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    La evolución del voto clasista en España, 1986-2000

     ARTICLE · JANUARY 2001

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    1 AUTHOR:

    Miguel Cainzos

    University of Santiago de Compostela

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    Available from: Miguel Cainzos

    Retrieved on: 07 April 2016

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    LA EVOLUCION DEL VOTO CLASISTA EN ESPAÑA, 1986-20001 

    Miguel A. Caínzos

    Universidad de Santiago de CompostelaDepartamento de Sociología y Ciencia Política

    ([email protected]

    Publicado en: Zona Abierta, 96-97, pp. 91-172, 2001

    En este trabajo se estudia la evolución del voto clasista (o voto de clase) en laselecciones generales españolas celebradas entre 1986 y 2000. El argumento se presentaen seis pasos, que corresponden a otras tantas secciones del texto. En la primera, se

     precisa el objetivo propuesto, se hacen explícitos los principales supuestos que guían elanálisis y se encuadra éste mínimamente en el contexto de la investigación recientesobre el voto de clase. En la segunda sección se enumeran y justifican los datos,variables y técnicas utilizados. En la tercera, se procede a la selección de un modelo

    descriptivo entre diversas alternativas. En las secciones cuarta y quinta se presentan losresultados del análisis, atendiendo primero a la magnitud global del voto clasista ydespués a las pautas de voto clasista particular propias de las diferentes categorías declase. Finalmente, en la sexta y última sección se recapitulan los principales hallazgos yse ponderan brevemente sus implicaciones.

    1.  Orientación y antecedentes de la investigación. 

    A.  Antecedentes.

    Como es sabido, las primeras exploraciones empíricas del voto clasista que utilizarondatos de encuesta constataron la existencia de una consistente relación entre posición declase y comportamiento electoral, proporcionaron descripciones de esa relación yavanzaron algunas explicaciones de sus variaciones intertemporales y/ointernacionales2. Esas investigaciones estaban estrechamente ligadas a modelos teóricosgenerales del comportamiento electoral de carácter sociológico o psicosociológico y,con el tiempo, se conectarían con una concepción de la formación y dinámica de lossistemas de cleavages de las sociedades modernas que implicaba -o eso parecía- lahipótesis de la estabilización o "congelamiento" de las bases sociales de la competenciaelectoral, entre las cuales la división de clases ocupaba un lugar preeminente3.

    Desde mediados de los años setenta, esa tríada -modelo sociológico de voto, hipótesisde estabilidad, relevancia del voto clasista- que estaba en el núcleo de la sociología

     política "clásica" fue puesta en cuestión de manera cada vez más radical. La crecienteinfluencia tanto de modelos de voto alternativos, ya fuesen de carácter racional-

     1 Este artículo debe mucho a la ayuda y comentarios de varias personas, que merecen mi agradecimiento.Clem Brooks me hizo útiles aclaraciones sobre el cálculo y uso de los índices kappa. Fernando Jiménezleyó y comentó versiones anteriores, insistiendo -temo que infructuosamente- en la necesidad de hacer eltexto más legible. Con Juan Jesús González he mantenido innumerables conversaciones sobre el tema deeste trabajo, de las que soy deudor. Por último, Julio Carabaña me ha demostrado una vez más suinagotable amor al arte al repasar conmigo algunos de los problemas que surgían en mis análisis,resolviendo o ahondando mis dudas según convenía. Por supuesto, ninguno de ellos es responsable de las

    deficiencias de este trabajo, sólo imputables a mi obstinación y mi impericia.2 Lipset (1960) y Alford (1963) son ejemplos eminentes de este tipo de trabajos.3 Lipset y Rokkan (1967). Una interesante discusión de las tesis de Lipset y Rokkan y, sobre todo, de las

     posteriores interpretaciones y debates en torno a la "hipótesis del congelamiento", en Mair (1998).

    mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]://www.researchgate.net/publication/274491973_Party_and_Society_The_Anglo-American_Democracies?el=1_x_8&enrichId=rgreq-a669e345-7e0d-4b99-85da-d2080eb9c5fc&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzI4Nzc4MjY5NztBUzozMTY4OTA4NjQzOTAxNDRAMTQ1MjU2NDA3NzE4OQ==https://www.researchgate.net/publication/274491973_Party_and_Society_The_Anglo-American_Democracies?el=1_x_8&enrichId=rgreq-a669e345-7e0d-4b99-85da-d2080eb9c5fc&enrichSource=Y292ZXJQYWdlOzI4Nzc4MjY5NztBUzozMTY4OTA4NjQzOTAxNDRAMTQ1MjU2NDA3NzE4OQ==mailto:[email protected]

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    individualista o culturalista, como de la tesis del "cambio político" de las sociedades(post-)industriales, según la cual éstas habían experimentado un proceso de"descongelamiento" de los cleavages, contribuyeron a alimentar el escepticismo acercadel impacto de la posición de clase sobre las decisiones individuales de voto. Eseescepticismo recibía sustento empírico de una serie de trabajos que, partiendohabitualmente de la descripción de la evolución de la asociación entre clase y voto en

    términos de dos dicotomías (clase media frente a clase trabajadora; voto a partidos deizquierda frente a voto a partidos de derecha), concluían que las democraciasindustriales avanzadas habían experimentado un común y paulatino proceso de"desalineamiento de clase"4.

    Frente a esta "nueva ortodoxia" surgió, a su vez, una "tercera generación" deinvestigaciones, que introdujo algunas novedades importantes5. En el planteamiento del

     problema, se concentró la atención en el voto clasista "relativo". En cuanto a lascategorías analíticas, se generalizó la utilización de conceptos de clase más complejos,respaldados por una justificación teórica más elaborada; al mismo tiempo, cada vez eramayor la insistencia en la necesidad de evitar la reducción de la variable dependiente a

    una cruda dicotomía entre partidos de derecha y de izquierda, apostando en lugar de ello por una codificación más detallada de las opciones de voto disponibles para loselectores. En lo que respecta a la metodología, se asistió a la aplicación de nuevastécnicas, en particular de diversos modelos lineales logarítmicos, especialmenteadecuados para el examen de las relaciones entre variables categóricas.

    Estas innovaciones tuvieron como consecuencia principal la obtención de unarepresentación de la evolución del voto clasista mucho más compleja que la sugerida

     por la idea de una tendencia general al desalineamiento. Lejos de encontrarse un único patrón, común a todas las democracias avanzadas, lo que se ponía de manifiesto era laexistencia de una considerable diversidad internacional. Junto a países en que se había

     producido un notable descenso a largo plazo del nivel de voto clasista, había otros enlos que apenas se observaban cambios significativos, en los que los cambios adoptabanla forma de una fluctuación sin tendencias definidas, o en los que habían tenido lugar

     procesos de realineamiento, es decir, alteraciones sistemáticas de las pautas de voto declase sin disminución de su nivel global. E incluso era posible encontrar casos en losque la tendencia había sido hacia el incremento del voto clasista6.

    El corolario de estos hallazgos ha sido la apuesta por una mayor concentración en elestudio intensivo del voto de clase en cada país, a partir de un marco de referencia

    4 La segunda edición de Lipset (1960), de 1981, representó un hito en este tipo de trabajos "revisionistas",que probablemente tienen su expresión más completa y ambiciosa en Franklin et al. (1991).5 Proporcionan útiles revisiones de esta bibliografía Nieuwbeerta (1995, cap. 1), que propone la distincióngeneracional a que aludo en el texto, Manza et al. (1995), Goldthorpe (1996), Evans (2000) y Weakliem(2001). Un balance menos favorable se encuentra en Clark (2001). Evans (1999) recoge buenas muestrasdel trabajo de esta "tercera generación"; véase también el número monográfico 86/87 de Zona Abierta, de1999. Los textos recogidos en Clark y Lipset (2001) permiten contrastar esa línea de trabajo con algunosde sus principales críticos.6 Véanse las síntesis citadas en la nota anterior. Los estudios comparativos de Nieuwbeerta (1995; 1996;también Nieuwbeerta y De Graaf, 1999) ofrecen una imagen algo diferente, más acorde con la tesis deldeclive del voto de clase. Sin embargo, como el propio Nieuwbeerta reconoce (1996, 370-371), todos susanálisis se refieren a la evolución del voto clasista "tradicional" (izquierda vs. derecha), cuyo descenso alargo plazo puede ocultar procesos de realineamiento que sólo se hacen visibles cuando se representan

    con mayor detalle las distintas opciones electorales, y hay un número considerable de países en los que noencuentra tendencias estadísticamente significativas de descenso del voto de clase o éstas son débiles.Además, algunas de las series de datos de que dispone son limitadas y de desigual calidad. Cfr. Evans(1999b, 324-326).

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    analítico común, como punto de partida para la acumulación de conocimiento sobre los perfiles, fundamentos y fuentes de variación del voto clasista; lógicamente, el primer paso de esa estrategia ha de ser la descripción cuidadosa de las pautas de voto de clase ysus cambios a lo largo del tiempo7. Mi análisis asume esa apuesta y, aun reconociendoque en nuestro país no hay una experiencia democrática tan dilatada como para permitiranálisis de un alcance comparable al de los realizados en otros países, pretende hacer

    una descripción de la evolución del voto clasista en España entre 1986 y 2000 máscompleta y detallada que las hasta ahora disponibles.

