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    Yvonne do Amaral Pereira Dictado por el espritu

    Adolfo Bezerra de Menezes

    Recuerdos de la

    mediumnidad

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    NDICE

    Introduccin ................................................................. 4 Prlogo ........................................................................ 5 I Facultades en estudio ................................................ 8 II Facultad innata ......................................................... 18 III Recuerdos de vidas pasadas .................................... 27 IV Los archivos del alma ............................................. 48 V Materializaciones ...................................................... 66 VI Testimonio ............................................................... 78 VII Amigo ignorado ..................................................... 91 VIII Complejos psquicos ............................................. 102 IX Premoniciones ......................................................... 121 X La obsesin ............................................................... 139

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    Nota del traductor

    Con gran placer he procedido a la traduccin de este libro, por encargo de la Federacin Esprita Espaola.

    Dentro de las novelas de instruccin para los mdiums, podemos considerar la presente obra de Yvonne Amaral Pereira como un compendio especializado no slo en la catalepsia y letargo, sino en el estudio de diferentes casos, todos ellos muy interesantes.

    Las abundantes citas a los principales cdigos de la Doctrina Esprita, as como los comentarios del Dr. Adolfo Bezerra de Menezes y otros instructores espirituales ilustran sus propias experiencias sufridas a lo largo de su intensa vida como esprita y mdium entregada totalmente a la ayuda a los dems y a las actividades doctrinarias.

    Espritu sufrido como ninguno, Yvonne, pudo ser consciente de que slo a travs de la reforma ntima conseguiremos tanto rescatar deudas pasadas como sobre todo, poder evolucionar moralmente, que debe ser el nico objetivo que marque nuestras vidas.

    Nada conseguiremos asistiendo como simples oyentes a los Cen-tros Espritas o a frecuentarlos en funcin de nuestro deseo de resolver situaciones personales o materiales de orden egosta, a tomar agua fluidificada o a recibir pases o mucho menos como simples espec-tadores impresionados por los fenmenos medimnicos si el Evange-lio de Jess no lo interiorizamos e intentamos llevarlo a la prctica sinceramente en el da a da de nuestras vidas. Nuestro patrn vibra-torio no dejar de ser menos denso y adems se nos pedir ms, ya que tuvimos la oportunidad de mejorar y no quisimos hacerlo. Si tenemos la oportunidad de poner nuestros talentos en marcha hag-moslo desde hoy mismo, maana es slo un adverbio de tiempo!

    Agradezco a mi esposa, Maribel, la gran ayuda prestada para que este trabajo haya sido realizado y confo que los hispanohablantes que abran sus pginas puedan sentir que leen y comprenden bien en nuestro idioma el contenido de esta maravillosa obra.

    Madrid, Febrero de 2009

    ALFREDO ALONSO YUSTE

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    PRLOGO

    He recibido muchas cartas, especialmente despus que sali a la luz mi libro Investigando lo invisible donde relat algo que me sucedi con relacin a mi mediumnidad. Los remitentes deseaban que escribiera ms sobre el tema, que en un nuevo relato pudiese esclarecer algo ms del oscuro campo medimnico, olvidando que el mejor relato para la instruccin del esprita y del mdium son los propios compendios de la Doctrina, en cuyos textos deben basarse los mdiums para ejercer bien su cometido. Confieso, sin embargo, que no hubiera atendido las reiteradas peticiones que hicieron nuestros amigos y lectores si no hubiese recibido la orden superior para que lo intentase, orden que me impuls a dar publicidad al presente volumen. Como mdium jams actu por libre iniciativa, sino fuertemente accionada por la voluntad positiva de las entidades amigas que me dirigen, pues se que el mdium no representa nada por s mismo y que jams deber pretender realizar esto o aquello sin antes valorar si, efectivamente, es influenciado por las verdaderas fuerzas espirituales superiores.

    Hace cerca de seis meses que me dijeron mis Instructores Espiri-tuales cuando aguardaba nuevas rdenes para intentar la medimnidad psicogrfica:

    Explicars lo que te ocurri, como mdium desde tu nacimiento. No ser necesario nada ms. Sers asistida por los superiores del Ms All en lo que expongas, tus recuerdos personales sern seleccionados por ellos y escribirs bajo el influjo de la inspiracin.

    Por esta razn aqu est el libro Recuerdos de la mediumnidad. Estas pginas no son ms que un puado de recuerdos de mi vida de mdium y esprita y podra relatar mucho ms de lo que aparece en l. Se podra decir que mi vida fue frtil en dolores, lgrimas y pruebas desde la cuna. Tal como me veo hoy, me considero un vivo testimonio del valor del Espiritismo en la recuperacin de un alma para s misma y para Dios, porque tengo la certeza que no habra vencido en absoluto en la lucha y testimonio que la vida exiga a mis fuerzas, si

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    desde la cuna no hubiera tenido la proteccin vigorosa de la Revelacin Celeste llamada Espiritismo.

    Podra relatar tambin aqu los recuerdos de las lgrimas amargas que derram en mis pruebas, las peripecias y humillaciones que me acompaaron en el transcurso de la presente existencia, y a las que la Doctrina Esprita remedi y consol.

    Pero para poder explicar eso sera necesario mencionar o criticar aquellos que fueron los instrumentos para el dolor de los rescates que deb realizar, sin que suponga acusaciones al prjimo como aprend en los cdigos espritas que me ensearon el amor, la fraternidad y el perdn.

    Ocultando las personas que fueron parte de mi expiacin y olvidando sus actos para solamente tratar la sublime parte esprita, aqu dejo el testimonio del perdn, el nico que me faltaba por presentar y que mis mentores espirituales me exigen en el presente momento.

    Al parecer, el presente libro es la despedida de mi medimnidad hacia el pblico tendr todava otros dictados del Ms All? Es muy posible que no, casi con total certeza, lo que todava puede suceder sera la publicacin de antiguos temas conservados inditos hasta hoy, ya que nunca me apresur a publicar mis producciones medimnicas, teniendo en mis archivos trabajos obtenidos del Espacio hace ms de veinte aos.

    Las fuentes vitales que son vehculo de la mediumnidad, como el fluido vital, nervioso y magntico, ya se agotan en mi organizacin fsica. El mismo periespritu se encuentra cansado, traumatizado, exhausto. Los dolores morales, renovados sin interrupcin, sin jams permitir un solo da de verdadera alegra y el prolongado ejercicio de una mediumnidad positiva que se desdobl en todas las reas de la prctica esprita, agotaron aquellas fuerzas que tienden a disminuir y a extinguirse en todos los mdiums despus de un cierto tiempo de trabajo. Si as fuese, como me advirtieron mis mentores y yo misma puedo sentirlo, estar tranquila y segura de que mi deber en el campo esprita fue cumplido entre espinos y luchas y, cerrando mi tarea medimnica literaria en la presente jornada, creo que podr orar al Creador diciendo:

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    Gracias Dios mo por la bendicin de la mediumnidad que me concediste para rehabilitar mi espritu culpable. La llama inmaculada que me enviaste de lo Alto, con la revelacin de los puntos de tu Doctrina, a mi confiados para desarrollarles y aplicarles, te lo devuelvo, al finalizar la tarea cumplida, pura e inmaculada como la recib: la am y la respet siempre, no la adulter con ideas personales, me renov con ella para servirla, no la ensuci hacindola incentivo de mis propias pasiones, no fui negligente al cultivarla en beneficio del prjimo, porque utilic para aplicarla todos mis recursos naturales. Perdona Seor, si no pude cumplir mejor el deber sagrado de servirla, transmitiendo a los hombres y a los espritus menos esclarecidos que yo el Bien que ella misma me concedi.

    As en el crepsculo de mi penosa marcha por la Tierra, recuerdo y dejo a los lectores de buena voluntad parcelas de m misma, en las confidencias que aqu aparecen, patrimonio sagrado de quien nada posey en este mundo, ni siquiera un hogar. Y a los amados guas espirituales que me amaron y apoyaron en la jornada espinosa que se acaba, les doy el testimonio de mi veneracin.

    Ro de Janeiro, 29 de junio de 1966

    YVONNE A. PEREIRA

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    I

    FACULTADES EN ESTUDIO

    Por medio de cuidados prestados a tiempo se pueden reanudar los lazos que estn a punto de romperse y volver a la vida a un ser que morira definitivamente por falta de auxilios?

    Sin duda que s, y cada da tenis la prueba de ello. Con frecuencia el magnetismo es en este caso un poderoso remedio, porque restituye al cuerpo el fluido vital que le falta, y que no era suficiente para mantener el funciona-miento de los rganos.

    El libro de los Espritus, Allan Kardec, pregunta 424.

    Ms all de este interesante tpico del libro mayor de la filosofa esprita, pido permiso a los probables lectores de estas pginas para transcribir el comentario de Allan Kardec situado despus de la pregunta arriba expuesta, ya que tengo por norma, aconsejada por los instructores espirituales, basar el relato de mis experiencias espritas en las enseanzas que los espritus revelaron a Allan Kardec. Dice el citado comentario:

    El letargo y la catalepsia tienen el mismo principio, que es la prdida momentnea de la sensibilidad y el movimiento por una causa fisiolgica an no explicada. Se diferencian en que en el letargo la suspensin de las fuerzas vitales es general y da al cuerpo todas las apariencias de la muerte. En la catalepsia est localizada y puede afectar una parte ms o menos extensa del cuerpo, de modo que deja la inteligencia en libertad de manifestarse, lo que impide que se la confunda con la muerte. El letargo siempre es natural, la catalepsia a veces es espontnea, pero puede ser provocada y destruida artificial-mente por la accin magntica 1

    1 La bibliografa esprita es abundante en referencias a experiencias sobre la

    catalepsia y el letargo. Su estudio ser muy importante para el aprendiz interesado en ellas (nota de la autora).

    .

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    Respondiendo a una pregunta que hice sobre determinados fen-menos espritas, el venerable espritu Adolfo Bezerra de Menezes nos aporta la siguiente leccin que ponemos a disposicin del lector para su observacin y meditacin:

    Podras decirnos algo sobre la catalepsia y el letargo ya que lo que conocemos al respecto es poco satisfactorio?

    Y la bondadosa entidad respondi:

    Quien atienda al edificante estudio de las Escrituras cristianas en-contrar en el Nuevo Testamento en los captulos IX de San Mateo, V de San Marcos, VIII de San Lucas y XI de San Juan, en la versin del padre Antonio Pereira de Figueredo, una excelente descripcin de los fenmenos de catalepsia (quiz los fenmenos sean de letargo, segn el anlisis del compendio esprita arriba citado) ocurridos en el crculo del Mesas y registrados por los cuatro cronistas del Evangelio, recordando el caso impresionante del hijo de la viuda de Naim, caso que se referira solo al letargo, o catalepsia.

