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En"Findeviaje",unadelasnovelasmásinteligentesysocialmentesatíricas,RachelVinraceseembarcaparaSudaméricaenelbarcodesupadre,yeslanzadaenun viaje deautodescubrimiento enuna versiónmodernadeunviajemítico.IntroduceaClarissaDalloway,elpersonajecentraldelanoveladeWoolf, "La señoraDalloway".El conjuntodesigual depasajeros le daaWoolflaoportunidaddesatirizarlavidacontemporáneaEduardiana.Esta novela se tituló originariamente "Melymbrosia", pero Woolf cambiórepetidamente el borrador. Una versión anterior de "Fin de viaje" ha sidoreconstruida por el erudito experto enWoolf Louise DeSalvo y está ahoradisponible al público bajo el título pretendido. DeSalvo argumenta quemuchos de los cambios que hizo Woolf en el texto fueron respuestas acambiosensupropiavida.Tantoen"Findeviaje"comoen"Nocheydía"sepone ya de manifiesto la intención de la escritora de romper los moldesnarrativos heredados de la novelística inglesa anterior, en especial lasubordinacióndepersonajesyaccionesalargumentogeneralde lanovela,así como las descripciones de ambientes y personajes tradicionales; sinembargo,estosprimeros títulosapenasmerecieronconsideraciónporpartedelacrítica.

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VirginiaWoolf

Findeviaje

ePUBv1.1Polifemo706.08.11

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I

Son tan estrechas las calles que van del Strand al Embankment que no esconvenientequelasparejaspaseenporellascogidasdelbrazo.Haciéndolo,exponena los empleadillos de tres al cuarto a meterse en los charcos, en su afán poradelantarles, o a recibir ellos un empujón u oír alguna frase, no siempre muygramatical,debocadelasoficinistasensuapresuradocamino.

EnlascallesdeLondres,labellezapasadesapercibida,perolaexcentricidadpagaun elevado tributo. Es preferible que la estatura, porte y físico sean normales, contendencia a lo vulgar; y en cuanto a la indumentaria, conviene que no llame laatenciónbajoningúnconcepto.

Unatardeotoñal,alahoraenqueeltráficoempezabaaintensificarse,unhombre,quellamabalaatenciónporsuelevadaestatura,paseabaconunamujerprendidaasubrazo.Asualrededor,yasaltándolesconairadasmiradas,rebullían,comohormigasen su marcha incesante, una multitud de seres que parecían diminutos encomparaciónconlaesbeltapareja.

Esos seres insignificantes, cargados con papeles, carpetas de documentos ypreocupaciones, correteaban pendientes de la obsesión de que su salario semanaldependíaúnicay exclusivamentede su eficacia.Eso explicaquemiraran conpocabenevolencialaexcepcionalestaturadelseñorAmbroseylacapadesuesposa,queseinterponíanensufebrilactividad.

Lapareja,ensuabstracción,noreparabaenlapocasimpatíaquedespertabaasupaso.

Unmovimientocasiimperceptibleenloslabiosdeél,dejabaentenderprofundosyabstraídospensamientos.Lamujer,conlavistafijainconscientementeantesí,pa-recía contemplar— solamente su honda pena. Sólo un gran esfuerzo de voluntadconseguíamantenerenéllaimpasibilidadyevitarenellaelllanto.Hastaelrocedelagentelesresultabadoloroso.

Cruzaronlacallesorteandoelpeligrosotráficodelacalzada.Alllegaralaotraacera,lamujerabandonósuavementeelbrazoenqueseapoyabayacercándosealabarandadelpuenteocultóconsusmanosatodamiradaindiscretaelrostro,porelqueempezabanacorrerlaslágrimas.ElseñorAmbroseintentóconsolarlaconafectuosaspalmaditasenlaespalda,delasqueellapareciónoapercibirse.Anteundolormayorqueelsuyo,elhombrecruzólosbrazosalaespaldaydiovariospaseosalolargodelpuente.

El Embankment tiene varias prominencias semejantes a otros tantos púlpitos.Peroenlugardepredicadores,estossalientesestánatodashorasllenosdechiquillosocupados en tirar piedras al río, o hacer navegar sus barquillos de papel. Siempre

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alertaporloquepudierasermotivodedistracción,lachiquilleríavioenelhombreunser terrible, y el más atrevido gritó: «¡Barba—Azul!». Temiendo que la burla seextendieseasumujer,elseñorAmbroselesamenazóconsubastón,loquediocomoresultadoinmediatoquevariosrapacesunieransusfuerzasvocalespararepetiracoroelgritode«Barba—Azul».

Lainmovilidaddelamujernollamólaatencióndelosmuchachos.SonmuchaslaspersonasquepasanlargosratosapoyadasenelpuentedeWaterloocontemplandoelrío.Avecesparejasdeenamorados,aquieneselpasodelacorrientesugieremilsímiles de amor, que a ellos se les antojan nuevos y son eternos.Otras veces, sonsolitariospaseantesqueduranteunosmomentos recuerdan instantesdesuvidaquepasaron como el agua indiferente transita bajo el puente. Algunos atardeceres laniebla difumina las siluetas de los edificios de Westminster y les da una extrañasemejanzaaunaConstantinoplaentrevistaensueños.Siempreescuriosomirarelrío.Unas veces es de un color morado plomizo, otras de barro ceniciento y algunas,pocas,deuncolorazulintensoquerecuerdaunmarmeridional.

Pero la señoraAmbrose no veía nada de aquello, el río se había alejado de suvistahastaconvertirseenunpuntocircular, iridiscente,delquenopodíaapartar lamirada.Sullantomanabacopiosouniéndosealacorriente.

Unavozmisteriosa pareciómurmurar a sus oídos: «Loor, ForsenadeClosium;juroporlosnuevediosesquelagrancasadeTarguinnosufrirámásdaño…»Estaspalabraspasaronporsusoídosdeslizándosecomounsusurro.Sentíaquedebía,quetenía que volver a todo aquello, pero por elmomento necesitaba llorar y se sabíaincapazdeejecutarningunaotracosa.Escondiósurostroaúnmásydioampliocursoasupena.AsílaviosucompañeroalllegarjuntoalapulimentadaEsfingeyvolversedespuésdecompraralgoaunvendedordepostales.Retornósobresuspasosyapoyósuavementeunamanosobresuhombrodiciendo:«¡Querida!».Suvozerasuplicante,peroellalerehuyócomosignificándolequepocopodíaentenderdeunapenacuallasuya.Comoélnocejara,hubodesecarselosojosylevantarloshastaelniveldelaschimeneasquesealzabansobrelaotraorilla.MirólosarcosdelpuentedeWaterlooyelincesantepasodevehículos,semejanteaunahileradeanimalesenunagaleríadedescarga.Peronoveíanada.Sólollamaronsuatenciónlosgestosquesuesposohacíaaun cochede alquiler queno ibaocupado.No, prefería andar, el ejercicioparecíaborrar algo la fijeza de sus ideas. El ruido de los enormes camiones, semejantes amonstruos fantasmales, los coches de alquiler, los carros y la gente, la volvieronlentamente a la realidad. Pero con esta vuelta almundo en que vivía, comprendiótambiénclaramentecuántiernoeraelafectoquesentíaporLondres.Supensamientovolólejos,haciaunacolumnadehumoqueseelevabaentrelosmontes.Allíestaríanllamándolasushijos,consoladosporgentesextrañas.Unlaberintodeplazas,callesyedificios los separaba.Pensóquede los cuarenta añosde suvida, treinta loshabía

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pasadoenLondres.¡Yquépocoafectohabíasabidodespertarenellalaciudad!Eraextremadamenteobservadoraygustabadepenetrar,conunasolamirada,en

elinteriordelaspersonasquecruzabanjuntoaella.Habíagentericaquesedirigíaareunirse con sus amistades, empleados que calculabanmentalmente el tiempo quefaltaba para librarse del odiado y necesario trabajo cotidiano, pobres a quienes eldescontentoqueproducíalariquezaajenahacíamásdesgraciados.Algunosviejosymujeressedisponíanaocuparlosbancosenlosquepasaríanlanoche.Elesqueletodelasociedadsemostraba,impúdicamente,envueltoenunalluviamenuda,incesantey deprimente. Los vehículos, con su marcha rápida y aparentemente inútil, no leinteresaban;lasparejasdeenamoradosquebuscabanlassombras, laasqueaban;lasvendedorasdefloresybaratijas,gentealegrequetantasotrasvecesladivirtieron,sele antojaban ahora seres degradados y degradantes, hasta las flores con sus vivoscoloresleparecíanfalsaseinsípidas.Elpasofirmeygallardodesuesposo,sugestoalsaludaraunconocido,leparecíancosasirreales.

Detuvouncochedealquilerytuvoquealzarlavozparaadvertirasuesposoquese alejaba distraído. El trote cansino y regular les alejó pronto deWest—End endirecciónalosmuelles.Parecíandirigirsealcorazóndelagranfábrica.Losbrillantesfocos,losluminososescaparates,laslujosascasas,lospequeñosseresvivientesquese trasladaban hacinados en insuficientes autobuses o individualmente en enormesautomóviles,eranlamercancíamanufacturada.

En el estado de ánimo de la señora Ambrose, la mercancía parecía mezquinacomparadaconlainmensidaddelafábrica.Viendoloshacinamientosdelosvehícu-lospúblicos,lagrancantidaddeseresqueibanapieylosinfinitoscamionesycarrosquerodeaban,seguíanyprecedíanasuvehículo,sentíalasensacióndequeLondresalbergabasolamentemiles,millonesdeserespobresydesgraciados.

Abrumada por aquellas observaciones, recordaba por contraste su vida en losalrededoresdePicadillyCircus.Fueunsedantequelapobrezadelascasasqueseali-neaban en forma interminable, se viera rota por un edificio que el municipiodestinabaaEscueladeclasesnocturnas.

—¡Quésobrioytristees!—exclamósumarido—.¡Pobrescriaturas!Aquelcuadrodemiseriaylalluviatenazymonótonaletrajeronalamemoriaa

sushijos.Sintiólasensacióndequeunaheridahabíaexpuestosucerebroalcontactodelairefrío.

ElamplioespaciodelEmbankmentsehabía idoachicandohastaconvertirseenuna calleja estrecha ymal empedrada, oliendo a carburantes requemados, embote-lladayatascadadecamionesycarros.Elcochesedetuvo.

El señor Ambrose leía en unos enormes cartelones los detalles de la salida debuquesrumboaEscocia.Ellaintentótambiéninformarse.Perolostrabajadoresocu-padosensustareas,sumergidosenunaneblinafinaygris,noconstituíanunafuente

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de información muy digna de tenerse en cuenta. La presencia de un anciano queadivinósusdeseosyseofrecióallevarlesensubarquilla,resultóprovidencial.

Trasunaligeraindecisión,seacomodaronenlosasientosdelbote,notardandoenser mecidos por la corriente. Londres se adivinaba tras la línea de edificios de laribera,queconladistanciaadquiríanproporcionesdecasasdemuñecas.Losfarolessereflejabanenlamóvilsuperficiedelrío,produciendoensucorrientelaaparienciadeunamarchasuperioralareal.Voluminosasbarcazasdescendíanoremontabanlacorrienteescoltadasporlargascuerdasdeembarcacionesmenores.Laslanchasdelapolicía pasaban con marcha endiablada y su estela imprimía un movimiento devaivénalabarquilla.

El viejo, sintiéndose comunicativo, recordó sus añosmozos, cuando en subotetransportaba delicadas jóvenes bajo los arbustos de la verde orilla de Kotherhithe.Entonceseltrabajoeraincesante,peroahora…

Sumirada,preñadadetristezas,recorrióelrío;cunaybienestardesusmayores,recuerdosdesuexistenciayamenazademiseriaparasushijos.Losojosseposaronenelperfil,monstruosoenlasemioscuridad,delpuentedelaTorredeLondres.Lamole de un buque, anclado en el centro de la corriente, parecía acercarse a ellos.Confusamente se leía un nombre sobre el casco: «Euphrosyne». Los mástiles, laschimeneasylabanderadesplegadaalviento,másqueverseseadivinaban.

Alsacarlosremosdelagua,elbarqueroexplicóquetodoslosbuquesdelmundoizaban la bandera el día de su partida. A los señores Ambrose un extrañopresentimientoleshizoverenaquellounsignodemalagüero,perosobreponiéndosesubieronabordo.

En el salón del buque, propiedad de su padre, la señorita Rachel Vinrace, deveinticuatroañosdeedad,esperabanerviosamentelallegadadesustíos.Lesrecor-daba vagamente, pero estaba dispuesta a hacerles la estancia lomás grata posible.Sentíaunciertomalestarindefinible,deseabaquehubieratranscurridoelmomentodedarleslabienvenidayseentreteníacorrigiendolaposicióndeloscubiertossobrelamesa.Unavozdehombreseoyósobrelacubierta:

—¡Conestaoscuridadsepuedeunocaerfácilmentedecabeza…—…ymatarse!—concluyóunavozdemujer.

Unafigurafemeninaserecortóenelmarcode lapuerta.Eraaltaysecubría lacabezaconunchalmorado.LaseñoraAmbroseerabellaydistinguida.Loúnicoqueimpedíauna francay espontánea simpatía hacia ella eran susojos, que seposabanpenetrantesysoberbiosencuantohabíaasualrededor.Surostroreflejabamásvidaquelasbellezasclásicas,perosuexpresióneramásduraqueladelamayoríadelasmujeresinglesasbonitas.

—¡Oh,Rachel!,¿cómoestás?—dijo,tendiéndolelamano.—¡Hola,querida!—dijoelseñorAmbrose,acercándoseabesarasusobrina.

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Éstasesintióatraídaporelporteelegante,lasfaccionespronunciadasylosojosexpresivosdesutío.

—AvisaalseñorPepper—ordenóRachelaunodelosmarineros.Elmatrimoniosesentóalamesafrenteasusobrina.—Mipadremeindicóque

noleesperásemos.Tienemuchotrabajo.¿ConocenalseñorPepper?Unseñorpequeñito,doblado,que recordaba losárboles curvadosporelviento,

acababadeentrarsilenciosamente.SaludóalseñorAmbroseyasuesposa.—¡Haycorrientedeaire!—dijo,levantándoseelcuellodelabrigo.—¿Se resiente todavíadel reuma?—preguntóHelenAmbroseconvozsuavey

armoniosa,apesardequesupensamientoestababiendistantedecuantolarodeaba.—¡Es cosa del clima!—se acongojó el señor Pepper.—Pero de eso no muere

nadie—contestóHelen.—Porreglageneral,no—contestóelseñorPepper.—¿Sopa,tíoRidley?—preguntóRachel.—Gracias,querida—dijoél,entregándoleelplato,luegosuspirósuavemente—.

Noteparecesatumadre.Helenhizoruidoconsuscubiertos,procurandoevitarqueseoyeseelcomentario.

Alcomprenderlainutilidaddesuesfuerzo,sesonrojó.—¡Hay que ver lo mal que colocan las sirvientas las flores! —dijo Helen

apresuradamente, colocando con más gracia un puñado de pequeños crisantemosenterradosenunbúcaro.

Hubounlargosilencio.—¿Conocías a JenkinsondePeterhouse,Ambrose?—preguntó el señorPepper

desdeelotroladodelamesa.—Sí,hacemuchosaños.—Puesmurió.¿Recuerdasquefueelhéroedeunsucesomuyextraño…,deun

accidentedepesca?Secasóconunajovenpropietariadeunestanco,marchándoseaviviraFeus;novolvíaverle…Creoquebebíayacabóaficionándosealasdrogas.Uncasoperdido—acabóPeppercomoconcisoepitafio.

—Eraunindividuomuyhábil—dijoAmbrose,sacudiendolacabeza.—Sí,sustentabamuchasteoríasextrañas.—Creoqueteníaunasobrelosplanetas…—Sí,algoinverosímil—dijoPepper,moviendolacabeza.Lamesatemblóligeramente,lalámparaseapagóyuntimbreapagadorepiqueteó

sininterrupción.—¡Zarpamos!—indicóelseñorPepper.Un ligero balanceo movió la nave, haciéndose cada vez más perceptible. Las

lucessesucedíanatravésdelascortinasdelasventanas.—Yamarchamos—volvióacomunicarelseñorPepperaltiempoqueelbuquese

estremecíayemitíaunquejidomelancólico.Seoíaclaramenteelchasquidodelagua

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contra el tajamar y la embarcación empezó a cabecear acusadamente, obligando alcamareroacuidardelequilibrio.

—YJenkinsondeCats—preguntóRidley—,¿levestodavía?—Unaodosvecesalaño.Hacepocoqueperdióasuesposa.Esdoloroso.—Mucho—comentóRidley.—Tieneunahija solteraque le cuida,peroa suedadnoes lomismoque si lo

hicierasuesposa.Ambosasintieron,procediendoamondarlasmanzanas.—Escribióunlibro,¿no?—preguntóRidley.—Sí,peroescomosinoexistiera—contestóPeppertanvehementequelasdos

señoraslomiraronextrañadasysorprendidas.LavozdelseñorPeppereraagriaalañadir:—Esmuycómodoesodeadornarseconplumasajenas.Ellibronoloescribióél.—Estoydeacuerdo,peroesunadebilidaddelosquenosabenabrirsecaminopor

suspropiosmedios.—Suvidafuecompletamenteinútil.Otrocasosemejanteeseldenuestroamigo

Miles—continuóPepperconunasonrisairónica—.Hehechouncálculoaproximadoy sin contar el tiempo que estuvo en la cuna, ha escrito un promedio de dosvolúmenesymedioanuales.Nosepuedenegarqueesunaindustriapróspera.¿Co-noceslaimpresentablecolecciónBruce?

—¡Por supuesto!—contestóconénfasisel señorAmbrose—.Unpoquito libre,¿no?

—¿Conocesel«FussipenHedivillesRow»?—Precisamentemereferíaaél.Las señoras, según es costumbre inveterada en su sexo, intervenían de vez en

cuandoenlaconversación,perosinponerunaexcesivaatenciónenella.AHelenlainquietaba la actitud de Rachel, demasiado silenciosa y tranquila, impropia de suedad.Loscaballerosacabaronporolvidarsedelapresenciadelasdamas.

—¡Ah! ¡Cuántas cosas podrían contarse de aquellos tiempos!—oyeron decir aRidleyalacomodarseenunbutacón.

AtravésdelapuertadelfumadorpercibieronalseñorPepperderrumbadoenotrobutacón. Parecía haberse aflojado la ropa y semejaba unmonomalicioso.Helen yRachel cubrieron sus cabezas con sendos chales y subieron a pasear a cubierta.Seguían deslizándose mansamente río abajo, cruzándose con las moles ingentes yoscuras de otros buques anclados.Londres, anegado en unmar de luz amarillenta,semejabalaflormonstruosadeunamitológicaplanta.Laslucesdelosvestíbulosdelos teatros, de las tiendas, a lo largo de las calles interminables, anuncios quedibujabansuesteladeluzenelvacío.

Resultaba doloroso, para personas que se alejaban de allí a la ventura sobre elmar,quelaciudadsiguierabrillando,siempreenelmismositio,comounfaroinal-

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canzable,cuyohalodeluzamarillentaseelevabahastalasnubesprolongadoporlaneblina.

Helenvolvióelrostrohacialamuchachaqueseapoyabaenlabaranda,asulado.—¿Tienesfrío,Rachel?—No… —balbuceó ésta con voz queda, para añadir a continuación—. ¡Qué

hermosura!Enrealidad,noeragrancosaloquelanochepermitíaver.Unahilerademástiles

distanciados,unamasaoscuraendondeseadivinabalariberaysobreellaunaseriedepequeñosrectángulosluminosos.Eranlasventanas.Másallá,unamasadeneblinaluminosaemplazabalaciudad.

Lamarcha era contra el vientoy seveíanprecisadas a sujetarse las faldasy lacabellera.Alpocoratoelvientoseapaciguóalgo,perovolviósemásfrío.

Porlasentornadasventanasdelfumadorvieronaloscaballerosapurandosendoscigarrospuros.RepentinamenteelseñorAmbroseseechóhaciaatrásviolentamente,mientras que un esfuerzo contenido destacabamás las arrugas del rostro del señorPepper,queparecíantalladasconcincel.Unasonoracarcajadavinoamezclarseconlos crujidos que el viento arrancaba a la nave.Los dos hombres, ajenos a todo, sehabíansumergidoensusrecuerdosdeCambridge,alláporel1875.

—¡Son viejos amigos! —observó Helen, sonriente—. ¿Dónde encontraremosnosotrasunlugarparasentarnos?

Rachelabrióunapuerta.—Es más un corredor que una habitación —dijo, mostrando una original y

exóticasaladeestar.Tenía en el centro unamesa empotrada en el suelo y a su alrededor amplios y

cómodosdivanesalolargodelostabiques.El sol tropical había hecho palidecer la tapicería hasta un verde azulado. Un

espejo,conmarcodeconchas,,colgabadelapared;eraeltrabajodeunenamoradodelmarydabaunextrañoaspectoalconjunto.Retorcidasconchasderojosbordes,que recordaban cuernos de unicornio, adornaban la repisa de la chimenea. A cadaladodelaspuertaspendíanunascortinasdesedamorada,convariosborlones.Porlasdos ventanas, que daban a cubierta, el sol tropical había encontrado camino paradecolorarloscuadrosquependíandelapared.Unodelosgrabadosrepresentaba,casiindistinguiblemente, a la reinaAlejandra jugando con susperritos.Frente al hogar,dosmecedoras demimbre se ofrecían acogedoras. Sobre lamesa pendía una granlámpara,eraelsignodecivilizaciónmenosirrealdecuantosadornabanlahabitación.

—Es raro que todos resulten ser viejos amigos del señor Pepper —comentóRachelconciertonerviosismo.

ElsilencioenquehabíavueltoacaerHelenlaponíaenunasituaciónviolenta.—¿Lehacesmuchocaso?—preguntóporfinsutía.—Esalgoasícomoesto—

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dijoRachel,manoseandounextrañopezdisecado.—Creoquelejuzgasconexcesivaseveridad.Rachel intentó justificar sus palabras, acudiendo para ello a los hechos, por

parecerle más significativos. Así fue contando lo que sabía de William Pepper.Cuando estaban en su casa, siempre la visitaba los domingos. Era persona culta,dominaba las matemáticas, historia y griego, zoología, economía y las Sagas deIslandia. Había traducido al inglés y en prosa poesías persas, y prosa inglesa enversos griegos. Era una notabilidad en numismática y un experto en cuestiones detráfico. Estaba allí para documentarse y escribir sobre el mar, probablemente unestudiosobreelviajedeUlises,pueselgriegoerasumayorpasión.HabíaregaladoaRachel ejemplares de todos sus trabajos, la mayor parte obras pequeñas, y HelenpensóqueprobablementeRachelno—lashabíaleído.

—¿Sabessihaestadoenamoradoalgunavez?—preguntóalamuchacha.—Nolocreo,sucorazónesuntrozodecueroviejoyreseco;pero,francamente,

esunacosaquenoheaveriguado.—Será cuestión de preguntárselo. ¿Recuerdas la última vez que te vi? Estabas

comprandounpiano.—Sí, lo pusimos en la habitación del ático, que estaba ocupada por grandes

plantasexóticas.Mis tíasdecíanqueundíapiano,plantasyyopasaríamosalpisobajoatravésdeltecho.Asuedadnoteníaquehaberlesasustadotantolamuerte.

—Hace poco tuve noticias de tía Bessie —replicó Helen—. Teme que se teestropeenlasmanossiestudiastanto.

—¿Oacasoquemepongamusculosayesomeimpidacasarme?—Noesesoprecisamente—corrigióHelen.—Claro, ella no lo diría así, pero es lo que piensa—dijo Rachel, soltando un

suspiro.Helen clavó sus ojos en el rostro de lamuchacha: reflejabamás debilidad que

decisiónysólosusojos,grandeseinteresantes,lasalvabandelainsipidez.Elóvalode su cara era indefinido y faltaba color a su cutis. Su indecisión al hablar y eltartamudeoparahallar laspalabras adecuadas, poníande relieve su insignificancia.Helensedijoquenolaatraíalaintimidadenqueseveríanforzadasavivirlastresocuatro semanas que duraría el viaje. Lasmujeres de sumisma edad la aburrían ysuponíaqueconunajovencitaseríapeoraún.Volvióamirarasusobrina.Hablarconella de cosas profundas sería como escribirlas sobre la superficie del río. En lamayoríadelasmuchachasnohabíanadaestable,niviciosnivirtudes.

En aquel momento se abrió la puerta bruscamente y entró un hombre alto yfornido. Se acercó a Helen y le cogió las manos emocionado. EraWilloughby, elpadredeRachelyhermanodelseñorRidleyAmbrose.

Era corpulento sin llegar a grueso, de cara ancha pero con facciones algo

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pequeñasyunhoyueloencadacarrillo.Selecomprendíamásaptoparacapeartem-poralesqueparadisimularsusemociones.

—¡Esunplacerquehayáisvenido!¿Verdad,hija?—dijo,mirandoalamuchacha.Rachelasintióalamiradadesupadre.—Haremos cuanto esté a nuestro alcance para que os encontréis bien aquí. ¿Y

Ridley?Bueno,Pepperyaseencargarádellevarlelacontra,cosaalaqueyonomeatrevería.¿QuétepareceRachel?Estáhechaunamujer,¿verdad?

SinsoltarlamanodeHelen,pasóunbrazoporloshombrosdeRachel.—¿CreestúqueRachelhacehonorasuspadres?—¡Oh,sí!—contestóHelenviolentaysinmirarlos.—Esperograndescosasdeella—continuóél,oprimiendofuertea lamuchacha

—.¡Bien!—saltódepronto—,ahorahablemosdeti.—Sesentaronlostresenelsofáyprosiguió—:¿Yloschicos?¿Dispuestosyaparairalcolegio?Mefiguroquesí…¿SeparecenatioaAmbrose?Deloqueestoyseguroesqueningunodelosdosestonto.

Aloíresto,Helenfueanimándosegradualmenteyempezóaexplicarquesuhijo,deseisaños,erasuvivoretrato,segúnlaopinióngeneral.Encuantoalachica,queteníayadiezañosdeedad,eramuyparecidaasupadre.Contodasencillezcontóquesupequeñohabíametidolosdeditosenlamantequilla,arrojandounabuenaporcióndeellaalfuegodelachimeneaycontemplandosatisfecholasllamaradasquelevantósuhazañayde lavistade las cuales,gozaron tanto elhijo como lamadre, lo cualprobabaunaafinidaddegustos.

—Esunpícaro,perotendrásquecorregirleparaquenojuegueconfuego,puedetraer—malasconsecuencias—advirtióWilloughby.

—Pero si no tiene importancia… ¡es tan chico!—disculpó la madre, como sifueseellalaautoradelafechoría.

—¡Porlovistosoyunpadrechapadoalaantigua!—suspiróWilloughby.—¡Nodigaseso!ApuestoaqueRachelnoopinaasí.Claramentesereflejabaenelrostrodelpadrelailusiónquelehubieseproducido

el queRachel le abrazase ymimase, negando su afirmación. Pero ésta continuabaabstraída,mirandoante síycon lamásabsoluta indiferenciahacia loque supadredecía.Suimaginaciónestabamuylejosdeallí.

Cambiaron impresiones sobre la formamásconvenienteydisimuladade lograrque Ridley gozase durante todo el viaje de unas completas vacaciones. Si no lolograbanahoraquesusbaúlesrepletosdelibrosdescansabanenlasentinadelbuque,Helen sabía que ya no lo conseguirían, pues en Santa Marina pasaría el díatrabajando.

—¡No te preocupes y déjalo por mi cuenta!—dijoWilloughby con su mejorvoluntad.

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Seoyeronunospasos.SeabriólapuertayentraronRidleyyPepper.—¡Hola,Vinrace!¿Cómoestás?—dijoRidleyextendiendolamanoconalgode

embarazo.Willoughbyrespondióefusivamente,peroconunciertorespeto.—Oshemosoídoreírbastante—dijoHelen—.Sindudaoshabréiscontadocosas

muygraciosas.—Nocreas,nadaquevalieralapena.—¿Siguessiendotodavíatanexigenteentusjuicios?—preguntósuhermano.—Porlovistoosaburrísmuchoennuestracompañía,ajuzgarporloprontoque

nosdejasteis—dijoRidleyasuesposa.—¿Peronolopasasteismejordespuésdesalirnosotras?Ridley se encogió de hombros, la situación era algo violenta, aunque todos

intentaban demostrar jovialidad. Fue el señor Pepper quien rompió el silencio ydesviólaatención.Súbitamentediounsaltosobresuasiento,elevólaspiernasysesentó en cuclillas, como si huyeradeuna corrientede aire en los tobillos.Con losbrazoscruzadosen tornoa lasrodillasychupandosupuroconfruición,ofrecíaunaspectoestrambótico,comounpequeñodiosoriental.Sinenmendarsuextrañapostu-ra, les endilgóundiscurso sobre losmonstruosde lasprofundidadesmarítimas.SemostrómuysorprendidodequeningunodelosdiezbarcosqueposeíaVinraceyqueefectuaban la travesía entre Londres y Buenos Aires, hubiese visto nunca talesmonstruos y de que tampoco hubiesen —intentado nunca llevar a cabo ningunainvestigación.

—No,Pepper,no—rióVinrace—;tengodesobraconlosmonstruosdelatierra.Rachelsusurróconunsuspiro:—¡Pobresanimales!—Si no fuera por ellos, no habría música, querida —dijo su padre algo

bruscamente.Entretanto proseguía la perorata de Pepper, explicando los blancos, pelados y

ciegosmonstruosquehabitaban las profundidades abismalesdelOcéano, contandoque al sacar estos animales a la superficie y librarlos de la enorme presión de lasaguas, explotaban esparciendo sus entrañas a todos los vientos. Era tan prolija ydescarnada su explicación, que producía náuseas, yRidley hubo de rogarle que secallase.

Helen iba observándolo todo y formando su composición de lugar. No,decididamentenose sentíamuyoptimista:Pepper resultabaunpesado;Rachelunaniñamimadaypocodadaalasconfidencias,estabaseguraquesusprimeraspalabrasserían: «Yo nome avengo conmi padre, no me comprende»;Willoughby, por suparte, y pese a su buena voluntad, vivía en unmundo aparte, unmundo que él sehabíaforjado.Entretodosellos,Helenseencontrabadescentradaynoselasprometía

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muyfelices,perocomoeraunamujerdeacciónydecisionesrápidas,sealzóydijoquequeríairadescansar.Alllegaralapuertasedetuvovolviendolacabeza;supusoque habiendo a bordo sólo dos mujeres, Rachel la acompañaría. La muchacha selevantó,yconunligerotartamudeo,dijo:

—Mevoyafuera…a…lucharconelviento.La peor suposición de Helen se confirmaba. Se deslizó por el pasillo dando

tumbosconelvaivényagarrándoseconambasmanos.Acadabandazoexclamaba:—¡Caramba!¡Bienempezamos!

II

Lanochefuepococonfortable,movimientosincesantesdelbuque,olorsalobre,escasezderopaenlascamas.ElseñorPepperpasóverdaderofrío.Elamanecertrajouncambioenlasituación.Elcieloradianteyelmartranquilocomopocasveces.Eldesayunotranscurrióenunambientemáscordial.Elviajehabíacomenzadobajolosmejoresauspicios,conuncieloazulyunmarencalma.Todoeraprometedor,pudieraonoexpresarse,yestosería loque,cuandopasasen losaños,conferiríaunsentidoespecial a estemomento, como el griterío de las sirenas durante la noche anteriorapareceríarepresentadoporungranaturdimiento.

La mesa estaba servida con atractivo. La fruta colocada con buen gusto y loshuevos y lamantequilla despertaban el apetito almás desganado.Helen atendía aWilloughby, observándole disimuladamente. Recordaba múltiples incidentesfamiliaresycomosiempre, terminabaporhacerse lamismapregunta:«¿PorquésecasaríaTeresaconWilloughby?Claroquedeaspectonoestámal—seguíapensando—,fuerte,grandón,vozrecia,puñospotentesyvoluntadfirme»…PeroparaHelenelcarácter de Willoughby se escondía tras una sola palabra: «Sentimental». Y ellaentendíaqueunapersonasentimentalnoeranuncafranca,espontánea,nisencillaenlaexpresióndesuspensamientos,emocionesosentimientos.Porejemplo,rarasveceshablaba Willoughby de los muertos, exceptuando los aniversarios de mayorsolemnidad.Helensospechaba incontablesatrocidadesen laeducacióndeRachely

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estabaseguradequelapobreTeresanohabíasidomuyfeliz.Inconscientementepasó a comparar suvida con lade su cuñada, aquienquiso

sinceramente y que fue la únicamujer a quien llamó amiga. Estas comparacioneshabían sido muchas veces el tema de sus conversaciones. Ridley era literato;Willoughbyhombredenegocios.TerminabaRidleysutercervolumensobrePíndarocuandoWilloughbyfletabasuprimerbuque.YelmismoañoqueelcomentariosobreAristótelesfueleídoenlaUniversidad,sucuñadomontabaunanuevafábrica.¿YRa-chel? No, decididamente no resistía una comparación con sus dos hijos, Rachelparecíatenersóloseisaños,derramabalalecheenlatazaponiendotodosucuidadoenobservarlasgotasquesalíandesparramadas.Sienlugardeaquellastonteríasdeniña boba, riera y se expresara con espontaneidad, resultaría una muchachafrancamentebonitayagradable.Separecíaasumadre,omejordicho,eracomolaimagenquesereflejabaenunlagoencalma,deunrostroarreboladoyllenodevidaquese inclinasobresu tranquilasuperficie.Helen,absortaensuspensamientos,nocaía en la cuenta de que ella era también observada, aunque no por los que tancrudamentejuzgaba.

El señor Pepper, mientras llenaba concienzudamente de mantequilla susrebanadas de pan, iba realizando el retrato deHelen.Empezó reafirmándose en suprimitivaafirmación:Heleneraverdaderamentehermosa.Connaturalidadleacercólamermeladaparaquesesirviese.Nocesabadedecirsandeces,aunquenomayoresni menores que las que se dicen siempre durante el desayuno. Sabía, por propiaexperiencia,queantesdeldesayunolacirculacióncerebralpareceatascada,yquesiélnohablabanadie loharíaprobablemente.Asíesque, sinmuchaseguridaden loque decía, seguía hablando y contradiciéndose a símismo, pero encontrándose su-perioralosquelerodeaban.Enaquelmomento,Pepper,despuésdeconvenirenqueHelenerahermosa,bajólosojoshaciaelplatoehizounrápidorepasodesuvida.Nosehabíacasado,sencillamente,pornohaberencontradonuncaalamujerquesupierainspirarlerespeto.HabíapasadolosañosdesujuventudenunaestacióndeferrocarrildeBombay,sinvermásquemujeresderazaycolordistinto,mujeresmilitarizadas,mujeresqueocupabanpuestosoficialesyque ibanperpetuamenteuniformadas.Suidealeraunamujerquesupiera leer,sinoelpersa,por lomenoselgriego,blanca,rubiaysensible,capazdecomprenderle…Ensusoledadhabíaacabadoporcontraerextrañoshábitos, de losqueno se avergonzaba.Dedicabavariosminutosdel día aaprender cosas de memoria, nunca tomaba un billete sin anotar antes el número,dedicaba el mes de enero a Petronio, el de febrero a Cátulo, marzo a los jarrosetruscos…,yasísucesivamente.EnlaIndiahabíatrabajadoinfatigablemente,ydenada tenía que arrepentirse, exceptuando esos pequeños defectos que todos loshombres listos se reconocen… Aunque no los corrijan. Absorto en estospensamientoslevantólavistaysonrióalobservarqueRachellemiraba.

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«Habrá masticado algo un número determinado de veces», pensó Rachel, yañadióenvozalta:

—¿Cómovanesaspiernas,señorPepper?—Pobrecitas—dijoéstemoviéndolasconexpresióndedolor—.Metemoquela

bellezanocureelácidoúrico…yesunalástima…Acontinuaciónobservóelmaryelcielodebrillanteazula travésdelventanal,

sacóunlibroylocolocósobrelamesa.Respondiendoalamudainvitación,Helenlepreguntó cómo se titulaba. Junto con la mención del título inició Pepper unadocumentadadisertación sobre… la formamásconvenientedeconstruir carreteras.Seremontóalosgriegos,pasódespuésalosromanos,paraacabarconlosingleses,que según suparecer eranunos inmejorables constructores, peroa renglón seguidoempezóacriticarydenunciardirectamentea todos loscontratistasengeneral,yseacaloróhastaelpuntodequelascucharillastintinearonalchocarconplatosyvasos,ymásdeuntrozodebollosedescompusoenelplatito.

—¡Guijarros!—dijo condespectivo énfasis—. ¡Las calles de la gran Inglaterraestánconstruídasconguijarros!Lesherepetidohastalasaciedad:«Conlaspróximaslluvias,vuestrascallesseconvertiránenpantanos».Unayotravezmispalabrassehanconvertidoenrealidad.¿Perocreenustedesqueporesosemehahechocaso?Nientonces,nicuandoheintentadohacerlescomprenderqueelúnicoperjudicadoeraelbolsillodelcontribuyente…¡NicuandoleshedichoqueleyeranaCorifeo!Perosonotros los asuntos que acaparan la atención de las gentes. ¡SeñoraAmbrose, puedeestar usted completamente segura de que sólo podrá formarse una opiniónaproximada de la estupidez humana cuando haya tomado asiento en unos de losmunicipiosdelossuburbios!—terminómirándolesatodosconenergíaferoz.

—Mis pequeños tienen una niñera que es una buenamujer, vamos, para comoestáhoyelservicionopuedoquejarme,peroestáempeñadaenquelospequeñoshanderezar.YonoleshablocasinuncadeDios.¿Quévamosahacer,Ridley,sialvolverlosencontramosotravezrezandoelPadrenuestro?

Ridley dejó escapar una ligera exclamación que a nada comprometía, peroWilloughby,quealoírlaspalabrasdesucuñadanohabíapodidoreprimirunestre-mecimiento,exclamó:

—Vamos,Helen,nocreoqueunpocodereligiónperjudiqueanadie.—Preferiríaquemintiesen—contestóHelen,sincerayrápidamente.Willoughby estaba reflexionando en que la vida le había deparado una cuñada

excesivamente excéntrica, cuando ésta echó hacia atrás la silla, se levantó y saliósobrecubierta.Casialinstantelaoyeronexclamar:

—¡Mirad,estamosyaenaltamar!¡Venid!Todos la siguieron. El humo de las ciudades había desaparecido y el buque se

balanceabaenunclaroamanecer.HabíadejadoLondressumidoensufango,ylafina

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sombradetierraqueadivinabaasuizquierdaparecíaincapazdesostenerelpesodeuna ciudad como París y, sin embargo, se trataba de la costa de Francia. Seencontraban liberados de carreteras, de cuanto recordara humanidad y en estaexaltacióndesulibertadhallabanelmayorgoce.

Unaspequeñasolas,querompíanblancasyacariciantesacadaladodelainmensamole,indicabanlamarchadelbuque.Elcielodeoctubre,ligeramentenubosoenelhorizonte,conunanubequeseelevabalentacomounacolumnadehumo,hacíamásperceptible lapurabrisa, frescaysalobre.Hacíademasiadofrescoparapermanecerquieto,yHelenseagarróalbrazodesuesposodispuestaadarunpaseo.Alelevarsurostrohaciaélparecíareflejarlanecesidaddecomunicarlealgoíntimoydulce.

Se separaron unos pasos de Rachel y ésta pudo observar que se besaban. Seasomó sobre las profundidades del mar. La superficie se veía ligeramente ensom-brecidaporelpasodel«Euphrosyne».Másabajoeradeunverdealgoturbioqueseibaesfumando,desvaneciéndosehastaacabarenunaimprecisamanchaoscura.Trasélseadivinabanrestosdenaufragioscuyosmástilesparecíanavecesasomarsobrelasuperficie,enlacrestadeunaolabesadasúbitamenteporunrayodesol.

—Rachel, si me necesitáis, estaré ocupado hasta la una—dijo Willoughby alpasarjuntoasuhija,dándoleuntoquecitoenelhombro,comoacostumbrabaahacersiemprequesedirigíaaella—.¡Hastalauna!—repitió—.Atinotefaltarátampocoquéhacer,supongo.Arpegios,francés,unpocodealemán,¿eh?AquítienesalseñorPepper;eselhombrequeconocemásverbosregulareseirregularesenEuropa.

Ysealejósonriente.Rachelquedóriendocomosiemprehacía,comosiemprehabíahecho,sinpensar

ensiverdaderamentehabíamotivoysóloporqueadmirabaintensamenteasupadre.Sedisponíaa«ocuparseenalgo»cuandofueinterceptadaporunamujercuyaenormehumanidaderaimposibleevitar.Suropadenunciabaquepertenecíaalaservidumbre;cerciorándose de que nadie la oía, empezó a hablar con extremada gravedad. Setratabadesábanasydemásropadecama.

—Señorita, no sé cómo vamos a solucionarlo en este viaje… no quiero nipensarlo—empezómoviendo la cabezadeun lado aotro comounmuñeco—.Notenemosmássábanasquelasprecisasyunadelasdelseñortieneunboqueteporelque pasaría un gato. ¿Y las colchas?Un pobre se avergonzaría de ellas.La que lepusealseñorPeppernoestáencondicionesniparataparunperro…No,señorita,nopuedenrepararse…niparatraposdelpolvoservirían.Lascoseunahastahartarse,yalvolveralavarlasquedanpeorqueantes.

Ensuindignaciónparecíaqueibaaecharseallorar.Rachelnotuvomásremedioquebajaryrepasarelmontóndesábanasquehabía

sobre una mesa. La señora Chailey manejaba las sábanas una a una, como si lasconociese. Algunas tenían manchas amarillentas; otras, peligrosos claros, y las

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demás,rotosdetodaslasmedidas.Esosí,todasestabanirreprochablementelimpias.Súbitamente, la señora Chailey cambió de tono, abandonando el tema de las

sábanas.Cerrólospuños,apoyándolosfuertementesobreelmontónderopablanca,ycontonomelodramáticodeclamó:

—¡Nadie,nadie,pasaríaeldíadondelopasoyo!La cabina en que realizaba su trabajo no era precisamente pequeña; pero se

hallabasituadatancercadelasalademáquinas,quealoscincominutosdepermane-cerallílapobremujersentíaquesucorazónibaaestallar.

—Sumadre,laseñoraVinrace,queensantagloriaesté,nomehubierapermitidonunca hacer lo que hago. Ella conocía al dedillo la situación de todas las ropas yenseresdelacasaynoexigíanadaquenofuerajusto.

Fue cosa sencillísima trasladarla de cabina, y en cuanto a las sábanas, podíanzurcirseydurartodavíaalgúntiempo.Eranotrascosaslasqueindignabanalaseño-ritaRachel.

—¡Mentiras!¡Mentiras!¡Mentiras!—clamabamientrassubíahacialacubierta—.¿Qué—sacaconcontarmecuentos?

LadescomponíaveralaseñoraChailey,asuscincuentaaños,portándosecomounacriatura.LamúsicalehizoolvidarprontolassábanasylasprotestasdelaseñoraChailey.Entretanto,éstadoblabasábanasymássábanascongestoadusto.Nadiesepreocupaba de ella, y en fin de cuentas, no podía decirse que un buque fuera unverdaderohogar.Lanocheanterior,aloíralosmarinerosizarelancla,habíallorado.Aquella noche volvería a llorar y mañana también, y cada noche. Así seguíapensandomientrasordenabasuscachivachesenlanuevacabinaqueRachellehabíadesignado.Susenseresnoeranlosmásindicadosparaunviajemarítimo:perritosdeporcelana, juegos de té en miniatura, tazas con las armas de la ciudad de Bristolfloridamenteornamentadas;cajasparahorquillas,recargadasdeconchas;unsinfíndeadornosypequeñasfotografíascontrabajadoresendomingadosymujeresconbebésde almidonados pañales.Una de las fotografías tenía unmarco dorado y la señoraChaileyprecisabadeunclavoparacolgarla.Secolocóloslentes,yantesdebuscarelclavo, leyó la dedicatoria del retrato. Estaba ofrecido porWilloughbyVinrace a laseñoraSusanaChaileycomoagradecimientoasustreintaañosdefielesservicios.

Gruesoslagrimonesseinterpusieronentresusojosyladedicatoria.—Yestosservicioscontinuaránmientrasyoaliente—murmurabalapobremujer

mientrasclavabaelclavo.—¡Señora Chailey! ¡Señora Chailey! —clamó una voz melodiosa desde el

exterior.Searreglóunpocoeltrajemaquinalmenteyabriólapuerta.—Estoyenunapuro—dijo laseñoraAmbrose,queveníaarreboladaycasisin

respiraciónacausadelacarrera—.Yasabeustedcuánespecialessonloshombres,

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señoraChailey.Lassillassondemasiadoaltasparalamesa,yalapuertalefaltanseiscentímetrospara llegaral suelo.Necesitaríaunmartilloyunacolcha, a serposiblevieja,ytambién,sinofueramuchopedir,unamesadecocina.Fíjeseustedenesto.

Yconungestocómicoabriólapuertaquedabaalacabinadestinadaasuesposo.ElseñorAmbrose,conelentrecejofruncido,elcuellodelachaquetalevantadoy

paseandodeunladoaotrodelapequeñaestanciaconlasmanosenlosbolsillosylacabezainclinada,eralaverdaderaestampadelamásvivadesolación.

—Parecequesecomplacenenatormentarme—dijodeteniéndoserepentinamenteante su esposa—. ¿Vinimos acaso para que yo cogiera un reuma o una pulmonía?Creíquemihermanoteníamássentidocomún.

—Pero,querido,no tepongasasí—contestóHelenyaderodillasbajo lamesa,atareada en sus arreglos—.No solucionarás nada y te pones nervioso. ¿Hemos depasaraquíunasseissemanas?Puesesprecisopasarlaslomejorposible.

—Ha sido una solemne tontería venir; pero ya que estamos aquí, ¿qué otroremedio nos toca sino tener paciencia?Hoyme encuentro peor, bastante peor queayer; claro que la culpa no es de nadie, es mía —monologueaba Ridley sininterrumpirsuspaseos—.Menosmalquelosniños…

Aloíresto,Helenseenderezócomounresorteyempezóaacorralarasuesposoporlacabinacomosisetratasedeunagallina.

—¡Vete! ¡Vete, Ridley! ¡Vete! ¡Anda, fuera de aquí! ¡Vuelve dentro de mediahorayloencontrarástodolisto!

Al salir Ridley de la habitación aún le oyeron alejarse rezongando pasilloadelante.

—No parece estar muy fuerte —dijo compasiva la señora Chailey mientrasayudabaadisponerlascosas.

—Esoquelepasaeselgriego.Griegodesdequeselevantahastaqueseacuesta—lerespondióHelenluchandoparacolocarunmontóndelibrossobreunestante—.SialgunavezlaseñoritaRachelsecasa,señoraChailey,queseaconunhombrequenosepaleerniescribir.

Los primeros días a bordo, que siempre resultan incómodos, monótonos y sinaliciente,fueronpasando,ysucediéronlesotros,quefueronhaciéndosegradualmentemásamenosyagradablesalcompenetrarsemáslospasajerosconlavidadelbuque.

Apesardequeoctubreestababastanteadelantado,eltiempoparecíasercadavezmásveraniego.Lascostasinglesas,delosdesiertospantanosalasrocasdeCornua-lles,seavivabanbajoelsolotoñal,divisándosegrandesmanchasverdes,amarillentasy amoratadas e incluso brillaban los tejados de las lejanas ciudades. En miles dejardincillos, brillaban millones de florecillas granate oscuro, que esperaban elmomentoenquelasancianas,quetanamorosamentelascuidaban,descendieranporlossenderillosycortaransustallosparaofrendarlasenlaiglesia.Alegresgruposde

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excursionistas volvían a la puesta del sol exclamando: «¿Habéis visto un día tanhermosocomoéste?»«¡Asícomoestedíaerestú!»,murmurabanlosmuchachosaloídodelaamada.

Viejos e inválidos eran sacados de sus casas para que pudieran gozar de tanespléndidosdíasyellos,ensuagradecimiento,augurabanpazybienestarparatodoelmundo. Las conversaciones entre enamorados tenían muy poca variación, aunqueellos creyesen lo contrario. Unos ponían la pureza del cielo como símbolo de susvidas.Paraotros,elmismocieloeraelemblemaquecampearíasobresusexistencias.

Pocaseran laspersonas,en tierra,queseacordabande losqueviajabanpor losmares. Cuando el mar no tenía la absoluta calma de aquellos días, cuando se en-furecíayelviento sacudía laspuertasyventanasde losdormitorios, lasparejas sedecían antes de besarse: «¡Cuánto celebro no sermarino!» o bien: «Vidamía, quéfelicidadqueno seas farero».Losbuques, aldesaparecer en la líneadelhorizonte,parecíandisolversesobreelmar,comolanieveenelagua.Elcriteriodelaspersonasmayoressobreelmar,novaríagrancosadelquesustentanlospequeños,queconsusbañadores de vivos colores y los cubos y palas relucientes, juegan con las olas entodas lasplayasde Inglaterra.Loqueaellos les llamaba laatencióneran lasvelasblancasylasnubesdehumoqueseelevabanenespiraleshastaconfundirseconlasnubes.Sileshubierandichoquesetratabadegrandesfloresblancasodeadornosdevapor,igualmentelohubieranaceptado.Perotambiénlaspersonas,desdeelmar,seformabanunaideasingulardeInglaterra.Selesantojabapequeña,muypequeña,co-mosipaulatinamentefueraencogiéndoseyaprisionandoasushabitantes.

Aunoslesparecíaverlosrebullircomoatareadashormigas,apelotonándoseunassobreotrasyderramándosealmarporsusbordasenunvanointentodealcanzarelbarco que se alejaba. A otros les parecía oír un clamor que se elevaba inmenso yensordecedordemillonesdegargantas,hastaenmudeceralperdersedevistaelbarcotras el horizonte. Pero esa extraña impresión de que la tierra se encogía, no selimitabaalaisla,parecíacomosielfenómenoafectaraatodaslastierrasdelplaneta,yllegabaadudarsequeelbuquevolvieraaencontrarjamásunpuertoensucamino.

Alpropiotiempo,unanuevayvastadignidadparecíainvadirtodoslosámbitos.Elbuqueeraelúnicohabitantedeunnuevouniverso,yensuincesantecaminaribadescorriendovelosquevolvíana cerrarsea suespalda.Estabamás solitarioque lacaravana que cruza el interminable y calcinado desierto. Su marcha era másmisteriosa, adelantándose ymanteniéndose por sus propios recursos. Elmar podíajugarconélasuantojoproporcionándoleungocerepentinoeinmenso,osumiéndoleen una muerte oscura e ignorada. La embarcación se entregaba al mar como unanoviasedaasuesposo,comounavirgendesconocidadeloshombresqueconfíaenqueelvigorylafuerzadesudueño,secambienenunarrulloamoroso.

La temperatura era una verdadera bendición. Los días se sucedían en calma,

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suaves, con el cielo y el mar como brillantes turquesas. Esta visión magníficaconsolaba algo a Helen. Hizo que le subieran a cubierta su bastidor, junto al quecolocó un volumen de filosofía encuadernado en negro tafilete. Escogiendocuidadosamente las hebras, de un montón de madejas que tenía sobre la falda,matizabaybordabaenpardoygranateun troncodeárbol,yendistintasgamasdeamarillo, el curso de un río. El diseño representaba una tumultuosa corriente a supaso por la selva tropical, con frutos de variadas especies y una legión de nativosdesnudos que disparaban sus flechas. Entre punto y punto leía una frase sobre larealidaddelaMateria, laNaturalezaoelBien.Asualrededorlosmarinos,consusjerseysazules,baldeabanlacubiertaodescansabanacodadosenlasbarandillas.

No lejos de ella el señor Pepper cortaba raíces con su navaja. Los restantespasajeros se hallaban diseminados por la cubierta. Ridley, con sus volúmenes degriego,estababienencualquierlugar.Willoughbyseencerrabaconsusdocumentos.Yaprovechabalosviajesparatramitar losasuntosdesusmuchosnegocios.¿YRa-chel? Entre frase y frase de la más profunda filosofía, Helen se repetía la mismapregunta:«¿DóndesemeteRachel?»Yseprometióaveriguarlo.—

Desde la primera noche habían cruzado sólo escasas palabras, aunque siempremuyamables,perosinqueentreambasmediaralamenorconfidencia.Lamuchachase portaba bien con su padre. «Quizámejor de lo que debiera», decíase Helen, yparecíadispuestaadejarasu tíacompletamente tranquila, tantocomoéstadeseabaqueladejasen.

EnaquelmomentoRachelseencontrabaensuhabitaciónsinhacerabsolutamentenada. Cuando había mucho pasaje, aquel lugar lo cedía a las señoras que semareaban. Contenía, además del piano, una gran cantidad de libros. Rachel seconsiderabaladueñadeaquelrecintodondepasabalargashorastocando.Otrasvecesleía en inglés o en alemán, según su estado de espíritu, y otras, como en aquelmomento, no hacía absolutamente nada. La educación que recibiera, unida a sunaturalindolencia,lahacíaencontrargoceenaquelvacíomoralymaterialenqueavecessesumía.Habíasidoeducadacomolamayoríade lasmuchachasricasdesugeneración.Amablesdoctoresytímidosycultosprofesores, lehabíanenseñadolosfundamentos de las Ciencias, pero sin forzarla a adentrarse en ellas, ni hacerlatrabajar de firme. Esto hubiera parecido un ultraje.Una o dos horas de clase, quetranscurríansiempreagradablementeconlasrestantescondiscípulas,ocontemplandolaanimadacalledesdelasventanas.

Ningún tema fundamental le era conocido a fondo. Su inteligencia no estabamuchomás desarrollada que la de cualquier habitante de los tiempos de la ReinaIsabel. Creía todo cuanto se le decía e inventaba razones para apoyar susafirmaciones.

De la concepción delUniverso, de laHistoria delMundo, de cómo o por qué

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funcionabanlostrenes,enquéseinvertíaeldinero,quéleyesgobernabanasupaís,cuáleseranlosdeseosyambicionesde laHumanidad,erancosassobre lasquesusprofesoresnolehabíandadonilamáspequeñaindicación.

Estaformadeenseñanzatenía,sinembargo,unagranventaja.Noenseñabanada,pero tampoco ponía obstáculos a la inteligencia del alumno, si es que éste verda-deramente la poseía. A Rachel le permitieron desarrollar toda su afición por lamúsica. Llegó a convertirse en una virtuosa de la materia. Todas sus energías lasenderezó única y exclusivamente hacia este arte. Su enseñanza había sido casiexclusivamenteautodidáctica.Sabíaalosveinteañosmásmúsicaquelamayoríaentodaunavidadeprácticaactiva,ycomoejecutanteeraunverdaderoprodigio.Estaaficiónlahabíasumidoenunmundodesueñosrománticosyfantásticosquelaman-teníaaisladadecuantogirabaasualrededor.Erahijaúnicaydesconocíalasburlasypicardías propias de la convivencia entre hermanos.Muerta sumadre cuando sólocontabaellaonceaños,suvidasedesarrollójuntoadoshermanasdesupadreenelambiente saludable de una casa deRichmond.Durante la niñez y la adolescencia,crecióentremimosypreocupacionesporsusalud.Después,yamujer,estosmimossedirigieronporotrosderroterosde índolemoral.Hastahacíapocohabía ignorado lamayoríadelascosasreferentesalavidaíntima.Estosconocimientoslosadquirióenviejoslibrosyfolletosrepulsivos.Comonuncafuemuyaficionadaaloslibros,nolapreocupómucholacensuraejercidasobresuslecturas,primeroporsustíasyahoraporsupropiopadre.Amigas,porlasquehubiesepodidoenterarsedemuchascosas,teníapocasymenosaúndesuedad.

Richmondestabaalgoapartadoylaúnicaamigaquefrecuentabalacasaeramuypiadosa y en sus charlas íntimas intentó comunicarle sus fervores, hablándole deDios,sugranamor,ydequetodosdebíanllevarsucruzconresignación.Perocomosuinteligencianoestabaeducadaenlosprincipiosdelareligión,losfervoresdesugranamigaleresultabanincomprensibles.

Recostada en una butaca, con un brazo doblado tras la cabeza y el otroindolentemente caído sobre la falda, estaba ensimismada en sus pensamientos. Sufaltadeconocimientoledejabatiempoparapensarcontranquilidadysinobstáculos.Tenía la vista fija en una bola de madera de la baranda y si alguien se hubierainterpuestoensuvisiónsehubieraimpacientado.

Latraduccióndeunversodel«Tristán»lehizoestallarenunasonoracarcajada:«Contemerosaprecipitación,Suvergüenzaprocuraesconder,YanteelreypresentaconrespetoAsucadavéricamujer.»—¿Peroquésentido tieneesto?—sedijo,arrojandoel libroaunrincón.Cogió

despuéslas«CartasdeCowper,libroclásicoquesupadrelehabíaaconsejadoyque

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ellaencontrabapesadísimo.Unodelospárrafosdellibrosereferíaaunjardín,yestole trajo a la memoria, cosa que ya había sucedido en otras ocasiones, el pequeñovestíbulodeRichmond,repletodefloreseldíadelosfuneralesdesumadre.Bastabala visión y hasta el solo nombre de las flores, para que volviera a sentir aquellapenosasensación.Unrecuerdotraíaotro.VeíaasutíaSueyarreglandolasfloresdelasalayrecordabahaberledicho:«Nomegustaelolordeciertasflores;merecuerdalosentierros».Aloquesutíacontestó:«Esosontonteríasquenodebesdecir,Rachel,lasflorestienenunaromamuyagradable».

Suimprecisaimaginaciónsedetuvoensustías,ensucarácteryformadevivir.Estemismopensamientolehabíadistraídoyacientosdevecesdurantesuspaseosporel parque de Richmond. Le parecía oír a tía Suey dirigiéndose a tía Leonor yhablandosobreunanuevacriada:«Lomásnatural esque lacasaestéyabarridayfregada a las diez y media de la mañana. Francamente, no comprendo a estamuchacha».NorecordabalacontestacióndetíaLeonorporquerepentinamenteaque-lloleparecióabsurdoenlugardefamiliar.Sustíasseleantojaronseresinanimadoseimpersonales,sinningunarazóndeserniexistir.

EnciertaocasiónpreguntóatíaLeonorconsuhabitualtartamudeo:—TíaLeonor,¿quieresmuchoatíaSuey?Aloquesutíacontestó,esforzándoseporcontenerunarisanerviosa:—¿Peroquépreguntashaces,hijamía?—Quierosabersilaquieresmucho—insistióella.—Nosemehaocurridonuncaaveriguarlacantidadexactadecariño.Sequiereo

nosequiere,peronadamás,Rachel.Esta respuesta era, además, un reprochehacia lamuchachaquenunca se había

franqueadoasustíasconlacordialidadeintimidadqueellasdeseaban.—Túyasabes—continuótíaLeonor—comotequiero.Porti,porserhijademi

hermanoyporotrasmuchasrazones.Alhablarasísehabíainclinadosobreella,besándolaemocionada.PeroaRachel

esteargumentonolasatisfizo,loencontróinconsistente.Entretalesincomprensiones,Rachelhabíaalcanzadolaplenituddesurazón,sies

quepuedellamarseasíalmundoirrealyfantásticoenquevivía.Susesfuerzosparacompenetrarse con sus tías, sólohabían logradoherir los sentimientos de éstas.Suúltimaconclusiónfuequeeramejorabandonarlaspruebasyrefugiarseensupropiomundo.Asífuecreandounabismo,cadavezmásanchoyhondo,entreellaylosquela rodeaban. Se entregaba con pasión a su afición musical, olvidándose casi porcompletodetodoydetodos.Sustías,supadre, losHunts,Ridley,Helen,Pepperytodoslosquesemovíanasualrededor,pasaronaconvertirseparaellaensímbolossin personalidad reconocida. Según los recuerdos que le traían a la imaginación,representabanelsímbolodelaedad,delajuventud,delaenfermedad,delsaberola

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belleza.Losobservabacomosiningunoseexpresasedeacuerdoconlarealidaddesus pensamientos. Lo único real que para ella existía era la música. Lo únicoverdadero,loqueunovivía,veíaysentíaensuvidainterna,perosinexteriorizarlo.Absorbida por la música, su vida transcurría tranquilamente, salvo algunos rarosintentosdelibrarsede«sumundo»queprontoseesfumaban.Entoncessehallabaenunodetalesmomentos.

InteriormenteRacheleradeliciosamenteexpansiva,ysecompenetrabacontodoycontodos.Conelespíritudelbuque,conelalmadelmar,conelOpus112deBeet-hovenyhastaconeldesgraciadoWilliamCowper.Sufantasíaparecíahechadeunamateria esponjosa que se inclinase a besar elmar, se elevase, volviese a besarlo…EstesubirybajarcontinuadoeradebidoaqueRachelhabíaacabadopordormirseysucabecitaseinclinabahaciaatrástodocuantolepermitíaelrespaldodelsillón.

Pocosmomentosdespués, la señoraAmbroseabría lapuertade la salita.No lesorprendióenabsolutoelmodocomoRachelpasaba lasmañanas.Paseósumiradapor la habitación, el piano, los libros, el desorden general… Volvió a fijarla enRachel, recostada en el sillón, sin protección, y se le antojó una víctima momen-táneamenteabandonadaporsusguardianes.Lacontemplóduranteunpardeminutos,y luego, lentamente y sonriendo, dio media vuelta y se alejó. Si la muchacha sedespertabapodíaresultarleviolentoverquelacontemplabanmientrasdormía.

III

El siguiente amanecer se vio amenizado por los ruidos propios de lasoperaciones de atraque. El monótono trepidar del corazón del «Euphrosyne» cesósúbitamente en el precisomomento que Helen pisaba la cubierta. Lo primero quedivisófueunmajestuosoyaltivocastilloenclavadoenlacumbredeunmonte.

HabíanancladoenladesembocaduradelTajo,cuyacorrientebesabaamorosalosladosdelbuque.Encuantoterminóeldesayuno,Willoughbydescendióatierraconunacarteradepielbajoelbrazo,avisándolesquenovolveríahastamediatarde,puesteníaalgunosasuntosqueresolverenLisboa.

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Hacia las cinco reapareció malhumorado y con aspecto de cansancio. Teníahambreysedypidióinmediatamenteté.Frotándoselasmanosfuerefiriéndolessustrabajos.HabíaencontradoalviejoJacksonpeinándoseelbigotilloenelespejoquetenía en su oficina. Sin esperarlo, el pobre viejo se encontró con una mañana detrabajoabrumador.Habíanalmorzadojuntosmariscosychampaña.VisitóalaseñoraJackson,queestabamásgruesaquenuncayhabíapreguntadoporRachel,enviándolemuchossaludos,Jacksonhabíahechounadelassuyas.TeníaavisodeWilloughbydequeparaaquelviajenoaceptarapasajeros,peroselehabíapresentadountalRichardDallowayysuesposa.EsteseñorhabíasidoelegidounavezmiembrodelParlamen-to,yencuantoasuesposa,erahijadeunParyportalesmotivoscreíantenerderechoexclusivo a cuanto pedían o solicitaban. Entre ambos cogieron al pobre Jackson,pasaronporalto todassusobjeciones,no lehicieronelmenorcaso,y lemostraronuna carta deLordGlenaway en la que le rogaba, comoun favor personal, que losadmitieraabordo.

—Total—terminóWilloughby—, que mucho me temo que vamos a llevar lacompañíadeesapareja.

Saltaba a la vista que todo aquello no le contrariaba en absoluto, aunque élintentarademostrartodolocontrario.

La verdad era que los esposos Dalloway estaban estancados en Lisboa, dondehabían llegado después de varias semanas de viaje por Europa. Los azares de lapolítica imposibilitaban al señor Dalloway sentarse en el Parlamento durante unalarga temporada.Peronopor estar fuerade supatriahabíadejadode servirla.LospaíseslatinosdelOestedelContinentelehabíanservidoparaelloamaravilla,sibienélopinabaqueelEstehubierasidomáspropicio.

—Recibiréis espléndidas noticias mías desde Petersburgo o Teherán —habíadichoasusamigosal subiralbuque…PeroenRusiahabíacólera,enOrienteunaepidemia…ysuspasoshabíantenidoqueencaminarsehaciaLisboa,desdedondesusnoticiashabían sidomuchomenos románticasy espléndidasde loqueél esperaba.AtravesaronFrancia,deteniéndoseélencentrosfabriles,paralosqueposeíacartasderecomendación,yenlosquelefueronmostradosminuciosamentelostrabajos,acercadeloscualestomónumerososapuntesensulibrodenotas.EnEspañahabíanvividoenelcampoyviajadosobremulas«paraformarse—segúndecían—unaexactaideade la vida de los campesinos». Al propio tiempo no habían desaprovechado laocasióndeestudiarelgradodemadurezenquesehallabaelambienteconvistasaalgunarevolución.LuegopasaronunosdíasenMadrid,por indicacióndelaseñoraDalloway, visitando los museos y acudiendo a los espectáculos. Después encami-naronsuspasosaLisboa,pasandoallíseisdías,duranteloscualeselseñorDallowayvisitó grandes industrias, tomando nota detallada de cuanto le decían o veía, y vi-sitandoministros y personas de la alta política, a los que se suponía sucesores del

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Gobierno, amenazadode crisis inminente.Entre tanto,Clarissa, su esposa, visitabaloslugaresregiosylosdedeportación,tomandofotosdelascaballerizasrealesydelosexpatriados.EntrelasfotografíashabíaunadelatumbadeFielding.Juntoaéstaviodebatirseenuncepoaun infelizpajarillo,e inmediatamente lediosuelta.«Nopude sufrir la vista del pobre pajarillo cautivo en un lugar donde reposan restosingleses.¡Resultabaodioso!»,escribiólaseñoraClarissaDallowayensudiario.

Elviajeseefectuabacompletamentealazar,sinningúnplanprevio.Unartículodelcorresponsalextranjerodel«Times»ocualquierincidenteimprevisto,decidíansuruta.ElseñorDallowayopinabaquelaCostaAfricanaeramuchomásinseguradeloquelagentecreía.Éstaeralarazónqueleshacíadesearunbuquedeandarlento,queparase un día o dos en cada puerto de mediana importancia y en el que hubiesemuchomovimientodecargaydescarga.Claroquelesinteresabaquehubieseabordolamayorcomodidadposible,puesamboseranmalosmarinerosydeseabantambiénque hubiese poco pasaje. Si llegaban a conseguir tal buque, podrían fisgoneartranquilamenteencadapuertotodoloquelesllamaselaatención.Laesperadeunaembarcación que reuniera todas estas ventajas era lo que les tenía estancados enLisboa.

Habían oído hablar del «Euphrosyne», pero sabían también que difícilmente ysóloencircunstanciasextraordinariasadmitíapasaje.SuservicioeradecargageneralensuviajealospuertosdelAmazonasycauchoalretorno.Precisamenteloqueellosnecesitaban.El señorDallowayse limitóaescribirleaLordGlenaway…lodemásvinopor suspropiospasosyel señor Jacksonno representóunobstáculodignodetenerseencuenta.

Una semana después un bote cruzaba las aguas del Tajo, acercándose al«Euphrosyne»yllevandoabordoalosespososDalloway.Sullegadacausóalgoderevuelo,yvariosparesdeojospudieroncomprobarquelaseñoraDallowayeraalta,esbeltaeibaelegantementevestida,ysuesposodeestaturacorriente,perodebuenacomplexión y con indumentaria deportiva. Él llevaba una cartera de papeles denegociosyellaunmagníficomaletínneceser,peroestabancompletamenterodeadosdemaletas,baúlesymaletines,todosellosdeexcelentecalidad.

—¡CómosepareceestoaWhistler!—dijolaseñoraDalloway,señalandohacialaplaya.DirigióunasonrisaaRachelysevolvióhaciaWilloughby,queenaquelmo-mentopresentabaalaseñoraChailey,paraquelesindicasesucamarote.

Aquellainterrupciónenlavidadeabordoresultódesconcertanteymolestaparatodos,desdeGrice,elmayordomo,alindiferenteRidley.

MinutosdespuéspasóRachelpor el fumador, encontrandoaHelenocupadaencorregirlaposicióndelossillones.Alverasusobrina,dijoconfidencialmente:

—Loshombres,cuantomásagustoseencuentran,menosmolestan,yparaestolosbutaconessoninstrumentosesenciales.¿Quéteparece?Amísiguerecordándome

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unacantinadeestación.Quitóun tapetillo de encimade lamesita, corrigiódenuevo la posiciónde las

butacas, arregló losalmohadonesy sedetuvoacontemplarel resultado.Elaspectogeneraldelsaloncitohabíamejoradonotablemente.

ElgonganunciandolahoradelacenasorprendióaRachelsentadaalbordedesulitera, mirándose en el espejito colgado del tabique sobre el lavabo. El espejo lemostraba una expresión de profunda melancolía. Pensaba que su cara no teníafacciones bonitas, cosa que ya nunca podría conseguir y esto la apenabaprofundamente.Eraamantedelapuntualidadysedijoquenoteníamásremedioqueacudiralcomedorconsucara,pormuchoqueledesagradase.

EntretantoWilloughbyibareseñandoalosDallowaylaspersonasqueviajabanenelbuque.

—Están mi hermano Ambrose, el literato, quizás hayan oído hablar de él; suesposa;elseñorPepper,unantiguoamigomíoyhombrequesabedetodo,ymihijaRachel.Comopuedenver,unpequeñogrupo.Lesenseñaréaustedestodalacosta,esmuyinteresante.

El señor Dalloway hizo un gesto de aparente indiferencia, mientras su esposaintentaba recordar el apellido Ambrose. No acababa de convencerle la compañía,tenía la convicciónde que los literatos se casan con cualquiermozade granja queconocenenunatardecercampestreoconcualquierinsignificantemuchachitadelossuburbios que les da tema para alguna de sus creaciones y que os diráninoportunamente:«Claro,yaséqueesmimaridoelqueleinteresa,noyo».

EnaquelprecisomomentoentróHelen,y laseñoraDallowayvioseprecisadaacorregir suopinión.Aunque aprimeravista era algo excéntrica,Helendemostrabaconsuvozysuportequeeraunaseñora.

El señor Pepper no se había tomado lamolestia de cambiarse de traje, pero apesardeellonodesentonaba,puesvestíasiempredenegro.

AlseguiraWilloughbyalcomedor,Clarissaibapensando:«Hedereconocerquela compañía no promete ser desagradable». Esta opinión sufrió un rudo golpe alpresentarse Ridley en el comedor. Llegó tarde, desarreglado y con un gesto demalhumor. Cambió una fugaz y cariñosa mirada con su esposa, y sin máspreámbulos,atacólasopa.

LaseñoraDallowayrompióelsilencio.—Lo que más encuentro a faltar en un viaje por mar son las flores —dijo,

dirigiéndoseaWilloughby—.ImagínesecamposenterosdemadreselvasyvioletasenplenoOcéano…¡Seríamaravilloso!

—Ytambiénmuypeligrosoparanavegar.¿Verdad, señorVinrace?—añadiósuesposo,cuyavozdebajoresonabaagradablementejuntoaladecontraltodeClarissa—. Recuerdo que a bordo del «Mauritania» le pregunté al capitán: «¿Cuál es el

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peligro que más teme usted navegando?» Yo esperaba que me dijese: Icebergs…nieblas…pero,noseñor,jamásolvidarésurespuesta.Memirómuyserioycontestó:«Sedgiusaquatici,unalgadelaquepuededecirseconrazónqueesunamalahierba».

El señor Pepper levantó la cabeza vivamente, dispuesto a decir algo, pero yaWilloughbyselehabíaadelantado.

—Meestremezco cuandopienso en esospobres capitanes con tresmil almas abordo.Dicenqueeltrabajoagotaydesgasta,peroyocreoqueeslaresponsabilidad.

—Quizá por eso pagamos mayor sueldo a la cocinera que al resto de laservidumbre—dijoHelen—,aunqueentonceslasniñerasdeberíancobrareldobleynoesasí.

—No,perotienenunacompensación,ladegozardelacompañíadelascriaturasenlugardetrajinarconsalchichasysartenes—añadióClarissa,mirandoaHelenconinterés,comosiadivinaraenellaunafuturamadre.

—Yo preferiría ser cocinera a niñera —replicó Helen—, nada ni nadie meinduciríaacuidarhijosajenos.

—¡Oh, lasmadres!—tercióRidley—.Siempreexageran,unniñobieneducadonocausaresponsabilidad.YoheviajadoportodaEuropaconelmío,todosereduceaabrigarlobienycolocarlocómodamenteen la rejilla.Helen rió laocurrenciade suesposo.ClarissamiróaRidley,sorprendida.

—Por lo visto, esa forma de pensar es privilegio de los padres, habla ustedexactamenteigualquemiesposo.SindudahubieraobradoigualqueélenelParla-mento.Mejordicho,enlosescalonesdelParlamento.

—¿Aquéserefiere?—secreyóobligadoapreguntarRidley.—Se trataba de una mujer muy irritada que me esperaba a la puerta del

Parlamentodespuésdecadasesión,impidiéndomeelpasoconnoséquéreclamacio-nes—explicóelseñorDalloway—.Undíanopudecontenermey ledije:«Señora,consuprocedernohaceustedmásquemolestaryentorpecerelpasoynocreoqueasíconsiganada».Porlovisto,ellaopinóigual,puesmecogiódelabrigoyquierasquenohubedeescucharla.

—Se salió con la suya;pero,pobremujer, esperar sentada en los escalonesdelParlamentodebesermuyincómodo—secompadecióHelen.

—Leestuvobienempleado—intervinoWilloughby—.Haymétodoslegalesparapedirlascosas.Obrandodeotromodo,sólosecausaperturbaciones.¡Preferiríaver-meenterradoantesdequeunamujertuviesederechoavotarenInglaterra!

—Es inconcebible —apoyó Clarissa—. No será usted sufragista, ¿verdad? —preguntóaRidley.

—Elsufragiometienesincuidado—dijoéste—.Sihayalguienquepuedacreerquevotandoaésteoaaquéllascosasvanamejorar,alláél.

—Sevequenoesustedamantedelapolítica.—¡Enabsoluto,señora!—contestó

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Ridleyentonoconvencido.—Temoquesuesposomedesapruebe—dijoelseñorDallowayaHelenenvoz

baja.ÉstarecordóqueRichardhabíapertenecidoalParlamento,ypreguntó,intentando

disiparlacoladuradesuesposo:—¿Ynoseaburrenustedesaveces?Richardextendiólamanoanteélcomosiprestasejuramento.—Francamente,hedeconfesarquesí,peroapesardeello,sicienveceshubiera

deelegircarrera,cienvecesescogeríasintitubearladelapolítica.—Estoydeacuerdoconusted—dijoWilloughby—.ElbufeteolaPolítica.—Quizápiseunterrenopeligroso—prosiguióRichard—,peroloqueyopienso

de las ocupaciones artísticas, es que no redundan en un provecho material de lasociedad, la prueba es que hasta que los artistas acaban por amanerarse y hacerconcesiones,nopuedenimponersuspuntosdevistaalasociedad.

—Enesonoestoydeacuerdo—interrumpiólaseñoraDalloway—,acuérdatedeShelley.Creoqueensu«Adonais»seencuentracasitodoloquepuededesearse.

—Lee«Adonais»cuantoquieras—concedióRichard—,pero siemprequeoigohablardeShelley,meacuerdodelaspalabrasdeMatthewArnold:«Quécamarilla».

—¿MatthewArnold?—saltóRidley—.¡Bah!Undetestableengreído.—Leconcedoqueseaunengreído—dijoRichard—,peronomenegaráquees

unhombredemundo.Austedes,losartistas,lospolíticos,lesparecemosgenteburda,grosera,quesóloveelladomaterialdelascosas,y,sinembargo,ustedes,cuandoseenfrentanconlarealidadylaencuentrancompletamenteenmarañadayfueradesuscauces,en lugarde intentararreglarla,quees loquenosotrosprocuramoshacer, seencogendehombrosyvuelvenaaislarseensusensueños,quenonegaréque seanmuy bonitos, pero que no pasan de ser eso: Sueños. Esto es evadir lasresponsabilidadesque todos tenemospara connuestros semejantes, ademásquenotodosnacemosconfacultadesartísticas.

—Cuandomeencuentroentreartistas—dijoClarissa—siento intensamente losgoces que reporta el crearse unmundo propio y vivir encastillado en él…pero encuanto salgo a la calle y tropiezo con una criatura con cara de hambre ymiseria,reaccionoycomprendoquenoeshumanovivirausentedelarealidad.Entalesmo-mentos quisiera detener la marcha de todas las manifestaciones artísticas, por lomenoshastaquelascondicionesdelaexistenciavariasen.¿Nocreeustedquelavidaesuncontinuoconflictoquenecesitadelesfuerzodetodos?—preguntóaHelen.

—No—dijoésta,despuésdeunacortaduda—.Nolocreoasí.La señoraDalloway sintió un escalofrío y pidió su abrigo.Después cambió de

tema.—En cuanto a mí —dijo— nunca olvidaré Antígona. La vi representar en

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Cambridge hace unos años, y constantemente acude a mi imaginación desdeentonces.¿Nolepareceaustedlomásmodernoquehayavistonunca?—preguntó,dirigiéndoseaRidley—.CreoqueheconocidolomenosaveinteClitemnestras.Unadeellas,porejemplo,laviejaladyDitchling.Noconozcounasolapalabradegriego,peromepasaríatodoeltiempoescuchandoestaobra.

Aquí el señor Pepper creyó indicado colocar una larga estrofa en griego, queClarissaescuchóatentamente.CuandoPepperterminó,elladijo:

—Daríadiezañosdemividaporsaberelgriego.—Yopuedoenseñarleelabecedarioenmenosdemediahora—dijoRidley—,y

enmenosdeunmespuedeleeraHomero.Paramíseríaunhonor.Helencomentaba conel señorDalloway lamodade citar autoresgriegos en el

Parlamento,yapesardesuconversaciónconél,nodejódeobservarqueloshom-bres,inclusosuesposo,preferíanlasmujeresmodernas.AloíraClarissaaceptarconentusiasmo laproposicióndeRidley,Helense indignó.RecordósucasadeHowneStreet,sevioasímismaenlasalitaconunlibrodePlatónenelregazoycomprendióque una alumna con verdadera afición podía aprender el griego aun en el cortoespaciodetiempoquehabíaseñaladosuesposo.Laprimeraclasequedóconcertadaparaeldíasiguiente.

—Loúnicoquenecesitamosesque subarconos tratebien—exclamóClarissadirigiéndoseaWilloughbyyhaciendoqueéstetomaraparteenlaconversación.

Willoughby estaba dispuesto, por el bienestar de sus invitados, no sólo aresponderdelaestanciadelospasajerosabordodesubuque,sinoinclusodelasolasquelorodeaban.

—Yo me pongo malísima… y a mi esposo no le va mucho mejor —suspiróClarissa—.Ypasomuymalosratosporquenopuedodevolver.

—Yo no me he mareado nunca… bueno, exceptuando en una ocasión. Fuecruzando elCanal de laMancha.Lo queme pone francamentemalo es elmar defondo…¡yloquesientoperdermeunacomidaabordo!Elbuentiempomedespiertael apetitodeunmodoatroz.Peroesodever la comida, tomarunbocadito,que setraga uno como Dios le da a entender, mientras el sentido común nos dice «Nocomas…nocomas…»Detodosmodos,soydelosquecreenqueelmareonopasadeserunasugestiónquepuedevencerseconunesfuerzodevoluntad.Miesposaescobardehastalaexageración.

Sehabíanlevantadodelamesa,yHelenseacercóalaseñoraDalloway.—Venga,leenseñaréelcamino.SalieronseguidasdeRachel,quenohabíaabierto los labiosdurante lacomida.

Bienesverdadque tampoconadie lehabíadirigido lapalabra.Sinembargo,habíaestadoatentaacuantosehablaba.SuatenciónestuvofijaenlosespososDalloway.Clarissa,especialmente, lafascinaba.Ibavestidacompletamentedeblanco,sinmás

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adornoqueunrefulgentecollar.Elóvaloperfectodesurostroaparecíaaureoladoporlacabelleraqueempezabaavolversegrisácea.Semejabaporsubellezauncuadrodefinalesdesiglo,unaobramaestradeReynoldsodeRomney.Juntoaellalosrestantespasajeros, incluso la propiaHelen, resultaban groseros y descuidados.Emanaba deClarissa un encanto especial que lo dominaba todo. El esposo tenía una forma dehablar y un timbre de voz que se imponían. Sus ademanes, gestos y palabras ibancompletamentealunísono,comounamáquinaperfecta.Juntoaéllosdemásparecíanmerosautómatassingraciaalguna.UndeliciosoperfumedevioletasemanabadelaseñoraDalloway,mezclándose al frufrú de sus sedas y al tintineo de sus pulseras.Mientraslaseguíaporelpasillo,Rachelsesentíahumillada.Antesuvistatranscurríavertiginosamentesuviday ladesusamigos.Clarissahabíadicho:«Vivimosenunmundohechoanuestrogustoymedida»,yRachelpensabaqueteníarazónyquetalcosaeracompletamenteabsurda.

—Sentémonosaquí—dijoHelen,abriendolapuertadelsaloncito.—¿Toca usted?—preguntó Clarissa, levantando la partitura de «Tristán», que

estabaenelmusiquero.—No —dijo Helen, apoyando una mano en el hombro de Rachel—. Es mi

sobrinaquientoca.—Créamequelaenvidio—dijoClarissa,dirigiéndoseaRachelporvezprimera

—.¿Recuerdaesto?—añadió, tecleandoconsusensortijadosdedosunoscompasesde«Tristán»—.¿HaestadoustedenBayreuth?

—No,noheido—contestóRachel.—Nuncaolvidaré laprimeravezqueoíallí«Parsifal».Eraundíasofocantede

agosto, con el teatro a oscuras y completamente lleno de corpulentos alemanes yalemanasgruesas y sonrosadas, con ajustados trajes deunmal gusto tremendo.Lamúsicaatacólaobertura,yyosentíunaopresiónenlagargantaquemehizoestallaren sollozos. Un caballero que había junto a mí me trajo agua. Lo recuerdoperfectamente, porque seguí llorando sobre su hombro. ¡Fue tan majestuoso… !¿Perodóndeestáelpiano?

—Estáenotrahabitación—replicóRachel.—Pero no por eso dejaremos de oírla…No puedo imaginar nada semejante a

sentarmealaluzdelalunayoírbuenamúsica…claroqueestopuedenparecerni-ñerías.¿Nocreeustedquelamúsicanoesbuenaparatodos?—dijo,dirigiéndoseaHelen.

—¿Por qué? ¿Acaso porque requiere un esfuerzo demasiado grande paracomprenderla?

—Sí, es demasiado emocional. No debería permitirse a los jóvenes aprendermúsicacomounaprofesión.Elquesepainterpretarla,noquieredecirquelaaprecie,casiestoyporcreerlocontrario.Losquesientenverdaderamenteelartesonlosque

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menoslodemuestran.¿ConoceustedaHenryPhilips,elpintor?—Sí,leconozco—dijoHelen.—Aprimeravistapodríatomárseleporunnegocianteoindustrial,nadiediríaque

eselmejorpintordesuépoca.Esoesloqueamímegusta.—Esverdad—dijoHelen—.Cuandoseveaunmúsicoconenormesmelenasy

chambergo,escasiprobablequesumúsicadejemuchoquedesear.—Watts y Joachim pueden parecer cualquier cosa menos lo que son: unos

grandesmúsicos.—Sinembargo,nomenegaráustedquehubiesenestadomejorconalgodepelo

—dijoHelen—.Creoqueloprincipaleslalimpieza.Quierodecirconesoquepre-fieromenosarteymásropasconbuencorte.

—Alagentebienselaconoceporalgoquenosesabequées,peroqueexiste—añadióClarissa.

—En efecto,mire usted ami esposo. ¿Se le puede tomar por un caballero?—preguntóHelen.

AClarissaestapreguntalepareciódemuymalgusto.Ella,por lomenos,nolahubierahechonunca.Lamejorrespuestaqueencontrófueecharseareír,volviéndoseaRachel.

—Insistoenquemañanatoqueusted.Rachel no opuso ninguna objeción. Había algo en Clarissa que la atraía y

dominaba. La señoraDalloway disimuló un bostezo, que no pasó de una pequeñadilatacióndelanariz.

—Meestáentrandobastantesueño,alomejoresel'airedemar.Muchometemoquevayaaabandonarlas.

Lavozdel señorPepper, en acaloradadiscusión, seoyóavanzarpor el pasillo.EstoacabódeconvenceraClarissa.

