Download - Arqueología Sudamericana 3 (1)

Transcript
Page 1: Arqueología Sudamericana 3 (1)
KIKE
Departamento de Antropología, Universidad del Cauca - Facultad de Humanidades, Universidad Nacional de Catamarca - World Archaeological Congress
Page 2: Arqueología Sudamericana 3 (1)
Page 3: Arqueología Sudamericana 3 (1)

EDITORIAL

El colonialismo es un fenómeno que se definepor la dominación cultural (pero también polí-tica y económica) de un pueblo sobre otro(s).El colonialismo tiene una vieja historia pero seagudizó con la expansión del capitalismo des-de el siglo XVI; su funcionamiento, muchasveces brutal, ha producido jerarquías, exclu-siones y subordinaciones que han marginadociertos sectores sociales de los niveles de bien-estar alcanzados por otros y han reprimido ytransformado su universo simbólico. Sin em-bargo, desde la independencia de las coloniaseuropeas en África el enfrentamiento al or-den colonial se ha vuelto más explícito yprogramático, pasando a formar parte de laagenda política urgente de pueblos, movimien-tos sociales y, también (a pesar de quienescreen que el ejercicio disciplinario riñe con lapolítica), de las disciplinas sociales. Un cre-ciente número de arqueólog@s, no sólo delsur geopolítico, está empeñado en construirherramientas que conduzcan a la descoloni-zación, tanto a la suya propia (rechazando elcolonialismo académico) como de la socie-dad en general, militando alrededor de sabery política, historizando los aparatos disciplina-rios y entendiendo e imaginando a las socie-dades descolonizadas, sobre todo el papel delas disciplinas humanas en ese proceso. Poreso uno de los temas más urgentes de la agen-da de discusión y práctica actual en la disci-plina es la descolonización. En este númerode la revista invitamos a cuatro arqueólogosde tres continentes, comprometidos con la su-peración de las prácticas coloniales en la dis-ciplina, para discutir aspectos relacionados conla descolonización de la arqueología y con sulugar en la descolonización de la sociedad engeneral. La conversación con ErnestinaMamaní se sitúa en la misma línea. Se trata

de una situación concreta en la cual un grupode investigador@s –ya de la universidad, yade la localidad- desarrolla una investigaciónsobre la historia y arqueología local, en cuyotranscurso Ernestina ha dicho sus visiones, queaquí transcribimos con la urgencia con la quefueron dichas. El foro académico y la con-versación local, aún diferentes en contextos,estilos y alcances, son dos aspectos del inte-rés de la arqueología por la descolonización.

La revista también acoge otros temas, otraspreocupaciones, otros horizontes de interven-ción. El artículo de Paulo de Blasis, AndreasKneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Gianniniy Maria Dulce Gaspar presenta un modeloregional de ocupación de los pueblos costerosdel sur de Brasil que produjeron los sambaquíso concheros, uno de los rasgos más conspi-cuos del paisaje arqueológico del litoral brasile-ño. Juliana Machado optó por una discusiónmetafísica sobre las clasificaciones cerámicasen la Amazonia, ofreciendo una perspectivateórica y metodológica para interpretar análisistecnológicos. Finalmente, Héctor Pucciarellipone a prueba un modelo de poblamiento queexplica el origen y la dispersión de nuestra es-pecie; su medición de cráneos del Viejo y elNuevo Mundo lo lleva a sugerir alternativasdistintas de interpretación. En suma, este nú-mero de Arqueología Suramericana ofrecealgo de los temas y preocupaciones que ocu-pan a l@s arqueólog@s de esta parte del mun-do. Hablando de eso, les recordamos la invita-ción que hicimos en el número anterior: tene-mos una cita en la IV Reunión Internacionalde Teoría Arqueológica en América del sur, uninter-congreso del WAC, en San Fernando delValle de Catamarca entre el 3 y el 7 de julio deeste año. Allí nos vemos.

Page 4: Arqueología Sudamericana 3 (1)

O colonialismo é um fenômeno que se definepela dominação cultural (mas também políticae econômica) de um povo sobre outro(s). Ocolonialismo tem uma velha história, porém seagudizou com a expansão do capitalismo des-de o século XVI; seu funcionamento, muitasvezes brutal, tem produzido hierarquias,exclusões e subordinações que temmarginalizado certos setores sociais dos níveisde bem estar alcançados por outros e tem re-primido e transformado seu universo simbóli-co. No entanto, desde a independência dascolônias européias na África, o enfrentamentoà ordem colonial tem se tornado mais explícitoe programático, passando a formar parte daagenda política urgente dos povos, movimentossociais e também (apesar daqueles que crêemque o exercício disciplinar oponha-se a políti-ca) das disciplinas sociais. Um crescente nú-mero de arqueólog@s, não só do sul geo-polí-tico, está empenhado em construir ferramentasque conduzam a descolonização, tanto a suaprópria (rechaçando o colonialismo acadêmico),como da sociedade em geral, militando em tor-no do saber e política, historicizando os apara-tos disciplinares e entendendo e imaginando àssociedades descolonizadas, sobretudo o papeldas disciplinas humanas nesse processo. Porisso, um dos temas mais urgentes da agendade discussão e prática atual na disciplina é adescolonização. Neste número da revista con-vidamos a quatro arqueólogos de três conti-nentes, comprometidos com a superação daspráticas coloniais na disciplina, para discutiraspectos relacionados com a descolonizaçãoda arqueologia e com seu lugar nadescolonização da sociedade em geral. A con-versa com Ernestina Mamaní situa-se namesma linha. Trata-se de uma situação

concreta na qual um grupo de investigador@s-seja da Universidade, seja da localidade –desenvolve uma investigação sobre a históriae a arqueologia local, em cujo transcursoErnestina disse suas visões que aquitranscrevemos com a urgência com a qualforam ditas. O fórum acadêmico e a conversalocal, ainda que diferentes em contextos, esti-los e alcances, são dois aspectos do interesseda arqueologia pela descolonização. A revistatambém acolhe outros temas, outraspreocupações, outros horizontes de intervenção.O artigo de Paulo de Blasis, Andreas Kneip,Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini eMaria Dulce Gaspar apresenta um modeloregional de ocupação dos povos costeiros dosul do Brasil que produziram os sambaquis ouconcheiros, uma das características maisconspícuas da paisagem arqueológica do lito-ral brasileiro. Juliana Machado optou por umadiscussão metafísica sobre as classificaçõescerâmicas na Amazônia, oferecendo uma pers-pectiva teórica e metodológica para interpre-tar análises tecnológicas. Finalmente, HéctorPucciarelli põe a prova um modelo depovoamento que explica a origem e dispersãode nossa espécie; suas medições de crâniosdo Velho e do Novo Mundo o levam a sugeriralternativas distintas de interpretação. Emsuma, este número de Arqueologia Sul-ame-ricana oferece algo dos temas e preocupaçõesque ocupam arqueólog@s desta parte do mun-do. Falando disto, recordamos o convite quefizemos no número anterior: temos um encontrona IV Reunião Internacional de Teoria Arqueo-lógica na América do Sul, um inter-congressoda WAC, em San Fernando del Valle deCatamarca entre 3 e 7 de julho deste ano. Alinos vemos.

EDITORIAL

Page 5: Arqueología Sudamericana 3 (1)

FORO VIRTUAL:ARQUEOLOGÍA Y DESCOLONIZACIÓN

En este foro virtual, pacientemente logrado en varios meses de trabajo en la velocidad delciberespacio, participan Nayanjot Lahiri (India), Nick Shepherd (Sudáfrica), Joe Watkins(Estados Unidos) y Larry Zimmerman (Estados Unidos); si a ellos nos sumamos los edito-res de Arqueología Suramericana (uno de Argentina y el otro de Colombia) el espectro decontextos de discusión y puntos de vista es suficientemente amplio como para proveermiradas de interés general, no solamente vernáculo. Nayanjot Lahiri es profesora de ar-queología en el Departamento de Historia de la Universidad de Delhi. Sus libros incluyen«Finding forgotten cities: how the Indus civilization was discovered» (2005) y «The archaeologyof Indian trade routes» (1992); además, ha editado «The decline and fall of the Induscivilization» (2000) y un número de la revista World Archaeology titulado «The archaeologyof hinduism» (2004). Nick Shepherd es lector titular en el Centro de Estudios Africanos enla Universidad de Ciudad del Cabo, donde dirige el programa Cultura Pública en África.Forma parte del Comité Ejecutivo del Congreso Mundial de Arqueología (WAC, por sussiglas en inglés) y es co-editor de la revista «Archaeologies: Journal of the WorldArchaeological Congress». En 2004 tuvo la beca Mandela en la Universidad de Harvard.Ha publicado ampliamente en temas de arqueología y sociedad en África y sobre historiapública y patrimonio. Joe Watkins es indígena choctaw, arqueólogo desde hace más de 35años y profesor asociado en el Departamento de Antropología de la Universidad de NuevoMéxico. Su tesis doctoral indagó por las respuestas de los arqueólogos a sus preguntas sobresus percepciones de las problemáticas indígenas. Sus actuales intereses de investigación sonla práctica ética de la arqueología y el estudio de las relaciones de los antropólogos con lascomunidades descendientes y poblaciones aborígenes. Ha publicado numerosos artículossobre estos temas. Su libro «Indigenous archaeology: American Indian values and scientificpractice» (2000) examinó las relaciones entre indígenas norteamericanos y arqueólogos. Sulibro más reciente, «Reclaiming physical heritage: repatriation and sacred sites» (2005),pretende crear conciencia de las problemáticas de los indígenas de Norte América en estu-diantes de bachillerato. Larry J. Zimmerman es profesor de antropología y estudios sobremuseos e intelectual público de representación de nativos americanos en la Universidad deIndiana, en la Universidad de Purdue-Indianapolis y en el Museo Eiteljorg de IndígenasNorteamericanos y Arte Occidental. Es vicepresidente del WAC; también ha servido comosu Secretario Ejecutivo y fue organizador del Intercongreso del WAC sobre ética arqueoló-gica y tratamiento de los muertos. Sus intereses de investigación incluyen la arqueología delas llanuras de Norte América y asuntos sobre los indígenas norteamericanos contemporá-neos. Su proyecto de investigación actual examina la arqueología de las personas sin hogar.

DIÁLOGOS DESDE EL SUR/DIÁLOGOS DESDE O SUL

ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007

Page 6: Arqueología Sudamericana 3 (1)

4 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007

Neste fórum virtual, pacientemente levado a cabo em vários meses de trabalho na velocidadedo ciberespaço, participam Nayanjot Lahiri (Índia), Nick Shepherd (África do Sul), JoeWatkins (Estados Unidos) e Larry Zimmerman (Estados Unidos); se a eles nos somarmosos editores de Arqueologia Sul-americana (um da Argentina e outro da Colômbia), o espec-tro de contextos de discussão e pontos de vista é suficientemente amplo para prover visõesde interesse geral, não somente vernáculo. Nayanjot Lahiri é professora de arqueologiano Departamento de História da Universidade de Delhi. Seus livros incluem «Finding forgottencities: how the Indus civilization was discovered» (2005) e «The archaeology of Indian traderoutes» (1992); ademais, editou «The decline and fall of the Indus civilization» (2000) e umnúmero da revista World Archaeology intitulado «The archaeology of hinduism» (2004).Nick Shepherd é professor titular no Centro de Estudos Africanos na Universidade daCidade do Cabo, onde dirige o programa de cultura pública na África. Faz parte do ComitêExecutivo do Congresso Mundial de Arqueologia (WAC, por sua sigla em inglês) e é co-editor da revista «Archaeologies: Journal of the World Archaeological Congress». Em 2004obteve a bolsa Mandela na Universidade de Harvard. Tem publicado amplamente sobretemas de arqueologia e sociedade na África e sobre história pública e patrimônio. JoeWatkins é indígena choctaw, arqueólogo há mais de 35 anos e professor associado noDepartamento de Antropologia da Universidade do Novo México. Sua tese doutoral indagoupelas respostas dos arqueólogos às suas perguntas sobre suas percepções das problemáti-cas indígenas. Seus interesses atuais de investigação são a prática ética da arqueologia e oestudo das relações dos antropólogos com as comunidades descendentes e populaçõesaborígines. Publicou vários artigos sobre estes temas. Seu livro «Indigenous archaeology:American Indian values and scientific practice» (2000) examinou as relações entre indíge-nas norte-americanos e arqueólogos. Seu livro mais recente, «Reclaiming physical heritage:repatriation and sacred sites» (2005), pretende criar consciência das problemáticas dosindígenas da América do Norte nos estudantes de bacharelado. Larry J. Zimmerman éprofessor de antropologia e estudos sobre museus e público intelectual quanto a representaçãode nativos americanos na Universidade de Indiana, na Universidade de Purdue-Indianapolise no Museu Eiteljorg de Indígenas Norte-americanos e Arte Ocidental. É vice-presidenteda WAC; também tem servido como seu Secretário Executivo e foi organizador do Inter-Congresso da WAC sobre ética arqueológica e tratamento dos mortos. Seus interesses deinvestigação incluem a arqueologia das planícies da América do Norte e assuntos sobre osindígenas norte-americanos contemporâneos. Seu projeto de investigação atual examina aarqueologia das pessoas sem teto.

Arqueología Suramericana: ¿cuáles son losmecanismos de reproducción colonial de laarqueología en el sur geopolítico?

Zimmerman: en las antiguas colonias existela tendencia a creer que las cosas de valorprovienen del colonizador. Las razones queexplican este comportamiento son muchaspero en arqueología toman la forma de lacreencia de que las metodologías, los enfo-

ques teóricos y las epistemologías que valenla pena no son buenos si se desarrollan lo-calmente. Durante mi época de estudiante(en las décadas de 1960 y 1970) mis profe-sores veían a Inglaterra como la fuente deimportantes desarrollos metodológicos yepistemológicos; ello se reflejaba en la ma-yoría de mis clases, en las cuales se decíaque Petrie había «inventado» la metodologíacientífica en arqueología y otros la mayorparte de las ideas importantes en la discipli-

Page 7: Arqueología Sudamericana 3 (1)

5Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul

na. Incluso cuando la arqueología procesualempezó a existir se reconocía la importanciade académicos británicos como DavidClarke; eso sólo empezó a cambiar cuandoBinford se convirtió en la voz más sonora.En la década pasada fui invitado en Austra-lia a un congreso sobre el futuro de la ar-queología; un arqueólogo australiano lamen-tó que «Australia nunca tuvo su propia teo-ría y, probablemente, nunca la tendrá. Todolo que vale la pena proviene de EstadosUnidos o Inglaterra». Creo que el principalmecanismo de reproducción colonial de laarqueología es nuestro sistema educativo.Muchos estudiantes de los países coloniza-dos obtienen sus títulos universitarios en lospaíses de los colonizadores, donde son in-fluidos por la narrativa maestra sobre la ar-queología. Cuando regresan a casa enseñanesa narrativa maestra en vez de construir ocontribuir a una narrativa arqueológica na-cional, regional o local. Este hecho se exa-cerba por nuestro sistema de publicaciones:algunas revistas respetadas y claves son ve-neradas por esos estudiantes y controladaspor los países colonialistas. Los estudiantesbuscan publicar en esas revistas, muchasveces ignorando revistas locales y regiona-les. Las organizaciones profesionales másimportantes y sus congresos académicos tie-nen lugar en los países colonizadores; si acep-tan ponencias que provengan de sus anti-guas colonias deben adecuarse a la narrati-va maestra de alguna manera. Finalmente,los arqueólogos en los países colonialistas sehan auto-definido como los principales guar-dianes del pasado arqueológico, declarandoque el pasado es un patrimonio público, y seven a sí mismos como quienes pueden pro-teger e interpretar los sitios de una maneramás adecuada; los arqueólogos de los paí-ses colonizados parecen aceptar esta idea.Todo esto está reflejado en el sistema delpatrimonio mundial que es, por lo menos enciertos niveles, una mercantilización del pa-sado. El arqueoturismo produce ingresos, de

manera que los países y sus arqueólogosaceptan ese sistema por razones económi-cas; también hay razones nacionalistas, unintento de los países y sus arqueólogos pordecir «nuestros sitios son tan importantescomo estos otros sitios mundiales».

Shepherd: debemos distinguir dos clases deefectos cuando hablamos de los mecanis-mos de reproducción colonial de la arqueo-logía en el sur global. El primero es el con-junto de disposiciones prácticas y geome-trías de poder y la división global del trabajoque contribuyen a perpetuar la condicióncolonial en la disciplina. Estamos familiari-zados con los elementos prácticos de esteasunto, así que no hablaré sobre ellos; másbien, quiero llamar la atención sobre la se-gunda clase de efectos de la reproduccióncolonial en arqueología, de naturalezaepistemológica y profundamente enraizadosen un conjunto de pasados específicos (co-lonialismo, apartheid, imperialismo, etc). Aun-que estos dos aspectos están ligados se pue-den separar puesto que las discusiones con-temporáneas sobre «descolonización» enarqueología casi siempre indagan sobre elprimer grupo de problemas (sobre la distri-bución más equitativa de recursos y sobre loque llamo negociaciones de «ayuda intelec-tual», como la provisión de libros y dinero).Estas discusiones son bienvenidas pero noabordan un asunto más interesante y com-plejo, la llamada «descolonizaciónepistemológica», que implica preguntar cómola experiencia del colonialismo (y delapartheid en el caso de la arqueologíasudafricana) marcó la disciplina, de manerafundamental, en términos de sus prácticas eideas rectoras, no sólo la disciplina como sepractica en la llamada periferia (en las colo-nias y excolonias) sino, también, como sepractica y se entiende en la metrópoli. Laexperiencia del colonialismo fue formativapara la disciplina en general. Esto lo vemosen los significantes superficiales —en los

Page 8: Arqueología Sudamericana 3 (1)

6 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007

Land Rovers y los pantalones caqui, en elestilo safari con el cual se hace mucha ar-queología— pero, también, en formas másprofundas, en las categorías que emergen,en las concepciones de la prehistoria mun-dial, en las negociaciones, en el modelo cen-tro-periferia, en las jerarquías y valores exis-tentes. Lo vemos, sobre todo, en la nociónde «campo», tan central a la disciplina. Exis-te la idea de que África y Suramérica seconvirtieron en el «campo» de losarqueólogos de la metrópoli, de la mismaforma que existe la idea de que para esosarqueólogos la arqueología es algo que ocu-rre en otro lugar, en sitios distantes y exóti-cos del planeta. La pregunta para los acadé-micos situados en lo que ha sido construidocomo «el campo» es: ¿cómo nos relaciona-mos con esta clase de tradiciones arqueoló-gicas?; ¿cuál es, desde un punto de vistaepistemológico, nuestro papel en esta con-cepción colonial de la producción de conoci-miento?; ¿somos intermediarios o «mini-cen-tros» en nuestras instituciones, las cualesestán en una situación ambigua con respec-to al «campo» que está allá fuera? Se nece-sita decir mucho más sobre estas pregun-tas. El tema de los mecanismos de repro-ducción colonial de la arqueología es com-plejo y tiene profundas consecuencias eimplicaciones epistemológicas; las discusio-nes actuales sobre «descolonización» en ar-queología apenas empiezan a abordarlas.

Lahiri: la naturaleza de la arqueología en laépoca del gran colonialismo y el tema de losmecanismos de reproducción colonial de ladisciplina son como una hélice: no podemosdiscutir uno sin prestar atención al otro. Asíque aclararé cómo entiendo estos dos asun-tos. Mis observaciones están basadas en miconocimiento sobre el sur de Asia; inevita-blemente usaré ejemplos de la India. En elsur de Asia, como en muchas partes delmundo, la documentación sistemática deantigüedades y sitios arqueológicos estuvo

conectada, integralmente, con las necesida-des del gobierno británico, es decir, la nece-sidad imperial de reunir y ordenar informa-ción en sus territorios recién adquiridos. Entérminos generales (a) puesto que la arqueo-logía fue establecida en este contexto histó-rico fue practicada por individuos que for-maban parte de la estructura colonial, sinraíces históricas con la tierra o las comuni-dades que estudiaban; (b) la arqueología fueuna empresa gubernamental. La principalautoridad que hizo arqueología en el país fueel Servicio Arqueológico de la India, un de-partamento gubernamental de arqueologíacreado en 1871; sus logros fueron conside-rables, especialmente al dotar al paisaje dela India antigua de sus coordenadastopográficas a través de la documentación yel reconocimiento de sitios arqueológicos ymonumentos. Al mismo tiempo, el Serviciofue un arma de la época de la dominaciónbritánica y ese hecho influyó en la formacomo lo percibieron diferentes grupos, enrelación con sí mismos y con otros. La ne-cesidad de hacer de la arqueología y de lainvestigación arqueológica parte integral delas instituciones de enseñanza avanzada nun-ca fue una prioridad; (c) la arqueología fuecentral en otras clases de construccióninstitucional en las colonias y en la metrópo-li. Por ejemplo, fueron arqueólogos quienestuvieron un papel formativo en la creaciónde museos en la India a través de la remo-ción física de restos estructurales y antigüe-dades de sus lugares originales. Un caso clá-sico es la historia de la stupa budista deAmaravati (Andhra Pradesh): el desmem-bramiento de su magnífica estructura fuerealizado por repetidas excavaciones arqueo-lógicas y, eventualmente, por la remoción yensamble de pedazos de esculturas en elMuseo Gubernamental de Chennai (TamilNadu) y en el Museo Británico, en Londres;(d) varios de los paradigmas dominantes queestructuraron el conocimiento y el entendi-miento del pasado hindú en la India colonial

Page 9: Arqueología Sudamericana 3 (1)

7Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul

fueron coloreados por el carácter de las re-laciones coloniales; por ejemplo, una imagenduradera en muchos espacios arqueológicosdominados por intelectuales británicos en laIndia colonial fue considerarse como salva-dores del pasado indio, estableciendo unmarcado contraste entre ellos y los habitan-tes del país. Los exploradores británicos,como Alexander Cunningham (el primer di-rector general del Servicio Arqueológico dela India) y su trabajo con las stupas de Bhilsa,fueron descritos como «sajones curiosos pro-venientes de una tierra distante» quienes «li-beraron los tesoros de dos mil años». Porotro lado, los indios aparecieron como «in-tolerantes» y «avaros» y fueron represen-tados como vándalos. Incluso más simplesfueron los discursos que reconstruyeron elpasado de la India en términos de una oposi-ción entre razas; los enfoques más influyen-tes fueron refractados, inevitablemente, através de ese prisma. De acuerdo con estemodelo racial los invasores ariosindoeuropeos, con una identidad cultural ylingüística distintiva, fueron consideradoscomo la fuente de la cultura y de la historiade la India. Obviamente, como señalóEdmund Leach (entre otros), esta idea tam-bién proveyó una justificación moral –unestatuto mítico– a la última oleada de euro-peos en la India (sus gobernantes colonia-les), quienes, de la misma manera que losarios originales, se establecieron como unaelite aristocrática bajo la bandera de una re-ligión moralmente pura, el cristianismo. Enlos últimos cincuenta años es más que evi-dente en la India que, como en tantas otraspartes del hemisferio sur, la desaparición delcolonialismo no produjo una descolonizacióninterna efectiva, como uno podría imaginarque hubiera ocurrido. En un nivel puramen-te formal se decidió que la India indepen-diente conservaría las estructuras de muchasinstituciones creadas por los británicos, des-de las agencias geológicas y los censos has-ta la ley y los ferrocarriles. El Servicio Ar-

queológico de la India fue una de esas insti-tuciones. No hay nada especialmente equi-vocado en ese hecho, puesto que varios ele-mentos del andamiaje institucional de la In-dia británica eran razonablemente sanos. Peroel hecho de que la arqueología continúe sien-do controlada desde el centro es un asuntomucho más serio y es un legado del enfoqueprevio a la independencia. Hubo quienes seinteresaron en hacer que la arqueología In-dia tuviese una base más amplia llevándolamás allá de los confines de los departamen-tos gubernamentales hacia las institucionesdel conocimiento; sin embargo, en línea conel enfoque centralista que dio primacía a lasagencias del gobierno, se decidió que el Ser-vicio Arqueológico tuviera un control total yvisible de las investigaciones y de la conser-vación. Hasta el día de hoy el Servicio Ar-queológico de la India está involucrado, di-recta e indirectamente, con todos los as-pectos de la arqueología. La estructura delcontrol gubernamental es, en algunas cosas,más completa porque todos los estados y losterritorios de la Unión tienen sus propias Di-recciones y Departamentos de arqueología.Mientras la presencia de la arqueología esaltamente visible en las instituciones del go-bierno no puede decirse que tenga una pre-sencia dinámica y fuerte en las universida-des. Nueva Delhi, la capital de India, tienevarias universidades pero ninguna ofrece unamaestría en arqueología india. La situaciónen mi universidad, donde la arqueología seenseña como parte del programa de historiay no como una disciplina independiente, esrepresentativa de la situación en el país. Laactual política india sobre monumentos essimilar a la de la época de la dominación bri-tánica; aunque existe una gran cantidad dereglas y leyes, como antes, no se reconocela posibilidad de que las personas localiza-das en la base sean incorporadas como co-laboradores. Esto contrasta con otras esfe-ras del gobierno, donde las personas de baseahora son tratadas, institucionalmente, como

Page 10: Arqueología Sudamericana 3 (1)

8 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007

depositarias. A nivel de las ideas el hechode que grupos influyentes de académicosindios continúan fascinados con (e inviertengran cantidad de trabajo en) grupos putati-vos como los arios y con preguntas como suposible lugar de origen me recuerda la lon-gevidad de los paradigmas que fueron crea-dos durante la era colonial. Aunque la inves-tigación sobre los arios es sofisticada y debuena calidad ¿por qué un grupo —extran-jero o nativo— es tan central para el pasadode un Estado-nacional multi-étnico y multi-cultural como la India, que también tiene unrico patrimonio arqueológico multilineal? Fi-nalmente, un asunto que debe ser debatido yresuelto en la arena pública es la naturalezade las misiones arqueológicas extranjeras endiferentes partes del mundo. En los casosen los cuales gran parte del territorio de losEstados nacionales es investigada por mi-siones extranjeras debemos preguntarnos siellas re-inscriben los viejos desequilibrioscoloniales. Un ejemplo en ese sentido es lapenínsula arábica donde, si aceptamos lo queseñaló el arqueólogo australiano Daniel Pottsen 2001, existen pocos nacionales haciendoarqueología puesto que pueden ganar másen los negocios o en el servicio civil. Losgrupos extranjeros dominan la arqueologíalocal y son usados como brazos de la políticaexterior: «El poder extranjero considera be-néfica la presencia de un grupo extranjeroen un país árabe porque ayuda a difundir labuena voluntad, incrementa la conciencia deese país, contribuye a los intereses del patri-monio local y, en definitiva, vende los pro-ductos de ese país en un mercado extranje-ro». Potts mismo no cree que haya nadaobjetable en los grupos extranjeros que do-minan la arqueología de Arabia y comparasu situación con la de cualquier otro espe-cialista técnico extranjero: «Si los no-árabesde Occidente tienen el conocimiento parti-cular que se necesita para investigar el pa-sado del cual se carece localmente no esdañino dejar que hagan su trabajo». Lo que

Potts sugiere se parece mucho a la agendade los «guerreros globales», quienes, en otrocontexto y sin un conocimiento profundo ointerés en la región que atacan, sostienen eimponen (a través de la fuerza o de la finan-ciación) sistemas de gobierno que les resul-tan políticamente útiles. La invasión de Irakes el ejemplo trágico más reciente de esteenfoque político. Esos «guerreros globales»en el terreno de la arqueología pueden serigualmente peligrosos porque están intere-sados en una parte específica del mundo sóloen la medida en que responda algunas desus preocupaciones teóricas; además, si lasinvestigaciones no contribuyen, activamen-te, al entrenamiento de los habitantes de esospaíses perpetúan antiguos desequilibrios.Quisiera saber, por ejemplo si algún(a)arqueólogo(a) paquistaní ha realizado su in-vestigación doctoral en sitios como Mehrgarho Harappa, donde las excavaciones han sidodirigidas por misiones arqueológicas france-sas y norteamericanas.

Watkins: el ejemplo de la India que discuteLahiri es provocador porque esquematiza eldesarrollo de la arqueología en Asia. La co-dependencia de los proyectos arqueológicosy el desarrollo de los museos como institu-ciones para depositar materiales pero, tam-bién, como medios para influir en la repre-sentación de las poblaciones locales (cuan-do se las compara con los «poderes colonia-les») hizo que ambos (museos y arqueolo-gía) se convirtieran en sirvientes del colo-nialismo. Como señala Lahiri (y como ha sidorepetido, de varias formas, en las «conver-saciones» sobre las relaciones entre la ar-queología y las poblaciones indígenas y lo-cales que estudia) los arqueólogos que tra-bajan en las colonias fueron vistos como «sal-vadores» de un pasado algunas veces olvi-dado (tal vez históricamente): «salvar» elpasado antes de que desapareciera en el ríodel tiempo se volvió la tarea asignada a símismos por los arqueólogos, incluso si el pa-

Page 11: Arqueología Sudamericana 3 (1)

9Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul

sado no necesitaba ser salvado o si era co-nocido por los grupos locales. Asumir queuna persona (o un grupo de personas) podíaservir a la «humanidad» salvando la narrati-va histórica de una muerte lenta se volvióuna suerte de egoísmo intelectual; la influen-cia de las poblaciones locales se debilitó conel desarrollo de esta idea de propiedad aca-démica. La discusión de Shepherd sobre losmecanismos de reproducción colonial den-tro de las estructuras epistemológicas de laciencia me recuerda preguntas que no sehacen, por no decir que no se responden:¿por qué el método científico continúa sien-do considerado más avanzado que otras for-mas de conocimiento? Shepherd lista asun-tos como el impacto del colonialismo y delapartheid en «otras» áreas que están porfuera del establecimiento, señalando los as-pectos «caqui y Land Rover» de las «expe-diciones» arqueológicas; también llama laatención sobre la percepción continuada deque el conocimiento arqueológico brota deáreas ilustradas y sólo después,malhumoradamente, se dispersa a los extra-muros. ¿Cómo aseguramos que el flujo deconocimiento se mueva en ambas direccio-nes a la vez? Aunque algo de esto dependede sistemas de comunicación económica ysocial también debemos ser conscientes deque ese tipo de preguntas puede venir decualquier parte, no solamente de «nosotros»hacia «ellos». Este aspecto se relaciona conla discusión de Zimmerman sobre la idea deque la única teoría buena proviene de algunaotra parte, sobre todo con su ejemplo deAustralia en la década de 1990. ¿Qué tantoaceptamos de la idea de que, comoarqueólogos, somos importantes salvadoresdel pasado más que traficantes de su histo-ria científica? Debemos encontrar otrasmaneras de diseminar la información en vezde sólo hacerlo a través de las revistas cien-tíficas que refuerzan nuestras ideas sobre laimportancia de reportar a individuos que soncomo nosotros y que comparten creencias

similares. Si queremos producir informaciónrelevante sobre el registro arqueológico debehacerse educación pública sobre la impor-tancia local (y social) de la arqueología deregiones particulares.

AS: ¿puede ser transformado el tono colo-nial de la arqueología?; ¿cuál sería el lugarde esa transformación?

Lahiri: la transformación del tono colonialen la arqueología debe ser abordada de mu-chas maneras (en foros internacionales, den-tro de la disciplina y en contextos guberna-mentales).

Shepherd: impugnaré su lenguaje: no se tratade «tonos» coloniales sino de raíces colonia-listas profundas –fundamentales– tanto enel sentido de categorías y herramientasestructurantes como de contenidos y formasde la práctica de la disciplina. El locus deesa transformación debe ser la postcoloniao debe venir de minorías indígenas en el nor-te (cuya posición puede ser conceptualizadacomo de colonialismo interno). Si considera-mos la experiencia de campos como los es-tudios postcoloniales y subalternos es claroque la idea de lo postcolonial es un fenóme-no disperso y que muchos comentaristas in-fluyentes están situados en instituciones delnorte como parte de un proceso de migra-ción intelectual. Pertenecer al sur o al norteper se no califica o descalifica a nadie paraparticipar en estas discusiones; lo hacen, másbien, ciertas experiencias del mundo, ciertasposturas políticas, cierto cosmopolitismo, esdecir, la habilidad para ver más allá de lasparticularidades de nuestras propias situa-ciones y para interrogar ciertas construccio-nes dominantes en el occidente o el norte.

Watkins: actualmente los tonos coloniales dela arqueología están profundamenteenraizados en la disciplina. La iniciación delcambio necesario para derrotarlos parece

Page 12: Arqueología Sudamericana 3 (1)

10 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007

depender de los arqueólogos nativos o, por lomenos, de los arqueólogos desapoderados, nonecesariamente nativos pero situados fuerade las estructuras de poder que operan paraasegurar que la arqueología sea usada paramantener el status quo. En Norte Américala mayor parte de los practicantes de las lla-madas «arqueologías indígenas» ha expandi-do la discusión más allá de las historias cultu-rales y ha «descubierto» pasados y ha actua-do para incluir las historias locales presentesen los depósitos arqueológicos que se estu-dian. Los nuevos practicantes de la arqueolo-gía, tanto en las fases iniciales de entrena-miento (estudiantes, empleados sin cargo fijo,practicantes noveles) como en las fases ini-ciales de sus vidas profesionales, tratan decircunnavegar los errores y bancos de arenaen los que incurrieron los practicantes ante-riores y tratan de encontrar las rutas seguraspara evitar estos bloqueos. Para mí la mayoresperanza para transformar la arqueología enNorte América yace en algunos aspectos delprograma del Oficial de Preservación Histó-rica Tribal y en su programa de arqueologíaaplicada que tiene la intención de entrenar alos arqueólogos para que incorporen vocesdesapoderadas, de manera que se pueda con-seguir una perspectiva adicional. Quizás tam-bién deberíamos enfocarnos en las arqueolo-gías locales como una forma de atender me-jor las necesidades, ciencias y epistemologíasde los grupos locales (y de regiones más pe-queñas) y desarrollar algunas superestructu-ras para tratar con las cuestionesepistemológicas que tienen una relevanciafundamental. Podemos hacer preguntas lo-cales (¿cuándo aparece la domesticación porprimera vez en una región determinada?) ymirar sus implicaciones pero también hacerpreguntas meta-arqueológicas relacionadascon la identidad en una escala global. Organi-zaciones mundiales como WAC (si fuera másaceptada en la «academia») pueden ser fun-damentales para hacer posible esa estructurade separación y organización.

Zimmerman: es probable que los tonos colo-niales de la arqueología siempre estén allí, porlo menos en un futuro próximo. Tomará mu-cho tiempo deshacer los daños causados porel colonialismo científico. El lugar de la trans-formación, si ocurre, será en niveles locales oregionales donde los arqueólogos de los paí-ses nativos y de los países coloniales reco-nozcan la primacía que tienen las comunida-des descendientes sobre el control del patri-monio. Necesitarán trabajar juntos para quelas herramientas de la arqueología sean útilespara esas comunidades. Esto puede signifi-car que, incluso, aspectos como las técnicasde excavación deberán cambiar paraadecuarse a las costumbres o estructuras sim-bólicas locales (un ejemplo al respecto es TaraMillion, una arqueóloga canadiense de las Pri-meras Naciones, quien hizo su excavación encírculos, no en cuadrados, para adecuarse alas necesidades de su pueblo). Más impor-tante aún, los enfoques epistemológicos de-ben adaptarse a las formas locales de cono-cimiento, como la incorporación de la tradi-ción oral en la interpretación arqueológica.

AS: ¿puede producirse una arqueología queno sea colonialista?

Lahiri: es improbable, si por arqueología nocolonial pensamos que, dado que la arqueolo-gía nació y se estableció en un ambiente colo-nial, todo lo que se hizo y creó durante la eracolonial debe ser desechado. De manera ex-plícita e implícita la investigación arqueológicafue, muchas veces, manipulada por agendaspolíticas amplias para adecuarla a los interesescoloniales. Tampoco se trata de negar que huboavances reales en nuestro conocimiento de losmonumentos, montículos y sitios prehistóricosde la India. Ese cuerpo de conocimiento apor-tó una base sólida a la investigación arqueoló-gica de la India después de la independencia.Pero si consideramos que la arqueología nocolonial está constituida por prácticas y pro-gramas de investigación que no están imbui-

Page 13: Arqueología Sudamericana 3 (1)

11Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul

dos de tonos coloniales sí, eso debe ser posible.En la India incluiría desmantelar los marcos ét-nico-racistas en los cuales el conocimiento ar-queológico usualmente se hace caber; así laarqueología puede tener una base más ampliay no ser ahogada por burócratas y departa-mentos del gobierno. También incluiría investi-gaciones colaborativas con otras naciones entérminos de nuestras propias necesidades.

Zimmerman: se puede producir una arqueo-logía no colonial pero para hacerlo habrá quere-definirla como disciplina; ésta debe vol-verse más humanista pero manteniendo, porlo menos, las estructuras generales de la cien-cia, es decir, ofrecer y poner a prueba su-puestos e, incluso, hipótesis que sean nego-ciadas por aquellos cuyos pasados estudianlos arqueólogos, quienes necesitarán incor-porar clases de datos distintas de aquellasque utilizan usualmente y ver cómo usarlasde una manera adecuada.

Shepherd: prefiero hablar de una arqueologíapostcolonial (en artículos en ArchaeologicalDialogues y Public Archaeology), pero pues-to que ustedes introdujeron la noción de ar-queología «no colonial» déjenme considerarla.Creo que no se trata de negar o superar lasraíces de la disciplina tanto como trabajar através de ellas para encontrar algo distinto alotro lado. No se trata de «limpiar» o «purifi-car» la disciplina o los pedazos y partes de unpasado contaminado sino de crear la disciplinade nuevo; la imagen de esa «novedad» no estodavía clara porque permanece sin desarro-llar en la medida en que recién estamos empe-zando a trabajar en el asunto de la descoloniza-ción epistemológica. Espero, eso sí, que nosinspire y nos llene de energía, incluso mientrastrabajamos para que sea posible.

Watkins: en su sentido más verdadero no creoque pueda producirse una arqueología no colo-nial hasta que la dominación del método cientí-fico occidental haya sido suplantado por otro

sistema que no descanse en la «objetividad cien-tífica» para discutir estos asuntos. El aspectocolonialista de la arqueología es parte del pen-samiento científico occidental que requiere quela «evidencia» sea capaz de hacer valoracio-nes, requiere alternativas como medio paracurarse en salud y considera necesario elimi-nar el humanismo de la discusión en vez deenfocarse en aspectos de la humanidad queesperamos encontrar y discutir. Habiendo leí-do los comentarios de mis estimados colegasme pregunto si una arqueología hecha por unarqueólogo choctaw para un programachoctaw para sensibilidades y usos totalmentechoctaw todavía sea colonialista si usa méto-dos contemporáneos para hacer su trabajo. ¿Laarqueología es una empresa colonialista por susraíces o por los usos a los que ha sido dedicadaen el pasado?; ¿pueden usarla las «colonias»para potenciar sus propios intereses sin nece-sidad de cambiarla totalmente?

AS: ¿cuál es el papel (y cuáles los límites) dela arqueología académica en el proceso dedescolonizar el conocimiento?

Lahiri: la arqueología académica, por defini-ción, está enraizada en universidades e insti-tutos de investigación y puede mostrarse queha ayudado y continuará jugando un papel enla descolonización del conocimiento. Por ejem-plo, las naciones franco-parlantes de Áfricahan debatido, por largo tiempo, la necesidadde respetar prioridades locales más que per-manecer amarradas a paradigmas centralesa la arqueología europea; esta fue, aparente-mente, la motivación del Congreso deArqueólogos Africanos Francófonos y Fran-ceses que tuvo lugar en 1978 y en el cualFrancia aceptó varias exigencias, incluyendola financiación de programas para el entrena-miento más adecuado de estudiantes africa-nos y el establecimiento de fondos de investi-gación cooperativos. Sin embargo, permane-ce la sensación de que el núcleo de la exigen-cia africana de «respeto a las prioridades lo-

Page 14: Arqueología Sudamericana 3 (1)

cales» aún no ha sido implementado de ma-nera adecuada. Es significativo el hecho deque existan arqueólogos en África que noquieren que los pasados arqueológicos de susnaciones funcionen como escenarios que losarqueólogos extranjeros ven a través del pris-ma de sus propias tradiciones de investiga-ción y sus propios paradigmas, en vez de ha-cerlo en relación con los lugares donde traba-jan. La arqueología académica también ne-cesita abordar, seriamente, el asunto de la des-colonización interna. En los discursos colo-niales en la India estaba implícito el sentido dela inferioridad innata de los indios como «agen-tes» de conocimiento. Hoy necesitamos pre-guntarnos si aquellos de nosotros que forma-mos parte de la elite universitaria hemos ini-ciado o no un diálogo significativo que involucrea la población interesada en el pasado. Paradecirlo de otra manera, ¿existe una actitud de«nosotros contra ellos» inherente en la mane-ra como percibimos nuestra disciplina y losaportes teóricos que pueden hacer las perso-nas que están afuera de la academia? Miopinión es que en la India todavía hay muchopor hacer para potenciar el proceso dedescolonizar el conocimiento. Los límites delo que puede hacer la arqueología académicaa nivel de la naturaleza y diseminación de lasinvestigaciones son, en buena medida, auto-impuestos y van desde una tendencia abru-madora a publicar en revistas en inglés hastauna reticencia sobre el abordaje y la integra-ción de las conciencias locales de los paisajeshistóricos y sus fenómenos. Estos límites pue-den ser superados con visión y compromiso.Lo que no es auto-impuesto, en cambio, y quelimita el papel de la arqueología académica,es el marco de organización dentro del cualfunciona. El marco principal del pasado de laIndia durante la era colonial estaba basado enla literatura religiosa, mientras la prehistoriaformaba parte de una actividad académicamarginal. Si hoy la arqueología prehistóricano es integral al sistema educativo y es unaimagen textual de la India antigua que se en-

seña en escuelas, colegios y universidades sedebe a la importancia de los historiadores, másque de los arqueólogos, en el campo de laspolíticas públicas. La posibilidad de que losarqueólogos puedan influir en políticas y pro-gramas tiene poco que ver con su papel «aca-démico» y mucho con su falta de poder políti-co en la escena pública.

Watkins: parece que la arqueología académi-ca tiene mucho que responder en su condi-ción de colaboradora en la continuación deuna arqueología colonialista; la idea de que esun campo de investigación «más» puro conti-núa siendo el paradigma dominante. Aunqueeso no siempre sea así se supone que la ar-queología académica opera dentro de un pa-radigma de investigación que permite al in-vestigador la libertad de escoger el tema, laspreguntas que se abordan y la manera comose conduce el trabajo. Pero algunos aspectosde la arqueología norteamericana, como el ma-nejo de recursos culturales o los programasde arqueología aplicada, están regulados porleyes y políticas que limitan el rango de lasinvestigaciones hacia proyectos con propósi-tos definidos, hacia áreas de impacto particu-lares o hacia preguntas en las cuales debetrabajar el investigador. Con ese telón de fon-do la arqueología académica puede servirmejor a la descolonización del conocimientoinformando a los estudiantes y a los colegasde las perspectivas limitadas que refuerza elparadigma dominante. La «investigación puray objetiva» no es «pura» ni «objetiva» en elsentido de que la ciencia nunca deja de ope-rar en un contexto político: incluso las pregun-tas que hacemos son parte del cuerpo políticodentro del cual existimos. La arqueología delperíodo histórico puede tener la posibilidad deexpresar una perspectiva no colonial pero esotambién dependerá de los sujetos de su estu-dio. Si podemos mostrar a los estudiantes laforma como los datos científicos se obtienendesde perspectivas y actitudes colonialistaspodemos influenciar a la próxima generación

Page 15: Arqueología Sudamericana 3 (1)

de científicos para que vayan más allá de nues-tros pequeños pasos. Estamos limitados porlos paradigmas existentes dentro de los cua-les operamos y, por lo tanto, debemos conti-nuar buscando perspectivas más nuevas comoaquellas que se encuentran en la arqueologíaindígena y en otras arqueologías post-colonia-les. Algunos autores están demostrando elpapel que los arqueólogos juegan trabajandoen «colusión» con agencias del gobierno comoparte de la gestión de recursos culturales peroesta mirada aún no se ha desarrollado sufi-cientemente como para ligarla a la arqueolo-gía académica y su impacto en el entrena-miento de futuros arqueólogos. Zimmermanseñaló un punto importante al enfatizar que laarqueología es política. Quizás el arqueólogopostprocesualista del ejemplo de Larry esta-ba despertando, por fin, a la realidad de lasituación: la arqueología siempre ha sido polí-tica, de una forma u otra, y nunca ha sidoantipolítica o antisocial (aunque sus practican-tes lo hayan sido). Pocas personas han reco-nocido los aspectos políticos de la disciplina,no solamente los usos políticos que se le pue-den dar. Por ejemplo, las naciones Diné(Navajo) usan la arqueología para asegurar-se que pueden cumplir los requerimientos exi-gidos por las leyes sobre patrimonio de losEstados Unidos que avalan proyectos fede-rales o financiados por el Estado federal. Lapolítica no sólo juega un papel en la maneracomo se financian los proyectos y se permitesu realización sino, también, en la forma comola arqueología puede ser y es usada. A pesarde las relaciones políticas entre socios los gru-pos locales necesitan hacer arqueología paraque los proyectos se realicen más que hacerarqueología per se. La política también de-termina qué poblaciones son impactadas oignoradas por esos proyectos. Shepherd lla-ma la atención sobre un aspecto que tambiénes problemático en los Estados Unidos: la auto-denominada primacía de los científicos (nosólo de los arqueólogos) como protectores delconocimiento, especialmente en relación con

la información disponible en los restos huma-nos. Los conflictos relacionados con el Hom-bre de Kennewick y el Hombre de Spirit Caveson ejemplos actuales la idea de que la «cien-cia» debe ejercitar, activamente, su papelcomo productora de conocimiento en benefi-cio de la humanidad, a expensas de un grupoo de otro —quizás el colonialismo científicocorre de manera incontrolada. Sin embargo,esto crea un problema: ¿las generaciones fu-turas nos harán responsables por la pérdidade información?; ¿qué debemos a la humani-dad en general?; ¿a quién «pertenece» y quién«controla» el acceso a la ciencia? Estas pre-guntas no sólo interpelan a los arqueólogossino a todos los productores/recolectores deconocimiento, como quiera que se los defina.

Shepherd: la arqueología académica debe li-derar el proyecto de descolonizaciónepistémica en la medida en que no sea logra-do a través de la práctica y la negociaciónsino a través de una preocupación reflexivaen los contextos históricos y políticos de pro-ducción de conocimiento en la disciplina. Enmi caso este proyecto tiene lugar en el archi-vo, más específicamente en el archivo colo-nial. Antes de entender o apreciar hacia dón-de queremos ir o en qué queremos convertir-nos necesitamos entender lo que hemos sidoy las fuerzas y contextos que nos han con-vertido en lo que somos. En un sentidofoucaultiano debemos hacer una «arqueolo-gía» de la arqueología, que yo entiendo comouna contribución académica específica a ladescolonización de la disciplina. Dicho esto,los arqueólogos académicos han tendido asobre-estimar su importancia y autoridad y,en mi propio contexto, han actuado sin res-ponsabilidad fuera de las filas cerradas de ladisciplina. Tiene que existir un sentido de hu-mildad y una apertura epistemológica quepermitan reconocer la contribución de con-cepciones locales e indígenas del tiempo pro-fundo. En Sudáfrica han ocurrido, reciente-mente, varios casos desastrosos en los cua-

Page 16: Arqueología Sudamericana 3 (1)

14 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007

les los arqueólogos han insistido en la prima-cía de la arqueología como «ciencia» paraobtener acceso a restos humanos, pasandopor encima de grupos comunitarios y comu-nidades descendientes. Durante la mayorparte de la historia de la disciplina en este paísla noción de arqueología «académica» ha sidouna forma de aislarla de preocupaciones so-ciales y políticas mas amplias. Sin usar pala-bras comedidas quiero decir que esta actitudes dañina e inviable. La arqueología necesitaser entendida como una forma de prácticasocial y política en un presente contestado.No estamos en la tarea de tomar un dictadode dios, estableciendo los hechos del pasadoa través de una línea caliente con el más allá;estamos en la tarea de construir conocimien-to en el presente políticamente contestado de(en mi caso) la postcolonia, con toda la clasede enredos y ambigüedades que implica esteproceso. Es, precisamente, a través de un en-cuentro cercano con estos enredos que reno-vamos la disciplina, que la «descolonizamos».

Zimmerman: la arqueología académica debeaprender a vivir en el mundo real y reconocerque no todo el mundo concibe el pasado comoun patrimonio público. Muchas personas queno son arqueólogas conciben el patrimonio ar-queológico como suyo, no como de la arqueo-logía; quieren protegerlo e interpretarlo ellasmismas o, con un sentimiento fuerte, quierendejarlo tranquilo. En un encuentro reciente dela Sociedad de Arqueología Norteamericanadiscutimos estas ideas y un arqueólogo meexpresó su alegría de que estos temas esta-ban saliendo a la superficie y de que los cole-gas les estaban prestando atención; cuandolo volví a ver más tarde ese día, después deque participó en un simposio sobre teoría ar-queológica, estaba molesto y me dijo que ensu sesión varios arqueólogos procesuales ha-bían dicho cosas como «usted no está hacien-do arqueología, está haciendo política!» Estaactitud es poco realista e infortunada y estáen la raíz de lo que la arqueología académica

debe hacer para descolonizar la disciplina.Alterando una definición previa diré que laarqueología es política o es nada. La arqueo-logía académica debe reconocerlo, dejar depromover la idea de que el pasado es un pa-trimonio público y trabajar con la gente quebusca proteger su propio patrimonio y darlelas herramientas que necesitan para hacerlo.Esto debe ser hecho sin condiciones y sin elcontrol de los arqueólogos, quienes deben vol-verse socios, no «jefes». Los arqueólogos tam-bién necesitan reconocer que las historiassobre el pasado producidas por esa gente pue-den ser tan válidas como las producidas porlos arqueólogos académicos. Son tan impor-tantes las historias como las formas de pro-ducirlas. Esto crea una dimensión añadida ala arqueología, mucho más rica, sobre lo quesignifica el pasado para la gente. Sobre loslímites debo decir que hay algunos. Si no sepermite a los arqueólogos tratar con el patri-monio de los pueblos colonizados no hay ra-zón para hacer arqueología sobre ese patri-monio. En la época inicial de la repatriaciónen Estados Unidos muchos indígenas dijeronque no querían que los arqueólogos tomaranparte en las excavaciones de los restos o ensus interpretaciones; al mismo tiempo exigie-ron que los arqueólogos les ayudaran a prote-gerlos y a excavar los esqueletos en casonecesario, pero no les permitieron estudiar-los. Mi respuesta es que si no querían queparticipáramos en su patrimonio tampoco de-bían esperar que les ayudáramos. ¿Qué sen-tido tenía si la excavación no podía añadir alconocimiento del pasado? Si la gente quiereque estemos fuera de su camino, si no quiereque usemos nuestras herramientas, si no quiereayuda en las interpretación de los restos, nodebemos interferir. Perderíamos informaciónque puede sernos útil pero, como hemos des-cubierto, nuestro colonialismo científico pue-de resultar muy costoso a nuestra profesión.En arqueología perdemos información todoslos días por otras razones (desarrollo, defen-sa, etc.) y, usualmente, no protestamos; ¿por

Page 17: Arqueología Sudamericana 3 (1)

15Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul

qué, entonces, lo hacemos cuando una co-munidad descendiente no quiere involucrarsecon nosotros?

AS: la forma como Larry parafrasea el dictumde Willey y Phillips resuena en la sugerenciade Nick de que la disciplina debe ser creadade nuevo y que el compromiso político debeser prominente (algo casi herético para elaparato científico); ese compromiso, sin em-bargo, puede ser de varias clases, no necesa-riamente estar al servicio de la descoloniza-ción; por ejemplo, es frecuente el caso de queel compromiso político se realice en concor-dancia con el Estado y el multiculturalismoglobal. Si los arqueólogos dejan de ser «je-fes» para ser socios en empresas conjuntascon otros actores y si la importancia de lashistorias sobre el pasado se desplaza de sucontenido a la manera como son contadas,circuladas y recibidas ¿cómo puede servirmejor a la agenda descolonizadora el com-promiso político de la arqueología?; ¿qué sig-nificaría esto para organizaciones globalescomo WAC?; ¿cuál sería el papel, acaso, delos diálogos sur-sur dentro de la disciplina?

Zimmerman: este es, siempre, un terreno pe-ligroso para los arqueólogos. La arqueologíaes, por lo menos parcialmente, un asunto dejusticia social y construcción de comunidad.Los temas de justicia social son los más difí-ciles porque involucran la valoración delarqueólogo sobre la moral y la ética. La cons-trucción de comunidad es menos problemá-tica y, quizás, más «optimista» porque la ar-queología puede trabajar con socios para de-sarrollar «capital social»; es decir, losarqueólogos pueden trabajar para mejorar lacalidad de las redes sociales de una comuni-dad (la cual, al final, puede incorporar alarqueólogo). Para encontrar socios en losmovimientos sociales primero hay que iden-tificar con quién se quiere trabajar; despuéshay que proporcionar a sus miembros unapropuesta que contenga la opinión del

arqueólogo sobre lo que la arqueología pue-de ofrecer al movimiento. Ninguno de lossocios debe ser ingenuo sobre la contribu-ción y deben negociar tantas condicionescomo sean necesarias. Nada de esto es fá-cil y mucho depende de la «buena fe» y ho-nestidad de los socios. La arqueología, comoseñalan mis colegas en este foro, necesitadescolonización y cambios epistemológicos,tanto en la academia como en la «industria»de manejo patrimonial. Sin embargo, los so-cios que nos ayuden a desarrollarlos tam-bién deben estar dispuestos a trabajar en lasfronteras de sus propias formas de conocer;si no están dispuestos a hacerlo cualquiersociedad está condenada al fracaso. El pri-mer diálogo sur-sur debe ser acerca de lasclases de enfoques que funcionan mejor paralas regiones representadas; puede tratarsede preguntas fundamentales, como la formacomo la gente en la región ve sus propiospasados. En el congreso australiano quemencioné antes mi respuesta a la idea deque no tenían teoría distinta de la que llega-ba de Estados Unidos o Inglaterra fue decirque podrían tenerla fácilmente. Allá estabanocurriendo más interacciones entrearqueólogos e indígenas que en cualquier otraparte del mundo, por lo menos más que enEstados Unidos. Me impresionó (y todavíaestoy impresionado) el tipo de interacciónentre arqueología y comunidad que vi en Aus-tralia. ¡El potencial que vi allá para re-definirla arqueología en la dirección que he sugeri-do en estos comentarios era impresionante!Otro diálogo debe ser sobre la experienciacolonial y cómo ha alterado la investigacióndel pasado y su interpretación. ¿Cómo lasestructuras del capitalismo han empujado alas personas a aceptar la idea de que el pa-sado es un patrimonio público? Las pregun-tas pueden ser muchas; sólo pueden ser real-mente abordadas por las personas que hanvivido la experiencia colonial y por losarqueólogos que trabajan con ellos.

Page 18: Arqueología Sudamericana 3 (1)

16 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007

Lahiri: el diálogo sur-sur es crucial para pro-ducir perspectivas comparativas másincluyentes en arqueología y cultura mate-rial en, por lo menos, dos formas. Primero,inspirará y producirá encuentros con las ideasy tradiciones de investigación de los Estadosnacionales que no forman parte de la aca-demia occidental. Segundo, estimulará laconciencia de la manera como una historiacompartida de la colonización ha creado unaplétora de desafíos similares en los contex-tos contemporáneos. Esta convergencia yarticulación alimentarán, eventualmente, for-mas más igualitarias para proceder con elmundo anglo-americano.

Shepherd: el diálogo sur-sur es crucial en esteproceso. Además, me gustaría ver a losarqueólogos del sur dialogar con losarqueólogos y los representantes de las mi-norías indígenas del norte (tanto como conrepresentantes locales de las comunidades ycon personas conscientes). En términos es-pecíficos me gustaría ver una organizacióncomo el WAC abordar estos problemas comouna de sus exigencias centrales. Creo queexiste la sensación de que el WAC se ha es-tancado en un modo de operación de «ayudaintelectual» y que está perdiendo, probable-mente, su filo político. En la medida en que laarqueología es una empresa política necesi-tamos organizaciones capaces de intervenirpolíticamente y que estén basadas en un aná-lisis claro de los mecanismos de reproduc-ción colonial de la arqueología. Sé que puedohacer estos comentarios sobre el WAC por-que soy un miembro leal de la organizaciónconversando con otros miembros leales –asíque no puede haber sospecha de deslealtad.Pero desde hace tiempo quiero ver una dis-cusión más vigorosa dentro del WAC sobresus compromisos políticos y sobre la maneracomo negocia el contexto político actual, agu-damente dividido, causado (en parte) por elunilateralismo de los Estados Unidos. Estecontexto es un duro desafío para organiza-

ciones multilaterales como el WAC. Invito aotros a unirse a este debate.

