y Psicoterapia de Grupo Redacción y administración ...º2.pdf · retrato oval del cuento de Poe....

219
©2001AsociaciónArgentinadePsicología yPsicoterapiadeGrupo Redacciónyadministración: Arévalo 1840 - Capital Federal Telefax: 4774-6465 rotativas ISSN0328-2988 Registro de la Propiedad Intelectual Nº 112854 Hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Derechos reservados Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Produccióngráfica: Ediciones PubliKar. Tel: 4743-4648 Diseñodetapa: Curioni Producciones. Tel: 4800-1300/4804-2542

Transcript of y Psicoterapia de Grupo Redacción y administración ...º2.pdf · retrato oval del cuento de Poe....

© 2001 Asociación Argentina de Psicología

y Psicoterapia de Grupo

Redacción y administración:

Arévalo 1840 - Capital Federal

Telefax: 4774-6465 rotativas

ISSN 0328-2988

Registro de la Propiedad Intelectual Nº 112854Hecho el depósito que marca la Ley 11.723Derechos reservados

Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

Producción gráfica:

Ediciones PubliKar. Tel: 4743-4648

Diseño de tapa:

Curioni Producciones. Tel: 4800-1300/4804-2542

Número 2 - 2001Afiliada a la Federación Latinoamericanade Psicoterapia Analítica de Grupo,a la American Group Psycotherapy Association,y a la International Associationof Group Psychotherapy

DIRECCIÓN DE PUBLICACIONES E

INFORMACIÓN BIBLIOGRÁFICA

Directora:

Lic. Mirta Segoviano

Secretaria:

Lic. Nora Rivello

Comité Científico:

Lic. Diana DorinLic. Dora NueschLic. Nora Rivello

Lic. Mirta Segoviano

Consejo de Publicaciones:

Lic. Susana SternbachLic. Sara Moscona

Lic. Ombretta Velati

Comité Asesor:

Corresponsales en el exterior:

Lic. Myriam Alarcón de Soler,Bogotá, Colombia.Prof. Massimo Ammaniti, Roma, Italia.Prof. Dr. Raymond Battegay, Basilea, Suiza.Dra. Emilce Dio Bleichmar, Madrid, España.Dr. Joao Antonio d’Arriaga, Porto Alegre, Brasil.Dr. Rafael Cruz Roche, Madrid, España.Dr. Alberto Eiguer, París, Francia.Dr. Marco A. Fernández Velloso, San Pablo, Brasil.Dr. Arnaldo Guiter, Madrid, España.Dr. Max Hernández, Lima, Perú.Lic. Gloria Holguín, Madrid, España.Dra. Liliana Huberman, Roma, Italia.Lic. Rosa Jaitin, Lyon, Francia.Prof. Dr. René Kaës, Lyon, Francia.Prof. Dr. Karl König, Gottingen, Alemania.Dr. Mario Marrone, Londres, Inglaterra.Prof. Menenghini, Florencia, Italia.Prof. Claudio Neri, Roma, Italia.Dra. Elvira Nicolini, Bologna, Italia.Lic. Teresa Palm, Estocolmo, Suecia.Dr. Saúl Peña, Lima, Perú.Lic. Martha Satne, Pekin, China.Dr. Alejandro Scherzer, Montevideo, Uruguay.Dr. Alberto Serrano, Honolulu, Hawaii.Dra. Estela Welldon, Londres, Inglaterra.

TOMO XXIV

Lic. Elina AguiarDr. Isidoro Berenstein

Dr. Marcos BernardLic. Susana Matus

Lic. Gloria MendilaharzuDra. Janine Puget

Lic. Rosa María ReyDra. Graciela Ventrici

COMISIÓN DIRECTIVA

Presidente:

Lic. Susana Sternbach

Vicepresidente 1º:

Lic. Sara Moscona

Vicepresidente 2º:

Lic. Ombretta Velati

Secretaria:

Lic. Susana Vaitelis

Pro-Secretaria:

Lic. Mirta Ungierowicz

Secretaria de Prensa:

Lic. María Cristina Saviotti

Vocal 1º:

Lic. Beatriz Bernath

Dr. Manuel D’Onofrio

Lic. Marta Farhi

Tesorera:

Lic. Rosa Chagel

Pro-Tesorera:

Vocal 2º:

Producción Gráfica:Ediciones PubliKar

4743-4648

SUMARIO

• Marcas psíquicas y el debateentre el determinismo yel acontecimiento

Rubén M. Dimarco

• Del retorno de lo forcluidogenealógico a los reencuentroscon el ancestro transferencial

• Construcción del dispositivoy nuevas inscripciones

• Dinámica vincular: territorioscreados en el juego

• Proceso originario, patologíasde borde y nuevas inscripciones

• Interrogaciones. Acerca de losmalestares institucionalesactuales

• «Tu familia - mi calvario».Recorridos clínicos en terapiasde pareja

• Editorial11

15

47

71

91

111

123

Evelyn Granjon

Sara L. de Moscona

Denise Najmanovich

Susana Sternbach

Graciela Ventrici

Miguel Alejo Spivacow • 141

• 163

PASANDO REVISTA

• Los hijos de la fertilizaciónasistidaEva Giberti, Gloria Mendilaharzu,Carlos Pachuk

Silvia Bleichmar

• El sujeto y el otro.De la ausencia a la presenciaIsidoro Berenstein

187

Ricardo Gaspari

• La pareja y sus anudamientos.Erotismo-pasión-poder-traumaD. Asiner; N. Inda; A. Makintach;C. Rolfo; M. Eksztain; H. Krakov;N. Mondolfo; S. SternbachCompiladora: Janine Puget

Julio Moreno

INFORMACIONES

NÚMEROS ANTERIORES

PRESENTACIÓN A MIEMBRO TITULAR

Mirta Segoviano • El primer narcisismo y el grupo

Marcos Bernard

Roberto R. Romero

• • Comentario sobre el trabajo deMirta Segoviano

193 • Comentario sobre el trabajo deMirta Segoviano

207

217

223

Editorial

Sin duda, la pregunta del psicoanálisis por lo originario,por la teoría de los orígenes, no es nueva. Por el contrario,desde el inicio en Freud, la cuestión ha vuelto obstinada-mente en las hipótesis de Ferenczi, de Melanie Klein, deMeltzer, Bion, Bleger. Anzieu, Kaës, Laplanche, Piera Au-lagnier... y la lista es tan vasta como siempre incompleta.

Esta apasionada búsqueda encuentra en la clínica actual–ésta que nos pregunta, más que por los avatares del deve-nir conciente de lo inconciente reprimido, acerca de laposibilidad de producir propiamente lo inconciente– unaocasión excepcional para la puesta a prueba de esas hipóte-sis, pero también para la generación de nuevas preguntas.

Las investigaciones y propuestas surgidas de la instala-ción de dispositivos vinculares en toda regla con las pres-cripciones metodológicas del psicoanálisis, así como otrasnacidas del estudio de las patologías más severas, conside-radas desde una óptica que merece innegablemente ser lla-mada vincular, han aportado herramientas esenciales parala comprensión y el tratamiento de esas nuevas formas delsufrimiento que hoy pueblan la consulta.

El desafío es comprender y tratar los cuadros límite, lapsicosomática, la traumatofilia, las adicciones y compul-siones, la violencia, las transmisiones psíquicas inter ytransgeneracionales de procesos detenidos en su elabora-ción... El desafío es comprender y tratar los malestares deuna subjetividad que está hecha de la época en la que seproduce. Y la pregunta, entonces, es si lo originario seconstituye en los sujetos de una vez y para siempre, o si esverdaderamente posible, en especial dentro de los disposi-tivos vinculares, dentro de un modo de pensar el psiquismocomo vincular, producir nuevas inscripciones.

Dirección de Publicaciones

14

Rubén M. Dimarco *

Marcas psíquicas y el debateentre el determinismo y

el acontecimiento

(*) Miembro Adherente de la AAPPG. Miembro Fundador de la Fun-dación CISAM (Centro de Investigaciones para la Salud Mental).Tel.: 4866-5450 - E-mail: [email protected]

«Padre: Aquí reside para mí todo eldrama: en la conciencia que yo poseo,y usted mismo lo puede ver, de quecada uno de nosotros se cree uno sinque ello sea verdad; porque cada unode nosotros es muchos, sí señor, mu-chos dependiendo de todas las posibi-lidades de ser que llevamos dentro:uno con éste, uno con aquél; y tandistintos! E imaginamos, sin embar-go, que siempre somos el mismo paratodos, y siempre el mismo que noso-tros creemos ser en cada uno de nues-tros actos. ¡Y no es verdad, no es ver-dad!».

L. Pirandello

«El ser es esencialmente múltiple».A. Badiou

«Mi hipótesis: el sujeto como plurali-dad».

F. Nietzsche

1. Presentación

Voy a presentar la cuestión de las marcas psíquicas en-trando desde dos vías diferentes. Estas serán: la Física, deIllya Prigogine y la Filosofía, desde varios autores. Enrealidad, hay también, en algún momento del recorrido,una tercera vía: la Poética, de la mano de Borges.

Aunque resulte obvia, vale la aclaración: de los autoresno psicoanalíticos se han tomado conceptualizaciones quenos convienen para lo nuestro a modo casi de metáforas, yaque ellas tienen evidentemente su lógica, su especificidady su diferencia irreductible e intransferible en sus discipli-nas. Creo que ofrecen elementos muy ricos (aunque muycomplejos) que nos pueden permitir seguir avanzando en

18

nuestras teorizaciones acerca de las nuevas inscripcionesdesde la clínica vincular.

2. Tiempo irreversible y estructuras disipativasDesde la Física

«Nuestro punto de partida (...) El con-junto de las descripciones (...) Que enla actualidad nos conducen a com-prender un mundo en devenir, un mun-do en el que la “emergencia de lo nue-vo” adquiere una significación irre-ductible».

Prigogine, I. (1988 b, pág. 14)

Cuando se leen los trabajos del físico-químico I.Prigogine, se comprende el por qué de la enorme dificultadque tuvo la Humanidad para superar la concepción de pe-riodicidad –el eterno retorno de lo mismo– en todos losfenómenos, tanto físicos como sociales. El pensamientoque tiene como base y fundamento la eternidad, la estabili-dad y el equilibrio, viene influyendo desde los tiempospaleolíticos hasta la actualidad más reciente. El retorno«anual» de las cuatro estaciones, o el retorno «diario» delsol, o la regularidad de los fenómenos celestiales, parecie-ra que funcionan como la matriz –en sentido de la tipogra-fía, es decir efector de copias facsimilares– de subjetivida-des que también se caracterizaran por producciones repeti-tivas desde lo inconciente, a partir de los inputs familiaresrecibidos en la primera infancia. Así, la idea de un incon-ciente atemporal o de una estructura a-histórica. Tan preg-nante resulta esta concepción –se basa en la completud y lacertidumbre–, que un teórico como Einstein dudó de la realdiferencia entre pasado y futuro y siguió trabajando –segúnlo demuestra Prigogine– con la concepción de un tiemporeversible, en última instancia, con un tiempo que es unailusión. Einstein, en la Correspondencia con M. Besso,dice: «Para nosotros, físicos convencidos, la distinción en-tre pasado y futuro es una ilusión, aunque tenaz».

19

En el terreno del psicoanálisis, se establecieron estruc-turas clínicas, cuadros clínicos se los llamó; ¡sí, para col-garlos eternamente en las paredes de algún museo! No setuvo en cuenta qué puede pasar si uno contempla, escucha(atenta, flotantemente), un cuadro como, por ejemplo, elretrato oval del cuento de Poe. Allí, el narrador dice que elhechizo del cuadro de la joven mujer residía en una absolu-ta posibilidad de vida, y nos recuerda la fascinante historiade su creación. El pintor tenía dos prometidas: su bellísimamujer y su Arte (de quien ella sentía celos). La mujer caeen la trampa («cual cervatillo», dice el autor), se deja retra-tar hasta la muerte, transfiriendo todo su ser al cuadro. Eldesenlace es bello y siniestro. Escribe Poe que, mirando suobra terminada, el pintor dice: «¡Ciertamente ésta es laVida misma!, y volviéndose de improviso para mirar a suamada... ¡Estaba muerta!». Paradojas del cuadro... clínico:la modelo muerta, el retrato vivo. «El cuadro nos mira»,dice Lacan. Nos habla, nos causa deseo. Por el contrario,dichas estructuras, según se las concebía, como estructurascerradas, parecían acompañarnos toda la vida como si fue-ran el color de nuestros ojos; de modo que, los actos másimportantes de la misma no serían más que pura periodiza-ción. Toda la psicopatología sería entonces un eterno efec-to de simetrías (cualquier vínculo se desplegaría sobre lamisma obsesión, ritualización, persecución, etc.), atempo-ralidad del tiempo reversible (su compactación), comienzoy final idénticos, sin diferencia, sin ruptura, sin novedad.

Prigogine, sin embargo, desde las disciplinas duras, nosautoriza a reconocer –a partir de su concepción del segun-do principio de la termodinámica, donde plantea la existen-cia insoslayable, más allá de cualquier absolutismo, deltiempo irreversible (lo nombra flecha del tiempo)– estruc-turas abiertas, que él llama estructuras disipativas, es de-cir, de no-equilibrio,1 de lo inestable, de la ruptura de sime-

1 «... Un ejemplo de bifurcación que conduce a la aparición de nuevasestructuras, las estructuras del no-equilibrio, que se ha convenido enllamar estructuras disipativas. El no-equilibrio constituye el domi-nio por excelencia de la multiplicidad de soluciones. (...) ¿Por qué

20

tría, de lo caótico constructor, de lo impredecible del azary, por lo tanto, de lo radicalmente nuevo.

Prigogine da cuenta de una autonomía del tiempo que lolleva a formular que el tiempo conduce al hombre y no queéste crea el tiempo, como tan erróneamente se ha pensado.Dice que el hombre forma parte de la corriente de irreversi-bilidad, que es uno de los elementos esenciales, constituti-vos del universo; la irreversibilidad juega un papel cons-tructivo. El horizonte temporal de los sistemas caóticosseñala la diferencia entre lo que podemos ver desde dondeestamos y lo que hay más allá. Señala Prigogine: «el hom-bre aparece como una realización sorprendente de las leyesde la inestabilidad, el azar y la irreversibilidad» (1986,pág. 183).

Estos pensamientos nos dan pie para pasar a la segundavía que nos habíamos planteado al abordar nuestro tema: elconcepto de múltiple en la filosofía.

3. El ser es múltipleDesde la Filosofía

Otra enorme dificultad que tuvo el pensamiento occi-dental, desde Platón para acá, fue la imposibilidad de acep-tar la concepción de multiplicidad del Ser. En el final delParménides, Platón sentencia: «–¿No hablaríamos con ver-dad si dijésemos, resumiendo: si lo Uno no es, nada es?»,«–Enteramente» (Platón, pág. 145); se debate allí acerca delos «diversos», «de los Otros-que-lo Uno»; en su diferenciay en su heterogeneidad. Badiou va a decir que allí se origi-nan todos sus propósitos al trabajar su obra El ser y elacontecimiento. Allí dice: «la hipótesis “lo Uno no es”

este interés por el no-equilibrio? ¿Por qué tal interés por estasnuevas estructuras? Porque hoy sabemos que muchos de los fenóme-nos interesantes (...) que tienen un papel fundamental en el mundoque nos rodea, no son comprensibles si no es teniendo en cuenta elno-equilibrio» (Prigogine, I., 1988 a, pág. 50-51).

21

resulta ser la que nos enseña lo múltiple» (1988, pág. 44).Traduce una expresión de Platón como «los otros son Otros;la alteridad simple (lo otro) remite a la alteridad fundadora(lo Otro), es decir, el pensamiento de la diferencia pura, delo múltiple como diseminación heterogénea y no como sim-ple diversidad repetitiva» (pág. 45). Badiou va a presentardesarrollos fundamentales para poder ubicar al sujeto enrelación, no al uno de lo idéntico, sino al múltiple. Así esque se ocupa de diferenciar lo múltiple estructurado de lomúltiple puro. Éste va a ser explicado como inconsistente,impensable; va a decir que para el pensamiento, ningunafigura de objeto está en condiciones de reunir y hacer con-sistir lo múltiple puro, lo múltiple sin uno; de manera que,apenas adviene a la presentación, lo múltiple se disipa. Eltrabajo y el reconocimiento de lo múltiple (al igual que eldel tiempo irreversible), es muy reciente y todavía no sehan sacado suficientemente las consecuencias de este pen-samiento (que es un pensamiento de la complejidad).

Desde hace más de dos mil años, la hegemonía fue delUno o, a lo sumo, de lo Múltiple en referencia última alUno. Dominio de Dios y de los diferentes amos según losturnos de la historia. Creencia en la posibilidad de conocerla verdad de la cosa en sí, los fundamentos; creencia en latransparencia de la conciencia y en la afirmación de laidentidad, en la correspondencia biunívoca entre la cosa y«su» representación, con la pretensión de pensar que dispo-níamos del lenguaje para expresarnos y comunicarnos se-gún nuestra necesidad y voluntad. Pretensión fundamenta-lista, desde tiempos inmemoriales, de querer domesticarlos deseos y los sueños. Sin embargo, la irrupción y la trazade acontecimientos políticos, científicos, poéticos, fueronerosionando a través de los siglos los sistemas sociales,familiares y subjetivos. «Un golpe de dados jamás aboliráel azar» decía Mallarmé. Es decir: una combinatoria, pormás abarcativa y rica que sea, jamás cercará lo múltipleque irrumpe y rompe lo ya dado (en el nivel que sea) en susformas impredecibles, indomeñables. R. Gaspari (2000,pág. 30) «localiza la estructura como situacional (...) hayuna cierta restricción del azar» y esto lo lleva a plantear

22

que «no se trata, entonces, de suprimir la estructura, sinode situarnos de otro modo en el eje azar-determinación».Badiou dice «el ser es esencialmente múltiple» (1989, pág.34). Nietzsche pensaba al «sujeto como pluralidad»; estoquiere decir que hay un torbellino, un caos, un no-equili-brio, que se va configurando, estructurando. Trabajo y pro-ducto que estrictamente no es de nadie; se produce, aconte-ce, en la medida del compromiso (fidelidad) de los puebloso de los sujetos (sea en un grupo familiar, en una pareja, enuna institución). Se configuran conjuntos de muchos o deuno (acción de la estructura) que aparentan identidadessobre el horizonte de la diferencia; diferencia de la alteri-dad y de la ajenidad radical. Se delimita, se recorta loidéntico, como si fuera la punta de un iceberg en un marinsondable construido, a su vez, apelando a una metáfora,con una tela como el mar ficcional de «E la nave va» de F.Fellini. Sí, porque «el sujeto es ficción» (Nietzsche, 1901pág. 281, y seguido en esta conceptualización por Freud,Lacan y otros); juego de identidad identificatoria, no sus-tancial, no de una vez y para siempre. Imaginariamente secree que se ha logrado la unidad, la correspondencia queparece apropiarse de los objetos del mundo (sean cosas opersonas) a través de su representación pero, como ya diji-mos, ella no es en sí, no representa más que a otra repre-sentación (en efecto, Lacan propone traducir Vorstellungs-repräsentanz [Freud] como «representante de la represen-tación» y no como «representante representativo», ya queel deseo no es «representativo de»). Nietzsche, en La vo-luntad de poderío, dice: «En mi criterio, contra el positi-vismo que se limita al fenómeno, “sólo hay hechos”; yquizá, más que hechos, interpretaciones. No conocemosningún hecho en sí y parece absurdo pretenderlo. “Todo essubjetivo”, os digo; pero sólo al decirlo nos encontramoscon una interpretación; el sujeto no nos es dado, sino aña-dido, imaginado, algo que se esconde. Por consiguiente,¿se hace necesario contar con una interpretación detrás dela interpretación? En realidad, entramos en el campo de lapoesía, de la hipótesis. El mundo es algo cognoscible, encuanto la palabra “conocimiento” tiene algún sentido; pero,al ser susceptible de diversas interpretaciones, no tiene un

23

sentido fundamental, sino muchísimos sentidos. Perspecti-vismo» (Nietzsche, F., 1901, pág. 277).

Un concepto filosófico muy importante para nuestracuestión de las marcas psíquicas, es el concepto de repeti-ción. En un trabajo anterior,2 hago un rastreo en autorescomo Nietzsche, Kierkegaard y Deleuze, quienes dan piepara reconocer que en la repetición encontramos uno de lospivotes fundamentales para la concepción y la clínica, acer-ca de las marcas psíquicas, tanto de las «viejas» (fijacionesmediante) como de las nuevas (acontecimientos mediante).

4. «El hombre, trabajado por el desierto»Desde la Poesía

Llegados a este punto y después de haber recordado haceun momento a Poe, vayamos a abrevar en alguien que loamaba: Borges. Dos citas, una que sería metáfora magnífi-ca del marco del cuadro (fijeza, inercia, experiencia demuerte de la modelo) y la otra, por el contrario, metáforade esa vida que no se deja ceñir (el retrato tal como llegadesde la obra misma). La primera se llama nada menos queLa trama: «Para que su horror sea perfecto, César, acosadoal pie de una estatua por los impacientes puñales de susamigos, descubre entre las caras y los aceros la de MarcoJunio Bruto, su protegido, acaso su hijo, y ya no se defien-de y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare yQuevedo recogen el patético grito. Al destino le agradanlas repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinuevesiglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires,un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, recono-ce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención ylenta sorpresa (estas palabras hay que oírlas, no leerlas):¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que serepita la escena».

2 Dimarco, R. M., 1989, pág. 155.

24

El otro relato que quiero presentar, El cautivo, se meteen la trama y llegado a cierto punto, la hace estallar y dacuenta de manera fulgurante de hasta dónde pueden llevara un sujeto las nuevas marcas, más allá de las marcasfamiliares. Se trata del chico de Junín o Tapalqué, quiendesapareció, según nos cuenta Borges, después de un malóny que fue encontrado, ya hombre, como indio con ojosazules: «El hombre, trabajado por el desierto y por la vidabárbara, ya no sabía oír las palabras de la lengua natal,pero se dejó conducir, indiferente y dócil, hasta la casa.Ahí se detuvo, tal vez porque los otros se detuvieron. Miróla puerta, como sin entenderla. De pronto bajó la cabeza,gritó, atravesó corriendo el zaguán y los dos largos patios yse metió en la cocina. Sin vacilar, hundió el brazo en laennegrecida campana y sacó el cuchillito de mango de astaque había escondido ahí, cuando chico. Los ojos le brilla-ron de alegría y los padres lloraron porque habían encon-trado al hijo. Acaso a este recuerdo siguieron otros, pero elindio no podía vivir entre paredes y un día fue a buscar sudesierto. Yo querría saber qué sintió en aquel instante devértigo en que el pasado y el presente se confundieron; yoquerría saber si el hijo perdido renació y murió en aqueléxtasis o si alcanzó a reconocer, siquiera como una criaturao un perro, los padres y la casa.»

Es verdaderamente abismal e insondable la dimensiónde la marca que nos presenta el narrador-poeta3 cuandodice: «el hombre, trabajado por el desierto y por la vidabárbara» o «un día fue a buscar su desierto» y –¡entreestructura y acontecimiento!– «yo querría saber si el hijoperdido renació y murió en aquel éxtasis»... Criatura, pe-rro, padres y casa... o desierto.

3 Recordemos que, al decir de Badiou, la poesía es uno de los procedi-mientos de verdad.

25

5. Un significante de más: acontecimentalDesde el Psicoanálisis

El aparato psíquico (Freud), el sujeto del inconciente(Lacan), se inventa en el Otro. El se tiene que leerse comoimpersonal-personal; es la paradoja del libro escrito por elautor pero también y, fundamentalmente, por sus persona-jes (que no son él) y por los lectores. Esto quiere decir queno hay ningún uno o centro o agente que cause; la inscrip-ción S1 (significante 1) –tan mentada en la obra de Lacancada vez que se trabaje la causación del sujeto–, S índice 1(se lee de ese modo), no constituye al uno sino que loindica como pudiendo no contener nada, como un sacovacío; el uno que la experiencia inconciente introduce es eluno de la ranura, del rasgo, de la ruptura. Al Otro encarna-do en el otro (y en los otros) hay que entenderlo como unnudo que incluye tres registros al mismo tiempo: imagina-rio, simbólico, real; ese real que es lo imposible, lo indeci-ble, lo múltiple, lo ajeno radical; conjunto que deja siem-pre otro por fuera. Reconocer la castración en el Otro S (A),significante de la falta en el Otro, quiere decir eso: el notodo irremediable. La producción del sujeto siempre es unprocedimiento, un procedimiento de verdad, que como tales acontecimental (Badiou), requiere una nominación.Badiou dice en el Manifiesto por la filosofía: «está inscrito–el acontecimiento– por una nominación singular, la pues-ta en juego de un significante de más. Y son los efectos enla situación de esta puesta en juego de un nombre-de-máslos que van a tramar un procedimiento genérico. (...) Lasnominaciones de acontecimientos que sirven de puntos departida a los procedimientos de verdad» (1989, pág. 17).

La nominación tiene que ver, en Lacan, con el signifi-cante en lo real como letra, es decir, su más pura materiali-dad, real más que simbólico. Esa letra, no proviene de lacadena significante, por el contrario irrumpe, rompe y mar-ca por primera vez desde lo real. Es encarnación de lomúltiple; de ninguna manera es el elemento faltante de laestructura; es intervención, es diversidad. Letra como mar-ca, como litoral, como desnivel, como un borde entre una

26

dimensión de lo inconcebible y cierta dimensión de loconcebible. La letra, así planteada, suplementa –cuandohace nudo4– la estructura en su dimensión simbólica.

6. Entre el sujeto holofraseado y/o fragmentado y el sujetomúltiple

«En el intervalo entre dos significan-tes se aloja el deseo que se ofrece a lalocalización del sujeto en la experien-cia del discurso del Otro».

J. Lacan, 1973, pág. 227

La psicopatología plantea una paradoja muy compleja:por un lado, para el sujeto que se quiere parapetar en elequilibrio y en la autoafirmación del sí mismo y en laarmonía con su mundo, el síntoma es lo disruptivo porautonomacia;5 junto con lo radicalmente nuevo, en conti-nua acción y producción en el síntoma, convive –fuerte-mente instalada– una sustancia, «sustancia gozante», lanombra Lacan (1975, pág. 32), hecha de mismidad, de puraperseveración y estereotipia, de simetrías infinitas –segúnlos casos– propias de una temporalidad reversible.6 Unasustancia hecha a través de cadenas transgeneracionales,7 a

4 «Este Real que es el nudo», dice Lacan en su Seminario XXII R.S.I.,17/12/1974.

5 Gracias a las histéricas que no encajaban en la teoría médica seinventó el psicoanálisis; en efecto, ahí se ve cómo el sujeto Freud seconstituye como tal porque es fiel al «mandato» acontecimental dela producción histérica. Renuncia al saber médico y al prestigiomédico para nominar, y desde un quehacer novedoso y fundamental-mente creativo dirá: no es neurológico, es inconciente. La rupturacon el saber establecido produce verdad, produce sujeto-Freud, pro-duce un concepto fundante: inconciente.

6 Por el contrario, la irreversibilidad da pie al significante nuevo.7 En los casos graves, se produce una verdadera compactación genera-

cional por falla en el sistema de permutación simbólica del parentes-co. Las marcas del Otro –bordeando el abismo de lo real traumáti-co– tienen un valor de imposición, más o menos absoluta, y por lo

27

predominio de sobredeterminación que pareciera –(«... ja-más abolirá...»)– clausurar el azar. Sujetos que, en muchoscasos, estrictamente, quedan más en posición de objeto quede sujetos, casi como si se tratara de la identidad cósicahaciéndose signo, cuya característica es lo permanente. Estaserá su marca como letra muerta.

Lacan recurre a la caracterización propia de la holofrase(fusión de los significantes, sin intervalo) para referirse auna serie de casos –de los llamados graves: debilidad men-tal, psicosis, psicosomática–, donde se pierde la posibili-dad de la combinatoria significante. En esos casos se pro-duce el efecto de marca como signo unívoco, marca depetrificación, de monumentalización del sujeto. Allí pare-ciera que lo nuevo no tendría cabida.

Como dijimos, por milenios el devenir de la humanidad(occidental) se movió fundamentalmente en el campo de loidéntico (en sus diferentes manifestaciones); aun cuandoreconocía cambios, los pensó casi siempre desde la perspec-tiva del desarrollo, del progreso o, por el contrario, de ladegeneración y del deterioro; es decir, desde la concepciónteleológica desde y/o hacia Un referente, Otro absoluto. Dela misma manera, la psicopatología muestra que muchossujetos no pueden salir de la referencia endogámica y narci-sista. Dicha referencia configura estructuras selladas que, enmuchos casos, fijan al sujeto (sujeto sujetado al Otro, sinfalta) a un modo de ser que (lo) arrastra toda la vida.

Un concepto clave para entender esta clausura, es elconcepto freudiano de fijación (Fixierung),8 que da cuentade una manera de tramitar el exceso de goce, que en las

tanto, de un efecto fundamentalmente determinista para el sujeto,que no encuentra de este modo posibilidad subjetiva novedosa. Laproducción psicótica, si bien es muy compleja, no deja de ser mortí-fera para el sujeto psicótico y para los otros.

8 «A consecuencia de la hiperintensidad de ciertos componentes, o deevidencias prematuras de satisfacción, se producen fijaciones de lalibido a ciertos lugares de la vía de desarrollo. Hacia estos lugares

28

psicopatologías graves, cual ciénaga, hunde, ahoga al suje-to, y no le permite su circulación. Dicha circulación espropia del deseo que reconoce –castración mediante– unacotamiento de dicho goce; es toda una operatoria –aliena-ción/separación– que fragua el surgimiento del deseo através de la mengua de goce, fundando así la posibilidaddel advenimiento de sujeto, sujeto deseante.9 Circulaciónque, desde la perspectiva de lo múltiple y de lo aconteci-mental, no es del orden de la búsqueda sino más bien delencuentro: la tyche que sacude, que hace estallar el auto-matón (con sus gradientes de repetición que, en muchoscasos, conlleva a la muerte del sujeto o a su no surgimientocuando estas perturbaciones se dan en la infancia). «Nosocuparemos pues de revisar –dice Lacan– la relación queAristóteles establece entre automatón –y el punto de elabo-ración alcanzado por las matemáticas modernas nos permi-te saber que se trata de la red de significantes– y lo que éldesigna como tyche, que para nosotros es el encuentro conlo real... Lo real está más allá del automatón, del retorno,del regreso, de la insistencia de los signos a que nos somete

refluye luego la libido en caso de una represión posterior (regre-sión), y desde ellos, también, sobrevendrá la irrupción en el sínto-ma. Una intelección posterior agregó que la localización de loslugares de fijación es decisiva también para la elección de neurosiso sea, la forma en que emerge la enfermedad más tarde contraída»(Freud, S., 1924/5, pág. 34).

9 El análisis trabaja sobre el horizonte de contribuir (vía interpreta-ción y, fundamentalmente, vía intervenciones en lo real) a la posibi-lidad de un hacer obra (sinthome) por parte del analizante con elobjeto de goce, procurando desmantelar los sentidos cristalizados(propios de la fijación, según dijimos). Cuando se produce un senti-do nuevo se está en el nudo real llamado “objeto a”, objeto causa deldeseo, motor de creación. Se trata de ir más allá, en las conceptuali-zaciones, de la idea de «acción de la estructura» (J. A. Miller) comoefecto centrífugo desde Un centro, aunque allí se ubique el vacío, lafalta de un dispositivo-matriz que va tejiendo todo. Se trata desostener que hay un real imposible que «no cesa de no escribirse»(Lacan) que se juega en la pura contingencia. Lo otro sí, ya sabe-mos, «no cesa de escribirse» (Lacan, 1975, pág. 113-114), y estábien que sea así, pero aun así...

29

el principio del placer. Lo real es aquello que yace siempretras el automatón y toda la investigación de Freud eviden-cia que su preocupación es esa» (Lacan, 1973, pág. 60).Lacan nombra la tyche como azar y destaca que todo en-cuentro siempre es fallido, traumático, inasimilable.

Es muy interesante pensar la cuestión de la psicosisdesde la perspectiva de la imposible tramitación de lo realvía transcripciones y retranscripciones psíquicas propiasde las operaciones de subjetivación. El encuentro en esoscasos es puramente traumático. Hace que, por ejemplo, elpsicótico postule una «nueva» realidad, vía delirio y aluci-nación, y que «nomine» con sus voces y neologismos; lomúltiple se presentifica aquí como fragmentación, inte-rrumpiendo brutalmente el juego imaginario de la unifica-ción yoica, del sí mismo que pueda responder al exceso dereal que inunda. Lo imaginario –que, obviamente, tiene lamisma importancia que los otros dos registros–, presenta lacaracterística de ubicar al sujeto en una experiencia deunificación. En las patologías graves, al no estar lograda,se produce en el sujeto el efecto de fragmentación. Eltrabajo de las generaciones, en esos casos y en determina-das familias, construye una «fortaleza vacía» (al decir deB. Bettelheim) donde, entonces, ya nada pareciera entrar.Resulta patético toparse con el fracaso de nuestra interven-ción clínica en muchos de estos casos donde, al día de hoy,claro está, todavía nos encontramos con la hegemonía de laestructura cerrada (forclusiva de lo nuevo que posibilite sucambio). Más patética resulta aún la creencia, por parte demuchos analistas, de una verdadera naturalización de dichaestructura cuando se la piensa como definitivamente inmo-dificable. Volvemos al cuello de botella del signo pétreo–por alteración en el intervalo entre un significante y otro–que nos anuda, que nos ahorca en este sentido fijo, a Unsentido. Cuando Lacan hace su paradigmático trabajo delsigno de Saussure, en «La instancia de la letra en el in-conciente», y cuando presenta su «objeto a» como real queconverge (y estalla) en el nudo R.S.I., nos permite caracte-rizar al sujeto como efecto de lo acontecimental, no de laestructura, como mal se lo interpretó.

30

Por las características del presente artículo, no voy aextenderme acerca del singular trabajo de las marcas en laspsicosis y el autismo, donde hay una «verdadera fábrica»(familiar y social) de sentidos coagulados y coagulantesque requieren de un tratamiento que apueste fundamental-mente, como en ningún otro lugar, a la invención.

7. Otro significante: otro sujeto y nudo R-S-I

«Lo novedoso, o sea, aquello que se pre-senta no teniendo lugar previo, remite ala relación con el otro. Por lo tanto, nohabría transformación ni evolución apartir de una estructura madre».

I. Berenstein

No se termina de entender que, cuando se dice que elsujeto es lo que representa (a) un significante para otrosignificante, este otro es del orden de la otredad más radi-cal, es decir efectivamente acontecimental; esto quiere de-cir: exterioridad (a la estructura), otro sujeto en su ajeni-dad inasimilable. La combinatoria de R.S.I., y su eficacia,hace sujeto, lo cual no es lo mismo que decir que la hace elsujeto con su estructura –aunque, lógicamente, esto tam-bién se da permanentemente y es de una enorme riqueza–desde el lugar vacío de la estructura. La verdadera falla deésta, es cuando realmente se deja subvertir por la rupturaacontecimental. Muchas veces las teorizaciones acerca dela combinatoria significante parecen remitir a un trabajodel sujeto aislado –ya que el Otro parece quedar como unaentelequia– con un núcleo (su vacío) que ¡vaya paradoja!se constituye en fuente de sabiduría y poder. No, la cues-tión crucial es con el otro, otro como sujeto haciéndose yhaciendo sujeto con el otro,10 así habría que entender elentre de entre un significante y otro (adviene el sujeto).Entiendo que el aforismo lacaniano se puede asimilar al deHeidegger, que dice: «debemos movernos siempre en el

10 Dimarco, R. M., 2000, pág. 54 y sig.

31

Entre, entre el hombre y la cosa» (Heidegger, M., 1963,pág. 230)

En el libro más reciente de I. Berenstein, quien desde lateoría y clínica vincular establece algunas puntuacionesfundamentales, dice: «La presencia del otro y del sujetovinculados necesitaba una modificación de las formulacio-nes que no podía surgir de la concepción estructural. Losintetizaría de la siguiente manera: 1) La significación delsujeto está fuertemente ligada a la alteridad del otro comomarca que lo instituye y lo altera, modificándolo en susolus ipse, es decir, cuando el sujeto lo considera sólodesde la propia conciencia como una prolongación proyec-tiva de su mundo interno e infantil. 2) Lo novedoso, o sea,aquello que se presenta no teniendo lugar previo, remite ala relación con el otro. Por lo tanto, no habría transforma-ción ni evolución a partir de una estructura madre» (Be-renstein, I., 2001, pág. 13). Más adelante dirá: «Llamare-mos “otro” al que además de un sector semejante y unodiferente ofrece al yo de un modo definitorio, un sector“ajeno”. La ajenidad define al otro y su presencia. El vín-culo es con otro, por lo tanto requiere una relación depresencia. Presencia no es sólo exterioridad respecto delsujeto sino ajenidad irremisible (...) Es ajenidad en unarelación significativa todo aquello del otro que los sujetosno logran inscribir como propio. Tampoco el otro puedehacerlo con lo ajeno de mí. No obstante lo cual, siempre hade intentarlo. Es inherente a la ajenidad que nunca se in-corpore al sujeto, sea el yo o el otro (...) el yo se generacomo sujeto, es decir, adquiere subjetividad en cada víncu-lo significativo. Dicho de otra manera, en cada vínculo segenera un sujeto. Entonces junto con la escisión del yopostularemos una multiplicidad del sujeto (pág. 62-63).

«No hay relación sexual» y «el inconciente es estructu-rado como un lenguaje» (Lacan) quieren decir que hay unairremediable tensión entre lo múltiple que siempre está enexcedencia, que no hay conjunto que lo abarque, y unaconstrucción –lo inconciente– que juega en combinatoriasinfinitas, inagotables y fundamentalmente efectivas de sig-

32

nificantes en su faz real, es decir, el trabajo de la letra(multiplicidad de procedimientos sintomáticos y/o subli-matorios, simplificando la cuestión). Vemos a qué univer-so nos remite dicho trabajo cuando la letra encuentra alpoeta: de nuevo Borges. Cuando la «d» minúscula golpeó asu puerta para ponerse en la palabra Dios y producir esedesenlace genial de su poema «Ajedrez»: «Dios mueve aljugador, y éste, la pieza / ¿Qué dios detrás de Dios la tramaempieza / de polvo y tiempo y sueño y agonías?» (el subra-yado es mío).

Que el sujeto surge en el campo del Otro a través de losvínculos con los otros quiere decir que su «naturaleza» estáen una radical exterioridad. R. Kaës dice: «Más radical-mente, nos vemos enfrentados al pensamiento de que unaparte de nuestro sí-mismo está “fuera de sí”, y que precisa-mente eso que está “fuera de sí” es lo más primitivo, lo másindiferenciado, el pedestal de nuestro ser, es decir, tantoaquello que, literalmente, nos expone a la locura y a ladesposesión, a la alienación, como lo que fomenta nuestraactividad creadora» (Kaës, R., 1987, pág. 16). El sujetoserá multívocamente interpretado por esos otros, quienestambién son posición y respuesta de dicha exterioridad enun devenir (Heidegger) en sí «constructor» («el tiempo esconstructor» dice Prigogine, 1986, pág. 176). «Posición yrespuesta» quiere decir que el yo del sujeto es un precipita-do –siempre actualizado– de identificaciones, las tres freu-dianas, en tres tiempos lógicos, en sus modalidades real,simbólica e imaginaria (incorporación, asunción del rasgodel otro y la instalación del deseo del otro en su ida yvuelta, cual banda de Moebius exterior-interior, interior-exterior). El precipitado, entonces, decanta en constantes,en invariantes, que son productos de leyes que tienden aorganizar el desorden, otorgando al sujeto (en sus víncu-los) identidad e historicidad.

Cuando se dice que la identidad del sujeto es identifica-toria, esto quiere decir que no es en sí, y mucho menos deuna vez y para siempre como estructura clínica sustanciali-zada. Lo pulsional es un montaje que pone en escena la

33

fijación a un objeto y «ritualiza» las regresiones a determi-nados puntos de detención. Es fundamental reconocer ladinámica y la economía de lo pulsional como montaje (consu tópica), porque si no, se incurre en el error de caracteri-zar a la Fixierung, como lo hace Strachey, «en un númerode casos –referencia a la obra de Freud– la palabra[Fixierung] es empleada... como algo “establecido” o “con-solidado” de manera permanente» (Strachey, J. B., 1953,pág. 159). Lo permanente no da cuenta, en verdad, de nues-tra perspectiva y/o de nuestra insuficiencia clínica paradesmontar (deconstruir) el goce retenido; esa «totalización»gozosa, fundamentalmente imaginaria (fijación que, cualatractor, retiene al sujeto), debe quedar ficcionalizada, alaceptar que, más allá de la creencia en la esencia de ello,de ese goce, se trata de otros goces; goces de otros, en elsaber-hacer con lo indeterminado, lo incierto, lo radical-mente nuevo. Dice Lacan: «En la medida en que la pulsiónpone de manifiesto el forzamiento del principio del placer,se hace patente que más allá del Real-Ich (yo real) intervie-ne otra realidad. Veremos por qué vuelta de las cosas resul-ta que, en última instancia, esta otra realidad es la queotorga a ese Real-Ich su estructura y su diversidad» (Lacan,1973, pág. 191).

En el trabajo anterior sobre la repetición, al que hicereferencia, desarrollé la cuestión de la transferencia y lapresencia del analista con relación a la repetición de lomismo y a lo nuevo. Planteo que es fundamental que elanalista funcione como soporte y transporte (Übertragung–transferencia– en alemán también significa eso), comosujeto supuesto al saber, en función de «objeto a», objetocausa del deseo, de la insistencia de lo mismo (goce coagu-lado), que como ya sabemos es «un hueso duro de roer»;lleva mucho tiempo y sinsabores. La operación del analista(en los casos donde la operatoria simbólica funciona «másajustadamente») se sostiene en la riqueza y dificultadesque presenta el tríptico freudiano: recuerdo, repetición yelaboración. Todo aquello que se despliega –vía pulsión demuerte– a través de los diferentes gradientes de actings ypasajes al acto que pueden dificultar enormemente la ela-

34

boración (terreno de la llamada reacción terapéutica nega-tiva) pero, al mismo tiempo –como anverso y reverso pro-pio de lo transferencial, como resistencia y como motor– esla insoslayable puesta en escena que nosotros como analis-tas debemos sostener todo lo que «deba durar», sin manipu-laciones, sin furor curandis, en apelaciones a lo nuevo queno surgen necesariamente del propio analizante. Por el con-trario, debemos trabajar para que advenga la dimensión dela repetición que genera diferencia, por lo tanto apertura alo acontecimental, a lo azaroso.11 Hay que tener en cuentaque toda la conceptualización del après-coup (Nachträglichfreudiano) tiene que ver con una instauración retroactivade marcas, y eso se logra gracias a la repetición tal como laestamos planteando (esto permite trabajar con la materiaprima propia de cada sujeto). Desde aquí, hay otra formade trabajar psicoanalíticamente la historia vincular (coinci-dente, por otra parte, con la forma de trabajar que tiene elhistoriador hoy): es una re-significación; se interpreta des-de el presente hacia el pasado reconociendo que se trata deencontrar-se con las versiones de aquellos hechos. Encuen-tro del tiempo perdido, parafraseando a Proust, en el cadavez, de cada sesión.

Sabemos que cuando no se constituye transferencia conel anudamiento simbólico, como lo venimos planteando, eldespliegue es fundamentalmente en lo real. Ahí las dificul-tades son mayores. Se trata en primera instancia de lapresencia del analista ante la persecución y la estereotipia;se trata de encontrar –aun en este extremo– maniobrastransferenciales (intervenciones en lo real, construcciones)que, hay que reiterarlo, se sostienen, se producen, en losmontajes complejos (propios de los dispositivos vincula-res), de repetición de lo mismo. La repetición –vía fija-ción– como producciones narcisistas bajo efecto de aliena-ción, o incluso de todo aquello que ni siquiera entró en la

11 «El acto es significante... un significante que se repite... el acto esinstauración del sujeto como tal, es decir que de un acto verdaderoel sujeto surge diferente en razón del corte, su estructura es modifi-cada... El acto será fundado en la repetición» (Lacan, J., 22-2-67).

35

operatoria de alienación, con déficits graves de lo especu-lar tiene, metapsicológica y técnicamente, un valor funda-mental;12 Lacan, recordemos, ubica la repetición y la trans-ferencia entre los cuatro conceptos fundamentales del psi-coanálisis, junto con pulsión e inconciente. A pesar de loscien años transcurridos, hay todavía en el concepto y en laclínica de la repetición muchos enigmas, mucho por traba-jar; por lo tanto, y en el «marco» más amplio y complejo delo que venimos desarrollando en el presente trabajo, quierodestacar, advertido de teorizaciones recientes que la ubicanen el desván de lo ya perimido, la absoluta vigencia de larepetición.

Quiero volver sobre varias cuestiones ya planteadas parare-marcar aquellas que se presentan, muchas veces, comoaporías, como paradojas o simplemente confusas.

