Una mirada desde el caso chileno del Zoológico Metropolitano de Santiago
El zoológico al desnudo
Leonardo Vásquez
Los zoológicos son presentados constantemente en los medios de comunicación como necesarios para la
investigación, conservación y educación de las personas, sobre todo los niños. Sin embargo, rara vez se
menciona el costo emocional que tiene para los animales no humanos ser sacados de su hábitat natural
para terminar en exhibición. La pregunta de fondo es: ¿Los zoológicos son la única forma de que
tengamos contacto con otras especies?, ¿Es la más ética?
El zoológico, también llamado jardín zoológico, es un establecimiento donde se exhiben, crían,
conservan y reproducen animales. Si bien se tiene conocimiento de la presencia de lugares donde se
mantenían animales para ser exhibidos en las civilizaciones egipcia y china, ésta se institucionalizó en
colecciones privadas y luego a partir de la modernidad. El primer zoológico se construyó en Viena el año
1765 y décadas después abrió sus puertas el Zoológico de Vicennes, en la ciudad de París.
En Chile, el primero en su especie fue el Zoológico Metropolitano, oficialmente llamado
Zoológico Nacional de Chile. Ubicado en las faldas del cerro San Cristóbal, en un sector conocido como
el Parque Metropolitano. La entrada del recinto está en pleno Barrio Bellavista, conocido lugar de
entretención con numerosos bares y discoteques, en la comuna de Recoleta, sector norte de Santiago.
La idea de construir este zoológico provino de una exposición de animales exóticos en el Parque
Quinta Normal en el año 1875. Para el año 1921, el intendente de Santiago de la época, Alberto
Mackenna, junto al profesor Carlos Reed iniciaron una campaña para tener financiamiento del futuro
zoológico. El 1 de septiembre de 1925, a través del decreto supremo 4273 del entonces presidente Arturo
Alessandri Palma, se dio visto bueno para la construcción del zoológico, el cual fue inaugurado
finalmente el 12 de diciembre de 1925.
Desde aquel día numerosos individuos de diferentes especies han pasado por este zoológico
símbolo del país, que en la actualidad cuenta con más de mil animales distribuidos en 158 especies en un
terreno de 4,8 hectáreas. En el lugar trabajan más de cincuenta personas entre veterinarios, funcionarios y
administrativos.
El Zoológico Metropolitano es la única entidad que depende del Estado de Chile, los demás
zoológicos son privados o dependientes de municipios. El Parque Metropolitano destina fondos al
zoológico que recibe del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU), enmarcado en el financiamiento
integral en base a la Ley de Presupuesto. Para el año 2012 los recursos destinados al parque fueron 9.771
millones de pesos, de los cuales 825 millones finalmente llegaron a la división Zoológico.
Para el año 1996 ya se comenzaba a cuestionar la cada vez menor afluencia de personas al
zoológico, un año antes la cifra había sido de un millón de visitantes. El año 2003 fue el que menos
personas asistieron al zoológico, alrededor de 600 mil personas entre adultos y niños. El actual director
del Parque Metropolitano y antiguo jefe del zoológico, Mauricio Fabry, señaló en el diario La Tercera,
edición del 8 de diciembre del 2010, que “a fines de los ochenta llegaron los malls y entonces
comenzaron a disminuir los visitantes".
A partir del año 2004, el público comenzó a aumentar, debido "principalmente, por las mejoras en
la infraestructura y la necesidad de la gente de contactarse con la naturaleza", afirmó Fabry para el mismo
medio. Este año 2012, sin contar los meses de octubre, noviembre y diciembre, la cantidad de personas
que visitó el zoológico fue alrededor de 560.000. Los recursos generados a través de la venta de entradas,
que ascienden a $3000 adultos y $1500 niños, estudiantes y tercera edad, son destinados íntegramente al
Ministerio de Hacienda.
Finalidad de los zoológicos
Según Florencia Trujillo, abogada y directora de la organización defensora de los animales
Ecópolis, los zoológicos se supone deben tener una multifinalidad. Una finalidad de educación, una de
conservación, investigación y recreación. “La recreación debe estar en el último lugar, que en el fondo
tiene que ver con la exposición de animales a un público”, señala Florencia y es enfática en lo siguiente:
“En Chile, ningún zoológico cumple esos parámetros. Anteponen el tema de la recreación y el negocio”.
Ella indica que ni siquiera está pensando desde una perspectiva abolicionista, la que plantea la abolición
de estos establecimiento, sino desde la que se supone deben tener los zoológicos, la que los mismos
defensores de los zoológicos señalan.
Por otro lado, Sebastián Jiménez, conocido veterinario y animador de televisión, en la
transmisión del 2 de agosto del año 2012 del programa de televisión Mentiras Verdaderas del canal La
Red, señaló que los zoológicos en el mundo tienen diversas prioridades y que la de recreación está en el
nivel más bajo.
Gonzalo Chávez, jefe de la Carrera de Veterinaria de la Universidad Santo Tomás, sede Viña del
Mar y Magíster en Ciencias Veterinarias y Etología Clínica, es decir, experto en comportamiento animal,
señala que “la principal función de un parque zoológico es sin lugar a dudas la exhibición de animales.
Para eso fueron creados, e independientemente de la evolución que hayan tenido, ciertamente deben
jerarquizar sus objetivos”.
La evolución a la que se refiere Gonzalo Chávez es a los programas de investigación para la
conservación, en caso de especies que se encuentran en algún estado de riesgo, sin embargo, según la ley
no existe obligación en que los zoológicos lo hagan. “Los distintos zoológicos que existen en Chile son
tan diversos como nuestros paisajes. En nuestro país existe un número importante de parques privados
donde el único propósito es el deleite personal por la observación de especies de fauna exótica, por otro
lado, el Zoológico Metropolitano participa en programas de recuperación e investigación”, señala Chávez.
Animales en zoológicos
En un zoológico, los animales benefician al establecimiento, por tanto son considerados “cosas
inmuebles”, es decir, sin derechos fundamentales en el plano legal. Esta situación se replica en todos los
códigos civiles del mundo. No existe una legislación particular para los zoológicos, el cual sólo se
adscribe a la, aún débil, Ley de Protección Animal.
Los animales en los zoológicos presentan, en muchas ocasiones, trastornos de comportamiento.
El confinamiento extremo produce en los animales una patalogía llamada “zoocosis”, que fue acuñada el
año 1992 por el zoólogo Bill Travers, cofundador de ZooCkeck, organización que defiende los intereses
de los animales salvajes. Apunta que aquella podría ser la prueba de que el cautiverio produce neurosis.
“Los espacios son extremadamente reducidos y lo otro que tenemos es que hay muchos animales
que además de sufrir una condición de cautiverio, sufren del clima”, afirma Florencia Trujillo, directora
de la organización Ecópolis.
