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1 XI. VOCACION Y FORMACION MISIONERA 1. Vocación cristiana y vocación misionera A) Vocación, seguimiento y misión B) Naturaleza y contenidos de la vocación cristiana C) Vocación cristiana diferenciada 2. Vocación misionera específica A) Vocación de universalismo B) Vocación de primera evangelización C) Vocación misionera específica y diferenciada 3. Formación de la vocación misionera A) Pastoral de las vocaciones misioneras B) Dimensiones de la formación vocacional: humana espiritual, intelectual, pastoral y comunitaria C) Formación misionera específica D) Formación permanente

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XI. VOCACION Y FORMACION MISIONERA

1. Vocación cristiana y vocación misionera A) Vocación, seguimiento y misiónB) Naturaleza y contenidos de la vocación cristianaC) Vocación cristiana diferenciada

2. Vocación misionera específica A) Vocación de universalismoB) Vocación de primera evangelizaciónC) Vocación misionera específica y diferenciada

3. Formación de la vocación misionera A) Pastoral de las vocaciones misionerasB) Dimensiones de la formación vocacional: humana espiritual, intelectual, pastoral y comunitariaC) Formación misionera específicaD) Formación permanente

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1. Vocación cristiana y vocación misionera

La vocación cristiana es una llamada a la adhesión personal a Cristo para compartir su misma vida y misión. "Seguir" a Cristo equivale a un "encuentro", que se hace relación personal y que incluye una "renuncia" a otros criterios, escala de valores y actitudes, para vivir la misma vida del Señor (Mt 16,24).

Las exigencias de la vocación cristiana derivan del mensaje mismo de Jesús, expuesto en el sermón de la montaña. Para participar en la filiación divina de Jesús hay que adoptar sus mismas actitudes de "bienaventuranza" (reaccionar amando) (Mt 5; Lc 6), que se concretan en el mandato del amor (Jn 13,34-35). "Cristo revela la condición del hombre y su vocación integral" (VS 8), "la sublime vocación de ser 'hijos en el Hijo'" (VS 17; cf. Ef 1,5; GS 22).

Esta vocación cristiana a la perfección de la nueva alianza, es, por ello mismo, llamada a la misión de anuncio y testimonio: "vostros sois la sal de la tierra... la luz del mundo" (Mt 5,13-16). Todos son llamados sin excepción: "venid a mí todos"... (Mt 11,28). Porque el "banquete" de las "bodas" de la encarnación del Verbo y de la redención, es una llamada "a todos" (Mt 22,9-10). Por esto, los enviados a anunciar este mensaje debe "ir a todo el mundo" (Mc 16,15) para "adoctrinar a todos los pueblos" (Mt 28,19).

La vocación común a la santidad y a la misión se va diferenciando según las gracias recibidas (carismas), que matizan tanto el camino de perfección como el de la misión (vocación laical, de vida consagrada, de vida sacerdotal). La donación debe ser total en cada una de las vocaciones. Y todas ellas tienen una derivación misionera sin fronteras; pero también en este campo apostólico hay matices y carismas especiales, principalmente cuando se trata de la vocación misionera "ad vitam", de universalismo y de primera evangelización.

Crear conciencia en la comunidad eclesial sobre la vocación de cada uno de sus componentes, y ayudarles en el proceso de formación inicial y permanente, según su propia vocación específica, es una tarea prioritaria de la teología eclesiológica y misionológica, así como lo es, o lo debe ser, de toda programación pastoral.1

Para entender mejor la vocación cristiana (según el Nuevo Testamento), no hay que olvidar algunas características de la vocación en el Antiguo

1    ? Los estudios teológicos sobre la vocación cristiana en general han ido indicando algunos matices de su dimensión misionera. Ver algunos estudios generales: AA.VV., Vocación común y vocaciones específicas (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1984); AA.VV., La vocation et les vocations à la lumière de l'écclésiologie du Vatican II (Bruxelles, Centre de Vocations 1966); R. BERZOSA, El camino de la vocación cristiana (Estella, Verbo Divino 1991); J.F. DE RAYMOND, Le dynamisme de la vocation (Paris, Beauchesne 1974); J. GALOT, Porteurs du soufle de l'Esprit (Paris, 1967); GARCIA TREPIELLO, Servir a la mejor causa. Llamada divina y respuesta humana (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1987); R. HOSTIE, Le discerniment des vocations (Tournai, Desclée 1960; J. LUZARRAGA, Espiritualidad bíblica de la vocación (Madrid, Paulinas 1984); C.M. MARTINI, A. VANHOYE, La llamada en la Biblia (Madrid, Soc. Educación Atenas 1983); M. NICOLAU, Esbozo de una teología de la vocación: Manresa 40 (1968) 47-64; A. PIGNA, La vocación. Teología y discernimiento (Madrid, Soc. Educación Atenas 1983); C. ROMANIUK, La vocazione nella Bibbia (Bologna, Dehoniane 1973); L.M. RULLA, Psicología profunda y vocación (Madrid, Soc. Educ. Atenas) 1985-86 (I: las personas); Ch.A. SCHLECK, The theology of vocation (Milwaukee, Bruce 1963).

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Testamento: Dios tiene la iniciativa y llamada por el nombre (o también cambia el nombre) para una misión, esperando una respuesta responsable y exigiendo una vida de cierta separación para poder servir mejor al Pueblo de Dios. En un primer momento, el llamado experimenta la debilidad y el temor; la respuesta no es siempre inmediata y generosa. Se consideran llamadas "tipo" las dirigidas a: Abrahán (Gen 12,1-9), Moisés (Ex 3,10-16), Samuel (Sam 3), Amós (Am 7,15), Isaías (Is 6,9), Jeremías (Jer 1,7), Ezequiel (Ez 3,1-4), etc.

A) Vocación, seguimiento y misión

En la llamada general a la santidad y a la misión, que acabamos de resumir, hay que destacar, especialmente cuando se trata de la dimensión apostólica, el seguimiento y la misión como íntimamente relacionados. De la respuesta vocacional como seguimiento fiel y generoso, se desprenderá la disponibilidad para la misión.

Los textos neotestamentarios de la llamada son prevalentemente apostólicos:

- los primeros discípulos según Juan (Jn 1,35-51; 2,1-12),- los pescadores del lago de Genesaret (Mt 4,18-22; Mc 1,16-22; Lc 5,1-11),- los doce Apóstoles (Mt 10,1-4; Mc 3,13-19; Lc 6,12-16),- la llamada al joven rico y la respuesta programática de Pedro (Mt 19,16-30; Mc 10,17-31; Lc 18,18-30),- dos espontáneos que querían seguir a Cristo (Mt 8,19-22; Lc 9,57-60),- llamada al publicano Leví (Mt 9,9-17; Mc 2,13-17; Lc 5,27-32),- la llamada especial a Pablo y su respuesta (Act 9; Rom 1,1; Gal 1,15; Ef 3; 1Cor 9,16; 2Cor 5,14), etc.- el discurso del primer envío como programa vocacional y misionero (Mt 9,35-10,42; Mc 6,7-13.30-31; Lc 9,1-10; 10,1-24).

Los textos que constituyen el discurso misionero de Jesús indican fundamentalmente un envío o misión, mientras, al mismo tiempo, precisan también unas condiciones de seguimiento (personal y comunitario) como respuesta a una llamada. Hay, pues, una dinámica interna que, en orden lógico, sería de vocación, seguimiento, misión, comunión.2

Todos estos elementos se encuentran en el discurso misionero, en un plano de actitud relacional entre Cristo y los "enviados", como encuentro permanente y a modo de consorcio o de compartir la misma vida de Cristo. El tono que sobresale es el de la misión:

Vocación: La llamada es iniciativa de Cristo y supone una relación personal con él (Mt 10,1; Mc 6,7; Lc 9,1 y 10,1).

Misión: Se señala la identidad apostólica como participación en la misma misión de Cristo, objetivos, potestad, contenidos (Mt 10,5; Mc 6,7; Lc 9,2 y 10,1).

Condiciones del seguimiento: Disponibilidad para vivir como Cristo (Mt 10,1-42; Mc 6,7-12; Lc 9, 1-6; 10,2-

2    ? Aprovecho principalmente las investigaciones de: J. ERNST, Il vangelo secondo Luca, Brescia, Morcelliana 1990; Idem, Il vangelo secondo Marco, Brescia, Morcelliana 1991; J.A. FITZMYER, Luca teologo, Aspetti del suo insegnamento, Brescia, Queriniana 1991 (cap. 5º: Il discepolato negli scritti lucani); I. GOMA', El evangelio de San Mateo, Madrid, Marova 1976 (I, cap. V: Los enviados del Mesías).

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9).Comunión: Grupo evangelizador que crea comunidad (Mt 10,15; Mc 6,7.30-

31; Lc 9,1.10; 10,1.17-21).

Hay que señalar unas características comunes de los "discípulos de Jesús", como partícipes de su misma vida y misión. Son características contenidas en los textos del discurso misionero:

- Jesús tiene la iniciativa de llamar y enviar,- exigiendo un desprendimiento total (dejando otros cargos y

oficios),- para compartir su misma vida,- en grupo apostólico de interrelación y comunicación.3

La principal característica de la llamada, en el discurso misionero de Jesús, consiste en su relación estrecha con la misión. Se llama a los "apóstoles" para una misión evangelizadora. De hecho, la llamada tiene lugar mientras Jesús mismo estaba realizando su acción evangelizadora por "todas las ciudades", "enseñando", "predicando el evangelio del Reino" y "curando" (Mt 9,35; cfr. Mc 6,6). Ya la primera llamada de los "doce" tuvo como objetivo "enviarlos a predicar" (Mc 3,14) y, por esto precisamente, fueron llamados "apóstoles" (enviados) (Lc 6,13). Jesús, pues, a éstos, a quienes había llamado, "les envió" (Mt 10,5; Mc 6,7; Lc 9,2; 10,1). Tratándose de participar en la misma misión de Jesús, aparece claro que la llamada es un don gratuito, una iniciativa del mismo Jesús, quien había orado antes de la llamada (Lc 6,2).4

Si nos ceñimos al discurso misionero de Jesús, la misión es un encargo a unos llamados, los cuales deberán cumplir unas exigencias parecidas al estilo de vida del Señor (Mt 10,1ss y textos paralelos). Ahora bien, tanto la llamada como las exigencias (en el seguimiento evangélico), se repiten y explicitan en otros pasajes. De este modo encontramos que la llamada (ya antes del discurso misionero) trae como consecuencia "dejarlo todo" (Mt 4,18-22; Lc 5,4-11); el seguimiento radical de Cristo arranca de una vocación especial a la misión (Mt 8,18-22; 19,27; Mc 10,28). Los "apóstoles" son, pues, escogidos para prolongar a Cristo y su mismo estilo de vida en la misión.

Hay que constatar también que el discurso misionero (en el que se confía la misión a los apóstoles), presupone haber convivido con Jesús, que les llamó anteriormente, y haber observado el modo de misionar de Jesús. De hecho, los apóstoles han vivido anteriormente la llamada por medio de la escucha de la palabra y del estilo de vida (seguimiento) semejante al de Jesús. Así se convierten en evangelizadores, anunciando la palabra y prolongando a Jesús.

3    ? Los "discípulos" de Jesús ("mathêtés") son llamados con exigencias totalmente diversas de los discípulos de los rabinos (ver "mathêtés" en G. KITTEL). El término "mathêtés", en sentido de discípulo religioso, parece un término cristiano de finales del siglo primero. No obstante, la figura de los discípulos enviados por Jesús queda en pie con todas sus exigencias evangélicas procedentes de la misión realizada por el Señor. Ver: J.A. FITZMYER, o.c., cap. 5º, p.97ss.

4    ? Además de los estudios citados en la nota 1 y en las notas siguientes, ver: M. LAGUARDIA, La vocación misionera a la luz del Nuevo testamento y de la teología: Misiones Extranjeras 16 (1955) 36-46; L. LEGRAND, Vocation à la mision dans le Nouveau Testament: Spiritus n.113 (1983) 339-352.

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Los apóstoles, enviados por Jesús, le representan y obran en su nombre. No sólo viven en comunión con él, sino que participan de su misma misión, prolongan su palabra con autoridad de servicio, imitan su misma vida de humildad y desprendimiento. Su identidad es la de ser "expresión" o gloria de Jesús (Jn 17,10), prolongando su mismo hablar y obrar salvífico (Mt 10,1-42; Mc 6,7-12; Lc 9,2; 10,1-16). Los textos indican que los enviados deben quedar libres para evangelizar (Mt 10,8ss; Mc 6,8ss; Lc 9,3ss; Lc 10,4ss). No caben condicionamientos personales, sociales ni culturales.

Ser enviados por Jesús conlleva compartir su mismo camino de Pascua, su marcha "hacia Jerusalén" (Lc 9,51). Como "amigos del esposo" (Mt 9,15), compartirán su ausencia o paso doloroso, pero, precisamente por ello, también serán partícipes de su "gozo" y de su "descanso" (Mc 6,30-31; Lc 9,10 y 10,17). Quien anuncia la Palabra y vive de ella, correrá la misma suerte del Maestro, a modo de "espada" (Lc 2,35; Mt 10,34) que, mientras corta lo que deriva del pecado, origina la persecución para el pregonero (Lc 2,34).

El regreso de la misión indica también que el apóstol comparte la misma suerte pascual del Señor. El regreso "a Jesús" es para "darle cuenta de todo lo que habían hecho y enseñado" (Mc 6,30; Lc 9,10). Jesús es el Señor de la misión y es con él con quien hay que revisarla en un ambiente de "gozo" y confianza mutua. El "retorno" a Jesús es, pues, una revisión hecha con Jesús, que quiere amigos fieles y gozosos en la esperanza.

Hay que remitirse a otros textos del seguimiento evangélico de los doce (que hemos citado más arriba), para comprender en toda su integridad el discurso misionero. Para compartir la misma vida y la misma suerte de Cristo, no caben puntos de apoyo al margen del evangelio, porque "el Hijo del hombre no tiene donde reclinar su cabeza" (Mt 8,20; Lc 9,58). Para Cristo y para los enviados, el punto de apoyo es la voluntad salvífica del Padre.

Repetidas veces se dice en el evangelio que los apóstoles, para seguir a Cristo, "lo dejaron todo" (Lc 5,11; Mt 4,20.22). El acento está en el "seguir" a Cristo; sólo a partir del sentido "esponsal" del seguimiento, cabe el desprendimiento de totalidad. Sólo el amor puede exigir y posibilitar el cumplimiento de esta "regla": "Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido" (Mt 19,27; Mc 10,28). En esta "totalidad" se incluye la pobreza, la obediencia, la castidad (virginidad), la humildad, el sacrificio (cfr. Mt 19,28-29; Mc 10,29-30). Para llegar a los casos concretos de desprendimiento, hay que inspirarse en la misma vida de Jesús, siempre libre para un amor de totalidad y de cercanía a los hermanos (cfr. Act 10,38).

