zaqueo

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Título: “Cristo, Señor, encuentra tú la puerta por la que tú quieres entrar a mi existencia” Entró Jesús en Jericó. Lo habíamos visto a la puerta de esta ciudad, en el dí pobre hombre reducido a la mendicidad, en razón de la ceguera; hoy no le dev alegría, la paz, la salvación, la adopción a Zaueo. !"oy ha sido, dice Jesús, la salvación de esta casa, tambi#n este es hi$o de habla así el 'e or- Este Zaueo era $e e de publicanos; los publicanos perten aunue eran israelitas por sangre, se habían vendido al imperio romano para c El negocio, como es sabido, era m0s o menos este1 el /mperio 2omano no cobrab o icio antip0tico en todas partes, sino ue ponía en subasta el cargo de rec aduirir ese cargo, ese o icio, como se aduiere una obra de arte, o una $oy 3 *En u# consistía esta compra- En ue el recaudador, es decir, el publicano arriendo, de cuota i$a al /mperio; y el /mperio no le daba sueldo a #l; #l sobresueldo, y su riueza tenía ue sacarla de e4primir a la gente; entonces, respaldo de la uerza armada cobraba los impuestos a sus propios hermanos. 5esde luego, cuanto m0s h0bil, cruel, violento; cuanto m0s imponente y altane siempre con el au4ilio de las armas del /mperio, cuanto m0s cruel uera, m0s dinero hacía. Ese era un publicano. Es comprensible el odio, es entendible el odio ue le tenía el pueblo $udío a los detestaban y despreciaban m0s ue al mismo imperio, porue al in y al c pero estos publicanos era gente ue siendo descendencia de %brah0m se habían de riuezas, por el a 0n de bienes. 'er publicano en la #poca de Jesús, signi icaba haber traicionado a la patri enemigo público, ser una especie de rata de mala entra a ue no se sacia sino hu#r anos, de viudas; sin embargo, no podían atacar a los publicanos; los od porue las armas del /mperio y las torturas del /mperio caerían sobre los u Zaueo es $e e de esta gente; di ícilmente, podemos hacernos idea de la carg acumulado ue la gente de Jericó debía tener contra Zaueo; cuando dicen auí entrado a casa de un pecador& 'an Lucas (),7. Esta palabra tenía ue salir con in inita rabia de los labios $udíos, como a todos los insultos religiosos y civiles ue hubieran uerido decirle al tal Z +ero no sólo era $e e de publicanos, ya era rico; cómo duele ver la riueza ver el desperdicio, el despil arro, el lu$o ue se alimenta de los bienes de y cu0nto duele oír los c0nticos en los banuetes de la casa de Zaueo.

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Cristo, Señor, encuentra tú la puerta por la que tú quieres entrar a mi existencia

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Ttulo: Cristo, Seor, encuentra t la puerta por la que t quieres entrar a mi existencia

Entr Jess en Jeric. Lo habamos visto a la puerta de esta ciudad, en el da de ayer, devolverle la vista a un pobre hombre reducido a la mendicidad, en razn de la ceguera; hoy no le devuelve solamente la vista, sino la alegra, la paz, la salvacin, la adopcin a Zaqueo.

"Hoy ha sido, dice Jess, la salvacin de esta casa, tambin este es hijo de Abraham San Lucas 19,9. Por qu habla as el Seor? Este Zaqueo era jefe de publicanos; los publicanos pertenecan al pueblo de Israel, pero aunque eran israelitas por sangre, se haban vendido al imperio romano para cobrar los impuestos.

El negocio, como es sabido, era ms o menos este: el Imperio Romano no cobraba directamente los impuestos, oficio antiptico en todas partes, sino que pona en subasta el cargo de recaudador, y el que tena dinero para adquirir ese cargo, ese oficio, como se adquiere una obra de arte, o una joya, lo compraba al Imperio.

