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  • Estudios Pblicos, 21 (verano 1986).

    DOCUMENTO

    TAMARA AVETIKIAN BOSAANS. Profesora de Ciencia Poltica, Universidad Catlicade Chile.

    * Transcripcin revisada de las exposiciones efectuadas los das 26 y 27 denoviembre de 1985, en el Seminario Acuerdo Nacional y Transicin a la Democracia,organizado por el Centro de Estudios Pblicos.

    ACUERDO NACIONAL YTRANSICION A LA DEMOCRACIA *

    Editor: Tamara Avetikian

    El Centro Estudios Pblicos, considerando la relevancia de la firma ydivulgacin del documento Acuerdo Nacional para la Transicin ala Plena Democracia, organiz un seminario los das 26 y 27 denoviembre de 1985, para analizar el texto y sus proyecciones.Gran parte de la polmica en torno al Acuerdo Nacional el recono-cimiento o no de la Constitucin de 1980, la ambigedad en la formade poner en prctica las medidas inmediatas, la imprecisin del textoy el papel asignado al Gobierno en su discusin y negociacin se vereflejada en las exposiciones de los participantes en la primera se-sin, y tambin en la mesa redonda de Sergio Molina y los directoresde medios de comunicacin social.Con la publicacin de dicha mesa redonda y de las intervenciones,revisadas, de Jos Zabala, Edgardo Boeninger, Angel Flisfisch, OscarGodoy y Jaime Guzmn, Estudios Pblicos ofrece un material tilpara su discusin, anlisis y estudio. Se han incluido como anexoslas declaraciones oficiales del Gobierno en torno al documento, ascomo las de otros sectores relevantes.

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    Primera Sesin, 26 de noviembre de 1985

    Sr. Sergio Baeza:*A nombre del Centro de Estudios Pblicos doy por iniciado el Semi-

    nario Acuerdo Nacional y Transicin a la Democracia, que intenta ofrecerun anlisis desapasionado y a fondo acerca de la naturaleza y alcance dedicho documento, en el contexto de una transicin pacfica a la democraciapoltica.

    Espero que el examen que se lleve a cabo en los das 26 y 27 denoviembre entregue a ustedes informacin, perspectivas y elementos dejuicio tiles para tomar decisiones hoy en funcin del maana.

    Participarn en esta reunin los seores Jos Zabala, EdgardoBoeninger, Angel Flisfisch, Oscar Godoy y Jaime Guzmn, quienes tendrndiez minutos en su primera intervencin y cinco minutos finales.

    En la segunda sesin de este seminario, el seor Sergio Molina res-ponder a las preguntas que le formularn los directores de los principalesdiarios y revistas.

    Ofrezco la palabra a don Jos Zavala.

    Sr. Jos Zabala:*La tarea que se me encarg es la de hablar sobre la intencin, la

    historia y el espritu del Acuerdo Nacional para la Transicin a Plena De-mocracia.

    Empezar por la intencin y me parece que, al referirse a ella, hay quecontestar, en primer lugar, una crtica o afirmacin frecuente: El Arzobispose est metiendo en poltica. Yo afirmo que el Arzobispo no se meti enpoltica... ni contingente ni de la otra.

    El Arzobispo es un Pastor. El Pastor, por su oficio, est en contactocon la miseria, la marginacin, la frustracin, con el odio, con el nada queperder y el algo que ganar, con la juventud sin presente ni futuro y contodo lo que se vive en las poblaciones perifricas de Santiago. El Arzobispoteme, como lo temen todos los que estn en contacto con esa realidad, quela polarizacin de fuerzas se incremente en Chile; que el control de la irracio-nalidad se haga difcil, que la violencia de la desesperanza crezca y tambincrezca la violencia de la represin, que entre una violencia y la otra y quequieren dilogo y entendimiento.

    * Presidente del Consejo Directivo del Centro de Estudios Pblicos.** Miembro de la Comisin Elaboradora del Acuerdo Nacional.

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    Un Arzobispo un Pastor que en esas circunstancias no busquecaminos de reconciliacin, aunque se le acuse de meterse en poltica, si nolo hace no es un Pastor, sino un irresponsable. Lo que el Arzobispo preten-di, y pretende, es dilogo repito y subray, dilogo; dilogo que despo-larice; que nos aleje de la irracionalidad; que el devolver esperanzas refrenela violencia y que haga posible la reconciliacin.

    El Arzobispo ya intent ese dilogo en 1983 cuando el MinistroJarpa y los lderes polticos usaron su casa como lugar de encuentro. Qupas entonces? Hubo excesiva publicidad; hubo demasiadas declaraciones;el tema, podramos decir, se mosque. La autoridad deca entonces ydice ahora no sin razn: Con quin dialogo? Quin es mi interlocutorvlido? La civilidad chilena est dividida en tantos grupos, que resulta im-posible saber con quin dialogar; saber quin representa a quin. Como esoes o era cierto, la autoridad concluye diciendo, otra vez no sin razn, elda que dejemos el gobierno: el caos. Despus de m, el diluvio.

    El Arzobispo se hizo cargo de esa legtima inquietud de la autoridady busc un consenso de la civilidad; busc identificar un interlocutor vli-do para la iniciacin de un dilogo y busc algo ms importante an, buscun acuerdo bsico sobre gobernabilidad del pas para el da en que el actualgobierno sea reemplazado. As, a fines de 1984 inici un dilogo; un dilogopersonal, discreto y privado, para evitar los errores publicitarios de 1983,con unos que lo iban a ver y con otros a los que fue llamado. Avanz conbastante rapidez hasta que se presentaron dos imprevistos; el primero fue elterremoto del 3 de marzo, que le puso otras prioridades y, el segundo, fue sunombramiento de Cardenal y el viaje que despus tuvo que hacer a Roma.Fue un atraso, pero tambin fue un respaldo bastante grande.

    Inici as una cadena de entrevistas. Lleg el momento en que esenmero de entrevistas fue suficiente para tener ideas claras; para cubrir unarco poltico bastante amplio. El crculo, en realidad, no estaba cerrado, niera un crculo exclusivo, pero permita darse cuenta del ambiente y el Arzo-bispo estim que no deba demorar ms, y esto sin intencin de excluir anadie sino de avanzar. El Arzobispo se atrevi a reunir a todos aquellos conquienes haba conversado privadamente y esto se hizo el 22 de julio enCalera de Tango.

    En esa reunin de Calera de Tango los llam a aunar voluntades; arenunciar a ideologismos excesivos y posiciones rgidas; a actuar con hu-mildad, buscando el bien de Chile y el bienestar y la paz de los chilenos. Leshizo ver las coincidencias que haba detectado en las reuniones que porseparado haba tenido con cada uno de ellos.

    Cules eran esas coincidencias? La primera coincidencia era una

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    unnime disposicin a dialogar con otras corrientes de opinin; la segunda,un unnime rechazo a la violencia y a aquellos que la usan como objetivo ocomo prctica poltica. La tercera coincidencia, y esto lo destaco especial-mente, era la necesidad de llegar a un entendimiento con el gobierno de lasFuerzas Armadas. La cuarta, la necesidad de un plan econmico-social, ade-ms de uno sociopoltico, y la quinta y tambin lo destaco, el reconoci-miento de que la actitud del Partido Demcrata Cristiano era la espinadorsal de cualquier consenso.

    En resumen, haba consenso en fijar lo que se llam un cierto raya-do de la cancha, cancha en la cual algunos estaran interesados en jugarms a la izquierda; otros ms al centro y otros ms a la derecha, pero todoscomprometidos a no salirse del rayado de la cancha. La respuesta a losplanteamientos del Cardenal fue bastante entusiasta y bastante generosa.

    En Calera de Tango, estbamos tambin tres auxiliares, tres ayudan-tes, tres, como ustedes quieran llamarlos, ...tres hombres del Cardenal: Fer-nando Lniz, Sergio Molina y yo. Los asistentes pidieron que nosotros tresintegrramos una comisin que reuniera todo el material posible de consen-so que cada sector pudiera tener; que redactramos en base a eso un borra-dor de un posible acuerdo; que consultramos ese borrador a cada uno delos participantes en la reunin y que intentramos as llegar a un documentode consenso total que estuviera abierto a la adhesin de otros sectores.

    La Comisin empez a trabajar ese mismo da 22 de julio. Reunimosbastante material y redactamos un documento. Despus de redactado apa-reci un problema. Cmo hacamos las consultas? Uno por uno, lo quesignificaba un largo proceso de aproximaciones sucesivas, o distribuyendoel borrador y fijando un plazo para las observaciones. El primer procedi-miento resultaba lento, y el segundo nos haca temer, no sin razn, que alda siguiente iba a estar en los diarios, antes que hubisemos tenido tiempode discutirlo. En vista de eso decidimos llamarlos a todos a una reuninconjunta para leer y discutir nuestro trabajo. Esa reunin fue el 20 de agos-to, a dos das de cumplirse un mes desde Calera de Tango, en el CrculoEspaol. Avanzamos bastante; hubo una aprobacin general del documen-to e iniciamos la aprobacin por prrafos. Esta aprobacin no era por mayo-ra y esto es importante sino por consenso. Cada prrafo se iba aproban-do con la opinin unnime a favor de l.

    El 23 de agosto seguimos con la aprobacin por prrafos y ms omenos a las 4 de la tarde de ese da tropezamos con un problema grave yque nos pareci en cierto momento insalvable; el motivo de ese problemagrave era la posicin frente a los movimientos antidemocrticos y ms espe-cficamente frente al Partido Comunista.

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    Ah se nombr una Comisin constituida por nosotros tres, Fernan-do Lniz, Sergio Molina y yo, ms un representante de la Izquierda que fueLuis Maira; un representante de la Derecha que fue Andrs Allamand y unrepresentante del Centro, que fue Patricio Aylwin.

    El sbado 24 de agosto estuvimos en una larga sesin. Fue unasesin en la que cada uno defendi sus puntos de vista con bastante fogo-sidad y firmeza, pero tambin con bastante generosidad. Llegamos finalmen-te a una frmula de consenso y que no fue fcil de alcanzar, porque ningu-no de los contrincantes, y muchos de ustedes los conocen, es dcil. Y cadauno, adems, se senta responsable ante aquellos que los haban nombradoen la Comisin.

    Se ha dicho que la redaccin es imprecisa, confusa y vaga. La ver-dad es que con los antecedentes que he dado, sostengo que es bastanteprecisa en lo que se refiere a la inconstitucionalidad de los movimientosantidemocrticos.

    Este esfuerzo del sbado 24 de agosto permiti que en la reunin delda siguiente, domingo 25 de agosto, se avanzara rpidamente. A las 10 dela noche se haba llegado de acuerdo. Nosotros habamos conseguido unamuy eficiente secretaria que en una pieza contigua iba sacando cada pginaque se completaba, de manera que a las 22.30 el documento estaba firmadoy las 23 horas Fernando Lniz, Sergio Molina y yo llegamos a la casa delCardenal para entregarle un documento. Haba transcurrido un mes y 3 dasdesde la reunin de Calera de Tango.

