Download - 4-Cook Kenneth - El Koala Asesino22

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  • No me gustan los koalas. Son unos bichos asquerosos, irascibles y estpidos sin un solo hueso amistoso en todo su cuerpo. Sus hbitos sociales son vergonzosos: los machos siempre andan propinando palizas a sus semejantes y robndoles las hembras. Tienen mecanismos defensivos repugnantes. Su piel est infestada de piojos. Roncan. Su semejanza con juguetes adorables es una engaifa abyecta. No son dignos de elogio por ningn motivo. Y adems, una vez un koala intent hacerme dao de una forma muy horrible.

    Los desolados parajes del 'Outback' australiano, con sus cocodrilos feroces, sus excntricos buscadores de palo, sus koalas salvajes, sus furiosos cerdos gigantes, sus irritables camellos y sus voraces bebedores de cerveza, son los protagonistas de los quince relatos hilarantes que conforman este libro. Su autor, el prolfico escritor australiano Kenneth Cook, aseguraba que todos los incidentes descritos en estas historias, enormemente populares en Australia, sucedieron durante los viajes que realiz por los ms recnditos e inhspitos enclaves de la geografa australiana, pero que nunca se atrevi a incluirlos en sus novelas por su carcter absolutamente inverosmil. Este conjunto de relatos extravagantes, publicado originalmente en Australia en 1986 bajo el ttulo de 'El koala asesino', es la primera obra de Kenneth Cook traducida al castellano.

  • El koala asesino Relatos humorsticos de la Australia profunda Titulo original: The Killer Koala. Humorous Australian Bush Stories Traduccin de Federico Corriente Bass Ilustraciones de Gido Sender Montes Estate of Kenneth Cook Publicado originalmente en 1986 en Australia por Tortoiseshell Press. Primera edicin: marzo de 2011 ISBN: 978-84-938051-5-9 Depsito legal: S. 361-2011 Digitalizacin: JJJM y slstc 2012 fb2: slstc 2012 Para Stuart Littlemore, abogado sin par Sinceros agradecimientos al Koala Park Sanctuary de West Pennant Hills, NSW

  • Serpientes y alcohol

    Hay dos cosas que no combinan: las serpientes y el alcohol dijo Blackie de

    forma lenta y pomposa. A m nunca se me habra ocurrido combinarlas pero asent solemnemente. Asentir

    solemnemente es casi todo lo que uno hace cuando habla con un hombre-serpiente, porque en realidad ellos nunca conversan: solo te cuentan cosas sobre serpientes.

    Blackie era un hombre-serpiente itinerante. Viajaba en una enorme furgoneta de mudanzas que tena cubiertas de madera en los laterales. Cuando encontraba un pblico de pago un colegio o un centro de turismo retiraba las cubiertas de madera y dejaba al descubierto una caja de cristal del tamao de una gran habitacin. Esta era su casa de serpientes, habitada por alrededor de un centenar de serpientes que iban desde los letales taipanes y serpientes marrones hasta las inofensivas culebras arborcolas.

    Blackie era como todos los hombres-serpiente que he conocido: de una delgadez cadavrica, muy sucio, extremadamente zarrapastroso y no tena apellido. Creo que lo llamaban Blackie por su aficin a las serpientes negras, o puede que por sus ojos de color negro azabache: los nicos ojos negros que yo he visto jams eran los suyos. Era como si sus enormes pupilas hubieran suplantado los iris, pero si te fijabas atentamente podas ver dentro de ellas el dbil contorno de las pupilas negras. Yo tenda a sentirme incmodo asomndome a aquellas dos manchas negras redondas y a los ojos, llorosos e inyectados en sangre (todos los hombres-serpiente tienen ojos llorosos e inyectados en sangre; creo que se debe a la frecuencia con que les pican las serpientes).

    Conoc a Blackie al norte de Mackay, en Queensland, donde ambos estbamos acampados en una playa poco conocida llamada El Error de Macka; ignoro por qu lleva ese nombre.

    Yo estaba tratando de terminar una novela y Blackie estaba haciendo algo complicado con el aire acondicionado de su furgoneta, as que nos toc estar juntos durante unas dos semanas y nos hicimos buenos amigos.

    A Blackie se le daban tan bien las serpientes y tena tanta confianza con ellas que en no poca medida me imbuy de su actitud. Sola ir a menudo a su casa de serpientes, sentarme sobre un tronco y hablar con l mientras, a distancia suficiente para atacar, unos aletargados ofidios letales nos contemplaban o se deslizaban lenta y elegantemente para escapar del olor a tabaco.

    De vez en cuando, una serpiente negra, marrn o verde reptaba silenciosamente por delante de uno de mis pies y Blackie deca: Qudate quieto y no te muevas. Si no te mueves, no te picar. Yo no me mova y la serpiente no me picaba. As que al cabo de algn tiempo me sent ms o menos relajado entre las serpientes, siempre y cuando Blackie estuviera presente.

    Nada me habra inducido a entrar en la jaula de las serpientes sin Blackie, pero estaba convencido de que l era capaz de hablar con aquellos bichos, o que al menos era capaz de comunicarse con ellos de un modo que tanto l como ellos entendan. A ratos fantaseaba con que Blackie tuviera unas gotas de sangre de serpiente en las venas. O que quiz era que el veneno que haba absorbido le haca caer de algn modo simptico[1] a aquellos animales. Eso s, me fij en que las serpientes tambin tenan ojos negros, y eso

  • me dio que pensar. En la playa de Macka solo haba otro campista, Alan Roberts, un fotgrafo obeso y

    amigable que haba instalado all su tienda y estaba estudiando a las aves marinas. Por la noche Blackie, l y yo nos encontrbamos en mi autocaravana para tomar copas.

    La noche anterior Blackie nos haba estado hablando largo y tendido a Alan y a m de los peligros de mezclar el alcohol con las serpientes. Por supuesto, fue mientras dbamos cuenta de una botella de whisky y cul no sera mi desconcierto cuando fui a verle por la maana y me lo encontr inconsciente en la casa de serpientes, con dos botellas de whisky vacas a su lado y el cuerpo engalanado con serpientes mortferas.

    Las serpientes apenas se movan; parecan disfrutar del calor del cuerpo inmvil de Blackie. Di por supuesto que estaba vivo por los ronquidos que hacan temblar las ventanas de vidrio de la casa de las serpientes. Pero no tena ni idea de si le haban picado y estaba en coma o solo haba bebido hasta perder el conocimiento o las dos cosas.

    Las serpientes que descansaban sobre Blackie eran, por lo que pude determinar, un taipn (absolutamente mortfero), dos serpientes de Mulga (casi igual de mortferas), una vbora de la muerte (muy mortfera), tres serpientes negras (mortferas) y una pitn diamante (inofensiva).

    Mi primer impulso fue salir corriendo y pedir ayuda a gritos, pero no haba nadie a la vista, y si Blackie se sobresaltaba o se mova bruscamente mientras segua sumido en su letargo etlico o agonizaba, era probable que al menos siete serpientes mortferas le hincasen simultneamente los colmillos. Acto seguido, sin duda, las otras ochenta o noventa serpientes de venenosidad variable dejaran de estar pacficamente tendidas por la casa de las serpientes y se uniran a la refriega. Blackie tendra escasas posibilidades de sobrevivir.

    Yo saba que la puerta de la casa de las serpientes no tena cierre. Cuando no estaba en uso, sola estar cubierta por una contraventana de madera, as que saba que poda entrar. Pero, quera hacerlo?

    No me pareci que en su estado actual, Blackie pudiera proporcionarme su proteccin habitual contra las serpientes. Entrar con Blackie de aquella forma sera peor que entrar solo. En mi interior una vocecita traicionera me cuchiche que sera mejor salir corriendo y dejar que Blackie se despertara de forma natural. Las serpientes estaban acostumbradas a l y seguramente se comportara con ellas de forma instintivamente correcta.

    Por desgracia, la vocecita traicionera no logr convencerme. Adems, no saba si ya lo haban picado y necesitaba atencin mdica urgente.

    Mir alrededor en busca de un arma. Debajo de la furgoneta vi un rastrillo que Blackie utilizaba para limpiar la casa de las serpientes. Lo cog y abr la puerta con cuidado y muy despacio. Entre Blackie y yo haba varias serpientes, y no estaba seguro de a qu especies pertenecan. Todas parecan letales. Las empuj suavemente con el rastrillo y todas menos una reptaron rencorosamente hacia el otro lado de la casa de las serpientes sin otra intencin aparente que la de seguir durmiendo. La otra, una gran serpiente de Mulga, levant la cabeza y empez a silbar, preparada para atacar. Yo ya saba lo suficiente sobre serpientes como para saber que mientras me mantuviese a un cuerpo entero de distancia de ellas, estara fuera del alcance de sus colmillos. Tambin saba que poda picarme si intentaba sobrepasarla para llegar a Blackie.

    Volv a empujarla con el rastrillo y atac; el choque de sus colmillos contra los dientes de hierro produjo un amortiguado sonido metlico. Blackie me haba dicho que ese

  • tipo de cosas era perjudicial para los colmillos de las serpientes. No me import. Volv a empujarla; la serpiente se apret contra el suelo, culebre hasta la espalda de Blackie, volvi a enroscarse y empez a mirarme de forma amenazadora. Pareca mucho ms alterada que antes; sin duda, le dolan los colmillos. Las serpientes que ya estaban utilizando a Blackie como colchn se movieron bruscamente, pero no se fueron a ninguna parte.

    Una serpiente negra se separ de un grupo que estaba cerca de la pared y avanz hacia m. La golpe con el rastrillo y se retir, probablemente herida de muerte. Una vez ms, no me import.

    La serpiente de Mulga silbaba como una tubera de vapor; a la vbora de la muerte aquello pareca desagradarle. Se larg tomando una ruta que atravesaba la cabeza inmvil de Blackie. Ocho serpientes seguan sobre l, siete de ellas mortferas.

    Empuj de forma vacilante a la serpiente de Mulga y esta levant la cabeza pero no volvi a atacar. El movimiento perturb a la pitn diamante, que se march a un sitio ms tranquilo. Pero aquello no me daba ninguna ventaja real, ya que de todos modos era inofensiva.

    Otro par de serpientes negras empez a dar vueltas en torno a las paredes y de pronto me acord de que la puerta que tena a mis espaldas estaba abierta. Era perfectamente posible que en cuestin de minutos los habitantes de la casa de las serpientes se pusieran a buscar presas en la playa del Error de Macka. Yo prefera que escaparan en lugar de quedarse all conmigo, pero no quera que nos estuvieran aguardando a la salida si alguna vez lograba sacar a Blackie por la puerta. Golpe el suelo ante ellas con el rastrillo. Se detuvieron, sopesaron el fenmeno y se retiraron. Regres y dej la puerta prcticamente cerrada.

    Cul era la gran mxima de Blackie acerca de las serpientes? Manjalas con mucha delicadeza y jams te picarn. Contempl a la serpiente de Mulga que Blackie tena sobre la espalda, agitndose, silbando y asomando la lengua, y decid no crermelo. Si aquella serpiente desalojara la espalda de Blackie quiz pudiera pinchar a las dems de forma suave y lenta hasta lograr que se marcharan.

