Zanetti

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281 Revista UNIVERSUM . Nº 16 . 2001 . Universidad de Talca LEYENDO CON CARMEN ARRIAGADA Susana Zanetti (*) “Viví mientras soñé ... el despertar ha sido un infierno” Carmen Arriagada LAS CARTAS SALVADAS Destruidas casi siempre, arrumbadas entre viejos trastos, pocos epistolarios femeninos se han conservado en los archivos para poder atisbar el mundo de la lectura en la singularidad cotidiana de mujeres más o menos anónimas. Precarias huellas parecen haber dejado hasta ahora en América latina este tipo de cartas como para hurgar en la historia literaria del lado del lector 1 . (*) Profesora de Enseñanza Secundaria Normal y Especial en Letras, Universidad de Buenos Aires. Profesora Titular de Literatura Latinoamericana, Departamento de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina. 1 En este momento se está realizando en la Biblioteca Nacional de Chile el Inventario (y transcripción) de los Manuscritos de la Sala José Toribio Medina. Allí se conservan unas pocas cartas de Juana Baudrix; que llegan hasta 1904: son, por lo tanto, muy espaciadas. Alguna otra referencia confirma el peso de Diego Barros Arana en la formación de Juana como lectora, quien siempre cuida poner en escena su independencia de criterio, como evidencia su carta del 4 de setiembre de 1877, dirigida a la esposa de Barros Arana, la cual, además, da idea del modo en que funciona Domingo Faustino Sarmiento en el imaginario de la época: “Aparte de este introito, que soy yo por excelencia, como diría Sarmiento ...”. La correspondencia de su marido, Mariano Baudrix, informa sobre el intercambio de pedidos de libros entre él y Diego Barros Arana, con aclaración de títulos y precios. En otra carta del mismo archivo la joven norteamericana Mary Causten de Carvallo, residente en Santiago, de fecha 3 de noviembre de 1836, testimonia un uso peculiar de la lectura extensiva en cuanto lee para mejorar su castellano: “... estoy progresando bastante en el idioma debido a la lectura. Durante este año he leído 25 volúmenes en español sin contar el que actualmente leo, Gil Blas”. También refiere el acceso a las obras a través de traducciones a diferentes idiomas, como veremos que ocurre con Carmen Arriagada: “En inglés he leído un volumen de las vidas de Plutarco y varias de las obras de Scott. En español, libros interesantes y livianos, como que soy una principiante, tales como Corina en Italia, Delfina, por Madame de Staël; Clara Harlowe, por Richardson; Robinson Crusoe, hermosamente escrito y diferente de cualquier otro de los leídos en muchas partes ...” Agradezco al personal de la sección Archivo Fondo José Toribio Medina el permiso de consulta.

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    Revista UNIVERSUM . N 16 . 2001 . Universidad de Talca

    LEYENDO CON CARMEN ARRIAGADA

    Susana Zanetti (*)

    Viv mientras so ... el despertar ha sido un infiernoCarmen Arriagada

    LAS CARTAS SALVADAS

    Destruidas casi siempre, arrumbadas entre viejos trastos, pocos epistolariosfemeninos se han conservado en los archivos para poder atisbar el mundo de lalectura en la singularidad cotidiana de mujeres ms o menos annimas. Precariashuellas parecen haber dejado hasta ahora en Amrica latina este tipo de cartas comopara hurgar en la historia literaria del lado del lector1.

    (*) Profesora de Enseanza Secundaria Normal y Especial en Letras, Universidad de Buenos Aires. Profesora Titular deLiteratura Latinoamericana, Departamento de Letras de la Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires,Argentina.

    1 En este momento se est realizando en la Biblioteca Nacional de Chile el Inventario (y transcripcin) de losManuscritos de la Sala Jos Toribio Medina. All se conservan unas pocas cartas de Juana Baudrix; que lleganhasta 1904: son, por lo tanto, muy espaciadas. Alguna otra referencia confirma el peso de Diego Barros Arana enla formacin de Juana como lectora, quien siempre cuida poner en escena su independencia de criterio, comoevidencia su carta del 4 de setiembre de 1877, dirigida a la esposa de Barros Arana, la cual, adems, da idea delmodo en que funciona Domingo Faustino Sarmiento en el imaginario de la poca: Aparte de este introito, quesoy yo por excelencia, como dira Sarmiento .... La correspondencia de su marido, Mariano Baudrix, informasobre el intercambio de pedidos de libros entre l y Diego Barros Arana, con aclaracin de ttulos y precios. Enotra carta del mismo archivo la joven norteamericana Mary Causten de Carvallo, residente en Santiago, de fecha3 de noviembre de 1836, testimonia un uso peculiar de la lectura extensiva en cuanto lee para mejorar su castellano:... estoy progresando bastante en el idioma debido a la lectura. Durante este ao he ledo 25 volmenes enespaol sin contar el que actualmente leo, Gil Blas. Tambin refiere el acceso a las obras a travs de traduccionesa diferentes idiomas, como veremos que ocurre con Carmen Arriagada: En ingls he ledo un volumen de lasvidas de Plutarco y varias de las obras de Scott. En espaol, libros interesantes y livianos, como que soy unaprincipiante, tales como Corina en Italia, Delfina, por Madame de Stal; Clara Harlowe, por Richardson; RobinsonCrusoe, hermosamente escrito y diferente de cualquier otro de los ledos en muchas partes ... Agradezco alpersonal de la seccin Archivo Fondo Jos Toribio Medina el permiso de consulta.

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    Si bien existen en Chile inventarios de bibliotecas particulares, sobre todo deintelectuales destacados (la de Andrs Bello, la de Mariano Egaa) que puedenilustrarnos acerca de qu se lea en un determinado perodo, mi inters deriva haciala puesta en escena de la lectura y de la interaccin con los libros, sea en lasficcionalizaciones o en los discursos (especialmente los epistolares), para auscultarlosen relaciones intersubjetivas que se deslizan hacia la vida social. Deseo privilegiaraqu la correspondencia, concentrada en un solo destinatario, fuente de ejemplos delector en el interior de sus circunstancias, entreveradas con deseos, sentimientos,percepciones...

    Sabemos que la lectura no es una invariante histrica, pues los procesostransforman tanto a la literatura como a los lectores2, y se incluye en una red de prcticasculturales y sociales que le dan sentido. Depende de realidades sociales de clase, razay gnero, de su capital cultural y de las posibilidades de acceso a la cultura, cuestionestodas atravesadas por conflictos, privilegios y carencias en la distribucin de bienes,entre ellos los culturales; depende tambin de las representaciones del saber o delocio, de las concepciones de la subjetividad, que contextualizan apropiacionessingulares3. Por supuesto, todos estos contextos implican a la crtica misma y, en estecaso, me involucran consideraciones como las sealadas por Adrianne Rich enMentiras, secretos, silencios: Una crtica radical de la literatura, feminista en suimpulso, tomara la obra, ante todo, como un indicio de cmo vivimos y hemosvivido, como se nos ha inducido a imaginarnos a nosotras mismas, como el lenguajenos ha atrapado, al mismo tiempo que nos ha liberado, cmo el acto mismo denombrar ha sido hasta ahora una prerrogativa masculina, y cmo podemos comenzara ver y a nombrar y, por lo tanto, a vivir- de nuevo.4

    Sabemos tambin que al interrogarnos sobre la historia de la lectura es riesgosotanto el inventario como la coleccin de estudios de casos. Son difciles, por otraparte, las operaciones de restauracin de pblicos, pues siempre estn mediatizadaspor ideas actuales sobre las incidencias estticas, ideolgicas, morales, etc. de lasinstituciones; por cristalizaciones en el imaginario social, tanto como por lasconcepciones de escritores, editores, crticos y lectores acerca del acto de leer,indispensables soportes de la existencia de toda literatura. Pero creo que el ejemploque voy a considerar puede constituir un aporte sobre el tema para Amrica latina,sobre todo porque no proviene del archivo al que comnmente se recurre, es decir,

    Susana Zanetti

    2 Vase Schn, Erich, Der Verlust der Sinnlichkeit oder die Vervandlungen des Lesens, Stuttgart, Klett.Cotta,1987.

    3 Utilizo el concepto de apropiacin con el sentido dado por Roger Chartier en Sociedad y escritura en la edadmoderna, Mxico, Instituto Mora, 1995.

    4 Barcelona, Icana, 1983, p. 34.

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    el de las figuras, en su mayora masculinas, destacadas por su actividad en el mbitocultural5.

    LECTURAS EN DILOGO AMOROSO

    Si el Sor. Rugendas quiere cumplir con la promesa hecha a Gutike,de favorecer su humilde casa con el favor de una visita, no har sinoproporcionar un gran placer y realizar los deseos de Su affma. Servidoray paisana ...

    Quem tus cartas; al separarme de ellas me sent arrancar el corazn;plida y oprimida las vea consumirse por las llamas, ellas eran mi bieny mi consuelo: todo, todo me aflige. Si en este momento te tuviera aqute sofocara con mis lgrimas y caricias. Adis, mi vida, mi amor, minico bien, toda mi esperanza. Adis; un beso, un beso de amor y dedolor.