    Una somera revisión de éstas permite encontrar al menos tres planteamientos distintos,que difieren tanto en su orientación y su alcance como en sus resultados. Según el

     primero, que tiene su expresión más clara en una larga serie de trabajos de RichardGunther y José Ramón Montero y ha atendido principalmente a la magnitud global delvoto clasista8, la política española se ha caracterizado desde el inicio del proceso detransición democrática por un bajo nivel de voto de clase. La única excepción a estaconstante fueron las elecciones de 1982, en las cuales "el apoyo electoral basado en lasclases sociales se fortaleció de forma sustancial en todos los principales partidos

    españoles", dando lugar a una "sustancial cristalización clasista del voto". Sin embargo,a partir de entonces -es decir, a lo largo de todo nuestro período de referencia- elimpacto electoral de la clase volvería a disminuir, de modo que a la altura de laselecciones de 1993 la "base clasista del voto español" ya había regresado al muymodesto nivel que tenía en 1979.

    Frente a esta imagen, otros autores han coincidido en atribuir a la clase una mayorinfluencia sobre las decisiones de voto de los españoles. Sin embargo, esa coincidenciada paso a discrepancias cuando se trata de demarcar el período de tiempo en que aquelinflujo ha sido significativo y, sobre todo, de determinar si ha respondido a pautasestables o cambiantes9. Este último aspecto es el que más viva polémica ha generado y

     permite caracterizar los otros dos planteamientos más importantes que se encuentran enla literatura española sobre el voto de clase10.

    7 Véase, por ejemplo, Evans (1999b, 323, 332) y Goldthorpe (1999, 321-322).8 Gunther et al. (1986, cap. 5); Gunther (1991); Gunther y Montero (1994; 2000); Montero (1998). Véasetambién Linz y Montero (1999). Las expresiones entrecomilladas en este párrafo provienen de Gunther yMontero (1994, 517; 2000, 40).9Hay un tercer aspecto que podría dar lugar a desacuerdos entre quienes aceptan la importancia del votoclasista durante un determinado período: la evaluación de su magnitud global en las diferentes eleccionescelebradas durante el mismo. Sin embargo, esta tarea ha sido llamativamente desatendida en los estudiosque asumen aquel punto de partida. Aún así, todo indica que autores como Juan Jesús González tenderían

    a pensar que el voto clasista alcanza su cénit en España en las elecciones de 1993 y disminuye posteriormente como consecuencia de los procesos de realineamiento y desalineamiento aludidos en el párrafo siguiente.10 La otra cuestión, la del período en que el voto clasista ha sido relevante en España, ha recibido muydiversas respuestas. Torcal y Chhibber (1995, 8) afirman que "la clase social ha emergido como unavariable manifiestamente influyente en la formación de las preferencias electorales" después de 1989;

     para la etapa anterior asumen el diagnóstico de Gunther y Montero y las afirmaciones de Justel (1992)acerca del escaso impacto electoral de la clase social en las elecciones de 1986 y 1989. Por el contrario,González Alvarez (1998, 27) sostiene que "el voto de clase ha estado presente en el comportamientoelectoral de los españoles al menos desde 1986". Feldman, Rodríguez Menés y García-Pardo (1989) yahabían constatado mucho antes la influencia de la clase sobre el voto en las elecciones de 1986. Por su

     parte, Juan Jesús González (1996, 50) parece asumir una posición análoga a la de Torcal y Chhibber ytrata de explicar "el retorno de las clases" a partir de un giro redistributivo iniciado a finales de los

    ochenta, pero, de hecho, documenta la existencia de voto clasista en las elecciones de 1986; en todo caso,da por supuesto que el voto de clase tuvo su menor intensidad en las elecciones de 1982. En cambio,aunque no se pronuncia al respecto, la lógica del argumento de Rodríguez Menés (1997, 1998) implicaque el voto clasista tiene en España un arraigo muy anterior en el tiempo.

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    Por un lado, se encuentra la tesis de que a lo largo de los años ochenta y noventa se ha producido un importante reordenamiento de las pautas de relación entre clase y voto,que involucra procesos tanto de realineamiento como de desalineamiento. Sin duda, esJuan Jesús González quien ha presentado esta tesis de manera más elaborada. SegúnGonzález, desde 1986 hasta 2000 la evolución del voto clasista habría pasado por tresfases principales, que caracteriza en función de otros tantos cambios en las pautas de

    apoyo relativo al partido en el gobierno (y, complementariamente, a otros partidos). La primera, iniciada en las elecciones de 1986 y continuada en las de 1989, implicaría parael PSOE una reducción del peso de los apoyos de la clase de servicio y los trabajadoresno manuales en comparación con los de las clases obreras manuales (cuyo beneficiariosería el PP) y, dentro de éstas, una disminución del apoyo de los trabajadorescualificados frente al de los no cualificados (que favorecería a IU); todo ello redundaríaen una "proletarización" del electorado socialista. En la segunda etapa, que arranca delas elecciones de 1993 y culmina en las de 1996, tendría lugar una reducción del pesorelativo de los obreros no cualificados (en particular, de los más jóvenes y que tienenuna situación más precaria en el mercado laboral) en el electorado socialista (con unacomplementaria disminución del tradicional rechazo de este grupo al PP) y un aumento

    del de lo que González llama "clases pasivas", en particular jubilados y amas de casa.Finalmente, en las elecciones de 2000 se produciría un incremento del apoyo (o, almenos, una reducción del rechazo) de los trabajadores manuales cualificados al PP11.

    Frente a esta imagen de un complejo proceso de realineamiento y desalineamiento declase, un tercer planteamiento ha venido a sostener que el voto clasista en España se hacaracterizado no sólo por su constante relevancia sino también por la estabilidad de suforma. Así lo afirma Jorge Rodríguez Menés para el período que va de 1988 a 1996, enque la pauta de apoyos y rechazos relativos a los principales partidos se mantendríainalterada. En lo que se refiere a los apoyos, esa pauta consistiría en un arraigo

     preferente del PP entre "las élites profesionales, grandes y medianos empresarios yterratenientes, agricultores y pequeños empresarios de los servicios y del comercio", delPSOE entre todos los asalariados manuales y de IU entre los cargos y especialistasintermedios y los trabajadores manuales, en particular los de nuevas cualificaciones yoperadores de maquinaria. Respecto a los rechazos, implicaría la clarainfrarrepresentación de las élites profesionales, cargos y especialistas intermedios ytrabajadores de cuello blanco en el voto al PSOE, de todos los asalariados manuales enel voto al PP y de las élites y, sobre todo, los agricultores y pequeños empresarios entrequienes respaldan a IU12.

    La constatación de que hay profundas discrepancias entre los trabajos que tanesquemáticamente acabo de reseñar podría invitar a someterlos a un examencomparativo de sus méritos que pusiese de manifiesto sus posibles deficiencias, yafuesen éstas debidas a limitaciones en el alcance de los datos utilizados, a insuficienciasmetodológicas o a imprecisiones conceptuales. Sin embargo, mi propósito en estetrabajo no es llevar a cabo una disección crítica "interna" de esos trabajos. En lugar deello, propondré una nueva descripción del voto clasista en España, que pretende ser tanadecuada y exhaustiva como los datos disponibles permitan y que acaso sirva al lector

    11 González (1994; 1996; 1998); González y Garrido (1999; 2000). (Conviene observar que el análisis dela última etapa fue formulado prospectivamente y completado con un breve balance de urgencia posteriora las elecciones de 2000). Véase también González Alvarez (1998) y Torcal y Chhibber (1995) sobre las

     primeras etapas. Las discrepancias entre estos autores a la hora de explicar los cambios no afecta a mi

    exposición, que se refiere tan sólo a su descripción de los mismos. También Linz y Montero (1999, 86-88) constatan estos procesos de cambio, si bien los ven como confirmadores de la muy limitadarelevancia del voto clasista en España.12 Rodríguez Menés (1997).

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     para contrastar la solidez de las conclusiones de los estudios preexistentes sobre nuestrotema.

    B. Orientación y supuestos básicos.

    El objetivo propuesto comporta dos tareas, inseparables en la práctica pero lógicamente

    diferentes. Una es determinar la magnitud y la forma de la asociación existente entre las posiciones que ocupan los electores en la estructura de clases y sus decisiones de votoen cada elección. La otra es examinar el grado de continuidad o cambio de esaasociación a lo largo del período sujeto a estudio. Mi propósito es afrontar ambas tareas

     partiendo de una orientación bastante específica, algunos de cuyos rasgos vale la penaadvertir y comentar brevemente. Son los siguientes.

    Conviene insistir, en primer lugar, en que se trata de un análisis estrictamentedescriptivo. Sin duda, la meta última del análisis clasista del voto, como de lainvestigación social en general, es la explicación. Sin embargo, vale la pena recordarque es necesario “establecer los fenómenos” antes de explicarlos, so pena de invertir

    tiempo y esfuerzos en dar cuenta de pseudohechos y “explanandos imaginarios”. Laliteratura sobre clase y voto ofrece algunos ejemplos notables del extravío al que puedeconducir la búsqueda prematura de explicaciones y ello invita a dar un paso atrás, haciala descripción, a fin de especificar qué es exactamente lo que hay que explicar 13.

    En segundo lugar, el análisis que aquí se presenta parte de una definición precisa yclaramente delimitada del objeto de estudio, el voto clasista. Muchas discusiones entorno al voto de clase surgen de malentendidos acerca del sentido de los conceptos quese utilizan y de discrepancias en la propia definición del problema planteado. Larelación entre clase y voto tiene muchos aspectos y ello puede conducir a dos errorescomplementarios: no distinguirlos adecuadamente, lo cual lleva a mezclar entre sí

     problemas cualitativamente diferentes; o absolutizar unilateralmente uno de ellos comosi agotase toda aquella relación. Intentaré evitar ambos errores, dando una definición devoto clasista que reconoce su carácter parcial; es decir, reconoce que alude a un aspecto

     particular de la compleja relación entre clase y voto, que considero de especialrelevancia a efectos de lo que me interesa indagar (la influencia de la clase en elcomportamiento de los electores, considerada como una parte de sus consecuenciassobre la acción y conciencia de los actores) pero que no excluye la importanciaintrínseca de otros aspectos cuando el foco de interés es distinto (por ejemplo, explicarel resultado de unas elecciones).

