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Universidad Nacional del Comahue Centro Regional Universitario Bariloche Evaluación de los reservorios etnobotánicos en las poblaciones rurales del centro norte de la Provincia del Chubut

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Universidad Nacional del Comahue

Centro Regional Universitario Bariloche

Evaluación de los reservorios etnobotánicos en las poblaciones

rurales del centro norte de la Provincia del Chubut

Trabajo de Tesis para optar al Título de Doctor en Biología

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Autora: Lic. Marina Richeri

Directora: Dra. Ana H. Ladio

Año: 2016

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RESUMEN

En la presente tesis estudiamos el conocimiento botánico local, ligado al uso de las especies

medicinales, comestibles, combustibles, estructurales y otros usos de las plantas -y su

inmersión en un contexto ecológico y socio-cultural dinámico- en tres comunidades rurales de

ascendencia mapuche-tehuelche asentadas en la Comarca de la Meseta Central del Chubut. La

particularidad de estos poblados es que habitan un territorio marcadamente hostil, un

ambiente semi-árido, azotado por fuertes vientos la mayor parte del año, temperaturas

extremas y un alto grado de aislamiento. Actualmente, las comunidades subsisten

principalmente, mediante la actividad de ganadería criancera y en menor medida, el empleo

público. Esta investigación fue diseñada y llevada a cabo bajo un enfoque etnobotánico y,

dentro de esta línea, utilizamos como principales marcos teóricos de indagación la teoría del

Conocimiento Ecológico Tradicional - y particularmente delimitamos como eje del trabajo al

Conocimiento Botánico Local – y la teoría de la resiliencia. Los principales objetivos fueron

caracterizar el cuerpo de conocimientos vinculados a las plantas, teniendo en cuenta las

particularidades de sus componentes (especies) utilizados y los mecanismos (prácticas)

aplicados, que se vinculan con estrategias adaptativas de selección de los recursos vegetales

en estas comunidades aisladas, como son la versatilidad y la redundancia de un determinado

recurso.

La metodología etnobotánica aplicada incluye la realización de entrevistas semi-estructuradas,

enlistados libres de especies, caminatas de reconocimiento de especies y de ambientes de

obtención del recurso, observación participante, talleres participativos abiertos a la comunidad

e intercambios de información en el ámbito escolar. Realizamos 3 campañas que redundaron

en el trabajo con 69 unidades familiares. Se practicaron distintas entrevistas con diferente

grado de estructuración (libres, semi-estructuradas, enlistados libres) en dichas unidades. Se

totalizaron al menos 69 entrevistas (23 en cada comunidad) a 40 mujeres y 29 hombres con un

promedio de edad de 50 años (rango etario entre 20 y 90 años). Recolectamos herborizamos e

identificamos material vegetal citado en las entrevistas y talleres, y las copias de los herbarios

fueron depositadas en las comunas rurales correspondientes. Indagamos acerca de los

nombres populares y los usos de las plantas, así como también sobre los lugares de obtención 3

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(naturales y antrópicos) y forma de adquisición del recurso. Además registramos datos acerca

de la las prácticas de manejo vinculadas al uso eficiente y autosustentable de las plantas.

En el primer capítulo definimos el enfoque etnobotánico que guió el presente estudio. Además

expusimos los marcos teóricos que nos sirvieron de perspectiva para indagar sobre los saberes

y prácticas vinculados a las plantas. En este sentido, presentamos la idea de Conocimiento

Ecológico Tradicional, y particularmente, el concepto de Conocimiento Botánico Local,

objeto de estudio de esta investigación. Finalmente, a partir de entender que existe una

identidad social, ambiental, histórica y económica que une las comunidades de la comarca de

la meseta, elaboramos el concepto de “reservorio etnobotánico” que será abarcado en el

marco de esta tesis. Este concepto propuesto como punto de aproximación, nos permite

visibilizar al conjunto de conocimientos y prácticas etnobotánicas que constituyen focos

aislados de saber en el territorio patagónico y operan de manera cotidiana en la vida de la

gente.

En el segundo capítulo comparamos cualitativamente los tres sitios de estudio, tomando en

cuenta características biofísicas y sociales vinculadas a las comunidades que integraron esta

investigación. Además incluimos una breve mirada sobre la historia compartida por la gente

de la meseta a partir de los grupos étnicos originarios locales, su desplazamiento y

sometimiento a partir de la “campaña al desierto” y los sucesivos movimientos migratorios

que continúan construyendo la población actual. Por último, abordamos algunas

particularidades de la vida rural en estos parajes que se encuentran, relativamente, aislados

geográfica y socialmente.

En el tercer capítulo presentamos los resultados principales en relación a la caracterización del

Conocimiento Botánico Local. Actualmente las tres comunidades utilizan una riqueza de

especies similar, en total registramos 117 etnoespecies útiles agrupadas en 101 especies y 16

géneros. Las especies nativas como el tomillo silvestre (Acantholippia seriphioides) y el

michay (Berberis microphylla) son las especies cuyo uso se comparte más entre los

entrevistados, así como otras especies exóticas como la cebolla, la lechuga y el ajo ocupan un

lugar destacado en la vida de la gente. Los entrevistados citaron 77 plantas medicinales, 44

comestibles, 28 combustibles y 16 estructurales entre los principales usos, correspondiedo 52

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% a especies exóticas y 48 % a nativas de la Patagonia. Las familias botánicas más

representadas son Asteraceae, Fabaceae y Rosaceae. Dentro de los mecanismos de

adquisición de plantas encontramos que la recolección es el más importante, seguido por el

cultivo y la compra. Las especies nativas son recolectadas en su totalidad, mientras que las

introducidas son cultivadas (80%), recolectadas (15%) y compradas en comercios (5%). Los

principales microambientes de obtención del recurso vegetal son el “campo” y la “quinta”,

también recuren al “cerro”, a “los alrededores de la casa”, a la “costa” y a los “negocios” de la

zona. Del campo se recolectan la mayor parte de las plantas medicinales, combustibles y

estructurales, de la quinta se obtienen la mayoría de las especies comestibles y medicinales,

de los cerros se obtienen en su mayoría plantas medicinales, que no se localizan en otros

microambientes. Las especies más versátiles son Acantholippia seriphioides, Berberis

microphylla, Ephedra ochreata y Condalia microphylla y además representan las plantas con

mayor consenso dentro de las comunidades.

En el capítulo 4 presentamos los resultados vinculados específicamente a las plantas

medicinales como una solución local. Registramos que la mayor parte de las especies (N=77)

se utilizan para tratar dolencias digestivas, luego siguen las respiratorias entre las principales.

Observamos recursos vegetales redundantes para determinado uso, por ejemplo

Nardophyllum bryoides (sietecamisas), Tanacetum vulgare (palma), Berberis microphylla

(michay) y Solanum tuberosum (papa) se utilizan frecuentemente para bajar la fiebre.

Analizamos la variación en la riqueza de especies entre las comunidades y encontramos que

no mostró variación significativa. Hombres y mujeres de las comunidades reconocen un

número similar de etnoespecies, sin embargo aquellos que se autoidentifican como parte de

pueblos originarios citaron un número mayor de plantas. Las especies más versátiles son las

especies más citadas por los pobladores. Detectamos que las herbolarias actuales de las

comunidades de la Comarca de la Meseta Central del Chubut son mixtas, producto de

procesos de hibridación cultural tal como lo revela la alta proporción de especies introducidas,

incluidas tanto recientemente como hace más de 100 años. Entendemos que subyace en estas

herbolarias la coexistencia de diferentes mundos simbólicos que se imbrican entre sí como

formas de resistencia cultural ante el cambio del entorno. Los variados componentes y

mecanismos expuestos en este trabajo como soluciones locales reflejan, por un lado, el

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abanico de recursos útiles aprovechables y por otro, el grado de flexibilidad del conocimiento

tradicional en la incorporación de nuevos saberes, que aportan riqueza y ayudan a afrontar las

nuevas condiciones del entorno, desarrollando patrones de sustentabilidad y un manejo local

de los recursos.

En el quinto capítulo, describimos nuestro intercambio y diálogo de saberes con la gente en

las entrevistas hogareñas, las caminatas, y los talleres participativos y escolares, de modo de

reflexionar sobre los impactos de nuestra práctica de campo en relación a esta tesis. Además

analizamos los resultados obtenidos luego de la realización de charlas educativas y talleres

sobre plantas nativas con los docentes de las escuelas rurales de cada comunidad , y el valor

de la transferencia como posible forma para reactivar los saberes y mediar en la recuperación

de la historia oral acerca de las plantas en los pobladores. Finalmente presentamos el último

capítulo con las conclusiones generales y perspectivas.

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SUMMARY

In this work we studied local botanical knowledge (LBK) associated with the use of

medicinal, edible, combustible, and structural species, as well as other plant uses, in three

rural communities of Mapuche-Tehuelche ancestry situated in the region of the Central

Plateau of Chubut province. We also evaluated the immersion of these plants in an ecological

context and socio-cultural dynamic. The special feature of these populations is that they

inhabit a territory which is markedly hostile, a semi-arid environment buffeted by strong

winds for most of the year, extreme temperatures and a high level of isolation. At the present

time the subsistence lifestyle of these communities is mainly based on the breeding of

livestock, and to a lesser extent, state employment. This investigation was designed and

carried out using an ethnobotanical approach, and the principal theoretical frameworks of

study employed were the theory of Traditional Ecological Knowledge–focusing particularly

on LBK–and the theory of resilience. The main objectives were to characterize the body of

knowledge associated with plants, taking into account the particularities of components

(species) used, and the mechanisms (practices) applied which are linked with adaptive

selection strategies of plant resources in these isolated communities, such as versatility and

the redundancy of a certain resource.

The ethnobotanical methodology applied includes the performance of semi-structured

interviews, free listing of species, walks for recognition of species and gathering

environments, participant observation, participative workshops open to the community and

the exchange of information in a school context. We carried out 3 campaigns which involved

working with 69 family units. A total of 69 interviews (23 in each community) with different

levels of structuring (free, semi-structured, free listing) were carried out with 40 women and

29 men, whose average age was 50 years. We gathered and botanised the plant material cited

in the interviews and workshops, and copies of the herbarium were placed in the

corresponding rural communities. We enquired as to the common names and uses of the

plants, the gathering environments (natural and anthropic), and the method of obtaining the

resource. In addition, we recorded data on the management practices associated with efficient,

self-sustainable use of the plants.

In the first chapter we defined the ethnobotanical focus that guides the present study and

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described the theoretical framework which provided the perspective for investigating

knowledge and practices associated with plants. In addition, we presented the idea of

Traditional Ecological Knowledge, and the concept of Local Botanical Knowledge (LBK) in

particular, the subject under study in this work. Finally, based on the understanding that there

is a social, environmental, historical and economic identity which unites the communities of

the plateau region, we established the concept of an “ethnobotanical reservoir” which will be

dealt with in this thesis. This concept, proposed as a point of approach, enables us to visualise

the set of ethnobotanical knowledge and practices that constitute isolated focal points of

knowledge in Patagonia, and which are applied on a daily basis in the lives of inhabitants.

In the second chapter we compared the three study sites qualitatively, taking into account the

biophysical and social characteristics of the communities involved. We also included a brief

look at the shared history of inhabitants of the plateau: the original ethnic groups, their

displacement and subjection through the “desert campaign” and their successive migrations

which continue to construct the present population. Finally, we mentioned some special

characteristics of rural life in these areas, which are relatively isolated, both geographically

and socially.

In the third chapter we presented our main results in relation to characterisation of LBK. At

present the three communities use similar species richness; in total we registered 117 useful

ethnospecies, grouped into 101 species and 16 genera. The use of native species such as

tomillo silvestre (Acantholippia seriphioides) and michay (Berberis microphylla) are

mentioned most by interviewees, along with exotic species such as onion, lettuce, and garlic,

which occupy a central place in the lives of inhabitants. Informants cited 77 medicinal, 44

edible, 28 combustible and 16 structural plants amongst the principal uses, of which 52%

correspond to exotic species and 48% to native Patagonian species. The most represented

botanical families are Asteraceae, Fabaceae and Rosaceae. We found that gathering is the

most important acquisition mechanism, followed by cultivation and purchase. The native

species are all gathered, while the introduced species are cultivated (80%), gathered (15%)

and purchased in shops (5%). The principal microenvironments where the plant resource can

be found is the “campo” (the steppe) and the “quinta” (home garden), but they also mention

the “cerro”, (mountain), “los alrededores de la casa” (close to the house), the “costa” (coast)

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and the “negocios” (shops) in the area.

Most of the medicinal, combustible and structural plants are gathered in the steppe whereas

most of the edible and medicinal species are obtained from home gardens, and from the

mountains locals gather mainly the medicinal species not found in the other

microenvironments. The most versatile species are Acantholippia seriphioides, Berberis

microphylla, Ephedra ochreata and Condalia microphylla, and these are also the plants with

the highest consensus within the communities.

In chapter 4 we presented results related specifically to medicinal plants as a local solution.

We found that the majority of these species (N=77) are used to treat digestive complaints,

followed by respiratory affections. We observed that plant resources which were redundant

for certain uses, for example Nardophyllum brioides (sietecamisas), Tanacetum vulgare

(palma), Berberis microphylla (michay) and Solanum tuberosum (papa), were used frequently

to lower fever. We analysed the variation in species richness between communities and found

no significant variation. Men and women recognise a similar number of ethnospecies;

however, those who identify themselves as belonging to the indigenous peoples cited a greater

number of plants. The most versatile species are the species most frequently cited by

inhabitants. We detected that the current herbalism of the Chubut plateau communities is

mixed, a product of cultural hybridisation processes, as revealed by the high proportion of

introduced species, whether included recently or over 100 years ago. We understand that

underlying this herbalism is the coexistence of different symbolic worlds, which overlap and

intersect as forms of cultural resistance in the face of changes in their surroundings. The

varied components and mechanisms presented in this work as local solutions reflect, on the

one hand, the wide range of useful resources to be taken advantage of, and on the other hand,

the level of flexibility of traditional knowledge in the incorporation of new knowledge, which

is enriching and helps locals to cope with new environmental conditions, developing patterns

of sustainability and local management of resources. Finally, in the fifth chapter, we described

our interchange of knowledge and dialogue during the interviews in homes, the walks, the

participative workshops and school visits so as to reflect on the impact of our fieldwork for

this thesis. We analysed the results we obtained following educational talks and workshops on

native plants with the teachers of the rural schools in each locality, and the value of this

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transfer of knowledge as a possible way to reactivate traditional wisdom and contribute to the

recovery of the local oral tradition in relation to plants. Finally, we present the last chapter

with final conclusions and job prospects.

