Introducción
El cuento se desarrolla en un pueblo llamado
Valle Verde ubicado cerca de las orillas de un
rio.
El siguiente cuento que van a presenciar, se
trata de un niño que se encuentra pescando en
un rio pero no obtiene lo que deseaba, porque
estaba muy sucia el agua pesco una bota,
después le comienza hablar el rio y le explica
que las personas son las que contaminan el rio
por eso, hay escases de peces en el rio, después
con unos amigos, Félix ,José y otros tres, hacen
una limpieza colaboran con un granito de
arena, el después se queda solo y de ver que el
agua estaba clara, después de haber sacado
desechos, entro y se bañó y todos los animales y
seres mágicos salieron porque se veía un gran
aspecto del rio.
Braulio y el río
Braulio estaba sentado en una canoa en medio de un rio;
bostezaba aburrido de una pesca escasa.
La verdad este no era un deporte muy adecuado para sus
trece años. Se estaba haciendo tarde y temía volver a casa
de vacío; de repente notó un fuerte tirón de la caña. -Ahora
sí que he pescado algo grande. Esta vez no se me escapa.
Clavó la caña con fuerza y rápidamente cogió una red para
sacar la trucha que debía de estar enganchada en el
anzuelo. Tiró con mucho cuidado para que no se le
escapase, pero cuando la pieza apareció de debajo del
agua, se llevó una desagradable sorpresa.
- ¡Qué asco! Ya ni siquiera se puede pescar en este río-dijo
enfadado, mientras intentaba soltar del anzuelo, un zapato
que se había enganchado en él.
Se indignó tanto que se salió del agua y empezó a recoger
todos los útiles de pescar.
-¡Ya está bien! No pienso perder más mi tiempo con la
dichosa manía de mi madre: “Braulio ve a pescar, seguro
que te distraes”. Yo no vuelvo más por aquí, cada vez hay
más basura en el rio, no me explico cómo la gente no cuida
lo más importante que tenemos, mira que el sitio de tirar
un zapato ¡es indignante! Braulio era un chico muy
concienciado con los problemas que la escasez de agua
estaba generando en gran parte del planeta.
Muchas veces pensaba que cuando fuera mayor se iba a
hacer voluntario para defender los derechos de la Tierra;
Mientras lo guardaba todo, le pareció escuchar que
alguien le llamaba.
Miró por todos lados pero no vio a nadie.
-¡Eh, Braulio Esta vez estaba seguro, lo había vuelto a oír
pero… ¿de dónde salía la voz?
-Aquí, soy yo.
-¿Quién anda ahí? -preguntó asustado sin encontrar a la
persona que le estaba hablando-.
-Estará escondido detrás de los árboles, pensó-. ¡Que salga
quien sea! Es de cobardes esconderse.
Por un momento estuvo a punto de echar a correr y buscar
ayuda. No se podía esperar nada bueno de alguien que le
llamaba y no daba la cara.
-Aquí, soy yo, el río, ¿es que no me ves? Has estado
pescando toda la tarde en mis aguas; bueno, más bien
intentándolo.
El chico de repente creyó que estaba sufriendo
alucinaciones, había venido sin gorra y, claro, pensó que le
había dado una insolación.
-Mi madre me lo tiene dicho: “Braulio, no te olvides de la
gorra que el sol pega muy fuerte en verano”
-Perdona, pero no lo estás soñando, te estoy hablando yo,
el río en el que te bañabas hasta hace poco ¿Es que ya no
te gustan mis aguas? Braulio seguía sorprendido, no sabía
qué hacer pero, la voz que le llamaba era tan
tranquilizadora que, casi sin darse cuenta, como si fuera lo
más normal del mundo, se fue calmando y mirando a la
corriente de agua contestó:
-Me gustaban antes cuando estaban limpias pero, ahora,
ya ves lo que he pescado en ellas, un zapato viejo. Todo se
está contaminando -dijo con pena.
-Pero, yo no tengo la culpa; han sido todos ustedes, los
humanos los que me habéis maltratado y humillado,
manchado el cauce por el que corro desde hace miles de
años. ¿Te crees que me gusta?