Esta "Vida Apostólica" o de seguimiento de Jesús como los apóstoles, de hecho la asumen otras personas, también invitadas por Jesús. No sólo encontramos el grupo de los setenta y dos (Lc 10,1; cfr. Num 11,16), sino también el grupo que, después de Caná, "con su Madre y con sus parientes", ha creído en él y le acompaña en su "descenso a Cafarnaún" (Jn 2,11-12). Había también "muchas mujeres" que repartieron sus bienes para seguirle en su predicación "por las ciudades y aldeas" (Lc 8,1-3). El seguimiento evangélico o seguimiento radical de Cristo, como "Vida Apostólica", no se ciñe al grupo de los doce, sino que se amplía a otros que quieren compartir la misma vida de Cristo.

El paralelo de Mt 10,29-31 (discurso mesiánico) con Mt 6,25-34 (sermón de la montaña), indica que el seguimiento radical de Cristo para la misión incluye la confianza absoluta en la providencia amorosa del Padre. Lo importante es

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vivir como Jesús, su Maestro (cfr. Mt 8,20; Lc 9,58). No querer vivir como él, sería como un discípulo que se antepusiera a su maestro a modo de "tropiezo" tentador (Mc 8,33). La "Vida Apostólica" (llamada también, posteriormente, práctica permanente de "consejos evangélicos", con o sin votos), es imitación de la misma vida de Cristo, para participar en su camino de misterio pascual. La aparente "separación" de Jesús y de sus apóstoles indica una mayor cercanía e inserción: ser libres para el anuncio del evangelio (las bienaventuranzas y el mandato del amor).5

Hay una relación esencial entre la pobreza y la predicación evangélica. Para predicar el evangelio de la "paz", hay que vivir esta paz en un corazón desprendido y unificado, capaz de sembrar y construir la paz (Mt 5,9; Mt 10,12; Lc 10,6). Especialmente quienes dirigen la comunidad, como representantes del Buen Pastor, deberán ser "modelos de la grey", sin buscar ganancias materiales ni ventajas personalistas (1Pe 5,2-4). Así lo hicieron siempre los Apóstoles, como Pablo, sin ansiar riquezas de ningún género (Act 20,33).

Esta pobreza evangélica (que es también desprendimiento de la propia voluntad y afectividad) hace al apóstol "indiferente" ante las dificultades, como un "cordero" ante el lobo y el esquilador (Mt 10,16). Pero este riesgo no es más que el desposorio con Cristo, hasta correr su misma suerte de cordero pascual. La lógica evangélica traza este camino para construir la paz: sufrir amando (cfr Mt 5,44-48). En Lucas, el envío de los doce, que incluye el seguimiento (Lc 9,1-9), se explicita con un examen de fe y de amor para correr la misma suerte de Cristo muerto y resucitado (Lc 9,18-22).

Los apóstoles no pueden esperar privilegios. Ellos son "los pequeños" (Mt 10,42), que se pueden considerar dichosos con un "vaso de agua" dado por el nombre de Jesús. Su servicio humilde tiene toda la eficacia redentora de Cristo (Mc 10,48; Mt 20,28). Las conversiones de individuos y de pueblos al evangelio se retrasan durante siglos, porque las huellas de Cristo, que ya se encuentran en esos ambientes culturales, no encuentran la sintonía del signo claro del Buen Pastor.

El signo de la "comunión" fraterna forma parte del testimonio de la misión. Precisamente porque la llamada, el seguimiento y la misión tienen carácter personal, de tú a tú, comportan también el carácter colectivo o comunitario. Jesús "llama a los doce" (Mc 6,7), los "convoca" (Mt 10,1; Lc 9,1) y "envía" (Mt 10,5).

Este título, "los doce" (y el de "apóstoles") será ya, para el futuro de la Iglesia, un "colegio" o grupo especial, aún en el conjunto de ciento veinte reunidos en el Cenáculo antes de Pentecostés (Act 1,15ss). Pedro ocupa un lugar especial y hablará en nombre de todos el día de Pentecostés (Act 2,32). En medio de la "multitud de creyentes", los Apóstoles continuarán formando un grupo especial (Act 5,12-14) para el servicio de la palabra, de la eucaristía y del compartir los bienes en la comunidad (Act 2,42-4), haciendo posible que toda la comunidad eclesial sea "un solo corazón y una sola alma" (Act 4,32).

Tanto "los doce" o los "apóstoles", enumerados por binarios, como los

5    ? La "sequela Christi" equivale a caminar con Cristo hacia la Pacua en Jerusalem (Lucas) y hacia el mundo (Hechos). Se camina con Cristo hacia el Padre (escatología), imitando su "éxodo" hacia Jerusalén. Siempre es una "identificación de la propia persona con el modo de vivir del Maestro y con su destino, una sequela que implica intimidad e imitación" (J.A. FITZMYER, o.c., cap. 5º, p.109).

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"setenta y dos", todos serán enviados "de dos en dos" (Mc 6,7; Lc 10,1). Esta será una praxis habitual en la Iglesia primitiva, como en el caso de Bernabé y Saulo (Act 13,2). Esta praxis recuerda la ley mosaica sobre la credibilidad garantizada por dos testigos (Deut 19,15).6

La unidad de caridad ("koinonia") entre los apóstoles es un factor determinante de la comunión eclesial (Act 4,32). Por esta unidad (de apóstoles y también de creyentes en general), oró Jesús en la última cena, pidiendo que fuera reflejo de la comunión trinitaria (Jn 17,21-23). La misión de Jesús de los apóstoles procede de la comunión divina (Jn 17,18; 20,21).7

La comunidad del grupo "apostólico" queda ampliada (además de los setenta y dos según Lc 10,1) con el grupo de las mujeres (Lc 8,1-3). En Juan destaca la presencia de María la Madre de Jesús ya desde el inicio del seguimiento (Jn 2,12). En los Hechos, se hará notar esta presencia de María en el Cenáculo, precisamente en relación a los Apóstoles (Act 1,14).

La disponibilidad para la entrega de caridad y para la misión, dependerá de la calidad del seguimiento evangélico, al que son llamados todos los cristianos y del que es signo especial la vida sacerdotal y consagrada. "Las bienaventuranzas... son un autorretrato de Cristo y, precisamente por esto, son invitaciones a su seguimiento y a la comunión de vida con él" (VS 16). Por esto, la vida y "la moral cristiana... consiste principalmente en el seguimiento de Jesucristo" (VS 119). La respuesta a la vocación misionera dependerá de la generosidad en el seguimiento evangélico.

B) Naturaleza y contenidos de la vocación cristiana

La reflexión teológica sobre la vocación cristiana toma como punto de partida los contenidos bíblicos que acabamos de resumir en el apartado anterior. Se trata de precisar términos, ordenarlos y presentarlos sin que los contenidos bíblicos pierdan su mordiente de contemplación, perfección, comunión y misión.8

En los documentos magisteriales no aparece una síntesis teológica sobre la vocación, pero es fácil encontrar en ellos unos datos suficientes para elaborarla:

- la vocación es un don de Dios - se relaciona con una misión o encargo,- incluye la cooperación o respuesta libre y generosa del llamado,- en una diversidad de vocaciones armónicamente relacionadas,- que pueden discernirse por signos adecuados,- que necesitan formación inicial y permanente;

6    ? AA.VV., De dos en dos... (Salamanca, Sígueme 1980). Sólo Lucas cuenta el envío de los setenta y dos, enviados de dos en dos, con posible referencia a los setenta de Num 11,16. Nótese que los nombres de los doce también se ponen por binarios en Mt 10,2-4 y Lc 6,13-16.

7    ? Por esto la Iglesia será definida como misterio de comunión, que refleja la comunión trinitaria y que, precisamente por ello, construye la humanidad entera en esta misma comunión (cfr. LG 4, citando a S. Cipriano).

8    ? De los estudios citados en la nota 1 de este capítulo, ver especialmente: M. NICOLAU, Esbozo de una teología de la vocación: Manresa 40 (1968) 47-64; A. PIGNA, La vocazione, teologia e discernimento (Roma, Teresianum 1976).

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- la persona llamada se siente realizada cuando sigue la vocación con decisión, donación y gozo.9

La vocación es don de Dios e iniciativa suya. Al señalar la falta de "obreros", Jesús instó a perdir estas "vocaciones" al "Señor de la mies", puesto que son un don inmerecido (Mt 9,38). Cuando llamó a los "doce", dice el texto evangélico que Jesús "llamó a los que quiso" (Mc 3,13). Y así lo ratificaría el Señor en el última cena: "no me habéis escogido vosotros, sino que soy yo quien os he escogido" (Jn 15,16). No aparece nunca en los textos revelados que uno se llame a sí mismo para la misión. Toda la historia de salvación es gratuidad. De ahí deriva la actitud eclesial de oración, agradecimiento, preparación para recibir el don, aceptación del misterio de la vocación.

El bien del individuo llamado no prevalece sobre la misión encomendada. La vocación es siempre para un encargo y servicio dentro de los planes de salvación universal. Si Dios hace "cosas grandes" en una persona llamada, como es el caso de María (Tipo de toda vocación cristiana), es siempre "misericordia" respecto a su nuevo pueblo de "Israel", según las promesas mesiánicas (Lc 1,47-55).10

La "gracia" o don de Dios, que indica su iniciativa e incluso su predestinación respecto a la elección del creyente en Cristo (cf. Ef 1), no sólo no prescinde de la cooperación o respuesta, sino que la hace posible. La respuesta es siempre personal, puesto que nadie puede suplir al llamado; pero se apoya también en la mediación comunitaria de la Iglesia: familia, comunidad eclesial a la que se pertenece, educadores... La respuesta supone estos elementos:

- tomar conciencia de la llamada con su objetivo y exigencias (discernimiento de los signos),- asumir libremente el compromiso (fidelidad generosa y perseverante),- aceptar las mediaciones de la "comunión" eclesial.

La diversidad de vocaciones (1Cor 7,24; 12), dentro del ámbito de la vocación cristiana, indica una variedad que construye la unidad o comunión eclesial, como "llamados a formar un solo cuerpo" (Col 3,15; cf. Rom 12; 1Cor 12). Esa diversidad indica la riqueza de aspectos en el camino de perfección y de misión. Es vocación:

- a la existencia como predestinados en Cristo (Ef 1,31-4), en quien el

9    ? Al hablar de los futuros sacerdotes, Optatam totius indica estas pautas: "que se sientan ayudados a fundamentar y a empapar toda su vida personal en la fe y a consolidar su decisión de abrazar la vocación con la entrega personal y la alegría de espíritu" (OT 14). Ver algunos elementos en: LG V; PO 11; OT 2 y 14; PC 1; AA 2. Pastores dabo vobis, especialmente en los capítulos IV y V, es una fuente rica de contenido. Ver también, respecto a la llamada a la santidad: LG V, VS I (17ss). Pablo VI dedicó uno de sus documentos a la vocación, especialmente sacerdotal: Carta Apostólica Summi Dei Verbum (4 de noviembre de 1963, durante la celebración del concilio): AAS 55 (1963) 979-995. Ver los documentos magisteriales sobre el sacerdocio: El sacerdocio hoy (Madrid, BAC 1985).

10    ? Ver el tema de la vocación misionera en el n. 2 de este capítulo. Pero, antes de pasar a esa vocación específica, hay que subrayar que toda vocación cristiana es para participar en la vida de Cristo y anunciarle a los hermanos.

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hombre descubre su propio "misterio" de amor de Dios (GS 22), de "donación" (GS 24) y de dignidad por lo que es, más que por lo que hace (GS 35);- a la fe como respuesta vivencial y opción fundamental por Cristo presente en la Iglesia, "que afecta a toda la existencia" (VS 88);- a la santidad o perfección del amor, según la pauta del bautismo, de las bienaventurazas y del mandato del amor (1Tes 4,7; 1Pe 1,15-16; Lev 11,44; cf. LG V; VS 17-18);- a la misión, como encargo de poner al servicio de los demás los propios carismas (1Cor 12,7) y como encargo de anunciar el evangelio a todos los pueblos (Mt 28,19-20);- al estado de vida, respectivamente de más inserción en las realidades temporales (vocación laical), de signo radical del seguimiento evangélico (vocación de vida consagrada), de transparencia y representación de Cristo Sacerdote y Buen Pastor (vocación sacerdotal);- a los ministerios diferenciados, según las gracias recibidas, siempre en la armonía de los tres niveles: profético, cultual, diaconal;- a la comunión eclesial, para formar una sola Iglesia en la variedad de vocaciones, ministerios y carismas.11

Respecto al discernimiento de la vocación (existencia, especificidad, etapas de formación, etc.), hay que tener en cuenta el tema de la fidelidad al Espíritu Santo12. El discernimiento de la vocación se orienta hacia "los signos que cotidianamente dan a conocer a los cristianos prudentes la voluntad de Dios" (PO 11). Estos son los signos llamados "ordinarios", que son los más seguros, especialmente cuando se disciernen en ambiente eclesial y esperando de la misma Iglesia que garantice la llamada. Los signos "extraordinarios" son siempre posibles, pero no comunes y, precisamente por ello, necesitan mayor discernimiento por parte de los responsables de la comunidad (cf. LG 12; PO 11). El camino de lo signos ordinarios ofrece suficiente garantía para acertar en el discernimiento:

- recta intención, claridad y rectitud en el objetivo, tendiendo hacia la verdad de la donación, con criterios o convicciones suficientes y con motivaciones o razones cristianas del por qué se sigue esa vocacion;13

- voluntad libre, manifestada en decisiones permanentes y en actitudes coherentes, sin subpeditarse a condicionamientos personales, ambientales, históricos, culturales...14

11    ? De los estudios citados en la nota 1 del presente capítulo, ver especialmente: AA.VV., Vocación común y vocaciones específicas (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1984).

12    ? Ver los contenidos doctrinales y publicaciones en el capítulo V n.3 B de nuestro estudio.

13    ? Las "motivaciones" acostumbran a quedar latentes en el subconsciente o inconsciente. Saldrán a flote en ocasiones especiales; pero sería contraproducente si esa manifestación fuera después de haber asumido definitivamente el camino vocacional. Ver: J.M. RULLA, Psicología profunda y vocación (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1985-86) I: las personas; II: las instituciones.

