Yesa, símbolo de una realidad decadente que ha tocado fondo

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    Yesa, smbolo de una realidad decadente que ha tocado fondo

    Hay que denunciar la inmoralidad de muchos proyectos con el de Yesa, vinculados a

    la crisis econmica actual y a la falta de credibilidad general en polticos, jueces y

    gobernantes.

    Francisco Javier Martnez Gil, Catedrtico Emrito de Hidrogeologa de la

    Universidad de Zaragoza

    Porqu escribo:

    Cuando escribo esas cosas tan largas, en principio lo hago para m mismo, como terapiapersonal frente al autoritarismo hidrolgico imperante desde hace muchas dcadas, conFranco o si l, que todava tenemos que seguir padeciendo por parte de una clase

    poltica poco ilustrada en el tema y de una Administracin del Estado centradaexclusivamente en la idea del aprovechamiento sin lmite de los ros, como hacemos

    con el petrleo, hasta que se agote, que siempre ha aparentado estar ms al servicio delpoder poltico de turno que del bien hacer. Es el poder poltico quien la dirige y utiliza asu provecho, a su vez altamente mediatizada por el poder de los grandes intereseseconmicos del pas, al que se doblegan todos, polticos y Administracin; no me cabela menor duda de que es ese poder quien en realidad marca las pautas de los grandes

    planes de obras, que es a lo que se reduce siempre la quinta esencia de nuestrasplanificaciones.

    Llevamos aos de experiencia viendo cmo esos poderes prescinden de todo argumentocientfico cuando no les conviene, y cmo lo utilizan para disfrazar ante la sociedad sus

    proyectos de progreso, de necesidad, de inters general y de decisiones tomadas por losciudadanos a travs de sus representantes, la clase poltica y otras burdas formas de

    pseudoparticipacin que son autnticas farsas.

    Esa profanacin de la democracia la digiero mal, como tampoco digiero la frivolidadcon la que nos organizan el gasto pblico, promoviendo y aprobando alegremente

    proyectos mal diseados, chapuceros, bajo cajones de voluminosos informes que tratande justificar desde un aparente rigor, desde el anlisis de alternativas y la exquisita

    previsin, proyectos que acaban siempre costando tres veces ms de lo previsto y queluego, una vez ejecutados, la gente a veces no los quiere o no llegan a funcionar para elfin que fueron justificados, por haber sido mal diseados, a golpe de oportunismo.

    Hay una larga serie de proyectos millonarios que tras haber corrido esa suerte, no hapasado nada. El canal del trasvase Xerta a Calig, la acequia de Sora, la presa de Riao,la de Itoiz, la de El Val, el gran embalse de La Serena, el trasvase del Jaln a laTranquera, el del Matarraa al embalse de Pena, el del Ega al Zadorra, o aquelsupermillonario plan de emergencia de medidas para paliar la sequa general de

    principio de los noventa, son slo unos pocos ejemplos de una larga lista, que ponen enevidencia una poltica de gastos alegres, con proyectos fruto del juego, la improvisin yel capricho, y de los intereses organizados con los que hacen su agosto.

    Tolero mal ese desprecio olmpico que se hace desde el poder poltico en connivencia

    con la Administracin, al elemental principio de precaucin y al empirismo del sabercientfico, que es la labor a la que he dedicado toda mi vida, pero que al final he

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    constatado que no ha servido para nada ms que para mantener entretenidos a unosmuchachos que ni siquiera van a tener la oportunidad de trabajar en lo que hanestudiado, ni en ninguna otra cosa similar o no, porque nadie ha querido plantearse ensu momento si su formacin era necesaria ni en qu mesura, convirtiendo la universidady el gasto que supone mantenerla, en una especie de gran guardera de chicos mayores,

    que estn mejor recogidos, entretenidos y controlados en la universidad, que libres yociosos en la calle, sin colocacin ni perspectivas.

    Hoy sabemos que el paro laboral en la juventud por debajo de lo 25 aos en edad detrabajar supera el 40%. Esto es un fraude generacional del sistema. Esto si que es un

    problema, y no los trajes del presidente del gobierno del Pas Valenciano y otrasabsurdas discusiones polticas y mediticas, diseadas para el entretenimiento social o

    para ganar imagen frente al adversario pensando siempre en su efecto electoral, que nostiene aburridos. Que la Justicia siga su curso, y que los polticos y los medios dejen dedistraernos entrando al trapo de lo superficial y afloren realidades ms profundas!

