Download - Cordoba Urban

Transcript

Texto

RAFAEL ARJONALOLA WALS

CórdobaMapa de carreteras 1:400.000

Urban

20

Hay ciudades tocadas por el dedo del des­tino; ciudades que desafían el paso de los siglos con la forja de una personalidad vigorosa que pervive e incluso se forta­lece a través de la sucesión de las genera­ciones, de las culturas y de las creencias; ciudades, en fin, que se convierten en foco del mundo y son como hitos o jalones de un camino que sigue la dirección de las más nobles aspiraciones del ser humano. Córdoba es una de ellas.

Arrullada por las aguas del Gua­dalquivir y cobijada bajo las cumbres amables de Sierra Morena, por cuyas fal­das vuelve a trepar hoy su caserío como en la época de los Omeyas, Córdoba alza su “amarillo perfil de arquitectura”, en verso exacto de Juan Bernier, sobre los milenarios cimientos de la historia, cons­

tituyendo como un gran palenque en el que aún son perfectamente distinguibles los momentos de mayor intensidad que la ciudad ha vivido desde su fundación hasta el día de hoy. En efecto, hoy sigue viva y palpitante la vieja Corduba romana, capital de la Bética, ennoblecida por los césares, de cuyo solar emergieron figuras tan contradictorias como Séneca, el filó­sofo estoico maestro de Nerón, u Osio, el obispo católico, adalid de la ortodoxia y consejero de emperadores; viva sigue la Perla de Occidente, la Córdoba musul­mana, estupor de los siglos y grande como no hubo otra en el mundo conocido; y viva sigue, por supuesto, la Córdoba cristiana a la que Fernando III, llamado el Santo, llenó de iglesias con aspecto de fortalezas medievales.

EL PARAÍSO DE LA MIRADA

Patio de los Naranjos de la Mezquita

21

IntroduccIón

Rasgos inconfundiblesIndependientemente de la Mezquita, el gran monumento agareno de todos cono­cidos, la traza urbana del casco histórico de Córdoba, el de mayores dimensiones entre las ciudades europeas, declarado Patrimonio de la Humanidad, conserva prácticamente intacta la impronta que le imprimieron los musulmanes, con calles estrechas y laberínticas, zigzagueantes, llenas de rincones umbríos, de plazuelas recoletas en las que solo se escucha el rumor de las fuentes, de pequeños jardi­nes, auténticos oasis en el tráfago urbano, y de casas blancas, recogidas en la intimi­dad y en el silencio.

Los patios, sin embargo, casi tan famo­sos como la Mezquita y del que todas las casas disponen, son romanos. Lo demues­tra tanto su situación, en el centro de la vivienda, como su visibilidad desde la calle. De árabe solo tienen la decoración y el intenso colorido de las flores. Han pervivido a lo largo del tiempo como uno de los rasgos inconfundibles y de mayor carácter de la ciudad. Cristianas son las plazas grandes, a las que se asoman las iglesias y las casas solariegas, los altos muros de los conventos, a trechos de pie­dra y a trechos encalados, y cristianas son las campanas, que en Córdoba se siguen escuchando aún por encima del trajín y los ruidos de la vida moderna.

La ciudad perdurableCórdoba ha cambiado mucho en las últi­mas décadas. Ha cambiado tanto que el viajero que, habiéndola visitado con ante­rioridad, regrese a ella, por ejemplo, en ferrocarril, pensará, al apearse del tren, que se ha equivocado de destino. La Córdoba de hoy se extiende más allá del casco histórico en amplias avenidas orladas de edificios construidos con nuevos materiales; en soleados jardines llenos de verdor y de fra­gancia; en bulevares y en paseos; en barrios residenciales en los que el sosiego reúne cualidades de lujo. Pero aún aquí, en estos grandes espacios en los que la piedra y la cal han sido sustituidas por el hormigón y las pinturas industriales, aflora sereno y jubiloso su viejo espíritu de siempre, aún aquí sigue siendo “la ciudad de los pecados gratos”, “el paraíso de la mirada”, como no hace mucho cantó de nuevo Juan Bernier, uno de sus hijos más nobles.

