y los Estados Unidos, que parecen plagar la América de ... · memoria social y política de...

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«… y los Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad…» Simón Bolívar, 1829

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    y los Estados Unidos, que parecen destinados por la Providencia para plagar la Amrica de

    miserias a nombre de la libertad

    Simn Bolvar, 1829

  • TOMO IV1946-1990

  • Cronologa de las intervenciones extranjeras

    en Amrica Latina, tomo IV, de Gregorio Selser

    D.R. Universidad Nacional Autnoma de Mxico,

    Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y

    Humanidades, Torre II de Humanidades 4 piso, Circuito

    Interior, Ciudad Universitaria, Delegacin Coyoacn,

    C.P. 04510, Mxico, Distrito Federal.

    D.R. Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico,

    Av. Divisin del Norte nmero 906, Colonia Narvarte

    Poniente, Delegacin Benito Jurez, C.P. 03020,

    Mxico, Distrito Federal.

    Cuidado de la edicin: Centro Acadmico

    de la Memoria de Nuestra Amrica (CAMeNA),

    Ana Mara Sacristn Fanjul.

    Revisin histrica y correccin de estilo:

    Guillermo Fernndez Ampi y Ana Mara Sacristn Fanjul.

    Concepto diagramtico y diseo: Trada diseo,

    Luis Garca Flores e Irma Bastida Herrera.

    Biblioteca CAMeNA, Coleccin Archivo Selser / 5

    http://selser.uacm.edu.mx

    ISBN Obra completa: 978-607-7798-30-9

    Tomo IV: 978-607-7798-35-4

    Hecho e impreso en Mxico/Made and printed in Mexico.

    Selser, Gregorio

    Cronologa de las intervenciones extranjeras en Amrica Latina / Gregorio Selser

    5 vols.

    Incluye dvd

    ISBN 978-607-7798-30-9

    1. Amrica Latina-Historia- Relaciones Exteriores

    2. Amrica Latina-Historia-Cronologa, 1776-1990.

    F1415 S45

  • TOMO IV1946-1990

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    prlOgO

    prlogo

    Pilar Calveiro*

    Este ltimo tomo de la Cronologa de las intervenciones extranjeras en Amrica Latina es uno de los ms extensos, pero no por ello ms exhaustivo. No; es un texto minucioso y detallado en el abordaje de algunos acontecimientos pero, al mismo tiempo, deja de lado o descuida otros que hoy se podran considerar de gran relevancia en la poltica intervencionista norteamericana dentro de Amrica Latina, como lo fue el Plan Cndor. Es, por ello, una reconstruccin con densidades diferentes, que se espesa en torno a ciertos ncleos sin duda centrales para diluirse relativamente en otros, hasta incluso desaparecer formando una especie de agujeros del relato, por donde se escapan sucesos, personajes, fechas que tal vez para algunos seran imprescindibles.

    Aunque en algn sentido siempre aoramos la quimera de un relato completo, lo sabemos imposible. Esta imposibilidad general es particularmente cierta en este Tomo IV, fragmentario por momentos, apasionado y apasionante siempre. Y no podra ser de otra manera no solamente por lo particular, acotado, de cualquier reconstruccin, sino porque en este caso se recapitulan hechos y se van reconstruyendo procesos contemporneos de quien los recopila, los estructura y los piensa, posicionndose, comprometindose y, sobre todo, indignndose. La indignacin imprescindible sentimiento del intelectual que se deja interpelar como sujeto histrico y social por lo que su mente comprende es una de las memorias clave que este texto recupera y nos transmite

    * Doctora en Ciencias Polticas, Universidad Autnoma de la Ciudad de Mxico, miembro del Comit Asesor del Archivo Gregorio y Marta Selser.

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    desde los aos violentos de la segunda mitad del siglo XX; se desliza por toda la Cronologa, en medio y a travs de fechas y nombres, recordndonos la ignominia, en algunos casos pero tambin la dignidad en otros, para convocar y levantar en nosotros esa misma indignacin que nos rescata de la indiferencia circundante.

    Aos terribles para Amrica Latina los de esta parte de la Cronologa: 1946-1990; de la segunda posguerra, con el inicio de la Guerra Fra y la bipolaridad, al derrumbe de ese mundo por un proceso irrefrenable, y no menos violento, de reorganizacin global. El primer corte, la primera incisin cronolgica, es una decisin de Gregorio y Marta Selser que denota la importancia que tuvo en la poltica intervencionista norteamericana su determinacin por ganar esa Guerra Fra, tan caliente en nuestra Amrica. El segundo, aunque coincida con un hito histrico relevante, no obedece a una eleccin sino a otro tipo de corte: la enfermedad y muerte de Gregorio Selser, en 1991. Es importante sealar este hecho porque all se interrumpe tambin el trabajo sobre la Cronologa, tanto la incorporacin de informacin, que se puede presumir sera incluida posteriormente tal vez tejiendo sobre algunos de los agujeros del relato, como la interpretacin de procesos an en curso a principios de los noventa, y de difcil comprensin entonces por la falta de una perspectiva ms completa de los mismos.

    Entre estas dos fechas, la Cronologa es una suerte de archivo que fija acontecimientos, los organiza temporalmente, los clasifica de acuerdo con una compleja codificacin, los sistematiza y los interpreta de manera preliminar. Aunque tanto el formato como el nombre del trabajo pareceran eludir lo interpretativo, esta dimensin va brotando por todas partes: el tipo de noticias seleccionadas, los mltiples anlisis de terceros que se incorporan a lo largo del texto, las breves pero contundentes marcas del comentario personal, que lo recorre por completo, cancelan la posibilidad de un relato neutro. Sin embargo, esta particular reconstruccin tampoco persigue una interpretacin en sentido estricto. Lo interpretativo slo se sugiere, se preanuncia y, a la vez, se posterga. El conjunto se ofrece como una suerte de materia prima fundamental para un trabajo posterior, que Selser hizo en muchas de sus obras y que, en una especie de invitacin abierta,

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    se presta para los trabajos de la memoria y de la historia latinoamericana que otros han hecho y harn.

    La Cronologa se puede entender como un intento por documentar la fuerza de los hechos mismos, en tanto dato suficiente e irrefutable para dar cuenta de las intervenciones, de la dominacin y del despotismo de la poltica norteamericana, con la evidente intencin de construir a posteriori una contrahistoria capaz de darles cabida. Por eso recoge hasta en sus ltimos detalles, de una manera incluso desproporcionada, lo que en realidad ya se sabe, pero precisndolo de tal manera que no quede lugar para la excusa, la coartada o el atenuante. En este sentido, se podra pensar que la minuciosidad de ciertas reconstrucciones tal vez persigue la quimera del hecho que sera capaz de hablar por s mismo.

    Pero por otra parte, en una vereda distinta, aunque no opuesta, el detalle y la precisin secas, sin ms interpretacin que un nfasis, un sarcasmo, un adjetivo que se cuela, construyen una narracin memoriosa que, sin fijar un relato nico ni ltimo, obedece a un mandato principalmente tico: registrar para no olvidar. Pone ante nuestros ojos los abusos del pasado y los lanza a su futuro, nuestro presente y el de las generaciones que vendrn, en un acto de pasaje que es tambin un reclamo de toma de responsabilidad. La Cronologa es pues un tipo de archivo capaz de articularse tanto con la construccin del relato histrico disidente como con las prcticas de memoria social y poltica de Amrica Latina.

    El trabajo completo, as como cada una de sus partes, conforma un sistema con unidad que cubre las distintas formas de intervencin diplomtica, econmica, poltica, militar en Amrica Latina. Como ya se dijo, este Tomo IV inicia certeramente con la referencia a la Guerra Fra, gran tema que abre el periodo y lo recorre en su totalidad. Este gran ncleo reflexivo es una suerte de teln de fondo de toda la reconstruccin, frente al que se despliegan las ambiciones norteamericanas en el continente, escudadas invariablemente en el discurso anticomunista para impedir cualquier proyecto independiente. Al respecto, Gregorio Selser registra una fecha en apariencia irrelevante, pero significativa desde la perspectiva enunciada: el 5 de marzo de 1946, da en el que, a partir

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    de un discurso de Winston Churchill, se inaugura la expresin cortina de hierro, punto inicial de la Guerra Fra que eclosionar en 1947, y que tendra tanta importancia para los acontecimientos que se refieren en esta parte de la Cronologa...

    A partir de ese momento, casi fundacional de los nuevos tiempos, el trabajo se va estructurando alrededor de una serie de casos testigo de lo que pretende mostrar: la poltica intervencionista de Estados Unidos en el continente como herramienta principal para asegurar sus ambiciones hegemnicas, articuladas artificiosamente con un discurso democrtico de nuevo cuo y dudosa credibilidad.

    Las intervenciones contra Guatemala en los cuarenta y cincuenta; contra Cuba, Repblica Dominicana y Brasil en los sesenta; contra el gobierno de Salvador Allende en Chile en los setenta, y en los ochenta el conflicto centroamericano ocupan el centro del material recopilado por Selser. Por su parte, el caso de Panam amerita una abundante referencia a todo lo largo de este Tomo IV, desde las luchas por la recuperacin del Canal hasta la invasin de 1989, con cuya descripcin detallada cierra la Cronologa

    Si bien estos ejemplos organizan el grueso del material entre 1946 y 1990, no pasan desapercibidos otros acontecimientos importantes, como la invasin a Guyana, o incluso aquellos que pareceran a simple vista menores, como la independencia de Anguila y su posterior invasin por parte de Gran Bretaa.

    Toda intervencin directa, particularmente la militar, merece una mencin detallada, as como la referencia a los intereses econmicos que invariablemente la animan, los procedimientos diplomticos que la preceden para asegurar alianzas con las oligarquas nativas, y el despliegue paulatino y sistemtico de formas de violencia directa y creciente sobre las poblaciones civiles de los pases afectados. Tambin todas se exhiben utilizando la misma justificacin, aunque sea contra proyectos polticamente muy diferentes: el pretendido derecho norteamericano a intervenir, donde lo considere necesario, para evitar el peligro comunista, remitiendo toda lucha nacional a la confrontacin de las potencias en el contexto de la Guerra Fra. As se indica con toda claridad

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    en cada caso, como se puede ver en los argumentos esgrimidos en su momento por el presidente norteamericano Lyndon B. Johnson, para justificar la invasin a Repblica Dominicana: No nos proponemos quedarnos sentados aqu en nuestro silln, con los brazos cruzados, y permitir que los comunistas establezcan otro gobierno en el Hemisferio Occidental (entrada del 4 de mayo, 1965), como si fuera su deber y su derecho impedirlo en cualquier rincn del continente, o incluso del hemisferio. Y con ms desparpajo an, las palabras del vicepresidente H. Humphrey, al reivindicar que Estados Unidos tendr que ser Polica del mundo hasta que las organizaciones mundiales puedan cumplir con esa tarea (entrada del 17 de mayo, 1965), reconociendo explcitamente las ambiciones planetarias del imperialismo norteamericano.

