores que l, obligados a estar all, y l pensaba que quiz los pobres diablos esperaban recordar eso para masturbarse esa noche antes de ir a dormir en el segundo piso del comedor.As, huyendo de la gente, Peluca se alejaba del estadio con las manos en los bolsillos, dejando que su cabellera larga volara agitada por el viento y mientras andaba una pregunta vena una y otra vez a su mente. Qu le quedara al sobreviviente el da que empezara a olvidar las antiguas canciones?

2El joven, ya fuera de la camioneta, avanz a paso apurado dando grandes trancos. Tena las venas del cuello sobresaltadas y los ojos inyectados de odio visceral. Era tan alto que para observarlo Efran tuvo que alzar la cabeza. El portero no baj la mirada, la sostuvo sin decir nada.Oye, pedazo de imbcil el joven, hablando con una voz muy ronca, se coloc tan cerca de Efran que aquel pudo sentir que a cada palabra una lluvia de saliva le mojaba el rostro. Sabes quin soy yo? Al muchacho se le haban saltado ms las venas del cuello. Efran lo mir en silencio. Realmente no saba quin era. Acaso tena por qu saberlo? Saba que era hijo del dueo porque se lo acababa de decir el jefe de mantenimiento, pero cuando intent pasar sin identificarse no lo haba sabido. Alto, pelirrojo y colorado; con el cuello estirado y los ojos desorbitados, a Efran el muchacho le pareci un gallo de pelea que se estiraba para cantar. Vindolo, calcul que ese chiquillo tendra unos veinte aos. Como el joven, tras una breve pausa, volvi a increparlo, el portero se anim a contestar. Le asegur que slo segua el protocolo de seguridad, que nadie la haba avisado de antemano que el joven Ferreiros vendra a la fbrica y que no haba sido su intencin hacerlo esperar demasiado, lo que ocurra era que mientras consultaba si dejaba pasar la camioneta, las cosas haban demorado.El protocolo volvi a decir Efran, cuando fue interrumpido por el joven.Por la puta madre, me cago en el puto protocolo el joven se jal el nudo de la corbata para aflojarla y a Efran se le ocurri pensar que se estaba estrangulando y por eso se le haban sobresaltado tanto las venas, yo hago lo que quiera aqu, pedazo de huevn. Mi viejo es tu jefe, y yo tambin, mi viejo bota gente y yo tambin.Efran mir a los ojos al joven. Saba que lo que le deca era verdad. En voz baja le pidi disculpas y volvi a decir que no haba sido su intencin demorarse, y que la prxima vez abrira, en cuanto viese la camioneta, con mucha mayor rapidez.Pero el protocolo dice porfi Efran, sin embargo el otro le dio la espalda y emprendi la marcha hacia las oficinas a paso apurado.Antes de perderlo de vista, Efran lo escuch refunfuar que no entenda por qu su padre contrataba a unos serranos tan estpidos para hacer trabajos para los que no estaban capacitados.De pie junto al portn de metal, Efran pens cun irnico era el destino. Cuando estaba en Ayacucho, ellos llamaban serranos a los hombres de las comunidades. A l mismo le haba molestado su presencia porque pareca ser que no entendan lo que les decan. En esa fbrica el serrano era l. Mientras cerraba la puerta pens que ese mismo muchacho que ahora lo despreciaba, rodeado de los extranjeros que a veces llegaban a la fbrica no sera sino un peruano, un sudamericano, un tercermundista, el equivalente a un serrano mundial. A fin de cuentas murmur Efran hablando consigo mismo todos somos serranos. No era la primera vez que lo gritaban. Efran Ramrez record aquella lejana maana de marzo en que entr al Ejrcito. Haba salido temprano de su casa. Evit despertar a su madre, fue a la panadera a comprar pan cuando el cielo apenas se tea de una tenue luz azul oscura, apenas desayun pan con caf y sali a tomar el autobs. La noche anterior no haba ido a libar con sus amigos al parque. En vano lo buscaron el chino Omar y el chato Csar, les dijo que no ira. Les coment que al da siguiente muy temprano ira a pasar el examen mdico para el Ejrcito. Aadi que no quera arriesgarse a que los cachacos detectaran el trago y lo metieran al cuartel acusndolo de ser un miserable vago. El chino le dijo que no fuera, porque a un tipo de su barrio, que no era su amigo, pero que era amigo de un amigo, lo haban metido al Ejrcito por haber ido a pasar el dichoso examen mdico. No vayas to haba dicho el chino, fcil te cagan esos cachacos de mierda. Eso le hicieron al pata de mi pata.T crees, chino? respondi Efran sentado en una de las bancas del parquecito en donde solan reunirse, o sea, de verdad crees que esa historia sea cierta. Ta, compadre, que la gente dice muchas cosas que al final son puro floro noms, alucinaciones para asustar a los chiquillos.No, to murmur el chato Csar, los cachacos son bien jodidos. Te van a ver con tu facha de drogo y solo por joder te meten al cuartel, esos huones odian a los civiles. Mejor ven al parque y nos echamos unos tragos con Julio, Arequipa, Manuel y Fernando.Ya en la CT, y haciendo fila mientras un cabo ordenaba que los reclutas tomaran distancia, Efran maldijo su suerte. Se dijo que debi haberles hecho caso a sus amigos. El chino Omar le haba asegurado que lo mejor era esconderse durante cinco aos hasta dejaba de ser omiso. Agreg que dicho as de plano pareca bastante tiempo, pero que a otro amigo de su amigo, que tampoco era su amigo, le haba pasado eso, y que al tipo le haba bastado esconderse durante ese tiempo para quedar libre. Fue locazo el chino haba levantado las manos en seal de grandeza, el patita solo sala de su jato por las noches. Puta, no poda ni ir a comprar, y menos a tomarse unos tragos con sus patas del barrio. Simplemente desapareci, se lo trago la tierra. Alucina que el loco, cada vez que tocaban a su puerta se meta debajo de la cama de su viejita. As pas los cinco aos, como jugando, y luego, como si nada, sali a la calle, sac su libreta militar. Y dicen que el patita ese ya ha votado en dos elecciones sin ningn problema, y lo mejor de todo era que nunca tuvo que vrselas con los terrucos.

Se acab la pereza el cabo habl mirndolos con desprecio, aqu adentro no hay ms mam para engrerlos, no ms eso de estar por ah drogndose, emborrachndose o jalndose la tripa. Esto es el Ejrcito, aqu a los intiles los volvemos hombres.De aqu no salen, pendejos! una voz ms fuerte que la del cabo se dej or con clara voz de mando. Tena un timbre nasal, un tanto agudo. Efran no pudo evitar mirar hacia el lugar de donde provenan las rdenes. No me miren cuando hablo, carajo! Mirada al frente, por la gran puta!Una multitud de muchachos haba mirado al oficial que hablaba. Para Efran ese haba sido un movimiento reflejo, algo que hizo mientras pensaba en que no haba llamado a su casa para decir que se quedara en el cuartel. Bajo ese inclemente sol de verano imagin que su madre lo estara esperando con el almuerzo listo, que habra preparado esos frejoles con chancho y el seco de pollo a la nortea que tanto le gustaban. La llamada de atencin lo hizo reaccionar. Quiso enterarse de qu se estaba hablando. No tena a quin preguntarle, como haba hecho en el colegio, durante la formacin, para saber de qu hablaban. Se dedic a escuchar la voz del oficial tratando de entender qu pasaba. Fue as como se enter que quien hablaba era el capitn Gabriel Huertas, que a partir de ese momento las vidas de los reclutas le pertenecan a la patria, representada por el capitn, y que aprenderan a entregar la vida por el honor, con disciplina y esfuerzo. Efran pens que debi haber ido la tarde anterior a tomar ron con sus amigos del barrio, en ese instante estara durmiendo en su tibia cama. Solo luego de un instante comprendi que esa noche no dormira en el calor conocido de su cama. Levant el brazo derecho a la orden de tomar distancia. Tuvo que mirar lo que hacan los otros. Si alguna vez haba aprendido a tomar distancia, era claro que ya lo haba olvidado. Al grito de firmes pens en sus hermanos menores, que ya estaran llegando del colegio, arrastrando sus maletas cargadas de tiles escolares, ataviados con sus horripilantes uniformes grises. Pronto l volvera a usar uniforme.De nuevo en la caseta de vigilancia, Efran piensa en el encuentro que tuvo con el capitn Huertas. Aquel hombre que colgaba gente amarrndoles los brazos en la espalda para que se dislocaran y que era capaz de patear con la misma fuerza a hombres, mujeres y nios tena una mirada diferente, pareca aturdido, acaso feliz. Abrazndolo, lo invit a asistir a la iglesia a la que l iba, le dijo que Cristo haca todo nuevo, que en l haba paz, porque era el camino del perdn, el nico seor y salvador. En su voz an se reconoca la fuerza de antao.El capitn era un soldado de Cristo.De ahora en adelante, ociosos de mierda, cuando quieran pedir algo el capitn se haba paseado por entre las columnas de reclutas haciendo sonar sus botas a cada paso que daba van a tener que pedir permiso a sus superiores! Para hablar con un superior tendrn que pedir permiso diciendo: seor Entendieron?!S! respondieron algunos reclutas.S, qu?! grit el capitn con voz estentrea. No escucho, conchas de sus madres! S, qu, pedazos de mierda!S, seor! gritaron unos pocos, contestando de manera interrogativa, tmida y desordenadamente.Qu chucha han dicho, imbciles?! el capitn bram furioso, y se dirigi al cabo. Cabo, dgame si es que yo no escucho o es que este lugar est lleno de rosquetes!S, mi capitn el cabo corri hasta pararse detrs de los reclutas. Ya oyeron, maricas, ya escucharon al capitn. Cuando un superior dice algo ustedes responden: S, seor! Entendido? S, seor! Todos al unsono, un tro de enrgicos gritos silbicos y breves, como en estacato, seguidos por un largo silencio, que solo era interrumpido por las pisadas enrgicas del capitn.Cincuenta ranas!Ah, carajo, siempre nos mandan lo peor el capitn se detuvo en seco. Cabo, que estos infelices hagan cincuenta ranas ms. Nios, los llevaremos al fuerte Rmac. All aprendern a ser soldados de la patria.Camino al fuerte Rmac los reclutas, dentro de los camiones, adoloridos y apiados como pollos en una jaba, se miraban unos a otros con desconfianza. Los ms audaces se atrevan a conversar entre s, en voz baja, evitando ser odos por los soldados antiguos, el cabo o peor an, el capitn. Llegaron a su destino cuando empezaban a caer las sombras.Oe, loco. Cmo te llamas? pregunt Efran Ramrez al recluta que estaba sentado a su lado.Jaime respondi el otro tendindole la mano. T?Efran contest l y apret firmemente la mano que le ofrecan. Oe, Jaime, y t por dnde vives?, cul es tu zona?Comas respondi Jaime.Efran mir a los lados. Conversaciones parecidas a las de ellos, con diferentes actores y escenarios, se repetan en diversas partes del contingente de reclutas apostados dentro del camin militar.Yo soy del Callao respondi Efran Ramrez, el cabello lacio y negro peinado con raya al costado, a la antigua, de Reynoso. Cuando el vehculo cruz sobre algo que pareca ser una loma, Efran Ramrez se levant un poco de su improvisado asiento. Not que estaban cruzando el puente Santa Rosa. Volvi a sentarse e imagin, como una hilacha moribunda y sucia, el ro Rmac perdindose a lo lejos, hacia la sierra y hacia el mar, pasando a un lado de su barrio. All, sin embargo, a un lado podra verse el edificio antiguo de Polvos Azules, al otro el cerro San Cristbal con aquella cruz que se iluminaba durante las noches para ser vista desde toda Lima. Estara tambin el edificio de la cervecera Cristal, rosado, con su cartel enorme. Se podran ver tambin aquellos otros cerros, acaso sin nombre conocido, que rodean Lima. Record que su abuelo, que haba vivido en el Rmac, alguna vez le cont que fue testigo presencial de la pelea a muerte entre los bravos delincuentes Carita y Tirifilo. Loco, ya estamos en el Rmac dijo Efran Ramrez sealando hacia afuera del vehculo, conozco esta zona. Por aqu viva mi abuelo y me traan de chico a verlo al viejo.Cuando el vehculo entr al recinto, empezaba a oscurecer. Efran Ramrez, Jaime y otros reclutas se quedaron mirando el terroso cerro que colinda con la Universidad de Ingeniera, observaron tambin los cuarteles cremas con techo rojizo, el cerco perimtrico que se opona entre ellos y el muro de fuera, los soldados antiguos que pasaban desfilando en forma ordenada, uniforme verde, fusil al hombro, botas negras y el cabello casi rapado, unos iguales a los otros. A Efran le pareci que estaba entrando a una prisin, volvi a ver a los uniformados y se dijo que eso seran pronto l, Jaime y los otros muchachos, unos cachacos.Loco, all en Independencia, cerca de mi barrio Jaime habl como pensando consigo mismo, tambin hay cerros. Y cuando los veo me hacen alucinar. Parece que fueran dinosaurios enterrados, y de chibolo alucinaba que un da se despertaran y: saz, mierda, nos tragaran a todos.El vehculo se detuvo levantando una polvareda. Desde donde estaban sentados, los reclutas oyeron pisadas, risas y silbidos. Algunos de ellos se pusieron de pie para ver qu pasaba afuera. Se oy un murmullo dentro del camin. Intempestivamente la puerta se abri, bajando como una enorme rampa. De afuera los conminaron a salir. Saltaron en forma desordenada, empujndose entre ellos al hacerlo. Uno tropez y cay de bruces. Algunos reclutas empezaron a rer.Silencio, perros de mierdas! grit uno de los soldados antiguos, un muchacho de rasgos andinos y ennegrecido por el sol, que lanz un escupitajo al suelo polvoriento, nadies les ha dicho que abran el hocico!En ese momento Efran se dio cuenta que no se haba transformado en un cachaco, era menos que eso, era un simple perro, la mascota de alguien, quiz de los soldados antiguos, del capitn o del Estado mismo.

