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S h a n g r i - l aderivas y ficciones aparte
Nm. 1Octubre - Diciembre 2006
ISSN: 1988-2769
CH R I S M A R KE R
PRESENTACIN DE SHANGRI-LA
JOHN BANVILLE: EL MAR
W.G. SEBALD: LOS EMIGRADOS
JAVIER REBOLLO: LO QUE S DE LOLA
PINO SOLANAS: LA DIGNIDAD DE LOS NADIE
JACQUES RIVETTE: LA HISTORIA DE MARIE Y J ULI EN
IN MEMORIAM:
JOAQUIM JORD / DANILE HUILLET / ROBERT ALTMAN
LBUM: JERRY TAKIGAWA / B. BERENIKA
DOCUMENTOS: IMGENES EN EXPOSICIN
LINTERNA MGICA - PAVESAS
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SHANGRI-LA. DERIVAS Y FICCIONES APARTEN 1 - Octubre-Diciembre 2006 - shangrilatextosaparte.blogspot.com - ISSN: 1988-2769
"Creo en la existencia de Shangri-La,quiero creer que es real".
REDACCION:MAX Y LEMMY
COLABORADORES:RAMN ALFONSO - NACHO CAGIGA
ALBA CERES - JUAN M. COMPANY
MANUEL ESPINOSA - PABLO FERRANDO
LORENA IZQUIERDO - LENTITUD
ANGLINE MARAIS - OLVIDO MARVAO
MATEO PALACIOS - JEAN-LUC PRATT
PRINCESADEHOJALATA - JAVIERM. TARN
SHANGRI-LA no comparte, necesariamente, las opi-
niones que sostienen en sus textos los colaboradores.
La reproduccin total o parcial de un texto publi-
cado en SHANGRI-LA en un espacio de la red de in-
ternet debe indicar el nombre del autor y su lugar
de publicacin. Si la reproduccin, tanto parcial
como total se realiza en un medio impreso debe ser
previamente solicitada.
Aunque las imgenes pueden estar sujetas a dere-
chos de autor, son empleadas en SHANGRI-LA con
fines divulgativos e ilustrativos.
EDITA
SHANGRI-LA EDICIONES
EDICIN - COORDINACINNACHO CAGIGA / JESS RODRIGO
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PRESENTACIN SHANGRI- LAI.Escenas encadenadas. Exterior- Interior / Da-NocheShangr i- La - Pg: 05
I I .Viento en las velasRobert Louis Stevenson - Pg: 07
I I I. Hacia mar abiertoGustave Le Gray - Pg: 08
LINTERNA MGICAMiradas improbablesOlvido Marvao - Pg: 09
CARPETA CHRIS MARKERI.Presentacin: La esperanza como consciencia y representacinNacho Cagiga - Pg: 14
I I .Voces furtivas (Sans Soleil, 1982)Pablo Ferrando Garca - Pg: 17
I I I.Querido gato, dondequieras que ests, que lapaz sea contigo (Voces en Sans Soleil)Seleccin textos: Lentitud - Pg: 20
IV. Gato y lechuza. Mirando desde la oscuridad(Level Five, 1996)Nacho Cagiga - Pg: 28
V. La Jete, 1962Video - Pg: 33
DOCUMENTOSImgenes en exposicinngel Quintana - Pg: 34
LINTERNA MGICAFenmeno (un cuento de Chris Marker)Chris Marker - Pg: 17
LBUMJerry TakigawaPg: 45
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SU MARI O
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TEXTURASEl mar, John Banvil leAngline Marais - Pg: 48
Los emigrados, W. G. SebaldOlvido Marvao - Pg: 51
Las huellas de la memoriaImgenes: La mirada de Ulises, Theo AngelopoulosTexto: Del natural, W.G. Sebald - Pg: 55
Ver y ser visto(Lo que s de Lola, Javier Rebollo, 2006)Juan Miguel Company - Pg: 56
Somos lo que somos(La dignidad de los Nadies, Pino Solanas, 2005)Mateo Palacios - Pg: 58
De entre los muertos(La historia de Marie y Julien, Jacques Rivette, 2003)Nacho Cagiga - Pg: 61
In memoriam Joaquim Jord (1935-2006)Seleccin textos. Lentitud - Pg: 64
In memoriam Danile Huillet (1936-2006)Ramn Alfonso - Pg: 67
In memoriam Robert Altman (1925-2006)Max Caution - Pg: 69
LBUMB. Berenika IPg: 71
LINTERNA MGICAEl misterio o los caminos de la ficcin
Textos: Nacho Cagiga Angline Marais LentitudRamn Alfonso Alba Ceres PrincesadehojalataManuel Espinosa Olvido Marvao / Fotos: B. Berenika - Pg: 72
LBUMB. Berenika I IPg: 80
PAVESASEl significado de las palabrasAldous Huxley - Pg: 82
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SU MARI O
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ESCENAS ENCADENADAS. EXTERIOR / INTERIOR.DA / NOCHE
Abre de negro
Un director de cine llamado Frank Capra rueda un film
que responde al ttulo de Horizontes perdidos (Lost Ho-
rizons, 1937). En l aparece la mtica Shangri-La, lugar
en el que una comunidad oriental ha conseguido que la
utopa se haga realidad. All, en ese recndito paraje
escondido tras unas inexpugnables montaas, el deseo
de felicidad eterna parece ser algo ms que un sueo.
Lejos de la civilizacin, sus habitantes viven plcida-
mente sumidos en sus adormecidas pasiones.
Ronald Colman, ejemplo de galn de la poca, luce su
habitual bigotito que le hace aparecer como un maduro
hombre de mundo. Se rueda la escena final, cuando su
personaje vuelve su mirada hacia atrs por ltima vez,
consciente de que su prdida de Shangri-La ya no ad-
mite retorno.
Cortinilla
Poco tiempo antes, 1933, James Hilton, un oscuro es-critor de novelas de gnero, escribe Lost Horizons en
una habitacin artifi-
cialmente iluminada.
La creacin de Shan-
gri-La responda a la
necesidad histrica de creer en lo imposible, de
soar con los ojos abiertos y de creer en un mundo
mejor. La lucidez del testimonio de Hilton fue hacer-
nos ver que la utopa no era cosa del futuro, sino del
pasado, que es en la memoria donde nuestros des-
velos y recuerdos se mezclan en pos de una felicidad
probablemente inventada.
Cortinilla
Necesitados de ese cmulo de palabras e imgenes
que nos devuelvan la memoria perdida del mundo,
unos cuantos inmviles hemos decidido salir de
nuestros escondites y empezar ese necesario viaje a
donde habitan los recuerdos imposibles e inciertos.
Nuestro destino no es otro que esa lejana Shangri-
La. En el largo trayecto que
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SHANGRI-LA
INTRODUCCIN I
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Aquella noche la pasamos en el natural ajetreoque precede a zarpar, dando las ltimas dispo-
siciones sobre los pertrechos, y atendiendo a las
amistades del squire, que como el seor Blandly
y otros, se acercaban con sus botes a desear
una buena travesa y un feliz regreso. Jams en
la Almirante Benbow haba yo pasado noche
tan agitada; y rendido por la fatiga me sor-
prendi, poco antes del amanecer, el silbato del
contramaestre y el movimiento de la tripulacin
empezando a situarse en sus puestos junto a
las barras del cabrestante. As hubiera estado
mil veces ms cansado, nada en el mundo hu-
biera podido hacerme abandonar en ese mo-
mento la cubierta. Todo era tan nuevo y
fascinante para m: las voces de rdenes, las
agudas notas del silbato, los marineros que corran a ocupar sus puestos bajo la luz
de los faroles.
-Barbecue! -grit alguien-, cntanos una cancin!
-Aquella antigua cancin -dijo otro.
-Bien, bien, compaeros -dijoJohn el Largo, que apoyado en su muleta los miraba;
y entonces empez a cantar aquella cancin que tantas veces ya haba yo escuchado:
Quince hombres van en el cofre del muerto!
Y toda la tripulacin core sus palabras:
Yo-jo-jo, y una botella de ron!
Y con la tercera carcajada, las barras empezaron a girar briosamente.
A pesar de la emocin, mi pensamiento me
llev a la vieja Almirante Benbow, y cre
or de nuevo la voz del capitn que se una
a la de estos marineros. El ancla surgi de
las aguas y qued fijada, goteando agua y
algas enarenadas. Las velas y largadas res-
tallaron con el viento del amanecer y casi de
inmediato los barcos fondeados y la tierra
empezaron a alejarse, y antes de que, ren-
dido, me tumbase para gozar de ese en-
sueo, la Hispaniola abri su travesa hacia
la Isla del Tesoro.
La isla del tesoro, Robert Louis Stevenson
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SHANGRI-LA
INTRODUCCIN II. Viento en las velas
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INTRODUCCIN III. Hacia mar abierto
Fotos :Gustave Le Gray (1820-1882)
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DERIVA
Una realidad borrosa envolva aquel matriarcado de ca-
misones y sbanas bordadas con lirios azules, en la que
nuestros cabellos adquiran la sensualidad de la hierba
mecindose. ramos pequeas islas de ojos profundos
y sonrisa engaosa, de besos de algodn, de sueos
msticos.
Clarissa no. Ella era de verdad, de palabras mudas.Todo lo guardaba dentro. Solo dejaba que su sangre flu-
yera con la tinta que moldeaba letras en aquellas hojas
que absorban todo lo que callaba. Ella escriba, ficcio-
naba como se inventan los mejores momentos de la
vida. Nos envolvamos en roces de piel blanca. Cuando
caminbamos descalzas, nuestros pies sentan cosqui-
llas, pequeos estremecimientos que convertan los
pasos en algo liviano. La tierra entera era nuestra. Todo
palpitaba. nicamente exista la vida, ni siquiera nos
asustbamos de las sombras, por el contrario, nos gus-
taba permanecer en ellas, paradas, quietas. Era en aquellos momentos cuando ms
cerca estbamos de la luz que hay tras la oscuridad. Hubo entonces, un crujir de los
sentidos en el que nos acurrucbamos. Fue verano. Sera siempre verano. Merend-
bamos entre secretos verdes, sedas vrgenes, encajes y un susurrar de faldas rozn-
dose. Vivamos en un invernadero inmortal entre flores delicadas y labios rojos recin
nacidos. Nos movamos ms all de lo fsico, mucho ms all.