    Junto a la reconstruccin cronolgica de estas grandes intervenciones, que aunque bajo modalidades diferentes (hostigamiento, invasin, asonadas militares) fueron todas desembozadas, ostensibles, tambin se registran los numerosos golpes de Estado que, por medio de aparatos militares nacionales fuertemente vinculados con los intereses norteamericanos, implicaron otras formas de intervencin, slo a veces ms disimuladas. Ya para 1957, la Cronologa identificaba que de 20 repblicas latinoamericanas, 12 (60%) estn gobernadas por militares (entrada sin fecha especfica de mayo, 1957), casi todas ellas con regmenes apoyados por Estados Unidos. Durante la totalidad del periodo que se reconstruye en el Tomo IV, se registran y documentan asonadas militares, de distinto tipo y ferocidad, en por lo menos 17 pases de la regin. Venezuela, Salvador, Paraguay, Panam, Colombia, Cuba, Honduras, Repblica Dominicana, Argentina, Guatemala, Per, Ecuador, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador y Uruguay vivieron uno o ms golpes de Estado militares durante estos 44 aos.

    El rastreo de los abusos, tanto del poder imperial en relacin con las naciones latinoamericanas como de sus aliados, las oligarquas nacionales, en contra de la ciudadana y la nacin pone en evidencia el enorme abanico de violencias que se despliegan detrs de los discursos democrticos y pretendidamente liberales. Represin a manifestaciones, asesinatos polticos y ejecuciones de disidentes, masacres y desaparicin forzada de personas se documentan en todo el texto, que

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    tambin presta atencin a algunas formas extraordinarias del uso de la fuerza, aquellas que preanuncian cambios de forma o intensidad en las modalidades represivas del Estado. Al respecto, resalta por ejemplo la referencia al envo de ms de mil militantes del Partido Comunista Chileno a un campo de relegacin [concentracin?] en la desrtica localidad nortea de Pisagua, apenas en 1947, mucho antes del pinochetismo, pero poco despus de la Segunda Guerra (entrada de octubre [sfe], 1947). Ello permite inferir ciertas filiaciones de lo represivo en Amrica Latina que, aunque se han reinventado constantemente con una creatividad incuestionable por parte de los poderes locales, tambin reconocen posibles vnculos con formas extracontinentales como el fascismo europeo, por decir lo menos.

    Hasta aqu, la estructura de la obra, centrada en las intervenciones extranjeras y su correlato obligado, las violencias militar y policial, pareceran centrarse en la pura dominacin. Incluso el ndice clasificatorio nos conduce en esa direccin. Un primer apartado integra la informacin de las intervenciones extranjeras en su dimensin directa y ascendente (diplomacia, acusaciones, amenazas, represalias, ruptura de relaciones, movimientos de tropas, hostigamiento, bloqueo, invasin, espionaje y tratados); el segundo comprende los actos de grupos y ciudadanos nacionales o extranjeros tendientes a facilitar dicha intervencin (apropiacin o anexin de territorios por particulares, desconocimiento de la soberana, disposiciones y actuaciones de grupos o instituciones nacionales en contra de sus ciudadanos, interferencias tendientes a facilitar el expansionismo imperialista); por fin, el tercero, se refiere ambiguamente a hitos y opiniones relevantes, incluyendo distintos acontecimientos, declaraciones y anlisis.

    De todo ello se desprendera que la Cronologa reconoce principalmente el espacio de las prcticas del poder y la dominacin, como si las resistencias no existieran o bien no fueran objeto de este estudio. Y sin embargo, a pesar incluso de la clasificacin, la rebelin y la resistencia aparecen a cada momento, y a lo largo de toda la reconstruccin. Desde la protesta diplomtica de los gobiernos hostigados o la expulsin de funcionarios norteamericanos vinculados a la agresin, hasta la manifestacin callejera, la huelga o las demandas campesina y estudiantil; toda clase de

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    movimientos de lucha y resistencia contra las intervenciones se refieren aqu y all, en los diversos pases latinoamericanos, con la simpata explcita del cronista. Cabe sealar muy especialmente la cuidadosa referencia a todas las formas de resistencia, desacuerdo y protesta de la propia poblacin norteamericana con respecto a la poltica exterior de su pas, como una forma de sealar que an en el centro del sistema la realidad no es homognea ni el poder es total.

    Pero el recuerdo y el reconocimiento de las resistencias no se agota all. Muy acorde con la perspectiva de las izquierdas de la poca, Gregorio Selser reivindica la violencia revolucionaria como vlida, incluso en sus expresiones ms radicales. Se regocija con el atentado contra Anastasio Somoza, dictador de Nicaragua, retomando la declaracin de uno de los asilados nicaragenses en Mxico, quien afirm: no conoc al hroe que trat de acabar con el bandolero de Nicaragua, pero no puedo sino sentir por l ms que la admiracin que sienten los hombres libres y toda Nicaragua (entrada del 22 de septiembre, 1956). No es un exabrupto que nuestro autor retoma arbitrariamente; refleja un clima de poca diferente, en donde la relacin entre violencia y poltica se vive y se piensa de otra manera. Baste decir que, en relacin con el mismo acontecimiento, la Cmara de Diputados de la Repblica de Uruguay rindi homenaje pblicamente al perpetrador del atentado, ponindose de pie. En dicho acto, el representante nacional dijo: Ante la muerte de Somoza, recuerdo a Sandino, hombre que luch por las libertades nicaragenses (entrada del 2 de octubre, 1956), reivindicando as a un combatiente armado. En el mismo tono celebratorio, Selser califica de insecticidio el asesinato de otro tirano, el ttere yanqui Carlos Castillo Armas, traidor a su patria, a su pueblo y a la causa de Latinoamrica (entrada del 26 de julio, 1957). Todo ello nos recuerda otra forma de conceptualizar la relacin entre poltica y violencia, que ciertamente amerita su reformulacin, pero tambin la reconsideracin del discurso actualmente imperante, pacificado e hipcrita, que lejos de ser verdaderamente pacfico, termina validando slo una violencia: la estatal, en el marco de las supuestas democracias.

    Gregorio Selser se identifica desde un principio con la Revolucin Cubana, incluso con los fusilamientos de los criminales batistianos (entrada del 29 de enero, 1959), as como con los

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    movimientos armados centroamericanos de los aos ochenta. Recorre con esperanza y decepcin los fracasados intentos revolucionarios armados que la siguieron y se interesa por el recorrido de ciertas guerrillas, en especial la colombiana y las centroamericanas. Pero lo hace de una manera tan potente como el inters que finca en el proceso pacfico del socialismo chileno. Es que su preocupacin se centra en la intervencin norteamericana econmica, poltica y militar y su invariable asociacin con los grupos nacionales de poder. De ello se deriva que una poltica autnoma, capaz de frenar las distintas formas de intervencin, slo resulta viable con la transformacin de las relaciones poder internas, que operan dentro de la nacin. As, al observar las resistencias, se centra en las que se orientan a un cambio sustancial, armado o pacfico, pero que promuevan una transformacin revolucionaria, estructural, de las relaciones de poder econmicas, sociales y polticas, como lo sealan los casos a los que presta una atencin especial.

    Bajo este foco, y aunque la Cronologa se refiere a Amrica Latina, apunta aqu y all acontecimientos de relevancia a nivel mundial. Casi como si fuera un error de clasificacin, saltan en la lectura entradas sobre el Lbano, Palestina o Afganistn que, lejos de ser errores, ubican claramente la perspectiva con la que se observ y recogi la informacin referente a nuestro continente: las intervenciones en Amrica Latina como rasgo distintivo de un fenmeno mayor, como es el desarrollo general del imperialismo norteamericano en la segunda mitad del siglo XX.

    Por eso las referencias a otras regiones se concentran en las intervenciones, principalmente militares, en el Sudeste asitico (Filipinas y en especial Vietnam), as como en Medio Oriente (Lbano, Egipto, Israel), en tanto posiciones estratgicas para la hegemona norteamericana durante el periodo. Tampoco es casual que la referencia a otras potencias se limite casi exclusivamente a Gran Bretaa e Israel, aliados incondicionales de la poltica expansionista de Estados Unidos y a la invasin sovitica a Afganistn, acontecimiento decisivo para la relacin de fuerzas en Medio Oriente.

    Pero junto a la ampliacin del podero militar de Estados Unidos, a Selser tambin le pareci relevante dar cuenta de aquellos acontecimientos que denotaban sus crisis y contradicciones

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    internas, como los escndalos de Watergate e Irangate, e incluso sus debilidades, entre las que resalta la atencin que presta, desde muy temprano, a la violacin de derechos humanos dentro de los pases centrales y, en especial al problema racial. Los brotes de xenofobia en Londres (entrada del 5 de septiembre, 1958), las leyes de segregacin racial en Estados Unidos, el accionar del Ku Klux Klan que alcanz a 55 mil miembros en 1968, las manifestaciones de protesta contra la discriminacin (entradas del 28 de marzo, 1960 y del 2 de enero, 1968), las maniobras de gobierno de Kennedy para simular la escandalosa intencin de integrar a un negro en el gabinete! (faltaba ms) (entrada del 19 de enero, 1961), merecen su atencin. Todos estos eventos desnudan las caractersticas opresivas de la democracia occidental con respecto a su propia poblacin, poniendo de manifiesto las formas de injusticia que prevalecen en ella.

    Dice Jacques Derrida que la cuestin del archivo no es una cuestin del pasado... Es una cuestin de porvenir, la cuestin del porvenir mismo, la cuestin de una respuesta, de una promesa y de una responsabilidad para maana. Si queremos saber lo que el archivo habr querido decir, no lo sabremos ms que en el tiempo por venir. Quiz. No maana sino en el tiempo por venir, pronto o quiz nunca.1 En nuestro caso, el archivo que rene esta Cronologa representa, en s mismo, un entrecruce de tiempos. Las entradas, aunque ordenadas cronolgicamente, se fueron haciendo en distintos momentos, a veces de manera simultnea a los acontecimientos y otras en forma posterior. Las ms antiguas se recrearon y ampliaron con comentarios y anlisis ulteriores, incorporados tambin en distintos tiempos. As, el resumen que se presenta de los hechos es una reconstruccin realizada desde distintos futuros; conforma, en s misma, una mirada desde el porvenir de los acontecimientos que se relatan. Ese porvenir desde el que escribi el autor, aquilatando unos acontecimientos sobre otros, se cruza a su vez con el porvenir desde el que nosotros lo leemos: nuestro presente.