Oye, to Abraham le haba hablado en el paradero, tras la conferencia, recuerdas a Luis Ancajima?El hombre verde? Rafael se haba sentido intrigado. S, claro que lo recuerdo, imposible olvidarlo. Enorme, verdoso e indestructible, y que un da se lo llevaron preso, acusado de senderista.Ese mismo Abraham se haba empujado los anteojos con el ndice derecho, el hombre verde. Lo presentaron en televisin con traje a rayas y la barba crecida. Me han contado que el loco ha vuelto a la facultad. Unos amigos me han dicho que se le ve por ah paseando como Pedro en su casa.Vaya. El tipo debe de haber pasado buen tiempo a la sombra Rafael se acarici la barba. Sera bueno saber qu diablos le pas all donde estuvo.Te imaginas lo horrible que habr sido eso? Rafael sacudi la cabeza. En su celda habr conservado como ltima imagen de San Marcos una de un rastrillaje. San Marcos llena de militares, de alumnos saliendo en estampidaClaro Abraham asinti . Si cay en un rastrillaje, esa habr sido la imagen de San Marcos que lo acompa en el penal, la que qued grabada en su retina cuando el vehculo arranc y l supo que no volvera a ver San Marcos en muchos aos.Rafael vuelve a hundirse en sus pensamientos. Acaso ha acabado el encuentro de dos mundos?. No sigue ocurriendo el choque en las comunidades campesinas?, acaso no fue eso lo que vivieron los comuneros enfrentados a los gamonales, los caucheros o a las mineras?, no pasa eso con gente como Clarisa, vctima de las masacres? Hechos fragmentados asoman en su mente. Nuevamente recuerda San Marcos. Casi puede ver una pintura con motivos orientales colgada en el Centro de Estudiantes de Historia. No poda evitar mirarla cada vez que entraba. Le llamaba poderosamente la atencin la inscripcin que tena: El pasado fue opresin, el presente es de lucha, el futuro ser nuestro y glorioso. En otro recuerdo ve un cartelito blanco pegado en una pared y escrito a mano: El partido tiene mil ojos y mil odos. Muerte a los soplones. Tambin recuerda soldados intentando borrar los escritos que durante las noches dejaban los senderistas y emerretistas. En verdad los militares lo hacan con poco criterio y, al pasarle unas capas de cemento por encima a las letras, lo nico que lograban era quitarles el color rojo, dejando inscripciones de contenido revolucionario en inofensivo color gris. Rafael pensaba que quiz para ellos lo revolucionario era el color. Unos instantes despus pasan por su mente varios hechos que se suceden con cierta velocidad. En uno de ellos, cientos, acaso miles de estudiantes hacen enormes filas para mostrarles sus documentos de identidad a los militares durante algn rastrillaje. En otro, grandes cantidades de volantes alusivos a la lucha armada son arrojados desde la Facultad de Economa luego de que el estruendo de un petardo le hiciera remecer los tmpanos. Rafael acababa de ingresar a la universidad.Una tercera imagen viene a su mente, es una taberna lgubre, pintada de color verde en la que sus amigos y l beban cantidades industriales de un licor llamado yonque, el cual un viejecito que haca las veces de tabernero extraa de un cilindro de metal. Solan ir a aquella cantina con regularidad, y, basndose en el color de las paredes, la bautizaron como La Casa Verde con algo semejante al cario. Leyendo las libretas Rafael a veces piensa que haba sido gracias al refugio que ofreca La Casa Verde, como haban podido escapar de aquel mundo de intrigas en el que se hallaban flanqueados por espas del Servicio de Inteligencia y subversivos. Y as, entre aquellas vetustas mesas de madera, y entre el ruido de voces y vasos de cristal chocados para brindar porque en aquel antro no se bailaba y la nica msica que se oa era el canto de alguno que otro ebrio en estado terminal, sus amigos y l pasaban las tardes luego de clases, ingiriendo licor hasta perder la conciencia. Esas cosas duraron hasta mil novecientos noventa y cinco, cuando el bar desapareci porque el viejecito muri. Entonces San Marcos estaba cambiando a ritmo acelerado. Las reformas de la Comisin Interventora daban sus frutos, y con la universidad cambiaban sus alrededores. Los familiares del viejecito pintaron el local de otro color, cambiaron el yonque por cerveza e impusieron unas ruidosas salsas que estaban de moda, desde entonces Rafael y sus amigos se alejaron de La Casa Verde.Rafael mira su reloj, son las tres de la maana.

