Zubiría Política y Emancipación en El Contexto Latinoamericano

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 POLÍTICA   Y  EMANCIPACIÓN EN EL CONTEXTO LATINOAMERICANO Sergio De Zubiría Samper Profesor Asociado. Departamento de Filosofía. Universidad de los Andes “No basta, ni mucho menos, con indagar quién ha de emancipar  y quién deber ser emancipado.  La crítica tiene que preguntarse, además, otra cosa: de qué clase de emancipación se trata: cuáles son las condiciones que se hallan implícitas en la naturaleza de la emancipación que se postula” . C. Marx. Sobre la Cuestión Judía El presente escrito explora los mayores dilemas teórico s que enfrenta la propuesta emancipatoria en el contexto actual de la experiencia política latinoamericana. Constituye un lugar común de los análisis sociales destacar el ingreso del continente, a partir del cierre del siglo XX, a una nueva etapa de ascenso de los gobiernos progresistas y de izquierda en la región. Diversas investigaciones han centrado sus esfuerzos en la caracterización de esos gobiernos y los rasgos de la denominada “nueva izquierda”,  pero son escas os los trabajos teóricos y empíric os sobre el contenido de sus propuestas emancipatorias. Parece como si la agenda pública de los movimientos sociales y políticos de América Latina y El Caribe hubiera abandonado la categoría de emancipación a expensas de un cierto “posibilismo” (sólo es concebible lo realizable) o “activismo” (la tarea es resolver lo inmediato). Cuatro temas han copado la agenda de investigación sobre ese “relativo” giro hacia la izquierda o “centro-izquierda” en la región: sus causas o razones determinantes; la caracterización de esos movimientos y alianzas electorales; la existencia o no de un modelo alternativo al neoliberalismo, y las distinciones entre el poder, la oposición y el gobierno. Este trabajo se instala en dos campos: el primero, busca destacar los  problemas teóricos inherentes al pensamiento de la izquierda latinoamericana, bajo la  premisa de hablar d e p roblemas del pensamiento de izquierda y no de “renovación”,  porque lo “nuevo no es sinónimo de bueno” (B. Stolowicz), insistiendo en el “desafío teórico” de la izquierda latinoamericana” (E. Sader). El segundo, parte de la necesidad de ampliar la investigación losóca y política hacia el ob jetivo central de la izquierda,

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  • POLTICA Y EMANCIPACIN EN EL CONTEXTO LATINOAMERICANO

    Sergio De Zubira SamperProfesor Asociado.

    Departamento de Filosofa. Universidad de los Andes

    No basta, ni mucho menos, con indagar quin ha de emancipar

    y quin deber ser emancipado. La crtica tiene que preguntarse, adems,

    otra cosa: de qu clase de emancipacin se trata: cules son las condiciones que se hallan implcitas

    en la naturaleza de la emancipacin que se postula .C. Marx. Sobre la Cuestin Juda

    El presente escrito explora los mayores dilemas tericos que enfrenta la propuesta emancipatoria en el contexto actual de la experiencia poltica latinoamericana. Constituye un lugar comn de los anlisis sociales destacar el ingreso del continente, a partir del cierre del siglo XX, a una nueva etapa de ascenso de los gobiernos progresistas y de izquierda en la regin. Diversas investigaciones han centrado sus esfuerzos en la caracterizacin de esos gobiernos y los rasgos de la denominada nueva izquierda, pero son escasos los trabajos tericos y empricos sobre el contenido de sus propuestas emancipatorias. Parece como si la agenda pblica de los movimientos sociales y polticos de Amrica Latina y El Caribe hubiera abandonado la categora de emancipacin a expensas de un cierto posibilismo (slo es concebible lo realizable) o activismo (la tarea es resolver lo inmediato).

    Cuatro temas han copado la agenda de investigacin sobre ese relativo giro hacia la izquierda o centro-izquierda en la regin: sus causas o razones determinantes; la caracterizacin de esos movimientos y alianzas electorales; la existencia o no de un modelo alternativo al neoliberalismo, y las distinciones entre el poder, la oposicin y el gobierno. Este trabajo se instala en dos campos: el primero, busca destacar los problemas tericos inherentes al pensamiento de la izquierda latinoamericana, bajo la premisa de hablar de problemas del pensamiento de izquierda y no de renovacin, porque lo nuevo no es sinnimo de bueno (B. Stolowicz), insistiendo en el desafo terico de la izquierda latinoamericana (E. Sader). El segundo, parte de la necesidad de ampliar la investigacin los ca y poltica hacia el objetivo central de la izquierda,

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    la emancipacin, para subrayar un relativo descuido de los problemas conceptuales inherentes a la clase o naturaleza de la emancipacin en las condiciones actuales de Latinoamrica.

    Planteamos que las di cultades de la emancipacin pasan por el abordaje de un conjunto de dilemas y problemas conceptuales que han sido descuidados por la izquierda latinoamericana. Los motivos profundos de esta supresin temporal no pueden abordarse en este trabajo, aunque se relacionan con la captura neoliberal del discurso o re-semantizacin categorial efectuada en las ltimas dos dcadas. Muchas de las nociones del pensamiento crtico latinoamericano han sido vaciadas por el control ideolgico neoliberal y otras han sido excluidas de la agenda de lo pblico. Dentro de esta gama de conceptos es necesario atender con cuidado crtico los trminos poltica, modernidad. poder, utopa, emancipacin, subjetividad, diversidad, sociedad civil, ciudadana, derechos humanos, desarrollo, tercer mundo, capital humano, competencias, pobreza, entre muchos otros.

    El programa neoliberal ha pretendido en la dimensin poltica lograr dos objetivos centrales: la despolitizacin de la vida cotidiana y el fomento de vertientes anti-polticas. El primero, a travs de estrategias como reducir la poltica al Estado y las instituciones, declarando la ocupacin, clase, sexualidad, cultura, etc., como diferencias no polticas, como lo sealara Marx en La Cuestin Juda. El segundo, dar privilegio a posiciones que cultivan el vaciamiento de la poltica, el desprecio de la teora y el predominio del pragmatismo. En su ncleo est la intencin de lanzar a la periferia toda pretensin terica y prctica de reivindicacin de la emancipacin humana.

    Abordar una tarea tan ambiciosa y compleja como la discusin actual sobre la poltica y la emancipacin en la izquierda latinoamericana contempornea implica hacer explcitas, por lo menos, tres advertencias que limiten y orienten esta difcil tarea.