    Es a partir de este presente que tratamos de entender lo que el archivo quiso decir; pero, sobre todo, lo que quiere y puede decir para nosotros, quedando abierto, siempre, un tiempo por

    1 Jacques,Derrida, Mal de archivo, Madrid, Editorial Trotta, 1997, p. 44.

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    venir, otro, que encontrar sus propias significaciones. Al leer el texto desde nuestro presente, el recuento de las formas de intervencin de Estados Unidos sobre los pases latinoamericanos y algunos otros sucesos mundiales nos recuerda muchas de las prcticas que, aunque con discursos un tanto renovados, se mantienen en la actualidad. Por mencionar slo algunas: 1.- la paranoia belicista (entrada sin fecha especfica de 1946), en los aos cuarenta contra el enemigo comunista, encuentra continuidades hoy en la lucha contra el enemigo terrorista; 2.- la defensa entonces y ahora de la unilateralidad y el derecho de intervencin en estas guerras autodeclaradas, tan evidente en declaraciones como la de Spruille Braden, cuando afirmaba: si el comunismo [hoy terrorismo?] llegase a alcanzar mayor ascendencia, por no decir a apoderarse del gobierno de algunas repblicas americanas, entonces la intervencin colectiva y hasta unilateral sera un imperativo tanto prctico como moral (entrada de octubre [sfe], 1952); 3.- el encubrimiento de esta poltica intervencionista con la supuesta defensa de la democracia y las libertades, atribuyndose el derecho pragmtico y moral de los Estados Unidos para intervenir en los pases cuando la libertad de los pueblos se ve amenazada por fuerzas extranjeras (entrada del 11 de febrero, 1968). Al respecto, Selser identific perfectamente el giro democrtico que se produjo en el discurso poltico norteamericano y de sus aliados continentales que persiste hasta el presente, para amparar todas las formas de intervencin, en especial despus de la Revolucin Cubana, en medio de la agitacin poltica reinante en Amrica Latina y la efervescencia revolucionaria en todo el mundo, segn palabras del propio Dwight Eisenhower (entrada sin fecha especfica de 1960); 4.- la asociacin a ultranza de libertades, democracia y libre mercado, en una asimilacin falsa entre las libertades polticas y un mundo que comercie libremente, sin barreras, donde no quepan aquellas naciones que se proponen crear economas reservadas, nacionalistas (entrada del 4 de enero, 1946); 5.- la hipocresa poltica que difunde un discurso democrtico a la vez que sostiene dictadores y regmenes de facto; que expresa su preocupacin por el derrocamiento de gobiernos elegidos por el pueblo (entrada del 21 de diciembre, 1948), al tiempo que avala y propicia aquellas asonadas militares que le convienen en trminos de su expansin poltico econmica. As, mientras

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    el presidente Eisenhower se declaraba preocupado, en 1954, porque en Guatemala los derechos de

    los ciudadanos han sido suspendidos, se han practicado detenciones y muchas personas han huido

    del pas... [medidas que] el mundo libre ha visto usar en otros pases que cayeron bajo la rbita

    del comunismo, ni siquiera mencionaba la Nicaragua de la dinasta Somoza, ni la Venezuela de

    Prez Jimnez, ni el Paraguay de Stroessner, ni la Colombia de Laureano Gmez o Rojas Pinilla,

    ni la Dominicana de los Trujillo, ni la Cuba de Batista, ni el Per de Odra, que conste (entrada

    del 16 de junio, 1954). O peor an, Douglas Mac Arthur reconoca haber salvado al emperador

    Hiroito de ser juzgado y ejecutado como criminal de guerra, despus de Hiroshima! (entrada del

    2 de septiembre, 1955), lo que recuerda en nuestros das a George Bush juzgando por crmenes de

    guerra a Sadam Hussein; 6.- la perversin del discurso democrtico y de defensa de los derechos

    humanos, utilizados permanentemente para los fines inversos (imposicin de gobiernos autoritarios

    y violacin de toda clase de derechos), como sigue ocurriendo en la actualidad.

    Pero junto a estas continuidades discursivas y prcticas, de vieja data, resulta particularmente

    interesante la cantidad de referencias que la Cronologa incorpora a problemas que en el

    momento de su escritura parecan casi irrelevantes y que con el paso del tiempo y la llegada de

    su futuro se revelan de primera importancia. Y aqu reside tal vez una de las mayores riquezas

    de este trabajo: el rastreo temprano de fenmenos de gran peso en el presente.

    Ya se hizo mencin del importante papel que se le asigna al tema de los derechos humanos

    no demasiado atendido en los aos ochenta, en particular con respecto a su violacin en los

    pases centrales. Adems de la referencia a problemas como el racismo contra la poblacin negra

    norteamericana, Selser se preocupa por registrar la discriminacin a descendientes de mexicanos

    que ocurra en Estados Unidos (entrada del 31 de diciembre, 1966) y no dud en hablar, incluso, de

    la esclavizacin de braceros, por referencia a las condiciones de abuso laboral contra trabajadores

    migrantes, ventiladas en un juicio de poca difusin celebrado en 1963, en Connecticut (entrada de

    enero [sfe], 1963).

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    En el mbito de lo econmico, tambin es interesante, a la luz del presente, la insistencia en sealar el carcter corporativo de los intereses empresariales norteamericanos en la regin, desde la United Fruit hasta la Standard Oil. Ello desmiente el discurso de la libre empresa pero, sobre todo, seala el carcter que revisten las nuevas formas de acumulacin capitalista, con sus efectos consecuentes en el mbito social y poltico.

    Por ltimo, hay dos cuestiones cuya importancia apenas se esbozaba en los ochenta pero que fueron seguidas con bastante minuciosidad en la elaboracin de esta Cronologa Se trata de las dos guerras de nuestro tiempo, una contra el terrorismo y la otra contra el narcotrfico.

    Con respecto a la primera, Selser se centra, en primer lugar, en el terrorismo de Estado, que caracteriza como un rgimen sin lmites, aunque semiclandestino (entrada del 24 de marzo, 1980). Seala as el doble funcionamiento legal-ilegal, que es la mdula de tales regmenes, y que los conecta de manera directa con los Estados de Excepcin y toda la problemtica que se deriva de ellos.

    Por otra parte, con respecto a las acciones no estatales de este tipo, registra lo que llama la toma de la Embajada de Estados Unidos en Irn, con el consecuente mantenimiento de rehenes de 1979 a 1981, as como el ataque de un comando suicida contra las bases de marines estadounidenses y paracaidistas franceses en Beirut, el 23 de octubre de 1983, pero en ambos casos se abstiene de utilizar la designacin terrorista. Si bien evita esta categora para su propia conceptualizacin de los hechos, registra muy claramente la aparicin e impulso de la misma desde los centros de poder internacional. El secretario Shultz ratifica y ampla su teora de que Estados Unidos y otros pases del mundo occidental deben responder al terrorismo internacional auspiciado por otros Estados, con representacin y ataques preventivos. Alude una vez ms al terrorismo del Cercano Oriente, pero omite referirse al terrorismo internacional que se practica con el minado de los puertos de Nicaragua por parte de la CIA, por dar un ejemplo (entrada del 3 de abril, 1984).

    Selser enfatiza entonces al terrorismo de Estado como el verdadero diseminador de terror arbitrario sobre la poblacin civil como ocurri en Guatemala, Cuba, Chile o Nicaragua,

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    mostrando una fuerte desconfianza hacia el uso de esta caracterizacin para las acciones de grupos armados nacionales.

    Por ltimo, con respecto al narcotrfico, ya en 1969 identific el inicio de lo que se caracterizara como una guerra a muerte contra el trfico de drogas, bajo la direccin del propio presidente Richard Nixon (entrada del 9 de septiembre, 1969). A partir de este registro tan temprano, el asunto del narcotrfico se aborda en la Cronologa desde muchos ngulos: como problema en s, como excusa para un mayor control de la frontera con Mxico, como mecanismo de financiamiento de operaciones encubiertas (la contra en Nicaragua) y como argumento de justificacin de la poltica intervencionista en cualquier lugar del continente.

    En este ltimo sentido, cobra relevancia el seguimiento del problema en el caso de Panam. Desde 1971, el general Omar Torrijos denunciaba que los norteamericanos estn propiciando [los problemas] en este pas. Tal es el caso del trfico de drogas por el Canal de Panam que est bajo su jurisdiccin y que funcionarios venales norteamericanos alientan y controlan (entrada del 12 de diciembre, 1971), indicando desde entonces la estrecha relacin entre el trfico de estupefacientes y la propia administracin norteamericana, as como su utilizacin para el control poltico de las naciones. El problema, promovido por Estados Unidos, se us luego para tratar de debilitar el gobierno de Torrijos y, una dcada despus, contra el gobierno de Manuel Antonio Noriega.

    La Cronologa registra, en 1987, la denuncia de un plan para asesinar a Noriega por parte de sectores norteamericanos del Senado y el Departamento de Estado y exilados cubanos vinculados al narcotrfico y a la contra nicaragense (entrada del 13 de diciembre, 1987). A su vez, la presin norteamericana para que Noriega abandonara el gobierno recurri a todo tipo de medidas, incluido un bloqueo econmico-financiero y la apertura de un proceso legal por supuestas pruebas sobre la vinculacin del militar con el narcotrfico (entrada del 27 de enero, 1988). Dicha ofensiva habra iniciado, segn Noriega, cuando el ex viceconsejero de seguridad nacional norteamericano le propuso una accin conjunta para derrocar al gobierno de Nicaragua, plan que rechaz (entrada del 7 de febrero, 1988). El hostigamiento culmin entonces con la cruenta invasin a Panam. Estados

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    Unidos arroj bombas sobre la poblacin civil en el populoso barrio del Chorrillo, causando miles de

    muertos civiles. Balas rastreadoras volaban por las calles y helicpteros Cobra volaban disparando

    morteros al Cuartel Central [...] Cuadras enteras se quemaron hasta los cimientos [...] Hubo miles de

    heridos y muertos (entrada del 19-20 de diciembre, 1989). Utilizaron contra los panameos sus

    mejores armas, incluyendo el llamado avin invisible (entrada del 20 de diciembre, 1989), como

    los que se usan actualmente en las operaciones de intervencin y sabotaje. Una vez consumada la

    invasin, Selser concluye: Con la reciente invasin de Panam, la instalacin de un nuevo rgimen

    sumiso al gobierno de Bush y la captura del general Antonio Noriega para juzgarlo en Estados

    Unidos, acusado de traficar ilegalmente estupefacientes, el mundo acaba de presenciar la primera

    gran aplicacin de la Doctrina Thornburgh (entrada del 2 de enero, 1990). La intervencin armada

    bajo el argumento del combate al narcotrfico se presenta entonces como un proceso que inicia, y

    del que puede esperarse cierta continuidad, como efectivamente ha ocurrido.

    Tambin se propone una idea que, en principio, parecera contraria, sin serlo en absoluto.

    Frente a la acusacin de propiciar el narcotrfico para intervenir contra gobiernos adversos a la

    poltica norteamericana, aparece su contraparte: la colusin efectiva de ciertas dictaduras con las

    redes mafiosas. Tal es el caso de Luis Garca Meza en Bolivia, aliado de los intereses de Estados

    Unidos, cuyo gobierno represent, para Gregorio Selser y otros analistas la primera dictadura al

    servicio del narcotrfico (entrada de marzo [sfe], 1976).

    En esta misma sintona, se seala la participacin de funcionarios norteamericanos y

    latinoamericanos en el trfico ilegal de estupefacientes, con interesantes referencias a Colombia,

    Honduras, Chile, Bolivia Per, Venezuela, Mxico y otros pases. De todo ello resulta bastante clara

    la percepcin de que el narcotrfico ser un factor de gran importancia en la poltica intervencionista

    venidera, ya sea como argumento de persecucin de la disidencia, ya sea como forma de penetracin

    y control de los pases latinoamericanos a travs de la constitucin de verdaderos Estados-narco

    perfectamente controlables.