Watkins: me parece que la importancia delos diálogos sur-sur es el aumento de la dis-cusión de los aspectos de la disciplina sobrelos cuales rara vez se habla. En Norte Amé-rica «indígena» es un asunto de parentescobiológico (i.e., «nativo americano», «prime-ra nación», choctaw, kiowa) mientras enSuramérica se trata de parentesco biológico(aché) y cultural («campesinos»). Aunquela arqueología indígena puede ser definidacomo la práctica de la arqueología por, paray bajo el control de grupos nativos la formacomo éstos son definidos (o se auto-definen)influye la forma como se lleva a cabo y espercibida por otros. Las perspectivas de laarqueología suramericana que operan bajolos límites sociales actuales deben influir enlas acciones de los arqueólogos sociales deNorte América. Una cosa que no hemos dis-cutido todavía es la explosión masiva de lahabilidad para comunicarnos de manera in-mediata y amplia. Me puedo comunicar conalguien en el hemisferio norte rápidamente ytambién me puedo comunicar con alguienen días diferentes. También podemos con-versar a través de las estaciones. Tenemosla habilidad de influir un gran número de per-sonas cuando usamos adecuadamente los re-cursos que tenemos, pero muchos de esosrecursos no están disponibles para un nú-mero suficiente de nuestros colegas.

AS: Nick ha traído a colación un asunto impor-tante. La auto-sobre-estimación de la impor-tancia y autoridad de los arqueólogos, junto consu falta de responsabilidad social, pone de re-lieve el hecho de que uno de los loci de desco-lonización más importantes es el de los movi-mientos sociales, especialmente las comunida-des indígenas; sin embargo, ha sido largamen-te ignorado por los académicos. El estableci-miento arqueológico arriesga su legitimidad, re-levancia y lugar en la producción social de sen-

Page 19: Arqueología Sudamericana 3 (1)

17Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul

tido si continúa ignorando los desafíos de otrossectores interesados en un pasadodescolonizado. ¿Cómo pueden los arqueólogosestablecer (o potenciar) una sociedad con losmovimientos sociales en la búsqueda conjuntade una arqueología descolonizada?

Shepherd: me referiré a las preguntas so-bre los compromisos políticos de losarqueólogos y a las preguntas sobre la rela-ción entre arqueología y movimientos socia-les en la misma respuesta. También quierocolgar mi respuesta del agudo comentariohecho por Larry sobre la relación entre ar-queología y movimientos sociales diciendoque se trata de un terreno peligroso para losarqueólogos porque, en parte, «involucran lavaloración del arqueólogo sobre la moral yla ética»; también involucra, desde luego,cuestiones de política. Quiero repetir un co-mentario que hice antes sobre la naturalezamarcadamente dividida del momento políti-co actual. Cada vez estamos más confron-tados, por nuestras necesidades comoarqueólogos, a adoptar posiciones políticas ypor la imposibilidad de una arqueología sinpolítica. ¿Cómo lo hacemos en el marco deuna disciplina global y en el marco de unaorganización multilateral como el WAC? Estees un desafío enorme. Lo que me gustaríaofrecer como principio rector es la absolutaimportancia de permanecer cerca de la par-ticularidad de las preocupaciones sociales ypolíticas de los contextos locales. Las arqueo-logías colonialistas negaron «lo social» y «lolocal» de muchas formas, tanto que pasaronpor encima de las sociedades indígenas, seinclinaron ante la metrópoli y reprodujeronla división colonial del trabajo ampliamente.Si somos serios sobre la descolonización dela arqueología nuestro camino para alcan-zarla debe ser a través de una atención cer-cana a las expresiones políticas y las priori-dades de los movimientos sociales en con-textos locales específicos. Trabajando a tra-vés de esos movimientos, pensando la ar-

queología en relación con ellos en vez depensarla sobre ellos o contra ellos llegare-mos a las prácticas y las ideas directorasque servirán para descolonizar la disciplina.Esto no tiene nada de misterioso y no hayuna gran receta que pueda aplicarse, demanera uniforme, en todos los contextos.Más bien, hay una serie de principios gene-rales para descolonizar la disciplina que in-cluiría lo siguiente: (a) una aperturaepistemológica para considerar distintas con-cepciones locales e indígenas del tiempo pro-fundo como sistemas de pensamiento legíti-mos; (b) la reflexividad para reconocer y tra-bajar a través de los contextos formativosde las prácticas disciplinarias de cada unoen el colonialismo, el imperialismo, elapartheid; (c) creatividad para desafiar lasgeometrías de poder y las economías políti-cas en la disciplina que favorecen el occi-dente o el norte; y (d) una política que en-frente los discursos políticos dominantes ylas construcciones normativas sobre la his-toria, el desarrollo, la democracia y otros te-mas como soberanos de occidente.Si seguimos estos principios el miedo al cual serefiere Larry se convierte en un momento deoportunidad y potencialidad. Estamos en untiempo realmente estimulante para serarqueólogos, no sólo dirigiéndonos a las trin-cheras palustre en mano sino teniendo que teo-rizar nuestra propia práctica en relación conlos procesos sociales y el mundo contemporá-neo. Necesitamos encontrar nuevos lenguajescon los cuales podamos teorizar y expresarestos encuentros. Las herramientas concep-tuales generales que tenemos a nuestro alcan-ce se derivan, principalmente, del discurso so-bre el manejo del patrimonio y sus nocionesalgo limitadas y desnaturalizadas de «deposita-rios», «grupos de interés», «negociaciones»,«valor patrimonial». Si habitamos la postcoloniadebemos pensar los públicos múltiples y encompetencia que constituyen la esfera públicay las clases de enredos necesarios que surgi-rán cuando empecemos a abordar temas como

Page 20: Arqueología Sudamericana 3 (1)

18 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):3-19, 2007

legados, orígenes, memoria, condición indíge-na, derechos culturales. Cuando pensamos laarqueología de esta manera se abren debatesy discusiones que ya están sucediendo en va-rias disciplinas y campos sobre asuntos de ciu-dadanía, derechos, títulos y restitución y entérminos de una amplia gama de discursos teó-ricos y registros. Estos debates y discusionesestán, literalmente, rehaciendo las concepcio-nes sobre la sociedad y sobre quiénes somos yes excitante pensar un tipo de arqueología quesea parte de ellos.

AS: ¿las perspectivas descolonizadoras, indí-genas y postcoloniales en arqueología pue-den llegar a ser nuevas formas de enmarcar(y reforzar) la dependencia teórica del norte?

Shepherd: sólo si permitimos que esto ocurra.

Lahiri: esto tiende a ocurrir cuando los en-foques postcoloniales se escriben en prosasque se sienten más a gusto en las lenguas delos discursos de Norte América o Europapero que son completamente ajenos a lamaterialidad cotidiana de la disciplina en suspropios Estados nacionales. Un enfoquepostcolonial incluyente debe resolver los pro-blemas significativos en los contextos de cadaEstado nacional más que en una academiametropolitana distante; esos problemas de-ben ser tratados en un lenguaje que puedanentender los practicantes en cada país.

Watkins: no creo que los distintos aspectos delas perspectivas descolonizantes, indígenas ypostcoloniales en arqueología dependan delnorte; más bien, son acciones y reacciones aaspectos particulares de la disciplina en los lu-gares donde se practica. Por ejemplo, la im-portancia de la arqueología descolonizante enNueva Zelanda está ligada a la forma como sepractica la arqueología en ese país, no a la for-ma como se practica en los Estados Unidos oen cualquier otra parte; en ese sentido es unaempresa extremadamente localizada. La par-

ticularidad del contexto cultural e histórico enel cual se practica la arqueología en cada paíscrea una trayectoria particular en la cual debeactuar la disciplina. Aunque puede haber simi-litudes sobre las cuales podemos escribir y al-rededor de las cuales pueden construir las co-munidades locales cada país aporta una pers-pectiva regional a la manera como es practica-da la disciplina.

Zimmerman: sin lugar a dudas los enfoquesdescolonizadores, indígenas y postcolonialesestán transformando las relaciones teóricascon el norte. El ímpetu proviene del reconoci-miento de que la arqueología procesual, contodo su poder teórico, puede ser alienante, in-cluso cruel, cuando anuncia que puede pro-ducir historias sobre el pasado que son másprobables o verdaderas que aquellas de lascomunidades descendientes. El reconocimien-to básico de que los pasados son construidos,no reconstruidos, trajo consigo la voluntad demirarlos en un contexto económico y políticomás amplio que el que jamás pudo considerarla arqueología procesual. Junto con ello vinoel entendimiento de que la construcción depasados está ocurriendo constantemente y queel pasado es una herramienta de adaptacióncomo cualquier otro elemento de la cultura(aunque esta apreciación puede ser negadapor las comunidades descendientes). Por esoreconocemos que es tan importante conocerlas formas como la gente «procesa» sus pa-sados como las historias que cuentan al res-pecto. Estas nuevas formas de arqueologíaenfatizan la creación y los usos de los pasa-dos más que ver el pasado como algo quesucedió y que ha terminado; en otras pala-bras, el pasado ocurre tanto ahora como an-tes. Esta concepción es más acorde con lasideas tradicionales sobre tiempo y espacio quepodemos ver en muchas culturas tradiciona-les o indígenas; también reconoce la impor-tancia de los pasados para las culturas de lassociedades, no en un sentido estereotipadosino en un sentido vivencial para el cual el

Page 21: Arqueología Sudamericana 3 (1)

19Diálogos desde el sur / Diálogos desde o sul

pasado siempre está cerca y es inmanente.Un entendimiento de esta clase sólo puedeprovenir de pueblos indígenas o colonizados yde los arqueólogos que tratan con ellos demanera regular.

AS: aunque no parece existir una noción defi-nitiva del sur desde donde podamos construirrelaciones sur-sur sino posiciones relativassobre la práctica arqueológica en contextoslocales/regionales sí parece haber una faltade comunicación horizontal de las prácticasde descolonización en arqueología y la per-cepción de que aunque algo nuevo viene encamino nadie sabe qué pasos seguir. ¿Puedeser útil para construir arqueologíasdescolonizadas una red amplia y horizontalpara comunicar experiencias y proyectosdescolonizadores?; ¿cómo debe organizarse?

Zimmerman: una red de esa clase puede serútil; sin embargo, debemos tener en cuentaque las experiencias coloniales de distintasregiones o de países diferentes son variablesy pueden requerir respuestas unificadas paradescolonizar sus arqueologías. Una red pue-de proveer soluciones usadas en una regiónque pueden resultar útiles en otras o puedecrear otras formas de consejo y apoyo cuan-do sean necesarias. El WAC está comenzan-do a servir esa función a nivel global pero lasexperiencias con el colonialismo han sido tanvariadas que es necesario crear redes máspequeñas que puedan responder de maneramás inmediata. No sé cuál sería el esquemade organización más adecuado pero es crucialuna forma regular de comunicación.

Shepherd: podemos discutir la ausencia deun sur definitivo (si entiendo bien, para uste-des la noción de lo que significa el sur se havuelto complicada y contestada) pero no

debemos perder de vista la realidad de laopresión estructural y de las geometrías depoder que se despliegan en términos de unnorte (amplio) situado por encima y contraun sur (amplio y complejo). En este sentidola noción del sur sigue siendo un término deanálisis útil, incluso indispensable. Con rela-ción a la necesidad de crear redes horizon-tales amplias: sí, seguro; no deben ser sólopara comparar experiencias sino, también,para propósitos de defensa y activismo, paracambiar la disciplina desde dentro. ¿Cómolo hacemos? Esa es una buena pregunta.Primero debemos reconocer que esas ini-ciativas no son nuevas sino que ya estánsucediendo, aunque con distintos niveles deéxito; segundo, supongo que la respuestageneral es que debemos separarnos de lasestructuras y formas de organización exis-tentes y construir nuevas estructuras quesean más apropiadas para las necesidadesindígenas y practicantes en el sur. Para ter-minar me gustaría retomar una observaciónque hice antes y preguntar cómo puede ac-tuar en ese sentido una organización comoel WAC.

Watkins: la red para comunicar experien-cias y proyectos de descolonización ya exis-te pero no se ha aprovechado cabalmente.Como mencioné antes el Congreso Mundialde Arqueología es un modelo que puede serutilizado para difundir la bandera de la des-colonización si (a) más arqueólogos profe-sionales creen en su utilidad; (b) existe ma-yor accesibilidad local a espacios electróni-cos; (c) la disciplina acepta la utilidad de esospuntos de vista y apoya esas redes globalesde comunicación; y (d) los arqueólogos, des-de una perspectiva local, actúan localmentepara instigar lo que se percibe como cam-bios necesarios.

Page 22: Arqueología Sudamericana 3 (1)

El jueves 23 de noviembre de 2006, en una reunión de trabajo de un proyecto de arqueologíaintercultural en el Museo del Hombre de Antofagasta de la Sierra1, sucedió la conversa-ción que transcribimos en esta oportunidad. Cada grupo de co-investigación, integrado poruna estudiante de arqueología y una integrante del personal del Museo y/o de otras áreas decultura de la Municipalidad de Antofagasta de la Sierra, presentaba el estado de su indaga-ción acerca de la particular pieza del museo que había seleccionado. La consigna era anu-dar historias a cada objeto, historias ofrecidas por los ancianos del pueblo, los descubridoresde la pieza, el personal del museo y los textos escritos por arqueólogos. No importaba tantoelaborar una narración objetiva como expandir la inter-subjetividad. Ernestina Mamaní ha-bía elegido una pieza para investigar junto a Laura Roda. Se trataba de una laja (Figura 1)en cuya mitad inferior Anacleto Cháves había pegado tejas (fragmentos de cerámica) yflechitas (puntas de proyectil), dibujando los volcanes de Antofagasta hacia arriba. Realiza-da, aparentemente, hacia la época en la cual un equipo de arqueólogos comenzó a visitar sucasa para realizar excavaciones esa pieza estaba allí colgada en una pared. Permaneció enlo de Cháves hasta que Rita Mamaní, encargada del Museo, se la pidió para exponerladurante la semana del museo, para finalmente quedar allí como parte de la exposiciónpermanente en una yuxtaposición sin concierto aparente entre paneles explicativos de lahistoria evolutiva local y vitrinas con objetos (incluyendo momias) preparados por arqueólogos.Ese fue el contexto en el cual se desarrolló la conversación, de la cual el texto que sigue estan sólo un fragmento. Hondamente emocionada y emocionante Ernestina revela en estetestimonio toda la capacidad opresiva de la arqueología, al mismo tiempo que su potencialemancipador. Voces quebradas por la conmoción que producen al ser dichas, lágrimas ysilencios cuya expresividad no puede ser volcada en el texto, fueron los acompañantes de loque allí se dijo y que aquí reproducimos. Y hemos preferido respetar el formato de la conver-sación, pues el diálogo no fue simplemente la manera como se expresó Ernestina sino, comoella lo explica, la condición de su decir. Es en la conversación que trascurre lo que se dice yquienes lo dicen; ello explica las aparentes contradicciones, las interpelaciones y las provo-caciones. Es difícil adjudicar, entonces, una autoría a este texto. Lo que sí sabemos es cuanfundamental es leer y releer esta Conversación con Ernestina Mamaní, a quien estamoshonestamente agradecidos. En la reunión estuvieron presentes Valeria Alonso, DanielaFernández, Alejandro Haber, Carolina Lema, Ernestina Mamaní, Sergio Mamaní, SoledadMeléndez, Mariela Ramos, Laura Roda, Noelia Rubio, Natalia Seco y Alicia Zerpa. LauraRoda desgrabó y preparó este texto para su publicación en Arqueología Suramericana,con la supervisión de Ernestina Mamaní.

CONVERSACIÓN CON ERNESTINA MAMANÍ

ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007

1 Programa de Voluntariado Universitario, proyecto Promoción de patrimonio cultural e históri-co en sociedades puneñas: el rol de los museos locales. Escuela de Arqueología, UNCa,Antofagasta de la Sierra, 17 al 30 de noviembre de 2006.

Page 23: Arqueología Sudamericana 3 (1)

21Conversación con Ernestina Mamaní

Na quinta-feira, 23 de novembro de 2006, em uma reunião de trabalho de um projeto de arqueologiainter-cultural no Museu do Homem de Antofagasta de la Sierra2 ocorreu uma conversa quetranscrevemos nesta oportunidade. Cada grupo de co-investigação, integrado por uma estudantede arqueologia e uma integrante do pessoal do Museu e/ou de outras áreas da cultura naMunicipalidade de Antofagasta de la Sierra apresentava o estado de suas indagações sobre apeça perticular do museu que havia selecionado. A proposta era relacionar histórias a cadaobjeto, histórias oferecidas pelos anciões do povoado, os descobridores da peça, o pessoal domuseu e os textos escritos por arqueólogos. Não importava tanto elaborar uma narração objetiva,mas expandir a inter-subjetividade. Ernestina Mamaní havia escolhido uma peça para investigarjunto com Laura Roda. Tratava-se de uma laje em cuja metade inferior Anacleto Chavés haviacolado telhas (fragmentos de cerâmica) e flechinhas (pontas de projétil), desenhando os vulcõesde Antofagasta na parte de cima. Realizada, aparentemente, na época na qual uma equipe dearqueólogos começou a visitar a sua casa para realizar escavações, esta peça estava ali penduradanuma parede. Permaneceu com Chavés até que Rita Mamaní, encarregada do Museu, a pediupara expor-la durante a semana do museu, para finalmente ali ficar como parte da exposiçãopermanente em uma justaposição sem concerto aparente entre painéis explicativos da históriaevolutiva local e vitrines com objetos (incluindo múmias) preparados por arqueólogos. Este foi ocontexto no qual se desenvolveu a conversa, da qual o texto que segue é tão somente umfragmento. Profundamente emocionada e emocionante, Ernestina revela neste testemunho todaa capacidade opressiva da arqueologia e ao mesmo tempo seu potencial emancipador. Vozesquebradas pela comoção que produzem ao serem ditas, lágrimas e silêncios cuja expressividadenão pode ser vertida no texto, foram os acompanhantes do que ali se disse e que aqui reproduzimos.E preferimos respeitar o formato da conversa, pois o diálogo não foi simplesmente a maneiracomo se expressou Ernestina, senão, como ela explica, a condição de seu dizer. É nesta conversaque transcorre o que se disse e quem o disse; ela explica as aparentes contradições, as interpelações,as provocações. É difícil atribuir, então, uma autoria a este texto. O que sabemos é o quãofundamental é ler e reler esta Conversa com Ernestina Mamaní, a quem estamos honestamen-te agradecidos. Laura Roda transcreveu e preparou este texto para sua publicação em ArqueologiaSul-americana, com a supervisão de Ernestina Mamaní.

Figura 1

2 Programa de Voluntariado Universitário: Projeto Promoção do Patrimônio Cultural e Históricoem Sociedades Puneñas: O Papel dos Museus Locais. Escola de Arqueologia, UNCa. Antofagastade la Sierra, 17 a 30 de novembro de 2006.

Page 24: Arqueología Sudamericana 3 (1)

22 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007

Ernestina: Y bueno, yo elegí el trabajo deDon Anacleto Cháves3 para que Laura meayudara a investigar esa pieza, ya que esdiferente al resto de las cosas que están acáen el museo, pues podía recuperar tanto lahistoria de los que habitaron antes, como lade Don Cháves. Para esto fuimos a hablar,a preguntarle a Don Cháves. Pero él no sólonos ayudó a saber sobre la piedra sino quetambién nos preguntó a nosotras qué haría-mos con ese objeto, qué pensábamos.

Laura: Él decía que los que tenían estudioeran los arqueólogos y que entonces a ellos élles preguntaba cómo hacían los antiguos parahacer las flechitas, cómo hacían para quedurara tantos años la pintura de las vasijas.Estas preguntas nos hicieron pensar acercade si solamente los arqueólogos pueden deciresas cosas o si también la gente de la villapuede. Nos preguntamos de quiénes son esasflechitas, quién puede hablar de ellas, qué re-lación tienen los antofagasteños con eso.

Ernestina: Don Cháves en una parte del rela-to dijo que a las tejitas y flechitas que están ensu trabajo las juntó en diferentes partes mien-tras «andaba andando cuidando ovejas», o sea,mientras realizaba una tarea cotidiana. Fue jun-tando estas cositas, recolectándolas en una caja,y en un determinado momento realizó el traba-jo. Pero eso no quita que él supiera de qué tipode cerámica se trataba ni nada. Él dice que alno ser estudiado, no sabe. Para Don Chávesno tiene un significado especial la forma en quecolocó las cerámicas y las flechitas. Lo hizosin pensar que para otros, o nosotros, ese tra-bajo iba a ser importante. Lo hizo de casuali-dad. Por ejemplo, él dice: «yo nunca pensé quelo que hacía era importante. Lo hice por ha-cerlo y después me di cuenta de que yo no eratan tonto». Cuando lo trajo para acá, para elmuseo, recién se dio cuenta de lo que él hizo, yde que no era tan tonto. Después le pregunta-mos por qué había dibujado los volcanes ahí,por encima de las cositas. Nos respondió que

los volcanes son muy importantes para él por-que pertenecen a su departamento.

Alejandro: Cháves hizo ahí algo bárbaro por-que, claro, uno cotidianamente caminando,llevando las ovejas para acá y para allá, mirahacia abajo y encuentra tejitas, y mira haciaarriba y encuentra los volcanes. Y es lo quepuso ahí. Puso las tejitas en el suelo y losvolcanes arriba.

Laura: Bueno, y si bien hay una parte don-de, al preguntarle por el cuadrito, Don Chávesdijo que «eso lo tienen que estudiar losarqueólogos que son los estudiados», por otrolado nos dijo que él hizo al cuadrito «con elfin de conocer». Y ahí empezó a hablar deque los maestros que tenía en la escuela erantodos correntinos o alemanes y que no leenseñaban nada de las cosas de acá. «Nadade lo que había en la superficie», dijo. En-tonces él agarró e hizo el cuadrito, para co-nocer más. Estas cosas nos generaron todoel tema de pensar quién sabía, quién podíadecir o hablar sobre los objetos, qué sabía ono sabía Cháves, qué sabía o no la gente, siel que tiene el objeto sabe.

Ernestina: Y no hablamos de arqueólogos,porque los arqueólogos no trajeron esa piezaal museo. O sea, fue Rita4 la que trajo eso,primero para la Semana del Museo y des-pués se quedó. Para ella, esa pieza era muyimportante, se quedaba mirándola desde queera chica e iba a visitar a Don Cháves, ya

3 Vecino de Antofagasta de la Sierra, quien so-bre una laja dibujó los volcanes más impor-tantes de la zona, el Antofagasta y el Alum-brera, debajo de los cuales pegó distintostipos de tiestos, puntas de flechas, fragmen-tos de torteros y piedritas del lugar. Actual-mente este trabajo se encuentra exhibido enel Museo del Hombre de Antofagasta de laSierra.

4 Rita Mamaní, hermana de Ernestina y enton-ces encargada del Museo del Hombre deAntofagasta de la Sierra.

Page 25: Arqueología Sudamericana 3 (1)

23Conversación con Ernestina Mamaní

que la lajita estaba colgada a la entrada desu casa. Ella quería compartir con el restode la gente esa pieza, por eso la trajo, paraque todos la conozcan. Y para mi eso fuemuy importante porque ahí aprendí que no-sotros sí podemos, sin un arqueólogo, saber,recuperar lo que nos pertenece. No es ne-cesario que el arqueólogo nos dé la pieza,nosotros también podemos hablar de una pie-za, recuperar una pieza. Y todo esto a partirde la pregunta que nos hizo Don Cháves decómo hacían las flechitas. Para él era im-portante saber eso para saber algo siquieraen la vida. Y eso estuvimos pensando hoy.Laura tiene una visión de ver las cosas y yootra porque yo soy de acá y ella es de otrolado, de Rosario, y no tiene las mismas cos-tumbres que nosotros y tampoco sabe lascosas que tenemos como creencias, comomitos o por qué las tenemos.

Alejandro: Esto que decís vos Ernestina, queella no es de acá… (Ernestina interrumpe).

Ernestina: Bueno, esa pregunta que nos haceDon Cháves, esa de cómo hicieron lasflechitas, o qué nos une a nosotros con esascosas, yo respondo de una manera y con laayuda de algunas otras preguntas que noshabíamos hecho con Laura hoy. Por ejemplo,qué teníamos que ver nosotros con los aborí-genes, o sea, con los indios y qué nos une aellos o por qué nosotros hasta la actualidadseguimos conservando algunas de sus cos-tumbres. Bueno, yo entiendo que los que vi-vían acá supuestamente eran los aborígeneso los indios. Con ellos tenemos algunas rela-ciones porque sino no podríamos seguir conlas costumbres o mitos que tenemos. De al-gún lado nuestros ancestros habrán continua-do con eso y con los mitos. ¿Y qué es lo quenos lleva a ser diferentes? O sea, nosotrossomos diferentes a ellos, pero en sí tenemosrelación con ellos. Somos diferentes porquevestimos diferentes, o porque ahora tenemosotras costumbres diferentes, o cosas diferen-

tes que ellos no tenían, pero conservamos lascostumbres y seguimos respetando los mitosque ellos tenían. Otra cosa que ella me pre-guntaba era si teníamos derecho o no a exca-var las cosas. En mi punto de vista, no tene-mos derecho a sacar nosotros las cosas deellos, o a cavar.

Laura: Ahí los dos, digamos, los arqueólogosy la gente del pueblo.

Ernestina: Claro, porque sería una falta de res-peto a otra persona. Porque a mi no me va agustar que alguien, por ejemplo, que Alicia juntemis cosas y vaya y las exponga. Yo no voy aestar de acuerdo con eso. Para mi eso sería unafalta de respeto. Más allá de que se encuentrenen nuestra propiedad, para mí sería una falta derespeto. Pero sí tenemos obligación de cuidarlas piezas. Porque es como dijo Don Chávescuando nosotras le preguntamos si él habíaexcavado alguna cosa y dijo que no. Pero tam-bién dijo que si vamos por ahí y nos encontra-mos con una pieza que por ejemplo, sacó el aguao llevó allí el viento, no la iba a dejar ahí para quepase un vehículo y la rompa. No, eso hay quelevantarlo, para protegerlo, para cuidarlo. Otracosa que nos preguntamos es de quiénes sonlas cosas que están acá en el museo, porqueesas cosas no son de nosotros. Los objetos queestán en el museo son supuestamente de losaborígenes, o sea de los indios, pero nos perte-necen a nosotros por el sólo hecho de estar ennuestra tierra. Y como fueron encontrados acáen nuestro departamento, somos nosotros losdueños, los responsables de cuidar esas piezasque están acá en el museo. Como así tambiénrecuperar la historia de cada pieza. Eso nos tocaa nosotros, no a los antropólogos. Nos corres-ponde a nosotros recuperar la historia, porqueno vamos a ir a decirles a los antropólogos quele vayan a preguntar a Don Cháves por quéhizo el cuadrito. Podemos hacerlo nosotros, yson cosas que no sabíamos que podíamos ha-cer. Pero con esto, con su ayuda, se que yo lo

Page 26: Arqueología Sudamericana 3 (1)

24 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007

puedo hacer y no esperar que venga alguien yse lo ponga a hacer.

Laura: Aparte por ahí veíamos que, por ejem-plo, para ella los objetos que estaban acá erande los aborígenes, es decir, los habían hechootras personas, pero la historia que eso tiene,esa sí que es de todos y es esa historia la quelos une.

Ernestina: Claro, la historia en sí de esa piezafue creada en realidad por nosotros, o sea porgente de nuestra época. Porque un aborigenno se paró y dejó la historia ahí. O sea que laabuela creó la historia de esa pieza, y le contóa otro, y le han contado a otro, y el otro contó,y así. No vino ya escrita cada historia de cadapieza. Y nos une también a ellos las costum-bres, los ritos. Algunas costumbres son obli-gaciones. Sí o sí las tenemos que realizar no-sotros. Por ejemplo, nosotros siempre tene-mos el carnaval, el esperar a las Almas5, eldar de comer con respeto a la Madre Tierra6.Son obligaciones para nosotros, porque si no-sotros no señalamos7, por ejemplo, no pode-mos seguir teniendo nuestra hacienda. Así quees para conservar nuestra hacienda. Si yo nolo señalo no voy a poder decir que esto esmío. Porque esto no se trata de lo que diga,sino de que sea mío. Como para conservarnuestras cosas.

Laura: Claro. Esto lo decía porque veíamosque estaba el objeto, que pertenecía a losantiguos, y la historia, que sí pertenecía atodos. Entonces, yo le preguntaba por quéuna cosa sí y otra no, y ella dijo que estabanunidos por los mitos. Eso era lo que los unía.Y después ahí empezamos a hablar de losmitos, de cuáles eran, y ella me dijo cuáleseran los mitos y qué significaban, que eraesto que ella contaba de las obligaciones.

Alejandro: Entonces, la idea es que antigua-mente, la gente que vivía acá, tenía los mismosmitos, o semejantes, a los que tiene la genteque vive acá ahora.

Ernestina: Claro, de alguna manera eso nosune a ellos.

Alejandro: Y cuando vos hablás de nosotroso de nuestro ¿cómo sería el nombre de eso?

Ernestina: En realidad, acá usan la palabrade nuestros antepasados.

Alejandro: Pero cuando vos hablás de «losmitos nuestros» ¿eso tiene algún nombrecomo antofagasteño, kolla…? ¿Tiene algúnnombre o no?

Ernestina: Y ellos eran nuestros ancestros.

Alejandro: ¿Eran antofagasteños?

5 Para el 1 y 2 de noviembre de cada año lasalmas de los difuntos vuelven a visitar suscasas. Para esperarlas se preparan bebidas yalimentos de distintas clases, incluyendo fi-guras humanas y escaleras hechas de pan,para ayudar a que bajen las almas. Al medio-día del 2 se visita el cementerio, adornandolas tumbas con flores de papel, para despa-charlas hasta el año siguiente.

6 Para corpachar o «dar de comer a la Tierra»se hace un pozo que representa la boca de laPachamama, donde se ofrendan cigarrillos,alcohol, gaseosas, hojas de coca y comidasantes de comenzar una actividad importantecomo la esquila, la siembra, la cosecha, unaexcavación, un viaje. El 1 de agosto es el díade la Pachamama o Madre Tierra, fecha en lacual se realiza una gran celebración. Sin em-bargo, «dar de comer a la Pacha» es una cos-tumbre cotidiana en la zona. Por ejemplo,antes de beber se le convida un trago devino a la Tierra o se levantan apachetas –montículos de piedras- en su honor al costa-do de los caminos.

7 La señalada es la ocasión durante la cual semarca a los animales nacidos ese año. Para estoel dueño de la hacienda les coloca chimpus yflores -adornos hechos con lanas de colores- yles recorta las orejas que luego ofenda a la Pacha.En estas tareas participan vecinos y amigosque luego son invitados a comer y beber enuna gran fiesta, de la cual los animales y suscriadores son los protagonistas.

Page 27: Arqueología Sudamericana 3 (1)

25Conversación con Ernestina Mamaní

(Silencio)

Ernestina: Porque era lo que hablábamoscon ella hoy. Por ejemplo, si acá tenemos unsitio como el Coyparcito8, donde ellos cose-chaban y sembraban, quiere decir que noera que venían de afuera o estaban de paso.

Alejandro: Claro, porque alguien tenía quecuidar las plantas supongo, ¿no?

Ernestina: Se supone que vivían acá. O sea,pertenecían a acá.

Rita: Es difícil, porque no eran antofagasteños.

Alejandro: ¿No eran antofagasteños?

Rita: Cuando vivían los indígenas no teníannombre en los pueblos.

Alejandro: ¿Y qué nombre tenían?

Rita: No sé.

Ernestina: Eran antofagasteños porque vivíanacá.

Rita: Para mí antes no tenían nombres.

Alejandro: ¿Cómo no tenían nombre?

Rita: Los que vinieron después le pusieronAntofagasta, no es que ellos, los indígenas selo hayan puesto.

Alejandro: ¿Y cómo sabemos eso?

Rita: Los primeros escritos dicen que…

Alejandro: Pero antes de los primeros es-critos ¿no hay nombres, las cosas no tienennombre?

Rita: Quizás tuvieron otro tipo de nombre.Por ejemplo, se llama Antofagasta por elpuerto de Antofagasta de no se dónde.

Alejandro: No, es al revés. El puerto deAntofagasta es muy posterior a Antofagastade la Sierra.

Rita: ¿Ya los indígenas le llamaronAntofagasta?

Alejandro: No se, ¿pero podemos decir queno?

Rita: No se en qué idioma habrán habladoantes.

Alejandro: ¿Y en qué idioma está dichoAntofagasta?

Rita: En cacán.

Alejandro: Y bueno, ¿y el cacán no era unidioma que se hablaba?

Rita: También el quichua.

Alejandro: El quichua digamos que se habla-ba y tal vez hablaban otro idioma también.

Rita: Pero no se sabe.

Alejandro: Bueno, no se sabe, de acuerdo.¿Eso significa que se sabe que no se llama-ban de esa manera? Me llama la atenciónque vos digas «no eran antofagasteños por-que no se llamaban antofagasteños» ¿Ycómo sabemos?

Rita: Yo me imagino, pero no sé.

Ernestina: Para mí eran antofagasteños.

Alejandro: ¿Por qué?

Ernestina: Yo también decía capaz que noeran antofagasteños porque ellos iban depaso. Pero no iban de paso, porque vivíanacá, porque para ir de paso no sembraríannunca, no tendrían todo lo que ellos tenían.O sea que vivieron acá, como nosotros.

Alejandro: ¿O sea que pueden serantofagasteños por más que la vestimenta,por ejemplo, sea distinta?

8 Conjunto arquitectónico asociado a pobla-ciones agrícolas, debajo del cual se obser-van líneas que cuadriculan el terreno asocia-das a campos de cultivo y canales de riego.

Page 28: Arqueología Sudamericana 3 (1)

26 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007

Ernestina: Claro, yo por ejemplo, no soy deAntofagasta, vengo de Tinogasta, pero aho-ra soy antofagasteña porque vivo acá, mequedé acá. Que nos vistamos diferente, quetengamos cosas diferentes no quiere decirque no pertenezcamos o que no nos unamosa ellos de por sí, o no haya algo que nos unaahí. Seguimos siendo aborígenes.

Alejandro: ¿Vos estás de acuerdo con eso?

Ernestina: Sí. Seguimos siendo lo mismo, sibien no hablamos como los indios, pero se-guimos siendo indios.

Laura: Vos Ernestina… ¿vos pensás queustedes siguen siendo o son aborígenes?

Ernestina: Seguimos siendo aborígenes, yno puedo decir que no pertenezco a esto por-que no ando desnuda o con un taparrabo.No se, para mi es eso, estamos unidos. Conotras civilizaciones, por supuesto. Es otracivilización, tenemos otras cosas, pero nun-ca nos olvidamos de nuestras costumbresque es lo esencial en esto. No perdemos losmitos, seguimos con nuestras costumbres.Ahora si nosotros no creeríamos nunca másen la Pacha, nunca más en el día de las Al-mas, no señalaríamos… seríamos todas co-sas diferentes, sí. Pero ni aún así porque igualseguiríamos siendo lo mismo. Digamos quesomos indios pero más modernos. Claro quehay personas que no creen. No las adultas,personas jóvenes, que no lo toman con elmismo interés. Hay un ritmo que ya se vaperdiendo, pero en mi persona queda. Yo sino le doy de comer o si no espero a las Al-mas sé que estoy haciendo mal, porque yoaprendí eso. Igual que señalar el ganado, esopara mí es tanto costumbre como obligación,una de las tantas obligaciones que ellos mis-mos, nuestros antepasados, tenían. Porqueellos también tenían obligaciones, no es quenosotros nomás, ellos también. O sea que sicosechaban y esas cosas, todo su trabajo loconsumían con su familia. No cosechaban

únicamente para ellos. O sea que tambiéntenían obligaciones como nosotros, como laseñalada, que es una obligación, más allá deque sea una costumbre, porque si no señala-mos no conservamos lo que tenemos. Si yo,por ejemplo, no cumplo con este mito o conuno de esos mitos en general, como dar decomer a la Pacha o esperar a las Almas, yovoy a estar pendiente de que no hice bien.Para este año, por ejemplo, no esperé a lasAlmas, y no estoy tranquila porque sé quefalté el respeto, no hice lo que tendría quehaber hecho. Por ejemplo a mi abuela, queyo la espero siempre para el día de las Al-mas, no la esperé como corresponde esteaño. Para mí eso es una falta de respeto. Yose que ese día vino a compartir conmigo yyo no hice lo que tendría que haber hechopara que ella esté contenta, con el respetoque merece. O sea que estoy esperando quede alguna u otra manera me castigue, por loque yo no hice. Porque sí te castiga. Si a laPacha, o sea a nuestra Madre Tierra, vos nole das de comer ella se enoja, no te da lacosecha, te crea un mal tiempo, y esas co-sas. Y las Almas, nos hacen asustar. Noso-tros mismos ya, en nuestra conciencia, sa-bemos que sí o sí algo nos va a suceder si nocumplimos con nuestro deber. Esto no escomo venir a trabajar. Yo vengo a trabajar siquiero y si no, no vengo. A lo sumo se va aenojar el intendente. Pero esto no, porqueesto es un mito, un respeto que tenemos quetener nosotros. Yo ya estoy pensando «ay,no le di de comer a la Tierra el primero deagosto». No le di de comer porque quizásestaba en Catamarca o porque vine y dije«ya le voy a dar de comer», y se me pasó eltiempo y no le di.

Alejandro: Me gustaría aprovechar esta cla-se que nos está dando Ernestina para pre-guntarles a las chicas, que son estudiantes,si quieren preguntarle algo porque está di-ciendo cosas muy importantes. Aproveche-mos que la tenemos acá hablando.

Page 29: Arqueología Sudamericana 3 (1)

27Conversación con Ernestina Mamaní

Ernestina: No, yo le agradezco mucho aLaura y a usted que nos dio la oportunidadpara hacer esto. Yo tengo todo metido acá9

lo que pienso, y hoy día me hizo llorar por-que… porque sí. Porque yo tenía acá cosasque nunca en mi vida dije, y que ella me pre-guntó y pude sacarlas. No fue fácil esto.Quizás yo acá sentada miro y digo «ellos10

pusieron y pusieron y estudiaron…» y yo enmi mente tengo otra cosa. Yo sé que no eraasí como pusieron ahí. A mi me gustó mu-cho esta oportunidad que ustedes me die-ron, porque ella11 se sentó y me dijo «no, sivos podes, vos podes y vos podes y vos po-des», y yo escribía y bueno… Y me di cuen-ta de que ellos vienen y lo escriben y no pien-san en nosotros, sino que escriben porque…porque se sientan y escriben y ya está. Y noes ni igual, ni parecido. Porque nosotros sítenemos acá en nuestro pueblo todo: perso-nas que pueden relatar una cosa, y que va asalir bien hecha por ellos, y no se va a per-der eso. Hace rato le decía a Laurita «vosme hacés preguntas, y preguntas y… ya mehe cansado». Pero no, porque si ella no mehubiera preguntado, no sé, nunca hubiera sa-lido esto de mí. Me preguntó tantas cosasque yo me di cuenta después de un rato quesí podía saber yo. Y no se, me dio muchaemoción porque, por ejemplo, ella venía yme decía «ah!, me gusta esa cosa, me gus-tan esas cosas», y yo por ahí digo «cómo leva a gustar si está fiero». Pero ahora veoque esas cosas sí tienen un significado, y quesí pueden hablar de una u otra manera denosotros. Por ejemplo, como usted12 me pre-guntaba ayer cuando yo estaba parada allí,sobre qué significaba para mí que yo hubie-ra estado aquí todos los días y viera a lamomia ahí. Y bueno, yo de todo el tiempoque estoy trabajando acá, lo veía como unaobligación: ir a limpiar y mostrarla y nadamás. Nunca me paré y ví si estaba haciendobien o estaba haciendo mal, o si le estabafaltando el respeto a alguien. Nunca en mivida me pregunté. Yo entré acá y trabajo

porque es mi trabajo. Lo limpio, lo muestro ydigo lo que dicen ahí y ya está. Pero nuncame puse a pensar si yo estaba haciendo malo estoy faltándole el respeto a alguien, a esebebé o a la señora13 que está ahí quizás. Yonunca pensé pero ahora sí, porque de una uotra manera pertenecen a nosotros y no sonun objeto. Yo ahora sé que voy a mirarla deotra forma, voy a ver a esas dos cositas quetenemos ahí de otra forma. Quizás con másrespeto. Porque para mi eran una cosa, eranuna cosa nada más, nunca me llegó tan aden-tro como ahora saber que son míos y quepor ellos se quién soy, y que por ellos tengolas costumbres que tengo, y voy a dejar loque tengo para mis hijos… y así. Porque sino, no sería nada. Se que mi lugar de trabajono es un lugar común. Sé que tiene cosasnuestras y cosas que hay que respetar yenseñar para que nuestros hijos puedan pro-gresar. A mi me gustaba ver cómo losarqueólogos cavaban o cómo sacaban lascosas. O capaz que yo misma cuando hagode guía veo como levantan una cosa y otra yno digo nada. Pero con esto, aprendí quizása querer un poco más lo mío y voy a respe-tarlo sobre todo porque está acá.

Alejandro: Las cosas que decís Ernestina sontan importantes y tan profundas que uno noentiende cómo todo esto está armado como siustedes no tuvieran voz. Cuando hablan dicencosas tan importantes. Te agradezco mucho.

Ernestina: Y yo a ustedes por haberme dadoesta oportunidad, que para mi no fue un curso,pero que estoy aprendiendo mucho porque

9 Señalándose el pecho, llorando.10 Refiriéndose a los científicos, a los

arqueólogos en particular.11 Refiriéndose a Laura.12 Dirigiéndose a Alejandro.13 Refiriéndose al «Bebé de La Peña» y a la «Mu-

jer», momias excavadas por un equipo de ar-queología de la Universidad Nacional deTucumán, actualmente exhibidas en el Mu-seo del Hombre de Antofagasta de la Sierra.

Page 30: Arqueología Sudamericana 3 (1)

28 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):20-28, 2007

quizás mi padre me dijo «mira, podés hacereso», y a esta edad que tengo no tenía idea quepodía hacer esto y que podía aprender de esto,y lo estoy haciendo. Aprendí que sí les puedoenseñar a mis hijos que no dejen perder la opor-tunidad y que lo vean con más valor, que yo enmi niñez no lo vi porque nadie me enseñó averlo de esa manera. Porque yo misma a ve-ces, cuando estoy sola y no hay turistas, mepongo a leer algún que otro cuadro y pienso:ellos dicen que lo encontraron, y dicen que fueasí… ¿Será verdad, no será? Cuando viene elturista yo le digo lo que dice ahí. Supuestamen-te ya lo estudié y lo digo de memoria, pero novoy a decirle otra cosa. Le digo eso porqueestá escrito ahí. No digo lo que yo siento acá14,sino lo que dice ahí. Esa es la explicación quenosotros le damos al turista. Me gustaría quenosotros pudiéramos darle otras explicacioneso, por lo menos, decirles cómo vemos nosotrosa esas cosas. Por lo menos que ellos respetenlo que nosotros decimos, porque sino ellos nosaben qué decimos nosotros y nos ven capazcomo un objeto. No nos gusta ser objeto.

Alejandro: Es muy fuerte lo que decís, por-que en realidad son cosas muy fuertes lasque están acalladas, silenciadas. A medidaque uno escucha que los otros hablan aprendea callarse la boca. Y todas las cosas que unosiente no salen.

Rita: Yo creo que como ella hay mucha gen-te acá que piensa lo mismo. Por ahí por mie-do a hablar o por la reacción de la otra gen-te, no dicen nada.

Ernestina: Eso pasa conmigo. Ella es mi her-mana y yo nunca le dije «¿por qué vos medecís que yo diga esto?», no. Ella me reta,me trata, me dice «mirá, vos empezá poracá y decí tal cosa, y seguí por allá…». Y yame lo sé de memoria. Pero nunca le dije«mira, no es así» o «dejame decir lo que yotengo acá» o «¿por qué es así?»… nada,nunca le pregunté.

Laura: Yo te quería agradecer por decir todoesto.

Ernestina: Primero empezamos a discutir,pero no a discutir peleando, porque ella teníasus ideas y yo las mías y así. Ella me enten-día, y yo no la entendía a ella, y nos enten-díamos. Que una le pregunta a la otra, y laotra le pide perdón. Y ahora ella tiene unavisión de ver las cosas y yo otra de ella. Ellapuso de su parte y yo la mía para hacer esto.

Alejandro: Esta es una forma de decir muyfuerte porque está dicha desde el corazón.Eso es algo que lo hace muy auténtico. To-dos tenemos que aprender de eso.

Ernestina: Pero si ella no me hubiera ense-ñado, yo nunca hubiera podido expresarlo.Nunca le hubiera dado un significado a loque yo tenía acá. Ella me preguntó y me dijocómo y pude saber que lo que yo tenía acálo podía decir, porque lo entiendo. Porquecapaz que sino no se hubiera entendido loque yo quería decir.

14 Señalándose el pecho.

Page 31: Arqueología Sudamericana 3 (1)

SAMBAQUIS E PAISAGEM

Dinâmica natural e arqueologia regionalno litoral do sul do Brasil

ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007

Paulo DeBlasisMuseu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo (MAE-USP)

Andreas KneipUniversidade Federal do Tocantins (UFT)

Rita Scheel-YbertMuseu Nacional/Universidade Federal do Rio de Janeiro (MN-UFRJ), Bolsista PROFIX

Paulo César GianniniInstituto de Geociências, Universidade de São Paulo (IG-USP)

Maria Dulce GasparMuseu Nacional/UFRJ, pesquisadora do CNPq e Cientista do Nosso Estado-FAPERJ

Este artigo apresenta um modelo de ocupação de âmbito regional para a sociedade sambaquieiraassentada em uma área no litoral sul de Santa Catarina (aqui designada como paleolaguna deSanta Marta). Articula, em uma abordagem interdisciplinar, as características da dinâmicageoambiental desta região lagunar e os padrões da ocupação humana no período de 6000 a1500 anos AP aproximadamente, através de perspectivas de longa duração acerca dos processosnaturais e sociais de construção de paisagem. São considerados, de um lado, enfoques relaciona-dos à dinâmica quaternária, mostrando as tendências de assoreamento progressivo do sistemadeposicional baía-laguna e a ocorrência pretérita de extensa cobertura vegetal, incluindo apresença de mangue (hoje extinto na área). Apesar deste cenário em constante mutação, ascaracterísticas estruturais deste ambiente lagunar não sofreram modificações profundaspermanecendo, do ponto de vista da ocupação humana, estável e bastante produtivo ao longo detodo o período. De outro lado, discutem-se aspectos relacionados à dinâmica da ocupaçãosambaquieira na região, mostrando a presença de estruturas de organização territorial tambémbastante estáveis e articuladas em âmbito regional, com epicentro na própria laguna. Este siste-ma teve grande expansão entre 4,5 e 2 mil anos atrás aproximadamente, período no qual seintensifica a construção de sambaquis monumentais que ainda hoje são marcos visuais notáveisneste ambiente aberto e de amplos horizontes. A distribuição destes sítios impressionantes reflete

Page 32: Arqueología Sudamericana 3 (1)

30 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

sua importância significativa na construção simbólica da paisagem, referenciando aterritorialidade e a organização social das comunidades de pescadores assentadas no entornodesta região lagunar ao longo de vários milênios.

Este artículo presenta un modelo de asentamiento regional para las sociedades de sambaquis(concheros) de la costa sur de Santa Catarina, Brasil, que evolucionaron, aproximadamente,entre 6000 y 1500 AP. La dinámica de las costas cuertanarias y los patrones de ocupaciónhumana se articulan por medio de un enfoque interdisciplinario y una perspectiva de largaduración, mostrando los procesos naturales y culturales en la construcción del paisaje. Se descri-be un sistema estable de asentamiento territorial con una expansión considerable entre 4.5 y 2kaAP, cuando la erección de concheros monumentales aparace como una referencia simbólicapara la emergencia de patrones complejos de interacción social y organización regional en lassociedades de sambaquis.

A regional settlement model for the sambaquis (shellmounds) society from the southern coast ofSanta Catarina, Brazil, is presented in this paper, which has evolved between 6000 to 1500 BPapproximately. By means of an interdisciplinary approach and a long duration perspective,Quaternary coastal dynamics and human occupation patterns are articulated, evincing bothnatural and cultural processes in landscape construction. A very stable territorial settlementsystem is described, showing a considerable expansion between 4,5 and 2 kyBP, when the erectionof monumental shellmounds stands as a symbolic reference for the emergence of complex patternsof social interaction and regional organization among the sambaqui societies.

Palavras-chave: sambaquis, Quaternário costeiro, paleoambiente, construção de paisagem /Palabras clave: sambaquis, cuaternatio costero, paleoambiente, construcción de paisage.

Recebido: maio 30, 2006; aceito: novembro 5, 2006 / Recibido: mayo 30, 2006 ; aceptado: noviembre5, 2006 .

As mais significativas são sepultamentos,reportados na maior parte dos sambaquisdescritos, em geral dispostos cerimonialmenteem locais especificamente preparados paraisso, frequentemente acompanhados deartefatos, oferendas alimentares e fogueiras.

Apesar de marcarem constante presençana literatura arqueológica brasileira desde oséculo XIX, o significado dos sambaquisenquanto estrutura arqueológica e aelaboração de modelos de ocupação paraas áreas costeiras do litoral meridional doBrasil são aspectos que permanecem poucoexplorados. Tidos tradicionalmente comovestígios de acampamentos sucessivos debandos de coletores de moluscos e pesca-dores, tais sítios vêm sendo considerados, nosúltimos anos, estruturas intencionalmente

Sambaquis (palavra de origem Tupi que sig-nifica, literalmente, «monte de conchas») sãosítios arqueológicos monticulares distribuídospor toda a costa brasileira, ocupando princi-palmente zonas de tons ecológicos cambian-tes, como regiões lagunares e áreas recor-tadas de baías e ilhas. Estes sítios (tambémchamados de concheiros) variam bastantede tamanho e, especialmente no litoral sulcatarinense, podem atingir dimensõesimpressionantes, alcançando até 70 metrosde altura e 500 metros de comprimento. Emgeral exibem uma sucessão estratigráfica decomposição diferenciada: camadas de con-chas mais ou menos espessas intercaladaspor numerosos estratos finos e escuros, ri-cos em materiais orgânicos, com muitasestruturas distribuídas em áreas específicas.

Page 33: Arqueología Sudamericana 3 (1)

31Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

construídas (Gaspar e DeBlasis 1992), ple-nas de significação simbólica para seusconstrutores. Alguns deles foram descritoscomo espaços habitacionais (p.e. Kneip etal. 1991; Kneip 1992; Barbosa et al. 1994),outros tidos como estruturas essencialmentefunerárias (Duarte 1968; Fish et al. 2000;DeBlasis 2005), mas a grande diversidadedestes sítios sugere certa variabilidade fun-cional, ainda não equacionada de maneiraadequada (ver, para definições e descriçãodestes sítios, assim como um histórico dasperspectivas de pesquisa, Prous 1992;Gaspar 1998, 2000; Lima 2000). Apesardessa diversidade, Gaspar (1994, 1995)sugeriu que, pelo menos no litoral centro sulbrasileiro, estes sítios são remanescentes desociedades com identidade cultural própriae bastante distinta de outros grupos da regiãosul do Brasil, com base nos padrões peculia-res de construção de mounds nas cercaniasde grandes corpos d’água, associandosempre a presença de rituais funerários esignificativas quantidades de restosalimentares.

Mapeamentos importantes – geográficose culturais - foram realizados em diferenteszonas de ocorrência e concentração desambaquis ao longo da extensa fachadaatlântica brasileira. Bons exemplos são Rio deJaneiro (Dias 1967, 1969, 1972; Gaspar 1991),Paraná (Bigarella 1951a, 1951b), São Paulo(Uchoa e Garcia 1983), Rio Grande do Sul(Ruschel 2003), o litoral sul de Santa Catarina(Rohr 1962, 1968, 1969, 1973, 1984) e o litoraldo Pará (Simões e Correa 1971), entre outros.Entretanto, são raros os enfoques regionais,predominando quase sempre descrições decaráter tipológico ou o estudo de sítios isolados.Ainda que preocupações com as relações en-tre os sambaquis e o ambiente costeiro, cujanatureza bastante dinâmica também éreconhecida de longa data, tenham estado quasesempre presentes (p.e. Krone 1902, 1914;Guerra 1950; Bigarella 1954; Emperaire e

Laming 1956; Kneip 1977), seu estudo siste-mático e articulado é raro1.

Uma análise de caráter regional e sistêmicode sambaquis, onde quer que seja, é tarefacustosa. As dificuldades residem, basicamente,em duas questões fundamentais, até certo pon-to associadas. De um lado, tendo em vista que,frequentemente, são sítios construídos nodecorrer de períodos relativamente longos, umaanálise de sambaquis em âmbito regional exi-ge controle cronoestratigráfico sistemático emdiversos sítios de uma dada área, geralmenteausente nos estudos arqueológicos do litoralbrasileiro, apesar do número crescente dedatações disponíveis. De outro lado, exigetambém uma investigação mais aprofundadaacerca das características funcionais dossambaquis, ainda pobremente compreendidas.Tal abordagem vem sendo desenvolvida no li-toral sul catarinense nos últimos anos, atravésdo estudo articulado da evolução natural de umaregião costeira e os padrões de ocupação hu-mana ali presentes (DeBlasis et al. 1998a;Gaspar et al. 1999, 2002; Fish et al. 2000;DeBlasis e Gaspar 2001)2.

1 Existem, entretanto, antecedentes importan-tes, como Krone (1902, 1914) e Bigarella(1951a, 1951b). A rigor, a primeira análise dearticulação sistêmica de conjuntos desambaquis em seu contexto ambiental noBrasil foi produzida por Gaspar (1991) no li-toral norte do Rio de Janeiro, um modelointerpretativo que fala de sítios concomitan-tes e articulados, um mesmo grupo ocupan-do certo território em grande interação so-cial. Tal modelo criou um contraste com aidéia, então predominante, de que ossambaquieiros constituíam gruposforrageiros de grande mobilidade.

2 Trata-se de um projeto de pesquisamultidisciplinar de cunho marcadamente re-gional, no qual enfoques paleoambientais earqueológicos vêm sendo tratados demaneira articulada através da integração depesquisadores e especialistas de diversasinstituições. Além da Universidade de SãoPaulo (USP), de onde atuam o Museu e

Page 34: Arqueología Sudamericana 3 (1)

32 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

Tocantins (UFT) e a Universidade do ArizonaASM-U of A), além de consultores de outrasinstituições.

3 As figuras da área de pesquisa deste artigoforam produzidas por meio de um SIG (Siste-ma de Informação Geográfica) elaborado ini-cialmente para a região por Kneip (2004)usando o sistema GRASS, a partir das bases

A região estudada abrange parte dosmunicípios de Laguna, Tubarão e Jaguaruna,uma área extremamente aplainada ondeocorre um conjunto de lagos e lagunas inte-gradas por canais e zonas turfosasencharcadas, sendo as maiores as lagunasdo Camacho (ou Garopaba do Sul), SantaMarta e Santo Antonio (Figura 13). SantaMarta, Esta região exibe grandeadensamento de sambaquis, que variam bas-tante em termos de volume, distribuição, for-ma e composição (Figura 2), característi-cas estas já apontadas nos estudos anterio-res realizados na região por Rohr (1962, 1968,1969, 1984), Beck (1972) e Hurt (1974), queevidenciaram também uma considerávelsuperposição cronológica entre eles. Assim,a área apresenta condições ideais para umestudo de caráter regional, onde a existência

Figura 1. A região de pesquisa, uma regiãolagunar situada no sul do Estado de Santa

Catarina, Brasil.

Arqueologia e Etnologia (MAE), o Institutode Geociências (IG), o Instituto deAstronomia e Geofísica (IAG) e o Institutode Ciências Biológicas (ICB), participamtambém o Museu Nacional (UFRJ), o Grupode Pesquisas em Educação Patrimonial daUniversidade do Sul de Santa Catarina(GRUPEP/UNISUL), a Universidade do

Figura 2. Alguns sambaquis da área (do topo à esquerda, sentido horário): Encantada,Roseta, perfil estratigráfico (L2.15.13) de Jaboticabeira II e Santa Marta I.

Page 35: Arqueología Sudamericana 3 (1)

33Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

de agrupamentos discretos de sambaquispossibilitaria explorar os padrões deocupação, territorialidade, demografia eorganização social dos sambaquieiros,avançando a hipótese de que partilhavam oterritório e configuravam um amplo sistemaregional4. O epicentro deste território situar-se-ia na própria lagoa, o que reforçaria a idéia,proposta por Gaspar (1991, 2000), de que osgrandes e superprodutivos corpos d’águalagunares são referência essencial nospadrões locacionais e de subsistência dascomunidades sambaquieiras. Estas perspec-tivas são desenvolvidas no presente trabalho.

