Download - extra Nº 1135 03-07-20

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  • CARAS Y CMETAS

    LO Q U E VA DE AYER A HOY Los gobernadores. Este libro es muy pesado y nos molesta demasiado.

    Qu hacemos, Excelencia? rigoyen. Cirrenlo, archvenlo. . . y i adelante los que queden!

  • - ^ 1 ^ 7

  • Oye hablar de Mendoza y muy contento dice mi minis t ro a s :

    H o y nadie se imagina lo que siento aqu, en mi pecho, a q u !

    foy, ms a rd ien temente , m s gozoso la te mi corazn.

    Hoy es un d a a legre y venturoso . H o y hiielo a intervencin.

    * * *

    U n nene lanza un quejido, otro r e y ot ro llora, el loro gr i ta a deshora , el pe r ro suelta nn ladr ido, la pobre m a m protes ta y el padre exclama, por fin : S i yo fuera Seraf n para di r ig i r la o r q u e s t a !

    * * *

    A ese adul te rador i qu le h a pasado ? Que nada , en real idad, le h a n requisado

    y se s iente seguro. Es , segn me figuro,

    u n adu l te rador adu l te rado .

    Salaberry m u r m u r a , cej i junto : H a y que ac la rar el punto.

    Lo que ha pensado Elpidio es admirable . i Que n inguno lleve a r m a s ! I,a medido nie parece o p o r t u n a ; pe ro el sable ser tambin un a rma prohibida ?

    * * * Camina pausadamente ,

    m u y ser io y muy es t i rado , con un cuello a lmidonado que le apriel.T. ferozmente .

    E s tin cuello pimitivo que, aunque le quite el resuelto,

    -lio lo cambia, pues al cucUo debe su fama de alt ivo.

    S in d u d a fu Salomn quien di jo con s e n s a t e z : Muchas veces la al t ivez consis te en el almidn.

    U n a seor i ta que se precipi ta

    desde el alto monte sin ningi'm recelo, y un ngel del cielo que la felicita

    por su g ran hazaa . ! Qu barbar idad !

    Luego tma sirvienta que a comer se s ien ta

    j u n t o a dos ca imanes muy bien educados y algo avergonzados . Eso que me cuenta,

    lo h a vis to en el cine, por casual idad ? : El t remendo ronca r del aeroplano se oye, aunque est le jano . A m me causa susto. La cmara deba

    usa r un aeroplano, que ser a m u y super ior al rgano d e Jus to .

    E s en vano , seores , que l a envidia calle su i lustre nombre con perfidia.

    E s int i l que quiera bor ra r su nombre cual si no exist iera o se hubiese marchado a la Numid ia .

    Rea lmen te es cosa t r is te iie.garle la exis tencia a quien existe .

    P o r qu no se le nombra ? _Es . acaso, una sombra

    que ni habla ni se afe i ta n i se \r iste? La empresa es torpe y el empeo zafio. i Eso es negar le a un muer to el epi taf io! P e r o Sa l inas vive, vive y c o b r a ; Sal inas , de los dioses prefer ido,

    y, aunque rabiis , su obra le salva e t e rnamen te del olvido.

    MOMOS DE M A C A Y A .

    P e r o no las ve ? Las veo.

    Con esas medias caladas deben estar medie he l adas las mujeres .

    N o lo creo. Con esas medias , seor , son capaces de l legar has ta el polo y afirmar que hace all mucho calor.

    Caneo A ojimpd D. F. Buenos Aires.

    Esa versificacin . completamente incolora, inspida .e inodora, no nos llama la atencin.

    Lapicera. Buenos Aires. El termmetro baja, As se explica que se le haya a usted resfriado la prosa.

    O. n . Buenos Aires. . I^stima inspira un traductor

    cuando traduce del francs, y pasa un mes y dos y tres y en vano busca un editor.

    S. M. Buenos Aires. Mientras el sol deslumbra,

    hay quien, modestamente, se resigna a vivir en la pemmibra.

    Hace perfectamente. G. O., Bergamasco, Mirko. - Bue-

    nos Aires. No.

    L. V. A. Buenos Aires. La historieta galante

    es de una sicalipsis alarmante, y su publicacin es imposible.

    Imite al elefante que es de una honestidad indiscutible.

    S. C. Buenos Aires. Aunque en hablarnos se obstine

    de su originalidad, eso lo ha visto en el cine, con toda seguridad. D. R. J, Buenos Aires. Le re-

    cl'.azamos lo que enva y usted no nos guarda rencor. I Espritu magnnimo !

    E. F . M . Buenos Aires. Acrcase muy iejo,

    deposita en la mesa la halada escocesa

    r se marcha exclamando; i Ah qu

  • Humorismo extranjero

    - Pero quR te pasa? jEsts borracho? Ves, titabeas. Ob, es que... tangueo!

    (Oibujo (lo Wcyman, de Le Rire, Pars.)

    FLUIDO MANCHESTER / 'MANCHESTEK

    LOS HECHOS HABLAN Londres, 1910, Gran Crui.

    1910. Medalla de Oro. Torino, 1911, Wedalla de Oro.

    1911, Medalla de Bronce. B. Aires, 1910, Primer Premio.

    1910, Medalla de Plata. 1904, Diploma de Honor.

    ES LA MARCA QUE AL UN ADOPTAREIS

    ESTANCIEROS Y AGRICULTORES con su ensayo tenis mucho que ganar,

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  • La Operacin Quirrgica a domicilio, cuesta mucho.

    CONVIENE pues contar, y contar no es deshonroso. Desde que nuestra casa cobra mucho menos que las dems y da productos y apositos tan per-fectos como es posible, por qu no acudir a ella? Pregntele a su mdico, l lo sabe bien, y si se preocupa un poco de lo que usted gastar, le dir a usted de encargarnos el servicio dej la ope-racin. Si bien proveemos de todo lo que puede ser necesario, nicamente cobramos lo que ha sido utilizado. En cuanto a las mesas, accesorios o

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  • 1 25 de Mayo en Espaa

    VADBID. La infanta Isabel con el seor LeviUiec y el agregado militar argentino mayor Enriaue Gmez durante la solemne re-cepcin a la que conoorri lo ms idiportante de la colonia argentina, los ministros del gabinete espaol, los representantes extranjeros y la ms alta representacin de la poltica, de las artes y la literatura.

    lAjnianta Isabel en la terraza del Hotel Ritz conversando con distinguidas damas argentinas, el embajador de los Estados Unidos' Mr. Villard y el encargado de negocios de la Argentina, seor LevlUier, durante la esplndida fiesta coa la cual se conmemor el dia patrio.

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  • Humorismo extranjero LECHO HISTRICO EN CASA DE LA A D I V I N A

    El seor tenda el honor de acostarse en la misma cama qne se acostaba Mr. de Voltaire.

    Oh!, yo no soy orgulloso y me acostarla perfectamente D la de la sirvienta,

    (Dibujo de Robert Lcnolr, de Le, Rire, Pars.)

    EUa dice que lo sabe y adivina todo y sin embargo, no ba visto que la he pagado con un billete ialso.

    (Dibujo de He Jliguel, de Le Rire, Pars.)

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  • La Belleza Juvenil puede conservarse casi indefinidamente.

    Consejos prcticos de la clebre Mlle. ALICE DELYSIA.

    D e s a p a r i c i n

    ce \aj a r r u / ^ 9 por efecto

    del pars id i u m .

    1 AS primeras nianiesta-ciones de la vejez en

    la mujer son las pequeas arrugas que comienzan a aparecer alrededor de los ojos, al mismo tiempo que las que hacen su aparicin al lado de la boca. Cada vez que una mujer, que se encuentra en este trance, examina su rostro ante un espejo, el desconsuelo hace presa de su espritu exa-^erando el efecto de los aflos que avanzan, pues no hay duda que debe ser do-loroso constatar que la ju- ' ventud desaparece. Por lo tanto ser una buena nue-va para nuestras gentiles lectoras saber que el avance do los aos puede ser tran-quilamente a f ron tado sin p e r m i t i r que las arrugas afeen la cara, para io cual basta el uso de un poco de jalea de parsidium puro tal conio lo recetan los especialistas en belleza. La accin del parsidium es rpida y eficaz y consiste en allanar los defectos proporcionando al cutis esa .suavidad y firmeza orgullo de tantas mujeres y consiielo de las que se sienten mortificadas por las arrugas y vestigios de vejez prematura.

    C a b e i l e r a a ondulada.

    p o c A S personas saben que el stallax puede ser * usado como shampoo y que es mucho mejor para este propsito que cualquier otra substancia.

    Tiene nn natural afinidad con el cabello, dejndolo lustroso, a t e rc iope lado y pronunciadamente ondula-do. Una cucharadita de las de caf llena de stallax o-ra-nulado, disuelta en una ta-za de agua caliente, es ms que suficiente para el objeto. El stallax legtimo se vende en las farmacias, slo en paquetes sellados, conteniendo una cantidad suficiente para hacer de veinticinco a treinta sham-poo. La b r i l l an tez que confiere al cabello es com-pletamente inimitable e in-descriptible.

    C a m b i n d o l e la cara

    a u n a m u j e r .

