Silencio cómplice
EL SALADO
de ojos grandes y brillantes
nos aguardaban con curio-
sidad. La mañana calurosa
no fue un obstáculo para
que nos dejáramos seducir
por aquel fulgor maravillo-
so. Sus risas amables y sus
musicales palabras fueron
miel para nuestros oídos.
Esta vez era la vida la que
nos presentaba una de sus
funciones. Y nosotros asis-
tíamos de gala a su estreno.
E sa tarde, el
sol se recostaba tímida-
mente sobre el horizonte.
Nuestros fascinados ojos se
detenían en los reflejos
iridiscentes que se proyec-
taban en el cielo y que lo
iluminaban con tonos viole-
tas y naranjas. En lo alto,
las nubes serpenteaban
apacibles, formando figu-
ras de todas las formas y
tamaños. De repente y sin
percatarnos, nuestras vo-
ces se apagaron. Reinó el
silencio, un silencio com-
partido. Tan sólo el suave
arpegio de un piano vibró
tenuemente, armonizando
de manera perfecta con el
cuadro que se presentaba
ante nuestra mirada. Era el
eterno espectáculo de la
naturaleza. Y nosotros, los
espectadores afortunados.
Esa tarde apenas
logramos entender que
esto era sólo el prólogo de
la historia que estábamos a
punto de vivir. Tras unos
cuántos kilómetros más y
luego de una merecida no-
che de descanso, la camio-
neta del colegio recalaba
en puerto seguro. La trave-
sía alcanzaba su destino
final, una pequeña vereda
empotrada en los fastuosos
Montes de María. Como en
el atardecer del día ante-
rior, nuevamente fuimos
sorprendidos. Una veintena
Contenido:
Silencio cómplice 2
Carta de invitación 3
Mi viaje en retrospectiva 3
Los nueve pioneros 6
El tesoro humano que guarda El Salado
8
¿Qué significa ser un salaero? 11
Sobre mi experiencia en El Salado
13
Puntos de interés especial:
Visita del Gimnasio Los Pinos a El
Salado, Bolívar.
Intercambio de experiencias.
Empoderamiento de estudiantes.
Aprendizaje significativo.
Comunidad educativa.
Ampliación de horizontes institucio-
nales.
Relación colegio y sociedad.
UNA CRÓNICA DE VIDA
7—11 de noviembre de 2015
Mi viaje en retrospectiva Bogotá, sábado 7 de noviembre,
7:30 a.m., 998 kilómetros por recorrer vía a
El Salado, Bolívar, con un equipaje lleno
de expectativas. Ropa ligera y mente tran-
quila, atenta para vivir una experiencia
más personal que institucional, con ocho
compañeros de viaje, que como yo, esta-
ban ansiosos de conocer una realidad aje-
na pero tan nuestra por ser colombianos.
No tardamos mucho tiempo en permitirnos
dejar fluir una camaradería que nos acom-
pañaría en todo el recorrido, complicidad
que permitió conocer pensamientos, ma-
neras, hábitos, sueños, gustos, miedos y
hasta nuestra graciosa forma de cantar.
Partimos al fin después de algunos meses
de preparación, justo el día que debíamos
y con quienes debíamos, nunca hubiera
sido igual antes o con otras personas, co-
mo dicen, estábamos los que debíamos
estar.
Muchos años sin recorrer la ca-
rretera que nos llevaría al norte de este
hermoso país, dibujado de paisajes ver-
des, gente buena y trabajadora, animales,
caseríos, pueblos pequeños llenos de his-
toria, tractomulas y camiones cargados
hacia las ciudades más grandes. El país
mismo en movimiento en un ir y venir.
Poco a poco abandonamos el frío de Bogo-
tá tratando de tomar la “Ruta del Sol”, en
un recorrido orientado por nuestro rector
Juan Carlos Bayona, quien paciente y há-
bilmente se hizo cargo de la nave, apoya-
do por “el gran Manfred” como copiloto 1,
más adelante lo remplazaríamos cada uno
a lo largo de nuestra aventura. Después de
la primera parada para desayunar con
sabor a campo, tomamos la vía más larga
que nos llevaría por los pequeños pueblos
hasta llegar a nuestra segunda parada en
el restaurante atendido por “Disney”, una
joven mujer santandereana que además de
risas nos brindó un menú al mejor estilo de
los buenos lugares sobre la carretera. Aun-
que el hambre y el calor apremiaban, sen-
tarnos juntos fue un momento lleno de ri-
sas, con buena energía. Seguimos adelante
para llegar al anochecer a la población de
Carta de invitación
“Aunque para José Arcadio y
sus hombres esta experiencia
resultó algo desalentadora, en la
historia de aquel mágico
poblado quedaría grabada para
siempre dicha travesía.”
Página 3 EL SALADO
Cuando José Arcadio Buendía
decidió emprender la temeraria aventura
de salir a conocer las maravillas de la civi-
lización, Macondo era ya una aldea feliz y
ordenada en la que nadie había muerto. El
viaje, que duró algunas semanas, terminó
con el hallazgo de un gran galeón español
y el descubrimiento singular de que Ma-
condo estaba rodeado de agua. Aunque
para José Arcadio y sus hombres esta ex-
periencia resultó algo desalentadora, en la
historia de aquel mágico poblado quedaría
grabada para siempre dicha travesía.
Hoy, como en la fábula de Macondo, el
Gimnasio Los Pinos desea abrir sus fronte-
ras y permitirse conocer las realidades
que conforman nuestro país. Con la em-
presa de todos los miembros de la comuni-
dad, el colegio ha logrado ser esa magnífi-
ca aldea en la que convivimos y comparti-
mos gran parte de nuestra vida. Sin embar-
go, es menester que continuemos abrien-
do caminos que favorezcan la relación que
nuestra institución debe tener con la socie-
dad colombiana.
Por tal motivo, el Gimnasio Los Pinos -en
alianza con la ONG española Ayuda en
Acción que ha estado presente en la re-
gión por más de 6 años- quiere invitarlo a
que haga parte de un equipo de trabajo
que viajará a la población de El Salado
(cerca a Carmen de Bolívar, Bolívar) y que
tendrá como objetivo seguir ampliando los
horizontes de nuestra querida institución y
de todos las personas que la componen.