Braulio volvió a mirar a todos lados, seguía sin creer que
estaba hablando con un rio- sin embargo, por allí no había
nadie que pudiese reírse de él, así que como no sabía qué
hacer, se sentó encima de unas rocas que había en la orilla
y escuchó al rio Grande que siguió hablándole:
-Te contaré mi historia y comprenderás cómo mi deterioro
se debe casi todo, al mal uso que han hecho de mí las
personas -
Braulio escuchó en silencio; reconocía que el río tenía toda
la razón
-Bueno, yo sé que ese es tu nombre porque he oído a tu
madre miles de veces pronunciarlo cuando te bañabas,
aquí, en este remanso y, no siempre le hacías caso, Braulio
por aquí, Braulio por allá; necesito que alguien me
defienda, además haciéndolo, defenderás los derechos de
tus hijos y de tus nietos cuando los tengas; las personas
necesitan tener agua limpia en sus ríos. Escúchame con
atención:
Hace muchísimo tiempo nací en medio de dos gigantescas
montañas. Desde que me asomé entre las rocas, corrí
alegremente hasta la desembocadura en el mar. Siempre
estaba contento porque todo lo que me rodeaba era
hermoso. Durante todo el camino que hacía desde la
montaña hasta el valle, me acompañaban bosques llenos
de árboles que introducían sus raíces por debajo de la
tierra húmeda hasta llegar a mí.
Después de muchos kilómetros avanzando, me encontraba
con el mar.
Cuando el agua dulce y el mar se mezclaban estaban allí;
los camarones y los cangrejos, vivían allí. La vida feliz por
todas partes y todo era gracias a mí.
-La verdad es que debe de ser bonito viajar desde las
montañas hasta el mar entre tanta naturaleza- interrumpió
Braulio.
-Antes sí, pero ahora las cosas no son lo mismo. En la
época de la que te hablo, bajaban a mí los habitantes de los
bosques: las hadas, los duendecillos. Todos los días se
aseaban en mi orilla y pasaban mucho tiempo bañándose y
jugando conmigo.
Así pasaban las horas, todos a mi alrededor, porque yo les
surtía de agua limpia y fresca ya que el agua era
imprescindible para su vida.
-Oye, me estás dejando de piedra- dijo Braulio asombrado-,
¿de verdad existen los seres mágicos del bosque? yo no me
lo creía pero, si tú lo dices… Y, ahora, ¿siguen bajando a
bañarse en tus aguas?
-Ahora no- contestó el rio Grande con tristeza-, hace
tiempo que no veo a ninguno; ellos necesitan el agua
limpia para vivir, si no mueren. Braulio se quedó muy
triste y pensativo, era una pena que esos personajes tan
maravillosos hubiesen desaparecido de la tierra. El chico
observó que poco a poco los pájaros habían dejado de
cantar y los insectos de zumbar, parecía que todos
escuchaban la historia del rio Grande. -
Sigue contándome tu vida, por favor,- le suplicó.
-Bien, cuando se marchaban los seres mágicos del bosque,
llegaban los animales a beber. Había infinidad de aves,
jabalíes, , pequeños conejos; pero el más temido por todos
era el oso. Normalmente, cuando este último estaba cerca
de mis orillas, los demás animales se escondían y cuando él
se marchaba, acudían los demás contentos ya, porque el
peligro había pasado.
Cuando más me divertía era en la época en que los
salmones regresaban a su lugar de nacimiento. Disfrutaba
jugando con los osos y con estos gigantescos pescados,
aunque, a veces, sufría cuando veía el esfuerzo que hacían
los pobres para remontar mis aguas sin que pudiera
ayudarles.
Pasó mucho sin que nada enturbiara mi vida, hasta que un
día llegaron a mis orillas unos seres que nunca había visto.
Ahora, ya sé que eran hombres, pero en aquella época me
parecieron unos animales muy extraños; me sorprendía
verlos andar sobre dos patas y que se entendieran entre
ellos de forma diferente.
