Yaky español

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POEMAS NIDIA YAQUELIN CASTIBLANCO ENTREGADO A: LESLY GARCIA BAÑOS INSTITUCION EDUCATIVA TECNICA NACIONALIZADA DE SAMACA 11-O3 2013

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POEMAS

NIDIA YAQUELIN CASTIBLANCO

ENTREGADO A: LESLY GARCIA BAÑOS

INSTITUCION EDUCATIVA TECNICA NACIONALIZADA DE SAMACA

11-O3

2013

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Igual parece a los eternos Dio-ses quien logra verse frente a ti sentado. ¡Feliz si goza tu palabra suave, Suave tu risa! A mí en el pecho el corazón se oprime Sólo en mirarte; ni la voz acierta De mi garganta a prorrumpir, y rota Calla la lengua. Fuego sutil dentro de mi cuerpo todo Presto discurre; los inciertos ojos Vagan sin rumbo; los oídos hacen Ronco zumbido. Cúbrame toda de sudor helado; Pálida quedo cual marchita yerba; Y ya sin fuerzas, sin aliento, inerte, Muerta parezco.

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Cerrar podrá mis ojos

la postrera

Sombra que me lleva-

re el blanco día,

Y podrá desatar esta alma mía

Hora, a su afán ansioso lisonjera;

Más no de es otra parte en la ribera

Dejará la memoria, en donde ardía:

Nadar sabe mi llama el agua fría,

Y perder el respeto a ley severa.

Alma, a quien todo un Dios prisión ha

sido,

Venas, que humor a tanto fuego han

dado,

Médulas, que han gloriosamente ar-

dido,

Su cuerpo dejará, no su cuidado;

Serán ceniza, mas tendrá sentido;

Polvo serán, mas polvo enamorado

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Un sueño Cierta vez un sueño tejió una

sombra

sobre mi cama que un ángel protegía:

era una hormiga que se había perdido

por la hierba donde yo creía que estaba.

Confundida, perpleja y desesperada,

oscura, cercada por tinieblas, exhausta,

tropezaba entre la extendida maraña,

toda desconsolada, y le escuché decir:

"¡Oh, hijos míos! ¿Acaso lloran?

¿Oirán cómo suspira su padre?

¿Acaso rondan por ahí para buscarme?

¿Acaso regresan y sollozan por mí?"

Compadecido, solté una lágrima;

pero cerca vi una luciérnaga,

que respondió: "¿Qué quejido humano

convoca al guardián de la noche?

Me corresponde iluminar la arboleda

mientras el escarabajo hace su ronda:

sigue ahora el zumbido del escarabajo;

pequeña vagabunda, vuelve pronto a casa."

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Alma ausente

No te conoce el toro ni la higuera,

Ni caballos ni hormigas de tu casa.

No te conoce tu recuerdo mudo

Porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,

Ni el raso negro donde te destrozas.

No te conoce tu recuerdo mudo

Porque te has muerto para siempre.

El otoño vendrá con caracolas,

Uva de niebla y montes agrupados,

Pero nadie querrá mirar tus ojos

Porque te has muerto para siempre.

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Porque te has muerto para siempre,

Como todos los muertos de la Tierra,

Como todos los muertos que se olvidan

En un montón de perros apagados.

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.

Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.

La madurez insigne de tu conocimiento.

Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca.

La tristeza que tuvo tuy recuerdo una brisa triste por los

olivos valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,

Un andaluz tan claro, tan rico de aventura.

Yo canto su elegancia con palabras que gimen

Page 7: Yaky español

En la horca negra bailan, amable manco,

bailan los paladines,

los descarnados danzarines del diablo;

danzan que danzan sin fin

los esqueletos de Saladín.

¡Monseñor Belcebú tira de la corbata

de sus títeres negros, que al cielo gesticulan,

y al darles en la frente un buen zapatillazo

les obliga a bailar ritmos de Villancico!

Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles:

como un órgano negro, los pechos horadados,

que antaño damiselas gentiles abrazaban,

se rozan y entrechocan, en espantoso amor.

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¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza,

trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio,

¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla!

¡Furioso, Belcebú rasga sus violines!

¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta!

Todos se han despojado de su sayo de piel:

lo que queda no asusta y se ve sin escándalo.

En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro.

El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas;

cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla:

parecen, cuando giran en sombrías refriegas,

rígidos paladines, con bardas de cartón.

¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos!