    Yo me ocupo ahora de leer a Faust, de Goethe, en una linda edicintraducida al francs que me manda uno de los Blest; pero confieso quees una obra que no comprendo la mente de su autor al escribirla.Tambin tengo Thasverus; que vino con Faust; es una cosa parecidaen algo a la Divina Epopeya, un libro extrao pero escrito por el genio.... En la duda de si esta carta la recibe Vd. o no, me despido de Vd.triste, muy triste; pero siempre su hermana, su amiga afectsima, quequiere al hermano como siempre. Adis, pues, su amiga,

    Carmen.6

    El primer texto citado, de 1935, es prtico del encuentro y el flechazo.Es una breve esquela de invitacin de Carmen Arriagada (1807-1900), de familia

    bastante empobrecida aunque vinculada a los sectores sociales y culturales deprestigio, cuyo padre se haba destacado en las guerras de independencia. Est casada,malcasada, hace ya diez aos, con el teniente coronel alemn Eduardo Gutike. Habanacido en Chilln y se educ en Santiago, pero ahora vive presa del aburrimiento y

    Leyendo con Carmen Arriagada

    5 Tengo en cuenta las reflexiones de David D. Hall en Les lecteurs et la lecture dans l histoire et dans la thoriecritique. Une expos sur la recherche amricaine (Chartier, Roger, comp., Histoires de la lecture. Un bilan desrecherches, Pars, IMEC, 1995).

    6 Carmen Arriagada. Cartas de una mujer apasionada, Estudio preliminar y notas de Oscar Pinochet de la Barra,Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 1990, pp. 19, 222-223 y 556-557, respectivamente. En adelante aclaro enel texto, ao y pgina de las citas de este epistolario.

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    de la soledad en Talca. El amor es entonces renacimiento; Mi vida pasaba inspida,tu amor la embelleci confiesa, entre otras muchas veces (1837, 62), al convidadoen la misiva, el pintor y naturalista Juan Mauricio Rugendas (1802-1858), cuya largapermanencia en Amrica (Mxico, Chile, Argentina, Bolivia, Per, Brasil) dej unode los ms valiosos testimonios artsticos de la primera mitad de siglo XIX. Tambinnos dej dos retratos de Carmen7.

    Rugendas ser el eterno, el insaciable peregrino que ... engolfado en sus pinturas,en sus viajes y en sus descubrimientos, no siente sin duda con tanta fuerza el pesarde estar separado de sus amigos.(1838, 129). En tanto ...sola como en el desiertodeja invadir las cartas por su rivalidad con esa aventura que lo subyuga (Vaya conlos Volcanes! Caballero, me toma Vd. por la discpula de Humboldt? El Tupungatoocupa toda la carta, ya se ve! Es un cerro tan alto!, 1840, 256), ceida para ella soloa la vivida imaginativamente en los libros.

    Enseguida el lazo se anuda con el intercambio de lecturas en las que Rugendasoficiar de mentor: Creo, como Vd. me dice, que podr elegir los libros que meconvengan, y segura de su buena eleccin le prometo leerlos con toda la aplicacinde que soy capaz; srvase dirigir mi lectura, lo tomar como una prueba de amistad8.Las cartas, sobre todo quizs las amorosas, comprometen configuraciones para s ypara el otro por parte del sujeto que las escribe, al mismo tiempo que conforman unaimagen del receptor como solicitando calladamente que se acomode a ellas y colmesus expectativas, que no demore las respuestas; de all que, con cautela incluy enlos ardides de la seduccin este pedido de tutela, pues Carmen se gua, en buenamedida, segn sus intereses y elecciones, y suele divertirse con los descubrimientosde comprensin mutua al subrayar los mismos prrafos, admirar a los mismos autoresy aun disfrutar las disidencias (Entusiasta, exagerado! Por qu aborrece Vd. a WalterScott? Es cierto que no puede compararse a Byron, y que a m me cansan tambinsus eternas novelas; todas con su indigerible primer tomo ... 9).

    La segunda cita dobla el carcter diferido propio del gnero epistolar, reguladopor los blancos, las lagunas, los vacos... Siempre sujeto a la ausencia del otro en undilogo discontinuo y azaroso. Aqu recuperamos una sola voz. El temor a un maridoque entiende poco y sospecha demasiado, llev a Carmen a quemar las cartas delpintor. ste, en cambio, conserv hasta su muerte las de ella y su sobrino las hered

    Susana Zanetti

    7 Rugendas vivi en Chile entre 1834 y 1844, con algunos intervalos por visitas a la Argentina, Per y Bolivia. En1838 J. B. Lebas publica sus litografas en el Album de trajes chilenos. Vase para ms informacin Toms Lago,Rugendas. Pintor romntico de Chile, 2 ed., Santiago de Chile, Sudamericana, 1998.

    8 Carta escrita en Linares, luego de la partida de Rugendas, quien visita a los Gutike durante varios das a mediadosde enero (1836, 25).

    9 Todo el comentario no tiene desperdicio, discute los juicios de Rugendas para pasar enseguida al pedido de queno le enve un retrato de Dumas si no es buen mozo y describe cmo lo imagina (1838, 172). Un dato acerca delas fantasas surgidas al calor de las imgenes construidas de s por los narradores, disparadas sin ambajes afiguraciones de autor.

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    junto con otros materiales. Slo existe una de ste a Carmen, de 27 de noviembre de1844, casi del final del vnculo, que poco nos dice ya de su pasin, si bien podemosvislumbrar algunos contenidos de sus cartas, siempre por cierto mediadas por laselecciones de la destinataria, pues cita a veces frases de Rugendas10.Lamentablemente, tal destruccin impide examinar la diversidad de apropiacionesque pueden suponerse entre dos individualidades con tan distinta experiencia devida, de pertenencia y de horizonte cultural.

    El estricto final de la historia llega con la ltima cita: se cierra as ese largo tneldiseado en sus figuras por Barthes11. Se eclipsan para nosotros las ansias, los gozos,las angustias y el llanto que culminan con la lectura anhelada del Fausto de Goethe.El volumen tanto tiempo demorado parece entonces traslado simblico de ese otrodeseo, el ertico, diferido tambin, como el dilogo en la carta, as como elpresentimiento del silencio definitivo de Rugendas.

    Estos tres momentos clave en la historia sentimental de una lectora romnticaesbozan los avatares de todo el epistolario, muestra elocuente de la constitucin delectorados hispanoanoamericanos en el umbral de conformacin de las literaturasnacionales. Intentar entrever en este ejemplo, increblemente rico, las peripeciaspara obtener libros, la preeminencia de una lectura intensiva o extensiva, cundo, cmo,por qu se lee, y qu expectativas se depositan en la lectura, tanto como lasidentificaciones, la configuracin de destrezas, as como la actitud crtica frente a loledo. Todo ello a travs de la autorrepresentacin de la mujer lectora en un gnero,el epistolar que, catalogado tradicionalmente como femenino por excelencia, hacorrido los riesgos de sujecin a los estereotipos, tanto cuando se lo naturaliza en laespontaneidad y expresividad de las mujeres como cuando lo atrapan los cliss y lasfrases hechas de una institucionalizacin estandarizada. Una sujecin que si seproyecta a los estatutos devaluados de un gnero menor, privado, las manosfemeninas se mostraron prontas, en cambio, a convertirlo en un espacio estratgico,poltico, valindose de una heterogeneidad apta al desliz hacia otros tipos de discursoy hacia lo pblico.

    Ingresamos a un captulo de nuestro tema engarzado entraablemente con elcontrato amoroso epistolar, escandido por los comentarios de libros: Embarulladosen la historia amorosa, mensajeros inocentes y dctiles, sutiles, los libros van y vienen,remodelando valores y conductas de una lectora vida. Borroneados por algunalgrima se impregnan del calor de los cuerpos, arden.

    Como prstamo o como regalo son siempre esa tercera piel, cmplice aqu casinica de la segunda, la piel del lenguaje encarnada en la carta. Acariciar un lomo,

    Leyendo con Carmen Arriagada

    10 De los originales en el Instituto Ibero-Americano de Berln- hay una copia fotosttica en el Fondo Medina de laBiblioteca Nacional de Chile, 1984.

    11 Vase Barthes, Roland, Fragmento de un discurso amoroso, 14 ed., Mxico, Siglo XXI, 1998.

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    una pgina, con la estela del cuerpo del ausente: los libros como emisarios ytestimonios de una unin que conforta con la promesa o el recuerdo del contactofsico. Su materialidad se hace cargo, vicariamente, del contacto reclamado. Laimaginera romntica provee las figuras, aunque seguramente romances como stedieron su ofrenda a las tramas novelescas12.

    Una carta era, pues, para la mujer de la colonia,simplemente un pecado.

    Benjamn Vicua Mackena, Historia de Santiago

    Son cartas de amor, ms de doscientas, estrictamente 235, escritas a lo largo de16 aos, desde el 23 de noviembre de 1835 al 9 de junio de 1851. Cartas privadas,ntimas, muchas de ellas secretas, terminan ahora por hacerse pblicas.

    Son ms de mil pginas de tamao pequeo que aprovecha al mximo y tantoas que algunas veces las termina en el sobre, por el lado de atrs, con encargos ysaludos. La letra impresa diluye la cursiva cuidada, pequea, el papel sinenmendaduras ni tachas13, alterando la recepcin al derivarla al volumen, a la esferapblica y a un contexto de bienes culturales de casi un siglo y medio despus.Transformada en libro y, en otro sentido, en escritura, esta entrega desprevenidaconvierte a la lectora en autora, yo dira en uno de los ms notables escritores deldespegue de nuestra literatura republicana, como bien lo reconoce calurosamenteen 1961 la voz autorizada de Guillermo Feli Cruz: En el gnero epistolar no tieneninguna que la iguale... Doa Carmen es una verdadera intelectual. La literatura nopuede perder a un escritor de esta importancia. El pas no puede perder este valoren la historia del pensamiento chileno. (p. 15).

