JOSE ENRIQUE RODÓ
BIOGRAFIA
Nació el 15 de julio de 1871 en Montevideo (Uruguay).
Ingresó con nueve años en el Colegio Elbio Fernández. Perteneció a la llamada "generación de 1900".
Diputado por el Partido Colorado en varias ocasiones, pero crítico con el batallismo oficial del presidente José Batlle y Ordóñez, se trasladó en 1916, a Europa para trabajar como corresponsal literario de Caras y Caretas. Fue cofundador de la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales (1895-1897), y desde ese momento ejerció la crítica literaria con tolerancia y flexibilidad.
Bajo el título común de La vida nueva, dio a conocer los ensayos El que vendrá (1897), La novela nueva (1897), Rubén Darío. Su personalidad literaria. Su última obra (1899) y Ariel (1900). Este último, un "sermón laico" dedicado a la juventud de América, tuvo una gran repercusión en toda la América hispánica, con su visión de los Estados Unidos como imperio de la materia o reino de Calibán, donde el utilitarismo se habría impuesto a los valores espirituales y morales, y su preferencia por la tradición grecolatina de la cultura iberoamericana.
El éxito no se repitió con sus obras posteriores: Liberalismo y jacobinismo (1906), Motivos de Proteo (1909), El mirador de Próspero (1913) y las póstumas, El camino de Paros(meditaciones y andanzas) publicada en 1918 y Nuevos motivos de Proteo, en 1927.
José Enrique Rodó falleció en Palermo, Italia, el 1 de mayo de 1917.
Obras
La novela nueva (1897)El que vendrá (1897)Rubén Darío (1899)Ariel(1900)Liberalismo y Jacobinismo (1906)Motivos de Proteo (1909)El mirador de Próspero (1913)El camino de Paros (1918)Rubén Darío 2. (1920)Epistolario (1921)Nuevos motivos de Proteo (1927)Últimos motivos de Proteo (1932)
ESTILO:
El estilo literario de Rodó está cargado de manierismo, de esteticismo y aun de "ripio", en el sentido del Decálogo de Quiroga. Digámoslo sin rodeos: está cargado de impedimentos para el lector actual, especialmente el de sus obras más conocidas, Ariel y Motivos de Proteo. El estilo se aliviana en otros textos igualmente
relevantes aunque hoy menos leídos. Cobra un perfil más cotidiano en los ensayos de El Mirador de Próspero, entre los cuales Bolívar, Montalvo,Juan María Gutiérrez y su época y Rumbos nuevos podrían incluirse en una antología de mediados del siglo XX (puede disolverse completamente, por ejemplo, en El trabajo obrero en el Uruguay). El rasgo de mayor dificultad para su aprobación actual es el del estilo sentencial, en algún sentido "profético". Cuando lo exige la ocasión, sin embargo, puede desprenderse de este continente, como lo hace en los ensayos de Los últimos Motivos de Proteo, en Escritos sobre la guerra de 1914, en El camino de Paros o en los escritos de la "Revista Nacional".
Es necesario aclarar un viejo mal entendido a este respecto. Ese estilo esteticista y retórico que una relación infrecuente o apresurada puede juzgar anticuado en primera instancia", modernista en algunos de sus perfiles, aun parnasiano, fue un procedimiento estilísticamente inevitable. Era la expresión conductora de un mensaje inédito, flamante y original, pero, por sobre todo, portador de una profunda meditación que no hubiera armonizado en el molde de una prosa despojada de aquellos recursos estilísticos en cuyo uso Rodó era un virtuoso. La discusión a secas de este estilo sobrecargado, el rechazo frontal de su tendencia arcaizante, resultaría antihistórica y contrapuesta a la más llana hermenéutica.
Por otra parte, la castiza gravedad de estos textos sólo podría señalarse en la oración larga, aunque perfectamente construida, en la exuberancia léxica (que habría que reprochar igualmente a eximios escritores de todas las épocas, por ejemplo a Cervantes, o incluso a algunos afamados novelistas del siglo pasado) y en el adjetivo ornamental, aunque nunca inoportuno. Es más, hay una necesidad recíproca entre ese estilo conceptista y su correspondiente contenido filosófico, entre ese significante y su significado. Estas reciprocidades, salvando las distancias, son afines a otros grandes, a Andrés Bello, a Juan Montalvo, a Rubén Darío.
JOSE SANTOS CHOCANO
Nació en Lima el 14 de mayo de 1875 y su infancia la transcurrió en plena Guerra del
Pacífico, cuando los chilenos ocupaban la capital del Perú. Cursó sus estudios
secundarios en el Instituto de Lima y en el Colegio de Lima. En 1891, ingresó a la Facultad
de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, pero no concluyó su carrera.