Un territorio partidoSi la capital goza de indudable y reco­nocida belleza, no se queda atrás la pro­vincia. Consiste esta en un territorio de alrededor de trece mil kilómetros cua­drados partido por el río Guadalquivir en dos mitades de extensión semejante, pero de características completamente diferentes. Al norte, el macizo de Sierra Morena, con sus viejas montañas, sus sombrías barrancas y sus undosos valles surcados por riachuelos y arroyos rumoro­sos. A oriente y occidente se extienden los parques naturales de la sierra de Montoro y Cardeña y de Hornachuelos, ricos en caza mayor y menor y con bellísimos y sobrecogedores paisajes. Y en ellos y entre los dos, singulares pueblitos en los que la piedra, el granito, es el material principal de sus construcciones. Al sur, la campiña, en suaves odulaciones en las que se cultiva el cereal, la vid y, más aún, el olivo, que sitúa a Córdoba como la segunda produc­tora nacional de aceite de oliva. Y allá en lo más bajo, los montes kársticos de la Subbética. Aquí, los pueblos son grandes, vigorosos, llenos de luz, muchos de ellos industriales y, en su mayoría, guardadores de inmensos te soros artísticos, gran parte de ellos bajo el rótulo de ese lujo recamado que constituye el barroco andaluz.

Algunos datos útilesCórdoba es la capital de la provincia de su nombre. Geográfica y políticamente se inscribe en la Comunidad Autónoma de Andalucía. Tiene 330.033 habitantes.

La ciudad se sitúa en el curso medio del Guadalquivir, a orillas del río y al pie de Sierra Morena y a una altitud de 124 metros sobre el nivel del mar. Goza de un clima mediterráneo continental, con breves e intensos inviernos y largos y calurosos veranos. El régimen de lluvias concentra las precipitaciones en los meses de diciembre, enero y febrero, disminu­yendo bastante en otoño y primavera y desapareciendo prácticamente en verano. En Córdoba llueve por término medio 70 días al año, alcanzándose en total un volu­men de 630 litros por metro cuadrado y año. Las temperaturas medias son de 9,4 ºC, la mínima, en el mes de enero, y de 26,8 ºC, la máxima, en agosto.

El término municipal tiene una exten­sión de 1.245 kilómetros cuadrados.

24

VISITA A CÓRDOBA

En este apartado se describen 4 itinerarios por la ciudad de Córdoba.

Los nombres de los monumentos van seguidos de una referencia entre paréntesis que señalan su ubicación dentro del plano. Por ejemplo, la Mezquita (D2) se encuentra situada en la fila D, columna 2. La referencia (f.p.) significa que el monumento se encuentra fuera del plano.

Las estrellas (★ y ★★) que aparecen junto a los lugares de interés hacen referencia a su importancia monumental e histórica.

Puente Romano y Mezquita

25

Panorama desde el puente El mejor lugar para iniciar al día de hoy una visita a la ciudad se encuentra en la margen izquierda del Guadalquivir, con­cretamente en la avenida de Fray Albino, junto a la Calahorra y a la desemboca­dura del viejo Puente Romano (E2). Desde aquí, la ciudad ofrece al visitante una de sus más impresionantes vistas: el Guadalquivir, en primer término, con sus aguas hoy limpias discurriendo velo­ces a través de las islas, después de for­mar una especie de lago calmoso desde el molino de Martos hasta los ojos del Puente.

Enseguida, al otro lado, la fachada meridional del seminario, la aguja interminable sobre la que se eleva el arcángel San Rafael, el caparazón de la Mezquita, como el de un castillo encan­tado, el perfil del caserío sobre el que se elevan torres, cúpulas, campanarios, y, por detrás, la silueta quebrada de la sierra sobre el fondo casi siempre des­pejado del cielo.

Hay mucho que ver desde este obser­vatorio. La mejor hora, sin duda, es la del atardecer. Hay en la avenida de Fray Albino una serie de bares con terraza, desde los cuales el panorama resulta inolvidable. Pero cualquier momento del día es bueno para disfrutar de este paisaje. Córdoba ha vivido durante mucho tiempo de espaldas a su río. A pesar de los versos que le dedicaban los poetas, el Guadalquivir constituía una barrera que impedía el desarrollo del caserío por el sur, antes que un elemento de integración.

El puente que los romanos constru­yeron hace casi dos mil años y que aún permanece en pie apenas solventaba este problema y la margen izquierda, sobre todo, permanecía abandonada, con una fea muralla de hormigón que, aunque sujetaba las crecidas del río, producía un alejamiento psicológico aún mayor que el puramente físico. A finales de los años cincuenta del si glo xx se construyó el puente de San Rafael, que se divisa a la izquierda, pe ro, en primer lugar, se encontraba de masiado al sur y, por otra parte, su tendido se hizo para dar salida a los

ve hículos que circulaban por la N IV, cuya calzada discurría entonces por lo que hoy es el paseo de la Ribera.