    Sin embargo, la serpiente de Mulga no mostraba propensin alguna a moverse y ahora estaba tan irritada que tena la impresin de que si Blackie mova siquiera una oreja sera hombre muerto. Estaba sudando de terror y el mango del rastrillo se me resbalaba de las manos. La tensin era tan grande que saba que si no solucionaba aquello enseguida me derrumbara o saldra corriendo en lgrimas de la casa de las serpientes.

    Al diablo con tratar a las serpientes de forma lenta y suave, pens; tambin se las puede tratar de forma rpida y violenta. Golpe a la bamboleante serpiente de Mulga con el rastrillo con plena intencin de decapitarla si fuera posible. Esquiv el golpe y atac; se enred con las pas y yo me qued sujetando el rastrillo en alto con la serpiente de Mulga en el extremo. Esta se reorganiz rpidamente, se enrosc alrededor del mango y empez a moverse hacia mis manos. Me deshice convulsivamente del rastrillo. La serpiente cay sobre el cuerpo de Blackie y sumi en un frenes al resto de inquilinos.

    Por suerte, todas parecan pensar que las estaban atacando otras serpientes. Se enroscaron y comenzaron a amenazarse unas a otras. Despus, cabe suponer que para obtener posiciones ms ventajosas, abandonaron el cuerpo de Blackie y comenzaron a retirarse hacia las paredes. Solo una, el taipn, se aproxim a m.

    Lo nico que poda hacer era probar suerte con el procedimiento estndar de no moverme y esperar que no se diera cuenta de que estaba temblando incontrolablemente.

  • Pas de largo y asumi una posicin cerca de la puerta. De momento, Blackie estaba libre de serpientes. Segua sin moverse. Pero ahora

    pareca ms seguro tratar de despertarle. Blackie! grit mientras le empujaba con el pie. Sigui sin despertar. Blackie! volv a gritar a la vez que le pateaba con fuerza en las costillas. Aun

    as sigui sin despertarse. Ahora todas las serpientes estaban despiertas y activas, pero tendan a permanecer

    junto a las paredes. El nico problema inmediato era el taipn, que estaba prcticamente contra la puerta casi cerrada. Era obvio que no haba forma de despertar a Blackie, as que me agach y lo agarr por los hombros. Dio media vuelta y eruct. Aquella vaharada cargada de alcohol es la nica cosa que me haya encontrado jams que sea capaz de rivalizar con la nocividad del aliento de un camello. El rastrillo segua encima de su espalda. Lo cog con una mano y con la otra lo cog a l del cuello de la camisa.

    Me qued con el cuello de la camisa en la mano. Lo agarr de sus ralos cabellos, pero no tena suficientes para sujetarlo bien. Lo cog por la camisa. Un gran trozo de la misma se desprendi, dejando al desnudo una espalda huesuda, sucia y amarillenta. Ya no quedaban muchos sitios por donde agarrarlo, as que lo cog de la mano y empec a tirar. Por suerte, la mano resisti.

    Blackie no pesaba mucho y empec a arrastrarlo poco a poco por el suelo, blandiendo el rastrillo ante el taipn que custodiaba la puerta, desesperadamente consciente del mar de ofidios que tena a mi derecha, a mi izquierda y a mis espaldas.

    Una pitn carpeta, completamente inofensiva, se retorca a menos de un palmo de mi pie derecho; la golpe con el rastrillo de puro rencor. Estaba cerca de la puerta, justamente fuera del alcance del taipn, que no daba indicios de moverse. Intent empujarlo con el rastrillo pero lo esquiv desdeosamente y permaneci donde estaba, ondulando lentamente y con su maligna mirada fija, estaba convencido de ello, en mi garganta, desnuda, expuesta y palpitante.

    Estaba desesperadamente tentado de arrojar a Blackie sobre el taipn y seguramente lo habra hecho de no ser porque es difcil arrojar a un hombre a ninguna parte cuando solo lo tienes cogido de la mano.

    Por supuesto, ya llevaba algunos minutos bramando a voz en cuello para pedir ayuda; esta apareci en la forma de Alan Roberts, el fotgrafo, que al ver lo que suceda por el cristal cilindrado, abri la puerta gallardamente y de golpe para acudir a mi rescate.

    La puerta, violentamente abierta, pill de lleno en el cogote al taipn y lo chaf contra la pared. Yo sal por la puerta, sacando a Blackie a rastras detrs de m.

    Pero que demonios...? pregunt Alan. De algn modo, Blackie se haba quedado pegado a las escaleras de la casa de las

    serpientes. El taipn, aparentemente intacto a pesar del portazo, estaba muy cerca de su tobillo, que examinaba con curiosidad. Las dems serpientes pululaban a cierta distancia, gracias a Dios, silbndose entre s.

    Aydame a sacarlo! exclam con voz entrecortada. Alan repiti mi rutina de intentar agarrar a Blackie del cuello de la camisa, pelo y

    camisa y acab con manojos de cuello de camisa, pelo y camisa antes de cogerlo de la otra mano. Juntos lo sacamos por la puerta, y a continuacin la cerramos de golpe en las narices del taipn, que pareca ansioso por seguirnos.

    Blackie se qued desplomado en el suelo y yo me apoy contra el cristal y comenc a respirar, cosa que al parecer haba dejado de hacer desde haca algn rato.

  • Le han picado? pregunt Alan. No lo s dije con voz ronca. Llama a una ambulancia. Alan, que era un hombre competente y no iba a ponerse a hacer preguntas necias,

    dio media vuelta para marcharse. Blackie se incorpor de un salto, abri la puerta de la casa de las serpientes y trat de volver a entrar.

    Alan y yo lo agarramos por los hombros y cerramos la puerta de golpe. Blackie! grit Alan. Qu te pasa? Blackie, inmovilizado, se qued mirando la puerta con cara de desconcierto. Est muy borracho dije yo. No s si le han picado o no. Empezaba a dudarlo. No tena la impresin de que la gente saliera de comas

    inducidos por mordeduras de serpiente de una forma tan abrupta. Eso en el supuesto de que acabara de salir de un coma.

    Blackie dije Ests despierto? Te ha picado una serpiente? Blackie empez a darse la vuelta, as que lo soltamos. Nos mir fijamente por

    turnos, como si tratara de determinar quines ramos. Blackie, te ha picado una serpiente? repet. A m las serpientes no me pican dijo Blackie mirndome desdeosamente. Creo que solo est borracho le dije a Alan en voz baja, antes de volverme

    hacia Blackie y aadir: Ser mejor que vengas a mi autocaravana a acostarte un rato, Blackie.

    Claro dijo l, me acostar aqu dentro. Y se volvi y trat de meterse de nuevo donde las serpientes. Alan y yo lo

    sujetamos. Venga, Blackie, ven a la caravana y duerme un poco. Pero Blackie se asom por el cristal y vio a sus amados ofidios desplazndose de

    un lado para otro, o enroscados, oscilando y silbando. A mis serpientes les pasa algo! rugi, y empez a forcejear para zafarse de

    nosotros. Blackie, Blackie dijo Alan. Calma. Te has tomado unas cuantas copas... Claro que me he tomado unas cuantas copas protest Blackie. Es que no

    tengo derecho a hacerlo? Claro que s, Blackie le dije con voz tranquilizadora, pero te desvaneciste y

    tenas un montn de serpientes encima. Acabamos de sacarte de ah. As que por eso estn alteradas mis serpientes dijo Blackie mirndome

    detenidamente. As es, Blackie. Blackie reflexion al respecto: En fin... dijo al cabo de un rato. Supongo que no lo hicisteis con mala

    intencin. Pero no lo volvis a hacer. Y el muy desgraciado se solt y trat de atravesar la puerta de nuevo. Alan y yo

    pudimos retenerlo con facilidad, pero no estbamos preparados para hacerlo indefinidamente.

    Escucha, Blackie le dije con firmeza ven a mi caravana, duerme unas horas y luego vuelves con tus serpientes.

    Voy a volver con mis serpientes ahora contest Blackie. Quitadme las manos de encima.

    Lo soltamos, pero Alan se coloc entre la puerta y l. Blackie sopes aquel nuevo

  • problema. Voy a entrar dijo en voz baja y amenazadora. Tranquilzate, Blackie respondi Alan razonablemente. Blackie intent asestarle en vano un golpe descontrolado. Alan y yo nos miramos el

    uno al otro con gesto de impotencia. Articul en silencio la palabra polica a espaldas de Blackie, y Alan, muy a su pesar, asinti.

    Podrs evitar que entre? le pregunt. S dijo confiadamente Alan. Yo tambin pens que podra; Blackie estaba

    demasiado borracho como para ofrecer gran resistencia. El problema era que yo no saba dnde estaba la cabina ms prxima. Por lo que yo

    saba, quiz tuviera que ir hasta Mackay, a ochenta kilmetros de all. Conduje a una velocidad increble hasta la autopista, donde me llen de alegra ver

    pasar a un coche patrulla en el cruce. Aceler tras l tocando la bocina y se detuvo. Me baj de la furgoneta de un salto y fui corriendo hacia el coche de polica. Dos solemnes agentes de polica de Queensland, ambos gordos, rubicundos, carentes de sentido del humor y con un perpetuo aire de cuarentn, me miraron con gesto inexpresivo.

    Me preguntaba si no les importara seguirme dije con voz entrecortada. Un amigo mo est muy borracho y quiere dormir con sus serpientes.

    Se hizo un largo silencio. Qu? preguntaron por fin los dos policas al unsono. Un amigo mo est muy borracho y quiere dormir con sus serpientes repet,

    pero esta vez o mis propias palabras. Se produjo otra larga pausa. Podra explicarse un poco ms, caballero? pregunt el que conduca. Incluso

    entonces, me dej asombrado el talento que tienen los policas para utilizar la palabra caballero como insulto.

    Al diablo, es demasiado difcil de explicar. Sganme, quieren? Es urgente. Pens que seguramente me seguiran, aunque no fuese por el mismo motivo por el

    que yo quera que lo hicieran. Tena razn. Lo hicieron y cuando llegamos al Error de Macka nos encontramos a Blackie inmovilizado en el suelo con Alan Roberts arrodillado sobre sus hombros. La casa de las serpientes segua siendo un torbellino de actividad. Blackie estaba lanzando obscenidades con considerable elocuencia.

    No dir que los policas se llevaron las manos a sus pistolas, pero tenan aspecto de estar a punto de hacerlo en cualquier momento.

    Era todo demasiado difcil de explicar, as que me limit a sealar el extrao cuadro formado por Blackie y Alan delante de la casa de las serpientes.

    Cul es el problema? pregunt uno de los policas. Al ver los uniformes, Blackie dej de gritar. Alan lo solt y se puso en pie. Por un

    instante me lanz una mirada de reproche y de incredulidad. Has llamado a la poli me acus. Qu sucede aqu? pregunt el polica. Blackie ahorr la necesidad de dar explicaciones tratando de asestarle al polica un

    dbil puetazo en la nariz. Se lo llevaron a Mackay y lo acusaron de embriaguez y de alteracin del orden pblico.

    Alan y yo aguardamos hasta el da siguiente, cuando pensamos que ya estara razonablemente sobrio y lo sacamos previo pago de la fianza.