    En lo que sigue, utilizaré la noción de voto clasista para aludir a la totalidad de las pautas de asociación existentes en una concreta elección entre posiciones de clase ydecisiones de voto (incluyendo la decisión de votar o no), consideradas ambas en elnivel individual, y asumiré que su estudio consiste en caracterizar, medir y, en últimotérmino, explicar las propensiones diferenciales (positivas o negativas) de los individuos

    13 Algunos agudos comentarios sobre la obvia conveniencia y el frecuente olvido del establecimiento delos fenómenos antes de buscarles una explicación, en Merton (1987). Borges ya había advertido muchoantes sobre las perniciosas consecuencias teóricas y prácticas que puede tener el planteamiento de

     problemas y explanandos imaginarios: "La palabra problema puede ser una insidiosa petición de principio. Hablar del problema judío es postular que los judíos son un problema; es vaticinar (yrecomendar) las persecuciones, la expoliación, los balazos, el degüello, el estupro y la lectura de la prosa

    del doctor Rosenberg. Otro demérito de los falsos problemas es el de promover soluciones que son falsastambién. A Plinio (Historia natural, libro octavo) no le basta observar que los dragones atacan en verano alos elefantes: aventura la hipótesis de que lo hacen para beberles toda la sangre que, como nadie ignora,es muy fría".

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    ocupantes de ciertas posiciones de clase (en comparación con los ocupantes de otras) avotar a determinados partidos (en lugar de votar a otros o de no votar).

    Esta definición tiene varias implicaciones importantes:

    a)  sitúa el análisis en el nivel micro, tomando a los electores individuales como

    unidades relevantes14

    . El objetivo es registrar cierto tipo de regularidades de sucomportamiento, que están asociadas a su situación en determinadas posiciones declase. No se trata de dar cuenta de los resultados electorales, lo cual requeriría teneren cuenta otros muchos factores, ni de evaluar el impacto causal de la estructura declases sobre los alineamientos políticos en el nivel macro -es decir, la "relevancia

     política de las clases" considerada agregadamente- o de describir las coalicionessociales de apoyo de cada partido, que dependen no sólo de las diferencias en elcomportamiento de las distintas clases, sino también de su tamaño15. Todos estos

     problemas están relacionados, pero no son mutuamente reductibles;

     b)  caracteriza - y propone medir- el voto clasista en términos relativos o, para ser más

    exactos, doblemente relativos. No se concentra la atención en la distribución generalde las orientaciones de voto de cada posición de clase, considerada en términosabsolutos16. Pero tampoco se estudia en términos simplemente relativos, es decir,mediante la comparación directa (ya sea mediante diferencias de proporciones omediante razones condicionales) de la tendencia de los miembros de una clase avotar a un partido con su tendencia a votar a otro, o de las inclinacionesdiferenciales de las distintas clases a votar a un determinado partido17. Lo que sehace es una doble comparación: se compara (i) la comparación entre la propensiónde la clase  A  a decantarse por la opción electoral  X   y su propensión a apoyar laopción Y  con (ii) la comparación entre esas mismas propensiones electorales en elcaso de otra clase  B, que se toma como referencia, o del promedio de todas lasclases18;

    c)  conduce al estudio del voto clasista total, que incluye cualquier pauta posible deasociación entre posición de clase y voto, sin prejuzgar que haya de consistir en unaestructura de apoyos o combinación de clases y partidos predeterminada. Por tanto,no comporta una atribución previa de “partidos naturales” a las diferentes clases, ni

    siquiera una tan genérica como la expectativa de correspondencia entre clase obreray partidos de izquierda y entre clase media y partidos de derecha que lleva consigola noción de “voto clasista tradicional", que hace referencia a una configuración

    históricamente específica de la asociación entre clase y voto19. La distinción entreambos conceptos es especialmente pertinente cuando, como en nuestro caso, se

    14  Una interesante discusión general de la distinción y relación entre los niveles micro y macro en elanálisis de clase, en Wright (1997, cap. 13).15 Cfr. Brooks y Manza (1997, 938) y Manza y Brooks (1999, 177).16  En buena lógica, esto significa que tampoco se hará uso de índices sintéticos de "voto clasistaabsoluto", como los utilizados por Crewe (Särlvik y Crewe, 1983; Crewe, 1986) y Rose y McAllister(1986), que, de una u otra manera, consisten en el porcentaje total de votantes que apoyan al partido"natural" de su clase.17 De ahí también la renuncia a utilizar índices de "voto relativo" del estilo del de Alford (1962; 1963) o elde Crewe (1986), que se basan en ese tipo de comparaciones directas.18  Para ello se recurre a modelos logísticos basados en la razón de razones, una medida doblementerelativa de la asociación en tablas de contingencia, cuyo uso en el estudio del voto clasista fueinicialmente propuesto por Heath et al. (1985) y Thomsen (1987).19 La distinción entre voto clasista "tradicional" y "total", en Hout et al. (1995).

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    estudian países con un sistema político multipartidista y se acepta la necesidad dedescribir la estructura de clases en términos de un esquema multicotómico20;

    d)  da por supuesto que la existencia de voto clasista no implica continuidad temporalde las mismas pautas de asociación entre clase y voto, sino que hace referencia aelecciones concretas. Esto tiene dos consecuencias importantes. La primera es la

    necesidad de discernir los tipos de cambio que puede experimentar el voto clasista alo largo del tiempo. Algunos consistirán en tendencias al incremento o disminuciónde su fuerza global (procesos de "alineamiento" o "desalineamiento"). Pero tambiénes posible que se produzcan modificaciones de las pautas de asociación entre clase yvoto que no afecten sustancialmente a su magnitud global. Tales modificaciones

     pueden variar en su alcance y naturaleza, según se trate de "realineamientos" osimples "desplazamientos" de los apoyos clasistas. Un "realineamiento" supone unaalteración cualitativa -e incluso una completa inversión- de las orientaciones de lasclases hacia los partidos; es decir, significa que las clases pasan de prestar un sólidoapoyo relativo a un partido a apoyar en mayor medida una opción alternativa. Estos

     procesos de "realineamiento" pueden ser de distintos tipos: de un lado, generales o

    específicos (según afecten a todas las clases o sólo a algunas); de otro, críticos oseculares (según se produzcan súbitamente, en una sola elección, o a lo largo devarias elecciones). Por su parte, un "desplazamiento" de los apoyos clasistasconsiste en un incremento o descenso del nivel de apoyo relativo que las clasesotorgan a los distintos partidos que no supone una inversión de sus orientaciones

     previas21. La segunda consecuencia es el reconocimiento de que la noción de votoclasista se debe distinguir claramente de otras en las cuales está contenida, pero queestablecen compromisos o condiciones más fuertes. Por ejemplo, de la de "políticade clase" (que exige estabilidad temporal de las mismas pautas de voto clasista) o lade "cleavage de clase" (que, al menos en su sentido más estricto, supone la presenciade pautas estables de voto que tienen una base normativa, identitaria yorganizacional y remite el análisis al nivel macro)22;

    y, finalmente, mi definición

    e)  asume que, en rigor, el concepto de voto clasista no presupone lógicamente laexistencia de elementos como, por el lado de la "demanda", una identidad,autoconciencia, comunidad o cultura de clase o, por el lado de la "oferta",estrategias partidistas de movilización de los electores basadas en discursos yapelaciones explícitamente clasistas. Por supuesto, hay buenas razones para suponerque todos estos elementos tenderán a incrementar el nivel de voto de clase, e incluso

     para atribuirles un papel clave en su formación histórica. Pero es aconsejable notratar estos factores como inherentes a la propia noción de voto clasista, aunque sólosea porque en ciertos contextos la influencia de la posición de clase sobre el voto

     puede consistir simplemente en "la producción de una reacción esencialmente

    20  Es, por tanto, plenamente consistente tanto con las llamadas a recurrir a modelos de voto que noreduzcan éste rutinariamente a una única dimensión o dicotomía (véase, por ejemplo, Whitten y Palmer,1996) como con la insistencia, crónica en la literatura especializada, en el carácter complejo de lasestructuras de clases de las sociedades modernas.21 Esta tipología de procesos de cambio, en Brooks y Manza (1997a, 383).22 Sobre la distinción entre "voto de clase" y "politica de clase", veáse Mair (1999). Brooks y Manza(1997a, 381-382) hacen un uso diferente de esa distinción, en función del tipo de mecanismos causales

    que generan las diferencias en el comportamiento de las clases. Sobre la noción de cleavage clasista, en elsentido fuerte aludido en el texto, Bartolini y Mair (1990) y Bartolini (2000). Por supuesto, la noción decleavage ha sido utilizada en otros sentidos, con muy diferentes grados de laxitud; se puede ver alrespecto la ya lejana discusión de Zuckerman (1975).

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    homogénea" en electores que se enfrentan a alternativas semejantes en condicionessociales similares, dando lugar a una pauta común de voto que puede ser entendidacomo una "acción de masas"23.

    A todas estas precisiones es necesario añadir todavía una distinción, entre voto clasistageneral o global y voto clasista particular 24. Estudiar el voto clasista particular significa

    fijarse separadamente en los componentes de la relación entre clase y voto, atendiendoal comportamiento distintivo de cada una de las categorías de clase (considerado, ennuestro caso, en términos doblemente relativos); implica, pues, la adopción de una

     perspectiva estrictamente analítica. En cambio, el estudio del voto clasista general tieneuna vocación sintética, pues considera en su conjunto -y resume- las diferencias decomportamiento entre las distintas clases (ya sea respecto al conjunto de las opcioneselectorales o en relación con algunas alternativas en las que se centre el análisis), dandouna medida global de esa heterogeneidad. Es importante mantener diferenciados ambosaspectos, independientemente de que el voto de clase se defina en términos absolutos orelativos o de que el análisis se centre en el voto clasista total, el tradicional, o cualquierotro "subconjunto" de aquél.