    La ciencia moderna oficial, la medicina, conoce el letargo y la catalepsia y las clasifica pero no se interesa por ellas, tal vez creyendo que no es de su competencia el hecho de curarlas. La ciencia psquica, sin embargo, as como la Doctrina Esprita, no solo las conocen, si no que se interesan mucho por ellas, ya que las estudian y obtienen de ellas grandes enseanzas y revelaciones sobre el alma humana, y por eso pueden curarlas y hasta evitarlas, al mismo tiempo que tambin pueden provocarlas, perfilarlas, dirigirlas, orientarlas y extraer conocimientos de ellas para la instruccin cientfico-transcendente de la humanidad. Si los adeptos encarnados de esa gran revelacin celeste la Doctrina Esprita no curan en el momento actual las crisis catalpticas del prjimo, que pueden ser provocadas hasta por una obsesin, es porque son raras o ignoradas o porque, lamentablemente, se descuidan de la instruccin doctrinaria necesaria que los habilite para este fin.

    La catalepsia, como el letargo, no es una enfermedad fsica sino una facultad que, como cualquier otra facultad medimnica incipiente, incomprendida, descuidada o mal orientada, se vuelve perjudicial para quien la posee. Como el resto de facultades similares, la catalepsia y el letargo tambin podrn ser utilizada por la mistificacin y obsesin de enemigos y perseguidores invisibles, degenerando entonces en un estado enfermizo del llamado periespritu, tendencia viciosa de las

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    vibraciones periespirituales para el aniquilamiento que se recogen y cierran en ellas mismas como lo hace una planta sensible al tocarla, negndose las expansiones necesarias al buen funcionamiento del conjunto fsico-psquico, lo que conlleva una neutralidad del fluido vital, dando como resultado un estado de anestesia general o parcial, la prdida de sensibilidad, cuando todos los sntomas de la muerte incluso el inicio de la descomposicin fsica aparecen, y solo la conciencia est vigilante, ya que sta, chispa de la Mente Divina que anima a la criatura, nunca se detiene en un aniquilamiento, aunque sea momentneo.

    Tanto la catalepsia como el letargo, facultades gemelas, si son espontneas (pueden ser tambin provocadas o dirigidas, ya que la personalidad humana es rica en poderes espirituales siendo, como fue creada a imagen y semejaza de Dios) sern por tanto, una especie de vicio que impulsa el hecho, como los casos de animismo en las dems facultades medimnicas, un vicio que, ms complicado que otros, si no se corrige a tiempo, podr acarrear consecuencias imprevisibles, tales como la muerte total de la organizacin fsica, la locura, dado que las clulas cerebrales si han sido alcanzadas con frecuencia y por demasiado tiempo, podrn llevar a la obsesin, al suicidio, al homici-dio y a graves enfermedades nerviosas: agotamiento, depresin, aluci-naciones, etc. Pero, una vez tratadas adecuadamente por la terapia psquica, se transformarn en facultades anmicas importantes, capa-ces de grandes realizaciones por encima de lo normal, conforme la prctica lo ha demostrado, proporcionando a los estudiosos y obser-vadores de los hechos medimnicos un amplio campo de aclaraciones cientfico-transcendentales.

    Pero, si los espritas no saben, conscientemente, o no quieren resolver los intrincados problemas ofrecidos por la catalepsia y su hermano gemelo el letargo (los espritas no se preocupan de esos fenmenos), sin quererlo ni saberlo subsanan su posibilidad de expan-sin con la prctica general de la medimnidad comn ya que, al con-tacto con las corrientes vibratorias magnticas constantes, y con auxilio de las fuerzas vitales caractersticas de los fenmenos me-dimnicos ms conocidos, aquel vicio, si se convierte en una amena-za, puede ser subsanado, pudiendo no obstante orientar debidamente la facultad catalptica para fines dignos a favor de la evolucin del que la posee o de la colectividad.

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    As, el tratamiento magntico a travs de los pases, en particular de los llamados pases espirituales, aplicados por mdiums y no por magnetizadores, y la oculta intervencin eficiente de los maestros de la espiritualidad, han evitado que la catalepsia y el letargo se pro-paguen entre los hombres como una calamidad, por eso hoy son rela-tivamente raros esos fenmenos. Esta afirmacin nuestra tambin revela que todas las criaturas humanas poseen en germen esas facul-tades y las podran dirigir a voluntad, si conocen sus fundamentos ya que ningn hijo de Dios fue agraciado con predilecciones o menos-preciado con falta de atenciones por su Creador. De los casos citados en el Evangelio, destaca el de Lzaro por su extraa particularidad. En el observamos un estado catalptico extremo, espontneo, con una distensin de los lazos vitales a causa de la enfermedad, es decir, por un hecho patolgico, probando el deseo incontenible que el espritu tena por dejar la materia e ir al infinito, y donde tambin se daba que el fluido vital que anima los organismos vivos se hallaba casi extinto y las uniones magnticas del periespritu con el cuerpo eran muy frgiles ya que estaban afectadas por la debilidad de las vibraciones y de la voluntad (Lzaro ya ola mal, lo que es frecuente en las crisis catalpticas agudas, incluso las provocadas, pudiendo la persona ser sepultada viva antes de convertirse en un cadver real) era preciso el poder restaurador de un alma virtuosa como la de Jess para imponer-se al hecho, sustituyendo clulas corrompidas, renovando la vitalidad animal y fortaleciendo las uniones magnticas con la accin de su poderoso magnetismo.

    En el caso de la hija de Jairo y en el del hijo de la viuda de Nan, las fuerzas vitales estaban como anestesiadas por la debilidad fsica producto de la enfermedad, pero no en el mismo grado que en el caso de Lzaro. En este las fuerzas vitales ya se encontraban en avanzada desorganizacin y, si no hubiese sido por la ayuda de las uniones magnticas, todava aprovechables, y por las reservas vitales manteni-das por el periespritu en las constituciones robustas (el periespritu acta como reserva de fuerzas vitales y las uniones magnticas son los agentes transmisores que sustentan la organizacin fsica), si no hubiera sido por las citadas reservas, Jess no le habra curado porque habra sido imposible.

    Muchos hombres y nios han muerto as, y si eso ocurre antes del momento previsto por la programacin de la Ley de Creacin una

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    nueva existencia como encarnados les reclamar para cumplir los deberes asumidos y as continuar su propia evolucin.

    Se preguntar posiblemente el lector:

    Por qu eso no es posible bajo la armoniosa ley de la Creacin? Qu culpa tiene el hombre de sufrir esos accidentes si no los provoca l y suceden en la mayora de los casos, ajenos a su voluntad?

    La respuesta sera:

    Tales accidentes son propios del camino de la evolucin, y mien-tras el hombre no se integre en su condicin de ser divino, vibrando satisfactoriamente en el mbito de las expansiones sublimes de la naturaleza, estar mecnicamente sujeto a ese y a otros problemas. Para la ley de Creacin lo que llamamos muerte es un fenmeno na-tural, sin la importancia que los hombres le atribuyen, excepto en los casos de suicidio u homicidio. La muerte natural en muchos casos, es un accidente fcil de reparar y no se considera de la forma anormal que el ser humano lo hace.

    Por eso, siendo la catalepsia y el letargo una facultad, patrimonio psquico de la criatura y no una enfermedad propiamente dicha, se puede entender que no siempre implica inferioridad para el que la posee, ya que una vez entrenadas, ambas pueden prestar magnficos servicios a la causa del Bien, como lo hacen las dems facultades me-dimnicas que, sin adiestrar, sirven de pasto a obsesiones terribles que son perjudiciales para la sociedad, y que, por el contrario, bien entrenadas y dirigidas alcanzarn resultados sublime.

    No se puede afirmar, por tanto, que el hombre, o su mente, volun-tad o pensamiento estn libres de responsabilidad en el caso que tratamos, tanto en su accin negativa como en la positiva, es decir, tanto en las manifestaciones perjudiciales como en las beneficiosas.

    Un espritu encarnado, por ejemplo, evolucionado o con buena voluntad, dueo de sus vibraciones, puede caer en trance letrgico o catalptico, voluntariamente 2

    2 Esos trances son frecuentes por la noche, durante el sueo y, en muchas

    ocasiones, la persona no es consciente de ellos, o los percibe vagamente. Entre los espiritualistas orientales es un hecho comn, ya que ellos cultivan amorosamente los poderes de su alma.

    , ir al espacio para disfrutar ms inten-

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    samente de la convivencia con los amigos espirituales, dedicarse a estudios profundos, colaborar con el bien y despus volver a la carne, ms reanimado y til para otras tareas. Pero tambin, hombres comunes o inferiores pueden caer en los mismos trances, convivir con entidades espirituales inferiores como ellos y volver obsesionados, predispuestos a las malas acciones e incluso inclinados al homicidio o al suicidio.

    Un desequilibrio vibratorio puede tener varias causas, siendo una de ellas el suicidio en una existencia anterior. Un trastorno vibratorio agudo puede ocasionar un estado patolgico, un trance catalptico, como le sucede al mdium que se despreocupa de su higiene mental o moral (bajada de vibraciones y por eso, trastorno vibratorio) y da entrada a las mistificaciones del animismo y a la obsesin. En este caso, el trance catalptico se presentar como enfermedad grave, aun-que no lo sea en s, y se interpretar como ataques incurables, difcil-mente diagnosticables, etc.

    El alcohlico podr renacer predispuesto a la catalepsia, porque el alcohol vici sus vibraciones, anestesindolas, como tambin sucede con los drogadictos, todos ellos considerados suicidas por los cdigos de la Creacin. En ambos casos, la terapia psquica bien aplicada, sobre todo la renovacin mental que influye poderosamente en el sistema de vibraciones nerviosas, tendr excelentes efectos para corregir el trastorno.

    La actuacin esprita, propiamente dicha, abrir nuevos horizontes para el futuro de ese trastorno, que podr evolucionar para su justo plano de facultad anmica. Y todo eso, formando parte de una expia-cin, porque es el efecto grave de causas graves, tambin marcar el estado de evolucin ya que, si el individuo fuese realmente superior, estara exento de padecer los contratiempos que hemos descrito.

    Recordemos que la catalepsia y el letargo una vez bien entendidos y dirigidos, sea por los hombres o por los espritus superiores, se transforman en preciosas facultades, aunque raras y peligrosas, ya que pueden provocar el desenlace fsico de la persona, si no tuviese la existencia espiritual que le proteja de posibles accidentes.