    As naci el Acuerdo. Se dice que ha sido firmado por polticos de muydistintas tendencias y tradiciones y eso es cierto, pero tambin es cierto queesos polticos han madurado; que las experiencias ensean y que se nos estolvidando un poco la democracia, porque democracia es, justamente, ponerde acuerdo a los que no estn de acuerdo, porque hacer un acuerdo entre losque estn de acuerdo no creo que tenga ningn sentido.

    He hablado hasta aqu la intencin y la historia del Acuerdo. Cules el espritu de Acuerdo? No cabe duda de que el Acuerdo tiene porfinalidad promover dilogo; un dilogo entre la autoridad y la civilidad; undilogo antes de que la irracionalidad impere en Chile.

    Se dice que el Acuerdo no puede promover dilogo porque no reco-noce la Constitucin de 1980. Quien lea el documento comprobar que laConstitucin de 1980 no se menciona y no puede, por tanto, decirse que sedesconoce, ni tampoco que se reconoce. Frente a distintos grados de adhe-sin a esa Constitucin, slo se habla de lo que hay que hacer para latransicin a la democracia y eso se puede hacer con la Constitucin de 1980

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    o sin la Constitucin de 1980; respetndola o no respetndola. Lo importan-te es que se haga y eso solamente es lo que dice el documento.

    Se dice que el Acuerdo no puede promover dilogo porque pretendeacelerar la salida del actual Presidente de la Repblica. La verdad es que enninguna parte del Acuerdo se dan fechas, y tampoco se habla de acelerarnada; lo nico que se menciona son ciertas medidas inmediatas, pero cual-quiera de las medidas inmediatas tiene un proceso de maduracin y dedesarrollo que es largo.

    Repito que el espritu del Acuerdo es promover un dilogo entre laautoridad y la civilidad, antes de que sea demasiado tarde. Al respecto,quiero terminar diciendo que me dej bastante pensativo El Mercurio delsbado pasado. Dice en la pgina editorial:

    Los conductores polticos de oposicin no han podido exhibir antela ciudadana una postura elevada para enfrentar los dilemas actua-les. La eventual ruptura entre los firmantes del Acuerdo es unamanifestacin ms de la incapacidad de los dirigentes polticos chile-nos para conciliar posiciones diversas. Con ello frustran, una vezms, las aspiraciones de algunos sectores ciudadanos que miraroncon optimismo la posibilidad de un entendimiento en favor de lademocracia.

    Termino aqu la cita de la pgina editorial de El Mercurio. Si lo quese quiere, como dice esa editorial, son posturas elevadas y capacidad paraconciliar posiciones diversas, creo que hay que leer tambin en El Mercu-rio de ese da sbado la cita que se hace de un discurso de Su Excelencia elPresidente de la Repblica. En un prrafo dice:

    Nada puede ser ms importante para un soldado que tener muyclaros sus objetivos y que al servicio de ellos ponga toda su volun-tad de vencer, la que slo podr ser limitada por los principiosmorales a los que obligan el honor y la fe en Dios.

    Eso lo dijo Su Excelencia el da en que celebraba sus 70 aos, aquellaque los orientales llaman la edad de la serenidad.

    En El Mercurio del mismo sbado, a su vez, un Ministro de Estadoque est muy lejos de los 70 aos y lo digo con envidia descalifica elAcuerdo; descalifica a la oposicin y sus lderes; mientras en el mismo dael diario publica que el Embajador de Estados Unidos visita a Gabriel Valdsen su oficina y el Embajador de Alemania explica por qu los embajadoresde los pases de la Comunidad Econmica Europea se reunieron con losdirigentes de las colectividades que suscribieron el Acuerdo. Y dice el Em-

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    bajador de Alemania: Un acuerdo en s no es nada, depende del esprituque lo anima y este Acuerdo me parece animado de un espritu de paz y deconciliacin, de entendimiento y de dilogo.

    Confiemos en que la serenidad impere y en lugar de permanecer cadauno en su trinchera, en un inmovilismo que hace perder la calma, la autori-dad y la civilidad inicien ese dilogo que el Acuerdo Nacional siempre haintentado promover.

    A. Significacin del Acuerdo Nacional

    Sr. Edgardo Boeninger*:El Acuerdo constituye, a mi juicio, el paso ms importante y el hecho

    poltico de mayor trascendencia potencial en estos aos.De partida, es un aporte al futuro orden democrtico. Genera por

    primera vez en vastos sectores la percepcin de que la democracia es viabley no un salto al vaco; una alternativa fundada, y no slo una aspiracinmayoritaria. Creo que esto ocurre tanto entre los civiles como al interior delas Fuerzas Armadas y es atribuible al consenso logrado por los firmantesen torno a las bases constitucionales, polticas y econmico-sociales de lademocracia, lo que sin duda aminora la incertidumbre acerca del futuro.

    El rayado de la cancha que hace el Acuerdo aparece avalado pordirigentes representativos de no menos de un 75 a 80% del espectro nacio-nal. Se trata no de una coalicin de gobierno ni un programa poltico, pero sde un imprescindible pacto de gobernabilidad. El grado de precisin de susplanteamientos es coherente con la naturaleza que reviste, al concitar porprimera vez en varias dcadas la firma y adhesin de sectores de Derecha,Izquierda y Centro. Sienta as los fundamentos para el inicio del trnsitohacia la democracia y representa, al menos en lo tocante a las reglas deljuego, el trmino de la divisin del pas en tres tercios inflexibles.

    De un modo ms especfico, su aporte consiste en que rene a opo-sitores al rgimen militar y a sectores que han sido sus partidarios y quehoy en da estn en una actitud independiente, tendindose as, tambinpor primera vez, un puente que tal vez ayude a superar la polarizacin impe-rante. El Acuerdo muestra al pas una Derecha que redescubre la democra-cia como valor y objetivo poltico; una Izquierda socialista que abandona elmaximalismo y el leninismo, para transitar por los caminos del reformismopoltico; y una Democracia Cristiana que abandona su tradicin de camino

    * Director del Centro de Estudios del Desarrollo.

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    propio y est dispuesta a promover coaliciones ms amplias, capaces de daruna slida base de sustentacin al rgimen democrtico. Esta unin en ladiversidad configura, justamente, el mayor mrito del Acuerdo y es unacaracterstica consustancial a cualquier democracia que quiera ser estable.

    Representa asimismo el Acuerdo un gran aporte al proceso de transi-cin, ya que plantea las condiciones necesarias, a juicio de los firmantes,para un trnsito pacfico a la democracia. Ellas difieren, sin duda, del itinera-rio oficial y de la realidad presente, pero no han sido formuladas comoantagnicas, lo que abre la puerta a eventuales negociaciones.

    B. De qu modo logra el Acuerdo estos avances en relacin al ordendemocrtico futuro y al proceso de transicin?

    En primer trmino, a travs de una propuesta constitucional y de lasllamadas polticas inmediatas.

    La disyuntiva polarizante de si se acepta o rechaza la Constitucinde 1980, en trminos de su legitimidad y/o contenido, es superada mediantela formulacin de un planteamiento consensual, expresado de manera sim-ple en cuatro propuestas fundamentales. La primera, la eleccin populardirecta del Presidente de la Repblica y de la totalidad de los integrantes delCongreso Nacional, cuerpo al que se dota de claras facultades legislativas,fiscalizadoras y constituyentes. Se postula, adems, un procedimiento razo-nable de modificacin constitucional, lo que en el actual esquema es prcti-camente imposible. Se regulan los estados de excepcin, de modo de asegu-rar la vigencia permanente de los derechos humanos, en especial la validezde los recursos de amparo y proteccin en toda circunstancia. Finalmente,se otorga a un tribunal constitucional, adecuadamente constituido, la facul-tad de condenar y proscribir a los partidos o grupos cuyos objetivos, actoso conductas transgredan las reglas democrticas que el propio Acuerdoenumera con precisin, incluidos quiero hacerlo notar especialmente anteeste auditorio los derechos de las minoras.

    Las medidas inmediatas propiciadas por el Acuerdo procuran impri-mir normalidad y transparencia al proceso poltico. El imperio de las liberta-des pblicas y la dictacin de leyes polticas constituyen una condicinnecesaria para hacer posible un proceso de transicin hoy inexistente ypara facilitar la entrega ordenada del poder poltico en un acto de purezademocrtica la eleccin popular a autoridades que quedarn investidasas de una legitimidad indiscutible.

    En segundo lugar, el Acuerdo contribuye al orden democrtico y latransicin, a travs de la explicitacin de los consensos alcanzados respec-

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    to de los criterios fundamentales del futuro orden econmico y social. Eldocumento asegura la estabilidad de las reglas bsicas; sienta las bases deuna estrategia de desarrollo que envuelve el compromiso simultneo con elcrecimiento y una mayor equidad; despeja incgnitas y temores, a travs dela garanta constitucional al derecho a propiedad sobre los medios de pro-duccin y del descarte de polticas econmicas expropiatorias; concibe alEstado y la empresa privada en una relacin complementaria y no de anta-gonismo; y privilegia la participacin y la concertacin social entre actoresempresarios y trabajadores que acten con igualdad de derechos y decapacidad negociadora.

    El Acuerdo incluye materias que revisten crucial inters para lasFuerzas Armadas. Estipula el compromiso que asumen sus signatarios deluchar contra la violencia y el terrorismo y de sancionar con eficacia, aun-que sin incurrir en ninguna caza de brujas, actos o conductas de gruposantidemocrticos. Postula adems el retorno de las Fuerzas Armadas a susfunciones permanentes con pleno respeto de sus valores, dignidad y reque-rimientos institucionales. Tercero, seala que es preciso atender las exigen-cias de la justicia de manera congruente con la necesidad de reconciliacin.En lo tocante a las violaciones de derechos humanos, ello implica descartartodo gnero de juicio colectivo, tribunales especiales o legislacin de repre-salia.

    Si el Acuerdo lograra fortalecerse y profundizarse, personalmentevislumbro all el germen de un gran compromiso que puede dar a Chile unprimer gobierno democrtico con apoyo suficientemente mayoritario defuerzas de Derecha, Centro e Izquierda, en torno a un programa elaboradopara hacer frente a los enormes desafos de la prxima dcada. Slo unrespaldo claramente mayoritario, que implica superar la polarizacin extremadel pasado y del presente, permitir al pas xito en este empeo.

    C. De qu manera encara el Acuerdo los problemas ms conflictivosque estn hoy en el debate pblico?

    En lo tocante a la Constitucin del 80, deja de lado el debate sobre lalegitimidad y se centra en sus contenidos esenciales. En forma implcita,pero clara, el documento indica que si se acogen sus propuestas sobre lamateria, los sectores firmantes que rechazan ms globalmente esa Constitu-cin aceptaran las reglas del juego que se convengan y lucharan despus,en el marco que ellas determinen, por reformas adicionales. Hay aqu, pues,un avance hacia una eventual negociacin poltica; ms an, un plantea-miento que debiera entenderse como un paso concreto en esa direccin.