Luego supe que se comunicaban por medio del habla.
Estuvieron bañándose en mis aguas y, después,
descansaron en mi orilla; a partir de entonces se quedaron
a vivir cerca de mí y desde aquel instante empezó mi
decadencia. Observé con tristeza que desde que los
hombres llegaron, los seres mágicos de los bosques no
bajaban tanto, solo aprovechaban para hacerlo, cuando los
otros estaban dormidos; yo creo que les tenían miedo.
Un día, todavía lo recuerdo con tristeza, algunos ciervos y
jabalíes estaban pastando tranquilamente cerca de mí, un
grupo de hombres apareció chillando, llevando en sus
manos palos largos terminados en puntas de piedra. Los
animales salieron asustados corriendo, pero los que no
pudieron escapar acabaron muriendo atravesados por
aquellas puntas tan peligrosas.
No me gustó nada, observé en aquellos seres una violencia
que no había visto nunca en mis amigos, ellos siempre
mataban cuando tenían hambre, pero aquella vez me
pareció que los humanos lo hacían también para divertirse
y, desde aquel momento, todo a mí alrededor empezó a
experimentar grandes cambios.
Ese día, mi agua se llenó de la sangre de mis amigos y de la
violencia de los hombres; tardé mucho tiempo en poder
limpiarme y sentirme otra vez contento y despreocupado.
Poco a poco, los recién llegados aprendieron a construir
casas cerca de mis orillas; necesitaban de mi agua para
vivir y, además, tenían bastante caza así es que el sitio era
ideal para quedarse. Empezaron a podar árboles para
hacerse cabañas y a cortar ramas que convertían en leña
en el invierno.
Yo lo perdonaba todo por los niños, que eran muy
graciosos; a ellos les gustaba mucho estar cerca de mí y
cuando llegaba la hora de sus juegos me divertía como
años atrás lo hacía con los seres mágicos del bosque. Poco
a poco recobré la alegría porque veía que eran felices
conmigo. Un día uno de los niños más pequeños, Juan, en
un descuido de sus padres se metió en una parte bastante
profunda de mi cauce; yo bajaba con mucha fuerza porque
había llovido en las montañas y la corriente era muy
rápida.
Quise evitarlo, pero no pude hacer nada. Juan estaba solo
y sintiéndose en peligro, estuvo pidiendo socorro durante
mucho tiempo, pero nadie le oyó. Empezó a tragar agua, yo
lo quería empujar hacia la orilla con mi corriente pero, él
cada vez se hundía más y más. Fue algo terrible notar el
peso de su cuerpecillo sobre mí y, saber que por mucho que
yo quisiera, no lo podría levantar.
Mi corriente lo arrastró unos metros más abajo; allí lo
encontraron sus padres. Fue la primera vez que yo vi a los
humanos llorar con desesperación y, también, la primera
vez que una mujer me maldijo con tanta rabia. Braulio, yo
no lo pude evitar; ese día mis aguas se volvieron un poco
saladas; cogieron el sabor de las lágrimas que todos
derramamos por Juan.
Braulio escuchaba callado, ahora, él también estaba
llorando. Se secó un poco la cara y dijo:
-No me creo que tengas sentimientos como las personas,
eres un río, solo agua.
-El rio se enojó mucho. Y le dijo ¡Yo soy la Vida!
Braulio se dio cuenta de que el río tenía razón y le invitó a
que siguiera hablando: -Bueno no te enfades, sigue con tu
historia aunque mi madre se va a preocupar si ve que no
estoy en casa a las nueve.
-Vale en seguida termino.
Cada vez había más humanos viviendo en mis orillas hasta
que construyeron la ciudad en dónde tú vives ahora.
Cortaron miles de árboles para hacer las casas y
construyeron industrias que, desde entonces, vierten en mis
aguas aceites y metales pesados, además en el cauce bajo,
los agricultores abonan sus cosechas con nitratos un
montón de químicos. Todo eso acaba en mis aguas.