    Tolero mal cuando altos representantes de la Administracin -que no representan anadie ms que al dedo del Presidente que lo design-, se atreven a calificar deecologistas radicales a funcionarios del ministerio del Medio Ambiente por cometer el

    pecado de cumplir con su labor, desde un puesto de trabajo ganado en una oposicin enla que tuvieron que demostrar su cualificacin; los insultan y acusas pblicamente porno someterse a lo que ellos llaman la lealtad poltica del funcionario.

    Igual juicio les merecen los ciudadanos libres que, dotados de una mnima sensibilidady cordura frente al atropello a las arcas, al patrimonio natural del pas, a sus gentes, y aldispendio econmico que representan determinados proyectos planteados tan a la ligera,que ejercen su derecho y cumplen con su deber de discrepar cuando as deba ser,exigiendo un mnimo de rigor y coherencia.

    Hara falta mucha ms gente radical, capaz de ir a la raz de los problemas, como esaspersonas a las que as se les acusa porque resultan incmodas para el sistema. Para ellosson unos fundamentalistas, fanticos de su causa, que es la honestidad. Ignoran queno hay gente ms fundamentalista que aquellos que todo lo justifican en nombre delsocorrido talismn/coartada del progreso, un progreso que para ellos no necesitadefinicin ni demostracin alguna, que basta con enunciarlo e invocarlo. Por eso, no les

    preguntes qu es el progreso, que te dirn: Hombre, el progreso es el progreso. Ya, pero progreso en qu? Y te volvern a decir Pues su propia palabra lo dice,

    progreso! Y de ah no les sacars. Eso si que es fundamentalismo. Hay mucho msfundamentalismo hidrolgico del que pensamos; el tpico trasnochado del regadocomo futuro del pas, y en nuestro caso de Aragn, es uno de esos fundamentalismosdeliberados como coartada ante la sociedad.

    Cuando escribo largo, como ahora, estoy pensando tambin en que a alguien le puedeinteresar investigar en nuevas formas de mirar, reflexionar y entender los conflictos delagua. En este caso concreto escribo largo y de manera especial para todos nosotros, losdel Yesa NO, con la intencin de enriquecer nuestra batera de criterios y argumentos, ymantener altos nuestros nimos.

    No podamos imaginar que

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    En el caso de la oposicin al recrecimiento del gran embalse de Yesa y de otros muchos proyectos tambin, a lo largo de estos aos hemos utilizado el discurso cientfico ytcnico, y tambin el recurso a la Justicia. Lo hemos hecho bien, con solidez, a base demucho esfuerzo y generosidad. De hecho, ha habido situaciones en las que hemos

    puesto a la Administracin y a esos poderes interesados contra la cuerdas; pero los

    resultados al final han sido pobres, raramente hemos ganado un combate, porquesiempre les ha librado la socorrida campana de un juez, que encima les ha dado una maldisimulada victoria a los puntos. Nos hemos ido dando cuentas de que las lgicas porlas que se rigen la Administracin, los Gobiernos promotores de esos proyectos y los

    jueces, a la hora de aprobarlos y legalizarlos, son otras.

    No podamos imaginar el desprecio que hay al razonamiento cientfico, sea hidrolgico,econmico, ambiental, ecolgico cultural o jurdico, da igual. No podamos tampocoimaginar el nivel de complicidad de la Administracin promotora con determinadomundo de intereses, ni la falsedad de las instituciones medioambientales, nacidas notanto para velar por la integridad y respeto a los valores naturales como elementos que

    configuran la personalidad de los territorios, la funcionalidad de los ecosistemas, elvalor metafsico de la belleza, el paisaje como patrimonio y los derechos de lasgeneraciones venideras, como para evitar que esas figuras alegremente enunciadas ycon frecuencia perversas del inters general y del progreso, lleguen a prevalecer porencima de esos valores, por mucho que la retrica del legislador los incluyera un dacomo fundamentales e inviolables.