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    El documento comparte el propsito del artculo 8 de la Constitu-cin, en orden a excluir del juego poltico a los grupos cuyos objetivos,actos o conductas sean antidemocrticos. Exige s que el fallo quede enmanos de un tribunal que sea de veras autnomos del Poder Ejecutivo yque opere en un marco de autntica libertad democrtica.

    Lo anterior significa que si el Partido Comunista planteara la dictadu-ra del proletariado, la colectivizacin indiscriminada de la economa o laviolencia como mtodo legtimo de accin poltica, sera sin duda declaradofuera de la ley por ese tribunal. Pero si una vez restaurada la democracia ylegalizados los partidos no se persistiera en esa postura, la declaratoria deinconstitucionalidad no llegara a materializarse. La norma propuesta serasin duda aplicable al presente, pero cabe advertir que el PC ha manifestadoreiteradamente que su condicin de declarar vlidas todas las formas delucha es aplicable estricta y nicamente a la actual situacin dictatorial.

    Otro problema crucial lo constituye el trmino del actual gobierno,estipulado en la Constitucin para 1989. Los independientes firmantes delAcuerdo aceptan y estn explcitamente comprometidos con ese plazo yconfan lograr, a travs de negociaciones, la materializacin de las propues-tas del Acuerdo, modificatorias de la realidad actual. Los opositores firman-tes del Acuerdo no plantean la exigencia que el cambio poltico se produzcaantes de 1989, pero es bien conocido su deseo de un cambio ms rpido,aspiracin poltica y juicio de necesidad por los que seguirn abogando pormtodos pacficos, con vistas a persuadir al pas y al propio Gobierno.Nuevamente, hay aqu un camino posible de negociacin. Si se aceptaranlos planteamientos del Acuerdo, se entrara en una dinmica de democrati-zacin cuyos plazos estaran determinados por el proceso mismo. Dichoms crudamente, para los opositores la aceptacin de plazos y fechas deter-minadas (1989 y otra), supone superar la radical desconfianza que les inspi-ra el general Pinochet, en quien no ven intencin alguna de transferir elpoder, por lo que cualquier concesin aparente de su parte sera apenas unmero paso tctico.

    Esta desconfianza no se extiende a las Fuerzas Armadas como insti-tucin. Sin embargo, ellas estn representadas por su Comandante en Jefe,que desempea a la vez la Presidencia de la Repblica. Si se superara laextrema desconfianza existente, cualquier solucin se tornara posible. Po-dra hacerse entender al rgimen de que, en aras de la concordia, es aconse-jable acortar todos o algunos de los plazos; o, inversamente, los opositoressignatarios del Acuerdo podran incluso someterse a un itinerario que cul-minara en 1989.

    El Acuerdo Nacional no se pronuncia sobre la supuesta disyuntiva

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    negociacin poltica-presin social. Involucra s un compromiso con el trn-sito pacfico a la democracia y condena la violencia. Los independientesprivilegian la negociacin poltica y temen con razn la violencia no desea-da que resulta a menudo de la presin social. Los opositores, por su parte,estiman que si el pueblo no expresa su demanda por cambio poltico, steno se producir ni habr voluntad de negociacin por parte del generalPinochet, posicin sin duda avalada por los dichos y hechos del propio Jefedel Estado. Los opositores estn conscientes de los riesgos de la presinsocial y se esfuerzan por darles cauces que eviten la violencia, como loprueba la reciente concentracin del Parque OHiggins. Por mi parte, consi-dero que no hay salida pacfica a la democracia sin negociacin poltica; locontrario implica la guerra civil o la ilusoria va del colapso o derrocamientodel rgimen, alternativas difcilmente imaginables debido al carcter profe-sional de las Fuerzas Armadas del pas.

    Todos estn de acuerdo en la necesidad de negociar, de llegar a unacuerdo con las Fuerzas Armadas y con el gobierno, en la medida que stees de las Fuerzas Armadas. Estamos, sin embargo, en un punto muerto. Losopositores no creen en la posibilidad de negociar con el general Pinochet,quien, a su turno, ha rechazado, hasta ahora, toda posibilidad de negocia-cin. Considero que el nico camino de salida es que el Jefe de Estadoresponda al intento de negociacin que el Acuerdo constituye en s mismo.La extrema desconfianza existente slo se va a superar abriendo perspecti-vas de un dilogo fructfero entre las Fuerzas Armadas y la civilidad, si elgeneral Pinochet se decide a dar, no importa que sea de buen grado o conprofundo disgusto, el prximo paso. Este implica aceptar explcitamente lasmedidas inmediatas y el sistema de sucesin presidencial, propuestos en elAcuerdo, as como eliminar la camisa de fuerza que impide de hecho hoy dacualquier reforma constitucional.

    Sr. Angel Flisfisch*:Estoy totalmente de acuerdo con la descripcin que ha hecho Edgar-

    do Boeninger respecto de los aportes que el Acuerdo Nacional significapara el desarrollo poltico chileno. Sin embargo, me parece que ms quedifcil sera absurdo aun surrealista, podra decirse abordar el tema delAcuerdo sin referirse, de manera muy principal, a los escollos que el Acuer-do Nacional enfrente hoy en da.

    Adems de la exigencia de un mnimo de realismo, conviene procuraridentificar las causas de las dificultades por las que atraviesa el Acuerdo

    * Profesor Investigador de Flacso.

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    Nacional, por cuanto ello es una condicin necesaria para superarlas conxito.

    La razn primordial de esas dificultades no reside en una peculiari-dad chilena, sino en un rasgo que es comn a las situaciones y procesos detransicin a la democracia. En efecto, en estas situaciones tanto las fuerzaspolticas opositoras como aqullas que sin serlo se orientan por la meta deun desenlace democrtico, padecen de lo que puede llamarse un dualismode intereses.

    Por una parte, el conjunto de esas fuerzas comparte un inters enlograr la democratizacin de la vida poltica y consolidar un sistema demo-crtico. Por otra, cada una de ellas posee una identidad propia, expresada enproyectos, programas, principios, bases sociales peculiares, historias parti-culares, etc. Esa identidad, que cada una persigue afirmar, las conviertepotencial o efectivamente en competidores (rivales o antagonistas).

    Hay as, conjuntamente con el inters comn en la democracia, uninters de cada fuerza en cautelar sus propias chances o posibilidades pol-ticas futuras, que las lleva a esforzarse por asegurarlas y maximizarlas. Enotras palabras, adems de atender al logro de una democracia estable, cadafuerza poltica cuida de sus chances o posibilidades en la competencia pol-tica que el advenimiento de la democracia traer consigo.

    El problema reside en que esas posibilidades no son independientesde la naturaleza del escenario de transicin que acabe por configurarse. Deotra manera, el escenario que sobrevenga, sea como producto de estrate-gias comunes, sea como producto de factores azarosos o aleatorios, afectalas chances de cada uno, favorecindolas en unos casos, perjudicndolasen otros.

    De all que en los intentos por buscar salidas o estrategias en co-mn, se combine el inters por la democracia con el inters propio que cadacual tiene en definir salidas o estrategias que se perciben como las msfavorables a las propias posibilidades.

    Hay entonces condiciones para conflictos de intereses. Normalmen-te, segn lo prueban las situaciones de transicin en general y el caso deChile en particular, estos conflictos se producen. Si ellos son suficientemen-te intensos, pueden desembocar en un bloqueo de la situacin, generandodificultades casi insalvables para la cooperacin entre partidos.

    Hay una dimensin especfica en el dualismo de intereses que con-viene destacar. Los partidos son grupos heterogneos, en cuyo interiorcoexisten visiones distintas, y se desarrollan pugnas por poder. Ello implicaque, en sus decisiones, los dirigentes tienen que atender a dos clases deobjetivos que pueden ser contradictorios. Primero, a objetivos polticos y

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    sociales generales. Segundo, al objetivo de preservar la cohesin interna departido y mantenerse ellos mismos en la posicin de dirigentes. De all que,frecuentemente, decisiones que parecen irracionales atendidos objetivosgenerales que se profesan explcitamente, sean perfectamente racionales sise considera la situacin partidaria interna.

    Si bien hay casos de transicin donde el papel de los partidos hasido secundario por ejemplo, en Argentina, en otros ellos han desempe-ado un papel protagnico: por ejemplo, Brasil y Uruguay. Estos ltimoscasos muestran que si bien el dualismo de intereses afecta desfavorable-mente las probabilidades de una transicin, esta condicin puede, no obs-tante, superarse. Qu peculiaridades hay entonces en Chile que acentannotablemente ese dualismo?

    La dificultad principal que enfrenta hoy el Acuerdo Nacional resideen el conflicto centrado en la oposicin, negociacin versus movilizacin.En el fondo, este conflicto descansa en preferencias distintas, y hasta ahoraintensamente antagnicas, por dos tipos genricos diversos de escenariosde transicin.

    Sucintamente, se podra decir lo siguiente. En la percepcin de losactores de derecha, un escenario cuyo principio organizador o elementodominante es la negociacin, es un escenario que maximiza sus chancespolticas futuras. Inversamente, en la percepcin de estos actores un esce-nario cuyo carcter especfico viene dado por altos niveles de movilizacinperjudica considerablemente esas chances.

    En las percepciones del resto de los actores, aunque aqu hay cierta-mente matices que convendra tomar en cuenta, por lo menos es preferibleun escenario que comporte grados importantes de movilizacin, atendido elobjetivo de maximizar chances polticas futuras.

    Puesto de otra manera, en las percepciones de los actores un esce-nario dominado por la negociacin hace muy probable de un desenlacedemocrtico significativamente conservador en sus contenidos. Contraria-mente, si el elemento dominante es la movilizacin, es probable un desenla-ce democrtico con contenidos ms radicales.

    As, el debate en torno a la oposicin movilizacin versus negocia-cin es la expresin superficial de algo ms profundo. Lo que est en juegono son los mritos comparativos de dos clases distintas de estrategias esdecir, una pura cuestin instrumental, sino una preocupacin obsesiva porasegurar las propias posibilidades polticas futuras. El hecho de que elAcuerdo Nacional no sea un producto endgeno de la actividad de lospartidos, sino el resultado de la iniciativa de una institucin la Iglesia,

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    que se gobierno segn una lgica peculiar, distinta de la de los partidos,abona esta conclusin.

    Esa preocupacin obsesiva recin referida la explican tres fenmenos.Primero, una exacerbacin y sacralizacin de las identidades polti-

    cas, en cuanto identidades colectivas. Cada partido, pese a las declaracio-nes en contrario y a las buenas intenciones tantas veces profesadas, operacon una lgica de partido nico, con pretensiones de autosuficiencia frentea los restantes y de monopolio sobre verdades, principios, concepcin de labuena vida, etc. A la vez, cada partido desarrolla temores intensos a conta-minarse a travs de relaciones cooperativas con otros. Ello trae dos conse-cuencias. Por una parte, se privilegia la dimensin partidaria interna y elproblema de la cohesin o unidad. Por otra, el juego poltico presente yfuturo, ms que un juego de suma nula, se percibe como un asunto de vidao muerte, y por eso siempre se bordea peligrosamente la lgica de la guerra.

