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El Plan Divino y Eterno de la Salvación Humana según Romanos 3:24-26
por
Zabdiel David Rodríguez
Proyecto
presentado a Global University-ICI en cumplimiento parcial para los requisitos de
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Global University-ICI Noviembre, 2008
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El Plan Divino y Eterno de la Salvación Humana según Romanos 3:24-26
1. El conflicto divino entre la justicia y el amor.
Se cuenta que una vez un anciano muy rico se mudó a un pequeño pueblo para
pasar sus últimos años en paz. Allí compró una enorme casa abandonada y la
refaccionó. Una tarde abrió las puertas corredizas que llevaban al balcón. Estas medían
unos dos metros de alto y casi lo mismo de ancho. Mientras disfrutaba del aire puro
(que no se consigue en una metrópolis), observó un grupo de niños que jugaban al
béisbol en la calle frente a la casa. Miró atentamente al jovencito que tenía el turno al
bate, y cómo le lanzaban la bola. A partir de ahí todo fue muy rápido: el niño conectó un
batazo y el anciano oyó un gran ruido a sus espaldas. Los jugadores se quedaron
pasmados por unos segundos luego del estruendo; en seguida corrieron despavoridos.
Cuando el anciano volteó su mirada, lamentó mucho ver una bola de béisbol
rodando poco a poco dejando atrás unos cuantos vidrios rotos… Nuevamente puso su
vista en el campo de juego, y se percató de que el culpable del hecho aun permanecía
atónito en el lugar de los bateadores. Entonces el anciano lo llamó. El muchacho lo
pensó antes de obedecer, pero finalmente se dispuso a entrar a la mansión.
El niño fue recibido por un sirviente, quien lo escolto hasta la terraza misma donde
estaba el dueño de la casa. En su mente pensaba como podría justificar el error
cometido.
Al tener al muchacho delante de él, el anciano notó que estaba desarreglado y sucio
(demasiado, aun para alguien que juega béisbol); sus manos y rostro estaban
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manchados de negro, como lo estaría un limpiabotas. Y eso mismo era: un pequeño
limpiabotas huérfano, jugando con una docena de niños cobardes con familia.
―¿Sabes cuanto cuesta ese cristal? Nunca limpiarás suficientes zapatos para
reparar el daño― dijo severamente el anciano. El jovencito alzo la mirada, y con
vergüenza la bajo, negando con la cabeza.
―No hay nada gratuito en la vida― prosiguió, ahora con una expresión benévola en
su rostro ―Todo tiene un precio. Tal vez tú no tengas que pagarlo, pero otro lo hará por
ti. Yo pagare por este daño, quedas libre de la culpa, amiguito.
Y así es como el gran Señor perdonó una deuda enorme a un muchacho pobre, y
éste salio sin culpas de aquella casa.
¿Acaso Dios es injusto cuando absuelve de culpas quien es incapaz de pagar su
condena? Existe un aparente conflicto entre dos de los atributos de Dios: Su perfecta
justicia y su eterno amor, ocasionado por una criatura a quien ama eternamente, pero a
la vez comete delitos que ameritan la muerte.
La suerte de la raza humana no podía ser menos nefasta: Dios, que es Santo, no
admite el pecado en Su Presencia; por lo tanto hombre está condenado a vivir
eternamente separado de su amante Creador.
¿Cómo enfrentó Dios la disyuntiva? Igual que el anciano de la historia, Dios decide
mostrar su amor, sin anular la justicia. Él mismo pagó los vidrios rotos: permite al
humano conservar la vida a la vez que entrega la suya para saldar la deuda. Ya no es
necesario que el hombre pague su condena, pues ya otro fue condenado en su lugar.
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Jesucristo, el Hijo de Dios sufrió la separación (muerte) con el objeto de unirnos a si
mismo y al Padre. A todo el que crea esto se le acredita la justicia del Hijo, quien fue la
“propiciación” por los pecados de la Humanidad.
La Palabra de Dios para Todos (PDT) traduce Romanos 3:26 de la siguiente manera:
“Él ofreció a Jesucristo como sacrificio para demostrar que él siempre es justo en lo que
hace. Lo demostró en el pasado cuando en su paciencia paso por alto los pecados de
muchos, y también ahora al aprobar a todo aquel que confía en Jesús”.
Así que no hay ninguna contradicción en Dios, Él es consistente en su proceder.
Desde el principio fue paciente con los hombres, esperando el momento de pagar el
precio por ellos, y darles la oportunidad de ser verdaderamente justos por su Hijo.
2. Justificación Gratuita
En Romanos 3:24 (NVI) el Apóstol Pablo escribe “pero por su gracia son justificados
gratuitamente mediante la redención que Cristo Jesús efectuó”, refiriéndose a “todos”
(los humanos), quienes pecaron y fueron destituidos de la gloria de Dios.
