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REVISTA MENSUAL OCTUBRE DE 2008 AÑO VII Nº 100 DOS PESOS ISSN 1669-9122 Y ahora estalló en el centro 100 números, de crisis a crisis: en ambos casos globales, pero si por entonces nuestro país y otros en la periferia aparecían estallando; hoy por hoy vemos en el corazón financiero internacional la manifestación de la crisis más aguda que el sistema capitalista haya conocido.

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REVISTA MENSUAL

OCTUBRE DE 2008

AÑO VII • Nº 100

DOS PESOS

ISSN 1669-9122

Y ahora estalló en el centro 100 números, de crisis a crisis: en ambos casos globales, pero si por entonces nuestro país y otros en la periferia aparecían estallando; hoy por hoy vemos en el corazón financiero internacional la manifestación de la crisis más aguda que el sistema capitalista haya conocido.

EQUIPO DE TRABAJO Redacción: Claudio Adrianzen Bei, José María Dunn, Sebastián Juncal, Julián Kan, Sebastián Ortiz, Mariano Ronzoni, Diego Tavormina, Fabián Ulmann, Alejandro Viegas, Martín Yuchak. Corrección: Martín Yuchak y Claudio Adrianzen Bei. Dibujo de tapa: Colectivo El Furgón Responsable de la publicación: Alejandro Viegas. Página web: www.analisisdecoyuntura.com.ar Para contactarnos: [email protected] Fuentes consultadas: EE.UU.: Wall Street Journal (WSJ), New York Times (NYT); Washington Post (WP); Usa Today (UT). – Francia: Le Fígaro (LF); Le Monde (LM) – Gran Bretaña: The Economist (TE); BBC News (BBC) – España: El País (EP); suplemento Nueva Economía de El Mundo (NEEL) – México: La Jornada de México (LJdM) – Venezuela: El Universal (EUn) – Colombia: El Tiempo (ET) – Bolivia: Los Tiempos de Cochabamba (LTC) – Perú: La República (LR) – Brasil: Folha de Sao Paulo (FSP); O estado do Sao Paulo (OSP); Folha da Tarde-Folha de Sao Paulo (FDT-FSP) – Argentina: Clarín (C); La Nación (LN); Página 12 (P/12)

Y ahora estalló en el centro 3. Editorial 4. La hegemonía norteamericana en crisis Por Sebastián Juncal y Fabián Ulmann 16. Crisis, transmisiones y reacciones Por Alejando Viegas 19. Transversalidad terrateniente y nuevo boicot comercial Por Sebastián Ortiz 25. La muerte y la brújula, el proyecto industrial en busca de un destino Por Claudio Adrianzen Bei, José María Dunn, y Diego Tavormina

Revista Mensual

OCTUBRE DE 2008 AÑO VII * Nº 100 ISSN 1669-9122

Editorial

Casualidades y causalidades Nuestro Análisis de Coyuntura nació, hace casi siete años, buscando explica-ciones a la violenta crisis económica, política y social que estallaba hacia finales del año 2001 en nuestro país.

Hoy, la casualidad quiso que cumplamos 100 números de existencia tratando de explicarnos la manifestación, en el corazón financiero internacional, de la crisis más aguda que el sistema capitalista haya conocido desde la década de 1930 –y que quizá sea simplemente la más aguda.

Durante todos estos años, en forma ininterrumpida, mes a mes, hemos intentado explicarnos el movimiento de dicha crisis, tratando de observar sus principales manifestaciones y, mediante el análisis de las mismas, en-contrar cuáles son sus principales tendencias.

Estamos convencidos de que la comprensión de dichas tendencias es una condición de posibilidad para que los sujetos de la historia, los hombres y mujeres que pueblan nuestro planeta, actúen en consecuencia y puedan cambiar una realidad que se les presenta, cada vez más, como caótica y compleja; al mismo tiempo, urgente es la necesidad de resolución de los problemas más acuciantes de la humanidad toda.

La manifestación de esta crisis en su aspecto económico es una de sus formas más elocuentes. Por ello, buscar explicaciones de lo que está suce-diendo en el sistema financiero internacional aparece como necesidad inmediata.

En las explicaciones no hay, o no debe haber, casualidades, sino causali-dades. De ellas intentamos dar cuenta, mes a mes, con la pretención de contribuir, aunque más no sea en medida mínima, como herramienta para entender el mundo en que nos tocó vivir y así poder preveer y actuar en consecuencia.

Existe también, por tanto, una importante dosis de causalidad en el compromiso de sostener una tarea que creemos necesaria por parte de quienes hacemos la publicación y de su lectura crítica por parte de quienes son nuestros lectores.

Asimismo, poco o nada tiene de casual la actual crisis; las casualidades quedan reservadas para los incautos, los advenedizos y los olvidadizos.

Hay más bien causalidades muy claras y que remiten a una disputa esen-cial entre dominantes y dominados. Y también las hay en la agudización del conflicto entre los primeros, como resultado necesario de la competencia entre capitales. Este no es un dato menor para las masas, protagonistas permanentes de un aprendizaje que busca encontrar un cauce para su impulso de vida.

De todo ello pretendemos dar cuenta desde hace 100 ediciones, como una parte más de quienes intentan transformar esta realidad.

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La economía mundial en vilo ante la feroz depuración del capital financiero

1 “Novísimo Diccionario de la Lengua Castellana”, Librería de la Vda. de Ch. Bouret, París-México, 1919.

manera tal de poder vivir y reproducirse. Entonces, pro-cesos “independientes de la voluntad de los hombres”, como son las crisis recurrentes del sistema capitalista, adoptan su forma concreta al discurrir sobre esas redes de relaciones que conforman el mercado mundial y el concierto de na-ciones y sus estados. De ahí que en la crisis actual se en-cuentra contenida la totalidad de las crisis previas y sus re-soluciones, siempre momentáneas, aunque más o menos sustentables, eficaces y eficientes en el tiempo, y las expe-riencias y conclusiones que de ellas extraen las sociedades.

Teniendo en cuenta lo anterior y en torno a la construc-ción de sentido, el concepto actual de crisis que los forma-dores de opinión buscan consolidar parte de un recono-cimiento de su carácter inevitable mencionado arriba. Es decir, la crisis es un proceso real, concreto y objetivo. Sin embargo –según la versión que leemos, oímos o vemos en la mayoría de los medios– esta crisis pareciera carecer de sujetos a quienes remitir: no hay sujetos concretos atrave-sando una crisis sino que todo está en crisis o va a estarlo, de manera inexorable; y pronto. Hablar de todo en cierto estado equivale a hablar de nada en otro estado. En esa construcción de sentido se reconoce la independencia mencionada pero se la invierte para paralizar a las socie-dades y evitar resoluciones diferentes. Después de todo, haga lo que haga, la crisis me va a alcanzar, negándose así la capacidad de los seres humanos de intervenir para mo-dificar las condiciones no elegidas en las que viven.

El presente artículo busca desmitificar esas construc-ciones mediáticas de sentido, partiendo de una descrip-ción extendida del desarrollo de la crisis. De esta forma, el inicio de la crisis no se encuentra en un colapso bursátil como el de febrero de 2007 en Shangai o agosto de 2007 en Wall Street. Sin duda son estas las manifestaciones culminantes de las crisis, momentos en que se derrumban los mecanismos que contrarrestaban e inmunizaban al sis-tema. Pero el inicio de la crisis, la cuenta regresiva que la clase dominante tiene siempre presente, es necesariamente anterior. A partir de la descripción de todo el proceso po-dremos comprender cómo se fueron construyendo las fuerzas sociales y la correlación que establecieron entre sí de cara a la inevitable depuración. Observar ese choque y enfrentamiento nos ayudará a comprender por qué una crisis cíclica deviene, como todo parece indicar, en una de carácter global, sentando las bases para el posible fin de una época.

La economía mundial en vilo ante la feroz depuración del capital financiero

La hegemonía norteamericana en crisis Por Sebastián Juncal y Fabián Ulmann

La necesidad de las crisis“Crisis (del griego Krisis): Med. Esfuerzo supremo de la natura-

leza doliente, manifestado las más veces por un sudor copioso, por evacuaciones o de otro modo análogo, ora en sentido de mejoría y sa-lud, ora de empeoramiento y muerte, que produce un cambio casi re-pentino en el curso de las enfermedades y decide la suerte del enfer-mo”1.

La palabra crisis ha esparcido su presencia significativa-mente en todo el mundo. Con sólo escribirla en buscado-res de Internet podremos ver su persistente extensión. La abrumadora mayoría remite a episodios de carácter finan-ciero o económico, lo cual se ajusta al carácter contingen-te, histórico, del significado que otorgamos a los concep-tos. Dado que a lo largo de sus 200 años de historia el sistema capitalista generó tantos períodos de prosperidad como de declinación, es altamente probable que la rela-ción entre la palabra y su correspondiente significado haya sido diferente en cada momento. En el citado diccionario de 1919, llama la atención la total ausencia de una acep-ción específica referida a la economía: sólo existían defini-ciones de índole medicinal, magnética o política. Por ex-tensión figurativa, contemplaba “todo momento crítico, toda circunstancia de perentoria urgencia, toda situación más o menos grave, comprometida, difícil, en que se encuentra una persona relati-vamente a negocios, objetos o cosas dadas”. Es decir, una expli-cación tan genérica que impedía ligar crisis con economía.

La experiencia de la crisis del ’30 modificaría esta situa-ción. Hasta entonces, las crisis de orden social eran espe-cíficamente políticas: sólo referían a cambios ministeriales y de gobierno. Por supuesto, esta situación contrastaba con la experiencia cotidiana de las masas.

Las condiciones han cambiado en estos casi 90 años. Sobrellevar las reiteradas crisis, incluyendo la guerra, su forma más descarnada, significó para la clase dominante estructurar resoluciones cada vez más creativas y sofisti-cadas para sostener el régimen de dominación. Después de todo, la experiencia es vivida por el conjunto de la so-ciedad, aunque por supuesto con diferentes grados de an-gustia y penuria. Dado que, probablemente, se trata de uno de los fenómenos sociales más aleccionadores para las clases y sus sectores y fracciones, comprensiblemente no tardó en concluirse que las mismas, además de ser un mecanismo inevitable y necesario del funcionamiento del sistema, pueden ser útiles y redituables. Llegado a este punto, cada sujeto –agrupado en clase, sector, partido, or-ganización, grupo, etc.– construye sus relaciones –políticas, económicas, culturales, personales, etc.– tenien-do en cuenta el ciclo auge-crisis y sus fases intermedias, de

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La maquinaria financiera de movimiento perpetuo no tiene quien la mueva

“El paisaje de las finanzas americanas ha cambiado radicalmen-te. El banco independiente de inversión –el animal quintaesencial de Wall Street que creció en base al apalancamiento– está en camino de su extinción. Lehman Brothers se ha ido; Bear Stearns y Merrill Lynch han sido devorados por bancos comerciales; y Goldman Sachs y Morgan Stanley han debido convertirse en bancos comerciales ellos mismos. El ‘sistema bancario fantasma’ –los fondos de mercado de dinero, los distribuidores de ‘securitizaciones’, los fondos de cobertura y otras instituciones financieras no bancarias que definieron la desre-gulación financiera americana– se están transformando a la veloci-dad del relámpago. Y en un espacio tan corto como el de tres sema-nas, el gobierno estadounidense ha ampliado sus responsabilidades fiscales en más de un billón de dólares –más de dos veces el costo to-tal, hasta el momento, de la guerra de Irak” (TE 9/10). El ba-lance que ofrece el semanario británico The Economist de lo que ya se conoce como “septiembre negro” participa de la tesis según la cual la “crisis” es específicamente esta-dounidense, en tanto originada en la burbuja de las hipo-tecas subprime que alimentó el crecimiento desenfrenado de los fondos de inversión. Tesis sostenida con obstina-ción por los gobiernos europeos hasta que se hizo eviden-te que los síntomas más inmediatos de esta “crisis” –el desplome bursátil y la virtual interrupción del crédito– se reproducían en cada uno de los espacios fuertemente im-bricados en las corrientes financieras globales.

En el curso de unas pocas semanas, las pérdidas fueron tan abruptas y la desorganización de “los mercados” tan desconcertante, que no resulta fácil elegir indicadores que den cuenta de los costos. Estos pueden medirse, cierta-mente, en términos de endeudamiento futuro de los ciu-dadanos cuyos estados salieron a apagar incendios: “El si-tio de The Guardian señalaba el viernes que el edificio de Time Plaza, en el centro de Manhattan, que indica sobre su frente el im-porte de la deuda pública americana, no tenía ya bastante lugar pa-ra colocar la cantidad astronómica de 10.299.050.383.000 de dó-lares, una enormidad debida, en particular, a la financiación del plan Paulson y a la puesta bajo caución de las agencias Freddie Mac y Fannie Mae. Ha sido incluso necesario eliminar el símbolo ‘$’, que ocupaba la última casilla de visualización, para hacer en-trar la cifra…” (LM 11/10). Pero aún los montos de dicho endeudamiento varían día a día, en parte porque nuevas empresas ven hundirse sus acciones y se transforman en potenciales receptores de salvataje estatal. Además de ello, entre el compromiso de fondos que forma parte de los anuncios y el desembolso median ciertos tiempos admi-nistrativos, cada vez más breves, que resaltan el verdadero propósito de las medidas: restablecer la confianza para que los mercados reviertan una situación inmanejable para cualquier gobierno que persista en un tipo de solución “neoliberal”, aún cuando parezca apartarse bastante de ella. Entre el lunes 6 y el viernes 10, las principales bolsas del mundo vieron esfumarse una quinta parte de su capi-talización: 18% Nueva York; 21% Londres; 24,34 % To-kio; 22% Frankfurt; 20% San Pablo (LF 11/10).

Otra razón por la cual resulta difícil estimar los costos es la peculiar naturaleza de las deudas que componen el

pasivo de estas entidades. Una parte indeterminada de ellas proviene de hipotecas incobrables, que al amparo de la desregulación se “encriptaron” en paquetes de inver-sión transferidos una y otra vez, de manera tal que nadie está hoy en condiciones de calcular cuánto de esta deuda es recuperable. A mediados de 2007, la Reserva Federal de EE.UU. calculaba el monto de deuda incobrable en 50.000 millones de dólares. En enero de 2008, esta cifra había saltado a 512.000 millones (LF 3/10). “En sus últimos cálculos, el FMI estima que las pérdidas mundiales por la deuda originada en EE.UU. (relacionada sobre todo con las hipotecas), alcanzarán 1,4 billones de dólares, muy por encima de su estimación anterior de 945.000 millones realizada en abril. Unos 760.000 millones han sido hasta ahora reportados por bancos, compañías de seguros, fondos de cobertura y otras entidades que poseen parte de es-ta deuda” (TE 9/10).

Quizás bajo el traumatismo que resulta de enfrentar los costos reales del festín, los gobiernos y aún las estrellas del mundo de las finanzas globalizadas se decidieron a adoptar el nuevo credo regulacionista, lo que constituye en cierto modo uno de los efectos más notables de la cri-sis. Todavía a principios de septiembre, Charlie McCree-vy, Comisario Europeo de Mercado Interior, podía afir-mar que “la forma más eficaz de regular los mercados es la autorregulación” (LN 7/09), y dicha fe podría haber sido suscripta por la mayor parte de los administradores políti-cos del capital de EE.UU. y Europa. Frente a las primeras manifestaciones de la crisis, la antigua fe en la “mano invi-sible del mercado” parece haber sostenido la confianza en que las cosas encontrarían su curso natural: “‘El plan de es-tímulo económico que pusimos en vigencia está teniendo el fuerte im-pacto que queríamos que tuviera’, afirmó la vocera de la Casa Blan-ca, Dana Perino. ‘No creemos que necesitemos considerar un segundo estímulo ahora mismo’” (LN 4/09). Algo similar ex-presó Henry Paulson, secretario del Tesoro norteamerica-no: “La solidez y la resistencia del sistema financiero estadouniden-se siguen intactos. Jamás consideré apropiado usar fondos de los contribuyentes para resolver la cuestión de Lehman Brothers” (LF 15/09). Pero exactamente una semana después, él mismo clamaba en tono apocalíptico por una pronta aprobación en el Congreso del “Plan de salvataje”: “Odio el hecho de que tengamos que hacerlo, pero es mejor que la alternativa, que la deba-cle de nuestro sistema financiero” (LF 22/09).

Así fue que en el curso de tres frenéticas semanas, los gobiernos de los centros del capitalismo mundial delinea-ron complejos y onerosos planes de salvataje, nacionaliza-ron bancos, se hicieron cargo de financieras y asegurado-ras, establecieron garantías para los depósitos, derramaron ingentes cantidades de moneda al mercado para garantizar liquidez, desertaron de la lucha contra la inflación y coor-dinaron bajas conjuntas de tasas.

Magnates de las finanzas, como George Soros –un es-pecialista en ventas al descubierto– y Warren Buffett, ponderan la intervención, Nicolas Sarkozy compromete a sus colegas a celebrar una cumbre para regular el sistema financiero europeo, y los editoriales de reputados medios claman por un nuevo Bretton Woods: “No es exagerado afirmar que esta crisis es la peor que ha sufrido la economía mun-

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dial desde el crack de 1929. Este caos se debe a la irresponsabilidad de directivos dispuestos a pasar por encima del control de riesgos pa-ra conseguir sus bonus salariales, y de un sistema de supervisión, el de EE.UU., que se equivocó gravemente al inclinarse por la desre-gulación, cuando tendría que haber aumentado la intensidad y la ca-lidad de los controles” (EP 17/09). “Admirablemente, la mayoría de los republicanos de la Cámara de Representantes cree en los prin-cipios del libre mercado. No parecen haber advertido la manera en que los flujos de capital global han transformado nuestra economía política. Vivimos en una época en la que un vasto exceso de capital circula por todo el mundo y provoca ciclos de burbujas y estallido” (NYT 1/10).

Lo que resulta más desconcertante es la aparente sor-presa de los gobiernos ante una crisis cuya magnitud y profundidad podían preverse, si se atendía a una serie de hechos similares bastante cercanos en el tiempo.

La inexorable senda hacia el colapso En el Análisis... Nº 68, de febrero de 2006, en ocasión

del retiro de Alan Greenspan de la Reserva Federal, reali-zamos un breve recorrido por el funcionamiento de los mercados financieros de EE.UU. Las circunstancias lo ameritaban: se trataba de todo un emblema en Wall Street, ya que estuvo al frente de la Fed desde 1987. Por eso, to-dos se preguntaban qué sería de los mercados sin él. Lo cierto es que el mismo día de su retiro, en enero de 2006, deslizó una advertencia de la que unos pocos tomaron no-ta cabalmente: hacia fines de 2006 existían probabilidades de que el país entrase en recesión (WP 23/01/06). Su opinión fue altamente valorada, pues contribuyó al diseño de la actual estructura financiera global y a la gestión de la política monetaria de EE.UU. en ese escenario.

Los riesgos que enfrentaba el orden económico global eran importantes. Recordemos: la caída de las empresas de tecnología se manifestó financieramente en marzo del año 2000 y comenzó a replicarse en el resto del mundo. La crisis de ese sector había sido postergada artificialmen-te durante 1999 merced al fraguado síndrome Y2K: la amenaza de parálisis informática la noche del 31 de di-ciembre de 1999. Aunque finalmente nada de eso ocurrió, el temor y la complicidad llevó a empresas, gobiernos y particulares a invertir fuertemente en renovar sus disposi-tivos. A partir de ese bajón bursátil, Greenspan llevó ade-lante una reducción sistemática de las tasas de interés que incrementaron la liquidez y la capacidad de consumo de la sociedad norteamericana. Este estímulo pudo ser usufruc-tuado porque en 1999, el Congreso norteamericano des-reguló los mercados financieros limitando los alcances de la ley Glass-Steagall de 1933, concebida durante el New Deal para impedir la monopolización de la banca. Fue un tributo de Clinton para su sucesor, las condiciones para la expansión en un nuevo ciclo. Esta expansión del crédito fue el acicate para el crecimiento de la construcción y los servicios a ella ligada.