    La primera advertencia es reiterar las di cultades inherentes a toda generalizacin u homogenizacin de las tendencias y situacin actual en Amrica Latina y El Caribe. Es pertinente recuperar la sugerencia de algunos investigadores sociales y culturales latinoamericanos que caracterizan nuestro continente como una heterogeneidad multitemporal (J. J. Brunner; J. Martn-Barbero) e hbrida (N. Garca Canclini). Sin desconocer que las contra-reformas neoliberales de las dcadas del ochenta y noventa del siglo XX que, con excepcin de Cuba y cierta gradualidad en algunos pases, afectaron a todos los pases de la regin. De cierta manera, estas contra-reformas son comunes a la mayora de pases en el continente, pero no nos posibilitan hablar de una regin homognea.

    La segunda, es insistir en utilizar izquierdas en plural (Bartra y Schuster) para evitar aquella polmica poco frtil sobre si se trata de una completamente nueva o vieja, o si existen slo dos o tres izquierdas. Como en toda sociedad compleja, encontramos en Latinoamrica perspectivas social-demcratas, social-cristianas, marxista-leninistas, trotskistas, maostas, nacionalistas, anarquistas, de izquierda social, de la teologa de la liberacin, de movimientos guerrilleros, etc. Esta diversidad rati ca que todo anlisis de la vida social implica al mismo tiempo continuidades y transformaciones. El panorama

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    interpretativo no se aclara cuando esa aparente homogeneidad es reemplazada por maniqueas clasi caciones binarias (I. Pousadela), como las que oponen izquierda buena o mala (J. Castaeda), izquierda vieja o nueva, izquierda plural o dogmtica, izquierda poltica o social, izquierda neoliberalizada o domesticada, etc.

    La tercera, es sostener la tesis de que las posibles causas de la renovada presencia de las izquierdas en la vida poltica latinoamericana son las expresiones y componentes de sus actuales focos de tensin1. Sin pretender agotar estas causas, propsito inalcanzable en este escrito, basados en investigaciones sobre el tema, destacamos principalmente seis: a) El lento y contradictorio agotamiento del neoliberalismo en el continente; b) el fracaso de los denominados capitalismos democrticos en la regin; c) el progresivo descrdito y la crisis interna de los partidos tradicionales; d) el surgimiento de nuevos actores sociales y polticos; e) la revitalizacin de la izquierda internacional, especialmente en sus luchas anti o alter-globalizacin; f) la actual discusin sobre democracia y el inconformismo generalizado con la democracia realmente existente en Amrica Latina2. Podemos postular que estos seis componentes o factores de su resurgimiento han dado lugar a debates muy intensos dentro de la izquierda latinoamericana contempornea y se constituyen en lo que denominamos focos de tensin.

    En el campo de las relaciones de poltica y emancipacin son destacables siete ejes de profundas tensiones y dilemas: a) La naturaleza de la poltica y sus posibles nexos con la emancipacin; b) la problemtica de las subjetividades y las tareas emancipatorias; c) las relaciones existentes y posibles entre partidos polticos y los movimientos sociales; d) la supuesta centralidad de la democracia; e) la imposibilidad de enfrentar las falsas antinomias de la justicia social; f) los equvocos y las retricas del poder; g) los efectos de la ciudadanizacin de la poltica.

    El presente trabajo intenta recorrer algunos de estos problemas tericos, con el n de evidenciar las consecuencias y peligros contenidos en ellos, as como sus posibilidades de reinventar la emancipacin, en el contexto actual de la izquierda latinoamericana. Retomando la frase de Hlderlin, all donde crece el peligro, crece tambin la redencin.

    1 Boaventura de Souza Santos sugiere buscar en la fase actual de la izquierda una politizacin por va de despolarizacin concentrndose en cuestiones productivas (cuya discusin tenga consecuencias en el desarrollo de la accin colectiva); de manera diferente Atilio Born postula la conveniencia de subrayar y destacar la diferencias en el seno de la izquierda. Este escrito se ubica en la perspectiva de este ltimo.2 Consultar C. RODRGUEZ, P. BARRET y D. CHVEZ, (editores). La nueva izquierda en Amrica Latina. Editorial Norma, Colombia, 2005; La izquierda en el gobierno, Revista Nueva Sociedad, No. 197, 2005; C. LOZANO, (compilador) Democracia, Estado y Desigualdad. Eudeba, Argentina, 2000; PNUD, La democracia en Amrica Latina: hacia una democracia de ciudadanos y ciudadanas. PNUD, Buenos Aires, 2004; M. TANAKA, La situacin de la democracia en Colombia, Per y Venezuela a inicios de siglo. Comisin Andina de Juristas, Per, 2003; C. BENETTI, y F. CARRILLO, Democracia con Desigualdad? - Una mirada de Europa hacia Amrica Latina. BID, Espaa, 2004; N. LECHNER, Las sombras del maana. LOM Ediciones, Chile, 2002; P. Alegre, R. ANNUNZIATA, F. ANTA y otros, Las izquierdas latinoamericanas. De la oposicin al gobierno. Buenos Aires; Ediciones CLACSO, 2010.

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    NATURALEZA DE LA POLTICA Y EMANCIPACIN

    El interrogante por la naturaleza de la poltica se remonta, en Occidente, a sus orgenes greco-romanos y preocupa a Platn, Aristteles, Cicern, Tucdides, dentro de la visin compartida de la poltica como la bsqueda de la buena convivencia humana en la polis. Desde el inicio de la Poltica, Aristteles nos da dos indicaciones capitales sobre el ser humano. La primera, el ser humano necesita de la polis para cumplir el destino de su propia naturaleza. La segunda, la evolucin natural incluye necesariamente un elemento cultural y tico. Vivir humanamente es siempre vivir bien con los otros en la polis.

    Con la poca moderna, la poltica toma distancia de la concepcin clsica en tres aspectos fundamentales. El primero, la poltica debe ser un saber autnomo de la tica y la teologa. El segundo, la constitucin interior del individuo no coincide necesariamente con la vida de la ciudad o la polis, por tal motivo, hay que establecer lmites a la actividad del Estado para que existan ntidamente la esfera privada y la esfera pblica. Tercero, el ejercicio de la poltica necesita diferenciar analticamente los medios y los nes (Maquiavelo).

