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FRANCISCA GuISelA HeRReRA PoRtIllo

Cooperación Suiza en América Central

YO SOY ASÍ: PRUEBO…GANE O PIERDAFrancisca Herrera Portillo

Editor:Programa ProEmpresa Autores de la Experiencia: · Merilú Rivera Pineda – Asesora en Alimentos

Autoras del documento: · Marissa Azmitia – Sistematizadora · Johanna Sánchez Navarro – Gestión de Conocimiento

Diseño Gráfico:SIMEDIA, S.A.www.simedianet.com

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FRANCISCA GuISelA HeRReRA PoRtIllo

Doña Francisca es una mujer muy amable, tranquila, cariñosa con todas las personas muy querida y admirada en Somoto, es chela, guapa y sobre todo sabia. tiene una gran habilidad para hacer las cuentas de su negocio. le gusta participar en las capacitaciones

acompañada de sus hijos.

“Cuando empecé hice un horno y me puse a vender. No me quedo atrás, yo voy a donde sea para avanzar,

así de empresaria, me siento alegre”

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HIStoRIA De VIDA

¿Sabe cómo empecé yo?

Mi mamá tenía un ganado, en ese enton-ces era la piedra. ¿usted sabe qué es pie-dra en que se molía antes?, allí molíamos el maíz. Antes la rosquilla no se hacía ni con margarina ni con manteca, se hacia con mantequilla de costal y mantequilla rala.

¡Así lo hacía mi mamá!, decía ella: Que no lleve suero esta mantequilla, ni que lleve leche, porque la rosquilla sale roja, chamuscada, sólo es con la mera man-tequilla bien frita, la poníamos a freír. Aprendí y me gustó. Mi mamá hacía las rosquillas, ella tenía su hornito pero no había cazuelas, hornábamos en hojas de roble o de plátano, las íbamos a traer, yo agarraba una canasta y me iba a trozar las hojas, íbamos a pirineo y así horna-ba mi mamá ponía en la hoja dos o tres rosquillas.

Yo tenía doce años y vivíamos afuera en una finca. Después ya me enseñó a hacer la rosquilla, esto se hace así, ella me decía: uno tiene que hacer las cosas buenas, porque el que no sabe hacer las cosas buenas, no vende nada, aunque gane poquito pero su venta que sea bue-na, para que a la gente le de gana de volver a comprar. Así aprendí.

Después cuando ya me hice de mi esposo prestaba horno, prestaba las cazuelejas y hacía una arroba o una arroba y media, yo misma la hornaba y la venía a entre-gar en la pulpería, no vivía aquí, vivía en el doce.

Ya me acostumbré al corriente que es ahora, ya no es como antes, que todo era en abundancia, la mantequilla era de costal, las mantequillas ralas, la ven-dían en abundancia. Ahora no hay nada de eso. en esa época la rosquilla llevaba mantequilla de la burrita, era mantequilla rala. el maíz se revolvía con la mantequi-lla escurrida y con huevos.

empecé, cuando nos venimos de allá, aquí hice un horno pequeño y me puse a vender, iba al Huembes. en los ochenta, yo hacía eso, en ese tiempo me afilié a una cooperativa y nos dijeron que tenían que matricularnos en la renta y lo hice, ellos le decían la pequeña industria y con-forme allí, sacaba la manteca y la marga-rina, y el queso lo venían a dejar aquí.

tengo amistades que tenían poca leche, ellos me lo traían y aquí se los compro-baba. Cuando estaban haciendo la ca-lle para Guasuyuca, un señor me dijo: ¿Quiere cuidar la gente? y yo acepté, para salir adelante, hacer mis rosquillas y cuidarlos a ellos. Fui a MICoIN y les dijes tengo tanta gente que estoy cuidando son los que hacen la carretera para Guasuyu-ca y estoy hornando.

Desde entonces yo solita me he buscado el mercado, solita abrí ese mercado. Voy dos veces por semana y llevo mis canas-tos, hago el viaje a Managua, me voy a las tres y media de la mañana en el bus que me pasa sacando por aquí y me deja en el Huembes, es el bus Carina, voy el martes y viernes.