O cenário teórico para este estudo é dadopor um debate de fundo envolvendo oconceito, que foi se tornando freqüente naarqueologia americana principalmente a partirdos anos 90, de «caçadores-coletorescomplexos» (Price e Brown 1985, eds.;Keeley 1988; Price e Feinman, eds. 1995;Arnold 1996; Chapman 2003). Sucintamen-te, este cenário se baseia na idéia de quecertos grupos de caçadores/pescadores/coletores, seja por habitarem ambientes muitoprodutivos, seja por viverem em territórioscircunscritos, ou mesmo por outras possíveisrazões, desenvolveram uma série de carac-terísticas mais elaboradas de organizaçãosocial, envolvendo articulação comunal emtorno de estratégias/ideologias amplamentecompartilhadas, incluindo construções públi-cas e/ou atividades cerimoniais. Eventual-mente, a presença de desigualdade social,hierarquias e lideranças formalmenteestabelecidas os aproximariam dos modelosde organização genericamente designadoscomo chefias, ou cacicados (para umadiscussão abrangente deste tema verSassaman 2004).

Assim como ocorre com outras culturaslitorâneas por toda a América (p.e. Moseley1975; Ames e Maschner 1999; Curet 2003,entre outros), DeBlasis et al. (1998b)propuseram que o registro arqueológico dosgrupos sambaquieiros representa uma

situação onde seria possível detectar umasérie de características mais complexas deorganização social e econômica. Com umaperspectiva contrastante com a idéia domi-nante de que os sambaquis são produto debandos de coletores de moluscos com gran-de mobilidade territorial, defenderam aexistência de um sistema territorial estávelenvolvendo sedentarismo, demografiaexpressiva e a construção de estruturasmonumentais (ver, também, Lima e Lopez

cartográficas disponibilizadas pelo IBGE(1:50.000), imagens de satélite LANDSAT-7(disponibilizadas pelo INPE), o mapa geológicode Giannini (1993) e dados obtidos diretamenteno campo. O desenvolvimento das pesquisasde campo tem sido possível através do suporteconstante da Fundação de Amparo à Pesquisado Estado de São Paulo (FAPESP), através desucessivos auxílios e, presentemente, umprojeto temático, assim como bolsas de estudopara a formação acadêmica. AgradecemosRodolfo Angulo e Maria Cristina de Souza pelaajuda com a sistematização das datações, e JoséLuiz de Magalhães Castro Neto pela finalizaçãodas ilustrações deste trabalho. Finalmente, agra-decemos os três pareceristas anônimos destarevista, cujos comentários muito ajudaram aaperfeiçoar o texto.

4 No sambaqui Jaboticabeira II (JabII), especial-mente, vêm sendo desenvolvidos desde 1997estudos acerca dos processos formativos quegeraram estas impressionantes estruturasconchíferas, assim como das característicasbiológicas e de saúde daquela sociedade (nestesentido ver Storto et al 1999; Okumura e Eggers2005). Pesquisas sistemáticas neste sambaquirevelam que sua construção se deve exclusi-vamente a atividades relacionadas a rituaisfunerários (Fish et al 2000). Aparentemente, estacaracterística funcional pode ser generalizadapara boa parte dos sambaquis da região,sobretudo aqueles de maiores dimensões, cujaimponência se destaca na paisagem plana eaberta desta região lagunar. Este projeto vemdesenvolvendo também intensa atuação noâmbito da educação patrimonial, especialmen-te junto ao público escolar dos municípios daregião (Farias 2000, 2003a, 2003b, 2005).

Page 36: Arqueología Sudamericana 3 (1)

34 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

Mazz 1999)5. Neste artigo, cujo objetivo éesboçar um modelo de ocupação de âmbitoregional para os sambaquis do litoral sulcatarinense e sua evolução vis-à-vis astransformações também significativas doambiente lagunar, vai-se examinar algunsparâmetros decisivos para discutir a naturezae as características essenciais dacomplexidade da sociedade sambaquieira6.

A paleolaguna de Santa Marta eseus arredoresNa perspectiva da geologia sedimentar,encontra-se nesta região um complexo mo-saico de processos deposicionais eólicos,lagunares e marinhos interdependentes, o quetem tornado oportuna a descrição dasmorfologias resultantes e das característicasinternas de seus depósitos enquanto fácies(Giannini 1993, 2002), definidas, no sentidode Walker (1976), como materializações deprocessos sedimentares específicos. Estasfácies inter-relacionam-se e justapõem-seorganizadamente no espaço segundo enti-dades fisiográficas maiores, ou sistemasdeposicionais, na acepção de Fisher &McGowen (1967). Nesse sentido, tem-se aíum dos mais complexos e singularesexemplos de interação entre fácies costeirasquaternárias no Brasil, permitindo reconhecerquatro tipos de sistemas deposicionaisinteratuantes (Figura 3): lagunar, barra-barreira, planície costeira (strandplain) eeólico (Giannini 1993; Giannini et al. 2001).

O sistema lagunar holocênico abrange,de norte para sul, um conjunto de lagunasintercomunicáveis entre Imbituba eJaguaruna (Mirim, Imaruí, Santo Antônio,Santa Marta e Camacho) e uma série delagos residuais de antigas lagunas (Bonito,Arroio Corrente, Figueirinha, Gregório Bento,Laranjal). Comunica-se com mar abertoatravés de duas desembocaduras (inlets): ade Entrada da Barra, a norte, entre as lagu-nas Santo Antônio e Santa Marta, e a do

Camacho (nas últimas três décadas, a maiorparte do tempo fechada), entre as lagunasCamacho e Garopaba do Sul. O sistema la-gunar foi formado por dois tipos de processosdiferentes, porém mais ou menos concomi-tantes, no âmbito da elevação do nível relati-vo do mar (NRM) holocênico, cujo máximofoi atingido há pelo menos 5100 anos AP(Martin et al. 1988, Angulo et al. 1996, 1999,2005). O primeiro processo corresponde aoisolamento parcial de corpo de água porcrescimento de uma barreira arenosatransgressiva correspondente ao sistemabarra-barreira. O segundo corresponde ao

5 No que se refere aos cerritos do sul do Brasile Uruguay, sítios que compartilham muitas dascaracterísticas dos sambaquis, os trabalhosde Lopez Mazz (2001) e Iriarte (2003) apontamem uma direção não muito diferente.

6 Não se pretende avançar em consideraçõesdemográficas neste artigo, assim como nanatureza dos fenômenos de organização so-cial envolvidos no processo decomplexificação sugerido para a sociedadesambaquieira da laguna. Dados demográfi-cos estão sendo reunidos e, juntamente comoutras evidências de padrões de organizaçãosocial dos sambaquieiros da paleolaguna deSanta Marta, deverão ser objeto de outrosartigos no futuro próximo.

Figura 3. Geologia da região de pesquisa (apartir de Giannini 1993).

Page 37: Arqueología Sudamericana 3 (1)

35Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

afogamento de vales de dissecação emterraços marinhos regressivos preexistentes(pleistocênicos) pertencentes ao sistemaplanície costeira. Esta distinção permitereconhecer dois tipos de associações defácies lagunares (Giannini 1993, 2002;Giannini et al. 2001): a baía-laguna (SantoAntônio, Santa Marta, Camacho), àretaguarda do sistema barra-barreira exis-tente a sul de Entrada da Barra, e a vale-laguna (Garopaba, Ibiraqüera, Mirim,Imaruí), atrás do sistema planície costeira anorte. O delta lagunar do rio Tubarão, maiordelta interior ativo do país, constitui a princi-pal particularidade faciológica distintiva daassociação de fácies baía-laguna comrelação à associação vale-laguna.

O cenário sedimentar regional é comple-tado pelo sistema deposicional eólico. Deocorrência generalizada, superpõe-se aos sis-temas barra-barreira e planície costeira namaior parte da área e ao sistema lagunar nasregiões de Campos Verdes e Garopaba doSul. Abrange campos de dunas livres de pelomenos quatro diferentes gerações, cujasidades variam do Pleistoceno superior ao atual(Giannini 1993; Giannini e Suguio 1994;Giannini et al. 2001; Sawakuchi 2003). Deacordo com o modelo evolutivo proposto porestes autores, reforçado por datações porluminescência, a geração eólica 1 é aproxi-madamente contemporânea ao máximo NRMdo interglacial Riss-Würm (cerca de 120 milanos AP), enquanto a geração 2 é predomi-nantemente anterior à máxima inundaçãoholocênica, alcançada antes de 5100 anos AP.A geração eólica 3, posterior a esta máximainundação, foi formada essencialmente nosúltimos três milênios. A geração 4 correspon-de às dunas eólicas em atividade.

Dentro deste contexto regional, a áreafocal das investigações arqueológicas res-tringe-se ao sistema lagunar, na suaassociação de fácies baía-laguna, e ao siste-ma barra-barreira vizinho, no entorno daslagunas Santa Marta e Camacho. A área

abrange no hinterland o delta lagunar dorio Tubarão, até o contato com as serras queemolduram a planície litorânea, fechando ofundo da baía.

O sistema lagunar encontra-se hoje bas-tante afetado pela interferência antrópica naforma de aterros e canais de drenagem, deforma a possibilitar a instalação de pastagens,campos para cultivo de arroz e tanques decarcinicultura. Nesta vasta região aplainadaformada pelos sistemas barra-barreira ebaía-laguna, este último praticamente aonível atual do mar, destacam-se na paisagemos afloramentos pontuais do embasamentocristalino, que formam ressaltos, «paleoilhas»,que acabam dominando o cenário. É o caso,por exemplo, das pontas do Costão do Ilhotee da Galheta e, principalmente, da ponta(cabo) de Santa Marta, e ainda a serra dasCongonhas ao fundo, já nas proximidadesdos terrenos ondulados ao pé das serras,nunca inundados. O sistema eólico encontra-se aí dominantemente representado pelasgerações 3 e 4, estando as gerações eólicasmais antigas restritas a paleodunasempoleiradas sobre estes pontões doembasamento cristalino pré-cenozóico e amorrotes e espigões testemunhos depaleodunas parabólicas da geração 2, queforam praticamente ilhados pela baía-lagu-na durante o máximo transgressivo. Nesteúltimo caso, encaixam-se os morros de areiaque acompanham a margem oeste da lagu-na do Camacho (ou Garopaba do Sul), entrea vila de Garopaba do Sul e Jaboticabeira. Éneste cenário amplo e aberto que se encontraa maior concentração de sambaquis da regiãocentro-sul catarinense.

Para as finalidades deste estudo, a área deinvestigação fica delimitada a sudoeste pelocontorno da paleolaguna definido desde asencostas dos vales dos rios Sangão e Riachinho,até a margem sudoeste da lagoa Figueirinha.Como se verificou empiricamente, os sítios re-lacionados à ocupação sambaquieiradesaparecem no terreno existente a sudoes-

Page 38: Arqueología Sudamericana 3 (1)

36 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

te deste limite, dominado por paleodunasatribuídas à geração 2 (Giannini 1993) emorros-testemunho do embasamento cris-talino, encontrando-se aí apenas sítios maisrecentes. A nordeste, a referência fisiográficaque se ressalta é a ponta da Cabeçuda, quesepara o sistema vale-laguna, ao norte, dosistema baía-laguna ao sul, limite este quese estende a leste pela desembocadura la-gunar de Entrada da Barra, em Laguna. Aoeste e a norte a área é emoldurada pelasformações colinares do piemonte das serrasGeral e do Taboleiro (Giannini 1993) e suasescarpas alcantiladas ao fundo, ondeadentram os vales dos rios Tubarão eCapivari. Tendo em vista o destaque queassume neste cenário o pontão cristalino docabo de Santa Marta, um ponto dominantesituado bem no meio de toda esta regiãoaplainada, anteriormente uma ampla baía,decidiu-se denominar a área «paleolagunade Santa Marta»7.

A região está situada na Zona SubtropicalSul (Strahler 1977), com o clima controladopelos Anticiclones do Atlântico Sul e MóvelPolar, podendo ser classificado comosubtropical úmido sem estação seca e comverão quente (Cfa). A temperatura médiaanual é de 20 ºC e a precipitação média de1400 mm/ano (Nimer 1989). Embora hojetoda a planície costeira esteja bastanteantropizada e alterada, a cobertura vegetaloriginal da região de estudo é formada pela«floresta tropical de encosta», que ocupa oflanco das serras do leste catarinense, e a«restinga», ecossistema característico dacobertura arenosa costeira do Quaternário(Klein 1978).

A restinga se caracteriza por um mosaicode habitats apresentando diversos tipos devegetação com fisionomia e padrões deorganização distintos, normalmentedistribuídos de acordo com uma zonação quevai da beira da praia em direção ao interior(Araújo e Henriques 1984). Entre estes tiposvegetacionais ocorrem formações herbáceas

(psamófila-reptante da anteduna, herbáceabrejosa em zonas paludosas e nas margensdas lagoas), arbustivas (abertas ou fechadas,podendo formar moitas ou ter as copascontínuas, e ocorrendo sobre os cordões are-nosos ou em pontos baixos do relevo) earbóreas (mata de restinga). A floresta tropi-cal pluvial que ocorre mais para o interior,também classificada como Floresta OmbrófilaDensa, corresponde à prolongação extra-tro-pical da Mata Atlântica. Sua ocorrência nestazona de clima subtropical se deve às tempe-raturas invernais amenas da região costeira eàs chuvas abundantes, bem distribuídas aolongo do ano (Hering de Queiroz 1994).

Cronologia regional e duração dossambaquisForam cadastrados, até o momento, 65sambaquis na área de pesquisa, incluindoalguns um pouco além dos limitesestabelecidos no item anterior (Tabela 1).Dispõe-se, no total, de 99 datações para 33(51%) destes sambaquis, uma amostra bemdistribuída pela região, sendo que 19 delas(cerca de 19%) são provenientes de estudosanteriores nos quais o controle estratigráficonem sempre é preciso (Tabela 2; uma pers-pectiva sinótica para a cronologia regionalaparece na Figura 4). As datações deJaboticabeira II (cerca de 32% das dataçõesdisponíveis) mostram uma seqüênciacoerente e uniforme indicando que este

7 Embora para o sul os limites do sistema deocupação sambaquieiro estejam claros,coincidindo perfeitamente com os limites daprópria área de pesquisa, para norte não osão; pode ser que as comunidades do entor-no da paleolaguna de Santa Marta estivessemplenamente integradas com aquelas do Imaruíe Mirim, sendo o limite estabelecido pelosarqueólogos – o estreito da Cabeçuda – irre-levante durante o período estudado, o quesomente a pesquisa dos sítios daquela áreavai permitir entender.

Page 39: Arqueología Sudamericana 3 (1)

37Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

Abelha 22J 0690591 / 6841113

Arroio da Cruz 1 22J 0687376 / 6820113

Arroio da Cruz 2 22J 0678217 / 6815654

Cabeçuda 22J 0712601 / 6852170

Caieira 22J 0718209 / 6850914

Campo Bom 2 22J 0687605 / 6820264

Campo Bom 3 22J 0687732 / 6820356

Canto da Lagoa 1 22J 0715648 / 6840898

Canto da Lagoa 2 22J 0715741 / 6840743

Canto da Lagoa 3 22J 0715027 / 6840927

Capivari 1 22J 0699746 / 6850952

Capivari 2 22J 0699739 / 6850954

Capivari 3 ( Ilhotinha) 22J 0699418/ /6855928

Carniça 1 22J 0714190 / 6841022

Carniça 2 22J 0714577 / 6840912

Carniça 3 22J 0714519 / 6840380

Carniça 4 22J 0714426 / 6840502

Congonhas 1 ( Palmeiras ) 22J 0694930 / 6843010

Congonhas 2 22J 0695603 / 6838450

Congonhas 3 ( Ilhote das Congonhas ) 22J 0694320 / 6838450

Costão do Ilhote de S. Marta 22J 0711469 / 6833166

Cubículo 22J 0690340 / 6839039

Encantada 1 ( Emídeo ) 22J 0703768 / 6830622

Encantada 2 ( Vulcãozinho ) 22J 0703290 / 6830555

Encantada 3 ( Juventus) 22J 0703859 / 6831546

Figueirinha 1 22J 0698373 / 6827693

Figueirinha 2 22J 0698387 / 6828061

Figueirinha 3 22J 0698006 / 6827646

Galheta 1 22J 0716427 / 6838183

Galheta 2 22J 0716342 / 6838152

Galheta 3 (Padre ) 22J 0715591 / 6839212

Galheta 4 22J 0716313 / 6838045

Garopaba do Sul 1 22J 0706046 / 6831728

Garopaba 2 22J 0704799 / 6832004

Garopaba 3 22J 0703983 / 6832289

Garopaba 4 22J 0703812 / 6832443

Jabuticabeira 1 22J 0697334 / 6837666

Jabuticabeira 2 ( Samb. do Riacho ) 22J 0699489 / 6835694

Jabuticabeira 3 22J 0697690 / 6837162

Jaguaruna 1 22J 0693456 / 6833095

Lagoa dos Bixos 22J 0716237 / 6840176

Laranjal 1 22J 0702120 / 6829608

Laranjal 2 22J 0702289 / 6829823

Laranjal 3 22J 0702826 / 6830303

Mato Alto 1 ( Passo do Gado) 22J 0698773 / 6842162

Mato Alto 2 22J 0698590 / 6842450

Monte Castelo 22J 0693691 / 6843508

Morrinhos 22J 0698169 / 6844181

Morro Grande 1 22J 0687152 / 6824099

Morro Grande 2 22J 0687187 / 6823636

Morrote 22J 0699360 / 6840440

Olho D`Água 1 22J 0681220 / 6817360

Passagem da Barra 22J 0717707 / 6842325

Ponta do Morro Azul 22J 0690106 / 6832373

Porto Vieira 1 22J 0695467 / 6835304

Porto Vieira 2 22J 0695483 / 6836206

Riachinho 22J 0693861 / 6830094

Ribeirão Pequeno 22J 0706331 / 6842857

Roseta ( Ilhote de Ipuã) 22J 0717919 / 6841311

Santa Marta 1 22J 0712151 / 6833970

Santa Marta 2 22J 0713230 / 6833590

Santa Marta 3 22J 0711542 / 6834937

Santa Marta 4 22J 0711493 / 6835068

Santa Marta 5 22J 0713192 / 6834760

Santa Marta Pequeno 22J 0714769 / 6838887

Tabela 1. Relação dos sambaquis da área da paleolaguna de Santa Marta, SC.

sambaqui, o mais estudado da área, foiconstruído ininterruptamente ao longo demais de mil anos (3050-1750 AP aproxima-damente), representando uma fase tardia daocupação sambaquieira na região. Os demaissítios da área são menos datados, mas suasrelações, em âmbito regional, sãoesclarecedoras.

Vários sambaquis de grandes dimensões8

foram erguidos no decorrer de períodoslongos, iniciando-se antes, ou por volta, de 4mil anos atrás. As datações paraJaboticabeira I, que se referem ao topo e àbase de uma porção que restou deste enor-

me (mas muito destruído) sambaqui, indicamuma ocupação de cerca de dois mil anos.Assim como no seu vizinho Jaboticabeira II,não se percebe neste enorme sambaquiqualquer sinal de interrupção, ou abandonoprolongado, na complexa sucessão de ca-madas conchíferas e estratos ricos em

8 Dados precisos sobre as dimensões da maiorparte dos sambaquis aqui discutidos aindanão estão disponíveis. Para os fins desteestudo, foram considerados grandes ossambaquis cuja base exceda 200 metros emseu eixo maior, e cuja altura não seja menorque 5 metros.

Page 40: Arqueología Sudamericana 3 (1)

38 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

sítio sigla Lab ID Tipo Data Sigma

Arroio da Cruz 1 ACz1 Beta 209703 Mes. mactroides 1080 60

Arroio da Cruz 1 ACz1 Beta 211732 Mes. mactroides 1160 40

Cabeçuda Cab 4120 220

Caieira Cai Isotopes 2624 carvão 710 90

Caieira Cai Isotopes 2628S concha 2770 100

Caieira Cai Isotopes 2628C carvão 3230 155

Canto da Lagoa 1 CaL1 Beta 209706 Anomalocardia 3370 70

Capivari 1 Cap1 Beta 209705 Ostrea sp. 3780 40

Carniça 1 Car1 Az 884 carvão 2400 110

Carniça 1 Car1 Az 914 concha 2550 100

Carniça 1 Car1 Az 883-2 concha 3040 50

Carniça 1 Car1 Az 917 concha 3210 150

Carniça 1 Car1 Az 912 concha 3310 150

Carniça 1 Car1 Az 918 carvão 3370 150

Carniça 1 Car1 Az 919 concha 3370 100

Carniça 1A Car1A Az 959 concha 2460 110

Carniça 1A Car1A Az 950 (956?) carvão 3275 125

Carniça 1A Car1A Lamont 1164B concha 3300 150

Carniça 1A Car1A Isotopes 2620 concha 3350 110

Carniça 1A Car1A Lamont 1164 concha 3400 150

Congonhas Co1 3270 200

Congonhas 1 Co1 Az 10650 carvão 3165 55

Congonhas 1 Co1 Az 10651 carvão 3350 85

Congonhas 2 Co2 Az 10648 carvão 2705 85

Congonhas 2 Co2 Az 10647 carvão 2740 70

Congonhas 2 Co2 Az 10649 carvão 2835 95

Congonhas 3 Co3 Az 10646 carvão 2115 50

Costão do Ilhote PCI Beta 211733 carvão 980 40

Encantada 3 En3 Beta 189712 carvão 740 40

Encantada 3 En3 Beta 189713 carvão 4320 40

Encantada 3 En3 Az 10638 Anomalocardia 4420 50

Figueirinha 3 Fig3 concha 4240 190

Galheta 1 Gal1 Beta 209708 Anomalocardia 3090 70

Galheta 2 Gal2 Beta 209709 Anomalocardia 4400 60

Galheta 2 Gal2 CENA 104, LS-10 concha 4530 70

Galheta 4 Gal4 Beta 211734 osso hum. 980 40

Garopaba do Sul GS1 Az 10032 carvão 2705 240

Garopaba do Sul GS1 Az 9888 carvão 2840 70

Garopaba do Sul GS1 concha 3450 180

Garopaba do Sul GS1 CENA LS-25 concha 3780 70

Garopaba do Sul GS1 CENA LS-27 concha 3780 70

Garopaba do Sul GS1 CENA LS-28 concha 4110 70

Ilhotinha Ita Beta 209712 Ostrea sp. 5170 60

Ilhotinha Ita Beta 209711 Ostrea sp. 5270 60

Jabuticabeira I Ja1 Az 10642 carvão 2430 125

Jabuticabeira I Ja1 Az 10641 carvão 2655 110

Jabuticabeira I Ja1 Az 10640 carvão 3995 85

Jabuticabeira I Ja1 Az 10639 carvão 4185 90

Jabuticabeira II Ja2 Az 9884 carvão 1805 65

Jabuticabeira II Ja2 Az 9885a carvão 1850 40

Page 41: Arqueología Sudamericana 3 (1)

39Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

Tabela 2. Datações para os sambaquis da região da paleolaguna de Santa Marta, SC.

Jabuticabeira II Ja2 Az 9892 carvão 1895 185

Jabuticabeira II Ja2 Beta 195250 carvão 1950 70

Jabuticabeira II Ja2 Beta 195249 carvão 1970 40

Jabuticabeira II Ja2 Az 9900 carvão 1975 95

Jabuticabeira II Ja2 Beta 195240 carvão 2020 40

Jabuticabeira II Ja2 Az 9897 carvão 2060 85

Jabuticabeira II Ja2 Beta 195239 concha 2070 60

Jabuticabeira II Ja2 Az 9881 carvão 2075 65

Jabuticabeira II Ja2 Az 9899 carvão 2115 65

Jabuticabeira II Ja2 Az 10637 carvão 2165 75

Jabuticabeira II Ja2 Az 9895 carvão 2170 95

Jabuticabeira II Ja2 Az 9896 carvão 2170 45

Jabuticabeira II Ja2 Az 10635 carvão 2180 105

Jabuticabeira II Ja2 Az 9893 carvão 2210 60

Jabuticabeira II Ja2 Az 9883 carvão 2240 170

Jabuticabeira II Ja2 Az 9898 carvão 2270 75

Jabuticabeira II Ja2 Az 10634 carvão 2280 80

Jabuticabeira II Ja2 Az 9890 carvão 2285 45

Jabuticabeira II Ja2 Az 9891 carvão 2295 90

Jabuticabeira II Ja2 Az 10632 carvão 2310 70

Jabuticabeira II Ja2 Beta 188382 osso hum. 2320 50

Jabuticabeira II Ja2 Az 10246 concha 2335 35

Jabuticabeira II Ja2 Beta 188381 osso hum. 2340 50

Jabuticabeira II Ja2 Az 9889 carvão 2345 105

Jabuticabeira II Ja2 Az 10243 concha 2365 45

Jabuticabeira II Ja2 Az 10245 concha 2370 35

Jabuticabeira II Ja2 Az 9882 carvão 2470 55

Jabuticabeira II Ja2 Az 10244 concha 2490 35

Jabuticabeira II Ja2 Az 9894 carvão 2500 155

Jabuticabeira II Ja2 Az 10636 carvão 2655 105

Jabuticabeira II Ja2 Az 10247 concha 2795 35

Jabuticabeira II Ja2 Az 10631 concha 2855 105

Jabuticabeira II Ja2 Az 9880 carvão 2880 75

Jabuticabeira II Ja2 Az 10633 concha 2890 55

Jaguaruna 1 Jag1 Beta 209707 Ostrea sp. 3080 80

Mato Alto 1 MA1 Az 10643 carvão 2245 60

Mato Alto 1 MA1 Az 10644 carvão 2535 165

Mato Alto 2 MA2 Az 10645 carvão 4685 160

Monte Castelo MoC Beta 209715 Anomalocardia 3240 70

Monte Castelo MoC Beta 209716 Anomalocardia 3360 70

Morrinhos Mos Beta 209713 Anomalocardia 3230 70

Morrinhos Mos Beta 209714 Anomalocardia 4480 60

Morro Azul MAz Beta 190468 Ostrea sp. 4480 60

Morrote Mor Az 9887 carvão 1975 115

Morrote Mor Az 9886 carvão 2075 110

Porto Vieira 1 PV1 Beta 209710 Anomalocardia 3610 70

Ribeirão Pequeno RPq Beta 209704 Thais haemast. 2390 70

Santa Marta 1 SM1 Beta 195242 concha 3200 60

Santa Marta 5 SM5 Beta 195243 concha 4110 50

Page 42: Arqueología Sudamericana 3 (1)

40 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

matéria orgânica, onde os sepultamentosestão sempre presentes. Um padrão bastantesemelhante aparece no grande sambaqui deMorrinhos, onde datações de topo e baseevidenciam também uma ocupação contínuade mais de mil anos. Outros sítios deproporções volumosas, para os quais o con-trole cronológico é insuficiente paraestabelecer com precisão o período deocupação, exibem também uma estratigrafiaseqüenciada de maneira semelhante: SantaMarta III, Galheta I, Ribeirão Pequeno (comdatações de topo, o que indica que a base émais antiga), Capivari I (cuja amostra provémde uma camada próxima à base), Cabeçuda(não se sabe a proveniência da amostradatada) e Porto Vieira I (com dataçãotambém próxima à base). Tanto as caracte-rísticas estratigráficas quanto o volume

impressionante destes sambaquis indicamque, evidentemente, também têm períodosde ocupação consideravelmente extensos.

Datas provenientes de outros sambaquisda região apontam para uma expansãoformidável no número de sítios (e, porextensão, da população sambaquieira) entrequatro e dois mil anos atrás aproximadamen-te. A grande amplitude cronológica de algunsdeles indica que foram construídos ao longode muitas gerações, evidenciando padrõesde ocupação bastante estáveis e prolonga-dos por toda a área de estudo. É o caso deJaboticabeira II, melhor estudado e datado(Fish et al. 2000; DeBlasis 2005), mastambém dos grandes sambaquis da Caieirae da Carniça, estudados por Hurt (1974), edas Congonhas (Beck 1972), além de MatoAlto I e Monte Castelo.

Figura 4. Os sambaquis datados da área de pesquisa, organizados em ordem cronológicatomando-se por referência a datação mais antiga de cada sítio. Observe-se as indicaçõesaproximadas da variação do Nível Relativo do Mar (NRM) ao longo do período. As linhaspontilhadas nos períodos de ocupação e uso de cada sambaqui, quando presentes, referem-se à cronologia estimada a partir da localização das datações disponíveis e dascaracterísticas estratigráficas e volumétricas gerais de cada sítio, examinados caso a caso.

Page 43: Arqueología Sudamericana 3 (1)

41Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

No grande sítio da Garopaba do Sul,assentado sobre a barra-barreira, as dataçõesdisponíveis, distando entre si cerca de 200metros, indicam que o ritmo de construçãoem um determinado sítio (ou parte dele) podeser episódico, rápido e muito intenso. Adatação sistemática em Jaboticabeira IIaponta para o mesmo fenômeno: porções dosambaqui são construídas de maneira maisou menos rápida, e encerradas, mesmo quea cronologia geral aponte para um padrãomais gradual, evidenciando a longa duraçãodos processos construtivos que têm lugar sejaem um mesmo sítio (tomado como um todo),seja em âmbito regional. Importante obser-var que, quando Jaboticabeira II e outroscomeçavam a ser erigidos, o sambaqui daGaropaba do Sul já exibia cerca de 22 me-tros de altura, com uma datação de topo demais de 4 mil anos; sua base deve ser,portanto, bem mais antiga. A construção destesambaqui prosseguiu por algum tempo ainda,uma vez que informes de que se dispõe so-bre este gigante indicam que alcançava pelomenos 60 metros de altura.

Outros sítios, também bastante antigos,são pequenos e foram construídosrapidamente, como Encantada III, MatoAlto II, Galheta II e Ponta do Morro Azul.Figueirinha III (cuja amostra, datada porMartin et al. 1988, provém do topo ou daperiferia do sambaqui) encontra-se hoje com-pletamente arrasado. Foi outro sítio pequeno,Ilhotinha, que forneceu as datações maisantigas (tanto de topo como de base), tendosido construído em cerca de 300 anos nomáximo. A localização deste pequenosambaqui pode indicar que a ocupação dapaleolaguna iniciou-se em sua porção maisinterna e abrigada, em um momento em queo NRM estava em seu máximo (cf. Anguloet al. 1999), e a paleolaguna formava umabaía ampla e bem mais aberta do que hoje.As datações de Ilhotinha e outros sambaquisde menores dimensões (Encantada III, Can-to da Lagoa, Congonhas III, Mato Alto II,

Galheta II), com menos camadasestratigráficas (alguns, aparentemente, comapenas uma) mostram que foram erigidosrapidamente, talvez em torno de um únicoepisódio construtivo, cuja natureza ainda nãoestá clara. A relação entre estes sítiospequenos e aqueles maiores, em torno dosquais parecem gravitar, certamente confi-gura uma característica interessante dospadrões de organização da sociedadesambaquieira, já que muitos deles são con-comitantes.

De fato, se a perspectiva cronoestratigráficaem âmbito regional torna evidente certadiacronia no momento de inauguração naconstrução dos vários e diferentes sambaquisda área, ao mesmo tempo indica que apersistência e longa duração destes processosem âmbito regional implicam naconcomitância de vários destes sítios. Destaforma, observa-se um fenômeno decrescimento dentro do mesmo território deocupação: o aumento no número de sítiosconstruídos entre 4,2 e 2 mil anos atrás aproxi-madamente (ver Figura 4) mostra que, ao longodeste período, a ocupação da laguna conheceuma significativa expansão demográfica. Estefenômeno não parece representar qualquerruptura aparente nos padrões econômicos eculturais da sociedade sambaquieira, quepermanecem bastante homogêneos ao longode todo o período. Sedentarismo e adensamentodemográfico são reforçados também pelosdados paleopatológicos disponíveis para apopulação esqueletal de Jaboticabeira II (Stortoet al. 1999; Okumura e Eggers 2005). Não háevidências de conflito (ver, a este respeito, Lessae Medeiros 2001) e, ao que tudo indica, soluçõeseconômicas e organizacionais foram «social-mente orquestradas» (Gaspar 2000:26) paradar conta deste crescimento da populaçãosambaquieira na área.

Uma mudança aparentemente repentinanos padrões deposicionais ocorre em váriossambaquis da área, onde o acúmulo predo-minante de conchas é substituído por sedi-

Page 44: Arqueología Sudamericana 3 (1)

42 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

mentos ricos em matéria orgânica e carvão,o que os deixa recobertos de sedimentosbastante enegrecidos (Fish et al. 2000). Estacamada escura, ou «capa preta», parecerepresentar uma transição para um novo«horizonte» regional, também concomitantee homogêneo, formado entre 2000 e 1500anos AP aproximadamente e no qual, apesardas variações composicionais, tanto osprocessos construtivos envolvendo estruturasfunerárias quanto as características tecno-lógicas das indústrias lítica e ósseaassociadas se mantêm de maneira bastanteconsistente. Infelizmente, este «horizonte»encontra-se bastante impactado porinterferências recentes nos sambaquis (agri-cultura, construções, etc), sendo poucas asdatações disponíveis para este período.

Na esteira desta transição, após 1500 anosAP, novos sítios (Arroio da Cruz I, Ponta doCostão do Ilhote e Galheta IV, entre outrosainda não datados) vão aparecendo na linhade costa. Neles se detecta a presença defeições e estruturas um pouco diferentes,assim como vestígios cerâmicos típicos dasculturas Je do planalto meridional (designa-dos, genericamente, como Tradição Taquara),alguns também exclusivamente funerários.Assim, significativas mudanças culturais têmlugar no entorno da laguna neste período, en-cerrando um longo período de estabilidade econtinuidade da sociedade sambaquieira e suacultura. Estas mudanças, que parecem se ini-ciar por volta de 2000 e se acentuam a partirde 1500 anos atrás, envolvem importantesalterações ambientais por conta do progressivofechamento e redução dos corpos lagunares,mas envolvem também a chegada destesnovos atores no cenário regional.

Em síntese, a cronologia para a região deSanta Marta indica uma ocupação permanen-te e de longa duração da paleolaguna, queperdurou pelo menos 4000 anos (5500-1500AP aproximadamente) de maneira aparente-mente ininterrupta. O uso contínuo por cen-tenas de anos dos mesmos loci funerários

aponta para um padrão de ocupaçãosedentário, onde os sambaquis emergemcomo monumentos que representam umarelação territorial e simbólica bastante estávelcom um habitat familiar e perfeitamenteapropriado pela cultura sambaquieira. Namedida em que novos sambaquis vão sendodatados, vai-se percebendo que desde o inícioda ocupação desta área se pode encontrarsambaquis por todo seu entorno, padrão quenão só se mantém, mas se adensa no decorrerdo período. De fato, as datações provenien-tes de Ilhotinha, Jaboticabeira I, Ponta doMorro Azul, Santa Marta III, Mato Alto II,Figueirinha III e Encantada III revelam queos sítios mais antigos (anteriores a 4000 anos)já se encontram distribuídos por toda a áreainvestigada, o que se mantém para os sítiosmais recentes; ou seja, esta distribuição dossambaquis representa um padrão de ocupaçãoterritorial de longa duração, um estilo de vidaadaptado ao ambiente lagunar que só viria ase alterar significativamente a partir de doismil anos atrás aproximadamente.

A evolução da paleolaguna e aocupação sambaquieiraEmbora dados específicos para a paleolagunade Santa Marta ainda não estejam disponíveis9,estudos de palinologia realizados na região sule sudeste do país permitem algumas

9 Análise e correlação sedimentológica epalinológica, com datações, de testemunhosrasos (2,5 m) coletados na borda da porção sulda paleolaguna de Santa Marta encontram-seem desenvolvimento, sob a coordenação dePaula Garcia Carvalho do Amaral. Os resulta-dos preliminares indicam redução relativa deplantas C4 e herbáceas, especialmentegramíneas Poaceae, no decorrer dos últimos3500 a 2500 anos, acompanhada porsedimentação mais pelítica e orgânica e por in-cremento na concentração de detritos vegetais,culminando no aparecimento de turfeiras. Estequadro de resultados, ainda que incompleto einconclusivo, permite interpretar um processo

Page 45: Arqueología Sudamericana 3 (1)

43Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

aproximações. Lorscheitter (1997), analisandoamostras de diversas áreas no planalto e nolitoral, detecta um significativo aumento natemperatura e umidade no planalto sul-brasileiroentre 13 e 11,5 mil anos atrás aproximadamen-te, com evidências de transgressão marinhatomando corpo entre 7,5 e 5,9 mil anos no RioGrande do Sul. A máxima transgressiva sesituaria entre 5,7 e 4,5 mil anos, correspondendoassim ao optimum climático, que teria ocorridopor volta de pouco mais de 5 mil anos AP. Odesenvolvimento e expansão das matastropicais após 4,5 mil anos indicam contínua eprogressiva regressão, aparentemente semfases secas. Para o planalto, Behling (2003)propõe uma seqüência de fases secas e úmidas,com um período mais úmido que teria seestendido de 6 a 2,8 mil anos atrás, seguindo-se outra fase ainda mais úmida, até cerca de600 anos, quando as condições hoje reinantesteriam sido atingidas.

Análises antracológicas de amostras dosambaqui Jabuticabeira II indicam que entre2500 e 1800 anos AP este sítio, situado nocoração da área lagunar, estava estabelecidoem meio a um ecossistema de restinga, sendoque nenhuma variação ambiental significativafoi registrada durante este período (Scheel-Ybert 2001b). No entanto, a ausência devariação no registro antracológico não implicanecessariamente em ausência de variaçãoclimática. Trabalhos anteriores demonstraramque a vegetação de restinga é relativamenteestável e resistente a mudanças climáticas, pelomenos as de pequena amplitude (Scheel-Ybert2000, 2001b). As variações climáticas ocorridasnesta área durante o período de ocupação dossítios e, mais ainda, as variações de NRM,podem ter influenciado a disposição davegetação de restinga no ambiente sem que ascaracterísticas fitossociológicas da vegetaçãotenham se alterado de maneira significativa.

Andreas Kneip (2004) elaborou umaaproximação para a evolução da configuraçãofisiográfica da área-foco deste projeto,correspondendo à paleolaguna de Santa Mar-

ta. O modelo pressupõe contínuo e progressivorebaixamento do NRM a partir de 5100 APaproximadamente, de acordo com uma curvaprojetada a partir dos dados disponibilizados porAngulo et al. 2005 (Figura 5)10. Em síntese omodelo consiste, como vimos acima, noprogressivo alongamento das barreiras que, anorte e a sul da «paleoilha» de Santa Marta,dominante no centro da antiga baía, fechou-ade modo gradual formando as lagunas, queconcomitantemente foram sendo assoreadaspelo intenso aporte de sedimentos fluviais. Combase neste modelo Kneip (2004:82-91) formu-la quatro recortes de diferentes momentos doperíodo de ocupação sambaquieira na área,aqui retomados e complementados (Figura 6;observe a indicação do NRM na Figura 4).

Antes de 4000 anos AP o NRM esteve maisde 2 metros acima do atual e, com uma tendênciade rebaixamento gradual e paulatina, alcançouos 2 metros por volta de 3700 AP. Pelo menoscatorze sítios já lá estavam nesta época: Ilhotinha(o mais antigo, nos fundos da paleobaía),Jaboticabeira I (cuja prolongada ocupaçãoatravessou todo o período), Ponta do Morro Azule Mato Alto II, na porção central da região lagu-nar; Figueirinha III, Encantada III, o elevadosambaqui situado entre as dunas no topo domorro de Santa Marta (SM III) a cerca de 90metros de altura, e os sambaquis I e II da ponta

de restrição e assoreamento gradual dapaleolaguna, com redução progressiva dainfluência das marés e da expressão em área depântanos salobros, sem excluir a possibilidadede decréscimo paralelo na dinâmica e no aportefluvial.

10 Para a sistematização destes dados, ver Kneip(2004:45-58); para uma revisão no que se refereao comportamento do NRM no período, verAngulo et al (2005). Cabe lembrar que o mo-delo aqui apresentado é apenas umaaproximação, carecendo de refinamentocartográfico e cronológico, que se esperaobter com a continuidade das pesquisas. Noentanto presta-se bastante bem para robus-tecer e ilustrar os argumentos deste artigo.

Page 46: Arqueología Sudamericana 3 (1)

44 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

da Galheta, ao longo da linha da costa; por fim,os grandes sambaquis estrategicamente situa-dos da ponta da Cabeçuda, Garopaba do Sul eMorrinhos. Todos estes sambaquis estão situa-dos sobre terreno seco no início de suaconstrução: baixas vertentes dos terrenos cris-talinos, dunas mais antigas estabilizadas, ou aindasobre a barreira.

O mapa da região há 3200 anos mostra oprogressivo fechamento e preenchimento dalaguna, com a distribuição dos sambaquis datadosneste período. Com o NRM por volta de 1,5 macima do nível atual, todos eles estariam bempróximos da margem lagunar. Em torno de 2000AP o NRM se encontra a aproximadamenteum metro acima do atual. Durante todo esteperíodo (isto é, entre 4 e 2 mil anos atrás aproxi-madamente) percebe-se um significativo aumen-to no número de sítios ativos no entorno da lagu-na, correspondendo grosso modo ao período deocupação dos sambaquis maiores, e mostrandoo expressivo adensamento alcançado pelapopulação sambaquieira neste período.

O NRM segue baixando suavemente,estabilizando ligeiramente em torno de mil anosatrás até alcançar condições semelhantes àsatualmente vigentes em época bastante recente.A deposição intensa de sedimentos trazidos pe-los rios (Tubarão e Capivari, principalmente) foireduzindo progressivamente a extensão e aprofundidade da paleolaguna, até que sealcançassem as condições atuais. Esta fase co-incide aproximadamente com o fim da era

sambaquieira, como sugerem as datações maisrecentes dos sambaquis Jaboticabeira II eMorrote. A continuidade da ocupação da área éatestada pelas datações dos sítios Arroio da CruzI, Galheta IV e Ponta do Costão do Ilhote, todosrelacionados à ocupação imediatamente poste-rior de grupos ceramistas da Tradição Taquara.O mesmo se dá com o nível superior, tambémcerâmico, do sambaqui da Caieira (Hurt 1974),e ainda a datação recente, sub-superficial, deEncantada III que, embora não associada aevidências arqueológicas típicas do período maisrecente, é compatível com as demais deste pe-ríodo. Observa-se também, mais para o finaldeste período, a presença conspícua de sítiosGuarani por toda a região11.

Examinando estas simulações percebe-seum padrão evolutivo essencial para esta análiseregional. Desde cerca de 6 mil anos - quando,

Figura 5. A curva do nível relativo do mar (NRM) projetada paraa região da paleobaía de Santa Marta (cf. Angulo et al. 2005).

11 A tradição cerâmica Taquara vem sendosistematicamente associada aos grupos delíngua Je do planalto meridional,etnograficamente conhecidos comoKaingang (ver, entre outros, Noelli 2000).Estes grupos parecem ter começado a pene-trar na laguna mais ou menos na mesma épo-ca em que se percebe a desagregação dosistema sambaquieiro, por volta de 1500 AP.Por outro lado, sítios Guarani litorâneos foramdatados ao sul e ao norte da área de pesqui-sa, atestando a presença destes grupos naregião a partir de aproximadamente mil anosatrás (Lavina 1999; Farias 2006).

Page 47: Arqueología Sudamericana 3 (1)

45Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

de acordo com as datações disponíveis, a área épermanentemente ocupada pelos sambaquieiros- em nenhum momento o mar se elevou acimadas linhas de barreira, pontões cristalinos epaleodunas nos quais estes sítios arqueológicosse assentam, sempre à beira das antigasmargens da laguna. Ao contrário, os dadosdisponíveis apontam para um declínio paulatinoe mais ou menos regular do NRM, indicandoque as transformações ambientais no interior dalaguna seguiram um ritmo suave e de baixo im-pacto no que se refere às formações vegetais efaunísticas (malacológicas e ictiológicas, espe-cialmente) ali presentes. Um cenário, enfim, bas-tante estável e previsível no que se refere àocupação humana.

Estudos antracológicos realizados nopequeno sambaqui Encantada III revelaram apresença, no interior da paleobaía, de Avicenniasp, uma espécie característica de mangue, hápelo menos 5 mil anos atrás. Esta perspectiva éreforçada pela presença de significativas cama-das de Ostrea sp. em vários sambaquis daporção mais interna da laguna, inclusive Ilhotinha,o mais antigo da região. Atualmente, o limite sulpara a ocorrência de mangue no Brasil se situapróximo a Laguna (28º30'), imediatamente aonorte da paleolaguna de Santa Marta (Schaeffer-Novelli et al. 2000), na qual hoje não mais seencontram formações de mangue. O totaldesaparecimento deste tipo de vegetação do li-toral mais meridional pode estar relacionado coma interferência antrópica, mas tudo indica queseu gradual declínio ao longo dos últimos milêniosse deve, principalmente, a mudanças ambientais.

Assim, apesar do progressivo fechamento eassoreamento da paleobaía a partir do Holocenomédio, ao longo do período de ocupaçãosambaquieira a área lagunar manteve sempreum contato mais intenso do que hoje com o maraberto. Somando-se a isto a presença de manguee de certa diversidade de microambientes nosfundos e nos flancos da laguna (matizada pelainter-relação das formações de floresta, mangue,colinas e dunas), a expectativa de um ambientebastante produtivo para grupos pescadores e

coletores ao longo do período se justifica. Estaexpectativa é reforçada pela forte produtividadeeconômica que, ainda hoje, bem mais assoreadae dessalinizada, a lagoa representa para as co-munidades que vivem em seu entorno, sem falarda abundância de recursos que aparece nopróprio registro arqueológico, como demonstrao estudo dos remanescentes faunísticos do sítioJaboticabeira II (Klökler 2001). Trata-se daqueletipo de ambiente misto, estuarino-lagunar, ondese dá o fertilíssimo encontro entre o mar e aágua doce, cuja produtividade já foi usada parajustificar a emergência de padrões desedentarismo e complexificação sócio-culturalem outras regiões (e.g. Yesner 1980; Testart1982; Arnold 1996, entre outros).

Portanto, durante todo o período deocupação sambaquieira nesta área, apesar daprogressiva redução dos corpos d’água, oassoreamento intensivo e a conseqüentemodificação na distribuição das formaçõesvegetais e malacológicas envolvidas nesteprocesso, a configuração geral do ambientelagunar permaneceu bastante estável do pontode vista da ocupação humana, sobretudo nosentido de que se manteve bastante produtivae também navegável, um cenário bastantefavorável para a longa duração dos padrõesde organização espacial e territorial dossambaquis. Com o paulatino abaixamento donível do mar e a regressão e fechamento dasbarreiras litorâneas, assim como o intensoassoreamento das lagunas, parece ter havidonão apenas a redução geral dos corposd’água, mas também sua progressivadessalinização, o que talvez possa explicar odeclínio da presença de mangue e dadisponibilidade de algumas espéciesmalacológicas nas lagoas, especialmente osberbigões e as ostras12. Este processo, queteria se acentuado a partir de aproximada-mente 2000 anos atrás, pode estar associadoàs mudanças nas características

12 Conforme sugerido por Levy Figuti (com.pessoal).

Page 48: Arqueología Sudamericana 3 (1)

46 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

deposicionais, descritas mais acima, em algunssambaquis da região, como Jaboticabeira II eMorrote, onde conchas são substituídas porsedimentos na construção dos sítios. Seja comofor, as características destes fenômenos –tanto o natural como o cultural - ainda estãopor ser mais bem detalhadas.

Assim, apesar do dinamismo quecaracterizou a evolução do sistemadeposicional baía-laguna nesta região nos úl-timos 5 mil anos - com o progressivoaprisionamento e redução dos corposaquáticos, a expansão e retração dosmanguezais, a aparente redução na oferta derecursos malacológicos e ainda,provavelmente, variações também nadistribuição das coberturas vegetais - a descidacontínua e mais ou menos regular do nívelmédio do mar teria propiciado condiçõesambientais bastante estáveis ao longo de todoo período, particularmente quando vistas soba perspectiva de sociedades profundamenteadaptadas a ambientes aquáticos. Ou seja,apesar de variações na disponibilidade decertas espécies e na distribuição geral dos re-cursos, a região foi, durante todo o período daocupação sambaquieira, uma área de grandeprodutividade, concentrando recursosdiversificados e, portanto, sempre capaz deprover sustento material, de maneira contínuae abundante, para comunidades de pescado-res que em seu entorno se instalaram ao longode mais de quatro milênios.

Mais ainda, apesar de oscilações da linha decosta e das constantes variações distributivasdos recursos animais e vegetais (tanto na lagu-na como em terra firme), a estrutura da paisagemse manteve praticamente inalterada. Os ressaltosgeográficos e sua fisiologia, os principais tiposde cobertura vegetal existentes, a relação dossítios com a laguna, as características gerais deterritorialidade e navegabilidade (tal como sepoderia pensar a partir do cenário ambiental),também permaneceram estáveis ao longo detodo o período. Tais condições certamentefavoreceram a continuidade de ocupação e a

estabilidade econômica que, como indicam ossítios permanentemente ativos por vários séculos,os grupos sambaquieiros do entorno da lagoausufruíram ao longo deste período. Estaestabilidade parece se refletir na longa duraçãodas características sociais, culturais e simbóli-cas que se apresentam incorporadas fisicamentenos próprios sambaquis e sua relação estruturalcom a paisagem regional13.

Para um padrão de assentamentosambaquieiroUma primeira observação importante, jáapontada, é a formação de agrupamentosde sambaquis em loci específicos dapaisagem, como já se percebe na Figura 1.Tais agrupamentos transparecem na própriadesignação dos sítios: Carniça I, II, e III eIV, Santa Marta I, II, III, IV e V, FigueirinhaI, II e III, etc, e logo a primeira vista se notaque se encontram distribuídos no entorno da(paleo) laguna de Santa Marta e suas «ilhas».Em boa parte destes locais percebe-se quese trata de um grande sambaqui cercado deestruturas de menores dimensões. São bonsexemplos Figueirinha I, com II e III nas proxi-

13 A relação profunda que a sociedadesambaquieira tem com a laguna, tal comoapontada acima, não deve ser percebida comouma relação de caráter determinista. Emboraseja impossível desvincular deste ambientecertas características formais (e mesmoestruturais) da cultura sambaquieira, tal comoaparecem na iconografia de suasrepresentações escultóricas (Gaspar 2000;DeBlasis 2005) ou nos próprios sambaquis,seria no mínimo ingênuo, talvez mesmotemerário, supor que tais características, porsi só, pudessem explicar ou justificar osprocessos de complexificação social quetiveram lugar na laguna. As soluções dearticulação social e política que ali emergiramforam, certamente, resultado de negociaçõese arranjos inter-grupais que, por ora, apenasse começa a vislumbrar.

Page 49: Arqueología Sudamericana 3 (1)

47Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

midades; Carniça I, o famoso sambaqui gi-gantesco (hoje quase totalmente destruído),ele próprio duplo (Hurt 1974), cercado porvários outros; ou ainda a concentração decinco sítios na área do pontão de Santa Marta,cujos arredores sempre estiveram acima dasoscilações do nível das águas do mar e dalaguna. Este padrão distributivo é mais claroao longo da linha de costa, sobre o sistemabarra-barreira, onde os agrupamentos exibemum espaçamento mais linear, acompanhando

a própria barreira arenosa. Os sítios do inte-rior da baía distribuem-se mais em funçãoda configuração dos anfiteatros e baíasnaturais formados pelos recortes da antigalinha de costa, as encostas das serras e «ilhas»isoladas, onde as comunidades ali instaladasteriam acesso fácil a recursos maisdiversificados e água doce abundante.

Na Figura 6 pode-se examinar os padrõesde repartição espacial do território no entornoda laguna ao longo do tempo, tendo como base

Figura 6. Recortes da evolução da paleolaguna de Santa Marta, com os sambaquis datadosno período (os sítios em branco são os que já existiam desde o período anterior). Cada recorteé uma aproximação da configuração paleogeográfica da área de pesquisa correspondente àslinhas do NRM indicadas na figura 4. Os polígonos sugerem características de repartiçãoterritorial presentes na área para cada recorte/período. A área média dos polígonos de cadaimagem, em ordem cronológica, é 79 km2, 64,63 km2 e 47,4 km2 respectivamente, evidenciandocrescente circunscrição territorial na área da laguna ao longo do período de ocupaçãosambaquieira. O cálculo não foi efetuado para o período mais recente devido às distorçõesgeradas pela pouca quantidade de datações disponíveis para este período.

Page 50: Arqueología Sudamericana 3 (1)

48 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

os recortes da evolução ambiental da lagunadiscutida acima e a localização dos sambaquisdatados até cada um destes momentos. Aaplicação de polígonos de Voronoi ouThiessen (Hodder e Orton 1976) para exa-minar a distribuição espacial destes sambaquisdeixa muito claro que ao longo de todo o pe-ríodo a laguna configura-se como o epicentrodo universo sambaquieiro, sua área deinteração social e esfera econômica de usocomum, território compartilhado. Nota-setambém um progressivo aumento dacircunscrição territorial na região da laguna,em função da expansão no número de sítios,ao longo do período. Neste sentido Kneip(2004) sugere mesmo ter havido um paulati-no deslocamento dos sambaquis maisrecentes, acompanhando a progressivaredução dos corpos d’água. A permanênciadeste padrão distributivo confirma não ape-nas a longa duração deste sistema deassentamento da cultura sambaquieira, mastambém a dos padrões de organização sociale econômica que o explicam.

Uma análise da área de influência imediata,ou direta, de cada agrupamento de sambaquis(representadas por círculos na Figura 7) foi ela-borada elegendo-se 14 deles, a partir de critériosbaseados em volume, longevidade e localização

estratégica, como sítios principais, em torno dosquais vários dos demais, secundários, searticulam. Novamente nota-se a disposição cir-cular em torno da laguna, reforçando o que foidito acima. O que se percebe não são territóriosindividualizados para cada agrupamento de sítios,mas sim uma ampla superposição territorial,apontando claramente para padrões deinteração e articulação destas comunidadessambaquieiras no entorno da laguna, lugar cen-tral do universo econômico e social sambaquieiro(Figura 7a). Neste sentido, como sugere a Fi-gura 7b, cada um destes agrupamentos desambaquis representaria um foco nuclear – so-cial, não apenas geográfico - de ocupação eadensamento demográfico, marcos territoriais,referências locacionais e de identidade para co-munidades sambaquieiras dispersas no entornoda laguna. Esta configuração circum-lagunar,juntamente com a cronologia disponível que ates-ta a longa duração destes sambaquis, apontapara a existência de comunidades sedentáriasque, com o tempo, foram crescendo e sedesenvolvendo no entorno da laguna, espaço edomínio comum e epicentro da vida (e da morte)sambaquieira.

De quanta gente se está falando? Seguemapenas algumas inferências preliminares, poisos parâmetros demográficos são ainda frágeis.

Figura 7. Características locacionais dos sítios principais da área de pesquisa em tornode 3000 anos atrás aproximadamente. As áreas de influência direta de cada um deles aquiexibidas (círculos) têm 5 km de diâmetro (na imagem à esquerda) e 3 km (à direita). Observe,respectivamente, a superposição territorial e o padrão circum-lagunar.

Page 51: Arqueología Sudamericana 3 (1)

49Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

Como se viu acima, a distribuição dosagrupamentos ao longo do tempo aponta parauma progressiva circunscrição territorial ao longodo período e ocupação da área. Por outro ladoFish et al. (2000), com dados de JaboticabeiraII, mas também de Castro Faria (1952), Hurt(1974) e Bryan (1993), sugerem a cifra de 0,137sepultamentos por metro cúbico para este sítio,algo em torno de 43.000 pessoas ali sepultadasao longo de cerca de mil anos. Esta cifra implicaem uma densidade demográfica considerávelpara a população sambaquieira envolvida tãosomente com este único sitio; ao considerar todaa área da paleolaguna de Santa Marta as cifrasexpandem-se de maneira quase assustadora,levando-se em conta a quantidade de sambaquise as dimensões gigantescas de vários deles –mesmo admitindo que nem todos tenham finali-dades exclusivamente funerárias.

As características volumosas, fre-qüentemente monumentais, que os sambaquisdesta região foram adquirindo ao longo de váriosséculos, implicam considerar a questão do sig-nificado destas estruturas. Em primeiro lugar,estudos detalhados em Jaboticabeira II (Fishet al. 2000) indicam que os sambaquisconfiguram um espaço ritualizado relacionadoaos mortos, e não direta ou imediatamente vin-culado às atividades cotidianas dos vivos, dasquais não se encontra neles evidências clarasou inequívocas. Conclui-se, portanto, que ossambaquis são construídos, principalmente, emfunção de seu significado simbólico, que assumesua razão essencial de ser. Definitivamente, nãoparece se tratar de sítios onde se realizamatividades cotidianas (aqui entendidas comoa produção das atividades normalmente rela-cionadas à manutenção e reprodução física eeconômica do grupo social: pescar, coletar,caçar, tecer, fabricar utensílios, etc); ao contrário,as evidências disponíveis apontam, claramen-te, para um cenário onde ocorremessencialmente atividades rituais relacionadasao culto aos mortos, aos ancestrais14.

