1 Los de Siempre y los Recién llegados
Fco. Javier Benítez Rubio
PARRAFADAS INFUMABLES DE AYER Y HOY, Nº 2, 2015.
LOS DE SIEMPRE Y LOS RECIÉN LLEGADOS.
REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA ACTUAL.
Fco. Javier Benítez Rubio
No es prudente poner gran confianza en palabras pronunciadas en momentos de emoción.
Goethe
Encuentro a España un poco tensa. Con peligro de sufrir contractura. Le recomendaría un masaje.
Javier Gomá
Los antiguos y los modernos de Benjamin Constant1 parecen ser una
categoría analítica que aparece y reaparece constantemente a la hora de
pensar la política. Ahora, en nuestra situación política actual, pega una vez
más la dicotomía de marras: los de siempre y los recién llegados, los viejos
y los nuevos. La política es una de las más viejas instancias de la
humanidad, como la religión, la guerra o la prostitución. No les caen bien a
nadie, pero ahí siguen, entre nosotros e incansables al desaliento. Pero aún,
en esta vejez, la política trata de actualizarse y reactualizarse
constantemente de tal modo que algunos llegan hasta a sorprenderse de
descubrirla, como si alguna novedad nos hubiera caído del cielo. Algo así
nos pasa ahora. Un grupo nuevo y vigoroso ha entrado en escena y plantea
haber encontrado un trozo de la política que nunca antes nadie había visto
por nuestros pagos. Casi nada.
1 ‘De la liberté des anciens comparée à celle des modernes’ fue una conferencia dictada por
Constant en el Ateneo Real de París en 1819.
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Lo que viene a continuación es mi versión de este choque de trenes, entre
los recién llegados y los que ya estaban aquí. No trato de mostrarle la ver-
dad verdadera a nadie, dudo que algo así existiera. Es mi perspectiva per-
sonal de lo que nos está ocurriendo. Sólo eso. Si alguien piensa que tengo
razón, es cosa suya. Si alguien cambia de parecer después de leer el docu-
mento es responsabilidad suya, igualmente. También habrá quien disienta,
que no dé por bueno mis argumentos: bienvenidos sean los discrepantes,
por supuesto. Siempre puede dejar de leer en el momento que estime opor-
tuno. No es éste un documento académico. Si te sientes cómodo durante su
lectura podrás aceptar el nombre irónico que le he dado, el de parrafada. Si
lo que lees te ofusca no tengas problema en llamarlo pasquín o panfleto se-
guido de cualquier otro calificativo poco halagüeño. Aviso a los navegantes
de que este escrito no debe ser utilizado como guía para el voto, a favor ni
en contra de unos ni de otros. El que vote guiándose por esta parrafada, de-
jando a un lado el espíritu crítico más básico, tendrá que hacerse responsa-
ble del mismo y su falta de sensatez. A los que puedan arder en cólera por
mis palabras infumables, les recuerdo aquella minucia de la libertad de ex-
presión y, al fin y al cabo, solo tengo un voto. Mi apoderamiento no da para
más, solo para votar una vez y en blanco. Hace mucho tiempo que me ali-
neé con los blanqueros del añorado Saramago. Los temas que trato son los
que siguen:
1. Manejar las estadísticas con soltura y fluidez.
2. Manejar el nuevo marketing político.
3. Manejar las emociones del electorado.
4. Política de gestos.
5. La política es descarnada y desabrida.
6. El enigma de la ‘nueva política’.
7. Se acerca la cita electoral.
8. Empoderamiento.
9. Miedo, para terminar.
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1. Manejar las estadísticas con soltura y fluidez. Los datos hay que llevar-
los al día, no vaya a ser que se les pase alguno y puedan atizarles con ellos.
Usar estadísticas en el debate político es, aunque parezca algo técnico, un
ardid que trata de tapar los componentes ideológicos con los que hablas. Se
sabe que la gente está agotada de soflamas partidistas, de panegíricos pro-
gramáticos. Se trata entonces de aportar algo supuestamente científico que
alivie esa carga tendenciosa y manipuladora. Al principio, como casi todo
lo nuevo, era una estratagema que colaba, pero ya sólo convence al que está
convencido. Efectivamente, como todos los que vinieron antes, los nuevos
las usan solamente para lo que les conviene. Si algo sabemos en política –
estos nuevos también lo saben- es que los datos pueden torcerse y retorcer-
se, ordeñarlos hasta que salga lo que queremos. Como aquellos juegos in-
fantiles en los que hay que ir uniendo puntos hasta que nos salga la figura
del monito. La bala de las estadísticas la usan ya todos los partidos. Tú me
disparas con una estadística y yo te disparo con otra. Y siempre pueden
llamarte desinformado si desconoces los datos de su estadística, y salir con
cara victoriosa de la discusión. Lo cierto es el que debate con estadísticas –
ese que se presumía tan técnico- termina enmarañado cual pelea ilegal de
gallos.
2. Manejar el nuevo marketing político. No es descabellado apuntar a favor
de los recién llegados, que son los diseñadores de la nueva forma de hacer
la política de siempre. A muchos les sorprende cómo con este marketing de
guerrilla han sido capaces no solo de hacer frente, sino de ganar por la ma-
no a las campañas millonarias de los grandes partidos. Eso hay que reco-
nocérselo, conocen el nuevo paño de la sociedad española mejor que todos
esos que estaban antes. La vida se vive ahora en las redes sociales tanto o
más que en las calles y plazas del país. Estamos enganchados al 4G. Todos
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vemos como en esas calles, bares y edificios la gente está más atenta a las
redes que a los que están alrededor. De la lentitud del boca a boca entre las
vecinas del primero, hemos pasado a la velocidad brutal con la que se pro-
pagan determinados contenidos (la viralidad). Y allí están ellos para moni-
torizar las conductas y las opiniones, las tendencias y las corrientes. Tam-
bién para trabajar sobre ellas como el panadero lo hace con la masa de trigo
(aunque claro, no son los únicos que hacen eso). Han sido los primeros en
estar atentos a lo que late en la blogosfera, en Facebook y en Twitter, por
nombrar las más importantes; y esa ventaja ya la tienen respecto a sus ad-
versarios. Su publicidad low cost inundan las redes sociales con memes,
chistes, tiras cómicas, fakes, cotilleos, videos, tweets jocosos y lacerantes,
el trending topic, eslóganes pegadizos, apps, el crowdfunding, logotipos,
iconos, anagramas, marcas, formas y colores claramente identificables
(branding), etc. Hablándole a la gente con su lenguaje, sin estilismos aca-
demicistas ni palabrería política al uso. Situados en lugares estratégicos,
sus colaboradores (lo que antaño eran comisarios políticos), están al tanto
de lo que se mueve en Foros de internet, en Twitter, en los confidenciales y
los relativamente nuevos periódicos digitales. Muchos de estos periódicos
digitales nacen ya en sintonía ideológica y programática (comparten la
misma Agenda), con lo que el trabajo ya está medio hecho. Y han buscado,
entre el maremágnum social y digital, una serie de blancos a los que los de
siempre no les había prestado mucha atención. Personas indignadas, enfa-
dadas, ofendidas, mosqueadas, cabreadas, iracundas, hartas, por esto y
aquello, de aquí y de allá, de arriba o de abajo, de un lado y de otro. Si
estás encabronado eres el target perfecto, eres la diana sobre la que lanza-
ran su arsenal para convertirte en su votante. Efectivamente, el Community
Management (el arte de gestionar eficientemente la comunicación online)
no tiene secreto para los nuevos.