¡y la horca negra muge cual órgano de hierro!

y responden los lobos desde bosques morados:

rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno...

¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes

que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos,

un rosario de amor por sus pálidas vértebras:

¡difuntos, que no estamos aquí en un monasterio! .

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Y de pronto, en el centro de esta danza macabra

brinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto,

llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita

y, al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún,

crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje

con gritos que recuerdan atroces carcajadas,

y, como un saltimbanqui se agita en su caseta,

vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta.

En la horca negra bailan, amable manco,

bailan los paladines,

los descarnados danzarines del diablo;

danzan que danzan sin fin

los esqueletos de Saladín.

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A usted, estos versos, por la consoladora gracia

De sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce

sueño;

A su alma pura y buena, a usted

Estos versos desde el fondo de mi violenta miseria.

Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita

No me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa,

Multiplicándose como un cortejo de lobos

Y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta.

Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo

Que el primer gemido del hombre

Arrojado del Edén es una égloga al lado del mío.

Y las penas que usted pueda tener son como

Las golondrinas que un cielo al mediodía,

Querida, en un bello día de septiembre tibio.

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COSTANTIL CAVAFIS

EL CORTEJO DE DIONISIO

Damon, el artista (otro más diestro

no hay en el Peloponeso), en mármol

de Paros está elaborando el cortejo

de Dionisio. El dios en gloria excelsa

adelante, con ímpetu en su paso.

Desenfreno detrás. Al lado de Desenfreno

la Embriaguez escancia a los Sátiros el vino

de una ánfora coronada de hiedras.

Cerca de ellos Vino Dulce el indolente,

los ojos semicerrados, dormilón.

Y más abajo vienen los cantadores

Melodía y Dulce Canto, y Festejo que nunca

deja apagarse la venerable antorcha

de la procesión que él sostiene; y la Ceremonia, muy

digna.-

Esto está haciendo Damon. Y junto a ello

su pensamiento de cuando en cuando considera

la recompensa del rey de Siracusa,

tres talentos, mucha cantidad.

Con sus otros dineros y con éste

cuando ingresen, como persona acomodada ricamente

va a vivir

y podrá entrar a la política -¡qué alegría!-,

también él en la asamblea, también él en el ágora.

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Annabel Lee

Hace de esto ya muchos, muchos años,

cuando en un reino junto al mar viví,

vivía allí una virgen que os evoco

por el nombre de Annabel Lee;

y era su único sueño verse siempre

por mí adorada y adorarme a mí.

Niños éramos ambos, en el reino

junto al mar; nos quisimos allí

con amor que era amor de los amores,

yo con mi Annabel Lee;

con amor que los ángeles del cielo

envidiaban a ella cuanto a mí.

Y por eso, hace mucho, en aquel reino,

en el reino ante el mar, ¡triste de mí!,

desde una nube sopló un viento, helando

para siempre a mi hermosa Annabel Lee

Y parientes ilustres la llevaron

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lejos, lejos de mí;

en el reino ante el mar se la llevaron

hasta una tumba a sepultarla allí.

¡Oh sí! -no tan felices los arcángeles-,

llegaron a envidiarnos, a ella, a mí.

Y no más que por eso -todos, todos

en el reino, ante el mar, sóbenlo así-,

sopló viento nocturno, de una nube,

robándome por siempre a Annabel Lee.

Mas, vence nuestro amor; vence al de muchos,

más grandes que ella fue, que nunca fui;

y ni próceres ángeles del cielo

ni demonios que el mar prospere en sí,

separarán jamás mi alma del alma

de la radiante Annabel Lee.

Pues la luna ascendente, dulcemente,

tráeme sueños de Annabel Lee;

como estrellas tranquilas las pupilas

me sonríen de Annabel Lee;

y reposo, en la noche embellecida,

con mi siempre querida, con mi vida;

con mi esposa radiante Annabel Lee

en la tumba, ante el mar, Annabel Lee.

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De los hermosos el retoño ansiamos para que su rosal no muera nunca, pues cuando el tiempo su esplendor marchite guardará su memoria su heredero. Pero tú, que tus propios ojos amas, para nutrir la luz, tu esencia quemas y hambre produces en donde hay hartura, demasiado cruel y hostil contigo. Tú que eres hoy del mundo fresco adorno, pregón de la radiante primavera, sepultas tu poder en el capullo, dulce egoísta que malgasta ahorrando.

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GARCILAZO DE LA VEGA

.