    Los legitiman a travs de las pertinentes declaraciones positivas de impacto ambiental,con informes caros y descomunales de los que vive un determinado sector, dispuestosiempre a demostrar lo que se les pida, con la misma legitimidad y moral que lo hace elabogado que defiende a su cliente a sabiendas de que es un criminal. Hay todo un sectordel mundo cientfico y tcnico que concibe as su labor. Si sale algn funcionariorespondn, al que le cuesta someterse al juego, se le acusa de ecologista radical desdela vieja tctica de matar al mensajero.

    No podamos imaginar el nivel de indolencia social y de manipulacin colectiva que enlos temas del agua se practica desde publicidad meditica de encargo y a travs de los

    propios medios y resortes del aparato poltico y de la Administracin. No podamosimaginar a los medios tan proclives a no destapar atropellos que a todos nos parecenevidentes, que incluyen la frivolidad en el gasto pblico y la privatizacin del territorio,dando una de cal y tres de arena, incapaces de articular un debate social bien

    organizado, ponderado y solvente. Los medios, al fin y al cabo, son una empresa nacidacon la perspectiva de ganar dinero; atienden bien a quien les paga, siempre preocupadosen ganar audiencia o lectores, exponiendo lo que el pblico quiere ver, or y leer. Hoyen da se hace publicidad de todo, empezando por la prostitucin, que ocupa pginasenteras de anuncios.

    Tampoco pudimos imaginar el papel de la Justicia, incapaz de perseguir por s misma enestos temas al presunto infractor, ni tan escasamente sensible a los problemas del agua yde medio ambiente en litigio, dando la impresin de que vive estancada en el clich delecologista como extorsionador del progreso, romntico, caverncola, fundamentalista,etc., y en ocasiones ligado con los grupos desestabilizadores de la buena marcha del

    pas, incluso a la violencia terrorista, como manera de asociar esa peyorativa imagen a

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    Lo que hemos conseguido:

    Lo que s hemos conseguido en este tiempo es que sacar adelante un proyecto deembalse no sea ya motivo de orgullo ni aplauso per spara la Administracin ni sus

    promotores. Hemos logrado que tengan que pasar su vergenza, soportar acusaciones,

    pasar por los tribunales de Justicia, recibir crticas solventes y hacerles merecedores deun desprestigio que ah queda, para ellos; si bien es un triunfo contrarrestado por laescalada que ha habido en este tiempo por la prdida del pudor y la vergenza.

    En Yesa hemos sembrado el miedo al desaguisado y a la posible catstrofe; el miedo asaber que si pasa algo podrn ser acusados de que ya estaban avisados; esto ha supuestouna ganancia en la seguridad del proyecto, gracias a unas descomunales inversionesinicialmente no previstas, que van a triplicar el coste final del proyecto, una realidadque siempre jugar a nuestro favor Hemos logrado sacar a la luz el atropello a valores

    patrimoniales de cultura e historia de la vieja Europa, con la denuncia de la sepulturabajo las aguas de un tramo cercano a los 20 kilmetros del Primer Camino Cultural de

    Europa y Patrimonio Mundial de la UNESCO, el Camino de Santiago.

    Sobre todo, lo que hemos conseguido es dilatar la ejecucin del proyecto, de forma queahora, gracias a la crisis econmica que padece el pas es ms escandaloso justificar unainversin tan alegre, de esa magnitud y de esa incertidumbre, ni semejante agujero nisangra econmicos como la de este proyecto y durante muchos aos, cuando entretanto hay necesidades de las personas que atender que son mucho ms perentorias, y elgobierno anda recortando gasto pblico all donde puede. Aqu tiene un buen bocadoque dar, como lo tiene en Biscarrus, en Mularroya, etc., todos ellos proyectosesencialmente fruto del juego y el empecinamiento polticos.