Volbamos como ngeles ingrvidos, donde los ojos perma-
necan fijos, detrs del sentir. En el mismo lugar donde
duerme el deseo enredado en cabellos suaves como besos de
nios. Fue en una siesta de cortinas entornadas cuando l
dej grabada en la piel de mi espalda la hilera profunda de los
botones de su guerrera. Slo se despoj de su espada quetan fielmente atesoraba. Pero no consigui desabrochar mi
oscuridad. Permanec inmvil, callada, mientras pensaba que
la mentira era la nica realidad. Notaba en mi nuca sus dien-
tes mojados y el pelo punzante de su bigote, entonces me
aferr al pelo de la dulce Clarissa. Despus, los huecos fue-
ron vacindose cada vez ms. Los ojos se tornaron fros, gri-
taban preguntas amargas. El camino se hizo solitario y las
sombras formaron recodos demasiado oscuros. Una y otra
vez disfrut mi cuerpo salvajemente, sin permiso, sin cari-
cias, sin una sola palabra. A menudo pens que me aborre-
ca pero al mismo tiempo sent que amaba mi espalda y mipelo, en el que se perda en lgrimas. La tristeza apagaba la
luz de los largos das de invierno, pero lleg la primavera y el
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L lINTERNA MGICA
MIRADAS IMPROBABLES
Olvido Marvao
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cuarto se volvi ms
blanco. Las flores de
temporada en la mesi-
lla de noche comocuando dorma con Cla-
risa en la infancia, lle-
naron de espejismos el
sueo. S que no lo
so. Pero juro que una
noche de mayo, mien-
tras jadeaba junto a mi
odo pronunci el nom-
bre de Clarissa repeti-
das veces. Esa noche
qued embarazada.
Las voces de nios ro-
dearon los trajes, que
ya entonces, se haban
vuelto oscuros, miraba
sus pequeos cuerpos deseando su ternura, la pureza de sus sueos. Quise meterme
en ellos. Volver a la infancia. Vivir en el inofensivo pasado.
Recibir de nuevo un ramillete de Marys Gold como el que ella me regal en Calcuta.
Sobreviva recordando la inocencia de Clarissa, que ahora se encontraba demasiado
lejos comprando, quiz, flores en cualquier calle de Londres. Mi cuerpo tom la misma
rigidez de las palabras que los hombres no pronuncian. Y mis ojos permanecieron
inertes para siempre. Un atardecer recog mi hermoso pelo en la nuca, all donde lasmarcas del duro despertar haban prendido. Luego lleg el rostro del dolor silencioso.
Fue entonces cuando comenc a guardar trozos de pequeas realidades, borrosas re-
alidades que se parecan a las mentiras.
TODO ESTABA ESCRITO
Miles de ojos. Miles de miradas perdidas han tomado mis
sueos.
Me obsesionaban aquellas muchachas de melenas exagera-damente perfectas. Tena unas irrefrenables ganas de asus-
tarlas, humillarlas para hacerlas vivir, rer, ganas de verlas
llorar. De sentir su desesperacin. Haba entrado en un
mundo artificial de mujeres vrgenes que ya no existan y
las deseaba a todas. Miraban a algn lugar profundo, al
mismo centro de lo incorpreo. Ellas podan mirar directa-
mente a los ojos a Dios y permanecer ilesas. Calladas, iner-
tes. No, no haba sumisin en sus ojos, haba una seguridad
taciturna. Parecan disfrutar con la falta de nitidez de sus
pensamientos. Qu? Cul era su secreto? Qu escondan?
Qu pensaban esas aparentemente dulces y fras mujeres
que miraban para adentro? Atesoraban el misterio y las de-seaba por ello. Las codiciaba con pasin malsana. Quera
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profanar sus espaldas para que chillasen, para
sentir su herido estremecimiento. Me desquicia-
ban las historias que escondan. Mentiras. Haba
mentiras detrs de sus ojos, melancola consen-tida, falso romanticismo en un duelo vencido
desde el comienzo contra los ojos de los hombres
que las miraban y que estaban perdidos dentro
de su realidad. A quin miran esas angelicales
mentirosas, disfrazadas de vrgenes y ngeles
blandos? Me miran a m? Pueden verme? Son
estatuas. Autnticas estatuas, son el gnero fe-
menino. Pero seran capaces de derribar al mis-
msimo universo ellas solas, sin espada, sin
armadura, aunque son simples mujeres.
Parecen vivir en un santuario del que los hom-
bres reales han sido expulsados. No necesitan
nada, no les hace falta ni rezar. Son diosas en s
mismas, desde pequeas engaan con esa ter-
nura de seda en la que van concentrando su
energa. Atesoran sus cuerpos y los cien de si-
nuosas tramas de flores y de brillos, apenas
dejan ver el umbral de la belleza, su joya, su ver-
dadera nada, su repugnante romanticismo en el
que viven varadas.
Como haca mi hermana. Hacen ruiditos de ca-chorro cuando se renen y se tropiezan unas con
otras torpemente, se abrazan, se tocan, se exhi-
ben -es su naturaleza- deca mam cuando de-
fenda a mi hermana. Y yo tena ganas de
pegarla, de anularla, pero cuando crecen, esas
ganas se transforman y siento una fuerza gigante
que me desborda entre las piernas. Y quiero que
cambien esa hiertica mirada, que me abracen,
que pasen su mano por mi pelo y sujeten mi ca-
beza en su regazo lleno de flores y me dejen dor-
mir as, como ahora duerme mi hermana bajoflores podridas. Malditas sean esas manos que no
acarician a los hombres, malditos esos cabellos
largos y suaves que las ensalzan. Malditas esas
habitaciones que parecen atrios de seda, altares
de puntillas, capillas de santas. Me cri entre
esas imgenes enmarcadas, siempre mujeres a
mi alrededor, preciosas vrgenes de cera que
emergen de las sombras, sin nombre y sin histo-
ria. Smbolos puros: la madre, la novia, la hija, la
amiga imbatible y todas con idntico vaco en la
mirada. Quisiera rasgarlas a todas, una por una
y que cambiaran esa mirada que no me deja dor-mir, esos ojos que me hacen culpable desde que
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nac, por mi rudeza. Porque necesito el fuego y una espada para defenderme, porque
yo no poseo una mirada que mira desde dentro y hacia dentro. Me rompo de envidia
por no tener esos clidos movimientos, ni sus delgadas y expresivas manos. Porque
si tuviera un pelo, como este que ahora acaricio, entonces suyo, capaz de mecersecomo el mar entre mis dedos, acaso no necesitara escuchar las olas. Porque sus tra-
jes las enaltecen. Porque tienen hijos como el que iba a tener mi hermana que tam-
bin sera mo. Pues son vida en ellas mismas. Qu es lo que estn mirando?
S que me miran a m. Pero yo no soy culpable.
Fotos: Julia Margaret Cameron (1815-1879)
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CARPETA
CHRIS MARKER
La jete , Chris Marker 1962 y Owls at Noon, Chris Marker, 2004
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CARPETA CHRIS MARKER
Ahora que parece que un cineasta como Chris Marker ha sobrepasado la frontera del
cine de militancia, del documental poltico y del ensayo audiovisual, su figura em-
pieza a ser cada vez ms y ms conocida por un pblico que supera el mbito de lo
alternativo y los templos culturales. Embarcado en aventuras musesticas, ampliando
su campo de accin hacia territorios propios de la video-instalacin, el cd-rom, los
proyectos internaticos o las exposiciones, Marker sigue realizando en la actualidad
vdeos que nos remiten a su etapa de cineasta. De hecho, su filmografa parece re-
petirse en un movimiento en espiral cuya direccin sigue siendo tan oscura como lo
era al principio de su obra. Su quehacer se reinventa dentro de un lgico devenir al
que l mismo siempre se ha opuesto. Nunca se ha querido preguntar acerca de su de-
ambular como autor, y defiende el derecho a dejarse llevar por la marea de lo im-predecible.
Sigo pensando que las claves para entender su produccin, o intentar acercarse a ella
con una cierta coherencia al menos, nos remiten ineludiblemente hacia sus trabajos
cinematogrficos. Si hacemos un recorrido por algunos de sus hitos, veremos que
hay en l una querencia hacia ciertos paisajes y retratos. A travs de esos paisajes
se despliega ante nuestra mirada la geografa de una esperanza que renuncia a toda
clase de poder. Como en su temprana Carta de Siberia (1957), donde apareca su cr-
tica hacia la burocracia sovitica, o de Sans soleil(1983), desde cuyos contornos
poda hablarnos de "esos dos polos extremos de la supervivencia: frica y Japn". O,
por poner otro ejemplo, despus de las desencantadas historias parisinas de Le jolimai(1963), nos ha acercado recientemente a la microcrnica de un Pars subsumido
en la globalizacin con sus Chats perchs (2004).
I. PRESENTACIN:LA ESPERANZA COMO CONSCIENCIA Y REPRESENTACIN
Nacho Cagiga
Sans soleil, Chris Marker, 1982
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Por otro lado, sus retratos de otros artistas, cineastas, escritores, creadores o intr-
pretes, como Yves Montand, Akira Kurosawa, Andrei Tarkovski, Franois Maspero, o
Roberto Matta, son testimonios en contra del oscurantismo y a favor de un existen-
cialismo humanstico que no excluye sus bestiarios y declaraciones de amor hacia sus
animales favoritos, a saber, el gato, la lechuza, el elefante, siempre presentes y ad-
mirados, en un discurso que relativiza la presencia humana en la naturaleza.
Finalmente, La Jete (1962), su foto-novela, construida en base a una sucesin de
fotos-fijas, al igual que su inventario personal Si javais quatre dromadaires (1966), y
que constituyen conjuntamente con su ficcin documental Level 5(1997) una suerte
de trptico falsario, que supone para m la quintaesencia irreductible de su filmografa.