4Largas filas de estudiantes, cuatro tanquetas y varias cuadrillas de militares haban sido durante mucho tiempo su ltimo recuerdo de San Marcos. Tantos aos despus, en un universo ajeno, Julio camina como si fuera un alma en pena que estuviera recorriendo sus pasos. Mentalmente haba recorrido esos mismos lugares innumerables veces. Respira el aire hmedo que suele haber en la Ciudad Universitaria. Los alumnos caminan apurados enfrente de l. Chiquillos risueos que podran ser sus hijos. Detiene su mirada en la explanada de Derecho. Muchos autos estacionados, camionetas de doble cabina, vehculos modernos. Cuando lo detuvieron en ese mismo sitio todo era distinto. Apenas haba un viejo auto amarillo estacionado. Desorientado, le resulta difcil adecuarse a esa nueva faceta de San Marcos.Avanza por la acera hasta que ve la Facultad de Ciencias Sociales. Distintas imgenes vienen a su mente al verla despus de tanto tiempo. Estaba mirando hacia los jardines de la facultad, quiz hacia la facultad de Economa, cuando se le acercaron el Maestro Marx y Oswaldo. Julio Yupanqui retrocedi un paso para saludarlos. Oswaldo tambin era de la base noventa, pero a diferencia de Julio, quien era de la escuela de Historia, aquel haba ingresado a Antropologa. Se conocan de saludo, hola compaero, chau compaero. No eran demasiado ntimos. Al Maestro Marx nunca le haba hablado, solo lo conoca porque en una clase intervino durante cerca de diez minutos durante los cuales cit cada cinco segundos al maestro Marx, razn por la cual desde ese da se le conoci con aquel mote. Nadie se lo deca directamente, nunca ms lo vieron en las clases, pero paseaba por ah y los alumnos comentaban que ah estaba el Maestro Marx, sin que l mismo supiera que as le decan.Compaero Oswaldo dio un paso adelante y le tendi la mano invitndolo a cruzar un apretn de manos. Por qu tan silencioso? En qu piensa, compaero?El Maestro Marx no se acerc. Se ubic al lado de Oswaldo, apoy los codos en la baranda y se dedic a mirar hacia otro lado, como si con l no fuera la cosa.En nada, compaero Julio se cruz de brazos, estoy esperando la hora de la cena para ir a Cangallo en el burro.Compaero, tena una pregunta Oswaldo se enseri. Cul es su lnea?Julio Yupanqui se sumi en un silencio de desconcierto. Se pregunt para sus adentros qu era eso de la lnea.Mi lnea?S, compaero, su lnea.Algo impaciente el Maestro Marx se incorpor a la conversacin, su voz era ronca, y tena un acento que Julio no pudo identificar. El Maestro Marx le dijo que lo haban escuchado hablar en las clases. Era claro que Julio tena una idea clara respecto de la realidad nacional. Oswaldo coment que quiz la haba aprendido en la academia preuniversitaria, eso no importaba mucho, lo que queran saber era cul lnea segua. Su lnea ideolgica, compaero, agreg el Maestro Marx.Julio les cont que l se prepar en su casa para el examen de admisin. No entr a academia alguna, pero haba conocido un poco de la realidad nacional, los derechos de los trabajadores y la explotacin, hablando con su to Ricardo. Haba sido hacia 1980, cuando el to haba entrado a trabajar en El Diario de Marka. No era periodista, pero su partido, Trinchera Roja, lo haba asignado a hacer las veces de fotgrafo, cosa que se apur a hacer. Entonces Julio, que an era muy pequeo, haba salido a pasear con el to.To Julio dej de asomarse por la ventana del mnibus que lo llevaba al Centro de Lima, por qu en estos barrios pitucos vive puro gringo?En verdad haba querido preguntarle al to por qu los tipos de cabello claro y piel blanca eran pitucos y los cholos, como ellos, gente pobre. Quera saber si era posible que ellos, los gringos, tuvieran mayor capacidad mental, si acaso ellos eran inferiores, pero no se atrevi a formular su interrogante.Sobrino dijo el to ponindole una mano sobre el hombro y hablndole en voz baja como para que nadie ms oyera. Ese es el resultado de la explotacin, de siglos de prejuicio. Recuerdas todo lo que te han enseado en el colegio sobre la Independencia, los hroes y todo eso?S, claro, to Julio respondi apurado, lo recuerdo.Ya, sobrino el to seal hacia afuera, todo eso no es sino una mentira. La verdad es que este pas lo hicieron los espaoles americanos, los gringos que t dices. Nosotros, los hijos de los incas, nunca participamos, siempre nos excluyeron, ellos se repartieron el dinero. Prueba de eso es que luego de la Independencia todava segua pagndose el tributo indgena, maquillado con el nombre de Contribuciones Indgenas, el movimiento proletario lucha por reivindicarnos. Por eso soy izquierdista.Julio medit unos instantes. A ciencia cierta esa era su nica lnea.Compaero, no le gustara venir a un grupo de estudios que tenemos? el Maestro Marx hablaba con firmeza. Vamos a presentar unas obras de teatro, teatro del pueblo y para el pueblo.El to Ricardo aadi que otra de las mentiras que se enseaban en las escuelas era que los hombres del pueblo eran temerosos, tontos y traicioneros y que tan poco inteligentes eran, que Pizarro, con un grupito de espaoles, haba destruido a todo un imperio de indios asustadizos sin su inca.Hasta dicen, sobrino el to movi la cabeza de un lado a otro en seal de negacin, que Atahualpa era el nico alto. Cuando yo estaba en la academia, preparndome para San Marcos, aprend que eso era mentira. Ese fue un invento de los espaoles. Para justificar sus robos. Decan que muerto el inca la gente no saba qu hacer. ramos brutos, pues y ellos deban tomarnos a su cargo. No has visto los ejemplos que ponen en los libros del colegio como aportes de la conquista? Julio repas en su mente los ejemplos que ponan los libros escolares: el idioma, la escritura, la religin, la rueda. El to le dijo que el mundo prehispnico haba funcionado bien sin esas cosas y entonces l no entenda cul era el bendito aporte. Los incas eran socialistas, sobrino el to asinti, socialismo agrcola, pero socialismo, por eso no haba pobres en el imperio, y por eso los espaoles y oligarcas nos han mentido diciendo que ramos intiles sin ellos.Claro, compaeros Julio sonri me encantara asistir. Dganme dnde ser la funcin e ir.Ser maana a las seis de la tarde en el auditorio de Letras, es el aula Uno A el Maestro Marx le mostr la palma de la mano en seal de despedida. Trate de llegar temprano, compaero. Contamos con su presencia.All estar Julio se despidi de ellos y camin en direccin al estadio.Quines eran ellos?, sobre qu terreno estaba caminando? Julio dio una vuelta por los alrededores del estadio caminando lentamente. Haba viento y empezaba a hacer fro. Mir las parejas sobre las bancas y a un grupo de estudiantes que jugaba ftbol en la cancha. Avanz con las manos metidas en los bolsillos del pantaln. El morral artesanal colgado del hombro derecho. A su mente vino una frase que haba ledo en algn lugar. Las masas hacen la historia. Qu quera decir aquello? Acaso tena miedo?Dio una vuelta ms, se dirigi a la puerta de la avenida Venezuela y tom un mnibus que lo llev a su casa.

5Imagino la escena, o ms bien la recreo en mi mente. Deben de ser las once de la maana. Estoy en clases en algn aula del pabelln de Ciencias Sociales en San Marcos. Por la ventana veo desfilar contingentes de soldados. Primero aparecen formados a lo lejos, como hormiguitas o como soldaditos de juguete de esos que los nios ordenan en raquticas hileras. Se les ve bordeando el contorno del estadio, por sobre la huaca y por todos lados. Escucho la bulla. Es un rastrillaje. Desde la ventana contemplo el trajinar de alumnos. Pronto los soldados pasan golpeando las puertas de las aulas para que salgamos. Avanzo entre un grupo de estudiantes que se empujan haciendo fila para que los militares, apostados en la entrada de la facultad, vean si sus nombres aparecen en las listas de sospechosos que han trado. Del Pino Rafael del Pino.Siguiente!He pasado tres controles, el de mi facultad y dos ms, perifricos. A mi lado caminan centenares de alumnos desorientados. Un soldado grita que la salida es por la avenida Venezuela. Al acercarme a la salida veo tres vehculos del Ejrcito estacionados frente a la explanada de Derecho. Las clases ya han sido interrumpidas en todas las facultades. En este ltimo control volvemos a hacer largas filas para decir nuestros nombres. Volteo a ver e imagino esa historia de la esposa de Lot convertida en sal. Estn subiendo a unos alumnos, profesores o trabajadores a un camin portatropas. Llego a la calle por la salida de la avenida Venezuela. Cuando cruzo por la puerta soy uno ms en esa muchedumbre de alumnos confundidos que se retiran a sus casas. Sus documentos! ha dicho un militar hablando en voz muy alta, casi gritando hacia la fila de alumnos que esperan el burro.Desde donde est, Luis ha visto desfilar las largas columnas de soldados. Los ve formando cercos. Ve las tanquetas estacionndose y comprende, como todos en San Marcos, que eso es un rastrillaje, que es bastante probable que se lo lleven preso por ser comunista. Mira al hombre de verde que tiene al frente y le entrega sus documentos. l no muestra temor mientras el otro revisa su nombre en el ndex.Ancajima! dice el de uniforme verde con voz de sorpresa, voltea a ver a uno de sus compaeros y agrega. Sbelo al camin!A Luis se lo llevan caminando. Un soldado lo escolta para subirlo a la tanqueta verde. l piensa en correr, en escapar. Mira hacia los lados, comprende inmediatamente lo imposible de su misin, est cercado, rodeado de militares armados hasta los dientes, se pregunta si al correr le dispararan delante de todos, si acaso se atreveran a ajusticiarlo en medio de Saa Marcos. Levanta la frente y contina la marcha en silencio.Cuando llega a la tanqueta ve que dentro ya hay otras personas sentadas, tres hombres y dos mujeres. Los habr saludado? Habrn entablado alguna clase de dilogo? Mira con cierta envidia la columna de alumnos que salen de la universidad, piensa que si hubiera tomado el primer burro habra estado fuera del campus al inicio del rastrillaje, como ya haba pasado otras veces.Dnde nos llevarn? le pregunta un hombre joven de barba y anteojos livianos que est sentado a su derecha.Direccin Nacional Contra el Terrorismo, Dincote responde Luis sin dejar de mirar hacia los alumnos que salen por la Venezuela. Al menos eso vi en un noticiero que hacan. Nos soltarn en quince das, cuando se pruebe que no somos de Sendero Luminoso ni del emeerreta.Al hablar Luis ha recodado los volantes que llamaban al paro armado escondidos en el cajn de su cmoda, el libro de Mao Ts Tung metido entre las camisas, El Capital que haba estado leyendo como libro de cabecera. Recuerda, incluso, que ha dejado marcado el captulo sobre el origen de la plusvala con una hoja escrita. La hoja es del curso de Materialismo Histrico.Espero que sean justos dice el tipo de barba, su voz suena apagada, temerosa, yo soy de izquierda, eso no es un delito en ninguna parte del mundo.No contesta Luis, claro que no lo es, no debera serlo, al menos. Pienso que tal vez Luis, sentado en esa tanqueta se habr preguntado quin era ese sujeto, un trabajador o un profesor, un infiltrado del Servicio de Inteligencia quiz. Desconcertado habr mirado el piso del vehculo surcado por lneas verticales, quiz haya mirado los zapatos de los que iban junto a l, recordado la ltima reunin de Socorro Popular en la que particip, la ltima vez que se ocult en una choza desconocida de los arenales, el ltimo atentado en el que estuvo involucrado, el ltimo muerto que vio. Eran las mujeres de Sendero las que daban el tiro de gracia en la sien de sus victimados, la mayora de ellos acusados de ser soplones o robar al pueblo. l estaba preparado para soportar la tortura. Habra repasado esas imgenes, la letra del himno de Sendero, la letra de Adis Pueblo de Ayacucho, alterada en la versin senderista. No s, si Luis fue de Sendero Luminoso, no me va a decir que es cierto, no lo iba a hacer. Entonces se habra sabido perdido, sabra que al torturarlo podran hacerlo hablar, que al ir a su casa encontraran mucho ms que un simple volante, los soldados hallaran banderas rojas con la hoz y el martillo, cientos de volantes de esos que eran arrojados desde las ventanas altas de las facultades cuando ponan explosivos, libros y folletos sobre el pensamiento Gonzalo. Habra bordeado la paranoia ms insufrible, mirando al tipo de barba o a cualquier otro con desconfianza, se habra preguntado si aquel a su lado era un camarada en quien podra confiar o un agente tratando de hacerlo pisar el palito. Se habra cuidado, incluso de saludar a otros senderistas conocidos por l, a gente con la que el da anterior estuvo reunido en alguna casa, planeando, coordinando acciones. Tal vez habra imaginado los lugares clave de su casa en los que los militares encontraran anfo, armas de fuego, municiones. Quince das eran una eternidad.

