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  • CULTURALAo XXVI N 1281 Montevideo, viernes 15 de mayo de 2015C I E N C I A S , A R T E S Y L E T R A S

    E N E S T E N M E R O

    Hanif Kureishi 4 I Adela Dubra

    10 I Kurt Vonnegut

    12 I Toms de Mattos

    8

    Enzo Traverso 9 I Siri Hustvedt

    5 I Rosa Montero

    11 I Arquitectura uruguaya 6

    El uruguayo de Charlie HebdoMs vidas de Copi

    AL PARECER no hay razn, al margen del dolor y la condena, para que Monte-video se pueda colgar el cartel de Je suis Charlie que se vi-raliz por el mundo hace meses. Sin embargo s la hay, y se llama Copi.

    El atentado perpetrado el pasado mircoles 7 enero por los yihadistas contra la redaccin de la revista sat-rica Charlie Hebdo fue la peor mane-ra de volver la atencin sobre la es-cena del cmic que surgi de los es-combros del Mayo Francs (y la peor manera, tambin, de devolverle ren-tabilidad al semanario). Era casi me-dioda y los atacantes se retiraron de-jando 12 muertos y 11 heridos. El mundo entonces se enter de las cari-caturas del profeta que mancillaron su honor, y tambin de la rica histo-ria de ese cnclave de dibujantes y guionistas que se reunan los mirco-les en una redaccin del centro de Pars, grupo que provoc el ingreso del cmic en una fase compleja y so-fisticada de los aos 60 que atrajo a intelectuales y vanguardistas como Umberto Eco y Alejandro Jodo-rowsky.

    Aquel momento, que coincidi con la aparicin del comic un-derground en Estados Unidos (la es-ttica freak de un Robert Crumb), es tambin el de la dispora de artistas y dibujantes latinoamericanos que se instalaron en Pars. All Copi, cuyo verdadero nombre era Ral Natalio

    Fernando Garca

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    Roque Damonte Botana, nieto de Na-talio Botana el Citizen Kane naci-do en Sarand del Y y fundador del diario bonaerense Crtica ocult ese nombre interminable en el fugaz y expeditivo Copi . As, entonces, se dio a conocer en Pars como dibu-jante, humorista, narrador, dramatur-go, actor, performer, amante voraz y divo del ambiente gay. Fue una figu-ra central de la contracultura francesa entre 1964 y 1987, cuando muri afectado por el H.I.V.: siempre pro-blematizando su origen argentino (o el problema de ser argentino por fue-ra de Pern) y sin dejar atrs su edu-cacin sentimental en el Uruguay. Dato que se perdi como una anc-dota en su biografa, lo cual es sor-prendente porque su primera novela publicada se llam El uruguayo y vena prologada por estas palabras del autor: Al Uruguay, pas donde pas los aos capitales de mi vida, el humilde homenaje de este libro escri-to en francs pero pensado en uru-guayo.

    BACANAL ICONOGRFICA. Copi, que se llam a s mismo El uruguayo, porque as apareca como personaje de sus historias adelantando dcadas el fenmeno de la auto-ficcin, se re-corta entonces entre el pelotn de ar-tistas y dibujantes rioplatenses (de Le Parc a Breccia) que pusieron su im-pronta en la cultura francesa de los 60 y 70 por haber participado nada menos que en Hara Kiri y Charlie Mensuel. Estas publicaciones dieron Copi en tapa de Charlie Mensuel, febrero 1978

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    pie a Charlie Hebdo a partir de 1992, que mantuvo la identidad y el staff histricos.

    Lo cual lleva la siguiente cons-truccin, que respondera a parte de la incgnita original: Je suis (Copi, el uruguayo de) Charlie, se podra decir a modo de intervencin, desde el sur, al estilo Joaqun Torres Gar-ca, sumando una versin ms al cartel que se volvi una proclama global.

    La participacin de Copi en Hara Kiri y Charlie Mensuel, dos revistas que a ojos de hoy resultan una baca-nal iconogrfica de humor satrico y pop art, incluy desde la publicacin de textos en el formato del viejo fo-lletn (anticipando futuras novelas suyas como La Guerra de las mari-conas) a tiras legendarias como La mujer sentada que, muchas veces, llegaron a la tapa de Charlie. Eran tiempos en que la revista tena tirajes masivos.

    Deudor de la esttica suelta y des-pojada de los humoristas porteos Landr y Oski, Copi tambin se dej influir por los franceses de su gene-racin, Cab y Wolinski, dos de los dibujantes del staff que fueron asesi-nados por los yihadistas. A partir de los acontecimientos de enero, un tex-to de Copi publicado en el segundo volumen de las Obras Completas (Anagrama, 2012) se vuelve revela-dor. En el cuento de nombre estram-btico Como? Zis! Zas! Amor!, que haba sido publicado en 1979 en Hara Kiri, Copi describa esa tertulia de humor satrico.

    As, por ejemplo, se refiere a la forma de trabajo de sus colegas franceses y, como siempre, de l mismo: Haba acostumbrado a los dibujantes, a fuerza de enviarles corteses cartas de protesta, a que dejaran cada vez ms espacio libre para los textos. Cada uno se amol-daba a su manera () Los dibujan-tes de inspiracin semtica, como Wolinski y Copi, decidieron acostar o sentar a sus personajes () Cab y Willem, hijos de la ltima Guerra europea recargaban cada vez ms sus bocadillos.

    Treinta y seis aos ms tarde esa tertulia sera destruida. El profeta mancillado por el dibujo esperpn-tico de Wolinski y Cab fue vengado con una lluvia de balas.

    PERN, Y A CRUZAR EL RO. Copi, que se hizo llamar as desde que su abue-la Salvadora Medina Onrubia lo re-bautiz Copito, por lo blanco, lle-g a Montevideo por primera vez a los cinco aos, en 1945. Entonces

    era uno de los ms chicos de la fami-lia del patriarca del diario Crtica, Natalio Botana, muerto en 1941, y que dej a su descendencia enfrenta-da al patriarca mayor: Juan Domingo Pern. El diario le haba resultado funcional a Pern en su ascenso pol-tico desde el ejrcito hacia las urnas y coincida con la necesidad de Crti-ca de acaparar a las nuevas masas. Pero, para octubre de 1945 esa alian-za estaba rota y, con Crtica clausu-rado, los Botana tuvieron que cruzar a Montevideo.

    As recuerda la escena el mismo Copi en su libro de conversaciones con Jos Tcherkaski, citado por Ma-ra Moreno en el ensayo preliminar a las Obras Completas: Tena cinco aos y tengo una conciencia viva del 17 de octubre, absolutamente viva. Allanaron mi casa; mi madre me dio un papel as de grande para que se lo diera al portero para que no lo agarraran a mi padre; mi hermano acababa de nacer; haba diecisiete mujeres en la casa, yo camin por un balconcito, lo llam al portero y le tir el papel. El portero recibi el papel, despus fue a esperarlo a mi padre a la esquina a que llegara en un auto. Nos fuimos al Uruguay.

    Moreno, en el mismo texto, habla de una genealoga del exilio argenti-no. El Uruguay fue para Copi ms que otro pas, el fuera del pas. Es que desde siempre el Ro de la Plata es el lugar por donde ciertos argenti-

    nos han salido corridos por los go-biernos y hasta los gobiernos mis-mos: la ballenera debera formar parte de nuestro escudo nacional.

    Copi vivi en Montevideo hasta 1955, cuando cumpli los 15, y lue-go de una escala Buenos Aires-Pars regres brevemente al Uruguay hasta su viaje definitivo a Pars en 1962. Las habilidades como dibujante que haba desarrollado en las vacacio-nes eternas de su familia en Carras-co le sirvieron para sostenerse ven-diendo collages y dibujos en los ca-fs parisinos de Saint Germain y Montparnasse. En 1964 ya estaba pu-blicando en el semanario Le Nouvel Observateur su tira La Mujer Senta-da para una masa potencial de 300 mil lectores. El xito de la tira lo volvi obligatorio para nuevos me-dios como Libration, Bizarre y, como se explic, Hara Kiri.

    SUCESO DEVASTADOR. Hubo que espe-rar a 1973 con la publicacin de L Uruguayen (editorial Christian Bour-gois) para que Copi volviera, a su maldita manera, sobre los pasos per-didos de su estada montevideana. La novela est escrita como una especie de informe de un corresponsal envia-do a tierras extraas, cuyo realismo es corrodo por una parodia deliran-te escribe Osvaldo Aguirre. De for-ma imprevista el texto cambia y pasa a relatar una catstrofe, donde Mon-tevideo es cubierto de arena y, tras el

    retiro del mar, queda tapado de cad-veres. Los giros inesperados y el brusco estallido de un suceso devas-tador e irreversible conforman uno de los procedimientos narrativos de Copi.

    La novela se public en espaol en el volumen Las viejas travests (Anagrama) con traduccin de Alber-to Cardn y Enrique Vila-Matas, y se volvi a publicar en 2012 como parte de sus Obras Completas. No es un dato menor que Copi haya elegido esta novela corta como punto de par-tida de su produccin narrativa igno-rada en Argentina y en Uruguay has-ta bien entrados los aos 90. La no-vela tuvo tambin su adaptacin al teatro en manos de Roberto Plate, otro argentino de Pars, a quien Copi le haba dedicado el original.

    El uruguayo no aporta pistas so-bre la vida de la familia Damonte-Botana en Montevideo porque lo de Copi es otra cosa: un surrealismo bufo, de monlogo enloquecido, donde el personaje central, que es l mismo, escribe a un interlocutor francs, a quien llama alternativa-mente boludo o pelotudo, y le pide que, a su vez, vaya borrando o tachando lo que lee. Una especie de mensaje en una botella para ser he-cho un bollo de papel y volver como boomerang al mar (al ro, para ser ms exactos). Cabe sealar que hay ms rastros sobre la clave uruguaya de Copi en otro texto (ver recuadro).

    Copi Wolinski Cab

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    rectamente ligada a esos aos de ocio y trabajo intelectual en el que convivan los oficios y las artes... La cermica de la China Botana (Georgina, su madre), la pintura de su to Damonte Taborda, las proezas literarias del joven Copi que era premiado por su padre con dinero o una bicicleta por escribir sonetos.

