En la celebración del miércoles de Ceniza se nos dice al tiempo de imponernos la ceniza: "Conviértete y cree en el Evangelio". La Cuaresma es pues, un tiempo de conversión. Convertirse significa "volver", "cambiar", "enderezar el camino" "renovarse".
Los hombres y las mujeres de hoy, somos un poco
autosuficientes y nos olvidamos tanto
de Dios. Confiamos demasiado en las propias fuerzas
y a veces, nos cerramos a la fe.
El hombre postmoderno piensa que la Cuaresma es para los “de antes”
para los “no progresistas”.
Eso hoy en día "ya no se usa, la Iglesia debería
renovarse".
Los cristianos vivimos bombardeados por “slogans” que alejan la vida de una visión cristiana y sobrenatural.
Jesús nos ofrece una manera de
ser y estar en el mundo, de
realizarnos como personas, de construir un
mundo y sociedad diferentes.
Ponernos en camino, siguiendo las huellas de Jesús, para ver qué es lo que no funciona en nuestras vidas y qué necesitamos cambiar.
La Cuaresma es algo más que:
• imponernos la ceniza al comienzo
del camino,
• no comer carne los viernes de Cuaresma,
En definitiva, la Cuaresma no es privarse de todo y vivir un tiempo de sufrimiento; es tomar conciencia de la presencia de Dios en nuestra vida, de la ayuda que recibimos de Él cada vez que emprendemos un cambio.
El cambio pedido por Dios es “conversión del corazón”, que es obra de la gracia y
misericordia de Dios pero que implica también esfuerzo humano.
• El ayuno, como expresión de que los bienes materiales no son absolutos y que el “Pan” verdadero es Cristo y su Palabra.
•La caridad, para acoger y ser solidarios con aquellas personas que necesitan de nuestro tiempo, nuestra amistad y nuestra ayuda.
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