Javiera Córdova, encargada de Marketing, Comunicaciones y Servicios de Atención Ciudadana
del Parque Metropolitano, cuenta que muchas personas reclaman por la situación del oso polar que tiene
que soportar las elevadas temperaturas de Santiago en verano, las cuales son muy distintas a su hábitat
natural en el Polo Norte. Sin embargo, señala que el ejemplar del zoológico “nació en cautiverio, por
tanto, está acostumbrado a este tipo de temperaturas”.
Sobre la educación que los zoológicos aducen que entregan, la directora de la organización
Ecópolis, Florencia Trujillo, se hace la pregunta: “¿Es educativo que la gente asista y los vea en pequeños
habitáculos”. Gonzalo Chávez afirma: “Tengo mis dudas respecto de la relevancia de visitar, o ver un
animal mantenido en cautiverio. No estoy convencido de que el efecto justifique la consecuencia de
mantenerlo en cautividad, cuando esta va asociada exclusivamente a exhibición”. Según el especialista,
lo que las personas se deberían plantear es: “¿Cuál es realmente el aporte para un niño o adulto visitar un
zoológico? ¿En qué podría cambiar su vida después de haber visto un animal de esas características en
cautividad? ¿Vale la pena que un león, elefante, quique, ciervo, etc. pase indirectamente varias
generaciones en un zoológico para que una persona lo viste una vez en su vida?”.
Javiera Córdova señala que es necesaria la labor del zoológico, porque además de las labores de
conservación y rehabilitación de animales, es importante que la gente pueda tener contacto con los
animales. “Es necesario, porque mientras la gente vaya al zoológico, aprenderá a cuidar a los animales.
Uno no cuida, lo que no conoce”, afirma la encargada de comunicaciones del zoológico.
La fundadora de la organización ProAnimal, Patricia Cocas, en el programa de televisión
Mentiras Verdaderas del Canal La Red en su transmisión del 2 de agosto del 2012 y a raíz de un debate
producido por la muerte de un tigre blanco, ella se preguntó ¿Qué le enseñamos a nuestros hijos’ ¿Les
enseñamos que el ser humano es capaz de torturar y encerrar a un animal de por vida?
Historias no humanas
Fresia: una vida en cautiverio
La elefanta Fresia fue el animal que más tiempo estuvo en un zoológico en Chile. Llegó el año
1940 a los tres años de edad desde Río de Janeiro hasta el Zoológico Metropolitano. Su ficha médica se
extravió, por lo que nunca se pudo conocer quiénes eran sus padres. En ese lugar viviría por más de
cincuenta años.
Fresia se convirtió en la gran atracción del zoológico, aumentando considerablemente su público.
El nombre fue a través de un concurso en un diario de la época. A los visitantes se les permitía
alimentarla con maní, papas fritas, dulces y otros confites. El hígado de Fresia sufrió las consecuencias.
En el año 1982, Fresia fue intervenida. Una persona había lanzado un fierro a su jaula para que
pudiera divertirse. El objeto quedó atrapado en su trompa.
Fueron cuatro días de agonía para Fresia antes que diera su último suspiro en el año 1991. Los
funcionarios del zoológico la cuidaban por turnos, era necesario que la elefanta no se postrara, porque de
esa forma aplastaba sus pulmones y tórax. Su orina no secada a tiempo también le producía heridas.
La elefanta sufría de una avanzada enfermedad degenerativa en las articulaciones, la cual le
impedía moverse correctamente. En el último tiempo antes de su muerte, había perdido peso, el cual
disminuyó de 3.600 a 3.300 kilos, una cantidad considerable para un periodo tan corto en un elefante.
Fresia sufría de fuertes dolores que eran tranquilizados mediante calmantes. “Fresia movía a ratos sus
patas y trompa, miraba alrededor con los ojos húmedos. Esto causó gran tristeza a quienes la asistieron en
sus últimos momentos de vida, la que se apagó sin emitir quejidos”, relató el veterinario del zoológico
Víctor Riveros al diario El Mercurio, edición del 18 de mayo de 1991.
El 17 de mayo de 1991 a las 13:30 horas, murió “uno de los pocos seres en Chile que no tenía
enemigos” como mencionó el diario El Mercurio. El diario La Tercera, al día siguiente de su muerte,
titula en su portada “Murió Fresia, el amor de los niños”. A poco caer la tarde, los cuidadores comenzaron
a cerrar el albergue que la tuvo por más de cinco décadas entre barrotes de metal, paredes de piedra y piso
de cemento.
En la emisión de aquel día del noticiario Teletrece, el periodista Jorge Díaz, informó de la muerte
del animal que “alegró a niños y grandes”. Se muestran imágenes de archivo del último cumpleaños de
Fresia antes de su muerte, donde “sus amigos fueron a visitarla y a celebrar con ella esta fiesta” y se ve a
la elefante comiendo torta. La emisión finaliza con el comentario del reconocido sacerdote, Raúl Hasbún,
preguntándose “¿Se justifica encariñarse tanto con un animal?”. Él mismo se responde: “no está bien
encariñarse más de un animal que de un humano, porque ellos vienen con otra meta al mundo”.
Al día siguiente, las instalaciones del Zoológico Metropolitano se llenaron de personas que se
sentían afectados sentimentalmente con la muerte de Fresia. Niños, padres, madres y abuelos, todos con
flores en sus manos, llegaron en masa a rendirle un homenaje.
Un niño, de nombre Diego Cortés, estudiante del cuarto A del Instituto del Sagrado Corazón fue
entrevistado por El Mercurio. Sus palabras fueron: “Era la más bonita del zoológico, todos la querían, era
la más divertida y la más imponente, casi todos se reían con ella”. Pero el niño sentía pena: “También
hubo gente inhumana con ella que le lanzaba cosas malas”.
Otros dos atentados sufrió Fresia en su vida, uno en el año 1951 y otro en 1958. En la primera
fecha unos sujetos entraron en la madrugada al zoológico y le introdujeron tubos de fierro y de pasta de
roneo en la trompa. En la segunda ocasión la situación fue similar. Fueron operaciones quirúrgicas muy
delicadas para Fresia.
Un sacerdote franciscano, de nombre Guillermo Quezada, fue el encargado de realizar un inédito
responso fúnebre. Un día después de la ceremonia, los doctores veterinarios Luis González y Víctor
Riveros efectuaron la autopsia. A Fresia le había dado un edema pulmonar que le causó un paro
cardiorespiratorio. Su hígado estaba dañado por la comida chatarra que le daba la gente que la visitaba.
“No teníamos la cultura de protección a los animales”, señaló Riveros al diario La Cuarta, de la emisión
del 21 de noviembre del 2011. Otros de los problemas encontrados fue que Fresia sufría de ovarios
poliquísticos a causa de su virginidad.
Había llegado el momento de decidir qué hacían con el cuerpo sin vida de la elefanta. Según el
diario El Mercurio, se esperaba que fuera embalsamado la noche anterior o en la madrugada “para que
Fresia continúe presente en el alma de los chilenos”. Sin embargo, finalmente fue mandado para que no se
pudriera a un frigorífico ubicado en Lo Valledor.