    Si bien la carta es ahora un medio de comunicacin favorecido por las mejorasen transportes y correo, la aseveracin de Vicua Mackenna con que inici esteapartado pretende recordar que Arriagada vivi su niez al finalizar la Colonia,cuyos criterios, en cuanto a las normas que deban seguir las mujeres perduraron enla Repblica. Los principios que sustentaban la instruccin en general, y la femeninaen ella, tanto como la situacin en que se hallaba constituyeron un objetivo importantedentro de las transformaciones que esperaba lograr la nueva nacin, donde prevaleca

    Susana Zanetti

    12 En la dcada de 1840 el xito de las cantantes lricas Teresa Rossi y Clorinda Pantanelli, introduce, con elentusiasmo por la pera, los reparos de Vicente Grez ante la exageracin de sentimientos romnticos en el pblicocapitalino: El gusto literario tomaba el mismo rumbo. Se principi a leer con furor las obras de Vctor Hugo, deAlejandro Dumas, de Jorje Sand; lo que era arrojar a la hoguera nuevo combustible; los diarios daban doblefolletn de las obras de esos escritores. La novela Leone Lione, de Jorje Sand, publicada por el Progreso, dio a estediario una importancia especial. ... La literatura nacional representaba fielmente el gusto i el sentimiento reinantes;nunca ha habido en Chile novelistas i poetas que jimieran con acento ms dolorido ... . (La vida santiaguina,Santiago de Chile, Impr. Gutenberg, 1879, p. 116) Estos juicios deben leerse en el marco de las discusiones sobre elromanticismo en Chile, especialmente dentro del debate del romanticismo social frente al sentimental.

    13 Informacin de Oscar Pinochet de la Barra en el prlogo, p. 9.

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    el analfabetismo y el atraso en conocimientos considerados imprescindibles para sueficaz desenvolvimiento.

    La introduccin reciente de la imprenta (la primera llega en 1811 a Valparaso yen ella se imprime el primer peridico, La Aurora de Chile, al ao siguiente) noshabla del inicio de un nuevo perodo de penetracin de lo impreso, apoyado sindudas por la necesidad de noticias de los avatares de las guerras de independencia yde las nuevas leyes y reglamentos dictados por los gobiernos republicanos, medianteuna circulacin que descansaba, en buena medida, en la lectura en alta voz, sea enfamilia, sea en los distintos lugares de encuentro que se haban multiplicado en laesfera pblica. La provisin de libros vive otros cambios importantes en cuantoincorporamos el dato de que, luego de la independencia, el comercio de libros entreChile y Espaa prcticamente se interrumpe, pasando Francia e Inglaterra aconvertirse en las proveedoras.

    Carmen alude algunas pocas veces a lecturas previas a su relacin con Rugendas;todas parecen surgir del intercambio entre ambos, de modo que estamos ante unaprctica circunscripta al momento de constitucin de un lectorado moderno en Chile,limitado aqu a una formacin cultural en un estrecho sector social, en el cual tieneimportancia su inscripcin en la ideologa liberal, que no atiende prolijamente a lasrecomendaciones provenientes de la iglesia catlica, cuya incidencia en la escolaridady en la regulacin de la vida familiar era dominante pues tena a su cargo la censuradel material impreso y posea peridicos propios, adems de la habitual influenciaen los fieles.

    Da idea de las tensiones en el campo educativo durante la juventud de Arriagadael enfrentamiento entre Jos Joaqun de Mora, fundador en 1828 del Liceo de Chilecon apoyo del gobierno liberal, y el Colegio de Santiago, catlico y conservador,respaldado por Diego Portales desde 1830, quien expulsa a Mora en 1831 a raz desus ataques en la prensa. Carmen Arriagada menciona algn comerciante ligado allibro Barroillet, por ejemplo. Si en 1831 el viajero Ruschenberger se lamenta acercade la pobreza del rubro en Santiago -Casi todas las tiendas tienen unos cuantoslibros sobre sus estantes, que por lo general son traducciones del francs o de obraseclesisticas. No hay una sola librera en toda la ciudad; la coleccin ms grande delibros en venta se encuentra en medio de la cuchillera y ferretera de un almacn.No pude conseguir el Don Quijote en Santiago, a pesar de ser popular14-, pocosaos despus, en 1837, el espaol Santos Tornero inaugura la primera librera enValparaso15, ampliada con la implementacin de una red de locales en distintasciudades chilenas, por supuesto, Santiago en primer lugar. Este negocio se vincula

    Leyendo con Carmen Arriagada

    14 Noticias, editado en la Revista Chilena de Historia y Geografa, t. XXXVII, 1921, pp. 452-55.

    15 Vase para ms informacin Martnez Baeza, Sergio, El libro en Chile, Santiago, Biblioteca Nacional, 1982. Lacita proviene de Pelez y Tapia, Jos, Historia de El Mercurio, Santiago de Chile, El Mercurio, 1927, p. 122.

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    con el trabajo de edicin, que emprende al tomar a su cargo la imprenta y lapublicacin del Mercurio de Valparaso, intensificando la actividad iniciada por losanteriores propietarios desde 1833, que abasteca sobre todo de almanaques, librosde oraciones, de magia, de juegos, etc. Poco a poco la presencia del libro se vuelvems habitual, va aumentando paulatinamente la posesin individual en algunossectores ilustrados y con poder adquisitivo, as como el tamao de las bibliotecasparticulares, cuya descripcin ingresa en novelas y autobiografas.

    El epistolario, y el comentario sobre libros entre Carmen Arriagada y Rugendasse inscriben en los aos del magisterio de Andrs Bello y de su actividad comopromotor y crtico literario en El Araucano, donde incluye textos y comentarios sobreautores europeos, espaoles e hispanoamericanos, entre los que enumero slo aalgunos Chateaubriand, Lamartine, Byron, Michelet, Dickens, Victor Hugo, Saint-Beuve- y de la irrupcin del romanticismo en la dcada del cuarenta, con el avancede los jvenes escritores chilenos Sanfuentes, Jotabeche, Lastarria...- y de losargentinos exiliados, quienes se expresan a travs de El Mercurio de Valparaso, Elsemanario de Santiago y la Revista de Valparaso. Carmen da datos sobre la lectura delprimero, pues comenta admirada el primer artculo de Sarmiento sobre la batalla deChacabuco, publicado en ese peridico el 11 de febrero de 1841, a quien considera elmejor escritor en el pas, opinin que corrobora al leer Recuerdos de provincia,destacando el acertado retrato del amigo de ambos, Domingo de Oro.

    Si bien se mueve en un mbito provinciano con visitas muy retaceadas por sumarido a Valparaso y Santiago, sus amigos participan activamente en el mediointelectual capitalino, en el cual las discusiones por la circulacin y los usos del libroson un tema que cobra cada vez ms importancia. La introduccin en la prensa defolletines junto a la de poemas, cuentos o artculos de costumbres posibilita laampliacin y diversificacin del lectorado, no limitado ya slo al libro. Al proponersecomo prctica habitual y moderna - lectura individual e intensiva, avidez denovedades-, con esa oferta ms diversificada brinda tambin un nuevo espacio a laproduccin nacional.

    No mucho ms tarde se suma el aumento en la edicin. En un artculo el Mercuriode julio de 1841 anuncia la venta por suscripcin de libros de inminente publicacin,como un modo de hacer frente a la competencia extranjera. En los considerandossobre esta decisin de la empresa, luego de sealar una indigencia apenas atenuadapor el comercio de novelas (Cualquiera que haya tenido ocasin de viajar por lasdiversas ciudades y villas de las provincias, habr observado ... la escasez de librosy su poca circulacin, limitada a un reducido crculo de jvenes; no careciendo lasnovelas entre los pocos libros que se hacen notar, de un alto y casi exclusivopredominio ... ), advierte sobre los estrechos vnculos entre la lectura seria tantopara el desarrollo de la economa nacional como para la formacin de una opinincompetente sobre los asuntos pblicos. Desde 1843, con la edicin de las poesas deZorrilla, se pone en marcha una produccin organizada preferentemente en

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    bibliotecas: entre ellas la Biblioteca de Educacin (con textos destinados a laescuela), la Biblioteca de Legislacin (incluye obras de Lastarria, Bello y Alberdi), laBiblioteca de Poesa (Byron, Espronceda, etc.) o la Biblioteca de Novelas (Sue, G.Gmez de Avellaneda, Dumas, Souli, Alberto Blest Gana, Alarcn, Feuillet, etc.).Esta ltima se vale del recurso corriente de llevar al libro lo publicado antes en losfolletines. Ya para 1863 la Biblioteca de Amena Lectura escoge autores famosos ynuevos para el pblico chileno.

    Al promediar el siglo estamos entonces ante una ampliacin del pblico lector,que involucra paulatinamente a otros sectores sociales, como puede verse tambinen las novelas hispanoamericanas de esos aos. Podramos designar el fenmenocomo un primer momento de la revolucin del lectorado en las nuevas repblicas.

    Seguramente esta revolucin se ligaba estrechamente a los cambios vividos conla revolucin de independencia y las nuevas ideas introducidas, cuyos efectos sobreconductas y sentimientos e ideas de la mujer, y sobre la mujer, tuvieron una relevanciapronto respaldada por las transformaciones en las concepciones del yo y de lasensibilidad, provenientes de esas lecturas romnticas con las que Carmen Arriagadacomulga, y que gravitan en la afirmacin de s, de las singularidades de susubjetividad, tanto como en la autorreflexin y en los modos de expresar susemociones, y quizs sobre todo sus deseos y su pasin, ajena al prototipo de mujerdomstica valorado te deseo con delirio y casi grito tu querido nombre, dice en1837 (p. 89) entre otras muchas ocasiones.

    Este es el contexto en el que Carmen se define como una lectora ilustrada ymoderna, representante de un momento de enciclopedizacin de la cultura, atenta noslo a las humanidades sino tambin a los avances de la ciencia y la tecnologa,perceptibles en la vida cotidiana: se saca dos muelas con ter y le promete a Rugendasenviarle su retrato en daguerrotipo, amn de discutir las concepciones de Leibnitz olas de la frenologa de Gall.

