Zama, Entre Texto, Estilo e Historia

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ZAMA: ENTRE TEXTO, ESTILO E HISTORIA «Salí de la ciudad, ribera abajo, al encuentro solitario del barco que aguardaba, sin saber cuándo vendría. Llegué hasta el muelle viejo, esa construcción inexplicable. puesto que la ciudad y su puerto siempre estuvieron donde están, un cuarto de legua arriba. Entreverada entre sus palos, se menea la porción de agua del río que entre ellos recae. Con su pequeña ola y sus remolinos sin salida, iba y venía, con precisión, un mono muerto, todavía completo y no des- compuesto. El agua, ante el bosque, fue siempre una invitación al viaje, que él no hizo hasta no ser mono, sino cadáver de mono. El agua quería llevárselo y lo llevaba, pero se le enredó entre los palos del muelle decrépito y ahí estaba él, por irse y no, y ahí estábamos. Ahí estábamos, por irnos y no»’. Así empieza la narración de la que nos vamos a ocupar. Indeci- sión, ver extasiado y hasta morbosamente un espectáculo como es el agua semiestancada de un fondeadero que no dice nada abiertamente pero sugiere irse, viajar. Sugerencia inopinadamente reafirmada por la presencia de un cadáver de mono: un viaje río abajo y «post-mortem», un viaje no sentido por el viajero pero visto por el protagonista, don Diego de Zama, involuntario testigo y, a la vez, interesado curioso que viene a esperar correspondencia —estamos en 1790, en el corazón de la cuenca del Plata, en el Paraguay, la ciudad en que transcurre ANTONIO Di BFNEnEno: Zama, nueva edición corregida por el autor, Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1967, pág. 5. 22

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Trabajo monográfico sobre la obra "Zama", de Antonio di Benedetto.

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ZAMA: ENTRE TEXTO, ESTILO E HISTORIA

«Salí de la ciudad, ribera abajo, al encuentrosolitario delbarco que aguardaba,sin sabercuándovendría.

Llegué hastael muelle viejo, esa construcción inexplicable.puestoque la ciudad y su puerto siempreestuvierondondeestán,un cuarto de legua arriba.

Entreveradaentresus palos,se meneala porciónde aguadelrío que entreellos recae.

Con su pequeñaola y sus remolinos sin salida, iba y venía,con precisión, un mono muerto, todavía completo y no des-compuesto.El agua,anteel bosque,fue siempreuna invitaciónal viaje, queél no hizo hastano sermono, sino cadáverde mono.El agua queríallevárselo y lo llevaba, pero se le enredó entrelos palos del muelle decrépitoy ahí estabaél, por irse y no, yahí estábamos.

Ahí estábamos,por irnos y no»’.

Así empiezala narraciónde la que nos vamos a ocupar. Indeci-sión, ver extasiadoy hastamorbosamenteun espectáculocomo es elagua semiestancadade un fondeaderoque no dice nadaabiertamentepero sugiereirse, viajar. Sugerenciainopinadamentereafirmadapor lapresenciade un cadáverde mono: un viaje río abajoy «post-mortem»,un viaje no sentidopor el viajero pero visto por el protagonista,donDiego de Zama, involuntario testigo y, a la vez, interesadocuriosoque viene a esperarcorrespondencia—estamosen 1790, en el corazónde la cuencadel Plata, en el Paraguay,la ciudad en que transcurre

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la acción no es nombradauna sola vez— de su mujer, que lejos, muylejos, esperabatambién el ascensodel marido: su trasladoa BuenosAires o a Santiago de Chile.

¿Quiénes esteextraño hombreque espera?

«El doctor don Diego de Zama!... El enérgico,el ejecutivo,el pacificadorde indios, el que hizo justicia sin emplear la es-pada. Zama, el que doininó la rebelión indígena sin gasto desangreespañola,ganó honores del monarcay respeto de losvencidos. No era éseel Zamade las funcionessin sorpresasniriesgos.Zama el corregidordesconocíacon presunciónal Zamaasesorletrado, mientraséste se esforzabapor mostrar, más queun parentesco,cierta absolutaidentidadque aducía.Mostrábaleal corregidor antiguo la asesoría,en rango segundo en todala extensión de la provincia, exactamenteluego de la goberna-ción. Pero, al hacerlo,Zama asesorsabía, sin que pudiera es-conderlo, que en estepaís,más que en los otros del reino, loscargos no endiosan,ni se haceun héroe sin compromisode lavida, aunquefalte la justificación de una causa.Zama asesordebíareconocerseun Zama condicionadoy sin oportunidades.

A estaaltura del duelo. Zamael menguadopodía sospecharque Zama el bravío quizá no tuvo tanto de aguerrido y temi-ble: un corregidorde espíritu justiciero puedeseducirfácilmentela voluntad de esclavosestragadospor mesesde represiónmásque violenta, cruel.

Yo fui esecorregidor: un hombrede derecho,un juez, y esasluces, en realidad,sin ser las de un héroe, no admitían oculta-miento ni desmentidosde su purezay altura. Un hombre sinmiedo, con una vocación y un poder para terminar, al menos,con los crímenes.Sin miedo.