Partiremos de las instalaciones del colegio
el día sábado 7 de noviembre a las 5:00
a.m. y retornaremos el día miércoles 11 de
noviembre (ver documento “Minuto a mi-
nuto”). Si desea aceptar esta invitación, es
necesario que los padres de familia dili-
gencien el formato adjunto. Finalmente, es
importante que tenga en cuenta las reco-
mendaciones que encontrará anexas a la
presente.
Atentamente,
Juan Carlos Bayona Vargas
Rector Gimnasio Los Pinos
Parque de juegos, vereda El Bálsamo
Rocío Mahecha—Directora II sección
“Darth Vader”, nombre dado a la camio-
neta del Gimnasio Los Pinos
Manfred Ayure—Director III sección
Aguachica, Cesar, en un recorrido espec-
tacular, una noche pasada por la lluvia y
más tarde llena de estrellas, como nunca
vemos en nuestra gran ciudad. Llegamos al
Hotel Morrocoy, con el cuerpo cansado
pero con el espíritu lleno de alegría al
sentirnos un poco más cerca al lugar cen-
tral de nuestro proyecto.
Horas de sueño en una cama con-
fortable y en la mañana dispuestos a seguir
hacia nuestro destino. El mapa indicaba
avanzar hasta Bosconia y tomar la ruta al
occidente pasando por la población de El
Plato, Magdalena. Inevitable evocar en
algunos pueblos los recuerdos propios o
las historias que escuchamos de nuestros
padres o abuelos. Muchas horas de reco-
rrido, de canciones cantadas con senti-
miento, de silencios que nos permitían
pensar en nuestras vidas, nuestras familias
o en el lugar al que íbamos. Tiempo para
dormir, hacer cuentas, capturar imágenes,
dibujar paisajes. Recorrer caminos en mo-
mentos desolados, polvorientos, caseríos
pobres, sin esperanza, como El Difícil,
nombre bien puesto para un pequeño te-
rritorio en donde las condiciones hacen
alusión a su mote. Queda de este recorrido
el recuerdo más mágico de nuestro viaje,
no sólo por el atardecer que comenzába-
mos a disfrutar, también por la energía que
envolvía ese momento. Bastaba con obser-
var el espectáculo que nos ofrecía el cielo
con tonos naranja, azul y violeta sobre el
valle del Magdalena para perdernos en un
silencio cómplice de la conexión que al-
canzábamos. Nueve extasiados del atarde-
cer en una danza de silencios, acordes y
colores, al fondo Crímenes Perfectos de
Andrés Calamaro, acompañando el tiempo
perfecto.
En el Carmen de Bolívar nos es-
peraban Liliana y María Isabel, dos exce-
lentes representantes de Ayuda en Acción,
quienes habían animado a nuestro rector y
trabajado junto con Manfred para hacer
posible este viaje. Nos esperaban con Ru-
bi, residente del sector, impacientes, pues
nos perdíamos de un espectáculo de
champeta que se estaba presentando y
deseaban que disfrutáramos de una mues-
tra de nuestro folklore caribe. Nos recibie-
ron con los brazos abiertos, interesadas
por conocer más detalles sobre nuestro
recorrido, aún más cerca a El Salado. Nos
hospedamos en un hotel modesto y tran-
quilo, después de recorrer algunas calles
de este pueblo que nos recordaba al gran
Lucho Bermúdez, digno representante de
la música colombiana. Una vez más nues-
tros padres y abuelos en la memoria de las
historias contadas y que relataba nuestro
Rector al explicar momentos, calles, casas
y la arquitectura del lugar. Momentos inol-
vidables al ver reunidos a más de trece
adolescentes embrujados por la belleza
cachaca de María Camila, nuestra adoles-
cente de viaje. Y a descansar, pues al día
siguiente llegaríamos después de dos días
a El Salado, para cumplir con la tarea de
realizar el primer contacto con los miem-
bros del Gimnasio Los Pinos y así estable-
cer una alianza con Ayuda en Acción para
avanzar en un proyecto social que sensibi-
lice a la comunidad.
Al fin llegamos. Nuestra visita a la
vereda El Bálsamo estuvo cargada de emo-
ciones encontradas. La belleza de un pai-
saje único en los Montes de María nos
abrió la posibilidad de descubrir el verde
de las montañas, las sonrisas de los niños y
niñas que esperaban nuestra visita y su
curiosidad por saber sobre nosotros. Una
jornada llena de sorpresas, juegos, risas y
admiración por la tenacidad de su gente.
Una comunidad azotada por su pasado
violento pero que camina con la esperanza
de construir un sendero de paz, progreso y
armonía para las suyos y para este país,
que a pesar de sus heridas, se levanta to-
dos los días a conquistar una nueva ilusión.
A lo largo del día vivimos sus costumbres,
sus rutinas, escuchamos con la sonoridad
de su acento costeño sus historias de vida,
los relatos de la señora María, de las fami-
lias campesinas que cultivan tabaco, los
versos vallenatos de don Erasmo, reímos
con las ocurrencias de los niños, quienes
insistentemente nos invitaban a jugar fút-
bol. Descubrimos sus corazones tranquilos
y abrimos los nuestros para recibir una
descarga de energía, como un polo a tierra
que nos sacudió para hacernos compren-
der que los citadinos tenemos casi todo,
nos falta fe, esperanza y ganas de vivir.