    Nunca menciona la lectura de libros muy vendidos por entonces: los tiles parael hogar y los piadosos, no se hace cargo de cualidades patriarcales de la mujervirtuosa, como tampoco se muestra muy devota -va a misa ms bien por hbito.Recibi instruccin en Santiago; pero si lo fue por las monjas no evidencia huellasdel privilegio de una educacin religiosa, salvo por la mencin ocasional a SantaTeresa. Su religiosidad aparece muy ligada a perspectivas romnticas y a la pulsinde muerte entraablemente ligada al deseo; en varias cartas expone sus dudas sobrela inmortalidad del alma, a travs de reflexiones que van creciendo con el paso deltiempo.

    Atiende y comenta cuestiones morales sobre lo que lee, pero sus juicios se fundangeneralmente en valoraciones literarias. Le interesa la poltica, opina con solvencia,siendo en general muy crtica, especialmente de la guerra contra la Confederacinperuano-boliviana. Examina y emite juicios no slo sobre la situacin chilena, y sobrelos chilenos, siempre con desconfianza ante la ciega devocin por la patria (los

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    enjuagues de la poltica la vuelven cada vez ms escptica), sino tambin sobre lascoyunturas de distintos pases hispanoamericanos y europeos. Es, en trminos de lapoca, una pipiola una liberal- muy crtica, de los presidentes Portales, Prieto, Bulnes,as como del gobierno de Rosas. Se expresa contra las potencias extranjeras en elbloqueo a Buenos Aires, admira a Napolen y ve con buenos ojos los episodios del48.

    Cuando confiesa su admiracin por Alfieri y aclara que su italiano es biencomprensible nos est hablando tambin de una lectura que descansa en laapropiacin de una lengua ajena. De all que, como es muy frecuente en lostestimonios de la poca, su drama -la obtencin de libros- se alivie con suconocimiento de otros idiomas, al librarla de la dependencia de las traducciones alespaol, mucho menos abundantes, de los autores y temas que la atraen, siempremodernos. Ha estudiado muy bien ingls y francs. Aprende italiano slo para poderleer en ese idioma e intenta, sin xito, el alemn, ayudada solamente por el envo deuna gramtica, regalo de Rugendas.

    Son sus fuentes de informacin sobre la vida social y cultural chilenaespecialmente los amigos y los peridicos, Los Mercurios, como los llama, tambinacceso a la incipiente produccin nacional, sea a las poesas de Jos Joaqun de Mora,a las de Mercedes Marn o de Andrs Bello, y el drama Los amores del poeta de suhijo, Carlos Bello, calibrando siempre las implicaciones estticas e ideolgicas comoocurre con Sociabilidad chilena de Francisco Bilbao aparecida en El Crepsculo enjunio de 1844, que comenta entusiasmada por las ideas libertarias el fondo de lacuestin es tan santo, tan grande y tan justo- ms que por su estilo, tema de las doscartas siguientes donde se indigna ante el ataque de la Revista Catlica y la quema deejemplares.

    Este inters por la prensa se evidencia adems en el relato vehemente de la comprade una imprenta en Talca en 1844 y el proyecto de editar un peridico El Alfa, cuyoprimer nmero es de fines de octubre de ese ao- en el cual espera colaborar contraducciones, dado su conocimiento de idiomas extranjeros, dejando entrever tmidosdeseos de profesionalizacin. Evidencia tambin su apego a la cultura letrada y sureconocimiento del pobre desarrollo de la industria editorial, si bien se puede palparalgunas mejoras: Durante el perodo 1830-1840 -informa Bernardo Subercaseaux16-el nmero de talleres y pequeas imprentas artesanales tuvo un leve aumento. EnSantiago funcionaban a fines de la dcada por lo menos cinco talleres, y en Valparaso,cuatro.. En la dcada de 1840 se dobla el nmero: Hay nueve en cada una de esasciudades, entregadas como antes en su mayora a la impresin de peridicos.

    Susana Zanetti

    16 Subercaseaux, Bernardo, Historia del libro en Chile (Alma y cuerpo), Santiago de Chile, Andrs Bello, 1993,pp. 35 y 69.

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    MUCHAS GRACIAS POR LOS LIBROS!

    Toute lducation des femmes doit tre relative auxhommes. Leur plaire, leur tre utile ou se faire aimeret honorer deux, les lever jeunes, les soignergrands, les conseiler, les consoler, leur rendre la vieagrable et douce: voil les devoirs des femmes detous les temps.

    Rousseau, Emile

    Mientras ella lea de sobremesa un libro en voz alta, l haca dibujos sugeridospor la lectura o caricaturas17. As recuerda a Carmen y Mauricio una empleada delos Gutike. Oblicuamente un cuadro hogareo muy distante del entorno aconsejadopor el leo de Cosme San Martn, de 1879, conservado en el Museo Nacional deBellas Artes de Santiago de Chile, con la fbula de la paz y el calor del hogar: elcomedor de la casa, la reunin familiar, con abuelos, la muchacha casadera embargadapor la lectura en voz alta a cargo de otra, igualmente joven, seguramente la madrede la nia que, en el suelo, concentra todo el inters en su juguete.

    Carmen se autorrepresenta como una mujer muy alejada de este modelo y, porende, de lo esperado en toda esposa, quien hace del hogar su mundo dilecto y de lamaternidad su destino18, dado que la casa y la vida conyugal se le aparecenliteralmente como un yugo. El aburrimiento, el spleen, escribe, son un sino que aveces desea romper de cualquier forma, hasta rebelndose enfrentando el destino(1844, 448).

    No tuvo hijos y slo una vez se duele por eso: nunca busca parecer maternal, selamenta en cambio de la frustracin de sus expectativas y de su creatividadempobrecidas al vivir alejada de los bienes culturales y sociales de la ciudad,Valparaso o Santiago -ansa ver buen teatro, ir a conciertos, conocer la pera.Tampoco registra lecturas compartidas con su marido al excluirlo de todo comentariosobre libros pareciera depositar en stos la materialidad misma de sus afectos. Ellibro y la lectura le interesan por sus valores espirituales, de all que pocas veces sepreocupe por el refinamiento de las ediciones, ni establezca separaciones entre niveles

    Leyendo con Carmen Arriagada

    17 Op. cit., p. 207. Segn el testimonio de Carmen Navarro, empleada de Carmen Arriagada.

    18 Indudablemente estas cartas privadas estn muy alejadas de las estrategias, de distinta ndole y en un amplioespectro ideolgico y esttico, que elaboran intelectuales y escritores/as por estos aos, respecto de la mujerlectora y escritora. Vase al respecto el artculo de Graciela Batticuore Lectoras y letradas: en el espejo de laficcin, incluido en Nora Domnguez y Carmen Perilli, comps., Fbulas del gnero. Sexo y escritura en AmricaLatina, Buenos Aires, Beatriz Viterbo, 1998, pp. 103-115. En p. 110 seala una escenificacin modelizante de lalectura femenina totalmente ajena a Carmen Arriagada: La trillada escena de la lectora acunando al nio fuemetfora comn entre escritoras e intelectuales que mantuvieron diversas posiciones respecto del debate sobre lainstruccin femenina, pero que convergan al explicar en el hijo el para qu de la lectura de la madre.

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    altos y populares de lectura. Aunque desestima la instruccin por s misma y esreacia a aceptar criterios de autoridad (quizs por ello no somete a programacionessus lecturas) busca informarse y en los libros encuentra puertas idneas de ingreso ala comprensin del mundo y de s. Solicita libros de historia, sobre todocontempornea la Historia moderna de Gibbon, por ejemplo-, y lee compendiosde otras disciplinas, entre ellos, de filosofa. Las lecturas son el impulso para sacar ala luz las complejidades de su ser ntimo, estimulando la introspeccin, expresadamuy frecuentemente mediante la espontaneidad y el desborde, marcas que fluyenpersonalizando la escritura de una individualidad inadaptada, sujeta al montonotrajinar cotidiano.

    Menciona y comenta brevemente muchsimos autores, entre ellos, Vigny,Klopstock, Pope, Osian, Ana Radcliff, Toms Moro, Delavigne, Guizot,Chateaubriand, Musset, Paul de Kock, Tocqueville, etc. Se ocupa in extenso delanlisis de otros, especialmente, por supuesto, Victor Hugo y Balzac, as comoHoffmann, Walter Scott o Goethe y Schiller, movida quizs por preferencias deRugendas para los autores alemanes.

    Responde poco al estereotipo de la lectora femenina configurada en muchosrelatos de la poca, que nutre el ocio con lecturas vistas como intrascendentes, puespara nada le atraen slo las novelas, aunque novelistas sean sus autores preferidos Victor Hugo, Dumas y Balzac. Lee de todo, de todo lo que cae en sus manos, si bienla oferta de novelas a veces y al mismo tiempo la sofoquen y la conmuevan: QuiereVd. que le mande las ciento y una novelas? Me ser muy fcil con los comerciantesque empiezan a ir en el mes entrante. Pocas he ledo de ellas y entre esas pocas hayalgunas bien inspidas; pero all est Dumas con su pluma mojada en una tinta msnegra casi como la de V. Hugo, que sabe hacer interesante hasta el crimen mismo;que hace que se disputen el corazn del lector mil sensaciones distintas y fuertescomo las que debieron conmoverlo cuando imaginaba su Antonino ... (1838, 140).No es, por cierto, una lectora afrancesada (en esta cuestin siempre pesan lasposibilidades de acceso), pero es evidente que se desentiende de la literatura espaola,salvo alguna mencin previsible, como la de Cervantes, y la relectura deceptiva delCaldern de su niez, considerada con cierto detenimiento: Me haba dejado desdela niez un recuerdo agradable. An conservaba algunos trozos de sus versos en lamemoria, pero confieso que ahora no me gusta tanto. Hallo mucha repeticin deideas y de versos. Todas sus comedias se parecen y los desenlaces son fros y pocobien trados. He aqu una opinin que quizs no sea justa ..., en todo caso vale msformar alguna, aunque sea errada, que ninguna. (1838, 177)

    Quizs por su adhesin al romanticismo o por influencia de Rugendas, los clsicosparecieran no atraerla, salvo Shakespeare. No los solicita, no se queja de su falta.Slo consigna el inters que despierta en ella Plutarco, cuya lectura ocupa un largoperodo, porque, como acostumbra, alterna los libros que le exigen ms concentraciny mayor trabajo de aprendizaje con otros ms llevaderos.