14    ? Actualmente se nota un cierto retraso en la madurez para asumir decisiones no condicionadas a las circunstancias ambientales y sociales. Ver: Directrices sobre la formación en los Institutos Religiosos (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, 1990)

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- idoneidad o cualidades necesarias, según la etapa vocacional y en todos los niveles: humano de equibrio de la personalidad (criterios, escala de valores, afectividad) y capacidad de asumir decisiones permanentes; intelectual o de formación cultural adecuada; espiritual o de virtudes cristianas; pastoral o de capacidad y disponibilidad para la misión; según el estado de vida; según el grupo al que se orienta la vocación (repeto del carisma, cualidades de fraternidad).15

La respuesta a la vocación tiene que expresarse en un grado suficiente de fidelidad generosa, que sepa afrontar las dificultades y sorpresas con perseverancia. La fidelidad se expresa en el gozo de la decisión y de la donación, que es siempre fruto de la gracia divina y de la colaboración de la persona llamada. Se puede concretar en estos puntos:

- actitud de relación personal con Cristo (Jn 1,38; Mc 3,14);- autenticidad o humildad en reconocer la vocación como un don de Dios (sin méritos propios);- disponibilidad por el desprendimiento de todo aquello que pueda obstaculiar el camino vocacional (pecado, desorden, bienes innecesarios...);- disponbilidad para afrontar las dificultades con confianza y fortaleza de ánimo;- capacidad de donación de sí mismo en el seguimiento de Cristo;- inserción afectiva y efectiva en la comunión eclesial.

El gozo de la fidelidad, renovada todos los días en la escucha del "sígueme", produce la realización de la persona en la identidad de la propia vocación. Es el gozo que deriva de la convicción de ser amado por Cristo y de la decisión de amarle y hacerle amar. Se expresa en el agradecimiento y admiración por la llamada, así como en la comunicación a otros hermanos del don recibido. La persona se siente realizada y evita la frustración, cuando no admite dudas enfermizas sobre la propia vocación o sobre su propia identidad, sino que se pone en actitud permanente de búsqueda de mayor convicción, de más profunda decisión y de mejores medios de fidelidad y perseverancia.16

C) Vocación cristiana diferenciada

La vocación cristiana, como hemos visto en este mismo capítulo, es siempre de "seguimiento" de Cristo y de misión (cf. n. 1 A). Todo cristiano está llamado a la santidad y al apostolado. Esa es la vocación común de todos los bautizados. Todos participan en la misma consagración y misión de Cristo, aunque en diverso modo y grado.

cap. 2 B. Cf. PDV 43.

15    ? Estos temas se relacionan con la formación de la vocación misionera, que estudiamos en el n. 3 de este capítulo. Ver también los cuatro niveles (humano, espiritual, intelectual y pastoral) en PDV cap. V y VI.

16    ? El tema de la "identidad" no significa una búsqueda angustiosa llena de dudas, sino el profundizar "la propia razón de ser" para vivirla mejor. El capítulo primero de Pastores dabo vobis traza unas líneas para encontrar el puesto de la vocación en la situación actual; pero luego, en el capítulo segundo, presenta los contenidos mínimos de una identidad (sacerdotal) que, siendo permanente, se adapta a cada situación concreta. M. THURIAN, L'identità del sacerdote (Casale Monferrato, PIEMME, 1993).

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Respecto a la llamada común a la santidad, hoy es doctrina conocida que "todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la santidad cristiana y a la perfección de la caridad" (LG 40). "Esta vocación al amor perfecto no está reservada de modo exclusivo a una élite de personas"(VS 17).

Respecto a la llamada común a la misión o apostolado, también es doctrina aceptada que "la responsabilidad de diseminar la fe incumbe a todo discípulo de Cristo" (LG 17), puesto que "la Iglesia es toda ella misionera y la obra de la evangelización es deber fundamental del Pueblo de Dios" (AG 35).

Pero esta vocación común a la santidad y a la misión queda matizada por diferentes "estados de vida", que concretizan la misma vida de "caridad, según los dones y funciones" recibidos por cada uno (LG 41). Los contenidos de la constitución conciliar Lumen Gentium indican tres posibilidades o estados de vida, siempre en el contexto del mismo Pueblo de Dios (LG II): jerarquía o ministros ordenados (LG III), laicado (LG IV), religiosos o vida consagrada (LG VI).17

a) Vocación al laicado

La palabra "laico" indica miembro del "pueblo". En nuestro caso, aplicamos esta terminología a un grupo peculiar del mismo Pueblo de Dios. Toda vocación forma parte de este Pueblo (cf. LG II), pero cada uno según las gracias recibidas. Las palabra son signos convencionales y, por esto, hay que prestar atención más bien a la realidad que se quiere indicar. La misma problemática terminológica podría suscitarse con las palabras "religioso" (relación con Dios) y "sacerdote" (que ofrece sacrificios y oraciones).

Nos referimos, pues, a los "laicos" descritos en el capítulo cuarto de Lumen Gentium, como estado de vida al que se atribuye el calificativo de "secular", en el sentido de inserción especial en el mundo. Y aunque toda vocación tiene una "secularidad" especial, "el carácter secular es propio y peculiar de los laicos" (LG 31).18

El laicado es una realidad eclesial con un cometido específico en el campo de la evangelización. Se trata de fieles que, por el bautismo, participan de modo especial en el profetismo, sacerdocio y realeza de Cristo (LG 31) y, precisamente por ello, tienen una "función específica y absolutamente necesaria en la misión de la Iglesia" (AA 1). Su identidad o razón de ser consiste en "extender el Reino de Dios y animar y perfeccionar el orden de las cosas temporales con el espíritu evangélico" (AA 4) o, con otras palabras, "gestionar los asuntos temporales y ordenarlos según Dios" (LG 31). Los laicos, "guiados

17    ? El Código de Derecho Canónico (can. 207) clasifica a los "fieles cristianos" en ministros ordinarios y laicos (éstos sería también los religiosos si no son sacerdotes). Teológicamente (por los contenidos intrínsecos) nos sirve más la clasificación del concilio. Por razones pedagógicas seguimos este orden: laicado, vida consagrada, sacerdocio ministerial. Nuestra exposición se mueve en el contexto de la teología de la evangelización. La diferenciación debe analizarse en la comunión eclesial, como ya hemos estudiado en el capítulo VI, n.3 B (allí hemos seguido otro orden).

18    ? Además del capítulo cuarto de Lumen Gentium y del decreto Apostolicam Actuositatem, ver la exhortación postsinodal Christifideles laici. Hay dos números del concilio que resumen prácticamento todo el contenido de la vocación laical: LG 31 y GS 43.

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por el espíritu evangélico, contribuyen a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento" (ibídem).

Las características del laicado derivan de esa identidad o naturaleza específica. Podrían resumirse en las siguientes:

- "secularidad" o inserción plena "en el corazón del mundo" (EN 70), es decir, en el "orden temporal" o "ciudad terrena" (cf. LG 31; GS 43; can. 225-227);- "fermento" evangélico o espíritu de las bienaventuranzas, como exigencia del bautismo y del mandato del amor;- "responsabilidad" específica, como "derecho y deber" (can. 225) que deriva de la peculiar participación en el profetismo, sacerdocio y realeza de Cristo;- "comunión" eclesial como miembros peculiares del Pueblo de Dios, partícipes "en la misma misión de la Iglesia" (LG 33), en armonía con la apostolicidad de la Iglesia y con los otros carismas y vocaciones.19

La "consagración" de la vocación laical es propiamente la misma del bautismo (y de la confirmación), afianzada con otras gracias específicas, en la línea del profetismo, sacerdocio y realeza, como inserción en lo "secular". Es siempre consagración para una misión específica, con responsabilidad propia, que incluye también la cooperación en la misión "ad gentes".20

La especificidad del apostolado laical debe llegar a los campos que estén más en consonancia con su identidad de consagración y de secularidad: familia (AA 11; EN 70-71), juventud (EN 72), educación y cultura (EN 19-20; RMi 37), vida sociopolítica y económica (AA 14; EN 70), trabajo (AA 13; EN 70; LE 24-27), medios de comunicación social (EN 45; RMi 37), migraciones o movilidad humana (AA 10,14).

Los laicos están llamados a realizar este apostolado a nivel parroquial, diocesano e interdiocesano y universal, en la catequesis, liturgia, acción

19    ? AA.VV., Vocación y misión del laicado en la Iglesia y en el mundo: Teología del Sacerdocio 20 (1987); A. ANTON, Principios fundamentales para una teología del laicado en la eclesiología del Vaticano II: Gregorianum 68 (1987) 103-155; J. AUMANN, The role of the Laity in the Church and in the World: Angelicum 65 (1988) 157-169; J. BEYER, Le laïcat et les laïcs dans l'Eglise: Gregorianum 68 (1987) 157-185; Y.M. CONGAR, Jalones para una teología del laicado (Barcelona, 1963); Idem, Sacerdoce et laïcat, devant leur tâches d'évangélisation et de civilisation (Paris, Cerf, 1965); B. FORTE, Laicato e laicità (Casale Monferrato, Marietti 1986); F. OCARIZ, La partecipazione dei laici alla missione della Chiesa: Annales Theologici 1 (1987) 7-26; S. PIE, Aportaciones del Sínodo 1987 a la teología del laicado: Rev. Esp.de Teología 48 (1988) 321-370; (Pont. Consilium pro Laicis) Apostolado de los laicos y responsabilidad pastoral de los obispos (Roma, 1982); F. TAGLIAFERRI, Le vocazioni dei laici: Lateranum 53 (1987) 238-255. Sobre la dimensión misionera del laicado, ver la nota 77 del capítulo VI.

20    ? Sobre la vocación laical en su dimensión misionera, ver el capítulo VI n.3 B, así como el presente capítulo, n.2 A. Cf. AA 10; AG 41; EN 73; RMi 71-72. La implantación de la Iglesia no será efectiva hasta que no exista un laicado formado y responsable (cf. AG 21), como señal de madurez de la Iglesia particular. El documento de San Domingo trata el tema del laicado en la segunda parte, capítulo 1 (la nueva evangelización), nn. 94-103 (los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo).

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pastoral y social, consejos pastorales, administración... (cf. AA 10; CFL 25-27).

La espiritualidad que deriva de estas realidades de gracia es también específica, en cuanto que ha de conjugar la "perfección de la caridad" (LG 40) con la "índole secular" del laicado (AA 29; CFL 15), de suerte que no se rompa el equilibrio entre el "espíritu evangélico" y la autonomía de las cosas seculares, para que "se realicen y progresen conforme a Cristo" (LG 31).

La inserción en la "autonomía de la realidad terrena" (GS 36) se lleva a cabo por el respeto a esas mismas realidades, con un actitud de "servicio" (GS 38), y por la orientación de la promoción humana hacia la salvación integral en Cristo (cf. LG 31; GS 34-39). El laico, "como miembro vivo y testigo de la Iglesia, hace a ésta presente y actuante en el seno de las realidades temporales" (AA 29). Las asociaciones o agrupaciones laicales ayudan a salvaguardar y vitalizar la especificidad espiritual y apostólica del laicado.21

b) Vocación a la "vida consagrada"

La expresión "vida consagrada" se aplica actualmente al género de vida evangélico que vivió el Señor. Es "una peculiar consagración que radica íntimamente en la consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud" (PC 5; cf. can. 573). Más que la terminología (como hemos dicho en el caso de los "laicos") importa la realidad de los contenidos. El punto de referencia de esta vida es la vida de Jesús, la de su Madre y la vida a que fueron llamados los Apóstoles y otras personas (cf. LG 46). Por esto se llama también "vida apostólica" y "vida evangélica".22

La vida de Jesús es una donación total a los planes salvíficos del Padre sobre la humanidad entera. Esta donación la expresa con las palabras "dar la vida" (cf. Jn 10,15ss; 15,13). Da la vida dándose él y expresa esta donación por la pobreza (Mt 8,20); se da en obediencia a los planes salvíficos del Padre (Jn 4,34) y como "consorte" o desposado virginalmente con toda la humanidad (Mt 9,15; Jn 1,14). Con este amor radical "pasó haciendo el bien" Act 10,38).

Los Apóstoles y otros seguidores de Jesús (entre los que también había algunas mujeres) fueron llamados a compartir esta misma vida "evangélica", hasta el punto de "dejarlo todo para seguirle" esponsalmente (Mt 4,19ss; 19,27ss; Lc 5,11; 8,1-3). Por esto el seguimiento radical de Cristo se llama "vida apostólica", porque a ella fueron llamados (y siguen siendo llamados) especialmente los Apóstoles, sus sucesores e inmediatos colaboradores. Esta "vida apostólica" incluye la disponibilidad misionera a "todos los pueblos" (Mt

21    ? Sobre los movimientos y asociaciones laicales, ver el capítulo VI, n. 3 B, c, nota 78.

22    ? Ver el resumen de la "vida consagrada" en su dimensión misionera, que ya hemos expuesto en el capítulo VI, n. 3 B, b. A partir de Lumen Gentium cap. VI, se podrá analizar mejor la "vida consagrada" de los otros documentos conciliares y postconciliares, especialmente: Perfectae Caritatis (decreto conciliar), Evangelica Testificatio (Pablo VI, 1971)), Mutuae Relationes (Congregación para los Instituos de Vida Consagrada), Redemptionis Donum (Juan Pablo II, 1984). Sobre la vida sacerdotal como seguimiento evangélico radical: Presbyterorum Ordinis nn. 15-17 (concilio) y Pastores dabo vobis nn. 27-30 (Juan Pablo II, 1992). Para la dimensión misionera de la vida consagrada, ver los números respectivos de Ad Gentes (n. 40), Evangelii nuntiandi (n. 69) y Redemptoris Missio (nn. 69-70).

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28,19).23

Los contenidos o elementos esenciales de la "vida consagrada", o vida de "especial consagración" (RD 7; PC 5), según la doctrina evangélica y la tradición eclesial, se pueden resumir en los siguientes: actitud de relación personal con Cristo (encuentro, contemplación, desposorio), para compartir su misma vida de caridad expresada principalmente en la castidad-pobreza-obediencia (seguimiento), en comunión de hermanos, para la misión. Es decir:

- "seguimiento de Cristo tal como se propone en el evangelio" (PC 2),- por medio de un compromiso estable o "profesión de los consejos evangélicos", para tender a "la perfección de la caridad" (PC 1; LG 42; can. 573),- como signo de donación o consagración total a Dios,- para servir en la misión de extender Reino de Cristo,- en la comunión de Iglesia,- en marcha hacia la "escatología" o encuentro final con Cristo Esposo (LG 43-46).24

Es una consagración a modo de "estado de vida que pertenece a la vida y santidad de la Iglesia" (LG 44). Esta realidad de gracia forma parte de la estructura "sacramental" de la Iglesia, como "signo" transparente y portador de los valores evangélicos. En este sentido, es consagración total a Dios, para "vivir más y más para Cristo y su Cuerpo que es la Iglesia" (PC 1). Como "signo" eclesial, está dentro del contexto de la "Alianza", que es desposorio de Dios con su Iglesia y con toda la humanidad.