    Blackie permaneci en silencio hasta que hubo transcurrido la primera mitad del

  • trayecto, cuando nos pregunt con lgrimas en los ojos: Cmo habis podido hacerme esto? Alan y yo le explicamos la sucesin de los acontecimientos. Es eso cierto? pregunt. Totalmente, Blackie. Tuvimos que hacerlo. Eso ya lo veo. Es curioso, no recuerdo nada en absoluto. Tuve la discrecin de no mencionar las dos botellas de whisky vacas. Lo siento muchsimo se disculp Blackie. De todos modos, eso demuestra

    que las serpientes y el alcohol no combinan.

    Sexo y cocodrilos

    En la naturaleza existen muchos fenmenos por cuya existencia doy gracias, pero el

    ms extrao de todos es que la vida sexual de los cocodrilos es agotadora. Esto lo descubr durante un viaje por el East Alligator River, que discurre a lo largo

    de la frontera de la Tierra de Arnhem, en el Territorio del Norte. Me haba atrado hasta all Roger Huntingdon, profesor de una de las ciencias naturales de la Universidad de Sdney.

  • Le haban concedido una beca para estudiar a los grandes cocodrilos estuarinos que habitan la costa del Norte de Australia y me invit a acompaarlo. Yo tena una familiaridad pasajera con los cocodrilos, pero solo con los de agua dulce, a excepcin de uno de agua salada que me encontr en circunstancias penosas despus de que hubiera muerto. La oferta de Roger pareca interesante, as que lo acompa.

    Roger era un hombrecillo delgado, barbudo y melenudo de unos cuarenta aos. Su mirada era luminosa y muy inteligente, y tena una gran nariz aguilea. Tena cierto aspecto de loro con barba, semejanza intensificada por su costumbre de vestir camisas floreadas muy chillonas. Tambin tena un tono de voz agudo y animado, y se emocionaba con facilidad. No obstante, fue un compaero de viaje muy encantador que rebosaba informacin.

    Roger no ocupaba demasiado sitio en el barco, y menos mal, porque yo s hay quien dice que soy obeso, pero yo prefiero considerarme robusto, digamos, de unos cien kilos y llevbamos toda clase de rastreadores que haba que grapar a las cabezas de los cocodrilos que quisieran cooperar para que pudiramos seguir sus movimientos. Tambin tenamos un montn de redes y cuerdas con las que capturar y atar a los cocodrilos con la asistencia de bandas de aborgenes a los que se supona que tenamos que ir contratando en funcin de nuestras necesidades. Tambin haba media tonelada ms o menos de comida y bebida, y en conjunto, la lnea de flotacin estaba muy alta.

    Pareca todo divertidsimo mientras descendamos despreocupadamente por el Alligator, atravesando los ptalos de los franchipanieros salvajes que flotaban sobre la superficie azul-verde-marrn del agua bajo la mirada de los dingos y de los bfalos de la escarpa.

    A Roger le apasionaban los cocodrilos y lamentaba que hasta unos pocos aos antes los hubieran cazado implacablemente por sus pieles. Afortunadamente, al parecer, los haban declarado especie protegida y se haban impuesto elevadas multas a los culpables de darles muerte. Su nmero haba empezado a aumentar y cada vez haba ms noticias de ataques contra el ganado y los aborgenes.

    Hasta fueron atacados dos camioneros blancos cerca de Broome dijo Roger animadamente. Estaban durmiendo junto a su camin y el nico rastro que encontraron fueron las marcas que dejaron al araar la tierra mientras los arrastraban al agua. Es casi seguro que los devor un cocodrilo gigante.

    Por supuesto aadi de forma ms sobria es una lstima para esas personas, pero es alentador pensar que cada vez hay mas cocodrilos por aqu.

    Los entusiastas son distintos del resto de la gente. Ni mejores ni peores, solo distintos.

    Apenas llevbamos un par de horas viajando cuando Roger vio un lugar donde haba muchas posibilidades de que hubiera cocodrilos estuarinos. Era un hueco en la pared del acantilado de la escarpa que pareca conducir a una pequea laguna.

    Es la clase de sitio donde les gusta aparearse dijo Robert mientras maniobraba el timn hacia el hueco.

    No deberamos contratar a bandas de aborgenes antes de ponernos a perseguir cocodrilos? le pregunt gentilmente. Al fin y al cabo, el experto en cocodrilos era l y sin duda saba lo que haca.

    Conviene localizar a los cocodrilos antes de gastar dinero me respondi muy razonablemente, o as me pareci en ese momento.

    Atravesamos el hueco de la pared del acantilado. Al principio el agua era muy poco

  • profunda; apenas nos llegaba a las rodillas, pero de pronto dio paso a negras e insondables profundidades. Estbamos en unas aguas estancadas del tamao de un campo de ftbol rodeados de acantilados altos y escarpados. Haba una pequea rea de playa y, en efecto, en ella haba un gran cocodrilo de unos tres metros de largo.

    Estupendo! Qu suerte dijo Roger mientras el animal se meta rpidamente en el agua. Es una hermosa hembra. Eso quiere decir que casi seguro el macho anda por aqu.

    Me fij en el agua negra y la precaria lnea de flotacin de nuestra embarcacin y me pregunt si aquella suerte no tendra sus inconvenientes.

    Bueno dije con rotundidad, habr que ir a buscar a la banda de fieles aborgenes, no?

    Solo quiero echarle un vistazo a la playa objet Roger. Debera haber huellas que me dirn lo que hay por aqu.

    Volv a fijarme en aquellas aguas negras. Entonces met la mano entre mis pertenencias y saqu mi escopeta automtica.

    No vas a necesitar eso dijo Roger con impaciencia. Adems, disparar contra los cocodrilos es ilegal.

    Solo voy a llevarla como amuleto protector respond mientras comprobaba el cargador para asegurarme de que llevaba balas.

    Roger condujo el barco hasta la playita, donde nos pusimos a investigar la arena. Estaba llena de unas huellas que consistan en las largas y poco profundas depresiones que dejan las colas de los cocodrilos, acompaadas por huellas de pisadas a ambos lados.

    Diantre! Aqu hay al menos cuatro hembras anunci Roger con entusiasmo, y ya se ve lo grande que tiene que ser el macho aadi sealando un par de huellas formadas por depresiones y pisadas mucho ms grandes que las dems. Podra tener seis o siete metros de largo.

    Vaya, pues vamos a por unos cuantos aborgenes y a seguir con la misin, no? pregunt mientras jugueteaba nerviosamente con la escopeta.

    No hay prisa dijo Roger. Vers, lo que sucede es que el macho encuentra un sitio como este y espera a que pase una hembra. Cuando lo hace, la obliga a meterse aqu y no la deja salir. Cuando se termina la temporada de apareamiento puede llegar a tener encerradas a ocho o diez hembras.

    Entonces, qu est haciendo ahora? Esperar en el fondo mientras nos contempla?

    No, no creo dijo Roger. Seguramente estar en la corriente principal esperando a otra hembra.

    Por qu dices eso? Bueno, si estuviera aqu seguramente habra hecho notar su presencia. Los

    machos tienden a ser un poco agresivos durante la poca de celo. Medit por un instante y dije con gran claridad: Roger, en vista de que nos encontramos en un barco muy pequeo y

    extremadamente sobrecargado, rodeados de acantilados por los que no podra trepar ni un lagarto, en una laguna infestada de cocodrilos hembra y con un macho enloquecido por el sexo a punto de regresar en cualquier momento... en vista de todo eso, no te parece que ya va siendo hora de salir de aqu de una puetera vez?

    Roger me mir y frunci el ceo: Podras estar en lo cierto, sabes? Quedarse por aqu podra ser bastante

  • peligroso. As que para gran alivio por mi parte, sacamos el barco de la arena y nos dirigimos

    al hueco que conduca de vuelta al ro. Pero qu descubrimiento! exclam Roger.Volveremos aqu con unos

    ayudantes y tenderemos las redes por todas partes... Nos encontrbamos casi a la entrada de la laguna cuando esta pareci explotar en

    nuestras narices. Se elevaron a gran altura grandes chorros de agua. Nos barrieron inmensas nubes de roco. Pequeas olas sacudieron peligrosamente nuestra embarcacin. Unas extraas siluetas negras se retorcan en el caos acutico delante de nosotros y omos una sucesin de alucinantes bramidos de tal fuerza y ferocidad que parecan proceder de una criatura ajena a este mundo.

    Roger dio media vuelta al barco, que era lo nico que se poda hacer, porque hasta un acorazado habra dudado en atravesar aquella vorgine.

    Qu demonios? dije yo, aunque me haca una idea bastante aproximada. Cocodrilos aparendose me inform Roger con emocin. Acaba de pillar a

    una nueva y la est domando. Para eso necesita las aguas poco profundas de la entrada. Roger detuvo el barco en medio de la laguna y contemplamos el nido de amor

    acutico. No se vea gran cosa, salvo inmensas cantidades de agua rompiendo la superficie. Era como si alguien hubiese sumergido una enorme batidora de cocina en la entrada a la laguna y la hubiese puesto en marcha. El nico indicio de cocodrilos era algn vistazo espordico de una inmensa silueta negra sacudindose sin cesar. Era obvio que le estaban dando a todo trapo.

    Roger andaba revolviendo entre sus cosas en busca de una cmara: Ay, qu suerte, qu suerte! canturreaba alegremente. No creo que nadie

    haya visto esto antes, al menos en Australia. Cunto tiempo tardan? pregunt con nimo prctico. No lo s me contest Roger, pletrico. De eso se trata: vamos a averiguarlo. Lo que quiero decir es: Tardan minutos, media hora o qu? Roger no paraba de tomar una imagen tras otra: No lo s. Muchas especies de animales copulan durante una hora o ms. Un terrible bramido recorri la laguna rebotando contra las paredes de los

    acantilados. La grabadora dijo Roger entre dientes. Dnde habr guardado la

    grabadora? Roger pregunt discretamente cmo te propones que salgamos de aqu? No podemos irnos de ninguna manera mientras no hayan acabado. Tenemos que

    fotografiar y grabar lo que podamos. Es un golpe de suerte tremendo. Roger dije haciendo un gran esfuerzo para mantener un tono de voz bajo y

    equilibrado, no hay manera de salir de aqu. Nada podra atravesar ese maremoto de frenes reptil y yo, al menos, soy incapaz de escalar esos pueteros acantilados.

    Roger, dndose cuenta por fin de que estaba genuinamente alterado, dej de juguetear con la grabadora y me enfoc con sus luminosos ojos de pjaro.

    No estars nervioso, verdad? Yo tena la escopeta aferrada contra el pecho y mis abundantes carnes temblaban de

    miedo: Nervioso? Estoy aterrorizado, maldita sea! Roger me mir tranquilamente y a continuacin sacudi apesadumbradamente la

  • cabeza. Pues mala suerte, pero de todos modos no podemos salir de aqu, as que ya

    puestos ser mejor que lo disfrutemos y aprendamos lo que podamos. Y dicho eso, volvi a su grabadora. Como ya he dicho, los entusiastas son distintos

    del resto de la gente. Roger le dije no crees que por lo menos deberamos ir a la playa? Vaya,

    que como esos malditos bichos se apasionen un poco ms se nos tragarn las olas, por no hablar de lo que suceder como se acerquen por aqu.

    A Roger aquello le pareci sensato, y tras tomar unas cuantas fotografas ms y grabar algunos minutos de bramidos y chapoteos, condujo el barco hasta la playa.