    Qu parte del Copi artista se manifest en su vida montevideana?

    Con seguridad, el dibujo. En una entrevista ofrecida a Jos Tcherkaski, Georgina Botana cuenta que las cenizas de Copi fueron arrojadas a la playa de Dieppe en Francia. Ya sabemos que hay varios mitos sobre su muerte, pero este relato parece el ms certero. Dieppe es la playa ms cercana a Pars. En ese maravilloso relato la China dice que en esa playa a Copi le gustaba ir a jugar y que sus cenizas se resistan al agua, como que no queran entrar, y hubo que insistir un par de veces para lograr despedirlo. Es una historia triste

    Ha sido un acierto de Anagrama en su ltima edicin de El urugua-yo publicar a manera de prlogo el comentario original de Michel Cour-not para Le Nouvel Observateur. Cournot haba sido reconocido por una novela llamada Martinique (1949) y su nico film Les Gauloi-ses bleues estaba listo para explotar en Cannes 68, edicin del festival que termin siendo suspendido por el estallido del Mayo Francs.

    El perfil de Cournot pone en contexto la recepcin original de una novela que hablaba de esta par-te del mundo pero desde lejos, y en otra lengua. Cournot dice que en Pars sobran los libros prescindibles y hasta toma la imagen de solda-dos chilenos para referir una su-puesta quema de ttulos intiles al estilo de la novela Farenheit 451, de Ray Bradbury, sin olvidar que corre el 1973, ao del derrocamien-to de Allende. Luego trae al presen-te nada menos que a Juana de Arco como ejemplo de alguien que es-criba sin saber escribir. Tal es el caso de Copi. Dice Cournot: Lo mismo pasa con Copi. No lo oculta e incluso es lo primero que anuncia en su libro: no tiene ni idea de lo que es escribir en francs, l es un uruguayo que ha olvidado el uru-guayo desde que dej Montevi-deo.

    En el anlisis de Cournot la no-cin de uruguayo transita desde un supuesto idioma que no es otro que la escritura misma de Copi, al nombre mismo de la novela y an a ese personaje el uruguayo que re-lata imgenes de una ciudad que pa-rece desmontarse a s misma. Como bien dice Mara Moreno muchas veces insist en que Copi era uru-guayo para garantizar que era ar-gentino. Como Cortzar es belga y Gardel francs. lvaro Buela, ci-tando a Csar Aira, escribi que todo en Copi es parte de un sistema ms amplio, como sucede con todos los escritores. La diferencia es que mientras en la mayora ese mecanis-mo es virtual, en Copi es real.

    La impresin de Cournot es tan fuerte que recomienda comprar diez ejemplares de El uruguayo para te-ner diez lecturas, diez vidas. En-tonces Copi, el nio exiliado en unas vacaciones eternas, pasa a formar parte de un cenculo muy selecto de estetas del delirio: Lautramont, Pe-ret y Leonora Carrington.

    Siguiendo entonces el texto origi-nal de Le Nouvel Observateur ahora se puede confirmar: Copi, El uru-guayo de Charlie Hebdo.

    Europeo yorugua (desde Buenos Aires) SI PARA Copi los aos uruguayos fue-ron la clave de su sensibilidad, el desa-fo es encontrar esas marcas en su pro-duccin. A diferencia de la visibilidad del infierno argentino liberado en obras como Eva Pern (1969), la in-fluencia de la vida uruguaya es menos manifiesta. Para reconstruir al Copi de Montevideo se entrevist a Laura Vzquez, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, que prepara una ambiciosa investigacin so-bre el artista que ser publicada en 2015 por el Fondo de Cultura Econmica. CULTURA Y GOCE.

    En algunas entrevistas Copi manifiesta haber sentido mayor nos-talgia de su corta estancia en Uru-guay que la que poda tener de Argen-tina. Cmo aparece volcado ese senti-miento en sus obras?

    Es interesante la pregunta... Creo que algo de esa infancia ldica y salva-je, niez de aire libre y pies descalzos en la arena, se cuela en su desbordado teatro de accin. Ahora que lo pienso la playa misma es el des-borde o ese lugar que no termina de definirse como un si-tio de agua o de tierra firme. La playa es el pasaje y el entretanto entre la vida adulta y el juego. El nico lugar en don-de la gente grande se permite la regre-sin a la infancia sin pensar que hace el ridculo. El teatro copiano es esencial-mente eso, un juego prolongado en la arena a la hora de la siesta. La nostalgia de su perodo en Montevideo, sitio al que su familia hua cada vez que las cir-cunstancias polticas en la Argentina as lo demandaban, est presente tanto en su novela biogrfica Ro de la Plata (indita) como en su primera novela, El uruguayo. Uruguay fue para Copi el lu-gar del deslinde al que siempre se puede regresar porque, en verdad, nunca se ha partido.

    Cmo se puede reconstruir el ambiente en el que Copi pas esas eternas vacaciones en Carrasco con su familia?

    En Carrasco habitaba como aho-ra gran parte de la clase alta urugua-ya. Sus residencias monumentales com-binan con el paisaje de arenas blancas, las calles arboladas, los pasajes y el esti-lo arquitectnico inspirado en los aristo-crticos balnearios europeos. Los padres

    F. G. y enigmtica que a mi entender descri-be muy bien en una imagen quin era Copi. Como si la playa, ese espacio no delimitado entre el agua y el territorio, ese no lugar de cuerpos sexualizados, regresin y juego, fuera el nico posi-ble. Mi fantasa me hace pensar que en la playa parisina, en su arena, Copi se fundi con el Atlntico... con las otras costas, quin sabe.

    EL CREADOR COMO SNTESIS.

    Se pueden establecer caractero-logas en la familia de Copi segn la rama argentina o uruguaya?

    Copi tiene un linaje ex-cntrico, bisabuelas indias, abuela espaola, abuelo uruguayo. Esa herencia cosmo-polita y orillera es una marca indeleble en su vida y en su obra. Dicho muy r-pidamente, la rama uruguaya es la de la empresa, la de su abuelo Natalio Bota-na nacido en Durazno, emprendedor, pionero, conocedor del mundo de la po-ltica y de los negocios. En cambio, de su abuela hereda la locura, la imagina-cin y el travestismo, el gusto refinado, la estirpe del dandy o la condesa. Entre esas culturas, pasionales y sin fronteras, absolutamente contradictorias y hasta enfrentadas, nace Copi como sntesis... Un nieto artista rioplatense y parisino, un europeo yorugua o un parisino por-teo. Da igual.

    Sabemos que Copi y su familia huyeron del peronismo. Qu contexto poltico encontraron en Montevideo o al menos que constancias o registro dej Copi de esa diferencia?

    Es interesante notar como Copi ve pasionalmente a Buenos Aires y a Montevideo como sitios enfrentados o prcticamente delimitados entre el amor y el odio. Uruguay es el remanso, la paz y el sosiego familiar. Los aos de aprendizaje y felicidad. Buenos Ai-res es el destierro, la referencia a la ti-rana, el exilio, la persecucin y el mal-trato. Por supuesto que esta reconstruc-cin en trminos pasionales siempre es ideolgica. Copi en rigor ama un Bue-nos Aires sin Pern y no le perdona a ste ni a su padre el haberlo privado de su eleccin por quedarse o por irse. Como un enfant terrible, entonces, no hace ninguna de las dos cosas... Es como si dijera: no voy a ser exiliado porque me lo exijan.... me quedo en el medio del Ro de la Plata y en Pars porque yo hago lo quiero. Y esa deci-sin, el entremedio, el pasaje... es la que marca su excepcionalidad.

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    de Copi compraron una casa de dos pi-sos al lado del emblemtico Hotel Ca-rrasco. Este dato es fundamental porque da cuenta no slo de la posicin econ-mica de los Damonte-Botana, sino tam-bin de una formacin cosmopolita al mismo tiempo que familiarizada con la mezcla, los gustos importados y el in-ternacionalismo cultural. En ese con-texto de lujo, intelectualidad, y placer, el joven Copito pasaba sus das ro-deado de nieras y bibliotecas, aprendi-zaje y juego. Ese desdoblamiento entre cultura y goce, estudio, formacin y di-vertimiento es clave en su itinerario biogrfico. Dira que es su etapa de educacin sentimental. Su obra est di-

    Copi, Charlie Mensuel, setiembre 1974

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    En la superficieltimo Hanif Kureishi

    INVARIABLE y apresuradamente cada nuevo li-bro de algn integrante del dream team britni-co es saludado como el mejor de su cosecha. No sera descabellado suponer que fuera as, consi-derando que la mayora (McEwan, Amis, Barnes, Ishiguro, Kureishi, Rushdie) partieron de bases fir-mes con narrativas que abrevaban en y se despega-ban de la tradicin inmediata, y que insuflaban aire nuevo en la prosa de la isla. Hoy todos suben de los sesenta aos, y aunque ninguno es muy prolfico mantienen una produccin constante, una narrativa correcta y el marketing suficiente para seguir repre-sentando a Inglaterra en el mercado de los bienes simblicos. Entre otras cosas, eso puede significar que escriben de lo que hay que escribir o de lo que est en el candelero, pero tambin que el riesgo de sus apuestas disminuye con el tiempo. El caso ms notorio es el del anglo pakistan Hanif Kureishi (Londres, 1954), que ha venido decayendo en cada entrega desde que hizo el guin para Mi bella la-vandera (dir. Stephen Frears, 1985), la novela El buda de los suburbios (1990), los libros de cuentos Amor en tiempos tristes (1997) y Siempre es me-dianoche (1999), y la nouvelle Intimidad (1998). Su reciente novela, La ltima palabra, trata sobre escritores y vejez, biografas y dinero.