Como el costo económico involucrado era muy alto, sólo su cabeza fue desprendida y
embalsamada. Se le obligó a su cuidador por más de trece años, Mario Gutiérrez, que se tomara el día
libre para no presenciar el momento del decapitamiento, tal como confesara años más tarde en una
entrevista para el diario La Tercera, edición del 27 de mayo del 2012. El resto del cuerpo fue enterrado en
el Bosque de Santiago, ubicado en El Salto, comuna de Recoleta.
La cabeza de la difunta llegó en una camioneta Chevrolet de color blanco de una sola cabina
hasta el Museo de Historia Natural de Quinta Normal, lugar donde estuvo guardada por más de seis años
hasta que fue exhibida en la entrada por motivo de la exposición Chile Biogeográfico el 24 de septiembre
del año 1997, en el marco del aniversario 167° del museo.
La cabeza no alcanzó a estar expuesta hasta finalizar aquel año por los constantes reclamos de
personas que habían quedado impactadas emocionalmente al verla. Consideraban que era un insulto y de
mal gusto. El entonces jefe del Área de Zoología del museo, José Yañez, fue entrevistado por la Cuarta,
edición del 21 de noviembre del 2011, en donde confiesa: “Cuando se instaló en el segundo piso la
exhibición Ecología de Chile, pensamos que era buena idea ubicarla en la subida. Claramente, nos
equivocamos”.
El taxidermista Ricardo Vergara, que trabajaba en ese tiempo en el Museo de Historia Natural,
ratifica que fue por un asunto económico que las autoridades decidieron embalsamar sólo la cabeza, en el
diario La Cuarta, edición del 21 de noviembre del 2011. Además de considerar lamentable la situación,
señaló: "Se perdió la gracia, quedó como un trofeo de caza”.
La cabeza errante fue sacada de exhibición y guardada en una bodega del museo. Sin embargo, a
comienzos del año 2012, y a raíz de la remodelación general por el terremoto del 29 de febrero del 2010,
fue encontrada. En ese momento, comienzan las gestiones para devolver la cabeza de Fresia al Zoológico
Metropolitano. “Nos dijeron que no podían seguir haciéndose cargo de algo que, en rigor, nos
pertenecía”, señaló Mauricio Fabry en la entrevista a La Tercera, en la edición del 27 de mayo del 2012.
La cabeza fue devuelta a su origen, sepultada con el resto del cuerpo. Se decidió no exhibirla,
porque según Fabry: “El valor educativo era muy poco, para nosotros sería chocante mostrarla”.
Fresia, la elefanta que quedó en el inconsciente colectivo. Para Florencia Trujillo, directora de
Ecópolis, Fresia “vivió una vida solitaria, recluida en un espacio ínfimo en un zoológico. Me parece
cavernícola y cuestionable moral y científicamente”.
Fresia, una elefanta que inspiró una canción del grupo de música infantil Mazapán y un libro de
poesía llamado “Fábulas y contrafábulas” (Nicolás Vergara Muñoz, LOM ediciones) y la que quedó
plasmada en miles de fotografías de personas que iban a visitarla.
Fresia, la que se transformó en un mito.
Los “reemplazantes” de Fresia: Jumbo y Protea
Había transcurrido un día desde la muerte de la elefanta Fresia y ya se informaba a través del
diario El Mercurio, edición del 18 de mayo de 1991, que un canal de televisión y una tienda de
electrodomésticos colaborarían para comprar dos nuevos elefantes que “reemplazarían” a la difunta. Con
esos términos.
En la portada del diario La Tercera un día después de la muerte de Fresia, se informó de la
campaña para traer un nuevo elefante “para que chicos y grandes puedan pronto tener el reemplazo del
noble animalito”. El mismo diario hizo gestiones con el Bancosorno para disponer de la cuenta 7.500-0
para que la gente pudiera hacer donaciones.
La palabra la tomó Víctor Riveros, el veterinario que asistió a Fresia antes de morir, para
informar que esperaban tener a dos nuevos ejemplares para fin de año: una hembra africana y otra
asiática. Estimó las nuevas adquisiciones del zoológicos de 10 a 15 mil dólares de la época por cada
elefante.
El canal de televisión fue La Red, el cual inició una campaña, a través de sus programas, para
reunir fondos para comprar un “elefantito” para los niños chilenos. Ejecutivos de la tienda Hites se
reunieron el lunes 20 de mayo con autoridades del zoológico, para discutir la donación de la segunda
elefanta.
Finalmente, nuevas atracciones arribaron al zoológico desde el Parque Krüger de Sudáfrica: los
llamaron Jumbo y Protea.
El nombre Jumbo lo recibió, porque en su adquisición participó la empresa de supermercados del
mismo nombre y que tiene como logo de la empresa precisamente un elefante. Fue comprado en 40 mil
dólares de la época. La gestión la realizó personalmente Óscar Andwanter, el gerente de la entidad.
Protea es el nombre de la flor nacional de Sudáfrica, país que a través de su embajada en Chile,
donó a la elefanta. Los aportes monetarios para el traslado y habilitación del recinto fueron costeados por
la empresa de retail Hites, la Corporación Amigos del Parque Metropolitano y las donaciones de la gente.
Los elefantes viajaron cincuenta horas partiendo desde el Parque Kruger en Sudáfrica, donde
viajaron más de 600 kilómetros por tierra hasta Johanesburgo y desde allí hasta Franckfort para tomar un
avión Lufthansa que los trajo a Chile.
Los elefantes fueron ubicados en el mismo recinto que por más de cincuenta años fuera el hogar
de Fresia. Para Florencia Trujillo, abogada y directora de la organización Ecópolis, aquí se pretendió
reponer una “pieza valiosa del zoológico”, porque un elefante es siempre la principal atracción. Según
Florencia: “traer elefantes para reponer esta pérdida me parece moralmente reprochable, porque ellos
saben que no tienen el espacio adecuado para tenerlos, eso difícilmente puede llamarse hábitat”. En su
hábitat un elefante recorre más de veinte kilómetros diarios. Es enfática al decir que los elefantes son
animales que necesitan vivir en manada, sobre todo las hembras, y que en el establecimiento se cuenta
con muy pocos elementos de enriquecimiento ambiental, en donde los elefantes no pueden tener un
comportamiento propio de su especie.
Javiera Córdova, encargada de Marketing, Comunicaciones y Servicios de Atención Ciudadana
del Parque Metropolitano, tiene pleno conocimiento de las críticas. Ella argumenta que según el manual
de la Asociación Latinoamericana de Parques Zoológicos y Acuarios (ALPZA), asociación en la cual es
miembro el Zoológico Metropolitano, el espacio en donde viva un animal no es lo más relevante, sino el
trabajo que se hace en enriquecimiento ambiental. Ella cuenta que los elefantes son entrenados con
diferentes actividades y juegos que hace que vivan en óptimas condiciones.