    Por insistencia ma, lo arrastramos casi hasta la pared del acantilado. Por qu? pregunt Roger. Para que podamos ponernos detrs si a los cocodrilos les entran ganas de unirse a

    nosotros en la playa. Eso no es muy probable objet Roger. De todos modos, supongo que es una

    precaucin razonable. As que nos agachamos detrs del barco bajo el caluroso cielo azul invernal del

    norte, yo con la escopeta aferrada al pecho y Roger sacando fotos mientras los cocodrilos le daban con entusiasmo. Por lo menos despus de esto les hara falta echar una cabezadita, pens.

    A qu viene tanto alboroto? le pregunt a Roger. Para m que ninguno de los dos disfrutaba demasiado.

    No dijo Roger, comenzando a hablar en modo pedante. La hembra, al parecer, es muy renuente a aparearse. El macho tiene que forzarla y ella se resiste durante todo el proceso. Seguramente ser alguna forma de seleccin natural por la que solo los machos ms grandes y ms fuertes consiguen fecundar a la hembra. De hecho, las cpulas entre cocodrilos son violaciones puras y duras.

    Desde el punto de apareamiento llegaron una serie de bramidos an ms voluminosos de lo habitual. Pens que quiz el macho hubiera logrado su objetivo o que la hembra lo haba desalentado por la fuerza. Una de dos, porque de pronto las aguas se calmaron por completo.

    Me pregunto adonde ir ahora cavil Roger. No tuvo que preguntrselo mucho rato. El monstruo sali del agua a unos treinta

    metros de donde estbamos agachados. Era enorme. Al principio solo vimos la cabeza, moteada de negro y marrn, hmeda y brillante bajo el sol, con unos ojos increblemente malvados que me escrutaban sin piedad y unos enormes dientes apenas visibles bajo los correosos labios y las negras fosas nasales olfateando el rastro de la sangre. Poco a poco aparecieron las cortas patas delanteras, arrastrando fuera del agua el resto de la amplia y escamosa masa. No paraba de salir. Metro tras metro de mortfero cocodrilo. Deba medir ocho o nueve metros de largo.

    Qu hermoso animal musit Roger. Quit el seguro de mi escopeta. Roger me agarr del brazo y dijo: Eh, es una especie protegida. Y yo tambin repliqu bruscamente. Pero no nos est haciendo dao. No, pero tampoco parece muy amistoso.

  • Te prohbo terminantemente que dispares. No tena por qu preocuparse; no tena intencin de hacerlo. Una escopeta del

    calibre doce matara a un dinosaurio a un metro de distancia, pero el cocodrilo se encontraba a veinte metros y el disparo habra daado tanto su piel escamosa como un manojo de guisantes secos. Haba trado la escopeta en caso de que hiciera falta disparar a bocajarro dentro del barco. Aqu habra que esperar hasta que el aliento del animal me despeinara.

    No creo que necesariamente vaya a atacarnos dijo Roger, que inexplicablemente haba bajado la voz hasta el nivel de un susurro.

    Como para confirmar los pensamientos de Roger, el cocodrilo se dej caer sobre el vientre con un gran suspiro de saciedad y permaneci inmvil en la arena. De modo que no estbamos ante un caso de cama y comida, o en cualquier caso, no de inmediato.

    Vale, ahora deberamos marcharnos dijo Roger. Yo estaba perdiendo rpidamente el respeto por los expertos. La playa era muy

    estrecha. Para sacar el barco a rastras, tendramos que acercarnos a un tiro de escupitajo del cocodrilo. Yo no me habra acercado tanto ni aunque hubiera tenido el talento escupidor de una llama.

    Oye, Roger dije, propongo lanzar un disparo por encima de su cabeza para ver si as consigo que se marche.

    Roger reflexion al respecto con la cabeza inclinada hacia un lado, como un loro que estuviese contemplando una semilla desconocida.

    S dijo por fin, los cocodrilos no son animales sensibles. No lo asustaras demasiado. Pero asegrate de que no le das.

    Apret el gatillo. El sonido en aquel can de paredes de roca era embrutecedor, y los ecos

    reverberaron durante segundos. El cocodrilo no se movi. No pestae siquiera. Creo que se ha quedado dormido dijo Roger. Podremos pasar por delante. Roger, esos bichos pueden moverse rpidamente en tierra? le pregunt. Uy, s, muy rpido cuando se trata de distancias cortas. Pues nos encontraramos a muy poca distancia de l. S, ya veo a qu te refieres admiti Roger enfurruado. En ese caso no hay

    nada que hacer salvo esperar a que se marche. Y empez a tomar fotografas del cocodrilo. Roger dije, ahora ya susurrando, propongo disparar un tiro contra su cuerpo. Ni hablar! exclam Roger con horror. De ningn modo. Roger, a esta distancia los perdigones apenas picarn a un animal protegido por el

    equivalente a un blindaje, pero podran conseguir que se alejara de nosotros lo bastante como para salir de aqu.

    No dijo Roger con firmeza. Te lo prohbo terminantemente. Puede que me lo prohbas, Roger, pero yo soy libre de hacer lo que quiera y voy

    a hacerlo. Es ilegal! Dadas las circunstancias, estoy dispuesto a obrar criminalmente. Te denunciar a las autoridades. T denuncia, Roger, pero ahora tpate los odos. Quiero que conste que me opongo firmemente a esta actuacin. Consta dije, antes de apuntar y disparar.

  • Alcanzado por el impacto pleno de perdigones del calibre doce en el costado, no dir que el cocodrilo se limitara a enarcar una ceja lacnica, pero dio esa impresin. De todas formas, se puso en pie y fue balancendose pesadamente hasta el otro extremo de la playa, donde volvi a dormirse tranquilamente.

    Creo que lo has herido de muerte dijo Roger. Ojal, pero dudo de que le haya hecho siquiera un rasguo repliqu con

    irritacin. Estaba casi tan harto de los expertos en cocodrilos como de los mismos cocodrilos.

    Y ahora qu sugieres que hagamos? Si nos vamos al otro extremo de la playa no tendremos que acercarnos a menos

    de cuarenta metros de esa bestia. Cunto le costara recorrer cuarenta metros? No lo s, la verdad dijo Roger, intrigado por la especulacin cientfica.

    Imagino que hacia el final del recorrido ira perdiendo velocidad. Sera fascinante de ver. Cada vez estaba ms harto de los expertos en cocodrilos. Logramos arrastrar el barco hasta unos cinco metros de la orilla antes de que el

    cocodrilo cargara contra nosotros. Sin duda fue un espectculo fascinante. Se incorpor a una altura considerable

    sobre sus cortas patas y atraves la arena a la carrera como un lagarto. Solt el barco y cog la escopeta. Roger solt el barco y cogi la cmara. Se puso directamente delante de m, disparando sin cesar mientras aquella masa de

    ferocidad primigenia embesta. Estaba completamente dispuesto a morir con tal de obtener la primera fotografa frontal de la carga de un cocodrilo.

    Yo no lo estaba. Me ech a un lado y empec a disparar. Alto! Alto! Vas a hacerle dao! chill Roger. El cocodrilo pareca de lo ms ileso mientras atravesaba una lluvia de perdigones. Segu disparando. Tena muchos cartuchos en el cargador, ms de los que me habra

    dado tiempo a emplear. Supongo que la carga del cocodrilo apenas dur unos segundos, pero fueron de esa

    clase de segundos que parecen horas, y a pesar de las detonaciones ensordecedoras y repetidas de la escopeta, poda or los disparos de la cmara de Roger y el sonido apresurado de las garras del cocodrilo sobre la arena. Durante todo ese tiempo tambin o gritar a Roger:

    Alto! Alto! Es una especie protegida! Los perdigones debieron de comenzar a hacer efecto cuando el cocodrilo estaba

    prcticamente encima de nosotros, porque el animal se detuvo abruptamente y se incorpor sobre sus patas traseras, descollando por encima de nosotros, ofreciendo un espectculo aterrador y emitiendo un terrible bramido.

    El puetero Roger dio dos pasos al frente para tomar un primer plano y se interpuso directamente entre el cocodrilo y yo.

    Tena tres opciones. Poda disparar contra Roger para quitarlo de en medio y as poder disparar contra el cocodrilo. (Era la opcin ms atractiva.) Poda golpear con la escopeta a Roger para dejarlo sin sentido y poder disparar contra el cocodrilo. (Una opcin demasiado sosegada, dadas las circunstancias.) Poda arrojar la escopeta y salir corriendo a gritos. (La opcin ms probable.)

    Vacil. Roger tom algunas fotografas ms. El cocodrilo bram unas cuantas veces ms. No pareca que la situacin fuera a resolverse por s sola.

  • De pronto, Roger le dio la espalda a aquella masa enorme, estentrea y malvada de blindaje y dientes y empez a caminar hacia el barco.

    Vmonos dijo. Ya se me ha acabado el carrete. Camin de espaldas detrs de l, con el dedo en el gatillo. El cocodrilo sigui

    haciendo poses un rato ms antes de dejarse caer a tierra y, al parecer, echarse a dormir. No tenas por qu haberte preocupado coment Roger mientras salamos de la

    laguna. Es muy improbable que un cocodrilo ataque justo despus de aparearse, por la sencilla razn de que est demasiado cansado, entiendes?

    Enseguida contraje una indisposicin que me oblig a abandonar la expedicin antes de que tuviramos ningn encuentro ms con cocodrilos.

    El koala asesino

    No me gustan los koalas. Son unos bichos asquerosos, irascibles y estpidos sin un

    solo hueso amistoso en todo su cuerpo. Sus hbitos sociales son vergonzosos: los machos siempre andan propinando palizas a sus semejantes y robndoles las hembras. Tienen mecanismos defensivos repugnantes. Su piel est infestada de piojos. Roncan. Su

  • semejanza con juguetes adorables es una engaifa abyecta. No son dignos de elogio por ningn motivo.

    Y adems, una vez un koala intent hacerme dao de una forma muy horrible. En tiempos, una pequea isla llamada Kudulana situada a unos diez kilmetros de

    la costa de Tasmania mantena a una nutrida poblacin de koalas. Entonces alguien llev ovejas a la isla y tal demasiados rboles. De repente dej de haber suficientes hojas de eucalipto de la clase adecuada y en consecuencia los koalas estaban en peligro de extinguirse.

    A Mary Anne Locher, oficial superior de Parques Nacionales y Fauna, se le asign la tarea de reunir a los koalas de la isla y enviarlos a nuevos pastos en el continente. Me invit a ayudarla, y acept pensando que de todo se puede sacar una historia.

    La propia Mary Anne Locher se pareca bastante a un koala. Era bajita, gorda y redonda, y tena un pelo castao suave y sedoso bastante corto del que le asomaban las orejas. Supongo que en ese momento tendra unos cincuenta aos, unos pocos ms que yo.

    Siempre llevaba un peto de color marrn que, unido al efecto de su nariz, chata y pequea, y sus ojos color castao claro, intensificaban su similitud con un koala. Tena una voz suave y levemente sibilante y daba la impresin de que si uno le hubiese apretado la barriguita habra chillado. A diferencia de un koala, era una persona muy agradable y delicada.

    En aquella poca yo no era tan corpulento como ahora, pero no por eso dejaba de ser un hombre abundante en carnes, es decir, que poda atarme los cordones de los zapatos yo solo, pero no era atltico.