Estos itinerarios por entre los que avanza, realizados entre la ficcin y el documen-
tal, entre la imaginacin y la memoria, revelan la ruta maestra de Chris Marker. Como
l mismo parece haber dicho, "la verdad puede que no sea la meta, pero s el ca-
mino", y as en el contnuo desplazamiento con el que nos convierte en compaeros
de fatigas de sus viajes, nos acerca al lmite mnimo de memoria que nos permita
traspasar el umbral hacia la posibilidad de unas formas de vida que no se encuentren
sujetas constantemente a la explotacin y la humillacin de los unos sobre los otros,
para creer que la felicidad humana es posible, no como una realidad ausente de su-frimiento y compasin, sino por el contrario como la consciencia abierta de quienes
piensan como l mismo, que mientras haya una persona oprimida todos estamos su-
jetos a la opresin.
Al final, lo que nos queda tras la multiplicidad de mscaras es el autoretrato de un
hombre que nos ha hablado de su tiempo con la cmara a la altura de sus ojos, y de
paso, mantenido en la sombra, nos ha hablado de s mismo, de su vida, de sus ami-
gos, sus animales favoritos, sus sueos y su realidad cotidiana. Me parece que su vi-
sin del mundo ha conseguido plasmar el poder y la humildad que l peda para cada
una de sus imgenes, el mismo poder y humildad que tena la magdalena proustiana.
El poder y la humildad de evocar nuestra propia memoria y hacerla amalgamada parte
de la memoria del mundo.
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CARPETA CHRIS MARKER
Silent movie, Chris Marker, 1995 One Day in the Life of Andrei Arsenevich, Chris Marker, 2000
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Si tuviera en mi mano la posibilidad de hacer contacto con una civilizacin aliengena,
y pudiera servirme de cualquier instrumento para explicar la vida en la Tierra, no se
me ocurrira nada mejor, a falta de los cuatro dromedarios de don Pedro de Alfarou-
beira, que el legado audiovisual que Chris Marker ha compartido con nosotros. No s
si entonces ellos entenderan mejor en qu consiste la condicin humana, pero estoy
convencido que estaran ms cerca de entender el sentido de nuestros anhelos y de-
vaneos.
Dejemos pues hablar al viento, a ese aliento que nos llega de un extrao y lejano
pas, el pas de la esperanza, desde el que surge la figura y la obra de este enigm-
tico autor al que hemos convenido en llamar Chris Marker.
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CARPETA CHRIS MARKER
Le jolie mai , Chris Marker, 1963 Le jolie mai , Chris Marker, 1963
Sans soleil, Chris Marker, 1982 Chat coutant la musique , Chris Marker, 1988
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CARPETA CHRIS MARKER
II. VOCES FURTIVAS (SANS SOLEIL, 1982)
Pablo Ferrando Garca
Si hay algo que llama poderosamente la atencin
de este complejo y singular film de Chris Marker es
su ausencia de transitividad narrativa, su natura-
leza visual eclctica y su ambiguo marco del narra-
dor implcito. Todo ello obedece a la mixtura
genrica a la que pertenece este inclasificable y
personal trabajo, pero tambin porque, sobre las
imgenes, hay un enorme peso de la palabra y ta-
mao signo arbitrario no est sujeto al referente
debido a que carece de una conexin directa con larealidad representada o mostrada. Como dice
Andr Bazin (1), las imgenes son las que remiten
a lo que se dice pero sin aludir al contenido de las
mismas. Es el comentario verbal pronunciado por
una vaga instancia enunciativa (y manifestada, eso
s, con la voz magntica de Florence Delay, prota-
gonista de la pelcula de Robert Bresson, Procs de
Jeanne dArc, 1962) la que facilita la expresin in-
mediata del significado de la pelcula. Bajo unas l-
neas temticas que, a su vez, son claros
significantes del discurso markeriano vamos a ir en-
contrando el mapa de las claves para su interpre-tacin: Tiempo, Memoria y Muerte son los tres
grandes temas que discurren a lo largo de este
texto moderno y que nos servirn para compren-
der las intenciones ltimas de Marker.
A su vez, estas lneas argumentales se enfrentan a
la cultura occidental a travs de la oriental y la afri-
cana (vase los viajes a San Francisco, Pars, Tokio,
Guinea-Bissau, Islandia). El enfoque no es socio-
lgico, ni antropolgico, ni histrico, sino testimo-
nial. Apela a la inteligencia del espectador paraasociar libremente los subtextos que se dan en el
interior mismo de las palabras y que estn conte-
nidos en las imgenes. La dificultad de su lectura se
encuentra en la forma de presentar las reflexiones
ya que stas no se orientan de forma ordenada, no
existe un programa claro que vaya conectando
cada uno de los asuntos que van saliendo. Ms bien
es el producto de una serie de digresiones perso-
nales apoyadas por dos figuras narrativas: Sandor
Krasna y la narradora. Sandor Krasna se presenta
Sans soleil, Chris Marker, 1995
1. Bazin, Andr: France Observateur,30 de octubre de 1958.
Sans soleil, Chris Marker, 1995
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como el remitente de las cartas enviadas a la narradora y cuyo nombre ignoramos a
lo largo de toda la proyeccin. Slo sabremos su identidad al desfilar los crditos.
Pero lo ms importante de esta instancia enunciativa no reside en su localizacin final.
Tampoco interesa demasiado que esta figura narrativa sea, en cierto modo, un sim-
ple trasunto de Marker. Lo ms significativo es que supone un gesto semntico radi-
calmente nuevo: su propio enmascaramiento en el hecho de que el sujeto de la
enunciacin quede oculto bajo la forma de la escritura epistolar, a travs de una in-
termediaria (la fugitiva voz en offnarradora) que es quien las lee y pone en evi-
dencia la subjetividad de dicha voz narrativa. Sin embargo, este subjetivismo resulta
paradjico porque el gnero epistolar precisamente se caracteriza por una focalizacin
narrativa interna (2) que exhibe el tono privado del narrador implcito como mero
testigo de unos avatares tanto personales como universales, pero siempre expuestos
desde su propia conciencia. Sans soleildesplaza la voz narradora a una figura que se
encuentra a mitad de camino entre lo diegtico y lo extradiegtico debido a que su
presencia permanece en un espacio fronterizo difcil de precisar. Hay incluso ocasio-
nes que ignoramos si las manifestaciones verbales responden al punto de vista de
ella o al de Sandor Krasna. Podemos pensar, sin duda, que esta presencia femeninaacta de figura aparentemente neutra para enmascarar y mitigar el subjetivismo de
las propias palabras.
A partir de los presupuestos de la "contranarrativa" (3) apreciamos una pelcula ba-
sada en la construccin episdica mediante abundantes divagaciones e interrupciones
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Sans soleil, Chris Marker, 1995
2. Jost, Franois; Gaudreault, Andr: El relato cinematogrfico. Cine y na-rratologa. Barcelona: Paids,1995. p.139.3. Nichols, Bill: La representacin de la realidad. Cuestiones y conceptossobre el documental. Barcelona: Paids, 1997. p.320. Por contranarrativaNichols entiende como una forma de construccin radicalmente opuesta almodelo clsico, segn la cual, formaliza un espacio negativo donde presentauna estructura episdica, con mltiples digresiones y "una fractura en lametfora geomtrica de las coordenadas espaciales echando por tierra lanocin de un origen o centro".
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informativas. Sabemos que el filme se mueve en
un territorio escurridizo que va desde el diario po-
tico y el cuaderno de viajes hasta el ensayo, la
experimentacin formal de la narracin, el docu-mental o, incluso, el relato epistolar. Sin embargo,
no es su indefinida adscripcin genrica lo que de-
termina su naturaleza vanguardista sino la sub-
versin de los rasgos genricos, as como la propia
reversibilidad del punto de vista ofrecido al espec-
tador. Una de las claves de la modernidad cinema-
togrfica radica en la manera en que se transforma
el plano objetivo en subjetivo. Slavoj Zizek, al ha-
blar de Hitchcock (cineasta admirado por Marker)
seala que obtiene los resultados ms inquietantes
al tratar de llevar a cabo una inversin del plano
objetivo como subjetivo: lo que el espectador en-
tiende como plano objetivo, de pronto, a travs de
"unos marcadores codificados como un leve tem-
blor de la cmara, una banda sonora subjetivizada,
etc., se revela como un plano subjetivo" (4). Sans
soleil, presenta esta transformacin al mostrar mi-
radas a cmara que van dirigidas directamente al
espectador porque no hay sujeto posible en el es-
pacio de la realidad diegtica que pueda ocupar el
punto de vista de este plano. Y es en ltima ins-
tancia el espectador quien debe asumir esa mirada
objetiva que se convierte en subjetiva para reco-nocer al trmino de la pelcula aquella contundente
frase de Faulkner en la cual afirmaba que "la me-
moria cree antes que el conocimiento recuerde".
En el caso de Marker la memoria tiene que estar
indisolublemente unida a la conciencia del tiempo
y de la muerte como invisibles lazos de la propia
existencia.
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4. Zizec, Slavoj: Lacrimae Rerum.Ensayos sobre cine moderno y cibe-respacio. Barcelona: Debate, 2006.p.99.
Fotos: Sans soleil, Chris Marker, 1995
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La primera imagen de la que me habl fue la de tres nios en una carretera en Is-
landia, en 1965. Dijo que para l sa era la imagen de la felicidad y tambin que
haba tratado varias veces de unirla a otras imgenes, pero nunca funcionaba.
l me escribi: un da, tendr que ponerla sola, al comienzo de una pelcula entre dos
imgenes completamente negras; as si no ven la felicidad de la imagen, al menos
vern la parte ms negra.
l escribi: Acabo de volver de Hokkaido, la Isla del Norte.
Japoneses ricos y estresados. Unos cogen el avin, otros el ferry: espera, inmovilidad,
porciones de sueo. Curiosamente, todo eso me hace pensar en una guerra, pasada
o futura: trenes nocturnos, incursiones areas, refugios atmicos, fragmentos de gue-
rra que se conservan intactos en la vida diaria.
