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Aníbal González 7D — EP2

7 DÍAS — Episodio II !El fuerte color bermejo de la tierra de cultivo en el paisaje manchego era contrarrestado por un

cielo gris como la ceniza. Los vientos de noviembre anunciaban un invierno frío como nunca antes, marcado por desolación y tristeza. En medio de la nada, una pequeña caseta se mantenía imponente ante la ligera llovizna que empezaba a caer, embarrando poco a poco todo lo que no era carretera asfaltada. Junto a ella había una zona de tierra sin arar, acordonada por vallas de dos metros, ligeramente zarandeadas por un cadáver con vida pero sin alma. En el centro se alzaba una cruz improvisada con dos estacas, clavada firmemente en el suelo. Frente a ella, se distinguían hendiduras en el barro que formaban un rectángulo. De vuelta a la cruz, un collar de perlas negras colgaba de la parte horizontal, mientras una rosa casi seca adornaba la base, con su tallo enterrado en el suelo. Y en la parte central, donde se produce la intersección entre las dos estacas, un nombre estaba tallado con fuerza y tesón en la madera: «Alicia Alcaide».!

Un mes más tarde, a mediados de diciembre, la nieve cubría todo el paisaje. El sol seguía sin salir, y ahora predominaban los colores tristes en lugar del marrón o rojizo que solía verse en la zona. Aquel era el primer día en varias semanas que no nevaba. Aún así, la nieve ya cuajada alcanzaba el medio metro de profundidad.

Un joven se abría por una arboleda que había un tanto lejos de la carretera. Pisaba con fuerza y levantaba el pie con aún más ímpetu. Tiritaba, a pesar de vestir grandes botas negras, pantalones vaqueros también oscuros y un abrigo blanco con capucha, abrochado hasta arriba. Una palestina azul apagado le cubría hasta la nariz, dejando ver únicamente sus ojos verdosos y el pelo rojo granate, peinado con un flequillo ondulado hacia su izquierda. Con la mano derecha sujetaba un revólver, mientras apoyaba la zurda en una bolsa colgada al hombro. A la espalda llevaba sujeto un arco. No iba solo, a sus espaldas caminaban; un chico de su misma estatura, con el pelo castaño engominado hacia atrás y un pañuelo recorriendo la cabeza en diagonal que tapaba el ojo izquierdo; otro algo más alto, peinado con una cresta morena y una escopeta en las manos; y uno de la misma estatura que los dos primeros, cargando un buen montón de leña. Eran Dani Vancosta, David Parla, Toni Sorní y Luis Bosquer.

Habían salido a por suministros —básicamente madera para la hoguera— esa misma mañana, hacía tres horas. David llevaba un hacha en vez de su pala, con la que habían conseguido lo que Luis sujetaba. Su campamento estaba al lado de la carretera hacia el embalse de Contreras. Habían pasado tres meses desde que salieron de Utiel. Los vehículos que encontraron entonces les sirvieron de poco: el camión, que conducía David, se quedó sin combustible a mitad de camino entre Caudete y Jaraguas. Tenían el espacio justo, así que se vieron obligados a abandonar la moto y el coche para no dejar a nadie atrás. Cogieron los bidones de gasolina, echaron las bolsas al hombro y continuaron caminando. El propio Miguel se ofreció para llevar la mayor parte del equipaje, lo que permitió al grupo más movilidad. Su plan era continuar por la carretera hasta que llegaran a Cuenca, siguiendo las indicaciones, pero la cosa se complicó antes de lo previsto. Los suministros empezaron a escasear, y se tuvieron que registrar Jaraguas en busca de comida y agua. Ahí fue donde, a pesar de conseguir lo que querían, les atacó un grupo numeroso de infectados. Salieron del pueblo a duras penas, pero perdieron el rumbo de la carretera. A partir de entonces, habían dado vueltas sin destino claro. Por eso perdieron tres meses; habían tomado la dirección equivocada y se dieron cuenta de ello cuando encontraron un mapa en un pueblo demasiado alejado de la carretera que buscaban. Tuvieron que dar media vuelta y finalmente se toparon con la señalización que les indicaba el camino que querían. Por una parte se sentían estúpidos por haber perdido tanto tiempo, pero eran conscientes de que no todo podía salirles bien.

Respecto a la convivencia el grupo, nada había mejorado. Los líderes seguían siendo Dani, David, Cashel y Sorní, pero el primero de ellos destacaba a pesar de la tirria que le cogieron al salir de Utiel. Le hacían caso y seguían sus consejos, pero cuestionaban todos y cada uno de ellos. Seguían debatiéndose si era buena idea que siguiera así, y el hecho de que él hubiera tenido la idea de adentrarse en Jaraguas sólo empeoraba la situación: casi todo el mundo le achacaba la culpa de haberse perdido. Sin embargo nadie decidió mover pieza, unos porque no querían y otros porque necesitaban estar seguros antes de hacerlo. Dani, por su parte, lo notó. Su relación con los demás —excepto Cashel, Dana y Miguel— se había empobrecido bastante. Las conversaciones eran frías, y pocos días se oía una carcajada. La muerte de Alicia le afectó bastante, no sólo porque le apreciaba, sino por lo que significaba. Ahora todos sabían que el peligro era algo real y palpable. Desde entonces, se envolvió en una introspección que

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Aníbal González 7D — EP2preocupaba a algunos y molestaba a otros, pero trataba de seguir haciendo lo posible por mantener al grupo con vida. Se sentía responsable.!

Tardaron media hora en llegar al campamento. Tenían montadas tres tiendas de campaña de tamaño medio y una bastante grande, familiar, con tres compartimentos en ella misma. Normalmente sólo montaban las pequeñas —durmiendo cinco personas en cada una—, pero aquella vez decidieron añadir la grande, pues llevaban dos días sin trasladarse.

Ana sonrió al verles llegar.—Hola. —saludó a Dani y los demás, antes de abrazar a Sorní.—¿Ha ido bien? —preguntó Miguel.—Traemos bastante leña, para tres o cuatro hogueras. —asintió Vancosta.—¿Y medicina? —inquirió Ana.Dani negó con la cabeza, casi impasible.—Necesita algo. Tiene la fiebre demasiado alta.—Sólo hemos encontrado una caseta, y estaba vacía. —intervino David.Dani rebuscó en la bosla que llevaba al hombro y lanzó una cajita de cartón a la chica.—¿Qué…? ¿Aspirinas?—La fecha de caducidad venció hace cinco años. —respondió él.—Miraré en el libro. —murmuró Ana, antes de despegarse de ellos junto a su novio.Se refería a un gran manual de medicina que encontraron en Jaraguas. Era muy extenso y

trataba desde primeros auxilios hasta asuntos concretos de la disciplina. Puesto que antes de todo aquello era voluntaria en la Cruz Roja, se interesó por el compendio en cuanto lo vio, y decidió instruirse todo lo que pudiera para que al menos alguien supiera medicina en el grupo.

—Que alguien se lo diga a Paula. —propuso Miguel. —Yo lo haré —accedió Dani, mirando a David—. Tú prepara la leña para esta noche.Entró en una de las tiendas pequeñas y allí encontró a Alba, Lucía, Paula y Luis. La primera

estaba tumbada en uno de los sacos de dormir, con un paño en la cabeza y los ojos cerrados, toda sudada. Los dos últimos estaban a su lado, abrazados.

—Paula —llamó Dani en voz baja. La chica le miró y salió con él al exterior—. No hemos encontrado nada. Sólo una caja medio vacía de aspirinas, pero caducaron hace cinco años. Ana está comprobando si podemos darle alguna.

—Sea lo que sea, hay que dárselo. Como siga así, no aguantará.—Lo sé, pero no podemos arriesgarnos. Los medicamentos son delicados, sería arriesgado

darle…—Mejor intentarlo que dejarla como está.—Paula.—¡Hay que curarla! ¡No es seguro que vaya a morir, podemos salvarla! ¡No es como lo de

Alicia! Dani frunció el ceño al oír el nombre, pero hizo un esfuerzo por ignorarlo.—Un resfriado ya no es lo que era. Ahora sí podemos morir de un catarro si se nos acaban las

medicinas y no para de nevar. Si quieres salvar a tu amiga, sal con nosotros a buscar cosas y no te quedes llorando en el campamento.

Sin darle opción a replicar, el chico le dio la espalda y fue a ver al resto. Paula apretó el puño y le insultó por lo bajo antes de entrar de nuevo en la tienda. !

Miguel, David y Cashel estaban en el centro del campamento, donde escarbaban en la nieve para preparar una hoguera esa noche. Habían dejado un redondel de tierra y ahora ponían ramas y palos de la leña que habían traído.

—¿Cuánto nos falta hasta Cuenca? —inquirió el primero.—Mucho. Si lleváramos vehículos, habríamos tardado apenas dos horas en llegar. —contestó

Cashel.—Incluso a pie habríamos tardado menos de una semana. —corroboró David.—Sigo preguntándome cómo hicimos para perder tantos meses.—Fue por salirnos de la carretera. Fuimos hacia el norte sin pensar que a lo mejor nos

equivocábamos. —Todo por culpa de Dani. —intervino Sorní, que escuchaba cerca de ellos.Estaba sentado en un tocón pegado a una de las tiendas, abrazando a Ana para calentarla,

mientras ella leía el manual de medicina.—¿Otra vez con eso? —recriminó Miguel.

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Aníbal González 7D — EP2—Si no hubiéramos entrado a Jaraguas no habríamos perdido el rumbo. ¿Y de quién fue la

idea? De Dani.—Si no hubiéramos entrado, no tendríamos comida.—¿Y lo de dar media vuelta? —siguió quejándose el moreno— Nos costó mes y medio llegar a

donde conseguimos el mapa. Podíamos haber seguido hasta Teruel, y no volver hacia Cuenca. Pero no, Dani estaba convencido de que teníamos que retroceder, y todos haciéndole caso.

—El destino no es Cuenca, Sorní. Debemos llegar a Madrid, y Cuenca nos pilla de camino. Eso es todo. —insistió Miguel.

—Dejad de darle vueltas. Me pongo enfermo cada vez que discutimos lo de Dani. No lo está haciendo tan mal. —irrumpió Cashel.

—Por ahora.!—¿Todo despejado? —preguntó Dani a Nico.Se encontraban en la carretera, unos veinte metros más allá del campamento. No se

acostumbraban a ver el asfalto nevado.—Sí. Sólo se han acercado dos esta mañana, poco después de que os marchaseis. Es raro…

parecen más torpes que de normal.—Es la nieve. El frío les hace lentos.—Supongo que eso es una ventaja.—No lo creo. Mira a Alba. Empezó estornudando a principios de noviembre, y ahora no baja

de los cuarenta grados. El invierno también nos ataca a nosotros.—Me parece absurdo lo de Alba. ¿Va a morir por un resfriado?—Ten en cuenta lo mal que nos encontrábamos antes de todo esto, en casa, cuando teníamos

fiebre. A pesar de tener medicamentos de todo tipo, pasábamos días en cama. No pensaba que fuera posible llegar a la muerte, pero viendo cómo está la chica, sin remedios para curarla y con el frío que hace… No me extrañaría que le faltase poco de vida, la verdad.

—No lo digas tan a la ligera. Estamos hablando de la vida de una amiga. —replicó Nico, frunciendo el ceño.

—Pasaba lo mismo al salir de Utiel, con… —Dani no terminó la frase, pero el otro imaginó a qué se refería— No creas que lo digo como si nada. Estoy tan preocupado por Alba como todos vosotros. Es solo que pretendo ponerme en lo peor para que no sea tan duro.

—Buenas —saludó alguien tras ellos, segundos después. Era Tomás, acompañado por Gabriel y Dana. Dani respondió con un gesto de cabeza.—Te está comiendo la barba. —bromeó la chica al verle sin el pañuelo.—La poca que tengo… —rió el chico, mesándose la perilla.—¿Habéis encontrado algo? —inquirió Gabriel.—Leña. Un par de aspirinas para Alba, nada más. Y ni siquiera sabemos si puede tomarlas.Nicolás chistó al instante. Los cuatro le miraron, y él señaló a la carretera. A lo lejos se

acercaban dos muertos, tan lentos como una oruga. Tan descompuestos como la gente de Utiel, con los huesos torcidos y la piel podrida. Cojeando, gruñendo por lo bajo como si su existencia se basara en ello, avanzando hacia ellos con una lentitud tan inagotable como irritante. Sacó una navaja de su bolsillo, pero Dani le detuvo.

—Déjame probar.—¿Otra vez? —resopló Nico.—Las que hagan falta —zanjó el otro, empuñando el arco.Era algo casero, no se trataba de un arco oficial de caza. Lo compró cuando tenía doce años

en una feria medieval que hacían por los alrededores de Utiel. Era más que nada decorativo, pero él estaba convencido de que podía hacerlo funcionar si seguía reparándolo y mejorándolo a diario.

Mientras los otros se cruzaban de brazos, sacó una flecha de la bolsa que llevaba al hombro y tensó la cuerda con ella. Era áspera y estaba pelada, medio deshilachada. Las flechas también eran improvisadas. Las empezó a fabricar él mismo en cuanto consiguieron madera de sobra, y las pulía y perfeccionaba día a día. A pesar de la informalidad del arma, nadie podía negar que habían quedado bastante decentes.

Aguantó la respiración y esperó en silencio, con los músculos en tensión. Intentaba apuntar con precisión, pero el esfuerzo de mantener el arma tensada y la propia pulsación le desviaba constantemente. Finalmente se decidió a soltar la flecha. El proyectil voló por el aire directo al objetivo, pero se dobló en el último momento y sólo le golpeó en el hombro, sin clavarse siquiera.

—Dani, en serio, deberías… —empezó Nico, pero Vancosta inspiró con fuerza para contener de nuevo la respiración, pidiendo silencio de una manera indirecta.

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Aníbal González 7D — EP2Volvió a tensar el arco. Lo alzó, apuntó a la cabeza del bicho y esta vez cerró el ojo izquierdo.

Esperó aún más rato que la vez anterior. Cuando lo vio conveniente, soltó la cuerda y la flecha voló otra vez. El aire no la desvió, y fue derecha al gaznate del muerto. Se clavó con fuerza y atravesó la garganta de parte a parte. No había acabado con él, pero era suficiente satisfacción. Había comprobado una vez más que las flechas funcionaban si alcanzaban su destino.

Nico maldijo por lo bajo, empuñó su navaja y fue a ocuparse de ellos. !Pronto se hizo de noche y encendieron la hoguera. La cena fue bastante pobre, como cada día

desde hacía un mes. La comida escaseaba y pronto necesitarían cazar o saquear pueblos para subsistir. Miguel era el encargado de racionar la comida y cocinar lo que se pudiera. Al principio, algunos se quejaban de que no era justo en el reparto, pero supo poner fin a los quejidos. «Os puedo asegurar que si no soy yo quien haga esto, moriréis de hambre en medio mes», llegó a decir en una ocasión.