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Entender esto –esta práctica política- es fundamental para entender su dis-
curso político. No hemos de pensar que esto es una especie de truculenta
conspiración en la sombra: no lo es, nunca lo fue. Todo ocurre a las claras
del día. Todas estas herramientas estaban ahí, a la vista de todos, a la mano
de todo aquel que quisiera cogerlas. Los que estaban antes no las han usado
hasta ahora –se ocupaban de coger sobres, de abrir fondos de reptiles, de
ocultar contabilidades paralelas y otro tipo de pelotazos corruptos. Esto
pasó delante de sus narices y no le hicieron caso alguno. El sistema capita-
lista ofrece a todo el que quiera estas herramientas. Cualquiera puede lle-
gar, aprender a manejarlas y terminar usándolas para sus objetivos, aunque
éste sea desmontar el propio sistema que las creo. En la guerra – y estos
entienden que la política es una forma de ella, un auténtico ‘Juego de Tro-
nos’- es un error tremendo no aprovechar un fallo del enemigo. Los adver-
sarios de siempre cometieron el error de subestimar esas herramientas que
estaban ahí, y eran usadas para otros menesteres. La equivocación fue la de
subestimar el incremento exponencial que las nuevas tecnologías iban ga-
nando en la red. Los nuevos llegaron y las tomaron para sus intereses. Es
un éxito de estrategia política que hay que apuntarlo en el debe de los re-
cién llegados, por supuesto. Y anotar como fracaso, otro más, en el tablón
de los de siempre y las formas de siempre de hacer política.
3. Manejar las emociones del electorado. La política que plantean estos
nuevos movimientos es la de usar las emociones de la sociedad en benefi-
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cio de sus intereses. Nada nuevo, realmente. Si nos paramos a mirar todo lo
ocurrido en la historia observamos que todas las corrientes políticas han
tratado de manejar las emociones de la masa social. Lo que cambia son las
teclas emocionales que están tocando. Lo normal, hasta ahora, era tocar el
hilo de la satisfacción mediante la gratificación y la dignidad. Los partidos
políticos de siempre no paran de hacer promesas electorales. Éstas actúan
como gratificaciones y premios. El elector se planteará votar a aquella op-
ción que más cosas le dé. Estará a favor de aquellas formaciones políticas
que no sólo cubran sus necesidades sino que, además, le proporcionen un
modo de vida en un bienestar creciente. Añadimos algo más, el otro hilo
del que se tiraba regularmente: el orgullo. Pertenecer a un grupo determi-
nado de personas y no a otros, o sostener determinadas ideas frente a otras,
es muy importante para una buena parte del electorado. Es la dignidad que
uno siente –como si de un buen pedigrí se tratara- por pertenecer o militar
en un determinado partido o ideología. Y junto a la pertenencia encontrá-
bamos la confianza en los tuyos, la afinidad y, en algunos casos, incluso, el
apasionamiento y la devoción.
Pero este panorama emocional es radicalmente modificado cuando los nue-
vos entran en la arena política. Ahora las dos nuevas emociones que se de-
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rraman por la masa social son la ira y el miedo. Es cierto que la masa social
languidecía conformista manejada por las formas políticas de siempre. Los
más viejos del lugar manejaban el cotarro a su antojo y la capacidad de de-
cisión real de la gente disminuía sin pausa. No es de extrañar que el golpe
sobre la mesa que han dado los recién llegados haya sonado tan estridente.
Pero no es que estos hayan inoculado la ira y el miedo en el cuerpo electo-
ral. Ya estaban allí. No se les puede imputar semejante despropósito. Las
promesas incumplidas generan frustración e irritación social. Los de siem-
pre nos habían prometido un Estado de Bienestar estupendo y gratuito; y no
sólo no llegó a montarse del todo sino que empezamos a perder lo que hab-
íamos conseguido. Lo que sí han realizado los nuevos, satisfactoriamente
para sus intereses, es canalizar todas esas emociones de un modo directo y
a gran velocidad, usando con éxito toda la gama de herramientas que pro-
porciona el marketing en la era digital. Y en un giro dramático impresio-
nante afirman que lo hacen con ‘la convicción de implicar a la ciudadanía
en la política’ y que ésta ‘vuelva a ser un asunto público’ (sic). La indigna-
ción estaba ahí, como la irritabilidad, como la exasperación, como la in-
quietud y el desasosiego. Había que darle un empujón y convertirlo en re-
sentimiento, en hostilidad y en rabia frente a los de antes. Ahora, a los de
siempre, se les llamará ‘la casta’, una expresión corta y sencilla que distin-
gue claramente la diana hacia la que lanzar el enojo, ahora sí masivo. Sobre
el espantajo de la casta la gente puede escupir toda su frustración y resen-
timiento, y desahogarse cada vez que quieran. Pero nos encontramos con
un segundo oleaje emocional que viene tras el enfado. La preocupación es-
taba ahí también, como el desasosiego, la inquietud y la incertidumbre.