Tendo em vista, pois, o caráter funerário queestes sítios exibem em sua grande maioria, pode-

se dizer que os sambaquis preservam a memóriados ancestrais. O fato de terem sido construídosnos mesmos locais de maneira intencional,recorrente e incremental por longos períodosimplica um vínculo essencial entre a sociedadesambaquieira e seus antepassados, assim comocom um determinado território. Neste sentido,estes sítios sagrados, reiteradamentesacramentados através de cerimônias funeráriasfortemente ritualizadas, constituem referênciasde profundo significado simbólico para seusconstrutores, significado este que não apenasdimensiona esferas de influência social e territo-rial como, por seu caráter longevo, perpetua umavisão de mundo própria da cultura sambaquieira.Sua onipresença aponta o caráter domestica-do da paisagem lagunar, onde a presençadiuturna dos mortos e suas conexõescosmológicas imiscuem-se na vida cotidiana dasociedade sambaquieira15.

Uma análise de visibilidade, baseada nasaltitudes e localização destes mesmos

14 Cabe observar que certas características, emgeral pouco diferentes das aqui descritas,foram consideradas evidências habitacionaisem outras áreas, como já foi dito. Por outrolado, alguns sítios pequenos, como Encan-tada III, que não são estruturas funerárias,tão pouco exibem características que podemser descritas como áreas de atividade, sendona verdade ainda pouco compreendidos. Esteé um assunto que, na verdade, demandainvestigações mais aprofundadas.

15 Esculturas com forma animal e uma cavidadeventral (os zoólitos), soberbamente esculpi-das segundo regras estilísticas bastante rígi-das, são ocasionalmente encontradasassociadas a sepultamentos específicos,sugerindo algum tipo de diferenciação so-cial (Prous 1992; Gaspar 1998). Estes artefatosforam recentemente interpretados comoparafernália de uso ritual relacionandoanimais e entidades mitológicas específicas,parte essencial de uma estrutura ideológicareligiosa de expansão macro-regional entreas sociedades sambaquieiras do litoral sulbrasileiro (De Blasis 2005).

Page 52: Arqueología Sudamericana 3 (1)

50 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

sambaquis principais, quase sempre centraispara cada agrupamento, novamente aponta alagoa como a área central do sistema deassentamento sambaquieiro, a área comumpara a qual todos eles estão voltados (Figura8). É, também, a área de onde grande partedeles, especialmente os maiores, pode ser vis-ta concomitantemente. Os sambaquisreconhecem-se uns aos outros no cenário la-gunar onde estão instalados, onde distintas co-munidades e seus ancestrais encontram-seassinaladas por marcos territoriais de carátermonumental, ampla e facilmente reconhecíveis.

Algumas considerações acerca daeconomia e organização social dossambaquieirosComo se viu acima, os dados disponíveis paraesta área da paleolaguna de Santa Martaapontam para um padrão de interação earticulação das comunidades em âmbito re-

gional, padrão este que permaneceu ativo porvários milênios. Além de aspectos sociaisenvolvendo parentesco, religião e outrosfatores, tal distribuição dos assentamentosimplica que esta interação se dá também,talvez principalmente, em torno das atividadeseconômicas mais importantes, elas própriasfocadas na laguna. De fato, parece certo queo sistema de assentamento sambaquieiro étotalmente voltado para as áreas lagunares,já que as prospecções arqueológicas não têmencontrado seus vestígios em terra firme paraalém da planície quaternária e seu entornoimediato, e espécies marítimas não sãoquantitativamente relevantes no registroarqueofaunístico da região.

Vários autores (Bandeira 1992; Figuti1992, 1993; Figuti e Klökler 1996, entreoutros) já apontaram a importância centralda pesca na economia destas populaçõeslitorâneas ao longo de toda a erasambaquieira, alguns deles destacando

Figura 8. Mapa de visibilidade produzido a partir de 14 sítios principais (os mesmos da figuraanterior). Note como a zona central desta região lagunar configura o epicentro das comunidadessituadas em seu entorno: área que todas podem ver, e de onde todas são vistas.

Page 53: Arqueología Sudamericana 3 (1)

51Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

evidências de sedentarismo bastante consis-tentes (pe. Gaspar 1991; De Masi 2001).Klökler (2001), através de estudoszooarqueológicos sistemáticos dos sedimen-tos que compõem o sambaqui JaboticabeiraII, não apenas aponta para a pesca comoatividade principal de subsistência dossambaquieiros desta região, como tambémmostra a predominância de espécies queprovavelmente foram capturadas através deestratégias de pesca desenvolvidas no inte-rior da laguna. As características tipológicasda indústria osteológica presente nestes sítios(que podem ser vistas em Prous 1992)também parecem indicar uma economia pre-dominantemente pesqueira, com o uso deredes e canoas.

A constatação de que a pesca constitui aatividade econômica central do povo do en-torno da lagoa naturalmente não significa quedesprezem os recursos malacológicos, tãoabundantes na laguna - e nos própriossambaquis. Talvez constituíssem um comple-mento alimentar, como ocorre hoje em dia(Gaspar 2005), e pode ser também quetenham servido para mitigar crises deescassez, como sugere Yesner (1980). Poroutro lado, parecem ter tido um papel essencialna composição dos rituais funerários quetiveram lugar nos sambaquis, assim comoconstituíram um excelente material construtivo(muito especialmente os berbigões, e even-tualmente as ostras) para lhes agregar volumee monumentalidade. Claro está que a idéia deque cada sambaqui reflete a disponibilidadedos recursos do entorno imediato, tão comumna literatura, não se sustenta: não apenas asconchas podem ser armazenadas eremobilizadas (ver, a este respeito, Gaspar2005) como, para estes grupos canoeiros,transportar volumes consideráveis pordistâncias também consideráveis é totalmen-te viável, através do território aberto eintegrativo representado pela própria laguna.

Tanto as áreas florestadas das restingase das encostas, assim como os manguezais

que parecem ter sido abundantes na área,disponibilizavam recursos vegetais e animaisvariados e acessíveis. Os dadosantracológicos apontam, como se viu acima,para a presença de formações de mangue erestinga na laguna, quando esta se encontravamais aberta e, possivelmente, com um climaum pouco mais quente do que hoje; justificam,assim, a expectativa de uma produtividadeainda maior que a atual, tanto no que serefere à população de moluscos quanto à depeixes e outras espécies do mangue. A exu-berante quantidade de conchas presentes nossambaquis da região, incluindo berbigões eostras com dimensões impressionantes, sófaz reforçar esta interpretação16. Emboranão haja dados arqueológicos que sustentemtal hipótese, pode bem ser que a laguna tenhase configurado como área de intensificaçãoeconômica daquelas comunidades, seja nomanejo/criação de peixes, seja de camarões,como ocorre hoje em dia. Estes últimos,apesar de abundantes na laguna atualmente(e, muito provavelmente, também nopassado), não parecem ter deixado traçosno registro arqueológico.

Cabe lembrar a presença abundante, efreqüente, de aves de arribação, um recursonada desprezível ainda hoje existente na la-guna, e cujos restos aparecem, ainda quediscretamente, no registro arqueológico deJaboticabeira II (Klökler 2001). Por fim, masnão menos importante, deve-se registrar apresença de espécies terrestres no registroarqueofaunístico: partes (nunca um indivíduocompleto) de antas, pacas, macacos, entreoutras espécies, aparecem com certafreqüência, geralmente junto aos

16 Vários dos sambaquis e/ou camadas maisantigas são formados(as) quase que exclu-sivamente por ostras, muitas delas dedimensões avantajadas (decimétricas),sugerindo um ecossistema de mangue bas-tante produtivo e talvez, no início daocupação sambaquieira na área, largamenteinexplorado.

Page 54: Arqueología Sudamericana 3 (1)

52 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

sepultamentos. Ainda que não tenham umpeso importante na dieta dos sambaquieiros,sua inserção em contextos rituais nas áreasfunerárias parece ser bastante significativa– aspecto este que não será tratado aqui.De qualquer forma sua presença indica, nomínimo, que as áreas florestadas do entornoda laguna eram parte integral do territóriosambaquieiro e tinham um papel importanteem sua economia.

Os estudos antracológicos apontam namesma direção. A análise de um perfil deJaboticabeira II mostra que o sítio estavainserido, provavelmente, na floresta derestinga (Scheel-Ybert 2001b). A presençade restos de madeira provenientes darestinga aberta e da Mata Atlânticacomprova que estes ambientes faziam partedo território habitual do grupo. Emboranenhum fragmento de planta típica demangue tenha sido encontrado neste sítio atéo momento, a presença de ostras, inclusiveexemplares portando as marcas de fixaçãoa raízes, atesta a ocorrência de mangue naregião. Apenas para lembrar, uma espécietípica de mangue, Avicennia sp, foi encon-trada em outro sambaqui desta região, En-cantada III, situado a cerca de 5 km deJaboticabeira II.

A indústria lítica também parece ter tidoimportância considerável na economiasambaquieira, tanto na produção de artefatosdecisivos para sua adaptação ao ambientelacustre - como por exemplo os machados ecunhas, utilizados na lida com madeira, es-pecialmente na fabricação das canoas -quanto para o processamento de alimentosvegetais, como os almofarizes, pilões equebra-coquinhos, assim como umavariedade de manos (ou pedras-de-mão:batedores, socadores, etc) e mãos-de-pilãode diversos tamanhos e formas encontradosem grande número nestes sítios (ver, porexemplo, Prous 1992; Bryan 1993). De fato,evidências da importância significativa dosrecursos vegetais na economia sambaquieira,

inclusive provenientes de atividades proto-agrícolas, começam a se avolumar (Tenório1991; Wesolowski 2000; Scheel-Ybert2001a; Scheel-Ybert et al. 2003; ver Iriarte2003 para evidências de cultivo ecomplexificação social nos cerritos do Uru-guay). Assim a constatação, no futuro próxi-mo, de que o cultivo incipiente de alimentosvegetais desempenhou um papel significati-vo nas características sedentárias e nanotável expansão demográfica das socieda-des litorâneas a partir de meados do Holocenonão deverá ser recebida com surpresa.

As evidências até agora reunidas sobreo ambiente lagunar e suas áreas limítrofes,florestadas, suportam perfeitamente ahipótese de que a laguna poderia sustentarum contingente populacional bastante signi-ficativo. Enfim, tanto o registro arqueológi-co quanto as evidências etnoarqueológicaspreliminares já reunidas indicam que a lagu-na (e seu entorno) teve (e ainda tem) umacapacidade de suporte extraordinária, sufi-ciente para manter uma consideráveldensidade populacional de característicassedentárias, permanentes. Produziria, ainda,excedentes suficientes para possibilitar asvultosas quantidades de alimentos utilizadasnos rituais funerários. especialmente setecnologias de manejo e estocagem estiveremenvolvidas.

De uma perspectiva sociológica, ainvestigação desenvolvida por Gaspar (2005)junto a algumas comunidades tradicionais depescadores que ainda hoje vivem na regiãorevela o enorme potencial da laguna e seupapel essencial na subsistência. De fato, aslagoas remanescentes continuam bastanteprodutivas, tanto para a pesca como a cole-ta de camarões, e a própria coleta demoluscos não é nada desprezível. Issopossibilita sugerir algumas analogias úteispara interpretar o padrão de ocupaçãosambaquieiro da paleolaguna. Em primeirolugar a pesca com rede, muito mais produtiva,é sempre realizada em grupo, seja na laguna

Page 55: Arqueología Sudamericana 3 (1)

53Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

ou em mar aberto, existindo uma articulaçãocomunitária em torno da produção dasubsistência nestas áreas lagunares, baseadatanto nas relações de parentesco quanto naconvivência comum (vizinhança). Em segun-do lugar, as comunidades do entorno dasatuais lagoas são socialmente equivalentes,iguais, não apenas reconhecendo-se mutua-mente como também partilhando intensasrelações sociais envolvendo parentesco,trabalho e festejos (santos padroeiros,casamentos, etc). Mesmo que a vida coti-diana destas comunidades sempre tenhaincluído grande mobilidade intra-regional,migrações sazonais para o planalto ou outrasregiões costeiras nunca foram parte do seuestilo de vida e sua subsistência tradicional.Projetando-se estes parâmetros básicos parao passado, é evidente que a disposição dosassentamentos sambaquieiros apontanitidamente para a laguna como área privi-legiada de atuação e interação econômica esocial, leitura esta reforçada pelaconcomitância e grande homogeneidadecultural partilhada por todos os sambaquisda área. Este padrão cultural, se por um ladoteve uma longa duração na região, por outrolado parece ter-se iniciado ali como uma for-ma cultural já bastante bem articulada eestruturada desde o início, indicando que nãose trata de uma ocupação autóctone. Indi-ca, também, uma origem mais distante notempo – o que datações mais antigas,sobretudo no litoral sul de São Paulo (Calippo2004; Figuti et al. 2004), só fazem reforçar.

Se a hipótese de que os agrupamentosde sítios encontram-se relacionados a comu-nidades de alguma forma diferenciadas eautônomas estiver correta, esta distribuiçãohomogênea reforça uma perspectivabasicamente igualitária entre comunidadesface a face, um modelo de interação circu-lar. A noção de que a lagoa é o espaçoeconômico estruturador da subsistênciasambaquieira, seu habitat natural, reforçamais ainda a perspectiva de uma paisagem

fortemente antropizada, marcada pelacirculação e interação intensas através dalagoa, espaço comum de circulação,compartilhado em termos econômicos, mar-cado pelas áreas de pesca. Esta organizaçãose reflete na configuração de suas aldeiasdispostas de maneira circular em torno deum «território» que, afinal, parece ter maiságua que terra. Parece bastante razoável queestes agrupamentos constituam núcleos so-cialmente consistentes, unidades (aparente-mente) não hierárquicas de organização te-rritorial e política da sociedade sambaquieira.Assim, os sambaquis representariamverdadeiros marcos territoriais associados agrupos específicos (possivelmente linhagens)cuja expressividade demográfica e/ou políti-ca seria suficiente para justificar a construçãode um mesmo conjunto de sambaquis porvárias gerações. Neste sentido, a idéia devisibilidade introduzida mais atrás pode ad-quirir um sentido adicional: do alto de umsambaqui de maiores proporções seriapossível controlar praticamente todo oterritório a ele afeto, dominar as áreas depesca (ou produção) gerenciadas exclusiva-mente (ou principalmente) pelo grupo por elerepresentado.

É possível que as diferenças nasdimensões dos sambaquis, em associação àsua distribuição regional, representemassimetrias demográficas, ou então umpadrão de hierarquização social ou política.Entretanto, evidências de desigualdade so-cial a partir da parafernália funerária sãoainda discretas e inconclusivas. A vastamaioria dos mais de cem sepultamentos pro-venientes de Jaboticabeira II traz variaçõesbastante discretas, seja em termos de sexo,idade ou status social; o mesmo acontececom relatos de outras escavações (Prous1992; Lima 2000). Há, entretanto, algunspoucos indícios: seria o indivíduo exumadopor Hurt (1974) na base do sambaqui daCarniça, recoberto por uma camada de argilapintada em cores vivas, um «principal»? Se-

Page 56: Arqueología Sudamericana 3 (1)

54 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

ria o indivíduo acompanhado por várioszoólitos, exumado por Tiburtius (Prous 1992)no sambaqui da Enseada (litoral nortecatarinense), também um «principal», ouquem sabe um líder espiritual? É certo queestes sepultamentos mais elaborados, bas-tante raros, distinguem-se sobejamente dagrande maior parte dos enterramentosexumados nos sambaquis, onde o mobiliáriofunerário é mais discreto, ou mesmo ausen-te. Embora estudos de variabilidade epaleopatologia da população esqueletal dossambaquis estejam sendo feitos (Storto etal. 1999; Okumura e Eggers 2005), os indíciosainda não são suficientes para detectar comclareza padrões de diferenciação social en-tre os sambaquieiros.

Aparentemente, as ligações políticas sãotênues, com base nas comunidades elinhagens locais: não há evidências dequalquer aparato que reflita um poder cen-tral, ou um lugar central na organização sócio-política sambaquieira – o lugar central, comose viu, é a laguna, pelo menos de um pontode vista geográfico. A ênfase dada ao ritualfunerário (os próprios sambaquis) e ao apa-rato de cunho mítico-religioso (em especial,os zoólitos e outros artefatos polidossofisticados) sugere que, se as ligações polí-ticas são tênues, estruturas religiosasassociadas a ancestrais míticos podem terassumido a função de viabilizar e vetorizar aestabilidade social e a integração pacíficaentre as diversas comunidadessambaquieiras. A grande dispersão daocorrência de zoólitos, do litoral paulista atéo Uruguai, pode bem dar uma idéia do largoalcance territorial de um sistema religioso que,aparentemente, não dependia de estruturaspolíticas, mas medrava em um ambiente so-cial bastante homogêneo, tanto culturalquanto, possivelmente, também lingüístico.Concluindo, embora os dados disponíveisainda sejam insuficientes para a formulaçãode interpretações detalhadas, o modelo deocupação regional aqui esboçado aponta para

um sistema com característicasorganizacionais aparentemente hete-rárquicas, comunidades face a face organi-zadas sem evidências claras dehierarquização dos assentamentos, ainda quealguns indícios eventualmente apontem nadireção contrária. Este é um tema para oqual, sem dúvida, novas pesquisas poderãotrazer muitas novidades.

Sambaquis, memória e paisagemA visibilidade dos sambaquis, e a partir deles(Figura 8) pode fornecer uma imagem destesistema regional. Circulando de canoa pela(paleo)laguna, vêem-se sambaquis de todosos lados: eles estão em toda a parte, maisou menos visíveis, segundo seu porte. Trata-se de uma paisagem fortemente antropizada:ver-se-iam muitas outras canoas, gente cir-culando, pescando, coletando moluscos ecamarões, aldeias assentadas sobre suasmargens. Trata-se de uma paisagem tambémintensamente ritualizada, pois em toda a parteestas atividades cotidianas têm lugar à som-bra dos monumentos altaneiros, assegurandoaos habitantes locais seu direito ancestral àlagoa e à vida. A partir desta perspectivapode-se considerar que os sambaquisconferem ordem e sentido cultural aomundo natural, na forma de uma ligaçãointensa (atávica) com um determinadoterritório, e explicitam a socialização danatureza de forma expressiva e contunden-te. Mais que isso, ao integrar a socializaçãodo mundo a ancestrais cujos antepassadosmíticos estão ligados ao mundo natural esobrenatural (DeBlasis 2005), os sambaquiseventualmente representam evidências deum processo de transformação do fatonatural em artefato cultural.

Quando hoje se sobe a um destes enor-mes sambaquis da região da paleolaguna deSanta Marta, vê-se uma esplêndida paisagemonde, aqui e acolá, despontam os sambaquis.E, se a paisagem é feita de lagoa emoldurada

Page 57: Arqueología Sudamericana 3 (1)

55Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

de montanhas escarpadas ao fundo, comdunas sempre a caminhar com o vento aolongo da linha de praia e pontões rochososaltaneiros, imiscuídos neste cenário tambémestão camadas de memória socialinvolucradas nos próprios sambaquis. Se ocenário que dos altos se descortina é produtodos eventos da história natural, o é tambémda história cultural, da história dossambaquieiros, tão inscrita ali quanto a históriadas próprias dunas - que se misturam aossambaquis tanto quanto eles se misturam àsdunas. Neste sentido, os mitos e a memóriapreservados nos sambaquis são, como se viu,extraordinariamente longevos; talvez não sejapor acaso que se tenha hoje sambaquis paraver, e não outros assentamentos cotidianosdos sambaquieiros. Dir-se-ia que aquele povodesenvolveu um esforço claramente inten-cional em codificar e consolidar sua memória,sua mitologia, em estruturas que, em umaescala muito ampla, extrapolaram sua própriaexistência. Para entender os sambaquieiros,tudo o que se tem a fazer é decodificar a

narrativa simbólica codificada nossambaquis. Pesquisar os sambaquis é,portanto, como diria Simon Schama(1996:28), percorrer a «trilha da memóriasocial» do povo sambaquieiro, reacessando,assim, arqueologicamente, um fragmento doespaço/tempo da humanidade bem no cen-tro da lagoa, em pleno litoral sul catarinense.

Concluindo, o modelo aqui avançado,ainda pleno de lacunas é verdade, masconsistente com os dados disponíveis, falade comunidades de pescadores construtoresde sambaquis, sedentárias e bem articula-das socialmente, perfeitamente adaptadas àpaisagem estável (ainda que cambiante) doQuaternário recente. Estas sociedadesalcançaram uma densidade demográficamuito mais expressiva do que se reconheceuaté bem recentemente, e também padrõesde organização social que vão muito alémda idéia de pequenos bandos de famíliasnômades que orientou, também até bemrecentemente, as interpretações arqueológi-cas sobre os sambaquis do Brasil.

ReferênciasAmes, Keneth e Herbert Maschner

1999 Peoples of the northwest coast: their archaeology and prehistory. Thames and Hudson,Londres.

Angulo, Rodolfo, Paulo César F. Giannini, Kenitiro Suguio e Luis Carlos Pessenda 1996 Variação do nível relativo do mar nos últimos 5500 anos na região de Laguna-Imbituba

(Santa Catarina), com base em datações radiocarbônicas de tubos de vermetídeos. EnAnais do 39º Congresso Brasileiro de Geologia 5:281-285.

1999 Relative sea level changes during the last 5500 years in the Laguna-Imbituba region(Santa Catarina, Brazil), based on vermetid radiocarbon ages. Marine Geology 159:323-339.

Angulo, Rodolfo, Guilherme C. Lessa e Maria Cristina de Souza2005 A critical review of mid- to late-Holocene sea level fluctuations on the eastern Brazilian

coastline. Quaternary Science Reviews (no prelo).Araujo, Dorothy e Raimundo Henriques

1984 Análise florística das restingas do Estado do Rio de Janeiro. En Restingas: origem,estrutura, processos, editado por Luis Lacerda, Dorothy Araújo, Rui Cerqueira e BrunoTurcq, pp 159-194. CEUFF, Niterói.

Arnold, Jeanne E.1996 The archaeology of complex hunter-gatherers. Journal of Archaeological Method and

Theory 3:77-126.

Page 58: Arqueología Sudamericana 3 (1)

56 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

Bandeira, Dione da Rocha1992 Mudança de estratégia de subsistência. O sambaqui Enseada II - um estudo de caso.

Dissertação de Mestrado, Universidade Federal de Santa Catarina, Florianópolis.Barbosa, Márcia, Maria Dulce Gaspar e Débora R. Barbosa

1994 A organização espacial das estruturas habitacionais e distribuição dos artefatos no sítioIlha da Boa Vista I, Cabo Frio, RJ. Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia 4:31-38.

Beck, Anamaria1972 A variação do conteúdo cultural dos sambaquis, litoral de Santa Catarina. Tese de

Doutoramento, FFLCH da Univ. de S. Paulo.Behling, Herman

2003 Late glacial and Holocene vegetation, climate and fire history inferred from Lagoa Nova inthe southeastern Brazilian lowland. Vegetation History and Archaeobotany 12:263-270.

Bigarella, João José1951a Contribuição ao estudo dos sambaquis do Estado do Paraná. I Regiões adjacentes às

baias de Paranaguá e Antonina. Arquivos de Biologia e Tecnologia 6:231-292.1951b Contribuição ao estudo dos sambaquis do Estado do Paraná. II Regiões adjacentes à baia

de Guaratuba. Arquivos de Biologia e Tecnologia 6:293-314.1954 Os sambaquis na evolução da paisagem litorânea. Arquivos de Biologia e Tecnologia

9:199-221.Bryan, Alan L.

1993 The sambaqui at Forte Marechal Luz, State of Santa Catarina, Brazil. En Brazilian studies,editado por Alan Bryan e Ruth Gruhn, pp 1-114. Center for the Study of the First Americans,Corvallis.

Calippo, Flávio R.2004 Os sambaquis submersos de Cananéia: um estudo de caso de arqueologia subaquática.

Dissertação de Mestrado, Museu de Arqueologia e Etnología, São Paulo.Castro Faria, Luiz de

1952 Le probléme des sambaquis du Brésil: récentes excavations du gisement de Cabeçuda(Laguna, Santa Catarina). En Proceedings of the XXX International Congress ofAmericanists, pp 86-91, Londres.

Chapman, Robert W.2003 Archaeologies of complexity. Routledge, Londres.

Curet, Antonio2003 Issues on the diversity and emergence of middle-range societies of the ancient Caribbean:

a critique. Journal of Archaeological Research 11:1-42.DeBlasis, Paulo

2005 Os sambaquis vistos através de um sambaqui. Tese de Livre-Docência, Museu deArqueologia e Etnologia da Universidade de São Paulo, São Paulo.

DeBlasis, Paulo, Sabine Eggers, Marta Lahr, Levy Figuti, Marisa C. Afonso e Maria Dulce Gaspar1998a Padrões de assentamento e formação de sambaquis em Santa Catarina. Revista do Museu

de Arqueologia e Etnologia 8:319-321.DeBlasis, Paulo, Suzanne K. Fish, Maria Dulce Gaspar e Paul R. Fish

1998b Some references for the discussion of complexity among the sambaqui moundbuildersfrom the southern shores of Brasil. Revista de Arqueologia Americana 15:75-105.

DeBlasis, Paulo e Maria Dulce Gaspar2001 O sistema de assentamento dos sambaquis da região da lagoa do Camacho, Santa Catarina:

uma primeira aproximação. En Arqueologia do Brasil meridional, editado por Arno Kerne Klaus Hilbert. PUCRS, Porto Alegre (publicação digital).

De Masi, Marco A. Nadal2001 Pescadores coletores da costa sul do Brasil. Pesquisas (série Antropologia) 57:1-136.

Page 59: Arqueología Sudamericana 3 (1)

57Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

Dias, Ondemar Ferreira1967 Notas prévias sobre pesquisas arqueológicas no Estado da Guanabara e Rio de Janeiro.

En PRONAPA 1. Resultados preliminares do primeiro ano, 1965-66, pp 89-100. MuseuParaense Emílio Goeldi, Belém.

1969 A fase Itaipu, sítios sobre dunas no Estado do Rio de Janeiro. Pesquisas 20:5-12.1972 Síntese da pré-história do Rio de Janeiro, uma tentativa de periodização. Revista de História

1:75-83.Duarte, Paulo

1968 O sambaqui visto através de alguns sambaquis. Instituto de Pré-História da Universidadede São Paulo, São Paulo.

Emperaire, Joseph e Annette Laming1956 Les sambaquis de la côte meridionale de Brésil: compagnes de fouilles (1954-1956). Journal

de la Société de Américanistes 45:5-163.Farias, Deisi S. de

2000 A educação patrimonial e os sambaquis de Jaguaruna, Santa Catarina, Brasil. En Anais doII Congresso Internacional de Educação do Colégio Coração de Jesus 1:124-126..

2003a Educação patrimonial e arqueologia - o papel da pesquisa acadêmica na difusão doconhecimento arqueológico. Comunicação no 51o. Congreso Internacional deAmericanistas, Santiago de Chile.

2003b Utilizando métodos educacionais no saber arqueológico: arqueologia e educação patri-monial. Comunicação no Simpósio Internacional Arqueologia, Patrimônio e Atualidade,Porto Alegre.

2005 Criando interfaces entre educação patrimonial e arqueologia: as atividades desenvolvidasno projeto arqueológico do Camacho - 1999-2003. Resumos do XI Congreso Nacional deArqueología, p. 47, Salta.

2006 Monitoramento e salvamento arqueológico na área de implantação de empreendimentoimobiliário na localidade de Araçatuba, município de Imbituba, SC. Relatório Final, NUPEP/UNISUL, Tubarão.

Figuti, Levy1992 Les sambaquis COSIPA (4200 à 1200 ans BP): étude de la subsistance chez les peuples

préhistoriques de pêcheur-ramasseurs de bivalves de la côte centrale de l’état de SãoPaulo. Dissertação de doutoramento, Institut de Paléontologie Humaine, Múseum Nationald’Histoire Naturelle, Paris.

1993 O homem pré-histórico, o molusco e o sambaqui: considerações sobre a subsistência dospovos sambaquieiros. Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia 3:67-80.

Figuti, Levy e Daniela M. Klökler1996 Resultados preliminares dos vestígios zooarqueológicos do sambaqui Espinheiros II

(Joinville, SC). Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia 6:169-188.Figuti, Levy, Paulo DeBlasis, Carlos Mendonça, Sabine Eggers, Jorge L. Porsani, Eronaldo B. Rochae Walter M. Bissa

2004 Investigações Arqueológicas e Geofísicas dos sambaquis fluviais do vale do Ribeira deIguape, Estado de São Paulo. Relatório Final à FAPESP.

Fish, Suzanne K., Paulo DeBlasis, Maria Dulce Gaspar e Paul R. Fish2000 Eventos incrementais na construção de sambaquis, litoral sul do Estado de Santa Catarina.

Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia 10:69-87.Fisher, William e Joseph McGowen

1967 Depositional systems in Wilcox Group (Eocene) of Texas and their relation to occurrenceof oil and gas. Bull. Am. Assoc. Petrol. Geologists 53:30-54.

Gaspar, Maria Dulce1991 Aspectos da organização de um grupo de pescadores, coletores e caçadores: região

compreendida entre a Ilha Grande e o delta do Paraíba do Sul, Estado do Rio de Janeiro.

Page 60: Arqueología Sudamericana 3 (1)

58 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

Tese de Doutoramento, Faculdade de Filosofia, Letras e Ciências Humanas da Universidadede São Paulo, São Paulo.

1994 Espaço, rito e identidade pré-histórica. Anais da VII Reunião Científica da Sociedade deArqueologia Brasileira. Revista de Arqueologia 8:221-237.

1995 Zoolitos, peces y moluscos, cultura material y identidad social. Artesanias de América47:80-96.

1998 Considerations about the sambaquis of the Brazilian coast. Antiquity 72(227):592-615.2000 Sambaquis. Arqueologia do litoral. Zahar, Rio de Janeiro.2005 Sustainable productivity and complexity: insights from contemporary fishermen. Paper

presented at the international workshop Anthropogenic landscapes: social andenvironmental complexity in lowland South America, Florianópolis.

Gaspar, Maria Dulce e Paulo DeBlasis1992 Construção de sambaquis. Anais da VI Reunião Científica da Sociedade de Arqueologia

Brasileira 2:811-820.Gaspar, Maria Dulce, Marisa C. Afonso, Paulo DeBlasis, Sabine Eggers, Levy Figuti, Paul R. Fish,Suzanne Fish, Daniela M. Klokler, Marta M. Lahr e Edna J. Morley

1999 Uma breve história do projeto de pesquisa «Padrão de Assentamento e Formação deSambaquis: Arqueologia e preservação em Santa Catarina». Revista do CEPA 23:103-117..

Gaspar, Maria Dulce, Paul Fish, Rita Scheel-Ybert, Levy Figuti, Daniela Klökler, Andreas Kneip,Liliane Brum Ribeiro, Deisi Farias, Marisa C. Afonso, Ricky J. Karl, Sabine Eggers, Suzanne K. Fish ePaulo DeBlasis

2002 Padrão de assentamento e formação de sambaquis: arqueologia e preservação em SantaCatarina. Revista de Arqueologia do IPHAN 1:57-62.

Giannini, Paulo César F.1993 Sistemas deposicionais no Quaternário Costeiro entre Jaguaruna e Imbituba, SC. Tese de

Doutoramento, Instituto de Geociências, Universidade de São Paulo, São Paulo.2002 Complexo lagunar centro-sul catarinense. En Sítios geológicos e paleontológicos do

Brasil, editado por Carlos Schobbenhaus, Diógenes Campos, Emanuel Queiroz, ManfredWinge e Myléne Berbert-Born, pp 213-222. Comissão Brasileira de Sítios Geológicos ePaleontológicos, Brasilia.

Giannini, Paulo César e Kenitiro Suguio1994 Diferenciação entre gerações de depósitos eólicos quaternários na costa centro-sul de Santa

Catarina. Resumos Expandidos do 38o. Congresso Brasileiro de Geologia pp 402-403.Giannini, Paulo César, André Sawakuchi e Caroline Martinho

2001 A estratigrafia de seqüências na evolução das dunas costeiras de Santa Catarina, Sul doBrasil. En Actas do Congresso do Quaternário dos Países de Língua Ibérica, pp 117-120,Lisboa.

Guerra, Antonio Texeira1950 Apreciação sobre o valor dos sambaquis como indicadores de variações do nível dos

oceanos. Boletim de Geografia 8:850-853.Hering de Queiroz, Maike

1994 Approche phytoécologique et dynamique des formations végétales secondairesdéveloppées après abandon des activités agricoles, dans le domaine de la forêt ombrophiledense de versant (Forêt Atlantique) à Santa Catarina, Brésil. Nancy, France, Tese dedoutorado, École Nationale du Génie Rural des Eaux et Forêts, Nancy.

Hodder, Ian e Clive Orton1976 Spatial analysis in archaeology. Cambridge University Press, Cambridge.

Hurt, Wesley R.1974 The interrelationship between the natural environment and four sambaquis, coast of

Santa Catarina, Brasil. Occasional Papers and Monographs 1, Indiana UniversityMuseum, Bloomington.

Page 61: Arqueología Sudamericana 3 (1)

59Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

Iriarte, José2003 Mid-Holocene emergent complexity and landscape transformation: the social construction

of Early Formative communities in Uruguay, La Plata basin. Tese de Doutoramento,University of Kentucky, Lexington.

Keeley, Lawrence1988 Hunter-gatherer economic complexity and «population pressure»: a cross-cultural analysis.

Journal of Anthropological Archaeology 7:373-411.Klein, Roberto

1978 Mapa fitogeográfico do Estado de Santa Catarina. En Flora ilustrada catarinense, edita-do por Raulino Reitz. Herbário Barbosa Rodríguez, Itajaí.

Klökler, Daniela Magalhães2001 Construindo ou deixando um sambaqui? Análise de sedimentos de um sambaqui do litoral

meridional brasileiro - processos formativos, região de Laguna, SC. Dissertação deMestrado, MAE-USP, São Paulo.

Kneip, Andreas2004 O povo da Lagoa: uso do SIG para modelamento e simulação na área arqueológica do

Camacho. Tese de Doutoramento, Museu de Arqueologia e Etnologia da Universidade deSão Paulo, São Paulo.

Kneip, Lina Maria1977 Pescadores e coletores pré-históricos do litoral de Cabo Frio, RJ. Coleção Museu Paulista,

série Ensaios 2:145-169.1992 As habitações 1 e 2 do sambaqui da Pontinha (Saquarema, RJ). Anais da VI Reunião da

Sociedade de Arqueologia Brasileira 2:730-737.Kneip, Lina Maria, Luciana Pallestrini, Filomena Cancrio e Lilia Machado

1991 As estruturas e suas interrelações em sítios de pescadores-coletores pré-históricos dolitoral de Saquarema, RJ. Boletim do Instituto de Arqueologia Brasileira 5:1-42.

Krone, Ricardo1902 Contribuição para a etnologia paulista. Revista do Instituto Histórico e Geográfico de

São Paulo 7:471-481.1914 Informações ethnographicas do vale do rio Ribeira de Iguape. En Exploração do rio

Ribeira de Iguape, pp 23-34. Comissão Geográfica e Geológica, São Paulo.Lavina, Rodrigo

1999 Salvamento arqueológico da ZPE. Relatório Final, UNESC, Criciúma.Lessa, Andréa e João Cabral de Medeiros

2001 Reflexões preliminares sobre a questão da violência em populações construtoras desambaquis: análise dos sítios Cabeçuda (SC) e Arapuan (RJ). Revista do Museu deArqueologia e Etnologia 11:77-93.

Lima, Tânia Andrade2000 Em busca dos frutos do mar: os pescadores-coletores do litoral centro-sul do Brasil.

Revista USP 44:270-327.Lima, Tania A. e José M. Lopez Mazz

1999 La emergencia de complejidad entre los cazadores recolectores de la costa Atlántica meri-dional sudamericana. Revista de Arqueologia Americana 17, 18 y 19:129-175.

López Mazz, José María2001 Las estructuras tumulares (cerritos) del litoral Atlántico uruguayo. Latin American

Antiquity 12(3):231-255.Lorscheitter, Maria Luisa

1997 Paleoambientes do sul do Brasil no Quaternário através da palinologia: revisão dos resul-tados obtidos. Revista Universidade de Guarulhos (número especial) II:197-199.

Page 62: Arqueología Sudamericana 3 (1)

60 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):29-61, 2007

Martin, Louis, Kenitiro Suguio e Jena-Marie Flexor1988 Hauts niveaux marins pleistocenes du litoral bresilien. Palaeogeography,

Palaeoclimatology, Palaecology 68:231-239.Moseley, Michael

1975 The maritime foundations of Andean civilization. Cummings, Menlo Park.Nimer, Edmon

1989 Climatologia do Brasil. IBGE, Rio de Janeiro.Noelli, Francisco Silva

2000 A ocupação humana na região sul do Brasil: arqueologia, debates e perspectivas. RevistaUSP 44:218-269.

Okumura, Mercedes e Sabine Eggers2005 The people of Jabuticabeira II: reconstruction of the way of life in a Brazilian shellmound.

Journal of Comparative Human Biology 55:263-281.Price, Douglas e James Brown (Editores)

1985 Prehistoric hunters-gatherers: the emergence of cultural complexity. Academic Press,San Diego.

Price, Douglas e Gary Feinman (Editores)1995 Foundations of social inequality. Plenum, Nova York.

Prous, André1992 Arqueologia brasileira. Universidade de Brasilia, Brasilia.

Rohr, João Alfredo1962 Pesquisas paleo-etnográficas na Ilha de Santa Catarina e Sambaquis do litoral sul-

catarinense. IV-X. Pesquisas 14, São Leopoldo.1968 Levantamento de sítios arqueológicos em Jaguaruna. Pesquisas 18:49 -51.1969 Os sítios arqueológicos do município sul-catarinense de Jaguaruna. Pesquisas 22:1-37.1973 A pesquisa arqueológica no Estado de Santa Catarina. Dédalo 17/18:49-65.1984 Sítios arqueológicos de Santa Catarina. Anais do Museu de Antropologia 17:77-168.

Ruschel, Ruy Ruben2003 Sítios arqueológicos de Torres. Revista do CEPA 27:69-112.

Sassaman, Kenneth E.2004 Complex hunter-gatherers in evolution and history: a North American perspective. Journal

of Archaeological Research 12:227-279.Sawakuchi, André

2003 Sistemas deposicionais eólicos na costa centro-sul catarinense: relações com o nível domar. Dissertação de Mestrado, Programa de Pós-Graduação em Geologia Sedimentar, IG-USP, São Paulo.

Schaeffer-Novelli, Yara , Gilberto Cintrón-Molero, Mario Luis Soares e Monica Maria De Rosa2000 Brazilian mangroves. Aquatic Ecosystem Health and Management 3:561-570.

Schama, Simon1996 Paisagem e memória. Companhia das Letras, São PauloScheel-Ybert, Rita

2000 Vegetation stability in the southeastern Brazilian coastal area from 5500 to 1400 14C yr BPdeduced from charcoal analysis. Review of Palaeobotany and Palynology 110:111-138.

2001a Man and vegetation in the Southeastern Brazil during the Late Holocene. Journal ofArchaeological Science 28(5): 471-80.

2001b Vegetation stability in the Brazilian littoral during the late Holocene: anthracologicalevidence. Revista Pesquisas em Geociências 28:315-323.

Scheel-Ybert, Rita, Sabine Eggers, Verônica Wesolowski, Cecília C. Petronilho, Célia Boyadjian,Paulo DeBlasis, Márcia Barbosa-Guimarães e Maria Dulce Gaspar

2003 Novas perspectivas na reconstituição do modo de vida dos sambaquieiros: uma abordagemmultidisciplinar. Revista de Arqueologia16:109-137.

Page 63: Arqueología Sudamericana 3 (1)

61Paulo DeBlasis, Andreas Kneip, Rita Scheel-Ybert, Paulo César Giannini e Maria Dulce Gaspar

Simões, Mario e Conceição Correa1971 Pesquisas arqueológicas na região do Salgado (Pará) - a fase Areão do litoral de Mariparim.

Boletim do Museu Paraense Emílio Goeldi 48:30.Storto, Camila, Sabine Eggers e Marta Mirazón Lahr

1999 Estudo preliminar das paleopatologias da população do sambaqui Jaboticabeira II,Jaguaruna, SC. Revista do Museu de Arqueologia e Etnologia 9:61-71.

Strahler, Arthur1977 Geografia física. Omega, Barcelona.

Tenório, Maria Cristina1991 A importância da coleta de vegetais no advento da agricultura. Dissertação de Mestrado,

IFICS, Universidade Federal do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro.Testart, Alain

1982 The significance of food storage among hunter-gatherers: residence patterns, populationdensities and social inequalities. Current Anthropology 23:523-537.

Uchoa, Dorath P. & Caio Del Rio Garcia1983 Cadastramento de sítios arqueológicos da Baixada Cananéia-Iguape, litoral sul do Estado

de São Paulo, Basil. Revista de Arqueologia 1(1):19-29.Walker, Roger

1976 Facies and facies models. General introduction. En Facies mdels, editado por Roger Walker.Geosciences, Toronto.

Wesolowski, Veronica2000 A prática da horticultura entre os construtores de sambaquis e acampamentos litorâneos

da região da Baía de São Francisco, Santa Catarina: Uma abordagem bio-antropológica.Tese de Mestrado, USP, São Paulo.

Yesner, David R.1980 Maritime hunter-gatherers: ecology and prehistory. Current Anthropology 21:727-750.

Page 64: Arqueología Sudamericana 3 (1)

OS SIGNIFICADOS DOS SISTEMASTECNOLÓGICOS:

CLASSIFICANDO E INTERPRETANDOO VESTÍGIO CERÂMICO

Juliana Salles MachadoPrograma de Pós Graduação em Antropologia Social, Museu Nacional, UFRJ

Este artigo propo uma reflexão acerca do tecnologia a fim de explicitar as orientações teórico-metodológicas que têm embasado as análises de vestígios cerâmicos. O embasamento antropológicodos conceitos utilizados na arqueologia sobre esse tema servirá como base para discutirmos atéque ponto eles podem nos ajudar a melhor compreender a sociedade que se pretende estudar. Emseguida, enfoca como o conceito de tecnologia foi apropriado e aplicado na arqueologia brasileira,dando especial ênfase aos trabalhos realizados na região amazônica. O final do artigo apontaalguns exemplos que representam abordagens alternativas para a análise de vestígios cerâmicosem contextos amazônicos.

En este artículo se propone una reflexión sobre la tecnología para explicitar las orientacionesteórico-metodológicas que han sostenido el análisis de los restos ceràmicos. Las basesantropológicas de las nociones usadas en arqueología en relación con este tema ayudan aentender mejor la sociedad estudiada. El artículo muestra cómo fueron apropiados esos concep-tos y aplicados en la arqueología brasileña, con énfasis en trabajos realizados en la regiónamazónica. Los ejemplos discutidos representan enfoques alternativos para el análisis de losvestigios cerámicos en contextos amazónicos.

This article proposes a reflection on technology to make explicit the theoretical/methodologicalorientations that have substantiated the analysis of ceramic remains. The anthropological basisof the notions used in archaeology related to this theme helps to better understand the societyunder study. The paper focuses on how these concepts were apropriated and applied in Brazilianarchaeology, emphasizing works carried out in the Amazon region. The exemples discussed representalternative approaches for the analysis of ceramic remains in Amazonian contexts.

Palavras-chave: tecnologia, Amazônia, classificação cerâmica / Palabras clave: tecnología,Amazonia, clasificación cerámica.

Recebido: junho 17, 2006; aceito: novembro 21, 2006 / Recibido: junio 17, 2006 ; aceptado:noviembre 21, 2006 .

ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007

Page 65: Arqueología Sudamericana 3 (1)

63Juliana Salles Machado

IntroduçãoA corroboração ou refutação dos modelosgerados para explicar as formas deorganização social em tempos pré-coloniaisestá pautada não apenas no acúmulo de da-dos empíricos, mas também nos pressupostosteóricos e implicações metodológicas implí-cita ou explicitamente adotados. Na tentati-va de extrapolar o potencial explicativo doreconhecimento de Fases e/ou Tradiçõesarqueológicas historicamente definidas paraos vestígios cerâmicos na arqueologiabrasileira, propomos uma releitura dessasmesmas abordagens, oferecendo viesesinterpretativos que nos permitam ir alémdessas inferências.

Apresentaremos uma discussão acerca dasdistintas visões de tecnologia e sua relação como embasamento antropológico das noções decultura que entremeiam diferentes modelosinterpretativos. A fim de encaminhar taldiscussão contrapomos basicamente duas pers-pectivas teóricas: a tecnologia como ferramentamediadora da relação homem-meio ambientee a tecnologia como construção social. Enfo-caremos nossa discussão principalmente naúltima perspectiva, pautando-nos em noçõescomo a teoria de design (Schiffer e Skibo1992, 1997) e os conceitos de sistema tecno-lógico (Lemmonier 1986, 1992), cadeiaoperatória (Leroi-Gourham 1971) e agência(Lemmonier 1992; Dobres 2000; Ingold 2001).

A adoção da noção dinâmica detecnologia representa uma tentativa de nosaproximarmos dos significados sociaisatrelados às escolhas individuais realizadasno decorrer do processo produtivo. A fim dediscutir a aplicação de tais idéias no contex-to arqueológico apresentamos, ao final, tan-to as variáveis envolvidas nesse processo deseleção, quanto as conseqüências dessasescolhas para o sistema tecnológico (conti-nuidades e mudanças). Tal questão é impor-tante para discutirmos até que ponto elaspodem nos ajudar a melhor compreender asociedade em estudo.

Os temas abordados ao longo desse artigoparecem inspirar poucas discussões nocenário atual da arqueologia brasileira, prin-cipalmente da arqueologia amazônica.Apesar de todas as dificuldades em setrabalhar nesse contexto devido a poucapreservação dos vestígios orgânicos, difícilacesso e pouca infra-estrutura, a arqueologiaamazônica vem crescendo enormementedesde a década de 90 e mostrando umsensível aumento na quantidade de pesqui-sas e dados acumulados (Heckenberger etal. 1999; Neves 2000, 2003; Guapindaia2001; Pereira 2001; Costa 2002; Donatti2002; Gomes 2002; Lima 2004; Schaan2004; Machado 2005b). No entanto, apesardos inúmeros dados acumulados e doaprofundamento de estudos de caso em di-versas áreas da região, tal crescimento nãotem sido acompanhado de uma reflexão crí-tica dos conceitos classificatórios utilizadose as bases teórico-metodológicas que ospautam (Schaan 2005; Machado 2005b).Longe de ser uma tarefa resolvida, aclassificação artefatual no Brasil e maisespecificamente na Amazônia é um temaainda muito pouco discutido.

Tendo isso em vista, nesse artigo preten-demos esboçar de forma preliminar como oconceito de tecnologia foi utilizado na criaçãode modelos interpretativos no Brasil e, maisespecificamente no contexto amazônico,apresentando, ao final, alguns exemplos quepodem nos oferecer abordagens alternati-vas para análises desses vestígios em con-textos amazônicos.

Compreendendo tecnologias: novase velhas perspectivasA visão tradicional de tecnologia, dominanteno cenário arqueológico e antropológico aindaatualmente, pauta-se em uma perspectivaadaptativista, na qual a tecnologia assume opapel de mediadora entre o homem e o meio,uma resposta a questões ambientais relacio-

Page 66: Arqueología Sudamericana 3 (1)

64 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

nadas a problemas básicos de sobrevivência.Tal perspectiva deixa transparecer uma visãoextremamente positivista, que pressupõeníveis de respostas que vão de ineficientes aóptimas. Nessa visão não há a possibilidadede escolhas sociais ou simbólicas no decorrerdo processo, uma vez que apenas assoluções óptimas, pensadas a partir de razõesde custo-benefício e risco, seriam aceitas ereproduzidas (Bamforth 1986; Fitzhugh2001). Apesar de restritiva essa abordagemgerou inúmeros modelos interpretativos,amplamente utilizados na Arqueologia.

O conceito de organização tecnológica,por exemplo, possibilitou uma melhorcompreensão dos usos diferenciados doespaço, em relação a uma enormevariabilidade artefatual. Este conceito é pau-tado na seleção de estratégias de manufatura,uso, circulação e descarte de instrumentos,assim como no mapeamento das matérias-primas utilizadas na sua confecção emanutenção (Binford 1979; Nelson 1991).Através dessa abordagem, estabeleceu-seuma série de estratégias tecnológicaspossíveis, como as expedientes e decuradoria, o que, no nosso entender, ampliouo entendimento da cultura material,oferecendo um maior número depossibilidades interpretativas para o registromaterial. No entanto, apesar de envolver anoção de cadeia operatória (Leroi-Gourham1945; Lemmonnier 1986, 1992; Schiffer eSkibo 1992, 1997), essa abordagem fez poucouso do processo produtivo como fonte deconhecimento, assim como restringiu aspossibilidades de compreensão dos processosde mudança.

Apesar de ainda engajado em uma visãorestritiva de tecnologia, Hayden (1998) des-taca- se ao ampliar as possibilidades derespostas que ela vem atender. Para esseautor, a tecnologia é uma resposta a proble-mas tanto ambientais, quanto sociais, aopasso que muitos outros autores limitavam acausa dos problemas a fatores externos à

sociedade. Esse autor compartilha a visãotradicional de Nelson (1991), mas amplia seuconceito de organização tecnológica (Hayden1998), utilizando-se da teoria do design(Schiffer e Skibo 1992, 1997; Schiffer 2001);assim, apesar de manter a idéia de tecnologiacomo resposta, aceita a multiplicidade deescolhas possíveis, descartando anecessidade de uma solução óptima.

Hayden divide a tecnologia em duas es-feras: a prática e a de prestígio. Ambas seriamcalcadas em lógicas, objetivos e limitaçõesdistintas. Tais diferenças seriam responsáveispela variabilidade artefatual e essa seria,então, resultado da relação entre as escolhastecnológicas e as características de perfor-mance (Schiffer e Skibo 1992, 1997; Schiffer2001), expandindo a relação existente entreforma e função. A tecnologia prática, para oautor, representa uma resposta empírica aestresses ambientais, ou seja, respostaspráticas a problemas de sobrevivência e con-forto; as escolhas nessa esfera dão-se emfunção da eficiência, sendo a seleção natu-ral a responsável pelo descarte das respostasmais custosas em termos de tempo, eficiênciae energia despendida.

Já a tecnologia de prestígio tem comoobjetivo a criação de artefatos para a exibiçãode riqueza, sucesso e poder, e não arealização de uma tarefa prática. O propósi-to é resolver um problema social. Atravésda tecnologia de prestígio, pretende-se acu-mular o máximo de mão-de-obra possível nacriação de objetos, atraindo pessoas para opossuidor desses objetos, através deadmiração, por exemplo, de seu status. Asinovações tecnológicas se dariam através deestratégias dispendiosas, sendo estas inicial-mente desenvolvidas a partir de tecnologiasde prestígio e, posteriormente, voltadas parausos mais práticos.

Como vemos, apesar de o autor ampliaros conceitos utilizados até então nasabordagens evolutivas, a distinção feita en-tre tecnologia de prestígio e prática afasta-o

Page 67: Arqueología Sudamericana 3 (1)

65Juliana Salles Machado

da noção de tecnologia como construçãosocial. Essa visão de tecnologia prática vaiao encontro das abordagens evolucionistasde tecnologia, apesar de ampliar aspossibilidades de escolhas dos agentessociais. De forma paralela, o autorestabelece a existência de uma forma dis-tinta de tecnologia, esta sim calcada em pro-blemas simbólicos. Nessa visão, o carátersimbólico entra como uma exceção possívelnas questões práticas de seleção natural, umparêntese cultural num texto adaptativo. Aoentendermos tecnologia como construçãosocial, tudo é significativo e socialmenteconstruído, inclusive questões evolutivas.

Apesar de ainda muito engajada em umconceito de tecnologia restritivo, as questõesapontadas por Hayden (1998), chamaramatenção para questões cruciais na baseinterpretativa dos modelos arqueológicos.Podemos nos apropriar de aspectos do mo-delo proposto por esse autor e entender asrazões das escolhas como limitações, sejamde ordem prática ou simbólica, ou opçõesculturais que guiam as escolhas. A nosso ver,quaisquer que sejam os fatores determinan-tes nas escolhas, eles constituem um únicoconjunto tecnológico que é, no seu todo,construído socialmente.

Tecnologia como construção social:os novos rumos da antropologia datecnologiaA tecnologia passa a ser percebida comoconstrução social inspirada no estudo dastécnicas corporais de Mauss (1991): comseus trabalhos passa-se a perceber o papelcondicionante da cultura nos movimentoshumanos e, por conseqüência, na criação euso de seus instrumentos. Mauss (1991)mostra que:»O corpo é o primeiro instrumentodo homem e o mais natural». Suas idéiasaliadas aos trabalhos de Leroi-Gourham(1945) inspiraram os trabalhos posterioresda chamada Antropologia da Tecnologia, di-

fundida por Lemonnier (1986, 1992). Segun-do Mauss (1991), as técnicas corporaisfundamentam a tecnologia; o uso do corponão é natural, como uma determinação bio-lógica, e sim cultural, as técnicas corporaissão aprendizados culturais, condicionamentosculturais do corpo. Para Lemonnier(1986:1992), se as técnicas corporais sãoaprendidas, então os gestos técnicos tambémsão culturalmente definidos; o corpo passa aser entendido como ferramenta inicial, que édiferente entre os grupos e pessoas.

Leroi-Gourham (1945) também seinspirou nos trabalhos de Mauss (1991) aover o corpo humano como instrumento téc-nico do homem. A importância desses auto-res (Leroi-Gourham 1945; Mauss 1991) naobra de Lemonnier (1986, 1992) deve-seprincipalmente ao caráter comparativo deseus trabalhos: ao descrever e comparar amesma técnica em diferentes períodos elocais, indicam como estas podem ser dife-rentes, ou seja, apontam suas possibilidadesde variações isocrésticas.

Laughlin (1989) vai mais fundo para ten-tar entender as relações entre razão práticae simbólica do ser humano. Para o autor, acriação simbólica é um mecanismo mentalde transformação, fruto da apropriação eaprendizado do corpo. Percebendo a esferacognitiva e operatória como inter-influenciáveis, torna-se impossível dissociarrazões práticas e simbólicas, já que ambassão estruturais; a representação mental é emsi simbolizada, sendo muitas vezes incons-ciente.

A visão de tecnologia como construçãosocial é levada ao extremo com a definiçãode Pfaffenberger (1992, 2001) de tecnologiacomo fato social total, ou seja, conjugandoaspectos materiais, sociais e ideológicos. Talvisão pressupõe que, a partir de qualqueresfera do conjunto, como os gestos, porexemplo, pode-se compreender o fato so-cial total. Tal visão dinâmica e intersubjetivade tecnologia se difere da chamada da cha-

Page 68: Arqueología Sudamericana 3 (1)

66 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

mada Arqueologia Comportamental (Schiffere Skibo 1992), pois, como enfatiza Dobres(2000:96), ela não é reduzível à atividadesde produção e uso dos artefatos. Para essesautores há uma relação inseparável entresignificados e mundo material substanciadoatravés de práticas sociais, como a própriatecnologia (Dobres 2000:98).

Tecnologia e os conceitos de culturaOs conceitos de tecnologia adotados por di-ferentes pesquisadores estão intrinsecamenterelacionados às distintas noções de cultura queprevaleciam nas correntes teóricas vigentesna antropologia. Correntes como o evolucio-nismo (Tylor 1865, apud Trigger 2002:100), oneo-evolucionismo (White 1975) e ofuncionalismo (Malinowski 1975; Binford1979) tinham a cultura como um mecanismoextra-somático, uma ferramenta para aresolução de problemas, possuindo, portanto,razão prática para sua existência. A culturaera, então, uma forma de superar as variáveisambientais e resolver as necessidades bási-cas dos grupos humanos; nesse sentido, atecnologia era tida como uma ferramenta dosgrupos humanos «contra» o meio ambiente,uma maneira eficaz de controle do meio.

Pautada no determinismo ambiental, anoção de cultura entrevista nos modelos deocupação e, por conseguinte, nas categoriasde análise que os embasam, propostos para aregião Amazônica na década de 1950 e 1960estava presa a questões adaptativas, nãopossuindo abertura, portanto, para questõessociopolíticas e/ou simbólicas. Por outro ladocorrentes como a escola sociológica francesae autores como Lévi-Strauss (1989), Geertz(1978) e Leroi-Gourham (1971) passam a en-tender a cultura como um sistema simbólico,como um conjunto interligado de conhecimentose práticas imbuídos de significado; assim asfunções práticas e simbólicas são indissociáveis.A partir desse conceito, a tecnologia passa afazer parte do sistema cultural mais amplo. Na

arqueologia, assim como na antropologia, esseconceito reflete diretamente na noção detecnologia. Para muitos autores (Mauss 1991;Schiffer e Skibo 1997; Dobres 2000; Ingold2001), a gama de conhecimentos técnicos daspessoas passa a ser considerada como deriva-da de suas experiências diretas com o mundomaterial e constitui um corpo de conhecimentossocialmente significativo, reconhece-se, assim,a relação entre significado e cultura materialatravés da tecnologia.