“Le he dicho quién era Zama.” Un resplandorde mi otravida, que no alcanzabaa compensarel deslucimientode la queen esetiempo Vivía.

Zama habla sido y no podía modificar lo que fue. Podíacreerseque me determinabaun pasadoexigente de mejor por-venir» (pág. 13-14).

Un hombreque era, que ahorase sientedébil imagen del anterior.un hombre que contra lo que pudo creerno se perfeccionao. por lomenos,no asciende,sino que,por el contrario,empiezaa desdibujarselentamenterespectode lo que creyó era su decididapersonalidad.Un

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hombre de dignidad elocuente, con su pasadoreal promesade unbrillante futuro que nota que se envilece, lenta pero seguramente.

Un hombre que quiere dar salida a su pasión malamenterepri-mida y que sin embargose complica: porque,casado,vive como sol-tero; galán,pero adúltero;criollo, perocon preferenciasespañolas:

-, yo, que soy americano,el único americanoen la admi-nistración de esta provincia, aunquetenía probadami lealtadal monarca,proclamé,en la fiesta que sólo me conformabaconmujeresespañolas.Mi esposa,sobrehallarse lejos, era tambiénamericanay, en consecuencia,mis palabras únicamentesigni-ficaban una cosa: que yo codiciaba o poseíaya a una mujerde la colonia, enfrancoadulterio, por seryo casado,y si la hem-bra también lo estaba,en redobladodelito.

Me encontré, de pronto, elaborandouna justificación: yosolamentequise decir mujer blanca,como opuestaa indias, mu-latas y negras,que me inspirabanrepugnancia,y eso, me atrevía mentir, en la hipótesisde que se tratarade unalicenciosano-toria y de cualquiermodo como posibilidad. Estabatotalmenteconfundidoy me envolvía en palabrassin darmesalida, porquepatentese me representóuna situaciónde disfavor para mi pro-babletraslado. Si el asuntose tomabacomo ofensa de un ame-ricano contra el honor de los españolesy alguien interesado seencargabade abultarlo, podría estorbarmis demandasante elpropio virrey» (pág. 27).

Forzadocontinente,pero temerosodel fuegode las mulatas,y, sinembargo, bastabaque una noche estuviese«compacta.dura, y mecomunicabasu energía.Delante iba una forma de mujer y era yacomo tenerla, con una certidumbreque nadapodía alterar. Mi cuerpoadivinaba el suyo» (pág. 58).

Un hombrequese aisla y sólo encuentraásperoy desfavorablediá-logo consigo mismo, un hombreque sueñay le teme a las pesadillas:sin saber por qué verdaderasalegorías de su ruindad interior de loque es consciente-Un ser que testigo del peligro del salto de unaaralia venenosacontra un ser indefenso,no avisadodel peligro, 0ptapor dejarla deambularpor su cabellera,por la cara, por el cuello ynada.., ningún sentimientode compasióno adhesión,nada... sólo eltemor de que el hombre en peligro despertaray le recrinsinarasu pa-cientey criminal conducta.

Cinco mujeresse suceden:Marta, esposay lejana; Rita, beldad

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criolla, pero entregadaa otro que termina por vejarla y exponer supecadoa la luz pública; la mulata de las ruinas; la pesadillade lossueños,y Luciana,la española,queprometemucho y da poco. y quetermina por embarcarsecon su marido —deseosode convertirseenindiano——- rumbo a España.Y en el puerto, olvidándoseun tanto deidentificar a la que partía:

«Después.adosadosin pesoa un fardo del puedo,me tomécomo un anticipo de descanso.

Faltabaluz, por las nubescerradas,que no cuidabanel cielo.sino el suelo,de tan descendidas.Las palmerasacongojabansusverdes.El azul toleraba,sin batalla, la corrosiva infiltración delgris. Grávida de humedad,posesiva,la atmósferahabla suspen-dido la vida. Surto en las aguasiguales, sosteníael barco unaquietud sin memoria.

No lo vi zarpar. En cierto momento,ya no estabay la gentesehabíadispersadodel puerto»(pág. 101-2).

El paisaje, este quedo paisaje fluvial y bochornoso,nos iluminasobreel estadode un alma que,más allá o más acá de la concienciaque discierne,se asociaa un simple estarsin quererlo,a un vivir quemás parecevegetar o sobrevivir.

La segundaparte,dijimos, se titula «1794»,lo que equivalea decircuatro años después.Los primerospárrafosnos hablan de lo suce-dido en esos cuatro años pasadosy nos adelantanel porvenir; sinembargo,no cuentan ninguna historia, no nos informan de ningúnepisodio; sólo se reducen a exponernos un particular sistema teo-lógico:

«Me remontabaa la ideade un dios creador.Un espíritu queno hacíapie en nada, capazde establecerlas leyes del equili-brio, la gravedady el movimiento. Pero su universo era unarotación de bolillas, mayoreso menores,opacas o luminosas,en un espaciopreciso, como recortadopor el alcancede unamirada, en el cual el sonido resultabainconcebible.