—¡Buenasnoches,buenasnoches!Nosemolestenqueyaconozcoelcamino.Entró en su camarote, que se había convertido, como por arte demagia, en el

tocadordeunagranseñora, repletodefrascosybandejitas.Nohabíaningúncentí-metrodesucuerpoquecareciesedelapropiadoinstrumentodebelleza.Elperfumeavioletas,quetantogustóaRachel,llenabaelambiente.Clarissacambiósuropaporun precioso camisón, calzóse unas coquetonas zapatillas y se acomodó en la literacon un bloc y pluma. Su mano, al deslizarse sobre el papel, parecía acariciarlo.Lentamentefuellenandocarillas.

«Imagínate,queridamía,quenoshallamosabordodelbuquemásespecialquepuedasimaginarteynoloestantolaembarcacióncomolaspersonasqueenellaseencuentran. ¡Con cuántos seres raros se tropieza viajando! Pero he de decirte queresulta muy distraído. El dueño del buque, un tal Vinrace, es un inglés enorme,grandón y agradable, pero hombre de pocas palabras. Cualquiera de los restantes

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pasajeroshubieraconstituidounéxitoenunnúmerodel«Punch».Parececomosille-varanyaenelbuqueañosyaños,formandounmundoaparte.Sediríaalverlos,quenohanpisadojamáslatierrafirme,nirealizadolascosasqueatodossenosantojancorrientes.Siemprehesostenidoquelosliteratossongenteincomprensible,ynomehe equivocado. Y lo peor es que hay a bordo tres personas —dos mujeres y unhombre—quepodríanparecernormalessinoestuvieranabsorbidosporlosrecuerdosdeOxford,Cambridgeyotroslugaresporelestilo,loquelosconvierteenunosseresñoñoseinaguantables.Elhombreresultaríadeliciososisecortaselasuñas.Lamujer,que tieneuncutisprecioso, seviste comoun sacodepatatasy sepeinacomounapobredependienta.Hablandearteynos tomanporunosbichosestrafalariosporelsolomotivodequenosvestimosparalacena.Yopreferiríamorirmedehambrequesentarmealamesaconelmismovestidoquehellevadotodalatarde.¿Notesucedeati lomismo?Pareceincreíblecomopequeñecesasílleganadominarnos.Hayunamuchachamuymona,peromuytímida.Medapena.Quisieraavivarlaantesdequesea demasiado tarde. Tiene los ojos y el pelo muy bonitos, pero presiento que sevolveráunaexcéntrica,comotodoslosquelarodean.Deberíamoscrearunasociedadcon la misión, mucho más difícil y sutil que las de los misioneros, dedicada aensancharelentendimientodelasjóvenes,Hester.¡Ah;semeolvidaba!Tambiénhaya bordo un desagradable muñeco llamado Pepper. Se asemeja en todo a sunombre{1}. Convivir con él es algo así como sentarse a cenar con un mono maleducado. Es indescriptiblemente insignificante y de un genio muy especial.¡Pobrecillo!Lomaloesquenopuedeunapeinarloyponerlepolvoscomoseharíacon un animalito propio. Es una lástima. Como estamos sin periódico, este viajeresultaráunasverdaderasvacaciones.Cosaqueno fue laestanciaenEspaña,ni enPortugal…»

—¡Me has traicionado! —exclamó Richard, llenando con su corpulentahumanidadtodalacabina.

—¿Nocumplíconmideberdurantelacena?—preguntóClarissa.—¡Enbuenatehasmetidoconelgriego!¿SabesquiéneseseAmbrose?—Un don Cambridge, supongo… Vive en Londres y se dedica a editar los

clásicos.—¡Unindividuoqueeditalosclásicos!—¿Habrásevistonuncagentemásrara?Laesposamepreguntósisumaridome

parecíauncaballero…—Nohasidocosafácilmantenerlaconversacióndurantelacena—dijoRichard

—.¿Porquéseráquelasmujeresdeestacategoríasocialsonmuchomásexcéntricasqueloshombres?

—Evidentemente.Nosonfeas,perosíraras.Ambosseecharonareír.—Veo que tendré mucho que hablar con Vinrace—dijo Richard—. Conoce a

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Setton y a toda su camarilla…También puede informarme ampliamente sobre losastillerosdelNorte.

—Mealegro,loshombressonsiempremuchomáspositivosquenosotras.—Porsupuesto,conunhombresiemprepuedehablarsedealgo.Supongoqueos

habréispasadoelratoconversandodelosniños,¿no?—¿Tienenhijos?Nomelopareció.—Dos.Unniñoyunaniña.UnaráfagadeangustiosaenvidiacruzóporlosojosdelaseñoraDalloway.—Nosotrosdeberíamostenerunhijo,Dick.¡Conlasoportunidadesquehayahora

paralagentejoven!NocreoquehayansidomejoresdesdelostiemposdePitt.—¡Serundirectordehombres…!—musitóRichard—.Esunabuenacarrera…

—Elpechoseledilatababajoelchaleco.—No puedo dejar de pensar en Inglaterra, Dick —dijo Clarissa, meditativa,

apoyándose en el pechode su esposo—.Esta soledad aviva el recuerdoy sobre elmarpiensoen lomuchoquesignificaser inglés.Ennuestramarina,en lagentedeIndiayAfrica,ennuestramarchaascendentesiglotrassiglo,graciasahombrescomotú, Dick. Me siento orgullosa de ser inglesa, no concibo que pudiera ser de otranacionalidad. ¡Piensaen la llamaque iluminanuestra casa,Dick!Haceun ratomeparecíavolveraverla.

—Ese recuerdo es la continuidad de nuestra patria —dijo sentenciosamenteRichard.

Unavisióndelahistoriapatriacruzabaporsumente.Losreyesylosministrossesucedían y por encima de todos, laLey. Se dejaba llevar por la ruta de la políticaconservadora,queibadesdeLordSalisburyaAlfred,encerrandoentresusmallaslosmejoresfloronesdeloscincocontinentes.

—Sonmuchos siglos de trabajo ininterrumpido, pero la labor toca ya a su fin.Sóloquedaconsolidarla.

—Yestagentenolove—dijoClarissa.—Ha de haber gentes de todas clases—dijoRichard—.No existiría nunca un

gobiernosinohubieraunaoposición.—Dick,valesmásqueyo—dijoClarissa.—Esminegocio,micarrera,esoes loque intentéhacercomprenderdurante la

cena.—Loquemásmegustadeti,Dick,esquesiempreereselmismo.Encambio,yo

varíosegúnelhumordelmomento.—Seacomosea,eresmuybonita—dijosuesposo,mirándolaalosojos.—¿Teloparezcoati?¡Entoncesbésame!Éllabesóapasionadamente,tantoquelacartacayóalsuelo.Richardlarecogióy

laleyósinpedirpermiso.—¿Dóndetieneslapluma?—solicitó.

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Conescriturafirmeyvaronilescribió:«Ahora habla RichardDalloway: Clarissa ha omitido contaros que estabamuy

guapa durante la cena, tanto que ha hecho una conquista por la cual se hacomprometido a aprender el griego. Sólo aprovecho esta ocasión para añadir quedisfrutamosengrandeporestoslugares tanextraviadosylejanos,sólodesearíamosgozardevuestrapresencia,así lagira,ademásdetaninstructivacomoprometeser,seríamásalegre.»

Alfinaldelcorredorseoíanvoces.EltonoagriodePeppercontrastabaconlavozdelaseñoraAmbrose.

—Esuntipodeseñoraconlaquenuncallegaríaasimpatizar—decíaHelen—.Esmuy…

Ni Richard ni Clarissa pudieron enterarse de la opinión de Helen, pues en elprecisomomentocrujióunodelospapelesqueDickteníaenlamano.

Poco después Clarissa, tendida en su litera, cerró su inseparable volumen dePascalymusitó,yaenelumbraldelreinodelossueños:

—¿Es conveniente para una mujer como yo vivir siempre con un hombremoralmentesuperior?Estamossiemprependientesdeél.LoqueyosientoporDickesalgoasícomoloquemimadreydemásantepasadosfemeninosdebieronsentirporCristo.Sí,debeserunsentimientomuysemejante.

ElsueñoimpidióaClarissaproseguirsusdivagaciones.Fueunsueñoprofundo,reparador,interrumpidosolamenteporenormesletrasgriegasquerevoloteabanporlahabitación.Despertóriéndosedesupropiosueñoalpensarquelasfantásticasletrasgriegasdormíanapocosmetrosdeella.Enelexterior reinaba lamáscompletaos-curidad,sólounaancharayadeplatasobreelmardibujabaelbesoenlasaguasdelaluzde la luna.Clarissa tiritóypensóen suesposocomoenuncompañeromásdeviaje.

Aquellanocheelsueñosedivirtiósaltandodeunaliteraaotra,parallevarasusocupantes recuerdos de los restantes pasajeros reunidos por el azar en medio delocéanoparaunaconvivenciadevariassemanas.

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LaprimeraenlevantarsealdíasiguientefueClarissa.Salióacubiertaarespirarelairepurodelamañanaencalma.Recorrióelbuqueyporúltimosufrióunencon-tronazoconelmayordomoseñorGrice.Clarissasedisculpóylepidióquelesirvieradecicerone.Empezóporpreguntarlequéutilidadteníanlosinstrumentosdeabordo.CuandoGriceselohuboexplicado,exclamó,entusiasmada:

—¡Lacarrerademarinoes,sindudaalguna,lamásbonita!—¿Está usted segura, señora? —preguntó Grice con extraña entonación—.

Permítame una pregunta: ¿Qué conocen la inmensamayoría de los ingleses de lascosasdelmar?Creenconocerlas…¡perocuánpocosaben!

Era tal la amargura de sus palabras, que Clarissa adivinó lo que se avecinaba.Fueron al camarote del mayordomo, y la señora Dalloway tomó asientocontemplandoalextrañosujeto.Surostroeraangulosocomoeldeunagaviotayelblancoyholgadotrajeaumentabalasemejanza.Seapoyóenunamesaadornadaconcantosderelucientecobre…yClarissaescuchólarelacióndeunfanático:

—¿Ha comparado usted nunca la extensión de las tierras con la de losmares?¡Quédistinta!¡Cuánpequeñaymenguadalatierra!,yporcontraste,¡quéhermosoeinmensoelmar!Siunaextrañaepidemiaacabasecontodoslosanimalesterrestres,elmarsebastaríaparaalimentaralahumanidad.

Grice recordó la gran miseria de las ciudades, las enormes colas de gentesesperandouncazodemalasopa.

—Entoncespiensoenelalimentosanoyabundantequehaybajonuestrospies.Nosoyprotestante,nicatólico,peroquisieraquetodaslasreligionesprescribieranunayunoperpetuo.

Conformehablaba,mirabaeltablerodelamesaynocesabadecambiardelugarlosobjetosquesobreellahabía.Lamayoría tarrosdecristalcon los tesorosqueelOcéano había ido entregándole. Pálidos pececillos en aguas verdosas, trozos demateria gelatinosa con hebras flotantes, peces con lucecillas, como luciérnagasmarinas.

—Hannadadoentreloshuesos—suspiróClarissa.—¿PiensaustedenShakespeare?—dijoelmayordomo—,fueunpoetagenial.AClarissaleagradóaquelcriterio.—¿Cuálessuobrafavorita?Aversicoincidimos.—¡«EnriqueV»!—dijoGriceconénfasis.—¡Eureka!Laqueamímeentusiasma—exclamóClarissa.Griceencontrabalosversosdel«Hamlet»demasiadopasionalesyeldramaensí

excesivamente intenso. «EnriqueV», por el contrario, era la personificación de uncaballeroinglés.SuslecturasfavoritaseranHuxley,HerbertSpenceryHenryGeorge,mientrasqueaEmersonyaThomasHardylosleíaporpuropasatiempo.SehallabaenfrascadoenexplicarlealaseñoraDallowaycuálerasuopiniónsobreelmomento

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literarioinglés,cuandosonóelgongllamandoparaeldesayunocontantafuerza,queClarissasaltódesuasientoysalióapresuradamenteendirecciónalcomedor,nosinhaberaseguradoantesalmayordomoquevolveríaparavisitarsuherbarioacuático.

Lospasajerosquelanocheanteriorseleantojarontanextrañosocupabanyasuslugares para el desayuno, algunos todavía bajo la influencia del sueño. Éste era elmotivodequepermanecieransilenciosos.Laentradade

Clarissaparecióunaráfagadeairepuroquelosanimaseatodos.—He tenido una de las conversaciones más interesantes de mi vida —dijo,

tomandoasientojuntoaWilloughby,alquedirigiólasiguientepregunta—:¿sabequeentresushombreshayunoqueesfilósofoypoeta?

—Miopiniónha sido siempreque el señorGrice es un tipomuy interesante…aunqueRachelopinequeesunlatoso—aseguróWilloughby.

—Ynomenegarásqueavecesloes,papá—contestóRachel.—Francamente, aún no he tropezado con nadie queme pareciese un latoso—

confesóllanamenteClarissa.—Puesyolosencuentroamontones—dijoHelen.Su belleza, radiante a primera hora de la mañana, disimuló el mal efecto que

pudierancausarsuspalabras.—Delopeorquepuedecalificarseaunapersonacreoquees,precisamente,de

pesado —dijo Clarissa—. ¡Cuánto mejor sería ser tomado por asesino que porestúpido!—añadió con su tonohabitual al decir algoque considerabaprofundo—.Puededarseel casodequeunasesino resulteagradable.Lomismosucedecon losperros:algunossonterriblementeestúpidos,¡pobrecillos!

RichardestabasentadojuntoaRachel.Éstaadmirabasuaparienciagentil,sutrajebienconfeccionado,lainmaculadapecheraylospuñosalbeandocongemelosdeungustoexquisito.Lasuñaspulidasycuidadasyunanilloconunrubíenelíndicedesumanoizquierda.

—Nosotrostuvimosunperroqueloera—exclamó,dirigiéndoseaRachelentonosuperficial—.EraunSyke terrierpeludoyalargado,parecíaunaoruga,yalpropiotiempoteníamosunSchipperkenegromuyinquieto.Nosepuedeustedimaginarelcontrastequeofrecían.ElSkye,lentoymalintencionado,conojostristeseinterro-gantes,teníatodoelaspectodeunsesentónaburridoenunclub.ElSchipperke,porelcontrario, era una verdadera ardilla. Yo prefería al Skye, su aire melancólico meatraía.

Ladescripciónnoparecíainteresaranadie.—¿Pero cómo terminó la historia?—atrevióse a preguntar Rachel, al ver que

Richardseinterrumpía.—¡Oh! Fue una historia muy triste —dijo Richard en tono grave, mientras

mondabaunamanzana—.Miesposa ibaencocheyél la seguíapor la carretera…

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hastaquefueametersedebajodelasruedasdeunciclistatorpe.—¿Lomató?—preguntóRachel,interesada.Clarissa terciódesdeel extremoopuestode lamesa:—Por favor,nohablende

eso,sóloelrecordarlomeentristece.Yenefecto,teníalosojoshumedecidos.—Es el inconveniente de tener favoritos —dijo Richard, consolador—. La

primeravíctimafueunaratitadeindias…Laaplastéalsentarmesobreella.Fuemuylamentable.Luegotuvimoscanarios—continuó—,unparde«ring-doves»,unpájarocarpinteroyunruiseñor…

—¿Vivíanustedesenelcampo?—interrumpióRachel.—Sí,vivíamosenelcampoduranteseismesesalaño,concuatrohermanasmías

y un hermano.No hay nada comparable a pertenecer a una familia numerosa.En-cuentrosobretodoquetenerhermanasesdelicioso.

—Diceesoporqueeraelniñomimadodelafamilia—intervinoClarissa.—No, eso no, te concedo solamente que era el apreciado, pero nomimado—

protestóelseñorDalloway.Rachel teníamuchos deseos de hacer preguntas, pero no sabía cómo empezar.

Hubieraqueridodecir:«¡Cuéntemelotodo!»Eracomosilevantarananteellaelbordedeunacortinayentrevieratesorossincuento.LeparecíaimposiblequeuncaballerocomoRichardDallowayhablaseconella.Teníahermanos,animalitosyhabíavividomuchoenelcampo.Alhacergirarlacucharitaenlatazadelté,leparecíaverenlasburbujasqueseformabancomounaunióndesusinteligencias.Laconversaciónpro-seguíasinqueRachelsepercatasedeello.LasacódesuabstracciónlapreguntaquehizoRichardentonohumorístico:

—Estoy seguro de que la señorita Vinrace siente ciertas inclinaciones hacia elcatolicismo.¿Noesasí?

Fue tan súbitae inesperada lapregunta,queRachel soltóun respingosin saberquécontestar,loqueasutíaleprodujounaccesoderisaincontenible.

Habíaterminadoeldesayuno,yClarissaintervino,levantándose:—La religión es algo así como… el tener afición coleccionista. Unos sienten

pasiónporunacosayotrosporotra—dijoaHelenmientrassubíanlasescaleras—.¿Paraquédiscutirsobreello?¿Cuálessumayorafición?

—Mishijos—respondióHelenconconvicción.—Tienequesermuytristedejarlos,¿verdad?—suspiróClarissa.—Sí,parececomosiunvelocayeraentrenosotros.—Susojos resplandecieron

bellosysuvozeramáscordial.Racheldetestabaa lassatisfechasseñorasquesepaseabanausentesde todo.Se

sentíamuy alejada de ellas, de sumundoy se agitaba la angustiosa crudeza de suorfandadmaterna.SeoyóunportazoyRachelserecluyóensusantuariobuscando

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febrilmente en un musiquero. Bach, Beethoven, Mozart… páginas amarillentasplagadasdedificultadesdeinterpretación.Seenfrascóenlaejecucióndeuna«Fuga»de Bach. Su rostro ausente carecía de expresión, su espíritu era absorbido por lamelodíaque interpretaba.Unamagia invisibleparecíaunir las notas formandounavisión inconcreta.Ensuabstracciónnooyóque llamabana lapuerta.Estaseabrióimpulsivamente y Clarissa apareció en el umbral, a su espalda se veía la cubiertabatidaporelsolyuntrozodeazulpurísimodemar.Lavisiónquehabíanformadolasnotas,cayóenpedazos.

—Noseinterrumpa,porfavor—suplicóClarissa—.AdoroaBach.Laoítocarynopudecontenerme.

Rachel,sonrojada,seretorcíanerviosamentelasmanos.—Es…esmuy…difícil—tartamudeólevantándosecontorpeza.—¡Perositocaustedadmirablemente…debíahabermequedadofuera…!—No, eso no, de ningún modo —protestó Rachel. Quitó de una butaca las

«CartasdeCowpery«Cumbresborrascosas»,invitandoaClarissaasentarse.—¡Quéhabitaciónmásbonita!—dijoésta,paseandolamiradaasualrededor—.

¡Ah!«CartasdeCowper»…nolasheleído.¿Quétalson?—Unpocososas—dijoRachel.—Porlomenosestaránbienescritas,¿no?—Para quien le guste ese estilo sí, no lo niego. Yo lo encuentro demasiado

artificioso…pocoespontáneo.—«Cumbres borrascosas»—leyóClarissa—. ¡Ah! Esto ya es otra cosa, yo no

podría vivir sin las Bronté. Aunque siempre suprimiría a éstas antes que a JaneAusten.

Todo aquello era dicho superficialmente, pero reflejaba un innegable deseo deagradarysimpatizar.

—¿JaneAusten?—dijosencillamenteRachel—.Nomegusta.—¿Cómo?¿Peroesposible?Meresistoacreerlo.¿Quéesloquenolegustade

ella?—Esque…es…tan…¿Cómolodiría?Tanpersonal…—tartamudeóRachel.—Sí, ya comprendo lo que quiere decir. Sobre ese punto yo no estoy tampoco

muy conforme. A su edad sólome gustaba Shelley—suspiró Clarissa—. ¡Cuántasveceshelloradoleyéndoloeneljardín…:

«La sombra en nuestra vida de nuevo se ha hecho »envidia, calumnia, odio ysufrimiento,¿Recuerda?:»imperanenelmundomásqueotrosentimiento.

»¿Recuerdos?Enlamarchaelcontagioestáalacecho.»¡Quédivino!…Perotambién¡cuántatontería!Valemáspensarquelointeresante

es vivir, no morir. Yo respeto al pobre oficinista que pasa el día sumando largascolumnasdeguarismosyregresadespuésasucasitadeBrixton,dondeleesperanel

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perritoquemimayunamujercitasosayaburridaquecadaañoleabandonadurantequincedíasparapasarlosenMargateocualquierlugarsemejante…Conozcomuchagenteasí,ycréame,meparecenmuchomáshumanosydignosdealabanzaquelospoetas que todo el mundo adula sólo porque son genios y mueren jóvenes. ¡Porsupuestoquenoesperoquecompartamispuntosdevista!—ycontinuóacariciandolos hombros de Rachel—.Verá cómo cuando tengami edad descubre que la vidaencierra muchas bellezas. Las jóvenes tienen una idea muy equivocada. No laconozco a fondo, pero aseguraría que tiene una propensión a considerarlo todoinferior.Soymuycuriosaymegustamuchohacerpreguntas,simolestoconellasmelodicesencillamente.

—También a mí me gusta mucho preguntar —dijo Rachel, con tal acento deseriedad,queClarissatuvoquehacerunesfuerzoparanosoltarlarisa.

—¿Quieresquepaseemosunpoco?—preguntótuteándola—.¡Estandeliciosoelaire! Clarissa hizo un par de profundas aspiraciones al tiempo que salían sobrecubierta.

—¿Verdad que es delicioso vivir? —preguntó atrayendo hacia sí el brazo deRachel—.¡Mira,miraquéhermosura!

Las playas portuguesas empezaban a desvanecerse en la lejanía, pero sedistinguían todavía pequeños pueblecitos diseminados a lo largo de la costa, entremontesqueparecíanprotegerlos.Parecíaunaescenografíadeteatroparachiquillos.—.

Clarissaestuvounratocontemplandoaquelfondo.—Parece mentira —dijo impulsivamente—, ayer a estas horas no nos

conocíamos.Yoestabahaciendomiequipajeenelcuartodiminutodeunhotel.Cadaunadenosotrasignorabaquepudieraexistirlaotra.

—¿Tieneustedhijos?Clarissadenegósuavementeconlacabeza,preguntandoasuvez:—¿Dóndevives?—ConmistíasenRichmond.Aellaslesencantaelcampo,lasoledad.—Yatino,¿verdad?Locomprendo—rióClarissa.—Megustapasearmeporel

camposola…peronoconperros.—Y algunas personas son como perros, ¿no es así? —dijo Clarissa como si

adivinasealgúnsecreto.—Sí,peronotodas.No,todasno—sefranqueóRachel.—No puedo imaginarte paseando sola —siguió Clarissa—. Pensando en tu

mundo…enelmundoquegozarásalgúndía…—¿Quiere usted decir que disfrutaré paseando con un hombre? —preguntó

RachelconsusgrandeseinterrogadoresojosfijosenClarissa.—No,yonopensabaenunhombreconcretamente…perotúsí.

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—No—denegóRachel—.Nuncamecasaré.—Yonolodiríacontantaseguridad—contestóClarissa.Su mirada indicaba que la muchacha, además de encontrarla atractiva e

interesante,ladivertíaenormemente.—¿Porquésecasanlaspersonas?—inquirióRachel.—Esoesloquetúvasaaveriguar—rióClarissa.Rachel siguió su mirada y vió que se posaba en la robusta silueta del señor

Dalloway, que en aquel preciso momento encendía una cerilla en la suela de suzapato, mientrasWilloughby se explayaba en explicaciones que parecían interesarmuchoaambos.

—No hay nada como eso —suspiró Clarissa volviéndose hacia Rachel—.¡CuéntamealgodelmatrimonioAmbrose!Sinosondemasiadaspreguntas.

El relatodeRachelerabastanteconvencional.No teníamásbaseque laqueelseñorAmbroseerasutío.Clarissalaobservabaatentamente.

—¿Teparecesatumadre?—preguntó.—No,Ellaeradistinta—dijoRachel.SintióunimperativodecontarlealaseñoraDallowayaquellascosasquenunca

había dicho a nadie… las cosas que hasta aquel preciso momento no había com-prendido.

—Meencuentrosola,muysola—empezó—.Quisiera…—perosusdeseoseranhastatalpuntoconfusosqueellamismanopodíaespecificarlosycallómientrassuslabiostemblabanligeramente.

La señora Dalloway comprendía perfectamente lo que Rachel no alcanzaba aexpresarylaatrajohaciasí,rodeándolelacinturaconelbrazo.

—Atuedadmesucedíalomismo.Nadiesabíaentenderme…hastaqueencontréaRichard.Élmediocuantodeseaba.Esunhombre,pero sus sentimientos son tandelicadoscomolosdeunamujer—susojosestabanfijosensuesposo,queapoyadoen la baranda seguía hablando—.No creas que digo esto porque soy su esposa, alcontrario,veosusdefectosconmásclaridadquelosdeotros.Elmayormérito,elmásapreciabledelapersonaconquienconvivimos,esquesepamantenerseenelpedestalenquelecolocanuestroamor.Avecespienso,¿quéhashechotú,quéméritostienesparasertanfeliz?—yaldecirestounalágrimaresbalabaserenaporsurostro.SelasecóyexclamóoprimiendolamanodeRachel—:¡Québuenaeslavida!¡Québella!

Elaireencalma,el solbesando las suavesolasy lamanodeClarissasobresubrazo,producíanenRachellasensacióndeque,efectivamente,lavidaerahermosayhastademasiadobuenaparaqueaquellaimpresiónfuerareflejodelarealidad.

En aquel momento se acercó Helen, que al ver a Rachel del brazo de unadesconocidayconelrostroexcitado,sintióunaextrañairritación.InmediatamenteseunióaellasRichard,quehabíadisfrutado losuyoen laconversaciónsostenidacon

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Willoughby.Suhumorerafrancamentebueno.—Observenustedesmi«jipi»—dijotocándoseelaladesusombrero—.¿Seda

ustedcuenta, señoritaVinrace,decuánto influyeenquehagabuen tiempo?Estabadecidido a que fuese éste un día caluroso, y por eso me lo puse. Nadie podráconvencermedequenome asiste la razón.Voy a sentarmey les aconsejoquemeimiten.

Tres butacas demimbre dispuestas en hilera les convidaban a hacerlo.Richardreclinósesatisfechohaciaatrásycontemplóelmar.

—Esdeunazulprecioso—dijo—;perohaydemasiadaagua,resultamonótono.La variedad es algo esencial en todos los órdenes de la vida. Si hay cuestas ymontañas…faltaunrío.Sihayunrío…sucaucedebedeslizarseentrelosmontes…

Clarissareaparecióconunasmantasyalgunoslibros.—¡Hombre,unamanta!—dijoRichardgozoso—.Gracias,querida.

—¿Quiereshablaroteleoalgo?—«Persuasión»—leyóRichardenellomodeunodelosvolúmenes.—EsparalaseñoritaVinrace—aclaróClarissa—.Nopuedeconnuestraquerida

Jane.—Eso es que no la ha leído, no me cabe duda —aseguró Richard—. Es

indiscutiblementenuestramejorescritora…poresonoescribecomounhombre,queesloqueacostumbranahacerlasdemás.Expongaustedsutesis,señoritaVinrace—dijo juntando los dedos de ambas manos por sus yemas—. Estoy dispuesto a serconvertido.

Su espera fue vana. Rachel intentó inútilmente dominar su turbación y vengaraquelpequeñoultrajeasusaficionesliterarias.

—Nohagausted caso, porque acabaría teniendo razón él como siempre.Esungranuja. Traje «Persuasión»—prosiguió—porqueme pareciómenos rudo que losotros.Yademás,Dick,noestábienqueintentesdefendertantoaJane…alfinyalcabosiemprequemeoyesleerlateduermesbeatíficamente.

—Despuésdelegislar,necesitoreposar.—Bien,peroahoranadadepensarencañones,nienmarinos,nienImperios…ni

ennada—atajóClarissaalverquelamiradadesuespososeperdíameditativamásalládelhorizonte.Inmediatamenteabrióunodeloslibroseiniciólalectura—:«SirWalterElliott,deKellynchHall,enSomersetshire,jamáscogíaunlibrocomonotra-tase de linajes. Allí encontraba tema para pasar varias horas desocupadas y unaconsolaciónparasudesgracia.»¿Nolegustaelestilo?

Clarissaestabadecididaaquesuesposoabandonaratodopensamientopolíticoyse adentrara en el diminuto mundo en que habían caído. Las figuras, que el solesplendenterecortabaconcrudeza,parecieronsuavizarsecomounadelantadoocaso.

Rachel levantó la cabeza para indagar la causa de aquel fenómeno. El señor

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Richardabríaycerrabalosojos,omejordicho,losojosseleabríanycerraban.Unlargoyprofundo ronquido lesdioa entenderque sehabíaquedadoprofundamentedormido.

—¡Triunfé!—susurróClarissaalfinaldeunafrase.Súbitamentelevantólamanoimponiendosilencio.Anteellaunmarineroparecía

vacilar.DiosulibroaRachelyselevantó.—ElseñorGricequisierasaber…Clarissasiguióalmarinero.Ridley,quehabíaestadorondandosinserapercibido,

hizoungestodecontrariedadysedirigiónuevamentealestudio.El durmiente quedó al cuidado de Rachel. Ésta leía una frase y se volvía a

mirarlo.«Pareceunabrigotiradosobreunasilla»,pensó.Laropaconservabatodasuforma,peroparecíacomosihubierandesaparecido losbrazosypiernasquedebíanrellenarla. «Así se puede apreciarmejor la edad del abrigo», se dijo. Lemiraba yremiraba tanto que llegó a temer que él, dormido y todo, protestase.Representabaunos 40 años. Alrededor de los ojos y en la frente, unos surcos indicaban supropensiónaestudiarymeditar.Supielcurtidareflejabaelvigorquetodavíaposeía.«Tiene hermanas y le gustan los animalitos», susurró Rachel sin apartar de él lamirada,conlamanobajolabarbillayembebidaensuspensamientos.Unacampanasonó sobre cubierta, yRichard levantó vivamente la cabeza.Abrió los ojos con lainexpresividad de los cortos de vista, que repentinamente encuentran a faltar suslentes.Enunossegundosse rehizosintiendo lasensación,nadagrataporcierto,dehaber estado roncando ante una señorita. Resultaba desconcertante y violentodespertarseyverseobservadoporunamujerjovenycasidesconocida..

—Vaya,veoquemehedormido.¿Dóndeestánlosotros?¿YClarissa?—SuesposahaidoaverlospececillosdelseñorGrice.—Podíahaberlo supuesto conociendo su afición a las cosas raras.Yusted, ¿ha

adelantadomuchoenesterato?¿Seconvencióporfin?—Noheleídoniunasolalínea.—Hace usted igual que yo, hay a nuestro alrededor demasiadas cosas que

reclaman nuestra atención. Observar la Naturaleza es un estimulante.MismejoresideashannacidosiempreencontactoconlaNaturaleza.

—¿Paseando?—Paseando, montando a caballo, haciendo excursiones en algún yate,

«campings»…Lavariedadmehaseducidosiempre.LasconversacionesmásvariaseinteresantesrecuerdohaberlastenidosiempredandograndeszancadasporelpatiodeTrinity.EstuveenlasdosUniversidades.Unamonomaníademipadre,creíaqueestoaumentaba la cultura y no le faltaba razón. ¡Qué lejos está todo! Planeábamosentonces,conelqueeshoySecretariodelaIndia,loscimientosdeunnuevoEstado.Noscreíamosdossabiosinmensos,yquiénsabesinoloéramosenrealidad.Loque

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sípuedoasegurarleesqueéramosmuyfelices,señoritaVinrace,yteníamosjuventud,undonpreciosoquesalvatodoslosobstáculos.

—¿Haconseguidoustedtodoloquesepropuso?—preguntóRachel.—Noescosafácilcontestarasupregunta.Síyno.Porunladonoheconseguido

todo lo que me proponía. ¿Quién puede vanagloriarse de haberlo conseguido? Encambio,noherebajadomiideal.

Seguíaconlavistalasevolucionesdeunagaviota,comosienlasalasdelpájaroseremontaranalcielotodossusideales.

—¿Perocuáles,concretamente,suideal?—Pregunta usted demasiado, señorita Vinrace—rió divertido Richard—. Pero

voyadecírseloenunasolapalabra:¡Unidad!Unidadendominioyenprogreso.Quelos mayores beneficios de la civilización se extiendan sobre los hombres.Especialmentesobrelosingleses.Yoconciboalinglés,enconjunto,comounodelospueblosmáspuros…Peronovayaustedacreerquepiensoquemisidealespuedanconseguirsefácilmente.Preveoluchasyhorrores.Nomehagomuchasilusiones.¿Havisitado usted alguna vez una fábrica, señorita Vinrace? Supongo que no… y esmejor.Novayanunca.

Enrealidad,laspocasvecesqueRachelhabíasalidolohabíahechoacompañadadesupadre,sustíasounasirvienta.

—Quiero decir que si pudiera y supiera ver cuánto ocurre a su alrededor,comprenderíamejorporquéabrazamoslacarrerapolítica.Mehapreguntadoustedsihe conseguido algo de lo que me propuse. He podido conseguir que miles demuchachasdeLancashireylasquetrasellasvendrán,puedangozardealgunashorasde expansión al aire libre. No hacemuchos años que lasmadres de estasmismasmuchachas tenían que pasar esas horas ante los telares. Estome enorgullecemás,muchomásquesipudieraescribircomoKeatsoShelley.

ARachelleparecióquequienescribíacomoKeatsoShelley,eraella.LegustabaoírhablaralseñorDalloway,laentusiasmaba.Parecíaquetodocuantodecíanoeranproyectos,sinorealidades.

—Yonosénada—suspiró.—Esmuchomejorasí,créame—dijoélpaternalmente—.Mehandichoquetoca

ustedmuybienyqueleemucho.EstegirotuvolavirtudderetornarsuconfianzaalacohibidaRachel.—Hahabladoustedde«Unidad»,deberíaexplicármelo…—Nuncapermitoamiesposaquehabledepolítica—dijoRichardseriamente—.

A loshombres leses imposibleefectuardoscosas: luchary tener ideales.Siyohepodidoconservarlosmíoshasidoporquealllegaramicasahehalladosiempreamiesposa ocupada en sus quehaceres, con sus amigas, con lamúsica…Sus ilusioneshanseguidoenpieyesohahechoqueyonoperdieralasmías.Lalaborpolíticaes

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agotadora,elesfuerzogrande.Alhablarasí,parecíacansado,comosielserviciodiarioquerealizabaenprode

lahumanidad,requirieraunesfuerzoheroico.Su voz era sincera, y reflejaba tal afán por hacerse comprender, queRachel se

lanzóahablar,venciendosunaturaltimidezanteunapersonaqueconceptuabamuysuperioraella.Dominandosuemociónexpusounadesusopiniones,cosaquenuncahabíahecho.

—SupongamosqueenunbarriodeLeedshayunaviudaquehabitaenunmíserocuartucho—Richardseinclinóhaciaellaprestandotodasuatención—.UstedsiguesuvidaenLondres,habla,escribe,imponeleyes…perdiendoenfinmuchodeloquelavidaofrece.Elresultadoesqueesaviudaencuentraensudespensaunpocomásdetéyazúcar,omenostéyelperiódico…Bien,esapersonaquepongoporejemplo,halogradounapequeñamejorasindarnada.Suinteligenciasigueigual,susaficiones,sus gustos… Usted, en cambio, ha malgastado su inteligencia, ha tenido queprescindirdesusgustosyaficionespararealizarlosdelaviuda…¿Valelapenatantoesfuerzoparaunresultadotanpequeño?

—Sufilosofía,señoritaVinrace,tienesuproysucontra.Unserhumanonoesunconjuntodegustosynecesidades,esunaparteintegrantedelasociedad.Elcasoqueustedpresentaesmuydistintosilaviuda,enlugardeencontraralgoensudespensa,la encuentra o completamente vacía o con lo necesario para colmar sus másapremiantesnecesidades.Tieneustedimaginación,señoritaVinrace,enesoseparecealosliberales…,peroaprendaausarlaoseiráapique,comoellos.Concibaelmun-do, no por partículas sueltas, sino como algo completo, entero. Laborar paraconseguir un mínimo bienestar a los humildes, no significa malgastar lasposibilidades.NoconcibootroidealmásaltoqueeldeponermividaalserviciodelImperio. Imagínese usted el Estado como una máquina inmensa y complicada.Nosotrossomosunaspiezasdeestamaquinaria.Algunaspiezassonimprescindiblesycumplenmisionesdevital importanciapara lamarchadel conjunto.Otraspiezas(entre las que probablemente me encuentro yo) sirven sólo de conexión entre laspartes importantes. A veces un diminuto tornillo o un grano de arena, detienen oponen en peligro la regularidad de la marcha de una máquina, que cuanto másperfecta,másprecisadequetodaslaspiezasdelamisma,hastalasqueenaparienciasonmássuperfluas,cumplanregularmentesucometido.

La incompatibilidad de los dos temas era manifiesta. El de Rachel: La pobreviudaenesperadeunauxiliomásmaterialquemoral.EldeRichard,deunaenver-gaduraqueescapabaalacomprensióndelamuchacha.

—Temoquenolleguemosacomprendernos—dijoRachel.—¿Quierequeledigaalgo…queprobablementelairritará?—preguntóRichard

irónico.

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—Digausted.—Nohayningunamujerconespíritupolítico.Tienen todas lasvirtudes, soyel

primeroen reconocerlo;peronohayningunamujerque sepaapreciarelverdaderosignificado de la palabra «estadista»…y si he de serle franco, espero y confío noencontrarnuncaaesamujer.Dígameahorasiquedamosamigosoenemigos.

Vanidad, despecho y un imperioso deseo de hacerse comprender por el señorDalloway,volvieronaimpeliraRachelalacarga.

—Veamos.Debajodelniveldelacallepalpita lavida.¿Noesasí?Enloshiloseléctricos,conduccionesdeagua,teléfono,enloshombresquelimpianlascloacasyenlosqueconducencarrosdebasura.¿Nosienteustedpalpitaresavidacuandoabreungrifoymanadeélunchorrodeagua?

—Evidentemente—dijoRichardquehabíaescuchadoconinterés—.Lasbasesdelasociedadmodernaseasientanenlacooperacióndemuchasvoluntades.Sifueranmuchaslaspersonasquesupieranentenderloasí,habríamenospobresdeverdad,osea,pobresmorales.

—¿Esustedliberaloconservador?—preguntóRachel.—Veráusted, yo soy conservador de conveniencia—sonrióRichard—;pero la

distanciaqueseparaaambospartidosesmenor,muchomenordeloquetodoscreen.Siguió una larga pausa motivada precisamente por falta de cosas que decir y

preguntar. Rachel teníamuchas ideas, pero eran confusas, enrevesadas. Pensó quequizácogiendolacuestióndesdeunpuntoanterior,másremoto,leseríamásfácil.

—Ustedvivíaantesenelcampo,¿noesasí?Apesardequeel tonoconquefuehechalapreguntafuealgoseco,Richardse

sintióhalagado.—Sí,asíes.—¿Yquépasó?…Peroquizápreguntodemasiado.—Deningúnmodo,señoritaVinrace.¿Quéesloquequieresaber?Enmiinfancia

huboestudios,riñasentrehermanos,picardías,despuésaprendíamontaracaballo…enfin,nimásnimenosquelascosaspropiasdelajuventud.Esunerrorcreerquedepequeñoséramosfelices,casiaseguraríaquesesufremásdepequeñoquedehombre.¿Por qué? Yo, particularmente, no me llevabamuy bien conmi padre—dijo contristeza—.Teníauncaráctermuyrectoysindudaporesoresultabaavecesduro.Alos chiquillos se les quedan generalmente grabadas las injusticias. No danimportanciaacosasqueparalosmayorestienenmucha,yestoresultaimperdonable.Yonodudoqueeraunacriaturadifícil demanejar. ¡Perocuandopiensoen loqueestabadispuestoadar!Nohubomenosincomprensiónenlosmayoresquefaltasenmí.Enelcolegiodeprimeraenseñanzameportébastantebien.Despuésmipadremeenvió a dosUniversidades…¿Comprendeusted los recuerdosquehan reverdecidoconsupregunta,señoritaVinrace?…¡Cuánpocascosaspositivashayquecontaren

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la vida! Estamos repletos de cosas interesantes, experiencias, ideas, emociones…pero,¿cómocomunicárnoslas?Loqueyolehecontadoes,pocomásomenos,loquehubieradichoel99porciento.

—Nolocrea,elinterésdelascuestionesnoresidetantoenellascomoenelmododedecirlas.

—Esésaunagranverdad—dijoRicharddespuésdeunapausa—.Cuandorepasolos42añosdemivida,mepreguntocuálessonloshechosqueverdaderamentecuen-tan.Lamiseriay…—vaciló,yechándosehaciaadelantesusurró—:ElAmor.

LaformadepronunciarestapalabraparecióabriranteRachelnuevoshorizontes.—Quizáleparezcaextrañoquelehableasí,peronotieneustednilamásremota

idea de lo que he querido decirle. Nome refiero al sentido convencional que co-múnmente se le da a la palabra. Lo digo porque conozco su verdadero sentido.Generalmentelasmuchachasignorantodoesto,¿noserámejorasí?¿Quiénsabe?—parecíahablarconsigomismo.

—No,yonosésuverdaderosignificado—dijoRachelcasiconunsusurro,conunsoplodevoz.

—¡Dick, mira! ¡Barcos de guerra! ¡Por allí! —gritó Clarissa acercándoserápidamente.

Dosbuquesdeguerra, con su color grisáceo característico, se divisaban a grandistancia.Richardse transformóalmomentoyseadelantómirandofijamentea losbuques.

—¿Sonnuestros,Dick?—preguntóClarissaansiosamente.—Sí,pertenecensindudaalaflotamediterránea—contestóél.El pabellón del «Euphrosyne» ondeaba pausadamente. Richard se quitó el

sombrero.Clarissa,emocionada,apretólamanodeRachel.Los buques, uno en pos de otro, pasaron de largo hasta perderse de vista,

produciendouncuriosoefectodedisciplinaytristezaalpropiotiempo.Nadiehablóhastaquehubierondesaparecido.

Durantelacomida,todalaconversacióngiróenderredoralavidaheroicadelosalmirantesingleses.ClarissarecitóaunpoetayWilloughbyaotro.Todosestabandeacuerdoenquelavida,abordodeunbuquedeguerra,debíaseralgoespléndido.Losmarinoserangentesamablesysencillas.EnesteambientecayócomounabombalaafirmacióndeHelendequemanteneraunmarinoveníaaser tanútilcomocuidarfierasenel«Zoo»,aunqueestoúltimoeramuchomásbonitoydistraído.Porsiestaafirmación no bastase, añadió que ya iba siendo hora de que dejara de ensalzarsetantoelheroísmoy labellezademorirenuncampodebatalla.ElseñorPepperseunióaellaparadecir,bastantegroseramenteporcierto,queestabacansadode leerpoesíacursisobreaqueltema.AlpropiotiempoHelenseextrañabadeveraRachelcallada,peroconunaexpresiónradiantequelacambiabaporcompleto.

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V

Helen no pudo sacar una conclusión completa del efecto producido por suextemporánea interrupción.Unode esos incidentes, que acostumbran a abundar enlosviajesmarítimos,vinoatrastornarlatranquilidaddelviaje.Alahoradeltépudonotarseque el balanceohabía empezadoahacer causa comúnconel oleaje, y a lahoradelacenaelmovimientoerayafrancamenteprovocadorparalaintegridadfísicadelosnavegantes.Elbarcogemíayparecíaretorcerseanteelesfuerzoquerealizabaparaavanzarcontralatempestadqueseavecinaba.Hastaaquelmomentoelbuquesehabíacomportadocomouncorcelgallardoqueadmiraporlaarmoníaymajestaddesupaso.Peroderepenteseconvirtióenunpotrosalvajeconriendasuelta.

Todoslosutensilioscolocadossobrelamesacambiabanconstantementedelugar.Clarissa, que palidecía rápidamente, se esforzaba en comer, aunque el esfuerzo lecostabaangustias inimaginables.Willoughbyaprovechaba laocasiónparaponderarlasvirtudesmarinerasdesubuque,relatabahazañasquehabíallevadoacaboenotrasocasiones; los plácemes que su comportamiento había merecido en distintospasajeros,expertosnavegantes.LacomidatranscurrióbastanteinquietayencuantolasseñorasquedaronsolasClarissacapituló,dijoquesesentiríamejorenlacamayseretirósonriendovalientemente.Elamanecersiguientelessorprendióenplenatem-pestad. El vaivén iba en crescendo y ya nadie anduvo con disimulos. Clarissapermanecióensucamarote,Richardconcurrióalcomedor,peroalahoradeltétuvoqueretirarsetambaleándoseyrecluirseensucamarote.

—Estoesdemasiadoparamí—dijoenelmomentoqueseretiraba.—YaestamosotravezcomoantesdellegaraLisboa—dijoelseñorPepper.Nadieteníahumorparaconversacionesyterminaronlacomidaensilencio.Al día siguiente, después de una noche de continuo bamboleo, parecían hojas

arrastradas por el vendaval. No estaban mareados, pero sí aturdidos por tantosbandazos que les impedían subir a cubierta y les hacían chocar contra las paredes.Iban muy abrigados, especialmente Helen de la que sólo era visible el óvalo delrostro, desapareciendo el resto entre un mar de pieles. Pasaban el tiempo en suscamarotes, más por comodidad que por otro motivo, resistiendo los bandazos lomejorposible.Paraellos,elmundosehabíaconvertidoenunamarañademontañasgrises que tan pronto les elevaban sobre su cima, como les sumergían en un valleamenazador. Fueron dos días interminables. A Rachel le pareció que se habíaconvertidoenunpequeñoserindefensoenmediodeunallanuraybajounatormentadegranizo;despuésseimaginócomounárbolsacudidocontinuamenteporlasalobregalernadelAtlántico.

Helen, que resistía bastante bien, fue dando bandazos por el pasillo hasta el

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camarotedeClarissa,peroeratalelestruendodegemidosycrujidosdelanavequenorecibiórespuestayoptóporentrar.Laencontrótendidaensulitera,sinatreverseaabrirlosojosylaoyómurmurar.

—¿Erestú,Dick?Helentuvoquegritarparahacerseentender.—¿Cómoseencuentra?Clarissaabrióunojo,quevolvióacerrarinmediatamenteysuspiró:—Mal,terriblementemal.Tenía los labiosexangües.Helen,haciendoesfuerzosparaguardarelequilibrio,

fueabuscarchampañaparareanimarla.—¡Champaña!—pudoarticularClarissa—.Esustedmuyamable.Yseincorporóparapodertragarmejor.—¿Quieremás?—gritóHelen.PeroyaelmareohabíavencidodenuevoaClarissayésta,conlosojoscerradosy

larespiraciónentrecortada,habíaperdidolanocióndecuantolarodeaba.Sólopudosusurrar:

—¡Esustedmuybuena!Eshorrible—dijorefiriéndosealdesordendelasropasyalprovocadoporellamentableestadoenquesehallaba—.Discúlpeme.

Helenlearreglólasalmohadas,estirólassábanasypusounpocodeordenenloquehallóasumano.Clarissaabrióunmomentolosojosyagradecióconunasonrisatodosloscuidados.

Alalejarsedel camarote,Helen sintióunaextemporánea simpatíapor la señoraDalloway. Admiraba a Clarissa que, entre las angustias del mareo, había sabidoagradecerlesuscuidados.

Casirepentinamenteamainólatormenta.Alahoradeltélosmovimientosfuerondecreciendoenviolenciahastareanudarselamarchatranquiladelosprimerosdías.

Lentamente fueron reaccionando. Les parecía incomprensible no sentir losbandazosygemidosdelbuque,nioírbramarelhuracánsobresuscabezas.Cesóelesfuerzoqueleshabíamantenidoentensiónylosnerviosserelajaron.Alfinaldeuncielocuajadodenubesoscuras,elhorizontesepresentabaclaroyhermoso.

—Venadarunavuelta,pequeña—dijoRidleyasusobrina.Helennopudopormenosquereíralverlosalejarse,aúntambaleantes,yascender

a lacubierta.Aspirabanelaireconansia.Estabansedientosdeaquelmarazulyelcielo purísimo. No eran ya átomos a merced del furioso huracán, sino héroestriunfadores de la furia del Océano. Su inteligencia y sus sentidos que habíanquedado en suspenso durante la tormenta, renacían ahora pujantes y avasalladores,presentándolesunmundonuevollenodericaspromesas.

Tíoysobrinadierondosvueltaspor lacubiertayseacodaronsobre labarandahastaverdisolverseeldiscosolarenlasaguas,enunapoteosisderojosyamarillos.

El nuevo día amaneció sereno y purísimo. Aunque las olas seguían siendo

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grandes,habíanvueltoarecobrarsucolorverdeazulado.Elmundodepesadillaenque durante dos días se habían debatido, había vuelto a sumergirse en lasprofundidades. Los pasajeros atacaron el pan y la mantequilla con insospechadosbríosyexcelentehumor.LosespososDallowaysereponíanmáslentamente.ClarissanoseprodigabatodavíayRichardseenderezabaconvisibleesfuerzo,pasandoensulitera elmayor tiempoposible.Sentía la extraña sensacióndequenohabía cesadotodavíaeloleaje.Estandoensuliteravinieronaherirlelosrayosdelsolensuocaso.La visión de aquel tranquilo anochecer le rehizo, y a la hora de la cena volvió apresentarseenelcomedorcomounverdadero«gentleman»inglés.

Entróenelcamarotedesuesposa,ellaleatrajoporlasolapayleretuvoabrazadolargorato.

—Tienesmuymalacara,deberíassaliracubiertaytomarunpocoelaire.¿Sabesquehuelesmuybien?

—PuedodargraciasalaseñoraAmbrose,fueunahermanadelacaridadcuandomemoríadeangustia.

Volvióarecostarse,vencidaporelesfuerzo.RichardencontróaHelenconsucuñadoyentreambosunamesitaconelservicio

deté,bizcochos,panymantequilla.—Quémalacaratieneusted,señorDalloway,vengaatomarunatazadeté.Richardobservóquelasmanosqueleservíaneltéeranlargasybonitas.—Sé que ha sido ustedmuy amable conmi esposa. Gracias a haberle llevado

ustedchampaña,semejoróalgo.¿Tuvoustedlasuertedenomarearse?—Haceveinteañosquenomehemareado.Quierodecirquenomehemareado

enelmar.—Haytresclasesdemareos—tercióWilloughbyconsuvozfuerteysonora—.

Sonlasépocasdetomarleche,«roast—beef»opanconmantequilla—dijoaltiempoquepresentabalamantequillaaRichard—.Ahoratómeseunabuenatazadetéydéunpaseoligeroporlacubierta—terminó,retirándose.

—Es muy agradable—observó Richard—. Siempre tiene algo interesante quecontar.

—Sí—añadióHelen—,siemprefueasí.—Elasuntoquemanejaesformidableyseguiráadelante…Acabaremosporverlo

enelParlamento.Hombresdesutemplesonlosquesenecesitan.AHelenleimportabanmuypocoloscomentariosdeRichard,comotodoloque

serefirieseasucuñado.—Supongoqueledolerálacabeza—dijo,sirviéndoleotratazadeté.—Sí,unpoco—contestó—.Eshumillanteverloesclavosquesomosdenuestro

organismo.Yonopuedotrabajaragustosintenerunateteracercaparapoderbebertodoloquemevengaengana…apesardenobebernadalamayoríadelasveces.

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—Perotantoténopuedeserlebueno.—De otra forma, no puedo trabajar… así que he de arriesgarme. Además, los

políticosacabamossiempreporvencer…—Como ahora—rióHelen, sirviéndole de nuevo.—Nuncame toma usted en

serio,señoraAmbrose.¿Mepermitepreguntarleenquéinvierteustedeltiempo?—Leyendo.—¿Filosofía?—preguntó,dirigiendolamiradaallibrodenegrascubiertas.—Metafísica… ¡Ah, también pesco! Si volviera a nacer me dedicaría única y

exclusivamente a una de ambas cosas. —Se entretenía abriendo y cerrando elvolumen—.«Elbienesindefinible»—leyóenvozalta.

—CreoqueelprofesorHenrySidwickhasidoelúnicoquehasabidoprofundizaren ese tema —dijo Richard—. Recuerdo una discusión que tuve con Duffy, hoysecretario en la India. Duró hasta las cinco de la madrugada paseando por losclaustros. Como era demasiado tarde para acostarnos, optamos por dar un paseo acaballo. No creo que en ninguna de mis disputas haya llegado nunca a unaconclusión,peroeldiscutireslasaldelavida.Poresosonlosfilósofosylosliteratoslos que mantienen encendida la antorcha de la controversia y la transmiten degeneraciónengeneración.Aunquepolítico,nocreaqueestoyciegopara lodemás,señoraAmbrose.

—Noloimaginénunca,perodígame.¿Legustaasuesposaeltéconazúcar?PreparóunabandejitayfueallevárselaaClarissa.Richardselióunabufandaal

cuelloysubióacubierta.Lapalidezibadesapareciendodesurostroyalchoquedelvientosesintiórejuvenecertonificado.Sesentíasatisfechoderesistirelfuertevientosinmásapoyoquesuspiernas.Inicióunpaseorápidosobrecubierta,yenunadelasrevueltassufrióunencontronazo.

—Perdone—dijoRachel,quefuelaprimeraenreponerse.Ambosseecharonareír,pueslaviolenciadelvientolesimpedíahablar.Rachel

abrió la puerta del gabinete, y con el pretexto de excusarse, Richard la siguió. Elvientoparecióprecederles,armandoun revuelodepapelesdemúsica.Lapuerta secerróconestruendoyambossedejaroncaer,riendo,endistintossilloncitos.RichardsesentóencimadeBach.

—¡Québorrasca!—exclamó.—Eshermoso,¿verdad?—Rachelestabatransfigurada'..Habíaentodosuseruna

decisióndesconocidahastaentonces.Susojosbrillaban,teníalacaritaarreboladaylaboca, de rojos labios, entreabierta y sonriente. El cabello, suelto y ondulado,aureolabasurostroexpresivo.Porvezprimeraestabaresplandecientedejuventud—.¡Huy!¡Quédivertido!—rió.

—¿Perosobrequédiablosmehesentado?—exclamóRichard,sacandolibrosdelsilloncito—. ¿Es éste su retiro? ¡Es encantador!Me alegro que hayamos vuelto a

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encontrarnos. Parece que haya transcurrido un siglo desde nuestra últimaconversación. Vamos a ver qué es lo que tiene por aquí… Bach… «Cumbresborrascosas»… ¿es aquí donde nacen sus problemas íntimos para confundir a lospobrespolíticos inocentes e indefensos?—rióalegremente—.Mientrasme reponíadelmareo reflexionémucho sobrenuestraúltima conversación,mediomuchoquepensar…

—¿Ledioquepensar?¿Yporqué?—¡Quépobreresultanuestrosistemadeexpresión,señoritaVinrace!Sontantas

las cosas sobre las queme gustaría contarle y conocer su opinión… ! ¿Ha leído aBurkealgunavez?

—No.¿QuiénesBurke?—preguntóRachel.—Entoncestomarénotayleenviaréalgodeél.El«DiscursosobrelaRevolución

Francesa»o«LaRebeliónAmericana»,yaveremos.—Tomónotaenunalibretitayselaguardóenelbolsillo—.Yamediráustedquéleparece.Esteenclaustramientovoluntarioeslomalodelavidamoderna.Yahora,cuéntemealgodeusted.¿Quéha-ce?¿Enquépasael tiempo?Debería suponerqueesustedunapersonadegrandesinquietudes.¡Yclaroqueloes!¡Bien,bien!Cuandopiensoenlaépocaenquenoshatocado vivir, con sus ocasiones, sus posibilidades, y tantas y tantas cosas comopodríamoshacerydisfrutardeellas,mepreguntoporquénotendremosdiezvidasenlugardeuna…Pero,háblemedeusted.

—Verá…—dijoRachel—.Yosoyunamujer…—Losé, losé—interrumpióRichard, recostándoseenel sillóny tapándose los

ojosconlamano—.Unamujerjovenyhermosa—dijosentenciosamente—.Tieneelmundoasuspies.Tieneustedunpoderinmensoparaelbienoparaelmal…¡Quénopodríaustedhacer!

—¿Cómo?—preguntó,sorprendida,Rachel.—Consubelleza—continuóRichard.En aquelmomento un fuerte balanceo del buque lo empujó hacia adelante.Al

propiotiemposeenderezóycogiendoaRachelentresusbrazoslabesó.Primerosua-vementeyluegocontalpasiónquellegóahacerledañoconloshuesosdelrostro.Alsoltarla,Rachelcayódenuevoensubutaquita.Elcorazónlelatíafuertemente.Todogiraba a su alrededor y su cuerpovibrabade indignacióny coraje.Richard, con lacaraocultaentrelasmanosyunavozqueinfundíapavor,decíaentrecortadamente:

—Metentaste..,metentaste…—hubiérasedichoquesosteníaunaviolentaluchainterna.

Rachel se levantó y salió airadamente. Sus rodillas temblabande talmodoquesólohaciendounviolentoesfuerzodevoluntadlogróllegarhastalaborda.Unfríoin-tensofueinvadiéndolalentamente.Alolejos,rozandolascrestasdelasolasenraudovuelo,unospájarosenormesparecíanocultarlaluzdeldíamoribundo.

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Poco a poco fueron cediendo los latidos desacompasados de su corazón ytranquilizándose.Una gran calma descendió a su alrededor y sobre su espíritu.Yacompletamenteserena,descubrióquealgomaravillososeabríaanteella.

Durante lacena,Rachelnosintióexcitaciónalguna.LapresenciadeRichard leresultabamolesta.Ambosevitabanmirarse.Sólounavezsusojosseenfrentaron…peronadamás.

Willoughby llevaba el peso de la conversación. —Historietas salpicadas dechistespolíticos,Bright,Disraeli,lacoalicióngubernamental…tantosehablóqueloscomensales resultaban ridículamente pequeños en comparación con los hechos yvidasmencionados.Despuésdelacena,yyaasolas,Helensefijóenlapalidezdesusobrina.Encontróalgoraroensuactitud.

—¿Estáscansada,pequeña?—lepreguntó.—Sí,estoyalgocansada.Helen le aconsejó que se acostara, lo que Rachel le agradeció intensamente, y

obedeciósinvolveraveraRichard.Muycansadadebióestar,puesapenassetendióensuliteraquedóprofundamentedormida.Susueñofueunaespantosapesadilla.Séveía encerrada en un oscuro túnel cuyas paredes iban acercándose lentamente,amenazando aplastarla e impidiéndole respirar. Cada vez que intentaba huir se leaparecía un enanillo, de largas y negras uñas que mordía incesantemente,impidiéndole pasar y sacando la lengua burlonamente. Sentíase oprimida por estaangustia, cuando despertó sobresaltada. Al ver que todo había sido un sueño setranquilizó.Encendiólaluzyviolasropasdelaliteraenelsuelo.Laideadequelaperseguían seguía atormentándola, a pesar de estar despierta. Cerró la puerta conllave. Le parecía oír una voz que gemía cerca de ella y cientos de ojos que leasaltabananhelantes.Hombressalvajesrondabanpor lospasillosy lascercaníasdesucamarote…hastaparecíaquesedeteníanantesupuertaparaescucharyatisbar.Elrestodelanochelopasóenvela.

VI

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—Es la vida de los que viajan. Se crean amistades buenas y hay queabandonarlasparaseguirelcamino—dijoWilloughby.

—Asíserásiustedesquieren—contestóClarissa.Eraunamañanaradiante,yelbuquereposabaenelluminosoespejodelasaguas

deunpuerto.LosDallowayseencontrabannuevamentesobrelacubiertadelbuque,junto a la pasarela, rodeados demaletas y baúles. Igual que el día en que por vezprimerallegaronalbuque.

—¿CreenustedesquevolveremosavernosenLondres?—preguntóRidleyconironía—.Encuantovuelvanapisarlatierrafirme,yanoseacordarándenosotros.

—Sutíoestremendo—rióClarissa,oprimiendoelbrazodeRachel—.Yasabe,señoritaVinrace,queencuantodesembarquehadeveniravisitarme.Tome,asínohabrá pretexto quevalga—al hablar así, sacabaun lapicito de plata, escribió unaspalabrasenlasprimeraspáginasdeltomode«Persuasión»yseloentregóalajoven.

Losmarinosrecogíanelequipajeyelgruposeestrechómásenderredorde losqueibanadesembarcar.

—Bueno,adiósatodos—dijoClarissa,yañadióaloídodeRachelaldespedirsedelamuchacha—:Esperoquevendráavisitarme,mehasidoustedmuyagradable.

Lasrápidasdespedidasde losúltimos instantesevitaronqueRachel tuvieraquedespedirse del señor Dalloway. Sólo cruzaron, durante un segundo, una profundamirada.Despuésdescendiódetrásdesuesposa.Elbotefueseparándoselentamenteendirecciónatierra.Helen,RachelyRidley,apoyadosenlabaranda,lescontempla-ban. Clarissa se volvió una vez y levantó el brazo en señal de despedida. Siguióalejándoseelbotehastapercibirsesólodospuntosenlontananza.

***—¡Bien…yasefueron!EralavozdeRidleytrasunlargosilencio.—Novolveremosaverlosnuncamás—añadióantesdevolverseasuslibros.Cayósobreelbuqueunavagamelancolía,comosisehubieseefectuadoelvacío.

Tenían todos lacompletaseguridaddeque jamásvolveríanavera losDallowayyestolesdeprimía.Sucortaestanciaabordonojustificabalatristezaqueocasionabasupartida.Otraspersonaseinteresesveníanaocuparellugardelosquepartían,erauna sensación desagradable y procuraron desecharla. El corazón humano es así;tambiénlosquepartíanseríanolvidadosporlosquequedaban.

Mientras los camarotes que ocuparon los Dalloway eran limpiados, Helen seentreteníaenarreglarelsalónaltiempoqueobservabaaRachel.Notósulaxitudylaactitud de retraimiento de la muchacha. Se propuso conocerla más a fondo yatraérselaparaaveriguarquélesucedíaycuáleraelmotivodesudepresión.

—Ven,hablaremosunrato—dijoHelen.Rachel la siguió indiferente hacia un rincón de la cubierta de cara al sol y se

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sentaronendosbutacasextensibles.Rachelteníalacabezaembotadaporuncúmulode sensaciones nuevas y emociones desconocidas hasta entonces.La escena con elseñorDallowaylahabíasumidoenunmardeconfusiones.PrestabaescasaatenciónaloquedecíaHelen.Mientraséstapreparabaelbastidoryenhebrabalaaguja,ellasereclinóensuasiento,dejandovagarsuvistaporlainmensidaddelmar.

—¿QuétehanparecidolosDalloway?—preguntóHelenconnaturalindiferencia—.¿Tehansidosimpáticos?—Sí—contestóRachelsencillamente.

—¿Hablasteconél?Rachelpermanecióunmomentoensilencio,ysinlamenoralteracióneneltono

desuvoz,dijo:Mebesó.—Sí…—articulóHelen,queporunmomentoquedósinsaberquédecir—,yame

parecióquepertenecíaaesaclasedeindividuos…—¿Quéclase?—Pomposos…conribetesdesentimental…—Megustaba—confesóRachel.—¿Asínote importó?—preguntóHelen,volviéndosehaciasusobrina.Porvez

primeraviosurostroencendidoylosojosbrillantes.—¡Claro que me importó! —dijo con desusada vehemencia—. No he podido

dormirentodalanoche.—¿Cómosucedió?Rachellofuecontandotodoalgobruscamente,peroconserenidad.—Hablamos de política y me contó lo que había hecho por los pobres. Me

interesósuconversaciónylehicemuchaspreguntas.Mecontósuvida.Despuésdelatormentavinoaverme,yentonces,cuandomenosloesperaba…mebesó.Noséporquélohizo…Meexcitóbastante.Demomentonomeimportó,pero…—acudióasumemoria el burlón enanillo de la pesadilla y se estremeció—despuésme entró unverdaderoterror.—Laexpresióndesusojoseraverdaderamentedeterror.

Helennosabíaquédecir,siemprelehabíanintimidado,sinquepudieraexplicarseelporqué,aquellaclasedeconversacionesconlasmujeres,cosaquenolesucedíaconloshombres.Pensóqueeramejorquitarleimportancia.

—Bah,erabastantetonto,novalelapenaquepiensesenello.—¡Alcontrario!—saltóRachel,excitada—.Sipiensoesporquequierosaberqué

significa.—¿Nolees?—lepreguntóHelen.—Sí…las«CartasdeCowper»yotros librosquemeproporcionanmipadrey

mistías.Helensintiódeseosdeclamarcontraaquelhombrequedetalmodoeducabaasu

hija de veinticuatro años. Rachel se aterraba por un beso, parecía ignorar que loshombresdesean a lasmujeres.Lapobremuchacha, en su inocencia, podía resultar

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ridícula.—¿Conocesapocoshombres,verdad?Rachelsonrióconironía.—AlseñorPepper.—¿Nohahabidonadiequequisieracasarsecontigo?—No,nadie—respondióingenuamente.Helenadivinóenlafranquezadelamuchachasutrastornopsíquico,ycreyóque

seríaconvenienteayudarla.—Notemas,es lógicoque loshombres intentenbesarteocasarsecontigo.Eres

bonita.Lotristeessacarlascosasdesucaucenormal.Rachelparecíanoprestarlamenoratenciónasutía;deprontosaltó:—¿QuésonesasmujeresdePicadilly?—¿DePicadilly?…Sonprostitutas.—Esunaignominia,unavergüenza—dijo,indignada,Rachel.—Evidentemente,pero…—¡Conloquemegustaba!—musitócomohablandoconsigomisma—.¡Deseaba

tantohablarconél…sabersuscosas…!¡Ydequéformatanlamentablehatermina-dotodo!¡LasmujeresdeLancashire!…

SuspensamientosnoescaparonaHelen,quelaobservabaatentamente.—Mira, a las cosas no hay que darles más importancia de la que en realidad

tienen;siquieresteneramistadconloshombres,hayquecorrerelriesgo.Ysihededecirtelaverdad—sonriómaliciosamente—,valelapenacorrerlo.Nohayquedarletanta importanciaaunbeso…quizásestécelosadeque tehayabesadoa tiynoamí…apesardequemeaburríasoberanamente—bromeóconmalicia.

Rachel no tenía el espíritu para bromas, ni contestó sonriente demostrandoquitarleimportanciaatodo,comoHelenhubiesedeseado.

Continuaba embebida en sus pensamientos nada agradables, inconsistentes yhastadolorosos.Laspalabrasdesutíanohabíanhechomásquelevantaralgomáselvelo que tantos misterios ocultaba. Después de un largo rato de ensimismamientoexclamó:

—¡Poresonopuedopasearsola!Seveíaasímismacomounserguardadoentrealtísimasparedes,perpetuamente

vigiladayaoscuras,conunavidamonótona,sombría,rodeadadepalabrasyaccionesincomprensibles.

—¿Porquésontanbrutosloshombres?¡Losaborrezco!—clamó,indignada.—¿Creíhaberteoídodecirquetegustaban?—bromeóHelen.—Sí…megustaban…yelbesotambién—contestóinseguraaldarsecuentaque

elproblemaadquiríamagnitudinsospechada.HelenseextrañabadelefectoqueaquelbesohabíaproducidoenRachel.Veíasu

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ingenuidaddebatirseentrelasmallasdesuconflictointeriorintentandoresolverlo,ycreyóquelograríatranquilizarlahaciéndolahablaryquitándoleimportanciaalasuntoque tantoparecíahaberla angustiado. ¿Cómoeraposiblequeaquelpolíticoñoñoysosohubiese impresionado tantoaunamuchachade24años?Claroquehabíaquereconocerqueeraamableyeducado.Unapersonaatenta:

—LaseñoraDallowaytambiéntehagustado,¿noesasí?Rachel se sonrojó recordando las tonterías que había dicho. Además, ¿no le

comunicólaseñoraDallowayqueadorabaasuesposo?—Erabastante simpática, pero tenía la cabezade chorlito—continuóHelen—;

nuncaoítantastonteríascomomientrasestuvoellaabordo.Quesilospeces,quesilamarina,oelabecedariogriego,olasmilyunamanerasdeeducaraloshijos,quenotenía…Enfin,queprefierotenerunaconversaciónconél,pormuysosoquesea.Éleraengreido—continuó—,peroporlomenosatendíaaloquesehablaba.

Aloíraquellasmanifestacionesdesutía,«unapersonamayor»,elencanto,quealosojosdeRachelhabíaenvueltoalospasajeros,desaparecíacomonieblaalsoplodelviento.¿Seríaverdadquenoerantanmaravillososcomoellasehabíafigurado?

—Es tandifícil sabercómoson laspersonasen realidad—dijocomohablandoconsigomisma.

Helenvioconsatisfacciónquelamuchachareaccionaba.—Quizásestuvealgoofuscada.Helen estaba segura de ello, pero se limitó a decir: —Han vivido y tienen

experiencia.—Eranagradablesysobretodomuyinteresantes.RecordabalaimagendelmundoqueRichardlehabíapintado,consusengranajes

comonervios.Recordabasuspalabrasbásicas.«Unidad,Imaginación»,yleparecióver de nuevo las burbujas del té que se bebía, oyendo sus divagaciones sobre elcampo, las hormigas, los canarios y todas las cosas que daban vida a su pequeñomundo.

—Pero, ¿a qué se debe que todas las personas no te resulten igualmenteinteresantes?—preguntóHelen.

Rachel le explicó que cuando le hablaban, él especialmente, adquirían lapersonalidaddesímbolos.

—Estaríaescuchándoleeternamente—dijoconvehemencia.Saltóde lahamacapararegresaralmomentoconungruesolibroderojolomo.

IndicóeltítuloaltiempoqueseloentregabaaHelen.Setitulaba«¿Quiénesquién?»Yeraunaseriedebiografíasdedistintospersonajes.Abrióellibroalazar,leyendo:«Sir Roland Beal, nació en 1852 en el seno de la familia Moffatt, casado… ,etcétera.»Sentadaa lospiesdeHelen, seenfrascóen la lecturadevorandopáginasincansablemente:banqueros,sacerdotes,marinos,filósofos,artistas,etc…

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MientrasHelenefectuabaunrepasomentaldecuantohabíadicho,Rachelseguíaembebida en la lectura. Helen se interesaba por su sobrina, le gustaría guiarla yaconsejarla, enseñarle a vivir, a ser razonable. La muchacha había formado unconceptoerróneodelpolíticoysuacción,opinióndelaquesólopodríasacarlaunapersonaquetuvieseascendientesobreella.

Rachelmirabaasutíacomoesperandolarespuestaasumudapregunta.—Estoydeacuerdoenque«haymuchaspersonasinteresantes».Peroladificultad

estribaensabercomprenderdonderadicatalinterés.Deotraforma,podemosllegaraintimarconpersonasalgoinconscientes.EstotehasucedidoaticonlosDallowayysólotehasdadocuentadespués.

—¿Pero,quéformahaydeconocerloantes?—preguntóRachel.—Nopuedoexplicártelo, esoescosaquehasde lograrpor timisma.Pruebay

veráscomoloconsigues.¿PorquénomellamasHelen?Elnombredetíameesmuypocoagradable…quizádebidoaquequisemuypocoalasmías.

—Sí,megustaríallamarteHelen.—¿Me encuentras poco comprensiva, verdad?—preguntóHelen, aunque sabía

queladiferenciadesuspuntosdevistasebasabaúnicamenteenlosveinteañosdeedadquemediabanentreambas.

Rachelnocontestó.—Algunasvecesnoentenderásmiformadepensar,claro,esmuynatural.Loque

hayqueprocurarahoraesqueteentiendasatimisma—añadiócariñosamente.Esta visión que de su personalidad le había proporcionado Helen pasó ante

Rachel como una exhalación, como si un rayo de luz bañase su inteligencia. Laimpresionóprofundamenteelpensamientodevivirporsímisma,comoelmaroelviento.

—¿Puedo ser yo mi… mi… misma —tartamudeó—, a pesar de ti, de losDalloway, del señor Pepper, de mi padre, de mis tíos… y de todos?—preguntó,pasandolamanoporelgruesotomodebiografías.

—Nosólopuedesserlo,sinoqueyaloeres.Hastaahorahasguardadoocultatuverdaderapersonalidad—contestóHelenseriamente.

Dejóelbastidory le expusoaRachelunplanquehabíadiscurridomientras lamuchachaleía.Enlugardecontinuarhaciaeltrópico,dondetendríaquepasarlama-yorpartedeltiempoaburriéndoseencasa,abanicándoseydefendiéndosedelcalorylosmosquitos,eramuchomásrazonablequeRachelfueseconellaasuvilla,cercadelaplaya.Allípodríanestarjuntas.

—Piensa,Rachel,queunadiferenciadeveinteañosnoesobstáculo—paraquepodamosentendernosycomprendernosperfectamente.

—Verdaderamentenoesobstáculoyademássimpatizamos—contestóRachel.—Perfectamente—asintiósutía.

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Helennopodíaquejarsedelresultadodesuprimeracharlaconsusobrina.Aldíasiguientefueenbuscadesucuñado.Loencontrósentadoantesumesa,rodeadoportodas partes de papeles y tomando apuntes. De la pared pendía una fotografía demujer.Susojos reían,yensus labioshabíaungestodeburla,comosiestuviesealcorrientede todoyseburlarsebenévolamente.Eraun rostroatractivoe interesanteque parecía a punto de echarse a reír ante la cara de su esposo que, al mirarla,suspiraba profundamente. Tenía lamente constantemente ocupada por sus grandesfábricas deHull, que por la noche semejabanmoles ingentes; por sus buques, quesurcabantodoslosocéanos.Aqueltrabajocontinuoparaseguirlevantandoelsólidoedificiodesuindustria,loponíaalospiesdelaquefuesuesposa,pensandosiempreencómocriaríaasuhijaparasatisfacciónde«ella».EraunhombremuyambiciosoyHelenpensabaqueaunqueprobablementemientrasviviónoseportóconellacomosemerecía,parecíaqueahoralamuerta,desdeelcielo,inspirabacuantoenélhabíadebueno.Helensedisculpóporinterrumpirleensutrabajoyleexpusosuideacontoda sencillez.Cuandoellay suesposodesembarcaran,Rachelpodíaquedarse conellos,enlugardeseguirhacialostrópicos.

—Lacuidaremoscomosi se tratasedenuestrahija.Loharemosconverdaderogustoycariño.

Willoughbysepusoserio.Dejóaunladolospapelesydijo:—Es una buena muchacha —suspiró, levantando la vista hacia el retrato—.

¿Verdadquetienenunparecido?AHelenseguíapareciéndoleque la imagende la fotografíaseburlabadeellos,

delbuqueydetodoslosqueloocupaban.—Rachelesloúnicoquemequeda—murmurósuspirandodenuevo—.Vivimos

juntosañotrasaño,sinhablardeestascosas…quizáseamejorasí…Lavidaesmuydura.

AHelenleinspirócompasiónoírasucuñadoexpresarsetanfrancamenteyapoyóuna mano en su hombro sin saber qué decirle. Para distraer la tristeza— deWilloughby,volvióallevarlaconversaciónhaciaRachel,exponiendoelmotivoporelquecreíaquealamuchachaleseríabeneficiosoaquelcambio.

—Es cierto —asintió Willoughby cuando Helen terminó de hablar—. En lostrópicos las condiciones sociales son muy primitivas. Yo tendré mucho trabajo yquedarásolamuchosratos.Accedíatraerlaporqueellamelopidió.Niquedecirquetengoenvosotroslamáximaconfianza.Megustaríaeducarlacomolohubierahechosumadresihubiesevivido.Noestoyconformeconlasideasmodernas,ytúcreoquetampoco,¿verdad?

—Tienedemasiadaaficiónalamúsica—dijoHelenaltiempoqueasentíaconlacabeza—.Quizásededicaaellaenexceso.

—Quizá,perocomoesoparecíahacerlafelizynuestravidaenRichmonderatan

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tranquila…Megustaríaque frecuentaramásel tratocon lasgentes,quemeacom-pañaraalregresodemisviajes.PensabaalquilarcasaenLondresyrelacionarlaconpersonas que sé que la tratarían como se merece. Estoy viendo que todo esto meencamina al Parlamento, Helen. Y es el único modo de hacer las cosas a nuestrogusto.EstuvehablandodeestoaDalloway.SiesecasosepresentasemegustaríaqueRachel estuviera bien situada. Sería necesario alternar más, dar algunas comidas,asistir a fiestas nocturnas. Hay que atender a los que nos ayudan. Rachel podríaayudarme mucho en todo esto. Quisiera que llegásemos a un acuerdo… queprocuraseseducarlaunpocoeneseaspecto…Esmuytímida…¡Silograrashacerdeellaunaverdaderamujer!Laclasedemujerqueasumadrelehubiesegustadoquefuese—terminó,mirandodenuevolafotografía.

A través del cariño hacia su hija, el egoísmo deWilloughby era patente. EstoaumentabaelempeñodeHelendellevarseasusobrina,aunqueparaellotuviesequeprometeralpadreinstruirlaentodaslasgraciasmundanas.Seretirómaravilladadelaceguera de aquel padre.Cuando habló a lamuchacha del éxito de su gestión, éstapareciómenosentusiasmadadeloqueHelenhubieradeseado.Tanprontoselaveíaansiosacomosumidaenunmardedudas.Leapenabadejara supadre,peropudomás la constancia de Helen a pesar de que también tuvo sus dudas y llegó aarrepentirsedelimpulsoquelaligabaaldesenvolvimientomoralyespiritualdeotroserhumano.

VII

Adistancia,el«Euphrosyne»parecíamuypequeño.Desdelosgrandesbuquesdelujo,elpasajelesobservabacomosilosVinraceylosAmbrosefuesenbultosdecargaenlugardeseresdecarneyhueso.Losbailarines,alsalirsobrelascubiertaspararefrescar,aprovechabanlasuavemarchasobrelasolasparaobservarelpasodeaquelsolitariodelocéano.Yaprovechabanla tranquilaocasiónparaconfidenciasoiniciacióndeamores.

El «Euphrosyne» seguía su camino día y noche, hasta que unamañana clara y

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luminosa semostró ante ellos una faja de tierra. Poco a poco fueron perfilándosemontesymontañasquepasarondeunazulgrisáceoasunaturalcolorpardoyentreellospuntosblancosquefueronespaciándoseyagrandándoseconformeseacercabanalacosta.Lasmanchasblancasfueronperfilándoseencallesyedificios.—

A las9de lamañanael«Euphrosyne»se situóenel centrodeunagranbahía,viéndoserodeadoinmediatamentedeunagrancantidaddebotes.Unenormegriteríollenóel ambienteyempezarona llenarse las cubiertasdegentenueva.Despuésdeuna semana de soledad la islita se agitaba, cobrando nueva vida .a la llegada delbuque. Sólo la señora Ambrose parecía ajena a tanto bullicio. Estaba pálida deemociónyabsortaenlalecturadelascartasqueallíleesperaban.Noseapercibiódelamarchadel«Euphrosyne»nilecausaronpenalostrestoquesdesirenaconquesedespidió.Suspequeñosestabanbien,yasílohizosaberenvozalta.ElseñorPepper,sentadoanteellayrodeadoporlosequipajes,dijo:

—Mealegroinfinito.Rachel,queveíacómoseaproximabanatierra,enlalanchadelcorreo,sedaba

cuentadelcambioradicalqueenpocosmomentossehabíaoperadoasualrededor.Estaba tan desconcertada que no comprendió la frase del señor Pepper. Helencontinuaba la lectura.La lanchaseacercabaaunaplayade finaarena.Trasella seperfilabaunvalleverde,salpicadodeblancascasitasy rojos tejados.Lasmontañasquebordeabanelvallemostrabanelverdordesusladerasysuspeladascumbresqueseprolongabancomounacordillera.Ahoratantempranatodoparecíagrácil,liviano,ligero.Elazuldelcieloyelverdedelosárboleseraintensoperosuave,sindureza.Losdetalleshacíansecadavezmásvisibles.Elaspecto,tanvarioyalegre,abrumabadespuésdecuatrosemanasdemarylesteníaatodossuspensosysilenciosos.

—Hacetrescientosañosescasos—exclamó,meditativo,Pepper.Comonadielerespondiera,sacóuntubitodecristal,deésteunapildoritaysela

tragó. Había querido decir con su enigmática frase que hacía 300 años que cincobuqués de la reina Isabel habían anclado en las aguas que en aquel momentocruzabanellos.

En la bahía había por aquel entonces tres buques españoles. Se entabló unasangrienta batalla, venciendo los españoles, que saquearon todas las riquezas ytesorosdeaquelhermosopaís,llevándoselingotesdeplata,lino,maderaspreciosas,crucifijos tallados y guarnecidos de esmeraldas. Llegaron a un acuerdo con losnativos,importaronmujeresysemezclólaraza.TodoaquellopertenecíaalImperioBritánico.SieneltiempodeCarlosIhubiesehabidohombresconvisiónpolíticatanclaracomoRichardDalloway,enelmapahabríamuchasmanchasrojasenlugardelasodiosasmanchasverdosas.Lapolíticadeaquellosañoscareciódeimaginación,yporfaltadeunosmilesdelibrasyunosmilesdehombreslallamaradaseapagóenlugardeprenderenunagranconflagración.Detierrasadentrosurgieronunosindios

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sutilesymalignos,cargadosconsiglosdesupersticionesyconídolosmonstruososypintarrajeados. Por el mar llegaron unos barcos de aventureros españoles yportugueses.Apesardelclimaprivilegiado,laabundanciadesusfrutosylariquezadesustierras,losinglesestuvieronquedarseporvencidos.

Una noche, a mediados del siglo XVII, unos pocos hombres, mujeres y niñosmestizos, lo que quedaba de la colonia inglesa, abandonaron definitivamente aqueldelicioso vergel. La Historia Inglesa parece ignorar que exista tal lugar. Lacivilización fijó sucentroenun lugardenominadoSantaMarina,nomuchomayorquehacía300años.Sushabitantesvivenparadisíacamente.Losportuguesessecasanconlasindiasylashijasdeéstaslohacenconespañoles.SusaradossonimportadosdeManchesterytambiénsustelares,perosustejidoslosconfeccionanconlanasdesuspropiosrebaños.Poseen industriasdericassedasymueblesdecedro.¿Porquécausasefundóallíunacoloniainglesa?Esolocallalahistoria.Selesconcedíaalosemigrantes facilidad en el pasaje, paz y un buen comercio, pero hubo siempredesacuerdoconlosnativosacausadelcontinuoéxododesusriquezas.UnoscuantosmaestrosquerealizabanunviajedeestudiosporSudaméricahicieron,asuregreso,una gran propaganda con los artículos de aquella localidad, describieron lasmaravillas de sus amaneceres, los esplendores de su vegetación, ponderando queconstituíaunadeliciaparaelforastero.Condescripcionesvívidasybellascontabanque eramayor queEuropa ymejor queGrecia.Recalcaban que los nativos teníanbondadosossentimientos,yencuantoa lasnativas,queeranaltas,degrandesojosnegros,muyapasionadas.Mostrabanlosricospañuelosquelasnativasusabancomotocado para su cabeza y primitivas tallas con brillantes colores azules y verdes.Cundió una moda de todos aquellos objetos, gustos y costumbres. Un antiguomonasteriofueconvertidoenhotelyunafamosalíneadebuquesalterósuitinerarioparacomplaceralosnumerososturistas.

ElhermanodeHelen,unempedernidocalavera,fueenviadoaaquelparaísopararehacersufortunayfrenaralpropiotiemposusaficionesalascarrerasdecaballos.Muchasveces,apoyadoenlabarandadesuvilla,veíaentrarenlabahíabarcosdesupatria.

Habiendo ganado lo suficiente para unas vacaciones y harto de su estancia enaquellosparajes,pusosuvilla,situadaenlaladeradelamontaña,aladisposicióndesu hermana, que estaba ansiosa por conocer aquel pequeño y elogiado mundo dehermososol,dondelanieblaeraalgoinsólito…Aprovechóaquellaocasiónqueselepresentabayaceptóelofrecimientodesuhermano.Willoughbyseofrecióallevarlosensubuqueydejandolosniñosalcuidadodelosabuelos,decidieronelviaje.

Despuésdedejar elbote tomaronuncoche.Eldía iba tornándosecalurosopormomentos.Pasaronporunalargacalledelcentrodelaciudad,dondetodoeraalbo-roto,gritosytumulto.Loshombrespregonaban«agua»agrandesvoces,lasmujeres

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iban y venían descalzas y con grandes cestos en equilibrio sobre las cabezas. Tu-llidos, cojos y mancos ponían al descubierto su miseria para inspirar compasión,pidiendo limosnacongrandesaspavientos.Grandeshilerasdemulosentorpecíanelpaso, que se aclaraba a fuerza de juramentos y latigazos. Desembocaron en unacarretera entre verdes prados, bordeada de grandes árboles y un riachuelo alegre ysaltarínquealegraba lavista.Elcochesubíaporunacuesta interminable.RachelyRidleyprefirieronsubirandandoelúltimotramodelcamino.Lacasaeraespaciosa,aunqueunpocodestartalada.