Las diversas formas o modalidades de vida consagrada (personal o comunitaria) son aplicaciones concretas de la consagración y misión, según carismas fundacionales y también según circunstancias históricas, sociológicas y culturales. Esas diversas modalidades son debidas al acento en alguno de los aspectos: celebración litúrgica, contemplación, seguimiento, comunidad, servicios, compromisos (promesas, votos...), modo asociativo... Siempre se

23    ? Ver la relación entre vocación, seguimiento evangélico y misión en este mismo capítulo, n. 1 A.

24    ? Ver estudios sobre la vida consagrada en su dimensión misionera, en la nota 73 del capítulo VI. Sobre la vida consagrada en sí misma: AA.VV., Los religiosos y la evangellización del mundo contemporáneo (Madrid, 1975); S.Mª ALONSO, La utopía de la vida religiosa (Madrid, Inst. Teol. Vida Religiosa 1982); A. ALVAREZ SUAREZ, Dimensión teológica y existencial de la sequela Christi: Burgense 31/1 (1990) 9-28; J. AUBRY, Vocación a la vida consagrada religiosa, en: Vocación y común y vocaciones especiales (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1994) vol. 2, cap. VII; M. AZEVEDO, Los religiosos, vocación y misión (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1985); A. BANDERA, Teología de la vida religiosa (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1985); Idem, La vida religiosa en el misterio de la Iglesia, concilio Vaticano II y Santo Tomás de Aquino (Madrid, BAC 1984); J. BEYER, Vie consacrée et vie religieuse de Vatican II au Code du Droit Canonique: Nouv. Revue Théologique 110 (1988) 74-96; G.G. DORADO, Religioso y cristiano hoy (Madrid, Perpetuo Socorro 1983); T. MATURA, El radicalismo evangélico (Madrid, Inst. de Vida Religiosa 1980); B. SECONDIN, Seguimiento y profecía, herencia y povernir de la vida consagrada (Madrid, Paulinas 1986). Ver documentos actuales: La vida religiosa, documentos conciliares y postconciliares (Madrid, Inst. de Vida Religiosa 1987); J.M. ALDAY, La formazione alla vita consacrata nel Magistero della Chiesa (Roma, Edit. Rogate 1993).

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trata de signos eclesiales portadores de gracia, para vivir de modo peculiar las mismas exigencias evangélicas. Ninguna de estas modalidades es exclusiva ni excluyente, sino que debe tender a apreciar el signo de gracia de los demás.25

La espiritualidad de la vida consagrada indica la vivencia auténtica y armónica de todos sus elementos. La vivencia de la totalidad de la consagración (como donación de sí), pasa a ser disponibilidad total para los campos de caridad y de misión. En esta línea de autenticidad se experimenta "la alegría de pertenecer exclusivamente a Dios" (RD 8). En la actitud contemplativa (actitud filial de pobreza bíblica y fidelidad) se muestra el signo fuerte del "Padre nuestro". En la actitud de seguimiento radical de Cristo aparece el signo fuerte de las bienaventuranzas. En la vida de comunión fraterna y eclesial se ve el signo fuerte del mandamiento del amor. En la disponibilidad misionera aparece el signo fuerte del mandato misionero. Es siempre una actitud de conversión permanente o de apertura total al Amor, según los matices del propio carisma fundacional.26

c) Vocación a la vida sacerdotal

La vocación al sacerdocio ministerial (o sacerdocio "ordenado") es para ser signo personal del Buen Pastor, que guía su rebaño y da la vida por él (cf. Jn 10). Es la misma vocación que recibieron los "Apóstoles" y, por esto, se llama vocación de "sucesión apostólica" (PDV 15-16,60), como vocación tipo de "vida apostólica" estrictamente dicha (cf. Mc 3,13-14; Mt 4,18-22), que es punto de referencia de toda forma de vida apostólica.

Son estos Apóstoles y sus sucesores los llamados de modo especial al "seguimiento evangélico". Por esta vocación (propiamente por la ordenación "sacerdotal"), se participa en el ser (o consagración), en el obrar o función) y en el estilo de vida ( espiritualidad) de Cristo Sacerdote, Cabeza, Buen Pastor y Esposo (cf. PO 2,6,12; PDV II).27

Por la ordenación sacerdotal, se participa en el ser de Cristo, como "unción del Espíritu" (carácter) y "configuración con Cristo" (PO 2; cf. PDV II)). Es consagración en vistas a la misión (PO 2) de "servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey" (PO 1). Por esta participación especial en el sacerdocio de Cristo (del que ya se participa en grado y modo diverso por el bautismo), el

25    ? La evolución histórica de las diversas modalidades de vida consagrada sigue su curso: eremitismo, cenobismo, monaquismo, Ordenes y Congregaciones, "oratorios", sociedades de "vida apostólica", institutos seculares, asociaciones, movimientos... Ver: J. ALVAREZ GOMEZ, Historia de la vida religiosa (Madrid, Inst. Teol. Vida Religiosa 1989).

26    ? En este período histórico entre dos milenios, la vida consagrada intenta caminar por unas líneas evangélicas que anuncian un resurgir: búsqueda de la experiencia de Dios, sentido de gratuidad, sensibilidad (misericordia) hacia los pobres y los que sufren, sencillez y alegría evangélica, audacia ante las dificultades, autenticidad en las formas y en los contenidos, formas más familiares de convivencia, carisma y profecía vividos en la comunión y misión eclesial. Las nuevas vocaciones que van surgiendo (o que se esperan y preparan) necesitan encontrar un grupo que viva el seguimiento evangélico con alegría, la fraternidad con espíritu de familia, la misión sin fronteras y la pertenencia a la Iglesia con amor y esperanza.

27    ? Sobre la dimensión misionera del sacerdocio ministerial, ver el estudio del capítulo VI, n. 3 B, a.

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sacerdote ministro es signo personal de Cristo (Sacerdote, Cabeza, Pastor, Esposo) para servir a la comunidad eclesial. Por esto, la comunidad tiene derecho a ver este signo en la función pastoral y en una vida evangélica como la del Señor.

La función sacerdotal es la de prolongar a Cristo en su palabra (predicación), en los signos salvíficos (sacramentos), en su donación sacrificial (Eucaristía) y en su pastoreo (o acción pastoral directa, como presidencia de servicio) (cf. PO 4-6; PDV II). Los sacerdotes ministros son, para Cristo, "los suyos" (Jn 13,1), que participan en su misma misión (Jn 17,18; 20,21).28

Esta realidad sacerdotal es para servir a la comunidad eclesial (Mc 10,45; Jn 13,15-16; Act 2,42), sea en la comunidad encomendada directamente (PO 6,9), sea en la Iglesia particular o en la Iglesia universal (LG 28; PO 10; PDV 16-18, 31-32,74). Siempre en comunión con el propio Obispo y con la "fraternidad sacramental" del propio Presbiterio (cf. PO 7-8; PDV 17,74), respetando los matices de "diocesano" o "religioso" según los casos (cf. PDV 74).

La espiritualidad específica o estilo de vida de esta vocación deriva de la particularidad de su consagración y acción ministerial. Es espiritualidad eminentemente "pastoral", como trasunto de la caridad del Buen Pastor o "ascesis propia del pastoral de almas" (PO 13). Por esto es una espiritualidad que se realiza "ejerciendo los ministerios incansablemente en el Espíritu de Cristo" (PO 13). Esta espiritualidad es "unidad de vida" o armonía y equilibrio entre la vida interior y la acción directa (PO 14). Tiene su punto central en la Eucaristía, como "fuente y cumbre de la evangelización" (PO 5).29

28    ? Ver los diversos ministerios apostólicos: en el discurso del primer envío (Mt 10,1ss; Mc 6,7ss; Lc 9,1ss ; Lc 10,1ss); en la institución de la Eucaristía (Lc 22, 19-20; 1Cor 11,24); en el sacramento del perdón (Jn 20,23); en el envío final (Mt 28,19-20; Mc 16,15-20; Lc 24,45-49). Ver la doctrina sistemática sobre estos ministerios apostólicos en: PO 4-6; PDV II y nn. 24-26.

29    ? Además de la bibliografía cita en la nota 63 del capítulo VI (sacerdocio en relación con la misión universal), ver: AA.VV., Espiritualidad sacerdotal, Congreso (Madrid, EDICE 1989); AA.VV., Espiritualidad del Presbiterio (Madrid, EDICE 1987); AA.VV., Los presbíteros a los diez años de "Presbyterorum Ordinis" (Burgos, Facultad Teológica 1975); A. ALTANA, La vocación al ministerio ordenado, en: Vocación y vocaciones especiales (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1984) vol. II, cap. VI; A. CEBALLOS, El ejercicio del ministerio, fuente de espiritualidad sacerdotal: Seminarios 36 (1990) 333-350; J. ESQUERDA BIFET, Teología de la espiritualidad sacerdotal (Madrid, BAC 1991); Idem, Signos del Buen Pastor, Espiritualidad y misión sacerdotal (Bogotá, CELAM 1991); A. FAVALE, El ministerio presbiteral (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1989); J. GARCIA VELASCO, El sacerdocio en el plan de Dios (Salamanca, Sígueme 1974); J. GEA, Ser sacerdote en el mundo de hoy y de mañana (Madrid, PPC 1991); L.E. HENRIQUEZ, El ministerio sacerdotal (Caracas, 1985); M. NICOLAU, Ministros de Jesucristo. Sacerdocio y sacramento del Orden (Madrid, BAC 1971; R. SANCHEZ CHAMOSO, Ministros de la Nueva Alianza (Bogotá, CELAM 1993); J. SARAIVA, Il sacerdozio ministeriale, storia e teologia (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1991); M. THURIAN, L'identità del sacerdote (Casale Monferrato, PIEMME, 1993). Sobre cada uno de los aspectos de la teología y espiritualidad sacerdotal, ver bibliografía actual en: Teología de la espiritualidad sacerdotal (Madrid, BAC 1991). Ver un resumen teológico, pastoral y espiritual de la doctrina magisterial sobre el sacerdocio, en: (Congregación para el Clero), Directorio

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En clave de caridad pastoral (PO 12-14; PDV III), se pueden resumir las líneas maestras del estilo espiritual y pastoral de la vocación al ministerio sacerdotal:

- consagración para la misión y el servicio (PO 1-2, 4-6),- actitud relacional con Cristo, en sintonía con su caridad pastoral o amor sacerdotal al Padre en el Espíritu y a toda la humanidad (PDV 49),- seguimiento evangélico como imitación de las virtudes del Buen Pastor, para compartir esponsalmente su misma vida de caridad pastoral (PO 15-17; PDV 7-30),- vida de comunión eclesial (en el misterio de la Iglesia comunión y misión) (PO 7-9,14),- disponibilidad misionera "para el trabajo pastoral de toda la diócesis e incluso de toda la Iglesia" (LG 28).30

Como "instrumento vivo de Cristo Sacerdote" (PO 12), para transmitir la vida nueva el Espíritu, la acción pastoral y la espiritualidad sacerdotal está estrechamente unida a la maternidad de la Iglesia (PO 6; cf. Gal 4,19) y, por tanto, encuentra en María su modelo y su Madre (cf. PO 18; OT 8; PDV 82).31

2. Vocación misionera específica

Toda vocación cristiana es una llamada a la santidad y a la misión. Se puede afirmar que la vocación "tipo" es la de los Apóstoles, que fueron llamados al seguimiento evangélico y a compartir la misma misión de Cristo, que no tiene fronteras.

La vocación cristiana exige una respuesta al mensaje evangélico de las bienaventuranzas y al mandato misionero. Esta vocación y esta respuesta corresponden a todo cristiano, como miembro de una Iglesia que es misionera por naturaleza.

Lo primero que hay que constatar en este campo es que, además de la vocación misionera general de todo cristiano, existe una vocación misionera específica. "Aunque a todo discípulo de Cristo incumbe el deber de propagar la fe según su condición, Cristo Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que quiere para que lo acompañen y los envía a predicar a las gentes" (AG 23). Se puede hablar, pues, de "una vocación misionera... especial" (ibídem).32

para el ministerio y la vida de los Presbíteros (Lib. Edit. Vaticana 1994) (31.4.94).

30    ? Sobre la dimensión misionera universal del sacerdote ministro: PO 10; OT 20; AG 38-39; EN 68; RMi 63-64, 67-68; PDV 16-18, 31-32. Ver el capítulo VI n. 3 B, a. El Directorio par el ministerio y la vida de los Presbíteros resume el tema en los nn.14-15.

31    ? La doctrina sacerdotal, especialmente en cuanto a su identidad (ser y obrar), espiritualidad y formación permanente, ha sido resumida también en el Directorio para el ministerio y la vida de los Presbíteros (Congregación para el Clero, 1994).

32    ? El tema de la vocación misionera específica se encuentra ya ampliamente expuesto en las encíclicas misioneras: Maximum illud: AAS 11 (1919) 452; Rerum Ecclesiae: AAS 18 (1926) 60; Saeculo Exeunte: AAS 32 (1940) 256; Evangelii Praecones: AAS 43 (1951) 502; Princeps Pastorum: AAS 51 (1959) 833ss. Ver

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La encíclica misionera Redemptoris Missio describe esta vocación con trazos precisos: "Se trata de una vocación especial, que tiene como modelo la de los Apóstoles: se manifiesta en el compromiso total al servicio de la evangelización; se trata de una entrega que abarca a toda la persona y a toda la vida del misionero, exigiendo de él una donación sin límites de fuerzas y de tiempo" (RMi 65). Por esto, "la vocación especial de los misioneros ad gentes conserva toda su validez: representa el paradigma del compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes" (RMi 66).33

Además de la existencia de la vocación misionera específica, habrá que analizar la naturaleza de la misma, en cuanto que deriva hacia el universalismo, el primer anuncio del evangelio y la implantación de la Iglesia. Para analizar los contenidos de esta vocación, hay que tener en cuenta principalmente las figuras misioneras de la historia, las motivaciones y los carismas específicos de instituciones misioneras.34

A) Vocación de universalismo

Todos los contenidos del mensaje evangélico suenan a universalismo, no en el sentido de dominar, sino de ofrecer un don de Dios creador y redentor de toda la humanidad. Por esto, toda vocación cristiana se caracteriza por la

algunos estudios preconciliares: AA.VV., La vocación misionera (Burgos, 1957); P. FASANA, La vocazione missionaria nei documenti pontifici (Bologna, 1960); O. DOMINGUEZ, Semblanza y móviles de la vocación misionera: Misiones Extranjeras (1956) 133-145; M. LAGUARDIA, La vocación misionera a la luz del Nuevo testamento y de la teología: Misiones Extranjeras 16 (1955) 36-46; P. DE MONDREGANES, Seguidme, vocaciones misioneras (Madrid, 1958); V. PARDO, Vocación misionera y adaptación misional (Burgos, 1962); J. PAVENTI, La vocación misionera: Misiones Extranjeras 17 (1956) 6-28; L. VOLKER, Défense de la vocation missionnaire: Spiritus (1964) 253-266. Ver estudios postconciliares en las notas siguientes.