    El letargo se presta ms a la accin de su poseedor en el plano espiritual. Al despertar, la persona traer solo intuiciones, en ocasio-nes tiles y preciosas, de las instrucciones que recibi y su aplicacin

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    en el plano terrenal. Es una facultad comn de los genios y sabios, sin que suponga un privilegio y acta incluso sin que ellos lo noten, porque se produce durante el sueo y bajo la vigilancia de los espritus encargados del caso.

    Esos fenmenos solo consisten en la accin magntica que anestesia las fuerzas vibratorias hasta el estado agudo y anula, por as decirlo, los fluidos vitales, ocasionando la llamada muerte aparente al suspender momentneamente la sensibilidad, las corrientes de comu-nicacin con el cuerpo carnal, como ocurre en el fenmeno espont-neo, solo que en este tipo de fenmeno puede influir un agente espiri-tual oculto, de categora elevada o inferior. Si el fenmeno espontneo se presenta frecuentemente, de manera obsesiva, la curacin ser moral y psquica, si la persona se acerca a los principios nobles del Evangelio y al desarrollo de su facultad bajo normas espritas o mag-nticas, hasta que aparezca en el campo medimnico.

    Hay casos en que un experimentador consciente retira la posibili-dad o causa de tales acontecimientos, y la persona vuelve a su estado anterior. Pero slo el desarrollo pleno de la facultad, es lo que cons-cientemente, restituir a la persona el equilibrio de sus funciones psquicas y orgnicas. El tratamiento mdico con frmacos, alcanzan-do el sistema neurovegetativo, fortaleciendo el sistema nervioso con tnicos reconstituyentes, etc., ser tambin de una importancia valio-sa, ya que la escasez de fluidos vitales podr incentivar el aconteci-miento, dndole carcter de enfermedad.

    Debemos advertir que tales facultades, relativamente raras al no ser desarrolladas, actan preferentemente en el plano espiritual con el mdium encarnado bajo la direccin de los vigilantes espirituales, al ser un campo apropiado el mundo espiritual para que sea operativo, convirtindose entonces su poseedor en un valioso colaborador de los obreros del mundo invisible en numerosas actividades en beneficio de la humanidad, encarnada o desencarnada.

    Entre los hombres, la accin de esos mdiums tendr menos eco, pero si saben encauzar las intuiciones que tienen al despertar, se llegaran a alcanzar grandes logros tambin en el plano terrenal.

    Las enseanzas contenidas en los cdigos espritas, la advertencia de los elevados espritus que los han organizado y la prctica del Espiritismo, demuestran que ninguna persona debe provocar a la fuerza

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    el desarrollo de sus facultades medimnicas, por que sera contra-producente, provocando nuevos fenmenos psquicos y no propiamente espritas, como la auto sugestin o la sugestin ejercida por las personas presentes en el recinto de los experimentos, la hipnosis, el animismo o el personalismo, como el sabio doctor Alejandro Aksakof clasifica el fenmeno, distinguindole de los denominados efectos fsicos.

    La medimnidad debe ser espontnea por excelencia para que fructifique con seguridad y brillantez y ser en vano intentar atraerla antes del momento adecuado. Esa impaciencia provocar, insistimos, fenmenos de autosugestin o el llamado animismo o personalismo, es decir que la mente del propio mdium provoca comunicaciones que parecen provenir de espritus desencarnados. Existen mediumnidades que se revelan desde la cuna y estas son las ms seguras, las ms positivas, fruto de largas etapas reencarnatorias durante las cuales sus poseedores han ejercido actividades destacables, desarrollando de esta forma fuerzas del periespritu, sede de la medimnidad, vibrando intensamente en uno u otro sector de la existencia, y adquiriendo as una capacidad vibratoria adaptada al fenmeno. Otras existen todava en formacin (fuerzas vibratorias frgiles, incompletas, los llamados agentes negativos que nunca llegarn a completarse en una existencia y que mezclarn injertos mentales del propio mdium en cualquier ocasin que lo intente, dndose tambin la posibilidad de la pseudo-perturbacin mental, obligando a su ingreso en centros de salud u hospitales psiquitricos, si fuese el caso de personas desconocedoras de las ciencias psquicas. Por otro lado, ese tratamiento ser balsmico e incluso necesario en la mayor parte de los casos, ya que tales crisis suelen sobrecargar las clulas nerviosas de la persona y consumir un gran porcentaje de fluidos vitales, etc. etc.

    Ya que dispongo en mi clnica espiritual de hechos interesantes que se pueden aplicar a este tema que nos ocupa, expondr aqu algunos de ellos para el estudio y anlisis de los hechos espritas, invitando al lector a meditar sobre ellos, ya que el esprita necesita profundamente instruirse sobre los fenmenos y enseanzas presentados por la ciencia transcendente que se hizo adepto, ciencia inmortal que no debe sufrir el abandono de las verdaderas atenciones del sentido y la razn.

    Firmado Adolfo Bezerra de Menezes

    ***

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    Por mi parte conozco personalmente, hace algunos aos en la ciudad de Barra Mansa, en el estado de Ro de Janeiro, en la poca en que ejerci all sus funciones espritas, al eminente mdium y orador evanglico Manuel Ferreira Horta (Zico Horta) y a una mdium cata-lptica llamada cariosamente Chiquita era una joven de diecinueve aos hija de una respetable familia y con una esmerada educacin. Su facultad se present inicialmente en forma de enfermedad con pro-longados ataques que desafiaron todos los tratamientos mdicos empleados en su curacin.

    A peticin de la familia, fue observada y hbilmente dirigida por aquel lcido esprita, lo que la convirti en una mdium de admirables posibilidades, con una inslita facultad catalptica que le permita la incorporacin de entidades sufridoras e ignorantes para ser esclare-cidas.

    En veinte minutos la mdium presentaba los diversos grados de catalepsia, incluso el estado cadavrico posterior a las veinticuatro horas despus de la muerte as como los sntomas de inicio de la descomposicin, con placas verduscas por el cuerpo y el desagradable olor comn a los cadveres que entran en descomposicin.

    Otras veces en el primer o segundo grado del trance, transmita verbalmente las recetas que le dictaban las entidades mdicas invisi-bles que le atendan, obteniendo, de esta forma, excelentes curas para los numerosos enfermos que acudan a la antigua Asistencia esprita Bittencourt Sampaio, dirigida por Zico Horta. Describa hechos que vea en el espacio, transmita instrucciones de espritus sobre determi-nados asuntos, penetraba el cuerpo humano con visin espiritual y sus diagnsticos eran muy seguros y fiables, al reproducir verbalmente lo que oa, en espritu, a los mdicos desencarnados.

    El tono de voz con que se expresaba era grave y pausado y su apariencia fsica era cadavrica: rigidez impresionante, enfriamiento del cuerpo, amoratamiento de los tejidos carnales, hasta de la uas, rostro abatido y triste como un cadver, ojeras profundas. Lo mismo suceda al mdium Carlos Mirabelli que en breves instantes alcanzaba el grado de descomposicin, hasta tal punto que las personas asis-tentes a la reunin, soportaban penosamente el olor ftido que exhalaba hasta que el trance cambiaba de nivel, en escala descendente,

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    hacindole despertar. Al parecer en este caso la catalepsia era com-pleta. Ninguno de los dos recordaba nada al despertar.

    Una vez expuesto lo anterior me sent animada a describir en estas pginas algunos acontecimientos fuera de lo normal que me han afec-tado en mi vida. Que el amable lector juzgue por s mismo y deduzca hasta donde puede llegar el intrincado misterio de la mediumnidad, porque esta facultad es todava misteriosa para muchos de nosotros que solo conocemos los efectos sorprendentes, es decir la primera parte de sus extraos poderes.

    Quiero puntualizar que, para la descripcin de los fenmenos ocurridos conmigo utilizar la primera persona del singular y para la primera parte de cada captulo es decir, para los anlisis y exposicio-nes obtenidas por las intuiciones provenientes del dirigente espiritual de la presente obra, Bezerra de Menezes, utilizar la primera persona del plural, diferenciando de esta manera las dos facetas del presente libro.

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    II

    FACULTAD INNATA

    Todos lloraban y se lamentaban con pena. Jess, sin embargo, les dijo: no lloris que la joven no est muerta, duerme.

    Entonces Jess, tomando su mano, le dijo en voz alta: Talita, kum (muchacha despierta!). Entonces su alma volvi al cuerpo y ella se levant. Y Jess orden que la diesen de comer.

    Mateo cap. 9 V. 18 a 20; Marcos cap. 5 V. 22-43; Lucas cap. 8 V. 41-56.

    En el letargo el cuerpo no est muerto, hay funciones que continan ejecutndose. Su vitalidad se encuentra en estado latente, como en la crislida, pero no est anonadada, y el espritu permanece unido al cuerpo mientras este vive

    Allan Kardec, El Libro de los Espritus, pregunta 423.

    De un libro de memorias, que nuestros dirigentes espirituales, nos aconsejaron escribir, extraemos las siguientes pginas, ofrecindolas a la meditacin del lector pues jams debemos despreciar hechos autnticos que atestigen la verdad esprita. El escribirlas supuso un gran desahogo, pues fueron tanto los hechos espritas que rodearon nuestra vida desde la infancia que, en verdad, nuestra conciencia nos acusara si las conservsemos solo para deleite de nuestros recuerdos:

    Creo que nac ya mdium desarrollada, pues jams busqu la facultad medimnica. Algunas de estas aptitudes se presentaron ya en mi primera infancia: la videncia, audicin y hasta el desdoblamiento del cuerpo astral, con un curioso fenmeno de muerte aparente.

    El primer fenmeno medimnico que sucedi conmigo fue a los veintinueve das de haber nacido. Vine al mundo la noche del vein-ticuatro de diciembre y el veintitrs de enero durante un sbito acceso

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    de tos en el que me ahogu, qued como muerta. Todo indica que en una existencia anterior haba muerto ahogada por suicidio y aquella asfixia en mi primer mes de vida solo sera uno de los muchos complejos que acompaan al espritu del suicida, incluso ya reencar-nado, recuerdos mentales y vibratorios que normalmente le trauma-tizan por largos periodos.

    Durante seis horas permanec con rigidez cadavrica, el cuerpo amoratado, el aspecto abatido y macilento del cadver, los ojos hundi-dos, la nariz afilada, la boca cerrada y el mentn endurecido, fra, sin respiracin ni pulso.

    El nico mdico y el farmacutico de la localidad una pequea ciudad del sur del estado de Ro de Janeiro, hoy llamada Ro de las Flores, pero entonces se denominaba Santa Teresa de Valencia me examinaron y constataron la muerte por asfixia, a falta de otra ms lgica, emitiendo legalmente el certificado de defuncin.

