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antropologia

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  • En momentos en los que el gobierno nacional chocacontra los mecanismos ms reaccionarios de la gover-nance global1 y en Espaa se activa la esperanza entorno a las posibilidades polticas de Podemos2, elejercicio de problematizar el esquema poltico-dis-cursivo que Ernesto Laclau llam populista, y quesustenta en alguna medida a ambas experiencias,puede parecer inoportuno. Pero quizs sea al revs:en la medida en que acta como base conceptual deuna comunicacin entre la situacin de Sudamrica yel sur de Europa, este modo de concebir lo polticoadquiere un nuevo inters y ofrece ms aspectos a ladiscusin. Sobre todo, porque el contraste no es slogeogrfico. Juega un papel productivo, tambin, el des-tiempo: si de este lado del Atlntico ya tenemosmucho material para el balance y discutir a Laclaupuede sonar a cierre, del otro, la irrupcin de eseincipiente monstruo3 que es Podemos nos colocams ante una pregunta abierta.

    La preocupacin central respecto de las polticasautodenominadas populistas es que, nacidas de lainsatisfaccin y de la rebelin contra el neoliberalis-mo, y habiendo ensanchado derechos sociales, aca-ban organizando las expectativas polticas en torno ala capacidad de recrear soberanas novedosas, per-

    diendo de vista el mapa de posibles que contienen lasluchas sociales (en particular, las figuras del desacatoy de la inteligencia colectiva que aparecen en las cri-sis, como en el 2001 argentino o 15-M espaol, etc.).Este borramiento es simultneo con la instauracinde un puado de significantes destinados a ocupar ellugar del origen o la fundacin.

    Concretamente, tres son los problemas centralesde esas soberanas novedosas: el primero, es quetienen una comprensin muy tradicional y simplifi-

    * Este texto fue publicado inicialmente en el sitio Lobo Suelto (www.anarquiacoronada.blogspot.com) 1.- Ver al respecto la informada entrevista de Maura Brighenti al economista Pablo Mguez http://anarquiacorona da.blogs pot.com.ar -

    /2014 /08/argentina-en-default-tecnico-entrevista.html.

    2.- En el sitio Lobo Suelto! (www.anarquiacoronada.blogspot.com) se han publicado varias intervenciones en torno a Podemos. La con-traposicin entre el texto de Ral Snchez Cedillo (http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/06/el-posse-de-podemos-notas-tras.html) y el firmado por Nacho Murgui, Jacobo Rivero y ngel Luis Lara (http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/07/ganar-la-democracia-cambiar-nuestras.html) permite apreciar cmo, sobre un fondo similar de experiencias y lenguajes, resaltan nfasis yhasta tcticas diferenciadas.

    3.- Monstruo fue la palabra elegida por ngel Luis Lara para referirse a los potenciales de Podemos. Abierto, hbil, capaz de combinarun programa extrado del 15-M con imgenes provenientes de Amrica del sur. En una conversacin radial sostenida en Clinmen,en FM La Tribu , el Ruso Lara expresaba el entusiasmo por el momento Podemos, con una seria preocupacin por el desplaza-miento de la poltica de la intensidad del 15-m a la poltica del significante, expresada tanto en la adhesin a los textos de Laclau,como en la restriccin de las prcticas polticas del tejido a social al marco electoral. (Se puede escuchar esta conversacin en:http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/08/clinamen-podemos-un-progresismo-la.html IS

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    EAEL INTELECTUAL ORGNICO Y EL CARTGRAFO(o cmo discutimos el impasse de lo poltico radical en un frentecomn contra el neoliberalismo?)

    por Vernica Gago, Diego Sztulwark y Diego Picotto*

  • cada de la fuerza del neoliberalismo: en lugar deapreciarlo como un dispositivo gubernamentalcuyos mecanismos funcionan a nivel global y a nivelmicro poltico incluso cuando queda deslegitimadocomo ideologa se lo ve como mera cosmovisinfavorable a los grupos dominantes. El segundo, esque considera al tejido social desde arriba, es decir,subordinndolo a la lgica estatal (en lugar de enten-derlo a partir de una dinmica cuya autonoma resul-ta fundamental para producir transformaciones). Yel tercero consiste en que las instituciones, las deestas nuevas soberanas, aunque voluntariosas, ope-ran necesariamente dentro de las estructuras degovernance del mercado mundial. Estos problemasquedan completamente de lado en la secuenciapopulista fundamental: demanda-insatisfecha/arti-culacin discursiva de esas demandas y constitucinde un conflicto de intereses/representacin, siemprediscursiva, de nuevo tipo/polticas innovadoras.

    Con todo, este texto pide indulgencia de antema-no. Lo que aqu se plantea son preguntas. El mencio-nado destiempo de los procesos polticos a considerary la diversidad de contextos fragilizan cualquier cer-teza de largo alcance. Se suma una dificultad extra: lacomplejidad de la argumentacin que se despliega alo largo del escrito en tres niveles: 1. Un balance msbien argentino sobre la disputas entre populistas yautonomistas (con el irnico reduccionismo queimplican siempore, de por s, estos trminos); 2. Uncierto involucramiento del discurso filosfico en laspolmicas polticas (centradas en los argumentos deErnesto Laclau y de Gilles Deleuze) y 3. El intento departicipar en la conversacin a la que nos invitan

    amigxs de Espaa- sobre las influencias e intercam-bios que vale la pena realizar entre las experienciasde disputa social e ideolgica con el neoliberalismoentre el sur de Europa al que casi desconocemos ySudamrica.

    Fuga y hegemona, una alternativa que se repite

    La reflexin poltica crtica que renace donde laresistencia a las polticas neoliberales se agudiza en elcontexto de la crisis, es decir, en una coyuntura en laque ya no es posible imponer dcilmente la domina-cin a las clases subalternas encuentra en la obra deLaclau un ejemplo terico inspirador. No son pocoslos ncleos militantes que leen su obra y asumen susesquemas. Releda hoy, a la luz de la coyuntura grie-ga o espaola, la enseanza de Laclau rejuvenece,beneficiada del prestigio que las experiencias de losgobiernos llamados progresistas de Sudamrica pro-yectan sobre el sur de Europa4.