    / C U A L Q U I E R A mujer que no est satisfecha con

    ., su tez, puede cambiarla y tener una nueva. El pe-queo velo mortecino de cutcula vieja es un estor-

    bo y debe quitar,se para dar lugar a que apa-rezca la piel vigorosa y nueva que hay debajo, dejndola respirar. Un remedio antiguo y casero, sumamente sencillo, puede realizar este trabajo. Compre cera pura mercolizada en una farmacia sera y apliquela todas las noches en el rostro, lavndose con agua caliente por la maana. La mercolida absorbe toda la piel muerta y deja un cutis hermoso y fresco como el de un nio. Natu-ralmente, desaparecen todas las imperfecciones de la epidermis, tales como pecas, manchas, barrillos, quemaduras de sol, etc. Es de uso agi-adable, eficaz y econmico. El rostro sometido a este tratamiento parece a los pocos das muchos aos ms joveri

  • PASATIEMPOS CARAS Y CAKETAS ha establecido un concurso mensual do jue-gos de ingenio, para el que se otorgarn cuatro premios, en la siguiente forma: dos a los lectores que remitan mayor nmero de soluciones exactas, y otros dos a aquellos a quienes se los pu-blique mayor nmero de juegos. Ajustarse a las siguientes bases:

    1. En caso de empato, los premios sern adjudicados eu la forma rais equitativa que resuelva la Direccin.

    2.0 Es requisito indispensable adjuntar a las soluciones el cupn respectivo.

    3. 1.03 juegos para publicar deben estar acompaados de firma y domicilio, aunque se publiquen con seudnimo.

    4.0 Los juegos que se remitan, debern acompaarse de las soluciones correspondientes.

    6." Hl aspirante a premio por colaboraciones, puede optar t-imbin a los premios por soluciones.

    N. 1 Jeroglifico comprimido, por Kicardo F.

    Mari (Salto, K. O.)

    MIL MIL Mettesis, por Perico Castillo (ciudad)

    1 2 3 4 6 6 7 Nombre do varn. 5 8 7 1 2 3 4 Nombro de varn.

    >!. 3 Logogrito-jerogliHoo, por Mario Medina

    (ciudad)

    REPBLICA 1 3 4 5 2 7 6

    K. 4 Intercalacin comprimida, por Segundo

    Pelayo (ciudad).

    NOMBRE Ll DE VARN K. 5

    Mettesis por Segundo Pelayo (ciudad) 1 2 3 4 Cereal 3 2 1 4 Rio.

    N. 6 IntecpcetaUvA, por Segundo Pelayo (ciudad)

    K. 7 leroglitioo comprimido, por Jorge Edelar

    (Hamos Meja, F. C. 0.1

    N. 9 Intercalacin comprimida, por .lorge Edcl.ir

    (Hamos Mejia, F. C. O.)

    PE L R E RO K. 10

    Comprimido, por Edmundo Galblatl (hijo) (.\zul, F. C.S.)

    L O S

    CO'LORAD'OI LCIDOS VIOLETAS

    K. U Comprimido, por Edmundo Galbiati (hijo)

    (Azul, F. C. S.)

    JUANA TORNADA N." 12

    Logogrio-ierogUKoo, por T. Legarreta (Talleres, F. C. S.)

    MAYOR 3 4 1 2 6 6 7

    N. 13 Intercalacin comprimida, por T. tagarreta

    (Talleres, F. C. 8.)

    MON NO ' T TA EDA 0N. 14 Jeroglfico comprimido al revs, por T.

    Legorrcto (Talleres, F. C. S.)

    N. 8 Jeroglifico comprimido, por Jorge Edelar

    (Ramos Mejia, F. O. O.)

    RD JA O

    S I R N. 15

    Charada, por Hayde Ovando (ciudad) Eg primera con onaita nombre de mujer

    primera con segunda oficio tambin de [mujer es

    segunda con tercera de madera contundente siendo tercera y cuarta agropecuaria palabra y el todo de este enredo es en las damas muy varonil.

    N. 16 Charada elctrica, por T. Lcgaireta

    (Talleres, F. O. S.) Flftido y negacin. Todo duradero.

    K". 17 Jeroglifico comprimido al revs, por T

    Legarrcta (Talleres, F. C. S.)

    VOCAL TRATAMIENTO N. 18

    Jeroglifico comprimido, por Life (La Plata)

    CONCURSO DE PASATIEMPOS J U L I O de 1 9 2 0

    N." 1135

    A los solucionistas y colaboradores Toda serie de soluciones que se enven,

    deben acompaarse del cupn- respectivo que se publica al final de la seccin.

    Cuando los colaboradores deseen que sus juegos 80 publiquen con seudnimo, deben hacerlo presente; en esto caso, como en los anteriores, es conveniente anotar el domicilio debajo de coda juego.

    El concurso de pasatiempos no es slo para los lectores de la capital, pueden com-petir tambin los del interior y exterior.

    Al remitir ima serle de colaboraciones, cuando cada juego est hecho en un pliego, es necesario firmar uno por uno, dando ins soluciones por separado.

    No es necesario adjuntar para las cola-boraciones el cupn; tal requisito es slo indispensable a los solucionistas, a quienes recomendamos para el ms rpido recuento y failo del concurso, remitir las soluciones de una sola voz, al publicarse la ltima serie de juegos.

    N. de la R. Toda la correspondencia para esta seccin, debe remitirse a la seccin (Pasatiempos, do CAKAS y CAEETAS, CJia-cabuco, 151.

    OTRA. En vista do que en el mes de junio no so ha publicado en todos los n-meros la seccin respectiva, este concurso abarcar las publicaciones do junio y julio prximos, tratando para lo sucesivo da dar juegos ms fciles.

    N. de la R. l o s juegos que se publiquen con el seudnimo de Rlno estn fuera de concurso por el presente mes, a efectos del premio por colaboraciones, pero sa computarn para el concurso de soluciones.

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    . para aprender sin maestro. .

  • El impuesto a los clibes

    Si, qnerido amigo; mo caso coa mi sirvienta y asi e un tiro mato dos p&jaros, pues no tendr qne pasar ni el Impaesto de solteros DJ el de servicio domstico. ,

    (Do Le Rire, Pars.)

    sChocolafe

    M I . v ^ "

    .*! ;*"ti, ^=.-22?- >ioe

    8L ' 'NOEL 4I y

    NOEL NOEL 4)

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    Puro S Sabroso S

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  • XS(tO DE t>RAVIA IfENO tm PRAVIA I l-IENO DB MAVIA I lENOOe MAVIA I lENO DE PRAVIA I

    ' JEftO Qg PRAVIA *

    ; boIOiA MEMO DE PRAV* HtMO DC PRAVIA ES^JX ^ r SAVIA HENO D PRAVIA MENO DE PRAVIA ?55vm Klo Si ^ - ^ W " ^ g | ?S5v!S HEKS SE PSAV! HENO DE PRAV.A HENO DE PRAVI*

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  • De Francia

    ORLEANS. La procesin clvicorreligiosa, llevando a su frente el estandarte de Juana de Areo, al desfilar ante el monumento de la santa doncella que se eleva en la plaza Martroi. La presencia del mariscal Foch contribuy a dar mayor realce a la patritica fiesta 3 que dio ocasin la reciente santificacin de la popular herona.

    ^#**^J^#^#^*s#^#^#^#s#^*^***s##^v#^r*^^sr^s

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  • 12

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  • El Gigante BALISAY en una de sus jiras por el interior de la Eepblica, al internarse en loa obrajes chaqueos causa la admiracin de los aborgenes de aquellos lejanos lugares.

    En cabeza ajena

    El doctor. Si los remedios oiue le he recetado le piodacea buen resoltado, avseme en el acto, laes yo soiro de lo miamo aue usted.: ; ;no s6 oomo nuarme.

    (Dibajo de I>. de la No, de s ili>, Faris.)'

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  • ocuzle En esta vida mundana qiis llevamos el alma fcil-

    mente se nos sale de casa y vuelve con gran dificul1ad, y cuando vuelve, algunas veces viene descalabrada, y nunca como sali.. . Esta sentencia del Kempis surge involuntariamente en mi recuerdo al percibir, en estos i'dtimos das, las mi] distintas vibraciones del comentario mundano; en esta ciudad del ruido, pro-saica y agitada, hemos visto realizarse por breves horas un hecho inconcebible: se han unido, en espontnea manifestacin de admiracin y de respeto, en derredor de ima alta personalidad, que se yergue serena y lumi-nosa ]3or encima de todas las pequeneces de esta vida, todos los planos sociales: desde el magnate que pudo ofrecer la ms suntuosa ofrenda al ilustre prelado recientemente consagrado, hasta el ms ]3cquefio entre los humildes.. , hasta el que no puede ofrecer ms que una dulce sonrisa de resignacin al que ha sabido ha-cerle comprender el don maravilloso de la sujrema esperanza. . .

    El comentario mundano jira, j)ues, en derredor de los brillantes actos sociales celebrados con motivo de tan solemne acontecimiento; los ms aristocrticos sa-lones do la ciudad prosaica y agitada evocaron en esta' ocasin el recuerdo de las suntuosas solemnes re-cepciones ofrecidas en la ciudad santa por los fieles representantes de la nobleza negra. Las capas magnas, de rgida seda encarnada, alternando en medio do arrogantes, elegantsimas siluetas femeninas, parecan reproducir algunas de las brillantes escenas fijadas por el pincel de Barbudo. . .