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    prlOgO

    As pues, este Tomo IV, que inicia con la Guerra Fra para terminar con la sangrienta invasin a Panam, va desplegando, a lo largo de los aos que comprende, las distintas formas asumidas por Estados Unidos para mantener su dominio continental. Todas las modalidades de la violencia desde la intervencin blica hasta la discursiva, pasando por los diferentes mecanismos de presin, se van mostrando y de-mostrando en este trabajo gigante, insustituible para la reconstruccin de una historia pensada desde nosotros mismos, desde nuestras vergenzas y nuestra dignidad, desde nuestras esperanzas, las de ayer y las de hoy, siempre otras pero tambin siempre las mismas. Sus distintas densidades, sus lagunas, sus faltas, los agujeros del relato, son la marca de una de sus mayores virtudes: la prueba de una voluntad tenaz, que no cesa, por denunciar la injusticia que ha marcado la terrible historia de nuestra Amrica, por dejar prueba de ella ms all de la propia vida y hasta el final, como se pueda y hasta donde se pueda. Y es desde ese lugar que la Cronologa de las Intervenciones extranjeras en Amrica Latina salta en el tiempo para convocar un futuro que puede y debe hacerse cargo de la memoria del pasado y de nuestras responsabilidades para con l, como un elemental acto de justicia.

    Ciudad de Mxico, 22 de diciembre de 2009.

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    prlOgO

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    Nota del editor

    Este cuarto tomo de la Cronologa de las intervenciones extranjeras en Amrica Latina, hasta ahora indito, si bien sigue la intencin y lgica general de la obra en su conjunto, posee caractersticas particulares que lo distinguen de los otros tres. Su rasgo evidentemente inconcluso, al que se aunaron diversos esfuerzos colectivos y ahora annimos por terminar o completar la obra, hacen de este tomo uno muy heterogneo, donde los vacos o agujeros informativos conviven con episodios registrados de manera tal vez excesiva, y a la vez se encuentra informacin complementaria que incluso data de fechas posteriores a la muerte del propio Selser.

    La contemporaneidad entre los hechos que se relatan y el esfuerzo o labor por relatarlos se va haciendo cada vez ms evidente. La simultaneidad de estas acciones multiplica la cantidad de entradas y fuentes sobre sucesos especficos, a la vez que diluye, en cierta medida, el carcter analtico que se observa en los otros tomos. Las principales fuentes de este volumen son cables noticiosos (que segn cuenta Marta Ventura, la viuda de Selser, eran recogidos dos veces al da en las agencias noticiosas); se tambin es en gran medida el origen del acervo o archivo de Selser.

    Ahora bien, en la accidentada y larga historia de la publicacin de este cuarto tomo (la desaparicin de las fichas, la prdida parcial de los originales) en muchas ocasiones hizo imposible cotejar y verificar si la fecha de la entrada corresponda al evento en s, al reporte o cable noticioso, o a ambos. As pues, se previene al lector de que puede existir un pequeo margen de error en la exactitud de las fechas aqu sealadas.

    Por otra parte, algunas de las entradas incluidas en este cuarto tomo dan cuenta muy detallada de procesos nacionales especficos. Eventos caracterizados como hitos histricos (3.1), que involucran slo a un pas, y que por ello parecen alejarse de la nocin de intervencin extranjera. Sin embargo, todo apunta a un contexto general, y si se mira con detenimiento, y desde el complejo anlisis

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    selseriano, se puede observar que la potencia extranjera (en el caso de este tomo muy marcadamente estadounidense), siempre est detrs, aun cuando no se capte de manera inmediata y explcita.

    Finalmente, y dadas las caractersticas del periodo histrico abordado la segunda parte del siglo XX, despus de la Segunda Guerra Mundial, este tomo introduce otra novedad o particularidad: el surgimiento de los organismos internacionales como sujetos sociales y actores histricos. De esta manera, en las entradas, junto con los pases, se inscriben tambin, en algunos casos, nombres tales como ONU, OEA, e incluso FMI.

    Una vez sealadas estas particularidades, slo nos queda por decir que, a fin de cuentas, esta lectura micro-histrica, por inconclusa o ligeramente inexacta que pueda ser, sigue siendo un excelente y complejo recuento panormico de las intervenciones extranjeras en Amrica Latina durante la segunda mitad del siglo XX. Y si bien no expone o devela la totalidad de ellas (si as casi superamos las 700 pginas, resulta difcil pensar cmo sera si el trabajo se hubiera completado), va dejando huellas, testigos; seala indicios para que despus el lector siga la tarea e investigue ms y con mayor profundidad al respecto.

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    4 de enero2.3, 2.8 y 3.1 Estados Unidos/LatinoaMRiCa

    A continuacin se transcribe la trans-misin radial de una entrevista a Spruille Braden, secretario Auxiliar de Estado y Ellis O. Briggs, director de la Oficina de Asuntos de las Repblicas Americanas, sobre Nuestra Poltica Interamericana:

    Anunciador Presentamos los Titula-res desde Washington: El secretario auxiliar de Estado Braden dice que las fuerzas del Eje en la Argentina an constituyen un peligro para las Am-ricas; reafirma el apoyo de los Esta-dos Unidos a la propuesta uruguaya de una seguridad colectiva en el he-misferio occidental. Ellis Briggs, del Departamento de Estado, dice que la poltica de los Estados Unidos habr de evitar la accin unilateral, pero que nos reservamos el derecho de hablar claro y trabajar en lo relativo a la ac-cin colectiva por la paz en las Am-ricas.

    ste es el cuarto de un grupo de programas del Departamento de Es-tado transmitido por la Universidad

    del Aire de la NBC, como integrante de una amplia serie de titulada Nues-tra Poltica Exterior. En esta oportu-nidad ser discutida la pregunta Qu es nuestra poltica interamericana? por el Sr. Spruille Braden, secretario auxiliar de Estado para los Asuntos de las Repblicas Americanas y el Sr. Ellis O. Briggs, director de la Oficina de Asuntos de las Repblicas Ameri-canas. Sterling Fisher, director de la Universidad del Aire de la NBC har las veces de conductor de la discusin. Sr. Fisher

    Fisher Sr. Braden, quisiera decir, sin ms, que muchos de nosotros hemos seguido su recta carrera en calidad de embajador en la Argentina y de secretario auxiliar de Estado con inte-rs y no poca admiracin. Siendo que hemos admirado su forma de actuar en Buenos Aires, estamos especial-mente complacidos de tenerlo como invitado en este programa.

    Braden Gracias Sr. Fisher. Pero debe comprender Ud. que en Buenos Aires actu en carcter representante oficial de mi gobierno.

    Fisher De acuerdo. Pero sigo pen-sando que interpret Ud. la poltica de los Estados Unidos con un vigor

    nico. Sr. Briggs, Ud. que ha trabajado tanto junto al Sr. Braden, no coincide conmigo?

    Briggs S, creo que agreg su toque personal.

    Fisher Bien, si Ud. no se opone, Sr. Braden, me gustara formularle una pregunta personal.

    Braden Hgalo Ud. noms. Fisher Muchos de nosotros tendra-

    mos inters en saber cmo un anti-guo ingeniero de minas como Ud. se convirti en diplomtico. Cundo co-menz a trabajar por primera vez en el Departamento de Estado?

    Braden Pues bien, en 1933 hace 12 aos el Presidente me nombr delegado a la Sptima Conferencia Internacional de Estados Americanos, en Montevideo. Poco despus de un ao ms tarde fui nombrado delegado a la Conferencia Comercial Paname-ricana. Pero durante aos anteriores estuve realizando negocios en varias partes del hemisferio.

    Briggs Y tambin se le asign a usted una larga actuacin en carcter de re-presentante nuestro en la Conferencia de Paz de Chaco, llevada a cabo en la dcada del 30.

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    Braden En Colombia, cuando las l-neas areas del Eje fueron clausuradas all, en 1940.

    Fisher Y en 1942 se traslad usted a Cuba en carcter de embajador nues-tro.

    Braden S, esas funciones me retuvie-ron all desde 1935 hasta f ines de 1938. En la primera parte de ese periodo pareca que las negociaciones entre Bolivia y Paraguay iban a quebrarse: si ello hubiese ocurrido, la estructura de paz en las Amricas tambin se habra derrumbado enteramente.

    Fisher Y una vez solucionado esto, fue Ud. a la Repblica de Colombia.

    Braden En efecto. Fue ese periodo muy interesante. Yo era embajador nuestro.

    Fisher Esa asignacin se prolong hasta principios de 1945 no es as?

    Braden S, hasta el mes de abril pa-sado, en que fui transferido a la Ar-gentina. El Sr. Briggs, aqu presente, estuvo conmigo en La Habana duran-te ms de dos aos, como consejero de la Embajada. Totaliz ocho aos de permanencia en Cuba, sumando diferentes oportunidades. Y ha ejerci-do funciones en Per, Chile y como embajador de la Repblica Domini-

    cana y durante tres aos como jefe auxiliar de la Oficina de Asuntos de las Repblicas Americanas.

    Fisher Son esos importantes antece-dentes para su labor presente, Sr. Bri-ggs. Entiendo que fue Ud. uno de los embajadores ms jvenes de nuestra historia, cuando se le acredit ante la Repblica Dominicana.

    Briggs Posiblemente haya sido as, Sr. Fisher.

    Fisher Y bien, a f in de dedicarnos a la cuestin que nos ocupa principalmen-te: Sr. Braden, como Ud. sabe, se ha producido bastante discusin acerca de nuestra poltica interamericana. Antes de convertirse Ud. en secretario auxiliar para los Asuntos de las Rep-blicas Americanas, a veces se formu-laron acusaciones de que estbamos aplacando a la dictadura argentina. Desde que vino Ud. a Washington se ha interrumpido esa clase de cr-ticas, pero algunos comentaristas han clamado que estbamos interviniendo demasiado activamente en nuestros tratos con las dems repblicas ame-ricanas. Qu puede decirme a este respecto, Sr. Secretario?

    Braden Nuestra poltica de no-in-tervencin en los asuntos de otras

    naciones americanas es fundamental y continuar. No tenemos intencin de adoptar esa clase de accin uni-lateral. Ni tampoco intentamos que-darnos ociosos mientras la ideologa nazi-fascista contra la que hemos gue-rreado trata de atrincherarse en este hemisferio. Pero nuestra poltica es la de una accin conjunta con las dems repblicas una accin de grupo en procura de nuestra seguridad mutua.

    Fisher Sr. Braden, si podemos ser ms especf icos Cul es hoy la situacin respecto de la Argentina?

    Braden Hay un hecho bsico acerca de la Argentina, Sr. Fisher. La mayora del pueblo argentino ha sido siempre pro-democrtico y se ha opuesto a la dictadura totalitaria. Ello es hoy mucho ms cierto que nunca.

    Fisher Pienso que eso sera difcil de probar.

    Br aden Un buen ejemplo de la opo-sicin al rgimen fascista fue la mag-nf ica Marcha de la Constitucin y de la Liber tad, realizada en septiembre ltimo. Se estima que medio milln de argentinos desf ilaron por las ca-lles de Buenos Aires ese da. Mu-jeres de la sociedad y hombres en traje de mecnico marcharon lado a

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    lado. Fue una impresionante demos-tracin en favor de la democracia, llevada a cabo a pesar de todos los obstculos posibles antepuestos en su camino. Ms de 500 mil perso-nas, y no se encontraban divididas en grupos de hombres de negocios, miembros de sindicatos o estudian-tes: todos marchaban juntos. Canta-ban alternamente su propio himno nacional y Dios Salve a Amrica. No puede decirse que gente as no sea amiga nuestra.