Paralelamente, China se incorporó a la OMC en 2001, permitiendo profundizar el proceso de deslocalización productiva que caracteriza la búsqueda de mejores condi-ciones de producción (léase más baratas) propia del capi-

tal pero, sobre todo, fuertemente presente en toda la his-toria del capital norteamericano. Por añadidura, una vocación energética muy marcada del gobierno de Bush, por la pertenencia regional y sectorial del núcleo duro de él y su personal político, y una reducción impositiva para la franja más acaudalada de la burguesía, permitieron usu-fructuar esa reorganización global de la producción. El dominio de segmentos importantes de la producción de energía y el transporte garantizó la apropiación del mayor valor producido por las nuevas condiciones. La reducción impositiva suministró el capital de inversión necesario pa-ra trasladar fases completas de producción y circulación. El interés asiático (particularmente chino) de acoger ese flujo de inversiones hizo el resto.

Aún con la pesada carga de las intervenciones militares, un lastre necesario para que el capital global sustente di-cha reorganización, la economía global pudo crecer 3 años de manera sostenida. Prueba de ello es que a partir de 2004 la Fed comenzó a subir la tasa de interés de refe-rencia, que habían llegado a un 1% en junio de 2003; ver-daderamente una cifra prohibitiva para el sector financie-ro, porque actúa como referencia para el resto de las tasas. Es decir, un corto período de dinero verdaderamente ba-rato. Lo suficiente para inundar la economía global con créditos, pero de manera tal de diferir su maduración: el paulatino incremento de tasas impactaría en los bolsillos del deudor con demora. La suba de la Fed fue paulatina y la estrategia comercial mayoritaria en EE.UU. para colo-car los créditos es inversa a la amortización francesa: los intereses van creciendo y no disminuyendo con los años.

La combinación de un suceso de la naturaleza y la des-igualdad social entre los territorios de EE.UU. sirvió de señal de alarma: a fines de agosto de 2005, en el mayor evento de una temporada de huracanes particularmente violenta, el huracán Katrina sacude los cimientos de la so-ciedad norteamericana (ver Análisis... Nº 63). Aunque, a la luz de las cifras que se manejan, hoy el costo estrictamen-te económico que se calculó en ese momento –200.000 millones de dólares– es pequeño, el impacto sobre la con-fianza y la actividad económica fueron mayores a esa ci-fra. Descensos paulatinos son infinitamente menos dis-ruptivos que caídas abruptas.

Durante todo 2006 los indicadores daban cuenta de un deterioro económico creciente. “En otro reporte reciente acerca del boom de las ganancias, los economistas de Goldman Sachs escri-bieron: ‘La principal contribución a los mayores márgenes de ganan-cias en los últimos cinco años ha sido la declinación de la participa-ción de los salarios sobre el ingreso nacional’. Pero en años recientes las ganancias en productividad han continuado subiendo pero el in-cremento en los salarios no de la misma manera. La productividad subió un 16,6% entre 2000 y 2005, mientras los salarios medios subieron un 7,2%, de acuerdo a las estadísticas del Departamento de Trabajo” (NYT 28/06/06). Los salarios reales habían declinado un 2% su participación en el ingreso nacional en tan sólo 3 años. En ese momento alcanzaron la pro-porción más baja desde 1947, mientras que las ganancias corporativas la máxima desde los ’60. Las cifras son elo-cuentes: pasaron de representar un 53,6% del PBI a me-

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diados del ’70, a 50% en 2001 y 45% en 2006. Dentro de este panorama global, el deterioro del mercado inmobilia-rio se aceleraba permanentemente: el gasto en hogar (al-quileres o hipotecas) ya insumía un 30% del ingreso total en promedio, cifra aún mayor en las regiones más dinámi-cas (por ejemplo, Texas y California). En 5 años dicho ítem había crecido un 134%.

En ese contexto, de manera algo extemporánea para un proceso de globalización que se pretendía profundizar (Ronda de Doha), en la primera mitad del año 2006 co-menzaron a hacerse habituales restricciones a las adquisi-ciones de empresas de EE.UU. y Europa por parte de ca-pitales extranjeros (ver Análisis... Nº 70). En el caso de EE.UU., pese a que gran parte de los intentos fueron reti-rados por las mismas empresas potenciales compradoras, se permitió la conformación de consenso legislativo para esta-blecer medidas permanentes para impedir la penetración del capital extranjero en sectores estratégicos de la economía. La excusa del terrorismo fue más que suficiente para que la Cámara de Representantes apruebe por 423 votos a favor y ninguno en contra la legis-lación a fines de febrero de 2007 (WP 1/03/07). Más adelante veremos las fuertes implicancias de la medida y la oportunidad de la misma, reveladora de que constituye un eslabón de una estrategia concertada. Las restricciones políticas a las fusiones se esfumaron de los medios a partir de entonces, para reapa-recer más de un año después, pero de manera radicalmente distinta.

La derrota republicana en las elecciones legislativas de noviembre de 2006 agregó tensión política a los mercados. Necesariamente la acción estatal se diversificó, y fue necesario contar con una red de influencias de mayor alcance y conexiones para com-prender y actuar en un escenario que se deslizaba hacia la etapa recesiva del ciclo. Los representantes gubernamen-tales más ligados al sector financiero comenzaron a inten-tar flexibilizar lo más posible su estructura y sus procedi-mientos. “El mes pasado, el Comité sobre Regulaciones al Mercado de Capitales (Committee on Capital Markets Regulation), un grupo independiente formado con el beneplácito del Secretario del Tesoro, Henry M. Paulson Jr., pidió un cambio radical en las reglas del mercado de títulos, incluyendo mayor protección a las compañías, sus directores, empleados y auditores externos, de los reguladores, in-vestigadores y acciones judiciales. Al mismo tiempo, hay crecientes

llamados para reducir el alcance de la ley Sarbanes-Oxley de 2002, establecida para aumentar la responsabilidad corporativa luego del colapso de Enron” (NYT 13/12/06).

Además de ello, en diciembre de ese mismo año, Paul-son reunió a su equipo y se dirigió a Pekín para lanzar con algo de fanfarria el Dialogó Estratégico Chino-Estadounidense. Obviamente, era casi una afrenta convo-car a las autoridades chinas a Washington luego de haber impedido inversiones de ese país en empresas norteameri-canas. Pese al silencio mediático durante toda la segunda mitad del año respecto de las limitaciones a las compras, ambas partes conocían el juego del adversario. Pero la di-plomacia aconsejaba ocultar las cartas al gran público: la primera ronda y la segunda convocada para mayo del año

siguiente, estuvieron acompa-ñadas de grandilocuentes anuncios, propios de una alian-za estratégica. Sin embargo, la misión norteamericana volvió con las manos vacías de la gira. Las promesas chinas a esa altura eran papel mojado para los administradores de una economía que por su tamaño, acelera aún más su caída cuando comienza a derrum-barse. Cuestión casi física.

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Shangai, primera escala del descenso En febrero de 2007 volvió a reaparecer Greenspan ante

el gran público inversor para afirmar “que la economía se ex-pande desde 2001 y hay signos de que el ciclo actual está llegando a su fin. ‘Cuando pasa tanto tiempo desde una recesión, invariable-mente las fuerzas comienzan a construir la próxima, y ciertamente estamos observando eso. Por ejemplo, los márgenes de ganancia han comenzado a estabilizarse, que es una señal temprana de que esta-mos en los momentos tardíos del ciclo’” (WP 27/02/07). No puede ser más atinada su observación, y más oportuna su advertencia: al día siguiente comenzaba el desplome de la Bolsa de Shangai. ¿Será que su opinión es tan importante para los mercados financieros? ¿O fue un mensaje cifrado que dio luz verde a la fuga de capitales extranjeros de China? Es probable que las respuestas afirmativas a am-bas preguntas contengan una parte de la verdad. Febrero de 2007 fue un mes terrible para la economía de EE.UU., pues se conocieron indicadores de enero que alarmaron a los mercados: los pedidos de bienes durables habían des-cendido un 8% en un solo mes, la venta de casas un 17% (la mayor caída en 13 años) y la construcción un 19%. Ese panorama desencadenó una acción desordenada. Es pro-bable que las conversaciones entre China y EE.UU. en di-ciembre de 2006 hayan tenido un doble efecto. Pekín comprendió el grado de urgencia de su socio comercial fundamental y probablemente consideró algunos gestos concretos, pero también entrevió los peligros que acecha-ban detrás de la desaceleración de la economía norteame-ricana y de los mecanismos financieros que la sostienen. Washington vislumbró que no se podía contar con China en el grado que necesitaba pero que se podía forzar un mayor esfuerzo de su parte. Para ello contaba con la habi-tual combinación de zanahoria y garrote. Las correlacio-nes de fuerza determinarían el grado de ajuste de cada economía: de ello dependía el volumen de capital y la can-tidad de fracciones que desaparecerían.

El G-7 fue el órgano elegido para ello: incrementó las presiones para que Pekín revalúe el Yuan por un lado y se pronunció a favor de vigilar los mercados financieros de capital privado. “Esta semana, la Comisión de Valores de EE.UU. (SEC, por sus siglas en ingles) confirmó que se encuentra llevando a cabo una investigación para determinar si los fondos de cobertura manipulan información que reciben de los bancos de inver-sión para realizar transacciones e incrementar sus ganancias. La semana pasada, fiscales federales de New York realizaron una im-putación criminal por fraude a un gerente de fondos, que habría cos-tado a los inversionistas 88 millones de dólares. Hoy, funcionarios alemanes colocaron el tema de los riesgos de los fondos de cobertura en primer lugar de la agenda del G-8 en Essen, Alemania. El De-partamento del Tesoro mantuvo 15 encuentros el año pasado para recolectar información sobre las operaciones de estos fondos. Por aho-ra, los funcionarios federales afirman que lo importante es que los bancos, que comercian con ellos, estén conscientes de los riesgos. Los analistas afirman que es improbable que el colapso de un fondo afec-te al mercado. Pero en ciertos escenarios, un gran fondo puede desen-cadenar una serie de eventos que ponga de rodillas a un banco de in-versión, abriendo la posibilidad de una reacción en cadena. Otro obstáculo para regularlos: ninguna agencia federal tiene los recursos

para hacerlo. En diciembre pasado, la Comisión de Valores propu-so elevar el monto mínimo para el ingreso de un inversor de 1 millón de dólares a 2,5 millones” (WP 9/02/07). Pero las concesio-nes fueron meramente simbólicas, ya que poco tiempo después “el gobierno de Bush afirmó que no hay necesidad de ma-yor regulación a los fondos de inversión y otras formas de inversión privada para proteger al sistema financiero nacional. En cambio, en acuerdo con las agencias reguladoras independientes, anunciaron que los inversores, las compañías administradoras de fondos y los pres-tamistas deben protegerse adecuadamente de sí mismos adhiriendo a una serie de principios no obligatorios. Los principios, muchos de los cuales ya están en uso por los inversores más agudos y las compañías con mejores prácticas, suponen que los inversores no deben tomar riesgos que no pueden afrontar y evaluar las estrategias y las capaci-dades de gestión de los fondos. También exhorta a los fondos a ser claros y comunicativos con los inversores. La decisión llegó luego de meses de estudio del Grupo de Trabajo presidencial integrado por funcionarios y reguladores. Tres de los más importantes funcionarios en política económica –el Secretario del Tesoro, Henry Paulson, y su Vicesecretario, Robert Steel, y el Jefe de Gabinete de la Casa Blan-ca, Joshua Bolten– pertenecieron a Goldman Sachs, quien en la úl-tima década se convirtió en uno de los protagonistas del mercado de capital privado. La decisión es radicalmente diferente a la postura frente a las compañías que cotizan públicamente, que en los últimos cinco años enfrentó una batería de nuevas regulaciones sobre direc-ción, auditoría e información luego de los escándalos de Enron y otras empresas. Un esfuerzo previo de la SEC para proteger a los inversionistas al requerir su registro ante el gobierno fracasó el últi-mo verano. En junio, la Corte Federal de Apelaciones determinó que esa agencia no tiene autoridad para regularlos. El anterior di-rector de la SEC, William Donaldson, fue fuertemente criticado por los republicanos. Su sucesor, Christopher Cox, decidió no apelar el fallo” (NYT 23/02/07).

Las contradictorias iniciativas, evidentemente limitadas, fueron un catalizador para la respuesta china. En primer lugar, se anunció que China crearía un fondo de 200.000 millones de dólares para invertir las reservas en dólares y en bonos del tesoro norteamericano para obtener mejores retornos (WP 10/03/07). Luego, ratificaron la protección a la propiedad privada, cuestión que interesaba a los capi-tales de todo el mundo, pero unificaron la tasa del im-puesto a las ganancias en un 25%, eliminando la tasa re-ducida para el capital extranjero (WP 16/03/07). Seguramente dichas medidas se deslizaron por canales in-formales, transformándose en algo más que rumores, para desencadenar el desplome bursátil del último día de febre-ro, provocando una reacción en cadena que afectó a la to-talidad de los mercados globales. En el curso de una se-mana, el índice Dow Jones perdió un 5% de su capitalización; las bolsas europeas, un 4,5%; las asiáticas, más de un 8%; y las latinoamericanas, entre un 9 y un 10%. En esos días se evaporaron el 40% de las ganancias bursátiles obtenidas durante 2006 (ver Análisis... Nº 82).

Es difícil precisar hasta qué punto EE.UU. empujó a China a protegerse del capital financiero y cómo a partir de ello el capital extranjero reaccionó anticipadamente pa-ra persuadir a Pekín de tomar la medida. De cualquier forma, los hechos muestran que luego de una gestión ino-

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cua en China por parte de Paulson, y dos meses antes de la siguiente ronda del Diálogo, las iniciativas cruzadas brindaban el tiempo suficiente para que los efectos de una corrida contra China ganen en sustancia y profundidad e incrementen su fuerza disuasiva. Es posible considerar que las medidas posteriores a la debacle hayan confirma-do la hipótesis de una escalada: a fines de marzo, EE.UU. dispuso aranceles al papel chino (NYT 31/03/07) y poco tiempo después hubo fuertes cuestionamientos a la cali-dad de numerosos productos chinos (NYT 18/05/07). China respondió con firmeza: triplicó el impuesto directo a la venta de acciones de 0,1% a 0,3%, que terminaron por profundizar la baja bursátil en Shangai (NYT 30/05/07).

A mediados de julio de ese año se hizo manifiesta una pérdida de liquidez dramática, las empresas que precisa-ban financiamiento para concretar fusiones se vieron obligadas a utilizar capital propio: ni más ni menos que la compra de Chrysler (NYT 27/07/07). Al poco tiempo, las bolsas asiáticas retomaron la senda declinante. En la segunda semana de agosto del mismo año, volvieron a desplomarse los papeles de las bolsas de todo el mundo, aunque en este caso la crisis estalló en el propio Wall Street, donde las acciones llegaron a su punto más bajo desde 2003. En este caso se interpretó como detonante el anuncio del banco de inversión estadounidense Bear Stearns, de que los inversores en dos de sus fondos de in-versión habían perdido prácticamente la totalidad de su dinero. Los activos de estos fondos, que llegaron a valer 20.000 millones de dólares y se componían básicamente de deudas de hipotecas subprime, se redujeron a magros 90 millones luego de que se produjera una huída de inverso-res ante los rumores de que la entidad afrontaba proble-mas financieros. Otras entidades con inversiones en el sis-tema de crédito inmobiliario estadounidense (BNP Paribas, Axa, Unión Investment, Frankfurt Trust) decidie-ron congelar sus fondos, propagando la oleada de descon-fianza. Los principales bancos centrales del mundo corrie-ron a dotar a las entidades de liquidez para evitar lo que parecía un derrumbe del sistema financiero: el Banco Central Europeo aportó 260.000 millones de dólares; la Reserva Federal, 86.000 millones; el Banco de Japón, 25.000 millones. Aunque con el curso de los días se frenó la huida de capitales de las bolsas, no se pudo evitar la quiebra de numerosas entidades, entre ellas los bancos hipotecarios American Home Mortgage y National City Home Equity.

Los meses que siguieron se caracterizaron por la convi-vencia contradictoria entre episodios de inéditas alzas bursátiles –el Dow Jones llegó a su pico histórico en oc-tubre de 2007– y ominosas señales de que una crisis de mayores dimensiones maduraba al interior de la burbuja inmobiliaria. Mientras, el titular de la Reserva Federal helaba los ánimos al señalar que “las pérdidas desatadas por la crisis del sector hipotecario de alto riesgo (subprime) en EE.UU. ‘han excedido hasta los cálculos más pesimistas’” (BBC 20/09/07) y se sucedían los datos que daban cuenta de la baja del precio de las viviendas, el aumento de las ejecu-

ciones hipotecarias y el crecimiento del desempleo, sona-ban las alarmas en torno a la solvencia de los bancos y fondos más comprometidos con inversiones en hipotecas de “baja calidad”. La Fed comenzó a intervenir con ma-yor fuerza, tanto con la inyección de fondos como con la reducción sistemática de las tasas de interés. Mes tras mes la redujo fuertemente: en la primera reducción pasó de 6,25 a 5,75% (WP 18/08/07) para llevarla finalmente a un 2% en abril de 2008 (NYT 1/05/08).

El sarcófago de Reagan En septiembre de 2007, el Banco de Industria Alemán

(IKB) anunciaba pérdidas por 1.000 millones de dólares debido a su exposición a las hipotecas de alto riesgo en EE.UU., y el gobierno del Reino Unido acometía la na-cionalización más onerosa de su historia, la del banco Northern Rock. A partir de entonces, los principales ban-cos y entidades financieras del mundo comenzaron a anunciar fuertes pérdidas en sus balances. Por ese motivo, se vieron empujados a absorber capitales de todo el mun-do. Para ello lanzaron una doble estrategia.

En primer lugar, buscaron reposicionarse dentro del sector financiero. El mejor ejemplo de ello es el de Blackstone Group, presidida por Stephen Schvarzmann, amigo personal de George W. Bush. En marzo de 2007 anunció su intención de transformarse en una empresa cotizante en bolsa, más regulada, iniciativa que iba a con-tramano de la lógica reinante previamente (WP 21/03/07). Había una doble intención en ello, obtener fondos en el mercado financiero, dado que era una enti-dad más controlada, y también que los ejecutivos embol-sen una suculenta comisión por ello (se trataba de la últi-ma oportunidad de hacerlo): Schvarzmann embolsó por la operación 684 millones de dólares en julio.