    Y no falt quien insinuara muy bajito, y quien lo repitiera luego ms distintamente, que tan sagradas vestiduras no debieran ostentarse en ambiente tan pro-fano, y que, sobre todo, no debieron haberse realizado aquellos gapes qxie reunieron tan fraternalmente a las ms altas personalidades del clero con las de la poltica, de la magistratura, de las letras yde las finan-z a s . . . Pero nadie supo recordar en aquel momento, que el Divino Maestro aconsej: Si triste con los desdi-chados y conjoria la alegra de los ajoriiinados... Que el Divino Maestro no desde asistir a las bodas celebra-das en Cana de Galilea, acompaado de su excelsa madre y de sus discpulos, y que reza el Santo Evan-gelio de Nuestro Seor, segn San Juan, que as, en Cana de Galilea, manifest Jess su gloria con aquel primer milagro en que convirti el agua de las hidrias de piedra en l vino consumido con gran alborozo por los invitados de aquellas bodas bblicas...

    Al confortar la alegra de los afortunados bien puede predicar tambin el pastor de almas, con elevado fervor apostlico, la sublime teora de la solidaridad h u m a n a . . . Viene muy bien escuchar en pleno gape la palabra clida y convincente, merced a la que se han de desarrollar en nuestro ambiente esas obras de accin social que reclama nuestra lurviente, febril cosmpolis, en la que slo esparca, hasta hoy, su luz serena la obra de abnegacin y perseverancia realizada por manos femeninas; pero 14 evolucin social clama por una accin ms fecunda an, y ms dignificadora... Y ya que en esta vida egostamente mundana que llevamos, arrastradas incesantemente por su poderoso engranaje, el alma fcilmente se nos sale de casa y vuelve con gran dificultad y cuando vuelve, algunas voces viene descalabrada y nunca como sali, con-viene que aquellos espritus privilegiados, verdaderos iastores de almas, hablen muy alto en la morada de os ricos, como en la de los humildes, uniendo sus cora-

    zones, alejados por la desconfianza o la amargura, y recordndonos, en todos los actos de la vida cuotidiana, que la f es una regla de conducta, una salva-guardia en la prosperidad, un consuelo en el in-fortunio, un sostn en el dolor, un seguro refugio contra el peligro, un apoyo en la tristeza, y siempre, asilo de infinita paz y serenidad

    Dejemos, pues, que el comentario gire en derredor de las infinitas pequeneces; no podran faltar trazos sombros en todo cuadrode luzy de armona... pero no podremos dejar de sonrer al recordar el caso de con-ciencia a que se vieron sometidas muchas de nuestras elegantes y coquetas mundanas, al llegar a una bri-llante recepcin realizada en honor del eminente pre-lado que visitara ha poco Buenos Aires; parece ser

    que sus hbitos de austera modestia a pesar de la arrogancia de su aristocrtico porte le inclinan a desdear todo aparato mundano, y que ha condenado abiertamente la moderna evolucin de la moda feme-nina, que ha elegido, como atavo invernal, telas do tal tenuidad que se dira que iban cubiertas nuestras elegantes por levsimas alas de mosca. . .

    Y era de ver como so envolvan en sus pesados abrigos de pieles a pesar de la temperatura tropical que reinaba en aquella suntuosa residencia teme-rosas de ser amonestadas, las elegantes, coquetas mundanas . . . Sin embargo, ms de una pudo seguir el ejemplo dado por la distinguida matrona que haca los honores de su casa, vistiendo sobrio y noble Iraje de terciopelo negro, sobre el que resaltaba^l admirabio oriente de' su aderezo de perlas en forma de pe ra . . .

    Y ctespus de sta, se han sucedido, on breves das, las suntuosas aristocrticas recex)ciones en honor de jrelados ilustres, o como despedida a eminentes ))et-sonaldades de la diplomacia... El comentario mun-dano pondera la suma distincin del recibo ntimo celebrado en una magnfica residencia que se levanta en el aristocrtico janboiirg del norte, dominando su vasta terraza de arquitectura froncesa la amplia ave-nida que nos lleva camino de Palermo, y detalla el comentario mundano que, en medio de aquel reducido pero precioso grupo de jovencitas, pertenecientes a ios ms altos crculos de la sociedad portea, provocaba gonerpl admiracin la delicada belleza rubia de una deliciosa y menuda figurita vestida de vaporosa tela de color azul sevres, guarnecida jior artsticos racimos de frutas, y se la comparaba con una frgil estatuilla de Sajoriia, en medio de las abultadsimas, exageradas faldas, cuya amplitud evocaba las siluetas de la romn-(ica moda 1830...

    La crnica mundana, consecuente con sus hbitos, se dedica siempre a sentimentales investigaciones; asi evela la decidida corte que rinde un distinguido caba-llero, cuyo prestigioso apellido designa a una serie do hombres ilustres en la Argentina: literatos, educa-cionistas, representantes diplomticos ante las nacio-nes vecinas, hoy como lo fueran ayer ante el gobierno pontificio y uno de los jvenes herederos de toda esta tradicin de abolengo y de cultui'a excepcional, cree haber conquistado la figura gentil, de suave y delicada belleza, que encarna la tradicin de dos gran-des faniilias, chilena y argentina, cuyos nombres lleva unidos; y la investigacin sentimental parece exacta . . .

    Y pasa luego el comentario a analizar las niltiples, diversas impresiones de las ltimas horas, transcurridas en medio de las ms elevadas manifestaciones de fervor ])atritico... Lstima grande fuera que el ncleo que asumi la organizacin de tan solemnes actos cvicos descuidara ciertos detalles, subsanados en parte por Ja colaboracin de todos los planos sociales, adhirin-dose a la apoteosis del procer que nos dio bandera y sufri en vida todos los flagelos de la injusticia...

    Los altos mandatarios jiarecieron ignorar en esta ocasin aquel decir de: Nohlesse oblige... peTntiondo que las damas representantes de las ms caracteriza-das asociaciones del pas, llegaran formando parto de la procesin ante el arco de triunfo cuando sto haba sido abandonado por las autoridades... hasta so asegura, que se haba olvidado invitar especialmente a las figuras femeninas de mayor prestigio en el mundo oficial... Y la procesin lleg hasta el histrico tem-]J1O de Santo Domingo, sin que se rindiera all mismo el postrer tributo de veneracin a las cenizas tlel pro-cer, desgranndose pocos pasos ms lejos la aristocr-tica asistencia femenina, sin que nadie agradeciera su prestigioso concurso y sin escuchar siquiera los marciales acordes de patriticas fanfarrias,. .

    Mientras que all arriba, desde el frente del histrico templo, dos venerables padres dominicos contempla-ban llenos de asombro como evoluciona la caballe-resca hidalga cortesa de otros tiempos: eUos, all muy alto, vistiendo sus legendarias vestiduras; abajo, en el vasto atrio, el suntuoso mausoleo; evocaban en ese atardecer de invierno, toda la tradicin de un glo-rioso a n t a o . . .

    LA DAMA OPICNDE. Bueno Aires. Junio e 1920.

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  • C O N S U L T O R I O D E C A R A S Y C A R E T A S Todas las preguntas que se nos hagan respecto a Artes, Cienoas, Historia, Geografa, Curiosidades, etc., sern contestadas en esta seccin. Las preguntas deben ser formuladas en forma breve y clara. Confiamos eu la buena voluntad de nuestros lectores para aue cuando sepan algo de lo que se pregunta, enven la respuesta, que publicaremos con la firma del remitente.

    N.o 1645.Cules son ios ' ' trucs*' empleados por los espiritistas y pres ' tldlgitadores para realizar sus expe-rimentos?

    MDIUM, Capital. En 1857 un mdium llamado Ho-

    me revolucionaba todo Pars. Habien-do asistido algunas veces a las Til-Heras, haba adquirido tal ascendien-te sobre la emperatriz, que sta lo liaca ir a Biarritz cuando la corte Be trasladaba a ese punto en viaje de placer. Pero un escptico impeni-tente, M. Mario, haba j urado sor-prender el " t r u c " del mdium que sobresala en los fenmenos de ma-terializacin. El emperador se inte-resaba a su pesar en sus experimen-tos, y quiso participar de la prueba A que se someti a Home, prueba que l acept y que tuvo lugar el 5 de Beptiembre en el palacio imperial.

    Cinco personas estaban presentes: Kapoleu I I I , la emperatriz, un cor-tesano, 'M. Mario y el mdium. Los cinco estaban sentados alrededor de una mesa: Home tena a su dere-cha a la soberana, de la mano, mien-t ras que a la izquierda tena al emperador; el cortesano estaba sen-tado frente a ellos, mientras que M. Mario, apoyado contra la pa-red, estaba encargado de dejar a obscuras el saln en el momento oportuno. Naturalmente, cuando esto Bitcedi, el espritu revel su presen-cia golpeando la mesa repetidas ve-ces, agitando una campanilla, rozan-do el traje de la emperatriz, que en un momento dado sinti contra su

    cara el contacto de una mano invisi-ble y perfumada. Fu en este mo-mento propicio que M. Mario inter-vino felizmente encendiendo la luz con brusquedad, y Napolen I I I se aper-cibi de que el audaz espritu que se permita tales libertades respecto a a emperatriz uo era otra cosa q u e . . . el pie del mdium. Calzado con an-chos y abiertos zapatos, una especie de escarpn, con dedos como si fue-ran guantes, Home tena la facultad de poderse servir de su pe derecho como do una tercera mano. Cuando se apagaba la luz, sacaba su pie del escarpn, y mientras le tenan suje-tas las manos l poda cmodamente reemplazar a los espritus, que se guardaban bien de revelar su pre-sencia.