    Dos tesis centrales parecen resumir la leccin delas polticas que surgen de la crisis y que a su vezbuscan expresarse en la filosofa. Uno: que la polticadebe ser comprendida como expresin de un conflic-to de intereses (acotando, as, el juego de la repre-sentacin de un modo que la teora de Laclau ledaal detalle no autorizara). Dos: que la accin polticaconsiste en instaurar una hegemona, esto es, coaligardemandas con miras a constituir una convergenciaplural de fuerzas capaces de abrir un espacio nuevoen la cultura y en el control de estructuras estatales,opuesta a las polticas (neoliberales) que se limitana transmitir designios del mercado

    La mediacin entre lucha de intereses y articula-cin hegemnica en esto s se sigue estrictamente aLaclau queda a cargo de la produccin discursiva(entendida a partir de las enseanzas del estructura-lismo lingstico). Se concibe, as, que el sentido delas luchas polticas en una coyuntura especfica surgedel funcionamiento de una lgica combinatoriaequivalencial/diferencial, en la que se consti-tuye, o bien se bloquea, la puesta en serie (la consti-tucin poltica) de las demandas en juego. Es en esteintento por establecer una comunicacin de deman-das equivalenciales con relacin a un cierto nombre(significante flotante) que determinados signifi-cantes (los polticamente relevantes en una determi-nada situacin) se vacan/llenan, se universali -zan/particularizan.

    4.- Esta comunin ha llegado en la Argentina al rango de poltica oficial. Pensadores de renombre como Jorge Aleman y Ricardo Forster,ambos funcionarios del gobierno nacional, incluyen dentro de sus respectivas agendas encuentros frecuentes con el ncleo dirigen-te de Podemos.IS

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  • La pregunta clave que estas teoras intentan respon-der parece ser la siguiente: cmo se pasa de lasluchas que protagonizan los movimientos a la pro-duccin de hegemona? La experiencia de resistenciafrente a las polticas de austeridad en Europa actuali-zan, sobre todo en los casos de Cyriza y Podemos, dis-cusiones muy similares (dentro de lo que cabe) a lasque recorrieron hace ms de una dcada a los movi-mientos populares e indgenas de Sudamrica.

    Entonces como ahora, aqu como all, la com-prensin hegemnica/discursivista de lo polticotiende a resolverse en beneficio de una categorasociolgica especfica: la de los intelectuales y sucapacidad de articulacin comunicativa5. Este des-plazamiento de un proceso mltiple de la discusinpoltica a un centro comunicativo privilegiado, cuan-do ocurre, reduce la complejidad del proceso deva-luando el momento de creacin de sentidos practica-do por las sociedades en movimiento. Los requeri-mientos de la mquina meditica y los procesos elec-torales (para no entrar a evaluar los cerrojos institu-cionales) constituyen un desafo evidente: sin ellos sehace muy difcil imaginar que las propias fuerzaspuedan tomar las posiciones estratgicas que les per-mitan frenar el despojo. Pero, por otro, son estos mis-mos requerimientos meditico-electorales los quedemasiado a menudo licuan estas fuerzas y boicote-an estos propsitos6.

    Destituyentes e instituyentes: cmo se supera elneoliberalismo?

    Otras imgenes conceptuales inspiran polticas liber-tarias en los momentos de crisis. Nos detenemos enalgunas ideas presentes en la obra de GillesDeleuze7, uno de los pensadores que ha inspirado amuchos de quienes apostamos (aqu y all, entoncesy ahora) por una poltica que piense de otro modo.Este otro modo no se reduce slo a una diferenciade tcticas (tal vez incluso en cuestin de tcticas, enla lucha contra el despojo por todos los medios, lasdiferencias puedan no ser grandes)8, sino de imge-nes mentales y sensibles9. En sus textos no encontra-

    5.- En la Argentina, la expresin ms interesante de politizacin de los intelectuales fue la reunin de Carta Abierta. Se trata de una expe-riencia que rene, hace ya un lustro, a cientos de militantes e intelectuales que funcionan en asambleas pblicas y que han apoyadovarias polticas del gobierno. Los citados Forster y Aleman han participado de ese espacio desde el comienzo. Sus posiciones habi-tuales son de defensa cerrada y teorizacin de lo actuado por el poder ejecutivo. El caso de Horacio Gonzlez, director de la BibliotecaNacional y fundador de Carta Abierta, es algo diferente, dada su insistencia, que es tambin una impronta en su modo de gestin ins-titucional, en dialogar con los componentes ms libertarios de la cultura poltica argentina. Su autonoma poltica se manifest envarias ocasiones: en el caso de la violencia a los Qom, ante el ascenso del general Milani a Jefe del Ejrcito acusado de participar dela represin de la dictadura- o en relacin al alineamiento oficial con el Papa Francisco.

    6.- En el caso de Argentina, las fuerzas polticas en el gobierno abrieron un fenomenal proceso de movilizacin en torno a la Ley deMedios, en conflicto con el principal grupo meditico del pas (Clarn). Si se evala la traduccin de esa disputa en la produccin decontenidos mediticos y culturales en la prensa y la televisin, el resultado no es nada impresionante. Aunque hay experiencias suma-mente interesantes, lo general es que esta disputa divide la enunciacin meditica en un binarismo muy sencillo: a favor o en con-tra de las polticas oficiales.

    7.- La referencia a Deleuze no se debe a que su obra de lugar a una poltica en especfico, ni porque sea la ms visitada por quienes dese-an radicalizar o cuestionar la insuficiencia de la crtica populista al neoliberalismo, sino porque de ella extraemos tres nociones queestn en el centro de la discusin que aqu proponemos: la de fuga, la de cartografa y la de muro de imposibilidad.