Acostumbradosaloshogaresingleses,sólidosyconfortables,aquellolespareciómásbienunaglorietapropiadeunmerenderoqueunacasadondecomerydormir.Eljardín estaba huérfano de todo cuidado y cada mata nacía donde creía másconveniente,amontonándoseenunoslugaresydejandootroscompletamentepelados.Antelasubidaalagaleríaseabríaunapequeñaplazoleta,condostiestosrajados,queconteníangrandes flores rojas,yenel centrouna fuentedepiedracalcinadaporelsol.

Este pequeño jardín desembocaba en otro grande y alargado, que más bienparecíaunaampliaavenidasombreadaporunoscuantosárbolesybordeadaporenor-mes macizos de flores. Todo parecía plantado a la buena de Dios, siendo sucolocación frutomásde lanaturalezaquede lamanodelhombre.Nohabía tapiasquedificultasenlavisión,ylacasa,enloaltodeunaempinadacuesta,dominabaunaexplanadasalpicadadeolivoshastaperderseenelmar.

Ante aquel abandono, la señora Chailey sintióse desfavorablementeimpresionada. No había persianas que resguardasen losmuebles del sol, aunque adecir verdad tampoco había muebles para resguardar. En el centro de un granvestíbulo y ante una enorme escalera de piedra, rajada de arriba abajo, la señoraChaileypensóqueallídebíahaberratascomoterriersylaasaltabaeltemordequelaescalerasehundiesebajosupeso.«Cualquierabuscaaquíaguacaliente»,pensabalabuenamujer.

—¡Pobre muchacha! —murmuró con conmiseración, al ver una muchachitamorenuchaquesaliódeuncorralpararecibirlos.

LaseñoraChaileyopinabaquehubierasidomuchomásconvenientequedarseabordo,apesardelasincomodidades.Peronadiesabíasuobligaciónmejorqueella,yéstaleindicabaquedebíaquedarsedondeestuviesesuseñorita.

El señor Pepper, sin previa consulta, había decidido agregarse a los Ambrose.Helenleensalzabalasbellezasdelostrópicos,peroenunmomentoenquecreyóquenadielaescuchaba,murmuró:

—¡Debuenaganaproseguiríaelviajecontigo,Willoughby!—Piensaen laspuestasdesol—respondiósuesposo, irónico—,dicenqueson

maravillosas.

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—¿Haypatossilvestres?—preguntóingenuamenteRachel.PeroHelensiguióconsusmeditaciones.—¿Seráverdadquesepreparaunarevolución?RidleymiróaPepper,queestaba

esperandoquealguienreparaseenél,ymurmuró:—Pobrehombre,quepocoamablessonlasmujeres.PeroelseñorPepper,sinaparentarningunacontrariedad,seaposentóenunade

las destartaladas habitaciones y se dedicó a observar hierbecitas a través de sumicroscopioyatomarnotas.Asíestuvoduranteseisdías.Alfinaldeéstospareciómásinquietoquedecostumbre.

Lamesaparalascomidassesituóentredosventanassincortinas,pordisposiciónexpresadeHelen.

En aquellas latitudes los crepúsculos eran rapidísimos, y desde la casa, en laaltura,sedominabalaciudadyelmarconsuslíneasytonalidades,formandounavi-sióndeensueño.

Edificiosquedurante el díano seveían, aparecíandibujadospor sus luces; losbuques que surcaban la bahía parecían extrañas luminarias surgidas del seno de lanoche.

Labahíacontempladadesdelaalturaparecíaadelantarsehacialatierrafirmeconunaspectoirrealyfantástico.Desdelamirandaquelasventanas,situadasjuntoalamesa,ofrecíanaloscomensales,aquellavistahacíaelmismoefectoquelaorquestade un restaurante londinense de lujo. William Pepper se colocaba los lentes paraobservarlomejorytodoslocontemplabanensilencio.Pepperseñalóconeltenedorunmacizorectangularcuajadodeluces.

—¡Elhotel,unantiguomonasterio!Al día siguiente regresó pensativo de su paseo del mediodía y se detuvo

silenciosoanteHelen,queleíaenlaveranda.—Hetomadounahabitación.LaseñoraAmbroselevantólacabeza,sorprendida.—¿Cómo?¿Sevausted?¿Alhotel?—Sí,nohaycocineradecasaparticularquesepacocinarbienlaslegumbres.Conociendo su apatía para contestar a las preguntas, Helen se abstuvo de

hacerlas.Pensóqueacasoescondiese,bajosuaspectofrívolo,algúnresentimiento.Sesonrojó al pensar que ella, su esposo oRachel pudieran haberlemolestado. Por sugustolehubierapedidoqueseexplicase,perosabíadeantemanoqueerainútil.

Alahoradelacomida,Pepperfuelevantandoconsutenedorlashojasdelechugaeinspeccionándolasconcienzudamente.

—Sitodosmuerendeltifus,noseréyoresponsable—comentó.«Y si túmueres de aburrimiento, tampoco lo seré yo», pensó Helen. Volvió a

reflexionar sobre algo que varias veces le pasó por la imaginación. «¿Se habrá

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enamoradonunca?»Noera.posiblehablarconfidencialmenteconaquelhombreextraño,contodasu

amabilidad,suslibros,susnotasysubuensentido,peroconunasequedaddealmaque repelía involuntariamente. Helen lamentaba perder aquella amistad, pero sealegrabadenoteneraunhuéspedtanpocosociable.

VIII

Pasaron unosmeses, como podían haber sido años, sin que ningún incidentealterara la monotonía, pero con el sello propio de haberse desarrollado en aquelambienteexótico.

Corríaelmesdemarzoy la temperaturamanteníasupromesadebenignidadalpasarsinalteracionessensiblesdelinviernoalaprimavera.

Helen se sentaba a escribir cerca de un hogar con crepitantes leños, peromanteniendoalpropiotiempolasventanasabiertasporcompleto.

Oscurecía rápidamente y la habitaciónparecíamayor ymás vacía.Los reflejosdel fuego caían sobre Helen, inclinada sobre la escritura, y sobre las paredesdesnudas, en .donde ramas de flores sustituían los cuadros. Las ramas dibujabanlargassombrasdanzantessobrelapared.LacartadeHelenempezaba:

«QueridoBernard»;yacontinuacióndescribíaloshe—chosmásdestacadosdelostresmesesdevidaenla«VillaSanGervasio».Como,porejemplo,lacomidaconque habían invitado al Cónsul británico; la visita realizada a un buque de guerraespañol; las procesiones religiosas que habían presenciado y las SantasMisas quehabían escuchado en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y como les habíaimpresionado la grandeza y majestad de la Santa Misa. No concebía cómo, depertenecer a una Religión, no abrazaban todos aquélla. Habían hecho algunasexcursiones por las cercanías. Valía la pena visitar aquellos lugares sólo por lasatisfaccióndeverflorecerlosárbolesasuantojoencualquierépocadelañoycon-templarelmaravillosocoloridodelatierrayelmar.Latierraenlugardesermarrónerarojiza,amoratadaoverdosa.«NohaycolorenInglaterraquepuedacomparársele.

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¡Créame!»Sentíaconmiseraciónhacia lapobre islaque—sufriríaaúndeuncrudoinviernoysólopodría luciralgunasvioletascuidadasconapurosmaternalesen losinvernaderos por viejos y coloradotes jardineros envueltos en bufandas y gruesaschaquetillas.Tomabaabroma,confinaironía,laseriedaddesuscompatriotas.Desdeaquellos lugares le parecía imposible que pudieran tomarse tan a pecho las«Elecciones Generales». ¿Qué importaba que pudieran salir elegidos Asquith oChamberlain? Mientras enronquecían gritando, otros que eran valores positivosmoríandehambreoseconvertíanenelhazmerreírde lasgentes.«¿Sehaalentadoalgunavez aun artistamientrasvivióo, sencillamente, habéis adquirido algunadesusobras?¿Cuáleslacausadequeseáistanprosaicosymaterialistas?Aquíhastaloscriados losconsideramoscornoasereshumanosycomoa igualesnoshablany leshablamos.Aquínohaycastas».Al llegaraestepunto,pasaronpor su imaginaciónRichardDallowayyRachel.Cambiódetema,dedicándoseadescribirasusobrina.

»Porunodeesosimpulsosdemicarácter,mehehechocargodeunamuchacha—escribió—.Apesardequenuncacongeniéconlasmujeres,nifrecuentémuchosutrato.Perocomprendoque,enparte,tengoqueretractarmedehaberobradoasí.Sialasmuchachasse laseducaseadecuadamente,nohabría tantadiferenciaentrehom-bresymujeres.Quierodecirquesu trato resultaría tanagradablecomoeldeéstos.Peroelproblemaeséste.¿Cómoselaseduca?Alestilomoderno,loencuentrover-daderamenteabominable.Estamuchacha,consus24años,nosehabíadadocuentaaúndeque loshombresdeseana lasmujeres,hastaque tuvequeexplicárselo. ¡Nosabía ni cómo nacían los niños! Y en todos los órdenes de la vida posee unaignoranciasemejante.Criarasíaunapersonasemeantojacontraproducente…Meheimpuesto la tareadeguiarla,yahora,aunqueexpuestaaexageraciones,parecemásrazonableyvaenterándosedecosasquenodeberíaignorar.Elpuntodifícilestribaenque, al abrir los ojos a la realidad, ésta les produce una impresión excesiva. Micuñadomereceríaqueseledieraunchasco,aunquepormipartenoseráporquere-dundaríaenperjuiciodelamuchacha.Ahoradeseosolamentehallarlacolaboracióndeunhombrejoven,conquienpoderhablarformalmente,paraquemeayudeaha-cerleverlainsensatezdemuchasdesusabsurdasideassobrelavida.Pordesgracia,hombresasíescaseantanto…tantocomolasmujeres.Porsupuestoqueenlacoloniainglesa no hay ninguno. Artistas, comerciantes, gente culta… pero estúpidos,convencionalesyconganasde"flirtear"…»

Detuvolaplumaycontemplólosjuegosdeluzysombraquedibujabaelfuego.Habíaanochecidoyyanoveíalosuficienteparacontinuarescribiendo.Seacercabaelmomento de la cena, indicado por los preparativos que revelaba el sonar de losplatosycubiertosenelcomedor.SeoíalavozdemandodelaseñoraChaileydandoórdenesalacriaditaespañola.Sonóeltimbre.HelenlevantóseyuniéndoseaRidleyyRachel,entraronenelcomedor.

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LostresmesesdeestanciaenlaislahabíanproducidopocoscambiosenRidleyyRachel,aunqueobservandoaestaúltimacondetenciónsenotabanenellaunamayorseguridadyaplomoensuformadeconducirse.Estabamuchomásmorena,susojosteníanmayorbrilloyseatrevíaatomarparteenlasconversaciones.Laconvivenciaentretodoseraperfecta.

Ridley,asomándosealaventana,contemplólanoche,comentandosuhermosura.—Sí —asintió Helen—, y parece que la temporada se inicia —continuó

señalandolamultituddelucesquebrillabanenlalejanía.PreguntaronenespañolaMaría,lasirvienta,sisenotabaafluenciadeturistasen

el hotel. Ésta,muy ufana, contestó que era difícil encontrar víveres, especialmentehuevos,yquelostenderosseaprovechabancuantopodían.Laúnicaformarazonabledeadquirirloserarecurriralosingleses.

—En labahíahayunbuque inglésque llegóestamañana—observóRachel—,probablementellevarácorreoypodremosmandarnuestrascartas.

Este incidente era siempre motivo para iniciar una pequeña discusión entre elmatrimonioAmbrose.Ridleyponíagestodemártirysuspiraba,mientrasHelenlere-prochabasuapatíaporcomunicarseconelmundocivilizado.

—Piensaeneltiempoquehacequenohasescrito,Ridley.Merecesunosazotes.Se tepidenconferencias, se teofrecenhonores,y

tienes una mujer tonta que no sólo alaba tus libros, sino hasta tu belleza. Te hecomparadoconShelley,siéstehubiesellegadoavivirhastalos55añosysehubiesedejado crecer la barba—amonestaba Helen—. Eres el más vanidoso de todos loshombresqueconozco—terminó,levantándosedelamesa—ynoespocodecir.

Fueenbuscadesucarta,alaqueañadióunosrenglones,ydijoqueibaaecharlaalcorreo.

—¿Hasescritoatustías,Rachel?Vaya,menosmal,yaerahora.SearreglaronparasaliryRidleysenegóaacompañarlas,diciendoentrebromas

quesuponíaaRachellosuficientementetontacomoparaprestarseaacompañarasutía, aunque nunca hubiese creído queHelen tuviera tan poco sentido.Todo esto lodecíasincesardemirarsealespejo,haciendomuecasyvisajescomosisetrataradeungeneralenjefeenlugardeunretraídoescritor.

—Soyunatonta—decíaHelen,acariciándolelabarbilla—,unainfeliz.—Eresundiablillo—repetíaél,besándolaconternura.—Tedejamoscontusvanidades—dijoHelenalsalir.Eraunanochedeensueño.Enelhorizontesedibujabatodavíaunatenueclaridad,

quepermitíadistinguirbienelcamino.Elbuzónquedabacercayalsalirdedepositar lacorrespondencia,Helenquería

regresar.—No, no —protestó Rachel—, me prometiste que da—, ríamos una vuelta.

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Recuérdalo—dijo,oprimiendolamanodesutía.«Verlavida».Asíhabíanbautizadolospaseosquedabanalobscurecer.Aquélla

eralahoraenqueempezabaarebullirlavidasocialdeloshabitantesdeSantaMa-rina.La frescurade lanoche, aromatizadapormúltiples flores, eramuyagradable.Las jovencitas, conmagníficas trenzas recogidas en grandesmoños adornados confloresrojas,sesentabanenlosumbralesdelaspuertasoasomábansealosbalcones,formando alegres grupos con los muchachos que las rodeaban. A través de lasventanasiluminadasyabiertasseveíaaloscomerciantesefectuandosuarqueo,oalasamasdecasatrajinandoconsuscacharros,osusflores.Lascallessellenabandégente, especialmente hombres que se sentaban en las terrazas de los cafés a bebervinoycomentarlosacontecimientosmundiales…Unpobrecojotañíasuguitarrayunagitanillacantabalacanciónenboga.

Elpasodelasdosinglesasllamabalaatención,peroselasmirabaconsimpatía,sinquenadielasmolestase.Helenibaestudiandotantostipospobrementevestidosy,sinembargo,tansatisfechosdelavida.

—Hoyes15demarzo,piensaenelespectáculodel«Malí»estanoche.QuizáshayarecepciónenlaCorte—dijoHelen.

Pensaba en la gran aglomeración de gente que, aguantando el frío yprobablemente la lluvia, se estacionaría ante el Palacio Real para contemplar lallegadadeloscarruajesycarrozas.

Habría allí gentesde todas clases.Losque tuvieranmásposibilidades llenaríanlosedificiosaltosquedominabanmejorlavisióndelconjunto.Allí,enSantaMarina,a tanta distancia, todo aquello parecía irreal, como si se tratara de un cuentofantástico.Tuvieronquesepararseparapasarporungrupoquesehabíaformadoenmediodelacalle.

—CreenenDios—dijoRachelalreunirseconsutía,refiriéndosealosnativos.Recordó lascrucesque,mostrandoalSeñor«consus llagas»,sealzabanen los

crucesdeloscaminosyenelSantoSacrificiodelaMisaquesecelebrabaenlaigle-siacatólica.

—Nuncaalcanzaremosacomprenderlo—suspiró.Empujaronunaentreabiertaverjadehierroyseofrecióantesuvistaunaavenida

bordeadadeárboles.Alfinal,enunrecodo,seveíaunedificiograndeycuadradoEraelhotel.Habíaunalargahileradegrandesventanascasialniveldelsuelo,estabansincortinas y profusamente iluminadas,mostrando en su interior las dependencias delhotel. Se situaron en la sombra para poder observar mejor. Estaban barriendo elcomedoryunodeloscamareroscomíaunracimodeuvasconlospiesapoyadosenunamesita.Laotraventanadabaalacocina,yunoscocineros,depuntaenblanco,trajinaban entre enormes marmitas, en tanto los criados comían vorazmente. Algomás lejos, ocultas por unos arbustos, vieron una sala grande, donde señoras y

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caballeros, hundidos en enormes butacones, hojeaban plácidamente unas revistasdespuésdelacena.Unaseñoramuydelgadatocabaelpianoconmuchaafectación.Cuandoterminódetocar,eltonodelasconversacionessubiódenivel.

—Vámonos—dijoRachelenvozbaja—,aquítodossonviejos.Siguieronhastaotraventanadondedosjóvenes,enmangasdecamisa,jugabanal

billarcondosjovencitas.—Novale,mehadadounpellizco—dijounaalperderlajugada.—¡Aversisomosformales!—¡Ca! ¡Eso nunca!—respondió un joven de rojas facciones que apuntaba las

jugadas.—¡Tencuidado,Rachel,nosvanaver!—advirtióHelenasusobrinacogiéndola

porunbrazo,puessehabíacolocadoenmediodelaventanaparavermejor.Dieronlavueltaaunadelasesquinasdeledificioysesituaronanteunaventana

quedabaaunagransalallamada«ElLounge»,aunquenopasabadeserunvestíbulo.Estabaamuebladaconmuchogusto.Delasparedescolgabanpanopliasyricastelasbordadas.Habíagrandesdivanesybutacasyvariosbiombosquehacíanmásíntimosalgunosrincones.Eraellugarmásacogedory,porlotanto,elmásfavorecidoporlajuventud.

ElseñorRodríguez,alqueconocíanporserelgerentedelhotel,estabasituadocercadelapuertaobservándolotodo.Enlosdivanes,caballerosmedioenterradosenlas mullidas tapicerías; en los rincones más íntimos, parejas amarteladas tomandocafé;enelcentro,ungrupojugandoalosnaipesyunagranprofusióndeluces.Aquellugar,antesrefectoriofríoydestartalado,habíaseconvertidoencómodoyacogedor.TeníarazónelseñorRodríguezaldecirquesinun«Lounge»confortable,unhotelnopodíaprosperar.Eledificioestabacompletamente llenode turistas.Elambienteeraextremadamentecordial,cornosifuesentodosantiguosamigos.Fueradelrecintosepercibíanlasvocesdelospastoresquevolvíanconsusrebaños.Delgrupoquejugabaen el centro del salón se veían claramente sus ademanes, pero no se percibían susvoces.UnodeaquellosjugadoresatrajolaatencióndeHelen.

Era altoydelgado,de aspecto cadavérico, tendría aproximadamente la edaddeHelen y jugaba de pareja con una joven de cutis sonrosado. De pronto estehombrehabló y sus palabras, por encima del murmullo de las conversaciones,llegaronclaramenteaoídosdeHelen.

—Loquelefaltaausted,señoritaWarrington,escorajeypráctica,ambascosassoninútilessinovanjuntas.

—¡HughlingElliot!¡Claro!—exclamóHelenocultándoseprecipitadamente,puesaloírpronunciarsunombre,éstelevantólacabezasorprendido.

Eljuegocontinuóunosminutoshastaquehizosuentradaenlasalaunasilladeruedasconteniendoaunaseñoragruesadebastanteedad.Lasillasedetuvojuntoal

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grupodejugadores.—¿Cómovaesasuerte,Susan?—preguntólaanciana.—Todalasuerteestáestanochedenuestraparte—dijounjovenquejugabade

espaldasalaventana.Parecíabastantegruesoylucíaunespesacabellera.—¿Ustedcree,señorHewet?—respondiósucompañera,unaseñorademediana

edadcongafas—.Leaseguro,señoraPaley,quenoessuerte,sinodestreza.—Si no me acuesto temprano no puedo dormir —dijo la señora Paley,

probablementeparajustificarqueSusansehubieralevantadodispuestaaempujarlasilladeruedas.

—Yaavisaréaalguienparaqueocupemilugar—dijoalegremente.Peronofuenecesario, sumarchadio fina lapartida.Los tresquequedabanse

entretuvieronunosmomentosenformaruncastilloconlosnaipes,perocomoéstesederrumbabaenseguida,seaburrieronprontoycadacualhizomutisporunlado.

ElseñorHewetvolviósehacialaventana,yHelenpudoobservarqueteníaunosojosgrandes,obscurecidospor los lentes.Erarubioysonrosadoy llevabael rostrocompletamenterasurado.Erauntipointeresante.Sedirigiódirectamentealaventanaypreguntó:

—¿Dormido?HelenyRachel comprendieronque alguienhabía estado sentadomuy cerca de

ellas,talvezobservándolas.Deestotuvieronlacertezaaloírunavozquedecía:—Estabaobservandoadosmujeresquehayahífuera.HelenyRachelempezaronacorrerhastaqueelhotelfuesólounamanchaoscura

tachonadadelucecitas.

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IX

Unahoradespués,todaslaslucesdelaplantabajadelhotelsehabíanapagado,perosehabíanencendidotodaslasdelospisossuperiores.Unascuarentapersonassedisponíanaacostarse.Elruidodelosjarrosdeaguaalchocarcontraelsueloseoíaperfectamente de una habitación a otra. Unos sencillos tabiques formaban lashabitacionesenellugarqueocupabananteslasgrandessalasdelmonasterio.

La señora Allan, la que jugaba de pareja con el señor Hewet, colocó su ropacuidadosamentesobreunasillaysedispusoaleerdespuésdeliarseelcabelloenunaapretada trenza.Estabaescribiendoun tomode literatura inglesa.Enaquel instantedisponíase a leer el «Preludio», cosa que hacía siempre cuando viajaba. Oyóclaramente el ruido producido por las ropas de otra mujer al desnudarse en lahabitacióncontigua.¿SeríaSusanWarrington?Nopodíaconcentrarsuatenciónenlalectura,pusounaseñalentrelashojas,suspirósatisfechayapagólaluz.

¡Qué distinta la escena que tenía lugar en la habitación contigua! SusanWarringtonsecepillaba loscabellos.Aquelmomentodepeinarse,antesdemeterseenlacamaeralahoramáspropiciaparalasconfidenciasentrehermanas.Eraunratodelicioso.PerocomoentoncesSusannoteníaconquiencomunicarsuspensamientos,se contemplaba el rostro en el espejo. Lo hacía con gran atención, volviendo lacabeza a unoyotro ladoy colocándose los grandesmechonesdepelo endistintasformas.Sealejabaunpocodelespejoyseconsiderabaseriamente.«Noestoymal»,sedijo.«Nosoyprecisamenteguapa,pero…»Seenderezóunpoco.«Sí,lamayoríaopinaránquesoyesbelta.»ClaroquealhablarasípensabaexclusivamenteenArthurVenning.Loque sentía hacía él era algo raro, una sensación extraña, no es que seconsiderara enamorada ni que estuviera dispuesta a casarse con él, pero todos losminutosdemeditacióndequedisponía,losinvertíaenpensarquéopinióntendríadeellaycomparandolosratosquehabíanpasadojuntos,conlosdeotrosdías.«Nomeha dicho que soy guapa, pero tengo la seguridad de que me ha seguido hasta elvestíbulo.»Aquella noche la hora de las confidencias fue triste. ¡Cuántas veces sehabíacepilladoelpeloalacarreraysehabíaacostadosintiéndoseincomprendidaportodos!Eraaltaygruesa,peroteníaunencantoparticularnodesprovistodebelleza.Era, además, seria y amable.Ya estaba acostada cuando se levantó con presteza yescribiósudiario,apesardequenuncavolvíaareleerlo.

«A.M.—HabléalaseñoraElliotsobrelosvecinosdelcampo.¡Quépequeñoeselmundo!Leíuncapítulodelas«AventurasdelaseñoritaAppleby»atíaE.—P.M.Juguéal tenisconel señorPerrotyEvelyn.Nomegustael señorP.,es inteligentepero tiene un algo extraño. Les gané. Tiempo espléndido, vistas maravillosas. Alprincipio se encuentra esto un poco pelado, pero la vista se acostumbra pronto.

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Escribívariascartas.TíaE.animada,peroalgochinche,sequejadelahumedaddelassábanas.»

Searrodilló,rezósusoracionesyluegoquedódormidaprofundamente.Enlasotrashabitacionesseveíancosasmuycuriosas.Enunasólosobresalíade

lassábanasunmechóndepelos.Enotrapodíaverse,atravésdelaabiertaventana,sobrelacama…algotandelgadoqueparecíauncadáver;eraelcuerpodeWilliamPepper.Veníandespuéstreshabitacionesocupadasporportugueses,cuyosprofundosronquidosseoíandesdeelpasillo.Sóloalfinaldelcorredor,enlahabitaciónnúmero39,unalíneadeluzsefiltrabapordebajodelapuerta.EralahabitaciónocupadaporlosseñoresElliot.EnaquelmomentoHughlingselimpiabalosdientes.

—Quétardevienes,Hugh—refunfuñólaesposadesdelacama.—Podíashabertedormido;estuveconThornbury—dijoelesposoalterminarsu

aseo.—Yasabesquenopuedodormirhastaquetúvienes.—Bueno,yaestoyaquí;voy

aapagarlaluz—dijoHughacostándosetranquilamente.En otra de las habitaciones sonó un timbre estridente y la señora Faley se

despertó,llamandoaladoncellaparaquelellevaselacajadegalletas.Enunadelashabitacionesdelpisosuperiorestabaelhombrequehabíaespiadoa

HelenyRachel.Estabaleyendo,cómodamentesentadoenunsillón«Lahistoriadeladecadenciayfindelimperioromano»deGibbon,yfumabaplácidamenteconformeiba formándose una clara noción de lo leído.Así hubiera seguido largo rato de nopenetrarenlahabitación,descalzo,eljovenpropensoalaobesidad.

—¡Oh,Hirst!,semeolvidódecirte…El lector levantó lamanoy el recién llegadocalló.Dosminutosdespués,Hirst

dijocerrandoellibroymirandoasuamigo:—¡Ahora!¿Quéquieres?,¿quéeraloqueseteolvidó?—¡Tienesmuchatranquilidad!—contestóHewet,aquienselehabíaolvidadolo

quequeríadecir—.Prescindesdelossentimientosajenos.Hirstsonrióysuamigoprosiguió:—Francamente, creí que tu inteligencia era más despejada. ¡Sentimientos!

Ponemoselamorenlacúspideylodemás,decualquiermanera,perodebajodeél.—Bueno,¿yparadecirmeesosaltasdelacama?—dijoconfalsaseveridad.—No;salídelacamaparahablar—dijovagamenteHewet.—Bueno;mientrashablas,medesnudaré.Ver a Hirst desnudo infundía compasión; tal era la delgadez de su cuello y la

estrechezdesushombres.—Lasmujeresme interesan—dijoHewet sentado a los pies de la cama de su

amigo.—Locreo;sontanestúpidas.¡Eh!,quetesientasencimademipijama.

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—Sí,síqueloson—murmuróHewet.—No hay variación de opiniones sobre eso. ¿Estás enamorado de Susan? —

preguntóHirst.—Peroesgruesa…yyotambién…—Lasqueespiabanestanochenoerangruesas—dijoHirst,queaprovechabala

charlaparacortarselasuñasdelospies.—Descríbemelas—pidióHewetinteresado.—Ya sabes que me cuesta describir y más a las mujeres; todas me parecen

iguales.—Esomismocreíayoantes,peronoesasí.Tambiéntienenpersonalidad.Parece

como si ocuparan círculos distintos. Por ejemplo, en este hotel, un círculo lo ocu-parían los señores Elliot, la señorita Allan y los Thornbury; otro, la señoritaWarington,elseñorArthurVenning,elseñorPerrottyEvelinM.;luego,nosotros…

—¿Tansolitos?—preguntóHirstconironía.—Completamentesolosynuestrosesfuerzosparasalirdelcírculonohacenmás

queempeorar la situación.Damosvueltasennuestrocírculocomosi fuésemosga-llinas,yyo,francamente,preferiríaserunpichón.¡Elmundoesunadelicia!

Hirstlemiróperplejo.—No acabo de comprenderte, sobre todo tu falta de continuidad en las ideas.

Tienesveintisieteañosysiguesfluctuando.Lasmujeresmayorestesiguenatrayendocomo si fueras un adolescente. Sólo admiro en ti una cualidad: tu enormecapacidad…paranopensarennada.Yotracosaquenoentiendo.Tú,a lagenteyespecialmentealasmujeres,lesgustasmásqueyo.

—Sí,atodas;peronoencuentroningunaquemesatisfagaami.—¿.Nohayningunaentucírculo?—Nirastros.Apesardeconocersedesdehacíatresaños,Hirstdesconocíaporcompletolavida

amorosadeHewet.Alardeabasiempremucho,peroencuantoestabansolos,dejabael asunto enpuntos suspensivos.Elmuchachopodíapermitirse el lujodevivir sintrabajar. Después de dos cursos en Cambridge, abandonó la Universidad porincompatibilidadconlosdirectores,ydesdeentoncessededicabaaviajar.

—Noacabodecomprendertucirculo,Hewet;darvueltasincesantemente…perono conduce a ninguna parte. ¿Te seduciría estarte solo en este hotel durante tressemanas?

Hewetmeditóunmomento:—Hombre, en un sitio así, nunca se está completamente solo ni tampoco en

compañía.Escomosicadaunodenosotrosfueseunaburbuja,¿comprendes?Mu—tuamentenonosvemos, sólopercibimos. la llamaquevaconnosotros siempre;esunasensacióndenuestrapro—piaexistenciayellonoshacesentirqueelmundoes

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pequeñoylagenteinsignificante.—¡Valienteburbujaestáshecho!—dijoHirst—.Vamosasuponerquemiburbuja

sufrieseunencontronazoconotrayquelasdosestallan.—Puesentonces…YHewet siguió hablandomucho… pero sin decir gran cosa, como le sucedía

siemprequehablabaconHirst.—No eres tan tonto comome figuraba, Hewet; no sabes lo que quieres decir,

pero,porlomenos,lointentas.—¿Yesonotedivierte?—Hombre,podríadecirtequemegusta estudiar a laspersonas,ver cosas.Este

paísesmaravillosamentebello.¿Tefijasteenlacúspidedelasmontañasalanoche-cer?Parecendeoro.Habráquehacerunaexcursiónhastaallí;llevaremoslacomida.Túteestásponiendodemasiadogrueso,Hewet.

—Sí,haremosunaexcursión—dijoHewetconviveza—.Invitaremosatodoslosdel hotel, alquilaremos borriquillos. ¡Santo Dios la que se armará! Ya veo a lasseñorasmolidas y encantadas. Convidaremos a todos.Venning, Perrott, la señoritaMurgatroydyhastaaldiminutoseñorPepper.

—Pepper no creo que acepte, aDios gracias. Pero, ¿dónde vas a encontrar losborriquillos?—preguntóHirst.

—No sé, ya veré. Tú irás de escolta de la señoritaWarrington; Pepper, en unborriquillo blanco; repartiremos las provisiones o alquilaremos unasmulas. Sí, esoserálomejor.LaseñoraPaleytendráqueirencoche.Senecesitamuchaorganización—añadió Hewet, paseando lentamente por la habitación. Se detuvo a resolver loslibros amontonados encima de la mesa—. También llevaremos algunos poetas—añadió—.No,aGibbon,no.¿Tienes«JohnDoune»o«Elamor,hoy»?Verás;cuandolagentesecansedecontemplarelpaisajeresultarámagníficoquelesleamosalgoenvozalta.

—LaseñoraPaleynocreoqueestémuyconforme.—Sí,ciertamente—dijoHewet—.Nohevistonadatandeplorablecomoelque

lasseñorasdeedaddejendeleerpoesía.Ysinembargo,hayversosmuyoportunos:«Hablocomoalguienquehacaídoenlosprofundosabismosdelavida;alguien

que,alcabo,hadescubierto,lacertezainexcusabledelascosas.¿Quées loquequedacuandoel amorpasó?Huyeron los instantesde ladicha,

vinoelvacíodeunashorasdespués,y,porúltimo,caeeltelón.»MeatrevoadecirquelaseñoraPaleyeslaúnicaquepodrácomprenderelsentido

deestosversos.—Selopodremospreguntar—dijoHirst—.Pero,porfavor,Hewet,debesirtea

lacama.Córremelacortina;nadamedesvelatantocomolaluzdelaluna.Hewetseretiró,conlospoemasdeThomasHardybajoelbrazo,y,pocodespués,

losdosdormían.

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DesdequeHewetapagólaluzdesucuartohastaqueselevantó,conelalba,unmuchachitoespañol,derostromoreno,quefueelprimeroendarseñalesdevida,sedeslizaron varias horas de silencio en el hotel. Casi se hubiera podido escuchar laprofundarespiracióndeuncentenardepersonasy,pormuydesveladooinquietoqueseestuviera,hubiesesidoimposiblenodormirenmediodetantosueño.Atravésdelasventanassólopodíaverselaprofundaoscuridaddelanoche.Lamitaddelplanetase hallaba en sombras, con sus habitantes durmiendo, y sólo algunas lucestemblorosasen lascallesvacías,señalaban lossitiosenquesehabíanedificado lasciudades.LosautobusesrojosyamarillosseentrecruzaríanenPiccadilly,congruesasmujerestambaleándoseagarradasalosestribos;peroaquí,enlaobscuriridad,algúnbúhosedeslizabadeárbolenárbolycuandolabrisasacudíaelramajedeéstosalaluz de la luna parecían convertirse en grandes antorchas. Hasta que la gentedespertara,transcurriríanlashorasdelibertadparaloshabitantesdelaselva.Leones,tigres y elefantes acuden a los riachuelos amitigar su sed. El viento, al pasar pormontesyvalles,esmáspuroqueduranteeldíaylatierra,alaluzdelaluna,esmásmisteriosaeimpresionante.Duranteseishorasperduraestaprofundabelleza,despuéselcielovaaclarándoseporeleste,selevantanlasnieblasevaporándosecomohumoytodo va tomando un tinte sonrosado, los caminos empiezan a perfilarse, se oye elchirridodeloscerrojosyempiezanaabrirsepuertasybalcones.Losmadrugadoresvanasusquehaceres.Luceyaelsolentodosuesplendorcuandoseinicialavidaenel hotel de Santa Marina. Poco después un gong estridente convoca a todos loshuéspedesenelcomedor.Al terminareldesayuno, lasseñorassereúnenengruposconsuslaboresoperiódicos.

—¿Quévaahacerustedhoy,señoritaWarrington?—preguntalaseñoraElliot.La esposa de Hughling Elliot, el Dom de Oxford, era bajita, tenía expresión

plañiderayestabaperpetuamentedescontenta.—Voyaversiconvenzoamitíaparaquevayamosalaciudad—dijoSusan—.

Aúnnohevistonada.—Senecesitaenergíaparaarrancarsedelhogarydetodaslascomodidadespara

irseavermundoasuedad.—Siempredecimosquemoriráabordodealgúnbuque—dijoSusan—;peronos

contestaqueyanacióabordodeuno.—Hace años ese caso se daba bastante amenudo—asintió la señora Elliot—.

Siemprehecompadecidoaesaspobresmujeres…—ymovíalacabezamelancólica-mente—. ¡La pobre reina de Holanda dio a luz y los periodistas estaban en laantecámara!

—¿Hablan de la reina deHolanda?—preguntó la voz agradable de la señoritaAllanqueestababuscandoel«Times»entreunmontóndeperiódicos—.Siempreheenvidiadoalosholandeses.¡Podervivirenunpaístanllano!

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—Puesamíunpaísasímedeprime—dijolaseñoraElliot.—Entoncesaquínoestaráustedmuyagusto,señoritaAllan—intervinoSusan.—Alcontrario,lasmontañasmegustantambiénmucho.Yviendoelperiódicoquebuscabasobreotramesita,fueacogerlo.—Yovoyenbuscademiesposo—dijolaseñoraElliot.—Yyodemitía—dijo

Susan.Losinglesesacostumbranaser tanconservadoresdelosuyoqueraravezsuele

vérselesconperiódicosorevistasextranjeros.Nopasandeleeralgúntítuloquellamelaatenciónyhojearlosrápidamente.

—Yadebíaestaraquíel«Debate»deldía15—decía la señoraThornburya suesposo.

Éste, recién afeitado y muy atildado, esperaba tranquilamente sentado en unsillón,aquelaseñoritaAllanterminaseconlalecturadel«Times».

—Ahí viene el señor Hewet—observó la señora Thornbury—. ¡Señor Hewet!Venga a sentarse con nosotros. Precisamente comentaba con mi esposo que merecuerdaustedaunabuenaamiga,MaryUmpleby.¡Leaseguroqueeraencantadora!Sentíapredilecciónporlasrosasyteníaejemplarespreciosos.Hemospasado.juntasmuchastemporadas.

—Pero mujer—intervino su esposo—, a ningún hombre joven le gusta versecomparadoconunasolteronaajamonada.

—Al contrario, siempre le halaga a uno saber que recuerda a una personasimpática.¿TeníaalgúnorigenestaaficióndelaseñoritaUmplebyporlasrosas?

—¡Oh!Esunahistorialarga—dijolaseñoraThornbury—.Sufriómuchodurantesuvidayel jardínerasuúnicoconsueloydistraccción.Lasfloresfueronunaben-diciónparaella.Loscuidadosque lesprodigabacreoque impidieronque llegaraaperder la razón.Pudo sobreponerse a todas sus desdichas, que fueronmuchas.Fuemuyvaliente—suspiróalterminarcongestoresignado.

LaseñoritaAllanseacercóaellos.—Nomehabíadadocuentaquemonopolizabaelperiódico.—Tenía interés en saber cómo terminó el debate —dijo la señora Thornbury

acudiendoenauxiliodesuesposo—.Nosinteresamucho,tenemosunhijoenlama-rina.QuizáselseñorHirstleconozca.Pareceunjovenmuyinteresante.¿Dicealgo,William?

—Hayungranrevuelo—contestósuesposo—.LosmiembrosdeIrlandallevanya tressemanasdiscutiendoenWestminstersobreunacuestióndeeficiencianaval.¿Lohaleídousted,señoritaAllan?

—No;leísólolosdescubrimientosdeCreta—contestóéstaalgoavergonzada.—¡Qué no daría yo por comprender todas esas cosas del mundo antiguo! —

volvió a suspirar la señora Thornbury—. En confianza le diré que nosotros

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pertenecemostambiénalpasado.Estamosennuestrasegundalunademiel.Mihijo,elmarino, dicequehaymuchoque aprender deAníbal, pero comoen casa somostantos,siemprequemedispongoa leeralgodelmundoantiguoentraalguienymeinterrumpe.

—Yocuandoleoalgode losgriegosmelosfiguronegrosycon lapielcurtida,aunqueveoqueéstanoeslaversiónexacta—dijolaseñoritaAllancorrespondiendoalinterésquemostrabasucompañera.

AlacercarseaHirst,lepreguntó:—¿Quéopinausteddelosgriegos,señorHirst?Porqueestoyseguradequeusted

leedetodo.—Yomeatengoal«criquet»yalasnovelaspolicíacas.Losperiódicoscayeronde lasmanosdel señorThornburyy los lentes también.

Todosmiraronlashojasesparcidasporelsuelo.—¿Pasaalgomalo?—preguntósuesposasolícita.Hewet recogió una hoja y leyó en voz alta: «Ayer, yendo por la acera de

Westminster,unaseñorapercibióungatoenlaventanadeunacasadeshabitada».—Seolvidandelosgatos—suspirólaseñoritaAllan.«El animal, famélico, fue salvado por unos trabajadores, pero la emprendió a

mordiscosconlamanodeunodeellos.»—Debióvolversesalvajeacausadelhambre—comentólaseñoraThornbury.—Olvidanustedes la principal ventaja de vivir en el extranjero—dijo el señor

Elliotuniéndosealgrupo—.Podríanleerlasnoticiasenfrancés…¡ynoseenteraríandenada!

ElseñorElliotdominabavariosidiomas,peroocultabasusconocimientos.EraunentusiastaadmiradordeFranciayhablabaelidiomatanexquisitamente,quecostabacreerquenosetratabadesulenguanativa.

—¿Vienen ustedes? —invitó a Hirst y Hewet—. Debemos salir antes de queaprieteelcalor.

—No andes mucho, Hugh —aconsejó la señora Thornbury entregándole a suesposounpaqueteconpolloypasas.

—No te apures, el señor Hewet nos servirá de termómetro, él empezará aderretirseantesqueyo.

Cuandohubieronpartido,laseñoritaAllanmirósureloj.—Lasoncemenosdiez.—¿Atrabajar?—preguntólaseñoraThornbury.—Alodesiempre—contestólaseñoritaAllan,levantándose.—Es muy buena y lleva una vida dura. Soltera y ganándose el pan. Admiro

especialmentesuconstantealegría—dijolaseñoraElliot.—Sí,esmuyinteresanteytieneunavastacultura—contestólaseñoraThornbury.

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—Peronoesesoloquelasmujeresdesean,aunquemuchasaspirenaconseguirlo.—El señor. Haley Lethbridge me contaba el otro día lo difícil que resulta

encontrarchicosparalaArmada,yenpartedebidoaladentadura.Yheoídoavariasmuchachasjóveneshablartranquilamentede…

—¡Terrible! ¡Terrible!—exclamó la señoraElliot—.La cruzde la vidadeunamujereslamía,notenerhijos.Suspiróycalló.

—Hemosdesercondescendientes—dijo laseñoraThornbury—.¡Hacambiadotodotantodesdenuestrajuventud!

—Sí,perolamaternidadnocambia—porfiólaseñoraElliot.—Detodosmodostenemosqueaprendermuchodelasjóvenes—dijolaseñora

Thornbury—.Porlomenosasímepasaconmishijas.—Amiesposonoleimportagrancosalafaltadehijos,tienesutrabajo.—Perolasmujeressinhijos,puedenhacermuchoporloshijosdeotrasmujeres

—observóconciertaternuralaseñoraThornbury.—Yodibujobastante—dijolaseñoraElliot—,peroesonoesunaocupación,me

desconciertaveramuchasjóvenesqueempiezanahoralavidaysirvenmásqueyo.—Pero, ¿nohay instituciones enquepudierausted ayudar?—sugirió la señora

Thornbury.—Esquesontanpesadas…Yoparezcofuertedebidoamicolorsano,peronolo

soy;lamenordeoncehijosnosueleserlonunca.—Si lamadre goza de buena salud, no haymotivo para que los hijos no sean

fuertespormuchosquetenga.Ynohaymejorentrenamientoquelaconvivenciadehermanosyhermanas.Loveoenmispropioshijos,porejemploenRalph,mihijo…

PerolaseñoraElliotnoprestabaatenciónasuspalabras.—Mi madre sufrió dos percances estando en estado—dijo, mientras sus ojos

vagaban por el vestíbulo—. Uno fue el sobresalto que se llevó al ver unos ososbailando.

Elotrofuemásserio.Undíaqueencasasecelebrabaunbanquete, lacocineradioaluz.Aesoatribuyoyomidispepsia.

—Verdaderamentesonmotivoscomoparahaberabortado—dijodistraídamentelaseñoraThornbury,poniéndoseloslentesycogiendoel«Times».

LaseñoraElliotsealejó.LaseñoraThornbury,despuésdeleerlasnoticiasmásinteresantessubióasudepartamentoadespacharcorrespondencia.

ElseñorPerrotatravesóelvestíbulo,elseñorVenningentróysesentóenelfilodeunode losveladores, dejandopaso a la señoraPaley con su silla de ruedas.AlcabodeunmomentopasóSusanyelseñorVanninglasiguióconpasolento.Variasfamiliasportuguesas,conniñosdescuidados,salierondespuésatendidosporniñerasyenmediodeungranalboroto.

Conformeavanzabaeldía,elsolaumentabalatemperatura;lasmoscaszumbaban

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engrandesnubes;alasombradelaspalmeraseranservidosheladosyrefrescos.Sebajaronlaspersianasyelvestíbuloquedóenunaagradablepenumbra.El tictacdelrelojparecíaelcorazóndelhotel,porelquediscurríanescasoshuéspedes.

Pasaban lentamente las horas hasta que de nuevo sonó el gong en crescendo.Primerocasitemeroso,paraacabarconungolpeteofrenético.

Por todos lados fueron acudiendo los huéspedes. Entraban niñas muy limpitasacompañadasdesusniñeras.Loscaballerosentrabanabrochándoseelchaleco,ylosqueestabanenlaterrazaalasombradelaspalmerasselevantabanlentamente.¡Seestabaallítanagusto!Elcalorexcesivohacíaquelacomidatranscurrierasilenciosa,como si la pereza lo invadiera todo y la única preocupación de los comensalesconsistieraenobservaraloshuéspedesreciénllegados.LaseñoraPaley,apesardelainmovilidaddesuspiernasydesus70años,hacíaloshonoresalacomidaytomabaparteentodaslasdistracciones.SesentabaconSusanjuntoaunapequeñamesita.

—Nome gusta tener que decir la opinión quememerece esamujer—dijo alpasarjuntoaunamesadondeunamujeraltayllamativa,completamentevestidadeblanco,comíaescoltadaporunamujerpobrementevestida.

Susansesonrojóantelaocurrenciadesutía.Terminada la comida loshuéspedes fuerondesapareciendo solosoenpequeños

grupos, buscando un lugar donde poder echar una siestecita. A tales horas podíadecirsequeelhotelestabaocupadoporalmasynoporcuerpos.Estosdesaparecíanenloslugaresmásinverosímiles,siempreycuandoencontraranenelloslafrescurayelreposoansiados.

Susansoñabaasomadaalaventanadesucuarto.Habíaacompañadounratoeneljardínasutíaylahabíaescuchadomientrasleía.

Hacia las cuatro los cuerpos volvían a reclamar sus derechos. Las damas semiraban al espejo, retocaban su maquillaje —y bajaban a reunirse sin rastros desueñonidigestión,dispuestasparaelté.

LaseñoraPaleydijoalaseñoraElliot,cuyoesposonohabíaregresadotodavía:—Vengaatomareltéconnosotras,tenemosreservadaunamesitaalasombrade

las palmeras. Una propina obra milagros en este país—añadió riendo socarrona-mente.

MandóaSusanporotrataza.—Tienenunasgalletassaladasmuybuenas.¿Hadibujadoustedmucho?—¡Oh,no!—dijolaseñoraElliot—.Hehechosolamenteunoscuantosborrones.

Pero me ha costado bastante, acostumbrada a Oxford donde hay tantos árboles,ademásaquílaluzesmuyfuerte.Algunoslaadmiran,peroamímecansa.

—Porsupuestoquenonecesitoasarme,Susan—dijolaseñoraPaleyasusobrinacuandoregresó—.Hazelfavordemovermeparaquemedémáslasombra.

Huboquemoverinclusolamesita.Cuandosutíaestuvobieninstalada,Susanse

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dedicó a servirles el té.Al poco rato se acercó el señorVenning y solicitó formarpartedelgrupo.

—Estanagradableyrarohallarunhombrejovenquenoabominedelté…—dijolaseñoraPaleyrecobrandosubuenhumor—.Unodemissobrinostuvolaosadíadepresentarsealascincodelatardeypedirmeunvasodejerez.¡Lecontestéqueenmicasanoseservíaeso,quefueseaunataberna!

—Pues yo prefiero pasar sin comer que prescindir del té —dijo Venning—.Bueno…vamosasersinceros,megustanlasdoscosas.

Venningeraunhombrejoven,moreno,deunos32años,muyredichoyconfiadoensusmodalesyatractivopersonal,peroenaquellosmomentosestabaunpocoex-citado.

Con el abogado señor Perrot había ido a SantaMarina a consecuencia de unadiscusión.Comoeranamigos,Perrotnoleabandonabanunca.Venningtambiéneraabogado,perodetestabaaquellaprofesiónquelemanteníaatadoaunamesadurantehoras con la cabeza hundida entre enormes libracos. Le había comunicado con-fidencialmente aSusan que cuando sumadre, que era viuda, hubiesemuerto iba adedicarse a lo que constituía su máxima ilusión: volar. Pensaba asociarse a unaimportante compañía constructora de aeroplanos. La conversación versó sobre labellezadelpaísylascostumbresdesushabitantesysobretodosobrelagrancantidaddeperrosamarillentosqueandabansueltos,sindueño.

—¿Noleparececruelelmododetrataralosperrosenestepaís?—preguntólaseñoraPaley.

—Yolespegaríauntiroacadauno—dijoVenning.—¡Oh!¿Ylospequeñitos?—intervinoSusan,añadiendo—.¿Nocomeusted?

Y le alargó un trozo de bizcocho conmano temblorosa que fue recibido de lamismamanera.

—Yotengounperromonísimo—dijolaseñoraElliot.—Mi loro no puede con los perros—le comunicó confidencialmente la señora

Paley—.Supongoquelejugaríanunamalapartidadurantealgunodemisviajes.—Nopasearonmuchoestamañana,señoritaWarrington—dijoVenning.—Hacíademasiadocalor—contestóésta.Entablaron una conversación en voz baja, mientras las señoras se contaban

trágicashistoriasdeperrosygatos.—¿Nopodríamosiralaciudadestanoche?—propusoVenning.—Mitía…—empezóSusan.—Peroustedsemereceunadistracción,estásiemprependientedelosdemás.—Esaesmivida—contestóellabajito.—Esonoesvidaparanadieymenosparaunapersonajoven.¿Vendrá?—Megustaríamuchó…

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EnaquelmomentolaseñoraElliot,levantandolacabeza,exclamó:—¡Oh,Hugh!—Venimos muertos de sed, bendito sea el té—dijo Hughling—. ¿Conoces al

señorAmbrose,Hilda?—Nosencontramosenlacuestaymetrajocasiaremolque—dijoRidley—.Me

avergüenzapresentarmeenesteestado,sucio,llenodepolvo…Ridley ibadesarreglado, con loszapatos llenos 'depolvoyuna flor ajadaenel

ojaldelasolapa.Ibacompletamentedesaliñado.Fuepresentadoatodos.HirstyHe-wet trajeron unas sillas y volvió a servirse té. Susan lo hizo muy a gusto ydemostrandounalargapráctica.

—Micuñado—dijoRidley—tieneaquíunacasaynos lahaofrecidoporunatemporada. Estaba sentado en un peñasco, sin pensar en nada que valiera la pena,cuando súbitamente veo brotar ante mí a Elliot, como si estuviera haciendo unapantomima.Leshemosechadoaustedesalgunaqueotramaldición—dijoalaseñoraElliotquelepreguntóporHelen—.Senoscomenustedestodosloshuevos.

—Lacomidanoestáalaalturadelprecio—comentóseriamentelaseñoraPaley—.¿Perodóndevamosairsinoaunhotel?

—Esmejorquedarseencasa—dijoRidley—;yoporlomenoslaechomuchodemenos.Todosdeberíanquedarseencasa,peroclaro,casinadielohace.

La señora Paley creyó ver en aquella frase un ataque a su monomanía de losviajes.

—Amímeatraeverlotodo—protestó—cuandoyaseconocebienlapatria,porsupuesto.Yopuedodecirquelaconozcobien.Nopermitiríaviajaranadiesincono-cerprimeroKentyDoriskhire.Aesteúltimorincóndenuestrapatrianohaynadaquepuedacomparársele.

—Pero a unos les gustan los terrenos llanos y a otros los montañosos—dijovagamentelaseñoraElliot.

—Deacuerdo—dijoHirst,quehabíaestadocomiendoybebiendosindescanso—.Lanaturalezaesincómoda,horriblementefeayterrorífica.Yonosabríadecirsidenochemeinspiramásmiedounárbolounavaca.Unanocheencontréunaynolesengañosilesdigoqueencanecí.Esunavergüenzaquedejenaesosanimalessueltos.

—¿Yquépensaríalavacadeél?—dijoenvozbajaSusan aVenningquehabía ya formadounaopinióndeHirst, y no ciertamente

muyfavorable.—¿No fue Wilde quien dijo que la naturaleza nos reserva muchas bromas

pesadas?—preguntóHughling, que sabía la capacidady distinción deHirst en losestudios.

PeroHirstapretó los labiosynocontestó,Ridleycreyó llegadoelmomentodedespedirse.Diocortésmente lasgraciaspor el té e invitóa todosa sucasaque les

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mostróenlalejanía.Sedeshizo la reunióny cuandoSusan, quenunca se había sentido tan feliz, se

disponíaasalirconArthuradarunavueltaporlaciudad,sutíalallamóparaqueleenseñaraciertojuegocuyasreglasnoentendía…yasípasaronelratohastalahoradelacena.

X

Entre las promesas que Helen había hecho a su sobrina, figuraba la de quetendríaunahabitaciónparaella,independientedelrestodelacasa,uncuartodondepodertocarmúsica, leer,meditar,desafiaralmundo,habitaciónquepodíaconvertiren cuartel y santuario a la vez. Helen sabía que a los 24 años estas cosas sonnecesariasynoseequivocaba.CuandoRachelcerrabalapuertatrasella,creíapisarlosumbralesdeunmundodeensueño.Unosdíasdespuésdesuhuidadelasventanasdelhotel,seencontrabasentadaenungransalón leyendolasobrasdeEnrikIbsen.Sobre el atril del piano había papeles demúsica y éstos formabanmontones en elsuelo.

LosojosdeRachelseconcentrabanconseriedadenlaspáginasysurespiracióncontenida,quelahacíavibrar,denotabaelesfuerzodesuinteligencia.

Cerró el libro con estrépito y respirando fuertemente se recostó como quiendescansaalavueltadeunviajeporunmundoimaginario.

«Lo que yo quisiera saber es una cosa»—se dijo a sí misma en voz alta—.«¿Dónde está? ¿Qué es la verdad?» Imaginábase ser la heroína de una de lascomedias que acababa de leer, el paisaje del exterior se le aparecíamás claro queantes,unoshombrespintabanlostroncosdelosolivosconunlíquidoblancuzco.Seveíaasímismaenelcentrodelaplazoletadominándolotodo.LascomediasdeIbsenleproducíansiempretalimpresión.

Se las representaba durante días seguidos, cosa que divertía mucho a Helen,aunquecomprendíaquenotodoeracomediayqueuncambioseoperabaenRachel.

Ésta seguía abarcando con su vista cuanto se veía desde la ventana. Su

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imaginaciónvagabayafueradelaspáginasdellibroyvolabahacialavida.En los tres meses de convivencia con su tía, Rachel se había desquitado

sobradamente de la monotonía de su vida anterior, a pesar de que aparentementeHelennoejercíasobreellaningunainfluencia.Rachelestabamenosretraídayseria,sussobresaltoseranmenosfrecuentesyprocurabaocultarlosalavistadesutía.

Lamedicinaquesutíaleadministróyenlacualteníapuestatodasuconfianzaera ésta. ¡Hablar! ¡Hablar! ¡Hablar!QueRachel se acostumbrara a explayarse conella y diera rienda suelta a sus preocupaciones en conversaciones al parecerimpremeditadas.Noleaconsejabanuncahábitosdeamabilidadforzada,comoquizásotrashubieranhecho.HelendeseabaqueRachelhablaraporsísola,sincoaccionesynodependieradenadie.Poresoleofrecía librossinanimarlademasiadoconBach,BeethovenyWagner.PerocuandoelseñorAmbrosesugirióobrasdeDanieldeFoe,de Guy de Maupassant, o alguna dilatada crónica que reflejase la vida hogareña,Racheleligiólibrosmodernos,decubiertasbrillantesyllamativas,deloscualessustíashubiesendichopestes.AsíentraronenRachellosproblemasdeimportanciadelavida.HelennointerveníaensuslecturasyRachellassaboreabaasuantojo.Cosasypalabras para ella desconocidas se infiltraban en su mente y las manejaba con lainseguridaddelascosasnuevas.Formabaconclusionesquevariabancontinuamente,según lamarchade lavida cotidiana, perode todoaquelloquedaba en su almaunpocoderealidad.AIbsenseguíaunanovelaqueHelendetestaba,pueselpropósitodelautoreraecharlaculpadelacaídadeunamujersobreloshombrosdelverdaderoculpable.Conseguíasuobjetoalverelinterésconquelalectoraabsorbíasutrama.Tiró el libro y siguió observando por la ventana. La mañana muy calurosa y elejercicio de la lectura, concentrando tanto rato la atención, la cansaban. A sualrededortodoeragrande,inmenso,impersonal.Tecleabasobreelbrazodelabutacasin conciencia de sí misma. Se abismaba pensando en lo extraño de la existenciahumana. EllaRachel, sentada en lamañana…enmedio delmundo…¿Qué era lavida?Sólouna luzacariciando la superficiede lascosasydesapareciendo.Era tancompletosudecaimientoquelefaltabanánimosparamoverseypermanecíaabismadaensuspensamientos,sinconcienciaexactadenada.Oyóungolpeenlapuertaydijomaquinalmente: ¡Entre!Lapuerta seabriócon lentitudyenelmarcoaparecióunaseñoraaltaconalgoenlamanoquetendíahaciaella.

¿Quédigoaesto?—preguntóHelen,mostrandoasusobrinaunahojaescrita—.Noséquécontestar,niquiéneseseTerenceHewet.

Rachel,muysorprendida,leyóelcontenido:«QueridaseñoraAmbrose:Quieroorganizarunaexcursiónelpróximoviernes,a

lasonceymedia,alMonteRosa.Sihacebuen tiempo, lavistadesdeallídebesermagnífica.SeríaunasatisfacciónqueustedylaseñoritaVinracefuesendelapartida.

»Suyoaffmo.

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TerenceHewetRachel leyó en voz alta la misiva, luego apoyó susmanos en los hombros de

Helen.Éstarepetíaincesantemente:—Libros…libros…libros…máslibrosnuevos…noséquévesenellos.Rachelreleyólacarta,unaspalabrasdestacabanclaramente:«Viernes,alasonce

ymedia».Losojosdelamuchachabrillabandeexcitación.—Debemosir—dijo,sorprendiendoasutíaporsudecisión.—Monte Rosa debe ser esa montaña de ahí, ¿no? —preguntó a su sobrina,

señalandoporlaventana.Rachelprosiguiósinescucharla.HewetdebesereljovendequienhablótíoRidley.—Entoncesacepto,¿eh?—dijoHelen—.Probablementeseráunaburrimiento…

—ysalióparaentregarlarespuestaalbotones.El plan que empezara en broma iba tomando forma, con gran satisfacción de

Hewet, el organizador. Le producía una gran satisfacción ver que todas susinvitaciones eran aceptadas. Esto le enorgullecía doblemente porque Hirst suponíaquemuchossenegaríanairalegandonoconocerse.

—Claro,nopodíaserdeotraforma—dijo,despuésdeleerlamisivadelaseñoraAmbrose.

Estávistoquetengodotedemando.Enunperiquetehelogradoreuniraunaseriedepersonasyentusiasmarlasconlaexcursión.Soyunverdaderopromotor.¿Tedascuenta?—dijo aHirst en cuanto lo vio—.No tengo rival para estas cosas, has dereconocerlomalquetepese.

Sehallabasentadoenelbrazodeunode los sillones.FrenteaélHirstescribíaunacarta.

—Aún no están vencidos todos los obstáculos—dijo, levantando la cabeza ymirandoaHewet—.Haydosmujeres a lasque,desconocespor completo.Suponequeaunadeellasledavértigolaalturay…

—¡Ah!—leinterrumpióHewet—,esquelasmujereslasdejoportucuenta;lasinvitéexclusivamenteporti,esloquenecesitas,lacompañíademujeresjóvenes.Túno te preocupas por ellas y has de tener en cuenta que forman la mitad de lahumanidad.

Hirstemitióungruñidoyvolvióasutrabajo.Conformeseacercabaconsuamigoallugardereunión,losánimosdeHewetibanenfriándose.Unpensamientoleasal-taba.

«¿Paraquédiabloshabréreunidoaquíaestagenteyquévoyahacerconella?Lagenteescomolosrebañosyamímecorrespondehacerdepastor,pero¿porqué?Esoesloquequisierasaber.»

Detúvose junto a un riachuelo y con el bastón removió la tierra y el agua

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formandolodo.«FormandoelUniversodelanada,nuestravidaesdecompletaincertidumbre,un

ciego revolotear en el vacío en busca de unmundomejor cuya existencia sólo su-ponemos.»

Diounsaltoyatravesóel riachuelo.Unpocomás lejosencontraronunagranjajuntoalriachueloyungrupodeárboles.Aquéleraelpuntodereunión.Eraunllanosoleado en el que se iniciaba la subida. Entre los árboles se veían grupos deborriquillos.Unamujeraltaacariciabaaunodelosanimalitos;otra,arrodilladajuntoalriachuelo,bebíaenlapalmadelamano.Alacercarselosdosamigos,Helenlosvioyacercóseasaludarles.Presentóseasímismayluegohizolopropioconsusobrina.Rachel acercóse con menos aplomo y tendió la mano, que retiró en seguida,ruborizándose.

—¡Oh,perdón!Lastengomojadas.Escasamentehabíancruzadolossaludosderitualcuandollegóelprimercoche,e

inmediatamenteotro.Sereunierontodos.Los Elliot, los Thornbury, el señorVenning y Susan, la señoritaAllan, Evelyn

MurgatroydyelseñorPerrot.Hirstseprodigabaparareunirlosatodos.Aguantabaalosanimalesyofrecíasuhombroalasseñorasparaquesubiesen.

—Hewetnosedacuentadequehemosdellegaralacimaantesdelmediodía—decíaaEvelynalayudarla.Éstamontóconligereza,ibacompletamentedeblancoyenel anchosombrero, tambiénblanco,que le sombreaba lacara, llevabauna largapluma.ParecíaunadamagalantedelacortedeCarlos1,dirigiendounacazareal.

—Vengaconmigo—dijoaHirstconvozautoritaria.Hirstlaobedecióytrasellospartiólacomitiva.—NomellameseñoritaMurgatroyd.MinombreesEvelyn,¿yelsuyo?—John—respondióHirst.—Megusta.¿Yeldesuamigo?—Verá,susinicialessonR.S.T.Nosotrosleapodamos«Monje»—dijoHirst.—¡Quésutileza!—rióEvelyn,arrancandounaramabaja—.¡Trotemos!Dio un latigazo al animal y éste avivó el paso. Las restantes cabalgaduras les

siguieron,peroalpocoratoelcaminolesobligóadeshacerlasparejas.Eraestrecho,pedregoso, y la comitiva, con sus llamativosquitasoles, emprendió la ascensión enfilaindia.Algomásarriba,cuandoyalasubidaerafrancamenteáspera,Evelyndes-montó y entregó las riendas de su cabalgadura a uno de los nativos. Hirst, aindicación de la muchacha, hizo lo propio, y fueron varios los que siguieron elejemplo.Despuésdeunratode incómodasposturasa lomosde losborriquillos,noibamalunratodeejercicio.

—Teniendoencuentaloquecostósubir,noveolaventajaquepuedareportarmeeltenerquebajar—dijolaseñoritaAllan.

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—Estosanimalitosconocenbienelcamino,«n'est-cepas?»—preguntólaseñoraElliot,asombrándosedequenolecontestaran.

—Flores—dijoHelendeteniéndoseacogeralgunasdelasflorecillassilvestresdebrillante colorido, que crecían aquí y allá—.Deshaciendo sus pétalos huelenmuybien.

AldeciresodepositóunadeellasenlafaldadelaseñoritaAllan.—¿Nonoshemosvistoantes?—dijoésta,mirándolasorprendida.—Sinduda,enlaconfusióndelapartidaseleshaolvidadopresentarnos,peroyo

lodoyporhecho—dijoHelen,sonriendoencantadoramente.—¡Cuántasensibilidaddemuestrausted, señora! ¡Si siemprepudieseserasí!—

terciólaseñoraElliot.—Ypodríaserlo—dijoHelen—.Pasantantascosasytanextrañas…¡quiénsabe

loqueocurrirádeaquíalanoche!…—dijo,burlándosefinamentedelatimidezdelaseñoraElliot, cuya tranquilidaddependíadeldesarrollonormalyperfectode todoslosacontecimientos.Loimprevistoeraparalapobreseñoraalgoincomprensible.

Pocoapocofueronsubiendo,alejándosedelmundoqueseveíaasuspiescomoaplastadoymarcadoengrandesrectángulosverdesygrisáceos.

—¡Qué pequeño se ve todo!—exclamó Rachel al contemplar la ciudad y lospueblecitos.

Elmar que bañaba los acantilados era de un azul suave y la cresta de las olasparecíauncaprichosoencaje.Enlabahíahabíavariosbuques.Enlalejaníaelcoloribavolviéndoseverdosohastaqueunalíneabrillantelojuntabaconelcielo.Sóloelcanto de algún grillo y el zumbido de las abejas que pasaban volando turbaban lacalmadelairelimpioytransparente.Descansaronunosmomentos.

—Maravillosamenteclaro—exclamóHirst,expresandoelsentirdetodos.Evelyn,sentadaenunaroca,lomirabatodoconairedetriunfo.—¿SedaustedcuentadequeGaribaldipudohaberestadoaquí?—ledijoaHirst.

Yalhacerloseimaginabaqueellahubierapodidoserlaprometidadelcaudillo;yqueenlugardeunaexcursióncampestre,aquéllafueraunaexpedicióndepatriotas.Ellaseencontraríaentreaquelloshombresterribles,tumbadossobrelahierba,apuntandoconsusarmasalasblancastorrecillasqueteníandelante,taladrandoconsuscerterasmiradas el espesor de la bruma… Pensando en estas cosas, removió los pies yexclamó:

—¿Creeustedqueaestoselepuedellamarvida?—Pues¿aquélellamaustedvida,Evelyn?—Aluchar,pelear…acualquiercosamenosaestacalma.—Lemiróconfijeza

—.Yaséqueaustedsóloleinteresanloslibros.—Estámuyequivocada.—Pues a ver, explíquese.—Comonohabía lucha, cañones, ni batallas,Evelyn

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teníaqueencontraralgúnmododedistraerse.—Loquemásmeinteresasonlaspersonas—dijoHirst.—Puesme extraña; le veía siempre tan serio.Aborrezcoobrar con cautela,me

gustaconocerconfranquezayquemeconozcan,¿austedno?Pero Hirst se había vuelto repentinamente prudente y no parecía dispuesto a

enseñarsualmaaningunajoven.—Micabalgaduraseestácomiendoelsombrero—dijo,echandoacorrertrasel

borrico.EvelynsesonrojóyvolviósehaciaelseñorPerrotparaquelaayudaraamontar

denuevo.El sol de mediodía caía a plomo sobre los excursionistas. Conforme iban

subiendoaparecíamáscieloasualrededor,hastaquefinalmentelamontañasemejóuna tiendadecampañaenundesierto completamente azul.Losnativosbromeabanentreellosylacomitivaestabapendientedesuscabalgadurasyconfiadaenlosguías,pueselcaminoeracadavezmásempinado.Elesfuerzoyelcaloreransuperioresalplacer que creíanhallar en la ascensióny algúnmurmullodedescontentooíasedevezencuando.

Contantocalor,estasexcursionesnoresultanmuyacertadas—comentólaseñoraElliot.

PerolaseñoritaAllan,aquienibadirigidalaobservación,exclamósinceramenteentusiasmada:

—Amímeencantallegaralacima.Apesardesucorpulenciaylasincomodidadesdelamarcha,suespíritu,vivoy

juvenil,anhelabacualquiermomentodeesparcimientoydiversión.—Lavistaserámaravillosa—asegurabaHewet,animándoles.Rachel le miró sonriente. La ascensión siguió durante un rato en silencio

interrumpidosóloporelpasodelascabalgaduras.DeprontoEvelyn,queibabastanteadelantada,descabalgóylomismohizoelseñorPerrot,volviéndosehaciaellosconlosbrazosextendidoscomosifueraadirigirseaunamultitud.Habíanllegadojuntoaundestruidoparedón.

—Yonohubierapodidoseguirniunminutomás—confesólaseñoraElliotalaseñoraThornbury…

Laemocióndellegarlasmanteníasilenciosas.Unotrasotrofueronentrandoenunapequeña explanadayquedaron extasiados ante aquellamaravilla.A suvista elespacioseextendíainfinito.

Arenasgrisáceasadentrándoseenbosques inmensosymontañasbañadasporelairepuro.Porelcentrodel llanocorríaunacintadeplataque ladistanciadibujabainmóvil.Aquellainmensidadanonadaba.Sesentíantanpequeñosquenoseatrevíanahablar.Porúltimo;Evelynexclamó:

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—¡Espléndido!—y oprimió lamano de la persona que teníamás cerca y quecasualmenteacertóaserlaseñoritaAllan.

—Norte,Sur,EsteyOeste—dijoésta,señalandoconlacabezaloscuatropuntos.Hewetmiró a sus invitados como justificándose de haberles llevado hasta allí.

Observóquelasmujeresparecíanestatuasdesnudasalceñirleselvientolaropa.Enaquel pedestal natural todas las señoras parecían menos familiares y más nobles,comosilaalturalasdivinizase.

Enseguidaempezaronlospreparativosparalacomida.Hirstfuedeunladoaotrorepartiendo paquetes de fiambres y pan. Al entregarle aHelen un paquete, ésta lemirófijamente.

—¿Noseacuerdausteddeciertoespionajenocturno?Éstelamiróconviveza.—¡Claroquesí!Ustedessonlasdosseñorasdelaotranoche—dijo,mirandoa

HelenyRachel.—Las lucesdelhotelnos tentaron—dijoHelen—;estuvimosviéndoles jugara

cartas…sincaerenlacuentadequetambiénnosotraséramosobservadas.—Parecíaunacomedia—añadióRachel.—Hirstno supodescribirlas—dijoHewet, sin comprenderquepudieraverse a

Helenynosehallaraformadedescribirla.HughlingElliotintervinoenlaconversación.—Noconcibonadapeor—dijo,dandotironesalmuslodepolloqueteníaenla

mano—queservistoynodarsecuentadeello.Siempreparecequelehandeveraunoenunasituaciónridícula,cornosiunosemiraselalenguayendoenuncochedepunto.

Todossehabíancolocadoalrededordeloscestosdelacomidaylaconversaciónse generalizó sobre la dificultad de conseguir tales coches, cosa que enOxford seconvertíaenunimposible.

—¿Qué les pasará a los caballos? —preguntó Susan. Venning limitóse. acontestar:

—¡Salchichón!—Yavasiendohoraquedesaparezcantodos—dijoHirst—.Ademásdefeosson

viciosos.Susan,quecreíaqueelcaballoeraelanimalmásnoble,protestó,yVenning lo

calificó,envozbaja,depetulanteengreído,peroporeducaciónseabstuvodellevarlacontrariayselimitóacontestar:

—Yanosvengaremosprescindiendodeellos,cuandopodamosirvolandoatodoslados.

—¿Vuela usted? —preguntó el señor Thornbury, calándose los lentes paraobservarlemejor.

—Aspiroavolaralgúndía—dijoVenning.

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Sobreelnuevo temaestablecióseunadiscusión,y la señoraThornburydiounacompletaconferencia.ResultabajocosoverlaerguirseparaasegurarquetalmediodelocomociónseríadegranutilidadparaInglaterraencasodeunanuevaguerra.

—Siyo fuera jovenme enrolaba en la aviación… ¡Estamosmuy atrasados!—suspiróconlosojosiluminadosalevocarsupropiogesto.

La conversación fue languideciendo hasta que la señorita Allan, que se habíasentado de espaldas a la derruida construcción, exclamó, quitándose un bicho delcuello:

—Estoyllenándomedehormigas.Se originó un pequeño revuelo. Los bichitos descendían por la pared en largas

hileras.—¿Pican?—preguntóHelen.—Eso no, pero infestarán la comida—y tomaron precauciones para evitar tal

contingencia.Hewettuvounaidea.Colocaronelmantelextendidoenelsuelo.Eraelterritorio

quehabíaquedefender.Asualrededorformaronunatrincheraconcestos,botellas,botesdesalyencuantoentrabaunahormigasededicabanabalearlaconmigasdepan.Estoquitóunpocoderigidezentreloscomensalesylareuniónfuehaciéndosemáscordial,yhastael señorPerrot,previoel consabido«permítame», seatrevióacogerunahormigadelcuellodeEvelyn.

—Amímeharíamuypocagraciaqueestos animalitos se introdujeran entre lapielylaropainterior—dijolaseñoraElliot.

Unaseriedecarcajadasacogiólainvasióndelashormigasporunladonoatacadotodavía.Sieléxitodelaexcursiónsemedíaporlascarcajadas,nosepodíanegarqueéste era completo. Pero Hewet, sin saber por qué, se sentía deprimido yprofundamenteinsatisfecho.

Algo alejado, contempló al grupo recogiendo los utensilios y pensó: «Sí, sonamables…atentos,perovulgares,espantosamentevulgares…¡quérefinadacrueldadusan los unos con los otros! La señora Thornbury, dulce y trivial en su maternoegoísmo;laseñoraElliot,enperpetuodescontento,ysuesposo…¡Bah!Unomásen-tre muchos. Susan, sin personalidad alguna; Venning, engreído, crudo y brutal,alardeando de infantil franqueza; Thornbury, un hombre autómata rutinario;Evelyn…bueno,aéstacuantomenosselaconozcamejor».Ésaera,porlomenos,laopiniónformadaporHewet.«Sinembargo,éstaeslagentequetienedineroylosquemanejan las riendas del Poder en el mundo. Si colocamos entre ellos alguien coninteligencia,energíayvitalidad,queamelavidaylabelleza…¡quéagoníamástristele espera si quiere competir con ellos en lugar de coger un látigo y purificarlos agolpes!»SurevistamentalsedetuvoenHirst,que,conelceñofruncido,comoeracostumbreenél,pelabaunplátano:«Esmásfeoqueelvicioyparececomosidesu

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fealdadtuviéramoslaculpalosdemás».LlegóhastaéllarisaargentinadeHelen,quedecía a la señorita Allan: «¿Y con ese calor usa usted combinación?» Helen legustabaaHewetunabarbaridadynosóloporsubelleza,sinoporsusencillez,quelahacíadestacarse sobre todos;alcontemplarla, suceñosesuavizó.DespuéssuvistarecayósobreRachel,que,algodistanciadayapoyadasobreuncodo,parecíameditarcomo él.Miraba el grupo con algo de tristeza.Hewet se acercó a ella de rodillas,sosteniendoenlamanounpedazodepan.

—¿Quémira,señoritaRachel?Unpocosobresaltada,perosinvacilar,contestó:—Lossereshumanos.

XI

Fueronformándosegrupos;HughElliotylaseñoraThornbury,quehabíanleídolos mismos libros y se hallaban interesados por idénticas cuestiones, se daban in-formes sobre la armada y el ejército, partidos políticos, economía, y estaban deacuerdoenqueAméricaeraelpaísdelfuturo.EvelynM.lesescuchabaatentamente.

—¡Cómodesearíaserunhombre!—exclamó,sobresaltandoalosconversadores.El señorPerrot admitió que un país con un futuro brillante era una posibilidad

dignadetenerseencuenta.—Siyoestuvieraensu lugar—dijoSusan—,formaríaunejército,conquistaría

unterritorioamericanoyloharíafructificar.Paraesonecesitaríamujeresyyopodríaser una de ellas. Grandes casas con inmensos vestíbulos y sólo personas quemerecieranelnombredetales…peroaustedleinteresansólolasleyes.

—¿Ynoecharíausteddemenoslostrajesbonitos,laschucheríasytodocuantohace la felicidad de la gente joven? —preguntó Perrot intentando con su ironíaocultarciertodespecho.

—No soy una niña, y menos una niña tonta —exclamó vivamente Evelyn,mordiéndose el labio—. ¿Se ríe usted de mí porque me gusta lo hermoso y lomonumental?¿PorquénoseránloshombresdehoycomoGaribaldi?

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—Escuche,Evelyn—dijoPerrot,conciliador.—¿Quiereustedempezardenuevo?Bueno,pero le adviertoque lo comprendo

perfectamente.Todoslosterritoriosestányaconquistados,¿no?Nomehereferidoaunaporcióndetierraenconcreto—especificóEvelyn—.Esunaidea,¿comprende?Vivimosgeneralmenteunavidatansosaymonótona…yustedes,porejemplo,llevantantobuenoensuinterior…

Hewet,quelesobservaba,vioeltemorylapenareflejadosenelrostrodePerrot.Probablemente,enaquelmomentoestabacalculandosiconelsueldode500librasalañopodíaacercarseaunamujerconpropósitosmatrimoniales.Noposeíamáscapitalquesucarreraydebíasosteneraunahermanainválida.Además,Perrotteníaperfectaconciencia de que no pertenecía al grupo de sus amigos. Su origen había sidohumilde.ErahijodeuntenderodeSeedsy.Depequeñohabíallevadoenormescestossobresucabeza,yaunqueahoraeraunverdadero«señor»,unobservadorcuidadosohubieranotadoenélciertotemordequesepusiesedemanifiestosuorigenmodesto.Su persona resplandecía siempre de impecable limpieza. Cierta timidez en susmodaleserarecuerdodelosdíasdeestrechecesysufrimientos.

Losgrupos tomabandistintasposicionesparaadmirarelpaisajemaravilloso.Elcalor había levantado una neblina sobre la ciudad que impedía distinguir desdeaquellaalturalostejadosdelasviviendas.Enlacimadelamontañaelcalorapretaba,apesardesoplarunligerovientecillo.Elinmensoespacioquelesrodeaba,labuenacomidayotras causasnobiendefinidas,producíanun feliz estadode somnolenciaquelesmanteníasilenciososysatisfechos.

—¿Quierequevayamosacontemplarelpaisajedesdeallí?—propusoArthuraSusan,ylaparejasealejóendireccióncontrariaalrestodelgrupo.

—¿Nolepareceunpocoextraña lareunión?—preguntóArthur—.Creíquenollegaríamos hasta aquí y nome lo hubiera perdonado nunca… ¡Perderme este es-pectáculo!

—Nomegusta el señorHirst—dijoSusan, comosi expresaseunpensamientoíntimo—.Nodudoqueseaungrantalento…perositodosloshombresdetalentosoncomo él… Tratándole a fondo, será, probablemente, agradable —prosiguió comoqueriendodesvirtuarlacrudezadesuprimeraopinión.

—Es un intelectual —dijo Arthur, displicente—; tendría que oír susconversacionesconElliot,amímeresultanincomprensibles,claroquetampocofuinuncaunalumbreraparalosestudios.

Entrefrasescortadasypausaslargas,llegaronalfinaldeotrapequeñacuestecitasombreadaporvariosárboles.

—¿Nossentamos?—propusoArthur,despuésdegirarlavistaenderredor—.Alasombraseestámuyagustoylavistaesmagnífica.

Sesentaronyestuvieronduranteunratocontemplandoelpaisajeensilencio.

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—Avecesenvidioalosintelectuales—dijoArthur—;ellos,porlomenos…—dejólafrasesinterminar.

—Noveoquépuedeenvidiarles—comentóSusan.—Verá,aveceslascosas,porquesí,salentodasbienyentoncesnospareceque

todolosabemosypodemos.Pero,depronto,comprendemosquenosabemosabsolu-tamente nada de nada. Se encuentra uno súbitamente aturdido y todo escompletamentedistintodecomo lohabíavistohastaentonces.Hoyesunodeesosdías,lohenotadomientrasmarchabadetrásdeusteddurantelaascensión.Ustedhacausadoun trastornoenmi existenciahabitual—dijo atropelladamente—,y eso seinicióenelmomentodeconocerlaporque…porqueteamo,Susan.

AntesdequeArthurllegaraapronunciarestaspalabras,Susansesintióinvadidapor una íntima emoción que le cortaba el aliento y parecía poner losmás íntimossentimientosde su ser aldescubierto.Erauna sensacióngrataydolorosaalpropiotiempo.Elcorazónlelatíaconviolenciaynosabíaquédecir.Estabaconlasmanosentrelazadasymirabaanteellasinver.

Así,pues,eracierto.Acababaderecibirunaproposiciónmatrimonial…Arthurlamiraba y en su rostro había una mueca extraña. Susan seguía sin poder articularpalabra.

—Podías figurártelo —dijo al tiempo que la estrechaba entre sus brazos,murmurandofrasesdecariño.Arthursereclinósobreelcésped.

—Éste es el día más maravilloso de mi vida. —Sus ojos estaban entornados,parecíaquererreteneraquelsueñoytransformarloenrealidad.

Hubounlargosilencio.—Eslomásmaravillosoqueexiste—dijoSusanconunsusurro.Sereferíaalhechodeque ladeclaraciónhabíapartidodeArthur,elhombrede

quienestabaenamorada.Manteniendo lamano de él entrelazada con las suyas, suplicaba aDios que le

dispensaselagraciadeserunaesposamodelo.—¿YquédiráelseñorPerrot?—dijo,mirandoaArthur.Éste,queseencontrabacompletamentefeliz,selimitóadecir:—¡Pobrehombre!Hemosdeserbuenosconél,Susan—ylecontóloduraque

habíasidolavidaconPerrotyelafectoqueledemostraba.Despuéslehablódesumadre,unaseñoraviudadecarácterviolento.

Susanhabló tambiénde su familia, especialmentedeEdith, suhermanamenor,queeraaquienmásquería…despuésdeArthur.

—¿Quéfueloqueteatrajodemíenprimerlugar?—preguntódepronto.—Una tontería…—dijoArthur,despuésdepensarunos instantes—.Lahebilla

delcinturónquellevabaslaprimeravezqueteviabordo…yquedurantelacomidanoprobastelosguisantes.Amítampocomegustan.

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La conversación se extendió a los respectivos gustos, mostrando Susan unaextrañafacilidadparaadivinarlosdeArthur.Luegosiguieronlosproyectos.ViviríanenLondres,quizásenelcampo,enunacasitacercanaaladelafamiliadeSusan.Lainteligenciadelamuchacha,despuésdelaprimeraimpresión,volóhacialoscambiosquelavidaleprometía.Entrarenelmundocomounamujercasadaynotenerquebuscarlacompañíadegruposdegentejovenparahuirdelasoledaddesusoltería.Suamor hacia Arthur se desbordaba en todos sus gestos y miradas. Volvieron aabrazarse,sinverquedospersonasseacercabanalosárbolesquelesdabansombra.

—Aquíhaysombra—exclamóHewet.Rachelsedetuvocomoparalizada,entantoqueSu—sanyArthursesepararon,

sonrojados.Laexpresióndelrostrodelamuchacha,apesardelsonrojo,parecíare-flejarsolamenteunagranfelicidad.Losreciénllegadossesepararonsinpronunciarunapalabra.Hewetsesentíaintimidado.

—Nomehagustado—dijoRachelalcabodeunosmomentos.—Niamítampoco—contestóHewet.Ysiguióenuntonoalgomásindiferente

—.Parecequelacosavaenserio.Seguramentehabránentradoenrelaciones.—¿Cree usted que continuarán? ¿Podrá él volar… o se lo impedirá ella? —

preguntóRachel, inquieta.Laescenanoseapartabadesuimaginación,yprosiguió—:Esunacosaextrañaelamor,¿noleparece?

—Yporloqueseve,muyimportante—asintióHewet—.Susvidascambianparasiempredesdeestemomento.

—Los compadezco —continuó Rachel, siguiendo sus pensamientos—. Norepresentannadaparamí,pero,nosé,elverlomedaganasdellorar.Estonto,¿no?

—Están enamorados, es cierto, y eso siempre me produce emoción— asintióHewet.

Alllegaraunrecododelsenderitovieronunlugardondepoderreposaragustoysesentaron.Lasnovedadesdistinguenalosdíasunosdeotros,yaquéllesresultabadistinto porque acababan de presenciar un cambio de rumbo en la vida de dossemejantes.

—¿Noseimaginaustedeseenormeterrenollenodetiendasdecampaña?—dijoHewet,mirandoantesí,—Semejaunaacuarela.

Sus ojos se entrecerraban para contemplar mejor la visión, absorta por lamagnificenciadelpanoramaquesealzabaanteellos.

Cuandollegaronadolerlelosojosdetantomirarlalejanía,cuyaamplitudforzabasu vistamás allá de sus límites, se puso a contemplar el suelo a su alrededor. Leresultaba agradable examinardetenidamente estaspulgadasde la tierradeAméricadel Sur, hacerlo con tantaminuciosidad como si quisiera conocer cada una de suspiedrecillas,convirtiéndolasenunpequeñomundosobreelque lecorresponderíaaellaelsupremopoder.Cogióunahojadehierbaypusounpequeñoinsectoencima,

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maravillándosedelaextrañaaventuraqueparaéstedebíasuponerydequehubierasidoelegidaaquellahoja,precisamente,entrelosmillonesquepoblabanelcampo.

—Noconozcosunombredepila,señoritaVinrace—dijosúbitamenteHewet.—Rachel—contestóésta.—Rachel… Tengo una tía que se llama así, puso en verso la vida del padre

Damián.Esunafanáticareligiosa.LacriaronenNorth-Amptonshire,sinvernuncaanadie…¿Tieneustedtías?