El plan diario era caminar desde el alba hasta el anochecer, y pasar la noche en las tiendas. De vez en cuando, decidían quedarse un día extra para reponer fuerzas, opción que se había hecho frecuente desde que el frío atenazaba los huesos y el ánimo de todos y cada uno de ellos. Por la noche se hacían turnos de vigilancia de hora y media. Al vencer dicho tiempo, alguien relevaba a quien estuviera en el puesto. Cuando salía el sol, dos personas se adelantaban por la carretera para ver si era seguro avanzar o para comprobar si hubiera otro camino, mientras el resto desmontaba el campamento.!

Aquella mañana les tocaba hacer el reconocimiento a Dani y Sorní. El primero se levantó antes, justo cuando el cielo se tornaba grisáceo por el inminente amanecer. Compartía tienda con David, Tomás, Gabriel y Luis. Puesto que aquel día habían levantado también la tienda grande, el último pasó la noche en uno de sus compartimentos, junto a Paula y Alba.

Dani salió al exterior vestido con deportivas, un chandal negro y la misma chaqueta del día anterior. Bostezó y saludó con la cabeza a Cashel, que hacía el último turno de la noche. Fue con tranquilidad a la tienda grande y chasqueó los dedos ante el compartimento donde estaban Sorní y Ana. Al ver que no respondían, abrió un poco la cremallera. La pareja estaba abrazada, la chica dormida, cubiertos con varias mantas. No comprendió el por qué, pero hacía mucho calor ahí dentro.

—Vamos. —le dijo al chico.—No me jodas… —remoloneó él.—Sorní, vamos. —repitió Dani.El moreno se apartó lentamente de Ana, para no despertarla, y se acercó a su amigo.—Tío, ¿no puedes ir tu solo? Para una noche que…—No podemos empezar a saltarnos turnos porque sí. —insistió el otro.Sorní iba a replicar, pero Dana salió del compartimento de Alba, Luis y Paula.—Puedo ir yo si quieres. —se ofreció.—Te toca mañana, Dana. No hace falta.—Me harías un favor, gracias. —contestó Sorní, ignorando a Dani y cerrando la cremallera

para volver con Ana.—¡Sorní! —espetó Vancosta antes de bufar.—Tranquilo, que lo haga él mañana. —¿Y qué hacías tu ahí?—Me he despertado muy pronto y he venido a ver si necesitaban algo.—Eso está bien. ¿Cómo va Alba?—Igual de mal que ayer.Salieron afuera y Dani se acercó a Cashel mientras la chica cogía su pistola. Aquel fatídico día

en Jaraguas también habían conseguido hacerse con bastante arsenal, sobre todo en lo que a munición respecta. Ahora había armas para todos menos cuatro personas. Decidieron que se turnarían pistolas según la necesidad de cada cuál.

—Vamos Dana y yo, Sorní se queda con Ana. —informó.—Qué tío. Aprovecha cualquier oportunidad al máximo. Aunque no le culpo —casi rió Cashel

—. Id con cuidado, pondré todo esto en marcha. —Nos vemos en media hora.—Eso es. Estaremos listos, hasta luego. —se despidió el chico de ambos, cuando Dana

llegaba con el arma.!�4

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Aníbal González 7D — EP2El sol terminó iluminando el paisaje y por fin vieron un cielo despejado, con tan sólo un par de

nubes. El viento seguía irritando la piel y mitigando la energía, pero agradecieron el cambio de color en el firmamento.

Dana y Daniel continuaron por la carretera, con las armas empuñadas, atentos a cualquier peligro. El reconocimiento matutino siempre era igual: andaban un cuarto de hora y daban media vuelta. Nunca habían descubierto un camino mejor o una carretera bloqueada, pero los cuatro al cargo se empeñaban en hacerlo.

—¿Qué tal os fue ayer? —preguntó la chica, pasado un rato.—Ya os lo dije ayer. Leña suficiente, nada más.—No, me refiero a vosotros. Dani le miró unos segundos con el ceño fruncido.—Me están dando tiempo. —contestó, mirando de nuevo al frente.—¿Has hablado con ellos del tema?—No. Pero les conozco bien. Quieren esperar un tiempo, para ver si todavía pueden confiar en

mí.—Tú siempre dices que el diálogo es lo mejor para resolver los problemas. Hablar en serio, sin

tapujos. ¿Por qué no lo haces?—Porque hablar de ese tema en concreto sólo haría las cosas más difíciles. Diga lo que les

diga van a seguir creyendo que no estoy a la altura, que se me está yendo de las manos.Dana se detuvo. Pensó antes de hablar.—¿Y se te está yendo?Dani volvió a poner cara de enfado al dirigirle la mirada.—No empieces tú también, Dana. —resopló.—Lo digo en serio. ¿Has pensado en ello?—¡Claro que he pensado en ello! ¡Es lo único que hago! Soy el mismo que hace tres meses. No

estoy perdiendo el control de esto.—Aún así…—¿Aún así qué? ¿Ahora tú también piensas como Sorní y demás?—¡Piensa un poco en cómo lo vemos nosotros! No quieres hablar del tema, estás obcecado

en tus pensamientos todo el día, y haces cosas que te quitan credibilidad, ciertamente.—Hago cosas que creo correctas.—Tintarse el pelo de rojo en una situación como la nuestra no es lo que la gente solería

esperar de un líder.Se remontaba a los primeros días de noviembre, justo antes de que dieran la vuelta hacia el

sur en busca de la carretera a Cuenca. Estaban asentados en una pequeña aldea abandonada. Dani, en Jaraguas, cogió tinte rojo de un supermercado. En aquella aldea encontraron agua por doquier, y él decidió usar casi toda su parte para tintarse el pelo. El resto no supo qué responder al verle con el cabello granate, pero él intentó justificarse a pesar de la tozudez de sus compañeros.

—¡Otra vez con eso! Ya di las explicaciones que tuve que dar. Quería cambiar, no me sentía como antes. Encontré agua de sobra, pude hacerlo y lo hice.

—Dani, no puedes negar que es difícil de entender.—¡Es que no pido que lo entendáis, sólo que lo ignoréis si no os gusta y que os metáis en

vuestros asuntos! —espetó él.Ambos guardaron silencio y el pelirrojo se frotó los ojos, suspirando. No era sólo el cambio

estético. Su decisión de quedarse en el local, el primer día de la catástrofe; su propuesta de entrar a Jaraguas; su empecinamiento en dar la vuelta cuando encontraron el mapa; su actitud defensiva y su carácter irascible.

—Perdona —dijo después, girándose y empezando a caminar—. Volvamos. Ya no hay nada que mirar aquí.!

Cuando llegaron al campamento, ya no había ni una tienda en pie. Estaban todos en el quitamiedos de la carretera, con las bolsas al hombro y parte del equipaje en el carrito de compra.

—¿Todo bien? —preguntó Cashel a Dani.—Sí, seguimos por la carretera.—David, trae el mapa. —le pidió el moreno.David le tendió el papel y Cashel lo examinó unos segundos.—Falta poco para el embalse de Contreras. En hora y poco habremos llegado, seguramente.

—anunció.

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Aníbal González 7D — EP2—¿Cómo vamos de agua, Migue? —le preguntó Dani al chico, quien rebuscó en el carrito. —Una garrafa y media, más o menos. —contestó.—Necesitamos llenar las vacías en el embalse.—¿Creéis que podremos lavarnos? —preguntó Ana.Llevaban sin disfrutar de una ducha en condiciones desde que abandonaron la aldea en la que

Dani se tintó el pelo.—Hace mucho frío, y el agua estará helada, pero… quien quiera puede intentarlo.—Eso ya lo discutiremos luego —cortó Cashel, plegando el mapa y guardándolo en el bolsillo

de su abrigo—. Andando.Así pues, empezaron a caminar. Dani quedó rezagado, mirando el nítido reflejo de su mejilla,

en el cristal de las gafas.—Estoy hasta los huevos del acné. —murmuró.!La mañana se hizo más cálida conforme pasaba el tiempo. Pronto el clima parecía un recuerdo

del otoño o un anuncio de la primavera, y todos agradecieron el cambio. Dani, incluso, se puso unas gafas de sol que llevaba en su bolsa de mano.

—Llevaba queriendo usarlas desde octubre. —sonriendo.—No te emociones —le dijo Cashel—, mañana volverá a esconderse el sol hasta abril. —Abril… qué lejano parece. —suspiró el pelirrojo, borrando la sonrisa.—A mí me lo parece enero, incluso. Ni siquiera tenemos asegurado que lleguemos a fin de

año.—¿A qué día estamos? —Pues no lo sé. ¿Quince? ¿Doce? ¿Diecinueve?—Si este maldito reloj marcara bien… —Dani golpeó el reloj digital que llevaba en su muñeca.

Marcaba la hora y el día, pero estaba atascado en el número uno desde hacía mes y medio.—No es tan importante.—Sí lo es. Va a pasar nochevieja y ni siquiera nos daremos cuenta.—Lo haremos cuando nos demos cuenta de que ya es enero. —Celebrar la nochevieja en enero. Menuda gilipollez. —farfulló Dani, adelantándose.Cashel frunció el ceño. Dana le dio un toque en el hombro.—¿Queda mucho? —preguntó.—Llevamos apenas una hora. Tardaremos un poco. —Es por Alba —intervino Lucía—. No para de toser y dice que le duele mucho la cabeza.—¿Y qué queréis que hagamos? ¿Parar aquí en mitad de la carretera?—Necesita descansar un momento. Quince minutos. —corroboró Ana.Cashel pensó unos segundos e inspiró hondo. Se dio la vuelta y llamó a Dani con un grito,

quien hizo un gesto de queja y fue con ellos.—¿Qué pasa?—Alba necesita descansar.—¿Y eso? ¿Está bien?—No, claro que no —refutó Lucía—. Está mareada y le duele la cabeza.Sorní y Miguel acudieron a la conversación.—Vale, podemos parar un poco. Salgamos de la carretera, preparadle un paño de agua… o lo

que necesite. —resolvió Dani.Lucía asintió y fue con Paula, Luis, Inés y Alba. Ana le dio un beso a Sorní, le explicó

brevemente lo que ocurría y siguió a la chica.—Oye… —empezó Sorní. Dani le hizo un gesto para que continuara hablando— No me

malinterpretéis, pero creo que no debemos ignorar lo que está pasando.Cashel frunció el ceño.—¿Qué está pasando?—Mira la cara de Alba. Se está muriendo.—No digas eso. No se está muriendo. —negó el otro.—Cashel…—Cállate.—No podemos descartar esa posibilidad.—Calmaos los dos —casi gritó Miguel—. Pinta mal, eso es cierto, pero no podemos dar nada

por hecho. Ana está trabajando en ello y las chicas le cuidan bien por ahora. Puede que todo vaya bien.

Dana resopló y fue con el resto.

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Aníbal González 7D — EP2—Migue tiene razón. Puede que vaya a peor, pero también puede mejorar. No debemos dar

nada por hecho. —confirmó Dani.—Entonces tampoco podemos dar por hecho que vaya a sobrevivir. —insistió Sorní.Daniel quedó en silencio unos segundos, con expresión seria.—No. No podemos. —terminó, mirando de reojo a sus amigos antes de ir con los demás.David y Nico llegaron por detrás de Miguel y compañía.—¿Qué pasa aquí? —inquirió el primero.—Vamos a parar un rato para que Alba descanse. —respondió Cashel.Nico se descolgó el rifle del hombro y les hizo una señal para que fueran con el resto.—Me quedo en el quitamiedos y vigilo por si pasa algo.Dicho esto dio un pequeño empujón a David y chistó brevemente, a la par que sacaba su

cuchillo, dispuesto a acabar con un muerto que se acercaba atraído por los gritos.!Tal como dijeron, se sentaron y tomaron unos minutos para descansar mientras Ana, Lucía y

Dana cuidaban de Alba. Cada vez hacía más calor y Dani pensó que quizá sí podrían mojarse cuando llegaran al embalse. Agradeció eternamente aquella inesperada calidez tras los meses que habían pasado. Casi había olvidado la intensidad del sol en un cielo despejado.

Pasado el rato, Ana acudió a él y Cashel.—¿Está mejor? —preguntó este al verla.—Un poco, pero necesita dormir.—Ana, no podemos perder tanto tiempo.—Ya, ya lo sé, no me refería a que durmiera aquí, pero mirad la hora.Dani observó su reloj.—Las diez.—Exacto. ¿Cuánto nos puede costar llegar al embalse? ¿Tres cuartos de hora? ¿Una hora?—A este ritmo, apostaría por una hora.—Entonces llegaremos a las once. Nos queda todo el día y necesitamos agua; he pensado

que podríamos quedarnos allí a comer, y volver a caminar por la tarde. —propuso la chica.Cashel y Dani intercambiaron las miradas.—¿Te parece bien? —preguntó el primero.El pelirrojo asintió y miró a Ana.—Vale, haremos eso. Pero que nadie se apalanque, y asegúrate de que Alba esté lista después

de comer.!Así pues, retomaron la marcha en cuanto pudieron y recortaron distancias con el embalse.

Llegaron a él por la carretera principal. Vieron el agua desde arriba, y no encontraban un camino fácil para llegar a la orilla.

—¿Y ahora qué? —preguntó Miguel.—¿Nadie sabe si hay alguna manera de bajar? —inquirió Cashel.Nadie contestó.—Hay orilla —apuntó Dani, señalando hacia abajo—, tiene que haber alguna manera de bajar.—¿Miramos al otro lado? —propuso Sorní.Se hizo el silencio mientras el pelirrojo meditaba qué hacer.—Sí. Quizá esté menos empinado allí. —asintió Cashel.La gente empezó a moverse sin esperar la palabra de Dani.—Hagámoslo con cuidado. —murmuró, pero nadie le hizo caso.Los más ligeros de peso desenfundaron las armas y se adelantaron. Pasaron cerca de los

coches que formaban un atasco al entrar al túnel del puente, atentos a cualquier contratiempo. Nadie dijo una palabra, y sólo se oía la tos de Alba. Tomás, que llevaba el carrito de compra, se distrajo mirando una de las luces que todavía echaba chispas y chocó contra uno de los coches. Cashel se giró y chistó, cabreado.

—¡Perdón! —gritó el de las gafas.—¡¿Te quieres callar?! —espetó Miguel.Entonces oyeron un gruñido cerca de David. Este empuñó la pala con ambas manos y la alzó,

dirigiéndose al coche que tenía a su derecha. Tras el capó apareció un hueco sin pierna izquierda, pero no fue eso lo que le sobresaltó; un muerto que descansaba en uno de los asientos delanteros alzó la mano para coger le y se agarró al pantalón de chandal, lo que le hizo maldecir por lo alto y bajar la pala para golpearle. Sin embargo los nervios le hicieron fallar y el canto de la pala chocó contra el techo del vehículo. Sin saber qué hacer, David se echó hacia atrás zarandeando la pierna. Se libró del muerto, pero cayó al suelo.

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Aníbal González 7D — EP2—¡David! —gritó Dani, que estaba cerca de él.Empuñó el atizador y corrió a socorrerle, pero antes de que pudiera deshacerse del hueco, lo

hizo Sorní con la escopeta. El tuerto pudo romper la mandíbula del infectado restante e incorporarse a tiempo para acabar con él. Dani iba a decir algo, pero escucharon los ruidos de otros cuatro muertos que acababan de alzarse, atraídos por el disparo.

—¡Cuidado! —gritó Ana, apartando a Lucía y Alba de las garras de uno de ellos. Miguel aprovechó para tirarle de un golpe con el puño americano.