    LA MESA LIMN. En principio el asunto que bordea es interesante, por lo menos para los escritores, o para quienes se sienten atrados por el devenir de la creacin en relacin con el paso del tiempo y con el misterio de la recepcin, cmo el mundo ve o quiere ver al artista. La dupla protagnica de La ltima pa-labra contempla ese escenario: Harry Johnson es un aprendiz de treinta aos metido a escribir la biogra-fa de un escritor consagrado, y Mamoon Azam es el angloindio septuagenario casado con una mujer ms joven, viviendo en una casa de campo, agotado crea-tivamente y con dificultades econmicas, para quien una biografa oportuna levantara las ventas. Entre los dos se sita un personaje que Kureishi increble-mente abandona, el del editor que viene a contem-plar con sus exigencias tanto las supuestas veleida-des de un pblico que quiere morbo como la rentabi-lidad de su negocio. Alrededor se sitan otros perso-najes que son poco ms que satlites aportando a dilogos filosos (lo mejor del libro, por otra parte, en eso s en la mejor tradicin de la novela inglesa): la esposa italiana de Azam, su ex amante colombiana, las dos novias de Harry, etc.

    Se dijo por ah que en la figura de Azam hay un retrato solapado del premio Nobel V.S. Naipaul, es-critor britnico de origen indio y nacido en Trinidad, a quien el escritor e historiador Patrick French (1966) le escribi en 2008 una monumental biogra-fa (autorizada) titulada en espaol El mundo es as. En ella renda tributo a la mala fama de Naipaul, su

    Mercedes Estramil pronto vacila, se convierte en terreno de nadie, pasi-ble de abucheos o aplausos dbiles y de su propia duda y sensacin de fraude. Ah est en todo su es-plendor la mesa limn de la que hablaba Julian Barnes en su libro de cuentos sobre la vejez (La mesa limn). Sin escatimar irona, sarcasmo, agude-za de dilogo, el diente se hinca donde duele.

    SUPERFICIES. Pero donde el Nobel sudafricano calaba hondo, Kureishi explora superficies. Y no es solo porque el tono de comedia o la ptina ingeniosa que despliega lo condicione; ah estn en el ayer cercano dos compaeros generacionales que tambin a paso de comedia ms o menos de espionaje o ms o me-nos negra lograron mejores resultados: Ian McEwan con Operacin Dulce (incluso ambas novelas tienen una vuelta de tuerca anloga, adems de que hacen ms que sendos juicios cotilleos interesantes sobre la literatura inglesa y sus autores), y Martin Amis (que siempre renace, no se sabe bien cmo) con Lionel Asbo. El estado de Inglaterra (2012) que aunque la pifia bastante al final, logra dar un pantallazo sinies-tro y conmovedor de cmo est efectivamente su pas, degradado por la cultura sensacionalista del ta-bloide, por la delincuencia y la prdida de valores.

    La dupla Azam-Johnson de La ltima palabra muestra algo de eso en su conformacin especular y complementaria que habla del paso del tiempo y el adelgazamiento (o no) cultural, y consigue sus mejo-res momentos de intercambio en los dilogos, ms que cuando el narrador omnisciente aclara y declara lo que piensan y lo que son los personajes. Es obvia la predileccin de Kureishi por el viejo cascarrabias Azam y su espritu en cierto modo incontaminado, adems del peso polmico, ya no transgresor, de lo que pone en boca de l cuando habla de literatura, mujeres, poltica. Pero es obvia asimismo su toma de partido final por cierta complacencia universal cuan-do luego de insinuar a lo largo de toda la obra que la ltima palabra es el dinero y la popularidad se re-fugia a kilmetros de all en una imagen familiar inequvoca (el viejo escritor apagado y vencido cui-dado por una esposa tolstoiana de ms), y otra equ-voca y salomnica: el joven escritor pronto a ser el negro bien pago de un futbolista, al tiempo que es-cribe un libro serio sobre su madre.

    Y aqu, en definitiva, se acaba todo el afn litera-rio, parece decir Kureishi. Que no sera una declara-cin mejor ni peor que cualquier otra, si proviniera de una prosa con cierto brillo, con alguna sorpresa, algo de grandeza. No los tiene. Fuera del peloteo verbal, el resto es relleno, un fluir de personajes se-cundarios sin fuerza propia, y una narrativa sin espe-sor. En alguna entrevista Kureishi dijo que sola ser salvaje y ahora era un alegre burgus; ojal no sea su ltima palabra.

    LA LTIMA PALABRA, de Hanif Kureishi.

    Anagrama, 2014. Barcelona, 295 pgs. Distri-buye Gussi.

    hosquedad con la prensa, sus ofensivas contra las es-critoras en general y su reputacin de esposo desa-morado capaz de llevar por dcadas una vida parale-la, pero tambin su ubicacin literaria como uno de los grandes escritores vivos del siglo veinte. Y todo eso aparece en la construccin del simptico y a la vez insufrible Azam, en su defensa explcita de un elitismo cultivado y su desprecio a toda forma de co-rreccin poltica; ms all de lo que haya de proyec-cin del propio Kureishi, que nunca ha tenido repa-ros en colocar en la ficcin, apenas disimulada, su propia vida y la de su familia.

    En el libro hay por lo menos dos aristas atracti-vas: la que analiza qu tan ricos creemos que son los escritores exitosos y cunto lo son en realidad; y la que muestra cmo se construye la imagen del escri-tor por fuera de las consideraciones de la escritura. El escritor estrella, representante de una especie a la que ya no es que se le perdonen debilidades (sexo, droga, locura, etc.), sino que se le exigen. Como si el malditismo fuera el baremo y no conviniera alejarse mucho de sus escalas.

    Un abordaje de esa naturaleza era el que propona tambin J.M. Coetzee en la novela Elizabeth Coste-llo (2003). All la ficticia escritora australiana Eliza-beth Costello asiste a una serie de devoluciones so-ciales de lo que ha sido su paso por el mundo de la literatura: recoge un premio, da charlas en un cruce-ro de lujo, visita una universidad, va a frica a ver a su hermana misionera embanderada en la lucha con-tra el SIDA, da una conferencia en Amsterdam, etc. Todos esos mojones, que son como luces que se en-cienden y se apagan sin remisin y con la certeza de que es para siempre (Elizabeth tiene casi setenta aos) vehiculizan la realidad amarga de esa mujer, no solo en lo que hace a su vida personal sino y so-bre todo a sus ideas, aquello por lo que ha luchado y donde se ha movido como pez en el agua y que de

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    un muchacho talentoso de escasa pre-paracin, otro joven amigo de raza negra, gay, y un artista hednico, mi-mado por la crtica y los galeristas. Las tres muestras tuvieron un xito que Burden nunca conoci, pero cuando se preparaba a revelar su auto-ra el plan se le complic con deriva-ciones morales siniestras.

    Hustvedt ha dedicado buena parte de su vida no solo a escribir, tambin a in-vestigar el mundo del arte, la psicologa y las neurociencias. Su libro es una suma de los saberes adquiridos, enlaza-dos a la historia de Harriet Burden con la pericia de una inteligente narradora, de modo que Un mundo deslumbran-te tambin puede ser ledo como el dis-fraz de un testimonio y de un ensayo,

    asistidos por las notas al pie de pgina, donde Hess hace sus

    comentarios y cita biblio-grafas.

    Las descripciones de la banalidad y la men-dicidad del arte frente al poder del dinero brillan con meridiana expresividad, espe-

    cialmente en las entra-das de Oswald Case, un crtico de arte ma-ledicente y agudo. El

    feminismo de la obra es contun-dente, desde el inicio al fin. No

    solo lleva adelante la trama, abun-dan las referencias al margina-miento de la inteligencia de las mu-jeres detrs del sexo. Burden es un personaje de slida inteligencia, superior a la de su eminente mari-do y notoriamente molesta para las convenciones sociales que ri-gen los dos sexos. La indagacin psicolgica de la novela y la ex-ploracin de los laberintos neuro-nales de la percepcin vacilan sin

    embargo entre el acopio de lecturas y las conclusiones elementales. La idea de que el autor es un hbrido entre la personalidad del creador y el objeto de la obra fue expresada por Proust en su polmica con Sainte Beuve de modo muy elocuente, a fines del siglo XIX, y desde entonces asumida de muchas formas en la tradicin litera-ria. Que Hustvedt se plantee el pro-blema en las artes plsticas del siglo XXI no deja de ser interesante, por-que de modo indeliberado exhibe el

    El autor como mercancaSiri Hustvedt y el mundo del arte

    Carlos Mara Domnguez colapso del arte conceptual con las tradiciones occidentales.

    CONFUSIONES. Burden es una artista conceptual, monta instalaciones y repre-sentaciones de sentido, y lo interesante es que su reclamo de atencin coincide con el desplazamiento del valor de la obra en s, al valor del artista. Ni ella ni Hustvedt cuestionan el paso previo que inaugur la escena: el abandono de la realizacin esttica del objeto de la obra. Naturalizada esa renuncia, la esce-na del arte no poda sino conducir a la venta del autor como mercanca. De modo que plantear el tema de la legti-ma autora de obras sin otro valor que el de la mercanca que la cre, muestra la expansin de las confusiones que domi-nan el mercado y la circulacin del arte. El mundo deslumbrante merece ser le-do como su mejor fotografa. En sus p-ginas transita el absurdo y el encierro, la caldera de especulaciones que se coci-nan en el fuego de la conceptualizacin, las vanidades patticas y las consagra-ciones sin sentido.

    Es notorio que esta marca de la mo-dernidad en las artes plsticas alcanza a muchas disciplinas. Hasta bien entrado el siglo XX la obra de arte fue conside-rada un logro humano, la epifana de una ambicin por expandir la realidad del mundo mediante trabajosos artificios que han dado continuidad a la cultura. El teatro de Shakespeare, las novelas de Faulkner, la obra de Czanne o Lucian Freud, por nombrar a uno de los ltimos grandes pintores, bastan para ilustrarlo. Pero la concentracin del valor sobre el personaje del creador, que ahora debe entenderse como la mscara deliberada de una persona que vive para su imagen, la figura de autor que ocupa a buena par-te de la academia literaria, y las capri-chosas genialidades de muchos aven-tureros en busca de fama y dinero, dif-cilmente forje algo semejante, porque sin una obra capaz de sostenerse por la sola virtud de su unidad, jerarqua, inde-pendencia de su origen, las ambiciones personales del artista acaban en su muer-te, como las de todo el mundo, y nadie considerara, precisamente, un logro, ese accidente que nos involucra a todos.

    EL MUNDO DESLUMBRANTE, de

    Siri Hustvedt. Anagrama, 2014. Barcelona, 402 pgs. Distribuye Gussi.