Las conceptualizaciones del aparato psíquico y de laconstitución subjetiva presentan desarrollos que avalan laidea de construcciones que, una vez que se producen, tie-nen un carácter bien consolidado, permanente y marcada-mente determinante de lo que vendrá; así se presentan lasidentificaciones, las fantasías originarias, la represión pri-maria (también la Verwerfung, rechazo o forclusión, y laVerleugnung, desmentida), la fijación y la regresión. Todala teorización acerca de lo primario, lo primordial, de lasinstancias (especialmente el ello y el superyó por su fuertevinculación con la pulsión de muerte), del narcisismo, tie-nen un estatuto de origen (génesis, filogénesis) y basamen-to ineludible y un horizonte de estabilidad e inmutabilidad.El niño (la sexualidad infantil) sería así el padre del hom-bre; lo que Edipo no da...parecería plantear la concepcióndeterminista. Las vicisitudes del goce y la inscripción delSignificante del Nombre del Padre, según «sea» el nudo:tal estructura neurótica, perversa o psicótica para siempre,según cierta lectura –establecida y dogmática– de la obra

12 «Toda la cura es un viaje al fondo de la repetición» (Deleuze, G.,1969, pág. 87).

36

de Lacan.13 Desde ya que muchas teorizaciones respondenespecularmente a «la realidad» de lo que «es» el ser huma-no desde su aparición: con su ambición, sus celos, su envi-dia, sus pasiones, sus perversiones, su angustia por la muer-te, como si se pudiera decir que el hombre en sus obsesio-nes y en sus sueños, en cualquier parte del planeta, es elMismo de siempre. Proust dice: «para los individuos (yhasta para los pueblos que perseveran en sus faltas y vanagravándolas) el plagio humano más difícil de evitar es elplagio de sí mismo». Teoría y técnica que muchas veces noson más que una réplica del sufrimiento psíquico que secaracteriza por la resistencia e insistencia de goces incon-movibles. Hay una fascinación muy especial en las tramasde repeticiones de lo mismo (laberintos de espejos al infi-nito): en casos, como el que cuenta Freud, de la mujer quese casa tres veces y su destino es cuidar a los tres maridosen lecho de muerte, o en la trama borgeana que identifica algaucho con César en la misma (?) escena; o en la saga de lafamilia Hemingway con los suicidios recurrentes en cuatrogeneraciones. Cuestiones que van desde «lo que se cifra enel nombre» (Borges) a la transmisión transgeneracional desituaciones traumáticas no representadas que irrumpen(buscan nominación) en la segunda o tercera generación.14

También hubo una fascinación y un ejercicio notable delpoder en la clínica al trabajar la transferencia como merareedición (unívocamente) de la relación del niño con suspadres o –vía ideal– al tomar como criterio de cura y finalde análisis la identificación del analizante con valores desu analista.

13 En sus últimos seminarios Lacan complejiza y enriquece la nociónde Nombre del Padre por los Nombres del Padre; destacándose laimportancia del plural que tuvo, por ejemplo, enormes consecuen-cias en la teorización y la clínica de la psicosis, especialmente enrelación al desencadenamiento y las estabilizaciones subjetivas po-sibles como efectos de la vida o del tratamiento.

14 Ver los muy interesantes desarrollos que presentan R. Kaës y otrosen Trasmisión de la vida psíquica entre generaciones y S. Gomel enTransmisión generacional, familia y subjetividad.

37

Tratemos de avanzar. G. Pasqualini hace un muy intere-sante trabajo acerca de la causalidad siguiendo a Lacan.Dice: «La pregunta entonces va a ser: ¿qué quiere el otrodel sujeto? Tenemos así un sujeto a merced de la demandadel Otro, su voluntad ([das Ding], la madre, Dios) en ellugar de la causa como pura pregunta. De la manera comose resuelva este nudo estructurante dependerá la concep-ción de causa. Mientras la religión ubica a Dios en eseespacio, la ciencia un saber, vemos en Freud racionalista alas protofantasías, o positivista, el masoquismo primario.En este límite Lacan efectúa la operación de la castraciónde Dios. S (A) es la estructura de un lugar, como conjuntovacío, separando de esta manera la cadena significante delinconciente. Se escribe fuera del saber. Quedando la cas-tración de Dios como falta fundante de causa, Punto 0(cero)» (Pasqualini, G., 1992, pág. 581). A su vez, I. Be-renstein, siguiendo a Hegel, establece una diferenciaciónmuy esclarecedora del alcance y las consecuencias quetiene un pensamiento que reduce el tema del origen a laidea de fundamento, es decir, «un modo de comienzo en elque están contenidos todos los desarrollos posteriores, se-ría el comienzo absoluto. El fundamento es aquello queuna vez reconocido, permitiría comprender la totalidad.Otra idea de comienzo, menos trabajada, es el punto departida. Este no tiene la capacidad de permitir comprender-lo todo. Consiste, más bien, en intercalar determinacionesnuevas. Un punto de comienzo no tiene en sí el punto dearribo, es un momento de partida que no asegura el puntode llegada; a menos que nada se interponga en el recorridosupuesto, éste dependerá de lo que se produce, lo cual a suvez modifica lo que ocurre sin estar contenido en el co-mienzo. Se oponen fundamento y punto de partida por unlado y, correlativamente, despliegue y producción» (Be-renstein, I., 2001, pág. 68).

La re-lectura que hace Lacan de los signos de percep-ción de Freud («el inconciente freudiano y el nuestro»enmarca en su Seminario XI), tal como éste lo presenta enla carta 52 a Fliess, permite entender claramente –desdeLacan– por qué la cuestión de las marcas que hacen sujeto

38

es una operatoria (producción de subjetividad) que duratoda la vida. A punto tal que, como sabemos, algunos suje-tos pueden vivir una intensidad y complejidad subjetiva«culminante» (sin que esto que decimos tenga que ver conun criterio valorativo de «mejor» o «peor») en el precisoacto de morir. Y decimos esto porque, cuando Lacan ponea trabajar su teoría del significante en torno a la conceptua-lización freudiana de los signos de percepción15 y de lasrepresentaciones inconcientes,16 posibilitará entonces quesiempre se necesite de (Otro y, como ya dijimos, de otrosujeto) otro significante.

El significante arrasa con cualquier idea de sustanciali-zación del aparato psíquico entendido como si fuera un«reservorio» en las «profundidades», de representacionesde determinados contenidos reprimidos17 que comandarían

15 «Pues bien, si nos atenemos a la carta de Fliess. ¿Cómo funciona esode los Wahrnehmungszeichen, las huellas de la percepción? Freuddeduce de su experiencia la necesidad de separar absolutamentepercepción y conciencia, para que algo pase a la memoria primerodebe borrarse en la percepción y viceversa. Freud nos designa en-tonces un momento en esos Wahrnehmungszeichen, que deben estarconstituidos en la simultaneidad. ¿Y qué es eso? Pues no otra cosaque la sincronía significante [y la diacronía]. Y, por supuesto, tantoes así, que Freud lo dice sin saber que lo dice cincuenta años antesque los lingüistas. Pero nosotros podemos darle de inmediato a esosWahrnehmungszeichen su verdadero nombre: significante» (Lacan,1973, pág. 54).

16 «Podemos localizar en nuestro esquema de los mecanismos origina-les de la alienación a ese Vorstellungsrepräsentanz en ese primerapareamiento significante que nos permite concebir que el sujetoaparece primero en el Otro, en la medida en que el primer signifi-cante, el significante unario, surge en el campo del Otro y representaal sujeto para otro significante. (...) El significante constituye elpunto central de la Ürvendrängung (represión originaria), puntoque, como indica Freud en su teoría, al pasar al inconciente será elpunto de atracción que hace posible todas las demás represiones (...)De eso se trata en el término Vorstellungsrepräsentanz» (Lacan,1973, pág. 226).

17 Representación como ícono y no como significante.

39

toda la vida del sujeto a partir de estructuras ya estableci-das. Sin el significante y su dimensión acontecimental, lateoría freudiana puede llevar, como ya dijimos, a equívo-cos: se puede creer, en definitiva, que de lo que se trata es,básicamente, de hacer conciente lo inconciente, de desci-frar todo lo esencial del sujeto a partir de lo ya inscripto(cifrado inconciente) y que eso implica que las marcasfundamentales y definitivas se producen en la primera in-fancia o –como se dijo– en el bebé (M. Klein). Obviamentetampoco se puede sostener la idea de un fantasma funda-mental (J. A. Miller),18 ¡salvo que por après-coup alguiense anime a plantearlo post-mortem del sujeto! Se le da unaconsistencia19 peligrosa a las represiones primarias y se-

18 La riqueza y la rigurosidad del concepto de fantasma en la obra deLacan, aun con su formalización (S a) no autoriza a «establecer»ningún fundamento, como lamentablemente muchos discípulos lovienen sosteniendo, precipitando hacia una clínica encorsetada ydesgajada de la realidad. ¿Cómo no ver que en dicha fórmula (Lacanla nombra «burbuja», dice «burbujas en lo real»), está planteado elpermanente trabajo que hace sujeto-que hace el sujeto con lo múlti-ple, con lo azaroso, produciendo efecto de fantasmatización. Diga-mos con ironía: el hombre debe separar (fantasmas diversos cadavez) lo que la formalización ha unido (El fantasma). Es increíble eseefecto de clausura, de mero juego de palabras, en el que se despliegacierta clínica cuando en realidad en el fantasma está en juego nosolamente la articulación significante sino, fundamentalmente, elefecto del «objeto a» como objeto causa del deseo, como real. Lacandice: «¿qué es lo que lleva el fantasma? Esto que lleva el fantasmatiene dos nombres: el deseo y la realidad. Es totalmente inútil fati-garse en articular la realidad del deseo porque primordialmente eldeseo y la realidad son de una relación de textura sin corte, ellos notienen por lo tanto necesidad de costura, necesidad de ser recosidos.No hay más realidad del deseo que no sea justo de decir el revés delderecho, hay una sola y misma estofa que tiene un revés y un dere-cho aún, esta estofa está tejida de tal manera que se pasa sin aperci-birse de ello, puesto que ella está sin corte y sin costura de la una ala otra de sus caras» (Lacan, 16-11-1966).

19 Toda consistencia es imaginaria, «hay que agujerearla, que lo realpostule la inconsistencia allí» –dice Lacan–. «La consistencia parael parl’être, para el ser hablante (l’être parlant), es lo que se fabricay es lo que se inventa» (Lacan, 11-2-75).

40

cundarias, a la fijación y a la regresión. Se identificó latransferencia con la repetición y a ésta con una mera repro-ducción del pasado. Esto es lo que critica enfáticamenteLacan cuando trabaja la repetición, precisamente desde laperspectiva de que se repite «aquello» que no ha logradorepresentación: lo real traumático; y en términos de Badiou,agregamos, lo real acontecimental. Por otra parte, Lacandice que «la transferencia es la puesta en acto de la reali-dad del inconciente» (Lacan, 1973, pág. 152). Dimensiónfecunda, actual, del encuentro del analizante con el analis-ta; riqueza de la puesta en juego, puesta en escena, delamor, del odio, del deseo y del goce, cultivo fantástico paralas marcas nuevas. «El análisis, más que ninguna otrapraxis, está orientado hacia lo que en la experiencia es elhueso de lo real (...) un real que se escabulle» (Lacan,1973, pág. 61-62). Hay que repetir el acto de hacer marca:¡con lo que tenemos no alcanza, ni mucho menos! Debe-mos volver al Eterno Retorno (como lo concibe Nietzschey lo trabaja Deleuze: llevando a la enésima potencia el otravez como primera y «única»), a lo Múltiple inabarcable conninguna Marca Única; eso diverso tiene que ir haciéndosemarca,20 haciéndose sujeto fiel a eso.21

Demos la palabra al poeta T. S. Eliot:

«Por eso cada intento es un nuevo comienzo,una excursión a lo inarticulado

20 Una de las perspectivas posibles de esto que estamos trabajando seencuentra en la expresión freudiana Wo es war, soll Ich werden, quese puede traducir como «allí donde eso estaba el sujeto ha de adve-nir»; lógicamente cambiando el yo (Ich) por sujeto.

21 J. Moreno hace una elaboración muy valiosa para la clínica cuando–poniendo a trabajar la cuestión de la «fidelidad al acontecimiento»de A. Badiou– dice que «no se trata de “comprender para entoncescambiar” sino que el acontecimiento, cuya gesta es independiente deser o no entendido [es inanticipable], promueve otra comprensión.La secuencia aquí sería “una vez que se cambia se comprende, deotra manera”»; aunque también aclara: «enseguida veremos que, noobstante, no se trata de prácticas necesariamente opuestas» (More-no, J., 2000, pág. 134).

41

(...)no cesaremos de explorary el fin de nuestra exploraciónserá llegar donde empezamosy por primera vez conocer el lugar.Por el rememorado portón desconocidocuando el último trozo de tierra inexploradasea el lugar de la partida;donde nace el más largo ríoy la voz de la cascada ocultay los niños en el manzano,por no buscados ignoradospero oídos a medias, en la calmaentre dos olas sobre el mar.Rápido ahora, aquí, ahora, siempre... Unestado de total simplicidad(que cuesta simplemente todo)»(...)

El dispositivo analítico –a diferencia de otras terapias–es por su naturaleza, la vía regia de la experiencia deltorbellino, de las fluctuaciones y de las bifurcaciones. Esun artificio (un arte y un oficio) que, al trabajar con «mate-riales» tales como la asociación libre, la transferencia, lopulsional, la castración, y en la medida en que no se hagaun pasticcio con ellos (domesticando, simplificando, unifi-cando lo diverso), mete al sujeto inexorablemente en laincertidumbre y en lo incalculable. No es sin consecuen-cias subjetivas para el analista, y para el analizante, escu-char y ser escuchado en el acto analítico: riesgos frente a«la peste» (Freud) o a «lo in-mundo» (Lacan). Uno no sepuede engañar; si se larga a cruzar con una embarcación elRío de La Plata puede desatarse alguna tormentita impre-vista que nos haga zozobrar... se trata de timonear: encua-dre, dirección de la cura, dosificación de la angustia(Badiou 2000, pág. 120) para contrastar el exceso de loreal; intervenciones que produzcan acotamientos y distri-buciones de goces para lograr un nuevo equilibrio. Estoquiere decir –cuando ha habido compromiso, riesgo, auda-cia y creatividad– nada menos que el tránsito –real– por lo

42

disipativo, por el no-equilibrio. Ese nuevo equilibrio im-plica, de vuelta, un proceso de estructuración al modo deun bordado, de re-estructuraciones (ligaduras pulsionales,efectos de sentido, reconocimiento y aceptación de la alte-ridad del otro). Pero, es evidente (aunque tan sistemática-mente evitado) que este nuevo equilibrio que, insistimos,ha «palpado», que ha «tocado» lo caótico de la pura ajeni-dad, de la pura diferencia, de la pura multiplicidad, esradicalmente otro que aquél que no ha salido de los perí-metros más o menos amplios del narcisismo y de sus pe-queñas diferencias (del infantil al del adulto, del singularal familiar, del familiar al institucional, etc.). Parafrasean-do a Freud en «Análisis terminable e interminable», mien-tras «la fuerza de la costumbre» no haga demasiado daño:¡a seguir disfrutando del propio huerto! A la luz de losgrandes desafíos mencionados, lo dicho de la huerta pareceironía pero no lo es, por supuesto.

De todos modos volvamos a las turbulencias menciona-das, ¿masoquismo primordial? No, por el contrario, mate-riales «nobles» para una vida creativa, vida que resiste confuerza al consumo de los psicofármacos y a las terapiasalternativas que ofrecen cantos de sirenas para una pazcelestial. Por eso afirmábamos hace un momento que todoestá montado para armarnos cual rebaño: los medios, laspolíticas, las instituciones, las ideologías, y –ya más espe-cíficamente– las teorías y las prácticas en torno a idealespsicoanalíticos dogmáticos.

Para ir acercándonos a algunas conclusiones finales: de-bemos pensar la marca como un singular efecto de sentidonuevo con «lo radicalmente nuevo» (A. Badiou), que pro-duce ruptura, cada vez, de lo estructurado, habiendo atra-vesado el torbellino del sin-sentido (en francés, «pas-de-sens», no-sentido y paso-de-sentido). Se trata de un trabajode los tres registros (R-S-I) que produce la alquimia (mar-ca) del azar y de la heteronomía constitutivos, y la posicióny respuesta de quien debe nombrarse ahí, cada vez, sujeto;es decir no como «algo» ya constituido sino como eseefecto de sentido, esa marca, en ese acto. Acto que es un

43

saber-hacer con la máxima indeterminación e impredictibi-lidad propia del azar y aquello que configura «la heterono-mía (lo que tengo que ser viene de Otra cosa y no de mí)»,dice A. Juranville (1984, pág. 115). Heterónomo significa,según el diccionario de la Academia, «estar sometido a unpoder ajeno». Poder que se ejerce a través del otro (víaofertas identificatorias) que otorga significaciones y quealiena a sus significantes; significantes que son responsa-bles nada menos que de constituir cuerpo (paradójico: lomás propio resulta ser lo más ajeno), cuerpo erógeno, cuer-po de goce, ya que, como dice Lacan en el Seminario Aun:«el significante da la orden de mando y de alto al goce»(Lacan, J., 1975, pág. 33-34) haciendo cuerpo. Por losalcances del presente trabajo tampoco voy a desarrollar elcomplejo campo de la marca en el cuerpo: desde el no-cuerpo del autista o el cuerpo fragmentado del psicótico,los singulares «modelados» del cuerpo de los sujetos lla-mados anoréxicos o bulímicos, de la frigidez o de la impo-tencia, de los sujetos tatuados... Marcas primarias del nodeseo materno, marcas actuales de la hiper demanda de lasociedad de consumo.22 En los últimos Seminarios (espe-cialmente en El Sinthoma) Lacan hace un aporte fundamen-tal para la dirección de la cura y el final de análisis en suconcepción de saber-hacer con el síntoma como un verda-dero trabajo artesanal, que tendría la característica de unhacer obra con el síntoma –goce–, esto que él va a nombrarcomo sinthoma. Entonces, ya no es cuestión de, como mu-chas veces se lo había planteado, saber-hacer con el propiosíntoma, sino por el contrario, saber-hacer sinthoma en elsentido de hacer una obra propia. El saber-hacer implicaademás (vía operación de separación del Otro, asumiendoque el Otro no sabe, que no es garante) que somos respon-

22 «Entiendo que aquellas representaciones ligadas al cuerpo, las queimplican la sexualidad, se hallan también marcadas por la tramasocio-cultural. Notamos que cada época implanta ciertas modalida-des de relación con el cuerpo y formas predominantes que afectanlas relaciones amorosas y sexuales; ellas no son pues ajenas a lahistorización, aun cuando así podamos percibirlas» (Rojas, M. C.,2000, pág. 93).

44

sables, como sujetos, de nuestra posición y de nuestra res-puesta. Finalizamos con Eliot:

«y poner fin es poner un principio.El fin es el lugar donde comenzamos».

Bibliografía

Badiou, A. (1988) El ser y elacontecimiento, Bs.As., Ma-nantial, 1999.

(1989) Manifiesto por la fi-losofía, Bs.As., Nueva Vi-sión, 1990.

(2000) «Lacan y lo real». Re-vista Acontecimiento Nº19-20, Bs.As., 2000.

Berenstein, I. (2001) El sujeto yel otro: de la ausencia a lapresencia , Barcelona-Bs.As.-México, Paidós, 2001.

Borges, J. L. (1960) «El cauti-vo» y «La trama». «El hace-dor», O.C. T. II , Bs.As.,Emecé, 1989.

Deleuze, G. (1969) Diferenciay repetición, Barcelona, A-nagrama, 1995.

Dimarco, R. M. (1999) «La re-petición: presencia del ana-lista entre lo idéntico y lonuevo». Actas XV Jornadasde la A.A.P.P.G. 1999, Laperspectiva vincular en psi-coanálisis.

(2000) «El otro en la teoría yen la clínica vincular: como

realidad, como real». Actasdel XIV Congreso deFLAPAG 2000. Tomo II ,Conceptualizaciones desdela práctica.

Eliot, T. S. Cuatro cuartetos, Bs.As., Ediciones del 80, 1981.

Freud, S. (1924-5) «Presenta-ción autobiográfica». Bs.As., Amorrortu, Obras Com-pletas T. XX, 1990.

Gaspari, R. C. (2000) «La fami-lia: nudo problemático delpsicoanálisis». Clínica fami-liar psicoanalítica. Estructu-ra y acontecimiento, Barce-lona-Bs.As.-México, Paidós,2000.

Gomel, S. (1997) Trasmisióngeneracional, familiar y sub-je t iv idad , Bs .As. , Lugar ,1997.

Heidegger, M. (1963) La pre-gunta por la cosa, Bs. As.,Menphis, 1992.

Juranville, A. (1984) Lacan y lafilosofía. Bs. As., Nueva Vi-sión, 1992.

Kaës, R. y otros (1987) La ins-

45

titución y las instituciones.Estudios ps icoanal í t icos ,Barcelona-Bs. As.-México,Paidós, 1989.

(1993) Transmisión de lavida psíquica entre genera-ciones, Bs. As., Amorrortu,1996.

Lacan, J. (1966-67) SeminarioXIV «Lógica del fantasma»,Inédito.

(1973) El Seminario LibroXI Los cuatro conceptos fun-damentales del psicoanáli-sis, 1964, Barcelona-Bs. As.México, Paidós, 1986.

(1975) El Seminario LibroXX Aun 1972-73, Barcelo-na-Bs.As.-México, Paidós,1981.

(1974-75) Seminario XXII«R.S.I.», Inédito.

(1975-76) Seminario XXIII«Le Sinthome», Inédito

Moreno, J. H (2000) «¿Hay lu-gar para lo indeterminado enpsicoanálisis?» Clínica fami-liar psicoanalítica. Estructu-ra y acontecimiento, Barce-lona-Bs.As.-México, Paidós,2000.

Nietzsche, F. (1901) La volun-tad de poder ío , Madr id ,Edaf, 1998.

Pasqualini, G. (1992) «La causa

entre rememoración y repeti-ción». Psicoanálisis, Revistade APDEBA, Vol. XIV, Nº3.

Pirandello, L. (1925) Seis per-sonajes en busca de autor,Madrid, Cátedra, 1997, pág.126.

Platón, Parménides , Madrid,Alianza, 1987.

Prigogine, I. (1988 a) El naci-miento del tiempo, Barcelo-na, Tusquets, 1991.

Prigogine, I. y otros (1986) Pro-ceso al azar , Barcelona ,Tusquets, 1986.

Prigogine, I. y Stengers, I. (1988b) Entre el tiempo y la eter-n idad , Madr id , Al ianza ,1991.

Proust, M. (1919-1927) «La fu-gitiva». En busca del tiempoperdido , Madrid, Alianza,1968.

Rojas, M.C. (2000) «Modeliza-ciones en psicoanálisis fami-liar: aproximación teóricoclínica a la familia de hoy».Revista de la AAPPG, Bs.As., Vol. XXIII, Nº 2, 2000.

Strachey, J. B. (1953) Notas alpie de la Standart Edition.Obras Comple tas de S .Freud, T. I, Bs. As., Amo-rrortu, 1988.

46

Resumen

Se entra al trabajo sobre las marcas psíquicas y eldebate entre el determinismo y el acontecimiento desde laFísica (conceptos de tiempo irreversible, estructuras disi-pativas, azar y determinismo), la Filosofía (lo múltiple, elacontecimiento y la repetición) y la Poética (dos cuentosde Borges). Luego se trabaja la conceptualización psicoa-nalítica tomando en cuenta: fijación y estructura; efectode sentido nuevo y anudamiento en los tres registros (R.S.I.)en la producción de nuevas marcas psíquicas en el campodel Otro y su encarnación en el otro como semejante ycomo radicalmente ajeno.

Summary

This paper is about psychic marks and the debate be-tween determinism and the event from Physics point of view(irreversible time concept, dissipating structures, chanceand determinism), from Philosophy (the multiple, chanceand repetition) and from Poetry (two Borges’ tales). After-wards, psychoanalytic conception is worked taking into ac-count: fixation and structure; new sense effect and knottingof the three registers (RSI) in the production of new psychicmarks in the field of the Other and it’s incarnation in theother as the similar (fellow man) and as the radically alien.

Résumé

Le début du travail porte sur les marques psychiques et ledébat entre le déterminisme et l’événement à partir de laPhysique (les concepts de temps irréversible, de structuresdissipatrices, d’hasard et de déterminisme), de la Philo-sophie (la multiplicité, l’événement et la répétition) et laPoétique (deux récits de Borges). Puis l’on travaille laconceptualisation psychanalytique en considérant: fixationet structure; effet de sens nouveau et nouage dans les troisregistres (R.S.I.) pour la production de nouvelles marquespsychiques dans le champ de l’Autre et son incarnation chezl’autre en tant que semblable et radicalement étranger.

Del retorno de lo forcluidogenealógico a losreencuentros con

el ancestro transferencial *

Evelyn Granjon **

(*) Trabajo publicado en Le divan familial Nº 1 - Otoño de 1998.Traducción: Mirta Segoviano

(**) Doctora paidopsiquiatra. Presidente de la Société française dethérapie familiale psychanalytique.50 boulevard des Alpes, 13012 Marseille.

Introducción

La terapia familiar psicoanalítica se inscribe en el movi-miento psicoanalítico y en continuidad con trabajos sobreel psicoanálisis de los grupos. Las hipótesis de DidierAnzieu y René Kaës en particular fundan nuestra teoriza-ción y nuestra técnica. La clínica nos invita a recibir fami-lias en sufrimiento, aun cuando la sintomatología es indivi-dual y cualesquiera sean las manifestaciones de este sufri-miento. ¿Cuáles son las condiciones de un trabajo psicoa-nalítico posible y qué adaptaciones técnicas son concebi-bles y necesarias con relación a las nuevas formas de de-mandas que se nos dirigen? El trabajo terapéutico de tipopsicoanalítico emprendido con estas familias nos lleva ainterrogarnos sobre el lugar, las manifestaciones y la im-portancia de la contratransferencia.

Pero retomemos, en primer lugar, algunas observaciones:

El grupo es un dispositivo terapéutico que encuentra sulugar ahí donde el dispositivo individual falla o es insufi-ciente.

Pregunta: ¿qué parte del inconciente deja de lado la curatipo, a la cual sólo el escenario grupal pueda tener acceso?

Digamos que el dispositivo grupal permite la investiga-ción y el abordaje de formaciones y de procesos psíquicosque no pueden ser tratados de otro modo, particularmentelos que conciernen a la intersubjetividad. La presencia dela familia en nuestro dispositivo sitúa en el centro de nues-tro trabajo la cuestión de la transmisión psíquica: ¿cuálesson las manifestaciones, los efectos y las posibilidades detranscripción en el espacio grupal terapéutico de lo queproviene de la herencia psíquica de la familia, de lo que hasurgido de las generaciones precedentes, de la inscripciónde la familia en una filiación?

Finalmente, existe una afinidad entre grupo y traumatis-mo. El grupo es el lugar privilegiado (por el efecto de

50

coexcitación que implica el agrupamiento) donde se repite,puede ser retomado y puede elaborarse lo que es o fuetraumático. Esto corresponde a los efectos de traumatismosrecientes o surgidos de las generaciones precedentes.

La experiencia clínica nos ha llevado a considerar laplurifactorialidad del síntoma en tanto compromiso conrelación a un conflicto psíquico individual, pero tambiénen tanto compromiso con relación al doble proyecto detodo individuo: «...ser eslabón de una cadena a la que estásujeto, si no contra su voluntad, al menos sin las participa-ción de ésta, y ser para sí mismo su propio fin» (Freud,«Introducción del narcisismo», 1914).

Pertenecer a un grupo, una familia, una genealogía, sermiembro de ellos y llevar a buen término la propia indivi-duación, ser sujeto de un grupo y sujeto en un grupo, ese esel proyecto de todo desarrollo psíquico; pero esto no siem-pre ocurre de por sí. En efecto, el grupo se construye apartir de formaciones psíquicas de los sujetos que lo cons-tituyen, pero es también apuntalada en el grupo (y el cuer-po) que se funda toda psique singular. Ciertos síntomasvienen a veces a expresar esta complejidad.

Así planteadas, estas sucintas ideas llevan a considerarde otro modo la comprensión y el abordaje de algunossíntomas o manifestaciones, particularmente aquellos paralos cuales se prueba ineficaz una lectura puramente subje-tiva, y un trabajo a nivel de la psique individual inoperan-te.

Esto nos conduce a recibir familias. Luego, en algunoscasos, cuando el sufrimiento aparece relacionado con ladifícil tarea de conjugar lo singular y lo plural, nos vemosllevados a proponer un trabajo terapéutico de tipo psicoa-nalítico al conjunto del grupo familiar. Este trabajo apuntaa restaurar las funciones y el funcionamiento del grupofamiliar con miras a una retoma de los procesos de indivi-duación.

51

No debemos equivocarnos en esto: nuestro proyecto espermitir, gracias a un abordaje grupal-familiar, una libera-ción de los procesos psíquicos individuales y de autonomi-zación, en ningún caso se trata de una «reparación» de lasfamilias con el pretexto de cualquier ideología.

Este trabajo con las familias y particularmente la terapiafamiliar psicoanalítica nos ha sensibilizado, entonces, a laespecificidad de las formaciones y de los procesos psíqui-cos puestos en juego o revelados por el dispositivo, en lamedida en que aceptamos que el inconciente es siempresusceptible de externalizarse en un continente especial y,corolario de esta proposición, que las formaciones y proce-sos específicos del inconciente se desarrollan, se manifies-tan y se despliegan en función y con relación al espaciopsíquico definido y ofrecido.

La presencia de la familia, con su relación privilegiadacon la filiación, nos conduce a reflexionar sobre las mani-festaciones y los efectos de la transmisión psíquica en elespacio terapéutico grupal, cualesquiera sean las modalida-des de esta transmisión y de esta herencia.

La prehistoria, como sabemos, no siempre es del pasado,la genealogía a veces mezcla los tiempos y los espacios, seequivoca de generación, se repite, confunde los sujetos, yalgunos ancestros parecen complacerse en perturbar la vidade sus descendientes.

El trabajo clínico o terapéutico con las familias nosconduce a nuevas interrogaciones, revelando, a su escucha,un material inhabitual, sorprendente, incongruente. Tene-mos acceso a ciertos aspectos, a ciertas zonas hasta ahorainexploradas del inconciente. Asimismo, la puesta a dispo-sición de nuestros propios «archivos familiares» es convo-cada en el «presente compuesto» de las sesiones.

52

Transmisión psíquica y sufrimiento familiar

El proyecto de toda familia es:

– transmitir la herencia psíquica adquirida y fundadora,inscribiendo a cada uno del conjunto en una continuidadgeneracional;

– perpetuarse dando la Vida más allá de los muertos,conservando al mismo tiempo su identidad, su alma. Latransmisión de la vida biológica y de la vida psíquica estáen el centro de la constitución y de los proyectos de lafamilia, y esto gracias y a través de las generaciones y delas alianzas. Es decir que la cuestión de la transmisiónpsíquica es central en el grupo familiar y concierne a cadauno y al conjunto en relaciones generacionales y grupales.La familia es el «receptáculo» y el lugar de elaboración dela transmisión psíquica.

La familia (o su representante), se encuentra en posiciónde heredera de las vivencias psíquicas elaboradas, integra-bles, que constituyen el tejido fantasmático, histórico ymítico, cuna en la que el sujeto encuentra su lugar y susfundaciones. Esta modalidad intergeneracional de la trans-misión implica una sucesión de transformaciones (cambiode forma) de las vivencias brutas, que sobrevienen en losdiferentes niveles de los procesos de la transmisión-heren-cia. Pero a cargo de la familia hay otra herencia, constitui-da de elementos brutos procedentes de vivencias brutas noelaboradas, incluso no elaborables, surgidas de una histo-ria lacunar donde traumatismos, no-dichos y duelos no he-chos han impedido o prohibido el trabajo de representaciónpor las generaciones precedentes. Estos elementos brutos,algunos de los cuales están en espera de elaboración, sonimpuestos a los descendientes, atravesando los espaciospsíquicos singulares y familiares, haciendo intrusión eirrupción en las psiques herederas, sin apropiación posi-ble.

Este negativo errante o contenido en formas que consti-tuyen «continentes de negativo» (criptas, fantasmas, secre-

53

tos...) está a cargo de los herederos. ¿Podremos transfor-marlo a fin de volverlo integrable psíquicamente o tendre-mos que transmitirlo así, participando de la constitución delos vínculos?

Estas dos modalidades de la transmisión psíquica, trans-misión intergeneracional y transmisión transgeneracional,indican la complejidad de la herencia psíquica de la familiaasí como la carga y el trabajo que le incumbe (E. Granjon,1994).

Las funciones y el buen funcionamiento del aparato psí-quico familiar (APF) (A. Ruffiot, 1981), espacio psíquicocompuesto y complejo, permiten que se construyan y seorganicen la intersubjetividad del grupo y las subjetivida-des singulares, en una temporalidad, una historia, articula-da y desprendida de la herencia fundadora. Al ofrecer acada uno un lugar a tomar en la cadena de las generaciones,el APF asegura, gracias a las alianzas inconcientes, la con-tinuidad narcisista y la perpetuación de la Vida psíquica.

Es decir la importancia del trabajo de ligazón y de trans-formación del grupo; la necesidad para adquirir la herencia,construir las identidades, el espacio y el tiempo, y proteger-se de los efectos destructores de ciertos aspectos negativos,de lo que se transmite y se impone sin transformación.

Indicación de terapia familiar psicoanalítica

Todo lo que acabamos de evocar pone en evidencia lasrelaciones que existen entre transmisión y aparato psíquicofamiliar. Las funciones de continencia, de ligazones entrelos espacios psíquicos heterogéneos, de organización, detransformación de ciertas formaciones inconcientes movi-lizadas en el grupo y de transmisión garantizan el funcio-namiento del aparato psíquico familiar.

Su disfunción, que conlleva un desapuntalamiento delos aparatos psíquicos individuales, plantea una indicación

54

de terapia familia psicoanalítica. Esta disfunción se mani-fiesta en los niveles intersubjetivo (trastornos de la rela-ción y de la comunicación), intrapsíquico en uno o variosmiembros de la familia (con manifestaciones somáticas y/opsíquicas) y transpsíquico (parte común e indiferenciadadel grupo). Entre las manifestaciones de sufrimiento, cite-mos:

– pérdida de la cohesión familiar o, por el contrario,relación fusional y confusión de los espacios psíquicos;

– abolición de los límites y de las diferencias que con-llevan una patología de las envolturas e indiferenciación;

– fallas o insuficiencias de las formaciones intermedia-rias, de las alianzas inconcientes entre el grupo y los suje-tos del grupo;

– perturbación de la cadena asociativa familiar con cen-suras, rupturas, discurso operatorio, a-fantasmático;

– pérdida de la memoria o de partes de historias de lafamilia que pueden llegar hasta la fantasía de autoengen-dramiento u de telescopaje o inversión de las generaciones.

Pero lo que opera más violencia es el «desarraigo», lapérdida del anclaje filiativo, la ruptura generacional, sedeban éstos a la desaparición de las referencias ancestraleso a las prohibiciones de saber que atañen a los antiguosacontecimientos traumáticos. En el caso en que se rompe eleje filiativo, la desestructuración del aparato psíquico fa-miliar y el desapuntalamiento de los psiquismos individua-les traen consigo gran sufrimiento.

Las manifestaciones de la imposible o difícil tramita-ción por parte de las familias de la herencia impuesta, serelacionan, lo hemos mencionado, con una historia lacunardebida a traumatismos, no-dichos, duelos no hechos en lasgeneraciones precedentes.

Algunos acontecimientos sobrevenidos fueron impensa-bles e indecibles por aquellos que estaban implicados. Laapropiación de las huellas transmitidas no se puede consu-mar; la representación y la inscripción en otra historiaestán entonces a cargo de los descendientes.

55

Traumatismo psíquico y transmisión transgeneracional

Recordemos que el carácter traumático no depende deun acontecimiento en cuanto tal, sino a la desorganizaciónbrutal del psiquismo debida a un exceso de excitación vio-lento y sin sentido provocado por la irrupción de elementosque el psiquismo no está preparado para recibir y que nopuede poner en relación con otras experiencias, creandozonas de no-representación. Esta desorganización y estaefracción conllevan angustia y gran desamparo.

Secundariamente, el desconcierto será atribuido a la per-cepción del acontecimiento, pero realmente se trata de una«herida psíquica», es decir de la destrucción parcial deformaciones psíquicas ya establecidas.

Son huellas traumáticas, restos negativos que se trans-mitirán tal cuales, sin modificación, en forma repetitiva. Eltraumatismo es y continúa siendo un «anti-proceso», acom-pañado de fenómenos de tipo defensivo, protectores (rene-gación, forclusión, aislamiento, olvido...), correspondien-tes a mecanismos necesarios para la supervivencia psíqui-ca.

¿Qué deviene entonces aquello que no puede decirse nipensarse, aquello que debe ser ocultado, que es callado,prohibido o simplemente olvidado, aquello que, a riesgo deser traumático, es renegado, forcluido, proyectado fuera desí, clivado, fragmentado, y que, como nos lo recuerda laclínica, nunca se pierde ni pasa, pese a todo, de una genera-ción a otra, tal cual, sin transformación, repitiendo sincesar y en forma insólita, en los avatares del desarrollopsíquico y de un «telescopaje genealógico», los fragmen-tos difractados de un imposible o intolerable recuerdo?

Eterno retorno de espectros transgeneracionales en pro-cura de una historia, de un mito o de algún memorial...¿qué ocurre con la memoria del olvido, qué lugares deacogida o de depósito les son ofrecidos, a falta de un borra-do posible?

56

Transmitido pese a todo y tal cuales, estos elementos ensuspenso atraviesan las generaciones, luego son difractadosen el grupo. Lo que se transmite es la huella, que no puedeser abolida y puede (re)aparecer algunas generaciones mástarde, en forma de enigma o de signo.

¿Qué hacer con lo que se transmite en «vaciado», con loque nos incumbe y nos sobrecarga? Qué hacer con esosfragmentos de una historia impensable, con esas «huellassin memoria», con esos muertos sin sepultura que habitanel presente por no poder ser pensados ausentes.

Normalmente, si me atrevo a decir, a nivel grupal comoa nivel individual, todo está en marcha para contener, tra-mitar, transformar esos elementos negativos, fragmentosproyectados de una historia que no puede o no debe decir-se, pero que se impone pese a todo. La elaboración de losmitos (la función mitopoética del grupo familiar así comonos la propone A. Ruffiot) parece ser uno de los medios delos que el grupo dispone.

Y sin embargo, algunas familias en sufrimiento llegan aconsultarnos, en lucha, parece, con la imposible tramita-ción de su herencia, invadidas o perturbadas en su funcio-namiento por esas formaciones negativas que pervierten elpensamiento grupal familiar atacando los procesos secun-darios, descalificando las relaciones yo-grupo, bloqueandola función represora; estas familias, es verdad, utilizan aveces «porta-palabra» o «porta-síntoma» que encarnan en-tonces ciertas formaciones intermediarias del grupo y enconsecuencia pueden favorecer la retoma de la asociatividaden el grupo.

Este tipo de transmisión impuesta conlleva la alienaciónde los sujetos herederos o hace de ella su destino, llevandoa la repetición en actos y en cuerpo de lo que se reactualizapero no se puede representar. Desligazón, rupturas y vio-lencia son a veces las únicas manifestaciones de aconteci-mientos delictuosos olvidados; el horror impensable o lavergüenza de la transgresión se imponen. El sujeto se en-

57

cuentra en posición de tener a cargo una parte no explícitay no accesible de la historia de otro, cuyas páginas dejadasen blanco debe escribir.

Las lagunas, las inclusiones, las criptas constituyen «si-lenciados», «mantenidos en secreto», formas que contienenlos restos incongruentes de un acontecimiento inaceptableo desconocido, fuera del alcance de un trabajo psíquico,sobrecargando las psiques de los sujetos y del grupo here-deros, consagrados a la repetición y ofrecidos a las identi-ficaciones del niño.

Lo que pasa de una generación a la otra es la falla detransmisión más bien que su objeto. Lo que hereda la des-cendencia es lo indecible, lo impensable, el secreto o algu-nos fantasmas, y no sus contenidos.

Algunos «continentes de negativo» atraviesan a veceslas generaciones para reaparecer en forma de enigma, designo o de síntoma, marcando el destino de quien se consti-tuye heredero (E. Granjon, 1997).

Herencia y trabajo del aparato psíquico familiar

Para recibir esta herencia, el grupo familiar ofrece cons-trucciones psíquicas, formaciones grupales intermediariasque tienen por función articular el espacio psíquico delsujeto singular y el del grupo, tramitar el pasaje de unsujeto a otro y de una generación a otra: se trata de contra-tos, pactos, alianzas, fundadores de la subjetividad singu-lar y del ser-juntos del grupo, y organizadores de los víncu-los (R. Kaës, 1993).

El niño, al nacer, es ante todo eslabón de la cadena deVida generacional. Reconocido y aceptado como miembrodel grupo familiar, es entonces nombrado heredero e inves-tido narcisistamente. Lo que se ofrece al niño, en los térmi-nos del contrato narcisista, es un lugar a tomar y una cargaa asumir en él, legándole lo que hace «mantenerse junta» a

58

la familia. Al permitirle adquirir la herencia que le esofrecida y que lo funda psíquicamente, se le demanda ga-rantizar la continuidad generacional y mantener el vínculofamiliar, tomando a cargo la «Caja de Pandora» fundadoradel vínculo de alianza de sus padres.

Así, lo que funda la psique individual y garantiza lacontinuidad generacional es quizá el defecto, las fallas dela transmisión, en los desgarrones del tejido filiativo, enlas huellas, los restos de una herencia desconocida o prohi-bida, callada, olvidada o mantenida en secreto.

Y algunos continentes negativos son indispensables paraque el sujeto advenga y se desprenda, permaneciendo almismo tiempo sujeto del grupo. En cambio, si el niñoaparece como revelador de algunos de estos negativos, co-rre el riesgo de ser atrapado sin saberlo en lo irrepresenta-ble familiar. La clínica nos muestra efectivamente que,cuando la herencia negativa es demasiado importante odemasiado invasora por falta de continencia, o cuando elniño, por coincidencia o por signo, reactualiza ciertas hue-llas de antiguos acontecimientos traumáticos, él corre ungran riesgo de ser atrapado en lo negativo que re-presenta yde identificarse con lo desconocido, lo impensable, lo muer-to. Verdadero «retorno de lo forcluido», no tiene otra alter-nativa, si quiere vivir, que identificarse con lo negativoque su llegada al mundo ha revelado. Al constituirse asícomo continente de negativo, el niño, por contrato y parapreservar el vínculo familiar, deviene él mismo lo irrepre-sentable, lo impensable. Toma el lugar y no la carga de la«Caja de Pandora», del silencio transgeneracional, de laamnesia familiar, y está obligado a serlo. Este tipo de«contrato psicótico», fundador del autismo y de la psico-sis, aliena al niño y mantiene la sutura familiar por untiempo amenazada.

A título de ejemplo, podría hablar de Constelación, esapequeña que hablaba la lengua de las estrellas, totalmenteincomprensible y no obstante tan bella en su música y sussonidos.

59

El embarazo había sido acortado, «amputado», decía lamadre, que conservaba la impresión de una niña «no acaba-da» con un sentimiento de impotencia y de «vacío». Lacuna había quedado vacía tras el nacimiento, dejando a lamadre en desamparo. Cuando la niña pudo finalmente estaren su familia, un tiempo después, un acontecimiento vino amarcar la vida familiar: la muerte brutal del perro al quetodos estaban muy apegados. La niña, que hasta entoncesparecía tener un desarrollo normal, hizo una regresión se-vera con signos de autismo y convulsiones. Pero es duranteun largo trabajo de terapia familiar psicoanalítica que apa-reció el fantasma del abuelo paterno hasta ese momentoolvidado, muerto brutalmente cuando el padre tenía cincoaños y a quien entonces se había dicho que «estaba en elcielo». Constelación, a través de los avatares de su llegadaal mundo y de su nombre de pila, había sido invitada aocupar un lugar libre y había creído bueno identificarsecon ese contenido negativo dejado por un duelo imposible.

Pero la niña no es única heredera de la transmisión trans-generacional. El grupo familiar se ofrece también a ser unlugar privilegiado de depósito y de elaboración del mate-rial negativo de la transmisión psíquica. Son posibles dife-rentes modalidades de acogida del grupo. Retengamos que,según el estado y el nivel de elaboración, los elementosnegativos pueden ser dispersados, difractados en el espaciodel grupo, errantes, infiltrando y atacando los vínculosintersubjetivos y la envoltura grupal, o constituyendo zo-nas de silencio, de no-representación, suscitando sentimien-tos de vergüenza, compartidos por el conjunto del grupo.Pueden también ser contenidos, encerrados, delimitados encajas de secretos, formas vacías o fantasmas, deviniendode más difícil acceso a un trabajo de develamiento y desentido; pero ese momento de construcción de continentede negativo, si es aún insuficiente, permite una objetaliza-ción de lo negativo y un pasaje intergeneracional.

Así esquemáticamente en la tercera generación, ciertossilencios, no dichos, duelos imposibles, tras un pasaje se-gún modalidades de transmisión transgeneracional y un

60

tránsito a la generación siguiente, podrán aprovechar cons-trucciones psíquicas envolventes y serán contenidos, ence-rrados, enclaustrados en continentes de negativos, luegotransmitidos según modalidades más objetalizadas. Conti-nentes llenos de vacío, de nada o de fragmentos disemina-dos e incongruentes de un acontecimiento olvidado cuyocontexto se ha perdido.