—La próxima vez haz el favor de no disparar tu puta escopeta en un sitio oscuro y con eco. —renegó Dani a Sorní, mientras sacaba el revólver.

—La próxima vez sé más rápido. —contestó el moreno.Alzó el arma y disparó a uno de los monstruos. Poco a poco acabaron con todos ellos y se

apresuraron a salir del túnel. Se sintieron aliviados al ver que la pendiente era mucho menos vertical en ese lado, y podrían bajar con cuidado. Cashel, Nico y Dani fueron los primeros en hacerlo, para comprobar el terreno. Tal y como habían ordenado, las chicas descendieron poniendo los pies en los mismos sitios que ellos. Finalmente quedaron Miguel, Luis, Tomás, Sorní y David, con el carrito.

—¿Cómo lo hacemos? —voceó el primero a Cashel y Dani.—¿Crees que podéis bajarlo poco a poco? —preguntó Cashel. El otro negó con la cabeza tras

contar el equipaje y comprobar su peso.—Sacad todas las bolsas y llevadlas con vosotros, luego bajáis el carrito entre dos. —intervino

Dani.—¿Y no sería más fácil lanzar el carrito y punto? —propuso Tomás, mientras David, él y Luis

cogían las bolsas del carro.—Claro, más fácil. —afirmó Luis.—Baja y cállate. —ordenó Sorní, cogiendo la parte delantera del carrito. Tomás hizo una mueca de burla y empezó a bajar, seguido de los otros dos. Diez minutos más

tarde, todos se encontraban en la orilla del embalse. Una vez allí comprobaron que sí había un par de caminos, pero para cogerlos tendrían que haber dado un gran rodeo, así que no fue tan mala idea bajar por aquella cuesta.

—¿Qué hora es? —inquirió Ana.—Las once y diez. Tenemos todo el día, podemos comer aquí con tranquilidad y marcharnos

antes de las cinco. Montad dos tiendas y sacad las sillas y una mesa. —mandó Dani.Alzaron dos de las pequeñas y dispusieron los muebles como si fuera un camping, con los

asientos rodeando la mesa. Mientras Lucía y Paula acomodaban a Alba en una de las tiendas, los demás dejaron su equipaje y fueron al agua.

—¿Está muy fría? —preguntó Dani a Miguel.—Está helada. ¿De verdad vais a bañaros aquí?—No necesariamente. Podemos echarnos el agua por encima.—También puedes morir de hipotermia. —rió Cashel.—Llevamos más de un mes sin darnos una ducha en condiciones. Lavarnos un poco cada tres

días no basta.—Bueno, vamos a estar aquí un buen rato, ¿no? —inquirió Miguel tras unos segundos.—Sí, ¿por qué lo dices?—Un grupo podría ir a explorar la zona. Por si hay algo útil. —propuso.—Me parece bien. Dani, vosotros quedaos aquí —accedió Cashel, quitándose la chaqueta

hasta quedar con una camiseta de tirantes de un color verde intenso—. Me llevaré a Sorní, Nico, Gabri, Luis y Dana.

—De acuerdo, no tardéis. No nos moveremos de aquí. —asintió el pelirrojo.Minutos después, el grupo de Cashel se preparaba para subir de nuevo a la carretera y buscar

suministros. Dani y Miguel llenaron todas las garrafas de agua mientras los demás se acomodaban, quitándose ropa de encima para disfrutar del calor. Después, David y Tomás fueron con los dos primeros al agua. Dani ya se había quitado la chaqueta y la sudadera, quedando también en tirantes rojos.

—Déjame una de las pequeñas, Migue. —pidió, señalando las botellas que tenía este en los pies.

La abrió en cuanto se la prestó, inspiró hondo y la derramó en su cabeza. Los pelos se le erizaron y tuvo que aguantar la respiración para no soltar un grito. El agua estaba horriblemente fría.

—¡Traed una toalla! —chilló.

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Aníbal González 7D — EP2Tomás le lanzó una entre risas. Dani sacudió rápidamente el pelo y usó la toalla para secarse

concienzudamente el torso y las axilas. Acto seguido, se la tendió a David.—Os toca. —dijo, tiritando.Corrió a coger su mochila de montaña para sacar toallitas y un desodorante. Miguel también

se alejó para ir con Inés. David, por su parte, alternó la mirada entre la toalla, Tomás y el agua.!Cashel y los demás llegaron a la carretera por la que habían pasado antes, y se desviaron para

ir campo a través. Pronto llegaron a un reguero; se encontraron con subidas escarpadas y tierra que se desprendía en cuanto soportaba algo de peso, a pesar de estar embarrada por la nieve que empezaba a derretirse. Ninguno comprendía por qué aquel día hacía tanto calor.

—Si subimos ahí arriba veremos más terreno. —murmuró Gabriel.—Sí… Vale, quitaos las mochilas. Nico, tú y yo subimos primero. Una vez arriba comprobamos

el mejor camino y vosotros nos lanzáis las bolsas. Después intentáis escalar y nosotros os echamos una mano si hace falta. —planeó Cashel, soltando su mochila y sacando la navaja de campo.

Nicolás hizo lo mismo y empezó a tantear la pared de tierra. Había raíces enterradas en ella que podrían soportar bastante peso, así que intentaron abrirse camino usándolas como escalera. Sin embargo el tramo final ya no tenía esas raíces, y quedaron atascados ahí arriba. Nico, bajo Cashel, resopló y buscó una alternativa con la mirada. Cashel, con los pies en una de las raíces y la mano izquierda sujetando la navaja, que había clavado en la tierra, rascó la pared con la otra mano para ver si había un punto de apoyo seguro. Finalmente dio con una piedra, e indicó a Nico que tuviera paciencia mientras él hacía un hueco donde poner la mano o el pie. Usó la navaja, y finalmente pudieron subir hasta arriba.

—Nico, adelántate un poco a ver qué hay. ¡Sorní, subid! —voceó.El moreno se frotó las manos.—Ve tú primero. —le dijo a Dana. La chica, sin decir una palabra, se hizo una coleta y empezó a escalar a paso lento y seguro.

Sorní, mientras, cogió las bolsas y empezó a lanzárselas a Cashel, quien las cogía prácticamente al vuelo y las dejaba a su lado. Pronto le dio la mano a Dana y la impulsó hasta arriba. El siguiente en subir fue Gabriel. Llegó hasta la última raíz, pero en vez de cogerla por los extremos, lo hizo por el centro. Intentó subir, pero la tierra cedió y la raíz cayó. Tuvo que agarrarse con todas sus fuerzas a una de las rocas que había cerca, e hizo un esfuerzo inhumano por volver a poner el pie derecho donde lo tenía antes de romper la raíz. Cashel le dijo algo y tendió la mano. El chico dio un resoplido antes de saltar hacia él. Consiguió coger su muñeca, pero la roca de antes terminó por desprenderse. Cayó cerca de Luis, quien le miró con el ceño fruncido. Ya no había camino hasta arriba.

—¿Podéis subir? —preguntó Cashel.—Luis, prueba. —le instó Sorní. El otro crujió los nudillos, cogió carrerilla y saltó a la pared, clavando en ella sus manos

desnudas. La tierra empezó a caer, pero consiguió subir un poco agarrándose en las raíces y piedras restantes. Sin embargo, al llegar al último tramo, ya no pudo hundir los dedos lo suficiente como para que la tierra no se desprendiera y cayó al suelo. Por suerte lo hizo derrapando y no se dio golpe alguno, pero había confirmado que no quedaba manera de subir.

—Cashel, lánzanos nuestras mochilas. Vosotros id por ahí, nosotros buscaremos un camino por aquí abajo. ¿Lleváis relojes?

—Yo llevo. —contestó Dana.—Pues si no nos vemos, acudid al campamento en tres cuartos de hora.La chica y Cashel asintieron y desaparecieron junto a Gabriel, tras lanzarles las dos bolsas.

Después, Sorní y Luis comenzaron a caminar por el estrecho y dificultoso camino de tierra, esperando encontrar una posible subida.!

Al final, todos acabaron lavándose y pudieron usar el agua para calmar la fiebre de Alba, quien dormía entonces. Dani, Miguel, Ana e Inés hablaban en el exterior. Contaban anécdotas de las acampadas que hacían antes de que aparecieran los muertos y reían recordando caídas y situaciones embarazosas de sus amigos. Pasado el rato, Miguel e Inés abandonaron la conversación para revisar la comida, pues había pasado un mes desde que cenaron pollo frito. Era como un regalo mensual para el grupo; al salir de Utiel decidieron que cada treinta días harían una cena en condiciones, como las de antes, sin escatimar en recursos. Y esa cena siempre consistía en pollo frito y un vaso de Coca—Cola o Fanta, bebidas que reservaban en una de las dos bolsas térmicas que llevaban. Dani y Ana quedaron solos, y la chica quiso ir a la orilla. Una

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Aníbal González 7D — EP2vez allí se encontraron con David y Tomás. El moreno intentaba fabricar una caña de pescar cutre, hecha con un hilo de pescar demasiado corto y un palo a punto de romperse.

—¿Qué hacéis? —inquirió Ana.—Se cree que puede pescar algo con eso. —rió David. —Cállate, sabrás tú lo que vale para pescar y lo que no. —farfulló Tomás, trabajando con el

hilo.—¿Sabes siquiera si hay algo que pescar aquí?—¡Pues mejor intentarlo!—¡Si ni siquiera te gusta el pescado!La discusión se vio interrumpida por un gruñido que oyeron a su izquierda. Era un hueco, que

cojeaba hacia ellos, atraído por los gritos de David y Tomás.—¿De dónde ha salido? —preguntó este.—Estaría entre las rocas, atascado o algo. —murmuró Dani, empuñando su revólver.Apuntó a su cabeza y quitó el seguro, pero Ana le puso la mano encima y bajó el arma.—Déjame a mí —pidió—. Todavía no he disparado un arma.Dani le miró, inseguro.—¿Sorní…?—Sorní es mi novio, no mi padre. Déjamela. —insistió.—Casi no sabes usarla.—Pues enséñame. —Hagáis lo que hagáis hacedlo ya, porque a lo tonto vamos a morir por un muerto, y eso no

sería… —intervino Tomás, pero calló al recibir un codazo de David.Dani resopló y le tendió el revólver a Ana. Se puso tras ella y cogió sus manos para ponerlas

en la posición correcta.—Deberían enseñarte Nico o Cashel, que son los que saben.—Deja de quejarte de una vez, algún día tendré que aprender.—Vale, vale. Inspira hondo y mantén la respiración —ordenó él, alzando los brazos de la chica

y poniendo sus dedos en el gatillo—. El seguro está quitado.—¿Disparo ya?—Dispara cuando estés segura de que acertarás. Ahora sólo es uno, así que espera a que se

acerque un poco y luego aprieta el gatillo.Dicho esto, se apartó de ella y puso su mano en la navaja del pantalón, por si acaso. Tomás y

David se echaron hacia atrás y miraron atentos al muerto. Ana no dijo una sola palabra y esperó pacientemente a que se acercara a ella. Dani se fijó en que el revólver empezaba a temblar, y supuso que se estaba poniendo nerviosa. Sin embargo, justo cuando empuñaba la navaja y se acercaba a ella, disparó y acertó en el cuello del hueco. La carne ya estaba destrozada de antes, y terminó de romper los tendones. La cabeza se dobló, sin desprenderse, y el muerto se tambaleó pero no cayó al suelo. Ana empezó a respirar con rapidez, por el miedo y las náuseas que le provocaba el cadáver. Dani corrió a quitarle el revólver, y David acabó con el muerto con la pala antes de que siguiera caminando. Lucía y Paula salieron de las tiendas para ver qué pasaba, pero el tuerto les indicó con gestos que todo estaba bajo control.

—¿Estás bien? —preguntó Dani.—Sí, sí. —suspiró Ana, con la mano en el pecho.—Deberíais apartar el cadáver del agua. —dijo Tomás. Dani le miró cabreado, guardó el revólver y le dio un toque a la chica para que volviera a las

tiendas. Después arrastró al muerto fuera del alcance del agua, con la ayuda de David.!Cashel y los demás llegaron a una caseta destrozada que les llamó la atención por las nueve

bicicletas que había apoyadas en ella. Algunas estaban un poco oxidadas, pero según Nico podían arreglarse en no mucho tiempo. Antes se dedicaba a ir en bicicleta por los pueblos aledaños a Utiel, y con el paso del tiempo aprendió mucho de aquel deporte. Los tres chicos volcaron las bicicletas para comprobar que todo estaba en orden y para arreglar lo que estuviera en mal estado, gracias a las herramientas que llevaba Nico en su mochila. Dana se adentró en la pequeña caseta para rebuscar entre los escombros.

Luis y Sorní, por su parte, no encontraron un camino viable. Consiguieron subir una de las paredes, pero en seguida se resbalaron por el barro que quedaba de la nieve derretida y cayeron de nuevo. Puesto que ya había pasado media hora desde que se separaron de Cashel, decidieron dar media vuelta.!

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Aníbal González 7D — EP2Eran casi las dos del medio día cuando Lucía, Ana, Paula e Inés les vieron aparecer por la

ladera.—¿Habéis encontrado algo? ¿Dónde están los demás? —inquirió la primera.—No, no hemos encontrado nada —resopló Sorní, dándole un beso a Ana—. Nos separamos

al llegar a los regueros. Consiguieron subir por la pared, pero Gabri rompió una de las raíces y no pudimos subir nosotros. No hemos encontrado otro camino, pero les dije que volvieran en tres cuartos de hora. Deben estar al caer.

—¿No les habrá pasado nada? —preguntó Inés.—Habríamos oído disparos. Estarán bien, seguro. —¿Cómo está Alba? —indagó Luis, tras abrazar a Paula. —Dormida. Creo que le está bajando la fiebre. —respondió ella.—Dejadla dormir, después de comer estará lista para otra caminata. —les dijo Ana, antes de ir

con Sorní a la orilla.!Pasó media hora hasta que vieron a Nico en la lejanía, bajando la ladera montado en una

bicicleta. Parecía alterado. Dani, Sorní y David corrieron a recibirle.—¿Pasa algo? —preguntó el primero.Nicolás tomó unos segundos para bajar de la bici y recobrar el aliento.—Necesitamos ayuda. Hemos encontrado bastantes bicis, pero no podemos bajarlas solos.

Hemos intentado buscar una bajada más fácil, pero nos han atacado. Cashel me ha dicho que coja una de las bicis y viniera a buscaros. —jadeó.

—¿Pero están bien? ¿No han mordido a nadie?—No, no. Están bien, pero tenemos que ir ya. —terminó Nico.Tiró la bicicleta al suelo, dio media vuelta y volvió a la ladera para subir de nuevo a la carretera.—¿Para qué queremos bicis si tenemos que llevar el equipaje a pie? —murmuró Sorní.—Es lo que estaba pensando —admitió Dani—. Luego lo discutiremos, vamos a sacarles de

allí.Ana y Miguel les alcanzaron justo cuando empezaban a subir la cuesta.—¡¿Qué pasa?! —gritó él.—¡Nada, vosotros quedaos aquí! ¡Volveremos en seguida! —contestó Dani.Sorní miró a Ana y asintió con la cabeza para indicarle que todo iba bien. Después subieron a

la carretera con Nico y corrieron a buscar al resto.!Estaban en el mismo lugar donde se separaron de Luis y Sorní. Desde abajo sólo veían a

Cashel, forcejeando con un muerto para clavarle la navaja. Nico se había adelantado y también estaba ya arriba, pero no sabían cómo logró subir él solo. Al ver a Cashel, Dani gritó algo que le sobresaltó, y acabó tirando al hueco por la pared. Cayó al lado de Sorní, quien lo remató antes de que pudiera levantarse.