4 Baja en Los Quechuas, junto a un campo deportivo y se interna por una callecita en la que unos grillos hacen sonar sus alas. Rafael mira las calles oscuras y piensa que realmente no sabe cmo habra sido aquel lugar cuando l era estudiante. Contina andando dicindose que no importa, que la vida sigue, sin que a nadie le importe saber cmo haba sido ese sitio antes. Tampoco tendra por qu ser interesante saber cmo fue la universidad cuando l estudiaba. A nadie le llamara la atencin, quiz s a Abraham, a l, quiz a Clarisa y dos o tres personas ms. Pero era un sinsentido que un individuo se abocara a un trabajo como se sin que nadie se lo impusiera. Rafael, dejando el ritmo de paseo, apura el paso esperando llegar a tiempo para tomar un caf con su esposa. Conversarn un rato. Ella le contar algo sobre su trabajo de profesora en el colegio y l, aburrido de aquella sensacin que lo persigue y que lo hace pensar que sus das se repiten idnticos uno tras otro, evitar hablar de su trabajo en la academia, hablar del caf que tom con Abraham mientras planificaban un reencuentro de estudiantes de Historia, que seguramente no se dar, pero que igual disfrutan preparando. Y luego aprovechar para escribir algunas ideas sueltas en la computadora.

Mientras camina por San Marcos detiene su mirada en la explanada de Derecho. Muchos autos estacionados, camionetas de doble cabina, vehculos modernos. Cuando lo detuvieron todo era distinto. Apenas haba un viejo auto amarillo estacionado. Largas filas de estudiantes, Cuatro tanquetas y varios destacamentos de militares haban sido durante mucho tiempo su ltimo recuerdo de san Marcos. Avanza por la acera hasta que ve la Facultad de Ciencias Sociales. Distintas imgenes vienen a su mente al verla despus de tanto tiempo. Estaba mirando hacia los jardines de la facultad de Ciencias Sociales, quiz hacia la facultad de Economa, cuando se le acercaron el Maestro Marx y Oswaldo. Julio Yupanqui retrocedi un paso para saludarlos. Oswaldo tambin era de la base noventa, pero a diferencia de Julio, quien era de la escuela de Historia, aquel haba ingresado a Antropologa. Se conocan de saludo, hola compaero, chau compaero. No eran demasiado ntimos. Al Maestro Marx nunca le haba hablado, solo lo conoca porque en una clase intervino durante cerca de diez minutos durante los cuales cit cada cinco segundos al maestro Marx, razn por la cual desde ese da se le conoci con aquel mote. Nadie se lo deca directamente, nunca ms lo vieron en las clases, pero paseaba por ah y los alumnos comentaban que ah estaba el Maestro Marx, sin que l mismo supiera que as le decan.Compaero Oswaldo dio un paso adelante y le tendi la mano invitndolo a cruzar un apretn de manos. Por qu tan silencioso? En qu piensa, compaero?El Maestro Marx no se acerc. Se ubic al lado de Oswaldo, apoy los codos en la baranda y se dedic a mirar hacia otro lado, como si con l no fuera la cosa.En nada, compaero Julio se cruz de brazos, estoy esperando la hora de la cena para ir a Cangallo en el burro.Compaero, tena una pregunta Oswaldo se enseri. Cul es su lnea?Julio Yupanqui se sumi en un silencio de desconcierto. Se pregunt para sus adentros qu era eso de la lnea.Mi lnea?S, compaero, su lnea.Algo impaciente el Maestro Marx se incorpor a la conversacin, su voz era ronca, y tena un acento que Julio no pudo identificar. El Maestro Marx le dijo que lo haban escuchado hablar en las clases. Era claro que Julio tena una idea clara respecto de la realidad nacional. Oswaldo coment que quiz la haba aprendido en la academia preuniversitaria, eso no importaba mucho, lo que queran saber era cul lnea segua. Su lnea ideolgica, compaero, agreg el Maestro Marx.Julio les cont que l se prepar en su casa para el examen de admisin. No entr a academia alguna, pero haba conocido un poco de la realidad nacional, los derechos de los trabajadores y la explotacin, hablando con su to Ricardo, un sindicalista que le haba explicado la presin que ejercan los grupos de poder sobre la masa proletaria. A ciencia cierta no tena ms lnea que esa.To Julio dej de asomarse por la ventana del mnibus que lo llevaba al Centro de Lima, por qu en estos barrios pitucos vive puro gringo?En verdad haba querido preguntarle al to por qu los tipos de cabello claro y piel blanca eran pitucos y los cholos, como ellos, gente pobre. Quera saber si era posible que ellos, los gringos, tuvieran mayor capacidad mental, si acaso ellos eran inferiores, pero no se atrevi a formular su interrogante.Sobrino dijo el to ponindole una mano sobre el hombro y hablndole en voz baja como para que nadie ms oyera. Ese es el resultado de la explotacin, de siglos de prejuicio. Recuerdas todo lo que te han enseado en el colegio sobre la Independencia, los hroes y todo eso?S, claro, to Julio respondi apurado, lo recuerdo.Ya, sobrino el to seal hacia afuera, todo eso no es sino una mentira. La verdad es que este pas lo hicieron los espaoles americanos, los gringos que t dices. Nosotros, los hijos de los incas, nunca participamos, siempre nos excluyeron, ellos se repartieron el dinero. Prueba de eso es que luego de la Independencia todava segua pagndose el tributo indgena, maquillado con el nombre de Contribuciones Indgenas.Compaero, no le gustara venir a un grupo de estudios que tenemos? el Maestro Marx hablaba con firmeza. Vamos a presentar unas obras de teatro, teatro del pueblo y para el pueblo.El to Ricardo aadi que otra de las mentiras que se enseaban en las escuelas era que los hombres del pueblo eran temerosos, tontos y traicioneros y que tan poco inteligentes eran, que Pizarro, con un grupito de espaoles, haba destruido a todo un imperio de indios asustadizos sin su inca.Hasta dicen, sobrino el to movi la cabeza de un lado a otro en seal de negacin, que Atahualpa era el nico alto. Cuando yo estaba en la academia, preparndome para San Marcos, aprend que eso era mentira. Ese fue un invento de los espaoles. Para justificar sus robos. Decan que muerto el inca la gente no saba qu hacer. ramos brutos, pues y ellos deban tomarnos a su cargo. No has visto los ejemplos que ponen en los libros del colegio como aportes de la conquista? Julio repas en su mente los ejemplos que ponan los libros escolares: el idioma, la escritura, la religin, la rueda. El to le dijo que el mundo prehispnico haba funcionado bien sin esas cosas y entonces l no entenda cul era el bendito aporte. Los incas eran socialistas, sobrino el to asinti, socialismo agrcola, pero socialismo, por eso no haba pobres en el imperio, y por eso los espaoles y oligarcas nos han mentido diciendo que ramos intiles sin los espaoles.Claro, compaeros Julio sonri me encantara asistir. Dganme dnde ser la funcin e ir.Ser maana a las seis de la tarde en el auditorio de Letras, es el aula Uno A el Maestro Marx le mostr la palma de la mano en seal de despedida. Trate de llegar temprano, compaero. Contamos con su presencia.All estar Julio se despidi de ellos y camin en direccin al estadio.Quines eran ellos?, sobre qu terreno estaba caminando? Julio dio una vuelta por los alrededores del estadio caminando lentamente. Haba viento y empezaba a hacer fro. Mir las parejas sobre las bancas y a un grupo de estudiantes que jugaba ftbol en la cancha. Avanz con las manos metidas en los bolsillos del pantaln. El bolso artesanal colgado del hombro derecho. A su mente vino una frase que haba ledo en algn lugar. Las masas hacen la historia. Qu quera decir aquello? Acaso tena miedo?Dio una vuelta ms, se dirigi a la puerta de la avenida Venezuela y tom un mnibus que lo llev a su casa.

2Habiendo siempre sufrido de insomnio, Rafael est acostumbrado a escribir de madrugada. Redacta casi a escondidas, aprovechando el tiempo en que su esposa duerme. Por lo general enciende la computadora y escribe algunas frases, ideas sueltas que en ocasiones borra en ese mismo tiempo, antes de irse a acostar. Otras veces avanza varias pginas de la novela que est escribiendo, archivo que guarda cuidadosamente en el disco duro y el dispositivo USB que siempre lleva consigo. Tambin guarda all archivos de sonido de entrevistas que ha realizado o revisa sobre su mesa algunos papeles que ha venido recopilando desde hace algunos meses. Gracias a su amigo Melanio Martnez, profesor de aritmtica de la academia, entrevist a un exsoldado cuya mayor preocupacin era el que a ellos nadie los defendiese luego de haberlo dejado todo por la Patria. Otra vez fue un antiguo rondero llamado Casimiro, que vive en el cerro Siete de Octubre, en El Agustino, al cual haba conocido un par de aos atrs cuando consigui un trabajo de apoyo en la ONG de Abraham, aquel caballero haba estado celebrando con banda de msica el bautizo de su primognito, y cuando ya estuvo bien bebido, cont una historia confusa en la que se mezclaban el espaol, el quechua, Lima, Ayacucho; pero en el que Rafael pudo entender que las escuelas del terror le ensearon que el presidente del Per se llamaba Gonzalo, y que le haban enseado a armar bombas caseras, luego vino el Ejrcito al que Casimiro se refiere como los morocos y les dijo que eran terrucos, entonces supieron que el presidente era Belaunde, y luego Alan Garca, y entonces ya no dejaron que Sendero secuestrase a los nios para entrenarlos y se armaron para luchar. Recopilar informacin es una tarea difcil, hacer entrevistas agotador; en ocasiones Rafael debe dejar de dictar algunas clases porque el entrevistado solo puede hablar con l a cierta hora que se cruza con su trabajo. Siempre lleva consigo las libretas en las que escribe ideas sueltas y en los ltimos meses ha aprendido algo, que si en Lima l y su generacin supo del miedo por los apagones, los coches bomba y los policas asesinados a diario, todo aquellos solo es la millonsima parte del miedo que habrn sentido la chica que vio morir a su abuelita, Casimiro o el exsoldado, lo que ellos han vivido es el terror, el miedo extremo. Pero qu de lo que viviste en san Marcos? Peor haba sido en 1991, antes que entraran los soldados al campus, le haba dicho Christian. Christian, que vena del distrito de Jess Mara, nunca haba visto algo semejante. Acababa de ingresar cuando hubo una marcha de senderistas dentro de la Ciudad Universitaria. Banderas rojas, pasamontaas y puos en alto, los senderistas se pasearon por entre las facultades cantando su himno y dando vivas a la lucha armada. Pedan escarmiento popular a los indiferentes. Christian le cont que esa misma tarde fue donde su padre y le dijo que ya no quera volver a San Marcos, que postulara a la Catlica o trabajara de medio tiempo en algn sitio.El viejo me dijo que no haba plata para Catlica haba dicho Chsritian, que si quera trabajar, lo hiciera, pero que mejor esperara un poco, que por lo pronto no me metiera en poltica, que no hablara con nadie sospechoso y que esperara a ver cmo iba la cosa antes de tomar cualquier decisin precipitada.