    Finalmente, se ha de tener en cuenta que mi análisis no se compromete a priori con laatribución de validez -y mucho menos validez exclusiva- a un único modelo de votanteo a una teoría del comportamiento electoral que pretenda tener carácter sistemático yomniabarcante. Es evidente que, aquí como en general, el análisis descriptivo esinseparable de ciertas categorías y supuestos teóricos que lo orientan. Sin embargo,tampoco conviene exagerar el alcance de esa sobredeterminación teórica de ladescripción. La pertenencia de clase se puede traducir en intereses, experienciaslaborales, expectativas, procesos de identificación, capacidades de acción, pautas

     biográficas, oportunidades de movilidad, pautas de socialización e inserción ensubculturas, redes de relaciones sociales que llevan consigo formas distintivas deinfluencia social directa... Cualquiera de estos elementos puede a su vez producir"propensiones electorales" de clase y apunta a un potencial mecanismo del voto declase. Pero cada uno de estos mecanismos es compatible en diferente grado con losdiversos modelos de voto (y, por cierto, con las diferentes teorías de las clases sociales)que han sido propuestos en la literatura. La posición que aquí se adopta consiste, en

     primer lugar, en no presuponer la validez de uno y sólo uno de esos modelos, de maneraque el compromiso previo con una particular teoría del comportamiento electoral nolleve a restringir innecesaria y prematuramente la descripción de las pautas deasociación entre clase y voto. Y, en segundo lugar, en dejar abierta al análisis empíricoulterior la determinación de la potencia de aquellas teorías en términos de su capacidad

     para dar cuenta de la asociación entre clase y voto. Esa apertura permite contemplar la posibilidad -probablemente la más realista- de que en la explicación del voto de clase sehayan de combinar elementos de diferentes teorías “puras” de la conducta de vo to25.

    23 La idea general de acción de masas basada en la posición de clase, en Weber (1922, 685), de donde proceden los entrecomillados.24  Tanto esta distinción como la anteriormente hecha entre las perspectivas absoluta, relativa ydoblemente relativa adaptan al voto de clase las propuestas por Carabaña (1999, 27ss.) a propósito de lamovilidad de clase.25  Así lo sugieren los resultados de Weakliem y Heath (1994) o los del artículo de Javier Polaviejaincluido en este mismo número de Zona Abierta. Esto no significa subestimar la importancia de la tarea

    de producir una teoría general del voto clasista, siempre y cuando se entienda por ello a) la elaboración deun inventario sistemático de los diferentes mecanismos causales del voto clasista y b) la especificación delas condiciones en las cuales operan. Pero lo cierto es que semejante teoría no está disponible y no seganaría nada llevando a cabo nuestros análisis como si lo estuviese.

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    En síntesis, todo lo dicho hasta ahora conduce a acotar estrictamente el objetivo de estetrabajo, que se dirige al estudio de la relación entre clase y voto en España, consideradadesde una óptica muy concreta: la del voto clasista total (no sólo del tradicional, quecontrapone dicotómicamente izquierda y derecha), doblemente relativo (no absoluto osimplemente relativo), considerado tanto en su dimensión global como en sus pautas

     particulares.

    2.  Datos, variables y técnicas de análisis. 

    Para ello, recurriré a modelos de regresión logística, tanto univariados comomultivariados, que toman como variable dependiente el "recuerdo de voto en las últimaselecciones generales". Se obtendrán así estimaciones brutas y netas de las orientacionesde voto de cada clase en cada elección, a partir de las cuales será posible calculartambién índices que midan la magnitud global del voto clasista en cada una de ellas.

    Los datos que utilizaré provienen de treinta y seis encuestas llevadas a cabo por el

    "Centro de Investigaciones Sociológicas" entre febrero de 1989 y octubre de 2000, cadauna de las cuales contiene información sobre el recuerdo de voto de los entrevistados enlas últimas elecciones generales que habían tenido lugar en el momento de la realizaciónde la encuesta, cubriendo, por tanto, todo el período 1986-2000. He fundido todas estasencuestas en un único fichero, en dos pasos26. Primero, he combinado las encuestas quecontienen información referida a una misma elección, dando lugar a cinco muestrasdiferentes de gran tamaño, lo cual garantiza la posibilidad de examinar las relacionesentre clase y voto en cada elección de manera muy desagregada y de controlar losefectos de otras variables27. Luego, he agrupado esas cinco muestras en una sola,identificando a cada una de ellas como una categoría de una nueva variable ("elección"),a fin de poder examinar sistemáticamente los cambios de los efectos de la clase sobre elvoto de una elección a otra.

    La fusión de estas encuestas en una única base de datos es viable porque se cumplen dosrequisitos. En primer lugar, se trata de muestras independientes que tienen un mismodiseño muestral: polietápico, estratificado por región y tamaño de hábitat, con selecciónde las unidades últimas por rutas aleatorias con cuotas de sexo y edad. En segundolugar, todas ellas proporcionan información sobre todas las variables que seránutilizadas en el análisis, y -con algunas salvedades que de inmediato apuntaré- lo hacende forma idéntica o suficientemente parecida como para que sea posible traducirla a uncódigo común sin dar lugar a distorsiones graves.

    26 Esta estrategia de construcción de una "base de datos transversales agrupados" se utiliza habitualmentecon dos fines. Por un lado, aumentar el tamaño muestral a fin de estudiar subpoblaciones o categoríassociales pequeñas o llevar a cabo análisis que involucran un número elevado de variables (Kiecolt y

     Nathan, 1985, cap. 3). Por otro lado, estudiar el cambio de determinadas variables o relaciones entrevariables a lo largo del tiempo, en condiciones en que no están disponibles datos estrictamentelongitudinales (Micklewright, 1994; Firebaugh, 1997). Aquí se utiliza simultáneamente para ambos

     propósitos.27 En realidad, la agrupación de encuestas se hizo para las elecciones de 1993, 1996 y 2000, pues para lasde 1986 y 1989 ya estaban disponibles macroencuestas de gran tamaño muestral (estudios 1789, defebrero de 1989 y 2025-2041, de noviembre de 1992, formado a su vez por diecisiete submuestrasrepresentativas a nivel autonómico). Las encuestas combinadas para cada una de las otras elecciones sonlas siguientes. Para la de 1993, los estudios 2061, 2100, 2103, 2104, 2108, 2110, 2127, 2133, 2154, 2156,

    cuyas fechas de realización van de junio de 1993 a febrero de 1995. Para la de 1996, los estudios 2210,2218, 2219, 2240, 2244, 2254, 2264, 2270, 2274, 2285, 2293, 2294, 2307, 2312 y 2316, realizadas entremayo de 1996 y enero de 1999. Para la del 2000, los estudios 2384, 2387, 2389, 2392, 2394, 2395, 2396,2398 y 2400, realizados entre marzo y octubre de 2000.

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    En principio, el hecho de que algunas de las encuestas utilizadas hayan sido realizadas bastante tiempo después de la elección correspondiente podría plantear problemas si seobservase una pauta definida de cambio del recuerdo de voto manifestado por losentrevistados a medida que nos fuésemos alejando del momento de la elección y,además, esa pauta estuviese estructurada en términos de clase. Sin embargo, después de

    realizar algunos análisis exploratorios, creo que se puede descartar esta posibilidad. No parece haber una tendencia unívoca de cambio de la descripción agregada de losresultados electorales a medida que las encuestas se alejan del momento de la elección,sino más bien oscilaciones de una a otra encuesta que no siguen una trayectoria fija. En

     particular, no hay una tendencia al empeoramiento progresivo de la descripción de losresultados; de hecho, en más de un caso ocurre que la peor descripción es lasuministrada por la encuesta más inmediata a las elecciones. Tampoco parece que elrecuerdo de voto de las distintas clases evolucione de manera sustancialmente diferentea lo largo de las sucesivas encuestas que hacen referencia a una misma elección. Hay,

     por supuesto, un fenómeno bien conocido de subestimación o sobreestimación del votode ciertas fuerzas políticas en determinados períodos, pero nada indica que haya en él

    sesgos clasistas que puedan trastocar nuestros resultados, con una posible excepción a laque se hará mención más adelante28.

    Un problema diferente se podría derivar del hecho de que la información disponiblesobre la posición de clase de los entrevistados (y sobre otras variables estructurales ysociodemográficas) corresponde al momento de realización de la encuesta, pero en elanálisis se proyectará sobre la fecha en que habían tenido lugar las últimas eleccionesgenerales; esto podría dar lugar a errores de medida que, si fuesen sistemáticos,afectarían a los resultados del análisis. Sin embargo, este problema apenas es real.Respecto a la clase, porque en España la movilidad de clase (e incluso la movilidadocupacional) a corto plazo es muy baja29, de modo que el error de medición se puedeconsiderar prácticamente despreciable. Algo semejante ocurre con algunas de lasvariables de control, y las demás pueden ser recalculadas o recodificadas de manera quese minimicen los errores. El ajuste más importante que ha sido necesario hacer afecta ala variable de "relación con la actividad", en la cual se agrupará en una misma categoríaa los actualmente ocupados y los parados que han trabajado con anterioridad. La razónes que las transiciones entre ambas situaciones son frecuentes y su probabilidad se veafectada tanto por la clase como por algunas de las variables que usaremos como controlen los modelos multivariados30. Esta codificación de la "relación con la actividad"constituiría una seria limitación si tuviésemos un interés intrínseco en estudiar lasdiferencias entre el voto de ocupados y parados, pero no en nuestro caso, en que estavariable cumple una mera función de control y su inclusión tiene como principalobjetivo distinguir a los activos de los jubilados y amas de casa.