Había que darle otro empujón y convertirlo en miedo y angustia. Los nue-
vos han colocado el miedo en el centro de su discurso político. Es el ‘tic-
tac’ que suena y que marca un tiempo nuevo que acaba, en el que el miedo
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cambia de bando. Efectivamente, había aquí -entre nosotros- un miedo
implícito y latente, que es el que ahora ellos extraen y convierten en explí-
cito y consciente. Es el miedo lo que está ahora en medio de la plaza públi-
ca, a la vista de todos. El miedo, como lo fuera la indignación, es exagera-
do de tal modo que se convierte en una especie de ariete con cabeza de car-
nero que impacta en la adormecida conciencia del votante. Y un martillo
que amenaza, no solo a la casta política de siempre y sus chanchullos, sino
al modelo de Estado, esto es, a la estructura sociopolítica al completo (la
que surgió de la Constitución del 78). Este sistema no vale, está pervertido,
ha llegado exhausto a estos tiempos, y tiene que ser modificado, cercenado
casi de raíz. A todo esto -y hacemos un inciso- detrás de toda la paraferna-
lia efectista y maquiavélica tenemos una realidad social complicada, por
usar un calificativo cierto, pero sin dejarnos llevar por exageraciones re-
tóricas. Abundan, pero de manera brutal, los casos de corrupción en los
partidos de siempre. Tampoco son escasos los casos de mala gestión y
pésima administración. La pobreza, el paro, la precariedad laboral, las in-
justicias, las desigualdades, la caída del consumo, etc. han llegado para
quedarse en una sociedad que parecía haber dejado atrás esos fantasmas. Y
los recortes sociales adquieren especial relevancia en tiempos de crisis
económica, más aun si no dejan de llover casos de despilfarro. La indigna-
ción de mucha gente que ha sufrido –y sufre- carencias es comprensible y
está plenamente justificada. Otro asunto – y es aquí donde nos damos de
bruces con la política- es que los nuevos han sido capaces de canalizar es-
tos sentimientos a su favor. La política es brutal, efectivamente. Muchos
han tratado de barnizar el asunto. Ahora, con la entrada de los nuevos en el
escenario político, los velos y los subterfugios han caído. Los nuevos tratan
de hacer ver al electorado una diferencia, una novedad respecto a los de
antes. Novedad y diferencia que se desvanecen en el momento en el que las
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cosas se miran con atención. Este es uno de los pilares de la política, que no
es nuevo además, usar para los intereses propios las cosas que le pasa al
prójimo. Todos aprovechan las cosas que le pasa a la gente para sus fines.
Unos usan las penurias de la gente para sus fines políticos y otros las ga-
nancias: objetivo cumplido. La línea que separa la manipulación de las
emociones, la exageración y el estar diciéndole a la gente lo que quiere oír,
del empoderamiento es muy fina y delicada.
3. Política de gestos. A veces parece que estamos en aquella época dorada,
cuando la atractiva estrella del celuloide giñaba un ojo y las muchachitas
se volvían locas cayendo rendidas a sus pies. Hay que estar atentos a los
tiempos, y si la gente quiere epatarse con estos guiños, con semejantes
chascarrillos, los nuevos no tienen problemas en darles a las masas
indignadas todos los gestos que sean necesarios. Si es cierto eso de que los
nuevos están al servicio de la gente, y la gente demanda gestos, son gestos
y más gestos lo que tendrán, hasta empacharnos a todos. Como muestra un
botón: la célebre frase de ‘Rescatar a las personas, no a los bancos’. Este
precioso eslogan -corto pero contundente- con independencia de si podrán
realizarlo o no, es propio del mejor de los guionistas de la Disney. Es un
acierto, otro más, que hay que apuntar en el debe de las cabezas pensantes
de los nuevos. Es precisamente lo que mucha gente quiere oír, lo que
mucha gente necesita escuchar, en estos momentos de zozobra, de tormento,
de crisis, de corrupción: que el mal perezca y el bien prevalezca. Con muy
poca palabras estás apelando a ese fondo común que compartimos los seres
humanos, de volver aquel tiempo puro, de bondad infantil, donde todo
encajaba a la perfección, de pureza de corazón, con la justicia campando a
sus anchas. Una especie de paraíso terrenal despojado de elementos
religiosos, claro está. Son tiempos terribles los que vivimos, en los que
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necesitamos nuevas mitologías, nuevas narrativas que aporten luz y
esperanzas. Y los videos esos que hacen son increíbles, en serio, lo explican
todo muy bien; y con lo memes te partes de la risa a la vez que te
encabronas. Nada que ver con esta parrafada aburrida. Cuando llegue el
momento de hacer realidad las promesas, y este onirismo maravilloso tenga
que tocar suelo, ya verán que se les ocurre para salir del atolladero. Pero el
gesto funciona, mucha gente queda prendada de estas promesas, no nos
queda la menor duda. Tratan de diferenciarse de los viejos, de los que dicen
poseen intenciones ocultas. Sus intenciones –dicen de ellos mismos- están
claras y al descubierto. Fastidiar a los viejos todo lo que puedan y más,
hacer que los políticos que militan en los partidos de siempre se
avergüencen de ser políticos -algunos lo hemos entendido alto y claro. Pero
tal y como estos lo ven, esta ansia por fastidiar a los viejos -realmente es
joderlos bien jodidos, pero no usaré más esta expresión- es, realmente,
justicia. Por eso, junto a una ausencia de discursos al uso, algún que otro
baño de masas (no dan ruedas de prensa, dan ruedas de masas), no son
pocos los gestos simbólicos dirigidos contra la línea de flotación de los
viejos. Efectivamente, los nuevos encontraron una nueva grieta en la línea
de flotación de los de siempre: las formas. Las formas de los de siempre
aparecen ahora ante la opinión pública como vacías y sinsentido, es más,
puro cinismo e hipocresía. En no pocas ocasiones las formas pulcras,
encorsetadas e institucionales enfadan a la masa social, que las ven como
pomposas, elitistas y aburridas. Estos nuevos que están muy atentos a lo
que late en la muchedumbre han descubierto este enfado y lo explotan en
beneficio propio. Al hacerlo, al pisotear claramente las formas y fórmulas
añejas matan dos pájaros de un tiro; quedan bien delante de los potenciales
votantes y fastidian a los de siempre. Porque para los de siempre estas
formas, estas fórmulas, representan una especie de liturgia o de sacralidad
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que ha de ser respetada. Y uno de los objetivos de los nuevos es afear la
existencia toda de los de siempre. Es una especie de ley del talión: como
vosotros estáis fastidiando a la gente con vuestra corrupción y demás,
nosotros vamos a fastidiaros vuestras liturgias, vamos a ridiculizar vuestras
ceremonias, vamos a ensuciar vuestros simbolismos. Está justificado,
fastidiar todo aquello que los viejos consideran serio, importante y valioso;
es legítimo y rentable políticamente. Pero ojo, me importa recalcar que a
estos intereses bastardos los nuevos los llaman justicia y recuperación de la
legitimidad. Se trata de desmontar este tinglado, esta cueva de ladrones, y
la primera puerta que tienen que derribar es ésta. Y lo están consiguiendo,
más ahora que han conseguido llegar a las alcaldías. Por algo se empieza;
que Roma no se hizo en un día. No sé lo que habrá en los cajones de los
despachos de los dirigentes de los nuevos; pero viendo este tipo de
actuaciones, y las dichas anteriormente, diría que hay un libro de ruta
escrito en algún sitio. Ahora bien, no voy a decir que esto sea una oscura
conspiración en la sombra para derrocar a nadie. Si se me permite la
expresión, estos ladrones de bancos no llevan la cara tapada.