    ARTHUR DANTO sostena que la narrativa dominante en el arte occidental lleg a su fin en el momento en que Warhol cre una obra que no se dife-renciaba de los artculos de un super-mercado. Ahora, a la gente le gusta tener enfrente a un YO enorme y con-tundente. Lo niegan, pero en el mundo del arte el narcisismo acta como un imn. El personaje del artista forma parte de la venta. Claro que entonces, hay que vivir la vida en tercera perso-na porque es necesario trabajar para construirse el personaje. Por esta se-cuencia de voces circula el perfil ms interesante de la ltima novela de Siri Hustvedt, El mundo deslumbrante. Presenta al lector el esqueleto del arte contemporneo.

    Hay otras zonas de inters: la de-nuncia de que tambin en el arte la obra de las mujeres se valori-za menos que la de los hom-bres, y la exploracin de los mecanismos de la percepcin. Hustvedt ha escrito una novela polifnica, inte-lectual, sobre los prota-gonistas del arte en el so-fisticado mundillo de Nueva York, menos emo-tiva que Todo cuanto am, su mayor logro nove-lstico, y ms ilustrativa.

    PERICIA NARRATIVA. El relato est or-ganizado por un acadmico, I. V Hess, interesado en la vida y el es-cndalo protagonizado por Harriet Burden, una artista plstica ya falle-cida, viuda de un gran marchand neo-yorquino que en los aos ochenta mon-t una cadena de enmascaramientos para dar a conocer su obra. Presenta los resultados de su investigacin, en la que se intercalan los diarios de Burden, es-critos en sucesivos cuadernos, entre-vistas con los dos hijos, amigos y personas que la trataron en distintos momentos de su vida, declaraciones escritas de crticos de arte, galeris-tas, agentes, y artculos apa-recidos en la prensa. For-man en conjunto el cuerpo de la historia.

    Harriet Burden fue una mujer cor-pulenta, rica, con una vigorosa forma-cin en la filosofa, las artes y la lite-ratura, resentida por la escasa repercu-sin de sus exposiciones y la modesta atencin que le dedicaron como espo-sa de un adorado marchand. En medio del duelo por la muerte de su marido, cuando se acercaba a los sesenta aos, aloj en su residencia a varios locos y vagabundos, y emprendi tres nuevas exposiciones concebidas como un ex-perimento sobre la percepcin. Dele-g la autora de sus obras a hombres:

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    Vanguardias deArquitectura uruguaya en el MoMA

    (desde Nueva York)

    PODRA HABER sido Uruguay, pero no. En 1943, el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York organiz la mues-tra Brasil construye, dedicada a la arquitectura moderna de primer ni-vel de los brasileos.

    Antes de realizarla el museo discuta si la muestra deba ser sobre Uruguay en lugar de Brasil. Esta posibilidad se deba no solo a la calidad y produc-cin arquitectnica de Uruguay, sino tambin, porque el modernismo em-pieza muy temprano all, dice Patricio del Real, asistente de curadura del MoMA. Sin embargo la muestra que se llamara Uruguay construye no obtu-vo fuerza suficiente y Brasil result ele-gido (ver recuadro).

    Esta es una de las novedades que in-cluye la exposicin Latinoamrica en construccin en el MoMA de Nueva York, que comprende una seleccin de lo construido en Amrica Latina entre 1955 y 1980. A pesar de que la pro-puesta es ambiciosa abarca los lo-gros de toda una regin en pleno desa-rrollo urbano y durante un cuarto de si-glo, los destellos de talento de aque-llos arquitectos que inyectaron origina-lidad y modernidad a Amrica Latina quedan al descubierto en las paredes de este museo ubicado en la calle 53 y la Quinta Avenida, en Manhattan.

    IDEOLOGAS AVANT GARDE. Entre los ar-quitectos latinoamerica-nos figuran varios urugua-yos, entre ellos Nelson Bayardo, Eladio Dieste, Luis Garca Pardo, Carlos Gmez Gavazzo, Adolfo Sommer Smith, Ral Si-chero Bouret y Thomas Sprechmann. En total se exhiben 500 trabajos de la regin, muchos de los cuales nunca fueron exhi-bidos en el exterior, ni en sus pases de origen.

    Otra de las novedades es la falacia del mito de que lo que se construa en la regin era una copia de lo que suceda en Europa o Estados Unidos. Para

    Teodelina Basavilbaso Barry Bergdoll, curador de la muestra, muchas de las obras e ideas expuestas son de vanguardia, previsiones de una modernizacin que llegara ms tar-de. Es que la intencin de los curado-res es romper con varios clichs. No tiene fundamento hablar del tropicalis-mo, como si todo fuera samba, ron y fiesta. Lo que vemos aqu son estudios muy profundos, una exploracin muy seria de los arquitectos, tanto de aspec-tos estructurales, formales como socia-les, dice del Real.

    En las salas de exposicin varios di-bujos, maquetas, planos originales y fo-tografas prestadas por la firma Dieste y Montaez S. A., introducen dos de las obras ms destacadas de Eladio Dieste: la Iglesia Cristo Obrero (Atlntida, 1958) y la Iglesia de San Pedro (Duraz-no, 1967).

    En Dieste se hace evidente las ideo-logas avant-garde del siglo veinte y las conversaciones que se armaban en tor-no a ellas. Mientras algunos artistas de Amrica Latina confiaban en que la in-dustrializacin traera un futuro mejor, otros eran crticos y la rechazaban. Lo de Dieste no es un rechazo romntico a los grandes procesos de industrializa-cin en la arquitectura; l desarrolla una particular tcnica, la del ladrillo, que no deja de ser un proceso moder-no. Y esa es la brillantez de Dieste, como lo es tambin la adaptacin de sus grandes bvedas que vuelan en es-pacios enormes, dice del Real, que viaj a Uruguay antes de la inaugura-cin en Nueva York para conocer en persona las construcciones.

    Durante su estada, del Real mane-j por el interior del pas e hizo varias paradas de inters. Cuando llegas a Durazno ves una plaza tradicional y una iglesia vieja. Entonces te pregun-tas: Dnde est? Porque al principio no la ves, pero despus entras a la nave de ladrillo, que tiene una cali-dad de luz impresionante, y te quedas sin aliento. La Iglesia de Durazno tie-ne una calidad espacial que la coloca entre las grandes arquitecturas del mundo. La iglesia no hace alarde es-tructural y entiende que hay una lnea muy fina entre arquitectura y pura in-geniera. Obviamente que la ingenie-ra est y eso es lo que hace que todo se mantenga en su sitio, pero todo eso pasa a un segundo plano ante la cali-dad del espacio y la luz. All se revela el sentido de la oracin y el espacio religioso, lo terrenal desaparece y aparece lo trascendente. Eso es ver-daderamente Durazno, dice del Real. Y agrega que la iglesia es una joya por su complejidad, riqueza y su-tileza ingenieril, por lo que debera ser protegida para la posteridad. El decano de arquitectura del MIT de Massachusetts, Stanford Anderson, autor del libro Eladio Dieste, Innova-tion in Structural Art (Princeton Ar-chitectural Press, 2004) afirm que la Iglesia de Durazno es uno de los lo-gros a nivel mundial ms perfectos de la segunda mitad del siglo XX, y la compara con la Iglesia de Ronchamp de Le Corbusier (Especial Eladio Dieste, El Pas Cultural No. 769).

    MS CHARRAS. Otras obras destacadas son el edificio Pan-americano, de Ral Sichero Bouret (Montevideo, 1958-1964); El Pilar y el Positano, ambos de Luis Garca Pardo y Adolfo Sommer Smith (Mon-tevideo, 1957 y 1958) y el Ur-nario municipal de Nelson Bayardo (Montevideo, 1962).

    La eleccin del Panameri-cano en la muestra se explica por su tamao, complejidad y modernidad, tres caracte-rsticas que propusieron un cambio de escala y dimen-sin en Montevideo. Estas ya se anuncian en su edificio Guayaqu en la rambla, que fue presentado en el MoMA

    en 1955, ao en que se realiz la ante-rior muestra sobre arquitectura latino-americana; para ese entonces Sichero imagin el Panamericano como un edificio doble, con otro bloque a con-tinuacin del actual, mitad que nunca se termin. En ese sentido, el Pan-americano articula de forma magistral el impulso modernizador y de especu-lacin inmobiliaria que tanto afect y sigue afectando a las ciudades.

    Los curadores, a su vez, entienden que hay una relacin formal entre el Urnario municipal de Bayardo y las construcciones de la escuela paulista, especficamente con la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Uni-versidad de So Paulo, de Joo Vila-nova Artigas (1915-1985). Tienen los pilares similares y esa idea de te-ner hormign armado suspendido en el aire. Yo no s si Bayardo estaba mirando a sus coetneos, pero de se-guro hay un cierto inters o relacin en cmo se construye con hormign, dice del Real.

    Si se tiene en cuenta la construc-cin con ladrillos, tambin encuen-tran una relacin entre los arquitec-tos colombianos y uruguayos de ese perodo. Habra que ver, personal-mente, no s si hubo comunicacin

    Complejo Habitacional Bulevar Artigas, c

    La instalacin Ecuacin de desarrollo de Carlos Gmez Gavazzo (1904-1987) abre la exposicin del MoMA

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    e ayerCasa Torres Blancas de Samuel Flores Flores, La Caldera de Sonpura y Poyo-roc, las tres de Lpez Rey y Gmez Platero, y Ahel, de Lpez Rey.

    CAMBIAR EL DISCURSO. Una de las metas de la muestra Latinoamrica en cons-truccin es descorrer el velo de los lo-gros arquitectnicos de Latinoamrica del ltimo siglo y reconocer su singula-ridad. Es un captulo que est faltando en los manuales de historia de arquitec-tura moderna de esta regin, puntualiza Bergdoll. Hay que cambiar el discurso institucionalizado. Muchos dicen que los arquitectos latinoamericanos estn mi-rando hacia afuera. Esto es, precisa-mente, porque son cosmopolitas, aade del Real.

