Isabella Fassi
Profesor Villamandos
La guerra civil española
Un análisis comparativo de Nada y Primera memoria: el reflejo de la España de la posguerra
En uno de los ensayos de su colección Desde la ventana, Carmen Martín Gaite
describe la “chica rara,” una figura literaria que ha dominado muchas de las obras literarias de
las autoras españolas de la posguerra (Mayock 20). Con el paso del tiempo, y el cambiante
panorama socio-cultural, económico y político del estado español, la “chica rara” ha
evolucionado en las obras literarias de las autoras españolas de la posguerra (Mayock 20).
Aunque ha transformado la “chica rara” durante las etapas diferentes de la posguerra, sus
características fundamentales no han cambiado. Por lo general, la “chica rara,” definida por su
personalidad que desafía los roles tradicionales de género, comunica la reacción feminista y
progresiva en contra de las normas opresivas y anti-feministas del régimen franquista (Mayock
20-21).
La primera encarnación de esta “chica rara” aparece en 1945 en la novela Nada de
Carmen Laforet (Mayock 20). Ambientada en los años posteriores inmediatos del final de la
guerra, la novela trata de una joven, Andrea, de dieciocho años que ha traslado a Barcelona para
estudiar después de haberse quedado huérfana. La protagonista Andrea es el prototipo de la
“chica rara;” no tiene ganas de hacer lo que es normal para una joven de aquella época (Mayock
20). Una chica introvertida y independiente, acaricia Andrea a la idea de la feminidad típica, pero
no encuentra ninguna satisfacción en la narrativa femenina tradicional. A través de su narración
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retrospectiva en primera persona, se puede observar su transición desde una chica a una mujer.
En este sentido, Nada es una novela de formación o bildungsroman. No obstante, con un trama
llena de violencia y crisis, la novela se puede considerar una obra del tremendismo también.
Debido a estos conflictos, el desarrollo de Andrea tiene un carácter retorcido, caracterizado por
la desilusión.
En su novela Primera memoria, publicada por primera vez en 1960, Ana María
Matute introduce su versión de la “chica rara:” Matia. A la edad de catorce años, Matia, como
Andrea, tiene que mudarse a un nuevo hogar, una isla, para vivir con su abuela, su tía y su primo.
A diferencia de Nada, Primera memoria está ambientada durante la guerra, al principio del
conflicto. Sin embargo, como Andrea, Matia narra desde el presente, mirando hacía atrás a las
experiencias de su niñez. Si Nada trata de la llegada a la edad adulta, Primera memoria
trata de la marcha de la niñez. No obstante, la transformación de Matia es también caracterizada
por la desilusión. Su personalidad como “chica rara” está clara en su participación en actividades
no permitidas para las niñas y su carácter solitario.
Entre estas dos novelas de la posguerra, hay una gran cantidad de similitudes. Aún así,
existen también diferencias importantes que reflejan la trayectoria de España en los años después
de la guerra en términos socios-políticos. Las diferencias más significativas entre estas novelas
de dos “chicas raras” tienen que ver con el tratamiento de la memoria, la noción de la fábula y la
visión del futuro. Estos elementos ilustran mejor las características socia-políticas en la España
de la posguerra. Este trabajo analizará las similitudes y diferencias entre Nada y Primera
memoria, considerando el contexto histórico de cada obra, para explorar los cambios - o la
falta de cambios - entre la España de 1945 de Laforet y la España de 1960 de Matute.
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En primer lugar, hay que examinar las características compartidas de las personalidades
de las “chicas raras” en las dos novelas; las cualidades similares que ejemplifican Andrea y
Matia implican información importante sobre lo que cambió y lo que no cambió en España para
la mujer entre los años 1945 y 1960. En cuanto a la historia, no es sólo la experiencia colectiva
que importa, sino la experiencia individual, también. En su obra En torno al casticismo,
Miguel de Unamuno explica su concepto de la “intrahistoria,” que se refiere a “...the daily life
lived by millions of anonymous people that goes unrecorded in official annals of history”
(Mayock 17). A través de examinar las experiencias cotidianas y actitudes personales de los
individuos, es posible dar un aspecto palpable a la historia. Adicionalmente, observando las vidas
íntimas de las protagonistas, se puede entender mejor el contexto histórico, como dice Ellen C.