    Lo que hemos aprendido:

    El camino recorrido en estos aos nos ha enseado muchas cosas que hay que empezara poner en prctica. Obviamente, el discurso cientfico tcnico est agotado, porquehemos dicho lo que haba que decir, y no hay ms ciego que el que no quiere ver.Sabemos que en ese sentido, ante cualquier tesis en contra que se pueda argumentar,tanto el Gobierno central como los autonmicos proclives a estos proyectos, presentarnsiempre los informes tcnicos que hagan falta, ms voluminosos, con mas santos(grficos, mapas, cortes y esquemas de colores) que los nuestros, que demuestren locontrario. A la sociedad ese tipo de debate no le llega, ni su fuerza argumental es capaz

    de movilizarla.Los jueces, lgicamente se pierden ante semejante tipo de informacin, obligados comosalida a dar ms crdito a los estudios de los ejrcitos de tcnicos y del podero demedios presentados por la Administracin, que a los periciales de uno o dos profesoresde universidad, que ni siquiera tienen acceso a determinados datos, sospechosos ellostambin de ser ecologistas.

    Pese a todo, la accin judicial continua abierta; seguimos presentes en los pocos frentesque van quedan abiertos, si bien desde una situacin econmica agnica. Nosconsolamos con clsico dicho mientras haya vida, queda la esperanza aunque sea la

    de un milagro, el milagro de la resurreccin del sentido comn.

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    Lo que habra que hacer de ahora en adelante:

    En ese lamentable contexto general, mi opinin personal es que hay que emprender unanueva estrategia, elaborando nuevos discursos dirigidos a la sociedad basados en ladenuncia de la inmoralidad general de este y de otros muchos proyectos, vinculados a la

    crisis econmica actual y a la falta de credibilidad general en polticos, jueces ygobernantes, de manera que dejen de ver el proyecto del recrecimiento de Yesa como unasunto local de unas pocas personas afectadas, ni tampoco el de unos ecologistasradicales, sino como un problema propio, y como un mal generalizado y crnico del

    pas que va ms all de lo hidrolgico.

    El sector ms duramente castigado por la crisis econmica, los pequeos empresarios ylas familias sin ingresos, no puede permitir que se hagan derroches tan millonarioscuando hay prioridades sociales como la suya, que atender. Tienen que ver la

    pertinencia de reclamar al Gobierno central y al autonmico que en esas inversionesmillonarias absurdas y frvolas hay una fuente muy importante de fondos al servicio de

    los verdaderos problemas, como el suyo, y que se dejen de polticas de recortes del tipodel chocolate del loro, ni de las que tienen que pagar justos por pecadores.

    Hay que impulsar a posibilidad de una movilizacin general difundiendo ese discurso yesa idea entre los afectados por esa situacin y entre la gente solidaria. Hay que hacerver que lo de Yesa es mucho ms que un caso particular de unas gentes de la Canal deBerdun, y ms que una cuestin hidrolgica, es un botn de muestra de un Aragn

    privatizado a trocitos (ros, ibones, alta montaa, horizontes, Monegros, autopistas,espacios periurbanos, etc.), que estn despersonalizando y expoliando sin orden y conescasa mesura los elementos esenciales de su propia identidad, en aras de un progresoque lleva camino de convertirnos a todos en usuarios y clientes obligados en nuestra

    propia tierra de una gran empresa, ARAGN S.A.; que como todas, con el tiempoacabar absorbida por una multinacional, como pas con Endesa, hoy mayoritariamenteitaliana, y como pasarn probablemente tambin Iberdrola y Fenosa, tres grandesemporios econmicos a escala de pas, y los tres grandes dueos fcticos de nuestrosros junto que unos pocos grandes sindicatos de regantes.

    A esos sindicatos no les negamos nada de lo que ya tienen, que es la gran tajada delpastel hidrolgico de Aragn, incluido una parte del hidroelctrico. Lo que queremosdecirles es que las migajas que entre unos y otros han dejado pertenecen a losciudadanos, a la oferta de belleza natural, al patrimonio del paisaje y la identidad de esta

    tierra, a su oferta ldica y a los derechos de las generaciones venideras. Les decimosque dejen contemplarlos como el punto de mira de sus nuevas conquista, y menos an acosta de una gran inversin econmica de las arcas pblicas. Hay en este, necesidadesms urgentes y mejores destinos para ese dinero

    Hoy, estamos viendo desde la indolencia cmo Endesa ha empezado a pagar muy muygenerosamente cada mes los valiosos servicios de asesora de alguien que fue presidentedel Gobierno, que conoce muchos entresijos, presidente honorario de su partido, quecobra tambin generosamente del Estado por una supuesta vinculacin postpresidenciala su compromiso de defender los intereses y la buena imagen del pas. No se puedeservir a dos seores a la vez. Alguien se imagina un futuro, con esa empresa ARAGN

    S.A. comprada ya por una multinacional, con Marcelino Iglesias como miembro de suconsejo de administracin? En ese disparate estamos si antes no detenemos el

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    holocausto de un pretendido progreso de dorada apariencia, regido por la codicia y el poder diablico de dinero, que desembocan en la falta de credibilidad y el engaogeneralizados.