En 1894 se inició en el periodismo, colaborando en el diario La Tunda, que se oponía al
segundo gobierno del general Andrés A. Cáceres. Acusado de subversión, fue
encarcelado en una celda submarina de la Fortaleza del Real Felipe. Tenía entonces 20
años. Salió libre tras el triunfo de la revolución cívico-demócrata de 1895 y gozó del apoyo
del nuevo gobierno. Publicó sus primeros poemarios y editó periódicos y revistas en la
imprenta del Estado. Luego recorrió América como diplomático y aventurero; se
desempeñó en algunas misiones diplomáticas que le condujeron
a Centroamérica, Colombia y España. Durante su estancia en Madrid y dada su
vinculación al movimiento modernista en torno al editor y librero Gregorio Pueyo, publicó
su poemario Alma América (1906).
Separado del servicio diplomático al ser involucrado en una estafa al Banco de España,
pasó a Cuba, Puerto Rico y México, donde fue secretario del jefe revolucionario Pancho
Villa. En 1915 se trasladó a Guatemala, donde colaboró con el dictador Manuel Estrada
Cabrera, lo que casi lo llevó ser fusilado en 1920 al ser derrocado éste, salvándose gracias
a la intercesión de muchos estadistas y escritores del mundo. En 1921 volvió al Perú y el
gobierno municipal de Lima lo nombró poeta laureado, otorgándole una corona de laureles
de oro en 1922. Se declaró amigo y simpatizante del presidente Augusto B. Leguía. Se
convirtió en el panegirista de las «dictaduras organizadoras» del continente. En 1925, mató
de un disparo a quemarropa al joven escritor Edwin Elmore, luego de un altercado entre
ambos en el local del diario El Comercio de Lima. Elmore había criticado ácidamente la
posición política del poeta. Chocano salió en libertad a los dos años, pues el Congreso de
mayoría leguiísta ordenó cortar el proceso judicial.
Se fue a vivir a Santiago de Chile, donde padeció penurias económicas. En 1934 fue
asesinado en un tranvía por Martín Bruce Padilla, un esquizofrénico chileno que afirmó
haberse asociado con el poeta en la búsqueda de tesoros ocultos, pero al verse marginado
de los supuestos beneficios de la empresa, optó por vengarse de esa manera. En realidad,
Chocano no halló ningún tesoro. Fue sepultado en Santiago. Treinta años después, en
1965, sus restos fueron trasladados a Lima.
OBRAS
1. Iras santas (Lima, año 1895)
2. En la aldea (Lima, año 1895),
3. Azahares (Lima, año 1896),
4. Selva virgen (Lima, 1898),
5. La epopeya del morro (Lima en el concurso de junio-julio de 1899).
6. El derrumbe (Lima, 1899).
7. El canto del siglo (Lima, 1901),
8. El fin de Satán y otros poemas (Guatemala, 1901),
9. Poesías completas (Barcelona, 1902)
10.Los cantos del Pacífico (París/México, 1904)
11.Alma América (Madrid, 1906)
12.El Dorado: epopeya salvaje (Santiago de Chile: Ed. Beltrán, 1908)
13.Puerto Rico lírico y otros poemas (Puerto Rico, 1914).
14.Ayacucho y los Andes (Lima, 1924)
15.Primicias de oro de Indias (Santiago de Chile, 1934).
16.Poemas del amor doliente (Santiago de Chile, 1937)
17.Oro de Indias (Santiago de Chile, 1940-1941)
18.Páginas de oro (1944)
ESTILO:
Se le considera como uno de los representantes peruanos de la corriente modernista,
compartiendo junto con Rubén Darío (Nicaragua), Manuel González Prada (Perú), José
Martí (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera(México) y José Asunción Silva (Colombia). Sin
embargo, cabe recalcar que algunos entendidos consideran que por su carácter, Chocano
está más cerca del romanticismo que del modernismo, mientras que otros, como es el
caso del crítico estadounidense Willis Knapp Jones, lo llegaron a denominar
como mundonovista. El mismo Chocano se sentía distante del «afrancesamiento» de
Rubén Darío –aunque por momentos lo imitase– y demandaba, en armonía con el
llamamiento de José Enrique Rodó, una poesía que reflejara la naturaleza y la historia de
América. Su pretensión lo llevó alguna vez a compararse con Walt Whitman, el célebre
vate estadounidense: «Walt Whitman tiene el norte, pero yo tengo el sur».
Pero muchos estudiosos entienden que Chocano es muy diverso además de prolífico, por
lo que algunas veces es épico y otras es lírico. Épico, es por ejemplo, su poema «Los
caballos de los conquistadores», tan lleno de ritmo y fuerza atronadora, convertida en una
pieza clásica de recitación. En la lírica destacan breves composiciones íntimas y delicadas
como el «Nocturno Nº 18 (La canción del camino)», «Las orquídeas», «La magnolia», etc.