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TABLA DE CONTENIDOS

Resumen……………………………………………………………………..………………..2

Summary……………………………………………………………………………………...6

Tabla de contenidos…………………………………...…………………………………….10

Primer capítulo: Enfoque etnobotánico……………………………...……………..……..13

Introducción general.………………………………………………………………....13

Objetivos generales……...…………………………………………………………...21

Contenido de los capítulos ………………………………………………………......21

Segundo capítulo: Comunidades de la Comarca de la Meseta Central del Chubut…….23

Caracterización geográfico-ambiental de la región…………………………………..23

La gente de la meseta chubutense, una breve mirada sobre su historia……………...26

Lagunita Salada, Gastre y Gan Gan………………………………………………….31

Tercer capítulo: Conocimiento botánico local y ambientes de obtención de plantas en la

meseta chubutense…………………………………...………………………………………40

Introducción………………………………….……...…………………………….....40

Objetivos e hipótesis de trabajo………………………..………………...…………..47

Metodología…………………………………………...………………………….….47

Recolección de datos…………………………………………….…………………...49

Tratamiento de los datos……………………………………...……………………...51

Análisis estadísticos………………………………………………………………….53

Resultados y discusión………………..…………………………………………...…54

Riqueza de especies e importancia cultural de las plantas en las comunidades rurales

de la meseta……………………………………………………………………….…54

Familias botánicas…………………………………………………………………...58

Principales usos de las plantas: comestible, medicinal, combustible y estructura…..60

Similitud entre categorías de uso…………………………...………………… …….63

Repertorio de especies en cada categoría de uso……………………………... …….64

Especies nativas e introducidas…………………………………………………........70

Prácticas de recolección……………………………………………………………...74

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Versatilidad de uso de las plantas. Descripción de algunas de las especies más

valoradas y más versátiles…………………………………………………........……76

Microambientes de obtención de las plantas……………………………………........81

Microambientes y categorías de uso de las especies…………………………...…….84

Conclusiones…………………………………………………………………………88

Anexo I…………………………………………………...…………………………..90

Cuarto capítulo: Herbolarias rurales en la meseta chubutense: soluciones locales y

versatilidad………………………………………………………...………………………...96

Introducción…………………………………………..……………………………...96

Sistemas de salud de la región………………………………………………..……...97

El conocimiento herbolario de los pobladores rurales y sus patrones de variación en

Patagonia……………………………………………….…………………………....99

Objetivos e hipótesis………………………………………………………………..101

Metodología………………………………………………………………...………102

Comunidades participantes del estudio……………………………………...……. .102

Abordaje de la investigación………………………………………...……………...102

Metodología etnobotánica………………………………………………...………...103

Tratamiento de los datos……………………………………………………………104

Análisis estadísticos………………………………………………………...……....105

Resultados y discusión………………………………………………………….......106

Riqueza de especies, usos medicinales y origen biogeográfico de las plantas

medicinales……………………………………………………………………… …106

Plantas medicinales nativas e introducidas……………………………………...….108

Formas de obtención de las plantas medicinales……………………………............112

Variación del Conocimiento Herbolario (CH): entre comunidades, entre edades,

género y grupos étnicos……………..……………………..…………………….….113

Otro aspecto de la herbolaria: mecanismos que reflejan flexibilidad………………119

Conclusiones……………………………...………………………………………...123

Anexo II…………………………………………………………………………….125

Quinto capítulo: Trayectorias y reflexiones sobre el trabajo de campo y las tareas de

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devolución de los resultados………………………………..………………..……….……128

Algunas palabras sobre la oralidad como una de las fuentes de investigación en este

estudio…………………………………………………………...…………………….…….128

El saber local en contextos escolares………………………………………………………..128

Entrevistas personales…….…………………………………………………………………130

Caminatas de reconocimiento de especies y observación participante….…………………..133

Talleres participativos e intervenciones escolares: devolución de resultados a la

comunidad...............................................................................................................................136

Consideraciones finales respecto de los talleres participativos e intervenciones

escolares…............................................................................................................................. 144

Último capítulo: Conclusiones finales, perspectivas y sugerencias…………………..…147

Bibliografía general. ……………………………………………………………………….151

Agradecimientos…………………………………………………………………………... 170

Artículos de respaldo………………………………………………………………………171

13

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PRIMER CAPÍTULO

Enfoque etnobotánico

[…] el hilo se ha perdido; el laberinto se ha perdido también. Ahora

no sabemos si nos rodea un laberinto, un secreto cosmos o un caos

azaroso. Nuestro hermoso deber es imaginar que hay un laberinto y

un hilo; acaso lo encontramos y lo perdemos en un acto de fe, en

una cadencia, en el sueño, en las palabras que se llaman filosofía o

en la mera y sencilla felicidad.”

De El hilo y la fábula, Jorge L. Borges

INTRODUCCIÓN GENERAL

Gran crisis ambiental, sequías históricas, inundaciones, cambio climático, inseguridad

alimentaria y sanitaria, restricciones al uso ancestral de la tierra, despoblamiento progresivo

de las zonas rurales y avance de emprendimientos extractivistas de gran escala constituyen,

solamente, algunos de los desafíos para la humanidad en este siglo (Sala et al., 2000). Dentro

de este panorama de rápido cambio ambiental y cultural resulta urgente el desarrollo de

medidas que tiendan a mantener y/o recuperar la seguridad sanitaria y alimentaria de sus

poblaciones humanas En este escenario, la etnobotánica surge como un área del

conocimiento científico capaz de abarcar dicha complejidad ya que integra las ciencias

exactas y naturales con las sociales y permite un estudio más integrador de la compleja

relación que existe entre las sociedades humanas y los elementos vegetales que conforman su

entorno y su universo (Tuxtill y Nabhan, 2001; Campbell y Luckert, 2002; Albuquerque et

al., 2014).

Uno de los pilares teóricos más utilizados y citados en los estudios etnobotánicos lo

constituye el Conocimiento Ecológico Tradicional (CET) que se define como el conjunto

acumulativo de conocimientos, experiencias, prácticas y representaciones desarrolladas y

conservadas activamente por los pueblos con extensas historias de interacción con el entorno 14

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natural (Berkes et al., 2000). Este sofisticado y ajustado sistema de entendimientos,

interpretaciones y significados son parte de un complejo cultural multidimensional que abarca

el lenguaje, la nomenclatura, las clasificaciones y prácticas de uso de los recursos que brinda

la naturaleza, los rituales, los conceptos vinculados a la espiritualidad, en resumen, se trata de

la forma particular de ver el mundo de cada grupo humano (Berkes, 1993; Gadgil et al.,

1993; Hunn, 2002). A su vez, este cuerpo de saberes y prácticas, es mantenido y alimentado a

lo largo de las generaciones, en mayor medida por transmisión cultural, de aspectos materiales

y simbólicos, y generalmente en forma oral (Voghl et al., 2002). Es así que el CET

constituye parte importante del acervo cultural de las comunidades locales porque refleja una

forma de integración ser humano-sociedad-naturaleza que evolucionó mediante mecanismos

adaptativos de selección cultural y que permanece vigente hasta el día de hoy por diversos

modosde transmisión (Berkes et al., 2000).

Figura1.1 Las plantas son, frecuentemente, una solución efectiva para

solucionar problemas en el ámbito doméstico. Dina nos muestra con

orgullo una plantita de menta que creció “sola” en su invernáculo y que

ella usa para saborizar el mate.

La integración de los aspectos sociales, económicos y culturales, lamentablemente ha sido

escasamente incluida en las investigaciones provenientes desde la biología de la conservación.

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En los últimos tiempos, ha sido señalado especialmente la necesidad de abordar

adecuadamente las dimensiones humana y biológica para la sustentabilidad de los

ecosistemas. Por ejemplo, algunos estudios revelan que existe una correlación entre una alta

diversidad lingüística y la diversidad biológica sustentadas por dichas culturas (Sutherland,

2003). A a su vez Primack et al. (2006) sugieren que las comunidades humanas han

coevolucionado con sus ecosistemas locales, desarrollando formas particulares de describir,

relacionarse y coexistir con éstos. Esta conexión e interrelación entre diversidad biológica y

cultural se ha llamado diversidad biocultural, y es una expresión del reconocimiento del

vínculo intrínseco entre la diversidad de culturas humanas, lenguajes y ecorregiones (Toledo y

Barrera-Bassols, 2008; Maffi, 2001).

Dentro de este contexto, podemos delimitar al Conocimiento Botánico Tradicional (CBT)

como un subconjunto del CET que representa a aquellas prácticas, creencias y valoraciones -

por parte de hombres y mujeres- para con los elementos vegetales de su entorno (Pochettino y

Lema, 2008). Tanto la construcción del CBT (y obviamente del CET) como su desarrollo

implican procesos dinámicos que, en general, responden de manera flexible y que permiten

una mayor sustentabilidad en las prácticas llevadas a cabo, sobre todo, por comunidades que

desarrollan sus tareas cotidianas y sus economías en íntima conexión con las plantas que

conforman su entorno ecológico (Davidson- Hunt y Berkes, 2003; Ladio y Lozada, 2008).

Por otra parte y dado que la compleja interrelación entre los hombres y mujeres con las

plantas tiene varios estratos y aristas, es necesario - para lograr una adecuada interpretación y

entendimiento de tal sistema - evaluar y analizar la información con una mirada que sea lo

más abarcadora posible. En este sentido, lo que llamamos en este texto “recurso vegetal” toma

una amplitud mayor que la concepción clásica de la ecología, en donde los recursos naturales

son vistos como elementos plausibles de explotación por otros, por ejemplo los animales y/o

humanos (Begon et al., 1987). En cambio, desde una mirada etnobotánica (que visibiliza la

mirada local), los recursos comprenden a las plantas en toda su dimensión cultural e incorpora

a todos aquellos elementos (materiales e inmateriales) que permiten que las comunidades

desarrollen y conserven actividades, que propicien su dignidad, la de su familia, la de la

comunidad toda y el bienestar de las generaciones futuras, según su propia visión del mundo y

su sistema de valores (Ladio, 2006; Pochettino et al., 2010; Ladio y Molares, 2014).

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Particularmente, la temática vinculada a la relación entre sociedades y plantas ha estado

abordada por la biología de la conservación guiada por conceptos y metodologías de la

ecología clásica. Sin embargo, el modelo ecológico imperante hasta hace unos años, suponía

que un equilibrio ecológico está centrado en el balance ideal de la naturaleza. Este paradigma

posiciona a la naturaleza en un estado específico que debe ser mantenido y aislado en su

interrelación con otros sistemas, como el social (Pickett y Ostfeld, 1995) y bajo esta

perspectiva, los humanos están excluidos debido a que están fuera del control del manejo del

ecosistema y la dinámica del sistema es cerrada (Pickett et al., 1997). Este modelo, también

referido como el “modelo prístino de la naturaleza”, considera a los humanos como seres no

naturales y dañinos para el ambiente, y como conclusión, los seres humanos deben estar

físicamente fuera de las áreas de conservación para prevenir el daño a los procesos ecológicos

(Acosta, 2009; Estévez et al., 2010). Desde que se llevó a cabo la Cumbre de la Tierra de Río

de Janeiro (1992) ha comenzado a evidenciarse una mayor inclusión de los aspectos

culturales en los problemas de conservación ambiental. Estos nuevos paradigmas, como el

llamado “etnoconservacionismo” (Santos Fita et al., 2009), renuevan la mirada para esta

temática e incluyen a las poblaciones locales como actores principales y fundamentales para

la sustentabilidad de los sistemas.

Figura 1.2. Algunos pueblos rurales organizan encuentros donde participan

los líderes comunales, los vecinos y grupos científicos-técnicos..

Sin embargo, aún hoy continúa siendo un desafío para científicos, extensionistas y políticos 17

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incorporarse al nuevo paradigma etnoconservacionista. Muchos proyectos vinculados al

llamado “manejo de los recursos naturales” tienden a ignorar, subestimar o incluso a

desautorizar otros sistemas de conocimiento que suelen conocerse como no científicos o

pseudocientíficos (Aikenhead y Michelle, 2001, Santos Fita et al. 2009). Una de las

diferencias más marcadas entre conocimiento local y científico es que el primero es

“situado”, adaptado a las condiciones locales, mientras que el científico se construye en la

universalidad –a medida de políticas globalizadoras y homogeneizantes-, por ende muchas

veces no ofrece soluciones locales a problemas de sustentabilidad de los sistemas (Escobar,

2009, Toledo y Bassols, 2010).

En este marco de conflicto, el reconocimiento y el desarrollo de investigaciones guiadas por el

paradigma del pluralismo de ideas que ofrecen los sistemas de conocimiento tradicionales o

populares, resultan una opción indispensables (Mundy, 1995). Dicha forma de comprender la

naturaleza, desarrollada por gente fuera del ámbito científico-académico, encierra una enorme

riqueza, aunque ésta comúnmente sea poco aprovechada e incluida en las políticas de

gobierno (Figura 1.2). En este sentido, la Conferencia Mundial sobre Ciencia de la UNESCO–

ICSU (1999) destacó la importancia de integrar el conocimiento tradicional, especialmente en

la educación y la investigación científicas (Liebenstein, 2000). Diversos estudios han puesto

de relieve las contribuciones de los sistemas de conocimiento tradicional a algunos campos de

la ciencia, sobre todo en lo referente a la agricultura, los recursos naturales y la salud

(Liebenstein, 2001; Anon., 2011). En definitiva, se trata de comprender que una verdadera

integración o diálogo entre los distintos tipos de percibir y conocer el entorno permitirá un

mayor grado de entendimiento y una verdadera innovación para resistir y responder con

inteligencia a los procesos de cambio global, nombrados más arriba, como son el cambio

climático, la seguridad alimentaria y los conflictos socio-ambientales en general.