Gonzalo Chávez, jefe de la Carrera de Veterinaria de la sede de Viña del Mar de la Universidad
Santo Tomás, Magíster en Ciencias Veterinarias y Etología Clínica, es decir, experto en comportamiento
animal confirma que aunque se pueda pensar otra cosa, no siempre el espacio disponible es el culpable,
además de que el Zoológico Metropolitano cumple con el espacio mínimo que exige la ALPZA. En ese
sentido, argumenta que incluso puede estar un área que se asemeje a su hábitat y presentar conflictos con
su entorno, porque son varios los factores que influyen como del tipo nutricional, locomoción, social,
entre otros. Sin embargo, el especialista confirma: “Los zoológicos no podrán nunca suplir cada una de
las necesidades que un animal presenta en vida silvestre. Por más natural que parezca su exhibidor, y por
más esfuerzo que se realice para que así sea, es poco probable que se logre controlar cada una de las
variables que estarían en juego”.
Para la presente investigación se solicitó al Zoológico Metropolitano, los antecedentes
documentados del arribo de Jumbo y Protea. La respuesta fue que ese material se habría extraviado, razón
por la cual se solicitó un sumario interno. Entre la información entregada y firmada por el actual jefe
subrogante del zoológico, Ricardo León, se menciona que uno de los antiguos directores, Luis González
Providel, abandonó el lugar de trabajo con documentos, especialmente actas de canjes o permutas de
animales y actas de adquisición, donde “podría encontrarse la información de los elefantes”. Se reconoce
en la respuesta que hubo una “molestia propia de su retiro” por parte de Luis González Providel al
momento de dejar su cargo, aun cuando oficialmente se menciona que se acogió a jubilación por vejez.
Con la firma de Ricardo León, se informa que el respaldo debería existir en el Servicio Agrícola y
Ganadero (SAG), puesto que se debió solicitar una cuarentena oficial aprobada al llegar los ejemplares al
zoológico, además de la procedencia de los elefantes y sus características. El SAG finalmente entregó los
documentos autorizados por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de
Flora y Fauna Silvestre (CITES).
Los documentos CITES no especifican la edad de Jumbo y Protea al momento de llegar al
zoológico. Mientras en la respuesta no documentada del zoológico se habla de que tendrían 2 ó 3 años de
edad, de acuerdo a los testimonios recogidos por los cuidadores del parque, en el diario El Mercurio en la
edición impresa del 23 de octubre de 1991, se menciona que cada elefante tenía cuatro años y medio.
En la misma noticia, que informa de la llegada de los nuevos “simpáticos paquidermos”, se
entregan algunos datos de su llegada. Los elefantes llegaron a las 11 de la mañana, frente a una gran
aglomeración de personas, sobre todo niños, al Aeropuerto Internacional y posteriormente al zoológico.
Se puntualiza, sin embargo, que los elefantes habían estado inquietos durante el viaje por un severo estrés
y falta de alimento. Los animales llegaron “cansados, agotados, pero sin dar problemas”, según las
palabras de Louis Oliver, veterinario sudafricano que acompañó a los elefantes durante el viaje.
El relacionador público de la época del Parque Metropolitano, Juan Medina, recorrió junto a
periodistas la nueva casa de la pareja de elefantes. Mario Gutiérrez, cuidador de la difunta Fresia, dice
que estos nuevos elefantes “devolverán la alegría de la presencia infantil en el zoológico”.
Seis años después, el 16 de septiembre del año 1997 a las 11:30 de la mañana, Protea cayó a un
foso de tres metros de profundidad y dos y medio de ancho, que está por el costado de su residencia y que
la separa de los visitantes. Este accidente requirió un operativo de más de cuatro horas de los trabajadores
del zoológico y voluntarios de la Sexta Compañía de Bomberos, que consistió en cuerdas y una grúa
pluma. La elefanta emitía sonidos de desesperación por lo que decenas de niños tuvieron que ser alejados
del lugar.
La elefanta atemorizada finalmente es dejada nuevamente en el corral a las 15:45 horas, donde de
forma rauda se saca toda la instrumentación que le colocaron y va a encontrarse con Jumbo para juntos
entrelazar sus trompas como muestra de afecto. No se tomó en cuenta que al momento de salir había cerca
un cable eléctrico, el cual había sido puesto específicamente para que Jumbo no pudiera acercarse a
Protea mientras la sacaban. La elefanta cayó tumbada por la fuerte descarga de 220.000 voltios, cantidad
suficiente que pudo haberle causado daño cerebral o un ataque al corazón con consecuencia de muerte.
Jumbo asustado no dejaba que nadie se acercara a la elefanta que sufría de espasmos producto del
fuerte impacto. Incluso, al tocarla, él también recibía parte de la electricidad que le hacía alejarse. Fueron
alrededor de treinta segundos en que el cuerpo de Protea se retorcía a causa de la corriente, después de ese
lapso finalmente pudo levantarse.
Luego del accidente, al lugar llegaron cuatro personas que dijeron pertenecer a la Corporación
por un Trato Ético a los animales, que con carteles comenzaron a protestar por la forma en que las
especies son mantenidas en cautiverio. Los activistas se retiraron del lugar ordenadamente.
Protea finalmente quedó con magulladuras y temerosa al contacto humano, según se informó en
el diario La Tercera, edición del 17 de septiembre del mismo año.
Este accidente fue registrado en video y emitido públicamente por el canal de televisión por cable
Animal Planet en el programa “Untamed & Uncut” (Salvaje y sin cortar) en enero del 2009.
Posteriormente, este accidente fue subido a Internet con el nombre de “Electrocuted Elephant” (Elefante
Electrocutado), el cual recibió más de un millón y medio de visitas, con diversas muestras de
desaprobación hacia el establecimiento donde viven los elefantes. Confundidos, algunos medios online
como Veoverde.com, Canalrcn.com y 20minutos.es emitieron el video el año 2009 como si se hubiera
tratado de un hecho reciente. La reacción nuevamente fue negativa hacia el zoológico.
A través de una entrevista publicada el 10 de junio del 2009 en el diario Las Últimas Noticias, el
entonces director del zoológico, Gonzalo González, recuerda que todo comenzó por una “jugarreta de
apareamiento”. Reconoció que ahora piensa el por qué no se utilizó un sistema de separación inocuo con
que contaba el zoológico.
Para el mismo diario, se entrevistó a Mauricio Fabry, el director del zoológico en el año de la
publicación, el cual contó que a pesar del repudio generado, cree que el canal de televisión hizo un buen
enfoque del accidente, porque finalmente terminan hablando de las mejoras que se hicieron en el corral de
los elefantes.
Incendio en el recinto de las jirafas
El sábado 24 de junio de 1995 ocurrió una desgracia. A las 22:50 horas, un cortocircuito eléctrico
produjo un incendio que consumió dos dormitorios, cada uno con dos jirafas en su interior. El fuego se
propagó con rapidez por las paredes de madera, recubiertas de plumavit y el pasto que les servía de cama.
Los vigilantes declararon que no pudieron abrir los seguros de la puerta, porque los enloquecidos
animales la presionaban.