—Vivoconellas.—¿Quédebenhacerahora?—preguntóHewet.—Comprando lana, seguramente —dijo Rachel, pensativa—. Son chiquitas y

pálidas,peromuylimpias.VivimosenRichmondytenemosunperrotanviejoquesólocomelacarneydejaloshuesos.Vansiemprealaiglesia,arreglansuscosas…—alllegaraquílanzóunsuspiroydijoparasímisma—:¡Pareceimposiblequetodosigaigual!

Dos sombras largas sedibujaronanteellos.—Estáncómodos, ¿eh?—preguntóHelen.

—¿Hay sitio para nosotros? —solicitó Hirst. Una vez colocados, preguntó—:¿Hanfelicitadoalapareja?—Elloshabíanpresenciadotambiénlamismaescena.

—No—respondióHewet—,parecíanmuyfelices.Hirstfruncióloslabios.—¡Bueno!Mientrasnoseayoelnovio…—Anosotrosnosconmovió—dijoHewet.—¡Qué raro! —dijo Hirst, dirigiéndose a Helen—. Le advierto que hay muy

pocascosasquelogrenconmoverle.A Rachel le molestaba aquel tono burlón, pero no encontraba frases para

contestarle.—Aélsíquenoleconmuevenada—rióHewet—..Tendríaqueseralgoasícomo

unautopíajuntándoseaunarealidad…—Todo lo contrario—protestóHirst, ofendido—:Me considero un hombre de

pasionesfuertes.—Suformadehablareraseriayparecíadirigirsealasdosseñoras.—¡Oh, Hirst! Temo confesarte algo doloroso. Tu libro. Los versos de tu

Wordsworthquecogídetumesaalvenirylospuseenunbolsillo…—Sehanperdido—terminóHirst.—Aunquequizásnolleguéacogerlos.—No—dijoHirst—,lostengoyo.—Menosmal,asínotendréremordimientos.—Parececomosiperdierasiempre

lascosas—dijoHelen.—Noes eso,precisamente, señoraAmbrose…esque semeextravían.Por eso

Hirstsenegóacompartirconmigoelcamarotecuandoveníamos.

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—Propongoque cada unode nosotros haga una sinopsis de su vida—propusoHirst—.¿Quiereustedempezar,señoritaVinrace?

Rachel dijo que tenía 24 años, que era hija de un armador de barcos y que sueducaciónhabíaestadopocovigilada.Tocabaelpiano,noteníahermanosyvivíacondostíasenRichmond,desdelamuertedesumadre.

—¡Segundo!—dijoHirst,señalandoaHewet.—Soyhijodeuncaballeroinglésytengo27años.,Mipadrefuemuyamantede

la caza del zorro… y en ella dejó su vida. Murió al cumplir yo los diez años.Recuerdoque le trajerona casa enelpreciso instante enqueyobajaba la escaleradispuestoadarmeunatracóndemermelada.

—Sintetiza,Hewet,sintetiza—intervinoHirst.—Me eduqué en Winchester y Cambridge, pero interrumpí los estudios por

motivosquenohacenalcaso.Hehechomuchascosas,peronomehededicadoanin-guna profesión determinada. ¿Gustos? Literarios. Estoy escribiendo una novela.Tengomadreytreshermanas.

—Bien,señoraAmbrose,cuandoustedquiera.Helenempezódiciendoqueconsus40añosacuestas resultabaunaviejaentre

ellos.SupadrefueprocuradorenlaCityysearruinó.Estomotivóquesueducaciónnofueratodoloesmeradaqueellahubieradeseado;suertequeunodesushermanosle proporcionaba lecturas. No quiso extenderse en explicaciones, por no hacer surelatointerminable.Casóalos30añosconunliteratoyteníadoshijos,niñoyniña.

—Ahoralecorrespondeausted—dijo,dirigiéndoseaHirst.—¡Harecortadoustedmucho!—lereprobóéste—.MellamoSaintJoanAlarie

Hirst—empezóconestudiada tonadilla—.Tengo24añosysoyhijodel reverendoSidney Hirst. Vivía en Grat Wappyng, en Norfolk. Ahora estudio en King's. Mispadres,aDiosgracias,viventodavíaytengoademásdoshermanosyunahermana.¡Ah!yademássoyjovenydistinguido—terminóenbroma.

—Sí,unodelostresocuatromáslistosdelaGranBretaña—comentóHewet.—Muy interesante, pero las cuestiones de interés han estado ausentes —dijo

Helen—.Porejemplo:¿Somoscristianos?¡Yonolosoy!—¡Niyo!—contestaronacoroHeweteHirst.—Yosílosoy—dijofirmemente

Rachel.—¿CreeustedenDios?—preguntóHirst,mirándolafijamente.—Sí creo… creo —tartamudeó Rachel—. Creo en las muchas cosas que no

comprendemos,enunsoloinstantepuedenocurririmprevistosquecambianelrumbodeunavida.

Helenseechóareír,perounligeromalestarlesdabaconcienciadelopocoquesabíanylomuchoqueignoraban.

—Éstassonlascuestionesqueinteresan—dijoHewet—.Lomaloesquepocas

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vecesseponensobreeltapete.Rachel,quedifícilmenteseaveníaahablardeaquellostemas,insistióestavezen

quesabíaperfectamenteloquequeríadecir.—¿Hanestadoalgunavezenamorados?Denuevovolvióareírsutía,creyéndolamuytontaoalgoatrevidilla.—¡Rachel,hacescomoesosperritosquesacanlasropasinterioresylasexponen

alpúblico!Un nuevo grupo de sombras se interpuso ante ellos.—¡Aquí están!—dijo la

señoraElliotcontonodemalhumor—.Haceratoquelesbuscamos.LaseñoraThornburyseñalababurlonamentesureloj.Hewetrecordóquesobreél

recaíalaresponsabilidaddelacaravanaysedispusoacongregarlosparatomareltéantesdelregreso.

Cuando llegaron al lugar de los cestos vieron a Evelyn y Perrot sujetando laspiedrasdelderruídopabellón.Elsolcaíaaplomo,sinproducirsombrayponiendolasmanosylosrostrosdelosexcursionistasdedistintostonosderojo.

—Nohaynadacomparableaunatazadeté—dijolaseñoraThornbury,tomandounataza.

—Nada,esverdad—asintióHelen.Al cabo de unmomento apareció Susan y casi instantáneamente y por distinto

lugar,Venning.Estabatancontentoqueparecíadispuestoagastarlesbromasatodos.—¿Porquélehanpuestoesoalatumba?—preguntó,señalandolabufandaroja

queondeabaalviento.—Paraqueolvidequehace3.000añosquemurió—dijoPerrot.—Debesertremendoestarmuerto—dijoEvelyn,estremeciéndose.—¿Porqué?Yonolocreo—respondióHewet—.Esmuyfácil imaginárselo,al

acostarseponelasmanosasí—yuníalaacciónalapalabra—,respirelentamente,sinesfuerzo —se había tendido con las manos cruzadas sobre el pecho—, y vayarepitiendo:Nuncame,moveréya,nunca…nunca…

SucuerpoestabatancompletamenteinmóvilquelaseñoraThornburygritó:—¡SeñorHewet,esoeshorrible!—Resucite y coma bizcocho, créame —aconsejó Arthur. Hewet, ante tales

palabras,seenderezóinmediatamente.—Lesgarantizoqueno tienenadadehorrible—dijo,agarrandoelbizcocho—.

Lasmadresdeberíanobligarasushijosahacereseejerciciotodaslasnoches…ynoesqueyomirecongustoalamuerte…

—Y a todo eso ¿con qué autoridad se ha dicho que había allí una tumba?—interrumpió la señoraThornbury—.Losmontones en círculoque se encuentran ennuestrosantiguoscampos ingleses, tambiénsedicequesontúmulos,pero,veamos.¿Dóndeguardabanlosantiguoselganado?Enaquellos tiempos losrebañoseranel

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capítulocorrientedetodohombre,fueseonocomerciante.ComoHughElliot,queeraquienrebatíasusargumentosestabaausente,nadiele

refutó sus puntos de vista. Hugh apareció súbitamente con un gran pañuelo dealgodóndevivoscolores,mostrándoloconsatisfacciónyorgullo.

—¡Una ganga!—dijomuy ufano y extendiéndolo para que todos lo vieran—.Acabodecomprárseloaesehombrealtodelospendientes.¿Quétepareceparalase-ñoraRaymondParry,Hilda?

—¡LaseñoraRaymondParry!Esta exclamación fue lanzada a la vez por Helen y la señora Thornbury y

seguidamentesemiraroncomosisevieranporprimeravez.—¿Hanidoustedesasusagradablesreuniones?—preguntólaseñoraElliot.Porunmomentoparecióqueaquellacimasehabíatransformadoenelsalóndela

señoraParry.Conocíanalasdiversasseñorasquefrecuentabanlacasayestoveníaasercomounlazodeuniónquehicierasunacienteamistadmáscordialyefusiva.Nohabía tiempopara seguir celebrando aquella coincidencia.Los borricos y los guíasestabandispuestosareanudarlamarchaportemoraqueobscurecieseantesdellegaralhotel.

La vuelta se inició alegremente. Se cambiaban frases, reían y comentaban losincidentes del día con el mejor humor. Conforme los guías les habían avisado, lanocheseechabarápidamenteencima.

El trote de las caballerías retumbaba en los huecos de las montañas. Fueronquedándosesilenciososcomosielmisteriodelanochecortaraaflordelabiolasbro-masyrisas.Elcamino,cuestaabajo,resultómáscortoquealaidaynotardaronenverlaslucesdelaciudad.

Unaexclamaciónsaliódetodaslasgargantas.Unalluviadefuegohabíasealzadoenelespacioyvolvíaacaerconvertidaenmilesdecoloreadaschispas.

—¡Uncastillodefuegosartificiales!LaelevacióndelosfuegoslesrecordabalamarchaascendentedelAmorquese

remontasobretodoslossentimientoshumanos.SusanyArthurhicieronlavueltasinhablar,absortocadaunoensussueños.Los

cohetescesaronylaobscuridadsehizomásintensa.Llegaronalpuntodepartida,donde lesesperaban loscochesyseparáronsecon

prisas,deseososdedescanso.Comoeratarde,alallegadaalhotelnohubosobremesay fueron retirándose a sus habitaciones. Hirst fue al encuentro de Hewet, a quienencontróquitándoseelcuellodelacamisa.

—Supongoqueestarássatisfecho,todohasalidoapedirdeboca,ahoraque,tencuidado, no te… (un bostezo intenso) ate esa jovencita… nome hacen gracia lasmujeresjóvenes.

Hewetsehallabatancansadoquenisiquieracontestó.Pocosmomentosdespués

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dormían todosmenosSusan.Aésta leera imposibleconciliarel sueño.Seoprimíacon las manos el corazón, que parecía haberle aumentado de tamaño, haberseconvertidoenunsolqueirradiabacaloryfelicidad,queiluminabacuantohabíaasualrededor.«Soyfeliz—repetía—,inmensamentefeliz…quieroatodos…¡Quéfelizsoy!…»

XII

Cuando los familiares deSusan aprobaron sunoviazgoy éste se hizooficial,todos convinieron en que el acontecimiento era digno de ser celebrado. Excursiónhabíancelebradoyauna.Lomásindicadoparecíaserunbaile.Además,conunbaileseamenizaríaunadeaquellasveladas,monótonas,apesardel«bridge».Elproyectotuvobuenaacogida.Evelyndiounospasosporelsalónyproclamóqueelpisoeraexcelente.ElseñorRodríguezlesinformósobrelosmúsicos.Habíaunespañolquetocaba el violín, acompañado al piano por su hija, unamuchacha de grandes ojosnegros.Tocabanentodaslasbodasypodíanamenizarlanoche.Losquenoquisieranbailar, podían ir a otra sala o al billar. Hewet se hizo cargo de reunir a losconcurrentes para la fiesta, sin hacer caso alguno de las continuas advertencias deHirst. Como su opinión no se tomaba en cuenta, se retiró junto a un grupo desolitarioscaballerosylaseñoradudosa.Seconvinoenquelafiestasecelebraríaelviernes,unasemanadespuésdehacersepúblicaslasrelaciones.AsílodeclaróHewet,muysatisfecho.

—¡Vendrán todos! —dijo Hirst—. ¡Señor Pepper, permítame!—gritó al verlepasarconsueternolibrobajoelbrazo—.Contamosconustedparaabrirelbaile.

—Porsupuestoquenosepodrádormir…—A usted le corresponde el primer baile con la señorita Allan—dijo Hewet,

consultandosucarnet.Peppersedisponíaalargarleundiscursosobrelosorígenesdelbaile,cuandoun

camareroleindicóquesesentaseasumesa,puesallíestorbaba.Elcomedorofrecíaunaspectofantástico.Lasdamaslucíantrajesdenoche,que

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hasta aquel día no habían aparecido. En las cabezas femeninas, toda una serie depeinadosypostizos,moños,peloahuecado,rodetesinverosímiles…algunoscómicosyrisibles.

Lacomidafuebreveyhastaloscamarerosparecíancontagiadosporlaalegríadela fiesta. Antes de empezar ésta, la «comisión de fiestas» giró una visita de ins-pección. Los muebles del vestíbulo habían sido retirados y éste brillaba bajo underrochedeiluminación, luciendoentodosuesplendorlaabundanciademacetasyflores.

—Pareceuncieloestrelladoenunanoche serena—susurróHewet, recorriendoconlavistaelampliosalón,antesdequeentraranlosinvitados.

—Yconunpisoperfecto—corroboróSusan,danzandoasusanchas.Hewet fijóse enquehabían corrido las cortinas ante lasventanasypreguntó el

porqué,pueslanocheeraespléndida.—Sí —dijo la señorita Allan—, pero adornan y son acogedoras —y miraba

satisfechalosgrandescortinajesgranates—.Podríanabrirselasventanas,aunquelascortinasesténcorridas—propuso—,asíseevitaríancorrientesdeairealaspersonasmayores.

Los músicos iniciaron un vals. Todos se agolparon a las puertas, indecisos. Apocofueronatreviéndoseysaliendoparejasalapista.Elhieloestabaroto.Fuecomosi una ola inundara el salón. A un baile seguía otro. Los bailarines se separaban,reposabanyvolvíanabailardenuevo.Juntoalasparedesseformabangruposdeper-sonasmayores.Cuandolosmúsicosdescansaban,lajuventudsalíaalaterrazaparaairearseydarunpardevueltecitas.Sehabía repetidoestoyavariasveces,cuandoHirst, que se apoyaba en una ventana, percibió a Helen y Rachel en una de laspuertas.Había tantagentequesólopudoverunhombrodeHeleny la frentede lamuchacha.Alverlellegar,lerecibieronalegremente.

—Estarnossufriendolatorturadeloscondenados—dijoHelen.—Sí, una cosa así es la idea que tengo formada del infierno—asintióRachel.

Estabaaturdida,perosusojosbrillaban.Hewety laseñoraAllan,quebailabancondificultad,seacercaronparasaludarlas.

—¡Quéagradableesverlas!—dijoHewet—.YelseñorAmbrose¿nohavenido?Élestásiempreconlosuyoyquenoledistraigan.¿Puedebailarunamujercon

40años?Nopuedoseguirquietaniunmomentomás.HewetyHelensalieronalapistaabailar.—Habráqueimitarles—dijoHirstaRachel,tomándoladecididoporelbrazo.Rachel, sinserexpertaen ladanza,poseíaunsentidodel ritmoque lepermitía

seguirasuparejasin tropiezos.Hirstnosabíamúsicani tenía lamenornocióndelritmo, conocía los pasos de la danza y los aplicaba sinmás complicaciones.Unoscuantospasoslesconvencierondelainutilidaddesusesfuerzos.Nodisfrutabanellos

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yentorpecíanalosdemás.—¿Lodejamos?—propuso,algoamoscado,Hirst.A trompicones lograron salir de la pista y situarse en uno de los rincones del

salón.Bullían loscoloresvivosyclaros,mezcladoscon losobscurosde laetiquetamasculina.

—Bonitoespectáculo—comentóHirst—.¿BailamuchoenLondres?Apesardesuaparentetranquilidad,ambosestabannerviosos.—Poco,casinunca—contestóRachel—.Encasasólosecelebrabaileunavezal

año,paralaPascua.Estepisoesbastantebueno.Hirstnocontestóysiguiómirandoa lasparejasquedanzabananteellos.Hubo

una pausa que a Rachel le pareció interminable, y para cortarla dijo una simplezasobre la belleza de la noche. Hirst, sin poner atención a sus palabras, le preguntósecamente:

—¿Qué quería decir el otro día con aquello de que era cristiana y que sueducacióneradeficiente?

—Era la verdad —contestó Rachel—. También sé tocar el piano… y esoprobablementemejorquecuantoshayenelsalón.Segúnsuamigo,ustedesunodelosjóvenesmásinteligentesdeInglaterra.

—Sí,unodelostresmásinteligentes—corrigióél.Helen,alpasarbailandoanteellos,depositóunabanicoenlafaldadeRachel.

—Esmuyhermosa—exclamóHirst.Volvieron a quedar en silencio.Rachel pensaba si a ella la encontraría también

bonita.Él no sabíadequéhablar con aquellamuchacha ignorante en todos los as-pectosdelavida.LebullíaenlacabezalafraseburlonadeHewet,cuandodijoqueélnosabíaalternarconmujeresjóvenes.Lamiródereojoylaviopuraeinfantil,perolejana,remotamentelejana.Diounsuspiroyvolvióaintentar.

—¿HaleídoaShakespeare?—No,heleídopocosclásicos—contestóRachel.La irritabansusmanerasrebuscadasy laformauntantoamanerada,deacuerdo

consufamadesabio.Sesentíaempequeñecida.—¿Esposiblequehayallegadoalos24añossinleeraGibbon?—Yaveustedquehellegado—dijoella,irritada.—«Oh, mon dieu! Mon dieu!» —exclamó—. Tiene que empezar mañana sin

falta.—Lamirócomoanalizándola—.¿Quisierasabersisepuedehablarconustedcomoconelrestodelosmortalesdesusexo?Pareceustedunacriaturagrande.

Rachellemiró,perosindecirpalabra.—Gibbon será la prueba; veremos si sabe usted comprenderlo. ¡Cuesta tanto

conocersiunamujeradolecedefaltadepreparaciónodecapacidad!Creoqueustednolocomprenderá,sehadedicadoprobablementeal«dolcefarniente».

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La música volvía a empezar, y Hirst se dedicó a pasear la vista por el salón,buscandoaHelen.Sedabacuentadeque,apesardesusesfuerzos,lacosanomar-chababien.

—Me encantaría prestarle algunos libros —dijo, abrochándose los guantes ylevantándose—.Ahoraladejo,yavolveremosavernos.

Levantóse y se alejó. Rachel paseó la vista a su alrededor, como una criaturarodeada de personas desconocidas. Estaba sofocada e irritada. Empujó una de laspuertasysalióalaterraza.Teníalosojosllenosdelágrimasdecorajeeindignación.

—¡Malditasea!—dijo,usandounadelasfrasespredilectasdeHelen—.¡Malditoinsolente!

Estaba en la terraza, bañada en la luz que salía a raudales por las ventanas delsalón.Lassombrasmacizasdelosárbolesseelevabananteella.Asusoídosllegabaclaramenteelsonidodelamúsica.«¿NomecompensaránestosárboleslagroseriadeHirst?», díjose en voz alta. Se imaginaba ser una princesa persa huida de lacivilización.A caballo sobre lasmontañas haría que sus damas cantasen para ella,lejosdelavistadesereshumanos.Unasombraaltaseinterpusoanteella.Unapuntitarojarompíalanegruradesusilueta.

—¿Esusted,señoritaVinrace?—preguntóHewet,intentandoversurostroenlacontraluz—.¿HaterminadodebailarconHirst?

—Mehapuestofuriosa—dijoRachelconvehemencia—,nadietienederechoaseruninsolente.

—¿Insolente?—repitióHewet, retirándose el cigarrillo de la boca, sorprendido—.¿Hirstinsolente?

—Sí—repitió—.¡Insolente!Exactamente no sabía el motivo de su furia contra Hirst. Con un esfuerzo se

rehizo.—Bueno, ¡a lomejor es que yo soy algo tonta!—e hizo ademán de volver al

salón.Hewetlaretuvo.—Porfavor,explíquese—rogó—.EstoysegurodequeHirstnoquisoofenderla.A Rachel le costaba hacerse entender. Las palabras de «dolce far niente» le

martilleabanel cerebroy la cohibían.La superioridad intelectualdeHirst resultabaunaagriaexperiencia.PaseabaporlaterrazaconHewetyprosiguióconamargura:

—Las gentes que no se comprenden, deberían vivir separadas; de lo contrario,salearelucirtodoloquetenemosdemalo.

AHewetlehabíanaburridosiemprelasconversacionessobrelaincompatibilidadde los sexos.Lesonabana falso.ComoconocíaaHirst, comprendióen seguida losucedido. Interiormente se divirtió, pero procuró borrar lamala impresión recibidaporlamuchacha.

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—Ahoraleaborreceráustedyestonoestábien.Hirstesunbuenmuchacho,peroincapazdemodificarsuspuntosdevista,pormuyequivocadosqueéstossean,yloson—levinounaccesoderisaquenopudocontener.

Rachel lemiró extrañada, y viendo lo ridículo de su enfado, se unió de buenaganaalascarcajadasdelmuchacho.

—Cuandovuelva averle lediré:Esusted tan feo, físicamente, como repulsivointelectualmente,señorHirst.

—Así,así—rióHewet—;éseeselmododetratarle.Tieneustedquedisculparleycompadecerle.Viveenunmundoimaginario,como

sicontemplaselavidapormediodeunespejo.Sumundoestáelegantementeamue-bladoytapizadoconlujoymuchocolorido.Ahísepasahorasyhorashablandodefilosofía,dereligión,desuhígado,desucorazónydeldesusamigos.¿Creequeunser así ha de hallarse en su ambiente en un baile? El lugar con que sueña esmásíntimo,másrecogido.Paramigusto,demasiadolúgubre,perorespetosusgustos.Lotomatodoconunaseriedadextrema.

Rachel, ante la descripción de Hewet, sintióse interesada, olvidó susresentimientosysintióciertorespetoporHirst.

—¿Estaninteligentecomousteddijo?—Más,sabemuchomásdeloqueaprimeravistaparece.AlpasarjuntoaunadelasventanasvieronaPepperescribiendoenunamesita.—Ahíestá el señorPepper escribiéndolea su tía—dijoHewet—.Por lovisto,

debe ser una personamuy extraña, a sus 85 años han de sacarla a pasear al NewForest…¡SeñorPepper!—llamódandounosgolpecitosenloscristales.

—ProbablementeloestaráesperandolaseñoritaAllan.Alvolverapasarantelasventanasdelsalóndebaile,elritmodelamúsicaerairresistible.

—¿Qué,noslanzamos?—preguntóHewet.Se dejaron llevar por el compás de la música. El hielo entre ambos se había

fundido.Eramedianocheyelbaileestabaentodosuapogeo.Eljardínaparecíaani-mado por parejas que reposaban en el aire embalsamado de la noche. Las señorasElliotyThornburysehallabansentadasbajounapalmera,custodiandoabanicos,bro-ches y pañuelos de distintas jovencitas. De vez en cuando cambiaban un ligerocomentario.

—¡QuéfelizeslaseñoritaWarrington!—dijounadeellasconunsuspiro—.Éltienemuchapersonalidad.

—Esoeslomásnecesario—aprobólaseñoraElliot,yañadióalverpasaraHirstdelbrazodelaseñoritaAllan—:Esejoven_esmuyinteligente.

—Sí,peronoparecefuerte—opusosucompañera—.¿Quierequeselaguarde?—dijoalverpasaraRachelmirandounacintadesutraje,quesedesprendía.

—¿Sedistraenustedes?—preguntóHewet,queacompañabaalamuchacha.

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—Estotraeotrosrecuerdos—suspirólaseñoraThornbury—.Tengocincohijasya todas lesencantabailar.Austed también legusta,¿verdad,señoritaVinrace?—ysonrió a Rachel con ternura maternal—. A su edad me ocurría a mí lo mismo.Siemprerogabaamamáqueesperaseotrobailemás…

—Parecequetienenbastantequecontarse—dijolaseñoraElliot,viendoalejarsealapareja—.¿Recuerdaustedlaexcursión?Élfueelúnicoquelogrósacarlealgunapalabra.

—Supadreesunhombremuy interesante—dijo laseñoraThornbury—.Poseeunade lasempresasnavierasmás fuertesenHull.Ya recordaráusted sumagníficaréplicaaMr.Asquithcuandolasúltimaselecciones.Esunagrancosaencontrarunhombredesuexperienciaentrelosmásdecididosproteccionistas.

A la señora Thornbury le hubiera satisfechomás hablar de política que de losasistentesa la fiesta,pero la señoraElliotcontestabaa todoaquellocomosi leha-blasendelaluna.Loúnicoqueseleocurriódecir,referenteapolítica,fue:

—MeescribemicuñadaqueenLondreshayunaverdadera invasiónde ratasyqueelAyuntamientotomaelasuntoconunacalmaincomprensible.Claro,nomeex-trañaqueaellaleparezcacalmosalaactitudoficial,porquemicuñadaesunnervio.Unverdaderonervioytieneunanaturalezadehierro—aldecirestorecordósufaltadefuerzasysecalló,suspirando.

—¡Quécaramásexpresiva!—dijolaseñoraThornburyalobservarelmohíndeEvelyn,quenopodíasujetarseunaflorsobreelbusto.

Evelyn,comprendiendolainutilidaddesusesfuerzos,optóporcolocarlaflorenlasolapadesuacompañante.Eraésteunmuchachoalto,deaspectomelancólico,querecibiólaflorconagradecimiento.

—Se cansa la vista—dijo la señora Elliot, que seguía las evoluciones de lasparejas.

Saliendode entre lamultitud,Helen se acercó a ellas, sentándose a su lado, altiempoquepreguntabasonrienteyagitada:

—¿Puedosentarme?Gracias.Deberíaavergonzarmedetantobailoteo,amiedad.Rió,ysubelleza,excitadayarrebolada, resplandecíacomonunca,atrayendo la

simpatíadelasdosseñoras.—Me estoy divirtiendo enormemente —dijo entrecortadamente—. ¿No es

hermosotantomovimiento?—Nadahaycomparablealbaile,cuandosesabebailarbien—dijosonriente la

señoraThornbury.—Yobailaríaeternamente,porelmeroplacerdeladanza;hayquedejarsellevar

con soltura, abandonarse en los brazos de la pareja para bailar y no hacer falsosmelindres.

—¿Havistoustedesos«ballets»rusos?—empezólaseñoraElliot.

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PeroyaHelenhabíavistoacercarseasuparejayselevantócomounhadasalidadeuncuentomaravilloso.Lasdosdamaslasiguieronmientrasdanzaba,sinpoderpormenos que admirarla, a pesar de encontrar algo absurdo que a su edad la hicieradisfrutartodavíaladanza.

En cuanto terminó aquel baile,Hirst, que acechaba la oportunidad, se acercó aHelen.

—¿Mepermitequehablemosunpoco?—rogó—.Mesientoincapazdebailar—ylallevóaunánguloaisladodondehabíadosbutaquitas.

EstuvieroncalladoshastaqueHelenhuboreposadoalgodelaagitacióndelbaile.Anteellospasóunapareja.Éleraaltoygrueso.Apoyadaensubrazoibaunaseñoraridículamenteataviadaymuyempolvada,a laquecostabagrandesesfuerzospoderandardentrodesuajustadafunda.Ambosrieronalapar.

—¿Quédebenpensaresospobres seres?¿Quédebensentir?Amímeasquean,¿nolesucedeaustedtambién?—preguntóHirst.

—Yomepropongosiemprenoconcurriraestaclasedefiestas,perosinembargoromposiempremijuramento—dijoHelen.

Sereclinó,riendo,sobreelrespaldodesubutaca,alpropiotiempoqueobservabaaHirst.Ésteestabafrancamentecontrariadoybastanteexcitado.

—Detodosmodos—resumióconengreimiento—,hayqueconformarseconquenopasendecincolaspersonasconlasquesepuedehablar.

ElreposoylatranquilidadhabitualesvolvíanabrillarenelrostrodeHelen.—¿Cincopersonassolamente?—dijo—Yohubieradichoquehabíamás.—Hatenidoustedmuchasuerte…oquizáshayatenidopoca.¡Quiénsabe!—dijo

Hirst—.¿Creeustedquesoydifícildecomprender?—preguntóbruscamente.—Lo mismo que a usted, les sucede a muchos jóvenes —contestó Helen

eludiendolarespuestadirecta.—Además,dicenquetengotalento,másqueHewet…quesoyunagranpromesa.

Peroesonoeslomismoqueserinteligente,ysoncosasquelafamilianolascom-prende—terminóamargamente.

Helencreyóindicadopreguntarle:—¿Nosellevaustedbienconsufamilia?—¡Enabsoluto!QuierenqueseaPardelreinooConsejeroprivado.Esahasidola

causademiviaje.HevenidoadecidirmeentreiralforooaCambridge—siguióconsu aire petulante—. Ambas cosas tienen su pro y su contra, pero me inclino porCambridge. Todo eso —y señalaba la sala de baile con un amplio ademán—merepele. No tengo tanta propensión al afecto como mi amigo Hewet. Estimoverdaderamente a muy pocas personas. Comprendo que mi madre vale mucho enciertosaspectos;enotros,porelcontrario,esincomprensiva…SéqueenCambridgellegaréaserrápidamenteunafigura;pero,sinembargo,hayrazonesporlasqueno

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desearíavermeallí—calló—.¿Meencuentraustedpesado,verdad?Suvozhabíasufridouncambio.Habíapasadodeserladeunamigoquecuenta

susconfidencias,alaconvencionaldeunhombreenunareunión.—Enabsoluto—contestóHelenrápidamente—.Megustaoírle.—¡No puede usted imaginar —dijo Hirst con emoción— lo que significa

encontraralguienconquienpoderhablaryquesepacomprendernos!Encuantolavipenséqueusted sería, talvez,unadeesaspersonasque sabencomprender.MuchoquieroaHewet,peronosólonomeentiende,sinoquenotienenilamásremotaideade cómo soy. Es usted la única persona que he encontrado que parece tenercomprensiónparamiformadepensar.

Seinicióunbailable.La«Barcarola»,deHoffman,yHelenseguíaelcompásconelpie,perocomprendióquedespuésdelcumplidoqueacababadedirigirleHirst

nopodíaabandonarle.Además, leatraíael sinceroengreimientodelmuchacho.Su intuición femenina ledecíaquesesentíadesgraciado,yellasehallabaprontaarecibirsusconfidencias.Suspiró:

—Soymuyvieja.—Loextrañoesqueamínome loparece—con testó él—.Mesiento juntoa

ustedcomosituviéramosamboslamismaedad.Másaún—yaldecirestolamirabacomobuscandoalientos—.Meinspiratalconfianzaquepuedohablarlecomoloharíaaunhombre.Las relacionesentredistintos sexos…—aldecir estoun ligero ruborcubriósurostro.

Ellaledevolvióelaplomoaldecir.—Desearíaqueprescindierade talesdiferencias.Lacortedaddesaparecióde su

rostro.—¡GraciasaDios!Podremoshablarcomodosserescivilizados.Verdaderamente, la invisible barrera que antes parecía separarles había

desaparecido.Asílesfueposibletocartemasquesoneludidosentrehombreymujerya losque sólo sehace referenciaanteelmédicoocuando ronda la sombrade lamuerte.Encincominutoslecontótodasuvida.Aunquejoven,suvidaeralarga,porconcurrirenellanumerososincidentes,yestolesllevóadiscutirlosprincipiossobrelos que se asienta lamoralidad y otros asuntos que en una sala de baile hubierantenidoquehablarseamediavozparanoescandalizaralosvecinos.CuandoyaHelenno ponía tanta atención en la conversación, pues el deseo de bailar volvió aaguijonearla.Hirstselevantó,exclamando:

—Asípues,nohayrazónalgunaparatantomisterio.—Sí,hayuna…yesquesomosingleses.Al cruzar del brazo de Hirst el salón donde las parejas bailaban con mucha

dificultad,elespectáculodelconjuntohabíaperdidomuchodesuvistosidad.Muchosestabandespeinadosysudorososyresultabanridículosensudesaliño.Lonuevode

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suamistadyloampliodelaconversaciónsostenidalesabrióelapetitoyfueronhaciaelcomedor,queaparecíabastanteconcurrido.

Al entrar se cruzaron con Rachel, que se dirigía a bailar con Arthur Venning.Estaba sonrosada y contenta. Helen se dijo que viéndola así resultabamuchomásatractivaque lamayoría de lasmuchachasde su edad.Hasta entoncesno se habíadadocuentadeello.

—¿Tediviertes?—lepreguntódeteniéndola.—LaseñoritaVinraceacabadeconfesarme—intervinoArthur—quenohubiera

creídojamásqueunbailefuesetandelicioso.—¡Sí!—dijoRachelvehemente—.¡Hecambiadoporcompletomiopiniónsobre

lavida!—Esonoesnuevo.Cadadía tieneunaopinióndistintasobre lavida.Creoque

ustedeslapersonaqueyonecesito—dijodirigiéndoseaHirst—.Podríaayudarmeacompletarsueducación.Sehacriadopocomenosqueenunconvento.Supadreesunserabsurdo.Yohehechocuantohaestadoamialcance,peronoessuficiente.Soymujer y precisaría de la ayuda de un hombre. Podría usted hablarle a ella, perohablarlecomolohaceconmigo.

—Dudoquepuedahacerlo—dijoHirst—.Estanocheloheintentado,perotemonohaberloconseguido.Careceporcompletodeexperiencia.HeprometidoprestarleaGibbon.

—No es exactamente lo que necesita—opusoHelen—.Es la propia vida, ¿nocomprende?Loqueseviveysesienterealmente,aunqueseintenteocultarlo.Esoessiempremejorqueloqueseintentaaparentarytienemayorinterés.

Miró hacia una mesa cercana donde dos parejas bromeaban y reían conchabacanería,hablabanexcesivamentefuerteyunadelasmuchachasseabanicabasi-mulandounfalsoruborantelasinsinuacionesdemalgustodesuscompañeros.Eraunespectáculopocoagradable.

—Parecequeahoraimportapocoelpuntodevistadelosdemás—dijoseñalandolamesaquehabíaestadoobservando.

PeroHirstdiscrepaba'deestaopinión.—Ennuestrotiemponohaynadatanimportantecomolaeducacióndelamujer.

Esmás,creoqueelporvenirdelaHumanidaddependeexclusivamentedeesto.Entretanto,enelsalón,lasparejassedisponíanabailarunrigodón.ArthuryRachel,SusanyHewet,laseñoritaAllanyHughElliotseencontraban

reunidos.LaseñoritaAllanmiróelreloj.—¡La una ymedia!—exclamó— ymañana tengo que despachar a Alexander

Pope.—¡Pope!—gruñóElliot—.¿Ycreequehayquiense tomeel trabajode leerlo?

TendráqueconvencerseusteddequesehacemásenprovechodelaHumanidadbai-

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landoqueescribiendo.ÉstaeraunadelasposturasfavoritasdeElliot,demostrarquenohabíanadatan

digno como la danza, ni tan abominable como la literatura. Así intentaba hacerseamablealajuventudydemostrarlesque,apesardeestarcasado«conunafunerariaambulante»yserunpocopálidoyencorvadobajoelpesodelaciencia, teníatantavitalidadcomoelmásjoven.

—Esoescuestióndelcocidodiario—contestóconcalmalaseñoritaAllan.Perocomoprecisabandeella,tomóposiciónenellugarquelecorrespondía.—Ahoradebeustedsaludarme,señorHewet—dijodemostrandoserlaúnicaque

conocíalasposturasdelbaile.Después del rigodón sonó un vals y a continuación una polca. Al llegar aquí

ocurrióalgoinesperado.Lamúsica,quehabíasonadoaintervalosregulares,cesódepronto. La joven ejecutante envolvía el violín en un gran pañuelo de seda y elcaballerolodepositabaensuestuche.Inmediatamenteviéronserodeadosdeparejasque en inglés, francés y español les hablaban implorantes.Elmúsico se levantó elcuellodelabrigoysacóunabufandadesedaroja,queestropeóelconjuntofestivodetoda su persona. Los músicos tenían un aspecto triste. Estaban pálidos, ojerosos,cansados,aburridos,deseandotansólocomeralgoydormirdescansados.Racheleraunadelasqueconmásfervorrogabaquecontinuasen.Ellosrehusaron,ycongestofatigadosalierondelsalón.Rachelojeólasmúsicasquehabíaalalcancedesumano.Todasveníanaservirigualtema.«Amorperdido»,«Inocenciadejuventud»,penasyobstáculos imposiblesqueseparabana losenamorados.Comprendíaque llegasenacansarse y aburrirse de repetir lomismo.Ejecutó al piano algunos compases, airesreligiososyfragmentosdeWagneryBeethovenauncompásmásligero.Volvieronaempezar los ruegos de los bailarines, pero estavez dirigidos a ella, que acabó porconsentir.Surepertoriodedanzasterminópronto,ylaemprendióconMozart.Todossedetuvieron.Aquellonoeraunbaile;peroRachel,seguradelamelodía,marcabaelritmoconvalentíaparasimplificarlospasos.

Helen adivinó supensamiento, y cogiendoa la señoritaAllan entre susbrazos,saliódandovueltasdeslizándoseporlasalacomounhada.

ElritmocambióaunminuetoyHirstsalióconincreíbleligereza.Hewetloimitóuniéndose a la señorita Allan, que giraba graciosamente. Una vez comprendido elritmo de la música, la danza les resultaba mucho más placentera. Todos fueronreuniéndosealalborotogeneral.

Al día siguiente hubo quien criticó aquella segunda parte; pero cuantos habíantomadoparteenelladijeronquehabíasidolamásdivertida.

Lentamente, las luces de la sala fueron brillando con menos intensidad.Instintivamente,todaslasmiradassedirigieronhacialasventanas.Amanecía.Sobreun fondoamarillentoseperfilaban lasmontañas,mientraselcielo ibaaclarandosu

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azul.—¡Qué pobres resultan las luces! —dijo Evelyn con tristeza—. Y nosotros

también…Loscaballerosdespeinadosylasjoyasllamativas,tanatractivasconlaslucesdel

salón,quedabanahoradesplazadas;losrostrosfemeninos,consumaquillajedetantashoras, resistían mal el contraste, y los reunidos fueron despidiéndoseapresuradamenteysubiendoasushabitaciones.

Rachel,apesardelafaltadeauditorio,siguiótocando.Algunosdelosbailarinesvolvieron a entrar, sentándose junto al piano.Había ya la suficiente claridad y laslucesfueronapagadas,laatmósferaibapurificándoseylosnerviosserelajaban.

Alrededor deRachel se formó un buen grupo.Todos semantenían silenciosos,sumergidosensuspropiasvidas,ennoblecidasbajolamágicainfluenciadelamúsi-ca.CuandoRachelcesódetocar,Susanselevantóemocionada.

—Adoro la música —dijo—, y ésta ha sido la noche más feliz de mi vida.Interpretaustedtodolobelloquenopuedeexplicarseconpalabras.—Girólavistaasu alrededor con algo de azaramiento—. Han sido ustedes muy amables todos.Muchasgracias.

Yseretiró.Lareuniónhabíaterminado.Helen y Rachel, en la puerta, envueltas en sus capas, esperaban encontrar un

carruajequelascondujera.—Creo que van a tener que dormir aquí—dijoHirst, que regresaba de buscar

inútilmenteuncoche.—¡Oh,no!—dijoHelen—.¡Andaremos!—¿Nospermitenacompañarlas?—rogóHewet—.De todosmodos,aestahora

nonosacostaríamos.¿Ustedes saben loque significaacostarseahoraynovermásqueellavabocuandoexistenpaisajescomoéste?

—¿Noesallídondevivenustedes?—preguntóHirst,Habíanrecorridocasilamayorpartedelcamino,yalvolverunrecodo,apareciólavillaantesusojos.—¿Hayfuegoencendido?—

dijoHelenestupefacta.—No,eselsol—contestóHirst.El sol, invisible aún para ellos, daba a la parte alta de los cristales un reflejo

rojizo.—Temíaquemiesposoestuvieseaúnconelgriego—dijoHelen.Al iniciar la cuesta que les llevabahasta la casa, era ya completamentededía.

Aspirabancondeleiteelairefrescodelamañana.Helenquisodespedirsedelosmu-chachos.

—Yahanandadoustedesbastante.Vayanaacostarse.—Déjenosdescansarunpoco—dijoHewet.Yextendiósuabrigoenelsuelopara

quesesentasen,cosaquetodoshicieron.

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Anteellos se extendía labahía conelmar encalma, surcadopor anchas líneasverdesyazules.Oyóseunasirenalejanaquesonóconuntoqueextraterrenoytodovolvió a quedar en silencio. Rachel se entretenía formando una pirámide conpiedrecitas.

—¿Demodoquehasvueltoacambiardepuntodevista?—preguntóHelen.Rachelcolocóconsumocuidadootrapiedrecitaybostezó.—Francamente,norecuerdo.Enestemomentomeencuentrocomounpezenel

agua.Y bostezó de nuevo. Sentíase en el grupo como en familia y ninguno, incluso

Hirst,lacohibía.—Pues,encambio,micerebro—dijoHirst—trabajaaunavelocidadvertiginosa.Sehabíasentadoensupostura favorita, rodeándoselaspiernascon losbrazosy

apoyandolabarbillaenlasrodillas.—Lavidanoguardayamisteriosparamí.Hablabaconconvicciónynoparecíadesearqueleinterrumpiesen.—Yopiensoentodoslosqueduermenalláabajo—dijoHewetsoñadoramente—

pensando cada uno en sus cosas o en locas fantasías… Me figuro a la señoritaWarringtonderodillas;losElliotintentandodormirdeprisaynorepuestostodavíadelaalteracióndeladanza;aqueljovenmelancólicoqueestuvotodalanochebailandoconEvelyn, estará poniendo la flor en el agua y preguntándose si lo que siente esamor.Al señorPerrot loveoagitándoseen la cama, sinpoder conciliar el sueñoyacabandoporcogersuvolumenfavoritodegriego,yencuantoalosdemás…bueno,cualquierasabeloqueestánsoñando…

Hubo un silencio. Helen se levantó diciendo:—Bueno. Ya va siendo hora devolveracasita,perorecuerdenquehandeveniravernos.

Sesepararon,pero losdoshombresdieronun largopaseo,en lugardedirigirsedirectamentealhotel.Hicieronsucaminosindecirmásquealgunapalabraaislada,pero sinqueuna solavezmencionasena lasdosmujeres, lo cualnoeraobstáculoparaquefuesenelpuntocentraldesuspensamientos;peronodeseabancompartirsuimpresión.Llegaronalhotelpocoantesdeldesayuno.

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XIII

Enlacasahabíamuchashabitaciones,perosólodeunadeellaspodríadecirseque poseía algo peculiar, aparte de las otras, pues permanecía cerrada siempre ynuncapudoescucharse,saliendodeella,nielrumordeunasonrisanieltarareardeuna canción. Todos se daban cuenta, aunque fuera vagamente, de que algunaimportantetareaseestaballevandoacabodetrásdelapuerta,yaunquenadiesupieradequésetratabaenconcreto,sehallabansugestionadosporlaideadequesialpasardelante de ella hacían algún ruido el señor Ambrose podría distraerse. Con susposibles inconvenientes así era mejor, pues de este modo el vivir resultaba másarmónico,sineldesconciertoquetraeríaconsigoelqueelseñorAmbrosedejaseaunladosu—Píndaroyllevaraunaexistencianómadaentrandoysaliendoportodaslashabitacionesdelacasa.

Si los habitantes de la casa seguían ciertas reglas, tales como puntualidad,silencio,buenacocinayalgunosotrospequeñosdeberes,podíancompaginarsuvidaconladelliterato.

Por desgracia, así como la edad pone una barrera entre los seres humanos, laculturay el ceñoponían tambiénotra.CuandoAmbrose trabajaba sehallaba amilmillasdedistanciadelserhumanomáspróximo,queenestecaso,einevitablemente,erasiempreHelen.Sesentabadurantehorasyhorasanteloslibrosabiertos,comounídolodeunaiglesiavacía.Estabainmóvil,exceptuandoelmovimientodesumanoalvolverunahojaysilencioso,exceptuandoalgúngolpedetosquelehacíasepararlapipadelaboca.Conformeibapenetrandoenlaesenciadesulectura,ibarodeándosedelibrosyhojasmanuscritasqueseextendíanporelsuelo,formandoasualrededorunabarrera infranqueable para el visitante que, generalmente, tenía quedirigirle lapalabradesdeelladoopuestodelparapeto.

Al día siguiente del baile, Rachel tuvo necesidad de llamar a su tío dos vecesantesdequeésteadvirtiesesupresencia.Alfinlamiróporencimadeloslentes.

—¿Ybien?—preguntó.—Quisiera algún libro —dijo la joven—. ¿Podría dejarme la «Historia del

ImperioRomano»,deGibbon?El gesto de su tío cambió y volvió a preguntar de nuevo, como si no hubiera

entendidobien:—Porfavor,dilootravez.Rachelseruborizóalrepetirlo.—¿Ypuedesaberseporquédeseasleerlo?—Me…melohanrecomendado—tartamudeóligeramente.—¿Ycreesqueyomededicoaesasporqueríasdelsiglopasado?—exclamósu

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tío—.Sonporlomenosdiezvolúmenesasí—prosiguió.Rachellerogóqueperdonaselainterrupciónysedisponíaaretirarse.—¡Espera!—gritósutío.Dejó a un lado la pipa, cerró el libro y levantándose cogió a su sobrina de un

brazo.Asícogidosfueronpasandorevistaaloslibrosdelahabitación.—Platón… Jorrocks, muy ligero; Sófocles. Supongo que no te interesan los

comentarios alemanes. ¿Lees francés?—Rachel hizo un gesto afirmativo—. PuesdeberíasleeraBalzac.Bueno,yallegamosaWordswort,Coleridge,Pope,Johnson,Addison,Shelley,Keats…¿PorquéestaráaquíMarlowe?DebesercosadelaseñoraChailey. Pero ¿de qué te sirve haber aprendido a leer si no conoces el griego?Después de todo, si pudieras leer a los griegos, ya no necesitarías buscar a otrosautores.Tefaltaríatiempo.Tefaltaríatiempo…—parecíahablarparasímismo.

Asífueronsiguiendohastacompletarlavueltaalahabitación.—Bien —siguió Ridley—. Tú verás cuál quieres. —Balzac —dijo Rachel—.

¿Peronotendríasel«DiscursodelaRevoluciónAmericana»?Ridleylamiróatentamente.—¿Otrobailarín?…—No, ése fue el señor Dalloway —confesó la muchacha y súbitamente,

recordandoaquienhabíanombrado, exclamó—: ¡¡Cielos!!—yescogióun libro alazar.

Sutíomiróellomodelvolumen:«LaCousineBette»,yleaconsejóquecuandoempezaraaencontrarloaburrido,lotirase.Luegolepreguntósisehabíadivertidoenelbaile,yquisosaberquéesloquehacíalagenteentalesfiestas.Laúltimaaqueélhabíaasistido,hacía35años,leparecióalgosinsentido.Hablabansincesarmientrasbailaban. ¿Nohubiera sidomás razonablehacerlo sentadosy tranquilos?Lanzóunsuspiroyseñalólaspruebasdesulabor,esparcidasportodalahabitación.

Rachel vio en la satisfacción que reflejaba el rostro de su tío, un mentís a sunostálgicosuspiro.Lediounbesoysedespidiódeél,prometiéndoleaprender,porlomenos,elabecedariogriego.

Rachel bajaba las escaleras lentamente, pensando en la vida tan extraña quellevabasutío,siempremetidoentrelibrosysintomarparteactivaenbailesnifiestas,peroalparecermuysatisfechoconsugénerodevida.

Enunamesitadelcorredor,frenteasuhabitación,viounenvoltorioyencimaunanotadirigidaaella,perocuyorasgodeletradesconocía.Decíalanota:

«Le envío el primer volumen de Gibbon, conforme le prometí. Personalmenteencuentropocoalicienteenlosescritoresmodernos,peroleenviaréaWedekind.¿Haleído usted la colección de Webster? Si no es así, crea que la envidio por lasatisfacciónde leerloporprimeravez.Estoyextenuadode lanochepasada.¿Yus-ted?»

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Sentíase halagada de que Hirst se hubiese acordado tan pronto de cumplir supromesa.

FaltabaunahoraparalacomidayllevandoenunamanoaGibbonyenlaotraaBalzacsalióaljardínyporelcaminitobordeadodeolivossedirigióalaorilladeunriachuelo.Enaquellaisla,dondeloshabitantesseamontonabanenlaciudad,erafácilperderprontodevistatodovestigiodecivilización,limitándoseaverenladistanciaalgunapequeñagranjaoalgúnpastortendidoenelcampo,guardandosurebaño.Lomás curioso del riachuelo era su cauce de rocas amarillentas y los árboles que lobordeaban.Helendecíaquesóloporverlosvalíalapenadehaberrealizadoelviaje.Abrilhabíahechofloreceryamuchoscapullos,convirtiéndolosengrandesfloresqueparecíandecera,ycuyoscoloreschillonesdestacabansobreelverdefollaje.Rachelandabaabstraída,sinrepararenlabellezaquelarodeaba.Lanocheleibaganandoyaterrenoaldía.EnlosoídosdeRachelresonabaelmurmullodelaspiezasquehabíatocadoalpianoenlaúltimavelada.Sepusoacantarysuscancioneslellevaronmásy más lejos cada vez. No veía con claridad dónde se encontraba: los árboles, elpaisaje,seconvirtieronenmasasdecolorverdeyazul,salpicadasdevezencuandoporpedazosdecieloqueseofrecíancontodoslosmaticesdelponiente.Antesusojoscomenzaron adesfilar las carasquehabíavisto en la noche anterior; escuchabadenuevosusfrases;dejódecantar,pararepetirlasotravez,opronunciarotrasquemuybienpudieronhaberdicho.

Laviolenciadeestar entredesconocidos, conun largo trajede seda,hacíamásgratoelpaseosolitario.Hewet,Hirst,Venning,laseñoritaAllan,lamúsica,laluz,losárbolesdelaterrazayelamanecer.Enconfusotropeltodosestosrecuerdoscruzabanporsumenteyresultaban,enaquellalibertad,másvívidosyatrayentesquelanocheanterior. Hubiera seguido andando sin rumbo, a no interponerse un árbol en sucamino.

Eratalsuensimismamiento,queporunosinstantesmiróelárbolcomosifueseelúnicoejemplarsobrelatierrayacabasedebrotarenelprecisoinstantedeirapasarella.Sesentóasusombraycogióunasfloresquependíande lasramasbajas.Así,suavemente, como si las acariciara, fue tomando un ramo. Las flores y aun lasmismas piedrecillas tenían para Rachel vida propia, y le recordaban sus añosinfantiles.Anteella,lacrestadelacordillerasedestacabacrudamentesobreelfondodelcielo,produciéndoleelefectodeunlátigogigantesco.VolvióaloslibrosyojeóeldeGibbon,saboreandoladeliciadelasnuevasimpresiones.

«Susgenerales,durantelaprimeraetapadesureinado,intentaronlasumisióndeEtiopía yArabiaFeliz.Marchaban amás demilmillas al sur delTrópico, pero elcalor intenso les obligó a retroceder, protegiendo así a los nativos. Los países delnortedeEuropaescasamentevalíaneltrabajodesuconquista.LosbosquesyllanurasdeAlemaniaestabanpobladosporunarazadebárbaroshercúleosparaloscualesla

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vidateníapocaimportanciasihabíaquedarlaendefensadesulibertad.»Nuncapalabrasalgunasparecieronmássugestivas.«ArabiaFeliz»…«Etiopía…

»Leparecíaremontarsealosorígenesdelahumanidad.Aambosladosdesucaminosehallaban lasgentesde todos lospueblosyde todas lasépocas.Si recorríaaquelcamino, toda la sabiduría humana sería suya y la historia de la humanidad se leofrecería desde su primera página.Era tal su excitación ante la posibilidad de estaciencia,quehizounaltoenlalecturaydejóquelabrisajugueteaseconlashojasyacabaseporcerrarellibro.

Volvió a reemprender su paseo lentamente. La confusión de su cerebro fueaclarándose.Buscabaelmotivodesuexaltación.Enrealidad,losmotivoserandos…ElseñorHirstyelseñorHewet.Elanálisissobrecualquieradelosdosseleresistía.Nopodíaverloscomoserescorrientesquepensasenysintiesen.Sumentelosreteníaconciertoplacerfísico,comoelquecausalacontemplacióndeunobjetoquebrillaalaluzdelsol.Parecíaquedeellosirradiabanlasmismaspalabrasdellibro.Unaduda,conlaquenoseatrevíaaenfrentarse,habíaseapoderadodesumente.Quisoandarmásaprisaparadespejaraquelpensamientoytropezóconlahierba.Llegóalacimadeunpequeñoaltozanoqueseelevabajuntoalríoydesdedondepudodivisartodoelvalle. Intentó distraerse inútilmente. Una tristeza vino a empañar su existenciaanterior. Se dejó caer sobre el césped y rodeó sus rodillas con los brazos. Viorevolotearlentamenteunagranmariposaamarillaqueseposódulcementesobreunapiedra.

—¿Quéseráenamorarse?—preguntóse.Después de una larga pausa le pareció que cada una de sus palabras se dirigía

hacia el mar y desaparecía en el horizonte. Hipnotizada por la mariposa ysobrecogidaporsupropiopensamientoquedólargoratoenaquellapostura.Alvolarlamariposaselevantóyregresóperezosamenteconlosvolúmenesbajoelbrazo.Ibameditabunda,comoelsoldadoquesepreparaaresistirunasalto.

XIV

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Lanoche siguiente al baile, en la sobremesa,hasta lahorade acostarse—lashorasmásdifícilesdeentretener—parecíareinarenelhotelunanubedemalhumoreinquietud, debidas probablemente al poco descanso. En opinión deHirst yHewet,rendidos en cómodos butacones en el centro del vestíbulo y tomando café, aquellanocheeramuchomásaburridaquelasanterioresyloshombresparecíanmásfatuosquedecostumbre.Cuandomediahoraanteshabíasidorepartidoelcorreo,ningunodelosdoshabíarecibidocarta.ComoseaquecasitodosloshuéspedesrecibíandosotrescartasdeLondres,aelloslespareciómuyduroelquenadielesescribiese.Hirstexclamó con su mayor causticidad: «Ya se habrán alimentado los animalitos.» Susilenciolerecordabaeldelasbestiasdel«Zoo»cuandoselesdalacarne.

Siguiólargoratosacandoejemplosporelestilo.Losruidospropiosdeunlugardonde hay gente en silencio, una tos, un estornudo, un carraspeo, unmurmullo deconversaciónoelcrujidodeunpapelseleantojabanaHirstelruidodeloshuesosytendonesdelacarnealserdesgarradaporlasfieras.EstasfrasesnohicieronmellaenHewet, cuyaatenciónestaba fija enungrupodearmascolocadasde tal formaquedesdecualquier lugarparecíanamenazar alobservador.Hirst, aldarse cuentade ladistracción de Hewet, profundizó más con la mirada a la gente que había a sualrededor. Estaba muy alejado para percibir sus conversaciones, pero le gustabareconstruirlasvaliéndosedesusgestos.

LaseñoraThornburyrecibiómuchascartasyestabacompletamenteembebidaensulectura.Alterminarunahojalapasabaasumaridooledabaunpequeñoresumendelcontenido.

«EvieescribequeGeorgesehaidoaGlasgow,encuentramuyagradablealseñorChadbourne y desean pasar las Pascuas reunidos. No quisiera alejarse mucho deBetty y Alfred. Eleanor y Roger fueron con nuestro cochecito. Eleanor está yabastanterepuesta.Alaniñaledaahoratresbiberones,loqueesmuchomejor,puespasa las noches de un tirón. Dice que aún se le cae el pelo, que lo ve por lasalmohadas. Me alegra saber de Tottie Hall Green… Muriel está en Turquíadivirtiéndosedelolindoalparecer…¡Ah!DiceMargaretquelapobreseñoraFair-bankmuriórepentinamenteeldía8.Sólohabíaunamuchachadandoclase,peroéstaseazorótantoquenisiquieratuvoánimosparalevantarla,cuandoestoquizáshubierapodidosalvarla.Dijoeldoctorqueencualquiermomentopodíahaberleocurrido…Enfindecuentas,esunasuertequelehayaocurridoensucasaynoenlacalle…Losconejosylospichonesaumentanenormemente…»

Mientrasleinformaba,suesposoasentíaconlacabeza.NolejosleíasuscartaslaseñoritaAllanypor su rostro rígidopodíaadivinarseque lasnoticiasnoeranmuyagradables.Alterminardoblabacuidadosamentelascartasyvolvíaameterlasenlossobres.Lasarrugasdepreocupacióndesurostroledabanmásaparienciadehombrequedemujer.LasnoticiasquerecibíadeNuevaIrlandalecomunicabanlapérdidade

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lacosechayelloeramuydelicadoparaHubert, suúnicohermano.Si fracasabadenuevotendríaquevolveraLondres.¿Quéharíanconél?Suviajeeraelresultadodetodouncursodeahorroyenaquelmomentoseleantojabaunaextravaganciaynoelmaravillosoymerecidodescansodespuésdequinceañosdepuntualesconferenciasycorreccionesdeensayosdeliteraturainglesa.

Su hermanaEmily,maestra como ella, le escribía: «Debemos estar prevenidas,aunquenodudoqueestavezHubertseríamásrazonable.»SeguíacontándolequeenlosLagoslopasabaestupendamente.«Enestetiempoestánpreciosos.Nuncahevistotantaflorcomoesteaño.LaviejaAlice…tanjovencomosiempreypreguntandoportodosconelafectoacostumbrado.Losdíaspasanvolandoyelcursoserenueva.Lacuestiónpolíticano tanbuenacomofueradedesear;ahoraqueestosólo lodigoenprivado,noquieroenfriarlosentusiasmosdeHelen.LloydGeorgeganó,asíesqueseguiremos como estábamos. ¡Ojaláme equivoque! Por lomenos tenemos nuestratarea que cumplir. No creas a Meredith, le falta sensibilidad como a W. W.» Acontinuación discutía una cuestión de literatura inglesa que su hermana le habíaexpuestoenunacartaanterior.

ApocadistanciadelaseñoritaAllanyalgoocultosporunosarbustos,ArthurySusansecambiabansuscartas.Laletragrandeyclaradeunajugadorade«hockey»deWiltshire, se hallaba en aquel momento sobre las rodillas de Arthur, mientrasSusandescifrabaunaletrapequeñísimayapretadayquetransparentabaunaalegreyligeradespreocupaciónunidaaunosbuenospropósitos.

—CuántodeseogustarlealseñorHutchinson,Arthur—dijoSusanpreocupada.—¿QuiénesestaFlo?—preguntóArthur.—¿Flo Graves? La muchacha que está en relaciones con ese tremendo señor

Vincent—contestóSusan—.¿EstácasadoelseñorHutchinson?—preguntóasuvez.En su cabeza bullían un sin fin de planes, todos debían casarse en seguida en

cuantoellosllegasen.Esaeralasoluciónidealylacuracióndetodoslosmalesquepadeceunapersona soltera: inquietud, falta de salud,melancolía, excentricidad… ,etc. Si tales síntomas persistían después de la boda, eran ya leyes naturales quedemostrabanquesólohabíaunArthurVenningysólounaSusanparacasarseconél.Estateoríacontabacomoúnicososténsupropiaexperiencia.Losúltimosdosotresañossehabíasentidoextrañamenteinquieta,yaquelviajeconunatíaviejayegoísta,quelatratabacomounacompañeraycriadaalpropiotiempo,lediolaexactamedidade lo que la gente esperaba ya de ella. Desde el momento en que se puso enrelaciones, su tía la trató conmás consideración. Protestaba enérgicamente cuandoSusanseempeñabaencalzarlacomosiempre,agradecíasucompañíaynoeracomoantesquelaexigíacomolacosamásnaturaldelmundo.Preveíamásconsideracionesycomodidaddelaquedeotromodohubieradisfrutadoyestecambioaumentabasuafectoporlosseresconocidos.

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HacíaunosveinteañosquelaseñoraPaleyeraviuda.Desdeentoncesempezóaengordarhastaserleimposiblecalzarseporsímisma.Poseíaunainmensafortunayeraegoístaeindependiente.VivíaenunacasaenormeconsietecriadasenLancasterGate, y sostenía, además, otra casa con jardín, coches y caballos en Surrey. Lasrelaciones de Susan le quitaban de encima un gran peso, y era éste que su hijoCristóbalpudieseenamorarsedesuprima.

Alalejarseaquelpeligro,Susanganabaa susojosy se sentíahumilladapor suanteriorconcepto.Pensóhacerleunbuenregalodeboda,unchequede200ó250li-bras… Si no le subían mucho los gastos del arreglo del salón y jardín que teníaproyectados,quizásaumentaseelchequea300libras.

Teníaantesíunamesitayunjuegodecartas.Estabahaciendounsolitario,peropreocupadaconsuspensamientossearmóunembrollo.ComovioaSusanhablandoconArthur,noquisollamarlaparaqueseloaclarase.

«Tienemotivospara esperardemíunbuen regalo», sedijo,mirando fijamenteunaenormepieldeleopardoquehabíaenelsueloanteella.«Yestoyseguraqueloespera.Eldinerosiemprevienebienylosjóvenessonmuyegoístas,simemurieranadiemeecharíademenos,salvoDakyus.Atodoslesvendríadeperlaslaherencia…De todosmodos no puedo quejarme, aún puedo disfrutar y no soy una carga paranadie…apesardemispiernas.»Siguiópensandoypasandorevistaatodoslosseresqueridosquenoleparecíanegoístas,yportalrazónseennoblecíanasusojos.Estosseres se limitaban a dos: uno fue su propio hermano que pereció ahogado ante suvista y la otra su más íntima amiga que murió al dar a luz su primer hijo. «Nodebieronhabersemuerto—pensó—.¡Contantosegoístascornohayporelmundo!»Susojossearrasarondelágrimasysintióunhondopesarporellos,unrespetoporlabellezayjuventuddesaparecidasconaquellosseresqueridosyalpropiotiempoalgocomo una humillación de sí misma. Contuvo sus lágrimas y abrió una novela.Despuésde leerlaharíasuacostumbradocomentario.«Nosécómoa lagentese leocurrenestascosas.»Yacontinuaciónlimpiaríasuslentes.

Enunveladoryalgomásalejado,elseñorElliotyelseñorPepperjugabanunapartidadenaipes.Elprimeroperdíaconnaturalidad.Pepper jugabacon lamáximaatención.ElseñorElliotseechabahaciaatrássobreelrespaldodesusillaydirigíalapalabraaundesconocidoconaspectodeintelectual.Alosprimeroscambiosdefrasesdescubrieron que tenían una serie de amistades comunes, cosa que por intuiciónhabíansupuesto.

—Sí—dijo Elliot—. El viejo Trufit tiene un hijo enOxford.He estado variasvecesconellos.TienenunahermosacasaestiloJacobino,buenoscuadrosygrabados.Perotodomuysucio,mucho.Eramuyavaro.SuhijocasóconlaherederadeLordPinwells,tambiénlosconozco.Lamaníadecoleccionaresendémicaentodosellos.Unocoleccionahebillasdecalzadomasculinodelosaños1580a1660,creo.Nosési

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sonexactamenteesasfechas.»Los coleccionistas tienen siempre manías parecidas. Fuera de eso son seres

bastantenormales.EstosPinwells, comoya sabráusted, tienenvarias excentricida-des.Porejemplo,LadyMaud—seinterrumpióparaatenderaljuego—tieneojerizaalosgatosyaloseclesiásticos…¡Ah!Yalosquetienenlosdientesgrandes.Enciertaocasiónleoígritardesdeelextremodeunamesamuyconcurrida:«¡Cierrelaboca,señoritaSmith, susdientessonamarilloscomozanahorias.»Sinembargo,conmigosehacomportadosiempreconextremacortesía,tieneaficionesliterariasylegustaríareunirnosensusalón,peroprohibiendomencionarningúnpastoroarzobispo,porquesedescompone.Esunamaníafamiliarquedata,creo,delostiemposdeCarlosI.—Volvió a jugar—. Siempre me ha gustado conocer los gustos de los abuelos denuestros prohombres. Creo que sus descendientes heredan estos caprichosaumentadosyademássonmáslimpios.Yqueconstequealdecirqueahorasonmáslimpios no quiero insultar aLadyBarborugh—rió y llamó a su esposa—: ¡Hilda!¿CreestúqueSuSeñoríasebañaba?

—Nomeatreveríaaasegurarlo,Hugh—repuso,irónica,laseñoraElliot—,perousandoropadeterciopeloenelmesdeagosto…casinosedaunocuenta.

Preferíaporlovistohablarajugar,porquedirigiéndoseaPepperdijo:—¡Usted gana!Mi juego es peor de lo que imaginaba.Se acercómás al señor

WilfredFlushing,elreciénllegado.—¿Legusta esto?—y señaló una vitrina con cruces demetal, joyas, trozos de

bordadosydiversasmuestrasdelaartesaníadelos indígenas,expuestaspara tenta-cióndelosturistas.

—Falsasimitaciones—dijoelseñorHughlingsinvacilar—.Loqueestábastantebienesestaalfombra—dijo,levantandolapuntadeunaqueestabaasuspies—;noesqueseamuyantigua,pero…Alice,préstametubroche,porfavor.—UnaseñoraqueleíajuntoaélsedesprendióunbrocheyloalargóalseñorHughling,sinlevantarla vista de la lectura, teniendo el señor Elliot que suspender la reverencia queesperabahacerle—.Vealadiferenciaentreeltrabajoantiguoyeldeahora.

Probablemente,silaseñoraHughlingnohubieraestadotanabsortaenlalectura,hubiesereídoaloír ladefinicióndeLadyBarborugh, tía—abuelasuya.Peroestabatanabsortaquenooyónada.

Elmonótonotic—tacdelrelojpareciódetenerseatoseraldarunascampanadas.Eran las nueve. Esto despertó a algunos huéspedes adormilados en las cómodasbutacasydistrajo la atencióndeotrosquehablabanengrupos.Eran comerciantes,funcionariosdelEstado,oficiales,etc.,sinpreocupaciónaparentealguna.Unabejorrodistrajolaplacidezdelvestíbulorevoloteandoconsufamiliarzumbidoporencimadelosaltospeinadosdelasseñorasquenerviosamentelevantabanlasmanosprotestandodeaquellaintromisión.HirstyHewethacíalargoratoquepermanecíanensilencio.

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AlsonarlascampanadasdelrelojdijoHirst:—Parecequeelgénerohumanoda señalesdevida…Comomedesagradan las

mujeresgruesas,lasencuentroabsurdas,groseras,intolerables.AlnoconseguirrespuestaalgunadeHewet,variódetema,yseredujoapensaren

símismo,—enlaciencia,enCambridge,enHelen.¿Quéopinaríadeél?Yconestepensamientofueadormilándose.

Hewet se colocó cuidadosamente elmonóculo y dio una sacudida a su amigo.Éstelemirópensativo.—¿Cómoteencuentras,Hirst?

Larespuestadeéstenopudosermásdesconcertante.—¿Estásenamorado,Hewet?—Noseas tonto—fue laprimera respuestaque se leocurrió;perodespués fue

poniéndoseserio,diciendocasiconunmurmullo—:Nosé…serácuestióndepen-sarlo.

—Sitodospensaran—yaldeciresto,Hirstpaseólamiradaasualrededor—,lavidayelmundoseríanmásdignosyatrayentes.

HewetnoencontróaHirstenelpuntoconvenienteparalaconfidencia,ydijo:—Voyadarunavuelta.—Acuérdatedequelanocheanteriornohemosdormido—lerecordóHirstcon

unbostezoinverosímil.—Sí,perotengoganasderespirarunpocoelfresco.Habíapasadolatardepresodeunainexplicableinquietudsinpoderconcentrarel

pensamiento. Sentía la misma sensación que si le hubiesen interrumpido en elmomento álgido de una conversación interesante. Tenía precisión ineludible decontinuarundiálogo,no sabía cuálni conquién.Repasóen sumemoria.Laúnicapersona. con quien habría tenido conversación que pudiera interesarle sería conRachel.¿Porquésentíalanecesidadapremiantedeseguir—hablandoconella?Hirstcalificaría sin duda aquel estado de amor y sin embargo no lo era. Él no amaba aRachel.¿Seiniciabaelamorporeldeseodehablarconunamuchacha?No,Hewethabíasentidosiempreelamorcomounasensaciónfísicabiendefinidaysinembargoahoraesasensaciónestabacompletamenteausentedeél.NisiquieraencontrabaaRa-chel atractiva. Comprendía que tenía una personalidad fuera de lo corriente, erajoven,carecíadeexperienciayteníaansiadesaber.

Entre ambos habían hablado con más franqueza y confianza de lo que eracorriente.Siemprelehabíagustadohablarconlasmuchachas,yaquéleraprobable-menteelmotivoqueloimpulsabahaciaella.

El bullicio y la animación del baile les habían permitido iniciar sólo laconversación. ¿Quéharía en aquellosmomentos?Tal vez reclinada enunahamacacontaríalasestrellas.AHelenlaveíaenunabutacacontemplandosusfinasmanos…No; probablemente estarían contándose sus impresiones acerca del baile. ¿Y si el

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padre de Rachel había llegado en uno de los buques anclados en la bahía, yterminaban las vacaciones de la joven… ? ¡No! Era intolerable que se marchaseconociéndoletanpoco.

—¿Cómopuedestúsaberlarealidaddetuspensamientos,Hirst?Perosuamigonoestabaencondicionesdedarleunarespuestasatisfactoriayen

cuantoa lasdemáspersonasquehabíaa sualrededor,antes le fastidiabanqueotracosa. Dio un profundo suspiro y salió a la terraza. Lo primero que hizo cuandoquedaronasuespaldalaspuertasdelvestíbulofueorientarseendirecciónalavilladelosAmbrose.Porfincreyóverlaorientaciónquebuscabaenunaluzmásalejada,como si estuviera situada en lo alto de una cuesta y al encontrarla quedó mástranquilo.Parecíaquetodalaincoherenciadesuspensamientossehabíaestabilizado.Cruzólaciudadhastallegaralmuroqueseparabalosdoscaminos.Desdeallíseoíaperfectamenteelruidodelaresaca.Lamoleoscuradelasmontañassedestacabadelazulcielo;nohabíalunaperosíestrellasamillares.Pensóregresar,perolaluzdelosAmbrose,quesehabíatriplicado,leimpulsóaseguiradelante.Ahoraestabasegurode que Rachel no se había acostado todavía. Sin darse cuenta de lo veloz de sumarcha, pronto se encontró ante la puerta de hierro del jardín. La abrió y siguióadelante.Asuvistaapareciólasiluetadelacasaylaoscuraverandasobrelaterraza.Sedetuvoindeciso.Oyóasuespaldaunruidodelatas.Siguióhaciaadelanteguiadoporlaslucesquesupusodaríanalcomedor.Escondiósecercadelaesquinadelacasajunto a una enredadera. A los pocos segundos percibió una voz que por su con-tinuidad le pareció la de alguien que leía en voz alta. Apartando las hojas que lemolestaban,acercósealgomás.ParecíalavozdeRachel.Entróenelcuadrodeluzquelaabiertaventanaproyectabasobrelaverandaypudooírclaramente:

«Yallí,desde losaños1860a1895 transcurrieron losdíasmáshermososde lavidadenuestrospadres.Allínacióel1862mihermanoMauricio,quefuelaalegríadelossuyos,comoparecíadestinadoaserlodecuantosle tratasen.»El tonodelaspalabrasdenotabaelfinaldeuncapítulo.Hewetvolvióalasombra.Hubounalargapausa. Oyó un ruido de sillas. Estaba decidido a regresar, cuando dos sombras serecortaronenlaventanayoyólavozdeHelen:

—EraMauricioFielding,conquienestuvoprometidatumadre.Parecíaqueestuviesepensandoenvozalta.—¿Mimadre?—preguntóRachelentresorprendidaeincrédula.—¿Nolosabías?—No,jamássupequeapartedemipadre,hubiesehabidootro.Sutonoeradeextrañeza.Sus voces sonaban inexpresivas como si en lugar de hablarse mutuamente lo

dijeranalanochefrescayserena.—Fuelapersonamásqueridadecuantasheconocido.Sinserhermosa,teníasu

encantoespecial,gozabacontodos,anocheenelbailelarecordé.Seaveníacontodos

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yatodosacabaalegría,diversión,simpatía…ParecíacomosiHelenhubieravueltoalpasado, escogiendo deliberadamente sus palabras y comparando a Teresa con laspersonasquehabíaconocidodesdequeéstamurió.

—EsomerecuerdaalastíasLucyyKatia—dijoRachel después de una pausa—. Parecen insinuar siempre quemamá era muy

buenayqueestuvosiempretristeymelancólica.—Entonces,¿porquécuandoestabavivacriticaban—¿Tantohacía?—dijoHelen.SusvocesllegabanhastaHewetmuysuaves,comosicayesenenlasolasdelmar.—Siyomuriesemañana…—dijoRachel,dejandolafraseensuspenso.AlquedarasíadquirióunabellezayrelieveextraordinariosalosoídosdeHewet,

algomisteriosotambién,comosihubierasidopronunciadaporunasonámbula.—No,Rachel—dijodeprontoHelen—;nomeseducepasearporeljardínaestas

horas,estaráhúmedoyademásjuraríaqueveodesdeaquíunadocenadesaposporlomenos.

—¿Sapos?—rióRachel—.¡Perosisonpiedras,Helen!—Bueno,noloniego.Vetú,yoestoymuybienaquí.—¡Huelentanbienlasflores!—contestólamuchacha.Hewetseretiróalgomás,

sintiendolatirapresuradamentesucorazón.Seoyeroncarreras,risas,RacheltratabadesacaraHelenal jardínporlafuerza.Entoncessurgiólavozdeunhombre,peroHewet

nopudoentenderloquedecía.Seoyóel rechinardeunos cerrojos, se apagaron las lucesy reinóunprofundo

silencio. Hewet estrujó las hojas que había arrancado. Se sintió inundado por unaextrañasensacióndebienestar.EstabasegurodenoamaraRachel,ysinembargolealegrabahaberla oído.Se dirigió hacia la puerta.La tensióny el romanticismodelmomentodespejaronlasensacióndetodoeldía.Recitabafragmentosdepoesíassinsaberexactamenteloquedecía,absortosóloporlabellezadelaspalabras.Traspusolapuertaybajólacuestaalsondeunatonadaqueacudióasuslabios.Corríacomouna criatura que necesita exteriorizar sus alegrías con saltos y cabriolas, de laoscuridad que le envolvía parecían adelantarse hacia él rostros inmateriales demujeres.Rostrossiempreiguales:Rachel…Rachel…Rachel…

Sedetuvoyrespiróprofundamente.Lanocheinmensayhospitalaria,apesardela oscuridad, dibujaba formas y movimientos en dirección al mar. Sintióse enter-necido y continuó su marcha diciendo: «Debería estar ya en cama, roncando ysoñando… soñando… Sueño o realidad… ¿Dónde empiezan? ¿Dónde acaban?»Repitiéndose estas palabras, llegó a las puertas del hotel. Hizo una pausa parareponerseyentró.Quedódeslumbrado,teníalasmanosfrías,lacabezaexcitadaysecaía de sueño. El vestíbulo estaba igual que cuando lo dejó. Sólo había una

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diferencia,queahoraestabavacío.Lossillonesformabancorroscomomirándosesinver. Los veladores conservaban platos y tazasmedio vacios, y los periódicos,maldoblados, reposaban sobre los almohadones. Al cerrar la puerta sintió la extrañasensación de que acababa de encerrarse en una caja e instintivamente se encogió.Intentóleerunperiódicoperonopudoconcentrarsuatención.Viodereojodescenderporlaescaleraunasiluetaqueadivinófemeninaporelfru—frudelasfaldas.Antesdequepudieralevantarlacabeza,Evelynsehallabaanteél.

—Precisamenteesustedlapersonaconquiendeseabahablar.Suvozsonabauntantodesagradableyestridenteysusojosbrillabanalposarse

enél,queserepetíamentalmente:«Abuenahora,estoymediodormido.»—Pareceustedmáscomprensivoquelosdemás—dijo,sentándoseenunasillita

colocadaalladodeungransillóndecuero,desuertequeHewetnotuvomásremedioquesentarsejuntoaella.

Hewetbostezósinrecatarseyencendióuncigarrillo,comosilacosanofueraconél.

—Bien,¿dequésetrata?—¿Ustedesamablerealmente,osetratadeuna«pose»?—lepreguntóEvelyn.—Esonosoyyoquiendebedecirlo—contestó—.Soyparteinteresada,creo.Estaba entumecido aún y como disgustado de que Evelyn hubiese venido a

molestarle.—¡Cualquiera puede serlo!—exclamó ella impaciente—. Su amigo Hirst, por

ejemplo. Sin embargo, quiero creer en usted. Tiene aspecto de tener una hermanaagradable,¿mecomprende?

Hubounacortapausa,ycomosiconellasehubiesearmadodevalor,continuó:—Voyapedirleunconsejo.Estoyanteundilema.Anoche,duranteelbailesalía

laterrazaconRaymondOliver,esejovenaltoqueparecehindú,ymecontósuvida,lodesgraciadoqueesensucasayloqueledesagradaesteambiente.Sehametidoenunasuntodeminas,que tampocolegusta.Meinspiró tantacompasiónquecuandomepidióqueledejarabesarmeledejé.Nocreoquehayanadamaloenello,¿verdad?Seguimoshablando…hablando…Quizásleparecerétonta,peronopuedoevitarquemegusten laspersonasquemeinspirancompasión.Asíesquemedio leprometí…peroahívieneeldilema:AlfredPerrot.

—¡Oh,Perrot!—exclamóHewet.—Nosconocimoselotrodíadurantelaexcursión.Parecíaestartansolocuando

Arthur se fue conSusanquenopudepormenosque compadecermede él.Al irseustedesaverlasruinastuvimosunaconversaciónymecontósuvida,susluchasyladurezadesudestino.¿Sabeustedquedepequeñoeramandadero?Llevabapaquetesenuncestodeunladoparaotro.Meinteresóporquelacunadelaspersonasnomehapreocupadonuncasisuscualidadessonbuenas.Medijoquevivíaconunahermana

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paralíticayesoesunabuenapruebadebondad.Anocheestuvetambiénconéleneljardín y no pude evitar lo que quería decirme. Le consolé y le dije que sí, que lequería, y sin embargo le había dicho lomismo aRaymond.Yo quisiera saber: ¿sepuedeestarenamoradadedospersonasalmismotiempooesimposible?

Se calló, con la barbilla apoyada sobre sus manos y la mirada fija, como siestuvieratratandoderesolverunproblemaquedebieraserdecididoentreellosdos.

—Creoqueeso…Esodependedesucarácterytemperamento—dijoHewet.Lamiró.Eramenudaybonita,deunos28ó29años,muyvivarachayrebosando

saludportodossusporos.—¿Quiénesusted?¿Cómoesusted?Yonolaconozcomásquesuperficialmente

—continuóél.—Aesoiba—atajóEvelyn,siempreconlamiradafijaenHewet—.Soyhijade

unamadre y… nadamás, ¿me comprende? Como supondrá, eso no esmuy agra-dable,peroenelcamposucedemuyamenudo.Ellaerahijadeungranjeroyél…yapuedeustedfigurarselaclasedehombrequeera.Pertenecíaaunafamiliaacomodadaynuncaenmendósufalta,sufamiliaseloimpidióyéleradébildecarácter.Apesardetodolequiero.¡Pobrepapá!Dineronofaltó,peromamánotuvofuerzamoralparaimponerse.Lomataronenlaguerra.Eraoficialysushombresleadoraban;cuandocayólloraronsobresucuerpo.¡Ojalálehubieraconocidousted!Consumuerte,mimadreperdiótodailusiónporlavida.Lagenteessiempreduraparaunamujerqueseencuentraenelcasodemimadre.¿Quieresaberalgomásdemí?

—¿Quéhahechousted?¿Enquésehaocupado?—Yomehecuidadosolita—ysonrióporprimeravez—.Hetenidoamigasmuy

buenas,megustalacompañíadelagente,yenesoradicamiproblema.¿Quéharíaustedsilegustasentantodospersonasquenosupieraporcualdeberíadecidirse?

—Vería,analizaríayesperaría—respondióHewet.—Pero es el caso que no tengo tiempo, he de decidirme… ¿O es que no cree

ustedenelmatrimonio?Ustednojuegalimpio,yoselocuentotodoyustednomedicenada.Acaso sea igual que su amigo—añadió,mirándole condesconfianza—.¿Oesquelesoyantipática?

—Esquenolaconozcolosuficienteparaaconsejarladeacuerdoconsucarácter.—Yosésimegustaunapersonaencuantolamiroporvezprimera.Ustedmefue

agradablelaprimeranochequeleconocícenando—continuóconimpaciencia—.Sitodos expresasen libremente sus pensamientos, ¡cuántomejor sería!Yo soy así, nopuedoremediarlo.

—¿Peronoveustedqueasísólologracrearsedificultades?—Deesotienenlaculpaloshombres.Siempreponenelamorporenmedio.—Yasíhaidoustedcosechandodeclaraciones.—Nocreohabertenidomásque

otras—dijoEvelynsinconvicción.

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—¿Cinco,seis,diez?…Evelyndejóentreverquelaúltimacifraeraquizáslamásaproximada,peroque

enfindecuentas,noeraningunaexageración.—Temo que me crea una coqueta sin corazón—protestó—. Pero me importa

pocoloquepuedanpensarde.mí.Sóloporqueaunalegusteteneramistadconloshombresyhablarlescomoaunaamigayaessuficienteparaquelatachendecoqueta.

—PeroseñoritaMurgatroyd…—PrefieroquemellameEvelyn—interrumpióella.—… después de 10 proposiciones, ya habrá usted comprendido que entre

hombresymujereshaypocadiferencia.—Comprendido…comprensión…comprender…¡Cómoodioesaspalabras…y

hastaalosquelasusan!Hombresymujeresdeberíanserigualesyesoesloquemásmedesalienta.Cadavezquesepresentauncasocreoquevaaserdistintoysiempreresultaigual.

—«Persiguiendounaamistad»—dijoHewet—;buentítuloparaunacomedia.—¡Austedleimportatodounbledo!—sesulfuróEvelyn—.Nopuedenegarque

esamigodelseñorHirst.—Bien—dijoHewetserenamente—.Vamosporpartes.Le interesaba mucho más la muchacha que sus problemas. Oyéndola, su

entumecimientohabíadesaparecidoyteníalaclaraconcienciadesentirhaciaellaunaextrañamezcladesimpatía,lástimaydesconfianza.

—¿Haprometidoalosdoscasarse?—Tantocomoeso,no.Nopuedo todavíadecidirmeclaramenteporningunode

losdos.Elotrodía,enlamontaña,pensabaquemehubieragustadocolonizartierras,cortarárboles,hacerleyes…ynoserunatontaentrometidaquepasaeltiempoconpersonasquesólopiensanen«filtrear». ¡Yyonosoyasí!Sirvoparaalgomásqueeso.—Reflexionóunmomentoyprosiguió—:TemoqueenelfondodemicorazónseencierralaseguridaddequePerrotnopuedeserelelegido,noparecemuyfuerte,¿verdad?Quizásnotuviesefuerzasparatalarunárbol.

—¿Nohasentidonuncaverdaderocariñopornadie?—Mehan interesadomuchaspersonas…perono tantocomoparacasarmecon

ellas.Todamividahebuscado alguien superior amí, alguiengrandey espléndidoespiritualmenteyenquienpudieraconfiarme.¡Sontanpocacosaloshombres!

—¿Quéentiendeustedpor«espléndidoespiritualmente»?—Pues,francamente,nopodríaexplicarlo;esmásbienunasensaciónfísica.—Peronosetomaafectoalaspersonassóloporsuscualidadesfísicasomorales.—Deacuerdo,sequiereporquesí, sinotromotivoo razón—aceptóEvelyn—;

peroyonoestoyconforme.Ignoroporquémeinteresanlaspersonas,peromeequi-vocomuyrarasveces.Adivinoenseguidadequésoncapaces.Usted,porejemplo,

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llenacasiporcompletomiidealdeesplendidezespiritual,yencambio,elseñorHirstnoesnilamitaddecomprensivo,espléndidonisimpáticoqueusted.Yocreoquenisiquieraesegoísta.