    Mi abuela y mis tas me amortajaron para el entierro por la tarde, ya que la defuncin se haba producido bien temprano en la maana. Yo acababa de llegar a mi familia y por eso, al parecer, mi muerte no conmova a nadie ya que haba veintiocho personas en la residencia rural de mi abuela materna, donde yo haba nacido, al haber venido toda la familia para reunirse por la Navidad y Ao Nuevo, y ninguno expresaba pesar por el acontecimiento, muy al contrario de lo que ocurri en la residencia del fariseo Jairo, hace casi dos mil aos

    Me vistieron de blanco y azul como a un Nio Jess con una tnica de satn con encajes plateados, cintas y estrellitas y me adorna-ron la frente con una corona de rosas blancas. Llova torrencialmente y el tiempo haba refrescado en aquella ciudad de veraneo. El vela-torio, una mesa con manteles bordados, velas y el tradicional crucifijo estaba preparado solemnemente para m en la sala de visitas.

    Ni mi madre lloraba, pero ella no lo haca porque no crea que yo estuviese muerta. Se opuso terminantemente a que me expusieran en la sala y encargasen el atad. Para no contrariarla, me dejaron en la cuna, pero encargaron el pequeo atad, blanco con estrellitas y cintas doradas Mi madre cuando haban pasado seis horas de encontrarme en aquel estado inslito, siendo todava catlica en aquel tiempo y viendo que se aproximaba la hora del entierro, se retir a un aposento solitario de la casa encerrndose en l con un cuadro de Mara, Madre

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    de Jess y una vela encendida. Se postr de rodillas all, sola, e hizo esta invocacin, concentrndose en rezos durante una hora:

    Mara Santsima Santa Madre de Jess y nuestra, t que tambin fuiste madres y pasaste por la afliccin de ver padecer y morir a tu Hijo bajo los pecados de los hombres, oye mi peticin angustiada y atindela Seora por el amor de Tu Hijo: si mi hija est realmente muerta, puedes llevarla devuelta con Dios, porque me resigno a la ley inexorable de la muerte. Pero si como creo, est viva, solo sufriendo un trastorno cuya causa ignoramos, ruego tu intervencin a Dios Padre para que vuelva en s, para que no sea sepultada viva. Y, como prueba de mi reconocimiento por ese gran favor que me haces, yo te la entregar para siempre renunciar a mis derechos sobre ella desde este momento! Y sea cual sea el destino que la espere una vez vuelva a la vida, estar serena y confiada porque quedar bajo tu proteccin.

    Muchas veces en mi infancia, mi madre me contaba ese episodio de nuestra vida con una sonrisa de satisfaccin, repitiendo muchas veces la oracin anterior inventada por ella en ese momento y unida al Padre Nuestro y al Ave Mara e, igualmente, con una sonrisa me deca, ponindome yo muy contenta por eso:

    Yo no tengo nada contigo tu perteneces a Mara, Madre de Jess

    Al retirarse del aposento donde se mantuvo en contacto con lo Alto, mi madre se acerc a mi cuerpo pequeito, que continuaba inmerso en catalepsia, y me acarici repetidas veces cariosamente con las manos como si transmitiese energas nuevas a travs de un pase. Entonces, un grito estridente, angustioso, acompaado de un llanto inconsolable de nia, sorprendi a los presentes.

    Mi madre, vehculo probable de los favores caritativos de Mara de Nazaret, me levant de la cuna y me quit la mortaja, comprobando que la guirnalda de rosas me haba herido un poco en la cabeza.

    Las velas que tenan que haber alumbrado mi cadver se retiraron y apagaron, se despoj el velatorio de los solemnes manteles bordados, el crucifijo volvi al oratorio de mi abuela y la funeraria recibi de vuelta el atad de angelito porque yo haba revivido para los testimonios que, por justicia, fuesen probados por m, como espritu

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    rebelde que haba sido en el pasado y haba revivido bajo la dulce influencia maternal de Mara, Madre de Jess.

    Recordando ese pattico episodio de mi vida, tantas veces contado por mis familiares, prefiero tomarlo como una seal adems del fenmeno psquico: al ingresar en la Tierra para una encarnacin expiatoria, yo tena que morir para m misma renunciando al mundo y sus atracciones, para resucitar mi espritu muerto en pecado, a travs del respeto a las leyes de Dios y al cumplimiento del deber, en otro tiempo atrs vilipendiado por mi libre albedro.

    No obstante, el hecho citado Qu podra ser sino la facultad que vena conmigo de otras etapas antiguas, el fenmeno medimnico que todava transcurre hoy en trances idnticos al expuesto cuando, me veo acompaando a los mentores, en espritu, para ayudar a los que sufren en la Tierra y en el Espacio y asisto, bajo su influencia vibratoria mental, a los dramas del mundo invisible que ms tarde son descritos en historias y novelas?

    A los cuatro aos de edad ya me comunicaba con espritus desen-carnados por la visin y la audicin, les vea y hablaba con ellos. Yo crea que eran seres humanos, ya que les perciba con esa apariencia y me parecan todos muy reales, vestidos como cualquier hombre o mujer. En mi opinin de entonces, eran personas de la familia y por eso, quizs nunca me sorprend con su presencia. Uno de esos perso-najes me era particularmente querido: yo le reconoca como padre y como tal lo expresaba a todos los de la casa, con naturalidad, creyendo realmente que era mi padre y amndole profundamente. Ms tarde, ese espritu se convirti en mi principal asistente, ayudndome a vencer mis pruebas y siendo mi orientador en los trabajos realizados por m como esprita y mdium. Se trataba del espritu Charles, conocido posiblemente por el lector a travs de dos obras dictadas por l a travs de mi psicografa: Amor y odio y En las vorgines del pecado.

    Durante mi primera infancia, ese espritu me hablaba muchas veces con autoridad y energa, as como la entidad Roberto, quizs conocido por el lector en las obras Dramas de la obsesin de Bezerra de Menezes y Memorias de un suicida, donde era el mdico espaol Roberto de Canalejas y que habra vivido en Espaa a mediados del siglo XIX.

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    Todava me acuerdo que muchas veces sentada en el suelo jugando con las muecas, vea a Roberto sentado en una silla que estaba en la misma habitacin. l se inclinaba apoyaba los codos en las rodillas y sujetaba su cara con las manos en una actitud muy humana y as, tristemente, pues era un espritu triste, me hablaba con dulzura y yo le responda. No se si las conversaciones seran telepticas o verbales, solo se que eran reales. Pero no puedo recordar el contenido de las mismas. Adems, todo me pareca muy natural y, como nia que era, no me preocupaba de retener en mi memoria el tema de aquellas conversaciones.

    Yo distingua esa entidad perfectamente, vestido como los hombres del siglo XIX, con ojos grandes y vivos, muy profundos, cabellos abundantes y crecidos en la frente, una pequea barba rodeando el rostro que terminaba suavemente en punta, en el mentn, y un bigote espeso. Se podra decir que era una persona enferma, pues tena un semblante enjuto y facciones abatidas, manos descarnadas y muy blancas. Ese era el espritu compaero de mis existencias pasadas a quien me unen poderosos lazos espirituales, a quien hice mucho dao y por quien me somet a las duras pruebas que me afligieron en este mundo, con la esperanza de obtener el perdn de la ley de Dios por el mal practicado en otro tiempo.

    ***

    A los ocho aos de edad, se repiti el fenmeno del desprendi-miento parcial que llamamos muerte aparente, siempre espontneo y que de los diecisis aos en adelante se hizo, por as decirlo, normal en mi vida, inicindose entonces una serie de exposiciones espirituales que dieron como resultado las obras literarias recibidas por m del ms All a travs de la psicografa auxiliada por la visin espiritual superior.

    Al repetirse el fenmeno a los ocho aos reciba a travs de el, en cuadros doctrinales descritos con la misma tcnica utilizada para la literatura medimnica, el primer aviso para dedicarme a la Doctrina del Seor y tambin de lo que sera mi vida de pruebas, exponindome eso de forma sencilla, para que mi comprensin infantil lo pudiese entender. Quien conozca la vida de la clebre herona francesa Juana de Arco y reflexione sobre ciertos detalles que rodean su medium-nidad, comprender fcilmente que las entidades espirituales que se

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    comunicaban con ella, y a las que atribua los nombres de los santos que ella veneraba, cuyas imgenes estaban en la pequea iglesia de Domremy, su tierra natal, comprender tambin lo que ms tarde expondr, pues el fenmeno esprita jams se dar aislado o ser exclusivo de una sola persona ya que la tcnica para que se produzca es idntica en todas partes y a cualquier edad, en lo que se refiere a los operadores espirituales.

    Juana haba crecido desde pequea amando a aquella iglesia y a las imgenes que en ella haba Santa Catalina, Santa Margarita y san Miguel. Y al creer que las imgenes representaban aquellas almas elegidas que en su opinin disfrutaban de la bienaventuranza eterna, confiaba mucho en ellas y estaba segura que siempre le brindaran su amor y proteccin. Pero lo cierto era que las entidades celestes que se mostraban y hablaban con ella eran sus propios mentores o los guardianes espirituales del pueblo francs, como Santa Genoveva, San Luis y Carlomagno, que tomaron la apariencia de aquellas imgenes para infundir confianza y respeto en aquel corazn heroico, capaz de realizar hechos importantes que iban a repercutir incluso ms all de las fronteras de Francia. As mismo, nada impedira, que las visiones de Juana fuesen realmente materializaciones de los espritus de aquellas imgenes de la Iglesia de Domremy, en el caso que Santa Catalina y Santa Margarita hubiesen realmente existido. En cuanto a San Miguel, citado en el Viejo Testamento por los antiguos profetas, tena esa credencial para su propia identidad. El acontecimiento adems, es normal en los anales espritas y el caso de Juana no es nico en la historia de las apariciones, aunque sea de los ms bellos y positivos de los que tenemos noticia.

    De esta manera, a mis ocho aos pas algo parecido, aunque con carcter muy restringido y particular en condiciones de videncia diferentes de lo ocurrido en Domremy, pero basado en los mismos principios.