    Llegados a este punto, parece imprescindible presentar con detalle cuáles son lasvariables que entrarán en el análisis y cómo están codificadas.

    28 Véase la sección 5, apartado D.29  La mayor distancia entre encuesta y elección en nuestra base de datos es de tres años. Estudios

     parciales sobre subpoblaciones específicas (trabajadores de los servicios; jóvenes) y referidos a lapsos detiempo mucho más largos, han encontrado muy poca movilidad tanto entre clases como entre segmentos

    ocupacionales (e.g., Carabaña, 1996; Gutiérrez, 1998); esta imagen se ve básicamente confirmada por elestudio más general de Echeverría (1998).30 Toharia et al. (1998, sec. I,.2); Garrido y Requena (1996, caps. 2 y 3); Carabaña (2000); García dePolavieja (2001, cap. 3).

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    Como he señalado, la variable dependiente de mis análisis será el recuerdo de voto enelecciones generales. Se distinguirán cinco opciones: PP, PSOE, IU, otros partidos, yabstención. Sin duda, la categoría "otros partidos" es excesivamente heterogénea como

     para que el estudio de su comportamiento sea informativo, pues no sólo agrupa votos a partidos nacionalistas y regionalistas de muy diferente tipo, sino que en las eleccionesde 1986 y 1989 incluye también el todavía importante apoyo al CDS. Sin embargo, el

    análisis del voto clasista a partidos nacionalistas debiera ser materia de un estudioseparado, que no abordaré aquí y, dado que mi análisis se centrará sobre todo en lasorientaciones de clase hacia los tres principales partidos a lo largo de todo el período, elmantenimiento de una categoría separada para el CDS complicaría el análisis sin ofrecergran fruto. En cuanto a las posibilidades, a veces utilizadas, de excluir del análisis a los

     partidos de ámbito no estatal o de fundir los votos al PP y al CDS en una mismacategoría, me parece que resultan inconvenientes, pues la primera sesga los resultados yla segunda prejuzga la homogeneidad en términos de clase entre el electorado del PP yCDS, que en todo caso debiera ser objeto de indagación empírica en otro trabajo31.

    Obviamente, mi variable independiente será la posición de clase. Utilizaré el esquema

    de clases de Goldthorpe o EGP (por Erikson, Goldthorpe y Portocarero), construido entérminos de una combinación de situación laboral y ocupación que, en último término,

     pretende diferenciar posiciones en las unidades de producción y mercados de trabajo entérminos del tipo de relaciones de empleo que llevan consigo32. La elección de esteesquema no responde a la convicción de que sea manifiestamente superior a otrosalternativos33, sino a que es el más frecuentemente usado en la literatura internacionalsobre el voto clasista y a que su adaptación a los datos del CIS no plantea problemasirresolubles, que sí se podrían dar en caso de utilizar esquemas cuya construcciónrequiere información más rica y detallada. En todo caso, aquí se aplicará el esquema deGoldthorpe en su forma más detallada, que distingue once categorías de clase34:

    1. 

    I, clase de servicio, nivel alto (directivos superiores; expertos y profesionalessuperiores, tanto por cuenta propia como por cuenta ajena; propietarios-gerentes no agrarios);

    2.  II, clase de servicio, nivel bajo (directivos inferiores; expertos y profesionales inferiores, tanto por cuenta propia como por cuenta ajena;supervisores de empleados no manuales);

    3.  IIIa, empleados no manuales de rutina, nivel alto;4.  IIIb, empleados no manuales de rutina, nivel bajo;5.  IVa, pequeños empresarios (trabajadores por cuenta propia con asalariados,

    excluyendo tanto agrarios como expertos y profesionales);6.  IVb, autónomos (trabajadores por cuenta propia sin asalariados, excluyendo

    tanto agrarios como expertos y profesionales);

    31 He hecho, sin embargo, algunos análisis sobre las orientaciones hacia el CDS en 1986 y 1989; véase lanota 49.32 Esta idea y la justificación de la construcción del esquema de clases EGP a partir de ella, en Erikson yGoldthorpe (1993, 35ss.); un intento de proporcionarle una base teórica general, en Goldthorpe (2000,cap. 10).33 Mi personal apuesta al respecto, en Caínzos (1996).34 La combinación de números romanos y letras es la clave que identifica a cada clase en el esquema deGolthorpe. Dado que la mayoría de las encuestas manejadas no proporcionan información sobre eltamaño de la empresa en que trabaja (o de la que es propietario) el entrevistado, ha sido necesario adaptarla operacionalización del esquema de clases, de manera que algunas categorías pueden diferir de las

    obtenidas en el uso del esquema EGP en otros países o con otras fuentes de datos. Estas diferenciasafectan principalmente a la asignación de clase a los empleadores y directivos, que aquí se haceatendiendo únicamente a criterios ocupacionales y no de tamaño de la empresa. Se pueden obtener delautor los detalles de la operacionalización.

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    7.  IVc, agricultores (propietarios agrarios, con y sin asalariados, y otrostrabajadores por cuenta propia en el sector primario);

    8.  V, Supervisores de trabajadores manuales;9.  VI, Trabajadores manuales cualificados en la industria y los servicios;10.  VIIa, Trabajadores manuales no cualificados en la industria y los servicios;11.  VIIb, Obreros agrarios.

    Se ha atribuido una posición de clase, ya sea directa o mediada, a todos losentrevistados. A los ocupados y antiguos ocupados (jubilados, parados) se les haasignado clase "directa" a partir de la información sobre su ocupación y situaciónlaboral actual o última. A las amas de casa, pensionistas que nunca realizaron trabajoremunerado, estudiantes y buscadores de primer empleo, se les ha imputado una clase"mediada" a partir de la información que proporcionan sobre el "cabeza de familia". Loscriterios han sido los mismos para hombres y mujeres35.

    Como he anticipado, mi análisis procederá mediante modelos de regresión logística.Concederé atención preferente a los modelos univariados, en los que la clase es la única

    variable predictora. Esta concentración en el voto clasista bruto se debe a que es en éldonde mejor se ponen de manifiesto las consecuencias que tiene para la conducta devoto de un individuo su ubicación en una determinada posición de clase, conindependencia de cuál sea la cadena causal a través de la cual emergen. Sin embargo,también presentaré los resultados de modelos multivariados que identifican los efectosnetos de la clase sobre el voto una vez que se han controlado los efectos de otrasvariables estructurales y sociodemográficas anteriores a -o simultáneas y parcialmenteindependientes de- la posición de clase, o cuya relación con ésta es difícil de establecercon carácter general. Son las siguientes:

    -  sector de empleo, dicotomizado: público o privado;- 

    relación con la actividad, con cinco categorías: activos (ocupados y paradosque anteriormente trabajaron); jubilados que trabajaron con anterioridad;

     pensionistas que nunca trabajaron; amas de casa; estudiantes y buscadores de primer empleo;

    -  sexo;-  edad, categorizada en seis grupos: 18-24 años; 25-34; 35-44; 45-54; 55-64;

    65 o más;-  nivel de estudios, categorizado en siete niveles: menos de primarios;

     primarios; EGB y bachillerato elemental; medios (BUP, bachilleratosuperior, COU); profesionales, tanto básicos como medios; superiores I(diplomados y similares); superiores II (licenciados y similares, o máselevados)36.

    En cambio, apartándome de una práctica bastante habitual, no introduciré en losmodelos ninguna variable que mida predisposiciones políticas o actitudinales estables,como la ideología o la identificación partidista. Estoy convencido de que el uso de este

    35  La distinción entre clase directa y mediada y una discusión del debate en torno a los criterios deatribución de posición de clase, en particular en relación con las mujeres ocupadas, en Wright (1997, cap.10).36 Ya he explicado la necesidad de mezclar ocupados y parados en una misma categoría. El sector deempleo se ha asignado según un criterio semejante al utilizado a propósito de la posición de clase. La

    encuesta 1789 no permite atribuir sector (del cabeza de familia) a los estudiantes y buscadores de primerempleo; han sido identificados mediante una variable "dummy". La encuesta postelectoral de 2000 (2384)utiliza una clasificación de estudios diferente de la habitual en las encuestas del CIS, cuya conversión a lacategorización que he usado conlleva un cierto nivel de error, que no es posible precisar.

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    tipo de variables con una función de control es inadecuado, pues o bien contravieneelementales principios lógicos acerca del ordenamiento de variables en el análisiscausal37, o bien presupone la existencia de una secuencia que conduce de variablescomo la ideología o la identificación partidista a la posición de clase, supuesto que en elmejor de los casos aún no ha recibido soporte empírico firme y en el peor -y más

     probable- es rotundamente falso38. Sostener esto no significa en modo alguno afirmar

    que la ideología o la identificación partidista sean "lo mismo" que el voto39

    , o que seanreducibles a -o "dominadas por"- la clase, sino tan sólo que son variables posteriores aésta, de manera que su papel natural en el estudio del voto clasista es el de variablesintervinientes entre la posición de clase (y otros factores estructurales ysociodemográficos que se tengan en cuenta) y la decisión de voto, que canalizan losefectos de aquélla sobre ésta. Por tanto, su consideración no es pertinente en ladescripción del voto de clase, sino en su explicación40.