—¡Bajad de ahí! —le dijo a Cashel.—¡Hay que coger las bicis, y Dana ha encontrado dos tiendas de campaña!—¡¿Qué más da?! ¡Dejadlas y bajad ahora mismo!Sorní seguía insistiendo cuando Dani le dio un codazo para que se diera la vuelta. Se les

acercaban cuatro muertos, atraídos por los gritos y los dos disparos que había dado Gabriel. —Súbeme. —le dijo el pelirrojo a Sorní.—¿Qué?—Peso poco, y necesitan ayuda. Bastará con deshacerme de los de ahí arriba, luego

bajaremos todos. ¿Podrás con estos cuatro?—Supongo.—Bien.Dicho esto, Sorní pegó la espalda a la embarrada pared y juntó las manos para impulsar a su

amigo. Dani inspiró hondo, se apoyó en él y comenzó a escalar. Pudo subir ayudándose de las raíces restantes, e hizo un último esfuerzo para llegar hasta arriba. En cuanto lo hizo, sacó el revólver y la navaja. Sin darse cuenta, uno de los muertos le alcanzó y le cogió del brazo. Consiguió clavarle el arma en el ojo justo cuando pegaba sus dientes a la carne, y lo arrastró para que no cayera encima de Sorní. Dana lo vio y le ayudó a incorporarse.

—¿Estáis bien? —preguntó el chico. Ella simplemente asintió.Había al menos diez huecos intentando alcanzarles. Gabriel, Cashel y Nico habían formado un

círculo al que Dana y Dani se unieron rápidamente, juntando las espaldas. Mientras tanto, Sorní terminaba de rematar a uno de los infectados con una estaca antes de

levantarse y caminar hacia atrás para evitar las garras de otro. Golpeó a uno de ellos con el palo,

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Aníbal González 7D — EP2pero se partió al darle en el cráneo. Frunció el ceño y se centró en alejarse un poco más. Rebuscó en sus bolsillos, pero no encontró arma alguna salvo la escopeta que llevaba colgada a la espalda. Intentó conservar la calma y saltó para agarrarse a la rama de un árbol. Era gruesa, así que aguantó su peso. Empleando todas sus fuerzas, empezó a alzarse poco a poco.

Manteniendo la formación en círculo, los de arriba consiguieron acabar con casi todos los muertos, pero Gabriel tropezó y uno de los huecos restantes agarró a Dana cuando ésta intentaba ayudarle. Cashel terminó de levantarle y Dani fue con la chica. El muerto le había cogido por detrás, por lo que no tenía oportunidad de clavarle el cuchillo. Daniel consiguió alcanzarla y puso las manos entre ella y el muerto, haciendo fuerza para separarles. Finalmente el cadáver se fijó en él y cayó al suelo con un empujón. Dana se dio la vuelta y acabó con él en un santiamén. Los otros tres acabaron con los muertos restantes, y entonces oyeron varios tiros de escopeta. Se asomaron por el pequeño barranco, y vieron a Sorní subido a un árbol, con cuatro cadáveres inertes bajo él.!

Decidieron que no era tan mala idea quedarse las bicicletas, pues les servirían para explorar con más rapidez cuando descansaran en un lugar. Las dos tiendas de campaña que encontró Dana también fueron bien recibidas, y pronto reorganizaron los grupos para dormir. Alba durmió toda la mañana, mientras Paula y Lucía le cuidaban. Miguel, Dani, Inés y Tomás se ocuparon de organizar la comida y las bebidas. Sorní, Ana, Dana y David limpiaron las herramientas y la ropa con el poco detergente que tenían y el agua del embalse. Cashel, Luis, Nico y Gabriel se dedicaron a terminar de arreglar las bicicletas y dejarlas listas para ponerse en marcha. Así pasaron horas hasta que comieron sándwiches y una ensalada bastante limitada, compuesta tan sólo de lechuga, tomate y una pizca de aceite. Después se tomaron el lujo de descansar en el campamento, sentados alrededor de la mesa, hasta las cuatro de la tarde. Entonces empezaron a recoger las cosas; cargaron el carrito con las cajas de comida, se echaron las mochilas al hombro y despertaron a Alba. Desmontaron las tiendas y volvieron a la carretera por uno de los caminos que vieron al bajar. Dieron un rodeo, pero finalmente llegaron al túnel donde habían sido atacados. Después retomaron el camino. Dani y Miguel abrían la marcha, seguidos por los chicos. En la retaguardia quedaban Ana y Lucía, ayudando a Alba a caminar, y Tomás, que llevaba el carro. Las bicicletas las llevaban entre todos, una cada uno.

Pronto anocheció y decidieron que era hora de acampar. Mientras alzaban las tiendas y preparaban la hoguera a un lado de la carretera, Nico y Cashel se adelantaron con dos bicis para tantear el terreno. A diez minutos de donde habían acampado, vieron el primer cartel que señalaba la dirección hacia Minglanilla.!

A la siguiente mañana les tocaba hacer el reconocimiento a Cashel y Gabriel. Cogieron las bicis para hacerlo más rápido, y en veinte minutos estaban de vuelta. Confirmaron que el camino era seguro, y siguieron por la carretera. Tenían sueño y Alba todavía se encontraba débil, así que fueron a paso lento. Ana se esforzaba día y noche por remediar su fiebre, pero poco podía hacer sin medicinas. La temperatura de la chica no bajaba de los cuarenta grados y cada vez le dolía la cabeza con más frecuencia. Siempre que Ana intentaba debatir la posibilidad de que no sobreviviera, Lucía y Paula le disuadían, diciendo que no podía morir por un resfriado. Ana hacía caso y no hablaba del tema, pero no podía dejar de pensar en ello. Dani y Sorní también se resfriaron al empezar el invierno, pero no llegaron a tener fiebre. No era lo mismo.

—Aquí hay otro cartel. —voceó Nico, que iba delante de todos.Señalaba el metal con la punta de su rifle. Ponía ‘Minglanilla’, pero no había número alguno.—¿Por qué no marca la distancia? —inquirió Tomás.Cashel se acercó al cartel y pasó la mano por encima. Toda la señal estaba rayada.—La han borrado.—¿Cómo que la han borrado? ¿Por qué iba alguien a hacer eso?—Créeme, Tomás, la han borrado. —insistió el moreno, dando toques en el conjunto de

rasguños que había junto a las letras.Tomás se acercó para palparlo también.—No sé por qué lo harían, pero no debe estar lejos. —murmuró Miguel.—Puede que lleguemos antes de que anochezca. —asintió Dani.—Pues coged las bolsas y aligeremos el paso.—Esperad, esperad —les paró Lucía—. ¿Otro pueblo? ¿Estáis hablando en serio?Miguel iba a decir algo, pero Dani le hizo un gesto para que dejara hablar a la chica.—Nos metimos a Jaraguas, y mirad lo que pasó. ¿Cuántas veces debemos recordarlo?

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Aníbal González 7D — EP2—Creía que habrías escarmentado tras dar tantas vueltas, Dani. —añadió Sorní, cogiendo su

bolsa y apoyándose en el carro.—Ni siquiera he dicho que debamos adentrarnos en Minglanilla.—¿Y para qué quieres llegar ahí, entonces? —siguió Lucía.—Porque podemos entrar unos cuantos, coger lo que podamos y…—No, ¿lo ves? Ya estás con lo mismo.—Lucía tiene razón —intervino Paula—. Para ya de enviarnos a misiones suicidas.—¿Misiones suicidas? ¡¿De qué coño hablas?! ¡Tú no te has movido del campamento en todo

el invierno! —se defendió Dani.—¡Porque tengo que cuidar de Alba!—¡¿Insinúas que yo no lo hago?! ¡¿Que Ana no lo hace?! ¡Todos nosotros hemos buscado

medicinas casi diariamente, durante casi un mes! —Y fíjate para lo que ha servido. —resopló la chica.—Bien. La próxima vez saldrás tú a buscar remedios.—No puedes obligarme a…—Paula, cierra el pico —dijo Miguel—. Dani tiene razón, no has hecho nada en todo el

invierno, tú eres la que menos puede quejarse.—Dejad el tema de una vez —irrumpió David, antes de que ella volviera a abrir la boca—. Nos

metamos o no, Minglanilla es un buen punto de referencia. Lleguemos, y luego decidiremos qué hacer. Parad de quejaros por todo.

—Exacto. Dejad de discutir y hacedlo cuando toque —afirmó Cashel—. Andando.Y después de la discusión, retomaron la marcha. Caminaron casi una hora, hasta las nueve y

media de la mañana, cuando vieron una gasolinera y una nave industrial en la lejanía. La carretera que seguían estaba entre medias de las dos. Sin decir nada, el grupo se detuvo y los cuatro líderes se miraron entre ellos. Después Dani hizo una señal a Miguel y se adelantó con los otros tres. Le había indicado que mantuviera a todos quietos, junto al carro.

Caminaron hasta estar frente a la gasolinera.—¿Qué hacemos? —inquirió David.—Andamos escasos de comida. En la gasolinera tiene que haber algo por narices. Puede que

no lo suficiente, pero al menos…—contestó Sorní.—Aquello es un desguace. —dijo Dani, señalando la nave.—¿Y? ¿Para qué necesitamos piezas de coches?—Hace tres meses que empezó esto, es imposible que nadie haya pasado por ahí.—Ve al grano.—Me juego el cuello a que ahí dentro hay alguien. O al menos su equipaje. —suspiró el

pelirrojo.—Entonces… ¿registramos los dos sitios? —preguntó David.—Es una buena idea —asintió Cashel—. Este sitio parece tranquilo, podemos probar a

registrarlo a la vez. Los tíos nos dividimos en dos, y las chicas que esperen con el carro aquí por si hay que salir corriendo.

—Tomás casi nos mata ayer en el túnel. —recordó David.—Eso es verdad, no me sentiría seguro con él. En cambio, Dana es buena con las armas.

Puede que sea más útil que él en este tipo de cosas. —propuso Dani.Los demás le miraron raro al decir eso.—Vale, que venga Dana en vez de Tomás. —accedió Cashel a regañadientes, volviendo con

los demás.Les explicaron el plan e hicieron los grupos. Dani, Miguel, Dana y David se ocuparon del

desguace, mientras que Cashel, los hermanos Sorní, Gabriel y Luis fueron a la gasolinera. Ana, por su parte, se ocupó de repartir las armas restantes —de fuego y blancas— entre ella misma, Tomás, Lucía, Inés y Paula.

El grupo de Dani llegó a la puerta principal de la nave. La valla exterior fue fácil saltarla, pero la entrada era enorme y estaba sellada con un candado bastante grande. El pelirrojo tiró de él, inútilmente.

—Ahora la cuestión es cómo entrar. —murmuró.—¿Por las ventanas? —probó Dana, mirando hacia arriba.Los ventanales estaban pegados al techo, a más de tres metros de altura.—No podemos subir tan alto.—David, dame la pala. —pidió Miguel, cogiendo la herramienta y alzándola, derecho al

candado.—¡Eh, eh! —le detuvo Dani, cogiéndole del brazo— ¿Qué haces?

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Aníbal González 7D — EP2—Abrir la puerta. —contestó Miguel, como si fuera algo obvio.—No sabes si podrás abrirlo, y no deberíamos hacer mucho ruido.Miguel enarcó una ceja y miró a las chicas. Tomás estaba haciendo bromas de mal gusto en

voz alta y riendo a carcajadas. Dani no supo qué contestar, y él aprovechó para golpear el candado. El choque sobresaltó a los otros tres, que le miraron atónitos. Guardaron silencio para comprobar aliviados que no parecía haber muertos alrededor. !

La gasolinera supuso un camino más fácil. La cerradura de la puerta estaba rota, así que pudieron entrar con tan solo un par de patadas. Nada más entrar apareció un infectado que Luis mató casi al instante, con su cuchillo. Tal como había dicho Sorní, el establecimiento todavía guardaba comida en su interior. Muchos de los estantes estaban repletos de golosinas, refrescos y comida enlatada y congelada.

—Coged todo lo que podáis, hasta que revienten las bolsas. —sonrió Cashel, dejando en el suelo la caja de cartón que llevaban.

Se repartieron por todo el lugar y empezaron a arramblar con lo que quedaba. Nico fue el primero en acercarse a la caja registradora, y tras coger tres cajas de chicles se dirigió a la puerta que había a su derecha, que llevaba a un pequeño almacén. Estaba cerrada con llave, así que dejó su bolsa en el suelo y cogió carrerilla. La golpeó con todas sus fuerzas, la cerradura cedió y la abrió de par en par. Sin embargo, su semblante cambió por completo al ver que el almacén estaba literalmente lleno de muertos, que le vieron en cuanto entró.!

El candado empezaba a doblarse tras muchos golpes, pero seguía sin caer. —Migue, te vas a cansar antes que poder abrir esta mierda. —murmuró David, con los brazos

en jarra.—Se está doblando, dadme un par de minutos y tendréis la jodida puerta abierta. —farfulló el

otro, retomando su labor.Dani se encontraba en una de las esquinas de la nave, y Dana en la otra, ambos arma en

mano, atentos por si aparecía alguna amenaza. Pasaron varios minutos hasta que la chica vio aparecer tres muertos por la parte trasera del desguace.

—Vienen tres. —dijo, alzando la pistola.Miguel, David y Dani le miraron, pero este les hizo una señal a los dos primeros para indicarles

que él se encargaría mientras ellos se centraban en el candado. Cargó el revólver y se dirigió a Dana, pero antes de alcanzarla oyó el primer disparo. Se sorprendió, pero mantuvo la calma.

—¿Cuántos son? —le preguntó al llegar a su lado.También alzó el revólver, pero no vio ningún cadáver; los tres muertos seguían caminando

hacia ellos.—No he sido yo. —susurró Dana, mirando hacia la gasolinera, antes de que Dani hiciera otra

pregunta.Segundos después oyeron dos disparos más, y vieron al grupo de Cashel salir corriendo de la

gasolinera. Acto seguido vieron una docena de muertos seguirles de cerca. Dani apretó los dientes e hizo ademán de correr a ayudarles, pero oyó un grito de David. Se giró, y quedó de piedra al ver que por la otra esquina de la nave habían surgido otros siete infectados.!

—¡Toni! ¡¡Toni!! —gritaba Ana, al ver en la lejanía a su novio pegando escopetazos ciegamente. Su hermano corría a su lado, sano y salvo, cargando la caja de comida. Cashel, Gabriel y Luis

les cubrían las espaldas, pero poco a poco se veían más en apuros por la cantidad de muertos que se les acercaban.