Esta circunstancia ha cambiado por completo en el último decenio. El Plan Especial del Río Guadalquivir, aprobado por el Ayuntamiento en 1992, contempla una serie de actuaciones puntuales, que, hasta este momento, se están llevando a cabo con indudable acierto. De este modo, se levantó el puente del Arenal, que se divisa aguas arriba, al final de la curva que traza el río. Posteriormente, se derribó la muralla, se procedió a la urbanización de aquellos eriales, deno­minados hoy parque de Miraflores, y se trasladó el Real de la Feria. Aquí se trajo también el nuevo estadio de fútbo.

Recientemente se han construido una serie de defensas escalonadas, con paseos que llegan hasta el borde del agua, así como un espléndido jardín por el que merece la pena demorarse antes de comenzar la visita a la ciudad. Durante los trabajos de urbanización se localizó el emplazamiento del arrabal árabe de Sakunda, destruido duran te el levanta­miento de sus habitantes en 818 contra al­Hakam I. En la actualidad, puede verse el arranque de los muros de las casas, cons­truidos con los cantos rodados del río, así como el trazado de las calles, algunas de hasta seis metros de anchura y noventa de longitud, lo que da una idea de la impor­tancia del lugar.

En el mes de mayo del año 2003 se inauguró el puente de Miraflores, cuya alargada silueta se levanta garbosamente entre el del Arenal y el Romano, y en febrero de 2004, aguas abajo, el fenomenal puente de Andalucía, que forma parte de la Ronda de Poniente, obra del ingeniero Javier Manterota. En el mes de mayo de este último año se concluyó el llamado Balcón del Guadalquivir, en la margen derecha, en el espacio que lleva desde el puente del Arenal al molino de Martos. En enero de 2011 se inauguró un nuevo puente aguas abajo del de Andalucía, el puente de Abbás Ibn Firnas, preciosa obra de ingeniera, realizada bajo pro­yecto y dirección del ingeniero José Luis Manzanares, que une las autovías A 4 y A 45 con la carretera del Aeropuerto.

1. LA CÓRDOBA DE SIEMPRE

26

Visita a Córdoba

Córdoba siempre tuvo abundantes y exce-lentes aguas. Los romanos, tan prácticos, las utilizaron para el consumo humano y –la del río– como fuerza motriz y medio de transporte. Tuvieron con el agua el trato del señor con el esclavo, ni siquiera el del artesano con su herramienta o con la materia prima objeto de su trabajo. Fue-ron los árabes –hombres del desierto– los primeros que supieron apreciar sus cuali-dades, los primeros –y quizá los únicos– que establecieron con ella una relación de amante. Llenaron Córdoba de fuentes y las huertas de sus alrededores de acequias para el riego. Surtidores alegres trinaban todo el día en el patio de sus casas.

La ciudad de Córdoba se encuen-tra surcada de caudales subterráneos que bajan de la sierra y que durante mucho tiempo corrieron libremente a cielo abierto. Los nombres de algunas calles –Arroyo de San Lorenzo, de San Andrés– así lo recuerdan todavía. Estas aguas convenientemente encauzadas abastecían a la población. De las cono-cidas como del Cabildo, por la entidad que las administraba y de cuyo suminis-tro se valió la ciudad hasta bien entrado el

siglo xx, quedan aún algunas pruebas en fuentes como, por ejemplo, la que sigue manando en la calle de la Feria. En aquella época, el río era aún el lugar de juegos y la playa de la que disfrutaron muchas generaciones de cordobeses.

La época moderna trajo dos proble-mas: el crecimiento del consumo y la suciedad del río con vertidos tanto urba-nos como industriales. El primero de los problemas se resolvió con la construcción de los pantanos del Guadalmellato y de San Rafael de Navallana, que garantizan el suministro a la ciudad incluso en los largos periodos de sequía que a veces se presentan. El segundo, con la instalación de una depuradora de aguas residuales. Córdoba fue la primera ciudad de España que la tuvo y lo hizo exclusivamente con el esfuerzo económico del Ayuntamiento, sin ayuda estatal ni de ningún otro tipo. Ocurrió en los tiempos del alcalde Julio Anguita (1979-1986). Con este propósito, el recibo del agua se encareció nota-blemente y los cordobeses llamaron al líquido elemento Fino Anguita. Pero, desde entonces, Córdoba vierte al río las aguas más limpias de lo que las recibe.

