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RNI S
Prof. JAIME AROCHA RODRGUEZ
Antroplogo
Universidad Nacional de Colombia
PENS MIENTO
FRO HO O NO
EN V DE EXTIN IN
In t roducc in
ste artculo versa sobre los procesos mentales desarro-
llados por los afrodescendientes del valle del ro Baud,
porque en Colombia las ciencias sociales los han desco-
nocido y porque comienzan a extinguirse. En efecto,
desde hace tres aos, los pueblos ancestrales de todo el Choc bio-
geogrfico atestiguan la propagacin de formas de violencia que no
conocan y que los amenazan con el destierro o el aniquilamiento.
Fundamento mi narrativa en interpretaciones que Gregory Bate-
son formul (1991). La primera de ellas se refiere a la mente, en cali-
dad de [ ... ] conjunto operante de acontecimientos y objetos [con]
la complejidad de circuitos causales y [de] relaciones de energa
[adecuados para procesar] informacin, [entendiendo] que un
bit de informacin [consiste en] la diferencia que hace una dife-
rencia ( b i d .: 3 4 5 ) .
Esta desantropomorfizacin de lo espiritual tiene que ver con tres
apreciaciones de Lamarck:
(1) [ ...] no se [le] pueden atribuir a ningn ser capacidades [es-
pirituales] para las cuales no [tenga] rganos ; (2) [ . ..] los procesos
mentales deben tener siempre representacin fsica y (3) [...]la com-
plejidad del sistema nervioso est relacionada con la complejidad de
la mente
( b i d . : 4 5 9 ).
La segunda interpretacin es la de sistema como unidad que
contenga estructuras de retroalimentacin competentes para proce-
sar informacin. Hay sistemas ecolgicos y sistemas sociales, adems
del que forma el individuo ms su ambiente (Bateson 1992: 260). Y
la tercera, la de la localizacin de la inmanencia mental: La mente es
inmanente en el circuito. Estamos acostumbrados a pensar que de
alguna manera la piel del organismo contiene la mente, pero la piel
no encietra a los circuitos [mentales]
( b i d . : 2 6 1 ).
2 6
N os. 5 6 A O M CM XC VII
u. N AC IO NA L D E C OL OM BIA
BOGOTA D.C.
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IME AROCHA RODRGUEZ
PENSAMIENTO AFROCHOCOANO EN VA DE EXTINCiN
Los datos que presentar pro-
ienen del proyecto titulado L os
eos: c onv i venci a y po l i f on a
cuyas aspiraciones in-
uyen: (1) describir la creatividad
on la cual los afrochocoanos se
an adaptado al pasado hostil y al
biente complejo y,de ese modo,
perar la obstinacin acadmica
adicional por la marginalidad,la
obreza y las carencias en salud,
ucacin y empleo. (2)Retratar la
volucin de los procesos menta-
s afrocolombianos como resulta-
o de memorias de africana, y re-
istencia a la esclavitud y a la
ispanizacin, y no tan slo como
fecto de la abolicin oficial y de
as enseanzas de los espaoles, y
)combinar los mtodos de la his-
oria natural con los de la historia
ltural, para comprender, descri-
ir y, de ese modo, reforzar los pa-
rones de convivencia intertnica
ambiental que los afrodescen-
ientes venan evolucionando en
l Choc biogeogrfico, por lo me-
os durante los ltimos 250 aos.
No obstante el que la irrup-
in de la guerrilla hubiera impe-
ido continuar con el trabajo etno-
rfico y etnobotnico
niciado a mediados de
en el bajo Baud, la
nvestigacin ha permi-
ido entender de qu
materias primas estn
echas aquellas solucio-
es dialogantes por me-
io de las cuales los afro-
audoseos han usado
l entorno y, al mismo
empo, resuelto desave-
encias territoriales con
us vecinos emberes.
ntre esas materias pri-
as figura la metfora.
rtiendo de interrogan-
es sobre la forma como
os baudoseos juegan
tbol, mostrar cmo se
ga ella con los circuitos
el sistema social. Lue-
go, aproximando ritos de inicia-
cin, me referir a la inmanencia de
los sistemas individuos-animales-
plantas y enfocando lamuerte, ilus-
trar la inmanencia del sistema gen-
te-tiempo.
M et for as e I nm anenci a
Ind i v i duo O t ros
Cholo y Mello eran dos ado-
lescentes de Chigorod (Choc).