    El segundo fenmeno tiene que ver con la peculiar sociologa nacio-nal. El pas ha terminado por configurarse en trminos de segmentos ocompartimentos que guardan entre s distancias socioculturales expresas enhostilidades y antagonismos casi insalvables, sin que existan zonas socio-culturales grises importantes. Frente a este fenmeno de polarizacin socio-cultural caben dos actitudes posibles. Una, que la polarizacin poltica ex-presa necesaria o fatalmente la polarizacin sociocultural. En este caso, lapoltica es irrelevante: pasa a ser epifenmeno o superestructura en el msfuerte de los sentidos y, de haber transicin, ella depender de factoresaleatorios y adoptar formas independientes de la voluntad de quienesquieren protagonizarla. La otra actitud que cabe es que si bien la polariza-cin sociocultural refuerza la polarizacin poltica, restan sin embargo gra-dos de libertad suficientes como para que la clase poltica pueda definir unaestrategia comn de transicin. Obviamente, el espritu del Acuerdo Nacio-nal es el de apostar a que esos grados de libertad existen.

    El tercer fenmeno se refiere al carcter peculiar que ha asumido elautoritarismo en Chile: su extraordinaria rigidez, su notable personalizacin,sus contenidos polticos profundamente antiliberales. Como consecuencia,el autoritarismo mismo se ha convertido en un smbolo de condensacin,con fuertes connotaciones afectivas, tanto positivas como negativas, querefuerzan las polarizaciones poltica y sociocultural. Esto es clave para en-tender que en el debate sobre la cuestin de la movilizacin versus la nego-ciacin no slo hay consideraciones instrumentales involucradas, sino tam-bin una intensa expresividad emotiva o afectiva. Probablemente, estaltima prima sobre las primeras.

    Qu posibilidades de salida hay en una situacin semejante?

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    El problema principal reside en la premisa, unnimemente compartida,de que en cualquier escenario de transicin la lucha poltica ser altamentecompetitiva y enfrentar, por as decirlo, unas pretensiones de hegemonacontra otras. Conjuntamente con las condiciones imperantes, someramenteesbozadas, esta premisa y las expectativas que conlleva acentan el dualis-mo de intereses, hasta extremos patolgicos.

    Esa premisa es errnea, no en el sentido de que un escenario conesas caractersticas no llegue a existir. De hecho, si todos los actores esti-man que ese escenario es el ms probable, entonces se comportarn demodo de que justamente a existir ese escenario y no otro.

    La premisa es equivocada en el siguiendo sentido: si ese es el esce-nario que llega a existir, entonces la probabilidad de xito de los primerosgobiernos democrticos es muy baja, y la probabilidad de fracaso de unproceso de consolidacin democrtica es muy alta.

    Se puede invocar evidencia suficiente en favor de la afirmacin deque en Chile, durante los ltimos treinta aos, se ha generado un empatesociopoltico que imposibilita un triunfo duradero de cualquiera de las pre-tensiones hegemnicas en juego. Hasta ahora, y especialmente hoy en da,ese empate ha sido catastrfico. De perdurar esa catstrofe, la nocin mismade chances o posibilidades polticas futuras de cualquier fuerzas polticacarece de sentido. Con relativa independencia de motivaciones altruistas, esentonces racional para cada fuerza poltica, en el ms estrecho de los signifi-cados del trmino racional, buscar un escenario de transicin que impida lareproduccin de un empate catastrfico.

    Ese empate se puede evitar de dos maneras. Primero, por la confor-macin de una mayora absoluta estable. Segundo, por la emergencia de unestilo poltico acentuadamente consociativo, es decir, un estilo de privilegiola corresponsabilidad del conjunto de actores polticos y sociales en lasdecisiones colectivas. Se trata de ese gran compromiso que evocaba recinEdgardo Boeninger.

    Desde el punto de vista de cualquiera de los actores, la primeraalternativa encierra dos riesgos claros. Primero, como no hay garanta deestar incluido en la mayora, hay el peligro de sacrificar casi definitivamentelas propias chances futuras. Segundo, el sistema de partidos pasa a ser unsistema de partido hegemnico, con riesgos ciertos de patrimonialismo esta-tal, corrupcin, vulneraciones de derechos humanos, etc.

    Para cada actor es entonces racional buscar un escenario de transi-cin que ponga condiciones favorables para una democracia que de hechosea acentuadamente consociativa. Si este argumento es persuasivo, el desa-fo en trminos del Acuerdo Nacional reside en subordinar discusiones so-

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    bre movilizacin versus negociacin y otras conexas por ejemplo, la queversa sobre el Partido Comunista a otras mucho ms sustantivas sobrecmo alcanzar corresponsabilidad en decisiones que la crisis mundial hacedifciles, graves y, valga la redundancia, particularmente decisivas. Una dis-cusin semejante tendra que incluir necesariamente a actores sociales.

    Para terminar, se podra decir que la paradoja reside en que, para salirdel autoritarismo, conviene poner el nfasis primordialmente en cmo con-solidar la democracia y secundariamente en cmo salir del autoritarismo.

    Sr. Oscar Godoy*:Voy a tomar como marco de referencia de estas consideraciones so-

    bre el Acuerdo Nacional para la Transicin hacia la Plena Democracia,dos juicios de valor de muy distinto origen. El primero dice as: El Acuerdono es sino una gelatina destinada a disfrazar los evidentes desacuerdos queexisten entre sus adherentes. Su autor es Jaime Guzmn. El segundo juicio,por su parte, sostiene: El Acuerdo naci con carga negativa porque lasostensibles imposiciones de la derecha ms reaccionaria en lugar de congre-gar, dispersan a la ms amplia unidad opositora imprescindible. (Luis Guas-tavino, ex parlamentario del Partido Comunista, actualmente en exilio).

    Se trata de dos visiones que no comparto y mis palabras son unaexplicacin de por qu, para m, no como cientista poltico o politlogo, sinocomo un ciudadano con percepciones polticas de Derecha, el Acuerdo noes un disfraz de desacuerdos, ni tampoco un intento poltico nacido concarga negativa, disgregador y divisor.

    La primera consideracin que me parece necesario hacer es que elAcuerdo se inscribe de lleno en una aspiracin a reintegrar o volver a enrai-zar nuestra vida poltica, social y econmica individual y social, en la cons-titucin permanente de Chile, segn el concepto clsico que esta nocintiene para un pensador conservador como Edmundo Burke. En efecto, eltexto nos remite a la tradicin cultural y de libertad de los chilenos, encuyo seno la democracia es el mejor sistema posible de vida. La evoca-cin de nuestra tradicin cultural aquello que nos une con el pasado de unmodo vivo constituye un acto de fidelidad a nuestra propia identidad his-trica. No hay carga negativa, ni exclusiones, sino integracin en un con-tinuo histrico comn.

    A partir de la premisa descrita, el Acuerdo tampoco es una gelati-na que encubre desacuerdos. Intuyo que a travs del texto es posiblediscernir, claramente articulado, un proyecto liberal de sociedad. Es efectivo

    * Director Instituto Ciencia Poltica, Universidad Catlica.

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    que todos los partcipes del Acuerdo han cedido, con el nimo de asociarseentre s, pero esa cesin involucra la definicin de un espacio social, polti-co e ideolgico mnimo, pero comn. En las mutuas concesiones que se hanhecho los firmantes, se definen positivamente las bases de un sistema de-mocrtica pluralista, de un rgimen socioeconmico capitalista. O sea, lasdelimitaciones mnimas son liberales, aun cuando se establezcan diferenciasa partir de ese espacio comn. Tales diferencias son correctoras de exce-sos que a la luz de otras posiciones ideolgicas pueden ser inaceptable, yque, sin embargo, en un modelo libera puro, sin concesiones seran plena-mente aceptables. No creo que esto entrae encubrimiento de desacuerdo.

    El proyecto liberal implcito en el Acuerdo y por lo mismo acepta-ble para la Derecha involucra:

    a) La aspiracin a constituir un sistema poltico en que opera una divi-sin del poder, no solamente de acuerdo al clsico esquema de Mon-tesquieu, sino tambin como diseminacin o dispersin. Estoltimo entraa la voluntad de fortalecer esas instancias entre el indi-viduo y el Estado que el pensamiento conservador ha llamado so-ciedad o grupos intermedios. El Acuerdo, en forma clara, recoge lascrticas contemporneas al excesivo crecimiento del Estado o a laausencia de proteccin del individuo frente al poder estatal. Cuandoel Acuerdo nos dice que la participacin social exige que la socie-dad civil se organice en torno a las actividades que afectan directa-mente sus intereses; que se busquen formas de arbitrar los conflic-tos y que el Estado descentralice sus funciones de manera de daruna responsabilidad creciente a las organizaciones sociales interme-dias en la solucin de sus propios problemas, tambin est afirman-do, en forma indirecta, que desea autonoma y ms libertad para elindividuo y los grupos intermedios.

    b) El Acuerdo se refiere constantemente al origen de la autoridad por lava del sufragio universal y la aplicacin de la regla mayoritaria y laconcurrencia pacfica por el poder a travs de un sistema pluriparti-dista.

    c) Tambin el Acuerdo incluye los derechos de las minoras y la alter-nancia del pode, o sea, la posibilidad real de que partidos o grupospolticos diferentes, y que hoy pueden no ser mayoritarios, tenganacceso a gobernar. Este ltimo punto es fundamental, en el contextode un proyecto liberal, porque se funda en la no hegemona totali-zante de ninguna ideologa o utopa poltica. El Estado est siempredisponible y ninguna mayora puede pretender usurparlo para s.

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    d) El Acuerdo, adems, est permeado por el concepto liberal del Esta-do de derecho, por el imperio de la ley, que subordina tanto a los quegobiernan como a los gobernados.

    e) El Acuerdo, por ltimo, refirindose al orden econmico-social, des-cribe los elementos mnimos, pero bsicos de un sistema capitalista,que abarca la propiedad privada de medios de produccin y distribu-cin y el mercado como un mecanismo espontneo de asignacin delos recursos. Es evidente, como no podra ser menos, que el textotambin incluye modificaciones o rectificaciones a lo que podraser un modelo capitalista puro. Esto no debe sorprendernos, en pri-mer lugar, porque los firmantes han hecho concesiones sacrificando,justamente, sus esquemas globales e incontaminados. Pero, porotra parte, tambin creo que se ha considerado la realidad de nuestropas. En efecto, se habla de planificacin directa del Estado sobresus propios recursos y tambin de planificacin indicativa respectode la totalidad del sistema econmico. Al lmite esta inclusin podraentraar una discrepancia desde el punto de vista del pensamientoliberal, sin embargo, no lo es desde el punto de vista de un rgimende convivencia econmica, como tampoco bajo el supuesto de laactual estructura del Estado. Hace poco un ex Ministro de Haciendasealaba que en 56 aos de historia econmica de nuestro pas elEstado ha crecido sostenidamente y que los gobiernos que ms hanhecho crecer al gasto pblico en relacin con la produccin son losgobiernos de Jorge Alessandri, Salvador Allende y del segundogobierno del actual mandatario (1982) adelante). Nosotros no podra-mos pensar que la Izquierda tiene el privilegio de hacer crecer alEstado, no es as, nos encontramos con una situacin de hecho:vivimos en un sistema de economa mixta, en que los sectores priva-do y pblico deben convivir.