    Un alma poco caritativa habra pensado que Mary Anne y yo hacamos una pareja un tanto cmica cuando desembarcamos del ferry en Kudulana: el uno era alto, redondo y barbado, y la otra bajita, redonda y con pelo suave y sedoso. Los dos llevbamos una gran red dotada de un largo mango y lucamos petos marrones idnticos, pues yo le haba cogido uno prestado al departamento mientras durase el trabajo. Mientras el barquero descargaba unas jaulas hechas con listones de madera para albergar nuestra pesca, lleg a insinuar que nuestra tarea se vera facilitada, ya que los koalas se caeran de los rboles de la risa.

    Para atrapar a un koala solo hay que asustarlo para hacerle saltar o que se caiga de la rama en la que se est, y luego atraparlo con la red. En cualquier caso, eso fue lo que me dijo Mary Anne. No me dijo que eso solo da resultado con los koalas cooperativos.

    Dejamos amontonado nuestro material, nuestro equipo de acampada, el botiqun y las jaulas cerca del embarcadero y nos fuimos a cazar koalas.

    Los rboles de Kudulana son todos muy pequeos y delgados y no tuvimos ningn problema para localizar a los koalas. Solo haba doce, y se encontraban en una arboleda de eucaliptos en torno a un gran lago rodeado de helechos. Estaban todos acurrucados en ramas ahorquilladas. Pero los rboles solo tenan tres o cuatro metros de altura, de modo que los koalas estaban perfectamente al alcance de nuestras redes.

    Lo nico que Mary Anne y yo tenamos que hacer era soltarlos, atraparlos en nuestras redes y despus trasladarlos a las jaulas de madera. En teora.

    Los koalas, bolas peludas con la cabeza inclinada sobre el vientre, no parecan ni remotamente interesados en nuestra presencia.

    De acuerdo, probaremos primero con ese dijo Mary Anne sealando con tono de eficiencia a un koala grandote acurrucado en una horquilla no mucho ms all de donde yo poda alcanzar. T asstalo y yo lo atrapar.

    Mary Anne levant su red para que la boca estuviera justo debajo del koala y se

  • prepar, aguardando a ver en qu direccin iba a saltar el koala. Yo mantuve preparada la ma como refuerzo.

    El koala pareca dormido, y me pregunt por primera vez qu tendra que hacer uno exactamente para asustar a una criatura tan aletargada.

    Debera azuzarlo con mi red? le pregunt a Mary Anne. No, eso har que se aferre con ms fuerza. Grita. No tena ni idea de cmo haba que gritarle a un koala, pero lo hice lo mejor que

    pude. Buh! grit. El koala no se movi. Buh! Buh! chill con todas mis fuerzas. El koala abri un ojo. Sorprendentemente, lo tena inyectado en sangre. Me mir

    con l durante un largo y desapasionado instante antes de volver a cerrarlo cansinamente. No se asusta con facilidad coment. No dijo Mary Anne. Intenta sacudir el rbol. Dej la red en el suelo y agarr el rbol que era muy fino y en realidad muy

    joven y lo sacud violentamente. El koala abri sus dos ojos enrojecidos y me mir malvolamente. Acto seguido

    aplic un dispositivo defensivo comn a la mayora de marsupiales arborcolas. Un fluido acre e inmundo me empap el pelo, la barba, la cara y los hombros.

    Ay, lo siento! exclam Mary Anne. Tendra que habrtelo advertido. Hice lo que pude con un pauelo mientras el koala, aparentemente satisfecho con

    su trabajo, cerr los ojos y volvi a dormirse. Por qu no sacamos al puetero bicho de la rama con las redes y lo atrapamos

    en el suelo? pregunt cuando ya me encontraba ms o menos seco, pero sin haber dejado de desprender un olor repugnante.

    No se puede desalojar a un koala una vez que se agarra a algo. Tienen una fuerza tremenda.

    Pues entonces, qu hacemos? Para asustar a ese bicho hara falta una bomba. Mary Anne medit por un instante: Podras subirte a ese rbol? Me fij en el rbol. No era muy grande, pero aguantara mi peso y el koala no se

    encontraba muy arriba. S, creo que s dije. Entonces sube y grtale en el odo. No lo toques. Seguramente saltar cuando te

    acerques a l. Haciendo un esfuerzo considerable, logr trepar hasta la base de la rama donde

    estaba acurrucado el koala. No me encontraba a una altura muy superior a la ma del suelo y podra haber estirado el brazo y haber tocado al koala, que no estaba muy lejos de mi cabeza. Mantuve mi cabeza a una prudente distancia del animalito.

    Buh! chill. El koala no se dio por enterado. Avanc un poco ms por la rama. La rama se rompi. Rama, koala y yo nos precipitamos abruptamente sobre los

    espesos helechos de abajo. El koala cay sobre su espalda. Yo aterric despatarrado sobre el koala. El koala

    estaba cubierto por mi considerable mole, pero yo saba que estaba all porque grua y bufaba y trataba de abrirse paso a travs de mis blandas carnes.

  • Fue una experiencia extraordinaria: ah estaba yo, entre los helechos, sin resuello, sin poder ver otra cosa que hojas de helecho, semiinconsciente hasta el punto de haber perdido la coordinacin y con aquel pedazo de malevolencia peluda, de msculos duros y sorprendentemente grandes tratando de destriparme.

    Dnde demonios estaba Mary Anne? Pues haba salido corriendo hacia el otro lado de la parcela de helechos para atrapar

    al koala cuando saliera. Adems del que utilizan desde grandes alturas, los koalas tienen otro mecanismo de

    proteccin. Se aferran al vientre de su opresor con uas y dientes. Seguramente se trata de un mecanismo diseado para funcionar contra los dingos. En cuanto el koala se aferra al vientre del perro, este no puede alcanzarlo con sus mandbulas. Deduzco que en esas circunstancias el koala est perfectamente dispuesto a agarrarse hasta que el dingo se desploma.

    En aquel momento aquello no lo saba. Y de haberlo sabido, no me habra servido de nada.

    Evidentemente, el koala abandon toda esperanza de huir y se decidi por la defensa antidingo. Estaba boca abajo en relacin conmigo y me clav las garras traseras en el pecho. Las garras delanteras me las clav en los muslos. Su cabeza fue a parar entre mis piernas y me clav los dientes en las ingles.

    Por suerte, los koalas no tienen la boca muy grande. Aunque s lo bastante. Chill. Qu ha pasado? pregunt Mary Anne, a la que no poda ver. Me tiene pillado! bram mientras rodaba sobre la espalda y araaba al koala

    con las dos manos. l rod conmigo y apret con ms fuerza. En todas partes. Volv a chillar y empec a aporrearlo con los puos. Era como aporrear madera

    envuelta en piel y a l le hizo el mismo efecto. Los msculos de aquel bicho estaban hechos de alguna sustancia mucho ms dura de la que debera estar hecho ningn tejido animal.

    Chill de nuevo y o a Mary Anne abrindose paso entre los helechos hasta llegar a m.

    El koala, es de suponer que pensando que llegaban mis refuerzos, se aferr con una fuerza mayor an a todos los puntos.

    Grua como un ser demencial cosa que era, claro y tena su trasero casi en mi cara; ni siquiera el peligro que ahora corra disminua en lo ms mnimo el espantoso hedor del animal.

    La cabeza de Mary Anne apareci por encima de los helechos. Yo me sacuda y araaba en el seno de una maraa de hojas de helecho; ella no poda ver exactamente lo que suceda, ms all del hecho de que yo tena cogido al koala y el koala me tena cogido a m.

    Procura no hacerle dao me grit. En otras circunstancias me habra redo. Qutamelo de encima! exclam con voz entrecortada. Ahora s que no habr manera de quitrtelo de encima dijo con irritacin.

    Tendr que sedarlo. Y la puetera mujer se march corriendo rumbo al embarcadero para coger el

    botiqun. Vuelvo enseguida la o gritar mientras desapareca entre los helechos. T no

    te muevas. No te preocupes, ahora ya no te soltar. Eso era lo ltimo que me preocupaba: Mary Anne! rug. El muy bestia me tiene cogido por los...

  • Pero no me oy. No haba forma de poder quedarme all tendido hasta que ella volviera mientras

    aquel animal trataba de castrarme. Me incorpor a duras penas, con koala y todo, e intent salir corriendo tras ella. Alguna vez habis intentado correr con las garras de un koala clavadas en el pecho

    y los muslos y sus dientes clavados en la entrepierna? Es imposible. Estaba a punto de empezar a llorar de rabia, dolor y frustracin. Fui

    tambalendome entre los helechos y trat de chocar contra un rbol con el koala por delante. Lo nico que consegu fue clavarme los dientes y las uas ms todava. Trat de tirarme sobre l. Me qued sin aliento.

    Ahora a cuatro patas y al borde del colapso, con la mente en vas de desintegracin, ca de repente en que estaba a orillas del lago que haba en medio de aquella arboleda frecuentada por koalas.

    Con un grito de esperanza manaco avanc como pude, respir hondo y me lanc con koala y todo.

    El agua, bendita sea, era profunda, y nos hundimos como dos piedras. No saba cunto tiempo poda aguantar la respiracin un koala, pero por lo que a m

    se refera, bamos a quedarnos all los dos hasta que l me soltara o nos ahogramos los dos.

    Por desgracia, parece ser que los koalas son capaces de aguantar la respiracin indefinidamente.

    El koala era un peso muerto que me lastraba, y permanecimos en aquellas turbias profundidades durante lo que me pareci media eternidad. El dolor de mis pulmones, que estaban a punto de estallar, empez a igualar a mis otros dolores.

    Finalmente me di cuenta de que no haba necesidad alguna de que mantuviera la cabeza bajo el agua. Puede parecer que tard ms de la cuenta en llegar a una conclusin tan obvia, pero si nunca habis estado sumergidos en un lago de monte en las garras de un koala furioso, no podis comprender lo difcil que es pensar con claridad en esas circunstancias.

    Sub a la superficie, saqu la cabeza, respir hondamente y con gratitud y me dispuse a estrangular al koala.

    Los koalas son muy difciles de estrangular, sobre todo cuando te tienen cogido de la forma que aquel koala me tena cogido a m. Pero me esforc denodadamente, con un desprecio soberano por el hecho de tratarse de una especie protegida.

    El koala pareca decidido a morir bajo el agua con mis dedos en torno a su cuello. A m me pareca muy bien, siempre y cuando lo hiciera con rapidez.

    Entonces, pese a mi dolor, me asalt la terrible angustia de que quiz los koalas muertos no aflojaran su presa. Tendra que recurrir a la ciruga para desprenderme de aquella bestia maligna?

    Entonces el animal abandon: ms de una veintena de minutos despus de que se viera sumergido por primera vez, lo juro, aunque Mary Anne sostiene que ella tard menos de un minuto en volver. El tiempo, por supuesto, es relativo.

    El koala me solt y sali a la superficie cerca de mi cara. Sus rasgos de juguete eran inexpresivos, pero tosi y gru de forma feroz y yo retroced aterrorizado.

