Historia
• Madrid, 11 de marzo de 2004, 7.37 horas. Una bomba explota en un cercanías en la estación de Atocha. Apenas un minuto después se producen otras dos explosiones en el mismo tren. El caos y el desconcierto invaden los andenes y escaleras mecánicas de la terminal. Son las 7.38 cuando explotan otras dos bombas en un convoy en la estación de El Pozo y otra en Santa Eugenia. A las 7.39, cuatro explosiones más destrozan otro tren a 500 metros de Atocha. En apenas tres minutos, 10 bombas reescriben la Historia: Madrid acaba de sufrir el mayor atentado terrorista en la historia de España . 191 muertos y más de 1.500 heridos hacen imposible olvidarlo.
• La capital y sus habitantes despiertan entre el caos, los gritos y sirenas que retransmiten las emisoras de radio y el horror de las primeras imágenes que dan las páginas de Internet y las cadenas de televisión. Quienes no estaban allí compartían el dolor y la tragedia de los cientos de estudiantes y trabajadores que ese día, en hora punta, como hacían casi a diario, habían tomado uno de esos cuatro trenes de enlace entre el Corredor del Henares y la capital.
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Algunas de las víctimasM. PILAR CABREJAS
37 AÑOS / ALCALÁ
IRIS TORIBIO PASCUAL
20 AÑOS / MADRID
ANA ISABEL GIL PÉREZ
29 AÑOS / CIUDAD REAL
GUILLERMO SENENT
23 AÑOS / GUADALAJARA
BEGOÑA MARTÍN BAEZA
25 AÑOS / MADRID
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Testimonios de los supervivientes
• Las heridas se curan, el dolor perdura. Había dejado en Atocha el tren que viene de Fuenlabrada y entré en el último vagón del tren que estaba estacionado en la vía 2. Suelo encontrarme allí con mi hermano, pero ese día no estaba en el andén. Explotó la primera bomba y salí como pude del vagón. Una vez en el andén, el espectáculo era horrible. Mi hermano tenía que estar allí, pero no le veía. Me agaché a interesarme por una chica que estaba boca abajo sobre un charco de sangre. Alguien me dijo que la dejara, que estaba muerta. Mi primera decisión fue quedarme con ella hasta que vinieran las asistencias, pero explotó la segunda bomba y alguien me agarró de un brazo y corrimos hasta las vías de entrada. Allí me vio mi hermano.
• Él parecía un fantasma. La chaqueta rota, la cartera de mano rota, metralla en la cara y en las manos y no oía nada. Nos abrazamos y lloramos con una mezcla de sentimientos de rabia, dolor, y a la vez alegría por habernos encontrado vivos. Éramos conscientes de la gravedad de la situación y decidimos ir al hospital por nuestros propios medios y dejar que SAMUR atendiera a gente en mucho peor estado. Las heridas terminan por curarse pero las imágenes, los gritos, los llantos, el ruido de las explosiones y el olor no podrán olvidarse jamás. Paco / Madrid
Manuel Esqueta CidDolores Fernández PérezManuel Muriel RoldanSandra Mª Haro Galindo
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