    En el futuro, corresponder a la Derecha proponer e impulsar la ex-pansin de la propiedad privada de los medios de produccin y la reduc-cin del tamao del Estado. Lo preocupante es que los sectores privados dela produccin, el comercio, la industria y la agricultura, no se incorporen yaa la construccin de un rgimen de convivencia pluralista, que haga posibleluchar democrticamente por esos objetivos.

    En consecuencia, mi conclusin es que tanto desde el punto de vistade la estructura poltica y social como de la estructura econmica, el Acuer-do contiene las percepciones bsicas de un proyecto liberal y conservador.Me parece que el Acuedo incorpora real y efectivamente a todo un amplio

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    sector de nuestro pas, ese sector que se denomina la Derecha y que, a mijuicio, tiene un papel histrico que desarrollar en el prximo futuro democr-tico de Chile.

    Sr. Jaime Guzmn*:Cuando fue publicado el documento que se denomina Acuerdo Na-

    cional para la Transicin a la Plena Democracia, la Unin Demcrata Inde-pendiente (UDI), movimiento al cual pertenezco, crey su deber plantearsede modo inmediato frente al significado que ese documento tena o podallegar a tener en la vida del pas. Lo hicimos sealando, en primer lugar, yquisiera subrayarlo hoy da, que el tono moderado que exhibe su texto esindudablemente un elemento de avance positivo respecto de la conductaobservada por los sectores opositores en la apertura de 1983 y 1984. Aadi-mos que, cualquiera fuera el mvil de ese cambio o giro, ello deba servalorado como un elemento altamente positivo.

    Pienso que en la perspectiva de lo que ha expuesto esta tarde donJos Zabala, no cabe la menor duda de que cualquier impugnacin que sehaga al texto del Acuerdo o a la forma en que l ha pretendido llevarseadelante debe partir por el reconocimiento de la recta intencin que hamovido o ha debido mover a todos quienes han participado en esta iniciati-va. Creo que de este primer reconocimiento debiera entenderse que todaslas crticas que formulo no van dirigidas a la intencin del Acuerdo, nimucho menos a la de quienes participaron en l, sino a lo que ste represen-ta como documento poltico, y ms que eso, como un hecho o realidadpoltica que puede irse desenvolviendo hacia adelante de muy variadasmaneras.

    Ciertamente que la primera y ms fundamental crtica que observa-mos respecto de este documento es la extrema vaguedad genrica de casitodos sus postulados. Esa extrema vaguedad genrica permita presumir,desde un inicio, que se podra darle a su texto interpretaciones muy distin-tas y contrapuestas, dada la profunda heterogeneidad de los firmantes.

    Aqu quiero ser muy claro para sealar que el hecho de que perso-nas que siempre han discrepado en poltica se pongan de acuerdo y firmenun texto en conjunto, no me parece en s mismo algo negativo. Ms an,lleva en principio un germen de algo positivo. Lo que sucede es que si seanaliza qu es lo que esas personas firmaron, se llega a la conclusin de quela vaguedad genrica no constituye precisamente un consenso mnimo,sino que es algo que se le opone, o al menos se les diferencia notablemente.

    * Profesor de Derecho, Universidad Catlica.

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    Se aproxima ms bien a un paraguas que se extiende para aparecer concor-dando en materias en las cuales en realidad pueden seguir divergendo,como se ha comprobado en las ltimas semanas que realmente es lo queocurre en este caso.

    Cuando dos personas que estn en desacuerdo ceden, cada una enuna parte determinada, para ponerse de acuerdo en algo preciso, ese acuer-do puede no ser muy extenso ni muy amplio en lo que abarque, pero tieneque ser ntido. Eso slo existe en este Acuerdo respecto de algunas delas medidas inmediatas que se incluyen al final de l, pero no se pudesostener lo mismo respecto del grueso del documento en los acpites que loanteceden, denominados acuerdo constitucional y acuerdo econmico-social.

    Esta extrema vaguedad genrica, suscrita por personeros que handiscrepado profundamente y por dcadas hasta el da antes de firmarla,permita predecir que a muchos aspectos del texto se les iba a dar, por lospropios firmantes, interpretaciones muy divergentes y contrapuestas. Aho-ra bien, esto se agravaba por el anuncio que hacan los partcipes de estainiciativa, de que saldran a recolectar masivamente firmas de adhesin enrespaldo a esta iniciativa, configurando un nuevo hecho poltico, que po-dra derivar en un alud de desenlaces imprevisibles.

    Con el objeto de colaborar de la manera ms constructiva posiblepara que si las aprensiones de la UDI eran equivocadas o excesivas, ellasfueran satisfactoriamente aclaradas, formul nueve preguntas a los firman-tes de Acuerdo (ver Anexo 3), en un seminario organizado por la revistaQu Pasa. Todas esas preguntas apuntaban a temas que, por su conteni-do, eran y son vitales en el tema que nos ocupa. No quise referirme a nadaque el Acuerdo no tocara. Solamente me refer a materias que abordaba enforma directa o en forma implcita o indirecta.

    Las nueve preguntas se orientaron a saber si el documento reconoceo no la Constitucin vigente; si reconoce o no el plazo establecido para elactual perodo presidencial, y si implica o no la proscripcin del PartidoComunista, tal cual lo conocemos en Chile, independientemente de quequien reconozca la vigencia de la Constitucin debe admitir que ya hasido declarado inconstitucional por el Tribunal Constitucional.

    Tambin solicitaban dichas preguntas una definicin de si los fir-mantes auspician o no un rgimen presidencial de gobierno, sealandocomo punto de referencia al respecto el proyecto aprobado por el Consejode Estado, que presidiera don Jorge Alessandri y que, en esa materia, fuesustancialmente recogido por la Constitucin vigente.

    Otra de mis preguntas buscaba averiguar cul es el papel que se les

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    asignaba por el Acuerdo a las Fuerzas Armadas en el futuro democrticode Chile, lo cual est solamente referido en el documento por la frase de queellos debern abocarse a sus indispensables funciones permanentes, fra-se que admite la ms amplia gama de interpretaciones posibles. (Es eso a locual aludo como gelatina cuando he usado ese trmino respecto delAcuerdo. Otro ejemplo igualmente tpico de gelatina es cuando se ha-bla de una adecuada participacin de los poderes Ejecutivo, Legislativo yJudicial en la conformacin del Tribunal Constitucional, lo que no dice nidefine nada medianamente ntido y consistente).

    Otra de mis preguntas apunt al derecho a la propiedad.Interrogu si acaso la coexistencia de la propiedad privada, mixta y

    estatal de los medios de produccin se postula, por ejemplo, conforme alcriterio del rea de propiedad social dominante de la Unidad Popular, oconforme al principio de subsidiariedad, o a otro criterio distinto.

    Formul tambin una pregunta referida al derecho de propiedad, parasaber si acaso las garantas que la actual Constitucin establece, en formamuy precisa, en el nmero 24 del artculo 19 de la Constitucin, son compar-tidas o no por los firmantes de este documento, y si no son compartidas,qu enmiendas proponen.

    Pregunt, en fin, si el Acuerdo es o no compatible con que suspartcipes continen auspiciando jornadas de movilizaciones sociales se-mejantes a las protestas de todos conocidas, o si el rechazo del documen-to a la violencia excluye tal hiptesis.

    Todas estas preguntas fueron formuladas con el mayor respeto, te-niendo especial cuidado de que no hubiera ninguna referencia a la actua-cin personal de alguien en el pasado, que pudiera entenderse como elintento de una descalificacin personal o de grupo. Tampoco contenanningn adjetivo o calificativo que pudiese sugerir la idea de que yo preten-da erigirme como un fiscal respecto de los firmantes de este documento,para lo cual carezco de todo ttulo y lo cual habra sido una pretensinabsurda y nada constructiva de mi parte.

    Las preguntas fueron formuladas por m y asumidas luego oficial-mente por la UDI de manera objetiva y precisa, para que se esclareciera loque los firmantes pensaban. Creo que, mirada ya con la perspectiva dealgunos meses, toda la actuacin de la UDI prest un servicio inapreciableal pas, porque acarre como consecuencia que los firmantes empezaran aresponder esas preguntas. Y entonces se comprob que ellos diverganprofundamente de las interpretaciones que le daban al contenido del docu-mento en la generalidad de los puntos sobre los cuales versaban las interro-gantes.

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    Es as como para muchos de los firmantes el Acuerdo representa laaceptacin o el reconocimiento implcito de la Constitucin de 1980, mien-tras que otros se adelantaron a decir que no es as, en trminos que hemosescuchado aqu reiterados. Unos dijeron que estaba implcita, por tanto, laaceptacin del perodo presidencia hasta 1989, y otros manifestaron que nohaba referencia ninguna en el documento al respecto y que l no envolvaningn compromiso en este punto.

    Respecto de la proscripcin del Partido Comunista, unos respondie-ron que era inequvoco que el documento deba acarrear esa proscripcin yotros situaron el punto en un terreno condicional como aqu tambin se haescuchado, mientras no faltaron quienes adems sealaron que el Acuer-do no lo exclua, como fue el caso de don Carlos Briones.

    Sobre el tema de las Fuerzas Armadas, no ha habido absolutamenteningn pronunciamiento.

    Acerca del tema del rgimen presidencial tampoco.Y sobre el tema del derecho de propiedad, han surgido justamente

    las contradicciones que preveamos, en el sentido de que para don CarlosBriones el sistema de propiedad que l auspicia es el que configur el rgi-men popular (refirindose al gobierno de Salvador Allende), mientras quepara los sectores derechistas del Acuerdo, naturalmente que el significa-do de las referencias al derecho de propiedad que hay en el texto revistencaracteres muy diferentes y contrapuestos a eso.

    Qued en evidencia que existan profundos desacuerdos al interiorde los partcipes del denominado Acuerdo, en puntos que eran capitalesy que de alguna manera sta tocaba o insinuaba tocar. Si no hubiera sidoas, es evidente que la respuesta inmediata y uniforme de ellos hubiera sidode que estos temas no eran atinentes a la iniciativa que los congregaba.Pero como todas eran materias muy pertinentes al Acuerdo, las respues-tas surgieron. Y surgieron contradictorias entre sus firmantes o partcipes.

    Para procurar obviar el bochorno, se insinu entonces la tesis deque esto era nada ms que un primer paso. Que haba que entender quepodan subsistir importantes desacuerdos, incluso respecto de lo que esta-ban comunicando estar de acuerdo a la opinin pblica, porque se tratabaslo de un primer paso. La pregunta que hay que hacerse, entonces, si setrataba de un primer paso, es por qu se pretendi y se ha seguido preten-diendo obtener firmas de respaldo para un documento que an requiere serprecisado por sus actores para darle una envergadura y una consistenciareal, ntida y enjundiosa.

