Érase una vez un pintor que vivía en un pequeño pueblo de Rusia. Se llamaba Max. Vivía feliz pintando su tierra, sus costumbres, la gente que le rodeaba... Para él su felicidad era azul. Este color representaba su mundo y a sí mismo.
Max vivía con Bella, su mujer, de la que estaba
muy enamorado. Para él, Bella
representaba todo lo que amaba: su pueblo,
su alegría y costumbres, la rica
naturaleza de su tierra... Por eso, Bella era azul como él, pero también roja, blanca, amarilla y de todos los colores de
Rusia.
Pero estalló la guerra y Max tuvo que ir a luchar al frente.
Todo su mundo quedó devastado.
Cuando acabó la guerra, Max estaba
irreconocible. Poco a poco se iba sintiendo incapaz de hablar y expresar su pena.
Sigue pintando, pero sólo escenas muy
tristes. Su tristeza y aislamiento le
recordaba a sus queridos
compañeros, los animales, que
sufrían en silencio. Llegó un momento
en que prácticamente se
había vuelto uno de ellos.
Max había cambiado
tanto que ni siquiera Bella
pudo reconocerlo.
El pobre pintor intentaba en vano que Bella se diera
cuenta de que estaba junto a ella,
pero su mujer seguía
esperándole vestida de novia, tal y como a él le gustaba pintarla, con la esperanza de que algún día
volviera de la guerra.
Él asume poco a poco que nunca
volverá a ser humano y que ha perdido a Bella para siempre.
Sin embargo, bajo su forma animal,
continúa pintándola en secreto por las
noches.
Sólo en esos momentos su mundo vuelve a ser azul como antes.
Un día se da cuenta de que los padres de ella quieren que se vuelva a casar y que están tratando de
convencerla.
Finalmente, ella acepta. Después
de tanto tiempo, ha perdido la
esperanza de que Max vuelva.
Pero una mañana regresa Iván, un viejo amigo del pintor. Él
también ha estado en la guerra, pero no ha perdido sus ilusiones y, afortunadamente, sigue siendo el que
era antes.
Iván reconoce
a Max cuando lo
ve
Para los dos es una alegría el haberse encontrado de nuevo.
Mientras tanto, se
empieza a preparar la
boda de Bella con un nuevo novio.
Max está desesperado. Su amigo lo
anima a intentar tocar una
canción que le solía cantar a
Bella. Quizá así ella lo
reconozca.
A Max le parece
muy buena idea y decide hacerlo durante la boda.
Por fin llegó el día.
Max toca…
¡Y ella lo reconoce!
Entonces, Max vuelve por fin a ser el pintor y a estar junto a Bella.
FIN
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La cultura nos humaniza
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