A lA ASoCIAtIVIDAD le Veo VeNtAJA

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tengo una señora que le dejo la venta y cuando me paga voy al banco y digo en el banco: Quiero una minuta para de-positar y lo deposito, para evitar que me roben. una vez dos mujeres me roban los canas-tos y quedo así: –de brazos cruzados-. Me quedé trabajando siete años en las pana-derías y viera que bonito que es trabajar con fe de trabajo, todo va en orden, se beneficia tanto el trabajador como el pa-trón. Yo con esos siete años que trabajé, hacía pudines, hacía bizcotela. llegaba a las dos de la mañana a la panadería y a esta hora yo no había salido.

De allí me volví a las rosquillas, tengo tres años de volver a empezar, que me volví a levantar. Me han dado mis golpes pero para qué. ¡Ah! yo quería empezar de nuevo y no tenia dinero, una hija mía me regaló cazuelejas y me dice: ¡traba-já ya no trabajés ajeno, nada haces sólo ganás para el día! hacé lo tuyo, aunque ganés poquito, pero estás en tu casa, la casa está botada, mirá que mi papa está en la casa, él trabajaba en acción contra el hambre y como hubo recorte me dice: ¿por qué no trabajamos este pistillo?

entonces, empezamos y hasta hoy.

el año antepasado los vendedores nos ro-baron mil dólares, ellos eran bien hones-tos; ellos venían con las cuentas así como yo les daba la cuenta, así venía; pero ellos se engringolaron con otros para los es-tados, se los llevaron, es que las gavillas son malas, malas son las gavillas, pero allí estamos luchando, pero no caímos.

Vinieron unas españolas que hay en la AtC y me dicen: ¿está trabajando doña Francisca? si, le dije, fíjense que lo que quisiera es un préstamo; ¿Cómo de cuán-to?, de unos cinco mil, -les dije- porque tengo problemas con mis cazuelejas, las cazuelejas que me dio mi hija, manchan las rosquillas, quiero cambiar.

Como al mes me dieron los billetes, me voy para Managua y no hallaba porque buscaba aluminio de ese blanco y no ha-llaba; una señora a la que yo le entrego rosquilla en Masaya me dijo: doña Fran-cisca yo la voy a llevar. Me llevó a Masaya allá compré cinco docenas y me las die-ron a ochocientos. le cuento a Manuela y ella me dice: ¿Qué caras están esas ca-zuelas en Masaya? Yo le dije: Con cinco docenas, no hago nada y es que tengo bastantes problemas. Fíjese me dice ella: tengo un número de teléfono de Mana-gua allí hacen cazuelejas.

llamé y me dicen: Sí, se las puedo hacer, ¿A cómo? A seiscientos me contesta, ¡Há-game diez docenas! Así ya tengo como doscientas cazuelejas. Aquí han venido a tomar video de todo, de los hornos, de la cazueleja, de las rosquillas, de cuando estamos contando la rosquilla y lo man-daron a españa. Del préstamo salí bien gracias a Dios y me vienen a visitar las españolas. Me in-vitaron a una feria, que fue en una case-rontona en Managua donde hay bastan-tes estudiantes.

Yo vendí bastante. las empresarias no fueron, sólo yo fui, había tortilleras, las que hacen nacatamales, las que hacen tajadas y yo entré allí porque hice el prés-

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tamo, era poco, era de la AtC y salí como la mejor rosquilla, es porque yo estoy en la AtC porque ellos me apoyan bastante, ellos me han sacado por televisión.

estoy luchando por mi empresa, con el proyecto de Proempresa he salido bas-tante adelante. la primera es la licencia de salud, lo segundo el logotipo, en ter-cero el registro sanitario y ahorita lo que yo quiero es el código de barra. lo quiero individual. Dicen que querían sacar uno en grupo, yo creo que es mejor que cada quien tenga el suyo. Ahora, se está pen-sando en un estudio en Costa Rica, yo voy a hacer un préstamo y no me voy a que-dar sin eso. es que yo no pierdo, a donde me dicen que vaya yo voy. Digo lo que estoy haciendo, porque yo no se leer.

tener registro sanitario es una gran cosa, nadie me puede decir que mi roquilla es un producto malo, con el registro está garantizada. Ya con el código de barra para mí, va a tener otro valor y porque para exportar, lo primero que piden es el código de barra. Antes no sabía de esto, Merilú nos ha apoyado, por lo menos la licencia sanitaria es cómoda, yo la hubie-ra sacado, pero el registro: ¡es carísimo son seis mil córdobas por persona!

las que trabajan acá nunca están con-tentas, nunca quedo bien, todas ganan cincuenta pesos y su desayuno y comida, fresco, su café con pan. Siempre hay pro-blema, dicen: que la comida es mala. Yo les hago carne todos los días, que pollo, hígado, res, cerdo, les hago su lunes de sopa. Así las atiendo. No quieren nada, hubo una capacitación de trabajo y no quisieron ir, ninguna de ellas, no me apo-

yaron. otra cosa que no les puedo quitar son los anillos, los aretes.