    8.- Es lo que surge de la impresionante lista de apoyos internacionales de prcticamente todas las corrientes de la izquierda intelectual(http://apoyointernacionalapodemos.wordpress.com).

    9.- Entre los lectores ms recientes de Deleuze, Jon Beasley Murray (Posthegemona, teora poltica y Amrica Latina, Paids, Bs. As., 2010)ha sido uno de quienes ha intentado promover esta diferencia de imgenes a partir de una confrontacin con la obra de Laclau.Mientras la teora de la hegemona confa en los discursos y las coherencias ideolgicas a la hora de establecer consensos o bien rup-turas, la post-hegemona se identifica con un mundo cnico, en donde lo que determina la prctica poltica las revoluciones y lasestabilizaciones- son los afectos y los hbitos. Beasley Murray asume que las poltica neoliberales, tanto como las populistas, consti-tuyen mediaciones alternativas para la comn expropiacin del poder constituyente de la multitud por parte del poder constituido.En la primera parte de su libro afronta el desafo de refutar a Laclau en el terreno de la comprensin del peronismo como modeloltimo del populismo. IS

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  • mos la idea de la poltica como conflicto de intereses yhegemona: es precisamente esta ausencia lo que con-duce a que sus detractores a negar que esta filosofase ocupe de la poltica y mucho menos que pueda ins-pirar poltica alguna.

    Contrariamente, al partir de un radical rechazodel consenso, la filosofa de Deleuze da una respues-ta diferente al campo de los problemas llamadospolticos. Su punto de vista no es el de los conflic-tos, en general, sino el de aquellos conflictos en losque se emprende una fuga10. De ah que en lugar dela secuencia conflicto/lingstica-estructu ral/he ge -mona pos-neoliberal encontramos en Deleuze algoms parecido a fuga/mapa de nuevos afectos/crea-cin de agenciamientos11.

    Si volvemos aqu a confrontar ambas posiciones apartir de la experiencia recorrida estos aos, no espara reeditar antiguas antinomias entre populistas(que no logran romper efectivamente con el neolibe-ralismo) y autonomistas (que devienen, devenimos,incapaces de estructurar procesos polticos en eltiempo)12. Ambas imgenes resultan caricaturales13y hasta cierto punto anacrnicas14. Y si registran algode su verdad lo hacen slo negativamente (el autono-mismo destituye, pero no instituye; el populis-mo instituye, pero no constituye). El paso deltiempo debera ayudarnos a superar estas imgenescomo modo de relanzar el debate poltico en torno alos procesos constituyentes (de democracia radical oabsoluta) frente al neoliberalismo.

    La crtica ms evidente que puede plantearse a laimagen poltica inspirada en el pensamiento deLaclau es su reduccionismo, al menos en una dobleexpresin:

    1.-la reduccin de las prcticas sociales a merasdemandas y

    2.- la reduccin de la pluralidad de procesos pol-ticos a una lgica unificada y formalista de lahegemona extrada de las reglas lgicas (articula-cin va equivalencia o diferencia de valores entrelos trminos) de la lingstica estructural.

    No se trata, obviamente, de sealar un defecto teri-co, sino que es el intento por identificar aquello que,en el punto de vista de esta filosofa, obtura o inhibeun balance ms crudo de los lmites de las polticaspopulistas en desarrollo en Sudamrica.

    El problema poltico que se plantea pasa por des-cubrir el modo de reconocer lo que hay de avancetctico en ciertas iniciativas de los gobiernos progre-

    10.- Entendemos la fuga de un modo ms amplio y plural que el xodo. La imagen del xodo ha sido muy discutida durante ladcada pasada, sobre todo a partir de autores como Michel Hardt, Toni Negri y Paolo Virno. Entendidas como tcticas especficas devaciamiento de la legitimidad y la legalidad, las polticas de xodo deben enfrentar la cuestin de un afuera, no siempre percibidopor las luchas. La fuga en cambio no precisa afuera alguno y no es patrimonio de actores polticos reconocidos como tales. La fugano es negativa. Interesa la fuga por lo que abre. La fuga, tal y como la entendemos, rompe un imposible, abre un posible, crea unapotencia (ver: Perros Sapienz, Redondos a quien le importa, biografa poltica de Patricio Rey, Tinta Limn Ediciones, Bs. As., 2013).

    11.- Para referencias del caso argentino, sobre el modo en que estas dinmicas de fuga y creacin de agenciamientos (cultura de la feria,de la inmigracin, de las economas anmalas) se dan como apropiacin desde abajo de las condiciones del mundo neoliberal, puedeverse el libro de prxima aparicin La razn neoliberal. Economas barrocas y pragmtica popular publicado este ao por TintaLimn Ediciones.

    12.- Llamamos autonomistas, en el contexto argentino, no a quienes adhieren a una doctrina, sino a aquellos que forjaron su sensibi-lidad a partir de ciertos rasgos del ciclo de luchas de que va desde mediados de los 90 hasta principios del 00 encuentra su epicen-tro en 2001.

    13.- Caricaturas como stas no dejan de reconocer los avances concretos que puedan haber en experiencias agrupadas bajo el nombrede populismo (nombre inadecuado, ya que incluso en la obra de Laclau no deja de evocar un cierto congelamiento histrico respec-to de experiencias de la dcada del 50 y de remitir a una constitucin del pueblo desde arriba), ni permite valorar experiencias que,como el zapatismo, no se caracterizan por su fugacidad. Tambin puede resultar inadecuado el nombre autonomismo si recae enuna cierta figura de la lucha obrera de los aos sesentas y no se enriquece con las experiencias de las ltimas dcadas.

