DESMOTIVACIÓN INTERNA
Hace unos días, asistí a una cena en la que
nos dimos cita un grupo variopinto de
personas: empresarios, profesionales
liberales y algunos periodistas.
Lo que a priori iba a se una cena “normal”,
se convirtió en una clase magistral de
cómo no debe ser la comunicación interna
y, por extensión, las relaciones
profesionales en una gran empresa
multinacional (española para más señas).
Un ejemplo de cómo la falta de
comunicación contribuye a la
desmotivación y a la fuga de talento.
Uno se los comensales comentaba, entre
hilaridad e incredulidad, cómo había sido
su experiencia en esa empresa. Da igual la empresa y da igual el nombre.
Según decía, llegar a esa multinacional fue
cumplir su sueño, era su empresa ideal y
lo mejor de todo: le había fichado a él
para colaborar en un proyecto
apasionante. A sus pies un futuro profesional inmejorable.
Durante los dos primeros meses le
surgieron algunas dificultades, fruto,
pensaba él, del propio proceso de
adaptación a una cultura empresarial que
le era absolutamente ajena. No obstante,
echó de menos, en esos meses, un leve
interés por parte de la compañía recibirle,
por explicarle temas esenciales para el desarrollo de su trabajo, en fin, un proceso mínimo de acogida.
Pasados esos dos meses empezó a sospechar que nadie le iba a explicar nada y que
tendría que ser él mismo quien buscara la mejor forma para adaptarse a esta
excelente multinacional que tanto admiraba. Decidió que, tras una reunión de
trabajo con su jefe, un miembro de la alta dirección de la compañía, le haría algunas preguntas que él juzgó inocuas, pero no así su superior.
Le preguntó por el manual de bienvenida, por el manual de crisis, por la
periodicidad de sus reuniones con él, por los procesos básicos de comunicación
interna entre la dirección de la empresa y sus empleados. Ardió Troya.
¡¡¡¡¡¡¡¡“No te enteras de nada”, “deja tus preguntas que tienes mucho que perder”,
“vamos fatal si esperas que haga tu trabajo”, “eres un inmaduro”, “no tienes ni idea
de donde estás trabajando”, “sigue así y ya veremos dónde acabas”!!!!!!…. los gritos se escucharon tres despachos más allá, al más burdo estilo caciquil.
Salió del despacho perplejo, incrédulo, sin saber si a su edad (rozando los 40) había
empezado a sufrir alucinaciones auditivas, miró a su alrededor y nadie parecía
sorprendido. Estaba claro: o ciertamente había alucinado o la situación anterior era
de lo más habitual.
Dejó pasar un tiempo, continuó desempeñando las funciones que le habían
encomendado de la mejor forma que pudo, supo e imaginó, ya que su jefe estaba
demasiado ocupado en las “cosas importantes” como para perder su valiosísimo tiempo en eso llamado COMUNICACIÓN INTERNA.
A esta situación le siguieron palabras malsonantes, salpicadas de insultos y
descalificaciones. Y lo peor era que no se trataba de algo puntual, que se le pudiera
achacar a un enajenado, era la práctica habitual de la totalidad de los directivos se esa ejemplar multinacional.
Fue en esos momentos en los que echó de menos a esa otra empresa en la que
había trabajado hasta entonces… No era una multinacional, no era líder del
mercado, pero sus gestores y directivos sabían perfectamente que el equipo
humano de una empresa es un pilar fundamental. De la misma forma que también
lo es mantener unas relaciones profesionales fluidas con su equipo, informar a la
plantilla de lo que en la empresa acontece, saber que un empleado es un potencial
portavoz, voluntario o involuntario de la compañía, y que la imagen que ofrece
cualquier empresa se proyecta tanto a través de las acciones y omisiones de la alta dirección como del último empleado.
Tras una intensa reflexión con su esposa, decidieron conjuntamente, seis meses
después de incorporase que por su propia salud mental, sus relaciones personales y rigor profesional debía abandonar esa multinacional.
Al terminar su relato, le pregunté si no tenían intranet y me dijo que sí, pero que a
la mayor parte de los contenidos sólo tenía acceso la alta dirección; le pregunte si
no celebraban convenciones anuales, mensuales o trimestrales y me dijo que sí,
pero que los convocados eran la alta dirección y “sus elegidos”; pregunté también
si no recibían ningún tipo de comunicación por parte de la empresa y me dijo que
sí, que junto con la nómina les entregaban información relativa a la ruta de
autobuses de la empresa o a los vales de comida.
En definitiva, un despropósito, no sólo por la ausencia de la estrategia de
comunicación interna, sino por las consecuencias que puede tener para su imagen
externa. Para muestra este artículo… suerte que en este caso, la lealtad a la
persona que contó esto en un foro más o menos reducido, haya hecho que el
nombre de esta multinacional no se mencione.
Prnoticias
Juana Pulido
Consultor Senior
Estudio de Comunicación
28/04/2011
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