Hewetfumabaensilencio.—Amímemolestatalarárboles—dijo.—Conste que no estoy coqueteando con usted, aunque así lo crea —apuntó

Evelyn—.Nuncamehubieseatrevido'ahablarlesospechandoquepodíapensarmaldemí—yaldecireso,susojossellenabandelágrimas.

—Entonces,¿nocoqueteaustednunca?—¡Claroqueno!—protestóEvelyn—.¿Noselohedicho?Quierounaamistad

sincera,quereraalguienmejorymásnoblequeyomisma.¿Quéculpatengoyosiseenamoran?Nosólonomegustaquelohagan,sinoquemeirritaprofundamente.

Hewet comprendióquepocoprovecho sederivaríayade aquella conversación.Lamuchacha,poralgunarazónqueocultaba,habíaqueridodarleuna imagendesímisma;quizásporconsiderarsedesgraciadaoensituacióninsegura.Estabacansado,yuncamareronocesabadepasaryrepasaranteellos,mirándolesinsistentemente.

—Parece ser que quieren apagar, señorita Evelyn, y mi único consejo es quemañanahableconellosylesdigaquenoestádispuestaacasarseconningunodelosdos.Aunque estoy seguro que no lo hará. Si cambiase(le idea sobre alguno de losdos, siempre le queda la oportunidad de hacérselo saber. Ambos tienen sentidocomúnylocomprenderán.Veráustedcómosuperplejidaddesaparecerá.

Hewetselevantó,peroEvelyncontinuósentada.Lemirabaconojosbrillantes,enelfondodeloscuales,,percibióciertacontrariedad.

—Buenasnoches—dijoHewet.—Hayotrasmuchascosasquequierodecirle,peroselascontaréenotraocasión

—dijoella—.Veoqueahoratieneustedmuchasganasdeirseaacostar.—Sí—aceptóHewet—,estoymediodormido.—Yseretiró,dejandoaEvelyna

solasenelvestíbulo.«¿Porquénoseránsinceras?—sepreguntabasubiendolasescaleras—.¿Porqué

eranlasrelacionesentrehombresymujerestanfaltasdesinceridadyfranquezayelinstintoque impelíasiempreasimpatizarconotroserhumanohabíaqueanalizarloconsumocuidado?¿Cuáleseran losdeseosdeEvelyn?¿Quépensaríaen' aquellosmomentos sola en el gran vestíbulo?» El misterio de la vida y la falsedad de lassensacionesledominabayvencíacuandoporelpasillosedirigíaasudormitorio.Elcorredor estaba poco iluminado pero sí lo suficiente para ver que una figurafemenina,envueltaenunbrillantesaltodecama,cruzabacorriendodeunahabitaciónaotra.

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XV

Los lazosqueunena loshuéspedesenunhotelpodránparecercasualesysinconsistencia,perotienensobrelosquecrealaconvivencialaventajadesermásvivosyespontáneos,porelsóloobjetodeestarennuestramanoelterminarlosencualquiermomento.Unaparejaconvariosañosdevidamatrimonialllegaunmomentoenquedejadepercibirsecorporalmente;piensanyhablanenvozaltayparecequedisfrutandetodaslasventajasquereportaunavidasolitaria.LasvidasencomúndeRidleyyHelenhabían llegadoa talpuntodeconvivenciaqueeranecesario recordarsi talocualcosahabíasidodichaosolamentepensadaenvozaltaosolamentepensadaenprivado.

Alascuatrodelatarde,dosotresdíasdespuésdelafiesta,Helensecepillabaelcabello. En la habitación contigua su esposo, en el baño, daba rienda suelta a susexclamacionesmientrasseduchaba.

Helennoprestabagranatenciónasuspalabras,teníaotrapreocupación.—¿Esblancoocastaño?—murmurabaalcepillarseelcabello.Searrancóunoy

loobservódetenidamente;loobservabaconsemblantecrítico,alejandooacercandoel rostro al espejo con un gesto demelancolía y orgullo al propio tiempo. Ridleyasomóporlapuertaenmangasdecamisayconlacabezaenvueltaenunatoalla,ydijo:

—Siempremedicesquenomedoycuentadenada.—Dimeentoncessiestepeloesblanco—rogóHelen,poniéndoseloenlasmanos.

—¡Perosinohayunasolacanaentucabeza!—exclamóRidley.—¡Oh,Ridley!Yaempiezoadudar—suspiróella,bajandolacabezaparaquesu

esposopudieseexaminarlacondetenimiento.Ridley depositó un beso en la misma coronilla y siguieron arreglándose y

cambiandofrases.—¿Quédecías?—preguntóHelen.—QuevigilesaRachel…,debesvigilaraRachel—dijoRidley.Helen lemiró a través de sus cabellos. Generalmente, las observaciones de su

esposoteníanjustificación.—Losjóvenesnoseinteresanporlaeducacióndelasmuchachassinsucuentay

razón.—¿LodicesporHirst?—YporHewet,paramíestáncortadostodosconelmismopatrón.¿Yasabesque

leaconsejaqueleaaGibbon?Helenloignoraba,peronoqueríademostrarmenoresdotesdeobservaciónquesu

esposo.

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—Nadame sorprende, ni del terrible aviadorque conocimos en el baile, ni delseñorDalloway,ni…

—Cuidado,Helen,queestáahíWilloughby—señalabaunacartadeéste.Helensuspiróyechóunaojeadaalacartadepositadasobresutocador.Enefecto.AllíestabaWilloughbyconsuperpetuaironía,inquiriendoconalgode

misteriocuáleralavidadesuhija,suscostumbresysumoralyadvirtiéndolesqueencasode resultarlesmolestase la«remitiesen»enelprimerbuque.Seguíaaestounpárrafoen tonodeafectuosoagradecimientoyque intentabaocultarsuemocióndepadre.Enunapáginarebosantedehumorlescontabasustriunfossobrelosindígenasquesedeclarabanenhuelga.Contabaqueseponíaachillarleseninglésyterminabanporreemprenderla tarea.Sóloconverleasomarporlaescotilla,yacundíael terrorentreellos.

—SiTeresasecasóconWilloughby…—empezóHelen,levantandolosojosdelacartahaciasuesposo.

Pero ya Ridley la había emprendido con sus lamentaciones diarias. Que si ellavadodelacamisaeradetestableyHughElliotunpelmazoirresistiblequenoen-tendíadeindirectasparamarcharseconvientofresco…yasísaltabadeunaquejaaotraparaacabardiciendoquerecibíandemasiadasvisitasynohabíaformadepodertrabajar.EstodurabahastaqueHelensedecidíaaconvencerledelocontrario,loqueconseguíafácil,rápidaymimosamente.

Loprimeroque llamó la atencióndeHelen cuandobajaba la escalera para ir atomareltéfueveruncochedetenidoantelapuertadelacasaydentrodeél,faldas,sombreros, plumas y cabezas muy inquietas. En aquel momento apareció lamuchachitaespañolaycomoDios ledioaentenderpronunciódosnombresqueennadaseparecíanalosdelaseñoraThornburyni laseñoraFlushing,quefueronlasdamasquedescendierondelcocheyentraron.

—La señoraWilf red Flushing—presentó la señoraThornbury—, amiga de laseñoraRaymond Parry.—Y a continuación presentó aHelen, que saludó a ambasefusivamente.

'LaseñoraFlushingrepresentabaunoscuarentaaños,teníabuenporteysaludableaspecto.Suesbeltezlahacíaparecermásalta.

Su rostro, de marcadas facciones, mostraba unos ojos claros que miraban sinpestañear.Susformasymodaleserandominantes,singrosería,peroselanotabaalgonerviosa.LaseñoraThornbury,contactoexquisito,ibalimandolasasperezasdelosprimerosmomentos.

—He asumido la responsabilidad, señora Ambrose, de decirle a nuestra amigaque usted, que tanta experiencia tiene, la orientará. Nadie de la colonia inglesaconocetanbienelpaís;nadiellevaacabotanprolongadasexcursiones,niposeetanenciclopédicasnoticiasacercadecualquiertema.ElseñorFlushingescoleccionista,

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yhadescubiertoyaverdaderaspreciosidades.Nuncacreíquelosindígenasposeyerancualidadesartísticastanelevadas.Claroqueesofueenotrotiempo.

HelenrecordabasinpodersituarloconprecisiónhaberoídoenLondreselnombrede Flushing. Mientras la señora Thornbury hablaba, ella fue precisando sus re-cuerdos.

El señor Flushing era un tipo bastante excéntrico, que poseía una tienda deantigüedadesy sustentaba raras teorías.Unade éstas es ladeque jamás contraeríamatrimonio,pueslamayoríadelasmujeresteníanlasmejillasdemasiadorojizas.Noqueríacomprarcasasporquetodasteníanlasescalerasdemasiadoestrechas,nicomíacarneporquelosanimalessangrabanalmorir.Apesardetodo,casóconunaseñoraexcéntrica y aristocrática con unos colores en lasmejillas que demostraban que lacarne no le era indiferente y además le obligaba a hacer todas las cosas que élabominaba. Al llegar a este punto de sus recuerdos, Helen miró interesada a lavisitante. Salieron al jardín y se instalaron en unamesita a la sombra de un árbol,disponiéndose a tomar el té.La señoraFlushing tenía unosmovimientos nerviososquehacíanbalancearunaplumaamarillaquellevabaenelsombrero.Laregularidadde sus facciones junto con su buen color natural denotaban una ascendencia degeneracionesbiennutridas.

—Nome interesanadaque tengamenosdeveinteaños—dijo—,ymenosaúnloslibrosocuadros,ésossonsólobuenosparalosmuseosybibliotecaspúblicas…oparaelfuego.

—Estoycompletamentedeacuerdoconusted—rióHelen—;pero,sinembargo,miespososepasaeltiempodescifrandomanuscritosantiguosqueanadieinteresan.—InteriormentesedivertíaconlaexpresióndeextrañezadeRidley.

—Hay un hombre en Londres, llamado John, que pinta mejor que muchosmaestrosantiguos—continuólaseñoraThornbury—;suscuadrosmeentusiasman,loque nome sucede con los pintores antiguos.—Y siguió explicando que la señoraFlushingvivía en una de lasmás antiguas y hermosas casas de Inglaterra, enChi-llingley.

—Austedleparecerámuyhermosayantigua,loúltimonoseloniego,perosiyopudieselaquemabamañana—riólaseñoraFlushing.

Surisaeraestridenteypocoagradable.—¿Quécreeustedqueunapersonanormalpuedehacerenunacasatangrande?

—interrogó—. Si baja por una escalera después de obscurecido se llena una dehormigas,laluznoacabanuncadefuncionarsatisfactoriamente.¿Quéharíaustedsialabrirungrifosalieranarañas?—dijo,mirandofijamenteaHelen.

Ésta,sonriente,seencogiódehombros.—Esto sí que me gusta—continuó la señora Flushing, moviendo la cabeza a

todos lados—, una casa pequeña con un jardín.Una vez tuve una casa en Irlanda.

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Desde cama por las mañanas podía tocar con los dedos de los pies las rosas quecrecíanjuntoalaventana.

—¿Yqué lesparecía talejercicioa los jardineros?—preguntó ingenuamente laseñoraThornbury.

—¡Perosiallínohabíajardineros!Noestábamosmásqueyoyunapobreviejasindientes—rióestruendosamentelaseñoraFlushing—.EnIrlandanohayningunapersonapobreyancianaqueconservelosdientes.Yesonohayningúnpolíticoquesepaentenderlo,nisiquieraArthurBalfour.

—Nohapasadoquenuncaningúnpolíticoentendieranada—suspiróRidley.Yconmiradamelancólicasiguióesparciendomermeladaporencimadelpan.LaseñoraFlushingleresultababastanteantipática.

—Yo siempre le llevo la contraria a mimarido—dijo con suavidad la señoraThornbury—.¡Ah,loshombres!¿Quéseríadeellossinnosotras?

—Leaustedel«Symposium»—dijoRidleyconsequedad.—¿Symposium?—preguntó la señoraFlushing—. ¿Qué es eso, latín o griego?

¿Hayalgunabuenatraducción?—No,señora;tendráqueaprenderelgriego.—¡Antespartiríapiedras!—dijolaseñoraFlushing.Siempreheenvidiadoaesos

hombresquepasaneldíasentadosenmontoncitosdepiedrasconloslentespuestos.Créame,prefierocienveceshacerloqueellosolimpiarcorralesqueaprendergriego.

En aquel momento se presentó Rachel con un libro en la mano. Una vezterminadaslaspresentaciones,Ridleypreguntó:

—¿Quélibroesése?—EsGibbon—dijoRachel,sentándose.—¿El«OcasoycaídadelImperioRomano»?—preguntólaseñoraThornbury—.

Loconozco,esun libromaravilloso.Mipadre loponíasiemprecomoejemplo…yquizásfueéseelmotivodequenoleyéramosnuncaunalíneadeél.

—Yoenlazoconestelibroalgunasdelashorasmásfelicesdemivida—dijolaseñora Flushing—. Por la noche, cuando todos creían que dormíamos, leíamos lasmatanzasde loscristianos.Ynocreanustedesqueesuna tontería leerunvolumensemejante conuna luzdébil y siemprependientesde serdescubiertas.Además,mihermanaLuisaseempeñabaentenerabiertalaventanacadanoche,aquellaventanaprovocabapeleas,puesdabaentradaa todaclasede insectosnocturnos.¿Hanvistoustedesmorirnuncaunapolillaenorme,grandecomounamariposa,quemándosealaluzdeunavela?

LaseñoraFlushingvióseinterrumpida.HirstyHewetsedirigíanhacialamesadeté.Rachelnotóquesucorazónapresurabaloslatidos.Pareciócomosilapresenciadelos recién llegados barriera la trivialidad de la reunión. El saludo fue puramenteformulario.

—Excúsenme —rogó Hirst, y levantándose inmediatamente, entró en la sala,

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volviendoconuncojínquecolocócuidadosamentesobreelasiento—.Reuma—dijolacónicamente,volviendoasentarse..

—¿Resultadodelbaile,acaso?—preguntóHelen.—No,cuandomesientodeprimido,tengotendenciaalreumatismo,parececomo

silasarticulacionesestuvieranllenasdearena.Rachellemiró,ledivertíayalpropiotiempoapenaba.Mientraslabocaaparecía

conunamuecade condolencia, sus ojos reían francamente.Hewet recogió el librodepositadosobreelcésped.

—¿Legusta?—preguntóenvozbaja.—Enabsoluto—contestóRachel.Habíapasadolatardeintentandoleerlo,perolaprimerailusiónfuedisipándosey

pormásqueseesforzabanoacababadecomprenderelsentido.—Pareceunrollobrillantequegirasesincesar,nopuedepenetrarseensuinterior

porquealdejardegirarpierdesubrillo.Creyó que sólo Hewet había oído sus palabras, por eso se sorprendió al oír

preguntaraHirst:—¿Quéquieredecirustedconesesímil?Rachel se avergonzóynohallóotra formapara expresar suspensamientosque

decirlaverdad.—Gibbonposee el estilomásperfectode cuantos sehan inventado—continuó

Hirst—,ycadaunadesusfrasesesliterariamenteperfecta.«Es feo de cuerpo y de espíritu», pensabaRachel, sin importarle gran cosa las

opinionesdeélsobreGibbonysuestilo.—Esunestilofuerte,taladrante,inflexible—continuabaHirst.Rachelseguíamirandosugrancabezaylaenormeprominenciadelafrente,sus

ojosseverosdemiradaintensa.—Medoyporvencido—dijoHirst,abatido.Rachelcreyóverundejededespreciohaciaellapornosaberapreciarelestilode

Gibbon. Los demás, en un grupo aparte, conversaban ahora acerca de los lugaresindígenasqueelseñorFlushinghabríavisitado.

—Esinadmisible—protestóRachel—.¿Cómopuedeustedjuzgaralaspersonassóloporsusrasgosliterarios?

—Veo que sostiene usted la misma tesis quemi tía soltera—dijo Hirst en suconstantetonodeirritantesuperioridad—.Yocreíquesóloellalasustentaba.

—Una persona puede sermuy agradable aunque nunca haya leído un libro—pronuncióestaspalabrascontalfuegoquetodosempezaronareír.

—¿Loniegoacaso?—preguntóHirst,enarcandolascejas.—LaseñoraThornbury,bienfueraparasuavizarlasi—'tuaciónoporquequisiera

enfrentarseconHirst,puessesentíaunpocomadredetodoslosjóvenes,intervino:

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—Durante todamividahevividoconpersonascomosu tía, señorHirst—yalhablar, se inclinó hacia adelante y sus ojos brillaron en demasía—.Nunca oyeronhablardeGibbon.Sóloseinteresaronporlosrebaños, losgranjerosylascosechas.Hombresaltosdehermosaplanta,quealverlosacaballodansensacióndepoderíocomo los guerreros de las Cruzadas. No niego que podía considerárseles comoanimalitos, no leen ni desean que los otros lo hagan, pero son las personas másbondadosas que existen sobre la faz de la tierra. Se asombraría de algunas de lashistoriasquepodríacontarle.YocreoquesivolvieraanacerotroShakespeareseríaentreaquellagente.EnaquellascasonasenormesdelosDowns.

—MitíapasasuvidaenEastLamberá,entrelospobresdegenerados.Yosólolamencionéporquesededicasiempreaperseguiralosqueellallamaintelectuales,quees elmismo comportamiento que creo observar en la señoritaVinrace.Quizás seamodaahora.Aquientienetalentoselemiraconpocasimpatía.Yosoyelprimeroenconcedergrandesméritosa losseñoresdelcampo,peromipadre,queespastorenNorfolk,dicequenohayungranseñorenelcampoqueno…

—Bueno,peroaGibbon…—interrumpióHewet.Latensiónnerviosaqueveníacreciendopareciódecrecerconla interrupciónde

Hewet.—…probablementetútambiénloencontrarásmonótono—abrióellibroybuscó

unpasajeapropósitoparaserleídoenvozalta.Lo quemás aburría aRidley era oír leer en voz alta.Además tenía ideasmuy

especialessobrelasmodasysesentíapredispuestocontralaseñoraFlushingacausade la pluma anaranjada que lucía y que no le favorecía en absoluto, encontrabaademásquehablabademasiadoalto,quecruzabalaspiernasyfinalmentecuandolavióaceptaruncigarrillodeHewetdiounsaltoymascullandounaexcusaininteligiblesealejódelgrupo.LaseñoraFlushingparecióencontrarsemásasusanchas.Fumabaconmássolturayestiró laspiernasmáscómodamente.SiguióhablandoconHelensobre la reputación y carácter de la señora Raymond Parry. Valiéndose de sutilesestratagemas,hizoqueHelendefinieraalaseñoraParryyelresultadofueunaseñorade edad, fea y pintarrajeada, un poco insolente e impertinente. Sus reuniones eransiempre divertidas por la diversidad de personas que en ellas se reunían. Helencompadecía al señor Parry, pues se decía que estaba encerrado con estuches degemas,mientrassuesposaatendíalaexcéntricaconcurrenciadesusinvitados.

—Noesqueyocreatodoloquedeellasedice…—¡Siga,siga—riólaseñoraFlushing—,laseñoritaParryesprimamía!

Cuando la señora Flushing se levantó para irse, notábase perfectamente queestabaencantadaconsusnuevasamistades. Inclusoempezóa fraguar tresocuatroplanespara reunirseconellasen losucesivo, realizaralgunaexcursión,mostrarleaHelensuscompras…Eincluyóatodosenunavagaperoespléndidainvitación.

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AlregresarHelenaljardín,recordólasadvertenciasdeRidleysobresusobrina.RachelestabasentadaentreHirstyHewet.Esteúltimoleíaenvozaltaylamucha-cha, por su depresión, recordaba una flor aromática besada por la suave y frescacorriente.Gozabadelencantodelmomento,perosinqueéstedejarahuellaensues-píritu.Lavozdellectorerasumamenteagradableyalterminarelpárrafonoseoyócomentarioalguno.

—¡Adoro la aristocracia! —exclamó Hirst—. ¡Son tan francos! Ninguno denosotrossehubieracomportadoconlallanezadelaseñoraFlushing.

—Loquemeatraemásdeellaeslaarmoníadesucuerpo,noladesuropa.Lapobresevistedeunamaneraabsurda—aclaróHelen.

—Sí, su cuerpo es sumamente armónico; por el contrario, fíjense en mí —continuóHirst—.Nohepesadonuncamásde50kilos,yesunpocoridículoparamiestatura. Probablemente ahora ni siquiera los peso, desde que vine aquí headelgazado.Seráelreuma—yaldecirestoseretorcióunamuñecaparaquepudieranoírelruidodelasarticulaciones.

Helennopudopormenosquereír.—Noescosaderisa,seloaseguro—protestóél—.Mimadrepadecelamisma

enfermedad crónica y yo estoy esperando que me digan que padezco del corazóncomoella.

—PeroHirst—rióHewet—,cualquieraque teoigacreeráqueeresunviejodeochentaaños.Sitantovamosaanalizar,yotuveunatíaquemuriódeuncáncery,sinembargo,nomeapuro.—Selevantóproponiendo—:¿Hayalguienquetengaganasdepasear?Pordetrásdelacasahedescubiertouncaminomagníficoqueconducealacimadelamontaña,debehaberunavistapreciosasobreelacantilado.Porciertoqueel otro día vi algo que me dejó absorto. Una veintena de peces gelatinosossemitransparentesconextrañascolassonrosadasqueflotabansobrelasolas.

—¿Estásseguroquenoeransirenas?—preguntóHirst,irónico—:Francamente,Hewet,creoqueparasubirlacuestahacedemasiadocalortodavía—dijo,mirandoaHelen,quenoparecíamuypredispuestaacaminar.

—Sí,hacedemasiadocalor—aceptóésta.Hubounpequeñosilencio.—Puesamímegustaríair—dijoRachel.EllayHewetsealejaronjuntosmientrasHirstveíaconsatisfacciónqueHelenno

parecía dispuesta a acompañarles. A pesar de ello la indecisión que le asaltabasiempre sobre el temaqueelegiríaparahablar, le tuvoen silencioduranteun rato.MirabafijamenteunacerillaquehabíaenelsueloylaexpresióndeHelendecíacla-ramentequesupensamientoestabalejosdeallí.FinalmenteHirstexclamó:

—¡Porra, porra y reporra! En Cambridge hay gente con la que uno puedehablar…

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—… con la que uno puede hablar —murmuró inconscientemente Helen, yseguidamentepareciósalirdesuabstracciónypreguntó—:¿HadecididoyaloquevaahacercuandovuelvaaInglaterra?¿Cambridgeolaabogacía?

Hirst observó que a pesar de la pregunta estaba distraída. Helen tenía elpensamientofijoenRachelyhacíaconjeturassobrecuáldelosdosmuchachos'teníamásposibilidadesdeenamorarla.MiróaHirstysedijo:«Esfeo. ¡Quélástimaquesea tanfeo!»Pasabarevistaa todos loshombres inteligentesqueconocíaya todoslos encontraba feos. ¿Acaso el estudio que enaltecía sus espíritus maltrataba suscuerpos? Preveía para el futuro una raza compuesta de hombres como Hirst y demujeres como Rachel. «¡Oh no! —pensó—. Nunca se casaría con Hirst.» Suspensamientossiguieronteorizando.ElfuturodelarazahumanaestabaenmanosdeparejascomoSusanyArráur,perosiasíera,veíaa todos los ingleses labrandoloscamposy¡esono!Bienestabatalcosapararusosochinos,peroparahijosdelaGranBretaña…Luchandocontalespensamientos,quenoacababandeconvencerla.Hirstvolvióainterrumpirla:

—MegustaríaqueconocieseustedaBennet.Esunodeloshombresmásgrandesqueexisten.

—¿Bennet?—preguntóHelen.Élasintió,yamásdispuesto,alver laposibilidaddeencauzarun tema.Explicó

queeltalBenneteraunindividuoquevivíaenunmolinoviejoydestartaladoamásde seis millas de Cambridge. Según Hirst, la vida que llevaba ese hombre eraperfecta,solitariaysencilla,sóloleimportabalaverdadysobreellaestabasiempredispuesto a hablar, aunque con mucha modestia. Era una de las inteligencias másgrandesqueconocía.

—Sinembargo,eldecirsiemprelaverdadmehaprocuradomuchasantipatíasyenemistades.Porejemplo,estatarde,cuandoHewethacortadolaconversación,muyoportunamente,porcierto,¿habíadichoyoalgunainconveniencia?SiBennethubieseestado aquí habría dicho exactamente lo mismo que yo… o se habría marchado.Claroquenoeséseuncaráctercomoparafrecuentarlasociedad…ademásconducea la misantropía. ¿Le parezco yo amargado? —Como Helen siguiese guardandosilencio,continuó—:Pueslosoy.¡Vayaquelosoy!Yatrozmenteamargado,peronoes eso lo peor, envidio a los demás. Envidio que otros sepan cumplir en sociedadmejorqueyo,yesohastaunpuntoqueresultaabsurdo,loreconozco.Porejemplo,envidio el equilibrio de un camarero al sostener una pila de platos o una bandejacargada, envidio a Arráur porque Su—san le ama. ¡Si supiera usted cómo meagradaría serles simpático a los demás! Pero no es así. Quizás sea debido a miaspecto. No es cierto lo que dicen de que tengo sangre judía en las venas,precisamentetodosmisantepasadossondeNorfolk,losHirstdeHirstbouneHall,ymi genealogía se remonta a más de tres siglos.Mi ideal sería parecerme a usted,

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serlesatodossimpáticoenseguida.—Estáustedmuyequivocado—rióHelen.—Estoycompletamentesegurodeloquedigo—contestóHirstconconvicción—.

En primer lugar es usted hermosa, la mujer más hermosa que jamás he visto, yademástieneuncaráctertanespontáneoquedespiertaenseguidalasimpatía.

SiHirst,enlugardetenerlavistaobstinadamentefijaenunatazadetélahubiesefijadoenHelen,lahubieravistoruborizarsedeplacerygratitudhaciaelmuchacho,queapesardetodoleseguíapareciendofeo.Sentíalástimahaciaélalverlosufriryle interesaban las cosasque le explicaba, en las que adivinabauna amargaverdad.Sintió la ineludible necesidad de hacer algo, pues le resultaba violento estarcontemplandofijamentealmuchachocomounjuez.Sedirigióhacialacasayregresóalmomentoconelbastidor.Hirstnolevantólavistadelatazavacía.

—Referente a la señorita Vinrace —se interrumpió, y volviéndose a Helensuplicóconvehemencia—:PermítamequeseamosJohnyHelen,RachelyTerence.—Yprosiguió,volviendoa fijar lavista en la taza—:¿CómoesRachel?¿Razona,tienesentimientosoessencillamenteunaespeciedefiguritadeadorno?

—¡Ohno!—contestóHelenconvehemencia.Por las observaciones de Hirst durante la merienda, dudaba de que fuese la

personamásindicadaparalaeducacióndeRachel.Había llegadoa interesarsepro-fundamenteporsusobrinay laquería,aunquealgunasdesuscosas ladisgustasen.Otras, sinembargo, ladivertíanenormemente.Sabíaqueespiritualmenteestabasinformar,deseosadeadquirirexperiencia,teníaatractivosymuchosentimiento.

—Parece indecisa, pero es muy individualista —dijo como concretando enaquellafrasetodaslascualidadesydefectosdeRachel.

Locomplicadodelbordadoylaeleccióndeloscoloresrequeríantodalaatenciónde Helen y motivó algunas pausas en el diálogo cuando se enfrascaba en loscontrastes del colorido. Con la cabeza echada hacia atrás y los ojos entornadosobservabaelefectodesuobraycontestabaaHirstconmonosílabos.

—PropondréaRachelquesalgaapasearconmigo—dijo,algo resentidopor lafaltadeatencióndeHelen.

Hubounalargapausa.—¿Esustedfeliz?—Sí,completamente—dijoHelencontinuandosulabor.—Consuesposo,supongo.—Sí.—¿Tienehijos?—Sí,y siquiereque lediga laverdad,no séporqué soy tan feliz—prosiguió

ella,continuandosutareasininterrupción.Deprontosoltóunacarcajadaymirófijamentealmuchacho.

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—Entre nosotros hay un abismo —dijo John con voz profunda—. Usted esmuchomenos complicadaqueyo.Lasmujeres son siempre así ynohay formadesaberporqué.

—¡Peroqué tétricoesusted!—exclamóHelen,deteniéndosecon laagujaen lamano.

Su rostro destacaba sobre el tronco de una magnolia. Tenía uno de los piesapoyadoenelbarrotedeunasillitayensusmanoslashebrasdeseda.Parecíaestartejiendo el destino. Era una mujer que sabía adaptarse a cualquier momento ysituación.Johnlamirabafijamente.

—Meparecequeustednoacostumbraahacermuchoscumplidos.—YaestropeéconellosbastanteaRidley—dijoHelen,meditativamente.—¿Lesoyagradableausted?—preguntóHirstabocadejarro.Helenlomiróuninstante.—Sí.—¡GraciasaDios!—ycontinuó,emocionado—:Prefieroserleagradableausted

antesqueaningunaotrapersonadelatierra.—¿Yquéme dice usted de los cinco filósofos?—rióHelen, echándolo todo a

bromaybordandorápidamente—.Desearíaquemelosdescribiese.Hirstnoteníaelmenordeseodehablardeellos,peroaltraerlosasuimaginación,

seencontróconsoladoyfortalecido.Se encontraba en aquellos momentos al otro lado del mundo en habitaciones

llenas de humo o en patios de grisáceas losas. Se le aparecían como figurasdestacadasquehablabanconsolturayconquienessesentíacompenetrado.Lossabíaincomparablementemássutilesensusemocionesquelagentequelerodeaba.Ellosledaban loqueningunamujer,nisiquieraHelenpodíadarle.Confortadoconestospensamientos,siguióexplicandosucasoaHelen.¿DeberíaquedarseenCambridgeodedicarse a la abogacía? Tan pronto pensaba en una cosa como en otra. Helen leescuchabaahoraatentamente.Condecisiónysinpreámbulos,ledijo:

—DejeCambridgeydedíquesealforo.Hirstinsistíaenqueledieralasrazonesquelaimpulsabanaaconsejarleasí.—EnLondresdisfrutaráustedmás.Noparecíaéstaunarazóndepeso,aunqueellalaconceptuasesuficiente.Lemiró

concuriosidad, su rostro anguloso sedestacaba sobre el verdorde los arbustos.Sehabíaquitadoel sombreroy tenía lacabelleraencrespada.Sostenía los lentesen lamano y una señal encarnada aparecía a cada lado de su nariz. Estaba preocupado.Mientrashablaba,Helenestudiabalacolocacióndelasramasqueseofrecíancomofondo, la sombra de las hojas y la suavidad de las flores. Sin darse cuenta, todoaquellohabíallenadosuconversación.Dejóaunladolacosturaydiounospasosporeljardín.Hirstlaimitóinquietoypreocupado.Ningunodelosdosrompióelsilencio.

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Elsol iniciabasudecliveyuncambioseoperabaen lasmontañas,comosi fueranenvolviéndose en una neblina azulada. Sonrosadas nubes, largas y afiladas, connacarados reflejos, se esparcíanpor el cielo.Los tejadosde las casasparecíanmásbajosqueotrasvecesy.porcontrasteloscipresessedibujabanmásal.tosyafilados.

Llegaron claramente hasta ellos las campanadas del Angelus. Hirst se detuvosúbitamente.

—Bien,suyaserálaresponsabilidad.Voyadedicarmealaabogacía.Sus palabras eran solemnes, casi emocionadas. Helen, después de una corta

vacilación, volvióse hacia él y le estrechó con calor la mano que él le tendía, alpropiotiempoqueledijo,tambiénemocionadaasupesar:

—Estoyseguradequelaelecciónesacertadaydequellegaráustedlejos,muylejos.

Entonces,comoparahacerlecomprenderlaescena,extendiósumanoseñalandoalpanoramaqueentornoaellosseofrecía,recorriéndoloconelladesdeelmaralostejados de las casas, de las alturas de los montes hasta la «villa», el jardín, elmagnolioylasmismasfigurasdeHirstydeelladepie,unojuntoaotro.

XVI

HacíaratoqueHewetyRachelcontemplabandesdeelbordedelosacantiladosyenlaprofundidaddelasaguaslospecesgelatinosos.Volviendolavistatierraaden-tro,contemplabanunavastaextensióndetierramuydistintadelaquehabíanpodidover siempre en Inglaterra.Allí, anteun lejanohorizontede suavesmontes, tímidospueblecitosycuestasquecasinomerecíanelnombredetalesyunmargrisáceoconalgunadébilcolumnitadehumo.Aquí,elpaisajeeradeunagrandiosidadarrolladora,tierrasdeunverdorexuberanteoresecasporunsolimplacable.Picachospordoquierque se esparcían hasta lo infinito como un encrespado oleaje de tierras. Tierra sincrepúsculos,divididasencillamenteendíaynoche.Crisolderazasdesdeelblancoalnegro de ébano. Volvieron a posar sus miradas en el mar. Éste aparecía con unatransparencia y calma tales que parecía incapaz de enfurecerse.Como para dar un

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mentís a los que así opinan, el mar fue cobrando un extraño tono plomizo ysúbitamente, sin que nada permitiera suponerlo, olas enormes vinieron a rompercontralasrocas,deshaciéndoseencascadasdeespuma.Aquéleraelmismomarenque desembocaba el Támesis, y el Támesis era el río que cruzaba la ciudad deLondres.ÉstoseransindudalospensamientosdeHewet,puesexclamótrasunlargosilencio:

—¡DesearíaestaryaenInglaterra!Rachelsetendiósobreelcésped,separandolasbriznasaltasdelashierbaspara

podercontemplarmejorelmar.Lasaguas,alpiedelasrocas,erantantransparentesquepodíanobservarseperfectamentelaspiedrasrojizasdelfondo.Pensóqueasíeradesde la creación delmundoy así seguiría por los siglos de los siglos; ningún serhumano turbaba la tranquilidad de las aguas en aquel remanso.Obedeciendo a uninexplicableimpulso,agarróelpedruscomásgrandequeencontróasualcanceyloprecipitó en las tranquilas aguas. El agua se pobló de ilimitados círculos que seensanchabanhasta lo infinito.Ambos loscontemplaban,ycuandoel aguavolvióaquedarenreposo,Rachelmurmuró:

—¡Esmaravilloso!—luego,sinseparar lavistade lasaguas, siguió—:¿Qué lefaltadeInglaterra?

—Misamigosycuantoallínosrodea—dijo,contemplandoaRachel,sinquelamuchachaseapercibiese.

Rachelseguíaabstraídaporlaprofundidaddelasaguasylascascadasdeespuma,queformandoriachuelosentrelasrocasvolvíanalmar.

Hewet observó que el traje de hilo de Rachel, de un azul fuerte, moldeabasuavementesucuerpo.Erauncuerpojoven,enplenaformación.Sehabíaquitadolapamelayapoyabalacabezaenunamano.Laemociónqueleproducíalavisióndelasaguaslemanteníaloslabiosentreabiertos.Todosurostroteníaunadulceexpresióninfantilcomosiesperasequealgunodeaquellospecesfueseasubirporlasrocasparaverla. Su mano, tendida sobre el césped, revelaba nerviosidad, tenía los dedosafilados.Eramanodeartista.Conunaextrañaangustia,Hewetsediocuentadequelamuchachaleatraíapoderosamente.Rachellevantólacabezaysusojossefijaronenél.

—¿Escribeustednovelas?Hewet sentía un incontenible deseo de estrecharla entre sus brazos, pero se

contentóensaberloquedecía.—¡Ahsí!…bueno,piensoescribirlas—rectificó.—¿Yporquéescribeustednovelas?Deberíaescribirmúsica.Algo inmaterial había cambiado en el rostro de Rachel. Al trabajar su cerebro

disminuíasuatractivoinnato.—Lamúsica puede expresar todos sus sentimientosmejor que la literatura. En

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ésta haymucho…—calló como si no encontrara la palabra deseada—.Esta tarde,leyendoaGibbon,sentíunaburrimientoinsoportable.—Soltóunacarcajadalimpia,cristalina,queHewetcoreó.

—¡Jamásleprestaréningúnlibro!—¿Por qué será que con usted me río del señor Hirst y no puedo hacer lo

contrario?Duranteeltémehaabrumado,noconsufealdad,queesmucha,sinoconsu inteligencia—y para mejor comprensión, movió el brazo en un ancho círculocomosiquisieseexpresarlasdimensionesdelcerebrodeHirst,

LeencantabalafacilidadconquepodíahablarconHewet.Entreellosnohabíanesasincomprensionesquerompenlaunidaddemuchasamistades.

—Yalohenotado—dijoHewet,divertido,alveralamuchachahablarcontantanaturalidad.Recobrósuaplomoysintióungranalivio—.Elrespetoquelasmujeres,inclusolasmujerescultas,sientenhaciaelhombre—continuó—,creoqueobedeceaunaespeciededominioquenosotrosposeemossobreellassemejantealquedecimosposeersobre loscaballos.Se imaginanquesomos tresvecesmás importantesde loquesomosrealmente.Porestemotivosientomuchoqueconvotoosinéllasmujeresconsigannada.

—Elvoto…elvoto…—murmurólamuchacha.A sumente acudió el recuerdo de una papeleta que se echaba en una urna. Se

miraronsonrientesanteloabsurdodelacuestión.—No,expuestoasí,nocreoqueelvotorepresentaraningunasolución,perosihe

deserlefranca,sólomeinteresamimúsica.¿Sonloshombresverdaderamenteasí?—y sin esperar respuesta volvió sobre el tema que le interesaba—. Usted no meinspiratemor—ylomirótranquilamente.

—¡Oh!Esqueyosoydistinto—respondióHewetconcómicapetulancia—,yotengodeseiscientasasetecientaslibrasalañoparamísoloyademásaunnovelistanoseletomanuncaenserio…aDiosgracias.Siaunoletomanmuyenserio,vieneobligadoarepartirsutiempoencitas,oficinas,títulos,cartasamontones,medallas,nombramientos honoríficos… No lo envidio; sólo al pensar en ello me sientoabrumado.Piensequetodoesoqueledigohadadolugaralcomplicadoconceptoquede la vida tiene el sexo masculino, jueces, criados, armada, marina, Parlamento,Alcaldías.¡Quélío,Señor,quélío!FíjeseenHirst,nopasadíasinquediscutasobrela conveniencia de quedarse enCambridge o dedicarse al foro. «Esmi carrera,misagradacarrera.»Estomelohadichoyacientosdeveces,ytengoporseguroquesumadreyhermanalohabránescuchadomilesdeveces.Encuentramuynaturalquelahermanasevayaadarlacomidaalosconejitosparaqueéldisfrutedelasaladees-tudiossininterrupcionesmolestas.Estasatencionesyelconstante:«¡Cuidado,Johnestá estudiando!»han sido la causadeque creaque todo lo suyo tieneuna impor-tanciaexcepcional.

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—Pero…¿ysuhermana?—Aellanadielatornaenserio,pobrecita…Ellaadardecomeralosconejitos.—Yohedadodecomeralosconejitosduranteveinticuatroaños;ahorameparece

imposible.Habíaquedadoabstraídaporsuspensamientos,yHewetcomprendióquehablaría

de ella, de su vida. Esto le complacía, pues podría comprenderla mejor. Para de-cidirla,preguntó:

—¿Quéhacíaduranteeldía?ARachel le parecía que hasta entonces todo se había dividido en cuatro partes

intercaladas entre las comidas y todos los acontecimientos se habían doblegado aaquelloscuatrointervalosinadmisibles.

—Desayunaralasnueve,comeralauna,tomareltéalascincoylacenaalasocho…

—Bien—volvióapreguntarHewet—;peroporlasmañanas,¿quéhacía?—Tocarelpiano…—¿Ydespuésdecomer?—Saliracomprarconalgunademistíasobienhaceralgunavisita…,siempre

habíaalgosin importanciaquehacer.Mis tíasrealizabanmuchasvisitasapersonasenfermas y que deseaban ingresar en los hospitales. También paseaba sola por elparque.Algunasvecesveníanvisitasalahoradelté.Enveranolotomábamoseneljardínyjugábamosalcriquet.Eninviernoyoleíaenvozaltayellashacíanlabores.Despuésdecenartocabaclpianomientrasellasescribíanalgunacarta.Cuandopapáestaba en casa siempre invitaba a cenar a sus amigos y una vez almes íbamos alteatro.Contadísimassonlasvecesquehecomidofueradecasaypoquísimaslasquehe podido asistir a algún baile en Londres. Nuestro círculo de amistades eslimitadísimo.Loformanviejosamigosyalgúnpariente.Unpastor,elseñorPepper,losHunts…Apapá legustabaencontrar tranquilidadencasa.CuandoveníaaHulleraparatrabajarmuchísimo.

Ademásmis tíasnoestánparamuchos trotes,yunacasa, si se laquiere llevarbien, proporciona mucho trabajo. Nuestro servicio ha sido siempre deficiente. TíaLucysepasamuchashorasenlacocinaytíaClarainviertecasi todalamañanaenarreglarlasala,ordenarlaropablancaylimpiarlaplata.Tenemostambiénperros,alosquehayqueasearyatender, sacarlosapasear,bañarlos,etc.Además, tíaClaraposeeunviejoloroqueletrajerondelaIndia.Todasnuestrascosasvienendealgúnlugarexótico.Lacasaestáatestadademueblesviejos,noprecisamenteantiguos.Sonvictorianos, de la época demis abuelos. Pero aunque en realidad estorban, no hayformadequesedesprendandeellos—continuóconunsuspiro—;peroapesardetodo,esunacasabastanteagradableysuúnicodefecto, lavejez…¡encierra tantosrecuerdos!

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Porsuimaginaciónvolvíaadesfilarelconocidoaspectodelasalitaconlassillastapizadas de damasco verde alineadas a lo largo de las paredes. Las macizascristalerasdelabiblioteca,loscortinajesverdesyloscestosdecosturaenseñandosusinterioridades de lana. Fotografías de maestros italianos en las paredes. Vistas deVeneciayde los lagossuizos, recuerdosdeunviaje realizadoporsus tíashacíayamuchosaños.UnparderetratosdelosabuelosyunacopiadeungrabadodeJohnStuart Mill. Era una habitación sin personalidad definida, ni bonita ni fea, comotampococonseguíaserniconfortable.ParaRachelaquellahabitaciónteníaunasolavirtud.Erafamiliar.

—Peroaustedpocopuedeinteresarletodoesto—dijoalterminarsulargacharla.—Seequivoca,jamásescuchéanadiecontantointerés.Rachelcayóentoncesenlacuentadequemientrasellapaseabaimaginariamente

porRichmond,losojosdeHewetnohabíandejadodeobservarla.Estolahalagó.—¡Por favor, siga usted hablando!—suplicó él—. Imaginemos que es un día

cualquieradurantelacomida.Ustedsesientaahí,aquísutíaLucyyallítíaClara—ycolocótrespiedrecitassobreelcésped.

Rachelcontinuóloquehabíaempezado.—TíaClaracortalacarne.Juntoalamesahayuncacharrodeporcelanaalque

llaman «criadomudo» y que contiene además de una esparraguera, tres bandejas,unapara las galletas, otra para lamantequilla y la tercera para el queso.Blanca, lamuchachaque siempre tropieza,va sirviendo.Comemosdeprisaporque se tratadeunodelosdíasenquetíaLucyvaaWalworrá.Semarchaconsubolsomoradoyelinseparablecuadernonegrodeapuntes.TíaClaratieneenlasalaunareunióndeJun-tayyo sacoapasear a losperros.Allí están ahora enplenaprimavera.Sigaustedimaginando que cruzo la calle, todavía húmeda, y ya en pleno campo paseo a losperrosycanto,comosuelohacercuandoestoysola.Llegamosaunlugardespejado,ysieldíaesclaropuedocontemplarLondresamispies.Generalmenteunaneblinacubrepartedelaciudad,ycuandosobreelparquecaeunveloligeramenteazulado,entonceslacirculaciónenLondresescompletamenteimposible.Esellugardondeseelevan los globos deHurlingham. Son de un amarillo pálido y si en la caseta delguardahayfuegoencendidounaromadeliciosollenaaquelespacio.Podríaexplicarleaquelloslugarespalmoapalmo.Desdepequeñahasidomilugarfavoritodejuegoydepaseo.Enotoñoesaúnmásbonito,aloscureceratraviesolacallecruzándomecongentes a las que casi nodistingo, eso es lo quemásme atrae.Elmisterio quenosenvuelveatodosenunatardecerotoñal.

—Bien;perotendráqueregresarparatomarelté,supongo—interrumpióHewet.—¿Cómo? ¡Ah, sí!El té.Las cinco en punto.Vuelvo a casa, cuento lo que he

hechoymistíastambién.Vienealgunavisita,supongamosqueeslaseñoraHunt.Eséstaunaseñoracojaquetieneochohijos.Lepreguntamosporcadaunodeellos,pues

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estándiseminadosportodalatierra.Unodeellosmuriónohacemuchoenbrazosdeun oso. —Miró a Hewet para ver si verdaderamente se divertía o era sólo merocumplido.Leparecióquellevabamuchotiempohablando.

—No puede usted imaginarse lo que me interesan sus divagaciones. —Efectivamentedebía ser así,porque se lehabíaapagadoel cigarro sinque sedieracuenta.

—Pero¿cómopuedeserque le interese loque lecuento?¿Quéalicientepuedetenerparausted?

—Quizásporqueeneseambienteestáusted.Aloíraquello,Rachel,quehabíaestadohablandoconinfantilingenuidad,perdió

algo de su espontaneidad y soltura. Se dio cuenta de que había sido observadaatentamente, como cuando hablaba con Hirst. Quiso buscar nuevo argumento deconversaciónynoloencontró.FelizmenteHewettomólapalabra:

—Cuandopasoalolargodelaacera,juntoaunahileradecasas,piensosiempreenloqueestaránhaciendoallídentrolasmujeres.EstamosacomienzosdelsigloXXyhastahacepocosañosningunamujer seatrevíaa salir solayasíha sidodurantemiles de años.Una vida silenciosa, retraída, sin representación social.Haymuchoescrito sobre las mujeres, burlándose o adorándolas… pero rara vez estos escritosemanan de ellas. Creo que los hombres no las conocemos en lo más mínimo.Ignoramos cómo viven, qué sienten y cuáles son sus ocupaciones. La únicaconfidenciaquedeellasconseguimosloshombressonamores.Perodelasvidasín-timasdelassolteras,delamujerquetrabajaoeducaycuidaalainfancia,comoporejemplo sus tías, la señora Thornbury… la señorita Allan, de ésas no conocemosabsolutamente nada.Guardan sus sentimientos íntimos cuando tratan con nosotros.Piense en un tren compuesto de quince vagones con varios compartimientos re-servadosespecialmentepara los fumadores. ¿No leexalta austedesaprioridaddelhombre?¿Noseríenustedesdenuestrasupuestasuperioridadypetulancia?¡Todoesunafarsa!…¿Quéopinausted?

Suinsistenciaporsaberconcretamentecuálerasupensamientolaazaraba.Hizouna larga pausa antes de contestar y repasómentalmente sus 24 años. Intentó des-cribirmáscuidadosamenteasustías.Éstastenían.ciertorespetohaciasupadre,queejercíaenlacasaunaindudableautoridad.Perolaverdaderarealidaddelavidaenlacasa era muy distinta de lo que parecía a simple vista. Ésta se realizabaindependientementede lavoluntadypresenciadel señorVinrace.Esmás, se reali-zabaaespaldassuyas.Éllastratabasiempreenbromaperoconciertodesdén.ParaRacheltodoloquehacíasupadreeraperfecto.Partíadelaideaquelavidadelserqueridoesdemuchamásimportanciaqueladelosdemásyporlotantocarecíaporcompletodesentidocompararlaconlasuya.PerolaspalabrasdeHewetconmovíaneledificiodesuspensamientos.Ellasehabíasometidosiemprealavoluntaddesu

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padre,quizásporinfluenciadelcomportamientodesustías,ytalinfluenciaeslaqueregíasuvida.Sustíaseranmásostentosas,perotambiénmásnaturalesquesupadre.Todasufuriaseestrellabacontraellas,eransumundocompuestodecuatrocomidas,lapuntualidad,lascriadasfregandoporlasmañanas,elestudioatento.Sintiódeseosderompertodoaquelloenañicos.Levantódenuevolosojoshaciaél.

—Haymuchaverdadenloqueusteddice.Peroenesavida,aunqueequivocada,haymuchabelleza.Todo se realizahumildemente sinvistosidades, y sienten, sien-ten… Las solteronas son muy sensibles y están siempre en actividad. No podríaexpresarseconcretamentecuálessuocupación.Yomismanopodríadecírselo;peroséqueesasíyencasamedabaperfectacuenta.Allítodoesrealysincero.

Fue recordando las idas de sus tías a Walworth para ver a los enfermos, lasobligaciones que llevaban aparejadas su pertenencia a diversas asociaciones, susinfinitos actos de caridad y sacrificios que no escatimaban nunca, pues para ellasconstituíanundeber.Loveíatodo,susaficiones,susamistades,suscostumbres.Erancomo distintos granitos de arena que caían, llegando a formar una masa sólida ytangible.

—¿Es usted feliz? —preguntó Hewet inopinadamente. —Es algo difícil deexplicar. Soy feliz y desgraciada al propio tiempo. No tiene usted idea de lo querepresentaserunamujerjoven.Hayterroresyagonías—dijoRachelsinapartarlosojos de su rostro como buscando unamueca de burla o de risa—.Entre estos dospolossedebatenlasvidas…Esasmujeresquepaseanporlascallesesperandopodervendersusfavores…Esoshombrescasadosquebesan…¿quéhaydeverdaderoentodoello?¿Dóndeacabaelbienyempiezaelmal?

—¿Nuncaledijeronnada?Racheldenegóconlacabeza.—Puesentonces…—empezóél,perocalló.Teníaanteélunavidaqueeraunapáginaenblanco.Todo loque lamuchacha

habíacontadodelossuyosydesuvida,horaporhora,erasuperficial.Hewetlaob-servaba, ¿por qué aquella observación incesante? ¿Por qué no la besabasencillamente?Teníadeseosdequelabesasen.

—Unamujerseencuentrasolamásamenudoqueelhombre,anadieleimportaloqueellahace.Nadaseesperadeella.Salvosiesmuybonita,entoncesseinteresanporellaporquealegralavista.Yprecisamenteesoesloquemegusta—añadióconenergía como si recordara algo muy agradable—.Me gusta pasear por RichmondPark,cantarasolassabiendoqueanadieleimporto.Meencantaobservaralagentedelejos,comolesobservamosaquellanocheenelhotel.Megustalalibertadcomolatienenelvientoyelmar.

Con gesto rápido volvióse casi de espaldas a Hewet y contempló el mar, queempezabaateñirsedetonalidadesamarillentasyreflejarlasnubesconreflejosroji-

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zos.Aloírestasúltimaspalabras,unaintensadepresiónseapoderódeHewet.Parecíaque se habían acercadomucho y un solo gesto los separaba enormemente. Estabaclaro que él no significaba nada para la muchacha y que ésta no sentiría jamásdistintosafectosporunapersonaqueporotra.

—Quétontería—dijobruscamente—.Loqueaustedlegustaesquelagentelaadmire.SuverdaderorencorhaciaHirstprovienedequeélnolaadmira.

Hubounlargosilencio,querompióella:—Quizásestéustedenlocierto.Megustalagentesimesonagradables.Volviósey contempló fijamente aHewet.Eraguapoy respirabaoptimismo.La

cabezaerabienproporciona—da,ojosgrandesysoñadoresalaparquedominantes.Subocadenotabaternuraysentimiento.Enélrespirabatodoenergía.Seleadivinabacapazdefuertespasiones,dejándosellevarporimpulsosyactospocorazonados.Sufrente revelaba talento. El mismo interés que se advertía en los ojos a Rachel almirarle,setraslucíatambiénensuvoz.

—¿Quéclasedenovelaslegustaríaescribir?—preguntólentamente.—Quisieraescribiralgosobrelossentimientosíntimosquenoseexpresan,sobre

loquelagentesienteynodice.Perolasdificultadessoninmensas—suspiró—.Detodos modos, eso no tiene para usted importancia alguna —dijo, mirándolaseveramente—.Anadieleimporta,loslibrosseleenparaadivinaratravésdeelloscómo es el autor.Y si se le conoce, para ver a qué amistades ha retratado en suspersonajes.Loqueellibrocontiene,loqueenélsehaqueridoexplicaryloqueconél se pretende exponer…eso no le interesa a nadie.Aveces pienso si habrá en elmundoalgúntemamásinteresantequeése,peronoloencuentro.Todoslosquehayallí—yseñalabaelhotel—deseanalgoquenopuedenalcanzar.

Ahora era Rachel la que se encontraba deprimida, al volver a girar laconversaciónsobreliteraturasentíasecíenuevocompletamenteimpersonal.Eldeseoquenotóenéldeprofundizarensualmaseesfumaba,yalverlodesaparecersintióunadolorosaopresión.

—¿Esustedbuenescritor?—Eso creo, aunque no todavía de primera línea. Tan bueno como Thackeray,

pongoporejemplo.RachelsemaravillódeverponeraThackerayensegundotérmino.Ensuopinión,

éste era el mejor escritor contemporáneo e ignoraba que hubiera otro que pudierasobrepasarlo,nisiquieraigualarlo.Elaplomoylaconfianzaconqueélhabíahabladolaconfundíanynotabaquesealejabacadavezmás.

—Miotranovela—continuó—esladeunhombrejovenobsesionadoporlaideadeconvertirseenmagnate.SelascomponedeformaquepuedevivirenCambridgecon 100 libras al año. Posee un abrigo que en sus tiempos fue bueno. De lospantalonesnopuededecirlomismo.VaaLondres,seintroduceenlabuenasociedad.

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Tiene que mentir, pues la idea temática de la obra es exponer la degradaciónprogresivadelalmaalhacersepasarporhijodeungranterratenientedeDevonshire.El abrigovahaciéndose cadavezmásviejoy los pantalones están impresentables.Imagíneseustedaldesgraciadocolocandocuidadosamenteporlasnocheslasprendasalpiedelacamaypensandoquiénvivirámás,siellasoél.Leacosanpensamientosde suicidio.Tieneunamigoqueatiendea susnecesidadesvendiendopajaritosquecoge con cepo en Ilxbridge. Ambos tienen afanes literarios. Conozco a dospobretonescomoestosquelecitoquerecitanaAristótelesycenanunarenqueyunmendrugodepan.Quierosacararelucirelfondodelasociedad,susinmoralidades,mostraramihéroeendistintoscentrosycircunstancias.LadyTheoBunghamBun-gley,cuyocaballodesbocadodetienemihéroe,eslahijadeunviejonobleyPardelReino.Voyadescribirunadelasreunionesaqueasistíunavez.Alosintelectualesmodernos les gusta que se vean sobre sus mesas las últimas y más discutidasnovedadeseditoriales.Danreunionesenlasqueelprincipalelementodediversióneseljuego.Enliteraturaladificultadnoconsisteenconcebirincidentessinoendarlesforma.TerminomiobradeunaformadesastrosaparaLadyTheo.Desheredadaporsu padre, se casa con mi héroe, y viven en una casita pequeña en las afueras deCroydon,dondeaélseleconsideracomocorredordefincas.Nuncaconsigueserad-mitidocomounverdaderoseñor.Estoes lomás interesantedel libro.¿Lepareceausted que un libro así lograría interesarla?Quizás le gustaríamás este otro—pro-siguiósinesperarsurespuesta—.Yosostengolatesisdequeenelpasadohayciertasbellezas que los historiadores y novelistas corrientes arruinan con sus conven-cionalismosabsurdos.Conviertenalalunaenlareinapálidadeloscielos.Lagentevivedefantasías.Yovoyapintaralospersonajestalycualsonlaspersonas.Comousted y como yo. La ventaja de la idea reside en que, despojados de falsosconvencionalismos,unopuedepresentarlostalycualsonenlascondicionesdevidahabituales.

Rachel le escuchaba con atención y desconcierto al propio tiempo. Ambos seabismaronensusrespectivospensamientos.

—YonomeparezcoenabsolutoaHirst—dijoHewetdespuésdeunalargapausaycomosiexpresarapensamientosíntimos—.Nocreoalagenterodeadaporcírculosde cal, aunque algunas veces desearía verlos así. ¡La gente es tan confusa ycomplicada!Cuantomásseprofundizaenellamásdifícilsehaceeljuzgarla.¿Nolocree así? Difícilmente se acierta con el sentir de otras personas, nos debatimos aobscuras. ¿Hay nadamás lastimoso y equivocado que juzgar a una persona por laopinióndeun tercero?Siempre creemos conocer a los demásyvamosde error enerror.

Conformeibahablando,alineabalaspiedrecitas.HablabatantoparaRachelcomoparasímismo.Volvíaainvadirleeldeseoincontenibledetomarlaentresusbrazos,

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de acabar con las indirectas, de explicar lisa y llanamente lo que sentía. Estabadiciendolocontrariodesusentir.Todoeracontrarioaloquecreía.Todoloquedeellaleinteresabaloconocíaya,perosiguióalineandolaspiedrecitas.

—Me gusta usted, Hewet, y yo, ¿le gusto a usted? —preguntó Rachelinesperadamente.

—Sí; me gusta extraordinariamente —contestó Hewet con la prontitud ysatisfaccióndequienencuentra,depronto,laoportunidaddedecirloquetantohabíadeseado.

Dejódemoverlaspiedrecitas.—¿NopodríamosllamarnossencillamenteRachelyTerence?—propuso.—¡Terence!—repitióRachel—.¡Terence!Escomoelcantodeunpájaro.Miró hacia arriba con un impulso de viva alegría y volvió a mirarle con ojos

expresivos,alegresyparlanchines.Sediocuentadelcambioqueentretantosehabíaoperado en el firmamento. El azul vivo había ido palideciendo y poniéndosenebuloso,lasnubesrosadasseamontonaban,lapazyfrescuradelatardecersuplíaelagobiadorcalordeldía.

—Debesermuytarde.—Son las ocho, pero ¿qué valor tienen aquí las horas? —preguntó Terence

mientrasselevantabapararegresar.Conpasorápido iniciaronelcaminocuestaabajo.Unlazóde intimidadparecía

envolverlos.Ambossabían loque lasochode la tarderepresentabanenRichmond.Terenceibaadelantado,separandolasramasalpasodeRachel

—Meparecequeloqueyoquierohaceralescribirnovelasesalgoparecidoaloquehaceustedal tocarelpiano,¿noesasí?Ambos intentamosdescubrir loqueseoculta bajo las apariencias. Mire esas luces de ahí abajo —continuó—, estánrepartidassinordenniconcierto,alazar.Asísemepresentanamílasimágenes.Miafánescombinarlas,darlesvida.¿Esésetambiénsudeseo?

Llegaronauncaminomásanchoypudieronmarcharunojuntoalotro.—Ahoracomprendoloquequisousteddecir.No,lamúsicaesdiferente.Probaron de inventar teorías y hacer que éstas concordasen. Hewet carecía de

conocimientosmusicales.Rachel,conunaramita,dibujóenelpolvodelcaminolasrayasdeunpentagramayfueexplicandocómocomponíaBachsusfugas.

—Mi afición por la música quedó arruinada por el método de enseñanza delorganistadenuestraiglesia.Llegóaconvertirloenalgotanmonótonoquenoalcancéa tocarnuncaniunapequeñacanción—dijoHewetdespuésdeunaexplicacióndeRachel—.Mimadrecreíaquelamúsicanoeraapropiadaparaloshombres,preferíaverme cazar ratas y pájaros… ¡Inconvenientes de vivir en el campo! Vivimos enDevonshire,ellugarmásbonitodelmundo.Megustaríaqueconocieseaunademishermanas…¡Bueno!¡Yahemosllegado!

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Abrió lapuertadeunempujóny sedetuvieronunos instantes.Ellanodijoquepasase ni que deseaba que volvieran a verse.Atravesó la puerta y se perdió en laobscuridad.Alverlaalejarse,Hewetnotóquesumalestaranteriorvolvíaadominarleconmásfuerza.Laconversaciónsehabíainterrumpidoenelpuntomásinteresante,cuando iniciaba loqueestabarabiandopordecir.Enresumidascuentas¿quéera loque le había confesado?Al pensar en cuanto se habían dicho le pareció que todofuerondivagacionesinútiles,quesileshabíanacercadoenalgunosmomentos,enlamayoría lesmantuvieronprofundamente separados.Por eso ahora se sentía insatis-fecho, sin saber a ciencia cierta cuáles eran los sentimientos deRachel. ¿Para quéservíahablar?«Paraeso»tansólo:parahablar.

XVII

La estación estival estaba en todo su apogeo. Los barcos procedentes deInglaterra dejaban siempre algunos turistas en Santa Marina, los cuales,invariablemente,ibanalHotel.ElhogardelosAmbroseresultabaunremansodepaz,lejosde lamonotoníadelHotel,nosóloparaHirstyHewet, sino tambiénpara losElliot,Thornbury,Flushing,laseñoritaAllan,EvelynyalgunasotrasconlascualeselconocimientodelosAmbroseeratansuperficialquenisusnombresretenían.Fuerongeneralizándosedospalabras: laVillayelHotel,quedividían la estancia enSantaMarina en dos formas de vida completamente distintas.Algunas veces una simplepresentación conducía aunaverdadera amistad.Unanoche enque la lunabordabasobre el suelo el encaje de las ramas. Evelyn contó a Helen toda su historia,ganándose con este rasgo su amis— tad sincera y perdurable. En otra ocasión unsuspiro involuntario, una pausa o tal vez una palabra dicha sin intención ofensiva,fueroncausadeque lapobreseñoraElliotdejase lavillacon losojosarrasadosdelágrimas, prometiéndose no volver a frecuentar la casa donde tan fríamente se lahabía insultado y, efectivamente, así murió aquella amistad. Hewet hubieseencontradoenlavillatemasuficienteparacomponervarioscapítulosdesuobra«Loque se calla», y quienes más callaban eran Helen y Rachel. Helen advirtió en su

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sobrina cierta reserva, aunque no intencionada, y no quiso profundizar el secreto.Estoenfrióalgolaciegaconfianzaqueantessedemostraban.Enlugardeconfiarsesusimpresionesysaltardeunaideaaotraenfrancayanimadacharla,limitábanseacomentarligeramentesobrelosvisitantes.

Helen,siempreserena,fríaysinacalorarsenuncaensusjuicios,ibavolviéndosecadavezmáspesimista.Nojuzgabaconseveridadalaspersonasysíaldestinocuan-dodeparabaaalguienunasuertequeHelencreíainjusta.Sosteníalateoríadequeeldestinodelosseresestabapresididoporelcaosmásprofundo,lascosassucedíansinmotivosnicausas justificados.Esta teoríaerasufavoritaenlasconversacionesconRachel.Recibía,porejemplo,unacartadesushijosque rebosabaoptimismo;puesbien,ellasosteníaqueenaquelmismoinstantesushijospodíanestaraplastadosbajolasruedasdeuncamión.¿Nosucedíaaotrostaldesgracia?Tambiénpodíasucederlea ella y su rostro tomaba una expresión de pena ante tamaña posibilidad. Estasopiniones, más o menos sinceras, eran alimentadas por las fluctuaciones del pen-samientodesusobrina.Éstapasabadeunestadopletóricodegozoaunadepresiónde honda desesperanza.Naturalmente que este último estado debía conjugarmejorconelpesimismodeHelen.QuizáserasólounamaniobradeHelenparadescubrirelestadoverdaderodelamuchacha.Eradifíciljuzgarlo,porqueunasveceséstaasentíaa lomás trágicoy fúnebrequedijese su tía,yotras,porelcontrario, senegabaenabsolutoaescucharla,acogíaconcarcajadastodossuspesimismosyridiculizabaconlasmásabsurdascomparacionestodoloqueafirmabasutía.Otrasvecesprotestaba,diciendo:

—Estasteoríassonelgraznidodeuncuervoenelcieno…;yaesbastantedurasineso.

—¿Elquéesdura?—indagabaHelen.—Lavida—yambaspermanecíansilenciosas.Helenpodíasacarlaconclusióndequelavidaeradura,perounahoramástarde

estamisma vida se convertía en algo tanmaravilloso que los ojos de Rachel pre-gonabanagritoslaalegríadevivir.DehabersidoHelenmenosescrupulosa,enlosmomentos de depresión de su sobrina, que no eran pocos, hubiera averiguadofácilmente la verdad para bien de Rachel. Quizá la muchacha, inconscientemente,reprochase también a su tía tanta delicadeza. Helen advertía, en el proceder de lamuchacha, lamarchadeunríoquecorreycorresincesarhastadespeñarseenunacascada.Su instinto leadvertíaquedebíadeteneraquellamarcha,pero¿serviríadealgo?Eldestinocontinuaríasucaminoimperturbableyelreoseguiríasumarchaporelcursoseñalado.Rachelnoparecíasospechar laobservacióndequeeraobjeto,nique en sumanera de comportarse pudiese haber algo que llamase la atención.Noadvertíaelcambiooperadoensuvida.SuúnicodeseoeraveraTerence.Noverleeraunaagoníaysuvidasecolmabadesufrimientosyansias.Nuncaindagabaquéfuerza

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eraaquellaquesehabíaapoderadodesuserylaatormentaba.Durantelasdosotressemanas transcurridas desde su paseo había recibido media docena de cartas queguardabaenuncajón.Las leíaypasaba lamañanaenteraenvueltaenfelicidad.Latierracalcinadaporelsolqueseextendíaantesuventana,noestabamáscapacitadapara analizar el color y calor que ella para analizar los sentimientos que laembargaban.Entalestado leera imposible leerni tocarelpiano.El tiempopasabasinadvertirlo.Cuandoobscurecíasentíaseatraídaporlaslucesdelhotel.Allíestaba,iluminada,lahabitacióndeTerence.Entoncessupensamientoleveíairyvenirporlahabitación, leer y hasta a veces intentaba imaginarse sus pensamientos. AtribuíasabiduríaalaseñoraElliot,bellezaaSusanyvitalidadaEvelyn,sóloporqueTerenceles hablaba. A tal punto llegaba su estado de depresión, que su entendimientosemejaba un campo obscuro rodeado de alta valla, azotado incesantemente porgranizadasyvendavales.Se sentaba enun sillóndominadapor el sufrimiento.Laspalabras tétricas deHelen se clavaban entonces comopuñales en su corazón hastaarrancarle sollozos y clamores contra la dureza de la vida. Sinmotivo alguno estatensiónibaaflojándoseylavidavolvíaatomarsuaspectonormal,perorevestidadeuncoloridonuncavistoni sospechado.Lasnocheserananchos fososobscurosqueseparabanlosdías.Rachelhubieradeseadovivirunaserieininterrumpidadedíassinfoso alguno. Sin embargo, Rachel nunca confesó ni a sí misma que estuvieseenamoradadeTerence.Niseleocurriópensaradóndepodíaconducirleaquelabusode sensaciones. La imagen del río que Helen se había formado con respecto a susobrina,teníamuchodereal,ylaalarmaquesentíaestabaplenamentejustificada.Enaquella inercia por analizar sus sentimientos, era incapaz de trazar un plan quehubiesecalmadoyaclaradosuentendimiento,seabandonabaa losacontecimientosechandodemenosaTerenceundía,viéndoleotrosyrecibiendosiempresuscartasconun saltode sorpresa.Otramujer conmás experiencia amorosahubiera trazadouna línea de conducta, pero aquél era el primer contacto de Rachel con el amor.Ninguno de los libros que leyera, desde «Cumbres borrascosas» hasta «Hombre ysuperhombre», ni los dramas de Ibsen, le sugirieron que aquello que las heroínassentíaneraprecisamenteloqueellaexperimentaba.Leparecióqueaquellasnuevassensacioneseranpersonalesydesconocidasporcompletoparalosdemás.

ConTerenceseveíanconbastantefrecuencia,ycuandonoeraasí,élleenviabaalguna nota o algún libro con un comentario, como si no pudiese apartar del todoaquelsentimientodeintimidadquetantoleatraía.Otrasvecespasabanvariosdíassinsaber nada uno de otro. Cuando volvían a encontrarse, después de una amargadesesperanza,experimentabanunaalegríadelirante.Lasdespedidaseranamargasyambosquedabanintranquilos,peroignorandocadaunoelestadodelotro.

SiRachelestabaciegaparasussentimientos,loestabaaúnmásparalosdeél.Alprincipioleveíacomoaunsemidiós.Conformeibaestrechándosesuconocimiento,

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esta aureola iba reduciéndose y notaba nacer en ella cierta confianza atrevida quecolmaba su seguridad en símisma. Se adentraba en unmundo cuya existencia nohabíasospechado.CuandopensabaenTerence,leveíasiemprejuntoaella.Eraestaimpresióntanrealquelecausabaunararasensaciónfísicaquenopodíaexplicar.

Asítranscurríaeltiempo.UnascartasveníandeInglaterrayotrasdeWilloughby.Los días transcurrían con sus pequeños y triviales incidentes. Ridley corrigió tresodas dePíndaro,Helen adelantó algo su bordado.Hirst concluyó los dos primerosactosdeunacomedia.ÉlyRachelhabían llegadoa serbuenosamigos, le leía sustrabajosyellasemaravillabatantodesudestrezaenlaprosacomodelavariedaddeadjetivosy tambiéndelhechodequefueraamigodeTerence.Ante taladmiración,Hirstempezóapensarserenamentesisuverdaderocaminonoestaríaenlaliteratura.Fueuntiempodeprofundasmeditacionesyrevelaciones.Amanecióundomingoquenadie,aexcepcióndeRachelylacriadilaespañoladiferenciarondelosdemásdías.Rachelibaalaiglesia,segúnHelen,porquenosetomabanuncalamolestiadepensarenello.DesdequeenelHotelsecelebrabaunservicioprotestante,asistíaaélporclplacer(lecruzarlaciudad,eljardínyelvestíbulodelHotel.Noerafácilquepudiesever a Terence. Como la mayoría de los huéspedes del Hotel eran ingleses, losdomingosresultabanallímenosbulliciososqueelresto,de lasemana.Losingleseseran impotentes para ensombrecer el sol, pero tenían un raro don para alargar lashoras, disminuir el diapasón de los acontecimientos, prolongar las comidas yconseguir que hasta los botones y criados adoptasen cierto aire de aburrimiento yaspectodeseriedad.Aesteaspectogeneralcontribuíanengranpartelostrajesnuevosquetodosseponíaneldomingo,parecíaoírsecrujirlaropainterioralmidonada,laspecherasdelascamisaslucíanimpecablesdenitidezyblancura.

Aquel domingo, hacia las once, varias personas esparcidas por el vestíbulo sereunieron llevando devocionarios. Faltaban pocos minutos para empezar el oficiocuandounafiguravestidadenegro,gruesaymaciza,conexpresiónpreocupadayqueevitabalossaludos,atravesóelvestíbuloydesaparecióporunodeloscorredores.

—ElseñorBax—cuchicheólaseñoraThornbury.Elpequeñogrupoempezóaponerseenmovimiento,tomandolamismadirección

queaquél.La señoraFlushingbajócorriendo lasescalerasy seunióalgrupo,pre-guntando:

—¿Dónde?—Allá vamos todos —le contestó la señora Thornbury. Y prosiguieron su

camino.Rachel estaba entre las primeras personas que descendían las escaleras y no se

apercibióqueenúltimolugar ibanHirstyTerencesindevocionario.SóloHirst lle-vaba bajo el brazo un libro de cubiertas azules. La capilla era la antigua delMonasterio,situadaenunsótanoprofundoyfrescodondedurantecientosdeañosse

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habíacelebradoelSantoSacrificiodelaMisa.Allíyalaclaridaddelaluna,rezabanyhacíanpenitencia losmonjes, rogandopor lospecadores.En lasparedes,cuadrosobscurosy santosdeafiladasmanosenactituddebendecir.La transicióndelcultocatólicoalprotestantesedebióaestardeshabitadoelconventodesdehacíamuchosaños. La capilla sirvió primero de almacén del Hotel. Algunas sugerencias de loshuéspedesfuerontenidasencuenta,yporaquelentonceslacapillaaparecíaresplan-decientedeblancuraconlargosbancosdemaderayalgunosreclinatorios tapizadosde rojo obscuro. Tenía un pequeño púlpito y un águila de bronce sobredoradosostenía sobre sus espaldas una Biblia. La piedad de distintos fieles proporcionóalgunasalfombrasdedudosogustoy largas tirasdepesadosbordadoscon inicialeslitúrgicas en oro. Al entrar los fieles sonó una música dulzona, ejecutada en elarmóniumpor laseñoritaWillett.Oculta trasunacortinademadráscolorcrema, laorganista atacaba los acordes conmucha inseguridad. El sonido se esparcía por lacapilla como una cascada de poca altura. Las veinte o veinticinco personas queasistían, hicieron al entrar una inclinación con la cabeza y ocuparon los asientosmirandoenderredor.Reinabaunprofundosilencioylaluzerapálidayesfumada.SeleyóelPadrenuestroyparecióquelaoraciónlosuníaatodos.Cornoelfuegodeunaantorcha, se elevaba la oración unida a la de tantos otros seres queridos amuchasmillas de distancia. Susan sentía esta fraternidadmás vivamente que las demás, secubría la cara con lasmanos y la emoción la invadía suavemente. Sentíase en pazconsigomismayconlosdemás.Todorespirabapazyquietud.Enaquelambiente,elseñorBaxvolvióseyleyóunsalmo.Antesuentonaciónlasensacióndepazhuyóporcompleto.Ensusalmoanatematizabaaloshombres.Susansedijoqueenapariencianoveíamotivoparatantoydejódeprestaratenciónalasfrasesdeloficiante,perolassiguió rutinariamentemientrasseguíaalabandoaDios,a lanaturalezaenterayasímisma.

Sin embargo, los hombres que asistieron a la ceremonia se resintieron de larepentina intrusión de aquel salmo, pronunciado con salvaje agresividad. Siguió elruidopeculiardevariaspáginasalservueltas.Ruidodeaulaacadémica.SeleyóuntrozodelAntiguoTestamento.Parecíanungrupodeestudiantesaplicados.VolvieronalNuevoTestamento,alatristeyhermosísimaimagendeJesús.Intentabananalizarsuvidacomparándolacon lapropia.Les resultabadifícil,unoseranexcesivamenteprácticos, otros ambiciosos, estúpidos, locos, ávidos de sensaciones, enamorados oajenos a todo sentimiento que no fuera el de su propia comodidad. Cada cualacoplabaasusentir laspalabrasdeCristo.Lamayorparteaceptabansencillamentelas ideasque laspalabras lessugerían,creyendosuspensamientos fiel reflejode labondad y belleza de alma, igual que la trabajadora encuentra bellísimo el ramplóndibujo que ejecuta, sólo porque es ella quien lo hace. Por primera vez en su vidaRachel, en lugar de encerrarse en sus pensamientos, escuchó con atención lo que

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decía el pastor. Saltaba del salmo a la oración y de ésta a la poesía. Estabadesasosegada, como si escuchase una partitura pésimamente ejecutada. Irritada yenfurecida ante el poco tacto, la falta de sensibilidad del párroco que acentuaba ypuntualizabatanerróneamente,suenojoseextendíahastaelauditorioqueaceptabaensilenciosuspalabras.Laatmósferadesolemnidadaumentósumalhumor.Estabarodeadadegente,quepretendíasentirsinhacerningúnesfuerzoparaello.Sobreelloscampeabaunaideainaprensibleparalamayoría.AquellacapillaytodaslasiglesiasdelUniverso se le antojaron duras y frías. Enormes edificios llenos de hombres ymujeresciegosdeespírituqueseacogíanalacómodaposturadealabaryaceptarconlosojosmedioentornadosyloslabiosfruncidos.Estospensamientos,leproducíanunmalestarfísicosemejantealqueleocasionabalanieblaqueseformaavecesantelosojosalintentardescifrarunescritoenmalescondicionesdeluz.Hacíaloposibleparaapartaraquellanieblayconcebiralgoelevado,perosesentíaimpotente.Acababadeimposibilitarla de lograr su deseo, la voz del pastor diciendo cosas confusas,conceptosfalsos.Resultabapesado,cansado,deprimente.Cesódeescucharyfijósuatenciónenlacaradeunamujerpróximaaella.Eraunaenfermeracuyaexpresiónatentaydevotareflejabasusatisfaccióninterna.Fijándosemásdetenidamentevinoacaer en la conclusión de que su postura era de inconsciente sumisión. Su miradasatisfecha no estaba ligada por vínculo alguno a la imagen deDios. ¿Cómo podíaaquellapobremujerdecararojizayredondeadayojosdeazulobscurocomprenderalgoqueestabatanporencimadesustrivialesdeberes?Forzosamenteloveríatodomezquinoyrutinario.¿Dóndehallaríalafeensuvirtudylasvirtudesdesureligión?Era como si su sensibilidad hubiesemuerto al empuje de algo grandioso, elevado,inconcebibleparasupequeñez.Lacaradeaquellapobremujerquedógrabadacomouna máscara horrorosa en la retina de Rachel. En ella veía revelado lo que tancrudamente expresabanHirst yHelen, al proclamar que aborrecían el cristianismo.EnelfondoRachelestabapersuadidadequelaopinióndeambos,enaquelpunto,nopasabadeserunaposturamásomenossuperficialyelegante.Conlaviolenciaquelacaracterizaba repudió todo lo que hasta entonces había creído. En el fondo de lacapillasehallabanHirstyHewetjuntoconlaseñoraFlushing.Elhumordelgrupoera muy distinto. Hewet miraba al techo y mantenía las piernas lo más estiradasposible.Comonuncahabíaintentadocomprenderlaceremonia,seateníaalabellezadellenguaje,sinqueotrapreocupaciónturbarasuespíritu.Cualquiercosaleservíademotivodedistracción.Elpeinadode laseñorasituadaanteélo los juegosde luzysombraenlosrostros.Laspalabraslesonabancomounmosconeomonótono.Intentódescifraralgodelcarácterdelosseresquehabíaasualrededor.AldescubriraRacheltodosestospensamientosseesfumaroncomoporencanto,yyasólopudopensarenella.Los salmos, las oraciones, la letanía, perdieron casi la categoría demosconeomonótono.Lamirada ibadeRachelal techo,perosuexpresióneracompletamente

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absorta.EstabatandolorosamenteabsortoconsuspensamientoscomoRachelconlossuyos.AlcomenzarelOficionotóquelaseñoraFlushingllevabaunaBibliaenlugardeldevocionariocorriente.ComosesituójuntoaHirst, laobservódesoslayo.Ésteleía atentamente su librito de tapas azules. Se inclinó para verlomejor y entoncesHirstleentregóellibritoseñalándolelosprimerosrenglonesdeunpoemagriego,yjuntoaéllatraducción.

—¿Quées?—preguntólaseñoraFlushingconcuriosidad.—Safo—replicóél—.Lomejorquesehaescrito.LaseñoraFlushingnopudoresistirlaoportunidaddeleerlo.Durantelaletaníase

tragólaOdadeAfrodita.AduraspenasconteníasudeseodepreguntarenquéépocahabíavividoSafoysilosotrospoemasmerecíanlapenadeserleídos.LlegóalfinalcoincidiendoconelCredo.

Entretanto, al dorsodeun sobre,Hirst efectuó algunas anotaciones.Al subir elpastoralpúlpito,cerróel libro intercalandoelsobreentresushojas.Colocósebienlasgafasyfijósuvistaenelorador.

Suobesidadyestaturasobresalíansobreelpúlpito.Laluzquesefiltrabaporunade las ventanas verdosas daba a su rostro el aspecto de un huevo enorme.Miró alauditorioque lecontemplabaasuvezatentamenteyentreelcualhabíahombresymujeresquefácilmentepodríanhabersidosusabuelos.Resumiósutextoconlatosaparsimonia.Laideasobrelaqueseasentabaelsermón,eraladequelosextranjerosquevisitabanaquelhermosopaísteníanundeberquecumplirparaconlosindígenas,aunquefueraolvidandoquedisfrutabandeunasvacaciones.Enrealidadelsermónsediferenciaba poco de los artículos repletos de tópicos que encabezaban cualquierperíodosemanal.Saltabadeuntemaaotroconverbosidadamable.Manteníalatesisdequetodoslossereshumanoseranigualesenelfondo,poniendocomoejemplolosjuegosdelosniñosespañolesylosdelosingleses,yhaciendoobservarquepequeñasaccionespuedentenergraninfluenciasobrelasgentesyespecialmenteenlosnativos.Continuó explicando que uno de sus amigos aseguraba que el éxito del gobiernoinglésenlaIndiasedebíaengranpartealreglamentodecortesíaestablecidoparaeltratoconlosindígenasyquelaspequeñascortesíascontribuíanacaptarselasimpatíade los nativos, cosamuynecesaria teniendo en cuenta quevivían enuna épocadeconstante inseguridad. La aviación y la radio eran problemas desconocidos por lageneraciónanteriory,sinembargo,paralaactualpresentabandilemasdedifícilso-lución.Adoptó, siaquelloeraposible,un tonomásclerical.Hablabaconestudiadainocencia. Según él, todos los cristianos se limitaban a decir: «¡Oh, sí… es unpastor!»Cuando lo que deberían decir es: «¡Es un buen amigo!»O bien: «¡Es unverdaderohermano!»

Exhortabaasusoyentesaquesellevaranbienconloshombresrepresentativosdenuestro tiempo, que simpatizaran con susmúltiples intereses, pero sin olvidar que

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habíaunaspectoquesobrepasabaatodosyeranecesariotantoalmáspoderosocomoal más humilde. Los más humildes pueden ser indispensables, y las cosas másinsignificantes, de una influencia decisiva. Aquí dirigióse especialmente a lasmujeres.Superoratafueextendiéndose.Respiróhondo,irguiósuenormehumanidadyfuedesgranandosusfrases:

—Unagotadeaguasolaseparadadelasdemás,caedesdeunanubealinmensoOcéano y según dicen los químicos cambia el caudal de su contenido. Todos losmillonesdegotasquejuntascomponenlagranuniversalidaddelasaguas,alteranlaconfiguracióndelgloboylavidademillonesdesereshabitantesdelosmares,ylasvidas de millones de seres humanos que habitan en las costas. Todo esto estácontenidoenpotenciaenunasolagotadeagua.Undiluviopuedeproducirlamuertedemillones de seres, pero sin él no florecerían los frutos de la tierra. Estamismamaravilla se cumple en cada uno de nosotros, pues con la acción o la palabralogramos un efecto favorable o contraproducente, no para unmomento solo. Si elpensamientoolaacciónsonprofundos,suefectoseprolongaporgeneracionesyaunparalaeternidad.

Volviósebruscamentecomosiintentaraevitarunaplausoycontinuócondistintotonodevozlabendicióndelosfielesreunidos.Sonónuevamenteelarmóniumtraslascortinasylosoyentesrecogieronsusdevocionariosysedirigieronalasalida.Amedia escalera, cuandoya vislumbraba la luz del exterior,Rachel sintió unamanoqueseapoyabasobresuhombroylavozautoritariadelaseñoraFlushing.

—SeñoritaVinrace,quédeseacomer.¡Estantristónundomingo!Nisiquieranosponencarne.¡Quédeseporfavor!

Llegaron al vestíbulo donde fueron recibidos conmiradas curiosas por los quefaltabanasusdeberes religiosos,aunquesuropadejabaadivinarqueen lo restantecelebraban enteramente el domingo.Rachel, que se sentía incapazde resistir aquelambienteniunsolomomentomás,ibaapresentarsusexcusascuandoTerencepasójuntoaellahablandoanimadamenteconEvelyn.

—¡Gente inglesa, fuera!—dijo la señora Flushing con unmohínmalicioso—.Sonterriblementeaburridos.Perononosquedemosaquí.

YcogiendoaRachelporunbrazolaguió:—Vengaarribaamicuarto.PasaronanteHewet,Evelyn,losElliotylosThornbury.Hewetseadelantó.—La señorita Vinrace ha prometido comer conmigo —dijo enérgicamente la

señoraFlushing.Ylodejóconlapalabraenlaboca.Subió rápidamente las escaleras como si la persiguiese toda la clase media

inglesa.—¿Quélehaparecido?—preguntóalllegaraloaltocasisinrespiración.Todoelenojocontenidosedesatóenpalabrasquesalíanaborbotones.

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—¡Detestable!—exclamóRachel—.Enmividaoínadasemejante.¿Cómosehaatrevido?¿QuéqueríadaraentenderMísterBaxconsuspalabras?

Todoslospuntosdelsermónfueronsaliendoatropelladamente.Estabademasiadoindignada para poder analizar sus sentimientos y la señora Flushing la escuchabaencantadaydivertida.