No entanto, como esse significado pode seratribuído a partir do vestígio arqueológico aindaé pauta para discussão. Para alguns autorescomo Schiffer e Skibo (1992), ênfase é dadano comportamento dos indivíduos com relaçãoaos artefatos ao longo de toda sua vida útil.Segundo esses autores:»... tecnologia é umcorpus de artefatos, comportamentos econhecimentos para a criação e utilização deprodutos, que é transmitido entre as gerações»(Schiffer e Skibo 1992:44). Desse modo, sãoanalisadas as atividades nas quais as interaçõessociais acontecem, é a chamada «arqueologiacomportamental»

Outros autores, como Dobres (2000) vãoalém, propondo que a tecnologia é uma teiadinâmica e intersubjetiva que não deve serreduzida a atividades de produção e uso deartefatos. Segundo Lechtman (apud Dobres2000:102) «considerar tópicos de razão prática,eficiência, características físicas do artefato efunção separadas dos tópicos de razão cultu-ral, significado e valores (como se os últimosfossem fenômenos de segunda ordem) nãopode nos ajudar a entender como eles eraminseparavelmente conectados e manifestos naprática», o que muitos chamam de «fato socialtotal».

Os sistemas tecnológicos e ofuncionamento das cadeiasoperatóriasMas afinal o que é e como funcionam os sis-temas tecnológicos? Olhemos mais atenta-

Page 69: Arqueología Sudamericana 3 (1)

67Juliana Salles Machado

mente o trabalho de Lemonnier (1986, 1992),para compreender melhor sua visão detecnologia e como ela está inserida em con-texto cultural mais amplo. Os sistemas tec-nológicos são compostos por uma série deconjuntos técnicos. As técnicas, por sua vez,seguem uma cadeia operatória específica.Dentre as etapas dessa cadeia operatória, osagentes devem fazer uma série de escolhas ea combinação de escolhas feitas ao longo dacadeia operatória é que vai caracterizar osconjuntos técnicos e, ao final, os sistemas tec-nológicos. Mas como se dão essas escolhas?Elas são sempre culturais e podem ser moti-vadas por razões práticas, adaptativas e/ousimbólicas, ou ainda, por uma combinação dediversas razões. De acordo com uma sériede escolhas, os indivíduos ou grupos podemoptar pela manutenção ou não desse conjun-to técnico. É através desse mesmo processoque podem ocorrer mudanças nos sistemastecnológicos.

Podemos apontar distintos níveis deentendimento do sistema tecnológico: (a) astécnicas em si; (b) um conjunto de técnicas(todas as técnicas que compartilham algunselementos em comum), que pode ser enten-dido como um sistema tecnológico; e (c) umsistema tecnológico em relação aos demaisaspectos do sistema cultural. A abordagemproposta pela antropologia da tecnologia tratanão apenas de descrever as etapas da cadeiaoperatória, mas entender a tecnologia numcontexto sistêmico, isto é o sistema tecnoló-gico em si e na relação com os demais as-pectos do sistema cultural como um todo.

Por técnica podemos entender açãoefetiva sobre a matéria, o que envolve aprópria matéria, energia, instrumentos, ges-tos e conhecimentos. Cadeia operatória é aseqüência de operações para a realizaçãodesta transformação da matéria em artefato;é o processo produtivo dos artefatos. Siste-mas tecnológicos possibilitam variedades in-ternas a partir das quais são feitas asescolhas, que são culturais. Por que deter-

minadas escolhas foram feitas ao invés deoutras? Aí se encontra a arbitrariedade dasescolhas tecnológicas, que podem ocorrerem qualquer uma das esferas da cadeiaoperatória e nas suas relações. Se, finalmen-te, o conjunto de escolhas tecnológicas éresponsável pela configuração final do con-junto técnico, então são razões culturais quedefinem uma determinada configuração deum sistema tecnológico.

Além da função: atribuindosignificado ao processo produtivoA proposta da teoria do design (designtheory) (Schiffer e Skibo 1992, 1997; Schiffer2001) pode ser entendida como um meio decriar ou adaptar as formas de objetosmateriais de acordo com as necessidadesfuncionais, dentro de um contexto demateriais, tecnologia e condições sociais eeconômicas conhecidas (Hayden 1998).Através de sua utilização, pretende-se en-tender como os artefatos permitem diferen-tes formas de adaptação de agentes culturaisao ambiente. Esse conceito engloba a noçãofrancesa de cadeia operatória (Leroi-Gourham 1945; Lemmonnier 1986, 1992) ea do diagrama de fluxo (Schiffer 1987). Apartir dessa abordagem, não há uma únicasolução óptima para um problema, mas simum número de soluções igualmenteaceitáveis; as escolhas são feitas baseadasnas tradições culturais, valores ideológicos,estilo e comportamentos idiossincráticos; noentanto, também são guiadas por uma sériede limitações, das quais as mais importantessão as locacionais, materiais, tecnológicas esocioeconômicas, o que envolve requisiçõesfuncionais, propriedades materiais, disponi-bilidades e custos de produção.

Autores como Nelson (1991) e Binford(1979) concentraram suas noções deorganização tecnológica em aspectos rela-cionados apenas às limitaçõessocioeconômicas, como os vários regimes

Page 70: Arqueología Sudamericana 3 (1)

68 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

de mobilidade. A proposta dessa abordagem(Schiffer e Skibo 1992, 1997) é lidar tambémcom outras formas de limitações, a fim deacessar as soluções tecnológicas e aslimitações existentes, ou seja, reconstruir aorganização tecnológica a partir doconhecimento das escolhas realizadas nesseprocesso. Nessa abordagem, a análise decada artefato deve ser considerada nos seuspróprios termos, utilizando-se, de forma con-jugada, análises de uso, remontagem,analogias etnos ou etnoarqueológicas eexperimentação.

Uma das formas de entendermos aslimitações que guiam as escolhas envolve omapeamento dos correlatos. Os correlatossão princípios gerais que regem determina-das tecnologias, como, por exemplo, asreações entre elementos químicos; estesenvolvem princípios científicos pautados noconhecimento tecnológico moderno, queajudam o pesquisador a entender a perfor-mance dos artefatos na execução de suasfunções. Os artesãos dominavamimplicitamente os correlatos através dosprocessos de tentativa e erro realizados du-rante as experimentações. Os processos demanufatura adotados pelos grupos atravésdesse conhecimento empírico, não estão, noentanto, relacionados à busca de soluçõesóptimas, podendo, por vezes, apresentarrazões distintas para as escolhas realizadas.Os autores (Schiffer e Skibo 1992, 1997;Schiffer 2001) propõem a formação de umamatriz de correlatos que, aliada ao controledas questões ambientais e adaptativas, sirvade base para o entendimento analítico darazão das escolhas.

Um aspecto importante da teoria dodesign é a valorização do processo produtivona organização da tecnologia, resultante davalorização de todos os aspectoscomportamentais. O trabalho dePfaffenberger (1992, 2001) ressalta aimportância das atividades ocorridas nopróprio processo produtivo para a atribuição

de significados sociais ao objeto. Através detal ênfase, o autor mostra-nos que todaatividade é significativa e que o próprioprocesso de produção tem significado. Talafirmação é extremamente importante e, naArqueologia, rompe com o disseminadométodo do fóssil-guia, intensamente utiliza-do pelo PRONAPA na Amazônia, como emoutros contextos nacionais, baseadointeiramente em atributos morfológicos ecategorias tipológicas estanques.

A relação entre agentes e elementos, nosdiferentes momentos, pode ser entendida, nadisciplina arqueológica, inicialmente atravésda descrição da cadeia operatória, inferindo-se os gestos realizados no processo produtivo(Creswell 1996). É importante lembrarmos,no entanto, que o conceito de cadeiaoperatória deve sempre ser visto como umacategoria analítica, fruto de um processointerpretativo.

Conhecendo o entorno - comocompreender as escolhasDurante muito tempo a variabilidade artefatualfoi pensada como decorrente de basicamentedois aspectos: os padrões de assentamento emobilidade e as respostas de ordem adaptativaa fatores ambientais. A literatura a respeitodo tema centrava suas discussões em tornoda sobreposição ou não desses dois aspectosnas tomadas de decisão dos artesãos.Trabalhos como os de Binford (1983, 1989),Andrefsky (1994) e Bamforth (1986)preocuparam-se não apenas em mapear avariação dos artefatos no espaço, mas, prin-cipalmente, entender as razões dessavariabilidade. Preocupados com oesvaziamento do conteúdo sistêmico dastipologias anteriores, esses autoresprocuraram criar modelos interpretativosdinâmicos, pautados principalmente emquestões como a distância da fonte de matéria-prima em relação aos artefatos, assim comosua quantidade e qualidade. Os modelos

Page 71: Arqueología Sudamericana 3 (1)

69Juliana Salles Machado

propostos baseavam-se na relação de custo/benefício entre fatores como qualidade,quantidade e distribuição dos recursos e suaspossibilidades de manejo. Além desses eapesar de nem sempre presente nessaabordagem, o caráter histórico das relaçõesde custo/ benefício, que precisam ser semprecontextuais, preocupou muitos autores.

Nos modelos de entendimento davariabilidade artefatual apresentados acima,a variabilidade formal foi pensada em funçãode questões práticas, como recursos pararesolver problemas. No nosso entender, asquestões adaptativas são de extremaimportância no entendimento das escolhastecnológicas, no entanto o seu uso de maneiradeterminista acaba por restringir e simplifi-car a complexidade dos processos culturaisatuantes nas tomadas de decisão em con-textos sistêmicos.

A arbitrariedade das escolhas culturaispode ocorrer, como vimos anteriormente, aolongo de todo o processo produtivo, ou seja,em qualquer esfera da relação entre agen-tes, elementos e energia. No entanto, o quenorteia as decisões tomadas ao longo desseprocesso? Como podemos, comoarqueólogos, buscar entender a razão dessasescolhas? Apesar das dificuldades aparen-tes que tais questionamentos levantam, onúmero de possibilidades é finito e passívelde ser mapeado, mesmo em contextos ar-queológicos. É importante lembrarmos queas escolhas tecnológicas são determinadaspela bagagem cultural inerente ao agente,ou seja, pelos conhecimentos prévios daspossibilidades existentes naquele tempo elugar (Creswell 1996). No entanto, é aexperiência que vai oferecer retorno arespeito das características de performancede um conjunto artefatual confeccionado apartir de um conjunto de escolhas realizadaspelo artesão ao longo do processo produtivo.Os fatores situacionais têm um papel impor-tante na decisão das escolhas tecnológicas,apresentando-se como mais um aspecto

gerador de variabilidade no artefato. Osfatores situacionais, que determinam asescolhas na cadeia comportamental, estãorelacionados à chamada característica deperformance e podem envolver procura dematéria-prima, transporte, distribuição, uso/função, estocagem, utilização e reutilizaçãode um artefato.

A fim de mapear a diversidade de fatoresque determinam as escolhas, podemos des-tacar os seguintes aspectos: (a) fatoresambientais; (b) sistema de assentamento emobilidade; (c) fatores sociais; (d) fatoresideológicos; (f) coerções; e (g) questões deordem prática/funcional. Apesar da enormevariedade que tal listagem oferece, podemoslimitar a arbitrariedade das escolhas dentrode alguns parâmetros: a utilização doscorrelatos físico-químicos nos estudos detecnologia, aliada ao mapeamento daspossibilidades, tanto de conhecimentos téc-nicos disponíveis, quanto de disponibilidadede recursos ambientais, permite-nos levan-tar, a partir das escolhas, quais característi-cas de performance foram selecionadascomo prioritárias. O leque de possibilidadesé restringido através das coerções, que en-tendemos como sendo as limitações físicase corporais envolvidas na realização de de-terminadas atividades do processo produtivo.

Para melhor compreendermos comomapear e entender as escolhas tecnológicas,podemos partir da noção de conhecimentotecnológico tanto no contexto sistêmico, comopara o pesquisador assumindo forma analíti-ca. Para Schiffer e Skibo, o conhecimentotecnológico engloba principalmente três esfe-ras: (a) receitas de ação (recipes for action);(b) estrutura de ensino-aprendizagem(teaching frameworks); e (c) os princípioscientíficos (technoscience). A primeira con-siste num modelo criado pelo pesquisador ecomposto de listagens de requisitos mínimosnecessários para a ação produtiva, comolistagens de materiais, instrumentos edescrições das seqüências de ações. A

Page 72: Arqueología Sudamericana 3 (1)

70 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

explicitação de tais regras é fundamentalpara que o pesquisador entenda determi-nada tecnologia, no entanto a transmissãode informações pelos agentes produtoresnem sempre é dada dessa forma. A se-gunda esfera apontada pelos autores é aestrutura de ensino-aprendizagem, pautadatanto em instruções verbais, quanto não-verbais (Schiffer e Skibo 1992:46).

Finalmente, a terceira forma deconhecimento tecnológico é pautada nosprincípios científicos. Podemos entenderessa esfera como o respaldo da operaçãotecnológica, ou seja, a razão pela qual asreceitas de ação levam à produção de de-terminado produto que, quando finalizado,pode realizar determinadas funções. Taisobservações derivam do conhecimento dopesquisador, obtido com a ciência moder-na, e estão comumente implícitas noprocesso tecnológico, através de métodosde experimentação como a tentativa e erropor parte do artesão (Schiffer e Skibo1992:51).

É importante observarmos que asescolhas realizadas nas diferentes etapasdo processo tecnológico podem repercutirde forma diversa no resultado final doartefato. Esse fato é extremamenteinteressante para entendermos o potencialinterpretativo do mapeamento ecompreensão das escolhas tecnológicas, istoporque, uma vez que uma escolha pode re-percutir de maneira positiva em uma esfe-ra e negativa em outra, percebemos umapriorização de determinados aspectos noprocesso produtivo em detrimento de outros.Apesar de as esferas negativas poderemser relativizadas com escolhas posteriores- o que os autores chamam de escolhasderivadas em oposição às escolhasfundamentais - perceptivelmente há umaprioridade de escolhas. Sugerimos aqui quepensemos nessa prioridade de escolhascomo base para o estabelecimento detradições tecnológicas; essas indicariamentão, como discutiremos em seguida, uma

manutenção de determinadas prioridadesde escolhas no processo tecnológico.

Continuidades: redes de ensino eaprendizagemPara Ingold (2001) só podemos entender aformação e manutenção de uma tecnologiaatravés do envolvimento entre o artesão, suasferramentas e suas matéria-primas em umambiente. As mãos e olhos do artesão, assimcomo suas ferramentas, são trazidas para ouso através de sua incorporação dentre umpadrão usual de atividade especializada. Aintencionalidade (purposiveness) e afuncionalidade não são vistas pelo autor comopropriedades pré-existentes do utilizador e doutilizado, mas sim imanentes à própria atividade,numa sinergia gestual entre ser humano,ferramenta e matéria-prima (Ingold 2001).Assim, a habilidade prática (skilled practice)não é apenas uma aplicação de forçamecânica sobre objetos exteriores, mas in-corpora qualidades de julgamento e habilidade.

Se a habilidade prática não pode serreduzida a fórmulas, então não pode seratravés da transmissão de fórmulas queessas habilidades são passadas de geraçãopara geração; a aprendizagem de habilida-des envolve tanto a observação, quanto aimitação, o que não deve ser separado deseu próprio engajamento perceptivo com oentorno. Nesse sentido, a imitação noprocesso de ensino-aprendizagem englobaum processo íntimo de coordenação dosmovimentos que é resultante da percepçãodo aprendiz frente aos ensinamentospassados e da re-criação dessesensinamentos práticos através de seuspróprios movimentos corporais individuais.Nesse processo, cada geração contribui paraa próxima não oferecendo um corpus derepresentações ou informações no estritosenso, mas sim, introduzindo o aprendiz emcontextos que ofereçam oportunidades depercepção e ação.

Page 73: Arqueología Sudamericana 3 (1)

71Juliana Salles Machado

Portanto, as formas dos artefatos nãoestão inscritas por intelectos racionais sobrea superfície concreta da natureza, mas sãogeradas no curso do gradual desenrolamentodesse campo de forças e relações criado peloengajamento do praticante e o material queele trabalha (Ingold 2001). O que o autor fazé dar ênfase à agência do sujeito e àdinâmica cultural (Ingold 2001).

O processo de aprendizagem não é re-sultado de um processo de transmissão deregras e fórmulas entre gerações, mas simresultado de processo de redescoberta guia-da, no qual o papel dos «professores» é pre-parar contextos nos quais os aprendizespossam adquirir sua própria proficiência. Achave para uma performance fluente baseia-se na habilidade em coordenar a percepçãoe ação (Ingold 2001).

Como pudemos ver até aqui, apermanência ou não de técnicas é fruto dasescolhas dos artesãos. Apesar destas estaremsempre pautadas num arcabouço cultural, osconjuntos técnicos decorrentes desse conjun-to de escolhas são extremamente dinâmicos,sendo recriados a cada instante. Mesmoassim, temos no contexto arqueológicoexemplos de extrema rigidez tecnológica aolongo de muitos anos. Mas se ambos os as-pectos, dinamismo e rigidez, são componen-tes intrínsecos e fundamentais de um sistematecnológico, como definir tradições?

Uma tradição tecnológica deve ser enten-dida através de uma visão dinâmica e flexívelde continuidades apesar das mudanças. Os li-mites entre a mudança e a continuidade, nointerior de um sistema tecnológico, são difíceise devem ser entendidos como recortes analíti-cos que devem ser realizados contextualmente,através da percepção dos sucessivos níveis demudança ao longo do tempo. Até que pontomudanças em conjuntos técnicos definemmudanças de tradições tecnológicas?

Devemos entender a mudança como umprocesso contínuo de manutenções etransformações (continuidade e mudança)

e, não necessariamente, como ruptura. Comovimos, as sociedades podem mudar a partirde técnicas pré-existentes. Não há ponto fi-nal a não ser que haja substituição. O pontofinal é arbitrário e deve ser estabelecidoatravés do mapeamento das prioridades dascaracterísticas de performance que levaramà permanência/ manutenção de certasescolhas no tempo e espaço. Devemos en-tender o que se manteve e o que foi mudan-do ao longo do tempo. Como as escolhassão culturais, mesmo que por razõesadaptativas, elas são pensadas e, por issodevem ser entendidas num tempo e espaçodeterminado e não genericamente. Podehaver convergências de escolhas em luga-res distintos, por exemplo, devido a restriçõesno meio ambiente ou limitações no uso dedeterminadas matérias-primas, que levam aartefatos finais semelhantes. Podem tambémocorrer variações isocrésticas. Tendo issoem vista, o mapeamento não deve se con-centrar em alguns atributos, mas contemplardiferentes esferas do processo produtivoassim como fatores ambientais, correlatosfísico-químicos, etc. Há que se fazer ummapeamento contextual das escolhas: quantomaior o número de atributos observados maispossibilidades de escolhas se trabalha. Astradições, então, podem ser estabelecidasatravés do mapeamento de continuidades edas mudanças, pensadas a partir da eleiçãode prioridades de performance, manifesta-das na manutenção, ou não, das escolhas aela relacionadas. Quando existirem maisdiferenças do que semelhanças com o con-junto de prioridades iniciais, ou seja, quandoo conjunto de prioridades final formajoritariamente distinto do inicial, pode-searbitrariamente definir uma mudança natradição. É importante enfatizar o caráterdinâmico e arbitrário da tradição, como umrecorte num continuo. Assim podemos pen-sar tradição com significado cultural, comoações e não como listagens de atributos.

Page 74: Arqueología Sudamericana 3 (1)

72 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

Mudanças: experimentação,invenções e inovaçõesAo pensarmos tecnologia como construçãosocial, a adoção de novas tecnologias, o quepodemos chamar de mudanças, podemocorrer de diversas formas e em diferentesesferas do processo produtivo, por razõesque nem sempre são econômicas, racionais/científicas ou previsíveis (Noble, apudCreswell 1996), sendo, no entanto, sempreculturalmente significativas. Paracompreendermos melhor tal fenômeno, po-demos utilizar a noção de mudança propostapor Sahlins (1989). Para esse autor, a cultu-ra não deve ser entendida de maneira es-tanque, mas sim dinâmica, como uma cons-tante mudança cultural, ou seja, umprocesso dialético entre continuidade emudança. Dessa maneira, a mudança nãodeve ser entendida apenas a partir de umavisão sincrônica, a-histórica, como queriaRadcliffe-Brown (en Creswell 1996). ParaSahlins (1989), o evento em si não causaruptura, há transformação de elementos quevão sendo reestruturados; a inovação é umprocesso que vai sendo construído ao poucos.

Se a mudança é um processo, tanto seuslimites temporais, quanto espaciais, nem sempresão tão claros quanto nós pesquisadorespoderíamos desejar. Resta-nos, portanto, en-tender como, quando e onde, nos sistemas tec-nológicos podemos perceber e decifrar essasmudanças. Variações no sistema tecnológicopodem ocorrer a partir, por exemplo, deinovações situacionais através daexperimentação, ou até no processo deaprendizagem (Schiffer e Skibo 1992,1997;Ingold 2001). Para alguns autores, certas eta-pas são mais suscetíveis a mudanças do queoutras (Creswell 1996). Nesse sentido, torna-se importante saber quais etapas possibilitamum teste diferenciado, uma inovação.

O conhecimento tecnológico foi visto porLaudan (en Creswell 1996) como uma «pis-cina» finita, na qual os elementos não são

acumulados infinitamente, mas sim, re-agru-pados e perdidos. Tal abordagem representouuma crítica à visão progressista processualista/funcionalista, que via a mudança tecnológicaatravés de uma perspectiva de crescentedesenvolvimento tecnológico. Como vimos, amudança pode se dar não apenas como re-sultado de rupturas abruptas, mas principal-mente como um processo, no qual coexistemnovas e velhas tecnologias. Em um sistematecnológico, ela é construída através de di-versas mudanças nas escolhas, o que acon-tece concomitantemente a certaspermanências. Para Schiffer e Skibo(1992,1997) as mudanças são fenômenos delonga duração, já que precisam passar peloprocesso de invenção-comercialização-adoção (inovação). Em uma escala maisampla, a mudança de sistemas tecnológicospode ser vista da mesma maneira. Tal argu-mento é denominado pelos autores como«competição entre sistemas», sendo amudança seu resultado. Para esse autor,devemos buscar entender as mudanças apartir das características de performance.Schiffer e Skibo (1992,1997) utilizam-se damesma abordagem para compreender asmudanças nos sistemas tecnológicos e avariabilidade artefatual. Enquanto o objeto estáinserido num contexto sistêmico ele está mu-dando. A mudança é parte integrante dahistória de vida e cadeia comportamental(produção-uso-descarte) dos artefatos. .

Alguns autores, como Bassala, transitamentre diversas teorias, conjugando a noçãode tecnologia como construção social aospressupostos evolucionistas. Utilizando-se daidéia de evolução como trajetória e não comomecanismo explicativo, Bassala (1996) cri-tica o uso da biologia evolutiva para explicaras mudanças tecnológicas, afirmando que odesenvolvimento tecnológico ocorre sobreatributos mecânicos já existentes. Taldefinição vai, até certo ponto, ao encontroda definição evolucionista das invenções, naqual essas seriam construções a partir de

Page 75: Arqueología Sudamericana 3 (1)

73Juliana Salles Machado

tecnologias previamente existentes,submetidas a novas aplicações epreenchendo necessidades imediatas. Noentanto, Bassala se diferencia de talabordagem, ao chamar atenção para atendência implicitamente progressista damudança nessa perspectiva, assim como nocaráter uniforme das necessidades históri-cas. Em sua proposta, o meio passa a exercerum papel limitante nas escolhas, mas nãodetermina as mudanças (Bassala 1996). Arazão das escolhas daqueles atributos espe-cíficos seriam para o autor conseqüência denecessidades culturais que, por sua vez,devem ser definidas contextualmente.

Como na perspectiva apresentada acima,a invenção se dá a partir da combinação devários elementos previamente existentes,assumindo a mudança um aspectocumulativo. A inovação (definida comoincorporação da invenção) se manteria, nessaperspectiva, por diversos fatores sociais, ideo-lógicos e econômicos. Tal postura difere dosevolucionistas, para quem a invenção podeser aleatória e a inovação deve-se a fatoresde feedback positivo, sempre relacionado àsnecessidades básicas, numa visão maisrestrita do que aquela adotada por Bassala.

Apesar da grande pluralidade de formasque o conceito de tecnologia foi utilizado nosmais diversos contextos, podemos perceberuma polarização dos fundamentos empregadosentre o que poderíamos chamar de «respostaadaptativa» e «construção social». Nesse artigoreforçamos a importância da diversidade deaspectos que influenciam as escolhas efetuadaspelos artesãos ao longo do ciclo de vida doartefato. Mais do que isso, ressaltamos que arelação entre a técnica, conjunto técnico e sis-tema tecnológico inferidos a partir daobservação de atributos e análise contextual eas demais esferas da sociedade deve estarconstantemente presente durante nossasanálises. Todos esses aspectos devem ser pen-sados na definição do recorte a ser adotado noestudo da variabilidade artefatual de um deter-

minado contexto para podermos inferir signifi-cados. Mais especificamente na Arqueologiabrasileira, é a percepção do papel dospesquisadores em uma construção contínua ereflexiva das chamadas fases e tradições quemarcam nossa disciplina .

Introduzindo a discussão no cenáriobrasileiroHistoricamente, as tradições definidas no con-texto arqueológico brasileiro baseavam-senuma associação direta entre variabilidadeformal e grupo étnico. As tradições pautavam-se então numa associação direta entre con-junto artefatual, entendido através da noçãode estilo como forma adjunta, e fronteirasétnicas. Acreditamos que tal abordagem sejarestritiva, ao entender variabilidade formalatravés da noção que caberia melhor na decontorno formal. Outro ponto de crítica é aassociação direta entre conjuntos artefatuaise fronteiras étnicas. Embora os conjuntosartefatuais possam remeter a um povo elesnão necessariamente são indicativo defronteiras étnicas como podemos ver a partirde inúmeros exemplos etnográficos.

Nos parece importante rever as categoriasanalíticas que definiram as tradições buscandoentender o que elas significam e se aindapossuem algum valor explicativo. Tais nomen-claturas não precisam ser esquecidas, mas simmelhor qualificadas. Para tanto é fundamentalcontextualizarmos os conjuntos artefatuaisatravés de abordagens inter- e intra-sítio, au-mentando o leque de hipóteses interpretativasutilizadas na sua compreensão. Através de talrevisão devemos lapidar os grandes modelosexplicativos a partir de visões maisparticularistas, qualificando melhor o modo devida e entendendo a relação entre variabilidadeformal e grupos culturais e/ou sociais.

A partir das discussões teórico-metodológicas em pauta, pretendemoscompreender como os conceitos utilizados naclassificação da cerâmica da Amazônia foram

Page 76: Arqueología Sudamericana 3 (1)

74 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

criados e aplicados. As categorias analíticascriadas na maior parte na década de 1960 navigência do Programa Nacional de Pesqui-sa Arqueológica (PRONAPA)1 e sua «fi-lial» amazônica, o Programa Nacional dePesquisa Arqueológica na BaciaAmazônica (PRONAPABA)2 foram e sãoaté hoje amplamente utilizadas na Arqueologiaamazônica, fundamentando os principais mo-delos interpretativos para a ocupação pré-co-lonial da região. Apesar de tal metodologia játer sido intensamente criticada ao longo detoda a década de 1990 até os dias de hoje,suas propostas estão arraigadas naarqueologia brasileira e se confundem comoutras abordagens atualmente em voga. Nãoé nosso intuito aqui desconstruir tão impor-tante arcabouço teórico-metodológico daarqueologia brasileira, mas sim refletir sobreos conceitos que as fundamentam, como taiscategorias restringem nosso olhar comopesquisadores e até que ponto elas permitemque compreendamos as sociedades que pre-tendemos estudar.

Nesse artigo propomos que a noção detecnologia imbuída na maior parte dasclassificações e análises cerâmicas utilizadasna Amazônia (Hilbert 1968; Meggers e Evans1970), é extremamente restritiva, não contem-plando o dinamismo das atividades e signifi-cados que geraram esse vestígio. Tendo emvista que esse conceito é de fundamentalimportância para atribuição de significado àcultura material e que o processo produtivodos artefatos é em si significativo, discutire-mos como esse conceito vem sendo tratadopor outros autores e contextos arqueológicose etnográficos em diversas partes do mundo.

A classificação cerâmica naAmazônia: (re)pensando os modelosO estudo das sociedades a partir de sua cul-tura material é, por excelência, o foco deinteresse da disciplina arqueológica. Longe deser uma tarefa fácil, a Arqueologia vem ao

longo dos anos construindo quadrosinterpretativos e metodológicos para dar contade tamanha variabilidade artefatual. No Bra-sil, essa busca por formas de compreensãodos vestígios do passado fez-se, após os anos50, distante, até certo ponto, das discussõesantropológicas e, excetuando-se algunspoucos trabalhos pontuais, a arqueologiabrasileira preocupou-se em criar categoriasde análise que dessem conta da variabilidadedos contornos formais dos conjuntosartefatuais encontrados. Assim, baseando-seprincipalmente em critérios morfológicos, ospesquisadores passaram a associar osvestígios encontrados a tais tipologias. Esseprocedimento, amplamente difundido no Brasilao longo dos anos 1950 e 1960 através doPRONAPA, baseava-se na descrição dosobjetos acabados, buscando mapear suapermanência no tempo e no espaço, e as téc-nicas, nessa abordagem, eram vistas a partirde uma perspectiva descritiva, não sendo im-portante serem analisadas por si próprias; amorfologia, ou contorno formal, na verdade,sempre foi vista como o aspecto mais impor-tante. Dessa forma, a morfologia (definida apartir de alguns critérios selecionados deanálise) e a tipologia (criada a partir dadescrição morfológica) foram as bases quesustentaram a geração de conhecimento a

1 O Programa Nacional de Pesquisas Arqueo-lógicas foi um programa de levantamento ex-tensivo do patrimônio arqueológico ao longode todo o território brasileiro, coordenado porBetty Meggers e Clifford Evans entre as dé-cadas de 1960 e 1970. Esse programa, apesarde muito criticado atualmente, estabeleceu asbases empíricas de toda a pesquisa atualmenterealizada no Brasil.

2 O Programa Nacional de Pesquisa Arqueoló-gica da Bacia Amazônica foi umdesmembramento do PRONAPA para a regiãoAmazônica realizado nas décadas de 1960 e1970, tendo Paul Hilbert e Simões seus maiorescolaboradores para o levantamento arqueoló-gico da região.

Page 77: Arqueología Sudamericana 3 (1)

75Juliana Salles Machado

respeito da cultura material ao longo dos anos.Nesse contexto, poucos trabalhos enfocavamo processo produtivo em si, usos e descartesdos objetos, como algo significativo.

O embasamento dos modelos teóricospara a ocupação pré-colonial da região daAmazônia até o momento não difere dessequadro geral. A sistematização das formasde classificação da cultura material assumiucaracterísticas extremamente tipológicas,enfatizando a morfologia e elegendo fósseis-guia, por vezes com significados duvidosos.Dois métodos destacam-se na análise dacerâmica arqueológica encontrada na região:a seriação e a análise modal. O método daseriação empregado por Meggers e Evans(1970) representava uma adaptação do mé-todo quantitativo proposto por Ford (1962),associado a conceitos advindos principal-mente da biologia. O objetivo da metodologiaempregada era sistematizar a classificaçãoe utilização de nomenclaturas na disciplinaarqueológica brasileira, a fim de possibilitarum entendimento mais amplo do cenário pré-colonial através de comparações inter-regionais. Bastante conhecida e até hoje uti-lizada nos trabalhos arqueológicos, a seriaçãoestá baseada no estabelecimento de tiposcerâmicos formados através de agregadosde atributos que organizam no tempo e noespaço os fragmentos coletados. Os tiposcerâmicos estabelecidos são consideradoscomo reflexos de padrões comportamentais,passando, portanto, a possuir significado his-tórico. Através da criação desses tipos e deseu mapeamento no tempo e no espaço porinúmeras curvas de freqüência, estabelecia-se uma história cultural da região; conceitosemelhante ao de «área cultural» utilizadona antropologia. No entanto, apesar de ametodologia inicialmente proposta contem-plar a observação de atributos diversos, comocontorno formal, espessura, antiplástico easpectos decorativos, na Amazônia e, emalgumas outras regiões brasileiras, ametodologia empregada de fato passou a

contemplar apenas um atributo tido comodiagnóstico cultural, o antiplástico. Talabordagem era chamada de classificação porgênero, e teve grandes conseqüências paraa tipologia estabelecida para a região.

A outra metodologia de análise cerâmicaadotada na região amazônica foi a análisemodal. Criada por Irving Rouse, em 1953(ver também Rouse 1955), essa forma deanálise foi utilizada na Amazônia Peruanapor Lathrap (1970) e, por Waren Deboer eLathrap (1979), no Equador. Sua menção ébastante importante por representar o prin-cipal contraponto à metodologia difundidapelo PRONAPABA (Meggers 1996), já queessa análise está pautada numa classificaçãoestrutural, utilizando-se dos princípios da lin-güística descritiva e da etnologia. Distinta daseriação, que utiliza os fragmentos cerâmicoscomo unidades de análise, essa abordagemconsidera os fragmentos como partes depotes inteiros, buscando compreender osmodos, tidos como as unidades mínimas designificado, e suas formas de interação. Osmodos são um conjunto de regras queestruturam a composição final do pote. Essaabordagem é feita em duas etapas tidascomo dois sistemas estruturais distintos: oprocesso de fabricação dos potes e suadecoração. No primeiro, observam-se atri-butos como argila, tempero e queima, quesão subordinados aos modos formais; nosegundo, busca-se entender a composiçãoda decoração, através de recorrências nasassociações das partes (elementos)constituintes dos motivos.

Ambas abordagens, no entanto, aopriorizarem as características morfológicasdos artefatos, adotavam implicitamente umavisão restritiva do conceito de tecnologia, quese tornou tão arraigada que, num prazo rela-tivamente curto, dissociou-a de qualquer for-ma de expressão social. Dessa forma a téc-nica e, por conseguinte, a tecnologia,passaram a ser vistas como umfuncionamento puramente mecânico, opondo-

Page 78: Arqueología Sudamericana 3 (1)

76 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

se à própria origem do termo (Ingold 2001).O esvaziamento de qualquer significaçãosocial do conceito de tecnologia reforçava,por sua vez, a já tradicional abordagemmorfológica dos artefatos. De todo modo,apesar da aparente dissociação entre autilização prática do termo «tecnologia», naArqueologia brasileira, e sua significaçãocultural, as discussões a respeito do papelda tecnologia nas diferentes culturasserviram de pano de fundo para muitascorrentes teóricas tanto da Antropologiacomo da Arqueologia em geral.

Análises tecnológicas em prática:exemplos amazônicosPoucos foram os estudos que visaramdiscorrer sobre tecnologia cerâmica naAmazônia a partir de uma noção maisabrangente desse conceito. Conforme men-cionamos, a maior parte das pesquisas naregião está voltada para questões de padrãode assentamento e cronologia das ocupaçõese apesar de concordar com a importânciade redefinirmos os conceitos utilizados paraas chamadas «Análises Tecnológicas», essadiscussão ficou até o momento em segundoplano. No entanto, tendo em vista que osartefatos cerâmicos compõem a imensamaioria do arcabouço empírico para aconstrução de quadros interpretativos, nãoincorporar novos conceitos de tecnologia ounão discutir o fundamento das noções utili-zadas acarreta na incorporação das basesteórico-metodológicas que as sustentam.Mais do que isso, consciente ou inconscien-temente, a utilização de categoriasclassificatórias fundamentadas em uma visãorestritiva de tecnologia e cultura, acaba porrestringir as próprias questões a serem abor-dadas na pesquisa. Segundo Dobres(2000:99), a dissociação entre a parte físicados objetos e seus significados não permitea compreensão todo, pois a essência do ob-jeto está em como ele se torna e não

simplesmente na sua existência como umresultado final. Ao utilizar uma visão estáti-ca dos objetos para caracterizar seusassentamentos e dividir suas escalascronológicas, perdemos o principal: o signifi-cado dos contextos estudados.

Atualmente no contexto da Amazôniabrasileira podemos apontar a etnoarqueologiae os estudos de processos de formação comoalgumas das abordagens que vem sendo utili-zadas para lidar com a questão da tecnologiacomo construção social. No primeiro caso,podemos citar o trabalho de Silva (2000) entreos Assurini do Xingu. O trabalho da autora entreesse grupo indígena teve como ênfase omapeamento do ciclo de vida dos artefatoscerâmicos na aldeia desde a obtenção damatéria-prima até o seu descarte, incluindoreciclagens e reutilizações. Tal registroetnoarqueológico consiste em uma referênciaimportante para a discussão arqueológica, umavez que expõe um repertório de escolhasculturais complexos, entremeado tanto porrazões que podemos considerar como práticas(relacionados a performances dos artefatos),como simbólicas, sem que possamos dissociarumas das outras. Ao mesmo tempo iluminan-do comportamentos e razões facilmenteatribuíveis a outros contextos etnográficos earqueológicos, a pesquisa demonstra o caráterindissociável e único de cada sistema tecnoló-gico, reforçando a visão de que a tecnologiadeve ser entendida como um todo socialmenteconstruído – prática e significado tecendo con-juntamente todas as ações.

Tal ênfase em ampliar o leque depossibilidades interpretativas para o registroarqueológico pode ser visto também na pes-quisa em andamento na foz do rio Amazonas,na ilha Caviana, estado do Pará, entre comuni-dades ribeirinhas (Machado 2006a, 2006b).Essa pesquisa está pautada numa interfaceentre a etnohistória, etnoarqueologia e aarqueologia e vêm mapeando questões comomemória, paisagem e tecnologia entre comu-nidades amazônicas, Ainda que preliminarmen-

Page 79: Arqueología Sudamericana 3 (1)

77Juliana Salles Machado

te a pesquisa aponta, até o momento, para aimportância da estreita correlação entre razões«práticas» e «simbólicas» e a importância decompreendermos o conjunto artefatual comoum todo em si significativo.

Dentre os estudos relacionados a processosde formação na Amazônia brasileira, podemoscitar o exemplo do sítio Hatahara, localizadona Amazônia Central (Neves 2000; Machado2005b). A princípio essa pesquisa esteve voltadapara compreender o processo de construçãode montículos artificiais presentes no sítio. Noentanto, a complexidade de composição edisposição das camadas estratigráficas levouà necessidade de um mapeamento do ciclo devida artefatual a fim de compreender avariedade de significados associados a deter-minados contextos (Machado 2005a, 2005b).Citaremos esse estudo de caso na Amazôniacentral, no qual a adoção de uma perspectivamais dinâmica de tecnologia, acompanhada pornoções como a teoria do design e omapeamento das características de performan-ce artefatual, levaram a conclusões no mínimointeressantes para repensarmos a metodologiatradicional que vem sendo empregada.

Delimitando o problema de pesquisaA coleção cerâmica a que iremos nos remeteré oriunda do sítio Hatahara localizado namargem esquerda do rio Solimões, Estado doAmazonas (Neves 2000; Machado 2005b). Oproblema de pesquisa a ser investigado,consistia na compreensão dos processos deformação de montículos artificiais. Esses mon-tículos consistiam em estruturas artificialmenteconstruídas com sobreposição de camadas defragmentos cerâmicos com terra pretaantropogênica (Machado 2005b).

A realização desse trabalho foi dividida emduas etapas, que podemos entender como doisníveis de significação distintos: de um lado umaabordagem que chamamos de tradicional e, deoutro, uma tentativa de aplicação da antropologiada tecnologia. A adoção de ambas abordagens

demonstra um interesse em combinar formasde análises distintas, a fim de explorar seuspotenciais interpretativos que, a meu ver,oferecem soluções distintas. Dessa maneira, pro-curamos num primeiro momento compreendera composição estratigráfica da estrutura artifi-cial com vistas a definir camadascronologicamente e quantitativamente distintas.Nessa etapa foram utilizadas as fases regionaispara caracterizarmos e quantificarmos, demaneira genérica, as camadas estratigráficas ea relação dessas com os distintos momentos deformação daquele depósito.

A partir, portanto, da pesagem equantificação de todos os fragmentoscerâmicos por nível artificial de 10cm e daidentificação de uma amostragem de vestígiospor nível através de parâmetros como a forma(contorno formal), o tempero (antiplástico)e a decoração (intervenções superficiaisplásticas ou pintadas), foram definidas ascamadas construtivas. Tal procedimento foiimportante para diferenciação dos momentosconstrutivos e percepção da diferença entreeles. A partir de então pudemos definir trêscamadas de ocupação: uma anterior ao montí-culo, uma correspondente ao montículo em sie outra relacionada à ocupação posterior. Comessa abordagem, pudemos ainda diferenciarmomentos distintos da ocupação intermediária,distinguindo as camadas construtivas das ca-madas de ocupação.

A identificação e quantificação das fasese tradições regionais por camada artificial apartir de critérios como contorno formal,antiplástico e decoração nos apontarammudanças nos conjuntos artefatuais entre ascamadas, dividindo-as em três eventos rela-cionados às chamadas fases Manacapuru,Paredão e Guarita (Meggers e Evans 1970;Neves 2000; Machado 2005b). No entanto, amatriz na qual os vestígios estavam inseridosnão apresentava sobreposições claras (comexceção da ocupação mais antiga) para quepodemos inferir que tais variações artefatuaisestivessem relacionadas à re-ocupações dis-

Page 80: Arqueología Sudamericana 3 (1)

78 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

tintas. Ao contrário o contato entre as distin-tas camadas era difuso, ocorrendo artefatosde fases distintas no mesmo nível. Mesmocontemplando a possibilidade de percolaçõesentre níveis estratigráficos, a estruturação damaior parte dos contextos nos apontava paraoutras respostas.

A abordagem adotada nos indicou umarcabouço empírico inicial para delimitarmosquestões cruciais de crono-estratigrafia, noentanto, pouco pudemos entender acerca dossignificados dos contornos deste quadro. Istoé, qual a relação entre as distintas «fases»nesse contexto específico? Qual era o papeldessas cerâmicas nesse contexto? Tratava-se de um mesmo contexto mantido ao longodo tempo? Essas, entre inúmeras outrasperguntas, ficavam sem respostas.

Buscando alternativas para melhorcompreender tais questões, adotamos umaabordagem que contemplasse o significadoda cerâmica como produto social. Para tanto,partimos do pressuposto que todo o processode produção, circulação, uso e descarte dacerâmica era imbuído de significado e atravésdo mapeamento das escolhas efetuadas aolongo do ciclo de vida do artefato poderíamosdelimitar melhor seu papel na sociedadeestudada. Para a implementação dessaabordagem foi selecionada uma amostra defragmentos cerâmicos de todas as camadasde formação do depósito para aplicarmos umaanálise mais pormenorizada. Selecionamosatributos relacionados a toda cadeia operatóriade produção dos artefatos, assim comoobservação qualitativa de marcas de uso ereciclagem. Para a interpretação desses da-dos foi realizada uma tabela de correlatos fí-sico-químicos relacionados a escolhas obser-vadas ao longo do processo produtivo.

Tal abordagem visava explorar, ainda quede forma preliminar, as possíveis mudançasnos processos de manufatura do materialcerâmica, que pudesse refletir a diversidadede escolhas tecnológicas relacionadas a cadamomento de ocupação do sítio. Tais questões

se mostraram importantes para entendermosa relação entre os diferentes momentos deocupação desse sítio arqueológico, essespróprios caracterizados, em grande parte,através de vestígios cerâmicos.

Os resultados obtidosO detalhamento dos procedimentos einterpretações efetuadas ao longo de todaanálise das coleções cerâmicas oriundas domontículo I do sítio Hatahara pode ser en-contrado em Machado (2005a, 2005b). Sin-tetizaremos aqui apenas algumas conclusõesobtidas a partir da abordagem adotada:1. O antiplástico em si não deve ser uti-

lizado como marcador cultural apriori/ o mapeamento dascorrelações entre atributos daseqüência de manufatura. Avariedade de combinações deantiplásticos utilizados nas produçõescerâmicas analisadas e sua presençanas fases tradicionalmente utilizadas in-dica a não correlação entre esses e ascategorias definidoras de «distintasocupações». Os resultados obtidos nãodescartam a importância do antiplásticocomo indicador de conjuntos específi-cos de vestígios cerâmicos, ao contráriopudemos observar uma forte correlaçãoargila – antiplástico – manufatura –decoração. Tal correlação apontou aseqüências rígidas de produção(«receitas de bolo») relacionadas a de-terminados conjuntos artefatuais espe-cíficos. Ao passo que outros conjuntosapresentaram uma maior flexibilidadede produção, apresentando associaçõesvariadas entre os elementos.

2. O porquê da seqüência – as escolhasprioritárias. Após a delimitação deconjuntos que denominamosprovisoriamente de especializados(aqueles com padrões rígidos demanufatura) e não especializados

Page 81: Arqueología Sudamericana 3 (1)

79Juliana Salles Machado

(aqueles com combinação flexível deelementos de composição), buscamoso porque de tal distinção. Para tantocomparamos as respostas físico-quími-cas das escolhas de manufatura (per-formance dos artefatos para determi-nadas funções como: desempenho tér-mico para exposição continuada ao fogo,desempenho de impacto, desempenhode plasticidade, etc.) em função dasmatérias-primas disponíveis na região.O resultado obtido corrobora a divisãode conjuntos «especializados» e não es-pecializados», de acordo com esse, «aanálise tecnológica realizada a partir dosvestígios cerâmicos constatou apresença de formas de especializaçãona produção do repertório artefatualassociado a um período de ocupaçãodo sítio. Tal inferência é decorrente deuma priorização de escolhas tecnológi-cas relacionadas ao aumento da vidaútil do artefato e maior liberdade naprodução do contorno formal, em detri-mento de uma melhor performance deaquecimento e resistência ao choquetérmico, possíveis indicadores de umapreocupação na elaboração de potes quenão vão ao fogo. Tais evidências foramentendidas como reflexos de umapriorização estética no repertórioartefatual analisado, principalmente li-gada à possibilidade de manufatura decurvas acentuadas nas paredes dospotes» (Machado 2005a).

3. (Re)compondo o contexto arqueo-lógico – o ciclo de vida artefatual.Os dados obtidos representam, em gran-de parte, escolhas relacionadas aoprocesso de manufatura, no entanto, autilização desses artefatos durante ocotidiano dos grupos, suas reutilizaçõese reciclagens até o seu descarte, tantoo modificam fisicamente comomodificam e agregam significadosculturais. Portanto os resultados obtidos

na primeira etapa de análise foram ago-ra observados conjuntamente com osdados dos processos de formação damatriz (os montículos artificiais) e no sítiocomo um todo. Distintas priorizações deperformance associadas a conjuntosespecíficos estavam relacionadas àpacotes estratigráficos distintos, portanto,com o repertório artefatual melhor de-finido pudemos distinguir melhor o querepresentavam os momentos deconstrução do montículo: relação entreespaços de habitação, enterramento econstrução de aterros artificiais. A razãodas escolhas de determinados conjun-tos artefatuais (atribuída à priorizaçõesestéticas e não práticas) foi atribuídatambém ao próprio processo deformação dos montículos artificiais (apa-rentemente dissociados dos contextosfunerários) e da composição dapaisagem do sítio (disposição dos mon-tículos artificiais em todo o sítio).

Da tecnologia ao contextoarqueológico: uma interpretação dosítio HataharaConforme detalhado em Machado (2005b)o processo construtivo do montículo pode terse dado através de uma série de atividadesdinâmicas de construção e manutenção. Noentanto, as datações obtidas balizam o (s)episódio (s) de construção em um intervalorelativamente curto de tempo. Apesar danecessidade de alguma forma deorganização do trabalho para o planejamentoe construção dessas estruturas no sítio, nãoforam encontrados indícios claros de fatorescoercitivos no processo de construção. Noentanto, a análise tecnológica realizada apartir dos vestígios cerâmicos constatou apresença de formas de especialização naprodução do repertório artefatual associadoa esse período de ocupação do sítio. Talinferência é decorrente de uma priorização

Page 82: Arqueología Sudamericana 3 (1)

80 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

de escolhas tecnológicas relacionadas aoaumento da vida útil do artefato e maiorliberdade na produção do contorno formal,em detrimento de uma melhor performancede aquecimento e resistência ao choque tér-mico, possíveis indicadores de umapreocupação na elaboração de potes que nãovão ao fogo. Tais evidências foram entendi-das como reflexos de uma priorização esté-tica no repertório artefatual analisado, prin-cipalmente ligada à possibilidade demanufatura de curvas acentuadas nas pare-des dos potes.

Ainda segundo Machado (2005b)teríamos, portanto, uma associação defatores que parecem refletir formas de ma-nejo da paisagem, especialização cerâmica,distribuição diferencial dos fragmentos de-corados no espaço interno do sítio, formasde ocupação «ostensivas» do espaço inter-no do sítio e padrões funerários que tambémpoderíamos chamar de ostensivos (montícu-los artificiais). Tais indicadores parecemapontar para uma repetida valorização de

fatores de diferenciação estética, o quepoderíamos associar ao conceito demonumentalidade. Historicamente talconceito está atrelado à especialização dotrabalho, que por sua vez, evidenciaria o con-trole dos recursos e da mão-de-obra, indica-dor direto de organizações centralizadas ehierárquicas. Apesar da aparente ausênciade controle da mão-de-obra e dos recursos,as evidências de especialização da produçãodos artefatos cerâmicos aqui apontadas, nosremetem a heterogeneidade de funçõessociais envolvidas nesse processo, amplian-do as discussões no cenário regional acercado acirramento da desigualdade social einstitucionalização de hierarquias.

AgradecimentosAgradeço a todos que de alguma formacontribuíram para a realização desse trabalho,particularmente Eduardo Góes Neves, LucasBueno e Fabíola Silva. Agradeço à FAPESPpelo financiamento da pesquisa.

ReferênciasAndrefsky, William

1994 Raw material availability and the organization of technology. American Antiquity 59:21-34.

Bamforth, Douglas1986 Technological efficiency and tool curation. American Antiquity 51:38-310.

Bassala, George1996 The evolution of technology. Cambridge University Press, Cambridge.

Binford, Lewis1979 Organization and formation processes: looking at curated technologies. Journal of

Anthropological Research 35:255-273.1983 Organiztion and formations process: looking at curated technologies. En Working at

archaeology, pp 269-286. Academic Press, Nova York.1989 Styles of style. Journal of Anthropological Archaeology 8:51-67.

Costa, Fernando2002 Análise das indústrias líticas da área de confluência dos rios Negro e Solimões. Dissertação

de Mestrado, MAE/USP, São Paul.Creswell, Robert

1996 Prométhée ou Pandore? Propôs technologie culturelle. Kimé, Paris.

Page 83: Arqueología Sudamericana 3 (1)

81Juliana Salles Machado

DeBoer, Warren e Donald Lathrap1979 The making and breaking of Shipibo-Conibo ceramics. En Ethnoarchaeology: implications

of ethnography for archaeology, editado por Carol Kramer, pp 102-138. Columbia UniversityPress, Nova York.

Dobres, Marcia2000 Technology and social practice. Outlining a practice framework for archaeology.

Blackwell, Oxford.Donatti, Patrícia

2002 Levantamento dos sítios arqueológicos localizados nas margens norte do Lago Grande.Estudo do sítio Lago Grande. Dissertação de Mestrado, MAE/USP, São Paulo.

Fitzhugh, Brian2001 Risk and invention in human technological evolution. Journal of Anthropological

Archaeology, 20: 125-167.Ford , James

1962 Metodo cuantitativo para estabelecer cronologias culturales. Unión Panamericana,Washington.

Geertz, Clifford1978 A interpretação das culturas. Zahar, Rio de Janeiro.

Gomes, Denise2002 Reescavando o passado: um estudo do vasilhame cerâmico da Coleção Tapajônica MAE-

USP. Dissertação de Mestrado, FFLCH-USP.Guapindaia, Vera

2001 Encountering the ancestors: the Maracá urns. En Unknown Amazon, editado por ColinMcEwan, Cristiana Barreto y Eduardo Neves, pp 156-175. The British Museum Press,Londres.

Hayden, Brian1998 Practical and prestige technologies: the evolution of material systems. Journal of

Archaeological Method and Theory 5:1-55.Heckenberger, Michael, James Petersen e Eduardo Neves

1999 Village size and permanence in Amazonia: two archaeological examples from Brazil. LatinAmerican Antiquity 10:353-376.

Hilbert, Paul1968 Archäologische untersuchungen am mittlern Amazonas. Dietrich Reimer Verlag, Berlin.

Ingold, Tim2001 Beyond art and technology: the anthropology of skill. En Anthropological perspectives

on technology. , editado por Michael Schiffer, pp 17-32. University of New Mexico Press,Albuquerque.

Lathrap, Donald1970 The Upper Amazon. Thames & Hudson, Londres.

Laughlin, Charles1989 Les artefacts de la connaissance. Une perspective biogénétique estructurale du symbole

et de la tecnologie. Antropologie et Société 13:9-29.Lemonier, Pierre

1986 The study of material culture today: toward an anthropology of technical systems. Journalof Anthropological Archaeology 5:147-186.

1992 Elements for an anthropology of technology. University of Michigan, Ann Arbor.Leroi-Gourham, André

1945 Evolution et techniques : miliev et techniques. Michel, Paris.1971 Evolução e técnicas. I – O homem e a matéria. Edições 70, Lisboa. [1965].

Lévi-Strauss, Claude1989 O pensamento selvagem. Papirus, Campinas.

Page 84: Arqueología Sudamericana 3 (1)

82 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):62-83, 2007

Lima, Helena2004 O significado da variabilidade da fase Manacapuru. Relatório I de mestrado apresentado

às FAPESP.Machado, Juliana

2005a Processos de formação: hipóteses sobre a variabilidade do registro arqueológico de ummontículo artificial no sítio Hatahara, Amazonas. Revista de Arqueologia da SAB 18. Noprelo.

2005b Montículos artificiais na Amazônia central: um estudo de caso do sítio Hatahara, Amazo-nas. Dissertação de Mestrado, Museu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de SãoPaulo, São Paulo.

2006a Potencial interpretativo das análises tecnológicas: um exemplo amazônico. Revista doMuseu de Arqueologia e Etnologia 15-16. No prelo.

2006b Etnoarqueologia nas ilhas Caviana e Mexiana, PA. Paisagem, memória e tecnologia entrecomunidades Amazônicas. Projeto de Doutoramento, Programa de Pós-Graduação emAntropologia Social, Museu Nacional/ UFRJ.

Malinowski, Bronislaw1975 La cultura. En El concepto de cultura: textos fundamentales, editado por Joel Kahn, pp

85-127. Anagrama, Barcelona. [1931].Mauss, Marcel

1991 Sociología y antropología. Tecnos, Madrid. [1935].Meggers, Betty J.

1996 Amazônia: man and culture in a counterfeit paradise. Aldine, Chicago. [1971].Meggers, Betty J. e Clifford Evans

1970 Como interpretar a linguagem da cerâmica: manual para arqueólogos. Smithsonian,Washington.

Nelson, Margaret1991 The study of technological organization. Archaeological Method and Theory 3:57-100.

Neves, Eduardo2000 Levantamento arqueológico da área de confluência dos rios Negro e Solimões, Estado do Ama-

zonas. Relatório de Atividades. Museu de Arqueologia e Etnologia, Universidade de São Paulo.2003 Relatório de atividades. Relatório Científico apresentado à FAPESP.

Pereira, Edithe2001 Testimony in stone: rock art in the Amazon. En Unknown Amazon, editado por Colin

McEwan, Cristiana Barreto e Eduardo Neves, pp 156-175. British Museum, Londres.Pfaffenberger, Bryan

1992 Social anthropology of technology. Annual Review of Anthropology, 21: 491-516.2001 Symbols do not create meanings -Activities do: or, why symbolic anthropology needs the

anthropology of technology. En Anthropological perspectives on technology, editadopor Michael Schiffer, pp 77-86. University of New Mexico Press, Albuquerque.

Rouse, Irving1953 The Circum-Caribbean theory, an archaeological test. American Anthropologist 55:188-

200.1955 On the correlation of phases of culture. American Anthropologist 57:713-722.

Sahlins, Marshal1989 Ilhas de história. Zahar, Rio de Janeiro.

Schaan, Denise2004 The Camutins chiefdom. Tese de Doutorado, University of Pittsburgh, Pittsburgh.2005 Uma janela para a história pré-colonial da Amazônia: olhando além – e apesar – das fases

e tradições. Apresentação no XIII Congresso da SAB, Campo Grande.

Page 85: Arqueología Sudamericana 3 (1)

83Juliana Salles Machado

Schiffer, Michael.B.1987 Formation processes of the archaeological record. University of New Mexico Press,

Albuquerque.2001 The explanation of long-term technological change. En Anthropological perspectives on

technology, editado por Michael Schiffer, pp 215-236. University of New Mexico Press,Albuquerque.

Schiffer, Michael B. e James Skibo1992 Theory and experiment in the study of technical change. En Technological perspectives

on behavioral change, editado por Michael Schiffer, pp 40-76. University of ArizonaPress, Tucson.