En segundo lugar, las empresas dependientes del crédi-to –porque su escala las obliga a disponer de fondos para su giro comercial o porque su actividad es de naturaleza financiera– se lanzaron a los mercados financieros para captar fondos que buscaban un solaz para sus penurias. Había sobradas razones por parte de los capitales para aceptar nichos de inversión potables en un mercado en baja, era el momento adecuado para hacerlo puesto que oferta y demanda parecían coincidir. Pero la ley que esta-blecía mayores controles a las compras de empresas por extranjeros (sancionada, como vimos, en marzo de 2007), dotando de mayores atribuciones al Comité de Inversión Extranjera en EE.UU. (CFIUS por sus siglas en inglés), había sido promulgada a fines de julio (WP 30/07/07), por lo que fue posible un proceso selectivo. Por ejemplo, casi simultáneamente, la firma tecnológica Acer de Tai-wán pudo adquirir su homónima Gateway (NYT 28/08/07) pero China no pudo concretar la compra de Seagate, la mayor fabricante de discos rígidos de EE.UU. (NYT 25/08/07). Así y todo, las entidades financieras consiguieron fondos soberanos de Singapur, China, Emi-ratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar y hasta Libia, entre otros. La mayoría de ellos, acciones sin derecho a voto, por un porcentaje absolutamente minoritario y sin la po-

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sibilidad de nombrar ejecutivos propios en la Junta Ejecu-tiva. Bastante poco para una empresa en problemas. Ese dinero ingresó en EE.UU. sostenidamente, llevando la in-versión extranjera en el año al récord de 414.000 millones, lo que supuso un 90% más que el 2006 –aún con las limi-taciones señaladas en párrafos anteriores, el incremento es insoslayable– y más del doble del promedio de la última década (NYT 20/01/08). El resultado de la maniobra fue inmejorable: obtuvieron fondos por participaciones que en el curso de menos de un año perderían sistemática-mente su valor. Es decir, en el momento en que los mer-cados comenzaban a perder valor, las empresas vendieron parte del capital. Apenas lo hicieron, el mercado continuó destruyendo el valor de las mismas y los extranjeros care-cían de las herramientas en los directorios de las empresas para intentar otras opciones que detuviesen la deprecia-ción de la inversión.

La connivencia es más que evidente, es transparente. “Desde que comenzó la crisis de los mercados tres semanas atrás, Paulson mantuvo conversaciones frecuentes con los jefes ejecutivos de los bancos de inversión más grandes. Se conoce que tiene relaciones estrechas con John Mack de Morgan Stanley, Charles Prince de Citigroup, Stanley O'Neal de Merrill Lynch y James Dimon de J.P. Morgan” (WP 22/08/07). Esas relaciones, cuanto más aceitadas son, explican que de manera simultánea y conca-tenada, las pérdidas de valor bursátil de las empresas tu-vieron ganancias extraordinarias en otras. “Gerentes de fon-dos privados, maestros de un universo financiero secreto, y en ocasiones volátil, están ganando dinero de una manera nunca imagi-nada, aún para los parámetros de Wall Street. Uno de ellos, John Paulson, acumuló 3.700 millones de dólares el año pasado. Obtuvo ese botín, probablemente el mayor de la historia de Wall Street, apostando contra ciertas hipotecas y productos financieros complejos que las contenían. Pero el fundador de Paulson & Company no fue el único gran ganador. Los gerentes James Simons y George Soros ganaron cada uno el año pasado 3.000 millones de dólares. Uno de los fondos de Paulson tuvo un retorno de 590% el año pasado y el otro 353%” (NYT 16/04/08).

Es evidente, sin embargo, que la situación observada durante todo 2007 no obedecía a parámetros propios de maniobras especulativas cruzadas sino que la crisis era profunda y las medidas adoptadas no habían funcionado como se planeaba. Las ganancias extraordinarias eran ni-mias al lado de las pérdidas que acosaban a la mayor parte del sector. Las entidades financieras ya lo sabían y los ca-pitales extranjeros comenzaban a comprenderlo. La posi-ción de todas las entidades comenzó a ser unánime: cap-turar la mayor cantidad de efectivo y activos líquidos a la espera del colapso. Por supuesto, si las relaciones forjadas brindaban una oportunidad para adquirir empresas en cri-sis, había que hacerlo. Eso ocurrió con Bear Stearns, el más pequeño y cauteloso banco de inversión. Cuando en marzo de 2008, perdió 10.000 millones de dólares de efec-tivo (el 80% del total que disponía) en una sola jornada, sus directivos comenzaron a buscar desesperadamente un comprador. Finalmente, JP Morgan Chase, segundo ban-co comercial norteamericano antes de la crisis, consiguió un acuerdo fabuloso: obtuvo una línea de crédito de la

Reserva Federal (30.000 millones de dólares para adquirir-la y 200.000 millones para sanear sus pasivos) que garanti-zó la adquisición. Terminó comprándola por 2 dólares la acción, cuando un año atrás valía 170. Es decir, obtuvo una empresa con activos potencialmente saneables por menos del 10% de su valor de mercado y un tercio del va-lor de 1985 (NYT 17/03/08).

Poco tiempo después salió a la luz que el respaldo de la Fed para la operación había sido posible por una excep-ción contemplada en la ley: ante la ausencia del Goberna-dor de la Fed Frederic Mishkin la noche de la votación, la decisión fue tomada con sólo 4 votos, algo inédito para una entidad que nunca había utilizado dicho procedimien-to extraordinario. Si a eso sumamos que tres de los miembros del Comité de Mercado Abierto Federal (FOMC, por sus siglas en inglés, organismo de decisión dentro de la Fed) están actuando con la aceptación legisla-tiva pendiente, es evidente la existencia de fisuras en el sector financiero. Recordemos que los bancos de la Re-serva Federal tienen como accionistas a distintos bancos y entidades financieras de cada una de las regiones en que está dividido el país –las regiones agrupan a varios esta-dos. Junto a ellos, el gobierno nombra gobernadores re-gionales que son ratificados por el Congreso. Por lo gene-ral, se trata de personas reclutadas en el sector financiero. Es por ello que entre todo el ruido de la crisis la noticia de que Mishkin renunciaría a partir del 31 de agosto de 2008 pasó desapercibida (WP 29/05/08). La señal era absolu-tamente clara: a partir de septiembre las decisiones más dolorosas las tomarían 4 gobernadores sobre 7, perforan-do el piso mínimo de consenso histórico (5 gobernado-res). Días después, las voces en contra del nuevo rol de la Fed arreciarían por parte de actuales miembros de la misma –presidentes de bancos regionales de Richmond, Kansas, Minneapolis y Philadelphia– y anteriores –entre los que se destaca el venerado Paul Volcker, antecesor de Greenspan y artífice de la recuperación reaganiana (WP 6/06/08). Estaba claro que los sistemáticos votos en co-ntra en cada reunión del FOMC respecto de reducir las tasas de interés eran algo más que diferencias de opinión. Todos los dedos apuntaban a su presidente Ben Bernanke y al titular del Banco de la Reserva Federal de New York, Timothy Geithner.

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“Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”

Apenas iniciado el último septiembre, momento en el cual se termina la pausa veraniega, las alertas se multipli-caban. Los datos más inquietantes referían a la llamada “economía real”: alza del desempleo en EE.UU. (6,1%, la mayor desde 2003) y previsiones a la baja de crecimiento por parte del FMI (LN 6/09). Las pérdidas acumuladas por los dos gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac (14.000 millones de dólares, el 90% de su capitaliza-ción conjunta) obligaron al gobierno a dar pasos poco habituales para el credo neoliberal. “El Departamento del Te-soro anunció el domingo un plan que provee hasta 200.000 millones de dólares en capital fresco y nuevas líneas de crédito para los dos principales proveedores de fondos para préstamos hipotecarios, Fan-nie Mae y Freddie Mac, y puso a las dos compañías bajo el control de la Agencia Federal de Financiamiento de Viviendas (FHFA por sus siglas en inglés)” (WSJ 8/09). La crisis financiera en-traba en una nueva fase, más profunda y acelerada.

El día 9 se derrumbaron las acciones de Lehman Brot-hers, arrastrando a la baja a las bolsas europeas y asiáticas. De los 5 bancos de inversión de Wall Street, sólo queda-ban 2 en pie (Goldman Sachs y Morgan Stanley), aunque con dificultades. Bearn Stearns ya había pasado a manos de JP Morgan Chase, Merrill Lynch negociaba su venta al Bank of America (cosa que concretaría rápidamente) y Lehman Brothers estaba cerca de su final. “El desplome en el precio de la acción de Lehman se produjo después de que el Banco Coreano de Desarrollo (KDB), con el cual Lehman estaba en nego-ciaciones para una posible inyección de capital, cerrara las puertas a un potencial acuerdo” (WSJ 10/09).

Es evidente que el capital extranjero tomó nota de las incautas operaciones del año anterior, que terminaron con fuertes desvalorizaciones, y replegó sus activos de las pla-zas financieras norteamericanas y europeas. El golpe de Shangai de febrero de 2007 finalmente era devuelto. Lehman languideció unos días y terminó por consolidar la tendencia cuando se conoció el fracaso de las negociacio-nes para salvar este banco de inversión. Bank of America y el británico Barclays retiran sus ofertas ante la negativa del Tesoro estadounidense de dar respaldo financiero a la operación. Se calcula que la reconversión del cuarto banco de inversión de Wall Street, que había perdido el 95% de su capitalización bursátil en el último año, hubiese reque-rido unos 10.000 millones de dólares, cifra que parece menor en comparación con la erogada por el Tesoro para salvar a Fannie Mae y Freddie Mac y aún a Bear Stearns –y ciertamente irrisoria en relación a los desembolsos que se producirían días después. Pero aún frente a las presio-nes de los inversores externos –como la del ministro de Hacienda alemán– el gobierno estadounidense parece haber apostado a la concentración del sector. Paul Krug-man deslizó que “Henry Paulson, el secretario del Tesoro, se negó con firmeza a endulzar el acuerdo poniendo más fondos públicos en juego. Mucha gente creyó que no hablaba en serio. Pero no hubo res-cate, y tampoco acuerdo. Paulson parece apostar a que el sistema fi-nanciero (reforzado, hay que decirlo, por esas líneas de crédito espe-ciales) puede soportar el golpe de la caída de Lehman. Pronto

descubriremos si ha sido valiente o ha sido necio” (NYT 14/09). Apenas quebró, el denso entramado financiero se abalan-zó sobre Lehman. “Mejor picotear sus cadáveres que hacerse car-go de sus activos tóxicos, a la manera en que Barclays de Gran Bre-taña se negó a comprar Lehman Brothers, para luego abalanzarse a comprar su filial en EE.UU. después que quebró” (TE 20/09).

La respuesta al dilema de Krugman llegó pronto, bajo lo que los diarios dieron en llamar “el lunes negro” (el día 15 de septiembre; habrá otro “lunes negro” el día 29). Pe-se al anuncio de la Fed de que liberaría fondos de emer-gencia para entidades en crisis y al compromiso de diez bancos internacionales –entre ellos el Bank of America, Barclays, Deutsche Bank y UBS– de que cada uno aporta-ría 7.000 millones de dólares para un fondo destinado a hacer frente a la crisis crediticia, las caídas bursátiles al-canzaron niveles hasta el momento inéditos, que incluso se agravarían en el curso de los días posteriores: 4,46% de pérdidas en Nueva York, 3,9% en promedio en Europa, 7,6% en San Pablo, 5% en Tokio, 6,1% en Hong Kong. Probablemente, el fracaso de la apuesta de Paulson se re-lacionara con los indicadores que daban cuenta de la in-solvencia de los restantes gigantes del sector de bancos de inversión. El día 16, Merrill Lynch era adquirido por Bank of América a precio de oferta (50.000 millones de dóla-res). Un día después, las acciones de los otros dos grandes bancos de inversión se derrumbaban: 13,9% las de Gold-man Sachs y 24% las de Morgan Stanley. El día 22, se anunció que ambas entidades se convertirían en bancos comerciales. Esta opción es muestra de su debilidad: la expansión de la banca de inversión fue posibilitada en gran medida por estar sustraída a los controles de las agencias gubernamentales; sólo eran objeto del monito-reo, mucho más lábil, de la Comisión de Valores (SEC por sus siglas en inglés). Al ser parte de la banca comer-cial, pueden aspirar a beneficiarse de líneas de crédito di-recto por parte de la Reserva Federal. Paralelamente, Morgan Stanley anunció que vendería el 20% de sus ac-ciones al gigante bancario japonés Mitsubishi UFJ. Gold-man Sachs, por su parte, vendía un 9% de sus activos a Berkshire Hathaway por 5.000 millones de dólares. La empresa del gurú Warren Buffett hacía uso de los fondos acumulados en años previos, estrategia acertada para aprovechar oportunidades de inversión en medio de la debacle.

En las mismas horas en que se propagan las bajas por todas las bolsas, el gobierno de EE.UU. debe hacer frente a la inminente quiebra del gigante de los seguros AIG, ba-jo el efecto combinado de la caída de sus acciones y de la imposibilidad de conseguir financiamiento para hacer frente a sus compromisos en el marco de la retracción del crédito, ya que las empresas tienden a desprenderse de ac-tivos para afrontar sus deudas. “La intervención de la Reserva Federal no sólo evitó la quiebra del gigante de seguros American In-ternational Group (AIG), sino que también logró impedir que se concretara la peor pesadilla de Wall Street. Es que una quiebra de AIG, cuyos seguros cubren 441.000 millones de dólares de inverso-res de todo el mundo, hubiese tenido consecuencias incalculables para el sistema financiero, con nuevas depreciaciones de activos que se

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creían garantizados. Antes de la decisión, sólo 20.000 millones de dólares de los 75.000 millones parecían asegurados, (…) por lo que la Reserva Federal se decidió a actuar sola en el rescate. El ex pre-sidente del grupo asegurador Hank Greenberg había reclamado ayer una solución, pública o privada, al advertir que ‘harían falta mu-chos años para recuperarse de una quiebra de AIG’” (LN 17/09).

Tan sólo dos días después de abandonar a Lehman a su suerte, las autoridades monetarias estadounidenses pare-cen haber decidido que AIG era “demasiado grande para caer”, y retomaron la estrategia del salvataje selectivo. La Reserva Federal se comprometió a aportar 85.000 millo-nes de dólares, quedándose con el 80% de las acciones de la aseguradora bajo caución.

El “lunes negro” marcó un punto de inflexión en dos sentidos. Por un lado, representó el paso de un escenario bursátil de incertidumbre y “volatilidad”, con alternancia de altas y bajas, a otro signado por bajas persistentes y pronunciadas, expresión de lo que se da en llamar “huída hacia la calidad”; esto es, los inversores se desprenden de acciones –lo que explica la baja de papeles industriales pe-ro también de energía y materias primas– y se refugian en activos “seguros” –dólares, bonos del Tesoro estadouni-dense, oro. Que se consideren “seguros” la moneda y los certificados de deuda de la nación más endeudada del pla-neta da cuenta del grado de dependencia en que se hallan los sectores más integrados a la economía mundial respec-to de la economía estadounidense, así como de la dificul-tad de analizar a EE.UU. con las herramientas aplicables a otros espacios económicos. Por supuesto, un proceso re-cesivo en la economía real y el pánico desatado se coligan para arrastrar a los sectores económicos más relacionados con los mercados internos del resto de los países.

Por otra parte, el “lunes negro” –y sus secuelas–, y las caídas en sucesión de entidades no sólo en los EE.UU. –Wachovia, Washington Mutual– sino también en Europa –los británicos HBOS y Bradford and Bingley, el alemán Hypo Real State, el grupo belga-holandés Fortis, el Uni-crédito italiano, los tres principales bancos de Islandia– obligan a los gobiernos a ensayar medidas de rescate coordinadas. Mientras en EE.UU. se anuncia un “Plan de Rescate” por 700.000 millones de dólares –cuya aproba-ción en el Congreso representará un via crucis político para el gobierno de Bush–, los seis principales bancos centrales del mundo anuncian la adopción de medidas conjuntas para hacer frente a la falta de liquidez en los mercados fi-nancieros. La Reserva Federal de Estados Unidos, el Ban-co Central Europeo, el Banco de Japón, el Banco de Ca-nadá, el Banco de Inglaterra y el Banco Nacional Suizo informan el aporte de un capital por un valor de 180.000 millones, la mayor intervención conjunta desde la posgue-rra. Pero es insuficiente teniendo en cuenta que “en épocas normales, los préstamos a un día entre los bancos bordean un billón de dólares (millón de millones), dinero que utilizan para cubrir gas-tos inesperados. Pero ese flujo se ha convertido en un goteo, lo que significa que los 180.000 millones inyectados el jueves todavía dejan una amplia brecha” (WSJ 19/09).

Paralelamente, los bancos centrales inyectan diariamen-te liquidez en sus convulsionados sistemas bancarios, li-

quidez inevitablemente paralizada por las empresas, nece-sitadas de efectivo para afrontar obligaciones. “‘En estos días los bancos no se están comportando como bancos’, opinó Char-les Wyplosz, director del Centro Internacional de Estudios Finan-cieros y Bancarios del Instituto Internacional de Estudios de Gine-bra. ‘Se están comportando como fortalezas bajo sitio’” (LN 18/09). Durante interminables días, los administradores políticos del capital en su conjunto envían “señales” a los “mercados” sin efectos apreciables: la aprobación del “Plan de Rescate” no produce el “rebote” deseado, como tampoco lo hace la baja coordinada tasas de referencia (0,5%) que acuerdan los bancos centrales de EE.UU., la zona euro, China y el Banco de Inglaterra en el punto ál-gido de la crisis. Eso ocurre el día 8 de octubre, cuando las bajas promedio de EE.UU. a Latinoamérica se aproximan a los dos dígitos. El G7, reunido en Washing-ton, delineaba un documento en el que se comprometía a respaldar a las entidades financieras y a descongelar el crédito. Por su parte, Brasil, el país cuya bolsa fue más afectada por la crisis, convocaba a una reunión del G20.

Ciertamente, en algunos aspectos, la “crisis” parece tender a resolverse mediante las tendencias conocidas: destrucción de capital y centralización. Wachovia, el cuar-to banco estadounidense, es capturado finalmente por Wells Fargo, luego de disputárselo judicialmente a Citi-group; Washington Mutual es absorbido por su rival JP Morgan; en Europa, el Lloyds se queda con el Halifax, cuyas acciones perdieron el 50% de su valor debido a su vinculación con Lehman, mientras que el BNP Paribas se queda con las filiales belgas del Fortis. Pero, curiosamen-te, estas operaciones de adquisición o fusión no redundan en una valorización inmediata de activos en bolsa: parece imponerse una desconfianza generalizada que toca incluso a las entidades presuntamente “sanas”. Y, aunque es evi-dente que la crisis supera a los fondos de inversión y afec-ta al corazón de la banca comercial, no se manifiesta co-mo la tradicional corrida de depositantes hacia las puertas de los bancos, sino como una interrupción del crédito in-terbancario. Dicha situación es caracterizada por Paul Krugman en los siguientes términos: “El sistema ha estado experimentando corridas bancarias posmodernas. Estas corridas no se parecen a la antigua versión: con pocas excepciones, no estamos hablando de multitudes de perturbados ahorristas que golpean las puertas cerradas de los bancos. Hablamos, en cambio, de frenéticas llamadas telefónicas y clics de mouse, que se producen mientras los agentes financieros presionan las líneas de crédito y tratan de desen-marañar y aliviar las consecuencias” (NYT 16/09).

Uno de los efectos más destacables es que la crisis fi-nanciera puso a prueba la eficacia política del bloque eu-ropeo. En vista de las respuestas ofrecidas, puede decirse que no pasó la prueba. Hasta el “lunes negro” de media-dos de septiembre, los gobiernos centrales de Europa en-sayaron deslindar responsabilidades: “‘Que nadie tenga nin-guna duda. Ya hay un consenso amplio sobre dónde se sitúa el origen de la crisis: en EE.UU. y las hipotecas subprime’, dijo el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero. ‘Las consecuen-cias posibles de la crisis de los mercados son aquí limitadas’, dijo el ministro de Finanzas alemán, Peter Steinbruck. Su homóloga fran-

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cesa, Christine Lagarde, fue por la misma senda. ‘Los bancos fran-ceses se ven relativamente poco afectados’ por la debacle de Lehman Brothers” (LN 17/09). La negación no impidió ejercer pre-sión sobre el gobierno de EE.UU. para el abordaje de medidas para frenar la crisis. Barney Frank, representante demócrata por Massachusetts y titular del Comité de Ser-vicios Financieros de esa cámara, se encargó de respon-derles: “Paulson dijo que recibía llamadas de ministros de finanzas de todo el mundo que le pedían que salvara a AIG. Bueno, debería haberles pedido a ellos que contribuyeran. No creo que el Banco Central Europeo deba tener la libertad de gastar el dinero de la Re-serva Federal sin poner nada” (LN 22/09). La evidencia de que los bancos a ambos lados del Atlántico se encuentran fuertemente interconectados se impuso tan pronto como las bolsas europeas comenza-ron a registrar pérdidas dia-rias de entre 3 y 7 puntos, en la tercera semana de sep-tiembre. Pese a todas las de-claraciones al contrario, las respuestas no trascendieron el plano de cada país, salvo en el caso de la baja de tasas de referencia, que de alguna manera sepultó la pregonada “lucha contra la inflación” contenida en el Pacto de Estabilidad.