—Siga,siga—reíadandopalmadas—.Esdeliciosooírla.—Pero…¿porquéasisteusted—preguntóRachel.—Si lamemorianomees infiel,heasistido todos losdomingosdemivida—

contestóriendolaseñoraFlushing,comosiaquellofuerasuficientejustificación.Rachel sevolvióbruscamentehacia laventana.Noacertabaa comprender cuál

eraelmotivodeaquellafuriainternaqueladominaba.LavistadeTerenceenelves-tíbulo la había calmado algo y ahora era sólo indignación lo que sentía.Dirigió lavistahaciasuVillayalverlasetranquilizó,recobrandolacalma.Recordóqueestabacon una señora a la que sólo conocía superficialmente. Volvió—se hacia ella y lamiró.La señoraFlushing estaba sentada a los pies de la camay lamiraba con loslabiosentreabiertosmostrandounadoblehileradedientesblanquísimos.

—Dígame—preguntó sin cesar demirarla—, ¿a cuál de los dos prefiere? ¿AlseñorHewetoalseñorHirst?

—AlseñorHewet—dijoRachelsencillamente,perosuvoznosonómuynatural.—¿Cuál? ¿El que lee los poemas griegos en la iglesia? —inquirió la señora

Flushing.Ymientrasledescribíalaescenadelacapilla,Rachelbuscóunasilla.Eraunade

lashabitacionesmáslujosasdelHotel.Habíabutacasydivanes,perocasitodoestabaocupado—porlienzosconmanchonesdepinturaalóleo.

—No losmire, por favor—suplicó la señora Flushing al observar aRachel, yempezóavolverlosrápidamente.

Rachel se apoderó de uno de ellos y la señora Flushing con vanidad de artistapreguntó:

—¿Quéleparece?Rachel,silenciosa,fueojeándolos.Todosrevelabanclaramentelapersonalidadde

laejecutante.Estabaninacabados,luciendovigorosaspinceladas.Nopasabandesergrandesbocetos.

—Yoveotodaslascosasconvida—dijolaseñoraFlushing,cogiendounodeloscuadrosyempezóatrabajarenélconuncarboncillo.

Rachelmiróinquietaasualrededor.—Abraelarmario—dijolaseñoraFlushingconvariospincelesenlaboca—y

distráigaseviendoloquehaydentro.ComoRachel titubease, se levantó y abriendo las puertas de par en par, arrojó

sobre la cama una gran cantidad demantones, telas bordadas, encajes. Rachel los

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contemplaba y la señora Flushing volvió a arrojar otra cantidad no menor que laprimera, y además broches, pendientes, pulseras, borlones y peinecillos, todo cayósobrelacamahechounrevoltijo.Entoncesvolvióasutabureteysiguiótrabajandoensilencio.Todaslaspiezaserandecoloresvivosyestridentes,formandounconjuntoabigarradoydelíneasalucinantes.Plumas,peinetasdeconchadecientonalidadesenabigarradomontón.

—Las indígenas los usan desde hace cientos de años —comentó la señoraFlushing—.Mimarido,montando a caballo, semete por todos los rincones y losencuentra, no se dan cuenta de su valor y los conseguimos baratos. Luego losvendemosalaselegantesdeLondres.

Riócomosilaabsurdaaparienciadelaselegantesladivirtiese.Despuésdepintarduranteunosminutos,fijólavistaenRachelydijo:—Lediréloquemegustaríahacer.Subiralláarribayexplorarpormicuenta.Es

tontoquedarseaquírodeadosdegenteñoña,comosiestuviésemosenunaplayademodadeInglaterra.Quisierasubirporlasriberasdelríoyvisitaralosnativosensuscampamentos.Mimaridoyalohahecho.Escuestióndepasarunosdíasbajotiendasde campaña. Por las noches nos acostaríamos bajo los árboles y por el día nosembarcaríamos y remaríamos río arriba. Si viésemos algo que nos llamase laatención,gritaríamosparaquesedetuviesen.

Se levantó y con una larga aguja dorada empezó a apuñalar la cama. Miró aRachelobservandoelefectoqueenéstaproducíansuspalabras.

—Debemosformarungrupo—prosiguió—.Unasdiezpersonaspodríanalquilarunalancha.Ustedysutía,elseñorHirstyelseñorHewet.¿Dóndetieneunlápiz?

Conformemaduraba suplan iba entusiasmándose.Sentada al bordede la camaescribióunalistadeapellidos,todosinvariablementemalescritos.Rachelsecontagiódesuentusiasmo.La idearesultabadeliciosa.Había tenidosiempregrandesdeseosdeverel río,y laperspectivadeestarconTerence lepareciódemasiadobellaparaconvertirseenrealidad.

HizoloposibleparaayudaralaseñoraFlushingsugiriéndolenombresycontandolos días de la semana con los dedos.La señoraFlushingquería saber todo lo con-cerniente a las personas que le nombraba. A qué familia pertenecían, a qué sededicaban. A su vez contaba historias extravagantes, pero lógicas, con sutemperamento de artista.Historias de personas con igual nombre, que ella conocíaaunque no pertenecían a aquellas familias, pero que recordaba por concluir enChulingley.Al final, la señoraFlushingbuscó laayudadeundiario.Elmétododeconcertar fechas con los dedos no daba buen resultado. Abrió y cerró todos loscajonesdesuescritorioygritóaplenopulmón:

—¡Yarmouth, Yarmourá! ¡Porra de mujer! Cuando se necesita, nunca se laencuentra.

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En aquelmomento sonó el gong frenéticamente. La señora Flushing tiró de lacampanillaconviolencia.Seabriólapuertaydiopasoaunacamareraguapaycasidetanbuenapresenciacomosuseñora.

—¡Ah,Yarmourá!—dijo la señoraFlushing—.Búsquemeundiarioyaverigüequéfechaserádentrodediezdías.Pregúntelealporterocuántoshombressenecesita-rían paramover una lancha en que fuésemos ocho personas. Es para ir por el ríoduranteunasemana.Entéresedecuántocostaríatodo.Anóteloenunahojaydéjelosobre el tocador. ¡Vamos!—observó, señalando la puerta con tono autoritario paraque Rachel saliese y guiase el camino—. ¡Oh, Yarmourá!—dijo antes de salir—.Guardetodoesoycuelguecadacosaensusitiocomounachicabuena.SabecómomolestaalseñorFlushingencontrarlotodorevuelto.

Yarmourácontestabaatodo:«Sí,señora».Alentraren—elespaciosocomedorsenotabaentodoelaspectodominguero.La

mesadelosFlushing,situadacercadeunaventana,lespermitíaveracuantosentra-ban.LacuriosidaddelaseñoraFlushingeraconcienzuda.

—LaseñoraPaley—cuchicheóalverlapasarensusilladeruedasqueempujabaArthur—.LosThornburyvienendespués.Estanagradable—dijotocandoaRachelparaqueviese—.¿Cómosellama?

Laseñoraexcesivamentemaquilladaycompuestaquesiemprellegabatardeconsu taconeo característico y una sonrisita forzada como quien se presenta en unescenario,temblóbajolamiradadescaradaydespreciativadelaseñoraFlushing.Sumirada expresaba a las claras toda su hostilidadpor aquella tribude señoras comoella decía. Seguidamente llegaron los dos jóvenes que la señora Flushing bautizóllamándoles los Hirst. El señor Flushing trataba a su esposa con una mezcla deadmiración e indulgencia, allanando con su suavidad y fluidez de palabra labrusquedaddesuesposa.Mientrasellaexclamabainquieta,éldescribíaunesquemade la historia sudamericana. Atendía con paciencia a cualquier interrupción de suesposa y después reanudaba su tema con la misma calma que antes. Sabía haceramenaunacomida,noeraaburridoni tratabacondemasiada familiaridad.Tenía laintuición, así se lo dijo aRachel, de que en las profundidades de aquella tierra seocultabanmaravillosostesoros.LoquevioRachelerantrivialidadesrecogidasenelcurso de un corto viaje. Creía que podían encontrarse dioses tallados en piedra,escondidosenlasladerasdelamontaña.Figurascolosaleserigidasenvastosyverdesprados, donde solamente vivían tribus indias. Creía que antes de alborear el arteeuropeo,loscazadoresprimitivosylossacerdotesedificarontemplosdepiedrasma-cizas, labraron en los troncos de cedro majestuosas figuras de dioses, animales ysímbolosdelasgrandesfuerzas,comoelagua,elaireyelbosqueendondevivían.Podríanexistirciudadesprehistóricasconstruidasengrandesclarosentrelosárboles,llenasdelartedeaquellarazajovenypoderosa.Nadiehabíaestadoallí;eranlugares

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inexplorados. Hablando sobre sus pintorescas teorías, fijaba la atención de Rachelsobre todo loquedecía.Éstano sedio cuentadequeHewetnocesabademirarladesdesumesa,atravésdeloscamarerosquepasabanrápidoscargadosdeplatos.Noprestaba atención a nada, y Hirst lo encontró malhumorado y hasta desagradable.Habíantocadotodoslostópicoscorrientesdelapolíticaylaliteratura.Sepelearon.HewetconsideróelpaganismodeHirstcomomeraostentación.Lepreguntóporquéibaa la iglesia,yHirstdijoquehabíaescuchadoelsermóncomopodíaprobarlosiqueríaque se lo repitieseyque iba a la iglesiapara conocermás lanaturalezadelCreador.LaspalabrasdelPastor le habían inspirado las tresmejores estrofasde laliteraturainglesa.Eranunainvocaciónaladivinidad.

—Lasescribíeneldorsodelsobredelaúltimacartademitía—dijo,sacándolo.—Bien,oigámoslas—dijoHewet,dispuestoantelaperspectivadeunadiscusión

literaria.—QueridoHewet, ¿quieres dar lugar a que nos arrojen fuera a puntapiés unos

enfurecidos Thornbury o Elliot? —inquirió Hirst—. El menor cuchicheo seríasuficiente para recriminarnos. ¡Dios mío! —exclamó—. ¿De qué sirve intentarescribir cuando el mundo está poblado de tanto imbécil? En serio, Hewet, te loaconsejo,notedediquesalaliteratura.¿Dequéteserviría?Ahítienesatuauditorio.

Movíalacabezaindicandolasdistintasmesitasdondeloshuéspedesseocupabanencomerycortarlostrozosdecarnequeteníanensusplatos.Hewetechóunaojeadayaumentó sumalhumor.Hirstmiró también.VioaRachely se saludaronconunainclinacióndecabeza.

—Empiezo a creer que Rachel está enamorada de mí—observó—. Ése es elescollodelaamistadconmujeresjóvenes,casisiempreseenamoran.—Hewetsiguióguardandosilencio.

LoqueaHirstnopareció importarlegrancosa,puesreanudóel temadelseñorBaxylaperoracióndelagotadeagua.ComoHewetescasamentecontestabaasusfrases, eligió un higo y se abismó en sus pensamientos.Al terminar la comida, sesepararon y tomaron el café en distintos lugares del vestíbulo.Desde el lugar queocupabaHewet,bajounapalmera,viosaliraRacheldelcomedorconlosFlushing.Buscaron unas sillas y eligieron un rincón apartado, prosiguiendo su charla en laintimidad.ElseñorFlushinghabíamonopolizadoelusodelapalabra.Sacóunahojade papel donde demostraba gráficamente sus exploraciones. Hewet vio a Rachelinclinarsesobrelahojayseñalardistintospuntosconeldedo.EratallairadeHewet,quecomparabaalseñorFlushing,extremadamentebienvestidoparaunclimacálidoy con sus modales afectados, a un tendero empeñado en vender su mercancía.Mientrasmirabaalpequeñogrupo,losThornburyylaseñoritaAllan,buscandoyre-buscando,secolocaronformandocorroconél,disponiéndoseatomarcafé.

Querían saber si conocía al señor Bax. El señor Thornbury, como siempre, no

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hablabacasi,mirandovagamenteanteél.Repetíaconfrecuenciaelgestodeponerselas gafas; luego, pensándolo mejor, las dejaba caer de nuevo. Después de unadiscusión, las señoras decidieron, sin ninguna duda, que aquel Bax no era hijo deWilliamBax.Hubounapausa.LaseñoraThornburycomentóqueteníalacostumbrede decir «Reina» en lugar de rey al entonar el himno nacional. Nueva pausa. Laseñorita Allan comentó que, yendo a la iglesia en el extranjero, tenía siempre lasensacióndequeasistía al funeraldeunmarino.Siguióunapausa larguísima,queprometía prolongarse indefinidamente. Afortunadamente, un pájaro del tamaño deunaurraca,perodeuncoloridoazulmetálico,fueaposarseenlaterraza.LaseñoraThornburydivagósobreelefectoqueharíanlasmontañastodasazuladas.

—¿Quétepareceríanati,William?—ledijo,tocándolelarodilla.—Sitodasnuestrasrocasfueranazules—dijoél,colocándosedefinitivamentelas

gafassobrelanariz—,nopodríansubsistirenWiltshire—concluyó,quitándosenue-vamentelasgafas.

Las tres personas fijaron su atención meditativamente en el pájaro. Hewetempezaba a pensar si no debía dirigirse al rincón de los Flushing, cuando surgióHirst, colocándose en un sillón junto a Rachel. Ambos empezaron a hablarfamiliarmente. Aquello era excesivo paraHewet. Se levantó, cogió su sombrero ymarchóseenfurecido.

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XVIII

Todo cuanto veía le disgustaba, aborrecía el blanco y el azul, lo definido, laintensidad, loszumbidos, todoelcalordelSur.Elpaisajese leaparecía tanduroypoco romántico como el fondo de cartón de un escenario. Las montañas, comograndesbiombosdemaderarecortadoscontraelcielo.Caminabarápidoapesardelcalorydelsol.Doscaminosconducíanalasalidadelapoblación;porelladoEste,unosedirigíaalavilladelosAmbrose.Elotroalcampo,llegandohastaunpequeñopueblo en el fondo del valle. Las pisadas, impresas en el barro, llevaban a vastoscampossecosyvillasdericosindígenas.Hewet,paraevitarelcalor,dejólacarreteraprincipalyencaminósuspasosporunodeaquelloscaminos,evitandoasíelpolvodelas carretas y el cruce con la gente del campoque retornabade ferias y fiestas.Elejercicioalejabaalgo la irritaciónsuperficialque sintió toda lamañana,peroen suinterior persistía aún la pena. No había duda de que le era indiferente a Rachel.Escasamente le habíamiradoy al hablar con el señorFlushingmostraba elmismointerés que cuando le hablaba a él. Finalmente sintió las odiosas palabras deHirstcomounlatigazoyrecordabaqueloshabíadejadohablandojuntos.BienpudieraserqueestuvieseenamoradadeHirst,comoéstehabíainsinuado.Repasótalsuposiciónparaversiencontrabaalgoquelacorroborase.SurepentinointerésporloqueHirstescribiera,sumododecomentarsusactos,elmismoapodoquelehabíaaplicado,«elgranhombre»,podíantenerotrasignificaciónmásíntima.Ysiseentendieran,¿quéseríadeél?

—¡Qué fastidio!—exclamó—. ¿Estoy acaso enamoradode ella?—Aesto sólopodíacontestardeunaforma—:«Sí,estásenamoradodeella».

Desde el primer momento que la vio le había interesado y atraído y seguíaatrayéndolemásymáshastaserincapazdepensarenotracosaquenofueseRachel.Separópreguntándosesideseabacasarseconella.Aquéleraelproblemareal.Talesagonías no se podían resistir, era necesario decidirse de una vez. Se dijo que nodeseabacasarseconnadie.ComoestabairritadoconRachel,laideadelmatrimoniolemolestaba.Vioanteélelcuadrodedospersonassolassentadas,anteunhogar.Elhombre leía, la mujer cosía. Había otro cuadro. Veía a un hombre levantarse conligereza,dar lasbuenasnochesydejarasucompañeraconel recelodeque ibaenbusca de la felicidad.Ambos cuadros le resultaban poco agradables, y aúnmás eltercero,compuestodemarido,esposayamigo.Losprimerosmirábansecomosinadales importase y estuvieran en posesión de otra verdadmás honda. En su irritaciónacelerabaelpaso,ysinesfuerzoalgunootroscuadrosacudíanasuimaginación.Aquíestabaelmatrimoniosentado,muypaciente,toleranteysabio,rodeadodeloshijos.Esto tampoco le hacíamuchagracia.Probó toda clasede cuadros, los tomaba a lo

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vivo de muchos de sus amigos casados. Siempre los veía en una confortablehabitación y ante un buen hogar. Cuando repasaba a sus amigos solteros, los veíaactivosenunambientesinlímites,pisandotierrafirmecomolosdemás.Sinamparoni ventajas. Los más originales y humanos de sus amigos seguían solteros. Sesorprendió al comprobar que lasmujeres quemás admiraba ymejor conocía erantambién solteras. El matrimonio parecía sentarles peor a las mujeres que a loshombres.

Dejó a un lado los cuadros y consideró a los huéspedes delHotel. Sus teoríastemblaron al recordar a Susan y Arthur, a los señores Thornbury y a los Elliot.Observó cómo la felicidad tímida de la pareja recién prometida fue tomando otroaspecto más tolerante y cómodo, como si ya terminase la aventura y cada cualadoptarasupostura.

AvecesSusanperseguíaaArthurparaprobarleunchalecodepuntoytodoporhaberdichoésteundíaqueunode sushermanoshabíamuertodepulmonía.Esto,observándolo en otros, le divertía, pero substituyéndolos por Terence y Rachel, lesublevaba.Arthurnosentíayaelentusiasmodeantesporabordaraunoencualquierrincónyhablarledeaviones.Repasóa losqueya llevabanvariosañosdecasados.Era verdad que la señora Thornbury tenía un marido y que conseguía interesarlesiempreentodassusactividadesyconversaciones.Peroasolas,¿quésedirían?EnlosElliotsenotabanpequeñasdisensiones.Ella,consuhabilidaddemujertemerosaantelaopiniónpública,lasdisimulabaconpequeñasinsinceridadesyseesforzabaenretenerle. No cabía duda que huhubiera sidomejor para ellos una separación. LosAmbrose,aquienesadmirabayrespetabaprofundamente,apesardesugranamorsetemían, ¿no eran también un matrimonio de compromiso? Ella cedía siempre, lemimabayconsentía.Helen,queeralaverdadinnata,noobrabaasíconél,niconsusamistades, si éstas provocaban un conflicto con su esposo. Quizá tuviese razónRachelaldecirleaquellanocheenel jardín:«Sacamoslopeorquetenemosdentro,debiéramosvivirseparados».¡No,Rachelestabacompletamenteequivocada!Todossusargumentosparecíanirencontradelmatrimonio,hastaqueseenfrentóconeldeRachel…encontrándolocompletamenteabsurdo.Deserelperseguidor,seencontróconvertido en perseguido. Dejando el caso del matrimonio a un lado, empezó aconsiderarlaspeculiaridadesdelcarácterquehabíanmotivadotodasaquellasideas.¿Quémenospodíapedirqueconocerel carácterde lapersonaconquien teníaquepasarseunotodoelrestodelavida?Siendonovelista,debíadescubrirquéclasedepersonaerasufuturacompañera.Cuandoestabaconellaeraincapazdeanalizarsuscualidades,parecíaconocerlasporintuición;perocuandosealejaba,leparecíaqueleera totalmente desconocida.Era joveny vieja a la vez.Tenía poca confianza en símisma,yporelcontrario,teníabuensentidoparajuzgaralosdemás.Erafeliz;pero¿quéeraloqueledabalafelicidad?Siestuvieransolosylanovedadsehubieraya

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borrado, si tuvieran que enfrentarse con los hechos corrientes de cada día, ¿quésucedería?Echandounaojeada sobre símismo, comprobódos cosas: que eramuypocopuntualyqueledisgustabacontestarcartas.

Porloquehabíaobservado,aRachelleatraíalapuntualidad,peroconunaplumaenlamanonorecordabahaberlavistonunca.SeimaginóacontinuaciónunareuniónparacenarencasadelosCrooms.Wilsonlaacompañaríahablándoledepolítica,delosliberales.Elladiríaqueenpolíticaeracompletamenteignorante.Noobstanteerainteligenteysincera.Teníaungenioinseguro—enesosíquesehabíafijado—ynoeracasera.Noerabella,exceptuandoconciertostrajesyluces.Sumejorvirtuderalacomprensiónparatodocuantoseledecía.Nuncahabíaencontradoanadieconquienpoderhablarmásasugusto.Leparecióqueconocíamenosdeellaquedecualquierotrapersona.Todosesospensamientos se leocurrieronmillaresdevecesantes.Enmuchasocasionesprobódediscutiry razonarysiemprevolvíaalmismoestadodeduda.Nolaconocíanisabíacómosentíanisipodríanvivironoreunidos.Ignorabasi deseaba casarse con ella; pero, por el contrario, estaba convencido de suenamoramiento.Supongamosquesedirigieseaella(aquíaflojóelpasoyempezóahablarenvozaltacomosiestuvieradirigiéndoseaRachel):

«Te adoro, pero me repele el matrimonio. Su presunción, su seguridad, sucompromiso, el pensamiento de que te entrometieras en mi trabajo y me loimpidieras.»Sedetuvoapoyándose contra el troncodeunárbol.Miraba fijamente,sinverlas,unaspiedrasquehabíaenelcaucedelríoseco.VeíaclaramenteelrostrodeRachel,susojosgrises,supelo,suboca,sucaraquesabíaplasmartantascosas.Ingenua, sin expresión, casi insignificanteo loca, apasionada, casi bellísima.A susojos resultaba siempre así. La extraordinaria libertad con que le miraba eran supensamiento y su sentir. ¿Qué le contestaría ella? ¿Qué sentiría? ¿Le amaría o nosentiríaabsolutamentenadaporél,niporningúnotrohombre?Habíadicho,aquellatarde, que era libre como el viento o la luna. «¡Oh sí, eres libre!—exclamó conexaltaciónalpensarenella—.¡Yyotemantendríalibre!¡Seríamoslibresjuntos!¡Locompartiríamostodojuntos!¡Ningunafelicidadigualaríaalanuestra!¡Ningunavidatendría comparación con la nuestra!». Abrió los brazos en cruz, como si fuere aretenerlaenellosyalmundoentero,enunsoloabrazo.Nopudoextenderseenmásconsideracionessobreelmatrimonio.Nipensarfríamenteencómoseríaella.Niquelesaguardabaunavidaunidos.Sesentósobreelsuelo,seabismóensupensamientoyprontosurgióeltormentodedesearencontrarsenuevamenteasulado.

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XIX

HewetpudoevitarseeldisgustodeimaginaraHirstdepaliqueconRachel.Lareuniónsedeshizopronto:losFlushingmarcharonenunadirección,HirstenotrayRachelsiguióenelvestíbulorevolviendolasrevistasilustradasyreflejandoentodossusmovimientoslainquietudquesentíayelestadodedeseoeintranquilidadqueladominaba.Nosabíasimarcharoquedarse.LaseñoraFlushing,entonodemando,ledijoquenofaltaseal té.Elvestíbuloestabavacío,salvolaseñoritaWillett,queto-cabaunasescalasenelpianoylosCarter,unaparejaopulentaquemirabanaaquéllacon poca simpatía. No la encontraban bastante atildada, era melancólica y porsentimientorecíprocoadivinabanquetampocoellosleeranagradables.Rachelnosehubieraentendidoconellosporunasencilla razón.ElseñorCarterseengomabaelbigoteysuesposaserecargabadepulseras.Pertenecíanevidentementealaclasedepersonas con las que no podía simpatizar. Pero estaba demasiado embebida en supropiainquietudynisiquierapensóenellos.

Se entretenía con la lectura de una revista americana, cuando se abrieron laspuertasdelvestíbulodejandoentrarunchorrodeluzsolarquebrillóenelsuelouninstanteysobreunafiguritapequeñavestidadeblancoquederechamentesedirigíaaRachel.

—¿Ustedaquí?—exclamóEvelyn—.Lavimientrascomíamos,peronisiquierasedignómirarme.

AsíeraelcarácterdeEvelyn.Apesardelasfrialdadesodesairesquerecibíaoseimaginabarecibir,noabandonabanuncasuesfuerzoparaconoceralaspersonasquedeseaba tratar, cosa que a la larga conseguía hasta el punto de resultar simpática.Miróasualrededordiciendo:

—Aborrezco este sitio. Aborrezco esta gente. ¿No quiere venir arriba a micuarto?¡Deseotantohablarconusted!

ComoRachelnomostródeseosdesubirnidequedarse,Evelynlacogiódeunamuñeca y a tirones la sacó del vestíbulo. Subieron la escalera juntas. Saltaron lospeldañosdedosendos.Evelyn,queaúnreteníaporlamuñecaaRachel,insistíaunayotravezen«queleimportabaunbledoloqueotrospensasen».Estabaenunestadode excitación grande, y retorcióse nerviosamente las manos. Era evidente queesperaba sólo cerrar la puerta para volcarse y contarlo todo a Rachel. En cuantoestuvierondentrodelahabitaciónsesentóenelbordedelacamayfijandosusojosenaquélladijo:

—Supongoquecreeráqueestoycompletamenteloca.Rachelnoestabadehumorparapensarconclaridadsobreelestadodelamente

deotroser.Sinembargo,estabadispuestaadecircuantosentíapordisparatadoque

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estofuera,sintemoralasconsecuencias.—Alguienselehadeclarado—afirmó.—¿Cómodemoniolohaadivinado?—exclamóEvelynconsorpresa—.¿Senota?—Selavecomosirecibiesedeclaracionescadadía—replicóRachel.—Nocreohaberrecibidomásqueusted—contestóEvelyn,riendo,sinsentirlo

quedecía.—Yonuncatuveninguna.—Pues las tendrá a montones… es lo más fácil del mundo. Pero eso no es

exactamenteloquehapasadoestatarde.¡Hayunlío,undetestableyfastidiosolío!Sedirigióallavaboyconlaesponjaserefrescó,restregándoseconaguafríalas

ardientesmejillas.Sentíauncalorsofocante.Sevolvió ligeramente temblorosa,ex-plicandoconvozexcitadayalgochillona:

—AlfredPerrotdicequeprometícasarmeconél,yoloniego.Sinclairdicequesepegaráuntirosinomecasoconél.Lehecontestado:«Bien,pues,pégatelo».Claroque no lo hará. Nunca lo hacen. Esta tarde me abordó Sinclair dándome la lata,diciéndome que tenía que darle una contestación y acusándome de coquetear conAlfredPerrot.Mehadichoquenoteníacorazón,queerasencillamenteunasirenayunsinfíndecosasmás,todastanagradablescomoéstas.Hastaquemehartéyledije:«¡Bien, Sinclair! ¡Ya está bien! Puedes dejarme o me voy yo». Entonces, el muyfresco,mecogióymebesó,¿quéleparece?Elmuybruto,aunsientosucarapeludaaquí.¿Conquéderecho?Elmuy…despuésdetodoloquemedijo—ysefrotabaconenergía la mejilla izquierda—. ¡Nunca me tropecé con un hombre que pudieracompararseaunamujer!—exclamóconviveza—.¡Notienendignidad,nientereza,ni contención! No tienen más que sus pasiones bestiales y su fuerza bruta. ¿Hayalgunamujerqueseporteasísiunhombreledicequenolaquiere?Tenemosmásrespetohacianosotrasmismas.Somosmuysuperioresaellosentodo.

Se paseaba muy agitada por la habitación secándose la cara con la toalla deesponja.Las lágrimas le corríanpor el rostro, uniéndose al agua fresca conque sehabíalavado.

—Mepongofuriosa—exclamó,secándoselosojos.Rachel,sentada,lamiraba.NopensabaprecisamenteenEvelyn;reflexionabaque

elmundoestaballenodegenteatormentada.—Aquí sólo hay un hombre queme gusta de verdad—continuóEvelyn—.Es

TerenceHewet.Juntoaélsesienteunaprotegida.Al oír estas palabras, Rachel sintió un frío indescifrable. Le pareció que le

apretabanelcorazónunasmanosheladas.—¿Porqué?—preguntó—.¿Porquésienteesaconfianzaenél?—Nolosé—respondióEvelyn—.¿Noleocurrelomismoconalgunaspersonas?

Es como una intuición que se sabe cierta. La otra noche hablé largamente con

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Terence.Al separarmede él comprendí que éramosbuenos amigos.Hay en él unacualidadfemenina.

Calló como si recordase cosas muy íntimas de Terence, por lo menos así lointerpretóRachelporlaexpresióndesusojos.Procurandodisimularsuinvoluntariainquietud,intentópreguntar:

—¿Selehadeclarado?Pero le pareció tan expuesta la pregunta, que se abstuvo de formularla.Evelyn

continuabadiciendoqueloshombresmásagradablesseparecíanenalgoalasmuje-res y que éstas eran siempremás nobles que ellos. Estabamás calmada y con lasmejillasyacompletamentesecas.SusojosrecobraronlavivezayalegríahabitualesyparecíahaberolvidadoaRachel,aSinclairysuanterioremoción.

—¿Se imagina usted aLillahHarrison, cometiendo una bajeza?Lillah dirige ysostieneunhogarparamujeresalcoholizadasenlacalleDeptford—continuó—.Ellalofundó, loorganizóydirigió todoconsuesfuerzopersonal.Nopuedeimaginarsecómosonesasmujeresysushogares.Peroellapasatodassushorasenlafundación.Heidomuchasvecesallí…Esoeslomaloquetenemosnosotras…Quenohacernosnada.¿Quéhaceusted?—preguntó,mirandoaRachelconciertasonrisairónica.

Rachelcasinolaescuchaba;suexpresióneravacíaymelancólica.Sentía cierta repulsión, lo mismo por Lillah Harrison y su trabajo en la calle

Deptford,queporEvelynysusprofusosamoríos.—Yotocobuenamúsica—dijo,afectandogranserenidad.—Ahíestálacosa—rióEvelyn—.Nohacemosmásquedistraernos.Yporeso

mujeres como Lillah Harrison, que valen veinte veces más que usted y que yo,trabajan hasta agotarse. Pero yo estoy ya cansada y harta de jugar —siguiótendiéndosedeltodoenlacamaysujetándoselacabezaconlosbrazos.

Asíestirada,selaveíamásdiminutaquenunca.—Voyahacer algo.Tengouna ideaespléndida.Mire, tieneque tomarparte en

ella.Estoyseguraqueposeeustedmuchasvirtudes,apesardequeparececriadaenuninvernadero.

Selevantó,sentándosejuntoaRachel,yempezóaexplicarconanimación.—YopertenezcoaunClubdeLondres.Cadasábadonosreunirnos.Lellamanel

ClubdelosSábados.Allíhablamossobrearte,peroyaestoyhartadehablardearte,¿qué sacamosen limpio? ¡Con tantaspenas comopasananuestro alrededor!Ynocrea que tenemos gran cosa que decirnos sobre arte. Voy a proponer que, ya quehablamos,podríamoshacerlo sobre lavida.Cosasqueafectenverdaderamentea lavidadelasgentes,latratadeblancas,elsufragiodelamujer,lossegurosycosasasí.Cuandonosorientemossobreloquequeremoshacer,podemosformarunasociedadyemprenderalgo.Estoyseguraquesipersonascomonosotrasnoshiciéramoscargodetodos estos asuntos en lugar de dejarlos enmanos de la policía y losmagistrados,

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podríamos terminar conmuchas cosas.Mi idea esque tanto loshombres como lasmujeresdeberíanunirseparaasuntosasí.TendríamosqueiraPiccadilly,acercarnosauna de aquellas desgraciadas y decirle: «Oiga, yo no soymejor ni peor que usted,perosuvidaesindigna.Nopuedopermitirquevivacomounabestia.Todossomosiguales,y siustedcometeactosmalos,yoquieroevitarlo».Estoes loqueel señorBaxnosexplicóestamañana,yeslaverdad,aunquelosquepresumendetalentonolocrean.Ustedtambiénposeetalento,¿noesverdad?

CuandoEvelynhablaba,lasideasleacudíantanaprisaquenolequedabatiempoparaescuchar las razonesde losdemás.Continuó sindescansarmásqueel tiempoprecisoparatomarresuello.

—Noséporquélassociasdel«ClubdelosSábados»nopuedenllevaracabounbuen trabajo.Claro que se necesitaría organización, alguien que se dedicase a elloconlavidaentera.¡Yoestoydispuestaahacerlo!Miplanespensarprimeroenelserhumano y dejar que las ideas abstractas se desenvuelvan por sí solas. Lo queencuentro mal en Lillah es que piensa en primer término en la templanza y ensegundolugarenlasmujeres.Yotengounasolacosaamifavor—prosiguió—.Nosoyintelectualninadaparecido,perosoymuyhumana.—Seescurriódelacama,ysentadaenelsuelo,miróhaciaRachel.

Buscósucaraylaescudriñócomosiquisieraaveriguarquéclasedecarácterseocultabatrasella.PusosumanosobrelarodilladeRachel.

—Ser humana es lo único que cuenta, ¿no es así?Y a pesar de la opinión delseñorHirst,¿noloesustedrealmente?

ARachel lemolestaba la proximidad deEvelyn, tanto como aTerence aquellanoche.Pudoahorrarselarespuestaporqueésta,sinaguardarla,prosiguió:

—¿Creeustedenalgo?Paraterminardeunavezconaquelenojosoescrutinio,Rachelempujóhaciaatrás

susillayexclamó:—¡Creoentodo!Empezóa juguetearcondistintosobjetos, los librosde lamesa, las fotografías,

unamacetadecactoquehabíaenlaventana.—Creoenlacama,enlasfotografías,enlamaceta,enelbalcón,enelsol,enla

señoraFlushing—continuóconciertadesenvolturacomosidijesealgodeloqueraravezseexpresaapesardesentirlo—.PeronocreoenelseñorBax,nienlaenfermeradelhospital.Nocreo…—levantóunafotografíaylafrasequedósinterminar.

—Ésa es mi madre —observó Evelyn, que seguía sen— tada en el suelo,agarrándose las rodillas con los brazos y mirando con extrañeza y curiosidad aRachel.

Rachelexaminóelretrato.—Bien,nocreomuchoenellatampoco—dijoalcabodeunratoenvozbaja.LaseñoritaMurgatroydteníaelaspectodeunseraquienlavidaaplastayquitala

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energía. Estaba tras una silla, abrazada a un perro quemantenía junto a su rostro,donde miraban unos ojos de profunda pena. Todo en ella inspiraba un ansia deprotección.

—Yéseesmipadre—dijoEvelyn,pueselmarcoconteníadosfotografías.Representabaunbizarrosoldadodefaccionesbiendefinidasypobladobigote.Su

mano descansaba sobre el puño del sable. Había un parecido grande entre él yEvelyn.

—Yesporella—dijoEvelyn—por laquehanacidomipropósitodeayudaraotrasmujeres.Supongoquesabráalgodemí.Ellosnosecasaron,¿comprende?Yonosoynadieperono sientoni chispadevergüenza.De todosmodos seamaron,yestoesmásdeloquemuchospuedendecirdesuspadres.

Rachel,sentadaenlacama,sosteniendolasdosfotografías,comparabaalhombreyalamujer,quesegúnEvelynsehabíanquerido.Aquelhecholeinteresómásquelacampañaenfavordemujeresdesgraciadas.Suvistaibadeunretratoaotro.

—¿Quéopinausteddelamor?—preguntóaEvelyn.—¿Nolohasentidoustednunca?—preguntóéstaasuvez—.¡Oh,no,notiene

unamásqueverlaparahacersecargodequenosabeloquees!—añadió.Meditó—:Realmente,sóloheestadoenamoradaunavez.—Cayóenhondareflexión.Susojosperdieronsugranvitalidadyciertaternuralosempañó.

—Fuelagloria…mientrasduró.Lopeordelcasoesquenodura,porlomenosconmigo.Éseeselmal.

SiguióconsiderandosudilemaentreAlfredySinclair,sobre loscualespidiósuopiniónyconsejoaRachel.Peronobuscabaconsejo,queríaintimidad.CuandomiróaRachel,queauncontemplabalasfotografíassobrelacama,nopudopormenosquedarse cuenta de que no pensaba en nada de lo que ella decía. ¿En qué pensabaentonces? Evelyn se atormentaba interrogando la llama de vida que interiormentesentíaarderyque intentabademostrara losdemásque invariablemente la rechaza-ban.Miróasuamigaconatención,suszapatos,susmedias,laspeinecillasdelpelo,ensuma,todoslosdetallesdesupersona.Sumododevestircomosiportalesdeta-llespudiese llegaraconocermejorsuvida interior.Racheldejó lasfotografías,diounospasoshacialaventanayobservó:

—Esextraño,lagentehablatantosobreelamorcomosobrelareligión.—Desearía que— se sentara y pudiésemos hablar—exclamó con impaciencia

Evelyn.Enlugardehacerlecaso,Rachelabriólaventana,queConsistíadedoshojasde

cristalalargadas,ymiróeljardín.—Ahíesdondenosescondimos laprimeranoche—dijo—.Tuvoqueserentre

estosarbustos..—Ahí matan a las gallinas —replicó Evelyn—, les cortan la cabeza con un

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cuchillo.¡Algohorrible!Perodígame…—Me gustaría explorar el hotel —interrumpió Rachel. Retiró la cabeza de la

ventanaymiróaEvelyn,queseguíasentadaenelsuelo.—Eslomismoqueotroshoteles—dijoésta.Así debía ser, pero cada habitación, pasillo y silla del edificio tenía un sello

especialalosojosdeRachel.Nopodíaresistirmástiempoelencierroenunsitiofijo.Lentamentesefueacercandohacialapuerta.

—¿Qué es lo que piensa?—dijo Evelyn—.Me produce usted la sensación deestarsiemprepensandoenalgoquenuncallegaadecir.PorDios,¡dígalo!

Pero Rachel no respondió. Se detuvo con lamano sobre el pomo de la puertacomosideprontorecordaraalgo.

—Supongoqueconalgunodeellossecasará—dijo,yabriendolapuertasalió,cerrándolaasuespalda.

Andabadespacio por el pasillo, pasando lamanopor la pared.Nopensóhaciadónde ibaysiguióbajandoporuncorredorque la llevóaunaventana.Miróhaciaabajodonde estaban las cocinas.Era el reversodel hotel, oculto por unmacizodepequeñosarbustos.Elsueloseveíadespejado,variaslatasviejasenunrincónysobrelos arbustos había trapos y toallas puestas a secar. De vez en cuando salía uncamareroconmandilblancoytirabaunosdesperdiciossobreunmontóndebasura.Dos mujeres gruesas con trajes claros de algodón y sentadas en unos banquillospelabanaves,yanteellasseveíanlasvasijasconsalpicadurasdesangre.Deprontoapareció una gallina corriendo, y detrás, persiguiéndola, una vieja que no tendríamenos de ochenta años. Aunque vieja y poco firme de piernas, mantuvo la cazaacuciada por la risa burlona de las otras. Su cara demostraba una rabia furiosa yconformecorríajurabaenespañol.Elanimal,asustadoporlosgritosylaspalmadas,corríalomismohaciaunladoquehaciaelotro,yporfin,atolondrado,fueameterseentrelaspiernasdesuperseguidora,quecayóhechaunlíosobreelpobreanimal.Lavieja, de un solo tajo, le cortó la cabeza.La sangre y el temblor del pobre animalhabíanfascinadoaRachel.Aunqueoyó llegaraalguiennosevolvióhastavera lavieja sentada al lado de las otras dos mujeres. Entonces levantó bruscamente lacabeza.EralaseñoritaAllanlapersonaquesehallabadepiejuntoaella.

—Noesunespectáculobonito—dijoésta—,apesardeserquizámáshumanoquenuestrométodo…Nocreoquehayaestadonuncaenmihabitación,¿verdad?—ysevolviócomoparaindicaraRachelquelasiguiera.Rachellohizo,esperandoquealgunadeaquellaspersonasconquienestratabapudieseaclararleaquelmisterioquelaabrumaba.TodaslashabitacionesdelHotelteníanlamismaforma,perounasmáspequeñas que otras. Tenían el suelo de losa roja obscura, una cama alta conmosquitero y además una mesa-escritorio, un armario, un tocador y un par debutacas.Perocuandoelequipajesedeshacía,lashabitacionestomabanotroaspecto.

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LaalcobadelaseñoritaAllaneracompletamentedistintaaladeEvelyn.No había chucherías de bisutería ni botellitas de perfume sobre el tocador. Ni

tijeraspequeñascurvadas,nigranvariedaddecalzado,niropadefinalenceríasobrelassillas.Todoestabaextremadamenteordenadoypulcro.Seveíandosparesdecadacosa.Lamesa-escritorio,porelcontrario,aparecíaatestadadelibrotesymanuscritos,y una mesita auxiliar junto a uno de los butaco. nes sustentaba dos pirámides degruesos libros. La señorita Allan, con su innata bondad, dijo a Rachel que laacompañaraasuhabitaciónporsitalcosaladistraía.Ademássentíasimpatíaporlasmuchachas jóvenes. ¡Había educado a tantas! Además, los Ambrose habían sidosiempremuyatentosysealegrabasiconaquellapequeñezpodíamostraralgodesugratitud.Miróasualrededorbuscandoalgoparapoderenseñarle.Lahabitaciónnoofrecíamuchoentretenimiento.Hallósumanuscrito.

—«EpocadeChaucer»,«EpocadeIsabel»,«EpocadeDryden»—reflexionó—.Mealegroquenohayamuchasmásépocas.EstoyaúnamediadosdelsigloXVIII.¿No se quiere sentar, señorita Vinrace? La silla, aunque pequeña, es firme…Euphues, «El germen de la novela inglesa»—continuó echando una ojeada a otrapágina—.¿Leinteresaalgo?—MirabaaRachelcasiconcariño,comosicontodasualmaquisieraencontraralgoqueladistrajera.

Aquella expresión daba un encanto especial a una cara más bien cansada ypreocupada.

—¡Ah,no!Austedlegustalamúsica,¿noesasí?Ygeneralmentelaliteraturanohacebuenasmigasconlamúsica.

Repasandotropezósuvistaconunjarritoquehabíasobreunarepisa.Loalcanzó,dándoseloaRachel.

—Simeteeldedodentropodráextraerunpocodejengibreenconserva.PeroaquélestabamuyhondoyRachelnopudosacarlo.—No semoleste—dijo Rachel al verla buscar otromedio de .sacarlo—.A lo

mejornomegusta.—¿Nuncalohaprobado?—inquiriólaseñoritaAllan—.Puesconsideroundeber

queahoralopruebe.Puedequeelloseaunnuevogocequelavidaleproporcionaycomo aun es joven… Probaré con una regla —bromeó—. ¿No sería triste quemuriéndose lo probara y averiguara que nada le había gustado tanto? A mí meentraríatalrabiaquecreoquesóloesomeinduciríaasanardenuevo.

Comoconsiguieraloqueseproponía,salióunmontoncitodedulceenlapuntadela regla.Mientras la limpiaba, Rachel semetió en la boca el trocito y en seguidaexclamó:

—¡Tengoqueescupirlo!—¿Estáseguraqueyalohaprobado?—preguntólaseñoritaAllan.PortodacontestaciónRachellotiróporlaventana.

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—Detodasformas,hasidounaexperiencia—dijolaseñoritaAllanconcalma—.Déjemever…notengootracosaqueofrecerle,anoserquequieraprobaresto.

Unpequeñoarmariocolgabaenloaltodelacamaysacódeélunafinayvistosabotellallenadeunlíquidoverdeclaro.

—Crema de menta—dijo—. Es licor, ¿sabe? No vaya a creer que bebo. ¡Hetenidoestabotelladurante26años!—añadió,ymirándolaconciertoorgullo,lamo-vióparacomprobarqueestabaintacta.

—¡Veintiséisaños!—exclamóRachel.LaseñoritaAllansonreíamuysatisfechadehabersorprendidoalamuchacha.—Es el tiempo transcurrido desde que fui a Dresden. Cierta amiga mía quiso

obsequiarme con un recuerdo. Pensó que en cualquier accidente un estimulante noestaríademás.Perocomo,aDiosgracias,notuveocasióndeempezarla,amiregresoseladevolví.Enlavísperadetodoviajemíoalextranjero,lamismabotellavuelveaaparecer con idénticanotita.Ami regresovuelve intacta a suorigen.La considerocomountalismánquemelibradeaccidentes.Apesardellegarunavezconretrasoporunaccidentedeltrenquesalióantesqueelmío,nuncameocurriónadaanormal.Sí—continuó,dirigiéndosea labotella—, juntaspresenciamosdistintosarmariosyclimas, ¿noes así?Piensounodeestosdíasponerleunaetiquetadeplata conestainscripción:«Esuncaballerocomopuedenobservary se llamaOliver»…NocreopudieraperdonarlasirompieraamiOliver»—dijoconfirmezaalverqueRachellacogíaporelcuellodescuidadamenteyescuchaba,interesada,lacharladelaseñoritaAllan.

Asídiciendo,pusolabotellaotravezensusitiodentrodelarmario.—Bien—exclamóRachel—.Quéextrañoencuentrotodoesodetenerunaamiga

desde26añosyunabotellayhaberhechojuntastantosviajes.—Nada de eso, yo creo que es muy natural —dijo la señorita Allan—; me

considerolapersonamáscorrientedelmundo.Comonoseaextrañosertancorrientecornolosoyyo.—SonriócontodaamabilidadaRachel.

Sus palabras calmosas y su voz simpática eran un calmante para cuantosacudieranaella.PerolaseñoritaAllanseocupabaencerrarconllaveelarmario.UnasensaciónderaraincertidumbrehaciaRachellaobligabaaguardarsilencio.

Rachel, porun lado,deseaba confiarse a aquella alma tanbondadosayque tancerca tenía. Por otro, comprendía que a nada conduciría y que eramejor pasar delargoensilencio.

—Encuentro suma dificultad en mostrarme tal como soy—observó Rachel alcabodeunrato.

—Escosadetemperamento—leayudólaseñoritaAllan—.Hayciertaspersonasquenuncaencuentrandificultad.Yoencuentroquehayunagrancantidaddecosasque no puedo decir. Pero yome consideromuy torpe.Una demis compañeras en

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seguidasabesilegustaonocualquierpersona.Déjemerecordarcómolohace.Dicequeporelmododedarlosbuenosdíasolasbuenasnoches.Amí,encambio,pasanavecesañosantesdedarmecuentaydecidirme.Peroalamayoríadelasjóvenesestolesesfácil.

—¡Oh,no!—contestóRachel—.Cuestamucho.La señorita Allan la miró con simpatía y calló; sospechó que algo la turbaba.

Llevóselasmanosalmoño,comprobandoqueseledeshacía.—Leruegoquemeperdonesiestandoustedaquímearregloelpeinado.Aúnno

encontré una clase de horquillas queme convenza.He de cambiarmede traje y leagradecerémuchoquemeecheunamano;tieneunahileradefastidiososbotonesymecuestamuchoabrocharlossola.

Dejó caer su falda y se quitó la chaqueta y la blusa. En combinación ante elespejo,selaveíarechonchaymacizasobresusgruesaspiernasenfundadasenmediasgrises.

—Lagentedicequelajuventudeslomejor;yoencuentrolaedadmaduramuchomásagradable—comentóalarreglarseelpelo,cepillárseloyvolverloa recoger—.Cuandoerajoven—continuó—lascosaspodíanparecermásalegressiunalassentíaasí…;yahoramivestido.

Enunmomentosepeinócomoacostumbraba,sevistióyconlaayudadeRachel,queleabrochólafalda,prontoestuvolista.

—Nuestra señorita Johnson encontraba la vida muy complicada—y se volviódando laespaldaa la luz—.Sededicóa lacríadecerdosenLaGuineayseentu-siasmóconellos.Acabodesaberquesucerdoamarillohatenidouncerditonegro.Apostéseispeniquesenestacuestión.Mefiguroquesesentirámuyorgullosa.—Semiróalespejo,adoptandociertaaltivezalhacerlo.

—¿Estoy visible para codearme con mis conciudadanos?—le preguntó—. Nocomprendo cómo los animales claros puedan tener hijos negros.Me lo explicaronmuchas veces y soy una tonta al no recordarlo. Recogiendo pequeños objetos ycolocándolosconcienzudamente,unrelojconunacadena,unapulseradeoromaciza.Porfin,yadeltodolista,sedetuvoanteRachel,consonrisabondadosa.Noeraunamujer impulsivay lavida lehabíaenseñadoacontenerse.Almismo tiempoestabadotadadeunagrandosisdebuenavoluntadhacialosdemásyenparticularconlasjóvenes, las cuales muchas veces le hicieron lamentar que le resultara tan difícilexpresarse.

—¿Bajamos? —preguntó—. Puso una mano sobre los hombros de Rachel, yagachándose, cogió con la otra un par de zapatos y lo dejó afuera en el pasillo.Conforme avanzabanpor el corredor, pasaron antemuchos pares de zapatos.Unosnegros,otroscastaños,todosigualmentepuestosyencambiotandistintosentresí.

—Siemprepiensoquelagentesepareceasucalzado—dijolaseñoritaAllan—.

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ÉsteesdelaseñoraPaley.Alhablar,seabriólapuertayéstasalióensusillacompuestayaparatornarelté.

SaludóalaseñoritaAllanyaRachel.—Acababadedecir que las personas tienen cierto parecido con sus zapatos—

dijolaseñoritaAllan.LaseñoraPaleynolaoíaytuvoquerepetirloporterceravez.Cuandolooyó,no

locomprendió. Ibaa repetírselopor cuartavez, cuandoRacheldijodeprontoalgoinarticuladoydesapareció corredor abajo.Aquello erademasiadopara susnervios.Ibaapasoligero,casicorriendo,endireccióncontraria,yseencontróconunrecododondehabíaunamesayunasillacercadeunaventana.Enlamesahabíauntinteroviejo,unceniceroyunperiódicofrancés.Rachelsesentócomosiestudiaraeldiariofrancés, las lágrimascayerony formaronunpequeñoborrónsobreéste.Levantó lacabezaconvivezayexclamóenaltavoz:«¡Es intolerable!»Mirabapor laventanaconlosojosbañadosenlágrimas.Dioriendasueltaalaamarguraquellevabadentrodurante todo el día. Todo había sido pésimo desde el principio al fin. Primero elservicioenlacapilla,luegolacomida,Evelynseguidamente,laseñoritaAllanyporúltimolaseñoraPaleyinterrumpiendoelcorredor.Todoeldíaenteroestuvoviolentay como si huyese de algo.Había llegado al punto culminante de la crisis nerviosadesde el cual el mundo se ve en sus propias proporciones. Todo le disgustabainmensamente.Iglesias,políticos,incomprensionesygrandesimpostores—hombrescomoelseñorDalloway,otroscomoelseñorBax,Evelynysucharla,laseñoraPaleyinterceptandoelcorredor.Entretantoellatidodesupulsodabapruebadetodoloqueinteriormentesentía.Elzumbido,elesfuerzo,eldisgusto.Sesentíaelcentrodetodala vida, elmundo parecía estallar en su interior, y era reprimido por el señorBaxluego por Evelyn y ahora por una imposición estúpida. El peso de todo elmundogravitaba sobre ella. Así atormentada, se retorcía las manos nerviosamente. Laabrumabantodaslasconvenienciassociales,todoleresultabainsípidoyestúpido.Atravésdesuslágrimasveíaporlaventanaungrupodegentereunidaeneljardín,losveíacomomasasinertesquesedejasenllevardeunladoaotrosinmásobjetoqueeldeinterponerseaella.¿Enquéseocupabantodosaquellosseres?«Nadielosabía»,sedijoasímisma.Laimpetuosidadquesintióseibaaplacandoylavisióndelmundoantestanvivaseleaparecíaahoracomovelada.«Esunsueño»,murmuró.Reparóenelviejotintero,lapluma,elceniceroyelperiódicofrancés.Estospequeñosobjetossinvaloralgunolerecordaronlasvidashumanas.«Estamosdormidosysoñamos»,serepetía. Pero la eventualidad de que alguno de los del grupo de abajo pudiera serTerencelasacódelaapatíaenquesehabíasumido.Sesintiótaninquietacomoantesdesentarse.Era incapazdeveralmundocomounaciudadexpuestaasuspies.Loveíatodoatravésdeunanieblaempobrecidayrojiza.Tornabaladepresiónquesintiótodoeldía,sinpoderevitarla.Elmovimientofísicoerasuúnicoalivio.Buscando,ni

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ella misma sabía qué, se levantó, empujó hacia atrás la mesa y se dirigió a lasescaleras. Salió por la puerta del vestíbulo y volviendo la esquina del Hotel— seencontróentrelarentequevieradesdearriba.Debidoalaintensaclaridaddelsol,encontraste con la semioscuridad de los pasillos, el grupo se le apareció consorprendenteintensidad.Comosielpolvosuperficialhubiesesidoborradoyquedadescubierto tan sólo la realidad del instante. Lo miraba como una visión que sedestacaseenunanochemuyobscura.Figurasenblanco,grisymoradoseesparcíanpor cl césped sentadas en silloncitos de mimbre ante los (pequeños veladorescargadoscontodoslosutensiliosdelté.Todoseveíaalegreytrivial,sirviéndolesdefondo un macizo y grandioso árbol que parecía envolverles y protegerles con susnumerosasramas.Conformeseacercaba,oyóaEvelynrepitiendomonótonamenteaun perrillo: «Eh, aquí, aquí, ven para acá, sé bueno». Todo estaba paralizado yadvirtió que una de las personas era Helen Ambrose. El polvo volvía a tomarposesión de todo. El grupo se reunía del modo más natural. Una mesita de té seaproximabaalaotraylassillasservíanparaenlazarlosdosgrupos.Aunadistanciapodíaverseque la señoraFlushing, erguida e imperiosa, dominaba la reunión.Ha-blabaconvehemenciaaHelenatravésdelamesita.

—Diez días bajo tiendas de campaña —le estaba diciendo—. Ningunacomodidad.Si quiere confort novenga.Pero le puedo anticipar que se arrepentirá.¿Accedeusted?

EnaquelinstantevioaRachel:—¡Ah!Ahítieneustedasusobrina.Ellayalohaprometido.¿Verdadquequiere

venir?Habiendo formulado su plan, se afanaba en llevarlo a cabo con la energía e

ilusióndeunacriatura.Rachelseunióaellaconidénticoafán.—Claroqueiré,ytú,Helen,también,yelseñorPepper.Al sentarse se dio cuenta de que todos eran conocidos, pero entre ellos faltaba

Terence.Losreunidosempezaronacomentar lapropuestaexpedición.Unosdecíanque seríamuy calurosa y las noches frías.Otros que lo difícil sería conseguir unalanchaobarcayentenderseenelidiomadelosnativos.LaseñoraFlushingallanabatodoslosinconvenientestantoenrelaciónalhombrecomoalanaturaleza,yanuncióquesumaridoseocuparíadetodo.EntretantoelseñorFlushingexplicabaaHelenquelaexpedicióneraenrealidadcosasencilla.Duraríacomomáximocincodías,yellugar,unpueblecitoindígena,merecíalapenadeverseantesderegresaraInglaterra.Helenmurmurabaevasivamentesincomprometerseanada.Lareuniónincluíaamuydistintasclasesdepersonasparamantenerunaconversaciónconfacilidad.Desdeelpunto de vista de Rachel, poseía la gran ventaja de que le resultaba innecesariohablar.Al ladoopuesto,SusanyArthur explicaban a la señoraPaley el plande laexpedición hasta lograr que lo comprendiese, lo que les costó bastante. La señora

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Paleydabalosconsejospropiosdequienhaviajadomucho.Quellevasenconservas,abrigosdepieleseinsecticidas.SeinclinóaloídodelaseñoraFlushingycuchicheóalgoconciertoaspectomalicioso.HelenrecitabaenvozaltaunpoemaaJohnHirstparaganarleunaapuestadeseispeniquesqueestabansobrelamesa.ElseñorElliotimponía silencio contando anécdotas más o menos graciosas de Lord Curzon. Laseñora Thornbury intentaba recordar el nombre del que pudo haber sido otroGaribaldi.ElseñorThornburyinformabaqueposeíaunosprismáticosqueponíaaladisposicióndequienlosquisiera.LaseñoritaAllan,consuamabilidadpeculiarparaeltratoconlosperros,quetanfrecuenteesenalgunassolteras,consiguióacercarseaEvelyn.Pétalosdefloresyfinopolvillocaíandelasramasalmoverlaslabrisasobrelos platitos.Rachel parecía darse cuenta de todo comoun río siente las ramas quecaenensucorrienteyelcieloquelocubre;perolaexpresiónsoñadoradesusojosintranquilizóalgoaEvelyn.

—¿Enquépiensaahora?—preguntóderepente.—EnlaseñoraWarrington—contestóRachel.SeveíaaSusancuchichearconlaseñoraElliot,mientrasArthurlacontemplaba

conlaseguridadabsolutaensupropioamor.TantoRachelcomoEvelynlaescucha-ban.

—Hayquehacerlosencargos,cuidarlosperrosyeljardín,enseñaralosniños—suvozentonorítmicoeracomoladequienconfeccionaunalistadeasuntosdistintos—.Eltenisyelpueblo,cartasqueleescriboamipadreymilpequeñecesqueahoranorecuerdo.Rarasvecesencuentrounmomentoparamísola,ycuandocaigoenlacamaestoyya tancansadaquemeeclipsoantesde tocar laalmohada.Ademásmeencantaestarconmistías,aunqueresultepesada,¿verdadtíaEmma?

Sonrió a la vieja señora que, con la cabeza inclinada, comía un bizcocho y lamirabaconciertoafecto.

—Papá tienequeresguardarsedel fríoen invierno.Hayquecuidardeél,comoocurrecontigo,Arthur.¡Todoseamontona!

Suvozsubíadediapasón.SinsaberaquéatribuirlosintióRachelciertodesvíohacia Susan, pasando por alto todas sus cualidades de bondad y modestia. Se leaparecíahipócritaycruel;laveíayagruesayprolífica.Susbonitosojosacuososysinbrilloysuteznacaradallenadesurcosymásmate.Helenlepreguntó:

—¿Fuistealaiglesia?Habíaganadolaapuestayparecíadispuestaalevantarseparadespedirse.—Sí—lerespondióRachel—yañadió—porúltimavez.Al ir a levantarse se le cayó aHelen un guante y recogiéndoselo Evelyn, dijo

medioenbroma:—¿Perosemarchaya?—Vasiendohora.¿Novequécalladosestántodos?

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Un silenciomás acentuado reinó en la reuniónquizá pormirar todos a alguienqueseaproximaba.Helennopodíadistinguirquiénera;peroalelevarlavista,enRa-chel observó algo que le hizo decidirse interiormente: «Es Hewet.» Se calzó losguantescomoquiensedacuentadelasignificacióndelmomento.Sedecidió,yporfinselevantó.VioalaseñoraFlushingdirigirseaHewetypedirleinformessobrelosríos,losbarcos,etc.Estodióleaentenderquevolveríaasuscitarseeltemadel`viaje.Rachellasiguió,ibanlasdosensilencioporlaavenida.ApesardeloqueHelenvioycomprendió,loquesobresalíaensussentimientoseraalgocuriosamentetrivial.Sisedecidíaairenaquellaexpediciónnopodríatomarsubañodiario.Estoleparecíadegranimportanciaysumamenteenojoso.

—Esdesagradablevivirtanunidoscongentesalasquecasiniseconocen.—¿Nopiensasir?—interrogóRachelLaansiedaddelapreguntairritóalaseñoraAmbrose.—Nopiensoirnitampoco

dejar de hacerlo—replicó intentando aparecer indiferente—. Después de todomeparecequeyahemosvistotodoloquehayquever;ademásesunjaleoelviaje,ypormásquediganlocontrario,tienequeserterriblementeincómodo.

Durante un rato Rachel no habló, pero cada frase que Helen pronunciabaaumentabasuamargura.Porfin,sinpodercontenerse,exclamó:

—GraciasaDiosquenosoycomotú.Algunasvecesmeparecequenipiensas,nisientesniteimportanadamásqueexistir,erescomoelseñorHirst.Vesqueestánlascosasmalyparecequetegozasendemostrarlo.Túlellamasaesohonradez,peroespereza,sosería.¡Noestimulas,noayudas,atodoleponeselpuntofinal!

Helencontestóconunasonrisitairónicacomosiesperaseelataque:—¿Bien?—inquirió.—¡Quéteparecemallodelviaje,esoestodo!—replicóRachel.—Muyprobable—dijoHelen.EncualquierotraocasiónRachelhubieseguardadosilencioantelaingenuidadde

sutía,peroaquellatardesumalhumornoladejabaenpazyhastaveíacongustounapeleaentodaregla.

—Parecequesólovivesamedias—continuó.—¿Dices eso porque no acepto la invitación del señor Flushing? —preguntó

Helen—.¿Osiempreteresultolomismo?En aquel momento se le ocurrió a Rachel, que siempre había encontrado los

mismos defectos en su tía, desde la primera noche que la conoció a bordo del«Euphrosyne» , a pesar de su belleza, a pesar de su magnanimidad y de todo sucariño.

—¡Ay, no sé qué le pasa a todo el mundo! —exclamó—. ¡Nadie tienesensibilidad,nohacenmásqueherir!Te lodigosinceramente,Helen,elmundoesmalo.Esunaagonía,vivir…desear…

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Cogióalpasarunpuñadodehojasdeunarbustoylasaplastónerviosaentrelasmanoscomosiasísedesahogase.

—La vida de esas personas—probó a explicarse—, su inutilidad, sumodo devivir. Vas de uno a otro y todos son iguales. Nunca encuentras lo que deseas enningunodeellos.

SuestadodeánimoyloconfusodesusideasconvertíanlaenvíctimafácilparaHelen de querer ésta sonsacarla y ganarse su confianza. Pero en lugar de hablar,ambas cayeron en un profundo silencio mientras seguían caminando. A Helen leparecía imposiblecreer loqueadivinóenel té.Lospequeñoschistes, lacharla, lastonteríasdelatardeseevaporabanantesuvista.

Susentidodelapropiaseguridadseresentíacomosibajolasramasyhojassecashubiesepresentidoelmovimientodeunaserpiente.Leparecíaqueselesconcedíaunmomento de reposo, un momento para seguir con la comedia, y de nuevo lairrazonadayprofundaleyentraríaenlaluchacontodosuvigor.Lomoldearíatodoasuplacercreandoydestruyendo.MiróaRachelquecaminabaasuladoaplastandoaúnlashojasentresusdedosyabsortaensuspensamientos.Lasabíaenamoradayestoleinspiróunaprofundacompasión.Sesobrepusoatodasaquellascavilacionesyseexcusódiciendo:

—Sientomuchosersosayaburrida,nolopuedoremediar.Sieraundefectonaturalencontróprontounfácilremedio.Siguiódiciendoqueel

plandelseñorFlushingerabastantebueno.Sólonecesitabameditarlounpoco,yporlovistolofuehaciendoasíhastallegarasucasa,puesnovolvióahablar.Alllegardecidieronquesisevolvíaahablardelasunto,aceptaríanlainvitación.

XX

ElseñorFlushingylaseñoraAmbroseultimaronlosdetallesdelaexpedición,yéstanolesparecíapeligrosanidifícil.Encontraronquenisiquierasalíadeloco-rriente. Cada año por aquella época los ingleses formaban caravanas que seembarcaban remontando el curso del río, después descendían, daban un vistazo al

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pueblo indígena, compraban cierta cantidad de cosas a los indios y tornaban tanufanossindañoespiritualnicorporal.Cuandodescubrieronqueeranseislaspersonasquerealmentedeseabanformarparte,prontosellevaronlostrámitesafeliztérmino.Desde el tiempo de la Reina Isabelmuy poca gente había recorrido el río y nadahabía sucedidodesdeentoncesquecambiase su apariencia.Desdeaquella épocaeltiempoylosañoscambiaron,noelcursodelríoquesiguiócomosiempre,sinosusalrededores. Los pequeños arbustos se tornaron frondosos y grandes. Los árbolesfinos y endebles se hicieron grandes y corpulentos, con enormes troncos queencogíanelalmaenaquellasoledadqueimponía.Cambiandosóloelgirodelsolylainterposiciónde lasnubes, losgrandescamposdemullidoverdorseguíanallí siglotras siglo. El agua del río había corrido invariablemente entre esta frondosidad,arrastrandoconsigotierrasyramas.Entretantoenotroslugaresdelmundounaciudadseelevabasobrelasruinasdeotraciudad,yloshombresquelahabitabanavanzabanenelcaminodelacivilizacióndesconociéndosemáscadadíaentresí.Unoscuantoskilómetros de río les fueron visibles desde la altura de la montaña donde unassemanasanteshicieronsuexcursión.SusanyArthurlovieronalbesarse.TerenceyRachelalsentarsehablandodeRaymond.EvelynyPerrotalpasearseconlaquimerade figurarse ser grandes capitanes enviados a colonizar elmundo.Habían visto lalista azulada y ancha que atravesaba las arenas para desembocar en el mar. Lasgrandesmasasdeárbolescubríansucursomásarribahastaesconderloalavistadetodos en una frondosidad.A intervalos, en los primeros veinte kilómetros, se divi-saban en sus orillas algunas casas. Gradualmente éstas desaparecían, siendoreemplazadasporalgunaschozas.Máslejosyanosedivisabancasasnichozas;sóloárbolesenormesygrandeshierbas.Aquelloslugareseranel«paraíso»decazadores,exploradores,comerciantesqueapieoembarcadosloscruzabansinacampar.

PorlamañanadejaronSantaMarinamuytemprano,yendoencocheunosveintekilómetrosyencaballeríasunosocho.Laexcursiónsecomponíadeseispersonasyllegó al margen del río al obscurecer el día. A buen trote, por entre los árboles,llegaronelseñorylaseñoraFlushing,HelenAmbrose,Rachel,TerenceyJohnHirst.Las caballerías, cansadas, se detuvieron como de común acuerdo y losexpedicionarios desmontaron. La señora Flushing, entusiasmada, dio unos pasosacercándose a la orilla del río.El día había sido caluroso, pero ella disfrutó yendomontadayrespirandoelairelibre.Dejóelhotel,quenolegustaba,yseencontrabaasugustocon losque leacompañabanen laexpedición.El ríomugíacon ímpetualcorrerenlaobscuridad.Escasamentesedistinguíalaoscilantesuperficie.Enelairesonabaelruidodelasaguas.Sedetuvieronenunespaciodespejadoquehabíaentreunos grandes troncos. Sobre el río, una luz verde que subía y bajaba en suavemovimientolesindicabaellugardondelesaguardabalalancha.Yaenellaysobrelacubierta vieron que se trataba de una pequeña embarcación cuyo motor vibraba

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suavemente a sus pies y que arrancó pausadamente. Parecía que andaban por elcorazóndelanoche.Losárbolessemejabanentrelazadosanteellos,seoíaportodosladoselcrujirdelashojas.Lagranobscuridadahuyentabatododeseodecomunicar-se.Suspalabrassonabanhuecaseinsignificantes.Despuésderecorrerlacubiertatresocuatrovecesformaronungrupobostezandohondamenteymirandoelpaisajesom-bríoquedejabanasuespalda.

LaseñoraFlushingintentabaverdóndepodríaecharseadormir.Abajoerainútilintentarlo.Cercadelmotor,confuerteoloracombustible,tampoco.Sobrecubiertanosepodíadormirporlosinsectos.EraloqueHelenhabíaprevisto.Laimposibilidaddedesnudarse y descansar surgía con todos sus inconvenientes a pesar de estar todosmediodormidosysercasiinvisiblesunosaotros.ConlaayudadeHirstarmaronunatiendadecampañaenunextremodelacubierta,yésteconvencióalasseñorasdequeallí resguardadas podrían desnudarse y descansar. Salieron a relucir colchones ymantasylastres'setendieronunajuntoaotraalairepurodelanoche.

Loscaballeros fumaronvarioscigarrillos,echaron lascolillasencendidasal río,miraronunratoelbalanceodelasaguas,sedesnudaronyalotroextremodedondeestabanlasseñorasseacondicionaronparadormir.Estabantanrendidosqueprontoestuvieronajenosatodo,sirviéndolesdecortinalamismaobscuridadquelescubría.

El primero en dormirse fueWilfred Flushing, después Hirst. Hewet despierto,miraba en dirección al cielo. El suave balanceo y las formas negras queconstantementepasabanantesuvistaleimpedíanpensarconclaridad.LaproximidaddeRachellellenabadetranquilobienestar,sibienleimpedíadiscurrir.Elsaberlatancercaleimposibilitabapensarserenamenteenellatantocomoleresultabaimposibleverlaenestadensayobscuranoche.Demaneraextrañaseidentificóconelbarco.Sihubierasidoinútil levantarseyempuñareltimón,igualmenteloeralucharpormástiempoconlapotenciairresistibledesussentimientos.Unafuerzasuperiorleimpelíahacia adelante, lejos de todo lo que conociera, franqueando barreras, dejando atrástodas las señales, irrumpiendo enmares desconocidos con lamisma serenidad queahora surcaban la superficie del río. Una profunda paz le envolvía sumiéndole enhonda inconsciencia.Miraba las altas copas de los árboles cambiar ligeramente supostura al pasar la embarcación. Veía los árboles sobre el fondo estrellado delfirmamento encorvarse y estirarse, bajar y subir altísimos hasta que,contemplándolos,sesumióensueños.Soñóqueyacíabajolasombradeotrasgran-des copas de árboles contemplando el cielo. Al despertarse a la mañana siguientevieronaladerechaunterrapléndearenapobladodeárboles.Enlariberaizquierdahabía un pantano donde temblaban altas hierbas y bambúes, sobre cuyos tallos sebalanceabannumerosospájarosdeunalegre coloridoverdey amarillo.Lamañanaera calurosa y estaba en silencio. Al terminar el desayuno se sentaron formandosemicírculoenlaproadelacubierta.Untoldolesprotegíadelintensocalordelsoly

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la brisa de lamarcha les refrescaba ligeramente. La señora Flushing adornaba conpinceladasyrayaslatiendadecampaña.Susmovimientos,bruscosyexpresivos,separecíana losdeunpájaronerviosoquepicoteara losgranitosdelsuelo.Losotrosexpedicionariosteníanlibros,trozosdepapelobordados,conloscualesseocupabanapartedemirarelpaisaje.EnunaocasiónHewetleyóenaltavozunpoema.Seguíanavanzando bajo la sombra de los árboles. Tan pronto veían una nidada de pájaroscolor grana comiendo en uno de los pequeños islotes como una cotorra azulada yverdosa volaba gritando de un árbol a otro. Conforme avanzaban todo el paisajecrecíaen intensidad indómita.Losárbolesy lanaturalezaparecíaque sealegrabanporlafuerzadesuentrelazamiento.Aquíyalláseelevabaalgúnárbolgigantescoporencimadelosexcursionista,balanceandoágilmenteenlaalturasuverdequitasol.

Hewetvolvíadenuevoasus libros.Lamañana transcurría tanplácidacomo lofuelanoche.Sólovariabalaintensidaddelpaisajeenlaclaridaddeldía.Hewet,alveraRachelyoírsuvoztancercana,sentíalaproximidaddealgúnacontecimientoqueestuvieseestacionadojuntoaellos.Sabíaqueunimpulsodesconocidologuiaba.Volvióotravezasulibroleyendo:«Quienquieraqueseas,ahoraestoyentusmanos.Sólounacosaimporta;lodemásesinútil».

Unpájarosoltóunacarcajadasalvaje;unmonochillóunapreguntamaliciosa;ycomoelfuegoserenuevaalcalordelsol,asílosruidosdelaselvasesucedían.Gra-dualmente el río fue estrechándose y las orillas iban bajando a un mismo nivel,cuajadasdeárbolesymalezas.Laselvadevolvíaecoslejanos.Chillidosrepentinosyestridentes,seguidosdeunabsolutosilencio.Comoenlascatedrales,cuandolavozdelpredicadorenmudeceysuecoresuenatodavía,saltandodeunrincónaotroporlabóveda.

El señorFlushing se levantó, hablandoconunode losmarinerosy anunciandoquedespuésdecomer,laembarcaciónsedetendríaparaquepudieranvisitarelbos-que.

—Poraquíencontraremostodavíasenderos.Nonoshemosalejadomuchodelacivilización.—Echó un vistazo a la pintura de su esposa. Demasiado cortés paraalabarla públicamente, se contentó con tapar lamitad conunamano, y con la otrahacerungestodeponderación—.¿Noloencuentranmaravilloso?

Helensiguiósumiradaynohallópalabrasparajuzgarloqueveía.—DeahítomaríansuestilolosdelreinadodeIsabel—susurróHewet,mirandola

profusión de hojas y capullos y demás prodigiosos frutos—. Si Shakespeare lohubieravisto…

—¡Aborrezco a Shakespeare!—exclamó la señora Flushing, yWilfred replicó,admirándola:

—Creoqueereslaúnicapersonaqueseatreveadecirsemejantecosa,Alice.PerolaseñoraFlushingsiguióimperturbablepintando,sindarmuchaimportancia

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alcumplidodesumarido.Pintabasin interrupción.Aveces,murmurandoamediasunapalabraoungemido.

Lamañanaerayamuycalurosa.—¡MirenaHirst!—cuchicheóelseñorFlushing.Lahojadepapelenqueescribíahabíacaídoalsueloyconlacabezaechadahacia

atrásroncabasonoramente.Hewetrecogiólahojadelsueloylaestiróbien,paraqueRachelpudieraverla.Eraunacontinuacióndelpoemaqueiniciaraenlacapilla,perode una inmoralidad tal, que la mitad le resultó incomprensible. Hewet empezó aponer palabras en los claros queHirst había dejado, pero cesó de pronto. Su lápizrodó sobre la cubierta.Gradualmente se acercaban a la ribera derecha.La claridadquelesiluminabateníaunmatizverdoso.

LaseñoraFlushingdejósuspincelesymiróhaciaadelanteensilencio.Hirstsedespertó.Sonólallamadaparacomer,ymientraslohacíansedetuvolabarcaamuypocadistanciadelaribera.Lalanchaquellevabanaremolquefueacercadayaellasubieron las señoras.Para librarse del aburrimiento,Helen llevabaun librodeme-morias y la señora Flushing su caja de pinturas. Así equipadas, se acercaron a laorilla,saltandoatierramuycercadelaentradadelbosque.NoanduvieronmuchoporelcaminoparaleloalríoantesdequeHelendijesequehacíauncalorsofocante.Labrisadelríocesóyunaatmósferacalurosaypegajosaimpregnadadefuertesoloresveníadelinteriordelbosque.

—Mesentaréaquí—dijoHelen,apuntandountroncodeárbolcaídocasicubiertodeenredaderas.

Sesentó,abriósuquitasolymiróalríoqueatravesabangrandestroncosdeárbol.—Estoy de acuerdo —dijo la señora Flushing, y procedió a abrir su caja de

pinturas.Su marido se paseó por si percibía alguna bonita perspectiva para que ella la

pintase. Hirst sentóse junto a Helen, en plan de entablar conversación. Terence yRachelquedabanenpiesolos.Élviollegadasuhora,talcomoeldestinoladeparaba;yapesardecomprenderlo, sintiósecompletamente tranquiloydueñodesímismo.Habló a Helen, animándola a que fuese con ellos a dar un paseo. Rachel se uniótambiénenelruego.

—Detodaslaspersonasqueheconocido—dijoél—,esustedlamenosatrevida.Pareceestar sentadaenunassillasverdesdeHydePark.¿Vaapasarseahí la tardeentera?¿Nopaseará?

—¡Oh, no! Aquí sólo debe emplearse la vista—contestó con una voz medioadormilada.

—¿Quésacaréisdeandar?Sudaryestarcansadosparalahoradelté,ynosotrosfrescosycontentos—añadióHirst.

En sus ojos vieron los reflejos dorados y verdosos del cielo y de las ramas.

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AceptabancomounhechoqueRachelyTerencesepropusieranpasearporelbosque.—¡Adiós!—dijoRachel.—¡Adiós! y cuidado con las serpientes —gritó Hirst. Se acomodó más

confortablemente a la sombra de un árbol caído muy cerca de donde se sentabaHelen.

Alalejarse,elseñorFlushinglesllamó:Saldremosdentrodeunahora.Hewet,porfavor,acuérdese,unahora.Obradeloshombresodispuestoasíporlanaturaleza,habíauncaminoanchoque

seadentrabaenelbosque.Semejabaunaavenidaenunbosqueinglés,salvoquelosarbustos tropicales, con sus hojas largas como sables, crecían por todos lados. Elsuelosecubríadeunmusgohúmedo,salpicadodeflorecillasamarillasynodelfinocésped de los parques ingleses. Conforme se adentraban en la profundidad de losárboles,laluzsetamizabamásylosruidosdelmundosecambiabanporloscrujidosysonidosespecialesdelaselva,quelesproducíanlasensacióndelmar.Elcaminoseestrechabaytorcía,bordeadopordensasenredaderasqueenlazabanunárbolconotroyestallabanaquíyalláengruposdefloresenformadeestrellas,dericasyvariadastonalidadesgranate.Loscrujidoseranavecesinterrumpidosporelgritoestridentedealgún animal asustado. Con el aire les llegaban lánguidas oleadas de perfumadosolores.Devezencuando,entrelaclaridadverdosahabíaunespaciolibrequedejabaentrar con toda su hermosura chorros de sol en los que revoloteaban enormesmariposasrojasynegras.

Terence,yRachelavanzabanensilencio,perosentían lanecesidaddehablarse.¿Cuáldelosdosiniciaríalaconversación?

Hewetcogióuna frutaencarnaday la tiróa loaltocon todasu fuerza.Cuandollegase al suelo, entonces él hablaría. Oyeron el ruido especial de unas alasabriéndoseparavolar;elde lafrutaal tropezarentre lashojasysusonidosordoalllegaralsuelo.Elsilencioeracadavezmásprofundo.

—¿Te asusta esto?—preguntóTerence cuando se apagó el ruido de la fruta alcaer.

—¡Oh!—contestóella—.Megusta—yrepitió—,megusta.Andabaligero,eibamásenderezadoquedecostumbre.Hubootrapausa.—¿Tegustaestarconmigo?—preguntóTerence.—Sí—replicóella.Callóporunmomento.Elsilencioparecíaenvolverlotodo.—Eslomismoqueyosientodesdequeteconocí—replicóél—.Nosotrossomos

felicesjuntos.—HablabacomosilohicieraconsigomismoyRachelparecíanoes-cucharlo,andandoensilencio.

—Muy felices—contestóRachel tras unapausa.Siguieronun rato en silencio.Inconscientementesuspasossealigeraban.

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—Nosquerernos—dijoTerence.—Sí,nosqueremos—repitióRachel.Elsilencioserompíaporelsonidodesusvocesqueadquiríanuntonoextrañoy

poco familiar, distinto a sus palabras. Paráronse, uniéndose en estrecho abrazo ydespuéssentáronsesobreelmullidosuelo,unojuntoaotro.Oyeronelcrujirde losárbolesyelaullidodeunafiera,perotodolesparecióremoto.

—Nosamamoslosdos—repetíaTerence.Ambosestabanmuypálidosycallados.Élnoseatrevíaavolverabesarla.Ellase

acercópoco a pocoy apoyó la cara contra suhombro.Así permanecieronun rato.Unavezdijoella«Terence»yéllecontestó«Rachel».

—¡Es espantoso!—murmuró ella, después de otra pausa, y al hacerlo pensabatanto en el sombrío eco de las aguas agitándose distantes en sus propiospensamientos. Observó que por el rostro de Terence se deslizaban unas lágrimas.Parecíaquehabíatranscurridomuchotiempocuandoélsacóelreloj.

—Flushingdijounahorayhemosestadoyamásdehoraymedia.—Ytardaremosotrotantoenvolver—dijoRachel.Selevantómuydespacio,estirólosbrazosydiounhondosuspiro,mitadgemido,

mitadbostezo.Parecíamuycansadayestabapálida.—¿Pordónde?—preguntó.Volvieronporelcaminocubiertodeverdor.Loscrujidoscontinuabanenloalto,

mezcladosalosgritosdedistintosanimales.Lasmariposasseguíancirculandoenlosclarosdeluz.

AI principio Terence parecía seguro del camino que seguían, pero conformeandaban, empezó a dudar. Tuvieron que detenerse, orientarse y seguir de nuevo.Sabían la dirección del río, pero no estaban seguros de dar con el punto en quedejaronalosotros.Rachelleseguía,deteniéndosecuandoélseparaba.

—Noquierollegartarde—dijoél—porque…—Pusounaflorenmanosdeella,ysusdedoslaoprimieron.

—Llegaremostarde,tarde,horriblementetarde—repetíaélcomosihablaraenunsueño—.Ahorayaestá.Recuerdoestavuelta.

De nuevo se encontraron en el camino ancho, como una avenida inglesa, pordonde empezaron a andar al separarse de los otros. Andaban callados comosonámbulos,quesóloamediastuvieranconcienciadesuser.

Rachelexclamóderepente:—¡Helen!Al sol, enel espacioalbordedelbosque,vieronaHelen sentada todavía enel

troncodelárbol.Sutrajeblancodeslumbrabamuchoalaluzdelsol.Hirst,inclinadosobre el codo, estaba a su lado. Instintivamente se detuvieron.La presencia de losdemás parecía clavarlos en la tierra. Oprimiéronse la mano en silencio por unos

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momentos.—Debemosseguir—insistióporfinRachelenvozbaja.Hicieronunesfuerzoyacortaronladistanciaquelosseparabadelaparejasentada

sobre el tronco caído. Al aproximarse, Helen se volvió, los miró un rato sin pro-nunciarpalabra,yalllegarjuntoaella,dijoenvozbaja:

—¿Vieron al señor Flushing?Ha ido a buscarles. Pensó que se podían perder,aunqueyaledijequenoeraprobable.

Hirstsevolvió,mirandoalasramascruzarseenelairesobreél.—¿Valelapenaelpaseo?—preguntóconvozadormilada.Hewetsesentóasuladoenlahierbayempezóaabanicarse.—Calor—dijo.RachelsebalanceabaalotroladodeHelenenelfilodeltronco.—Muchocalor—repitióella.—Seosvecansadísimos—observóHirst.—Debeseragobiantepasearbajoesosárboles—exclamóHelen, recogiendosu

libroysacudiéndolelostrocitosdehierbaquequedaronentrelaspáginas.Todosguardaronsilencio,mirando lacorrientedel ríohincharseal tropezarcon

losárbolescaídos.AsílesinterrumpióelseñorFlushing.Saliódelosárbolesacienmetrosdeellosyexclamóconvozfuerte:

—¡Ah!¿Conquedieronconelcamino?Peroestarde,muchomástardedeloquequedamos,Hewet.

Selenotabaligeramentecontrariado,ysumisióndedirectordelaexpediciónlehacíaadoptarun tonoalgoautoritario.Hablabaaprisa,usandopalabrasfuertes,quecarecíandesentido.

—Llegar tardeno importagrancosa, claro—dijo—;perocornoescuestióndetenerloshombresapunto.

Llegaron junto a la orilla, donde les esperaba el bote. El intenso calor ibadisminuyendo, y tornando el té, los Flushing se sintieron más comunicativos.Terence,oyéndoleshablar,sentíaquelaexistenciatomabadosdistintoscaminos.AllíestabanlosFlushinghablandoincansablemente,comosiseremontasenalasalturas,mientrasélyRachelcaíanenelcentrodelmundounidos.

LaseñoraFlushing,consufinoinstinto,intentósacarenclaroalgoquesuponíaoculto.SefijóenTerenceconsusojosdevivoazulysedirigióaél.

Queríasaberquéharíaélsielbarcoseestrellaracontraunarocayseibaapique.¿Leimportaríaalgofueradesalvarlavida?

—Haysólodoscriaturasquelamujernormalquiereverdaderamente—continuóella—.Suhijoysuperro;ynocreoqueloshombreslleguenatanto.Seleetantodeamor—poresolapoesíaestanaburrida—.¿Peroquépasaenlavidareal,eh?Noeselamorloquecuenta.

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Terencedijoalgoentredientes.ElseñorFlushing,quefumabauncigarrillo,contestóasuesposa:—Debesrecordar,Alice,quetucrianzafuepoconatural,nadacorriente.Notenía

madre—explicó, perdiendo algo de la formalidad de su tono—y su padre era unhombre delicioso, no lo dudo, pero que sólo se ocupaba en caballos de carreras yestatuasgriegas.Cuéntaleslodelbaño,Alice.

—En las cuadrasposteriores—dijo la señoraFlushing—, cubiertasdehielo eninvierno, teníamosqueguarecernos,de lo contrario,nos azotaban.Losmás fuertesvivimos,losotrosmurieron.Loquesediceelsobrevivirdelosmásfuertes.Eraunplanexcelente,nolodudo,¡sobretodosiustedtienetrececriaturas!

—¡Y todo esto ha pasado en el corazón de Inglaterra, en pleno sigloXIX!—exclamóelseñorFlushing,volviéndosehaciaHelen.

—Yo trataría a mis hijos del mismo modo, si los tuviera —dijo la señoraFlushing.

Cada palabra sonó con claridad a los oídos deTerence. Pero ¿qué decían? ¿dequiénhablaban?¿quiéneseranaquellosseresfantásticoshablandoalláenloalto?