33    ? Ver otros números de Redemptoris Missio: nn. 32, 65-66, 79.

34    ? La naturaleza de la vocación misionera se ha profundizado a partir de las encíclicas misioneras y, especialmente, a partir del concilio Vaticano II: AA.VV., Vocación común y vocaciones específicas (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1984); AA.VV., La familia..., Las vocaciones misioneras (Burgos, 1984); S. BRETON, Vocación y misión: formulario profético (Roma, Edit. Pont. Istituto Biblico 1987); L.A. CASTRO, Llamados para ser enviados (Bogotá, 1982); J. ESQUERDA BIFET, La vocación misionera, en: Vocación común y vocaciones específicas, o.c., 63-85; Idem, Spiritualità, vocazione e formazione missionaria, en: Chiesa e missione (Pont. Univ. Urbaniana 1990) 199-225; R. JOU, La vocation missionnaire aujourd'hui: Vocation (1980) 450-462; J. LANG, The specific missionary vocation in the post Vatican II period: Missiology 16 (1988) 387-396; L.J. LECUONA, La vocación misionera: Misiones Extranjeras 50 (1966) 331-338; M.J. LE GUILLOU, La vocazione missionaria della Chiesa, en: La chiesa del Vaticano II (Firenze, 1965) 679-695; P. LONGO, La vocazione missionaria: Seminarium (1973) 1130-1145; K. MÜLLER, Les missionnaires. La vocation missionnaire, en: Vatican II, L'activité missionaire de l'Egllise (Paris, Desclée 1967, 333-338); L. NEMER, Spirituality and the Missionary Vocation: Missiology 11 (1983) 419-434; F. PAVESE, Vocación misionera hoy, en: Misión para el tercer milenio (Bogotá, OMP 1992) 173-186; M. ZAGO, La vocación misionera según la "Redemptoris Missio": Omnis Terra n.225 (1992) 423-434.

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apertura al universalismo de la salvación en Cristo y por medio de la Iglesia.35

El universalismo de la vocación cristiana dice relación a Cristo (como Salvador y Redentor universal), a la Iglesia (por su naturaleza misionera) y a la familia humana (creada en la unidad y comunión, reflejo de Dios Amor).

Este universalismo pertenece, pues, a toda vocación cristiana. Pero, cuando se habla de vocación misionera específica, se quiere indicar la disponibilidad efectiva y comprometida de la persona o de la institución respecto a la evangelización universal "ad gentes" (a todos los pueblos). Se trata especialmente de los "misioneros ad gentes y de por vida, por vocación específica" (RMi 32).

El concilio Vaticano II, además de recordar la responsabilidad misionera de todos los cristianos respecto a la misión universal, ha querido hacer una llamada a la colaboración efectiva en este universalismo, recordando la responsabilidad misionera especial que deriva especialmente del sacerdocio ministerial (cf. PO 10; AG 39) y de la vida consagrada (AG 40). El magisterio postconciliar ha ratificado esta orientación, invitando a las Iglesias particulares y a todas las Instituciones de perfección a colaborar efectivamente en la evangelización "ad gentes".36

El universalismo de la vocación cristiana se concretará según el propio estado de vida: laical, "religioso", sacerdotal. Cuando las personas o las instituciones siguen la vocación misionera específica de universalismo, tendrán en cuenta su propio carisma:

- la secularidad como inserción en todas las realidades terrenas o de la sociedad, con su derivación hacia todos los pueblos, especialmente en la situación actual de intercomunicación universal,- la consagración especial de la vida consagrada, como llamada y testimonio del sermón de la montaña (las bienaventuranzas) que debe orientar toda la sociedad hacia los valores evangélicos,- el sacerdocio ministerial, como servicio para hacer de todas las gentes una oblación (cf. Rom 15,16; AG 23) y para hacer efectivo el mandato misionero confiado especialmente a los Apóstoles y a cuantos participación de la sucesión apostólica.

En cada vocación misionera específica de línea universalista, se consideran las posibles motivaciones que no son ni exclusivas ni excluyentes, sino más bien complementarias y propias de carismas fundacionales o particulares:

35    ? Ver, en nuestro estudio, el capítulo I n.3 (Jesús, Salvador y Redentor universal) y el capítulo VI n.2 (Iglesia, sacramento universal de salvación).

36    ? Cf. EN 68-69; RMi cap. VI. Ver la dimensión misionera de cada vocación en nuestro estudio: cap. VI n.3 B. A mi entender, a la luz de la doctrina conciliar y postconciliar, tanto la vocación sacerdotal como la de vida consagrada, son una vocación misionera específica "ad gentes", si se tiene en cuenta este factor de universalismo. Respecto a las instituciones seglares, habrá que ver su orientación fundacional. Pero, como veremos en el apartado siguiente, todavía existe otra especificidad de la vocación misionera, cuando se trata de la "implantación de la Iglesia" y del "primer anuncio". En esta pespectiva, habrá que tener en cuenta las instituciones dedicadas a esa tarea específica (que no es sólo de universalismo).

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- extender el Reino a todos los pueblos o hacer que las semillas del Reino lleguen a su plenitud en Cristo,- "difundir la fe" (AG 23), llamando a la apertura (conversión) según los planes de Dios en Cristo y a la entrada en su Iglesia por el bautismo,- implantar la Iglesia o establecer en todas las comunidades humanas los signos permanentes de la presencia activa de Cristo resucitado,- hacer que cada comunidad cristiana sea verdaderamente sacramento universal de salvación, por una colaboración efectiva y solidaria en la evangelización "ad gentes".37

El compromiso de misión universal puede derivar hacia la acción directa o centrarse en una vida ofrecida por la evangelización "ad gentes". En este segundo caso, hay que reconocer la verdadera vocación misionera en los casos de personas que orientan su vida espiritual y sus sacrificios hacia esa evangelización; es el caso de Santa Teresa de Lisieux, Patrona de las misiones. Incluso puede darse la vocación misionera específica en quienes dedican su vida a la animación misionera de la comunidad, como en el caso de Paulina Jaricot, fundadora de la Propagación de la Fe.38

Cuando una persona pertenece a una comunidad o institución de acción misionera directa, cabe también la distinción entre quienes trabajan directamente en esa acción, y quienes tienen que prestar diversos servicios de organización y animación. En estos y otros casos semejantes, como son quienes están enfermos o son ancianos, hay que reconocer que la vocación misionera específica corresponde a la pertenencia a esa institución y que, por tanto, la comunión eclesial hace que todos los miembros sean igualmente misioneros.39

El sentido de universalismo está relacionado íntimamente con el sentido de totalidad del compromiso misionero. La vocación específicamente misionera "se manifiesta en el compromiso total al servicio de la evangelización; se trata de una entrega que abarca a toda la persona y toda la vida del misionero" (RMi 65). A la luz de esta relación entre el universalismo y la totalidad del compromiso misionero, se entiende mejor que "la vocación a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión" (RMi 90).

B) Vocación de primera evangelización

Es difícil precisar si la vocación misionera específica consiste principalmente en el universalismo de un compromiso para difundir la fe especialmente en países o situaciones no cristianas, o si se requiere también la dedicación específica al trabajo de implantación de la Iglesia y primera evangelización. No se trata tanto de una cuestión teórica o de principios, cuanto de una realidad vital y personal: el compromiso de dedicarse de por vida a la evangelización "ad gentes".

37    ? De los estudios citados en las notas 32 y 34, ver: S. BRETON, Vocación y misión: formulario profético (Roma, Edit. Pont. Istituto Biblico 1987); M.J. LE GUILLOU, La vocazione missionaria della Chiesa, en: La chiesa del Vaticano II (Firenze, 1965) 679-695; K. MÜLLER, Les missionnaires. La vocation missionnaire, en: Vatican II, L'activité missionaire de l'Egllise (Paris, Desclée 1967, 333-338).

38    ? Sobre la cooperación misionera, ver el capítulo IX. Las Obras Misionales Pontificias, en ese mismo capítulo, n. 3 B.

39    ? Sobre las instituciones misioneras, ver también el capítulo VI n.3 C. También el apartado siguiente el presente capítulo.

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En realidad, quien se compromete al universalismo de la misión, ofrece también su persona totalmente para esa acción específica de construir la Iglesia donde todavía no está construida. Pero hay que reconocer que existen instituciones (y personas particulares) que tienen el carisma no sólo de la disponibilidad universal, sino principalmente de dedicarse a implantar la Iglesia. Unos y otros ofrecen sus personas para la evangelización "ad gentes".40

En el apartado anterior, hemos centrado la atención en el universalismo de la vocación misionera. En el presente apartado, vemos esta vocación en su aplicación más concreta de "primer anuncio" y de "implantar la Iglesia".41

Las personas llamadas a la misión "ad gentes" perciben con intensidad una realidad sociológica y teológica: en muchos sitios o situaciones, el evangelio todavía no ha sido anunciado. A veces es así exactamente; pero ordinariamente habría que matizar: no ha sido "suficientemente" anunciado. Esta sensibilidad respecto a un "vacío" no nace de la convicción acerca de unas ideas ni de la decisión de querer imponerlas o comunicarlas. En el cristiano, la sensibilidad misionera nace de constatar que los planes salvíficos de Dios en Cristo (Verbo encarnado y Redentor), que son un don para toda la humanidad, frecuentemente no han llegado a nivel de conciencia o de aceptación. En el fondo, es cuestión de sentirse urgido por el amor de Cristo: "la caridad de Cristo me apremia" (2Cor 5,14). Sería un equivalente a la expresión de San Francisco de Asís: "el Amor no es amado".42

De hecho, la misión como "primer anuncio" se relaciona íntimamente con la acción misionera de "implantar la Iglesia", puesto que el anuncio debe permanecer de modo efectivo. La vocación misionera específica "ad gentes"

40    ? La expresión "ad gentes", "gentes" (pueblos) se toma principalmente de los textos del mandato misionero (Mt 28,19; Mc 16,15; Lc 24,47) y de los escritos paulinos (cf. Rom 3,29; 1Tim 3,16; Gal 2,8-9; Ef 3,6; cf. Act 9,15). En Marcos se dice "a todo el mundo" (Mc 16,15). En los Hechos se afirma "hasta el final de la tierra" (Act 1,8). En San Pablo prevalece la idea de ir a misionar allí donde el evangelio no ha sido todavía predicado (cf. Rom 1,13-15; 15,22-33; Gal 2,8-9). Pero estos textos bíblicos sólo indirectamente apoyan nuestra clasificación actual entre el universalismo y la acción de implantar la Iglesia. El corazón del apóstol, que entrega su vida totalmente a la evangelización, busca anunciar el evangelio a los más necesitados de él, sea donde sea. Habrá que estudiar teológicamente los nuevos ámbitos de misión "ad gentes" (cf. RMi 37-38). Ver el capítulo II n.3 B de nuestro estudio.

41    ? Ver el tema desarrollado según sus principios teológicos, en el capítulo VII n.1 A-B de nuestro estudio.

42    ? En este sentido, puede decirse que la evangelización "ad gentes" consiste en evangelizar a los más pobres entre los pobres. Sobre la caridad en relación con la misión: J. OMAECHEVARRIA, La caridad en la teología misionera: Missionalia Hispanica 7 (1951) 525-589; G. PASINI, La carità, dimensione essenziale della missione della Chiesa: Lateranum 51 (1985) 41-59. La dimensión misionera de San Pablo: J. HOLZNER, San Pablo, heraldo de Cristo (Barcelona, Herder 1980); W. GARDINI, Pablo, un cristiano sin fronteras (Buenos Aires, Paulinas 1979); J. LOPEZ GAY, Sentido misional del "edificar" la Iglesia en San Pablo: Misiones Extranjeras 60 (1968) 477-490; J. SANCHEZ BOSCH, Nascut a temps. Una vida de Pau l'Apòstol (Barcelona, Edit. Claret 1992); St. VIRGULIN, Cristo al centro della missione di Paolo: Riv. di Vita Spirituale 40 (1986) 378-397.

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tiende, pues, a dedicarse al crecimiento de la comunidad local, hasta hacerla suficientemente madura para valerse por sí misma. Cuando este crecimiento se ha llevado a cabo de modo relativamente satisfactorio, las personas llamadas a esa misión se sienten interpeladas para marchar de nuevo a abrir nuevos campos al evangelio.43

La vocación de "primer anuncio" y de "implantación de la Iglesia" no tiene hoy sólo sentido geográfico, sino que se refiere también a "situaciones" o "ámbitos" que van más allá de las fronteras materiales entre pueblos: migraciones, grandes ciudades cosmopolitas, situaciones de pobreza especialmente a nivel de pueblos o regiones, cultura, comunicaciones sociales, campo del trabajo, encuentros de diálogo e intercomunicación de experiencias religiosas, etc. (cf. RMi 37-38).

Las vocaciones misioneras específicas orientadas hacia el primer anuncio y la implantación, dedican su esfuerzos principales a suscitar las vocaciones nativas para que ellas puedan asumir las responsabilidades futuras en un nivel de autosuficiencia relativa. Este proceso de crecimiento de la Iglesia recién fundada reclama, como es lógico, una acción evangelizadora "inculturada", para hacer que la Iglesia y el evangelio de que es portadora, no aparezcan como extranjeros.44

Ordinariamente las vocaciones misioneras específicas forman parte de alguna institución que tiene esta orientación "ad gentes". En este sentido hablamos de Institutos o Instituciones misioneras. El decreto conciliar Ad Gentes dice de ellos que "han soportado desde hace muchos siglos el peso del día y del calor" y que "continúan siendo muy necesarios" (AG 27). Indica también que "bajo el nombre de 'Institutos' se comprenden las Ordenes, las Congregaciones, los Institutos y Asociaciones que trabajan en las misiones".45

Los Institutos o Instituciones misioneras presentan hoy una gran variedad, sea por el carisma fundacional que por el tipo de organización o por el campo de acción en la misión "ad gentes". Pueden ser de tipo laical, religioso, sacerdotal religioso, sacerdotal diocesano, mixto, etc. Algunas

43    ? Ordinariamente se constata esta actitud en algunos Institutos misioneros, que nacieron para este objetivo concreto, como indicaremos a continuación. Pero, puesto que el crecimiento de la Iglesia recién fundada debe llegar hasta la madurez de ser ella misma misionera, algunas instituciones siguen permaneciendo ahí, aunque tal vez con menor personal, para suscitar este objetivo final. Esta aplicación legítima se suele llamar también "animación misionera tanto en las Iglesias de antigua cristiandad, como en las más jóvenes" (RMi 66). Hay que reconocer que, en algunos casos, podría convertirse en una escusa para seguir en las Iglesias fundadas; entonces no habría diferencia entre Institutos misioneros e Institutos apostólicos en general. Ver: O. DOMINGUEZ, La plantación de la Iglesia: Omnis Terra n.99 (1980) 365-367; J. LOPEZ GAY, Sentido misional del "edificar" la Iglesia en San Pablo: Misiones Extranjeras 60 (1968) 477-490.