    En sus ojos inyectados en sangre me pareci ver una chispa de desprecio; el koala se dio media vuelta y fue nadando expertamente hasta la orilla del lago, sali dificultosamente y camin pesadamente hasta llegar a un rbol, lo escal, me mir con

  • gesto sombro y se ech a dormir mientras se escurra. Yo sal del lago. Mary Anne regres y qued sorprendida de que el koala me hubiera soltado.

    Tambin me pregunt por qu estaba empapado. Le dije que se lo explicara luego y me intern entre los matorrales para examinar

    mi persona. El peto que llevaba puesto estaba hecho de un tejido muy grueso y no haba daos

    de consideracin. Pero no por falta de voluntad del koala. Finalmente, Mary Anne y yo cogimos a todos los koalas de la isla y los liberamos

    en el continente, pero cumpl la tarea muy a mi pesar. Jams volver a acudir en ayuda de esas bestias.

    Insisto: no me gustan los koalas.

    Cien botellines

    Para comprender cmo pudo pasar algo as, hay que saber algo acerca del lugar

    donde pas: Coober Pedy, una ciudad casi insoportable del rido centro de Australia.

  • Coober Pedy es una ciudad dedicada a la minera del palo. En aborigen el nombre quiere decir hombre blanco metido en un agujero. El agujero se refiere a las minas y a las casas, que son cuevas excavadas en los laterales de unas colinas de poca altura. En verano la temperatura suele rondar los 50 C. O te pasas la mayor parte del tiempo bajo tierra o metido en un pub, o mueres.

    Yo haba viajado hasta all desde Adelaide en un coche con aire acondicionado y pens que me mora.

    Divis Coober Pedy desde lejos; en la brillante calima desrtica provocada por el calor pareca un conjunto de miles de minsculas burbujas. Muy pronto aquellas burbujas se transformaron en los montculos de desechos de palo que se extienden a partir de la ciudad en infinitas direcciones.

    Toda esa zona da la impresin de estar infestada de enormes termiteros de barro. Muchas de las minas estn desiertas y segn la leyenda local, contienen los huesos de hombres imprudentes que no cumplieron con sus deudas de juego o trataron de robar en las minas. Jams o decir que se hubiera encontrado ningn esqueleto.

    En cuanto vi el primer pub en Coober Pedy detuve automticamente el coche. Necesitaba cerveza fra y mucha. El calor que hace all es casi slido y notas cmo te cae sobre la cabeza cuando sales del coche. Trot hasta el pub con todo mi ser ansiando cerveza, sin tener la ms remota idea de que estaba a punto de presenciar algo que me quitara las ganas de beber cerveza durante meses.

    El pub estaba moderadamente lleno de hombres de color rosa. Casi todos los hombres que hay en Coober Pedy son de color rosa, porque son mineros de palo y el polvo rosado de las minas se les incrusta en la piel. O quiz sea porque nunca se lavan, porque all el agua es bastante infecta.

    Ped una cerveza, la encontr deliciosamente fra como siempre est la cerveza en el interior de Australia, donde a menudo es el nico indicio de vida civilizada y empec a escuchar las conversaciones que me rodeaban, como tengo por costumbre.

    A poca distancia de m, dos hombres de color rosa mantenan una conversacin absurda, como son la mayora de conversaciones de los pubs del interior cuando todo el mundo ya lleva cinco cervezas encima. Los dos estaban apoyados en la barra contemplando con cara de circunstancias el rostro arrugado del otro. Discutan sin sentido, como dos muecas grotescas.

    Puede hacerlo. Lo matara. Le llevara cuatro horas. No lo matara. Nada lo hara. Me arrim un poco ms. El tono de la discusin empezaba a rozar la histeria. Como

    sierras circulares, sus gritos se oan por encima del alboroto de los dems clientes. Era evidente que estaban acostumbrados a gritarse el uno al otro bajo tierra y desde quince metros de distancia con los martillos neumticos funcionando a toda mquina.

    Cien botellines en cuatro horas. No crees que eso lo matara? Matara a cualquiera. l no es cualquiera. Se miraron a la cara, y a medida que la cerveza bajaba por su garganta, la

    importancia del tema iba aumentando para ambos. Por qu demonios ests tan seguro? Porque estoy seguro, demonios.

  • Uno de ellos era de mediana edad, y sus hombros desnudos estaban cubiertos de pelo gris. O ms bien, habra sido gris si se hubiera lavado para quitarse el polvo rosado. Tena una expresin embotada y embrutecida producto de aos escarbando bajo tierra toda la maana y bebiendo cerveza toda la tarde. O a lo mejor haba nacido con un rostro embotado y brutal.

    Su compaero era ms joven; seguramente an no haba cumplido los treinta. Era un poco gordo pero tena los anchos hombros y los brazos poderosamente musculados de un minero de palo. Si los hombres siguen escarbando bajo tierra para extraer palo durante unas generaciones ms, seguro que acaban desarrollando cuartos delanteros y brazos como los de los wombats.[2] El ms joven de los dos pareca un wombat por la barba de tres das que luca. No era exactamente igual que un wombat, sin embargo, porque si te fijas bien, vers que los wombats tienen alguna clase de expresin facial, mientras que la cara de aquel tipo no era ms que un borrn de vacuidad colgante. Aquellas cerdas rosadas y polvorientas le daban el aspecto de una racin de crema de maizena abandonada a la que le hubiera salido un moho raro.

    Pues si ests tan seguro, por qu no te apuestas algo? Pues claro que apostar. Era imposible saber cul de los dos estaba hablando porque sus voces parecan

    idnticas, como cuchillos chirriando sobre platos a un volumen insoportable. Pero se notaba que el sonido sala de ellos y poco a poco, a medida que el resto del bar sintonizaba con su conversacin, se fue formando a su alrededor un pozo de silencio.

    A ti qu te parece, Ivn? Ahora s se poda ver quin hablaba porque el mayor de los dos dio media vuelta y

    se dirigi a otro parroquiano que estaba a su lado. Ivn se volvi lentamente; me di cuenta de que estaba contemplando a un

    monstruo. Levantaba apenas metro y medio del suelo y sus hombros eran prcticamente de la misma anchura. Su pecho, que sobresala como el de un gallo gigante y estaba cubierto por el polvo y por una camiseta negra, era una inmensa sucesin de msculos atravesado por las vetas oscuras formadas por los pequeos riachuelos de sudor que corran por encima del polvo rosado. Uno de sus grandes brazos colgaba a una altura desproporcionadamente baja junto a su costado, y el otro estaba apoyado sobre la barra, donde su enorme mano rosada rodeaba casi por completo un vaso de cerveza. Llevaba el pelo muy corto y una cresta de cerdas encima de un rostro que me hizo preguntarme por un instante si es posible cruzar a un cocodrilo con un hipoptamo.

    Aquella cara exhiba una absoluta falta de inters y de malicia, acompaada por una autocomplacencia inexpresiva que pona en evidencia que ningn pensamiento haba perturbado jams el cerebro que se ocultaba bajo aquella absurda cresta.

    Llevaba pantalones cortos, y dos inmensas piernas, bastante parecidas a las de un hipoptamo salvo porque eran rosadas y peludas en lugar de grises y arrugadas, apuntalaban su cuerpo. Era como si el cuerpo descansase sobre las piernas en lugar de estar unido a ellas, porque no pareca tener cintura; era grueso como el tronco de un rbol durante todo el recorrido hasta que de repente comenzaban las piernas. El punto de unin estaba disimulado por los voluminosos pantalones cortos, pero a m me dio la impresin de que las piernas podan echar a caminar por s solas en cualquier momento y dejar atrs el cuerpo.

    A ti qu te parece, Ivn? Seguro que t podras beberte cien botellines en cuatro horas.

  • Claro que podra dijo Ivn. Tena una voz llana y profunda, casi agradable en comparacin con las de los otros

    dos, pero solo por comparacin. Ah lo tienes dijo el mayor de los dos antes de volverse hacia su compaero,

    como si todo hubiera quedado demostrado. Me juego lo que quieras contigo a que no puede. Pues apuesta. Venga, apuesta! Qu quieres decir con eso de apuesta? Lo que digo. Qu te juegas a que no es capaz de beberse cien botellines en

    cuatro horas? Me juego quinientos dlares. El mayor de los dos se meti la mano en el bolsillo y sac un fajo de billetes. Cont

    diez billetes de cincuenta sobre el mostrador. El ms joven miraba impasible mientras Ivn, que haba perdido inters, volvi a ocuparse de su pinta.

    A ver si igualas eso. El ms joven, tras haber esperado hasta que el otro depositara el ltimo billete de

    cincuenta sobre el mostrador, se meti la mano en el bolsillo a su vez y cont su propio fajo de billetes de cincuenta. Hizo una pausa antes de dejar el dcimo sobre la barra.

    Quin paga la cerveza? pregunt astutamente. Se produjo una larga pausa mientras ambos cavilaban al respecto. Scalo del bote dijo por fin el mayor de los dos. De acuerdo, Ivn. Esta va a ser la sesin cervecera ms grande de tu vida. Invito

    yo dijo el hombre mayor mientras coga a Ivn del hombro. Venga, Bill le dijo al camarero, saca diez botellines. Ivn se va a beber cien. Bill ni se inmut; se limit a abrir la nevera y aline diez botellines sobre el

    mostrador. Adelante, Ivn. Acurdate, he apostado por ti. Tiene que estar de pie cuando termine dijo el ms joven, hoscamente y con

    cierto tono de preocupacin. Lo estar. Venga, Ivn. Padentro. Ivn estaba mirando los diez botellines. De las contorsiones de su rostro poda

    deducirse que estaba pensando. Casi se lo oa. Los tres hombres eran ahora el centro de un gran corro que se haba formado a medida que el resto de la clientela fue asimilando el concepto de la estrambtica apuesta. Mientras se hacan apuestas colaterales, iba saliendo dinero de bolsillos polvorientos. Ivn segua pensando.

    Venga, Ivn. Quiero cien dlares dijo Ivn. El mayor de los dos hombres estaba escandalizado: Qu quieres decir? Qu es eso de que quieres cien dlares? Quiero decir que quiero cien dlares. Por qu? Por beberme la cerveza. Pero si te va a salir gratis. Quiero cien dlares. En los yacimientos de palo las conversaciones tienden a ser limitadas. Vete al infierno. Vale.

  • Ivn se volvi hacia la barra y pidi otra cerveza. El mayor de los dos hombres no daba crdito. Ivn se bebi su cerveza de un trago. Evidentemente tena intencin de atenerse a lo que acababa de decir.

    Est bien dijo desesperado el hombre mayor, si te bebes los cien botellines, te dar cien dlares.

    Cien por intentarlo replic Ivn, sin volverse siquiera. Santo Dios. Qu pasa si te bebes cincuenta y luego te plantas? Cien por intentarlo dijo Ivn. El hombre mayor mir fijamente aquella espalda increblemente ancha e inflexible.