    El experimento de Biarritz fu el xiltimo que Home pudo hacer en Fran-cia. El emperador, furioso por ha-ber sido mistificado, hizo expulsar al mdium extranjero.

    El 2 de septiembre, los dos ameri-canos Ira y William Davenport, que llegaban de Londres despus de ha-ber estado en Amrica, donde sor-prendieron con s^ l experimento, die-ron una sesin en el castillo de Gen-nevilliers. Varios escritores y perio-distas fueron invitados a esta me-morable sesin. En medio del saln, un armario de tres cuerpos, pero bas-tante liviano, fu colocado sobre ca-balletes; en el interior del mueble, bastante vasto para recibir t res per-sonas de pie o sentadas, estaban col-gados en SUR paredes un violn, una trompeta, una guitarra, un cornetn,

    un tambor y una campanilla. Cuida-dosamente ligados por personas que no eran seguramente amigos, los her-manos Davenport fueron encerrados en el armario. Dos minutos ms tar de se abrieron las puertas y se pre-sentaron los hermanos sin ligadura ninguna; se cerr nuevamente, para abrirlo en seguida, y estaban suje-tos nuevamente, y en cuanto el ar-mario fu cerrado de nuevo, se dej or el ms infernal concierto. Las puertas fueron bruscamente abiertas. y se vio a Ira y William Davenport atados en sus mismos asientos y con las manos llenas de harina, que lea haban puesto a ttulo de control.

    Pero un da el " t r u c " fu descu-bierto y se demostr cmo con el arte y la prctica los dos hermanos podan librarse de las cuerdas con que se los ligaba, y en un abrir y cerrar de ojos se ponan otras igua-les, pero con nudos truques. Empe-zaban por tomar la cuerda por la mitad, formando un doble bucle, des-pus pasaban los extremos por los agujeros practicados detrs del ban-co sobre el cual estaban sentados, los ataban a sus pies y traan las extremidades hasta el travesailo su-perior, despus pasaban las manos por los bucles. En estas condiciones, les era suficiente doblar ligeramente las piernas hacia atrs para obtener el juego deseado, sacar las manos, ejecutar los fenmenos "inexplica-b l e s " y volverlas a colocar en su si-tio. Una bolsita de harina disimula-da en el saco de Ira y de WIUam completaba el equipo.

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    N U E V O M I N I S T R O D E H O L A N D A L seor Jacobo Berendrecht, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de Holanda, retirndose en compaa del introductor de embajadores, doctor Atilio Barilari, de la casa de gobierno, despus de haber hecho entrega al Presidente de la Repblica, previas las pre-sentaciones de prctica y de acuerdo con las nuevas disposiciones del protocolo, de las cartas credenciales que lo acreditan en ese carcter.

    FOT. DE ARROYO

  • JU/\N MARTIN DE PUEYRREDON DIRECTOR SUPREMO DE LAS

    PROVINCIAS UNIDAS

    eUANno, viendo venir el terri-ble vendaval de 1820, el bri-gadier general

    don Juan Martin de Pue3Tredn c r e y conveniente, visto que mi presencia irrita y que mi se])a-racin es necesaria a la jioltiea interior dei estado, salir del ]jais, elev al Con-greso, para que se le ])ermitiese la salida, una solicitud en que entre otras cosas de-ca: Como no me aleja el crimen sino un exceso de amor al orden debo esperar que V. E. autorice mi salida de un modo decoroso ca])a7. de dejarme abiertas las prer-tas ])ara volver algn dia a esta patria que me dio vida, que me cuesta tantos cuidados y sacrificios y que amo sobre todas las cosas de la tierra. Al estam])ar en su ]ioticin esos conceptos el brigadier general no exage-raba, por cierto, pues la mejor jiarte de su vida la haba dedicado al servicio desinteresado do su ]iatria.

    De joven habla tenido la )>artici])acin que se sabe en las luchas con los ingleses; y luego fu a Espaa, como representante de! Cabildo de Buenos Aiies. Le toc presenciar en la metrj)oli ios sucesos de 1808, y comprendi en el acto que no Jiabia ms camino para las colonias espaolas de Amrica que el de la indepen-dencia: y disimul tan ])oco su ojiinin que no se le permiti regresar a Buenos Aires y debi esperar en Rio de Janeiro la revolucin de mayo, en que ])or esa circunstancia no tuvo parte.

    Al ao siguiente, en 1811, las tro]>as de la jiatria sufren el desastre de Huaqui, y corresponde a Prey-rredn la jicnosa tarea de organizar la retirada. Enton-ces quiere entrar en negociaciones con el jefe realista vencedor, Goyeneche; ])ero su idea de la indejiendencia no le permite hacer concesin alguna. A poco entiega el mando a Belgrano, y des]pi:t's se nos ajjarece en Crdoba, conferenciando con San Nlaitin respecto a la expedicin para libertar a Chile, como prlogo de la independencia del Per.

    OcuTTc con frecuencia que una gran figura toma tanta j)artc del escenario histrico, que las dems quedan en planos inferiores, injtistamente. San Maitin fu el hroe mximo de la ])reparacin del ejrcito en Cuyo, del paso de los Andes, do la indejiendencia de Chile }' del Per; ]iero, en realidad de verdad, oi'dina-riamente se descuida la enorme contribucin de volun-tad, inteligencia, atriotismo y paciencia que puso

    Puej'rredn para la realizacin do la magna empresa., so-bre todo d e s p u s que asumi la supre-ma dileccin del es-tado. ITay (|Ue re-cortlarlo ]'ara que la historia misma no ]irotcste contra el ol-vido.

    (Quizs se hallaia una ex])lcacin a se-me j a n t e injusticia en la circunstancia de que Pueyrredon fu uionarquista y sigui ma ])oltica algo ambigua con el gobierno portugus, establecido (-n Rio

    de Janeiro, y q\;e codicia! a luju ifisamentc la ])rovin(';a oriental. Por lo juoiito. es una car.dtlez hacer a muchos hombros de 1810 a 1820 el cargo de haber sido monar-quistas: lo fueron los princij'a'es, as civiles como mili-tares, y probablemente tuvieron razn, l'esinis vino Rozas, mil veces peor que la monarqua, y lo ajioy la misma democracia demaggica que haba perseguido a. los monarquistas. En cuanto a la poltica con el gobierno ]'oitugues, conviene recordar que Pueyrredon y los dirigentes de entonces trataban con una potencia relativamente muy fuerte, y queran librar al pas de sus ataques, al mismo tiempo que de la accin de Artigas. La situacin era muy complicada; ms de lo que se imaginan los diplomticos de aficin y los historiadores iconoclastas de ahora.

    Lo esencial es que I'ueyriedn a cuya memoria se rinde ahora en Flores un homenaje que debi haberse producido antes Pueyrredon fu un jiatriota sincero, siempre dispuesto a todos los sacrificios ]ior su patria. Sacrificios, s; porque entonces gobernar era ms un sacrificio que un placer. Tiempo, fortuna, salrd, ]ires-tigio, tranquilidad, todo lo sacrificaron esos hombros ab ideal de una patria que amaban tanto ms cuanto vean tan insegu o su destino. Y el picmio fu )\ara Pueyrredon. como para tantos otros, un largo destierro, tan largo, y tan callado que muchos lo creyeron mveito.

    Tuvo, s', la dicha do morir en su ] atria. Regres en 1849 y al ao siguiente muri en su casa de San Isidro. El gobierno de Rozas se neg a que fuese ente-rrado con ms decoro que el entonces impuesto por el tirano, que como todos los de su clase igualaba para abajo: a su nivel. Pero la posteridad, juez un poco ma.iioseado pero al fin sano, emiiieza a hacerle justicia, y el nombre de Juan Maitin de rueyrredn est en su sitio cuando se le recuerda junto con los ms ilustres de la historia patria.

  • F I E S T A I N F A N T I L

    Precioso grupo de nios en la residencia de la seora Pea de Duelos, donde se llev a cabo una encantadora reunin iniantil que la distinguida duea de casa otreci a los amiguitos de su hijo Juan Manuel.

    FOT. DE B E L L .

  • rA.c iN/ \ / NU[v/*\y^ D ry^ Mocuo

    C A L A N D R I A Y MAZACOTE R E C U E R D O S D E E N T R E R O S

    N un recodo de cierto arroyo c ino nombre ignoro uno de tantos pintores-cos como ha)' en mi tierra, que se enroscan y se estiran semejando inmensas vbo-ras plateadas, para llegar al fin, saltando de cuchilla en cuchilla y de ladera en la-

    dera, bajo la arcada sombra de los nrontes secu-lares, donde se expanden y se ensanchan como gozosos de haber escapado al sol del llano exista una pobre pulpera, paradero obligado de todos los que excursionaban del pueblo vecino.