Le gustaba la fragilidad de esos momentos suspendidos en el tiempo. Esas memorias
cuya nica funcin es estar dejando atrs nada ms que memorias.
l escribi: he estado alrededor del mundo varias veces y ahora, solamente la bana-
lidad me interesa an.
(...)
Sola escribirme desde frica. Comparaba el tiempo africano con el europeo, y tam-
bin con el tiempo asitico. Deca que en el siglo XIX, la humanidad haba aceptado
el espacio, y que la gran cuestin del siglo XX era la coexistencia de diferentes con-
ceptos de tiempo.
(...)
Me escribi que en Las Islas Bijags son las jvenes quienes eligen a sus novios. Me
escribi que en los suburbios de Tokio hay un templo consagrado a los gatos.
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III. QUERIDO GATO, DONDEQUIERA QUE ESTS,QUE LA PAZ SEA CONTIGO (VOCES EN SANS SOLEIL)
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Deseara poder transmitirte la simplicidad, la falta de afectacin, de esta pareja que
haba ido al cementerio de los gatos a colocar una placa de madera inscrita para que
su gata Tora est protegida.
No, no haba muerto, slo se haba escapado. Pero el da que muriese nadie sabra
cmo rezar por ella, cmo interceder con la Muerte para que la llamase por su nom-
bre verdadero.
As que vinieron aqu, los dos, bajo la lluvia, para llevar a cabo el ritual que cosera el
tejido del tiempo por donde se haba roto.
l me escribi: habra pasado toda mi vida tratando de comprender la funcin que
tiene recordar, que no es lo contrario de olvidar, sino ms bien su funda.
Nosotros no recordamos, podemos reescribir la memoria como reescribimos la Histo-
ria.
Cmo puede uno recordar la sed?
(...)
Me habl del Malecn de Fogo, en las islas de Cabo Verde.
Cunto tiempo han estado all esperando a la barca, pacientes como guijaros, pero
listos para saltar?Es un pueblo de nmadas, de navegantes, de gente que viaja por el mundo . Se mol-
dean a s mismos mediante la reproduccin cruzada, aqu, en estas rocas que los por-
tugueses usaron como una estacin de clasificacin para sus colonias.
Un pueblo de la nada, un pueblo del vaco, un pueblo vertical.
(...)
Samura Koichi: "Quin dijo que el tiempo cura todas las heridas? Sera mejor decir
que el tiempo cura todo menos las heridas. Con el tiempo, el dolor de la separacin
pierde sus lmites reales. Con el tiempo, el cuerpo deseado pronto desaparecer, y si
el cuerpo que desea ha dejado ya de existir para el otro, entonces, lo que queda es
una herida... sin cuerpo."
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l me escribi que el secreto japons, lo que Lvi-Strauss haba llamado "la intensi-
dad de las cosas", supona la facultad de comunin con las cosas, de entrar en ellas,
de ser ellas por un momento. Lo normal era que al llegar su fin fuesen como nosotros:
efmeros e inmortales.
(...)
Me escribi que las fotografas de Guinea-Bissau deberan ir acompaadas por msica
de las Islas de Cabo Verde.
Por qu debera un pas tan pequeo y tan pobre interesar al resto del mundo? Hi-
cieron todo lo que pudieron, se liberaron entre ellos, expulsaron a los portugueses;
traumatizaron a la armada portuguesa hasta tal punto que dio lugar a un movimiento
que derroc la dictadura, y, por un momento, le llev a uno a creer en una nueva re-
volucin en Europa.
Quin se acuerda de todo aquello?
La Historia tira por la ventana sus botellas vacas.
(...)
Mi problema personal era ms especfico: cmo filmar a las mujeres de Bissau? Apa-
rentemente la funcin mgica del ojo estaba trabajando ah en mi contra. Fue en los
mercados de Bissau y Cabo verde donde pude observarlas de nuevo con igualdad...
Esta sucesin de figuras, tan cerca del ritual de la seduccin: La veo a ella, ella me
vea, ella sabe que yo la veo, y deja caer su mirada, justo hasta un ngulo en el que
an es posible actuar como si no fuera dirigida a m y al final, la mirada real, sincera,
que dur la veinticuatroava parte de un segundo, lo mismo que el fotograma de una
pelcula.
Todas las mujeres tienen incorporada una semilla de indestructibilidad, y la tarea de los
hombres ha sido siempre hacer que se dieran cuenta de ello lo ms tarde posible.
Los hombres africanos son tan buenos en esta tarea como los otros, pero despus de una
mirada cercana a las mujeres africanas, no necesariamente apostara por los hombres.
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(...)
Mi colega Hayao Yamaneko ha encontrado una solucin: si las imgenes del presente
no cambian, entonces es que cambian las imgenes del pasado. Me mostr los con-
flictos de los aos 60 tratados con su sintetizador. Imgenes que son menos engao-
sas -dice, con la conviccin de un fantico- que sas que ves en la televisin. Al
menos, proclaman ser lo que son: imgenes, no la forma porttil y compacta de una
ya inaccesible realidad.
Hayao llama al mundo de su mquina "La Zona", en homenaje a Tarkovski.
(...)
l me escribi: hasta en los puestos donde venden partes de objetos electrnicos,
con los que algunos extravagantes hacen joyas, dentro de la partitura que es Tokio,
existe un pentagrama singular cuya rareza en Europa me condena a un verdadero
exilio acstico. Es la msica de los videojuegos. Estn incrustados en las mesas. Se
puede beber, se puede comer, y seguir jugando. Estn abiertos hacia la calle; escu-
chndolos puedes jugar de memoria.
Vi nacer todos estos juegos en Japn y aunque despus me los volv a encontrar por
todo el mundo, un detalle era distinto. Al principio era un juego conocido: una espe-
cie de paliza antiecolgica, donde la idea era matar tan pronto como aparecan, cria-turas que nunca llegu a determinar si eran castores o bebs foca.
Y ahora he aqu la variacin japonesa. En vez de animales, hay unas cabezas huma-
nas identificadas por etiquetas: en cabeza, el Presidente Director General, en frente
suyo, el vicepresidente y los directores, en la primera fila, los jefes de seccin y el jefe
de personal.
El tipo al que film, el que estaba golpeando a toda la jerarqua con una energa en-
vidiable, me confes que para l el juego no era en absoluto alegrico, que l pen-
saba muy concretamente en sus superiores. Es por eso por lo que el mueco que
representa al jefe de personal ha sido aporreado tanto y tan fuerte, que est inservi-
ble, y por lo que ha tenido que ser remplazado de nuevo por un beb foca.
Hayao Yamaneko inventa videojuegos con su mquina. Para complacerme, incluye
mis animales ms queridos: el gato y la lechuza. Reivindica que la textura electrnica
es la nica que puede tratar con el sentimiento, la memoria y la imaginacin.
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(...)
Os estoy escribiendo todo esto desde otro mundo, un mundo de apariencias. En cierta
manera, estos dos mundos se comunican. La Memoria es para uno, lo que la Historia
es para el otro: una imposibilidad.
Las leyendas nacen de la necesidad de descifrar lo indescifrable. Las memorias deben
arreglrselas con su delirio, su deriva. Un momento detenido ardera como un foto-
grama bloqueado delante el horno de un proyector.
La locura protege, como la fiebre.
Envidio a Hayao en su 'zona,' juega con los signos de su memoria. l los sujeta y los
decora como a insectos que han volado ms all del tiempo, y a los que puede con-
templar desde un punto de vista fuera del tiempo: la nica Eternidad que dejamos.
Miro sus mquinas. Yo creo en un mundo donde cada memoria pueda crear su pro-
pia leyenda.
l me escribi que slo una pelcula haba retratado la memoria imposible, la memo-
ria loca: una pelcula de Alfred Hitchcock, Vrtigo. En la espiral de los ttulos de cr-
dito l vea al tiempo cubrir un campo ms y ms grande a medida que se alejaba,
un cicln cuyo momento presente contiene al ojo sin movimiento. En San Francisco
haba hecho su peregrinaje a todas las localizaciones de la pelcula: la floristera Po-
desta Baldocchi, donde James Stewart espa a Kim Novak; l, el cazador; ella, lapresa. O era justo al revs?
Las baldosas no han cambiado. Haba recorrido de arriba a abajo las colinas de San
Francisco por donde Jimmy Stewart, Scotty, sigue a Kim Novak, Madelaine. Parece que
consiste en seguir el rastro del enigma, del asesinato, pero en realidad es una cues-
tin de poder y libertad, de melancola y aturdimiento. Tan cuidadosamente codificada
dentro de la espiral que puedes no darte cuenta, y no descubrir inmediatamente que
este vrtigo espacial en realidad representa un vrtigo temporal. l haba ido si-
guiendo todas las huellas, hasta el cementerio en Mission Dolores, donde Madelaine
iba a rezar a la tumba de una mujer muerta desde hace mucho, a la que nunca ha-
bra conocido. l sigui a Madelaine -como Scotty haba hecho- hasta el Museo de la
Legin del Honor, ante el retrato de una mujer muerta a la que nunca habra cono-
cido. Y en el retrato, como en el pelo de Madelaine, la espiral del tiempo. El pequeo
hotel victoriano donde Madelaine desapareci haba desaparecido tambin; el hormi
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gn lo haba remplazado, en la esquina de Eddy & Gough. Por otro lado, el corte en
la secuencia estaba an en los Bosques de Muir. All, Madelaine seal la corta dis-
tancia entre dos de esas lneas concntricas que medan la edad del rbol y dijo, "Aqu
nac... y aqu me mor."
l se acord de otra pelcula en la se mencionaba este pasaje. La secuencia era la que
est en el Jardn de las Plantas de Pars, y la mano apuntaba a un lugar fuera del
rbol, al exterior del tiempo. El caballo pintado en San Juan Bautista, su ojo se pa-
reca al de Madelaine: Hitchcock no haba inventado nada, todo estaba ya all. l haba
corrido bajo los arcos del paseo en la Misin, como Madelaine haba corrido hacia su
muerte. Pero, era la suya? Desde esta falsa torre, la nica cosa que Hitchcock haba
aadido, se imagin a Scotty como un enamorado engaado por el tiempo con la im-
posibilidad vivir con la memoria sin falsificarla. Inventando una doble Madelaine en
otra dimensin temporal, en una "zona" que slo le perteneca a l, y desde la que
poda descifrar la indescifrable historia que haba comenzado en el Golden Gate,
cuando haba alejado a Madelaine de la Baha de San Francisco, cuando la haba sal-
vado de la muerte antes de volver a arrojarla.