Estas respuestas fueron básicamente de tres tipos: na-cionalizaciones, planes de rescate y garantía de los depósitos. Todas ellas impla-can mayor intervención esta-tal, si bien la nacionalización, por su contenido político-ideológico, parecía impensa-ble en gobiernos hasta hace poco defensores de la privati-zación incluso de servicios esenciales. En este sentido, la declaración del secretario del Tesoro estadounidense de que se proponía nacionalizar parte del sistema bancario constituyó una suerte de hito del cambio de tendencia. La nacionalización de Brandford and Bingley por parte del gobierno británico parece con-solidar la tendencia iniciada el año anterior con la del Northern Rock; a esto se suma la nacionalización de las filiales holandesas del Fortis, la de los tres principales bancos de Islandia y la virtual nacionalización del HRS alemán, ante el fracaso del salvataje privado.

En cuanto a los otros tipos de respuestas, ponen en evidencia la imposibilidad del bloque europeo de trascen-der la esfera “puramente económica” y la debilidad de sus medios de coordinación política. Los llamamientos ten-

dientes a elaborar un “Plan de Rescate” semejante al de los EE.UU., impulsados por Francia y Holanda, tropeza-ron con la intransigencia de la principal potencia del blo-que, Alemania, cuya canciller Merkel, en la cumbre del 4 de octubre en París, manifestó su oposición “a poner dinero de mis contribuyentes para salvar bancos franceses, italianos y espa-ñoles” (LF 5/10). El día 12, los mandatarios de los quince países pertenecientes a la zona euro acordaron “garantizar los préstamos interbancarios, reforzar el patrimonio de los bancos y recapitalizar los bancos en dificultades” (LM 13/10) con fondos propios de cada país. La decisión de elevar la garantía de los depósitos –o aún, como en el caso de Irlanda, de ga-

rantizar su totalidad– se tomó en forma unilateral ante la ausencia de toda iniciativa comunitaria, si bien esta medida tendió a generalizarse como medio de defensa ante una posible huída de depo-sitantes hacia entidades garantizadas de otros paí-ses.

De todas maneras, al conocerse el rescate concertado por los países europeos en la Cumbre de París el domingo 12 de octubre, las bolsas regis-traron subas históricas el lunes siguiente, al abrirse las jornadas: el Dow Jones 11,1%, Londres 8,25%, París 20,5%, Frankfurt 11,4%, Madrid 10,6% y San Pablo 14,6%. El rebote guardó proporcio-nalidad con el volumen de fondos de rescate a los bancos: Gran Bretaña, 870.000 millones de dóla-res; Alemania, 680.000; Francia, 490.000; Holan-da, 272.000; España, 204.000; Austria, 136.000; Italia 54.000; Portugal,

27.000. Merece destacarse el rescate de Gran Bretaña. Te-niendo un PBI total de 2,47 billones de dólares, la medida garantiza la continuidad del 34% de la economía.

14 La hegemonía norteamericana en crisis

OCTUBRE DE 2008

La pesada herencia (o los platos rotos de la fiesta)

Los rescates financieros suponen que los diferentes go-biernos de los países centrales se hacen cargo de los cos-tos de los excesos. Las medidas suponen garantizar me-diante expansión monetaria las ganancias extraordinarias de una época de dinero barato y su posterior contracción. “La participación del sector de servicios financieros en las ganancias totales corporativas de EE.UU. pasó de un 10% a comienzos de la década de 1980 a un 40% en su pico, el año pasado. De acuerdo con un cálculo, las ganancias de la última década fueron de 1,2 bi-llones de dólares más de lo que se hubiera esperado” (TE 20/09). El procedimiento es simple, las obligaciones asumidas presuponen que “el gobierno está ‘obligado a imprimir el dinero que sea necesario para cumplir sus compromisos y sabemos que va a ser un monto bastante grande’, dice Mark Farrington, responsable de estrategia cambiaria para Principal Global Investors, en Lon-dres” (WSJ 22/09). Aunque ello suponga incrementar sig-nificativamente la deuda pública del gobierno –la que se encuentra en manos del público ascendía antes del rescate a 5,5 billones de dólares, es decir más de un tercio del PBI total–, “no está claro cuándo estos costos se reflejarán en el presu-puesto. Si se incluyera todo en el del año fiscal de 2009, podría em-pujar el déficit anual a casi un billón de dólares. Añadirle un billón de dólares no afectaría la calificación de crédito de AAA del gobier-no estadounidense, según las agencias calificadoras. Moody´s Inves-tors Service divulgó en un comentario especial esta semana que ‘sigue viendo los cimientos de la calificación del gobierno estadounidense como inquebrantables’, sobre todo debido a la fortaleza y riqueza de la economía de EE.UU. ‘Hay bastante margen incluso para un in-cremento significativo de la emisión de deuda’” (WSJ 24/09). La asociación estratégica entre el capital financiero –dentro de las cuáles las entidades financieras constituyen las co-rreas de transmisión– y los gobiernos se fortaleció con la crisis, las iniciativas anunciadas sobre mayores regulacio-nes son ideológicamente necesarias y potencialmente in-tercambiables.

La pauta de que la intervención estatal es una profundi-zación de los postulados neoliberales, en el sentido de ga-rantizar la reproducción de las fracciones más concentra-das del capital, la brindan señales harto conocidas. En primer lugar, el FMI y el Banco Mundial volvieron al rue-do para ofrecer las mismas recetas de antaño: “‘La Corpo-ración Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés, de-pendiente del BM) explorará la posibilidad de un fondo para recapitalizar bancos en países en desarrollo’, afirmó Zoellick. En tanto el Secretario del Tesoro de EE.UU., Henry Paulson, pidió a los gobiernos del mundo que eviten medidas proteccionistas como res-puesta a la crisis porque, a su juicio, sólo la agravarían. ‘El aisla-miento y el proteccionismo no ofrecerán una salida. Aunque en EE.UU. hemos tomado muchas medidas extraordinarias contra la crisis, no seguimos políticas que limiten el flujo de bienes, servicios o capital, pues esas medidas sólo intensificarían los riesgos de una cri-sis prolongada’” (C 13/10). Además de ello, el propio Paul-son se animó a solicitar una mayor autorregulación del sector, al clamar por mayores poderes para la Fed. “El Departamento de Tesoro propondrá que el Congreso otorgue a la

Reserva Federal nuevos y amplios poderes para controlar la estabili-dad del mercado financiero. Legisladores demócratas coinciden en se-ñalar que las propuestas no son lo suficientemente profundas como para restringir el tipo de prácticas que llevaron a la crisis financiera. Muchas de las propuestas, como las que promueve una fusión de las agencias regulatorias, no tiene nada que ver con las turbulencias fi-nancieras. Y muchas de las propuestas, de hecho, reducen la regula-ción. El plan no supone control de los mecanismos que condujeron a la crisis inmobiliaria e hipotecaria, como el agrupamiento de hipote-cas subprime riesgosas y su titulación en instrumentos con alta califi-cación crediticia. Además, no recomienda acciones estrictas para el inmenso mercado de riesgo y coberturas. La propuesta de Paulson comenzó a delinearse el año pasado, con la finalidad de hacer los mercados financieros norteamericanos más competitivos. ‘No sugiero que más regulación sea la respuesta, o aún que regulación más efecti-va pueda evitar períodos de crisis financiera que parecen ocurrir cada 5 a 10 años. Propongo que debemos y podemos tener una estructura designada para el mundo en que vivimos, que sea más flexible’. La supervisión bancaria, ahora repartida entre 5 organismos, pasaría a ser llevada a cabo por el Regulador de Prudencia Financiera” (NYT 29/03/08).

Es un doble movimiento interesante. Exhorta a regular pero que sea el propio sector financiero –a través de la Fed– quien lleve a cabo dicha regulación. Para un gobier-no en retirada, en absoluta connivencia con el sector y beneficiado económicamente de manera directa por dicho esquema, es absolutamente recomendable sentar las bases del próximo ciclo expansivo: es preferible que sea la Fed y no el Departamento del Tesoro quien decida las reglas del juego. Es consistente con el credo neoliberal y el principio de excepción neoconservadora, tomado de Leo Strauss, su principal referencia ideológica: fue necesario y obliga-torio intervenir como desviación de la regla de no inter-vención de los mercados. Una vez resuelto ello, hay que colocar dispositivos para que dicha excepción no se repi-ta, menos durante una posible administración demócrata, línea política habituada al intervencionismo estatal. Para ello, es recomendable una regulación auto-administrada por la Fed.

La incubación de crisis futuras El salvataje financiero establece nuevas condiciones pa-

ra el próximo ciclo expansivo, pero su carácter poco dice sobre él. El saneamiento de entidades financieras, como eje a partir del cual el capital financiero internacional es-tructura su reproducción, es una medida que garantiza los resultados del ciclo expansivo anterior.

El proceso de fractura y enfrentamiento entre clases y fracciones de clase se profundiza a paso cada vez más ve-loz. Primero, entre distintas fracciones de capital financie-ro. Segundo, entre este último agrupado contra el resto de las fracciones de capital, sean estas de escala local, nacio-nal o –en menor medida– regional y mundial, como las fracciones de capital ruso. Tercero –y fundamentalmente–, entre es agrupamiento del capital financiero en su con-junto y el conjunto de los trabajadores y capas medias. Todo este desarrollo de enfrentamientos simultáneos al-canzó un grado tal que requirió de la intervención estatal

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OCTUBRE DE 2008

para el sostenimiento del capital global como relación. Y no porque existiera un movimiento de las masas en pos de una solución diferente, sino porque la postergación de la definición iba en contra de la continuidad misma de la acumulación, poniendo en riesgo los fundamentos del es-quema global. Para los gobiernos de Europa y EE.UU. no cabían dudas respecto de a qué sector favorecer, sólo que la solución de última instancia tenía en su seno un ele-mento ideológico disruptivo. Los capitales de menor esca-la, que precisan ser cautelados por los gobiernos de los es-tados donde se asientan política y productivamente, reciben con dicha solución la confirmación de que el comportamiento de estos estados frente a la globalización no es contingente, sino necesario. Por supuesto, el capital global, como relación abstracta, incuba en su seno la ne-cesidad opuesta. El proceso de resignifi-cación del rol del es-tado en la economía derivado de las crisis periféricas de los ’90 regresó al centro del capitalismo global pa-ra herir de muerte al Consenso de Was-hington. Pero la salida propuesta por quienes lo delinearon y lo si-guen aplicando no ha cambiado. El capital financiero acaba de salir, momentánea-mente, indemne de uno de sus peores trances de la historia.

Rescatado ese capi-tal, voluminoso y vo-raz, mediante el pro-cedimiento de nacionalización de las deudas que detraían su cuantía, los inver-sores necesitan co-menzar a movilizarlo nuevamente para evitar su fosilización, su pérdida de va-lor por inflación, la vegetación por atesoramiento. “¿Dónde lo invierto?” La pregunta es muy pertinente, aunque por el momento basta con calmar la sed de aque-llos capitales que necesitan el crédito para no fenecer, si-tuación que basta para empujar las bolsas a alzas insólitas que alimentan la esquizofrenia social. Hay que aprovechar cada momento: los alegres agentes de bolsa en el primer día posterior al rescate pueblan los medios con imágenes salidas de otro tiempo, casi mágico. No parecen preocu-pados por esa pregunta. No deberían estarlo, ellos están para otra cosa, ya vimos para cuáles a lo largo del artículo.

Esa pregunta es para el resto. Y hubo espacio para ob-servar posibles nichos de inversión en la economía real

cuando la crisis no daba tregua, caracterizando probables proyectos anidados en las organizaciones representativas de las diferentes líneas políticas. Hay que destacar que los cultores del darwinismo social conciben a las crisis como procesos depuradores eficientes, eficaces y, sobre todo, necesarios para eliminar formas de vida fenecidas. No ca-sualmente las crisis en EE.UU., desde mediados de los ’70 –momento en que se instalaron las formas financieras ac-tuales y se eliminaron las restricciones monetarias y el pa-trón oro–, se despliegan intensamente al final de los man-datos de los distintos presidentes.

Podemos observar tres vertientes de probables funda-mentos que traccionen el próximo ciclo de acumulación y que se manifestaron en diferentes grados en el último tiempo. La primera, la profundización de la relación con

China –y su creciente mercado interno. Aquí hay dos fuerzas en pugna. Por un la-do, el capital extranje-ro que busca instalar-se en Asia, o ya lo hizo en China, co-menzó a deslocalizar-se regionalmente. “China se mantiene como el destino de inversión in-dustrial más atractivo del planeta, el año pasado re-cibió 83.000 millones de dólares en inversión ex-tranjera. Pero un creciente número de multinaciona-les están implementando una estrategia que las empresas y los analistas denominan ‘China más uno’, estableciendo o ex-pandiendo su presencia en Asia fuera de China, particularmente en Viet-nam. Una larga lista de preocupaciones acerca de China alimenta la ten-

dencia: inflación, escasez de energía y de trabajadores, una moneda fuerte, políticas gubernamentales cambiantes y la posibilidad de agi-tación social general algún día. Pero lo más importante de todo, los salarios en China se expanden un 25% al año en muchas indus-trias, en dólares. La estrategia mitiga los riesgos de una excesiva de-pendencia de las fábricas instaladas allí” (NYT 18/06/08).

Por supuesto, China delineó una respuesta para esta tendencia bastante poco habitual en términos de alcance y envergadura. A la vez que enviaba una señal a su atribula-do socio del norte. “El gobierno chino firmó una serie de acuer-dos con las mayores compañías norteamericanas. Los más de treinta acuerdos cubren un amplio espectro de empresas, desde General Mo-tors y Ford a Cisco Systems y Motorola. ‘Esta asociación estimula-rá empleos norteamericanos y contribuirá al crecimiento de nuestro

16 La hegemonía norteamericana en crisis

OCTUBRE DE 2008

país’, afirmó Tom Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU. General Motors exportará 1.000 millones de dólares en automóviles, componentes, maquinaria y equipo a su socio chino, Shangai General Motors, hasta 2010. Ford venderá más de 30.000 vehículos fabricados en EE.UU. y suministrará los compo-nentes de las transmisiones y autopartes a la empresa en la que par-ticipa, Changan Ford Mazda Automobile, en un acuerdo valuado en 800 millones de dólares” (WP 17/06/08). El acuerdo re-presenta, aparentemente, una momentánea subordinación del sector financiero al específicamente industrial a ser mero agente crediticio para operaciones de esta naturale-za. Pero esa circunstancia no cambia los principios fun-damentales que llevaron a la crisis, propios del esquema de división internacional del trabajo acentuado desde la incorporación de China a la OMC en 2001.

La segunda alternativa es una fiel salida del capital glo-bal: la privatización o concesión general de los bienes y servicios de carácter público que quedan en EE.UU. “Es-capando de las inversiones exóticas que explotaron durante la crisis del crédito, Kohlberg Kravis Roberts, Carlyle Group, Goldman Sachs, Morgan Stanley y Credit Suisse, están entre los inversores que amasaron fondos estimados en 250.000 millones de dólares pa-ra financiar una oleada de proyectos de inversión en infraestructura en EE.UU. y el exterior. La estrategia gana terreno en EE.UU., pues los gobiernos federal, estadual y local, previamente reacios a los fondos privados, luchan por paliar crecientes déficits que neutraliza-ron su habilidad de mejorar rutas, puentes y aeropuertos con fondos públicos. Hasta hace poco, el uso de los fondos privados para cons-truir y dirigir proyectos de infraestructura de amplia escala crecía muy lentamente. Tradicionalmente el gobierno federal ocupaba un rol central en la red de transporte. Pero desde los ’90, EE.UU. no tuvo un desarrollo planificado del transporte, las responsabilidades pasa-ron a los estados, las municipalidades y las organizaciones de pla-neamiento urbano. La Sociedad de Ingenieros Civiles de EE.UU. estima que se precisan invertir 1,6 billones de dólares en los próxi-mos 5 años para mantener y expandir la infraestructura” (NYT 27/08). Aquí cobra verdadera dimensión la iniciativa de Warren Buffett, de establecer una empresa exclusivamen-te para brindar financiamiento a gobiernos municipales y

estaduales: se proyecta como una inversión que puede dar buenos retornos.

El último punto remite a lo que se convirtió en el prin-cipal desafío global: la energía. Es probable que llegado cierto punto, el capitalismo deba acometer tareas que la versatilidad del petróleo posterga permanentemente. Es de sumo interés para el capital financiero –tanto de las empresas de la rama energética, como las que se eslabo-nan directamente con ella y las del sector financiero que absorben parte de la renta que ese bien otorga– agotar ese recurso manteniendo una relación de oferta y demanda que sostenga una tendencia ascendente de su precio de mercado. Esto neutraliza cualquier iniciativa al respecto. De hecho, hasta que se alcance una situación crítica y las empresas que lucran con la matriz energética predominan-te actualmente puedan esgrimir como argumento la de-fensa del interés general y así transferir los inmensos cos-tos que supone una conversión a otros tipos de energía a toda la sociedad, es bastante improbable un cambio en ese sentido. Además, no es del todo seguro que dicho cambio se oriente a energías ambientalmente sanas: la presión de las masas será decisiva para conseguir las mejores condi-ciones posibles en un sentido de equilibrio en la relación del hombre con la naturaleza. Por ello es que esta vertien-te en el mediano plazo es bastante improbable.

Mientras tanto, por más que se esfuercen en mostrar al mundo los deseos de aportar soluciones a la crisis, la construcción de las mismas a imagen y semejanza de las razones que llevaron al colapso demuestran que son parte de la coerción y el consenso necesarios para ejercer la dominación. Es para resaltar el descaro de ciertas afirma-ciones. En su discurso ante los medios al anunciar el res-cate millonario, George W. Bush afirmó que no muchos años atrás, las naciones resolvían sus crisis a través de la guerra y hoy lo hacen mediante acuerdos concertados. Sorprendente para un gobierno que finaliza con una per-formance bastante discordante con esa afirmación: EE.UU. estuvo en guerra a lo largo de los 8 años de su mandato.

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OCTUBRE DE 2008

La crisis en América Latina

Crisis, transmisiones y reacciones Por Alejandro Viegas La crisis ha tenido sus canales “automáticos” de trans-

misión: comercio exterior (menos demanda y caída de precios) y flujos de capitales (créditos e inversión extran-jera). Algunos más inmediatos: las caídas de los indicado-res bursátiles han sido históricas también en la región y, observando la curva del último año, las principales bolsas de la región marcan una progresión similar a la de la neo-yorquina, sólo que más acusada en términos de porcenta-jes de valor perdido en los casos de Brasil y Argentina.

Otro impacto inmediato ha sido la presión hacia la de-valuación de las monedas frente al dólar, impulsada por dos movimientos: refugio de los ahorros locales y envío de efectivo al exterior por parte de filiales de las multina-cionales, ávidas de efectivo ante la sequía de crédito. Esa misma escasez se revierte hacia los países de la región como un encarecimiento del crédito, medible a través de una mayor diferencia de tasas entre la deuda pública emi-tida localmente frente a la emitida por EE.UU.