SONETO I

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por dó me ha traído,

hallo, según por do anduve perdido,

que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,

a tanto mal no sé por dó he venido:

sé que me acabo, y mas he yo sentido

ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte

a quien sabrá perderme y acabarme,

si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,

la suya, que no es tanto de mi parte,

pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

II

En fin, a vuestras manos he venido,

do sé que he de morir tan apretado,

que aun aliviar con quejas mi cuidado,

Page 16: Yaky español

mi vida no sé en qué se ha sostenido,

si no es en haber sido yo guardado

para que sólo en mí fuese probado

cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas

donde la sequedad y la aspereza

dieron mal fruto delas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;

no os venguéis más de mí con mi flaqueza;

allá os vengad, señora, con mi muerte!

III

La mar en medio y tierras he dejado

de cuanto bien, cuitado, yo tenía;

y yéndome alejando cada día,

gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;

pienso remedios en mi fantasía;

y el que más cierto espero es aquel día

que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme

con veros yo, señora, o esperallo,

si esperallo pudiera sin perdedlo;

mas no de veros ya para valerme,

si no es morir, ningún remedio hallo,

y si éste lo es, tampoco podré haberlo.

IV

Page 17: Yaky español

mi vida no sé en qué se ha sostenido,

si no es en haber sido yo guardado

para que sólo en mí fuese probado

cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas

donde la sequedad y la aspereza

dieron mal fruto del las y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;

no os venguéis más de mí con mi flaqueza;

allá os vengad, señora, con mi muerte!

III

La mar en medio y tierras he dejado

de cuanto bien, cuitado, yo tenía;

y yéndome alejando cada día,

gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;

pienso remedios en mi fantasía;

y el que más cierto espero es aquel día

que acabará la vida y el cuidado.

Page 18: Yaky español

De cualquier mal pudiera socorrerme

con veros yo, señora, o esperallo,

si esperallo pudiera sin perderlo;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,

si no es en haber sido yo guardado

para que sólo en mí fuese probado

cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas

donde la sequedad y la aspereza

dieron mal fruto del las y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;

no os venguéis más de mí con mi flaqueza;

allá os vengad, señora, con mi muerte!

III

La mar en medio y tierras he dejado

de cuanto bien, cuitado, yo tenía;

y yéndome alejando cada día,

gentes, costumbres, lenguas he pasado

Page 19: Yaky español

Las conchas

Cada concha incrustada

En la gruta donde nos amamos,

Tiene su particularidad.

Una tiene la púrpura de nuestras almas,

Hurtada a la sangre de nuestros corazones,

Cuando yo ardo y tú te inflamas;

Esa otra simula tus languideces

Y tu palidez cuando, cansada,

Me reprochas mis ojos burlones;

Esa de ahí imita la gracia

De tu oreja, y aquella otra

Tu rosada nuca, corta y gruesa;

Pero una, entre todas, es la que me turba

Page 20: Yaky español

La noche

Desciende el sol por el oeste,

brilla el lucero vespertino;

los pájaros están callados en sus nidos,

y yo debo buscar el mío.

La luna, como una flor

en el alto arco del cielo,

con deleite silencioso,

se instala y sonríe en la noche.

Adiós, campos verdes y arboledas dichosas

donde los rebaños hallaron su deleite.

Donde los corderos pastaron, andan en silencio

los pies de los ángeles luminosos;

sin ser vistos vierten bendiciones

y júbilos incesantes,

sobre cada pimpollo y cada capullo,

y sobre cada corazón dormido.

Miran hasta en nidos impensados

donde las aves se abrigan;

visitan las cuevas de todas las fieras,

para protegerlas de todo mal.

Si ven que alguien llora

en vez de estar durmiendo,

derraman sueño sobre su cabeza

y se sientan junto a su cama.

Page 21: Yaky español

Cuando lobos y tigres aúllan por su presa,

se detienen y lloran apenados;

tratan de desviar su sed en otro sentido,

y los alejan de las ovejas.

Pero si embisten enfurecidos,

los ángeles con gran cautela

amparan a cada espíritu manso

para que hereden mundos nuevos.

Y allí, el león de ojos enrojecidos

verterá lágrimas doradas,

y compadecido por los tiernos llantos,

andará en torno de la manada,

y dirá: "La ira, por su mansedumbre,

y la enfermedad, por su salud,

es expulsada

de nuestro día inmortal.