    En esta misma lnea Jorge Liernur, profesor de la Universidad Torcuato di Tella de Buenos Aires y asistente de la muestra, dice que es mejor hablar de una conversacin global en varios sen-tidos: norte-sur, este-oeste y sur-sur, en vez de hablar sobre influencias eu-ropeas o norteamericanas.

    Segn Bergdoll, la exposicin busca proveer los materiales para una ree-valuacin histrica y contempornea del legado arquitectnico de uno de los perodos ms complejos de la historia de Latinoamrica.

    La muestra estar abierta al pblico en las salas del MoMA hasta el 19 de julio.

    EN COLABORACIN con Insta-gram, el MoMA invita a los usuarios uruguayos de esta aplicacin en Inter-net a publicar y compartir las fotos de los edificios de la muestra Latinoa-mrica en Construccin: Arquitectura de 1955 a 1980 tal como figuran en la actualidad, utilizando el hashtag #ArquiMoMA. Las fotos seleccionadas se presentarn en una de las sala de la exposicin y en la web moma.org. El objetivo es mostrar el contexto de es-tos edificios, y cmo la gente los ve y utiliza hoy en da.

    El proyecto se inici el 14 de mar-zo con una reunin de seguimiento a travs de Instagram (Instameet) en todos los pases que tienen obra selec-cionada. Dicho Instameet gener ms de 20 mil imgenes producidas por fo-tgrafos locales y aficionados.

    El MoMA figura en Instagram como @themuseumofmodernart. Los lugares para fotografiar selecciona-dos por los curadores son:

    1) Urnario municipal (Urnario No. 3), Cementerio del Norte, Montevideo.

    2) Edificio El Pilar (proa de Bvar. Espaa, Av. Brasil y la ram-bla), Montevideo.

    3) Edificio Positano (Av. Ponce esq. Charra), Montevideo.

    4) Complejo Habitacional Bule-var Artigas (Bvar. Artigas entre Co-lorado y Caribes), Montevideo.

    Los usuarios debern asegurarse de identificar las fotos antes de subirlas. Se agradece tambin agregar en la le-yenda la cuenta @elpaiscultural

    Fotos en Instagram

    LA MUESTRA Brasil construye se inserta den-tro del contexto de la Segunda Guerra Mundial. Queran asegurar la participacin de Brasil con sus enormes recursos naturales en la lucha contra el nazismo. Los diarios de la poca, al cubrir la expo-sicin, titularon por ejemplo Brasil construye para el futuro o Brasil lidera a EE. UU. en arquitectu-ra moderna. No es casualidad, entonces, que al ao siguiente Brasil desembarcara en Italia con una fuerza expedicionaria de 25 mil hombres para combatir a los alemanes.

    No obstante, la idea de cmo surgi la muestra es ms compleja y se empez a gestar en 1939 cuando Lcio Costa y Oscar Niemeyer sorprendie-ron al mundo de la arquitectura con el pabelln de la Feria Internacional de Nueva York. Aunque pa-

    rezca inslito, en 1943 ya se estaba planificando el mundo de la posguerra y, en esos momentos, Lati-noamrica era parte integral de ese mundo futu-ro, dice del Real. Aunque tambin admite que la informacin sobre las construcciones y lo que su-ceda en esta parte del continente en ese tiempo era escasa.

    No es posible saber cunto influy la muestra del 43 en otros arquitectos. Lo que s se sabe es que los arquitectos brasileros acapararon los ojos de Norteamrica y Europa.

    Ante el tamao y la importancia de Brasil la ar-quitectura uruguaya corre el riesgo de ser olvidada. La pregunta que surge es qu hubiera pasado si Uruguay construye se hubiese realizado. Po-dra haber tenido el mismo efecto de aunar las dis-

    tintas vertientes del impulso moderno y consolidar los experimentos tanto formales como constructi-vos de principio de los cuarenta. Podramos haber visto un edificio como el Panamericano, una dca-da antes de cuando se construy; pero todo esto es especulacin comenta del Real. Sera un intere-sante ejercicio reconstruir esa muestra. Es que durante esos aos la arquitectura latinoamericana comenzaba a exportar sus ideas. Esto se hizo pa-tente con la presencia del uruguayo Julio Vilamaj y el brasilero Niemeyer en el comit internacional a cargo de la construccin de la sede de la Organi-zacin de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York en el ao 1949, comit liderado por el norte-americano Wallace K. Harrison y que contaba con la participacin de Le Corbusier, entre otros.

    Derrotados por Brasil

    entre los arquitectos de ambos pa-ses. Sera fascinante saber si hay cartas, si estuvieron hablando entre ellos, no solo Dieste, sino que hay muchos otros, dice del Real. (La arquitecta colombiana Silvia Arango confirma que s existi vnculo entre Dieste y los arquitectos colombianos

    contemporneos. Especial Eladio Dieste. N. de R.).

    PROYECTO SOCIAL. Una de las paredes de la segunda sala de Latinoamrica en construccin est cubierta por una l-nea de tiempo de gran tamao que narra los golpes militares y el contexto polti-co turbulento de la regin, entre 1955 a 1982. En paralelo y ms abajo, otro tex-to expone los proyectos habitacionales que se construyeron cada ao para pa-liar el crecimiento demogrfico. All, por ejemplo, aparece en dibujo en tinta sobre papel el Complejo Habitacional Bulevar Artigas, construido en Monte-video entre 1971 y 1974 (Ramiro Bas-cans, Thomas Sprechmann, Hector Vi-gliecca y Arturo Villaamil). De este complejo se destaca la decisin de los arquitectos de entrevistar a los usuarios para conocer sus necesidades. Eso re-vela el compromiso de los arquitectos de no construir pensando solamente en la arquitectura, sino tambin en los usuarios, y eso es nico, dice Real.

    En la exposicin tambin est pre-sente el Hospital de Clnicas Dr. Ma-nuel Quintela de Carlos Surraco (1930-1953), que evidencia la existencia de un proyecto social en Uruguay desde los aos 30 y que sirve de prlogo para lo que vendra despus.

    Adems, y como contraste de lo an-tes mencionado, se exhiben varias ca-sas de Punta del Este. All figuran la

    ca. 1975. Fotografa expuesta en el MoMA

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    Coleccin de orejasNovela de Toms de Mattos

    EN LA pelcula Entre copas (2004) de Alexander Payne, un personaje expresa a un no-velista los motivos por los cuales no le gusta la ficcin: hay tan-tas cosas por conocer en este mundo que leer algo que una persona invent me parece una prdida de tiempo. Esa visin caricaturesca, que no en-tiende que muchas veces la ficcin ayuda a entender al mundo ms que un ensayo, alimenta gran parte de la pre-ferencia actual del pblico. Algo inter-medio ocurre cuando una obra ficticia reconoce tener su gnesis en un hecho real, lo que permitira recrear, aunque sea a medias, al personaje de carne y hueso al que alude la obra. Como dijo el cantante Tom Waits, si una pelcula es aburrida alcanza con hacer llegar al pblico una voz gruesa que diga ba-sada en un hecho real para que la gente preste mayor atencin y sienta que la trama adquiere otra enjundia.

    Las pelculas nominadas al premio Oscar 2015 cumplieron con esa condi-cin. El Cdigo Enigma, Selma, Foxcatcher, La Teora del Todo y El Francotirador tienen su origen en his-torias, personajes y circunstancias de la vida real. Se ha generado en Estados Unidos un fuerte debate sobre las ine-xactitudes histricas en las que incu-rren. Algunos crticos no comprenden que una narracin, por ms que tenga el punto de inicio en algo que ocurri, siempre apela a las herramientas y po-sibilidades que brinda la ficcin. La realidad suele ser aburrida si no se la cuenta y se la edita para lograr una bue-na tensin narrativa. En suma, que se respete la forma en que los hechos ocu-rrieron, que sean reales o nacidos de la imaginacin del autor, debera ser algo de poca trascendencia para quien vea alguna de las pelculas nominadas, o se interne en la lectura de Don Candinho o Las doce orejas, la nueva novela de Toms de Mattos.

    TRAGEDIA EN TACUAREMB. Luego de dedicar sus ltimas obras a grandes te-mas como la recreacin de la historia de Jess basada en la Biblia (La Puer-ta de la Misericordia, 2003), o la vida de Jos Pedro Varela en los dos tomos de El hombre de marzo (2010

    Luis Fernando Iglesias

    y 2013), de Mattos vuelve a un terreno que se podra denominar de pequea historia, y que ya haba transitado con maestra en el volumen de cuentos Trampas de barro (1983) o en la no-vela A la sombra del paraso (1998).

    Al comienzo el autor advierte que va a contar algo que realmente ocurri tras el velo de lo inventado, nunca lle-ga a ser una novela enteramente imagi-nada aunque tambin aclara que no se trata de una crnica. El hecho real su-cedi en Caraguat, Tacuaremb, a fi-nes del siglo XIX, donde dos comer-ciantes propietarios de almacenes de ra-mos generales mantenan un latente en-frentamiento, disputndose la clientela del lugar. Uno, el ms modesto, se lla-maba Jos Pepe Castro, de origen ga-llego. El otro era Rufino Furtado, natu-ral de Ourense, comerciante con ms poder y menos escrpulos. Ese recelo y rivalidad finaliza cuando diecisiete hombres copan el establecimiento de Castro para robar y la mayora de ellos viola a su esposa, Leonilda Nilda Dos Santos, mientras el marido agoniza a su lado. La mujer queda embarazada pero al haber mantenido relaciones con su esposo unas horas antes, nunca se sabr con certeza de quien es el hijo. Para in-crementar la intriga, el nio resulta su-mamente parecido a su madre pero no hay otros rasgos identificables que ayu-den a ubicar al padre.