En noviembre de 1992, para iniciar
un viaje a Bogot, me subieron en
su canoa por las aguas del ro Bau-
d y me guiaron en el ascenso por
la serrana del mismo nombre. A
medida que caminbamos y trep-
bamos monte, hablaban de cam-
peonatos de ftbol, citando esta-
dsticas de goles y hazaas excep-
cionales. Cuando paramos bajo un
samn para descansar y tomar
agua, comenzaron a secretearse y
por fin el Cholo venci la timidez,
preguntndome si sera posible
que a mi regreso de Bogot les tra-
jera un baln y uniformes para
ellos dos. Respond que hara todo
lo posible y les pregunt cmo que-
ran los uniformes. Mello me dijo
que como el del Nacional y Cholo
como el del Amrica de Cali, sus
dos escuadras predilectas.
-
ustedes no juegan en el
mismo equipo? -les pregunt.
-Claro que si-, afirmaron, de-
jndome abrigar una sospecha
que confirmara das ms tarde al
regresar con baln y uniformes:
para ellos y para sus espectadores,
a la hora de ingresar a la cancha,
parece no importar tanto la identi-
dad del equipo alrededor de la si-
militud de las indumentarias,
como la identificacin de los juga-
dores con los smbolos de sus do-
los. Entendida como epistemolo-
ga 10cal,,2, la cultura afrobau-
dosea parece haber desarrollado
una lgica que gua a la mente para
participar o seguir el desarrollo de
un encuentro futbolstico, sin con-
fundir las identidades de los juga-
dores en calidad de miembros de
los dos equipos de Chigorod.
Nosotros formamos la igual-
dad de un equipo mediante la nor-
ma referente a que, exceptuando al
portero, cada uno de sus miem-
bros debe vestir camiseta, pantalo-
neta, medias y guayos cuyas com-
binaciones de color sean
idnticas a las que visten
los otros miembros del
mismo equipo. El que la
camiseta roja sea Amri-
ca y verde Nacional, con-
tribuye a que los especta-
dores se involucren emo-
cionalmente con sus
equipos respectivos, al
extremo de que si algn
jugador comete un desa-
fuero, se dice que l des-
honr a su camiseta .
Para formular esta califi-
cacion el espectador
iguala equipo y camiseta,
como lo hace el patriota
equiparando los smbo-
los patrios con la patria.
Bandera y nacin perte-
necen a tipos lgicos de
1. Esta investigacin tuvo sus orgenes en dos expediciones etnogrficas
al alto Baud que se llevaron a cabo en 1992 con el auspicio de la Asocia-
cin Campesina del Baud (Acaba), Codechoc y la Facultad de Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. A partir de enero de
1995, comenz el trabajo investigativo con apoyos de Colciencias, el Cen-
tro Norte Sur de la Universidad de Miami, UNESCO y el CINDEC de la
Universidad Nacional de Colombia. Adems de la coinvestigadora prin-
cipal, la historiadora Adriana Maya, el equipo cont con los etngrafos
Javier Moreno y Jos Fernando Serrano, los historiadores Orin Jimnez
y Sergio Mosquera, y la biloga Stella Surez.
2. Defino epistemologa de acuerdo con Gregory Bateson como [...]
agregado de presupuestos que subyacen a todas las interacciones y comu-
nicaciones entre personas [...] (Bateson y Bateson 1988:97),y concuerdo
con l en que:
Es una torpeza referirse constantemente a la epistemologia y a la onto-
logia, y es correcto considerar que sean separables en la historia natural
humana. No parece existir una palabra adecuada para cubrir lacombina-
cin de estos dos conceptos. Las aproximaciones ms cercanas son es-
tructura cognitiva o estructura del carcter , pero estos trminos no
logran sugerir que lo importante es un cuerpo de suposiciones habituales
o premisas implcitas en la relacin entre el hombre y el ambiente, y que
esas premisas pueden ser verdaderas o falsas. Usar, por ello, en el pre-
sente ensayo el trmino nico de epistemologa para abarcar ambos as-
pectos de la red de premias que gobiernan la adaptacin (o mala adapta-
cin) al ambiente humano y fsico. Para emplear elvocabulario de George
Kelly, son stas las reglas mediante las cuales un individuo construye
su experiencia (Bateson 1991: 344).
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COLOMBIANA
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CRNICAS
3. Recuerdas qu le dijo el Caballero Blanco a Alicia? Alicia est ms
bien cansada de or canciones y al ofrecrsele otra, pregunta su nombre.