    Naturalmente, no hay por qu pedirle a un grupo de personas que serene a buscar un consenso que lo logre de inmediato. Puede obtenerlo, en

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    una primera fase, slo de modo embrionario, a modo de esbozo y de borra-dor. Pero en ese caso, debe informarle al pas que slo ha conseguido unesbozo o un borrador. Y aadir que seguir profundizando el anlisis deltema hasta perfilar lo que proclaman como sus objetivos, es decir, un con-senso mnimo para dar a Chile un marco de gobernabilidad futura, sobre labase de alcanzar tambin un acuerdo bsico para la transicin hacia esaplena democracia.

    Ninguna de esas cosas se ha logrado. La realidad del curso posteriorde los hechos no nos ha informado de ningn avance entre los partcipesdel documento, ms all de lo que su texto inicial dice. Y s nos vamosinformando diariamente, en cambio, de dificultades o tropiezos que ellosencuentran cada vez en mayor medida, como aqu mismo se ha reconocidoesta tarde.

    Resulta evidente que la interpretacin que se acaba de hacer en elsentido de que, en materia econmico-social, este documento sentara lasbases suficientes y razonables de una sociedad satisfactoria para el pensa-miento liberal o para el pensamiento conservador (en el sentido que estasexpresiones son usualmente empleadas en Chile), no puede ser aceptadopor don Carlos Briones y por don Luis Maira, y como un acuerdo polticono tiene ms valor que el que quieran darle sus partcipes, tal interpretacincarece de toda validez prctica.

    De manera que, en definitiva, estamos frente a un documento que noes ms que un esbozo, un primer borrador que, si se hubiese presentado as,o si an hoy se trabajara y se profundizara en la medida en que ello loreclama, podra haber prestado o prestar un servicio til al pas. Pero en lamedida en que se siga presentndolo como un documento acabado respec-to del cual, por una parte, se recaban adhesiones y, por otro lado, se preten-de convertirlo en un actor de la vida poltica, creo que slo se induce aconfusiones muy perturbadoras.

    Por tanto, termino sealando que si lo que se buscaba era favoreceruna negociacin de los sectores civiles o polticos con el Gobierno, bastabamucho menos de lo dicho. Pero lo que ocurre es que se quiso tambin dar lasensacin de que la coalicin representada en el Acuerdo garantiza unmarco de gobernabilidad futura y que ha surgido una alternativa viable degobierno para Chile, aunque se diga que no se trata de un pacto poltico. Yentonces habra sido necesario mucho ms de lo dicho. Por eso, en razn deexceso o en razn de defecto, el denominado Acuerdo no cumpli nicumple hasta ahora con fines claros que permitan estimarlo una iniciativaconfiable.

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    Sr. Sergio Baeza:Iniciamos ahora la segunda vuelta de intervenciones; lo hace en

    primer lugar y por 5 minutos don Jos Zabala.

    Sr. Jos Zabala:La verdad es que no soy poltico; menos cientista poltico y mucho

    menos orador. Me ha tocado vivir el privilegio de una experiencia muyespecial, que ha sido la gestacin de este Acuerdo Nacional y cuandohablo sobre l, hablo ms con el corazn que con la cabeza en muchosaspectos. Yo he visto en esta experiencia tan fuera de mi oficio; tan fuera decontexto para m, como el que muchas voluntades se hayan unido muchasvoluntades con criterios muy distintos, ha creado una esperanza a muchagente en Chile; en un Chile donde haba mucha desesperanza. Evidentemen-te esa esperanza ha nacido en funcin de que se abriera un dilogo; de quehubiera un puente que permitiera un entendimiento entre la autoridad y laoposicin.

    No hemos tendido an ese puente y hemos visto, en cambio, uncierto inmovilismo. El inmovilismo para los polticos as me lo han dicho yas lo sienten, el inmovilismo les hace sufrir la presin de sus bases, ycuando ellos sufren la presin de sus bases, caen frecuentemente en decla-raciones, en movilizacin social, en actos pblicos y en una serie de cosasque son producto de ese inmovilismo y de ese no pasar nada que haceque, frente a sus bases, tengan que hacer algo. De esto comienzan a nacerdivergencias ms o menos notorias. Yo, realmente, me niego a pensar queexista una estrategia de no tender el anhelado puente del dilogo, sinoesperar a que los firmantes se enfrenten y el Acuerdo se rompa. Repito queme niego a pensar eso, porque, quin gana? La verdad es que creo queslo gana una violencia creciente y una represin creciente, y ambas no nosvan a conducir sino a una irracionalidad incontrolable en que todos vamosa perder.

    Frente a eso, creo que todos tenemos que actuar con nimo cons-tructivo. Yo creo en esta mesa aqu a mi lado a un hombre que acabo deconocer, ya que nunca he estado con l y le he dado la mano por primeravez hoy da; un hombre, sin embargo, que he admirado mucho y todosnosotros seguramente desde aquella poca de la UP en que desde A estaHora de Improvisa defenda con tanto calor cosas que todos queramosmucho. Yo creo que hombres inteligentes, como Jaime Guzmn, pueden sertremendamente destructivos o tremendamente constructivos en esta alter-nativa que vive Chile.

    El habla de las vaguedades. Yo creo que se ayuda ms buscando

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    reducir las vaguedades, que enfatizndolas. Se ayuda provocando un dilo-go y no divulgando nueve dudas por la prensa. El puede ayudar y es miopinin muy franca, muy modesta y a lo mejor muy ingenua contribuyen-do a que el dilogo se ample; a que el puente se tienda; a que aunque unolo llamen acuerdo y otros lo llamen esbozo de acuerdo, todos se sienten auna mesa para dialogar y as devolver la racionalidad a este pas.

    Sr. Angel Flisfisch:Despus de las palabras de don Jos Zabala, quizs el silencio sera

    lo ms adecuado.No obstante, hay algunas consideraciones que merecen rectificacio-

    nes.

    Primero, es mi opinin que cuando el Partido Socialista suscribe elAcuerdo Nacional, expresa la clara conviccin de que la estructura polticasfutura de Chile debe ser democrtico-liberal.

    Segundo, cuando el Partido Socialista suscribe el Acuerdo Nacional,entiendo que reconoce que el rgimen socioeconmico, por varias dcadas,poseer una naturaleza esencialmente capitalista.

    Obviamente, hay capitalismos y capitalismos. Mi opinin es que lavoluntad del Partido Socialista es luchar por que el rgimen socioeconmicose oriente definitivamente hacia la realizacin de los intereses generales dela economa nacional y hacia la satisfaccin de las necesidades mayorita-rias, evitando una economa especulativa, antinacional y que privilegie a lossectores de ms altos ingresos.

    Hay un punto sobre el que conviene volver. Los protagonistas delAcuerdo Nacional pueden, a travs de sus acciones, otorgarle dos signifi-cados distintos. Uno es el del rayado de la cancha. Si bien ello es primordial,puede ocurrir que a partir de ese rayado de la cancha simplemente se dejeque la vida poltica recobre los rasgos que adquiri desde comienzos de losaos sesenta. Hoy en da, las dificultades del proceso de transicin derivanen medida no despreciable de la persistencia de esos rasgos.

    Sin embargo, los mismos protagonistas del Acuerdo Nacional pue-den optar por otro significado: el significado de un contrato social muyinclusivo, en proceso de permanente readecuacin, que contiene tanto ac-tores polticos como actores sociales.

    Ese segundo significado es probablemente necesario para una con-solidacin de la democracia en Chile. Por ejemplo, es difcil que el pasenfrente con xito, sin quebrantos serios de una futura institucionalidaddemocrtica, los desafos de la crisis en ausencia de procesos de concerta-cin entre trabajo, capital y Estado. A la vez, es difcil que una concertacin

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    semejante opere si el sistema de partidos sigue funcionando como funcionen el pasado. En el presente y en el futuro, el principio rector del funciona-miento del sistema de partidos, para adecuarse a las exigencias de concerta-cin socioeconmica, tendra que ser uno de corresponsabilidad en las de-cisiones colectivas.

    Ese principio no implica eliminar la competencia del sistema de parti-dos. La competencia es deseable porque garantiza representatividad social,control sobre el gobierno y el Estado, y tutela de los derechos bsicos.Simplemente, significa atenuar quiz de manera importante la intensidadde la competencia interpartidista, premiando la cooperacin entre partidos.

    El Acuerdo Nacional contiene embrionariamente ese segundo signi-ficado. De sus protagonistas depende que se consolide o no en ese senti-do. Obviamente, el proceso por el cual vayan dndole contenido al Acuerdoes un proceso de aprendizaje. Si bien el aprendizaje en poltica se hace bajocondiciones que no se eligen, y en tiempos que tampoco se eligen, inexora-blemente el aprendizaje no puede dejar de hacerse.

    Sr. Oscar Godoy:Evidentemente que el documento no puede ser, ni creo que ha sido o

    fue la pretensin de sus autores, un texto orgnico y cuyas palabras tuvie-sen un sentido unvoco. Eso es absolutamente imposible: solamente losconcilios, en el pasado, conseguan la univocidad de los conceptos; dondecada uno de ellos era perfectamente definido y ensamblado con el resto.Nosotros sabemos que modernamente esto es mucho ms difcil, y veanustedes el ejemplo del ltimo Concilio, cuyos textos admiten ser interpreta-dos de distinta manera. Creo que en esta materia Jaime Guzmn tiene algunaexperiencia.

    En consecuencia, nosotros no podramos pedirles univocidad a to-dos los trminos contenidos en el Acuerdo: en parte, sus conceptos sonanalgicos, otros, son efectivamente unvocos y ms de alguno puede serequvoco: corresponde a la lgica analizar el texto y su contexto. Pero creoque quienes han hecho una hermenutica correcta concuerdan en que elAcuerdo refleja una concurrencia de voluntades fundada en definicionesmnimas; adems, por otra parte, el Acuerdo solamente ha abierto un proce-so de discusin y de accin poltica, que debe ser profundizado, comoalgunos dirigentes de distintos sectores polticos lo han sealado.

    Pero ya querra referirme tambin a las conversaciones. Es evidenteque nosotros no le podemos pedir al Sr. Briones que se convierta a unliberalismo integral, como tampoco podra pedrseme a m que me conviertaa un socialismo integral; se trata de algo absolutamente distinto: en un pas

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    de subconsensos o de consensos quebrados podemos llegar a unconsenso mnimum, para definiciones mnimas, a mi juicio, son esencial-mente liberales, y en ese sentido hay que reconocer que hay un sectorimportante de la Izquierda de este pas que se ha convertido en el sentidoalto y honesto de la palabra; en el sentido de que han revalorizado aquelloque se llam una democracia puramente formal, la propiedad privada y elmercado, como ya dije en mi anterior intervencin.

    Es cierto que el texto dice el mercado, la concertacin y la accin delEstado constituyen, entre otros, mecanismos de asignacin eficiente delos recursos, pero el solo hecho que exista un grupo de personas de Izquier-da que reconoce la validez que tiene uno de los elementos bsicos delcapitalismo significa un enorme paso. Paso reafirmado por una concertacinde voluntades para construir una sociedad en cuyo interior los partidos vana poder concurrir pacficamente por el poder poltico, se va a aplicar la reglamayoritaria y respetar los legtimos derechos de las minoras.