1997 The explanation of artifact variability. American Antiquity 62 :27-50.Silva, Fabíola

2000 As tecnologias e seus significados. Tese de Doutorado. FFLCH-USP, São Paulo.Trigger, Bruce

2002 A history of archaeological thought. Cambridge University Press, Cambridge. [1989].White, Leslie A.

1975 El concepto de cultura. En El concepto de cultura. Textos fundamentales, editado por JoelKahn, pp 129-155. Anagrama, Barcelona. [1959].

Page 86: Arqueología Sudamericana 3 (1)

APORTE DEL MÉTODO CRÁNEO-FUNCIONAL A LADISCUSIÓN DEL MODELO MIGRACIÓN-REEMPLAZO

SOBRE POBLAMIENTO HUMANO MODERNO

Héctor M. PucciarelliUniversidad Nacional de La Plata-CONICET

El modelo migración-reemplazo (MMR) empleado en la teoría de expansión y asentamiento huma-no fuera de África se pone a prueba en este artículo usando varias técnicas mutivariadas, prestandoatención especial a la relación Sapiens-Neandertal y sus diferencias. Se emplearon 103 cráneos delmesolítico (Teviec) y neolítico (Sebazac, Orrouy, Homme Mort) de Europa, del paleolìtico del nortede África (Taforalt, Afalou) y Arcaicos y Paleoamericanos de Brasil (Lagoa Santa) y México (Tlatilcoy Valley), lo mismo que moldes confiables de Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensisy Homo sapiens fossilis (ca. 30Ka) de Europa, Asia y África. Los cráneos y moldes fueron medidos dela misma manera, de acuerdo con el método cráneo-funcional. Mientras el agrupamiento construi-do con los resultados canónicos mostró discontinuidad entre ambas formas fósiles el que se constru-yó con los factores del Análisis de Componentes Principales (ACP) sugiere relaciones cercanasentre ellos. Esta misma tesis fue alcanzada con las distancias Mahalanobis D2 que indican unaposición intermedia Neandertal-Sapiens con respecto a las distancias mostradas por H.sapiens ycada uno de los grupos restantes. Los craniogramas de los Neandertales mostraron que pocoscomponentes se diferenciaron del H. sapiens, rechazando la hipótesis de discontinuidad entreNeandertales y Homo sapiens anatómicamente modernos. Se concluye que el MMR tiene que sermatizado para incluir mecanismos evolutivos distintos de la migración y el reemplazo como deriva-da genética, miscegenación, adaptación y convergencia evolutiva.

Neste artigo se coloca a prova o modelo Migração-Substituição (MMS) - empregado na teoria daexpansão e ocupação humana «Fora da África» – usando técnicas multivariadas e prestandoatenção especial às relações e diferenças entre Sapiens e Neanderthais. Cento e três crâniosmesolíticos (Teviec) e neolíticos europeus (Sebazac, Orrouy, Homme Mort), paleolíticos do norteda África (Taforalt, Afalou) e arcaicos e paleo-americanos do Brasil (Lagoa Santa) e México(Tlatilco e Valle) e moldes confiáveis de Homo habilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis eHomo sapiens fossilis (ca. 30Ka) da Europa, Ásia e África foram medidos da mesma maneira, deacordo com o método crânio-funcional. Enquanto os grupos feitos com os resultados canônicosmostram descontinuidade entre as duas formas fósseis, o grupo obtido com os fatores da Análisede Componentes Principais (ACP) sugere relações próximas entre eles; esta última tese se mantémcom as distâncias D2 de Mahalanobis que indicam uma posição intermediária Neanderthal-Sapiens em relação às distâncias encontradas para H. Sapiens e para cada um dos gruposrestantes. Os craniogramas dos Neanderthais mostram que poucos componentes se diferenciamdo H. sapiens, rechaçando a hipótese de descontinuidade entre Neanderthais y Homo sapiensanatomicamente modernos. O artigo conclui que o modelo deve ser suavizado, incluindo meca-nismos evolutivos distintos de migração e substituição como deriva genética, miscigenação,adaptação e convergência evolutiva.

ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007

Page 87: Arqueología Sudamericana 3 (1)

85Héctor M. Pucciarelli

In this paper, the Migration-Replacement model (MRm) -employed in the «Out of Africa» humanexpansion and settlement theory- was tested by several multivariate techniques. Special attentionwas focused on the Sapiens-Neanderthal relationships, and their differences. One hundred and threeEuropean mesolithic (Teviec), and neolithic (Sebazac, Orrouy, Homme Mort); North AfricanPaleolithic (Taforalt, Afalou), and Archaics and Palaeoamericans from Brazil (Lagoa Santa) andMexico (Tlatilco and Valley) skulls were employed, as well as reliable casts belonging to Homohabilis, Homo erectus, Homo neanderthalensis and Homo sapiens fossilis (ca. 30Kyr) from Europe,Asia, and Africa. All crania and casts were measured in the same way, according to the functionalcranial method. While the cluster built with the canonical scores showed discontinuity between bothfossil forms, the one built with the factors of the Principal Component Analysis (PCA) suggestedclose relationships between them. The last thesis was held by the Mahalanobis D2 distances, whichindicated an intermediate Neanderthal-Sapiens position with respect to the distances shown byH.sapiens and each one of the remaining groups. The Neanderthal craniograms showed that fewcomponents were actually differentiated from H. sapiens, rejecting the hypothesis of discontinuitybetween Neanderthals and anatomically modern Homo sapiens. It was concluded that the MRm hasto be made smoothed including evolutive mechanisms apart from migration-replacement ones, suchas genetic drift, miscegenation, adaptation, and evolutive convergence.

Palabras clave: Sapiens, Neandertales, análisis cráneo-funcional / Palavras-chave: Sapiens,Neanderthais, análise crânio-funcional.

Recibido: octubre 12 , 2005 ; aceptado: agosto 9, 2006 / Recebido: outubro 12 , 2005 ; aceito:agosto 9, 2006.

IntroducciónSe denomina «modelo migración-reempla-zo» (MMR) al que involucra una forma ex-trema de explicar el origen y expansión mun-dial de Homo sapiens anatómicamentemoderno a partir de un origen único en Afri-ca y sin el aporte de factores evolutivos comoselección, adaptación, deriva y flujo génico.Esta teoría tiene fuerte apoyo genético y unafuerte base circunstancial en la distribuciónde los fósiles de Homo sapiens arcaico. Enella se reconocen tres componentes (Stringer1993): (a) origen puntual; (b) patrón de re-emplazo total; y (c) mecanismo de disper-sión a través del mundo, hace 120Ka o más(Lahr y Foley 1994, 1998). El MMR ha sidoaplicado, además, para dar cuenta de pro-cesos de nivel continental como elpoblamiento americano en el que, exceptoel modelo propuesto por Neves y Pucciarelli(1989, 1991), se propone que la casi totali-dad de América fue poblada por sucesivasoleadas migratorias, morfológicamentedistinguibles entre sí y relacionadas sólo por

procesos ocasionales de flujo génico. Tam-bién se empleó el MMR para explicar la di-versidad en áreas específicas como elEpipaleolítico norafricano donde Ferembach(1986) distinguió a las poblaciones antiguasIberomaurusianas de origen europeo de losCapsianos procedentes de Oriente medio ysuperpuestos a los primeros. También fueaplicado este modelo en la región ecotonalpampeana argentina mediante agudos tra-bajos que evidenciarían la llegada de gruposnorpatagónicos hacia el holoceno superior(Barrientos y Pérez 2002, 2005).

Si bien la intervención del MMR en laevolución de Homo sapiens anató-micamente moderno resulta probable pare-ce difícil pensar que consistió en la exacer-bación repentina de un sólo grupo africano,aunque esto parece estar apoyado por he-chos circunstanciales, sobre todo basados enregistros fósiles. Son circunstanciales por-que un sólo descubrimiento de mayor anti-güedad realizado en cualquier parte del Vie-jo Mundo puede alterar substancialmente sucontenido. Pese a todo, los humanos

Page 88: Arqueología Sudamericana 3 (1)

86 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

anatómicamente modernos parecen estartempranamente representados por los fósi-les de Omo1 y Omo2 en Kibish (sur de Etio-pía) con 100-130Ka, en Klasies River mouthy en Border Cave (ambos en Sudáfrica) con70-120Ka y 100Ka, respectivamente (Lewin1998; Solomon 2000; Balter 2002), ocupan-do luego casi la totalidad de las regiones delViejo Mundo, siempre acompañado -segúnel MMR- con extinción súbita de poblacio-nes autóctonas sin dar lugar a, por lo menos,un proceso de flujo génico importante.

Un punto central en la discusión de laforma cómo trabaja este modelo está conte-nido en la disputa sobre la presunta disconti-nuidad evolutiva existente entreNeandertales y humanos anatómicamentemodernos. Se sabe que ambos coexistierondurante gran parte de la prehistoria europeay de oriente medio (Bräuer 1991; Hublin etal.1996; Lewin 1998; Balter 2002; Viegas2004). Los restos de humanosanatómicamente modernos, como los deStetten1 (Baden-Würtemberg), suceden, in-mediatamente, a los Neandertales tardíos deSaint Cesare (Dordoña). La coexistenciadebe haber perdurado durante variosmilenios, como demuestra el descubrimien-to de Hahnöfersand, en Alemania del Norte(Bräuer 1981), presumiblemente hasta haceunos 30Ka. La base morfológica central paraconsiderar que se trató de dos grupos inde-pendientes es el conjunto de caracteres quelos distinguen. Muchos autores consideranque los Neandertales presentan caracteresprimitivos respecto de los humanos moder-nos. Estos últimos ya presentan locomociónbípeda completa, menor robustez esquelética(aunque mayor que la de los homínidos ac-tuales), cráneo corto, alto y redondeado,basicráneo más angosto, región facial peque-ña, mayor desarrollo frontal, región nasalmenos prominente y protrusión mentonianasignificativa (Stringer 1993; Lewin 1998).Otras características del esqueleto

postcraneal reflejarían su adaptación al frío(Steegman et al. 2002).

Los Neandertales se caracterizan porpresentar caracteres plesiomórficos,apomórficos y autapomórficos. Entre losprimeros se citan la bóveda craneana, baja yalargada, prominencias frontales, arco sagitaldel parietal alargado, sínfisis mandibularhuyente y consecuente ausencia de promi-nencia mentoniana. Entre los caracteresapomórficos se cuentan el aumento de lacapacidad cerebral que, según Trinkaus(1983), es de 1518cc en promedio; la aber-tura del ángulo esfeno-occipital; el alarga-miento del arco inion-lambda y la reducciónen tamaño de los molares permanentes. En-tre los rasgos autapomórficos más impor-tantes se considera la forma subcircular delcráneo en norma posterior, un desarrolloneurocraneano importante en plano horizontaly su estrechamiento transversal a la alturade los procesos mastoideos. Para Hublin yTillier (1991) este conjunto constituye unacombinación única y propia de losNeandertales. La cara y la mandíbula pre-sentan un complejo de caracteres difícil dedisociar; entre ellos se citan la morfologíaredondeada y continua del torussupraorbitario, generalmente bienneumatizado; órbitas altas y subcirculares;maxilar prominente; ausencia de fosa cani-na; espacio retromolar mandibular basto ydentición anterior poderosa con arco dentalensanchado y aplanado en su región frontal.

En otro análisis sobre la morfologíacraneana (Lieberman et al. 2000) se hallóque los Neandertales no se adecuan al pa-trón humano moderno debido a su mayoramplitud basicraneana en relación al volu-men endocraneal y a su marcada proyec-ción occipital, aunque este último rasgo sedebe a un engrosamiento de la tabla exter-na. Lieberman et al. (2002) concluyen quelos humanos anatómicamente modernos sedistinguen de las formas arcaicas -entre losque se encuentran los Neandertales- por una

Page 89: Arqueología Sudamericana 3 (1)

87Héctor M. Pucciarelli

serie de autapomorfías (globularidadneurocraneana y retracción facial) origina-da, probablemente, en la flexión basicraneanay en el acortamiento facial. Rak et al. (2002)encontraron importantes diferencias en larama mandibular de los Neandertales res-pecto de otros homínidos. Esto llevó a variosautores a considerar que los Neandertalespresentan muchos caracteres derivados yque no tendrían ningún rol en la ancestría deHomo sapiens. Otros (Harvati et al. 2004;Wilford 2004) se remiten a estudioscraneométricos que confirmarían la dispari-dad entre ambas formas.

El estudio de la ontogenia de losNeandertales parece confirmar su diferen-ciación respecto de los humanos modernospues, según Maureille y Bar (1999), presen-tan un desarrollo más extendido en la regiónfacial media. Ramirez Rozzi y Castro (2004)dedujeron un patrón de crecimiento propiode los Neandertales sobre la base de su par-ticular desarrollo dentario, consistente en unacortamiento de ciertos períodos de creci-miento respecto del hombre moderno y aúnmenor que el presentado por otros homínidosfósiles mucho más antiguos como H.heidelbergensis y H. antecessor. Sin em-bargo, Thompson y Nelson (2000) ya ha-bían demostrado que el patrón ontogénicode los Neandertales era intermedio entre elde Homo erectus y el de los humanos mo-dernos porque se caracterizaba por una tra-yectoria de crecimiento lento pero con de-sarrollo dental más avanzado.

La gran similitud morfológica existenteen las poblaciones humanas modernas y sudiferenciación respecto de cualquier otraespecie homínida contribuye a sostener suorigen único (Howells 1973, 1989; Relethford1994), lo cual es consistente con lo halladoen análisis genéticos (Relethford 1994). Se-gún Takahata et al. (2001) 90% de las se-cuencias de ADN estudiadas en Homosapiens indica un origen africano del ante-cesor común más reciente. La variación del

ADNmt de los Neandertales cae, segúnKrings et al. (1997), fuera de la variación delos humanos modernos, sugiriendo que aque-llos no efectuaron contribución genética al-guna. En cambio, Gutierrez et al. (2002)encontraron superposición de las distribucio-nes de variación genética. Recientes estu-dios (Viegas 2004) confirmarían que mien-tras existen similitudes en el ADN entre po-blaciones modernas y los fósiles Cro Magnonprocedentes de cavernas del sur de Italia lasdiferencias entre éstos últimos y losNeandertales (de unos 30Ka de antigüedad)fue casi total.

Las diferencias de orden genético yauxológico entre ambos grupos parecen serconcluyentes pero no ocurre lo mismo conlos análisis morfológico y etológico. Respectode esto último existe una interesante contro-versia sobre si los Neandertales poseían ca-pacidad para mantener la sobrevivencia deindividuos discapacitados o afectados por en-fermedades graves. DeGusta (2003) intentarebatir una idea promovida por Lebel et al.(2001) y Lebel y Trinkaus (2002) en cuanto aque la mandíbula de Aubesier 11 parece mos-trar que ese ser habría recibido cuidados quepermitieron su sobrevivencia por un períodode, al menos, 6 meses. Si bien con el soloresto de Aubesier no se puede garantizar talafirmación su eventual corroboración con des-cubrimientos similares indicaría que el com-portamiento de los Neandertales era máspróximo al de los humanos que al de los mo-nos antropomorfos. De todos modos pareceobviarse un hecho fundamental que hecha portierra cualquier intento de diferenciación ex-trema entre Sapiens y Neandertales: la fabri-cación y empleo sistemático de instrumentallítico. Esta omisión es explicable desde unaúnica perspectiva: la presencia de cierto pre-juicio en el esfuerzo por separar a losNeandertales de nosotros mismos. Puedo ci-tar, al respecto, las significativas palabras deWilford (2004:1):

Page 90: Arqueología Sudamericana 3 (1)

88 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

«En resumen, ¿fueron los ahora extintosNeandertales de Europa miembros conpleno derecho de la especie humana mo-derna, una subespecie o una especie en-teramente distinta? La respuesta tieneimplicancias para el ancestro de los euro-peos modernos: si acaso alguna sangreNeandertal fluye por sus venas».

El dilema, entonces, no parece centrarse enla posición taxonómica de los Neandertalessino la preservación europea de contamina-ción racial por una especie «inferior», hechosólo salvable si se adopta como dogma quelos Neandertales constituyen «una especieenteramente distinta», a pesar del hecho irre-futable de haberse adaptado culturalmenteal medio, siendo ésta condición «sine quanon» para diferenciar a los verdaderos hu-manos del resto de los mamíferos.

Una condición básica que debe cumplirtodo modelo, como el examinado, es la condi-ción de consistencia. Según Lewin (1998) haytres líneas de evidencia sobre este tema, lasanatómicas, las genéticas y las arqueológicas(comportamentales), a las que agrego lasauxológicas y las poblacionales. Cuando setrata de explicar un mismo evento, los resul-tados entre estas fuentes de información de-ben llegar a cierto grado de congruencia; to-das las inferencias deben confluir en un con-junto armónico. Si se considera en detallepueden observarse pocos rasgos morfológicosque marquen una diferencia cualitativa entreNeandertales y humanos modernos. Los ras-gos discontínuos, por ejemplo (fosa canina,foramen mentoniano, etc), son muy pocos.Tienen mayor peso los rasgos contínuos, loscuales no tienen significación biológica si setoman en forma aislada puesto que, a excep-ción de rasgos como la estatura corporal o lacapacidad craneana, integran componentesfuncionales mayores y, por consecuencia, es-tán directamente ligados entre sí. Un argu-mento repetidamente esgrimido es la relacióninversa que existe entre el avance de evolu-ción homínida y el incremento en grado derobustez. Esto parece ser un hecho cierto pero

Lieberman (1996) encontró, mediante un es-tudio experimental, que la robustez corporalno parece ser un carácter de gran controlgenético puesto que un mayor desarrollo po-dría responder a una mayor actividad física.También halló, mediante estudios comparati-vos, que la robustez cortical es muy variable,siendo que los Neandertales y humanosanatómicamente modernos no muestran ma-yor robustez que la vista en poblacionesholocénicas tempranas.

También fueron esgrimidas diferenciassubstanciales de comportamiento industrialentre ambos grupos. De acuerdo con Lewin(1998) los Neandertales eran cazadores-recolectores con técnica lítica Musteriense,que perduró por unos 60Ka. Luego fue de-sarrollada la técnica lítica Chatelperroniense(Cavernas de Chatelperron y Saint Césairey sitio de Arcy-sur-Cure, Francia) que co-rresponde al Paleolítico superior. Pero, si-guiendo a Lewin (1998), el Chatelperroniensesería otra industria Neandertal, producidacuando coexistían con los seres humanosmodernos en Europa occidental. No se sabe,en realidad, si el Chatelperroniense fue unainnovación local de los últimos Neandertaleso resultó de una mezcla cultural con los hom-bres modernos. La técnica Aurignaciense,en cambio, es considerada como típica delos humanos modernos. Posee unos 40Kade antigüedad y se diferencia del Musterienseen forma neta. La distribución de los huma-nos modernos más tempranos a través deEuropa puede correlacionarse con la difu-sión de ésta industria. Sin embargo, la distri-bución geográfica de los Neandertales pa-rece haber sido mayor a lo actualmente con-siderado, dados los descubrimientos reali-zados en Grecia últimamente (Harvati et al.2003). Su empuje desde el sur, con simultá-neos movimientos hacia el norte delChatelperroniense (Leroyer y Leroi-Gourhan1983), puede ser indicio de los movimientospoblacionales que ocurrieron con la apari-ción del hombre moderno.

Page 91: Arqueología Sudamericana 3 (1)

89Héctor M. Pucciarelli

En el este de Europa los fósiles de Vidijay Sala parecen mostrar una morfología másmoderna que la presentada por losNeandertales del oeste. Algo de una mode-rada robustez o de un prognatismomediofacial de los especímenes puede serexplicado por un pequeño tamaño corporal,tal vez evolucionando en paralelo con loshumanos modernos. Pero cambios evoluti-vos locales o flujo génico pueden tambiénhaber contribuido. Estos fósiles dan mejorsoporte para admitir cierta continuidad localrespecto de la aparición de los humanosanatómicamente modernos. Esta continuidadtambién puede ser explicada por la posicióngeográfica del área, al punto de haber sidopropuesta por algunos autores como zonade origen de los humanos modernos. Paraotros la temprana presencia de unAurignaciense, aparentemente intrusivo enBulgaria antes de 40Ka, puede evidenciarun origen exótico del proceso.

Hay también fundamentos poblacionalescon los que se pretende apoyar la hipótesis dediscontinuidad entre Neandertal y Sapiens.Para Harvati (2003) las distanciasmorfológicas entre Neandertales y humanosantiguos y modernos son consistentementemayores que las distancias entre poblacioneshumanas recientes y aún mayores que las dis-tancias entre las especies de chimpancé. Ade-más, no fueron halladas fuertes afinidadesentre Neandertales y paleolíticos europeostardíos. Concluye que no hay evidencia parauna contribución Neandertal a la evoluciónde los europeos modernos. Sin embargo,Cunningham y Wescott (2002) habían refu-tado modelos como el empleado por Harvatipor cuanto hallaron en una comparación defósiles de la Upper Cave en Zhoukoudian(UC101, UC102, UC103), que la variaciónPleistocénica intragrupal fue mayor que laobservada en una muestra mundial de pobla-ciones modernas usada como referencia. Fueobtenido, además, que los fósiles de la UC nose ubican dentro de un mismo grupo humano

moderno y que cada especimen es -en el es-pacio multivariado- atípico respecto de su máscercano vecino moderno. Se concluye que lahomogeneidad intragrupal actual es un fenó-meno relativamente reciente y que resulta dela expansión de una sola población neolítica,con sus múltiples efectos esperables.Ackermann (2002) también discute el proce-dimiento de comparar entre poblaciones dediferente antigüedad y/o grupo taxonómicobasado en que las poblaciones vivientes son,a menudo, usadas como análogas de las fósi-les mediante la falsa suposición de que am-bas varían de una misma manera. Ackermannexaminó la validez de este principio compa-rando patrones de variación facial entre hu-manos y monos africanos, apuntando a trescuestiones mayores. Primero: ¿es la varia-ción fenotípica similar entre especies estre-chamente relacionadas?. Segundo: si es nosimilar ¿por qué?. Tercero: ¿es factible usarespecies análogas para modelar propósitos?.

Los resultados muestran que mientras loshominoideos comparten un patrón similar devariación facial hay divergencia con los pa-trones secundarios que corresponden a lasrelaciones filogenéticas entre estas especiesdebido a que la variación cambia a travésdel tiempo y si se deja de contar con estadivergencia cuando se usan análogos vivien-tes como «unidades de variación» puede lle-garse a interpretar el registro fósil con másproblemas que lo actualmente esperado. Ensíntesis, gran parte de la evidenciaantropológica apoya a la hipótesis de origenúnico en Sudáfrica para Homo sapiensanatómicamente moderno pero rechazamodelos extremos como el de migración re-emplazo. La solución estaría en adoptar lahipótesis de origen único asociada a un mo-delo que permita considerar factores evolu-tivos (como flujo génico, deriva génica, se-lección y adaptación) jugando un rol com-plementario. Un tema focal es saber si loshombres de Neandertal pueden haber cum-plido algún rol en este modelo mixto.

Page 92: Arqueología Sudamericana 3 (1)

90 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

El objeto de este estudio es examinar elModelo Migración-Reemplazo a través de30 mediciones cráneo-funcionales usadaspara efectuar análisis de clusters, distanciaseuclidianas y craneogramas de componen-tes funcionales sobre una secuenciamorfológica que va desde Homo habilishasta los seres humanos anatómicamentemodernos. El punto central es determinar sila comparación cráneo-funcional realizadaentre Neandertales (HN) y humanosanatómicamente modernos (HAM) presen-ta una distribución de componentes que con-cuerde con el modelo predeterminado o siuna derivación HN®HAM de componen-tes puede ser inferida, permitiendo rechazarel modelo examinado. El argumento del mé-todo consiste en que si ambos grupos po-seen diferentes ancestrías inmediatas sucomparación cráneo-funcional será «en mo-saico», porque se pondrá de manifiesto unacontrastación de diferentes historias evoluti-vas. Si, por el contrario, la comparación sereduce a la transformación sistemática deun conjunto definido de componentes, queno difiere en intensidad de la de las compa-raciones de sus ancestros podrá inferirse quese está en presencia de grupos que compar-tieron una misma historia evolutiva y, porende, el pretendido paralelismo evolutivoentre HN y HAM debe ser sometido a revi-sión.

Materiales y métodosFueron empleados 103 cráneos de poblacio-nes del mesolitico (Teviec) y del neolítico(Sebazac, Orrouy, Homme Mort) europeo; delPaleolítico norafricano (Taforalt, Afalou) y depaleoamericanos y arcaicos de Brasil (LagoaSanta) y México (Tlatilco, Valley) y repro-ducciones craneanas de alta fidelidad perte-necientes a Homo habilis, Homo erectus,Homo neanderthalensis y Homo sapiensfossilis (ca. 30Ka) de Europa, Asia y África.Todos fueron medidos mediante el método

cráneo-funcional, esto es, determinando tresvariables, una longitud, un ancho y una alturapara cada uno de los dos componentes ma-yores (neurocráneo y face) y ocho compo-nentes menores, cuatro neurocraneanos(anteroneural, mesoneural, posteroneural yótico) y cuatro faciales (óptico, respiratorio,masticatorio y alveolar). Dichas variables fue-ron utilizadas, previa estandarización para eli-minar los efectos escala y/o tamaño, en for-ma libre o agrupadas por componentes fun-cionales. El análisis se realizó en tres etapas:(a) análisis intergupal de clusters (distanciasde Minkowski con linkage Ward) sobre losescores obtenidos del análisis canónico y so-bre los factores obtenidos del Análisis de Com-ponentes Principales; (b) distanciasintergrupales D2 de Mahalanobis obtenidassobre variables doble estandarizadas para eli-minar el efecto tamaño; y (c) craneogramasde transformación de los componentes fun-cionales por tamaño y forma (crecimientorelativo diferencial y/o distorsiónintracomponente) para calcular la variabilidadde cada componente funcional de acuerdo auna metodología previamente desarrollada(para detalles ver Pucciarelli et al. 1990, 1999,2000; Sardi 2002; Sardi et al. 2004). La tareaestadística fue realizada mediante el progra-ma SYSTAT 9 en la División de Antropologíadel Museo de La Plata.

Resultados

Analisis de clustersFueron construídos dos clusters libres de efec-to tamaño, uno basado en once escores ca-nónicos obtenidos del análisis discriminante yotro basado en siete factores del análisis decomponentes principales. Ambos explicaronmás del 60% de la variación registrada. Elcluster de escores canónicos mostró dossubclusters (d=4.5) claramente definidos. Enuno figuran las formas fósiles: Homo erectus

Page 93: Arqueología Sudamericana 3 (1)

91Héctor M. Pucciarelli

se separa tempranamente (d=2.0) de H.habilis y H. neanderthalensis y éstos amenor distancia entre sí (d=1.5). El segundosubcluster presenta tres agrupamientos(d=2.9). En el primero H. sapiens fossilis(ca. 20Ka) se agrupa junto a los paleolíticosnorafricanos de Taforalt y Afalou (d=1.5), quese separan entre sí a menor distancia (d=1.1).En el segundo (d=2.2) las tres poblacionesamericanas, siendo Lagoa Santa la de mayorseparación (d=1.8), mientras que Valley yTlatilco se hallan más próximos (d=1.5). Eltercero (d=1.9) está conformado por las cua-tro poblaciones europeas, siendo los poblado-res de la caverna de Homme Mort los másalejados (d=1.8). Sebazac (d=1.4) se separade Teviec y Orrouy que, a su vez, son los quepresentan la menor diferenciación (Figura 1).

El cluster basado en componentes prin-cipales mostró dos subclusters (d=2.5) cla-ramente definidos. En uno (d=0.9) figuranH. habilis y H. erectus. El segundo (d=1.8)

comprende tres agrupamientos. En el prime-ro (d=1.1) los Neandertales se agrupan jun-to a H.sapiens fossilis (d=0.8) y Taforaltjunto a Afalou (d=0.7). En el segundo (d=1.5)fuguran las tres poblaciones americanas juntocon Homme Mort (d=1.1). En el tercero (d=0.8) se agrupa Teviec junto con Orrouy ySebazac (Figura 2).

Distancias D2 de MahalanobisLa comparación de distancias entre huma-nos modernos de alrededor de 30Ka (H.sapiens fossilis) y el resto de las muestras(Figura 3) indicó diferencias significativasen todos los casos, pero con distintas inten-sidades. Se dividieron en dos grupos: (a) losde volumen craneofacial de mayor tamañoque H.sapiens fossilis y (b) los de volumencraneofacial de menor tamaño que H.sapiens fossilis. Entre los primeros figuranlos Neandertales (d@30), los paleolíticos de

Figura 1. Cluster libre del efecto tamañoconstruído sobre 11 escores canónicos delanálisis discriminante aplicado sobre las24 variables de los componentesfuncionales menores.

Cluster Tree

0 1 2 3 4 5Distances

Lagoa Santa

Tlatilco

Valley

H.neandertal

H.habilis

H.s.Fosil

H.erectus

Taforalt

Afalou

Teviec

Homme Mort

Sebazac

Orrouy

Cluster Tree

0 1 2 3

Distances

Lagoa Santa

Tlatilco

Valley

H.neandertal

H.habilis

H.s.Fosil

H.erectus

Taforalt

Afalou

Teviec

Homme Mort

Sebazac

Orrouy

Figura 2. Cluster libre del efecto tamañoconstruído sobre 7 factores del Análisisde Componentes Principales aplicadosobre las 24 variables de loscomponentes funcionales menores.

Page 94: Arqueología Sudamericana 3 (1)

92 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

Afalou (d@ 20), Taforalt y Teviec (d@25)y los paleoamericanos de Valley (d@50).Entre los segundos figuran Homo habilis(d@55), Homo erectus (d@60), los france-ses de Sebazac, Orrouy y Homme Mort(d@30-40) y los americanos de Lagoa San-ta y Tlatilco (d@30-40).

Craneogramas iso-anisométricosUn componente cráneo-funcional puede pre-sentar tres tipos de variación: (a) incremen-to sólo de tamaño; (b) incremento detamaño+variación de forma; y (c) variaciónsólo de forma. Los incrementos sólo de ta-

maño son deducidos de los índicesvolumétricos de los componentes mayorescuando varían en ausencia de una disrupcióncraneofacial significativa. Los incrementosde tamaño+ forma están contenidos en losíndices volumétricos de los componentesfuncionales menores que, por ser efecto es-calar de los anteriores, no fueron tenidos encuenta en este análisis. Los incrementos sólode forma poseen dos variantes. Una es laque expresa las diferencias de tamaño rela-tivo de los componentes funcionales meno-res a través de sus índices morfométricos ydetermina cambios en el componente fun-cional mayor que los contiene y la otra es ladeformación propia de cada componentemenor, denominada aquí como distorsiónintracomponente. Se manifiesta en ausen-cia de cambios de tamaño y se diferencia delos índices morfométricos en que expresa loscambios de forma de un componente en tér-minos de la variación relativa de una o másde las variables del propio componente. Lasvariaciones en tamaño de los componentesmayores, el grado de disrupción craneofacialy las variaciones de crecimiento relativo delos componentes menores, junto con la dis-torsión intracomponente, son descriptos enconjunto mediante los craneogramas iso-anisométricos presentados en la Figura 4.

La comparación H. habilis-H. erectusmostró en los segundos mayor crecimientoneurocraneano -con consecuente incrementodel grado de encefalización- (Figura 4a-01/03), hiperdeformación (crecimientorelativo+distorsión) del componenteanteroneural, distorsión posteroneural y óp-tica y menor crecimiento relativo de los com-ponentes masticatorio y alveolar (Figura 4a-05,07,09,11,12).

El incremento neurocraneano de losNeandertales respecto de H. erectus pro-vocó un aumento del grado de encefalizaciónen éstos últimos (Figura 4b-01/03). Los trescomponentes menores de variación signifi-cativa en dicha comparación (mesoneural,

0

10

20

30

40

50

60

dis

tance

01-H.habilis

02-H.erectus

03-H.neander

04-H.sapiens

05-Afalou

06-Taforalt

07-Tevie

c

08-Sebazac

09-Orro

uy

10-H.m

ort

11-Valle

y

12-Lagoa

13-Tlatilc

o

POBL$

0

10

20

30

40

50

60

dis

tance

Figura 3. Distancias D2 de Mahalanobisintergupales libres del efecto tamañocalculadas sobre las variables de loscomponentes funcionales menores. Lasmuestras están diferenciadas por barrasde distinta tonalidad según suprocedencia (gris claro y grisoscuro=fósiles; gris oscuro ynegro=norafricanos; negro=franceses;blanco y gris=americanos). Las barrashacia arriba indican volumen craneofacialmayor que el de Homo sapiens fossilis.Las barras hacia abajo indican volumencraneofacial menor que el de Homosapiens fossilis.

Page 95: Arqueología Sudamericana 3 (1)

93Héctor M. Pucciarelli

óptico y respiratorio) presentaronhiperdeformación pues fueron afectados poralteraciones de crecimiento supra eintracomponente (Figura 4b,06,08,10).

La comparación entre Neandertales yhumanos anatómicamente modernos pre-senta menor crecimiento facial en los segun-dos, con consecuente incremento neurofacial(que indica menor facialización en H.sapiens) (Figura 4c-01/03). También pre-senta crecimiento relativo del componentemesoneural, distorsión del ótico ehiperdeformación del componente alveolar,con mayor crecimiento relativo en losNeandertales (Figura 4c-06,08,12).

En las comparaciones que intervienenTaforalt (»10Ka) y Tlatilco (»5Ka) las de-formaciones intracomponente se hacen másprofusas. Taforalt presentó hiperdeformación(con mayor crecimiento relativo) enneurocráneo, cara e índice neurofacial (Fi-gura 4d-01/03), disminución anteroneural,incremento relativo y distorsión óptica ehiperdeformación con mayor crecimientorelativo en Taforalt de los componentes ótico,masticatorio y alveolar (Figura 4d-05,07/09,11,12).

Tlatilco presentó disminuciónneurocraneana y facial respecto de Taforalt,pero sin disrupción neurofacial (Figura 4e-01/03), mayor crecimiento relativoanteroneural, mayor hiperdeformaciónposteroneural y óptica y menorhiperdeformación ótica y masticatoria (Fi-gura 4e-05,07/09,11).

DiscusiónLa cinemática descripta por los clusters, dis-tancias y craneogramas muestra que la va-riación funcional intergrupal no fue de ca-rácter aleatorio. Debe describirse, entonces,la dinámica del proceso, lo que equivale ainterpretar el origen y sentido de las varia-ciones observadas, así como su grado deconsistencia. No es posible obtener un pa-

0102030

dis

t.

01-NVI

02-FVI

03-NFI 04

05-ANMI

06-MNMI

07-PNMI

08-OTMI

09-OMI

10-RMI

11-MMI

12-AMI

(a)H.habilis-H.erectus

0102030

dis

t.

0102030

dis

t.

01-NVI

02-FVI

03-NFI 04

05-ANMI

06-MNMI

07-PNMI

08-OTMI

09-OMI

10-RMI

11-MMI

12-AMI

(b)H.erectus-H.neanderthalensis

0102030

dis

t.

0102030

dis

t.

01-NVI

02-FVI

03-NFI 04

05-ANMI

06-MNMI

07-PNMI

08-OTMI

09-OMI

10-RMI

11-MMI

12-AMI

(c)H.neanderthalensis-H.s.fossilis

0102030

dis

t.

0102030

dis

t.

01-NVI

02-FVI

03-NFI 04

05-ANMI

06-MNMI

07-PNMI

08-OTMI

09-OMI

10-RMI

11-MMI

12-AMI

(d)H.s.fossilis-Taforalt

0102030

dis

t.

0102030

dis

t.

01-NVI

02-FVI

03-NFI 04

05-ANMI

06-MNMI

07-PNMI

08-OTMI

09-OMI

10-RMI

11-MMI

12-AMI

(e)Taforalt-Tlatilco

0102030

dis

t.

Figura 4. Craneograma iso-anisométricoconstruído con los valores de las distanciasD2 de Mahalanobis para cada componentefuncional. Las variables de los componentesfuncionales mayores están libres del efectoescala. Las variables de los componentesfuncionales menores están libres del efectotamaño. Bblanco=no significativo, blancoy gris=significación en tamaño -ocrecimiento- relativo, gris claro ynegro=distorsión intracomponente, grisoscuro y negro=crecimiento relativo condistorsión intracomponente; 01-03componentes funcionales mayores e índiceneurofacial; 04-07= componentesfuncionales menores del neurocráneo; 08-11= componentes funcionales menores delesplacnocráneo.

Page 96: Arqueología Sudamericana 3 (1)

94 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

norama definitivo de un proceso tan com-plejo, pero si se toman las comparacionesdonde intervienen los Neandertales comocentro de análisis para examinar el MMRpuede llegarse a inferencias sorprendentes.La similitud hallada entre Neandertales yhumanos modernos es difícil de interpretardesde la craneometría tradicional. Es infe-rior a la diferencia entre H. erectus y H.neanderthalensis, pero dado que los defen-sores del modelo migración-reemplazo sos-tienen que H. neanderthalensis y H.sapiens se originan de una misma especie(H. heidelbergensis, H. antecessor, etc.)el valor evolutivo de esta diferencia sólo pue-de ser evaluado a la luz de la diferencia en-tre estas especies y la especie que les dioorigen. Si la diferencia entre H. sapiens yH. neanderthalensis es mayor que la quetienen estas especies con la pretendida es-pecie ancestral el MMR daría cuenta de losresultados. Por el contrario, si la diferenciaentre estas formas fuera menor que la dife-rencia con la especie ancestral la posibilidadde una continuidad evolutiva no puede serdescartada. Esta disquisición nos lleva a uncallejon sin salida por cuanto es imposiblecontar, por el momento, con la cantidad ycalidad de restos de la especie antecesoracomo para efectuar un estudio de este tipo.Debemos conformarnos, entonces, con cir-cunscribir nuestro estudio a las especies fó-siles disponibles, esto es, Homo habilis,Homo erectus, Homo neanderthalensis yHomo sapiens e interpretar la variación ob-tenida desde una perspectiva cráneo-funcio-nal.

No existe consenso respecto de la signi-ficación filogenética de los Neandertales.Estos homínidos presentan un conjunto pro-pio de caracteres que servirían para confir-mar que los Neandertales constituyeron unarama especializada de la línea que condujo alos seres humanos anatómicamente moder-nos (Stringer 1974, 1978; Howells 1975;Trinkaus 1976; Hublin 1978; Santa Luca

1978; Trinkaus y Howells 1979; Stringer yTrinkaus 1981). Es factible, sin embargo, su-poner que hubo transición en Europa orien-tal, dadas las características de los fósiles deésta región y que el argumento de falta detiempo para que se desarrollen efectos evo-lutivos entre Neandertales y Sapiens moder-nos requiere ser revisado debido a modifica-ciones efectuadas en la cronología tradicio-nal europea (Dennell 1983). Sin embargo,hay evidencias fósiles, culturales y genéticasque desafían la idea clásica de un desarrollolento y gradual de los seres humanosanatómicamente modernos. Se piensa, másbien, que el cerebro humano fue integrado alhiperespacio cognitivo en razón de un con-junto limitado de rasgos causales (Balter2002).

Cualquiera sea el caso, si se mantiene lapretendida discontinuidad evolutiva entreNeandertales y Sapiens modernos -funda-mento del MMR- es de esperar entonces quelas diferencias entre estas especies seanmorfológicamente importantes. Esto implicaobtener: (a) posiciones alejadas en un análisisde cluster; (b) grandes distancias euclidianasen una comparación multivariada; (c) una va-riación cráneo-funcional profusa y «en mo-saico» en los craneogramas realizados entreespecies resultantes de historias evolutivasdistintas. (a) Los resultados obtenidos conambos clusters imponen ambigüedad respec-to de la posición de los Neandertales: estánclaramente ubicados entre los fósiles másantiguos y ninguna relación filogenética directacon los humanos anatómicamente modernospodría ser inferida, apoyando así una hipóte-sis de discontinuidad (Figura 1). Al mismotiempo, están estrechamente ligados entre sí,alejados de los fósiles más antiguos y com-parten posiciones con hombres del Paleolíti-co, permitiendo inferir una hipótesis de conti-nuidad con Homo sapiens (Figura 2). (b)Las D2 de Mahalanobis apoyan la segundahipótesis por cuanto la distancia correspon-diente a Neandertal-Sapiens, aúnque signifi-

Page 97: Arqueología Sudamericana 3 (1)

95Héctor M. Pucciarelli

cativa, está entre las de menor magnitud, essimilar a la de Teviec e igual o menor que lasde Sebazac y los neolíticos de Orrouy yHomme Mort (Figura 3). Estas distanciasofrecen un interesante planteo puesto queH.sapiens parece encontrarse en el centrode una tendencia en la evolución por tamañoen que formas humanas antiguas con unos 9-10Ka (esto es, más cercanas a H. sapiensfossilis) son, excepto Lagoa Santa, de ma-yor tamaño como Afalou y Taforalt en el Nortede Africa, Teviec en Europa y lospaleoamericanos de la cuenca de México, enNorteamérica. Las más modernas, con 3-5Kay más lejanas a H. sapiens fossilis, son demenor tamaño (Sebazac, Homme Mort yOrrouy en Europa, Lagoa Santa y Tlatilco enAmérica Central). Esto puede estar relacio-nado con una tendencia a la disminución ge-neral de la estatura y se complementaría conuna tendencia general a la gracilización, comola propuesta para la evolución de H.sapiens.Por otro lado, llama la atención que si bien loshomínidos taxonómicamente más distantes,como Homo habilis y Homo erectus, pre-sentan las mayores distancias libres de efec-to tamaño los Neandertales, considerados porla mayoría de los autores modernos comoapartados de la línea filética humana, presen-tan una distancia la mitad más corta. Esto con-duce a pensar que la razón entre distanciamorfológica y distancia cronológica produceun cociente que aproxima, en gran medida, alos Neandertales con los seres humanosanatómicamente modernos. (c) Elcraneograma iso-anisotrópico muestra un cre-cimiento neurocraneano en tamaño -sin va-riación de forma- que va desde H. habilishasta H. neanderthalensis. No existen dife-rencias en tamaño cerebral entre estos últi-mos y H. sapiens. Una respuesta usual esque el cerebro grande de los Neandertalesera primitivo y de características propias delos primates no homínidos. Holloway (Lewin1998), sin embargo, concluyó que no hay ca-racteres simiescos en los Neandertales y que

nada en su estructura cerebro-facial les im-pediría el desarrollo de lenguaje. ¿Cómo po-dría injertarse, entonces, dentro del conceptode Holloway la idea de un gran cerebroNeandertal surgido por efecto heterocrónico?Por otro lado, surge del estudio de Ramírez yCastro (2004) que las alteracionesheterocrónicas de los patrones de crecimien-to son mayores en los Neandertales que enlos homínidos tempranos pero se da por acep-tado, al mismo tiempo, que los Neandertalessurgieron del tronco antecesor representadopor H. heidelbergensis, lo que obliga a pre-guntarnos si es factible un efectoheterocrónico tal que supere al propio nivelde divergencia. Luego comienza otro patrónde diferenciación neurofacial que puede serconsiderado como una autapomorfía Taforalt:pequeños incrementos de tamaño con una sig-nificativa deformación intracomponente. Apartir de H.sapiens se da una apomorfía endisminución facial que persiste hasta el Ar-caico (Tlatilco). Estas variaciones se combi-nan para generar una tendencia continua enincremento neurofacial desde H. erectus has-ta los hombres del Paleolítico superior, paraequilibrarse hacia el Arcaico.

Este craneograma también describe lavariación cráneo-funcional libre de tamañoen los componentes menores. Una incon-gruencia respecto de la discontinuidadNeandertalense hacia la humanización resi-de en que mientras las diferenciaciones en-tre componentes alcanza un 63% en las com-paraciones donde no intervienen los hombresde Neandertal sólo hay un 38% donde éstosintervienen, esto es, en H. erectus - H.neanderthalensis y H. neanderthalensis- H. sapiens. Todos los componentes me-nores variaron en una u otra comparaciónpero no todos tuvieron el mismo grado dediferenciación. El más variable fue el com-ponente ótico (80%) y el menos variable fueel componente respiratorio (20%). El restovarió alrededor de 60%.

Page 98: Arqueología Sudamericana 3 (1)

96 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

Si se estudia la variación de los compo-nentes menores tomando como eje a loshombres de Neandertal (Figuras 4b y 4c)se tiene que, debido a que los componentesanteroneural y posteroneural permaneceninvariables, la elongación del cráneoNeandertal se realiza a expensas de la va-riación del componente neural medio (Figu-ra 4b-06). La variación de dicho compo-nente resume y coliga la mayoría de los «ca-racteres propios» del cráneo Neandertal. Delconjunto de caracteres plesiomórficos,apomórficos y autapomórficos descriptos enla introducción y «distintivos» de losNeandertales sólo uno -la ausencia de pro-minencias frontales- es un carácter cualita-tivo. Los restantes, tales como la bóvedacraneana baja y (junto con el arco sagital delparietal) elongada, el incremento de la capa-cidad cerebral, la variación del ángulooccipital, el elongamiento del arco inion-lambda, la reducción en tamaño de losmolares permanentes, la forma subcirculardel cráneo en norma posterior, el desarrolloneurocraneano importante en plano horizontaly el estrechamiento transversal del mismo ala altura de los procesos mastoideos son ras-gos contínuos, en su mayoría coligados en-tre sí como, por ejemplo, el arco sagital delparietal elongado con bóveda craneana baja,larga y con elongamiento del arco inion-lambda. Además, las diferenciasintergrupales se manifiestan a través de va-lores de magnitud (mayor capacidadcraneana, menor abertura del ángulooccipital, etc) que requieren de análisis esta-dísticos para datos métricos, esto es, conti-nuos. Se sigue, entonces, que las principa-les diferencias entre Neandertales y Huma-nos anatómicamente modernos son de gra-do y que sólo manifiestan cualitatividad si seacepta el criterio de Hublin y Tillier (1991)en cuanto a que sólo en su conjunto presen-tan una combinación propia de losNeandertales, lo cual debería ser sometido aun análisis más profundo pues sólo sobre la

base de pruebas estadísticas realizadas so-bre rasgos métricos no correlacionadosentre sí puede establecerse una diferencia,que siempre será de grado y, malamente di-cho conjunto pueda ser apropiado para re-afirmar un proceso de diferenciacióninterespecífica.

La estabilidad del componente neuralmedio vista en los humanos modernos (Fi-gura 4c-06) se explica por el crecimientocompensatorio en altura de estos últimosrespecto de los Neandertales, que equilibrala capacidad craneana entre ambas formasy explica la no significación de sus diferen-cias en volumen neurocraneano (Figura 4c-01). En esto coinciden Bräuer (1991) yBalter (2001). Para Zollikofer (Balter 2001)el gran cerebro de los Neandertales y hu-manos modernos fue producto de evoluciónparalela y sus diferentes formas podrían serdiferentes estrategias seguidas para conte-ner un cerebro grande en un espacio peque-ño. El criterio de Zollikofer puede ser la lla-ve que interprete el problema Neandertal aúnpor fuera del MMR. Las grandes diferen-cias en lo genético y auxológico entre éstosy lo homínidos contemporáneos pueden de-berse a una divergencia Neandertal tempra-na del tronco común hacia los homínidos ylas inevitables similitudes en lo morfológicoy comportamental (nunca vi que se discutala pertenencia del Musteriense-Chatelperroniense a los Neandertales) a unproceso de convergencia evolutiva. Lainteracción entre ambos opuestos (divergen-cia/convergencia) es dialéctica y su produc-to la formación de una especie tan cercana(y, al mismo tiempo, tan lejana) del hombreanatómicamente moderno.

También fue activo el componente óticopues disminuyó en tamaño y varió su formaen los Neandertales (Figura 4b-08) hastaequilibrarse, sólo con leve distorsiónintracomponente, con el de los hombres mo-dernos (Figura 4c-08). El carácter distinti-vo de este componente surge del análisis

Page 99: Arqueología Sudamericana 3 (1)

97Héctor M. Pucciarelli

(Lewin,1998) del hueso temporal de una cria-tura de 33Ka identificada como Neandertalcon base en el laberinto óseo que diferenciaa H. erectus y H. neanderthalensis de loshumanos modernos. Los componentes ópti-co y masticatorio no tuvieron influencia al-guna. (Figuras 4b y 4c-09,11). El compo-nente respiratorio disminuyó en losNeandertales respecto de H. erectus y seequiparó al de los hombres modernos (Fi-guras 4b y 4c-10). Esto no concuerda conun criterio bastante generalizado (Hublin yTillier 1991), según el cual los Neandertalesposeen gran proyección facial anterior en sutracto medio, con abertura nasal ancha ypómulos salientes, posiblemente por adapta-ción al frío. Lo más destacable de ésta com-paración es el, aparentemente, abrupto in-cremento de crecimiento proporcional condistorsión del componente alveolar de losNeandertales (Figura 4c-12). Es aparenteporque dicha variación puede ser interpreta-da en sentido inverso, esto es, como unaautapomorfía de disminución alveolar enhumanos fósiles puesto que no hay diferen-cias significativas entre Neandertales y H.erectus (Figura 4b-12) y se invierte en lacomparación entre H. sapiens fossilis yTaforalt (Figura 4d-12). El menor tamañode este componente en los humanos moder-nos puede explicarse, siguiendo a Lewin(1998), por la pérdida en los humanos mo-dernos de la necesidad que tenían losNeandertalenses de utilizar, intensivamente,sus dientes anteriores como herramientapues estos están desgastados y con una in-clinación característica, tal vez en funciónde morder y rasgar cuero y otros materialesresistentes. La disminución alveolar debe serconsiderada como una autapomorfía huma-na anidada a otra más general, consistenteen una retracción general del macizo facial.Dicha retracción facial no sólo ocurre por-que, como lo establecieron Liebermann etal. (2000, 2002), el crecimiento basicraneanoanterior es, con relación a la longitud

basicraneana total, 15% a 20% superior enlos humanos modernos que en las formasarcaicas, lo cual produce un incremento dela inflexión basicraneana que permite el au-mento de la cavidad neurocraneana y la re-ducción facial en los humanos modernos(Figura 4c-02). Este sólo efecto de altera-ción temprana de grandes patrones de cre-cimiento craneofacial puede provocar, si-guiendo a los autores antes mencionados,cambios mayores que los que puede produ-cir un conjunto mayor de alteraciones me-nores. Este argumento fue apoyado por elestudio de heterocronía realizado entreNeandertales y humanos modernos porPonce de León y Zollikofer (2001). LosNeandertales mostraron hipermorfosis depatrón, esto es, patrones de crecimiento ydesarrollo más rápidos, conduciendo a ma-yores valores adultos de tamaño y formadurante la ontogenia. Si bien esos autoresconsideran que se trata de dos especies di-ferentes concuerdan con Thompson y Nelson(2000) en que las «diferencias llave», inclui-da la angulación basicraneana, emergieronmuy temprano, probablemente durante losúltimos estadios del período prenatal. Luegoambos grupos siguieron trayectoriasontogenéticas paralelas mostrando un patróncompartido de cambio morfológico.Lieberman (Balter 2002) propone que el fac-tor crucial de la diferenciación puede habersido una mayor expansión relativa de los ló-bulos frontales y/o temporales en los huma-nos modernos. Tatersal (Balter 2002) con-cuerda con el criterio de Lieberman por cuan-to supone que la forma del cráneo humanomoderno puede haber resultado de un pe-queño número de eventos evolutivos. Lo queno se entiende de todo este planteo es que,si se parte de un principio de paralelismoentre Neandertales y humanos modernos,¿sobre qué base se realiza un estudioheterocrónico entre ambas formas? El he-cho de atribuir la diferenciación Neandertal- Hombre moderno a un efecto neoténico

Page 100: Arqueología Sudamericana 3 (1)

98 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

implica aceptar una relación ancestro-des-cendiente más o menos directa y, al mismotiempo, queda en tela de juicio una de lascausas fundamentales de sostén del MMRpara este caso porque los diferentes patro-nes de crecimiento ontogénico entreNeandertales y seres humanos modernosserían consecuencia del efecto heterocrónicoque se estudia. Así llegamos a un razona-miento circular en el afán de negar la exis-tencia de una relación causa-efecto entreambos grupos.

Es interesante observar la distribución delos componentes significativos de la Figura4d donde, además de mostrarse cambios entamaño y forma del neuro y esplacnocráneo,se observa un incremento de la encefalizaciónen los paleolíticos de Taforalt respecto de losseres humanos de mayor antigüedad. Perotambién debe observarse un muy activo com-portamiento de los componentes menores que,excepto el respiratorio, mostraron diferencia-ciones significativas. Es la mayor diversifica-ción obtenida en toda la serie y no es casualque ocurra contra una población del Paleolíti-co superior norafricano. Esto daría sustentobiológico a dos cosas. Por un lado, a la grandiversificación técnico-cultural que muchosautores llaman «revolución del Paleolítico Su-perior» y, por el otro, a la idea, magnificamentereflotada por Brace (Lewin 1998), en cuantoa que el nicho adaptativo de los humanos esun «nicho cultural», yen consecuencia, dife-rentes poblaciones en diversas partes delmundo pueden pasar por un mismo tipo demodernizaciones anatómicas como resultadode la adopción de una forma avanzada de tec-nología. En este contexto tecnológico comúnla variación anatómica pierde parte de su sig-nificado, pero no todo, si se acepta que la evo-lución humana es un proceso dialéctico-sistémico. Es dialéctico porque la acumula-ción de pequeños cambios físicos, como losmencionados, puede provocar grandes va-riaciones taxonómicas y es sistémico porqueesos cambios menores no inciden sobre sí

mismos sino sobre los componentes mayoresque los contienen (principio fundamental delcrecimiento proporcional de los índicesmorfométricos propuestos por la metodologíacráneo-funcional). Bajo esta idea el criteriode Brace adquiere todo su sentido: cambiosfísicos menores se integran a cambios bioló-gicos mayores que inciden en el comporta-miento frente a un nicho ecológico que, a suvez, transforma y es transformado.

La última comparación (Figura 4e) esun ejemplo de lo que ocurriría con más pro-babilidad si se superponen dos poblacionessin continuidad aparente y que reflejan, enconsecuencia, historias adaptativas diferen-tes. Es lo que debería haber ocurrido entreNeandertales y humanos anatómicamentemodernos si con el MMR se estuviera en locorrecto. La característica es que hay unagran cantidad de información, basada en di-ferencias presentadas por 63% de los com-ponentes, sin un orden aparente (diferencia-ción en mosaico), como sería esperable dela comparación entre una población del Pa-leolítico superior norafricano (Taforalt) conotra del Arcaico centroamericano (Tlatilco).

ConclusionesAunque hay indicios que demuestran efec-tos de reemplazo por discontinuidades loca-les en lo cronológico-morfológico es poco pro-bable que su generalización absoluta puedaresultar de causas reales a no ser que (a)los fundamentos del modelo posean inspira-ción teórica difusionista en vez deevolucionista o (b) la metodologíacraneométrica empleada, hasta ahora, seainhábil para descubrir «tendencias» que im-pliquen transformación temporal progresiva.Me inclino por la variante (b) sugiriendo queaunque es probable y explicable el efectoreemplazo, seguido de extinciones quasi re-pentinas de formas preexistentes, procede,a veces, de una insuficiencia de los métodoscomparativos empleados y que aún las for-mas neandertaloides pudieron haber tenido

Page 101: Arqueología Sudamericana 3 (1)

99Héctor M. Pucciarelli

cierta influencia en la formación del hombremoderno.

El perfecto encaje de nuestros resultados conel efecto heterocrónico que produjo en el hom-bre moderno las apomorfías de incremento eninflexión basicraneal y retracción facial (que per-mitieron incrementar la porción antero-superiorde la cavidad neurocraneana), junto con laautopomorfía de retracción alveolar -(conse-cuente a un cambio de comportamiento por re-emplazo de la actividad masticatoria por activi-dad manual con instrumentos líticos perfeccio-nados para el tratamiento de materiales duros yresistentes como el cuero) explica la mayoría delos cambios craneofaciales y sugiere que, desdeeste punto de vista, una relación entreNeandertales y humanos modernos hubiera sidoposible. Las diferencias de patrón entre amboshomínidos puede ser explicada por efecto dedicha variación heterocrónica, imposible sin unaalteración genética profunda. Esa misma razónexplica gran parte de las diferenciasgenéticas,aparentemente insoslayables, entreNeandertales y humanos modernos. Queda porresolver el problema de la mayor antigüedad dealgunos humanos anatómicamente modernosrespecto de los Neandertales pero, como seña-lé, esto es sólo evidencia circunstancial pues pue-de cambiar con cualquier próximo descubrimien-to en Europa, Asia o el resto del mundo.

En síntesis, debe darse un toque de atenciónrespecto de una aplicación esquemática delMMR pues un MME (Modelo de Migración-Evolución) que incluya procesos de deriva, flujo

génico, selección, heterocronía y convergen-cia evolutiva puede explicar aspectos impor-tantes que actuarían, como en este caso, en untodo coordinado para explicar las relaciones ydiferencias entre los hombres de Neandertal ynuestra propia especie en un espacio de varioscontinentes y por un lapso de más de 100Ka.

