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Page 1: Alexandre muns, el profesor de la escuela de negocios eae. la vanguardia

MARTES, 21 OCTUBRE 2014 O P I N I Ó N LAVANGUARDIA 23

JORDI BARBA

E l Estado democrático y autonó-mico constituido a partir de1978 llevaba tiempo mostrandosus límites y deficiencias. Pero

es en los últimos años cuando el desgastede sus materiales ha dado lugar a cuestio-namientos sobre su vigencia. Los proble-mas de integración territorial planteadosfundamentalmente desdeCatalunya y tam-biéndesde Euskadi, los reiterados escánda-los por corrupción política eirregularidades administrativasque han puesto a prueba la divi-siónde poderes, el cuadro dede-rechos sociales y obligacionesciudadanas siempre discutido,la debilidad de las políticas na-cionales frente a la crisis globaly la contestación a los usos de lamonarquía como formadeEsta-do. Son los excesos y defectosen el desempeño de las funcio-nes constitucionales lo que fun-damentalmente ha acabadoafectando al equilibrio del sis-tema y a su legitimación social.Por otra parte, las estrategiasde elusión, dilación y conten-ción con que la política parti-daria e institucional ha tratadode sortear cada crisis de credi-bilidad y eficacia –desde loscasos de corrupción hasta lasdemandas soberanistas– hanido acumulando los asuntospendientes hasta convertirseen una enorme barrera para supropia resolución. Al tiempoque la suma de déficits y litigiospropicia las reclamaciones deun cambio general, que iría dela reforma constitucional quepropugnan los socialistas hastaun nuevo proceso constituyen-te que reclama Podemos, porno hablar de la declaración uni-lateral de independencia quepostula ERC.En una democracia consoli-

dada resulta siempre más con-veniente e incluso más justoidentificar y afrontar los proble-mas según van surgiendo. Pero en nuestrocaso se ha preferido negar la mayor –nohay problemas– o aparcarlos a la espera deunmomentomás oportuno con la confian-za puesta en que pudieran diluirse porma-duración. La cosa se complica desde elmo-mento en que, coincidiendo con la eclo-sión de los cuestionamientos del marcoconstitucional, todos los partidos y las ins-

tituciones que gobiernan se pusieron ma-nos a la obra para enfrentarse ante las ur-nas. En esta especie de “todos contra to-dos” cainita en que se ha convertido la lizapartidaria cuando el bipartidismo declina.La demanda de una segunda transiciónasoma a medida que la templanza refor-madora se vuelve insípida de tanto preser-varla para las elecciones generales del2015 e incluso para después de estas. Así es

como surge una situación de bloqueo. Lasdeficiencias del sistema se convierten enun problema mayúsculo. Las oportunida-des que se han perdido para una revisiónserena de los distintos capítulos no volve-rán en mucho tiempo, sencillamente por-que el panorama partidario tiende a atomi-zarse, y porque emergen dos vectores –Po-demos y el independentismo unilateralis-

ta– que parecen coincidir en que “el cielono se alcanza por consenso, sino porasalto”, en palabras recientes de PabloIglesias.No se trata sólo de que el sistema pueda

asegurarse una mayoría de tres quintos delas dos cámaras de las Cortes Generalescompuesta por populares y socialistas–que es el requisito para la reforma consti-tucional– sino que la segmentación del ar-

co parlamentario permita com-binar unamayor pluralidad conuna mínima disposición alacuerdo por parte de los distin-tos grupos.Tampoco estaría todo perdi-

do si las formaciones que consi-deran que el cielo ha de cons-truirse en la tierra, sobre la basedel principio de realidad y porconsenso, se apresurasen a recu-perar el crédito perdido a causade programas incumplidos, deuna actitud indolente ante la co-rrupción, y de un relato de lossacrificios compartidos laceran-te para quienes los vienen pade-ciendo de verdad. Aunque unaimplacable confrontación parti-daria domina la escena política,y los contendientes están obce-cados en acabar con el adversa-rio como única vía para su pro-pia salvación.La política fetichista se alza,

en la refriega, sobre la indisposi-ción al cambio o al consenso.Así es como aparece a modo depanacea la reforma constitucio-nal o incluso la apertura de unnuevo periodo constituyenteque se deshaga del “régimendel 78”. Según ese supuesto, lasnecesidades sociales y los anhe-los ciudadanos encontrarían enuna Carta Magna renovada ofundacional la saciedad de susdemandas. Según la política feti-chista, tanto los derechos socia-les como el encaje de las comu-nidades históricas podrían reco-gerse de manera distinta en esa

otraConstitución, o en ese otro “cielo”. Co-mo si los primeros pudieran realizarsemás plenamente por el hecho de enunciar-los con precisión, o como si la federaliza-ción del Estado autonómico fuese capazde atenuar las tensiones centrífugas.Pero es la voluntad de consenso la que

precede a la solución real, y no la meraformulación de esta.c

¿Quiéngobernará internet?

D e la mano de Gaudí y Jujoldescubrimos el trencadís,aquelmosaico característi-cos del modernismo que

se compone de añicos de baldosas condecoración propia, y que, al mezclar-se, consigue un efecto visual insólito.Es decir, gracias a la suma de trozosde múltiples procedencias, el moder-nismo creó efectos cromáticos que nohabrían sido los propios de los origina-les de los que partían. El trencadís,pues, es una característicamuy singu-lar de la arquitectura catalana y, encierto sentido, es una metáfora de labelleza que se puede conseguir con lasuma de muchos restos.¿Es también una metáfora del país?