    All conoc yo al clebre Calandria Servando Cardoso el ltimo gaucho peleador que recorriera aquella comarca inolvidable que baa el Uruguay.

    Varios mocetones andariegos alcanzamos cierto da de paseo a la lejana pulpera y topamos con el que era terror de policas y hroe famoso de cuanta aventura novelesca forjara la mente popular, hecha ya a considerarlo como expresin genuina de todas las desventuras que afligan por esa fecha a aquella tierra de Entre Ros, tan bella como injus-tamente desgraciada.

    Estaba sentado en un banco de madera colocado no lejos de la puerta, hacia afuera del mostrador de pino pintado de rojo obscuro, sobre el que se destacaban, plomizas y brillantes, las chapas de zinc claveteadas de amarillo que forraban la cara superior.

    Tena la cabeza negligentemente recostada en la baranda de hierro que con una hilera de pe-queas lanzas puntiagudas pona una valla entre el pulpero y los clientes, no siempre gente de con-fianza - las piernas estiradas sobre el banco, un vaso de caa al alcance de la mano, y departa amigablemente con el negociante extramurano que, sentado en una silla del lado de adentro, daba es-paldas al anaquel cargado de botellas y festoneado de sardinas y rosarios de butifarras.

    Ms que en conversar parecan ocupados en estudiar el volido de las moscas alrededor de la vidriera colocada en el otro extremo del mostrador y llena de masas y confituras que rivalizaban no slo en colores originales sino en estructura capri-chosas o en descifrar el himno montono y ador-mecedor con que las chicharras ocultas entre el follaje celebraban las delicias de la sombra, hu-yendo de los rayos de sol que, al moverse las hojas con la brisa, saltaban de gajo en gajo yendo a quebrarse en chispas deslumbradoras sobre sus cuerpos rechonchos, irisados y bruidos.

    All arriba, en el techo, chillaba angustiada una mosca que, aprisionada por la tela de una araa cazadora, vea llegar con pena el final de sus corre-ras, coreando sus lamentos el zumbido entrecor-tado de las avispas que tenan sus nidos de barro

    adheridos a la paja en los cabezales de las tijeras. y que entraban y salan de la casa como si fueran sus dueas.

    Nuestra llegada turb la paz y la quietud en que se hallal:)an despertndolos, casi de golpe, de la especie de somnolencia eu que yacan.

    II

    Era un gaucho de talla algo menos que mediana, delgado, de color cetrino, de pmulos salientes y de cara angulosa encuadrada por una barba escasa y mal cuidada y por un sombrero chambergo de felpa, grasicnto, de alas resquebrajeaclas y de copa en que el uso haba tallado con torpeza un cono de color indefinible casi verde aditamentado con un barbijo lleno de borlas y caireles que. de usados, ya mostraban bajo las hilachas desflocadas, la madera negruzca que les serva de armazn.

    Vesta una bombacha de brin que haba sido plomizo, amplia y ajada; calzaba unas botas de becerro ordinarias, que no conocan el betn ni de nombre y sin ms lustre que el que sacara en el primer tercio delantero del pie y hacia los costa-dos el roce frecuente del estribo metlico, y cubra su busto un tanto escueto y cargado de espaldas, como de persona habituada a estar sentada con ua poncho de lana imitando vicua, listado de colo-res vivos y cuyos bordes se doblaban en ancho plie-gue sobre los hombros dejando en libertad los bra-zos delgados y sin vello cubiertos por una camisa de liencillo de un blanco dudoso, cuyas mangas se arrollaban como a la mitad del antebrazo formando un bucle y hacia el lado derecho, el mango negro con virolas de plata, de un pequeo facn atravesado a la cintura, del cual penda, pasado por la manija, un rebenque de cuero crudo que le caa por detrs y bajo el poncho, como una cola.

    Emprendimos conversacin sobre generalidades; el gaucho, de rato en rato se asomaba a la puerta, miraba su caballo que estaba all cerca con las rien-das sobre la cruz y sin ms recado que una jerga rayada de punz, tendida sobre el lomo y que, poco a poco, habase corrido hacia las ancas impul-sada por sus movimientos al espantar las moscas fastidiosas que venan a posarse sobre su piel, o los tbanos cabezones y silenciosos cuyo aguijn vido de sangre jams permanece ocioso, luego volva a su asiento y entre trago y trago nos refera sus correras recientes y sus gestiones para compo-nerse con el gobierno.

    De repente, en una de sus salidas exclam, mi-rando un tenue remolino que corra sobre la cresta de una cuchilla lejana fuera del monte que nos rodeaba y que para otra persona de vista menos perspicaz no hubiera pasado de una nube de tierra impulsada por el viento;

    Ah viene Mazacote con dos soldados!... Ha e venir de boln! Vid esconder el caballo pa no asustarlo!... Si me ve tal vez le sucede xma des-

  • orada. . . y tenemos visitas i. . . arcg soiiricmlo. Nosotros tambin nos remos; se trataba de un

    mulato rubio, flacuchn, picado de viruelas, eote, que era comisario v cuyas intuas de bravucn y matasiete eran el hazmerrer de la comarca, que lo saba un infeliz por ms que l, a! caminar, hiciera repiquetear con el taln, a cada paso y de puro compadre, la charrasca que llevaba pren-dida a la cintura y que, cuando ms, le serva de incomodidad durante sus grescas frecuentes con los alumnos del colegio que acostumbraban llamarle por su apodo, cosa que lo desesperaba.

    Cierta vez, recuerdo, un mocetn fornido y mus-culoso gritaba al lado suyo a voz en cuello: Mazaco-te! Mazacote!, lo cual oalo distintamente el alu-dido, poro no atrevindose, sin embar.qo, con el gritn, exclamaba con tono confidencial, dirigin-dose a aquel que lo molestaba y para ver si obtena su silencio:

    Oiga a los colegiales!. . . Mire si son cana-l las ! . . . Gritan de lejos porque me conocen!. . . Ah! . . . jSi yo agarro alguno! Qu felpiadall

    III

    Llev el gaucho su caballo, demasiado cono-cido, detrs de un pequeo zarzal que intercep-taba la vista y luego que volvi puso el odo hacia el camino y dijo:

    Ya se oye el ruido de la chafalona. . . Me voy a esconder!

    Y desapareci detrs lie la batiente de andu-bay, maciza y de una pieza, hecha como para re-sistir el empuje del anca de un caballo, ganza que usaban los gauchos para franquearse la entrada de los ranchos cuando era la violencia el nico medio que pudiera asegurarles el logro de una em-presa de amores o de pillaje.

    No se haba acomodado an en su escondite cuando ya Mazacote estaba gritando a la puerta de la pulpera a donde haba llegado al galope, seguido de sus soldados que, con el kepi sobre los ojos y la carabina asentando la culata en la delantera del recado, tenan ms aire de bandoleros que de guar-dianes del orden.

    A ver, pu lpero! . . . Qu gente es esa que estn de riunin.? Ya no le he dicho que no me gustan las riuniones?

    Son colegales paseanderos, seor! Ah! Ah!. . . Colegiales, eh? Vamos a ver si

    aura gritan lo que gritan en el pueblo! Y habiendo concluido la operacin de manear su

    caballo, entr a la pulpera arrastranilo el sable sonador y con la mano colocada como al descuido so-bre la culata de un trabuco naranjero que traa atra vesado hacia adelante bajo la laldilla de la amplia blusa celeste con botones amarillos cjue cubra su busto:

    Buenos das, caballeros! Buenos das, comisario! Y ? . . . Qu se hace? Paseando con el da lindo dijo alguno a

    quien le haca menos costjuillas la risa que a los dems nos ahogaba.

    Pasiando, e h ? . . . Ta bueno! . . . Vamos a ver. . . quin paga la c o p a ? . . . No han de andar pasiando sin plata!

    Se sirvieron copas, se emprendi la conversacin l>uscando nosotros pretexto para rernos sin provo car desconfianza y de repente uno dijo:

    Diga, comisario, no lo ha visto a Calandria? Quin?. Y o ? . . . Ja! Ja! Ja!. Cree

    que Calandria es sonso pa ponerse delante mo?. . . Gaucho ms pil lo!! . . . Cuando l sabe que yo ando puaqu, agarra pa all!. . . jSi es una basura el tal Calandria! . . . Bueno pa asustar gringos y viejas!. . .

    La puerta se abri de golpe y Calandria en un abrir y cerrar de ojos estuvo ante el comisario, que temblaba haciendo repicjuetear todas las cade-nitas y argollas de su sable, y lo miraba con tama-os ojos pestaeando con una rapidez que, en otras circunstancias, hubiera sido cmica:

    Qu dice, d o n ? . . . Con que asusto viejas, no?

    Bueno! Chpese esa caa que tiene en el vaso, monte a caballo y, sin dar gelta la cabeza, marche pal pueblo. . . Vamos, ligerito

    El guapo hizo lo tjue le mandaban: mont a caballo, volvi riendas y, seguido de sus soldados, se perdi all en las sinuosidades del terreno si-guiendo el ancho camino polvoroso.

    LOS DESARREGLOS DEL GOBERNADOR DEL LLAiNO S EOR Director: Aunque los corresponsales de San Luis han presentado ya de cuerpo

    entero al hombre que hoy gobierna a aque-lla provincia argentina como si regen-teara una estancia,-voy a completar el

    boceto con una ancdota copiada fielmente del na-tural.