Entonces,por mis necesidades,el dios creadortomabala fi-gurade un hombre,pero no podía ser verdaderamenteun hom-bre, porqueera un dios, ajeno y remoto. Un ancianode melenay barba blancas, sentado en una roca, que contemplabaconcansancioel universomudo.

Sus cabelloseran de siempreblancas.Habíanacido ancianoy no podía morir. Su soledadera atroz. Aciaga.

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Como un dios no puedecrear dioses, pensó crear al hom-bre, para que éste los creara.

Creó entoncesla vida. Pero antes de crearal hombre, hizolas culebras,los gérmenesde la pestey las moscas,dio fuego alos volcanesy removió el agua de los mares. Precisabaex-tirpar el tormentoy unacierta cóleraquela soledadhabíapuestoen su corazon.

Despuésrealizó una obra de amor: el hombre, y lo rodeóde bienes.

Pero el dios fracasó.porqueel hombrecreó multitud de dio-ses que no mirabanbien al primero y no sólo se repartieroneluniverso, sino que algunos de ellos impusieron hegemonías.Elmayor fracasodel dios consistió en que podía ver al hombre,pero el hombreno podía verlo a él, no podíadevolverle ningunade sus miradasenternecidasde padre.

El dios quedó solo e irritado. Dejó que los frutos del biense multiplicaran por si mismos o por obradel hombre;pero noeliminó los males y desdeentonces,paramanifestarsupresencia.se complacía en agitarlos,ora aquí. ora allá. Otros dioses adve-nedizosle ayudaban»(pág. 104-5).

Es que también el protagonistase siente un dios, aunquehumi-lIado y herido de muertepor la indolencia, el fastidio, el no pasanada.la lucha interior. Mientras se degradaba,debió abandonarla posada.debió disminuir la cantidady calidadde las comidas,debió tomarmásmate, hacerseel mate; hastatuvo un hijo con una viuda miserable,y,más aún, creyó que el hijo lo ataría más, pero la indiferencia hacequelo cedacon madrey todo a un subalterno.Maña, la lejanay que-rida esposa,ya no le dabapena,no le sugeríanada: «El pasadoeraun cuadernillode notasque se me extravió» (pág. 125).

Luego el misterio, la soledadde un aposentoen una casaa su vezaisladode otro pabellón, habitacióntambién pero de seres que másparecíanfantasmasque de carne y hueso; solo un pasillo y una es-caleraunían los aposentosy patio de don Diego de Zamacon la casapropiamentedicha, misteriosamentehabitadapor esfumadospropie-tarios. Un amor, también,un amorardientecon una mujer crepusculary un final de horrordondela muerte, el dinero rufianesco,la niñez yla lujuria se dan la mano para hacerlo más truculento, para llevar alprotagonistaa la convulsión desesperada,a la tortura indecibley. comopasode catarsistrágica, a la reflexión •fría, descarnada,calma y pro-funda,

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La terceraparte, titulada «1799»,es la másbreve.Aquí es la aven-tura la que presidela acción. Enrolado en una partidaque habríadebuscaral legendarioy peligrosobandidoVicuña Porto, encontramosadon Diego de Zama incluido en un grupo militar que se mueveen elbosque.Sí que siemprecreyó en poder viajar río abajo, al sur, sedecidepor la dirección contraria. Ahora su meta no es un cómodotrasladoa la capital del virreinato, es capturarun bandido,es hacerméritos ante los ojos de su majestad, es internarseen el inseguroChaco, es un cambio que lo impulsa a la acción.No obstante,la in-tención de aventura que pudo implicar un cambio, cambio íntimo,sólo sirvió para hacerlenotar aún más su degradación,porqueél, ca-zador de hombres,se conviertede pronto en instrumentodel bandido.El valiente corregidorde otros tiemposha paradoen un cobardetrai-dor, en amedrentadocómplice.

La contradicciónes violenta, tanto como la fiesta del triunfo delos indios del cacique Nalepelegrá: para celebrar el triunfo de unapelea contra su enemigo,se reuníanahorapara pelearentreellos. Laborracheraque luego inmoviliza a don Diego no es sino un símbolo:

«Vicuña Porto.

Denunciarlo. Volver.

Levanté la cabeza,apenas,para que los ojos buscaran.No estabaentre los tumbados.Parrilla dormía. De espaldas,abierta la boca, torcida la ca-beza.Despertarlo.Decirle. Llamar, los dos, a los seis, ocho, soldadosdormidos, los más próximos, e ir por él.sí-Debía hacerlo.Llamar a Parrilla, decirle..Pensabatodas las acciones,pero no conseguíamoverme.Tenía rodeadaslas piernascon los brazos,el cuerpocomo em-balado. Paraque lo transportaran,no para desplazarse.Hubierasido terribleque alguien mc exigiera que lo hicieseponerde pie.al cuerpo» (pág. 185).