Entrada la tarde nos despedimos para
avanzar hasta el pueblo, El Salado, a diez
minutos de la vereda, un lugar tranquilo,
con un tinte de nostalgia. Nos recibió la
historia de un lugar que resurgió de sus
cenizas, como el ave fénix. Un pueblo con
la virtud de no guardar rencor en su cora-
zón y que le apostó a curar sus heridas
desde su interior. El valor de cada habitan-
Mi viaje en retrospectiva (continuación)
“Nos recibió la historia de un
lugar que resurgió de sus
cenizas, como el ave fénix. Un
pueblo con la virtud de no
guardar rencor en su corazón y
que le apostó a curar sus
heridas desde su interior. ”
Página 4 UNA CRÓNICA DE VIDA
Desayuno en la vía Villeta—Guaduas,
Cundinamarca
Casa de la hamadora, El Salado, Bolívar
Mi viaje en retrospectiva (continuación)
Página 5 EL SALADO
te, su resistencia física y espiritual, su fe,
su resiliencia, convierte a esta población
en ejemplo y testimonio. Los relatos del
señor Luis Torres, “Lucho”, así lo demos-
traron. Un salaero que nos compartió so-
bre su experiencia de vida antes y des-
pués de la tragedia en El Salado, narró su
participación como representante de la
comunidad para retornar a su tierra des-
pués del desplazamiento de los habitantes
del pueblo y contó sobre su tiempo de
asilo político en algunos países de Europa.
Un testimonio de vida, de lucha y de espe-
ranza por lo propio. Al anochecer un cierre
especial por lo vivido en esta visita a un
lugar maravilloso del que aprendimos la
sensibilidad y el anhelo por un mejor país,
agradecidos por la oportunidad de traba-
jar en un proyecto institucional y social,
que permea en lo personal, cansados por
las actividades del día pero con el corazón
lleno de confianza al saber que nueve re-
presentantes llevaríamos una semilla para
nuestra comunidad y para nuestras familias
para sembrar patria a donde vayamos.
De regreso a Bogotá el equipaje
estaba lleno. Trajimos con nosotros el com-
promiso de hacer país, valorar lo nuestro,
trabajar para la comunidad, enriquecernos
mutuamente para caminar hombro a hom-
bro, pues la tarea es de todos, estudiantes,
padres, docentes, directivos, rector. En
esta oportunidad sólo nueve valientes ca-
minantes, mañana serán otros quienes nos
representen y lleven en su corazón la me-
jor disposición para vivir otras realidades
a algunos kilómetros de nuestra ciudad.
Otros que se vinculen a un gran proyecto
que dejará en sus vidas más que una expe-
riencia, una huella para cambiar su forma
de pensar.
Atardecer en el Magdalena
“De regreso a Bogotá el equipaje
estaba lleno. Trajimos con nosotros el
compromiso de hacer país, valorar lo
nuestro, trabajar para la comunidad,
enriquecernos mutuamente para
caminar hombro a hombro, pues la
tarea es de todos, estudiantes, padres,
docentes, directivos, rector.”
Niños de la vereda El Bálsamo
Luis Torres, “don Lucho”. El Salado, Bolívar
“No se trata de llevar una
gallina al salón de clases para
que la observen los niños, sino
de llevarlos a ellos al
gallinero.”
Monsieur Decroly
Una experiencia cargada de mo-
mentos espectaculares, armoniosos y de
mucho aprendizaje, con un grupo colmado
de mucho valor humano. Por eso hoy esco-
jo hablar de cada una de las personas que
hicieron que esta experiencia sea única e
inolvidable, dejando que mis compañeros
cuenten el minuto a minuto de lo vivido.
Voy a comenzar con el Señor Rec-
tor, un hombre que confía, consentidor y
con espíritu de papá que Dios nos puso en
el camino. El doctor Juan Carlos Bayona
que con su carisma extraordinario alegra-
ba los momentos, acompañaba las comi-
das, los espacios del grupo, siempre aten-
to y pendiente de las necesidades de cada
uno. Un gran piloto que cambiaba cada par
de horas de copiloto y aunque el trabajo
de todos los copilotos fue excepcional
siempre agradecía y elogiaba al que aca-
baba de pasar. En El Salado demostró por
qué la educación es su vocación y su mag-
nífico talento como docente, apadrino a un
par de niños enseñándoles a leer, hizo
varias observaciones a los métodos educa-
tivos y nos proporcionó a todo el grupo
enseñanzas que no podremos olvidar.
El profesor Manfred Ayure un
gran hombre, el misionero de todo el pro-
yecto, él siempre pendiente de que las
cosas salieran bien, siempre detrás de
todo, buscando la foto perfecta, el bien de
todos. Demostró la calidad humana como
él decía, siempre preguntando y atento al
bienestar de cada uno y aunque era impar-
cial cuando molestábamos y hacíamos
bromas, siempre se reía y nos acompaña-
ba en los juegos. En El Salado, el Cabeza
Pela’ -como lo apodaron- divertía a los
niños, compartía y más que enseñarles
demostró las ganas de aprender un poco
acerca de ellos. Los acompañó, se sentó en
el almuerzo con ellos y al final hasta un
partido de futbol jugó junto a todos.
La profesora Rocio Mahecha una
mujer excepcional, siempre riendo, atenta
al camino y aunque fue copiloto tan solo
una noche, demostró que ella era la cabe-
za del camino, siempre con el mapa, atenta
a los peajes y preguntando si alguien ne-
cesitaba algo. Cantó al ritmo de todos los
géneros musicales que escuchamos, y
siempre mostraba el interés de hacer las
cosas, nunca perdió su postura de mujer
ordenada, disciplinada, elegante y de toda
una dama. En El Salado compartió como
ninguno con la comunidad. “La Seño”,
como la nombraron, estuvo por aquí y por
allá escuchando y jugueteando con todos
los niños y las niñas que la buscaban y
seguían a todas partes. Demostró sus dotes
para el futbol cuando ganó junto a su equi-
po el partido y lo más bonito fue ver como
todos le cogieron tal cariño que corrían a
abrazarla.
La seño Estefanía, la docente de
núcleo común de cuarto grado. Ella poseía
un don excepcional, la escucha, y aunque
no se la paso hablando, su presencia y su
sonrisa hacían el ambiente mejor. Sus
aportes cuando compartíamos siempre
eran de valor. Ella muy reservada también
participó de las bromas y de los juegos, su
gran talento para dormir en la camioneta
fue motivo de chistes y burlas lo cual nun-
ca le molestó. Por el contrario, se reía a la
par y en su cara se veía la diversión. En El
Salado ella fue la encargada de la activi-
dad; definitivamente logró el objetivo por
lo que se merece todo el reconocimiento.