—¡No os acerquéis! —ordenó Sorní, al ver que las chicas y Tomás adelantaban un pie hacia ellos. Pronto llegaron al carrito de compra y dejaron en él la caja y las bolsas— Quédate aquí, no te muevas. —le le dijo a Ana.

—¡¿Qué pretendéis hacer?! ¡No podéis con todos! —¡La gasolinera es segura! ¡Podemos pasar aquí el día! —gritó Cashel.—¡Tenemos muchas horas de luz! ¡Hay que encontrar otro lugar! —insistió Ana, pero no obtuvo

respuesta y los chicos empezaron a disparar a bocajarro.!—¡Migue, no me quedan casi balas! ¡¿Cuánto te falta?!—¡¡No soy superman, joder!! ¡Dadme tiempo!—Migue, necesito la pala, no tengo otra cosa. —le dijo David, apretando el pañuelo de su

cabeza y tratando de no perder los nervios.

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Aníbal González 7D — EP2Dana se ocupaba de un lado y Dani de otro, pero eran demasiados huecos. Además de los

anteriores, llegaban más de la parte trasera de la nave. Miguel paró un momento para inspirar hondo y recuperar el aliento.

—Me he dejado la pistola en el carro. —murmuró, palpando su pantalón en busca del arma y tendiéndole la pala a David.

El chico la cogió sin dudar y corrió a ayudar a Dani. Este oyó lo que había dicho Miguel, y empezó a alejarse de los muertos poco a poco mientras el tuerto acababa con los que más se acercaban, no sin esfuerzo. Cuando llegó a Miguel, le dio el revólver.

—Quedan cuatro balas, mata sólo a los que se acerquen demasiado. Voy a por tu pistola y a por las chicas.

—Date prisa. —accedió Miguel, dándole una palmada en el hombro. Cogió el revólver y se preparó para cubrir tanto a David como a Dana.

Daniel empezó a correr todo lo que pudo hacia el carrito, abriendo antes la verja del desguace desde dentro. Se tropezó varias veces por el camino, pero no desistió. Al llegar con Ana y las demás, vio la contienda del grupo de Cashel y los muertos que se acercaban por la carretera.

—¿Qué intentan? —inquirió, señalando a los de la gasolinera. —Quieren acabar con ellos, pero son demasiados. —respondió Tomás.Efectivamente, los muertos seguían siendo más de diez, y a los vivos se les acababa la

munición. Dani iba a gritarles algo, pero Miguel le llamó, zarandeando los brazos, y recordó a lo que había ido.

—Ana, cogedlo todo y corred al desguace.—¿Qué? ¿Y ellos?—¡Hacedles dar la vuelta y venir con nosotros! ¡En el desguace hay menos muertos!Dicho esto, cogió la pistola de Miguel y corrió de vuelta a la nave.!Cuando llegó, Dana había limpiado su lado pero el lado de David estaba mucho más infestado

de muertos. Le lanzó la pistola a Miguel, y éste le tiró el revólver. Había gastado dos balas. Los tres empezaron a disparar mientras David se esforzaba por recuperar la compostura. Tras tres meses acostumbrándose, ahora calculaba bien las distancias a pesar de tener sólo un ojo, pero seguía mareándose cada vez que hacía muchos movimientos seguidos. El resto del grupo llegó al rato, jadeando. Sin decir nada, Sorní, Gabriel y Tomás se adelantaron para ayudar a Dani y compañía. Ana y Lucía pegaron el equipaje a la puerta de la nave. Cashel, Nico y Luis habían quedado rezagados fuera de la verja, deshaciéndose de los muertos que les seguían, pero pronto quedaron agotaron la munición. Habían dejado las bicicletas en la carretera y algunas bolsas de comida se habían quedado en el camino.

—Hay que abrir la maldita puerta. —dijo Dani, disparando su última bala, antes de correr al candado para examinarlo.

—Le quedan un par de golpes. —informó Miguel.El pelirrojo vio lo útil que era la pala para David, permitiéndole apartar a los que más se

acercaban, y decidió utilizar su atizador. Comenzó a golpear el candado, doblándolo más, y Cashel le ayudó en seguida. Pronto lo rompieron, y empezaron a tirar de las cadenas que había enrolladas a las asas de la puerta. Entonces Paula chilló; más infectados aparecieron de entre los coches que había en el exterior, y rompieron la formación de los jóvenes. Dani y Cashel abrieron la puerta con esfuerzo hasta dejar un hueco lo suficientemente ancho para que cupieran de dos en dos.

—¡Vamos! —gritó Cashel a los demás. Dana, David, Nico, Inés, Lucía y Gabriel pudieron entrar, pero después los muertos bloquearon

la entrada y Miguel, Sorní, Ana, Alba, Paula, Luis y Tomás quedaron rodeados, sin posibilidad de entrar. Cashel apretó los dientes y cerró la puerta para que los muertos no entraran.

—¡¿Qué haces?! —le gritó Inés.—¡¡Iban a entrar!!—¡Y Migue sigue ahí fuera! ¡Y los demás!—Hay que salir a ayudarles. —corroboró Nico.—No, no podemos salir ahí fuera.—¡¿Cómo que no?! —chilló Inés— Cashel, abre la puerta ahora mismo.El chico se puso entre ella y las asas.—He contado más de dieciséis muertos, Inés. No podemos salir ahí fuera. Además… —calló al

fijarse en el interior del desguace.—¡¿De dónde coño salen tantos?! —gritó Nico, alzando el rifle para disparar a los huecos que

había ahí dentro.

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Aníbal González 7D — EP2Dani enfundó el revólver y cogió el atizador con una mano y la navaja con la otra.—No lo entiendo —murmuró—. Hemos hecho mucho ruido antes, no sé por qué salen todos

ahora, de repente.—¡Qué mas da! —cortó Gabriel, disparando a los muertos.Las armas terminaron de quedarse sin balas cuando todavía quedaban cinco infectados. Dani

y Cashel se adelantaron y los mataron poco a poco, asegurando que nada salía mal. Tomaron unos segundos para recuperar el aliento hasta que oyeron los gritos de Ana y Sorní al otro lado de la puerta. Dani abrió los ojos como platos, soltó las armas y corrió a abrir la puerta. Lucía le ayudó, y pronto pasaron todos los que habían quedado fuera. Ninguno había caído en combate. Sorní gritó que cerraran la puerta, y ayudó a los otros dos a hacerlo. Una vez bloqueada con hierros y la cadena que habían retirado antes, caminaron hacia atrás en silencio, escuchando los golpes y gruñidos de los huecos. Eran muchísimos, más que antes.

—Han salido del almacén. —murmuró Paula, pasado el rato.—¿Qué? —inquirió Cashel.—El edificio de al lado es un almacén. Estaba bloqueado, y los bichos han echo pedazos la

puerta al oírnos. Por eso había tantos.—¿Cómo lo sabes?—Hemos visto cómo salían de ahí. La puerta acababa de romperse. —contestó Miguel,

abrazado a Inés. —¿Y qué hacemos ahora? —preguntó Ana. Nadie contestó durante unos segundos.—Vamos a quedarnos aquí hasta que se calmen los de fuera. —respondió Dani después.Algunos le miraron con mala cara, pero ninguno se opuso. Recogieron el equipaje, que Tomás

había arrastrado adentro al entrar, y lo llevaron al centro de la nave.!Después empezaron a registrarlo todo. Tal como había deducido Dani, al fondo había un

pequeño campamento. Dos tiendas de campaña, pocas latas de comida, restos de hoguera y una bolsa de armas llena de munición. Los muertos que había dentro eran los que se refugiaron allí hasta morir. Cashel examinó los cadáveres y comprobó que uno de ellos no tenía mordeduras ni arañazos. Confirmó que la infección la llevaban dentro y afloraría en cuanto murieran, aunque no hubieran tenido contacto con los caminantes. Reorganizaron la comida, los suministros y el equipaje, y se sentaron a descansar por separado, sin decir nada. Dani fue el único que se sentó en el piso de rejilla que recorría la parte alta de la nave, mirando por la ventana cómo los muertos seguían aporreando las paredes, a pesar de haber pasado ya un par de horas desde el ataque. Ese mediodía no hicieron comida. Simplemente cogieron aperitivos y se los comieron conforme sentían hambre, todavía sin hablar entre ellos.

Tuvieron que llegar las nueve de la tarde para que Miguel se levantara, dejando a Inés dormida en su saco de dormir, y empezara a preparar la cena. Tomás, David y Dana fueron a ayudarle, y devolvieron la vida al grupo al mediar palabra. A las diez ya estaba la mesa de camping preparada y las sillas a su alrededor. Dana llamó a Dani con un silbido y este bajó con ellos.

—¿Estás bien? —le preguntó Ana al sentarse a su lado.—Sí, tranquila. —sonrió él.Empezaron a comer con tranquilidad, hablando tranquilamente, pero Luis rompió la armonía

pasado el tiempo. Golpeó la mesa con todas sus fuerzas y volcó su vaso y el de Paula, que estaba a su izquierda.

—¿Tú no te cansas de cagarla? —le preguntó a Dani, que le miró extrañado.—¿Qué dices?—Sabes perfectamente lo que digo, no te hagas el tonto. Podrías tener una decisión buena de

vez en cuando, ¿no crees?Dani no sabía exactamente por qué le renegaba ahora, pero no tenía ganas de discutir.—Luis, déjame en paz.—¡¿Que te deje en paz?! —gritó el otro, levantándose bruscamente. Parecía que él no estaba

dispuesto a dejarlo pasar— ¡¡Déjanos tú a nosotros!!Los demás empezaron a pedirle que se calmara, pero él volvió a golpear la mesa y caminó

hacia Dani. El pelirrojo también se levanto.—Luis, relájate.—¡¡No me digas que me relaje!! —renegó, dándole un fuerte empujón que le empotró contra el

camión que tenía detrás.—¡¿Qué coño te pasa?!

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Aníbal González 7D — EP2—¡¡Todavía sigues con lo de líder!! ¡Te gusta, ¿verdad?! ¡Te gusta dar órdenes y que las

cumplamos, porque siempre te hemos ignorado! ¡¡Y ahora puedes evitarlo!! ¡¿No es así?! —siguió gritando Luis.

Nadie comprendía por qué sacaba ahora ese tema, cuando disfrutaban de una cena tranquila. Dani articuló los brazos, dolido, y se acercó a él.

—No vuelvas a tocarme.—¡¿No?! Luis lo tomó como una provocación, por lo que le cogió del jersey y lo tiró contra la mesa. La

volcó y pringó al chico de comida.—¡Luis! —gritó Cashel, levantándose y yendo hacia él.Pero él no dejó que le alcanzara y se acercó a Dani. Este cogió una botella de Coca-Cola que

había caído cerca de él, y se la lanzó a la cabeza. Estaba abierta, y además de golpearle en la mejilla le mojó entero. Después se levantó, tambaleándose, e intentó alejarse de él. Luis, por su parte, apartó el líquido de sus ojos, se agachó y le lanzó un cazo vacío. Dani puso la mano en el trayecto y le dio en la muñeca, pero no le hizo daño.

—¡¿Es que no has tenido bastante?! —le gritó— ¡¡En dos días nos han atacado dos veces, y tú sigues así!!

—¡¡Si seguimos así es por tu culpa!! —contestó el otro, acercándose a él de nuevo.Dani reaccionó a tiempo y le tiró una de las sillas plegables a la cabeza, repitiendo que no le

pusiera la mano encima. Luis casi cae al suelo por la embestida; le miró furioso y se dio la vuelta. Caminó hasta uno de los montones de chatarra, cogió una barra de metal antes de volver a mirar a Dani. Todos callaron, esperando que recapacitara y soltara la vara, pero no lo hizo. Con un grito de rabia, la alzó y se la lanzó a Dani con todas sus fuerzas. El chico intentó bloquearla como lo hizo con el cazo, pero no lo consiguió. El metal le dio en el lado izquierdo de la cabeza y cayó contra uno de los coches. Iracundo, se levantó dispuesto a contraatacar, pero se detuvo al ver su mano izquierda llena de sangre, tras frotarse en la zona del golpe. Soltó el engranaje que había cogido y volvió a palparse la herida. Miró de nuevo la palma de su mano y comprobó que estaba sangrando. Un reguero de sangre empezó a caer por su cara hasta empezar a gotear en la barbilla, sintió que se mareaba -más por el susto que por la gravedad de la herida- y tuvo que apoyarse en el capó del coche. Luis no cambió su semblante, y abrió la boca para decir algo, pero Cashel le propinó un puñetazo antes de que pudiera hablar. Casi todos corrieron a socorrer a Dani, que no paraba de taparse la herida y comprobar si seguía sangrando.

—No es una brecha —anunció Ana, tras tocarle la sien—. Ven, siéntate.La chica le llevó a una de las sillas y le sentó tras darle un pañuelo que llevaba en el bolsillo.—¡¿Eres imbécil?! —le gritó Cashel a Luis. Él, sin decir nada, sacudió la cabeza y le dio un golpe al camión.—Que te den. —murmuró, alejándose del grupo.—Toni, tráeme el botiquín —le dijo Ana a Sorní— ¿Estás bien? —le preguntó después a Dani.—Duele bastante.—¿Pero algo más? ¿Te mareas? ¿O sientes que te vas a desmayar… o algo?—No, no, simplemente duele. Palpita y duele de la hostia. —Entonces no es nada. Te pondré una gasa con esparadrapo después de limpiarla, y pasado

mañana bastará con una tirita. Sorní llegó con el botiquín de la chica. Ella lo abrió y sacó todo lo que necesitaba con nervios.

Acto seguido empezó a limpiar la herida de Dani con agua, dando pequeños toques de vez en cuando con un algodón mojado en agua oxigenada, haciéndole apretar los dientes por el escozor. La chica se detuvo al terminar de limpiar la piel y comprobar que la herida era mayor de lo que pensaba. Se preguntó cómo le había hecho semejante corte. Por suerte, era más larga que profunda.

—Puede que sean varias tiritas —murmuró. El chico hizo una mueca de asco—. La herida llega desde la parte superior de la sien hasta casi la mandíbula…

—¿Hacen falta puntos? —preguntó el herido. La chica negó brevemente con la cabeza— Con eso me basta. !

—¿Qué coño ha sido eso? —preguntó Miguel a Cashel. Ellos dos, David y Nico miraban a Luis desde lejos.—No sé qué le ha pasado. —Está mal de la cabeza. —farfulló David.—Ha sido un mal día para todos, pero herirle de esa manera…

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Aníbal González 7D — EP2—Hablemos mañana con él, ahora dejadlo —propuso Nico—. Sigue igual de tenso, no serviría

de nada.Decidieron que era lo mejor y volvieron con el resto del grupo. Ana ya había terminado de

cubrir la herida de Dani con la gasa y el esparadrapo. Después, todos recuperaron la calma e intentaron dormir. Dani y Luis no hicieron sus turnos de guardia. Tampoco les obligaron a hacerlo.!

Por la mañana prescindieron del reconocimiento. Habían dejado las bicicletas en la carretera, y preferían descansar antes de salir fuera. Dani se había despertado el primero y ahora estaba mirando de nuevo por los ventanales de arriba. Los muertos habían desaparecido casi por completo, pero el sol volvía a esconderse tras las nubes. La calidez que vivieron el día anterior había vuelto a desaparecer y en su lugar sólo quedaba frío, viento y una alta probabilidad de lluvia. Vio de reojo cómo subía Luis y avanzaba hacia él. No pensaba pedirle disculpas, pero quería hablar.