Tengo claro que si estos hacen libros de ruta políticos y tienen agendas
ocultas es que lo han aprendido cuando eran los becarios de los de siempre.
No están haciendo nada nuevo, en todo caso, están haciendo el guiso de
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siempre pero deconstruyendo los ingredientes, como los nuevos cocineros
estrella que pululan por las televisiones. La política es toda ella pura
estrategia y manipulación de estados de ánimo y emociones. No se crean
nada de aquellos que le digan que es otra cosa.
4. La política es descarnada y desabrida. Y sin embargo es la instancia que
dirige las relaciones interpersonales en la comunidad desde siempre. La
política no guarda parecido ninguno con los muebles de Ikea. Esas cajas
compactas en cuyo interior encontramos las piezas perfectamente
colocadas junto a un manual de instrucciones. Si seguimos al pie de la letra
la pulcritud de las instrucciones tendremos una mesa de cocina Bjursta
montada y lista para ser usada. Todo encaja a la perfección como un
maravilloso mecanismo de relojería. Pues no, la política de nuestra
sociedad, de nuestro tiempo, no es así. A veces me da la sensación que la
política es como la quimioterapia, una bomba para el cuerpo humano pero
necesaria si queremos vencer al cáncer.
No hay manera de poner paños calientes aquí o dulcificar el asunto.
Precisamente todo aquel que quiere, o ha querido, suavizar la política es
alguien de quien tendríamos que desconfiar. La política tiene que ver con el
poder. Cada uno, los de antes y los de ahora, dicen una cosa pero luego
hacen otra. Cada uno, a su manera, dulcifican la política y por detrás se
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centran en el poder. En los de siempre abundan los intereses bastardos. En
el poco tiempo que llevan los nuevos también muestran que igualmente
poseen intereses bastardos pero como buenos vendedores de humo que son
han sabido darle un punto diferente. Persiguen fines importantes, es cierto;
y metas loables, también cierto, pero no dudan en usar maquinaciones
sucias para llegar a los mismos. Pienso que la gente no tendría que hacer
mucho caso de los políticos, ni de sus promesas ni de sus cantos de sirenas
utópicos. Estos hacen y deshacen lo que le viene en gana sin que la gente se
dé cuenta. Como esos padres aprensivos y sobreprotectores que no les
cuentan a sus hijos e hijas las cosas malas que pasan. Pobrecitos, piensan
los progenitores, es mejor que no sepan nada de esto para que no sufran,
para que estén tranquilos. Y todos sabemos las tremendas consecuencias
que tiene esta forma de hacer las cosas. Con la política ocurre un tanto
parecido. Los de antes muestran un paternalismo benefactor un tanto
vomitivo, tratando de manipular a la masa social para que no sepa toda la
verdad y no sufra; o diciéndole lo que quiere oír en cada momento para que
esté tranquilo y sumiso. Está por ver que los nuevos no usen nuevas
actualizaciones de esta forma de proceder2. Hasta ahora, visto lo visto, soy
pesimista respecto a este asunto, viendo cómo tratan de usar la impaciencia,
la indignación y el miedo de la gente para conseguir sus objetivos políticos.
Hasta ahora la cuota de poder real que atesoran los nuevos es pequeña.
2. Hay algo que sí hay que concederles a los nuevos: la elaboración del programa y la elección de los cuadros, y su correspondiente escalafón de mando, se hacen en comunidad, con la participación de
las bases. En los de siempre, por el contrario, sigue funcionando la dedocracia. Ahora bien, también
habría que ver –andamos justos de confianza- cómo se llevan a cabo los registros telemáticos en esas
elecciones. Sabemos que la tecnología puede manipularse, y tendrían que dar garantías de que los
procesos de elección en asamblea digital no están manipulados ni corrompidos. Otro asunto distinto –que
también se las trae y daría para varios libros- es cómo insertar el asambleísmo en la situación política
actual. En un panorama social en el que hay que actuar y decidir con rapidez y decisión, las dilaciones
pueden ser fatídicas. Aunque le saquemos los colores al asamblearismo por sus carencias e
imperfecciones -también hay que decirlo-, el modelo de representación actual dista mucho de satisfacer y
garantizar la voluntad de los representados.
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Habrá que verlos actuar cuando la cuota de poder real sea más grande.
Entonces se podrá valorar con más exactitud el asunto. Los de siempre han
usado la especial idiosincrasia del español medio para hacer y deshacer a
sus anchas. La población española muestra una preocupante incultura
respecto a la política. Los muchos años de despolitización franquista han
dado sus frutos no sólo en las generaciones que vivieron el horror sino en
las generaciones posteriores y que se han criado en los pechos de la
democracia y en unos sistemas educativos pésimos y depauperados. Hablar
de política con conocimiento de causa, de manera técnica y conceptual, es
este país es muy complicado debido a la escasa formación y al frentismo
ideológico. Esto unido a las ya conocidas carencias educativas hace que
mucha gente no entienda de la misa ni la mitad; y sin embargo todo el
mundo es un experto en política (también somos expertos en fútbol, en
economía, en coches, y algunas cosas más). Una buena parte de nuestra
sociedad decidió hace tiempo que su formación educativa y cultura no era
prioritario, que era algo pesado y aburrido por lo que no merecía la pena
esforzarse y sacrificarse. Y, por si fuera poco, nos apasionan las broncas:
las ganas de discutir que atesora la mayoría es inversamente proporcional a
sus conocimientos en política. Efectivamente, lo normal aquí no es hablar
de política, es discutir, y ensañarse. Y los nuevos, otra vez, han entendido
esta forma de ser nuestra para sacar jugo y rédito. Son gente muy avispada,
desde luego. Y el ejemplo que nos viene del Congreso, del Senado, de los
Parlamentos autonómicos y las corporaciones locales no es el mejor, desde
luego. Allí sus señorías, no pocas veces se comportan como si fueran
supporters en un estadio de fútbol. Y en las tertulias de televisión el
ejemplo no mejora tampoco. Estamos todos tan indignados, nos queda tan
poca paciencia, y los políticos son todos tan corruptos que mantener la
calma y hablar de política con mesura y espíritu crítico es un éxito al
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alcance de muy pocos. Y esos pocos corren el riesgo de ser vistos como
colaboracionistas por los que viven en el constante cabreo. ¡Es que algunos
no se cabrean lo suficiente, no se indigna bastante! Muchos piensan que
cuanto más cabreados están más razón tienen, que la verdad está en
aquellos que vomitan su indignación a los cuatro vientos.