Mayock en su libro The “Strange Girl” in Twentieth Century Spanish Novels
Written by Women: “The novels become in a sense, ‘social documents’ or ‘intrahistory’ of
the twentieth-century Spanish cultural landscape” (20). El análisis de los personajes de Andrea y
Matia da revelaciones sobre la condición de la mujer y el estado de España en un contexto
histórico nacional.
Las dos protagonistas escriben desde un punto de vista caracterizado por la tristeza y
represión. En las primeras páginas de Nada y Primera memoria, cada narradora declara
directamente el peso de la tristeza en su vida de una manera franca. Cuando considera Matia las
cualidades que ha heredado ella de su familia, sólo dice, “Yo, tal vez, esta gran tristeza” (Matute
13). Andrea expresa repetidamente su melancolía a lo largo de la novela, mencionando en un
momento, “... me envolvía la tristeza” (Laforet 35). La perspectiva dolorosa de las dos jóvenes
refleja las tragedias personales que ambas han experimentado. Matia y Andrea han sido
arrancadas de sus padres y sus hogares, y ahora, tienen que enfrentarse a la opresión a las manos
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de sus nuevas cuidadoras; para Matia, la fuente de opresión es su abuela Doña Práxedes y para
Andrea, es su tía Angustias.
Aunque se pueden entender estos conflictos a un nivel individual, es necesario tener en
cuenta también su carácter simbólico en referencia a la guerra. De este modo, la “intrahistoria”
de las “chicas raras” comunica la situación social de la España de la posguerra. La tristeza de
Matia y Andrea comunica el trauma colectivo de los españoles en las secuelas de la guerra y la
represión de las chicas por sus familiares ejemplifica la opresión de la mujer por el régimen de
Franco. En cuanto a la represión contra la mujer, la narrativa personal de la “chica rara” refleja
una declaración de 1945 que afirma que las responsabilidades de la mujer incluyen defender los
valores tradicionales de la familia y conservar las artes domésticas para mantener la felicitad en
la casa (Mayock 49). Doña Práxedes y Angustias sirven para proteger los principios del
franquismo y catolicismo-nacional, y Matia y Andrea representan un desafío de esos principios.
Además de compartir la “chica rara” como protagonista, hay otras similitudes entre los
tramas de Nada y Primera memoria que arrojan alguna luz sobre la guerra civil y sus
consecuencias en España. Las dos obras tienen una presencia de la fratricida, la que no sólo es
una representación simbólica de los bandos contrarios de la guerra, pero retrata la realidad de
muchas familias durante la guerra; la envidia y el odio entre algunas familias frecuentemente se
actuaron en el escenario de la guerra. En Nada, esta narrativa se manifiesta entre los hermanos
Juan y Román, y en Primera memoria, esta narrativa se manifiesta entre Matia y Borja. De
esta manera, las “intrahistorias” de las novelas tienen la cualidad de ser individual y colectiva al
mismo tiempo.
Otra similitud crucial entre las obras es la falta de la madre en la vida de la protagonista.
En su artículo “The Generation of Postmemory,” Marianna Hirsch explica que “...trauma at its
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most fundamental has been defined as a break in the maternal object relation” (124). La madre
ausente es otra vez una expresión del trauma de la guerra. Pero además, tiene significado
profundo en cuanto a la memoria; la pérdida de la madre en las vidas de Andrea y Matia señala
una fisura honda entre el pasado y el presente. La forma en que cada protagonista recuerda a su
madre muestra revelaciones importantes sobre el recuerdo de la guerra sí misma por España. De
este punto, empiezan las diferencias principales de las novelas. Cada obra trata a la memoria de
una manera diferente, y entre estas diferencias, se puede formar conclusiones alrededor la idea de
la guerra civil en la memoria colectiva española y los cambios en la condición de la nación.
Antes de examinar el tratamiento de la memoria en las obras de Laforet y Matute, es
necesario examinar un poco de teoría sobre la naturaleza de la memoria sí misma. En su obra
The Collective Memory, Maurice Halbwachs distingue entre la memoria histórica y la
memoria colectiva, diciendo, “...remembrances are organized in two ways, either grouped about
a definite individual who considers them from his own viewpoint or distributed within a group
for which each is a partial image,” y luego dice, “These two memories are often intermingled”
(50). Cuando son mezcladas las “intrahistorias” de Andrea y Matia con el contexto socio-
histórico de la España de la posguerra, estos dos tipos de memoria entremezclan. De este modo,
lo interior y lo exterior, lo personal y lo social, o lo autobiográfico y lo histórico, combinan para
formar una representación entera de España (Halbwachs 52). Aplicar este esqueleto teórico al
tratamiento de la memoria en las novelas, se destaca la situación de España después de la guerra.