Así como sentíasu cuerpoembotado,impotenteparaordenarlemo-verse,o tan sólo un movimiento,su espíritu se sentíadébil, su angus-da terminabaen dejarseestar, o en dejarse llevar por los aconteci-mientos,sin fuerza para oponérseles,sin voluntad de protagonizarlos.Pero podía pensar,podía reflexionar:

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«Entonces,pensandoque él se hallabaentre nosotrosy nos-otros padecíamosnecesidades,fatigas, tropiezos y muertesporencontrarlo,se me ocurrió que era como buscarla libertad, queno está olió, sino en cada cual» (pág. 187).

Capacidadde reflexión que lo lastimaba tanto o más que el ce-rrado bosque«y-cipó». Cuandopor fin se decide por informar al ca-pitán Parrilla sobre la presenciadel bandido en el mismo pelotón,su informe tiene todaslas característicasde una delación.

La extraña procesiónde varios centenaresde indígenas ciegos,guiadospor niñosvidentes,tiene su correspondenciaen esa expedicióndesgraciadaque, comandadapor Parrilla y Zama, buscabaa un ban-dido que estabanadamenos que en el pelotónde sus soldados.Indiosciegospor la ferozvenganzade sus enemigos,ciegosy. por lo tanto,sinel temor tantas veces sentido por Zama de hacer algo a la vista dealguien: sentir vergúenzano por el hechovergonzosovisto, sino porel temor al testimonio ajeno.

El motín contra el capitán Parrilla le desatalas manos, le dejalibertad de movimientos,mas se seguía sintiendo interiormente ma-niatado.

«Me pregunté,no por qué vivía, sino por qué habíavivido.Supusequepor la esperay quise sabersi aúnesperabaalgo. Mepareció que sí.

Siempre se esperamás.Sin embargo,esto lo discernía mi entendimiento;pero, con

prescindenciade él, estabaentregadoa una bruta inercia, comosi mi cuota estuviesepor agotarse.como si el mundo fuera aquedar despobladoporqueyo no iba a estar más en él» (pá-gina 201).

Por fin, se enfrentaríacon la muerte,cuandocon susmuñonessan-grantes la esperapronta, ineluctable,hete aquí que debe enfrentarsecon el niño rubio, que no es otra cosaque una confrontaciónmoralde la que colegimos sale perdidoso.

* * *

En un marco histórico y geográficode fines del siglo xvííí, asis-timos al vaivén vital de un hombre angustiadopor muchosconflictostan íntimos,tan humanos,quedeverdadescapana esemarcohistórico-geográfico para actualizarse,para universalizarse,puesto que tales

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conflictos son tan actualescomo el hombre; y se pueden dar a loancho del mundo, a lo largo de los tiempos, ya que su punto de par-tida y su natural posadaes el hombre.

Por lo que hemos leído —aunquemás no sea en los fragmentostranscritos—,podemosnotar que el estilo narrativo se aleja de la quesolemosllamar novela tradicional. La incertidumbretambiénse da enella, pero no fruto de la negligencia,sino, por el contrario, se trata deun juego conscientementeelaborado: las alusionessurgenespontáneasy van conformandoun lugar, un momento,un sentimiento,unapasión,un personaje,mediantesu confrontacióno su insistencia.La sintaxisindecisa, por momentosincongruente,reúne los elementosde la fraseen un tejido taciturno, sabiamenteinterrumpido por explosionescon-cisas o reflexiones altamentelógicas.

Aquí todas las palabrasdesempeñansu papel. Están cuidadasenel significado que les es propio y mucho más en la connotaciónqueadquierenen el contexto.Éste se organizadúctil o arduamente,peroindudablementese organiza. El autor parece cuidadoso y. por mo-mentos, cauteloso,pero su presenciaes una permanenterealidad. Escerebral,a veces,altamentecerebral.La consecuentetensión del len-guaje vibra por su afinamiento o parece adrede distendido comoconcediendodescansosbreves, reparadores.Las relacionesrecíprocasde las palabrasestán fuertementeaseguradasy el conjunto resultavirilmente organizado.

El marco histórico y geográficoal que nos hemos referido másarriba se asientaen palabrasadecuadasque se organizansin altiso-nancias,sin abundanciade tinta, perogenerosamentesugeridoras.Prosamedida cual cuidado verso, que sopesadaavanzaen caudalsobrio yfluido. En este delicadonegocio de las palabrasno podemosmenosque recordar a fray Luis de León y su aún hoy fresca reflexión yaplicarlas al escritorque nosocupacuandoen el «negocio que de laspalabrasque todos hablan elige las que convienen,y mira el sonidode ellas, y aun cuentaa veceslas letras, y las pesa,y las mide, y lascompone,para que no solamentedigan con claridad lo que pretendedecir, sino tambiéncon armoníay dulzura»

No es petulanciaque tratandoa esteautor mendocino,recordemosal fraile de Salamanca.Es que leyendoa Di Benedetto,leyendo Zaina,imaginamosal autor dedicado,elaborandonerviosay lentamentesusfrases.Que vuelve sobre ellas, que repiensasus palabras,que las or-ganizatras laboriosotrabajoy queproducealgo medido,pero no pro-

- Los nombres dc Cristo, Libro tercero, dedicatoria. Madrid, 1959.

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lijo; sobriamentecastellano,pero no rebuscado,armonioso,pero nodulzón.