Yo le preguntaba a Manuela ¿Cómo es eso del grupo que quieren formar?, ¡Yo quiero entrar allí!, Me decía ella: ¡será!, ella es cristiana y linda gente, no es egoís-ta, ¡yo quiero! le decía yo.

lo formamos veinte mujeres, hay gente que me ha dicho: ¡vos no tenés!, ¿Por qué? -le digo yo-, si esto es un futuro para mí y yo voy a luchar hasta donde el Señor me dé vida, voy a seguir adelante para que me vaya bien o me vaya mal. lo digo porque no hay que pensar que sólo es de agarrar el dinero, hay que luchar.

otra cosa, yo no espero tampoco a que sólo me den, ¿Dígame si no es así?, por-que ¿Cuándo hubiéramos salido adelan-te? Con lo que tenemos ahorita estamos bien adelantadas. ¿Cómo iba a saber que a dónde sacaba un registro sanita-rio?, ¿Cómo iba a saber, si yo no sé?, si no hubiera sido por Merilú, por Proem-presa, por el grupo ¡no lo saco!

Me hicieron una visita para saber cuánto gastaba y yo puse todo los gastos a como era, porque ¿Para qué le voy a quitar o le voy aumentar?, yo le puse lo que era. Salí ganando, porque dijeron, que yo era la que ha salido mejor, porque yo puse lo que era. No se leer, pero yo le puse lo que era de los gastos.

Yo llevo mi cuenta, yo se cuánto le echo de margarina, cuánto en litros de leche, que cuánto le echo de maíz y cuánto le echo de queso y tanto le pago a la gente y la comida. Me sale tanto.

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Me ha gustado salir adelante, aunque yo sola, pero ahora ya con el apoyo que ten-go, salgo más adelante, es que nunca he echado pie atrás, si me va mal una vez yo sigo. No se leer, yo me llevo cuatro, cinco, seis canastos al mercado, cada canasto lleva tanto y nadie me roba un peso, tan-tas bolsas traigo, tanto tengo, tanto dine-ro me van a dar, tanto me restan y tanto me dan.

A veces llevo bolsas que van chingas, que no están completas, que llevo menos que doscientos, que ciento cuarenta o ciento treinta, yo ya les digo: son dos mil tres-cientos pesos, allí nomacito ellas empie-zan: ¡no, es que es tanto! Y le digo yo: Apúntense lo que me quedan debiendo y apúntense a como es la cuenta, porque cuando yo vengo para acá, mi hijo ya tiene tallado cuánto voy a llevar y cuánto voy a dejar y cuánto me van a dar, si falta alguna bolsa aquí, yo los voy a llamar por teléfono no se vayan a disgustar porque yo dejo un cuaderno allá.

una doña en Managua que tiene una tiendota, dos veces me ha querido robar. He venido aquí a la casa y le digo a mi hijo: Mirá, creo que la señora tal… me quiere bajar 200 córdobas, y él me dice: Sí, es cierto. Agarro el teléfono y le digo: mire doña… no me cuadra el dinero con lo que usted dice, ella me contesta: No, y le digo: Yo sé lo que llevaba y yo sé donde es la falla, no fue donde la fulana o la zutana, fue donde usted. ¡Dónde yo digo, allí es la falla! Cuando llego donde ella, le digo: ¡aaah, usted bandidita!, yo sé lo que dejo en mi casa, yo tengo un hijo y le digo a él, decime cuánto voy a traer, si

me deben, cuánto me van a quedar de-biendo y si no me da lo que traigo, con lo que tengo en la casa, hay falla, porque tiene que darme igual. la señora empie-za queriéndome como vulgarear. Pero yo le digo: No, no me vulgaree, usted tiene reales y yo soy pobre, pero me gusta que me respeten.