Y En qu consista esta compra? En que el recaudador, es decir, el publicano tena que pasarle una especie de arriendo, de cuota fija al Imperio; y el Imperio no le daba sueldo a l; l tena que sacar su sueldo y su sobresueldo, y su riqueza tena que sacarla de exprimir a la gente; entonces, a nombre del Imperio y con el respaldo de la fuerza armada cobraba los impuestos a sus propios hermanos.

Desde luego, cuanto ms hbil, cruel, violento; cuanto ms imponente y altanero fuera con la gente, contando siempre con el auxilio de las armas del Imperio, cuanto ms cruel fuera, ms codicioso, ms suspicaz, ms dinero haca. Ese era un publicano.

Es comprensible el odio, es entendible el odio que le tena el pueblo judo a los publicanos; puede decirse que los detestaban y despreciaban ms que al mismo imperio, porque al fin y al cabo, los romanos eran los romanos, pero estos publicanos era gente que siendo descendencia de Abrahm se haban vendido al imperio por el afn de riquezas, por el afn de bienes.

Ser publicano en la poca de Jess, significaba haber traicionado a la patria, haber renegado de Dios, ser un enemigo pblico, ser una especie de rata de mala entraa que no se sacia sino con los bienes de pobres, de hurfanos, de viudas; sin embargo, no podan atacar a los publicanos; los odiaban, pero no los podan atacar, porque las armas del Imperio y las torturas del Imperio caeran sobre los que se rebelaran as.

Zaqueo es jefe de esta gente; difcilmente, podemos hacernos idea de la carga de desprecio infinito y de odio acumulado que la gente de Jeric deba tener contra Zaqueo; cuando dicen aqu que la gente murmuraba: Ha entrado a casa de un pecador San Lucas 19,6.

Esta palabra tena que salir con infinita rabia de los labios judos, como acumulando en esa palabra pecador todos los insultos religiosos y civiles que hubieran querido decirle al tal Zaqueo.

Pero no slo era jefe de publicanos, ya era rico; cmo duele ver la riqueza acumulada con injusticia; cmo duele ver el desperdicio, el despilfarro, el lujo que se alimenta de los bienes de los pobres; cmo duele ver el derroche y cunto duele or los cnticos en los banquetes de la casa de Zaqueo.

Cada vez que haba fiesta en la casa de Zaqueo, haba maldiciones, y rabia, y odio en las dems casas de Jeric; y cada vez que Zaqueo se reuna con sus amigos, es decir, con otros cobradores y extorsionadores, la gente del pueblo tena que sentir: Estos son los vende patrias, estos son los inicuos, estos son los que no dejan que prospere nuestro pueblo.

Hay que tener claro este rostro de Zaqueo, hay que tener este rostro claro para admirarnos de la escena que hoy nos ofrece el evangelio: Atravesaba la ciudad Jess, y Zaqueo trataba de distinguir quin era Jess San Lucas 19,1-3. Quin era Jess? En esa inquietud, en esa especie de curiosidad ya haba una primera obra de misericordia, puesto que Jess era un mendigo trashumante.

Evidentemente, Zaqueo no le iba a pedir impuestos a este Jess; esta observacin sencilla sirve para mostrar que el corazn de Zaqueo tena todava un pequeito espacio por el cual pudo entrarse una rendija de luz; hasta en este corazn absolutamente metalizado, este corazn acostumbrado a odiar y ser odiado; este corazn que no poda creer, sino en el dinero y la fuerza de las armas.

Este corazn acostumbrado a ver lgrimas de dolor y de splica, sin conmoverse. Las lgrimas de los pobres que le imploraban por Abrahm, por Isaac, por Yahv que no fuera traidor, que no fuera miserable, que tuviera un poco de humanidad.

Este corazn que no tena entraas sino ladrillos en el cuerpo, incapaz de conmoverse, acostumbrado a pasar por encima de la compasin, y del odio, este corazn todava tena una pequea rendija. Y por esa pequesima rendija, por ese ridculo espacio quera colarse Jess.