Y ahora junto a ti, cordero que balas,

puedo recostarme y dormir;

o pensar en quien llevaba tu nombre,

pastar después de ti y llorar.

Page 22: Yaky español

Dijiste: "Iré a otra ciudad, iré a otro mar. Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta. Todo esfuerzo mío es una condena escrita;

y está mi corazón - como un cadáver - sepultado. Mi espíritu hasta cuándo permanecerá en este marasmo.

Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire oscuras ruinas de mi vida veo aquí,

donde tantos años pasé y destruí y perdí". Nuevas tierras no hallarás, no hallarás otros mares.

La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás

viejo y en estas mismas casas encanecerás.

Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar -no espe-res-

no hay barco para ti, no hay camino. Así como tu vida la arruinaste aquí

en este rincón pequeño, en toda tierra la destruiste.

Page 23: Yaky español

CÍÑETE A MÍ Cíñete a mí, noche del seno desnudo; cíñete a mí,

noche ardiente y nutricia! Noche de vientos del Sur, noche de grandes y pocos luceros, tú, que en la paz cabeceas, loca, desnuda noche de estío.

Voluptuosa sonríe, ¡oh, tierra de fresco aliento ! Tierra de árboles adormilados y líquidos,

tierra ya sin luz del ocaso, tierra de montes con cumbre de niebla, tierra donde derrama cristales el plenilunio azulado,

tierra con manchas de luz y de sombra en las aguas del río, tierra de límpido gris y de nubes que para mí son

más vivas y claras, tierra de abrazo anchuroso, tierra ataviada con flor de manzano

sonríe ya, que tu amante se acerca.

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DE: EL PASTOR ENAMORADO

Alta en el cielo, va la luna de Primavera,

Pienso en ti y dentro de mí estás entera.

Aquí viene, por las grandes praderas, corriendo hacia mí, la leve brisa.

Pienso en ti, murmuro tu nombre; y no me siento yo: estoy feliz.

Mañana vendrás, irás conmigo a recoger flores en la pradera.

Y yo iré contigo por las praderas para verte recoger las flores.

Te veré mañana recolectando flores conmigo en las praderas,

Pues cuando vengas mañana y caminemos juntos por la pradera,

recogiendo las flores,

Se hará para mi la claridad y la verdad.

Page 25: Yaky español

ALMAS DE FLORES Nos quedamos contigo, rezagadas, las últimas de aquella muchedumbre, como voz de quien canta y sus propias canciones le enamoran. Somos perfume y alma de la flor y el capullo. Tus pensamientos nos llevamos, cuando nuestro aliento respiras, hacia los amarantos de esplendores, que en las colinas arden, hacia tiernas campanas de los lirios y grises heliotropos; hacia llanos cubiertos de amapolas, que guardan tal aliento de sueño y tal sonrojo, que, al cruzarlas, los ángeles habrán de parecerte más blancos todavía; hacia el sesgo del río, de ajo silvestre orlado, donde te solazaste un día entero, hasta que tu sonrisa tro cábase en devota y el rezo florecía; hacia la rosa oculta en el boscaje, que vertía sus gotas de rocío en tu sueño; y hacia aquellos asfódelos floridos

Page 26: Yaky español

Día de otoño

Señor: es hora. Largo fue el verano. Pon tu sombra en los relojes solares, y suelta los vientos por las llanuras.

Haz que sazonen los últimos frutos; concédeles dos días más del sur, úrgeles a su madurez y mete

en el vino espeso el postrer dulzor.

No hará casa el que ahora no la tiene, el que ahora está solo lo estará siempre,

velará, leerá, escribirá largas cartas, y deambulará por las avenidas,

inquieto como el rodar de las hojas

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RIMA I

Yo sé un himno gigante y extraño

que anuncia en la noche del alma una aurora,

y estas páginas son de ese himno

cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirle, del hombre

domando el rebelde, mezquino idioma,

con palabras que fuesen a un tiempo

suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar, que no hay cifra

capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,

si, teniendo en mis manos las tuyas,

pudiera, al oído, cantártelo a solas.

Page 28: Yaky español

Que el amor no admite cuerdas reflexiones

Señora, Amor es violento,

y cuando nos transfigura

nos enciende el pensamiento

la locura.

No pidas paz a mis brazos

que a los tuyos tienen presos:

son de guerra mis abrazos

y son de incendio mis besos;

y sería vano intento

el tornar mi mente obscura

si me enciende el pensamiento

la locura.