    14.-El anacronismo viene dado por el hecho de que durante estos aos se han producido todo tipo de matices y fusiones entre autono-mistas y populistas. Si bien es cierto que entre los cuadros del kirchnerismo la idea de conduccin poltica vertical restringi el inter-cambio con la tradicin activista provenientes de las luchas del 2001, es muy visible en la base de las propias movilizaciones kirch-neristas la pervivencia de autonomistas sensibles al kirchnerismo y kirhcneristas con vocacin autnoma.IS

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  • sistas (o populistas), evitando el compromiso conun modo de gubernamentalidad neodesarrollistaque devala explcita o implcitamente las tentati-vas por replantear sus propios lmites.

    La mediacin progresista

    Para discutir la filosofa de Deleuze no vamos a acu-dir a sus textos. No nos interesa ahora la prctica dela filosofa como esclarecimiento de categoras, sinoel conjunto de preocupaciones e intuiciones que

    hacen que, en una coyuntura determinada, ciertasideas adopten un valor poltico. No se trata, tampo-co, de resear cmo se dio en la Argentina la guber-namentalidad llamada progresista, sea en la versinoficial que subraya la participacin de movimientossociales como conductos de demandas para ser pro-cesadas por el estado a cambio de legtimas mejorasmateriales y simblicas15; sea la interpretacin de lacrtica, ciertamente amarga, de quienes denuncian elproceso en curso como un mero simulacro manipu-lador). Vale la pena, en cambio, preguntarse por elvnculo existente entre los lmites del proceso polti-co actual (tomado por el binarismo neodesarrollis-mo/liberalismo) y la necesidad de superar la neutra-lizacin de perspectivas que, por intentar pensar deotro modo, podran aportar un nuevo vigor a lasluchas democrticas.

    Un breve recorrido ayuda a resituar histrica-mente la disyuncin entre estos puntos de vista(populistas y autonomistas), que no se diodurante el periodo intenso de las luchas contra elneoliberalismo que va de 1996 al 2002, ni a partirdel gobierno de Duhalde y la masacre del PuentePueyrredn que le puso lmite, sino a partir de la lle-gada del peronismo al gobierno, bastante despus delas elecciones del 2003.

    15.- Aunque en la mayor parte de su obra Laclau prcticamente se desentiende de la nocin de estado, no pocos intelectuales argentinosque trabajan al interior de la constelacin populista prefieren hablar de estado antes que de la foucaultiana gubernamentalidad. Comoseala Pablo Esteban Rodrguez: Quisiera comenzar con una cita extrada de la nueva poca de la clsica revista El Ojo Mocho,uno de los grandes faros intelectuales argentinos en los 90. Se trata de una entrevista a Eduardo Rinesi, actual rector de laUniversidad Nacional de General Sarmiento, publicada a fines de 2011. Refirindose a Michel Foucault (p.19), ubicndolo dentro deun pensamiento, digamos, antiestatalista, afirma lo siguiente: Las cosas que estamos pensando en la Argentina no van tanto en la direccinde pensar en formas no estatales o extraestatales o antiestatales de funcionamiento de la vida social. Me parece que hemos dejado de pensar que lalibertad est del otro lado del Estado, digamos as, para pasar a pensar (y me parece que all estamos en el corazn de la gran tradicin republicanaclsica) que uno es libre no contra el Estado, sino en el Estado o gracias al Estado, no fuera de la ley o contra la ley, sino dentro de la ley y graciasa la ley. Uno de los entrevistadores, Alejandro Boverio, acababa de sealarle que en los 90 no haba Estado y, mientras tanto, se leaa Foucault, y Rinesi retruca: lo que en algn sentido peda el progresismo era todo lo que Foucault criticaba: una estatalidad fuer-te. No es el nico lugar en el que Rinesi, y otros con l, se refieren a Foucault en estos trminos. En contraposicin, Rodrguez reto-ma una lectura foucualtiana del papel actual del estado en la Argentina: El Estado que vuelve no es el que intenta dirigir todos losmbitos de la existencia garantizando un tipo de seguridad, sobre todo, la subjetiva, sino el que garantiza a los individuos que esta-r all cuando quiera llevar adelante sus iniciativas, en forma cuidada para las clases medias y, obviamente, en forma precaria paralas clases populares. Esto se puede ver en la cantidad de leyes sobre la salud que se han sancionado en los ltimos aos tomandocomo base la demanda de los supuestos afectados (antitabaco, fertilizacin asistida, menes light en los restaurantes, programas defomento a la actividad fsica, etc.), pero tambin en el momento en que los representantes de la feria de La Salada viajan con la comi-tiva presidencial al exterior (el tan mencionado viaje a Angola), o en el hecho de que el Estado multiplica y superpone programas deasistencia que deben tanto al diseo de macropolticas pblicas como a la contingencia y la precariedad de aplicacin. Es en esa con-tingencia y precariedad donde interviene una racionalidad neoliberal, como dice Gago, desde abajo. Su ponencia, sobre la vigen-cia de Foucault a 30 aos de su muerte concluye: Para finalizar, entonces, creo que la vuelta del Estado se emparenta ntimamen-te con la vuelta de Foucault para analizar lo que ocurre en Amrica Latina y para imaginar nuevas formas polticas y sociales.Djenme ser obvio: como el eterno retorno de Nietzsche, no retorna lo mismo. El Foucault que retorna, el de la genealoga del neoli-beralismo, permite comprender al Estado que retorna. Es para festejar que el neoliberalismo macroestructural haya perdido predica-mento, y para estar en guardia frente a los intentos que habr, desde ya, en reimponerlo ni bien se acenten los problemas que hoyestamos viendo aparecer. Pero, tambin, y esto es lo que quiero plantear, es para comenzar a ver la lgica neoliberal desde otro ngu-lo, mucho ms inquietante, que no se manifiesta en declaraciones de principio ideolgicas sino en prcticas concretas de existenciade una mirada de sujetos provenientes de diferentes grupos sociales. Las luchas polticas que vendrn tendran que jugarse, tam-bin, en este terreno. (http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/08/el-neoliberalismo-el-mito-del-estado-y.html). IS