Cmo no admirar esa misericordia infinita de nuestro Salvador que busca al pecador con ms ansia que el pecador busca su pecado? Y si Zaqueo en su oficio de cobrador de impuestos iba hasta los ltimos barrios, y hasta las ltimas casas para sacar lo que no tenan a esos pobres, pues, Jess tambin va hasta el ltimo rincn y hasta la ltima casa, y hasta el rincn ms feo y ms inicuo y tenebroso para encontrar lo que a l le interesa.

Si Zaqueo buscaba los tesoros para esta tierra, Jess es un recaudador, pero no de impuestos, ni de riquezas, sino de corazones, de conversiones, y de gracias, y no hay en este mundo nadie que codicie tanto el dinero como Cristo codicia la salvacin, tambin de los codiciosos.

O sea, lo que nos presenta este evangelio es la lucha entre dos codicias; es una especie de guerra o de competencia entre dos amores. Lo que se nos presenta en este captulo 19 de Lucas, es una carrera entre dos amores, como si Jess le dijera a Zaqueo: A ver, quin corre ms: si tu detrs del dinero, o yo detrs de ti".

"Quin tiene ms ansia: si t de tu plata, o yo de tu conversin. Quin tiene ms intereses: si t en esta tierra, en tus arcas, y en tus amigos, o yo en el cielo, en mis arcas, en mis ngeles y en mis Santos".

La escena es dramtica, y nadie entenda qu era lo que estaba pasando; cuando Zaqueo se sube a ese rbol, y Jess va de camino, y encuentra a ese rbol con ese extrao fruto; cuando Jess encuentra ese rbol extraamente florecido, en realidad comprende que ya la gracia, que ya el amor de Dios nuestro Padre ha hecho una obra en ese hombre, y en un momento se encuentran la mirada de Jess y la mirada de Zaqueo.

Zaqueo, lleno de curiosidad, no tiene en quien reposar los ojos, porque obrando como ha obrado se ha quedado sin patria; los suyos, sus paisanos le detestan. Zaqueo se ha quedado sin patria, obrando como ha obrado se ha quedado sin religin y sin Dios, porque l tena que ser consciente de que haba obrado en contra del mandato de Dios.

Zaqueo puesto en ese rbol, sin tierra, colgado de un rbol es la viva imagen de lo que haba sucedido ya en su vida, y en su corazn; era un hombre sin tierra, no tena realmente ni dnde agarrarse, y no tena a quin mirar; pues esas son las vidas que le interesan a Jess: las vidas que no tienen cmo sostenerse; la gente que no tiene ni patria, ni Dios.

La mirada de Cristo se cruza con la mirada de Zaqueo; he dicho que se trata de una especie de lucha; la lucha de dos amores; se trata de una competencia, de una carrera a ver quin corre ms.

Jess al llegar a aquel sitio levant los ojos, la mirada de Cristo hizo el milagro; una mirada de Cristo logr colar por esa estrecha rendija; logr colar toneladas indescriptibles de misericordia, de perdn, de conversin. Por ese pequeo espacio logr entrarse Dios.

Cmo es verdad lo que tambin nos dice hoy el Apocalipsis: Estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre entrar Apocalipsis 3,20. No pensemos que necesita demasiado espacio como si fuera un ladrn, basta con que se le abra un poquito para que l violente, en cierto modo, la puerta, y entre; as obran los ladrones.

Pues Cristo ,asemejndose en esto a los ladrones, slo espera esa pequea abertura, slo espera esa pequesima rendija, ya lograr su inteligencia, ya lograr su gracia colarse aunque sea por esa rendija, y saquear los tesoros, tambin los tesoros de Zaqueo.

Es impresionante comprobar que lo que no pudo todo el odio de los habitantes de Jeric, lo que no logr la rabia, el insulto, la descalificacin y amargura de todos estos habitantes de Jeric; lo que no pudo todo ese odio, saquear a Zaqueo, lo que no logr el odio, lo pudo el amor. Jess entr hasta la cueva de este ladrn y rob al ladrn; y Zaqueo empieza a obrar como un tonto, como un enamorado, o como un loco, cada uno dele algn nombre.