    En aquella poca yo viva en la ciudad de Barra de Pira, en el estado de Ro de Janeiro y frecuentaba el estudio del catecismo de La Doctrina Catlica Romana en la iglesia de Santa Ana, al lado de la cual resida. Mis padres ya se haban hecho adeptos al Espiritismo (mi padre ya era esprita antes que yo naciese) permitiendo no obstante, que yo acudiese a la catequesis, como era normal en el pasado en las familias espritas. Aquel templo catlico, con sus vidrieras sugestivas,

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    sus campanas con un sonido muy armonioso y el hermoso jardn que le rodeaba, ejerca una suave impresin en mi sensibilidad y la dulce poesa que se desprenda de todo aquello encantaba a mi corazn. Yo veneraba aquel ambiente y hoy comprendo que entonces me senta como protegida por aquella Santa Ana, que me era tan familiar y por Nuestra Seora de la Concepcin, a la que yo tena la satisfaccin de coronar, vestida de ngel, en las fiestas del mes de mayo. Y las imaginaba formando parte de nuestra familia, porque decan de ellas mis abuelas:

    Santa Ana es nuestra abuela y Nuestra Seora es nuestra madre, por lo que tenemos que respetarlas y pedir su bendicin todos los das

    Pero, sobre todas la imgenes que haba en aquel templo, la que ms me impresionaba y conmova era la del Seor de los Pasos, de rodillas y con la cruz sobre los hombros. Yo amaba aquella imagen que infunda profundas sugestiones en mi alma, y a veces lloraba a su lado, porque las abuelas decan:

    l padeci y muri en la cruz para salvarnos Tenemos que amarle mucho

    Me reconfortaba besar un extremo de su tnica o un ngulo de la cruz y le ofreca muchas veces una humilde flor, con la que quera testimoniarle mis sentimientos, sintiendo una gran tristeza en mi corazn en esos momentos.

    La imagen estaba sobre unas andas en la Capilla Mayor, y no en el altar, al no haber sitio para ella en ningn otro lugar del templo. Ya en esa poca yo era una nia infeliz, pues el sufrimiento, como hemos visto, me acompaaba desde mi nacimiento y yo sufra no solo la tristeza de mi vida anterior, de la que me acordaba, sino tambin la insatisfaccin en mi hogar que me resultaba extrao, como veremos ms adelante. Entre las muchas angustias que me afligan entonces se destacaba el temor que senta por uno de mis hermanos que, como suele suceder en las familias numerosas, me pegaba frecuentemente por cualquier motivo en nuestros juegos y travesuras. Esto me haca sentir muy mal y me aterrorizaba, dado que quizs mi excesiva sensibilidad exageraba y me consideraba casi como una mrtir, sintindome acosada en mi propia casa.

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    Una noche, inesperadamente, se produjo un fenmeno de trans-porte en cuerpo astral con la caracterstica de muerte aparente. Afortunadamente para todos en casa, ocurri en la madrugada, lo mismo que ocurre ahora en la edad adulta, y solo fue notado por la anciana seora que dorma con nosotros y que haba sido testigo del primer fenmeno, cuando apenas tena un mes de vida.

    Se puso a rezar el rosario, con miedo a despertar a los dems y crey que era un ataque de parsitos, por lo que me dio a oler vinagre. Como vio que esto era intil para remediar la situacin prefiri orar, lo que realmente fue una gran ayuda para el trance. Al da siguiente, el hecho fue conocido por todos, inclusive por m misma, que lo recordaba como un sueo muy lcido.

    Durante el fenmeno me vi en el interior de la iglesia delante de la imagen del Seor de los Pasos como haca habitualmente cuando estaba despierta con la diferencia que ahora estaba al lado de los escalones que suban a la capilla mayor.

    El hermano que cit antes me estaba maltratando y pegando furio-samente, destrozando mi ropa y tirndome del pelo. Al sentirme aterrorizada, como siempre, en un momento dado ped ayuda al Seor. Entonces vi a la imagen salir de las andas con la cruz a cuestas, bajar hacia m con la mano extendida y decirme bondadosamente:

    Ven conmigo hija ma Ser el nico recurso que tendrs para soportar los sufrimientos que te aguardan.

    Cog su mano y me apoy en ella, subiendo hacia la capilla ma-yor Y no me di cuenta de nada ms. La visin no se me olvid nun-ca, y su recuerdo supone hasta hoy, un gran consuelo para mi corazn.

    Efectivamente, a lo largo de mi presente existencia se han pro-ducido grandes pruebas y testimonios, mares de lgrimas, que no me han permitido un solo da de alegra en este mundo. Pero desde muy pronto me haba fortalecido para las luchas pues en esa edad le mi primer libro esprita. Es cierto que no puede asimilarlo debidamente, pero lo le hasta el final aunque su estilo de literatura clsica me confundiese. Pero el tema principal, la tcnica esprita, revelando el fenmeno de la muerte de un personaje, me lleg profundamente al corazn y lo comprend perfectamente. Ese libro era la novela Marieta y Estrella del mdium Daniel Surez Artazu, en Barcelona, Espaa, en

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    el ao 1870 y su primer captulo El primer da de un muerto fue para m como un llamamiento para los temas espritas.

    Y de esta forma fue como la Doctrina del Seor, la esperanza en Su justicia, la fe y la paciencia que siempre me impulsaron para el Espiritismo, a la par que cultivaba la mediumnidad que reconoc tener desde mi tierna infancia, me hicieron lo bastante fuerte para dominar y superar hasta ahora las dificultades que vinieron conmigo en esta reencarnacin expiatoria, como resultado de un pasado espiritual no armonizado con el bien.

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    III

    RECUERDOS DE VIDAS PASADAS

    Cunto ms grave es el mal, tanto ms enrgico debe ser el remedio. El que mucho sufre, debe reconocer que mucho tena que expiar y debe regocijarse con la idea de su prxima cura. De l depende, a travs de la resignacin, convertir en provecho su sufrimiento y no estropear el fruto con sus impaciencias, ya que, por el contrario, tendr que comenzar de nuevo.

    Allan Kardec, El Evangelio segn el Espiritismo, cp. 5, tem 10

    Muchos amigos nuestros, personalmente o a travs de las cartas que nos escriben, solicitan informacin sobre la reencarnacin del prjimo en general y, en particular, de ellos mismos.

    Nada podemos, sin embargo, aadir sobre el tema ms de lo que hicieron los espritas que organizaron los cdigos del Espiritismo. Si, como se ha dicho, la ley de Creacin encubri nuestro pasado espiritual, ser porque su conocimiento no aportara ventajas para nuestro progreso, es ms, podra perjudicarlo, como fue sealado por Allan Kardec y sus colaboradores.

    Sin embargo, la observacin de sabios investigadores de las propie-dades de la personalidad humana, y la prctica de los fenmenos espritas, nos trae ejemplos de que no siempre el velo del olvido cubre totalmente nuestra memoria normal, apagando los recuerdos de vidas anteriores, pues es cierto que de vez en cuando surgen personas que recuerdan hechos de sus vidas pasadas, que, una vez cuidadosamente investigadas, resultan ser verdaderas, y, en la mayor parte de los casos o en su totalidad, revelan tanta lgica y firmeza en su narracin, que sera imposible no creerlas sin demostrar desprecio por la honestidad del prjimo. Por otra parte, el fenmeno del recuerdo de vidas pasadas parece ms extrao de lo que realmente es, ya que podemos tener extraas reminiscencias sin saber que son nuestro pasado espiritual manifestndose tmidamente en nuestras facultades, adems, la mayor

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    parte de las personas que las recuerdan, sin conocer el Espiritismo, sufren su presin sin saber realmente de qu se trata, y por eso no comparten con otros su experiencia.

    El espritu de Bezerra de Menezes en recientes comunicaciones, indica que en los manicomios terrestres existen muchos casos de supuesta locura que no son ms que estados agudos de excitacin del subconsciente recordando existencias pasadas tumultuosas o crimina-les, produciendo remordimientos en el presente, sucediendo lo mismo con la obsesin, que bien podra ser un cmulo de recuerdos del pasa-do ennegrecido por los errores cometidos, recuerdos que la vctima de ayer indebidamente recompone, convirtindose en el verdugo de hoy.

    Muchos de los llamados locos as como ciento nmero de obsesio-nados, acostumbran a afirmar que fueron tal o cual persona en otra vida y que hicieron esto y lo otro, describiendo a veces actos deplo-rables.

    Pudiera ser que tales relatos no sean ms que reminiscencias, quizs desfiguradas por alguna circunstancia casual, de un pasado que aflora en el presente entre choques traumticos, produciendo una alteracin nerviosa y mental.

    La ley divina que rige la condicin del ser encarnado en la Tierra, estableci el olvido de las vidas pasadas por considerar que es lo ms conveniente para la mayor parte de las criaturas, siendo eso lo normal en las personas, ya que, el hecho de recordarlas podra producir cho-ques morales muy intensos acarreando anormalidades que varan en intensidad, conforme a la situacin moral y de conciencia de cada uno, pues solo quien recuerda realmente el propio pasado reencarnatorio en el que fall, estar capacitado para comprender el desequilibrio y la amargura que tal hecho provoca.

    Al parecer el hecho de recordar existencias pasadas constituye una prueba para las criaturas normales, todava poco evolucionadas y una concesin meritoria para las ms evolucionadas moralmente. En las primeras se produce una especie de obsesin, exista o no obsesor que la provoque y, de cualquier forma, una gran tristeza y desnimo alcanzar al que lo recuerda, que solo presentir espinas y lgrimas en el curso de su vida.

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    As como el espritu desencarnado, de categora inferior, muchas veces sufre y se turba hasta la locura ante el desfile mental de sus vidas pasadas marcadas por el crimen, el espritu encarnado puede sufrir anormalidades bajo los choques de esos acontecimientos, por pequeos que sean.

    Sin embargo tambin existen personas que recuerden sus vidas pasadas sin padecer desequilibrio, conservando su normalidad. Los mdiums positivos, es decir los que poseen grandes fuerzas intermedia-rias (electromagnetismo, vitalidad, intensidad vibratoria, sensibilidad superior, vigor mental en armona con las fuerzas fsico-cerebrales) sern ms aptos que las personas normales para recordar el pasado.

    De esta forma, y ante la inmensa cantidad de datos que disponemos sobre este interesante acontecimiento, deducimos que el hecho de recordar vidas pasadas es una facultad que o bien es medimnica, y si est desarrollada y equilibrada no alterar la vida de su poseedor, o si est en germen todava y se perjudica por circunstancias menos buenas, causar lamentables trastornos, tal como la mediumnidad comn, ya que el hecho de ser mdium no implica ser esprita.

    Si el que recuerda, y por eso sufre desequilibrios vibratorios, busca el remedio que le podr aliviar en las fuentes fecundas del psiquismo, estar a salvo de grandes sinsabores. Si, por el contrario, desconoce el origen de esos hechos y es ajeno al psiquismo, ser considerado como un loco incluso por su mdico, aunque realmente no lo sea y, como el manicomio es el ltimo recurso que le proporcionara la cura, se desprende que no se podr curar.