    Todava no era gobernador, cuando un da el seor Del Llano amaneci resfriado: gran dolor de cabeza, flojedad de piernas, narices obstruidas mucho caimiento, deca l.

    La familia oficial lo rode en se-guida.

    All estaba el candidato: encogido en un silln de vaqueta, envuelto en un poncho, con las piernas tajadas por un cojinillo peludo y con par-ches de yerba y sebo en la cabeza, tomando mustiamente la resolana.

    Qu tiene, amigo? Qu le ha pasao, compadre? Clamaban sus visitantes, y a todos el enfermo

    contestaba lo mismo: Qu quieren! Un desarreglo . . . una de esas

    locuras . . . \ ' todos se miraban picarescamente, maliciando

    algo. Por fin llega el mdico y el enfermo repite lo

    del desarreglo. Pero qu desarreglo ha sido,

    seor Del Llano? in t e r roga el m-dico.

    Y el rival de don J a m n . con-fiesa su picarda diciendo:

    Pa qu se lo hei de ocul ta r Me he lavao los pieses!

    Despus lo h ic ie ron goberna-dor.

  • DEMOSTRACIN EN HONOR DEL SEOR JACOBO PEUSER

    Conocidos miembros de la colectividad sueca, rodeando al nuevo ministro plenipotenciario argentino ante los gobiernos de Dinamarca, Suecia y Noruega, al terminar el banquete con que se le obsequi con motivo de su partida para Europa.

    Inauguracin de la Casa de Seoritas de la Asociacin Cristiana de Jvenes

    El ministro de la Gran Bretaa y su esposa, y el intendente municipal, con las damas y seoritas que asistieron al interesante festival con que se inaugur esa hermosa dependencia perteneciente a la prestigiosa Asociacin Cristiana de Jvenes.

    FCTS. DE ARROYO

  • D I C H O Y H E C H O , PCK S I R I O MODELOS DE PAN BARATO IDEADOS POR LA INTENDENCIA

    LA CAMPAA CONTRA EL ALCOHOL Qu provisin brbara de bebidas! Vas a poner algn almacn por mayor? Lo que voy es a ponerme en guardia contra el proj'ecto de . A m nadie me deja en seco!

  • A C T U A L I D A D E S D E C H I L E

    El presidente de la repblica doctor Juan Luis Sanuentes, sus ministros, senadores y diputados, retirndose del palacio del Congreso despus de eectaado el acto a que dio motivo la apertura de las sesiones.

    Gn la legacin de la Gran Bretaa. El ministro ingls, con algunas de las damas y caballeros que asistieron a la recepcin dada en ocasin del aniversario del natalicio del rey Jorge V.

    Seorita Elsa Palacios Detmer y el seor Carlos Vergara Baeza, de la sociedad de Santiago, ana contrajeron matrimonia en la iglesia de San Pedro.

  • F L O R E S DE I N V I E R N O L E O DE A L O N S O .

  • MAY qUK bus?ai- otro vocablo; la ])alabra (le vaiti)irex(i no le corresjioade a misa (JaiMii. fS('Sn los autores ms autori-zados, una vampiresa tiene qtie ser lvida-mente nioroclia, eon ojoa iirandes y negros, fa"'iones juon.mciadas, serpentina deluadcz y otros atri-Imtos e.isi maeabros que la dis- inizuen del resto de las mujeres. 1^ 1 vam])iresa de pura cepa gusta de andar ])or los cementerios y lio se rie en su end(monada vida.

    I'or lo tanersonita ale-gre, afable y simp

  • I- A l^E y I- ^^ B A D E L Fi S P I N O POR B A R T O L O M G A L N D E Z . I L U S T R A C I N D E L A R C O .

    El espillo acacia easc-n ia es u n a p l a n t a que vive con preferencia en los di la tados te r renos de Co-quimbo. Es como un viejo cacique dice Senn Pa-lacios Hogar Chileno de piel a r rugada de lagar tos , brazos duros como fierro y corazn de tigre. Al tanero , de co])a rala y t ra idora , t iene t r is teza de p ramo e infunde el respeto que sen-t imos por las cosas horri-bles. Desafa vent iscas , tem-pes tades , vientos andinos , con la altivez de un seor feudal. Sus ramas son pas siniestras que ensa r tan la nube e hieren el aire. A su derredor existe un silencio respetuoso de tragedia, co-m o si aun se ensangren ta ra bajo sus garras la cabeza pl ida de Cristo. Resiste el golpe del hacha como resis-t i el ocano los latigazos de Jerjes. Presenta la soledad de lo terrible, los gestos de Hamle t , los circuios de Te-salia, los braseros de las brujas de Lady Macbeth. Y con la fuerza insaciable del vampiro aguarda la noche y vibra furioso frente al viento. Y sus hojas se jun-t an . Al anochecer, es-cribe Fi lomena Rodrguez en Bellezas naturales de Chi-lj o ijor u n a sequa ex-t raord inar ia , las hojuelas so aplican a o t ras por sus ca-ras superiores, movimiento que se l lama sueo vegetal. Ese recogimiento le hace ser tigre que acecha, do-blndose sobre s mismo. Y as el espritu doloroso lo contempla:

    Lo he abrazado eomo una hcrniana, cual si Agar ab raza ra a .Job)

    exclama Gabriela Mistral , jilguerillo silvestre j icidido en t r e loa hielos de P u n t a Arenas.

    P inke (1), joven ind iana a r aucana , vive con su tr ibu en los te r renos de Coquimbo. Tiene quince aos , y es hermosa como la flor de la ))atagua.

    Los viejos guerreros descendientes de Caupolicn m i r a b a n correr t r a s las guilas pequeas , cadas do los nidos.

    Los jvenes indios, cuando la ven, incl inan sus arcos en seal de obediencia, y Uvanse las m a n o s a la frente va t i c inando prosperidad.

    Aman la las viejas hechiceras que gozan del favor de a n t (2), y queman por ella sobre la quil ikura (3) hierbas embru jadas que d a n olor a p imiento .

    Los jvenes guerreros l lenan los aires con el nepl-kan (4), cuando P ink vase a las m o n t a a s con ot ras muchachas indias , a robar huevos a las aves en cra. E l espacio se llena de flechas do colores si ella a])arece. E n cambio, c u a n d o la con t emplan t r i s te con esc a b a n d o n o liad K len (5), de la p u b e r t a d sin el elegido, se organizan danzas ; las hechiceras cuecen de nuevo sus yuyos , haciendo en el humo con las m a n o s huesudas , figuras misteriosas. Los ins t rumentos na tura les del aborigen dejan escapar sonidos alegres y estrpi tos in terminables . En tonces de los valles huyen las aves, el guila se s iente como inquie ta al escucharlos, y

    Pink ro mos t rando sus dientes blancos y sus enoias rosas.

    Pero Pink no ser feliz. P ink ha desjireciado el amor de los ms valientes guerreros, de los ms bellos indgenas, y, el genio del mal , Wecubu, cast iga el oiguUo de las indias.

    U n a lardo t o r n a la mu-chacha a su choza. Vn ca-nas to de hojas lleno de hue-vos presenta un raro con-lunto de colores. Viene con-t e n t a de su caza.

    Ante ella, en el desfila-deio , se alza un espino que le cierra el paso. Es a l to , lalo de copa, de hojuelas semejantes al aromo. E n una de sus ramas secas sostiene un nido.

    Pink a b a n d o n a su ca-nasti l la. E l t emor de herir su epidermis bronceada le hace desistir por un mo-mento de su propsi to. Peio Wecubu, invisible a ella, hace una mueca sar-dnica.

    E l ave r(ue cobija los hue-\ 05- huye al sentir que la r a m a se estremece bajo el peso de la joven india. Es ta sube, sube, esquivan-do las pas de seis y siete cent metros . Por fin se de-tiene. Con alegra t o m a los liuevecitos e in ten ta bajar, pe o siente algo que la retiene a la rama. U n fro ex t rao recorre su mdula . N u e v a m e n t e hace esfuer-zos. Pobres esfuerzos! Las espinas le rompen el fio-1 in te vest ido y se h u n d e n (11 sus carnes como buscar..-

    I do las par tes ms sensibles. Ya empiezan a b ro ta r al-

    U n nuevo esfuerzo. Intil! Cada presin hace que las espinas se h u n d a n ms en el cuerpo; a cada movimiento , un nuevo aguje-ri to en la piel t ie las r amas desnudas , las hojue-las reseca?. H a s t a el buitre parece que siente su olor jiorque revuela sobre ella haciendo crculos quo poco a poco se v a n cer rando. Muerte horrorosa! I n t e n t a gr i tar , pero, quin le oir?: los abismos, las cuestas , los desfiladeros. Y cerca de ella, Wecubu re con su risa de lechuza.

    La joven india, mor ibunda , l evanta la cabeza. Los buitres ya la rozan con sus alas horribles. Siente el ruido horroroso de sus ]iicos insaciables. Sus ojos, ]ior l t ima vez mi ran al cielo y ven: ven que el espino siempre sin flores, siemjjre estril , se ha l lenado do pequeas flores do radas como pedac i tcs de sol. El a lma de P ink se ha pasado al espino, y ste h a flore-cido. Los bui t res t e n d r n los despojos; pero el p l l (6) se ha purificado y ser e terna. La raza venera r la flor dorada . Los jvenes guerreros se a r r a n c a r n los cabe-llos y se her i rn sus pechos bajo del a rbus to sa.grado.

    gunas gotas de sangre.