El bosque que me rodea cada vez es más pequeño, por eso,
ahora llueve menos. Braulio miró el reloj, y aunque se
estaba haciendo tarde, estaba viviendo un momento mágico
junto a su río y le daba pena dejarle, pero anochecía y
pensó que tenía que interrumpirle:
-Estoy muy a gusto a tu lado pero, tengo que irme, sino lo
hago mi madre me echará una bronca y no podré venir
más
-¿Me prometes que volverás?
-Te lo prometo, en el momento que pueda regresaré; hasta
la vista.
Braulio se subió en su bicicleta y se alejó con el corazón
encogido, nunca hubiese pensado que los ríos tuviesen
sentimientos; a lo mejor también los tenían los bosques, las
montañas y todos, los animales. El mundo había cambiado.
Cuando llego a la casa:
Su madre salió a la puerta.
-¿Qué tal la pesca? ¿Ha habido suerte?
-¡Qué va! Un zapato viejo. Mamá deberíamos de hacer
algo para que la gente no eche basura al río. Es una pena
que no haya casi pescado por causa de los que echan
basura al rio. Me han dicho que las fábricas contaminan
mucho. Su madre le escuchó sorprendida; no estaba
acostumbrada a que Braulio se preocupara tanto por cosas
serias.
-Venga, sube a bañarte que es tarde.
Su hijo estaba muy ecologista esa tarde. Parecía que estaba
madurando y eso la satisfacía mucho.
Mientras cenaban, salió un anuncio que llamó a atención
de Braulio. -Déjalo ahí, por favor mamá, quiero saber lo
que dicen de un grupo llamado Cuidemos el Mundo, la
presentadora anunciaba unos campamentos: ofrecía
campamentos de verano a para niños de 9 a 17 años-.
-Mamá, todavía quedan campamentos para mi edad, me
gustaría ir a esos campamentos.
- Ya les escribiré y tomaremos una decisión. Ahora ya hay
que acostarse que mañana te dan las notas finales ¡Ah! Y
si te suspenden, no hay campamentos que valgan. Braulio
pasó aquella noche en blanco, no pudo descansar bien,
pues entre sueños.
Se levantó de madrugada y no quiso dormir más, estaba
muy nervioso. En los días siguientes pasaron dos
acontecimientos muy importantes para Braulio: las notas
fueron estupendas y por otro lado su madre le comunicó
que podía ir a los campamentos del grupo Cuidemos el
Mundo.
Estaba deseoso de volver al lugar en el que había
mantenido la conversación con el rio Grande. Aquella
tarde tenía planeado acercarse para hablar con él, pero sus
amigos se empeñaron en acompañarle.
-Tienes que enseñarnos a pescar.
-Pero si ya no hay pesca en el río. Además yo no tengo
gana de ir esta tarde -Braulio estaba poniendo escusas
para verse libre de ellos, pero ni por esas convenció a sus
amigos ; a las cinco estaban esperándole con las bicicletas
y con las cañas.
Llegaron al sitio de siempre y no había pasado ni media
hora cuando los chicos empezaron a ponerse nerviosos.
-Oye, aquí no pica nada.
-No me creo que tú pesques algo. ¿No será que pasas por el
criadero de truchas y las compras?
- Como tengo tanto dinero, voy y me lo gasto en una
trucha, es que estas tonto- contestó Braulio enfadado con
su compañero.
De pronto oyeron a uno de los chicos gritar de alegría. Se
había enganchado un pez y no era pequeño, no. El chaval
tiró con todas sus fuerzas y cuando pudo sacarlo del agua,
todos los que esperaban con ansias la aparición de una
brillante trucha, se llevaron un disgusto.
-¡Es el otro zapato! – dijo Braulio zapateando de risa.
El muchacho que lo había sacado se molestó tanto por la
actitud de su amigo que tiró la caña y se fue hacia él;
agarró a Braulio por el hombro dándole un puñetazo y allí
empezó la primera pelea de su vida y también la última.