    Pero entonces por qu tales hechos se encuadran en la vida orga-nizada por las leyes superiores del Plano Divino? Sern esos casos acontecimientos normales de la evolucin? Es muy posible que as sea ya que, tratndose de una facultad que tiende a alcanzar la totalidad de las propias funciones, existir un trabajo de evolucin.

    Es el espritu, encarnado o no, el artfice de su propia gloria? De ah las luchas tremendas a vencer en el camino o quiz sea un castigo? De cualquier forma es un trabajo de evolucin

    Hasta donde llega nuestro conocimiento con respecto al tema, vivi-do y sentido por nosotros, observado y estudiado, podemos afirmar que en general, se trata de un efecto de causas graves y en conse-

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    cuencia de un castigo a travs de la ley natural, pudiendo ser un hecho auxiliado por la disposicin natural de organizaciones fsico-psquicas muy lcidas, una adquisicin de mentes trabajadas por el esfuerzo de la inteligencia, fruto del cultivo de los dones del alma, si el aconteci-miento no implica trastornos de conciencia, pues nuestra personalidad es rica en dones de elaboracin lenta, ms segura.

    Consultando los libros de la Doctrina Esprita, encontramos mucha informacin sobre el hecho. Hombres ilustres del pasado no solo confesaban sus propias convicciones en cuanto a la reencarnacin de las almas en nuevos cuerpos, sino que afirmaban con pruebas contun-dentes, acordarse de sus vidas anteriores, y esos hombres jams dieron prueba de debilidad mental, lo que nos lleva a deducir que es un hecho ms comn de lo que parece y que los casos extremos, que ocasionan la pseudo-locura pueden ser una especie de castigo natural en el orden de las cosas, efecto de vidas pasadas anormales donde abundaban acciones criminales.

    El gran maestro de la Doctrina Esprita Lon Denis en su libro El problema del ser, del destino y el dolor cita casos interesantes de personajes histricos que recordaban las existencias pasadas. Es de destacar que todos ellos posean una inteligencia lcida, incluso genial, dndonos a creer que sus mentes haban trabajado en la labor intelectual desde largas etapas anteriores, lo que equivale a decir que la facultad de recordar estaba ms o menos desarrollada, no produciendo choques violentos 3

    En el captulo XIV de esa obra, en la segunda parte dice lo siguiente permitindonos el lector que transcribamos parte del original:

    .

    Es un hecho bien conocido que Pitgoras se acordaba por lo menos de tres existencias anteriores y de los nombres que en cada una usaba. Declar haberse llamado Hermticomo, Eufrbio y uno de los Argonautas. Juliano, llamado El Apstata tan calumniado por los

    3 La prctica del Espiritismo y las enseanzas de los espritus, en la actualidad, tambin parecen demostrar que otras circunstancias pueden ayudar a los recuerdos del pasado, y que no solo los espritus superiores, encarnado o no, estn en situacin de recordar algo de sus existencias anteriores, sino que el hecho puede declararse en contra de su voluntad, pudiendo tales recuerdos ser provocados por un agente desencarnado, amigo o enemigo, o por un choque emocional grave (nota de la autora).

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    cristianos que fue en realidad una de las grandes figuras de la historia romana se acordaba haber sido Alejandro de Macedonia. Empdocles afirmaba que haba sido chico y chica.

    En la opinin de Herder (Dilogo sobre la metempsicosis) contina Lon Denis se debe de adjuntar a estos nombres los de Yarcas y Apolonia de Tiana. En la Edad Media, encontramos la misma facultad en Jernimo Cardan. Entre los modernos, Lamartine declara en su libro Viaje en oriente haber tenido reminiscencias muy claras de un pasado antiguo. Transcribimos su testimonio:

    En Judea no tena Biblia ni mapas de viaje ni nadie que me diese el nombre de los lugares, valles o montes. No obstante, reconoc al momento el valle de Terebinto y el campo de batalla de Sal. Cuando estuvimos en el convento, los frailes confirmaron la exactitud de mis descubrimientos que mis compaeros se negaban a creer. De igual forma, en Sfora, haba apuntado con el dedo y designado por su nombre una colina que tena en la cima un castillo en ruinas, como el lugar probable del nacimiento de la Virgen. Al da siguiente, al somonte de una altura rida, reconoc la tumba de los macabeos y deca la verdad sin saber. Excepto los valles del Lbano no encontr en Judea un lugar o una cosa que no fuese un recuerdo para m.

    Hemos vivido entonces mil o dos mil veces, es nuestra memoria una simple imagen empaada que el soplo de Dios aviva?

    El propio Vctor Hugo que tan de cerca nos habla al corazn afirmaba ser la reencarnacin de Juvenal y Esquilo, mientras que el mismo Lon Denis en otra obra suya El gran enigma, confiesa las agitaciones de su alma durante una visita a Chartreuse, cuando sinti salir de las profundidades de su propio ser el recuerdo de una existencia vivida all. Veamos lo que su pluma relata en el captulo XIII de esa obra:

    El cementerio del convento es de lgubre aspecto. No hay losas ni inscripciones que limiten las sepulturas. En la fosa abierta se deposita con sencillez el cuerpo del monje vestido con su hbito y estirado sobre una tabla, sin atad. Despus, le cubren con tierra ninguna otra seal salvo una cruz, marca la sepultura de ese pasajero de la vida, de ese husped del silencio, del cual nadie, a excepcin del prior sabr su verdadero nombre!

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    Es la primera vez que recorro estos largos pasillos y estos claustros solitarios? No! Cuando sondeo mi pasado, siento que se estremece en m un lazo que une mi personalidad actual a la de los siglos anteriores. Se que, entre los despojos que all yacen, en ese cementerio, hay uno que mi espritu anim un da. Posee un terrible privilegio, el de conocer mis existencias pasadas. Una de ellas acab en ese lugar. Despus de cinco lustros de la epopeya napolenica, en la que el destino me haba sumergido, exhausto, ahogado por la vista de la sangre y el humo de tantas batallas, vine aqu a buscar la paz profunda.

    Pero ninguno de tales ejemplos se equipara a lo referente a otra personalidad, tambin citada por el gran Denis. Se trata igualmente de un intelectual, un poeta muy apreciado cuyo nombre era Jos Mry. El Journal Litteraire de veinticinco de noviembre de 1864 dice de l lo siguiente, entre otras referencias interesantes sobre el mismo tema:

    Hay teoras singulares que, para l, son convicciones: cree firme-mente que vivi muchas veces, se acuerda de las menores circuns-tancias de sus existencias anteriores y las describe con tanta minu-ciosidad y con un tono de certeza tan entusiasta que se impone como autoridad. Por ejemplo, fue uno de los amigos de Virgilio y Horacio, conoci al emperador Augusto, a Germnico, hizo la guerra en las Galias y en Germania. Era general y mandaba las tropas romanas cuando atravesaron el Rhin. Reconoce los montes y los sitios donde acamp y los valles donde combati en otro tiempo. Se llamaba entonces Minio.

    Sera muy largo de escribir los recuerdos de eso reencarnacionista del siglo pasado Jos Mry, que va hasta la India en un pasado remoto. Describa tambin los paisajes orientales en sus obras literarias que jams los lectores podan dudar que l haba viajado por aquel pas. Y destaca el Journal Litteraire, finalizando:

    Es necesario orle contar sus poemas, porque son verdaderos poemas esos recuerdos a Swedenborg. No sospechis de su seriedad, que es muy grande. No hay mistificacin a costa de sus oyentes hay una realidad de la que l consigue convenceros!.

    Gabriel Delanne no es menos sustancioso en los ejemplos presen-tados en su libro Reencarnacin cuya excitante lectura enriquece la mente del esprita. Es imposible citar algunos de esos ejemplos, que

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    podran alargar demasiado este libro. Sin embargo, debemos ofrecer al lector uno de ellos por el encanto de las circunstancias en que fue vivido. Quien lo vivi y describi fue la Sr. Matilde Krapkoff, dama francesa casada con un noble ruso por el ao de 1893, a quien el Sr. Delanne conoci personalmente.

    Durante un viaje a caballo por los inmensos bosques del interior de Crimea, esa dama recin llegada a Rusia despus de su boda, y su comitiva, se perdieron en la espesura, sin poder encontrar el camino de vuelta u otro que les llevase a una aldea donde pudiesen pasar la noche. Hay que destacar que la Sra. Krapkoff, siendo francesa, senta tal atraccin por Rusia, que acab casndose con un ruso y su adaptacin a la nueva patria no fue sino una sucesin de reencuentros con costumbres y cosas que vivan en sus pensamientos. Perdidos en el bosque, y aproximndose la noche, la consternacin era general, pero Matilda era la nica que mantena la serenidad. Veamos con qu maestra ella consigue describir la escena del advenimiento de sus recuerdos de una existencia pasada en la soledad de una aldea rusa de Crimea, pidiendo perdn al lector por no poder transcribir ntegra-mente el texto, debido a su extensin:

    Mi marido me quera tranquilizar, pero yo estaba muy serena, sen-ta que saba donde nos encontrbamos. Podra decir que otro ser se apoder de mi y que ese duplicado conoce perfectamente el lugar.

    Seriamente, dijo a todos que se deban sosegar que no estaban perdidos, que solo deban tomar el atajo de la izquierda, nos llevar a un claro al final del cual, detrs de los rboles hay una aldea, medio trtara, medio rusa. La veo, sus casas se levantan en torno a una plaza cuadrada, al fondo hay un prtico sustentado por unas columnas de estilo bizantino. Bajo ese prtico hay una fuente de mrmol muy boni-ta, y detrs, las escaleras de una casa antigua, con ventanitas enmarca-das, todo antiguo y encantador. Par.

    Haba hablado rpidamente, con seguridad. La visin en m era muy precisa y ntida. Vi todo eso, muchas veces al perecer. Todos me rodeaban y me miraban asombrados: qu gracia! Les pareca un despropsito esas francesas!...

    Deba estar plida, helada. Mi marido me observ con inquietud, pero repet en voz alta:

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    S, todo es verdad, lo vais a ver.

    Vuelvo mis riendas para el atajo de la izquierda. Como me consi-deraban como una nia mimada, y los guas, un tanto humillados, estaban sentados en el suelo, me siguieron maquinalmente sin preocu-parse de lo que pasase.

    El cuadro evocado estaba siempre en m. Lo veo y me siento tranquila. Mi marido, confuso, dice a su hermano:

    Mi mujer puede tener el don de una segunda vista y, ya que estamos perdidos, vamos con ella.