    Briggs Poco despus de eso el go-bierno aplic nuevamente el estado de sitio.

    Fisher Exactamente qu es un estado de sitio, Sr. Briggs?

    Briggs Bien, quiere decir el esta-blecimiento de la ley marcial. Aqu implicara dejar de lado la Carta de Derechos.

    Braden Quiere decir que pillos con nudillos de bronce pueden golpear a las muchachas en la cara por gritar Viva la democracia. Quiere decir que la polica montada, empuando sables, puede atropellar a hombres, mujeres y nios y golpear, aporrear o arrestar a su capricho a cualquiera, sin temor de una represalia.

    Fisher Entiendo que el dictador Juan Pern se entren en la Escuela Fascis-ta de Miln, Italia.

    Braden No me incumben tanto las per-sonalidades, Sr. Fisher, como las ideolo-gas. Durante toda la guerra, las fuerzas del Eje emplearon en este hemisferio a la Argentina como base de operaciones. Estas fuerzas del Eje an constituyen un peligro para las Amricas.

    Fisher Quiere decir Ud. que las f ir-mas comerciales del Eje siguen intoca-das en la Argentina, a pesar de todas las promesas que se hicieron?

    Braden No, yo no dira eso. Dira, s, que nada se ha hecho en contra de los elementos ms poderosos, y por lo tanto ms peligrosos, del Eje.

    Fisher Cmo se las arregla el presen-te rgimen argentino para conservar suficiente apoyo popular con qu mantenerse en el poder, Sr. Briggs?

    Briggs Cuentan con la polica, un importante sector del ejrcito, gru-pos de accin armados y un progra-ma tpicamente nacional-socialista, sin excluir la vieja frmula del pan y el circo para los millones. Siguiendo reconocidas tcticas nazistas, asegu-raron el control de cier tos sindicatos estratgicos. Si se toma posesin de

    las uniones del transporte, servicios y algunas otras de importancia, con la ayuda de la polica, puede controlarse una nacin.

    Braden Sigue el trazado alemn de 1933 a 1938. El objetivo es convertir una revolucin militar en una revolu-cin nacional socialista.

    Fisher La cuestin es qu puede ha-cerse para detener esta clase de cosa antes de que se difunda a otros pa-ses? El otro da el Herald Tribune de Nueva York seal que tenemos aqu el mismo dilema que enfrentaron las democracias en 1939, y antes de eso. Intervenir signif icara violar los prin-cipios de la ley internacional, y no intervenir para citar al Herald Tri-bune es ver que el fascismo toma posesin y se encona en Latinoamri-ca, hasta que f inalmente amenace con destruir el continente, si no al mundo mayor. Sr. Braden, cmo se puede escapar de ese dilema?

    Braden Est Ud. completamente en lo cierto, Sr. Fisher. Estamos compro-metidos a no intervenir en los asuntos internos de ninguna repblica ameri-cana, adoptando una accin unilateral, y no lo haremos. Intentamos, por lo contrario, consultar a los dems pa-

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    ses de este hemisferio y seguir esto segn la accin conjunta que llegue a acordarse.

    Fisher Lo cual trae a colacin una segunda pregunta capital relativa a nuestras relaciones latinoamericanas: Qu hay de la propuesta urugua-ya? Pero primero, Sr. Briggs, quizs pueda Ud. decirnos de qu se trata exactamente.

    Briggs Lo que propuso el Ministro de Relaciones Exteriores uruguayo es que la notoria y repetida violacin de los derechos humanos por cualquier pas pone en peligro la paz y es motivo de preocupacin para otros pases. El Ministro seal la estrecha conexin entre la democracia y la paz y tambin visualiz la necesidad de la interven-cin no unilateral con la necesidad de armonizar la doctrina de la accin a adoptarse respecto de un rgimen que viole los derechos humanos.

    Fisher Pero cul es la novedad del plan uruguayo?

    Briggs Primero, reconoce claramente que la democracia y la paz son para-lelas y que la estrecha conexin entre ellas constituye una base legtima para la accin interamericana. Segundo, Uruguay subray que la no-inter-

    vencin no deba constituir un escu-do detrs del cual puedan cometerse crmenes, protegerse las fuerzas del Eje y hacerse caso omiso de las obli-gaciones. El Dr. Rodrguez Larreta adelant esta propuesta y sugiri que sea objeto de consulta con miras a su adopcin.

    Br aden Cuando el secretario [de Estado James F.] Byrnes dio al men-saje del Ministro de Relaciones Ex-teriores uruguayo su ms completa aprobacin, expres muy claramente la disyuntiva: La violacin de los de-rechos elementales del hombre por un gobierno de fuerza y el incumpli-miento de las obligaciones por tal go-bierno, son motivo de preocupacin comn para todas las repblicas. Y en ese carcter, expres el Sr. Byrnes, justif ican la accin colectiva multilate-ral despus de una consulta en pleno entre las repblicas, de acuerdo con procedimientos establecidos.

    Fisher Y el endoso del secretario Byr-nes an vale?

    Braden As estamos convencidos de que la propuesta uruguaya es atina-da y adems est completamente de acuerdo con el desarrollo del sistema interamericano. Creemos que me-

    rece un amplio examen y una amplia discusin pblicos. Adems, las res-puestas enviadas al ministro urugua-yo que hasta el presente han llegado a nuestro conocimiento, demuestran una extensiva rea de acuerdo respec-to del principio en cuestin.

    Fisher Recuerdo que Sumner Welles dijo que nuestro endoso a la propues-ta uruguaya daba la impresin de que la propuesta anunciada en Montevideo haba sido hecha en realidad a travs de un acuerdo previo en Washington. Quisiera Ud. Comentar esto, Sr. Bra-den?

    Braden La propuesta fue idea ente-ramente del ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay. l prepar la minuta y fue sometida simultnea-mente a este gobierno y a los dems. No tardamos en aprobar los prin-cipios generales involucrados, por cuanto coinciden con toda nuestra poltica interamericana. La propues-ta reconoce que las repblicas ame-ricanas tienen el mismo derecho de discusin y consulta que ellas mismas ya han concedido a la Organizacin de las Naciones Unidas, otorgando a la Asamblea poder para discutir cual-quier asunto que afecte la paz. Por lo

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    dems, la Organizacin de las Nacio-nes Unidas tendr poder para adoptar una accin colectiva destinada a en-frentar las amenazas a la paz. Eso es lo que propone el Uruguay para este hemisferio. Desde luego, quizs lleve tiempo instrumentar la propuesta. Eso slo podr hacerse si, despus de una cabal consulta, las otras repblicas americanas estn, por su propia vo-luntad, convencidas de su sabidura. Esa es la modalidad interamericana.

    Fisher Han habido ciertas acusaciones, Sr. Braden, en el sentido de que este plan signif icara la abolicin de la doc-trina de no-intervencin en los asuntos internos de otros pases, sobre la cual se basa la Poltica del Buen Vecino.

    Braden Esos cargos no tienen funda-mento. Cuando adoptamos una posi-cin en favor de la democracia en los Balcanes, nadie exclama interven-cin. sa parece una queja reservada a las Amricas. Nuestra aprobacin de la propuesta uruguaya no signif ica que vamos a intentar imponer nues-tra voluntad o enviar a la Infantera de Marina a algn lado. Lo que necesita-mos primero que todo es una franca y amistosa discusin de nuestros pro-blemas, dentro de la misma ndole de

    atmsfera de reunin ciudadana que en la Asamblea de las Naciones Uni-das. El proyector de la opinin pblica puede hacer mucho.

    Fisher Qu agregara Ud. a esto, Sr. Briggs?

    Briggs Slo lo siguiente: No inten-tamos intervenir para imponer la democracia a nadie. Nos sentimos sumamente amistosos hacia esos go-biernos que descansan en la libre y peridicamente expresada aproba-cin de los que son gobernados. Al-bergamos exactamente los mismos sentimientos de amistad en cuanto a los pueblos que se hallan bajo reg-menes que los obligan a luchar por tal expresin.

    Fisher Entonces, Sr. Briggs, la propues-ta uruguaya no quiere decir interven-cin; ciertamente no una intervencin unilateral. Pero no implica acaso que se requerira algo menos que la unani-midad para la accin, en caso de que los derechos humanos fundamentales fueran amenazados en cualquier pas?

    Briggs Implica definitivamente eso, Sr. Fisher, an cuando ciertamente esta nacin o las otras no daran paso alguno, a menos de existir un acuer-do general. La idea de que debemos

    contar con la unanimidad antes de poder actuar juntos no est, empero, en concordancia con la realidad prc-tica. Si queremos instrumentar nues-tros ideales internacionales, tenemos que contentarnos con el razonable y alcanzable objetivo de una sustan-cial mayora de naciones, velando al mismo tiempo por que los derechos de la minora sean ampliamente prote-gidos. Pero son todas estas cuestiones que quedan por resolver con nuestras repblicas hermanas.

    Braden Me gustara agregar, Sr. Fisher, que una nacin tan poderosa como la nuestra debe ser particularmente escrupulosa en cualquier asunto que implique la accin colectiva. Nadie teme la intervencin de los pases pequeos, pero la posesin de un podero militar y econmico grande, forzosamente despertar sospechas a menos que seamos extremadamente cuidadosos en el uso de ese podero. Pero tambin tenemos que recono-cer el hecho siguiente: no usar nues-tro poder en inters de la paz y de la libertad puede signif icar usar mal ese poder, exactamente igual que si hiciramos recaer nuestra influencia sobre el lado equivocado de un litigio.

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    Debemos asomarnos hacia atrs para evitar la intervencin a travs de la ac-cin y de la inaccin por igual.

    Fisher Me temo que eso sea un poco simplif icado, Sr. Braden; sera mejor que explicara Ud. lo que quiere decir con la intervencin por inaccin.

    Braden Bueno, djeme expresarlo as: supongamos que un rgimen to-talitario sube al poder en algn pas. Si nos abstenemos de otorgar el reco-nocimiento, ese rgimen puede recla-mar que estamos interviniendo. Si lo reconocemos, sus oponentes pueden decir entonces que estamos intervi-niendo en su favor.

    Fisher En otras palabras uno est con-denado si lo hace y condenado si no lo hace.

    Braden A veces la cosa parece as. Pero el nico curso que podemos seguir es considerar todas las posi-bilidades y arrojar entonces nuestro peso del lado de los principios de la justicia y de la libertad los princi-pios por los cuales naci este pas y por los que hemos librado una gue-rra trgicamente costosa. En esa sola guerra soportamos un milln de bajas y nuestra deuda nacional aument en 300 billones de dlares, por defender

    estos principios. Continuaremos de-fendindolos. Y al hacerlo, actuare-mos de consuno con la gran mayora de las otras naciones americanas.

    Briggs Lo que estamos tratando de decir realmente es que la doctrina de la no intervencin signif ica que no habr intervencin por parte de una sola nacin. Es mi creencia personal que la necesidad de intervencin por el uso de la fuerza raramente se pre-sentara. No habra que ir tan lejos en una mayora de casos. La ventilacin de los hechos de por s hara mucho por corregir la condicin.