BLASÓN
Soy el cantor de América autóctono y salvaje:mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramajecon vaivén pausado de hamaca tropical...
Cuando me siento inca, le rindo vasallajeal Sol, que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniajeparecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.
AMADO NERVO
(José Amado Ruiz de Nervo; Tepic, Nayarit, 1870 - Montevideo, 1919) Poeta
mexicano. Hizo sus primeros estudios en el Colegio de Jacona, pasando después al
Seminario de Zamora, en el Estado de Michoacán, donde permaneció desde 1886
hasta 1891.
Los problemas económicos que atenazaron a su familia, un hogar de clase media
venido a menos, le forzaron a dejar inconclusos sus estudios eclesiásticos, sin que
pueda descartarse por completo la idea de que su decisión fuera también influida por
sus propias inclinaciones. En cualquier caso, siguió alentando en su interior una
espiritualidad mística, nacida sin duda en estos primeros años y que empapó su
producción lírica en una primera etapa; en ella meditó fundamentalmente sobre la
existencia humana, sus problemas, sus conflictos y sus misterios, y sobre el eterno
dilema de la vida y la muerte.
Abandonados los estudios, empezó a ejercer el periodismo, profesión que desarrolló
primero en Mazatlán, en el Estado de Sinaloa, y más tarde en la propia Ciudad de
México, adonde se trasladó temporalmente en 1894. Sus colaboraciones aparecieron
en la Revista Azul. Junto a su amigo Jesús E. Valenzuela, fundó la Revista Moderna.
Estas dos publicaciones fueron el resultado de las ansias e impulsos modernistas que
aparecieron, en aquella época, en todos los rincones de la Latinoamérica literaria y
artística.
En 1900, el diario El Imparcial lo envió como corresponsal a la Exposición Universal de
París, donde residiría durante dos años. Entabló allí conocimiento y amistad con el
gran poeta nicaragüense Rubén Darío, quien más tarde diría de Nervo: "se relacionó
también con el grupo de literatos y artistas parnasianos y modernistas, completando
de ese modo su formación literaria."
Todos los estudiosos parecen estar de acuerdo en afirmar que adoptó los principios y
la filosofía del Parnaso, grupo de creadores franceses que intentaba reaccionar contra
la poesía utilitaria y declamatoria tan en boga por aquel entonces, rechazando también
un romanticismo lírico en el que los sentimientos, las encendidas pasiones y las
convicciones íntimas de los autores, interfiriendo en su producción literaria, impedían,
a su entender, el florecimiento de la belleza artística pura.
En París conoció a la que iba a ser la mujer de su vida, Ana Cecilia Luisa Dailliez, con
la que compartió su vida más de diez años, entre 1901 y 1912, y cuyo prematuro
fallecimiento fue el doloroso manantial del que emanan los versos de La amada
inmóvil, que no vio la luz pública hasta después de la muerte del poeta, prueba de que
éste consideraba su obra como parte imprescindible de su más dolorosa intimidad.
Su Ofertorio supone, sin ningún género de duda, uno de los momentos líricos de
mayor emoción, una de las joyas líricas más importantes de toda su producción
poética.
Cuando regresó a México, tras aquellos años decisivos para su vida y su formación
literaria y artística, ejerció como profesor en la Escuela Nacional Preparatoria, hasta
que fue nombrado inspector de enseñanza de la literatura. En 1906, por fin, ingresó en
el servicio diplomático mexicano y se le confiaron distintas tareas en Argentina y
Uruguay, para ser finalmente designado secretario segundo de la Legación de México
en España.
En 1918 recibió el nombramiento de ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay,
el que iba a ser su último cargo, pues, un año después, en 1919, Amado Nervo moría
en Montevideo, la capital uruguaya, donde había conocido a Zorrilla San Martín,
notable orador y ensayista con el que trabó estrecha amistad y que, a decir de los
estudiosos, influyó decisivamente en el acercamiento a la Iglesia Católica que realizó
el poeta en sus últimos momentos, un acercamiento que tiene todos los visos de una
verdadera reconciliación.