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  • Para las diferentes izquierdas que se fueron suman-do al gobierno (procedentes o no del peronismo),sobre todo a partir del conflicto con los exportadoresde granos (all por los aos 2008-2009), se tratabaprincipalmente de formular los trminos de la inven-cin de un pueblo nuevo, constituido a partir de losfragmentos y despojos de la crisis. Dos fuertes proce-sos de interpelacin se pusieron en marcha a talesfines: una estabilizacin econmica sustentada en laampliacin del consumo (y un modo de inclusin atravs del esta dinmica) y una fuerte interpelacinsimblica en la cuestin de los derechos. La viabili-dad de esta articulacin nacional-popular intensa, enun momento de innovacin poltica en buena partede Sudamrica, tuvo como condicin de posibilidad(y como lmite estructural) una insercin en el merca-do mundial fundada en la exportacin de commodi-ties y en el neoextractivismo16.

    Esta articulacin se da tambin como una refuta-cin de las izquierdas crticas consideradas comoeconomicistas. El acento culturalista (o politi-cista, como en el caso de Laclau) enfatiza la interpe-lacin imaginaria/simblica en detrimento de marxis-

    mo ledo y desdeado como mero objetivismo. Lacrtica de la economa poltica la transformacin delos modos de hacer sociedad a partir de la produccinsocial del valor resulta desplazada/sublimada. Y, ensu lugar, se asume una dialctica que consta de unpolo significante (politicismo/culturalismo) y un polosignificado (gestin neokeynesiana de la economa)17.

    Dialctica, resistencia y fuga

    Cuando se dice que Deleuze rechaza el conflicto,aclaremos ahora que no lo hace como forma de reco-brar lo consensual, sino ms bien para rechazar dosimgenes predominantes: la de la ruptura del con-senso y la del cambio social. Segn la primera, lassociedades cambian cuando se contradicen (dialcti-ca hegeliana). Segn la segunda, las sociedades setransforman cuando ingresan en procesos estratgi-cos de poder-resistencia (Foucault). Para Deleuze ytambin para Guattari las sociedades, sobre todo,huyen. Y precisamente lo que hemos perdido de vistadurante esta ltima dcada larga es esta potenciaactiva de la huida.

    La huida, tal y como la entienden estos autores yla practican en las luchas, es lo opuesto al retraimien-to neoliberal en un mundo privado. Remite, msbien, a la substraccin practicada frente a las estruc-turas que asignan valores y jerarquas a la vida.Pensar una poltica en el rastro de las diversas huidassupone, entonces, un arte articulatorio mayor, capazde aprender la riqueza del momento destituyente dela hegemona neoliberal y de proyectar rasgos insti-tucionales a favor de nuevas formas de existencia.

    Lo que la filosofa poltica (populismo) y la media-cin progresista se resisten a ver, (porque no cabe ensus esquemas) es el valor estratgico del exceso subje-tivo producido por las luchas en los proceso de inven-cin de polticas18. Y esta ceguera, que se evidencia en

    16.-Aunque habitual, la crtica ambientalista al llamado modelo neoextractivista nos resulta insuficiente. Con fuerte riesgo moralista, sedesentiende del momento urbano-plebeyo que, por ejemplo en la Argentina, fue fundamental como lucha (piquetera) en la crisis. Lanecesaria crtica al neoextractivismo debera tomar dos recaudos. El primero es evitar pensar este proceso de modo reducido:extractiva no es slo la actividad que tiene por objeto los bienes llamados naturales, sino tambin la captura de valor social a par-tir de diversos dispositivos propios del capital financiero. El segundo, evitar subordinar la dimensin democrtica implicada en lasresistencias populares a la dimensin precaria de la gubernamentalidad, hecha mayormente de polticas sociales. Este segundo aspec-to implica tener en cuenta el valor de la mediacin estatal, de captura y redistribucin de renta en la constitucin de la gubernamen-talidad progresista. Posiblemente no contemos con un modelo alternativo al neodesarrollista en curso, incluso porque ste no llegatampoco a ser un modelo coherente. Podemos enfrentar, en cambio, los aspectos notoriamente antidemocrticos de esta guberna-mentalidad, como los mecanismos fundamentales que surgen de la subsuncin capitalista de la sociedad y la naturaleza. Siguiendoy desplegando los elementos que surgen de las luchas/fugas, se abren procesos de comprensin/desplazamiento (se puede llamar aesto mapeo), momentos de constitucin de fuerzas antagonistas con estos elementos neodesarrollistas/neoliberales. Esta es, segu-ramente, la tarea de la investigacin militante.

    17.-Esta dialctica culturalista contiene un carcter fetichista: en apariencia es la reconfiguracin nacional y popular (polo significan-te) la que se impone y define las posibilidades de la economa poltica (polo significado).

    18.-La cuarta tesis de Walter Benjamin del clebre texto Sobre el concepto de historia recuerda que las cosas espirituales y refinadasestn presentes en la lucha de clases de otra manera que como idea de un botn que corresponde al vencedor, tal y como sucede conIS

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  • el esfuerzo por reducir este exceso a mero pliego dedemandas, no es gratuita. Lo reprimido vuelve y lohace negativizado, como resistencia oscura y boicot alos esquemas de inclusin y democratizacin.

    Este retorno de los elementos subjetivos y materia-les excluidos y negativizados, acta frecuentementecomo rechazo reaccionario sobre la mediacin polti-ca (oportunismos de mercado, desenfado racista, ejer-cicio pornogrfico de jerarquas) y presiona sobre lospuntos de restriccin que constituyen la arquitecturaultra-precaria de la nueva gubernamentalidad.