    Se notaba que estaba pensando y esforzndose por dar con una solucin. Te propongo lo siguiente dijo por fin. Ciento cincuenta si lo consigues, y si

    no nada. Qu tal? Ivn estaba pensando. Una larga pausa. De acuerdo dijo mientras estiraba el brazo para coger el primer botelln. Cgelos del montn le dijo el mayor de los dos a su compaero, lo cual quera

    decir que los honorarios de Ivn los pagara el ganador. Al joven aquello le pareci razonable, pero tard en decidirse. Cuando por fin

    asinti con la cabeza, Ivn ya se haba bebido seis botellines. Su tcnica era impresionante. Coga una de aquellas botellitas achaparradas con

    cada mano y las abra con los pulgares. La mayora de los hombres necesita un utensilio metlico para esto, pero Ivn no: utilizaba las uas de sus pulgares como escoplos. Luego levantaba la mano derecha, echaba la cabeza hacia atrs y verta de golpe la cerveza en su boca abierta, toda ella, en un chorrito continuo hasta que la botella quedaba vaca. Despus haca lo mismo con la botella que tena en la mano izquierda. Cuando las dos estaban vacas, las dejaba cuidadosamente sobre el mostrador y coga otras dos.

    Cada una de estas botellas contiene 375 mililitros de cerveza. Desde el punto de vista legal, si te bebes tres en una hora ests demasiado borracho para conducir un vehculo de motor. Cien botellas seran 37500 mililitros. Las matemticas me pueden, pero debe de ser un peso en cerveza monumental. Lo cronometr. Le costaba apenas ocho segundos vaciar una botella, un segundo para dejar ambas botellas sobre el mostrador, un segundo para coger otras dos y un segundo para abrirlas. Se estaba tragando un botelln cada once segundos.

    Tragar no es la palabra apropiada. Su garganta no realizaba movimiento alguno. Se limitaba a verterla directamente en el estmago. Un botelln cada once segundos. A ese ritmo, sera capaz de beberse cien en mil cien segundos, es decir, menos de una hora. Pero no lograra mantenerlo por motivos obvios, entre otros, porque reventara.

    Yo no era el nico hombre en el bar que estaba haciendo estos clculos. En el gran corro que ahora rodeaba a Ivn, los hombres miraban sus relojes y contaban. Para ahorrar tiempo, el camarero coloc veinte botellines sobre la barra en el preciso momento en que Ivn apur el dcimo. Ivn no hizo ninguna pausa. Beba o trabajaba tan rtmicamente como si estuviera en una cadena de montaje: vaciaba una botella, vaciaba la siguiente, dejaba las dos botellas sobre el mostrador, coga las dos siguientes, las abra, vaciaba una y luego la siguiente.

    El nico sonido que se oa en el bar era el ruido de las botellas sobre el mostrador y el traqueteo metlico de las chapas al caer al suelo. Todos los bebedores guardaban silencio y observaban con una reverencia casi religiosa, completamente ajenos a los vasos que tenan en las manos.

  • Me di cuenta por primera vez de que el reloj que presida las botellas al fondo del bar daba campanadas. Dio las seis en el instante exacto en que Ivn daba cuenta de su botella de cerveza nmero cuarenta. Como si de una seal se tratara, deposit violentamente las dos botellas sobre la mesa e hizo una pausa. El silencio se hizo intenso y todo el mundo empez a echarse ligeramente hacia delante, dudando. Yo estaba convencido de que Ivn iba a caer redondo.

    Ivn permaneci inmvil, con las manos apoyadas en la barra y el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante. La pausa se prolong y el silencio se ahond, si es que el silencio puede ahondarse. Hasta poda or el tictac del reloj. De repente, los msculos de su espalda se convulsionaron y un eructo monumental quebr el silencio reinante en todo el bar como si de un violento trueno se tratara. Juro que la primera fila de espectadores se ech hacia atrs entre vtores, risas y palmas.

    Ivn cogi las dos botellas siguientes y volvi de nuevo a su ritmo. Cuarenta y cinco botellas, cincuenta, cincuenta y cinco, sesenta. Delante de nuestros ojos, lo imposible se estaba convirtiendo en realidad. Despus vino una muestra de virtuosismo: Ivn abri dos botellas pero en lugar de levantar solo la mano derecha, levant las dos y verti el contenido de ambas botellas en su garganta de forma simultnea. Lo hizo en solo ocho segundos. Setecientos cincuenta mililitros de cerveza en ocho segundos se sumaron al caudal que ya recorra su estmago, sus intestinos y su torrente sanguneo.

    Tcnicamente tena que estar muerto. No hay tejido humano capaz de soportar semejante agresin etlica. Quiz Ivn no fuera humano y quiz no hubiera estado nunca vivo. Haba vuelto a parar. Ech un vistazo en torno al corro de espectadores.

    Ya has tenido suficiente, Ivn? pregunt esperanzado uno de ellos. Ivn no le hizo caso. Mir a su jefe, el mayor de los dos bebedores. Haba olvidado una cosa, una

    clusula del contrato que no haba hecho explcita. Tiempo muerto para mear? pregunt con voz un tanto lastimera. Claro, ve dijo su patrocinador. No me sorprendi que Ivn estuviera fuera del bar durante unos cinco minutos. Me

    pregunt si no habra regurgitado parte de la cerveza, pero a nadie ms pareci pasrsele por la cabeza semejante eventualidad.

    Al llegar a las ochenta botellas, Ivn volvi a parar. Esperamos expectantes el descomunal eructo, pero este no se produjo. Hizo una pausa de unos quince segundos y despus cogi otras dos botellas. Pero se produjo un cambio de ritmo. Las poderosas uas buscaban un poco a tientas antes de hacer saltar las chapas. Sus movimientos eran lentos y deliberados. Una vez apunt mal y un chorro de cerveza le cay sobre la barbilla. Yo me pregunt si aquello contara como una botella entera pero nadie sac el tema. Cada vez que dejaba las botellas sobre el mostrador haca una pausa.

    Me di cuenta de que en voz baja, casi susurrando, todo el bar estaba contando: Ochenta y cinco, ochenta y seis, ochenta y siete, ochenta y ocho. La cuenta iba ralentizndose a medida que el ritmo de Ivn se reduca. Ahora ya le costaba quince segundos por botella, luego dieciocho y despus diecinueve. Al llegar a las noventa y cinco botellas, Ivn volvi a parar, con una botella medio llena en la mano izquierda. Se inclin hacia delante. Esperamos de nuevo el eructo, pero no hubo sonido alguno.

    Ivn sacudi la cabeza de lado a lado. Le vi los ojos. Se haban quedado completamente en blanco, como los de un ciego.

    Ivn empez a tambalearse.

  • Venga, Ivn, muchacho, a por ellas! El enorme cuerpo de Ivn gir describiendo un lento crculo, con los pies todava

    firmemente plantados en el suelo. Pero entonces recobr el equilibrio y la gigantesca mano volvi a levantarse. Sin embargo, esta vez se llev la botella a los labios. No se la bebi de un lingotazo ininterrumpido. Trag muchas veces y con gran esfuerzo. Dej la botella sobre el mostrador y cogi otras dos. No pudo abrirlas, as que el camarero lo hizo por l. Lenta y dolorosamente, con los globos oculares dando vueltas en su cabeza y el cuerpo describiendo crculos cada vez mayores, Ivn se bebi las dos botellas.

    Noventa y nueve! rugi el bar. A continuacin Ivn se bebi la botella nmero noventa y nueve. Para entonces

    giraba con rapidez y su cuerpo estaba inclinado en un ngulo increble. Solo el peso y el tamao de sus piernas podan mantenerlo erguido.

    Alguien tuvo que ponerle en la mano la centsima botella. Era evidente que l no poda verla, ni tampoco ninguna otra cosa, pero de algn modo la mano encontr la cabeza, que no paraba de girar, y se llev la botella a los labios.

    Apur la cerveza de forma lenta, terriblemente lenta. Pero la apur, toda ella. Cien! fue el poderoso alarido animal. La botella vaca cay y se estrell

    contra el suelo. Ivn se haba bebido cien botellines en menos de una hora. Tres o cuatro hombres trataron de impedir que siguiera girando y se produjo un

    alboroto general mientras se saldaban apuestas y se pedan nuevas consumiciones. Entonces Ivn impuso silencio con un enorme bramido.

    Vodka! exigi. La palabra en s, tanto como el volumen de la atronadora voz de Ivn, impuso el

    silencio. Se volvi hacia la barra y la golpe. Vodka! Aturdido, el camarero le sirvi un chupito de vodka. Ivn barri el vaso de la barra con un movimiento de mano que demoli los vasos

    de media docena de parroquianos. La botella! rugi. Se produjo un silencio. A continuacin, tmidamente, aterrado en presencia de la grandeza mstica, el

    camarero puso una botella de vodka sobre el mostrador. Estaba abierta, pero Ivn rompi el gollete sobre la barra como si fuera un ritual. Por lo visto haba recobrado la vista, aunque segua teniendo los ojos completamente en blanco.

    Levant la botella de vodka hasta una altura en que el borde irregular se encontr a un palmo de su boca y se ech un chorro del incoloro espirituoso por la garganta. Consumida media botella, la deposit enrgicamente en el mostrador; la botella rod de costado y el lquido se derram sobre el suelo. Nadie se fij.

    Con los brazos junto a los costados, los ojos en blanco y el cuerpo rgido, Ivn se dirigi hacia la puerta del bar. Le hicieron rpidamente un pasillo que cruz deprisa y tambalendose, como un tren al atravesar un bosque. Choc contra la puerta giratoria y los deslumbrantes rayos de sol del atardecer iluminaron su enorme cuerpo antes de que se precipitara de cabeza a la calle y diera de bruces en el suelo con un ruido sordo que pareci sacudir el edificio entero. Movi la cabeza una sola vez antes de quedar convertido en un montn de humanidad empapado en sudor, entre el polvo.

    Deberamos coger un camin para llevar a ese pobre hijo de puta a su casa dijo

  • alguien. S. Y dos de los parroquianos, hombres bondadosos, salieron a organizar lo del

    camin. Se ha olvidado el dinero dijo otro. Yo se lo guardo dijo el camarero. Estar de vuelta por la maana. Igual tiene

    resaca.

    Vic, el Hombre Serpiente

    Vic, el Hombre Serpiente, seguramente es el nico hombre que jams haya

    sobrevivido a los ataques sucesivos de una pitn y un taipn. Lo conoc en el Butterfly Farm, un centro de ocio y picnics familiares situado a

    orillas del ro Hawkesbury, cerca de Windsor, en las afueras de Sdney. Su trabajo consista en cuidar de las serpientes all expuestas y dar charlas sobre ellas a los clientes del centro. Yo estaba realizando labores publicitarias para el centro y tanto Vic como sus serpientes me dejaron fascinado.

  • Vic (nunca me enter de su apellido) era muy alto, muy delgado y muy sucio. Su cabello amarillo era ralo y tena dos o tres dientes amarillentos que, quiz por asociacin de ideas, parecan colmillos. Solo tena un par de pantalones andrajosos y no le importaba que se notara que no llevaba ropa interior. Tambin vesta una camisa sin botones y con varios agujeros, as como los restos de un par de alpargatas con las que nunca llevaba calcetines.

    No pareca comer ms que polvos especiales para el dolor de cabeza y los cigarrillos liados a mano que sostena entre dos de sus colmillos hasta que se desintegraban o se los tragaba. Tena un tono de voz muy nasal y hablaba muy despacio. Sus opacos ojos amarillos estaban profundamente hundidos en su crneo, y asomaban como animalitos de las grietas repletas de mugre de un rostro enjuto y curtido. Nunca se lo vea sin una serpiente por lo general venenosa en torno al cuello y otras dos o tres en los bolsillos, sacando las cabezas tmidamente de sus bolsillos.