OBRAS:
¡Está bien! ¡Oh Cristo! A Kempis A la católica majestad de Paul Verlaine A Leonor A una francesa Amiga, mi larario está vacío Autobiografía Azrael Bon soir... Cantos escolares. Los niños... Cantos escolares. Los sentidos Cobardía Deidad Dormir El amor nuevo El celaje El día que me quieras El fantasma y yo El primer beso El retorno El torbellino En el camino En Panne En paz Envío Espacio y tiempo Expectación Éxtasis Gratia plena Homenaje Identidad Incoherencias Inmortalidad Jaculatoria a la nieve
ESTILO:
Jesús Kalpa La canción de Flor de Mayo La puerta La sombra del ala Lo más natural Madrigal Me besaba mucho Mi secreto No sé quién es Ofertorio Ofrecimiento Pasas por el abismo de mis tristezas Perlas negras V Perlas negras VI Perlas negras VIII Perlas negras XII Perlas negras XLII Perlas negras XXIX Perlas negras XXXIII Por esa puerta Renunciación Requiem Ródeuse Seis meses Si tú me dices "¡Ven!" Si una espina me hiere... Tan rubia es la niña que... Tanto amor Una flor en el camino Uno con él Via, veritas et vita Viejo estribillo Y el Buda de basalto sonreía Yo no soy demasiado sabio
La poesía de Nervo, como Reyes dice, "se encamina al silencio". De igual manera Francisco González Guerrero señala: "El poeta y el prosista que tantas palabras bellas y eficaces echó a la circulación en el mundo literario, daba la impresión de un escritor pobre cuando se examinaba su riqueza en el mostrador. [...] El secreto de su estilo se encontraba en el extremo contrario: en el de la sobriedad y la discreta elegancia." ("Introducción", en OC, tomo I, p. 31).
Se pueden reconocer tres etapas esenciales en la poesía de Nervo:
Un periodo inicial, de romanticismo "ingenuo", provinciano, con abundante uso de
adjetivos y expresión enfática de sentimientos siempre tristes, siempre
apasionados, a veces melancólicos y suaves;
El periodo modernista, en el centro de su carrera poética;
Una etapa de simplificación, en la cual se aparta de la retórica modernista sin
abandonarla del todo y sin esforzarse demasiado por innovar técnicamente.
Cabe destacar que la evolución de Nervo en la prosa no corresponde exactamente
a la evolución del Nervo poeta. El prosista escribió casi siempre para la inmensa
mayoría, para los lectores de periódicos y revistas de gran circulación.
Su primer libro publicado como tal es Perlas negras, conformado por poemas de
adolescencia, como declara el epígrafe:
"Este libro es el libro de mi adolescencia. Tiene muchos defectos, pero también muchas
sinceridades. Si algo vale la sinceridad en el arte, que ella me escude."
¡que lánguidas surgen
de piano las notas,
y llenando estancia quieta
de voces melódicas
fingen himnos, sollozos, gorjeos,
sinfonías de viento en las hojas,
cuchicheos discretos de brisas
y plañidos lejanos de olas!
(Perlas negras, XXIV)
En Nervo son menos frecuentes los alardes rítmicos, las rimas raras. Él había sido
plenamente modernista, había gozado de la nueva libertad métrica, de las
combinaciones ágiles o severas que el modernismo había puesto de moda y había
dejado el más citable de los versos de doce sílabas:
El metro de doce son cuatro donceles;
donceles latinos de rítmica tropa;
son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles:
el metro de doce galopa
[...]
("El metro de doce", Los jardines interiores)
"A usted se le lee siempre con gusto -le había dicho Darío- porque es
breve." Cabe decir que Alfonso Reyes abrevó en Amado Nervo una cierta soltura
y espontaneidad tanto en su obra en verso como en su obra en prosa; y en
relación con los asuntos y temas una indudable audacia para registrar en sus
crónicas y artículos el mundo en su mudanza y cambio.
El encanto de Nervo reside en la fluidez, la flexibilidad. Fue un hombre ecléctico y
un poeta ecléctico, pasando de una etapa a otra sin bruscas revoluciones, sin
pronunciamientos literarios tajantes. En él se fundieron rasgos románticos y
neoclásicos en sus primeros poemas. Su voz es la de un adolescente que no sabe
dónde termina la literatura y dónde empieza la vida, que utiliza recursos literarios
para forjarse un presente melancólico, doliente, desesperado.
EL AMOR NUEVO
Todo amor nuevo que aparece
nos ilumina la existencia,
nos la perfuma y enflorece.
En la más densa oscuridad
toda mujer es refulgencia
y todo amor es claridad.
Para curar la pertinaz
pena, en las almas escondida,
un nuevo amor es eficaz;
porque se posa en nuestro mal
sin lastimar nunca la herida,
como un destello en un cristal.
Como un ensueño en una cuna,
como se posa en la rüina
la piedad del rayo de la luna.
como un encanto en un hastío,
como en la punta de una espina
una gotita de rocío...
¿Que también sabe hacer sufrir?
¿Que también sabe hacer llorar?
¿Que también sabe hacer morir?
-Es que tú no supiste amar...