Las jirafas muertas fueron una cría de un año y medio, un macho de ocho años y dos hembras
preñadas de seis y once años. El macho era famoso por su altura que bordeaba los 6,2 metros. Las jirafas,
mamíferos herbívoros originarios del sur de África, viven en promedio 22 años. Cuatro compañías de
Bomberos de Santiago y el personal del zoológico llegaron al lugar, pero ya era demasiado tarde: los
cuatro ejemplares murieron calcinados. Una de las jirafas se encontró en posición de protección a su cría.
Calcularon en cien millones de pesos el valor de las cuatro jirafas muertas, cuyo monto
correspondía fundamentalmente al costo de reproducción de las jirafas en cautiverio. El director del
Parque Metropolitano de ese tiempo, Michel de L’Herbe, señaló a los medios: “Lo más lamentable son
los 25 años de investigación científica derrochada, como asimismo el valor sentimental y simbólico de los
animales para el zoológico y los niños”.
Michel de L’Herbe, para el diario El Mercurio, edición del 26 de junio de 1996, descartó que el
incendio se haya producido por un desperfecto de la calefacción necesaria para la sobrevivencia de los
animales y rechazó una supuesta negligencia del personal encargado en su custodia. Sin embargo, en el
diario La Tercera de la edición del mismo día, el director menciona: “El fuego se inició por un
desperfecto del sistema eléctrico de calefacción, que cuenta con equipos que no son nuevos”.
El recinto cerró al día siguiente, un domingo, para facilitar el peritaje del departamento técnico de
bomberos y la demolición del cobertizo quemado. Se esperaba con ansias los informes técnicos de
Carabineros, Investigaciones y Bomberos. Bomberos confirmó que el incendio fue producido por un
desperfecto del sistema eléctrico.
El día viernes, un día antes del accidente, se había cortado el suministro eléctrico en el Cerro San
Cristóbal, razón por la cual personal de Chilectra se puso a trabajar en reparaciones durante todo el día.
Se utilizaron transformadores externos para obtener energía. Terminada la labor, los trabajadores se
retiraron del lugar. La calefacción era necesaria para la supervivencia de las jirafas, que necesitaban de
alrededor de veinte grados. En Santiago, a esa hora la temperatura bordeaba los cero grados.
Tras la partida de los trabajadores, el director del parque y el jefe del departamento del zoológico,
Ricardo León, inspeccionaron el recinto y constataron que estaba todo en orden. Se retiraron a las 22:20
horas. Media hora después sonó la alarma de incendio. De L’Herbe aseguró que se demoró siete minutos
en llegar al lugar, pero que la muerte de las jirafas ocurrió por la rapidez con que surgieron las llamas
sobre el material altamente combustible.
El director del Parque Metropolitano señaló a El Mercurio, edición dos días después del
accidente, que “más que buscar culpables, estamos preocupados de recuperarnos anímicamente de esta
sensible pérdida”. Indicó que el recinto contaba con suficiente agua, red húmeda y extintores, pero que la
intervención de los operarios de turno no tuvo éxito. De L’Herbe añadió que la dotación en el zoológico
al momento del siniestro era la normal, aunque rehusó dar el número exacto al diario de los guardias que
trabajaban en ese momento.
Ricardo León recalcó que estas especies son difíciles de reproducir en cautiverio y que Chile
había efectuado una labor científica, además de abastecer a otros países del cono sur como el Zoológico
Leyenda en Perú y el Zoológico de Mendoza en Argentina. El Zoológico Metropolitano tenía el record de
28 años de vida para un macho jirafa reproducido en cautiverio.
Las autoridades del zoológico iniciaron una campaña destinada a recolectar los fondos necesarios
para adquirir una nueva pareja que permita su reproducción en cautiverio y la investigación científica.
Michel de L’Herbe, director del zoológico de ese tiempo, llamó a los ciudadanos a cooperar a la
recolección del dinero necesario para “reponer” a las jirafas muertas.
Cuatro nuevas jirafas
El año 1996, a raíz de la conmoción por el accidente, el zoológico adquirió cuatro jirafas más de
una reserva natural de Sudáfrica: Nachito, Josefina, Almendra y otra de nombre desconocido. Sus edades
eran entre los 12 y los 16 meses.
Su viaje duró 23 días. Primeros ochocientos kilómetros desde Johannesburgo hasta el Puerto de
Dhurban, Sudáfrica. Luego una travesía en el barco Nedlloyd Singapore desde que llega el 31 de julio de
1996 hasta Montevideo, Uruguay. En este lugar es donde son subidas en un avión Hércules de la Fuerza
Aérea Chilena (FACH) que las transportaron al Aeropuerto Arturo Merino Benítez. Con el tiempo,
Nachito se cruzó con Josefina y Almendra, transformándose en el padre de Janita y Estrellita.
Los recursos utilizados en estas nuevas adquisiciones fueron obtenidos por donaciones públicas
depositadas en una cuenta corriente del Banco Estado y de la Corporación de Amigos del Parque
Metropolitano, por el valor de $15.527.435, además del aporte de empresas privadas por el valor de
$10.466750. El valor total cancelado por las jirafas a African Game Services fue de $18.881.135, el valor
de la cuenta corriente fue de $30.887, el gasto de traslado desde Montevideo, Uruguay fue de $252.785, y
la habilitación del recinto fue del valor de $9.279.280. En esta transacción se produjo un déficit de
$2.449.882 que fue costeado por la Corporación de Amigos del Parque Metropolitano.
En ese tiempo, el director del Parque Metropolitano era Michel de L’Herbe y el presidente de la
Corporación de Amigos del Parque Metropolitano era Alfredo Silva Echavarría. En el documento donde
se detalla la información de la adquisición se agradece la “acción conjunta y desinteresada de diversos
sectores y personas”, las cuales las mueve un “profundo cariño hacia la naturaleza “. Se hace una mención
especial a la Fuerza Aérea Chilena.
El 3 de agosto de 1996 se realizó una opulenta ceremonia donde el Zoológico Metropolitano
mostraba a la prensa las nuevas “atracciones” del lugar. A la ceremonia asistió el Ministro de Vivienda y
Urbanismo, Edmundo Hermosilla, el Comandante en Jefe de la FACH, general Fernando Rojas Vender,
el embajador de Sudáfrica en Chile, Casper Vender, y el veterinario Gonzalo González, director del
Jardín Zoológico. En el acto, la escuadrilla de Alta Acrobacia “Halcones” de la Fuerza Aérea de Chile
realizó un espectáculo y el padre Miguel Ortega bendijo a las jirafas. En el comunicado de prensa se
señala que se agradeció a todas las personas que hicieron posible “recuperar a las jirafas” luego del
trágico incendio.
Su nuevo hogar fue una pesebrera de madera, cuyo enrejado de las murallas fue recubierto con
una malla para que los animales no se asusten con el metal. A la jaula le instalaron una barrera de vidrio
de dos metros de alto con el fin de evitar el contacto físico con los visitantes. Según Michel de L’Herbe
para el diario La Tercera, edición de 4 de agosto de 1996, esta medida es porque “muchas veces los
animales eran víctimas permanentes de la irresponsabilidad de personas que les daban paquetes de dulces
y se enfermaban”.