Después ella jugandito me dice: Ya te los repuse. Yo sé, quién me debe tanto, me abonó tanto y yo lo camino aquí – en la cabeza-, sin necesidad de que camine los cuadernos para que ellos se anoten. Yo les digo: me debe tanto, esto es un abo-no, queda tanto, tanto me dio y tanto le queda.

esto lo aprendí desde chiquita porque no sé leer, no sé por qué no aprendo a leer, he estado bastante en eso, conozco cier-tas letras, pero no sé lo que dicen. Hay cosas que yo quisiera contestar, no sé que son los signos, qué puedo hacer, pero puedo tener un error o, no lo puedo tener, a veces me quedo callada.

Para mi todo lo que he aprendido es im-portante, tanto la contabilidad, tanto todo lo que nos están ayudando, la papelería que nosotros necesitamos – registro sani-tario, licencia sanitaria, código de barra, nutrición- y ciertas cosas que uno no las conoce, tienen que conocerlas, unas se me quedan otras no se me quedan, pero hay voy, y no me voy a ir hasta que me muera. No voy a echar pie atrás.

tengo confianza en el Grupo empresaial (Ge), tengo bastante y también en que nos apoyen. Si el grupo no se desanima yo no me desanimo. Allí solo que todo el

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grupo se desanime, tal vez porque no hay fuerza.

estamos con un proyecto del IDR y ellos, le llaman “galera” y esto no es una gale-ra, es un taller. Cuando anduvieron sa-cando el proyecto, me anoté, y entonces me quedé, no es porque yo quise quedar-me, sino que yo dije: A mí un albañil que venga de otra parte no me va a hacer el trabajo que yo quiera, me lo va a hacer mal hecho, me van a pedir un montón de dinero y no va a hacer el trabajo como yo quiero.

Yo di un aporte pero bajo, tanteando que si lo perdía, no perdía mucho. en la espe-ranza me decían: ¿Y entonces, qué pien-sa doña Francisca? no va hacer la galera que dicen ellos, -tengan calma dije- no tengo fondos, me voy a quedar de último, pero de que la voy hacer, la voy hacer, sigan haciéndola.

Después ya vino la ingeniera del IDR y me dice: doña Francisca ¿Cómo piensa? bue-no -le digo-, he pensado que voy a aga-rrar el proyecto, voy a hipotecar mi casa, pero, con una condición, que la hagan mis hijos y mi esposo, que me la hagan ellos; con esa condición voy a hipotecar mi casa, porque quiero salir adelante.

No tengo suficiente dinero para comprar todos los materiales y, me siento incómo-da con el trabajo, me da pena que me visite la gente, porque quedo muy recu-sada, y otros restos quedan en la cocina, sí, ustedes van a ceder a que mis hijos la hagan, ¡les voy a tomar el proyecto!, si no, no. ellos aceptaron. Nunca me he quedado atrás. Mi esposo y

mis hijos están haciendo el taller, la están haciendo como yo quiero, una parte del taller va a quedar abierto con una maya. les dije hoy, les voy hablar muy claro, si Dios quiere y exportemos rosquillas, y yo miro que me va bien, yo la voy a cerrar, porque el MINSA de Managua dijo que esto no puede ser así, ellos recomiendan que quede cerrada y el IDR la quiere con cedazo en el contorno. ellos – el IDR- no afinan el contorno.

Allí –en el taller- vamos hacer una llave para el agua y un lavandero, esto es de parte mía, ya le pusimos aguas negras. No tienen aguas negras las del IDR, nin-guna de esas tiene. Mi hijo la puso, em-pieza de allá la tubería. Ya tengo el agua negra donde se lava el piso, va también allí el agua de los bancos, todo se va al sumidero. el IDR está haciendo la pared, el techo y la malla. las que ellos hacen son más angostos, nosotros la hicimos más grande y con aguas negras.

Compramos la teja, porque después de terminar aquí –el taller- viene la construc-ción de los hornos. en los hornos voy a cambiar la caseta, mi hijo me dice: Va-mos a ver cómo hacemos. Primero voy a cambiar la caseta y después cambiar el horno a un horno más económico, que use menos leña. Anduvimos en Honduras con Proempresa, los techos de los hornos son bajitos pero no va a ver humo, la leña es poquita y tienen un soplete. Son más económicos.