En cuanto al comercio exterior, la muy espectacular al-za de precios de las materias primas que ocurrió durante 2008 se deshizo rápidamente. En algunos casos, para vol-ver a los precios de hace un año (el petróleo, la soja, el maíz); en otros, cayendo más allá (trigo, cobre, algodón, azúcar, café). Esta caída en los precios será acompañada más adelante por una caída en los volúmenes de exporta-ciones, reduciendo los ingresos de divisas y empujando hacia el déficit comercial.

Así que en general, cabe esperar una caída en las expor-taciones, con el consiguiente impacto sobre la actividad, el empleo y sobre el balance de cuenta corriente. La deva-luación modera ese impacto, pero hace más pesado el en-deudamiento en moneda extranjera cuando al mismo tiempo ese endeudamiento se hace más costoso. ¿Cómo responder a esto? Veamos cómo se fue dando respuesta en algunos casos puntuales.

México. Con los ingresos petroleros representando el 40% del presupuesto estatal (10 dólares menos por barril significan 6.000 millones de dólares menos para el país), con el frenazo en la economía –que obtiene casi el 90% de sus exportaciones y recibe miles de millones de dólares que los emigrados mexicanos mandan a sus familias–, el país sentirá agudamente la crisis de EE.UU. Las respues-tas de política económica frente a ello han sido, por un lado, “esperar y ver”. Así, Agustín Carstens, titular de la Secretaría de Hacienda, declaraba que “no hay duda que los eventos que estamos viviendo son históricos; son eventos que se ven una vez cada 100 años”. Al tiempo que aseguraba: “Nosotros estamos esperando y confiamos en que durante los próximos días haya algún tipo de arreglo en el Congreso de Estados Unidos, y esto le regrese algún grado de normalidad a los mercados”. Bajado a decisiones prácticas, el secretario de Comunicaciones y Transportes daba a entender claramente que el Estado debe realizar gasto e inversión en función de los recursos con que cuente: “La crisis financiera en Estados Unidos ha im-pedido al Gobierno mexicano iniciar el proceso de licitación para el aeropuerto en la Riviera Maya y de paquetes carreteros y portuarios importantes” (Reforma 30/09). En el mismo sentido, un economista de Moody's señaló que el presupuesto para 2009 debe prever el precio del petróleo entre 65 y 70 dó-

lares por barril, y que el gasto público debe ajustarse a la baja en un 4% (Reforma 1º/10).

La profundización de la crisis habilitó vo-ces menos ortodoxas. Así, el subsecretario de Hacienda, Alejandro Werner, consideró vá-

“Riesgo país” Promedios mensuales

Argentina Brasil México Venezuela

Abril 232,2 154,3 89,9 216,1

Mayo 276,3 147,3 79,1 242,3

Junio 288,8 146,5 81,6 285,1

Julio 351,5 168,7 99,0 317,3

Agosto 456,7 199,7 122,0 415,0

Septiembre 423,8 189,9 112,0 442,3

Octubre 371,0 168,2 106,5 376,7

Noviembre 397,5 211,8 135,8 471,6

20

07

Diciembre 393,7 213,8 142,3 500,2

Enero 441,2 243,0 168,1 507,7

Febrero 476,2 256,1 170,4 531,3

Marzo 529,7 276,3 170,6 603,3

Abril 551,8 242,7 143,4 610,4

Mayo 548,7 204,2 128,9 624,7

Junio 558,7 194,5 137,5 568,3

20

08

10-Oct 1.358,0 520,0 423,0 1.513,0 Fuente: Centro de Economía Internacional en base a Ministerio de Economía (Arg.) y J.P.Morgan

Dólar en moneda local (promedios mensuales) Mes Argentina Brasil Chile Colombia México Perú Uruguay Venezuela

Oct-07 3,17 1,81 501,17 2.025,48 10,84 3,07 22,68 2.148,89 Dic-07 3,15 1,79 499,64 2.045,13 10,86 3,03 22,13 2.148,92 Feb-08 3,17 1,74 467,55 1.933,41 10,78 2,95 21,31 2.150,60 Abr-08 3,18 1,69 446,96 1.814,48 10,53 2,77 20,29 2.152,05 Jun-08 3,05 1,62 494,04 1.747,10 10,34 2,92 19,85 2.152,14 Jul-08 3,03 1,60 501,04 1.803,13 10,24 2,89 19,69 2.152,19

10-Oct-08 3,22 2,32 638,98 2.316,96 12,24 3,07 21.23 2.147,30

Diferencia frente a

año atrás 2,30% 30,20% 28,30% 14,80% 19,60% 2,30% -1,50% -0,10%

18 Crisis, transmisiones y reacciones

OCTUBRE DE 2008

lido incurrir en déficit: “Cuando hay razones reales, porque es-tamos viviendo cierta emergencia, donde los ingresos son temporal-mente bajos y las necesidades de gasto transitoriamente elevadas, se justificaría”. Aunque también indicaba, respecto de la crisis, que “familias, empresas, instituciones financieras y gobiernos vamos a tener que ser muy prudentes para enfrentarla y para que nuestra economía compense lo más que se pueda la caída, mediante fuentes internas. Que salgamos fortalecidos de este episodio, aprovechando estos momentos para empujar e ir para adelante en los cambios nece-sarios que nuestro país tiene que llevar a cabo” (El Financiero en línea 7/10). Más que complejo es que las fuentes internas compensen la ausencia de demanda de EE.UU. ¿Cuáles podrían ser las fuentes de dicha compensación? Así las señalaba Gustavo Madero (del PAN), presidente de la Cámara de Senadores: “Si logramos aprobar una reforma petro-lera, esto va a compensar de manera importante la desaceleración que tenga la economía de Estados Unidos”. Toda crisis crea oportunidad, en este caso desmantelar definitivamente la presencia estatal de la industria petrolera mexicana, acompañado esto de la más cruda receta pro-cíclica: “Es importante hacer los ajustes con información reciente de las variables económicas del próximo año, estoy hablando del precio del petróleo, recaudación, tasas de interés, inflación, todo esto se tiene que estimar de nuevo y revisar, y muchas de estas variables a la baja. Tiene que estar en los próximos 15 días, esto no va a aguantar más. (…) Cuando un Gobierno gasta por encima de sus ingresos, el déficit pa-sa a ser deuda y lo tenemos que pagar los contribuyentes porque se convierte en impuesto o en inflación” (Reforma 7/10).

Curiosamente, se expresó proclive a un mayor gasto público el economista senior de Moody’s: “El gobierno de México necesita acelerar de inmediato el gasto que se tenía calenda-rizado para el último trimestre del año. Es importante que durante la primera mitad del próximo año se cambie la estructura de gasto; generalmente el gobierno gasta menos en la primera mitad y más en la segunda, pero una medida contingente para ayudar al crecimiento es que se gaste más en la primera mitad”, dijo. Añadió que el gobierno necesita también acelerar el gasto en infraestruc-tura, “el cual se dijo que iba a suceder este año, pero no sucedió con la magnitud que se esperaba” (El Universal 7/10).

Brasil. Un dato permite indicar la velocidad de trans-misión de la crisis. Entre la quiebra de Lehman Brothers, ocurrida el 16 de septiembre, y el día 24, el Banco Central brasileño registró una fuga de 2.680 millones de dólares de inversiones extranjeras en acciones y títulos de deuda, así como en remesas de divisas hechas por multinaciona-les. Esto obligó a la entidad a adoptar medidas que sostu-vieran la liquidez para evitar alarmas: se inyectaron más de 7.000 millones de dólares en el mercado local el 25 del mismo mes (Infolatam 25/9). Acompañando el optimis-mo de Lula frente a la situación, el ministro de economía Guido Mantega señalaba que “el mercado brasileño está bien, está sólido”, aunque “evidentemente falta un poco de crédito en dó-lares” en el sector exportador. “Constatamos que hubo una disminución del crédito por parte de los bancos privados y nosotros, la semana pasada, colocamos más liquidez en el mercado” (Infola-tam 29/9).

Señalemos que esta atención por la liquidez revierte la politica restrictiva que venía sosteniendo el Banco Central,

que apenas unos días antes había vuelto a elevar la tasa de interés básica (tasa Selic) en un 0,75%, ubicándola en el 13,75% anual, en función de combatir las presiones infla-cionarias. La medida había sido calificada por la Federa-ción de Industriales del Estado de Sâo Paulo (FIESP) como “un grave error”, habida cuenta de que no puede combatirse la inflación que se importa a través de los altos precios de las materias primas con subas de tasas. El pre-sidente de la FIESP, Paulo Skaf, declaraba: “De nada sirve hablar de politicas de desarrollo, de pagar la deuda social si, cada vez más, por el desagüe de la deuda interna fluye la factura perversa de los crecientes aumentos de tasas. Y lo peor, sin la menor necesi-dad”. Las quejas apuntan a que la expansión industrial de este año venía superando desempeños anteriores, pero pa-lidece frente al crecimiento de otras economías emergen-tes menos austeras en su política monetaria.

Mientras, el presidente Lula se reunió en Manaos con los presidentes de Venezuela, Ecuador y Bolivia. Allí de-claraba en conferencia de prensa: “Tenemos el mismo pronós-tico: la crisis es muy seria y tan profunda que no sabemos el tamaño. Tal vez sea la mayor en la historia del mundo. (…) Antes nuestros países estaban muy frágiles y cuando Estados Unidos estornudaba a Brasil y a Venezuela les daba un resfriado. Ahora EE.UU. es la que está en crisis, Europa con problemas de crecimiento y nosotros en una situación más tranquila. No significa que no corramos riesgos. Una recesión grave en esos países trae riesgos” (El Financiero 30/9).

Por su parte, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, señalaba un rumbo político posible para enfrentar ya no los efectos de la crisis, sino la razón por la que se nos hace inevitable sufrirla: “Tenemos que desengancharnos totalmente del sistema neoliberal que está acabando con el mundo”, dijo. Y aña-dió que “la mejor estrategia es la ofensiva. Hay que avanzar. Mientras se hunde el neoliberalimso tenemos que avanzar en la inte-gración, y, de manera muy concreta, en el Banco del Sur, así como fortalecer nuestros bancos y nuestros fondos de inversiones y avanzar en convenios de financiación propia. (…) Es importante que cada país revise su situación para superar este crack, que considero será peor que el de 1929 y va a afectar a todo el mundo. Ningún país puede decir que no será afectado mientras esté conectado con el mode-lo financiero mundial” (Portafolio 1/10).

La región está en condiciones bastante mejores que las de los años noventa para hacer frente al temporal. Cabe notar que las propias crisis que puntuaron casi cada año desde el efecto tequila fueron violentas formas de marcar que la reproducción incluso de capitales concentrados lo-cales era inviable en los términos que planteaba el Con-senso de Washington y su política de integración regional (el ALCA). De las crisis a las luchas y a la conformación de fuerzas sociales que pugnaran por alternativas, se reco-ge la actual situación: se es mucho menos dependiente del financiamiento internacional de lo que se fue en el pasa-do, por eso existen mejores situaciónes en lo fiscal, en re-servas de divisas y en los niveles de deuda pública. El dia-gnóstico de Chávez señala que, aún así, la respuesta a la crisis pasa por profundizar el alejamiento de esos noventa y la construcción de una alternativa propia.

Y ahora estalló en el centro 19

OCTUBRE DE 2008

El Partido del Campo

Transversalidad terrateniente y nuevo boicot comercial Por Sebastián Ortiz

Las contradicciones internas de la fuerza terrateniente (o cómo en la política se refleja el tipo de propiedad)

Veíamos el mes pasado cómo el Partido del Campo se disponía a dar la disputa institucional colocando hue-vos en las diferentes canastas opositoras. Esta se con-vertía, poco a poco, en la estrategia terrateniente para el enfrentamiento político contra la alianza social en el go-bierno.

Quien comprendía claramente el camino elegido, po-niendo a disposición toda su lucidez política y su exten-sa experiencia de gestión, era el ex presidente Eduardo Duhalde, con su Movimiento Productivo Argentino (MPA). En el lanzamiento de este espacio en la provin-cia de Misiones, junto al menemista y ex gobernador Ramón Puerta, Duhalde explicaba: “En el campo es donde se encuentra la reserva moral de la sociedad argentina. Fue una torpeza atacar al sector más dinámico, que nos ayudó a salir de la crisis de 2001”. A continuación, al ser consultado acerca de las posibles candidaturas legislativas de los dirigentes de la Federación Agraria Argentina (FAA) Eduardo Buzzi y Alfredo de Ángeli, señalaba: “Creo que ellos, por distintos partidos y eso es lo importante, se irán preparando para llegar al Congreso, que necesita tener legisladores muy vinculados con el sector productivo” (C 30/8).

Y en tal sentido se avanzó un paso desde esta fuerza política. A mediados de septiembre, se realizó una reu-nión en Rosario entre el MPA y productores, dirigentes y empresarios del campo de la provincia de Santa Fe, con motivo de inaugurar la sede en dicho lugar. Los ob-jetivos planteados fueron “una alianza entre la política y la producción” y “organizar la participación del sector en las próximas legislativas”. Duhalde explicaba: “Fue una reunión de organización. Soy un convencido de que los sectores productivos son los que tienen que gobernar el país. Y la partici-pación debe expresarse en las próximas elecciones legislativas (...). Si bien el conflicto con el campo ha sido un campanazo, lo pri-mordial es que no sea como la erupción de un volcán, que al prin-cipio impresiona pero después se apaga lentamente. Para que no se apague, hay que organizarse. Yo voy a apuntalar y apoyar esa or-ganización” (C y P12 14/9).

Sin embargo, Duhalde sabe que el juego incluye la disputa por los espacios electorales, y sobre el final de mes se adelantaba a proponer a Felipe Solá como presi-denciable para el 2011 (recordemos que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner aún no cumplió diez meses de gobierno).

A su vez, por el lado del vicepresidente Cobos, se continúa con el armado político propio, el autodenomi-nado Consenso Federal (Confé), al tiempo que se co-quetea con su regreso a las filas de la UCR.

En lo que al partido Socialista refiere, la conducción nacional decidió intervenir el distrito bonaerense, ante la imposibilidad de disciplinar de otra forma a los “socia-listas k” de dicha región. El hecho era explicado sin ro-deos por el presidente del partido y senador santafesino, Rubén Giustiniani: “El Partido Socialista es opositor” (C 5/9). La decisión se tomaba para preparar el terreno de las internas a realizarse en el mes de noviembre e impe-dir así el triunfo, en el distrito en cuestión, de la línea kirchnerista, lo que se daba por descontado. Esto per-mitiría, además, quitar una piedra del camino de la alianza con la Coalición Cívica y la UCR, situación a la que los socialistas kirchneristas se oponen tajantemente.

Sin embargo, dos días más tarde, el congreso extraor-dinario del PS en el que se iba a votar la intervención mencionada, debía ser suspendido tras una batalla cam-pal entre ambos sectores.

A su vez, el máximo referente partidario, el actual gobernador santafesino Hermes Binner, se reunía hacia fines de mes con Mauricio Macri (Pro), lo que provoca-ba la ira de la referente de la Coalición Cívica, Elisa Ca-rrió, con quien Binner propicia un frente electoral. Lilita señalaba al respecto: “Mauricio Macri es un farsante que uti-liza a Binner para la foto” (C 24/9).

Es que Macri, a su vez, juega también dentro del es-pacio peronista disidente, y se muestra públicamente cercano a Duhalde, Solá y Puerta. Este último explica así la relación: “Mauricio no puede estar ausente de cualquier planteo político para el futuro” (C 17/9).

Y también dentro del peronismo, pero como des-prendimiento reciente del kirchnerismo, el gobernador chubutense Mario Das Neves, quien en el conflicto re-ciente por las retenciones a la renta agraria se enfrentó a la política oficialista, comenzó a criticar la política eco-nómica del gobierno y a mostrar públicamente sus aspi-raciones presidenciales.

La descomposición, como vemos, es generalizada. Y los pedidos de la oligarquía terrateniente de unidad y de plan único crecen día a día. A este respecto, un editorial del órgano terrateniente La Nación –al que nos dedica-remos en extenso– titulado Un país sin oposición, es terminante: “La sociedad cuenta con una oposición al Gobierno. Pero todavía no dispone de una alternativa al Gobierno. Quienes encabezan la administración suelen ser enfrentados por un sector crítico que trata de impedir las acciones oficiales que entiende in-convenientes. Pero para que en esa corriente se reconozca la capa-cidad de encabezar un buen gobierno, debería aparecer algo más que un eficaz movimiento de obstrucción.

“Haría falta que esa fuerza o partido elabore un programa que no se agote en la mera negación de las iniciativas del oficialismo. Se necesitaría también un nivel mínimo de organización y calidad profesional en su dirigencia. Debería, además, alcanzar un desa-rrollo territorial aceptable, que la habilite para representar las dis-

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tintas modulaciones regionales que conviven en la Nación. En de-finitiva: para que la oposición se convierta en alternativa debería demostrar que, además de contradecir al oficialismo, está en condi-ciones de conducir una administración, de gestionar”.

El pedido es claro. Pero dicho programa, ante la in-capacidad de la dirigencia opositora, deberá ser presen-tado, cada vez en forma más expuesta, por las corpora-ciones terratenientes y los medios de comunicación, desnudando en su solo acto los intereses económicos existentes y su cáscara ideológica, lo que no deja de ser un peligro para esta fuerza como lo demuestran los ca-sos venezolano y boliviano.

Continúa el editorial: “Las evidencias de que la sociedad argentina carece de un instrumento semejante son infinitas. El lu-gar en el que estaba instalada la UCR como partido de alcance nacional fue ocupado por un mosaico de fuerzas políticas atomi-zadas que arraigaron en los distintos distritos en los que, en gene-ral, aquella sigla tradicional prevalecía. El Partido Nuevo de Luís Juez, en Córdoba; el socialismo de Hermes Binner, en Santa Fe; el Pro de Mauricio Macri o la Coalición Cívica de Elisa Ca-rrió, en la Capital Federal, se alimentan desde el punto de vista electoral de la tradicional base social del radicalismo. Pero carecen de una organización nacional y de un ritual institucional que les otorgue la consistencia que se espera de un partido político, con to-do lo que esto implica.

“Esta carencia es hoy tan notoria que no existe fuerza alguna, salvo el peronismo, capaz de poner a disposición de la ciudadanía, para el caso de que las elecciones se realizaran un mismo día, las candidaturas de presidente y vicepresidente, gobernador de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, jefe de gobierno porteño y una veinte-na de diputaciones.

“(...) Las fuerzas de oposición parecen reducirse hoy en el país a movimientos más o menos espontáneos de adhesión a un líder de opinión. Su escaso grado de organicidad acaso se deba a esa mis-ma naturaleza: las figuras estelares en torno de las cuales se agru-pan los adherentes tienden a postergar cualquier proceso de institu-cionalización que, de manera inevitable, limitaría cualquier arbitrariedad del poder.

“No debería llamar la atención que en los últimos años todos los esfuerzos de síntesis que se verificaron en el campo opositor hayan encontrado su límite más severo en el personalismo narcisis-ta de los caudillos de cada fracción.

“(...) La alternativa al oficialismo no surge del espacio opositor sino de la segmentación del único actor organizado, es decir, del desprendimiento de un fragmento del mismo bloque gobernante. Como es lógico, ese desprendimiento no se produce sin que una se-vera crisis, casi siempre económica, le sirva de estímulo. Al lector no le costará identificar en esta dinámica la historia reciente del peronismo. Tampoco le será difícil advertir en la actualidad los presagios de que esa historia podría repetirse.

“(...) La fragilidad de nuestro sistema de partidos es una de las principales causas de nuestra decadencia. Y el escaso compromiso de quienes eso advierten por involucrarse en alguna acción para remediarlo es la mejor garantía para que esa decadencia se pro-fundice” (LN 13/9).