El grupo de terapia familiar psicoanalítica

La terapia familiar psicoanalítica encuentra su lugarcuando el sufrimiento de uno o varios miembros de lafamilia pone en evidencia la disfunción del aparato psíqui-co familiar y su desanclaje filiativo, por falta principal-mente de construcción de ciertas alianzas inconcientes.Constituido por el grupo familiar y por los terapeutas, el«neogrupo» se ofrece a ser el lugar de retoma y de elabora-ción de lo que ha quedado en suspenso [en soufrance] en elaparato psíquico familiar, transmitido en estado bruto, nosimbolizado, no dicho.

El doble nivel de afiliación de cada uno de los partici-pantes y de la familia en tanto conjunto lo hace un espaciopsíquico grupal complejo fundado por los terapeutas. Des-de este lugar, la escucha grupal de los psicoanalistas tomaen cuenta todo lo que se dice o produce en el aquí y ahorade las sesiones, en la multiplicidad, la diversidad y la hete-rogeneidad de sus manifestaciones. Este tipo de escucha yel trabajo asociativo van a permitir la construcción de unacadena asociativa grupal en el neogrupo donde los ele-mentos diseminados, impensados y no verbales proyecta-dos en este espacio van a encontrar lugar, inscripción ysentido. Las condiciones de un trabajo terapéutico se fun-dan en la instauración de un encuadre y de las reglas psi-coanalíticas, así como la escucha psicoanalítica de la cade-na asociativa grupal que se despliega en este grupo.

Este dispositivo grupal complejo del neogrupo permiteque advenga y se produzca una experiencia específica del

61

inconciente con relación a las apuestas fundadoras del gru-po. El encuadre de terapia familiar psicoanalítica seleccio-na, privilegia ciertas formaciones y ciertos procesos psíqui-cos y nos confronta con las alianzas inconcientes del grupo.

El proyecto terapéutico es permitir aquí a cada uno sersujeto en el grupo y sujeto del grupo. La especificidad de laescucha psicoanalítica en esta situación y en estas condi-ciones permite el abordaje y el trabajo de las formaciones yde los efectos de la transmisión psíquica.

El grupo de terapia va, pues, a garantizar continuidad ymutación para cada uno de los participantes y para el con-junto, en el orden de la transmisión psíquica, de lo quefalla, de lo que falta, de lo que aliena, de lo que no puedeinscribirse; continuidad y mutación que se hacen posiblespor la mediación del contrato terapéutico y de los vínculosde la transferencia. Lo que está en juego es el destino de lonegativo de la transmisión.

Lo que se deposita y/o pone en juego en este espaciopsíquico grupal podrá aprovechar los procesos psíquicosgrupales y particularmente los procesos de transformación,favoreciendo la elaboración y la circulación fantasmáticasdentro del grupo, necesarias para los procesos de indivi-duación.

Los tres «momentos» del proceso terapéutico conducenal neogrupo a ser un lugar de depósito y de recepción, unescenario para la puesta en forma y la representación, lue-go un espacio de reconstrucción del tiempo genealógicoperdido.

El trabajo terapéutico

El grupo de terapia familiar psicoanalítica se ofrece paraser un lugar de recepción, de recolección de ciertos aspec-tos negativos de la transmisión. A este título, llega a tomarel lugar del eslabón faltante en la genealogía de la familia.

62

El lugar de depósito

El grupo de terapia familiar psicoanalítica se presentaante todo como lugar de depósito, de fragmentos disper-sos de una historia olvidada, censurada o no conocida, deelementos errantes y en procura de continentes, de silen-cios, de rupturas, de proyecciones violentas o de forma-ciones más elaboradas de continentes de negativos talescomo las criptas, fantasmas o secretos. Todo este materiales depositado, proyectado en el espacio del grupo, movili-zado por el dispositivo, el encuadre, poniendo a prueba sucapacidad de continencia, su solidez, su viabilidad y sufiabilidad. Todos tenemos ejemplos de esas sesiones deinicio de terapia donde encuadre y terapeutas son maltra-tados, puestos a prueba de ataques destructores más omenos violentos, embistiendo contra el mantenimiento yla permanencia del encuadre y contra la integridad psíqui-ca de los terapeutas. Nos vemos capturados en la regre-sión, el encolado de lo negativo. La transmisión directasin distancia, de elementos no pensables, no simbolizables,se repite en el grupo de terapia familiar psicoanalíticaprivando a los terapeutas de su capacidad de pensar, desus facultades asociativas. Olvidos, censuras, prohibicio-nes, infiltran la transferencia y la contratransferencia. Estamodalidad de transmisión y de transferencia sin relaciónde objeto puede además tomar las vías de pasajes de uncuerpo a otro, en una indiferenciación somatopsíquica,revelando en los terapeutas, incluso en los más avisados,sensaciones (fatiga, somnolencia, excitación...), emocio-nes, sufrimientos sin objeto.

Un breve ejemplo puede sensibilizarnos a ciertos aspec-tos negativos de una transferencia genealógica precoz: setrata de un olvido que se manifiesta en la contratransferen-cia.

La familia de Audrey, niña autista de cuatro años, reto-ma su terapia familiar psicoanalítica tras una interrupciónpor vacaciones. La cura comenzó poco tiempo antes. Alreencontrar a la familia, digo a mi coterapeuta: «ya no

63

recuerdo nada de esta familia, es un completo agujero.Cuento contigo» y me siento culpable por eso...

Desde el comienzo de la sesión, la hermana mayor sepone a dibujar, o más bien a garabatear rabiosamente unahoja con la lapicera para borrar [effaceur] (ella no queríavenir), y el padre nos cuenta la siguiente aventura: durantelas vacaciones, estaban en familia en la playa. Repentina-mente Audrey desapareció. Pánico. El padre y la madresalen en su busca cada uno por un lado. La madre pide aalgunas personas que la ayuden a buscar a su hija y se leresponde: «¡No la conocemos, por lo tanto no podemosayudarla!», lo que la perturba. El padre nos dice: «En pri-mer lugar pensé que si Audrey había ido hacia el mar debióde ahogarse, por lo tanto, inútil buscarla en el agua». Reco-rre la playa y se siente invadido por una duda: «Hay tantasniñas trigueñas que no la voy a reconocer aun si está frentea mí». Entonces aparece un sentimiento muy angustiante:piensa que no tiene ningún recuerdo de su hija, ningunarepresentación y tiene miedo de pasar al lado sin verla. Esenloquecedor. Evidentemente la pequeña es encontrada.

Durante ese tiempo la hermana mayor hizo su dibujo, enla hoja donde, compulsivamente, utilizó la lapicera paraborrar: es un muy bonito barco en el mar, pero un granredondel blanco como un agujero ocupa su casco; pese a suinsistencia, el color no ha dejado huella en el lugar marca-do por la lapicera para borrar.

A partir de esta aventura y de esta sesión pudo comenzara decirse lo que probablemente ha constituido mi pensa-miento anticipador: la ausencia de inscripción de Audreyen la familia y en una filiación. En el borrado de misrecuerdos y mi olvido vino a expresarse el «agujero» ofre-cido como único lugar a Audrey de quien se nos dice que elembarazo y el nacimiento fueron «sin historia». Graciasprobablemente a la memoria de mi coterapeuta en quientuve confianza, algunos recuerdos de sesiones precedentespermitieron ligazones y una continuación del trabajo.

64

Estos fenómenos de anticipación contratransferencialesme parecen, en mi experiencia clínica, a menudo expresiónen un tiempo invertido de lo que, del pasado, no se pudodecir. El espacio del grupo de terapia familiar psicoanalíti-ca puede también ser el lugar de recepción de manifesta-ciones que he llamado los «objetos brutos». Se trata depalabras o de expresiones empleadas en forma repetitivapor los miembros del grupo familiar, que no encuentran nilugar ni sentido en la cadena asociativa grupal de la fami-lia. Esas palabras, esas expresiones, a veces cifras o sílabasrepetidas, pero también actos y comportamientos fuera desentido y fuera de lugar, salpican el discurso familiar, inte-rrumpiéndolo, perturbando su curso, permanentementevuelto a comenzar en el grupo, pero sin llegar a tener éxito(E. Granjon, 1995).

Estos objetos brutos golpean nuestra atención, viniendoa inscribirse tal cuales en nuestra escucha y nuestra memo-ria, repetitivos, acosan y sobrecargan nuestra atención y nopueden encontrar lugar en nuestra propia cadena asociati-va. Se trata de restos de una comunicación primitiva, direc-ta y sin interpretación del mensaje. Y es aceptando ser elreceptáculo de este tipo de comunicación primitiva que elterapeuta podrá constituirse como punto de anudamiento,luego porta palabra de la cadena asociativa grupal.

¿A quién se dirige, en la transferencia, este «mensaje»?¿Quién podría ser su traductor, su intérprete? ¿Qué Ances-tro podrá retomar la palabra, enunciar el discurso olvidado,perdido?

La recepción, la contención y la transcripción en otrodiscurso, el que autoriza la transferencia, de esos fragmen-tos dispersos e incongruentes, de esas huellas sin memoriay traumáticas de una historia impensable, constituyen loesencial del trabajo terapéutico que debemos hacer. Lugarde depósito de lo negativo transgeneracional, el espacio delneogrupo y las psiques de los terapeutas devienen lugar dememoria.

65

La construcción de algunos continentes de negativo esde orden grupal: muchos fantasmas habitan nuestros despa-chos y nuestros armarios están llenos de secretos, lo sabe-mos. Esas formas transitorias, esas formaciones grupalesvan temporariamente a permitir contener ciertos silencios,no dichos o elementos no mentalizables. Forma de innom-brable, velo delimitante del vacío, son construcciones gru-pales las que podrán devenir «objetos de relación» en elgrupo y encontrar lugar en una cadena de asociaciones y«objetos de transmisión» permitiendo que algo negativo setransmita en modalidades objetales.

Recuerdo una familia que consultó por trastornos delcomportamiento del más joven de los hijos, quien, desde laprimera sesión dice: «está sobre un taburete agitado». Estetaburete tomó la forma de pequeñas sillas, material de lahabitación, durante las sesiones, sirviendo en diferentessituaciones peligrosas, siempre perturbadoras e inadapta-das, que sobrecargaban el trabajo terapéutico y la psiquedel terapeuta. Luego un agujero, un silencio, un gran vacíodepresivo se instaló en el centro del grupo, del fondo delcual aparecieron algunos muertos anónimos y sin sepulturaque se fueron. Estos fantasmas me fueron ofrecidos asícomo algunos dibujos de ataúdes donde me pareció recono-cer, grabadas, mis iniciales. Pero nunca se supo quién,originalmente, reinaba sobre el «taburete».

Trabajo asociativo, escenario de representación

Luego, con todo el material transgeneracional deposita-do y recibido, y desde el lugar transferencial que ocupan,los terapeutas se verán llevados a hacer un trabajo de liga-zón, un tejido asociativo. Religar, asociar lo que es asídepositado, pese a la desligazón y la alienación en las quesomos capturados, permite acceder a un trabajo de figura-ción que da forma y cuerpo a lo negativo.

Son muchos los ejemplos que podría contar de esta pelo-ta que surcó el espacio y el tiempo de una terapia familiarpsicoanalítica, resurgente y provocadora, perturbadora, a

66

veces violenta, sin encontrar jamás lugar ni sentido. No erasino la manifestación de procesos primarios, la expresiónde irreductibles elementos negativos, el efecto de imposi-bles transformaciones. Pero para todos nosotros, esta pelo-ta devino la expresión externalizada, en el espacio del gru-po, de lo impensable. Entonces se pudo hablar de lo indeci-ble, se llamaba «la pelota».

Entonces y a ese precio, en la sucesión de las sesiones,el espacio-tiempo del grupo devendrá un escenario de re-presentación donde los cuerpos tienen su palabra que de-cir, los movimientos, desplazamientos, pero también loque es sentido por los terapeutas. La función del terapeutaes saber comprender y asociar este material, renunciandomomentáneamente a darle un sentido. El escenario del neo-grupo es un teatro, no lo olvidemos, donde se vuelve arepresentar lo genealógico. Es de este modo y aquí que va ainscribirse otra historia, diferente de aquella de la familia,aun cuando es ésta la que permite el acceso.

Espacio de elaboración

El grupo de terapia familiar psicoanalítica podrá final-mente devenir un espacio de elaboración, lugar donde se vaa decir, a escribir, otra historia, la de la terapia familiarpsicoanalítica, con sus secretos sobre sus orígenes y susmitos contenedores. Es claramente otra historia que se va aconstruir y no el develamiento de una parte oculta, olvidada,a veces para siempre perdida, de la historia de la familia.

El recorrido en la cadena asociativa del psicoanalista vaa permitir que advenga un sentido, gracias a los reencuen-tros de sus propios recuerdos enterrados, de sus emocionesocultas, de esa intimidad con su propia infancia y su histo-ria, con esas escenas a veces prohibidas de recuerdos queirrumpen y sirven de detectores de las prohibiciones y delos silencios transgeneracionales.

Ese trabajo del terapeuta que se ofrece para recibir ytransformar ciertas formaciones negativas, en la alianza

67

terapéutica del grupo y los vínculos de la transferencia,favorecerá la reorganización y la elaboración de lo quehabía quedado en suspenso.

Y, en esta nueva historia, podrá nacer un niño.

Transmisión y contratransferencia

Fundador del neogrupo, el terapeuta ofrece una filiaciónen una genealogía que es la nuestra, hecha en la alianza denuestros ancestros familiares y de nuestros apuntalamien-tos teóricos. Somos entonces, transferencialmente, aquelque restaura la filiación, que restablece el anclaje filiativo.

Esta primera transferencia se manifiesta por una grandependencia y una restauración del vínculo narcisista fami-liar. El anclaje transferencial llega por un tiempo a susti-tuir al desarraigo familiar y permite la construcción delaparato psíquico grupal del neogrupo.

Es desde este lugar de Ancestro fundador que tomare-mos la palabra. Hay quienes, lo sabemos, se ven a vecestentados por la omnipotencia que ese lugar nos propone.

Terminaré por algunos elementos que conciernen al tra-bajo específico en terapia familiar psicoanalítica que co-rresponde al análisis de lo que, de las formaciones, proce-sos y efectos de la transmisión psíquica transgeneracional,se pone en juego en el campo de la contratransferencia yque funda nuestro lugar de intérprete y nuestras interpreta-ciones.

Conclusión

Hemos insistido en la importancia para los terapeutas depoder tolerar silencios, sufrimientos, vacíos de pensamien-to, ausencia de sentido.

68

En el trabajo de recepción de elementos negativos, cier-tas zonas psíquicas del psicoanalista son puestas a disposi-ción y «utilizadas». Esta puesta a disposición demanda uncierto grado de borramiento de las defensas normales.

En ciertos momentos, efectivamente, el terapeuta es ellugar de una actividad psíquica particular. Experimenta,siente, sensaciones, imágenes, palabras que no parecen serlas suyas, sino las de otro y que en cierto modo él acapara,poniendo así a disposición su aparato psíquico para recibir,aceptar lo que se dice en él y no le pertenece. Imágenes,escenas, personajes, más o menos familiares irrumpen ennuestros pensamientos, se nos imponen, sin relación apa-rente con el desarrollo de la sesión. Esta intrusión nossorprende, pero en un baño emocional y una situación per-ceptiva aguzada que muestra claramente que no se trata deuna construcción mental ni de la emergencia de un sentidoposible, sino más bien del surgimiento en nosotros y enesta forma de algo que viene «de otra parte», o de lasprofundidades, y que se re-presenta ahí y se impone.

Esos momentos corresponden a un estado psíquico conlevantamiento de ciertas barreras defensivas, en particularlas que organizan nuestra contratransferencia en respuestaa la transferencia. Este estado implica una permeabilidadde nuestra psique, una pérdida de las referencias individua-les y de la membrana de paraexcitaciones que representa lateoría.

Escenas incongruentes, «recuerdos repentinos» más omenos olvidados, fragmentos de nuestra historia o de la denuestros ancestros, vuelven y se imponen, fuera del con-texto de lo que se dice en sesión. La historia indecible de lafamilia viene a decirse en la historia familiar del psicoana-lista. La genealogía de la familia a veces toma prestada lade los terapeutas.

¿Cómo se presta el psicoanalista a recibir este material?Probablemente aceptando revisitar su infancia, aceptandolos reencuentros con sus propios recuerdos enterrados, a

69

veces prohibidos, aceptando reverdecer en los archivos fa-miliares.

Poder dejarse tomar por tales pensamientos o imágenesfugaces, tolerar su intrusión, su efracción en nuestro sistemade pensamiento, su pasaje intempestivo, su incongruencia:es una de las dificultades pero también una de las necesida-des de nuestra función terapéutica. Todas esas escenas ser-virán de intermediarios y de detectores a las prohibiciones ya los silencios transgeneracionales de la familia.

Sólo un análisis riguroso de esos elementos contratrans-ferenciales nos autoriza a tomar la palabra entonces carga-da del sentido de ese trabajo. Y la teoría está ahí pararestaurar nuestra membrana paraexcitaciones y nuestra in-tegridad psíquica por un momento amenazada e invadidapor Visitantes Desconocidos.

Pero es preciso que tengamos algunos duelos en suspen-so, algunos secretos inconfesables, algunos silencios trans-generacionales, algunos fantasmas errantes, para realizareste trabajo imposible...

Bibliografía

Freud, S. (1914) Pour intro-duire le narcissisme.

Granjon, E. (1994) «L’élabo-ra t ion du temps généa-logique dans l’espace de lacure» en Le groupe familialen psychothérapie, RPPGNº 22.

Granjon, E. (1995) «Traces ete f fe t s de t r aumat i smespsych iques t r ansgénéra -t ionnels» en L’agressivi té

dans les groupes, RPPG, Nº24.

Granjon, E. (1997) «Figurationdu traumatisme» en L’objet,la figuration et le lien, actasde las XII journées du COR,Arles.

Kaës, R. (1993) Le groupe et lesujet du groupe, Dunod.

Ruffiot, A. (1981). La thérapiefamiliale psychanalytique,Dunod.

70

Resumen

La autora retoma algunas nociones teóricas que atañena la transmisión psíquica, el sufrimiento familiar, la indi-cación de terapia familiar psicoanalítica, para desarrollarmás particularmente algunas hipótesis acerca de los trau-matismos psíquicos antiguos o actuales, sus manifestacio-nes y sus efectos. Se aborda, a partir de la clínica, laposible transcripción de éstos en el espacio del tratamien-to en terapia familiar psicoanalítica y el trabajo específicode análisis de la contratransferencia.

Summary

The author takes into account some theoretical eventsthat concern psychic transmission, family suffering andfamily psychoanalytic therapy indication to develop somehypothesis in particular those effects and manifestations ofold and actual trauma.

Clinical approaching on their possible transcription dur-ing psychoanalytic family therapy and countertransferencespecific work is aborded.

Résumé

L’auteur reprend quelques not ions théor iquesconcernant la transmission psychique, la souffrance fami-liale, l’indication de thérapie familiale psychanalytique,pour développer plus particulièrement quelques hypothèsesconcernant les traumatismes psychiques anciens ou actuels,ses manifestations et ses effets. La reprise possile de ceuxci dans l’espace de la cure de thérapie familiale psych-analytique et le travail spécifique d’analyse du contretransfert sont abordés à partir de la clinique.

Sara L. de Moscona **

Construcción del dispositivoy nuevas inscripciones *

(*) Agradezco al Licenciado Ignacio Lewcowicz sus valiosos apor-tes.

(**) Miembro Titular y Vicepresidenta de la AAPPG. Socio Activo dela Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados(AEAPG) y coordinadora y docente del área de pareja y familia.Miembro Titular de APdeBA.Bacacay 3251 (1406) Buenos AiresTel.: 4612-9981 - email: [email protected]

Prácticas afectadas

Según la mitología griega, Eros es fruto de la unión delrecurso Poros, y de la pobreza Penía, por lo cual, lejos deser un dios omnipotente, se presenta como una fuerza per-petuamente insatisfecha e inquieta. Del mismo modo fun-cionan para nosotros, los psicoanalistas, las teorías quesupuestamente nos respaldan pero que no alcanzan a cu-brirnos; ellas poseen algo de Poros y algo de Penía.

Por un lado, nos proveen de los instrumentos conceptua-les para orientarnos en relación a los problemas que se vanpresentando en nuestro quehacer clínico cotidiano pero,por otra parte, son un intento siempre fallido de encarar loinabordable dado que la clínica desafía y horada las teoríasen juego.

Hoy no hay una teoría hegemónica. Se trata en cambiode poner a prueba conocimientos provisorios y situaciona-les que aspiran a plantear problemas, generar conjeturas einventar recursos novedosos. En última instancia, se tratade legitimar nuestras prácticas, resaltando la importanciade un desorden fecundo dada la pluralidad conceptual queexiste en el ámbito del psicoanálisis actual.

Una formación analítica debiera tener como eje esa di-versidad teórica y clínica, y aún así esto no será suficiente.

Sólo el psicoanálisis que preserve su capacidad de im-plicación logrará inscribirse productivamente en el conjun-to de prácticas. Esto no se consigue fácilmente. Se deberáperder la comodidad de lo instituido como saber renun-ciando a las suturas unificantes del pensamiento.

Al mismo tiempo, resulta imprescindible tener en consi-deración la dimensión ideológica como parte de la escuchaanalítica, lo que significa poner en cuestión la propia rela-ción del analista con sus principios, modelos, reglas, cos-tumbres, tradiciones, mitos y también con el sistema devalores imperantes en la cultura a la que pertenece.

74

En este sentido, la actitud freudiana hoy resulta paradig-mática. Si algo se resistía a ser entendido, Freud no lodesechaba, sino que iba a la búsqueda de otro método o deotras teorías que lo hiciesen más comprensible. Como nodisponía del cuerpo teórico del psicoanálisis por delante,debía descubrir sus contradicciones y limitaciones e inten-tar corregirse constantemente.

Por lo tanto, si hacemos honor a ese pasado, no sóloevocándolo, sino recuperándolo a los fines de asumir elpresente en calidad de protagonistas, poniendo a pruebaconocimientos provisorios y haciendo trabajar las teoríasfrente a la singularidad de los casos que las exceden, po-dríamos decir, parafraseando a Lacan, que «no renunciaría-mos a unir nuestro horizonte a la subjetividad de la época».

Además de los desafíos de la clínica, actualmente sonlos nuevos paradigmas científicos los que nos colocan anteencrucijadas teóricas. Por un lado, el ideal epistemológicoimpone la exigencia de un objeto formal y abstracto, unmétodo y una teoría que dé cuenta del campo a investigar.Pensamiento que para la ciencia epocal puede convertirseen una limitación y hasta en un obstáculo.

Por otro lado, nuevas posturas epistemológicas desdibu-jan las disciplinas y proponen un trabajo interdisciplinario.De modo tal que se las define, más que por el objeto, porlos problemas y las estrategias de intervención. En estecaso, se plantea la capacidad de poder identificar situacio-nes problemáticas y realizar intervenciones, cuya eficaciaserá evaluada con parámetros que están dictados por losefectos en el a posteriori.

Con esto quiero significar que, en lo que al psicoanálisisrespecta, el avance se produjo no tanto por definir loslímites de su acción sino por desafiar los límites de loanalizable, siendo que un límite no es sólo aquello ante locual algo se detiene, sino que puede considerarse tambiéncomo un borde a partir del cual algo comienza a desplegar-se.

75

Plantea G. Deleuze (1968) que sólo se piensa en el lími-te de lo no pensado y es así como se avanza hacia laconquista de nuevos territorios científicos.

Al aumentar el espectro de los límites de lo analizable ygracias a los pacientes que nos obligan a interrogar esosbordes, se abren nuevos campos para el psicoanálisis. Bor-des de las teorías, bordes de las prácticas.

Poder situar al psicoanálisis como una práctica institu-yente de subjetividad, reclama la posibilidad de teorizaracerca de las diversas prácticas en las que el analista estáimplicado, lo cual conduce a asumir el desfasaje entre elideal y la práctica y a transformar ese recorrido en expe-riencia. Atravesamientos que también ponen en juego elreconocimiento y el peso que poseen las dimensiones cien-tífico-ideológicas en el compromiso con nuestro quehacer.

Propongo como hipótesis considerar la variación de losdispositivos1 como variación en la producción de subjetivi-dad y no en el descubrimiento del objeto. No es ecléctica,sino que está reglada por la lectura a posteriori de losefectos.

Si el dispositivo es variable, si la lectura de sus efectoses a posteriori, nos hallamos ante una temporalidad que noes la del proceso sino la de los tramos.

1 A partir del origen etimológico, entiendo los diversos dispositivospsicoanalíticos («individual», de familia, de pareja, de análisis insti-tucional) como recursos o instrumentos que dispone el analista, enun marco estipulado por las reglas del contrato analítico, y quefavorecen la disponibilidad para propiciar condiciones de simboli-zación y subjetivación aptas para el despliegue de la situación analí-tica, situación esencialmente vincular, que aspira al abordaje de loinconciente.

76

Tramos y/o proceso

En un trabajo anterior sostuve que el dispositivo desple-gado en tramos de una trama, es una construcción conjuntaanalista-paciente; es el vínculo el que va haciendo aparecerlas diferentes figuras del dispositivo.

Pero a esta altura se hace necesario distinguir entre tra-mos y proceso.

Tramo es un recorrido que forma parte de una trama.Trayecto al que le sucederán otros en cada uno de loscuales es posible leer los efectos, porque cada tramo tienevalor de producción por sí mismo.

En la noción de proceso, en cambio, el tramo es unsegmento que forma parte de una recta que está configura-da como parte de una totalidad. En términos de proceso, setienen que integrar lógicamente momentos 1,2,3, etc.; locual exige la identidad continuada porque, por definición,proceso significa que todo varía menos una condición quees la que permite que todo varíe. El proceso va de comien-zo a fin aunque el fin está en la base.

Pensado en términos de tramos, ya no importa variar eldispositivo, lo que sí importa son las lecturas que se hagande esos tramos y los efectos que se produzcan en cada unode ellos.

Lectura desde los efectos pero no desde una invariante,por lo que es mucho más radical la idea de cambio si encada tramo tenemos que variar el instrumento para leer elcambio.

Para cada tramo corresponde una construcción del dis-positivo. Como es dable observar, las ideas de tramo-tramay construcción del dispositivo resultan así muy solidarias.Esto supone la idea de un inconciente que produce efectosy sentidos conmoviendo el orden de lo ya establecido.

77

A su vez, esto empalma en el paradigma de la compleji-dad, de la multiplicidad.

Se podrá argumentar que ésta es una situación caótica enel sentido de que, a la vez que cambia el fenómeno, cambiael instrumento para leer el fenómeno, por lo que ya notendremos nada fijo.

Si bien es cierto que estos posicionamientos nos dejanmás desamparados, con las prácticas se han ido afinandoalgunos instrumentos en el psicoanálisis de pareja, familia,grupos, etc. Herramientas éstas que resultaron útiles y ne-cesarias para la interpretación, el abordaje y la lectura deesos tramos. Lectura que, como ya dijimos, es cualitativa.Significa que el tramo no es una parte de un todo, ni unamedida ni el segmento de una recta, de modo tal que sepuede variar el dispositivo sin que el abordaje analíticopierda racionalidad dado que éste posee coherencia estraté-gica regulada por el principio del a posteriori.

El hecho de que los tramos no se puedan considerarcomo un todo, porque son otra cosa, conlleva consecuen-cias en la práctica. Por ejemplo, un sueño relatado en unasesión de psicoanálisis de pareja, no es lo mismo que dichosueño contado en una sesión de análisis personal.

La multiplicación de los dispositivos es simultáneamen-te la multiplicación de los instrumentos de lectura y de lascapacidades para interpretar cada tramo. Sin embargo,tanto la indicación de tratamiento como la responsabilidady el compromiso con el mismo, es competencia exclusivadel analista.

Acerca de la incertidumbre y de la indeterminación

La incertidumbre se define como desconocimiento delas determinaciones que el objeto posee; en cambio la inde-terminación, se podría entender como la naturaleza propiade lo que es.

78

En lo que concierne a las variaciones del dispositivo, esposible considerar dos vías.

Una de ellas es pensar que hay una incertidumbre esen-cial respecto del objeto; por lo que es posible variar eldispositivo para mejor conocer el objeto que siempre seescapa. Otra vía considera que los cambios se suscitanporque hay una indeterminación en el ser mismo de lasubjetividad, por lo que al variar los dispositivos se vanproduciendo otras vías de subjetivación.

Si, además de la incertidumbre, está la indeterminación,entonces cada dispositivo no sólo dará acceso al conoci-miento de zonas opacas o mudas imperceptibles desde laóptica de otro dispositivo, sino que determinará nuevasproducciones de subjetividad.

La dimensión de la indeterminación hace que la varia-ción de los dispositivos además de alumbrar zonas ocultas,produzca zonas inexistentes previamente.

A los fines de poder dar cuenta de estas conceptualiza-ciones, es necesario distinguir entre regla y ley, así comotambién entre diferencia y asimetría.

Acerca de la regla y la ley

Es Baudrillard (1998) quien diferencia el espacio de lohorizontal, como un lugar de producción de reglas, que esdiferente a la evidencia de la ley: «Lo que se opone a la leyno es en absoluto la ausencia de la ley, es la regla». «Laregla juega con un encadenamiento inmanente de signosmientras que la ley se juega en un encadenamiento tras-cendente de signos. La regla es ciclo y recurrencia mientrasque la ley es continuidad irreversible» (el resaltado mepertenece).

Ocurre muchas veces que la ley, en su intento de esta-blecer pautas generales que apunten a la universalidad,

79

termina siendo arbitraria y hasta inconsistente, ya que loconsensual tiende a la cosificación clasificatoria y estadís-tica; tornándose por esta vía desconocedora e indiferentede las singularidades y de las particularidades.

Otro de los autores, Wittgenstein (1988), analiza la com-plejidad y la consistencia de los diferentes tipos de reglas;concibe reglas de diversas categorías y obligatoriedades:

1) Constitutivas, de nivel taxativo e inmodificable.2) Procedimentales, de nivel histórico-contingente pero

estables y fuertemente establecidas.3) De evolución abierta, que dejan lugar para nuevas

combinaciones creativas.

El mismo Wittgenstein plantea que es fundamental en-tender las reglas como parte del «juego social», de la inte-racción, ya que no son abstracciones ni entelequias, niencadenamientos puramente formales. Surgen del compro-miso del propio grupo, que prioriza lo vincular.

En la misma línea, Needham (1990) refiere, a partir deConfucio, la convivencia de dos tipos de legalidades en lacultura del pueblo chino: «Fa», que es la ley trascendente yvertical y «Li», que reglamenta los usos y costumbres quesurgen como producto de los intercambios recíprocos.

Si el paciente, o la familia o una dada configuración através de uno de sus miembros, pide que se modifique o sesuplemente el dispositivo, entonces en gran parte es elvínculo analista-paciente, y no el saber del analista o suaudacia, lo que va haciendo aparecer las distintas figurasdel dispositivo.

Si así fuera, el dispositivo mismo es una producciónvincular.

En ese caso, no sería el analista, por más libre y creati-vamente que se desempeñe en su labor, el que crea eldispositivo sino que será el analista vinculado (lo que no

80

excluye que éste se encuentre exento de dogmatismos teó-ricos y/o de prejuicios).

«El encuadre posibilita la instalación de un dispositivoque va a ir constituyendo sujetos de análisis que nuncapodrán ser los mismos que aquellos que se constituyen enausencia del analista y por lo tanto en otros contextos»,(Puget, J., 2001). En consecuencia, la variación del dispo-sitivo se debe no sólo a que se analizan vínculos diferentessino a que los sujetos se entraman en composiciones vincu-lares diferentes.

Desde este punto de vista, el dispositivo es la produc-ción inmanente de reglas. Se construye en presencia depaciente y analista, lo que plantea una transferencia vincu-lar.

Este eje horizontal se suplementa y se retroalimenta enun circuito de intercambio recíproco con el eje vertical, elcual funciona sobre la producción trascendente de la ley.Esta trascendencia, en nuestro caso específico, nos refierea los principios éticos del psicoanálisis, lo cual no deberíaconfundirse con variabilidad táctica.

La horizontalización no suprime el eje vertical; mientrasque este último está marcado por leyes básicas y principioséticos, el eje horizontal lo suplementa sin sustituirlo. Estesuplemento agrega, altera, a la vez que inaugura un nuevolugar.

El dispositivo como un pensar el vínculo desde el vínculo

El objeto se construye con el otro, en un estado deprecariedad permanente, abriendo posibilidades de inter-vención sobre el vínculo complejizado en la clínica de lapresencia, en un estar-siendo-entre, que acontece cada vez.

Pensar el vínculo desde el vínculo es considerar que esla vincularidad lo que genera subjetividad y no el sujeto el

81

que se relaciona y hace vínculo con otro sujeto. Pensarseotro con otro, ésa es la cuestión.

Una subjetividad motorizada permanentemente por lasexigencias de la vincularidad.

Al incluirse como posibles herramientas una diversidadde dispositivos, se multiplican los movimientos. Se da laoportunidad de elaborar la imposible reducción de la pre-sencia del otro del vínculo a la representación que de eseotro se tiene.

A su vez, pensar desde el dispositivo no es pensar desdeel lugar desde donde ocurre el vínculo sino que es el mis-mo vínculo. Alude al estar-siendo-entre, que acontece cadavez, pero este cada vez entre pacientes y analista, es unpensar desde el dispositivo en un estar estableciendo lasreglas en cada tramo.

Tal vez parte del obstáculo para entender este abordajeconsiste en que, desde la tradición psicoanalítica, el analis-ta aparece como el que instituye las reglas del juego.

Habría un modelo, una subjetividad instituida de analis-ta, formado por las marcas instituyentes de su análisis per-sonal y/o vincular; la propia formación recibida por losmaestros, seminarios y cursos en grupos de pares. Aun así,en el mejor de los casos, si este modelo no se revisa, puedeser poco plástico para la construcción del dispositivo, yaque si todo está instituido en su perfil, el analista operasólo desde una legalidad trascendente.

No cabe duda de que hay múltiples leyes que el analistasostiene permanentemente, donde la abstinencia en todassus formas está en la base, pero esto no significa que eldispositivo sea una ley, pues llevaría a confundir los prin-cipios éticos del psicoanálisis con las reglas del dispositi-vo, con lo cual se suprime la capacidad de producir reglasque vayan variando el dispositivo; lo que atentará contra lacreatividad vincular que es esencialmente situacional.

82

En síntesis, sostengo que el dispositivo se construye enuna labor-con; en un trabajo en colaboración. Es el espaciode producción de la regla y no sólo una terceridad trascen-dente, por lo que no es fijo sino que puede variar en fun-ción de una regla inmanente. Un entre-dos que habilita laproducción de aperturas inéditas.

Sin embargo, se impone una aclaración: el devenir delanalista en inmanencia, no significa un «todo vale», comotampoco se trata de «autogestión». La clave de la valida-ción está en la lectura a posteriori de los efectos.

Acerca de la asimetría y de la diferencia

Todas estas ideas nos conducen a repensar el conceptode asimetría. Temática, si bien cara para el psicoanálisis,muy difícil de dilucidar, ya que en general tendemos a verasimetría allí donde hay diferencia.

Diferencia significa que no hay equivalencia entre ana-lista y paciente. En tanto que asimetría implicaría que deun lado hay más y del otro hay menos, lo que conduciríarápidamente a imaginarnos que el poder puede estar de unlado y la sumisión del otro, por lo que la ética del psicoaná-lisis consistiría en regular el poder que se posee.

Trabajos importantísimos, como «La dirección de la curay los principios de su poder» (J. Lacan, 1958), o textoscomo La violencia de la interpretación (P. Aulagnier,1975), dan cuenta de ello.

La transformación de alguno de estos trabajos en puntosde certeza cristalizó la evidencia de la asimetría, siendoésta encubridora de la diferencia.

El dispositivo, pensado desde la asimetría, es una dispo-sición del analista; es éste quien se dispone a... y, en elmejor de los casos, por su capacidad y sus dotes persona-les, será un analista creativo.

83

El dispositivo pensado desde la diferencia, es una cons-trucción con los pacientes y ya no tiene que ser libre por-que ya lo es, sino que tiene que «dejarse tomar» por laconfiguración vincular de que se trate, y allí se jugarán lasdiversas modalidades de la transferencia. En este caso es elvínculo con los pacientes lo que dispara la creatividad delconjunto.

No cabe duda de que hay muchas situaciones de asime-tría. También debe de haber muchos puntos de diferencia yuna tarea bastante importante es encontrar los caminospara discernir cuándo se trata de una y cuándo se trata deotra.

Plantea Puget (2001) que «La transferencia tradicional-mente transcurre en el espacio organizado por las diferen-cias sexuales, generacionales, fantasía, realidad, etc. Mien-tras que en el vínculo la transferencia emerge de la relacióncon otro producida por el efecto “otro” o sea el efecto deimposición.»

«Asimetría» marcaría un más y un menos; «diferencia»es heterogeneidad cualitativa. Según la diferencia que seva produciendo, va a aparecer la regla capaz depotenciarla y de realizar una producción novedosa, quetendrá que ver con cada situación, donde la regla consisteen construir la regla. Perspectiva ésta que trata de ampliarel campo de la responsabilidad de y por los vínculos, en undevenir otro con otros.

Pensar en términos de asimetría lleva, aunque no sequiera, a un planteo moral; pensar en términos de diferen-cia lleva a una ética.

Dispositivos vinculares, marcas instituyentes, praxis deuna ética

El psicoanálisis, en este sentido, podría considerarsecomo la praxis de una ética, donde la situación analítica

84

como experiencia, instituye marcas y puede constituirse enun espacio productor de subjetividad en la medida en quela vincularidad entre analista-paciente produzca un trabajode simbolización permanente sobre las diferencias y susefectos, donde la presencia del otro, en tanto alteridad,conlleve implícita la idea de un diferente-semejante, unprójimo-próximo, por lo que éste tiene de propio y deajeno.

Es una apuesta a la vincularidad y a la ligadura que, entanto complejidad estructurante, está en franca oposición ala desinvestidura.

Dice Berenstein (2001): «Lo vincular funda otra ética: laque se deriva de la consideración de lo ajeno del otro, laque desecha quererlo o aceptarlo por ser un semejante ypropone al sujeto la tarea de incluirlo o aceptarlo (diferentede amarlo), en tanto otro ajeno».

Ética que se opone a otra ética, que funciona con lasemejanza o la identidad en la base, donde el «somos todosiguales» no es más que la subsunción de lo otro en lomismo.2

2 Partiendo de la conceptualización de G. Deleuze (1968), se podríanremarcar dos modos o dos posibilidades de pensar la diferencia:–Un pensar la diferencia desde la semejanza, siendo esta última delorden de la identidad o por el contrario, –un pensar la semejanzadesde la diferencia. Esto significa que en vez de estar tomados por laidentidad como base, somos devenires, manifestaciones puntualesde singularidades.«Somos todos diferentes» en vez de «somos todos iguales», porende, no tenemos una idea fundamentada en la identidad del concep-to. Estar-siendo-entre que acontece cada vez, (ver pág. 5), es lo quellamaríamos repetición de la diferencia. Ese cada vez, es un entreque construye semejanzas a partir de las diferencias. Se trata de dosproposiciones de valor desigual e incompatibles.Respecto a pensar la semejanza desde la diferencia, dice Deleuze:«... que sea la diferencia en sí misma articulación y ligazón, querelacione lo diferente con lo diferente sin ninguna mediación de loidéntico a lo semejante, lo análogo o lo opuesto»... «Es preciso

85

El goce «civilizado» de la cultura del malestar hoy, es,según S. Colette (1996), el impulso hacia lo mismo, lahomogeneización, la unificación masiva de los modos devida y la fragmentación del lazo social. «Las grandes con-secuencias se ven en el lazo social global, en el régimen decompetencia feroz que preside las relaciones entre los se-res». La autora considera la vigencia de un «narcisismocínico», que no respeta ninguna forma, donde todas lasjugadas están permitidas.

Estas encrucijadas hacen que no podamos tener esperan-za de predecir el futuro del hombre, pero podemos influirsobre él. El sentido que cada sujeto imprime a su vida loresponsabiliza, pero también lo trasciende. Nosotros, suscompañeros de la humanidad, heredamos ese legado y a suvez adquirimos una deuda con las futuras generaciones.

«Heredar trasformando» para lograr mejores condicio-nes de vida, es una decisión ética que cada generación debeasumir. Legado freudiano que nos implica y que nos res-ponsabiliza como sujetos pertenecientes al universo y almomento histórico que nos toca vivir.

Herencia es la operación que realiza el heredero paradiferenciar lo que es patrimonio de lo que es lastre; lo quees obstáculo de lo que es recurso. Hay un trabajo de de-construcción, de creación de nuevos sentidos y no sólo unlegado.

Estas temáticas nos movilizan a seguir investigando acer-ca de cómo se construye el camino de la subjetivación.Cómo poder significar lo propio y a su vez reconocer laalteridad y lo ajeno sin desvalorizar, destruir o aniquilar, alsemejante en los distintos anudamientos que actualmentepueden coexistir como modos diferentes de producir lazosocial.

mostrar cómo la diferencia va difiriendo». «Teatro sin nada fijo, olaberinto sin hilo (Ariadna se ha colgado)».

86

Coincido con el pensamiento de Kovadloff (2001), cuan-do dice que: «La ética irrumpiría como un acto de vigiliaen favor de la preservación de la diferencia, entendida, nocomo un rasgo jerárquico entre uno y otro, sino como laconsideración del otro en el sentido de la estima solidariaque hace de uno alguien. El anonadamiento y la desestimadel otro en cambio, hace de uno nadie».

No hay ética que no sea tal respecto a la producción dediferencia simbólica. Este punto es válido para ambos ejes,horizontal y vertical. Pero, por otro lado, cada agrupamien-to y cada vínculo produce sus propias estipulaciones y susreglas inmanentes, situación por situación.

Podría decirse que la ética perteneciente al eje verticales prescriptiva, general y trascendente; mientras que laética de los vínculos que apoyan sobre el eje horizontal, essituacional.

Se trata de una ética del tiempo que rehabilita el futuro,pero que debemos empezar a demostrar en el aquí y ahora,tomando como ejes la implicación y la responsabilidad, silogramos sostener la angustia como señal en el yo sin apar-tarla ni disiparla y si no nos acomodamos fácilmente almalestar.

Pienso en una ética que propicia la vincularidad comovalor generador de marcas instituyentes y que a su vezsostiene la instalación de límites que garantizan la preser-vación de los espacios culturales, sociales y naturales, don-de el diferente es un semejante, en su dimensión de alteri-dad irreductible, donde el otro es un prójimo-próximo.

87

Bibliografía

Aguiar, E.; Moscona, S. (coord.)y otros (1997) «Intervencio-nes en la clínica vincular.Tramos para la trama». XIjornadas A.A.P.P.G. Actas.

Aulagnier, P. (1984) El apren-diz de historiador y el maes-tro brujo. Buenos Aires. Ed.Amorrortu, 1986.

(1975) La violencia de la in-terpre tac ión . Amorror tuEditores, 1977.

Baudrillard, J. (1998) De la se-ducción. Editorial Cátedra.Madrid, 1998.

Berenstein, I. (2000). El sujetoy el otro: de la ausencia a lapresencia. Editorial Paidós,2001.

Campagno, M; Lewcowicz, I.La historia sin objeto. Prác-ticas situaciones, singulari-dades. 1998.

Deleuze, G. (1968) Diferenciay repetición. Júcar Universi-dad. España, 1988.

Gaspari, R. (2001) «¿Cómo pen-sar la abstinencia desde unaperspectiva psicoanalíticavincular?». II Congreso Ar-gentino de psicoanálisis defamilia y pareja. Teoría yclínica de los vínculos. ForoTomo II.

Glasman, G. ; Palonsky, S. ;Spanier, S. (2000) «El Obje-to cuestionado». II Congre-so Argentino de Psicoanáli-

s is de Famil ia y Pareja.Foro, Tomo II, 2001.

Kovadloff, S. (2001) «Ética yconfianza». Conferencia So-ciedad Hebraica Argentina,12/1/2001.

Lacan, J. (1964) La dirección dela cura y los principios de supoder. Escritos II. Bs.As.,1987.

Lewcowicz, I. (2001) Comuni-cación personal.

Matus, S.; Rojas, M.C. (2000)«Clínica de las redes: Otraperspectiva en el psicoanáli-sis de los vínculos». FAPCV.III Jornadas Nacionales:Teoría y clínica vincular psi-coanalítica año 2000.

Mauer, S.; Moscona, S.; Res-nizki, S. (1995) «Encuadrede supervisión». XVII Sim-posio y Congreso Interno deAPdeBA. 1995.

Mauer, S.; Moscona, S.; Res-nizky, S. (2001) «Acerca de laética». XXIII Simposio y Con-greso Interno ApdeBA, 2001.

Morin, E. (1994) Epistemologíade la complejidad en nuevosparadigmas cultura y subje-tividad. Paidós 1994.

Moscona, S. «El trabajo inter-disciplinario». Panel AA-PPG: Dto de familia, 1999.

Moscona, S. «Vínculos que apo-yan en el eje de la paridad».Revista de Psicología y Psi-

88

coterapia de grupo, Vol.XXIV, Nro 1 (2001).

Moscona, S. «Construcción deldispositivo». II Congreso Ar-gentino de Psicoanálisis deFamilia y Pareja.

