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REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO | 109

El escritor no elige sus obsesiones sino lasobsesiones escogen al escritor, y una vez queesto ha sucedido, debe ser fiel a ellas a ries-go de decepcionarlas y decepcionarse a símismo. La gran obsesión de Anaïs Nin(1903-1977) fue ella misma. De ello haque dado amplio testimonio a través de sumonumental diario, donde registró, desdesu infancia hasta el final de su vida, prácti-camente todo lo que le acontecía: hechosnimios y trascendentes, emociones, pensa -mientos, reflexiones, fantasías, temores ydeseos recónditos.

El resplandor de los quince volúmenespublicados de su Diario (incluyendo las ver -siones originales, las inexpurgadas y los tem -pranos) siguen opacando el resto de su obra—mucha de la cual fue entresacada de losmismos cuadernos y trabajada para darlela forma de ficción—, al grado de que casinadie recuerda el nombre de esos otros li -bros: Invierno de artificio, La casa del incesto,Hijos del albatros, Corazón cuarteado, Unaespía en la casa del amor y La seducción delminotauro, entre varios más. Mejor suertehan corrido sus libros de relatos eróticosDelta de Venus y Pájaros de fuego.

Sin embargo, la escritura compulsiva ydisciplinada en sus cuadernos no tenía enAnaïs Nin mayor ambición de trascen den - cia —por lo menos al inicio— que el de ex -plorar su propia experiencia vital y verterlaa través de las palabras, y sobre todo, suplirun vacío: el del padre ausente. Cada páginade su diario es una desagarrada y tier na car -ta a Joaquín Nin, el hombre que abandonóa su familia cuando ella tenía on ce años ycuya falta pudo superar hasta que fue adul -ta y se reencontró con él, consumando unaperturbadora transgresión que daría a cono -cer hasta mucho después a tra vés del volu-men Incesto. Diario amoroso (1932-1934).

No es raro que la vida y los diarios deAnaïs Nin provoquen tanta fascinación enlos lectores, algunos de ellos llegan a desa-rrollar una verdadera obsesión. Ha sido elcaso de la escritora cubana Wendy Guerra(1970), quien acaba de publicar Posar des-nuda en La Habana, suerte de diario apó-crifo de Anaïs Nin, que abarca de los die-cinueve a los veinte años, periodo en el quela joven regresa a Cuba, donde se reen-cuentra con su familia materna, luego dehaber vivido en Barcelona y Nueva York.

No parece ser casual la fascinación deWendy Guerra por Anaïs Nin. Su primeranovela, Todos se van, ganadora del I Premiode Novela Bruguera 2006, es una ficciónautobiográfica armada en forma de diario(de hecho dividida en dos partes: “Diariode infancia” y “Diario de adolescencia”,exac tamente como los de Anaïs Nin). Esella misma recuperada en los cuadernos quecreía perdidos en casa de su madre afecta-da por el Alzheimer. Sobre el proceso deescribir diarios, Guerra ha dicho: “No pue -do separar mi vida del Diario, la literaturade la vida, los personajes de mí. Es comoquien dice pasar del calor al frío sin esta-ciones intermedias. Las herramientas hu -ma nas con las que trabajo son: mi propiavida y todos mis afectos, lágrimas, deseo,sexo, miedo, piedad, dolor, ira, abandono”.

Wendy Guerra —que además es poetay ha escrito otra novela Nunca fui primeradama— se dio a la tarea de rastrear el iti-nerario cubano de Anaïs como si se trataradel de alguien de su familia. Visitó lugaresya inexistentes, rastreó registros de naci-miento y defunción, entrevistó a parientesy conocidos aún vivos. Cuenta que duran-te la pesquisa, en una de las tantas oficinasque visitó indagando por su supuesta “bis -abuela materna”, una mujer le dijo que era

“igualita” a la autora. El asunto es que “laseñora ni había leído sus diarios ni habíavisto foto alguna que le mostrara los her-mosos ojos de Anaïs”.

Así, intercalando extractos de los ver-daderos diarios de Anaïs con sus propiasin venciones, imaginando qué era lo quepensaba y experimentaba esa joven en fer -miza, de la que ya se vislumbraba una des-collante belleza, que estaba próxima a ca -sarse con Hugo Guiler, pero que seguíaañorando al padre ausente, Wendy Guerralogra recrear con extraordinaria precisiónla voz literaria de una joven mujer agobia-da por su propia situación existencial, pe -ro fascinada por un país, por esa ínsula conla que se identifica y siente suya, en la quese siente libre y rebosante de entusiasmo,donde quiere ver todo, vivir todo, experi-mentar todo y verterlo en su cuaderno.

“Cuba, Padre y Diario son la mismatrampa, aquí se trenza el carácter del pri-mer diario no expurgado de la pequeñaAnaïs. Es ésta la razón por la que me lancéa las calles de La Habana, ansiaba averi-guar lo que, por décadas, investigadores,artistas, curiosos y fanáticos de la autorahan intentado encontrar”, dice Guerra. Ylo que encontró es un homenaje y un actode amor a la vida y la literatura. Y una ren-dición de cuentas a las obsesiones que em -bargan a los grandes escritores.

Wendy Guerra, Posar desnuda en La Habana, Alfaguara,México, 204 pp.

Posar desnuda en La HabanaDiario apócrifo de la ínsulaGuillermo Vega Zaragoza

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