3Octavo crculo del infiernoAntes de llegar a nuestro destino hemos asegurado las puertas y subido las ventanas. Es una medida preventiva que tiene ms de instintivo que de til, sabemos que el trfico en la zona es pesado y que si los ladrones quieren romper las lunas podrn llegar caminando y lo harn sin mayores problemas. Lo primero en que reparo es en el psimo estado de la pista, luego veo sujetos sin camisa trabajando en soldaduras, negocios de comida que subsisten sin el mnimo respeto a las leyes del aseo, montones de basura y talleres clandestinos, cientos de ellos en los que se ofrecen partes de autos robados. Nicols Aylln me dice Jos Carlos, pujante distrito de La Victoria, lmite con el Agustino. Aqu se vende todo y se roba todo.Eso veo respondo. La rica Vicky interviene el taxista.Un sujeto sin camisa se acerca a ver qu llevamos en el taxi. Lleva el cabello desordenado, largo y en el torso tiene un tatuaje azul con una figura que no logro ni intento distinguir. Lo miro con el rabillo del ojo. Nos laza una mirada y se aleja. Hace una seal levantando el brazo y vuelve a sentarse a la puerta de uno de los talleres, junto a un grupo de puertas blancas.Cuntos taxistas habrn matado por esas puertas? digo, sealando una azotea repleta de autopartes. No s cmo la gente sigue viniendo a comprar aqu, solo apoyan a la delincuencia. Por eso estamos as, por eso no salimos del hoyo como pas.Pero es ms barato responde tranquilamente el taxista, pues maestro. A los que tienen que controlar es a los del gobierno, esos s que roban. Se llevan la plata a manos llenas y se quedan bien tranquilos.Lo miro, quiero decirle que uno de esos taxistas asesinados podra ser l, pero opto por quedarme callado. Veo a Jos sonriendo a mi costado. El auto no avanza, la hediondez de la calle, el olor a gasolina y el ruido de las bocinas se introducen por las ventanas para atacar nuestros poros, para violentar nuestros sentidos y espetarnos a la cara que somos extranjeros, que el que manda all es otro. Tenemos que subir a ese cerro de all dice mi amigo, sealando una cuesta, cuando pasamos por una bocacalle. Preparado?El auto vuelve a estacionarse, levanto la mirada. El taxista tambin se asoma para mirar por la ventana delantera. Veo grupos de casas, muchas de ellas que parecen haber sido esculpidas en el cerro de piedra. Se les ve terrosas, desordenadas, desafan los abismos. Daniela trabaja por aqu le digo a Jos Carlos. No s si ya te lo coment. Quiero conseguir algo mejor para que ella pueda dejar este sitio peligroso.Ah, claro Rafo, me dijiste que ella era profesora responde l, pero nunca mencionaste que trabajaba por aqu gozando de la propincuidad de estos dignos seores.No, claro que no replico, no aqu en Aylln, por otra parte. Una ms tranquila.Vuelvo a mirar el cerro. Imagino que Clarisa podra haber estado viviendo all, habra venido huyendo de la violencia de Sendero Luminoso y del Ejrcito en Ayacucho y aqu se habra encontrado con la violencia urbana, el crimen, la delincuencia al paso.Quiz tambin a estos cerros podra haber venido Efran a hacer rastrillajes. A l y a los otros soldados los habran despertado en las madrugadas.

Saben por qu nos hemos levantado tan temprano? les habra dicho el capitn Huertas hablando en una voz tan alta, que se esparca por sobre las cabezas como extendindose con la neblina Por que vamos a ir a un cerro a cazar terrucos.Ya no los gritara como al principio, quiz ya habra empezado a sentirlos sus semejantes. Seguramente Efran el verdadero y no el que yo y este otro Efran inventamos ya habra sido asesinado por los senderistas en un enfrentamiento. Ellos se habran subido a los camiones portatropas, a las tanquetas y a cuanto vehculo fuera necesario para los rastrillajes. Se enfrentaran por igual a senderistas, delincuentes comunes y narcotraficantes. Ellos iran en segundo lugar, por su tiempo ya eran antiguos, demasiado viejos para estar en el ejrcito, dos aos pelando en la guerra popular. El capitn les haba dicho que en cualquier parte del mundo ya seran mercenarios, que al salir tendran las puertas abiertas para irse, y que si as lo preferan podran irse, largarse e irse a la mismsima mierda. Tambin les habra dicho que fueran a donde quisieran, que lo principal ya se los haba brindado el ejrcito y que eso no se los iba a quitar nadie, ni sus putas madres que los iban a engrer como si fueran unos bebitos.Saben que les dio el Ejrcito en estos aos? habra dicho el capitn. Pasendose como un perro guardin.Los soldados habran permanecido en silencio, sin atreverse, sin desear siquiera lanzar una respuesta tentativa o algo que no fuese una orden de su superior.Disciplina!, Eso les ha dado!Luego les habra contado una vez ms las bondades y la responsabilidad histrica de ser un soldado de la patria y habra terminado su discurso aseverando que los que gustaran podran reengancharse y seguir siendo soldados. Los ms afortunados pasaran a ser cabos y quizs sargentos, los dems podan irse al mismsimo carajo. Y habra terminado dicindoles que fueran donde fueran tuvieran en cuenta que ya el Ejrcito les haba dado un camino que seguir, el del orden.En esos instantes, Efran y sus compaeros de cuadra se habran levantado cansados, realmente habran sentido que ya no estaban para esos trotes. Quiz se preguntaba por qu no mandaban primero a los nuevos reclutas, a los omisos que caan en redadas. Cada vez que hacan una batida l recordara sus das en el taco.Ah viene la batidora! los grupos de muchachos habran corrido por el parque chalaco.La batidora era el nombre con que ellos los chiquillos del barrio denominaban a la batida, a aquellas redadas que hacan el Ejrcito y la Polica para detectar indocumentados, sujetos drogados, narcotraficantes, micro comercializadores de drogas, todo gnero de requisitoriados, senderistas, menores de edad en lugares inapropiados y, por supuesto, omisos al servicio militar.Efran habra logrado escapar una vez ms, se habra vuelto a esconder en el callejoncito donde viva su madrina Julia, cerca del parque. Habra estado en silencio con media docena de muchachos conocidos y desconocidos que la ta esconda cuando llegaban hasta su puerta, escabullndose en medio del pnico generado por las luces del vehculo policial.

Casimiro nos va esperar abajo dice Jos Carlos, si l no nos acompaa, nos meten cuchillo antes que demos dos pasos.Al momento en que muri su padre Casimiro Garca tena siete aos. Alguna vez me cont que estuvo asistiendo a una escuela popular de Sendero Luminoso y que all aprendi, entre otras cosas, que los explotadores tienen subyugados a los explotados proletarios, que l y su difunto padre eran proletarios y que ese sistema de explotacin no durara para siempre, porque la guerra popular iba a defender a los explotados. Vamos a luchar por nosotros mismos, le haban dicho. Por lo dems, no tendra que pensar en nada, porque ya pensadores como Marx, Engels, Mao y el presidente Gonzalo haban pensado todo lo que haba que pensarse. Solo le faltaba leerlos a ellos y solo as, leyndolos, encontrara las respuestas a sus interrogantes. La nica verdad por la que haba que preocuparse era la lucha de clases los abusos que haban generado la actual guerra popular. Su profesora le explic que estaban en guerra ahora, para ver los frutos florecientes del comunismo en el futuro, que el futuro sera grande y glorioso cuando el Presidente Gonzalo tomara el poder. Para ello deba l aprender a disparar fusiles, a armar bombas caseras, a cantar la Internacional y el himno de Sendero Luminoso. A Casimiro lo conocimos trabajando en un ONG en la que yo trabaj como gua turstico. Carlos estaba metido en las cuestiones sociales y me jal para que cachueleara. Cuando me pregunt si podra hacerlo respond que s, enseo, escribo tonteras y guo turistas extranjeros en Lima. Fue en ese tiempo, entre unas cervezas que Casimiro nos cont su breve instruccin en una escuela popular.Aqu bajamos dice Jos y luego se dirige al taxista. Gracias, maestro.De nada, sobrinos responde el hombre. Vayan con cuidado, que este barrio es maleadazo. Se salvan si su amigo es faite.No es faite, pero es dirigente popular comenta Carlos. Si se lleva bien con la gente, entonces estamos salvados.Suerte dice el taxista, Jos Carlos que ya ha bajado no lo oye.Gracias agrego, mientras cierro la puerta. Al mirar hacia el frente veo a Casimiro apoyado en un carro con los brazos cruzados a la altura del pecho. Viste una camisa blanca con adornada con bobos, pantaln y saco azules. Sonre meciendo la cabeza como si asintiera. El torso fornido, endurecido por el trabajo de campo se deja percibir a travs de la ropa. l nos mira igual que siempre con el cabello lacio, los ojos achinados y la faz prieta, cetrina que reconozco.No me la haba credo, pero dice Casimiro con ese acento que ya le conozco. Encontrarme aquisito en mi barrio, con mis amigos Carlos y Rafo, ya es mucha cosa, eso solo solito ya es motivo para unas chelitas bien heladas.Ayayay, maestro, si a todo eso que has dicho le sumamos el nacimiento de tu hijo. dice Jos Carlos mucho ms motivo para las chelas.Nos saludamos con fuertes abrazos, el apretn de manos no basta, nunca ha bastado para saludar a un tipo como Casimiro. Con l no hay medias tintas, se es amigo o no se es nada. Se saluda con un fuerte abrazo o no se saluda, as de tajante es l. Al abrazarlo he sentido un inconfundible olor a cerveza y a aderezos de comida.Subimos al cerro por unas escaleras metlicas implementadas por el municipio. Quiero aprovechar un momento para conversar del tema con Casimiro. Me arrepiento de no haber trado la grabadora, pero considero que es probable que nunca hubiera tenido opcin de grabar algo. He de confiar en mi frgil memoria debilitada por las continuas migraas.Antes subamos como araas bromea Casimiro, sealando las escaleras, al menos en esto, mejorando estamos, pero.Lo veo subir tranquilo, habremos escalado unos metros cuando ya quiero detenerme. l sigue a paso tranquilo, sin perder el ritmo. Empiezo a sentirme avergonzado de mi condicin fsica. A mi lado Jos sopla algo de aire hacia su sudorosa frente.Ya estbamos empezando dice Casimiro, cuando recibimos tu llamada.Te dije que vena Jos Carlos contesta algo agitado, y que lo traa al hombre. No? Yo siempre cumplo mis promesas.Estn cansados? pregunta Casimiro, en su rostro se dibuja una risa de satisfaccin.l est cansado replico yo, no, yo estoy muerto.Estamos acota Jos Carlos, quien vuelve a soplarse la frente, estamos muertos.Casimiro mueve la cabeza en seal de desaprobacin. La sonrisa no se borra de su rostro en ningn momento. Tiene motivos para ser feliz y lo demuestra con orgullo.Descansemos un rato, pues Casimiro mira hacia un lado. Ya estamos llegando, ah donde suena la msica es, aquisito, noms.Disculpa la pregunta le digo pero esto me lo he preguntado en cada grada, en cada rellano que pisaba. T subes y bajas por aqu borracho?Casimiro vuelve a rer satisfecho, me pone una mano en el hombro como para aconsejarme y empieza a hablar.Los ves a ellos? seala hacia dos nios muy pequeos que suben corriendo, jugando y persiguindose por entre los peldaos de la escalera. Nosotros somos as, estamos acostumbrados, esta es nuestra vida pero.