La etnobotánica –y la etnobiología en general- recurre frecuentemente al concepto de

“resiliencia” para explicar numerosos procesos que marcan la relación entre el ser humano y

la naturaleza.. El vocablo “resiliencia” provine del latín resilium, que significa “volver atrás”,

“volver de un salto”, “volver al estado inicial”, “rebotar”. Es un término que originariamente

proviene de la Física para referirse a la cualidad de elasticidad y plasticidad de una sustancia y

puede medirse como la energía de deformación que puede ser recuperada a partir de un

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cuerpo deformado cuando cesa el esfuerzo que causa tal deformación (Greene y Conrad,

2002). Actualmente, la resiliencia es un concepto utilizado por varias disciplinas. Desde la

psicología, se entiende a la resiliencia como sinónimo de “entereza”, es decir como la

capacidad de superar algún conflicto y salir fortalecido de tal situación (Vera Poseck, 2004).

Desde el campo de la Ecología, algunos autores (Berkes et al., 2003; Walker et al., 2004)

definieron el concepto de resiliencia, aplicada a sistemas socio- ecológicos complejos,

mediante tres capacidades distintivas: 1) de soportar o amortiguar las transformaciones del

medio, manteniendo su estructura y función esencial; 2) de auto-organización y 3) de

continuo aprendizaje e innovación. En resumen, un sistema es resiliente si posee la capacidad

de absorber perturbaciones del ambiente y reorganizarse mientras conserva esencialmente la

misma función, estructura, identidad pero integra nuevos elementos a su matriz básica.

En forma complementaria, Scheffer et al. (2001) argumentan que la resiliencia de una

comunidad incrementa la probabilidad de evitar, en sistemas complejos, estados o resultantes

no deseados como aquellos que son producto de la tensión entre procesos conservadores e

innovadores (llamados “dominios de estabilidad”). Más aún, los autores sostienen que la

resiliencia genera flexibilidad y oportunidades para desarrollar un sistema más sustentable.

Precisamente y en relación con los eventos socioglobales vigentes, Calvente (2007) advierte

que evitar los “dominios de estabilidad” no deseados podría ser uno de los desafíos para una

humanidad que desarrolla lazos cada vez más agresivos con su medio natural.

Figura 1.3. Las huertas domiciliarias son un claro ejemplo de aplicación de estrategias que

permiten mantener una alimentación variada a pesar de estar emplazadas en sitios de clima hostil y

cambiante.

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En este sentido, el Conocimiento Botánico Local (CBL) constituye una fuente fundamental

para la comprensión de cómo la gente puede vivir dentro de un contexto de rápida

transformación ambiental- social y aumentar su capacidad de recuperación o amortiguación

del impacto (de dicho cambio) mediante la aplicación de una gran diversidad de estrategias,

experiencias e innovaciones para el futuro (Figura 1.3). Dentro de este panorama, las

comunidades rurales que habitan la parte extraandina de la Patagonia constituyen,

actualmente, verdaderos reservorios de CBL. Estos pequeños y aislados parajes constituyen

un interesante foco de estudio por su rico cuerpo de saberes locales vinculados a las plantas y

a la naturaleza en general (Richeri et al., 2012; 2013; Cardoso et al., 2013; Ochoa y Ladio,

2014). Sumado a esto, estos pueblos vienen sufriendo marcados procesos de rápido cambio

ecológico, económico y social.

Particularmente, nos interesa estudiar las comunidades rurales que conforman la Comarca de

la Meseta Central del Chubut (Figura 1.4) Estos pequeños parajes se caracterizan por estar

emplazados en ecosistemas semiáridos, con regímenes climáticos de escaso aporte de agua,

pero con la presencia de surgimientos naturales de agua de deshielo y mallines que afloran,

más o menos, regularmente en toda la comarca y que definen el establecimiento de estancias

ganaderas particulares, aldeas rurales escolares o, en algunos casos, pequeños poblados con

presencia de varias instituciones públicas.

Figura 1.4. Mapa de la Provincia del Chubut, el recuadro negro indica la extensión de la Comarca de la Meseta

Central (izq.). Típico poblado de la comarca, asentado a lo largo de vertientes naturales y cerros (der.).

La identidad social, ambiental, histórica y económica que comparten las comunidades que

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componen la comarca, nos llevó a elaborar el concepto de “reservorio etnobotánico” y que

será evaluado en el marco de esta tesis. Este concepto propuesto como punto de

aproximación nos permite visibilizar al conjunto de conocimientos y prácticas – que están

vinculados al uso de las plantas- que responden a selecciones adaptativas por parte de los

pobladores rurales a lo largo de la historia de dichas comunidades y que son mantenidas

“localmente”, hasta la actualidad, en el seno de las mismas (Figura 1.5). Estos reservorios

etnobotánicos constituyen focos aislados de saber en el territorio patagónico, están

mayormente invisibilizados por y para los técnicos y científicos que trabajan en la región,

pero operan de manera cotidiana en la vida de la gente.

Figura 1.5. Las comunidades rurales de la Comarca de la Meseta Central del Chubut funcionan como reservorios activos y dinámicos de conocimiento del ambiente natural: saben localizar fuentes de agua pura, reconocer las plantas medicinales que necesitan, utilizar eficientemente las plantas como combustible, entre otros usos.

Habitualmente, los saberes locales son percibidos como un cuerpo inflexible de

conocimientos que se va transmitiendo de generación a generación de manera conservativa

(Boy y Richerson, 1988), sin embargo, dichos conocimientos tienen en su lógica inherente

una gran capacidad de cambio (Ladio, 2011) y en esta flexilibilidad reside la capacidad de

resiliencia del mismo. El término “tradicional” recuerda sin dudas algo que no cambia, que es

rígido. Nuestra proposición en cambio sugiere que los conocimientos locales son

constantemente readaptados, renovados y cambiados. Cada generación reinterpreta la cultura

heredada de sus mayores y las utiliza como base para poder crear estrategias que le permitan 21

Page 22: crubweb.uncoma.edu.arcrubweb.uncoma.edu.ar/docbiologia/Descargas/TESIS... · Web viewSin embargo, el modelo ecológico imperante hasta hace unos años, suponía que un equilibrio

vivir lo mejor posible en un entorno que cambia muy rápidamente. En este sentido, es común

que se haya interpretado la incorporación de nuevas herramientas o tecnologías como una

“erosión” del conocimiento tradicional de un grupo humano (Lozada et al., 2006). Sin

embargo, el dinamismo de las culturas tradicionales parece estar más relacionado con su

resiliencia o capacidad de amortiguar y reorganizarse frente a un cambio que con la fragilidad

de su cultura, aunque en este último caso no pueden desestimarse procesos ligados a la

dominación cultural que están actuando en los sistemas locales. De esta manera es a través de

la combinación de modernidad y tradición, vinculadas al uso de los recursos

naturales/vegetales, que las comunidades rurales pueden mantener la particularidad de sus

modos de vida, sus valores y visiones del mundo (Ladio y Albuquerque, 2014).

OBJETIVOS GENERALES

- Explorar y analizar el reservorio etnobotánico actual mantenido y utilizado por las

comunidades de la Comarca de la Meseta Central del Chubut y determinar los principales

factores socio-ambientales que influyen en los patrones de uso de las plantas y que son parte

de sus procesos de resiliencia socio-ambiental.

- Analizar y reflexionar sore el trabajo etnobotánico y las actividades conjuntas de

participación que se han efectuado en las comunidades con el fin de recuperar y poner en

valor los saberes locales vinculados a las plantas, como una posible herramienta más que

aporta a la sustentabilidad.

OBJETIVOS PARTICULARES E HIPÓTESIS DE TRABAJO

Serán enumerados en los correspondientes capítulos.

CONTENIDOS DE LOS CAPÍTULOS RESTANTES

En el capítulo 2 abordaremos algunas características ambientales, sociales, económicas y

vinculadas a la historia de la meseta chubutense así como también algunas particularidades

de cada comunidad participante. El objetivo de este capítulo será contextuar al lector y brindar

un marco de interpretación de los datos etnobotánicos recabados.

La totalidad de la información etnobotánica registrada en los tres sitios estará descrita y

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analizada en el capítulo 3, respondiendo a las preguntas iniciales de este estudio: ¿Cuál es la

riqueza de saberes y prácticas asociado a las plantas en la zona estudiada?, ¿Cuáles son las

plantas con mayores consensos entre los participantes?, ¿Para qué las utilizan y cómo?, ¿En

qué tipo de ambientes se obtienen las plantas?, ¿Cómo se asocian los conocimientos acerca de

plantas respecto a los usos medicinales, comestibles, leñateros y otros?.

El capítulo 4 tratará más profundamente los aspectos vinculados al conocimiento local de las

plantas medicinales al cual denominaremos “conocimiento herbolario local (CH)” y su

variación dentro de las comunidades que viven en la comarca. Las preguntas que guiaron el

desarrollo de esta sección son: ¿Cómo varía el CH entre los sitios de estudio, teniendo en

cuenta variables de tipo socio-económicas como edad, género y autodeterminación cultural?

Además, exploraremos algunas de las soluciones locales como indicios/respuesta de

flexibilidad y resiliencia en el CH frente a los procesos de cambio ambiental y social.

Abordaremos los componentes y mecanismos que generan flexibilidad en el CH y permiten a

los pobladores ser más autosuficientes en la prevención y tratamiento de las dolencias más

comunes.

En el capítulo 5, finalmente, expondremos con detalle las actividades de divulgación e

intercambio llevadas a cabo junto a cada comunidad participante de esta investigación.

Además haremos un análisis cualitativo del efecto de la intervención pasiva y participativa

dentro de la comunidad al llevar a cabo este trabajo.

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SEGUNDO CAPÍTULO

Comunidades de la Comarca de la Meseta Central del Chubut

“[…] Cada día transcurrido, cada combate librada, cada

escaramuza trabada, son nuevos estímulos para la continuación de

la pelea. El eco de los ayes de mil caídos entre los escombros es el

toque de clarín que llama a un millón al pie de las barricadas.

El Proletariado ha luchado medio siglo, tiene sus glorias, sus

tradiciones, su historia.[…]

[…]En el recuerdo está el ejemplo. Y un buen ejemplo es un

presagio de redención.”

De Retrospeccción, José Ingenieros

Caracterización geográfico-ambiental de la región

Ubicación

La Comarca de la Meseta Central del Chubut abarca un amplio sector de la provincia desde el

Paralelo 42º S al norte y la Ruta Nacional Nº 25 al sur, y entre los meridianos 71º a 66º de

Latitud Oeste, incluyendo los departamentos Cushamen, Gastre, Languiñeo, Mártires, Paso de

Indios, Colan Conhue, Dique Ameghino, Gan Gan, Lagunita Salada, Yalalaubat, Las Plumas,

Los Altares, Paso del Sapo y Telsen. En la Figura 2.1 mostramos el contexto geográfico de

estudio y las tres comunidades seleccionadas que integran la presente investigación: Gastre,

Lagunita Salada y Gan Gan.

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Figura 2.1. Mapa físico de la Provincia del Chubut donde señalizamos la ubicación correspondiente a las tres comunidades estudiadas.

Geografía y origen geológico de la meseta

Las comunidades que integran este estudio se emplazan en la gran meseta patagónica que se

formó en el precámbrico por orogenia Hurónica o Assyntica. Algunas zonas fueron formadas

por antiguos macizos precámbricos y otras por el depósito de materiales de diferentes

orígenes marino y continental. Una de los rasgos geográficos más característicos de la

Patagonia lo constituyen las mesetas de altura decreciente hacia el este. Las mesetas suelen

estar cubiertas por mantos de basalto, producto de las erupciones volcánicas en la era

cenozoica, o por rodados patagónicos: fragmentos de roca redondeados por el desgaste y

transportados por las aguas del deshielo (Frenguelli, 1946). Dentro de este este paisaje, en la

Gastre

Lagunita Salada

Gan Gan

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parte norte y central, cobran gran importancia las sierras y geoformas de origen volcánico.

Este paisaje surge como resultante de varios fenómenos relacionados: el volcanismo, la

emergencia de los Andes y la actividad fluvioglacial (Ruzzante y Rabassa, 2011). La red de

drenaje regional consiste en una serie de ríos de curso oeste-este que alimentan las húmedas

de los Andes y atraviesan las estepas y los semidesiertos en su camino al Atlántico. Por otra

parte, los detritos glaciales y los materiales volcánicos son los materiales parentales más

importantes de los suelos patagónicos y en las porciones occidentales más húmedas y frías

pueden desarrollarse suelos mólicos. En cambio, en las tierras más áridas del este se

encuentran los Aridisoles y los Entisoles, suelos que suelen presentar una gruesa capa

calcárea cementada de entre 40 y 50 cm de profundidad (Del Valle, 1998).

En este escenario existe una serie de serranías de cumbres de poca altura. La importancia de

estas sierras se basa en que son centros reservantes y dispensarios de agua y además, en

algunos casos, poseen importantes yacimientos minerales, como oro, plata, litio, cobre, uranio

y plomo. Las sierras más importantes son las Patagónides (Sierra Rosada, Sierra Cuadrada,

Taquetrén entre las principales de esta zona), que no llegan a los 2000 metros de altura

(Frenguelli, 1946). Los valles fueron formados por la acción erosiva de los ríos que bajan

desde los Andes patagónicos, y en ellos es posible el desarrollo de la actividad agrícola. La

abrupta geografía de la meseta ha sido remontada en el siglo pasado por huellas abiertas por

rutina transhumante de los pueblos nativos, y ya en el siglo XX fue escenario de cambios

tecnológicos como el ferrocarril de Comodoro Rivadavia y el Ferrocarril Patagónico.

Actualmente, algunos de esos caminos constituyen la base de la Ruta Nacional nº 3.