Puedeparecerdisonanteo insolente recordar a Luis de León alhablarde un novelista moderno,más de un novelista «no tradicional».Nuevoscríticos de la crítica o de otros críticos piensanque anteselescritor«trataba»un tema,dandoa entenderque la obra no era unproducto del escritor, sino de su trabajo. el tratamiento del tema.Mientras que «ahora»no se «trata»,el arte modernodevuelve la es-critura a los escritores.Bien, creemos que nuestro novelista trata sutema y a la vez asume su directa responsabilidad.Di Benedettoessu novela, eso es evidente, tanto como la originalidad de su lenguayde su estilo.

«El estilo de la novela es precisamentesu protagonista,el doctorDiego de Zama.. - en él se hacecon nosotrosla novela. PorqueZama,al introducirsede golpe en un mundo sin guías turísticasni cartasderecomendación,nos impone una convivencia de partes responsables,no de espectadoresfuera del contexto»’. Creemosque estaspalabrasde Adolfo Ruiz Díaz son definidoras. Si afirmamos que el escritortratasu tema,no olvidamos en ningún momentoesterasgoque tantodistinguea Zoma y a su autor.No hay un espectadory un texto, sinouna oonvivencia, una participación o coparticipación que desde elprincipio de la narraciónse continúahastacl final.

Si queremos,podemosllamarla novelaexperimental;si nos parecemejor, podemosllamarla novelaobjetiva. De cualquiermodo estáins-crita en las nuevas corrientes narrativasy, hecho sorprendente,sinexagerarpodemosafirmar que desdetempranoen la décadadel 50Di Benedettose adelantabaa las últimas técnicasluego en boga.Zoma,cuyaprimera edición es de 1956. constituyeel mejor testimonio argen-tino de las nuevascorrientesy. casode admiraren América, no hizofalta una moda previa europeaque influyera.

Cuandoel reseñadordel diario La Prensa,de Buenos Aires, escri-bía, el 28 de julio de 1968 —respectode Two Stories(edición bilingiiede El abandono y la pasividad y Cabal/o en el salitral, Mendoza.1965)—, que«resultadifícil comprenderlas causaspor las queAntonioDi Benedetto,un verdaderovalor de la literatura argentinacontem-poránea,disfrutade unadivulgación tan pobrecomo escasadentrodelorden nacional...»,coincidía con lo que cuatro años antesafirmaba

«La segundaedición de Zania», en Revista de Literaturas Modernas, nú-mero 7, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras. Men-doza, 1968, pág. 139.

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AbelardoArias respectode El abandonoy la pasividad(1956): «Si elautor de Zaina hubiesepublicado El abandono y la pasividad en Pa-ns, ya sería mundialmenteconocido»~.

Sin embargo,ya en 1972. la divulgación en el orden nacional noes pobre ni mucho menos. Di Benedetto es un autor conocido. Nocreemosque seaescritorpara grandesmasas,pero sí para un circulocadavez mayor de lectores y. algo más. de admiradores.Algunos desus libros se reimprimen; y la serie de sus narracíonesse prolongatNo ha publicado en París ni en francés.Ha publicadoen su lengua,en BuenosAires, en Mendoza;alguna edición bilingúe español-inglés,y en Hamburgo.en 1967, la versiónalemanade Zaina y El silenciero.Vale decir, que ya nadie lo incluiría entre los escritoresargentinos

——-lay!— del interior, regionalmente,afamadosy un poco conocidosenel país.En la última década,suprestigiohadado pasostan firmes comopara considerarlouno de los grandesnarradoresargentinos.Y es jus-ticía.

La crítica especializada,universitariao no, en extensosensayosoen comentariosperiodísticos,se preocupacada vez más del escritory su obra. Ya no hay dudasde su relevancia,que sigue descansandosobrelos hombrosdel activo periodistay en el amigo, mendocino,depocaspalabras,o cuando raramenteabundantes,nunca altisonantes,que se desplazapor las calles céntricas,cuandoLos Andes,El Andinoo La PrensaO le dejan un momento, con un caminaral parecertran-quilo, aunquesu mirada lo revelepreocupado.

* * *

Conversandocon Di Benedettonos dijo alguna vez que su novela«se sitúa en el centro de la tierra, en el centro del continentesud-americano, lejos de los grandes centros».En efecto, en una ciudadque nunca es nombrada, Asunción, en una comarca también sinnombre,pero que emergenítidamente,el Paraguay.Ciudadfundadorade ciudades,pero lejana, muy distante de BuenosAires, de Lima, deSantiago de Chile. Nos dijo también que así tenía que ser porquees «la noveladel que espera,no del esperanzado».

Del hombre que espera. Pero, pensamosnosotros, esperaen un

«Orígenesy concordanciasargentinasde la “nueva novela francesa”»,enDavar, nÚm. 100. Buenos Aires, 1964,

Ver la obra de Di Benedettoen la bibliografía, al final de estetrabajo.Es vicedirector de Los Andesy El Andino, diarios de Mendoza,y corres-

ponsal de La Prensa, de Buenos Aires.

