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r.14 UNIVERSIDAD DE MEXICO, -
II
Dice Ludwig Wittgenstein, en algúnp.arágrafo de sus Investigaciones filosó.flcas, que toda confusión gramatical,t~do chiste lingüíst.~co, suena a profun.dIdad, provoca un calambre mental" aveces placentero. Así cuando leemos enun acta de regist~o civil que. "el Dr.Karl Marx contrajo matrimonio el díatal y cual, y a la hora tal y cual, con laseñorita Jenny de Westphalen", la in·formación suena simplona, se habla deun nombre que nada nos dice, pero side reojo o por trasmano, introducimosla connotación o la descripción¡ "el au·tor del Capital", la lectura del acta pro·vaca inconscientemente regocijo, produ·ce un "cosquilleo metafísico". El "autordel Capital" y un tal "Dr. Marx" quese casa una mañana en Coblenza, se noscomuniCan con una inevitable sacudidaue nuestros nervios lingüísticos. El inci·dente hace sonreír. ¿Por qué? Si ras·treáramos el motivo de nuestro regocijoaprenderíamos milchas cosas sobre elorigen de .la "metafísica". Pero aquí estamos de / paso y sólo utilizaremos lareacción para nuestros lisos particulares.
Es cómico imaginarse a don EdmundoHusserl echando un Pílr de huevos enuna sartén para prepararse una tortillade arenque o a Martín Heidegger toomándose a la hora del té un Pfannkuchen, y es que pensaItJ.os en Husserl como autor de las Ideas, o a Heideggercomo autor. del Ser y Tiempo, si nosupiéra'mos nada de estas designacioneso descripciones sino simple y llanamen·te oyéramos pronunciar los nombres deciertos individuos, un tal Husserl y untal Heidegger, las actividades culinariaso gastronómicas de semejantes sujetosno nos producirían la más mínimá reac·ción. El embrujo de la palabra pronun·ciada con dos sentidos diferentes, comoconnotación en u~ caso y como denotación en el otro, nos hace vÍCtimas inocentes de un espejismo verbal que regocija.
Hegel como autor de la Fenomenolo·gía del Espíritu no existía con tal nombre antes de escribirla o dictarla, perodespués de muerto el cristiano Hegel,Hegel cama autor de la Fenomenologíaseguirá viviendo como propietario deesta obra. Son pues dos Hegeles y nouno. G. E. Moore decía muy agudamen.te que en filosofía parece que nos ocu·pamos de un objeto cuando en realidadse trata casi siempre de dos, que ennuestra reflexión se nos dan "empastelados" como se diría en jerga de tipó·grafos. ¿Quién hace filosofía, yo decarne y hueso o mi "doble" homónimoque figura en la historia de la filosofía,pero no en las actas del registro civil?Son el mismo, se me replicará y en elloreside todo el paralogismo. Cuentan deNietzsche sus biógrafos que en los últimos años de su vida solía tomar el técon una viejecita que un buen día lepreguntó alarmada si era el autor delZamtustra, a lo cual Nietzsche respondió vehementemente: "No señora, esos.son cuentos". Y en efecto, con quien toomaba té la dama no era indudablemen·te el autor del Zamtustra, con éste nose podría obvi~iilentetomarel té. En lafantasía nos podemos divertir en hacer·nos coincidir con la obra propia porllevar el mismo nombre pero estamoshaciendo trampa. Son dos sujetos y nouno. Y hay momentos en que vivencial·
FILOSOFÍA?
HegeL-U¿nomb1'es j)1'opios o desc1'ipciones?"
mente de "Platón autor del Fedón" yqo de ese ciudadano homónimo que paseaba acompañando a Sócrates por 'losalrededores de Atenas?