O era al revs?
(...)
Y por qu este salto en el tiempo, esta conexin de memorias? Sencillamente l no
puede entenderlo. No ha venido de otro planeta, ha llegado de nuestro futuro. Ao 4001:
el ao en el que el cerebro humano, ha alcanzado el estado del pleno empleo. Todo fun-
ciona a la perfeccin, as que dejamos que todo est dormido, includa la memoria.
Consecuencia lgica: una memoria total es una memoria anestesiada. Despus de
tantas historias de hombres que haban perdido su memoria, he aqu la de uno que
ha perdido el olvido, y que, por una particularidad de su forma de ser, en vez de va-
nagloriarse de los hechos y despreciar a la Humanidad del pasado y sus sombras,
vuelve a ellos, primero con curiosidad y despus con compasin.
En el mundo del que procede, suscitar un recuerdo, ser conmovido por un retrato,
temblar al sonido de la msica, slo pueden ser signos de una larga y dolorosa pre-
historia.
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Quiere comprender.
Estas faltas de firmeza del tiempo las siente como una injusticia, y reacciona a esta
injusticia como el Ch Guevara, como la juventud en los aos 60, con indignacin. Es
un tercermundista del Tiempo. La idea de que la infelicidad haba existido en el pa-
sado de su planeta es tan insoportable para l, como la existencia de pobreza en su
presente. Naturalmente, se equivocar. La infelicidad que descubre es tan inaccesi-
ble para l, como la miseria de un pas pobre para los nios de uno rico. Ha elegido
abandonar sus privilegios, pero no puede hacer nada con el privilegio que le ha per-
mitido elegir.
Su nico recurso es el mismo que le lanz a esta bsqueda absurda: un ciclo de me-
lodas de Mussorgsky.
Todava se cantan en el siglo cuarenta. Su significado se ha perdido, pero fue enton-
ces cuando, por primera vez, percibi la presencia de aquella cosa que no compren-
da y que tena que ver con la tristeza y la memoria, que haca a todos rezar para
tratar de comprenderla, y hacia la cual, lenta y pesadamente, se puso en camino.
Desde luego nunca har esa pelcula. Por lo tanto, estoy coleccionando los emplaza-
mientos, inventando la trama, incluyendo a mis criaturas favoritas. Hasta le he dado
un ttulo, el mismo que esas canciones de Mussorgsky: "Sin Sol".
(...)
Perdido en el fin del mundo, en mi Isla de Sal, en compaa de mis juguetones pe-
rros, recuerdo aquel mes de enero en Tokio, o ms bien, recuerdo las imgenes que
film del mes de enero en Tokio. Se han sustituido a s mismas en mi memoria.
Ellas son mi memoria.
Me pregunto cmo la gente puede recordar las cosas que no filman, no fotografan,
no graban.
Cmo se las arregla la Humanidad para recordar?
Ya lo s: escribi la Biblia.
La nueva Biblia ser una eterna cinta magntica de un tiempo que tendr que rele-
erse a s mismo constantemente slo para saber que existi.
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(...)
Volv a ver lo que haba sido mi ventana; vi emerger tejados y balcones familiares;
las marcas de caminos que tomaba cada da a travs de la ciudad, hasta el acantilado,
donde me haba encontrado a los nios; el gato con calcetines blancos que Haroun
haba tenido la delicadeza de filmar para m, ha encontrado de forma natural su lugar.
Y pens que de todos los rezos que haban salpicado este viaje, el ms justo fue el de
la mujer de Gotokuji, quien simplimente dijo a su gato Tora: "Querido gato, donde-
quiera que ests, que la paz sea contigo."
Y entonces, al viaje le toc el turno de entrar en la "Zona". Hayao me ense mis im-
genes, ya afectadas por los lquenes del tiempo, liberadas de la mentira que haba pro-
longado la existencia de aquellos momentos engullidos por la espiral.
(...)
l me escribe desde Japn.
l me escribe desde frica.
l me escribe que ahora ya puede evocar la mirada de la mujer del mercado de Praia,
que slo haba durado lo que un fotograma.
Habr algn da una ltima carta?
Seleccin de textos: Lentitud
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IV. GATO Y LECHUZA. MIRANDO DESDE LA OSCURIDAD
(LEVEL FIVE, 1996)
Nacho Cagiga
Memoria suya, dicen; te preguntas de qu,
de quin, de cundo, de qu muerte.
Jos ngel Valente
I
Chris Marker, el ltimo pensador metafsico, nos in-
vita a asisitir a un extrao ritual funerario. En l, el
recuerdo personal y la memoria colectiva se entre-mezclan a distintos niveles, o juegos de lenguaje,
de tal forma que el lmite entre realidad y ficcin,
entre documento y juego se pierde irremediable-
mente, quin sabe si para siempre. El sufrimiento
de Laura/Catherine Belkhodja, por la prdida de un
ser querido, se vuelca una y otra vez sobre el ho-
rror de la guerra y su doloroso legado. Okinawa y
su trgico destino en la Segunda Guerra Mundial
entran en Laura, y en el hueco dejado por aquel a
quien ha amado y que ha perdido, para llenarlo con
la angustia de una pregunta. De no haberse producido el sacrificio de Okinawa, esmuy probable que no hubiera existido el holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki
y, de seguro, la historia del siglo XX habra sido otra muy distinta. Marker recons-
truye, gracias a la memoria, el mosaico de aquello que fue, y restituye, gracias a la
distancia, nuestra capacidad de comprensin, ms all de la explicacin de unos he-
chos. As lo expresa Christa Blmlinger: "El mecanismo regulador de una cultura del
recuerdo precisa algo ms que el mero documento, algo ms que la referencia a un
acontecimiento histrico o a una circunstancia (1)".
1. Blmlinger, Christa, "Lo imaginario de la imagen documental. Sobre Level Five de
Chris Marker", en Chris Marker: retorno a la inmemoria del cineasta (Coords. Nuria
Enguita, Marcelo Expsito y Esther Regueira, Ediciones de la Mirada/Fundaci Antoni
Tpies, Valencia/Barcelona, 2000) pg.51.
II
Laura invoca a un muerto, aunque tambin ella misma lo es. Laura (Otto Preminger,
1944) es la pelcula necrfila del viejo Hollywood y es el smbolo de la muerte del
cine. A pesar de saberlo muerto, seguimos enamorados de l como Dana Andrews
est enamorado del retrato pictrico de Laura/Gene Tierney, el retrato de un cadver.
El recuerdo, nostlgico o no, mantiene viva nuestra fascinacin; sin embargo el cine
ya no es lo que era. Ahora forma parte de la cultura audiovisual y su relativismo lo
enfrenta a otros formatos de expresin: la televisin, el vdeo, la multimedia... Algo
que el Marker cineasta, otro muerto, un autentico difunto vivo (con permiso de Ber-langa) sabe muy bien, tanto es as que ha sido el primero en reciclarse a la cultura
Level five, Chris Marker, 1997
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del ordenador, construyendo con Level
five un ejemplo de ello. Hacer cine hoy en
da tiene un sentido totalmente diferente
al que pudiera tener, es un decir, treintaaos atrs. La informtica ha supuesto
otra revolucin, como en otras pocas lo
fueron la imprenta y la industria, cuyas
ltimas consecuencias no podemos atis-
bar todava. Para nosotros es demasiado
pronto.
Otra pregunta nos asalta. Podemos decir
que sigue viva esa concepcin de lo au-
diovisual ahora mismo? No ser ese
existir audiovisual un concepto marchito
y moribundo? Probablemente s. Lo au-
diovisual ya no existe. Hemos franqueado
una nueva frontera, adentrndonos en el
plano de lo virtual, lugar donde la imagen y
la palabra, lo flmico y el audio, ya no son una representacin sino que son su reali-
dad latente hecha ilusin microtcnica. Lo ciberntico, que est condenado a morir,
como Cocoloco, el loro mecnico que se queda sin respuestas ante Laura, marca la
pauta tcnico-esttica, es su vanguardia. Y Marker, vanguardista y experimentalista
a conciencia, se ha convertido en un poeta digital. Sin embargo, en Marker, al con-
trario de lo que pasa con el movimiento Dogma 95, Lars von Trier a la cabeza, los nue-
vos tratamientos que se abren hacia la imagen y el sonido no son nunca una respuesta
nerviosa ni maniquea a los conflictos que los personajes suscitan, sino que se inter-pone entre ambos, personajes y conflictos, el lcido filtro de la reflexin conceptual
y de la serenidad expositiva. Adems vale recordar que el Dogma 95, en su aparente
y rabiosa modernidad, no es ms que una versin reducida y simplificada de aquel
otro movimiento de los aos 60, hoy ya casi olvidado o dcilmente asumido, que se
llam cinma-verit, del que precisamente Chris Marker es uno de sus principales re-
presentantes tanto a nivel terico como prctico, junto a Jean Rouch o, un poco ms
tarde, Alain Cavalier. Pero claro, tambin hay un elitismo de las formas y mientras el
comercial Dogma 95 llena las salas, los restos del naufragio del cine-verdad se vacan
de pblico, y eso con suerte de que lleguen a estrenarse estas obras, significativa-
mente siempre en circuito especializado, ya sea va filmoteca, festival o anacrnico
cine-club. Curiosamente, lo que de vlido tiene el Dogma 95, y otra vez con von Triercomo su apostol ms claro, es la reformulacin de los principios del cine-verdad que
conlleva su propuesta.