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tiempoy en un lugar y el significado deeste «nuneet hie,>, creacomotodo significado histórico un mundo de hombresy circunstanciaspe-culiares que nos hace ver en Zaina la posibilidad de estudiarlaentanto que novela histórica. En la literatura argentinano abunda lanovelahistórica y cuandose trata de precisaríasnos vienen siemprea la memoriaunospocosnombres.Pensamosen Facundo(18-45), Ama-lic (1851), La novia del hereje (1851) y La gloria de don Ramiro(1908).

En la novelade JoséMármol asistimosa la reconstrucciónde unpasadopróximo. Publicadaen 1851 en el suplementoliterario de LaSemana~, es consideradacomo nuestraprimera novela, dentro, claroestá,de una definida línea romántica.El tema fue una verdaderain-novación: mostrar un pasadomuy próximo con hechos realmentesucedidoso, si imaginarios, contadoscomo si lo fueran; un jirónde la vida del BuenosAires de Rosas.Para ello, no duda en cargarlas tintas que, de todos modosintencionadamenteadministradas,lo-aran, con adecuado«color local», damos una versión del BuenosAires de 1840.

Así, desdeel 50, Mármol nos ofrece un cuadro histórico del 40.La voluntad de ofrecer al lector más que un «cuadrode costumbres»un «cuadrohistórico»,quedabien explicitadaen la «Explicación»pre-liminar cuandodice por qué se ha decidido por «describir en formaretrospectiva personajesque viven en la actualidad».La pareja deamantes,Amalia y Eduardo,idealizan,con clarosmaticesrománticos,el amor. Todala retórica románticadel amor idealizadogira alrededorde estos amantes.Así, Mármol describeen forma inmediata un epi-sodiomuy concretode la vida del BuenosAires bajo la dictadura: lasvicisitudes de estos dos enamoradosa partir de la noche del 4 demayo de 1840, que terminan en esponsalesy muerteen la nochefinaldeI 5 de octubre.Sin embargo,estahistoría evocaotra mayor, la de«la época del terror». Se pasarevista a la sociedadfederal y sin ol-vidar en ningún momentoel marco concreto del lugar y el tiempo niel ambientepsicológico definidor de la épocay de sus personajesyclasessociales,Mármol transformael amor trágico de la pareja entragediade la sociedadporteña.

Algo más, Mármol es absolutamenteconscientede que lo quehacíaera novela histórica.Su plan de abarcarcon otros «romances»

La Semana,periódico escrito por Mármol en su exilio de Montevideo.Luego, en Buenos Aires, corupletó con algunos pocos capitulos más esta novelacuya popularidad,como sabemos,es sólo comparable a la de otra que tambiénlleva nombre de mujer: María, de Jorge Isancs.

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«el gran cuadrode los acontecimientospolíticos en los últimos doceañosde la dictadura»y sus directasreferenciasa la novelahistóricatan difundidaen Europa,aunquesólo por él cultivadaen la Argentina,como, por ejemplo, cuandoafirma que este tipo de novela «no esincompatiblecon la verdad de las relacioneshistóricas»,así lo con-firman.

Seria difícil y hastaviolento incluir a Facundoen la categoríadenovelay. sin embargo,al hablarde novelahistórica y, especialmente,si hemosnombradoAmalia, hay querecordarestaobrade Sarmiento,la que se la puededenominarensayosociológico, evocativo, polémi-co o histórico-polémicoque por momentoscae en panfletoperiodís-tico. La continua influencia que, desdesu aparición en Santiago deChile, en 1845, ejerció en la narrativaargentinala hacencita obliga-toria. Hay algo más,precisamenteMármol, en Amalia, lo sigue dili-gentementeen el capítulo VIII, de la IV parte.

Se habla de la vida épica del gaucho —al Martín Fierro se lollama insistentementeepopeya—y en el Facundohallamos esterasgoépicoen el testamentodel Tigre de los Llanos y del gauchoen general.Aqui no busquemostestimonios decantadamentehistóricos, sino me-jor unatemáticahistóricacon unaselecciónde un períodoen el tiempo,un escenarioen el espacio y un estrato social determinado.La sim-patía que brota del personajeFacundose funda en el testimonio detercerosy en la tradición oral y no en un conocimientodirecto delpersonajey ni siquierade la inmensapampao de los desoladosllanos,sin embargo, el Facundo Quiroga de Sarmiento adquiere todas lascaracterísticasde un mito donde la valentía y la cautela que en-carnanal hombre,magnificadas,plasmanel héroemitico. que adquierecontornostrágicosen esa «su extraila obstinaciónde ir a desafiarlamuerte»que culmina en BarrancaYaco, episodioéste que inicia unatradición, enriquecidaen nuestrostiempos por Jorge Luis Borges yRicardo Molinari.

En otras palabras.llámeseleal Facundoensayosociológico, evo-cación o recreaciónpoéticadel «desierto»y de sus habitantes,o, sim-plemente,panfleto,incluye, de algunamanera,la novelahistórica. Enestanovela, Sarmiento demuestra,con su recreaciónpoética, las cir-cunstanciashistóricas y sus personajes.