El sincericidio3 abunda por doquier. El indignado se indigna por las cosas
que están ocurriendo (¡quién en su sano juicio no se indigna ante ciertas
cosas¡). Y su indignación aumenta cuando interactúa con los que no se
indignan como ellos. Los que no optamos por la brocha gorda, los que
estamos en posiciones críticas moderadas y matizadas, en ocasiones nos
convertimos en objeto de sus críticas. El enfado aumenta exponencialmente
con la gente que sigue estando a favor –y sigue votando- a los de siempre.
No son escasos los insultos y faltas de respeto a los que siguen votando a
los de siempre. El indignado termina en un tremendo pim-pam-pum
disparando contra todo lo que se menea. Muchas veces terminan cabreados
entre ellos mismos, para demostrarse quién la tiene más larga, para ver
quién se indigna más y mejor. No se dan cuenta de que con esta
exageración terminan por afianzar lo que tanto les indigna: el pasotismo.
No sé si los nuevos, y su postura de azuzar el fuego de la indignación, la
impaciencia y la frustración, se percatan de esto. Poco fuego (desidia,
pasotismo, conformismo) es injusto, pero mucho fuego termina por
3 No te molestes en buscar esta palabra en el diccionario porque no la vas a encontrar. Realmen-te se trata de la sinceridad exacerbada. Son esas personas que dicen las cosas a la cara, que van de frente
y que no se callan una. El problema es que la mayoría de las veces lo que dicen no son más que exabrup-
tos, estupideces o insultos. Quedan retratados por su falta tacto, y lo que en un principio parecía algo
loable termina convertido en algo impresentable. Tiene una cierta parentela con otra palabra que no apa-
rece todavía en los cánones de la Lengua: bocachancla. Decir lo primero que se pasa por la cabeza, sin
pasarlo por el tamiz de la crítica, la mesura, la prudencia, el decoro, la discreción, el saber estar y la di-
plomacia. En este estado de indignación exagerada en el que vivimos, se fomenta la necesidad de hacer
público y notorio cualquier pensamiento que tengamos, también cualquier opinión o deseo, pero arrasan-
do con todo. El callado, el prudente, el que se piensa las cosas antes de decirlas, el que busca la manera
más acertada y asertiva de hacer una crítica, se convierte en sospechoso y en colaborador de los opreso-
res, de los mentirosos y corruptos.
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fastidiar el asunto. Les digo, la indignación exagerada aumenta la
despolitización de una buena parte de la ciudadanía; no son pocos los que
no quieren discutir a cada rato del día, por cada brizna de realidad que
acontece, que no quieren más contrariedades de las normales con su familia,
con sus compañeros de trabajo, con los vecinos, etc. Pero es que los
indignados son los primeros que están despolitizados. Su indignación –la
de muchos de ellos, los más ruidosos y exagerados- es emocional, no
crítica. El que está indignado críticamente no se deja de llevar de la mano
de los pirómanos que están entre los nuevos, como tampoco se traga las
milongas de los de siempre, sus mentiras y sus engaños.
5. El enigma de la ‘nueva política’. La política es un paño que se extiende
agarrado a tres extremos: el pico moral, el pico jurídico-legal y el pico
estratégico. Los nuevos nos dicen que la política que están construyendo
elimina el pico estratégico, el del poder (es curioso –cuando menos- porque
su fulgurante éxito proviene precisamente de la estrategia). Y a esa promesa
la llaman ‘nueva política’ o la ‘política para la gente’. Todavía están en la
fase previa, en el tiempo en el que tienen hacerse un hueco dentro de la
política para poder cambiarla. Claro, tienen que entrar dentro del sistema al
estilo de siempre: pegarse codazos y coces con los de siempre para entrar
en la política de siempre. Cuando estén dentro, cuando se sienten en el
Trono de Hierro, habrá que ver si eliminan verdaderamente el polo
estratégico o hacen lo mismo que los de siempre, maquillar las cosas,
dulcificarlas y transformarlas.
17 Los de Siempre y los Recién llegados
Fco. Javier Benítez Rubio
El poder es una de esas cosas embriagadoras que una vez que lo tomas, él
es el que te toma. Aunque es posible que los nuevos consigan que las
fuerzas vivas de sus círculos estén formadas por agentes morales
intachables. Personas con una solidez ética similar a la de un monje budista,
incapaz de cometer la menor tropelía. Y que esos partidos, llenos de gentes
intachables e incorruptibles, sean capaces de educar a la ciudadanía. El
asunto de la ejemplaridad moral es un asunto peliagudo, como poco a poco
están viendo los recién llegados. Entre los viejos hay un puñado grande de
corruptos, sinvergüenzas e hijos de puta (sic). Esto hay que decirlo
claramente –claro- no vaya a pensar alguno que aquí defendemos las
corrupción, la mentira y el engaño de los de siempre. Nada más lejos de la
realidad. Pero claro, si los recién llegados se convierten en el azote moral
de los viejos (lo mismo les da que sean corruptos o no) tienen que saber
que se les medirá a ellos con la misma vara de medir y que serán criticados
con la misma saña y perversión con la que ellos critican y destrozan a todos
los políticos de siempre. Si tú traes la guerra y la destrucción a estas tierras
no pongas cara de inocente cordero degollado cuando la trinchera en la que
estás recibe fuego cruzado. Por lo menos que no perdamos el principio de
igualdad. Habría que preguntarse, ¿puede conseguirse la ‘nueva política’
que buscan los nuevos con las maneras de siempre? No tengo ni idea, si
supiera ese tipo de cosas no viviría de mi sueldo. Pero como digo, cuando
lleguen arriba, si es que llegan, habrá que valorar de verdad la situación.
Hasta ahora quedan en el limbo de las hipótesis y las promesas por cumplir.
Puede que para algunos sirva el beneficio de la duda, ya que ésta adquiere
mayor peso por la animadversión franca que profesan por los de siempre.
Aunque tal como lo veo el odio es una emoción con la que malamente se
construye una nueva política. A otros les sirve la mera promesa del cambio.