El nombre de la cancin se llama Haddocks Eyes , dice el Caballero
Blanco , Es ese elnombre de la cancin? dice Alicia. No, tu no entien-
des , dice elCaballero Blanco , ese no es el nombre de la cancin, sino lo
que llaman al nombre? (Bateson y Bateson 1988:21).
diferente nivel, pero se identifican
de modo tal que, para el fantico,
quien pisotea la bandera ofende a la
patria. Otros ejemplos de los llama-
dos errores de tipificacin lgica'?',
consisten en la confusin del mapa
con el territorio, del nombre con el
objeto nombrado o del nombre del
nombre con el nombre.
En el caso de las reglas que ri-
gen el ftbol afrobaudoseo, el
error de tipificacin lgica reba-
sa la identificacin entre elnombre
del smbolo (rojo), con el del equi-
po local del jugador. El nombre del
color se asocia con dos identidades
diversas: la del jugador baudose-
o y la del jugador del Amrica o
del Nacional. Es como si el nom-
bre de la camiseta se mezclara de
tal modo con su portador original,
que el portador actual resultara
confundido con el portador origi-
nal. Desde una perspectiva orto-
doxa, esta operacin mental es
aberrante. Sin embargo, si se la
aprecia desde la epistemologa lo-
cal, la metfora forma un circuito
emocional entre el individuo, la
comunidad local y los equipos na-
cionales.
I nmanenc ia
I nd i v i duo P l an t as A n i m a l es
La forma como los afrobaudo-
seos celebran el inicio de una
vida seala el que la inmanencia
mental tambin est en el sistema
formado por los individuos con su
ambiente. Entre las palmas de
coco alrededor de las casas de
Cholo y Mello, hay unas que ellos
sealan como sus ombligos (Se-
rrano 1994). Esta otra metfora se
origina en el rito que tiene lugar
inmediatamente despus del naci-
miento de un nio o una
nia, cuando la madre
entierra la placenta y el
cordn umbilical, junto
con la semilla germinan-
te de una palma de coco
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Nos. 5 6 AO MCMXCVII
U. NACIONAL DE COLOMBIA
BOGOTA D.C.
o de otro rbol, de tal modo que
rbol y persona crezcan juntos. De
ah en adelante, ese nio o esa nia
llamar su ombligo a la palma o
al rbol. Por su parte, la herida que
deja el ombligo al desprenderse, se
cura esparciendo sobre ella polvos
que se preparan macerando algu-
na parte de aquel animal de cuyas
caractersticas los progenitores
consideran que el recin nacido
deber apropiarse a lo largo de su
vida
bid. .
Ningn afrobaudoseo me ha
expresado que por los ritos de om-
bligada se sienta hermanado
con rboles y animales. Sin embar-
go, hay conductas que le hacen
pensar a uno que all s existe una
relacin ms fraternal entre la gen-
te y la naturaleza. El abuelo de
Cholo, don Justo Daniel Hinestro-
sa, es lo que los afrobaudoseos
llaman un mdico raicero -un
sabio en la botnica, y en curar en-
fermedades y picaduras de cule-
bra-. Una maana, cuando cami-
naba hacia uno de sus sembrados
de arroz, don Justo se detuvo junto
a una enorme ceiba, se quit el
sombrero y rez una plegaria. Jos
Fernando Serrano, miembro de
nuestro grupo de investigacin,
acompaaba al sabio anciano y se
qued estupefacto ante lo sucedi-
do. Comprendi que se trataba de
un saludo respetuoso al ombli-
go de uno de los padres del ancia-
no, cuando l explic que, hace
ms de cincuenta aos, en se re-
llanito se levantaba la casa donde
haba nacido.
D i l ogo y P ol i fon a
Estas maneras de construir
metforas y afirmar la inmanencia
del circuito gente-entorno coinci-
den con conductas que -no obs-
tante las actuales fricciones territo-
riales intertnicas- fraternizan la
existencia de los afrobaudoseos
con sus vecinos emberes y con su
ambiente. En Boca de Pep, bajo
Baud, conocimos a un mdico
raicero a quien los jaibanaes invi-
tan a cantar jai con ellos (Arocha
1996). La entrega a una persona
negra de los secretos ms sagrados
de los emberes atestigua la con-
fianza que ha imperado entre am-
bos pueblos. Confianza que no es
de hoy, por cuanto el padre del rai-
cero mencionado tambin conce-
lebraba con los indgenas, apren-
da sus formas de curar y diagnos-
ticar la enfermedad y les enseaba
a ellos las de los afrodescendientes
(Arocha 1996).
Dentro de este contexto el que
los hombres negros bauticen nios
y nias indgenas tambin ha sido
fuente de una coexistencia, ade-
ms, constatable observando la
profunda emocin que los indge-
nas expresan cuando toman parte
activa en los funerales de sus com-
padres negros. Asimismo es rele-
vante el que la Virgen de la Pobre-
za, santa patrona de Boca de Pep,
pueblo de afrodescendientes, se le
hubiera anunciado y aparecido a
los indgenas emberes bid. .