    Un Nuevo Conflicto Social19

    Para comprender este proceso, vale la pena retomaraquellos aspectos lneas de fuga contenidos o neu-tralizados (satisfaccin/desactivacin) por la media-

    cin progresista. No para imaginar lo que pudohaber sucedido y no sucedi, ni para pretender quelas cosas pudieran volver a comenzar donde fueroninterrumpidas, sino para, en el plano de las percep-ciones polticas, volver a situar fuerzas y problemasque podran ayudarnos a superar el impasse de lasluchas democrticas.20

    Y esta cuestin de percepcin no es nada menor.Si lo propio de la mediacin progresista es fijar unespacio de percepcin poltica difana, lo especficodel nuevo conflicto social es opacar una realidad quese tie de dinmicas ambivalentes: se torna verdade-ramente imposible percibir sus tramas.

    Lo que algunos movimientos piqueteros, e inclu-so los escraches de HIJOS, ponan en juego all porlos aos 96-2002 tena una dimensin irreductible ameras demandas (y otra que s poda ser parcialmen-te satisfechas mediante la creacin de puestos de tra-bajo, polticas sociales y la activacin de los juicioscontra la impunidad). La realizacin/reduccin deuna sola de sus dimensiones delimit su potencial,interrumpiendo el desarrollo de un/os posible/s quelas fugas preparaban21.

    Los escraches y los piquetes, entre otras formas delucha, son o fueron formas de huida. Pero huida dequ? Vista desde hoy, la respuesta es an ms intere-sante de lo que pudimos comprenderla entonces:huir quera decir, pues, fuga de una sociedad del tra-bajo y de la justicia que ya resultaba imposible en lostrminos conocidos. Esta imposibilidad (de sostenerla sociedad del trabajo en el actual ciclo del capital)conduca de seguir la lnea de fuga a la necesidadde inventar nuevos modos de comprender la praxiscolectiva.

    las clases dominantes. Ellas estn vivas en esta lucha como confianza, como coraje, como humor, como astucia, como tenacidad, y tie-nen efecto retroactivo en la lejana del tiempo. Vuelven a cuestionar una vez y otra cualquier victoria otorgada a los dominadores. Lomismo que las flores se vuelven mirando hacia el sol, as tambin lo pasado, gracias a alguna misteriosa forma de heliotropismo.

    19.- En Buenos Aires, el Instituto de Investigacin y Experimentacin Poltica (IIEP) (www.iiep.com.ar) emplea esta expresin para abrirun nuevo espacio de politizacin entre organizaciones territoriales e investigadores. Para un desarrollo de la nocin de un nuevo con-flicto social en la genealoga de la gubernamentalidad en la Argentina se puede consultar: http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-54/del-2001-al-nuevo-conflicto-social-una-genealogia-de-la-gubernamentalidad-a

    20.-Segn el Colectivo Situaciones, el impasse de la radicalizacin democrtica constituye la otra cara de la hegemona neodesarrollista.Ver: Colectivo Situaciones, Conversaciones en el impasse, dilemas polticos del presente, Tinta Limn ediciones, Bs.As., 2009. La relevanciadel impasse es resaltada en el libro a partir de entrevistas con diversos autores como Antonio Negri, Len Rozitchner, RaquelGutirrez Aguilar o Santiago Lpez Petit, entre otros (vase: http://tintalimon.com.ar/libro/CONVERSACIONES-EN-EL-IMPASSE)

    21.- Durante los ltimos aos, prcticas como el escrache fueron llevados muchas veces adelante por contingentes sociales que, como losllamado caceroleros, se apropiaron del repertorio expresivo de las manifestaciones del 2001, invirtiendo su sentido. Si en aquellosaos la presencia popular y piquetera impuso a las clases medias indignadas un espacio de convergencia comn, opuesta a las pre-misas del neoliberalismo, los recientes caceroleros asumen una serie de demandas propias y recortadas del comn popular, estruc-turadas en torno a la sacrosanta alianza entre familia, seguridad y propiedad. En este contexto, lejos de disputar el valor y el conte-nido de estas prcticas, resulta absolutamente habitual escuchar en los discursos oficiales una referencia completamente condenato-ria al escrache como prctica. Algo similar ocurre con los cortes de rutas y piquetes (vase Cacerolas Bastardas: http://anarquiaco-ronada.blogspot.com.ar/2012/09/cacerolas-bastardas_21.html?q=cacerolas+bastardas) IS

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  • Ese camino no se ha explorado del todo. Enten didacomo mero reclamo de empleo, esa demandaredunda en la precariedad de los planes y del traba-jo en negro. No seguir la huida, no armar los mapas,no imaginar posibles, no invertir ms imaginacinpoltica en nuevo elementos institucionales: he ahuna defeccin de la poltica. Una defeccin que tienepor epicentro la estatizacin (en el sentido de unaarticulacin entre derecho y economa) y que consis-te en mejorar, va consumo, las condiciones de vida,bloqueando otros modos posibles de existencia.

    Y con los escraches otro tanto. Producto del murode imposibilidad que las polticas de impunidadimponan, estas modalidades de produccin demo-crtica de justicia fueron reconducidas en la media-cin estatal a unos actos judiciales y de reparacinsimblica absolutamente necesarios y reivindicables,pero que no se combinaron con una ampliacin yuna intensificacin de las prcticas llamadas de dere-chos humanos hacia las nuevas resistencias (cosa ques suceda, y de modo muy notorio, en su momento).

    Piquetes y escraches han desarrollado, para elcaso argentino, los rasgos de una secuencia de crea-cin de una potencia (poltica) frente a este muro deimposibilidad del que nos habla Deleuze; rasgosinaugurados entre nosotros, seguramente, por lasMadres de Plaza de Mayo durante la dictadura, alconvertir el lugar de la vctima en el sitio de constitu-cin de una nueva potencia pblica: fuga y creacin.