III
Laura recupera su pasado a travs de sus monlogos, a travs del uso de la palabra,
en fragmentos dosificados por el montaje de la memoria compartida por un receptor
que ya no est a su lado. Chris Marker recuerda Okinawa a partir de un material ci-
nematogrfico y videogrfico que es el de su propio pasado como autor, pero al mismo
tiempo el de Catherine Belkhodja/actriz testimonial en su obra, Alain Resnais/com-
paero de reflexiones sobre el tiempo, y el de Japn/constante temtica de toda sucarrera. Por contra, el ordenador es ese espacio amnsico que no sabe de aquello
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que ha podido ser importante o haber tenido para nosotros algn sentido. No es de
extraar que en un determinado momento Laura equipare el ordenador a la muerte,
pues al igual que ella ya ha ganado la partida pero acepta que sigamos jugando hasta
el desenlace. La sombra de Jean Giraudoux emerge aqu desde el mundo glido del
olvido. A pesar de su importancia, Giraudoux es un completo desconocido para el lec-
tor medio de este 2001. La estructura trgica giraudouxiana que nos muestra a un
personaje intentando evitar lo siniestro, a pesar de saber que no hay posibilidad al-
guna de escape, ms an, incluso sabindolo el espectador, es requerida por su pu-
pilo aventajado. Al igual que en La guerra de Troya no tendr lugar, Hctor pone todo
su empeo en evitar lo que todos sabemos que no podr evitarse, despertando nues-
tra ternura precisamente porque sabemos intiles su esfuerzo, su sudor y su can-
sancio, en la ficcin markeriana el sujeto se encuentra en similar tesitura. En La Jete
(1962), un nio contempla su futura muerte, impidindose el reencuentro con su
amada. En Level five, Laura constata el fracaso de un siglo que no ha conseguido evi-
tar la guerra, pero que ha creado cmaras cuyas miradas son capaces de hacernos
saltar hacia el abismo o videojuegos de estrategia militar para simular un nuevo, y fal-
sificado, destino para Okinawa. Sin embargo, los muertos son reales, nos miran, estn
ah, y son testigos como lo es Laura de nuestro fracaso. El demiurgo llegar hasta elhabitculo de Laura (la lechuza) para encontrarse con ella, pero ella ya no estar, se
habr ido sin dejar una seal, abandonando al propio Marker (el gato) ante un orde-
nador que no tendr respuestas. El fracaso del demiurgo ser tambin el nuestro. Al
menos nos quedar el amor hacia Laura, que habr intentado enfrentarse a los es-
tragos del olvido y de la memoria.
IV
Como la 3 Sinfona de Henryk Grecki, lamento de guerra contenido, Level five nos
recuerda los afligidos sentimientos de los supervivientes que nos golpean como olas.
De la misma manera que Mussorgsky consigue con el ciclo vocal Sin sol asomarnos
al umbral de la muerte desde la delicada fragilidad de la vida, en lo que esta tiene de
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Level five, Chris Marker, 1997
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cotidiana evocacin telrica, Mar-
ker nos aproxima al borde mismo
de nuestra existencia, para enca-
rarnos as a nuestro destino, noslo como individuos que amamos,
o como animales colectivos que se
organizan en sociedades que res-
ponden a expectativas de poder,
sino tambin, como especie que
muere (y mata, inclusive a aquellos
que amamos, a veces movidos por
los ms oscuros intereses de un
poder lejano y agnico) cada vez
de manera ms irresponsable, de-
mostrando una y otra vez que el
ser humano es el nico animal que
tropieza dos veces (y tres y cuatro)
con la misma piedra. De qu nos
sirve el recuerdo si no aprendemos
de l? El consejo de Santayana, di-
rigido a las naciones para que no olvi-
den su pasado si no quieren estar condenadas a repetirlo, nos parece de escasa
utilidad. De aqu florece, al menos para m, la idea ms sugestiva de la propuesta
markeriana. A saber, si el avance tcnico-cientfico no puede dar respuestas a las pre-
guntas ms bsicas de la condicin humana, tal y como demuestra la historia del siglo
XX, a qu nivel de respuesta nos tenemos que situar, qu nivel de renuncia, por ex-
presarlo de forma tarkovskiana, tendremos que asumir para que la espiritualidad nosaleje de la barbarie y el crimen. Todo esto no es fcil de responder, es posible que in-
cluso no exista una respuesta. Parece, no obstante, que Laura y Chris saben lo poco
que vale el nivel uno, el nivel nominal. De nada sirve cmo nos califiquemos o cmo
cataloguemos a los dems. De nada sirve llamarse comunista, catlico o anarquista.
Todo esto apenas merece una sonrisa irnica. El camino ms difcil, pero tambin el
ms cierto, est situado a otro nivel, quizs no el quinto, que implicara la utopa,
pero si otro ms mundano en el que podemos estar por encima de los prejuicios ide-
olgicos y a favor de las vctimas, en esa tierra de nadie, cuya pertenencia nos co-
rresponde, por lo tanto, a todos y a ninguno al mismo tiempo. Por eso, la mirada que
corresponde a ese nivel es a la vez subjetiva y comprometida, solidaria y solitaria, a
un mismo tiempo. Y es la naturaleza de esa subjetividad la que nos importa. Markerpertenece, como Rossellini, a esa estirpe de cineastas que han renunciado a buscar
la belleza del plano en beneficio del concepto ltimo del filme, a pesar de las modas
estticas. Por eso me parece sintomtico que el cine no haya utilizado la cmara sub-
jetiva ms a menudo. La "primera persona" tan cotidiana en la literatura, ha sido sis-
temticamente anulada en el discurso flmico, salvo contadas excepciones narrativas
La dama del lago (The lady in the lake, 1946), de Robert Montgomery es en este sen-
tido la obra maestra; slo el documental y el ensayo cinematogrfico (desde el cine-
ojo hasta la cmara estilogrfica) nos han hablado desde esa primera persona, que
supera al eficaz plano subjetivo. Marker lleva esto ms lejos al utilizar esta tcnica
tambin para la ficcin que encierra todo documental, creando una textura de mira-
das subjetivas entremezcladas con el fin de componer ese mapa que se va creando
en nuestros ojos a travs del encuentro casi solipsista de diversos seres, ya sean na-turales o artificiales, si de algo vale ya esta distincin. Laura, observada sin descanso
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CARPETA CHRIS MARKER
Level five, Chris Marker, 1997
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por el objetivo de una cmara que la "vigila" cons-
tantemente, padece finalmente las mismas conse-
cuencias que las que sufren el acrbata de la Torre
Eiffel y la nativa que huye del ejrcito invasor. Alser convertida en objeto de un testigo tendr que
llegar hasta sus ltimas consecuencias, por absur-
das que nos parezcan. El ojo de Dios, o su suced-
neo, el ojo de la cmara, nos apremia a realizar
aquello que se espera de nosotros. Por eso Laura
huir de su habitculo, para no quedar atrapada
por el nuevo orden virtual que todo lo controla.
Slo las mscaras o nuestra rebelda pueden sal-
varnos de la mirada vamprica del otro, sobre todo
si este otro tiene la mirada fija, sin prpados, de la
ptica de una cmara.
V
A travs de las representaciones icnicas de la gue-
rra, Okinawa en primer lugar, Marker nos ensea a
mirar. Sin embargo l ya no es un autor, de la
misma manera que nosotros ya no somos especta-
dores o lectores. Todos nos hemos convertido en
otra cosa, seguramente en fantasmas de un uni-
verso virtual en el que empezamos a dar nuestros
primeros pasos. Level five es por lo tanto una oje-ada hacia la verdad futura. Como dice Thierry
Jousse: "Desde este punto de vista, Level five,
como La Jete, es sin duda un film de ciencia-fic-
cin en el que el pasado es la nica condicin de
posibilidad del futuro, frente a una concepcin am-
nsica que querra que todo futuro borrase, como
tantos otros recuerdos, los trazos de su pasado
(2)". A fin de cuentas el espacio tiempo es cclico,
y a toda muerte le sigue un nacimiento. Slo una
pregunta ms: podremos salvaguardar nuestra
memoria en el orden virtual, o dicho de otra forma,dejaremos de ser identidades para convertirnos, de
una vez por todas, en espectros o, lo que es peor,
en archivos de algn descerebrado Matrix?
2. Jousse, Thierry, "Mr and Mrs Memory", en Ca-
hiers du cinma n 510, p. 60.
Este texto se public en Banda Aparte. Revista de cine - Formas de ver
n 21, junio 2001, Ediciones de la Mirada, Valencia.
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Level five, Chris Marker, 1997
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V. LA JETE
La jete, Chris Marker, 1962
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Ver La jete completa en:
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En la Bienal de Venecia de 2001, algunos cineastas
decidieron convertir sus pelculas en instalaciones.
Abbas Kiarostami proyect la imagen de una pareja
durmiendo. Chantal Ackerman exhibi un plano se-
cuencia deJean Dielman en diferentes monitores
con ligeros deslices temporales de diferencia y
Atom Egoyan mostr el primer plano de alguien
cortndose las uas de los pies. La presencia, en el
territorio vedado al mundo del arte, de las obras de
unos cineastas que fueron paradigma de una mo-
dernidad que repens la figurabilidad, el tiempo y lamaterialidad de las imgenes flmicas, no fue gra-
tuita. La Bienal abri las puertas a unas imgenes
cinematogrficas que empezaron a cuestionar las
salas para revindicar su lugar en el arte contempo-
rneo. La nocin del cineasta como artista y autor
no hizo ms que cambiar, radicalmente, de rumbo.