    Braden En cuanto a este punto, me gustara citar algo dicho por una de las f iguras legales ms grandes de este hemisferio: el jurista brasileo, Ruy Barbosa.

    Fisher Adelante Sr. Secretario. Braden Ruy Barbosa dijo el 14 de julio

    de 1916: Cuando la violencia pisotea arrogantemente la ley escrita, cruzar-se de brazos es servirla [] Frente a la insurreccin armada contra la ley establecida, la neutralidad no puede adoptar la forma de la abstencin, no puede adoptar la forma de la indife-rencia, no puede adoptar la forma del silencio.

    Fisher sa es una elocuente declara-cin, no le parece Sr. Briggs?

    Briggs S, y esa referencia al silencio es particularmente apropiada. Cualquier nacin tiene ciertamente el derecho de decir lo que le parece en cuestio-nes que considere importantes. Noso-tros endosamos el derecho de hablar libremente, de ofrecer simpata a los pueblos oprimidos y de tratar de per-suadir a otras naciones de que se unan a nosotros en una accin de grupo, all donde se requiera la accin.

    Braden Cualquier otra interpretacin de la no-intervencin es grotesca. El pueblo que alegue que cualquier ac-cin o declaracin de nuestra parte constituye intervencin, est pidiendo en realidad su entrada en el aislacio-nismo; est pidiendo no ver u or el mal, aun cuando el mal est all bajo sus propias narices.

    Briggs Ninguna asociacin interna-cional podra prosperar si se negara a las naciones que la integrarn el derecho de expresar sus propias opi-niones y de buscar el acuerdo entre ellas sobre una accin necesaria a adoptarse. Y quisiera volver a su-brayar que tal accin no necesita ser unnime. El hecho es que muy pocos

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    tratados y convenios son unnime-mente ratif icados.

    Fisher Acaso no han sido adoptados unnimemente una gran mayora de tratados panamericanos, Sr. Briggs?

    Briggs Por lo contrario: de cien o ms tratados y convenios f irmados en este hemisferio desde 1890, slo uno de alguna importancia, el Convenio Sanitario Panamericano, fue ratif ica-do por las 21 repblicas americanas. No se puede esperar obtener la una-nimidad en todos los asuntos mayo-res. Si uno se atiene a la unanimidad, lo que se obtendr frecuentemente es el comn denominador ms bajo, algo deslucido e insulso y no til e inspirador.

    Fisher Lamento volver continua-mente sobre esta cuestin de la in-tervencin, o ms bien de la accin unilateral, Sr. Briggs, pero me parece recordar que se hicieron los mismos cargos cuando a f ines del ao pasado se pospuso la Conferencia programa-da para Ro de Janeiro. Qu haba detrs de eso?

    Briggs Pues, Sr. Fisher, la Conferencia de Ro se convoc con un solo prop-sito: redactar el Acta de Chapultepec dndole la forma de un tratado per-

    manente, por el cual los pases de este hemisferio vendran en auxilio de cual-quier repblica americana cuya seguri-dad pudiera hallarse amenazada. Pero los acontecimientos en la Argentina eran de una ndole tal que nos pareci insensato concluir semejante tratado con el actual gobierno argentino como co-firmante, de modo que sugerimos al Brasil, el pas que hara las veces de anfitrin, que la Conferencia fuera pospuesta.

    Fisher Hubo en esa oportunidad co-mentarios en el sentido de que no-sotros no consultamos a los dems pases antes de dar ese paso.

    Briggs Esos comentarios eran total-mente infundados. Nosotros proce-dimos en una forma perfectamente correcta. Primero estudiamos el asun-to con el gobierno anfitrin y luego lo discutimos informalmente con los dems gobiernos. Esa discusin se llev adelante a travs de dos vas: conversamos con sus embajadores en Washington y nuestros embajado-res en el exterior consultaron con sus ministros de Relaciones Exteriores. Finalmente, en la reunin de octubre del Consejo Directivo de la Unin Pa-namericana, los representantes de las

    otras repblicas indicaron que la pos-tergacin era satisfactoria para ellas.

    Braden En honor a la verdad, algunos de los gobiernos indicaron que ha-ban deseado la postergacin semanas antes de que nosotros tomramos la iniciativa, y por la misma razn.

    Fisher Entonces, Sr. Braden, los infor-mes de accin unilateral eran comple-tamente falsos?

    Braden S, las otras repblicas fueron consultadas en su totalidad antes de la reunin de la Unin Panamericana en que se tom la decisin.

    Fisher Y en qu queda ahora el asunto? Cundo se celebrar la Conferencia?

    Braden Se ha programado para una fecha entre el 15 de marzo y el 15 de abril del corriente ao. Nuestras pro-pias sugerencias han sido apuntadas con la colaboracin de los miembros del Congreso y de los Departamentos de Guerra y Marina. Otras naciones han sido invitadas a enviar al gobierno anfitrin sus sugerencias. El tratado, cuando haya sido redactado, estar en completa armona con la Organizacin de las Naciones Unidas.

    Fisher Y bien, qu puede Ud. decirme ahora de nuestra poltica econmica respecto de las Amricas, Sr. Briggs?

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    La f inalizacin de la guerra debe haber acarreado algunos problemas serios al sur de la frontera.

    Briggs S, eso es cierto. La guerra ha trado una seria tensin a la economa de muchas de las repblicas america-nas, al tiempo que sus diversas indus-trias se expandieron grandemente. As como nosotros nos hallamos ahora atravesando por un proceso de recon-versin, las otras repblicas america-nas se encuentran en vas de cambiar muchas lneas de la industria, trans-formando las demandas de guerra en demandas de paz. Afortunadamente, la mayora de nuestros vecinos cuen-ta con sustanciales saldos en dlares, en virtud de nuestras adquisiciones de mercaderas estratgicas de guerra, y la posesin de estos saldos los ayudar a efectuar la transicin.

    Fisher El problema de mantener la ocupacin es altamente importante para ellos, no es cierto?

    Briggs Lo es en verdad. En la Con-ferencia de la Ciudad de Mxico que tuvo lugar a principios del ao pasa-do, este problema fue reconocido por todos nosotros y nuestro gobierno dio su acuerdo a una poltica destina-da a facilitar la transicin todo lo que

    pudiramos, disminuyendo gradual-mente nuestras adquisiciones de ma-teriales estratgicos y dndoles todo el preaviso factible antes de acortar o terminar nuestras compras.

    Fisher Y hemos mantenido nuestra palabra?

    Briggs S, claro est que la disminu-cin gradual est sujeta a varias inter-pretaciones. An estamos comprando algunos materiales estratgicos, pero la cuestin es hasta cundo podre-mos prolongar esto, aun con prop-sitos de almacenaje?

    Fisher Sr. Braden, qu hay de nuestra poltica econmica de largo alcance en las Amricas?

    Braden Ante todo creemos, Sr. Fi-sher, que debemos hacer cuanto est en nuestro poder para ayudar a nues-tros vecinos americanos a aumentar la industrializacin, segn lineamientos slidos, y a lograr niveles de vida ms altos.

    Fisher He odo argumentar que esa poltica operar para reducir el mer-cado de las mercancas americanas.

    Braden Ese argumento fue desbara-tado por Adam Smith hace 200 aos, pero tarda en morir. Cuando nuestra revolucin industrial se puso en mar-

    cha, hubo algunos ingleses que dije-ron que si el capital ingls era enviado aqu, llegara el momento en que deja-ramos de comprar mercaderas ingle-sas. Qu ocurri? Al trmino de dos generaciones estbamos comprando seis veces ms mercaderas inglesas que antes. No, si uno quiere vender mercaderas, debe encontrar gente con dinero o mercaderas para dar en trueque.

    Fisher Y qu puede decirme de los resultados polticos de la industriali-zacin, Sr. Braden? Cree Ud. que la democracia acompaa casi autom-ticamente a los niveles de vida ms altos?

    Br aden La elevacin de los niveles de vida ayuda a posibilitar las institucio-nes libres. Pero niveles de vida ms altos no necesariamente producen la democracia. Los alemanes tenan ni-veles de vida ms altos y, en lo que a esto respecta, una proporcin ms alta de ilustracin que la mayora de sus vecinos, pero no eran democrti-cos. Ni pacf icos tampoco. Y hemos de tener esto en cuenta al alentar la industrializacin en las Amricas. Yo sera culpable de una falta de fran-queza si omitiera sealar lo siguiente:

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    no tenemos inters en promover el aumento de la industria y de la pro-ductividad en aquellas naciones que se proponen crear economas re-servadas, nacionalistas, y agresivos mecanismos militares. Ello estara en contra de nuestros propios intereses y contra los intereses de la sociedad interamericana de naciones.

    Fisher Entonces, est Ud. pensando en trminos de un sistema econmico interamericano?

    Br aden Muy al contrario, Sr. Fisher! Queremos ver este hemisferio for-mando parte integral de un mundo que comercie libremente. El mejor modo de proteger este hemisferio que conocemos y de protegernos a nosotros mismos es ayudar a promover la prosperidad, la estabili-dad y la mutua conf ianza, no slo en todas las Amricas, sino en todo el mundo.

    Briggs Y eso entraa el descenso de las barreras comerciales, tanto aqu como en el resto del mundo.

    Braden S espero que cada repblica americana se halle representada en la Conferencia de este ao de las Na-ciones Unidas, sobre comercio y em-pleo. Esa Conferencia puede y debe

    hacer mucho para romper los grilletes que limitan el comercio mundial.

    Fisher Y en lo relativo a la coopera-cin cultural, qu puede decirme Sr. Briggs?

    Briggs Eso es tambin altamente im-portante, Sr. Fisher, a la larga. Nece-sitamos crear cada vez ms turismo, ms intercambio de maestros y estu-diantes dentro de este hemisferio. De-masiados estadounidenses estn en la ignorancia respecto de Sudamrica y demasiados de nuestros amigos del Sur estn en la ignorancia respecto de los Estados Unidos. Es tan importante para ellos comprendernos como para nosotros comprenderlos a ellos.

    Braden S, nuestros libros de historia se muestran notoriamente tmidos en lo relativo a los hechos sobre la histo-ria y la cultura latinoamericanas. Todos los colegiales de los Estados Unidos deberan aprender que Bolvar y San Martn, as como George Washington, fueron los padres de la libertad ame-ricana. Y a medida que avanzan en la escuela deberan aprender lo que se refiere a las contribuciones de las otras repblicas a nuestra literatura, arte, msica, legislacin y gobierno. Si se hiciera esto, si aprendiramos

    ms acerca de nuestros vecinos y ellos aprendieran ms acerca de nosotros, gradualmente llegaramos a conside-rarnos no slo ciudadanos de un solo pas, sino asimismo ciudadanos del sis-tema interamericano, y del mundo.

    Briggs Esto tambin ayudara a so-cavar el exagerado nacionalismo del cual sufren casi todos los pases. Qui-zs pensemos todos demasiado en la soberana de nuestro propio pas y no lo suficiente en la responsabilidad que corre pareja con la soberana: la responsabilidad de cada nacin indi-vidual en cuanto a la comunidad de naciones.

    Fisher Pues bien, seores, hemos tra-tado cuestiones polticas, econmicas y culturales. Me gustara pedir al Sr. Braden que, en el tiempo que nos queda, resuma nuestra poltica gene-ral respecto de las Amricas.