    (1) Corazn. I-as pal.abras giiaranos, intercaladas, corres-ponden a consultas do llodolfo Lenz, Julio i?'igueroa, Manuel lanquiief, F. Rodrguez.

    (2) El sol. (3) Piedra inclinada. Jli nombre es Glanra. en fuerte hora

    nacida, hija del buen cacique Quilaeura JM Araucanu). Can-to XXVIII.

    (4) Canto de fidelidad. (5) Trst. (6) Alina.

  • C U A D R O S DE

    E S P A A IN'o es .slo (|;ic ol

    destino quiera de tar-de en tarde ])roducir ei hombro excepcio-nal, el hombre cima, el definitivo; son los mismos hombres quie-nes sienten la nece-sidad do que el genio exista, y asi ccncu-nen con todos los medios a su forma-cin. La mitad del genio lo crea la na-turaleza; la otra mi-tad la. pone el vulgo humano. Eran do por s tan forzudo Hrcules, tan inteli-gente Scrates, ton santo Buda, tan va-Icr.jso el Cid? Slo sabemos que el lioni-bro es vctima do la limitacin, y que la naturaleza halla siem-pre modo de que las cualidades del genio no lleguen a la tota-lidad. Pero les hom-brea tienen sed do jicrfeccin y bu.scan obstinados el ti])o, el modelo exceiicional fiue rena todas las virtudes anhelada?. Si a Hrcules lo falla alguna vez la fuerza, la tra-

    X X Cmo era e l C i d

    ? Campeador dicin popidar se la aade: si el ]?uda no os siempre bastante santo, la leyenda ]5er-focciona su santidad... IJOS hombros necesi-tamos croar t ipos ideales que nos acal-den a confiar y sean como una osjieranza. -Pensamos, pues, que mientras existan se-res do e.xtraordinaria perfeccin nuestra es-liera no os infundada; podemos llegar a ser como ellos, .y he ah el intimo sentido re-ligioso de la geniali-dad.

    Ruy Daz de Vivar, el Campeador, os uno de osos sores fiue la humanidad escoge co-mo tipo, l^ara qu intentaramos reducir a examen cientfico su ])ersona, tratando de quitar lo fantstico que hay en sus he-chos? Cmo hara-mo.s, despus de todo, para lograrlo exacta-mente? Los hombres h.TU tenido buena cuenta de acumular

    linterna del cru-cero.

    ^s -^^ *.-^ 'i^ '^ .

    i ga>.-

    Arcn del sielo XIII, llamado -El Cofre del Cid .

  • los hechos, de hacerlos desniesiirado?, para que la persona no aparezca jams como realmente fue. Los hombres de Castilla, en la Edad Media, precisaron im genio del valor, el ti])o del hroe, y se valieron del Cid. Era el ms grande, el m:s ardido, el ms capaz, el ms caballero do todos los hombres, y sobre ese hombre real que haba creado el destino, construj-eron el hombre tipo que necesitaban.

    Eran tiempos nada blandos ni pacficos. Mediaba el siglo XI, y las dos terceras partes de la ])onnsula ibrica estaban en ])odor de los sarracenos. Eej'es moros dominaban en Toledo, en Zaragoza y en Lrida. Fiuctuantes las ronteras, ante el amago de las bius-cas invasiones, los castellanos haban de vivir en continua vela.

    De esta inquietud de todos los instan-tes naci la verda- ^ dera necesidad de aquella p r o f e s i n que en el siglo XVII ])udo sin reparo ma-nosear con burla Corvantes. La po-fesin del caballero era indisjieusable en ol siglo XI, si se quera que los la-bradores arasen las tierras y los merca-deres comei'ciasen y por los caminos ])U-dicran transitar las ])ersonas de bien. Tenia que existir una casta de hom-bros C|ue vivieran un poco al margen de los negocios co-munes. E d u c a d o s desde nios en la esgrima, en la equi tacin, en la gimna-sia y las marchas penosas, esos hom bres eran nccesaiia mente los ms foi zudos y gi.es, loi ms sanos y ejetu tivos. Como reciban una educacin espe cial, a base de unos jirincipios tan estic chos como el honoi, la obediencia, la leal tad, eran tambun los ms valerosos Los hombres del campo, los artesanos de las poblaciones, los tenderos y los burgueses, debian de sentirse amedrentados ante aquellos seres que ])arocian de otra especie humana, y que eran, sin duda, por origen y seleccin, de oti-a i-aza.

    Pero tanfo como amedrentados, los habitantes del comn sentanse pi-otegidos, resguardados por los hombros do guerra. En aquel tieniio, la tctica mar-cial haca casi intiles a los soldados de pie; los jjeones tomaban una parte secundaria en los combates, y a los caballeros, en suma, les corrc3])nda el oficio de decidir las peleas. I>os proletarios y los burgueses de las poblaciones asistan inermes, callados, a las refriegas y los asedios.

    Entre la multitud de ios caballeros, unos de mediana virtud y otros de aptitudes normales, de ]>i-onto brota la excepcin. Todo el ])ais vuelve a l las miradas. El alma nacional se extremoce jjorque ha surgido el tipo ideal del caballero. Ahi est el Cid, con su barba bellida. . .

    De dnde proceda? Era de aquella parto de la tierra de Burgos que de]>'ende de la cuenca del Ebro, de hacia Fras, Oa, Espinosa, pas medio vasco? ;.Era de las tierras llanas, o de la piopia ciudad de Burgos? Fornido, esbelto, tal %oz era v,n gigante, a la manera de Oarcia de Pareiies, y con sus formida-bli's esjiada-'os henda materialmente las haces ene-

    migas; tal vez no era ms que lai hon.bic robusto de talla y fuerzas medianas, al modo de Hernn Corts, pero poseyendo una extraordinaria habilidad esgrimista }' un instinto guerrero insu])erable. El C'tl que la Historia pretende dibujarnos no se sujeta siem-pre a una rigurosa moralidad. Es un ('Condottierc> que comanda una tropa de hombres arriesgados, atentos principalmente a la ganancia, dispuestos a combatir por los moros como por los cristianos. Una espada a sueldo, con todas las caractersticas del aventurero.

    Pero estamos obligados a creer honradamente en !a Historia, slo por su fe? Por ventura no crea, no cuiilnuje ella tambin los hechos y los jiersonajes. lo mismo que hace la leyenda? Y en este casse trata

    do una Historia bal-buciente, como es la medioeval.

    Prefiramos, en-tonces, aceptar el Cid que nos ofrece la poesa, la tradi-cin, la buena vo-luntad del pueblo. El juglar que com-puso el Poema pudo poner a su capricho ms de una hi]K'r-bole y hasta ])udo faltar' a la verdad en niiis de un caso. Sin embargo, aquel poeta que compo-na sus toscos ver-sos con todo el en-tusiasmo que el am biente de la poca, consenta, no estaba separado del pue-blo, sino inmerso en l. (.'orno todos los dems hombres, el poeta haba odo referir a la abuela las hazaas del h-roe, en la tibia paz de las veladas junto a los leos ardien-tes. Los ciegos can-taban en los mer-cados las peripecias del buen caballenj de Vivar. El poeta inventaba poco; era el puiblo quien le dictaba. Y el pue-blo quera que su hroe fuese tal co-mo es en efecto, como lo vemos en el Poema.

    Ju.sto, honrado, valiente, leal, .sensible, es el patriarca que cie espada, el nico tipo de patriarca cjue conviene a una socie-dad en peligro. Habla a sus compaeros en tono afable, y ])ara sus mejores soldados, ])ara Alvar-Fez y Antolines y Gustios tiene siempre palabras de cs-])ecial afeccin. No le obedecen, ])orpie sera decir poco; le aman. }'ero si es fuerte en la amistad, en Ja fidelidad y en la justicia, como padre y esposo quiere el juglar que sea lo que hoy, en el tono de una cierta literatura desjjectiva, llamaramos un burgus. Su conduela iamiliar es candida, sin la ms leve com-plicacin.

    Fruto de Castilla, nacido en la ]>enumbra medio-eval, cuando la nacin estaba formndose, el Cid es al mismo tiemiio una (creacin de Espaa y el hombre re])resentativo que sintetiza y dirige a 'Es])aa. Es el hroe por excelencia El hombre-tipo de la nacin.

    Puerta del claustro.

    ^^cx^'^^^^i^we^. 'Ad.

  • JU i.V-L\1 I 1 \ _

    DE VO^r \5\LLEJl

    f?i los que se aventuran a efectuar un viaic de pla-cer por las provincias IL'I Korte cosechan en su re-gin nioutafiosa impre-giones de tal intensidad emotiva que difcihncnte se podran borrar jams de la memoria, no son menos intensas y perdura-bles, por -cierto, las que suelen tambin experi-mentarse, aunque de ma-nera muy distinta, en la parte de sus valles y llanuras.