Otro ejemplo: la filosofía com-ó confesión person<;ll habla del Hegel autorde la Fenomenología del Espíritu comosise ·tratara del cristiano Hegel a quienbautizaron un buen día en la IglésiaLuterana de Stuttgart con ese nombre.La connotación: "Hegel autor de la Fe·nomenología del Espíritu" q'ueda absorbida en la denotación del cristiano Hegel. Hay personas aficionadas a la '''cábala" que se dan a ver en los nombresalgo más que signos arbitrarios enla-
LAESPor Emilio URANGA
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QUIÉN¿DE
POR LO PRONTO nada parece más obvio y legítimo que formular la pre
. gunta: ¿de quién es tal o cual filosofía?, con la respectiva respuesta
también obvia y legítima: de Platón, deKant, de Santo Tomás, de Hegel. Perode inmediato surgen dificultades: ¿dequién es, por ejemplo, "la filosofía dela Edad Media"?, ¿de la Edad Media?;¿de quién es la "filosofía del estilo gótico"?, ¿de la catedral de Nótre Dame?,¿de la de Estrasburgo?, o ¿de su arquitecto?, o ¿de Worringer, autor de unlibro sobre el estilo gótico? Hace unosdías leí un panfleto sobre la filosofíadel Partido Conservador inglés. ¿Dequién es esta filosofía? Obviamente, seme dir,í, del Partido Conservador, o conmás rigor positivista: de algunos miembrós del partido. Aquí el sujeto empiezaa hacerse plural )' a convergir peligrosamente hacia un sujeto general, vacíoy abstracto, como el que convendría auna filosofía de la filosofía. ¿De quiénes en este caso la filosofía? De la filosofía. Y efectivamente la concepción de'una filosofía de la filosofía ha sido propugnada por el Dr. José Gaos que sostiene a la vez, o por lo mismo, la filosofía como confesión personal.
Si el sujeto de la filosofía, su sustentante y propietario, es un nombre propio, como Platón o Aristóteles, o unnombre común, como la naturaleza, lahistoria, cuando se habla de filosofía dela naturaleza o natural, filosofía de lahistoria o histórica, para el caso da lomismo, pues lo que nos proponemosenseñar es que la pregunta acerca delsujeto, del quién de la filosofía, entrañadificultades insolubles, o sea, que lapregunta, ¿de quién es una filosofía?, tan zados a un individuo por la ceremoniaobvia y simplista carece de sentido. Se civil de registro o por la eclesiástica delpodría también decir que no hay sujeto bautismo y que los consideran en su vadel verbo filosofar. Con ello se cancela- lar connotativo, como si Emilio porría toda filosofía egotista o cartesiana. ejemplo, remitiera de alguna maneraYa Nietzsche anticipó que pensar es un mística al "Emilio de Rousseau", overbo impersonal como llover. Pero la Fausto tuviera algo que ver con "el detenacidad con que buscamos, por nues- Goethe". La descripción: Platón es eltra iriserción en la tradición española, autor del Fedón, se confunde con la no·el sujeto detds de los verbos puede lle- minación: Platón, nombre que sus pa·varnos hasta personalizar los mismos dres le pusieron a un muchachito queverbos impersonales diciendo, me llovió, jugaba por ahí. Si nos dejamos arrastrarme madrugó, etcétera, como ha mostra- por esta tendencia pararemos en unado muy agudamente don América Cas- teoría de las mónadas semejante a la detro. Leibniz: en la célula germinal bauti-
Se me podd replicar con ejemplos en zada por un párroco con el nombre deque la pregunta funciona con toda co- Hegel estaba implícito el Hegel autorrrección: dada una filosofía podemos de la Fenomenología del Espíritu. .señalar hacia su creador personal. El Un biógrafo consciente no podría,autor inclusive tiene .el derecho de bau- por ejemplo, afirmar que el día tal ytizar con su nombre a esa filosofía. Se tal "nació el autor de la Fenomenologíahabla, al parecer con todo sentido, de la. del Espíritu" en la ciudad de Stuttgart.filosofía de Kant, de Hegel, etc, pero, Quien nació fue Jorge Guillermo Federi·y aquí se suscita el problema, ¿cuando ca Hegel, pues tal nombre tuvieron ahablamos en tales casos de Kant, de He- bien ponerle sus padres a ese paquetitogel, manejamos estas palabras como .au- de materia orgánica que mantenían duténticos nombres pmpios o nos hemos rante la ceremonia eclesiástica en susdeslizado, sin advertirlo, hacia descrip- manos. Si se añade que ese mismo paciones? Afínese por un momento la vi- quetito fue desp~lés, o se convirtió ansión intelectual: cuando decimos que dando el -tiempo en el "autor de la Fe"Platón es el autor del Fedón", ¿se trat't ..~:.amn.e.nolog:ía':-' 10. único que''Se ha he·del mismo Platón al que sus amigos sa- cho es disimular el problema pues "Heludaban en las calles de Atenas y que ge" como autor y Hegel, el señor queestaba registrado can este nombre en las huía de Jena con el manuscrito de lalistas civiles?, o ¿simple y tautológica-o Fenomenología, no son el mismo.