Se realizaron cambios dentro del recinto de 600 metros de las jirafas: se cambió el sistema de
cerraduras de puertas, la calefacción de paneles eléctricos se reemplazó por radiadores con circulación de
agua caliente, se instalaron detectores de calor y humo, conectados a una alarma electrónica de baliza y a
un “beeper” que porta permanentemente un cuidador. Se lograron hacer estas modificaciones a través de
donaciones.
El director del zoológico de ese tiempo, Gonzalo González, explicó para el diario La Tercera,
edición del 4 de agosto de 1996, que el objetivo principal de los cambios era que la calidad de vida de los
animales fuera lo mejor posible. “Estoy consciente que los recursos no alcanzan para mantener recintos
similares a los existentes en otros países - como Singapur, por ejemplo, donde los animales viven en
entera libertad y son los visitantes los que circulan restringidos en trenes para observarlos en su hábitat, al
igual que en Kenya - pero se ha trabajado en mejorar las condiciones”, manifestó González.
Nueve años después, la jirafa Almendra se paseaba de un lado a otro en su casa de madera, razón
por la cual casi no dormía. Estrellita, su única hija de un año y dos meses nacida en agosto del 2005,
había sido vendida a un zoológico de Perú. Almendra seguía a su cuidador, Raúl Galindo, cada vez que
éste pasaba por el otro lado de la reja. La jirafa se quedaba toda la noche de pie. En la otra habitación, la
jirafa Josefina estaba con su hija Janita.
El veterinario del Zoológico Nacional, Víctor Riveros, dio una entrevista para la Revista Paula
para la realización de crónicas de las vidas de los animales del establecimiento. Se publicó el 7 de enero
del 2008. En la entrevista explicó que no pudo paliar el dolor de Almendra con medicamentos, pero que a
pesar de la preocupación, no existen estudios que demuestren que animales salvajes puedan sufrir de
estrés. Sin embargo, reconoció: “Nos hemos fijado que en animales sometidos a tensión, cuando son
sacados de su ambiente, por ejemplo, dejan de comer, se aíslan o se ponen más agresivos”.
Chinga: la puma que murió en su fuga
Chinga era una puma de 20 años de edad que vivía en el Zoológico Metropolitano. Ella provenía
del Circo Royal Dunbar, donde le habían cortado sus garras y sus dientes habían sido limados y llegó al
establecimiento el año 1998. Su hábitat natural está en casi toda América, desde el sur de Canadá hasta el
extremo austral patagónico.
El día 24 de abril del 2002 se escapó de su jaula, la cual tenía sus cuatro candados abiertos. Ese
mismo día se realizaba el Censo, por lo que el zoológico se encontraba cerrado. A raíz de la fuga, se
originó un gran operativo policial del GOPE, de las patrullas montadas y funcionarios con perros
policiales y del personal del recinto. A las personas que estaban en el Parque Metropolitano, que no
estaba cerrado, se les evacuó a las 10:30 horas.
Los vecinos de las calles Schiavetti con Santos Dumont, comuna de Recoleta, estaban
aterrorizados por la noticia, mientras el personal del parque intentaba mantener la calma en la población.
Explicaron que era prácticamente imposible que Chinga llegara a las calles y que era muy inofensiva.
A las pocas horas, la encontraron y le dispararon un dardo tranquilizante, pero Chinga continuó
en su huída. Los efectos del calmante no surtieron efecto. Pasadas las 15 horas, se inició una segunda fase
de búsqueda, donde se establecieron dos cercos de seguridad que la puma vulneró. Un rato después llegó
a las calles. Un grupo de niños se tuvo que refugiar en una lavandería, en donde la dueña del
establecimiento tuvo que sujetar la puerta ya que Chinga la empujaba para entrar.
“Una avalancha de personas, carabineros y cámaras de televisión perseguían a la puma”, cuentan
relatos de personas que presenciaron el escape. Un matrimonio de ancianos, Victoria Mirando y René
Villarroel, vecinos del sector, contaron al diario El Mercurio, edición del 26 de abril del 2002, cómo
Chinga buscaba un refugio para esconderse de sus captores.
Luego de siete horas fue capturada en la Avenida Perú a las 15:45 horas rodeada por una veintena
de policías y personal del parque, momento en que le disparan más tranquilizante, la lacearon con una
soga metálica y la metieron dentro de un saco para ser devuelta al cautiverio. Llegó muerta al zoológico.
El veterinario, actual director del Parque Metropolitano, Mauricio Fabry, dijo al diario El
Mercurio en la edición del 25 de abril del 2002, que la violenta captura del animal le había producido al
animal un paro cardiorrespiratorio.
Casi una semana después, se descubrió que Chinga era una ejemplar macho sin nombre y que el
zoológico había ocultado su identidad. Las autoridades al percatarse del error en su momento, no
quisieron rectificar porque según ellos la gente podía creer que se habían escapado dos pumas. Según el
diario El Mercurio, edición del 1 de junio del 2002, se había planteado en un momento cambiar el sexo
del puma en los documentos de necropsia, lo cual fue descartado por el Parque Metropolitano.
A causa de esta situación, el director del zoológico de ese tiempo, Gonzalo González, ordenó un
sumario administrativo, a cargo del fiscal Víctor Chaigneau, para establecer responsabilidades. Se
determinó que el escape se produjo por un descuido en manejo de puertas y exceso de confianza de un
cuidador de animales encargado de la zona de los grandes felinos, Alejandro Estay, el cual fue suspendido
por tres meses con medio goce de sueldo. Se castigó al jefe del zoológico, Gonzalo González, con una
multa del 20% de su sueldo; al jefe de la sección de sanidad animal, Ricardo León, multado con un 15%
de su remuneración; al encargado de jardines, Jorge Contreras, con un 5% de su sueldo; al cuidador de
animales, José Silva, con una multa del 10% de su sueldo; y a los veterinarios Paulo Pascual y Víctor
Riveros con una multa del 20% de su sueldo.
Pampa: el tigre blanco sacrificado
El tigre blanco Pampa llegó al Zoológico Metropolitano a través de un intercambio por una pareja
de ocelotes, dos parejas de pudúes y dos parejas de guacamayos rojos, con la Fundación Temaikén de la
provincia de Buenos Aires, Argentina. La fecha del intercambio fue el 26 de julio del 2006.
El 29 de julio del año 2012, Día Internacional del Tigre, a las 9:30 de la mañana, el tigre blanco
atacó primero en la jaula y luego afuera de ella a su cuidador de 14 años de experiencia en felinos, José
Silva. En ese momento se activó el protocolo de emergencia, en donde los funcionarios llegaron al lugar,
donde utilizaron agua a presión, un arma a fogueo y al no resultar lo anterior, le dan muerte al tigre con
un disparo de rifle en la cabeza. Según el protocolo, el animal y el cuidador nunca debieron tener
contacto. Mauricio Fabry, director del Parque Metropolitano, explicó a los medios que cada vez que se
alimenta a un felino o se limpia su jaula, este debe estar encerrado.