Como se ha notado, un aspecto esencial en el tratamiento de la memoria en Nada y
Primera memoria es la conceptualización de la madre ausente (Hirsch 124). En las dos
novelas, los padres de las protagonistas son mencionados escasamente. Como las novelas son
escritas en primera persona, la poca información que tiene el lector sobre las madres viene de las
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voces de las protagonistas. Sin embargo, es posible extraer información sobre la memoria
española posguerra cuando se examinan las maneras distintas en que Andrea y Matia recuerdan a
sus madres. Andrea se refiere a su madre con una nostalgia; expresa un anhelo de regresar al
pasado: “¿Dónde se ha ido - pensaba yo - aquella familia que se reunía en las veladas alrededor
del piano’...Me estremecí al pensar que una de ellas había muerto...” (Laforet 75). Este momento
de reflexión revela mucho sobre cómo Andrea recuerda su madre. En primer lugar, Andrea
nunca dice la palabra “madre” ni dice el nombre de su madre; establece una distancia impersonal
entre su madre y sí misma. De una interpretación simbólica, el anhelo nostálgico de Andrea por
su madre y las circunstancias alrededores de su ausencia representa un anhelo nostálgico por la
Segunda República en la memoria colectiva española.
Para Matia, el recuerdo de su madre no evoca ningún sentimiento de la nostalgia. Por lo
contrario, Matia expresa una irritación fuerte por la mención de su madre: “‘Mi madre, siempre
ese cuento. ¡Mi madre era una desconocida! ¿A qué siempre a hablarme de ella?’” (Matute 64).
Matia no quiere recordar a su madre ni pensar en su madre de ninguna forma. Otra vez, de una
interpretación simbólica, este deseo de olvidar a su madre ilustra el deseo del régimen franquista
para olvidar la existencia de la Segunda República. En el recuerdo de Andrea, que fue escrito en
los años posteriores inmediatos de la guerra, la memoria de la República todavía está cerca y la
pérdida está fresca. Al contrario, en el recuerdo de Matia, que fue escrito más de quince años
después del final de la guerra, la República ya está muy lejos del presente en que Matute escribe
la novela; del punto de vista de Matutue, la menciona de la madre vuelve a abrir la herida de la
guerra. Por eso, hay que olvidar todo. Este tratamiento del recuerdo de la madre también refleja
el impacto del “pacto de olvido.”
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Otra avenida que usa Laforet y Matute para construir un contexto de la memoria es el
silencio. En Primera memoria, hay instancias del silencio que invocan el pacto de olvido otra
vez. Por ejemplo, después del episodio en que Matia y Borja presencian el descubrimiento del
padre muerto de Manuel, Borja dice a Matia, “Oye tú: ni una palabra a nadie” (Matute 44). Los
dos niños han experimentado un choque traumático de ver un muerto de la guerra, una cosa
terrible, pero no pueden compartirlo con otra persona y, por lo tanto, no pueden hacer sentido de
ello. Su esfuerzo para ignorar este choque parece ser un éxito: “Por lo visto, quería hacer como si
nada hubiera pasado. Como si lo hubiéramos olvidado, por lo menos” (Matute 48). Como ocurre
con el recuerdo de Matia de su madre, con el recuerdo de la tragedia de José, la tendencia en
cuanto a la memoria en Primera memoria es olvidar. En el contexto de los años en que la
novela fue escrita, esta tendencia de olvidar refleja la persistencia y, en un sentido, el éxito del
franquismo para silenciar el grito del trauma sobre la guerra.
En Nada, el silencio sí existe también, pero de una manera más sutil. Andrea no da
reflexiones tan largas e intrincadas como las de Matia sobre los sucesos. Las referencias a la
guerra o a las consecuencias de la guerra son más infrecuentes e indirectas; se pueden ver en el
hambre de Andrea, la violencia de la familia y su situación económica empeorado. El olvido en
Nada apenas está comenzando, lo cual refleja el comienzo del silencio sobre la guerra. Andrea
dice, “La verdad es que yo estaba empezando a perder la memoria” (Laforet 118). Esta
declaración es probablemente la indicación más directa sobre la memoria en toda la novela y
representa el comienzo del olvido en la España de la posguerra. Las maneras diferentes en que
Laforet y Matute trata a la memoria de sus protagonistas enseña la trayectoria de la perspectiva
de los españoles hacia la guerra.