Cuando terminarondebeberel tése levantaron,acodándoseen labarandilladecubierta.Elsolseponía,elaguase tornabaobscurayrojiza.Elríoseensanchódenuevoypasaronjuntoaunislotequesemejabaunpegoteobscuroenelcentrodelacorriente.Dosgrandespajarracoslesmiraronconcuriosidad.Laplayanopresentabamásseñalesquelashuellasdesuspatas.Lasramasdelosárbolesenlariberaeranmásretorcidosyangulosos.Elverdedelashojasmásvivoysalpicadodeoro.Hirst,inclinadoaproa,empezóahablar.

—Sesienteunomuyextraño, ¿no lesparece?Estosárboles se apoderande losnervios. ¡Es todo tan absurdo! Dios todopoderoso, ¿qué persona normal hubieraconcebidounparajetansalvajecomoésteparallenarlodemonosydemásreptiles?Sivivieseaquí,acabaríaloco,locoderemate.

Terence intentó contestarle, pero la señora Ambrose se adelantó. Le dijo quemiraseelconjuntodeaquellasmasas,quecontemplaseelcoloridomaravillosoy laformadelosárboles.ParecíacomosiquisieseprotegeraTerencedelaproximidaddelosdemás.

—Sí—dijo el señor Flushing—; ami juicio, la ausencia de la gente es lo queproduceestaimpresión.Debeadmitir,Hirst,queaununapequeñaciudaditalianavul-garizaríalaescenaentera.Gustaprecisamentesuinmensidad,elsentidoelementaldesugrandeza.

Hizoungestoconlamanohacialosárbolesyunaligerapausa,mirandolagranmasaverdequeseenvolvíaensilencio.

—Reconozcoquenoshacesentirinsignificantes.ViendocomoFlushing,consuspalabras,razonabayprocurabaconvenceraHirst,

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TerenceatrajoaRachelasulado,apuntandoostensiblementeaunenormeyretorcidotroncocaídoymediohundidoenelagua.Deseaba,atodacosta,estarcercadeella,perovioquenopodíadecirlenada.OyeronaFlushingqueseguíadisertandosobresuesposa, después de arte, y también del futuro del país. Palabras sin sentido queflotaron en el aire. Como empezaba a refrescar, el señor Flushing se paseó por lacubierta con Hirst. Llegaron a sus oídos fragmentos de la conversación: arte,emoción,verdad,realidad.

—¿Es esto verdad, o es sólo un sueño? —murmuró Rachel cuando hubieronpasado.

—Esverdad,realidad—replicóél.El aire refrescó y hubo un deseo general de movimiento. Al descender la

obscuridad, las palabras de los demás parecían encogerse y evaporarse, como sedesvanecen las cenizas de un papel quemado. Rachel y Terence quedaroncompletamentesilenciosos.Fuertessacudidasdeintensogocelesestremecieronensuinterior.Lacalmarenacíadenuevo.

XXI

Gracias a la disciplina del señor Flushing llegaron a su debido tiempo a lossitiosestratégicosfijadosdeantemano,ycuando,alamañanasiguiente,despuésdeldesayuno, sacaron las sillas para formar el corro acostumbrado, se hallaban amuypocasmillasdedistanciadelcampamentonativo,metadesuviaje.

El señor Flushing, al sentarse, les aconsejó que fijaran la vista en la riberaizquierda.ProntopasaríanporunclaroenelquehabíaunachozadondeMackenzie,elfamosoexplorador,habíamuertodelasfiebres,haríaunosdiezaños.

—Mackenzie—continuó—fueelhombrequeexplorómástierraadentro.Todos los ojos se volvieron hacia ella, obedeciéndole. Rachel no vio nada.

Aquellasadvertenciasdequemiraseaquíoallálairritaban,comolasinterrupcionesmolestanalaspersonasabstraídasensuspensamientos.Leincomodabatodoloquesedecía,lemolestabaelmovimientodelosdemásporevitarquepudiesehablarcon

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Terence.Helenlaobservómirandomalhumoradaungranrollodecuerda,ysinpararatenciónenloquedecían.ElseñorFlushingyHirstseentreteníanenconversarsobreel futuro del país bajo el aspecto político y en deducir hasta qué grado había sidoexplorado.Losdemás,endistintasposturas,másomenoscómodas,observabanensilencio. La señoraAmbrose sentía interiormente cierto presentimiento, aunque nosabía a qué atribuirlo.Mirando a las riberas, como le aconsejó el señor Flushing,pensóqueerabello,peroeltiemporesultababochornoso.Nolegustabaservíctimadeemocionesquenosabíadefiniryconformeavanzabalacalurosamañanasesintióirrazonablementeconmovida.Siaquellasensacióndebíaatribuirlaa lodesconocidodelbosqueoaotracausamenosdefinida,nopodíaaveriguarlo.Suentendimientosealejabade allí, ocupándose en su angustia deRidleyy sus hijos.Pensaba en cosaslejanas, tales como la vejez, la pobreza y la muerte. Hirst parecía igualmentedeprimido.Sehabía forjado ilusionesconaquellaexpedición, tomándolacomounavacación, en la que podían ocurrir cosas maravillosas. En cambio, nada nuevo sehabíapresentadoallí.Estabanincómodos,¡comosiempre!Estoeraloqueocurríaporformarse ilusiones de antemano; siempre salía uno defraudado. Echó la culpa aWilfredFlushing,siempretanbienvestidoytanformal.TambiénalcanzósuenojoaHewetyRachel. ¿Porquénohablaban?Losobservó, sentados en silencioy comoabstraídos.Sóloelverlosleincomodaba.Supusoqueestaríanenrelaciones,oapuntodeestarlo.Peroenlugarderesultardeelloalgorománticoyexcitante,allíselesveíatansososcomotodoslosdemás.Tambiénlemolestabaelsuponerlosenamorados.Seacercó aHelen, diciéndole lomal que había pasado la noche.Resultaba incómodoestar tendido sobre cubierta, sintiendo a veces un calor sofocante y otras frío.Además,conelbrillodelasestrellasnohabíapodidoconciliarelsueño.Estuvotodalanochedespiertoycuandohubobastanteclaridad,escribióveinterenglonesdesupoema. Le pidió su opinión sobre el mismo. Aunque hablaba casi como siempre,Helenhubiesepodidocomprobarqueestabaimpacienteyconmovido.CuandoibaacontestaroyóexclamaralseñorFlushing:«¡Ahí!»

Vieronunachozaenlaorilla,enunsitiodesoladoytristón,conunarendijaeneltecho.Latierraquelarodeabaeraamarillenta,conseñalesdevariasfogatasyvariaslatasviejas.

—¿Encontraron su cuerpo ahí? —exclamó vivamente la señora Flushing,inclinándosehaciaadelantesobrelabarandilla,ensuafándeverellugar.

—Encontraronsucuerpoyunlibrodeapuntes—contestósumarido.Perolabarcalesllevóprontolejos.Hacía tantocalorquenosemovían,exceptoparacambiaralgodepostura.Sus

ojosseconcentrabanenlasriberas,dondeserepetíanlosverdesreflejos.Suslabiosseoprimíancomosiestolessugirierapensamientosvarios.LosdeHirstsemovíanintermitentemente,buscando rimas incansable.Todospermanecieronen silencioun

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buenrato.—Casi le recuerda uno el espectáculo de un parque inglés —dijo el señor

Flushing.El cambio no pudo ser más radical. A amibos lados del río se veían grandes

espaciosbiencuidadosdefinahierba,conárbolesfrutales.Tododenotabayalalabory el trabajo del hombre. Tan lejos como alcanzaba la vista, aquel espacio subía ybajaba enondulaciones quehacíanmásvivo el recuerdode unparque cuidado.Elcambio de escenario sugirió un cambio de ambiente, que sentó bien a todos. Selevantaronyfueronaapoyarseenlabaranda.

—Podía ser Arundel o Windsor —dijo el señor Flushing—, si se cortara esearbustodefloresamarillas,¡miren!

Hilerasdeespaldasobscurassedetuvieronporunmomentoyluegosaltaronenabiertacarrerafueradelavisióndelhombre,porlosonduladoscampos.Porunins-tantenadiepodíacreerquehabíanvistoanimalesvivosenplenodía.Eraunamanadadegacelassalvajes.Elespectáculolesreanimócomosifuerancriaturas.

—¡Enmi vida he visto nadamás grande que una liebre!—exclamóHirst consinceroentusiasmo—.¡Quétontofuialnotraermeel«Kodak»!

Poco después se detuvo la embarcación. El capitán fue a explicar al señorFlushing que quizás a los pasajeros les gustaría bajar y pasearse un poco. Si en eltérmino de una hora regresaban, él les llevaría al pueblecito, pero si preferían irandando,éstesóloestabaaunamilla,yéllesesperaríaenellugardeembarque.

Bajaron a tierra, los marineros sacaron pasas y tabaco. Se apoyaron en labarandillayvieronalejarse.alosseisinglesesquetanextrañosresultabanenaquellosparajes con sus vestidos y abrigos. Un chiste, nada correcto, les hizo soltar lacarcajada a todos; después se tendieron a sus anchas sobre la cubierta. Aldesembarcar,TerenceyRachelsereunieron,adelantándosealosdemás.

—GraciasaDios—exclamóTerence,respirandoasusanchas—.Porfinestamossolos.

—Ysiseguimoscaminandoadelantadospodremoshablar—dijoRachel.Peroapesardelaspalabrasdelamuchachaestuvieroncallados.

—¿Mequieres?—dijoporfinTerence,rompiendoelsilenciodoloroso.Hablarocallarrepresentabaigualmenteunesfuerzo.Enpresenciadelserquerido,

las palabras resultabandemasiado triviales o aparatosas.Ellamurmuró algo ininte-ligible,finalizando:

—¿Y…tú?—Sí,sí—replicóél.Teníanmuchascosasquedecirse,yapesardeestarsolos,parecíanecesarioque

seacercasenmástodavía.Habíaquesaltarlabarreraqueparecíahaberseinterpuestoentreellosdesdelaúltimavezquehablaron.Eradifícilyembarazoso.

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—Voyaempezardesdeelprincipio—dijoélconresolución—.Enprimerlugarnomeheenamoradonuncadenadie,peroenmividahahabidootrasmujeres.Tengograndes defectos. Soymuy perezoso. Tengo días de inmotivadomalhumor. Tienesquesabertodolopeordemí.Soycodicioso.Meabrumaunsentimientodeinutilidad,deincompetencia.Nodebieranuncahabertepedidoquetecasarasconmigo.Soyunpocoafectado,ambicioso.

—¡Oh, nuestras faltas! ¿Qué más da?—exclamó ella, y a renglón seguido—:¿Estoyenamorada?¿Esestoquerer?¿Tenemosquecasarnos?

Vencidoporelencantodesuvozysupresencia,exclamóél:—¡Oh!Ereslibre,Rachel.Así,eltiemponotecambiará,nielmatrimonionilos

hijos.Las voces de los que les seguían llegaban en oleadas. La risa de la señora

Flushinglesllegóclaraporencimadetodoslosruidos.—Matrimonio—repitióRachel.Los gritos se renovaron, advirtiéndoles que iban demasiado hacia la izquierda.

Cambiandoderumbo,continuóél:—¡Sí,matrimonio!—yvolvióaemprenderlaconsuautobiografía.Ellamurmuróquenopodíadescribirsuvida,aunquesiempreleparecióqueno

teníanadadeparticular.UnavisióndecómoandaríaconellaporlascallesdeLondresvinoalavistade

Hewet.—Nosiremosapasearreunidos—dijoél.Lasimplicidaddelaconversaciónlesalivió,yporprimeravezrieron.Hubiesen

deseado cogerse de la mano, pero la conciencia de que les miraban no lesabandonaba.—Libros, gentes, espectáculos, la señoraHutt,Greely,Hutchinson—murmuróHewet.

Concadapalabralanubequeleshabíaenvuelto,haciéndolesparecerirrealeslatardeanteriorseevaporabayalejaba,ysucontactosehacíamásnatural.Vieronelmundoqueconocíanmásclaroyrisueñoquenuncaselesaparecieraantes.Comoenaquellaocasiónenelhotel, cuandose sentóen laventana,elmundosepresentabaante lamiradadeRachel,muy real y en sus verdaderas proporciones.Se fijaba enTerenceconcuriosidaddevezencuando,observósutrajegrisysucorbatamorada,analizandoalhombreconquienibaacompartirelrestodesuvida.Despuésdeunadeaquellasmiradas,murmuró:

—Sí,tequiero.Nohayduda,estoyenamoradadeti.Noobstante,seencontrabanextrañamenteapartadosunasvecesyotrastanjuntos

queentreellosdesaparecíalavisión.Sintiendoestodolorosamenteexclamó:—Seráunalucha.—Peroalmirarledenuevo,percibiólaformadesusojos,las

líneasde subocayotras particularidadesque le agradaban, y añadió—:Dondeyo

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quisieraluchar,tútendráscompasión.Túeresmásdelicadoqueyo,eresmuchomássensible.

Éllamiró,sonriendoypercibiómucholaspequeñecesparticularesquelahacíantandeliciosa.Erasuyaparasiempre.Pasandoaquellabarrera,gocesinnumerablessepresentabananteellos.

—Noesqueseamejor—contestóél—.Sóloesquesoymayor,másperezosoyunhombreenlugardeunamujer.

—Unhombre—repetíaella.Uncuriososentidodeposesiónlaembargó,seleocurrióqueyapodíatocarley

consuavidadlepasólamanoporlacara.Losdedosdeélseposarondondepusoellalamano,yelrocelesumergiódenuevoenunestadoenelquetodoleparecíairreal.Estecuerposuyo,elmundoentero,perdieronconsistencia.

—¿Qué ha pasado?—empezó él—. ¿Por qué te dije que te casaras conmigo?¿Cómoocurriótodo?

—¿Mepedistequemecasaracontigo?—dudóella.Parecíanalejarsedenuevo.—Nossentamosenelcésped—recordóél.—Sí,asífue—confirmóRachel.Esterecuerdosirviónuevamentedelazodeunión.Andabanensilencio,perosin

cesardecoordinarideas.Susojossólopercibíanloquelesrodeabaaambos.Otra vez intentaría él enumerarle todos sus defectos, y explicarle por qué la

amaba.Ellaledescribíaquésintióentalocasiónoentalotra;yjuntosdescifraríantodossussentimientos.Tanbellolesparecíaelsonidodesuspalabrasquehablabanporelmeroplacerdeoírse.Intercalabansilencioslargosentresuconversación.Peronoeranyasilenciosdeluchayconfusión,sinopausasquelesreanimabanytraslascualeselpensamientofluíafácil.Siguieronhablandoconnaturalidaddecosasvulga-res.Delasflores,deporquéerantanrojasylosárbolesporquécrecíantanrectosenlos jardinesyallíencorvadosy torcidoscomoelbrazodeunanciano.Lentamente,comosifueralasangrequecantaseensusvenasoelaguadeunarroyoquecorrieseentrelaspiedras,Rachelsediocuentadequeunnuevosentimientonacíaenella.

—¡Esto es la felicidad!—dijo con convencimiento y en voz alta a Terence—.Estotienequeserlafelicidad.

Hewetcontestóinmediatamente.—Nohayduda,estoesserfeliz.Aquellasensaciónleshabíainvadidoaambos.Se extendieron en consideraciones sobre el nacimiento de aquel sentimiento y

cómolosentíancadaunodeellos.Apesardesermuchaslasvocesquelosdeatráslesdaban,nolasoyeron.Sumidosensussutilezas,larepeticióndelnombredeHewetsonabacomoelcrujirdeunaramaseca,oeltrinodeunpájaro.

Elsonidodelabrisamurmurandoalmoverlahierbafueacrecentándosesinque

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ellosloadvirtieran,comotampocoelsonidodeunaspisadasqueseacercaban.Unamano fuerte como el hierro cayó sobre el hombro de Rachel, produciéndole lasensacióndequedescendíadelcielo.Cayóalsueloysintiólahierbacruzarporsusojos y oídos, ymetérsele hasta en la boca. A través de unos troncos altos que semovíanviounafiguragrandeysinformaentreellayelcielo.Sequedósinhablaycasisinsentido.Alfinseviotendidabocaarriba.Todaslashierbassemovíanasualrededor,temblandocomoporefectodesufuerterespiración.Sobreella,dosfigurasaltas.TerenceyHelen.Losdosestabanmuyacalorados,reíanyhablabanaunmismotiempo.FrasesentrecortadasllegabanaRachel,tendidaenelsuelo.Creyóoírhablarprimerodeamor,ydespuésdematrimonio.Seincorporó,quedandomediosentada,ysintióelabrazotiernoqueHelenledaba.Comprendióquecompartíasufelicidadyseloagradeciódevolviéndoleelabrazocontodasualma.

Cuando Rachel se serenó, el césped volvió a ser liso y pegajoso, el cielohorizontalylatierraconsuavesondulaciones.Fuelaprimeraapercibirqueaciertadistanciaunascuantaspersonasesperabanconpacienciasuregreso.

—¿Quiénesson?—preguntó.ElseñorFlushingseacercó,guiándolesporunpradoverdealbordedelríohasta

llegarauncaminobordeadodeárboles.Prontoadvirtieronindiciosdequeseaproxi-mabanalugareshabitados.Alpocoratodemarcharllegaronalpueblo,objetodesuviaje.

Avanzando con cautela, observaron a las mujeres que en cuclillas y formandogrupos triangulares movían sus manos amasando algo en unos grandes tazones.Inmediatamenteadvirtieronqueeranobservadas.EntonceselseñorFlushingavanzóhaciaunhombrealtoydelgadodeaspectomajestuoso.Asuladoelhombreblancoparecíapequeño, feoy afectado.Lasmujeresnoparecieronhacergrancasode losextranjeros, exceptuando susmanos, que se detuvieron por unmomento. Sus ojosalmendradoslesmirabancongestoinexpresivo.Eralamiradaaquiensehallabatanlejosdeellasqueniconpalabraspodíancomprenderse.Susmanos seafanabandenuevo,perolamiradacontinuabafijaenellos.Lesseguíamientrasandabanyojeabanlaschozas,dondesedistinguíanlasescopetasapoyadasenlosrinconesyenelsuelotazonesymontonesdeleña.Enlaobscuridadinteriorunosojosinfantilesllenosdeextrañeza se clavaban en ellos junto con otros semividriosos de alguna anciana.Conformeibandeunladoaotro,estasmiradaslesseguíanrecorriendosuspiernas,sus cuerpos, sus cabezas con hostil curiosidad. Parecía que un enjambre desilenciososinsectosrodearaalosvisitantes.

Alretirarseelmantoncilloysacarelpechoparadaralimentoasuniño,losojosdeaquellamujernoseapartarondesusrostros.Estolesmolestabatantoquetuvieronquealejarsedeallí,incapacesdesoportarpormástiempoaquellamiradafija.

Cuando les ofrecían caramelos o dulces, estiraban unas manos grandes y

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coloradas para tomarlos, sintiéndose cohibidos ante aquellos seres suaves y deinstintossensibles.

Al poco rato el pueblo ya no los tomaba en cuenta, seguían normalmente susquehaceres.Lasmujerestrabajabanincansablemente.Suhablaeracomoungritoes-tridenteeininteligible,yaveceselevabanuncantomelancólicoytristón.

TerenceyRachelsereunieronbajounárbol.—La indiferencia de esta gente nos hace sentirnos in—° significantes, ¿no te

parece?—dijoHewet.Rachelasintió.Sevolvieron,pasearonporentrelosárbolescogidosdelbrazoysintemoraque

los viesen. No habrían ido muy lejos, antes de que mutuamente se jurasen amoreterno,felicidadyalegría,pero…¿porquéeratandolorosoquererse?,¿porquéhabíatantodolorenlafelicidad?Lavistadelpueblohabíacausadoenellosdistintosefec-tos. Hirst siguió abstraído en sus pensamientos, que eran amargos y poco felices.Sentíasemuysolo,yHelen,depieenmediodelosnativos,sesentíaabrumadapornegros presentimientos. Se culpaba por aventurarse en aquella expedición, poravanzartanadentroyexponersetanto.Viocomoenunavisión,elhundimientodeunbarco en un río inglés. Sabía que eramorboso imaginarse tales cosas, no obstantebuscóa laparejaentre losárboles,creyendoasí librarlesdelpeligro.Cuandoelsolempezó a declinar y el barco dio la vuelta, disponiéndose para el regreso hacia lacivilización,sustemoressecalmaron.

En la semiobscuridad de la cubierta veíase sólo la punta de los cigarrillos.Laspalabrassurcabanlaobscuridadsinenergíaniobjeto.Eldíahabíasidolargoymuycaluroso, y el aire fresco de la noche caía como unos dedos suaves sobre lospárpados,invitandoaldescanso.Unaformablancasemovióydesapareció.Despuésde dar unos pasos, el señor Flushing y Hirst la siguieron. Quedaron tres sillasocupadas por silenciosos cuerpos. La luz en lo alto del mástil junto a la de lasestrellaslesseñalabaformassinperfildefinido.Enaquellaobscuridad,elalejamientoylasoledadhízolessentirsemásunidos.Duranteunratonadiehabló.PorfinHelensuspiró:

—Conquelosdossoismuyfelices,¿eh?Comosielairelapurificase,suvozsonómásespiritualydulcequeotrasveces.Apocadistanciadosvocescontestaron:—Sí.A través de la obscuridad intentó distinguirlos, ¿qué podía decirles? Rachel

pasabayaaotratutela.Comprendióquedebíadecirlesalgo,perosesentíaviejayde-primida.

—¿Osdais cuentade loquehabéis empezado?—preguntóles—.Ella es joven,losdossoisjóvenes,yelmatrimonio…—secalló.

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Lerogaronquecontinuase,ytansinceraseransusvoces,queañadió:—¡Matrimonio!Noestansencillocomoparece.—Esto es lo que queremos saber —contestaron ellos. Helen adivinó que se

miraban.—Dependedelosdos—afirmóella.Terencedijoentonojovialyligero,comoparaahuyentarsudepresión:—Tengo veintiséis años y cuento con unas 700 libras al año. Mi carácter en

generalesbueno,saludexcelenteapesardenotarHirstenmícierta tendenciaa lagota.Ademásmecreointeligente.—Callócomoesperandosuconfirmación.

Helenasintió.—Aunque, desgraciadamente, algo perezoso. Pienso dejar a Rachel que haga

siempre lo que desee… Bajo otro aspecto, ¿me encuentra usted satisfactorio? —preguntóconciertatimidez.

—Sí, todo loqueconozcodeustedmegusta—replicóHelen—.Peroesque leconozcotanpoco…—ViviremosenLondres—continuóél.

Ambosaunalepreguntaronsinolescreíalaspersonasmásfelicesdelatierra.—¡Psch!—chistóHelen—.TenemosdetrásalaseñoraFlushing.Guardaronsilencio.TerenceyRachelintuíanquesufelicidadlecausabatristeza

yestolesafligía.—Hemos hablado demasiado de nosotros mismos —dijo Terence—. Díganos

algodeusted.—Sí,dinosalgo—repitióRachel.Losdosparecíancreerquetodoelmundopodíadeciralgollenodeprofundidad.—¿Qué puedo decirles? —reflexionó Helen, hablando como si más bien lo

hiciera consigo misma, de un modo tan vago como la profetisa que transmite unmensaje—.

Despuésde todo,aunque reprendaavecesaRachel, tampocosoymuysensata.Másvieja,sí,claroes;herecorridoya lamitaddelcaminoyellanohahechomásque empezar. Es un embrollo; a veces, creo yo, una desilusión. Los grandesacontecimientosnosontangrandestalvez,comounoespera.Perosoninteresantes.¡Oh, sí! estáis seguros de encontrarlo de este modo. Además, existen alegríasinesperadas.Sí,seréismuyfelices,estoyconvencidadeello.

Helenlesmirópensativaunosmomentos.—Debesescribirleatupadre.Nodudoqueseréismuyfelices,yahora,sitenéis

algo de sentido común, os iréis a dormir, que es lo que voy a hacer yo. ¡Buenasnoches!—ytraspusolascortinasdelatienda.

Laparejaapoyóseenlabaranda.Asuspieslasaguasobscurasseescurríanrápidaysilenciosamente.Elcigarrilloseapagóalcaerentreellas.

Rachel,mirandoalcielo,preguntó:

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—¿Estamos sobre la cubierta de un barco en un río de Sudamérica? ¿Soy yoRachelytúTerence?

El mundo inmenso se extendía a su alrededor. Se adivinaban árboles deredondeadas copas. Levantaron la vista sobre las más altas ramas de los árboles,fijándose en las estrellas y el cielo que les cubría; se elevaban como si corrierandistanciasenormes…hastadarsecuentaqueestabanuno juntoaotro, cogidosa labarandadelaembarcación.

—Teolvidastedemíporcompleto—lareconvinoTerence,cogiéndoladelbrazo.Pasearonporlacubierta—,yyonuncateolvido.

—¡Oh,no!—dijoella—,no teolvidaba, sóloque las estrellas… lanoche…laobscuridad…

—Eres como un pájaro medio dormido en su nido, Rachel. Estás dormida yhablasensueños.

Todo lo que les rodeaba era tranquilidad, dulzura y obscuridad.Gozaban de ladeliciadeestarreunidosenaquellainmensidad.

XXII

Igual que aquel día en el bosque, se vieron obligados a revelar lo que ambossentían.Ahoraelmismodeseoseesparcióentre losconocidos.Elmundoqueparaellos consistía ahora en el hotel y lavilla, semostró satisfechode aquellaboda enperspectiva.Lesexcusóde formarparte en lavidaactivay lespermitióausentarseporalgúntiempo.Selesdejabaapartardelosformulismossociales.

Salíanapasearsolos,sesentabanaparte,orecorríanlugaresescondidosdondelasflores no habían sido cortadas nunca por nadie y los árboles y las plantas crecíansolitarios.Enesa soledadpodíanexpresarseaquellosvagosyhermososdeseosqueningúninterésteníanparaelrestodelasgentes.Deseosdeunmundo,comoésteenel que habitaban ahora, que les pertenecería enteramente, donde reinarían lacomprensión y la bondad, y donde nunca se producirían querellas, porque seríamalgastareltiempo.

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Hablaríandetodasestascosasentreloslibros,aplenosol,osentadosalasombrade un árbol silencioso. Nada habría que les inquietase o tuviera perplejos por nopoder ser expresado. Podría acaecer algo inesperado, pero incluso las cosas másvulgares resultarían hermosas y, en cierto modo, preferibles a cualquier trance omisterioporqueseríanmássólidas,reclamaríanunavoluntadycualquieresfuerzoentalescondicionesresultaríaunplacerynounatareaenojosa.

Mientras Rachel tocaba el piano, Terence se sentó junto a ella anotando susimpresiones acerca de cómo veía el mundo ahora, cuando estaban próximos acasarse.Eramuydistinto,ciertamente.Ellibroquesetitularía«Silencio»yanopodíaser elmismo. ¡Cómo había cambiado esemundo!: eramás sólido,más coherente,más importante, más profundo. La tierra misma le pareció que había ganado enprofundidad, pero no en sus accidentes, colinas, campos y ciudades, sino en susgrandesmasas.Estuvoasomadodurantediezminutosalaventananofijándosemásqueen los sereshumanosquepodíanobservarsea travésdeella; sospechóque loscomprendíamejorqueRachel.Ellaestabasumergidaensumúsicaolvidandotodolodemás. Pero también le gustaba así, con esa especie de despersonalización que seproducía en ella en tales momentos. Después, escritas unas cuantas frases entresignos de interrogación, observó en voz alta: «Bajo la palabra "Mujer" he escrito:"Realmente,nosontanvanidosascomoloshombres.Laausenciadeunaconfianzarecíproca trae como consecuencia los más graves errores. ¿Se trata de unaequivocación atávica de nuestro sexo o, simplemente, de la realidad misma?… "¿Quéopinasacercadeesto,Rachel?»

Hizounapausaconel lápizen lamanoyunpliegodepapelsobre las rodillas.Rachelnocontestó;habíaidoascendiendoporunalentasonatadeBeethoven,comoquiensubeporunaescaleraruinosa,decididamentealprincipio,peroavanzandocondificultadypenosamenteacadanuevopeldaño,hastallegaraunpuntoenelqueleeraforzosovolverseatrás.

—«Se acostumbra a decir—prosiguió leyendo Terence— que las mujeres sonmás prácticas, menos idealistas que los hombres, e incluso que poseen una grandestreza en su modo de conducirse, pero que carecen totalmente del sentido delhonor».Yahorapregunto:¿quésignificalaexpresiónmasculina«elhonor»?¿Aquécorrespondeenvuestrosexo?

Volviendoasubirunavezmáslospeldañosdesuescalera,Racheldesaprovechóestaoportunidaddedescubrirlossecretosdesusexo.Sinembargo,habíaprogresadotantoenelcaminodelaprudenciaquepudohaberlosconfesadosin inconvenientesparaella.

Poniendopuntofinalaunacorde,exclamóalfin:—No, Terence, no puede ser: ni aunque estuviera aquí el mejor músico de

Sudamérica,pornodecirdeEuropaydeAsia juntas,podríaejecutarbienunasola

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notainterrumpiéndoleacadamomentocomohacestúconmigo.—No tengo ninguna objeción que hacer a tus acordes —observó él—. En

realidad,meresultanmuyútilesmientrasescribo;perotodasesascosas,alasquenopareceshaberprestadoatención, soncomoviejosperrosgruñonesquenos salenalpaso.

Observó las pequeñas tarjetas de felicitación enviadas por sus amigos yextendidassobre lamesa:«…connuestrosmejoresdeseosparavuestra felicidad»,leyóenellasTerence.

—Soncorrectas—observó—,pero¿respondenrealmenteaalgosentido?—¡Completamente absurdas! —exclamó Rachel—. ¡Piensa en las palabras

comparadasconlossonidos!Novelas,comedias,narraciones…—añadiórevolviendoloslibrosdeamarillasyrojascubiertasapiladosaunextremodelamesa.

—Bien,Rachel,peroesquetúhasleídoloquenotieneyaningúnvalor.Nadiesueñaahoraconvolveraestaclasedelibros,quesehanquedadoanticuadosconsustemasydescripciones.Loquedebesleerespoesía,muchapoesía.

Hewetcogióunodeloslibrosyempezóaleerenélenvozaltayconintenciónirónica;peroellaapenasleprestabaatención,permaneciendopensativaunosmomen-tosy,exclamandodespués:

—Para ti, Terence, el mundo no está compuesto sino de grandes masas demateria, sobre las que nosotros no somos más que pequeños retazos de luz —yobservandolossuavesreflejosdelsoldeslizándosesobrelaalfombraylasparedes,añadió—:así,comoéstos.

—No—respondió Hewet—, creo en la solidez de mis sentimientos, como siestuvieran firmemente arraigados en las entrañas de la tierra. Cuando te vi porprimeravezmeparecisteunacriaturaquehubiesevividosiempreentreperlas.Tusmanosestabanhúmedasaún,acuérdate…

—Ytú,encambio,meparecisteunpocopedante.Sinembargo,alhablarcontigo,meempezasteagustar.

—Teenamoraste—corrigióél—.Estuvistesiempreenamoradademí,aunquenitúmismalosupieras.

—No,noestabaenamoradaentonces,sienamorarseesloquelagentedice;peroseengaña.¡Cuántas,cuántasfalsedades!

Cogióunpuñadodefelicitaciones.AllíestabanlasdeEvelyn,elseñorPepper,laseñora Thornbury, la señorita Allan y Susan Warrington. Resultaba sorprendentecómo todasestaspersonas, tandistintas,habíanempleadocasi lasmismaspalabraspara congratularse de que se hubieran prometido. Ninguna de ellas había sentido,podíasentirocreerseconderechoaqueasífuera,nitansóloporuninstante,todoloque ella era capaz de sentir. La simplicidad, la arrogancia y el ardimiento de sujuventud, concentradosahora sobreunpuntodeterminado, comoera elde suamor

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haciaél,impresionaronaTerence.Peroélveíalascosasdeotromodo.Elmundoeradistinto,sí,habíacambiado,masnoenaquelsentido.Élcontinuabadefendiendolascosas que alabó siempre, y sobre todo —ahora, tal vez, más que nunca— lasolidaridadconelrestodelasgentes.Learrebatólascartasqueteníaenlamanoydijo:

—Claro que son absurdas, Rachel; claro que escriben estas cosas sólo porquetodoelmundolohace;peroaúnasí,¿verdadqueesmuyagradablelaseñoritaAllan?Nopuedesnegarlo.YlaseñoraThornburytambiénloes;hatenidomuchoshijos,telo concedo, ¿pero no existe en ello también una cierta belleza, una «primariasimplicidad», como diría Flushing? Ella parecemás bien un gran árbol centenariomoviendo suavemente sus ramas a la luz de la luna, o un río cuyas aguas se vandeslizandosincesar.

Pero Rachel era incapaz de concebir en estos instantes que nada de cuantosucedieraenelmundopudiesetenerrelaciónalgunaconsupropiodestinoycldeTe-rence.

—Yonodeseotenerhijos—contestó—.Noquieroquemisojossevuelvancomolosdeestasseñorasrespetablesquetecontemplandepiesacabezaydecabezaapiescomosisetrataradeuncaballo.

—Nosotrospodremostenerunhijoyunahija—dijoTerence,dejandolascartasencima de la mesa—, porque ellos poseerán la inestimable ventaja de ser sólonuestros.

Entoncessepusieronatrazarunbosquejodelaeducaciónquedaríanaesoshijossillegabanatenerlos.Alaniñaseleharíaquecontemplasegrandescuadrospintadosdeazulquelesugirieranelpensamientodelinfinito,pueslasmujerespropendenalladoprácticodelascosas.Elniñodeberíaaprenderareírsedelosgrandeshombres…«No debe llegar a parecerse tampoco—añadió Rachel— a St. John Hirst». PeroTerence confesó su gran admiración hacia él; estaba seriamente convencido de susgrandescualidades.

—Su cabeza—dijo— es un proyectil lanzado contra cualquier falsedad. ¿Quéseríadenosotrossinhombrescomoél?Peronolocomprenderéisnuncavosotraspor-que, a pesar de todas vuestras virtudes, noos obstinaréis nunca con todas vuestrasfuerzas,contodaslasfibrasdevuestroser,enperseguirlaverdad.Soisesencialmentefemeninas,novaisalfondodeloshechos.

Ella no se tomó el trabajo de contradecirle ni de buscar algún argumentoincontestablecontralosméritosdeaquelaquienTerenceadmirabatanto.

Elrelojdiolasdoceenlugardelasonce.—Hemos malgastado toda la mañana. Yo debí haber escrito en mi libro, y tú

contestadoatodasesascartas.—Hemos pasado solos muy pocas horas—dijo Rachel—. Y mi padre llegará

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dentrodeunoodosdías.Sinembargo,cogióplumaypapelysepusoaescribir:«MiqueridaEvelyn…»Terence, entretanto, se dedicó a leer cosas escritas por otros autores, como un

medioqueconsiderabaesencialparalacomposicióndesuslibros.Durantelargoratono se escuchómás que el tictac del reloj y el sincopadogarraspeode la plumadeRachel escribiendo frases muy parecidas a las que ella acababa de condenar. Depronto, interrumpió su tarea y se puso a mirar a Terence hundido en su sillón;después,dirigiósumiradaalasparedes,alacamaqueestabaenunrincón,yaloscristalesdelaventanaenlosqueaparecíanreflejadoslosárbolesrecortándosesobreelcielo;escuchóeltictacdelreloj,ysepusoapensarenelabismosorprendentequeexistía entre todo aquello y las cuartillas que tenía delante de sí. ¿No llegaría untiempoenelquetodofueraindivisibleenelmundo?HastaporloquealmismoTe-renceserefería,¡cuántascosaspermanecíanignoradasentreellos!¡cuánpocosabíaella,porejemplo,deloqueestaríapensandoélenestosinstantes!

Acabó la frase que había dejado interrumpida en su carta—una frase torpe yestúpida—, y añadió que los dos se sentían muy dichosos y se casarían,probablemente, en el otoño; se proponían vivir en Londres «donde esperamosencontrarnosyvolveraveranuestroregreso».Trasunosmomentosdedudaentrelasexpresiones «afectuosamente» y «sinceramente» eligió aquélla y firmó la carta. SedisponíaaempezarotracuandoTerencelainterrumpióparacitarlealgunostrozosdellibroqueestaba leyendo.Se tratabadeunanovelaen laqueelprotagonista,Hugh,hombre de letras también, no había comprendido exactamente la índole de lasrelacionesentrehombreymujerhastaquellegaalmatrimonio.Alprincipio,fuefelizconsuesposa;perodespuésdedarleéstaunhijo,empiezaadistanciarse,ahastiarsedeella, 'hastaolvidarlaporcompleto.«Erandistintosentresí.Talvezenun lejanofuturo,cuandogeneracionesdehombressehayancombatidoyengañadocomonosengañamos y combatirnos nosotros, las mujeres lleguen a ser, en lugar de lo queahora parece constituir la razón de su existencia, no la enemiga y el parásito delhombre,sinosuverdaderaamigaycompañera.»

—Al final,Hughvuelvede nuevo a sumujer.Era su obligación comohombrecasado. ¡Señor! —concluyó Terence—, ¿tú crees que podrá sucedemos algosemejanteanosotros?

Ella,enlugarderesponder,preguntó:—¿Porquénoseescribenlascosasquesesienten?ésaesladificultad—contestó

Terencedejandoellibro.—Bien;entonces,¿quécreestúqueserádenosotroscuandonoscasemos?…—Ven,siéntateenelsuelo—ledijoél—ydéjamequetemiré.Rachelapoyóelmentónsobrelasrodillasysequedómirándolefijamente.Élla

contemplócondetenimiento.

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—Noereshermosa,peromegustascomoeres.Adorotuscabellos,tusojos…Tubocaesdemasiadogrande,ya tusmejillas les faltacolor.Peromesubyugasde talmodo,quealmirarteescomosimearrebataraselaliento.

Seacercótantoaella,contemplándolafijamente,queellaretrocedióunpocosusespaldas.

—Haymomentos—continuóTerence—enlosque,siestuviéramosjuntossobreunacantilado,haríasquemearrojasealmar.

Hipnotizada por aquelmirarse entrambos fijamente a los ojos, ella repitió: «Siestuviéramosjuntossobreunacantilado…»

Serarrojadoalmar,ser llevadodeaquíparaallá.La idea lesonóextrañamentesugestiva.Sepusoenpiedeunsalto.Moviósepor lahabitaciónapartandosillasymesitas, como si en realidad nadase. Él la miró gozoso. Parecía abrirse camino,saliendotriunfantedelosobstáculosqueseinterponíanensuvida.

—Seguiréenamoradodetitodamivida.Nuestrabodaseráellogrodemimayorilusión.Notendremosunmomentodepaz.—Lacogióensusbrazosalpasarjuntoaélylucharonpordominarse,imaginándoseestarenunaroca,conelmarembravecidoasuspies.Alfinalcayóalsuelojadeante—.¡Soyunasirena!,puedonadar—clamó.Así terminaron de jugar. Se había rajado el traje, y restablecida ya la paz, fue enbuscadeunaagujaehiloysecosióelroto.

—Ahora—dijoella—,estatequietoyháblamedelmundo.Cuéntametodoloquealgunavezhayaocurrido,yyotediré…déjamepensarquépuedodecirte.Tereferiréalgode la señoritaMontgomeriey la reunióndel río.Ladejamosconunpieenelboteyotroenlaplaya.

Asípasabangrandesratos,rememorandosusvidasyelcarácterdelosamigosyfamiliares. Terence, ya no sólo sabía lo que pudieran decir las tías de Rachel endistintasocasiones,sinohastalaformaenqueteníanamuebladassushabitacionesylossombrerosqueseponían.Podíasostenerundiálogocomosi imitaraalaseñoraHunthablandoconRachelyestarpresenteaunté,incluyendoalReverendoWilliamJohnsonylasseñoritasMacquoiddelaCienciaCristiana.LasexperienciasdeRacheleran en sumayorparte ingenuasy algohumorísticas.Él le contabano sólo loquehabíapasado,sinoloquepensabaysentíayledibujabasemblanzasquelafascinabande lo que otros hombres y mujeres pudieran estar pensando o sintiendo. Racheldeseaba volver a Inglaterra para ver realmente aquellos seres que él le pintaba.Terenceteníalavirtud,consusrelatos,desaberhacerlotodoaltamenteinteresante.Asípodíaellacomprenderelporquédemuchascosasqueignoraba.Noeralagentetansolitarianitanpococomunicativacomoellasuponía.Teníaquedescubrirdóndeexistíalavanidad,primeroensuspropiosactos;ademásenHelen,enRidley,enJohnHirst, todosposeíanunapequeñadosisdevanidad.Laencontraríaendiezpersonasdecadadoceque tratase.Unavezunidosentre sípor tanextraño lazo, losveríano

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aisladosytemerosos,sinocasiindistinguibles,llegandoaprofesarlesafectoporlase-mejanzaconellaqueencontraríaentodos.Elladebíadefendersucreenciadequelosseres humanos eran tan variados como las fieras del parque zoológico; que teníanrayas,listas,pelambresyjorobas.

Así discutían sobre la lista de sus conocidos, divagando en anécdota, teoría yespeculación.Yasítambiénfueronconociéndosemutuamente.Lashorasselesibanvolando y rebosando felicidad. Después de una noche solitaria, estaban siempredispuestosaempezardenuevo.LasvirtudesquelaseñoraAmbroseencontrabaenlaposibilidaddehablarlibrementeentrehombreymujer,lassaboreabanahoraRachelyTerence,aunqueenunamedidalógica.Muchomásqueenlanaturalezadelsexo,seenfrascaban en su poesía. El hablar sin restricción, ahondaba y ensanchaba lapequeñavisiónde lamuchacha.Acambiode loqueél leenseñaba,ellamostró talcuriosidad y sensibilidad de percepción, que hasta le hizo dudar de que todo donadquiridopor la lecturade lavidapudierano igualar a aquel sentir delplacery eldolor.¿Quémáspodíadarle laexperienciadespuésdeaquello,sinounaespeciedeequilibriointerno?¿Acasohabíaalgunaformaexteriorquecubriesetantadelicadeza?Mirabasurostroycreíaverloatravésdeltiempocuandolosojosfuesenalgomenosbrillantesyenlafrentese—iniciasenpequeñasarrugas,signodeedadmaduraqueseenfrentaconalgoduroyfuerte,conloqueenlaadolescencianisiquierasueña.SuimaginaciónvolabaalavidadelosdosenLondres.ElpensamientodeInglaterraeradelicioso,porquejuntosveríandenuevocosasqueridas.Veíaelpaísenjunio.Habríanoches de verano en el campo; los ruiseñores cantarían en los caminos y allíescaparían ellos cuando la habitación estuviese demasiado caldeada; habría pradosrelucientesysalpicadosdefuertesysanasvacas,nubesquebajaríanaperderseentrelas cuestas verdes y lejanas. Al estar sentado junto a ella, deseaba con frecuenciahaberllegadoyaalfindelavida,habiendocumplidosumisiónconRachel.

Fuealaventanayexclamó:—¡Señor, qué bien sienta pensar en caminos llenos de barro, con zarzas y

espinas! Tú ya los conoces. Prados y granjas repletas de cerdos y vacas; hombresmarchando al lado de sus carretas cargados con los azadones. Nada hay aquí quepuedacompararseconesto.Latierracoloradaypedregosa,elcielobrillanteyazul,lascasastanblancasquedañanlavista,¡cuántocansatodoesto!Elairesinunanubeniunaráfaga.Daríacualquiercosaporverniebla.

Rachel meditaba también sobre el campo inglés. Las tierras llanas quedesembocabanalmar,losbosquesylasgrandesyrectascarreteras.Enlastorresdelasiglesias,enlospájarosylaobscuridad,enlascasasagrupadasenlosvallesyelruidodelalluviasobreloscristalesdelasventanas.

—Sí,Londres,Londreseselsitioideal—continuóTerence.Mirabanlaalfombra,comosiLondresselesaparecieseenelsuelo,contodassus

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torres,espiralesyedificiosdestacándoseensudensohumo.—Lo que conmás gusto haría en estemomento—dijo Terence— sería verme

paseando porKingsway. Pasar por delante de aquellos grandes cartelones y volverhaciaelStrand.QuizámellegaríahastaWaterlooBridge.IríaporelStrand,pasandoante las tiendas de libros y por el pequeñoArco delTemple. Siempreme gusta laquietud después del bullicio.ElTemple esmuy agradable.Oye uno sus pisadas sipisa fuerte. Iría a buscar al queridoHodgkin.El hombreque escribe libros deVanEyck.CuandodejéLondresestabamuyapenadoacausadelamuertedesuurraca.Sospechó que alguien la había envenenado.TambiénRussell vive en lamisma es-calera.Meparecequeéste tegustaría.SientepasiónporHaendel.Bien,Rachel—concluyó,desechandolavisióndeLondres—,haremostodoesoreunidosdentrodeseissemanas.Paraentoncesestaremosamediadosdejunio.¡JunioenLondres,Diosmío!

—Yestamossegurosdequeseráasí—dijoella—.Noescomosiesperásemosalgomuydifícil,sólopasearunidosyobservarlotodo.

—¿CuántosseresenLondrescreestúqueposeenloquenosotros?—Así lo estropeas todo.Mira elmar y el cielo de este país. Siempre azul. Es

como si fuera una cortina: todo lo que una desea se encuentra a un lado de ella.Quisiera saber qué pasa al otro lado. Aborrezco estas divisiones. ¿No te pasa a tiigual,Terence?Sóloporirabordodeunbarconosquedamosalbordedelrestodelmundo. Quiero ver Inglaterra ahí, Londres allí, ¿por qué no puedo?, ¿qué me loimpide?,¿porquétieneunaqueestarencerrada?

MientrasellahablabaasínoobservóqueTerencefruncíaelceño.Nomirabaanteélsatisfecho,sinoquelamirabaaellaintensamentecongestodescontento.Veíaqueeracapazdedejarsellevarsola,sinél,aregionesdelafantasía,dondeparanadalenecesitaba.Estaidealesublevabacelosamente.

—Algunas veces creo que no me quieres y que nunca me querrás—dijo conenergía.

Ellasesobresaltó,volviéndosehaciaél:—Yonosignificoparatiloquetúparamí.Hayalgoentideloquenoalcanzoa

apoderarme.Siempredeseasalgomás.Empezóapasearseporlahabitación.—Quizápidayodemasiado—siguiódiciendo—.Quizánoseaposibleelalcanzar

lo que deseo. ¡Los hombres y las mujeres son tan distintos! Tú no puedes com-prenderlo, no es posible que te des cuenta.—Se acercó a ella, que le miraba ensilencio.

Le parecía a Rachel que lo que él estaba diciendo era cierto. Ella aspiraba amuchomásqueelamordeunsoloserhumano.

—Casémonos aquí, antes de regresar—propuso él—. ¿Estamos ciertos de que

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ambosdeseamoscasarnos?Se paseaban nerviosamente por la habitación. Se sentían impotentes; no se

querían lo suficientemente para saltar todos aquellos obstáculos. Comprendiéndoloasí,Rachelsédetuvoanteélyexclamó:

—¡Dejemosestoyterminemos!Estas palabras les unieron más que el más sensato argumento. Sabían que no

podíansepararse,preveíandolorososobstáculos,perosesabíanunidosparasiempre.Quedaronensilenciounratoyreanudaronlospaseosporlahabitaciónunojuntoalotro. El mundo volvía otra vez a ser sólido y redondo. Miráronse en el espejo yviéronsenuevamentepequeños,insignificantesyseparados.Semiraronalosojosdenuevo y volvieron a verse fuertes y potentes. Únicos dominadores de cuanto seopusieseasufelicidad.

XXIII

Ningúnretoqueescapazdeborrarporcompleto laexpresiónde felicidad.LaseñoraAmbrosenopudopor tanto tratarloscomoserescorrientes.Tambiénella seunía a la conspiración general de considerarlos incapacitados para convivir conalguienquenofueranellos.Reflexionóquehabíahechotodolonecesarioenelsen-tidopráctico.HabíaescritograncantidaddecartasyobtenidoelconsentimientodeWilloughby.

Habíadescrito tanaconcienciaelporvenirdeHewet,suprofesión,nacimiento,temperamentoyapariencia,quedetansabidosseleolvidaban.Cuandoseacordaba,volvía a mirarle, suponiéndose otra vez cómo sería realmente y concluyendo porcomprobar que por lo menos eran felices. Después procuraba desecharlos de sucabeza.

Consideraba loquehubiera sidodeRachel sinaquella temporadaalejadade supadre y sus tías. Ella no se cegaba y veía los defectos de Terence. Se inclinaba acreerledébilytolerante.Él,porsuparte,seinclinabaacreerlaaellaunpocodura.No era que no temiera ni respetara nada.Helen encontraba preferible a John, pero

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comprendíaquenoeraapropósitoparagustarleaRachel.SuamistadconJohnerasincera,apesardefluctuarentrelairritaciónyelinterésdeunmodoqueacreditabael candor de su temperamento. Le era agradable y pasaba buenos ratos en sucompañía. Él la sacaba fuera de su pequeño mundo de amor y emoción. Sabíaapoderarse de los hechos. Suponiendo por un instante que Inglaterra hiciese unrepentinoavancehaciaalgúnpuertodesconocidoenlascostasdeMarruecos,

Hirst se hacía cargo de lo que significaba, y el oírle hablar y discutir con sumarido de las finanzas o el equilibrio del poder le daba un cierto sentido deestabilidad. Ella respetaba sus argumentos, aunque no siempre los escuchaba. Deigualmodorespetabaunaparedsólida,ounedificiooficial,aunqueelloscomponíanlamayorparlede lasciudadesyhabíansidohechosconelesfuerzocontinuadodecientosdemanosdesconocidas.

Legustabaescucharlesyaunsesentíaconmovidacuandolosnovios,despuésdemostrar su completo desinterés por lo que hablaban, se escurrían fuera de lahabitaciónyselesveíaeneljardíndespedazandofloresyenanimadacharla.Noeraqueestuviesecelosa,sibien,sinduda,lesenvidiabaelgranfuturodesconocidoqueseabríaanteellos.

Divagandodeunpensamientoaotroarreglabalafruta,entrabaysalíadelasalaalcomedor.Algunasvecesseentreteníaenenderezarlasvelasqueelcalordoblabaoarreglabaelordendemasiadorígidodelassillasjuntoalapared.

Volviendo del comedor por tercera vez, se apercibió de que una de las butacasestabaocupadaporJohnHirst.Serecostabaenellacon losojosmedioentornados,muy empaquetado como de costumbre en un traje gris, planchado y pulcro,defendiéndose de la exuberancia del clima que pudiese en algún momento dadotomarselibertadesconél.Susojosseposaronenéltranquilamenteyluegopasaronporencimadesucabeza.Finalmenteocupólasillaquehabíafrenteaél.

—Nopensabavenir—dijoporfin—,peromaterialmentemeobligaronaello…—Evelyn—suspiróprofundamente.Y empezó a explicar en tono solemne y zumbón cómo la detestablemuchacha

estabaempeñadaencasarseconél.—Mepersigueportodoslados.Estamañanaaparecióenelgabinetitodefumar.

Todoloquefuicapazdehacerfuecogerelsombreroyvolar…Noqueríavenir,peroerasuperioramíquedarmeyenfrentarmeconelladuranteotracomida.

—Hayqueponerbuenacaraalmaltiempo—replicóconfilosofíaHelen.Hacíatantocalorqueleseraindiferenteelsilencio.Recostándoseenlasbutacas,

esperaronlosacontecimientos.Sonóelgong,llamandoatodosacomer.Huboalgúnmovimiento perceptible. Helen preguntó si había alguna novedad. Hirst moviónegativamentelacabeza.¡Ah!sí,habíatenidocartadesucasa,desumadre,descri-biendo el suicidio de la camarera. Se trataba deSusan Jane.Una tarde entró en la

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cocinadiciéndolealacocineraquequeríaqueleguardasesusahorros,20librasenoro.Salióacomprarseunsombrero.Regresóacasaa lascincoymediaydijoquehabía ingerido un veneno. Sólo les dio tiempo a meterla en la cama y llamar almédicoantesdequefalleciese.

—¿Yqué?—inquirióHelen.—Investigarán—dijoJohn.—¿Porquéharíaunacosaasí?Se encogió de hombros. ¿Por qué se matan las personas? ¿Por qué hacen las

clasesinferiorestodoloquehacen?Nadiepodíacontestar.Siguieronensilencio.Ha-cíaquinceminutosquehabíasonadoelgongparacomerynadieacudía.Cuando,porfin, aparecieron, John explicó el porqué de su presencia. Imitó el tonillo deentusiasmoqueadoptóEvelynalencontrarloenelsaloncitodefumar.

—Piensaquenopuedehabernadatanintrigantecomolasmatemáticas,asíqueleheprestado—dosvolúmenesgrandes.Seráinteresanteverquésacadeallí.

Rachelsereíadeél.LerecordóaGibbon.Aúntenía,nosabíadónde,elprimertomo.SilaeducacióndeEvelynhubieracorridodesucargo,éseseríaellibrodtextoqueleimpusiera,oacasoeldeBurkesobrelainsurreccióndeAmérica.Evelyndebíaleer lasdosobrassimultáneamente.CuandoHirstacabódediscutirsuargumentoysatisfechosubuenapetito,procedióacontarlesqueelhotelrebosabadeescándalos,queocurrieronensuausencia.

—¡Quédisparate!—intervinoTerence—.¿HasoídolodelpobreSinclair?Seharetirado a su mina con un revólver. Escribe diariamente a Evelyn, diciéndole quepiensasuicidarse.Yoleheaseguradoquequizánuncaensuvidahayasidotanfeliz¡yellacasimecree!

—Pero también tiene el compromiso conPerrot—continuó John—,ypor algoquepesquéenelpasillo, tengomismotivosparasuponerquenomarcha todomuybienentreSusanyArthur.HayunamujerjovenqueacabadellegardeManchester.En mi— opinión creo sería un bien que se deshiciera el compromiso. ¡Ah! OíclaramentealaseñoraPaleyjurandocomouncarreteroalpasarporlapuertadesuhabitación.Suponenquemartirizaalamuchachayyocasilocreo.Nohaymásquemirarlelosojos.

—Cuandotengasochentaylagotahagadelassuyas,juraráscomouncarretero—leespetóTerence.

—HahabidoademásungranescándaloconlaseñoraMendoza—continuóHirst—.Lahanarrojadodelhotel.YopropongoquefirmemosunapeticiónyvayamosaRodríguezparaquenosdigaloquehapasado.¿Nocreenquedebehacersealgo?

Hewetobservóquenocabíadudadeloqueeralabuenaseñora,yañadió:—Claroquedalástima,peronoveoquépuedahacerse.—Estoy de acuerdo con usted, John —saltó Helen—; es monstruoso. La

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hipocresíasolapadadealgunaspersonashacehervirlasangre.UnhombrequehaceunafortunanegociandocomoelseñorThornbury,tieneforzosamentequesermuchopeorquecualquiermujerzuela.

Ellarespetaba lamoralidaddeJohn; tomándolemásenserioque losdemás.Seenfrascóenunadiscusiónconél,paravercómoencauzarloqueelloscreíanjusto.Asuentender,¿quiéneseranellos,despuésde todo,quéautoridadoquépoder teníancontra las supersticionesy la ignorancia?Allí estaba Inglaterra; algunaculpadebíacircularporsusangre.Tanprontocomoseencuentraustedconuninglésdelaclasemediapercibeunaindefiniblesensaciónderepugnancia.TanprontocomoseasomaalamasaobscuradelascasasdeDover,lesucedelomismo.Perodesgraciadamente,nosepuedeconfiarenestosindígenas.

Fueroninterrumpidosporladiscusiónquesepromovíaenelotroextremodelamesa.Rachelapelóasutía.

—Tonterías,Rachel—replicóTerence—.¿Quiénvaaquerermirarte?Estásllenadevanidady engreimiento.Noveoaquévieneesa resistencia.Pero, si noquieresvenir,quédateencasa.Yosívoy.

Buscó de nuevo apoyo en su tía.No era sólo que lamirasen, explicó, eran lascosasquenaturalmenteledirían.Lasmujeresenparticular.

—Helen,HewetquierequevayamosavisitaralasefloraThornbury;dicequeyono"locreonecesario.Esmás,notengoningúndeseodeir.¡Imagínateserelblancodetodasesasseñoras!

En cuanto se trata de algo concerniente a la vida íntima son como lasmoscassobreunterróndeazúcar.Estabaseguradequelaacosaríanapreguntas.Evelyn,porejemplo,diría:«¿Conqueestáustedenamorada?;yqué,¿resultaagradable?»Luego,laseñoraThornburylamiraríadearribaabajoydeabajoarriba;consólopensarloseechaba a temblar. Realmente, el apartamiento en que había vivido hasta que seprometiólahabíadotadodetalsensibilidad,quesedabacuentaperfectamentedesusituación.

RachelencontróunaliadoenHelen,lacualempezóaexponersuspuntosdevistasobre la condición humana,mirando con lamayor complacencia a la pirámide detodaclasedefrutasquehabíaenelcentrodelamesa.Noesquefueracruel,mordazo,simplemente,severa.No,exactamentenoeraeso,sinoquelaspersonascorrientesposeían tanpocaemociónen susvidas íntimas,queel rastrodeellas en lasde losdemáslasatraíacomoelrastrodelasangrealossabuesos.Acalorándoseconeltema,prosiguió:

—Enseguidaqueocurrecualquiercosa,bienseaunaboda,unnacimientoounamuerte, todos seempeñanenver alprotagonista. Insistenenverte.No tienennadaque decirte; no les importas un comino, pero tienes que aceptar sus invitaciones acomer,altéoacenar.Es,comoantesdije,eloloralasangre—continuó—,nolos

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culpo,peroconlamía,quenocuenten.Miraba a su alrededor, como si con su arenga infinitos seres invisibles se

levantaranensucontra.Sereshostilesydesagradables,quecircundabanlamesaconsusbocasabiertasyansiosas.Suspalabrashicieronprotestarasumarido,nopodíasufrirniaunlasemblanzadelcinismoenlasmujeres.Contestóconbrusquedad:

—¡Cuántatontería!¡quévaasereso!TerenceyRachelsemiraronatravésdelamesa.Queríandecirseconlamirada

quecuandoellosestuvierancasadosnoprocederíanasí.LaparticipacióndeRidleyenlaconversacióndabaaéstaotrogiro.Cuandoélinterveníaeraimposiblehablarconlafacilidadyespontaneidadquelescaracterizaba.Sefijabanmásenloquehablabanylaspalabrasqueusaban.Sehablódepolíticayliteratura,yRidleycontódistintasanécdotas.SospechabaquelaseñoraAmbroseprobaríadedisuadiraRacheldequefuese a tomar el té al hotel. Lemolestaba aquella obstinación y ver aHirstmedioechadohojeandounarevista.

—Yomevoy—repitió—.Rachelnotienenecesidaddevenirsinoquiere.—Sivas,aversiteenterasdealgodeesapobremujer—dijoHirst—.Mirad—

añadió—,osacompañaréhastalamitaddelcamino.Muy sorprendidos, le vieron incorporarse, mirar el reloj y observar que como

habíapasadomediahoradesdequecomió,habíadigeridoyalosjugosgástricos.Es-taba probando un nuevo sistema. Les explicó que efectuaba cierto ejerciciointercalandointervalosdedescanso.

—Regresaré a las cuatro —dijo a Helen—; entonces me echaré en el sofá ydescansaréencompletoreposo.

—¿Así es que te vas, Rachel? —preguntó Helen—. ¿No quieres quedarteconmigo?—Helensonreía,peropodíatambiéncreerseenunamuecadepena.

Rachel no pudo averiguarlo, y por unmomento se sintiómuy incómoda entreHelenyTerence.DijomeramentequeiríaconTerence,acondiciónquetodalacon-versacióncorriesedesucuenta.

Unaligerasombrabordeabaelcamino,aptoparadospersonas,peronoparatres.Johnsequedóunpocoatrásypocoapocofueaumentandoladistanciaentrelapa-rejayél.Andabapendientedesudigestión.Devezencuandoapartabalamiradadelreloj y la fijaba en laparejaque leprecedía.Devez en cuando los enamorados sevolvían ligeramente y se decían algo. Probaba a explicarse por qué le exasperabatantosuactitud.Creíaquesedecíancosasquenodeseabanqueéloyese.Estohacíaresaltarmássusoledad.Eranlosdosmuyfelicesyleinspirabanciertomenosprecioalcomprobarconquésencillezsentíansufelicidad.Enotrosaspectoslosenvidiaba.Élerademuchamásvalíaqueellosy,sinembargo,noerafeliz.Élnolescaíabienalasgentes,yaunavecesdudabadequeHelenletuviesesimpatía.¡Elsercapazdedecir sencillamente lo que se siente, sin el esfuerzo abrumador que da una

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sensibilidadexcesivacomolaqueaélledominaba!Peroaquellamismasensibilidaddebía contribuir a hacerle feliz. ¡Felicidad! ¿Qué magia contenía aquella solapalabra?Élnuncahabíasido'feliz.Veíacondemasiadaclaridadlospequeñosvicios,engañosydemás tarasde lavidaypercibiéndolas, leparecía lo lógico tomarlasencuenta.Quizáporesolosdemásleteníanciertaantipatía,sequejabandesudurezadecorazónydesucarácteramargado.Aél¡nuncanadielehabíahabladodiciéndolequeeraagradableyamable,ni,sobretodo,indagadoloqueaéllegustaba!Noeraverdadquelamitaddelaspalabrasamargaseirónicasquepronunciabafueranporsentirsedesgraciado.También admitió quemuy raras veces había dicho a nadie que sentíaafectosycadavezquelohizotuvoquearrepentirse.SussentimientoshaciaTerenceyRachelerantancomplicados,quenosabíasialegrarseonodesucompromiso.Veíasusdefectoscontodaclaridadylanaturalezainferiordesusensibilidadhacíatemerquesuamornofueseduradero.Losmiródenuevoy,cosaextraña,porvezprimera,al verles, sintió una emoción afectuosa y sencilla, en la cual había sus rastros delástimaycompasión.Despuésdetodo,¿quéimportabanlosdefectosdelaspersonas,cuandoloscomparabaconloquedebuenohabíaenellas?Seresolvióadecirlesloquesentía.Apresuróelpasoyseacercóalllegaralrecododondeelcaminoseuníaalacarretera.Sedetuvieronenseco,yriéndose,lepreguntaronsobresusjugosgástri-cos.Élleshizocallaryempezóahablarunpocoligeroyconciertoempaque.

—¿Osacordáisdeaquellamañanadespuésdelbaile?—lespreguntó—.Aquífuedondenossentamos,y túdecías tonteríasmientrasRachelcogíaunaspiedrecitasylas colocaba en montoncitos. Yo, por otro lado, sentí que como un rayo se merevelabatodoelsentidodelavida.—Hizounaligerapausaycontinuóapretandoloslabiosenungestosingular.—¡Amor!—dijo—.Estomeparecequeloexplicatodo.Sientounaalegríasinceradequeosqueráis.

Sevolvióbruscamente,sinmirarles,yregresóalavilla.Estabaexaltadoycomoavergonzadodehaberdichotanllanamenteloqueenrealidadsentía.Probablementeseestaríanriendodeél,quizáletomaríanportonto.¿Habíadichorealmenteloquesentía?EraciertoquealirseHirstsequedaríanriendo.LadisputasobreHelen,queseibaagriandopormomentos,cesó,ydenuevolesinvadióunasensacióndepaz.

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XXIV

Llegaron al hotel tan temprano que la mayoría de las personas estaban aúnamodorradas en sus habitaciones. A la señora Thornbury, a pesar de haberlosconvidado al té, no se la veía por ninguna parte. Se sentaron en el casi vacíovestíbulo.AquéleraelmismobutacónenqueRachelestuvosentada la tardedesuconversación con Evelyn. Allí estaba la misma revista que hojeara. Nada habíacambiado.Gradualmente,ciertonúmerodepersonasfueronpasandoporelvestíbulo,y en la tenue claridad, sus figuras adquirían, aun tratándose de gente desconocida,cierta belleza y un encanto especial. De cuando en cuando entraban y salían deljardín, se detenían unos momentos junto a las mesas y se ponían a mirar losperiódicos.TerenceyRachellosibanviendopasarconlosojosentornados.Algunosvestíantrajedefranelablancayllevabanlaspalasdetenisbajoelbrazo;unoserandepequeña estatura, altos otros; también había niños y, seguramente, algunas deaquellas personas eran, simplemente, criados; pero todos poseían un carácterdeterminado, susmotivos para deslizarse unos tras otros a través del vestíbulo, sudineroysuposiciónquienesquieraque fuesen.Terencesecansóenseguidademi-rarlosy,cerrandolosojossequedómediodormidoensusillón.Rachelpermanecióatisbando,fascinadaporlaSeguridadylagraciadesusmovimientos,porladireccióninevitablequetomabansuspasossiguiéndoselosunosalosotros,deteniéndoseunosinstantes, saliendo y desapareciendo después. Pero al cabo de unosmomentos, suspensamientos tomaron otra dirección y empezó a recordar el baile que se habíallevado a cabo allí mismo; sólo entonces el salón se le apareció completamentedistinto.Mirando en torno, apenas si podía reconocerlo. ¡Se le había aparecido tandesnudo,tanresplandecienteyceremoniosoaquellanocheviniendodelaobscuridad!Estuvo lleno de rostros ligeramente encendidos, gesticulando siempre, de personasvestidascontrajesclarosytananimadasqueacabaronpornoparecerlereales.Ahora,elsalónestabasosegadoyenpenumbra,deslizándoseatravésdeélgentesamablesysilenciosas, a las que podría dirigirse y preguntar lo que quisiera. Le re, sultabasorprendentecómohabíallegadoasusituaciónactual.¡Quéextrañoeselvivir!Nosesabenuncahaciadóndesevaniquéesloquerealmentesedesea;caminamosconlosojosvendados,sufriendoensecreto,malpreparadossiempre,desorpresaensorpresaysinsabernadanunca.Pasamosdeunascosasaotras,yaesteprocesoquenoshaidosacandodelanadahastaalcanzareldescansoylacertidumbreúltimasesaloquelagentellamavivir.

ElrespirarfuertedeTerence,dormidocercadeella, laasegurabaensupaz.Nosentía sueño a pesar de distinguirlo todo a través de una neblina y de ver a laspersonas pasar confusamente. Creyó que todos sabían perfectamente hacia donde

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caminaban,yelsentidodeestacertezalacolmabadeconsuelo.Sesentíatanapartadaydesinteresadacomosiyanotuviesemisiónalgunaenlaformaenquesepresentase.¿Qué había para asustar y perturbar en el aspecto de la vida? ¿Por qué tenía queabandonarlanuncaaquellavisióninterior?Elmundoeratangrande,tanhospitalario,yenfindecuentastansencillo.¡Amor!Johnhabíadicho«quelapalabraloexplicabatodo».Sí, perono era el amordel hombrepor lamujer, deTerenceporRachel.Apesardeestarsentadostanunidos,cesarondelucharydesearsemutuamente.Parecíaseramor,peroyanoerasóloelsentimientodelhombreporlacompañera.Fijósusojos medio entornados en Terence, recostado en una butaca. Sonreía al notar lograndeque tenía laboca,ypequeña labarbilla, lanariz ligeramentecurvadaymásgruesalapunta.Mirándoloenaquellaformaseleveíaperezoso,ambiciosoyllenodedefectos.Recordabasuspequeñasriñasydiscusiones,enparticularcómosepelearonporHelen aquellamisma tarde, y pensó cuantas vecesmás reñirían en los treinta,cuarentaocincuentaaños,duranteloscualesviviríanenlamismacasaunidos.Perotodoaquelloerasuperficialynoteníanadaqueverconlavidaqueeramáshonda,queestabaocultaalosojos,porserlavidadelalma.

Apesardecasarseconélydevivirconéltreinta,cuarentaocincuentaaños,degozar y padecer con él íntimamente, sería independiente de él. Se sentía ya in-dependientede losdemás.Noobstante, comodijeraHirst, ¿eraquizás el cariño loquelatransformaradeaquelmodo?Nuncahastaqueleamóaélsehabíasentidotanlibre,contantacalmayseguridad.Noapetecíanadamás.

La señorita Allan había estado a cierta distancia mirando a la pareja mediodormida en sus butacones. No se decidía a despertarlos. Como si súbitamenterecordase algo, atravesó el vestíbulo. El ruido que hizo al aproximarse despertó aTerence,queseenderezórestregándoselosojos.LaoyóhablarconRachel.

—Bien,estoesmuyagradable.Esdelomejorqueconozco.Nopuedesermuycorriente,quedosparejas,quenuncaseconocieron,seencuentrenenunmismohotelydecidancasarse.

Se calló muy sonriente, sin saber qué más decirles. Terence se levantó yacercándoseaella,lepreguntósieraciertoquehabíaacabadoyasulibro.Alguienlehabíadichoqueyalohabíaterminado.Surostroseiluminóvolviéndosehaciaélconexpresiónanimada.

—Sí,graciasaDios,puedodecirqueloheterminado—dijo.Se sentía orgullosa de haber terminado su libro.Nadie supo el esfuerzo que le

habíacostado.Creíaqueeraunbuentrabajo.—Tengo que confesar —continuó—, que si llego a saber cuántos clásicos

contiene la literatura inglesa, y lo engorrosos que resultan, nunca me hubieracomprometido en esta tarea. Sólo nos permiten 70.000 palabras, ¿comprenden? ytiene una que decir algo de todos. Eso es lo que encuentromás difícil, decir algo

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distintodecadauno.Creyóhaberhabladolosuficientedesímisma,ylespreguntósihabíanidopara

asistiralospartidosdetenis.—Los jóvenesestánentusiasmadosconellos.Dentrodemediahoracomienzan

denuevo.Miróconsimpatíaalosdos,ydespuésdeunapausa,exclamó,fijándosemásen

Rachel,comorecordandoalgoquelesirvieraparadistinguirladeotraspersonas:—Ustedeslaextraordinariapersonitaaquiennogustaeldulcedejengibre.Laamabilidaddesusonrisa,ensucaracansadayvaliente,leshizocomprender

queaunqueescasamentelesrecordaracomoaindividuos,cargabasobreelloselpesodelanuevageneración.

—Eneso,estoydeacuerdo—dijounavozdetrásdeellos.LaseñoraThornburyhabíaoídolasúltimaspalabrasreferentesaljengibre.—Lo tengoasociadoenmimente, al recuerdodeuna tíamíamuychinche.La

pobrecillasufriómucho,asíquenoesjustollamarlachinche,queosobsequiabacondulcedejengibrecuandoéramospequeños,ynuncanosatrevimosadecirlequenonosgustaba.Loescupíamosentrelosmatorrales.

Iban despacio atravesando el vestíbulo, cuando como una tromba se les unióEvelyn. Chocó con ellos como si al correr las piernas se le fueranmás allá de sudominio.

—¿Ybien?—dijo,agarrándoseaunbrazodeRachelconsuentusiasmocorriente—.Desdeelprimerdíaadivinéloqueibaapasar.Viquelosdosestabaishechoselunoparaelotro.Ahora,tienesquecontármelotodo.¿Cuándovaaser?¿Dóndeiréisavivir?¿Soislosdosmuyfelices?

PerolaatencióndelgrupofuedistraídaporelpasodelaseñoraElliot,quienibaconmovimientoinseguroycaradeexpresiónalerta.Llevabaensusmanosunplatovacío y una botella igualmente vacía. Ella hubiera pasado de largo, pero la señoraThornburyladetuvo.

—Gracias. Estámejor—contestó a la pregunta de su amiga—; pero no es unenfermofácil;Quieresaberquétemperaturatiene,siseladigoseapura,ysinoseladigo,sospecha.Yasabecómoseponenloshombrescuandoestánmalos.Ycomonohayladebidaasistencia—bajólavozconmisterio—,unanopuedetenerlamismaconfianza en el doctor Rodríguez que en un médico de verdad. Si usted pasara averle, señor Hewet —añadió—, sé que le animaría y le distraería. Todo eldía encama,contantamosca.AhoravoyenbuscadeAngelo.Lacomida,paraunapersonadelicada, debe ser especial. —Y siguió aprisa adelantándose en busca del primercamarero.

Eldisgustodetenerasuesposoenfermo,lepusoungestomásquejumbrosoenlafrente.Estabapálidayselaveíamásinfelizeincapazquenunca.Susojosibancon

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menosfijezadeunaparteaotra.—jPobrecilla!—exclamólaseñoraThornbury.LesexplicóqueHughElliotllevabayavariosdíasenfermoyqueelúnicomédico

asequibleeraelhermanodelpropietario,ysegúndecían,su títulodedoctoreraunpocosospechoso.

—Yoyaséloincómodoqueesencontrarseenfermoenunhotel—dijolaseñoraThornbury,dirigiéndoseconRachelaljardín—.Mepaséseissemanasconfiebresti-foideasenVenecia,durantemilunademiel—continuó—.Asíytodo,lasrecuerdocomoalgunosdelosdíasmásfelicesdemivida.—CogióporelbrazoaRachel—.Ahora se creerá feliz, pero esto no es nada comparado con la felicidad que vienedespués. Les aseguro que les envidio un poco.Han alcanzado otros tiempos a losnuestros. ¡Cómo pueden disfrutar! Cuando yo me puse en relaciones, no mepermitíansalirapasearsolaconWilliam,alguienteníasiemprequeacompañarnos.¡Creoque hasta leyeronmis padres todas sus cartas!Apesar de quererlemuchoymirarlecomoaunhijo,mediviertepensarloseverosqueeranconnosotros,ycómoechanaperderahoraasusnietos.

Lamesaestabacolocadabajoelmismoárbol.La señoraThornbury llamóa sugrupito especial: Susan,Arthur y el señor Pepper, que se paseaban esperando em-pezaseeljuegodetenis.

«Unárbolquesusurrasuavemente,ounríoqueseembellecealaluzdeluna».Bebiendoel té,aquellaspalabrasdeTerencesonabanenlosoídosdeRachel,aloírtodas las palabras de bondad y amabilidad de la señora que les obsequiaba. Su yalargavida,con tantacriatura, la formaronmuysuaveyserena.Toda individualidaddesapareciódejandointactoelinstintomaternalcontodosuamor.

—Cuandoveoelmundocambiardeestemodo—siguiólaseñoraThornbury—,noveo límitea loquepuedapasaren lospróximoscincuentaaños. ¡Ah!no, señorPepper,noestoydeacuerdoconustedenlomásmínimo.—Rióinterrumpiendounafrase poco alentadora referente a que las cosas iban demal en peor—.Ya sé quequizádebierasentirasí,peronolosiento.Vanasermuchomejoresdeloquefuimosnosotros.

ElseñorPepperlacreíasentimentaleirracional,comotodamujeryamayor,perosus modales al tratarle como si fuera un bebé enfurruñado le apabullaban y en-cantaban.Élsólocontestabaconuncuriosogestoquenoeramásqueunasonrisa.

—Y siguen siendomujeres—añadía la señoraThornbury—.Danmucho a sushijos.—Aldeciresto,sonreíaligeramenteendireccióndeSusanyRachel.

Lasdos sonrieronunpoco azaradas.ArthuryTerence también semiraron.ErainexplicablecómoalgunodesearacasarseconRachel,eincreíblequeotroestuvieradispuestoacompartirlavidaconSusan.Peroporsingularquelesparecieraelgustodel contrario, no sentían ninguna mutua antipatía. Por el contrario, se tenían más

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simpatíaporlaexcentricidaddesuelección.—Lesfelicitocordialmente—dijoSusan,alinclinarsesobrelamesapararecoger

undulce.NoparecíahaberfundamentoparaelchismequeleshabíancontadosobreArthur

y Susan. Tostados por el sol y vigorosos, se sentaron con las raquetas sobre lasrodillas.Nohablabanmuchoperoestuvieronsonrientesdurantetodoelrato.Atravésde laropafinaque llevaban,eraposiblever la líneadesuscuerpos.Eranatural,alverlos,pensarenhijossaludablesyhermosos.Ambosteníanlamiradamásbrillantequelocorriente,conlaexpresiónpeculiardeplaceryconfianzaensímismoqueseve en los ojos de los atletas.Ambos eran ases en aquel juego.Evelyn no hablaba,perosumiradaibadeSusanaRachel.Lasdossehabíandecididoconsumafacilidad,habían hecho enmuy pocas semanas lo que a ella le parecía que sería incapaz dehacer nunca.A pesar de ser tan distintas, creyó ver en ambas lamismamirada desatisfacción. La misma serenidad en sus modales y la misma lentitud demovimientos.Eraesalentitud,esaconfianza,esecontento,loquemásladisgustaba.Semovíantandespaciopornoseryaindividuales,sinodobles:SusanconArthuryRachel con Terence, y por un hombre solo renunciaban a todo otro hombre, a suindividualismoya lascosas realesde lavida.Amarestabamuybien,y lascasitascon su cocina abajo y arriba su dormitorio, resguardadas e independientes, comopequeñas islasenel torrentedelbulliciodelmundo.Pero lascosasciertas,noeranprecisamentelasgrandescosas.Lasguerras,losidealesquedominabanenelmundo,seguíanunamarchaindependientealadeaquellasmujeres,quetansilenciosamentese entregaban. Las miró con intensa fijeza. Eran felices y estaban contentas, peroteníaquehaber cosasmejoresqueesto.Seguramenteunapodíaacercarsemása lavida,sacarle"másjugo,ysentirmásdeloqueellasnuncapudieransentir.

Sobre todo, Rachel tan joven, ¿qué podía saber de la vida? Con estospensamientos,selevantóparairasentarsealladodeRachelyrecordarlequelehabíaprometidoirabuscarlaasuclub.

—Lomaloes—añadió—quenomeseráposibleemprenderseriamenteeltrabajohastaoctubre.PrecisamenteacaboderecibirunacartadeunaamigacuyohermanoseencuentraenviajedenegociosenMoscú;quierenquevayaareunirmeconellos.Ycomoseencuentranprecisamenteenmediodeconspiracionesanarquistas,creoquetardaréenregresaracasa.Losrumoresquecorrensonhorribles.

ParaqueRachelsedieracuentadehastaquéextremohabían llegado lascosas,añadió:

—Mi amiga conoce a una muchacha de quince años que ha sido desterrada aSiberiatansóloporhaberlasorprendidoenviandounacartaaunanarquista.¡Yesoque dicha carta no la había escrito ella!Daría todo cuanto tengopor ayudar a unarevolucióncontraelGobiernoruso…

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MiróaRachelyaTerence.Éstelepreguntócuáleseransusproyectos,yentoncessepusoaexplicarquequeríafundarunclub;peroparaponermanosalaobraloquerealmente se dice hacer algo. Se fue animandomás ymás cada vez, dando riendasueltaasuspalabras;decíaestarseguraquecontansólounasveintepersonas,menosaún,condiezquefuerandecididas,quesepusieranatrabajarseriamente,envezdeestarhablando todoel tiempo,bastaríaparahacerquedesapareciesen lasmaldadesqueseproducenenelmundo.Nohacíafaltamásquetenercabeza.Consóloquelagentesupierapensar…Claroquetambiénnecesitabanunlocal,unbuenlocal,aserposibleenBloomsbury,dondepudieranreunirseunavezalasemana.

Amedidaquehablaba,Terencepudoobservarlashuellasdelajuventudmarchitaensurostro,laspequeñasarrugasqueseleibanformandoalrededordelosojosydelabocamientrasperorabaconentusiasmo.Peronosecompadeciódeella.Fijándoseensusojos,durosyarrogantes,comprendióqueellatampocoteníacompasiónalgunaparasímisma;posiblemente, tampocodesearíacambiarseporgentemásrefinadayapacible, como elmismoHewet, por ejemplo, aunque, con el paso de los años, elcombatesehicieramásdurocadavez.Sinembargo,acasopudieraapaciguarse, talvezsecasaraconPerrot,despuésdetodo.

Atendiendoamedias a cuantodecía,Terence reflexionabaacercade sudestinoprobable,ayudadoporlasvolutasdehumodeloscigarrillosqueseinterponíanentresumiradayelrostrodeella.TantoArthur,comoEvelynyTerenceestabanfumando,haciendoquequedarainvadidalaatmósferaporlafraganciadeuntabacodecalidadexcelente.Enlosintervalos,cuandonadiehablaba,seoíaellejanomurmullodelmar,con susolasquebrándose sobre laplayay retrocediendodenuevoparavolverotravez amorir en la arena.Una fría luz verde se filtraba a través de las hojas de losárboles, enviando destellos que refulgían como pequeños diamantes sobre losmantelesylastazas.LaseñoraThornbury,despuésdehaberlosestadocontemplandoensilencio,empezóahacerpreguntasaRachelentonoafectuoso.¿Cuándopensabanregresar? ¡Oh!, ya suponía que esperaban a su padre. Ella también deseaba verle;estabaseguradequesesentiríamuysatisfecho—aquí,dirigióunamirada llenadesimpatíaaTerence—.Hacíaaños,prosiguió,diezoveintetalvez,recordabahaberseencontradoconelseñorVinraceenunareunión; incitadapor lacuriosidad,puessurostro le llamó la atención—no era de los que se acostumbraban a ver en talesreuniones—, preguntó quién era, y entonces le dijeron su nombre, Vinrace, unapellidonadacorrienteyqueporestemotivosequedóbiengrabadoensumemoria.Ibauna señoraconél,muybienparecida,pero se tratabadeunodeesoshorriblesamontonamientosdegentequeseproducenenLondres,yaunquefueronpresentados,no creía que se hubieran cambiado muchas palabras entre ellos… Al recordar elpasado,entornólosojosysumiradaseperdióenunasuavemelancolía.Después,sevolvió al señor Pepper, quien se había sentado junto a ella y estuvo escuchando

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cuantodijo,aunquesinhacerobservaciónalguna:—Señor Pepper —dijo la señora Thornbury—. Díganos cómo eran aquellas

maravillosasmujeresfrancesas,cuyossalonessehicieronfamososporsusreuniones.¿HahabidoalgoparecidoenInglaterra,ocreeustedquehayalgunarazónparaqueestonopuedasucederennuestrapatria?

El señor Pepper explicó con gran lujo de detalles por qué no había habido unsalóninglés.

LaseñoraThornburydijoqueencuantoregresaraasucasa,ibaainvitaratodosaun«party»enregla.PondríaaamigossuyosquevigilasenalseñorPepper,ycomolesorprendieran intentandohuir,podíaprepararse.Se leaplicaríauncastigoejemplar,algotremendo.

Arthur sugirió que deberían tenerlo ya preparado. Poner, por ejemplo, tras unretrato de cierta señora antigua, una ducha de agua fría, y que a una señal cayesesobre la cabeza de Pepper; o una silla con muelles especiales, que al sentarse lehiciesesaltaraveintepiesdealtura.Susanreía.Ellahabíapreparadoeltéysesentíasatisfecha,enparteporhaberjugadocondestrezayencontradoatodostanamables.Estabamásseguradesímisma, teníamássolturaalhablaryno la intimidaban losintelectuales,comoanteriormente.Hirst,quealprincipionolegustaba,yanoleeratandesagradable.Ahoraloencontrabaunpobrehombrepaliducho,queparecíaestarenfermo.QuizásestaríaenamoradodeRachel.Noleextrañaría,oquizádeEvelyn.Era tan atractiva a los hombres. Intervino en la conversación diciendo que sigeneralmente las reuniones resultaban tan sosas, era principalmente por resistirse aponerse de etiqueta los caballeros. En Londres le llamó la atención que éstos nocreyerannecesariomudarseparalacena.yeranaturalquesienLondressesuprimíalacostumbrequesehiciese tambiénenelcampo.EraunplacercuandoporPascuacelebrabanlosbailesdelascacerías.Loscaballerosseponíansuschaquetonesgrana,pero a Arthur no le atraía el baile, así que suponían que no asistirían al que secelebrase en su pueblecito. No creía que la gente aficionada a un deporte pudiesehallarplacer enotro.Supadreeraunaexcepción.Peroeraunaexcepciónen todo.Aficionado a su jardín, conocía todo lo referente a pájaros y demás animalesdomésticos.Todaslasviejecitasdelpueblosentíanporéladoración.Suaficiónpre-dilectaeran los libros. Invariablementepasaba su tiempoeneldespachoconalgúnlibroviejoyantiguo,queanadieseleocurríaleer.

—Una familia numerosa y seis hijos que mantener —añadió confiada en lasimpatía general— no dejan a uno mucho tiempo para dedicarse a los libros. —Hablando de su padre, de quien estaba muy orgullosa, se levantó a una señal deArthur,despuésdemirarelrelojycomprobarquedebíanvolveralcampodetenis.