AgradecimientosAgradezco a las autoridades y personal técni-co de las siguientes instituciones: Museo de LaPlata (Argentina); Musée de l’Homme, Institutede Paleontologie Humaine (París); Instituto deInvestigaciones Antropológicas, Instituto Na-cional de Antropología e Historia (México) yLaboratorio de Estudos Evolutivos Humanosde USP (São Paulo) por haber hecho posiblela medición cráneo-funcional de las coleccio-nes utilizadas. También agradezco la invalorablecolaboración prestada por las siguientes per-sonas: Fernando R. Ramírez Rozzi (CNRS,Francia), Marina L. Sardi (UNLP, Argentina),Ernesto A. Calderón (CIC, Argentina), MaríaC. Muñe (CONICET, Argentina), Walter A.Neves (USP, Brasil), Carlos Serrano Sanchez(IIA, México) y José Jiménez López (INAH,México). Este estudio fue parcialmentefinancionado por subsidios automáticos de laUniversidad Nacional de La Plata y por el Con-venio Binacional Argentino-Francés(Ress.1069/27-06-01 y 1438/27-08-01).

ReferenciasAckermann, Rebecca

2002 Patterns of covariation in the hominoid craniofacial skeleton: implications forpaleoanthropological models. Journal of Human Evolution 43:167-186.

Balter, Michael2001 What-or who-did in the Neanderthals? Science 293:1980-1981.2002 What made humans modern? Science 295:1219-1225.

Barrientos, Gustavo y Sergio Pérez2002 La dinámica del poblamiento del sudeste de la región pampeana durante el Holoceno.

Intersecciones en Antropología 3:41-54.2005 Was there a population replacement during the Late Middle Holocene in the Southeastern

Pampas of Argentina? Quaternary International 132:95-105.

Page 102: Arqueología Sudamericana 3 (1)

100 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

Bräuer, Gerhard1981 New evidence on the transitional period between Neanderthal and Modern Man. Journal

of Human Evolution 10:467-474.1991 L’hypothèse africaine de l’origine des hommes modernes. En Aux origines d’Homo sapiens,

editado por Jean-Jackes Hublin y Anne Marie Tillier, pp 181-215. Presses Universitairies deFrance, París.

Cunningham, Deborah y Daniel Wescott2002 Within-group human variation in the Asian Pleistocene: the three Upper Cave crania.

Journal of Human Evolution 42:627-638.DeGusta, David

2003 Aubesier 11 is not evidence of Neanderthal conspecific care. Journal of Human Evolution45:91-94.

Dennell, Robin1983 A new chronology for the Mousterian. Nature 301:199-200.

Ferembach, Denise1986 Les hommes du Paléolithique supérieur autour du bassin Méditerranéen. L’Anthropologie

90:579-587.Gutiérrez, Gabriel, Diego Sánchez y Antonio Marín

2002 A reanalysis of the ancient mitochondrial DNA sequences recovered from Neanderthalbones. Molecular Biology Evolution 19:1359-1366.

Harvati, Katerina2003 The Neanderthal taxonomic position: models of infra- and inter-specific craniofacial

variation. Journal of.Human Evolution 44:107-132.Harvati, Katerina, Stephen Frost y Kieran McNulty

2004 Neanderthal taxonomy reconsidered: Implications of 3D primate models of intra- andinterspecific differences. PNAS 101:1147-1152.

Harvati, Katerina, Eleni Panagopoulou y Panagiotis Karkanas2003 First Neanderthal remains from Greece: the evidence from Lakonis. Journal of Human

Evolution 45:465-473Howells, William

1973 Cranial variation in man. Papers of the Peabody Museum of Archaeology and Ethnology,Cambridge.

1975 Neanderthal man: facts and figures. En Paleoanthropology: morphology andpaleoecology, editado por Russell Tuttle, pp 389-407.

1989 Skull shape and the map. Papers of the Peabody Museum of Archaeology and Ethnology,Cambridge.

Hublin, Jean-Jackes1978 Le torus Occipital Transverse et les Estructures Associées: Evolution dans le Genre Homo.

Tesis Doctoral, Universidad de París, París.Hublin, Jean-Jackes y Anne Marie Tillier

1991 L’Homo sapiens en Europe occidentale: gradualisme et rupture. En Aux origines d’Homosapiens, editado por Jean-Jackes Hublin y Anne Marie Tillier, pp 291-327. PressesUniversitairies de France, París.

Hublin, Jean-Jackes, Fred Spoor, Marc Braun, Frans Zonneveld y Silvana Condemi1996 A late Neanderthal associated with Upper Palaeolithic artefacts. Nature 381:224-226.

Krings, Matthias, Anne Stone, Ralf Schmitz, Heike Krainitzki, Mark Stoneking y Svante Pääbo1997 Neandertal DNA sequences and the origin of modern humans. Cell 90:19-30.

Lahr, Marta y Robert Foley1994 Multiple dispersals and modern human origins. Evolutionary Anthropology 3:48-60.1998 Towards a theory of modern human origins: geography, demography, and diversity in

recent human evolution. Yearbook of Physical Anthropology 41:137-176.

Page 103: Arqueología Sudamericana 3 (1)

101Héctor M. Pucciarelli

Lebel, Serge y Erik Trinkaus2002 Middle Pleistocene human remains from the Bau de l’Aubessier. Journal of Human

Evolution 43:659-685.Lebel, Serge, Erik Trinkaus, Martine Faure, Philippe Fernández, Claude Guérin, Daniel Richter, NorbertMercier, Helène Valladas y Günther Wagner

2001 Comparative morphology and paleobiology of Middle Pleistocene human remains fromthe Bau de l’Aubesier. Vaucluse, France. Proceedings of the National Academy of Sciences98:11097-11102.

Leroyer, Christophe y André Leroi-Gourhan1983 Problémes et chronologie: Le Chatelperronien et l’Aurignacien. Bulletin de la Societé

Prehistorique Francaise 80:41-44.Lewin, Roger

1998 Principles of human evolution. Blackwell, Oxford.Lieberman, Daniel

1996 How and why humans grow thin skulls: experimental evidence for systemic corticalrobusticity. American Journal of Physical Anthropology 101:217-236.

Lieberman, Daniel, Osbjorn Pearson y Kenneth Mowbray2000 Basicranial influence on overall cranial shape. Journal Human Evolution 38:291-315.

Lieberman, Daniel, Brandeis McBratney y Gail Krovitz2002 The evolution and development of cranial form in Homo sapiens. Proceedings of the

National Academy of Sciences 99:1134-1139.Maureille, Bruno y Dominique Bar

1999 The premaxilla in Neanderthal and early modern children: ontogeny and morphology.Journal of Human Evolution 37:137-152.

Neves, Walter y Héctor Pucciarelli1989 Extra-continental biological relationships of early South American human remains: A

multivariate analysis. Ciência e Cultura 41:566-575.1991 Morphological affinities of the first Americans: an exploratory analysis based on early

South American human remains. Journal of Human Evolution 21:261-273.Ponce de León, Marcia y Christoph Zollikofer

2001 Neanderthal cranial ontogeny and its implications for late hominid diversity. Nature 412:534-537.

Pucciarelli, Héctor, Vicente Dressino y Mario Niveiro1990 Changes in skull components of the squirrel monkey evoked by growth and nutrition: An

experimental study. American Journal of Physical Anthropology 81:535-543.Pucciarelli, Héctor, Marina Sardi, María Luis, Ana Lustig, Paola Ponce, María Zanini y Walter Neves

1999 Posición de los araucanos en un contexto asiático-europeo. I: metodología cráneo-funcio-nal. Revista Argentina de Antropología Biológica 2:163-186.

Pucciarelli, Héctor, María Muñe, Evelia Oyhenart, Alicia Orden, Miriam Villanueva, Ricardo Rodríguez,Eduardo Pons

2000 Growth of skeletal components in the young squirrel monkey (Saimiri sciureusboliviensis): A longitudinal experiment. American Journal of Physical Anthropology112:57:68.

Rak, Yoel, Avishag Ginzburg y Eli Geffen2002 Does Homo neanderthalensis play a role in modern human ancestry? The mandibular

evidence. American Journal of Physical Anthropology 119:199-204.Ramírez, Fernando y José Bermudez de Castro

2004 Surprisingly rapid growth in Neanderthals. Nature 428:936-939.Relethford, John

1994 Craniometric variation among modern human populations. American Journal of PhysicalAnthropology 95:53-62.

Page 104: Arqueología Sudamericana 3 (1)

102 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):84-102, 2007

Santa Luca, Albert1978 A reexamination of presumed Neanderthal-like fossils. Journal of Human Evolution 7:619-

636.Sardi, Marina

2002 Diferenciación craneofacial en aborígenes de Patagonia y su relación con grupos america-nos y extra-americanos. Tesis Doctoral, Universidad Nacional de La Plata, La Plata.

Sardi, Marina, Fernado Ramírez y Héctor Pucciarelli2004 The Neolithic transition in Europe and North Africa. The functional craneology contribution.

Anthrop. Anz. 62: 129-145.Solomon, Sharon

2000 Archaic Homo sapiens narrative background, notes and references. EvolutionaryArchaeology Graduate Seminar. Toronto University.

Steegmann, Theodore, Frank Cerny y Trenton Holliday2002 Neandertal cold adaptation: physiological and energetic factors. American Journal of

Human Biology 14:566-583.Stringer, Christopher

1974 Population relationships of late Pleistocene hominids. A multivariate study of availablecrania. Journal of Archaeological Science 1:317-342.

1978 Some problems on Middle and Upper Pleistocene hominid relationships. En Recentadvances in primatology, editado por David Chivers y Karl Joysey, pp 393-418. AcademicPress, Londres..

1993 New views on modern human origins. En The origin and evolution of humans andhumanness, editado por Tab Rasmussen, pp 75-94. Jones & Bartlett, Boston.

Stringer, Christopher y Erik Trinkaus1981 The Shanidar Neanderthal crania. En Aspects of human evolution, editado por Christopher

Stringer, pp 129-165. Taylor and Francis, Londres.Takahata, Naoyuki, Sang-Hee Lee y Yoko Satta

2001 Testing multiregionality of Modern Human origins. Molecular Biology Evolution 18:72-183.

Thompson, Jennifer y Andrew Nelson2000 The place of Neanderthals in the evolution of hominid patterns of growth and development.

Journal of Human Evolution 38:475-495.Trinkaus, Erik

1976 The morphology of European and southwest Asia Neanderthal pubic bones. AmericanJournal of Physical Anthropology 44:95-104.

1983 The Shanidar Neanderthals. Academic Press, Nueva York.Trinkaus, Erik y William Howells

1979 The Neanderthals. Scientific American 241:118-133.Viegas, Jennifer

2004 Study: human DNA Neanderthal-free. http://dsc.discovery.com/news/briefs/2003 30512/neanderthal_print.html

Wilford, John2004 Skull details suggests Neandertals were not humans. http://www.n2.net/prey/ bigfoot/

hominids/skull2.htm

Page 105: Arqueología Sudamericana 3 (1)

RESEÑAS/RESENHAS

ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007

Arqueologia da Amazônia de Eduardo Góes Neves. Zahar Editora, Rio de Janeiro, 2006.Resenhado por Denise Maria Cavalcante Gomes (PPGAS - Museu Nacional/ UniversidadeFederal do Rio de Janeiro)

A primeira descoberta da América de Mark Hubbe, Estevan T. Mazzuia, João Paulo Atuie Walter Neves. Sociedade Brasileira de Genética, Ribeirão Preto, 2003. Resenhado porAstolfo Gomes de Mello Araújo (Instituto de Biociências - Universidade de São Paulo).

Entre montañas y desiertos: arqueología del sur de Mendoza, editado por Adolfo F. Gily Gustavo A. Neme. Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2002. Reseñadopor Alejandro García (CONICET / Universidad Nacional de San Juan y Universidad Na-cional de Cuyo).

Los límites del mar. Isótopos estables en Patagonia meridional de Ramiro Barberena.Sociedad Argentina de Antropología, Buenos Aires, 2002. Reseñado por Adolfo F. Gil(CONICET /Departamento de Antropología, Museo de Historia Natural de San Rafael).

Ecology and ceramic production in an Andean community de Dean E. Arnold. CambridgeUniversity Press, Cambridge, 2003. Reseñado por Lidia Clara García (CONICET-Institutode Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires).

El lenguaje de los dioses. Arte, chamanismo y cosmovisión indígena en Sudaméricade Ana María Llamazares y Carlos Martínez. Biblos, Buenos Aires, 2004. Reseñado porMaría Alba Bovisio (Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires).

Arqueología de la represión y la resistencia en América Latina, editado por Pedro PauloFunari y Andrés Zarankin. Encuentro, Córdoba, 2006. Reseñado por Carlo Emilio Piazzini(Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia).

Andean archaeology, editado por Helaine Silverman. Blackwell, Oxford, 2004. Reseñadopor Alexander Herrera (Departamento de Antropología, Universidad de los Andes/MuseoNacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú).

Page 106: Arqueología Sudamericana 3 (1)

104 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

Arqueologia da Amazônia de EduardoGóes Neves. Zahar Editora, Rio de Janeiro,2006. Resenhado por Denise MariaCavaazlcante Gomes (PPGAS - MuseuNacional - Universidade Federal do Rio deJaneiro).

Arqueologia da Amazônia, publicado peloarqueólogo Eduardo Góes Neves, é um livrodestinado a não especialistas - estudantes,interessados no tema, agentesgovernamentais, cientistas, políticos eintelectuais. Aqui encontramos uma discussãoconcisa, em linguagem clara e atraente, so-bre o desenvolvimento cultural de uma dasregiões mais ricas em biodiversidade do pla-neta. O imaginário coletivo ainda mantémuma visão romântica da Amazônia, conside-rando esta como uma das últimas fronteirasinexploradas, com uma natureza intocada epopulações vivendo em harmonia com omeio. A realidade atual nos mostra umaocupação humana desordenada, com umdesmatamento crescente, conflitos de possede terras, projetos econômicos equivocados,alguns deles altamente lesivos ao meio am-biente, às populações indígenas e caboclas,o que representa a face predatória e perver-sa do regime capitalista.

O autor está consciente destes proble-mas, que demonstram a falta de um projetode ocupação sustentável da Amazônia, porparte do Estado Brasileiro. Eduardo Nevessugere que esta situação também está rela-cionada ao desconhecimento, ou mesmodesinteresse pela história milenar da região.Sua aposta é que o conhecimento do passadoamazônico, recuperado por meio daArqueologia, possa contribuir para a escolhade estratégias mais adequadas de ocupaçãoda região, respeitando suas característicasculturais e ecológicas. A partir daí, o leitor éconvidado a prosseguir pelos meandros deuma história cultural impossível de serdesvinculada de suas relações com o meio.O livro possui uma organização cronológica,

abordando desde a ocupação humana iniciale a transição para a agricultura, até odesenvolvimento das sociedades complexasda Amazônia.

Mas não espere o leitor um texto superfi-cial. Arqueologia da Amazônia se inicia comuma densa caracterização do meio físico,descrevendo os tipos de rios, os solos e seuspotenciais, os diversos compartimentosambientais, os regimes de chuvas, a dinâmicade reciclagem da floresta e as implicaçõesdestes fatores para a subsistência humana,no que se refere às estratégias de caça, pes-ca e cultivo de roças. Uma noção básica éque a Amazônia apresenta enorme diversidadede plantas e animais, sendo a natureza não sófonte de subsistência, mas também dereferências culturais. Um exemplo citado porNeves é a existência de um substratocosmológico comum às sociedadesamazônicas atuais, que se baseia nacapacidade dos seres humanos e animaisassumirem pontos de vistas distintos,possibilitando a metamorfose xamânica(Viveiros de Castro 2002:342-344). Notável,é que estes padrões cosmológicos, associadosao perspectivismo ameríndio, demonstramgrande profundidade temporal, sendo docu-mentados na decoração da cerâmica pré-co-lonial tardia de Santarém (Gomes 2001, 2002).

Sobre o início da ocupação humana naAmazônia, o autor situa a antiguidade destapor volta de 11.000 anos, relativa à presençados primeiros caçadores identificados na Ca-verna da Pedra Pintada, em Carajás, no Jamari,no Baixo Rio Negro, e no Alto Oricono. Nevesobserva que estes não eram caçadores espe-cializados, assim como em outras partes daAmérica, mas pescadores, coletores ecaçadores de animais de pequeno porte, queparecem mimetizar a própria biodiversidadeda floresta amazônica. Dentre os principaisvestígios materiais, associados a estescaçadores, estão algumas pontas de projétilbifaciais, fabricadas em quartzo e sílex, comoaquela encontrada em contexto, nas

Page 107: Arqueología Sudamericana 3 (1)

105Reseñas/Resenhas

escavações do sítio Dona Estela, na AmazôniaCentral, datada entre 7.000 e 6.500 a.C.

Já a transição para a agricultura e o inícioda produção cerâmica é visto como umprocesso cultural não linear, o que tornanecessária a familiarização do leitor com ter-mos tais como domesticação (processo in-tencional de modificação genética de plan-tas selvagens) e agricultura (modo de vidatotalmente dependente de plantas domesti-cadas), além dos debates sobre a origem dacerâmica na Amazônia. O contexto destasdiscussões envolve posições polarizadas. Deum lado, os que defendem a existência deum único centro de origem e difusão dacerâmica, relativo a antigos complexos donorte da América do Sul (Meggers 1997) ede outro, aqueles que postulam a existênciade centros independentes de produção,sendo o mais antigo associado à cerâmicade Taperinha e da Caverna da Pedra Pinta-da, no Baixo Amazonas, com datações en-tre 5.000 e 6.000 AC (Roosevelt 1995).

Em seguida, os processos que levaram àemergência das sociedades complexas naAmazônia são discutidos. Este é sem dúvidaum dos temas de maior rendimento no livro,cujas manifestações, identificadas a partir de2000 anos atrás, estão associadas ao aumen-to significativo do tamanho, densidade eduração da ocupação dos sítios arqueológi-cos. As evidências incluem a construção deaterros artificiais em Marajó, numerosossítios extensos com terra pretaantropogênica, surgimento de tradiçõescerâmicas com grande elaboração, produçãode bens de prestígio (muiraquitãs e estatuetaszoo-antropomorfas de pedra polida)distribuídos em redes de comércio de longadistância, além de indicadores de conflitosarmados, atestados por valetas defensivas.Dados sobre os solos de terras pretas incluemhipóteses sobre sua formação, associadas àdeposição de restos orgânicos - peixes,carcaças de animais, cascas de frutas, urina,fezes, carvão, etc - além de uma cronologia,

que situa os sítios mais antigos em Rondônia(4.000 anos) e nos rios Solimões e Amazo-nas (2.000 anos).

Por fim, são apontadas perspectivas futu-ras de pesquisa em regiões virtualmentedesconhecidas pela Arqueologia, como noAcre, nos rios Javari e Juruá, e nas áreas deinterflúvio entre os rio Madeira, Tapajós, Xingue Tocantins, enfatizando que o quadroapresentado é sintético, provisório e fadado aser modificado, à medida que novas pesqui-sas avancem. Assim sendo, o autor sedesculpa por eventuais falhas. Entretanto,uma destas lacunas está precisamente rela-cionada à hipótese levantada por Neves, napágina 48 do livro, de que após um inícioprecoce da produção cerâmica na região deSantarém e Monte Alegre, a mesma teria sidoabandonada. Não é o que os dados obtidosem recentes pesquisas, desenvolvidas nasproximidades de Santarém, sugerem. Aocontrário, numa região de terra firmeribeirinha, correspondente à atual comunidadede Parauá, uma seqüência de 13 datações deC14 indica uma longa ocupação ceramista,relativa à tradição Borda Incisa, com inícioem 1.800 a.C. e término por volta de 1.100d.C., sendo, portanto, associada aos primeirosplantadores de mandioca da região, além deparcialmente contemporânea aodesenvolvimento das chefias hierárquicas, emSantarém (Gomes 2005).

Mas Arqueologia da Amazônia é umlivro que possibilita diferentes leituras porparte de especialistas. É possível notar certaaderência ao modelo de complexidade so-cial proposto por Roosevelt (1987, 1992),quando Neves menciona a existência de so-ciedades hierarquizadas, com extensos sítioshabitação, semelhante a «cidades». Entre-tanto, após vinte anos, este modelo já começaa apresentar sinais de comprometimento,quando confrontado a diferentes classes deevidência arqueológica. O interessante é queuma delas provém das pesquisas conduzidaspelo autor, na Amazônia Central.

Page 108: Arqueología Sudamericana 3 (1)

106 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

Com base nos estudos realizados sobre agênese da terra preta antropogênica e na co-leta de vestígios arqueo-botânicos, Nevesconclui que o modo de vida das sociedadespré-coloniais tardias da Amazônia estavabaseado numa estratégia de subsistência queassociava atividades de caça, pesca, coletade frutos e cultivo da mandioca, e não numaeconomia completamente agrícola, muitomenos intensiva como propõe Roosevelt. Estaeconomia, centrada no grupo doméstico,conferia a esses grupos um grau de autonomia,que segundo o autor teria sido o fatorresponsável pela instabilidade política de longoprazo das chefias amazônicas, verificada noregistro arqueológico, através de sucessivosepisódios de ocupação e abandono de gran-des assentamentos (Meggers 1990). Dessemodo, Neves contribui para a construção deinterpretações capazes de reconhecer aespecificidade dos padrões culturais eecológicos das sociedades amazônicas pré-coloniais tardias, que não necessariamente seencaixam em categorias pré-estabelecidaspela literatura arqueológica. Por este e outrosmotivos eu recomendo a leitura do livro.

ReferênciasGomes, Denise Maria Cavalcante

2001 Santarém: symbolism and power inthe tropical forest. En UnknownAmazon, editado por Colin McEwam,Cristiana Barreto e Eduardo Neves, pp134-155. British Museum, Londres.

2002 Cerâmica arqueológica daAmazônia: vasilhas da coleçãotapajônica MAE-USP. Edusp-Fapesp,São Paulo.

2005 Análise dos padrões de organizaçãocomunitária no baixo Tapajós: odesenvolvimento do Formativo na áreade Santarém, PA. Tese de Doutorado,Museu de Arqueologia e Etnologia,Universidade de São Paulo, São Paulo.

Meggers, Betty1990 Reconstrução do comportamento

locacional pré-histórico na Amazônia.

Boletim do Museu Paraense EmílioGoeldi, Antropologia 6:183-203.

1997 La cerámica temprana en América delSur: ¿invención independiente ogifusión? Revista de ArqueologíaAmericana 13:7-40.

Roosevelt, Anna1987 Chiefdoms in Amazon and Orinoco.

En Chiefdoms in the Americas, edita-do por Robert Drennan e Carlos A.Uribe, pp 153-185. University Press ofAmerica, Lanham.

1992 Arqueologia amazônica. En Históriados Índios do Brasil, editado porManuela Carneiro da Cunha, pp 53-86. Editora Cia. das Letras, São Paulo.

1995 Early pottery in the Amazon: twentyyears of scholarly obscurity. EnTheemergence of pottery, editado porWilliam Barnett e John Hoopes, pp 115-131. Smithsonian, Washington.

Viveiros de Castro, Eduardo2002 A inconstância da alma selvagem e

outros ensaios de antropologia.Cosac & Naify Edições, São Paulo.

A primeira descoberta da América deMark Hubbe, Estevan T. Mazzuia, JoãoPaulo Atui e Walter Neves. SociedadeBrasileira de Genética, Ribeirão Preto, 2003.Resenhado por Astolfo Gomes de MelloAraújo (Instituto de Biociências,Universidade de São Paulo).

O livro escrito por Hubbe e colegas, todosligados ao Laboratório de Estudos EvolutivosHumanos do Instituto de Biociências daUniversidade de São Paulo, apresenta umpanorama das questões e dos resultadosrecentes relacionados à ocupação pré-colo-nial das Américas. Conforme bem coloca oProf. Oswaldo Frota-Pessoa na apresentaçãodo livro, esta é uma história em construção,um debate em aberto que pode ter seu cursoalterado de acordo com novas descobertas,que por sua vez podem ocorrer em qualquerponto deste vasto continente.

O Capítulo 1 introduz o leitor a uma bre-ve história da chegada dos primeiros

Page 109: Arqueología Sudamericana 3 (1)

107Reseñas/Resenhas

europeus, e assinala a grande diversidade deculturas que os mesmos aqui encontraram.Apesar da designação genérica de «índios»,as diferenças encontradas entre aspopulações ameríndias eram tão grandes oumaiores do que as existentes entre os dife-rentes povos europeus. O Capítulo 2apresenta os métodos de utilizados para sechegar às hipóteses apresentadas ao longodo livro, quais sejam, a arqueologia e aantropologia biológica. Neste capítulo o leitornão familiarizado com os temas pode vis-lumbrar os princípios que norteiam umaescavação arqueológica e como é feita aleitura estratigráfica de um sítio arqueológi-co, bem como noções de craniometria eevolução humana, em linguagem bastanteacessível.

A partir do Capítulo 3, mesmo o leitor jáfamiliarizado com aspectos arqueológicos ebioantropológicos pode se beneficiar de umaclara e sucinta explanação a respeito dosprincipais modelos de ocupação humana dasAméricas, levando em conta as glaciaçõese as pontes de gelo entre a Ásia e Américado Norte, as principais rotas de expansãopostuladas ao longo do século XX, e o atualestado da arte, incluindo uma discussão arespeito da provável coexistência entre hu-manos e animais extintos. Um quadro expli-ca também como funciona o métodoradiocarbônico, principal ferramenta dedatação empregada por esta área doconhecimento.

O Capítulo 4, que talvez seja o cerne dolivro, é extremamente útil mesmo para umpúblico universitário, composto porarqueólogos, antropólogos e historiadores, jáque poucos navegam nos meandrosestatísticos da antropologia biológica.Fornece de forma palatável os resultados demais de 15 anos de pesquisas relacionadasà craniometria de grupos humanos antigos(também chamados «paleoíndios»),apresentando por meio de gráficos asrelações de afinidade ou exclusão entre

paleoíndios e grupos humanos recentes, co-locando os paleoíndios como afins àspopulações australomelanésicas atuais, e nãoàs populações asiáticas, como se pensavaaté recentemente. Neste capítulo sãoapresentados os principais modelos deexpansão humana no interior das Américas,seus pontos fortes e fracos, bem como omodelo defendido pelos autores.

O Capítulo 5 apresenta o «porvir» dapesquisa na área, um breve panorama dasprincipais questões ainda em aberto, insti-gando o leitor a acompanhar um debate queé, sem dúvida, fascinante. Ao final, o leitor éremetido a livros introdutórios e artigos emrevistas e jornais.

O livro foi escrito em linguagemdesprovida de jargão, sem, no entanto,menosprezar a inteligência do leitor. Oacabamento gráfico é de muito boa qualidade,com fotografias e gráficos de alta definição.Em suma, a obra apresenta uma das questõesmais polêmicas envolvendo a história recentede nossa espécie, que se estende além doâmbito estritamente acadêmico, por seapresentar muitas vezes como um debatepolarizado entre pesquisadores sul-america-nos e norte-americanos, com evidentesconexões politico-ideológicas.

A defesa ferrenha, por parte dearqueólogos norte-americanos, do modelo«Clovis First/Clovis-like», que postula umaorigem única para toda a população humanadas Américas a partir de um mesmo grupohumano que habitou o território norte-ame-ricano há 11.500 anos atrás (cultura Clovis),transcende o bom-senso. Mesmo sítios cla-ramente mais antigos do que os Clovis, comoé o caso de Meadowcroft, nos EUA, e MonteVerde, no Chile, são considerados comosofrendo de algum problema decontaminação. As hipóteses maismirabolantes já foram propostas para expli-car a ocupação antiga da América do Sul,incluindo cenários de expansão violenta,como se os caçadores-coletores estivessem

Page 110: Arqueología Sudamericana 3 (1)

108 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

correndo uma maratona para alcançar aTerra do Fogo (Lynch 1990; Fiedel 2000).Assim, o debate se torna cada vez maisinstigante, mas ao mesmo tempo evidenciade maneira clara a postura hermética dearqueólogos e bioantropólogos norte-ameri-canos, que basicamente se negam a acredi-tar em resultados obtidos por pesquisadoresde países do terceiro mundo.

ReferênciasFiedel, Stuart J.

2000 The peopling of the New World:present evidence, new theories, andfuture directions. Journal ofArchaeological Research 8:39-103.

Lynch, Thomas F.1990 Glacial-age man in South America? A

critical review. American Antiquity 55:12-36.

Entre montañas y desiertos: arqueologíadel sur de Mendoza, editado por Adolfo F.Gil y Gustavo A. Neme. Sociedad Argenti-na de Antropología, Buenos Aires, 2002.Reseñado por Alejandro García (CONICET/ Universidad Nacional de San Juan y Uni-versidad Nacional de Cuyo).

Si bien se han publicado numerosos trabajosarqueológicos sobre el sur de Mendoza porprimera vez se presenta un conjunto de artícu-los que intenta ofrecer un panorama de diver-sas investigaciones desarrolladas por distintosautores. Como resultado, la obra es un reflejoheterogéneo y sumamente interesante de susespecialidades, inclinaciones temáticas y pers-pectivas teóricas, evidenciadas a lo largo dediez capítulos que revisan la información ar-queológica general, ambiental, arqueofaunística,arqueobotánica, bioarqueológica y de arte ru-pestre de la región.

En Los Ambientes del Tardiglacial yHoloceno en Mendoza Marcelo Zárateofrece una actualizada consideración de losindicadores polínicos, glaciológicos y

sedimentológicos que permiten estableceralgunas tendencias paleoambientales princi-pales para los últimos 14.000 años y sugerircambios climáticos y de paisaje que puedencontribuir al desarrollo de los estudios arqueo-lógicos. Hacia 11.000-9.000 AP habrían su-cedido cambios significativos relativamenterápidos, relacionados con una reducción demasas de agua y de caudales fluviales y unmayor desarrollo de ambientes de vega ypantanos. En el Holoceno medio se obser-van condiciones de mayor aridez y en elHoloceno tardío (hacia 4.000-3.000 AP) elinicio de condiciones similares a las actua-les, con lluvias de verano en las áreas bajasy temperaturas más favorables en las tie-rras altas. Finalmente se destaca la posiblerelación entre la Pequeña Edad del Hielo ylos procesos antrópicos que habrían incididofuertemente sobre la cubierta vegetal.

Humberto Lagiglia (en Arqueología pre-histórica del sur mendocino y sus rela-ciones con el centro oeste argentino) re-sume la secuencia cultural del sur mendocinoy establece relaciones con las áreas veci-nas. Centrado en un marco de periodificacióntradicional (con las clásicas etapas Pre-paleoindia, Paleoindia, Arcaica, Proto-Pro-ductora y Agroalfarera), en la descripciónde elementos diagnósticos y de materialesarqueológicos y en la identificación de vin-culaciones estilísticas y tecnológicas con re-gistros de áreas vecinas, el trabajo presentaun completo resumen de la visión del autorsobre la arqueología del sur mendocino. Elproducto es un marco cronológico-culturalgeneral que refleja las propuestas clasifica-torias y las interpretaciones desarrolladas porLagiglia en los últimos 40 años.

Una periodización distinta se ofrece enNuevas consideraciones sobre la proble-mática arqueológica del valle del RíoGrande (Malargüe, Mendoza), en el cualVíctor Durán expone un resumen de su pro-puesta de secuencia cultural y aporta algu-nas consideraciones e interrogantes impor-

Page 111: Arqueología Sudamericana 3 (1)

109Reseñas/Resenhas

tantes para la continuidad de los estudios enel área. Por una parte, distingue una etapade colonización del espacio (Períodos 1-4,entre 7.200 y 2.200 AP) que involucra gru-pos de baja densidad poblacional y alta mo-vilidad, cuyos movimientos estructuran unmodelo transcordillerano costa-cordillera-tie-rra. En este período se observa una marca-da continuidad tecnológica y un hiatus deregistros de ca. 3.000 años que, para el au-tor, puede explicarse por no haberse halladolos sitios a cielo abierto o porque los siste-mas de asentamiento abarcaban un área muyextensa y producían depósitos arqueológicosde baja densidad. La etapa ubicada entre2.000 y 500 AP (Períodos 5-7) habría sidode ocupación efectiva del espacio y mostra-ría características distintivas: innovacionestecnológicas (como la cerámica y el arco),uso más frecuente y prolongado de cuevas,mayor diversidad de especies utilizadas ymayor diversidad de artefactos y variedadde formas y tamaños de puntas de proyectil.Interesante es la propuesta de que el ríoGrande habría funcionado como un límiteétnico que separaba a grupos relacionadoscon «cazadores-recolectores trasandinos ocon los antepasados de los pehuenches his-tóricos» de los antecesores de los puelches.Finalmente, el Período 8 (Hispano-Indígenatardío) mostraría a puelches y pehuenchessometidos a profundos cambios: paso de or-ganización de bandas a tribus, de una eco-nomía cazadora-recolectora a otra mixta queincluía pastoreo y tráfico de bienes, y la for-mación de grandes redes de intercambio.

Desde una posición diferente GustavoNeme (en Arqueología del Alto valle delRío Atuel: modelos, problemas y perspec-tivas en el estudio de las regiones de al-tura del sur de Mendoza) analiza un casode adaptación humana a ambientes de altu-ra: el del Alto Valle del Río Atuel. El autorpropone que a raíz de un proceso queinvolucraría un crecimiento en la densidadpoblacional (sugerido por el posible aumento

de las redes de intercambio y la disminuciónde la movilidad) en los últimos 2.000 añoslos grupos del área habrían intensificado laexplotación del ambiente mediante cambiosen el aprovechamiento de los recursos y enlos hábitos de consumo. Esta propuesta seapoya, principalmente, en interpretacionesque llevan a pensar en reducción de la movi-lidad, mayores costos de procesamiento delos alimentos, ocupación de nuevos hábitats,incremento en los sistemas de intercambio yénfasis en la recolección de vegetales. Sinembargo, varios de estos elementos se ba-san en información que puede ser interpre-tada de formas alternativas (por ejemplo, lamenor movilidad se infiere de una probabletecnología expeditiva inferida, a su vez, deuna mayor proporción de instrumentos des-cartados con relación a productos de talla).A pesar de este alto grado de especulaciónel trabajo propone una vía de aproximaciónnovedosa para el tratamiento del registro delárea.

La Payunia es una de las zonas más ári-das del área y Adolfo Gil se propone expli-car el cómo y el porqué de su ocupaciónhumana en el capítulo El registro arqueo-lógico y la ocupación humana de LaPayunia. La información disponible indicaque esta región habría sido colonizada y ocu-pada efectivamente hacia mediados delHoloceno Tardío, en tanto una posible ex-ploración temprana (7.600 AP) se reflejaría,solamente, en el registro de un sitio. Uno delos aspectos más importantes es el cambionotable observado hacia 1.200-1.000 AP,evidenciado por la incorporación de cerámi-ca y cultígenos, mayor densidad de materialarqueológico y aparición de sitios de activi-dades múltiples. Otro tema relevante es laausencia de registro arqueológico durante unextenso período de ca. 5.000 años («hiatusarqueológico regional») que ocupa casi todoel Holoceno medio, que no se relacionaríacon un despoblamiento ni con las condicio-nes áridas del período. Sin embargo, a las

Page 112: Arqueología Sudamericana 3 (1)

110 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

condiciones ambientales desventajosas enrelación con las de zonas vecinas sí se atri-buye la ocupación tardía del área, que po-dría representar la anexión de nuevos am-bientes en el marco del proceso de intensifi-cación regional propuesto por Neme.

Neme y Gil también analizan La explo-tación faunística y la frecuencia de par-tes esqueletarias en el registro arqueoló-gico del sur mendocino. Su estudio se cen-tra en la frecuencia de partes anatómicasobservada en tres sitios. Los autores cons-tatan una covariación negativa con la utili-dad económica y positiva con la densidadósea, por lo que no pueden establecer si laestructura del conjunto se debe, fundamen-talmente, a su destrucción diferencial o a laselección de partes por las personas, puntoque para su resolución requiere la conside-ración de otros indicadores adicionales.

El registro del Holoceno tardío ocupa tam-bién un lugar central en Bioarqueología delsur de Mendoza; Paula Novellino ofreceun resumen de las investigacionesbioarqueológicas en el área. Su análisis indi-ca claras diferencias entre los períodos2.500-500 AP y 500 AP-actualidad. En elúltimo se registra un aumento importante deindividuos con caries y abcesos y un menordesgaste en molares. Las tendencias obser-vadas corresponderían a lo esperado paragrupos cazadores-recolectores y agriculto-res, respectivamente, a pesar de lo cual elgrupo más reciente no puede ser considera-do, claramente, como agricultor de acuerdocon los análisis isotópicos disponibles. Unadieta rica en Fe y un bajo número dehipoplasia en ambos grupos indicaría la au-sencia general de estrés nutricional. Este tra-bajo constituye un primer fructífero acerca-miento a los estudios bioarqueológicos delárea.

Como contribución al conocimiento de losestudios arqueobotánicos del área en el ca-pítulo Paleoetnobotánica en el sur deMendoza Alicia Hernández realiza la iden-

tificación y caracterización de especies ha-lladas en cuatro sitios. De su informe se des-taca la presencia casi exclusiva de especiesobservables actualmente en torno a los si-tios analizados y la identificación en el sitioGruta del Indio de dos plantas exóticas(Chusquea couleu -colihue- yMisodendron) propias de los bosquesandino-patagónicos de Argentina y Chile, loque sugiere desplazamiento poblacional ointercambio.

El arte rupestre del DepartamentoMalargüe es tratado por Juan Schobinger,quien define dos grandes grupos estilísticos:el de pinturas y el de grabados. El primerose ubica, en general, en los bordes de laszonas llanas del E y SE y representaría unapenetración del arte norpatagónico de los si-glos VI-XVI d.C. El segundo presenta cua-tro modalidades, tres de ellas vinculadas conel arte andino y/o norpatagónico y la restan-te constituiría un estilo diferente al de áreasvecinas. De gran interés resulta una seriede interrogantes planteados por el autor, vin-culados, entre otras cosas, con la cronolo-gía, la ausencia del típico «estilo de parale-las» pehuenche y las implicancias de la pre-sencia del estilo de pisadas (de supuesto ori-gen patagónico) en la región.

El libro culmina con los comentarios deLuis Borrero en Arqueología ybiogeografía humana en el sur deMendoza (comentario crítico). Borrerodestaca la falta de asociación inequívocaentre la megafauna pleistocénica y los sereshumanos, de donde se deriva que, probable-mente, su desaparición no implicó un cam-bio adaptativo significativo para los prime-ros pobladores del área. Borrero tambiénseñala la fuerte conexión transcordilleranaevidenciada por el registro arqueológico,coincidente con la extensión territorial cu-bierta por cazadores-recolectores de bajademografía que habitan espacios margina-les. La Payunia sería una zona marginal pero,para el autor, es más probable su incorpora-

Page 113: Arqueología Sudamericana 3 (1)

111Reseñas/Resenhas

ción a circuitos de subsistencia humanoscomo ampliación de rangos que como satu-ración del espacio disponible. Asimismo, ofre-ce salidas alternativas a la «pérdida de efi-ciencia depredadora» durante el Holocenotardío y a los procesos de intensificación pro-puestos en capítulos previos. Finalmente,entre las líneas de investigación futuras parala región el autor enfatiza la necesidad demayores estudios tafonómicos para com-prender mejor los probables hiatus de ocu-pación humana.

A través de la lectura de este libro sedesprende un conjunto de aspectos relevan-tes. En primer lugar, se aprecian, claramen-te, las diferentes posiciones teóricas de losinvestigadores (vinculables con tres genera-ciones de arqueólogos), lo que puede consi-derarse como un factor enriquecedor quefavorece el intercambio de información y ladiscusión académica. En las generacionesmás recientes es claro el influjo del modelode ocupación del espacio propuesto porBorrero para Patagonia, utilizado como uninstrumento clave para comprender el pro-ceso de poblamiento de la región. Asimis-mo, se destaca como novedad la incorpora-ción del concepto de intensificación de laexplotación de recursos como componenteimportante de los modelos propuestos. Comocontrapartida se observa, en algunos casos,un muestreo de casos relativamente bajo yun alto componente especulativo derivado decadenas de inferencias que, a veces, no pa-recen muy sólidas; sin embargo, esto de nin-guna manera quita mérito a la presentaciónde propuestas hipotéticas novedosas desple-gadas en algunos capítulos.

Otro punto interesante es el «hiatus» deregistro arqueológico del Holoceno medio ylas diferentes consideraciones de los auto-res para explicarlo. Si, como señala Záratepara Gruta del Indio, el hiatus afecta tam-bién la depositación y/o preservación de se-dimento (y no sólo el registro arqueológico),las consideraciones de Borrero y Durán pue-

den ser una de las claves no sólo para en-tender el problema sino, también, para apre-ciar mejor, desde una perspectiva temporalmayor, la aparente eclosión cultural acaeci-da durante el Holoceno tardío.

Finalmente, resultan muy atractivos losintentos por vincular la información arqueoló-gica con los grupos étnicos documentalmenteconocidos para el área, lo que permite am-pliar, considerablemente, el caudal de infor-mación disponible y las posibilidades de ela-boración de nuevas interpretaciones sobre laocupación indígena tardía. En síntesis, la ma-yor riqueza de esta obra se encuentra en sudiversidad interna, en el planteo de una multi-plicidad de enfoques teóricos y propuestas yen la clara visión de la necesidad de integrardiferentes vías de análisis para obtener unamirada más completa del pasado indígena.Todo esto hace de Entre montañas y desier-tos una respuesta sumamente exitosa al de-safío de brindar un estado de avance del co-nocimiento arqueológico de un área que in-cluye zonas donde el trabajo recién se inicia ylo convierte en una referencia indispensablepara el estudio de la ocupación humana delcentro-oeste argentino.

Los límites del mar. Isótopos estables enPatagonia meridional de RamiroBarberena. Sociedad Argentina de Antro-pología, Buenos Aires, 2002. Reseñado porAdolfo F. Gil (CONICET /Departamento deAntropología, Museo de Historia Natural deSan Rafael).

Este libro es producto de una tesis de Licen-ciatura defendida en la Universidad de Bue-nos Aires en 2001. Patagonia ha sido pione-ra en la aplicación de los análisis de isótoposestables para la caracterización de dieta hu-mana. Barbarena explora en este libro el sig-nificado de los valores de isótopos asocia-dos a una escala espacial amplia con lo cualaborda el estudio de los rangos de acción delas poblaciones humanas en el extremo sur

Page 114: Arqueología Sudamericana 3 (1)

112 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

patagónico. Quiero destacar de este libro elenfoque regional y la inclusión de los valoresde isótopos en la discusión de temas como lamovilidad dentro de un marco teórico poten-te, como la ecología evolutiva.

El libro incluye ocho capítulos y un apén-dice que, en distinto grado, repaso a conti-nuación. En la primer parte Barberena plan-tea el problema y los objetivos generales yseñala su interés en analizar el comporta-miento espacial de muestras humanas enrelación con la proporción de recursos mari-nos en sus dietas, según se desprende de lainformación de isótopos estables del carbo-no y del nitrógeno. La escala espacial consi-derada es el extremo sur de Fuego-Patagonia y se centra en dos aspectos: va-riación de las dietas y rangos de acción delas poblaciones humanas. Presenta las con-sideraciones teóricas adoptadas para el es-tudio. Explícitamente utiliza la propuesta dela ecología evolutiva, enfatizando aspectosde biogeografía histórica derivados de aque-lla. Por ello el punto central sobre el queBarberena acentúa las consideraciones teó-ricas es sobre las unidades de análisis espa-cial, proponiendo el empleo del «rango deacción promediada» como herramienta teó-rica. Desarrolla con una destacable claridadconceptual la metodología de los análisis deisótopos estables proponiendo los umbralescuantitativos que adoptará para definir die-tas terrestres, mixtas y marinas. Antes deadentrarse en su caso de estudio Barberenapresenta, a modo de casos ejemplificadores,situaciones arqueológicas en distintos luga-res del hemisferio sur donde se han explora-do problemas similares con los análisis deisótopos estables. Así sentará bases para dis-cusiones y comparaciones interregionales encapítulos posteriores. El libro analiza casosde Sudáfrica, la costa australiana yPatagonia, retomados en otros capítulos paradiscusiones en una escala supraregional. Losantecedentes regionales y las expectativassobre las tendencias isotópicas están desa-

rrollados junto a un detalle sobre las eviden-cias empleadas para inferir patrones de cir-culación humana y las explicaciones vigen-tes sobre estas evidencias. En ese contextopresenta las expectativas sobre los valoresisotópicos y su variación espacial en la es-cala de análisis propuesta previamente.

El escenario natural con su consecuenteecología isotópica está detallado en el capítu-lo 6. Si bien la diversidad taxonómica es pe-queña se resalta la preocupación para armarla estructura isotópica del «menú». En estapreocupación el autor ha echado mano de todala información disponible, incluyendo los va-lores de isótopos provenientes de fechadosradiocarbónicos. Con ello propone un modelocon base en los recursos potenciales y señalaalgunos problemas que necesitan ser explo-rados en futuros trabajos. Si bien algunos in-vestigadores son escépticos con el uso devalores isotópicos provenientes de análisisradiocarbónicos creo que, en el grado de re-solución actual y para los temas planteadosaquí, no son un problema mayor; por el con-trario, es un incentivo para emplearlos, al menosen una primera etapa de estudios isotópicosya que, generalmente, están disponibles deestudios cronológicos previos.

Los resultados específicos son presenta-dos en el capítulo 7 y discutidos en el 8. En elcapitulo 7 se incluye un análisis sobre la re-lación entre los valores isotópicos, traduci-dos en «tipo de dieta», y la distancia a lacosta, con lo cual se muestran patrones queemergen de dicha información. Se destacaque la totalidad de las muestras humanas conalgún indicador de dieta marítima se empla-za, mayoritariamente, a menos de 50 kmtsde la costa; las muestras de dieta marítimase localizan en la costa pacífica y sector oc-cidental del estrecho de Magallanes. En ladiscusión se enfatiza el significado de la dis-persión espacial de los «tipos de dieta» infe-ridos en el estudio, considerando propuestasarqueológicas previas y utilizando los con-ceptos de «rango de acción», para lo que

Page 115: Arqueología Sudamericana 3 (1)

113Reseñas/Resenhas

emplea otros indicadores como materialeslíticos. En este punto podría haber sido signi-ficativa la inclusión en el análisis de valoresisotópicos «puros», previo a su «conversiónen tipo de dieta», en relación con las distan-cias (otra posible versión de la tabla 10), yaque podría aportar mayor detalle gráfico alas tendencias observadas. Más allá de estodestaco, entre otros puntos, el debilitamientoque generan los resultados de Barberena alclásico modelo costa-interior.

Finalmente el apéndice incluido hacia lefinal del texto detalla aspectos sobre el pro-cesamiento y la integridad de las muestras.Este apéndice no es un detalle menor y esdestacable desde los aspectos analíticos dadoque es necesario que en todo trabajo que sepresenten valores de isótopos estables seexplicite el procesamiento de las muestras ylas variables consideradas en la evaluaciónde su integridad con el fin de ponderar elvalor obtenido (Ambrose y Norr 1992).

Este libro, publicado hace 4 años, siguesiendo una lectura obligada para quienes nosólo quieran abordar temas de dieta humanaen Patagonia sino, también, cuestiones debiogeografía y movilidad humana. Destaco laimportancia de la colección en que se incluyeesta obra, resultado de un fuerte trabajo edi-torial de la Sociedad Argentina de Antropolo-gía. La consistencia del texto y el grado dearticulación de la información hacen su lectu-ra llevadera hasta para quienes nunca se en-frentaron con números isotópicos. El resulta-do, como parte de un programa de investiga-ción, ha tenido implicancias fructíferas que seplasman en la continuidad de esta línea detrabajo (Borrero y Barberena 2006). Sin dudael libro merece ser leído también por quienesestamos lejos de los límites del mar.

ReferenciasAmbrose, Stanley y Lynette Norr

1992 On stable isotopic data and prehistoricsubsistence in the Soconusco region.Current Anthropology 33:401-404.

Borrero, Luis A. y Ramiro R. Barberena2006 Hunter-gatherer home ranges and

marine resources. An archaeologicalcase from southern Patagonia.Current Anthropology 47:855-867.

Ecology and ceramic production in anAndean community de Dean E. Arnold.Cambridge University Press, Cambridge, 2003.Reseñado por Lidia Clara García (CONICET-Instituto de Ciencias Antropológicas, Universi-dad de Buenos Aires).

Dean E. Arnold (Wheaton College) llevacerca de cuarenta años de trabajo enetnoarqueología en el área de Ayacucho,Perú, y aún anteriores en Yucatán. El libroen cuestión consta de sus trabajos de terre-no, búsqueda bibliográfica de diversas fuen-tes de información, tanto arqueológicas, comohistóricas, crónicas e información ecológicalocal, así como sus reflexiones y elaboraciónde sus datos de campo. Lo que hace muyinteresante este trabajo de síntesisetnoarqueológica de los andes centro-sur esque aporta, además, información detalladade su proceso de reflexión y evaluación delos datos; esto facilita que otrosetnoarqueólogos puedan evaluar y leerlosdesde sus propias preguntas.

Este apasionante libro, que no descuidaningún aspecto del área investigada (inclu-yendo ecología, arqueología e historia) y uti-liza una amplia gama de fuentes de informa-ción contiene, además, excelentes ilustracio-nes. Trata sobre el caso de estudio de Quinuaen el valle de Ayacucho, Perú. Redondean-do la importancia de la historia cultural de lacomunidad de Quinua sintetiza, como encla-ve, importantes hitos en la historia del Perúy de Suramérica y el autor vincula estos as-pectos con los factores ambientales que ledan importancia.

El valle de Ayacucho, donde está localiza-da esta comunidad, tuvo una evidente impor-tancia para el cultivo del maíz. También lacercanía del sitio arqueológico de Huari, con

Page 116: Arqueología Sudamericana 3 (1)

114 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

toda su carga para la prehistoria de la regiónandina, la fundación en cercanías de encla-ves Inka y españoles, así como la batalla deAyacucho, implican una ubicación en una rutaimportante comercial y de transporte.y unalocalización militar estratégica en el valle. Todoesto tiene implicancias para la produccióncerámica y su distribución en los Andes.Quinua era el centro de una amplia (aunquebaja en términos andinos) área de producciónde maíz para poblaciones que se convertíanen un mercado inmediato para productoscerámicos. Además, está situada en la másimportante ruta comercial en los Andes cen-tro-sur, muy significativa como canal para laamplia distribución de cerámicas en el pasa-do y en el presente.

Arnold evalúa las relaciones sistémicasentre la población de alfareros de Quinua ysu ambiente, así como el contexto cultural.Estas relaciones son complejas. Trabaja lacorrelación entre manufactura de cerámicay agricultura, lo cual da luz sobre los aspec-tos teóricos del enfoque histórico-cultural.También analiza el tema de las fuentes deobtención de materias primas y el uso delespacio desde este caso de estudio particu-lar. Tampoco descuida los factores religio-sos o simbólicos.

Su período de observación fue de veinti-cinco (25) años, completando el estudio conla incidencia actual del mercado en esta rea-lidad, que ha cambiando el estatus social delos ceramistas de Quinua. Luego hay unadetallada observación y análisis de la pro-ducción cerámica en Quinua, con cuadrosde síntesis muy claros. También incorporadetallados dibujos de las vasijas producidasy sus comparaciones con distintos índices dediámetros de bordes y otros indicadoresconmunmente evaluados en arqueología.Detalla las implicancias para la arqueologíade todos estos estudios. Evalúa tecnología ytoma de decisiones. Su enfoque ecológicofavorece implicancias profundas para el es-tudio de cerámicas que involucran su rela-

ción con el ambiente, la cultura y la socie-dad. Luego evalúa las cerámicas como pro-ductos sociales, constatando festividades,modos de transporte y usos y exponiendoexcelentes ilustraciones de sus ejemplos.También proporciona un gráfico de flujo deproducción, relativo a circulación de produc-tos, incluyendo unidades políticas. La cerá-mica sirve en la sociedad para el flujo delíquidos, es canal de información y, algunasveces, refleja temas mitológicos importan-tes y tiene un lugar importante en el ritual.

Para los agricultores marginados la pro-ducción de cerámica ritual es un modo de in-gresos genuinos y un canal de material, ener-gía e información. La cerámica esintercambiada por alimentos en pisos de Punamás altos. Las redes de intercambio y ventade cerámica Quinua incluyen contactos enEuropa y USA como resultado de la tarea deintermediarios. Estos mecanismos de distri-bución, según el autor, tienen implicancia paralos modos de distribución en el pasado. Arnoldconsidera que en el pasado también puedenhaber habido comerciantes especializados enla distribución de estas artesanías y señala quelos ceramistas actuales de Quinua ocupan,coincidentemente, casi la misma ubicaciónque los ceramistas de Huari, cuya cerámicaera distribuida ampliamente a través del sur ycentro de Perú. Lo que liga la salida de cerá-micas de la región hoy y en la antigüedad esel acceso a rutas de comunicación y trans-porte, debido a su localización.

El autor hace un detallado estudio sobrediseño y su correlato con la comunidad, in-cluyendo análisis de simetría y descripcio-nes minuciosas en excelentes cuadros. Con-cluye con un resúmen de la variabilidad dediseño y compara con otras comunidades dealfareros, sintetizando finalmente los patro-nes de la comunidad de Quinua.

El capítulo 8 trata sobre diseño y socie-dad. Dentro de una gran variabilidad en eldiseño de la cerámica Quinua Arnold encuen-tra que ciertos patrones de estructura de di-

Page 117: Arqueología Sudamericana 3 (1)

115Reseñas/Resenhas

seño y organización ocurren frecuentemen-te y sugiere una cantidad de razones paraque existan estos correlatos de diseño. Pri-mero, los patrones decorativos pasan de ge-neración en generación por línea paterna;este patrón es reforzado por la residenciaviri-local post-marital y por el control que elalfarero masculino ejerce sobre el procesode pintura. En segundo lugar, la consistenciasurge de la fuerte interacción interna enQuinua y por su ausencia con otros alfare-ros en el valle. Tercero, los correlatos de di-seño son reforzados por los estándares es-téticos que definen qué es lo no aceptable,permitiendo, en cambio, una amplia varie-dad en lo que es aceptable. Esto funciona anivel inconsciente. Todo esto no da cuentade la gran variabilidad en la decoración deestas cerámicas. En parte tiene que ver concreación individual y algunas pueden sercorrelacionadas con unidades sociales pordebajo del nivel de la comunidad. Otra fuen-te de variabilidad tiene que ver con el cam-bio cultural y el efecto de la demandaartesanal sobre este producto tradicional.Este capítulo sintetiza el enfoque ecológicoa la producción de cerámica Quinua.

El capítulo siguiente aplica los resultadosde este enfoque a la arqueología del valle deAyacucho y a los Andes peruanos como unatotalidad y plantea un modelo de desarrollohipotético relacionado con el ambiente, dan-do datos concretos, en una detallada tabla,sobre producción en diferentes comunida-des de los Andes peruanos y utilizando fuen-tes de información del autor y bibliográficasexhaustivas.

La parte final se dedica a la especializa-ción en cerámica en el Perú en épocasprehispánicas, relacionando zonas ecológicascon localidades productivas. En la conclu-sión de este capítulo Arnold retoma el temade producción cerámica y agricultura, sindescuidar aspectos míticos y rituales. El ca-pítulo 10 es la conclusión de este exhaustivotrabajo y lo sintetiza desde este caso parti-

cular, incluyendo problemas comoestandarización y relación entre presente ypasado. En síntesis, se trata de un libro rele-vante para andinistas en general.

El lenguaje de los dioses. Arte, chamanismoy cosmovisión indígena en Sudamérica deAna María Llamazares y Carlos Martínez.Buenos Aires, Biblos, 2004. Reseñado porMaría Alba Bovisio (Facultad de Filosofía yLetras, Universidad de Buenos Aires).

En El lenguaje de los dioses. Arte,chamanismo y cosmovisión indígena enSudamérica los antropólogos argentinos AnaMaría Llamazares y Carlos Martínez1 com-pilan y escriben una serie de artículos quetiene como eje la indagación en la«cosmovisión indígena sudamericana». Elsupuesto fundamental del que se parte esque existe una «cosmovisión amerindia»,identificable con la «cosmovisiónchamánica», que encuentra en el arte «unacondensación multisensorial», a la vez queuna vía para alcanzar los planos sagrados.El poético epílogo de Jacques Mabit, médi-co francés especializado en la aplicación te-rapéutica de plantas medicinales de laAmazonia peruana, da cuenta del «espíritu»(el uso de este término es ex -profeso) queanima todo el libro: la reivindicación de las«verdades eternas» detentadas por las cul-turas originarias frente al grito de dolor delhombre contemporáneo en su soledad. Elepílogo y la introducción, a cargo de los edi-tores, cierran el círculo de una argumenta-ción cuyo objetivo es, ante la profunda crisisde valores del mundo occidental, propiciarun acercamiento a «lo indígena» en concor-dancia con el surgimiento de nuevosparadigmas científicos y nuevas búsquedasespirituales: «...es necesario abrir nuestras

1 Directores de la Fundación Desde Américaque desde 1994 se dedica a la promoción deestudios, investigaciones y difusión de temá-ticas vinculadas con las culturas indígenas.