En cuanto al manejo ambien-
tal, en Boca de Pep volvimos a ha-
llar comportamientos en aparien-
cia irracionales. Uno de ellos
consiste en la siembra y cuidado
de frutales o maz en claros o fran-
jas hechos en elbosque secundario
o monte alzao , Para qu inver-
tir tanto trabajo en cuidar esas
plantas, si no hay manera de co-
mercializar sus cosechas? Para el
alto Baud, Moreno
(1994) haba demostrado
que esos productos si se
vendan, pero empaca-
dos en los cerdos-alcan-
cas que los afrobaudose-
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JAIME AROCHA RODRGUEZ
PENSAMIENTO AFROCHOCOANO EN ViA DE EXTINCiN
os mantienen en semicautiverio.
Si en el alto Baud no haba sido
muy evidente el que la gente sem-
braba para sus marranos y no para
el mercado, en el bajo Baud suce-
di algo parecido con las siembras
que se usan como cebo para facili-
tar la cacera de animales silves-
tres. El que esos plantos contribu-
yan a la reproduccin y preser-
vacin de la fauna nativa fue algo
imposible de averiguar, pues la
guerrilla irrumpi apenas se haba
formulado la hiptesis.
Empero, los afrobaudoseos
humanizan ms a sus perros de ca-
cera que a sus marranos. Los edu-
can hasta convertirlos en especia-
listas en el rastreo de determina-
das presas. Para mejorar las des-
trezas -digamos-de un perro gua-
guero, lo someten a ayuno y absti-
nencia la noche antes de la
jornada. Contratan profesionales
para que le hagan rezos especfi-
cos o le den baos en noches de
luna llena con aguas hechas con
los siete tipos de albahacas que se
distinguen. Quienes los arreglan
tambin tienen que intervenir
cuando los animales pierden sus
habilidades. As sucede si el can en-
tra a la cocina, y por accidente, se
est derramando sobre el fogn el
agua hirviendo mediante la cual el
ama de casa prepara la presa que l
atrap. Entonces, la nica manera
de salvarlo consiste en llamar a un
experto para que lo bae con las
cenizas que recibieron ese lquido
desparramado
bid.).
Los baadores de perro fi-
guran entre las personas ms apre-
ciadas de las comunidades. No
forman parte del normal de la gen-
te, sino de los crculos de quienes
cantan alabaos en los velorios y
novenas, de quienes diagnostican
y curan. dolencias graves o de
quienes saben cmo sellar una vi-
vienda para que no le entren los
espritus malos. Saben de plantas
y sus combinaciones y estn dota-
dos de un armamento de secre-
tos comparable al de los mdicos
raiceros para curar a quienes son
ofendidos por las culebras. A su
vez, lo secreto de los secretos no
radica en el encadenamiento sim-
ple de palabras desconocidas. No
es difcil comprar hojas en las cua-
les aparecen escritos o impresos, y
muchos de ellos, inclusive, consis-
ten en oraciones frecuentes de la
liturgia catlica. xito y efectivi-
dad radican, ms bien, en el nme-
ro de veces con el cual recitan las
frases, as como en el ritmo que le
imparten a la recitacin.
As pues, en el Baud y quizs
en todo el Choc, entre los afroco-
lombianos, ni las plantas ni los ani-
males existen
p r s
sino adiciona-
dos, complementados y cualifi-
cados por la mente de las perso-
nas, mediante la palabra. Empero,
por s misma, la voz humana care-
ce de poder. Tiene que ser amplifi-
cada mediante combinaciones de
ritmo y nmero que se aprenden
con otras habilidades mediante
largos aos de iniciacin. El que
baadores de perros, mdicos rai-
ceros, componedores de casas o
parteras hayan sido iniciados es
indicio de una permanencia de
afrcana, acerca de cuyas dimen-
siones habla el filsofo Hampet
Ba (1985):
Gracias a la vivificacin de la
palabra [...hay], fuerzas [que] se
ponen a vibrar. En un primer esta-
dio se convierten en pensamiento;
en un segundo, en sonido, y en un
tercero en palabra. La palabra est,
pues, considerada como la mate-
rializacin y exteriorizacin de las
fuerzas
bid.:189).
Fundada sobre la iniciacin, la
tradicin [oral] abarca al hombre en
su totalidad, y por eso se puede de-
cirque contribuye a crear un tipo de
hombre particular y a esculpir el
alma africana
b id . : 187) .