    Si las polticas de la fuga deben validarse por sucapacidad de cumplir/compartir ciertos objetivos22,las filosofas polticas populistas deben asumir quemuchas veces la mediacin progresista que propo-nen impone un marco la agenda del desarrollo- queentrampa las fugas, justo al interior del marco quepuede ser subvertido por ellas.

    Las polticas de la fuga vienen a sealar tres apo-ras de las gubernamentalidad progresista. En pri-mer lugar, la presencia de fuertes lgicas neoliberalesligadas a la extensin de los mecanismos financieros

    de diversas escalas que compiten con (e inclusoexplotan a) la mediacin social. Segundo, la articula-cin de la agenda neodesarrollista/neoestractivistacon unas estructuras neoliberales que permanecenintocadas. Y, finalmente, el hecho de que estas lgicasfinancieras que subordinan la riqueza social a laexplotacin feroz y que crean tendencialmente zonassoberanas y de violencia para estatal operan en laspartes oscuras de la sociedad y del mismo estado quequerra regularlas, pero los impulsos legalistas ydemocrticos del poder pblico no entran, ni a regu-lar, ni a comprender23.

    La mquina hegemnica de construccin de equi-valencias sorte uno de sus principales desafos: laposibilidad de que renazca, en lo inmediato, un modoalternativo de estimar, de valorar la vida y lo social.La neutralizacin de la fuga convierte en ingenuos yen romnticos a quienes desean continuar el movi-miento de la fuga respecto de las restricciones neoli-berales y neodesarrollistas del presente24. Y la efica-cia de esta impugnacin/subordinacin puede resul-tar tanto ms terminante cuanto ms los componen-tes de una sensibilidad autnoma valoran ciertosavances tcticos en las confrontaciones que da elgobierno.

    La poltica en curso logr activar, hasta ciertopunto, la produccin de equivalencias entre realida-des de mercado y realidades de derecho. La econo-ma poltica y la reparacin estatal ocuparon el len-guaje total de la poltica. Pero el ciclo virtuoso de estapoltica parece muy erosionado. Le toca ahora sorte-ar el segundo desafo: evitar que los efectos oscurosy adversos de los aun estrechos marcos de la guber-namentalidad no derriben lo que an queda deexpectativas de cambio por la derecha. Cmo com-prender y combatir ese populismo oscuro quetodo lo invade?; hemos de convertirnos, en la fasedefensiva y declinante del ciclo, a un defensismo detipo liberal (antisecuritista)?, es tal el horizonte deeste modo de pensar lo poltico?

    22.-Los trabajos de Raquel Gutirrez Aguilar, justamente, muestran la importancia concreta de las polticas del comn, que superan lascategoras de pblico-estatal y privado-mercado con que se atenaza las luchas contra el neoliberalismo/patriarcalismo/neodesarro-llismo en el continente (http://www.anarquiacoronada.blogspot.com.ar/#!http://anarquiacoronada.blogspot.com/2014/08/leo-la-his-toria-reciente-de-america.html).

    23.-Rita Segato desarrolla esta lgica de la excepcin para la actualidad de Amrica Latina bajo el nombre de segunda realidad. Estalgica de la excepcin es el lugar desde el cual Segato critica la articulacin estatal que se substrae a la voluntad democrtica (y even-tualmente progresista). Ver Rita Laura Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Jurez, Tinta Limn Ediciones,Buenos Aires, 2013.

    24.- El ensayista Christian Ferrer es quien mejor ha notado la continuidad de imagen de felicidad, de modelo de consumo, de produc-cin de conocimiento y de patologas entre el periodo neodesarrollista y el supuestamente dejado atrs modelo neoliberal:http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2014/07/entrevista-christian-ferrer-la.html?q=christian+Ferrer yhttp://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2013/05/clinamen-todo-es-politico.html?q=christian+Ferrer.IS

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  • Ncleo autoritario del llamado neodesarrollismo

    Hemos hablado de los gobiernos progresistas comoavances tcticos. Esto se ve, sobre todo, en la apertu-ra de espacios de participacin (de modo paradigm-tico, la movilizacin en torno a cuestiones como losderechos humanos o la ley de medios), en la revali-dacin de discursos histricos de las militancias, en laampliacin (cierto que precaria) de las polticas decaptacin de renta para financiar polticas sociales yen el papel desarrollado por estos gobiernos en laconstitucin de espacios de cuestionamiento al con-senso neoliberal global.

    El problema es que cuando se trata de defender aestos gobiernos, no suele haber espacio para salirsede un binarismo bastante infantil. En el caso argenti-no, hay varias cuestiones que son muy difciles dediscutir. A saber: el patrn de acumulacin y adquisi-cin de divisas (el sistema financiero, los agro-nego-cios, la megaminera, la concentracin y extranjeriza-cin de la economa, etc.); el apaamiento a los pode-

    res territoriales y sindicales reaccionarios del propioperonismo y la cultura poltica vertical que subordi-na los debates polticos a la conduccin poltica25.

    En ese sentido, junto con la fenomenologa delnuevo conflicto social, los rasgos centrales de la acu-mulacin econmica y poltica, nunca debatidosdemocrticamente, constituyen determinantes queinciden negativamente a la hora de radicalizar lospropios componentes democrticos del proceso26.

    Qu podemos?

    La coyuntura presente, en la medida en que aparecedefinida a partir de una alianza entre todos aquellosque desde el sur realizamos crticas al consenso neo-liberal, es auspiciosa y crea un espacio de necesariadiscusin.