4Revisando un libro de frases famosas que ha trado su amigo Melanio, Rafael detiene su mirada en una de Yukio Mishima: El verdadero escritor no es aquel que dice que escribe, sino el que lo hace. Atrs va quedando el fro invernal y con los primeros das soleados, Rafael decide ir a San Marcos a buscar alguna inspiracin. Han pasado siete meses desde que conoci a Clarisa y realmente no ha avanzado mucho. Un flder lleno de hojas impresas, viejas noticias y apenas tres captulos en borrador son su nico avance. Ya en la puerta de entrada sigue un viejo ritual, se une a un mar de alumnos que pugnan por ingresar, muestra apenas su documento de identidad y pasa caminando sin que nadie le oponga resistencia alguna.Cuando era estudiante dos militares fuertemente armados protegan la entrada apoyando a los vigilantes. Entonces era ms difcil escabullirse del control. Revisaban el carnet, mirando atentamente la foto para ver si la persona que pretenda ingresar era el titular y luego buscaban en el interior de las mochilas para ver qu llevaban los alumnos all. Me reconocer? murmura con los labios entreabiertos. A Luis Ancajima le decan el Hombre Verde porque pareca el Increble Hulk. Era un tipo enorme, musculoso y risueo al que todos los ingresantes llegaban a conocer porque estaba siempre en el Centro de Estudiantes o deambulando dentro del comedor de Cangallo. Cierta vez, mientras los estudiantes se enfrentaban con la polica reclamando por el derecho a pagar medio pasaje en los vehculos de transporte pblico, Saulo, Reymos y Rafael haban visto a Ancajima caminando en medio de una nube de gases lacrimgenos, iba hasta donde estaba el artefacto que soltaba el gas y lo alejaba a patadas sin siquiera estornudar. Cierto da Ancajima dej de asistir. Una chica coment que le pareci ver que lo presentaban en la televisin vistiendo un traje a rayas, como hacan con todos los detenidos por terrorismo. Para ese momento ya algunos estudiantes haban sido vistos en los noticiaros, cosa que al da siguiente era la comidilla en los corrillos de la universidad. No se oa qu gritaban los detenidos cuando los presentaban, pero los mostraban sin afeitar, barbones y algo decan a grandes voces. Era conocida una historia acerca de un muchacho de Derecho que haba sido detenido por llamarse Demetrio, nombre de un sospechoso, y por esa coincidencia el pobre haba ido a parar a Seguridad del Estado. Deambulando por la facultad, Rafael ve a Ancajima. Lo primero que nota es que parece no quedar mucho del grantico individuo al que llamaron el Hombre Verde, se le ve cansado y camina despacio, algo encorvado. Luis Ancajima est flaco, sus mejillas estn pegadas al hueso, es el suyo un rostro cadavrico.Cuando Rafael lo saluda, Ancajima lo mira sorprendido.Luis dice Rafael, tiende una mano que el otro, mirando con gesto de sorpresa, no atina a apretar, Luis Ancajima. Qu bueno verte. Soy Rafo Gutirrez, base noventa y dos de Historia, no s si me recuerdas Peluca? pregunta Ancajima y luego, como reconociendo a su interlocutor, estrecha la mano que le ofrece. Rafael reconoce en ese apretn de manos firme y vigoroso, al antiguo Luis, ese sujeto que pareca el Hombre Verde.Retomaste los estudios? Rafael se lanza con la pregunta.Como dice el vals: Todos vuelven, Peluca, todos vuelven responde Ancajima sonriendo. T en qu ao terminaste?No termin Rafael niega con la cabeza, me quit el noventa y siete.Hablan de distintas cosas, de los cursos que lleva Ancajima, de los profesores. Ancajima comenta que dos compaeros de su base ahora son sus profesores. Me cuesta mucho decirles profes Ancajima tose, a veces les digo como antes, compaeros a secas.Es que ha pasado el tiempo Rafael hace una breve pausa y luego vuelve a hablar. Verdad, t por qu te quitaste? Luego de hablar, Rafael quiere volver sobre sus palabras. Piensa que tal vez asuste a Ancajima o lo moleste y d por terminada la conversacin.No lo sabes? Cre que todos lo saban.No, simplemente desapareciste, ya no te dejaste ver en el comedor.No me quit, me quitaron.Te quitaron?En serio no lo sabes?Debera?No, no importa. No tengo problema. Me detuvieron injustamente, acusado de terrorista. Pero ya ves, aqu estoy, libre de polvo y paja, seal de que era y soy inocente.Luis Ancajima sonre y muestra las manos vacas en seal de inocencia. Se apoya en uno de los muros de la facultad y lanza una mirada escrutadora a su interlocutor que ha empezado a hablar.Anda, no lo saba. Pero, entonces no estuviste sino detenido un tiempo preventivo.Quince das.Disculpa, Luis, que te pregunte, pero se han odo tantas cosas que me animo a preguntarte: pegaban?No, bueno, hasta donde s no pegaban. Pero dicen que al principio no podan, al menos antes de que pasen los quince das no pegaban, no podan dejarnos huellas, solo nos tenan encerrados como monos de circo. Nos preguntaban cosas, nos llevaban a las casas para verificar qu tenamos guardado.Oye Luis disculpa que sea tan curioso, pero quisiera saber si estabas en San Marcos el da que te llevaron. Disculpa que te pregunte, es que nunca supe exactamente cundo se llevaban a alguien, excepto en los rastrillajes. No me gusta hablar de eso, pero s, estaba haciendo cola en la Plaza Cvica, ah frente a Derecho. Iba a tomar el burro para ir al comedor de Cangallo, los tos haban comprado verduras y esas cosas Yo estaba en el manejo de los comedores, Rafo, no s si sabas. S, claro que lo recuerdo.Ya pues. Estaba en eso, cuando empez el rastrillaje. Buscaron en las listas y haba un Ancajima, dijeron que era yo. Puta, Rafo. Yo siempre he sido de izquierda. Me importa el pueblo, los campesinos, la igualdad. T crees que eso es un delito?, crees que es un delito querer defender a los oprimidos?No, definitivamente no.Yo tampoco, Rafo Pero esos cachacos s lo crean. Se llevaron los libros de la biblioteca de Centro de Estudiantes, se llevaron La Estructura de las Revoluciones Cientficas de Kuhn y dejaron La Sagrada Familia. Ves qu brutos eran?Y no pudiste, no s defenderte?Defenderme de quin? Ante quin, Peluca? Estaba ante la suerte. Pero ya ves, no haba pruebas y sal ileso. Mi familia se fue a la mismsima mierda cuando me llevaron de San Marcos. Esa misma tarde fueron a allanar mi casa. Me llevaron esposado, rodeado de agentes. Mi vieja se quera morir de la vergenza. Encontraron mis libros de Marx, tena ah a Engels. Trat de explicar todo, ms por mis viejos Los cachacos entendieron y me dejaron libre, pero queran que delatara a alguien. A quin, Peluca? Pero nada, nos jodieron, a los ojos de los vecinos yo era un asesino, un terrorista. Supuse que me estaban siguiendo y al final con mis viejos tuvimos que mudarnos, nadie en el barrio nos daba cara, volvimos a Chimbote, por eso dej San Marcos.

Luis mira el suelo. Un alumno que pasa cerca lo saluda, le pide una fotocopia que Luis extrae de su mochila para prestrsela.Cmo va el trabajo? pregunta Luis cambiando de tono de voz porque Tienes trabajo No?Enseo en una academia responde Rafael me da para vivir, o bueno, para sobrevivir. Y quiero escribir una novela, sobre lo que pas nuestra generacin, los rastrillajes, las bombas, los apagones y todo eso.Todos escriben acerca de esa poca Ancajima responde de mala gana, no pierdas tu tiempo, Rafo. En las aulas, en congresos de estudiantes, en todos sitios discuten y no llegan a acuerdos, escriben huevadas, puras huevadas. Quieres escribir sobre m?, por eso tantas preguntas?No responde Rafael y hace un silencio, o bueno, s, indirectamente. O sea, un personaje que sepa de los abusos que has vivido que sepa deAgarran a un huevn Ancajima responde molesto, cortndole la frase a Rafael y bramando de rabia, se lo llevan preso, lo joden delante de su puta familia, lo hacen mierda en un penal de mierda y luego lo sueltan para que sea feliz. Ah est tu historia. T ve cmo diantres la cuentas.No te molestes dice Rafael ponindole una mano en el hombro.No me molesto replica Ancajima y se aparta zafndose de la mano que lo sujeta, pero eso molesta. Antes no habran hecho esto, no los hubiramos...Bueno comenta Rafael aprovechando un breve silencio que hace su interlocutor, la novela es solo una idea suelta que tengo, no es seguro que la escriba y, si lo hago, es una ficcin.Luis sonre a unos pasos de Rafael. El otro alumno regresa con la fotocopia en la mano, se la entrega y se aleja caminando apurado. Ancajima recibe la copia casi sin inmutarse y mira desafiante a Rafael. Rafael en ese momento reconoce al Hombre Verde de antes.Pero esto no ser por siempre dice Luis Ancajima.Rafael lo ve dar media vuelta e irse. Un algo se mete en su cuerpo, es casi imperceptible pero logra reconocer aquello como miedo. Es una sensacin conocida para l, acaso es aquello que senta cuando se senta observado en la facultad, el temor que le infunda el pensar que los senderistas lo asesinaran durante esos aos confundindolo con un sopln, el miedo que senta a ser detenido por error durante los rastrillajes que haca el Ejrcito. Cuando Rafael llega a su casa encuentra las luces apagadas casi son las nueve de la noche y an no ha llegado su esposa. Sentndose frente a la computadora, empieza a leer lo que ha escrito la noche anterior. Ve sus recortes de peridicos, algunos datos que ha bajado de internet y los despliega sobre la mesa como si fuesen partes de un rompecabezas y murmura una frase. Esa tarde Martina supo que el terror no es sino es la suma de todos los miedos.En silencio Rafael se pregunta qu pasara si Ancajima llegase a creer que l est averiguando porque es un informante de la Polica y que fue l quien dio el soplo para que l cayera hace casi dos dcadas.