Mediante las inmanencias men-
tales individuo-otros y gente-en-
torno, he documentado parte de la
totalidad a la cual se refiere Ba.
Queda por explorar el circuito per-
sona-tiempo, creado por el culto a
los antepasados.
Religiones
de la a l egr a
y
l a v i da
Si bien es cierto que las prcti-
cas religiosas de la gente negra
apelan al rito y a la liturgia cristia-
nas, aun se desarrollan dentro de
un espritu compartido por las re-
ligiones de los antepasados de
quienes fueron esclavizados du-
rante la colonia de la Nueva Gra-
nada: gente akn, ew-fon, yruba
y bant (Arocha 1996; Serrano
1994). Los rituales ni son de expia-
cin de culpas ni pecados, sino de
celebracin de vida, luz y color
(Maya 1996b). Dentro de ellos,las
deidades pueden ser tan comuni-
cativas y sensuales como la Virgen
de la Pobreza, la santa patrona de
Boca de Pep en el bajo Baud
(Arocha 1996; Serrano 1996). Ella
est representada en una antigua
vitela que encontraron unos ind-
genas emberes de la quebrada de
Quer
bid.).
Anunci su llegada
por el estruendo de uno de los ca-
ones con los cuales hizo su apari-
cin
bid.).
Su fiesta del 8 de sep-
tiembre coincide con la de la
Virgen de la Caridad del Cobre,
patrona de Cuba, donde encarna
al oricha africano Ochn. Ese da
La Pobreza, mediante una sonrisa,
le manifiesta a sus fieles su com-
placencia por la celebracin (Se-
rrano 1996). Si no est de acuerdo
con la acostumbrada procesin se
har tan pesada que los responsa-
bles de las andas no podrn sacar-
la de la iglesia. Y si el recorrido sa-
grado por el pueblo fue satisfac-
torio, regresar a la iglesia bailan-
do con su marido
bid.),
como dice
el siguiente verso que cantan quie-
nes participan en las correras
que inician dos meses antes de la
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COLOMBIANA
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CRNICAS
fiesta anual, para recoger los fon-
dos de la celebracin:
D e n l e d u r o a l a s c a d e r a s
Q u e se a c a b e d e r am p
F o q u e v a a sa l a b a i l
l a V i r g en y S a n J o s
( A r o c h a 1 99 6)
Algo similar puede decirse de
San Martn de Porres, en Pie de
Pat, capital del alto Baud, quien
se emborracha con sus seguidores
antes y despus de subirse a la ca-
noa que lo lleva por los alrededo-
res del templo (Maya 1992b). Son
santos y vrgenes a quienes se les
regaa por no cumplir lo prometi-
do, se les somete a privaciones y
castigos si se portan mal con sus
devotos o se besa y acaricia en
agradecimiento por un favor con-
cedido o porque al creyente sim-
plemente le naci el deseo de ha-
cerle un consentimiento a la
imagen, al pasar a su lado. Tam-
bin a quienes se les habla con la
misma confianza que se usa para
dirigirse a los antepasados desa-
parecidos de la tierra, pero cuyos
espritus siguen presentes en la co-
tidianidad.
La muerte siempre se vaticina
mediante el canto de pjaros como
el del guaco, los sueos o la propia
aparicin del alma de quien parti-
r (Serrano 1994). Este anuncio de-
sencadena medidas preventivas.
Por ejemplo, el mdico raicero
busca una posible trama , por
medio de la cual un enemigo pue-
de estarle causando la enferme-
dad al afectado
bid. .
El hallazgo
de ese sortilegio es tan importante
como la curacin propiamente di-
cha. Si una culebra ofende a un
cristiano y ste entra en estado
crtico, tan importante como la
balsmica 4 apropiada para cu-
rar, es el encuentro de un tejido de
ramas debajo de la cama
del embrujado u otra
forma de trama que po-
tencie los efectos del ve-
neno (Arocha 1996).
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U. NACIONAL DE COLOMBIA
BOGOTA D.C.
En caso de que el anuncio
coincida con una enfermedad gra-
ve, parientes y amigos visitan al
enfermo o enferma. Conversan
con l o ella, y le acarician con ter-
nura; le ofrecen sus alimentos pre-
dilectos y le dicen frases amorosas
para que tenga la fuerza necesaria
para recuperarse (Serrano 1994).
En otras palabras, se hace lo con-
trario que en nuestro medio se ha-
ra con un paciente terminal. All
se supone que el aislamiento no
lleva a una buena muerte.