    Dada la naturaleza categórica de la variable dependiente, he iniciado mi análisis con unmodelo de regresión logística multinomial. Sin embargo, no expondré íntegramente losresultados obtenidos del mismo, sino tan sólo los correspondientes a los contrastes que

    comparan directamente entre sí a los principales partidos de ámbito estatal (PP, PSOE,IU). Además, presentaré resultados de cuatro regresiones logísticas binomiales en lascuales se ha dicotomizado la variable dependiente, en tres casos distinguiendo el apoyoa cada uno de esos partidos frente al apoyo a todos los demás (PP vs. PSOE+IU+otros,etc.) y en el otro contraponiendo el voto al PP frente a la suma del voto a PSOE e IU .Por último, y como quiera que la propia decisión de participar o no en las elecciones

     podría en principio constituir una dimensión importante del voto clasista, se presentaráotra regresión logística que contrapone los abstencionistas a todos los votantes.

    La descripción de las pautas de voto clasista particular se hará a través de loscoeficientes logarítmicos obtenidos de estas regresiones logísticas41. Cuando se

    37 Una sintética codificación de los mismos, en Davis (1985).38 La hipótesis de la existencia de una secuencia causal que va de la ideología a la posición de clase -o,más exactamente, al grupo ocupacional- sólo ha sido formulada seriamente a propósito de ciertossegmentos de las "nuevas clases medias", a fin de explicar su relativa propensión al radicalismo entérminos de un proceso de selección de ocupación a partir de orientaciones políticas previas. La idea seremonta al menos a la obra de Frank Parkin (1968, 168ss.). Con independencia de la posible validez deesta hipótesis, pendiente de contrastación sistemática, lo cierto es que resulta difícilmente generalizable alconjunto de la relación entre clase (u ocupación) y orientaciones políticas: es posible que la ideología deuna persona influya en su decisión de hacerse asistente social en lugar de asesor financiero, pero no

     parece probable que contribuya a explicar por qué alguien es jornalero en lugar de administrativo, omédico en lugar de albañil.39 Aunque, en tanto son aspectos diferentes de la orientación política de un individuo, mantienen entre síuna relación que, en ciertos contextos, puede generar problemas de circularidad en el análisis (Evans,1999a, 14; González, 1996, 49).40 Véase, en esta línea, Weakliem y Heath (1994); Brooks y Manza (1997a); Bartle (1998); también elartículo de Javier G. Polavieja en este mismo número de Zona Abierta. Esta idea está implícita en laclásica modelización del voto en términos de un "embudo causal" en que se integran variables de diversanaturaleza y en la correlativa distinción entre los "efectos totales aparentes" (equivalentes a mis "efectosnetos") de una variable y la parte de los mismos que es mediada por variables "posteriores" (Campbell etal., 1960, 24ss.; Miller y Shanks, 1996, 190ss.).41 No presentaré los coeficientes de las variables utilizadas como control en los modelos multivariados,

     pues mi interés en este texto se limita a los efectos de la clase. Por otra parte, tampoco presentaré loscoeficientes (sino tan sólo los índices globales calculados a partir de ellos) obtenidos en algunasregresiones, ya sea para evitar excesivas redundancias (IU vs. PP; PP vs. PSOE+IU) o porque el examen

    de los índices globales permite concluir que las orientaciones clasistas hacia ciertas alternativas tienenuna importancia menor (abstención vs. participación). Todas las regresiones toman como base a losentrevistados que dan información sobre todas las variables de control. Los demás han sido excluidos delanálisis. He repetido los modelos univariados con todos los casos, encontrando sólo cambios minúsculos

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    incluyen variables independientes categóricas en un modelo de regresión logística esnecesario elegir un procedimiento de codificación de las mismas y un criterio deidentificación del modelo, que dan sentido a los coeficientes obtenidos. El

     procedimiento adoptado aquí es hacer que la suma de los coeficientes de todas lascategorías de cada variable categórica sea igual a cero. Se obtendrá así un coeficiente

     para cada categoría, que se ha de entender como su desviación en términos logit con

    respecto al promedio de todas las categorías en lo que se refiere a la probabilidad deestar en un valor de la variable dependiente en lugar de en otro; los coeficientes se pueden transformar en razones de razones calculando su antilogaritmo.

    Se podría pensar que este carácter relativo con respecto al promedio de las orientacioneselectorales, que varía de una elección a otra, es un inconveniente a la hora del análisistemporal, y que podría ser preferible el procedimiento alternativo, más habitual, detomar como referencia una categoría excluida a la que se atribuye un coeficiente igual acero y con respecto a la cual se calculan los coeficientes de todas las demás categorías.Sin embargo, muy bien podría ocurrir que aquélla cambiase su comportamiento de una aotra elección, lo cual nos colocaría en la misma situación ya descrita de comparar con

    respecto a una referencia cambiante. Lo fundamental es interpretar los resultados delanálisis sin perder de vista en ningún momento su sentido doblemente relativo y laforma concreta que adopta la comparación42. Y, sobre todo, se debe recordar que loscoeficientes asignados a cada clase en cada elección no informan en modo algunoacerca de sus orientaciones absolutas.

    Por su parte, los niveles de voto clasista global en cada elección se medirán a través deíndices sintéticos construidos a partir de los coeficientes logarítmicos. Utilizaré el índicekappa de voto clasista, propuesto por Hout, Brooks y Manza, que equivale a ladesviación típica de los coeficientes obtenidos para todas las categorías de clase en undeterminado modelo de regresión logística. Se pueden obtener kappas de diferentealcance. A partir del modelo multinomial, se puede calcular un índice de voto clasistatotal global, que consiste en la desviación típica de los logaritmos de las dobles razonescorrespondientes a todas las combinaciones posibles de clases y opciones electoralesdiferenciadas, incluyendo la abstención. Si se hace el cálculo teniendo en cuentaúnicamente los contrastes entre partidos, pero excluyendo la abstención, tendremos unkappa que mide lo que podríamos llamar voto clasista global a partidos. Pero, además,se pueden obtener índices semejantes para determinar la magnitud de la abstención declase, del voto clasista global a fuerzas políticas concretas (por ejemplo, de voto clasistaglobal al PSOE frente a cualquier otro partido) o aplicables a una única contraposiciónentre dos partidos (voto clasista global al PSOE frente al PP). Para ello se ha de calcularel índice a partir de los coeficientes correspondientes a algunos contrastes seleccionadosen el modelo multinomial o a partir de coeficientes derivados de modelos binomialescuya variable dependiente ha sido previamente dicotomizada agrupando varias opcionesde voto en una misma categoría. En todos los casos, lo que proporcionan los índiceskappa es una medida conjunta de la heterogeneidad de la conducta de voto entre lasclases; o, si se prefiere, una medida conjunta de no-independencia en la tabla de clase

     por voto en cada elección o en subtablas generadas a partir de ella. Su límite inferior escero; no tiene, en cambio, límite superior definido. Una ventaja importante de estos

    en los coeficientes, que en modo alguno afectan al sentido de los resultados. Los lectores interesados pueden obtener del autor los resultados completos.42 En cualquier caso, la elección de uno u otro procedimiento de identificación del modelo no altera la

    sustancia de los resultados (SPSS, 1999, 50). Si, de todos modos, el lector prefiere caracterizar laorientación de cada clase por comparación con una de referencia, puede hacerlo transformando loscoeficientes de desviación con respecto al promedio, que aquí presentaremos, en coeficientes referidos ala categoría que desee.

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    índices es que también se pueden calcular a partir de los coeficientes en modelosmultivariados, de manera que es posible dar estimaciones del voto clasista global tanto

     bruto como neto43.

    Pero antes de presentar los resultados de las regresiones, es necesario dar un paso previo: justificar por qué se ha utilizado un determinado modelo descriptivo de la

    evolución de la relación entre clase y voto en lugar de otros posibles.

    3. Selección de un modelo descriptivo.

    Hemos de seleccionar el modelo que describe de manera más apropiada las relacionesentre clase y recuerdo de voto presentes en nuestros datos. En particular, y puesto quehemos combinado en un solo fichero información correspondiente a cinco elecciones, setrata de contrastar entre sí modelos que suponen la existencia de asociaciones entreclase y voto que responden a una pauta invariante a lo largo del tiempo (es decir, queincluyen tan sólo los efectos principales de dos variables: clase y elección) con modelosque estiman que la forma y/o la magnitud de esa asociación experimentan cambios en

    todas o en algunas de las elecciones objeto de estudio (es decir, que añaden términoscorrespondientes a interacciones entre clase y elección). Este proceso de comparaciónnos proporcionará una primera aproximación a la evolución del voto clasista, aunque entérminos muy genéricos (cambio frente a estabilidad) y nos suministrará el punto de

     partida para una ulterior caracterización de sus pautas (ya sean inmutables ocambiantes) y de la magnitud global de sus cambios (si los hubiere).

    Compararé la adecuación de cinco modelos predictores del voto:

    1.  Un modelo de tendencia simple, cuya única variable independiente es el añode elección, de modo que las orientaciones de voto del conjunto delelectorado puedan fluctuar de una elección a otra; este modelo se presenta aefectos puramente ilustrativos, para que se observe la mejora que supone laulterior introducción de la clase.

    2.  Un modelo de efectos de clase constantes, que añade al anterior los efectos principales de clase, asumiendo que éstos son invariables de una a otraelección.

    3.  Un modelo de efectos de clase cambiantes según una tendencia lineal, queañade al modelo anterior las interacciones entre cada posición de clase y laserie de elecciones, representando ésta mediante una variable continua. Enrealidad, desde un punto de vista estadístico sería absurdo intentar identificaruna tendencia lineal en una serie de cinco elecciones, pues bastaría unavariación acusada del efecto de la clase en una sola elección para generar laapariencia de tendencia; por tanto, la evaluación de este modelo no tieneinterés sustantivo. Sin embargo, en caso de que supusiese una mejorarespecto al modelo (2), ello podría servir como indicio de la existencia devariaciones temporales dignas de un análisis ulterior.