Needam, J. (1990) Ciencias ysociedad en oriente y occi-dente Bs. As. Alianza, 1990.

Puget, J. (2001) «Final de análi-sis enclave de diferencia»Mesa Redonda AAPPG, 2001.

Rajnerman, G. (2000) «¿Vicisi-tudes? del encuadre en la clí-nica vincular». Rev. AAPPG.Los ideales, entre modelo yobstáculo XXIII; 1, 2000.

Soler, C. (1996) La maldiciónsobre el sexo. Manantial, Bs.As. (2000)

Wittgenstein, L. (1988) Investi-gaciones Filosóficas . Ed.Crítica Barcelona, 1988.

Resumen

El dispositivo desplegado en tramos de una trama, esuna construcción conjunta analista-paciente. Un modo de«estar-siendo-entre que acontece cada vez».

Esto significa que no sólo pueden cambiar las distintasfiguras de los dispositivos (en simultaneidad y/o ensucesividad), sino también los instrumentos para leer di-cho cambio.

Variación que no es ecléctica, sino que está reglada porla lectura a posteriori de los efectos.

Para poder dar cuenta de esta compleja red de subjeti-vación y apuntalamiento, la autora intenta diferenciar:tramo y proceso, incertidumbre y determinación, regla in-manente y ley trascendente, así como también diferencia yasimetría.

Es una apuesta y un intento de pensar el vínculo desdeel vínculo.

La autora se refiere, por último, a los dispositivos vin-culares como productores de marcas instituyentes; lo rela-ciona a la ética del psicoanálisis; ética de la diferencia.

89

Summary

The setting displayed in sections of one net is an alto-gether construction analyst-patient. A way of «being be-tween that takes place each time». This signifies that noonly different persons can change from these settings (si-multaneously o successively) but also that the instrumentto read changes.

This variation is not eclectic, it is ruled by a posterioreffect’s reading.

To give notice of this complex not of subjectivation andsupport the author means to differentiate: woof process,uncertainty determination, immanent rules of transcendentlaw, also difference in asimetry.

It is a bet and an intention of thinking link from itself.

Lastly it refer to link settings as productors of institudingmarks. The author relates them to psychoanalysis ethics,ethics of the difference.

Résumé

Le dispositif déployé dans les parcours d’une trame estune construction d’ensemble entre analyste et patient. Unefaçon d’«être-en étant-entre qui a lieu à chaque fois».

Ce qui signifie que non seulement les différentes figuresdes dispositifs peuvent changer (simultanément ou success-ivement), mais encore les instruments qui permettentd’appréhender ces changements.

Une variation non éclectique, mais plutôt régie par lalecture en après-coup des effets.

Pour pouvoir rendre compte de ce croisement complexede subject ivat ion et d’étayage, l ’auteur essaie dedifférencier: trajet de processus, incertitude de déter-

90

mination, règle immanente de loi transcendante, ainsi quedifférence d’asymétrie.

C’est un pari, et une tentative de penser le lien à partirdu lien lui-même.

L’auteur fait allusion, finalement, aux dispositifs desliens en tant que producteurs de marques instituantes: ellelie cela à l’éthique de la psychanalyse, éthique de ladifférence.

Dinámica vincular:territorios creados

en el juego

Denise Najmanovich *

(*) Doctora por la Pontificia Universidad Católica de San Pablo, Bra-sil. Profesora Titular de Epistemología de las Ciencias Sociales,Universidad CAECE, Argentina. Vicepresidenta de FUNDARED(Fundación para la Promoción de las Redes Sociales).E-mail: [email protected] - Tel.: 4771-2676 y 4778-7715.

«Pero el hecho de ser dos, todo lo cam-bia. Y no es que la tarea se vuelva dosveces más fácil, no: de imposible se vuel-ve posible».

René Daumal, El monte análogo

Los vínculos existen sólo cuando pueden no existir

Esta presentación puede parecer paradójica, y justamen-te por eso la considero un buen punto de partida, en lamedida en que he elegido seguir los sabios consejos deBachelard e ir por donde la razón gusta de estar en peligro.

Las relaciones que tenemos como necesarias, esenciales,obligatorias e irrevocables no pertenecen a lo vincular,sino que se inscriben dentro de lo identitario1. Al haceresta aclaración, ya estoy adelantando el punto de vistadesde el cual quisiera que nos ubiquemos para poder pen-sar los vínculos con una óptica distinta a la que se haprivilegiado en Occidente desde la antigüedad. Entidades yrelaciones fueron pensadas como totalmente definidas, de-terminadas, absolutas y eternas desde los lejanos tiemposde Platón hasta los más cercanos del Positivismo Lógico odel Estructuralismo. Sin embargo, en las últimas décadasotros paradigmas, otras perspectivas conceptuales han co-menzado a crear la posibilidad de pensar de una maneradiferente.

El modo clásico de abordar la cuestión nos constriñe aun mundo abstracto, a relaciones fijas, a entidades cerra-das, completamente determinadas y definidas, y a leyeseternas e inmutables. Múltiples perspectivas contemporá-

1 Es importante destacar que un pensamiento rigurosamente identitarioresulta completamente estéril y se detiene en la afirmación de launidad, concebida como eterna, inmóvil e indivisible. Parménidesha sido el pensador que más cerca estuvo de esta postura, pero nisiquiera él logró construir una filosofía completamente pura e incon-taminada.

94

neas han aceptado el desafío de pensar de otra forma, deabordar la complejidad, de dar cuenta de la diversidad y elcambio. En las últimas décadas ha surgido con fuerza unmodo de pensar que nos permite salir del mundo platónico,del «Topos Uranos» poblado de arquetipos eternos e ideaspuras: el enfoque de la complejidad.2 Se trata de encarar unpensamiento capaz de dar cuenta de la dinámica, es decir,una mirada que incluya al tiempo como variable interna,como expresión del cambio y la transformación. En estaconcepción los vínculos no son conexiones entre entidades(objetos o sujetos) preexistentes, ni estructuras fijas e in-dependientes, sino que los vínculos emergen simultánea-mente con aquello que enlazan en una dinámica de autoor-ganización. Se trata entonces de pasar de un único mundocompuesto por elementos y relaciones fijadas por las leyesde la lógica clásica a «multimundos» donde «unidades he-terogéneas» y vínculos3 no tienen un sentido unívoco, noestán completamente determinados, no existen indepen-dientemente sino que emergen y co-evolucionan en unadinámica creativa: el juego de la vida.

Antes de proseguir nuestro itinerario es imprescindiblehacer una advertencia: la manera en que usamos el lengua-je habitualmente trae embebida la perspectiva conceptualidentitaria y tanto las corrientes del positivismo lógicocomo las estructuralistas han contribuido a consolidar estaposición. Por lo tanto, tendremos que extremar las precau-

2 Utilizo la expresión «enfoque de la complejidad» para nombrar a unconjunto heterogéneo de teorías y programas de investigación quehan aceptado el desafío de pensar en una dinámica que no es undespliegue de lo mismo, un mero desplazamiento regido por leyescausales eternas, sino una transformación emergente en un procesono totalmente determinado, abierto al azar y a la creación de nove-dad.

3 Utilizo la denominación de «unidad heterogénea» para aquellas or-ganizaciones complejas que se forman en una dinámica al mismotiempo que participan en ella, más adelante trataré en detalle lacuestión. Tomé la idea de Edgar Morin pero cambiando su «UnidadMúltiple» por «Unidad Heterogénea» para destacar más aún la para-doja implícita en su concepción.

95

ciones en nuestra presentación, dado que no tenemos otroinstrumento que el propio lenguaje para hacerla. Se trataentonces de generar un territorio capaz de rebasar sus pro-pios límites para dar cuenta de otras posibilidades concep-tuales. Seguiré para ello los sabios consejos de Jorge LuisBorges cuando nos dijo que «la literatura es un juego deconvenciones tácitas. Violarlas parcial o totalmente es unade las numerosas alegrías (una de las numerosas obliga-ciones), cuyos límites se desconocen».4 La tarea es tanardua como deliciosa, y en este camino nos encontraremosmuchas veces con encantadoras criaturas que ya formanparte del paisaje vital contemporáneo, a pesar de ser total-mente indigestas para la lógica identitaria. Términos para-dójicos como «Realidad Virtual», «Estructuras Disipati-vas», «Unidades Heterogéneas», «Sujeto Encarnado»,«Cuerpo Colectivo», «Caos Determinista» y «Sistemas Au-toorganizados» van impregnando el imaginario social deotras posibilidades y nos desafían a abrir el campo delpensamiento hacia nuevas dimensiones.

La perspectiva desde la que propongo pensar los víncu-los será entonces aquella que nos lleve a desachatar elmundo monológico5 signado por la pretensión identitaria.No se trata de un pensamiento «alternativo» o de una «vi-sión complementaria» a la de la lógica clásica, sino másbien de insuflar sentido, de ir más allá, de abrir una com-puerta evolutiva que nos permita pensar multidimensional-mente.

La lógica clásica nos provee de un sistema para garanti-zar la transmisión de la verdad a través del razonamientodeductivo. Sin embargo, sus presupuestos distan mucho deser tan «evidentes» como sus creadores y divulgadores han

4 Citado por Dupuy, J. P. en «En torno a la autodeconstrucción de lasconvenciones» en El Ojo del Observador, Watzlawick, P. y Krieg,P. (comp.), Gedisa, Barcelona, 1994.

5 Entendiendo monológico en el doble sentido de una sola lógica (lalógica clásica o lógica identitaria) y como una incapacidad constitu-cional para el diálogo.

96

sostenido y perseveran en afirmar, a pesar de las múltiplesfisuras que el sistema ha mostrado, especialmente en loque respecta a la concepción del lenguaje sobre la que seha construido. El universo de las «leyes lógicas» nos pre-senta un mundo plano en el que se privilegia la preguntapor la verdad dando por supuesta la univocidad y plenituddel significado, es decir, suponiendo que es posible cuadri-cular la experiencia humana del mundo en compartimentosestancos completamente definidos e independientes unosde otros. Los desarrollos contemporáneos nos llevan haciaotros paisajes, mucho más ricos y complejos, en los que lapregunta por el sentido precede a la pregunta por la ver-dad, y en los que la polisemia ha adquirido carta de ciuda-danía en una filosofía del lenguaje que se aleja velozmentede la pretensión de «claridad y distinción» y de la búsquedade estructuras y leyes eternas y abstractas, para reconocerque el juego lingüístico pertenece al ámbito más amplio delas interacciones humanas en la corriente de la vida. Parti-cularmente importantes son las líneas de investigación quese abrieron a partir de los trabajos de Wittgenstein sobrelos «Juegos del lenguaje»: los trabajos de Rosh en teoría dela categorización y los de Lakoff y Johnson en lingüística yfilosofía del lenguaje.

El mundo humano está embebido en el lenguaje: nuestraforma de vincularnos con el mundo y de producir conoci-miento es fundamentalmente lingüística, aunque desde lue-go no es la única forma de interacción ni una vía exclusivao separada de otros vínculos con el mundo. Lejos de laspretensiones estructuralistas6 y de los supuestos de positi-vismo lógico, muchas perspectivas contemporáneas estánprivilegiando la pregunta por la producción de sentidodesde una concepción multidimensional de la experiencia

6 Pretensiones que muy injustamente le atribuyen a Saussure muchomás –y también mucho menos– de lo que este autor ha afirmado. Laafirmación saussureana del lenguaje como sistema, no implica nece-sariamente la creencia en una estructura a priori y eterna, estaafirmación corre por cuenta de ciertas interpretaciones estructuralis-tas que han achatado el riquísimo pensamiento de este autor.

97

humana del mundo. Por ese motivo he considerado queresultará sumamente productivo acercarnos a la problemá-tica de los vínculos considerando simultáneamente tantola dimensión lingüística del problema como la dimensióninteractiva más general. En esta búsqueda, las paradojas,lejos de presentarse como ofuscaciones del pensamiento,nos darán un horizonte de sentido diferente: nos mostraránlos límites insalvables de la lógica clásica y nos permitiránlanzarnos a otros mundos posibles. Lo que desde el puntode vista tradicional es una barrera infranqueable, un calle-jón sin salida o un círculo vicioso, habrá de convertirse enuna oportunidad para ampliar el paisaje cognitivo y el cam-po experiencial. Tomando las sabias palabras de Heinz vonFoerster, podemos utilizar las paradojas «como dispositi-vos creativos o círculos virtuosos» (von Foerster, 1991).Seguiré el camino iniciado con los aportes de Castoriadisque cuestionan el privilegio de la lógica conjuntista identi-taria, los desarrollos en lógicas borrosas, el enfoque deMorin sobre el pensamiento complejo y la dinámica orga-nizacional, las contribuciones de Atlan, Maturana y Varelasobre la autoorganización.

Aquello que la lógica identitaria asume como principios–Identidad, No Contradicción y Tercero Excluido– estable-cen lo que es posible para esa forma de pensar7 y tambiéndefinen aquello que queda excluido de su campo: todo loque sea borroso, indeterminado, vago, confuso, fluido, múl-tiple, irregular, cambiante, vincular, azaroso, híbrido, am-biguo, poroso, permeable. La lógica clásica (identitaria o«conjuntista identitaria» como gusta llamarla Castoriadis)es una forma de pensar que se basa en la exclusión de ladiferencia, en la afirmación del ser como absolutamentedeterminado, en la excomunión del tiempo y en el estable-cimiento de límites infranqueables. Las paradojas nosmuestran los bordes inexpugnables de la lógica clásica, lo

7 No para el pensar en general, sino para esa peculiar instancia delpensamiento: la de la racionalidad clásica, que petulantemente se haconcebido a sí misma como la única forma correcta de pensar, rele-gando a todas las demás a la categoría de irracionales.

98

que podemos lograr con ella, y lo que está fuera de susposibilidades. Es por ello que un pensamiento que se hasupuesto a sí mismo como absoluto y total, como universaly eterno, ha luchado por desalojar esos seres molestos delmundo del conocimiento. Por suerte el intento ha sido vano,porque su expulsión hubiera significado el aniquilamientodel pensamiento mismo: la pureza por definición es estéril.

Más allá de la inmaculada concepción

«Alcanzamos significado mediante nues-tros vínculos».

Connie Palmen, La amistad

Para poder abrirse a un pensamiento que haga lugar a losvínculos –entendidos en el sentido dinámico y no comorelaciones prefijadas–, a la diversidad8 y a la transforma-ción, es imprescindible un cambio de mirada cuyo puntocrucial es el abandono de la perspectiva instaurada por lalógica clásica y la «Filosofía de la Escisión». Es preciso«poner las paradojas en movimiento para que puedan apa-recer nuevos planos de realidad, nuevos mundos posiblespara explorar y enriquecernos» (Najmanovich, D., 2001a).

Comenzaremos esta tarea llamando la atención sobre elhecho de que uno de los primeros frutos de la reflexión9

identitaria llevó al surgimiento de la forma de pensar dico-tómica. La filosa lógica Parmenidea, al mismo tiempo queafirmaba sólo la existencia del «ser», no pudo dejar de

8 En el mundo de la pureza, la diversidad no tiene lugar. Sólo seadmite una multiplicidad combinatoria, es decir, una apariencia dediversidad reductible a la unidad.

9 La reflexión es justamente un procedimiento imposible si se cumplea rajatabla los requisitos de la lógica identitaria. No hay forma,desde sus presupuestos, de producir un bucle de auto-referencia, unproceso necesariamente reflexivo, porque ésta es la forma en que seengendran las paradojas. Reflexionar implica salirse del ser, aceptarsu apertura, su no-completud, su variabilidad.

99

mencionar al «no-ser». Aunque sólo lo nombrara para ne-garlo, le dio consistencia y lugar en su propio discurso.Como esto resultaba intolerable, la operación fue acompa-ñada de otra que escindió al universo en «apariencia yrealidad» iniciando un proceso infinito de producción dedivisiones binarias. Episteme y doxa, unidad y multiplici-dad, cambio y estabilidad, continuo y discontinuo, finito einfinito, sensible e inteligible, forma y materia, acto y po-tencia, cuerpo y mente, sujeto y objeto, son algunas de lasdicotomías que han brotado a partir de la simiente queplantó Parménides y que sus discípulos hicieron germinaren los campos del pensamiento Occidental dando lugar latradición que denominamos «Filosofía de la Escisión».

Sólo podremos salir del jardín de las bifurcacionesdicotómicas si somos capaces de atravesar la compuerta dela paradoja que originó este paisaje: la afirmación parme-nidea del «ser» como único e indivisible, es decir, no es-cindido. Esta unidad original sin fisuras (en griego, áto-mo, es decir, indivisible) es la condición de posibilidad dela infinidad de bifurcaciones, rupturas y desgarramientosque ha caracterizado a la filosofía occidental.

Si, en lugar de partir de una entidad concebida comounidad pura, indivisible e impenetrable, ladrillo básico deuna única realidad (concebida como LA REALIDAD), ini-ciamos nuestro camino desde una no-dualidad fundante,podremos construir una perspectiva que, en lugar de eludirlas paradojas achatando el espacio del pensamiento, nospermita hacernos cargo del desafío que nos plantean y dar-nos la oportunidad de salir del círculo vicioso de las oposi-ciones dicotómicas, creando un círculo virtuoso merced auna dinámica creativa.

Desde la perspectiva del pensamiento identitario, todaentidad es eterna, está absolutamente determinada y puedeser definida unívocamente. Esto es válido tanto para loselementos físicos, como para las palabras o los conceptos.El pensamiento no dualista, en cambio, está fuertementeenraizado en el tiempo entendido como creación, como

100

producción de diferencias, como transformación, como de-venir. De esta manera, subvertimos radicalmente nuestraforma usual de pensar y de hablar, basada en un lenguaje ypensamiento de «objetos» (sustantivos) dotados de existen-cia propia e independiente, para pasar a un juego lingüísti-co centrado en la acción, en los verbos, es decir, regido poruna perspectiva dinámica de transformación e intercambio.Si llevamos estas nociones al campo de las relaciones hu-manas podemos decir que el «sujeto» no «es» sino que«adviene» y «deviene» en y por los intercambios socialesen los que participa y en cuyo ambiente está embebido.Esto nos lleva a una concepción completamente distinta ala Moderna respecto del hombre. Es más, si somos conse-cuentes, implica la necesidad de dejar atrás el «Sujeto» ycomenzar a pensar en términos de producción de subjetivi-dad en una dinámica vincular,10 ya que no nacemos «suje-tos», llegamos a serlo a partir de juegos sociales específi-cos.11 Desde esta mirada, la sociedad tampoco es una co-lección de sujetos-individuos, ni la realización de una es-tructura preestablecida, sino un producto particular de lainteracción sostenida de seres humanos que genera confi-guraciones relacionales dotadas de una estabilidad relati-va12 y que varían en el tiempo, dando lugar a una historiaque no está prefigurada ni tiene un destino marcado. Lasociedad emerge en un momento dado por un proceso deauto-organización y en el mismo proceso se gesta el suje-to. No hay sujeto previo ni independiente de la sociedad,no hay sociedad anterior a la interacción. Toda emergencia

10 Nótese que vamos deslizándonos hacia la utilización de «dinámicavincular» en lugar de «vínculos» para resaltar la diferencia con lanoción atomista o estructuralista de relaciones fijas, abstractas y apriori.

11 Juegos que se han dado en la modernidad a partir de la vida urbana,el desarrollo del capitalismo y la organización social propia de lasdemocracias modernas.

12 No se trata aquí de una sociedad abstracta, sino de las que losdistintos colectivos humanos crean a partir de las formas peculiaresde interacción entre sí y con su medio ambiente, sociedades particu-lares que no pueden subsumirse en ningún arquetipo único (ni es-tructural ni de ninguna otra clase).

101

es siempre una co-emergencia: no hay dicotomía sino no-dualidad. No todo colectivo o conjunto humano es unasociedad, sólo tiene sentido hablar de sociedad cuando seha dado una cierta configuración, se han establecido lazosdotados de una cierta consistencia y estabilidad, se hagenerado un modo común de producción de sentido, dentrode una dinámica que tiende a generar una distinción entreun adentro y un afuera que se mantiene en y a partir de lasinteracciones. Es por eso que es posible considerar que lassociedades surgen por un proceso de autoorganización: nohay líneas causales, no hay fuerzas externas que gobiernenel proceso, sino una dinámica que genera una configura-ción nueva. Sólo cuando emerge la sociedad como sistemaautoorganizado, tiene sentido hablar de «partes» o «ele-mentos» –en este caso, sujetos.

Si prestamos atención a la narración anterior, podemosver un peculiar devenir temporal en forma de bucle: lasociedad crea los sujetos que crean a la sociedad que loshace ser tales. Esta dinámica es característica de todos losprocesos de auto-organización. Al nacer una organización,se generan bordes y límites, se establecen diferencias entreun adentro y un afuera, se diferencia lo propio de lo ajeno.Pero es por y a través de la dinámica que las cosas existencomo tales: los límites no son absolutos, las propiedadesno son esenciales, los destinos no son eternos; los sistemasautoorganizados nacen y viven en los intercambios, no exis-ten antes o independientemente de los movimientos que lesdan origen.

Entender la dinámica de la autoorganización, implicadar cuenta de lo que Francisco Varela llamó «Circularidadescreativas», es decir, del hecho de que pensar los orígeneses adentrarse en el terreno de las paradojas y dejar atrás elterritorio conocido. Los mapas conceptuales de la filosofíade la escisión ya no resultan útiles. Necesitamos nuevascartografías, y sobre todo, nuevas formas de cartografiar:debemos buscar otros instrumentos conceptuales y crearnuevas herramientas que nos permitan movernos sobre te-rrenos en movimiento.

102

Cartografiando territorios fluidos

«Diversas aguas fluyen para los que sebañan en los mismos ríos,Y también las almas se evaporan en lasaguas».

Heráclito

Para comprender la dinámica vincular autoorganizadora,es preciso repensar el concepto de límite que había sidoestablecido por el pensamiento heredado según oposicio-nes insalvables entre términos completamente puros en símismos y radicalmente independientes: lo propio y lo aje-no, el Yo y el Otro, adentro y afuera. Desde la miradadicotómica, el límite separa drásticamente un exterior y uninterior, no hay comunicación entre una entidad y el medioque la circunda. A estos límites insalvables he de llamarlos«límites-limitantes» y son los únicos que legítimamentepueden entrar en los mapas cognitivos forjados por la pers-pectiva identitaria. Sin embargo, sabemos bien que no sonla única clase de límites que somos capaces de concebir yvivenciar: las fronteras entre países son transitables, lamembrana celular es permeable, la piel es porosa, el len-guaje no es unívoco. En todos estos casos, el adentro y elafuera se definen y se sostienen a partir de una dinámicade intercambios. Ya no estamos hablando de barreras insu-perables, sino de la conformación de una «unidad heterogé-nea» como una célula, un organismo, un imaginario social,que es siempre una «organización compleja», producida enuna dinámica, que va formando límites que llamaré «lími-tes fundantes». Estos límites no son fijos, ni rígidos, nopertenecen al universo de lo claro y distinto: son interfacesmediadoras, sistemas de intercambio y en intercambio, secaracterizan por una permeabilidad diferencial que esta-blece una alta interconexión entre un adentro y un afueraque surge y se mantiene –o transforma– en la dinámicavincular.

La unidad compleja que nace en y por la dinámica deinteracciones no es una unidad en el sentido admitido por

103

el pensamiento identitario, que sólo acepta la homogenei-dad, sino que se caracteriza justamente por su heterogenei-dad, por su carácter híbrido, no-dual, paradójico. Estasunidades13 u organizaciones complejas, como hemos men-cionado, surgen en la dinámica de relaciones y su organiza-ción se mantiene y evoluciona «a través de múltiples liga-duras con el medio, del que se nutren y al que modifican,caracterizándose por poseer una autonomía relativa» (Naj-manovich, D., 2001a). De esta manera, lo propio no estáescindido de lo ajeno, por el contrario, están en mutuarelación en múltiples dimensiones: no hay independenciaabsoluta, no hay escisión radical, sino autoorganización desistemas complejos en sus ambientes con y en los quecoevolucionan. La unidad compleja logra su autonomía enla multiplicidad de los vínculos. Estamos ya muy lejos depensar en una independencia o autarquía; la autonomíarefiere sólo a la emergencia de una organización diferen-ciada que no puede explicarse a partir de las leyes de otronivel14 pero tampoco prescindiendo de ellas.

Como podemos ver, esta forma de pensar destaca ladinámica vincular como la fuente de donde manan tantolos elementos como las relaciones de una unidad compleja,que emerge en la propia dinámica. Ni los elementos, ni lasrelaciones, ni la unidad existen antes o independientemen-te de la dinámica que los ha parido. No hay un «a priori»,un «modelo ideal» un «arquetipo» o una «estructura». Loque encontramos son configuraciones vinculares, que porcierto no son tampoco tales por sí mismas, ni para símismas, ni en sí mismas, sino que se forman a partir de

13 El mantenimiento del término «unidad» se relaciona con una dinámi-ca autoorganizadora caracterizada por su «circularidad virtuosa»que produce una organización diferenciada de su entorno aunquesiempre altamente ligada a él.

14 Si pensamos en el «Sujeto Complejo» –es decir una subjetividad a lavez encarnada y socializada, biológica y simbólica, imaginaria yafectiva–, podemos decir que no puede ser explicado ni por las leyesmás básicas –como la física o la química– ni más amplias, como lasociología o la lingüística.

104

nuestra interacción, de nuestra forma de relacionarnoscon el mundo y de producir sentido.

Pensamos esas configuraciones a partir de nuestras vi-vencias expresadas en el lenguaje y es por ello que, paracomprender a fondo esta dinámica de producción de cono-cimiento, debemos ligar las concepciones lingüísticas y losmodos de producción de sentido humano de una maneramultidimensional, que nos permita «desachatar» el mundoplano de las dicotomías. El pensamiento complejo consti-tuye no sólo una nueva forma de abordaje, sino que nosbrinda ante todo una forma diferente de interrogación. Losdesafíos de la contemporaneidad, más que dar nuevas res-puestas, nos platean más bien el reto de generar un campoproblemático diferente.

Al partir de una afirmación de una perspectiva no-dualista, enraizada en una concepción dinámica, se haceimprescindible re-pensar el Sujeto para poder verlo a lavez como producto y productor de socialidad, como nodode un campo rico de interacciones, como agente de cambioy campo de afectaciones de las transformaciones, en lasque co-labora y co-evoluciona. Es más, si somos conse-cuentes con esta perspectiva, debemos buscar otras formaslingüísticas –y por lo tanto otros juegos lingüísticos– para«traer al mundo» estas nuevas perspectivas. Necesitamospensar más bien en una producción de subjetividadenraizada en la historia y el cuerpo, atravesada por la so-ciedad y el medioambiente cultural y natural. Un «Sujeto»,entendido como algún tipo de «Estructura psíquica» defini-da a priori no tiene cabida en el pensamiento complejo másque como una noción achatada, rigidificada y empobrecidadebido al sometimiento a un esquema teórico. Si los sereshumanos estamos en la historia, entonces no podemos ins-cribirnos en un sistema de leyes eternas, sino que debemosemprender una búsqueda de sentido abierta, tanto a nuestrodevenir como al de las configuraciones vinculares en lasque estamos embebidos, que nos conforman y a las quedamos forma. Debemos para ello salir del «carozoidentitario» que encapsula al sujeto en una forma prefijada

105

y única, se llame Edipo, Estructura Psíquica, o de cualquierotra manera. El hecho de negar la existencia de una únicahistoria o de una estructura invariante no nos condena alabismo del sinsentido. Muy por el contrario, nos da la opor-tunidad de dar cuenta de una vivencia mucho más rica ymultifacética, de construir experiencia a partir de una diver-sidad de enfoques y puntos de vista. Abandonar el «esquemaformal heredado» no implica dejar de pensar las formas,sino que nos reta justamente a ello, en la medida en quepensar es «cambiar de ideas» (Palmen, C., 1996). No se tratade abonar la idea de una subjetividad amorfa, sino de salirdel chaleco de fuerza de una subjetividad congelada yachatada. Pensar en términos de una dinámica vincular, nosposibilita el darnos cuenta de que devenimos sujetos entra-mados en múltiples configuraciones, que tienen una estabili-dad relativa, y es a partir de ellas que tiene sentido pensar elespacio de posibilidades de transformación, que ya no seráabstracto, sino que estará ligado a la historia particular deinteracciones. Es más, no devenimos sujetos de una vez ypara siempre, sino que estaremos deviniendo mientras este-mos abiertos a los intercambios. Los seres humanos no vivi-mos en el espacio de los mitos clásicos, ni en las coordena-das de los esquemas estructurales, sino en tribus, en ungrupo social determinado, instituciones sociales, en un con-texto específico, en un momento histórico atravesado porimaginarios que le son propios y respecto de los cualeshabrá de darse el espacio de posibilidad para la producciónde subjetividad. Es fundamental darse cuenta de que, desdeuna perspectiva vincular, la dicotomía sujeto-objeto se di-suelve para dar paso a un bucle de co-producción de subjeti-vidad y mundos humanos: no sólo no entramos en un mismorío dos veces, como bien lo dijo Heráclito: también las al-mas se disuelven en las aguas. En la contemporaneidad,junto al «Mito de la Objetividad» está cayendo también el«Mito de la Subjetividad». Aunque tanto hoy como ayer, noscueste mucho más renunciar al segundo que al primero.15

15 No en vano la continuación de la cita de Heráclito sobre la disolu-ción de las almas ha tenido mucha menos difusión que la que refierea la variabilidad del río.

106

Cuando salimos de este hechizo dualista, nos enfrentamosal vértigo de la complejidad, a la perplejidad que nos gene-ran las paradojas, y el largo adiestramiento en el pensa-miento dicotómico nos hace creer que, si el conocimientono es total y absoluto, vamos a caer en el abismo delsinsentido. Es hora entonces de que aceptemos que, comobien ha afirmado Barnett Pearce, «no se puede cambiar deparadigma sin atravesar un terremoto», y al mismo tiempo,debemos aceptar con Kuhn que «no se deja un paradigmapara saltar al abismo». Estamos pues en una encrucijada,debemos hacer lo imposible. Y esto se logra en el propiohacer, dejando atrás como lastre el pensamiento heredado yarriesgándonos a las dificultades de explorar una «terraincógnita». En estos nuevos paisajes podremos ir ponién-donos en contacto con una subjetividad caleidoscópica quese produce en una red compleja de interacciones, una redmultidimensional (corporal, lingüística, imaginaria, afecti-va, emocional, cognitiva, estética, ética, motriz, etc.) de unser humano con su entorno, particularmente con otras per-sonas, en una sociedad que ha tejido una trama vincularespecífica. Esta emergencia no es el resultado directo deuna causa, sino el producto de múltiples interacciones,que constituyen su condición de posibilidad, pero no ladeterminan linealmente. Es por ello que no podemos dar«explicaciones exhaustivas», ni construir una teoría delsujeto, pero sí podemos producir sentidos, crear orden,concebir itinerarios, crear nuevas figuraciones.

Adoptar una concepción dinámica, y por lo tanto emer-gentista, significa renunciar a las ilusiones de descripciónabsoluta o explicación de la historia, abandonar toda ilu-sión de acceder a una teoría (en el sentido de modelosapriorísticos). Esto no implica en absoluto renunciar alpensamiento, sino sólo abdicar de los absolutos y empren-der la tarea riesgosa, pero potente y ética, de la elucidacióny la producción de sentido contextual y responsable.

La emergencia no es obra de nadie en particular, noso-tros somos parte de su condición de posibilidad, pero nosomos agentes causales de la emergencia, porque «nadie es

107

responsable de una emergencia, nadie puede vanagloriar-se; ésta se produce siempre en el intersticio» (Foucault,M., 1994).

Complementando la invitación inicial de Bachelard, megustaría que la lectura de este trabajo sea un convite parapensar nuevas posibilidades de producción de sentido paralos vínculos y la producción de subjetividad, construyendoun nuevo paisaje conceptual en el que el misterio no des-aparezca bajo el peso de las respuestas.

Bibliografía

Atlan, H. Entre el cristal y elhumo, Ed. Debate, (1979),Madrid, 1990.

Briggs, J. y Peat, D. Espejo yreflejo, Gedisa Barcelona,1990.

Las siete leyes del caos,Grijalbo, Barcelona, 1999.

Capra, F. La trama de la vida,Anagrama, Barcelona, 1998.

Castoriadis, C. La instituciónimaginaria de la sociedad,Tusquets 1983.

Los Dominios del Hombre:Las Encrucijadas del laberin-to, Gedisa, Barcelona, 1987.

El avance de la insignifican-cia, EUDEBA, Buenos Ai-res, 1997.

Hecho y por hacer, EUDE-BA, Buenos Aires, 1998.

Foucault, M. Microfísica delpoder, Planeta Agostini, Bar-celona, 1994.

Lakoff, G. y Johnson, M. Metá-foras de la vida cotidiana,Cátedra, Madrid, 1991.

Maturana, H. y Varela, F. El ár-bol del conocimiento, Edito-rial Universitaria, Santiagode Chile, 1990.

Morin, E. El Método, IV volú-menes, Ediciones CátedraMadrid.

Introducción al pensamientocomplejo, Gedisa, Barcelona,1994.

«La noción de sujeto» y«Epistemología de la com-plejidad», en Nuevos Para-digmas, Cultura y Subjetivi-dad. D. Schnitman (comp).Paidós, Buenos Aires, 1994.

Najmanovich, D. «De la Ciber-nética a la Complejidad: eldevenir de la reflexión», enMás allá de pactos y traicio-nes. Construyendo el diálo-

108

go terapéutico. Ed. Paidós,Buenos Aires, 1997.

«El lenguaje de los víncu-los», en Redes. El lenguajede los vínculos. Hacia el for-talecimiento de la sociedadcivil. Elina Dabas y DeniseNajmanovich (Comp.). Bue-nos Aires, Paidós, 1995.

«La metamorfosis de la cien-cia», Suplemento Futuro Pá-gina/12 1991.

«Paradojar», Zona Erógena12-62, 1992.

«Del reloj a la red. Nuevasmetáforas que enseñan a verel mundo», Suplemento Fu-turo Página/12, 1993

a- «Pensar la subjetividad»,Campo Grupal N° 21, Bue-nos Aires, 2001.

b- «O sujeito encarnado»,DP&A edi to ra , Rio deJaneiro, 2001.

Palmen, C. La amistad, Anagra-ma, Barcelona, 1996.

Prigogine, I. La nueva alianza,Alianza, Madrid, 1983.

La estructura de lo comple-jo, Alianza, Madrid, 1987.

Varela, F. , Thompson, E. yRosh, E. De cuerpo presen-te, Gedisa, Barcelona, 1992.

von Foerster, H. Las semillas dela cibernética, Gedisa, Bar-celona, 1991.

Wittgenstein, L. InvestigacionesFilosóficas, UNAM/Crítica,Barcelona, 1988.

Resumen

El pensamiento clásico ha concebido lo vincular desdeuna mirada identitaria, estática y abstracta; en este traba-jo la propuesta es explorar otras perspectivas conceptua-les contemporáneas, que están creando la posibilidad depensar de una manera diferente. Se trata de encarar unpensamiento capaz de dar cuenta de la dinámica, es decir,una mirada que incluya al tiempo como variable interna,como expresión del cambio y la transformación. En estaconcepción, los vínculos no son conexiones entre entida-des (objetos o sujetos) preexistentes, ni estructuras fijas eindependientes, sino que los vínculos emergen simultánea-mente con aquello que enlazan, en una dinámica de autoor-ganización. Se trata entonces de pasar de un único mundo

109

compuesto por elementos y relaciones fijadas por las leyesde la lógica clásica, a «multimundos», donde «unidadesheterogéneas» y vínculos no tienen un sentido unívoco, noestán completamente determinados, no existen indepen-dientemente, sino que emergen y co-evolucionan en unadinámica creativa: el juego de la vida.

Summary

Classical thought has conceived links from an identitypoint of view, static and abstract. The proposal in thiswork is to explore other conceptual contemporary perspec-tives that are creating a different way of thinking.

It is about facing the thought able of giving notice of adynamic view that includes time, an internal variable as anexpression of change and transformation. Preexisting linksin this conception aren’t a connection between entities(objects of subjects) nor independent and unmovable struc-tures but bonds that emerge simultaneously with that whichlinks, a dynamic self organization.

It’s about to pass from one unique world made up ofelements and relationships fixed by classical logical lawsto a multi-worlds where «heterogeneous units» and linkshaven’t a accurate sense, are not complete determined, donot exist independently but emerge and can co-evolve acreative dynamic: life playing.

Résumé

La pensée classique a conçu les l iens dans uneperspective identitaire, statique et abstraite; dans ce travaill ’auteur propose d’explorer d’autres perspect ivesconceptuelles contemporaines qui créent la possibilitéd’envisager la situation d’une manière différente. Il s’agitde considérer une pensée capable de rendre compte de ladynamique, c’est-à-dire une perspective à l’intérieur delaquelle le temps soit inclus en tant que variable interne,comme expression du changement et de la transformation.

110

Dans une telle conception, les liens ne sont pas desconnexions entre des entités (objets ou sujets) pré-existantes, ni des structures fixes et indépendantes, ilssurgissent simultanément avec ce qu’ils lient, dans unedynamique d’auto-organisation. Il s’agit donc de passerd’un monde unique constitué par des éléments et desrelations fixés par les lois de la logique classique, à des«multimondes», dans lesquels les «unités hétérogènes» etles l iens n’ont pas un sens univoque, ne sont pascomplètement déterminés, n’existent pas indépendamment,mais plutôt surgissent et co-évoluent à l’intérieur d’unedynamique créative: le jeu de la vie.

Proceso originario,patologías de borde ynuevas inscripciones *

Susana Sternbach **

(*) Parte del presente trabajo fue presentado en las Jornadas PieraAulagnier, que se realizaron en el Hotel Bauen, en el año 2000.

(**) Licenciada en Psicología y Licenciada en Sociología. MiembroTitular y actual Presidente de la AAPPG.Conde 1556, 9 Piso, Ciudad de Buenos AiresTel.: 4555-7394. E-mail: [email protected]

La cura clásica ha sido teorizada y llevada a la prácticafundamentalmente en términos de hacer conciente lo in-conciente, utilizando un dispositivo y una técnica específi-cos: sesión bipersonal, utilización del diván, privilegio dela palabra bajo la consigna de la asociación libre y de laatención flotante por parte de uno y otro de los participan-tes del encuentro. Todo esto en transferencia y con el mar-co de referencia de la teoría psicoanalítica.

Hace ya años que este tipo de psicoanálisis, eficaz yvigente para el campo de las neurosis, cubre sólo una partede los tratamientos que requieren las consultas que llegan aconsultorios y hospitales. Hace ya años, por ende, que lospsicoanalistas nos vemos convocados por demandas que, alenfrentarnos a la insuficiencia de nuestros saberes, nosbrindan la oportunidad de hacer trabajar día a día nuestrasteorías, de interrogar nuestras prácticas, de reinventar nues-tro quehacer.

De modo que éste se amplía a otros abordajes y a inter-venciones que exceden la interpretación metafórica clási-ca, dadas estas problemáticas cuya fragilización represen-tacional torna ineficaces muchos de los parámetros teóri-co-clínicos que nos eran habituales.

En este sentido, los dispositivos vinculares constituyenuna herramienta que ha demostrado ser de invalorable im-portancia para la cura, cuando las fronteras psíquicas sonlábiles y el proceso de subjetivación es precario. Pero aunpara el mismo análisis bipersonal, una perspectiva psicoa-nalítica vincular arroja nueva luz sobre estos cuadros enlos que el cuerpo y el accionar han tomado la delanterarespecto de funcionamientos imaginarios y simbólicos ca-racterizados por la dificultad en la ligadura y en la sustitu-ción representacional.

Sea cual fuere el dispositivo más adecuado a cada situa-ción, lo cierto es que allí el despliegue del proceso analíti-co transcurre, al menos en los primeros tramos de la cura,por los andariveles de funcionamientos arcaicos, a menudo

114

más acá o más allá de las operatorias del inconciente repri-mido. No se trata, entonces, de tornar conciente lo incon-ciente, sino de trabajar en aras de una complejización psí-quica que modere la tendencia a la descarga pulsional di-recta propia de la compulsión de repetición, y posibilite sudespliegue por vías significantes.

Podríamos definir esta tarea, a la que por otra parteconsidero propiamente psicoanalítica, como aquélla quepropicia el pasaje de un modo a otro de transcripción; algoasí como la traducción de un lenguaje existente a otroposible. ¿Sería acaso posible pensar que la tarea del análi-sis promueve, junto con dicha transcripción, también lacreación de inscripciones nuevas? Si así fuera, además defacilitar un movimiento representacional de creciente com-plejización, la cura lograría instalar algo de lo jamásadvenido, haciendo marca en el campo mismo de lo origi-nario.

Entre los muchos legados teórico-clínicos que nos hadejado Piera Aulagnier, su concepción del proceso origina-rio, como primerísima producción representacional, resultaun anclaje fundamental para la consideración de estas cues-tiones.1 Me propongo, pues, realizar aquí algunas articula-ciones entre el aporte metapsicológico de esta autora yaspectos de la clínica actual, en particular en lo que con-cierne a la intervención analítica.

Uno de los ejes que vertebran la obra de Aulagnier es laperspectiva relacional desde la cual enfoca el psicoanáli-sis. Sustento de base de sus desarrollos, esta perspectiva esenunciada ya en los inicios del primero de sus libros, Laviolencia de la interpretación, al definir la condición hu-mana a partir de la situación de encuentro. Encuentro decarácter anticipatorio, a través del cual el infans se aloja en

1 Lo originario ha sido conceptualizado por Aulagnier como unprimerísimo modo de metabolización del encuentro con el Otro,cuya modalidad de representación es el pictograma, que da cuentade un modelo relacional en términos de placer-displacer.

115

un mundo vincular y cultural, constituyendo así una subje-tividad entretejida con estas dimensiones que se harán car-ne y discurso en él. Situación de encuentro que, por lodemás, no se agota en la primera infancia, sino que quedarádisponible para nuevas marcas a lo largo de la vida y de losencuentros que ésta depare. La noción de contrato narci-sista, así como las de potencialidad y efecto de encuentrodespliegan estas concepciones acerca de una subjetividadsiempre entramada con los otros y con la vida social.

El concepto de represión, central en la teoría freudiana,es también desarrollado por Piera Aulagnier desde tal pers-pectiva.

Son en este sentido sumamente valiosas sus propuestasacerca de la transmisión de la represión en el vínculo pri-mordial, y también como invariante transcultural. Las arti-culaciones entre el papel de la represión en la psicosis y sufunción en un sistema totalitario, tal como lo desarrollararespecto de 1984 de Orwell, constituyen una valiosa mues-tra de su mirada psicoanalítica abarcadora del lazo social.

No fue poco incluir esta mirada, allá por 1975, en elcampo de la pulsión. Ese «límite entre lo psíquico y losomático» fue rigurosamente trabajado por Aulagnier conrelación a la dimensión del encuentro. Inscripción del en-cuentro inicial y dialéctica pulsional se entretejen, paraella, pues, de modo indisociable.

A partir de dicho encuentro, propio de la condición hu-mana y asentado en la Hilflosigkeit freudiana, la dialécticapulsión de vida/pulsión de muerte comenzará a desplegar-se, dando lugar a los primeros esbozos de lo originario.Lejos de postular la dualidad pulsional como endógena alsujeto en ciernes, Aulagnier señala que su dinámica habráde estar invariablemente sujeta al interjuego pulsional ydeseante con el Otro. Hipótesis audaz, sin duda, que anudainexorablemente la pulsionalidad al deseo de deseo/deseode no deseo (tal su distinción entre Eros y Tánatos) que losotros primordiales albergan respecto del recién nacido.

116

Su aporte original a la metapsicología clásica con losconceptos de proceso originario y de representación picto-gráfica, da cuenta de la implantación y el decurso de ladimensión pulsional con relación a una trama vincular enla cual confluyen lo sensorial, lo erógeno y lo representa-cional. Así sostiene que «la primera condición de represen-tabilidad del encuentro nos remite al cuerpo, a la actividadsensorial que lo caracteriza».

De modo que Aulagnier integra, en una formulaciónmetapsicológica ampliada, el nivel de la dimensión pulsio-nal y del afecto con las operatorias del inconciente y delproceso secundario propio del yo una vez constituido éste.

Las categorías de pulsión de vida y de pulsión de muertecobran entonces importancia central, no sólo como basa-mento teórico sino como verdaderas categorías clínicas,presentes en el accionar y en el discurso de los pacientes.Dialéctica pulsional que se construye y se despliega demodo permanente a lo largo de la vida, en estrecha co-nexión con las tramas relacionales.

Considero que estos aspectos desarrollados por Aulag-nier constituyen un sustento posible para la consideraciónde muchas de las problemáticas que predominan en la clí-nica actual. Las denominadas patologías de borde, es de-cir, esas afecciones caracterizadas por un importante défi-cit representacional a nivel imaginario y simbólico, mere-cen, desde mi punto de vista, ser examinadas y tratadas conherramientas conceptuales y técnicas para las cuales lasideas de Aulagnier pueden resultar de enorme importancia.

En particular, sus formulaciones respecto del pictogramacomo modalidad de metabolización primitiva que permane-ce como trasfondo representativo constante ligado a los pro-cesos de investidura y desinvestidura subsidiarios de Eros yTánatos, respectivamente. Vale decir, los territorios de másallá del principio de placer, lugar de interjuego de afectosarcaicos no ingresados aún en los circuitos distorsivos deuna palabra que les otorgue estatuto de sentimiento.