De modo que por la obra de Jesucristo es revertida esa sentencia para aquellos que
creen en El, los nuevos justos. Algunos términos usados en el pasaje que vale definir:
a) Gratuitamente: El término implica que no es necesario para el beneficiario pagar
el precio por algún bien. Igual que las muestras gratis que dan en los supermercados
cuando promocionan un producto, el que disfruta de la misma no paga, pues los costos
han sido pagados por la empresa que la produjo. El Padre ideó la Salvación de la
Humanidad en Jesucristo, y es éste quien pagó en sí mismo los “costos de producción”
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de la justicia, para que los hombres la reciban gratuitamente, sin tener que hacer una
gran esfuerzo para ganarla.
b) Gracia: Es el favor inmerecido que una persona recibe de un superior. La raza
humana no es digna de la justificación que otorga Dios. Precisamente, al justificar a los
hombres Dios les ha dado una oportunidad que no merecen los hijos de Adán. Esto es
gracia, algo que no se logra sino que se recibe.
c) Justificados: Ser justificados es la voz pasiva del verbo justificar. En el texto
original se utilizó la palabra griega dikaioo, que significa “considerar ser justo”. De esta
manera se entiende que el mensaje del Apóstol Pablo a los romanos es el siguiente: Sin
merecerlo y sin ningún esfuerzo de su parte, los humanos pueden ser considerados
correctos delante Dios, gracias al esfuerzo y la bondad del Hijo de Dios.
3. La Redención de los prisioneros
De acuerdo con la Enciclopedia Ilumina en español, redención (del griego
apolutrosis) quiere decir “liberación, a cambio de (esto es, contra el pago de) un rescate
(…) perdón y justificación, redención como resultado de la expiación, liberación de la
culpa de los pecados” (2005).
Esto amplia el sentido de la obra vicaria de Jesús en la cruz. Lo que allí ocurrió fue el
pago de un rescate, el precio o costo de la liberación fue la vida del Maestro. Como esta
escrito en Marcos 10:45 (RV60): “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido,
sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
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Como resultado, la raza humana recobra su libertad, y no es prisionera de la muerte
ni del pecado, en tanto crean que la sangre de Cristo logró un rescate eterno.
4. Propiciación: La justicia divina satisfecha
Propiciación es la “satisfacción de la Justicia de Dios mediante un Sacrificio”
(Enciclopedia Ilumina, 2005); un sinónimo es ésta es Expiación, palabra relacionada con
ritos de purificación con el fin de borrar o cubrir los pecados del hombre.
De todas las ceremonias hebreas, la más solemne era el Día de Expiación, descrito
en Levítico 16. Una vez al año el sumo sacerdote entraba al lugar Santísimo con la
sangre de animales para pedir perdón por sus propios pecados y los del pueblo. Se
seleccionaban dos chivos, uno que se soltaba en el desierto representando los pecados
que eran alejados del pueblo, y el otro que era ofrecido en sacrificio por el pecado. Esta
víctima que llevaba el castigo de los hombres prefiguraba al Cristo.
Jesús resulta ser un sumo sacerdote superior, que no necesita cubrir sus propios
pecados, ya que es perfectamente justo. A la vez es la víctima para el sacrificio, el
Cordero sobre quien son impuestos los pecados de la humanidad.
La sangre de los animales era rociada en el propiciatorio, una cubierta de oro puesta
sobre el arca de la alianza, de la que salían dos querubines que “son como el trono en el
que Dios se sienta” según 1 Samuel 4:4b (PDT), y el lugar donde se reunía con Moisés, de
acuerdo con Éxodo 25:22. Así que estamos ante una representación del Trono Celestial.
Jesús fue al verdadero Lugar Santísimo, delante del Trono de Dios, no con otra “sino
con su propia sangre, logrando así un rescate eterno” (Hebreos 9:11b).
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5. El único requisito: Fe
Queda claro que no hay injusticia en el hecho de que Dios conceda a los malvados
vivir a precio de la vida de una victima voluntaria (Jesús, quien es Justo por los siglos), ya
que la calidad de la vida ofrecida alcanza para rescatar la Humanidad entera. Este era un
plan eterno y viable, anunciado por los profetas del Antiguo Testamento, y no una
jugarreta de último minuto.
También hay que considerar el destino de aquellos que salen absueltos del juicio,
revelado en Romanos 6:4 (NVI): “Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados
con el en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder del Padre,
también nosotros llevemos una vida nueva”.
No obstante, todo esto es solo una realidad potencial, que bajo el reino del “tal vez”,
a menos que el hombre pecador acepte el regalo de Dios. De lo contrario, la redención
nunca se hace efectiva, y para aquel que se niega, la cruz de Cristo significará un
esfuerzo inútil.
Lo único que se requiere del hombre es fe: creer lo que Dios dice, creer en su
provisión de un Salvador para el mundo, y creer que de esta buena noticia depende el
resto de su vida. La expiación se recibe por la fe, las deudas con la justicia divida son
saldadas por la fe en Cristo, el sacrificado.
Es por la fe que una persona es sumergida en las aguas para dar testimonio de que
deja de ser un pecador y llegará a ser a la imagen del Hijo de Dios, conforme al plan
divino. A su vez, es por la falta de fe que multitudes escapan de los brazos amorosos de
un Padre de misericordia, y abrazan la locura, la oscuridad y la desesperación.
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BIBLIOGRAFIA
Enciclopedia Ilumina en Español. 2005. Caribe-Betania Editores.
La Biblia, La Palabra de Dios para Todos. 2005. Centro Mundial de Traducción de
la Biblia.
Lasley, William F. 2003. Exposición de Gálatas y Romanos: Libro de texto de
estudio independiente. Global University.
La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. 1999. Sociedad Bíblica
Internacional.
Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960. 1988. Sociedades Bíblicas Unidas.
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