    4.  Un modelo completo de efectos de clase cambiantes según trayectorias nolineales, que añade al modelo (2) un término de interacción para cada par de

    43 El uso de índices kappa fue iniciado por Hout et al. (1995), que aplicaron al voto clasista una medidaglobal de no-independencia en las tablas de contingencia propuesta por Goodman (1991, 1089). En rigor,el calificativo "global" sólo es aplicable al índice obtenido a partir de toda la tabla; los demás se pueden

    entender como sub-índices que resultan de la descomposición de aquél en diferentes dimensiones(subtablas) de interés. Sin embargo, se puede atribuir a todos los kappa calculados un carácter globaldesde el punto de vista de nuestra variable independiente, en la medida en que resumen las diferenciasexistentes entre todas las clases en relación con determinadas opciones de voto.

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    Esta ambivalencia da lugar a dos tipos de consideraciones. Por un lado, se nos plantea el problema técnico de decidir qué estadístico se ha privilegiar como criterio de selección, problema nada infrecuente dado que es sabido que uno y otro tienen sesgos contrarios, afavor de la riqueza de información en el caso del test de razón de verosimilitud y a favorde la parsimonia en el caso del BIC. Pero, por otro lado, esta ambivalencia puede tener

    un significado sustantivo, como síntoma de que nuestros datos reflejan a la vez: (a) laexistencia de pautas de voto de clase caracterizadas por una considerable estabilidadglobal en su forma, lo cual podría resultar en un BIC más favorable para el modelo deefectos constantes; y (b) la existencia de algunos cambios importantes pero bastantelocalizados, que afectarían a la magnitud -y sólo excepcionalmente al signo- de loscoeficientes de algunas posiciones de clase en algunas elecciones, lo cual explicaría quetodos los modelos de cambio resulten ser más informativos que el de efectos constantes.A todo ello hay que añadir que, puesto que la comparación que hacemos se refiere amodelos multinomiales, es especialmente exigente con los modelos de cambio -incluidoel modelo (5) que incluye sólo algunos cambios seleccionados-, debido a que unainteracción puede ser relevante sólo en relación con un particular contraste entre

    opciones de voto (por ejemplo, PP frente a PSOE) y no para las demás, pero en laevaluación del modelo se ha incluido esa interacción para todos los contrastes entrecategorías de la variable dependiente.

    Estas consideraciones me han llevado a repetir la comparación de las mismasespecificaciones pero a propósito de seis modelos binomiales que revisten especialinterés sustantivo. Sin entrar en una discusión detallada de los resultados, que aparecentambién en la tabla 1, se pueden resaltar dos puntos. Primero, que, según el test de razónde verosimilitud, el modelo (4), que incluye todas las interacciones entre clase yelección, es en todos los casos mejor que el modelo de efectos constantes, si bien enrelación con algunos contrastes el correspondiente modelo parcial de efectos cambiantes(modelo 5, diferente en cada caso) es prácticamente igual de informativo y más

     parsimonioso. Segundo, que cuando se vuelve la atención hacia el BIC se observa queen la mayoría de los casos es posible construir un modelo ad hoc de efectos de clasecambiantes (un modelo 5) que ofrece un balance de información y economía mejor que-o, como mínimo, equivalente a- el del modelo de efectos constantes45. Estos resultados

     parecen confirmar que en nuestros datos se encuentran tanto indicios de estabilidadcomo de la existencia de cambios particulares que pueden tener relevancia sustantiva

     para comprender la evolución del voto clasista en España; o dicho de otro modo, lacomparación de modelos sugiere que probablemente no se ha producido unrealineamiento general pero, al menos, ha habido desplazamientos de los apoyosrelativos cuyo estudio puede revestir interés46. A ello se añade ahora la comprobaciónde que los cambios relevantes -esto es, las interacciones que contribuyen a mejorar el

    45 La única excepción clara es el modelo que predice la abstención. Cuando se contrasta el voto de IU conotras opciones, la diferencia entre los modelos (2) y (5) es favorable al de efectos constantes, pero demanera muy débil (en el contraste con el PSOE) o francamente moderada (en el contraste con todas lasdemás opciones). Y todas las diferencias, incluida la del modelo predictor de la abstención, caen fuera delos márgenes que el principal defensor del uso del BIC, Adrian Raftery (1995, 139), interpreta comoevidencia fuerte o decisiva a favor de un modelo (de 6 a 10 y más de 10, respectivamente).46 Esto podría significar que el enfrentamiento entre dos imágenes contrarias en la literatura sobre el votoclasista en España (la de estabilidad, que defiende Rodríguez Menés a partir de un análisis que, nocasualmente, adopta el BIC como criterio fundamental de selección de un modelo, y la de cambio,

     propuesta, entre otros, por J.J. González) se deriva de la adopción de dos enfoques diferentes, orientadouno a proporcionar una imagen del conjunto de la relación entre clase y voto y otro más interesado en loscambios parciales que se hayan producido en esa relación, que pudieran parecer menores para quien está

     preocupado por obtener una visión general pero podrían tener importancia política sustantiva.

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    modelo- varían notablemente según cuál sea el contraste entre opciones electorales quesometamos a consideración.

    Teniendo en cuenta todo esto, creo que la decisión más razonable es adoptar comomodelo descriptivo el modelo (4) -es decir, el modelo completo de efectos cambiantes47.Primero, porque para un análisis descriptivo que pretende examinar con detalle las

     pautas de voto de las diferentes clases se ha puesto de manifiesto la necesidad derecurrir a un modelo de efectos cambiantes. Segundo, porque aunque es posibleencontrar modelos de cambio más parsimoniosos que el completo, se trataría de unmodelo diferente para cada dicotomización de las opciones de voto -cuya consideraciónseparada complicaría innecesariamente la presentación de los resultados y el cálculo delos índices de voto clasista global- y, además, en algunos casos seguiría implicando unasignificativa pérdida de información.

    En consecuencia, en las dos secciones siguientes presentaré los resultados de laaplicación de modelos de voto de clase que contemplan todos los cambios posibles enlos efectos de la clase sobre el voto de una a otra elección. Lo haré, primero, desde la

     perspectiva de la magnitud del voto clasista general; luego, desde el punto de vista delas pautas de voto particulares de cada posición de clase.

    4. El voto clasista global.

    En la tabla 2 se exponen índices sintéticos que miden el voto clasista global en laselecciones generales celebradas entre 1986 y 2000. En el primer panel de la tablaaparecen los índices kappa de voto clasista bruto; en el segundo, los de voto clasistaneto. En cada panel se presentan diez índices diferentes, correspondientes al votoclasista total, al conjunto del voto de clase a partidos, a los contrastes de cada uno de los

     principales partidos con todos los demás o entre sí (incluyendo la contraposición entrePP y la suma de PSOE e IU) y, por último, a la alternativa entre abstención y

     participación48.

    Si fijamos nuestra atención en el panel A, observaremos en primer lugar que el votoclasista total experimenta un muy moderado descenso en el conjunto del período: en elaño 2000 es un 8,3% menor que en 1986. Pero ello no se debe a la existencia de unatendencia de cambio paulatino, sino que la mayor parte de la disminución se produceentre 1989 y 1993, cuando el voto de clase total desciende un 7,5%. Antes y después nohay cambios relevantes: sólo un exiguo incremento de poco más del 2% entre laselecciones de 1986 y las de 1989, en que el voto clasista total alcanza su nivel máselevado, y una reducción semejante -del 2,5%- entre las elecciones de 1996 y 2000.Algo similar ocurre con el voto clasista a partidos (es decir, excluyendo la abstención),con dos diferencias principales: primero, que el período 1986-2000 arroja como balanceun descenso aún más moderado: poco más de un 6%; segundo, que las fluctuaciones acorto plazo son algo más acusadas: el incremento entre 1986 y 1989 es de un 6,5% y ladisminución que se produce en la siguiente elección es de un 9%. Pero en ambos casos,

    47  El lector habrá reparado en que, en buena lógica, habría sido necesario llevar a cabo también un proceso de selección del mejor modelo multivariado. Sin embargo, para simplificar el análisis y, sobretodo, su presentación, asumiré en los análisis multivariados la misma especificación que en losunivariados, incluyendo tanto los efectos principales de las variables de control como todas lasinteracciones entre éstas y las diferentes elecciones.48 Los índices que contraponen a los abstencionistas con los votantes, a los votantes de un partido con losde todos los demás partidos, y a los del PP frente a la suma de PSOE e IU se han calculado a partir demodelos binomiales, tras haber dicotomizado la variable dependiente. Los demás se han calculado a partirde los contrastes correspondientes en el modelo multinomial.

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    discontinuidad situada en 1993, ha de ser matizada para reconocer la notable diversidadde trayectorias reconocibles una vez que atendemos a la evolución de las orientacionesclasistas hacia cada uno de los principales partidos.