    Esta tragedia es el comienzo de la historia y da lugar a la persecucin de

    y furia que gener la tragedia. Divide la novela en las varias salidas de Can-dinho e Ignacio en procura de los ma-landros, las que el autor enumera por el botn de orejas que van consiguiendo. A efectos de mantener la tensin algo no sencillo en una narracin que supera largamente las cuatrocientas pginas utiliza varios recursos para que las per-secuciones, ubicacin de los delincuen-tes, captura y muerte no se vuelvan rei-terativas. La descripcin de costumbres y rutinas del entorno, las dudas de Can-dinho, el encuentro con un caudillo po-ltico, los enredos con jueces y policas son incidentes que ayudan a mantener el inters que no decae mientras que, con estilo cinematogrfico, los cambios de escenarios son frecuentes. La accin transcurre en el medio rural del norte uruguayo, pasa al sur de Brasil para re-calar en Buenos Aires y Montevideo. En la capital uruguaya el autor se da el gusto de ubicar la accin el da en que se jug la final del Campeonato Uru-guayo de ftbol de 1902 entre el CURCC, al que siempre llama Pearol, y el Albion, final ganada por el equipo aurinegro. Como es sabido de Mattos es un fervoroso pearolense y tercia a favor de su cuadro en la polmica sobre el decanato de Nacional y Pearol en la historia del ftbol uruguayo.

    En el final de la novela que no corresponde revelar reaparecen ele-mentos de las viejas pelculas del oes-te norteamericano. Al igual que en A la hora sealada (1952) tambin hay un hroe involuntario que sabe que es imposible huir de su destino ante una circunstancia ajena a su voluntad, y que le cambia la vida para siempre.

    De Mattos logra ese aire pico im-prescindible para que este relato de san-gre, persecuciones y heroicidad se vuel-va una impecable novela de aventuras. No sera descabellado pensar que, de aparecer los inversores necesarios, Don Candinho o Las doce orejas llegue al cine. Si eso ocurre quiz resurja la dis-cusin sobre qu hay de cierto y qu de inventado en esta historia. Como si eso tuviera alguna importancia.

    DON CANDINHO O LAS DOCE

    OREJAS, de Toms de Mattos. Al-faguara, 2014. Montevideo, 446 pgs. Distribuye Penguin Random House.

    los asesinos. El padre de Nilda, Fran-cisco Jos Dos Santos, encomendar esa tarea a su hijo mayor Candinho junto a un pardo liberto que trabaja en su estancia, Ignacio Dos Santos, a quien ha dado su apellido y del que se sospecha que tambin es su hijo. Como prueba de que se ha hecho justi-cia debern traer a Don Francisco la oreja derecha de cada uno de los ma-landros para enterrarlas junto a la tum-ba de Pepe. Cualquier lector que sea aficionado al western encontrar en el planteamiento y desarrollo de esta his-toria los componentes tpicos del g-nero: luego de un ataque salvaje Can-dinho ser el hroe que, acompaado de Ignacio, volver a recomponer el orden perdido. Ese accionar heroico no era lo que pretenda para su vida y en ms de una ocasin intentar, sin xito, dar por concluido el episodio. Su calidad de hijo mayor, unida a la indiferencia e inoperancia de los pode-res pblicos, le obligar a ser quien re-cupere el respeto para su familia, ha-ciendo justicia por mano propia.

    LA BSQUEDA. Un primer acierto es ha-ber elegido como relator de la historia a Eusebio Morales, maestro jubilado y pintor, que trasmite lo que cuenta Can-dinho mientras realiza su retrato varios aos despus de ocurridos los hechos. Logra, con el intermediario y la distan-cia temporal, que el relato adquiera un tono desencantado, alejado de la pasin

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    De la utopa al mrketingLos intelectuales y el poder

    EL INTELECTUAL comprome-tido, aquel que pona su presti-gio al servicio de una causa po-ltica, ha muerto. Desapareci con el siglo XX. Lo reemplaz el exper-to, siempre cerca del poder, y el neo-conservador, en general un ex comunis-ta, decepcionado. El fracaso del socia-lismo real cerr un ciclo y abri otro marcado por el desprestigio del ideal re-volucionario, un tiempo indiferente al debate de las ideas, y dominado por el espectculo meditico.

    Tal es la reflexin que atraviesa la obra Qu fue de los intelectuales? del historiador italiano Enzo Traverso, un ensayo breve y potente que se presenta bajo la forma de una conversacin del autor con el antroplogo y periodista francs Rgis Meyran.

    Traverso ha dedicado su trabajo his-trico al estudio de los cataclismos del siglo corto, como llama Eric Hobs-bawm a los setenta y siete aos que van de la Primera Guerra Mundial al hundi-miento de la Unin Sovitica. Entre sus libros destacan La violencia nazi, A sangre y fuego. De la guerra civil eu-ropea 1914-1945 y La historia desga-rrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales.

    CRTICO DEL PODER. Aunque el filsofo de la Ilustracin bien puede considerarse precursor del intelectual como lo cono-cemos en el siglo XX, el trmino surgi en 1898 en relacin al caso Dreyfus. La obra de mile Zola, Yo acuso, convirti al escritor en ejemplo de la posicin cr-tica del intelectual en la sociedad.

    La economa de mercado les permi-ti vivir de su trabajo como escrito-res y periodistas y los conflictos del siglo la guerra civil espaola, la lu-cha contra el fascismo, las armas nu-cleares, el activismo por los derechos civiles de los negros, por Argelia, por Vietnam los llamaron a desempear un papel destacado en la denuncia, la reflexin y la accin.

    Traverso resea los intelectuales que surcaron el siglo XX. Andr Malraux y George Orwell en la Espaa de 1936, Antonio Gramsci y su concepto de inte-lectual orgnico elaborado en las crce-les de Mussolini; los pacifistas Erich Maria Remarque o Romain Rolland en

    Virginia Martnez

    Alemania y Francia respectivamente; los que abandonaron la causa comunista luego del pacto Molotov-Ribbentrop como Arthur Koestler o Paul Nizan y aquellos que, como el escritor estadou-nidense Upton Sinclair, estimaron que frente a la Alemania de Hitler la URSS sera siempre y sin cuestionamiento un bastin a defender.

    En el grupo de los destacados Jean Paul Sartre es la figura dominante. Maestro de pensamiento de una genera-cin, Sartre era alguien que saba que sus palabras y su silencio tenan conse-cuencias en el presente. Traverso recu-pera la definicin sartreana del intelec-tual como alguien que se mete en lo que no le importa.

    Tambin hace un alto en el destino del intelectual revolucionario que tuvo la posibilidad con la revolucin rusa de acceder al poder. Casi todos terminaron mal, como Len Trotsky, Nikolai Buja-rin o Karl Radek.

    EXPERTO Y MEDITICO. El desarrollo de la industria cultural y la llegada de la universidad de masas, el fracaso del co-munismo, la afirmacin de la economa de mercado y el surgimiento de nuevas formas de hacer poltica, estn entre las razones del eclipse de los intelectuales.

    Han dejado de ser una elite para con-vertirse en trabajadores asalariados. En Francia, por ejemplo, una sola Universi-dad grande tiene ms estudiantes que to-das las universidades del pas en vspe-ras de la Primer Guerra Mundial. Los posgrados universitarios forman tcni-cos, especialistas (an en ciencias socia-

    les) que manejan un lenguaje hermtico y, muchas veces, incomunicable.

    Los partidos polticos no los preci-san, como tampoco necesitan militantes: En pocas pasadas, los partidos defen-dan ideas y recurran a los intelectua-les para elaborar sus proyectos; actual-mente las campaas electorales se con-fan a publicistas.

    El intelectual de hoy es un universi-tario que tiene mucho del tcnico, del consejero y del personaje meditico. Los filsofos franceses Michel Onfray y Bernard-Henri Lvy son ejemplo del nuevo estatus. A Onfray, bien conocido por su crtica a Freud, a quien trat de mentiroso y charlatn, se lo ve en televi-sin, se lo escucha en la radio y sus li-bros estn en todos los quioscos. Lan-zar dardos contra Freud desde los estu-dios de televisin es muy cmodo; frente a semejante ataque, defenderlo en los seminarios de investigacin es un bata-lla perdida de antemano, concluye Traverso.

    Bernard-Henri Lvy encarna una va-riante de la metamorfosis del intelectual, la del neoconservador. En treinta aos pas de la extrema izquierda a la defensa de la invasin a Iraq y del Occidente ac-tuando como liberador en Oriente. Estos nuevos filsofos, entre los que Traver-so incluye a Andr Glucksmann y Alain Finkielkraut, consideran que la nueva amenaza es el oscurantismo etnoreligio-so. El anticomunismo de la Guerra Fra fue sustituido por la islamofobia.

    HUMANITARISMO Y MARKETING. Los movimiento de contracultura, caracters-

    ticos de la dcada del sesenta y del se-tenta, tambin se agotaron. El rock and roll dej de ser un desafo a los valores dominantes del sistema para convertirse en un sector de alta rentabilidad en la industria musical. La cancin London Calling con la que a fines de los seten-ta The Clash llamaba a la rebelin fue el himno oficial de los Juegos Olmpicos de Londres 2012.

    En la sociedad posideolgica solo hay causas humanitarias con las que pueden comprometerse tanto la derecha como la izquierda. Ejemplo de ello es la campaa contra el hambre cuyo him-no, We are the world (1985), fue tan exitoso. Los antagonismos partidarios y la lucha de clases se volvieron obsole-tos. El humanitarismo, que encubre las causas de los conflictos, es la nueva ideologa.

    Respecto a las utopas, Traverso ad-mite que el intelectual contestatario sa-li herido de la derrota de las utopas colectivas del siglo XX. Sin embargo no es pesimista y se opone al consenso que surge de esta resignada mxima: Estamos condenados a vivir el mundo que vivimos. Cree que las utopas se-guirn existiendo y que las futuras revo-luciones no se harn ms en nombre del comunismo del siglo XX, pero seguirn siendo anticapitalistas. El intelectual, a su vez, deber seguir nadando contra corriente lejos del encandilamiento de los medios de comunicacin, fiel a su lugar de incmoda minora.

    La obra no se propone ser no po-dra una historia exhaustiva. Es una sntesis que hace foco en los principales dilemas del pensamiento crtico del si-glo pasado y del presente. La visin de Traverso refleja el compromiso, la pa-sin y la honestidad intelectual que pre-tende para los intelectuales.

    El conjunto de notas reunidas al final del libro constituye una interesante bi-bliografa sobre el tema. Sorprende que, salvo una referencia marginal a Hannah Arendt, faltan los nombres femeninos. No estn por ejemplo Rosa Luxembur-go, Simone de Beauvoir, Germaine Ti-llon o Susan Sontag, para nombrar solo a las ms conspicuas ausentes.