    El espacio de esta discusin aparece definido porexperiencias que se desarrollan segn un doble eje.Uno vertical, que se define dentro de cada pas comoel pasaje de la lucha social a la sntesis electoral, yotro con eje horizontal, transnacional, de dilogo einfluencias sur-sur. Sobre el primer eje, Iigo Errejn,de Podemos, enuncia as el caso de Espaa: Podemosno hubiese sido posible sin el aprendizaje latinoame-ricano y tampoco sin el 15-M, eso no significa querepresente al 15-M porque ste es polticamente irre-presentable, por ser un movimiento muy diverso. Elque reclame eso para s, o no ha entendido nada del15-M, o est mintiendo. Sin embargo, es verdad queel 15-M y su ciclo de protestas modificaron elemen-tos fundamentales de nuestra cultura poltica, abrie-ron grietas en los consensos, modificaron la agenda ypusieron a las lites en la defensiva. No modificaronlos equilibrios de poder en el Estado, pero por deba-jo, en la sociedad civil, se estn empezando a produ-cir cambios culturales muy importantes27.

    25.- En el fondo la discusin sigue siendo entre poltica y gestin. Es la poltica lo que ocurre y se subsume en la gestin o hay una dife-rencia de naturaleza entre ambas, a partir de la cual es pensable una dialctica virtuosa, en que la poltica abre mundos y la gestinse ocupa de tramitar democrticamente la innovacin poltica? Si las teoras que se autodefinen como populistas acaban por afirmarmuy tradicionalmente la primera opcin, la comprensin alternativa, que ha sido sostenida por muchas luchas de Europa y deAmrica Latina, insiste en abrir una nueva va de articulacin entre gestin y poltica desde el ngulo de la invencin autnoma dela poltica (Ver: Miguel Benasayag y Diego Sztulwark; Poltica y situacin, de la potencia al contrapoder; Ediciones De mano en mano,Bs.As., 2000).

    26.-Una de las crticas que se dirigen con sensatez a la experiencia de varios gobiernos progresistas es que aun alterando situaciones pro-fundamente injustas no logran transformar las estructuras neoliberales. Su performatividad no alcanza (aunque hay que aprenderde ella, cuando acta como componente activo y democratizador) en muchos casos, a producir cambios profundos. En el caso argen-tino de la lucha por los derechos humanos se ha avanzado de modo fundamental en muchos aspectos, pero no se ha logrado unaredefinicin de los dispositivos de las fuerzas de seguridad. En el plano de los derechos, no se ha logrado implicar de un modo sus-tancial a la poblacin en la constitucin de instituciones capaces de desarrollar derechos desde abajo en relacin a la tierra y la vivien-da. La lucha contra el poder financiero de extraccin de renta est an en paales. El conjunto de estas limitaciones devienen impo-tencia poltica (del gobierno y de los movimientos) capitalizable por derechas reaccionarias, en menor medida por progresismosbanales y aun en menor medida por una izquierda militante que no logra romper con esquemas de radicalizacin abstracta.

    27.-Vase la entrevista Latinoamrica ense a Podemos una poltica de lo imposible a igo Errejn: http://anarquiacoronada.blogs-pot.com.ar/2014/08/latinoamerica-enseno-podemos-una.html?q=errej%C3%B3n IS

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  • En torno al segundo eje, Errejn percibe la coyuntu-ra sudamericana como una poltica de la expansin,una poltica de lo imposible, si quieres, y no un afnutpico, porque hemos visto que todo lo que eraimposible, segn los que se beneficiaban de que todose haga siempre de la misma forma, cuando empujasel horizonte hacia adelante, se consigue hacer. Insistoen la renegociacin de los contratos, ac, de hidrocar-buros, de la deuda en el Ecuador, de la redistribu-cin, que era imposible. Lo posible es el resultado deun equilibrio de fuerzas en polticas. En la medida deque lo posible estaba determinado por los que man-daban, generaba resignacin. El horizonte de lo posi-ble se puede empujar, nosotros hemos nacido hacin-dolo. Hicimos una campaa sin dinero de los bancos,sino con dinero de la poblacin: con 110.000 euros,cuando 3 millones de euros fue el gasto del siguientepartido, del PSOE, y del PP ni qu decir.

    Como parte de la discusin sobre cmo se consti-tuye, en la actual situacin de crisis capitalista enEuropa, una hegemona pos-neoliberal, convieneretener la advertencia de Christian Laval y PierreDardot28 sobre el hecho que el neoliberalismo no sereduce a un conjunto de polticas econmicas ni auna ideologa de las lites. En efecto, discutir al neo-liberalismo como razn gubernamental (Foucault),nos lleva a no confundir la crisis de la razn neolibe-ral con su superacin.

    Lo que est en discusin, entonces, no es el valor ola esperanza que representa esta posicin de Podemos(o la de los gobiernos progresistas en Sudamrica),sino los riesgos de simplificacin en los que se pudie-ra incurrir al identificar la lucha contra el neoliberalis-mo al plano de los discursos (tan necesarios como

    insuficientes) de lo estatal-nacional. Las poltica delo imposible (las que promueven la creacin de nue-vos posibles) en nombre de las cuales por suerte!-acta Podemos, no pueden quedar presa del resultadode un equilibrio de fuerzas posibles.

    Pero tampoco podemos pedirle todo a Podemos.Quizs este sea el punto en el cual la discusin debeabrirse aun con ms fuerza: la buena nueva dePodemos es la organizacin poltica multinivel. Setrata de evitar que en nombre de esta buena nueva serepita un aplanamiento de estos niveles a partir delefecto de centro estratgico que posee la apuesta alestado29. En todo caso, una poltica multinivel puedepartir de una constatacin: del hecho de que en elestado se gestiona segn la relacin de fuerzas y susconflictos (tambin en Sudamrica), mientras que latarea de atravesar lo imposible concierne a las luchasque no dejan de fugar.

    28.- Christian Laval y Pierre Dardot, La nueva razn del mundo, ensayo sobre la sociedad neoliberal. Ed. Gedisa, Barcelona, 2013.

    29.-Para ampliar esta cuestin, es interesante el dilogo entre lvaro Garca Linera y Mara Galindo, as como la lectura que Rosa Luganoy Raquel Guitrrez Aguilar hace de la relacin entre gobierno y voz autnoma.

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