    Las de niciones modernas de poltica son diversas e inagotables, pero comparten estas tres actitudes frente a la perspectiva clsica. Encontramos nociones de poltica en las que sta trata solamente del gobierno y sus instituciones. En ellas la pregunta principal pasa por descifrar las caractersticas del gobernar. Por ejemplo, Maurice Duverger3 plantea que el gobierno signi ca el poder organizado, las instituciones de mando y de control. Otras perspectivas destacan la relacin de la poltica con la fuerza, como en la tradicin de M. Weber; consideran stas que la fuerza legtima es el medio de accin espec camente poltico. Tambin constatamos visiones de la poltica que subrayan su condicin de eleccin colectiva y espacio de confrontacin del exclusivo inters particular, como en A. Weale4. Hay otras de niciones de la poltica, como la expresada por H. Arendt: la poltica trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos5. Tambin algunas concepciones, con ciertos visos de perplejidad, como la propuesta por Foucault partiendo de la inversin del postulado de Clausewitz: la poltica es la guerra continuada por otros medios6.

    En el mbito del marxismo tambin las di cultades de una nocin consensual de poltica son intensas. Empezando por los tres rasgos que le otorga la tradicin marxista a la naturaleza de la poltica. Primero, el rechazo a la existencia de la poltica en toda formacin social y la ineludible historicidad de la naturaleza de la poltica. Segundo, la

    3 Consultar Maurice DUVERGER, The Idea of politics: the uses of power in Society. Londres: Methuen & Co., 1966.4 Albert WEALE, La poltica como eleccin colectiva; en: Leftwich, ADRIAN. Qu es la poltica? La actividad y su estudio. Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1986.5 Hannah ARENDT, La promesa de la poltica. Barcelona: Ediciones Paids, 2008, p. 131.6 Michel FOUCAULT, Genealoga del racismo. Madrid: Ediciones La Piqueta, 1992, p. 29.

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    necesidad de estudiar la poltica siempre relacionada a la totalidad social, rechazando aquellas posturas que sostienen la autonoma plena de la poltica. Tercero, la actitud revolucionaria de la necesaria abolicin dialctica de la poltica. Para Marx, el objeto de la poltica es el conjunto de las relaciones sociales y siempre debe rastrearse su base oculta en la lucha de clases. Para Lenin, la poltica es la expresin ms concentrada de la economa. En Gramsci, la dimensin poltica est ligada a la creacin hegemnica de una voluntad colectiva nacional.

    Existen mltiples anlisis sobre la crisis, desafeccin o malestar de la poltica contempornea. En el contexto hispanoparlante se han destacado un conjunto de causas determinantes de esta crisis de la poltica actual. Algunas de las ms reiteradas en los estudios sobre el tema son: a) Crisis de los mapas ideolgicos y reestructuracin de los mapas cognitivos, especialmente las coordenadas mentales y los cdigos de interpretacin; b) debilitamiento de la poltica en sus funciones de articulacin y organizacin del sentido de lo colectivo; c) crisis de representatividad y desidenti cacin ciudadana con las instituciones partidistas; d) aparicin de otros actores polticos (movimientos sociales; redes; plataformas; medios alternativos; etc.), que relativizan la capacidad de accin/representacin de los parlamentos, instituciones y polticos profesionales; e) debilitamiento de las estructuras comunicativas y las trayectorias de memoria; f) declive paralelo de ser humano pblico y privado.

    En el campo del marxismo y del pensamiento crtico, se han aadido otros factores internos que agudizan la crisis de la poltica. Primero, la reduccin de la poltica a un campo clasista bipolar (burgueses y proletarios), que excluye otras dinmicas del con icto relacionadas con las gramticas culturales, tnicas, individuales y de gnero. Segundo, la predominancia del modelo poltico a travs de la imagen base/superestructura, que termina siempre en alguna vertiente del economicismo. Tercero, la tendencia a subrayar slo las leyes objetivas de la historia y la exclusin de las formas de subjetividad. Cuarto, la primaca del interrogante acerca de quin es el sujeto-histrico de la revolucin y el silencio frente a la pregunta por la naturaleza de la emancipacin.

    Podemos reconocer que todas las causas anteriores condicionan la crisis contempornea de la poltica. Un fenmeno crnico es necesariamente multi-causal. Pero tambin existe un motivo que incide profundamente en la naturaleza conceptual de la poltica y su autode nicin. Fernando Vallespn7 decide denominarlo el triunfo del pragmatismo sobre la utopa y Christine Buci-Gluckmann8 nominarlo las aporas del estatuto de la poltica.

    Las manifestaciones de este triunfo del pragmatismo, para Vallespn, tambin son multiformes. Algunos de sus claros sntomas son un vaciamiento del pensamiento y lo terico en todos los campos de la poltica; la entronizacin de lo posible a travs

    7 Fernando VALLESPN, El futuro de la poltica. Madrid: Editorial Alfaguara, 2000.8 Christine BUCI-GLUCKMANN, Forma de la crisis y del poder y concepcin marxista; en Julio LABASTIDA (comp.). Los nuevos procesos sociales y la teora poltica contempornea, Mxico, Siglo XXI, 1986.

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    de de niciones de la poltica como la clsica de Bismarck (la poltica es el arte de lo posible); se trata ahora de salvaguardar el mbito de la poltica frente a los excesos de lo imposible (Sloterdijk); dotar exclusivamente de justi cacin a lo que sea posible en algn lugar; construir la imagen de la poltica como una especie de ensalada de ideologas con rasgos de fragmentacin, prstamos e incoherencias; el abandono de la poltica emancipatoria, heredera de la ilustracin, hacia una poltica de la vida o estilo de vida (A. Giddens); el nfasis se pone en un sentido de lo cultural (consumo de masas y estilos de vida), intentado perder de vista la indudable capacidad explicativa de los anlisis clsicos en trminos de contradicciones de clase.

    En trminos de Vallespn, el triunfo del pragmatismo sobre la utopa est modi cando la nocin de emancipacin,

    ahora no se trata de aspirar a una liberacin de las condiciones que nos impiden adoptar decisiones libres, estamos ante una poltica de elecciones. Si la poltica emancipatoria es fundamentalmente una poltica de oportunidades de vida, la poltica de la vida es una poltica de estilo de vida... Su rasgo bsico es la visin del poder como energa generativa, como capacidad transformadora que tiene su sede en la libertad de eleccin, ms que como instancia jerrquica9.

    La poltica contempornea no se centra en liberar a las personas de su situacin de opresin social, sino en principios abstractos de justicia, igualdad y autonoma.