Kant,-"el derecho de bautizar COII SIl Ilombre esa filosofía"
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mente se comprueba con dolor su di-ferencia. .. Eduardo Gibbon escribe en su Autobiografía: "He crddo habe~ observadoel momento de la concepción (de suDecadencia y caída del Imperio Romano); conmemoraré ahora la hora de miliberación final. Fue el día, o más bienla noche, del 27 de junio de 1787, entrelas once y las doce, cuando escribí lasúltimas líneas de la última página, enuna caseta de verano de mi jardín. Después de soltar la pluma di varias vueltas por un berceau, o paseo cubierto deacacias, que domina una perspectiva delcampo, el lago y las montalÍas. El aireestaba templado, el cielo estaba sereno,·la luz de la luna se reflejaba en lasaguas y toda la naturaleza estaba silenciosa, No quiero ocultar las primerasemociones de alegría ante la recuperación de mi libertad y, quizá, ante lacimentación de mi fama. Pero mi orgullo quedó pronto humillado y una serena melancolía se apoderó de mi espíritu ante la idea de que me había despedido para siempre de un viejo y agradable compañero y de que cualquieraque pudiera ser la suerte de mi Histo·áa, la vida del historiador iba a ser cortay precaria."
He aquí una escena patética en queasistimos experimentalmente a ese momento en que la escisión entre la obray la vida del creador se produce con suinevitable secuela de melancolía. Gibbon autor de la HistoTia· no estaba vocado a la desaparición pero Gibbon elhistoriador sí. Su "homónimo" en lascrónicas humanas se despegaba de él.·La coincidencia temporal coet{mea yano habría de prolongarse por muchosajjos más. Los dos Gibbon habían sido,durante cierto período de la vida, "compañeros'.'. El matiz, frente a decir, sinmás, los mismos, merece la pena serdestacado. El sentido común simplemente identifica.
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Sería ·grotesco imaginar que el padreele Hegel le dio este nombre pensandoen "Hegel como aut01" de la Fenomenología del EspÍ1"itu", Pero cuando Leib·niz afirmaba que un "sujeto" contienetodos sus accidentes, indudablementeque con tal idea en la cabeza no se hubiera extrafíado o escandalizado del sinsentido que hay en la identificación deHegel autor de la Fenomenología delEspí1"itu y el Hegel de la pila bautismal.Por la solemnidad de la muerte es claroque n 1clíe se ríe de ver labrada en lapiedra conmemorativa del difunto que"el autor de la Fenommología del EspíJ"Ítu nació en Sttutgart" aunque con"lógica viva" el paralogismo es evidente. No se nace autor.
Pero la biografía ¿no nos cuenta precisamente cómo se formó, cómo se hizoel filósofo, cómo se pasó desde ese cristiano bautizado en· Stuttgart al autor dela Fenomenología del EspíYitu? Tal sería el asunto a dilucidar; las biografíasno se ocuparían quizás nunca, no podrían ocuparse nunca, por imposibilidadde principio, de 1la1TamOS este tránsito,no sería posible, para decirlo con palabras de Jorge Lúkacs, "generar biogníficamente al autor genial", La ~iogra
fía con todos sus recursos sería iqcapazde "morder" en ese hecho tenaz de laf"istencia de dos Hegeles, el autor y el
cnstlano. Deducir uno del otro es meroespejismo de alquimia literaria, el biógrafo puede prestarse a ella por un gesto(le piedad pero ante el tribunal de laconciencia científica esto es una patr,,ña. El biógrafo, como el materialist~l
vulgar, trabaja con la hipótesis de qu~
entre cuerpo y alma no hay solución decontinuidad y que dará. tarde o temprano con ese punto de descomposicióncerebral que fisiológica o patológicamente es ya la obra: que se sorprendedese núcleo celular en que el señor Hegel es ya el autor de la Fenomenología.