    QUE FUE DE LOS INTELEC-

    TUALES?, de Enzo Traverso. Si-glo XXI editores, 2014. Buenos Ai-res, 121 pgs. Distribuye Amrica Latina.

    Enzo Traverso

  • 15 mayo 2015

    Madre rebeldeAdela Dubra y los hijos

    EL LIBRO Basta de tanto de Adela Dubra lleg a El Pas Cultural hace casi un ao y se instal en el anaquel de los libros con posibilidad de ser reseados. All qued. No pareca un material atractivo: desde el ttulo se anunciaba un texto polticamente incorrecto sobre cmo criar hijos. Quienes criamos hijos hemos su-cumbido a la tentacin de dar consejos a amigos, colegas o vecinos, tras lo cual nos sentimos unos re-verendos idiotas. Como si la intensa experiencia emocional del vnculo padre-hijo no debiera tomar estado pblico y, tras cometer el delito, esa revela-cin traiciona una intimidad, desnuda algo que debi permanecer secreto.

    El libro, tambin, haba sido recibido por el mundillo editorial como un texto para madres chetas (a pesar de que la autora seala en el mis-mo libro que es para madres con sus necesidades bsicas satisfechas). Con el correr de los meses pude comprobar de forma emprica cmo el libro ganaba un espacio entre las lecturas de las madres embarazadas provenientes de realidades socioeco-nmicas muy diferentes. Cada vez ms mujeres ex-pectantes profesionales, solteras, artesanas, amas de casa, empleadas, empresarias optaban por Basta de tanto para entender ese mundo nuevo que se les anunciaba. En una conversacin casual con el entrenador de mi hijo, cuya esposa esta em-barazada, me dice sabiendo que me muevo en el mundo de los libros que ella est muy entusias-mada con esta autora. Le envo un email a Dubra

    Lszl Erdlyi

    LOS DRUSOS DE BELGRA-DO, de Rabee Jaber. Ocano, 2014. Mxico, 375 pgs. Distribuye Ocano.

    HASTA QUE el egipcio Na-guib Mahfuz gan el Premio Nobel en 1988 y fue traduci-do al espaol, en hispanoa-mrica no se saba casi nada de la literatura moderna en rabe. El vaco comenz a llenarse con bastante rapidez desde el pico de 1989 (26 tra-ducciones) y el material dis-

    Novela

    // / E S C R I B E N : J O R G E G U T I R R E Z / M A R A D E L O S N G E L E S G O N Z L E Z

    ponible se ha vuelto ms fcil de seleccionar para las edito-riales desde que la Fundacin del Premio Booker (con el apoyo del Emirato de Abu Dabi) cre en 2007 el Premio Internacional de Ficcin ra-be o Booker rabe. As lle-g a las libreras una novela como Los drusos de Belgra-do del libans Rabee Jaber (1972), que gan el premio en 2012.

    La historia comienza en Beirut en 1860 inmediata-mente despus de la matanza que los drusos del Lbano perpetraron contra los cristia-nos maronitas. El protagonis-

    ta, Hanna Yaqub, es un cris-tiano, vendedor callejero de huevos, que apenas sabe lo que sucede fuera de su estre-cho mundo y a quien engaan para hacerlo pasar por uno de los drusos responsables de la matanza. Apresado por las autoridades turcas y embarca-do con los drusos hacia una Europa que para l es el fin del mundo, comienza una peregrinacin de doce aos y casi 300 pginas por las terri-bles prisiones otomanas de los Balcanes.

    Los drusos es un libro de Job en el que los inmensos sufrimientos del protagonista

    no son causados por Dios sino por la Historia (ms pre-cisamente la historia de las ltimas dcadas del Imperio Otomano), tan incomprensi-ble para Hanna como Dios para Job. Hanna es un hom-bre bueno, simple y pasivo, un cordero llevado a un mundo desconocido en el que su nica posibilidad es espe-rar que las enfermedades, el agotamiento o la brutalidad ajena no lo maten. De he-cho, pasa todo el tiempo en-cadenado al suelo de oscuras y atestadas celdas subterr-neas, deslomndose en traba-jos forzados o siendo trasla-

    Fede

    rico

    Rub

    io

    para saber cuntas ediciones lleva; cinco, me contesta. Algo poco habitual. El libro en el anaquel del Cultural se haba convertido en una acusacin.

    En Basta de tanto la autora escribe puro y duro desde su propia experiencia de madre. Siempre fue muy crtica de ciertas conductas o estereotipos instalados sobre lo que significa ser buen padre, esos que cargan de culpas la inti-midad entre padres e hijos. Por ejemplo, manda-tos sobre dar teta a demanda, o colmar de ju-guetes a los nios, o dejar al pequeo dormir a cualquier hora convirtiendo a los padres en zom-bis muertos de sueo. Mandatos que colocan al nio en un trono de irrealidad, en un pedestal perverso. El mundo adulto para el cual se los pre-

    para suele ser cruel sin anunciarse, no reconoce pedestales, y tiende a manejarse por la lgica im-placable del toma y daca.

    La autora es una madre rebelde: reclama que la autoridad vuelva a recaer en los padres. Pero no una autoridad legal o filosfica, sino algo mucho ms profundo: la autoridad sobre la propia intimi-dad, all donde ocurre el vnculo emocional sagrado entre padres e hijos. Es el derecho a decidir luego de haber ledo libros, artculos, o escuchado conse-jos de pediatras o amigos apelando a la propia in-tuicin, a esa cosa que sale bien de las entraas como una emocin pura, autntica. Esa intuicin, que debe ser epifnica, ser el ingrediente que con-vertir el vnculo con el hijo en nico, diferente a todos los dems, gestando una complicidad que slo finalizar el da en que uno de los dos ya no est. Esa, se entiende, es la mejor manera de aportar a lo colectivo para que la especie sobreviva.

    La autora apela a otros consejos: por ejemplo, a los de un pediatra sabio como Fernando Ma Garzn; o a un nuevo gur ingls de la crianza de nios, Tom Hodgkinson. Ambos son entrevistados en extenso y hablan desde una fuerte subjetividad; en algunas cosas se estar de acuerdo, y en otras no. Pero son de una franqueza que confronta, reforzando la autonoma de los padres lectores. Porque la intuicin filial no debe abrebar en el mrketing, ni en la culpa, ni en los este-reotipos, sino pura y exclusivamente en una palabra muy bastardeada en los ltimos tiempos: amor.

    BASTA DE TANTO, de Adela Dubra. Palabra

    Santa, 2014. Primera edicin. Montevideo, 160 pgs. Distribuye Gussi.

  • 15 mayo 2015

    11 / E L PA I S C U L T U R A L / N 1281

    PORQUE ES un Barnes en estado puro. Un narrador consumado y dueo de cada frase emerge de esta Niveles de vida (2013), novela autobiogrfica en su tercera parte, y universal en toda su dimensin. Las historias de la actriz Sarah Bernhardt, del pione-ro aeronutico Fred Burnaby, y de la propia viudez de Julian Barnes (su esposa Pat Kavanagh muere en 2008) confluyen en esta exploracin a fondo de los territorios del amor y el dolor y hacen de este libro de ta-mao reducido y apariencia ntima una experiencia literaria mayscula (Anagrama/Gussi)

    de Julian BarnesNiveles de vida,

    que aport apenas un diez por ciento del contenido del libro, Montero figura como autora. Solo en el prlogo, que lleva su firma, asume la primera persona. El resto del volumen amalgama fragmentos de en-trevistas a especialistas, fami-liares y otros sobrevivientes que fueron cercanos a los dic-tadores, datos e interpretacio-nes de investigadores, infor-maciones y valoraciones de la historia europea del siglo XX, en un estilo impersonal carac-terstico de ese tipo de progra-mas televisivos.

    Todo el material vale la pena e invita a las permanen-tes comparaciones y a refle-xiones sobre la desmesura e irracionalidad a que pueden

    H ay que leer

    Biografas arrastrar las fuertes personali-dades narcisistas que necesi-tan afirmarse en la sumisin incondicional, ya sea por me-dio de la admiracin, el sacri-ficio, o la confirmacin espe-cular de sus aspiraciones y deseos. Los vnculos de los dictadores con sus mujeres re-velan, entre otras cosas, que muchas veces el abuso de po-der es una forma de revancha de humillaciones antiguas o primarias y advierten acerca de peligros ms generaliza-bles, para individuos y socie-dades, mostrando que la nece-sidad de dominio necesita otro u otros que confirmen de forma permanente esa sobre-estimacin.

    M. . G.

    ms perversas. Rosa Montero (Madrid, 1951) es autora pro-lfica de novelas (Crnica del desamor, 1979; Te tratar como a una reina, 1983; Be-lla y oscura, 1993; La hija del canbal, 1997; La loca de la casa, 2003, entre otras), cuentos y relatos para nios. Es adems periodista desde hace casi cuarenta aos y ha tenido una previa incursin en estas zonas de la intimidad en su libro Pasiones (1999), en-focado a presentar los brillos y miserias de algunas famosas parejas de la historia. Tam-bin en la ficcin se ocup de escudriar los entresijos del amor en Amantes y enemi-gos. Cuentos de parejas (1998).

    Dictadoras se ocupa de las vidas de las mujeres que ro-dearon a Stalin, Hitler, Mussolini y Franco: sus ma-dres, esposas, amantes e hijas, as como de sus formas de re-lacionarse con estos feroces dictadores, las mutuas depen-dencias y necesidades que los vnculos ponen de manifiesto, y la fragilidad que se esconde detrs de todo megalmano. El libro es el resultado de un ciclo televisivo ideado por el productor argentino Eliseo l-varez, para el que Montero particip en la eleccin de contenidos, en distintas etapas de la elaboracin de los guio-nes y en la conduccin de los programas emitidos por TN en 2013. A pesar de sus protestas en las redes sociales aclarando

    dado de prisin en prisin en extenuantes caminatas en los que la mayora de sus compa-eros perece. Soporta todo esto soando con su mujer y su pequea hija que lo espe-ran en Beirut.