    Las aporas del estatuto de la poltica, desde la perspectiva marxista de Buci-Glucksmann, implican una crtica radical acerca de los lmites y los callejones sin salida de la concepcin marxista de la poltica y de sus formas. El presupuesto para realizar esta tarea es reconocer cmo el anlisis de las formas de la poltica hecho por Marx, sufre un desarrollo desigual y en algunos caso de desfase histrico. De ah que los esfuerzos de los tericos marxistas por desarrollar esta teora sea a partir de la lgica de El Capital, sea manteniendo y profundizando la autonoma relativa de las superestructuras y de la primaca de lo poltico10. Las tensiones se van a manifestar en distintos mbitos, pero las ms relevantes son: la existencia de un modelo crtico y un modelo cienti sta para comprender los fenmenos polticos; una concepcin ampliada de la poltica o una poltica reducida a lo estatal; la cuestin del Estado frente a su fortalecimiento o su abolicin; una concepcin topolgica y lineal del poder o una perspectiva dinmica y no evolutiva del poder.

    Abordar las encrucijadas o lo impensado de la concepcin marxista de la poltica, es una condicin necesaria para replantear sus propuestas emancipatorias. Para Buci-Gluscksmann, son ineludibles cuatro movimientos: a) su deslocalizacin exclusiva; b) su desformalizacin implcita; c) su relanzamiento como poltica a distancia del Estado; d) la investigacin sobre los modos de ejercer el poder, especialmente en

    9 Fernando VALLESPN, El futuro de la poltica. Op. cit., p. 218.10 C. BUCI-GLUCKSMANN, Forma de la crisis y del poder y concepcin marxista. Op. cit., p. 93.

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    sociedades capitalistas estatistas y burocrticas. Primero, lejos de identi car poltica con Estado, hay que desarrollar otra premisa: toda relacin de poder que pone en juego una hegemona es plenamente poltica. Segundo, los modelos de orden que han regido la ciencia poltica moderna tienden a la unidimensionalidad explicativa e impiden una racionalidad compleja que acoge el desorden como inteligible. Tercero, la explicacin de las crisis actuales va siempre ms all del Estado. Cuarto, hay que re-discutir la nocin de poder, como tambin la idea de la toma del poder. Slo enfrentado estas complejas discusiones tericas, estaremos en camino de repensar la categora de emancipacin.

    LA CENTRALIDAD DE LA DEMOCRACIA

    En nuestro ambiente intelectual, hemos heredado de Norbert Lechner, dos poderosas metforas para analizar la situacin poltica latinoamericana: la ciudadanizacin de la poltica y la idea de la democracia ha reemplazado a la de revolucin11. Consideramos que estas agudas sentencias del pensador chileno han ido orientando la re exin poltica en los inicios del siglo XXI hacia las nociones de ciudadana y democracia. Si bien conforman asuntos insustituibles de cualquier anlisis contemporneo, estn bastante mediadas por la caracterizacin y posicin frente a la poltica y el capitalismo. Nos plantean inquietantes interrogantes: Es es la ciudadana el ncleo de la poltica en la etapa actual del capitalismo? Exige el capitalismo existente o no una transformacin revolucionaria? Se pueden realizar plenamente la ciudadana y la democracia en el capitalismo? Cunta equidad social es necesaria para una ciudadana democrtica? Es la categora de democracia la nocin central de una poltica emancipatoria?

    La densidad de las anteriores preguntas convoca a tener en cuenta ciertas recomendaciones para abordar esas complejas relaciones entre capitalismo y democracia. La primera es recordar que los regmenes capitalistas pueden parecerse entre s, pero no son completamente homogneos porque son producto de historias particulares. Por tanto, las formas que adquieren los procesos democrticos dentro del capitalismo tambin poseen sus especi cidades e historicidades. No es idntica la forma capitalista ni la democracia norteamericana y sueca. Es indispensable especi car qu formas concretas e histricas de capitalismo y de democracia se estn analizando.

    La segunda recomendacin es reconocer que en la poca moderna el capitalismo y la democracia han marchado juntos, aunque existan visiones muy divergentes sobre sus relaciones. Por cierto, la valoracin ha sido muy distinta: para unos, este tipo de democracia aparece como la mscara ms e caz de la explotacin y se vuelve as la forma lgica del gobierno burgus (Engels); para otros, en cambio, se trata del rgimen poltico que mejor corporiza los ideales de la libertad. El hecho es que, en los tiempos modernos, no hubo regmenes polticos democrticos antes del establecimiento

    11 N. LECHNER, La con ictiva y nunca acabada construccin del orden deseado. Siglo XXI Editores, Espaa, 2002.

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    del capitalismo12. Por tanto, el capitalismo y la democracia no son necesariamente sistemas complementarios como algunas teoras suponen; existen tradiciones de la democracia que no son obligatoriamente liberales, pero tambin otras que rechazan el liberalismo. Encontramos perspectivas anti-liberales de cuo comunitarista, republicano y marxista.

    La tercera recomendacin es retomar en todo anlisis sobre las relaciones entre capitalismo y democracia dos tesis cargadas siempre de una condicin problemtica: la cuestionable a rmacin que identi ca desarrollo econmico con mejoramiento de la democracia (se instala en lemas populares como hay que crecer primero, para luego distribuir), y que la burguesa es espontneamente un agente de democratizacin. En este orden de ideas, el llamado progreso econmico puede estar al servicio restrictivo de ciertas clases sociales e impedir la democratizacin para preservar la dominacin.

    El terico de la ciudadana social, Thomas Marshall, en la primera mitad del siglo XX, haba percibido de manera bastante clara los laberintos de las relaciones entre capitalismo y democracia. Percibe en sus re exiones uno de los grandes dilemas del Estado de Bienestar, al pretender establecer la igualdad de oportunidades sin abolir las desigualdades econmicas y sociales inherentes al capitalismo. Para l, existen en el fondo dos tipos de socialismo a los cuales decidi nominar con las sencillas siglas socialismo A y socialismo B. El socialismo A es de naturaleza revolucionaria y anti-capitalista y tiene escaso inters real por la poltica social, porque sta cumple una funcin de mantenimiento del capitalismo; toda poltica social reformista es una estratagema para preservar el capitalismo. El socialismo B (que Marshall defenda), otorga importancia a la poltica social por su misin de corregir las de ciencias de la economa de mercado, destaca la importancia de las reformas sociales, no necesariamente revolucionarias, y confa en la accin del Estado, an en su forma capitalista. Una especie de capitalismo ablandado por una inyeccin de cierto socialismo.