    Tenemos otro frente a abrir es la defensa del Camino de Santiago por lo propios

    peregrinos y asociaciones de Amigos del Camino en los diferentes pases, y la ayuda derelevantes personas que lo han hecho y quedaron emocionados. Hay que preparar undiscurso adecuado y profundo, cultural y espiritual, que se oponga a esta degradacin, auna nueva adulteracin, que no ser la ltima y que dar pie a la siguiente, porque ladegradacin engancha, es como la droga para el drogadicto, y tambin porque es unlugar que merece un respeto, como lo merece la alta y esbelta torre de una catedralgtica, en la que sera grotesco e insultante a su valor simblico y un acto de barbarie,que se instaran en ella un enjambre de antenas de radio, TV, telefona, etc., como sifuera un pirul de esos, coronada con las aspas gigantes de un gran molinoaerogenerador para aprovechar el lugar en aras del progreso.

    Hay dos puntos singulares del Camino en Espaa donde podemos trabajar juntos conAPUDEPA, que incluye la red de albergues, multitud de asociaciones de Amigos delCamino y un ejrcito de hospitaleros; de alguna manera hay que hacerles llegar nuestrodiscurso, no tanto por la forma como el proyecto de recrecimiento afecta a las gentes deArtieda y vecinos, a nivel de lo personal, ni por la malversacin econmica y lacorruptela que pueda haber detrs, sino como botn de muestra de un falso progreso quearrasa con todo, que nos deshumaniza y que no tiene reparos en robar el alma a lascosas y a los territorios, que destruye sin mesura ni lmite de satisfaccin posible sus

    patrimonios de historia, cultura, memoria e identidad, y nos desespiritualiza.

    Y tambin porque es un ejemplo ms de un modelo de pretendido progreso, cuando losuyo es la dinmica del atropello y la destruccin continuos, que nos lleva al mismodestino de la rana de la metfora, metida en un recipiente de agua calentado lentamente,que cuando se da cuenta de su situacin ya la han cocido. Nos estn cociendo,lentamente.

    Siendo radicales:

    Con frecuencia gastamos nuestra energa en huir del problema con tratamientossintomticos, pero no vamos a su raz, que es el modelo de progreso destructor quefagocita al ser humano, degrada la actividad poltica y siembra la desconfianza general

    en el sistema, en quienes lo dirigen, en los medios, en las instituciones, y en todo. Hayque poner lmite a esa realidad que ha dado lugar a una sociedad indolente, con susciudadanos atrapados en su compleja faena de vivir. Hay que hacerlo desde la mismasociedad, aqu y all, sabiendo que todas las aldabas son pocas para llamar la atencinde lo que est pasando.

    Hay que empezar a recuperar el sentido de la palabra llenndola de contenido, lejos dellenguaje orwelliano actual, dndole un significado preciso a cada trmino para saber dequ estamos hablando cuando los utilizamos, y no nos vendan ms gato por liebre. Unlenguaje de palabras que nos permitan generar pensamiento propio, crtica y creatividad,en vez de que ellas piensen y creen mentiras por nosotros.

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    La tarea es fcil, pero requiere tiempo y organizacin. Tenemos pocos medios, ese es eldrama, pero llegaremos hasta donde podamos, porque esa es nuestra obligacin moral,con nosotros mismos y con nuestros hijos tambin, a los que no podemos hacer vctimasde este fraude organizado. Tenemos que mantener encendida la llama, para que cuandola presin del gas inflamable que nos rodea sea la adecuada, explosione y empiece con

    ella no tanto la revolucin como la gran transformacin moral que la sociedad y elindividuo necesitan. Creo que, juntos con APUDEPA, deberamos empezar a pensar enunas jornadas en las que disear esas nuevas estrategias.

    Un abrazo

    Javier