El agua dE córdoba

Prácticamente debajo del Puente Romano se ven unos molinos de ori­gen árabe. El más importante es el de la Albolafia, situado al borde de la margen derecha y cuya poderosa noria formó durante mucho tiempo parte del sello de la ciudad. La Junta de Andalucía está

llevando a cabo un plan para la rehabi­litación y embellecimiento del entorno de la Mezquita, plan que lleva consigo la recuperación de estos molinos, habién­dose concluido ya la del de San Antonio, que luce su deliciosa silueta en la orilla izquierda.

27

La Córdoba de siempre

Sotos de la Albolafia

Los Sotos de la Albolafia★ (E1-2)Pero lo más sobresaliente que se observa en el río en la actualidad son los deno­minados Sotos de la Albolafia, que cuen­tan con la declaración de Monumento Natural. Consisten en una serie de islas que emergen de las aguas a partir del Puente Romano y que en el curso de unos pocos años se han convertido en refugio de numerosas especies de aves acuáticas, muchas de ellas en peligro de extinción.

Palomas bravías, por supuesto, y gavio­tas, pero también garcillas, garzas, patos comunes, fochas, malvasías, cormoranes, etc. anidan tranquilamente en las arbole­das o entre los carrizos y resulta un ver­dadero prodigio verlos desplazarse sobre las aguas, muchas veces seguidos de sus crías, sumergirse para capturar los peces del río o sobrevolar el espacio a despecho de la proximidad de los seres humanos y en medio del fragor que produce el tráfico de la ciudad.

Torre de la Calahorra (E2)En esta margen izquierda se alza, como se ha dicho, la torre de la Calahorra, cuyo nombre significa castillo libre. Es esta una edificación de origen árabe que formaba parte del sistema defensivo de la ciudad. La fábrica, actual, sin embargo, es cris­tiana.

La construcción inicial consistía en dos torres unidas por un arco. Más tarde, en 1369, durante el reinado de Enrique II, se anuló el arco, se añadió una tercera torre y se unieron las tres por dos semicilindros de la misma altura; al mismo tiempo, se excavó el foso que todavía conserva así como la barbacana.

El edificio actual muestra muros de gran espesor, lo que confiere al conjunto un aspecto formidable, y es casi con toda certeza obra de mudéjares, así, al menos, parece indicarlo la disposición a soga y tizón de los sillares, muy bien labrados, por otra parte. Una azotea con merlones terminados en pirámides cubre la cons­trucción. En su interior, la fortaleza consta de tres plantas, con salas muy austeras, sin más decoración que los arcos conopiales que sirven de acceso a algunas de estas dependencias.

Desde la época medieval ha tenido diferentes usos, desde cárcel a escuela o a museo. Desde hace algunos años viene siendo ocupado por la Fundación Roger Garaudy. En la actualidad, tras la restau­ración dirigida por el arquitecto Juan Cuenca, vuelve a lucir con un esplendor idéntico, sin duda, al del momento de su construcción.

Puente Romano (E2)Para alcanzar la otra orilla y entrar en el núcleo de la Medina árabe, hay que cru­zar el puente. Incluso cuando Córdoba no contaba nada más que con este, los cordobeses acostumbraban a llamarlo el Puente Viejo. Las primeras noticias histó­ricas, es decir, escritas, que de él se tienen lo sitúan en la época de Julio César, hacia la mitad del siglo i a.C. Sin embargo, aunque su construcción fuera romana, lo único que queda de este periodo son los cimientos.

A lo largo de su historia ha sufrido numerosas reparaciones y reformas, siendo las más importantes las realiza­das por el emir Hixem I en el siglo viii y

128

Córdoba de la a a la Z

Monumento al Comendador e iglesia de Nuestra Señora del Castillo

Fiestas y tradicionesEl carnaval ha recuperado prácticamente la fuerza de antaño. En Semana Santa, llama la atención la fiesta que, entre cohetes y tra-cas, realizan el Domingo de Resurrección, en la plaza de Lope de Vega, los hermanos de la Cofradía del Santo Entierro.