El ataque del tigre le provocó al hombre diversas heridas, siendo la más grave una en el hombro,
razón por la cual fue trasladado rápidamente al Hospital del Trabajador. Cinco días después fue dado de
alta. José Silva anteriormente ya había sido sumariado por el escape de la puma Chinga el año 2002,
donde tuvo la sanción de 10% de su sueldo.
La noticia fue rápidamente difundida por la mayoría de los medios de comunicación. Se
generaron las primeras críticas al zoológico por las redes sociales. La organización EligeVeganismo
emitió un comunicado que fue difundido por la prensa, donde cuestionan “el rol que los zoológicos y
centros de espectáculo tienen con respecto a los animales salvajes, por encerrarlos lejos de su hábitat
natural, en condiciones que están muy lejos de satisfacer sus necesidades más básicas”. Para la
organización, “el tigre que escapó de su jaula pagó con su vida sólo por haber respondido a sus instintos”.
En el comunicado niegan la función educativa de los zoológicos y señalan: “Es una ilusión. Los animales
encerrados jamás se comportarán como lo harían en estado natural”. Como solución a la supuesta
educación proponen: “si deseamos conocer acerca de su comportamiento, y hacerlo de manera seria y
ética, existen cientos de documentales que los muestran libres y los filman de manera no invasiva en su
día a día”.
Alrededor de las 6 de la tarde, una decena de personas se reunieron para protestar por el sacrificio
de Pampa. La manifestación se había organizado horas antes, a través de las redes sociales. A esa hora
iban saliendo los últimos visitantes del zoológico.
Un grupo minoritario de protestantes llegó a las cercanías de la zona de boleterías, lugar donde
había gran vigilancia policial. En una de las escalinatas, había un letrero con la foto del tigre blanco. En
ese momento, una joven se subió hasta donde se encontraba la imagen y con un plumón escribió
“Q.E.P.D. Ahora soy libre”.
Los jóvenes luego bajaron para reunirse con el resto de los manifestantes que se habían agrupado
en la calle Constitución, frontis del Zoológico Metropolitano. Al estar todos reunidos, comenzaron los
gritos de indignación y protesta. Cuando cayó la noche, decenas de velas fueron encendidas alrededor de
una figura de peluche que representaba a Pampa. Prensa de diversos medios llegaron a cubrir la
manifestación.
Como organización, se hizo presente Defensa Animal Vegetal. Nicole Sandoval, su presidenta,
dijo que el tigre atacó de acuerdo a sus instintos y acusa el zoológico de “negligencia”, argumentando que
si se supone que es un zoológico con determinada infraestructura, deberían tener veterinarios calificados
que pudieran haber sedado al tigre en vez de matarlo. Nicole anunció la pretensión de querellarse contra
el zoológico como organización, porque según su información al tigre lo habían matado después de atacar
al cuidador y no en el momento del ataque. Sin embargo, Nicole Sandoval actualmente cuenta que la
acción legal sólo se había tomado como una posible opción, la cual fue consultada con un abogado y se
decidió no dar curso.
La polémica fue tan grande, que diversos medios de comunicación abordaron el debate, que se
centró más en la supuesta negligencia del actuar del zoológico, que en la existencia misma de ellos. En el
programa del canal La Red, Mentiras Verdaderas se realizó un debate el 2 de agosto del 2012, en torno al
tema de los zoológicos, donde Mauricio Fabry decidió no asistir. Iván Arenas, presentador de televisión y
conocedor del reino animal, comentó que hubo una cierta “soberbia” por parte del cuidador, en tanto que
a pesar de que haya podido pasar mucho tiempo junto al tigre, un animal nunca pierde su naturaleza
salvaje. El error por tanto había sido humano.
Patricia Cocas, fundadora de la organización ProAnimal, en el mismo programa se preguntó qué
hace un tigre blanco en un zoológico que, según ella, no tiene la infraestructura adecuada. Ella comentó
de un estudio de la organización de conservación y rescate animal, Born Free Foundation, donde se
estableció que los animales de la megafauna, como el tigre blanco, necesitan un rango de circulación
entre 26 a 78 kilómetros cuadrados. Esta comparación se hizo con zoológicos de Europa, que son de
mayor espacio que en Chile, en donde se determinó que el espacio era de 100 a 1000 veces inferior.
Adicionalmente, Patricia Cocas recalcó: “No olvidemos que muchos de los animales que llegan
finalmente a los zoológicos provienen del tráfico ilegal, donde los animales sufren y muchos mueren en el
camino”.
El director del zoológico de aquel entonces, Mauricio Fabry, consideró injustas las críticas, ya
que se siguió el protocolo que era usado en varios otros zoológicos. Consideró que la infraestructura era
la adecuada, así como también los procedimientos en estos casos, pero sí reconoció que hubo un “exceso
de confianza” por parte del cuidador porque no debía estar en contacto directo con Pampa.
A las críticas de por qué no se usaron dardos de anestesia, Fabry contó que de igual forma
podrían haber matado a Pampa, detallando que un disparo no mortal habría hecho sufrir al tigre.
“Nosotros somos los más afectados, nos apena lo que le pasó a José y estamos de duelo por la partida de
Pampa”, confesó.
Nicole Sandoval en entrevista con el diario La Cuarta, edición del 30 de julio, comentó que
además de sentir pena por el felino, les molestaba que las autoridades del zoológico no se hicieran cargo,
esto porque habían cambiado su primera versión oficial de lo ocurrido. Ella argumentó que para la Radio
Bío Bío, el mismo Mauricio Fabry había dicho que si el tigre hubiera querido matar al cuidador, lo habría
hecho en dos tiempos, entonces ella se pregunta por qué en ese caso lo mataron de todos modos. Continuó
diciendo que el director había mencionado que del sacrificio dependía la vida de José Silva, pero Nicole
no entiende, porque habían dicho que lo había atacado en la jaula, cuando al tigre lo mataron en el patio.
Según Javiera Córdova, encargada de comunicaciones del Parque Metropolitano, estas
confusiones se generaron porque los periodistas de los distintos medios de comunicación fueron poco
prolijos y supusieron que el tigre había sido sacrificado luego del ataque. Por esta razón, se decidió que de
ahora en adelante sólo se informará de los eventos que ocurran en el zoológico a través de comunicados
oficiales.
Dos días después al hecho, el martes 31 de julio, se organizó otra manifestación por Pampa, esto
porque el día lunes el Zoológico Metropolitano tiene cerradas sus puertas a público. A las 4 de la tarde, se
juntaron decenas de personas para seguir protestando. Lograron que nuevamente llegara la prensa. La
tercera manifestación se realizó en el marco de la conmemoración del Día del Niño, el 5 de agosto, donde
se puso énfasis en el rol de los padres al llevar a sus hijos a estos establecimientos.
Nicole Sandoval, presidenta de Defensa Animal Vegetal, tiene una opinión clara respecto a los
zoológicos: “Son cárceles que pintan de color, para que la gente crea que los animales son felices”.