Page 118: Arqueología Sudamericana 3 (1)

116 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

mentes y estar dispuestos a encontrarnos conlo inesperado» (p. 16), se propone desde laintroducción.

Este punto de partida la constitución de «loindígena» en paradigma de pensamiento impli-ca, en cierta medida, pasar a segundo plano lareconstrucción y comprensión histórica de losdistintos pueblos en aras de poner énfasis en laesfera de una cosmovisión originaria comúntrascendente. Ciertamente contamos con infi-nidad de información etnohistórica y etnográfiade la América indígena, de norte a sur, que de-muestra que hay aspectos fundamentales enlas «visiones de mundo» o «cosmovisiones»,es decir, los modos como el hombre se explicasu relación con lo natural, lo social y lo sobre-natural; pero, como los mismos editores apun-tan refiriéndose a la concepción sobre «el arte»,estas mismas equivalencias las podríamos es-tablecer con «la mayor parte de las culturastradicionales», incluidas las antiguas culturasorientales, la occidental paleocristiana y me-dieval e, incluso, con las tradicionesneoplatónicas y pitagóricas del Renacimiento(p. 15). De modo que si bien el libro busca darlas claves para la reconstrucción de unacosmovisión americana muchas de sus con-clusiones pueden extenderse a todo universocultural que no pertenezca a la modernidadcapitalista occidental.

La compilación se inicia con el artículode Martínez El círculo de la conciencia.Una introducción a la cosmovisión indí-gena americana, que trasunta una fuerteimpronta de la filosofía de Rodolfo Kusch2

(uno de los maestros del autor) en la afirma-ción de un pensamiento «americano». Paradefinir esa «cosmovisión indígena america-na» Martínez propone un «modelo provisorio»fundado en cinco principios que caracterizaapelando a numerosos ejemplos de culturasindígenas del pasado y presente: mayas,quechuas, aymaras, nahuatl, selknam,mapuches, sioux, sudar, entre otros.

La totalidad, el primero de los principiosestablecidos por autor, se expresa a través de

la dualidad, la integración de los opuestos (dio-ses andróginos), la circularidad y lacuaternidad como modos de pensar el tiempo(ciclos de cuatro edades) y organizar el espa-cio en estructuras cuatripartitas con un cen-tro (ciudades, centros ceremoniales). El prin-cipio de la energía está referido a la idea deque existe un «principio vital», que anima todolo existente en el universo animal, vegetal,mineral, que se redistribuye y transforma peronunca desaparece, y por ende a través delsacrificio humano, por ejemplo, se ofrendavida para garantizar la continuidad de la mis-ma en todos los planos. En estrecha relacióncon el anterior está el principio de la comu-nión, que implica una concordancia entre elmicrocosmos (hombre) y el macrocosmos(universo), de modo que el mundo se explicaen una red de correspondencias analógicasentre el cosmos, la naturaleza y el hombre ysus creaciones. El cuarto principio es lasacralidad: en tanto la Naturaleza se concibecomo sacra y se identifica con el lugar delorigen del mundo (cuevas, montañas, lagu-nas, etc.) todo acto ligado a ella está investidode ese mismo principio, desde las actividadesproductivas en torno a la agricultura hasta lostránsitos por espacios naturales. Finalmenteestá el sentido comunitario de la vida, es de-cir, el individuo se constituye colectivamente,no hay identidad por fuera de la comunidad.La tenencia colectiva de la tierra, el trabajocomunitario, los sistemas de reciprocidad yredistribución, son ejemplos de sistemas fun-dados en la concepción del hombre no comounidad discreta sino como parte de la estruc-tura comunitaria. Ahora bien, estos principiosse constatan no solo en el mundo americanosino en gran cantidad de sociedadesetnográficas y premodernas, de modo que,

2 Kusch marcó la senda del pensamiento filo-sófico americanista, centrado en la definiciónde una estética y un pensamiento de «loAmericano», con textos como América pro-funda (1962) y El pensamiento indígena ame-ricano (1970).

Page 119: Arqueología Sudamericana 3 (1)

117Reseñas/Resenhas

tal como señalamos al inicio, cabe la preguntaacerca de qué es lo propiamente americano.Por ejemplo, entre los canacos de Melanesia,cada hombre identifica un árbol con un ante-pasado, el cuerpo se concibe y categoriza através del mundo vegetal y la vida vegetalgenera el impulso de todo lo que vive: karodesigna la piel del hombre y la corteza delárbol, pié la pulpa de las frutas y la carne ymúsculos humanos. La muerte se concibecomo transformación puesto que el muertopuede reencarnar en un árbol o un animal, oincluso, volver a estar entre los vivos en for-ma de un bao (espíritu). Entre los dogon deMali la persona está constituida por: el cuer-po material, ocho granos simbólicos identifi-cados con la germinación, ubicados en las cla-vículas, la fuerza vital, nàma, que está en lasangre, y los ocho kikinu, principios espiritua-les gemelos y opuestos (machos, hembras,inteligentes, brutos, etc.) que se localizan endistintos órganos y pueden salir y ubicarse endistintos lugares (animales, plantas, altares),de acuerdo a cúales prevalecen se determi-nan los estados psicológicos y anímicos de lapersona. Como vemos, tanto entre los dogoncomo entre los canacos (como en tantas otrassociedades no-modernas) el hombre no es unindividuo sino que es una trama de relacionesentre la naturaleza, el cosmos y la comunidad(Le Breton 1995:16-27). En este sentido creoque el «modelo» propuesto por Martínez másbien logra dar cuenta de cómo el mundo ame-ricano participa del mundo premoderno, nomoderno, o llamemos a todas las tradicionesculturales que, más allá de su grado de com-plejidad socio-político y económico, se consti-tuyen a partir de un visión analógica ymetafórica fundada en la relación hombre-naturaleza, relación que da origen a teorías yprácticas. Al respecto el autor señala el rolclave de la naturaleza en la configuración deuna «visión de mundo» en la medida que lesirve de paradigma: «el comportamiento delos animales en su cotidianeidad, como ca-zan, cómo comen, cómo juegan, cómo duer-

men todo es para el aborigen una sabiduríanatural que incorpora a su propia vida» (p.51)3. Efectivamente en la medida que de lanaturaleza proviene tanto el sustento del hom-bre como las amenazas a su subsistencia,configurándose la paradójica relación en la queora este domina a aquella (agricultura, caza,recolección), ora esta se rebela (sequías inun-daciones, terremotos, animales salvajes), nosólo se la entiende como sagrada,suprahumana, sino que es en esta experien-cia que el hombre construye su cosmovisióny su modo de categorizar el mundo. Otro as-pecto destacable del texto es la idea de que lareivindicación de los indígenas por la devolu-ción de sus tierras no solo implica la resolu-ción de cuestiones materiales sino de aspec-tos que hacen vital y esencialmente a la con-tinuidad de la vida de la comunidad, a su másprofunda identidad. Imposible separar paraestas sociedades, primero cazadoras-recolectoras luego agrícolas, «la base mate-rial» de lo social y simbólico; la tierra, cierta-mente, es simultánea e indiscriminadamente,el medio de subsistencia, el lugar de origen, elespacio donde circula la energía vital y elámbito de los antepasados. El autor cierra suartículo reconociendo la necesidad de aten-der al factor cambio a la hora de intentar acer-carnos a la comprensión de las sociedadesindígenas. Sin embargo, la cita de JohanaBroda invocada —»La cultura indígena debeestudiarse en su proceso de trasformacióncontinua, en el cual antiguas estructuras ycreencias se han articulado de manera diná-mica y creativa con nuevas formas y conte-nidos» (citado en la p. 56)— no se inserta sincierta tensión con la propuesta general delartículo que establece un mismo modelo es-tructural, que definiría el círculo de una «con-ciencia cósmica» (chamánica), para diversassociedades del presente y del pasado.

3 Respecto al rol de los animales en la socieda-des premodernas sudamericanas véaseUrton (1985).

Page 120: Arqueología Sudamericana 3 (1)

118 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

En el segundo artículo, Arte chamánico:visiones del universo, Llamazares tambiénapunta a la construcción de un modelo, eneste caso el del «arte chamánico», que seríala expresión plástica de esa «cosmovisiónamericana». Este riquísimo texto puede leer-se como el despliegue de una hipótesis suma-mente sugerente pero que, creo, merece unaconfrontación más específica con las imáge-nes plásticas. La autora define el «artechamánico» como «la expresión plástica devisiones alcanzadas o recibidas por el chamándurante estados en los que su percepción seamplifica de tal forma que puede acceder consu conciencia a niveles suprasensibles» (p. 70);lo incluye en la categoría de «arte holorénicoque abarca todas aquellas expresiones estéti-cas nacidas de este tipo de estado de con-ciencia con independencia del contexto cul-tural de origen» (p. 71). La adopción de estadefinición ubica a estas expresiones estéticasen un plano que trasciende las variables his-tórico-culturales y se instala en una realidadespiritual de orden universal. En principio nospermitiríamos dejar abierta la cuestión en tor-no a cúanto intervienen en la experienciachamánica las particularidades culturales ycúanto hay de trascendente, sin negar esefactor común que es la condición humanamisma. Pero más allá de esta discusión acer-ca de la universalidad vs. particularidad de laexperiencia chamánica, se presenta otro pro-blema que es el de la definición de este tipode expresión frente a imágenes arqueológi-cas cuyo contexto de producción y circula-ción nos es desconocido y se reconstruyehipotéticamente a través del registro mate-rial. En este sentido no creo que sea posibleafirmar la existencia de «evidenciaiconográfica» (p. 67) del arte chamánico enla producción plástica de la Américaprehispánica, tal como se propone en el artí-culo donde se la homologa con casosetnográficos donde el contexto de producciónde las imágenes y la existencia de prácticaschamánicas ha podido observarse y registrar-

se. De hecho todos los trabajos citados comoantecedentes de estudios sobre artechamánico se refieren a casos etnográficos,no arqueológicos. En cuanto a la metodologíade análisis de las imágenes, definidas como«instrumentos simbólicos», Llamazares, des-de una perspectiva semiótica, propone aten-der al análisis de seis niveles (p. 73): de larealización (técnicas y materiales),morfogenético (generación de formas), lexical(inventario de formas), sintáctico (sistema dereglas de disposición espacial de las formas),semántico (significación de las imágenes) ypragmático (uso y circulación). El modelo ensi puede ser de gran utilidad pero al pasar aejemplificar los casos de arte chamánico seelude la reconstrucción, a partir de la infor-mación arqueológica, de estos niveles. En estesentido queda pendiente la aplicación concre-ta de la metodología al análisis de los materia-les presentados, quizás por el carácter gene-ral del texto pero sobretodo, creemos, por elpunto de partida fuertemente universalista.Tomando como referencia el clásico trabajode Eliade (1976) sobre chamanismo la autoraestablece cuatro líneas temáticas que dancuenta de lo esencial de la cosmovisiónchamánica: el viaje, el trance, la trasformacióny el poder, e identifica estos temas en distin-tas iconografías de diversas culturas ameri-canas y africanas prehispánicas yetnográficas. Veamos uno de los ejemplosreferidos al «viaje»: la autora interpreta comorelacionado con el «vuelo chamánico» unmotivo bordado en un manto de un fardo fu-nerario de Paracas Necrópolis (costa sur delPerú, s.IV), que consiste en un personaje an-tropomorfo que se dispone horizontalmente siubicamos el textil apaisado. Ahora bien, elmotivo se muestra aislado (lam 3.b. p.115) sinconsiderar la totalidad de la pieza textil en laque este mismo motivo se repite en hileras ycolumnas a lo largo de todo el manto, alter-nando su disposición en relación derecha-iz-quierda arriba-abajo, de modo que la «actitudde vuelo» se transforma si pensamos en una

Page 121: Arqueología Sudamericana 3 (1)

119Reseñas/Resenhas

disposición vertical del manto, que, además,estaba envolviendo al cuerpo, vale decir, quese bordó en la bidimensionalidad pero se usóen la tridimensionalidad. Queda claro, enton-ces, que leer ese personaje «en vuelo» es unahipótesis que debería fundarse en un análisisintrínseco y contextual del texto plástico (eltextil) intentando reconstruir los niveles enun-ciados por la autora (morfogenético, lexical,etc.). La misma objeción podemos hacer a lainterpretación del punto de vista aéreo (desdearriba) como relacionado con las vistas des-de el vuelo (p.80). Esta es una convenciónque ha sido adoptada en diversísimas cultu-ras y en muchos casos esta elección está di-rectamente asociada a la claridad de lecturade la imagen, por ejemplo, es muy común re-presentar vistos desde arriba a sapos, lagarti-jas, etc., animales cuya estructura anatómicase percibe con mayor claridad desde ese puntode vista4. En el mismo sentido podemos ar-gumentar que es más probable que el recursode la organización compositiva en base a lasimetría axial vertical especular esté ligado ala proyección de la estructura propia del cuer-po humano que al poder de desdoblamientodel chamán (p.105), en todo caso, el uso deesta simetría connotaría «humanidad». La in-terpretación de las imágenes es una tareacompleja, como la propia antropóloga reco-noce al explicitar su metodología semiótica,de modo que creemos que los numerososejemplos prehispánicos que presenta como«arte chamánico» ameritan un análisis espe-cífico para no caer en una circularidadargumentativa: se determinan los «temaschamánicos» y se identifican en la iconogra-fía como «evidencia» del chamanismo. Enrealidad la evidencia estaría en el registro ar-queológico que permite argumentar la exis-tencia de esta práctica asociada a ciertosmateriales, los «objetos rituales chamánicos»(p.117): pipas, morteros, tabletas, sonajas, etc.Un texto plástico (una imagen encarnada enun soporte) es un «signo» no una «evidencia»y si la interpreto a la luz de datos del registro

arqueológico que dan cuenta de la existenciade prácticas chamánicas no puedo usar esasmismas imágenes como evidencia de la ex-presión plástica de esas prácticas. Por otraparte, Llamazares consigna dentro de las dis-tintas imágenes chamánicas, la representa-ción del ritual (escenas de danza, de persona-jes fumando), la de las visiones del chaman,figurativas y no figurativas, la de los símbolosque lo identifican, la de las plantas que consu-men, sería útil indagar las diferentes funcio-nes simbólicas de estas imágenes de carác-ter muy diferente, que seguramente se pro-ducían y circulaban de modos diferenciados.

El tercer artículo, La «estética del bri-llo»: chamanismo, poder y arte de la ana-logía, fue escrito por el arqueólogo inglésNicholas Saunders, cuyas investigaciones hangirado en torno a los significados del color y elbrillo en la América indígena y precolombina.También aquí se transitan diversos tiempos yespacios culturales (aztecas, mapuches, incas,tukanos, kogi, grupos amazónicos, etc.)ejemplificando con información etnohistóricay etnográfica los valores sagrados, moralesmíticos y sociales de la luz, encarnada en dis-tintos fenómenos naturales, arco iris, nieve,rayos, reflejos del agua, luz solar, etc. Esta«metafísica de la luz» daría cuenta del senti-do chamánico del brillo y el color. Saundersdestaca, acertadamente, aunque resulte pa-radójico, la importancia de la materialidad deesta metafísica en directa relación con el de-sarrollo de distintas «tecnologías del brillo»:en este sentido se distancia completamentede los enfoques arqueológicos clásicos, queatienden a las tecnologías como parte de losindicadores materiales del grado de desarro-

4 En su artículo «El mapa y el espejo: teorías dela representación pictórica» Ernst Gombrich(1989) sostiene que el desarrollo de los distin-tos estilos a través de la historia y las culturasestaría mas vinculado a las funciones concre-tas que debía cumplir la representación que ala concepción de mundo imperante en cadaépoca.

Page 122: Arqueología Sudamericana 3 (1)

120 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

llo/evolución de una cultura, para señalar elaspecto simbólico cultural de las mismas: «Losprocesos tecnológicos en si mismos son elec-ciones culturales cuyos significados y poderemanando una sinergia entre el mito, el cono-cimiento ritual y las habilidades técnicas indi-viduales» (p.131). Señala, entonces, el rol deltrabajo de ciertas piedras por sus propieda-des cromáticas (por ejemplo, las dioritas ver-des asociadas a la fertilidad en el mundonahuatl); de la metalurgia, particularmente enel mundo andino donde objetos de oro y plataencarnaban en si sacralizad y poder; e inclu-so alude a las técnicas de alfarería que logransuperficies bruñidas brillantes. Esta «metafí-sica de la luz», sostiene el autor, opera segúnla lógica de la analogía (en la que la metáforaocupa un lugar estructural) propia de lacosmovisión chamánica. En este planteo (yen el de los editores) resuena el concepto de«pensamiento mítico» de Levi-Strauss (1964),retomado por su discípulo Maurice Godelier:el primero señala que este tipo de pensamien-to opera a través de un determinismo global eintegral donde hay una exigencia de causalidadpara explicar el mundo y esta causalidad arti-cula los planos natural, social y sobrenatural.Godelier (1974), por su parte, sostiene que «elpensamiento primitivo», opera a través demetáforas y metonimias: piensa a la naturale-za de forma analógica al mundo humano yrepresenta a sus seres y fuerzas como suje-tos dotados de conciencia y voluntad, simul-táneamente proyecta en la sociedad humanaestas representaciones del mundo naturalconstituidas en categorías. El aspecto especí-fico en este caso está en la importancia de laexperiencia cromático-lumínica, de caráctersinestésico en la visión chamánica, queSaunders sostiene que no puede reducirse aun mero fenómeno neuropsicológico, sino quedebe considerarse en el contexto más ampliode una cosmovisión. En este sentido, elarqueólogo inglés, al igual que los otros auto-res del libro, entiende el chamanismo no comouna práctica religiosa específica sino como

«una teoría no occidental del ser y actuar enel mundo» (p.137). Al mismo tiempo que plan-tea esta concepción general del chamanismo,con acertada cautela, presenta los problemasmetodológicos del uso del paralelo etnográfico,«claramente insuficiente» para aplicarlo a lainterpretación de culturas del pasado: «Losobjetos arqueológicos difíciles de interpretarque en una época eran rotulados como «ri-tuales», ahora son denominados chamánicos;un fácil recurso para la imaginería provenien-te de estados de conciencia alterada... que amenudo ha funcionado como una pantalla dehumo al ocultar malentendidos acerca de lascomplejas relaciones que existen entre dife-rentes tipos de materialidad, espiritualidad yfenómenos naturales mediatizados a travésde la cultura» (p. 136)5. Más allá del caráctergeneral de su propuesta sobre la existenciade una «metafísica de la luz» en Américainsiste en un aspecto de central importanciadesde una perspectiva histórico-antropológicaadvirtiendo que: «la amplia coherencia de ta-les actitudes genéricas hacia la luz no implicanecesariamente que cada cultura interpreta-ra la luz y la oscuridad de lamisca forma oque los significados culturales específicos...fueran siempre los mismos» (p. 130).Saunders finaliza su artículo aclarando que laconceptualización de «la estética del brillo»es deliberadamente amplia porque apunta (enlas antípodas, a nuestro juicio, de una explica-ción universalizante y a-histórica) a poner enjuego una gran cantidad de información deculturas etnográficas y arqueológicas ameri-canas para alentar a investigar «las compleji-dades tanto del pasado como del presente»(p.40).

En la introducción y los tres primeros ar-tículos comentados se desarrolla el conteni-

5 El autor previene así del uso de la «actividadchamánica» como categoría explicativaomniabarcadora, riesgo que en cierta medidase corre en la propuesta de los editores delvolumen y en sus respectivos artículos.

Page 123: Arqueología Sudamericana 3 (1)

121Reseñas/Resenhas

do medular del volumen en cuanto a la inda-gación en una cosmovisón amerindia. Lossiguientes artículos presentan diversos ca-sos que permiten confrontar y pensar laspropuestas anteriores a la luz de prácticasconcretas, en espacios y tiempos concretos.La autoría de Canto indígena: el sonidosagrado corresponde a Silvia Barrios,antropóloga y cantante —con una abuelachané que le enseñó a escondidas a curar através de oraciones (la palabra crea cosas...p. 154)- que se dedicada a difundir la músi-ca de grupos indígenas de la región chaco-salteña. En su texto narra su experiencia enla organización de un espectáculo, Argenti-na Indígena, estrenado en 1987, en el quecomo directora convocó a participar a dis-tintos músico indígenas. En su relato la poe-sía, la antropología y la crónica dan cuentade los sentidos sagrados que perduran en laactualidad: «...la copla como modo deadentrarse en lo trascendente» (p. 144). Almismo tiempo consigna los procesos detransformación, negociación y apropiación enla interacción entre el «mundo moderno» yla «tradición». También da cuenta de las di-ficultades y, a veces, imposibilidades de con-ciliación (bienvenidas sean las conviccionesinnegociables), como el caso de Mukuk, ellíder del grupo Los Wichi Matacos delPilocomayo, que se negó a participar por-que el canto-danza que iban a representarpodía, en el marco del espectáculo, repetirsesólo cuatro veces y según la tradición debíacantarse durante tres días; solo así tenía sen-tido (p. 149). La música aparece aquí comouna de las formas que aseguran la perma-nencia de las tradiciones: «...el sonido es másseguro que el tiempo y la materia. A la luz dela física cuántica lo que parecía más incon-movible se ha vuelto ilusorio: el tiempo y lamateria» (p. 155).

El exhaustivo articulo de Llamazares,Martínez y la artista plástica e historiadoradel arte especialista en arte mapuche, Tere-sa Pereda, Los que movían el metal. Me-

tamorfosis de la luz en la plateríamapuche, despliega minuciosamente lasmúltiples connotaciones simbólicas de la plataen esa cultura, material asociado a la luna, lofemenino, lo sagrado, lo vital; propiedadesque se imprimen en los distintos objetos con-feccionados con el mismo, fundamentalmen-te objetos y atuendo de las machis. Entreeste artículo y el de Saunders se da una fe-cunda complementación porque aquí pode-mos profundizar en los distintos fenómenosa los que el arqueólogo inglés alude al refe-rirse a la «metafísica del brillo» y a los pro-cesos sinestésicos. Los adornos de plataconfiguran a la mujer vestida de negro enmetáfora del firmamento nocturno, reino lu-nar; en sonaja viviente, sonido sagrado quepropicia la conexión con otros planos. El po-der de transmutación identifica al chaman yal metalurgista. La plata atraviesa con susconnotaciones simbólicas lo socio-político, locosmológico y lo natural.

Los tres textos siguientes, a cargo de in-vestigadores chilenos, se acotan a objetosmuy concretos y la relación, más que con elchamanismo, se da con la noción de«cosmovisión» que se perpetúa a través deprácticas y objetos: Ruth Conejeros, espe-cialista en textiles, analiza en Divinidadesen el arte textil del Puel Mapu (Tierra delEste), el textil mapuche en su proyecciónhistórica señalando especialmente el carác-ter sacro de la tarea de tejer y las connota-ciones mítico simbólicas del mundo animal yvegetal referido en su iconografía. La inves-tigadora en etnoestética, Margarita Alvarado,describe en Widün, el mundo mapuche dela arcilla, los procedimientos y tipologíasalfareros que a través de códigos estéticosmantienen vivas las tradiciones mapuches.El antropólogo, especialista en semiótica yetnoestética, Pedro Mege, en su artículoColores aquí. Simbología mapuche delcolor propone entender el valor simbólicode los colores no como un repertorio de có-digos fijos sino en el contexto semántico re-

Page 124: Arqueología Sudamericana 3 (1)

122 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

gido por la metáfora: cada color significasegún su contexto de actualización. Todo eltrabajo cumple su cometido inicial: «estimu-lar más que concluir» (p. 247).

En el último artículo los editores reseñan, amodo de útil catálogo con bibliografía específi-ca incluida, los tipos, modos de uso y antigüe-dad de uso, de las ocho principales plantaspsicoactivas empleadas por indígenas sudame-ricanos. Un último comentario para propiciarel debate sobre el chamanismo en América:Marco Curátola (1980) en un texto sobre elTaqui Ongoy llamó la atención sobre las dife-rencias entre «posesión» y «chamanismo»: eneste caso el chaman asciende hasta los diosesy se comunica con ellos; en el otro los diosesdescienden y toman el cuerpo del oficiante que,en ese momento, encarna a la deidad. Si pres-tamos atención a la información entohistóricay arqueológica sobre Andes y Mesoamérica,que da pistas de que el sacerdote es la deidaden el momento del ritual, cabe la pregunta: ¿nose acerca más la idea de «posesión» a las prác-ticas y concepciones religiosas de la Américaprehispánica diferenciándose del«chamanismo» registrado en la informaciónetnográfica sobre la América actual? Asumirel compromiso de indagar, rescatar yreinvindicar modos de vida y pensamiento indí-genas resulta un desafío promisorio tanto comonecesario; este libro encara esta problemática,toma posición y abre el debate (a este han apun-tado todos los comentarios y discrepancias aquíexpuestas), planteando discusiones teórico-metodológicas contrastadas con diversos ca-sos. Creo que su mérito es innegable y su lec-tura ineludible para todos los interesados enbucear en la compleja trama de las culturasoriginarias.

ReferenciasCuratola, Marco

1980 Posesión y chamanismo en el cultode crisis del Taqui Ongo. El hombrey la cultura andina. Ramiro MatosEditor, Lima.

Eliade, Mircea1976 El chamanismo y las técnicas arcai-

cas del éxtasis. Fondo de Cultura Eco-nómica, México.

Godelier, Maurice1974 Economía, fetichismo y religión en

las sociedades primitivas. Siglo XXI,Madrid.

Gombrich, Ernst1989 Nuevos estudios sobre la psicología

de la representación pictórica. Alian-za, Madrid.

Kusch, Rodolfo1970 El pensamiento indígena americano.

Cajica, Puebla.1999 América profunda. Biblos, Buenos

Aires [1962].Le Breton, David

1995 Antropología del cuerpo y moderni-dad. Nueva Visión, Buenos Aires.

Lévi-Strauss, Claude1964 El pensamiento salvaje. Fondo de

Cultura Económica, México.Urton, Gary

1985 Animal myths and metaphors inSouth America. University of UtahPress, Salt lake City.

Arqueología de la represión y la resis-tencia en América Latina, editado por Pe-dro Paulo Funari y Andrés Zarankin. Encuen-tro, Córdoba, 2006. Reseñado por CarloEmilio Piazzini (Instituto de Estudios Regio-nales, Universidad de Antioquia).

En esta compilación el lector encontrará unbuen ejemplo de que la arqueología contem-poránea en América Latina avanza en latrasgresión de las fronteras que tradicional-mente demarcaban su objeto de estudio.Quien —guiado por la palabra arqueologíaen el título— quisiera encontrar en esta pu-blicación alguna referencia a la reconstruc-ción de eventos o procesos indígenas pre-colombinos sencillamente no hallará lo es-perado e, incluso, aquel que pudiera consi-derar que se trata de una compilación deestudios de arqueología histórica sobreLatinoamérica tendrá que aceptar que se

Page 125: Arqueología Sudamericana 3 (1)

123Reseñas/Resenhas

trata de una historia muy reciente, que seconfunde sin límites precisos con el presen-te. De hecho, la ficha bibliográfica del textose encuentra referenciada bajo el registro«Historia política latinoamericana» y, deacuerdo con los compiladores, «... la arqueo-logía —ahora entendida como el estudio delas personas a través de la cultura material—ofrece la posibilidad de generar visiones al-ternativas a las de la historia escrita, inde-pendientemente de variables como tiempo yespacio» (p. 12).

Efectivamente, no hay en los textos nadaque tenga que ver con el ejercicio tradicio-nal de establecimiento de cronologías; la tem-poralidad de los acontecimientos o procesosestudiados está dada de antemano por lamemoria de hechos recientes. En relacióncon la variable espacial habría que decir,contradiciendo parcialmente a loscompiladores, que es en torno de ella que esposible buena parte de los estudios presen-tados; así, por ejemplo, los capítulos elabo-rados por Roberto Rodríguez sobre la bús-queda de los restos del Che Guevara enBolivia, por Rodrigo Navarrete y Ana MaríaLópez acerca de los graffitis elaborados porpresos en el Cuartel de San Carlos en Cara-cas, por Patricia Fournier y Jorge Martínezsobre el genocidio de 1968 en Ciudad deMéxico, por José María López en torno dela represión política y militar en Uruguay ypor Andrés Zarankin y Claudio Niro sobrelos centros clandestinos de detención duran-te la dictadura en Argentina. En todos ellosla variable espacial resulta clave, ya sea en-tendida simplemente como extensión de re-ferencia sobre la que se localizan determi-nados lugares o, en una acepción más ela-borada, como sistema de relaciones entresujetos, objetos y lugares que agencian prác-ticas de poder. Ello indicaría que la arqueo-logía, una vez relativizada la importancia deltiempo y las cronologías, permite restituir elespacio y las materialidades como aspectoscentrales para su práctica.

He querido comenzar por resaltar unode los aspectos que, a mi juicio, caracterizanla práctica reciente de una arqueología lati-noamericana que, conciente o inconsciente-mente, transita hacia la redefinición de sulugar en las cartografías de pensamiento. Setrata, indudablemente, de una arqueologíaque se acerca más a otras disciplinas y quepropone temas transversales de conversa-ción, pero, más allá de ello, que realiza aproxi-maciones audaces a problemáticas de incum-bencia general. La represión y la violenciaejercida en décadas recientes por organis-mos estatales en varios países latinoameri-canos es una de ellas y constituye el temacentral de la publicación.

Las consecuencias, para la arqueologíamisma, de esta apertura extra-académica sonmateria de reflexión por parte de AlejandroHaber en uno de los capítulos del libro. Segúnel autor tradicionalmente la arqueología haconstituido un régimen de verdad que abogapor la neutralidad valorativa y el objetivismo,características que «...se resquebrajan cuan-do los hechos tratados son tan indiscutible-mente atroces que no tan sólo conformanparte de una realidad que no puede ser nega-da sino de una realidad que tampoco debe sernegada» (p. 139). Es así como el hacer ar-queología sobre temas que no admiten neu-tralidad valorativa implicaría, en última instan-cia, el establecimiento de otro tipo de régimende verdad que, sin ser menos académico omenos científico, no excluye otras formasextra-académicas de la memoria; ni siquieralas convierte en su objeto de estudio sino quelas incorpora plenamente en sus procedimien-tos y resultados. Un ejemplo de ello es el ca-pitulo escrito a dos manos por AndrésZarankin, profesor de arqueología, y ClaudioNiro, periodista ex detenido-desaparecido porel régimen argentino en la década de 1970, yactual estudiante de antropología. Aquí lamemoria narrada por un protagonista se en-trelaza con la arqueología de los lugares deretención y tortura de un régimen militar de

Page 126: Arqueología Sudamericana 3 (1)

124 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

derecha, aportando a la reconstrucción deacontecimientos velados o mal conocidos y ala producción de una narrativa proclive a laelaboración de recuerdos dolorosos y, a la lar-ga, a la reparación de las víctimas por la víadel reconocimiento y puesta en la escena delo público de las atrocidades cometidas. Eneste sentido la arqueología viene a ser unapráctica discursiva eficaz en la tarea de con-validar voces otrora disidentes y de materiali-zar sus memorias con todas las implicacionesque tiene el hecho de restituir al plano de lovisible, tangible y localizable aquellos referen-tes que, hasta entonces, no tenían un «lugarde la memoria».

Pero si bien es cierto que el régimen deverdad en el que tradicionalmente se ha so-portado la autoridad de la arqueología debemucho a una visión hegemónica y excluyen-te del pasado y el presente es necesario re-conocer que en el diálogo que, eventualmen-te, establezcan los arqueólogos con otrosregímenes de verdad (en este caso el de lasvíctimas) no pueden ni deben renunciar alesfuerzo por generar discursos verosímilessobre los procesos y hechos sociales a losque se pretenden dirigir. Piénsese en la soli-dez de la información que los estudiosos deotras disciplinas y determinados sectores dela población esperan de una arqueología yuna antropología forense dedicadas a apor-tar elementos para el establecimiento de laverdad en el marco de proyectos de justiciay reparación.

A riesgo de simplificar un tanto los pro-cesos sociales y políticos a los que se refie-ren los textos del libro se podría decir que hasido, fundamentalmente, en aquellos paísesen los cuales durante los últimos años se haoperado un giro en los sistemas políticos ymilitares (antes mayoritariamente de dere-cha, ahora mayoritariamente de izquierda)en donde se ha avanzado en la realizaciónde estudios de arqueología de la represión yla resistencia. Por el contrario, en aquellospaíses en los cuales se vive una relativa con-

tinuidad en los sistemas políticos y militaresestos estudios constituyen apenas un proyec-to o ni si quiera existen. Los artículos queabordan acontecimientos sucedidos durantelos regímenes de derecha en Bolivia, Uru-guay, Brasil, Argentina y Venezuela demues-tran la existencia de experiencias, resulta-dos y proyectos en marcha de una tal ar-queología, mientras que ello es apenas unproyecto en el caso de México y una posibi-lidad acaso no entrevista para el caso deColombia. Lo que quiero decir es que el es-tablecimiento de un dialogo en el que puedaarticularse el régimen de verdad de la ar-queología con las memorias (otrora) disiden-tes resulta relativamente cómodo en aque-llos casos en los cuales se han venido dandocondiciones proclives al reconocimiento pú-blico de las atrocidades cometidas por losregímenes anteriores. De alguna manera losarqueólogos pueden estar hablando desde unaposición compartida por amplios sectores dela opinión pública, las instituciones y los go-biernos en el poder.

La envergadura del reto que supone labúsqueda de un nuevo régimen de verdadpara una arqueología interesada por el pasa-do reciente de las sociedades latinoamerica-nas, que converse de manera dialógica y noexcluyente, pero tampoco complaciente, conla pluralidad de las memorias sociales se ponede manifiesto al pensar en lo que sería unaarqueología de la represión y la resistenciaen Colombia. Pongo este caso hipotético pordos razones. La primera porque se trata delpaís desde el cual hablo. La segunda porqueel caso colombiano es aquel de una tensióny conflicto permanente entre visiones de lahistoria reciente que señalan las atrocidadescometidas, ya por el Estado, por los gruposparamilitares o ya por la guerrilla, sea entreellos o en relación con la población civil. Aquíno es posible identificar una visión más omenos predominante acerca de quiénes hansido los reprimidos y los que han ejercidoresistencia. Muchas veces los victimarios

Page 127: Arqueología Sudamericana 3 (1)

125Reseñas/Resenhas

reclaman ser ellos mismos las víctimas, mien-tras que las acciones terroristas y los delitosde lesa humanidad pueden ser endilgados aunos y otros. Curiosamente, o quizá por lomismo, el único articulo del libro en menciónque se aparta de la exposición de experien-cias o proyectos de arqueología o antropolo-gía forense aplicados a eventos de represióno resistencia es el elaborado por CarlLangebaek a propósito de Colombia. Estearticulo, que marca ciertamente una discon-tinuidad temática y retórica con el resto dela compilación, no está interesado en aproxi-marse desde la arqueología a los hechos oacontecimientos relacionados con el conflictopolítico-militar que ha dominado la historiacolombiana desde hace más de medio siglo.Se dirige, más bien, a examinar por qué losarqueólogos colombianos no han adoptadode manera significativa enfoques políticos deizquierda para tratar de hacer arqueología.Se desprende del articulo de Langebaek queuna suerte de esquizofrenia discursiva ha-bría conducido a que, aún en el caso de pro-fesar una ideología marxista o de declararsecomo «arqueólogos sociales», losarqueólogos colombianos hubiesen seguidoproduciendo narraciones fundamentalmen-te centradas en el pasado precolombino,empleando un enfoque histórico-cultural pro-clive al mantenimiento de una visión conser-vadora y hegemónica del pasado nacional.Pienso que esta ambigüedad enunciativa yeste confinamiento mayoritario en lastemporalidades «prehistóricas» resulta de lascondiciones particulares del contexto colom-biano antes enunciadas. Hacer una arqueo-logía de la resistencia y de la represión enColombia además de peligroso resultaconceptualmente complicado. Aun cuandoexisten experiencias, muy valiosas por cier-to, de proyectos de antropología forense yalgunos organismos del Estado emplean téc-nicas de antropología forense de manerarutinaria en sus investigaciones no conozcoexperiencias de estudios arqueológicos que

aborden, expresamente, restos materiales delsinnúmero de eventos y lugares que testi-monian el cruento conflicto colombiano delas últimas décadas. A lo sumo algunosarqueólogos han venido interesándose porhacer una «arqueología histórica» que semantiene, no obstante, dentro de los límitescronológicos que la separan de una arqueo-logía del pasado reciente.

El caso de Colombia —en donde actual-mente se aplica un controvertido proyectode verdad y justicia que pretende identificarlos culpables y las víctimas de un conflictovigente, así como establecer los castigos yreparaciones a que haya lugar— plantea entoda su dimensión y complejidad el reto de loque sería la definición del régimen de ver-dad de una arqueología que tercie con crite-rios sólidos en medio de las múltiples vocessobre lo que ha sido y significa el pasadoreciente de las represiones y la resistenciaen América Latina. Seguramente no se tra-ta de un caso aislado. La situación colom-biana, en donde no es fácil separar víctimasde victimarios, es afín a otros países comoNicaragua y, a la larga (y ojalá no fuera así),plantea un escenario similar al que podríanvivir en los próximos años algunos países que,por lo pronto, se encuentran en una posiciónmás o menos unificada de crítica a los regí-menes político-militares que les han antece-dido. En estos casos complejos en los que esdifícil coincidir siempre con lo «políticamen-te correcto», pero aún en los que aparentanser más sencillos, es necesario reflexionarsobre la manera como la arqueología, unavez reconocida su deuda histórica con visio-nes hegemónicas del pasado, puede habili-tar una voz autorizada mas no autoritaria,verosímil mas no única, autónoma pero noaislada, sobre los acontecimientos y proce-sos que hacen parte de las historias recien-tes de los países latinoamericanos. Creo queesta línea de reflexión puede conducir unalectura crítica y fecunda de la compilaciónefectuada por Funari y Zarankin.

Page 128: Arqueología Sudamericana 3 (1)

126 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

Andean archaeology, editado por HelaineSilverman. Blackwell, Oxford, 2004. Rese-ñado por Alexander Herrera (Departamen-to de Antropología, Universidad de los An-des/Museo Nacional de Arqueología, Antro-pología e Historia del Perú).

Cuando por primera vez vi Andeanarchaeology, el volumen recientemente edi-tado por Helaine Silverman, me excité. Nosólo porque es la punta de lanza de la serie«Arqueologías del mundo» editada por la pres-tigiosa casa Blackwell sino porque la carátulamuestra una bella vasija escultórica de unguerrero cojo, enigmático ejemplo de uno demis estilos favoritos. El formato y el tiempode la publicación me parecían perfectos: lostres volúmenes recientemente editados porIsbell y Silverman (2002-2006) son caros ymuy pesados para estudiantes de pregrado;el didáctico The Incas and their ancestorsde Michael Moseley (1992, revisado 2001)ya comienza a sentir los efectos del tiempo yel excelente texto Peruvian prehistory edi-tado por Keatinge (1988) ya ha cumplido másde 25 años. Andean archaeology, pensé,podría realmente convertirse en una fuentede textos clave para cursos de pregrado enarqueología andina, tal y como Meskell y Joyceprometen en el prefacio.

La introducción de Silverman a la temá-tica y a los capítulos (organizados en ordencronológico) es una invitación a reflexionar.Su crítica de los supuestos evolucionistasentretejidos en el edificio cronológico andinoes muy pertinente: los andinistas necesita-mos repensar seriamente nuestra perspecti-va del tiempo arqueológico. Sin embargo, nome queda claro cómo los fechadosradiocarbónicos podrían mostrar el caminopara salir del enredo sin, a la vez, marginar ala mayoría de investigadores latinoamerica-nos que rara vez dispone de fondos paraencargar análisis en el extranjero. Probable-mente la probada y comprobada publicaciónde planos y perfiles de excavación, eviden-

cias de la compleja escalaridad temporalmúltiple que la arqueología debe manejar,nunca debió pasar de moda.

Los capítulos cronológicos arrancan conuna balanceada, crítica y concisa reseña dela investigación en torno al primerpoblamiento de los Andes centrales (aprox.11000-3800 a.p.). El marco conceptual y lasperspectivas ofrecidas por el experimenta-do trío de autores (Duccio Bonavía, TomDillehay y Peter Kaulicke) son sólidos, se-rios y expuestos claramente.

El ensayo sobre el Arcaico final (5000-3800 a.p.) de Jonathan Haas y WinifredCreamer, en cambio, se esfuerza en propug-nar un punto central: que los desarrollos cul-turales acaecidos en la costa nor-central delPerú en el quinto y cuarto milenio a.p. irra-diaron su entorno, convirtiéndose en el fun-damento de todo lo que le siguió. El argu-mento difusionista puede ejemplificarse apartir del polémico vínculo entre las formasmás antiguas de arquitectura pública (las pla-zas circulares hundidas) y una figuraantropomorfa frontal propuesta como la re-presentación más antigua del «dios de losbáculos». Por su estilo la representación pin-tada en fragmentos de mate hallados en lasuperficie de un sitio precerámico enPativilca contradice el fechadoradiocarbónico del mate al quinto milenio a.p.En Chavín de Huántar elaboradas represen-taciones en piedra de este tema religiosodatan del tercer milenio a.p., pero figurassemejantes sólo comienzan a ser comunes apartir de la segunda mitad del primer mileniode la era cristiana. Aunque me fue imposiblehallar iconografía estrictamente similar fe-chada en menos de 2000 años (aún si el «bá-culo» es interpretado como parte de un re-cuadro) la contradicción entre el fechadorelativo y absoluto puede ser tan sólo apa-rente. Es posible que la debatida figura fue-ra pintada en un mate antiguo, quizásexcavado durante la construcción de tum-bas en un cercano cementerio del Horizonte

Page 129: Arqueología Sudamericana 3 (1)

127Reseñas/Resenhas

Medio (c. 1400-800 años a.p.), un acto detan sólo unos minutos, que bien pudiera ha-ber ayudado a calmar a los espíritus, dioses,ancestros o parientes, nerviosos por un ines-perado hallazgo arqueológico.

Uno de los primeros trabajos con nuevose importantes datos de excavación de Chavínde Huántar, acaso el sitio arqueológico másimportante de su época en el continente, nopodía dejar de marcar un hito. El enfoque deJohn Rick y Silvia Rodríguez en la «cons-trucción de autoridad» como la creación (¿omanipulación?) de formas de pensamientorepresenta un reto cognitivo refrescante alparadigma sistémico. El lector podrá con-trastar los argumentos propuestos contra laevidencia para pensar el posible cambio en-tre un liderazgo en pro del sistema hacia unliderazgo enfocado en la glorificación de loslíderes en Chavín de Huántar entre los años3800 y 3200 a.p. Lo que más me llamó laatención de éste y otros capítulos del libro,sin embargo, es la escasez de referencias alimportante corpus de investigaciones previas.Quizás estoy siendo anticuado (otra vez) pero¿acaso los textos diseñados para estudian-tes de pregrado no deberían dejar en claro loque se ha hecho hasta el momento, a la vezque motivar y empoderar al estudiante a rea-lizar investigaciones propias de modo quepuedan arribar a conclusiones propias? Lasprácticas de citación parecen indicar signifi-cativas divergencias de opinión en torno a loque debiera ser un texto de docencia.

El trabajo Vida, muerte y ancestros deDeLeonardis y Lau recoge investigacionesrecientes sobre el Periodo Intermedio Tem-prano (2200-1400 a.p.) desarrollando paraello un marco de referencia comparativoenfocado en el estudio de la agencia de losmuertos. La ideología y la política retornanal campo discursivo con ejemplos ilustrativosde las culturas Recuay, Lima, Paracas yNasca. Los autores abordan, pertinentemen-te, la veneración de ancestros como un es-pacio social clave para el encuentro de y

entre linajes, comunidades, grupos étnicos yformaciones socio-políticas.

El enfoque puntual en los desarrollos cul-turales de la primera parte del primer mileniode nuestra era continúa con la sucinta yautoritativa reseña de la política Moche deGarth Bawden. Contextualizada en la regióncostera norteña la discusión lúcida y accesi-ble busca explicar las transformaciones ideo-lógicas Moche en términos de un sistemasimbólico material compartido por centrosindependientes que responde a una comple-ja serie de vínculos de fuerzas sociopolíticas,sicológicas y naturales.

El ensayo temático sobre textiles señalaun importante reconocimiento de lacentralidad de los tejidos en la vida socialandina. Ran Boynter introduce los temascentrales, incluyendo la increíble inversión demano de obra requerida para hacer las telasmas finas, el rol de los textiles decorados enel intercambio de información simbólica y losroles sociales asumidos por individuos vesti-dos en representaciones. La perspectiva esadecuadamente amplia, abarcando laetnohistoria del siglo XVI tanto como el«precerámico con algodón» del quinto milenioa.p. Dadas las limitaciones de espacio escomprensible que no aborde las discusionessobre producción y manipulación de fibras,incluyendo el pastoreo de camélidos, la agri-cultura del algodón y el hilado y teñido. Noobstante, no pude dejar de sentir que la rue-da acaba de ser reinventada.

El interesante trabajo de Anita Cook so-bre la compleja iconografía Wari, el primerode tres capítulos dedicados al pobrementecomprendido Horizonte Medio (aprox. 1400–800 a.p.), se centra en el contexto social delas densamente significativas historias repre-sentadas en las vasijas producidas y consu-midas en Conchopata (Ayacucho), posible-mente el sitio de producción de cerámica másgrande de los Andes surperuanos. Introdu-ce temas mayores, vinculados a la disper-sión de ideologías, y enfoca el papel de sím-

Page 130: Arqueología Sudamericana 3 (1)

128 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 3(1):103-129, 2007

bolos materiales y conocimiento incorpora-do. En su sintético bosquejo de un objeto deestudio de enorme complejidad Cook criticao reevalúa casi todas las líneas de interpre-tación tradicionales, con la notable excep-ción de la estructura política del fenómenoWari.

Una refrescante crítica del neo-evolucio-nismo y un enfoque en continuidades a largoplazo es el punto de partida de Isbell y Vrarnichpara intentar una fenomenología comparati-va de las urbes de Tiwanaku y Wari, supues-tas capitales de dos estados del HorizonteMedio. Su apasionado acercamiento está di-rigido a rescatar el drama inserto en la arqui-tectura. El enfoque en la arquitectura monu-mental, tal y como es percibida una vez cons-truida, sin embargo, deja de lado la experien-cia de la construcción, distanciando así identi-dades y practicas sociales de las relacionessociales de producción. Me quedé pensandoqué harían los colegas bolivianos de la con-clusión que Tiwanaku (recientemente decla-rado patrimonio cultural de la humanidad porla UNESCO) representa el primer themepark del hemisferio.

El capítulo sobre arqueología domésticaen Tiwanaku, de John Janusek, ejemplificamuchas de las virtudes de este tipo deacercamientos, incluyendo la importancia deexcavaciones en área para desenredar laproblemática de las identidades mayoritariasen sociedades complejas. Su sugerencia deque Tiwanaku debe ser entendido como un«punto de anclaje viviente de unidad política,afiliación religiosa e identidad cultural» abresugerentes ventanas para los estudios delHorizonte Medio.

Conlee, Dulanto, Mackey y Stanish, encambio, optan por un enfoque más tradicio-nal, de arriba hacia abajo, para abordar lacomplejidad social durante el IntermedioTardío (aprox. 1000-530 a.p.). Su concisareseña de resultados obtenidos en los Andescentrales durante las últimas décadas ilumi-na las culturas arqueológicas, qua forma-

ciones políticas en potencia, que forman elpuente entre la arqueología y la etnohistoria,incluyendo Chimú, Sicán (Lambayeque) yCasma en la costa norte, Ychma(Pachacamac) en la costa central, y forma-ciones socio-políticas menores en la costasur y sierra sur-central.

La problemática relación entre laetnohistoria Inka y la arqueología tambiénse halla al centro del segundo capítulo temá-tico del libro, de Juha Hiltunen y GordonMcEwan. Su objetivo explícito es revivir latradición historicista y avanzar sobre la inte-gración de ambas disciplinas a partir de lacrónica sui generis del jesuita FernandoMontesinos sobre la historia dinástica Inka ypre-Inka. Disonante de las demás crónicasOphir de España extiende el mito ances-tral Inka hacia el pasado, uniéndose a la na-rrativa bíblica de los orígenes del ser huma-no. Nombres de «reyes» en Quechua yAymara y las plausibles duraciones de susrespectivos «reinos» fundamentan la credi-bilidad de esta crónica. La discusión decorrelatos arqueológicos y genéticos es su-gerente. Se plantean preguntas sugerentesen torno a la percepción de los fenómenosWari y Tiwanaku por parte de los Inka, peroestas permanecen inconclusas, en parte de-bido a la débil crítica de esta fuente.

Schreiber y D’Altroy finalizan el tomocon altura presentando una lúcida discusiónde métodos históricos y arqueológicos basa-da en una comparación de las estrategiasimperiales Wari e Inka. Su énfasis en la fle-xibilidad y la variabilidad temporal de estasestrategias arroja una importante preguntateórica: ¿cómo redefinimos la noción de «im-perio» una vez fuera del contexto históricoeurásico o africano? La respuesta a esta in-cógnita la resuelven desde una fuerte pers-pectiva centrada en la economía política, unamirada de arriba hacia abajo que, de algunamanera, deja de lado el papel de lasontologías andinas en la creación de la cul-tura material.

Page 131: Arqueología Sudamericana 3 (1)

129Reseñas/Resenhas

En resumen este volumen «diseñado parasatisfacer las necesidades de estudiantes yprofesores en arqueología» logra el cometi-do general de cubrir «conceptos e ideas fun-damentales en arqueología», introduciendo«desarrollos contemporáneos». Los trececapítulos proveen una mezcla de balancea-das reseñas académicas y polémica en bus-ca de protagonismo, matizada con destellosde sesudo entendimiento. A mi manera dever la fuerza como algunos argumentos untanto periféricos se presentan en capítulosindividuales está fuera de lugar en un volu-men diseñado para estudiantes de pregrado.En su conjunto, sin embargo, Andeanarchaeology merece unos seis o siete pun-tos sobre diez.

ReferenciasSilverman, Helaine y William Isbell (Editores)

2002 Andean archaeology. Plenum, Nue-va York.

Keatinge, Richard (Editor)1988 Peruvian archaeology. An overview

of pre-Inca and Inca society.Cambridge University Press,Cambridge.

Moseley, Michael1992 The Incas and their ancestors.

Thames & Hudson, Londres.2001 The Incas and their ancestors (edi-

ción revisada). Thames & Hudson,Londres.

Page 132: Arqueología Sudamericana 3 (1)

ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA/ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA 3,1, enero/janeiro 2007

NOTICIAS/NOTÍCIAS

CUARTA REUNIÓNINTERNACIONAL DE TEORÍAARQUEOLÓGICA EN AMÉRICADEL SURLa Facultad de Humanidades y la Escuelade Arqueología de la Universidad Nacionalde Catamarca se complacen en anunciar larealización de la Cuarta Reunión Internacio-nal de Teoría Arqueológica en América delSur. La reunión se realizará del 3 al 7 de juliode 2007, en San Fernando del Valle deCatamarca con la organización del Docto-rado en Ciencias Humanas (Facultad deHumanidades, Universidad Nacional deCatamarca) y el auspicio del Congreso Ar-queológico Mundial (WAC, por sus siglas eninglés). Luego de las fructíferas reunionesde Vitória (1998), Olavarría (2000) y Bogo-tá (2002) un largo paréntesis amenazaba conimponer su silencio. Por eso, y porque sabe-mos que nada cercano al silencio ayudaría acomprender a la arqueología actual en nues-tro continente, extendemos esta invitación ala 4TAAS. Creemos que para comprendera la arqueología es necesario dialogar entreaquellos que nos dedicamos a ella, pero tam-bién con todos aquellos a quienes la arqueo-logía toca de cerca, ya sea por su pertenen-cia, por su actividad o por su interés. Espe-cialistas de disciplinas académicas vecinastambién nos ayudarán a nuestra reflexión.Tenemos la intención de que la 4TAAS, en-tonces, constituya una cita de encuentro. Deencuentro entre quienes ya nos conocemos,pero también con aquellos con quienes unaconversación ha estado largamente demo-rada. No sólo deseamos que acepten esta

convocatoria sino, también, que participen deella, convocando a todos aquellos actores quela enriquezcan. Pueden contactarnos en ladirección [email protected].

QUARTA REUNIÃOINTERNACIONAL DE TEORIAARQUEOLÓGICA DA AMÉRICADO SULA Faculdade de Humanidades e a Escola deArqueologia da Universidade Nacional deCatamarca se comprazem em anunciar arealização da Quarta Reunião Internacionalde Teoria Arqueológica da América do Sul.A reunião se realizará entre 3 e 7 de julho de2007, na cidade de San Fernando del Vallede Catamarca (Argentina), com aorganização do Doutorado em CiênciasHumanas (Faculdade de Humanidades daUniversidade Nacional de Catamarca) e oauspício do Congresso Arqueológico Mun-dial (WAC, sua sigla em inglês). Logo dasfrutíferas reuniões de Vitória em 1998,Olavarría em 2000, e Bogotá em 2002, umlongo parênteses ameaça impor seu silêncio.Porém, e sabendo que nada próximo dosilêncio ajudaria a compreender a arqueologiaatual em nosso continente, é que estendemoseste convite a 4TAAS.

Cremos que para compreender aarqueologia é preciso dialogar não só entreos que nos dedicamos a ela, mas tambémcom todos aqueles a quem a arqueologia lhestoca de perto, quer por sua origem, por suaatividade ou por seu interesse. Especialistasde disciplinas acadêmicas vizinhas tambémnos ajudarão na nossa reflexão. Temos a

Page 133: Arqueología Sudamericana 3 (1)

131Noticias/Notícias

intenção de que a 4TAAS, então, constituauma cita de encontro. De encontro entrequem já nos conhecemos, mas também comquem uma conversação tem sido longamentedemorada. Não apenas desejamos que

UNIVERSIDAD DEL CAUCAINSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

DOCTORADO EN ANTROPOLOGÍAResolución Resolución 5291 de 2005 del Ministerio de Educación Nacional

Informes:

Instituto de Posgrados en Ciencias Sociales, Universidad del CaucaCalle 4 No 3 – 56, Popayán, Cauca (Colombia)

Telefax: 57 + 2 8244656 / 8240050 Ext. 118.Correo Electrónico: [email protected]

Página web: www.unicauca.edu.co

Instituto Colombiano de Antropología e HistoriaCalle 12 No 2-41. Bogotá, D.C. (Colombia)

Teléfono: 5619500 / 5619600.Correo Electrónico: [email protected]

Página web: www.icanh.gov.co

aceitem este convite, mas também queparticipem dele, convocando a todos aquelesatores que a enriqueçam. Contactos [email protected].

Page 134: Arqueología Sudamericana 3 (1)

DOCTORADO EN ARQUEOLOGÍAUNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO

DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES, OLAVARRÍAEl Doctorado en Arqueología en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de BuenosAires, Argentina, amplía el horizonte de formación académica de los graduados en arqueologíay disciplinas afines y genera una oferta diferente y de calidad para los graduados de Argentinay de América del Sur. Aborda temas que no son regularmente ofrecidos en otros programaspero que son de crucial importancia para alcanzar una completa formación arqueológica con-temporánea (e.g. temas de teoría arqueológica actual, etnoarqueología, geoarqueología, proce-sos de formación de sitios, tafonomía, protección del patrimonio, etc.). Aunque el Doctoradopretende que el graduado tenga una formación universal está enfocado a tratar temas derelevancia para la arqueología latinoamericana. El objetivo del Doctorado es formar doctorescon una sólida formación teórico-práctica, capacidad crítica y reflexiva y aptitud para desarro-llar un trabajo científico original de alta calidad. Se espera, además, que los alumnos del Docto-rado desarrollen criterios éticos en relación a la práctica profesional y al respeto de los pueblosoriginarios de América y adopten una actitud consciente y reflexiva sobre las implicacionessociales y políticas de sus investigaciones. El Doctorado en Arqueología tiene una plantaestable de 20 profesores que dictan, al menos, un curso cada dos años. Este plantel se amplíaanualmente con profesores invitados nacionales y extranjeros que imparten cursos en susrespectivas especialidades. El director del Doctorado es el Dr. Gustavo G. Politis. La inscripciónestá abierta de marzo a noviembre de cada año. Informes: Facultad de Ciencias Sociales de laUniversidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Avda. Del Valle 5737 - B 7400JWI Olavarría, Argentina. Tel.+54(0)2284 450331/450115 int.315/392/306. Fax: +54(0)2284 451197int. 301. Correo electrónico: [email protected]; sitio web: www.soc.unicen.edu.ar/posgrado

Page 135: Arqueología Sudamericana 3 (1)
Page 136: Arqueología Sudamericana 3 (1)