La mitad de mis bienes, Seor, se la doy a los pobres San Lucas 19,8. Que maravilloso golpe, ha vencido Cristo! Logr robarle la mitad a Zaqueo; Zaqueo roba todo el pueblo, y Jess roba a Zaqueo.

Jess, como ladrn del corazn de este hombre, ha entrado en su momento, y ya no se va a salir de ah; qu importa lo que diga la gente. As como Zaqueo para robar necesitaba olvidarse del qu dirn y de las opiniones de los dems, as tambin Cristo, para hacer su propio robo, necesita olvidarse de las murmuraciones.

"Qu importa que digan que soy un comiln, o que soy un borracho, qu importa que digan que aquella mujer prostituida me toc los pies, qu importa que digan que perdon a una adltera. Rob lo que quera robar; he ganado para mi Padre lo que quera conseguir!

La mitad de mis bienes para los pobres, y si de alguno me he aprovechado, le restituir cuatro veces ms San Lucas 19,8. En el momento en que Zaqueo suelta sus pertenencias, Dios, por fin, puede agarrarlo; y en eso hay una profunda enseanza para nosotros.

Mientras estamos agarrados a nuestro dinero, es ms lo que ese dinero nos tiene agarrados a nosotros; mientras estamos prendados de un determinado afecto, y posesivos y miedosos nos ensaamos sobre l queriendo no perderlo, en realidad l se apodera de nosotros, y Dios no puede agarrarnos. Este es el misterio que nos revela el Evangelio de hoy.

Cuando uno suelta, cuando uno se rinde, -porque esta era una lucha-, y Zaqueo perdi, y Jess gan; cuando uno se rinde, cuando uno suelta, entonces Jess puede tomar serena y bendita posesin del corazn y puede triunfar sobre el alma.

Zaqueo se rindi; es como si le dijera Zaqueo: Tu amor por mi es ms grande que mi amor por el dinero, y no era poco lo que yo amaba el dinero; tu amor por m es ms grande que lo que yo amaba. Tu intensidad, tu luz es ms fuerte que cualquier linterna ma; ahora, te creo, ahora te recibo, Seor

Y Jess entra como Rey victorioso al corazn, y a la casa de Zaqueo; y Jess, dueo ya de la situacin, declara la salvacin de ese sitio, y le dice: Este tambin es hijo de Abrahm San Lucas 19,9. "Lo era slo de nombre, ahora lo ser en realidad; este es hijo de Abraham" San Lucas 19,9.

Esto significa que la promesa que Dios hizo a Abraham se cumplir tambin en l, y bien sabemos que en las promesas de Abraham, Dios estaba ofreciendo su perdn, y su salvacin, y su vida plena para todos. "El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" San Lucas 19,10.

Este es el ingrediente paradjico del evangelio, que Dios envi a su Hijo, Cristo, para que entrara a nuestra casa, pero por la puerta de la basura.

Aquella persona que se esfuerza en asear y limpiar su fachada; y espera sin cesar a que Cristo llegue para decirle: Que bella fachada tiene Ah se morir esperando.

Hace rato que Cristo est, no en la fachada limpia y perfumada que reservamos para que nos feliciten; hace rato que Cristo est, no en esa fachada, sino en la puerta de la basura dndole duro a esa puerta a ver si, al fin abrimos; si, al fin, entendemos que es por ah por dnde empieza l a reinar; si comprendemos que desde esa humillacin, y desde eso que parece perdido en nuestra vida, es desde ah donde puede l inaugurar su Reino de gracia, de paz y de vida.

Cristo, Seor, encuentra t la puerta por la que t quieres entrar a mi existencia. Cristo Jess te pido que encuentres hoy la puerta por la que quieres entrar a mi convento; que encuentres la puerta que a ti te gusta para entrar a mi Provincia.

Encuentra t esa puerta; no ser la que a m me gusta, no ser la fachada de la que me siento orgulloso; pero ser, sin duda, el lugar por donde podrs entrar victorioso y pacfico como entraste a la casa de Zaqueo, y podrs renovarlo todo y darnos los tesoros de tu amor.