Y Al Crecer Es Sumamente Notorio

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Y al crecer es sumamente notorio, las estaturas de los demás se vuelven cada vez más pequeñas, sus palabras frecuentemente carecen de sentido, de forma y se vuelven simples sonidos de estática en televisión; esa estática molesta y conforme se acercan va aumentando el volumen y me molesto, mis puños se aprietan y mi quijada se tenza, es el enojo a flor de piel, mis pupilas se dilatan para captar la atención de cualquier estímulo que pudiese atacarme y quiero defenderme a palabras, a razonamientos, a hacerle saber a los otros que también tengo derecho a vivir, a experimentar nuevas sensaciones, a cambiar… a crecer. Pareciera que les atormenta, y de esta manera entiendo al gobierno, a las grandes organizaciones que tienen poderes, que tienen solvencia económica y mejor mantienen quietos a los quejumbrosos sapientes; mejor muertos. Así mi vida hoy, intentan matarme, o por lo menos torturarme de la manera más sutil que pueda existir, en un cajón con las reglas: no personalices, no toques, no hagas, no digas, no ruidos, no silencios, haz lo que yo digo, haz lo que no digo, lee mi pensamiento y haz, compláceme. Todas éstas buscando afuera lo que no tienen dentro, cuando en su verdadero ser es donde está carcomido y mejor ponerlo afuera que reconocer que “me falta preocuparme por mí, y por eso me preocupo por lo que pasa fuera de mí, en mi casa, con los demás, diciéndoles lo que tienen que hacer, cuando ni siquiera me lo digo a mí mismo”. ¿Aterrador? Sí, increíblemente. Así es hoy un día más en el que me siento encajonado, sólo respiro y escribo, vuelvo mi sentimiento palabras escritas en un ordenador, siento el llanto en mis ojos y siento que en cualquier momento voy a comenzar a llorar, y está bien, porque si no lloro, mi cuerpo enferma y no quiero ser como los demás con sus máscaras, con sus enfermedades. Me amo, y al amarme me permito sentir, y al sentir me permito llorar. Confío en mi inteligencia para hacer lo que yo quiera, sé manipular las palabras de las personas y atacarlas desde el discurso, ese es mi trabajo, eso hago para intentar ayudar a que las demás personas sanen sus vidas, sanen sus almas, pero necesito manipular ese “no toques…”, “no hagas…” para hacer. Quisiera

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Etapas de crecimiento, vida y desarrollo emocional como una fuga de escape.

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Y al crecer es sumamente notorio, las estaturas de los demás se vuelven cada vez más pequeñas, sus palabras frecuentemente carecen de sentido, de forma y se vuelven simples sonidos de estática en televisión; esa estática molesta y conforme se acercan va aumentando el volumen y me molesto, mis puños se aprietan y mi quijada se tenza, es el enojo a flor de piel, mis pupilas se dilatan para captar la atención de cualquier estímulo que pudiese atacarme y quiero defenderme a palabras, a razonamientos, a hacerle saber a los otros que también tengo derecho a vivir, a experimentar nuevas sensaciones, a cambiar… a crecer.

Pareciera que les atormenta, y de esta manera entiendo al gobierno, a las grandes organizaciones que tienen poderes, que tienen solvencia económica y mejor mantienen quietos a los quejumbrosos sapientes; mejor muertos.

Así mi vida hoy, intentan matarme, o por lo menos torturarme de la manera más sutil que pueda existir, en un cajón con las reglas: no personalices, no toques, no hagas, no digas, no ruidos, no silencios, haz lo que yo digo, haz lo que no digo, lee mi pensamiento y haz, compláceme. Todas éstas buscando afuera lo que no tienen dentro, cuando en su verdadero ser es donde está carcomido y mejor ponerlo afuera que reconocer que “me falta preocuparme por mí, y por eso me preocupo por lo que pasa fuera de mí, en mi casa, con los demás, diciéndoles lo que tienen que hacer, cuando ni siquiera me lo digo a mí mismo”. ¿Aterrador? Sí, increíblemente. Así es hoy un día más en el que me siento encajonado, sólo respiro y escribo, vuelvo mi sentimiento palabras escritas en un ordenador, siento el llanto en mis ojos y siento que en cualquier momento voy a comenzar a llorar, y está bien, porque si no lloro, mi cuerpo enferma y no quiero ser como los demás con sus máscaras, con sus enfermedades. Me amo, y al amarme me permito sentir, y al sentir me permito llorar.

Confío en mi inteligencia para hacer lo que yo quiera, sé manipular las palabras de las personas y atacarlas desde el discurso, ese es mi trabajo, eso hago para intentar ayudar a que las demás personas sanen sus vidas, sanen sus almas, pero necesito manipular ese “no toques…”, “no hagas…” para hacer. Quisiera perdonarla, desde mi más profunda humildad y nobleza quisiera darle lo que no tiene, pero, ¿cómo hacerlo si no me lo doy a mí mismo? Por lo que voy a hacer lo que no dijeron que no hiciera.