LA AUTOACEPTACIÓN INCONDICIONAL
PARA APRENDER A QUERERNOS ES PRECISO QUE PRIMERO NOS
ACEPTEMOS TAL COMO SOMOS
El psicólogo Albert Ellis (1913-2007), fundador de la TREC y pionero de las terapias
cognitivo-conductuales defendía que el principal determinante de las emociones y
conductas de una persona son sus pensamientos o "creencias", es decir, la forma en
que perciben y evalúan la realidad. Una parte muy importante de este sistema de
creencias está constituida por aquellas ideas que tenemos respecto a nosotros
mismos. Esta forma de evaluarnos determina en gran medida nuestra forma de sentir
y actuar. Y es que el ser humano es demasiado complejo como para ser valorado de
forma global.
Nadie es completamente bueno o malo, ni es exitoso en todas sus acciones, ni fracasa
siempre en todos los aspectos de su vida, por lo tanto es absurda la autovaloración y,
además de ser absurda e insostenible a nivel teórico, a menudo es autodestructiva y
fomenta la inestabilidad emocional. Es mucho más racional evaluar acciones o
conductas concretas y no a la persona a nivel global, pues no podemos condenar a
alguien totalmente por una conducta incorrecta o reprobable, del mismo modo que no
tiramos una bolsa entera de naranjas cuando vemos que hay una en mal estado. Si
nos acostumbramos a condenar a los demás también nos condenaremos a nosotros
mismos cuando nos equivoquemos, cosa que sucederá a menudo ya que somos
humanos y, por tanto, seres falibles.
LA AUTOESTIMA PUEDE LLEGAR A SER DESTRUCTIVA PORQUE ES
CONDICIONAL
Una persona con alta autoestima no es muy diferente de otra con baja autoestima; lo
que las diferencia es que una utiliza autovaloraciones positivas y la otra negativas en
función de sus conductas. Así, cuando una persona se evalúa a sí misma como buena
o mala en función de lo que hace está cometiendo el error de la generalización. "Soy
el / la mejor" o "Soy un desastre".
Tanto la alta como la baja autoestima son causa de mucha perturbación emocional:
ansiedad, depresión, rabia, vergüenza... Confundir la conducta con la valía del ser
humano es fuente de muchas falsas necesidades y exigencias del tipo "tengo
conseguir triunfar en mi trabajo o sino seré un fracasado "; "Necesito tener pareja, y si
no la tengo querrá decir que soy un/a inútil"; "Debería salirme todo según mis deseos
porque si no será terrible y no podré soportarlo" .
En contraposición a la autoestima, la autoaceptación supone un proceso activo, de
reconocimiento de los aspectos positivos y negativos que hay dentro de nosotros.
Aceptar lo que no podemos cambiar y se encuentra fuera de nuestro control nos dará
tranquilidad, del mismo modo que aprender a hacernos responsables de nosotros
mismos y de los aspectos que sí se pueden cambiar o modificar, aumentará nuestra
sensación de control y autoeficacia, lo que también influirá de forma positiva en
nuestro autoconcepto.
La autoaceptación también significa hacerse responsable de nuestros propios errores
y por eso es necesario ser capaz de asumir los hechos y sus consecuencias,
profundizar en los motivos que nos llevaron a comportarnos de una determinada
manera y reflexionar de forma consciente sobre estos hechos, al tiempo que
procuramos encontrar dentro de nosotros soluciones que nos ayuden a afrontar la
situación de una manera más lógica y adaptativa.
Uno de los aspectos que pueden dificultar la aceptación es el miedo. Miedo a
reconocer los aspectos negativos de uno mismo, a comprometerse con el cambio, al
rechazo de los demás... pero también miedo a reconocer nuestros aspectos positivos y
nuestras potencialidades, y responsabilizarnos en su desarrollo. Miedo a los retos.
Miedo a equivocarse. La aceptación significa también un esfuerzo para romper con la
inercia y la pasividad, aprender a salir de la "zona de confort".
Algunas personas, sin embargo, depositan su fuente de aceptación en los demás, lo
que las sitúa en una posición de fragilidad y vulnerabilidad ante los juicios negativos
externos, y las deja indefensas. Ellis señalaba que muchas personas se auto-exigen
en ser aprobadas o estimadas por determinadas personas o en triunfar en lo que
hacen para evitar valorarse a sí mismas como malas, horribles o despreciables, lo que
las llevaría a experimentar sentimientos de culpa, autocondena o rechazo.
VALEMOS POR EL HECHO DE SER SERES VIVOS Y VALORAMOS POR TANTO
NUESTRA EXISTENCIA.
Cuando una persona se valora a sí misma de manera global, es casi inevitable que
tenga problemas. Cuando se valora a sí misma como "mala", "inferior" o "inadecuada"
tiende a la angustia, la culpa, la vergüenza o la depresión y al tiempo confirma
erróneamente la baja estimación de sí misma. Cuando se valora como "buena",
"superior" o "adecuada", tiende a sentirse siempre insegura de mantener su "bondad",
a desperdiciar mucho tiempo y energía probando lo que vale, pero todavía tiende a
sabotear sus relaciones consigo misma y con los demás. Por ello, sería preferible que
se aceptara incondicionalmente y que no valorara su "yo", esforzándose más en
disfrutar y menos en justificar su existencia.
Esto nos recuerda la fábula de Esopo La zorra y las uvas "...
Una zorra hambrienta vio unas uvas que colgaban de una parra y las quiso quiso
coger, pero no pudo. Alejándose de ellas se dijo a sí misma: "Están verdes". La zorra,
no siendo capaz de alcanzar las uvas y temerosa de que los otros animales la
despreciaran por no ser capaz de lograrlo, pretendió que en realidad y en primer lugar
no quería las uvas. El hecho es que por supuesto que las quería, y en lugar de decirse
saludablemente a sí misma “bien, yo quiero estas uvas, pero no puedo alcanzarlas.
Mala suerte, y si los demás me desprecian por no ser capaz de alcanzarlas, ese es su
problema”. Ella, falsamente se dijo a sí misma (y a los otros) “¿quién necesita las
uvas?, yo realmente no las quiero”. La zorra de este modo se sintió bien, al menos
momentáneamente, pero su problema fundamental por supuesto no estaba resuelto
desde el momento en que todavía quería las uvas….
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