Yo siempre voy a dar el desembolso de mis hijos al IDR, pero parece que después ellos lo regresan a mis hijos. Hay una parte –de dinero- que nosotros la estamos me-

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tiendo, estamos sabidos ellos y nosotros, mi hijo dice, aquí vamos hacer el trabajo, aquí vamos a empacar, allá es dónde se revuelve, ese cajón de madera lo vamos a cambiar a ladrillo y de azulejo.

en tres años he cambiado bastante, me siento alegre yo quisiera tener dinero para invertir, entre más lindo está el taller más propaganda tengo, más vendo y aseguro trabajo para varias personas. tengo diez mujeres, el hornero once, el que va al molino doce y trece con la empacadora. Son trece familias y yo les pago al día, día hecho, día pagado.

Merilú dijo que dieran la formula, pero unas dijeron que no la daban. Yo les dije, ¡hombre! yo no necesito de formula por-que si yo quiero hacer una buena rosqui-lla yo la hago, pierdo o gano. Yo puedo echar un quintal de esto y un tanto de lo otro, yo miro si me salió bueno o me sa-lió malo. Yo me rifo, no le tengo amor al dinero, si yo me pongo a tener amor al dinero, me puedo morir.

Yo me tiro a perder o ganar, pero gracias a Dios nunca me ha ido mal. le gano po-quito pero me quedan buenas. Hay gente que identifica mi producto, le saben bien el sabor. Merilú y Juanita me ha dicho: doña Francisca dejamos sus rosquillas quince días y no ha cambiado el sabor y está tostadita. Y yo… ¡Me siento alegre!

Yo anduve en estelí porque quiero los bo-nos de PRoSeDe, me ha motivado ir, por-que quiero aprender más, eso me ayuda, por lo menos, hay cosas que uno no las sabe hacer. A las capacitaciones asisten mis hijos y yo estoy con ellos, yo los cami-

no, ¡no me quedo!, a donde sea voy. Yo soy así: llego a su casa y veo una comida diferente y veo cómo la hizo, yo vengo y la hago en mi casa y veo si me queda igual. Cuando voy a Guatemala me fijo en las comidas que hacen y al venir las hago aquí. Si me dicen vas a ira Hondu-ras voy, si me dicen vas al Salvador ¡voy de viaje!, es que yo no digo que no, tengo que salir adelante,

Ha aprendido, ¿Cuándo yo iba a saber a dónde se sacaba un código de barra? ahora ya sé. ¿Cuándo iba a saber yo del permiso sanitario?, ¿Del examen de la rosquilla?- se refiere al Registro Sanitario, ese examen pensaba yo que era aquí, ¡pero es en Managua! Yo fui a Managua a traerlo, yo tengo la dirección y le digo al taxero lléveme aquí.

A la asociatividad le veo ventaja, porque dicen que una golondrina no hace vera-no. No es como una cooperativa, la coo-perativa no me gusta. Siempre hay unos mañosos, cuando ellos se miran bien sentados, ellos desaparecen y lo dejan a uno con los brazos cruzados. Aquí en el grupo, no se ve eso.

es primera vez que oigo hablar de eso y me gusta bastante. Fíjese que si ellas me dijeran: váyase a la feria como a las que mandaron el año pasado, yo no se leer, ¡pero me voy!, yo llamo en Miami y le digo a mi hermana, espérame en tal punto, no se leer pero yo me voy. Si esta vez me dicen que me valla yo voy.

tener así mi taller lo pensaba desde chi-quita, así soy pues. Gregoria Portillo es mi mamá, ella también pensaba en tener

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esto, estoy haciendo lo que mi mamá me enseñó, así nos crió haciendo rosquillas, éramos 9 hijos, pero se murieron y que-damos solo dos mujeres. Mi mamá las hornaba y bien las colocaba en el horno y no se le quemaban. Yo tenía doce años y así me acostumbré y me gustó este nego-cio. Mi casa era de tierra, le ponen unos palos o reglas y les van echando la tierra. De allí me vine para acá a Somoto. Yo he sufrido, yo le sé limpiar maíz, sé aporrear maicillo, sé lo que es lidiar con ganado, con bestias. todo me ha servido. Yo le

pido al Señor cuando me voy a dormir, le digo: Señor ayúdame, que me salga tra-bajo para no quedar mal con este banco y cuando salgo en el bus también le pido. A veces me siento humillada por que no tengo dinero ni se leer y escribir, pero pienso, a los que tienen dinero siempre les llega la muerte. Ahora, ¡Yo me siento alegre! me siento satisfecha, porque tal vez, nunca lo hubiera hecho y ahora, así como empresaria sí, estamos ¡adelante, avanzando!

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