    Susana Zanetti

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    Welchem Leser ich wnsche? Den unbefangensten, dermich, sich und die Welt vergisst, und in dem Buche nurlebt.19

    Goethe

    Entregada, como Leserwut Carmen devora cartas como devora libros (Los libroshan venido a dar la ltima mano a mi curacin; ya los tengo concluidos, los hedevorado ... , 1840, 255). Lee y relee ambos, son sus tesoros. Libros y cartas sevuelven fetiche, talismn llama a estas ltimas (1839, 208).

    Menciona con frecuencia sus relecturas la evidencian adems las citas-, quedan pie muchas veces al juego amoroso, como ocurre con las Ultimas cartas de JacopoOrtis de Fscolo20, pero siempre prevalece el imperativo de la novedad. No slo elespaciamiento de la comunicacin con Rugendas incide en el alejamiento de la lectura,tambin la falta de libros nuevos: ... leo si tengo algo nuevo, confiesa en 1846(487), cuando acaba de recibir la ansiada obra de Goethe en traduccin francesa.

    Podramos decir que la lectura y el envo de libros sostuvieron y llenaron enbuena medida las imposiciones de silencio, hacindose cargo de corporizar lo quedeba permanecer oculto. La nica carta conservada de Rugendas, escrita desde Punoen Per ya en camino de regreso y con planes de hacerlo culminar en Talca, y en elreencuentro (No dudar Ud. que invocar mis estrellas para que protejan mi vueltaal puerto, a mi destino, a la residencia de la ms tierna amistad), busca calmar elreclamo por su ausencia repitiendo su modo de paliarla con el envo de libros parasu distraccin21. Reproches y culpas que seguramente connotan los relatos deCarmen sobre su lectura a solas, a veces durante todo el da, tirada en la cama, en unabandono en el que intenta transferir el amoroso deseado, que a veces hace trastabillarlos sobreentendidos epistolares. Esa entrega narrada con frecuencia es testimoniopor cierto de situaciones de lectura pero, al mismo tiempo, no deja de indicar elabandono sufrido por el alejamiento del amado y el deseo de abandonarse al amornegado, colocando en la insistencia el carcter revulsivo, peligroso, para el ordenmasculino que la carta de amor alcanza muchas veces en la escritura femenina.

    Un ejemplo de estos subterfugios y de estas tensiones puede ser la carta de 1839donde confa a Rugendas que guarda para leer juntos Peregrinacin de una pariade Flora Tristn, prstamo de su amigo y admirador, el general Blanco Encalada. Ellibro haba aparecido en Pars a comienzos de 1838, en dos volmenes, pero en

    Leyendo con Carmen Arriagada

    19 Qu lector deseo? al sin prejuicios, que a m, a s mismo y al mundo olvida, y slo en el libro vive. Latraduccin es ma.

    20 Leo y releo las cartas de Jacobo, creo tenerte a mi lado y hallo tanta semejanza entre ti y aquel fogoso italianoque lo quiero de veras ... (1837, 67). Vuelve al tema unos meses ms tarde: He ledo hoy a Jacobo. Siempre estalectura me encanta .... Carta de Talca, 11 de julio de 1837, op. cit., p. 91.

    21 Tomo las citas del libro de Toms Lago citado, p. 144.

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    Amrica no era fcil hacerse de ejemplares, dado que los pocos llegados a Arequipa,donde Flora Tristn vivi por dos aos (1833-34) con la poderosa familia paterna,fueron quemados en la plaza pblica, en razn de la dura crtica a la aristocracia, alatraso y al fanatismo peruanos.

    No era un libro ms, inocente, sino un texto con el que poda identificarse por lasdesventuras matrimoniales (que ocuparon la plana de la prensa con el ruidoso juicioen el cual su marido, que le haba disparado un tiro en 1838, la acusa de adulterio22),las reflexiones sobre el sometimiento de la mujer y por una sensibilidad alimentadapor similar universo de lecturas propiciadoras de la unin de las almas, comoevidencia este fragmento: Cuando M. Miota se senta bien escribe Flora Tristn-vena a leer a mi camarote los autores de la escuela a que perteneca: Voltaire, Byron...M. David me lea el Viaje del joven Anacharsis, Chateaubriand o las fbulas de LaFontaine. M. Chabri y yo leamos Lamartine, Vctor Hugo, Walter Scott y sobretodo Bernardino de Saint-Pierre23. Una lectura poltica separaba sin embargo lasaguas, dejando aflorar otras frustraciones seguramente ante un destino cerrado aesas actividades de Flora Tristn -conocida adems por la sociedad chilena, a raz dela escala en Valparaso cuando iba rumbo a Arequipa- que ocupaban las noticias dela prensa.

    La intensa lectura solitaria de Carmen se extiende, en ocasiones, a las compartidasen sus tertulias. En el comedor de su casa, adornado por los retratos de Rugendas,Walter Scott y Byron, se renen por las noches sus amigos, casi todos masculinos,entre ellos algunos escritores e intelectuales importantes: los Gana, los Donoso, elmdico Mller, Vicente Prez Rosales, Domingo de Oro, etc. Si bien quiebran lamonotona estos encuentros no terminan de satisfacerla, pues las conversacionessuelen moverse alrededor de intereses estrechos o a lecturas limitadas por eldesconocimiento de idiomas de los contertulios.

    LA COMUNIN DE LAS ALMAS

    Por qu preferimos a cualquier otro relato el deun amor imposible?

    Denis de Rougemont

    Carmen y Mauricio se vieron solamente 8 veces y por cortos perodos, una, tres,cuatro semanas a lo sumo: Tanto tiempo hace que la voz de tu amor no llega a misodos (1839, 205). La queja ir acentundose cuando ya Rugendas ha regresado aEuropa hasta parecerle un sueo los aos de separacin. El vnculo se sustenta sobre

    Susana Zanetti

    22 Vanse, entre otros, Baelan, Jean, Flora Tristn: feminismo y socialismo en el siglo XIX, Madrid, Taurus, 1974.

    23 Peregrinaciones de una paria, La Habana, Casa de las Amricas, 1984, p. 71.

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    todo por las cartas, donde las afinidades electivas hallan soporte en un slido pactode lectura y escritura. Cartas que registran los momentos, los das en que escribe,cuando su marido duerme o cuando no est. En una primera etapa el intercambio essemanal, y aun ms frecuente; pero cuando Rugendas se radica nuevamente enEuropa, el ritmo se hace mensual y hasta anual, compaginndose mal por problemasde correo.

    Intercambian dos tipos de cartas. Un primer tipo son las cartas amistosas, contratamiento de usted, firmadas casi siempre por C. de Gutike, que deben sortear elhostigamiento y la censura del marido Gutike leer todas sus cartas quizs leadvierte ya en la segunda (1836, 26).

    Estas cartas son el espacio privilegiado del comentario sobre libros. Libros ylecturas le brindan la posibilidad de engarzar la expresin de los sentimientoscallados. La interpretan y hablan a menudo por ella: Me cae a la mano un trozo quepinta exactamente mi estado de nimo. (1837, 113), o bien ser Victor Hugo, elpoeta del siglo, el que ha hecho el estudio del corazn del hombre, el encargadode decir la pasin que no acierta describir (1839, 224 y 221). Libros y lecturas abrenatajos al amor con sobreentendidos que, ms tarde, cuando se atempere en el afectoamistoso sostendrn el lazo de fraternal delicia que convierten a Rugendas deprivilegiado en el nico corresponsal de Carmen.

    Podramos pensar que el comienzo del romanticismo hispanoamericano auspicia,con la lectura de Echeverra, el inicio del romance, dado que al referirse al primerenvo de libros, dice: Aunque los consuelos no sern ya de su gusto, creo que meagradar; mi situacin no deja de necesitarlos!. Y enseguida viene la muletilla: Milgracias por los libros!.

    Se trata de una recepcin bastante rpida, dado que el libro de Echeverra, Losconsuelos, de xito en Buenos Aires, aparece avanzado 1834 y la carta es de comienzosdel 36, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad de las comunicaciones24. Mstarde su lectura de una obra anterior de Echeverra, Elvira o la novia del Plata (1832),confirma el juicio sobre Los consuelos, y seguramente decepciona a Rugendas,admirador del poeta: La amistad tiene algo de potico. Hablemos de poesas. Taninspida e incompleta como me parece La novia del Plata, la he vuelto a leer ysiento que en ella hay rasgos que descubren ser del autor de los Consuelos ...(1839,194).