Clara está la mente mía

de llamas de amor, señora,

como la tienda del día

o el palacio de la aurora.

Y el perfume de tu ungüento

te persigue mi ventura,

y me enciende el pensamiento

la locura.

Page 29: Yaky español

A CALLARSE

Ahora contaremos doce

y nos quedamos todos quietos.

Por una vez sobre la tierra

no hablemos en ningún idioma,

por un segundo detengámonos,

no movamos tanto los brazos.

Sería un minuto fragante,

sin prisa, sin locomotoras,

todos estaríamos juntos

en un inquietud instantánea.

Los pescadores del mar frío

no harían daño a las ballenas

y el trabajador de la sal

miraría sus manos rotas.

Los que preparan guerras verdes,

guerras de gas, guerras de fuego,

victorias sin sobrevivientes,

se pondrían un traje puro

y andarían con sus hermanos

por la sombra, sin hacer nada.

No se confunda lo que quiero

con la inacción definitiva:

la vida es sólo lo que se hace,

no quiero nada con la muerte.

Si no pudimos ser unánimes

moviendo tanto nuestras vidas,

tal vez no hacer nada una vez,

tal vez un gran silencio pueda

interrumpir esta tristeza,

este no entendernos jamás

y amenazarnos con la muerte,

tal vez la tierra nos enseñe

cuando todo parece muerto

y luego todo estaba vivo.

Page 30: Yaky español

AYER

Ayer pasó el pasado lentamente

con su vacilación definitiva

sabiéndote infeliz y a la deriva

con tus dudas selladas en la frente

ayer pasó el pasado por el puente

y se llevó tu libertad cautiva

cambiando su silencio en carne viva

por tus leves alarmas de inocente

ayer pasó el pasado con su historia

y su deshilachada incertidumbre/

con su huella de espanto y de reproche

fue haciendo del dolor una costumbre

sembrando de fracasos tu memoria

y dejándote a solas con la noche

Page 31: Yaky español

ACUÉRDATE DE MÍ

Llora en silencio mi alma solitaria, excepto cuando está mi corazón unido al tuyo en celestial alianza de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual lumbrera,

que brilla en el recinto sepulcral: casi extinta, invisible, pero eterna...

ni la muerte la puede aniquilar.

¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba no pases, no, sin darme una oración; para mi alma no habrá mayor tortura que el saber que olvidaste mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito rogar por los que fueron. Yo jamás

te pedí nada: al expirar te exijo que vengas a mi tumba a sollozar.

Page 32: Yaky español

A UNA ALONDRA

¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu!

No fuiste nunca un pájaro,

tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes,

el corazón derramas

en profusos acentos, con arte no pensado.

Alta, siempre más alta,

de la tierra te lanzas

como nube de fuego;

por el azul revuelas

y cantando, te ciernes y, cerniéndote, cantas.

En dorados relámpagos

del sol, ya trasmontado,

donde se encienden nubes,

flotas tú y te deslizas

como gozo sin cuerpo que empieza su carrera.

La tardecita pálida y purpúrea, en torno

de tu vuelo se funde:

como estrella del cielo,

al ser día, invisible

eres tú, pero escucho tu voz dulce y aguda,

Page 33: Yaky español

fina como las flechas

de la esfera de plata,

cuya viva luz mengua

en la blanca alborada,

y ya, sin verla apenas, lejana la sentimos.

Todo el aire y la tierra

de tus trinos se colman:

así, en la noche pura,

desde una nube sola,

derrama luz la luna y se inundan los cielos.

No sabemos quién eres.

Ya ti más parecido

¿qué habrá? De la irisada nube no fluyen nunca

gotas tan radiantes,

como de tu presencia nos llueven melodías.

Así un poeta oculto

en luz de pensamientos,

que entona sus canciones,

hasta sentir el mundo

temores y esperanzas que no advirtiera nunca.

Page 34: Yaky español

Así un alta doncella

en torre de un palacio,

que alivia pesadumbres

de amor secretamente, con música tan dulce

como el amor, fluyendo de su estancia.

Tal dorada luciérnaga

en valle de rocío,

que esparce, sin ser vista,

aéreos, sus fulgores,

entre flores y hierba que a los ojos la ocultan.

Cual rosa retirada

entre sus hojas verdes,

deshojada por brisas

tibias, hasta que sienten desmayo, por exceso

de aroma, sus ladrones de vuelo fatigado.