Clima

Puede definirse como estepario con tendencia al régimen mediterráneo, con una estación

húmeda invernal, en la que ocasionalmente se producen fuertes heladas, nevadas y la mayor

parte de las precipitaciones anuales que oscilan entre los 200 y 300 mm. La escasa

precipitación y su distribución invernal determinan un fuerte déficit hídrico estival que se

encuentra agravado por una histórica época de sequía. Los vientos del oeste, provenientes del

anticiclón del Pacífico y cargados de humedad precipitan copiosamente en la parte occidental

de los Andes, pero se desecan con rapidez hacia el este, llegando a la meseta central con

fuerza pero con muy poca humedad (Beeskow et al., 1987)26

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Hidrografía

Los cauces de grandes ríos de la era glacial, procedentes de los Andes, forman profundos

valles por los que circulan corrientes como las de los ríos Colorado, Chubut, Deseado, Negro,

Senguerr y Chico. Otros cauces están completamente secos (como por ejemplo el Arroyo

Perdido que cruza las tres poblaciones estudiadas, excepto en algunas depresiones ocupadas

por mallines, vertientes o surgencias espontáneas. Predominan las cuencas endorreicas pero

también hay cuencas arrecidas (Beeskow et al., 1987)

Biomas

En su mayor parte corresponde al complejo de la estepa patagónica. Los arbustos más

conspicuos presentas arbustos numerosas adaptaciones a los fuertes vientos provenientes del

oeste y a la extrema aridez, como el “quilimbai” (Chuquiraga avellanedae), la “matalaguna”

(Lycium ameghinoi), el “yaoyín” (Lycium chilense), el “ligustro” (Verbena ligustrina) y el

“algarrobillo” (Prosopis denudans) (Cabrera, 1971; León et al., 1998). En las áreas más

bajas, presenta mallines: suelos muy húmedos y con un gran desarrollo de hierbas, ubicados a

lo largo de cursos de aguas permanentes o semipermanentes, y cuencas sin salida donde se

acumula el agua. Los mallines reciben tanto aguas subterráneas como superficiales y sirven

como recurso para la ganadería y el asentamiento de las aldeas. La vegetación esteparia

soporta bajas temperaturas, fuertes vientos y escasas precipitaciones, y se desarrolla a menudo

sobre suelos cubiertos por cantos rodados. Por su parte, en el sector norte domina el bioma del

monte de llanura, compuesto por distintas especies arbustivas que varían según la

disminución de la humedad y la temperatura, aunque predominan distintas especies de jarillas

(Larrea divaricata, L. nítida, L. ameghinoi), y el chañar (Geoffrea decorticans) (Cabrera,

1971; León et al., 1998).

La gente de la meseta chubutense, una breve mirada sobre su historia

La Comarca de la Meseta Central de Chubut es un territorio que puede ser descripto según la

acepción de la gestión territorial rural de Herman et al. (2003), un espacio socialmente

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construido con identidades e institucionalidades que definen las relaciones entre los

actores y la distribución y uso de los recursos. Este concepto de territorio implica un

proceso de apropiación social del espacio, referido a la forma en cómo la población se

identifica con dicho territorio, sus recursos y sus características. Entran así en escena los

símbolos y procesos de construcción de identidades territoriales que permiten la formación de

tejidos sociales muy complejos.

La región patagónica ha sido habitada como mínimo hace 13.000 años, y particularmente en

la estepa los sitios arqueológicos estudiados hablan de una ocupación temprana. Se han

identificado distintos grupos, entre ellos los denominados “gününa këna”, llamados por el

europeo “patagones” y “tehuelches” (gente bravía) por el pueblo mapuche según Bórmida y

Casamiquela (1958-1959). Estas poblaciones locales formaban parte de un grupo regional de

cazadores-recolectores que ocupaban y aprovechaban las tierras del denominado, por

Boschín y Castillo Bernal (2005), “Complejo Arqueológico, Histórico y Etnográfico

Yamnago”. Dichas autoras señalan que “el topónimo Yamnago en lengua pampa o gününa

iájëch designa un territorio de 250 km2 (con límites al norte 41º S, al sur 42º S, al este 67º W

y al oeste 69º 40’ W) donde las sociedades de cazadores-recolectores de la Patagonia

septentrional argentina realizaban la caza estacional de guanaco; aportando el mayor

volumen de carne a su dieta, así como hueso y cuero para su manufactura.

Complementariamente, existen registros que indican que, mediados del siglo XIX , el área

que fue abordada en este estudio, estuvo bajo la mirada de los caciques Francisco, Antonio,

Kual, Pichalao y Chiquichano, que se movían entre Jacobacci, Maquinchao y Valcheta por el

norte (Prov. de Río Negro) y Gan-Gan, Lagunita Salada, El Escorial y Gastre al sur (Prov. del

Chubut). En este período, el ganado lanar y vacuno era manejado con gran eficiencia por los

pueblos nativos ya que implementaban una suerte de rotación de uso de la tierra según la

estación del año: la invernada se realizaba en los ambientes del norte y la veranada en las

tierras de más al sur (Coronato, 2010), lo cual permitía a las pasturas recuperarse cada año.

A partir de la desafortunada y mal llamada “Conquista del Desierto”, entre 1878 y 1885 , el

Estado argentino efectivizó un genocidio de los mapuche y tehuelche como acción

“necesaria” para la construcción de una nación soberana y con dominio de los “salvajes”

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(Bandieri, 2005). Previamente Rosas, Alsina y Roca realizaron tratados con los dirigentes

indígenas que habitaban, entre otras, la actual zona de la Comarca de la Meseta Central del

Chubutcon el fin de pacificarlos y sedentarizarlos en este territorio restringido y poco

productivo de la Patagonia. El proceso de empobrecimiento al que fueron sometidos los

pueblos originarios fue registrado por los protagonistas de las expediciones y por los

representantes de la iglesia que los acompañaron (Kalinsky y Cañete, 2000). Cabe señalar

que la muy divulgada noción de desierto ha cargado con el símbolo del espacio inhabitado,

concepto necesario para la ocupación por parte del Estado de este territorio. En el

cumplimiento de esto se trata de impedir el avance del indio y se promueve la ocupación

efectiva de colonos que defiendan la soberanía del espacio territorial en disputa con Chile y en

consecuencia, se construye un discurso que acusa a los mapuche de extranjería (Soto, 2011).

Entonces tehuelches y mapuches fueron sometidos y comenzaron a transformarse – en

algunos casos hasta el día de hoy - en los peones rurales sometidos a un régimen de trabajo

inhumano, viviendo en condiciones en el límite de la supervivencia, cambiando trabajo por

raciones de alimento, alcohol, tabaco, yerba o azúcar.

Un hecho significativo para el contexto de esta tesis es la documentación que a partir de la

década del 40 comenzaron a establecerse en los principales pueblos la meseta chubutense,

algunas instituciones estatales que intentaron desacreditar y reemplazar el sistema de

curación tradicional de los grupos nativos asociado fuertemente a un rol simbólico y al uso de

plantas y animales (Citarella et al., 1995). Por ejemplo el rol de machi (hombres o mujeres),

guías espirituales que se intercomunican con los espíritus ancestrales, combatientes de las

enfermedades y fuerzas del mal, conocedores de los sagrados códigos y normas que velan por

la comunidad y de las hierbas y remedios, comenzó a ser castigado y perseguido. Para los

representantes de la iglesia (católica y anglicana) las rogativas y rituales sagrados fueron y

son interpretados como actos impuros e infieles a los preceptos de la Iglesia, por lo cual los

miembros de la comunidad que participaban de tales encuentros eran denunciados y

expulsados del poblado (Soto, 2011). Por último, cabe mencionar que como parte del legado

de estas intervenciones crueles y despiadadas, los grupos nativos de la meseta chubutense

contrajeron enfermedades tan desconocidas -para las machis y curanderos- que ya no

pudieron sanarlas; la alimentación y el estilo de vida de los grupos que habitaron hasta ese

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momento la región, fue trastocado a tal punto que la estructura de la sociedad sufrió profundas

transformaciones y en muchos casos, dichos cambios significaron una fuerte disminución en

la calidad de vida de los habitantes (Soto, 2011).

En este contexto, se inició entonces un nuevo poblamiento de la meseta del Chubut. Las

campañas militares tuvieron entre sus objetivos la usurpación en donde el uso de sus

superficies se orientó a la producción de carne y lana de ovinos. De este modo, se cambió el

uso del suelo en la región pampeana que fue destinado a la producción de granos y ganado

bovino respondiendo a la fuerte demanda de los mercados de estos productos. Previamente las

tierras apropiadas por el Estado fueron redistribuidas en beneficio de quienes financiaron y

participaron activamente en la “conquista” (Viñas, 1982).

Sin embargo, como un ejemplo antagónico con lo ocurrido con el Estado Argentino, cabe

destacar la relación de solidaridad que desarrollaron los Tehuelches que habitaban en esas

tierras con los Galeses que habían migrado a la Patagonia (Matthews, 1894), demostrativa de

la falsedad del argumento enunciado por el Estado Nacional que los calificaba de salvajes

violentos a los habitantes tradicionales de esta zona, para justificar la invasión a sus tierras.

Hacia 1886, la creciente actividad comercial implementada tanto en relación a mercados

externos como internos, respecto a la Patagonia, dio lugar a un correlativo incremento en la

actividad portuaria y a la construcción del Ferrocarril, consolidando el proceso de ocupación

del territorio del que forma parte actualmente la ciudad de Puerto Madryn (distante 400 km,

en promedio, de la meseta central y muy frecuentada actualmente, por los pobladores del

interior del Chubut), convirtiéndose en el sitio de entrada y salida de productos de y hacia la

Colonia instalada en el Valle Inferior del Río Chubut.

Aproximadamente hasta el año 1920 se produjo la mayor ocupación territorial de la actual

Comarca de la Meseta Central del Chubut. Por aquellos tiempos, sólo se podían encontrar

comercios rurales o sucursales de las casas matrices de la zona de la costa y almacenes de

ramos generales o “boliches”, pertenecientes a pobladores del lugar, conformando una

incipiente y pequeña burguesía local. Por ende, desde fines del siglo XIX y principios del

siglo XX la zona se transformó en un punto de encuentro entre arrieros, mercachifles

(comerciantes ambulantes), carreros y viajantes (inmigrantes europeos) que acarreaban sus

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productos hacia Trelew y el Puerto de Madryn (Chubut).

De esta manera, desde los inicios del nuevo poblamiento de la región, se fueron plasmando

relaciones asimétricas entre los diferentes grupos sociales, definidas en función al ejercicio

del poder. Institucionalmente, las tierras de la meseta estaban en jurisdicción nacional y por lo

tanto bajo la administración de organismos nacionales. Hacia el año 1930 la superficie de la

meseta estaba distribuida entre ocupantes que revestían la titularidad de la misma bajo formas

de tenencias precarias prevaleciendo dicha situación hasta la creación de la provincia del

Chubut, acaecida en la década de los años ’50 del siglo XX (Bandieri, 2005). Hasta aquí, la

economía de la meseta estaba basada en la producción de lana y cueros de ovinos, y de

plumas de choique (Rhea pennata) y pieles de la fauna nativa (ej. guanacos, Lama guanicoe).

El incremento en las relaciones mercantiles fue otro punto de inflexión que contribuyó a

configurar un nuevo mapa de la región, donde el transporte de la lana hacia los mercados

acopiadores (Trelew y Puerto Madryn al este e Ing. Jacobacci al noroeste) y su venta, estuvo

mucho tiempo a cargo de los mismos productores. Cabe también señalar que en la compra y

comercialización de la producción actuaban los nombrados “mercachifles” quienes recorrían

los campos adquiriendo la producción en los establecimientos productores de lana (Altamir,

1970).

A mediados del siglo XX se introdujo el alambrado, como un signo más de la organización

espacial capitalista, generando otro cambio importante en el paisaje de la meseta. La

progresiva privatización del suelo y la formación de grandes explotaciones ganaderas

impactaron en las formas de organización y ocupación de la fuerza de trabajo. Su principal

efecto se manifestó en la migración de gran parte de los jóvenes del campo -que integraban

grupos familiares titulares de pequeños predios rurales hacia sectores urbanos. El mencionado

proceso de despoblamiento del medio rural, ocurrido por las razones señaladas en los párrafos

anteriores, fue complementario de las políticas públicas de promoción industrial que

implicaban la instalación de establecimientos en las ciudades (ubicadas en la costa y cordillera

de la provincia), con implicancias de oportunidades de progreso y de concreción de una mejor

calidad de vida, mientras que a la meseta se la seguía identificando con la idea de desierto e

implementando políticas públicas que profundizaban ese concepto (Altamir, 1970). Esta

dinámica de la migración rural-urbana se acentuó, a partir de la década de los años ’70 del

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siglo XX, con la crisis del modelo ovino-extensivo que caracterizó a la región Patagónica

Austral. La información estadística muestra que en el año 1960, el 45,5 % de la población de

la provincia residía en áreas rurales, mientras que en el 2005 los habitantes rurales constituían

aproximadamente 10% de la población total provincial (Laveglia, 2004). Según el Censo

Nacional del año 2010 (INDEC, 2010) solo 1,2 % (6.026 habitantes) de la población total de

la provincia vivía en el medio rural; y el 75 % (4.535 habitantes) de dicho total habitaba en

los departamentos de la Comarca Central.

En síntesis, la reducción extrema de los pueblos originarios de la meseta, la usurpación

territorial y la redistribución inequitativa de la tierra restante de bajo valor productivo a los

pobladores originarios, la introducción de un modelo capitalista de producción basado en la

ganadería ovina para la producción industrial, y más recientemente, el desarrollo de nuevas

actividades extractivas metalíferas, entre otras, han determinado cambios contundentes en la

vida de los pobladores, tanto culturales como económicos (Laveglia, 2004). Por otra parte, la

instalación de nuevos habitantes en la región y, consecuentemente; de una serie de

instituciones (escuelas, juzgados de paz, policía, puestos sanitarios y otros representantes del

estado provincial) han dado origen y han moldeado la estructura actual de los pueblos y aldeas

que forman parte de este estudio

Lagunita Salada, Gastre y Gan Gan

El trabajo de campo que integra la presente tesis, se llevó a cabo en las tres comunas rurales

ubicadas en la región centro- norte de la provincia del Chubut: Gan Gan, Lagunita Salada y

Gastre (Figura 1). Estos poblados pequeños están localizados en paisajes mesetiformes

alejados de los principales cursos de aguas provinciales y están conectados entre ellos por la

Ruta Provincial Nº 4 (ripio) y caminos vecinales. Es importante destacar que si bien, cada

comunidad presenta algunas características geomorfológicas particulares, están emplazadas en

ambientes fisiográficos similares. Sin embargo, la historia de fundación y los procesos

demográficos que atravesó cada aldea difiere en gran medida y afecta, de algún modo u otro,

la identidad cultural de la misma. En la actualidad no contamos con bibliografía histórica de 32

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cada paraje, solamente existen potenciales relatos de viejos pobladores (quizás los últimos

testigos) que atesoran la historia directa y las percepciones locales frente a cada hecho. En

esta tesis no abordaremos este aspecto de las comunidades, sino que queda como una tarea

pendiente.

