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Sábado 20 de marzo de 2010 l Heraldo de Aragón46 l

CULTURA&OCIO

U na trompeta en el lavabo,varios violinistas frente ala pared y en los cameri-

nos, una fila para hacerse con laplancha.Quedaban20minutospa-ra arrancar con el concierto y loúnicoque laFilarmónicaNacionalde Rusia producía era ruido, mu-cho ruido. Julio Lezcano no para-ba quieto mientras veía a más decien músicos moverse por los pa-sillos y repartirse los camerinosdel Auditorio de Zaragoza, del quees regidor desde hace 15 años.

Se encarga de que todo salgabienen losconciertosyconlosru-

sos no fue fácil. El martes pasado,después de tres semanas, la or-questa llegóaZaragoza,últimapa-radadesugira.Habíanviajadodes-de Barcelona en autobús y de aquívolaban a casa. “Venimos entona-dos, por eso hoy no necesitamosensayar mucho”, declaró VladimirSpivakov, el director, y lo hizo enruso, porque ni él ni casi ningunodesusmúsicoshablanotroidioma.

“No les entiendo nada”, decía elregidor, que había comenzado atrabajar desde la mañana, cuandoun tráiler llevó la ropa y los instru-mentos al recinto. Él tuvo que po-

ner todo en su sitio antes de quellegaran los músicos, como hoy lohará para The Scholars BaroqueEnsemble. “Por lo general, vienencon dos horas de antelación”, con-tó sorprendido por los horarios dela orquesta rusa, que llegó solo 35minutos antes del concierto.

Spivakov fue el último en entrar,y de inmediato reunió a sus con-certinos para recordarles los pun-tos difíciles de la interpretación.“También les escribo notitas paraque no lo olviden”, reveló. Estabanervioso, aunque eso la orquestanunca lo llegó a saber.

“Vamos a sentir los instrumen-tos, rápido”, les ordenó a sus mú-sicos, que al oírlo salieron al esce-nario todavía con ropa de calle.Quedaban veinte minutos y mu-chos ni se habían cambiado. “Sonprofesionales, sabenloquehacen”,afirmó Lezcano, que pidió a los ar-tistas que volvieran a los vestua-rios porque la gente había comen-zado a tomar sus asientos.

Dentro, unos se vestían, otroscomían y los había que jugabancon su móvil. Vladimir y Victoriase besaban y lamentaban no haberconocido la ciudad. “Casi nunca

nos da tiempo”, reconoció el mú-sico.Ensucabeza,admitió, losner-vios no eran por el concierto, sinopor el fútbol. El CSKA de Moscújugaba a la misma hora.

Mientras, Galima Barsova bus-caba unos tapones de oídos. “Es-toy cerca de la batería, sin ellos nopuedotocar”,explicabacasigritan-do, porque el ruido de la orquestaafinandoyaeraaltísimo.Aunqueaella parecía no importarle: seguíaintentando escuchar a Ksenia, suamiga de Zaragoza, a la que noveía desde hacía veinte años.

GUILLERMO ARAGÓN

Uno de los intérpretes afina su trompeta en los baños del Auditorio. JOSÉ MIGUEL MARCO

Música l Antes de salir al escenario, los músicos planchan, comen y afinan instrumentos en lugares curiosos. Después de 15 años, en el Auditorio deZaragoza conocen el ritual previo al concierto y la experiencia les permite cuidar cada detalle casi sin necesidad de mediar palabra con sus visitantes

El director, Vladimir Spivakov, comenta los tramos complicados del recital. J. M. MARCO

Un violinista ensaya de cara a la pared para evitar las distracciones. J. M. MARCO

Las intérpretes rusas esperan para poder planchar antes del concierto. J. M. MARCO

El ruido que alimentaun gran concierto