El debate se haba iniciado unos aos antes, en los
aos noventa, cuando Chris Marker dise el DVD
In memory(1997) y Chantal Ackerman convirti su documental Dest, en una insta-
lacin para el Jeu de Pomme de Pars (1996). El debate se expandi en una serie de
exposiciones sobre las imgenes de cineastas que formaban parte del panten de la
historia del cine como Hitchcock et lart(Museo de Bellas Artes de Montreal, 2000),
Stanley Kubrick(Deutsches Filmmuseum de Frankfurt, 2004) y Renoir/ Renoir(Cin-
mathque Franaise, 2005). Su culminacin parece producirse en 2006 con la expo-
sicin Erice/ Kiarostami. Correspondncies en el Centre de Cultura Contempornia de
Barcelona; los trabajos de collage y manipulacin de pelculas que integran la expo-
sicin de Douglas Gordon, El que vols que digui... Jo ja sc mortde la Fundaci Mir;
la gran muestra Voyages en Utopie, concebida por Jean Luc Godard para el Centro
Pompidou de Pars; la reciente inauguracin de Almodvar Exhibition! en la Cinma-
thque parisina y la apertura el 20 de mayo de Lle et elle en la Fondation Cartier,
ideada por Agns Varda. Junto a estas grandes exposiciones, tambin se han produ-
cido otros fenmenos como el encargo que el Museo de Orsay de Pars ha efectuadoa los cineastas Huo Hsiao-hsien, Olivier Assayas, Raul Ruiz y Jim Jarmusch para que
rueden un largomentraje, con el museo como excusa, con un presupuesto no supe-
rior a tres millones de euros. Las diferentes propuestas demuestran que la galera no
es slo un espacio exclusivo para las imgenes en movimiento de los videoartistas y
que tambin puede llegar a ser un espacio abierto a los cineastas experimentales.
As, Bill Viola puede compartir territorio con Godard, Almodvar con Douglas Gordon
y Kiarostami con Sam Taylor Word. El cruce no hace ms que poner en crisis la fron-
tera que durante tantos aos ha separado -y, muchas veces, aislado- la institucin
cine de la institucin arte contemporneo.
Para comprender la dimensin del fenmeno hemos de partir de la constatacin de
que el modelo cultural que ha dominado la institucin cine durante los ltimos aos
ha sido el de la cinefilia. A partir de una serie de postulados alejados de la academia
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DOCUMENTOS
IMGENES EN EXPOSICINngel Quintana
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y de los gustos exquisitos de la alta cultura, la cinefilia ha considerado el cine como
el lugar ideal para llevar a cabo el reencuentro con los parasos de la infancia. Su ar-
cadia ha sido la sala, entendida como espacio en el que las emociones individuales son
compartidas por la colectividad. Entre los numerosos defectos que ha tenido la cine-filia figura su autosuficiencia y su escasa voluntad para llevar a cabo discursos que
permitieran el contacto con otras disciplinas. Su principal virtud, su formacin auto-
didacta. Las salas fueron sus templos y las filmotecas sus museos. El gran taln de
Aquiles de la cinefilia ha sido siempre el cine de vanguardia. As, un fenmeno como
la irrupcin de la vanguardia americana nunca interes a los cinfilos y los crticos de
los aos sesenta de Cahiers du cinma nunca hablaron de la importancia de directo-
res experimentales como Stan Backhage, Kenneth Anger o Michael Snow. El cine de
vanguardia se situ en una extraa tierra de nadie, ya que la institucin arte con-
temporneo no se interes por su valor cultural, pero en cambio acept la imagen en
movimiento en las instalaciones que empezaron a proponer los videoartistas. Nadie
se dio cuenta de que mientras la primera generacin de videoartistas -Volf Vostell o
Nam-June Paik- se estaba introduciendo en las galeras, en las salas de cine algunos
cineastas como Andrei Tarkovski o Godard hablaban de cosas cercanas y juntos re-
flexionaban sobre cmo esculpir el tiempo mediante las imgenes.
Entre las numerosas mutaciones que se han producido en el mundo del cine despus
de su centenario, las ms curiosas han afectado al terreno de la exhibicin. A partir
del 1996, las salas se convirtieron en supermercados. La cinefilia perdi sus templos,
los cineastas dejaron de ser artistas, se afianz el culto a las atracciones visuales en
los blockbusters y la pasin hacia el cine de la felicidad como modelo nico de las
salas en versin original. Tambin surgi un nuevo espectador que prefera tener las
obras en vez de verlas. De forma paralela, el desarrollo de la cultura digital cambi
las formas de filmar y proyectar las imgenes. Las pelculas ocupaban menos volu-men. El vdeo y el DVD substituan los rollos de celuloide y su proyeccin era mucho
ms prctica y sofisticada. Esta mutacin tcnica conden a la marginalidad -o al cir-
cuito exclusivo de los festivales- a algunas obras cinematogrficas. Mientras una
nueva generacin de cineastas no ces de experimentar en las fronteras entre la fic-
cin y lo real, los supermercados preferan enriquecerse con la venta de palomitas y
la institucin cine no se atreva a que las obras fronterizas y ms radicales estuvie-
ran en sus secciones oficiales. Un caso paradigmtico de esta situacin es el del ci-
neasta Vctor Erice. A pesar de su prestigio, su obra y sus mtodos de trabajo han sido
considerados como demasiado complejos para los representates de la industria del
cine. En caso de sujetarse a los supuestos industriales, la hipottica exhibicin de sus
pelculas en los supermercados supondra la perdida de su singularidad entre losblockbusters para adolescentes y el hedor a palomitas. La galera, en cambio, puede
privilegiar su condicin de artista y darle la oportunidad de trabajar con libertad, sin
tener que pensar en los delirios comerciales del productor de turno. Para numerosos
cineastas puede resultar cmodo trabajar para la galera ya que a pesar de que sus
obras deban realizarse con menos presupuesto que losproductos industriales, stas
pueden mantener un nivel de radicalidad y experimentacin, que actualmente la in-
dustria del cine no puede garantizar. La presencia de los cineastas en el museo es el
primer captulo de una mutacin ms amplia que est afectando la cultura visual y sus
formas de ver. Una de las quejas de los cinfilos obligados a visionar los ltimos tra-
bajos de Erice/ Kiarostami en el CCCB reside en la incomodidad de la sala respecto a
las confortables butacas de los mltiplex y al modo cmo una visita impresionista no
permite dar cuenta de un trabajo que necesita tiempo para ser visto. Las quejas tie-nen que ver con la dificultad de los espectadores para romper con la idea de sala. La
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relacin entre cineastas y museos no debe tener como eje vertebrador la proyeccin
de la obra como totalidad. La exposicin puede privilegiar una propuesta esttica de
fragmentacin, de rehabilitacin de la figura del esbozo o de exploracin de formatos
narrativos que la dictadura de los programas cinematogrficos ha marginado. La exis-tencia de una correspondencia entre dos cineastas permite un intercambio de mira-
das y supone la materializacin de un juego narrativo que ha estado muchas veces
presente en la literatura y que el cine haba rechazado. La galera puede ser el terreno
clave que permita avanzar el cine hacia el ensayo, mientras que la irrupcin de cine-
astas en el museo no hace ms que introducir nuevos dilemas al debate sobre el fin
del arte.
No debemos olvidar que toda exposicin de imgenes flmicas supone una relacin
entre espacio, obra y tiempo. En los museos es habitual poder comparar dos imge-
nes pictricas en paralelo, pero en las salas de cine es imposible comparar dos im-
genes cinematogrficas o poner en relacin, tal como Godard apunt en su
Introduccin a una verdadera historia del cine, dos discursos estticos paralelos. La
exposicin diluye el peso del relato para otorgar a la imagen una dimensin plstica,
obligndola a establecer unos modos de relacin con el espectador que ya no depen-
den del deseo narrativo de conocer qu pasar despus de lo que est viendo.
Por otra parte, el nuevo fenmeno de la presencia de los cineatas/ autores en los mu-
seos cambia los sistemas de relacin que los medios establecen entre el mundo del
arte y el mundo del cine. Ante una exposicin como Erice/ Kiarostami. Correspon-
dncies, los agentes culturales deberan plantearse una serie de preguntas esencia-
les que deberan poner en crisis la debilidad con que se han edificado ciertos discursos
culturales dominantes. Entre otras cosas, podramos cuestionar la prctica de la cr-
tica a partir de un asunto tan simple como es vislumbrar cul es el modelo de crticoidneo para hablar de la muestra: el crtico de cine o el crtico de arte. Es cierto que
la respuesta a la cuestin puede variar segn el mbito desde el que se responda,
pero su formulacin debera servir para preguntarse por qu los especialistas en los
mltiples campos de anlisis de la imagen se han formado a partir de tradiciones con-
trapuestas. Acaso no son los crticos de arte y de cine analistas de la cultura visual?
Tambin podramos preguntarnos, de forma ms prosaica, si una pelcula como La
morte rouge de Vctor Erice puede llegar a ser nominada al Goya a la mejor pelcula.
La cuestin no es balad, ya que su respuesta tiene mucho que ver con el modo cmo
la institucin cine, sobre todo en Espaa, contina pensando en el medio como algo
inamovible, sin darse cuenta de que esa cosa que convenimos en llamar cine no ha
cesado de cambiar y avanzar por otros apasionantes territorios.
Este texto se public en La Vanguardia, suplemento cultural "Cultura/s"Dossier: "El cine expuesto", 26 abril 2006.
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"Su definicin del cuento corto es muy sencilla: es el relato de un suceso inusual"
Isaac Bbel citando a Goethe durante un debate en la Unin de Escritores.
Sin duda muchos observadores observaron lo mismo en el mismo momento bajo cir-
cunstancias diferentes, o bien bajo las mismas circunstancias en momentos diferen-
tes, pero la totalidad del fenmeno no debi requerir ms de dos o tres das para
convertirse en motivo de asombro, de alarma y, finalmente, de espanto. Por lo que
respecta a Loewen, la primera manifestacin del fenmeno se le revel mientras pre-
senciaba tranquilamente sentado, frente al televisor, el final del partido Francia-Hun-
gra. Haba mucho en juego: determinar qu pas iba a representar a Europa en la
novsima Copa Intercontinental de ftbol. Con el marcador a cero, llegaba ahora la
serie de penaltis. Aunque no se senta un hincha de corazn, sino un aficionado al ta-
lento en todas sus formas, Loewen haba observado que desde haca algunos aos
este desenlace, anteriormente excepcional, haba acabado por ser la regla y el mo-
mento decisivo de un juego en el que pareca que ningn equipo era ya capaz de im-
poner su superioridad en el tiempo reglamentario. Incluso las federaciones haban
conseguido ponerse de acuerdo sobre el nmero exacto de tiros a puerta: doce en
total, seis oportunidades para cada equipo, lo cual haba bastado hasta el momento
para que el equilibrio se rompiera en un momento dado y para que este sutil cocktail
de suerte, tensin, angustia y voluntad liberara un gol salvador y la victoria.