    Un paso adicional en el análisis es el de examinar de manera directa cómo seinterrelacionan esas trayectorias. Para ello, habrá que prestar atención a los índices de

    voto clasista relativos a cada uno de los contrastes entre estos partidos. Su exameninvita a hacer varias observaciones, todas ellas congruentes con lo apuntado en el párrafo anterior. La primera, referente a las orientaciones de las clases hacia laalternativa entre PSOE y PP, es que hay que distinguir dos etapas en su evolución. Unainicial de notable estabilidad, que va de 1986 a 1993; y una posterior de fuerte descenso:el índice kappa para la alternativa PSOE/PP se ve rebajado en algo más de un 36% entre1993 y 2000 (casi un 15% entre 1993 y 1996, en torno a un 24% entre este año y el2000). Esto significa que la primera reducción significativa del "clasismo" del voto alPP en comparación con el conjunto de los demás partidos -que, como hemos visto, se

     produce en 1993- no lleva aparejada – ni mucho menos se deriva de- una aproximacióngeneral de su perfil clasista al del PSOE. En cambio, podemos constatar que lo que sí se

     produce ese año es una fuerte disminución (de un 25% con respecto a 1989 o de casi un30% si comparamos con 1986) de la magnitud global de las diferencias entre las clasesen lo que respecta a su orientación hacia la alternativa entre IU y PP, que es paralela aun incremento (de un 11% respecto a las elecciones anteriores, de un 21% frente a lasde 1986) del índice kappa correspondiente a la alternativa IU/PSOE. De hecho, en laselecciones de 1993 se encuentran tanto la mayor diferencia entre los perfiles clasistas dePSOE e IU como la menor entre los de IU y PP. A partir de 1993 ocurre algo biendiferente: por una parte, el atenuamiento del “clasismo” de las orientaciones de los

    electores tanto hacia el PP como hacia el PSOE está directamente ligado a unaapreciable erosión – aunque en modo alguno una desaparición- de las divisorias de claseen su competencia directa; por otra parte, la magnitud global del voto clasista a IUdisminuye cuando se confronta con el PSOE y se incrementa cuando la alternativa es elPP, si bien en ninguno de los dos casos se vuelve a los niveles anteriores a 1993. A todoello hay que añadir un último punto: a lo largo de todo el período estudiado se observauna significativa diferencia global en la orientación de las clases hacia la dicotomíaIU/PSOE (que alcanza su nivel máximo en 1993), lo cual revela la existencia de una

     persistente bifurcación en los perfiles clasistas del voto a la izquierda.

    Por esta razón, conviene ser cautos a la hora de recurrir a otra manera, aparentementemás intuitiva, de caracterizar el clasismo de la competencia electoral entre los tres

     principales partidos: la que consiste en contraponer el voto al PP a la suma del voto alos dos partidos de izquierda. En la penúltima línea del panel A de la tabla 2 se puedenencontrar los índices kappa brutos correspondientes a esta alternativa. Salta a la vistaque su magnitud -que había sido muy semejante en las dos primeras eleccionesestudiadas- disminuye a partir de 1989: un 9,5% entre ese año y 1993, casi un 11%entre 1993 y 1996 y en torno a un 24% entre 1996 y 2000; algo menos de un 39%, entotal, en el período 1989-2000. A estas alturas, tras lo dicho en el párrafo anterior,debiera estar claro que ese descenso se debe a razones diferentes en cada elección: valigado a disminuciones de las diferencias PP-IU en 1993, de las diferencias PP-PSOE en1996, y de ambas en el año 2000.

    Un último aspecto del voto clasista consiste en las diferencias entre las propensiones de

    los individuos pertenecientes a distintas clases a abstenerse en lugar de votar a algunode los partidos que presenta su candidatura en las elecciones. Si volvemos la atenciónhacia el índice de abstención de clase en la tabla 2 concluiremos dos cosas. Primero, que

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    éste experimenta cambios relativamente importantes a lo largo del período queestudiamos, siguiendo inicialmente una trayectoria descendente (cae un 16% entre 1986y 1989 y otro tanto en la elección siguiente) para luego recuperar su nivel de partida enlas elecciones de 2000. Segundo, y más relevante, que esas oscilaciones tienen lugardentro de los límites marcados por la baja magnitud de la abstención de clase, muyinferior a la que, según hemos visto, tienen las diferencias entre las orientaciones de las

    distintas clases hacia las alternativas partidistas.

    Los índices netos de voto clasista global, que se presentan en el panel B de la tabla 2,merecerían un comentario no menos detallado que el que se ha hecho de los índices

     brutos. Sin embargo, como ya anticipé, no les prestaré la misma atención, dejando allector su estudio detallado. Me limitaré a hacer unas breves observaciones. La primeraes que hay diferencias apreciables entre las trayectorias seguidas por los índices brutos ynetos, que afectan no sólo a la intensidad de los cambios que experimentan sinotambién, en algunos casos, a su sentido. A grandes rasgos, la evolución de los índicesnetos presenta los siguientes rasgos distintivos en comparación con la de los índices

     brutos. Primero, conlleva una reducción mucho más acusada de los índices de voto de

    clase total y partidista, que bajan un 26% y un 22,5%, respectivamente, entre 1986 y2000; ahora bien, esa disminución se concentra de manera casi exclusiva en laselecciones de 1993, manteniéndose luego una notable estabilidad. Segundo, el votoclasista al PSOE (en lugar de a cualquier otro partido) manifiesta una gran estabilidad,con un balance prácticamente neutro en el conjunto del período y cambios a corto plazomuy poco marcados; el mayor descenso, de un 5%, se produce entre 1996 y 2000, trashaber experimentado débiles incrementos. En tercer lugar, la tendencia decreciente delíndice de voto clasista al PP (frente a todas las demás opciones) ya es claramente

     perceptible desde las elecciones de 1989, en que su valor es un 13% menor que en las de1986; no obstante, el balance 1986-2000 es prácticamente igual que el que registrabanlos índices brutos. Algo semejante ocurre con el índice neto relativo al contrastePP/PSOE, que entre 1986 y 2000 sufre una disminución casi idéntica a la delcorrespondiente índice bruto, pero cuyo descenso se inicia antes (en 1989) y sedistribuye de manera bastante más equilibrada entre las diferentes elecciones. Por su

     parte, los cambios sufridos por el voto clasista a IU entre 1986 y 1996 tienen el mismosentido que habíamos constatado con los índices brutos, pero son mucho más intensos;además, van seguidos de un descenso del 8% entre 1996 y 2000, lo cual hace que alfinal de todo el período su valor sea algo menor -no mayor- que al principio del mismo.Estas diferencias con respecto a los índices brutos se amplifican y se hacen bastante máscomplejas si atendemos a los contrastes entre el apoyo a IU y el voto al PP, por un lado,y al PSOE, por otro.

    Obviamente, todas estas divergencias se derivan de la existencia de una notableoscilación de una a otra elección en el porcentaje de reducción (o, más raramente,incremento) de los índices de voto clasista que se produce al introducir las variables decontrol en nuestros modelos: si nos fijamos simplemente en el índice más general,veremos que en 1986 el voto clasista total neto es tan sólo un 4% menor que el bruto,mientras que en 1993 la diferencia entre ambos se eleva al 25%. Esa gran variabilidadexige un análisis cuidadoso de las interrelaciones entre los efectos que ejercen sobre elvoto la clase y otras variables estructurales y sociodemográficas, tarea que desborda losobjetivos de este trabajo. Además, hace difícil identificar rasgos distintivos en larelación entre índices brutos y netos a propósito de los principales partidos. Aún así,

     parece posible resaltar varios puntos. En primer lugar, se puede afirmar que, en términosgenerales, los índices globales de voto clasista al PP (ya sea frente a todos los demás partidos o frente a la suma de PSOE e IU) son los que se ven menos afectados al tener

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    en cuenta nuestras variables de control. A su vez, las diferencias entre índices brutos ynetos de voto clasista al PSOE (en lugar a todos los demás partidos) son siempreinferiores a las que se encuentran para IU, con la única (y un tanto dudosa) excepción delas elecciones de 1989. En suma, parece claro que el voto clasista a IU es el que másrelación tiene con la composición de las clases en términos de sexo, edad, niveleducativo, relación con la actividad y ubicación sectorial, mientras que el voto clasista

    al PP es el que menos depende de la composición de las clases en términos de talesvariables. Es lógico, entonces, que al fijarnos en los contrastes dicotómicos entre partidos constatemos que la mayor diferencia entre índices brutos y netos se da para laalternativa IU/PSOE; en este caso, observamos que en cuatro de las cinco eleccionesestudiadas la introducción de las variables de control comporta la reducción de losíndices de voto clasista hasta, al menos, su mitad; y en las elecciones donde esareducción es mayor (las de 1993), llega casi hasta el 65%. Parecería, pues, que la

     bifurcación de los perfiles clasistas del voto a la izquierda responde en gran parte a lasdiferencias de composición sociodemográfica y sectorial de las clases.

    Hasta ahora, he hecho referencia al sentido y proporción de los cambios de los índices

    de voto clasista a lo largo del tiempo y, más brevemente, a la modificación que sufrencuando se tienen en cuenta otras variables, pero no he entrado a valorar la relevanciaque, en términos absolutos, se ha de atribuir a la magnitud de esos índices 50. Pero es

     perfectamente legítimo que el lector demande esa evaluación y haga dos preguntassimples y directas: primero, ¿es, en definitiva, importante el voto clasista global enEspaña en el conjunto del período estudiado?; y, segundo, ¿las inflexiones al alza y a la

     baja que se han registrado en el análisis implican que en algún momento el voto clasistaha pasado de ser insignificante a cobrar relevancia o a la inversa, o, a pesar de loscambios experimentados, se ha mantenido siempre en niveles que en términos absolutos

     podemos considerar importantes?

    Probablemente, la mejor manera de responder a estas preguntas es traducir los índiceskappa, que expresan la heterogeneidad global entre clases medida en la poco intuitivaescala logit, a la escala de probabilidades; es decir, determinar cuál es el promedio delas diferencias entre clases en cuanto a sus probabilidades de inclinarse por una opciónelectoral en lugar de por otra(s) que se deriva de un cierto valor del índice kappa. Pero

     para ello es necesario establecer unas probabilidades de base que sirvan como referenc