La novia del hereje es fruto del deseode Vicente Fidel López(1815-1903)de interesaral lector por las tradicionesamericanas.Libe-ral y anticlerical,pero, por sobretodo, joven románticode 25 años,cuandoescribe esta novela, que sería la primera de toda una largaserie, imagina la Lima virreinal del siglo xvi. Ni la influencia omni-

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presentede Walter Scott lo libera de sus afanesdidácticosexpuestosen comentariosy digresionesque si ayudan a dar salida a su sufi-ciencia juvenil no colaborana dotar a la narraciónde un cursoágil.De todosmodos, el fondo histórico que seda a travésde cuadros decostumbreesde vario acierto.

En el casode La gloria de don Ramiro (1908) toda la crítica coin-cide en la existenciade un detenidoestudioprevio de época,donde eldocumentohistórico y el literario y la experienciapersonal—claro quedesdela perspectivadel siglo xx— colaboraroncon el estrictamentear-queológico para lograr el ambiente.Para unos, lujo innecesario;paraotros, perspicaciacreadora,lo cierto es que el afán de reconstrucciónestálogrado. Esto no sólo en cuantoal escenario,sino tambiénen loque se refiere a la psicologíay lenguade los personajes.No se tratade un relicario precioso,perovacíoy ajeno. La intencióndeestanovelaha sido resucitar,poéticamente,a los hombresque se dieron en aque-líos escenariosy acontecimientosdel alejadosiglo xvi filipino. Quehoypuedagustarnosmenos la taraceabrillante de su estilo modernistanodisminuyela calidad de estanovelahistórica que sigue siendo lo máslogradode EnriqueLarreta(1875-1961).

En qué sentidoy por qué incluir a Zamaentre las pocasnovelashistóricas argentinas.Trata al hombreque esperasin esperanzas.Enningún momentoasistimosa sucesosgrandiososde la historia sudame-ricana. Todo lo que acontece,por el contrario,es aparentementeinsig-nificante. Sin embargo,la plasmaciónpoética se logra y los móvileshumanosde Zomay el concursode personajesque lo rodeanse hacenpatentes.Es decir, se procuray se logra expresarla fuerzapsíquicain-dividual o social quehizo quehombrescomo Zamapensaran,sintierany actuaranen una realidad histórica determinadapor el tiempo. «si-glo xviii», y por un espacio con lindes más o menos definidas, elParaguay.

Vista como novela histórica,vale la pena repararen que,en nin-gún momento, observamosénfasis alguno en mostrarnosvalores deordenarqueológico—tan frecuentesen La gloria de don Ramiro—odetallesfuertementedemostrativosde la intención historicistadel autorcomo en Amalia. Se nos ocurre que de entre las novelas argentinasnombradasse asemejamás en el «procedimiento»a Facundo,aunqueésta seasólo embrión de novela. Quiero decir que en Zama vivimosla historia sin queen ningúnmomentonos lo propongamos,sin que enningún momentonosla propongan.Simplemente,el cursode la novela,con susmeandrosy susestanques.La sentimosconsustanciadacon esaotra historia que es el argumento,o la reflexión, o la acción,o la reac-

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ción de los personajesque se muevenen un espacioy épocadelimitados.Hay más,Di Eenedetto no ha sentido la necesidadde imitar con

su lenguala lenguasudamericanadel bosque,del río, de aquellostiem-pos. Suelocución,muchomássobriay precisaque la que imagináramosfue aquélla,es lo suficientementesugeridoracomo para recrearlo quese propone.Es verdadque se trata de una fidelidad poéticade la his-toria, perono es menoscierto quecientoso milesde datoscompetiríancon desventajarespectode la obra o tal vez de un capítulo y hastadeun párrafo.

Es claroque un hombre que espera,sin esperanzas,puedeser per-sonajede todos los tiempos.Pero lo sorprendenteen Zama es que in-serto en un cuadroalejadoen el tiempo y en el espaciopor momentoslo sentimostan actualcomo histórico. Vive con nosotrosy no es sim-píe personajeevocador, incluso, cuandocon sus actitudesy aventu-ras parecealejarse,nos alejamoscon él.

Hemosdicho más arriba,refiriéndonosal inicio de la segundaparte,que «los primerospárrafosnos hablande lo sucedidoen esoscuatroañospasadosy nosadelantanel porvenir; sin embargo,no cuentannin-

guna historia, no nos informan de ningún episodio»...Sigue la refle-xión dc este otro «dios humillado y herido» que es el protagonista.Y, luego, al tratar la terceraparte,dijimos que «el valiente corregidorde otros tiempos ha parado en un cobardetraidor, en amedrentadocómplice» que participa de la búsquedadel bandido en el intrincadobosque.En una y en otra situacióny a travésde casi todo el libro, nose nos cuenta nada documentalmenteconstatable,y, sin embargo,elestremecimientohistórico está ahí en la correcta interpretaciónde laidiosincrasiadel período histórico, en el ahondaren la humanidadycircunstanciadel vivir de sus personajesen eseperiodo.