117

En algunos de los trastornos predominantes en el abani-co psicopatológico actual, por ejemplo las anorexias y bu-limias, la manifestación del conflicto evoca de inmediatomodos de metabolización que nos reconducen a lo origina-rio. En estos casos, la dimensión motriz, jugada en torno ala avidez/rechazo, se liga a esa modalidad arcaica de satis-facción pulsional relativa al tomar en sí-rechazar, propiadel procesamiento pictográfico. Lógica del todo o nada queresulta parcialmente reacia a las estrategias representacio-nales propias de los procesos primario y secundario, y queabarca tanto la relación con el alimento como el vínculocon los otros.

Marisa, paciente bulímica que en los momentos de crisisdevora sin placer hasta aquellos alimentos que por lo generalle producen rechazo, instala una lógica parecida en sus vín-culos amorosos, caracterizados por la fluctuación repetitivade situaciones en las que devora/es devorada, que alternancon otras en que vomita/es vomitada por sus partenaires.

La clínica actual, caracterizada predominantemente poreste tipo de funcionamientos psíquicos en que los órdenesimaginario y simbólico se hallan precariamente construi-dos y la operación represiva ha fracasado parcialmente, nosconvoca a intervenciones que exceden la clásica interpreta-ción metafórica, eficaz para las neurosis de transferencia.

Al decir de Green, hoy el analista debe ser un verdaderopolíglota, apto para descifrar y también para intervenir enuna diversidad de códigos según las peculiaridades delfuncionamiento psíquico de cada analizante.

En este caso, se trata de incluir y prestar especial consi-deración a ese lenguaje cercano al cuerpo sensorial y a laacción, lengua arcaica que remite a la representación picto-gráfica.

Pero esto plantea numerosas cuestiones que atañen a laposición del analista, las que seguramente difieren del es-cenario de la cura en las neurosis de transferencia clásicas.

118

En aquellas problemáticas en las que el procesamiento anivel de lo originario toma la delantera, resulta sin dudafundamental la presencia del analista, tanto como su moda-lidad de enunciación. La noción de escucha invistiente pro-puesta por Piera Aulagnier para el abordaje de ciertas pro-blemáticas de gravedad, ligada a una adecuada teorizaciónflotante, nos es de particular utilidad para estas situacio-nes, donde la investidura de la palabra del paciente y deltrayecto analítico por parte del analista constituyen un zó-calo imprescindible para el despliegue ulterior de los mis-mos.

La recuperación de la investidura del lado del analistanos conduce a un tema esencial: la incidencia de la funcióndel placer en el proceso de la cura. Si la experiencia deplacer es condición inaugural necesaria para la constitu-ción de la actividad de representación, también la exigen-cia de trabajo que el análisis requiere debe contar con lapromesa de una prima de placer, condición y basamentoparticularmente importante en las situaciones de precariza-ción representacional. Así es que Aulagnier sostiene que«la investidura del proceso analítico por el analista y de laparticularidad del trabajo psíquico que exige, no bastanpara provocar la del analizando, pero su ausencia hace muyprobable su imposibilidad para el partenaire».

En el marco de la escena analítica, del lado del analistala investidura abarca múltiples dimensiones. Por una parte,se refiere al lugar del paciente como sujeto cuya palabramerece ser escuchada, y al vínculo transferencial mismocomo encuentro con potencialidad transformadora. Por laotra, y en estrecha relación con lo anterior, resulta funda-mental la investidura del pensamiento. Un pensamientoque posibilite pensar lo inesperado y buscar nuevas signifi-caciones; o aun, la experiencia de un placer relativo al actode pensar que tal vez nunca advino previamente. Placerque requiere, en ocasiones, incluso del pasaje por una ex-periencia arraigada en lo sensorial, tal como lo consideraAulagnier cuando reconduce el deseo de aprehender a lasimprontas previas ligadas al placer de oír.

119

Juan, voluminoso empresario que padece toda suertede trastornos psicosomáticos y que transita su análisis enuna dimensión predominantemente formal, un día me sor-prende. «¿Puedo grabar las sesiones, licenciada?» No setrataba, tal como imaginé de entrada, de apropiarse demis palabras. Quería llevarse mi voz. Una voz que, segúndijo, lo calmaba. Placer sensorial y deseo de oír que po-dría, eventualmente, propiciar el acercamiento a una pala-bra aún no suficientemente investida por este hombre quedesconfiaba profundamente de una cura que no se basaraúnicamente en la medicación habitual.

La cura requiere aquí prestar especial atención a la pre-sencia de un analista fuertemente comprometido con eldecurso de cada recorrido terapéutico.

Ana se esfuerza por querer anular todo vestigio queremita a un posible placer del cuerpo. Se alimentaría apastillas –de hecho padece ciertos trastornos de alimenta-ción y a menudo se «olvida» de comer–, la vida sexual leresulta una pesada carga conyugal con la que cumple es-porádicamente, hasta detesta que la saluden con un besoen la mejilla.

Al terminar una sesión cuyas dos características salien-tes han sido un peculiar clima emocional y un «plus» dediez minutos agregados a su horario habitual, me mira.Dice: «me comí un rato más de sesión» y se despide, son-riente.

Esto plantea sin duda importantes cuestiones relativas ala abstinencia. En tanto confundida con una neutralidad amenudo rayana en cierta desimplicación, puede, en espe-cial en estas situaciones, ser decodificada como distancia.Distancia que, para los códigos que evocan los funciona-mientos de lo originario, será significada como rechazo.

Lo cual implica que, y a diferencia de lo que ocurre enlas neurosis clásicas, una posición analítica que espere laformulación de la demanda por parte del paciente, puederesultar inapropiada. Es el analista, en estos casos, quien

120

debe ocupar por un tiempo el lugar del demandador y deaquél que inviste la escena terapéutica, frente a un pacienteque a menudo no está en condiciones psíquicas de hacerlo.En este sentido, la intervención deberá ser en todo momen-to respetuosa del nivel simbólico del paciente. Con esto merefiero, no sólo al contenido interpretativo, sino sobre todoal plano de la enunciación analítica. Vale decir, desde quélugar habla el analista y a quién destina aquello que enun-cia. No se nos escapa la dificultad de esta posición, quecompromete fuertemente al terapeuta en su propio narcisis-mo, y en su posibilidad de aceptación de la alteridad yajenidad del otro. No sólo con la diferencia en el nivel dela significación, sino sobre todo en lo que concierne alplano de las lógicas psíquicas en juego. Pero aun salva-guardando una posición analítica que intentara respetar almáximo la abstinencia –abstenerse en relación al propiogoce–, la pregunta inaugural que nos formuláramos perma-nece en pie.

En aquellas situaciones terapéuticas en que la tarea cen-tral no pasa por hacer conciente lo inconciente, sino porpropiciar la complejización psíquica para que el aparatode acción devenga aparato psíquico, vale decir, por cons-truir inconciente, ¿hasta dónde es posible esa construc-ción? Más específicamente: ¿es factible la producción denuevas marcas al operar sobre lo originario? ¿Es posibletrabajar, a partir de nuestros dispositivos y recursos, sobrela dimensión pictográfica propia de lo pulsional?

Sin duda, no es igual situar el psicoanálisis como herra-mienta eficaz para levantar represiones, que considerarlocomo posibilidad terapéutica para la construcción de lo noadvenido. Posibilidad a la que, por otra parte, no considerocomo preliminar a un tratamiento psicoanalítico sino queentiendo como parte de la cura, siempre y cuando asiente enuna lectura psicoanalítica de los funcionamientos psíquicosy se despliegue en transferencia en la escena clínica.

La tarea, en tal caso, consiste en propiciar el pasaje de laacción a la representación, de la posición de objeto a una

121

subjetivación creciente, a partir de recursos que operensobre las patologías de lo originario. Esta tarea por ciertono es sencilla y requiere de un trabajo conceptual aún porrealizar. En todo caso, la metapsicología que nos legaraPiera Aulagnier constituye uno de los sustentos psicoanalí-ticos posibles para su abordaje.

Todo esto nos invita a un riguroso trabajo de compleji-zación teórica. No sólo eso, sino que también nos convocaa un cuestionamiento permanente de nuestras propias ten-dencias a la alienación en la teoría, condición de base parapensar pensamientos nuevos y para hacer lugar a aquelloheterogéneo a los saberes instituidos. Pero además, estascuestiones, tal como he sugerido, implican a la personamisma del analista, a su propia posibilidad de investidurade cada proceso analítico con el que se compromete. Esdecir, a su propia implicación en relación a ese trasfondorepresentativo en que se actualiza indefinidamente el con-flicto entre Eros, como investidura y tendencia a la com-plejización y Tánatos, como tendencia a la reproduc-ción de lo mismo. Posicionamientos eficaces e ignorados,que sin duda habrán de presentificarse, del lado del analis-ta, en cada trayecto analítico singular.

Bibliografía

Aulagnier, P. La violencia de lainterpretación, Amorrortu,1975.

El aprendiz de historiador yel maestro brujo, Amorror-tu, 1979.

Green, A. De locuras privadas,Amorrortu, 1994.

Sternbach, S. La intervención enpatologías de borde, Rev.AAPPG, 1997.

Panel Jornadas 2000 PieraAulagnier.

122

Resumen

La autora se interroga acerca de la posición e interven-ciones del analista en la clínica actual, en particular en loque refiere a las denominadas patologías de borde y a laposibilidad de la producción, en la situación psicoanalíti-ca, de nuevas inscripciones psíquicas. Para ello se apoyaen la noción de proceso originario desarrollada por PieraAulagnier, retomando consideraciones relativas a la fun-ción del placer en la tarea analítica.

Summary

The author asks herself about the analyst’ position andinterventions in nowadays clinics, in particular in the socalled border pathology. She also inquires about the possi-bility of production of new psychic marks during the ana-lytic process.

She «holds up» on the concept of originary process de-veloped by Piera Aulagnier retaking relative considerationsto the pleasure function in the analyst task.

Résumé

L’auteur s’interroge au sujet de la position et desinterventions de l’analyste dans la clinique de nos jours,en particulier en ce qui concerne ce que l’on appelle lespathologies «borderline» et sur la possibilité de produire,à l’intérieur de la situation psychanalytique, de nouvellesinscriptions psychiques. Elle s’appuie pour ce faire sur lanotion de processus originaire développée par Piera Aula-gnier, en reprenant des considérations relatives à lafonction du plaisir au sein du travail analytique.

InterrogacionesAcerca de los malestares

institucionales actuales

Graciela Ventrici *

(*) Médica Psicoanalista. Miembro Titular de la AAPPG; Docente delIPCV, Integrante del Departamento de Grupos de Adultos, Direc-tora del Departamento de Análisis Institucional.

Revista: ¿Podría hacerse una caracterización de los ma-lestares actuales en las instituciones?

G. Ventrici: Dos aclaraciones previas: la primera, voy ahablar de institución en el sentido de organización comer-cial, científica, de salud, etc. y no de las institucionessociales como la justicia, la familia, el sexo, el dinero, etc.

La segunda aclaración viene por el lado del sentido decaracterizar: me parece que ya no se trata de describir, yacaso clasificar, los malestares; se trata más bien de inten-tar nominar las condiciones actuales para la vida de lasorganizaciones y en las organizaciones.

Asistimos a un cambio radical: el Estado ha abandonadosu dimensión de meta-institución, ha dejado de ser elmodelizador implícito, la matriz desde la cual, con mayor omenor capacidad metafórica, cada organización lo metoni-mizaba en la microsociedad que conformaba. El Estadotiende a transformarse en una institución técnico adminis-trativa que legisla y regula las relaciones entre los distintosagentes que lo componen. Si hoy una organización intenta-ra reproducir los valores del Estado, debería declararsealgo así como Consejo de Administración, Ente Regulador,lo cual, para una organización, es un vacío de sentido.

El Estado meta-institución se expresaba a través de susorganizaciones directas: escuelas, hospitales, empresas deservicios, instituciones destinadas al desarrollo científico ytécnico, además de otros organismos de carácter adminis-trativo y de bienestar social.

Se expresaba también en su función reguladora del sec-tor privado en estos mismos rubros. Esta regulación semanifestaba no sólo en la forma jurídica, sino de maneramás o menos explícita en los valores que sustentaban losobjetivos de la organización; de esta manera, un grupo deciudadanos se proponía un emprendimiento de cualquiernaturaleza y algo del bien común figuraba entretejido en lamisión y, si no estaba, se esmeraba en simularlo.

126

Muchas de las organizaciones educativas, científicas, desalud, eran fundadas en base a una demanda grupal que noestaba satisfecha en el espectro de organizaciones existen-tes, y se la construía con una racionalidad acorde a suspropósitos centrales, entre los cuales muchas veces la ra-cionalidad económica no tenía más ingerencia que la es-tricta necesidad de subsistencia.

El pasaje del capitalismo organizado, el del Estado Pro-videncia, al del capitalismo tardío o avanzado que comien-za en 1973, Argentina lo transitó invisibilizado por el te-rrorismo de Estado (1976-83). Podría decirse que el terro-rismo de Estado sofocó las instituciones democráticas detal manera que promovió su idealización. Al final del pro-ceso militar, todo cambio perceptible fue interpretado comoproducto del terrorismo; se ilusionó que la revitalizaciónde las organizaciones y el rescate de las instituciones (so-bre todo la Justicia) alcanzarían para sanar poco a poco lastremendas heridas del genocidio, no se percibió que latensión entre el Estado y el Mercado se había modificadoen beneficio del segundo, y que esto traería serias conse-cuencias a la estructura y funciones del Estado, alteracio-nes que transformarían de fondo –y no de forma– los mo-dos de subjetivación y el sentido mismo de la subjetividadinstituida: ésta deja de ser ciudadana –a pesar de conservarel derecho y obligatoriedad del voto, y de muchos otrosdispositivos ciudadanos– y deviene consumidora, tenga ono recursos para efectivizarlo en plenitud.

Sin la posición-meta del Estado apuntalando el sentidode las organizaciones en el movimiento instituido-institu-yente, que fuera la matriz dinámica de transformación so-cial en la lógica ciudadana, y con la imposibilidad institu-yente del Mercado en perpetuo movimiento en direccióndel interés, las otrora instituciones-organizaciones, se trans-forman en galpones1 .

1 Galpones es la metáfora que trabaja Mariana Cantarelli –en el grupode investigación que co-coordina con Ignacio Lewcowicz, sobre«Subjetividad contemporánea»–, para diferenciar las instituciones-

127

Éste, para mí, es el cambio radical. En lógica ciudadana,el movimiento instituyente marcaba un paso más en elcamino progresivo a una autonomía imaginada absoluta ensu momento final. En lógica consumidora, no hay nadapara instituir, a lo sumo, hay algo para imponer lo más quese pueda en tiempo y espacio en función de un interés queno tiene en cuenta ninguna trascendencia.

Los ahora galpones, son espacios colectivos pasibles deser habitados, de ser transformados en espacios habitables,ordenados en base a unas reglas autogestionadas, a unosobjetivos también autogestionados, que no se apuntalan enninguna oposición ni utopía generalizable. Son pura afir-mación de la necesidad y el deseo de existir para ese colec-tivo que es su agente, que lo instituye y se instituye en él.

Entonces, si alguna forma de malestar es característicade las organizaciones actuales, es precisamente la tensiónen su interior entre las formas todavía existentes –aunqueno eficaces– de las instituciones ciudadanas y los galponesque, devenidos habitables, exigen un permanente trabajosobre sus bordes, una constante reflexión-acción sobre sussentidos, en fin, un trabajo de fidelidad al proyecto, ya queno se apuntalan más allá del mismo acto de subjetivaciónque los enuncia.

¿Cuáles son los indicadores de esta tensión?

1) La discusión de las políticas vinculadas a la tareacentral de una organización dada, tiene su tope en razonesde orden económico-financiero que empobrecen la capaci-dad productiva del conjunto, cuando no subvierten o entranen contradicción con el proyecto.

2) Las estrategias políticas devienen estrategias admi-nistrativas, que anulan el valor de otras dimensiones quesería importante discutir para su elucidación, y dan por

organizaciones en situación de Estado Nación de las instituciones-organizaciones en situación de sociedad de Mercado.

128

sentado la conveniencia en función de tener alguna presen-cia en el Mercado.

3) Los debates, si los hay, son imposibles de sostener,alcanza con haberlos convocado como gesto democrático,pero no se dispone del tiempo necesario para que se cum-plan en toda su plenitud. De esta forma, se crea una situa-ción paradójica por la cual ningún miembro de la organiza-ción tiene claridad de su participación en la toma de decisio-nes, pero tampoco puede decir que no participó. Finalmenteesto no importa demasiado, porque las decisiones hay queefectivizarlas y las coyunturas cambiantes hacen que lasconsecuencias no parezcan tan graves. Se produce algo asícomo un consumo de procedimientos democráticos donde seacumulan opiniones y donde las razones finales se encuen-tran en las relativas a algún valor indiscutible de Mercado.

1, 2 y 3 determinan un malestar difuso que se expresa enresignación ante las diferencias; en indiferencia a las ac-ciones grupales; en retraimiento respecto de ocupar cargosdirectivos; en un hacer para mantener y mantenerse en uncolectivo donde más o menos se está bien, porque fuera deél no hay otra cosa. Esto adquiere dimensiones dramáticassi la pertenencia es laboral y no sólo social.

Tomo esta forma de malestar como analizador, cuyadeconstrucción nos lleva a reconocer en él la forma ciuda-dana que tensa, resistiendo la evidencia del cambio: laorganización es otra, los procedimientos y las prácticasdeben ser otras para ser efectivas. La consulta colectiva hade realizarse sobre la base de construir, fundar y no deperfeccionar y preservar, aunque el organismo haya sidofundado en otros tiempos.

El Mercado –muchas veces bajo el ropaje cómplice delEstado– promete el éxito por la excelencia, pero no aclaraque lo excelente para él no se mide en capacidad efectiva,sino que es sinónimo de valor económico, aunque a vecesenmascarado en cualquier otra forma de capital: cultural,simbólico, etc.

129

La política no puede ser de subsistencia sino de puraafirmación de la existencia del proyecto, del deseo colecti-vo de ese proyecto que tiene sentido para ese grupo y superímetro de influencia, pero que es aleatorio que se co-necte con otros proyectos afines. No estoy pensando sóloen organizaciones-sociedades científicas como la nuestra yla mayoría de las organizaciones «psi». Estoy pensandotambién en organizaciones educativas, de la salud, del de-porte, laborales, dependan o no del Estado. Cuando lasorganizaciones se afirmen sobre sí mismas, sobre sus pro-pios agentes (la idea de agentes aquí abarca también a losusuarios: clientes, pacientes, educandos) van a poder inter-pelar al Estado en forma efectiva, obtener su respuestacomo ente legitimador de una legalidad, pero no de unsentido, a la vez que encontrar formas reticulares de exis-tencia para una comunidad dada.

En suma, la fuente de malestar es el persistir en la ideade que el Estado es dador de sentido, institución que con-tiene a todas las instituciones, y por lo mismo entidadrectora (¿deseante?) para una organización dada, por locual dicha organización queda en posición demandante,victimizada, y proclive a caer en maniobras corruptas conel fin de mantenerse a flote.

Revista: ¿Cuáles son las motivaciones que fortalecen laspropuestas de redes interinstitucionales? ¿De qué maneraestablecerlas?

G. Ventrici: Me parece que la idea de construir redes tienemotivaciones de dos niveles:

– Uno, es la ilusión de recuperar el apuntalamiento per-dido, se jerarquiza de la red sólo los elementos «llenos» yno se tienen en cuenta los vacíos, se corre el riesgo de noreconocer que este puntal no es vertical sino horizontal; sevaloriza el número en función de un consenso capaz deotorgar criterios de verdad y fuerza de presión ante uninstituido2 (lleno) que se resiste a la demanda.

2 Instituido como lleno y vacío aluden a la calle. En situación ciuda-

130

– Otro, es la búsqueda de apuntalamiento horizontal queofrece posibilidades diferentes: no será un referente simbó-lico, será un otro que habita un espacio similar y comparteproblemáticas cuyas soluciones pueden ser pensadas enconjunto. Esta concepción de la red parte de un movimien-to subjetivo que interpela, no demanda, y lo hace tanto alEstado si es necesario hacerlo, como a otras organizacio-nes participantes del Mercado.

Estos dos niveles coexisten conflictivamente en las or-ganizaciones actuales, y esa coexistencia requiere ser tra-bajada porque el acto de instituir actualmente no significalo mismo que antes: instituir es habitar, es hacer habitableun espacio vacío, darle sentido y no un sentido diferente alque tenía como en tiempos de subjetividad ciudadana, don-de instituir desplazaba, hacía caer un sentido para ubicarotro.

La metáfora de la red en situación de capitalismo orga-nizado podría pensarse como centrípeta, el Estado ocupan-do el epicentro; actualmente la red metaforiza múltiplesanudamientos y puntos nodales desde los que pueden esta-blecerse relaciones de sentido para los nudos y vinculacio-nes estratégicas para los nodos; el Estado como instituciónes un nodo privilegiado por sus funciones de regulación ylegislación para las relaciones interinstitucionales, está élmismo constituido en una trama de interacciones. Un ejem-plo interesante lo constituyen las redes zonales donde losCentros de Gestión y Participación del Gobierno de la Ciu-dad de Buenos Aires convocan diferentes organizacionespara debatir y resolver problemas comunitarios. Los senti-dos serán productos de las prácticas que allí tengan lugar,donde cada organización ofrece servicios desde sus posi-

dana, la calle es un espacio habitable, lleno de sentido. En situaciónconsumidora, la calle no es un espacio habitable, es tan sólo transi-table, vacío de sentido; para habitarla requiere de una operacióncolectiva cuyo accionar, mientras dure, dará sentido a la calle (reci-tales, actos políticos, culturales, marchas, manifestaciones, «escra-ches», etc.)

131

bilidades y va creando nuevas instancias en su interior y conotras organizaciones conforme a las necesidades existentes.Tengo la impresión de que todavía no se aprovecha en pleni-tud las posibilidades que esta red contiene, hay algo deltemor a la pérdida de identidad, junto con la persistencia en«tener presencia» en la red, que hace obstáculo al uso plenode la potencia que tiene, pero confío en que la práctica seráel agente de transformación privilegiado. No obstante, enotras redes interinstitucionales, el Estado, si está presente,lo está tan sólo como ente de regulación jurídica.

Identidad y presencia devienen lastre para la acción, entanto son los vectores por los cuales una organización gas-ta enormes esfuerzos en estar presente en el Mercado, enfabricar productos consumibles en base a una supuesta de-manda, en muchos casos llamada Estudio de Mercado. Aquíes importante diferenciar entre organizaciones comercia-les, en última instancia al servicio del capital –en las cua-les la racionalidad económica lidera indiscutiblemente, alpunto que son agentes activos en el desarrollo del capita-lismo y en la institución de la subjetividad consumidora–,de las organizaciones científicas, culturales, educativas, dela salud.

En estas últimas se observa una tendencia a convertir losespacios destinados a la elaboración, el cuestionamiento,la elucidación, el intercambio de las problemáticas quehacen a las prácticas que allí se llevan a cabo, en dispositi-vos negociados con una voluntad marketinera inefable, sopena de estar «alejado de la realidad». Digo voluntad, comouna forma cuasi abstracta de existencia que cualquiera pue-de encarnar, es algo así como el nuevo instrumento decensura-autocensura, analizador de la subjetividad institui-da por el Mercado (existir o no existir) y fuente indiscuti-ble de malestar.

Revista: Los fuertes cambios culturales, políticos, socia-les, económicos y, dentro de nuestro quehacer, tambiénclínicos, enfrentan a las instituciones con grandes exigen-cias de adaptabilidad y de urgencia de las respuestas. Si lo

132

propio de las instituciones es ser garantes de ciertas esta-bilidades, ¿no les plantean estas urgencias una situacióndilemática?

G. Ventrici: Esta pregunta así formulada insiste en la ideade institución como lo invariable, lo estable, lo que perdu-ra en el tiempo. Entiendo que esta valoración de la dimen-sión invariancia del concepto institución atravesó hegemó-nicamente la modernidad, hasta el punto de ser necesaria yhasta suficiente para una definición. Esto no es un datomenor respecto de los sentidos ontológico, epistemológicoy político implicados en esta hegemonía: ontológicamenteimplica una relación de exterioridad de la institución conrelación al sujeto; epistemológicamente adscribe a una con-cepción del mundo organizado en objetos discretos, cog-noscibles en totalidad por un observador objetivo; y políti-camente supone agentes que intervienen en términos derepresentantes de una estructura trascendente a ellos y enúltima instancia ajena, se trata de mantener la organizacióncon un mínimo de movimiento adaptativo y un máximo desacrificio subjetivo.

El efecto de este modelo es la naturalización de ciertasconcepciones de la identidad, de los tiempos instituciona-les, de la transmisión, que impiden pensar la organizacióncomo espacio de participación y subjetivación.

El dilema que puede plantearle a la vida institucional lasituación actual cambiante, tendría su raíz en cierta aliena-ción por la cual es más importante la estabilidad –en estostérminos inevitablemente burocrática y al servicio de algúnpoder concreto o imaginario–, que la preocupación porsostenerse como espacio habitado y habitable –y por eso enequilibrio inestable– para resolver las necesidades y deseosde un colectivo dado.

Si la preocupación central es esta última, la situacióncambiante actual lo que le plantea son problemas que nohacen sólo a la dinámica, sino que van a poner en cuestiónlos contenidos y la manera de pensarlos en la medida en

133

que se reconozcan los referentes paradigmáticos desde loscuales se estaba trabajando. En este sentido, diría que elesfuerzo de trabajo es productivo, va produciendo con lasituación que lo mueve a producir, no es un mero esfuerzoadaptativo a una situación acabada, aunque puede parecerque lo está por efecto de la asimetría. Pero acaso, la pro-ducción que en torno al psicoanálisis venimos haciendo enla AAPPG ¿hubiera sido la misma en condiciones de conti-nuidad del capitalismo organizado? Tal vez, la inercia depensar las instituciones como organismos que regulan elflujo anárquico de la imaginación creativa en beneficio dela estabilidad, no nos deja percibir hasta dónde son ellasmismas usinas productoras, y no fundamentalmente repro-ductoras de lo ya imaginado y agotado en su potencia efec-tiva, o neutralizado en lo que a ella respecta. Esta inerciaes lo que René Lourau llama «transversalidad estatal», que«es bien real y opera masivamente por lo imaginario y losimbólico».3

Bajo la hegemonía del Estado, las organizaciones ten-dían a reproducir sus modos jerárquicos y su destino buro-crático; bajo la hegemonía del Mercado las organizacionesse ven compelidas a convertirse en empresas o a quedar enese estado que llamé galpones. Entonces, para hacer habi-tables los galpones, cada organización deberá trabajar:

a) su rémora de transversalidad estatal;b) su relación con la subjetividad instituida por el Mer-

cado (¿transversalidad mercantil?);c) su decisión de ser espacio de subjetivación en torno a

las problemáticas que trabaja.

Se trata entonces de ir más allá de la función encuadrede las instituciones concebidas por el pensamiento psicoa-nalítico, que a Kaës le permite pensarlas como una externa-lización de un espacio interno; el borde social del apunta-lamiento del psiquismo, que puede ser entendido como un

3 René Lourau, Libertad de movimiento (pág. 76), Eudeba, 2001,Buenos Aires.

134

sistema de vinculación que precede, sitúa e inscribe a lossujetos en sus vínculos y en sus discursos.4

Esta manera de pensar no discrimina la relación delpsiquismo con la subjetividad instituida (estatal o la quefuere) y las instituciones que la sostienen, de la relacióncon la institución como organización; aparecen pensadascomo dimensiones de distinto grado de generalización. Evi-dentemente lo impensable para el psicoanálisis es esta di-ferencia, abordarla implica el riesgo de develar la transver-salidad estatal en el interior del psicoanálisis, como insti-tución teórica, porque como organización, a esta altura delos hechos, la transversalidad estatal es tan obvia en ellacomo en cualquier otra organización que se detenga a mirardónde está/ba apuntalada.

Es interesante detenerse a pensar en la idea kaesiana«…No podemos pensar la institución, en su dimensión detrasfondo de nuestra subjetividad, si no es en el tiempoinmediatamente siguiente a una ruptura catastrófica delmarco inmóvil y mudo que ella constituye para los proce-sos psíquicos» (1987, pág. 16); ¡¡y esto es doblementeválido: para los ciudadanos y para las organizaciones!!La función encuadre del Estado ha quedado limitada a suexpresión meramente jurídica, no confundible con ningunaética, por lo tanto el Estado regula, pero no por eso encua-dra en un sistema de normas y valores. La vida de la orga-nización depende de sus propias reglas de funcionamientopara adentro y para afuera de ella, tiene el máximo poten-cial de subjetivación ya que debe autoformular su misión,crear su encuadre y acaso su entorno donde interactuar yapuntalarse simétricamente. Eso sí, en compensación a tan-ta autonomía, hay una exigencia de fidelidad al proyectoque no significa precisamente la simple custodia de lasreglas, sino su revisión y reformulación permanente, yaque no hay metainstitución que las garantice.

4 René Kaës (1987) «Realidad psíquica y sufrimiento en las institu-ciones». La institución y las instituciones. Paidós, Buenos Aires,1989.

135

Revista: Si la urgencia en las respuestas, novedosas yadaptadas a situaciones también nuevas, obstaculiza laposibilidad de «parar a pensar», ¿cómo podrían sobrevi-vir a esas exigencias las instituciones psicoanalíticas?

G. Ventrici: Urgencia y pensamiento suelen concebirse enoposición, y de hecho lo están en infinidad de circunstan-cias, donde a posteriori decimos que si la urgencia nohubiera impedido pensar hubiéramos hecho otra cosa... Peroen esta cuestión me parece que se juegan otras oposicionesparadigmáticas de un modo de concebir la práctica psicoa-nalítica, como la oposición pensamiento-acción, que es pre-cisamente un atravesamiento de la subjetividad instituidapor la modernidad que hace obstáculo para pensar quéefectivamente es pensamiento y qué efectivamente es ac-ción en la situación analítica.

Decía esto para romper la densidad de cierta naturaliza-ción de categorías en oposición, porque entiendo que, másallá de la cuota de malestar que el cambio en sí provoca enla vida colectiva, cambio en tanto desequilibrio, la urgen-cia ante la novedad es inevitablemente una provocaciónpara el pensamiento.

Ahora bien, como este cambio no es coyuntural, sinoradical, exige a las organizaciones e instituciones pensarsus bordes, esos impensables de su propia conformación,para lo cual tendrá que pedir prestadas herramientas a otrasdisciplinas-instituciones: en este caso la sociopolítica, laantropología, la filosofía, la historia y esa tolva5 complejaque es su medio hermano, el análisis institucional.

La urgencia es entonces un analizador: urgencia por res-ponder a las circunstancias económicas, urgencia por res-ponder a las nuevas maneras de «vivir» los espacios de laorganización, urgencia para responder teóricamente a lo

5 Mezzano, A.C. de (1996) La tolva y el obrador: dos metáforassociales. Secretaría de Cultura, Facultad de Psicología, SerieCatálogos. Buenos Aires, 1996.

136

que está presentándose en la clínica, urgencia por… Lapregunta que se impone es entonces acerca de la urgencia:¿me alcanza el orden de lo existente establecido para darrespuestas a ella?; ¿cuáles son los obstáculos para pensar-la?; ¿por qué ahora no son efectivos los recursos que anteslo eran? No me parecen tan ajenas al proceder de un psi-coanalista estas preguntas, pero sí me parecen distantes delmodo en que las instituciones psicoanalíticas están dis-puestas a pensarse.

El «parar a pensar» se vuelve una paradoja pragmática siparar es condición para pensar, porque si paro corro elriesgo de morir, y si no me detengo no puedo pensar. Elobstáculo es que pretendo que pienso en exterioridad a lavez que creo que interrogo mi práctica. En exterioridadrespecto a un territorio heterogéneo que reconozco sóloeficaz en los bordes del encuadre, al que le adscribo lascaracterísticas de lo indiscriminado, lo inefable, lo violen-to, lo psicótico que debe ser inmovilizado. Esta forma deentender el encuadre de la cura se hace imperceptiblementeextensible a los bordes de la organización, los cuales sepretende que son impermeables e independientes de varia-bles sociohistóricas, de manera que un pensar psicoanalíti-co acerca de la institución no puede avanzar más allá de losavatares de la libido y la fantasmática construida en elconjunto, lo cual, si bien no es poca cosa, si es la únicaherramienta para el análisis, está condenada a ignorar tantosus ordenamientos microsociales (poderes, jerarquías, ra-cionalidades) como su transversalidad institucional. En-tonces el campo de intervención queda restringido a laproducción inconciente libidinal y el campo de análisislimitado a ello.

Pienso que la institución psicoanalítica no es la únicaque, para poder resolver los problemas que la situaciónactual le plantea, deba reconocer la insuficiencia de susestrategias y herramientas de pensamiento sobre sí misma.Cualquier institución que trabaje más o menos directamen-te sobre la subjetividad (educación, salud, justicia), se veráseriamente comprometida en sus fundamentos si se atreve

137

a abrir el campo de análisis e intervenir sobre su transver-salidad estatal. Entiendo que ésta es la forma más perdura-ble y fortalecedora de, para ser pichoneana, adaptaciónactiva que, en los términos en que lo digo, significa habitarun espacio hasta el momento inexistente, lo cual no esposible sin un cambio en la posición subjetiva.

Revista: ¿Afectan las nuevas formas socio-económico-cul-turales a las fuentes de legitimación de los liderazgos ins-titucionales? ¿Conservan éstos las formas con que los co-nocemos?

G. Ventrici: Entiendo que fuente de legitimación alude afiliación. El modelo social de filiación es el Estado, en lasociedad occidental el modelo individual de filiación es elnombre del padre, y estas dos formas se vienen reprodu-ciendo en el devenir de las generaciones en la vida institu-cional-organizacional. Posiblemente en este momento loque se manifieste es un híbrido, en el sentido de que seconservan las formas instituidas de filiación para legitimarliderazgos y lugares, pero no tienen la fuerza ni el pesosubjetivo de antes. Los rituales pueden mantenerse o empa-lidecer un poco en su esplendor, pero han perdido granparte de su significación. Mientras se van perfilando otrosmodos, no del todo definibles.

Me parece que se está insinuando un movimiento ten-diente hacia lo fraterno, lo cual no será fácilmente instala-ble, ni visible a corto plazo; por ahora sólo se observa unahorizontalización de las decisiones de hecho, que no serefleja en los organigramas.

Los modelos de gestión empresarial que comenzaron aliderar ante el agotamiento del modelo fordista, ineficazpara el capitalismo avanzado, parece ir insinuándose en otrotipo de organizaciones que no están al servicio de capitaleseconómicos, sino culturales, científicos, educativos.

En la aldea global todo parece mimetizarse, pero nodeberíamos naturalizar esta idea, sería bueno interrogar las

138

distintas prácticas para entender sus diferencias: por ejem-plo, tiendo a pensar que el modelo managerial de las em-presas que fue pensado para agilizar y optimizar el incre-mento de capital, más allá de la fuerza patógena que tienepara sus agentes,6 va dejando un resto. El ejercicio de latoma de decisiones desborda el maniqueísmo empresarialburlando sus fronteras y creando nuevos sentidos para lasubjetivación. Las organizaciones que no están centradasen el incremento de capital económico, van modificandosus modelos de gestión revalorizando al equipo, redescu-briendo el placer de trabajar con otros como forma de lazosocial y no como oposición a una autoridad alienógena. ¿Setratará de una fratria que no está sostenida por la culpa deun crimen compartido, sino por la sinergia de un espacioconstruido, o sea, por el amor? Por ahora, una expresión dedeseo que podría devenir decisión, o quizá la decisión yaestá en marcha.

Revista: La pertenencia a las instituciones «psi», ¿siguerespondiendo prioritariamente a la necesidad de un sosténde la identidad profesional?

G. Ventrici: Posiblemente sí, sólo que es probable que laidea de identidad profesional no responda tanto a la filia-ción, como a la afiliación. En un momento de tantadesagregación del lazo social, la no pertenencia pone enjuego ansiedades de no asignación y de exclusión que lailusión de pertenencia es la única capaz de mitigar. Muchasveces es el único apuntalamiento posible para esa identi-dad, de ahí que el vínculo con la institución sea sentidocomo violencia.

Entonces, la diferencia estaría dada porque el apuntala-miento de la identidad profesional no tiene su epicentro enla identificación –con el grupo, con los maestros, con losideales profesionales e institucionales–, sino que el apun-talamiento es en los bordes de la identidad y del grupo-institución. No es una diferencia menor, tampoco una dife-

6 Ver El Coste de la Excelencia de Aubert y de Goulejac. Paidós.

139

rencia positiva, pero que se acerca a la realidad de lopredominante.

Contrariamente, hay otra forma de pertenencia que seapuntala en el grupo, en búsqueda de la autonomía comotrabajo de subjetivación, que es otra forma de trabajar a laque no sé si llamar identidad profesional; me parece que vamás allá, no está centrada en la afiliación, ni en la filia-ción, no se opone a ellas, más bien está en posición deelucidarlas, que es el habitar la situación profesional.

“Tu familia - mi calvario”.Recorridos clínicos

en terapias de pareja

Miguel Alejo Spivacow *

(*) Psiquiatra. Psicoanalista. Miembro Titular con función didácticade APdeBA. Miembro Adherente de la AAPPG.Ortiz de Ocampo 2561. 9º «A» Cap. Federal. Rep. Argentina. TE:4804-8080.

Los motivos explícitos por los que las parejas pidenayuda terapéutica varían infinitamente. Un ámbito frecuen-te de disputas se refiere a «cómo es tu familia», «tu educa-ción», «cómo son las cosas en tu casa», «lo que hace o dijotu familia». Suelen sintetizar «tenemos muchas peleas porla familia de cada uno» y plantear, como lo resume eltítulo, que la familia del otro es una suerte de calvariohorrible de soportar.

En las líneas que siguen relataré algunos materiales clí-nicos y los recorridos que esos tratamientos y/o entrevistasdespertaron en mí: los dinamismos vinculares que privile-gié, el modo en que jerarquicé los elementos en juego. Laidea es ocuparme de algunas problemáticas presentes enparejas cuyos miembros sostienen intensas investiduras en-dogámicas que entran en conflicto con la investidura de lapareja actual.

I

Gabriel y Rosa consultan porque les cuesta hablar yhacer cosas juntos. Temen terminar separados y la pers-pectiva los angustia mucho.

Gabriel: mi hijo me preguntó de qué religión era. Meagarró desprevenido.Rosa: tiene siete años y los compañeros de colegio se lopreguntaron. Yo tampoco supe qué decirle.Gabriel es de origen judío y Rosa de origen católico. Elchico tiene un apellido que en Argentina es consideradojudío, pero la religión y tradición que mejor conoce esla católica.En la sesión anterior habían relatado una disputa res-pecto de la decoración de la habitación matrimonial.Rosa –según Gabriel– quería una decoración idéntica ala de la pieza de sus padres. Gabriel –según Rosa– no seocupa de la decoración porque es un adicto al trabajo ylo único que hace es obstaculizar cualquier decoraciónposible.

144

Un diálogo como el anterior ilustra una cuestión referidaal funcionamiento de los espacios comunes: la educaciónde los hijos, los programas conjuntos de fin de semana, lasvacaciones, la organización del hogar, las relaciones sexua-les, los modos de organizar el tiempo. Todas estas cuestio-nes varían mucho su desarrollo según los miembros logreno no consensuar códigos y funcionamientos comunes. Ta-rea de consenso que siempre implica renuncia y/o duelo enrelación al bagaje endogámico, dado que el otro ineludible-mente tiende a modificar los hábitos o códigos que el suje-to aporta («Él quiere que yo cocine como su mamá»).

Las parejas en las que no se consensúan estos códigosbilaterales respecto de los espacios comunes, suelen pre-sentar caos, hiperdiscriminación, violencia, falta de comu-nicación, etc. En los funcionamientos caóticos y/o violen-tos, un polo hace algo que pasa por encima de las propues-tas del otro (Rosa, por ejemplo se había adelantado aencargar cierta decoración que Gabriel rechazó). En elcaso de la hiperdiscriminación, cada uno hace su vida, porfuera del espacio común, en una suerte de interpenetración«retráctil».

Al revisar las causas de problemáticas como la descrip-ta, surge en un primer plano que la adhesión intensa a losobjetos edípicos y/o pre-edípicos se opone a la investidurade objetos nuevos alternativos, y por ende, a un intercam-bio transformador en la pareja, que consolide el proyectode pareja exogámica: el sujeto vive inconcientemente conangustia cualquier investidura que compita con los víncu-los primarios. La prevalencia o intensidad de lo endogámi-co, al no disminuir, traba la investidura y valoración de unencuentro con un otro exogámico y no permite el necesarioreordenamiento para la construcción de códigos comunes,nuevos y exogámicos. Lo que el otro significa, en tantonuevo y disruptivo, atenta contra lealtades primarias y em-puja más a la retirada que a la consolidación de la pareja.

Toda relación amorosa, en tanto reencuentro, recogevalencias edípicas y/o preedípicas, investiduras con las que

145

entra en conflicto y/o equilibrio, según la pareja y el mo-mento vital. La cuestión es cuánto y cómo se metabolizanestas investiduras. Cuando sobre el otro se desplazan in-tensas investiduras parentales poco transformadas, estopuede no producir conflicto en lo inmediato. Pero, así lascosas, el vínculo con este otro investido con valenciasedípicas poco transformadas no está en buenas condicionespara enfrentar los conflictos que surgen cuando se requiereconstruir un espacio con nuevas semantizaciones, diferen-tes de las de las familias de origen.

II

En el abordaje clínico de este tipo de conflictos, el tera-peuta no debe tener una actitud admonitoria o enjuiciado-ra en que la exogamia aparezca como «mejor» que laendogamia, manifestando preferencia por una u otra. Loterapéutico es mostrarles a ambos que la dificultad de cons-truir entre los dos un espacio de ambos, o sea una formamás sólida, vital y activa de interpenetración, no dependetanto de las «convicciones concientes» (que es el terreno enque suele darse la discusión entre ellos, y que son siemprelegítimas, como el divorcio), sino de la dificultad de tomaralguna distancia con los propios mandatos y/o amores en-dogámicos/narcisistas. La pareja, en efecto, suele discutirestas cosas en el terreno de las convicciones concientes,sin considerar las conexiones inconcientes.

Se trata de levantar represiones y desplegar en la con-ciencia de cada uno lo que se juega inconcientemente en elámbito de los vínculos amorosos, desplegar cómo las fija-ciones infantiles traban la construcción de un espacio exo-gámico. Espacio nuevo y diferente que, desde la perspecti-va de la repetición endogámica, aparece como angustiantey amenazador. La idea debe ser mostrar opciones, no valo-raciones.

El padre de Soledad tiene una importante empresa dealarmas y servicios de seguridad. Está ligado a sectores

146

éticamente turbios del grupo gobernante en el momentode la consulta, no obstante haber hecho su fortuna mu-cho tiempo atrás.

Soledad llega a sesión con Germán. Se sientan y Sole-dad dice estar muy perturbada porque hoy, estando enuna de las oficinas de su padre, con el que trabaja, fue avisitarla un primo que está «colifa». Cuenta una largahistoria de este primo, que trabajó con ellos, y al queluego separaron del cargo, «por lo loco que está». Pa-rece muy preocupada y cuenta que el padre le criticóhaberle abierto la puerta al primo: no tendría que ha-berle abierto. En otras oportunidades el padre le hizodar plata por la secretaria, pero no lo recibió en suoficina. Germán se muestra también preocupado, diceque esto es un problema externo, al que hay que darleuna solución «de una vez por todas», dado que esteprimo no sólo está «colifa», sino que además tiene rela-ciones con gente «pesada»: hace tres años, cuando es-tos problemas empezaron, dos desconocidos se acerca-ron a la única hija de la pareja, Remedios, de 15 años, yle preguntaron datos de la familia. Germán relata en-tonces confusamente una situación peligrosa, tipo se-cuestro, en la que finalmente los desconocidos se fueronen un patrullero policial.

Le reprocha a Soledad que hablaron varias veces en eldía por teléfono y que no le dijo nada. Ella le explicaque lo olvidó. Cuentan que antes, cuando vivía, el queresolvía estos problemas era el abuelo paterno, un per-sonaje muy influyente en el país. Germán dice que élsabe cómo se resuelve este problema, que va a hablarcon el padre de Soledad, y explica su solución. Soledadpermanece en silencio. Luego dice que ella fue esa tardea hablar de esto con un sacerdote con el que su familiatiene mucha relación. Cuenta lo que él dijo. Germán seenoja y dice que fue a ver al sacerdote y encima lequiere hacer creer que «se olvidó». Repite que es unasituación externa de peligro y que hay que hacer algo.Soledad calla.

147

En su primera intervención, el terapeuta dice que unapregunta es si se trata de un hecho externo, como diceGermán, o de un hecho no tan externo: se entiende queel primo no pertenece al círculo íntimo –es externo–,pero lo que con él suceda afecta cosas muy internas dela familia, como la seguridad de su única y adorada hijaRemedios.

La sesión continúa en un clima en el que alternan ladiscusión por variadas cuestiones y el aporte de nuevosdatos.