Al son de los chubascos

de primavera, en hierbas relucientes,

a flores despertadas por la lluvia,

a todo lo que hubiere

de alegre, claro y fresco, tu música aventaja.

Dinos, ave o espíritu,

tus dulces pensamientos:

nunca oí una alabanza

Page 35: Yaky español

Los coros de Himeneo,

los cantos de victoria,

junto a los tuyos fueran

ostentación vacía,

aquello en que se siente alguna falla oculta.

¿Qué objetos son la fuente

de tu feliz gorjeo?

¿Qué campos, ondas, montes?

¿Qué cielos o llanuras?

¿Qué amor de semejantes y qué ignorar de penas?

En tu alegría clara

no caben languideces;

la sombra de la angustia

nunca a ti se ha acercado;

amas y el triste hastío de amor nunca supiste.

En vigilia o dormida,

pensarás de la muerte

cosas más ciertas y hondas

que nosotros, mortales:

si no, ¿cómo brotara tu arroyo cristalino?

Page 36: Yaky español

Miramos antes, luego;

lo que no es lloramos:

nuestra risa más clara

se mezcla con suspiros;

da los más dulces cantos nuestro pesar más triste.

Mas si hiciéramos burla

de orgullo y odio y miedo;

si hubiésemos nacido

para no llorar nunca,

no sé si llegaríamos tan cerca de tu gozo.

Mejor que todo verso

de sones deliciosos,

mejor que las preseas

de los libros, tu arte

será para el poeta, ¡tú, que al suelo escarneces!

Si un poco me dijeras

del gozo que tú sabes,

tal locura armoniosa

brotara de mis labios,

que, como yo te escucho, el mundo escucharía.

Page 37: Yaky español

A UNA URNA GRIEGA

Tú, todavía virgen esposa de la calma,

criatura nutrida de silencio y de tiempo,

narradora del bosque que nos cuentas

una florida historia más suave que estos versos.

En el foliado friso ¿qué leyenda te ronda

de dioses o mortales, o de ambos quizá,

que en el Tempe se ven o en los valles de Arcadia?

¿Qué deidades son ésas, o qué hombres? ¿Qué doncellas rebeldes?

¿Qué rapto delirante? ¿Y esa loca carrera? ¿Quién lucha por huir?

¿Qué son esas zampoñas, qué esos tamboriles, ese salvaje frenesí?

Si oídas melodías son dulces, más lo son las no oídas;

sonad por eso, tiernas zampoñas,

no para los sentidos, sino más exquisitas,

tocad para el espíritu canciones silenciosas.

Bello doncel, debajo de los árboles tu canto

ya no puedes cesar, como no pueden ellos deshojarse.

Osado amante, nunca, nunca podrás besarla

aunque casi la alcances, mas no te desesperes:

marchitarse no puede aunque no calmes tu ansia,

¡serás su amante siempre, y ella por siempre bella!

Page 38: Yaky español

¡Dichosas, ah, dichosas ramas de hojas perennes

que no despedirán jamás la primavera!

Y tú, dichoso músico, que infatigable

modulas incesantes tus cantos siempre nuevos.

¡Dichoso amor! ¡Dichoso amor, aun más dichoso!

Por siempre ardiente y jamás saciado,

anhelante por siempre y para siempre joven;

cuán superior a la pasión del hombre

que en pena deja el corazón hastiado,

la garganta y la frente abrasadas de ardores.

¿Éstos, quiénes serán que al sacrificio acuden?

¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,

llevas esa ternera que hacia los cielos muge,

los suaves flancos cubiertos de guirnaldas?

¿Qué pequeña ciudad a la vera del río o de la mar,

alzada en la montaña su clama ciudadela

vacía está de gentes esta sacra mañana?

Oh diminuto pueblo, por siempre silenciosas

tus calles quedarán, y ni un alma que sepa

por qué estás desolado podrá nunca volver.

Page 39: Yaky español

¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea es-

tirpe de hombres y de doncellas cincelada,

con ramas de floresta y pisoteadas hierbas! ¡Tú, silenciosa forma, tu enigma nuestro

pensar excede como la Eternidad! ¡Oh fría Pastoral!

Cuando a nuestra generación destruya el tiempo

tú permanecerás, entre penas distintas de las nuestras, amiga de los hombres, di-

ciendo: «La belleza es verdad y la verdad belleza»...

Nada más se sabe en esta tierra y no más hace falta.