Otras víctimas
El 30 de noviembre de 1967, un avión Hawker Hunter, recién adquirido por la Fuerza Aérea,
sobrevolaba Santiago. A los cincuenta mil pies de altura rompió la barrera del sonido, lo que generó un
fuerte estallido, generando pánico en la población. En el Zoológico Metropolitano, una cebra aterrorizada
quiso huir acelerando el galope, lo que hizo que se estrellara contra un muro de concreto; un camello
comenzaba a ahogarse luego de que se cayera a su comedero; y una osa parda, llamada Marina, colgaba
de la pared de su jaula, pero por el fuerte ruido se soltó azotando su cabeza sobre un tronco. Los tres
murieron.
En mayo de 1996, doce ciervos murieron asfixiados mientras huían de los trabajadores que iban a
vacunarlos. Estos animales, de naturaleza asustadiza, se habían aterrado cuando intentaron lacearlos y
finalmente se ahogaron con sus lenguas. La Asociación de Funcionarios, que agrupa a los trabajadores del
recinto, reconoció en esa ocasión que los procedimientos no fueron los adecuados, que se debió haber
acercado a los animales con más cuidado.
Una pareja de lobos marinos provenientes de Quilpué y llegados en canje por unos tapires,
perecieron en extrañas circunstancias. Las autoridades del Zoológico Metropolitano argumentaron que no
podían hacerse cargo por ejemplares de otros sitios y que era falso que hubieran sido destetados antes de
tiempo. Otros dos cachorros de león y dos pollos de avestruz también figuran en la nómina de animales
que murieron en extrañas circunstancias. Además, un quirquincho se electrocutó en las dependencias.
El 28 de julio del mismo año, un león llamado “Roldán” de 16 años de vida, murió debido a un
shock cardiopulmonar provocado por una septicemia originada en una infección hepática, según un
comunicado emitido por el mismo recinto. Esta enfermedad es común entre animales que están en
cautiverio y son alimentados con carne cruda.
Centros de rescate y santuarios: Las alternativas
Santuario de elefantes de Tennesse, Estados Unidos
En el programa de televisión, Mentiras Verdaderas, en el debate sobre los zoológicos se le
preguntó a Patricia Cocas, fundadora de la organización ProAnimal, si estaba de acuerdo con los
zoológicos. Su respuesta es tajante: “No, yo prefiero los centros de rescate. Los zoológicos no pueden
garantizar el bienestar de los animales ni la seguridad de las personas”. La diferencia sustancial entre un
centro de rescate o santuario con un zoológico, es que en los primeros los animales no son exhibidos a un
público.
Chile el año 1974 suscribió a la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies
Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES). Un año después el gobierno la aprobó y se transformó
en Ley de la República mediante el Decreto Ley N° 873 y el Decreto Supremo N°141 del Ministerio de
Relaciones Exteriores.
Esta convención establece cierto reglamento para la importación y exportación de especies de
fauna y flora, además de exigir que los países miembros se comprometan a tener centros de rescate, o
santuarios idealmente, para animales que hayan sido decomisados por el comercio ilegal de ciertas
especies protegidas por CITES.
Un santuario es una versión mejorada de un centro de rescate. Por ejemplo, el santuario de
elefantes de Tenessee, Estados Unidos, es un lugar con 1.092 hectáreas, donde el área de cuarentena son
200 hectáreas para los elefantes que recién llegados mientras se adaptan. Según Florencia Trujillo,
abogada y directora de Ecópolis: “Se necesita en Chile algo más modesto que sirva al menos para tener en
buenas condiciones a los animales que son decomisados y poder darles un destino final”.
La situación es que el Estado de Chile no cuenta con ningún centro de rescate o santuario donde
puedan rehabilitarse los animales decomisados. Los más de veinte centros de rescate que están en el país
son privados y corresponden a la rehabilitación de especies silvestres autóctonas, donde la única
excepción es el Centro de Rescate y Rehabilitación de Primates de Peñaflor que es mantenido por su
directora Elba Muñoz. Son organizaciones sin fines de lucro y ninguno de ellos recibe aporte alguno del
Estado.
Para Florencia Trujillo, en Chile se necesita un centro de rescate de grandes mamíferos,
especialmente felinos, porque existe una gran cantidad de ellos que aún están en zoológicos en pésimas
condiciones, a pesar de ya estar decomisados por el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG). Lo que ha
sucedido es que el SAG entrega en custodia temporal a los mismos infractores por no tener sitios donde
se puedan mantener esos animales.
Muchos de los felinos, especialmente leones, que estuvieron por años en circos reproduciéndose
en forma ilegal, terminaron en zoológicos, ya sea por canje de animales o a través de decomisos en casos
de maltrato extremo. Sin embargo, según la directora de Ecópolis: “Aún así ha habido casos bien
extremos a mí parecer donde no se han retirado los animales”.
La situación actual es que todos los zoológicos están saturados de leones, por lo cual, según
Florencia Trujillo, no debería haber nadie que se oponga a la construcción de un centro de rescate. “Existe
una obligación porque Chile suscribió a CITES. Ha habido una omisión o apatía por parte de la autoridad,
porque si bien significaría una cantidad importante de recursos, no es una cantidad inalcanzable”,
comenta Florencia Trujillo. Ella también recalca que Chile al ingresar a la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), se supone que es un país cumplidor con los tratados
internacionales.
Según el convenio CITES, existe un orden de preferencia para la tenencia de un animal que fue
decomisado por tráfico ilegal o maltrato animal extremo. En primer lugar los animales deben ser
reinsertados en su hábitat natural, si no es posible deben ir a un santuario, cuando esto tampoco es posible
deben ir a un centro de rescate, en su defecto a un zoológico y al final de la lista a un privado que en
ningún caso puede ser el mismo infractor. Según la abogada y directora de Ecópolis: “Esto se ha
vulnerado abiertamente y el SAG ha realizado una labor funcional a los intereses de los infractores”. En
un dictamen emitido el 22 de julio del 2011 por la Contraloría General de la República, a propósito de
una reclamación que presentó Ecópolis por el tema de Ramba – una elefanta decomisada del Circo Los
Tachuelas por tráfico ilegal y maltrato animal – se señaló que el SAG incumplía los tratados
internacionales y que debía corregir sus prácticas.
Según Iván Arenas, en la transmisión del 2 de agosto del 2012 en el debate sobre los zoológicos y
a raíz de la pregunta si son necesarios los zoológicos, él consideró que pueden existir zoológicos en la
medida que se evolucionen en tecnología, donde se adecúen nuevos conceptos como por ejemplo que los
visitantes estén enjaulados y se vean a los animales en su hábitat natural.
Según Florencia Trujillo: “Yo no creo que se puedan abolir a corto plazo, ni siquiera en 40 ó 50
años, pero me gustaría una legislación que no permita la proliferación de nuevos zoológicos. No me gusta
el concepto de zoológico. La clave está en la creación de centros de rescate o santuarios”