    Escandidas al cansino comps de la cotidianidad pueblerina y domstica -Porac nosotros vivimos como fuera del mundo (1837, 102)-, las visitas, las tertulias

    Leyendo con Carmen Arriagada

    24 Los consuelos es el primer libro de poesa de un argentino editado en el pas. Jorge B. Rivera anota y comentalas preocupaciones sobre el aspecto material del volumen valindose de una carta de Juan Mara Gutirrez a PoTedn: . .. tendr el mismo aspecto que los que se publican en Pars, con lo que sealaba un apreciable adelantogrfico o quiz la ingenua vanagloria de imitar los gneros de Pars . En El escritor y la industria cultural,Buenos Aires, Atuel, 1998, p. 14.

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    nocturnas, los pocos amigos y las muchas enfermedades, la espordica funcin deteatro son su grano menudo: ancdotas y episodios casi como excusa para que puedaexplayarse la confesin insistente de la soledad confluyendo con el discurso amorosode la ausencia. Hacia el final, cuando ya Rugendas se ha reinstalado en Europa y antela desazn por su reiterado silencio, la continua demanda de visita deriva en paliarel abandono, alentando la esperanza del reencuentro y el reinicio, atravesado, comoen otras cartas, por sueos nefastos y por fantasas de muerte.

    La confidencia deriva a transmitir al amado al amigo en estas cartas legibles-los modos en que lee y las motivaciones que dirigen sus lecturas. Lee varios libros ala vez, segn su humor, su salud o su capacidad de concentracin; siempre expresasus intenciones de emprender lecturas cuidadosas, que aseguren un buen aprendizajeo procuren la memorizacin especialmente de poemas. Le gusta la poesa (siguecon atencin la obra de la chilena Mercedes Marn, celebra el Canto a Chateaubriandde Branger, admira a Vigny, etc.) y suele copiarla respondiendo a un pedido o porquedice sus sentimientos, apoyada en reflexiones siempre envueltas en un halo deintimidad y en los movimientos rpidos, a menudo de encontrados cambios dehumor, de un haz de experiencias menudas que se proyectan, se disparan alpensamiento sobre s y la vida social, caractersticos de su estilo: Cree Vd. que es dela monotona de la vida, de la falta de sociedad que yo me canso; no, es de la miseria,de la pequeez, de la nada, en fin, que yo me fastidio, y para eso, mi buen amigo, nohay pararrayo; en lugar de esperanza, paciencia. El cambio del horizonte celeste ypoltico de nebuloso en despejado, la proximidad del verano, qu son todas esascosas? Yo quiero decir con Lamartine Quemporte le soleil, je nattends rien des jours. Lafortuna en sus diferentes cambios nos olvidar como a muchos ...(1838, 143).

    Constituye sin dudas Carmen Arriagada un ejemplo de lectora romntica quehalla en la lectura consuelo y desahogo para exorcizar los ngeles azules, como sueledecir. La emocin, postulada como correcta recepcin de los textos, y modelizada enbuena medida por ellos, impregna las ideas sobre su subjetividad, sobre el mundo ylos hombres. Lee con pasin, compenetrndose con las historias narradas(identificndose a veces con las femeninas) y con las novedades de su tratamiento,como en este comentario: Ah! Mil gracias por Notre-Dame: qu hermosa, qudescripciones y qu cabeza de autor; l marcha por un sendero no trillado. Todo loque otros se apuran en pintar la belleza y la virtud, l se afana en ofrecernos laimagen de lo sublime en lo feo y en lo malo la ceguedad en el querer-. Dios mo! Alo menos una docena de personas y ningn rasgo de virtud en ellas! No puede negarseque la idea es extravagante desde el principio hasta el fin pero tiene mil bellezas; ysobre todo las descripciones son tan buenas que uno cree hallarse en el lugar y verlos personajes y hechos que se citan. Yo qued por muchos das viendo delante dem la creatura bella di bianco vestita y la horrible figura de Quasimodo. La cuna de laReclusa me enferm casi ... 1837, 90). Las metforas del ardor suelen invadirsentimientos y lecturas: Ojal le fuera posible prestarme aunque sea por dos das la

    Susana Zanetti

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    Notre Dame je brle de deseos de leerla. (1837, 85.). La electriza un libro de Hugoy se dice embebida por otro de Dumas-, pero este apasionamiento no turba susopiniones sobre las ideas de una obra o sobre su factura literaria: Confesar, sinembargo, que hay algo en el estilo que choca. Quisiera uno en tales escenas ver unlenguaje algo ms decoroso, pero l hace hablar a sus personajes el estilo del siglo enque vivieron, y as debe ser. Esta es la ventaja que encuentro en Dumas; l retrataescenas de nuestros tiempos, su lenguaje es el nuestro ... En fin, es nuestra sociedad,nuestras costumbres, con toda su civilizacin y sus vicios, y debe irritar o enternecerms, porque cada uno est viendo quizs el retrato de su corazn ... As, para lodramtico, prefiero a Dumas. (1839, 224).

    Cartas pautadas tambin por el doloroso vaivn de las enfermedades: Carmensufre entre otras dolencias ataques histricos (as los llama y en ocasiones los describe),definicin mdica pronta a encarrilar en la enfermedad y la promesa de cura lasfrustraciones y las represiones de deseos y emociones, cuyo desorden haba quecontrolar, domesticar, sujetar, en esos otros rebeldes diferentes: mujeres, nios,sectores populares, etc.- a las hegemonas socialmente admitidas...25

    Pero casi siempre la lectura consigue atemperar los efectos de la soledad y de lafalta de salud promoviendo la introspeccin, con frecuencia confundida con laspercepciones del paisaje: Durante que yo escribo, la Luna da de lleno en el cuarto... Son las 10, y el silencio de la noche aumenta la melancola que me inspira siempreuna noche apacible de Luna, su suave luz parece que afloja todos los resortes de mialma; ni un pensamiento que no sea tierno y melanclico, ni una idea que no tiendaa las afecciones del corazn! (1836, 32).

    Las lecturas afianzan sistemas de valores compartidos en una suerte de comuninde las almas que en buena medida pone entre parntesis los desniveles de capitalcultural, de condiciones y experiencias de vida. Los comentarios de libros enmarcanlos conflictos domsticos, la precariedad econmica del matrimonio Gutike, dndonossobre todo los intereses de Carmen, en poltica, educacin, en cuestiones sociales,etc., as como la frustracin insalvable: Ud. sabe que las mujeres no tenemos voluntadpropia (1838, 123). La experiencia de la sujecin a un matrimonio desdichado gravitaen sus reclamos de libertad y en sus ideas sobre la emancipacin de la mujer, visibleen algunas preferencias literarias como George Sand, o en comentarios, entre otros

    Leyendo con Carmen Arriagada

    25 Lo cierto es que esta correspondencia proporciona datos muy interesantes acerca de la salubridad de la poca,sobre epidemias, sobre la farmacopea y sobre distancias sociales muy diferentes a las actuales respecto deltratamiento de la privacidad y la intimidad de lo corporal, como en este fragmento: Su carta, mi querido amigo,por ms de un artculo es interesante; no podr Vd. decir otro tanto de la ma; nada hay que contar ni qu decir deeste triste lugar ni de sus ms tristes habitantes: Vd. se conformar con que yo le diga que he pasado algunos dasmuy desagradables; que he tenido que recurrir a los baos calientes, sanguijuelas y casticos, pero que ya pas latormenta y me siento mejor, aunque algo dbil, porque en cuatro das seguidos me ba, me purgu, me sanguijuely me causteric; y con tal cadena aun una mquina mejor constituida habra debilitdose; cuanto ms la muyenclenque ma. (1841, 305).

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    ejemplos, sobre el libro de Keratri26: Yo habra tambin marcado los pasajes en queVd. lo ha hecho. Hay, sin embargo, algo en que yo no convengo con Keratri, es esalnea que nos fija y nos prohbe pasar, bajo la pena de apartarnos del objeto con quenos form la naturaleza y hacernos as chocantes y ridculas. Pobres mujeres! ... esuna lstima que limiten tanto a un sexo que posee, como el otro, talento, ingenio yms finura y sensibilidad. (1836, 50). Acepta sin embargo, y parece haberreflexionado sobre ello, la necesidad de tomar recaudos ante las estrategias posiblespara avanzar en la demanda de los derechos femeninos en un medio hostil, cuestinque comenta al pasar cuando se ocupa de la condena a Francisco Bilbao por suSociabilidad chilena: Lo que no me gusta es que haya tomado el nombre de Sand.No hace simpatas todava por esta clase de reformas, y los hombres se irritan solocon la idea de que una mujer le dispute su ms caro derecho, el de tiranizar a lamujer!! (1844, 451)27. Tambin cuando Rugendas le cuenta su visita en Pars a EugenioSue deja ver que la valoracin de la mujer en este autor pesa en buena medida en suapasionamiento por El judo errante: unico escritor que ha reconocido en la mujerla dignidad y prerrogativas con que Dios quiso favorecerla! (1847, 492). Hacindosecargo del reclamo constante de educacin propio del feminismo del XIX,responsabiliza el atraso de ella en Talca al intendente, cuya renuncia pide en su unicoartculo (firmado El Imparcial) aparecido en la seccin Correspondencia de ElMercurio el 17 de setiembre de 1847.

    LAS CARTAS SECRETAS

    ... croce, croce e delizia,croce e delizia,delizia al cor ...

    Verdi, La Traviata

    El segundo tipo son las cartas amorosas, pautadas por el vaivn de espera yrecuerdo, en suma, por la exaltacin de la ausencia. Son cartas secretas, escritas ahurtadillas, signadas por la amenaza y el acecho, el sobresalto -pero tambin por elgoce de decir la pasin, por su nica finalidad, escribir en amante (1837, 113).

    La retrica y los mitos del amor romntico, incorporados al comps de la lectura

    Susana Zanetti

    26 Keratri, Auguste, Examen philosophique des considrations sur le sentiment du sublime et du beau, dans lesrapports des caractres, des tempraments, des sexes, (des climats) et des religion, dEmmanuel Kant, Pars,Firmin Didot, 1823.