44    ? Ver el tema de la inculturación en el capítulo VIII de nuestro estudio. Algunos estudios sobre al vocación misionera específica hacen hincapié en los aspectos señalados, especialmente al comentar el decreto Ad Gentes y la encíclica Redemptoris Missio. Ver la nota 34 del presente capítulo.

45    ? Nota 4 de AG 23. También Redemptoris Missio se refiere a ellos con grande aprecio, invitándolos a que "se sientan parte activa de la comunidad eclesial y que actúen en comunión con la misma" (RMi 66).

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Conferencias Episcopales han instituido sus propias instituciones como cauce misionero "ad gentes". Algunas diócesis han asumido, por encargo de la Santa Sede, un cauce misionero estrictamente dicho. Lo importante es asegurar la línea de misión universalista "ad gentes", así como la asistencia y la dedicación del personal a esta misma misión.46

C) Vocación misionera específica y diferenciada

La vocación misionera estrictamente dicha, como disponibilidad efectiva para la misión "ad gentes", sigue siendo diferenciada, en una gama muy amplia de posibilidades, algunas de la cuales ya se han indicado: por universalismo, por el primer anuncio, por pertenencia a una Institución misionera, etc. La distinción puede originarse por diversos aspectos:

- según modelos misioneros, como San Francisco Javier (acción misionera directa), Santa Teresa de Lisieux (espiritualidad y sacrificio), Paulina Jaricot (animación misionera),- según motivaciones misioneras y campos de acción, que pueden derivar de carismas fundacionales o particulares (anuncio explícito, testimonio, vida contemplativa, servicios de caridad, organización eclesial...),- según dedicación de tiempo (servicio permanente al menos por medio de la institución, contrato o compromiso temporal),- según estado de vida (laicado, vida consagrada, sacerdocio),- según organización más o menos estricta (pertenencia con compromisos permanentes, cauce de servicios, vida asociativa...),- según preferencias y compromisos personales, siempre relacionados con la propia comunidad de proveniencia y de destino.

La variedad de matices y de posibilidades de la vocación misionera no puede olvidar los elementos comunes característicos, especialmente cuando se trata de la vocación específica en pleno sentido. Hay que favorecer la disponibilidad y dedicación efectiva de las personas: "misioneros ad gentes y de por vida" (RMi 32). Esta disponibilidad efectiva queda más asegurada cuando la persona pertenece a una institución misionera o con compromisos misioneros reales: Instituto misionero, Instituciones o cauces permanentes, diócesis misionera, asociaciones, etc. Hay que señalar los siguientes elementos comunes:

- modelo apostólico: "vocación especial, que tiene como modelo la de los Apóstoles",- objetivo evangelizador: "se manifiesta en el compromiso total al servicio de la evangelización",- totalidad en la entrega personal y de por vida: "se trata de una entrega que abarca a toda la persona y toda la vida del misionero",- desprendimiento total: "exigiendo de él una donación sin límites de fuerzas y de tiempo" (RMi 65).47

46    ? Sobre los Institutos misioneros estrictamente dichos, ver el capítulo VI n. 3 C de este estudio. Sobre la diócesis con derivación misionera, el mismo capítulo, n. 3 A. Ver: AA.VV., Missione ad gentes, Chiesa locale, Istituti missionari (Bologna, EMI 1985); J.A. BARREDA, Iglesia local, Iglesia misionera: evangelizada y evangelizadora, en: Cristo, Chiesa, Missione (Roma, Urbaniana University Press 1992) 233-244.

47    ? Este ideal descrito por la encíclica misionera, se corrobora en otros pasajes (RMi 32, 66, 79), reafirmando la doctrina conciliar (AG 23) y también la doctrina magisterial anterior al concilio, que hemos citado anteriormente.

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Los "sellados con vocación especial" misionera, tienen que estar "dotados" de "disposiciones y talentos", de suerte que estén "dispuestos a emprender la obra misional" según la misión que recibirán de la Iglesia. De este modo, quedan "segregados para la obra que han sido llamados, como ministros del evangelio, para que la oblación de los gentiles sea acepta y santificada por el Espíritu Santo" (AG 23; cf. Rom 15,16).

El proceso de discernimiento de la vocación misionera tendrá en cuenta todas las modalidades indicadas, en el marco de los elementos comunes imprescindibles. Como para toda vocación, hay que discernir la rectitud de intención, la libertad de la voluntad, la idoneidad y conjunto de cualidades, según se ha dicho al hablar de la naturaleza y contenidos de la vocación cristiana (n. 1 B). Al hacer la aplicación a la vocación misionera específica, será necesario constatar:

- intención sincera de dedicarse a la evangelización universal o al primer anuncio e implantación de la Iglesia,- voluntad libre, manifestada en la donación personal y "gozosa" (cf. EN 5 y 80), en el marco de la Iglesia comunión, que tiende a la construcción de la comunión universal,- idoneidad o conjunto de cualidades necesarias para dedicarse a la misión "ad gentes": espíritu sobrenatural, fortaleza en las dificultades, paciencia, testimonio de las bienaventuranzas, sentido de comunión eclesial, sintonía con el carisma de la institución, etc. (cf. AG 24-25; RMi 91).

La fidelidad inicial debe ir madurando a través de la vida misionera, para convertirse en una actitud permanente de decisión, donación y gozo. Las dificultades ambientales e históricas no deben disminuir las exigencias de la vocación misionera, sino que esas mismas situaciones (personales, comunitarias, ambientales) serán una motivación especial para mayor claridad en la presentación de las vocación y de las exigencias de entrega evangélica. Para apoyar esta actitud de seguimiento generoso y de misión universalista, habrá que presentar más claramente el carisma del grupo o del Instituto misionero al que se pertenece. Dios sigue llamando en cualquier situación histórica.

La fidelidad a la vocación misionera necesitará el apoyo de una formación adecuada, inicial y permanente (cf. n. 3). Hay que contar con la acción imprescindible de la gracia, puesto que la vocación es un don o "carisma" del Espíritu Santo (cf. AG 23). Por esto se requiere una colaboración responsable, teniendo en cuenta que la gracia no destruye la naturaleza (ni, por tanto, la cultura). La fidelidad se demostrará en la armonía de criterios, escala de valores y actitudes, que se expresa concretamente en la decisión firme de darse gozosamente a la misión "ad gentes".48

El personal que tiene esta disponibilidad afectiva y efectiva, será el más adecuado para la pastoral ordinaria (por ejemplo, en una diócesis ya constituida). La misma pastoral ordinaria no puede llevarse a efecto auténticamente, si no tiene esa derivación misionera "ad gentes". Por esto, toda persona dedicada generosamente a la pastoral ordinaria, debería tener la posibilidad de colaborar efectivamente en la evangelización "ad gentes". La mejor ayuda para suscitar las vocaciones misioneras específicas (en cualquiera de las modalidades indicadas), es la misma Iglesia particular con apertura y compromiso misionero.

48    ? Uno de los temas principales de la espiritualidad misionera es

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3. Formación de la vocación misionera

La fidelidad depende de la gracia, puesto que la vocación es un don de Dios. Las comunidades tienen necesidad de apóstoles y misioneros; ello es un don (no un derecho) que Dios hace llegar a todos si cada uno corresponde según su responsabilidad. Precisamente por ello, se necesita la colaboración de la persona llamada y de toda la comunidad eclesial. Una comunidad evangelizada y evangelizadora es una comunidad que pide el don de las vocaciones y se prepara para recibirlas, sostenerlas y compartirlas con otras comunidades más necesitadas.

De ahí deriva la necesidad de una formación misionera específica (inicial y permanente), que debe empezar desde la pastoral vocacional y que debe abarcar todas las dimensiones: humana, espiritual, intelectual y pastoral.

La formación vocacional es un camino personal, responsable, fraterno, armónico y continuo. Es un camino personal porque es la persona llamada la que debe responder sin posibilidad de ser suplida o representada. Es un camino responsable en cuanto que de la respuesta bien dada dependen innumerables bienes para el interesado y para toda la comunidad eclesial y humana. Es un camino fraterno, puesto que es siempre vocación en la comunión, por la que todos (formadores y formandos, autoridad y súbditos) reciben y dan en una ayuda mutua por el itinerario vocacional. Es un camino armónico en el que las diversas dimensiones se entrecruzan y complementan formando una unidad.

La formación es un camino continuo porque su proceso es como el crecimiento ininterrumpido del templo vivo de la Iglesia hasta llegar a la plenitud (cf. Ef 2,20-21; Ef 4,13). Por este proceso continuo, la persona se va haciendo cada vez más consciente, libre, generosa, gozosa y dispuesta a dedicar toda la existencia a la misión universal y de primer anuncio.

La fidelidad perseverante y generosa dependerá en gran parte de la formación recibida. La formación se identifica con la misma respuesta gozosa y generosa a la vocación, en un camino de crecimiento continuo. La correspondencia al don de la vocación recibida, requiere "ponerse al día en lo relativo a su formación doctrinal y apostólica" (RMi 65).49

precisamente el de la fidelidad a la vocación, teniendo en cuentan el discernimiento y la formación. Ver el tema de la espiritualidad misionera en el capítulo X de nuestro estudio; allí hemos resumido las cualidades del apóstol "ad gentes" (n. 3 B). En los tratados de misionología no siempre aparece este tema fundamental. Según el concilio, el cuidado de las vocaciones misioneras es uno de los objetivos del Dicasterio misionero (AG 29).

49    ? Además de los estudios que citaremos en las notas sucesivas sobre la formación misionera específica, ver la importancia de la formación en general y especialmente para la vida consagrada y sacerdotal, según indican algunos documentos: Pastores dabo vobis (Juan Pablo II, 1992); Directorio para el ministerio y la vida sacerdotal (1994); Orientaciones sobre la formación en los institutos Religiosos (Cong. para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, 1990). Algunos estudios de interés misionero: AA.VV., La formazione del missionario oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1976); P. BRAIDO, Aspetti pedagogici della missione, en: La missione del Redentore (Leumann, Torino, LDC 1992) 287-298; K. MÜLLER, Les missionnaires, Formation (III-IV), en: Vatican II, L'activité missionaire de l'Egllise (Paris, Desclée 1967,)347-357.

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A) Pastoral de las vocaciones misioneras

Hemos visto anteriormente (cap. IX n.1 C) la pastoral misionera de las vocaciones en general. Es decir, el modo de presentar cada una de las vocaciones en su dimensión misionera universalista, así como el modo de hacer misionera a la comunidad por medio de esta pastoral vocacional. Ahora intentamos precisar más el tema, indicando los caminos para suscitar directamente las vocaciones misioneras específicas.

La pastoral vocacional misionera se basa principalmente en la oración y colaboración de todos, puesto que a todos atañe la responsabilidad de las vocaciones misioneras. La necesidad de esta pastoral arranca principalmente de la naturaleza de la vocación misionera, puesto que el Señor sigue llamando por "mediaciones" eclesiales. Pero actualmente aparece la urgencia de la misma, puesto que "en varias naciones, mientras aumentan los donativos, se corre el peligro de que desaparezcan las vocaciones misioneras, las cuales reflejan la verdadera dimensión de la entrega a los hermanos" (RMi 79).

La promoción de las vocaciones misioneras necesita primeramente una programación y realización de la pastoral general en sentido vocacional (cf. cap. IX n.1 C), puesto que la "dimensión vocacional es connatural y esencial a la pastoral de la Iglesia" (PDV 34). Suscitando la vocación cristiana en toda su dimensión de santidad y de misión, se llega al terreno preparado para recibir la vocación misionera específica.

En esta perspectiva vocacional de la pastoral, toda la comunidad se hace instrumento para la promoción, discernimiento y formación de la vocación cristiana. Los agentes y responsables de esta pastoral eminentemente vocacional, serán los padres, educadores y demás guías de la comunidad, y de modo especial los sacerdotes y personas consagradas.50

La pastoral de las vocaciones misioneras presenta la misionariedad de toda vocación (laical, religiosa, sacerdotal), en sus diversos ministerios o servicios (profetismo, liturgia, caridad), según carismas específicos de personas o instituciones. Se indica también la armonía entre todas las vocaciones, ministerios y carismas. Pero, a partir de ahí, se señala, sin ambages, la posibilidad (si el Señor llama) de dar el salto a dedicar toda la vida a la misión universal.

Habrá que cuidar principalmente los contenidos doctrinales de la vocación misionera, ratificados con testimonio de vida y anunciados a partir de la palabra revelada y presentados para iluminar las situaciones. En la presentación de estos contenidos, hay que motivar las urgencias, de suerte que la vocación misionera aparezca como llamada y respuesta que da sentido a la vida. Teniendo, pues, en cuenta estos elementos, se puede resumir el ideario misionero de la vocación de este modo:

- es Cristo personalmente quien llama para una relación profunda con él y para anunciar su mensaje a todos los pueblos,- el "sí" de María y su asociación esponsal a la acción salvífica de Cristo (como "la mujer" figura de la comunidad eclesial), se convierte en

50    ? Respecto a los formadores, ya desde el proceso de formación inicial (Seminarios, casas apostólicas, instituciones, etc.), ver las orientaciones sobre de la Santa Sede: Directrices sobre la preparación de los formadores en los Seminarios (Congregación para la Educación Católica, 4 novembre 1993).

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maternidad universal,- el modelo apostólico de los "Doce aparece como tipo de la respuesta, porque siguieron a Cristo dejándolo todo, para participar en la misma misión universalista del Señor,- el mandato misionero de Cristo sigue siendo actual, por encima de interpretaciones reductivas,- la Iglesia, cuando es profundamente conocida y amada, como misterio, comunión y misión, es el punto de referencia de toda vocación misionera auténtica,- las situaciones históricas, culturales y sociológicas son otros tantos signos de la voluntad salvífica de Dios, que quiere colaboradores en la nueva creación, y otros tantos o posibilidades de gracia,- quien ha recibido la fe, si la vive auténticamente, quiere agradecerla y comunicarla a toda la humanidad.