Aunque tal como lo veo, decir lo que la masa está deseando escuchar para
18 Reflexiones sobre la política actual
PARRAFADAS INFUMABLES DE AYER Y HOY, Nº2, 2015
así ganarse su afecto- y su voto- tampoco es hacer nueva política. Es hacer
lo de siempre, con otro disfraz, con otras siglas, con otros colores, pero lo
de siempre. Es usar la estrategia de toda la vida para manipular la masa
social y electoral. Entonces estamos ante una tremenda hipocresía, la de
criticar una cosa cuando lo hacen los de siempre, esos malvados y
corruptos; pero justificarla cuando lo hacen los buenos, los puros de
corazón, los recién llegados. La cantidad de cinismo que alberga la política
es, desde luego, impresionante. La hipocresía abunda por doquier; es una
de las categorías clave de nuestra existencia. Y en política tampoco podía
faltar. Pedimos a la clase política una clase de fortaleza que la sociedad no
muestra. Una altura de miras que la sociedad no comparte. Una
incorruptibilidad que la sociedad nunca tuvo. Una bondad que la sociedad
no parece poseer. Una limpieza de espíritu que hace eones que no hemos
visto. El nivel de perfección de la ‘nueva política’ requiere una nueva
sociedad. Tal y como lo entiendo –y puedo equivocarme, claro está- no
habrá ‘nuevo nada’ si no hay cambios profundos en la sociedad, en cada
una de las personas; al menos en una masa crítica de gente que realmente
garantice una nueva sociedad más limpia. Es de la sociedad de donde
surgen los políticos. No son los políticos los que fundan la sociedad. Por
tanto, si creamos una sociedad más justa, donde esté penalizado moral y
socialmente la corrupción tendremos –es posible, esto no es aritmética que
garantiza que dos y dos sean cuatro- una clase política en el que la
corrupción también esté penada. Pero este proceso es lento, y estos quieren
el poder para ya mismo, quieren mandar, hacer y deshacer a su antojo
mañana a más tardar. Tiene mucha impaciencia por hacerse con los mandos
de la sociedad, por sentarse en el trono. Vivimos en un sitio donde pegar un
pelotazo merece el aplauso social en no pocas ocasiones. Esto es lo que hay
que cambiar. Pero esta sociedad está cambiando no por la educación y el
19 Los de Siempre y los Recién llegados
Fco. Javier Benítez Rubio
espíritu crítico sino por emociones tan contagiosas como la indignación y el
miedo. ¿Son estas emociones tan negativas las que necesita la nueva
sociedad para construir la ‘nueva política’? ¿Qué clase de ‘nueva política’
saldrá realmente de aquí?, de una sociedad incapaz de mirar más allá de la
ofuscación, una masa social iracunda a la que le dicen donde mirar, de una
sociedad incapaz de superar los traumas del pasado, que se nutre una y otra
vez de los mismos para odiarse y partirse en dos, de una ciudadanía
derrotista ávida de nuevos casos de corrupción que alimente una ira sin
medida.
6. Se acerca la cita electoral. Será al final del otoño o comienzos del in-
vierno. Los ánimos están desbocados. Los cuchillos afilándose. Hay hiper-
actividad en los cuarteles de mando de los viejos y de los nuevos. Se ca-
lientan los motores. Se pondrá toda la carne en el asador. El Twitter está
que arde. Todos están de acuerdo (y eso que no paran de decir que no son
iguales, que nada les asemeja) en que esta cita electoral es trascendental,
unos para que se mantenga la recuperación económica y otros para derrocar
el bipartidismo. Así podría estar un rato, colocando juntos todos los tópicos
del asunto; y no quiero exasperarlos más de lo que ya lo estoy haciendo.
Como Quijotes en su particular taberna, los líderes velan las armas con las
que tratarán de dar muerte –política- a sus adversarios. El público, como en
aquellos circos romanos de antaño, está ávido de sangre, de ver las vísceras
esparcidas por el albero. La sociedad se ha acostumbrado a una cuota fija
de cabreo y espectáculo sangriento, y me parece que este otoño el espectá-
culo será deplorable, con lo que la masa va a disfrutar como pequeños con
zapatos nuevos. Esto es la política de hoy, una suerte de morboso espectá-
culo de alimañas despedazándose ante el griterío generalizado del respeta-
ble. Como si en el linchamiento de unos a otros, como si en el generalizado
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PARRAFADAS INFUMABLES DE AYER Y HOY, Nº2, 2015
destripado de vísceras, estuviera ya la solución. No hay solución ninguna,
sino una especie de catarsis violenta en ascenso vertiginoso que lejos de
arreglar los graves problemas que nos acucian, los agrava, al avivar el fue-
go del odio; ese odio frentista que nos define como sociedad en el último
siglo y pico de existencia.
Los pirómanos están entre los nuevos sí, pero también entre los viejos. Hay
imprudentes y maledicentes por todas partes. Lo del Ministro del Interior
este agosto es de traca. Quizás es que en nuestra sociedad abundan sobre-
manera los unos y los otros. Pensamos de nosotros mismos que somos una
sociedad fantástica y maravillosa que sólo merece cosas bonitas y buenas y,
sin embargo, estamos muy equivocados. Quizás sea que nuestra sociedad
no vale un duro; y los políticos -los viejos y los nuevos- tampoco valen un
chavo. Eso sí, los nuevos saben vender sus bondades muy bien, como que-
rubines recién salidos del paraíso. Y en vez de reflexionar y gastar energías
en refundar esta sociedad desde nuevos valores, el apoderamiento por
ejemplo, lo que hacemos es estar cabreados e indignados como si todos los
21 Los de Siempre y los Recién llegados
Fco. Javier Benítez Rubio
demás –menos uno mismo- tuvieran que ser tan perfecto como ya lo es ca-
da uno. Tan ocupados estamos con los culpables, que centrarse en la tarea
de solucionar nuestros problemas es visto como colaboración con el ene-
migo. Hay enemigos por todos lados. Tenemos muy mala elección de emo-
ciones, muy mala calibración de intensidades. Y los prohombres de la so-
ciedad ayudan muy poco, desde luego. El apoderamiento, por ejemplo, es
una idea estupenda sobre la que bien podría reconstruirse nuestra sociedad,
pero como ha caído en manos de estos recién llegados no sabemos en qué
terminará, en qué la convertirán.