Como vemos, el diario de los Mitre encuentra incapa-ces a las distintas fuerzas opositoras, y se adelante un paso en el juego. Anuncia que es el peronismo la única

fuerza política capaz de derrumbar a este gobierno, con la ayuda de una crisis económica, y de reemplazarlo en la gobernabilidad. No quiere decir que necesariamente sea un peronista quien deba quedar al frente del Ejecu-tivo, sino que no se puede realizar el recambio sin el apoyo del peronismo disidente, fundamentalmente del caudillo bonaerense Eduardo Duhalde.

Al día siguiente, esta misma tribuna de doctrina publica un suplemento especial dedicado al tema titulado Juicio a la oposición en el que consigna lo siguiente: “Los 20 puntos que durante el conflicto con el campo se le escurrieron de las manos al oficialismo en las mediciones de imagen pasaron delante de la oposición sin que ninguna fuerza o dirigente de sus filas los pudiera arañar para transformarse en la alternativa natural para un eventual cambio de gobierno en 2011”. A continuación, se enumeran las dificultades: 1. Fragmentación y partidos débi-les; 2. Falta de liderazgo; 3. Dudas sobre la capacidad de gobier-no; 4. Juntos no amontonados. Y luego de la descripción de cada uno de estos ítems, se concluye: “Como los fumadores para quienes es más sencillo reconocer los perjuicios del cigarrillo antes que abandonarlo, los dirigentes de la oposición muestran precisión al identificar las causas de sus desventuras pero impoten-cia en el momento de sortear los obstáculos que los llevan a trope-zar con piedras conocidas. Siempre, se sabe, es más fácil ver la pa-ja en el ojo ajeno. A su vez, las críticas hacia sus vecinos tienen un límite: nunca se sabe con quién se deberá convivir mañana. Al menos, como proclaman las terapias populares, la primera condi-ción para resolver el problema es reconocerlo” (LN 14/9).

El analista político de Clarín Julio Blank también da cuenta del problema, en una extensa nota dedicada a es-ta cuestión. Luego de contarle extensamente las costillas al gobierno por sus disputas internas, el periodista seña-la: “Cuenta el oficialismo, eso sí, con una ventaja inestimable. Mientras, como Penélope, teje de día y desteje cada noche su pro-pia fortuna, la oposición ejercita el deporte de mirarse al ombligo. Archivada la causa del campo, que todos hicieron suya sin pudo-res, las porciones opositoras no encuentran ahora una razón con-sistente en la que anclar su intención alternativa. Con el próximo tratamiento del Presupuesto y la prórroga del impuesto al cheque, en el Congreso hubo un atisbo de regeneración del escenario de las retenciones. Esto es, el peronismo desobediente sumándose a radi-cales, macristas, socialistas y seguidores de Elisa Carrió. (...) Pero todos le prestan más atención a su juego chico. Mal que le pese, Carrió se parece al kirchnerismo, anunciando ahora sus candida-tos para el año que viene. Cerca de Macri dicen que 'más que nunca seguimos metidos en un bache', porque apuestan todo a que la gestión porteña funcione y los proyecte al 2011. Y los radicales están viendo cómo hacer para que su vieja maquinaria pueda aco-plarse a la locomotora de votos que promete ser el vicepresidente Julio Cobos, si logra el milagro de conservar por mucho tiempo su actual estado de gracia. El Gobierno, por ahora, agradecido.” (C 19/9).

La coincidencia en el diagnóstico entre ambos matu-tinos es absoluta. Y la situación obliga, por lo tanto, a la dirigencia rural a avanzar en su protagonismo político.

Ante la dispersión opositora, el diario La Nación ex-plicaba de la siguiente forma la conducta terrateniente:

Y ahora estalló en el centro 21

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“En principio, la estrategia del campo podría consistir en la pos-tulación de dirigentes de segundas líneas, que se hicieron conocidos durante el conflicto, pero que expondrían menos al sector frente a eventuales resultados adversos, en las listas de distintos partidos. La ilusión de la dirigencia es que, una vez en el Congreso, los ru-ralistas electos puedan trabajar transversalmente, tal como sucede en otros países productores de alimentos. En el pelotón de segun-das líneas con aspiraciones, el vicepresidente de Federación Agra-ria, el chaqueño Pablo Orsolini, sorprendió al dejar abierta la puerta para una eventual candidatura. 'Yo estoy afiliado al Par-tido Socialista y no lo descarto, como otra gente podría presentarse por otros partidos', dijo el dirigente días atrás” (LN 2/9).

Sin embargo, uno de los elementos fundamentales para el sector agrario consiste en lograr mantener laten-tes sus fuertes contradicciones, mostrándose pública-mente como “el campo”. Pero a veces, las diferencias se dejan ver en la superficie. Y las mismas aparecen, ob-viamente, por el tamaño de la propiedad. Tras la dero-gación de la 125 que segmentaba el pago de retenciones, las mismas quedaron con un único monto por igual pa-ra todas las exportaciones, quitándoles la posibilidad a los pequeños y medianos productores de recibir com-pensaciones para diferenciarse de los grandes terrate-nientes. El tema era traído a la palestra política por la el titular de la UCR, Oscar Aguar: “La situación del campo se ha complicado por la sequía y la caída de los precios, y esto ha agravado aún más el problema de los pequeños y medianos pro-ductores”. Se sumaban el peronista disidente Jorge Sarg-hini: “Estoy absolutamente de acuerdo con que hay que dar un tratamiento diferencial a los pequeños y medianos productores” y el dirigente de la Coalición Cívica, Adrián Pérez: “Hay que segmentar las retenciones a productores chicos. Pero el tope constitucional de 35% no se puede soslayar” (C 11/9). La dife-rencia marcada por Pérez no debe subestimarse, ya que es la postura sostenida por la conducción de la fuerza terrateniente, la Sociedad Rural Argentina (SRA). Su hasta entonces titular (durante este mes le cedería el cargo a Hugo Biolcati) Luciano Miguens, señalaba: “Es-tamos de acuerdo en que el productor más chico es el primero al que se debe asistir. Pero no a efectos de sacarle esa diferencia al productor más grande, sino al Estado, que se lleva el 35% de la producción sin incurrir en gastos” (C 13/9).

Mientras esto no estalle, la unidad queda garantizada bajo los argumentos de la SRA. El propio presidente re-electo de la FAA (productores medios y pequeños), Eduardo Buzzi, aceptaba los términos: “Es cierto que la cotización de U$S 400 por tonelada de soja no es tan mala. Y se verifica un reacomodamiento de precios que tienden a la normali-dad. El problema no está afuera sino adentro por las retenciones del 35%” (C 15/9).

Y así, la fuerza terrateniente se aprestaba para un nue-vo combate. El propio Buzzi, comandante de la infante-ría rural, se encargaba de dar el grito de guerra: “Hay que pintarse la cara y volver a la ruta” (C 14/9).

Julio Cobos, cabeza de la transversalidad terrateniente

Pero el terreno había comenzado a prepararse antes. Conciente del desgaste sufrido tras el desabastecimiento producido a la población durante 128 días en la etapa anterior, el dirigente de la SRA, Hugo Biolcati, ya a co-mienzos de mes expresaba: “Hay mucho malestar y ganas de hacer algo en la gente (...). Si queremos hacer algo con el apoyo popular, necesitamos que la gente entienda que nada cambió”. La necesidad de construir consenso era explícita. Y para ello, se eligió desarrollar la disputa en primer lugar en el terreno que tan buenos frutos les trajo con el voto no positivo de Cobos: el Parlamento. Restaba hacer fuego con precisión sobre un mismo blanco. Y el mismo pasó a ser la capacidad de concentrar recursos del gobierno y distribuirlos sin discutirlo con los diferentes intereses en juego. Así lo explicaba el carismático Mario Llambías, presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), al señalar que esa entidad trabajaría en el Con-greso sobre las ley de Presupuesto 2009: “A nuestro juicio, debe incluir la eliminación de superpoderes y recuperar lo que cons-titucionalmente se asigna al fondo de coparticipación primario fe-deral, es decir, volver al 34 por ciento de coparticipación” (LN 7/9).

El momento elegido para realizar dicha intervención fue el de la presentación del proyecto de presupuesto 2009 por parte del oficialismo en el Parlamento. Y en-seguida se sumaron las fuerzas políticas opositoras, mostrando velocidad de reacción pero dependencia, como venimos viendo, de que el plan lo arme el Partido del Campo. Aguad, por la UCR, señaló: “Todos los bloques de la oposición tenemos proyectos similares para derogar los super-poderes; no se puede volver a repetir la farsa de votar el presupues-to anual, cuando se sabe que el Ejecutivo tiene facultades para modificar las partidas”. Y rápido de reflejos, el dirigente radical trata de juntar los votos necesarios: “Felipe Solá apoyaría derogar los superpoderes y con él, se vienen otros veinte votos; y es casi seguro que se sumen los diputados que responden a Julio Cobos”. Y también se sumaban Pinedo (Pro): “El presupuesto implica discutir sobre federalismo, sobre redistribución del ingreso, impuestos; hay que sacar su discusión más allá del Congreso (...). Es posible que se dé un escenario similar a la 125”; Pérez (CC): “La discusión de los superpoderes debe invo-lucrar a toda la sociedad”; y la propia Mesa de Enlace: “En-tendemos que los superpoderes tienen que desaparecer, que no co-rresponden que sigan. Para algo existe el Congreso y las leyes impositivas tienen que salir de allí. No estamos en una situación de emergencia económica como para que se le transfiera ese poder al Ejecutivo” (C 15/9).

El escenario quedaba planteado. Pero veamos cómo analizaba la situación el órgano político terrateniente: “El campo ya se fijó la próxima meta legislativa: la derogación de los superpoderes, el artículo de la ley de presupuesto que habilita al jefe de Gabinete a reasignar partidas sin autorización del Con-greso. En ese intento, la Comisión de Enlace ya tiene el visto bue-no del vicepresidente Julio Cobos y del grupo de legisladores que le responden. Los dirigentes agropecuarios entusiasmaron la semana pasada a los principales bloques de la oposición (la Coalición Cí-

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vica, la UCR, el Pro y los socialistas) y hoy se reunirán con Jorge Sarghini y otros peronistas disidentes, y con los kirchneristas críti-cos liderados por Felipe Solá (...). En las cuatro entidades del ru-ralismo entienden que en el presupuesto, que el Poder ejecutivo en-vió ayer al Congreso, y en particular en la cláusula de los superpoderes, está la raíz de muchos de los problemas del sector. Para los dirigentes del campo, buena parte de los inconvenientes de los productores y las localidades del interior se deben a los sucesi-vos aumentos en las retenciones, a la subestimación de las metas de recaudación (que en los últimos años dejó recursos excedentes a libre disposición del gobierno federal) y a la discreción que la ad-ministración Kirchner tiene para redireccionar recursos sin consul-tar al Parlamento”. El ataque es explícito: hay que lograr frenar el mecanismo por el cual el Ejecutivo concentra gran parte de los recursos y los redistribuye a discreción, obligando a que dicha decisión quede en el Congreso, que tantas alegrías le trajo a la fuerza terrateniente en los últimos meses. Y a continuación, la nota pasa a poner estos argumentos en las voces de los principales dirigen-tes rurales: “'En la reunión que tuvimos la semana pasada, el bloque oficialista defendió los superpoderes diciendo que se usan solamente para partidas que son de primera necesidad. Pero va-mos a insistir en que se terminen y en que las medidas tributarias, como las retenciones, se definan en el Congreso', afirmó el presi-dente de la Sociedad Rural, Luciano Miguens (...). Su par de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, afirmó: 'Tenemos que acos-tumbrarnos a ir a discutir la ley de presupuesto, ahí está la clave de cuánto ponemos y cuánto recibimos'. 'Vamos a analizar el pre-supuesto para saber qué partidas hay para el campo; queremos que este año se terminen los superpoderes', dijo Javier Jayo Ordo-qui, secretario de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA)”. Y de paso, se advertía sobre la inminencia de una nueva avanzada rural, cerrando el artículo de análisis en cues-tión: “'La gente está pidiendo acción, y no descarto que haya un nuevo plan gremial', advirtió Buzzi” (LN 16/9).

Rápidamente, las voces políticas se sumaron al plan terrateniente en la crítica al proyecto presentado por el Ejecutivo: “Se cristaliza el modelo de concentración de la rique-za” (Raimundi, Solidaridad e Igualdad); “Este presupuesto es un dibujo” (Pinedo, Pro); “El proyecto demuestra que Kirchner todavía maneja la economía y Moreno sigue como carica-turista del Indec” (Giubergia, UCR); “Es preocupante que el ministro de Economía haya mostrado desinterés por el impacto de la crisis financiera internacional” (Pérez, CC); “El proyecto se convierte en un verdadero decorado si no se explica cómo se usarán los 15 mil millones de excedente que habrá en 2009 y que totali-zarán 100 mil millones de uso discrecional en toda la gestión kirchnerista” (Lozano, CTA); “Es alarmante la falta de un plan energético” (Albrisi, PJ San Luís); “Si no se derogan los superpoderes no tiene sentido debatir sobre partidas que el Go-bierno cambia como quiere” (Sarghini, lavagnismo) (C 18/9).

Con ese consenso alcanzado al menos entre la diri-gencia política opositora, los representantes terratenien-tes se reunieron con el vicepresidente Julio Cobos. Allí, Biolcati (SRA) planteó lo siguiente: “Queremos que se in-cluya en la ley de Presupuesto un artículo limitando la capacidad de modificación de partidas que tiene el Jefe de Gabinete”. Por su parte, Llambías agregó que “sabemos que los superpoderes

perjudican a toda la sociedad y también a nuestro sector. La reso-lución 125, las restricciones a las exportaciones, las normas que sacan organismos de tercer nivel, todo es consecuencia de estos su-perpoderes” (C 18/9).

La misma noticia era analizada por el diario La Na-ción, concluyendo que “La alianza entre el campo y el Con-greso continúa en pie” (LN 18/9). Como vemos, se intenta mostrar ante la población el consenso alcanzado entre las distintas fuerzas políticas, conducidas por el Partido del Campo, lo que se expresa fundamentalmente en el Congreso, cuya figura máxima es, en tanto que presi-dente del senado, el vicepresidente Julio Cobos. A su vez, se logra mostrar así cada vez más a un gobierno ais-lado, al cual el Congreso no le responde, a pesar de con-tar con mayoría parlamentaria.

Y precisamente Cobos, dos días más tarde, se reunía con el gobernador santafesino Binner (PS), y tras el en-cuentro señalaba que “la relación con la presidenta está en un punto muerto”, al tiempo que coqueteaba abiertamente con el gobernador opositor: “Binner ha sabido construir una alianza muy positiva con hombres de otros partidos y esto es lo que la gente está pidiendo, que nos pongamos de acuerdo, que ge-neremos consensos y que pergeñemos políticas a largo plazo” (LN 20/9).

Como vemos, Cobos ha sabido afirmarse como uno de los referentes políticos del Partido del Campo, lle-vando sus reclamos a las más altas esferas políticas, al tiempo que lograba captar lo que los editoriales de La Nación y Clarín le solicitaban a la dirigencia opositora, presentándolo a manera de “lo que la gente pide”.

Al día siguiente, el diario La Nación nos presenta un ejemplo maravilloso de construcción de la información, tanto en el aspecto de la forma como del contenido. Si había que mostrar la coincidencia absoluta entre “el campo” y Cobos, no había forma más sutil y a la vez explícita de lograrlo. En la página 14 (izquierda del dia-rio al abrirlo de par en par) se presenta un extenso re-portaje al vicepresidente, cuyo título lo cita directamen-te: “Hay que resignar los superpoderes”. En la página siguiente, la 15 (derecha del diario si lo tiene abierto de par en par, quedando así al lado del reportaje señalado a Cobos), la nota refiere al congreso realizado por CRA en Tucumán y contiene declaraciones de los dirigentes rurales. El título de la nota es “Dura crítica de las entidades del campo contra el Gobierno”, y el copete consigna “Llambías atacó los superpoderes y advirtió sobre una 'venganza' de los Kirchner”.

Volvamos a la página 14. La nota comienza señalando: “Dos meses después de que su voto en el Senado terminara con las retenciones móviles al campo que pretendía aplicar el Gobierno, el vicepresidente Julio Cobos parece tener un nuevo objetivo: los su-perpoderes”.

Vayamos ahora al primer párrafo de la nota en la pá-gina 15. “Después de conseguir la derogación de la resolución 125, que instauraba las retenciones móviles a la exportación de granos, las entidades agropecuarias se impusieron un nuevo objeti-vo de lucha: derogar los superpoderes del Ejecutivo para limitar la

Y ahora estalló en el centro 23

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discrecionalidad con la que, según los dirigentes, asigna los fondos nacionales”.

La coincidencia es brutal. Volvamos a la página 14. Segundo párrafo. Comienza

con una cita de Cobos, ya dentro del reportaje: “'La Pre-sidenta tiene que resignar poderes delegados y dar el ejemplo a las provincias; es la señal que espera la sociedad', pidió el vicepresi-dente”.

Nuevamente pasemos a la página 15. Segundo párra-fo. Comienza con una cita, esta vez el reporteado es Llambías, presidente de CRA: “'Se está debatiendo el presu-puesto 2009 y eso merece nuestra atención, pero hay algo más im-portante. No tiene sentido hablar de un presupuesto si todavía los que nos gobiernan tienen la facultad de reasignar partidas de acuerdo con sus humores', dijo el presidente de CRA, Mario Llambías” (LN 21/9).

La construcción roza la perfección. El único riesgo, es que entre página y página el lector unte una tostada o tome un sorbo de café con leche, y en la distracción crea que la segunda nota ya fue leía, como en un déjâ vu.

El juego es sutil, pero inocultable. Y Cobos se presen-ta, cada vez más, como el dirigente político capaz de conducir un gobierno de transición, en caso de que la fuerza terrateniente logre volver a sublevar a las capas medias urbanas y rurales y desplazar del gobierno a Cristina Fernández de Kirchner antes de que finalice su mandato (que, insistimos, comenzó hace menos de diez meses), tal como lo auguró la pitonisa Elisa Carrió: “Si no cambia, no llega a diciembre”, había dicho a fines de agosto (véase Análisis... Nº 99).

A no quedar pegada a este proceso de desestabiliza-ción y posible gobierno de transición es a lo que apues-ta, precisamente, la líder de la Coalición Cívica: “Estoy azorada por los intereses personales. Veo cierta exasperación. Nunca imaginé tanta irresponsabilidad de la clase política. La si-tuación del país es lo suficientemente grave como para aventuras irresponsables (...). Hay que estar muy serenos y estratégicamente alejados de cualquier aventura gubernamental u opositora (...). Somos una fuerza de retaguardia, no conspirativa. Cuando hay mucha confusión, el pueblo se puede confundir. Pero queremos de-cirles que la Coalición va a estar al margen de todos estos procesos para la foto. Nos preparamos para gobernar cuando todo pase” (C 24/9). Una táctica distinta pero que también da cuenta de haber tomado nota del pedido de los órganos políticos La Nación y Clarín respecto a la crisis de la oposición.

Cobos, en cambio, se muestra como el hombre con la capacidad necesaria para alcanzar el consenso opositor requerido. Por ello, en la semana en que la Presidenta debió viajar a los Estados Unidos, al quedar a cargo de la presidencia, no perdió el tiempo y realizó reuniones públicas con Mauricio Macri (Pro) y con Eduardo Buzzi (FAA). Este último explicaba: “La Presidenta debería mirar el ejemplo que está dando alguien que en la campaña habla de concertación y de consenso, y estando en el gobierno sigue hablando de concertación y consenso. Entonces no debería hablarse de cons-piración”. Y hasta Eduardo Duhalde salía a justificar la actitud del Cobos: “Se lo ha agraviado en forma salvaje. Eso

genera, imagino, en el ánimo del presidente (sic) una idea de que ya está afuera” (P12 24/9).