Esta tarde, sin embargo, se estaba llegando al lmite. Diez tiros, diez goles. La soli-
dez de los gardametas no haba servido de nada frente a unos tiradores desenfrena-
dos. Ahora le llegaba l turno a Primerose, y el portero hngaro se apelotonaba como
una rana a punto de saltar. No era una situacin nueva. Era frecuente que en el l-
timo intercambio toda la tensin se concentrara en dos hombres, y que inevitable-
mente uno de los dos se derrumbara. Cuando el pie del guadalupense recogi el baln
cruzado, el hngaro se percat de la maniobra en un abrir y cerrar de ojos, se le an-
ticip lanzndose hacia la derecha y bloc el disparo contra su pecho con un gesto
protector. Las gradas hngaras aullaron de entusiasmo. Podan considerar el partido
ganado. El ltimo lanzador era Szabo, y ste jams haba fallado un penalti: de hecho,
ya durante el partido, dejarlo acercarse al rea de penalti se consideraba un peligromortal.
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FENMENO
(Un cuento de Chris Marker)
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Szabo se tom su tiempo, discuti un poco sobre el emplazamiento exacto del baln
para poner nervioso al guardameta francs antes de tiempo, como ocurra en buena
lid. Pareci mirar el cielo (iba a ponerse a llover entre el chut y la parada?), el esta-
dio (dnde estaban exactamente esos que lo animaban? y estaban poniendo el su-
ficiente entusiasmo?), y enseguida chut bruscamente efectuando su legendario
uno-dos que haca salir el baln en la diagonal inversa a la que esperaba el oponente,
tan rpido fue que en medio segundo haba invertido el efecto del disparo, y justo
cuando la anticipacin de Barthez lo haca lanzarse hacia la esquina derecha de la
portera, la pelota volaba hacia la esquina izquierda con la velocidad de un misil. El
contrapi era evidente, imparable. Fue entonces cuando el pblico atnito, y Loewen
en la pantalla, vieron al guardameta francs efectuar una especie de pirueta en el
vaco, un giro que desafiaba todas las leyes de la fsica y de la gravedad, y que lo de-
volva a la esquina izquierda de la portera justo a tiempo para recoger el proyectil a
un centmetro de la lnea de gol.
Extraamente, no surgi entre el pblico el clamor de alegra que haba acogido la ac-tuacin hngara. El asombro se impona al triunfo, y lo que reson en el estadio era
ms parecido a un gigantesco hipo. Al mismo tiempo se reunan en el centro del te-
rreno de juego los rbitros, los dos capitanes y los dos entrenadores, con la mirada
inquieta y el aspecto contrito. El reglamento, que hasta entonces nunca haba tenido
la ocasin de ser aplicado, prevea que en este caso extremo el resultado del partido
se deba echar a suertes, y ellos prevean la hostilidad de la gradera. Normalmente
siempre hay momentos en el juego que indefectiblemente provocan las andanadas de
pitidos: el pase de un defensa a su guardameta, por ejemplo, o en las corridas de
toros la entrada de los picadores. Y aqu iba a ser mucho peor cuando los hinchas se
dieran cuenta de que el destino de su equipo dependa de una moneda lanzada al
aire. Y en efecto, a medida que el pblico, grada a grada, iba descifrando la escena
representada en medio del estadio, los silbidos y los abucheos se iban amontonando
como ondas sonoras, de la misma manera que en el preludio de El Oro del Rhin. Lo
mejor era acabar cuanto antes, y el rbitro lanz la moneda. Que ya no cay.
Un instante fue suficiente para que el pblico comprendiera que otro suceso extrao
acababa de sumarse a las extravagancias de aquella tarde; incluso el mismo silencio
que cort en seco la sinfona wagneriana de silbidos era de una naturaleza incon-
gruente. Las autoridades estaban en un apuro: adems de la amenaza de este silen-
cio sobrenatural, se adivinaban completamente ridculos en primer plano de las
pantallas de televisin, que sin duda no los perdan de vista ni un minuto.Deban po-
nerse a buscar a cuatro patas la moneda entre la hierba cuando saban que no estaba
all? Repetir la operacin con el riesgo de ver repetirse la misma extravagancia? Unemisario de la federacin que lleg corriendo sin aliento les susurr algo e inmedia-
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tamente los altavoces, aprovechando el silencio, bramaron el comunicado que aca-
baban de preparar precipitadamente: el partido se haba proclamado nulo, nulo a
todos los efectos; algo inaudito. As pues habra que volver a jugar el partido y ocu-
rrencia genial de uno de los organizadores- las entradas de todos los asistentes se-ran vlidas para la repeticin. As pues, la salida del estadio se efectu sin el tumulto
que se habra podido esperar. Hubo algn que otro intercambio de insultos entre hin-
chas de equipos contrarios, sin embargo no fue nada demasiado grave, y Loewen,
que lo haba visto todo gracias a las repeticiones en cmara lenta de la televisin,
volvi a su despacho de profesor emrito de lingstica y ciencias humanas en un es-
tado de gran perplejidad.
Cuando ms tarde volvi a poner la televisin para ver cmo iban a dar cuenta de
estos extraos sucesos los comentaristas del resumen deportivo del da, se dio cuenta
de que haban alterado la programacin habitual: en lugar del telenoticias todava es-
taban pasando la retransmisin en directo del Global Village Contest de tenis, donde
se enfrentaban en la final el joven prodigio ucraniano Tchernenko y el veterano Sli-combe. Al contrario que en el ftbol, en esta competicin no se contemplaba ningn
lmite respecto al nmero de tie-breaks y los jugadores estaban en su cincuentavo
saque, cada uno ganando inexorablemente su servicio. El partido iba a interrumpirse
porque estaba anocheciendo para reanudarlo al da siguiente... "nunca antes hemos
visto nada parecido", pens Loewen. Estaba a punto de apagar el televisor para ir a
reunirse con sus colegas en la sala de trabajo, cuando se le ocurri que la cadena
Beta-Sport no retransmita en directo, y que quiz se estara dedicando a la exgesis
del partido de ftbol que estaba esperando (y por qu no tambin al del tenis?)
Lo que vio lo hizo pasar de la curiosidad divertida a ese estado un poco algodonoso que
se atraviesa al final de una resaca, cuando la percepcin del mundo real comienza aser ms ntida, y uno se siente deplorablemente incapaz de hacerle frente. Uno no
sabe muy bien de qu lado est la irrealidad, pero es evidente que uno de los dos, t
o el mundo, no est en su sitio. A travs de esta brumosa sensacin de desajuste Lo-
ewen oy a los periodistas deportivos desgaitarse a propsito de una imagen repe-
tida sin cesar desde todos los ngulos y a todas las velocidades posibles de ralent: la
llegada de los 100 metros en los Juegos Universitarios de Barcelona. Esta imagen en
movimiento daba paso ahora a una nica imagen, fija. Loewen no pudo evitar pensar
en esta expresin puesta de moda entre los jvenes para subrayar las diferencias entre
dos personas o dos situaciones "no hay foto". Aqu s que haba foto, y menuda foto!
Una maraa de miembros imprecisos, un monstruo de ocho cabezas, una flor con p-
talos de brazos y piernas parecida a las sobreimpresiones que Etienne-Jules Marey
compuso en el siglo pasado para analizar el movimiento humano. Era la foto oficial, in-
atacable, destinada a superar las imperfecciones del ojo. Y en el centro de esta me-
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dusa, un minsculo punto negro, opaco, representaba el nico espacio comn a tan-
tos movimientos divagantes, el ncleo donde se unan todos, donde todos no hacan
ms que uno, y este punto estaba situado exactamente en la vertical de la lnea de
meta: los ocho corredores la haban cruzado juntos, en la misma fraccin de segundo.
La lectura asidua de Platn haba grabado en las profundidades del alma de Loewen
la idea combatida por el resto de su educacin de que hay un lugar en el alma donde
lo sabemos todo, donde lo hemos visto todo, donde todo se descifra, donde todo se
prev. Loewen oy un rumor que, procedente de la mesa de trabajo donde ya esta-
ban reunidos sus colegas, iba subiendo de volumen de la misma manera que haba
ido subiendo el volumen de los silbidos en el momento de echar a suertes el resul-
tado del partido. A medida que iba bajando la escalera, no exista razn alguna para
decir que este barullo tena relacin con los extraos sucesos que parecan afectar al
mundo del deporte desde haca unas horas. Y sin embargo, al mismo tiempo, algo en
su interior ya saba que se trataba del fenmeno, el famoso fenmeno que se le iba
a presentar bajo nuevas formas. La finalidad de la reunin era, como cada ao, poneral da los resultados de los exmenes, compararlos y preparar la ceremonia en la que
se leeran. Todos los departamentos del colegio haban consultado sus ordenadores,
y en todas las largas tiras de papel continuo que salan como papiros de las impreso-
ras, desplegadas sobre la mesa y aparentemente consultadas una tras otra con in-
credulidad por el coro de honestos maestros, en todas poda leer Loewen sin
experimentar ningn tipo de sorpresa, la misma nota para todas las asignaturas y
para todos los alumnos. Cinco y medio. Cinco y medio. Un colegio entero se alineaba
un poco por debajo de la media; al igual que los futbolistas, los tenistas o los corre-
dores incapaces de sobresalir.
Haca mucho tiempo que el sistema de notas de los centros docentes de alto nivel yano obedeca a la subjetividad todopoderosa de un profesor siempre inclinado a ver en
un texto la proyeccin de los sentimientos que l mismo senta hacia su autor, fueran
de simpata o de irritacin. Sin poder eliminar completamente estos residuos huma-
nos, el nuevo sistema los correga sustancialmente al estipular solamente una serie
de ms y de menos distribuidos a lo largo del texto, que el ordenador registraba y di-
gera, pero cuya sntesis permaneca en sus entraas justo hasta la comunicacin final
de los resultados, para evitar justamente un toque subjetivo en el ltimo minuto.
Ahora, revisando de memoria de qu modo haba