    Resuenan los ecos de las profundas re exiones de Rosa Luxemburgo, quien intenta abordar dos profundos asuntos de la tradicin marxista: las relaciones dialcticas entre reforma social y revolucin, y el trnsito a una democracia socialista. En sus propias palabras,

    debemos oponer la revolucin social, la transformacin del orden existente, ltima meta a la que aspiramos, a las reformas sociales? Por supuesto que no. La lucha diaria por las reformas, por el mejoramiento de la condicin de los trabajadores dentro del sistema social y por las instituciones democrticas, ofrece a la socialdemocracia el nico medio de tomar parte activa en la lucha de clases al lado del proletariado y de trabajar en direccin a su objetivo nal: la conquista del poder poltico y la supresin del trabajo asalariado. Entre las reformas sociales y la revolucin existe, para la socialdemocracia, un lazo indisoluble: la lucha por la reformas es su medio; la revolucin social, su n debemos concluir que el

    12 J. NUN, Op. cit., p. 43.

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    movimiento socialista no est ligado a la democracia burguesa, sino que, por el contrario, el destino de la democracia est ligado al movimiento socialista; debemos concluir que la democracia no adquiere mayores probabilidades de vida a medida que la clase trabajadora renuncia a la lucha por su emancipacin, sino que, por el contrario, la democracia encuentra mayores oportunidades para sobrevivir a medida que el movimiento socialista llega a ser su cientemente fuerte para luchar contra las consecuencias reaccionarias de la poltica mundial y de la desercin burguesa de las las de la democracia. Quien quiera fortalecer la democracia debera fortalecer y no debilitar el movimiento socialista. Quien renuncia a la lucha por el socialismo renuncia tanto al movimiento obrero como a la democracia13.

    Para la revolucionaria alemana, el socialismo no surge de un proceso automtico y progresivo de reformas, sino de las contradicciones de la sociedad capitalista y la conviccin de la clase trabajadora de la necesaria supresin de esas contradicciones a travs de la transformacin emancipatoria de la sociedad. Las reformas sociales en s mismas no cambian la naturaleza de la sociedad capitalista.

    De cierta manera, seguimos encontrando, con necesarios matices, estas dos grandes tradiciones previstas por el britnico T. Marshall: el socialismo que demanda para la transformacin social el n de nitivo de la lgica del capital y el socialismo esperanzado en algn rostro humano del capitalismo. Por esto, para Rosa Luxemburgo, el revisionismo y el oportunismo, dentro del socialismo, no desean admitir que su punto de vista es, en el fondo, un tipo de apologa del capitalismo.

    En el primer campo encontramos con guraciones como la tercera va, la social-democracia europea, el centro izquierda, ciertas vertientes del denominado socialismo democrtico y tambin trabajos los cos como los de N. Bobbio, F. Ovejero y R. Gargarella. En el segundo mbito, sin ninguna pretensin exhaustiva, destacamos las perspectivas de C. Offe, D. Schweikart, y A. Born, entre muchos otros. La actitud frente a la naturaleza del capitalismo es parte de las intensas polmicas que actualmente se desarrollan en la izquierda latinoamericana que detentan el gobierno; los matices o distancias entre Bachelet, Lula, Tabar, Chvez, Morales, Correa, etc., estn signadas por esta posicin en la caracterizacin de las posibilidades reales del capitalismo actual.

    Dentro del segundo campo encontramos, por ejemplo, la tesis central de C. Offe, quien sostiene que la constante bsica de la dinmica capitalista determina y limita el potencial del Estado para la posible resolucin de los problemas econmicos, sociales, polticos y culturales originados por el mismo capitalismo14. Para D. Schweikart, la libertad, la igualdad y la democracia son compatibles en otras formaciones sociales, pero nunca bajo el rgimen capitalista.

    13 R. LUXEMBURGO, Reforma o Revolucin, Editorial Grijalbo, Mxico, 1967, pp. 9 y 85. 14 Los recientes estudios de C. Offe sobre las denominadas transiciones democrticas en la Europa del Este estn preados de dudas sobre posibles perspectivas de consolidacin de estos proyectos. Consultar C. OFFE, Las nuevas democracias: transicin poltica y renovacin institucional en los pases postcomunistas. Editorial Hacer, Barcelona, 2004.

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    Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia? La respuesta es claramente s, en una democracia econmica. En una economa de mercado con democracia en el lugar de trabajo y control pblico de la inversin, esos valores no entran en con icto unos con otros. Bajo el capitalismo, las cosas son bien distintas, tal como lo hemos visto El problema es que esos valores no pueden alcanzar su completo desarrollo bajo el capitalismo. Mientras la sociedad siga basada en el trabajo asalariado, ni la libertad ni la democracia podrn extenderse por completo al lugar de trabajo. Mientras la sociedad siga basndose en decisiones no coordinadas de ciudadanos privados para generar y distribuir sus fondos de inversin un mecanismo completamente obsoleto, no podr evitar el desarrollo de desigualdades fuera de cualquier proporcin recomendable para estimular la e ciencia, ni tampoco podr considerarse colectivamente soberana a esa ciudadana, tal como lo requiere el ideal democrtico15.

    Segn A. Born, la lucha por la democracia en Amrica Latina es insostenible al margen de la lucha contra el despotismo del capital. Las polticas neoliberales han fracasado en tres aspectos fundamentales para consolidar las bases de una democracia: no lograron promover un crecimiento econmico estable; no consiguieron aliviar la situacin de pobreza y exclusin, y, lejos de fortalecer las instituciones democrticas y su legitimidad popular, han contribuido a su vaciamiento y desprestigio. Ante esta situacin, muy aguda en el contexto latinoamericano, la tesis de A. Born es categrica: ms democracia implica, necesariamente, menos capitalismo.

    La supuesta centralidad de la democracia no puede ser comprendida como el reemplazo de la emancipacin por la democracia, estipulada en la a rmacin de N. Lechner, que encabeza este acpite; su centralidad slo es posible bajo tres premisas emancipatorias. La primera, que toda forma capitalista limita y niega el desarrollo pleno de la democracia, por tanto, toda democracia verdadera necesita la abolicin dialctica del capitalismo. La segunda, la democracia autntica implica la supresin de todas las formas de opresin, dominacin, sujecin, explotacin y control social. La tercera, al ser la democracia socialista una transformacin de las relaciones de poder desde abajo, no concibe la profundizacin de la democracia como un simple mejoramiento o acomodo de los mecanismos existentes de la democracia representativa, sino se exige el trnsito a otras formas de la democracia, que, en trminos bastante genricos, se han denominado democracia participativa, democracia autogestionaria y democracia material. El socialismo es una democracia siempre inacabada y sin n. La abolicin de la explotacin del hombre por el hombre y la desaparicin de los antagonismos de clase conforman la experiencia ms radical de democracia.