    A m me parece que ese patrimonio mnimo, que es fundamental,constituye la esencia de un proyecto liberal, y si yo le escucho a AngelFlisfisch, aqu delante de todos ustedes, afirmarlo y sostenerlo, yo no po-dra imputarle una intencin que fuese distinta a lo que sus palabras estnexpresando, porque si lo hacemos realmente no podemos llegar a ningunaparte, en cuyo caso tendramos que cancelar o suprimir nuestra ciudadanapara entregrsela entera al soberano y creo que eso es inadmisible.

    El Gobierno y la Oposicin coinciden en una interpretacin bsica,acerca de la constitucin permanente, pero discrepan tanto en la concre-cin de sta en una constitucin positiva (Constitucin de 1980, an sinaplicarse, versus otra constitucin que surgir sea de la modificacin asta, sea de un nuevo acto constituyente), como las modalidades que deberevestir el paso del gobierno autoritario al sistema democrtico. Una delas principales discrepancias radica en lo que llamo el tiempo vaco y queconsiste en el uso, por parte del gobierno, del concepto de cronogramacomo opuesto al proceso de transicin que vive el pas real.

    El cronograma es el itinerario, en el tiempo, de la aplicacin de lasdistintas etapas de cambio de rgimen descritas en el articulado transito-rio de la Constitucin de 1980. Hasta la fecha, esas etapas han sido condu-cidas por el Gobierno de modo tal que podemos caracterizarlas as:

    a) Opacidad de la actividad legislativa encaminada a elaborar las le-yes orgnicas, necesarias para poner en funcionamiento las institu-ciones de la Constitucin de 1980. Esta falta de transparencia esobvia, y el pas real la resiente. Incluso para los niveles ms altos de

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    la intelillentsia chilena es sorprendente el carcter cerrado y cuasi-secreto de este extrao procedimiento, propio por los dems de losregmenes autoritarios personalistas.

    b) Exclusin de los actores polticos, sociales y econmicos del ca-lendario de actividades consignados en el cronograma. El pas realest marginado y no comparte la gran tarea comn de disear elproyecto chileno de futuro. Esta exclusin reposa sobre una actitudeminentemente paternalista del poder poltico, que deja entrever, sinmucha claridad, que la voluntad soberana del Prncipe puede donar-le al pas un rgimen democrtico, pero sin la participacin de lasociedad y sus representantes, actuales o histricos.

    c) Obscuridad en el horizonte poltico. El poder se guarda el desti-no del pas a travs de un sistema de aluciones siempre vagas eimprecisas que no permiten prever nuestro futuro poltico. Estrate-gias, tcticas, acciones, marchas y contramarchas, ataques y apela-ciones conciliatorias, operaciones orquestadas de divisin de la De-recha, etc., que bien podran orientarse en un escenario 1989 en quela alternativa sea Yo o el Caos. Hablo con potencial porque lanaturaleza del Prncipe no permite, justamente, pronsticos o preci-siones ligeramente razonables. Todo puede ser o no ser.Opacidad, exclusin, obscuridad definen un tiempo vaco. E ncambio, a meses de la fecha lmite, debera estar en marcha un pro-ceso, en que de modo transparente y sin exclusiones el pas realse encamine en forma integrada, solidaria y creativa, hacia metasperfectamente claras y definidas.Un cronograma no es un proceso, aun cuando todo proceso tengaun cronograma.

    Sr. Jaime Guzmn:En realidad no es ni fcil ni grato mi papel en esta reunin, porque

    hacer de aguafiestas no es una cosa mayormente simptica para nadie. Perosupongo que me han invitado con esa funcin, de modo que si no la asu-miera faltara, creo yo, a las expectativas de los anfitriones.

    Quiero fundamentalmente subrayar algunas ideas muy bsicas paradejar fijada mi posicin al respecto, de manera que no haya lugar a equvocoy que don Jos Zabala tenga la absoluta seguridad de que ella es construc-tiva para los nobles propsitos que l persigue.

    Primero, se puede llegar a un consenso mnimo, pero la expresin deese consenso mnimo debe ser lo ms preciso posible. Y justamente durantelargos aos, deben ser pacientes y prudentes para ir avanzando de modo

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    gradual hasta obtenerlo, en lugar de tratar de precipitar hechos que, ms allde sus intenciones, pueden llevar a resultados muy distintos, peligrosos odainos.

    Por la propia forma en que nos ha contado don Jos Zabala que sedesarroll este documento, es imposible que entre todos los que concurrie-ron a firmarlo haya habido ni el tiempo ni la posibilidad para que su texto sedecantara y que se alcanzara un verdadero acuerdo o consenso mnimo enlos puntos que all se tocan, o al menos en muchos de ellos. Y como nopoda haber tiempo para alcanzarlo, se obvi el inconveniente a travs deuna formulacin genrica que permitiera interpretaciones variadas o equvo-cas. Que permitiera que el documento tuviera, como ahora se usa decir,varias lecturas posibles. Es eso precisamente lo que impugno, porquecreo que no contribuye a los propsitos que se persiguen.

    Si fuerzas polticas dispares profundizan un principio de acuerdo y lovan desarrollando en el tiempo con paciencia y con realismo, poco a pocovan a ir advirtiendo, y vamos a ir advirtiendo todos, si se van forjandomayores acuerdos, que realmente tengan vigor, raz y solidez, o si en reali-dad estamos llevados an por una ilusin y un anhelo muy noble, pero queno logra todava plasmarse en la realidad del modo en que l aparecer pro-yectado en un documento como ste.

    Es esa manera de aproximarse al problema la que creo fundamental-mente distinta a la que el Acuerdo ha empleado, aunque la intencin quenos pudiera mover fuera la misma. Si lo que se persigue es procurar unanegociacin con el Gobierno, es evidente que el camino buscado no hapodido ser objetivamente menos acertado, no obstante la buena intencin,insisto, que pueda inspirar a sus actores.

    Pero pienso que ms que ese objetivo, que ciertamente tiene valor oimportancia, Angel Flisfisch ha dicho aqu una cosa que, a mi modo de ver,es tal vez de lo ms importante que he escuchado hoy en torno al tema. Hasealado que debiera darse ms importancia en los anlisis que se hagan enel campo poltico chileno, a las caractersticas y formas que debe tenernuestra futura convivencia democrtica, que a la transicin o camino paraalcanzarla.

    Esa afirmacin, tan lcidamente formulada por l, quisiera subrayarlay hacerla ma, porque creo que priorizar el problema de la transicin escolocar el tema del poder, que bien sabemos cun neurlgico y conflictivoes hoy en Chile, en el eje y tal vez en la trabazn de cualquier avancehacia la plena democracia.

    Si, en cambio, se procura enfatizar lo que se anhela que sea nuestrafutura convivencia democrtica, se va a advertir de inmediato que quizs

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    hay mucho, como han dicho Oscar Godoy y Angel Flisfisch, que puedehaberse avanzado durante estos aos hacia un consenso mnimo al respec-to, y en ello los merecimientos estn repartidos mucho ms all de lo quecada cual quisiera monopolizar. Pero puede ser que se compruebe, tambin,que hay importantes diferencias no salvadas y quiz no susceptibles de sersalvadas por ahora. Y en ese caso, es mejor reconocer cules son esasdiferencias y constatar entre quines estn situadas, para acortarlas bien ypara no alentar esperanzas que ms tarde se vean defraudadas.

    Si hay algo de la experiencia poltica chilena de las ltimas dcadasque no debemos repetir jams, es nuestra tendencia como pueblo a alentaresperanzas desaprensivas y eufricas. A no escuchar ninguna voz que, enel momento de la euforia en que esa esperanza crece y en que la fiesta seinicia, haga alguna advertencia de los riesgos que ella entraa. A considerarque quien formula cualquier prevencin es alguien que no quiere subirse alcaso de la historia, expresado en la nueva iniciativa mgica o cuasimgicaque cada cierto tiempo se le presenta al pas como la panacea.

    Por eso, para evitar la repeticin de dicho problema, se debe ser muyriguroso, porque es cierto que sera mucho ms grato volvernos a ilusionartodos de que estamos de acuerdo ms all de nuestro real grado de acuer-do, pero ello podra verse frustrado muy pronto, con consecuencias tal veztrgicas.

    De ah que ser riguroso a veces quiz puede no ser simptico, peropienso que generalmente resulta extraordinariamente constructivo y til. Eslo que la UDI ha tratado de aportar al enfoque del denominado Acuerdo,albergando la certeza de haberle prestado con ello al pas un muy sealadoservicio.

    Sr. Edgardo Boeninger:Las dificultades que se han suscitado en torno al Acuerdo se han

    centrado en los problemas tcticos, esto es en los pasos que es preciso daren el corto plazo. El punto ms conflictivo como lo sealaba en mi primeraexposicin, es la disyuntiva negociacin-movilizacin. Las discrepancias alrespecto facilitan la estrategia de ataque al Acuerdo impulsada por el gene-ral Pinochet y sus allegados ms cercanos, la cual se refleja ciertamente enel tipo de argumentacin que ha esgrimido aqu Jaime Guzmn.

    La negativa a dialogar por parte del Ejecutivo radicaliza a la oposi-cin y deja sin piso, en el aire, a los independientes firmantes del Acuerdo,quienes, como se sabe, privilegian la negociacin. Se genera as en lospartidos opositores la percepcin de que es poco lo que socios indepen-dientes pueden aportar en el proceso. Esta estrategia del general Pinochet

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    pretende en definitiva la ruptura del Acuerdo y forzar un reacomodo deestos independientes, por falta de otra alternativa, bajo el alero de una ciertacontinuidad del rgimen. Paralelamente se despliega una campaa bastanteespectacular, en que el Ministro Cuadra asume como generalsimo de lacandidatura del Jefe del Estado para el ao 1989.

    El anlisis de los conceptos vertidos reiteradamente por Jaime Guz-mn es inquietante. Su visin de la poltica es de una rigidez tan extrema quepuede aspirar, en el mejor de los casos a una coalicin de gobierno querepresente a un tercio del electorado en el supuesto de que se reconstituyatoda la Derecha y que sta abrace los postulados de la UDI.

    Jaime Guzmn es incapaz de concebir que alguien como Carlos Brio-nes acepte una democracia pluralista y un capitalismo inicial sometido areformas graduales en el transcurso del tiempo. Descalifica esa posibilidadprcticamente a priori, por el mero hecho de tratarse de un dirigente socialis-ta. Lo que pasa es que Guzmn tiene una imagen fijada histricamente de loque es socialismo, y de sa no se mueve. En consecuencia, Jaime estcondenado a constituir, en el mejor de los casos, una minora de un terciosin posibilidades de alianza. En un contexto democrtico, ello impide acce-der al gobierno, por lo que si se quiere conservar o llegar al poder, sloquedara el recurso de recurrir al apoyo de las Fuerzas Armadas, lo cualconllevara un nuevo colapso del rgimen democrtico. Adems, es eviden-te que las instituciones castrenses podran optar por otras alternativas, loque convierte tales esquemas en un juego de resultado impredecible.