—Dani —le llamó, pero no obtuvo respuesta—. Eh.—volvió a intentar, pasados unos segundos.

—Te dije que no me tocaras. —le dijo Dani de inmediato. Luis puso cara de extrañeza.—Deja el maldito tema. Vamos, tenemos que salir fuera.—Ya hemos dicho que no haremos reconocimiento.—No es para hacer reconocimiento.Dani no dijo nada, y Luis se vio obligado a ponerle la mano en el hombro.—¿Cuántas veces tengo que repetírtelo? —murmuró el pelirrojo. —Puedes repetirlo las veces que te de la gana, no asustas a nadie.Aquellas palabras colmaron la paciencia de Dani. Apretó los dientes y agarró la muñeca de

Luis. Él empezó a forcejear, pero la mano de Dani se mantenía firme. Con la otra mano le cogió tres dedos, y Luis le dio un golpe en el brazo derecho, pero él no desistió a pesar del dolor y le pegó un rodillazo en el vientre. Aprovechando la oportunidad, empezó a doblar los dedos de Luis. Este realizó otro intento, golpeándole una costilla, pero Dani simplemente gruñó de dolor y le dio una patada en la espinilla. La herida empezó a palpitar y la cabeza a dolerle, por el esfuerzo, y apretó aún más sus dedos.

—¡Para! ¡¡PARA!! —gritó Luis, cogiendo la muñeca de Dani con su mano libre. Sin embargo, el chico no se detuvo y siguió torciendo sus dedos.—Hay que llegar a esto, ¿verdad? Tengo que hacer estas cosas para que te des cuenta de que

no soy gilipollas.—¡¡BASTA DE UNA PUTA VEZ!! —volvió a rogar el chico.Los demás les miraron desde abajo, alertados por los gritos. —¡¡EXACTO!! ¡YA BASTA! —respondió el otro, e hizo un último esfuerzo.Dobló los dedos de Luis con todas sus fuerzas hasta que oyó un fuerte crujido. Luis gritó de

dolor y cerró los ojos con fuerza. Dani supo que le había roto los huesos, y le soltó. Su propio corazón se aceleró y no supo qué pensar, atónito ante lo que él mismo había hecho, pero no dijo nada. Simplemente se echó hacia atrás.

—¡¿Qué pasa?! —gritó Dana, que acababa de subir. Se tapó la boca al ver la mano derecha de Luis. Cashel subió tras ella, y también quedó anonadado ante lo que había hecho Dani. Con el ceño fruncido, acudió a él y le dio un golpe en el hombro.

—Creía que tú eras el inteligente en esto. —le dijo. Dani no contestó.Ana preguntó desde abajo, y Cashel cogió a Luis sin decir nada para bajarlo.!Una hora más tarde, Ana e Inés habían conseguido enderezar los dedos de Luis con unas

pocas vendas y tres varitas de hierro que había por ahí, pero según Sorní no era suficiente. Temía que no arreglara los huesos por completo y quedaran a medio camino.

—¿Por qué lo has hecho? —le preguntó Sorní a Dani.—Le dije que no me tocara. Ayer dos veces, y hoy otra. —¿Y?—Que ha hecho caso omiso. Seguía burlándose de mí, y tratándome como a una mierda.—Eso no justifica que le rompas la mano. —intervino David.—Me da igual. Él casi me abre la cabeza, yo le rompo los dedos. Soy buena persona, pero no

soy tonto. Conmigo no vais a jugar.—Dani, estás haciendo una montaña de un grano de arena.—No. Sé lo que muchos de vosotros pensáis de mí. Si tenéis algún problema conmigo,

decídmelo a la cara, no me lancéis una maldita barra de metal a la cabeza —siguió quejándose él,

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Aníbal González 7D — EP2ahora mirando a Luis. Este le miró con el ceño fruncido, pero no sostuvo la mirada más de cinco segundos—. No me arrepiento de nada.

Sorní, Cashel y David se miraron entre ellos sin saber qué hacer.!Debido a la reciente tensión del grupo, permanecieron en el desguace toda la mañana. Dani no

volvió a abrir la boca y Luis estuvo todo el rato con Paula y Alba. Cashel, Sorní y David tomaron el mando y a las tres de la tarde decidieron que era hora de salir. Recogieron todo, cargaron con lo que pudieron y abrieron las puertas de la nave. Sólo había un par de muertos que Gabriel y Dana eliminaron con facilidad. Temerosos por si el grupo de la noche anterior seguía cerca, aligeraron el paso y salieron a la carretera. Las bicicletas habían desaparecido, y Nico se cabreó por ello. Incluso inculpó a su hermano y Cashel de no haberlas cogido. Caminaron un par de horas hasta ver en la lejanía el primer desvío a Minglanilla. La carretera seguía también hacia delante, por lo que no tardó en generarse otra discusión. Antes de sacar nada en claro, Dani hizo registrar las cajas de comida para hacer inventario. Salió a la luz que tenían comida para poco más de una semana, y volvieron a discutir. Él, Dana, Tomás, Cashel, David y Lucía aseguraban que necesitaban entrar a Minglanilla a buscar comida y recursos. El resto seguía reacio a esa decisión. Pasaron un buen rato debatiéndolo, exponiendo cada uno sus argumentos y tratando de ser razonables. Finalmente la mayoría decidió que había que adentrarse en el pueblo, pero Cashel propuso que lo hiciera tan solo una parte del grupo.

—¿Y separarnos? —inquirió Tomás ante la propuesta.—Sólo por un rato. Un par de horas, como mucho. Antes de que anochezca estaremos aquí.—¿Y si algo va mal? —preguntó Inés.Todos callaron.—Si a las diez de la noche no hemos vuelto, seguid por la carretera. —respondió Dani. —Esperad, antes de todo, ¿quiénes van y quiénes se quedan? —indagó Ana.—Yo voy. —se ofreció Dani al instante.—Yo también. —asintió Cashel.Le siguieron Dana, David y Gabriel. Al hacerse el silencio, Dani miró a Sorní y le llamó. El chico

enarcó una ceja, y al entenderle empezó a negar con la cabeza. —Podrías venirnos muy bien. —ayudó Cashel.—No voy a dejarla sola. No hay nada que hablar. —siguió negando Sorní, antes de señalar a

Ana.—Cari —le interrumpió ella, poniendo una mano en su cintura. Él le miró—. Puedes estar

tranquilo. Sé cuidar de mí sola, y seremos más aquí fuera. —¿Y por qué no puede ir Tomás? ¿O Migue? ¿O Luis? —preguntó Sorní a Dani y Cashel,

descartando a su hermano.El pelirrojo miró al otro antes de suspirar.—Migue, necesito que te quedes. Puede que haya que correr en algún momento, y aquí serás

más útil. Luis… no será de mucha utilidad. Nico, puedes servir aquí para vigilar. Tomás… tú quédate quieto y callado. —murmuró. Tomás le miró con mala cara, pero al fin y al cabo agradecía no tener que hacer esfuerzo alguno. Después miró a Sorní, esperando que eso le sirviera de respuesta. El moreno calló unos segundos, alternando la mirada entre todos.

—Que no, ni de coña —negó finalmente—. Si Ana se queda, yo me quedo.—Te necesitan. —insistió la chica.—Anteayer te libraste de tres muertos tú solo. Y cuantos más seamos, más podremos cargar.

—añadió David.!Al final, Sorní no tuvo más remedio que ceder ante las insistencias de sus amigos y la

conformidad de su novia. Mientras preparaban todo, Dani se apartó con Miguel para hablar con él.

—Lo de que te necesito aquí no era ninguna broma —le recordó—. Te pongo al cargo de Tomás, Luis y las chicas. Tom la caga constantemente, y Luis… creo que ya he dicho todo respecto a él esta mañana.

—Lo tengo bajo control, Dani. Tranquilo.—Y sigue en pie lo que he dicho antes, si dan las diez de la noche y no hemos vuelto, seguid

la carretera hacia Cuenca —su amigo le miró con el ceño fruncido—. Llévales a Cuenca. -repitió, más serio.

—Eso no va a pasar de todas formas. —resopló Miguel, finalmente.Chocaron los puños y se dieron una palmada en el hombro. Cuando volvieron con el resto,

Dani se dispuso a abrir la marcha, pero Dana no estaba.

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Aníbal González 7D — EP2—¿Y Dana? —le preguntó a David.—Tomás le ha pedido hablar a solas. —casi rió este, señalando con la cabeza hacia delante.Dani miró hacia allá, y vio a Tomás hablar con Dana bajo el puente que había sobre la rotonda.

Minutos después volvió la chica a paso ligero, dejando a su interlocutor por detrás.—Vámonos. —dijo, sin detenerse. Parecía enfadada.—¿Qué? ¿Qué ha pasado? —preguntó Dani, intentando contener la risa.—¿Vamos o no? —repitió ella, ya alejada.Dani, Cashel y David rieron. Tomás ni siquiera volvió con ellos. Se quedó sentado en una

piedra de debajo del puente. Sorní y Ana terminaron de despedirse con un beso, y el grupo empezó a caminar hacia Minglanilla, con las mochilas a la espalda y las armas en la mano.!

Apenas veinte minutos más tarde, Miguel ya había ordenado montar una tienda de campaña para Alba. Repartió todo lo que pudiera servir de arma entre Tomás, Ana, Lucía e Inés, y mandó establecer un perímetro que patrullarían por turnos. Envió a Tomás y Nico al puente, para vigilar desde arriba, y él mismo reorganizó el equipaje para que se pudiera transportar mejor. Le dijo a Ana que podía dejar la patrulla en cualquier momento para comprobar el estado de Alba y depositó su confianza en Lucía e Inés para avisar de cualquier contratiempo. !

—Tenemos dos horas de sol. Cinco hasta las diez. —informó Cashel. Acababan de pasar una tienda de muebles que había en la entrada al pueblo, y habían

aminorado el ritmo. Sorní mandó hacer una formación en círculo. Él, Cashel y Dani iban en la mitad delantera, mientras que David, Dana y Gabriel quedaban en la retaguardia.

—¿Dónde empezamos a mirar? —inquirió la chica. —No lo sé. Nunca he estado en Minglanilla. —admitió Dani.—Mirad. —irrumpió Cashel, señalando con la pistola al frente.Justo delante de ellos había una cooperativa agrícola.—¿Qué hay ahí dentro que nos sea de utilidad? —inquirió Gabriel.—Si sigue como antes de que ocurriera esto, nada. Si es como el desguace… puede que haya

hasta supervivientes. Miró a Sorní y Dani como preguntando, y estos asintieron. Los seis se acercaron lentamente al

edificio. La verja exterior estaba abierta, y la puerta principal no tenía candado ni cierre alguno. Cashel empujó y tiró levemente de las asas, y comprobó que estaba cerrada por dentro. Volvió a mirar a Sorní, y este le hizo un gesto a David. El tuerto dejó la pala en el suelo y se acercó a la puerta. Después de mirar unos segundos por el cristal, dio un paso atrás y lo pateó con fuerza. Al no haber respuesta, volvió a darle una patada, y entonces una docena de huecos se lanzaron contra el cristal y empezaron a zarandear la puerta. Justo después, otros dos muertos aparecieron por la verja de antes.

—Vámonos de aquí. Corred. —ordenó Dani, clavando la navaja en el ojo derecho de uno de los infectados. Sorní partió la rodilla del otro y lo tiró al suelo. Segundos después, volvían a caminar rápidamente por la calle, buscando un bar o algo similar que pudiera tener comida. !

De vuelta a la carretera, todo parecía tranquilo. Miguel había terminado de hacer apaños en las bolsas y cajas, cerrándolas con cuerdas y haciendo asas para llevarlas mejor, y ahora hacía junto a Inés una infusión para Alba, tal como Ana había pedido. Luis y Paula no habían dicho nada en todo el rato. Pasaban unos minutos en el quitamiedos de la carretera, luego volvían con Alba, después se alejaban y terminaban volviendo a la tienda. Tomás había bajado para coger una silla y una cerveza para relevar a Nico en el puesto de vigilancia, ya que este quería mirar los alrdedores, y después se dedicó a beber mientras miraba Minglanilla desde el puente. Ya se había terminado la botella cuando vio a dos muertos aparecer por su derecha. Sorprendido, dio un bote en la silla y se cayó de ella. Tanteó el asfalto para coger el rifle de Nico, y cuando lo empuñó ya se le había echado el primer muerto encima. Disparó y le dio en la mejilla, pero no le mató. Forcejeó hasta quitárselo de encima, tiró el rifle al suelo y empezó a golpearle con la silla.

Nico, que había oído el disparo, volvió corriendo al campamento y miró al puente.—¡¿Qué ha sido eso?! —preguntó Miguel, airado, saliendo de la tienda.—Es Tomás. —respondió Nico, antes de correr hacia él.—¿Es imbécil? —inquirió Inés.—Sí. Ahora volvemos.Dicho esto, subieron al puente mientras Inés, Lucía y Ana les miraban y caminaban hacia ellos

con cautela.

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Aníbal González 7D — EP2Tomás había conseguido aplastar el cráneo del muerto con las patas de la silla, pero quedó

agotado. El otro muerto se acercaba a él, y por detrás habían surgido otros dos. Lleno de pavor, cogió el rifle y apuntó al que tenía delante. Disparó justo cuando Nico apareció tras el hueco. Tuvo que agacharse para que no le volara la cabeza, y Tomás quedó aterrorizado ante ello. Miguel frunció el ceño, sacó la pistola y mató al infectado. Nico apretó los dientes y corrió hacia Tomás. Le arrancó el rifle de las manos nada más llegar, y en tres disparos acabó con los dos muertos restantes.

—¿Estáis bien? —preguntó Ana al llegar a ellos.—¡¿A ti qué te pasa?! —le gritó Nico a Tomás.—¿Cómo que qué me pasa? Estamos vivos, ¿no?—¡Casi me vuelas la maldita cabeza!—Será porque no está calibrado, yo qué se.Nico le dio un empujón que le hizo trastabillar hasta caer al suelo. Acto seguido, el del rifle

bajó el puente y volvió al campamento. Miguel cogió la silla con expresión de enfado y lanzó la botella de cerveza por el otro lado del puente. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y le hizo una señal a las chicas para que dejaran en paz a Tomás. Al llegar al campamento se dieron de bruces con Nico, que salía con aspecto preocupado de la tienda de campaña.