La Tabla 2.1 resume las principales características de cada comuna que contiene información

de campo relevada en este trabajo y de estadísticas regionales de clima (Dirección de Identificación y Registro de Familias, 2009) y población (INDEC, 2010).

Tabla 2.1. Características climáticas, fitogeográficas y socio-económicas de las tres comunidades protagonistas de la investigación

Característica y fuente de la información

Lagunita Salada

42° 44′ S 69° 08′ O

Gastre

42°17’ S 69°16’ O

Gan Gan

42° 30′ S 68° 16′ O

Temperatura promedio anual (C°)

Precipitaciones promedio anual (mm)

Altitud (msnm)

(Dirección General de Estadísticas y Censos Chubut, 2009)

8.6

171

960

8.2

182

1028

9.3

172

634

Fisonomía general y especies vegetales dominantes.

(León et al., 1998)

Estepa arbustivo-graminosa con Chuquiraga avellanedae, Lycium ameghinoi, L. chilense, Verbena tridens, Prosopis denudans, Acantholippia seriphioides, Pappostipa speciosa, Jarava neaei entre otras.

Estepa arbustivo-graminosa con Pappostipa speciosa, P. humilis, Adesmia volckmanii, , Stillingia patagonica, Nassauvia axillaris, Berberis microphylla, Tetraglochin ameghinoi, Grindelia chiloensis, G. patagonica entre otras.

Estepa sub-arbustiva con Nassasuvia glomerulosa, N. ulicina, Chuquiraga aurea, Ch. avellanedae, Hoffmannseggia trifoliata, Acaena caespitosa, Pappostipa humilis y P.ibarii entre otras.

Tamaño poblacional

Superficie (km 2)

129

100

557

250

661

225

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Densidad (Hab/km 2)

Cantidad de hogares

(INDEC, 2010; Ministerio de la Familia y Promoción Social de la Salud del Chubut, 2010)

1.3

36

2.3

43

2.9

140

Instituciones públicas presentes

(Ministerio de la Familia y Promoción Social de la Salud del Chubut, 2010)

Escuela primaria, puesto sanitario, comisaría, comuna vecinal, biblioteca, salón de usos múltiples.

Escuela primaria, secundaria y semi-presencial abierta, hospital sub-zonal, comisaría, junta comunal, biblioteca popular, salón de usos múltiples.

Escuela primaria y secundaria, hospital rural, comisaría, correo, club social y deportivo, juzgado de paz, gimnasio municipal.

Actividades económicas

(Ministerio de la Familia y Promoción Social de la Salud del Chubut, 2010)

Ganadería, empleos públicos y escasos comercios

Ganadería, minería, empleos públicos, algunos comercios privados y hospedajes.

Ganadería, minería, empleos públicos, actividad comercial privada, hotelería.

Distancia (km) a Trelew

Distancia (km) a Esquel

Distancia (km) a Puerto Madryn

294

194

320

453

210

610

339

285

500

Uso (% ) de combustible vegetal para cocinar o calefaccionar (leña y/ o carbón)

(Ministerio de la Familia y Promoción Social de la Salud del Chubut, 2010)

95 65 64

Como adelantamos más arriba, las comunidades participantes de este estudio presentan

particularidades que son consecuencia de micro-regionalizaciones tanto del ambiente físico

como del social.

Para finalizar y complementar la caracterización de los sitios que colaboraron con el presente

estudio, exponemos un breve resumen y algunas imágenes ilustrativas de cada paraje,

informaciones adicionales serán vertidas también en los subsiguientes capítulos.

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Aldea Escolar Lagunita Salada

Su nombre proviene de una depresión situada al este de la aldea que, según cuentan los

ancianos del lugar, hace 30 años contenía agua salada en gran cantidad y en forma

permanente. En la orilla de esa laguna se fundó la primera escuela que le dio origen al pueblo.

Hoy día, el sitio de la laguna solo contiene agua luego que haya caído una lluvia abundante y

duradera (R. Ñancutil, poblador de Lagunita Salada).

Lagunita Salada es la más pequeña de las tres comunidades, sin embargo cuenta con una

amplia inversión en asistencia social por parte del gobierno provincial a partir del año 2003,

lo que generó la construcción de dos grandes edificios de uso comunitario, de la puesta en

marcha del Plan Calor (para distribución gratuita de leña), y subsidios por zona de sequía y

cenizas, entre otros proyectos. En las fotografías podemos observar la inserción de la aldea en

el ambiente de estepa nativa (Figura 2.2), típicas casas de la meseta chubutense, algunas de

material (Figura 2.3) y otras de adobe (Figura 2.4). La leña suele ser el principal medio para

calefaccionar y cocinar en esta aldea (Figura 2.5).

Figura 2.2. Vista panorámica de Lagunita Salada Figura 2.3. Viviendas de adobe del centro del pueblo

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Figura 2.4. Vivienda tradicional periférica Figura 2.5. Acopio doméstico de leña

Gastre

El nombre deriva del término Gününa këna (voz de uno de los grupos originarios) Gástrrek,

con el que se designa un arbusto difundido en la región (Azorella monantha, “leña-piedra").

Los pueblos originarios utilizaban su raíz molida para comer mezclada con grasa o agua

(Bórmida y Casamiquela, 1958-1959).Sin embargo, existe otra versión alrededor del

significado de la palabra que la traduce como “cancha rayada”; los pobladores relacionan esta

idea con la imagen de numerosos caminos que convergen en el centro Gastre.

Por otra parte, si tenemos en cuenta la ubicación de los tres sitios estudiados, Gastre

representa la comuna más occidental y se distingue por presentar gran cantidad de

elevaciones (cerros y sierras) en los cuales suele dispersarse el ganado (ovino o caprino)

(Figura 2.6). El puesto sanitario, el salón de usos múltiples (para fiestas y deportes) y la

escuela son las últimas construcciones realizadas por el gobierno provincial hace más de 10

años (Figuras 2.7, 2.8 y 2.9 respectivamente). Gastre es una aldea con intensa actividad de

faena de ovinos, por lo cual es una imagen habitual encontrar colgaderos de cueros luego de la

carneada (Figura 2.10). Por último, destacamos que la presencia de vertientes naturales y

mallines en buen estado es característico de este sitio (Figura 2.11).

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Figura 2.6. Cerro Solo con un rebaño de cvas Figura 2.7. Puesto Sanitario y dispensario de vacunas.

Figura 2.8. Salón de usos múltiples Figura 2.9. Escuela rural primaria con internado.

Figura 2.10. Secado doméstico de los cueros Figura 2.11. Mallín con hunquillos y berros

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Gan Gan

El pueblo originario de la meseta central del Chubut, gününa-këna  llamaban con la voz “gan

gan” a los pastos (huncos) que crecían habitualmente en los los mallines y, particularmente, a

los que abundaban en el -denominado hoy- "potrero de Gan Gan o Mallín de los

Cual"(Bórmida y Casamiquela, 1958-1959).

Posteriormente, debido a la influencia del Mapudungun (la lengua Mapuche), surgió una

interpretación local por la que Gan se derivaría de Kan que significa carne y el nombre se

traduciría como Asado Asado o un gran asado, ya que era costumbre entre locales, carreros y

viajeros del camino, alimentar el fogón con aportes de carne por parte todos los presentes que,

además, avivaban la comida colectiva con cuentos, leyendas y payadas.

Actualmente, Gan Gan representa la comunidad más poblada y activa comercialmente. A su

entrada hay una alameda (Figura 2.12) y luego el mallín de los Cual aparece como un micro-

sitio árido y hostil, comúnmente afectado por fuertes vientos y sobrecarga de ganado y a

veces escenario de protestas sociales (Figuras 2.13 y 2.16). Cuenta con una arbolada plaza

central (Figura 2.14) y un relativamente moderno hospital (Figura 2.15) del cual parten las

ambulancias y servicios médicos hacia hogares más aislados. Antiguamente, Gan Gan era un

lugar de encrucijada, es decir era el centro de unión de varias rutas que iban tanto para la

cordillera como hacia el mar. Una ruta muy utilizada era Gan Gan -Colelache - Lagunita

Salada - Paso del Sapo - Quichaura – Teka (Bórmida y Casamiquela, 1958-1959).

Figura 2.12. Arboleda de álamos a la entrada Figura 2.13. Mallín de los Cual, manifestación popular

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Figura 2.14. Plaza del pueblo con bosque exótico . Figura 2.15. Hospital Rural de Gan Gan

Figura 2.16. Vista panorámica de la comuna. Figura 2.17. Asamblea de los pueblos originarios

Gan Gan suele ser centro de las asambleas ordinarias y anuales de los pueblos originarios, convocando asambleístas de diversos parajes vecinos (Figura 2.17).

Por último queremos remarcar que las tres comunidades que protagonizan esta investigación

están unidas -desde tiempos remotos, desde épocas prehispánicas- por intensas actividades

trashumantes. La actividad de intercambio entre grupos étnicos y otras poblaciones de la

región patagónica era fundamental, y representaba la única solución para enfrentar la dureza

del clima y la sequía (Pérez de Micou y Castro, 2007).

Finalmente, debemos destacar que nuestro trabajo con las tres comunidades siguió un

abordaje cuya línea argumental profundiza y reflexiona, mediante datos empíricos propios de

la interdisciplina, acerca de una realidad local en la cual no se vislumbra una dicotomía

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Naturaleza-Cultura en el uso de sus plantas y su ambiente, sino un entramado complejo y

poroso que, lejos de estar cristalizado, se va construyendo mediante distintas interpretaciones

acerca de su paisaje y de los distintos seres naturales y sobrenaturales que componen su visión

del mundo.

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TERCER CAPÍTULO

Conocimiento botánico local y ambientes de obtención de plantas en la meseta

chubutense

“Mi agüelo fue carretero,

mi tata fue domador;

nunca se buscó dotor

pues se curaban con yuyos,

o escuchando los murmullos

de un estilo de mi flor.”

Coplas del Payador perseguido, Atahualpa Yupanqui

Introducción

En las dos últimas décadas, la etnobotánica ha buscado entender y promover el papel

que juegan los sistemas locales de conocimiento -relacionado con las plantas- en la

conservación biocultural y el desarrollo local. La etnobotánica, vista como una rama de

la etnoecología, es la línea del conocimiento que estudia la relación entre las plantas y

los seres humanos (Toledo, 1992). Esta línea de trabajo investiga las diferentes formas

de manejo, conservación y aprovechamiento de los recursos de una comunidad

mediante la visibilización del Conocimiento Ecológico Local, incorpora los saberes

locales a la visión académica, brinda información valiosa que permita el diseño de

proyectos de investigación y extensión y, finalmente, constituye una guía para elaborar

programas de conservación y toma de decisiones interculturales. Como ya explicamos

en el primer capítulo, este tipo de conocimiento ha sido definido como “un cuerpo

acumulativo de conocimientos, prácticas y creencias acerca de las relaciones entre seres

vivos, incluyendo los seres humanos, con su medio ambiente, que evoluciona a través

de procesos adaptativos y es transmitido mediante formas culturales de una generación a

otra” (Berkes et al., 2010).

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Al comienzo de su historia, la etnobotánica tuvo un enfoque, principalmente,

descriptivo lo cual generó una invalorable fuente de conocimiento básico sobre las

plantas nativas de la región y sus usos, lo cual le permitió a la investigación más

reciente, profundizar y a la vez, ampliar su mirada y su campo de acción (Pardo de

Santayana y Gómez Pellón, 2003). Actualmente, los estudios etnobotánicos tienden a

ser más integradores ya que incluyen la realidad social y la historia reciente de las

comunidades que se estudian. Si bien la tendencia en la investigación camina en el

sentido de la apertura de la mirada, todas las investigaciones poseen sesgos y recortes a

la hora de seleccionar el tema de estudio, los marcos teóricos, la metodología, y sobre

todosobre todo, en interacción con el devenir histórico-psicológico del investigador

que interpreta la realidad que eligió estudiar (Gleen, 1985; Ruse, 1999).

Con respecto a la investigación etnobotánica local, contamos con estudios de caso de la

Patagonia andina, que centraron sus sitios en las comunidades Mapuche de Neuquén y

Río Negro (Ladio, 2001; 2002; Ladio y Lozada, 2000; 2003, 2004; Estomba et al. 2006)

que pudieron evidenciar y registrar procesos de pérdida de conocimiento tradicional de

dichas comunidades, especialmente en las generaciones más jóvenes. Por otro lado, para

la Patagonia extraandina, que comprende parte de la provincia fitogeográfica del monte

y la estepa patagónica, existe escasa información actualizada acerca de la relación entre

las comunidades y los recursos que el medioambiente les proporciona (Ladio y Lozada,

2009). Casamiquela (1999) ha recopilado numerosos relatos de aquellos primeros

viajeros y exploradores en la zona, en relación al rico reservorio de especies comestibles

y medicinales, con principios activos útiles y de aplicación industrial, aprovechado por

los pueblos originarios.

Algunos otros autores, cuyo sitio de estudio involucra la región árida de la Patagonia,

han registrado también, una gran cantidad de especies medicinales, así como también de

uso alimentario, leñatero, forrajero y tintóreo (Jardín Botánico de la Patagonia

Extraandina, 2002; Kutschker et al., 2002 ;González y Molares, 2004; Ladio et al.,

2007, Ladio y Lozada, 2009; Ochoa et al., 2010; Eyssartier et al., 2011; Toledo y

Kutschker, 2012); Cardoso et al., 2015). Cabe destacar, que los pueblos ancestrales

originarios de la región (mapuches, tehuelches y sus descendientes) poseen una larga

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historia de exploración y uso de ambientes ecológicos y de recolección de plantas

silvestres comestibles, medicinales y combustibles (Bengoa, 1987; Citarella et al.,

1995), entre otros usos.