Logramos conocer más allá de las aparien-
cias a la comunidad, nos reímos, comparti-
mos y vimos cómo era su educación, cuá-
les eran sus falencias pero al mismo tiem-
po logramos ver todas sus virtudes.
¡Gracias Seño!
La madre de familia Gloria Sán-
chez, una mujer atenta, preocupada por
todos, muy feliz, compartió con todo el
grupo. Nos contaba cosas, siempre orgu-
llosa de su familia y orgullosa del grupo
entero (¡hasta de Rafael!). En ningún mo-
mento dejó de lado su papel, era la mamá,
nos aconsejaba, nos consentía, se reía y
nos enseñaba. Con cada uno en algún mo-
mento se sentó a hablar de sueños, de lo-
gros, de valores, de todo lo que anhelába-
mos solo con el propósito de conocernos
más allá de lo que significa convivir cinco
días con alguien. Aunque todo el grupo lo
hizo, tengo que recalcar que fue ella la que
nos dio ese calor de casa que en algún
momento necesitábamos, sobre todo los
más jóvenes. En El Salado la noté en algu-
nos momentos callada con más ganas de
escuchar que de hablar, pero en la activi-
dad se desenvolvió con los niños de una
manera excepcional, se rió, compartió y
aprendió de ellos detalles que ninguno de
nosotros buscó.
El querido Rafael Espinel, el pa-
dre de familia. Aunque no tuvo el papel
autoritario que un papá suele tener en la
Los nueve pioneros
“Logramos conocer más allá de
las apariencias a la comunidad,
nos reímos, compartimos y vimos
cómo era su educación, cuáles
eran sus falencias pero al mismo
tiempo logramos ver todas sus
virtudes. ¡Gracias Seño! ”
Página 6 UNA CRÓNICA DE VIDA
Carmen de Bolívar, Bolívar
Primer grupo de la comunidad educativa
que viaja a El Salado, Bolívar
María C. Saavedra—10° A
Los nueve pioneros (continuación)
“A todos les doy gracias infinitas
por el valor emocional, por el
aprendizaje, por los recuerdos
inigualables, por todo lo que
llegó a mi corazón y dejó una
enseñanza que quisiera compartir
con la gente que conozca, con la
gente a mi alrededor.”
Página 7 EL SALADO
familia, fue muy atento además de ser el
gracioso del paseo. Tuvo muy buenos
apuntes y fue el centro de los juegos. Aun-
que lo molestara cada vez que podía, ten-
go que aceptar que la esencia del viaje
fueron las risas y las sonrisas de cada uno
y que Rafael, la mayoría del tiempo, fue un
pilar importante para que esto sucediera.
Un hombre muy atento, gentil y divertido,
con un gran apetito pero con muchas ga-
nas de hacer las cosas junto a todos. No
desaprovechó nada en ningún momento.
Debo resaltar lo valiente que fue después
de lastimarse en el partido de fútbol pues
casi que lloraba porque tenía miedo de
ponerse el vendaje.
Santiago Erazo y Jonathan Mala-
gón, mis jefes de campaña si en algún mo-
mento del camino veo la posibilidad de ser
personera. Quiero destacar la admiración
que les tengo y que creció al pasar los días
del viaje. Son unos niños nobles, con un
corazón gigante, caballerosos y sobre todo
inteligentes. Más inteligentes que cual-
quiera de su edad y podría arriesgarme a
decir que aún más que muchos más gran-
des que ellos. Sus risas, sus chistes, sus
cuentos, escuchar sus conversaciones,
hablar de amor, hablar del país, y compar-
tir con Santiago y con Jonathan fue todo un
honor para mí. Les aseguro que en la vida
al que obra bien, le va bien y a ustedes,
mis queridos compañeros, en la vida les va
a ir de maravilla. En El Salado fueron unos
príncipes, compartieron, lideraron, escu-
charon, aprendieron, ustedes sí que sabían
a lo que iban y no desaprovecharon ni un
minuto de lo que la vida les puso en el
camino.
Por último y con la misma impor-
tancia que todos quisiera resaltar a la gen-
te que hizo de este viaje una experiencia
de vida inigualable. Primero a las mujeres
encargadas de Ayuda en Acción, la ONG
aliada: Liliana y María Isabel fueron las
encargadas de la organización, Jenny y
Ruby las encargadas de recibirnos y acom-
pañarnos en El Salado. También quiero
agradecer a la Fundación Semana que nos
abrió sus puertas y compartió con noso-
tros, al señor Lucho Torres que nos contó
detalle a detalle la experiencia de su vida
en El Salado, el significado de ser salaero,
el sentido de pertenencia a la tierra y a lo
que se ha construido con mucho esfuerzo,
a la señora Delcy por aceptarnos en su
casa y consentirnos con deliciosa comida,
a los profes de la vereda El Bálsamo, a los
niños estudiantes de esta vereda, a Jesús, a
Rafael, a Isidrio, a Dani Luz, a Mariana, a
todos pues ninguno de ellos fue menos
importante para nosotros. Al señor Santan-
der a quien conocimos después de llevar a
Isidrio hasta su casa, que nos contó su ex-
periencia de vida y nos mostró la realidad
del país en el que vivimos. Igualmente,
quiero nombrar a Somer, un personaje que
vale la pena conocer, muy atento y colabo-
rador, y a toda la gente que conocimos al
pasar los días, a Disney y a todas las perso-
nas que nos atendieron e hicieron reír.
A todos les doy gracias infinitas
por el valor emocional, por el aprendizaje,
por los recuerdos inigualables, por todo lo
que llegó a mi corazón y dejó una ense-
ñanza que quisiera compartir con la gente
que conozca, con la gente a mi alrededor.
No puedo olvidar a mi familia, específica-
mente a mi mamá, que como todo en la
vida desde el primer minuto me apoyó y
ayudó en todo lo que necesitaba. ¡Gracias!
