En esta fiesta celebramos el misterio de Cristo,hecho pan y vino en la Eucaristía.En la última cena con los suyos Jesús pronuncia estas palabras: Tomad, esto es mi cuerpo. Haced esto en memoria vida.Entregando su cuerpo y su sangre Jesús está entregando su vida entera. Y lo hace por amor. Tomad: ¡esta es mi vida!
Los cristianos heredamos esta
manera de amar: dando con
generosidad, sin límites.
No hace falta morir para amar: la mejor
manera de entregarnos es dar
nuestro tiempo, lo que somos, vivimos y
celebramos: aquello de Dios que hay en
nosotros.
Antiguamente se sacrificaban animales ante Dios.jesús se sacrifica a sí mismo en rescate por la humanidad.Su sangre, vertida por amor, es la ofrenda. Va más allá del precepto: da su vida libremente. El cristianismo no se funda en los ritos, sino en la entrega de uno mismo.
Estamos llamados a abrir espacios de cielo en el mundo, “oasis de misericordia”, como dice el Papa Francisco. Predicar a un mundo cerrado y endurecido ante la fe es luchar a contracorriente. Pero podemos hacerlo, como Jesús lo hizo. Estamos llamados a ser pan y vino para los demás.
Nuestras células espirituales necesitan el alimento del cuerpo y la sangre de Cristo. Nuestra alma necesita el oxígeno del amor de Dios. a medida que lo asimilamos, nuestra vida interior va creciendo. El cristiano adulto deja de ser un niño inmaduro y sale a anunciar la buena nueva. La palabra de Dios es su vida, y la da con libertad.
Muchas gentes han perdido el sentido de la vida y se sienten derrotadas. Otras optan por vivir en el arcén espiritual. Su fe se ha apagado y su vida interior agoniza. Necesitan un alimento: sentirse amadas y acogidas.
Nuestra vida ha de convertirse en una hostia pura, alimento para quienes tienen hambre y sed de Dios. Dándonos a nosotros mismos nos alejaremos de la multitud que corre sin norte y avanzaremos hacia la plenitud del amor de Dios.
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