    Por otra parte, Jaime Guzmn evala el Acuerdo no desde la perspec-tiva de un rayado de cancha, sino desde una que le atribuye el carcter deprograma poltico acabado. Trata luego de discernir si este ltimo coincide ono con el programa poltico y la plataforma o declaracin de principios de laUDI. La verdad es que Guzmn tiene su propio rayado de cancha, que no esotro que el itinerario oficial vigente en este momento. Es natural, en conse-cuencia, que cualquier frmula que insine una negociacin, que insinesiquiera un rayado de cancha un tanto diverso, haya sido hasta aqu des-cartado de plano.

    Creo que en mi primera intervencin hice referencia en trminos bas-tante claros a varios de los temas en los que Guzmn insiste con sus pre-guntas: la legitimidad de la Constitucin, el plazo de 1989, la negociacin, lamovilizacin, etc. Por lo tanto, me har cargo nicamente de la supuestavaguedad del consenso mnimo, expresada en la afirmacin de que en reali-dad quienes suscriben el Acuerdo se han limitado a poner su firma a algu-nas palabras vacas. Jaime Guzmn no aprecia lo que significa que el PartidoSocialista y la Izquierda Cristiana acepten garantizar constitucionalmente la

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    vigencia del derecho de propiedad. No llega a comprender la transcendenciade que los perseguidos de este tiempo adhieran a un compromiso que des-carta cualquier gnero de vendetta, juicio colectivo o cosa que se le parezca.No valora el hecho de que la Derecha firmante del Acuerdo, que ha sidopartidaria del rgimen actual, acepte que es imprescindible introducir modifi-caciones, pocas pero muy fundamentales, a la Constitucin poltica vigentepor la que ella vot en 1980.

    Tampoco Guzmn capta la importancia del consenso acerca de lasbases del futuro orden socioeconmico, el cual no puede ser reducido a loque pase con el derecho de propiedad o el principio de subsidiariedad.Cuando uno es capaz de remontarse por encima de los simplsimos, descu-bre que en cualquier economa con mercado que opera en un contexto de-mocrtico, coexisten la concertacin entre los actores sociales organizadosque cada vez tienen un papel ms importante y, naturalmente, las instan-cias de decisin poltica, reguladoras y en materia de polticas redistributi-vas, por ejemplo.

    La dualidad de intereses de los partidos a que aludi Angel Flisfisches, a mi juicio, un hecho real y muy serio. Sin duda, es imprescindible mirarel largo plazo, o sea, considerar la consolidacin democrtica como el hori-zonte de tiempo que los distintos actores de este escenario deben usar paradelinear sus estrategias polticas. Si el problema se lo mira desde el punto devista del inters nacional, evidentemente lo que se requiere hoy da no es,como dijo el general Pinochet, la voluntad de vencer, sino un consenso, sinvencedores ni vencidos. Todos deben ceder algo de sus propias posicio-nes, en aras de un acuerdo ms general. La superacin del dualismo deintereses mencionado por Flisfisch slo se hace racional si se mira el largoplazo porque en tal perspectiva se podra concebir un primer gobierno de-mocrtico carente de voluntad hegemnica de grupo alguno, una especie deneutralizacin de la competencia poltica en un primer perodo. Tal opcinsera, evidentemente, una salida ms conservadora en el corto plazo que laque podra representar, a modo de ejemplo, la libre eleccin de un Presiden-te de la Repblica, por parte de la Alianza Democrtica, pero facilitara refor-mas ulteriores ms sustantivas y ms firmemente aceptadas por la sociedadsi en esa forma se contribuye a consolidar el sistema democrtico.

    Lo que ocurre es que como ningn grupo ni partido est en condi-ciones de establecer por s solo la hegemona, asistimos a un juego quepodra resultar muy peligroso. La Democracia Cristiana es un partido muygrande que se ubica en el Centro poltico, entre el MDP, por un lado, y laDerecha, por el otro. Esta y aqul compiten con el objetivo de desplazar a laDC hacia su propio modo de mirar las cosas. Una estrategia del primer tipo

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    apunta a generar una alianza de toda la oposicin actual. Me parece queuna coalicin de esas caractersticas sera insuficiente, en trminos de apo-yo electoral, para hacer frente a los desafos del futuro; adems, por s sola,no asegurara una superacin pacfica del rgimen militar. Ahora bien, labsqueda de una alianza Democracia Cristiana-Derecha significara polarizartodava ms al pas. El resurgimiento de la Confederacin Democrtica(Code) slo podra traer aparejada la reconstitucin de la Unidad Popular.La conciliacin democrtica se hara as imposible.

    La importancia que para el futuro poltico del pas tiene la aparicin yel fortalecimiento de una izquierda democrtica es un fenmeno absoluta-mente subestimado e incluso ignorado por quienes asumen enfoques comolos que postula Jaime Guzmn. Entonces, el problema del socialismo demo-crtico cuya existencia es vital para Chile, de modo que la alternativa en elpoder ese torne posible, simplemente es descartado de plano, ya que seotro rayado de cancha considera nicamente a un grupo de actores deorientacin centro derechista, dejando al resto de las fuerzas polticas almargen de toda posibilidad de acceso al poder, condenada a una especie deoposicin permanente, pretensin que es, sin duda, incompatible con larealidad social y poltica del pas.

    La miopa con que algunos examinan el cuadro poltico prevalecientehace indispensable privilegiar la consolidacin democrtica como el hori-zonte fundamental de la estrategia de los partidos de los partidos. An ms,dira que la transicin real a la democracia slo ser posible verdaderamenteen la medida que se privilegie explcitamente esa consolidacin. La verdades que en esto se ha avanzado al concurrir sectores de derecho a la firma delAcuerdo Nacional, sumndose as a los opositores, que ya haban firmadomuchos documentos juntos. Este fenmeno obedece a que el Acuerdo con-templa justamente la ptica del largo plazo, a travs de la explicitacin decriterios sobre el orden econmico social y de una serie de otras cosas quesi bien no inciden en la transicin, s inciden en la democracia del futuro. Lasuperacin de la actual crisis y de los desafos de la prxima dcada condu-ce nuevamente a lo que es para m la conclusin fundamental: el imperativode un gran esfuerzo colectivo que sume fuerzas de Derecha, Centro e Iz-quierda. El punto de partida de un proceso de estas caractersticas slopuede ser algo como el Acuerdo Nacional. Es cierto que ste atraviesa pordificultades, pero mantiene posibilidades de fortalecerse y perfeccionarse.Ello depender de la buena voluntad, clarividencia y lucidez de los distintosactores polticos.

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    Segunda Sesin, 27 de noviembre de 1985

    Sr. Enrique Barros*:A nombre del Consejo del Centro de Estudios Pblicos tengo el

    agrado de saludarlos y agradecerles su asistencia a esta segunda sesin delseminario sobre el Acuerdo Nacional y Transicin a la Democracia, quese organiz con el objeto de analizar este documento poltico.

    En esta ocasin participar don Sergio Molina, coordinador delAcuerdo Nacional. Hago presente que el tercer miembro de la Comisin delAcuerdo, don Fernando Lniz, no ha podido intervenir en este foro en raznde una enfermedad. La reunin de hoy da se va a concentrar en la discu-sin de ciertos puntos sobre el temario libe, entre don Sergio Molina ydiversos representantes de medios de difusin. El formato bsico consistiren lo siguiente: cada uno de los seores invitados, don Hermgenes Prezde Arce que concurre en representacin del director de El Mercurio; donCristin Zegers, director del diario La Segunda; don Rigoberto Daz G.,que concurre en representacin del director del diario La Tercera; donRoberto Pulido, director de la revista Qu Pasa; don Emilio Filippi, direc-tor de la revista Hoy; don Sergio Marras, director adjunto de la revistaApsi, y doa Carmen Gardeweg, en representacin de revista Ercilla, vaa hacer secuencialmente una pregunta o va a plantear una inquietud al Sr.Molina, quien va a responder a ellas.

    Para iniciar el debate, quisiera hacer una primera intervencin, a ttu-lo estrictamente personal y preguntarle al Sr. Molina, a manera de introduc-cin, cul es la razn en virtud de la cual l se vio involucrado e inici suparticipacin en este llamado Acuerdo Nacional?

    Sr. Molina*:Ciertamente sta va a ser la pregunta ms fcil.Tengo una larga vinculacin con la Iglesia, no slo de carcter espi-

    ritual, sino que tambin una vinculacin de servicio, lo que en distintasoportunidades me ha permitido servir a esa institucin. En esa condicin fuidurante muchos aos presidente de la Fundacin para el Desarrollo, unaorganizacin del Arzobispado de Santiago, y as he colaborado con el ante-rior Arzobispo y Cardenal, Monseor Ral Silva, desde ese cargo y en unarelacin personal.

    * Consejero del Centro de Estudios Pblicos.* Coordinador del Acuerdo Nacional.

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    Cuando fue designado Arzobispo de Santiago Monseor Fresno, lemanifest que sera conveniente no seguir ocupando esa posicin, porqueen la misma fecha haba sido designado vicepresidente del Partido Dem-crata Cristiano y no pareca adecuado mezclar las dos cosas. As fue comodon Jos Zabala me reemplaz en el cargo de presidente de la Fundacinpara el Desarrollo, pero Monseor Fresno me pidi que continuara en sudirectorio y que junto con Jos Zabala o acompaara en esas actividades.De vez en cuando me reuna con Monseor Fresno para comentar sobre lasituacin nacional desde el punto de vista econmico, social, poltico, tra-tando de darle una visin lo ms objetiva posible de mi opinin sobre eltema. Se fue creando as un vnculo de amistad y confianza que, en definiti-va, cuando se trat de buscar a las personas que podan ayudar en estainquietud, me pidi a m que colaborara, junto con Fernando Lniz y JosZabala en esta iniciativa que l emprenda bajo la inspiracin fundamentalde la reconciliacin en Chile, as empez.

    Despus de concluido el proceso, pensamos que nuestra misin ha-ba terminado y as lo hicimos saber a los firmantes del Acuerdo. Ellos nossolicitaron, por unanimidad, que continuramos colaborando en la tarea quequedaba por cumplir, y en esa condicin, dado que la situacin de JosZabala y de Fernando Lniz era distinta a la ma, me pidieron que permane-ciera como coordinador y presidiera las reuniones del Acuerdo Nacional.Estimo que estoy haciendo un servicio pblico, yo soy un hombre de servi-cio pblico, no tengo ningn inters personal, ni lo hago por figurar o porun inters de futuro; creo que estoy sirviendo al pas a travs de esta laborque por accidente me ha tocado cumplir.

    Sr. Enrique Barros:Iniciamos la rueda de intervenciones periodsticas siguiendo el or-

    den de la mesa.

    Sr. Hermgenes Prez de Arce*:Cuando se trata de llegar a un acuerdo, compromiso o convencin

    entre un nmero de personas, y se pretende que esta convencin sea adhe-rida tambin