Ciénaga en el departamento de Magdalena
Vereda El Bálsamo. Primer grupo Gimnasio Los Pinos—Ayuda en Acción
Llegar a El Salado y a una de sus 6
veredas llamada El Bálsamo es tener la
posibilidad de conocer una realidad con
múltiples matices pero con una magia es-
peranzadora. Enmarcada en un paisaje
bellamente indescriptible, esta vereda
alberga a diversas familias que a pesar de
tener un cruel pasado, de haber vivido una
de las masacres más terribles en Colom-
bia, están día a día luchando para vivir y
salir adelante en una tierra, en su tierra, a
la que aman, de la cual lamentan haberse
ido en el pasado pero de la que no se vol-
verán a alejar una vez más.
El tiempo que estuve en El Bálsamo
me dio la fortuna de conocer personas que
están dispuestas a contar su historia, sin
resentimientos, sin odios, aunque con do-
lor y tristeza en su alma y en su corazón;
pero al mismo tiempo con unas ganas de
salir adelante y con un amor a su territorio
que no tiene comparación.
En este lugar tuve la oportunidad
de conocer y compartir con niños felices,
muchos de ellos desconocedores del pasa-
do trágico de su pueblo y de las carencias
que tienen pero llenos de energía, con
ganas de divertirse, de aprender y de
compartir desinteresadamente su realidad
la cual me llevó a conocer los jagüeyes de
donde los habitantes recogen el agua para
su día a día, los trayectos que los niños
deben hacer para ir diariamente a estu-
diar, el tiempo que los estudiantes toman
para llegar a su escuela, el salón de clases,
los recursos que tienen para estudiar, los
cultivos, los animales que los rodean, el
inclemente sol, etcétera.
Admiro a los niños, quienes sin
importar lo difícil que sea, intentan ir dia-
riamente a su escuela y están dispuestos a
aprender; así mismo, están constantemen-
te ayudando a sus familias en lo que sea
necesario; admiro también a los docentes
quienes ,aunque con los limitados recur-
sos, buscan apoyar el aprendizaje de sus
estudiantes día a día de diferentes mane-
ras, y ,en general, admiro a todos los habi-
tantes, quienes decidieron volver a su tie-
rra a toda costa, quienes nunca perdieron
la fe y siempre la vieron como su lugar en
el mundo; todos ellos, un tesoro humano
que guarda El Salado y que quizás es el
que le da la magia a este territorio.
Esta experiencia me hizo cuestio-
narme como persona, en cuanto a las prio-
ridades que doy en mi vida y a los privile-
gios que me rodean y que el día a día hace
que no se perciban o se den por sentado.
Los recursos que tenemos muchas veces
nos limitan y nos alejan de lo realmente
importante; sin embargo, las personas que
carecen de ellos no los encuentran como
un obstáculo para vivir sino una motivación
para luchar diariamente.
Aunque las carencias a nivel de
agua, luz y diferentes servicios existen,
este pueblo no está solo y con la ayuda de
diferentes entidades como Ayuda en Ac-
ción y Fundación Semana, entre otras, es-
tán mejorando cada día más. Así mismo, el
lazo que el Gimnasio Los Pinos creó con El
Bálsamo no se romperá.
Al pensar en esta experiencia, no
me quedan sino agradecimientos a todos
quienes la hicieron posible, a quienes vivi-
mos esta experiencia y a todas aquellas
personas que nos permitieron conocer un
poco de sus vidas, ya que pocas veces se
tiene la posibilidad de conocer gente que
sea un testimonio de resiliencia.
Los momentos, rostros, paisajes y
emociones serán inolvidables al igual que
las pequeñas acciones como jugar tingo
tango, dibujar, jugar un partido de futbol,
llegar de sorpresa a cantar un cumpleaños,
o simplemente escuchar la narración senti-
da de sobrevivientes, acciones que son
también pequeñas formas de ayudar.
Tener la posibilidad de vivir
esta experiencia es también adquirir el
compromiso de no sólo darla a conocer
sino también de buscar apoyar desde
nuestros entornos a esta comunidad;
quizás sólo dando a conocer su existen-
cia, su historia, concientizando a otros,
informándose para poder ayudar. Pue-
den ser acciones que permitan que los
habitantes sigan cumpliendo uno de sus
propósitos al regresar a su tierra, tal
como lo dijo Lucho, uno de los líderes
del regreso a El Salado: “Pasar por la
historia, y no dejar que la historia pase
por nosotros”.
Vereda El Bálsamo, Montes de María
El tesoro humano que guarda El Salado
“Pasar por la historia, y no
dejar que la historia pase por
nosotros.”
Luis Torres
Líder de El Salado
Página 8 UNA CRÓNICA DE VIDA
Rafael Elías, estudiante vereda El Bálsamo
Stefanía García—docente 4°.
Itinerario de un viaje
“Lo mejor del recorrido fue
el atardecer por carretera
mientras escuchábamos
“Crímenes Perfectos” de
Andrés Calamaro. Fue
épico. Fue hermoso.”
Página 9 EL SALADO
Primero que todo, debo decir que
no fue sencillo para mí ni para nadie este
viaje. Desde el momento previo al viaje ya
se avizoraban algunas dificultades. Re-
cuerdo que caminaba cerca de la recep-
ción del colegio en compañía de Jonathan
Malagón y Federico Meneses. Manfred nos
vio y nos comentó de manera resumida
todo lo relacionado con el viaje. Dijo que
el destino era El Salado, en el departa-
mento de Bolívar, y que se llevaría a cabo
con la ayuda de la ONG española “Ayuda
en Acción”. Me sonaba mucho aquel viaje
y aquel proyecto. Esa tarde apresurada-
mente le conté a mi mamá la resumida
información. Me dijo que consiguiera una
buena idea pero que consiguiera más da-
tos.
Consecuente con lo conversado
se hizo una reunión con todos los invitados
y con los miembros de la ONG. Pude con-
seguir los datos faltantes, y además el cro-
nograma de actividades. Luego, al llegar a
casa, le mostré todo a mis padres y les
conté con más detalle. Me dijeron que si,
que yo viajaría a El Salado.
Estaba contento porque yo sabía
y presentía que sería una magnífica expe-
riencia. Luego de un tiempo, cuando más
emocionado estaba, me dijo mi mamá que
ya no iría, que era un viaje peligroso. Todo
se derrumbó. Debía convencerla, Manfred
me ayudó, al igual que Liliana, la persona
responsable del proyecto por parte de la
ONG. De tal forma, mi madre pudo asistir a
las instalaciones de la ONG.