El discurso de Germán se centra en que él va a hablarcon el padre de Soledad y resolver las cosas, porque él,al no ser de la familia y ser alguien externo, está enmejores condiciones de encarar este problema, que na-die en la familia de Soledad puede afrontar. Ella callafrente a sus largos parlamentos. Germán propone en unmomento hacer una reunión con la familia. Soledad diceque le parece buena idea. Germán dice que ella no tieneque participar y se precipita una discusión. Germántermina diciendo que la situación es grave y que hayque encontrar una solución.

La segunda intervención del terapeuta –habían pasadoalrededor de cuarenta minutos– se centra en decirlesque es cierto que hay que encontrar una solución, peroque lo que él puede aportar, tal vez no pueda tener tanrápida eficacia como la que esta situación de peligropareciera requerir. La idea, al decir esto, fue explicitarcuál puede ser el trabajo posible en una terapia depareja, ya que ciertos relatos sobre el primo «colifa»generaban climas de extrema urgencia y peligro. Lo quesí puede hacer, como terapeuta de pareja, es ayudar apensar cómo hablar algo que no es fácil hablar entreellos. Pone como ejemplo los silencios de Soledad y diceque él no los enjuicia, que el desarrollo de la sesiónpermite comprenderlos. Propone pensar que cada unohabla de este problema desde un diferente círculo.Germán, desde el círculo de ellos dos y Remedios, Sole-

148

dad desde este mismo círculo, pero también incluida enotros que abarcan a su padre, su abuelo, al que ellaquería tanto, etc. Hay diferentes lealtades en juego, sontodas legítimas y cualquier posibilidad de hablar el temadebe considerarlas, cosa que no ocurre cuando hablanentre ellos.

A continuación, Germán relata cuánto quería él al abue-lo paterno, y a la familia de Soledad, pero se queja deque si Soledad va a la reunión, todo se «emputece» ytermina siendo a «la manera de ellos», que siempre hayque ir a Mar del Plata a la casa familiar de veraneo,que siempre tiene que haber una comida familiar lossábados al mediodía, etc.

El terapeuta dice que él cree que las palabras de Germánson una especie de respuesta a lo que él dijo: queGermán está de acuerdo en considerar todas esas leal-tades contra las que él no tiene objeción. Pero que enmuchas oportunidades en que parece que eso va a suce-der, lo que Germán siente es que no se le da un lugarimportante, que quiere un lugar de mayor importancia.

III

La labilidad o ambivalencia en la investidura a un otropuede originarse en muy diferentes situaciones. La situa-ción a que vengo refiriéndome es la adhesión libidinalpredominante o casi exclusiva a los objetos primarios, in-fantiles; son los casos en que suelen aparecer peleas por lasfamilias en los contenidos manifiestos. Otra situación, tam-bién frecuente, es la investidura exclusiva de las propiasrepresentaciones narcisistas. En el primer caso, las parejastransmiten un clima de deslealtad o secuestro («está prisio-nera/o de sus padres»), en el segundo, la acusación quecircula suele aludir al egoísmo o la indiferencia («No teimporta ni lo que hago ni lo que pienso: vos sos el centrodel mundo»). Uno y otro caso plantean diferentes proble-mas clínicos, hay diferentes formas de interpenetración

149

(gráficamente, una es «filiocéntrica» –gira alrededor de laposición de hijo/a de un cónyuge con sus padres– y la otraes «egocéntrica» –gira alrededor del narcisismo distróficode uno u ambos partenaires). Otra causa habitual de inves-tidura lábil o ambivalente al partenaire se da en los segun-dos matrimonios. El «reincidente» vive a su nueva parejacomo una deslealtad para con sus hijos del primer matri-monio.

En el curso de los tratamientos es importante ir mostran-do las diferentes semantizaciones, explicaciones o motiva-ciones que surjan en el análisis acerca de la labilidad oambivalencia en la investidura. A medida que el tratamien-to progresa, conviene que el terapeuta sea cada vez mássensible a la variedad de determinaciones psíquicas quepuedan desprenderse del material. De otra manera, si en elanálisis de los conflictos el analista enfatiza excesivamen-te las determinaciones que provienen de la ligazón a laendogamia, se repite en el tratamiento el encierro endogá-mico del que la pareja pidió ayuda para salir.

IV

El concepto de interpenetración o penetración recípro-ca esclarece algunos dinamismos de la relación de pareja.En un trabajo previo (1998) lo propongo como un término«ómnibus» que abarca una variedad de intercambios des-criptos por diferentes autores: desde la sociabilidad sincré-tica conceptualizada por Bleger, hasta los modos verbalesmás discriminados de comunicación. Intercambios de di-verso nivel, variados y multiformes, en el seno de un vín-culo que funciona aquí y ahora. La interpenetración dacuenta de la producción recíproca de psiquismo en un vín-culo, de los procesos de contacto e interinfluencias quellevan a que uno y otro modifiquen sus subjetividades en elencuentro. Tiene diferentes estilos y según el momento y larelación puede ser cliché, evitativa, vital, desvitalizada,retráctil, etc.

150

En las parejas con los conflictos que describo –dificul-tad de construir un espacio exogámico y fuerte adhesión alo endogámico– hubo desde siempre en la interpenetracióncon el partenaire una poderosa investidura de lo endogá-mico que restaba vigor a lo que el otro, exogámico, ofre-ciera en cuanto a placer o proyecto. Los modos de presen-tarse esta situación pueden ser muy distintos en la fenome-nología de la superficie de interacción: violencia, caos,incomunicación, celos, etcétera.

La observación y monitoreo de la interpenetración esuna forma excelente de ver la forma en que se juega elvínculo con un objeto que, por lo diferente y nuevo, plan-tea conflictos de lealtad con lo viejo, los objetos endogá-micos e incestuosos. Es importante ver cómo en ella tiendea desmentirse la singularidad del otro; las diferencias yespecificidades que hacen a la identidad del otro son re-gistradas con fuertes interferencias, derivadas de lassemantizaciones previas, resultantes de la endogamia.

¿Cómo pensar, desde el concepto de interpenetración, eldesconocimiento de la diferencia con el otro y de su singu-laridad?

El trabajo psíquico de la interpenetración, cuando serealiza en un vínculo no capturado en el polo de la repeti-ción, supone una diferencia reconocida concientementeentre el objeto externo y el interno y, por ende, desde elinterior del sujeto, una propuesta de conocimiento. Cuan-do se realiza en plenitud, se produce, como diría JaninePuget, «en clave de diferencia» (Puget J., 2001): de otramanera estamos en el terreno de las formas psicotiformesy regresivas de la interpenetración. Sabemos, en efecto,que la interpenetración se sostiene siempre en una capta-ción libidinal del otro, radicalmente influida por los in-concientes en juego, con el consiguiente malentendido.No se apoya en una información precisa sobre cuestionesmateriales, no se trata de una cognición «científica» ni deun registro fotográfico. Pero, si bien la captación es libi-dinal, tampoco se apoya en una percepción sin objeto

151

–alucinación–; si así sucede, estamos en el terreno de lamás franca patología.

La escucha de un amigo se ubica como una experienciaúnica, no por lo idealizada sino porque aspira a conocer lasingularidad del otro y del encuentro. ¿Qué diferencia elvínculo entre dos amigos o miembros de una pareja de unainteracción de otro tipo, digamos con alguien que nos atien-de en una ventanilla? La comunicación con una personaque nos atiende en una ventanilla, no se diferencia dema-siado de la que se tiene con una computadora: interesa ahíla función que cumple y no la singularidad de su subjetivi-dad ni del encuentro. Creo que a esto se refiere SaintExupéry cuando, en El Principito, reflexiona acerca de lacreación de vínculos y lazos entre seres humanos. El prin-cipito le dice a un posible amigo, el zorro: «Serás para míúnico en el mundo. Seré para tí único en el mundo». (pág.68)

El trabajo psíquico de la interpenetración tiende, en unarelación no coagulada en el polo de la repetición, a conocerla singularidad del otro. En las parejas a las que me refiero,esta dimensión de la interpenetración suele estar fallida.Dicen tener conversaciones largas y difíciles, de sordos, enque no se entienden, que necesitarían un traductor. Lainterpenetración funciona como una percepción sin objeto:no se hace el trabajo de registrar al otro en su singularidad,peculiaridad o diferencia.

V

La interpenetración en la pareja es un trabajo psíquicocuya consolidación depende, entre otras cosas, de poder irmás allá del funcionamiento psíquico tipo «todo o nada»característico del enamoramiento y del funcionamiento pa-sional amoroso (también de otros procesamientos psíqui-cos. [P. Aulagnier, 1975]). En los vínculos de pareja enque uno u ambos tienen una intensa investidura de susobjetos endogámicos, este tipo de funcionamiento «todo o

152

nada» está especialmente exacerbado, al servicio de soste-ner la investidura de la endogamia.

Roberta: Estamos muy bien, parece mentira que en cua-tro sesiones que vinimos, haya cambiado todo tanto. Yopensaba dejar de venir o venir más espaciado, una vezcada quince días.Pablo escucha en silencio.Roberta: lo que me parece que todavía no está bien esque cuando nos peleamos, no sé…Relata confusamenteuna situación en que no se ponen de acuerdo en algo,por ejemplo el nombre para un futuro hijo: entonces «sepudre todo», en esos momentos ella quiere separarse.Describe una interacción muy apasionada entre ellos,que el terapeuta denomina blanco o negro, y ella está deacuerdo con esta descripción.

En el enamoramiento, los desencuentros suelen desmen-tirse, o ser desinvestidos por algún otro mecanismo; losconflictos sufren por diferentes vías un proceso de minimi-zación. Más allá del enamoramiento inicial, en toda parejase presenta el trabajo psíquico de metabolizar desencuen-tros –no desmentirlos ni minimizarlos– y sostener una in-vestidura, que, dado lo inevitable de la frustración, estáamenazada.

En la dinámica del enamoramiento, la interpenetracióntiene características disímiles, es masiva pero lábil: desdeel imaginario de los partenaires, tiene la masividad del«todo o nada»; desde una perspectiva más centrada en elprincipio de realidad, la investidura del otro es, en reali-dad, frágil. Sin duda, la fragilidad no debe llevar a menos-preciar la fuerza de la investidura. ¿Cómo trabajar estadimensión de la vida de pareja? Un camino es mostrar queel funcionamiento de superficie «poco tolerante», «hiper-sensible», corresponde en lo inconciente a un funciona-miento cercano al principio del placer y a la correspondien-te intolerancia a la frustración. En efecto, frente al displacerque llega del otro vía principio de realidad, se deposita/proyecta en él (Pichon Rivière E., pág. 49-50), vía princi-

153

pio del placer, la «responsabilidad» del sufrimiento. Al mis-mo tiempo, inconcientemente se inviste-alucina un encuen-tro con alguien que no implicaría los displaceres delpartenaire actual. En las parejas con la conflictiva que refie-ro, este tipo de funcionamiento está particularmente activo yla exploración del material, cuando es posible, muestra queel objeto con el que inconcientemente se produce el encuen-tro mágico y aconflictivo suele tener el formato, la improntade algún objeto endogámico e incestuoso.

Pablo y Roberta siguieron hablando, y el terapeuta ensilencio. En lo manifiesto del discurso, cada uno le echa-ba al otro la culpa del sufrimiento que atravesaba. Em-pezaron a aparecer críticas de Roberta a Pablo respectode la música de «rock pesado» que le gustaba escuchar,cómo se iba del mundo escuchando a un cantante que sehabía suicidado y cuyas letras hablaban de matar a otro,cómo le hacía escuchar estas canciones a su sobrinita decinco años, Yakira. Surgió el tema que había desencade-nado la consulta: una depresión severa de Roberta apartir de la muerte de su padre. Aparecieron recuerdosde Roberta en los que cruzaba la calle sin mirar y hacíacosas peligrosas: «Sentía que no podía pasarme nada,que no podía morirme». El terapeuta dijo que a los dosles costaba trabajo salir del «blanco o negro» entre ellos,relacionando esto con la alternancia de Roberta en cuan-to a la relación: en el comienzo habla de venir menos,porque «ahora, había cambiado todo tanto» y un instantedespués cuenta las ideas repentinas de separarse por unadiscusión sobre un nombre. Agregó que también cadauno consigo mismo tenía viejas y no resueltas dificulta-des en cuanto a funcionar «blanco o negro» y que de esovenían hablando: los climas oscilantes de Pablo (del nohablar y el «no pasa nada» al clima de suicidio) y de unabipolaridad «omnipotencia-derrumbe» en Roberta. En eldiscurso conjunto, siguieron apareciendo asociacionescon funcionamientos psíquicos de esta índole y el analis-ta continuó conectando los funcionamientos entre elloscon los funcionamientos que relataban como historiasindividuales.

154

VI

El concepto de acuerdo defensivo (Jean Lemaire, 1979)ayuda a entender algunas de las dificultades que encontra-mos en el abordaje de estas problemáticas, el modo y estilode la interpenetración, las violencias y crisis que en ella sesuscitan. En su descripción de este concepto, Lemaire ex-plica, con su terminología (pág. 67), que en la elección depareja que corresponde a una intención de duración, laelección del compañero es estrechamente dependiente de laorganización defensiva: las características del otro se eli-gen con vistas a reforzar los mecanismos de defensa desti-nados a cerrarle el paso a las pulsiones parciales vividascomo amenazantes, principalmente las que son extrañas alconjunto pulsional «egosintónico». Este modo de pensar escercano al que proponen Puget y Berenstein al describir elconcepto de «contrato inconciente», «acuerdos» y «pactos»(1988, pág. 36). En las dos teorizaciones, se pone un granénfasis en subrayar cuánto la elección de pareja duraderaestá sostenida por la contribución que implica «al equili-brio personal y a la organización defensiva del yo»(Lemaire, pág. 57).

En las parejas en que uno u ambos están fuertemementeligados a los objetos endogámicos, debe recordarse perma-nentemente que estas ligaduras hacen a la homeostasis nar-cisista y defensiva de ambos polos, con todo lo que estoimplica en cuanto a la resistencia y dificultad de cambio.Es recomendable que el analista transmita a los pacientes,en el trabajo sobre estas ligaduras, la misma actitud queFreud propone en el neurótico hacia su neurosis, cuandodice que tendría que sacar de ella algún aprendizaje sobresí, no mirarla como un objeto extraño, sino como «un frag-mento de su ser que se nutre de buenos motivos» (Freud S.,A. E. T. XII, pág. 154). Este tipo de actitud requiere delterapeuta un trabajo elaborativo importante sobre sí mismorespecto de la tendencia, en nuestra cultura, a plantear laexogamia como un imperativo moral («Por esto dejará elhombre a su padre y a su madre y estará unido a su mujer,y los dos vendrán a ser una sola carne». Génesis 2, 24). El

155

terapeuta, entonces, debe ser cauto y no mostrar «preferen-cia» por la exogamia –a sabiendas, por supuesto, de que laendogamia es lo regresivo–; así se evitan intervencionesfuera de timing, que muchas veces llevan a la interrupciónde los tratamientos.

Los acuerdos defensivos inconcientes organizan cómocada uno respeta de manera efectiva ciertas áreas conflicti-vas del otro. La crisis implica una necesidad de cambio yuna oportunidad, pero no debe menospreciarse la dificultadde cambio, ya que si las cosas fueron como fueron, así lorequería la homeostasis narcisista de cada uno de los inte-grantes de la pareja.

VII

Cabrían muchas consideraciones en lo referido a la for-mulación de la intervención –algunas ya las he expuesto.Mi experiencia personal y la discusión de casos con cole-gas y supervisiones me ha llevado a observar que, en oca-siones, en la línea interpretativa se infiltra la opinión deque los padres de uno o de ambos «son los malos de lapelícula». Obviamente esto es una proyección, o como de-cía Meltzer, una forma de eludir la responsabilidad psíqui-ca por los objetos internos.

Cuando la ambivalencia/desvitalización en la investidu-ra al partenaire es fuerte y se asocia a una intensa investi-dura a objetos parentales, hay que evaluar cuidadosamentela conveniencia de mencionar explícitamente a los padresen la formulación verbal de la intervención, dado que pue-de favorecer el tipo de proyección de la que hablo: lo másconveniente, dentro de los límites de cualquier generaliza-ción, es tener a los padres de ambos como los restos diur-nos de un sueño relatado, sin que el analista se precipite arelacionar explícitamente algo con ellos. Dejar que estarelación la establezcan los pacientes ayuda a evitar que losvínculos endogámicos queden rígidamente significadoscomo malos y/o que se deposite en ellos lo que debe diri-

156

mirse en el terreno del sujeto. Con todas las consideracio-nes que merezca el timing, la cuestión debe irse ubicandoen el terreno de las responsabilidades psíquicas de losmiembros de la pareja, cómo compatibilizan sus lealtades ycómo se ubican frente a las del otro.

La formulación verbal de la intervención requiere unprevio trabajo elaborativo en la subjetividad del terapeuta,lo que clásicamente se llamó contratransferencia. La endo-gamia no es mala: sólo muestra la organización psíquicaregresiva en el/los pacientes. Tampoco hay en ella ningunamalevolencia ni intención maligna. Posiblemente, cuantomás se ama y valora todo lo que constituye nuestro bagajeendogámico, también sucede que éste halla un modo devigencia, transporte, inclusión e integración en la identi-dad, que es el que más permite la inscripción de nuevasmarcas, la investidura de nuevos otros, etc. Esto es muyimportante que lo tenga claro el analista; así queda enmejores condiciones para interpretar adecuadamente el ma-niqueísmo que suele flotar en las discusiones entre lospartenaires referidas a «mi familia y tu familia».

VIII

Para terminar, un comentario sobre el pronóstico. ¿Cómoresponden a un tratamiento de pareja este tipo de proble-máticas? ¿Es posible decir algo que sea válido para unapoblación tan heterogénea, a pesar de las semejanzas, en lomanifiesto, de los motivos de consulta? Sucede con estasproblemáticas lo que en todo tratamiento de pareja: el me-jor pronóstico es el de aquellos vínculos en los cuales losdos tienen mucho interés en mejorar su relación «porque seaman, aunque se matan». Esta transferencia con elpartenaire es el mejor motor para un tratamiento. En miexperiencia, los mejores resultados –y pueden ser muy bue-nos– se obtienen en los pacientes que manifiestan el deseode llevarse bien con el otro, al que sienten que aman, peroconsultan porque al mismo tiempo entran en disputas quelos consumen. En otro tipo de casos, los resultados son más

157

pobres. Por ejemplo, cuando ya estaba decidida la separa-ción, pero antes de hacerlo se proponen «un último esfuer-zo» y piden tratamiento.

Bibliografía

Aulagnier, P. (1975) La violen-cia de la Interpretación.Edit. Amorrortu, Bs. As.,1977.

(1979) Los destinos del Pla-cer. Ediciones Petrel, Barce-lona, España, 1980.

Berenstein, I.; Puget, J. (1997)Lo vincular. Edit Paidós, Bs.As., 1997.

Framo, J. (1982) Exploracionesen Terapia familiar y matri-monial . Edit . Desclée deBrower, Bilbao, 1990.

Freud, S. (1914) Recordar, re-petir y elaborar. O.C. Edit.Amorrortu. T. XII, 1980

Krakov, H. (1997) Psicoanálisisde pareja y angustia de vin-cularidad. Ficha.

Lemaire, J. (1979) La parejahumana: su vida, su muerte,su estructura. F.C.E. Méxi-co, 1986.

Pichon Rivière, E. (1995) Dic-cionario de términos y con-

ceptos de psicología y psi-cología social. Edit NuevaVisión, Bs. As., 1995.

Pérez, A. (2001) Psicoanálisis.Pediatría, Familia y Dere-cho. Buenos Aires. 2001.

Puget, J. (2001) Participaciónen la Mesa Redonda de laA.A.P.P.G. el 22-6-2001: Fi-nal de análisis en clave dediferencia. Ficha, 2001.

Puget, J.; Berenstein, I. (1988):Psicoanálisis de la parejamatrimonial. Edit. Paidós,Bs. As. 1988.

Saint Exupéry, A. (1946) Elprincipito. Emecé. Bs. As.,1951.

Spivacow, M. A. (1998) Bos-quejo para una teoría del vín-culo de pareja. Trabajo leí-do en la Reunión plenaria delDepartamento de pareja de laA.A.P.P.G. el 4-9-1998. Fi-cha.

158

Resumen

El trabajo se centra en el abordaje clínico de parejascuya problemática principal son peleas sobre «tu familia»,la familia del otro, y en algunas características de sufuncionamiento vincular. En los casos a que se refiere elartículo, la determinación fundamental pasa por una in-tensa investidura de objetos endogámicos en uno o en am-bos miembros. Se analiza el modo de vincularse de estasparejas a la luz del concepto de interpenetración: en estosvínculos se da un pobre reconocimiento de la singularidaddel otro, dado que su registro está interceptado o dificul-tado por las investiduras de los objetos endogámicos. Apo-yándose en el concepto de acuerdo defensivo, se subrayalo mucho que debe considerarse la homeostasis narcisistade los polos al considerar el timing de la intervención,dada la influencia en esta homeostasis de los vínculos conlos objetos endogámicos.

Se desarrollan algunas recomendaciones técnicas: encuanto a la actitud contratransferencial, se advierte sobreel riesgo de que ésta sea enjuiciatoria; se propone que alevolucionar la terapia, el terapeuta tenga el cuidado de noenfatizar excesivamente las determinaciones que provie-nen de la ligazón a la endogamia y de abrir el trabajo aotras determinaciones psíquicas, cuidando de no repetiren el tratamiento el encierro endogámico del que la parejapidió ayuda para salir. También se recomienda evaluar lamención explícita de los padres, teniendo el cuidado de nopromover una depositación en ellos de la problemática.

Summary

This paper is centred on a clinic approach of coupleswhose principal problems are fights about «your family»the others family and in some characteristic features fromits links functioning. Patients taken into account in thispaper, the main determination passes by an intense invest-ment of endogamic objects in one or both members. Waysof being bound together are analyzed by the light of inter-

159

penetrating: in these relationships a poor recognition ofthe other singularity is found because it’s registration isbeing intercut off by the endogamic object’s investment.Supporting on a defense concept of agreement, it is under-lined how it has to be considered the narcissistic equilib-rium from opposite extremes at the moment of talking intoaccount the «timing» of intervention, due to it’s influencein homeostasis of this type of links (endogamic objectslinkages).

Thecnic recommendations are developed: contra-trasferal attitude: it is pointed out the risk of a judgementintervention It is proposed to the therapeut that with theevolution of therapyt to take care not to emphasize deter-minations that come from endogamic laces and to openwork to other psychic determinations taking care not torepeat during treatment the same endogamic prison fromwhich the couple asked help to come out. Also, it is notrecommended to make explicit parent’s mention evaluatingnot to place inn them their problems.

Résumé

Le travail est centré sur l’abordage clinique de couplesdont la problématique essentielle est liée aux disputesconcernant «ta famille», la famille de l’autre, et surcertaines caractéristiques du fonctionnement de ces liens.Dans les cas présentés ici, la principale détermination estdue à un intense investissement des objets endogamiqueschez l’un ou chez les deux membres du couple. Le lien quise crée dans ces couples est analysé en partant du conceptd’interpénétration: dans de tels liens, il existe une faiblereconnaissance de la singularité de l’autre, puisque leregistre est intercepté ou rendu difficile par les investisse-ments des objets endogamiques. A partir du conceptd’accord défensif, l’on souligne l’importance de tenircompte de l’homéostasie narcissique des pôles au momentde considérer le timing d’une intervention, vu l’influence,dans cette homéostasie des liens avec les objets endo-gamiques.

160

Quelques recommandations techniques sont déve-loppées: quant à l’attitude contre-transférentielle: l’onsouligne le risque d’émettre des jugements de valeur; il estégalement proposé qu’au fur et à mesure que le traitementévolue, il est important que le thérapeute n’insiste pasexcessivement sur les déterminations qui proviennent de laliaison à l’endogamie, en ouvrant le travail vers d’autresdéterminations psychiques, pour ne pas rééditer àl’intérieur du traitement l’emprisonnement endogamiqueduquel le couple cherche à sortir avec l’aide du thérapeute.Il est finalement recommandé d’évaluer la mention expliciteaux parents, en tâchant de ne pas déposer à ce niveau laproblématique en question.

PRESENTACIÓNA MIEMBRO TITULAR

Mirta Segoviano *

El primer narcisismoy el grupo

(*) Licenciada en Psicología. Miembro Titular de la Asociación Ar-gentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo y Profesora Titularde Teoría Psicoanalítica de los Grupos en el Instituto de Psicoaná-lisis de las Configuraciones Vinculares.Monroe 2613, 1º P Depto.6 (1428) Ciudad de Buenos Airese-mail: [email protected]

«Un helado día de invierno, los miem-bros de la sociedad de puercoespinesse apretujaron para prestarse calor yno morir de frío. Pero pronto sintie-ron las púas de los otros, y debierontomar distancias. Cuando la necesi-dad de calentarse los hizo volver aarrimarse, se repitió aquel segundomal, y así se vieron llevados y traídosentre ambas desgracias, hasta que en-contraron un distanciamiento mode-rado que les permitía pasarlo lo mejorposible»

Schopenhauer, 1851

¿Cómo llega a ocurrir que un conjunto de desconocidospase a conformar lo que, a partir de entonces llamarán«grupo», y será visto por ellos mismos, y por quienquieralos observe, como una unidad: una unidad en la medida enque «aspira» a actuar como tal, en la medida en que parecehacerlo?

1. Antecedentes

En su Psicología de las masas y análisis del yo, al tratarjuntas las dos formaciones que enlaza en el título, Freudinicia el despliegue de lo que en psicoanálisis ha insistidocomo un nudo problemático: la relación conflictiva entre elgrupo y el narcisismo individual1, en cada humano «lleva-do y traído entre ambas desgracias».

Freud propone que el grupo es posible gracias a la idea-lización de un intermediario: persona o idea con un estatu-to y una jerarquía diferentes a los que corresponden a losmiembros del grupo, quienes a consecuencia de la comuni-

1 Por su parte, René Kaës (1993) ha señalado la «afinidad conflictiva»entre psicoanálisis y grupo.

166

dad en la idealización, pueden identificarse entre ellos. Seocupa entonces de las relaciones que mantienen entre sí losmecanismos de identificación e idealización, que explica-rían la «resolución» de lo que sería el conflicto yo/grupo deotro modo infranqueable.

En un primer momento, Freud indica que identificacióne idealización serían mecanismos opuestos, desde el puntode vista del enriquecimiento o empobrecimiento del yo encuanto al aflujo de libido. En la identificación, la libidotiene por destinatario al yo, abandonando al objeto; en laidealización abandona al yo para sobrestimar al objeto aexpensas de la investidura narcisista.

Sin embargo, dice Freud, tal oposición es en realidad unespejismo. Ambos mecanismos pueden efectivamente co-existir, puesto que es posible distinguirlos de otro modo,dice, según «que el objeto se ponga en el lugar del yo o enel del ideal del yo». En ese caso, el objeto perdido, puestoque su pérdida es la condición de la identificación, podráser sin embargo conservado en la idealización, como obje-to idealizado.

Vemos así cómo, lo que resultaba un conflicto entreinvestiduras dirigidas al yo e investiduras dirigidas a algoque le era externo, el objeto, se convierte en un conflictoentre instancias psíquicas. Esta «solución», con la que afir-ma concepciones que lo llevarán a formular su segundatópica, indica el interés privilegiado de su estudio: no tantola especificidad del grupo como objeto, sino sobre todo elanálisis del yo.

Cuando W. R. Bion (1948) emprende sus investigacio-nes, se posiciona de un modo muy diferente al de Freud: suobjeto de análisis es el grupo –quiere comprender al gru-po–, y se interroga por esos modos de comportarse un«agregado» de personas «como si se hubieran puesto deacuerdo». Propone entonces que algunas formaciones in-concientes de cada uno son aportadas unánime, anónima einvoluntariamente en un continente que llama «mentalidad

167

grupal». La «mentalidad grupal» entra en conflicto con «elindividuo», es decir, las necesidades individuales, produ-ciéndose entonces una formación de compromiso, la «cul-tura de grupo». Apuntemos aquí que esta formación fantas-mática –constituida por los supuestos básicos, derivacio-nes de una fantasía de escena primaria muy primitiva–resultaría entonces, por su capacidad de administrar lasrelaciones entre lo individual discriminado y lo colectivoindiscriminado, una formación intermediaria.

La diferencia de acento entre las perspectivas de Freud yde Bion, interesado uno más bien por el objeto yo y el otrosobre todo en el objeto grupo, tiene más de una consecuen-cia. Al partir de una mirada que podríamos llamar«grupalista», Bion contribuye a la comprensión del fenó-meno grupo con ideas decisivas. Por un lado, pese a definira la unidad grupo como una fantasía, es la realidad mate-rial del grupo la que promueve la activación de aquellasformaciones psíquicas que le son específicas.2 Por otrolado, deja de ver a la persona del líder como lo que reúneen primer lugar al conjunto, para considerar al propioliderazgo ya como un fenómeno de producción grupal.

No obstante, y más allá de sus divergencias, tanto Freudcomo Bion encuentran en el nudo de la relación individuo/grupo un conflicto cuya superación exige la presencia o lacreación de un intermediario.

Por su parte, Didier Anzieu (1978), que retoma en suspropias contribuciones la idea de Bion acerca de la fantasíacomo mediadora en esa relación individuo/grupo, desarro-lla la fecunda hipótesis de una analogía entre grupo ysueño. Analiza entonces las conexiones entre el grupo y elyo desde el punto de vista de las regresiones que ambassituaciones –tanto el grupo como el sueño– suscitan. Entreellas, aunque alude a la regresión hacia los narcisismos

2 Posteriormente René Kaës ha desarrollado la idea de una especifici-dad de la realidad psíquica propia del grupo. Cf. el concepto deaparato psíquico grupal (1976, 1993).

168

primario y secundario, se ocupa, tal como lo anuncia en eltexto, sólo del último (op. cit. pág. 83). Y es seguramentepor este motivo que no encuentra obstáculo en indicar almismo tiempo que el grupo es una amenaza primaria paracada yo que quiere verse como la unidad independiente quepretende haber llegado a ser, y también que los humanosentran al grupo como al dormir entran al sueño.

La primera proposición, del grupo como amenaza para elindividuo (indiviso), indica evidentemente la presencia delconflicto yo/grupo. Pero, ¿qué decir de la segunda? ¿es elsueño igualmente amenazante?

Cuando experimentamos o percibimos la inquietud quela conformación de un nuevo grupo produce, no podemosmenos que decirnos que la entrada al sueño no es general-mente tan perturbador: queremos dormir, queremos soñar, yes más bien cuando esto no ocurre que nos sentimos angus-tiados. Por lo tanto, más allá del notable aporte que debe-mos a la aguda formulación de sus analogías, debe de haberalguna diferencia esencial entre «entrar a un grupo» y «en-trar al sueño».

2. El primer narcisismo

En cuanto al conflicto yo/grupo, realmente parece difícilconsiderar de otro modo que conflictiva esa relación sisólo tomamos en cuenta el narcisismo que inviste al yocomo objeto. Pero, si en cambio nos remontamos más atrásen el desarrollo evolutivo y nos ubicamos en los comienzosde la vida mental, evidentemente grupo y yo no puedenoponerse, sino que constituyen una misma y única realidadpsíquica.

Tomando las indicaciones de Freud (1914) acerca delorigen del narcisismo del niño como una herencia y unacontinuación del narcisismo de los padres, idea que PieraAulagnier (1975) formalizaría en su concepción del contra-to narcisista, resulta claro que el primer narcisismo es

169

compartido. Es compartido en el sentido de la indiscrimi-nación, puesto que la investidura, conjunta, tanto de lamadre (o de los padres) como del niño, recae sobre lacontinuidad, esa unidad madre-niño de la que sólo luegosurgirán el yo y el objeto. Pero, puesto que la madre ya hapasado, mal o bien, por esos procesos diferenciadores, elprimer narcisismo también es compartido en el sentido dela reciprocidad, de lo que podríamos representarnos comoun feed-back narcisista.3

La creación-hallazgo del yo. El no-yo

El nuevo acto psíquico por el que se constituye el yocomo una diferenciación, como una nueva unidad, tendrálugar precisamente dentro de aquella primitiva entidad,surgiendo desde ella. Y es sólo entonces que el narcisismopodrá establecerse, novedosamente, como «individual».

El narcisismo individual, el que inviste al yo como obje-to, es por lo tanto secundario al primero, y no puede produ-cirse sino a partir de ese antecedente: la investidura narci-sista primaria de la unidad formada con la madre.

El nuevo acto psíquico por el cual el yo deviene objetoes el de una creación-hallazgo. El yo es efectivamente unobjeto hallado porque ha sido anticipado y posibilitado enla mente de otro/s, es decir en un espacio psíquico que loprecede. Sin embargo, esta anticipación no basta para ga-

3 Con respecto a la mutualidad en el narcisismo primario, cf. el escla-recedor análisis de P. C. Racamier en su Antœdipe et ses destins,cuando describe la seducción narcisista: «proceso activo, potente,mutuo, que se establece originalmente entre el niño y la madre, en elclima de una fascinación mutua de naturaleza forzosamente narcisis-ta. Subtendiendo esta seducción: una fantasía de unísono, de com-plesión y de omnipotencia creativa. Una divisa: “juntos al unísono,hacemos el mundo, a cada instante y para siempre”. Después de todola seducción narcisista no está solamente en la fantasía. Está en lainteracción. Pasa por el cuerpo. Sus instrumentos: la mirada y elcontacto cutáneo.» (pág.21-22)

170

rantizarlo, porque, llegado el momento, tendrá que ser crea-do, justamente por un nuevo acto psíquico. La anticipaciónes solamente –y también, nada menos que– una disposiciónsignificante. Pero la significación en sí exige una apropia-ción, un trabajo psíquico de retoma, por cuenta propia, delo que está allí para ser tomado.

Esta creación-hallazgo de la que resulta el yo sólo puedeocurrir por apuntalamiento: apuntalamiento en el cuerpo yel psiquismo propios, en el cuerpo y el psiquismo de lamadre, en el grupo y en la cultura.

Como lo ha mostrado René Kaës (1978, 1984, 1993), elapuntalamiento del psiquismo en su proceso de construc-ción y desarrollo es múltiple. Su investigación ha puesto derelieve cómo la obra freudiana tomada en su conjunto auto-riza a considerar más de un lugar de apuntalamiento para lapsique. Ya no se trata de un único puntal, el que toma lapulsión en el cuerpo propio, descrito en los Tres ensayos–y devenido clásico en la literatura psicoanalítica. Tanto laconstrucción del yo como la del objeto encuentran apunta-lamiento en la relación con las funciones maternas. Lacreación del yo se apuntala, por ejemplo, en la funciónparaexcitadora primero cumplida por la madre; la elecciónanaclítica del objeto toma como puntal la relación antesestablecida con ella. Por otro lado, como se desprende delas investigaciones emprendidas por Freud en El porvenirde una ilusión y en El malestar en la cultura, las instanciasideales, las identificaciones, las imagos, los complejos sonformaciones colectivas que se apuntalan en el grupo y en lacultura. El conjunto de estos lugares de apuntalamientoconstituye precisamente la red que posibilita la mentaliza-ción.

Siguiendo esta misma concepción, que el yo sea creadopor apuntalamiento sobre el narcisismo primario significaque entre lo que funciona como puntal y aquello que seapuntala existe una relación compleja, en la que intervie-nen los tres elementos con que R. Kaës caracterizó a estemecanismo. En primer lugar, un apoyo: en un punto, el

171

puntal y lo apuntalado hacen cuerpo, es decir que, en esepunto, no podríamos distinguir uno del otro. En segundolugar, lo apuntalado se modela sobre lo que sirve de pun-tal: como, por ejemplo, cuando el mecanismo psíquico deidentificación toma su modelo de la incorporación oral. Entercer lugar, entre el puntal y lo apuntalado existe unaseparación, un espacio de entreapertura donde el puntalestá ausente. En ese espacio de separación entre puntal yapuntalado, ese espacio de ausencia del puntal, deberá ocu-rrir, aunque nada lo garantiza, un pasaje transformador,una transcripción creadora de la que resulta entonces algonuevo. Esa ausencia del puntal es la condición que permite,aunque, como decíamos, no asegura, este pasaje de un ni-vel a otro, o de un objeto a otro. Es en ese momento y enese acto que el puntal se constituye a la vez como un«objeto» y un no-objeto, en la medida en que, perdido,resulta al mismo tiempo el trasfondo del nuevo objeto crea-do.

Por lo tanto, la constitución del objeto-yo por apuntala-miento significa que el narcisismo individual, secundario,que lo inviste, además de haberse apoyado en y modeladosobre el narcisismo primario, ha debido entonces en parte«perderlo». La «pérdida» de esa continuidad, es condiciónde la creación del yo. Esa ausencia, y el trabajo de elabora-ción de esa ausencia de la unidad indiferenciada, son ellugar y el proceso de construcción del nuevo objeto. Entanto por su parte, la estructura que ha funcionado comopuntal equivaldrá en este caso, en su dimensión de no-objeto, al no-yo.4

Así, la grupalidad narcisista primaria tiene con el yo unarelación a varias vías. Por un lado, es indistinguible de élen un punto donde ambas estructuras convergen y se con-funden. Por otro lado, está metafóricamente reconstruidaen el yo que se ha modelado sobre ella. Finalmente, la

4 Tal perspectiva es coincidente con la que, desde presupuestos dife-rentes, sostiene José Bleger (1971) cuando describe a la sociabili-dad sincrética como el no-yo.

172

grupalidad narcisista primaria es el negativo del yo, lo queel yo ha debido perder-abandonar para ser.

Narcisismo y apuntalamiento

Según esta perspectiva, es evidente que la relación entrenarcisismo y apuntalamiento no se puede definir unívoca-mente como de oposición, como podría hacerlo parecer aprimera vista la distinción que Freud propone cuando des-cribe las dos modalidades de la elección de objeto.

Así, la relación entre narcisismo y apuntalamiento sedejaría describir más bien como una tensión entre tenden-cias. Por una parte, la tendencia propia de la dimensiónnarcisista, como tendencia a la conservación del modo ylos objetos de satisfacción ya conseguidos, con rechazo dela pérdida, de la ausencia y de la prohibición.5 Por otraparte, la tendencia propia del apuntalamiento, como dispo-sición al reconocimiento de que algo falta y a su reemplazoen una multiplicación de los modos y los objetos capacesde producir en su lugar la satisfacción –con el consecuentetrabajo de duelo por lo único.

Pero debemos tener en cuenta que, desde el punto devista según el cual el móvil último de todo trabajo dedesprendimiento y de construcción es la aspiración a laperpetuación y la ampliación de la unidad, ambas tenden-cias son complementarias: toda creación tiene algo de pseu-dopodio, algo de extensión y de afirmación del yo. Enúltima instancia, es esta búsqueda narcisista de recupera-ción de lo que habría sido y podría volver a ser un todo loque funciona como motor e incentivo para el trabajo psí-quico. Es ella la que incita el trabajo de elaboración de lapérdida, ya sea que esta elaboración se exprese en una

5 Acordamos en esto con el sentido que P. C. Racamier prefiere dar anarcisismo, que «designa menos la orientación de las investiduras(centrípeta) que su cualidad (justamente, inmóvil).» (op.cit., pág.42).

173

nueva identificación o en la creación-encuentro de un nue-vo objeto de amor.

3. Narcisismo primario, masa, grupo

La angustia de dilución

Ahora bien, ¿qué significa para el yo una regresión alnarcisismo primario?

Por lo que hemos expuesto, la predominancia que, encualquier caso que consideremos, pudiera adquirir el narci-sismo primero, previo a la constitución del yo, y que por lotanto no supone al yo como acto, sino sólo –y eventual-mente– como una potencialidad, como una anticipación enla mente de otro, significa para él una puesta en crisis.6 Elyo, formación transicional, objeto primero ofrecido y luegocreado, es puesto en crisis en el aspecto según el cual sepiensa como «no debiendo nada a nadie». En este sentido,la crisis afecta a la creencia del yo en cuanto a ser unaunidad autónoma desde el origen y por lo tanto amenazacuestionar su capacidad autogenésica.

Proponemos, entonces, que las angustias que inundan alyo en el momento de verse puesto junto con otros, deencontrarse en un conjunto de desconocidos, correspon-den al desapuntalamiento del narcisismo secundario, en laactualización del narcisismo primario. Esa grupalidad pri-maria que antecede al yo, no necesariamente lo pre-supone,como no sea en la mente de otro, de cuya representaciónpsíquica depende entonces imaginariamente el yo para lle-gar a ser. El afecto que caracteriza a esta puesta en crisises la angustia de dilución y su más clara manifestación esel estado de anonadamiento.

6 Es evidente que lo que esta puesta en crisis implica para cada yoconsiderado singularmente, es también singular. Volveremos sobreesto más adelante, al confrontar los puntos de vista de W. R. Bion yde R. Kaës a propósito de la regresión en los grupos.

174

Masa e hipnosis

Tal estado de anonadamiento es detectable en situacio-nes absolutamente cotidianas. Lo vemos, lo experimenta-mos, por ejemplo, al participar en una disertación. Si trasella se da lugar a las preguntas del público, a esa propuestade «cambio de foco», sucede un silencio, una incomodidad:son muchas las sillas, las posiciones que no terminan deresultar confortables; se evitan las miradas y el propiocuerpo o el piso de la sala parecen atraer o distraer toda laatención. A veces, alguno o algunos se recomponen, se«recentran», y hacen preguntas con valor de enunciado. Aveces, alguno o algunos, todavía en dificultades, hacenpreguntas con valor acciones, como indicando sobre todomediante esa señal su posición en el espacio:7 dando ydándose así un primer punto de referencia. La acción en símisma, aquí, de preguntar, de intervenir, de hablar y escu-charse hablar, será un principio de convocatoria a la recu-peración posicional del yo vacilante. Finalmente, a veces,no hay preguntas, se impone el anonadamiento.

¿Diremos que el público, cada espectador, ha quedadocomo «hipnotizado»? Quizá vale la pena detenernos unmomento a reconsiderar esta ya tradicional analogía. En1921, Freud decía, por un lado, que la hipnosis y la forma-ción de masa eran, más que comparables, idénticas. Pero,por otro lado, también decía que buena parte del fenómenode la hipnosis se sustraía todavía a la comprensión. Y loaún inexplicado de la hipnosis podía sintetizarse en dosobservaciones: «(...) un suplemento de parálisis que pro-viene de la relación entre una persona de mayor poder yuna impotente, desamparada (...) y el hecho enigmático deque ciertas personas son aptas para ella [la hipnosis], mien-tras que otras se muestran por completo refractarias (...)»(pág. 109).

7 Cf. sobre este punto el trabajo de M. Bernard (1982) «La estructurade roles como lenguaje y el status de los procesos inconcientes en laterapia grupal».

175

Hemos ilustrado cómo este «suplemento de parálisis»,tan evidente en la hipnosis, no falta en la masa, aun cuandosu manifestación sea en ella menos ostensible y más fugaz.Pero lo explicamos diversamente: se debe al anonadamien-to del yo puesto en crisis por la actualización del narcisis-mo primario. En este caso, la relación asimétrica «entreuna persona de mayor poder y una impotente, desampara-da», no sería ya la causa de la parálisis. Sería, o bien unfenómeno colateral, o bien un efecto de las defensas ele-mentales estimuladas por tal actualización.

Por otra parte, si recordamos ahora aquel «espejismo»de encontrar una oposición entre identificación e idealiza-ción, cuya efectiva coexistencia Freud justificaba gracias ala división entre instancias intrapsíquicas, este punto ad-quiere también un matiz diferente. Las formaciones psíqui-cas propias del narcisismo primario no suponen, evidente-mente, una distinción entre instancias, como no suponenuna separación yo/objeto. Por lo tanto, en esa unidad conti-nua, tanto las investiduras –identificatoria e idealizante–como su(s) destinatario(s) –el yo y el objeto–, no puedenoponerse porque no son discernibles.

Por último, no es indiferente en esta revisión que hayantranscurrido ochenta años desde la primera comparaciónentre masa e hipnosis. Nuestra clínica actual, como otrasprácticas trabajadas por la época, nos muestran con nitidezdramática una gran variedad de situaciones que no todosujeto es capaz de tolerar. Hoy sabemos que, como enton-ces con la hipnosis, no cualquier yo puede permitirse laparticipación en una multitud, o el enamoramiento, sintemores, incluso sin pánico.

Del mismo modo, numerosas observaciones clínicas nosinducen a sospechar que muchas personas que no enfrenta-rían graves inconvenientes al ser incluidas en grupos psi-coanalíticos ya conformados, difícilmente tolerarían encambio las circunstancias iniciales de la formación de ungrupo. Aunque no nos extenderemos aquí en esta cuestióncorrespondiente a la psicopatología, una investigación

176

orientada a la tolerancia frente a la actualización del narci-sismo primario y la consecuente puesta en crisis del yo enlos comienzos de un grupo sería un aporte indispensable alya antiguo debate de las indicaciones con relación a losdispositivos de análisis y/o tratamiento.

Grupo y sueño

La perspectiva propuesta, según la cual el encuentroinicial de desconocidos reunidos para constituir un grupoimplica la puesta en juego en primer plano de las forma-ciones propias del narcisismo primario, nos lleva a consi-derar que existe una diferencia crucial entre «grupo» y«sueño».