Y también el órgano terrateniente utilizaba su editorial para defender al vicepresidente: “Si hay algo que precisamos los argentinos frente a las dificultades políticas, sociales y económi-cas presentes es diálogo y búsqueda de consensos permanentes. Por eso no puede dejar de llamar la atención y preocupar que desde al-gunos sectores políticos se haya cuestionado y hasta tildado como conspirativa la visita que le realizaron el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y la vicejefa, Gabriela Michetti, al vicepresidente de la Nación, Julio Cobos, en su despacho del Senado”. Así se presentaba el estilo “dialoguista” de Cobos, frente a la actitud “confrontativa” de los Kirchner. Y concluía el editorial: “Ojala, pues, que el país nunca tenga que volver a afrontar la reiteración de las alternativas que a principios del siglo actual lo conmovieron hasta sus raíces más profundas. Porque, si por desgracia esa conmoción se reiterase, probablemente sería muy tarde para que el actual gobierno efectúe una convocatoria a un diálogo que debería ser, por siempre, parte de nuestra rutina” (LN 25/9). La amenaza en cuanto a una posible deses-tabilización y la incapacidad de los Kirchner de campear un temporal de ese tipo aparece implícita en las palabras citadas.

Sexto boicot agropecuario: unidad en la acción terrateniente como ejemplo para la oposición política

Mientras tanto, la dirigencia rural organizaba un nuevo boicot comercial agropecuario, el sexto en dos años, y el tercero en los menos de diez meses que lleva Cristina Fernández de Kirchner a cargo del Ejecutivo.

Los preparativos comenzaban a mediados de mes, en asambleas rurales, repitiendo la modalidad utilizada en marzo de este año. En Córdoba, el presidente de Cartez (regional cordobesa de CRA), Délfor Maldonado, agita-ba desde el escenario: “La misma movilización que hicimos en contra de la resolución 125 tenemos que realizarla para que los superpoderes queden sin efecto”. Y en el mismo sentido, Néstor Roulet, vice de CRA, amenazaba: “Les vamos aponer una crucecita y dentro de un año (en las elecciones legislati-vas) los vamos a castigar por traidores a la patria”, en referen-cia a los legisladores que aprueben el proyecto de Pre-supuesto del Ejecutivo.

Al mismo tiempo, en Corrientes, el vice de la SRA, Biolcati, insistía: “No se puede jugar con el federalismo. La vie-ja coparticipación, el federalismo disfuncional y los superpoderes siguen vigentes. Hay que terminar con todo eso” (LN 22/9). La inversión de los términos aquí es directa. El proyecto federal del siglo XIX se basaba, precisamente, en la cen-tralización de los recursos y en su reparto desigual favo-reciendo a las regiones más pobres, para quitarle el po-der a la provincia portuaria, Buenos Aires. Ahora, la SRA, por entonces unitaria, se presenta como abande-rada federal, planteando que los recursos sean descen-tralizados y los maneje la provincia que los produce. Es decir, que la distribución sea desigual, pero en el sentido inverso al plan federal, quedándose con más quien más poder tiene.

24 Transversalidad terrateniente y nuevo boicot comercial

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El mismo día también, en Entre Ríos, volvía a los es-cenarios Alfredo De Ángeli: “Pueden salir posiciones muy duras, muy duras. Si la Presidenta quiere que cortemos rutas, lo vamos a hacer y el pueblo se va a enterar por qué” (C 22/9).

Unos días más tarde, el clima ya permitía a la FAA convocar a un nuevo boicot. Buzzi explicaba: “El Go-bierno nos tiene en el freezer desde que cayó la resolución 125. Y acá nos vamos a quedar. Parece que con este gobierno la única forma de volver a las rutas es con los escenarios en las asambleas, así que vamos a tener que volver a protestar”. Y el mismo día, pero desde el edificio central de la SRA, su flamante presidente Hugo Biolcati opinaba: “Estamos convencidos de que el Gobierno nos colocó en el freezer después de la derrota que le infligimos en donde más le duele, en la calle y en el Parlamento. Está claro que el Gobierno considera que la única forma de recu-perar el poder es doblegarnos. Hay muchas maneras de iniciar una protesta, pero hay gente que quiere ir directamente a las ru-tas, incluso en la Sociedad Rural” (LN 26/9). Se nota que el gélido latiguillo ha sido usado en reiteradas oportunida-des en las reuniones terratenientes, hasta gravarse en la memoria de los dirigentes que lo repetían como argu-mento.

Por su parte, también desde Buenos Aires, la Carbap se declaraba en “estado de alerta y movilización” (C 26/9).

Debemos destacar un dato más, por sus implicancias políticas: junto a Buzzi, en el escenario del acto en el que la FAA anunciaba el nuevo boicot, en Rosario, se encontraban el gobernador Binner, el intendente rosari-no Lifschitz, ambos del PS, y el secretario general de los Peones Rurales y líder de las 62 Organizaciones Pero-

nistas, Jerónimo “Momo” Venegas. Nuevamente, igual que en el conflicto abierto entre marzo y julio pasados, este sector del movimiento obrero se dispone a jugar del lado de sus históricos enemigos terratenientes.

Comenzaban entonces los preparativos para generar el consenso social necesario. Y eso implica, sobre todo, no disgustar a las capas medias urbanas, tan susceptibles a que se altere su ritmo habitual de consumo material y espiritual por cosas tan mundanas como el enfrenta-miento entre fuerzas sociales por proyectos de país con-trapuestos. De Ángeli señalaba, a propósito, que el corte de rutas “es una metodología que no va más” (C 26/9). Y el presidente de CRA, Llambías, explicaba: “Hay un margen para que nos peguen por insaciables, por eso hay que hacer una campaña de difusión muy clara” (LN 28/9).

El desarrollo táctico en cuestión lo veremos recién con el transcurrir del próximo mes. Por lo pronto sep-tiembre concluía con el comienzo del boicot de un “campo unido”, como ejemplo de lo que la fuerza terra-teniente necesita en el aparato de administración política del Estado. Desde la corporación terrateniente conduc-tora de la fuerza social en cuestión, la SRA, su presiden-te, Hugo Biolcati, lo hacía explícito: “Queremos que el ejemplo de la unidad del campo sea seguido, por ejemplo, por los partidos políticos, que no esperen a 2011 para lograr una buena base de sustentación” (LN 1/10).

Pasemos ahora a analizar la situación en que se halla la alianza social en el gobierno, conducida por la Unión Industrial Argentina.

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Alianza social en el gobierno

La muerte y la brújula: el proyecto industrial en busca de un destino Por Diego Tavormina, Claudio Adrianzén Bei y José María Dunn

Pedir A mediados de mes, el Centro de Estudios de la

Unión Industrial Argentina (UIA) elaboró un documen-to donde concluía: “La política macroeconómica está mostran-do algunos signos de descoordinación, que están afectando la estra-tegia de desarrollo industrial sustentable y que se manifiesta en un conjunto de síntomas como aceleración de la inflación, apreciación real y nominal del tipo de cambio, suba en las tasas de interés, merma en la tasa de crecimiento de la actividad y presiones sobre los superávits fiscal y comercial”. Para el sector estas penurias se expresan en la “fuerte suba de costos, que se traduce en apre-ciación real del tipo de cambio, y expectativas e incertidumbre, que desalientan la inversión” (LN 16/9).

De esta manera, los industriales, principales sostene-dores de la política económica oficial, salían a ponerla en cuestión públicamente. A la vez, el documento del Centro de Estudios reclamaba firmemente una serie de medidas favorables al sector industrial más concentra-do: protección frente a la importación de bienes que se producen localmente; “fondos especiales” para el Banco de Inversión y comercio Exterior (BICE) dedicados a la industria; variación salarial atada al aumento de la pro-ductividad y en paritarias bianuales. En síntesis: protec-ción frente a las importaciones, líneas de financiamiento barato y subordinación del salario.

La misma línea crítica fue trazada en el marco de la ce-lebración del Día de la Industria por el presidente de la UIA, Juan Carlos Lascurain, quien señaló que la indus-tria se haya afectada por “la suba de la tasa de interés, mer-ma de la tasa de crecimiento en algunos sectores, inflación y apre-ciación del tipo de cambio real y nominal. Es de suma importancia proteger a la industria tal como vienen haciendo los países desarrollados” (C 19/9).

Ya a principios de mes, desde uno de sus editoriales el diario Clarín reclamaba: “El Estado tiene, además de las ini-ciativas anunciadas, otras posibilidades de contribuir al despliegue interno y externo de la industria, y puede financiar el costo de las políticas con los ingresos fiscales que genera la actividad beneficia-da. Pero el sector privado tiene también la responsabilidad de au-mentar sus esfuerzos en la inversión y en la tecnificación para re-ducir su dependencia del nivel de tipo de cambio y avanzar hacia formas más consistentes y sustentables de competitividad” (C 3/9).

A las claras Clarín planteaba la posición de los capita-les más concentrados vinculados a la industria, exigien-do más recursos del Estado para poder sostenerse y, a su vez, sancionando a los capitales incapaces de alcanzar la consistencia y la sustentabilidad.

En los momentos más duros de la protesta agropecua-ria, la UIA se había llamado a silencio. Peor aun, se había negado a firmar un acuerdo general, impulsado por el Gobierno como Pacto del Bicentenario, con el mo-

vimiento obrero organizado y otros grupos sociales, poniendo como condición la presencia de las entidades agropecuarias. Con la caída de la resolución 125 en el Senado y la precipitación de la crisis financiera mundial, los industriales se han vuelto extremadamente pedigüe-ños: requieren un modelo a su medida pero que no avance sobre la renta diferencial y extraordinaria del sector agropecuario. Lo que les queda es aplastar el sala-rio y que el Estado ajuste el gasto público orientado a la seguridad social. Esta opción hace temblar de punta a punta a la alianza social que se expresa políticamente en el kirchnerismo.

La de cal: medidas para la industria El escenario no podía ser más propicio. El día de la

Industria en la Casa Rosada frente a un centenar de in-dustriales, la Presidenta anunció la implementación de medidas de protección contra los productos importados (antidumping, arancelarias), que benefician fundamen-talmente a las ramas textil, metalmecánica y química. También comunicó la firma de un acuerdo de coopera-ción entre el potente Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social de Brasil (BNDES) y los argentinos Banco Nación y Banco de Inversión y Comercio Exte-rior. En términos contantes y sonantes, el país vecino se comprometía a prestar 200 millones de dólares a las compañías brasileñas que compren productos a empre-sas argentinas.

Pocos días después, Cristina Fernández de Kirchner viajaba a Brasil realizando su primera visita con la inves-tidura presidencial. Junto a Lula anunció otros acuerdos claramente orientados a profundizar la relación política y económica entre ambos países, tales como el proyecto de construcción conjunta de una represa hidroeléctrica binacional y, sin duda la medida más significativa, el abandono del dólar en el comercio entre Argentina y Brasil. La decisión política de utilizar pesos y reales en el intercambio bilateral es una expresión de la búsqueda, por parte de las golpeadas burguesías de Sudamérica, de una salida regional a la avanzada de los capitales de EE.UU.

Desde su línea editorial, Clarín ponderó los acuerdos con Brasil y propuso un mayor acercamiento al Merco-sur: “La Argentina debería poder aprovechar los incentivos que ofrece este socio mayor, no solamente en términos de complementa-ción económica sino también en este caso, como factor propulsor de una visión integral del desarrollo, y del lugar que pueden tener la región y el Mercosur en el mundo” (C 13/9).

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La de arena: los pies en el plato Frente a las repetidas presiones de los industriales

orientadas a aumentar la devaluación del peso, Cristina Kirchner, en la misma sede de la UIA, replicó: “Un tipo de cambio muy alto es inconsistente en el marco de una verdadera lucha contra la inflación. Es necesario sentarnos a discutir en serio con empresarios y trabajadores para abordar este tema de manera consistente”.

Haciendo mención a la explosión de la crisis en el co-razón financiero del mundo, Cristina Kirchner no dudó en advertirles a los industriales, en términos poco me-nos que provocativos: “Imaginen por un momento si esta cri-sis hubiera sucedido durante la convertibilidad. Ustedes no estarí-an aquí. Estarían tirándose de la ventana de algún edificio” (C 19/9).

La imagen no carecía de un alto grado de realismo. El tironeo de los reclamos industriales tendientes a condu-cir a un proceso inflacionario (por devaluación del peso) y de congelamiento del salario de los sectores registra-dos en el trabajo formal pone en cuestión la alianza so-cial que se ha venido oponiendo al proyecto financiero agroalimentario exportador de la Sociedad Rural. La profundización de las contradicciones existentes en di-cha alianza abre el campo para que avance la fuerza im-pulsada por la oligarquía terrateniente. Como cabeza política del Gobierno de aquella alianza social, la Presi-denta llamaba a los industriales a no sacar los pies del plato.

Concluido el mensaje presidencial, el presidente de la UIA, Juan Carlos Lascurain, se apuró a reconocer: “Lo que la Presidenta dice es lógico. En la casa no se habla de un aumento del tipo nominal, sino real. Estamos de acuerdo con que subir el tipo de cambio nominal en este momento es una señal in-flacionaria, pero se puede modificar por otras vías, como la elimi-nación de las retenciones para algunos productos o la ley de ART, que es importante para las pymes” (LN 19/9).

También, el segundo de la UIA, Ignacio de Mendigu-ren –insistente agitador por el aumento en el tipo de cambio– y el titular de FIAT en el país, dijeron estar “muy conformes con el discurso presidencial” (LN 20/9).

El discurso presidencial también respondía a otros ju-gadores clave del esquema kirchnerista: los grandes su-permercados locales. El titular de la Asociación de Su-permercados Unidos (ASU) y dueño de la cadena Coto, Alfredo Coto, había advertido dos días antes que “en materia salarial, hay que manejarse con prudencia y los sindicatos tienen que acompañar el esfuerzo que está haciendo todo el sector para contener los aumentos de precios” (LN 17/9).

Una vez más, el diario Clarín sintetizaba el interés ge-neral de la frágil industria local: “Ahora, y mientras subsis-tan presiones inflacionarias, aumentar el tipo de cambio puede proporcionar un alivio de corto plazo a la competencia externa, a costa de reavivar una carrera devaluación-salarios” (C 24/9).

La fragilidad en la alianza social en el gobierno queda-ba de manifiesto, su cierre de filas coyuntural frente a la reapertura de la protesta terrateniente, en un marco de desplome de la banca internacional, no evitó que la dis-puta capital-salario quede planteada de manera tajante.

La alianza UIA-CGT requiere, para los industriales que la conducen, la subordinación de la central obrera a la política de los empresarios. La condición necesaria de esto es la fractura y división del movimiento obrero en su conjunto. El movimiento de unidad vs. atomización de los trabajadores y del pueblo en su conjunto determina la redefinición de la alianza social en el gobierno: quién conduce dicha alianza contra la oligarquía terrateniente es la cuestión.

Unidad y fracturas del movimiento obrero Frente a la avanzada de los EE.UU. en América Lati-

na, IV Flota mediante, y en contexto del juicio en Mia-mi a Antonini Wilson, quien ingresara al país con dinero no declarado, la CGT firmaba un demarcativo docu-mento donde tomaba posición frente a la situación polí-tica nacional y continental: “Una nueva ofensiva contra las democracias sudamericanas lanzada con una impudicia escandalo-sa. Poner en duda la financiación de la campaña electoral de nues-tra presidenta es un paso tendiente a desconocer la soberanía po-pular. El mandato que dio el pueblo en octubre último es concluyente; votó un proyecto de país que profundice un modelo productivo con justicia social y de integración con nuestros vecinos sudamericanos.

“Esto, evidentemente, molesta a la potencia hegemónica y a los sectores que se enriquecieron con el hambre de nuestro pueblo.

“Los trabajadores argentinos respaldamos a nuestro gobierno nacional y popular, y nos solidarizamos con los gobiernos de Ve-nezuela, Bolivia y Paraguay, y de todos aquellos que son agredi-dos por la misma fuerza. Ratificamos nuestro profundo rechazo de cualquier intento desestabilizador golpista o de intervención ex-tranjera.

“La IV flota norteamericana no está de paseo. Está claro que viene por nuestra agua, nuestro petróleo, nuestra comida, nuestra energía y todas nuestras riquezas, como viene alertando desde hace años la CGT” (C y LN 13/9).

En este contexto de afirmación de los gobiernos lati-noamericanos de corte popular frente al imperialismo norteamericano, comenzaron a darse muestras de inten-tos por recomponer la unidad de los trabajadores. Un conjunto de sindicatos de la CGT y el Movimiento Evi-ta lanzaron el Centro de Estudios Laborales (CEL), que propicia la formación de los trabajadores organizados, precarizados y desocupados. El acto de presentación del CEL estuvo protagonizado por Hugo Moyano (CGT) y Emilio Pérsico (Movimiento Evita), y por los sindicatos de Dragado y Balizamiento, Vendedores de Diarios y Revistas, mercantiles de Capital, municipales de San Mi-guel, entre otros. En el acto inaugural, Luis Cáceres, coordinador general del CEL, afirmó: “Tenemos que pro-fundizar la relación entre los movimientos sociales y los sindicatos. Nuestro objetivo es volver a unir a la clase trabajadora. No pre-tendemos generar estructuras paraleles a los sindicatos. Queremos que los sindicatos estén más fuertes, sean más poderosos, para que defiendan mejor a los trabajadores” (P12 20/9).

El hecho es significativo porque enlaza en una misma mesa a la propia CGT y a organizaciones de trabajado-res desocupados alineadas con el peronismo de izquier-da.

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De manera para nada casual, el mismo día, La Nación publicaba un artículo donde caracterizaba a los movi-mientos sociales en los que se apoya el kirchnerismo como “desorientados, divididos y forzados a la quietud”, y en donde el periodista hacía mención a genuinas y/o su-puestas fracturas entre la FTV, Libres del Sur, Movi-miento Evita y el Frente Transversal.

Pero durante el mes se venía trabajando sobre un hecho que sería utilizado para pegar en las llagas abier-tas del movimiento obrero: el asesinato del dirigente metalúrgico y secretario general de la CGT José Ignacio Rucci, acontecido en septiembre de 1973. Aunque nun-ca fue autoatribuido por ninguna organización, se apun-tó desde distintas fuentes a la organización del peronis-mo de izquierda Montoneros como responsable del acontecimiento. Los familiares de Rucci exigieron que se reabra la investigación para juzgar a los responsables, y ese pedido se repitió en todos los medios de comuni-cación.

El día 25, la Unión Obrera Metalúrgica afirmaba en una solicitada: “A treinta y cinco años de una infamia. Un proyecto de país con inclusión social e igualdad no puede concebirse si tenemos que aceptar que los asesinatos de los dirigentes obreros queden impunes” (C 25/9).

Un día después, en la sede de la CGT, se le rendía homenaje a Rucci, en un acto en el que participaron el dirigente metalúrgico Antonio Caló y el propio secreta-rio general de la central sindical Hugo Moyano. Varios días antes, Moyano había declarado: “Se debe juzgar a to-dos los que mataron y asesinaron impunemente a estos dirigentes y a todos los demás. Si la justicia no es para todos, no es justicia” (C 11/9).

Como vemos, ambas fuerzas sociales se encuentran en permanente redefinición, al tiempo que confrontan entre sí intentando mostrar lo menos posible las fractu-ras internas. En gran medida, la disputa social se define a favor de quien se encuentre menos dividido. En ese marco es que debemos analizar las medidas de gobierno en lo que refiere a política financiera, tema que pasamos a analizar.