Lo único que afirmamos es que laobm nos resultará enigmática si la abordamos con los recursos únicamente dela biografía de su autoL No es que seaenigmática en sí misma: esto no; por elcontrario, de la obra nos habla la historia de la filosofía con toda la amplitud deseada, nos la explica conectándola con las filosofías precedentes de quesurgió reasumiendo y replanteando lascontradicciones o perplejidades que heredó y conect.índola, más a lo hondo,con las corrientes sociales, históricas,económicas, ideológicas que estaban ensu base. Pero este trabajo de reconstrucciór¡. explicativa no lo puede adivinarla biografía, no está inscrito en los documentos personales como en un electrocardiograma en que pudiéramos leer al
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d "f "milímetro lo que est.í pasan o <luera,. Hay problemas que !10 s~m resolublesrecurriendo a la expenenCla. Por lo general se plantea el asunto que aquí debatimos afirmando que para la comprensión de la obra es a vec,es inc~ispensable echar mano de la blOgraha delautor. Si no se logra, en un caso concreto, resolver la obra en la vida de suautor, ello, se argumenta, es deficie~lci~del biógrafo y no dificultad por pnnClpio insalvable. La llamada "falacia biográfica" o sea, la convicción de que unaobra se reabsorbe sin residuo en la biografía del respectivo artista o filósofo,no puede ser aceptada como una máxima inviolable, la experiencia y sólo laexperiencia, podd definir en qué casoses lícito hablar de una falacia y en cuales no se trata de ninguna falacia, sinode un tr{ll1sito legítimo y comprobable.Pero ¿hay documento concebible, fantaseable, que pudiera probar empíricamente que "Hegel" autor de la Fenomenología y Hegel apellido de donJorge Gmo. Federico son lo mismo? Indudablemente que no. El biógrafo estáen su derecho dentro de su propio terreno pero en su torno se abre un abismo de lógica que no podrá colmar pormás legítimamente que apisone y rellenesu coto. Nuevamente se trata de dos problemas diferentes, no de uno.
penrand RusseI.-"objetado con un argumento pedestre"
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¿Tiene un método espeCial la filosofía?Cuando el filósofo pregunta, por ejemplo, ¿qué es el conocimiento?, parece aprimera. vista que le gus~a. ~~cerse ~ltonto. SI no corloce la dehmclOn nomInal de la palabra conocimiento haríabien en' recurrir a un diccionario autorizado, si lo que quiere es un análisiscientífico de lo qúe es el conocimiento,recurra a los manuales de psicología yse quedará tranquilo en cuanto a definición real de la cosa. ¿Qué resto puedequedar para la filosofía?
La respuesta es inmediata: antes delas definiciones nominales y antes de lainvestigación "real" de la psicología hayun terreno "a priori" que es el que leinteresa al filósofo. De Hegel como cristiano, me da cuenta el registro parroquial; de "Hegel" como autor de la Fenomenología, la historia de la filosofía;pero de la confusión entre los dos enque incurre la mente no prevenida, melibera la filosofía haciéndome repararen que hay una cuestión previa a dilucidar antes de darse a traficar con estosdos Hegeles como si fuera uno. "¿Dequé se echa mano para probar la confusión?", pues, se añadirá, "no bastadenunciarla sino a la vez, convencernosde su "falacia". Y así es, la "lógica" tiene aquí un papel que jugar y no invocarla sería desastroso. La confusión entre nombres y descripciones es un errorcuyas consecuencias aparecen luego como si se tratara de interesantes problemas a dilucidar únicamente por vía empírica. Los biógrafos quieren probar experimentalmente que dos y dos son cuatro y que el metro tiene cien centímetros.
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El sujeto propietario de "la filosofíade la Edad Media" estamos dispuestósa conceder,! por reflejo de sentido común, que tiene mucho de ficticio; peroel sujeto de "la filosofía de Husserl",nos parece evidente que es el señor profesor doctor don Edmundo Husserl, elmismo señor que en ausencia de su mujer, echaba en la sartén un par de huevos para prepararse una sabrosa tortillade arenque.
Desde un punto de vista estrictamentelógico no hay diferencia entre las expresiones "el autor de la filosofía de laEdad Media" y el "autor de la Fenomenología", ambas son descripciones.En cambio los "nombres" se trate delautor de una o de otra filosofía, tienenun estatuto lógico radicalmente distinto a las "descripciones".