—¿Qué ocurre? —inquirió Inés.—No están. —contestó el chico, mientras buscaba con la mirada.—¿Quiénes no están?—Alba, Luis y Paula. ¿Quién si no? Han desaparecido.—¡¿Qué?! —espetó Ana— ¿Les han atacado?—No, no. No hay sangre ni nada. Simplemente se han ido. No está ni el saco de dormir de

Alba ni la manta que llevaba encima.Miguel apretó el puño hasta hacerse daño. —Chicas, quedaos aquí. Nico, ven conmigo. Recogemos a Tomás y vamos a buscarles.—¿Qué? ¡No! —le detuvo Inés.—Sí. Alba está muy enferma y Luis tiene una mano rota. No aguantarán.—¡Se han ido! ¡¿Por qué buscarles?!—¡Porque son nuestros amigos! —zanjó Miguel.Los muertos que encontraban por las calles de Minglanilla no eran una gran amenaza, pero si

seguían juntándose tras ellos, acabarían por serlo. Tan sólo habían encontrado cinco latas de comida y una botella de agua. Caminaron a paso ligero por las calles más estrechas, esperando encontrar un restaurante, y empezaban a desesperar cuando vieron un letrero en la lejanía. Guiándose por gestos, se colocaron en la puerta y David miró por el cristal. Negó con la cabeza, y Cashel se puso delante de todos. Una vez tenían las armas preparadas, abrió la puerta de una patada. Sólo se alzó un infectado, que Dana remató rápidamente. Acto seguido bloquearon la puerta entre David y Sorní. Todavía mediante gestos y señales, Dani indicó que registraran ese piso mientras él y Dana buscaban arriba. La madera de las escaleras crujió al subir ambos por ellas. Los barrotes de la barandilla estaban astillados y algunos rotos por completo. El piso de arriba era una sala enorme, llena de sillas y mesas. Y no sólo estaba infestado de huecos, sino que otros dos les sorprendieron nada más subir y bloquearon el camino de vuelta. Dani sacó la navaja y trató de acabar con el más cercano, pero sólo acertó en el cuello y lo tiró al suelo. Los muertos de la sala se les acercaron y se interpusieron entre ambos, separándoles. Dani intentó acabar con ellos con la navaja, pero pronto tuvo que usar el revólver. La mayoría iban a por él; Dana se libró de los que le atosigaban en apenas medio minuto, con su pistola y su navaja. Pretendía ayudar a Dani, pero el chico había desaparecido por una puerta.

—¡Dani! —gritó. Entonces aparecieron Gabriel y Cashel por la escalera. Empezaron a apartar los muertos de la

puerta a base de disparos y golpes de navaja, con la ayuda de Dana. Pronto pudieron pasar a la habitación contigua, y vieron a Dani subido en una mesa, clavando su navaja en los ojos de los que le intentaban agarrar.

En unos minutos limpiaron la sala y tomaron unos segundos para recuperar el aliento.—¿Cómo pueden haber tantos? —jadeó Gabriel.—Piensa como lo harían ellos. Estarían asustados cuando los muertos llegaron al pueblo, se

meterían en los edificios y tratarían de sobrevivir. Por eso nos encontramos tantos de golpe, y no separados. —dedujo Cashel.

La gasa de Dani se había despegado, e intentaba pegarla de nuevo con un trozo de esparadrapo que llevaba guardado en el bolsillo.

—¿Estás bien? —le preguntó Sorní desde la puerta. Él asintió— ¿Y los demás? ¿Estáis bien?

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Aníbal González 7D — EP2—Sí. ¿Habéis encontrado algo?—Hemos llenado dos bolsas enteras —sonrió el moreno—. Vamos a por más, antes de que

anochezca. Tenemos tres cuartos de hora.Dicho esto, Gabriel y Cashel recogieron las armas y le siguieron escaleras abajo. Dani terminó

de comprobar que la gasa estaba bien sujeta, y se detuvo al ver que Dana estaba sonriendo. No dijo nada, pero su expresión de pregunta bastó para que la chica le entendiera.

—Sigues vivo. —murmuró.Dani enarcó una ceja.—Sí. ¿Qué quieres decir con eso?Dana soltó una risa seca mientras empezaba a caminar, seguida por el chico.—Después de todo lo que te ha pasado, sigues vivo.—Dana, explícate.—Nada más empezar esta mierda, tomaste el mando. En Mercadona ya te atacaron y tú te

libraste con un trozo de hierro. Luego conseguiste que no te mataran aquellos policías. Cuidaste de Alicia hasta el último momento. No dejaste el liderazgo, a pesar de lo que te decían. Casi te abren la cabeza. Te ves acorralado por una decena de muertos, y apenas necesitas nuestra ayuda.

—Pues… sí, pero no soy el único que…—Yo también vi algunas películas y series de esto, de los zombis. ¿Te has dado cuenta de que

siempre hay un personaje que se repite?Dani se detuvo en el último tramo de las escaleras.—Siempre hay uno que vive. El favorito de la audiencia, el que todos quieren que sobreviva. Y

lo hace. Siempre que parece estar a punto de morir, ¡bam!, hace algo que le saca del apuro. Y es el último en morir. Ese eres tú.

—No, yo no soy ese.—Claro que lo eres —repitió ella, cogiéndole del hombro—. Nosotros moriremos y tú vivirás. El chico quedó sorprendido ante sus palabras, pero tras unos segundos le cogió la mano y la

apartó levemente de su hombro.—Tú no vas a morir, Dana. —le dijo, seriamente.Pasados unos segundos en silencio, Cashel se asomó por la puerta.—Eh, pareja —les llamó— ¿Vamos o qué?!—¿Dónde coño han ido? —repetía Miguel una y otra vez.Llevaban más de media hora por los alrededores del campamento, llamando a gritos a los tres

desaparecidos. No les habían encontrado.—Migue, pronto anochecerá, y Ana y las chicas están solas. —dijo Tomás.—Ana sabe manejar una pistola, y a Inés le enseñé hace semanas. Lucía es pequeña y rápida.

Saben cuidarse solas. —Aún así, deberíamos volver ya. —corroboró Nico. Miguel paró de caminar. —¡Joder! —gritó, antes de dar media vuelta.—Luego podemos volver a buscarles, con las linternas. —murmuró Tomás.—No —tajó Miguel—. Si volvemos, volvemos. Que se las arreglen solos. !Los huecos que veían aumentaban paulatinamente conforme se adentraban en el pueblo.

Avanzaron raudos hasta llegar a una pequeña Ermita en la parte central de la villa. Se detuvieron al ver que estaba rodeada de muertos, que acorralaban a un grupo de supervivientes. Los veían de lejos, y Sorní contó tres adultos y dos adolescentes. Pensaban ayudarles hasta que vieron cómo alcanzaban a uno de los jóvenes y le mordían en el cuello. Después cundió el pánico y mordieron a uno de los adultos. Dani y el resto se dieron la vuelta para volver sobre sus pasos, pero vieron que por el camino llegaban muchos de los huecos que habían visto antes. Antes no les habían prestado atención, pero estaba claro que al juntarse no podían ignorarles. Quedaron paralizados al ver las pocas opciones que tenían, y entonces Dani vio cómo otro superviviente llegaba a la Ermita por otra de las calles. Se detuvo al ver que sus compañeros estaban agonizando, e hizo ademán de irse por donde había llegado, pero se fijó en Dani y volvió a parar. Después miró a todos lados, indeciso, pero finalmente se echó una mochila al hombro y corrió con ellos. Al alcanzarlos, le dio un pequeño empujón a Dani y siguió corriendo por otra calle con solo un par de muertos.

—¡Por aquí! ¡Vamos! —gritó.Acto seguido desenganchó el piolet que llevaba atado al cinturón y acabó con los infectados

en un santiamén. Dani miró a su grupo y asintió, indicándoles que le hicieran caso. Afianzaron sus

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Aníbal González 7D — EP2mochilas y le siguieron a toda prisa. Tuvieron que girar varias veces para evitar que los muertos cercanos les alcanzaran. Tras unos minutos corriendo, el extraño embistió la puerta trasera de un edificio bastante alto. Esperó a que entraran todos y la cerró para después bloquearla con un baúl que había a su lado.

Estaban en el sótano de una casa de dos pisos. Ahí abajo no había más que chatarra y latas de comida vacía. Dani se fijó entonces en el desconocido. Tenía el pelo castaño y liso largo hasta medio cuello. Era algo más bajo que él, pero bastante más fornido. Vestía una camisa azul, bajo una chaqueta de cuero; unos pantalones rectos negros y unas zapatillas deportivas marrones. Le reconoció al instante.

Al joven, a diferencia de él, le costó algo más confirmar sus sospechas, pero también supo quién era al imaginarse a Dani con el pelo algo más corto, rubio y afeitado.

—¿Áxel? —inquirió este.—¿Eres Dani? ¿Dani Vancosta? —preguntó el otro. Dani rió, Áxel rió, y se abrazaron entre carcajadas.—¡Creía que habías muerto! —gritó el castaño.—No, qué va. ¿Qué haces aquí?¿Cómo te ha ido todo?—Te lo explicaré cuando tengamos más tiempo. —contestó el otro al oír los golpes y gruñidos

de los muertos que intentaban entrar. Aquel joven era Áxel Sánchez. Un amigo de la infancia de Dani, con el que fue a clase hasta

aquel mismo curso. Le consideraba uno de sus mejores amigos, aunque fuera del instituto pasara el rato con Cashel y los demás, y no con Áxel y sus amigos. Los otros también sabían quién era, pues lo habían visto por el pueblo y habían hablado con él varias veces, pero todavía no estaban seguros de poder confiar en él. Sin embargo, Dani sabía con certeza que habían ganado un gran aliado.!

El cielo se tornaba naranja cuando Miguel y Nico vieron en la lejanía una figura humana. Venía por la carretera que había bajo el puente. Alzaron las armas, pero después comprobaron que no era un hueco. En cuanto se dieron cuenta de que era Paula, llamaron a Ana y fueron corriendo a por ella. Cuando la vieron de cerca observaron que tenía las manos llenas de sangre y estaba llorando.

—¿Estás bien? —le preguntó Miguel, ayudándole a caminar. Lucía le abrazó en cuanto estuvo a su lado. Paula lloró aún más.—¿Dónde demonios estabas? ¿Y Alba y Luis? —inquirió Nico, pero no obtuvo respuesta.La chica sólo zarandeaba los brazos y apartaba de ella las manos de los demás.—Paula —le trató de calmar Ana, sujetándole los hombros—. Cuéntanos qué te pasa, y dinos

dónde están Alba y Luis.—Han… han muerto. —sollozó ella, antes de romper a llorar en los brazos de su amiga.—¡¿Que qué?! —espetó Miguel.—¿Qué ha pasado? ¿Cómo? ¿Dónde estabais?Aguardaron unos segundos hasta que Paula pudo hablar.—Luis estaba enfadado, Alba no paraba de quejarse, y yo… yo sólo quería que terminara…

Luis dijo que nos fuéramos, que nos fuéramos nosotros tres y viviéramos por nuestra cuenta…—¡¿Y le hiciste caso?! —gritó Nico.—¡¡Claro que sí!! ¡Le quería! ¡Prefería estar con él a solas que con vosotros! Me equivocaba,

¿vale? Me equivocaba y ahora están muertos —lloró de nuevo. Los demás no supieron qué decir—. ¡Y TODO POR CULPA DEL GILIPOLLAS DE DANI! —gritó, zafándose de Ana y caminando de nuevo. Lucía le detuvo de nuevo.

—Cuéntanos cómo ha pasado. Quizá no estén muertos. —le dijo Miguel, más relajado.Paula inspiró varias veces.—Hemos caminado hasta una caseta. No está nada lejos, pero nos hemos encontrado con el

grupo de ayer… o eso creo. Eran un montón de huecos. Nos vieron en cuanto nos acercamos, y nos persiguieron. Nos encerramos en la caseta antes de que nos alcanzaran y bloqueamos todas las salidas. Entonces… entonces nos damos cuenta de que a Alba la habían mordido. Luis no quería que yo muriera. Ha abierto la puerta trasera, ha atraído la atención de esos monstruos y me ha echado…—nadie dijo nada, tratando de asimilar las palabras de Paula.

—Espera, espera. ¿No has dicho que os habéis metido a la caseta antes de que os alcanzaran? —indagó Miguel.

—El mordisco no era de hoy. Era de ayer.!—Entonces, ¿vuestros amigos siguen ahí fuera? —preguntó una vez más Áxel.

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Aníbal González 7D — EP2—Sí —contestó Sorní—. Tenemos que volver ya, está anocheciendo. —Mierda… —murmuró Áxel, levantándose del sillón y frotándose la frente. Estaban en el salón de la casa. Oían los gruñidos en el exterior.—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó Gabriel.—¿No os habéis dado cuenta?—¿Cuenta de qué?—De este pueblo. Está lleno de muertos. Literalmente lleno, usaron Minglanilla como un

intento de refugio al empezar esto. —¿Cómo dices? ¿Estás hablando en serio? —casi gritó Cashel.—¡Entonces tenemos que irnos ya! —espetó Sorní, levantándose también.—No, no lo entendéis.—¡¿Qué coño quieres decir?!—Que no podemos salir por la carretera que me habéis dicho.—¡¿Cómo que no?! ¡Era segura cuando hemos llegado!—¡Lo era! ¿No os habéis fijado en los muertos que había por las calles? Los llamamos

acechadores. Sí, porque acechan. Cuando no tienen nada, se separan y quedan quietos donde les pille. Cuando pasa alguien, empiezan a moverse y se juntan poco a poco. Por eso la calle de la Ermita estaba llena de ellos.

El resto calló unos segundos. Áxel estaba en lo cierto.—¿Me estás diciendo que no podemos volver? ¡Pues habrá que dar un rodeo!—No lo entiendes.—¡¡Eres tú el que no lo entiendes!!Sin decir una palabra, Áxel empuñó su piolet y arrancó una de las tablas que tapaba la ventana

más grande del salón. Entonces vieron cómo los cristales estaban empañados de sangre y más de una veintena de muertos vagaba por esa calle, sin contar el gran grupo que aporreaba la puerta y las ventanas. Gabriel se sobresaltó y empezó a respirar nervioso.

—Os aseguro que en este pueblo se cuentan por miles cuando se juntan. Os lo he dicho; las autoridades trajeron aquí a la gente de los alrededores, pero no pudieron contener la infección. El pueblo se convirtió en un puto cementerio. Ni siquiera deberíais haber entrado aquí.

—Díselo al líder. —escupió Sorní, mirando con el ceño fruncido a Dani.!—Alba. Alba, despierta. ¡DESPIERTA! ¡MÍRAME! —gritaba Luis. Los muertos seguían alrededor de la pequeña caseta. Alba estaba tumbada en el suelo y él

intentaba mantener las puertas bloqueadas. Trataba de despertarle, pero ella ya ni siquiera estaba allí. La fiebre había acabado matándola. Se dio cuenta cuando le tomó el pulso, y quedó paralizado de terror. Rebuscó en su mochila y sacó la pistola, justo cuando la puerta trasera cedió. Corrió y se echó sobre ella, pero la madera le golpeó antes de poder contenerla. Cayó al suelo, rodó y cargó la pistola como pudo. Uno de los muertos se lanzó sobre él, y le dio un codazo para quitárselo de encima. Estaba tan obcecado que no se dio cuenta de que la otra puerta también había cedido, y otro de los huecos se acercó hasta morderle en la muñeca izquierda. Intentó moverla, pero el monstruo tenía una fuerza increíble. Hundió los dientes en la carne del joven y trituró hueso y tendones, haciéndole soltar un grito inhumano de dolor. Tan sólo tenía la mano derecha libre, y le dio un puñetazo al otro muerto, aunque sólo consiguió hacerse daño por los huesos rotos. Maldijo a Dani todo lo que pudo y más. Giró, le dio una patada al que le había mordido y empezó a retroceder mientras la caseta se llenaba de infectados. Con una mano rota, la otra chorreando sangre, pocas opciones y mucho odio en su interior, empleó la pistola para quitarse la vida antes de que lo hicieran los muertos. !