    Y ello se explica fcilmente. Mientras la montaa, pintoresca siempre y llena de felices alternati-vas, nos conduce de sorpresa m sorpresa, hacindonos sentir las mAs estupendas y contraictoria= emociones que mantienen el alma en una como constante ansiedad in-descriptible el valle, por su par-te, con la caracterstica monotona do sus vastos arenales, sus montes de jarilla, sus bosques de algarro-bos o mistles y la despatarrada urdimbre de sus ros secos, que se cruzan de un extremo al otro, al-beaudo al sol el oropel de su an-tistica platera de mica, somOtenos ei espritu a un estado de opresin y angustia tan grandes que, a las veces, nos sacude los nervios y su-bleva la 'paciencia hasta la misma desesperacin...

    Empero, debemos decirlo de una vez, para consuelo de nuestros tu-ristas del futuro, dicha sensacin de angustia es slo del primer mo-mento, y as, gracias a 1)03, por larga que sea la travesa a real-rarse basta siempre con que uno consiga llegar a un pitesio cualquiera, para que cu seguida alcance la descada recompensa que le abone con creces todos los pade-cimientos anteriores.

    Entonces desde que llegamos al puesto el va-lle adquiere un encanto particular, nico y desco-nocido; se opera un cam-bio radical de alivio en el nimo desolado; ensn-chase el pecho de satisfac-cin profunda; y, a me-dida que en el alma plena ya do ntima quietud co-mienzan a expandir su aroma las llores de la es-peranza, los ojos, volvi '^U-dose con cario insosp^-chado hacia el humilde rancho salvador, se posan dulcemente en la figura de una linda moza que, pro-metiendo dichas sin cuen-to, nos invita desde la puerta a dejar la cabalga-dura para ocupar el tra-dicional asiento de los peregrinos en torno de su bogar. . .

    Descendemos sin hacernos repetir la invitacin, y seducidos al punto por el am-biente apacible de aquella vida sencilla, franca y extraa a intiles protocolos, apenas nos reponemos un poco de la fati-ga nos damos a visitar la casa, detenindo-nos con preferente atencin ante todo cuan-to, a nuestro parecer, constituye realmente, ia verdadera caracterstica de los2?'?s/osdel valle.

    Y lo primero que vemos es el rstico telar, de cuatro palos plantados a pique, con su colcha de lana a medio tejer, y donde quif'n sabe cuntas manos femeninas de todas las edades hicieron prodigios de habilidad y do buen gusto para timbrar

    velorios; y, finalmente, jiatio afuera, lejos de la casa, confinado en un extremo como un reo peligroso y obliga-do, el pozo de balda, profundo, insondable ca-si, que slo hace el mi-lagro de su agua soltn-dole un recipiente de cuero sujeto a un lazo muy largo del que .tiran dos asnos en yunta, y de cuyo fondo sumido en tinieblas diz que sa-len a la media noche gritos y sollozos que lle-

    nan de un pavor indecible, ha ciendo saltar de miedo el corazn...

    Todas estas cosas y otras ms por lo comn casi desconocidas en las viviendas de la montaa, tie-nen, pues, la virtud de despertar un sentimiento de belleza insupe rabie que nos conmueve en lo ins hondo, y as, cuando vueltos otra vez a nuestro asiento nos pona-mos silenciosos a pensar en ellafi, advertimos entonces, no sin asom-bro, que es alM justamente donde reside para nuestra alma el verda-dero encanto de los valles.

    Y es que aquellos puestos, de tal modo recluidos en la soledad, de tal modo apartados de la vida civil y expuestos a todas las alternativas del tiempo ola casualidad, aquellos puestos, repetimos, que con slo verlos a la distancia ya nos des-piertan una esperanza de dicha que desborda en jbilo de gloria, son hoy, conservando as intacto su as-Xwcto primitivo, los nicos que nos recuerdan algo de la patria vieja de nuestros abuelos. AH todava vemos partir patriarcalmente el pan junto a la llar; conocemos la generosidad abierta y sin lmites

    Potreros allalSados para invernada, a la entra-ba del valle Calcbagui.

    con un sello personallsimo su ms valiosa industria re-gional; luego el zarzo de jun-cos, cargado de los quesos, chuningos y paay-bola-mistol, que, con la soga de charque tendida para tormento de los perros a todo viento, a lo largo del galpn, servirn de sustento cuando llegue el invierno; despulas el granero oloroso a harina y colmado hasta el tope de rubias mazorcas de maz; en seguida el horno fa-miliar, inmvil en su mesa de adobes, cin-chado y redondo como un sapo fabuloso de boca desdentada y siempre abierta, presto eternamente a saboreaT la dulzura sagrada del pan; a poco el simblico tipil, replet/O de algarroba, que proveer de la fragante aloja cuando los bailes. las novenas o los

    del granero; hallamos a la virtud sin osten-taciones en la labor humilde; nos damos un apretn de manos con la tradicin hidal-ga; y, como era de uso en los buenos tiem-pos del patrieiado y la caballera heroica, todava, al despedirnos > continuar la an-danza, una moza garrida, con los ojos muy negros empaados por las lgrimas y el beso tentador a flor de labios, agitando al aire su pauelo, nos enva un adis!...

    SEVEKO F . VIT.LANKVA.

    Buenos Aires, junio de 1020.

  • PARA LOS NIOS

    K l/\^ vZl ACE muchos siglos, os caballos y los burros que vivan en frica formaron un reino, para imitar a los hombres. En ese reino o. monarqua hubo de todo: reyes, senadores, diputados, etc., como te contar, nio, cuando hablemos del caballo. Ahora te digo solamente que, igual que entre los hombres, haba all tres presidios donde encerraban a los habitantes malos

    o a los que se hacan los malos. A todos estos presidiarios les ponan un traje a rayas. De este modo, al fugar de sus celdas, los vigilantes los capturaban con facilidad. En los presidios de Estados Unidos visten tambin a los presos de esa manera.

    Pues bien: una vez se escaparon todos los caballos y burros que haba en los presidios del reino equino. Como eran tantos, los vigilantes no pudieron volverlos a encerrar. Esos fugados se llaman cebras.

    La cebra es conocida en los libros con el nombre de hipotigris, que significa caballo-

  • tigre, por las rayas de colores de su pelo. La cebra es un petizo que no pasa nunca de ] metro 30 centmetros de alzada. Hay tres clases de cebras. La cebra guagga, as llamada por los africanos, pues su relincho se parece al guagua de un perro. Es ms semejante al caballo que al borrico. Tiene la cabeza bastante linda; en todo el cuello unas crines cortas y recias. Las rayas son grises claras; el vientre, la parte interior de los remos y la cola los tiene blancos. Vive en el sur de frica.

    La cebra daw (daw se pronuncia do) es de todas las cebras la que ms se parece al caballo. Tiene el cuello bien redondeado y con crines cortas, las patas fuertes y finas. El pelo es de color canela menos el vientre que es blanco. De las narices le salen 14 rayas negras; por el cuerpo tiene fajas del mismo color que forman bonitos dibujos. Vive tam-bin al sur de frica.

    La cebra comn es el burro de las cebras. Se distingue de las otras porque tiene todo el cuerpo rayado. El pelaje es blanco y amarillento con rayas negras o de pardo obscuro. Es la que ms abunda en aquel continente y la primera conocida por los europeos. Habita al sudeste, desde el Cabo hasta Abisinia.

    Las cebras, segn dicen los libros de donde yo copio todo lo que te cuento, igual que t, nio, copias tus deberes, diciendo despus que los has inventado, forman rebaos de 10, 20 30 individuos. Son animales astutos a quienes es difcil cazar. Tienen buena vista y odo y corren velozmente.

    Le tienen cario al caballo y al burro, y deben saber hablar con ellos porque su idioma es una mezcla del relincho y del rebuzno. Sus coces, segn dicen los que las probaron, tambin saben a perchern y a garan. Lo mismo corren por las llanuras que por los montes poco elevados y las selvas. Son muy independientes, bravas y difciles d domes-ticar. En una revista ilustrada vi hace aos un cochecito tirado por una yunta de cebras que guiaba un tal Rostchild.

    Resulta una lstima que no quieran amansarse, pues seran unos petizos magn-ficos para darse corte en Carnaval por la Avenida.

    EDUARDO DEL SAZ.

    DIBUJOS DE M A C A Y A .

  • H A C I A P O E S A S

    I

    EL O C A S O P O S T U M A S

    ^

    M E L O D A A N T I G U A Aquellas dulces notas, que dos siglos an no han extinguido, quiz ms bellas, cuanto ms remotas, se esparcen como gotas de piadoso roco, sobre las grietas de mi alma ttrica ; mientras la triste mueca del hasto borran del labio mo.

    Y surge en mi memoria, de dos amantes tiernamente clebres, el fuerte amor y la funesta historia, que acrecent su gloria.

    Tal vez la meloda. que de improviso alumbra hoy mi espritu, es la misma en que entonces transfunda de su amor la agona, Pergolesc divino. Tal vez l la cant a los pies del claustro, donde, su amada, tras fatal camino, sepult su destino. . .

    (A la ojiva entornada, i Ven, Mara Spinelli, con tu candida toca, con tu consunta faz pe r l ada . . . y escchala extasiada!)

    E L E S P R I T U F.sta noche es Nochebuena; es la noche prodigiosa y legendaria; l)or los aires la plegaria