    EQUVOCOS Y RETRICAS DEL PODER

    Los puntos de vista tericos que preservan la nocin de emancipacin y el carcter anti-capitalista del socialismo estn obligados a repensar el asunto del poder.

    15 D. SCHWEICKART, Son compatibles la libertad, la igualdad y la democracia?; en: F. OVEJERO, y R. GARGARELLA, (compiladores). Op. cit., p. 151.

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    La emancipacin actual no puede concebirse como una accin abstracta o idea pura porque toda praxis concreta se instala y articula en relaciones de poder. A partir de las contundentes re exiones de Marx, Lenin, Gramsci y Foucault sobre el poder, ste no es una esencia metafsica o una cosa, sino relaciones y fuerzas en sociedades con actores concretos. Recordar los consejos de A. Gramsci para analizar las situaciones concretas.

    A menudo se lee, en las narraciones histricas, la expresin genrica correlaciones de fuerzas favorables, desfavorables a tal o cual tendencia. As, abstractamente, esta formulacin no explica nada, o casi nada, porque se limita a repetir el hecho que hay que explicar, presentndolo una vez como hecho y otra vez como ley abstracta y como explicacin. El error terico consiste, pues, en dar un canon de investigacin y de interpretacin como si fuera la causa histrica16.

    En el debate latinoamericano han ganado in uencia las posturas de John Holloway en su obra Cambiar el mundo sin tomar el poder17, tal vez, por su constante alusin al fenmeno del zapatismo mexicano y los movimientos anti-globalizacin. Son tres las tesis recurrentes formuladas por este pensador irlands, radicado en Mxico. Primera, sabemos que no queremos tomar el poder estatal, porque de nitivamente no se puede cambiar el mundo por medio del Estado. Segunda, tambin consideramos que no nos queremos organizar como partido. Tercera, es posible enunciar la existencia de un anti-poder, que tampoco puede identi carse con el contra-poder, ya que el poder del proletariado ha sido reemplazado por un anti-poder inde nido. De ne el poder de manera antagnica, entre un poder-para, con connotaciones positivas, y el poder-sobre, con caractersticas negativas.

    Las tesis de Holloway son problemticas y pueden constituirse en un lmite a la reinvencin de un proyecto emancipatorio. El Estado de manera monoltica es un impedimento absoluto para cualquier transformacin social; los partidos polticos estn mandados a recoger; el sujeto crtico-revolucionario es inde nible, y el poder es ubicuo e inde nido. Transitamos hacia una especie de substancializacin del Estado, los partidos y el poder, que niega el carcter dialctico y contradictorio de todo anlisis marxista.

    Ms difcil es el anlisis de la a rmacin, ya no basta tomar el poder, hay que transformar el poder, postulada por Boaventura De Sousa18 en su conferencia Reinventado la emancipacin social. La metfora tomar el poder contiene dos grandes defectos. El primero, concebir el poder como una cosa, atributo o institucin. El segundo, suprimir la urgente necesidad de modi car al mismo tiempo las relaciones de poder, la sociedades existentes y la civilizacin occidental. En esta visin s cabe el proceso de construccin de contra-poder y contra-hegemona, pero no es claro el sentido de la transformacin del poder.

    16 A. GRAMSCI, Antologa. Siglo XXI Editores, Espaa, 1980, p. 415.17 John HOLLOWAY, Cambiar el mundo sin tomar el poder. El signi cado de la revolucin hoy. Mxico: Ediciones El Viejo Topo, 2002.18 Boaventura DE SOUSA SANTOS, Reinventado la emancipacin social. Cuadernos del Pensamiento Crtico Latinoamericano, No. 18, Buenos Aires, marzo 2009.

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    Hemos sostenido la conveniencia de un dilogo aplazado sobre el poder entre marxistas y foucaultianos evitando los estereotipos y simpli caciones. Una conversacin uida mas nada fcil de emprender, que sin desconocer diferencias y matices en sus enfoques pueda enriquecer la accin poltica contempornea y su dimensin emancipatoria19. Por supuesto que ella no puede reducirse a las conocidas acusaciones marxistas contra Foucault, reductibles principalmente a dos: la indeterminacin absoluta de la base social del poder y su concepcin dispersa o fragmentada de ste, como tampoco a las inculpaciones contra Marx y el marxismo: considerar que las condiciones econmicas de la existencia se re ejan mecnicamente en la conciencia de los hombres; no dar una respuesta convincente a la problemtica de la relacin estructura y sujeto; no comprender los entrecruzamientos entre discursos y prcticas sociales; no contener una teora slida de la construccin social de la subjetividad; insistir en las relaciones de produccin y explotacin, pero descuidar el poder, y no brindar un aporte de nitivo sobre cmo opera el poder; aunque es conveniente la discusin sobre la sugerencia foucaultiana de un desplazamiento de la pregunta sobre el quin ejerce el poder hacia el cmo de su ejercicio, que posiblemente no aceptara de esa forma literal la tradicin crtica marxista.

    En re exiones nales sobre el tema, en El sujeto y el poder (1982), para evitar ciertos equvocos en la divulgacin de su obra, M. Foucault seala que no es el poder el nico tema de sus investigaciones, sino las formas de subjetivacin, el sujeto, su gran preocupacin. Adems reitera, en relacin con el poder, tres categricas advertencias: reconocer un cierto privilegio a la pregunta sobre el cmo se ejerce sin eliminar los interrogantes sobre el qu y el porqu; la conveniencia de distinguir tres tipos de relaciones, que aunque no separadas, son diferenciables relaciones de produccin, relaciones de poder y relaciones de sentido; el anlisis complejo de las relaciones de poder nunca se puede limitar a una enumeracin de instituciones, siempre exige que se tengan en cuenta algunos puntos como: 1. El sistema de diferenciacin que permite actuar sobre la accin de los dems (jurdicas, tradicionales, estatus, privilegios, apropiacin de riqueza, puestos de produccin, diferencias lingsticas o culturales, etc. ); 2. el tipo de objetivos perseguidos por aquellos que actan sobre la accin de los dems (mantenimiento de privilegios, acumulacin de ganancias, autoridad estatutaria, etc.); 3. las modalidades instrumentales (amenaza de las armas, efectos de la palabra, disparidades econmicas, sistemas de vigilancia, etc.); 4. las formas de institucionalizacin (disposiciones tradicionales, estructuras jurdicas, dispositivos cerrados, estructuras jerrquicas, relativa autonoma funcional, etc.), y 5. grados de racionalizacin (certitud de resultados, costos eventuales, costo reaccional, etc.).