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La segunda diferencia fundamental entre las dos novelas tiene que ver con la noción de
la fábula. En las dos obras, las protagonistas aluden a los cuentos de hadas. Estas referencias
significan el desarrollo personal de Andrea y Matia, pero cuando se examina esta “intrahistoria”
en un contexto más amplio, como se ha hecho con el concepto de la memoria, se hace posible
analizar la visión general de la guerra en los dos periodos de publicación. En Nada, antes de ir a
la fiesta de Pons, Andrea se imagina a sí misma como Cenicientas (Laforet 156). En contraste
con su carácter normal, por un momento, considera Andrea la posibilidad de ser la mujer
tradicional; quiere poseer todo la belleza, dulzura, encanto y bondad de Cenicientas (Laforet
156). Sin embargo, para Andrea, esta existencia idealizada no es posible y su experiencia de la
fiesta la deja con una sensación intensa de desilusión.
Tomar esta experiencia individual y aplicarla a un contexto más general de la España de
la posguerra, la imposibilidad para Andrea tener un “final alegre” con Pons en la fiesta equipara
con la imposibilidad para España tener un “final alegre” con respecto a la guerra; representa este
episodio el fracaso de la España idealizada del régimen franquista en los años posteriores
inmediatos de la guerra, un tiempo de hambre, aislamiento y represión. No obstante, de una vista
más optimista, indica la necesidad de la mujer de abandonar la fantasía de ser sólo un objeto del
hombre. Para la mujer de la posguerra, hay que dejar esta fantasía de Cenicientas, de los roles de
género tradicionales, para formar una nueva identidad.
En Primera memoria, Matia se refiere a unos cuentos de de hadas a lo largo del libro.
Con frecuencia, menciona Peter Pan, la Joven Sirena y Alicia. Matia se identifica con estos
personajes ficticios de maneras diferentes. Peter Pan representa su deseo de quedarse niña para
siempre, lo que se puede interpretar como reflejo del deseo del franquismo para evadir la
modernización en los años sesenta y setenta (Mayock 87, 93). La Joven Sirena representa su
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incapacidad de convertirse en mujer “real,” lo que se puede interpretar como reflejo de la
opresión contra la mujer por las manos del régimen franquista. Alicia representa una existencia
irreal y llena de desorientación, lo que se puede interpretar como reflejo de la sociedad “falsa” de
la España franquista, con respecto a la presencia de la censura y, otra vez, la falta de crecimiento
hasta la modernidad. De este modo, las fábulas sirven como simbolización de las condiciones en
España después del final de la guerra.
La última diferencia principal entre las dos novelas es el mensaje sobre el futuro de las
protagonistas: ¿hay esperanza para Andrea y Matia al fin y al cabo, después de toda la tragedia y
la violencia que han sufrido? Un análisis de la repuesta a esta pregunta en cada novela
proporciona información sobre el pronóstico del futuro de España de cada autora. En Nada,
Andrea expresa un sentido de cinismo sobre el futuro al final de la novela:
Sentía una viva emoción. Recordaba la terrible esperanza, el anhelo de vida con
que las había subido por primera vez. Me marchaba ahora sin haber conocido
nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés
profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos,
así creía yo entonces. (Laforet 213)
Este pasaje está repleta de significado. Su tiempo en Barcelona, que de alguna manera es como
un microcosmo de la guerra civil, se ha dejado Andrea sintiéndose totalmente desengañada. No
quiere tomar nada de la experiencia y, de verdad, en el momento de salir de la calle de Aribau,
cree que sí, puede olvidar todo. Pero no es así. Las palabras “Al menos, así creía yo entonces,”
implican que, en realidad, se ha llevado mucha carga emocional de los conflictos de su tiempo en
la calle de Aribau.