7. Empoderamiento. Esta palabra es un anglicismo que proviene del térmi-
no ‘empowerment’ y se ha convertido en el mantra que los nuevos tratan de
introducir en la masa electoral. También puede decirse apoderamiento, re-
afirmación, consolidación o potenciación. Guarda relación con lo que ante-
riormente era conocido como emancipación o adquisición efectiva de la
mayoría de edad de la ciudadanía (incluso con la conciencia de clase). No
es el objetivo de este manuscrito entrar en estas disquisiciones técnicas. No
es un término nuevo, tiene ya una pequeña historia detrás. Lo que sí es
nuevo es la forma con la que los nuevos tratan de vendérselo a la ciudadan-
ía. Contaremos la historia a groso modo, aunque aviso que hay por ahí lu-
gares donde lo explican con todo detalle. Lo que comenzó siendo un tipo
de análisis de las políticas de género terminó siendo un movimiento políti-
co y social para poner a las mujeres en valor, y en el centro de la vida
pública, el empoderamiento femenino. Son estrategias encaminadas a que
las mujeres adquieran, incrementen y gestionen su poder. Viendo el buen
desempeño de este movimiento, aparecen nuevos usuarios del término, que
comienzan a elaborar varios desarrollos laterales del mismo. En primer lu-
gar apareció el empoderamiento social y la llamada ‘Cooperación para el
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PARRAFADAS INFUMABLES DE AYER Y HOY, Nº2, 2015
desarrollo’, asociado a la ayuda al mal llamado Tercer Mundo. También un
novedoso paradigma empresarial, que se relaciona con el trabajo y el talen-
to: los del empoderamiento corporativo son los que están con la cantinela
del ‘Liderazgo’ y los ‘Emprendedores’. Tenemos también un nuevo mode-
lo de gestión de la salud, el empoderamiento sanitario. Por último, el más
novedoso, el empoderamiento ciudadano es el corpus doctrinal e ideológico
pergeñado por los nuevos frente y como respuesta al corpus ideológico y
doctrinal de los de siempre. Queda claro -por el concepto elegido por los
nuevos como base y fundamento de su proyecto- que todo es poder y nada
más que poder en política. Bien, ¿qué quiere decir ‘apoderamiento’ en un
nivel básico? Significa hacerse fuerte y poderoso, uno mismo y la colecti-
vidad a la que pertenece. Cada vez somos menos vulnerables, sacamos lo
mejor de uno mismo y del grupo en el que habitamos. Está, el apodera-
miento, íntimamente relacionado con la autonomía, la autosuficiencia, la
autoorganización, la autogestión y la cooperación, tanto a nivel individual
como comunitario. ¿Cómo se construye el ‘apoderamiento’ en el nivel de la
política? Comenzaremos, por ejemplo, por el poder del ciudadano interco-
nectado, que participa activa y plenamente en la toma de decisiones. Se-
guimos, sin duda, por la eliminación y destrucción de las ideas y conductas
interiorizadas de opresión, y de subordinación. El ciudadano recupera la
voz, recupera los derechos alienados. Terminamos -claro está, no podía ser
de otro modo-, por el aumento del poder, a partir del uso y control de todos
los recursos disponibles, especialmente los simbólicos. La meta es llegar a
tener una posición sólida en la toma de decisiones, o estar en condiciones
reales de influir en la toma de las mismas. El apoderamiento conduce al
verdadero buen gobierno. Los nuevos quieren hacer del ‘apoderamiento’ el
núcleo de su propuesta política. Y comienzan utilizando la singularización
que procura el anglicismo -el empoderamiento- como modo de darse noto-
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Fco. Javier Benítez Rubio
riedad. Así parece más cool, al ser algo novedoso y de invención propia
que llama la atención y la curiosidad. La gente oye esa palabreja y se pre-
gunta qué querrá decir, qué significará. ¿Cuáles son los parámetros que ca-
racteriza el ‘apoderamiento’ de los nuevos? Los nuevos prometen a su po-
tencial electorado el empoderamiento efectivo del ciudadano. El punto de
origen está en el protagonismo popular en la toma de decisiones políticas,
esto es, lo que denominan la ‘democracia real’, que es siempre pública y
comunitaria, participativa y deliberativa. ¿Cómo se consigue la plena parti-
cipación? Mediante el uso de la tecnología de la información y la comuni-
cación como herramienta social. La tecnología es el único modo en el que
la gente puede participar y expresarse en tiempo real, sin intermediarios ni
representantes. Por tanto, la tecnología ha de promover los cambios socia-
les, ha de usarse como herramienta que agigante los acontecimientos, que
agite las reacciones de las masas, etc. La democracia real es también una
democracia cibernética y digital. Mientras, para llegar a esta democracia, es
necesario provocar el impacto sobre los individuos, el colectivo social y las
organizaciones. Tener presencia perenne en los medios de comunicación
clásicos y digitales, en las redes sociales. Y, por supuesto, el activismo y la
movilización constante y sin tregua frente a los enemigos del empodera-
miento efectivo de los ciudadanos, esto es, contra todo lo que consideren
que frena sus objetivos. Para obtener información de primera mano y saber
cuál es la versión de apoderamiento que tratan de vender los nuevos sólo
hay que buscar en internet. No es difícil.
24 Reflexiones sobre la política actual
PARRAFADAS INFUMABLES DE AYER Y HOY, Nº2, 2015
8. Miedo, para terminar. Tanto el miedo, como la corrupción, como las
mentiras, como la indignación, como el apoderamiento, como tantas y
tantas cosas, son anteriores a la llegada de los nuevos al panorama político.