El pelirrojo hizo caso omiso y habló con Áxel.—Tenemos que volver con nuestro grupo, Ax. ¿Qué propones, si no?—Estamos refugiados en Reíllo. Somos unos sesenta, y al menos doce de Utiel. Allí están Adri,

Jorge y los demás. También Nerea y las chicas. Mi madre, los padres de Álex… muchos adultos, algunos niños y dos ancianos. Lo llevamos bien, podemos cultivar y hemos vallado todo de manera segura. Podéis venir. Si llegarais vosotros solos, lo pondría en duda, pero tenéis suerte por estar conmigo. Los de ahí fuera eran de mi grupo… hacemos salidas cada semana, en busca de comida y suministros, pero si encontramos supervivientes debatimos si traerlos con nosotros o no. Creo que en vuestro caso no hay nada que discutir.

Dicho esto, Dani miró a los demás. Sorní negaba con la cabeza, cabreado. Guardaron silencio, pero un muerto rompió la ventana y les obligó a reaccionar. Sólo hizo un boquete, pero el resto

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Aníbal González 7D — EP2empezó a forcejear más y más, y no tardarían en echar abajo todo el cristal y las tablas que lo contenían. Dani volvió a mirar a Sorní.

—Tenemos que irnos. —le dijo.—Ya me habéis hecho venir sin Ana. No pienso irme de aquí sin ella, hay que volver.—Hay que volver. —corroboró David, empuñando la pala. —No podemos, mirad cómo está la calle.Los muertos volvieron a empujar y cayó más cristal al suelo.—Nuestras bolsas siguen abajo. —recordó Dana.—Id a por ellas vosotros dos, y corred al piso de arriba. Os esperamos allí. —les dijo Cashel a

ella y Gabriel.—Mira, comprendo que quieras volver, pero piénsalo bien —seguía Dani—. Ella está con

Miguel y tu hermano, está a salvo. Y tú también puedes estarlo.—No voy a separarme todavía más de ella.—No podemos cruzar todo un pueblo lleno de muertos, Sorní. Por la otra parte no habrá casi

ninguno. —Teníamos un todoterreno aparcado en la carretera opuesta a la vuestra. Si sigue allí, lo

cogemos y vamos a Reíllo. —propuso Áxel tras ellos.—Sorní. Por favor. Si vamos, tú vivirás y ella vivirá. Si volvemos a encontrarnos, sea donde

sea, necesitará que estés vivo.Sorní apartó la mirada y se frotó la cara mientras caminaba de un lado a otro, alterado. Los

muertos terminaron de romper la ventana y empezaron a doblar la madera. El moreno tuvo que reaccionar rápidamente, y decidió que esta vez Dani no se equivocaba. Cogió la escopeta con un resoplido y siguió al resto hacia el ático. Allí arriba había una ventana que daba al tejado de la casa contigua. Áxel se asomó por ella y confirmó que podrían llegar a su vehículo sin exponerse a tanto peligro como por la calle. Sin embargo, dar un rodeo para llegar al grupo de Dani sería imposible; la carretera seguía sin ningún desvío, y sería una locura atravesar el pueblo o salirse de la carretera. Oyeron un grito de Dana. Quedaron paralizados, pero vieron a la chica y a Gabriel aparecer por las escaleras del primer piso poco después. Sin embargo, se vieron acorralados por los muertos que acababan de entrar.

—¡Dana! —gritó Dani, corriendo hacia ellos. Cashel maldijo por lo bajo y le siguió mientras David, Sorní y Áxel preparaban todo para salir

por la ventana. Al llegar con Dana y Gabriel, empezaron a disparar la poca munición que habían conseguido registrando el pueblo y en el desguace. Gabriel fue el primero en quedarse con una sola bala y comenzó a ponerse nervioso. Cashel le quitó de encima a dos muertos, pero él siguió respirando fuertemente y repitiendo ‘vamos a morir’ entre maldiciones e insultos. Tras pocos minutos se agotó toda la munición y Dani ordenó que subieran las escaleras.

—¡Gabri! ¡Sube, vamos! —le gritó.—Es todo por su culpa… —murmuraba el otro.Dani abatió a otro infectado.—¿Qué dices?—El garaje, la puerta, ha sido todo su culpa, la ha abierto y les ha dejado…Sus manos temblaban y tenía el ceño fruncido. Dani apretó los dientes, decidió ignorar lo que

decía y le empujó escaleras arriba. Intentó cerrar la puerta una vez en el ático, pero los muertos se interpusieron y uno de ellos entró. Con ayuda de Cashel y Sorní, echó al resto hacia atrás para después cerrar y bloquear la puerta, mientras David se ocupaba del infiltrado. Después cesaron sus gritos —que no los gruñidos de los muertos— y guardaron silencio para recuperar el aliento y la compostura.

Gabriel apretó el gatillo unos segundos después. Dani se giró justo para ver cómo la bala daba en la cabeza de Dana y la chica caía inerte al suelo.!

—Ya es prácticamente de noche. Deberían estar de vuelta. —le dijo Ana a Miguel, con aspecto preocupado.

—Apenas son las siete y media.—Han dicho que estarían aquí antes del anochecer…—También ha dicho Dani que esperáramos hasta las diez. No te preocupes por Sorní, es duro

como una piedra. Y lo digo en serio. Ana calló un momento.—Vamos a buscarles. —intentó después.—¿Qué? ¿Por qué?—¡Porque todavía no han vuelto!

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Aníbal González 7D — EP2—No, no, no, tenemos que quedarnos. Ya te he dicho lo que hay.—¿Y si necesitan ayuda? ¿Y si necesitan que les saquemos de allí?—Dani es inteligente. Si hay problemas, saldrán antes de que pase algo. Espera hasta las diez.

Hasta entonces no hay de qué preocuparse. —insistió Miguel.Ana inspiró hondo, asintió mordiéndose el labio para reprimir la rabia y volvió a la tienda de

campaña. Miguel frunció el ceño, mirando hacia Minglanilla. «Dani, más te vale que estéis tardando porque habéis encontrado un puto filón de oro».!

La vieja alfombra empezó a teñirse de rojo. Las caras borraron el semblante de alivio y todas las miradas se clavaron en el chico que sujetaba una pistola recién disparada. Nadie sabía qué decir. Había sido rápido como un relámpago, no pudieron hacer nada. Inesperado, sin sentido. Cashel murmuró su nombre, sin dar crédito a lo que veía. Dejó caer la pistola, muy sorprendido como para hacer algo. Sorní, Áxel y David intercambiaron las miradas, en el mismo estado. Dani fue el primero en reaccionar. Su cara había cambiado de alivio a asombro en cuanto vio caer a Dana, y ahora había cambiado a furia desmedida. Tensó todo su ser y tiró el revólver al suelo. Miró a Gabriel sin decir una palabra y caminó hacia él. No lo hizo rápido; lo hizo impasible y decidido. Gabriel puso el brazo delante de él y pronunció su nombre, pero Daniel no lo escuchó. En cuanto estuvo a su lado, le agarró del cuello con una mano tan firme como con la que había roto los dedos de Luis. La puerta crujió. Con la otra mano le manejó hasta cogerle de los brazos con una y del pelo con otra. Gabriel se revolvió sorprendido, pidiéndole que estuviera quieto, pero no consiguió librarse de él. Nunca habría imaginado que Daniel Vancosta tendría tanta fuerza al cabrearse. Lo llevó hasta la puerta, y apartó el baúl empujándolo con la pierna. Sorní y los demás empezaron a sospechar lo que su amigo pretendía, pero no podían creerlo. O tal vez no quisieran. Daniel abrió la puerta un ápice y los muertos hicieron el resto. Después embistió a los que había delante y lanzó a Gabriel escaleras abajo. Daniel consiguió echarse hacia atrás antes de que le cogieran y cerró de un portazo.

—¡NO! —gritó Cashel, recogiendo la pistola y apuntándole con ella.— ¡¿Qué coño haces?! Daniel le miró y se detuvo un instante al ver el arma, pero después supo que no sería capaz de

apretar el gatillo.—Vámonos. —murmuró, golpeando la ventana con su revólver.Áxel, todavía anonadado, le ayudó a romperla. —¡¿ESTÁS LOCO?! ¡¿ES QUE HABÉIS PERDIDO TODOS LA CABEZA?! —seguía gritando

Cashel.—Vámonos. —repitió Daniel, con voz más firme, una vez no quedaba ventana. Cogió su bolsa del suelo, sin mirar siquiera a Dana, y salió al tejado. —Lo hablaremos. —le dijo David a Cashel para intentar calmarle.—¡¿Qué coño hay que hablar?! -el otro bajó la pistola.—Hablaremos con Dani. Es obvio que teníais razón. Se le está yendo de las manos.—Hay que salir de aquí. —cortó Sorní, siguiendo a Dani. Después lo hicieron Cashel y David. Justo cuando iban a bajar del tejado a una de las terrazas,

oyeron la voz de Áxel. Llamaba a Dani.—¡Dani! ¡¡Dani, espera!! —el pelirrojo le miró desde lejos e hizo un gesto con la cabeza— ¡¡AÚN

RESPIRA!!Dani sintió que su corazón volvía a detenerse. Sorní, Cashel y David también sintieron un

vuelco. El pelirrojo corrió hacia Áxel y entró de nuevo en el ático.—Todavía respira. —repitió este, poniendo la oreja en la nariz de la chica.Dani también lo hizo, y lo comprobó. Sin decir nada, pasó su mochila de la espalda al pecho y

empezó a levantarla.—Ni siquiera estoy seguro de que sobreviva —le paró su amigo. Dani le miró con una ceja

enarcada—. He estudiado medicina estos tres meses con un doctor que hay en Reíllo, y he aprendido bastante. No voy a entrar en detalles; la bala no le ha rozado, le ha golpeado de verdad. Si hubiera sido un golpe mortal no respiraría, pero está claro que es una herida muy severa. Ha perdido bastante sangre, y no sé si podrá…

—¿Respira? —preguntó Dani.—¿Qué…?—Que si respira. ¿Todavía respira?—Sí…—Pues no hay más que hablar. —zanjó, terminando de coger a Dana.Cashel puso cara de enfado al ver que la llevaba a espaldas.

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Page 27: 7 Días - Episodio II: Un largo camino por delante.

Aníbal González 7D — EP2—¿Sigue viva? —inquirió Sorní. Tampoco él parecía conforme con lo que veía. Dani asintió y

siguió caminando.Abandonaron el tejado justo cuando los huecos entraban en el ático. !—Son las diez.—Ya lo sé. —contestó Miguel, todavía mirando a Minglanilla.No había apartado la mirada del pueblo desde que había vuelto Paula. Ana no dijo nada, pero

le observó fijamente.—Hay que irnos. —decidió él finalmente, dando media vuelta y cogiendo su bolsa.—¿Irnos? No, no voy a moverme de aquí hasta que venga Sorní.—Ana, que no hayan vuelto no implica que les pase algo. Puede que simplemente estén al

otro lado de la carretera, o que hayan quedado atrapados.—Si han quedado atrapados tenemos que ir a sacarles. —Si han quedado atrapados, ¿qué te hace pensar que nosotros podremos sacarles? —

intervino Nico, colgando el rifle en su hombro. —Pero no podemos irnos. ¡Siguen ahí dentro!—Ana, ya es de noche y sabemos que hay un rebaño de muertos rondando por aquí. —siguió

Miguel. Paula hizo una mueca al oírlo.—¡No voy a irme sin Toni!—¿Qué te diría él? ¿Que te quedaras aquí, en la entrada de un pueblo, con muertos por la

zona? Te repito que son duros e inteligentes. Siguen vivos, y podrán salir de ahí tarde o temprano. Oyeron cómo un par de muertos se acercaban por la carretera.—No podemos quedarnos. —murmuró Lucía.Miguel puso una mano en el hombro de Ana.—Te aseguro que Sorní está sano y salvo, y que volverás a verlo. Porque nosotros les

buscaremos mañana, al amanecer, por la carretera.La chica se frotó los ojos y abrazó a su cuñado. Miguel suspiró y volvió a la tienda para

empezar a desmontarla. —Recoged. Nos vamos.!—Está mal de la cabeza. Realmente lo está. —murmuraba Cashel.—Algo ha pasado estos días. Primero Luis, luego Gabri, ahora Dani… —reflexionó David,

mirando por la ventana del todoterreno.Áxel conducía, con la habilidad propia de un chico de dieciocho años; Sorní se sentaba

delante y Cashel y David en los asientos traseros. Dani estaba con Dana en el remolque que llevaban arrastras, cuidando su herida.

—Le ha lanzado a los huecos así, sin más. —seguía farfullando Cashel.—Gabri le ha disparado en la cabeza.—No la ha matado.—Pero lo pretendía.—Alguna razón tenía para hacerlo, estoy seguro —añadió Sorní—. Si él está muerto, ella

también debería.—Tenemos que hablar con él en cuanto paremos. —No, en cuanto paremos tenemos que buscar a Ana y mi hermano.—Podemos hacer las dos cosas. Dani es lo más cercano… y lo más urgente. David buscaba la oportunidad para intervenir, pero se dio cuenta de que estaban obcecados

en culpar al pelirrojo y él no podía hacer nada para cambiar sus opiniones. La reacción de Dani había sido cruel, muy cruel, pero comprensible al mismo tiempo. Él mismo había visto día a día la gran amistad que tenían Dani y Dana. Tanto él como Miguel tenían la teoría de que iban a acabar juntos, a pesar de los intentos de Tomás por acercarse a ella. Sabía que tan sólo era una broma y que ellos dos eran tan sólo amigos, pero entendía que Dani enfureciera al ver lo que Gabriel había hecho.!

Miguel y Lucía iban al frente de la marcha. Era completamente de noche y el frío arreciaba sin piedad. El chico recapituló y se sorprendió al ver el contraste entre los tres meses tan relativamente tranquilos que habían tenido desde que salieron de Utiel, y esos escasos días. Habían perdido a Luis, a Alba, y el grupo se había dividido en dos sin saber por qué ni a qué distancia.

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Page 28: 7 Días - Episodio II: Un largo camino por delante.

Aníbal González 7D — EP2Ana sacó una pequeña libreta de su mochila y encendió la linterna para iluminarla, sujetándola

con la boca. Tomás escudriñó lo que había escrito y se dio cuenta de que era un diario. La chica sacó un lápiz enano y empezó a escribir con dificultad en un párrafo distinto al último:

«Diciembre, día 76 desde aquello. Me he dado cuenta de algo: es bueno tener esperanza, pero es horrible confiarse. Durante tres meses creímos que todo podía salir bien, que el peligro había pasado. Dani y el resto lo hacían bien, pero ahora las cosas empiezan a torcerse. Han muerto Luis y Alba. Nos han atacado varias veces en menos de una semana, y el grupo empieza a romperse. Sorní y yo nos hemos separado. Todo el grupo se ha dividido y temo que no volvamos a juntarnos. Temo que esto no salga bien.»

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