M uer t os Neci o s
Ocurrido el deceso, se inician
los preparativos del velorio (Aro-
cha 1993a; 1997). En ellos toda la
comunidad participa. Los nios
adecuan los espacios donde ten-
dr lugar la velacin; los hombres
se turnan la hechura del cajn y la
excavacin de la tumba en el ce-
menterio, y las mujeres se encar-
gan de embalsamar el cadver y de
arreglar el altar para la velacin.
Para ello, colocan un lazo negro en
forma de mariposa, del cual pen-
den velos blancos
bidl.
El cono
que se forma uniendo dos tringu-
los equilteros por su vrtice, tam-
bin figura en los altares yorubas
de Cuba, Hait y Brasil, entre otros
lugares de Amrica Latina, donde
simboliza el hacha del oricha
Chang (Thomson 1993).
Terminados los preparativos,
todos se unen en el espacio sagra-
do dentro del cual se alcanza el
trance cantando alabaos, bebiendo
aguardiente y caf, y fumando ta-
baco o Pielroja. Al da siguiente
tendr lugar una procesin fne-
bre que recorre hitos del pueblo y
pasa frente a las casas de familia-
res y allegados. Como entre los
bantes, este paseo ritual no slo
busca el que la gente se despida
del.difunto, sino que le exija expli-
caciones acerca de su partida
(~chwegler en Arocha 1993a).
Siempre se considera que el occiso
hubiera podido poner ms de su
parte y no haberse marchado. As,
cada quien le puede hacer repro-
ches por haber abandonado el
mundo
bid. .
M uer t os accesi b les
Al llegar al cementerio, y
cuando el fretro comienza a des-
cender hacia la tumba, se pueden
or.gritos como los de aquella hija,
qUlen se aferraba al cadver de su
madre, repitiendo: Hazme un
campito en la canoita que te lleva-
r a tu largo viaje (Arocha 1997).
De tanto reiterar los mismos senti-
dos, en medio de canto y llanto, a
esta mujer le sucedi lo que a otros
deudos: cay en trance
bid. .
Fue
asistida por sus familiares y ya
ms tranquila se uni a las canta-
doras
bid. .
A medida que cada
quien recoge tierra para echarla
sobre el atad, puede pintarse una
cruz de barro en la frente (Serrano
1994). Esta otra huella de africana
(Maya en Arocha 1993a) demues-
tra la inmanencia del circuito men-
tal formado por deudos, campo-
santo, y tierra. Cubierto el cajn, se
planta una palma de Cristo so-
bre el montculo fnebre. Esta
siembra tambin tiene un pasado
africano y marca la conclusin de
un ciclo vital, cuyo inicio qued se-
alado por la palma-ombligo que
fertiliz la placenta enterrada.
Adems, la palma de Cristo le ser-
vir de albergue a las distintas al-
mas del difunto {bid. . La repre-
sentacin fsica del antepasado
facilita la comunicacin
futura con l y su presen-
cia en la comunidad.
Esa presencia ser de
particular importancia
4. Sustancias que, segn la curacin requerida, se preparan con yerbas y
partes de animales disueltas en biche, las cuales adems se rezan y se
almacenan en botellas especiales o rezadas.
5. En Boca de Pep reemplazaron el moo por una mariposa negra de
madera, en cuya cabeza dibujan una calavera.
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JAIME AROGHA RODRGUEZ
PENSAMIENTO AFROCHOCOANO EN VfA DE EXTINCiN
6. El 4 de julio de 1997, E l E s p e c ta d o r public una encuesta de opinin
sobre elfracaso de laconstitucin de 1991.Entre las preguntas formuladas
no figur ninguna sobre el artculo sptimo, referente al~arcter plurit-
nico y multicultural de la nacin colombiana. Esta orrusion es indicativa
de la poca conciencia que, aun en los medios, existe sobre las implicacio-
nes que esa seccin de la carta tiene sobre la identidad nac~onal.
7. Etnnimo chocoano para referirse a las poblaciones tnetrucas prove-
nientes del departamento de Crdoba.
durante el novenario, cuando
aquellos que no pudieron estar en
el velorio y en el entierro, de la
misma manera que quienes si es-
tuvieron, se congregan alrededor
del altar que se hace en el espacio
escogido para los rezos de las nueve
noches. Presidido por la iconografa
que rememora al hacha de Chang,
a este sagrario se le da el nombre de
tumba y tambin se usa para ai-
rear reclamos adicionales.