En el sueño, el yo que (se) sueña no arriesga su propiaexistencia; no va más allá de objetos internos que, tranqui-lizadores o terroríficos, ya están, del modo que fuere, in-cluidos en él.

En el sueño individual el yo es, para sí mismo, su pre-supuesto; el yo puede allí «realizar» su deseo, incluso lamás primordial de sus aspiraciones: a la vez ser el grupo yposeerlo, lo que equivale a conseguir simultáneamente launidad y la separación. Salvo patología, la grupalidad pri-maria se mantiene en el sueño como un fondo ya estabiliza-do, que no será puesto en cuestión, y sobre el que es posi-ble el despliegue de la escena del contenido manifiesto.

El proyecto de grupo, en cambio, incluye al yo de inme-diato, y aunque provisoria, masivamente, en aquello que nosólo no es él –distinción sólo posible desde el narcisismosecundario–, sino más bien en eso donde él no es, y dondepodría, tal vez, no ser. Porque, como lo hemos indicado, elencuentro con la grupalidad primordial no es para el yo unencuentro con un opuesto, sino el riesgo de una inmersiónen lo disolvente.

177

Del «sentimiento oceánico» a la ilusión grupal

La definición bioniana del grupo como «un agregado deindividuos en el mismo estado de regresión» resulta apa-rentemente rebatida por la posterior afirmación de RenéKaës (1993) acerca de la singularidad de la regresión paracada yo comprometido en un grupo. ¿Debemos, entonces,juzgar contradictorias ambas postulaciones, o, como nosinclinamos a pensar, una y otra se refieren a diferentesniveles de análisis?8

Considerando el nivel donde se juega la más primitivaformación psíquica, esa que cronológica y estructuralmen-te antecede a la diferenciación tanto del yo como de todoobjeto, incluido el grupo como objeto, entendemos la perti-nencia de la propuesta de Bion: en referencia al primernarcisismo, la regresión sería idéntica en todos los sujetosen cuanto a la activación de la grupalidad primaria.

Aunque asimilamos tal estado al sentimiento oceánico,pensamos que éste se dejaría describir mejor como ilusiónoceánica, en la medida en que el afecto que lo acompañano es universalmente uniforme: es distinto en cada sujetosingular dentro de la polaridad placer-displacer. En el in-terjuego entre tales afectos y entre las respuestas singula-res que suscitan, aparecen las fuerzas y los medios capaces

8 Es interesante señalar que, si bien las inferencias de ambos autoresparten de la observación de grupos, los grupos que observan no sonidénticos. W. R. Bion hace su «experimento», como lo llama, en elsector de adiestramiento de un hospital psiquiátrico militar. Es de-cir, reúne en pequeños grupos a personas que pertenecen a unamisma institución (militar) y que han sido primero puestos juntos enun mismo sector por esa institución. Es evidente que en tales cir-cunstancias encuentra ya realizada y estabilizada buena parte de lapuesta-en-común exigida por la formación de un grupo. Los gruposde los que principalmente habla R. Kaës reúnen a desconocidos quehan expresado su demanda de participación en un grupo a una insti-tución que la ofrece, y esto es todo lo que «los une» antes del primerencuentro.

178

de producir los primeros movimientos tendientes a la orga-nización del grupo. Por lo tanto, la necesidad y la posibili-dad de esa organización es tributaria de las «diferencias depotencial» afectivas e ideativas, las diferencias propias decada subjetividad y las diferencias que se suscitan en y porel encuentro de varios. Es en este sentido que evidentemen-te no podemos hablar de una regresión que sería idénticapara todos los individuos.

Ahora bien, ¿qué es, imaginariamente para el yo, «for-mar un grupo»? «El grupo» es eso que el yo ha perdidopara ser, y aquello que jamás dejará de intentar recuperar:es su referencia primera, y constante, lo que, paradójica-mente, necesita para ser «enteramente». Así, hacer grupo,hacer un grupo, es primero, en el deseo de cada uno, ser ungrupo, hacer coincidir los bordes del yo y del grupo, sinintersticios, sin distancia.

Aunque la realización imaginaria de tal aspiración cono-ce en los distintos agrupamientos diversos avatares, existeun fenómeno notable, que Didier Anzieu (op. cit.) descri-bió como «estado psíquico particular» que se expresa es-pontáneamente en frases como «estamos bien juntos»; «so-mos un buen grupo» y que llamó ilusión grupal, cuya mo-dalidad de funcionamiento es análoga a la del yo-ideal.

El afecto eufórico que caracteriza a este fenómeno seña-la con toda evidencia un triunfo: el de la coincidencia, elde la ilusión de la coincidencia. Esta ilusión de coinciden-cia, sin embargo, debe ser considerada según dos aspectoscomplementarios. I) La ilusión individual, de la coinciden-cia entre el yo y el grupo ¡sin conflicto!: ser a la vez uno ymás de uno en función de la supuesta confluencia de losdeseos, que se han vuelto «uno» y ya no singularizan. II) Lailusión colectiva, según la cual cada yo –pero no solo, nocomo en el sueño, sino ahora con «otros»–, es, sin conflic-to, un grupo, porque varios yo, «unificados» para eso, coin-ciden así en sus bordes con el del grupo que han autocreado.Y, precisamente, se trata de las condiciones de la ilusióngrupal: por un lado, una alianza pone en suspenso las dis-

179

tancias y las diferencias que podrían impedir la unifica-ción; por otro lado, es esta alianza la que genera al grupocomo de sí mismo. La consumación de esta alianza incon-ciente, de este nuevo acto inter y transubjetivo, da lugar,mediante la apropiación transformadora común que impli-ca, a la creación de un objeto nuevo. La euforia celebra esacreación del objeto (narcisista) grupo, por parte del, desdeese mismo momento, «grupo» que se verifica como unaentidad en su propio acto de creación.

La anticipación en la mente de otro

Así, el comienzo del proceso de organización del grupocoincide con el proceso de reorganización del yo. Para elcaso del grupo como dispositivo metodológico, el grupo hasido ofrecido por una institución, un/os analista/s, que porlo tanto ha/n anticipado su existencia, y cada uno de losintegrantes ha sido admitido, mediante cualquier operaciónque se haya implementado, para formar parte de él. A partirde esa anticipación, esa representación en la mente de otroque supone el deseo de ese otro de formar un grupo, se hanreunido ahora y aquí esos yo que realizan así a la vez elpropio deseo y aquel deseo fundador. Por lo tanto, «quiénes/quiénes somos “el grupo”», «quién/es lo forma/mos» yqué deseo ha logrado (omni)potentemente reunirlo, son laspreguntas cuyos avatares de respuesta forzarán el trámitede las uniones y las separaciones, las fusiones y las discri-minaciones, que, si todo va bien, producirán al grupo comoobjeto. Este objeto, anticipado en la mente de quien/esocupa/n el lugar del fundador, ha sido de ese modo ofreci-do. Ahora deberá ser creado por los agrupantes en unaapropiación transformadora: será un objeto común, inter-mediario, transicional.

4. Los dispositivos psicoanalíticos de grupo

Es indiscutible que la puesta en evidencia de la actuali-zación de estas formaciones y procesos psíquicos encuen-tra un lugar privilegiado de manifestación en el dispositivo

180

analítico de grupo, donde además podrá ser objeto de análi-sis y eventualmente de interpretación.

Cabe sin embargo hacer una distinción entre los grupospsicoanalíticos de reflexión o de formación y los terapéuticos.

El primero, reunido justamente para hacer la experienciade la formación y construcción de un grupo, hace foco,desde la oferta misma del dispositivo, como desde el mo-mento de enunciación de las consignas, en tales procesos.

El grupo terapéutico, en cambio, reúne a personas quehan consultado a un mismo profesional, o en una mismainstitución, pero a quienes el dispositivo grupal como me-dio de tratamiento les ha sido indicado, o acordado, entreotros posibles, y además, por lo general, nunca a su solademanda. También constituye una diferencia el hecho deque cada uno de los participantes se ha visto llevado a laconsulta, más que por el deseo de conocer acerca de símismo, por la necesidad de aliviar un sufrimiento. El rela-to de ese sufrimiento, altamente individualizado, fuerte-mente cargado de historia singular y singularizante, confrecuencia además novelado, proporciona en esos primerosmomentos a cada sujeto individual una representación-metaorganizadora del polo yoico discriminado.

En suma, estos fenómenos que nos ocupan, aunque nopor eso dejan de ocurrir en él, en el grupo terapéuticocursan por lo general como subyacentes. Mientras que, enel grupo psicoanalítico de reflexión, en esos primeros mo-mentos previos a la organización que hará –para cada uno–del agregado un grupo, el anonadamiento del yo se eviden-cia muy dramáticamente, en el silencio o en la apelación,en urgencia, a movimientos de contrainvestidura frente ala dilución imaginaria.

Las demarcaciones en urgencia

En 1982, a propósito de esos primeros momentos delencuentro, André Missenard decía: «se produce un borra-

181

miento de gran parte de las referencias identificatorias decada uno, creando, si no un vacío, al menos un estado quepuede calificarse en el plano imaginario de “urgencia iden-tificatoria” (...) A la difuminación y a la angustia respondela búsqueda de diversas referencias que eventualmente de-ben encontrarse: en los otros, cuyo rostro y cuerpo aportanuna imagen de sí a la cual se está ligado por la mirada; enel pequeño grupo, cuya totalidad formal se percibe rápida-mente, antes de definir sus otros contornos; en lo que conaproximación ha sido llamado “clivajes” entre los partici-pantes, y se definiría mejor hablando de “división”: hom-bres/mujeres, “psi”/no-“psi”, “conservadores”/progresistas,etc., teniendo estos subgrupos la particularidad de darsepor pares, opuestos y simétricos» (pág. 16-17, el destacadoes nuestro).

Hemos observado claramente estos fenómenos en nues-tros grupos de reflexión. Sin embargo, hemos notado que latotalidad formal del pequeño grupo no se percibe de inme-diato, sino que, por el contrario y justamente, precisar losbordes del agrupamiento constituye un primer motivo deinterés y de búsqueda.

A la hora indicada de comienzo, los agrupantes vanentrando en la sala de reunión y, mientras terminan deubicarse en las sillas, antes de la enunciación de las con-signas, surgen preguntas como «¿falta alguien?»; «¿cerra-mos la puerta?»; etc., que, sin llegar a dirigirse directamen-te al o a los analistas, son evidentemente una interpelacióna ellos. Se trata de la búsqueda de lo que llamaremosdemarcaciones en urgencia, que apuntan precisamente acircunscribir los bordes del grupo, una representación enese momento sólo ubicable en la mente de quien/es hananticipado el grupo como objeto.

Lo mismo ocurre cuando, tras la enunciación de las con-signas de trabajo, la procura de estas demarcaciones enurgencia se expresa en los pedidos de aclaración de lasreglas, de las consignas mismas, o en sus puestas en deba-te, en los ensayos de re-definición positiva de la tarea que

182

reúne al grupo, en la apelación a conceptualizaciones teóri-cas del psicoanálisis, etcétera.

En nuestra perspectiva, todas las búsquedas en urgen-cia, las que apuntan a determinar los bordes del grupo,como las destinadas a la recuperación de los bordes del yo,reconducen necesariamente unas a otras. En ese momento,no podríamos dejar de inferir tras la pregunta «¿estamostodos?», otras evidentemente subyacentes a ella: «¿quiénessomos “todos”?»; «¿cómo nos hemos/han juntado?»; «¿quédeseo, de quién, nos ha reunido?». Los recursos interpues-tos en urgencia para precisar límites, del yo, del grupo, a lavez que se apoyan mutuamente unos en otros, muchas ve-ces son en esos primeros momentos difícilmente diferen-ciables entre sí: mientras se ofrecen/demandan referenciasidentificatorias, se va definiendo a la vez por esa vía uncontenido del grupo que participa en la definición de loslímites del continente. Simultánea e inversamente, las ofer-tas y demandas de referencias demarcatorias de los límitesdel conjunto, implican la evocación de rasgos, en ese mo-mento aun si toscamente, individualizantes.

Estas manifestaciones, indicios de la actualización delas formaciones correspondientes al narcisismo primario,donde efectivamente yo-grupo no están discriminados, don-de ambos coinciden dentro de esos límites que son los queprimero importa circunscribir, ilustran el interés más impe-rioso: determinar justamente un borde, un «adentro» defi-nido por y que define a su vez, un continente, definido pory que define a su vez, un contenido. Son movimientos queapuntan a lograr una objetivación, pero donde no podríaprecisarse aún el objeto de que se trata.

En los grupos ya conformados, en cambio, existe unjuego entre demarcaciones en urgencia e identificacionesen urgencia capaz de producir fenómenos específicos. Porejemplo, y esto se verifica incluso en los grupos naturales,cuando tiene lugar una puesta en crisis de los límites delgrupo por la partida de algún miembro significativo, o devarios miembros en forma simultánea o en un intervalo

183

temporal demasiado corto para la elaboración paulatina dela pérdida, y una angustia de vaciamiento invoca la recons-trucción de los límites, la urgencia demarcatoria parecepredominar sobre la identificatoria. Cuando lo que se pro-ducen son nuevos ingresos, la urgencia demarcatoria pue-de encubrirse en la depositación de la urgencia identifica-toria en el recién llegado. Entonces, o bien se operan ma-niobras de exclusión, imposición de «derechos de piso»,destinados a la reafirmación de los bordes del grupo contrala amenaza de confusión, o bien se impone una inclusióntan directa, masiva e indiferenciada que deposita brutal-mente la confusión en el/los recién llegado/s, depositario/stambién así de la urgencia identificatoria que permanecióencubierta en los miembros «antiguos».

5. El conflicto y/o grupo

La grupalidad primaria constituye esa parte de lo comúnque viene dada. Su actualización en el encuentro con otro/spuede ser o no tolerada, y si lo es, lo es de diferente modopor cada yo implicado en él. La singularidad de cada yo,que se puede indicar en primer lugar por la presencia o laausencia de esa tolerancia, se especifica luego y sobre todopor los recursos con que cada yo enfrenta ese estado indife-renciado que, como decíamos antes, no lo supone, como nosea en potencia y en anticipación en la mente de otro.

Por lo tanto, el conflicto yo/grupo sólo puede resultardel conflicto narcisismo primario/narcisismo secundario,porque es en ese pasaje donde cada vez el yo se encuentra-inventa al precio de tener que encontrar-inventar en losucesivo, cada vez, lo que lo une y lo separa, es decir, lotransicional. El conflicto yo/grupo asegura, por lo tanto, enel vínculo, una parte de la exigencia de trabajo psíquicoque produce o desarrolla los procesos de mentalización.

184

Bibliografía

Anzieu, D. (1978) El grupo y elinconciente. Biblioteca Nue-va, Madrid. 1ª ed. 1978.

Aulagnier, P. (1975) La violen-cia de la interpretación.Amorrortu editores. BuenosAires, 1977.

Bernard, M. (1982) «La estruc-tura de roles como lenguajey el status de los procesosinconcientes en la terapiagrupal», en El grupo y susconfiguraciones, Puget, J.;Bernard, M. y otros. Lugared i to r ia l . Buenos Ai res ,1982.

Bernard , M. ; Ede lman, L . ;Kordon, D.; L’Hoste, M;Segoviano , M. ; Cao , M.(1995) Desarrollos sobregrupalidad. Una perspectivapsicoanalítica. Lugar edito-rial. Buenos Aires, 1995.

Bion, W. R. (1948) Experien-cias en grupos. Paidós. Bue-nos Aires, 1963.

Bleger, J. (1967) Simbiosis yambigüedad. Paidós, BuenosAires, 1984.

(1971) «El grupo como insti-tución y el grupo en las ins-tituciones» en Temas de Psi-cología. Entrevista y grupos.Nueva Visión, Buenos Aires,1980.

Freud, S. (1905) Tres ensayosde teoría sexual. Obras Com-pletas. Buenos Aires, Amo-

rrortu edi tores, VolumenVII.

(1914) Introducción del nar-cisismo. O.C., A.E. Vol.XIV.

(1921) Psicología de las ma-sas y análisis del yo. O.C.,A.E. Vol. XVIII.

(1923) El yo y el ello. O.C.,A.E., Vol. XIX.

(1927) El porvenir de unailusión. O.C., A.E., Vol.XXI.

(1930) El malestar en la cul-tura. O.C., A.E., Vol. XXI.

Kaës, R. (1976) El aparato psí-quico grupal. Gedisa. Bar-celona, 1986.

(1978) «El apoyo grupal delpsiquismo individual» en Te-mas de Psicología Social.Número extraordinario, Bue-nos Aires, 1981.

(1984) «Étayage et struc-tu ra t ion du psychisme»Connexions Nº 44, 1984.

(1993) El grupo y el sujetodel grupo. Amorrortu edito-res. Buenos Aires, 1995.

Lagache, D. (1958) «El psicoa-nálisis y la estructura de lapersonalidad». Revista uru-guaya de ps icoanál i s i s .Tomo X. Nº 1 y 2. Montevi-deo, 1968.

Missenard , A. (1982) «Dunarc i s i sme dans lesgroupes» , en Le t rava i l

185

psychanalyt ique dans lesgroupes. 2- Les voies del’élaboration. Dunod. París,1982.

Racamier , P . C . (1989)Antœdipe e t ses des t ins .Apsygee Édi t ions . Par ís .1989.

Romero, R. (1987) Grupo. Ob-jeto y teoría. Lugar Editorial.Buenos Aires, 1987.

Segoviano , M. ; Kordon ,D. (1995) «Identificación,identidad y grupo» en Desa-rrollos sobre grupalidad.Una perspectiva psicoanalí-tica. Lugar editorial. BuenosAires, 1995.

Winnicott, D. W. (1971) Reali-dad y juego. Gedisa, Barce-lona, 1991.

Comentario sobre el trabajo deMirta Segoviano

«El primer narcisismo y el grupo»

Marcos Bernard *

(*) Médico psicoanalista. Miembro Honorario de la AAPPG y MiembroFundador de la Sociedad Psicoanalítica del Sur.Arenales 1242, P.B. «B» (1431) Buenos Airese-mail: [email protected]

El trabajo que nos convoca hoy es una tarea de síntesis.Mirta Segoviano ha correlacionado postulaciones de Freud,Bion, Anzieu, Bleger y Kaës, acerca de las relaciones entreel narcisismo primario y el secundario, y el papel de estasinstancias en la organización de los grupos, y ha consegui-do, con lógica rigurosa, cerrar brechas, encontrar coheren-cias, explicar procesos adelantados y desarrollados por es-tos autores, pero que mantenían entre sí una relación, aveces, de contradicción. La autora ha encontrado una fór-mula que permite correlacionar estos postulados teóricos,sin forzar el pensamiento de los autores de los que partepara fundamentar su propuesta.

Pero no se trata sólo de un trabajo de correlación entreautores: hay una elaboración creativa en este texto, quepermite explicar los primeros momentos de la inserción delos sujetos en un grupo. En este aporte ha participado laexperiencia clínica de la autora, en grupos terapéuticos, dereflexión y naturales. Su capacidad de observación de losfenómenos grupales le permitió lograr una articulación en-tre teoría y clínica que proporciona una base sólida desustento a sus postulaciones.

La problemática del narcisismo en los grupos se ha idohaciendo cada vez más evidente, a medida que se desarrolla-ba la aplicación de dispositivos específicos para su estudio.Este ha sido, tal vez, uno de los aportes decisivos de W. R.Bion al estudio de los grupos. Pero la teoría kleiniana, baseconceptual sobre la que se apoyaban las observaciones deeste autor, no consideró al narcisismo entre sus conceptosprincipales. Ya Freud, en Introducción al narcisismo, habíaestablecido el basamento que utilizarían posteriormente losautores que continuaran su obra. Freud no estudió su inci-dencia en los grupos, salvo en Psicología de las masas..., yaun allí, como lo demuestra Mirta Segoviano, su interésestaba más centrado en los mecanismos yoicos que en aque-llos que modulan el funcionamiento de los pequeños grupos.

A mi juicio, el psicoanálisis ha debido superar un obstá-culo epistemológico poderoso, para poder dedicarse al es-

190

tudio de los pequeños grupos. Para su fundador, el origendel psiquismo es endógeno, con un fuerte anclaje filogené-tico, por lo menos a partir de 1897, año en que abandona lateoría traumática como origen de las neurosis, desplazandoeste protagonismo a la acción de las fantasías originarias.A lo largo de su obra, a pesar de la importancia otorgada alas identificaciones, que lo lleva a formular su segundatópica, el criterio de un origen desde adentro no es modifi-cado. Lo mismo ocurre con la teoría kleiniana, que ocuparaun espacio importante entre nosotros, y que, a pesar delacento que pone en el concepto de fantasía inconciente, yen el papel jugado por el objeto en el funcionamiento delaparato psíquico, coincide con su maestro respecto de losdeterminantes primeros de la formación del aparato psíqui-co. El pequeño grupo es, por esto, algo que viene después,que no funda –en todo caso acompaña y apoya– el devenirdel sujeto en formación. Esta posición contrasta ya con lasobservaciones de la psicología social, que desde principiosde siglo llamaron la atención sobre el papel de lo quedefinieron como grupos primarios, cuyo prototipo es lafamilia, en la creación de subjetividad en sus miembros.

Hubo que esperar hasta la década del ’70, especialmentecon los trabajos de R. Kaës, para que este protagonismo delpequeño grupo comenzara a ser reconocido en toda su mag-nitud. El aporte de P. Aulagnier, que Kaës toma y desarro-lla, da forma definitiva a la idea de cómo el contexto queespera y rodea al niño determina y modula, aun desde antesde su nacimiento, lo que será su trayectoria identificatoria.

Y esto trae al primer plano el problema del narcisismo.Tanto en los momentos fundacionales, el narcisismo pri-mero, que subraya Mirta Segoviano, a partir del trabajo deFreud de 1914, como en los momentos de inserción delsujeto en los sucesivos grupos, que modificarán, acrecenta-rán o apuntalarán, pondrán a prueba o cuestionarán la iden-tidad que ha conseguido establecer, y que constituye sucapital relacional, el que invertirá, con ganancias y pérdi-das, en los vínculos de los que participe.

191

Lo que Imre Hermann denominara unidad dual es elnúcleo que da origen a la primera identidad. Segovianosubraya lo que este primer vínculo tiene de grupal, hechoque hiciera afirmar a J. Bleger que el sujeto es, antes de serindividuo, un grupo. Dentro de las numerosas definicionesque se han dado del narcisismo primario, es seguramente laque adopta la autora la que ofrece más interés heurístico,como lo demuestra en las relaciones que establece entre elapuntalamiento del narcisismo secundario en el narcisismoprimario, y los conflictos que se establecen entre estos dostipos de investidura.

Es interesante la crítica que Mirta Segoviano hace al tra-bajo de D. Anzieu sobre la comparación entre el grupo y elsueño. Es cierto que en el sueño el durmiente no arriesga suidentidad. Sería interesante pensar, en cambio, a partir de laproblemática del narcisismo primario, cuál es la amenazaque puede proponer al durmiente, ya no el sueño, sino elhecho de dormir en sí, especialmente cuando el monto deimpulsos tanáticos pone en cuestión el deseo de despertar.Como lo enunciara Shakespeare, por boca de Hamlet: «Mo-rir, dormir. No más. Y con un sueño, pensar que concluye-ron las congojas, los mil tormentos de la carnal herencia,debe ser término apetecido». Se trata aquí de un dormir quetiene que ver más con el narcisismo primario, en el sentidoque le da A. Green: despojarse de toda perturbación de Eros.El sueño sería, en este caso, un soñar con no tener que soñar,tal como P. Aulagnier hablara de un deseo de no desear.Cabe pensar si muchos insomnios rebeldes no podrían teneraquí su origen: un temor al propio deseo de no despertar.

Es muy importante la distinción que la autora hace de ladiferencia en que estos fenómenos se presentan, según queel dispositivo grupal psicoanalítico sea terapéutico o dereflexión. La observación clínica confirma sus afirmacio-nes, que son importantes para entender estos momentosgrupales.

Una última reflexión. Puede pensarse que, según la es-pecificidad del tipo de agrupamiento, la relación entre los

192

dos narcisismos podría variar en sus relaciones recíprocas.Así, en una pareja podrían predominar los fenómenos quetienden a la instalación del narcisismo primario, sin mayorsentimiento de amenaza para el yo. El enamoramiento seríasu resultado. Esto no es cierto siempre, ya que puedenobservarse actitudes de hiperdiscriminación en algunos su-jetos, que sienten este tipo de vínculo como una amenaza asu autonomía yoica. Otro caso particular es el de las afilia-ciones a las sectas. Aquí el sentimiento del futuro sectariopuede ser que no tiene demasiado que perder en lo que hacea capital yoico en juego, y sí algo que ganar en la identidadpor pertenencia que su afiliación le ofrece.

Como todo trabajo importante, el de Mirta Segovianoimpulsa el pensamiento del que lo lee. Esta es, seguramen-te, una señal más de su valor.

La excelencia del trabajo expuesto aconseja con vehe-mencia la inclusión de Mirta Segoviano en la lista de Miem-bros Titulares de la Institución.

Comentario sobre el trabajo deMirta Segoviano

«El primer narcisismo y el grupo»

Roberto R. Romero *

(*) Doctor en Psicología. Miembro Titular de la Asociación Argentinade Psicología y Psicoterapia de Grupo. Miembro Fundador de laFundación CIAP (Centro de Investigación y Asesoramiento enPsicología). Profesor Titular Asociado Regular de la Cátedra II deTeoría y Técnica de Grupos, de la Facultad de Psicología, Univer-sidad de Buenos Aires.Teodoro García 2224, 9ºP (1426) Buenos AiresE-mail: [email protected]

Un interrogante de inicio (que no carece de vigencia pesea su antigüedad) es reactivado por la insatisfacción de laautora respecto de los desarrollos relativos a la regresión alnarcisismo primario en la «analogía grupo/sueño», así comoen la explicación psicoanalítica de la «ilusión grupal».¿Cómo un conjunto de desconocidos pasa a conformar unarepresentación de unidad que, pese a su carácter imaginarioa veces actúa y posee efectos como tal? Esta pregunta colo-cará a la autora en posición de continuar las indagacionestanto sobre el abandono al grupo de parte de la realidadpsíquica del sujeto, como sobre las exigencias de trabajopsíquico impuestas a la psique por las correlaciones de sub-jetividad e intersubjetividad en el vínculo de grupo.

Partiendo de un itinerario por ciertos referentes que seconstituirán en sus teorías presupuestas –las voy a enunciarsomeramente: identificaciones recíprocas a partir de un su-puesto mismo y único objeto introyectado en el ideal del yo,la tríada «mentalidad grupal-necesidades individuales-cul-tura grupal», la lectura de la incidencia del narcisismo pa-rental sobre el infans desde la perspectiva del porta-voz y lamutualidad en el narcisismo primario, el múltiple apuntala-miento del yo en el cuerpo y psiquismo propios, de la madre,en el grupo y la cultura–, encuentro que M. Segoviano des-emboca en el interrogante para el nudo problemático plan-teado por la relación grupo/narcisismo singular. Proponeentonces una serie de hipótesis que, desde mi lectura, podre-mos diferenciar en hipótesis principales y derivadas.

Considero como Hipótesis Nº 1 (insisto en que se tratade mi lectura, ya que Mirta no las denomina como tales nitampoco las enumera ni establece en la secuencia que ex-pondré), aquella que enuncia que: «La grupalidad narcisis-ta primaria tiene con el yo una relación a varias vías. Porun lado, es indistinguible de él en un punto donde ambasestructuras convergen y se confunden. Por otro lado estámetafóricamente reconstruida en el yo que se ha modeladosobre ella. Finalmente, la grupalidad narcisista primaria esel negativo del yo, lo que el yo ha debido perder-abandonarpara ser».

196

Términos polémicos enlazan una relación con el yo: «gru-palidad» por un lado, y «narcisista primaria» por otro. «Nar-cisismo originario, narcisismo primario, he aquí una de lasnociones más engañosas, una de aquellas que, pese a suaparente evidencia, exige más imperiosamente una interpre-tación», dice Laplanche. Y más adelante retoma: «Si el yono está presente desde el primer momento, el narcisismo,por mucho que se lo quiera calificar de primario tampoco loestará». Y concluye, con relación a las diferentes enuncia-ciones del 14 y del 23, que «El narcisismo primario, comorealidad psíquica, no puede ser otra cosa que el mito prima-rio del retorno al seno materno, escenario que Freud sitúa aveces explícitamente entre las grandes fantasías originarias».Es así que este término es aludido si bien eludido en latitulación del trabajo. En el 30, con relación a su correspon-dencia con R. Rolland sobre el origen de la religiosidad,Freud referirá el «sentimiento oceánico» a un narcisismo alque designa como «irrestricto». Quizás habría que pensarprovisoriamente esta última cualificación para la grupalidadnarcisista designada aquí como «primaria», precisamente porsu connotación fenomenológica más que metapsicológica.

Habría que especificar, también, «grupalidad». Entiendoque Mirta –siguiendo a Kaës, quien pone énfasis en lagrupalidad psíquica y la actividad de ligazón, desligazón,asociación– se refiere a la cualidad de dos espacios psíqui-cos –que mantienen relaciones de fundación recíproca– alos que aplicará la noción de grupo. Uno, empírico y con-tingente, paradigma de organización de vínculos intersub-jetivos a la vez que lugar de formación del inconciente.Otro, organización intrapsíquica (por momentos, apenasesbozo, prefiguración anunciada y esperada pero no nece-saria) que no sólo cumple funciones en el aparato sino quetambién será caracterizada por las ligazones mutuas entresus elementos constitutivos-constituyentes, puntal a su vezdel espacio intersubjetivo. Si así fuere, el interrogante seha situado entonces en el campo de las contribuciones delabordaje grupal de la psique al psicoanálisis, en particular,en el que hace a las transformaciones introducidas en laconcepción de lo originario.

197

Vuelvo sobre el enunciado, que tiene como base lasconsideraciones tanto terminológicas como conceptualesde Laplanche respecto del término «apuntalamiento», ex-tendidas y en consecuencia reformuladas por Kaës, y dondeconviene discriminar tres aspectos. Pasemos a considerar-los, ya que, a mi juicio, los dos primeros permiten volverdesde otra óptica sobre los interrogantes, que Freud enun-cia a continuación del símil de los puercoespines, respectoa la restricción en/por el grupo del narcisismo singular (delas pequeñas diferencias). Dicha restricción –desde mi óp-tica– requiere a la vez que obtiene un resarcimiento, porende no se trataría de una restricción sino de un truequeque se realiza en aras de la constitución y/o mantenimientode un narcisismo colectivo.

Quiero ahora agradecer a Mirta Segoviano el habermepropuesto como discutidor de su trabajo. Cuando charlamos,ella me habló del reconocimiento que sentía por lo pensadoy trabajado acerca de los autores que hoy son sus referentes,cuando desarrollaba su rol docente en la Cátedra II de Teoríay Técnica de Grupos de la Universidad de Buenos Aires y enla cual me desempeño como Profesor Titular. Por ese moti-vo, quisiera ahora incorporar parte de aquella temática paraestablecer ciertos puentes, hilos de interrelación entre loelaborado allá y entonces con el aquí y ahora. No digo queintentaré articulaciones, porque creo que se trata de nivelesde análisis –¿y por ende de objetos?– distintos pese a serconstituyentes de una misma problemática. Para tomar pres-tada una imagen a Bion, diría que las diferentes ópticas deun mismo microscopio aplicadas a un mismo porta-objetosmuestran preparados distintos.

Con Susana Sauane intentamos en 1989 y luego en Gru-po, Objeto y Teoría remontar los interrogantes respecto dela relación entre el narcisismo singular y el grupo empíri-co. Desde nuestra experiencia con dispositivos metodoló-gicos correspondientes a la práctica clínica grupal, obser-vábamos la transformación de un mero agregado en unarepresentación imaginaria de totalidad unitaria (a la quehabitualmente los integrantes denominaban «el grupo») por

198

vía de la operación de una investidura a predominio narci-sista que intentaba contrarrestar la masividad de ciertasangustias suscitadas por dicha situación de agregado. Estasangustias obedecían, a nuestro juicio, al deseo de dar unarespuesta satisfactoria a enunciados identificatorios sobreel yo (P. Aulagnier), provenientes de esos «otros» que po-drían coincidir o no con aquellos que cada yo querría impo-ner acerca de sí mismo. En complemento del «efecto espejoquebrado» propuesto por D. Anzieu, proponíamos entendera esta fase del desarrollo de un grupo como dominadatambién por un «efecto Túpac Amaru», y sugeríamos quelas angustias suscitadas impulsaban «un movimiento de-fensivo de huida desde el amenazante agregado hacia laconformación de un grupo». En éste, cada sujeto se incor-poraba reaccionando de acuerdo a las limitaciones y posi-bilidades que su propia psicopatología le imponía, predo-minando las angustias de castración en el caso de pacientescon estructuras neuróticas y adquiriendo las de fragmenta-ción una mayor significatividad relativa en el caso de es-tructuras a déficit narcisista. He aquí un punto que requiereespecificación, ya que «El yo (que) se piensa como nodebiendo nada a nadie», en un adulto, no ha sido atravesa-do por la castración y sólo en estas últimas patologías, muyseveras, podría sentirse amenazado por la «angustia de di-lución». Sea como fuere, conviene recalcar también que setrata de dispositivos metodológicos diferentes –y por eso elmicroscopio bioniano–, ya que Mirta hará referencia explí-cita a uno de formación/reflexión.

Encuentro ahora en el texto de Mirta otra respuesta queenlaza el interrogante freudiano a lo originario (concebidoéste, no como una cronología sobre un tiempo inicial deformas arcaicas, sino como un proceso de originación deuna puesta en representación) cuando ella propone quedicho proceso es posible porque, en la medida en que lagrupalidad narcisista primaria tiene con el yo una relacióna varias vías, una de ellas, la enunciada en primer término,hace indistinguible dicha grupalidad narcisista primaria delyo, porque en un punto «ambas estructuras convergen».

199

Si volvemos sobre las contribuciones de Laplanche, enellas encontramos diferenciados un primer momento deno-minado «de apoyo» –punto donde ambas estructuras con-vergen y se confunden, refiere Mirta–, luego un tiempoinmediatamente ulterior en el que se asiste a una separa-ción de una y otra, movimiento de disociación hacia unsubstituto por desplazamiento pero que mantiene una rela-ción de contigüidad con el apoyo, que constituiría un se-gundo momento, y finalmente un espacio de entreaperturaque se configura. Sin embargo, al retomar estas considera-ciones en el análisis de la relación yo-narcisismo, nos ad-vierte sobre la necesidad de relativizar el movimiento me-tonímico de desviación/deslizamiento por la incidencia deuno que podría describirse como «de rotación de determi-nado ángulo alrededor de un eje», circunstancia que consti-tuye así un «movimiento que es reversible» y se encuentraen la base de la relación especular recíproca. Se posibilita-ría así un original trasvasamiento de una estructura (grupa-lidad narcisista) sobre la otra (yo) que conserva luego sucarácter de reversibilidad en la «resignación especular» delnarcisismo del yo en el narcisismo del grupo.

Examinemos ahora el segundo enunciado que apuntahacia el mismo proceso, poniendo énfasis ahora sobre laconcepción de modelización, recordando que no en vanoFreud organiza las formas en el que otro aparece para elsujeto, colocando la posición de «modelo» como primera,circunstancia que le permite apuntar que consiste en unarelación de «ser», asociándola a la primera fuente de iden-tificación. Mirta nos propondrá otras vías para pensar cómose apuntala este narcisismo colectivo secundario en unoprimario del yo, al señalar que, en la medida en que lagrupalidad narcisista primaria «está metafóricamente re-construida en el yo que se ha modelado sobre ella», seríaposible también su trasvasamiento y reversión.

Llegamos así al tercer punto de esta primera hipótesisque constituye, a mi juicio, la apuesta más fuerte de laautora, ya que se enlaza a lo negativo en el origen como alorigen de lo negativo: la grupalidad narcisista primaria «es

200

el negativo del yo, lo que el yo ha debido perder-abando-nar para ser». Entiendo que se trata de «la hipótesis másfuerte» porque la siguiente se enunciará a partir de la ópti-ca inaugurada en dicha Hipótesis Nº 1, de la que –insisto,según mi lectura– es estrictamente complementaria, a lavez que es también reverso, contracara. Además porque susustentación, así como la correspondiente a las hipótesisderivadas, dependerá de la corroboración –o no– en la prác-tica clínica.

Hipótesis 2: «El “grupo” es eso que el yo ha perdidopara ser, y aquello que jamás dejará de intentar recuperar:es su referencia primera y constante, lo que –paradójica-mente– necesita para ser “enteramente”. Así, hacer grupo,hacer un grupo, es primero, en el deseo de cada uno, ser ungrupo, hacer coincidir los bordes del yo y del grupo, sinintersticios, sin distancia».

Examinemos nuevamente, recordando lo que escribíaLaplanche, «rotación de un ángulo alrededor de un eje,movimiento que es reversible, base de la especularidadnarcisista»: si la grupalidad narcisista primaria «es el nega-tivo del yo, lo que el yo ha debido perder-abandonar paraser», inversa y consecuentemente «el “grupo” es eso queel yo ha perdido para ser». ¿Se trata de una segunda hipó-tesis? Creo que conviene diferenciarlas a efectos del análi-sis, pero me inclino a pensar en una misma y única hipóte-sis que así se enuncia, necesaria e inevitablemente porquese trata de lo originario, en sus indistinguibles aspectos deanverso/reverso/especularidad. «...aquello que jamás deja-rá de intentar recuperar».

Inmediatamente, Mirta se sitúa sobre un tema que –sibien más interesados en la problemática del narcisismosecundario y desde dicha perspectiva– entendíamos, juntoa S. Sauane, como una renegación de las diferencias. Meestoy refiriendo a la ilusión grupal que, según suscribe D.Anzieu, debería ser asociada al narcisismo primario, por-que implica un intento de producción de una «igualdad enel ser más que en el tener». Para retomar las palabras de

201

Segoviano: «... lo que –paradójicamente– necesita paraser “enteramente”. Así, hacer grupo, hacer un grupo, esprimero, en el deseo de cada uno, ser un grupo, hacercoincidir los bordes del yo (ideal, cabría agregar, paraAnzieu; de placer purificado, para el que suscribe) y delgrupo, sin intersticios, sin distancia».

Así entramos en el campo de las hipótesis derivadas.Podemos circunscribir una primera, consecuencia ineludi-ble de las anteriores (insisto: ¿o debería decir «la anterior»,en su doble faceta?; reitero que personalmente me inclinopor esta última alternativa) y que enuncia/propone: «Lasangustias que inundan al yo en el momento de verse puestojunto con otros, de encontrarse con un conjunto de desco-nocidos, corresponden al desapuntalamiento del narcisis-mo secundario, en la actualización del narcisismo prima-rio. Esa grupalidad primaria que antecede al yo no necesa-riamente lo pre-supone, como no sea en la mente de otro,de cuya representación psíquica depende entonces imagi-nariamente el yo para llegar a ser. El afecto que caracteri-za a esta puesta en crisis es la angustia de dilución y sumás clara manifestación es el estado de anonadamiento.»

Encuentro que un primer momento de coincidencia conlos clásicos: la intensidad y masividad de las angustias queinundan al yo en el momento de confrontarse con un agre-gado de desconocidos, y que en ellos es referida a la actua-lización, por vía regresiva, de la escena primaria y/o mo-mentos previos a la constitución del estadio del espejo, dapaso en la autora, siguiendo el hilo conductor de los presu-puestos teóricos que se ha asignado como referentes (P.Aulagnier; P.C. Racamier) a proponer que dichas angustiascorresponden a un desapuntalamiento, el «del narcisismosecundario, en la actualización del narcisismo primario»,desapuntalamiento que reduce al yo a esa grupalidad narci-sista primaria que, si bien lo antecede, «no necesariamentelo pre-supone, como no sea en la mente de otro, de cuyarepresentación psíquica depende entonces imaginariamen-te el yo para llegar a ser».

202

Nuevamente nos encontramos en el campo de lo origina-rio, porque la anticipación que precede sin pre-suponer,entiendo que, instalándose luego como un enigmático estí-mulo interno al campo de la representación/fondo repre-sentacional (Kaës nos propone pensar en términos de pro-cesos psíquicos grupales originarios, «espacio narcisistasin límite»), elicita un afecto tal que caracteriza a estapuesta en crisis como una de «angustia de dilución» cuya«más clara manifestación es el estado de anonadamiento.»

Para sustentar su propuesta de una angustia de dilucióncorrelativa a un estado de anonadamiento –e intentar corro-borarla luego–, parte de la clásica analogía anzieuriana(perdóneseme el neologismo) sosteniendo que «El proyectode grupo –a diferencia del sueño– incluye al yo de inmedia-to, y aunque provisoria, masivamente, en aquello que nosólo no es él –distinción sólo posible desde el narcisismosecundario– sino más bien en eso donde él no es, y dondepodría, tal vez, no ser, porque, lo hemos indicado, el en-cuentro con la grupalidad primordial no es para el yo elencuentro con un opuesto, sino el riesgo de una inmersiónen lo disolvente». Segoviano delimita nuevamente su cam-po: no se trata de la angustia suscitada por la múltipleconvergencia sobre el sujeto de una pluralidad deseante, nide enunciados identificatorios contradictorios o contrarios(«no es para el yo el encuentro con un opuesto») porque,tal como lo señalábamos, esta anticipación que precede sinpre-suponer se constituye como «amenaza primaria» preci-samente porque –a diferencia de la propuesta de Anzieu–amenazaría con «el riesgo de una inmersión en lo disolven-te».

Nos encontramos, nuevamente, frente a una deducciónlógica –y por eso la considero una hipótesis derivada– quese constituye en otra apuesta «fuerte» en el trabajo de MirtaSegoviano. Su sustentación le requiere la corroboraciónclínica, y la autora postergará su oferta anteponiendo elenunciado de una segunda hipótesis derivada que surgirátras la demarcación de los procesos defensivos contra di-cha angustia de dilución, entre los cuales resaltan la impe-

203

riosidad de los recursos interpuestos en urgencia y la con-secuente necesidad de diferenciar analíticamente las de-marcaciones en urgencia de las identificaciones en urgen-cia. Las primeras harán referencia primordialmente –noobstante ello en recíproco interjuego con las segundas– alos límites del continente grupal, mientras que esta últimasreferirán al contenido.

Es así que aparece enunciada la segunda hipótesis deri-vada, bastante extensa: «Mientras se ofrecen/demandan re-ferencias identificatorias, se va definiendo a la vez por esavía un contenido del grupo que participa en la definición delos límites del continente. Simultánea e inversamente, lasofertas y demandas de referencias demarcatorias de loslímites del conjunto implican la evocación de rasgos, enese momento aún si toscamente, individualizantes. Estasmanifestaciones, indicios de la actualización de las forma-ciones correspondientes al narcisismo primario, donde efec-tivamente yo-grupo no están discriminados, donde amboscoinciden dentro de esos límites que son los que primeroimporta circunscribir, ilustran el interés más imperioso:determinar justamente un borde, un «adentro» definido pory que define a su vez, un continente, definido por y quedefine a su vez, un contenido. Son movimientos que apun-tan a lograr una objetivación, pero donde no podríaprecisarse aún el objeto de que se trata. En los grupos yaconformados, en cambio, existe un juego entre demarca-ciones en urgencia e identificaciones en urgencia capaz deproducir fenómenos específicos». La autora aclara aquí sustácitas referencias a Bion y Anzieu –quienes, creo, acepta-rían gustosos esta propuesta de delimitación entre demar-caciones/identificaciones en urgencia, si bien remitirían laimperiosidad de estos referentes a sus propias teorizacio-nes sobre los supuestos básicos, el primero, o sobre laacción de la pulsión de muerte, el segundo-, y pasa luego aejemplificar.

Sobre el final del trabajo encuentro una tercera hipótesisderivada, esta vez de apertura hacia nuevos textos a la vezque de cierre del que estamos comentando. Esta hipótesis

204

podría constituirse en otro intento de respuesta hacia eldilema planteado respecto del potencial traumatógeno delgrupo (¿y sobre qué, sino, ha girado también la presenteproducción?: la autora lo apunta en una nota al pie). Alrespecto dice Kaës, en las páginas finales de El grupo y elsujeto del grupo, que éste «si bien puede configurarse comouno de excitación y aniquilación de los procesos represen-tacionales, también puede organizarse como paraexcitadory proveedor de condiciones necesarias para el trabajo de lapuesta en representación a través de las perlaboracionesintersubjetivas», ante lo cual respondería Mirta que, sinembargo, «El conflicto yo/grupo asegura... la exigencia detrabajo psíquico que produce o desarrolla los procesos dementalización». Queda abierta así la puerta hacia el segun-do campo de investigación propuesto por dicho autor cuan-do sostiene que «la producción de síntomas psicosomáticoses concomitante con los trastornos de la identificación conlos objetos del grupo, o del apuntalamiento anaclítico en elgrupo y los pensamientos del grupo. Es decir, cuando elgrupo fracasa, para el sujeto, en constituir un apuntala-miento de pensamiento».

Sólo me resta brindar la bienvenida a Mirta Segovianoal «cuerpo» de «miembros titulares» de la AAPPG.

PASANDOREVISTA

207

Voy a compartir con ustedesalgunas reflexiones sobre estostemas tan actuales tratando deno caer en el error de verterideas apresuradas, sino intentan-do retomar una serie de interro-gantes.