Yo por supuesto tenía muchas
esperanzas, y me empeñaba en ir cada vez
más. Al día siguiente me dio la gran noti-
cia, yo definitivamente sí iría a El Salado.
Fue una gran emoción en ese instante. Al
otro día confirmé, y de resto esperé el
sábado con muchas ansias. El viernes an-
terior al viaje, ya estaba mentalizado y
preparado. Todo ya estaba equipado, no
había marcha atrás.
El sábado madrugué. Este día sí
que me apuré, estaba contento porque era
el día de partir. Fuimos al colegio con mi
abuelo y mi mamá. Descargué todo, y es-
peré a que todos llegaran. Era la hora de
despedirse. No me sentí tan triste porque
me despegaría de mi mamá y del estrés
diario.
Salimos rápido. Al coger carrete-
ra me sentí en otro ambiente. Un ambiente
tranquilo y chévere. Además, la música
que puso el DJ Manfred estuvo genial ex-
cepto el rock industrial en alemán. Des-
pués como de dos horas o un poco más, se
empezó a sentir el calorcito. Cuando revi-
sé estábamos en Guaduas. Desayunamos y
continuamos. Lo que nos esperaba era un
viaje largo. Pero mientras eso, yo iba co-
nociendo a las personas del viaje. Cada
una de ellas se volvió muy especial para
mí.
En la tarde almorzamos en Puerto
Araujo, donde conocimos a una señora
llamada Disney, como el parque y el canal
de TV. Es el nombre más extraño que ja-
más haya escuchado. Después cayó la
noche. Para este momento ya conocía a
todos mis compañeros de viaje. El rector
era chistoso, decía cosas que me hacían
reír. Después de 14 horas llegamos final-
mente a Aguachica, César. Nos hospeda-
mos en el Hotel El Morrocoy. Salimos a
comer y a caminar. Dormí esa noche muy
bien.
Al otro día partimos hacia El Car-
men de Bolívar, la tierra de Lucho Bermú-
dez. Es un pueblo bonito. Lo mejor del
recorrido fue el atardecer por carretera
mientras escuchábamos “Crímenes Perfec-
tos” de Andrés Calamaro. Fue épico. Fue
hermoso. Llegamos en la noche y descan-
samos, claro después de caminar y comer.
Al día siguiente llegamos temprano a El
Salado. Subimos a la vereda el Bálsamo, y
era como otro planeta. Pude ver la de-
sigualdad, y la negligencia del gobierno al
no hacer nada por estas personas que son
y merecen lo mismo que nosotros. Al lle-
gar los niños estaban estudiando, pero
interrumpieron clases para darnos una
bienvenida. Fue acogedor.
Interactuamos con ellos, conoci-
mos su colegio, algo de sus vidas y de su
cultura. Sus experiencias y el diario vivir
de ellos. Ellos han tenido una vida difícil,
empezando por la pobreza y las situacio-
nes que han tenido que escuchar. Algunos
no tenían padres, otros no leían aún, otros
no escribían, pero todos sabían hacer bien
una sola cosa, gozarse la vida y apreciar
todo lo que tienen y ser humildes también.
Ahí yo me preguntaba sobre todo lo que
tengo y no aprecio, uno se confronta y
recapacita. ¿Qué les podía enseñar a ellos?
Me preguntaba yo, ya que ellos ya me
habían enseñado e inculcado todo lo que
me hacía falta.
Almorzamos mote de queso y
Camioneta del Gimnasio Los Pino. ¡Buena
educación!
Santiago Erazo—8° D
Vendedor de sombreros, Carmen de Bolí-
var
ñame, jamás lo había probado, y me gustó.
Salimos a acompañar a Isidro a su casa.
Vive lejos de la escuela. En su casa hay
cerditos, pavos, perritos y otros animales.
Conocimos al señor Santander, un hombre
que tuvo que huir de la violencia. La gue-
rrilla lo iba a matar como a todos allí. Él les
tuvo que dar posada a los guerrilleros y
quien les podía decir que no. El ejército lo
acusó de guerrillero, algo que era una total
mentira. Él es un campesino justo y muy
correcto. Estaba en medio de los dos ban-
dos. Por todo esto, aprendí que el campe-
sino debe soportar amenazas de guerrilla
y ejército, aunque uno cree que el ejército
los ayuda. Ahí me di cuenta que aquí en
Bogotá nos pintan una realidad diferente, y
nosotros somos tan indiferentes que pensa-
mos que todo está bien. Pero los hechos
son otros. Llevan consigo una cruda reali-
dad. Esa misma tarde jugamos un partido
de fútbol con los niños, fue duro, ellos nos
ven como un montón de flojos, porque era
difícil jugar en ese clima tan caliente.
Pero ellos jugaban como dioses,
y además descalzos. Corrían más que yo.
Rafa Elías era el mejor. ¡Tenía un ‘crack’ en
mi equipo! Anotó 7 goles y corría como
guepardo en la pradera. ¡Qué partidazo!
Terminé cansado. Al llegar a El Salado, ya
era de noche, y nos acogió una señora
llamada doña Delcy. Es la persona más
amable y atenta que he conocido. Esa
noche conocimos otro testimonio de un
señor que escapó a Europa por la masacre
del 18 de febrero de 2000. La guerrilla ya
estaba días antes ahí. Los paramilitares
degollaban personas. Eso fue lo que nos
contó don Lucho. Después de un tiempo, él
y más habitantes de El Salado intentaron
retomar pacíficamente lo que es de ellos.
Era una reconstrucción sin violencia. Pero
por eso él estuvo en la cárcel. No es justo.
¿En qué país pasa eso? Solo aquí.
Al siguiente día una señorita cum-
plía 15 años. Jonathan y yo tuvimos la idea
de regalarle flores y dulces. Al llegar de
nuevo a El Bálsamo, todos los niños nos
sintieron y saltaron de emoción. Le canta-
mos a Danny Luz el cumpleaños, le entre-
gamos el detalle. Ella quería llorar de
emoción peo se contuvo. Ese momento fue
conmovedor. Ella es la persona más tierna
y noble que he conocido.