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En cuanto al panorama de España, esta reflexión de Andrea comunica que Laforet no
anticipa que el futuro de España será ideal. Además, el intento de olvidar todo no funcionará; las
cicatrices de la guerra permanecerán. Una falta de esperanza caracteriza el futuro proyectado en
Nada. Sin embargo, Andrea sí sale de la calle de Aribau para empezar una nueva vida con la
familia de Ena, y en este sentido, Laforet deja un espacio para la ambigüedad y posibilidad de
cambio. En el año de la publicación de la novela, 1945, la esperanza para un futuro mejor todavía
existe en la conciencia colectiva española.
Al contrario, en Primera memoria, Matute expresa una falta total de esperanza sobre
el futuro; su tratamiento del futuro es fatalista sin la ambigüedad o posibilidad de cambio en el
futuro. Este fatalismo se manifiesta a través de la metáfora del gallo blanco. Al principio de la
novela, Matia describe el gallo: “Era un viril y valiente gallo blanco, de ojos coléricos, que
resplandecían al Sol” (Matute 23). Esta imagen del gallo evoca la fuerza, vitalidad y pureza. En
contraste, al final de la novela, Matia describe el gallo otra vez, pero con un añadido importante:
“Allí estaba el gallo de Son Major, con sus coléricos ojos, como dos botones de fuego. Alzado y
resplandeciente como un puñado de cal, y gritando - amanecía - su horrible y estridente canto,
que clamaba, quizá - qué sé yo - por alguna misteriosa causa perdida” (Matute 212). El grito del
gallo, tan viril y valiente, es por una “causa perdida;” es decir, todo la fuerza, vitalidad y pureza
del gallo ha sido por nada. Simbólicamente, la inocencia de Matia ha sido destruido
completamente por la corrupción que ha experimentado.
La metáfora del gallo blanco representa la muerte figurativa de la España que existió
antes de la guerra. Para Matute, no hay posibilidad de reanimar esta España pérdida en el futuro.
Según Mayock, “Matute’s work...deliberately paints social ills and refuses to surrender to a false
optimism about the future of mankind” (Mayock 89). En el contexto de los finales de los años
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cincuenta, Matute escribe desde un punto de visto más pesimista que el de Laforet; con el paso
del tiempo, el trauma de la guerra se ha quedado y el franquismo ha destruido toda la pureza de
la Segunda República. No hay una salida clara de esta opresión a los ojos de Matute; en
Primera memoria, la falta de esperanza es absoluta. A través de las voces de las
protagonistas de las dos novelas, se puede deducir mucho sobre las condiciones socia-políticas
en que escribe las autoras.
Las similitudes entre Nada y Primera memoria son muchas, pero la cual es más
crucial es la presencia de la “chica rara.” A través de su narración, se revela la condición de la
sociedad española de la posguerra durante un periodo distinto del tiempo. Sin embargo, hay tres
diferencias vitales entre las novelas: cómo se presenta la memoria, la fábula y el futuro. Las
voces de Andrea y Matia dan detalles personales a un contexto social e histórico más amplio.
Pero la relación entre lo personal y lo social es recíproca; es posible inferir mucho sobre el
contexto social por analizar las experiencias personales de las protagonistas. Las “intrahistorias”
que las novelas presentan no se pueden separar de su contexto colectivo y viceversa.
Después de todo, lo que se destaca entre las diferencias es que no había muchos cambios
sociales, especialmente para las mujeres, entre el año 1945 y el año 1960. Tal vez la única cosa
que ha cambiado entre estos dos periodos de la posguerra es que el estado social de la mujer ha
empeorado. En las palabras de Mayock, “Nada and Primera memoria as novels of
development demonstrate the early steps that Spanish women of the post-civil war era need to
take towards reestablishing a social matrix in which women play a greater role” (95). A pesar de
toda la desilusión que enfrenta las protagonistas de las dos novelas, la “chica rara,” en la forma
de Andrea o Matia, es un catalizador del cambio para la mujer moderna española.
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Obras citadas
Halbwachs, Maurice. The Collective Memory. Trans. Francis J. Ditter and Vida Yazdi Ditter.
New York: Harper Colophon, 1980.
Hirsch, Marianne. “The Generation of Postmemory.” Poetics Today 29.1 (2008): 103-128.
Porter Institute for Poetics and Semiotics: 2008.
Laforet, Carmen. Nada. Random House: New York, 2004.
Matute, Ana María. Primera memoria. Ediciones Destino: Barcelona, 2011.
Mayock, Ellen C. The “Strange Girl” in Twentieth Century Spanish Novels Writ-
ten by
Women. University Press of the South: New Orleans, 2004.
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