Pensaba, cuando leía este li-bro, que la humanidad tardó si-glos en poder separar la rela-ción entre coito y procreación,para ahora tener que encontraruna forma de producir una pro-creación sin coito. Es una sen-sación extraña: esto último selogró en un corto período detiempo, mientras se tardó siglospara lo otro. Es en este punto decomplejidad que se abre, dondeEva Giberti nos plantea posicio-narnos desde la perspectiva deun pensamiento nómade. Es de-cir, un pensamiento que no que-de aferrado a certezas, sino quepueda marchar, pueda caminar.Y es aquí donde se combina loesencial que ha trasmitido estelibro, que yo creo que está atra-vesado no sólo por la audaciasino también por la responsabi-lidad. Es muy fácil decir queuno se siente responsable y es

muy fácil ser pacato cuando unono se siente responsable. Demanera que la relación equili-brada entre audacia y responsa-bilidad es un mérito importante.

Voy a citar el párrafo de Car-los Pachuk y Gloria Barros: «Laalianza entre el mundo fantasmá-tico y la tecno-ciencia amenazaromper con el último anclaje bio-lógico: el cuerpo de la madre ytodo su universo simbólico repre-sentado por la estructura fami-liar y generacional clásica.» Di-versas opciones atraviesan lostextos que estamos presentando:implantación, donación, alquilerde vientres, todas formas queconservan algo de lo originario,pero que dan cuenta de que estálatente la idea de sacar del vien-tre al embrión, o reemplazar lamatriz, o sacar al niño ya «pro-ducido» de la probeta. Llegandoa plantear las posibilidades quese abren en los siguientes térmi-nos: «Al no mediar la relaciónsexual cualquier combinación esposible».

Es en este punto que quisieracontar una idea extraña que me

Los hijos de la fertilización asistidaEva Giberti; Gloria Mendilaharzu; Carlos Pachuk

Sudamericana, 2001

208

ha aparecido hace algún tiem-po, y que pensándolo, no es tanextraña, acerca de que algunavez en un momento no muy le-jano, las mujeres decidieran noseguir pariendo a sus hijos, lle-vándolos en su cuerpo. Que talvez la sociedad planteara, conel soporte científico que ya seesboza, que las mujeres no tie-nen por qué ser diferentes de loshombres y quedar durante me-ses apartadas del proceso pro-ductivo, dejar de lado sus carre-ras, extender su vientre, defor-mar sus pechos, transformar sucolumna, romper el cóccix, todolo que sabemos que ocurre a lolargo de un embarazo y un par-to... Y que posiblemente noso-tras, las mujeres de este siglo yde los siglos anteriores, seamosvistas como mujeres salvajes,pariendo niños envueltos en san-gre y tegumentos. Esta idea, queno es ninguna locura y que po-dría ser perfectamente viable, amí me hacía sentir el horror deldespojo... Yo soy una mujer delsiglo XX... y me siento absolu-tamente feliz de haber hecho to-das esas pavadas que se plan-tean a lo largo de un embarazoy de haber soportado todos losmalestares y beneficios que con-llevan los partos. Y más aún,pienso que las mujeres llevamosla marca de los hijos en el cuer-po como los guerreros llevan lasmarcas de las batallas luchadas,

y que una de las cosas más terri-bles que ha hecho la cultura esplantear que estas marcas sonalgo antiestético y deformantecuando en realidad son las for-mas en las cuales se expresa laproducción de lo más noble quedamos las mujeres a la humani-dad...

Respecto a la cuestión de laproducción de embriones es in-dudable que acá hay una pre-sencia fuerte de una raigambrereligiosa, ya que lo que se estádiscutiendo es cuándo comien-za la vida humana: si se consi-dera que hay ser humano a par-tir de la concepción o a partirdel pasaje de embrión a feto. Demodo que gran parte del debateque estamos enfrentando está enconexión con la legalización openalización del aborto y con-fluye con las grandes discusio-nes que sobre estos temas vie-nen dándose desde hace tiempo.Recordé también algo muy gra-cioso, que era un texto que leíhace algún tiempo, en el cual elautor hablaba del absurdo deconsiderar un ser humano hastala concepción misma, o aún másatrás, hasta sus posibilidades deplasmación, diciendo que se po-dría llegar entonces a pensarque, en ese sentido, cada mas-turbación era un genocidio... yaque la cadena podría remontar-se hasta lugares insospechados.

209

Por eso la idea de llamar adop-tivos a los embriones implanta-dos o trasplantados, o llamarloshuérfanos, pierde de vista quela filiación no es un problemabiológico sino simbólico y quese define, no a partir de la gené-tica, sino desde los modos conlos cuales los seres humanos sereconocen como hijos y comopadres. Más cuando el conceptode filiación como nosotros loconocemos tiene muy poco quever con la biología en el sentidoestricto.

Hay una enorme cantidad deculturas que desconocen la rela-ción entre coito y alumbramien-to, y que suponen que el niño hasido engendrado por la presen-cia de un espíritu que no tienenada que ver con el coito; enellas la presencia de lo genéticono ocupa un lugar en la deter-minación de la filiación. La mis-ma cristiandad festejó hace al-gunos días a un hijo de Maríahecho por intervención divina,al cual podemos considerar elprimer caso de fert i l izaciónasistida de la historia, y a nadiese le ocurriría plantearse un pro-blema de filiación al respecto.Está muy claro de quién es hijoJesús para toda la cristiandad:no lo es del pobre José, sino delEspíritu Santo que posibilitó laconcepción. De manera que cla-ramente la cuestión de la filia-

ción no alude a una cuestión ge-nética sino simbólica, y propo-nerla sólo desde el ángulo gené-tico es una suerte de trampa,porque en realidad lo que se estádiscutiendo son los modos deprotección de bienes materialesy simbólicos respecto a los se-res humanos, y de éstos sobre lapropiedad en general. La ley ar-gentina tiene una serie de ele-mentos interesantes para pensaracerca del momento en el cualconsideramos que hay vida le-galmente hablando. Porque si unfeto nace muerto de una madreque está viva, y de un padre quemurió, la madre no hereda al pa-dre, pero si el niño vive unashoras, en la medida en que elniño vivió, el niño hereda al pa-dre y la madre hereda despuésal hijo. Lo cual muestra clara-mente que desde el punto de vis-ta civil se considera vivo aque-llo que ha tenido vida en la tie-rra durante algunas horas.

Gloria y Carlos plantean unasuerte de escalada: desde la in-seminación homóloga fuera dela relación sexual –a la cual lospsicoanalistas llamamos escenaprimaria, y que no coincide to-talmente con la relación sexual–a la inseminación in vitro, pro-ducida fuera de la relaciónsexual, de la escena primaria ydel cuerpo, hasta la clonación,que es fuera del cuerpo, fuera

210

de la escena sexual y fuera detoda reproducción sexuada.

¿Qué forma va a tomar en-tonces la pregunta por los orí-genes, que es una pregunta cons-titutiva del ser humano? Uste-des saben que la pregunta porlos orígenes es una pregunta porel deseo del otro; la pregunta noes «de quién soy hijo», la pre-gunta es «por qué soy hijo dequien soy hijo». La gente piensaque el problema de los niñosadoptivos es decirles que sonadoptivos. No, el problema delos niños adoptivos es «¿por quémis padres biológicos no se que-daron conmigo, por qué mi ma-dre biológica no pudo quedarseconmigo?». No es una preguntarespecto a la adopción; es unapregunta respecto al deseo delotro.

La pregunta por los orígenesno es una pregunta por la biolo-gía. Hace poco tiempo me pre-guntaba una señora que tiene unniño adoptivo si yo pensaba queella le tenía que decir que lohabía ido a buscar a un ranchomiserable, muy pobre. Yo ledije: «mire, si usted lo hubieratenido en un parto biológico ynatural, no le diría que la luzdel quirófano le hirió los ojos,salvo que le quisiera transmitiralgo, y algo referente al sufri-miento que usted pasó para te-

nerlo». Me interesa subrayar elhecho de que la información quese da a los niños es una infor-mación que va cargada de unmensaje: no se le dice algo a unniño si no está implicado que sele quiere decir algo más que eso.Cuando esta mamá le quería de-cir que lo había sacado de unrancho muy pobre, le queríatransmitir el hecho de que erajusta la adopción, que ella noera culpable de haberlo arreba-tado de su madre y que no habíaotra opción para su vida, por laangustia que le producía el sen-tir que se había apropìado delhijo de otra mujer y el miedoque tenía de que el niño se loreclamara. Las teorías que se dasobre los orígenes son teoríasmucho más complejas que la ge-nética.

Por supuesto yo he escucha-do ya en padres que han tenidohijos por fertilización asistidaformular algunas cuestiones quetienen que ver con la angustiaque producen estos fenómenos.Por ejemplo, un señor que decía«yo comparto la paternidad conel médico» y en algo tenía ra-zón, ya que al decirlo de esemodo, se refería a que él no ha-bía engendrado a su propio hijosino por mediación del médicoque había hecho la inseminaciónartificial en la mujer. No pudoponer la semillita, la puso el

211

doctor... El planteaba que lasemillita no le importaba, sinoque le importaba que él no lahabía puesto en la mamá.

Lo cual nos aproxima al temaacerca de si la concepción es lomismo que la fabricación de hi-jos, cuestión ésta que Eva Gi-berti plantea en el libro abrien-do la relación entre thecné ypoiesis, respecto a que la técni-ca productora de objetos no tie-ne el mismo carácter que la pro-ducción como creación de obje-tos. Podríamos plantearnos si esque es posible algún tipo de fa-bricación sin creación, sin al-gún tipo de nivel de creación encualquier modelo reproductivo;quiero decir si se pueden fabri-car seres humanos sin que se in-cluya algún tipo de creación. Yaque no se trata meramente de latécnica sino de alguien que poralguna razón desea tener esehijo.

La pregunta por la clonaciónno es una pregunta por la sexua-lidad, sino que es una preguntapor la duplicación. Hace pocoescribí un pequeño texto sobreeste tema planteando que el pro-blema de la duplicación –que esen mi opinión el resultado de laclonación con fines reproducti-vos– es que en el deseo de hijohay siempre algo que tiene quever con un inacabamiento de los

seres humanos. Los hijos no sir-ven para nada, salvo para seramados. Se tiene hijos para nomorir de amor propio, porquecomo decía un chacarero de mitierra, donde comen dos comemejor uno... De manera que lagente tiene hijos para volcaramor y volcar libido. Esto seaal modo de la reproducción na-tural o de la fertilización asisti-da... Ha sido siempre así...

El tema de la clonación esque quien decide clonarse paraduplicarse en caso de que sepueda hacer, busca la reproduc-ción de la perfección a travésde lo idéntico. Porque los hijosvienen para reparar las tareasinconclusas de cada generación;los hijos vienen a resolver aque-llas cosas que nos quedaronpendientes, para reprocharnosque les hicimos hacer aquellascosas que no querían hacer... Demanera que el problema de laclonación es que aquél que sepropone clonarse a sí mismo dapor sentado que ha arribado a laperfección, proponiendo unacircularidad que implica unaanulación del tiempo, no deltiempo biológico sino del tiem-po del pasaje y de la producciónhistórica... Lo cual pone de re-lieve que no estamos frente a unsimple problema técnico sinoque estamos frente a un tipo dedeseo que es radicalmente dis-

212

tinto al deseo de hijo que imperóhasta la actualidad... Lo cual noquiere decir que no haya un de-seo de hijo bajo esta forma. To-dos sabemos que se tienen hijospara muchas cosas, incluso cuan-do yo digo, bromeando, que setienen hijos «para nada», valedecir para nada útil desde el pun-to autoconservativo –ya que enel ser humano, la autoconserva-ción de la especie y la del indivi-duo pueden, perfectamente, en-trar en conflicto y obligar a elec-ciones. El deseo de hijo tiene quever con la ofelimidad, que es unconcepto de Pareto.. Los hijos notienen valor de cambio y no tie-nen valor de uso, sólo tienen va-lor de ser apreciados como hi-jos... Esto es cierto mientras noseamos esposas de Enrique VIII,porque si uno es esposa de Enri-que VIII tiene que tener el hijopara conservar la cabeza... y paratener el reino. Lo cual nos llevaa reconocer que más allá de todaclonación muchos niños nacen enel mundo simplemente para re-solver problemas de sucesiones,mantenimiento de dinastías y de-más...

Pero de todas maneras, hayen todo esto algo que se definepor el deseo del niño mismo.Por eso hay cosas interesantesque plantea el psicoanálisis aunteniendo en cuenta la cantidadde cosas que nos quedan por re-

visar y que tienen un caráctermás o menos obsoleto. Entreotras, el modo con el cual haquedado acuñada la teoría de laescena primaria, a la cual Glo-ria Barros y Carlos Pachuk de-dican una parte de uno de lostextos. Sabemos que la escenaprimaria es una escena fantas-mática de engendramiento delos hijos a partir del coito delos padres, y es indudable quelos niños de hoy no piensan queesa relación de los padres sirvapara tener niños. Cuando Freudescribió, en su tiempo, los niñospensaban que mamá y papá enla cama hacían niños. Hoy,cuando les interpretamos esto,dicen: «Nooo, si mi papá nopuede...» o «Nooo, si mi mamátoma pastillas...» Las cosas másextrañas nos contestan los ni-ños... Yo he dicho, lo confieso,cosas antigüitas, interpretándo-le a una niña de 7 años que noquiere ir a la escuela porque tie-ne miedo de que mamá y papále hagan un hermano y he reci-bido esta respuesta: «Nooo, simamá y papá hacen el amor a lanoche»... Respuestas todas quesería escandaloso considerarsimplemente como del orden dela resistencia, y que nos produ-cen la sensación de ser obsole-tos, anticuados y demás...

La escena primaria, lo que ami entender tiene de fecundo –y

213

esto es algo que se pone de re-lieve hoy y que el psicoanálisisno pudo pensar por la propiaimplicación de la sexualidad in-fantil de los analistas– es quepone de relieve la exclusión ge-neracional en el intercambiosexual. La escena primaria es unlugar de exclusión del placer delos padres...

Ante la pregunta acerca dequé hacen papá y mamá en lacama, una niña de dos años, res-pondía: «Toman leche...» O sepuede escuchar, como me dijoun chico de 9 años: «Yo lo odioa mi papá, porque él tiene todo,él tiene un cuarto con aire acon-dicionado y televisor...» «Y conmamá», pude agregar, aludien-do a que el padre poseía todo loque hace la vida confortable, fe-liz y gozosa.

Sabemos que la soledad in-fantil en la cama es una soledaddolorosa, y no sólo la infantil,ya que uno observa que si todoel mundo se sigue casando pesea los fracasos matrimoniales, estal vez porque dormir toda lavida solo es muy duro... Enton-ces que no les digan a los niñosque es lindo dormir solo. Queles digan que algún día van apoder elegir con quién duermensin tener que dormir con mamáo con papá, lo cual constituyeuna buena razón para resolver

su angustia, ya que a partir deello podrán elegir con quién ha-cerlo. Hace algún tiempo a unapaciente que no quería dormirsolita, y que no entendía por quétenía que hacerlo –una nena de8 años– le dije algo de este or-den: «Si no dormís sola, no vasa poder elegir algún día conquien dormir..». Me preguntópor qué y le respondí: «Porquesi no podés estar sola no vas apoder elegir. Para que vos elijascuando seas grande con quiénquerés vivir y con quién querésdormir, tenés que aprender adormir sola, para que no te que-des colgada del primer salameque pase». A las dos nos pare-ció sensato, a partir de lo cualempezamos a trabajar juntaspara que pudiera dormir sola...y lo logramos... Ella no veía nin-guna razón moral para no dor-mir con su mamá y no veía nin-guna razón de salud para dormiren su propia cama. En realidadhay que darles razones a los ni-ños que tengan que ver con lavida, con la muerte y con lasexualidad y no cuentos.. O entodo caso hay que darles cuen-tos verdaderos...

El desanudamiento de la es-cena primaria como escena deplacer separada de la escena pri-maria con su connotación de en-gendramiento ya lo han hecholos niños (ahora con las nuevas

214

cuestiones terminan de desanu-darse). Y creo que ante la esce-na primaria, ante esta exclusiónradical de la relación sexual en-tre los padres, de eso tan fasci-nante y enigmático que el niñosupone, el fantasma de engen-dramiento de los niños es unmodo de inclusión beneficiosa...Pensar que todo ese despliegueha sido sólo para engendrarlo yno porque llana y simplementeno se lo necesita en el intercam-bio de placer, es restitutivo nar-cisistamente. De modo tal queconsidero que el fantasma de laescena primaria tal como lo he-mos planteado hasta el momen-to, reflejando una cierta reali-dad de los siglos XIX y partedel XX, no es una teoría psicoa-nalítica a la cual debemos re-nunciar, sino un mito infantilque los psicoanalistas hemosretomado en nuestras produccio-nes a partir de un modo de cons-titución fantasmática de unaépoca, y que mientras duró ali-vió nuestra propia intoleranciainfantil a la sexualidad de nues-tros padres, a lo cual tendremosque renunciar para enfrentarnosduramente a nuestra exclusión ya la de nuestros pacientes...

Por eso, tomemos seriamen-te en cuenta esta diferencia pro-puesta por Eva entre engendra-miento y fabricación, para darracionalidad a nuestras propias

preguntas y vaticinios. Ya que,para ser realistas, muchos denuestros temores son productode un ensamblamiento de viejascuestiones con nuevos proble-mas. Por ejemplo, en un mundoen el cual sólo en los bordesmismos del subdesarrollo y lamiseria de la historia hay luchascuerpo a cuerpo en la batalla,hay que sacarse la fantasía te-rrible de que seres humanos se-rán producidos para alimentar laguerra.... Porque ya no se em-plean ni caballos en la guerra–la última vez que fueron utili-zados fue cuando un batallón dela caballería polaca se lanzócontra los tanques nazis y losmataron a todos–, y los caballoshan sido liberados incluso deltrabajo pesado, salvo en las re-giones más pobres del mundo.Y los hombres también han sidoliberados de la guerra manualsalvo en las regiones pobres,que no van a clonar a nadie parahacer ejércitos. La guerra hoyes una guerra como la del golfo;se maneja con tecnología y enforma mediática, de manera queno proyectemos fantasías delpasado con los clones del futuroy tampoco con un ejército deobreros, ya que con la desocu-pación que hay es carísimo pen-sar en clonar seres humanospara manejar fábricas en unmundo en el cual ha desapareci-do la ilusión de plena ocupa-

215

ción... ¿A quién se le ocurriríaclonar a alguien? ¿Qué podríaser más barato que las miseriasque seres humanos engendradosen los ranchos y villas del ter-cer mundo reciben?

Sí, va a haber computadorasque reemplacen a hombres, perono tienen por qué ser clones, yaque una computadora presentamenos problemas. Cuando dis-cuto con los etólogos, pongo porejemplo un hormiguero paramostrar la diferencia con el tra-bajo en la comunidad humana.Es que con los seres humanospasa lo que no pasa con las hor-migas. Jamás un hormigo dejade trabajar por mirar las piernasde una hormiga, eso pasa en lacomunidad humana... ¿Entoncesquién va a querer un clon huma-no, cuando lo específicamentehumano trae más problemas quebeneficios para la producción ypara la guerra?...

Lo que sí se puede producir,y surge acá una cuestión impor-tante, son clones para la repro-ducción de órganos. Pero lo másnovedoso es la posibilidad dereproducir órganos sin tener quereproducir un ser humano ente-ro, entonces, ¿para qué produ-cir un ser humano entero? Y yono creo que alguien se vaya aoponer a que se reproduzcan yse clonen órganos para autotras-

plante. Hace treinta años que serealizan trasplantes de órganos,y todavía leemos en los diarios«Un trasplante con éxito»... Yeso indica que los trasplantes si-guen sin funcionar... Porque nohay ningún titular que diga «seevitó una epidemia de polio me-diante el uso de vacunas», salvocomo noticia social o política,no científica. De modo que parano aprobar la clonación de ór-ganos hay que estar demente.

Por eso creo que hay que di-ferenciar entre la duplicación yla clonación y tener en cuentaque la duplicación puede ser unrecurso extremo de algunos sec-tores muy narcisistas que secreen maravillosos y quieren seridénticos a sí mismos. Pero nocreo que nadie en nuestra vidaquiera un hijo idéntico a unosalvo que esté muy loco y lopuede tener sin necesidad declonarse. Un hijo loco de al-guien loco. Porque hasta ahorala humanidad ha producido psi-cóticos sin clonarse y ha produ-cido gente sana y eso no quieredecir que la clonación va a seruna fuente inagotable de psicó-ticos... Intento, con todo esto,producir una cuña en esta pro-yección sobre la ciencia de losfantasmas generacionales quevemos emerger frecuentemente,porque ustedes saben que granparte del pensamiento científico

216

se concentra en gente de media-na edad que termina proyectan-do sobre la humanidad sus con-flictos históricos.

Este libro tiene la enormevirtud de no hacerlo. Es un li-bro profundamente joven... Pro-fundamente joven y profunda-mente abierto a las nuevas cues-tiones, y seriamente comprome-tido en no cerrar apresurada-mente todo lo novedoso que en-frentamos. Pero no es tampocopostmoderno: enfrenta con res-

ponsabilidad la cuestión de re-solver aquellas problemáticasque puede encarar , dejandoplanteado lo que aún no parece-ría ser pasible de resolución.

De manera que así como yosentí un gran placer en leerlo, yme deja abiertos de modo esti-mulante un montón de interro-gantes en la cabeza, espero queustedes y muchos otros tenganla misma oportunidad. Muchasgracias.

Silvia Bleichmar

217

Un escrito echado a rodar, siencuentra en el lector una escu-cha, y toma a su vez la palabra,vuelve a lanzar un movimientosiempre exorbitante: cuestiónmisteriosa, enigmática con rela-ción al otro, ausente en el pre-sente del acto de la escritura,acto que también produce un fu-turo en que el escrito se arries-ga a un encuentro con y desdeesa ajenidad. «Tener una con-versación, escribir una carta» estítulo de un parágrafo en queIsidoro se sirve de este par desituaciones para trabajar con ellector un par conceptual, pre-sentación-representación, y unaclínica, clínica de la presencia.

Cuando Isidoro me dio unejemplar, el libro traía algo más.En su dedicatoria escribió: «vie-jo compañero de recorrido»,nombrando una cual idad denuestro vínculo y también, porqué no, sobre la temporalidad.Y es así. Desde allí hago mi lec-tura. La clínica y la teorizaciónsobre los vínculos, clínica de lapresencia, nos es común desdehace décadas. Su problemática

me es próxima. Me sorprendió yme dio y me da trabajo el trata-miento que les da. Eso es bue-no, fructífero. Desde esa pers-pectiva hago mi comentario.

La propuesta-apuesta, la as-piración de Isidoro, lo avisadesde el prólogo, viene siendola de darle a lo vincular entidadpropia, dando cuenta de esa en-tidad. Con la particularidad deque no se trata esta vez de unlibro sobre clínica o teoría defamilia o pareja, sino que suproducción está orientada a lasuplementación del corpus psi-coanalítico general. Sus interlo-cutores son muchos, heterogé-neos, Freud, Laplanche, Green–entre otros del psicoanálisis–,e l es t ruc tura l i smo de LéviStrauss. Badiou, Deleuze, Levi-nas, Foucault, del campo de lafilosofía. Lewkowicz del campode la historia. Busca más allá delos límites del estructuralismo.En este movimiento reconozcotramos de discusiones en un tra-bajo conjunto importante, por lomenos desde el ángulo que meconcierne, en espacios que com-

El sujeto y el otro.De la ausencia a la presencia

Isidoro BerensteinPaidós, 2001

218

partimos, sobre el que creó susingular marca. Esto lo lleva,estimo, a una verdadera trans-mutación de su pensamiento queva del determinismo a la posibi-lidad de situar en un lugar des-tacado lo radicalmente imprevi-sible.

Este es un libro, como élmismo lo dice, menos eleganteque uno estructuralista. Tam-bién menos sistemático, aunqueexhaustivo, diría, para los tópi-cos que hacen a su problemáti-ca. A cambio, trabaja la organi-zación de su propuesta de unmodo próximo, coloquial, comosi hablara con el lector. Elloauspicia hendiduras, salientesen su escritura que abren al en-cuentro del pensamiento del lec-tor.

Trabaja su propia transferen-cia a la obra de Freud, y seposiciona frente a ella. Delineatres obstáculos, tres límites, tresfronteras, bordes a atravesarmás allá de Freud para ir al en-cuentro de una perspectiva vin-cular. Lo cito:

«1. El psicoanálisis comométodo comprende, para la ma-yoría de los psicoanalistas, sólola sesión bipersonal, y los otrosencuadres son desestimados yconsiderados fuera de la cura,en tanto se concibe ésta como

desplegada con el paciente indi-vidual.

2. Es considerada experien-cia originaria la relación siem-pre asimétrica entre la madre (oun adulto), cuyo inconciente yase ha constituido, y el niño envías de hacerlo. Es desechada ono puede ser pensada la produc-ción de inconciente entre dossujetos adultos ligados en unaexperiencia significativa nueva,por lo tanto originaria.

3. En consecuencia, el in-conciente tiene un solo momen-to originario y debería remitir aél.»

Puestas en positivo, estasfronteras implican un atravesa-miento de órdenes heterogé-neos:

1. Hacer propia la perspecti-va de que hay una posición decura legítimamente analítica enel campo multipersonal. Este esun atravesamiento en el que es-tán involucradas las prácticas,la construcción de una clínicaespecífica, pensada, no comomera aplicación, sino con unproyecto de dar cuenta teórica-mente de ella desde una teoriza-ción abarcativa de la situación.

2. Construcción que comien-za con la deconstrucción de las

219

bases epistemológicas y aun fi-losóficas que han influido sobreel pensamiento psicoanalítico.A partir de la idea de mundoque se desprende del determi-nismo propio de la ciencia, bá-sicamente ordenado, la tarea delcientífico es la de descubrir elorden que está allí para ser des-cubierto. Al lado, la idea de cau-salidad ligada a un origen únicopodría pensarse como de basearistotélica, en donde habría enun origen un Uno que se des-pliega. Como consecuencia: pri-mera y segunda series comple-mentarias fuertemente determi-nantes. Frente a ello, una onto-logía que propone básicamenteun mundo caótico, en donde elser es básicamente múltiple,provisorio, y producido comodeterminado. Entonces no ha-bría un origen, sino múltiplesorígenes. Una tal concepción,pone en foco, enfatiza, pone enel centro, una particular versión,si se quiere, de la tercera seriecomplementaria: la experienciaanalítica actual, en tanto víncu-lo, fundando subjetividad.

Pero ¿qué le hace decir altérmino vincularidad? Le dauna forma provisoria a su enun-ciación, dice: forma actual dedenominar las relaciones entresujetos. Después especifica: larelación cuya estructura llama-mos vínculo instituye a los su-

jetos que lo produjeron y lo ha-bitan desde su comienzo, sien-do éste un punto de partida.

«Juicio de realidad» diferen-cia «objeto real externo» de«alucinación», registro de quehay algo más allá del objeto. Sepregunta: ¿«objeto real externo»como expresión, no es en sí mis-ma contradictoria? Desde la vin-cularidad, dice Isidoro, relaciónentre sujetos: habrá que traba-jar –seguirá diciendo– inventaren ese camino un juicio de pre-sencia. Piensa: «Más allá de lorepresentado por el objeto, elotro le excede, y cabrá aceptarun registro de esta ajenidad parano enloquecer.»

En el primer capítulo, sientalas bases de lo que define comoproyecto: la consideración de lavincularidad fuerza la metapsi-cología freudiana hacia un másallá con relación a la sexuali-dad. Se dispone a dar el pasoque hay que dar desde lo queteóricamente pone un límite alconcebir al otro como objeto dela pulsión, es decir, desde uncampo cuyo borde es el de lorepresentacional, a la apuesta afuturo en el trabajo suplemen-tante del corpus psicoanalíticoque incluya la vincularidad, endonde el otro, es otro sujeto.

Entonces propone: «deseo

220

incluir el poder como otra for-mación profunda que constituyelo inconciente y que convienediscernir de lo sexual».

Un paréntesis: algo acercadel secuestro de las palabras.Alguien dice «poder», y rápida-mente hace surgir un cierre, ennombre de los saberes ya consa-grados... y hace pensar escan-dalizados: ... ¿es que la propues-ta de Isidoro, desexualiza el psi-coanálisis?

Apunto: Isidoro dice en esafrase, «discernir», no dice «opo-ner».

Dimensión sexual, relación deobjeto, dimensión vincular, rela-ción entre sujetos. Allí la simul-taneidad de la mutua imposición,de la bidireccionalidad. No seoponen. Si el psicoanálisis seabre a otra dimensión, la de laclínica y la teorización sobre uncampo multipersonal, ha de darcuenta de ese cambio, que yo di-ría, de nivel lógico. Si se me per-mite una comparación tosca, lasleyes para lo bidimensional noalcanzan para lo volumétrico, niéstas para lo volumétrico com-plejizado por el tiempo.

Por otro lado, por su polise-mia, una palabra también se aso-cia a lo que se le quiere hacerdecir, y a lo que no se le quiere

hacer decir. Con las palabras sehacen cosas, dirá Austin. Así su-cede en la construcción de unateoría, por ejemplo.

¿Qué le quiere hacer decir a«poder», Isidoro? Interpretoque, para Isidoro, equiparar po-der a pulsión de dominio es unreduccionismo.

Pensando estas cuestiones,yo me encontré asociando, ypreguntándome: ¿qué hace es-pecialmente visibilizable el dis-positivo vincular? En los prime-ros segundos de cualquier se-sión vincular (familiar, de pare-ja, de grupo, por decirlo muyesquemáticamente), caben tresalternativas: o bien hay una va-cilación embarazosa –tal vezuna cierta inhibición– por el im-pacto de la imposición de pre-sencia mutua entre analista y pa-cientes, justamente generadorade exigencia de trabajo... o bienhay un arrasamiento brutal porparte de quienes llegan, que si-guen hablando como si el otro,el analista, «supiera», es decir,hubiera estado con ellos, o bien,que es lo mismo, como si noexistiera.

También podría pasar que al-guien de la familia tiranice y déo quite la palabra, o «agarre»con su mirada a alguno, tal vezal analista.

221

En este último caso, podría-mos decir que poder, como mu-tua imposición entre sujetos, sesuperpone a dominio como di-námica pulsional representacio-nal. Pero cuando estamos máscerca de la angustia, como en elprimero, de una producción sub-jetiva más discriminada, la mu-tua imposición está allí de otromodo, con un registro cualitati-vamente diferente de ajenidad.El poder definido como mutuaimposición, como la imposibili-dad de ausencia, está en cadauno de ellos, en una clínica dela presencia que habrá que pen-sar en cada caso. En esta línea,cabe usar una lógica paradójicaque tenga en cuenta la heteroge-neidad de los niveles lógicos enjuego.

Ya le conocemos a Isidoro,de producciones anteriores, des-de la teorización estructuralis-ta, la inclusión de Creonte en laconsideración de la problemáti-ca edípica. Esta vez extiende suanálisis a toda la trilogía deSófocles, munido de otras he-rramientas conceptuales, justa-mente para trabajar entre otrasmuchas cuestiones esos dos tér-minos: sexualidad y poder, pro-poniéndolos para discernir dosplanos irreductibles el uno alotro: el de lo representacionalobjetal y el de lo vincular desdeuna lógica paradójica.

Para terminar, en una lectu-ra posible que hago de la tríadade Sófocles, hay un par deopuestos que la sobrevuelan,modos distintos de producciónde subjetividad en cada uno deellos. «Edipo Rey» y «Antígo-na», transcurren en Tebas. Allí,la cuestión del poder está plan-teada en términos de dominioabsoluto del otro. Tanto Edipocomo Creonte, en un momentosoberbios soberanos, terminanen una misma posición: deso-lados por el error en que hanincurrido. Omnipotencia-impo-tencia. De una posición sober-bia a una culpable.

Omnipotencia, omnisapien-cia, omnipresencia. Ambos pe-can por haberse constituido ensaber absoluto, y encarnar enellos mismos la ley. Así, en elterreno de esas condiciones deproducción de subjetividad, eldestino de Polinises sin su trán-sito al Hades, lleva a su vez aun sin salida a Antígona, a laque se le va la vida en su oposi-ción, y también a la existenciamenor a que ve reducida su vidaIsmena.

«Edipo en Colona» hace con-traste con esto. Teseo –su go-bernante– se encuentra con unEdipo incompleto, ciego, pero asu vez, él no se propone comola suma del poder, hay una ley

222

que lo trasciende, la ley de lapolis.

La lógica del poder en Tebasdesgarra la subjetividad, e im-pela a que, para salvar algo dela dimensión de ajenidad, sehaga necesario en el relato elexilio, lo que no es posible enel espacio de esa modalidad vin-cular. Allí la tragedia muestrala imposibilidad de reducir alotro a la pura representación.Muestra cómo la relación comoencaje-articulación constituyeun imposible.

Por ello, la retórica tambiénnace en Atenas, una terceridadauspicia como posible la con-frontación de discursos. No haydiscurso único.

En Atenas, entonces, hay po-sibilidad de ofrecer existenciadesde la diferencia. Es intere-sante que Edipo no muere ex-plícitamente. Hay un espacioposible de vida no discernido enun espacio marcado.

Me propongo y propongo untrabajo amigable, lo que noquiere decir complaciente, coneste texto. Me propongo y pro-pongo no hacer una traducciónautomática de los discursos con-sagrados: ello podría llevar deAtenas a Tebas y perder la posi-bilidad de una lectura subjeti-vada de un texto sin duda enri-quecedor. Gracias.

Ricardo Gaspari

223

Cuando recibí la halagadorainvitación para presentar este li-bro, pensé que se iba a tratar sim-plemente de expresar mi opiniónsobre su contenido. Pero, algo asícomo sin querer, al leerlo, mevinculé de un modo diferente conlos autores. ¿Qué significó eso?Que ya no se trató de «conocer»lo que ellos dicen o «dar a cono-cer» lo que yo opino. A partir dela lectura cuidadosa, tuve quetrabajar junto al obstáculo queme impuso la presencia de estelibro que hicieron ellos. Y así meencontré con producciones e in-terrogantes nuevos, que no esta-ban en mis archivos ni en el libroque leí por primera vez. O seaque, para decirlo en términos delos autores, mi vínculo con ellosse complejizó. Y a partir de allíel libro que leí fue otro. Descu-brí, por ejemplo, una cualidad detodos sus capítulos: no se cierranen lo conocido, sino que se abren,cada uno conservando su singu-lar perspectiva, en la producciónsobre el apasionante, complejo yenigmático campo del vínculo depareja.

Me voy a referir ahora unpoco a cada capítulo. Pero deboaclararles que sólo podré con-tarles lo que emergió en mí enese vínculo del que les hablaba,lo cual puede no coincidir conlo que los autores creen haberescrito. Se me ocurrió tambiéncontarles cómo me imagino lacontinuación de cada uno de loscapítulos de un futuro libro,imaginado por mí y escrito porlos autores. O sea, cómo me gus-taría que ellos, luego de haber-me seducido, sigan este lazo queahora nos une.

Voy a seguir el orden de apa-rición de los capítulos.

Héctor Krakov, con la rigu-rosidad que le conocemos, nospropone pensar nuestro vínculo,como analistas, con lo vincular.Cómo el encuentro con una nue-va perspectiva, una nueva ins-cripción, un nuevo paradigma,o un nuevo mundo, nos ha afec-tado. Por supuesto, mundo, pa-radigma, inscripción y perspec-tiva son cosas diferentes y, en

La pareja y sus anudamientosErotismo-pasión-poder-trauma

D. Asiner; N. Inda; A. Makintach; C. Rolfo;M. Eksztain; H. Krakov; N. Mondolfo; S. Sternbach

Compiladora: Janine PugetLugar editorial, 2001

224

el libro que me imaginé comocontinuación de éste, me gusta-ría que Héctor diferencie esosconceptos, sin por ello perder laamplitud de su punto de vista.Pero en este capítulo, Héctortoma esos términos como elmodo de acercamiento a un «di-lema no resuelto» que él abordaa través de una minuciosa revi-sión de teorías, ejemplos clíni-cos y definiciones o redefinicio-nes de términos como historiavincular , sujeto del vínculo,transferencia vincular, discur-so vincular, ansiedad vinculary potencia conyugal. Lo buenode esas definiciones, como detodo el capítulo, es que no soncasilleros estancos para archi-var conceptos, sino claras pla-taformas para discutir, que élabre generosamente de modoque, quien quiera hacer contac-to con las inconsistencias queencierran –si las hubiera–, pue-da reformularlas y pensar.

En el segundo capítulo, Ale-jandra Makintach se proponenada menos que enlazar la teo-ría vincular, que dice que el vín-culo es lo que consiste y lo queinstituye a sus sujetos, con lateoría lacaniana, que dice quela relación sexual no es y queel sujeto surge de una correla-ción entre significantes. Es sinduda una empresa audaz. Pero,para los que creemos que el psi-

coanálisis no es sin Lacan, ni essin lo vincular, la empresa deAlejandra es imprescindible.Ella plantea de entrada el sesgodel posible encuentro entre esasperspectivas: la pareja, dice, esuna estructura para enmascararlo real y por ello su misma exis-tencia gira en torno a la parado-ja de que, aun cuando no exista-mos sin vínculo, la relaciónsexual no existe. Paradoja em-parentada con esta otra: sólo so-mos en tanto reconocidos porotro, pero al serlo, algo esencialnuestro se sustrae. Para Alejan-dra, no hay genitalidad ni armo-nía posibles, pero tampoco actovincular que no implique su bús-queda, y en ese doble anuda-miento habitan el vínculo y eldeseo. O sea, la pareja es elsemblante de la relación sexualque no hay, y en ese panorama,es posible dar lo que no se tienea quien no es, o sea enlazar elamor. El capítulo de Alejandrano se cierra al superponer teo-rías y por ello promete una con-tinuación. En el próximo libroimaginado me gustaría que, másallá de las congruencias, Ale-jandra señale las inconsistenciasque, desde cada una de las teo-rías, presenta la otra.

Marta Eksztain arranca conla tesis, audaz y seductora, deque el erotismo es lo más espe-cífico de la pareja, aun cuando

225

su papel ha sido desde hace mu-cho malpreciado. Para ello, nosrecuerda que es por el erotismoque, entre los cuerpos de lamamá y del bebé, surge lasexualidad del niño. Y Martanos dice que en la pareja se con-vocan constelaciones similares.Allí, los cuerpos se enlazan enuna novela erótica singular ycreativa capaz de anudar unadoble alteridad: en el encuentroerótico, dice, se entraman dosenigmas, el del otro y el de lootro que emerge de uno mismo.Lo erótico es así un modo detransitar lo traumático propio delas alteridades radicales en jue-go en una pareja –punto en elque insistirán también Sternbache Inda, Mondolfo y Rolfo. Elerotismo, dice Marta, es el hu-mor de la sexualidad, excelentemetáfora que da cuenta, al mis-mo tiempo, de su surgimientoen forma de chispazos, de su va-lor saludable y descompresivo,y de que promete y desmiente ala vez la ilusión de completud.De modo que, sin obturar la fal-ta, es capaz de conjurar la an-gustia frente a lo imposible. Enel próximo libro imaginado pormí, Marta abordaría nada me-nos que esta pregunta: ¿bajo quécondiciones el erotismo es puracobertura y bajo cuáles es esce-nario de lo creativo? Su respues-ta podría arrojar nuevas luces altema del amor de transferencia.

El trabajo de Eksztain secontinúa con el de Susana Stern-bach. Y digo «continúa» no sólopor su secuencia en el libro opor la problemática que abor-dan, sino también por el impe-cable y poético estilo en el queambos están escritos. Susana sepropone analizar el papel de lapasión en los vínculos. El con-cepto de pasión, dice, no es unainvariante, sino que varía deacuerdo a las representacionessociales de cada época, y hoy ellugar de la pasión resulta pro-blemático. Nos advierte ademásque, por el exceso desmesuradocon el que comúnmente se loasocia, lo pasional está despres-tigiado entre los analistas. Elcapítulo modula finamente esedesprestigio: es cierto que elenamoramiento apasionado pue-de llevar a un destino fatal, enuna convocación, simétrica oasimétrica a lo tanático. Pero noes menos cierto que la pasiónpuede ser portadora de verdad ytener un final feliz si logra enla-zarse con el deseo y el amor.Susana nos conduce así a unasuerte de ecuación esencial, enla que se enlazan lo pasional, lopulsional y lo originario. La pa-sión trae, de algún modo, a lapulsión y a lo originario a laescena del vínculo amoroso. Ycomo, según Susana, lo pulsio-nal y lo originario nacen en unvínculo, lo pasional es también

226

una forma de que lo no enlaza-do, de algún modo, lo esencialde cada quien, busque y encuen-tre lazos. La continuación dellibro de Susana que me imagi-né, está en cierta forma señala-da en el capítulo por ella mis-ma: consiste en que ella, con susutil y profundo enfoque, nosesclarezca aún más sobre eltema de la sublimación en losvínculos; cómo de lo más primi-tivo e indómito puede emerger,en una pareja, algo ligado a losublime.

Tomar el poder como eje de-terminante sin considerarlo unsimple «derivado» de lo sexual,como lo hace Daniel Asiner, esalgo tan necesario como nove-doso y, por lo tanto, un pocodisruptivo para el dogma oficial.Valiéndose de que la palabra«poder», significa tanto domi-nio como capacidad, Daniel pro-pone un modelo de cura queilustra con ejemplos, en el queel poder-dominio puede pasar apoder-capacidad. Esos temasson importantes en la prácticaporque tocan cuestiones socia-les que «se nos meten por laventana del consultorio» (o,como dirían Deleuze y Guattari,ya están en el consultorio), yque hoy no podríamos ignorar.Daniel propone, además, pensarlos vínculos en base a un mode-lo de intercambios, lo cual tal

vez le permita abordar en formaconjunta lo social y lo vincular,cuya disyunción suele preocu-parnos. Su análisis del papel delpoder en la patología vincularprivilegia dos situaciones queilustra con ejemplos clínicos: elde dominio como intento de re-solución de lo no tramitado ycomo escena traumática quepretende reestablecer identida-des. Me gustaría preguntarle aDaniel, para que él desarrolleen el próximo libro, si no val-dría la pena diferenciar el podercomo factor constitutivo de losvínculos del «exceso de poder»,que sería un uso del mismo conotros fines.

Por último, Norberto Inda,Norma Mondolfo y Cielo Rolfopresentan «Trauma como impac-to y tramitación vincular». El tí-tulo marca de entrada e ingenio-samente un doble aspecto de lacuestión: el trauma impacta alvínculo, puede conmoverlo yperturbarlo seriamente; pero, asu vez, el vínculo es el lugarprivilegiado para su tramitación.Además, como lo inadmisibledel otro puede ser tanto traumá-tico como núcleo de un cambioradical, trauma y acontecimien-to tienen fronteras compartidas.Los autores abordan la cuestiónde la relación entre trauma yacontecimiento, tantas veces se-ñalada y tan poco esclarecida,

227

de manera realmente simple yprofunda. El vínculo, señalan,encierra una paradoja: por unlado, al incluir lo ajeno e inad-misible del otro, «toda relaciónevoca algo de la condición detrauma», pero, a su vez, la pre-sencia del otro es condición ne-cesaria para la elaboración deltrauma. De suerte que habría unaespecie de ciclo, como el cora-zón de la complejidad de un vín-culo, en el que, al mismo tiempoque lo ajeno del otro es traumáti-co, su presencia promueve ela-boración. O sea, algo no tan dis-tinto a un acontecimiento. Poreso, no es siempre fácil diferen-ciar trauma de acontecimiento, yno pocas veces a un duelo impor-tante le siguen producciones im-portantes. (Recordé, cuando leíael trabajo, que fue poco despuésde la muerte de su padre queFreud escribió su «Interpretaciónde los Sueños» y Shakespeare su«Hamlet».) Por supuesto, penséque en su próximo libro los auto-res van a desarrollar las conse-cuencias de ese notable hallazgo.

Lo que tal vez más une a loscapítulos de este libro es su es-píritu de apertura, muy adecua-do a un tiempo de producciónque no admitiría dogmatismos,al abordar lo que señala el títu-lo: La pareja y sus anudamien-tos. Quisiera destacar, por últi-mo, que ese título admite dos

abordajes diferentes de la cues-tión. Uno, es qué hace que unapareja sea tal, qué la anuda, quéla arma. El otro es lo que unapareja, una vez constituida, escapaz de anudar o ligar. Unacuestión es el papel del erotis-mo, la pasión, el poder y el trau-ma en la constitución de una pa-reja. Otra, es la pareja como elmodo posible de tramitar lo po-tencialmente desquiciante delerotismo, de la pasión, del po-der, y del trauma.

Como verán, el trabajo quetan amablemente me impusieranlos autores, leer con cierto cui-dado su libro y hablar aquí enesta feliz presentación, cambióel vínculo que tengo con ellos.No me siento en condiciones debarajar los ejes del enamora-miento, la pasión, el trauma o elpoder que me relacionan ahoracon el libro ni con sus autores,pero el leerlo detenidamente mehizo darme cuenta de la verdadque encierra algo en lo que in-sisten ellos a lo largo de todassus páginas: que el vínculo esalgo complejo, trabajoso, tal vezinabarcable, pero que de él sue-len emerger cosas nuevas quevalen la pena.

Felicito a los autores.

Julio Moreno