    27 Vanse al respecto las consideraciones de Andy Daitsman en Prosiguiendo sucesivamente sin interrupcin, elorden numrico Escritor y sociedad en Talca hacia el siglo XX en Universum, N 14, Universidad de Talca, 1999,pp. 43-63.

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    prcticamente simultnea a las cartas, surgen incontenibles: el sortilegio del amor,que funde el lazo inefable y el anhelo violento en una pasin que me ennoblece,pura y eterna, vivida en el sufrimiento dichoso, y como revelacin de m misma.

    El amor como valor supremo, con la densidad simblica del amor imposible queroza el adulterio. Y entonces lo oculto deviene resguardo celoso de lo ntimo, delflujo ingobernable de expresar toda la gama de las tpicas del amor, reiterndolas,exacerbndolas hasta desbordar sin freno invadiendo las controladas cartas legibles: Siento al querido amigo, al hermano, con la misma vehemencia que otras sentiran alamante (1844, 449. La bastardilla es ma). La confidencia amorosa se arrincona enlos recodos brindados por el intercambio de lecturas; deriva a la cita del libro recinledoporque me expresa-, en el que se subrayan los mismos prrafos, afianzando lacomunin de las almas, como hemos visto en los ejemplos de pginas anteriores.

    Escudada siempre en esa ardiente amistad, desde el comienzo se duele de ladiscontinuidad del vnculo sometido a la precariedad y la inseguridad de los correoshasta someterse a escribir a la ventura de una correspondencia como lanzada alviento, sin saber si llegar a un destinatario tan a la distancia, que ni comparte ya elmismo cielo. En una carta temprana, ante el posible regreso de Rugendas a Europa,donde se mezcla el placer por los celos del pintor y la angustia por los propios, eltema de las estrellas introduce el reproche, el chantaje velado por la constanteausencia: Yo tambin he mirado las Estrellas ... pero recordrmelas t, y que ellasme recuerden a mi M., me ha hecho reconciliarme con ellas, con los hombres yconmigo misma: pero t no las vers en el otro hemisferio, y quieres remplazarlaspor el Orin; bien, que todas las noches se renan all nuestras miradas y nuestrospensamientos; ellas nos mirarn llorar, amantes, nuestra forzosa separacin. (1837,103)

    Aunque muere del deseo de escribir(te), sabe que, irremediablemente, la cartano reemplaza a la voz, por ms que la bese o la escriba frente a su retrato: siempre elalejamiento y la partida dejar a Carmen con la miel en los labios. Necesito de tupecho p reposar mi atormentada cabeza, que tu mano estreche la ma y que tu bocame deje or palabras de amor y consuelo ... ven a hacerme vivir, a hacerme feliz contu presencia. (1838, 206). Si sus cartas hablan de un cuerpo que se abandona, que seentrega a la lectura para ser penetrado y fundirse con ella, los libros parecieran enrealidad valer como Ersatz del cuerpo ausente: no cesar de reclamar esa falta, aveces con una vehemencia que no se atreven a encarar las novelas hispanoamericanasdel XIX.

    El amor romntico, que hace del conflicto motivacin para intensificar un fuegoamoroso que enciende las almas ms que los cuerpos, protegidos por el pudor o ladistancia, alienta las subjetividades de nuestra historia, que hallan en idealesespirituales e intelectuales modos de atemperar la unin fsica negada. Si el deseofrustrado se atrinchera en los celos a travs del reproche, sin embargo, como en lasms famosas sagas amorosas, estamos ante un lazo que no se consume porque no se

    Leyendo con Carmen Arriagada

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    consuma, ms all de los impedimentos reales: Carmen se siente como nueva Isoldaante la espada que inexplicablemente Tristn coloca entre su cuerpo y el de ella(quisiera tenerte ahora a mi lado, en mis brazos, no a mis pies como t dices. 1838,155). Por lo que entrevemos en las cartas secretas, solo hubo besos y abrazos, pero larelacin fue eminentemente espiritual, en parte por la culpa y la presin social ymoral del medio, y en parte por la actitud reticente de Rugendas.

    Las citas de lo ledo son nuevamente sus aliadas porque toman su voz, seaacudiendo a versos de Moreto (Qu largas son las horas del deseo! 1839, 183), seapara exacerbar la ausencia en la identificacin con el condenado a muerte de VictorHugo: Con que cario miraba el desdichado aun la insignificante flor amarilla quese mova con el viento en la ventana donde oa l su sentencia! S, penosa idea porcierto! El aire, el sol, las flores, ya no sern para m! ... Triste necesidad, cruel obligacinde separarnos de todo los objetos que no fueron caros ... (1838, 234).

    En 1841 imagina el amor consumado mientras vive en medio de los tormentosde un amor incompleto (1841, 319), cuando este tipo de cartas se espacian yseguramente ya algo sabe del propsito de Rugendas de casarse con Clara AlvarezCondarco, mucho ms joven que l y su alumna de dibujo en Valparaso, donde porentonces vive. Y aqu tambin el uso de la lectura da pie a la indirecta, irnica en estecaso, en el que, adems, da cuenta Carmen de su apreciacin y de la recepcin delrealismo en Chile: Me ocupo en leer todo el da y de noche me duermo temprano...Amigo mo, es casi un sarcasmo de enviar novelas de amoros a quien ha pasado esacorta estacin de la vida y que adems est justamente desilusionada! En fin, Balzac!Ese nos pone a la vista los hombres y mujeres como son ellos; desencanta, es cierto,pero hay en todo l un fondo de verdad que asusta y que uno confiesa a su pesar.(1843, 391)

    Haba aguardado el envo de obras de Balzac desde 1839, cuando estaba leyendoa Hoffmann, en prstamo de Rugendas y seguramente admirado por l. Pocos mesesdespus, el 11 de febrero de 1840, estampa segura su juicio: Pa. mi primera cartaguardo expresar mi juicio sobre Balzac que creo infinitamente superior a Vtro.compatriota Hofman (sic). Creo que Vd. quedar contento cuando le diga que Hugo,Dumas y Balzac son mis autores favoritos y que ste me ha causado tanto placer enproporcin como los otros. El 15 de febrero vuelve a Balzac, cuando ha concluidoel Pre Goriot cuenta su disgusto por la degradacin de las figuras paterna yfemeninas. Del mismo modo, en una de las ltimas cartas, lo ledo le sirve parareiterar, sin tapujos, la herida y el error del engaoso amor de Rugendas por Clara:... sta es la femme la mode; ... quiere ser la Lelia de G. Sand. Pobre Moro! Qualucinacin padeci! (1850, 528).

    Carmen no renunci, resisti tenazmente a la ruptura mediante la delicadaoperacin de proponerse bajo otras formas del afecto -amiga y hermana- hasta otorgara Rugendas no slo el rol de padre sino tambin feminizndolo en el de madre, atravs del juego aniado. De ah en ms desaparecen las cartas secretas.

    Susana Zanetti

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    AVATARES DE LA CORRESPONDENCIA

    sola domo maeret vacua, stratisque relictusIncubat. Illum absens absentem auditque videtque.

    Virgilio, Eneida

    La figura de la espera se disea constantemente a travs de ese aliado difcil, de esecmplice reticiente y caprichoso que es el correo. La correspondencia hace de l todoun tema, sujeto a las peripecias amorosas. Carmen aguarda su llegada para saber sihay carta, para disponer la complicada entrega en la oficina postal, tanto comoconcluye la propia urgida por la partida del correo. Ambos enamorados aprovechanlos viajes de amigos o conocidos para la entrega en mano, valindose deintermediarios, en una red que incluye al marido y aun al cura, convirtiendo a estahistoria en un documento ms que interesante sobre la comunicacin en la primeramitad del siglo XIX.

    Los problemas no acaban all sino que se entretejen con la cuestin de los nombres.Las cartas secretas hacen del mimo a travs de los apodos uno de sus aspectos msatractivos y con implicaciones varias. Carmen llama habitualmente, tambin en lascartas amistosas, Moro a Rugendas seguramente a partir de Mauricio y Mauro,Moritz en alemn-, pero se agregan a este apelativo los apodos Indio y aun Arabe: elfuego de la pasin abierto a otro, en otro lugar y otra cultura, en un universoimaginario, ajeno al propio, seguramente modelado por lecturas romnticas. Ellaser Carmela, Tu China.

    Desde otro ngulo, deben tambin mimar (imitar, hacerse pasar por) sus propiosnombres para burlar las interferencias: ... en tu prxima dime el nombre de tuhermano y el apellido de tu madre y te dirigir mis cartas directamente a B.A. conese nombre; t bien puedes dirigirlas a Espinosa bajo los nombres prevenidos. Perono me escribas con tu criado, no, no pongamos a muchos en nuestro secreto. (1837,74-75). Santos Gutirrez, Matas Zumarn, Ceferino Lagos -los supuestosdestinatarios- van rotando en cuanto pierden eficacia, comprometindose a vecesen pequeas aventuras novelescas como sucede con el primero mencionado: Elotro da estaba ocupado el ayudante de polica en buscar una persona Gutirrez pquien vena una carta porque pareca sospechoso ese nombre y quera saber si existaen Talca tal persona.(1839, 243) Tales triquiuelas estrechan la complicidad propiade los enamorados: con las connivencias que traman las lecturas, entrelazando estoscdigos secretos que, simblicamente, son otro modo de decir nosotros, ese nosotrosque cobra fuerza cuando se musita, cuando se entrega en la entrepenumbra de loapenas audible.