El último domingo de abril se celebra la Romería de la Virgen de Gracia, siempre

muy animada y durante la cual se sortea el Perol de San Marcos.

En agosto y desde 1992 se lleva a cabo la representación de la obra de Lope de Vega, en el mismo lugar en que ocurrie-ron los sucesos y por los vecinos del pueblo.

A finales de septiembre tiene lugar la Feria de San Miguel.

129

Fuente Obejuna

❚ VISITALa plaza de Lope de Vega, situada en la cumbre del pueblo, escalonada y de una gran belleza arquitectónica y escénica, es el lugar ideal para visitar la población. Sobre ella alza su airosa torre la igle-sia parroquial de Nuestra Señora del Castillo, joya gótica del último cuarto del siglo xv, con arcos ojivales y bóvedas de crucería. Junto a la iglesia, en la coro-nación de la escalinata, un gran bronce de Aurelio Teno, evoca la historia de la ciudad.

Hacia la mitad de la escalinata, se encuentra el Ayuntamiento. Mirando desde la plaza hacia el oeste, se des-cubre, un poco más abajo, la llamada Casa CardonaH, un imponente palacete mo dernista, extraño por completo en semejante lugar, que, a principios del siglo xx, se hizo edificar el hacendado Pedro Celestino Romero Santos. Es de tres plan-tas y, al exterior, destacan su volumen, el pabellón cilíndrico o mirador de una de sus esquinas y, sobre todo, la pureza del estilo que se pone de manifiesto en la deco-ración de puertas, balcones y ventanales.

Las calles descienden desde la plaza de Lope de Vega tanto en redondo como en sentido radial. Caminando por ellas, se descubren añosas casas solariegas con portadas de granito y escudos familiares, así en la antigua calle Montenegro –hoy Burón Barba–, en Corredera, o en Cronista Villamediana, donde se localiza la casa de los Marqueses de Valdeloro. La igle-sia de la Presentación de María, con su fachada barroca pintada de blanco y de sangre de toro, aparece al este, algo más abajo de la plaza, en la calle Córdoba. En

la plaza de Jesús Nazareno está la ermita del mismo nombre, mientras que la igle-sia de San Francisco, único vestigio que queda del antiguo convento, barroca y en la que sobresale el magnífico camarín del altar mayor, resuelto en cúpula, cornisas y yeserías policromadas, se sitúa al final de la calle Quevedo.

❚ ALREDEDORESLa ermita de Gracia se encuentra a muy poca distancia de la población, hacia el norte. Además de su sabor mudéjar, son curiosas las numerosas fotos de soldados que llenan sus muros, vieja costumbre de cuando el servicio militar era obligatorio. Las catorces aldeas que comparten el tér-mino de Fuente Obejuna tienen en común el paisaje serrano, de notables atractivos.

Una excursión por las proximidades llevaría a Azuaga, por el norte, pobla-ción de la provincia de Badajoz, a unos 20 kilómetros de Fuente Obejuna, con su imponente iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, el segundo templo más grande de la provincia después de la catedral pacense. Se trata de un edificio realmente bello levantado entre finales del siglo xv y principios del xvi en estilos gótico isabelino, plateresco y ma nuelino, este último, como se sabe, procedente de Portugal.

Por el sur, la excursión llevaría a Peñarroya-Pueblo Nuevo, con su paisaje de viejas chimeneas fabriles, y a Belmez, con su castillo encaramado en una roca, que domina la población y toda la llanura circundante. Al oeste se entraría muy pronto, apenas en 15 kilómetros, en el Parque Natural de Hornachuelos.

Monumento al Comendador e iglesia de Nuestra Señora del Castillo

LUCENA (7, C2; 486 m, 42.560 habitantes)

La antigua Perla de Sefarad, ciudad industriosa y monumental, capital indudable de la campiña cordobesa, se alza mansamente en el valle del río Nice o Lucena, rodeada de lomas de olivar y a los pies del monte Aras, en el que se ubica el santuario de Nuestra Señora de Araceli. Lucena se encuentra a 72 km de la capital.

HistoriaHallazgos arqueológicos localizados, entre otros lugares, en la Sierra de Aras, prue-ban el poblamiento humano del territorio desde el Musteriense, hace unos 80.000

años. No obstante, de la actual Lucena no se tienen noticias fidedignas hasta la época árabe, periodo en que fue conocida como al-Yussana o Eliossana y, a decir de las crónicas, era ya una ciudad judía.