La percepción acerca de la abundancia de ciertas especies así como de su distribución

espacial son dominios significativos en las poblaciones rurales. Varios estudios han

mostrado que la utilización del paisaje, y en especial de los recursos vegetales , está

asociada a una concepción holística del mundo, caracterizada por la existencia de una

conexión indisoluble entre las relaciones que establecen el ser humano, la naturaleza y

lo sobrenatural (Lema et al., 2012; Molares y Ladio, 2014). Entidades naturales y

sobrenaturales forman parte de un mundo animado que tiene poder para brindar cobijo,

sanación, alimento, y también diversas experiencias de enseñanza para sus habitantes.

Sin embargo, el continuo intento de dominación cultural y sometimiento, por parte de

las sociedades que formaron parte de la construcción del estado argentino, y

posteriormente los efectos del mercado y la globalización actual, han producido

notorios cambios en la vida y la cultura de los pueblos originarios tehuelches y

mapuches asentados en la meseta patagónica. Hoy día, las comunidades habitan

diferentes ambientes, rurales y urbanos, a veces organizados o no en comunidades

territoriales, manteniendo algunas tradiciones ancestrales sumadas a nuevas

concepciones y prácticas (Bengoa, 1987; Golluscio, 2006). Algunos de estos cambios

se manifiestan, por ejemplo, en la desaparición de las prácticas agrícolas tradicionales

y/o desuso de especies cultivadas de importancia histórica local (Eyssartier et al., 2008,

Eyssartier et al., 2015). Pero principalmente la imposibilidad de acceder libremente a las

tierras que anteriormente eran de uso comunitario -y que fueron usurpadas

violentamente y pasaron a ser propiedad privada y/o del Estado- constituye la

transformación más drástica a la que fueron sometidas muchas comunidades originarias.

Este proceso, que para muchos autores se inscribe en un genocidio (Delrío, 2005),

implicó especialmente la inaccesibilidad a aquellos ambientes con abundancia de

recursos naturales. Esta situación de hace dos siglos se siguió perpetuando hasta al

presente, generando un alejamiento de aquellos territorios donde los ancestros

habitaban y recolectaban plantas, y de los cuales dependían para la reproducción de sus

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modos de vida.

Dichas sociedades han basado su supervivencia en múltiples estrategias con una

racionalidad propia de la economía social. Los animales domésticos son usados para el

autoconsumo, la venta de carne y lana, hilados, trabajos en cuero, venta de huevos y

animales de granja en complementación con la producción de huertas familiares

(Eyssartier et al., 2011; Ladio and Lozada, 2008). En este contexto, a lo largo del

tiempo se fueron generando diversos vínculos vitales y recíprocos, generando prácticas

adaptativas y una construcción dinámica del conocimiento ecológito local (Bandieri,

2005; Coronato, 2011). Sin embargo, la degradación ambiental producida por el sobre-

pastoreo y la sequía han afectado de manera directa la diversidad biológica de la región

y la reproducción de estos modos de vida que son identitarios (Ladio, 2001; Ladio y

Lozada, 2004; Estomba et al., 2006; Lozada et al., 2006). Varios estudios han

documentado que la actividad de recolección de especies leñateras, medicinales,

comestibles y tintóreas, si bien sigue presente en las comunidades, ha ido cambiando, y

según los dichos de los adultos son los jóvenes que muchas veces han perdido el interés

en estos conocimientos (Ladio y Lozada, 2003; Lozada et al., 2006). En este sentido,

algunos estudios latinoamericanos sugieren que la educación formal descontextualizada

-que se lleva a acabo en las aldeas rurales- tiende a desvalorizar los conocimientos

locales que los chicos aprenden informalmente con sus familias y fomentan la

incorporación de conceptos que no les son propios (Benz et al., 2000).

Por otra parte, algunas autoras estudiaron los efectos de los fenómenos socioculturales

sobre el CET y pudieron observar que las poblaciones que tienen un mayor grado de

contacto con el estilo de vida urbano, utilizan y/o conocen en general un mayor número

de especies introducidas o de distribución cosmopolita que las comunidades más

aisladas (Ladio et al., 2007; Ladio y Lozada, 2001; Cardoso et al., 2013; Eyssartier et

al., 2013). Si bien, existen estudios que señalan que la disminución en el uso de

especies nativas podría significar una pérdida cultural, hay otros (Hersch-Martinez,

2002; Stepp, 2004) que aseguran que el hecho de que las comunidades utilicen recursos

vegetales nativos e introducidos es síntoma de flexibilidad y de adaptación a un entorno

cambiante. Particularmente para el caso de las plantas medicinales, Moerman et al.

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(2001) propuso que los lugares disturbados y terrenos removidos de las banquinas o

alrededor de los hogares son ámbitos de adquisición de un gran número de plantas

introducidas que las personas aprovechan para resolver problemas de salud en el ámbito

doméstico. Ya para la Patagonia, se ha constatado la importancia de las plantas exóticas

como parte del cuerpo de conocimientos de una comunidad (Estomba et al., 2006;

Ochoa et al., 2010; Ladio, 2011).

En este sentido, la redundancia de plantas útiles para un mismo fin en un ambiente

dado, puede jugar un papel crucial en la supervivencia de las comunidades locales

(Ladio y Lozada, 2006). Ambientes que poseen varias especies útiles con un uso

similar permiten que las personas puedan seleccionar distintas especies y de esa manera

se favorece la conservación. Los ambientes que ofrecen otras alternativas a la

explotación focalizada de los recursos nativos estarían capacitados, en caso de

extinción o reducción de la población de una especie local, para que otra especie, por

ejemplo de origen exótico, suplante este uso, lo cual sugiere flexibilidad y resiliencia en

el sistema (Santoro et al., 2015).

Actualmente, las comunidades rurales de la meseta, en su mayoría, están conformadas

por pobladores de diversos orígenes y culturas que han variado su acervo cultural a

través del tiempo. Los saberes sobre plantas nativas se han nutrido con aquellos

provenientes de prácticas y conocimientos vinculados a especies foráneas. Por ejemplo,

varios estudios mostraron que el cuerpo de plantas medicinales y comestibles se fue

enriqueciendo con elementos exóticos (Lozada et al., 2006), del mismo modo el de las

plantas leñateras (Cardoso et al. 2013) y ornamentales (Rovere et al. 2013). Este tipo de

saber es transmitido socialmente de diversas maneras pero, fundamentalmente dentro el

ámbito familiar, aunque los maestros rurales, los medios de comunicación y los

agentes de promoción institucionales suelen ser, actualmente, un factor muy importante

en la transmisión de los conocimientos sobre el uso de las plantas. (Ladio y Molares,

2013; Eyssartier et al., 2013).

Por otra parte, estudios realizados en comunidades rurales patagónicas con distinto

grado de aislamiento registraron que las especies más versátiles, es decir aquellas

plantas elegidas para más de una finalidad, representaban a su vez, a las especies con

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mayores consensos entre los habitantes (Lozada et al. 2006, Ladio y Lozada, 2008,

Richeri et al. 2010; Ladio, 2011b; Cardoso et al. 2012b; Richeri et al., 2013; Molares y

Ladio, 2014). Este patrón sugiere que el cuerpo de plantas que es consensuado en una

comunidad deriva de procesos de ajuste y adaptación, y no de procesos al azar, y que

esta particular selección conllevaría también a una mayor flexibilidad y a un uso más

eficiente de los recursos naturales (Berkes y col, 2000; Folke y col, 2002; Ladio y

Lozada, 2009; Ladio, 2011). La multiplicidad representa, en muchos casos,

complementariedad. Etkin (1994) ha constatado que muchos de los alimentos

seleccionados por diversos grupos culturales presentan, además, beneficios a nivel

medicinal. Otros estudios dan cuenta de que una gran cantidad de especies utilizadas

como leña son aprovechadas, también, como madera o soporte para la construcción de

estructuras ya sea por su dureza o su flexibilidad (Arias, 1994)

Paralelamente ha sido propuesto que las comunidades parecen seguir un “patrón global

de uso de plantas” (Moerman, 1996). Esta idea se refiere a un conjunto de reconocidas

especies de uso común, que coexiste con los elementos propios del conocimiento

botánico local. Adicionalmente, Stepp y Moerman (2001), han documentado que la

mayoría de estas plantas son de hábito herbáceo, de fácil cultivo o que crecen

espontáneamente y de forma rápida en suelos modificados (plantas ruderales y/o

cosmopolitas). Asimismo, dichas plantas corresponden a familias botánicas de

reconocida actividad farmacológica (Molares y Ladio, 2009). Varios trabajos

etnobotánicos desarrollados en diferentes regiones del planeta han registrado como

familias más frecuentes a Asteraceae, Lamiaceae, Fabaceae y Solanaceae entre las

principales (Ladio y Lozada, 2008; Stepp y Moerman, 2001, Molares y Ladio, 2009).

Cabe destacar que las especies nativas de la Patagonia pertenecen mayormente a las

familias Poaceae, Asteraceae, Fabaceae y Brassicaceae (Zuloaga y Morrone, 1999 a, b).

Varios autores han señalado que los pobladores rurales, que habitualmente están en

estrecho contacto con la naturaleza que los rodea y dependen particularmente de los

ciclos naturales, han desarrollado un profundo conocimiento acerca de las

heterogeneidades del paisaje que los sustenta (Hurrell, 1989; Crivos et al., 2002; Scarpa

y Arenas, 2004). Esta profunda sabiduría colectiva constituye una base fundamental

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sobre la cual las comunidades rurales reproducen sus modos de vida y aprovechan

todos los recursos de manera exhaustiva y eficiente. Más aún, el contacto directo con la

dinámica natural de los recursos que utilizan, conlleva a la construcción de normas y

reglas comunitarias que fomentan la sustentabilidad de dichas actividades de

subsistencia.

En este contexto de activa interrelación y profunda continuidad entre humanos y no

humanos, resulta interesante recurrir al enfoque propuesto por Lema (2014) referido a

la “crianza” mutua entre plantas y humanos. La autora sugiere que dentro de la

cosmovisión andina, las personas crían a las plantas a la vez que las plantas son criadas

por las personas -así como también ocurre con el resto de los seres vivos y no vivos del

mundo- de esta forma, la crianza implica fluidez y porosidad entre los ámbitos que,

nosotros denominamos, doméstico y no doméstico. En este sentido, en la Patagonia,

este diálogo entre las personas y el resto de las entidades del mundo, fue construyendo y

delimitando las particularidades que actualmente constituyen el paisaje biocultural de la

meseta central del Chubut.A lo largo del texto denominaremos “microambientes” a

aquellos lugares que representan la fuente de obtención de las plantas por parte de una

comunidad local. Esta unidad de paisaje es distinguida por los pobladores locales y

muchas veces posee una denominación local de referencia. Su distinción y

caracterización resulta de especial interés dado que son estos sitios particulares los que

son relevantes para el campesino para su subsistencia.

En esta línea, por ejemplo, Martínez y Pochetino (2004), Martínez y Cúneo (2009) han

encontrado que las sociedades rurales pueden utilizar hasta 10 microambientes

diferentes que son explorados y nombrados de forma diferencial. En este sentido

Cardoso et al. (2012) sugieren que la ampliación del espacio de exploración en la

búsqueda de especies combustibles y el cultivo de árboles para uso de leña en el

ambiente peridoméstico podrían colaborar en la reducción de los impactos locales por

deforestación en los ambientes semiáridos de la Patagonia.

Finalmente, es interesante remarcar que en otras sociedades rurales de la región, como

signo de su flexibilidad, las comunidades utilizan otras prácticas que complementan la

adquisición de plantas por recolección en ambientes silvestres, semi-silvestres y

47

Page 48: crubweb.uncoma.edu.arcrubweb.uncoma.edu.ar/docbiologia/Descargas/TESIS... · Web viewSin embargo, el modelo ecológico imperante hasta hace unos años, suponía que un equilibrio

domésticos. En la actualidad, las comunidades rurales de la estepa patagónica

mantienen sus costumbres hortícolas en huertas y jardines e incorporan nuevas prácticas

y manejos del cultivo. Éstas prácticas son puestas a disposición por parte de agentes de

extensión que propician la agricultura familiar -y comunitaria- y promueven la

aplicación de nuevas tecnologías, como los invernaderos y el cultivo de plantas exóticas

(Eyssartier et al., 2009; 2011a). Además Ladio et al. (2013) pudieron constatar que la

venta e intercambio de plantas hortícolas, así como de las malezas que crecen en dichos

ámbitos, denominadas -“buenezas o malezas buenas” y las hierbas medicinales sin

agrotóxicos que se venden en las ferias francas del Nahuel Huapi, reflejan otros

procesos y mecanismos que activan el cuerpo de saberes sobre las plantas de una

población. Tanto las estrategias de manejo o cultivo de plantas, el intercambio o trueque

de especies de interés como la adquisición de recursos vegetales mediante el comercio a

nivel comunitario, demuestra la importancia de “lo local” sumado a innovaciones como

forma de contribuir a la resiliencia, y al desarrollo humano y económico de un grupo.

Objetivos e hipótesis de trabajo que guiaron esta sección de la investigación

fueron:

1. Evaluar la composición, riqueza e importancia cultural (medida en términos de

consenso de uso) de especies vegetales utilizada en tres poblaciones rurales asentadas en

la meseta central del Chubut.

H1.1: Los pobladores valoran mayormente las plantas que pertenecen a su paisaje

natural, las plantas silvestres (que vienen siendo utilizadas ancestralmente) así como

también aquellas plantas incorporadas más recientemente a su historia pero que

presentan características que hacen que dicho recurso sea importante dentro del cuerpo

de saberes de la población.

H1.2: Las familias botánicas más importantes dentro del cuerpo de conocimientos de la

comunidad son a su vez, las principales familias que conforman la flora local pero

también están presentes las familias botánicas de las plantas de uso más común o

cosmopolitas y que se encuentran en la mayor parte de los asentamientos humanos.