    El anlisis de las relaciones de poder en una sociedad no puede remitirse al estudio de una serie de instituciones, ni siquiera al de todas aquellas que mereceran el nombre de polticas. Las relaciones de poder tienen su raz en el conjunto del

    19 S. De ZUBIRA, Foucault y Marx: un dilogo aplazado sobre el poder; en: ESTRADA, J. (compilador). Teora y accin poltica en el capitalismo actual. Universidad Nacional de Colombia, Bogot, 2006.

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    tejido social. Esto no quiere decir por tanto que existe un principio de poder primero y fundamental que domina hasta el ms mnimo elemento de la sociedad; sino que, a partir de esta posibilidad de accin sobre la accin de otros que es coextensin de toda relacin social, formas mltiples de disparidad individual, de objetivos, de instrumentaciones proporcionadas a nosotros y a los dems, de institucionalizacin ms o menos sectorial o global, de organizacin ms o menos re exionada, se de nen formas diferentes de poder20.

    Las ltimas versiones de su concepcin de poder posibilitan un dilogo que, sin diluir diferencias, impida la caricatura que promueven ciertas versiones marxistas de Foucault en aspectos nucleares. En primer lugar, para el lsofo francs existen resistencias y luchas contra ciertas formas patolgicas de ejercicio del poder. Si bien no comparte algunos aspectos de la concepcin emancipatoria del marxismo, la tarea del presente es liberarnos nosotros del Estado y del tipo de individualizacin existente, promoviendo nuevas formas de subjetivacin (el poder no domina todos y cada uno de los elementos de la sociedad). En segundo sentido insiste, para evitar visiones abstractas o mesinicas de la emancipacin, que no existe ni existir ninguna sociedad sin relaciones de poder; sociedades sin relaciones de poder son meramente una abstraccin. El tercer aspecto consiste en destacar cmo el poder tiene su raz en el conjunto del tejido social, en el cual las clases sociales son un bastin constitutivo, pero que de ese tejido social tambin hacen parte formas de la disparidad individual, multiplicidad de objetivos, instrumentalizaciones, institucionalizaciones, etc. (en la totalidad social hay clases, pero tambin otros mltiples procesos de control).

    De manera general, se puede decir que existen tres tipos de lucha: aquellas que se oponen a las formas de dominacin (tnicas, sociales, religiosas); aquellas que denuncian las formas de explotacin que separan al individuo de lo que produce; y aquellas que combaten todo lo que liga al individuo a s mismo, asegurando as su sumisin ante los dems (luchas contra el servilismo, contra las diversas formas de subjetividad y de sumisin)21.

    En el fondo de esta polmica sobre la concepcin del poder estn instaladas dos importantes temticas de la izquierda latinoamericana contempornea. El primer ineludible asunto, la discusin sobre la subjetividad(es) revolucionaria en la etapa actual. Si se sostiene una visin de la lucha revolucionaria exclusiva a las clases sociales, el corolario necesario es reducir toda lucha a las clases sociales y perseverar en una clase determinante de las transformaciones (obreros, campesinos, trabajadores asalariados, clases medias, etc.). Si se postula la convergencia de luchas transversales y de mltiples sujetos revolucionarios, las consecuencias son, en primer lugar, la aceptacin de luchas contra otras formas del poder y no exclusivamente las relativas a las clases sociales (contra

    20 M. FOUCAULT, El sujeto y el poder; en: Revista Texto y Contexto, 1998. Traduccin Camilo Restrepo. Universidad de los Andes, Bogot, p. 24. 21 Ibd., p. 12.

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    la sumisin, la iniquidad de gnero, la sujecin, el racismo, el reconocimiento, etc.), como tambin la no existencia a-priori de una subjetividad revolucionaria de carcter clasista. En segundo lugar, que el contenido de las luchas puede concebirse as mismo de formas diversas, como luchas exclusivamente clasistas o tambin en la integracin con otras formas de luchas tnicas, de gnero, contra los tipos de individuacin, contra los efectos del poder, por el derecho al reconocimiento y la diferencia, etc.

    Desde la tradicin marxista tres respuestas, bastante extendidas en nuestro medio poltico, se han convertido actualmente en insatisfactorias22. Una que equipara la toma del poder con la llegada al gobierno, suponiendo que tener altas posiciones en la estructura del Estado ya altera las relaciones econmicas, polticas, sociales y culturales de poder en la sociedad. Esto conforma una simpli cacin de la teora marxista y leninista del poder porque la ubicacin de funcionarios en las alturas de la administracin estatal no necesariamente confronta las relaciones de poder y es tan slo uno ms de los componentes de un complejo proceso. Otra contestacin es la que identi ca el poder con la conquista de la llamada sociedad civil, presumiendo que la simple aceptacin por parte de la poblacin de un proyecto poltico ya consolida la conquista del poder. Puede existir mucha acogida por parte de las organizaciones sociales de un proyecto poltico, pero esto no afecta necesariamente la estructura real de las relaciones de poder. La tercera seala que el control de una regin, territorio o ciudad geogr ca, es la realizacin del poder. Esta insatisfactoria respuesta nutre algunas discusiones relativas al denominado poder local, y constituye otra simpli cacin porque el poder nunca se reduce a cosas, aparatos o territorios.

    La transformacin de las relaciones de poder por las clases dominadas involucra un proceso mucho ms complejo que las tres respuestas anteriores. No se reduce a la toma del gobierno, la sociedad civil o los territorios, pero tampoco desvaloriza la relevancia de estos elementos como momentos inherentes y necesarios de las grandes transformaciones de las relaciones de poder. Una transformacin radical exige mucha atencin a tres escenarios: la constitucin de una nueva relacin de fuerzas entre las clases en los campos econmico, social, poltico, militar y cultural; la importancia que esta nueva correlacin de fuerzas se mani este tanto el mbito del Estado, como en todo el campo popular (desde abajo); el carcter democrtico de esas nuevas relaciones de poder se patentiza en el usufructo de ste por las grandes mayoras nacionales (antes excluidas por la dominacin burguesa) y la contundencia frente las acciones contra-revolucionarias. En la siempre con ictiva y prolongada instauracin de ese nuevo orden existen algunos factores determinantes: la creacin de un orden institucional que re-asegure el camino de las transformaciones revolucionarias; la potenciacin de la democracia hasta lmites inalcanzables dentro del capitalismo; poder neutralizar las iniciativas de quienes pretenden restaurar el orden social anterior, a travs de lo que Marx y Engels denominaron dictadura del proletariado y Gramsci concibi como la necesaria combinacin entre dictadura y hegemona.