Pero llegó la hora de las tristes
despedidas. Los niños salieron de su clase
a despedirse, ellos estaban muy felices
con nosotros. Yo estaba triste, no quería
volver a lo mismo. Sin embargo, vi el lado
positivo. Haría recapacitar a las personas
de mi salón y de mi familia, y aprendería a
vivir feliz y a apreciar lo que tengo, a no
quejarme. Aprendí a tratar a todos de igual
manera y a ser mucho más sencillo.
Me siento orgulloso de haber
tenido esta gran experiencia, y de tener
el mejor grupo de viaje de todos los
tiempos. Gracias al colegio, y a todos
por hacer esto posible.
Itinerario de un viaje (continuación)
“Ahí me di cuenta que aquí en
Bogotá nos pintan una realidad
diferente, y nosotros somos tan
indiferentes que pensamos que
todo está bien.”
Página 10 UNA CRÓNICA DE VIDA
Amanecer en los Montes de María
Pintura mural en restaurante La Mencha, Carmen de Bolívar
¿Qué significa ser un salaero?
“Vivir este viaje fue transitar
por la sencillez y la esencia del
ser humano, donde la sonrisa
sincera de los niños me
embriagaba el alma de alegría e
ilusión.”
Página 11 EL SALADO
Es la inquietud que me surge al
conocer la historia de la comunidad de El
Salado y que toma más fuerza cuando se
escucha de la voz de sus protagonistas. Esa
misma historia de injusticias, muerte y un
total abandono estatal, en un país donde al
parecer hasta la muerte tiene estratos y
clases sociales. Me llama la atención que a
diferencia de las poblaciones víctimas de
la violencia loca y desmedida que vivimos
en este país , la comunidad de El Salado no
es una comunidad triste o resignada a su
tragedia; por el contrario, es una comuni-
dad que ríe, sueña y trabaja diariamente
por salir adelante, una población que ha-
bla de su historia con claridad, firmeza y
en algunos momentos con dolor, pero con
un brillo de esperanza e ilusión en sus ojos
y una fuerza en su voz, en el deseo fuerte
de salir adelante en su tierra y al lado de
su gente, los salaeros.
Es admirable la capacidad de
resiliencia que poseen los pobladores de
El Salado y sus veredas, ver cómo hablan y
viven sin ningún rencor en su corazón,
cómo las cosas que hacen a diario las reali-
zan con amor, cómo construyen sueños con
la esperanza de un mañana mejor, cómo
están sacando adelante una nueva genera-
ción feliz y proactiva. Por eso escribo no
de las historias duras e injustas que han
vivido los salaeros sino de las historias de
esperanza que construyen día a día, de
cómo sortean sus carencias básicas, sus
dificultades geográficas y climáticas, los
estigmas que en ocasiones la sociedad
injustamente les impone.
Entonces, poniéndonos en con-
texto, El Salado es una población ubicada
en la zona de los Montes de María, en el
departamento de Bolívar. No cuenta con
servicio de acueducto ni alcantarillado, sus
vías en su gran mayoría no son carretea-
bles por lo cual se desplazan a pie o a lo-
mo de mula. Cuentan con periodos de se-
quía prolongados ante lo cual aprovechan
al máximo el agua lluvia, recolectándola
en jagüeyes (reservorios de agua similar a
un lago artificial) agua que no es técnica-
mente potable para el consumo humano.
La cobertura en educación es mínima, los
niños cursan hasta 5° de primaria en las
veredas y en el casco urbano de El Salado
pueden continuar su básica secundaria y
media vocacional aunque el traslado des-
de las veredas sea muy complicado. En
medio de este contexto un poco gris, se
encuentra una comunidad organizada y
dirigida a través de diferentes ONG que,
apoyados por aliados estratégicos y en el
marco de políticas nacionales, trabajan
mancomunadamente para que estas caren-
cias sean superadas en su mayoría. De esta
manera, surgen ideas y experiencias exito-
sas como la creación de los jagüeyes para
la recolección del agua lluvia, la asocia-
ción de cultivadores de tabaco, la organi-
zación formal de los artesanos y tejedoras
que permite la mejor elaboración y comer-
cialización de sus productos entre ellos la
hamadora, una simbiosis entre una hamaca
y una mecedora la cual se comercializa
cada vez mejor, la utilización de plantas
propias de la región como pesticidas e
insecticidas totalmente orgánicos que re-
duce significativamente el impacto am-
biental y los costos en los cultivos. Es a
este contexto de trabajo continuo de una
población perseverante, con una idiosin-
crasia alegre y positiva, al que se vincula
la comunidad gimnapina a través de una
visita que aportó a nivel personal grandes
aprendizajes y sentido de vida, resaltando
el valor de la cosas por encima del precio
que éstas puedan tener. Se trata de romper
con el pensamiento materialista y la inme-
diatez del quehacer diario propio de la
vida en las grandes ciudades, donde se
vuelve prioridad el tener y el mantener
sobre el ser y el compartir.
Vivir este viaje fue transitar por la
sencillez y la esencia del ser humano, don-
de la sonrisa sincera de los niños me em-
briagaba el alma de alegría e ilusión, don-
de las diferencias culturales fueron enri-
quecedoras y en algunos casos muy diver-
tidas en el manejo del dialecto propio de
cada uno. Es ver en la mirada de sus adul-
tos la ilusión de salir adelante en su tierra,
de rescatar esa raíces que ningún acto de
violencia les podrá arrebatar nunca, que
resulta mejor aguantar más hambre que un
ratón de iglesia en su tierra que subsistir
trabajando en otro lado. Es un vínculo con
la madre tierra y con las raíces más fuerte
que cualquier acto de barbarie. Ese es sin
lugar a dudas el significado de ser un sa-
laero.