—Sonmuyfelices—comentólaseñoraThornburyalverlosmarchar.Rachelasintió.Teníanseguridadenellosmismos;parecíanconocerconexactitud

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loquedeseaban.—¿Creeustedqueellossonfelices?—cuchicheóenvozbajaEvelynaTerence,

deseandoqueéldijesequeno.PeroHewetsepusoenpie,diciendoqueteníanquevolver. Llegaban siempre con retraso a las comidas, y ello disgustaba a la señoraAmbrose,queeramuyamantedelordenydelapuntualidad.

EvelynagarrósealafaldadeRachel,protestando.¿Porquéseteníanqueir?Auneratemprano,yteníatantascosasquecontarles.

—No—contestóTerence—, tenemos que irnos.Vamos andando despacio.Nospararemosobservándolotodoycharlando.

—¿Dequéhablan?—inquirióEvelyn.Terenceserió,contestandoquedecualquiercosa.LaseñoraThornburylesacompañóhastalapuertecilla,explicándolesque,desde

quesuhijasehabíacasado,ellaseentreteníaestudiandobotánica.Erasorprendentelacantidadde floresquehabíayqueelladesconocía,apesardevivirenelcampotodasuvida.Eraconvenientetenerunaocupaciónindependientealllegaravieja.Loextrañoeraquenosesentíavieja.Leparecíacomosisiempretuviese25años,Claroquenoesperabaquelosdemásopinasenigual.

—Tienequesermaravilloso tener25añosynosolamente imaginárselo—dijo,envolviéndolesenunamiradamaternal—.Seríamaravilloso,ideal.

Estuvo un largo rato en la puerta, hablándoles. Sentía que se marchasen eintentabaretenerlos.

XXV

Latardeeramuycalurosa,tantoqueelromperdelasolassobrelaplayasonabacomoel gemido repetidodeuna criatura exhausta.En la terraza, bajo el toldo, losladrillosardíanyelairesemecíaenelcéspedylashierbascortas.Lasfloresgranasdelasfuentesdepiedracaíanmustiasymarchitas,lasfloresblancasquehacíaunassemanas estaban frescas y lozanas aparecían ahora con las puntas rizadas yamarillentas.SólolashostilesplantasdelSur,cuyascarnosashojasparecíanbrotarde

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las espinas, se mantenían erectas, como si desafiaran los rayos del sol. Hacíademasiadocalorparahablar,ynoerafácildarconunlibroquecombatieraelpoderdelsol.

Terence leía en voz alta aMilton, porque decía que las palabras de este autortenían substancia y forma, lo cual excusaba de comprenderle, sólo con escucharlebastaba;casisepodíapalpar.

«Hayunagentilninfanolejosdeaquí»leía:«Sobrinaerasunombre,eldeunavirgenpura,quedeSocrinohijaenotrotiempo

fueraquiendesupadre,Bruto,elcetrohabíaobtenido.»Las palabras, a pesar de lo que dijera Terence, estaban cargadas de sentido, y

quizá fuese por tal razón que resultaba doloroso oírlas. Sonaban extrañas, decíancosas distintas de las que generalmente se les atribuía. Rachel no podía fijar suatención.Sedistraíaendistintossentidos,yleveníanalaimaginaciónvisionespocoagradables.

Terencedejócaerellibro.—Je duele la cabeza? —preguntó, observándola unos momentos. Estuvieron

mirándoseensilencio,conlasmanoscogidas.Terence,dándosecuentaqueestabamásojerosaqueotrasveces, fueabuscara

Helenparapreguntarlequesepodíahacer.Helenleaconsejóquesefueraaacostar.Unashorasdecama,lacuraríanporcompleto.

Rachel se acostó y estuvo echada en la obscuridad durante largo rato,despertándosedeunsueñomuyligero;violasventanasblancasanteellayrecordóloqueHelenledijeradeque,aldespertarse,seencontraríabien.Almismotiempo,laparedde sucuartoera tanblancaque ledañaba lavista,yenvezde lisa lavio li-geramentecurvada.Volviéndosehacialaventana,nosereanimóconloqueallívio.Elmovimientodelapersianaalllenarsedeaireehincharsehaciafuera,rastreabaelcordónporelsuelo,yestoleaterraba,comosítemieselaentradadeunanimaldentrodel dormitorio.Cerró los ojos y el pulso le sonó tan fuerte en la cabeza, que cadapulsaciónparecía tocarunnervio, taladrándole la frente conunapunzadadedolor.Quizánoseríaelmismodolordecabezaanterior,peroeraciertoqueahoraledolía.Sevolviódeunladoaotro,conelafándequelafrescuradelassábanaslaaliviarayquecuandovolvieraaabrirlosojoslahabitaciónestuvieracomosiempre.

Alcabodeunconsiderablenúmerodeexperimentos,quiso salirdeunavezdetodaduda.Setiródelacamayquedóenpie,agarrándosealaboladoradaalpiedellecho.Ésta,fríacomoelhieloalprincipio,prontosepusotancalientecomolapalmadesumanoycomolaspunzadasdelacabezayelcuerpounidoalainestabilidaddelsuelo, le probaron que era mucho más intolerable estar de pie y andar, que estarechada,volvióameterseenlacama.Apesardelaliviomomentáneo,laincomodidaddelacamafueprontotangrandecomolohabíasidoelponerseenpie.Aceptólaidea

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de tener que pasarse todo el día acostada, y al echar otra vez la cabeza en laalmohada,desistiódelafelicidaddeaqueldía.

Cuando Helen entró, al cabo de unas dos horas, se cortaron de repente suspalabrasanimadoras.Porunsegundoquedósorprendida.NohabíadudadequeRa-chelestabaenferma.Todalacasaseenteródeello,cuandoelcanto,queseoíaeneljardíncallóderepente,yMaría,altraerleelagua,pasóalladodelacamabajandolosojos.Habíaquepasartodalamañanaylatarde.Aintervaloshacíaunesfuerzoparavolveralmundo,peroencontrabaqueelcalorylaincomodidadhabíanabiertounabrechaentresumundoyelotroyqueyanoeraposibletrasponerla.

SeabriólapuertayHelenentróacompañadadeunhombrepequeñitoymorenoquetenía—eraloquemásprontolellamólaatención—unasmanosmuyvelludas.Rachel estabamedio adormecida y ardiendo intolerablemente. Él parecía tímido yobsequioso;asíquecasinisetomóeltrabajodecontestarle,apesardeentenderqueeraelmédico.EnotraocasiónseabriólapuertayentróTerencemuycalladamente,ydemasiadosonriente—advirtióella—parasernatural.Sesentóasuladoylehabló,acariciándole lamano.Cuandonopudoseguirmásen lamismapostura, levantó lavistayvioaHelenasulado.Terenceyasehabíaido.Noimportaba,leveríaotravezmañana,cuandoestuvieramejor.Durantetodoeldíaintentórecordarlaslíneasqueoyó leerúltimamente.El esfuerzo la cansaba.Los adjetivospersistían encolocarsetodosequivocadamente.

El día siguiente no difirió mucho del anterior, exceptuando que su cama serevistiódeimportanciayelmundoexterioraparecíacadavezmáslejano.Helenes-tabaallí,asulado,todoelsantodía.Avecesdecíaqueerahoradecomer;otrasqueeralahoradelté.Aldíasiguiente,todaslasseñalesdelatierraseveíanborrosasyelmundo exterior aparecía tan lejano que los sonidos de la gente que subía por laescalerayquesemovíanenlaestanciaeransólodestacadosporunesfuerzosuperiorde la memoria. El recuerdo de lo que sintió o lo que había estado haciendo ypensando hacía sólo tres días, se había borrado por completo. Por otra parte, cadaobjetodel cuarto, lapropia cama, su cuerpocon susdiversosmiembrosydistintassensaciones tomabanmás ymás importancia de día en día. Estaba completamenteincomunicada; completamente aislada del resto del mundo. Aislada y enteramentesolaconsucuerpo.Horasyhoraspasabanasí, sin irmásalláde lamañana, luegounoscortosminutosdeplenodíaysaltabaalashondurasdelanoche.

Unatardecer,cuandolahabitaciónseveíaentinieblas,quizáporsertarde.oporestarlaspersianasmuyechadas,Helenseacercóparadecirle:

—Alguienvaaestaraquíestanochecontigo.¿Noteimportará?Abriendolosojos,RachelvionosóloaHelen,sinoaunaenfermeracongafas,

cuyacaralerecordóalgoquehubiesevistovagamente.Lahabíavistoenlacapilla.—LaenfermeraMc. Junis—dijoHelen,y la aludida sonrió igualmente serena,

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comohacíantodas.Despuésdeesperarunosmomentos,lasdosdesaparecieron,yRachelsedespertó

paraencontrarsedenuevoenmediodeunadeaquellasinterminablesnoches.Ellasedaba cuenta de que no había nada que le impidiese seguir aquel rumbo, si así leplacía. A una distancia grande, unamujer mayor se sentaba agachando la cabeza.Rachelseempinóunpocoyvioconsobresaltoqueseentreteníajugandoalascartasalaluzdeunavelaqueteníaenelhuecoqueformabaunperiódico.Lavisiónteníaalgo inexplicablemente siniestro. Aterrada, lloró sin poder explicarse por qué. Lamujerdejólascartasyatravesólahabitación,haciendosombraalavelaconsumano.Acercábasecadavezmás.PorfinsedetuvoalacabeceradeRachelyledijo:

—¿Aundespierta?Déjemeponerlacómoda.—Dejólavelayarreglólaropadelacama.

Rachelpensóqueunamujerquejugaraalascartastodalanocheenunacaverna,tenía forzosamente que tener lasmanosmuy frías, y se encogió para no sentir sucontacto.

—Debe probar a estarse quietecita —seguía diciéndole—, porque así sentirámenoselcalor.Aumentaráalmoverseynoqueremosquesesientamásardorosaaúndeloqueestá.—SequedómirandoaRachelporunaeternidad.

—Cuantomásquietecitaesté,antessepondrábuena.Rachelfijabasusojosenlasombra picuda del techoy concentraba toda su energía en el deseode que aquellasombra semoviese. Pero la sombra y lamujer parecían fijadas eternamente sobreella.Cerrólosojos.Cuandolosabriódenuevo,habíantranscurridovariashoras.Lanocheseguíaaúnimplacable.Lamujerseguíajugandoalascartas,sóloqueahorasesentabaenun túnel, bajoun ríoy la luz seveía enunarcoen lapared sobre ella.Gritó:«¡Terence!»,ylasombrapicudasecerníaotravezeneltecho.Lamujer,consuscalmososmovimientos,selevantóyacercósedenuevoasucabecera.

—Es tandifícilmantenerlaen lacamacomo loera teneral señorForrest en lasuya—dijolamujer.

Para librarsedeaquellavisiónestacionada,Rachel cerróotravez losojos,y seencontró andando por un túnel bajo elTámesis.Había allí pequeñas y deformadasmujeres sentadas en unos arcos jugando a las cartas, mientras en las paredes deladrillosseveíanmanchasdehumedad,queacababanformandogotasoresbalandopor la pared. Pero las pequeñas y viejas mujeres se convirtieron en Helen y laenfermeraMc.Junis.Estabanenpieante laventana,cuchicheandoincesantemente.Fueradesudormitorio,lossonidosymovimientosylasvidasdelaotragentedelacasaseguíanelcursocorrientedelsol,pasandoporlasucesióndetodassushoras.Yaen el primer día de su enfermedad, se vio claro que estaba bastante mal. Latemperaturafuemuyaltahastaelviernes.Aqueldía,martes,Terencesentíaungranresentimiento, no contra ella, sino contra la fuerza exterior que les separaba. Él

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contabalosdíasperdidosparasuamor.Sedabacuenta,conunararamezcladeplaceryfastidio,dequeporprimeravezensuvidadependíadeotrapersonaydequesufelicidadestabaensupoder.

Losdíastranscurríantrivialesylascosasnoteníanimportancia.Despuésdetressemanas de intimidad e intensidad en sus afectos, todas las ocupaciones corrienteseran insoportablemente sosas y aburridas. La ocupación menos intolerable erahablarleaJohnsobrelaenfermedaddeRachel.Discutircadasíntomaysusentidoycuandoestemotivoseagotaba,discutíanlaenfermedad,susmotivosysucuración.

Dos veces al día entraba a sentarse con Rachel, y dos veces al día sucedía lomismo.Entrabaensuhabitación,quenoestabamuyobscuraydonde lamúsicaseveíaportodosloslados,igualqueantes,todossuslibrosycartas.Entoncessuánimoselevantabainstantáneamente.Alverla,sesentíacompletamentereanimado.Ellanoparecíamuyenferma.Sentadoasulado,ledecíaloquehabíaestadohaciendo,ensutonodevoznatural,sólounpocomásbajo.Aloscincominutosdeestarsentadoasulado,seveíaacometidodeunatristezaprofunda.Ellanoparecíalamisma.Siempreconcluíadejandolahabitaciónconlaconviccióndequeerapeorverlaquenoverla.

Conformepasabaeldía, eldeseodeverlavolvíay sehacía tan imperioso,querepetíalavisita.

Eljuevesporlamañana,cuandoTerenceentróeneldormitorio,sintióaumentarsu confianza. Rachel se volvió hacia él, haciendo el esfuerzo de recordar ciertoshechosdelmundodelqueestabatantosmillonesdemillasalejada.

—¿Hasvenidodelhotel?—lepreguntóella.—No,estoyparandoaquíporahora—dijoél—.Acabamosdecomeryhallegado

elcorreo.Hayunmontóndecartasparati,cartasdeInglaterra.Enlugardedecirle,comoélestabadeseando,quequeríaverlas,Rachelestuvoun

ratoensilencio.—¿Noves?Porahívan,rodandoporelfilodelapendiente—dijoelladepronto.—¿Rodando,Rachel?¿Quévesrodar?Nohaynadaqueruede.—Laviejaconelcuchillo—contestóella.Peroalhablar,nosedirigíaaTerence

enparticular.Mirabaunjarroenlamesadeenfrente.Élselevantóylobajó.—Asínopuederodarmás—dijoentonoalegre.Noobstante,ellaseguíaconlavistafijaenelmismositio,ynovolvióahacerle

caso,apesardequeélprobódedistraerla.Estabatanprofundamenteabatidoquenopudosoportarelseguirsentadoasulado.Sefueadarvueltas,aandarpor lacasa,hastaencontraraJohnqueleíael«Times»enlaveranda.

HirstdejóelperiódicoaunladoyoyóconpaciencialoqueTerencelecontabasobreeldelirio.Letratabaconafecto,comosifueraunniño.

Elviernesyasevioquelaenfermedaderacosaseria,querequeríaloscuidados

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devariaspersonas.Perotampocohabíamotivosuficienteparaalarmarse.Rodríguezdioaentenderquehabíamuchavariedadenaquellaclasedeenfermedadesyopinóque estaban dándole a todo demasiada importancia. Sus visitas tenían siempre unaapariencia de confianza y en sus entrevistas con Terence hacía caso omiso de susapremiantespreguntasconelpretextodequeseapurabademasiado.Seleveíareacioasentarse.

—Unatemperaturaalta—dijo,mirandofurtivamenteatodosladosyaparentandomásinterésporlosmueblesyelbordadodeHelenqueporotracosa—.Enesteclimahayqueesperar siempre temperaturas altas.Nohayporquéalarmarse.Elpulsoesnuestro guía (se dio unos golpecitos en la muñeca velluda), y el pulso sigueexcelente.

Aldeciresto,seinclinórespetuosamenteyseescurriófuera.La entrevista era sostenida con dificultad por ambas partes en francés, y ello

unidoalhechodequeeraoptimistaydequeTerencerespetabalaprofesiónmédicaen todos los aspectos, hizo que fuese más tolerante que con otro médico mejorcapacitado.InconscientementesepusodelladodelmédicoyencontradeHelen,queparecíamirarleconciertoprejuicio.

Cuando llegó el sábado se vio bien que era preciso llevar las cosas másordenadamentequehastaentonces.Hirstofreciósusservicios;dijoquenoteníanadaquehaceryquepodíapasarseeldíaenlavilla,siesqueasípodíaserlesútil.Comosiiniciaran juntos una expedición difícil, se repartieron los quehaceres entre los dosmuchachos,apuntandoenunahojagrandeunlargoymetódicohorarioqueclavaronenlapuertadelasala.Sualejamientodelaciudadyladificultaddeprocurarselosmedicamentos, hizo necesario que lo planeasen todo cuidadosamente y de queencontrarandifícilconseguirlascosasquedeellosserequerían.

John debía traer todo lo que necesitaba de la ciudad. Así que Terence podíaquedarsedurante las horas calurosas en la sala, cercade la puerta abierta, presto acualquierllamadadeHelen.Siempreseleolvidababajarlaspersianasysepasabalashorassentadoaplenosol,abrumadoymortificadosindarsecuentadelacausa.

La habitación era poco acogedora e incómoda. Probaba a leer, pero los librosbuenoserandemasiadobuenos,otodolocontrario.Loúnicoquepodíatolerareranlosperiódicos, connoticiasdeLondres.Aquellodabaalgún fondode realidada loquedeotramaneraerauna interminablepesadilla.Cuandoconseguía fijar suaten-ción en la lectura, una llamada suave de Helen o la señora Chailey reclamaba suatención.

Quitándose los zapatos, subía sin hacer ruido y dejaba lo pedido en la mesitaatestadadejarrosquehabíanpuesto.SilograbaveraHelen,lepreguntaba:

—¿Cómosigue?—Muyinquieta…peroalgomejor;porlomenos,asímeparece.

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Laimaginaciónseestancaba,lavidamismaparecíahabersedetenido.Eldomingofuepeorquelosotrosdías,simplementeporquehabíatranscurridoun

día más y el esfuerzo se prolongaba. A pesar de ello, nada había cambiado. Lossentimientossesumergíanenunaprolongadasensacióndeangustiaytemorunidosaunaprofundaimportancia.NuncasesintióTerencetanabatido.AlveraRachel,casinopodíacreerquehubieransidoalgunavezfelices,niqueestuvierancomprometidosparacasarse.¿Quéhabíaensussentimientos?Unaconfusióngrandelocubríatodo.LeparecíaveraJohn,aRidleyyalosdemásquesubíandelhotelapreguntardevezencuando,comoatravésdeunaniebla.LasúnicaspersonasquenoseocultabanenaquellanieblaeranHelenyRodríguez,aquélloseran losúnicosquepodíandecirlealgoconcretodeRachel.

Eldíaseguíasuritmohabitual.Adeterminadashorassereuníanenelcomedoryhablabandecosasindiferentes.GeneralmenteeraJohnquieniniciabalaconversaciónylamanteníaavivafuerza.

—HedescubiertoelmododehacerqueSanchopaselacasablanca—dijoJohneldomingodurantelacomidadelmediodía—.Arrugasunpapeljuntoasuoreja,ysaledeestampidaunoscuantosmetros,luegosigueandandobien.

—Sí,peroloqueélquiereesgranodetrigo.Deberíasenterartesiselodan.—No me fío mucho de lo que le den; y Angelo me parece un pillete

sinvergüenza.—Hubo un largo silencio. Ridley recitaba unas estrofas; entre dientes y

avergonzado,dijo:—Haceuncalorexcesivo.—Dos gradosmás que ayer—dijo John—. ¿De dónde serán estas nueces?—

observóacontinuación,tomandodelplatounaycontemplándolaentresusdedosconcuriosidad.

—SupongoquedeLondres—dijoTerence,mirándolasasuvez.—Unhombrequefuesecompetenteenelnegociopodríahaceraquíunafortuna

en poco tiempo —continuó John—. Supongo que el calor trastorna algo lainteligencia.Hasta los inglesessevuelvenraros.Es imposible tratarconellos.Estamañana,sincausaquelojustificase,metuvieronesperandotrescuartosdehoraenlabotica.

Hubootralargapausa.Ridleypreguntó:—¿Rodríguezestásatisfecho?—Completamente—dijoTerencecondecisión—,sólotienequeseguirsucurso.Ridleydioungransuspiro.LamentabasinceramentelaenfermedaddeRachely

el trastorno que causaba a todos, pero a ratos echaba de menos a Helen. Esto lecontrariaba como también la constante presencia de los dos muchachos. Éstos sefueronalasala.

—Mira, Hirst—dijo Terence—, no hay nada que hacer por lo menos en dos

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horas.Consultólahojadepapelpegadaalapuerta.—Vea echarte.Yoesperaré aquí.Chailey sequeda conRachelmientrasHelen

bajaacomer.Eramucho pedirle aHirst, decirle que se fuera sin ver aHelen. Siquiera fuera

parapreguntarlealgodelaenferma.Esto,servíadealgúnconsueloatodoeltedioyesfuerzoquesuponíaparaélaquellaincomodidad.Perocomoestabantanunidosenaquella prueba, decidió obedecer y semarchó sin rechistar.Helen tardómucho enbajar.Teníaelaspectodehaberestadomuchoratoaobscuras.Estabamuypálidaydelgadaylaexpresióndesusojoseraangustiosa,perodecidida.Comióconrapidez,indiferenteatodoloquelarodeaba.NohizomuchocasoalaspreguntasdeHewet.Porfinlemiróconelentrecejofruncido:

—No podemos seguir así, Terence. O encuentras otro médico, o le dices aRodríguezquedejedeveniryyamelascompondréyosola.EsinútilquedigaqueencuentraaRachelmejor.Noestámejor;estápeor.

Terencesufriótalimpresiónqueseabstuvodecontradecirla.—¿Creequeestáenpeligro?—preguntó.—Nadiepuedesostenersetantosdíasenesteestado—contestóHelen.Lemirabayhablabacomosiestuvieraindignadaconalguien.—Muybien;estatardemismohablaréconRodríguez—replicóél.Helensubióarribaenseguida.NadapodíaahoraatenuarlaansiedaddeTerence.

Nopodíaleerniestarquieto.Susentidodeseguridadsetambaleaba,apesardequeprobabadeasegurarqueHelenexagerabayqueRachelnopodíaestartanenferma.Peronecesitabaunterceroqueconfirmasesucreencia.

Tan pronto como Rodríguez bajó de verla, le abordó: —Bueno. ¿Cómo laencuentrausted?¿Creequeestápeor?

—No hay ningún motivo para esta ansiedad —dijo Rodríguez en su infamefrancés,sonriendoforzadamente,yconlosgestosdequiendeseaescaparcuantoan-tes. Hewet se plantó con firmeza entre él y la puerta. Estaba decidido a saber laverdad.Suconfianzaenelhombresevinoatierraalmirarlefijamenteycomprobarsu insignificancia, su aspecto sucio y desaliñado, su inestabilidad y la falta deinteligencia de su velludo rostro. Era raro que no se hubiese dado cuenta antes detodoaquelloqueentoncesveía.

—¿No tendrá inconveniente si le pedimos que consulte con otro médico? —continuóél.

Elhombrecillosesulfuró.—¡Ah! —dijo—. ¿No tienen confianza en mí? ¿Están en contra de mi

tratamiento?¿Deseanqueabandoneelcaso?—Nadadeeso—replicóTerence—;peroencasosgraves…

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Rodríguezseencogiódehombros.—No es tan grave, se lo aseguro. Están demasiado preocupados. La señorita

jovennoestágrave,yyosoyunmédico.Laseñoraestáasustada—dijodespreciati-vamente—.Mehagocargo.

—¿Elnombreydireccióndelmédicoes…?—preguntóTerence.—No hay otromédico—replicó Rodríguez conmalosmodos—. Todos tienen

confianza enmí.Mire.—Sacóunpaquete de cartas viejas y empezó a revolverlascomosibuscaraunaqueconfundieselassuspicaciasdeTerence.Conformebuscaba,empezóacontarunahistoriadeunLord inglés,queseconfióaél—ungranLordinglés,cuyonombre,pordesgracia,norecordaba,

—Nohayningúnotromédicoporaquí—concluyó,revolviendolascartas.—Noimporta—dijosecamenteTerence—.Yamecuidaréyodeinformarme.Rodríguezvolvióameterselascartasenelbolsillo.—Muybien—dijo—.Notengoningúninconveniente.Seencogiódehombros,enarcandolascejas,comosiquisierarepetirquetomaban

laenfermedaddemasiadoenserioyquenohabíaotromédico;yescurriéndose,salió,dejandoentodoslaimpresiónquesedabacuentadequedesconfiabandeél.

Terencenopudoaguantarseabajomástiempo.Subió,llamandoconlosnudillosen lapuertadeRachelypreguntóaHelensipodríaverlaunosminutos.Ellanosenegó,yendoasentarsecercadelaventanadondehabíaunamesita.Terencesesentóalladodelacama.

LacaradeRachelhabíacambiado.Parecíaqueconcentrabatodosuesfuerzoenvivir.Sus labiosseveíansecos,susmejillashundidasyarreboladas,perosincolor.Losgrandesybellosojosmedioentornados,comosieltenerloscerradoslecostaseexcesivo esfuerzo. Al besarla él, los abrió del todo. Pero sólo veía a una viejacortándole la cabeza a un hombre con un cuchillo. Se volvió hacia Terence,preguntándoleansiosamentealgodeunhombreconmulas,queélnoentendió.

—¿Porquénoviene?¿Cómonoviene?—repetía.Él se aterraba de pensar en el hombrecillo desaliñado que estaba encargado de

salvar su vida.Y se volvió instintivamente aHelen. Ésta se hallaba ocupada y noparecía darse cuenta de la impresión tan tremenda deHewet. Éste se levantó parasalir.Nopodíaaguantarmáslavisióndelamuchachaysucorazónlelatíafuerteydolorosamente.Estabaenfadadoyangustiado.AlpasarjuntoaHelen,éstaledijoconvozcansadaypoconatural,perofirme,queletrajeramáshieloyquellenaraeljarrodelechefresca.Cuandohubocumplidoaquellosencargos,fueenbuscadeHirst.Sehabía dejado caer tendido en una cama y estaba profundamente dormido, poroTerencelodespertósinescrúpulos.

—Helencreequeestápeor—dijo—;nohaydudaqueestámuymal.Rodríguezesunainutilidad.

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—Debemos buscar otro módico —dijo Hirst, restregándose los ojos, mediodormido—silohay…

—No seas idiota—exclamóTerence—.Claro que hay otromédico, y si no lohay,tútienesqueencontrarlo.Debimosdehaberlohechohaceyadías.Voyaensillarelcaballo.

No podía estarse quieto en ningún sitio. En menos de diez minutos John ibamontadohacialaciudadbajounsolabrasador.

«Debimosdehaberlohechohaceyadías»,serepetíaHewet,furioso.Al regresar a la sala, encontró a la señora Flushing en pie en el centro de la

habitación;habiendollegadocomotodos,porlacocinaoeljardín,sinanunciarse.—¿Estámejor?—preguntóbruscamente,sinintentarsiquieradarlelamano.—No—dijoTerence—,creenqueestápeor.LaseñoraFlushingmirófijamentea

Terencelargorato.—Sindudahaestadoustedaquísolo,pensandoypreocupándosedurantetodoel

día y cree que está peor —dijo—; pero alguien que la viese sin prejuicios, laencontraríamejor. El señor Elliot ha tenido fiebre, pero ya está bien—dijo de untirón—.¡Quéimportanunoscuantosdíasdefiebre!Mihermanotuvounavezfiebreduranteveintiséisdías.Yenunasemanaodosselevantótancampante.Notomabamásquelecheyunashierbas.

LaseñoraChaileyentróconunrecado.—Mellamanarriba—dijoTerence.—Yaverácómoestámejor—repitiólaseñoraFlushingalsalirdelahabitación.Su ansiedad por convencer a Terence era grande, y cuando él hubo salido, se

sintiódesasosegadaeinquieta.Nolegustabaquedarseynosedecidíaamarcharse.Fue de un cuarto a otro, buscando a alguien con quien poder hablar. Todas lashabitaciones estabanvacías.Terence tomó los encargos deHelen ymiró aRachel,peronointentóhablarle.

Rachel conseguía darse cuenta vagamente de su presencia, pero ésta parecíaperturbarla,puessevolvióhaciaelotrolado,dándolelaespalda.Hacíaseisdíasquese había olvidado delmundo exterior. Necesitaba toda su atención para seguir lasardientesyrojizasvisionesquepasabanincesantementeantesusojos.Sabíaqueerade enorme importancia que atendiera a tales visiones y lograse entenderlas, perosiempre llegabaunpocotardeparaconocerlas'completamente.LascarasdeHelen,delaenfermera,deTerence,ladelmédico—quealgunasvecesveíatancerca—,laapuraban,porquedistraíansuatenciónyleimpedíandesentrañarlaclave.Poreso,apartirdelcuartodía,encuantoalguienlamovía,dabalavueltaporcompleto.

Empezaba amurmurar entonces algo ininteligible, como siempre. Las visionesqueseofrecíanasuimaginacióntratabandealgunaintriga,aventuraoevasión,quetomabandiversosgiros incesantemente, aunqueexistíaunmotivocentralpara todo

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ello que Rachel se esforzaba en aprehender. La escena tan pronto se desarrollabaentre bosques y salvajes como en el mar o sobre los tejados de elevadas torres.Rachelsaltabaunasvecesyparecíacomosivolaseotras.Cuandolacrisistocabaasufin, siempre permanecía algo de todo ello en su imaginación hasta que recobrabanuevamente su intensidad.. El calor se había hecho sofocante. Los rostros de loscircunstantes acabaron por desaparecer para ella; se sentía como sumergida en lasaguas revueltas de un estanque. No se veía ni escuchaba nada, salvo un débilestallido,comoeldelasaguasalromperseporencimadesucabeza.Mientrastodossus verdugos la creían muerta, ella vivía aún, pero se encontraba escondida en elfondodelmar.Permanecióallí,noviendomásquesombrasprofundasunasvecesysúbitasclaridadesotras,cuando,detantoentanto,alguienlasacabadelsenodelasaguas.

JohnHirstpasólashorasdesoldiscutiendocongruñonesyevasivosnativos,ypudosacarlainformacióndequehabíaunmédicofrancésquesehallabaenlasmon-tañasdescansandoytomandounasvacaciones.Decíaneracompletamenteimposibledarconél.Conlaexperienciaqueteníadelpaís,creyóimprobablequeuntelegramapudiera serle enviado y,muchomenos, recibido, pero habiendo logrado reducir ladistanciadelpueblecitodecienkilómetrosatreinta,alquilóuncocheconcaballosysedecidióairporél.

Consiguiódarconeldoctorypersuadirleparaquedejaseasujovenesposayleacompañase.Llegaron a la villa elmartes amediodía.Terence salió a recibirlos, yJohnnotóqueestababastantemásdelgado,muypálidoysusojosteníanunaspectodegranansiedad.ElmododehablarsecoydominantedeldoctorLesageimpresionóalosdosfavorablemente.

Unavezrealizadalavisita,dioórdenesterminantemente,peroseabstuvodedarsuopinión,quizáporlapresenciadeRodríguez.

AlpreguntarleTerencesiestabamuyenferma,contestóconunencogimientodehombros:

—Desdeluego.Todossintieronciertasensacióndealiviocuandosefue,prometiendootravisita

dentrodeunashoras.Losnerviosleshicierondiscutir.Riñeronsobreunacalle,ladePortsmouth. JohndijoqueestabaafirmadaconmacadamalpasarporFlindhead,yTerenceafirmósabertancierto,comoconocíasunombre,quenoloestabaalllegaraaquel punto. En la discusión se dijeron palabras fuertes y terminó tomándose lacomidaensilencio,salvoalgunareflexiónbanaldeRidley.

Cuando se hizo de noche y encendieron las lámparas, Terence se encontrabaincapaz de aguantar su irritación por más tiempo. John se acostó, completamenterendido de cansancio moral y físico, dando afectuosamente las buenas noches aTerence.Ridleyseretiróconsuslibros.Otravezsolo,Terencepaseabaarribayabajo

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porlahabitación.Avecessedeteníaantelaventana.Seveíanrelucirlaslucesdelaciudad a lo lejos. Se consideraba en una isla pequeñita, completamente solo. Noimportaba que Rachel estuviese buena o enferma; no importaba que estuviesenseparadosoreunidos;nadateníaconsecuencias,todoeralomismo.Lasolasdelmarseoíanalolejosrompersobrelaplaya.Elvientoligeropasabarozandolosramajesdelosárboles,acariciándole.Deseabapoderhablarconalguien,peroHirstsehabíaacostadoydormía,yRidleydormiríaigualmente;noseoíaruidoenlahabitacióndeRachel.ElúnicoruidodelacasaeraelquehacíalaseñoraChaileyenlacocina.Porfinhuboruidodepasosenloaltodelaescalera.Eralaenfermera

McJunis que bajaba arreglándose los puños del uniforme, preparada para suvigilancianocturna.

Terence la detuvo.Nunca habían hablado, pero quizá fuese posible que ella leconfirmaseenlacreenciaqueaunpersistíaensucerebro,dequeRachelnoestabatangravecomocreían.LedijocuchicheandoqueeIdoctorLesagelahabíavistoyloqueéstedijera.

—Ahora —continuó—, por favor, déme su opinión. ¿Usted cree que estágravementeenferma?

—Elmédicohadicho…—empezóella.—Sí, pero yo quiero su opinión. Usted tiene la experiencia de muchos casos

semejantes.—Yo no puedo decirle más que el doctor Lesage, señor Hewet —replicó,

temiendoquesuspalabraspudieranusarseensuperjuicio—.Elcasoesserio,peropuede tener la certeza completa de que estamos haciendo todo lo posible por laseñoritaVinrace.

Hablabaconciertotonoprofesional,perocomprendióquenodejabasatisfechoalpobremuchacho,queaúnse interponíaensucamino.Mirópor laventanadesdelaqueseveíalalunareflejándoseenelmar.Hablóenuntonocuriosamenteraro.

—Nuncamegustamayoparamispacientes.—¿Mayo?—repitióTerence.—Puedeserfantasía,perocuandoalguiencaeenfermoestemes…continuóella

—.Lascosasparecenmarcharmalenmayo.Quizásealaluna.Dicenqueafectaalcerebro,¿noeseso,señor?

Él lamiró, pero sin poder contestarle. Era la sensación que invadía a todos almirarla.Ellaseescurriócomopudoydesapareció.

Aunque se retiró a su habitación, no fue capaz siquiera de quitarse las ropas.Largoratosepaseóarribayabajo,yapoyándoseenlaventana,contemplóla tierraobscuraencontrasteconelpálidoazuldelcielo.Conunamezcladetemoryodio,sefijóen losaltosyesbeltoscipreses.Nuncacomprendióantesquebajocadaacción,bajolosactossencillosdecadadíayacíaeldolor,listoparaatacar.Pareciósercapazdeverelsufrimiento,comosisetratasedealgomaterial.Ungigantecomiéndosea

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puñadoslasvidasdehombresymujeres.Conocióporprimeravezelsentidodelaspalabrasqueotrasveceslesonabanahueco.Laluchaporlavida.Ladurezadeésta.Ahora,porsímismo,sabíaquelavidaeramuydurayquerebosabadolorhastalosbordes.Veía las luces salpicadasde laciudadabajoypensóenArthurySusan,enEvelyn y Perrot, aventurándose inconscientes en su gozo y exponiéndoseabiertamente a sufrimientos como el suyo. ¿Cómo se atrevían a amar de aquellamanera?, se preguntaba. ¿Cómo se atrevió élmismo a vivir como lo había hecho,rápidoydescuidado,pasandodeunacosaaotrayamandoaRachelcomolaamaba?Nunca volvería a sentirse seguro. Ya no creería en la estabilidad de la vida, uolvidaría los abismos de dolor que existen bajo una aparente felicidad y cubiertostambiénporsentimientosdealegríayseguridad.Apesardeestarconvencidodequeera absurda y risible su pequeñez, no perdió el sentido de tales pensamientos queformabanpartedeunavida.É1yRachelviviríanunidos.

Quizá,debidoalcambiodemédico,Rachelparecíaestarbastantemejorada.Helen,terriblementepálidayrendida,parecióanimarsealgo.—Mehahablado—dijo,voluntariamente—.Mepreguntóaquédíadelasemana

estábamos.Derepente,sinrazónaparente,laslágrimasseformaronensusojosyresbalaron

porsusmejillas.Lloraba.sinestremecimientosysinprobardecontenerse,comosiignoraraqueestaballorando.

Terencesesobresaltóalverlaasí.¿Nohabíalímitesalpoderdelaenfermedad?¿Sevendríatodoabajo?SiemprevioaHelenfuerteydecidida,yahoraparecíaunacriatura. Se acercó a ella, rodeándole los hombros, ella se apoyó en él, sin podercontenersussollozos.Serehizoylimpiósusojos.Eratontoportarseasí,muytonto,repetía.NohabíadudadequeRachelestabamejor.PidióaTerencequeperdonasesusimpleza.Sedetuvoenlapuertay,volviéndose,labesóenlafrente,sindecirpalabra.

Aquel día Rachel tuvo conciencia de lo que la rodeaba. Había vuelto a lasuperficiedelobscuroypegajoso lago,yunaolaparecía sostenerla.Cesóde tenervoluntadpropiaysedejóllevar.Sentíaunagrandebilidad.Laolafuesubstituidaporla laderadeunamontaña.Sucuerposeconvirtióenunmontóndenievederretida.Susrodillaseranpicosmontañososdehuesoshelados.VeíaaHelenyelcuarto,perotodomuypálidoytransparente.

Aveceslaveíaatravesarlaparedqueteníaanteella.Otrasveces,Helenseibatanlejos que sus ojos escasamente podían verla. La habitación parecía tener un raropoderdeexpansión.Sucerebro,enunrincónremotodesucuerpo,recorríacomounrelámpago la habitación. Todo lo que veía suponía un esfuerzo, pero el mayor detodos fuever aTerence.Suvista laobligóaunir el entendimientoal cuerpoen sudeseoderecordaralgo.Nodeseabarecordar;lemortificabacuandolagenteprobabadeperturbarsusoledad.Deseabaestarsola.Nodeseabaotracosamásenelmundo.

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TerencesediocuentadelanuevaesperanzaquealentabaenHelen,vioestocomountriunfo.EsperóaldoctorLesage,aquellatarde,concrecienteansiedad,peroconlamismacertezaenelfondodesuser,dequetodosadmitíansuequivocación.

El doctor Lesage estuvo malhumorado y estuvo muy escueto en suscontestaciones.AlaspalabrasdeTerence.

—Parece estar mejor —replicó, mirándole de un modo extraño—. Tiene unaremotaprobabilidaddesalvarse.

La puerta se cerró y Terence se dirigió hacia la ventana, apoyando la cabezacontraelquicio.

«Rachel—serepetíaasímismo—tieneunaremotaprobabilidaddevida.Rachel.¿CómopodíandecirtalescosasdeRachel?»

Estuvieron en relaciones cuatro semanas. Hacía quince días que estabaperfectamentebien.¿Quépodíanaquelloscatorcedíashaberlehechoparaponerlaenaquel estado?Él nopodía vivir sin ella.Después de aquellamomentánea lucha, lacortinacayódenuevo.Noveíanadanipodíasentirclaramente.Todoseguíasucursocomoan—tes.Salvoundolorfísicocuandolelatíaelcorazónyelhechodetenerlosdedoshelados, no sedabacuentade su creciente ansiedad.En su entendimiento élparecíanosentirnadadeRachelodenadieenelmundo.

Aquella noche, el doctor Lesage pareció estar menos enojado. Se quedóvoluntariamente unos momentos, y dirigiéndose a John y a Terence, como si norecordaracuáldelosdosestuvieraprometidoconlapobreenferma,lesdijo:

—Yoconsideroqueestásumamentegrave.Ninguno de los dos se acostó, ni sugirió que el otro lo hiciese. Se sentaron

montandoguardiaenlapuertaabierta.Johnformóunaespeciedecamaenelsofá,ycuando la tuvo lista insistió para que Terence se echara. Empezaron a reñir sobrequiénseecharíaallíyquiénsobreunpardebutacasarregladoconunasmantas.JohnforzóaTerenceparaqueseecharaenelsofá.

—No seas tonto, Terence —le dijo—. Sólo conseguirás ponerte malo si noduermes.

Al seguir Terence negándose, él calló bruscamente, temiendo ponersesentimental.Estabaapuntoderomperallorar.Comenzóadecirloquehacíamuchotiempo deseó decirles, que sentía como Terence, que quería a éste y también aRachel.Estabamuyansiosodepoderdecirtodoaquello,perosecontuvo,pensandoqueeraegoísta.Alfinyalcabo,¿aquéconducíadarlelamurgaaTerencehablándolede todo aquello? A él no le importaba lo que pasara, siempre que la sucesión deaquellosdurosytristesdíasserompiera;hastaleparecíaquenoleimportabaquesemuriese. Se sentía desleal al no sentirlo, pero parecía como si su sensibilidad sehubieseagotado.

Durantelanocheenteranohubollamadanimovimiento,exceptuandoelabriry

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cerrar de la puerta una sola vez. Gradualmente, la luz entró en la habitación des-ordenada.Alasseisseoyeronmovimientosdelascriadasarriba.Alassietebajaronalacocina,ymediahoradespués,eldíaseiniciabadenuevo.

Sinembargo,éstenofueigualquelosanteriores,aunquehubierasidodifícildedecirenquéestabaladiferencia.Talvez,enquetodosparecíanestaresperandoalgo;y,ciertamente,habíamuypocascosasqueesperar.Algunaspersonaspaseabanporelsalón.AllíestabanelseñorFlushing,laseñoraThornburyysumarido.Hablabanenvozaltaconexaltación,permaneciendotodoeltiempoenpie,aunquelaúnicacosaque tenían que decir era: «¿Podemos ser útiles en algo?» Pero ellos nada podíanhacer.

TerencerecordóloquehabíadichoHelendequealentrarenelmáximopeligrolagentereaccionaba.¿Estabaenlociertooseequivocaba?Laniebladeirrealidadquele envolvía se iba haciendo honda y profunda. Parecía entumecerle todos losmiembros.¿Eraaquélsucuerpo?

Aquellamañana,porvezprimera,aRidley lefue imposiblesentarsesoloensudespacho. Se sentía incómodo y como no se daba cuenta bien de todo, entorpecíaconstantemente,peronoconsentíaenirsedelasala.Demasiadoinquietoparaleer,ysin nada que hacer, empezó a pasear arriba y abajo recitando versos en voz baja.Ocupadosendistintas cosas,desenvolverpaquetes,descorcharbotellas,ponerunasdirecciones,elcanturreodeRidleyyelruidodesuspisadassegrababanenlascabe-zasdeJohnyTerence.

—Oh,estoesintolerable!—exclamóHirstdeteniéndose.LosdosexpresaronsuinterésenloquelesdijoeldoctorLesageasullegada.Les

parecíamuyextraño.Aqueldíaatodoslespasólahoradelacomida.Lamismase-ñoraChaileyestabarara.Llevabaunabataarayitasyteníalasmangasremangadashastaelcodo.Sedabatantacuentadesuextrañaapariencia,comosiamedianochehubiesesaltadodelacamaavisadaporunaalarmadefuego.Seleolvidósureservaycompostura.Hablaba con familiaridad, como si desde chicos los hubiera sostenidosobresusrodillas,asegurándolesunayotravezqueeradebersuyocomer.

Latardepasómásaprisadeloqueesperaban.Una vez abrió la puerta la señora Flushing, pero al verlos, la cerró de nuevo

aprisa.BajóHelenacogeralgoysedetuvoaldejar lahabitación,fijándoseenunacartadirigidaaella.Estuvoporunmomentodándolevueltas;mirandoelsobre;ylaextraordinariay tristebellezadesuactitud, sequedógrabadaenTerencedelmodoque quedan las cosas impresas. Escasamente hablaban. Ya el sol de la tarde seretirabadelafachadadelacasa.Ridleypaseabaporlaterraza,repitiendoestrofasdeunlargopoemaenvozbaja.Fragmentosdelpoemaentrabanaráfagasporlaabiertaventanaalpasarlayrepasarla.Elsonidodeestaspalabrascolmabadedesconsueloelalmadelosdosmuchachos,perolassoportaron.

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Alacercarseelatardeceryverlaluzrojizadelsolqueseponíasobreelmar,lamismasensacióndedesesperanzaatacóalosdos.Laideadequeeldíaseacababayotranochelesesperaba,eraunatortura.Laaparicióndeunaluz,seguidadeotraalláabajoenlaciudad,produjoenHirstunarepeticióndelterribleyabrumadordeseoderomperensollozos.

La señora Chailey trajo unas lámparas. Explicó que María, al descorchar unabotella,habíasidotantontacomoparacortarseelbrazo,peroyaselohabíavendado.Eraunainoportunidadcuandohabíaahoratantatareaquehacer.Ellacojeabaacausadereumaensupie.

Elatardeceravanzó.EldoctorLesage llegó inesperadamenteyestuvoarribaunlargorato.Bajóybebióunatazadecafé.

—Estámuymal—contestóalapreguntadeRidley.Todoelenojohabíadesaparecidodesusmodales.Estabagraveyformal,peroal

mismo tiempo tenía una actitud llena de consideración. Subió de nuevo. Los treshombres se sentaron en la sala. Ridley estaba completamente quieto, salvo unospequeños e involuntarios movimientos y exclamaciones que acallaba súbitamente.Parecíaquealfindabanlacaraabiertamenteaalgodefinido.ErancercadelasoncecuandootravezaparecióeldoctorLesageenlahabitación.

Seaproximóaellosmuylentamente.MiróprimeroaJohnydespuésaTerence,diciéndoleaesteúltimo:

—SeñorHewet,creoquepuedesubir.Terencesepusoenpieinmediatamente,dejandoalosotrosconeldoctorLesage.LaseñoraChaileyestabaenelcorredor,repitiendounayotravez:—Esmalo,escruel.Terence no paró atención en ella. Oía lo qué decía, pero sin comprender su

significado.Al subir, se decía a símismo. «Esto nome está pasando amí.No esposiblequemeestépasando.»Mirabaconcuriosidadsumanosobrelabaranda.Lospeldañosdelaescaleraeranhondosyletomótiempoelsubir.Parecíainconsciente.

AlabrirlapuertavioaHelensentadaalladodelacama.Habíalucesveladasenlamesaylahabitación,yaunqueseveíallenadecosastodoestabamuyordenado.Percibíase un suave olor a desinfectante. Helen se levantó y le cedió su silla ensilencio.Alcruzarsesusojosseencontraron.Élseextrañódelaclaridadextraordina-riadesumiradayalmismotiempodelahondacalmaytristezaquehabíaenellos.Sesentóalladodelacama,yunmomentodespuésoyócerrarlapuertasuavemente.SeencontrósoloconRachelyunreflejopálidodealivioseposesionódeél.Lamiró.Esperabaencontrarenellaunterriblecambio,peronolovio.Estabamuydelgadayparecíamuycansada.Lesonrióyledijo:

—Hola,Terence.La cortina que tanto tiempo estuvo corrida entre los dos se evaporó

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completamente.—Bien,Rachel—replicóél.Ylesonriócomoantesconsugestofamiliar.Labesóytomósumanoentrelassuyas.—Hasidotremendosinti—dijoél.Ellalemirósonriendo,peroprontounligerogestodefatigayperplejidadvinoa

susojosyloscerródenuevo.—Cuandoestamosjuntossomoscompletamentefelices—dijoél.Continuabasujetándolelamano,eraimposibleverningúncambioensucara.Un

inmensoconsuelodesentirseenpazinvadióaTerence,tanto,quenodeseómoverseni hablar. La terrible tortura e irrealidad de los días pasados había terminado.Encontrabadenuevounaperfectacertezaunidaaunapazespiritual.Suentendimien-to trabajaba de nuevo con naturalidad y facilidad. Cuantomás tiempo permanecíasentado allí, más profundamente se daba cuenta de que la paz invadía todos losrinconesdesualma.Hubouninstanteenelquelepareciósentirsualientoysepusoa escuchar ávidamente; sí, respiraba aún… Comprendió que se engañaba. Rachelhabíadejadodevivir.Peroeramejorasí;estoeralamuerte,lanada,norespiraryamás. Era la felicidad, la felicidad absoluta. Ellos tenían ahora lo que tanto habíandeseado; laperfectaunión,queno leseraposibleconseguirmientrasellaestabaenvida.Inconscientemente,envozbaja,oconelpensamientotansólo,sedijo:«Nuncahansidotanfelicesdospersonascomolofuimosnosotros.Nadiesehaamadotantocomonosamamosnosotros».Pensólaspalabrasylaspronunció:

—Ningunasotraspersonashantenidonuncaelmismogocequenosotros.Nadiesequisonuncacomotúyyonosquisimos.,

Leparecíaaélquesucompletauniónyfelicidadsedesbordabaporlahabitación,en círculos que se agrandabanmás ymás.No tenía ya en elmundo ningún deseoincumplido.Poseíanloqueyanuncaselespodríaquitar.

No se dio cuenta de que alguien había entrado en la habitación. Momentos uhorasdespuéssintiódetrásdeélunbrazo.Losbrazoslerodearon.Élnoqueríasentiraquellosbrazosylasmisteriosasvocesquecuchicheabanlemolestaban.DejólayaheladamanodeRachelsobrelacolchaylevantándosedelasillafuehacialaventana.

Las ventanas carecían de cortinas y mostraban la luna, y un camino largo yplateadosobrelasuperficiedelasolas.

—¿Porqué—dijoél—hayunhaloalrededordelaluna?Losbrazos,¿erandehombreomujer?,lerodearondenuevoyleempujabancon

suavidadhacialapuerta.Sevolvióyanduvofirmementehacialapuerta,conscienteyalavezextrañadodelaformaquelagentesecomportabasóloporquealguienhabíamuerto.Seiría,siasílodeseaban,peronadadeloqueelloshiciesenpodíaperturbarsufelicidad.

Alver el corredor fuerade lahabitacióny lamesita con las tazasy losplatos,

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comprendióquenuncamásvolveríaaveraRachel.—¡Rachel!¡Rachel!

XXVI

Durante dos o tres horas más, los reflejos de la luna iluminaron la obscuranoche.Sininterceptarlalasnubes,suclaridadbañabatodalatierrayelmarcomounblanco y frío sudario.En aquellas horas el silencio fue completo, y el único ruidoperceptibleelcausadoporelmovimientodelairealpasarentrelasramasyhojas.Lassombrasquehabíaenlatierrasemovíantambién.Enesteprofundosilencioseoyócomounllantoinarticulado,queparecíadeniñosmuypobres,degentedébilodolo-rida.Estabayaelsolenelhorizonte,elaire,tímido,sehizoacadamomentomásricoy llenodevida,y los ruidosmásatrevidos, rebosandoarrojoyautoridad.Elhumoascendíatitubeantesobrelascasas.Elsolbrillósobreunasventanasobscuras.

Hacíayamuchashorasqueelsolbrillabaycoloreabaconsusrayosantesdequesevieramovimiento algunoen el hotel.Sobre lasnueveymedia la señoritaAllanllegó muy despacio al vestíbulo, se acercó sin ganas a una de las mesitas dondeestaban losperiódicosde lamañana,peronoalargó lamanohacia ellos.Sequedóparada, pensativa, con la cabeza algo inclinada sobre los hombros. Se la notabaaviejada,sepodíafácilmenteadivinarcómoseríadentrodeunosaños.Otraspersonasentraronperonohablóanadie.Nisiquieralosmiró.Porfin,comosicomprendieraquealgoteníaquehacer,sesentómuyquietecitaenunbutacónmirandoconfijezaanteella.Sesentíamuyviejaeinútil,comosisuvidahubierasidounfracaso,comosi su dureza y laboriosidad no sirviesen para nada. No tenía empeño en seguirviviendo,ysabíaqueasíteníaqueser.Eratanfuertequeviviríahastaserunamujermuy vieja. Probablemente viviría hasta los ochenta. Ahora contaba cincuenta.¡Treintaañosmásdevida!Semirabalasmanosconcuriosidad;susviejasmanosquetanto trabajaron para ella. No parecía tener afán por nada. Levantó los ojos y seencontró con la señoraThornbury en pie ante ella, con el entrecejo fruncido y loslabios entreabiertos. Parecía no atreverse a hacer la pregunta. La señoritaAllan se

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anticipó:—Sí,murióestamadrugada.Muytemprano.Aesodelastres.LaseñoraThornburylanzóunapequeñaexclamación,apretósuslabiosylosojos

se le llenarondelágrimas.Porencimadelosdemásdirigiósumiradahaciaelves-tíbulo, inundado ahora por raudales de luz, y hacia los grupos que,despreocupadamente,permanecierondepiejuntoalossillonesylasmesas.Asuvez,elloslamirabancomoaunserirreal,ocomomiraríanquienesnosedierancuentadeque una gran explosión había estallado junto a ellos. Pero, en realidad, no habíahabidoningunaexplosión,yellospermanecíanallí,juntoasussillasysusmesas.LaseñoraThornburynolosviodurantemuchotiempo,puesatravésdeellos,comosisuscuerposfuerantransparentes,empezóaverlacasa,susmoradores,lahabitación,el lechoquehabíaenésta, lafigurade lamuerta, inmóvilen laobscuridad,bajo lasábana que la cubría. Sí, le pareció ver su cuerpo, y escuchar los sollozos de lasplañideras…

—¿Esperabanesto?—preguntóalfin.LaseñoritaAllanselimitóamoverlacabeza.—Nosénada—dijodespués—:SóloloquelaseñoraFlushingmehadicho:que

murióestamañanaaprimerahora.Las dos se miraban con una mirada comprensiva y significante, sintiéndose

extrañamenteatontadas.Buscandonosabíaqué,laseñoraThornburysefuedespacioparaarriba,tocandoconlasmanoslasparedesdeloscorredoresparasostenerse.Lascamareraspasabanligeramentedecuartoencuarto,perolasevitaba.NiaunmiróaldetenerlaEvelyn.Seveíaqueéstahabíaestadollorando,ycuandolaviorompiódenuevoenllanto.Juntassefueronalhuecodelaventanayestuvieronallíensilencio.PalabrasentrecortadasseformaronporfinentrelossollozosdeEvelyn.

—¡Erantanfelices!LaseñoraThornburyledabaunaspalmaditasenelhombro.—Esduro,muyduro.Veía a través de la cuesta, en la altura, la villa de los Ambrose. Las ventanas

brillabanalsol,ypensóalmatraspasaríaaquellasventanas.Algosehabíaelevadodelmundodejándoloextrañamentevacío.LossollozosdeEvelynseaquietaban.

—Tienequehaberunarazón.Nopuedesertansólounaccidente.La señora Thornbury suspiró hondamente. ojalá que—No debemos pensar en

ello—añadió—,yqueellostampocolopiensen.—Estas terribles enfermedades.Nohayninguna razón,nocreoquehaya razón

alguna—estallóEvelyn,bajandolapersianaconímpetuyhaciéndolasubirdenuevo—. ¿Por qué ocurren estas cosas? ¿Por qué sufrirán tanto los seres? Creo yo queRachelestáenelcielo,pero

Terence…

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La señora Thornbury sacudió la cabeza ligeramente sin contestar; dio unapretoncito a lamanodeEvelyny siguió corredor abajo, impelidapor el deseodetener noticiasmás extensas, pero se dirigió hacia la habitaciónde losFlushing.Alabrirlapuerta,sintióqueinterrumpíaunadiscusiónentremaridoymujer.LaseñoraFlushing estaba sentada de espaldas a la luz, y su marido, junto a ella, discutíatratandodeconvencerlaacercadealgo.

—¡Ah!AquíestálaseñoraThornbury—dijoélconciertoalivioeneltonodesuvoz—.Mimujercreeque,enciertamanera,ellaesresponsable.Ellaanimóalapo-brecriaturaaqueviniesealaexpedición.Estoysegurodequeustedopinaráqueesmuypocorazonable.Nisiquierasabemosqueadquirieselaenfermedadallí.Además,queellaestabaempeñadaenir.Hubieseido,lainvitarasono,Alice.

—Nosigas,Wilfrid,¿quésesacaconhablartanto?—dijosumujersinlevantarlosojosdelsuelo—.¿Dequésirvehablar?¿Dequésirve?

La señoraThornbury,dirigiéndose aWilfrid, envistadeque con su esposa erainútilhablar,dijo:

—¿Hayalgoquepodamoshacer?¿Hallegadoelpadre?¿Sepodríairaverle?El deseo más fuerte en ella era consolar a los pobres que sufrían, verles,

ayudarles.Eratremendoestartanalejadosdeellos.PeroelseñorFlushingmovíalacabeza.—Mástardequizás…

Su esposa se levantó y pasómuy tiesa entre ellos hacia el tocador que estabaenfrente.Selaveíacontenerlossollozosporelmovimientodelbusto.Perosudoloreracallado.Cerró lapuerta trasdesí.Alquedarsesola,dabagolpescon lospuñoscerradosenelrespaldodeunasilla.Eracomounanimalherido.Aborrecíalamuerte,estaba furiosa, encoraginada, indignada con la muerte, como si ésta fuese un serviviente. Se negaba a entregar a la muerte a los que ésta quería. Le resultabaimposibleaceptarque todo sedisolvieraentre las sombrasyen lanada.Empezóapaseararribayabajo,sinpreocuparsededetenerlaslágrimasquesedeslizabanporsusmejillas.Despuéssesentó,perosinresignarse,conunamiradaaceradayrebeldeensusojoscuandodejódellorar.

EnlahabitacióndealladoWilfridseexplayabaconlaseñoraThornbury,puestoqueallínopodíaseroídoporsumujer.

—Esto es lo peor de lugares como éste—decía—. Hay quien se cree está enLondres y, claro, no es lo mismo. No me cabe la menor duda de que la señoritaVinracecogiólainfecciónenlamismaciudad.Porlomenosdocevecesaldíadebiócorrereseriesgo.Esabsurdodecirquelacogióentrenosotros.

Sinoestuvierasinceramenteafectadohabríaresultadoenojoso.—Pepper me dijo —añadió— que había abandonado la casa porque encontró

mucho desaseo en ella. Según él, nunca se preocupan de lavar las legumbres

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cuidadosamente.¡Pobregente!¡Biencarolopagan!Entodaspartessucedeigual.Lagenteseolvidadequeestascosasocurrenconfrecuenciayluegosesorprendensilessobrevieneunadesgracia.

La señoraThornbury le daba al señor Flushing la razón en todo, y después dehablarunpocodecosasindiferentes,sefuecontristezahaciasuhabitación.«Teníaquehaber una razónpara que estas cosas ocurrieran», pensaba para sí, al cerrar lapuerta.Eratanextraño, tanincreíble.Sólohacíatressemanas,sóloquincedíasquehabíavistoaRachel;alcerrarlosojos,leparecíaverladenuevo.Latímidaycalladamuchachita, que iba a casarse. Pensó en todo lo que había perdido, si se hubiesemuertoalaedaddeRachel.Loshijos,suvidadecasada.

Almirarhaciaatrásveíasuvidadíaadíayañotrasaño.Elentumecimientoquesintierayquelehacíadificultosohastaelpensar,ibapocoapococonvirtiéndoseenalgo contrario. Pensaba muy aprisa y con gran claridad, repasando todas susexperienciasyprobandoacolocarlasenciertoorden.Habíasindudaalgunamuchosufrimiento, mucha lucha, pero en conjunto había un balance favorable para lafelicidad.Después de todo, lo peor no era el quemuriese gente joven.Muchos sesalvan, se conservan conuna salud excelente.Además, lamuerte—yella pensabaentoncesenlosquedeunamaneraimprevistahabíanmuertodecortaedad—tambiénesbella.Lohabíavistoasí,ensueños,muchasveces.

Se acercó a su marido, echándole los brazos al cuello y besándolo con másintensidad que otras veces. Al sentarse los dos juntos, le acariciaba y dabapalmaditas,preguntándolecomosi fueraunbebé.Unbebégrandónyquejumbrosoque teníaquemimar.No lehablóde lapobremuerta. ¿Qué tendríaque estaba tanpreocupado?¿Políticaotravez?Todalamañanaestuvodiscutiendosobrepolíticaconsumarido,y llegóa interesarseen loquehablaban.Perodevezencuando, loquedecíaleparecíahueco,sinsentido.Almediodía,alahoradecomer,senotóqueloshuéspedes iniciaban la marcha. Había menos cada día. Sólo quedaban cuarenta,cuandopocosdíasantespasabandesesenta.AsílocomprobólaseñoraPaleyalmirara su alrededor, antes de sentarse a sumesa.Generalmente comía con ella el señorPerrotyademásdeArthurySusan,Evelynlesacompañabaaqueldía.Advirtiendoenellaseñalesde llantoyadivinandoelmotivo,procurabanmantener laconversaciónsobreotroasunto.Ellalosdejóhablar,yderepentesinprobarsiquieralasopa,apoyólosbrazosenlamesaydijocondecisión:

—Yonosécómoestaránustedes,peroyonopuedopensarmásqueenella.Los caballeros murmuraron algo entre dientes y pusieron gesto grave. Susan

replicó:—Sí,es tremendo.Cuandopiensaunolosimpáticaybuenaqueera—ymiróa

Arthurcomopidiéndolequecontinuaraél.—Fue una locura aquella excursión por el río —dijo moviendo la cabeza—.

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Debieronsuponerlo.Nosepuedeesperarqueunainglesaresistalosrigorescomounanativa.Quiseadvertirles,aquellatardecuandoenlameriendalodecidieron.Pero,¿dequéhubieseservido?

La señora Paley, que tranquilamente tomaba su sopa, quiso saber de qué setrataba.Susanledijoloqueera,perosiguiósinenterarsedenada.Arthurfueensuayuda.

—La señorita Vinrace está muerta —dijo claramente. La sorda siguió sinentender.

—¿Eh?—LaseñoritaVinraceestámuerta—repitió,ysóloporunsupremoesfuerzopudo

contenerseynoromperareíralpronunciarporterceravezlamismafrase.Nosólolaspalabras,sinoloshechosensítardabanenpenetrarensuconciencia.

Parecía tenerunpesoenelcerebroque,sinperjudicarla,entorpecía todasuacción.Estuvopensativaunossegundos,antesdecomprenderelsignificadodeloqueArthurhabíadicho.

—¿Muerta?—dijoconvaguedad—.¿LaseñoritaVinracemuerta?Diosmío…esmuy triste. Pero no recuerdo bien cuál era. Hemos hecho tantos conocimientosnuevos—miróaSusanparaquelasacaradedudas—.¿Unamuchachaalta,morena,quecasieraguapa,consubidocolorenlasmejillas?

Susan intervino, pero tuvo que darse por vencida. ¿Para qué explicarle que laconfundíaconotrapersona?

—Nodebieradehabersemuerto—continuólaseñora—.Parecíasaludable.Perola gente se empeña en beber esta agua, y nome explico por qué.Es una cosa tansencillatenerunabotelladeaguadeSeltzensucuarto.Eslaúnicaprecauciónquehetomadosiempre,yheestadoentodaspartesy lugaresdelmundo.EnItaliamásdeuna docena de veces… pero los jóvenes siempre creen saber más, y pagan lasconsecuencias.Pobrecilla,losientoporella.

Ydedicótodasuatenciónaunplatodepatatas,queteníadelante.ArthurySusandeseaban que no se discutieramás aquel asunto. Pero Evelyn no era de lamismaopinión.¿Porquélagenteevitabahablardeaquello?

—¡No creo que usted se preocupe de ello lomásmínimo!—dijo volviéndoseintempestivamente hacia el señor Perrot, quien había estado en silencio desde elprincipio.

—¿Yo?¡Oh,sí! ¡Yalocreoquemepreocupo!—contestó torpemente,peroconvisiblesinceridad.LapreguntadeEvelynlehizosentirseadisgusto.

—Parecetaninexplicable—continuóEvelyn—,quierodecir,¿porquéletocóaellaynoaustedoamí?

—Sólohacedossemanasqueseencontrabaaquí,comounade tantas—dijoelseñorPerrot.

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—¿Qué cree usted?—preguntó luegoEvelyn—. ¿Cree que todo concluye parasiempre,quenoesmásqueunpurojuegoyquealmorirnosdeshacemosenlanada,ocreequeellacontinúaviviendoenalgúnsitio?YoestoycompletamenteseguradequeRachelnohamuerto.

El señorPerrot hubieraquerido contestar loqueEvelyndeseaba, sinduda, quedijera,perolaafirmacióndequecreíaenlainmortalidaddelalmaerasuperiorasusfuerzas.Guardósilencio,pues,másarrugadasu frentequedeordinarioyhaciendomigajasdesutrozodepanconobjetodequeEvelynsoslayarasupregunta,Arthur,despuésdeunapausatanprolongadaqueequivalíaenteramenteaunaintercepción,sedesvióhaciauntemadistintoporcompleto.

—Supongan—dijo—queunhombrelesescribeparapedirlescincolibrasconelpretextodequeconocióaalgunodesusabuelosrespectivos,¿quéharían?Verán;elcasoeselsiguiente:miabuelo…

—Inventó un nuevomodelo de estufa—dijoEvelyn—, estoy enterada de todoeso.Nosotrosteníamosunaenelinvernaderoparaquelasfloresestuvierancalientes.

—¡Nosabíaquefueratanfamoso!—contestóArthur,ydespués,decididoallegarhastael findesu relato,prosiguió—:Bien.Elviejo,habiendosidounode losme-jores inventoresde su tiempoybuen conocedorde las leyes además,murió, comosiempresucedeconpersonasasí,sintestar:Ahora,Fielding,suescribiente,ignorosiasistidodeverdaderoderecho,reclamacontinuamentediciendoqueélquisodejarlealgoenherencia.YoheidoaverlealgunavezenPeuge,dondevive.Elasuntoessiyoestoyobligadoaalgoono.¿Quéconsiderausted,Perrot,queexigeelespíritudelajusticia?Recuerde:yonorecibobeneficioalgunodelaherenciademitíoniposeomedioalgunoparacomprobarlaveracidaddesemejantepromesa.

—Yo no sémucho acerca de ese espíritu abstracto de la justicia—dijo Susan,dirigiendounasonrisacomplacientealosdemás—;perodeloqueestoyseguraesdequeélobtendrásuscincolibras.

ComoelseñorPerrotsepusoaformularunaopinión,yEvelyn insistióenque,comotodoleguleyo,eramuytacaño,pensandomásenlaletraqueenelespíritu,ylaseñora Paley solicitaba a cada momento que se la informase acerca de cuanto seestabadiscutiendo,lacomidadiscurriósinintervalosdesilencio,felicitándoseArthurporsuactoalhaberdesviadolaconversaciónprimitiva.

Al dejar el comedor se cruzaron con los Elliot. Arthur y Susan felicitaron almaridoporsurestablecimiento.Estabamuypálidoyabatidoysalíaporvezprimera.

ElseñorPerrotaprovechólaocasiónparahablarenprivadoaEvelyn:—¿Podríabajarestatardealjardín,aestodelastresymedia?Yoestarécercade

lafuente.Sesepararonantesdequeellapudieracontestar.Peroaldejarlesenelvestíbulo

miróaPerrotconinterés,diciéndole:

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—¿Alastresymediadijo?Bueno,perfectamente.Fue hacia su cuarto, con la exaltación que aquellas escenas de emoción le

proporcionabansiempre.QuePerrotibadenuevoadeclarárseleeracosaseguraysedabacuentadequedebíacontestarledefinitivamente,puestoquesemarchabadentrode unos días. Pero tomar una decisión le era difícil.Odiaba hacer algo decisivo yterminante, legustaba la inquietud.Seocupóensacar ropayponerlaencimade lacama.Vioquealgunasprendasestabanmuyusadas.Tomólafotografíadesuspadresyantesdemeterlaenelbaúl, la retuvounos instantesen lamano.Rachel lahabíamirado.Depronto,lavivapersonalidaddeéstalaencogió.Sintiócomosiestuvieseasu lado. Poco a poco su presencia fue desapareciendo. Pero aquella momentáneasensación la dejó deprimida y fatigada. ¿Qué había hecho ella con su vida? ¿Quéfuturo había ante ella? ¿Cuál era la fantasía y cuál la realidad? Todas aquellasdeclaraciones,intimidadesyaventuras¿eranverdades?¿oeraelcontentoquevioenlosrostrosdeRachelySusanmásrealquelassensacionesqueellapercibía?

Searreglómaquinalmente,yalbajarfueanimándosecomootrasveces;perosuinteligenciaparecíanofuncionar.

ElseñorPerrotlaaguardabapaseandosincesar,enunestadodeagudainquietud.—Llego tarde, como siempre—exclamó ella como primer saludo, al verle—.

Tiene que perdonarme… tuve que empaquetar cosas… ¡Dios mío! ¡Parece que eltiempoestátormentoso!Hayotrobarcoenlabahía,noesasí?

Miró al lugar indicadoyvioque en aquel precisomomentounbarcodevaporlevabaanclas,rodeadodehumotodavía.

—SeñoritaMurgatroyd—empezóélconsuformalidadcaracterística—.Leroguéquevinieseporunmotivomuyegoísta.Creoquenonecesitaustedque le asegureunavezmásmissentimientos,perocomonosdejatanpronto,sientoquenopodríasepararmedeustedsinpreguntarlesipuedoesperaraqueusted,algunavez,llegueainteresarsepormí—estabamuypálidoyparecíaincapazdepoderdecirnadamás.

LainseguridadpropiadesucaráctervolvióaaparecerenEvelyn.—Claroqueyoleaprecio—empezó—.Seríamuyinsensiblesinosintiese.Creo

queesustedunodeloshombresmejoresqueheconocidoyunodelosmásnoblestambién. Pero desearía… desearía que usted no me quisiese de esta forma. ¿Estáustedsegurodequeesasícomolosiente?—deseabacontodasualmaqueéldijesequeno.

—Completamenteseguro—dijoelseñorPerrot.—Yo no soy tan sencilla como son otras mujeres—continuó Evelyn—. Creo

siempredesearmás.Nosé,conexactitud,cómosiento.Élsesentabaasulado,mirándolaysindecirpalabra.—Algunas veces creo que soy incapaz de sentir mucho cariño por una sola

persona.Meloimaginomuyfelizconotramujer,peroconmigo…

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—Si usted cree que hay una pequeña esperanza de que pueda quererme, estoydispuestoaesperar—dijoPerrot.

—Bien,entoncesnohayprisa,¿verdad?—comentóEvelyn—.Supongamosqueyo lomeditase y le escribiera para cuando volviera.Me voy aMoscú, le escribirédesdeallí.

PeroPerrotinsistía.—¿No me puede dar una idea? No pido siquiera una fecha… —calló,

contemplandolaarenadelcamino,ycomoellanocontestaseenseguida,continuó—:Sé muy bien que yo no tengo mucho que ofrecerle, ni en mi persona ni en miposición.Hastaquelaencontréseguíamividatranquilo,juntoconmihermana,muypacíficos,completamentesatisfechosconnuestrasuerte.MiamistadconArthurfuelomás sobresaliente demi vida. Ahora que la conozco, todo ha cambiado. Ustedponetantaalmaentodo.Lavidaparecetenertantasposibilidadesqueyonisiquierasoñé.

—Esoesespléndido—exclamóEvelyncogiéndolelamano—.Ahoraregresaráyempezaráporhacerseunnombreenelmundo,yseguiremossiendoamigos.Paseloquepase…seremosverdaderosamigos,¿verdad?

Evelynsollozó.Elpobre,tomándolaensusbrazos,labesó.Ellanoseresintió,apesardecausarleimpresión.

—Noveoporquénosepuedeseguirsiendoamigos,apesardeloquedigan.Laamistadesunadelascosas,quemásvalenenlavida.

Él la contemplaba con expresión angustiosa, como si no comprendiese lo queestabadiciendo.Congranesfuerzosepusodepie.Rehaciéndose,dijo:

—Ahoracreoqueya lehedicho loquesiento.Sólopuedoañadirqueesperarétantocomousteddesee.

Ya sola, Evelyn se paseaba nerviosamente. ¿Qué era lo que tenía verdaderaimportancia?¿Cuáleraelsignificadodetodoaquello?

XXVII

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Todoelatardecer,lasnubesseamontonabanhastacerrarseporcompletosobreelazuldelcielo.Parecíanestrecharelespacioentreésteylatierra,hastafaltarsitioalaireparamoverselibremente.Lasolastambiénestabanenreposoysinmovimiento.Las hojas y arbustos se abrazaban estrechamente. Tan raras eran las luces y elsilencio,queelmurmulloincesantedelasvocesquellenabanelcomedorenlashorasdelacomidasonabaextrañoconlargaspausasenlasqueseoíaconmásclaridadelchoquedeloscubiertoscontralosplatos.

Elprimer truenoy lasprimerasgotascausaronsensación.«¡Yaviene!»,dijeronsimultáneamenteenvariaslenguas.Huboentoncesunprofundosilencio.

La gente iniciaba su comida cuando una racha de viento fresco atravesó laventana, levantando manteles y faldas. Un relámpago brilló, cegador, seguido delrugido de un trueno, encima mismo del hotel. La lluvia se oyó chasquear, einmediatamentelosruidospropiosdecerrarlasventanasypuertasconviolencia.Elvientoparecíatraerolasdeobscuridadsobretodalatierra.Nadieintentabacomeryestaban pendientes de lo que ocurría en el jardín. Los relámpagos les iluminaban,sorprendiéndolesenposturaspoconaturales.Eltruenoseguíadecercaycadavezconmás violencia. Los camareros tenían que llamar la atención sobre los platos a loscomensalesyéstosaloscamareros,porestartodosabstraídoseneldesarrollodelatormenta.Éstacrecíapormomentosyaumentabanlosrelámpagosytruenos.

Uninciertomalestarocupóellugardelaprimeraexcitación.Acabandodecomeraprisa,lagentesecongregabaenelvestíbulo.Encontrábanseallímássegurosqueenotro lugar. Podían apartarse de las ventanas y, a pesar de oír los truenos, no seapercibíandeloqueocurríaafuera.Aunpequeñínselotuvieronquellevarllorandoen los brazos de su madre. Mientras duró la tormenta nadie pareció dispuesto asentarse.Se reunieronenpequeñosgruposbajo laclaraboyadelcentro,donde,mi-randodevezencuandohacia la claridadamarillentade arriba, las caras seponíanblancasalaluzdelosrelámpagos.Finalmente,unterribletruenohizovibrarloscris-tales de la claraboya, con el consiguiente sobresalto. La lluvia caía a cántaros ypareció extinguir los relámpagos y los truenos, dejando el vestíbulo casicompletamente obscuras.Al cabo de unosminutos, cuando sólo se oía el caer delaguasobreloscristales,elruidodisminuyóalgoylaatmósferaseaclaróbastante.Auntoque,todaslasluceseléctricasseencendieron,revelandounamontonamientodepersonasenpie,mirandocongestosforzadoshacialaclaraboya.

Alverseunosaotrosbajolaluzartificial,sedisolvieronrápidamente.Lalluviasiguiósonandoen loscristales,y los truenosvolvieronarepetirseunaodosveces.Peroeraevidentequela tempestaddeairese ibaalejandodeallíhaciaaltamar.Eledificio,queparecía tan frágil enel tumultode la tormenta, adquiriódenuevo susproporcionesreales.

Conforme la tormenta se alejaba, iba lagente acomodándose; concierto alivio,

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empezaronacontarsehistoriasdeotras tormentas.Lamesade juegosemontóyelseñorElliot,quellevabaunabufandaenvezdecuello,comoseñaldeconvalecencia,pero estabapocomásomenos como siempre, apostó aPepper para una contiendafinal. Alrededor de ellos se agruparon varias señoras con distintas labores. Otrassacaronsusnovelasyechabanojeadasalcursodeljuego,comosiestuvieranalcargodedospequeños.Mirabanaltableroydabansuopinión.

La señoraPaley tenía suscartasenordenanteella.Devezencuando,ungranmoscóngrisáceo,decuerpobrillante, zumbabaporencimade lascabezas,y sees-trellabadespuéscontralaslámparas.Unajovendejósulaboryexclamó:

—¡Pobrebicho!Seríamejormatarle.Peronadiesetomólamolestiadehacerlo.Veíancómoseestrellabadelámparaen

lámpara,peronadamás.Enelsofá,juntoalosjugadores,laseñoraElliotleenseñabaunpuntodemedia

nuevoalaseñoraThornbury.Suscabezasseuníanysólolasseparabalagorritadeencajesfinosqueestaúltimaseponíaporlasnoches.EnsupuntolaseñoraEllioteraunaexpertayrecibíaloscumplidosconevidenteorgullo.

—Supongoque todosnospreciamosdealgo—dijo-yyo loestoydemipunto.Creoquevieneyadefamilia.Todoshacemoselpuntobien.Tuveuntíoquesehacíaa punto sus calcetines hasta el día de sumuerte, y lo hacíamejor que sus propiashijas; ¡queridoviejecito!Suvozbajóal tonosuaveysatisfechode todaexpertaenlabores.Laspalabrassalíanclarasunaauna.

—Entantoqueyopuedahaceralgo,creeréquenoestoymalgastandomitiempo.LaseñoritaAllan,aquiensedirigíalafrase,cerrósunovelayobservóalosotros

plácidamente.NosetomóeItrabajodecontradecirla.Arthur,quesepaseaba,parán-doseunasvecesantelosjugadoresyotrasojeandoalgunarevista,miróalaseñoritaAllan,quedabasuscabezaditas,ydijotomándolaabroma:

—Unpeniqueporsuspensamientos,señoritaAllan.Los demás miraron hacia él, alegrándose de que no se dirigiera a ellos. La

señoritaAllanreplicósintitubear:—Pensabaenmi tío imaginario.¿No tienen todosun tíoasí?—continuó—.Yo

tengo uno—un delicioso viejecito—. Siempre me está regalando cosas. Algunasvecesesunrelojdeoro;otrasesuncarruajeconcaballos,y…unapreciosaylindacasitaenelNewForest.Otrasveces…unbilleteparavisitarellugarquemásdeseover.

Esolesdioatodoslaideademeditarvagamenteenlascosasquemásdeseaban.LaseñoraElliotsabíaexactamentecuálerasumayordeseo.Queríaunacriaturita;yelfruncimientodesuentrecejoseacentuómásprofundamente.

—Tenemostantasuertenosotros—dijomirandoasumarido—,quenotenemosningúndeseo.

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Era lo que solía decir, en parte para convencerse ella misma y también paraconvencera losdemás.Pero seevitócomprobarhastaquépuntoconvencía,por laaparicióndelosFlushing,quepasaronporelvestíbulo,deteniéndoseantelamesitadejuego.

LaseñoraFlushingestabamásagitadaquenunca.Ungranmechóndepelonegrocaíasobresufrente,susmejillasestabandeunrojosubidoygotasde lluviaresba-laban por su rostro. El señor Flushing explicó que habían estado en el tejado,contemplandolatormenta.

—Eraunespectáculomaravilloso—dijo—.Losrelámpagosibanderechoshaciaelmar,iluminandolasolasylosbarcosdesdemuylejos.Puedenfigurarselamaravi-llade lasmontañasconlas lucessobreellasy lasgrandesmasasdesombras.Todoterminóya.

Seescurrióenunsillón,interesándoseenlafasefinaldeljuego.—¿Yustedesregresanmañana?—dijolaseñoraThornbury,mirandoalaseñora

Flushing.—Sí—replicóésta.—Yo,desdeluego,nolosiento—dijolaseñoraElliotadoptandounairetristón—

despuésdetantasenfermedades.—¿Tieneustedmiedoamorirse?—preguntódesdeñosamentelaseñoraFlushing.—Creoqueatodosnosinspiraciertotemor—dijocondignidadlaseñoraElliot.—Supongo que todos somos cobardes cuando llega el momento—observó la

señoraFlushing,restregándoselamejillaeneldorsodeunsillón—.Estoyseguradequeyolosoy.

—Nadadeeso—intervinoel señorFlushing,volviéndose,puesPepper tardabamuchoantesderealizarsujugada—.Noescobardeeldeseodevivir,Alice.Eselre-verso de lo cobarde. Personalmente, me gustaría vivir hasta los cien años; porsupuestoqueconservandoelusocompletodetodasmisfacultades.Piensaentodoloquetieneforzosamentequesuceder.

—Eso es justamente lo que yo siento —se unió la señora Thornbury—. Loscambios, los inventos, la belleza…Siento algunas veces quedebe ser insoportablemorirycesardevertantabellezacomonosrodea.

SeríamuysosomorirseantesdedescubrirsiexistelavidaenMarte—añadiólaseñoritaAllan.

—¿CreeustedqueenMarteexiste lavida?—preguntóvivamente interesada laseñoraFlushing,volviéndosehaciaellaporprimeravez.¿Quiénlehadichoaustedeso?Conoceustedaunhombrellamado…

La señora Thornbury dejó a un lado su labor, y con una mirada de extremasolicituddijoquedamente:—AhíestáelseñorHirst.

John acababa de entrar por la puerta giratoria. Se le veíamuy ajetreado por el

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viento.Susmejillasestaban terriblementepálidas,sinafeitarymuyhundidas.Des-puésdequitarseelabrigo,pensóatravesarelvestíbuloparairderechamentehaciasudormitorio;peronolefueposibleignorarlapresenciadetantaspersonasconocidas,especialmentelaseñoraThornbury,que,levantándose,sedirigíahaciaél.

La habitación acogedora, caldeada e iluminada, unido a la visión de tantaspersonasreunidasaplacer,encontrastealacaminataenlaobscuraylluviosanoche,después de la tensión de los últimos días de dolor y horror, le vencieroncompletamente.MirabaalaseñoraThornburyynopodíahablar.Todosquedaronensilencio.ElseñorPepper,sinterminarlajugada.LaseñoraThornburylehizosentarenunsillón,colocándoseasulado,yconlosojosarrasadosenlágrimas,ledijo:

—Hahechoustedcuantosepuedehacerporunamigo.Suacciónpareciódarocasiónaque todose reanudara,cornosinosehubiesen

interrumpido.Siguiólaconversaciónyprosiguióeljuego.—Todofueinútil—dijoJohn,hablandomuydespacio—.Pareceimposible.Sellevólasmanosalosojos,comosialgúnsueñoseinterpusieseentreélylos

demásyleimpidieradarsecuentadedóndeestaba.—¿Y ese pobre chico —dijo la señora Thornbury, cayéndole nuevamente las

lágrimasenelrostro.—Pareceimposible—repitióJohn.—Situvieraelconsuelodesaber…—iniciólaseñoraThornburyconelpropósito

desacarlealgo.JeroJohnnocontestó.Serecostóhaciaatrás.Estabaterriblementecansado,yla

luz,elcalor,elmovimientodelasmanosenlaslaboresylasvocessuavesycomu-nicativaslealiviabancomounbálsamo.Sentíaunextrañobienestar.CesódepensarenTerenceyRachel.Losmovimientosylasvocesparecíanunirsededistintaspartesdelsalónycombinarsecomosisedesenvolvieraanteélundibujo.Locontemplabaen silencio,observandocómo se formabaydisolvía.El juego seponía interesante.Pepper y Elliot se empeñaban más que nunca en la lucha. La señora Thornbury,dándosecuentadequeeramejornohacerlehablar,reanudósupunto.

—¡Relámpagosotravez!—exclamórepentinamentelaseñoraFlushing.Unaluzamarillentarelampagueó,atravesandolaventanaazul,yporunsegundo

vieron los árboles verdes del jardín. Se levantó, dio unos pasos hacia la puerta,abriéndola, y se quedó de pie al aire libre. Pero la luz fue sólo el reflejo de latormentaquehabíapasado.Lalluviacesó,laspesadasnubesseevaporaronyelaireeraligeroysutil,apesardeversealgunasnubecillaspasarvelandolaluna.Elcieloeradeunintensoylimpioazul.Laformadelatierraeravisibleenelfondodelaire,enorme,obscuraysólida,elevándoseenunacordilleraondulanteporlasmontañasysalpicadaaquíyalláensusladerasporlascentelleanteslucesdelasvillas.Elvientoligero,elsusurrode lashojasde losárbolesy la luzrelampagueantequedevezen

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cuando iluminaba toda la tierra llenó a la señoraFlushing de exaltación. Su pechosubía y bajaba, contemplando el espectáculo. «¡Espectáculo!», «¡Espléndido!»,«¡Maravilloso!»,sedecíaasímisma.Sevolvió,entrandodenuevoenelvestíbuloyexclamóconsutonoautoritario:

—Venymira,Wilfrid;esunahermosura.Algunosse levantaron,otrossefueronyalgunasseñorasrodaronsusovillosde

lana,bajándosearecogerlos:—Alacama,adormir—dijolaseñoritaAllan.—Fueelavancecontureinaelquetetraicionó,Pepper—exclamótriunfalmente

elseñorElliot,echandolaspiezassobreeltableroyponiéndoseenpie.Élhabíaga-nado.

—¿Qué Pepper? ¿Vencido al fin? ¡Le felicito! —dijo Arthur Venning, queempujabaelsillóndelaseñoraPaleyendirecciónasudormitorio.

Todasaquellasvocessonabanconagradoa losoídosdeJohn, tendidoymediodormido, vivamente consciente de todo lo que le rodeaba. Por sus ojos pasó unaprocesión de objetos negros e indistintos, las personas que recogían sus libros, suscartas,susovillosdelanaysuscestitasdelabor.Unotrasotroibanendirecciónasushabitaciones.

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{1}Pepper=pimienta

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