Diego de Zama, corregidor,juez, valienteu hombredegradado,queesperasin esperanzas,no resiste comparacióncon la monumentalidadde un Hernandarias.por citar un personajehistórico de la región, deperfil bien definido, aunqueanterior en el tiempo en que transcurrelanovela. Sin embargo,podemostratar a Zaina como novelahistórica y,en estesentido, los confinesdel períodoen quese desarrollala historiaestánclarosy la participacióndel lector en ella asegurada.

Hay algo que creemos importante agregar. Antonio Di Benedettoescribesu novelaen Mendoza.Cuandose piensaen Mendoza,a unosmil kilómetrosde Buenos Aires. respaldadaen la enormecordillera,que poco más allá delimita la provincia del mismo nombrecon Chile.puedecaerseen el error de pensaren unaMendozafuertementefolkló-rica, en una ciudad americanadel «hinterland»,de sabor colonial o

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algo así. La verdades muy otra. Se tratadeunaciudadmoderna,dondesi algunavez hubo algún monumentocolonial digno deconservarsedes-apareciócon el terremotode 1861.

Luego del terremoto,la reconstrucción,y. a partir de 1880, con lallegadadel ferrocarril, unainmigraciónaluvionalque transformaaMen-dozaradicalmente.En la modernay pujanteciudad, en la laboriosayrica provincia de hoy, la médula inmigratoria es potentey patente.Si-tuaciónque senota tambiénen la lengua.Poreso,aceptamosla atinadaobservacióndePagésLarrayacuandodice: «Y aunqueel relatose sitúaa fines del siglo xvxíí tieneun sabormodernoque nacede la técnicadelrelato y dc haber renunciadoal arcaísmolingúistico. aunqueuse girosy palabrasde saborarcaico.»Y por eso no aceptamosla observacióndeNoemí Ulla —inserta en un interesantey extensoartículo dedicadoaZaina—, quien, despuésde citar estaspalabrasde PagésLarraya.sepregunta«hastaquépunto la presenciaen Mendozade una tradiciónidiomática española,estimuló y apremió en Di Benedetto ese intentode reajustede vínculoscon la lenguamadrey con un pasadocuyain-mediatezcultural configurabaun necesarioreplanteo,sin ningún tipode concesionesal regionalisma..» % En otraspalabras,no creemosquela «tradición idiomática española»de Mendoza,según lo entiendelaprofesoraUlla, tengaimportanciaen la lenguaque el novelistausa enZaina.

Muy poco o nadaquedaen Mendozade un pasado«indígena» o«colonial». La Mendozade hoy —guste o no— se alza sobre estruc-turas muy distintas y su presentey su futuro previsible le señalanunporvenir americano,argentino, fundadoen un fuerte substratoétnicoeuropeovariado,que se adecuaa suspeculiaridadesgeográficasque lasignan particularmente.Es en estaMendozaen la que se han escritolas obrasde Di Bcnedetto,en la que se ha escritoZaina.

CARLOS ORLANDO NALLIM

Universidad Nacional de Cuyo. Mendoza

Cf r. NOEMÍ ULLA: «¿ama: la poética de la destrucción»,en Nueva Novela

Latinoamericana, 2.~ ed., Paidós.Buenos Aires, 1972.

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BIBLIOGRAFíA

DE

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354 CARLOS ORLANDO NALLIM ALH, 1 (1972)

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III. ESTUDIOS SOBRE ¿AMA

A) EsruolosGENERALES

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B) INTERPRETAcIÓN Y CRÍTICA

a) Revistas

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Segundopremio, Concursode argumentospara películasde largo metraje.Ins-tituto Nacional de Cinematogralla, por Los inocenteso El juicio de Dios.Buenos Aires, 1958,

Primer premio, Concurso Nacional de Cuentos del diario «La Razón,>, porCaballo en el salitral. BuenosAires, 1958.

Premio Región Andina> de la Dirección GeneraldeCultura de la Nación, trie-nio 1957-1959,por Grot. Buenos Aires, 1960.

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Grau Premio de Novela, de la Subsecretaríade Cultura de la Nación> porunanimidadací jurado (en el que actuaronManuel Mujica Láinez y SilvinaEullricb). Fiestade Las Letrasde Necochea(Concurso Nacional correspon-dientea las novelas publicadasen el bienio 1963-1964),por El silencíero.BuenosAires.

Primera mención, Concurso Americano de Novela «Primera Plana» —EditorialSudamericana—por unanimidad del jurado (integradopor Gabriel GarcíaMárquez> Augusto Roa Bastos y Leopoldo Marechal), por Los suicidas.BuenosAires, 1961.

B) ALCUNAS D1S’flNCIONES (1971-19>72)

El diario «Clarín», de Buenos Aires, en el suplementoliterario de los jueves,publicó la lista de «Los mejores libros argentinosde 1971». Encabezóconficción y colocóen primertérminoa Mundo animal.

«Confirmado»,eligió Caballo en el salitral, como el «relato del mes».«Gente»,eligió El juicio de Dios> como «el cuentodel año».«VanguardiaDominical», Colombia, eligió Mundoanimal, como«el libro de la

semana».El diario «Clarín», en la tabla «Los Mejores», ficción, dio el númerouno a

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