La novena noche es tan solem-
ne como la que presidi al entie-
rro. Congrega a familiares yami-
gos de todos los pueblos a lo largo
del ro y es impensable sin el canto
de alabaos durante toda la noche,
sin los rezos, sin las lgrimas, sin
tabaco y sin la ingestin de aguar-
diente, caf y comidas sagradas de
animales del monte, pero ep espe-
cial sin la despedida final. Esta tie-
ne lugar al amanecer, cuando los
deudos desarman la tumba y el
oficiante --amanera de comunin-
se toma el agua de albahaca blanca
del vaso que siempre estuvo en el
altar, junto con una veladora en-
cendida
bid. .
Entonces, el culto a los antepa-
sados aporta ms evidencias de
que, mediante la metfora -un
error de tipificacin lgica-, la
epistemologa afrobaudosea ade-
ms es fuente de inmanencia tem-
poral. Sumada a la inmanencia de
los circuitos gente-gente e indivi-
duo-entorno, la que el culto a los
antepasados forma con el sistema
gente-tiempo habla de unas men-
tes que po acusan la fragmenta-
cin de las nuestras. Empero, hoy
como nunca, la integridad de los
procesos mentales afrobaudose-
os est en peligro.
M u er to s a usen tes
Con la muerte vio-
lenta, en especial si el
cuerpo no aparece, la funebria
afrochocoana enmudece. Ni se
puede acariciar al enfermo, ni de-
cir las frases de aliento para la ago-
na, ni las de reclamo de la proce-
sin fnebre o de la tumba del
novenario. En el cementerio hay
un vaco que no puede marcarse
con la palma de Cristo y, en conse-
cuencia, se frustran las comunica-
ciones con el antepasado. Siendo
los ritos fnebres los eventos ms
significativos de la cultura afroco-
lombiana del litoral Pacfico, es
evidente que all el impacto del te-
rror tiene una capacidad de ani-
quilamiento cultural quizs sin
equivalentes entre otros pueblos
colombianos.
Este insuceso no se compade-
ce con la voluntad ciudadana a fa-
vor de redefinir nuestra identidad
nacional. En efecto,la constitucin
de 1991 convirti en patrimonios
para el porvenir a la diversidad
cultural de los colombianos y a la
de los paisajes y territorios crea-
dos por ellos (Arocha 1993b)6.As,
abri la posibilidad de superar la
nocin de progreso que el estatuto
de 1886 equiparaba con el que to-
dos llegramos a ser de la misma
raza, religin y lengua y, adems,
sustituyramos selvas y bosques
por potreros. La reforma ret al
Estado para que originara y regla-
mentara nuevas leyes que le die-
ran aceptacin y validez nacionales
a prcticas ancestrales de autono-
ma poltica y territorial, y de desa-
rrollo sustentable (Arocha 1997).
Dentro de ese paquete figura la ley
70 de 1993que legitima el dominio
colectivo sobre aquellos territorios
ancestrales que las comunidades
negras venan construyendo des-
de los inicios del siglo XVIII.
M u er te v i ol en ta y ape r t u ra
Infortunadamente, los presi-
dentes Gaviria y Samper estuvie-
ron ms conscientes de implantar
la apertura econmica, que de re-
glamentar y aplicar con prontitud
y eficacia las leyes referentes al
porvenir de tolerancia y desarro-
llo sostenible, incluyendo reorde-
namiento territorial, territorios co-
lectivos de comunidades negras y
manejo del medio ambiente. A la
expansin de carreteras, puertos,
explotaciones madereras, mine-
ras, camaroneras, agro industria-
les y ganaderas que vena desde
1982 (Gonzlez 1990), se agrega-
ron el inters mundial por la ex-
plotacin gentica de la biodiver-
sidad selvtica y riberea (Redac-
cin EE970209, Presidencia 1996),
el programa de integracin con los
pases de la cuenca del Pacfico
(Ministerio de Relaciones Exterio-
res 1996, Presidencia 1996), el re-
lanzamiento del proyecto de cons-
truir una conexin interocenica
uniendo al ro Atrato con el Pacfico
por la va del ro Truand (Fonade
970216; Redaccin EE 970209) Yla
propuesta de prolongar la Carrete-
ra Panamericana por el llamado
Tapn del Darin (EFE970216).
Paralelamente a la propaga-
cin del modelo neo liberal, au-
ment la inmigracin paisa y
chilapa
7
y con ella las presiones
sobre la territorialidad ancestral
de indgenas y afrodescendientes;
a finales de 1994, en el alto Baud,
irrumpi un grupo guerrillero po-
siblemente afiliado con el
EPL y con l los ajusticia-
mientos pblicos, las de-
sapariciones, el boleteo,
la vacuna y el desplaza-
miento de familias ente-
ras que buscaron refugio
haciendo barrios de inva-
REVISTA
COLOMBIANA
DE PSICOLOGIA
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7/8
CRNICAS
sin en Quibd s. Si bien es cierto
que esta agrupacin sali del rea
a mediados de 1995, seis meses
ms tarde apareci el Benkos Bioj
en el bajo Baud y hoy por hoy,
grupos paramilitares figuran
como los causantes de operaciones
de la llamada limpieza social y, en
consecuencia, de imponer ms
formas de terror y destierro.