El sentido común entiende por el autor de una filosofía no a la descripciónque figura en las historias de la filosofía, por ejemplo Husserl, o Hegel, delos que se dicen que son autores de laFenomenología del Espíritu o de lO!- Fenomenología de la conciencia internadel tiempo, sino a los señores de carney hueso que en Jena o en Friburgo pudieron ser vistos comiendo en un restarán. La identificación ilegítima entre"nombres" y "descripciones", toto coelodistintos, recibe un semblante de justificación enchufando, de por medio, unaexplicación psicológica de la génesis dela obra filosófica. Si las filosofías sonnada más que confesiones personales delos filósofos, la confusión entre Hegelcristiano y Hegel autor de la Fenome-
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nología se hace más verosímil. La obraviene a ser una especie de carta privadaredactada por urgencias prácticas, porejemplo, para pedir dinero a un amigoo encargar viandas a un tendero. No envano se ha dicho que es mucho más fácil denunciar el famoso psicologismo, engeneral; que librarse de él en casos concretos.
G. E. Moore objetó en cierto día lateoría de las descripciones de BertranelRussell con un argumento pedestre opedante que ha sido piadosamente registrado por la historia de la filosofía.Si digo que Hegel y sólo Hegel es el"autor de la Fenomenología del Espíritu", alguien me podría replicar: "enverdad el autor de ese libro fue el amanuense a quien Hegel dictaba sus páginas". Por eso hemos evitado decir, "Hegel escribió la Fenomenología del Espí¡-itu". Esta observación de G. E. Mooreha hecho exclamar a uno ele sus comentadores que con este hombre no sabemos si se trata de un "filósofo pedante" o de una "pedantería que se hacepasar por filosófica". Pero para lo quenos interesa, el "matiz", toelo lo pedante que se quiera, tiene su sentido. Entreel señor de "carne y hueso" y las obrasde su homónimo en la historia de lafilosofía hay tantas diferenciaciones quesi se las registrara todas minuciosamente entenderíamos, por sugestión empí.rica, que efectivamente hay dos Hegelesy no uno. La lógica nos instala "degolpe" en la diferencia de "nombres" y"descripciones", la malicia de distinciones empíricas, por ejemplo, entre "autor" y "escritor", insinúa el divorcio quela lógica acepta como ya consumado.
Cuando se pregunta, ¿de quién es unafilosofía?, lo grave que con ello se calla,no es sólo quizás confundir nombres ydescripciones, pecado mortal de lógica,sino que lo que se pretende evitar yahorrarse por inútil, es confrontar a·.talfilosofía con la realidad para establecersi corresponde o no al caso, si, en definitiva, es falsa o verdadera.
Movidos por un vicio, tal vez indesarraigable por estar entrañado en unatradición histórica que nos prescribe sinsaberlo, sus perplejidades y el rumbo desus preocupaciones, nos conformamoscon señalarle a la filosofía su propietario, con asignarle un dueño, sin hacernos responsables de la obligada prue·ba de su adecuación o de su infidelidada lo real. Tal filosofía "es de fulano detal": al declarar, con indudable piedad,esta imprescriptible asignación de propiedad, nos autorizamos a retirar la mirada, a desviarla, del difícil problema desu legitimación y prueba.
La filosofía que se propone, como unade sus cuestiones radicales preguntar dequién es y no qué es; me parece queestá movida por la suposición a prioriinjustificada de que una filosofía no es,y no puede ser. por principio, un espejode la realidad sino un sueño privado.(todo sueño es privado, podría repli-'cárseme recordando el aforismo de Heráclito), una confesión personal quenecesita, por tanto, del sustento de unsujeto y de sus intereses, y no. de unmundo público o de todos (como se po:dría completar recordando otra vez elmismo aforismo' de. Heraclito) wn el,cual concordara como signo de su .v.er-dad. .
Es extraño· que la .concepción de' la.filosofía como confesión personal no ha~
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Heidegger.-"las aetitlidades cl/linarias o ~astrol1ómlcas de semejantes sltjetos"
ya rastreado su parentesco con el solipsismo. Aquí, sin embargo, habría encontrado el coto adecuado para su despliegue sistemático. "La vida es sueño"siempre me ha parecido una elucidaciónde la esencia de la filosofía hondamente emparentada' con nuestra "vividura"hispánica.
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Una filosofía· sin sujeto que la sustente nos parece un fantasma vacilante quede un momento a otro se va a derrumbar ante nuestros ojos. Pero bastaría lamás ligera reflexión para comprenderque estas angustias por la estabilidad delos fantasmas son completamente injus-tificadas. .