Es esa fuerza que los lleva a su-
perar las dificultades y es esa energía que
les aporta tranquilidad para hablar de su
Representantes de padres ConPapi y miem-
bros de la ONG Ayuda en Acción
Gloria Sánchez—Representante de padres CionPapi
Intercambio de experiencias, vereda El
Bálsamo
historia sin rencor, sin odios, sólo con la fe
puesta en un Salado mejor para ellos y sus
familias. Sin lugar a dudas, vivir esta expe-
riencia fue una bendición. Agradezco al
colegio Gimnasio Los Pinos por la oportu-
nidad de esta magnífica vivencia, a Juan
Carlos por visualizarla y a Manfred por
materializarla y hacerla realidad. A cada
una de las personas que fueron parte de
este viaje de vida: Rocío, Stefanía, Rafael,
Camila, Jonathan y Santiago muchas gra-
cias por compartir esa calidad humana y
ese ángel que hay en cada uno de ustedes.
Gracias a todos por esta oportunidad de
vida y de ser mejores personas. Gracias
salaeros por recibirnos y abrirnos las
puertas de su corazón. Gracias por tanto
aprendizaje. Toda mi admiración para la
comunidad de El Salado.
¿Qué significa ser un salaero? (continuación)
“Gracias a todos por esta
oportunidad de vida y de ser
mejores personas. Gracias
salaeros por recibirnos y
abrirnos las puertas de su
corazón. Gracias por tanto
a p r e n d i z a j e . T o d a m i
admiración para la comunidad
de El Salado.”
Página 12 UNA CRÓNICA DE VIDA
Roberto de azul, vereda El Bálsamo
Caballo en el jagüey, vereda El Bálsamo
“La noche entera
con un hacha
me ha golpeado el dolor,
pero el sueño
pasó lavando como un agua oscura
piedras ensangrentadas.
Hoy de nuevo estoy vivo.
De nuevo
te levanto,
vida,
sobre mis hombros.”
Pablo Neruda—Oda a la vida De vuelta a casa
que El Salado antes era un pueblo muy rico
en agricultura y que iban a ser cabecera mu-
nicipal. No obstante, después de la llegada
de los grupos armados El Salado decayó;
también nos dijo que el 18 de febrero del
2000 los grupos armados entraron al pueblo,
reunieron a todos en la plaza y mataron a las
primeras 38 víctimas. El pueblo quedó vacío,
pero 2 años después don Lucho dirigió a 100
personas en una retoma pacífica por la cual lo
encarcelaron. Don Lucho salió exiliado de
Colombia y cuando volvió, volvió a su pueblo
El Salado.
Así terminamos nuestro viaje tras
una cena de despedida y una charla con doña
Delcy. Salimos al día siguiente de regreso a
Bogotá y las historias de todas estas personas
quedarán para siempre en nosotros como
también la humildad y sencillez de todas las
personas con las que compartimos. Sólo me
resta decir que de esta experiencia aprendí
que no hay que tenerlo todo para ser feliz.
Empezaré por presentarme. Mi
nombre es Jhonatan David Malagón Palacios
y curso 8° grado. Tengo 13 años y quiero
compartir la gran experiencia que viví duran-
te 5 días con un equipo de 9 increíbles perso-
nas con las que emprendí un gran viaje a El
Salado, en el departamento de Bolívar. Este
equipo conta-
ba con 2 pa-
dres de familia
quienes eran
Gloria Sán-
chez y Rafael
Espinel; tam-
bién iban por
parte del cole-
gio Manfred,
Rocío y Stefa-
nía García la
docente del
grado 4°B.
Junto a ellos
íbamos los
representan-
tes de los estudiantes: María Camila de gra-
do décimo y Santiago Erazo de grado octavo.
Y, obviamente, contamos con la compañía de
un gran líder como lo es Juan Carlos Bayona,
nuestro rector.
Primero que todo quiero contarles
que no fue fácil conseguir el permiso en mi
casa, por los hechos ocurridos en este pueblo
hace 15 años mis padres estaban algo teme-
rosos por concederme el permiso. Sin embar-
go, después de muchos compromisos de mi
parte, mis padres accedieron a darme la au-
torización. Y es así como el sábado 7 de no-
viembre partimos desde Bogotá rumbo a El
Salado, demorándonos 2 días en llegar debi-
do a que el viaje lo realizamos por carretera.
Llegamos a la vereda El Bálsamo.
Fue muy grato ver que los niños de la escuela
nos estaban esperando. Mi primera impre-
sión fue conocer un mundo totalmente distin-
to a mi entorno, esto debido a que tenían dos
escuelas muy humildes, donde asisten 18
niños que cursan primaria, y sus edades osci-
lan entre los 3 y 15 años. Nos mostraron su
fuente de energía basada en la energía solar,
tuvimos la oportunidad de ver su parque el
cual está algo deteriorado, Nos mostraron los
lugares de dónde sacan su agua para beber,
lavar y todas sus necesidades. Estos lugares
se llaman jagüeyes. Compartimos con los
niños gracias a que la maestra Stefanía llevó
actividades para realizar con ellos. Pese a su
timidez, logramos socializar y compartir gra-
tos momentos con ellos, pudimos conocer un
poco más de sus vidas diarias y el gran es-
fuerzo que hacen para ir al colegio. Lo com-
probamos acompañándolos de regreso a sus
casas en una caminata de aproximadamente
una hora. Allí conocimos las casas donde
hacen el tabaco y luego las historias de dos
personas que vivieron en la vereda durante la
masacre. No quiero detenerme en dar deta-
lles, sólo quiero decir que sentí mucha triste-
za al escucharlos.
Después de un partido con los niños
salimos rumbo al corregimiento de El Salado.
Allí nos recibió la señora Delcy quien nos
acogió en su casa. Después de instalarnos
fuimos a la Fundación Semana donde vimos
las imágenes de la masacre. Allí conocimos a
un señor llamado Luis. Don Lucho nos contó
Sobre mi experiencia en El Salado
María Camila Saavedra
Jonathan Malagón Palacios
Santiago Erazo Cortés
Gloría Josefa Sánchez
Rafael Espinel
Rocío Mahecha Tavera
Manfred Ayure Figueredo
Juan Carlos Bayona Vargas
UNA CRÓNICA DE VIDA
¡Buena educación!
Pioneros
Jonathan Malagón—8° B
Viaje de regreso a Bogotá
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