    Jaber es un narrador en el ms estricto sentido de la pa-labra: un sofisticado contador de historias. Su estilo, que tie-ne un indiscutible aroma oriental, es conciso, grfico y sensorial. El lector no slo es invadido por los colores, los dolores fsicos, los hedores y los perfumes, los rumores y los alaridos, sino tambin por los sentimientos asociados. Los contextos histrico y so-cial slo merecen breves pin-celadas, lo que refuerza la sensacin de indefensin ante lo inexplicable que vive cons-tantemente Hanna. Sin embar-go, al menos en esta novela, Jaber no pudo o no quiso do-tar a sus personajes de psico-logas complejas ni hacerlos evolucionar. Hanna siempre es un cordero sacrificado y sus numerosos compaeros de desgracia un montn de nom-bres que se confunden. Los drusos est repleta de inci-dentes y personajes, y sin em-bargo, en el fondo, es esttica. En consecuencia, el inters del lector inevitablemente de-cae. Habra sido una proeza que el estilo de Jaber, por ms hermoso y eficaz que sea, al-canzara para sostener una no-vela de 375 pginas.

    J. G.

    DICTADORAS. LAS MUJE-RES DE LOS HOMBRES MS DESPIADADOS DE LA HISTORIA, de Rosa Montero. Sudamericana, 2013. Buenos Aires, 220 pgs. Distribuye Penguin Random House.

    UNO DE los aspectos ms fascinantes y casi siempre inexplicable de las biografas de personalidades clebres es la articulacin de la esfera p-blica con la vida ntima. Testi-monios, cartas privadas, con-fesiones, interpretaciones pstumas de palabras y ges-tos, siempre resultarn insufi-cientes para explicar las for-mas del afecto, las razones de los vnculos amorosos, el origen de la seduccin y, por sobre todo, de las fidelidades

    Fbula

    LA FBULA DEL TUCU-TUCU REAL, Contada por un cronista de In-dias que casi no cuen-ta el cuento, de Mario Delgado Aparan, con ilustraciones de Igna-cio Calero. Banda Oriental, 2015. Monte-video, 72 pgs.

    NOTABLE texto pleno de humor que pone en el mapa el imaginario rincn de Lambar, ubicado en-tre el Gran Tacuaremb y las Montaas Sin Cum-bres Nevadas de las ni-mas. Habitado desde tiempos remotos por in-dios guaycur, sus habi-tantes hoy son una nacin sencilla que detesta los cuchillos, ama la paz, el arroz con leche con me-rengue, los perfumes ex-ticos y los animales inte-ligentes. Las ilustraciones de Calero ayudan a ima-ginar un mundo mtico que nada envidia a las tie-rras habitadas por hobbits de J. R. R. Tolkien.

    Economa

    LA ECONOMA DE LAS DESIGUALDADES, de Thomas Piketty. Siglo XXI editores, 2015. Buenos Aires, 206 pgs. Distribuye Am-rica Latina.

    SUBTITULADO Cmo implementar una redistri-bucin justa y eficaz de la riqueza, este libro es previo al best seller El Capital en el siglo XXI que convirtiera a este eco-nomista francs en cele-bridad mundial. Publica-do en Francia en 2008 y ahora disponible en espa-ol, se podr estar o no de acuerdo con su diagnsti-co (cada vez los ricos son ms ricos, y los pobres ms pobres), pero nadie puede negar su carcter provocador en el buen sentido del trmino. Pi-ketty evita la ideologiza-cin, aportando una canti-dad monumental de datos que actualiza la discusin y saca el tema del fango populista.

    I NVENTARIO

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    15 mayo 2015

    TT E X T O S

    KURT VONNEGUT (1922-2007), autor norte-americano de ensayos, cuentos y novelas entre los que destacan Matadero cinco (1969) y De-sayuno de campeones (1973). Es considerado un escritor de culto por su narrativa cmica, sarcstica e irreverente. Pele en la Segunda Guerra Mundial, cay prisionero de los alema-nes, y fue testigo directo de la masacre de civi-les alemanes durante el bombardeo de la ciudad de Dresden en 1945, etapa de su vida que lo marc para siempre. El contrato adjunto, del 26 de enero de 1947, fue firmado entre Vonnegut y su esposa embarazada Jane con la que se haba casado un ao y medio antes. Reproducido por la revista Harpers en setiembre 2012, integr luego la recopilacin de cartas Kurt Vonnegut: Letters (Delacorte Press, 2012), y se publica aqu con traduccin de Lszl Erdlyi.

    El autor

    EDITOR JEFE:

    Lszl Erdlyi

    SECRETARIA:

    Susana Yaquinta

    CORRESPONSALES:

    Juana Libedinsky (Nueva York) Ioram Melcer (Jerusaln)

    Laura Falcoff, Victoria Verlichak, Fernando Garca, Fernando Chiapussi, Jorge Fondebrider (Buenos Aires) Gabriel Gargurevich (Lima) IIan Stavans (Amherst, Massachusetts) Patricio Pron (Madrid) Oriol Rodrguez (Barcelona)

    DISEO: del Grupo Metro

    DEPARTAMENTO DE DISEO:

    Ezequiel Prez Medeiros (Editor)

    Raquel Rodrguez (Jefa)

    INFOGRAFIAS: Departamento

    de Infografas de EL PAIS

    Este es un suplemento del diario EL PAIS, Zelmar Michelini 1287, Montevideo, Telfonos 29020115, 29023061, int. 464-850.

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    CULTURALFUNDADORES: Arq. Eduardo Scheck - Homero Alsina Thevenet

    Contrato

    YO, Kurt Vonnegut Jr. juro aqu que ser fiel a los compromisos establecidos a con-tinuacin: I. Contando con el acuerdo de mi esposa de que

    no me retar, interrumpir o perturbar sobre el asunto, prometo fregar los pisos del bao y la coci-na una vez a la semana, en el da y la hora que yo elija. No slo eso; ella entiende que debo hacer un trabajo profundo y minucioso, meterme debajo de la baera, detrs del WC, debajo de la pileta, aba-jo de la hielera, en las esquinas; que levantar y colocar en otro lugar cualquier objeto mvil que se encuentre en dichos pisos, limpiar debajo de ellos y a su alrededor. Adems, mientras me hago cargo de estas tareas me abstendr de proferir tr-minos como mierda o malditohijodeputa y vulgaridades similares, en el entendido de que di-cho lenguaje puede provocar angustia en el entor-no del hogar cuando no ocurra nada ms importan-te que no sea enfrentar la Necesidad. Si no cumplo este acuerdo mi esposa tiene la libertad de retarme, interrumpirme y perturbarme hasta que me ponga a fregar los pisos sin importar cun ocupado est.

    II. Juro adems que atender las siguientes for-

    malidades menores: a. Colgar mi ropa y guardar mis zapatos en el

    armario cuando no los est usando; b. Sacudir mis zapatos en el felpudo antes de

    entrar y no llevar pantuflas cuando saque afuera la basura para no ingresar mugre innecesaria en la casa.

    c. Tirar a la basura las carpetas usadas, los pa-quetes vacos de cigarrillos, el trozo de cartn que viene con el cuello de las camisas nuevas, etc., en lugar de dejarlas por cualquier lado o en una silla o en el piso.

    d. Luego de afeitarme guardar el equipo de afeitar en el botiqun.

    e. En caso de ser la causa directa de roa alrede-dor de la baera luego de baarme, limpiar dicha roa con la ayuda del limpiador Swift y un cepillo, y no con mi toalla.

    f. Con el acuerdo de que mi esposa juntar la ropa sucia, la colocar en el cesto de ropa sucia, y la dejar en un lugar bien visible en el hall de la

    Kurt Vonnegut

    casa, yo llevar esa ropa a la lavandera dentro de un lapso no mayor a tres das luego de que dicho cesto apareci en el hall; y traer esa ropa de vuel-ta de la lavandera dentro de un plazo no mayor a dos semanas.

    g. Cuando fumo har todos los esfuerzos para mantener el cenicero en una superficie bien plana para que no se deslice, ladee, vibre o tenga cual-quier otro comportamiento que se convierta en provocacin; se entiende que dichas superficies inestables incluyen pilas de libros colocadas de forma precaria al borde de una silla, el brazo de una silla, o mi propia falda.

    h. No colocar cigarrillos en el borde ni tirar las cenizas en la papelera roja que mi amada espo-sa me regal para Navidad, 1945, en el entendido de que dicha accin menoscaba la belleza y practi-cidad de dicha papelera.

    i. En el caso de que mi esposa me pida algo, y ese pedido no se incluya entera y razonablemente en la esfera de las tareas del hombre (cuando la es-posa de ese hombre est embarazada, se entiende), cumplir con la solicitud dentro de un plazo de tres das desde la fecha de presentado el pedido. Se en-tiende que mi esposa no har referencia al hecho solo puede utilizar al respecto los trminos gra-cias, o de acuerdo dentro de esos tres das. Si pasado el plazo no puedo cumplir con el pedido mi esposa se ver totalmente justificada para retarme, interrumpirme y perturbarme sobre el asunto hasta que yo haga lo que debera haber hecho.

    j. Una excepcin al lmite de tres das antes mencionado refiere a sacar la basura lo que, como

    cualquier tonto sabe, es mejor que no demore mu-cho; sacar la basura dentro de un plazo de tres horas luego de que mi esposa determine de que debe ser evacuada. Sera muy bonito de mi parte, a su vez, si al observar la basura esperando con mis propios ojos, yo asumo esta tarea particular por iniciativa propia, evitando as que mi esposa aborde un tema que le resulta moderadamente de-sagradable.

    k. Se entiende que, en la medida que encuentre que los compromisos son de alguna forma poco razonables o afectan mi libertad, tomar medidas para enmendarlas mediante contrapropuestas, presentadas en forma clara y discutidas de forma amable, en lugar de finalizar mis obligaciones ile-galmente con un estallido de obscenidades, o algo parecido, y con la consiguiente negligencia en el cumplimiento de las obligaciones antes mencio-nadas.

    l. Se entiende que los trminos de este contrato son vinculantes hasta el momento de la llegada de nuestro hijo (que ser dictaminado por el doctor) a partir del cual mi esposa recupera totalmente sus facultades, y ser capaz de asumir actividades ms arduas.

    Jane y Kurt con los nios

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