    Era tan poco atractivo que resultaba fascinante, y tena unos conocimientos formidables sobre reptiles. Su entusiasmo era tan grande que se lo transmita de forma muy natural a su pblico. Su fortaleza resida en que si lo veas no podas evitar mirarlo y si lo mirabas la corriente lenta y continua de informacin que emanaba de l te cautivaba. El hecho de que siempre estuviera manipulando a algn animal especialmente letal sola centrar la atencin en l. Vic adoraba a las serpientes de una forma profunda, pura y apasionada. Yo cre que las serpientes lo adoraban a l hasta que lo mordi el taipn, cosa que sucedi justo despus de que la pitn intentara estrangularlo. Puede que para Vic solo fuera un mal da.

    Haba dado comienzo a su charla matinal encima de una plataforma con barandilla de madera utilizada para diversas exhibiciones. Como de costumbre, alrededor de la plataforma haba diversos sacos de tela de varios tamaos retorcindose y movindose sin parar. Meti la mano dentro de un gran saco y extrajo una enorme pitn del Norte de Queensland. Aquel bicho meda unos seis metros y su negra y pesada cabeza era tan grande como la de un perro de gran tamao. Las quinientas personas que integraban el pblico suspiraron mientras metro tras metro de serpiente, gruesa como el muslo de un hombre, sala de la bolsa y empezaba a enroscarse en torno a las piernas de Vic.

    Mucha gente cree prosigui el monlogo de Vic que las serpientes son viscosas y desagradables al tacto. Eso es un Gran Error.

    Segn Vic, casi todo lo que la gente crea saber sobre las serpientes era un Gran Error, y utilizaba esa frase docenas de veces en cada una de sus charlas.

    De hecho, la piel de las serpientes es suave, seca, fresca y agradable al tacto, y no produce una sensacin escamosa.

    Para entonces la serpiente haba llegado hasta su pecho y lo haba envuelto de tal manera con sus anillos que pareca que llevara puesto un traje de neopreno de goma verde extraordinariamente grueso. La serpiente debi de dar al menos cuatro vueltas a su alrededor, pero la mitad del animal segua sobre la plataforma agitndose lentamente.

    Tambin est muy extendida la creencia de que las pitones estrangulan a sus presas. Eso es un Gran Error. Lo que hacen una vez que se han enroscado alrededor de su presa es apretar para impedir que la vctima respire.

    No muerden? pregunt alguien entre el pblico. Las pitones muerden por dos motivos explic Vic mientras la serpiente se

    enroscaba alrededor de su garganta, y asomaba la cabeza, casi tan grande como la suya, por encima de su hombro. Uno es para defenderse de un ataque y...

    Ahora la serpiente estaba enroscada en torno a Vic de los muslos a la cabeza.

  • Apenas se vean fragmentos de su rostro entre los anillos. Pero en ningn momento titube ni dej de hablar mientras agitaba las manos en el aire como de costumbre, y no, como cabra suponer, para tratar de quitrsela de encima como fuera.

    En cuanto la vctima deja de respirar, la serpiente lame el cuerpo para que sea ms fcil de tragar...

    La voz de Vic iba hacindose ms dbil, pero todos dimos por hecho que eso se deba a los anillos de la serpiente en torno a su boca. Todava se distinguan la mayora de sus palabras.

    Los aborgenes consideran muy sabrosa la carne de esta serpiente selvtica... Ahora su voz ya era poco ms que un murmullo entrecortado, y todo el mundo, yo

    incluido, dio por hecho que aquello formaba parte del nmero. Sin duda, eso se debe a su hbitat selvtico, a lo mejor porque... La voz de Vic se interrumpi por completo y dej de hacer gestos ilustrativos con

    las manos, con las que comenz a tirar de la parte de la serpiente que tena alrededor del cuello. Se tambale hacia atrs, hacia la barandilla, y la gente que estaba cerca de l se apart.

    Tanto realismo era excesivo, as que me sub a la plataforma de un salto, seguido por un par de espectadores fuertotes, cog la cola de la serpiente y empec a desenrollar los anillos. A la serpiente no le hizo especial gracia y empez a silbar y a lanzar su pesada cabeza negra hacia nosotros. A esas alturas, yo saba lo suficiente sobre serpientes como para saber que su mordedura no sera especialmente nociva, pero era un conocimiento puramente intelectual y mientras aquel bicho sacaba la lengua, silbaba y agitaba la cabeza con gesto amenazador, senta un profundo terror.

    Sin embargo, no poda dejar que estrangulara a Vic delante del pblico, pese a que acabara de decirle poco antes que las pitones no estrangulan a sus vctimas.

    Conseguimos quitarle de encima a la serpiente lo suficiente como para poder verle la cara, que estaba de color bermelln. Surcada por el sudor que atravesaba la suciedad de su rostro, pareca una fresa recin cogida en un jardn lleno de barro.

    Mucha gente cree que las serpientes, sobre todo las pitones, son criaturas muy vigorosas, pero eso es un Gran Error dijo en cuanto pudo hablar.

    Sin inmutarse en absoluto, Vic continu hablando mientras volva a meter a la serpiente en el saco. A la multitud le pareci algo puramente teatral y aplaudi con todas sus fuerzas.

    Quiz el aplauso, inusitadamente enrgico, estimulara a Vic. En lugar de tomarse un pequeo descanso mostrando un surtido de los reptiles menos letales, abri una bolsa pequea que se retorca violentamente y extrajo de ella a un taipn sobreexcitado.

    Los taipanes no solo son mortferos, sino que adems lo parecen. Delgado como un ltigo y de movimientos veloces, aquel ejemplar marrn de un metro de longitud se enrosc alrededor de los brazos de Vic echando miradas furiosas a la multitud mientras agitaba su afilada cabeza de asesino y le sacaba la lengua a Vic.

    Mucha gente cree que los taipanes son muy feroces y atacan sin mediar provocacin explic Vic. Eso es un Gran Error.

    Vic se desenroll la serpiente del brazo y la levant para que el pblico la viera. Se habrn dado cuenta de que mi mtodo para manejar a esta serpiente es muy

    lento y tranquilo. Eso es para asegurarme de que no se alarme. Ahora mismo esta serpiente, aunque est acostumbrada a las multitudes y al ruido, est muy excitada y se mueve con rapidez. Eso quiere decir que est en su momento ms peligroso, y a menos que la manejara

  • de forma tranquila y profesional, como estoy haciendo, sin duda me mordera. En ese mismo instante el taipn le hundi los colmillos en el cuello a Vic. Los taipanes son tan veloces que nada que est a su alcance puede esquivarlos. El

    cuello de Vic estaba a menos de un palmo de sus colmillos. Por un instante se mene de lado a lado y de pronto se lanz hacia delante como un rayo, mordi a Vic y se retir, pero con tal rapidez que no pareca que hubiera sucedido, que era imposible que hubiera sucedido. El ataque, la mordedura y la retirada se haban producido en menos de lo que le cuesta cerrarse a una ratonera.

    Vic se llev la mano a donde le haba mordido la serpiente y mir a esta con gesto reprobatorio.

    Eso ha sido de lo ms inslito dijo con calma. Es la primera vez que me muerde una serpiente a la que estoy sujetando.

    La multitud estaba sobrecogida y en silencio, sin saber si estaba presenciando algo preparado de antemano o si de verdad una serpiente letal haba mordido a Vic. Yo saba que as era y estaba horrorizado. Horrorizado y muy reticente a subir y liberar a Vic del taipn, que ahora pareca mucho ms contento y relajado.

    Pero Vic pareca impertrrito. Esa mordedura habra sido muy peligrosa, seguramente fatal, si les hubiera

    sucedido a uno de ustedes... De su boca sali abruptamente una masa de espuma, los ojos se le quedaron en

    blanco y el cuerpo se le puso rgido. De su pecho brot un graznido extrao e inhumano que a duras penas logr salir de su boca acompaado de espumarajos. Levant las manos directamente sobre la cabeza en un gesto convulsivo. El taipn sali despedido por los aires, por encima de la multitud vociferante. Vic cay de espaldas como un saco, completamente tieso, y la nica seal de vida que daba era la espuma que sala de su boca.

    La serpiente tard mucho en caer, y cuando lo hizo, aterriz en el regazo de un joven tetrapljico que iba en silla de ruedas. Y menos mal, porque si tena que aterrizar sobre alguien, era mejor que lo hiciera sobre alguien que no se movera. Se escabull del regazo del joven y se march culebreando rpidamente hacia una parcela de matorrales.

    Ahora yo estaba encima de la plataforma pidiendo a gritos que alguien llamara a una ambulancia y que alguien que no fuera yo matara al desdichado taipn, sin la menor consideracin por la postura de Vic sobre la conservacin de los reptiles nativos.

    Cuando conseguimos llegar al hospital Vic estaba negro. Todas las venas de su cuerpo se haban colapsado y pareca como si le hubieran propinado una brutal paliza y tuviera moratones por todas partes. Apenas respiraba y segua echando espumarajos por la boca y emitiendo unos espantosos ruidos animales. Pas una semana en un pulmn de acero y estuvo tres semanas en el hospital. Nunca ms volvi a tocar a una serpiente.

    Organizamos la bsqueda del taipn, pero nunca lo encontramos. Que yo sepa, sigue deambulando por las orillas del ro Hawkesbury.

  • Activos lquidos

    Creo que puedo decir sin temor a equivocarme que soy el nico escritor australiano

    que jams le haya dado un enema a un elefante, y hasta podra ser el nico escritor del mundo que lo haya hecho.

    El elefante se llamaba Annie, y estaba en una granja propiedad de un amigo mo, Alan Trevor, en el norte de Nueva Gales del Sur. Alan la estaba cuidando para un circo ambulante que estaba en temporada baja.

    Annie era una elefanta de tamao medio, muy dulce y muy dcil que se pasaba el tiempo sin hacer otra cosa que consumir enormes cantidades de paja y fruta ligeramente podrida. Tena un rostro gris y arrugado y unos dulces ojos castaos con largas pestaas.

    Alan haba montado un pequeo negocio que se basaba en vender las boigas de Annie como un abono de lo ms eficaz. Me mostr con cierto orgullo varias bolsas de estircol de elefante listas para la venta.

    Me abastece de toneladas de abono. Tanto que voy a tener que apuntarlo en los libros de contabilidad como un activo.

    A partir de entonces no dej de referirse al estircol de elefante como un activo.

  • Y de pronto un da Annie dej de dar estircol. Llevamos dos das sin que suceda nada dijo Alan. Hay una tonelada de

    activos ms o menos bloqueados en el conducto. Hicimos una llamada urgente para que un cirujano veterinario viniera a examinar a

    Annie. Para cuando este lleg, Annie haba renunciado a tratar de comer y permaneca de

    pie contemplando el mundo con incomodidad y visiblemente abotargada. Su forma le daba un aspecto cmico; cualquiera hubiera dicho que se trataba de un globo gigantesco con forma de elefante a punto de salir volando por los aires. Alan, que es muy aficionado al humor negro, especul sobre la posibilidad de que lo hiciera realmente y se pregunt si podramos aprovechar de alguna forma su mal para deshacernos del cadver.

    Supongo que las autoridades podran tener ciertos reparos especul. Al fin y al cabo, un par de tone