    Br aden Le dir en primer lugar, Sr. Fisher, que no es diferente de nuestra poltica exterior en general. Surge de los mismos principios bsicos. Tene-mos especial inters en la seguridad del Hemisferio Occidental, es ver-dad, porque vivimos en este hemis-ferio. Pero sabemos que nicamente obtendremos una seguridad regional

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    en un mundo seguro y pacf ico. Re-conocemos adems que la paz inter-nacional y la libertad individual estn entrelazadas, de modo que es de nuestro inters alentar el gobierno representativo y oponernos a la tira-na irresponsable.

    Briggs Es cuestin de llevar el de-sarrollo poltico al mismo nivel de actualidad que la ciencia y la tecno-loga modernas. se es un proble-ma mundial, y uno peliagudo. Pero a menos que consigamos desarrollar la ciencia de vivir juntos, es evidente que los logros de la era industrial no sern disfrutados por nadie durante mucho tiempo.

    Braden Sabemos que como asunto prctico esto no puede hacerse de la noche a la maana, aun cuando reco-nocemos cun urgente es llevar nues-tro pensamiento poltico a un mismo nivel de nuestros logros cientf icos. En realidad quizs sea ms importante determinar la direccin en que se est desarrollando un pas, que estimar la posicin en que pueda hallarse en cualquier momento dado. Lo principal es saber si un pas se est moviendo en direccin de la dictadura y de la desconsideracin de los derechos del

    hombre, o si se est moviendo hacia el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

    Fisher Pero, descendiendo a nuestras polticas especf icas, Sr. Braden, cmo las resumira Ud.?

    Braden Creemos en el sistema in-teramericano como un arreglo de funcionamiento prctico entre las 21 repblicas americanas. Queremos ver desarrollar nuestro sistema interame-ricano, para beneficio de todos los pueblos del hemisferio. Creemos que el sistema interamericano pude ser y debe ser un fuerte pilar sostn de la Organizacin de las Naciones Unidas. Estamos en favor de la colaboracin en beneficio mutuo. Pensamos que la cooperacin debe ser recproca, una calle en dos direcciones.

    Fisher Una colaboracin en beneficio mutuo? Puede darnos Ud. un ejemplo ms concreto de lo que quiere decir?

    Br aden Supongamos que el pas A quiere expandir su programa de salud pblica y se dirige a nuestro gobierno para solicitar nuestra cooperacin. El pas A pregunta, por ejemplo, si po-demos suministrar asistencia tcnica, personal entrenado y equipo cient-f ico. Si, despus de ser considerado,

    el proyecto parece atinado, nosotros ofreceramos participar en un progra-ma conjunto no necesariamente por partes iguales, pero un programa en el que, junto con nuestra contri-bucin, el otro pas contribuyera, de acuerdo con sus recursos, con perso-nal adicional, material local o fondos locales. El programa se tornara en una genuina empresa recproca. Be-neficiara al pas en cuestin, elevando el nivel de la salud y por ende de vida, y ello entraara el beneficio de todos nosotros.

    Briggs Quisiera, Sr. Fisher, llamar la atencin acerca de la referencia que hizo el Sr. Braden al hecho de que el pas en cuestin acudira a nosotros con su proyecto. Ello signif icara que el pas habra tomado iniciativa, demos-trando as su deseo de que el proyecto fuese llevado a cabo. No creemos en la prodigalidad o en el paternalismo, pero s creemos en la cooperacin re-cproca sobre una base slida.

    Braden Permtame agregar esto, Sr. Fisher: creemos f irmemente en la ori-ginal Poltica del Buen Vecino, segn la expresara el presidente Roosevelt hace muchos aos. Recuerda Ud. que l dijo que el buen vecino era

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    aquel que resueltamente se respeta a s mismo y, en razn de esto, respe-ta a los dems y sus derechos [] el vecino que respeta sus obligaciones y la santidad de sus acuerdos en y con un mundo de vecinos. Esto signif ica una poltica de respeto primero de respeto por s mismo y luego de res-peto mutuo entre las naciones. sa ha sido nuestra poltica fundamental en las Amricas, y sigue sindolo. Ofre-cemos nuestra amistad y cooperacin sobre una base recproca, cediendo proporcionalmente cada pas sus ca-pacidades econmicas, intelectua-les y de otros campos. A travs de una cooperacin semejante todos po-demos beneficiarnos con la elevacin de los niveles de vida y el crecimiento de la democracia en cada pas.

    Fisher Es sa una declaracin muy clara y un credo muy sabio, Sr. Bra-den. Y quiero agradecer a Ud. y al Sr. Briggs por habernos proporcionado esta revisin de nuestra poltica exte-rior en lo relativo a las Amricas.

    17 de enero3.1 ChiLE

    Enfermo de gravedad, el presidente Juan Antonio Ros Morales delega el poder

    en el vicepresidente, Alfredo Duhalde Vsquez, representante de la burguesa terrateniente, quien comienza a hostili-zar a los partidos de izquierda y al mo-vimiento obrero.

    27 de enero2.4 y 3.1 ChiLE

    Al ser disueltas organizaciones obreras, se realiza un mitin de protesta de unos 20 mil trabajadores en la Plaza Bulnes, organizado por la Confederacin de Trabajadores Chilenos (CTCH). La Po-lica reprime con armas de fuego, pro-duciendo seis muertes, entre ellas la de Ramona Parra, de las Juventudes Comu-nistas de las que en lo sucesivo ser bandera. Se declara la huelga general y, como respuesta, el estado de sitio.

    27 de enero1.7 y 3.1 Estados Unidos/hait

    Golpe de Estado y disturbios en Hait, contra el presidente Elie Lescot. Son des-pachadas unidades de guerra de Estados Unidos.

    31 de enero 3.1 BRasiL

    Asume la Presidencia el general Eurico Dutra, quien triunf en las elecciones del

    ao anterior, con el 55% de los votos; siguindole en ese orden el brigadier Eduardo Gomes, con el 33%, y el candi-dato comunista Iedo Fiuza, con un 10%, obteniendo aproximadamente medio mi-lln de votos.

    12 de febrero2.3 y 2.8 Estados Unidos/aRGEntina

    Estados Unidos, a travs de su funcio-nario Spruille Braden, culmina respecto de Argentina su larga serie de desatinos e intervencionismo: da a luz el Blue Book on Argentina o Libro Azul sobre Argentina y asegura la mxima difusin de su contenido, con el propsito de influir en el resultado de las elecciones. De este modo, sirve en bandeja a su odiado enemigo, Juan Domingo Pern, el eslogan que le har triunfar: Braden o Pern; en tanto que el dilema de la Unin Democrtica es Dictadura o Democracia. El meticuloso Sumner Welles observar al respecto:

    La publicacin del Libro Azul, por su opor tunidad y el modo en que fue distribuido, constitua [] inter feren-cia en los asuntos polticos internos de la Argentina. Era una clara viola-cin de los compromisos adquiridos en vir tud del tratado concer tado por

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    los Estados Unidos en Montevideo, en 1933, y ref irmado en varios acuerdos interamericanos posteriores acordes con los principios de no intervencin. Pero, desde el punto de vista de la sola ef icacia prctica, el paso [] dado por Estados Unidos representaba [] un craso error. Si el Libro Azul hubiera sido publicado con anterioridad a la misin de Braden en Buenos Aires, es posible que las acusaciones contenidas en l, la mayora de las cuales consi-dero bien fundadas, hubieran tenido un efecto decisivo sobre la opinin pblica argentina. Publicado durante la culminacin misma de una campaa apasionada, era inevitable que tuviera precisamente el efecto contrario del buscado. Aument el apoyo popular al coronel Pern. Estimul todava ms el ultranacionalismo. Hizo que la hos-tilidad general hacia Estados Unidos se elevara hasta constituir una f iebre.

    Coincidir tambin Austin F. MacDonald: Miles de argentinos, de todos los credos polticos, se ofendieron, sin duda alguna, ante la actitud de nuestro Departamen-to de Estado y la consideraron ejemplo de modales descorteses. Nunca se sabr cuntos de ellos votaron por Pern a l-timo momento como expresin de su

    agravio. La cosa ms amable que podra decirse del error del Departamento de Estado es que, probablemente, Pern habra resultado electo de todos modos (Austin F. MacDonald, Latin American politics and government, p. 82).

    15 de febrero1.1 y 2.3 Estados Unidos/aRGEntina

    El gobierno argentino protesta ante los dems gobiernos de Amrica por la lamentable interferencia en los asuntos polticos internos del pas. El candidato Juan D. Pern responder con el Libro Azul y Blanco.

    24 de febrero2.3 y 3.1 Estados Unidos/aRGEntina

    Triunfa Juan Domingo Pern sobre Jos Tamborini, obteniendo el 55 por ciento de los votos, y 304 sobre 306 electores.

    La primera reaccin del Departamento de Estado ante la victoria de Pern fue de perplejidad. El democrtico pueblo argentino pareca haber refutado un axioma del pensamiento poltico de Es-tados Unidos: que cualquier pueblo, si tiene oportunidad de elegir con libertad, elegir la democracia y repudiar el fas-cismo [] Cualesquiera hubieran sido

    los factores que motivaron la conducta de los votantes, los resultados eran una evidente [] repulsa a Estados Unidos (O. Edmund Smith jr., Intervencin yanqui en Argentina, p. 193).

    1 de marzo2.3 y 3.1 Estados Unidos/PanaM

    Es promulgada una nueva Constitucin, elaborada por Ricardo J. Alfaro, Jos Dolores Moscote y Eduardo Chiari. En virtud de su Artculo 262, se prorroga hasta el 1 de octubre de 1948 el manda-to presidencial de Enrique Jimnez. Por otra parte, en su Artculo 3 se estable-ce el mismo reconocimiento de obliga-ciones contractuales para con Estados Unidos, contenidas en las Constitucio-nes de 1904 y 1941: Se reconocen las limitaciones jurisdiccionales estipuladas en tratados pblicos celebrados con an-terioridad a esta Constitucin.

    5 de marzo3.1 Estados Unidos-inGLatERRa/Unin so-

    VitiCaEn un discurso que Winston Churchill pronuncia en el Westminster College, de Fulton, Missouri, por invitacin del pre-sidente Harry Truman, imputa a la Unin Sovitica haberse situado detrs de una

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    cortina de hierro. La expresin cobra fortuna inmediata y junto con el discur-so en s son considerados como el punto inicial de la Guerra Fra, que eclosionar a todo vapor en 1947.

    15 de marzo1.4 Estados Unidos/GUatEMaLa

    El Fondo Monetario Internacional saca a la luz pblica un informe acerca de la economa de Guatemala, que ilustra a los desconfiados sobre el monto fabu-loso de las ganancias de las empresas estadounidenses, y su carcter ilcito y/o fraudulento.

    20 de marzo3.1 PUERto RiCo

    El Senado de Puerto Rico aprueba un proyecto de ley que restablece el cas-tellano como segunda lengua oficial; el ingls sigue siendo la primera.

    8 de abril2.8 Estados Unidos/aRGEntina

    El Departamento de Estado, en memo-rndum a todas las Cancilleras del conti-nente, reitera que espera de la Argentina hechos y no palabras en cuanto a las medidas contra el Eje, que para entonces lleva ya casi un ao de no existir.