    22 Consultar A. BORN, El tema del poder en el pensamiento de izquierda de Amrica Latina; en: http://rcci.net/globalizacion/2006/fg611.htm (12-5-08, 15:45).

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    APORAS DE LA CIUDADANIZACIN DE LA POLTICA

    El predominio de las teoras de cuo liberal de la justicia y la invasin del discurso ciudadano en el mbito de la pedagoga, han trado en los inicios del siglo XXI la misti cacin de la frmula ciudadana. Se sugiere que la solucin de los males que experimentan las sociedades contemporneas es incrementar la ciudadana, esto es, crear ciudadanas plenas y acompaarlas con una fuerte dosis cultural. Se ha convertido en la categora fetiche de las ciencias sociales latinoamericanas. Toda di cultad poltica se pretende resolver aadiendo la palabra ciudadana. Como recordaba T. Adorno, la neutralizacin de una nocin siempre contiene dominacin.

    El proyecto de ciudadanizacin de la poltica en Amrica Latina se ha consolidado con fuerza en la primera dcada del siglo XXI. La teora, la losofa poltica y las polticas pblicas estn colonizadas por esta categora. La izquierda latinoamericana no es ajena a esta especie de ola ciudadana. Las estrategias ideolgicas de imposicin han sido muy invisibles y sutiles.

    La primera de estas estrategias, como ya lo hemos sugerido, es la hegemona de las teoras de la justicia de tipo liberal. Al lado de Rawls, Dworkin, Habermas y Sen, se va relevando exclusivamente la concepcin de ciudadana como derechos o estatus legal. El acento se hace en la condicin individualista de la ciudadana. Se invisibilizan otras tradiciones los cas de la ciudadana, tales como las perspectivas comunitaristas, republicanas, marxistas, entre otras, y se privilegia el substrato de los deberes y derechos. Ser ciudadano es un asunto especialmente jurdico que resuelve el Estado de derecho o el Estado social de derecho. Hasta los derechos legales se clasi can en generaciones que de forma sumatoria se van adquiriendo. Existen derechos civiles y polticos de primera generacin, derechos econmicos/sociales de segunda generacin, y as sucesivamente. La ciudadana va mejorando y hacindose ms plena al incluir nuevos y ms derechos. La ciudadana acorde con una democracia electoral y representativa. Una visin bastante sanitaria de la historia (W. Benjamin).

    Todo liberalismo convierte la dimensin poltica en un mbito especializado y sectorizado de la actividad social. Termina con nando la ciudadana y la poltica exclusivamente a la esfera de lo estatal. Como lo haba analizado Marx de la democracia liberal, su lgica es la hiper-politizacin de lo estatal y la despolitizacin de la vida cotidiana.

    La segunda estrategia ideolgica, ms sutil, es suprimir aparentemente las tensiones polticas caractersticas del proyecto de la modernidad. Desde el inicio de este programa poltico existe una tensin irresuelta entre ciudadana, subjetividad y emancipacin. Muestras palpables de esas tensiones son las re exiones de Maquiavelo, Rousseau, Kant, Hegel y Marx, entre muchos otros pensadores, que reconocen que una hipertro a de la ciudadana va en detrimento de la emancipacin y la subjetividad. En Rousseau se patentizan en las diferencias entre El Contrato Social y Las ensoaciones de un paseante solitario. En Kant, se evidencian en la compleja distincin entre uso privado de la razn y uso pblico de la razn. En Marx, se constatan en sus esfuerzos

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    crticos para combatir las distinciones de la democracia liberal en lo privado y lo pblico, entre emancipacin poltica y emancipacin humana.

    Marx seala que no hay subjetividad sin antagonismos y que la nocin de clase social es un articulador nuclear de esos antagonismos en las sociedades capitalistas. El marxismo, en su conjunto, es un esfuerzo terico y prctico por compatibilizar la subjetividad, la ciudadana y la emancipacin. El marxismo crtico del siglo XX, como, por ejemplo, los pensadores de Frankfurt, denuncian la hipertro a de la ciudadana estatista y consumista, diagnosticando el declive de la subjetividad. En la medida en que se satura la discursividad sobre el individuo, menos individuo existe realmente. El capitalismo de la sociedad industrial avanzada es un ntido declive de la subjetividad. Tambin Foucault analiza el proceso histrico de conformacin de una ciudadana sin subjetividad, que conduce a la identi cacin de los sujetos con los poderes-saberes que se ejercen sobre ellos. Un panoptismo disciplinar que abole formas de subjetivacin al desaparecer las tensiones entre ciudadana y subjetividad. Una hipertro a de la ciudadana a expensas de suprimir la subjetividad y la emancipacin (aunque Foucault tenga reservas con la categora de emancipacin).

    La tercera estrategia linda con su carcter fetichista. La hegemona de una concepcin individualista y legal de la ciudadana, acompaada de la supresin ideolgica de sus tensiones modernas, termina convirtiendo a los sujetos en personas jurdicas, abstractas e intercambiables. Un ciudadano abstracto equivalente en deberes y derechos. La igualacin formal se convierte en la premisa para dejar intactas las desigualdades reales. La nocin de ciudadana empieza a operar como el fetiche que perpeta la iniquidad al dejar inclumes las premisas materiales de la desigualdad. Los ciudadanos terminan transformados en unidades iguales e intercambiables. La igualdad formal se transmuta en una igualdad profundamente selectiva, que deja intactas las desigualdades de propiedad, raza y sexualidad.

    La ciudadanizacin de la poltica ha culminado en el predominio de ciertas caractersticas de la ciudadana que niegan en su concepcin la idea misma de emancipacin. Su contractualismo individual margina todo principio de comunidad y solidaridad. Su estatismo legal limita la poltica a los derechos y las instituciones. La hipertro a de la ciudadana elimina los contenidos emancipatorios y subjetivos. El fetichismo convierte a las personas en intercambiables. La igualdad formal deja intactas las profundas desigualdades materiales.

    A partir de una carta de presentacin aparentemente inofensiva, como es la ciudadanizacin, hemos ingresado a las grandes antinomias de la emancipacin humana. A esos interrogantes ineludibles del carcter o naturaleza de la emancipacin en el contexto latinoamericano. Hemos recorrido cuatro momentos de las relaciones entre poltica y emancipacin en Amrica Latina: los nexos entre poltica y emancipacin, la supuesta centralidad de la democracia, los equvocos del poder y la ciudadanizacin de la poltica. Slo subrayando el peligro, tambin crecer la redencin. Hoy es ineludible retornar al interrogante por la naturaleza de la emancipacin.

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