    Reforzada por su aprobacin, me adentro en los matorrales, que cada vez se hacen menos densos y atajo por el bosque, tanta era la impaciencia por llegar. Nadie habla, la bruma nos rodea y nada hace presentir un claro, pero yo se que est ah, delante de nosotros, y prosigo la marcha.

    Al rato, extiendo el brazo y con la fusta apunto para el claro, palabra mgica. Hay exclamaciones, todo el mundo se apresura; es un claro ms largo que ancho, lo ven entre la penumbra; el fondo se pier-de en la bruma, pero los caballos parecen sentir que estamos llegando, galopan y nos encontramos con grandes rboles, bajo los cuales pasamos.

    Estoy fuera de m, proyectada para lo que quiero ver. Un ltimo velo se desprende, una voz murmura, no a mi odo, sino a mi corazn:

    Marina, es Marina, que bien que vuelves! Tu fuente corre toda-va, tu casa est siempre all. S bienvenida, querida Marina!

    Ah, que emocin, que alegra sobrehumana! All est todo delante de m, el prtico, la fuente, la casa. Es ms, me tambaleo y caigo, pero mi marido me sujeta y me coloca dulcemente sobre esta tierra, que es ma, cerca de mi dulce fuente. Cmo describir mi dicha? Estoy pos-trada por la emocin y rompo en sollozos. Aparecen unas sombras, se habla ruso, trtaro. Me llevan a una casa, mis piernas vacilantes suben los escalones. El corazn se me contrae al atravesar el umbral. De repente, la ficcin suplanta a la realidad, veo una habitacin descono-cida, objetos extraos, la sombra de Marina se apag, no sabr jams quien fue ella, ni cuando vivi, pero se que estaba aqu, que muri joven. Lo siento, estoy segura

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    Como vemos, en este caso el recuerdo se expande en el momento preciso, el subconsciente expulsa momentneamente, al calor de una emocin fuerte, las ondas de los recuerdos impresos en lo ms profundo, hay un choque emocional y un sufrimiento indecible, pues no es fcil realizar esta operacin en las sagradas reservas del alma humana.

    Conforme hemos dicho, llegaremos a la conclusin de que el hecho es ms comn de lo que se supona y no siempre ocasionar la citada pseudo-locura, sino cuando existan factores de conciencia muy graves o cuando el cerebro fsico y el sistema nervioso, por su fragilidad, no puedan soportar los choques emocionales unidos al hecho, aunque, de un modo general, conmueva y aturda a la persona. Una vez expuesto a los posibles lectores la posibilidad de que la criatura humana, en situaciones excepcionales, pueda recordar existencias pasadas, posibi-lidades refrendadas por testimonios fuera de toda duda, queremos presentar igualmente nuestro testimonio ya que tambin trajimos para la presente encarnacin, ciertos recuerdos, muy vivos, de determina-dos episodios de nuestra anterior existencia terrena.

    Para nosotros, no obstante, ese hecho constituy una dursima prueba y, en verdad, habramos sucumbido a una locura total, o incluso al suicidio, si no hubiramos tenido el gran favor de, desde muy temprano, ser amparada por la grandiosa proteccin de la Doctri-na de los Espritus y del Evangelio de Jess, que efectivamente, poseen recursos para remediar todos los problemas de la vida humana.

    Debemos advertir, sin embargo, que en estas pginas, tratamos de recuerdos directos que la persona pueda tener de sus migraciones terrestres del pasado y no de revelaciones transmitidas por posibles mdiums. Basndonos en los propios cdigos del Espiritismo, cree-mos que tales revelaciones, con rarsimas excepciones, son siempre dudosas y ninguno de nosotros debe dar un crdito total a las mismas, porque los mistificadores invisibles frecuentemente se divierten a costa de espritus curiosos y faltos de vigilancia, sirvindose de dichas revelaciones, a la vez que el mdium puede dejarse influenciar por la excitacin de su propia imaginacin y decir, como si fuese un instructor espiritual lo que forj en su mente, pues todo eso es posible y est previsto en la ciencia esprita y la prctica de la misma. Lo que sentimos dentro de nosotros, lo que nuestra propia conciencia revela, las visiones que, voluntariamente, nuestros guas espirituales nos

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    proporcionan durante el sueo inducido por ellos mismos, lo que recordamos, en fin, hasta la angustia, la nostalgia, la desesperacin, la conviccin real y no fantstica, es lo que nuestra propia vida confirma, o lo que recordamos hasta incluso para nuestro consuelo o emocin benfica, esperanza en el futuro y hasta para alegra santa de nuestro espritu, eso s, podremos aceptarlos como testimonios de la verdad vivida en otras etapas reencarnatorias.

    Las pginas que siguen, extradas de nuestro archivo de la memo-ria, son el relato de la triste infancia que tuvimos debido a los recuer-dos conservados, al reencarnar, de nuestra existencia pasada. Que el lector juzgue como fueron la infancia y juventud que tuvimos, y que las virtudes del Consolador enviado por Jess pudieron confortar y aportar remedio bajo la proteccin del amor, del trabajo y de la fe.

    ***

    Mi primera infancia estuvo marcada por el infortunio, como consecuencia de mi libre albedro en vidas pasadas. Y una de las razo-nes de dicho infortunio fue el recuerdo significativo que permaneca en m, de la ltima existencia que haba tenido.

    Desde los tres aos de edad, segn informaciones de mi madre y mi abuela paterna, con la que viv gran parte de mi infancia, me negu a reconocer en mis parientes y, especialmente en mi padre, aquellos a quienes deba amar con desprendimiento y ternura. Senta que mi crculo de afinidades afectivas no era aquel donde viva pues me acordaba de mi padre, el de la pasada existencia terrena, a quien ama-ba mucho, pidiendo insistentemente, hasta mucho tiempo ms tarde, que me llevasen de vuelta con l. Se trataba del espritu Charles, a quien vea frecuentemente en nuestra casa, como expliqu en el captulo anterior. Yo le describa minuciosamente a todo el que quisiera orme, pero lo haca sollozando, como una nia perdida entre extraos, sintiendo, desde los tres a los nueve aos, una nostalgia profunda de ese padre, nostalgia que hoy todava siento en mi cora-zn. Si las apariciones eran frecuentes, yo me senta amparada y ms o menos serena, ya que l me hablaba, conversbamos, aunque jams me acordase de qu trataban nuestras conversaciones, como suceda con la otra entidad, Roberto.

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    Pero, si las apariciones eran escasas, supona una amargura inso-portable para m, hecho que hizo de mi infancia un problema tanto para m, como para los mos.

    Hasta los nueve aos de edad no me acuerdo que aceptase, buenamente, pedir la bendicin a mi padre, el de la actual existencia, Me negaba a hacerlo porque afirmaba vehementemente Ese no es mi padre! e intentaba explicar a mi madre, que quera arreglar la situacin, a l mismo y a mi abuela, que fue el ngel bueno de mi infancia, cmo era el personaje que dominaba mis recuerdos.

    En mis pensamientos vivan detalles singulares por esa poca: refirindome a la casa de mi padre, describa un zagun que me era muy familiar, con baldosas de cermica, coloniales, donde mi carruaje entraba para yo subir o bajar de l. Haba all una escalera interna por donde yo suba a los pisos superiores contaba yo, deshecha en llanto, describiendo la casa para que me llevasen de vuelta a ella y el pasa-manos de la misma con las barras talladas en blanco con frisos dora-dos, mostraba como motivo una corza perseguida por un perro y por un cazador en actitud de tirar con una escopeta. El cazador, lo comprend despus, era un tipo holands del siglo XV! Sin embargo, nunca me refer a mi madre de entonces, de la existencia pasada, lo que me lleva a suponer que yo habra sido ms afn con mi padre, ya que fue el sentimiento hacia l el que venci al tiempo, dominando incluso la dificultad de una reencarnacin.

    Pero, si nunca me refera a mi madre de antes, me acordaba muy bien de los vestidos usados por m y, gracias a ese detalle, fue posible adivinar la poca en que se habra verificado mi ltima existencia terrestre.

    poca de Allan Kardec, Vctor Hugo, Federico Chopin, es decir, ms o menos de 1830 a 1870 (reinado de Luis Felipe e Imperio de Napolen, en Francia). A la hora de baarme, por la tarde, frecuente-mente exiga de mi abuela cierto vestido de encajes negros con gran-des volantes y forros de seda roja muy armado y amplio, inexistente en nuestra casa, y que yo jams haba visto. Peda los mitones (yo deca guantes sin dedos, cosa que jams haba visto), peda la man-tilla (chal) y el carruaje para el paseo, porque mi padre me esperaba para salir juntos. Me admiraba mucho de no encontrar nada de eso, as como los cuadros que vivan en mis recuerdos, cuadros de grandes

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    dimensiones que posiblemente eran colecciones de arte o la pinacoteca de los antepasados de la familia de la ltima existencia. Me fijaba, entonces, decepcionada, en las paredes, muy pobres, de la casa de mi abuela o de la de mis padres y, de repente, no s que horrorosas crisis sucedan, alucinndome, durante las cuales verdaderos ataques de nervios o similar y un descontrol sentimental indescriptible junto con una nostalgia elevada a un grado sobrehumano, me llevaban casi a la locura.

    Pasaba das y noches llorando, lo que perturbaba a toda la familia, y el motivo era siempre el mismo: el deseo de regresar a casa de mi padre, de donde me senta arrebatada, una tristeza angustiosa que senta de l y de todo lo que me senta separada.

    En tales condiciones, no poda jugar con otros nios y jams sent placer en las diversiones infantiles. En verdad, no encontr jams, desde la infancia, satisfaccin y alegra en parte alguna. Fui, por tanto, una nia esquiva, sombra, excesivamente seria, sin risas ni travesuras, atormentada por tristezas y angustias, imagen, en la Tierra, de aquellos culpables de suicidio descritos en los libros especificados.

    El alivio para una situacin tan anormal solo resida en los trabajos escolares, pues empec a frecuentar la escuela muy pronto, y del amor que me daba mi abuela paterna, la cual, a pesar de sus propensiones materialistas, me ense a orar muy pronto, suplicando la proteccin de Mara Santsima.

    Cierto da, a los siete aos de edad, me acuerdo todava que, al intentar obligarme a pedir la bendicin a mi padre, me negu y expliqu vehementemente:

    Ese no es mi padre, mi padre usa una chaqueta muy larga (capa o algo semejante, trajes masculinos del tiempo de Luis Felipe I, de Francia), un sombrero muy alto y cabellos medio blancos (gris-ceos) y ms largos. Y tiene grandes bigotes. Es un poco mayor no es un mozo como ese de ah, no!...