Billetera mata gurú financiero Como venimos viendo, la fuerza social que expresa el

Gobierno nacional, ante claras señales de un panorama financiero internacional contraído y con posibles seve-ras restricciones de crédito para la economía local, co-menzó el mes de septiembre ejecutando fuertes medidas en favor de los sectores industriales, de entre las cuales se destacó el anuncio –desde la Casa Rosada, en el Día de la Industria– de la cancelación del total de la deuda estatal con el denominado “Club de París”, que aglutina a 19 países desarrollados y que habían sido alcanzados por el default gubernamental en 2001. Dicho pago ron-dará los 6706 millones de dólares y se utilizarán reservas para efectivizarlo.

Recordemos que en agosto se habían producido du-rante casi todo el mes intentos desestabilizadores de la confianza en la solidez económica y financiera del esta-do argentino, con constantes augurios negativos por

parte de consultores financieros con asiento en Wall Street así como también en boca de la mayoría de las voces mediáticas del arco opositor político; amplifica-das, claro, por los matutinos Clarín y La Nación (véase Análisis... Nº 99).

En el anunció hecho frente a cientos de empresarios que habían llegado a la Casa Rosada por el festejo del Día de la Industria, la presidenta Cristina Fernández se-ñaló que la medida “es otro paso fundamental en una política de Estado de desendeudamiento, que comenzó con la renegociación de la deuda con la quita más importante que se recuerde y tuvo un segundo paso con el pago al FMI”, dejando claro que era un paso más en un camino iniciado por el gobierno ante-rior de Néstor Kirchner (P12 3/9).

La medida, como veremos, generó rápidas voces de acuerdo y entusiasmo entre distintos representantes del arco empresario local. Uno de los que mostró su con-formidad fue el presidente del Banco Credicoop, Carlos Heller: “La Argentina cuenta con una posición sólida, con reser-vas abundantes y una perspectiva a futuro muy buena. El pago permitirá resolver una relación conflictiva con algunos países duros de Europa, al tiempo que liberará una cantidad de proyectos que estaban frenados. Facilitará el acceso a los mercados internaciona-les, en momentos en que los sistemas financieros mundiales están muy afectados por la crisis” (P12 3/9).

Otra de las voces en acuerdo con la medida fue la de Cristiano Ratazzi, presidente de Fiat Argentina, quien señaló que “es un anuncio de una Argentina que puede avan-zar, que a veces puede sorprender positivamente”, (P12 3/9).

A su vez, Juan Carlos Lascurain, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) marcaba: “Es un paso fundamental y una señal importantísima para todo el mundo. Argentina recuperará su confianza. No sólo lo que puede implicar en los vínculos internacionales, sino en la apertura de nuevas posi-bilidades para financiar obras de infraestructura. Usar las reser-vas reafirma la voluntad de pago de país” (P12 3/9).

La cúpula de la Asociación Empresaria Argentina (AEA) –Paolo Rocca (Techint) y Luis Pagani (Arcor)– manifestó su apoyo a la medida mediante un comunica-do en el que se señala que ésta “representa un paso muy po-sitivo” y considera que “se necesita avanzar en una nueva eta-pa en la que las inversiones productivas jueguen un papel central [... con] suficiente financiamiento de mediano y largo plazo” (LN 3/9).

“El anuncio repercutirá favorablemente para el financiamiento público y privado que necesita la Argentina”, destacó Osvaldo Cornide, presidente de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) (LN 3/9).

También desde el sector de la banca privada nacional llegó el apoyo a la medida. En palabras de su presidente, Jorge Brito, desde Adeba se decía: “La decisión asegura la obtención de diversas líneas de crédito exterior para el país y tam-bién la obtención de los seguros necesarios para éstos, situación que se dificultaba al mantener la deuda con el organismo.” (LN 3/9).

Desde la otra pata de la alianza social en el gobierno, el movimiento obrero organizado, fue el titular de la Confederación General del Trabajo (CGT) quien mani-festó públicamente su acuerdo con la medida: “La deci-

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sión de pagar al Club de París produce la apertura de líneas de crédito internacional y, además, les saca el discurso a los neolibera-les, que permanentemente criticaban”, señaló Hugo Moyano (P12 3/9).

La medida, sin embargo, no sería de conformidad de todos los actores políticos. Uno de los que mostró su desacuerdo fue el titular de la Federación Agraria Ar-gentina (FAA), Eduardo Buzzi, quien manifestó que “es-tos hechos ratifican que Cristina Fernández continúa la línea de preferencias hacia el mundo financiero” (P12 3/9).

Desde el amplio arco opositor, como vemos, se alza-ron voces negativas de entre las cuales podemos desta-car las que, continuando con la estrategia de separar al Congreso nacional del poder ejecutivo, manifestaron y exigieron la participación de diputados y senadores en la decisión, esperanzados en arrebatarle así la iniciativa po-lítica al Gobierno encabezado por Cristina Fernández.

Uno de los que se manifestó en este sentido fue el se-nador Gerardo Morales, titular de la UCR: “El tema debe debatirse en el Congreso, como indica la Constitución Nacional. Se resolvió el tema de la peor manera.” (LN 3/9).

Asimismo, desde su columna editorial en el diario La Nación, la fuerza social dirigida por la oligarquía terra-teniente-financiera se manifestaba en igual sentido. El editorial del día 4 de septiembre consideraba que “la de-cisión de honrar la deuda en default con el Club de París debe in-terpretarse positivamente y podría exponer un cambio de actitud respecto del reconocimiento de las obligaciones asumidas por el go-bierno argentino.” Sin embargo, señala que “acordar una re-financiación y normalizar la situación para salir del default no requería necesariamente la cancelación total con un pago de conta-do. (...) La opción elegida por nuestro gobierno ha obedecido a una restricción autoimpuesta que tiene que ver con motivaciones políticas e ideológicas. (...) Sería importante dilucidar si en esta decisión hubo una intervención responsable del directorio del Banco Central y si la urgencia que requirió un decreto no excluirá la necesaria intervención del Congreso en una mate-ria que le compete.” (LN 4/9, negritas nuestras).

Veinticuatro horas después, se reanudaban las voces que señalaban la debilidad financiero-económica del gobierno argentino, buscando disputar el sentido y las conclusiones que debían quedar luego de la medida de-cidida por el ejecutivo nacional.

En su columna semanal, el conocido periodista espe-cializado en economía del matutino nacional Clarín, Marcelo Bonelli, mostraba un panorama en el cual a pe-sar de la medida efectuada, los sectores financieros in-ternacionales seguían manifestando su desconfianza en la economía argentina y, por extensión, en el ejecutivo nacional: “Así lo dice un informe secreto del JP Morgan elabo-rado por Vladimir Werning: ‘Igual persiste la preocupación del mercado sobre la capacidad de pago.’ Y agrega: ‘Para tener acceso al mercado, Argentina debe adoptar un ajuste explícito, tanto fis-cal como monetario.’ También insisten sobre la manipulación del INDEC y sostienen que Argentina le paga al Club de París pa-ra no hacer los ajustes que realmente requiere la economía. El Fondo Monetario tendría decidido una medida que golpearía aún más la credibilidad de las estadísticas locales: en el próximo in-

forme del FMI sobre la economía internacional, se excluirían los datos estadísticos de la Argentina.” (C 5/9).

En igual sentido se manifestaban desde el sector fi-nanciero: “Apelar a los ahorros y a las reservas no es una bue-na señal ni es una solución de largo plazo a un problema funda-mental”, señalaron Daniel Volberg y Gray Newman de Morgan Stanley, comunicado mediante (LN 5/9). En similar consonancia opinaba la revista británica The Economist, que señalaba que el país enfrenta “un gran problema de credibilidad” y que el pago al Club de París “no será suficiente para restablecer la confianza en el gobierno”, aconsejando, de paso, al Gobierno: “[para] evitar la estan-flación [recesión con inflación] que se avecina, deberá tomar medi-das mucho más osadas” (LN 5/9).

Sería una vez más el periodista e ideólogo del diario de la familia Mitre, Mariano Grondona, quien, desde su co-lumna dominical, se mostrará en consonancia con las voces de los grupos financieros internacionales y critica-ra la forma en que la decisión fue tomada por el ejecutivo nacional: “La reacción de los mercados fue inicialmente negativa porque, tal como lo registró el viernes último la sección económica de La Nación, el anuncio de la Presidenta ‘no hizo más que in-crementar el recelo con que evalúan el devenir y las perspectivas de la economía argentina’. (...) ¿Cómo es posible que el prestigio de un deudor baje en vez de subir después de haber efectuado un fuer-te pago? (...) La desconfianza de los acreedores y los inversores en la Argentina no proviene por lo visto del hecho objetivo de que nuestro Gobierno, esta vez, haya pagado, sino del mecanismo im-previsible de sus decisiones. (...) Lo que objetan entonces los mer-cados internacionales a la Argentina de hoy es, finalmente, el hecho de que nadie sabe ni puede saber lo que los esposos Kirchner decidirán mañana. Lo que los altera, lo que los preocupa, es com-probar que se hallan frente a un gobierno decisionista que no sigue las reglas universales conocidas y que no oye ni consulta ni siquiera a sus más cercanos colaboradores” (LN 7/9, negritas en el original).

Hacia fines de mes, mientras la presidenta estaba en Nueva York con motivo de la cumbre de Naciones Unidas, el gobierno nacional manifestó que estaba eva-luando abrir nuevamente el pago de bonos a los tenedo-res que no ingresaron en la cancelación de 2005, aunque con una quita de capital incluso mayor que en aquella ocasión. Este anuncio generó nuevas manifestaciones de acuerdo entre algunos de los sectores del empresa-riado industrial nacional, así como también despertó el rechazo del arco opositor político.

La Asociación Empresario Argentina (AEA), median-te un comunicado expresó que la medida “es un paso muy importante hacia la normalización de las relaciones financieras in-ternacionales [del país]. [Es] un elemento necesario para lograr el acceso pleno al financiamiento externo por parte del Estado y de las empresas argentinas, [contribuyendo] al desarrollo de nue-vas inversiones productivas” (LN 24/9).

Nuevamente, la estrategia opositora de partir el poder del gobierno nacional separando Ejecutivo de Congreso nacional se hizo presente. En palabras del titular de la UCR, Gerardo Morales: “es mucho más caro comprar reputa-ción, con plata en mano, que obtener reputación haciendo bien las cosas. Cualquier refinanciación de los préstamos garantizados na-

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cionales que se quiera hacer requiere una modificación a la Ley Cerrojo –Nº 26.017–. Por lo tanto, esperamos que la primera mandataria mande su proyecto al Congreso, donde debatiremos con profundidad, responsabilidad y seriedad el tema. (...) lo im-portante es que el Gobierno sigue haciendo desde los atriles y no como una política estudiada y, lo que es peor, lo hace negando al otro poder del Estado, el Congreso, como manda la Constitución” (P12 23/9).

Como vemos, la independencia que genera el desen-deudamiento, aun realizándolo mediante un pago y no mediante declaraciones de no pago, genera preocupa-ción en los sectores más ligados a los capitales financie-ros internacionales.

Y esto cobra mucho más relieve si entendemos dichas acciones en el marco de la crisis general del sistema fi-nanciero internacional, analizado al detalle en este nú-mero del Análisis de Coyuntura.

Por ello, debemos analizar el sentido de la disputa en

el terreno de las ideas que se dio a partir de estos hechos, lo que pasamos a realizar de inmediato.

Golpe a golpe, verso a verso En la disputa por lograr imponer plan que se viene

dando entre la fuerza social agroexportadora y la con-ducida por la UIA, que tiene a los Kirchner como ex-presión institucional, los escenarios fueron cambiando permanentemente. Las rutas, las calles, las plazas, la cá-mara de Diputados, la de Senadores fueron hasta ahora los más visibles y frecuentes. Pero, en la segunda parte del mes, comenzó a destacarse quien fuera la madre de todas las batallas: la lucha de ideas.

Días previos a su viaje a New York, corazón financie-ro librecambista, la Presidenta afirmó: “Estamos viendo cómo ese Primer Mundo, que nos habían pintado como la Meca a la que debíamos llegar, se derrumba como una burbuja” (C y LN 17/9). Así Fernández de Kirchner ponía en pala-bras el pensamiento de muchos de los integrantes de la fuerza social en la que esta apoyada su gobierno. Como vimos anteriormente a través de la CGT, el movimiento obrero había planteado una posición de corte anti impe-rialista. Con esto, Cristina Kirchner pudo trabajar sobre la idea del derrumbe del sistema financiero global, apro-vechando la ocasión para hacer una categórica defensa de la política económica oficial, productiva integral: “Nosotros modestos y humildes los argentinos, con nuestro proyec-to de construir con nuestros propios esfuerzos, con la acumulación de nuestras reservas y la construcción de un modelo industrial de acumulación de trabajo y educación, aquí estamos en medio de una marejada, firmes, reconstruidos y dispuestos a enfrentar el presente y el futuro” (C 17/9).

Los propios defensores del proyecto dan cuenta de sus límites. Mario Blejer, ex titular del BCRA y ex direc-tivo de FMI, admitía los errores de los gurúes del siste-ma con una frase más que elocuente: “Cuando tras el res-cate de Bear Sterns dije que se había acabado la crisis y había una luz al final del túnel, me equivoqué. En realidad era la luz de una locomotora”.

Al mismo tiempo, la oligarquía terrateniente argentina, hermanada al capital foráneo, tuvo que admitir los erro-res propios diciendo, en un editorial del diario La Na-ción, que “no hay dudas que la crisis financiera mundial que hoy sacude a todos los mercados obligará a una profunda autocrí-tica por parte de las autoridades de los Estados Unidos”. Aun-que en ese mismo lugar, respondía a las declaraciones de la Presidenta: “Nada de esto debería autorizar a la Presi-denta a burlarse de las desgracias ajenas. Especialmente porque esas desgracias serán, tarde o temprano, nuestras propias penu-rias” (LN 20/9). Para más adelante agregar que “afirmar que mientras el Primer Mundo se derrumba como una burbuja, la Argentina sigue firme refleja imprudencia e ignorancia” (LN 20/9).

La nota la dio, como es costumbre, el actual autor in-telectual del pensamiento agrario, el periodista Mariano Grondona, quien en su columna dominical hizo gala de una redonda justificación del status quo mundial, en un contexto donde el discurso hegemónico liberal cruje a más no poder. “Ha habido y habrá, por cierto burbujas en el capitalismo, pero este no consiste en sus burbujas, sino que es al contario, el único movimiento económico revolucionario de la histo-ria. Eso no quiere decir que el capitalismo sea, por definición be-névolo o solidario. Como toda obra humana tiene su lado som-brío. Por eso me atrevería a recomendar a todos aquellos que lo demonizan alegremente, como lo acaba de hacer la Presidenta, la definición que propuso el economista austríaco Joseph Schumpeter cuando sostuvo que el capitalismo es, en el fondo, un despiadado proceso de destrucción creativa” (LN 21/9). Grondona aseve-ra, con estas palabras, que no hay posibilidad de organi-zar la sociedad desde otra forma económica que no sea la que propone el marco del capitalismo. Para él el más apto es aquel que sobrevivirá a la crisis que presenta el sistema a nivel mundial. Traducido a la Argentina, no hace más que reforzar la idea con la que se machacó en el medio del boicot patronal agrario, de la primera mitad del año, de que la industria pequeña y mediana no era más que un hobby y debería desaparecer, lo mismo que aquellas provincias “no viables”. “Es cruel, pero es real. En forma comparable, cuando las empresas son sometidas a la dura ley de la competencia, sólo algunas de ellas crecen y se multiplican mientras otras quiebran (…). Los norteamericanos son, hoy por hoy, la nación más capitalista del planeta, la que más acepta la lógica de la competencia. Por eso es de lejos la que más ha progre-sado. Desde el punto de vista de la cultura económica norteameri-cana, si se difundiese una actitud benévola hacia todos los que arriesgan, hacia todos los que han apostado al llamado ‘moral hazard’, esto es, a la esperanza de que alguien los salvará, los empresarios terminarían por caer en la idea racional de un subsi-dio universal, que anularía no solo los riesgos sino también los be-neficios creativos, ‘schumpeterianos’, de la competencia” (LN 21/9). En su lucha por afirmar la idea socio económica en crisis a nivel mundial, Grondona no duda en hipote-tizar que Norteamérica se salvará finalmente por ser el más apto en el único sistema que ve como viable. Por otra parte, en el “...alguien los salvara”, de la segunda parte de la idea, se comporta tozudamente chicaneando a los industriales que apuestan siempre confiados en medidas respaldatorias del aparato estatal.

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En la misma editorial y bajo el subtitulo “Entre el amor y el odio”, el Grondona se propone marcar los límites “por izquierda” al discurso de Cristina Kirchner: “Según Carlos Marx, el capitalismo es una etapa necesaria para el pro-greso de los pueblos. Una vez que el capitalismo difundiera su enérgica visión de la economía, sin embargo, sólo entonces llegaría la hora del socialismo, su sucesor. La relación de Marx con el ca-pitalismo es pues, de amor-odio. Amor por el cambio necesario que va a traer. Odio, porque una vez que traiga lo que va a traer será prioritario destruirlo. Tanto el capitalismo como el socialismo son para Marx, etapas necesarias del progreso moderno. Pero la mentalidad del populismo que enarbola nuestra Presidenta no apunta a superar en algún momento esta lógica revolucionaria de la modernidad, sino a esquivarla, negándose a ella” (LN 21/9).

Es así como la expresión más acérrima del capitalismo global en la Argentina, la oligarquía terrateniente, salió decidida a retrucar la idea de intervención del estado en momentos de crisis, golpeando al discurso oficial, haciendo su propia interpretación de Carlos Marx para dejarla ubicada en un sector populista contrarrevolucio-nario.

Apenas llegada a los Estados Unidos, Cristina Fer-nández contestó: “Comienzan a surgir gobiernos en donde sus gobernantes se parecen más a sus pueblos: la cara de presidente Evo Morales, es la cara de la mayoría absoluta del pueblo boli-viano, la cara del presidente Lula, el primer dirigente sindical que llega a presidente de la primera economía de Latinoamérica, tam-bién representa a ese Brasil, y así podríamos seguir recorriendo ca-da uno de los gobernantes de nuestra región para advertir la pro-

funda transformación de los ensayos neoliberales o políticas a monetaristas” (P12 23/9). Con su ya reconocida locución, la Presidenta argentina contesta por elevación las acusa-ciones de populismo (... la cara del pueblo boliviano, ...la cara de los trabajadores brasileños) y de falta de pensamiento revolucionario con la “...profunda transforma-ción a los ensayos, y error, de las políticas librecambistas”.

Luego de transmitir al mundo que la Argentina había recibido una propuesta de tres bancos de reabrir el pago de deuda a los bonistas que quedaron fuera del canje 2005, y que esta noticia fuera anunciada como una me-dida de solidez de la economía nacional, Cristina Kirch-ner desafió a los Estados Unidos y al mundo en su co-razón financiero, New York: “Los primeros que necesitan Plan B son ustedes, aquí en EEUU, y en Europa. Porque el Plan A está en marcha y dando buenos resultados (…). No creemos en la fantasía de que el Estado había desaparecido. Por esa convicción desembarcamos en el 2001. Y por eso ustedes están con este problema hoy: por no intervenir, no regular, no controlar” (C y P12 26/9).

Así las dos fuerzas en disputa entraron en la última parte del mes, con mutuas acusaciones y la crisis a flor de piel. Unos haciendo malabares para que las recetas orquestadas en los últimos 35 años, por lo menos, no se les quemen. Los otros sostenidos, a punto de saltar por las ventanas, por un gobierno a la ofensiva intentando recuperar consenso e imagen tras el desgaste sufrido en la primera mitad del año.