    Cambiar de nombre, cuidarse de los criados, resolver el modo de retirar las cartas,hasta disimular la letra, son el marco de los resguardos a la vulnerabilidad de lacarta, siendo, al mismo tiempo, modos de nutrirla con la exaltacin del desasosiego

    Leyendo con Carmen Arriagada

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    de la espera, de la escritura y de la lectura que gana intensidad con la imaginera delo prohibido. El intercambio epistolar se nutre con las fbulas intensas de la aventuranovelesca romntica. La constelacin del riesgo otorga densidad al discurso amorosohasta convertirse en una figura que amarra muchos de los tpicos que le son propios,intensificando los avatares generados por la distancia, por los celos, por los conflictossurgidos entre la demanda escrbeme cartas largas, largas ...- , la culpa y lasimposiciones sociales, que pueden culminar en la eleccin del silencio : No meescribas ms.(1839, 222).

    Los subterfugios, el engao, son tcticas de esa dialctica del obstculo28, queen la monotona de la frustracin introducen los recintos ntimos de las lecturas y lascartas como espacios de la libertad, del sentimiento. A contrapelo de la obligacinde vigilarse, Carmen Arriagada insiste en darse tal cual es (dice ser), en una afirmacinde su subjetividad encarnada en un estilo libre de normativas, dentro de losparadigmas del romanticismo en el que se siente involucrada y al que consideramucho ms que un movimiento literario, sino un modo de entender el mundo: Lapedante soy yo, pues que me entrometo en cosas que no comprendo, porque no snada ni de romanticismo ni de clasicismo. Yo me he formado una idea de ambos ami modo, as como me la he formado de los hombres y del mundo, porque es precisoque Ud. sepa que yo vivo en un mundo ideal y por eso soy partidaria delromanticismo. (1838, 175).

    La confidencia se vuelca en la espontaneidad o el desorden de la escritura comoprueba de amor, en el marco del cdigo amoroso romntico, as como promueve suspercepciones del paisaje. El desborde es para Carmen pauta de sinceridad, como lo esla fe en la lengua propia, chilena, afincada en lo coloquial, que constituyen los mejoresmomentos de su escritura. Si se declara incapaz de disimulo (1836, 40) y de unafranqueza que le impide romper lo escrito cuando se arrepiente en general enmomentos de angustia y enfermedades-, en realidad hace de esta incontencin unade sus estrategias del reclamo. Ya en la primera carta dice escribir segn irrumpenlas ideas en su cabeza, se vuelve charlona y paporreta, habla a rozo y bellozo,disculpndose frente a la elocuencia de Rugendas (cuyas faltas de ortografa ladivierten) para, en el fondo, sostener sin empacho su estilo auxiliada por el prestigiode aquellos a quienes ha ledo: ... escrbame Vd. largas cartas, dgame todo, todo; loms insignificante a m me interesar ... Yo dir con Pope. El arte de escribir, don delos Cielos, y agregar, el arte de escribir largas cartas. Mire Vd., yo no me correspondocon nadie. Est bien dicho? No; pero es mi idioma a m.(1838, 164).

    El tema le preocupa, no slo procura remediar sus presuntas carencias29, sino

    Susana Zanetti

    28 Denis de Rougemont, Denis de, El amor y occidente, 3 ed., Numancia-Barcelona, Kairs, 1984, p. 222.

    29 En 1841 (317) expresa: Por ahora me ocupo de leer un tratado de Ortologa y prosodia de la lengua castellana,por Secilia ... El tema de su falta de estilo se reitera una y otra vez.

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    Leyendo con Carmen Arriagada

    que le interesa en cuanto a la comunicacin social, como cuando explicita su disidenciacon la reforma de la ortografa implementada en Chile en 1844, que desatiende, segnsu juicio, el uso compartido del castellano con los distintos pases hispanoamericanosy Espaa.

    Carmen tena una situacin econmica precaria a consecuencia de la inestabilidadeconmica del marido, sin embargo nunca habla del precio de los libros; el problemaera conseguirlos. No posee una biblioteca, cuenta a lo largo del epistolario como vainstalando algunos estantes para libros. Algunos pertenecan a los contertulios delas veladas de su casa en Talca, pero la gran mayora venan de Rugendas, suyos ode sus amigos, prestados o respondiendo a los numerosos y cmicos, para el lectorcontemporneo, pedidos de Carmen, que no solamente le encargaba libros sinotambin cintas, rap, pomada para callos o sanguijuelas. Rugendas sabe ser prdigocon la caricia simblica del regalo: dibujos, retratos, sortijas, monitos, etc, son lasyapas de l para Carmen, quien le borda suspensores, en tanto se intercambianretratos y mechones de pelo. Pero le regala sobre todo libros, multitud de libros(1838, 138), muchos de los cuales hace importar directamente de Europa. Como vimos,esta devocin no se quiebra con su residencia en otros pases de Amrica, ni cuandoya ha vuelto definitivamente a Europa.

    A medida que se van espaciando las cartas crece el desgano ante la lectura.Carmen lea, en buena medida, para comentar lo ledo. Lea, tambin, para escribir.

    Las cartas de Carmen Arriagada se interrumpen al promediar el siglo, en unmomento de fundacin de la literatura chilena moderna. Por sus preocupacionessociales y polticas, y por las funciones que atribuye a la lectura, Carmen ejemplificaun tipo de lectora que no suelen alentar las novelas latinoamericanas del siglo XIX yla prensa, para quienes sera una suerte de bachillera o literata, pero si no parecerecibir este mote deja en cambio traslucir sentimientos de marginacin (Quin laentiende a uno aqu? ... si uno sale del modo de pensar rutinero la critican ..., 1840,252). Privada de muchos de los beneficios de la cultura posibles en su medio,precariamente satisfechos en el intercambio con Rugendas, sin este aliciente, seentrega al aislamiento y al silencio.

    Al fundirse con la historia amorosa este testimonio acenta sus posibles flexioneshacia una historia de la sensibilidad y de las subjetividades femeninas, ligada aprcticas culturales en situaciones concretas enmarcadas por el ejercicio del poderen el mbito domstico y social. Sin dudas Carmen es la expresin, entre muchasotras cosas, de los conflictivos esfuerzos de reconfiguracin de los roles genricos,de la toma de conciencia de modos de dominio que condicionaron sus posibilidadesvitales y creativas dentro de una cultura patriarcal como la hispanoamericana.Prcticamente slo dispona en ella de sistemas masculinos de representacin paraautodefinirse, tambin como lectora, habida cuenta de la difcil presencia de lasmujeres de Hispanoamrica en el mercado de lo impreso, con slo recordar la cartaa Juan Mara Gutirrez de la escritora Mercedes Marn, con la que Carmen deseaba

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    Susana Zanetti

    alternar en Santiago: Desde muy pequea me hicieron entender mis padres quecualquiera que fuese la instruccin que yo llegase a adquirir por medio de la lectura,era necesario saber callar. Cuando empec a reflexionar por mi misma ... juzgu queuna mujer literata en estos pases era una clase de fenmeno extrao, acaso ridculo...30.

    He relatado sin dudas una historia dolorosa, pero estamos tambin ante unfragmento de discurso amoroso, un tipo especial de texto, mediatizado de modopeculiar: Imposible, inadecuado, en seguida alusivo cuando querramos que fuesemuy directo, el lenguaje amoroso es un vuelo de metforas: es literario, dice JuliaKristeva. Quizs sea cierto. Cierta es, sin dudas, la frustracin de esos tmidos deseosde Arriagada de convertirse en escritora, como revela la vehemencia con que rechazael apelativo ante el estmulo proveniente de Rugendas: Yo escritora! Yo, lacollaboratrice de un Garca del Ro31! Ciertamente que hay por qu rerse! Quin puedehaberme levantado un testimonio tan lisonjero? O lo hacen por burla.32.

    En el rechazo se perciben tanto sus ansias como el riesgo del ridculo, a pesar dela excepcionalidad (palabra insidiosa en cuanto a su cualidad de limitar proyeccionesms amplias y generales) que le suelen atribuir sus amigos intelectuales en cartas aRugendas. Si en otros casos, como los considerados en la coleccin organizada porWhitney Chadwick e Isabelle de Courtivron Los otros importantes33 cuyos ensayosintentan disolver prejuicios en el anlisis de los lazos entre creatividad y vnculoamoroso, este ltimo impuls y secund muchas veces, no sin conflictos, el desarrolloartstico de muchas mujeres, el apoyo por Rugendas en el nuestro debi moverse enlos estrechos lmites de una relacin trabada por impedimentos morales y sociales.Sin embargo, nos leg las cartas de Carmen Arriagada, las cuales posibilitan hoy, yya es tiempo, sacarla de la esfera de lo femenino privado, domstico, de las Cartasde una mujer apasionada34, y colocarla sin ms, en la literatura.

    30 Archivo del doctor Juan Mara Gutirrez. Epistolario, Buenos Aires, Congreso de la Nacin, 1981, vol. 2, pp.69-70.

    31 El colombiano Juan Garca del Ro haba sido responsable con Andrs Bello, con el cual haba llegado en misinoficial a Londres, de la Biblioteca Americana y del Repertorio Americano publicados en 1823 y entre 1826-27respectivamente. Cuando el gobierno patriota cae en manos espaolas en 1817 se radica en Chile, donde dirige en1842 El Museo de Ambas Amricas de Valparaso.

    32 Se refiere a la publicacin annima de su nico texto y luego a las traducciones que hizo para El Museo de AmbasAmricas, y por ltimo a la invitacin que recibe de los editores de El Crepsculo. Evidentemente Rugendas laalienta a escribir.(1843, 424).

    33 Madrid, Ctedra, 1993.

    34 Hago referencia al ttulo de la excelente compilacin de Oscar Pinochet de la Barra, quien reconoce a CarmenArriagada como escritora.