3Es lunes y Rafael ha llegado a la academia un poco tarde. Desde la acera de enfrente ve la vieja casona que sirve de local pintada de un sucio color celeste con lneas blancas. Amplios balcones adornan el segundo piso, y dos ventanas enrejadas sirven para la iluminacin del primer piso. Mientras se acerca, no puede evitar pensar que en sitios como ese, aprovechando la miseria y el abandono, Sendero Luminoso reclutaba jovencitos y que all mismo el Servicio de Inteligencia empez a infiltrar personal, para luchar esa guerra sin cuartel con las mismas armas que usaban sus contrincantes. Recuerda una frase: combatir el terrorismo con terrorismo de estado no es la mejor idea.Rafo le dice Melanio Acevedo, alcanzndolo a la entrada de la Sala de Profesores de la academia, t qu tienes?Yo? responde Rafael, nada. Buenos das, hombre.Nada? Melanio empieza a rer, le pone una mano sobre el hombro a Rafael y mueve la cabeza hacia los lados, como negando. Has estado faltando mucho. El coordinador te quiere sacar Por cierto, Terminaste de escribir tu novela?No, estoy atascado, hace tiempo. Tengo historias sueltas, inconexas responde Rafael y se acaricia la nuca. A veces la historia quiere ir por su propio rumbo, se me escapa de las manos. Me he dado cuenta que necesito ir a Ayacucho para poder describir ese lugar, ver a la gente me faltan muchas cosasPuedes pasarme unos plumones? Melanio se apoya en el marco de la puerta. Nada ms no te me loquees. Mira que el coordinador Pacheco es bien fregado, t lo conoces. Bueno, Rafo, en cuanto termines la novela me avisas para ser el primero en leerla.Melanio sale corriendo al toque del timbre. Rafael se queda unos instantes en la Sala de Profesores, aprovechando que no tiene clases a la primera hora. Paula Surez, la secretaria llega corriendo, apurada, dando saltitos con sus zapatos de tacn alto. Le pasa algo, profe? pregunta.No responde l, he estado muy metido en mis asuntos, como dice el profe Melanio.Le traigo un caf? Uno bien cargado, bien fuerte, por favor. Tengo clase de Historia Universal a las nueve de la maana con el aula once.

Rafael recuerda un da lejano, eran como las diez de la maana, estaba en clases en algn aula del pabelln de Ciencias Sociales, por la ventana vio desfilar largos contingentes de soldados y desde la ventana contempl el trajinar de alumnos. Pronto los militares estaban por todas partes, pasaban golpeando las puertas para que los estudiantes salieran. Todos pasaban tres controles militares. Al acercarse a la salida l vio tres vehculos del Ejrcito estacionados frente a la explanada de Derecho. Las clases ya haban sido interrumpidas en todas las facultades. En este control los alumnos vuelven a hacer largas filas para ver si sus nombres estn en las listas que han trado los soldados. Cuando l volte a ver, estaban subiendo a unos alumnos a un camin portatropas, y al cruzar por la puerta de la Venezuela era uno ms en esa muchedumbre de alumnos confundidos que se retiran a sus casas.

Suena el timbre de las nueve de la maana. Rafael se pone de pie, entrega la taza vaca a Paula y mira su horario como si no lo conociera de memoria. Apenas ha recogido las separatas que debe utilizar sobre la Revolucin Francesa. Al igual que Melanio, junta en un abrazo sus implementos, una regla de madera, dos plumones y una mota. Afuera, en el patio se escucha nuevamente el hablar bullicioso de los alumnos. Caminando hacia el aula que le han asignado, intenta sin saber si lo logra cambiar de expresin.

5 Bautismo y fiesta de guardarAntes, llegu a temerle a la idea de un bautismo y fiesta incluida. Fue en la poca en que ingres a la universidad. Me haban dicho que a los ingresantes llamados tradicionalmente cachimbos los hacan padecer las de Can, a manera de recibimiento. Yo imagin que la fiesta de cachimbos sera semejante a alguna escena de La ciudad y los perros, no una escena de la novela de Vargas Llosa, sino de la pelcula de Francisco Lombardi, con los alumnos nuevos, los perros siendo maltratados y hostigados por los alumnos antiguos. El primer da de clases entr temeroso, me mantuve a cierta distancia viendo el desarrollo de las acciones. Fuera de alguna que otra discusin entre grupos polticos que acab con toda clase de amenazas verbales, no hubo tal ceremonia de bautismo y si mal no recuerdo, tampoco hubo fiesta.

Llegamos a la vivienda de Casimiro luego de subir algunos peldaos ms. Es una casa rectangular, chica y sencilla, las paredes estn ennegrecidas por la polucin pero se nota que alguna vez fue pintada de color rosado. Volteo la vista hacia Lima, la encuentro ms sucia y gris que de costumbre. Desde donde estoy apenas puedo divisar, en medio de la neblina y la polucin, la isla San Lorenzo y algunos edificios altos y ajenos que se yerguen por sobre esa maraa de cubculos caticos que es Lima, un monstruo extendido, derramado como una materia viscosa sobre la superficie de este fragmento de costa, un monstruo que parece no tener lmites visibles ni dejar espacios vacos, un monstruo enfermo, de eterna convalecencia.Dentro de la casa el piso es de cemento pulido, como una vereda. Las paredes han sido pintadas de color celeste. En un costado un conjunto musical interpreta unas melodas andinas, son pocos, arpa, guitarra, charango, bombo y zampoa. El charanguista tiene otra zampoa. Grupos de invitados se inclinan para saludarnos. Casimiro casi nos obliga a darle la mano a todos y cada uno de ellos. Nos los presenta por su nombre, filiacin y apodo.Escuchen, escuchen dice Casimiro, al tiempo que hace una seal para que detengan la msica les presento a mis amigos Rafo y Carlos, viejos amigos. Trtenlos bien, carajo.Abraza a Carlos jalndolo del cuello. A m me llama con el brazo libre y me abraza. Parece como si el trago se le hubiera subido a la cabeza por la caminata y tratara de ahogarnos.Muchachos, les presento a Eutimio Chipana, es mi primo, le decimos: Chapana dice presentndonos al primero. Este otro es Anatolio Ronceros, mi compadre, cuado y padrino de mi hijito, le decimos: Rocoto Molido, porque tiene la pepa chancada. Ella es Juana Garca, mi hermana, yo le digo hermana, no se me ocurre otra forma todava, pero por ah le dicen La Damajuana.Todos ren por lo que ha dicho. Los que ms ren son Anatolio y Juana. La hermana de Casimiro, con el cabello amarrado en un moo, gordita y baja de estatura, parece realmente una damajuana. Luego nos presenta a unos dieciocho invitados, uno por uno. Los ltimos los presenta de manera sencilla Fernando Cajahuaringa, vecino, le decimos Caja , Ismael Changanaqu, vecino, no s cmo se ha metido a la casa, porque no lo invitamos. Le decimos Camarn por lo rosado y por que se mete donde no lo llaman. Casimiro nos suelta, se abraza con Camarn y todos vuelven a rer.Este es mi hijo dice, hace una seal para que lo sigamos y se mete a otra habitacin.Veo un cuarto lleno de enormes costales repletos de ajes, recuerdo que Carlos me ha dicho que ahora Casimiro se dedica a la venta de productos en el mercado mayorista. Un gato plomo est echado como una esfinge sobre los costales, me mira atentamente al pasar.Al llegar al cuarto del nio unas mujeres nos hacen un seal para que no hagamos ruido. Mujer, no seas, pues dice nuestro gua. Con la bulla que hay afuera, quieres que ac hagamos silencio nosotros? Fuera de aqu. Te presento a mis amigos Carlos Mlaga y Rafo. Ella es mi esposa Luca Cabrejos de Garca.Del Pino, Rafael del Pino digo, mucho gusto.Ah responde Casimiro riendo yo recordaba que tenias nombre de rbol, pero no me acordaba de cul.Mucho gusto dice Jos Carlos el honor es nuestro, seora.S, mucho gusto repito.En la cuna, al costado de la esposa de Casimiro veo un bebe rollizo durmiendo, mejillas rosadas, cabello ralo y ropn celeste de felpa. A simple vista me parece que estuviera hinchado.Es fuerte como su padre dice Casimiro, al tiempo que levanta los brazos lleno de comprensible orgullo paterno, bien gordito est.Dnde fue el bautismo? pregunta Carlos. En que iglesia, es decir? Fue cerca de aqu?En la capilla de la vuelta responde la esposa de Casimiro sin dejar de mirar a su hijo.Ah, caramba catlico, apostlico y romano el asunto comenta Jos.As es dice Casimiro, nos vuelve a abrazar y sigue hablando. Ya mucho de ver al nio, luego se ojea. Vamos a tomarnos unas chelas con los muchachos.Ya en la sala nos deja libres y se lanza a destapar una botella de la caja. Con un ademn hace que los msicos vuelvan a tocar. La destapa, se la entrega a Jos Carlos y entra corriendo a las habitaciones. Me acerco a Jos para hablarle.Catlico, apostlico y alcohlico le digo.Y algo buclico agrega l, sealando con el mentn al dueo de casa que hace su aparicin en la sala, ataviado con un sombrero.