Este ideario, presentado a partir de la palabra viva del evangelio y con testimonios históricos y actuales, no puede ser una simple explicación conceptual y teórica, sino que tiene que estar "acompañado" por una animación personal y comunitaria, ayudando a:

- adquirir unos criterios cristianos sobre la misión, que fundamenten sólidamente la recta intención (comunicar la fe, anunciar la salvación en Cristo, extender el Reino, implantar la Iglesia...),- adoptar unas actitudes sinceras de consagrar la vida a la misión, con una decisión firme y libre,- formar las cualidades necesarias que son la base de la idoneidad misionera.

Es, pues, una pastoral vocacional de principios evangélicos, criterios cristianos, libertad como verdad de la donación, personalidad equilibrada de quien se siente llamado, amado y enviado por Cristo. Esta pastoral vocacional es, por su misma naturaleza, universalista. Ser y sentirse Iglesia equivale a descubrir a la Iglesia al servicio del evangelio en el mundo, por el hecho de haber sido fundada para evangelizar a todos los pueblos.51

La metodología de acción, en su programación, organización y evaluación, debe corresponder a la naturaleza de la vocación misionera, que es don de Dios y que reclama una respuesta libre y generosa. Por esto, sin olvidar los medios concretos de incidencia sociológica y psicológica, habrá que hacer hincapié en estos puntos esenciales:

- necesidad de la oración y sacrificio, teniendo en cuenta que la vocación y la fidelidad a la misma es un don de Dios,- presentación de la palabra evangélica como algo que sigue aconteciendo

51    ? AA.VV., Pastoral de las vocaciones (Salamanca, Sígueme 1961); AA.VV., Pastoral de las vocaciones sacerdotales (Bogotá, SPEC 1978); AA.VV., La vocation, éveil et formation (Paris, Cerf 1965; AA.VV., Vocación común y vocaciones especiales (Madrid, Soc. Educación Atenas 1983) tercera parte; R. BERZOSA, El camino de la vocación cristiana (Estella, Verbo Divino 1991); Y. BODIN, La pastoral des vocations dans la mission de l'Eglise: Seminarium (1984) 526-543; G. DHO, Pastorale e orientamento delle vocazioni (Roma, PAS 1966); A. SANCHIS, Anotaciones sobre la pastoral de la vocación: Studium 21 (1963) 735-748; M. VIDAL, Pastoral de la vocación (Madrid, PS 1980). Se han analizado los datos de la pastoral vocacional a nivel universal en el documento de la Congregación para la Educación Católica: Desarrollos de la pastoral de las vocaciones en las Iglesias particulares (6.1.92).

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y que espera la respuesta personal,- enfoque de toda la pastoral vocacional hacia el encuentro y la celebración eucarística,- explicar los contenidos de la misión de suerte que sean una verdadera formación doctrinal que ilumine los datos de la información,- apuntar a unos campos privilegiados de la pastoral vocacional misionera: familia, escuela, juventud, grupos apostólicos, comunidades eclesiales, medios de comunicación, atención a la dirección espiritual y al sacramento de la reconciliación...

Tanto el ideario como la metodología de acción, necesitan unos medios concretos y prácticos, que son principalmente fruto de experiencia: grupos de oración y de discernimiento, encuentros personales o comunitarios, servicios de consejo espiritual, centros y publicaciones adecuadas, animadores especializados y dedicados... Pero tanto el ideario, como la metodología y los medios concretos, han de apuntar a que la persona viva de Jesucristo sea el punto de referencia, como fundamento de una actitud relacional que lleva a compartir gozosamente su misma misión. El modelo "tipo" de la vocación cristiana, como es el de los primeros apóstoles, indica esta dinámica evangélica: "lo llevó a Jesús" (Jn 1,42).

B) Dimensiones de la formación vocacional: humana espiritual, intelectual, pastoral y comunitaria

La formación, en todos sus niveles (humano, espiritual, intelectual, pastoral) tiene sentido personal y comunitario, y debe impartirse teniendo en cuenta los valores permanentes del evangelio (la fisonomía del Buen Pastor y de la "vida apostólica"), así como también las situaciones diferentes de cada época histórica y de cada cultura. Tanto en la formación inicial como en la formación permanente (cf. n.3 D), habrá que distinguir y armonizar los cuatro niveles más importantes:

- nivel humano de quien ha de insertar el evangelio en la comunidad humana diferenciada en culturas y situaciones,- nivel espiritual de quien ha de ser transparencia de las bienaventuranzas en toda circunstancia y para todos los pueblos,- nivel intelectual de quien debe predicar el misterio de Cristo al mundo actual y a las religiones ya existentes,- nivel pastoral de quien dedica toda su existencia al anuncio, la celebración y la comunicación de la salvación universal en Cristo.

Es toda la persona la que hay que formar, especialmente cuando se trata del anunciador del mensaje evangélico. La totalidad e integridad de los cuatro niveles apuntados se refieren tanto a la persona en sí misma como en cuanto miembro de la comunidad. Es, pues, una formación personalizada y comunitaria, integral y armónica. Cada uno de los niveles se debe desarrollar en armonía con los demás. La personalidad humana es un proceso armónico de criterios, valores y actitudes, a la luz del misterio de Cristo que ilumina el misterio del hombre y que debe ser anunciado a todos los pueblos (cf. GS 22).

El nivel o dimensión humana de la formación misionera toma en consideración especialmente esta base fundamental de la personalidad cristiana: criterios, valores, actitudes a la luz de la fe, esperanza y caridad. La mentalidad, las motivaciones y las decisiones del apóstol se modelan según el modo de pensar, valorar, querer y obrar de Cristo. La formación inicial y permanente ha de tener en cuenta los condicionamientos personales (psicología,

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herencia) y ambientales (familia, cultura...).

La dedicación a la evangelización universal y al primer anuncio reclaman una personalidad bien formada en "la necesaria madurez humana, cuyas principales manifestaciones son la estabilidad de espíritu, la capacidad para tomar prudentes decisiones y la rectitud en el modo de juzgar sobre los acontecimientos y los hombres" (OT 11), con "valor y fortaleza" (AG 24).

De estas actitudes fundamentales de la personalidad humana brotarán las virtudes concretas necesarias para el evangelizador, como "virtudes que con razón se estiman en el trato humano" (PO 3). En vistas a la evangelización, estas virtudes "humanas" (reforzadas y purificadas con la gracia divina) pueden concretarse en las siguientes: capacidad de iniciativa y admiración, apertura y adaptación a los nuevos valores de culturas y religiones diversas, constancia y fortaleza ante las adversidades, paciencia activa cuando no hay fruto inmediato (cfr Jn 4,37-38), sensibilidad por la justicia, disponibilidad para nuevas empresas, sinceridad, escucha, acogida, colaboración, fraternidad... Sin olvidar el necesario y prudente cuidado de sí mismo en cuanto a la salud, el descanso y la asistencia social.52

La formación a nivel espiritual viene a ser el centro de gravedad de los demás niveles o dimensiones, no en el sentido de interioridad, sino principalmente en el sentido fuerte de una vida según el Espíritu Santo, que reclama unas actitudes de disponibilidad y generosidad, las cuales deben ser acompañadas por los componentes humano-cristianos, intelectuales y apostólicos.

La formación espiritual misionera se basa principalmente en la llamada de Cristo, para estar con él y para ser enviado por él a fin de prolongar su misma misión de evangelizar, bautizando o configurando a cada hombre con Cristo y erradicando el espíritu del mal de todo corazón humano (cf. Mc 3,14; Mt 28,19-20).

Tratándose del evangelizador, el nivel espiritual debe ser profundamente relacional (Jn 1,39-40; 6,68; Mc 3,14; Jn 15,14-15.27), tanto en el aspecto "contemplativo" (de experiencia, diálogo, encuentro), como en el seguimiento evangélico de quien comparte la misma vida y misión de Cristo. La transparencia, testimonio, autenticidad y coherencia, sólo son posibles a partir de esta relación afectiva y comprometida, que se puede concretar en la caridad del Buen Pastor, dispuesto no sólo a guiar a la comunidad, sino también a dar la vida por ella.

La formación espiritual en torno a la caridad pastoral es la fuente de todos los demás aspectos. A partir de esta actitud de "unión de vida" con Cristo (cf. PO 13-14), la vida espiritual no se presenta como dicotomía en

52    ? Cf. PO 3; OT 11; AG 24. Sobre las aspectos más humanos de la formación vocacional, ver: M. BELLET, Vocation et liberté (Bruges, Desclée 1963); H. CARRIER, La vocation, Dynamisme psycho-sociologique (Roma, Univ. Gregoriana 1956); J.F. DE RAYMOND, Le dynamisme de la vocation (Paris, Beauchesne 1974); G. LESAGE, Dynamisme de la vocation (Montréal, 1962); G. LORENZINI, Caracterología y tipología aplicadas a la educación (Alcoy, Marfil 1974); J. de S. LUCAS HERNANDEZ, La vida sacerdotal y religiosa, antropología y existenica (Madrid, Soc. Educación Atenas 1986); A. PIGNA, La vocazione, teologia e discernimento (Roma, Teresianum 1976); L.M. RULLA, Psicología profunda y vocación (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1985-86) I: las personas; II: las instituciones; R. ZAVALLONI, La personalidad en perspectiva social (Barcelona, Herder 1977).

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relación a la acción apostólica, sino que es su "espíritu" o estilo de vida. Cuando se vive con gozo esta unidad de vida, el evangelizador se siente más disponible para la misión.

Se tendrá siempre necesidad de los medios comunes de santificación; pero debe quedar en pie que el apóstol se santifica especialmente en la acción evangelizadoa, si ésta se realiza en unión con Cristo. En efecto, se trata de prologar a Cristo: su palabra, su oración, su sacrificio redentor, su acción salvífica y pastoral. Y se trata también de un encuentro con él por medio de los diversos signos de su presencia: en su palabra, Eucaristía, sacramentos, comunidad, pobres, evangelizandos, soledad, sufrimiento, trabajo...53

La formación espiritual de la vocación necesita, en la presente situación histórica, reforzar la "experiencia" personal de encuentro con Cristo (actitud relacional) (cf. RMi 24), tanto para responder a las cuestiones sobre la experiencia de Dios (cf. EN 76), como para superar el sentido de soledad y de frustración. Se forma a evangelizadores que transparenten las bienaventuranzas por una actitud de gozo pascual. "La característica de toda vida misionera auténtica es la alegría interior, que viene de la fe. En un mundo angustiado y oprimido por tantos problemas, que tiende al pesimismo, el anunciador de la 'Buena Nueva' ha de ser un hombre que ha encontrado en Cristo la verdadera esperanza" (RMi 91).

Esta formación espiritual es siempre personal y comunitaria, que ayuda a usar responsablemente los medios y servicios de espiritualidad y que ofrece la posibilidad de ahondar en el carisma específico de la propia vocación.54

La formación a nivel intelectual, cuando se trata del apóstol, debe abarcar el campo científico, filosófico y teológico. Hoy habrá que afrontar el estudio de las cuestiones científicas relacionadas con la moral (la bioética) y la existencia de Dios (el origen del universo), y las cuestiones filosóficas que hacen referencia a las culturas (antropología, etnología, libertad, verdad y bien...).

Especialmente se necesita una formación teológica en torno al Misterio de Cristo: encarnación, redención y salvación universal, presencia en su Iglesia... A partir de este enfoque, la formación teológica se hará más kerigmática y salvífica, más apta para la el anuncio inculturado y para responder a la problemática que presentan las religiones, así como las nuevas

53    ? Ver los temas de espiritualidad misionera en el capítulo X. Además de los estudios allí citados, ver: P. CHIOCHETTA, La formazione allo spirito missionario: Seminarium (1979) 573-595; J. ESQUERDA BIFET, Spiritualità, vocazione e formazione missionaria, en: Chiesa e missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990) 199-225; A. NICOLAS, Formation and Spirituality for Mission: East Asian Pastoral Review 17 (1980) 104-116, 142. Ver otros estudios en: AA.VV., La formazione del missionario oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1976). Pueden servir analógicamente algunas orientaciones sobre la formación espiritual en los Seminarios: Carta circular sobre algunos aspectos más urgentes de la formación espiritual en los Seminarios (Congregación para la Eduación Católica, 1980).

54    ? Los carismas de cada institución son un modo de concretar la "vida apostólica" en sus divesas facetas: contemplación, seguimiento, vida fraterna, misión... F. CIARDI, Los fundadores, hombres del Espíritu, para una teología del carisma del fundador (Madrid, Paulinas 1983).

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tendencias religiosas o pseudoreligiosas.55

Esta formación intelectual, especialmente teológica, se impartirá según las dimensiones: trinitaria, cristológica, pneumatológica, eclesiológica, soteriológica, escatológica, antropológica, sociológica e histórica. Los documentos de la Iglesia, especialmente a partir del Vaticano II, ofrecen material abundante sobre cada uno de estos campos.56

La formación a nivel pastoral (cf. AG 26) tiende a enfocar todos los datos recibidos hacia el anuncio, la celebración y la comunicación del misterio pascual de Cristo. Es una formación que apunta a anunciar el evangelio a todos los pueblos y a acompañar a la comunidad ya cristiana en su camino de configuración con Cristo en comunión de hermanos.

Esta formación ayudará al equilibrio de los ministerios (proféticos, litúrgicos y hodegéticos), puesto que cada uno de ellos es un servicio hecho al misterio de Cristo, al que se prolonga en el espacio y en el tiempo. Precisamente por este equilibrio, podrá llegarse más eficazmente a todos los sectores y situaciones: familia, pobres, justicia y paz, juventud, cultura, sociedad...57

Los campos específicos de misión necesitan hoy una formación sobre las religiones, el diálogo interreligioso, la inserción del evangelio en las culturas (inculturación), la religiosidad popular, los nuevos movimientos religiosos... Cada uno de estos campos necesita una metodología y unos medios adecuados, no solamente teóricos, sino de modo especial a partir de la experiencia comprobada.58

La formación pastoral completa incluye necesariamente el tema de la comunión eclesial, para poder evangelizar con la armonía de vocaciones,

55    ? Para la evangelizacion del mundo actual, se necesita presentar "una nueva síntesis creativa entre el evangelio y la vida"; por esto, los evangelizadores deben ser "expertos en humanidad y, al mismo tiempo, contemplativos enamorados de Dios" (JUAN PABLO II, Discurso a los participantes en el IV Simposio del Consejo de las Conferencias Europeas: Insegnamenti VIII/2, 1985, 910ss).