Lo que es nuevo, y queda meridianamente clara, es su mayor fuerza
comunicativa, iconográfica y publicitaria. No conozco nadie que no piense
que la clase política de siempre merece un escarmiento. Y dudo, igualmente,
que haya mucha gente con ganas de mantener este estatus quo a viento y
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Fco. Javier Benítez Rubio
marea. En fin, lo obvio es tan evidente que da hasta cosa decirlo. La
cuestión está, entonces, no en el qué sino en el cómo. Pero en el cómo no
parece que vaya a ver un acuerdo porque el cómo de los viejos es lo de
siempre para los nuevos, y el cómo para los nuevos supone una ruptura
para los viejos. Los nuevos dicen que su modelo de gestión es mejor que el
de los viejos. Habría que acordarse de las veces que los viejos nos decían
que estaban haciendo cosas nuevas y era mentira cochina. Lo mismo pasa
con el cambio, que todos prometen el cambio: desde fuera los nuevos y
desde dentro los de siempre. El problema está en que no sabemos quién
miente, quién dice medias verdades y quién es sincero. Ya no quedan
instancias neutrales que no estén vendidas a uno otro bando. No ha lugar
para un tercero, para un árbitro, para un juez. Porque se odian tanto que no
se reconocen mutuamente, se tratan como enemigos. Cada una de las partes
expone sus datos, sus resultados y se evalúa a sí mismo. Los nuevos te
hacen un meme, o un video, o lanzan un tweet, cantando en alabanzas las
maravillas que han procurado, y el mundo nos parece más amable, más
humano, menos raro, como dice la canción de ‘La cabra Mecánica’. Su
gente flipa en colores, se vienen arriba la mar de contenta. Y no hay manera
de saber si eso es cierto o no. Algo parecido ocurre con los viejos: más de
una vez ha sido cazados manipulando datos y estadísticas. Y no son pocos
los seguidores que salen alabando los milagros de la recuperación
económica, por ejemplo. ¡Esto es un desastre! Hay una frase que corre por
ahí como la espuma: ‘peor no podemos estar, hemos tocado fondo, ya no
hay nada que perder porque se ha perdido todo’. Y entienden los nuevos
que cuanta más gente haya que piense así mejor para sus intereses. La
gente desesperada es una cantera inagotable de votos. Y los nuevos son
capaces de canalizar su frustración, su desesperanza. Y esto, esta
desesperación da miedo. El pobre desesperado se despoja de su miedo
26 Reflexiones sobre la política actual
PARRAFADAS INFUMABLES DE AYER Y HOY, Nº2, 2015
gracias a los cantos de sirenas de los nuevos. Pero ese miedo no se disipa,
se extiende a otros lugares de la sociedad. A los que sí tienen algo que
perder, por poco que sea; que ven como una especie de fatalidad se apodera
de su futuro.
Efectivamente, el miedo cambia de sitio, también cambia de bando; pero el
miedo que les quitas a unos pasará a otros. El temor y el temblor no se
acaban de esta manera. El miedo es ahora mismo el aire que respiramos.
Miedo a los viejos, miedo a los nuevos, el miedo de los viejos a los nuevos,
el miedo de los nuevos a los viejos. Todo el mundo agita el miedo, los
nuevos hacia los viejos y los viejos hacia los nuevos. Todos juegan con el
miedo, los de antes y los recién llegados. Es el juguete de moda. Los
nuevos nos dicen que están aquí para quitarnos el miedo. Los viejos nos
dicen que el orden, el equilibrio y la estabilidad no dan miedo. Todos se
acusan mutuamente de llevar a cabo una estrategia del miedo. ¡Esto es un
desastre! Este mismo escrito será visto por algunos como que quiero meter
el miedo a los lectores. Hay algo que me inquieta en los nuevos. La idea de
que sólo hay dos bandos, con ellos o en su contra. Si no estás a favor de
mis postulados estás en mi contra, eres mi enemigo y puedo fustigarte y
perseguirte por las redes. Ellos marcan la intensidad de la indignación,
exigen determinados ademanes, proporcionan el material auténtico para el
apoderamiento. Que sólo ellos encarnan el cambio auténtico, que sólo ellos
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Fco. Javier Benítez Rubio
son la verdadera voz de la ciudadanía, que sólo ellos encarnan el auténtico
espíritu crítico. Y que todo lo que no sea lo suyo es colaboracionismo. Ahí
les que queda mucho por hacer, tienen que ser más tolerantes, menos
soberbios. No se puede ser tan agresivo con los que no comulgan con su
credo pero que tampoco apoyan a los de siempre. Así no se gana
adhesiones. Yo digo que hay que tener miedo ni a unos ni a otros, es
preferible la prudencia. Con tanto ruido, con tanta morralla, con tanta
vileza, ¿a quién creer, a los nuevos, a los viejos? Menudo diálogo de idiotas
y anormales profundos se abre aquí discutiendo sobre quién da más miedo,
sobre quién agita más miedo, quién manipula más. Me parece que el miedo
es personal y solo ponderable por uno mismo, que cada cual haga un acto
de reflexión y encuentre a qué le tiene miedo y a quién teme más. Y luego
actúe en consecuencia. Yo lo he hecho ya.
CONCLUYENDO. La política es un mal necesario. Una instancia
insoslayable en nuestra vida particular y comunitaria. No hay manera de
quitárnosla de encima, tenemos que vivir con ella por narices, tomando
decisiones incómodas, eligiendo siempre lo que entendemos como lo
menos malo de lo peor. Lo que vivimos ahora, a mi entender, casa lo que
pudimos ver en la célebre película del Gatopardo. Pero aun así, y
sabiéndome imperfecto y que no tengo a mi alcance todos los datos de la
realidad (¡quién podría tener esa perspectiva tan superior¡), lo que acaba de
leer –si ha llegado hasta el final- no es la descripción verdadera de la
realidad existente. Es mi elección actual, es mi decisión concreta, la manera
en la que comprendo lo que acontece, el modo que tengo de encajar los
acontecimientos que me tocan vivir. Ésta, mi perspectiva personal, se
pondrá a prueba en el lugar donde todas las cosas encuentra su probatura: el
tiempo. Dentro de algunos años, cuando escriba el tercer número de estas
28 Reflexiones sobre la política actual
PARRAFADAS INFUMABLES DE AYER Y HOY, Nº2, 2015
parrafadas infumables, será el momento de evaluar los sucesos y a las
personas, y determinar –dentro de lo posible- si era verdad lo que
proponían (lo de la nueva política, lo del apoderamiento, la democracia real,
etc.) o era el intento de manipulación social más complejo en lo que
llevamos de historia, para detentar el poder quitándoselo a los de siempre.
Mientras, que cada uno elija, que cada cual decida, que cada cual vote la
opción que más le convenza. Aunque en este escrito se hable de los nuevos
y los viejos, existe en el mercado una amplia gama de posibilidades dentro
de cada uno de ellos. No desespere, seguramente encontrará lo que está
buscando. Yo, me he decidido ya. Los nuevos han llegado para quedarse.
No se van a marchar. Muchos tienen que aceptar este hecho contumaz de la
realidad, que no se esfumarán ni se desharán como un azucarillo. Tienen
fuerza, tienen cada vez más poder, mucha gente les apoya. Pero los viejos
tampoco se marcharán. No serán aniquilados. Muchos tienen que aceptar
este hecho contumaz de la realidad, que ningún rayo caerá del cielo para
fulminarlos. Siguen teniendo mucha influencia, les queda mucho poder,
mucha gente les sigue votando. Esta mutua animadversión, la de los viejos
y los nuevos, la vemos en las redes, en los informativos, en los despachos;
está en todas partes. Y este frentismo tiene visos de acrecentarse. Así que
agárrense los machos porque las elecciones de otoño no son el fin de un
ciclo, sino el comienzo de un proceso constituyente de nuestra sociedad
basada en el enfrentamiento, de nuevo.
FIN
Agosto 2015