2. Conocer las diferentes categorías de uso de las plantas en la meseta central del 48

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Chubut y evaluar comparativamente su importancia dentro de las comunidades.

H2.1: Dada la importancia que las plantas tienen dentro de la medicina doméstica de

las comunidades rurales y debido a la, aún hoy, escasa atención médica que reciben los

pobladores más aislados, proponemos que el uso medicinal de las plantas, es una de las

categorías de uso más importantes dentro de estas comunidades.

H2.2: Las especies utilizadas como medicina son también utilizadas como alimento.

H2.3: Las especies leñosas citadas como combustibles son, además, utilizadas para

fabricar estructuras.

3. Analizar la composición de especies utilizadas según sean nativas de la Patagonia o

introducidas y relacionar el origen de las especies con su modo de obtención.

H2.1: Las comunidades de la meseta chubutense utilizan un mayor número de especies

vegetales nativas de la Patagonia.

H2.2: Las plantas nativas son utilizadas principalmente como combustible (para generar

calor y cocinar los alimentos) y como medicina casera.

H2.3: Las plantas nativas son principalmente obtenidas por recolección mientras que las

introducidas pueden ser adquiridas de diversas formas, principalmente mediante el

cultivo.

4. Evaluar si existe una relación entre la versatilidad de las especies y la importancia de

las mismas dentro de las comunidades.

H4.1: Las especies más versátiles son las más consensuadas por brindar soluciones a

múltiples necesidades.

5. Identificar y analizar los microambientes distinguidos por los pobladores rurales

como fuentes de recursos vegetales.

H5.1 La mayor parte de las especies utilizadas por los pobladores de la meseta del

Chubut provienen de los terrenos con vegetación nativa que rodean los poblados.

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H5.2: Los pobladores utilizan los microambientes de forma diferencial según la

categoría de uso de las plantas buscadas. Particularmente, proponemos que las plantas

medicinales son obtenidas del monte nativo cercano a las aldeas y que las comestibles

se obtienen por cultivo en las quintas domésticas.

METODOLOGÍA

Recolección de datos

Este estudio lo llevamos a cabo luego de ocho campañas de campo realizadas entre el

año 2009 y 2014 en las cuales entrevistamos a 69 pobladores rurales residentes en las

aldeas de Lagunita Salada, Gastre y Gan Gan (Figura 3.1, del capítulo anterior).

Seleccionamos a los informantes mediante la técnica de referencias encadenadas o

“snow ball” (Albuquerque et al., 2010). Anteriormente a iniciar las entrevistas,

obtuvimos el consentimiento informado del entrevistado, de acuerdo a lo establecido en

el Código de Ética Etnobiológica (ISE, 2006). Recabamos la información mediante

distintas metodologías propias de la etnobotánica: recurrimos a entrevistas semi-

estructuradas, abiertas y libres, a observación participante en diversas actividades

comunitarias- familiares, y a talleres sobre el uso de las plantas de la región en escuelas

locales y comunas (Albuquerque et al. 2010).

Las entrevistas se desarrollaron casi en su totalidad en los hogares que participaron de

este estudio, a excepción de unos pocos casos donde nuestra visita se desarrolló en la

escuela. Si bien, en cada entrevista respondía una persona, ésta representaba al grupo

familiar en el sentido que nombraba las plantas utilizadas a nivel general por todo el

grupo. Durante las visitas en los hogares, indagamos sobre las principales plantas

utilizadas en la vida cotidiana de la familia, sus diferentes utilidades y modos de

obtención, y sobre los ambientes en los cuales es posible conseguir dichos recursos

vegetales. Es decir, que cada participante realizó un enlistado libre (Martín, 1995) de las

especies vegetales más utilizadas en la casa y luego profundizamos conjuntamente, en

su identificación taxonómica mediante el uso de herbarios o muestreo de campo que

permitiera atestiguar con el menor grado de error, la identidad de la planta en cuestión

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Page 51: crubweb.uncoma.edu.arcrubweb.uncoma.edu.ar/docbiologia/Descargas/TESIS... · Web viewSin embargo, el modelo ecológico imperante hasta hace unos años, suponía que un equilibrio

(Albuquerque et al., 2014). Además de las entrevistas, realizamos caminatas conjuntas y

encuentros participativos con la comunidad. En estos espacios comunitarios de

intercambio, los vecinos pudieron dialogar sobre las plantas entre ellos y con nosotros,

de forma tal que ocurrió un interesante intercambio de saberes y prácticas vinculados a

las plantas útiles que vienen utilizando en la familia (Albuquerque et al., 2010). La

aplicación de distintas estrategias para el reconocimiento mutuo (investigador-

participante) de las plantas utilizadas nos permitió triangular la información registrada y

tener un mayor rigor científico en la determinación de las especies y sus usos

(Albuquerque et al., 2010). Las especies identificadas por los entrevistados y las plantas

colectadas en caminatas y actividades comunitarias fueron determinadas, en parte, por

la MSc Ana María Beeskow (responsable hasta el 2013 del Jardín Botánico de la

Patagonia Extraandina CENPAT-CONICET).

Figura3.1. Entrevistas personales con herbarios de referencia (izq.) y caminatas de reconocimiento (der.)

Paralelamente, contamos con material fotográfico, ilustraciones botánicas (de Green y

Ferreyra, 2012) y material fresco y herborizado que nos permitió resolver algunas

dudas de identidad acerca de las plantas citadas durante las entrevistas. Por otra parte,

los ejemplares que pudimos recolectar y herborizar –conjuntamente con los

participantes- fueron incorporados como muestrario de referencia (herbario de campo)

durante las entrevistas personales (Figura 2.1). La nomenclatura científica fue

actualizada consultando la base de datos del Catálogo de Plantas Vasculares del

Conosur del Instituto de Botánica Darwinion

51

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(http://www.darwin.edu.ar/proyectos/floraargentina/fa.htm).

Todo el material vegetal recolectado y herborizado forma parte de la Colección del

Herbario del Jardín Botánico de la Patagonia Extraandina CENPAT-CONICET.

Tratamiento de los datos

La información obtenida a partir de la metodología etnobotánica (1777 registros o datos

crudos) se analizó de dos formas (Albuquerque et al., 2010), cualitativamente, mediante

del análisis discursivo de las entrevistas y los registros de la observación participante y

de los talleres comunitarios; y cuantitativamente, a través de la recategorización de los

datos, del cálculo de las frecuencias, de la estimación de consensos, y de la utilización

de índices. Posteriormente y según el caso, los datos se analizaron estadísticamente.

Principales variables y categorizaciones:

Riqueza de especies total: sumamos la totalidad de especies identificadas (por

lo menos a nivel de género) por los 69 entrevistados.

Representatividad de familias botánicas: la expresamos como el porcentaje de

especies pertenecientes a cada familia teniendo en cuenta el número total de

especies (N=117). La determinación de las familias correspondientes a cada

especie fue realizada mediante el uso de la nomenclatura científica actualizada y

publicada en la base de datos del Catálogo de Plantas Vasculares del Conosur.

Categorización de cada especie según su origen biogeográfico: tomamos

como “nativas” aquellas especies que están registradas como nativas o

endémicas y que habitan la región patagónica según Zuloaga et al. (2008), y al

resto las categorizamos como “introducidas”. Esta última categoría la

subclasificamos, teniendo en cuenta además, la forma de obtención de las

especies en: “Introducidas asilvestradas” (crecen espontáneamente y se

recolectan), “Introducidas cultivadas” (manipuladas voluntariamente mediante la

siembra o transplante en macetas, huertas, jardines o invernáculos) y finalmente,

“Introducidas comercializadas” (cosmopolitas, plantas que se consiguen

fácilmente en los comercios regionales y almacenes, se presentan como hierbas 52

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disecadas a granel o bien en forma de saquitos individuales para té).

Recategorización a posteriori de los microambientes: Como explicamos en la

introducción, denominamos microambientes a aquellos sitios donde los

pobladores recolectan el recurso vegetal que utilizan. Del análisis de las

descripciones que los pobladores realizaron durante las entrevistas (categorías

émicas), le agregamos información de índole ecológica que complementa con

los criterios de identificación de los pobladores como los rasgos del terreno, el

tipo de suelo, tipos de vegetación, gradiente altitudinal y relación con la

actividad humana (Martin 1995; Martínez y Pochettino, 2004).

Consenso de uso (CU): Como una de las estimaciones de la importancia

cultural de las especies calculamos este índice considerando el número de

informantes que citó cada especie respecto al total de informantes (N = 69)

x 100 (Estomba et al. 2006; Ladio y Lozada, 2008; Molares y Ladio, 2009).

Índice de Significancia Cultural (ISC): este índice fue propuesto Silva et al.

(2006) y consta de los siguientes términos: ISC = Σ (i x e x c) x CF, donde i

representa el grado de manejo de la especie (2 = especie cultivada y 1 = especie

recolectada); e indica la preferencia de uso (2 = uso preferencial; 1 = uso

alternativo; c refleja la frecuencia de uso (2 = plantas efectivamente conocidas y

usadas; 1 = plantas raramente citadas) y finalmente, CF es el factor de

corrección asociado al consenso de uso de la planta (CU). Una especie con

mayor ISC que otra sugiere una mayor relevancia de dicha especie dentro de la

comunidad en cuestión.

Similitud de especies (ISE): Para evaluar la similitud de las especies entre pares

de categoría de uso, utilizamos el índice de similitud de Jaccard (Albuquerque

et al., 2010). Este índice tiene en cuenta la presencia / ausencia de determinada

especie en un conjunto de datos y expresa el número de especies en común entre

dos conjuntos con respecto al número total de especies. La fórmula es la

siguiente: ISE = (c / a + b + c) x 100, donde c es el número de especies

communes a ambas categorías, a es el número de especies únicas presentes en

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una categoría dada y b es el número de especies únicas presentes en la otra

categoría. El valor del IS, calculado con el programa SPSS versión 17, varía de 0

a 1 a medida que aumenta la similitud entre los grupos.

Versatilidad: La versatilidad de cada especie se calculó a partir de la suma total

de los diferentes usos reputados para cada especie citada durante las entrevistas

(tomado de Ladio y Lozada, 2008). La versatilidad puede tomar valores mayores

a 1 en correspondencia al número de usos diferenciales citados por los

entrevistados. A modo de ejemplo: si una especie se usa exclusivamente como

leña, tendrá valor 1 pero si además es medicinal, tomará el valor 2.

Análisis estadísticos

Utilizamos pruebas no paramétricas para analizar los datos ya que no presentan una

distribución normal (Höft et al., 1999).

En este sentido, recurrimos a la prueba de Kruskal-Wallis (p<0.05) para evaluar las

diferencias significativas entre los CU (%) promedio correspondientes a cada origen

biogeográfico y forma de obtención de las plantas.

Utilizamos la prueba binomial para detectar diferencias entre la riqueza de especies

citada para los diferentes usos. También evaluamos el CU (%) referido a cada categoría

mediante la prueba U – Mann-Whitney.

Por otra parte, recurrimos a la prueba Chi – cuadrado con el objetivo de evaluar

diferencias entre la proporción de especies según su origen biogeográfico /modo de

obtención, según las diferentes categorías de uso y los micro-sitios de obtención de las

mismas.

Finalmente, utilizamos la correlación de Spearman (p < 0,05) para analizar la

asociación entre la versatilidad de las especies y su consenso de uso (CU %).

Todos los análisis estadísticos fueron realizados con el programa SPSS versión 17.

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RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Riqueza de especies e importancia cultural de las plantas en las comunidades

rurales de la meseta

La población participante estuvo conformada por 69 participantes – 60% mujeres y

40% hombres de edad promedio de 50 años y con un rango que oscila entre los 20 a los

91 años - quienes mencionaron una riqueza de 117 etnoespecies útiles (nombres

populares o tradicionales) correspondientes a 101 especies y 16 géneros agrupados en

45 familias botánicas (Tabla 3.2 en el anexo de este cap. y Figura 3.1).

El análisis de la importancia cultural (mediante la valoración por consenso de uso) de la

totalidad de las especies citadas durante las entrevistas (N=117) nos reveló que la

especie con mayor CU es Acantholippia seriphioides (tomillo patagónico, 58%)

seguida por Berberis microphylla (michay o calafate, 48%), Ephedra ochreata (sulupe,

44%), Allium cepa (cebolla, 44%) y Larrea divarcata (jarilla, 41%). Como podemos

observar, estas especies muy valoradas por las personas de la comunidad son tanto

nativas como introducidas (Tabla 3.2, Anexo).

En cambio, si observamos el índice de significancia cultural (ISC) vemos que el orden

es diferente, en primer lugar está Allium cepa (cebolla común) con un alto valor de

importancia dentro de la comunidad, seguido por Lactuca sativa (lechuga), Berberis

microphylla (michay), Allium sativum (ajo) y Ephedra ochreata (sulupe). Recordamos

que el ISC no solamente pone el peso en el CU sino que toma en cuenta la versatilidad

de la especie, su frecuencia real de uso, posibilidad de manipulación o cultivo, y

preferencia de uso (Tabla 3.2).

Mientras que el CU (%) nos indica que las nativas como el tomillo silvestre y el michay

son las especies cuyo uso se comparte más entre los entrevistados de la meseta, el ISC

nos indica, desde otro punto de vista, que las especies exóticas como la cebolla, la

lechuga y el ajo ocupan un lugar destacado en la vida de la gente si se consideran otros

atributos en complementación.

Para tener una visión más integradora de la importancia cultural de las especies valorada

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con ambos índices (ISC y CU), mostramos, en la tabla 3.3, las 15 especies más citadas.

Podemos ver (en la columna de la izquierda, ISC) que la importancia de muchas

especies podría residir no exclusivamente por ser las más utilizadas dentro de la

comunidad, sino por tener utilidad para varios fines, por ser especies con facilidad para

su cultivo, por ser abundantes, y todo esto se ve reflejado en la preferencia de uso frente

a otras plantas, ya que eso mide el ISC.