    8 de mayo2.8 Estados Unidos/LatinoaMRiCa

    El presidente Harry Truman presenta al Congreso una ley de cooperacin militar interamericana.

    28 de mayo1.4 y 2.8 Estados Unidos/aRGEntina

    El subsecretario de Estado, Dean Ache-son, bloquea el pedido argentino de armamentos estadounidenses, sobre la base del plan de cooperacin militar he-misfrica.

    4 de junio2.3 y 3.1 Estados Unidos/aRGEntina

    Juan Domingo Pern asume la Presi-dencia en Argentina. Entran en con-flicto el embajador estadounidense George Messersmith y Spruille Braden, secretario auxiliar en el Departamento de Estado.

    27 de junio3.1 ChiLE

    Como resultado de su enfermedad, muere el presidente Juan Antonio Ros. Le sustituye oficialmente el vicepresi-dente Alfredo Duhalde, y se convoca a nuevas elecciones presidenciales. La coalicin de radicales e izquierdistas

    designa nuevamente a un candidato ra-dical, Gabriel Gonzlez Videla, quien enfrenta a una derecha dividida entre Eduardo Cruz Coke conservador y Fernando Alessandri liberal.

    Junio (sfe)2.8 Estados Unidos/LatinoaMRiCa

    Vuelve a diferirse la reunin de cancille-res en Ro de Janeiro, y tambin se apla-za la IX Conferencia Interamericana, que deba celebrarse este ao en Bogot.

    4 de julio2.3 y 3.1 Estados Unidos/FiLiPinas

    Se proclama en Manila la Repblica In-dependiente de Filipinas. El gobierno de Estados Unidos reconoce esa inde-pendencia, que no es ms que formal, a travs de un tratado que contiene ocho Artculos.

    21 de julio3.1 BoLiVia

    Revolucin contra el rgimen de Gualberto Villarroel. Trgica muerte del presidente, cuyo cadver, arro-jado desde una ventana del Palacio Quemado, luego de ser arrastrado y pisoteado por los revoltosos, es final-mente colgado de un farol, al comps

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    del estribillo: Muerto el Movimiento muerto Villarroel A Paz Estenso-ro le espera el cordel! Sin embargo, Vctor Paz Estensoro, hasta ese da mi-nistro de Hacienda, logra refugiarse en una embajada extranjera y abandonar el pas.

    31 de julio3.1 Estados Unidos/FiLiPinas

    Segn lo estipulado en un tratado suscri-to entre Estados Unidos y Filipinas, este da se retira oficialmente de Filipinas el ltimo contingente de marines que ocu-paban el archipilago.

    7 de agosto3.1 CoLoMBia

    Asume la Presidencia el conservador Mariano Ospina Prez.

    1 de septiembre2.3 y 2.8 Estados Unidos/PanaM

    Teniendo en cuenta que la Segunda Guerra Mundial concluy oficialmen-te el 1 de septiembre de 1945, con la rendicin formal de Japn a Estados Unidos, Panam solicit a Washington la devolucin y entrega de los sitios de defensa que todava est usando la Unin, en virtud del acuerdo de 1942.

    Pero dos das antes de que se vencie-ra el plazo convenido para la devolu-cin, la Embajada estadounidense en Panam solicita la concertacin de un nuevo convenio sobre sitios de de-fensa, aduciendo que por no haberse firmado los tratados definitivos de paz con los pases del Eje y por persistir en el mundo un estado de inseguridad que hace desaconsejable el abandono de las bases, se hace necesario conti-nuar operando esos establecimientos.

    4 de septiembre3.1 ChiLE

    Triunfa en las elecciones Gabriel Gonz-lez Videla, postulado por una coalicin de radicales, comunistas y liberales de izquierda. El Partido Socialista Popular, dirigido por Salvador Allende, postul a Bernardo Ibez. Pero como ni Gonz-lez Videla ni su inmediato perseguidor, el conservador Eduardo Cruz Coke, ob-tienen la mayora, la designacin final ser resuelta por el Congreso pleno, donde un acuerdo entre liberales y ra-dicales asegurar el triunfo del primero. El Partido Liberal le conceder sus votos a cambio del compromiso de emitir una ley autorizando la sindicalizacin de los campesinos.

    3 de noviembre3.1 ChiLE

    Gabriel Gonzlez Videla, candidato presidencial electo, asume el poder. Entre sus 11 ministros figuran tres co-munistas, hecho que ocurre por prime-ra vez en la historia de Amrica Latina. Se adoptarn inicialmente ciertas me-didas progresistas, tales como la ex-propiacin de algunos latifundios en el distrito de La Serena y en la provincia de Malleco, as como en otras regiones del pas. Se dispondr el monopolio es-tatal sobre el comercio del trigo y de la harina, y se derogarn disposiciones que prohiban la agremiacin de los trabajadores agropecuarios.

    1 de diciembre3.1 MXiCo

    Asume la Presidencia constitucional don Miguel Alemn Valds.

    (Sfe)2.8 Estados Unidos/aRGEntina

    La poltica de enfrentamiento comienza a tambalear a la Argentina. Los senado-res Connally y George demcratas y White, Vandenberg y Austin republica-nos del Comit de Relaciones Exterio-res del Senado, piden el restablecimiento

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    de las relaciones diplomticas con Bue-nos Aires. Es designado embajador Geor-ge Messersmith.

    (Sfe)1.4 y 3.1 Estados Unidos/LatinoaMRiCa

    Al finalizar la guerra, la mayora de los pases latinoamericanos mostraban cierta estabilidad en sus ingresos. La venta de sus materias primas se haba incrementado y los precios, pese a no ser altos, se mantenan a un nivel de-coroso. Dos causas fundamentales re-conoce el ensayista peruano Manuel Espinoza, como pilares de ese tmido progreso. La primera de ellas la cons-tituye el ahorro de divisas durante el lustro blico, y la otra la atribuye a un flujo de exportacin constante y as-cendente que, aunque sin llegar a los precios existentes antes de la gran cri-sis de 1929, se mantienen a un ritmo discreto de crecimiento. Espinoza cita los casos de Argentina, Brasil y Mxi-co, los cuales haban aumentado sus exportaciones de productos manufac-turados durante la guerra, y no pueden proseguir tales exportaciones luego de ella con la misma intensidad, a causa de la competencia norteamericana. Por otro lado, prosigue el mismo autor,

    los planes de industrializacin prome-tidos por Estados Unidos durante el conflicto fueron incumplidos debido a la atencin preferencial de dicho pas por la denominada recuperacin europea. Los industriales de la regin se vieron privados as de maquinarias y equipos para remplazar las que po-sean que, aparte de ser muy antiguas, se encontraban sumamente usadas por los aos de trabajo continuo.

    Una vez ms los gobiernos de Es-tados Unidos incumplan promesas de ayuda. Y una vez ms los gobiernos corruptos y entreguistas de Amrica Latina doblaban la cerviz ante el chan-taje descarnado de los inquilinos de la Casa Blanca, a orillas del Potomac. Poco se habla de la ayuda de las rep-blicas del sur del ro Bravo a la causa contra el fascismo brbaro; sin embar-go, sta no fue de poca importancia para los aliados y, especialmente, para los intereses norteamericanos. Es una verdad irrebatible que la Amrica no sajona contribuye moral, econmica, diplomtica y militarmente, contribu-cin que se traduce en brindar parte de su territorio para bases militares; prestar hombres y embarcaciones en proporcin a sus recursos; vender sus

    productos (materias primas) a un pre-cio no acorde con la alta demanda, etc. A las negativas de cooperacin econ-mica desinteresada, la administracin de Truman agrega otros importantes eslabones de su cadena de domina-cin. Tales son los casos del Tratado Interamericano de Asistencia Recpro-ca (TIAR) y la Organizacin de Estados Americanos (OEA); el primero de ellos concebido para la esfera militar y el segundo, para la diplomtica (Manuel Espinoza, La poltica econmica de los Estados Unidos hacia Amrica Latina entre 1945 y 1961).

    1947

    10 de enero3.1 REPBLiCa doMiniCana

    Constitucin nmero 25. Se establece el peso dominicano en lugar del dlar nor-teamericano usado hasta entonces.

    11 de enero2.8 Estados Unidos/LatinoaMRiCa

    El senador Arthur Vandenberg, en un discurso que pronuncia en Cleveland, preconiza la necesidad de renovar la solidaridad del hemisferio mediante la

    1946

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    1947

    realizacin de la tantas veces posterga-da reunin de Ro.

    21 de enero3.1 Estados Unidos

    El general George C. Marshall remplaza a James Byrnes en el cargo de secretario de Estado.

    12 de marzo2.3, 2.7 y 3.1 Estados Unidos-Unin soViti-

    Ca/LatinoaMRiCaEl presidente Harry S. Truman, catalo-gado como un furibundo anticomunista, declara que su gobierno no permitira cambios en la situacin internacional y que para ello empleara la fuerza, de ser necesario. Tales pretensiones son apoya-das por un andamiaje calumnioso contra la Unin de Repblicas Socialistas Sovi-ticas (URSS), a la que se atribuyen aspi-raciones expansionistas. Tales ideas, que se conocern como Doctrina Truman, significan de hecho la modernizacin de la injerencista Doctrina Monroe, pues los Estados Unidos se arrogan el dere-cho de intervenir no slo en los asuntos americanos (que nunca se les ha reco-nocido), sino tambin en cualquier lugar del mundo que sus intereses pecuniarios requieran.

    Ante el Congreso, Truman expone los fundamentos de lo que se considerar la doctrina que llevar su nombre:

    En la actualidad casi todas las naciones se ven en la necesidad de escoger entre sis-temas de vida opuestos, y la eleccin mu-chas veces no es libre. Uno de los modos de vida se basa en la voluntad de la ma-yora y se caracteriza por instituciones libres, gobierno representativo, garantas de libertad individual, libertad de palabra y voto, y ausencia de opresin poltica. El segundo modo de vida se basa en la voluntad de una minora impuesta por la fuerza a la mayora. Se apoya en el terror y la opresin, en una prensa y radio con-trolados, en unas elecciones amaadas y en la supresin de las libertades perso-nales. Creo que la poltica de los Estados Unidos debe encaminarse a apoyar a los pueblos libres que resisten a las imposi-ciones de minoras armadas o presiones exteriores.

    15 de marzo2.8 Estados Unidos/LatinoaMRiCa

    El Consejo Directivo de la Unin Pa-namericana vuelve a diferir indetermi-nadamente la reunin de ministros de Relaciones Exteriores, que deba reali-zarse en Ro de Janeiro.

    16 de abril3.1 Estados Unidos

    Bernard Baruch, asesor y consejero del gobierno de Estados Unidos, utiliza por vez primera la expresin Guerra Fra, en un discurso que pronuncia en Columbia, Carolina del Sur. Al pare-cer, le fue sugerida a la vez por otro funcionario del gobierno de Truman, Herbert Bayard Swope. Este mismo ao, Walter Lippmann consagrar la denominacin en su opsculo La gue-rra fra: un estudio sobre poltica exte-rior de los Estados Unidos.

    Abril (sfe)3.1 ChiLE

    En las elecciones municipales, los co-munistas pasan d