    Tal franqueza, que para mi representaba un gran dolor, para los dems slo era petulancia y falta de respeto. Me cost, ese da, una buena dosis de zapatillazos administrados por mi padre, lo que me sorprendi mucho e hizo que me considerase una mrtir, pues fui castigada desconociendo el motivo, ya que, sinceramente, el padre que

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    yo reconoca era el espritu que vea con frecuencia y del que me acordaba con inconsolable nostalgia.

    En verdad, yo necesitaba ms de un tratamiento fsico, para el sistema nervioso y psquico, que suministrase fluidos balsmicos, para el traumatismo fijado en el periespritu, que de reprimendas y castigos corporales, cuyas razones yo no entenda.

    El castigo que yo necesitaba, realmente, all estaba, en la tortura de conservar el recuerdo de un padre amado de una existencia pasada, cuando all estaba el padre del presente que requera idntico senti-miento y respeto, pero era slo temido y en el que siempre vi severi-dad, til y muy necesaria a mi situacin actual.

    Sin embargo, hubiera bastado una serie de pases bien aplicados, frecuentar las reuniones de estudio evanglico en un Centro Esprita bien orientado y oraciones, para que despareciese una situacin tan anormal.

    Si, como es evidente, el hecho de recordar vidas pasadas es sobre todo una facultad, ese tratamiento la habra adormecido en m, desapa-reciendo las incmodas explosiones del subconsciente, o quizs era necesario para mi reajuste moral y espiritual, conservar esos recuerdos y, por eso, se mantenan en m.

    Pero el caso es que, posteriormente, yo misma, una vez bien enca-minadas mis facultades fuera de lo normal, trat, con mis guas espiri-tuales, algunos nios con esa anormalidad, consiguiendo resolver terribles problemas de naturaleza semejante. Pero, a pesar que mi padre era esprita, antes de mi nacimiento, y dado, con seguridad, que mi espritu necesitaba esos recuerdos, no se intent ese tratamiento y yo tuve que pasar mi primera infancia rudamente torturada por una situacin completamente anormal, dolorosa.

    Ms tarde, alcanzadas los nueve aos de edad, ese tratamiento se impuso de forma natural y, con los pases tradicionales, teraputica celeste que fue un blsamo para mis amarguras de entonces, sobrevino una tregua y consegu tener ms serenidad para continuar con mi existencia.

    Pero otra entidad tambin dominaba mis recuerdos durante la infancia.

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    Era el espritu que yo llamaba Roberto, segn describ en el cap-tulo anterior. No podra olvidarle, ya que su presencia en nuestra casa fue constante, durante toda mi infancia y gran parte de la juventud. Ese acontecimiento avivaba extraas impresiones en mi ser, y, si tardaba en verle, una tristeza muy grande afliga mi corazn. No era raro preguntar por l a mi abuela, pidindole que le mandase llamar. Pero en mi alma chocaban sentimientos indefinibles sobre ese espritu, que saba era amigo y me amaba con vehemencia. Crea entonces que era un pariente muy prximo, al que me senta unida y cuya compaa me resultaba habitual. Una atraccin grande y afectuosa me atraa a l. Sin embargo, me asaltaba cierto temor cuando le vea y algunas veces me asust con su presencia, le tema y gritando asustada, buscaba refugio en los brazos de mi abuela. Ms tarde, l mismo corrigi esos trastornos de mi mente, afirmando que ese terror solo era el reflejo de remordimiento de mi conciencia por el desliz practicado contra l en la pasada existencia, pero ese acontecimiento se perda en el abismo del pretrito, que yo ahora no sera capaz de proceder as y por eso no existan razones para atemorizarme en su presencia. Que, adems, desde haca mucho l me haba perdonado de corazn y yo, arrepen-tida, haba reencarnado dispuesta a reparar el error del pasado a costa de sufrimientos y sacrificios. Destacaba que un largo pasado de amor una nuestros espritus a travs del tiempo y que, por ello, lazos espiri-tuales indisolubles nos uniran para el futuro.

    Tan reales eran sus apariciones para mi videncia que, una vez, a los cinco aos de edad, me acuerdo que, al apoyar sin darme cuenta la mueca en un hierro al rojo vio, me quem, producindome una heri-da muy dolorosa. Dos o tres das despus, ese espritu se present sentado en una silla del saln de visitas, donde frecuentemente yo le vea, en casa de mi abuela. Me llam a su lado, como haca habitual-mente. Pero, al no ir yo de inmediato, extendi la mano y me agarr por la mueca herida, atrayndome hacia l. El contacto me doli horriblemente y me puse a llorar, explicando a mi abuela lo que pasaba.

    Pero nadie conoca a aquel Roberto, el joven de la barbita a quien yo me refera como el que estaba sentado en la silla, pues nadie ms le vea. Todava me acuerdo del pesar y la decepcin marcados en su rostro, al comprender que me haba hecho dao con su gesto afectuoso. Como yo me refugi en las faldas de mi abuela, escondin-

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    dome de l, intent distraerme escondiendo su rostro entre las manos, mirndome de reojo. Me ech a rer, tapando y descubriendo mi cara, como jugando al escondite. l haca lo mismo con sus manos y as al poco rato yo ya estaba contenta, dirigindome siempre a la silla que para los dems estaba vaca, pero que para m tena al ser ms amado por mi espritu por todos los tiempos, despus de aquel otro que yo reconoca como mi padre. Esa entidad continu junto a m hasta mi juventud y, si existiese obsesin buena por parte de un espritu, amando en vez de odiar, esta sera una obsesin de l sobre m. Era como mi novio o un esposo amante que haba muerto y no se con-formaba con la separacin. A los doce aos de edad ya escriba litera-tura profana bajo control medimnico (esa entidad nuca produjo lite-ratura doctrinaria, pero s profana), sin estar yo muy convencida del fenmeno.

    Bajo su influjo, yo escriba febrilmente, sin pensar nada, completa-mente despierta, sin orar previamente, slo sintiendo el brazo animado por una fuerza incontrolable. Era un estilo literario vivo, apasionado, vehemente, muy positivo, imposible de darse en una nia de doce aos. Al parecer, dicha entidad haba sido literato o poeta y, ms ade-lante esas producciones medimnicas fueron publicadas en peridicos y revistas del interior sin, hasta el momento, ser descifrado su origen verdadero. El me deca, entonces, que me preparaba para futuras fun-ciones literario-espritas.

    De esta forma la accin del espritu Roberto ejerci una influencia poderosa sobre mi carcter. Una melancola profunda acompa toda mi vida debido a su influencia y mi conciencia, al reconocerse culpable delante de l, negaba cualquier alegra a mi corazn. Por mi parte, no podra olvidar fcilmente ciertos detalles de mi pasada exis-tencia, porque las entidades Charles y Roberto permanecan interesa-das en conservarlos. En cierto momento, Charles declar, vehemente y autoritario, como un padre enrgico:

    No dejar que olvides ciertos episodios vividos por ti en tu anterior existencia, porque ser el nico medio de hacerte reflexionar para la enmienda definitiva. No te ahorrar los sufrimientos contrados en esa vida pero te ayudar a soportarlos con presencia de nimo. Eso es lo que har.

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    Y, en efecto, no slo me ha ayudado a vencer las intensas vicisi-tudes que experiment en este mundo, sino que tambin, con su auxi-lio, he tomado buenas resoluciones en mi propio beneficio, y todo ello bajo la inspiracin extrada de las impresiones dejadas por aquellos recuerdos que, si mucho me hicieron sufrir, tambin me transmitieron la certeza de que era justo que yo los sufriese, dados mis errores anteriores y que, despus de las expiaciones necesarias, vendrn otras fases e progreso y enseanzas felices.

    Prosiguiendo, aclarar que, a veces, los mismos recuerdos parecan surgir de repente, dando a entender que haban sido extrados de lo ms profundo de mi conciencia por una voluntad externa a m, una sugestin de entidades invisibles, similar a las operaciones de los cientficos y magnetizadores realizadas con las personas con quienes estudiaban los fenmenos de regresin de memoria, al efectuar inves-tigaciones sobre la reencarnacin durante el trance sonamblico.

    Los hechos curiosos que narrar a continuacin, durante los que me vi representando, por as decirlo, el papel de sujeto de un opera-dor invisible, me llevan a creer eso, al mismo tiempo que desvelan el motivo de los citados recuerdos de otras vidas.

    ***

    A los catorce o quince aos de edad, yo resida en las proximidades del cementerio municipal, en la ciudad de Barra Mansa, estado de Ro de Janeiro. All fue donde se acentuaron ciertos fenmenos que, desde la infancia trataban de producirse en mi personalidad. Yo caa frecuen-temente en trances espontneos de desdoblamiento espiritual, durante el sueo, creo que a travs de catalepsia parcial (sin alcanzar el cerebro) dado que, al despertar, recordaba gran parte de lo que haba pasado. En esas ocasiones, vea a Roberto en el momento del desprendimiento, como si l fuera a provocar el fenmeno. Una vez finalizado ste, me llevaba a no s donde y despus le perda de vista. Entonces, yo reviva con intensidad, partes del drama provocado por m en una vida anterior: mis errores, las amargas consecuencias de ellas para las personas que ms amaba, mi felicidad destruida, la muerte de l, de Roberto y de un nio de seis o siete aos, muertes de las que me senta responsable, etc. Me senta, entonces, presa del remordimiento que me hizo infeliz y, como una loca, recorra las dependencias de esa casa que habit en esa vida, agitada por crisis de

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    desesperacin inconsolable. Vea, de nuevo todo, los muebles, los cuadros, espejos, la escalera de servicio con los barrotes tallados de la que tanto me acordaba de nia, el carruaje, el parque y hasta la calle donde estaba el casern seorial. Habitaba de nuevo en aquel hogar antiguo que fue mo y que tanta nostalgia y tristeza me hizo sentir en la infancia, mientras la serie de hechos continuaba hasta conducirme a un cementerio, donde buscaba entre lgrimas de desesperacin una tumba, vestida de luto y acompaada de mi padre, es decir, de Charles Qu tumba sera esa? Durante los trances, saba que se tra-taba de la de Roberto, del nio o quizs la ma propia, donde fui sepultada en otro tiempo.

    Era un gran panten, de mrmol, con muchos detalles ornamen-tales, que consideraba de mal gusto, rodeado por una verja de hierro. Se entraba por una puerta al mausoleo, haba inscripciones y versos esculpidos en el mrmol, en la lpida principal y en los laterales. Yo me arrojaba sobre ellos, lea los versos una y otra vez y lloraba desesperada.

    A travs de esos fenmenos revividos en mi conciencia, me enter que mi existencia anterior transcurri en Espaa, que fui educada en Francia y me suicid en Portugal. La tumba que visitaba en los trances parciales