Durante cierto tiempo el creador deuna filpsofía y su sistema, han sido "coetáneos", "compañeros", como dice muybien Eduardo Gibbon, pero después sehan separado, el filósofo para irse a latumba y la filosofía para ingresar en losanales o historias de la filosofía. Porcomodidad, en estas últimas se sigue hablando de "Hegel" cuando se expone laFenomenología del Espíritu pero tal recurrencia al nombre que en otra épocafue el de un ser de carne y hueso, no loreencarna ni en el más insignificante desus átomos corporales. Vive ideológica,espiritual pero no materialmente, descriptiva y no "nominalmente".
La filosofía como confesión personalse inclina devota ante las biografías delos filósofos para extraer de ellas reliquias, motivos, que la exposición de los"sistemas" haría bien en atender, tales su esperanza, para rellenar "vitalmente", la abstracción inhóspita de las "meras" ideas.
No han faltado "espiritistas de la filosofía" que de muy buena gana reanimarían o invocarían la sombra del filósofo para preguntarle qué pensaba detales o cuales oscuridades en que dejósu sistema. Se cuenta de un bachillermedieval que vendió su alma al diablocon tal de que le dejara por algunashoras bajar a los infiernos y entrevistarse con el mismísimo Aristóteles paradilucidar "la esencia de la metafísica".Lo curioso de estos exorcismos, y lo instructivo, consiste en que los filósofosconsultados, por lo general, aprovechanla ocasión de su invocación para encomendarles a los vivos asuntos prácticos,por ejemplo, que se les digan algunasmisas para salvación de su alma o si sonempecinadamente paganos, se quierenenterar de su fama, de los homenajesque se les dedican cada año o de si hanmuerto malamente, como lo merecían,sus "críticos" y enemigos. Pero en cuanto a hablar de la "doctrina" no haymodo de obligarlos a ello.
Esta predominante preocupación utilitaria de las "voces de ultratumba", nosenseña con elocuencia que las "biografías" pertenecen al dominio de lo práctico y no de lo teorético, que la filosofía como confesión personal de los filósofos es una empresa fundamentalmente"edificante".
Todos, creo, conocen esos muñequitosde celuloide que llevan pegados en laplanta de los pies un trozo de plomomodelado en la forma de una semiesfera_ La gracia del juego con estas figuras consiste en que, se las lance como~e quiera, siempre caen paradas balan-
ceándose airosamente sobre el arco desu pedestal plúmbeo. Las [ilosofías separecerían a estos juguetes ligeros quenecesitan de un basamento para tenersede pie. El filósofo sería el propietariode la respectiva filosofía. o la raza, elespíritu de un pueblo, dueños tambiénde filosofías correspondientes; el carácter, el "estilo de vida" o la "'vividura"de una nación serían igualmente sujetos sustentadores. Sin estos plomos lafilosofía se evaporaría en el éter purode las ideas.
Cómo se ha llegado a esta convicciónes una historia que nadie quizá podríarastrear. Los sentimientos místicos queanimaban a las teorías románticas del"alma de un pueblo", la valoración suprema del individuo de carne y huesocomo ente realísimo, la sospecha de queel carácter o el estilo lo permiten todo,le ponen su sello y su plomo, serían datos a registrar por quien quisiera "historiar" esta tenaz opinión de que la filosofía, sin el acompañamiento del filósofo que le aporta solícito su ancla encajada en la facticidad de su cuerpo y de
su biografía, la filosofía "so.lita'·, comosustantivo sin sustancia, no tiene ninguna realidad. Cuando no se puedeechar mano de un "sustantivo" se procura en todo caso buscarle un "adjetivo" que la acompañe, hablándose entonces de filosofía {;¡"iega, alemana, inglesa, etc. Pero con el adjetivo otra vezempieza la historia de buscarle su "consistencia" para sacar de aquí el "plomo"que siempre se echa de menos para tener en pie a una filosofía.
La historia de nuestra filosofía enlengua espaí'íola ha sido fértil en pesquisas de estos "sujetos". Desde la m,ísprimitiva hasta la más reciente de nuestras filosofías a todas las anima la convicción que expresa el lema de nuestraUniversidad: "Por mi Raza Hablar,í elEspíritu". Hemos terminado por olvidar la filosofía para dedicar, corno esdebido, toda nuestra atención al filósofo. Estos disparataderos que condenala lógica, tienen raíces muy profundasentre nosotros. Tenemos que aceptar la"herejía" como un hecho bruto. Su explicación tendrá, pero no la conozco,
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