Cuando el chico logró quitárselo, dijo gritando:
¡Ya está bien! Aquí no queda pesca ¿Habéis visto lo que
hay en el agua? Porquería, solo eso; se acabaron los peces.
Todos debían de estar aquí pero ya no hay ningún animal.
Han desaparecido por nuestra culpa. En vez de pelear
deberíamos intentar limpiar todo para el bien del rio –
aclaró Braulio enfadado.
-Oye, ¿por qué no sacamos los residuos que no deban estar
aquí? Yo tengo mis gafas de bucear- añadió uno de sus
amigos.
-Sí, es una buena idea; ya que somos seis, tres podemos
limpiar el río y los otros las orillas.
-Vale-dijo José
Y ante la mirada del rio, los chicos empezaron a trabajar
como nunca lo habían hecho, los buceadores sacaron
anzuelos y plomos unidos a los hilos de pescar, un
neumático, cinco botellas, más algunos trozos de cristal y
bolsas de plástico a montones.
Los de tierra recogieron en una de las bolsas todas las latas
de refresco que había por allí tiradas, bolsas de papitas
fritas, y platos de plástico.
-Bueno, y ahora ¿dónde echamos toda esta basura?
Preguntó José a Braulio. -Debemos de llevarlas a los
contenedores de la ciudad.
-Lleva razón Braulio, ahora que está más limpio, dan más
ganas de volver que antes.
- Félix que estaba con toda la ropa empapada-voy a coger
una pulmonía.
-Braulio vayan ustedes, quiero buscar entre aquellos
árboles. He visto más desperdicios. Todos sus amigos
emprendieron el regreso al pueblo.
Cada uno llevaba una bolsa de basura que había recogido
del bosque; por primera vez en mucho tiempo los
habitantes de Valle Verde habían puesto su grano de arena
en la limpieza de la naturaleza.
Braulio estuvo durante un rato paseando hasta que
comprobó que no había nadie por los alrededores, no
quería que se supiese su secreto; se sentó en la orilla del
río y esperó a que este le hablase.
Pasó más de una hora; llegó a pensar que lo del otro día
había sido solo sueño, pero…no, estaba seguro de que
había hablado con el río Grande. Esperó que le hablase
pero nada, no oía ni una palabra. Se estaba poniendo
nervioso, se levantó y se dirigió al rio algo enfadado:
-¡Qué! ¿Me vas a decir algo o no? Me gustaría hablar
contigo y no sé si me escuchas.
-Pues claro que te escucho, pero es que me he quedado
mudo al verlos recoger tanta basura.. ¡Qué maravilla! Por
fin me siento libre. Gracias Braulio.
-No, no me las des, ya he comprendido que lo que haga por
ti lo estoy haciendo también por mí.
-Llevas mucha razón, mira Braulio los ríos somos como las
venas de la Tierra y la basura que echan es como vuestro
colesterol. Todos los ríos van a desembocar al mar y le
llevamos al pobre cantidades inmensas de desechos que no
sabe qué hacer con ellos. Si yo estoy triste, imagina cómo
estará él. Los animales marinos también están muriendo
por culpa de tantos plásticos en el agua.
-Río, tengo que decirte algo, en realidad he venido a
despedirme, vas a estar mucho tiempo sin verme; me voy al
grupo Cuidemos el Mundo, quiero aprender a ser
responsable con todo lo que me rodea.
-No lo dudes, por eso te elegí a ti entre todos los que han
venido a mis orillas, sabía que responderías.
El muchacho estaba contento, parecía que podía oír los
susurros de los animales. Pensó que hacía calor, se quitó la
ropa, se metió en el agua y nadó hasta la otra orilla, en
donde él nunca había estado.
De repente oyó risas y murmullos y, sin saber por dónde
habían venido, se encontró rodeado de un montón de seres
mágicos del bosque que habían bajado a darle las gracias.
Confiaban en Braulio y querían compartir con él ese
momento
La esperanza empezaba a instalarse entre ellos, quizá,
algún día la Tierra volvería a ser otra vez tan bella como lo
había sido hace muchísimos años.
Fin