56    ? Sobre la dimensión intelectual de la formación, además de los estudios citados en las notas 62-63, ver: M. MACIEL, La formación integral del sacerdote (Madrid, BAC 1990) III, 3. Consultar la serie de manuales de Teología "Sapientiae Fidei" de la Biblioteca de Autores Cristianos, 1993ss. Sobre las cuestiones teológicas relacionadas con la misión, ver el capítulo II del presente estudio. Ver algunas directrices en: La formación teológica de los futuros sacerdotes (Congregación para la Educación Católica, 1976).

57    ? Ver el capítulo VII de nuestro estudio (la acción evangelizadora de la Iglesia). Respecto a la formación pastoral, además de los estudios citados en el capítulo VII, ver: J. APAECHEA, Fundamentos bíblicos de la acción pastoral (Barcelona, Flors 1963); J. ESQUERDA BIFET, Evangelizar hoy, Animadores de las comunidades (Madrid, Soc. Educ. Atenas 1987); C. FLORISTAN, M. USEROS, Teología de la acción pastoral (Madrid, BAC 1968); J.M. IRABURU, Acción apostólica, misterio de fe (Bilbao, Mensajero 1969); J. RAMOS, Teología pastoral (Madrid, BAC 1994). Sobre la formación misionera específica, ver el apartado siguiente.

58    ? Ver el capítulo VIII de nuestro estudio (evangelización de las culturas y religiones).

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ministerios y carismas, tanto en la Iglesia particular como en la Iglesia universal. Para construir la comunión en los corazones y la sociedad, se necesita una acción pastoral de conjunto basada en la misma comunión. Precisamente esta comunión es una exigencia del objetivo final de toda la acción pastoral: la configuración con Cristo por medio del Espíritu Santo (cf. Ef 1,3-14).59

C) Formación misionera específica

El decreto conciliar "Ad Gentes", después de haber presentado la vocación y la espiritualidad misionera, invita a profundizar la formación misionera específica de los apóstoles que se dedican a la primera evangelización. Se refiere especialmente a la formación espiritual y moral (AG 25), doctrinal y pastoral (AG 26).60

Esta formación tendrá lugar en los Seminarios, Noviciados, grupos o movimientos apostólicos y, especialmente, en los Institutos Misioneros (AG 27), a fin de asegurar no solamente la perseverancia en la vida espiritual, sino también una acción apostólica permanente y eficaz.61

La existencia de una vocación misionera específica reclama una formación espiritual peculiar. Todo cristiano debe vivir la dimensión misionera de su propia vocación (laical, religiosa o de vida consagrada, sacerdotal). El misionero, sea laico, religioso o sacerdote, debe vivir la espiritualidad cristiana con los matices de su vocación. Como toda vocación cristiana, también la vocación misionera se caracteriza por unas señales: recta intención, decisión libre, idoneidad o cualidades. Todo ello ha que quedar garantizado por la admisión de la Iglesia. Por esto se necesita un período especial de

59    ? "Los miembros de la Iglesia son impulsados a continuar dicha actividad por la caridad, con la que aman a Dios y con la que anhelan participar, con todos los hombres, de los bienes espirituales, tanto de esta vida como de la venidera" (AG 7). Ver el capítulo VII, n. 3 (construir la comunidad eclesial en la comunión).

60    ? AA.VV., La formazione del missionario oggi (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1978); J. ESQUERDA BIFET, Spiritualità, vocazione e formazione missionaria, en: Chiesa e Missione (Roma, Pont. Univ. Urbaniana 1990) 199-225; A. NICOLAS, Formation and spirituality for mission: Est Asian Pastoral Review 17 (1980) 104-116.142; K. MÜLLER, Les missionnaires, III-IV Formation, en: Vatican II, L'activité missionnaire de l'Église (Paris, Desclée 1967), 347-357.

61    ? AA.VV., De aspectu missionali in sacerdotibus formando: Seminarium (1973) n.4; P. CHIOCCHETTA, La formazione allo spirito missionario: Seminarium (1979) 573-595; R. DEVILLE, La formation des seminaristes à l'esprit missionnaire: Seminarium (1990) 177-187; F. PAVANELLO, L'orientamento missionario nella formazione sacerdotale: Seminarium (1970) 781-797. Respecto a la formación misionológica, también especializada, dice Redemptoris Missio: "A esta formación están llamados los sacerdotes y sus colaboradores, los educadores y profesores, los teólogos, particularmente los que enseñan en los Seminarios y en los centros para laicos. La enseñanza teológica no puede ni debe prescindir de la misión universal de la Iglesia, del ecumenismo, del estudio de las grandes religiones y de la misionología. Recomiendo que sobre todo en los Seminarios y en las Casas de formación para religiosos y religiosas se lleven a cabo tales estudios, procurando que algunos sacerdotes, o alumnos y alumnas, se especialicen en los diversos campos de las ciencias misionológicas" (RMi 83).

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formación, en el que se pueda dar un acertado discernimiento y acompañamiento. Esta formación inicial deberá prolongarse en la formación permanente.

Se necesita, pues, una formación peculiar para vivir la misión específica "ad gentes". Se trata de una formación profunda y práctica, que se traduzca en "capacidad de iniciativas, constancia para continuar lo comenzado hasta el fin, perseverancia en las dificultades, paciencia y fortaleza para soportar la soledad, el cansancio y el trabajo infructuoso" (AG 25). Esta formación ayudará a adoptar una actitud de apertura, disponibilidad en los cargos, adaptación a las situaciones y culturas diferentes, fraternidad, etc. (cf. AG 23-25; EN 74-80).

La formación teológica y pastoral (AG 26) necesita ser presentada en el contexto de una fuerte dimensión espiritual misionera. En efecto, la misión se vive como respuesta "integral", vivencial y comprometida a los designios salvíficos y universales de Dios (dimensión salvífica y trinitaria). La puesta en práctica del mandato misionero de Cristo (dimensión cristológica) se traduce en fidelidad incondicional a la misión y acción del Espíritu Santo (dimensión pneumatológica), que se realiza en la vivencia de la comunión y misión de la Iglesia (dimensión eclesial), equilibrando la tensión entre inmanencia (inserción) y trascendencia (dimensión histórica y escatológica del Reino).

La misión no tiene origen en una elaboración teológica ni tampoco es el fruto de unas experiencias. Las reflexiones doctrinales y las experiencias de acción apostólica son necesarias para atinar en la naturaleza y en la metodología de la misión. Pero la misión, en sí misma, tiene su punto de partida en Dios Amor, que ha enviado a su Hijo hecho hombre por obra el Espíritu Santo. La formación misionera específica debe ser, pues, eminentemente relacional.

El apóstol ha sido llamado para un encuentro personal con Cristo (Mc 3,13-14; Jn 1,39), que se convierte en seguimiento evangélico (Mt 4,19-22; Mc 10,21-31), para compartir la vida con Cristo (Mc 10,38) y continuar su misión (Jn 20,21). Por esto la acción evangelizadora presupone una experiencia de relación personal con Cristo: "Os anunciamos lo que hemos visto y oído... el Verbo de la vida" (1Jn 1,1ss). La misión no deja de ser una presencia activa de Cristo resucitado que reclama actitud relacional: "Id..., estaré con vosotros" (Mt 28,19-20); "ellos se fueron, predicando por todas partes, cooperando con ellos el Señor" (Mc 16,20).

D) Formación permanente

La formación inicial deberá ser completada y reafirmada continuamente durante toda la vida por medio de una adecuada formación permanente. Este fue un deseo expresado por el concilio Vaticano II principalmente para los sacerdotes y análogamente para todos los agentes de la evangelización, "debido a las circunstancias de la sociedad moderna" (OT 22) que exigen una adaptación y potenciación continua.

Los cursos programados para esta formación tienen como objetivo ayudar a los evangelizadores a "adquirir un conocimiento más acabado de los métodos pastorales y de la ciencia teológica, así como fortalecer su vida espiritual y comunicar mutuamente con sus hermanos las experiencias apostólicas" (PO 19).62

62    ? La Exhortación Apostólica "Christifideles Laici" presta mucha atención a este tema (n.52-65). Sobre la formación permanente de los sacerdotes, ver: Pastores dabo vobis cap. VI y el Directorio para el ministerio y la vida de los

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Este tema se presenta con la dinámica de "reavivar" la gracia o carisma recibido (cf. 2Tim 1,6). Es, pues, el amor de Cristo que urge a la "actualización" constante de la vida y del ministerio apostólico. La respuesta al "sígueme" no es sólo una actitud del pasado, sino que es una actitud de permanente respuesta a "un sígueme que acompaña toda la vida" (PDV 70). Esta respuesta al "ven y sígueme", que en el pasado fue una "opción fundamental", se irá reforzando y actualizando, tanto a nivel personal como a nivel comunitario. Es, pues, un compromiso que "deberá renovarse y reafirmarse continuamente" (ibídem). "Los heraldos del evangelio han de renovar su espíritu constantemente" (AG 24).

La formación permanente no es sólo exigencia del carisma vocacional y de la caridad pastoral, sino que, al mismo tiempo, la comunidad cristiana tiene derecho a esa renovación. "De esta manera, la formación permanente es también un acto de amor al Pueblo de Dios" (PDV 70).

La formación permanente es un camino de conversión continua y de fidelidad generosa, indispensable para la Nueva Evangelización, con programas concretos que abarquen toda la vida y ministerio sacerdotal: "Existe una conciencia creciente de la necesidad e integridad de la formación permanente, entendida y aceptada como camino de conversión y medio de fidelidad... Cada vez aparece con más fuerza la necesidad de acompañar el proceso de crecimiento, intentando que los desafíos que el secularismo y la injusticia le plantean puedan ser asimilados y respondidos desde la caridad pastoral" (Santo Domingo 72).

La formación permanente abarca las mismas dimensiones o niveles que la formación inicial, pero presenta la novedad de una puesta al día para la actuación evangelizadora en las circunstancias concretas y mudables. Tendrá, pues, en cuenta:

- las cuatro dimensiones o niveles: humano, espiritual, intelectual, pastoral (cf. n.3 B),- haciendo hincapié en la vida comunitaria concreta, en el encontrarse, convivir, compartir, ayudarse,- la programación previa y la evaluación consiguiente han de tener en cuenta no sólo la organización de cursos (en los cuatro niveles y con una periodicidad adecuada), sino también y especialmente todos los aspectos de la vida de los evangelizadores,- el ideario, los objetivos, las etapas, los medios y los responsables y animadores, tendrán en cuenta las diversas situaciones (por sectores geográficos, edad, dificultades, circunstancias especiales, etc.).63

Presbíteros (Congregación para el Clero, 1994), cap. 3. En estos dos documentos se encuentran los contenidos principales sobre este tema. Ver también el documento de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada: Orientaciones sobre la formación en los institutos Religiosos (1990). J.M. ARANCIBIA, C.M. GALLI, Formación sacerdotal permanente: nuestro camino reciente: Criterio (1992) 655-663; CELAM, Las dimensiones de la formación sacerdotal (Bogotá, 1990); (Conferencia Episcopal Colombiana) Formación sacerdotal permanente (Bogotá 1978 y 1990). Ver los datos referentes al Sínodo de 1990 sobre la formación sacerdotal: L. RUBIO, La formación sacerdotal de los sacerdotes en la situación actual (Salamanca, Sígueme 1991).

63    ? El Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros (1994) señala: principios, organización y medios, responsables, necesidades por edad o

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Se intenta renovar las personas y las comunidades, por medio de la profundización de ideas, mejoramiento de la metodología y expresiones, ofrecimiento de medios concretos. Un momento especial serán los primeros años de experiencia apostólica, pero habrá otros momentos también de especial interés: cambio de cargos, año o tiempo sabático, inicio de la tercera edad, etc.. En toda esta programación, el principal agente y responsable es la misma persona del apóstol, sin cuya cooperación activa, se reduciría todo a una nueva estructura sin vitalidad intrínseca.

Sobre todo, se tendrá en cuenta que la formación permanente no es una mera lista de cursos programados, sino un ambiente o un enfoque de la vida apostólica, en el que se encuentran todos los medios necesarios para la vida personal, comunitaria y apostólica. "No es un episodio, sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se desarrolla por etapas y tiene modalidades precisas" (PDV 79). Son, pues, "programas capaces de sostener, de manera real y eficaz, el ministerio y la vida" (PDV 3).

La formación permanente ayuda a superar el sentido de inseguridad y de duda, de soledad y de fracaso, potenciando a los evangelizadores, ahondando en su actitud relacional con Cristo, ayudando a descubrir el sentido y la fecundidad de la cruz (Jn 12, 24.32).

situaciones especiales. Son los mismos contenidos, con matices diferentes, que se encuentran en Pastores dabo vobis VI. Para la vida consagrada: Directrices sobre la formación en los Institutos Religiosos, 1990. En el Código de Derecho Canónico: cann. 244, 248, 252, 279, 555. En el documento de Puebla: n.719. En el documento de Santo Domingo: nn. 72-73. Además de los estudios citados en la nota anterior (sobre la formación permanente), ver los comentarios a Pastores dabo vobis: AA.VV., Commentaria in Adh. Apost. "Pastores dabo vobis": Seminarium n.4 (1992); AA.VV., Os daré pastores según mi corazón (Valencia, EDICEP 1992); AA.VV., Vi darò pastori secondo il mio cuore, Esortazione Apostolica "Pastores dabo vobis"..., Testo e commenti (Lib. Edit. Vaticana 1992); E. BORDA, La formazione pastorale dei sacerdoti nell'esortazione apostolica "Pastores dabo vobis": Annales Theologici 6 (1992) 289-318. Otros estudios sobre la formación permanente del clero: CELAM, Las dimensiones de la formación sacerdotal (Bogotá, 1990); M. MACIEL, La formación integral del sacerdote (Madrid, BAC 1990); J. de J. MARTINEZ CEPEDA La educación permanente en la Iglesia local (Mexico, Com. Episc. Clero 1982).

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Nota: Ver otras fichas bibliográficas en este capítulo: vocación en general (notas 1, 4, 8); seguimiento evangélico (nota 3); vocación al laicado (nota

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19); vida consagrada (nota 24); vocación misionera específica (nota 32, 34, 37 y 44); caridad y misión (nota 42); San Pablo (nota 42); implantar la Iglesia (nota 42-43); Diócesis o Iglesia particular misionera (nota 46); formación misionera específica (nota 49 y 60-61); formadores (nota 50); pastoral vocacional (nota 51); formación en su dimensión humana (nota 52); formación en su dimensión espiritual (nota 53); carismas y fundadores (nota 54); formación en su dimensión intelectual (nota 57); formación en su dimensión pastoral (notas 57, 49, 60-61); formación permanente (notas 62-63); comentarios a PDV (nota 63).