Por fuera del Baud, el evento
ms dramtico ha consistido en los
cientos de familias quienes, despa-
voridas por los enfrentamientos
entre el ejrcito y la guerrilla, hu-
yeron del bajo Atrato hacia Muta-
t, Pavarandocito y Panam (Padi-
lla y Varela 1997: 16-19). Adems
de la tragedia implicada por la
emigracin forzosa, la severidad
de estos hechos tiene que ver con
la proximidad entre la zona de
combate y el curso medio del ro
Truand. All, con todo y que hay
puntos de incalculable inters
para las empresas madereras, en
marzo de 1997, el INCORA otorg
los primeros ttulos colectivos a
comunidades negras sobre cerca
de 70.000 hectreas. A los pocos
das, cay abatido por las balas el
presidente de uno de los consejos
comunitarios que haba iniciado
los trmites de titulacin (Villa
970220, 970303).
Es posible que miembros de
este grupo excepcional de propie-
tarios colectivos no hubiera hecho
parte de los desplazados del bajo
Atrato (Atocha et al. 1997). Tam-
bin que sea cierto el alegato del
gobierno en el sentido de estar ha-
ciendo todo lo posible para que los
desplazados puedan volver a sus
lugares de origen, y de
estar dndole un nuevo
hlito a la titulacin co-
lectiva para las comu-
nidades negras (Garca
1997). Sin embargo, la
E l
maana
222
Nos. 5 6 AO MCMXCVII
U. NACIONAL DE COLOMBIA
8OGOTA D.C.
irrupcin de formas de terror que
no tenan antecedentes en esa par-
te del pas, as como de las crnicas
que se elaboran alrededor de ellas,
(1) hacen que la gente considere la
posibilidad de buscar en la ciudad
la seguridad que las selvas y los
ros comienzan a negarle; (2) di-
suaden a los afrodescendientes de
seguir haciendo las diligencias a
las cuales la ley 70 de 1993 les da
derecho, para legitimar los espa-
cios comunitarios humanizados y
legados por sus antepasados, y (3)
incorporan de manera irreversible
al Choc biogeogrfico al mapa de
las regiones cuyos pobladores pa-
decen los conflictos armados.
Persuadidos de la integridad
de la mente afrobaudosea, quie-
nes hicimos parte del proyecto que
he enfocado, imaginamos que cul-
minaramos el trabajo con una et-
nografa de paz . En ella mostra-
ramos la leccin que la gente del
Baud tena para quienes han
reemplazado las palabras por las
balas, en aras de resolver conflic-
tos territoriales con personas de
otra etnia: al margen de los apara-
tos estatales, partidistas y sindica-
les, es posible desarrollar hbitos
de convivencia pacfica. Supona-
mos que la nueva constitucin co-
lombiana potenciara la divulga-
cin y adopcin de modelos como
el que estudibamos. Hoy consta-
tamos que la modernizacin eco-
nmica que elmismo estatuto pro-
picia, as como el neoliberalismo
que le sirve de contexto, coadyu-
varon a borrar el nombre de refu-
gio de paz con el cual habamos
caracterizado al valle del ro Bau-
primera vez en mayo de 1992:que
nuestra etnografa sirva de cons-
tancia histrica de un mundo que
no ser posible \}J
B i b l i og ra f a
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Paraloschocoanos,ste es eliniciodel final.Las accionesque desde rs: UNESCO.
tiempoatrs venan realizandolasFarcenel readeRiosucioeran perci-Bateson, Gregory. 1992. S a c r e d
bidas comoproblema de Urab y las del ELNen el San Juan no hacan U n it y F u r th e r S t e p s t o a n E co -
parte de una imagen de crisis.Quizs esta particularidad se deba a que . ,
enelBaud, por primera vez,la poblacincivilresult severamenteafee- l o gy o f M i n d. Obra postuma
tada (Mosquera1997). a cargo de Rodney Donald-
d. As, nuestro libro tendr un
objetivo que no vislumbrbamos
cuando visitamos la regin por
7/24/2019 Dialnet-PensamientoAfrochocoanoEnViaDeExtincion-4895314
8/8
JAIME AROCHA RODRGUEZ
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COLOMBIANA
DE PSICOLOGIA
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