Ciertamente, siempre que Catalunyase ha enfrentado a algún gran reto his-tórico ha sido capaz de conseguir quegente de procedencias ideológicas di-versas fuera junta. Y, cuando no lo hahecho, ha fracasado. La gran virtuddel trencadís es esta, que los añicosvienen de muchos lugares pero debenestar unidos para conseguir unmagní-ficomosaico. A diferencia de otros paí-ses, donde la cuestión nacional seagrupa en torno a un única formacióncentral–Escocia como ejemplo recien-te–, Catalunya tiene una honda tradi-ción libertaria, y cada cabeza tiene unsombrero, como cada idea tiene unpartido.

Es cierto que puede parecer unadebilidad del país el tener que con-ciliar acuerdos con un espectro ideoló-gico tan caleidoscópico como el ac-tual, que va desde los democristianoshasta los alternativos, pasando por to-do el resto. Pero al mismo tiempo esuna de sus grandezas, porque obliga abuscar complicidades, limar aristas,renunciar a maximalismos y, en defi-nitiva, a hacer alta política para encon-trar las unidades básicas que permi-ten avanzar. Es decir, cuando los añi-cos consiguen los acuerdos fundamen-tales para hacer un brillante mosaico,el resultado es de una solidez muyconsiderable.Ahora, ciertamente, es un tiempo

demosaico, porque la arquitectura deledificio que queremos construir es tandifícil como compleja y atrevida, y esimpensable que cada uno pueda ir a lasuya sin que todo se vaya al garete. Poreso, más allá del ruido que escuchare-mos estos días, y de las estridentes in-terpretaciones que harán algunos –engeneral, los que son contrarios al pro-ceso–, e incluso más allá de la posibili-dad de perder dinero en cada empre-sa, resulta impensable que los parti-dos del proceso no rehagan las unida-des básicas para continuarlo. El mo-mento es tan trascendente y tan únicoque obliga a una inteligencia estratégi-ca muy por encima de lo habitual, ypersonalmente no imagino que los lí-deres y partidos no estén a la altura. Ymás cuando las organizaciones cívicashan conseguidomantener unas unida-des ciudadanas ejemplares. Habráacuerdo sólido para el nuevo 9-N. Yen lógica, oso avanzar que habrá acuer-do para una unidad electoral. Es decir,del estropicio haremos un trencadísque hará un gran mosaico. O esto o noharemos nada.c

Otrocielo

E n los años setenta y ochenta seaceleraron los esfuerzos de losinstitutos de tecnología, universi-dades y empresas privadas para

desarrollar los protocolos de comunica-ción que culminaron en 1990 con la crea-ción por parte de Tim Berners-Lee y suscolaboradores en CERN de la web, el len-guaje html, el protocolo http y el sistemade localizaciónURL. La aparición de los na-vegadores Mosaic en 1994 y sus sucesores(NetscapeNavigator yWindows Explorer)popularizó el acceso a la red.

En los últimos veinte años, internet hatransformado la manera en que nos comu-nicamos, trabajamos, educamos y compra-mos. En el ámbito político, internet dificul-ta que las dictaduras impidan el acceso de

sus poblaciones a información indepen-diente. China intenta restringir el funciona-miento de Google. Sin las redes sociales nose comprende la velocidad con la que sepropagó el descontento popular en la pri-mavera árabe, el 15-M o Maidan, en Ucra-nia. El primer ministro turco fracasó en suintento de prohibir el funcionamiento deTwitter y YouTube.

Internet, Facebook, Twitter, YouTube ylos blogs fomentan la expansión de la liber-tad y la democracia. Permiten la aparicióny éxito de partidos políticos que desafían lahegemonía de los tradicionales. Existen yasesenta partidos piratas que abogan por laneutralidad de internet. Pero los ciberata-ques se han añadido al arsenal de armasque los países emplean contra sus rivales.Internet también facilita el reclutamientodemiembros, difusión de radicalismo y téc-

nicas para la elaboración de explosivos porparte de Al Qaeda y el EI. Wikileaks y lasescuchas de la NSA disgustaron a los alia-dos de EE.UU., propiciando que Merkel yotros líderes europeos planteen crear re-des de datos europeas. Bajo presión in-ternacional, el Ministerio de Comercio deEE.UU. anunció en abril que cederá el con-trol sobre el otorgamiento de dominios y di-recciones de IP (que gestiona Icann enCali-fornia) a una institución por determinar.

A Estados Unidos le interesa que gobier-nos aliados e inclusoChina yRusia compar-tan la tarea de supervisar internet para im-pedir las actividades de grupos yihadistas yorganizaciones criminales. Nuestros políti-cos deben ser capaces de proteger a la so-ciedad de sus enemigos sin frenar las nue-vas tecnologías que enriquecen nuestras vi-das y generan empleo.c

El ‘trencadís’

A. MUNS RUBIOL, profesor, EAE - Business School

Catalunya tiene grantradición libertaria, y cadacabeza tiene un sombrero,como cada idea un partido

Kepa Aulestia

DEBATE. La red / Alexandre Muns Rubiol

Pilar Rahola