4Profesor el coordinador acadmico hace un gesto con la mano llamando a Rafael a su lado, qu bueno que lo encuentro aqu en la Sala de Profesores. Tengo que contarle que unos alumnos se han quejado de su clase, afirman ellos que parece ser que viene usted algo distrado a dictar.Distrado? dice Rafael.Distrado, por no decir otra cosa responde el coordinador balanceando la mano con el pulgar y el ndice estirados, en seal de beber. No fue esa la palabra que ellos usaron, si es que me dejo entender.No responde Rafo, qu barbaridad, seor Pacheco. No puede usted creer eso de m, yo jams he venidoLo s contesta el otro, interrumpindolo y dndole palmaditas en un hombro, Del Pino, por eso le digo, que no ande distrado en horas de trabajo. Andar pensando en las musaraas da mala imagen. No queremos estar en habladuras, usted sabe que la academia Jean Paul Sartr tiene un prestigio que defender. Nos debemos a nuestros ingresantes, es cierto, pero tambin a nuestra plana docente. Qu podramos hacer si lo estudiantes creyeran que alguno de los profesores es un alcohlico o un drogadicto? Lo comprendo, seor Pacheco Rafael se excusa mostrando las palmas de ambas manos, pero puedo asegurarle que yo jams he venido borracho a dictar clases.Pero dgame pregunta el coordinador Pacheco alzando la voz No pens, por ejemplo, en venir a las tutoras? Rafael mira un afiche publicitario pegado en la pared. Inicio de ciclo 15 de agosto. Siente la mirada del coordinador apuntando en su direccin. Las tutoras, cierto, lo haba olvidado, responde Rafael an con la mirada en el afiche publicitario. Observa la foto de los muchachitos ingresantes y piensa que esa edad tendra Luis Ancajima, cuando fue captado por los comunistas y no sera mucho mayor cuando lo detuvieron en san Marcos. Ah, lo haba olvidado comenta el coordinador en tono de sorna y abre los brazos en cruz, el seor profesor lo haba olvidado. Del Pino, Del Pino, no me voy a molestar, estamos entre gente adulta, no?Pero, por supuesto.Pues bien, vea cmo son las cosas. Me dijeron que viene usted tarde y lo dej pasar, somos peruanos, tardones. Da vergenza admitirlo ante un extranjero, pero es la realidad, no somos puntuales. En fin, me dijeron que usted no prepara sus clases y termina actuando como chimpanc, lo dej pasar, nunca le he dado importancia a esas habladuras.Hace usted bien, son solo chismes. Chismes, claro, eso mismo me dije yo, eso no son cosas de viejas chismosas. Pero hay que estar atentos, profesor Del Pino, como recordar el mes pasado le coment que haba un rumor acerca de que vena usted ebrio o drogado, lo dej pasar, pero; sabe? Lo he estado observando todo este mes. Es cierto, llega tarde, se comporta extrao usted, parece distrado. No s, a lo mejor est siendo sometido a demasiada presin. Rafael hace un rpido recuento de sus actividades en el mes. No hizo mucho ms que lo de siempre, dictar sus clases, conversar con alguien, ir a su casa y escribir de madrugada. Disculpe Coordinador Pacheco Rafael se toma la nuca con una mano tiene razn usted, estas semanas han sido particularmente difciles. Ese no es mi problema, Del Pino el coordinador empieza a pasearse por el aula haciendo resonar sus tacos sobre el piso de madera. Cree usted que esas cosas le importan al dueo? Si la empresa va mal, no lo van a culpar a usted, al profesor Villavicencio o a la seorita Surez. Me van a culpar a m. Esto no es cosa de das difciles o fciles. Por si no lo ha notado, esta es una empresa, no es la beneficencia!Los tacones de Paula que acaba de entrar a la Sala de Profesores suenan apurados sobre el piso de madera y se detienen en seco. Ambos hombres voltean a verla. Olvid esto, dice ella excusndose. Toma algo de sobre el escritorio y se aleja caminando a toda prisa.Pacheco se pone de pie, camina unos pasos y dice: En fin, Del Pino, entender usted que esto no puede continuar as. Rafael, que lo ha seguido con la mirada, se pone de pie tambin. Lo s, pero, como le dije, esta semana ha sido particularmente difcil para m, la siguiente El coordinador Pacheco mueve la cabeza de un lado a otro en seal de desaprobacin. Estoy cansado de promesas, Del Pino. La siguiente semana va a ser mucho ms difcil, porque tendr que conseguir un nuevo empleo. Est usted despedido, puede tomar sus cosas e irse. Ya tenemos otro profesor esperando para cubrir su puesto. Si quiere una carta de recomendacin, con mucho gusto se la daremos, para que vea que esto no es algo personal. Rafael vuelve a fijar su vista en el afiche publicitario. Contamos con una excelente plana docente. Vamos, dme otra oportunidad, prometo no fallarle esta vez. El coordinador vuelve a tomar asiento, se concentra en unos papeles que empieza a leer con avidez. Lo siento, es una decisin tomada. El lunes puede pasar a cobrar sus honorarios por lo que va del mes de agosto. No se preocupe, usted es joven y brillante, no dudo que conseguir trabajo pronto.Rafael sale de la academia caminando tranquilo, lleva la frente en alto. Apenas ha dejado la vieja casona, comprende que tendr ms tiempo para escribir la novela. Todas las cosas pasan por algo y ahora podr dedicarse a eso aprovechando el tiempo libre. Mi futuro pende de un hilo de palabras en forma de novela, dice para s mismo.

Sin salida probable Empieza a oscurecer, an no he tenido oportunidad de hablar con Casimiro a solas. Le hago una seal a Jos de que debemos de salir de all. La fiesta est en lo ms alto y desde la cocina llega el aroma de algn suculento potaje; pero es tarde y el peligro debe aumentar fuera en la calle. Carlos me dice que vamos a tener que esperar hasta el otro da, que salir va a ser muy difcil porque Casimiro, que iba a acompaarnos ya est hablando en chino y que muy pronto empezar a llorar de puro borracho. Le comento que tengo cerca de una hora con el vaso vaco en la mano, que no pienso tomar un sorbo ms y que voy a tener que llamar a mi esposa para que no se preocupe.No sea pisado dice l, pues maestro. Ya ve?No es que sea pisado, es que No puedo terminar la frase, porque Jos Carlos me interrumpe.Vaya noms dice, estoy bromeando, yo entiendo. No preocupe a la esposa.

5 Eso se vea venir Andrea, los brazos cruzados, empieza a llorar desconsoladamente. Toda la vida es lo mismo, ya me estoy cansando de esto. Si no ests con Jos Carlos o yendo a San Marcos ests frente a esta computadora, no cuidas tu trabajo y ni siquiera vienes a dormir cuando me acuesto.Rafael guarda silencio y fija su vista en un adorno de la sala. Es una ballenita azul, un cenicero de cermica brillante. Recuerda que cuando era nio haba juntado dinero durante meses para comprarle una igual a su madre: la haba visto en una tienda cerca de su casa, ahorr en secreto, fingiendo que peda dinero para comprar unos dulces, tiles del colegio y esas cosas de nios. Cuando logr reunir el dinero lo cont varias veces hasta asegurarse que estaba completo. Luego fue donde la vendedora, una chica alta de enormes ojos caf. Y t qu quieres, chiquitn? la chica de enormes ojos caf le sonri y se agach, quedando su rostro casi a la altura del de Rafael. Algn juguete?, una pelota?Quiero eso dijo Rafael, sealando el adorno y muy nervioso porque nunca antes haba hablado de tan cerca con una chica y mucho menos una que le resultara tan bonita.A ver, por qu no hablas Andrea levanta la cara y busca los ojos de su esposo que contina perdido en la contemplacin de la ballenita azul.Lo llev envuelto en un papel de color rojo con flores y lazos dibujados. Mientras lo envolva, la chica de los enormes ojos caf le pregunt para qu quera un nio un objeto como ese. Como l le refiri que era un regalo para su mam ella le propuso ponerle una tarjeta.Es su cumpleaos? la chica empez a buscar entre un grupo de tarjetas alguna que resultara adecuada, cmo se llama tu mami?l le dijo el nombre de su madre, y agreg que no era su cumpleaos, que vio la ballenita y se le ocurri drsela porque una vez la vio llorando debido a que se le haba roto un cenicero y pens que as ella estara ms contenta. La chica lo felicit por ser un buen hijo y le hizo cario con una mano, mientras que con la otra le entregaba el regalo envuelto.Lo peor es que me dejas hablando sola, como si nada te importara, como si yo no existiera, como si no existiera en este mundo nada ms que tu estpida novela y t.Le entreg el cenicero a su madre y la vio sonrer alegre. Lo acomodaron en una mesita de centro junto al sof grande de la sala. Y all estuvo hasta que un da, mientras discuta con su padre porque faltaba dinero para pagar las cuentas, la madre lo lanz al piso, destrozndolo en mil pedazos.Tienes razn mientras habla, Rafael sigue mirando el adorno azul. Siempre la tienes.Claro, y ahora me das la razn Andrea se levanta, parndose enfrente de l, como si fuera yo una loca.Rafael le asegura a su esposa que no ha sido esa su intencin, que si en esa habitacin hay algn demente no es ella, que l se toma las cosas muy en serio, pero que eso no puede seguir igual.

Llamada dos

Rafo! Dnde ests? Y esa msica? Estaba preocupada, ya es tarde.S, lo imagino. Sabes qu pas? Vine con Jos Carlos al bautismo del hijo de un amigo. Se me ha hecho tarde. No creo que pueda ir a dormir, es en el Agustino, el barrio es peligroso.Ya, yo entiendo.El asunto es que, yo quise salir a tiempo para regresar a casa.Algo ms?No, pero no te molestes. Entiendo que deb avisarte, es que me fueron a buscar a ltimo momento y pens que poda sacar algo de informacin para para un artculo que estoy escribiendo.Ya?Ests molesta?No.Segura, Daniela?S.Alguna novedad en el trabajo? Nada.Ah, por cierto, estoy cerca de tu trabajo.Disculpa, Rafo tengo que cortar, me duele la cabeza. En otro momento hablamos.Ah, okey, te veo maana, te mando besos. Daniela? Daniela?

La noche triste

Esto no es Tenochtitln, no hay luna, ni guerreros, los msicos e invitados estn completamente ebrios, desparramados como muertos por entre las sillas, sillones e incluso por sobre el suelo. Unos cuntos persisten en la terca idea de mantenerse despiertos, de seguir bebiendo, los veo caer en seguidilla conforme avanza la hora. No hay ahuehuetes a cuyo recaudo pueda uno sentarse a llorar. No corre la sangre de valientes por el piso, acaso discurre alguno que otro lquido amarillento y reluciente que no atino a saber si es cerveza o excreciones humanas.Miro el celular, no registra llamadas ni mensajes de mi esposa. Sigo con el vaso vaco en la otra mano. Jos Carlos, a mi costado tambin duerme. Me pregunto cuntos de estos caballeros podrn contarme una historia que pueda ser til a la futura novela.Me acerco a uno que est sentado junto a la mesa, es el nico despierto a esta hora, lo saludo afectuosamente, como si lo conociera de toda la vida. Casimiro me lo present, pero no recuerdo su nombre, igual lo abrazo. Me doy cuenta que l tampoco recuerda mi nombre porque me trata de amigo, me devuelve el saludo con toda cordialidad. Sabe que ha encontrado con quin tomar.Le pregunto cunto tiempo hace que conoce a Casimiro, me dice que es su hermano y que lo ha visto desde que eran chiquitos. Imagino que est exagerando ya que Casimiro nunca mencion a un hermano. Fueron juntos al colegio? le pregunto directamente, mientras