En resumen, y como propusimos en la hipótesis 1.1, entre las especies más valoradas

por las comunidades encontramos algunas que forman parte de la flora local nativa y

otras, que ya cuentan con amplio registro de uso en la mayoría de los asentamientos

humanos, coincidiendo además, con lo observado en otros sitios de la Patagonia.

Algunos ejemplos son la “cebolla” y el “tomillo silvestre” muy utilizados para preparar

comidas, remedios y tintes; el “michay” ampliamente conocido por sus ricos frutos y

por la propiedad febrífuga y tintórea de la decocción de su corteza, y el “sulupe”

recolectado muy frecuentemente por sus frutos ricos en agua y azúcares, por ser un

efectivo analgésico y diurético natural, y por poseer tintura en su raíz. Estas plantas

aparecen frecuentemente en los estudios etnobotánicos pertenecientes a la zona

patagónica ecotonal (Molares y Ladio, 2008; Eyssartier et al., 2009; Ochoa et al., 2010)

o extraandina propiamente dicha (Casamiquela, 1999; Jardín Botánico de la Patagonia

Extraandina, 2003).

Tabla 3.3. Las 15 especies más citadas y ordenadas según el valor decreciente de su Índice de Significancia Cultural (1° columna) y Consenso de Uso (2° columna)

Especie y nombre popular ISC Especie y nombre popular CU (%)

Allium cepa L. “cebolla” 21,30Acantholippia seriphioides A.Gray (Moldenke) “tomillo silvestre”

58,47

Lactuca sativa L. “lechugas” 15,55Berberis microphylla G. Forst. “michay o calafate”

48,31

Berberis microphylla G. Forst. “michay o calafate”

13,33 Ephedra ochreata Miers “sulupe” 44,9

Allium sativum L. “ajo” 13,09 Allium cepa L. “cebolla” 44,07

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Ephedra ochreata Miers “sulupe” 12,39 Larrea divaricata Cav.”jarilla” 41,53

Condalia microphylla Cav. “piquillín” 10,76 Condalia microphylla Cav. “piquillín” 38,98

Populus spp. “álamos” 10,24 Fabiana imbricata Ruiz et Pav. “palopiche” 38,14

Acantholippia seriphioides A.Gray (Moldenke) “tomillo silvestre”

10,07Chuquiraga avellanedae Lorentz “trayao o quilimbay”

36,44

Larrea divaricata Cav. “jarilla” 10,02Erodium cicutarium L'Hér. ex Aiton “alfilerillo”

35,59

Tanacetum vulgare L. “palma” 7,95 Adesmia boronioides Hook.”paramela” 33,9

Schinus johnstonii F. A. Barkley “molle” 6,98Clinopodium darwinii (Benth.) Kuntze”té pampa”

32,2

Chuquiraga avellanedae Lorentz “trayao o quilimbay”

6,30 Prosopis alpataco Phil.”alpataco” 30,51

Matricaria recutita L. “manzanilla” 6,07Mentha spicata x piperita L.”menta pastilla”

30,51

Beta vulgaris L. “acelga” 5,87Nardophyllum bryoides (Lam.) Cabrera “sietecamisas”

30,51

Prosopis alpataco Phil. “alpataco” 5,26 Tanacetum vulgare L.”palma” 28,81

En líneas generales, el resultado integral de la aplicación de ambos índices nos permite

obtener del conjunto de plantas más utilizado y valorado por las comunidades

estudiadas. Sin embargo, si tenemos en cuenta el análisis del ISC y CU por separado,

podemos afirmar que la interpretación de sus resultados depende del índice que se está

analizando. En este sentido, en la tabla 3.3 podemos observar que dentro las 15 especies

con los mayores valores, la mitad son especies comunes (cuya importancia es captada

por ambas estimaciones) aunque difieren en el orden de importancia. De este grupo

Berberis microphylla, Ephedra ochreata, Allium cepa y Condalia microphylla son las

plantas más utilizadas y valoradas por los entrevistados, es decir que son altamente

utilizadas pero además muy valoradas. La otra mitad de las especies no es coincidente,

por ejemplo, el ISC otorga mayor valor a las especies cultivadas que el CU (como por

ej. Allium sativum, Lactuca sativa y Populus spp.) ya que estas plantas de huerta y

jardines son muy requeridas tanto por ser alimento, remedio, tintura o brindar sombra; y

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además, representan el resultado del esfuerzo de su cultivo o de la compra.

Finalmente, en la figura 3.2 mostramos imágenes de algunas de las especies con mayor

consenso en las comunidades. Muchas de estas plantas son cuidadosamente buscadas,

recolectadas y en algunos casos, almacenadas en los hogares. Este cuidado que se

observa en las prácticas, nos habla de la importancia de las especies en la vida de la

gente y para ello se articulan distintas tareas para conservarlas. En otros casos, según

explican algunos pobladores, la alta valoración viene de la mano con la facilidad de

adquisición (proveniente de huertas o comercio), el poco esfuerzo que conlleva su

preparación (en caso de medicinales o tintóreas algunos casos, la efectividad o

rendimiento que poseen (en el caso de medicinales y combustibles, por ejemplo).

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Figura 3.2. Mostramos algunas de las especies con mayor consenso dentro de las comunidades de la meseta. Arriba izq.: Invernáculo con cebollas, lechugas y acelgas, entre otras. Arriba der.: Una abuela y su nieto nos muestran las plantas secas de jarilla y palopiche que atesoran en su casa. Centro izq.: Cantero con variedad de mentas. Centro der.: Matas de quilimbai y alpataco en el campo de Gastre. Abajo izq.: Dos chicos de Lagunita Salada abonando la tierra de las palmas, en su jardín. Abajo der.: Las calles de Gastre forestadas con variedades de álamos.

Familias botánicas

La riqueza de familias botánicas citada: Asteraceae (17%), Rosaceae (9%) y Fabaceae 59

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(7%) son las familias mayormente representadas por las especies citadas por los

participantes de esta investigación, lo cual nos permite aceptar la hipótesis 1.2 (Figura

3.3).

17%

7%

5%

5%

5%4%3%

45% 9%

Asteraceae

Rosaceae

Fabaceae

Apiaceae

Poaceae

Solanaceae

Lamiaceae

Chenopodiaceae

Otras

Figura 3.3. Representatividad (% de especies) de las familias botánicas utilizadas en las comunidades de la Comarca de la Meseta Central del Chubut. Dentro de la categoría “Otras” agrupamos aquellas familias con menos de 4 especies citadas (N=117).

Observamos que dentro de la familia Asteraceae se encuentran especies nativas muy

frecuentes en el paisaje natural de la Patagonia extraandina como Chuquiraga

avellanedae, Ch. hystrix, Mulinum spinosum y Nassauvia glomerulosa, todas plantas

muy conocidas por los pobladores y utilizadas para diversos fines que trataremos más

adelante. Sin embargo, también encontramos especies que son cultivadas en todo el

mundo, por ejemplo con fines medicinales y comestibles, como Matricaria recutita,

Artemisia absinthium, Lactuca sativa y Tanacetum vulgare y coincide con lo registrado

en otros trabajos etnobotánicos de la Patagonia (Molares y Ladio, 2015; Eyssartier et al.,

2010; 2011). Dentro de la familia Rosaceae encontramos la mayor parte de las especies

cultivadas globalmente para aprovechar sus frutos como Prunus avium, P. cerasus,

Prunus persica, Rosa sp. y Rubus sp., observadas también en huertas y jardines de

zonas más cordilleranas (Eyssartier et al., 2011). Por otra parte, es interesante remarcar

que las especies que conforman la familia Fabaceae son todas nativas de la región,

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siendo algunas de ellas, además, elementos florísticos muy frecuentes como

Prosopidastrum globosum, Prosopis denudans y otras más escasas como Adesmia

boronioides, A. volckmanii y Anarthrophyllum desideratum.

El resto de las familias están poco representadas pero algunas de ellas tienen un alto

consenso de uso como por ejemplo, Verbenaceae (involucra a Acantholippia

seriphioides, una de las especies más citadas) y Lamiaceae (contiene a Clinopodium

darwinii, Mentha sp., Rosmarinus sp., Marrubium vulgare etc.), plantas aromáticas

ampliamente utilizadas en las comunidades patagónicas como han registrado Eyssartier

et al. (2009), Ochoa et al. (2010); Molares y Ladio (2015).

Principales usos de las plantas: comestible, medicinal, combustible y estructural

Los diferentes usos nombrados por los entrevistados (categorías de tipo émico) fueron

recategorizados éticamente (agrupando las categorías émicas en otras nuevas categorías

creadas por nosotros a posteriori a fin de reunir usos similares y simplificar la

información. El siguiente cuadro (Tabla 3.1) resume dicho proceso:

Tabla 3. 1. La recategorización de los usos citados por los entrevistados se muestra en la columna de la izquierda mientras que en la columna de la derecha mostramos algunos ejemplos de las citas de uso correspondientes.

Categoría de uso (ética)Algunos ejemplos de citas de uso agrupadas (categorías émicas)

Medicinal

“bueno para la salud”, “remedio casero”, “para la mala suerte”, “compone”, “arregla el cuerpo”, “se toma como tecito”, “se usa como yuyo”, “se toma y hace bien para… (alguna parte del cuerpo o dolencia)”. En el capítulo siguiente ampliaremos este tema.

Comestible“para preparar comidas”, “se come”, “es rico en ensaladas”, “con el fruto se prepara dulce”, “se usa para licor”

Combustible“es leña”, “sirve para calentar”, “sirve para cocinar”

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Estructural“se hacen cercos”, “para la mezcla de adobes”, “es buena madera “,”para techar”

Otras (incluye usos tintóreos, ornamental y forrajero entre los principales)

“queda linda en la casa”, “le da color a la lana”, “sirve para lavar y aclarar lana” “da alegría a la casa”, “sirve para engordar los animales”, “para ahuyenta los mosquitos”

La riqueza de especies difiere significativamente entre todas las categorías de uso. La

categoría de uso medicinal tiene la mayor riqueza (77 spp.), seguida por los usos

comestible (44 spp.), combustible (28 spp.) y estructural (16 spp.). Si analizamos las

diferencias entre las mismas categorías pero teniendo en cuenta, ahora, el consenso de

uso (CU %) en lugar de la riqueza de especies, encontramos el mismo patrón (Figura

3.4). Este resultado nos permite ir vislumbrando una relación entre la importancia

cultural de las plantas (representada por el promedio del CU) y la versatilidad de uso

(medida a través de la riqueza de especies para cada categoría), que será luego

profundizada en la última sección de este capítulo. Dicho de otro modo a fin de aclarar

el concepto, la importancia que recae en las plantas utilizadas como medicina puede

verse reflejada en el gran repertorio de especies que conforma el cuerpo de saberes

sobre plantas medicinales. A su vez ha sido demostrado que la redundancia de especies

sugiere mayor flexibilidad y por ende, mayor resiliencia del CBL (Albuquerque y

Oliveira 2007; Ladio 2011; Soares Ferreira y col. 2011).

.

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Figura 3.4. Los usos principales de las plantas en la meseta central del Chubut. Mostramos el CU (%) promedio para cada categoría de uso (N= 117). La prueba U de Mann –Whitney (p<0.05) detectó diferencias significativas entre los CU promedios de todas las categorías de uso.

Estos resultados muestran, en concordancia con la hipótesis 2.1, que los problemas

vinculados a la salud son el principal foco de utilidad de las plantas en los parajes

estudiados. En los talleres pudimos registrar que la mayoría de los participantes

consideraban que las plantas poseen mayor eficacia que los medicamentos recetados por

los médicos o comprados sin receta, en las farmacias de la ciudad o en el negocio del

pueblo. Además de la alta efectividad, el bajo o nulo costo de las plantas medicinales

fue uno de los argumentos más frecuentes para explicar la preferencia de “curarse con

yuyos” en estas comunidades. Como veremos en el próximo capítulo, las plantas

medicinales son tan valoradas que los pobladores se aseguran su provisión por medio de

una gran variedad de prácticas y/o formas de obtención.

Por otra parte debemos contemplar que si bien el consenso de uso de las plantas

combustibles no resultó tan importante como el de las medicinales, tenemos

información acerca de la significancia de la leña y de todos los conocimientos y

prácticas asociados a su uso en comunidades similares de la Línea Sur rionegrina, de

bajos recursos, sin servicios regulares de electricidad, gas y agua en las viviendas, y

asentadas en ambientes con un clima extremadamente frío gran parte del año (Cardoso

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et al., 2013). Esta observación coincide con resultados hallados para especies leñateras

de otras regiones áridas de la Patagonia. Esto nos refleja la importancia que presentan,

en general, las plantas de la flora nativa en el cuerpo de saberes de una población rural.

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Similitud entre categorías de uso

En contraste con lo esperado en la hipótesis 2.2, encontramos que las especies

medicinales y comestibles son coincidentes solamente en un 21%. Sin embargo, las

categorías referidas al uso combustible y estructural comparten casi la mitad de las

especies citadas (46%), lo que nos permite comprobar la hipótesis 2.3.

Los pobladores de las comunidades estudiadas no utilizan, en general, remedio caseros

preparados con plantas que sirven como alimento. Los pocos casos que plantean una

excepción están relacionados al uso de la cebolla, el ajo, la papa, el orégano, el tomillo,

el romero y el hinojo, entre otros. Este resultado no coincide con la teoría de

complementariedad de usos propuesta por Etkin (1994) en donde se postula que las

comunidades tradicionales poseen conceptualizaciones ligadas a alimentos que también

actúan como remedios, referidos en la etnofarmacología actual como alimentos

funcionales. Es probable que mayores indagaciones agreguen más luz a estos

resultados, dado que otras regiónes patagónicas se ha encontrado un solapamiento del

60% de las plantas alimenticias con función medicinal (Ladio, 2006).

En relación a esto, pudemos observar que la dieta tradicional de los pobladores

patagónicos está basada en la ingesta de carne y panificados, y en menor medida, en el

consumo de vegetales. En los talleres y en las observaciones de campo pudimos

registrar que, en la meseta, la comida está asociada a la carne ovina, caprina e incluso

equina pero nunca a los vegetales. En cambio, las plantas suelen ser percibidas como

entidades que acompañan la vida de los pobladores, curan sus malestares y les permiten

luchar contra las bajas temperaturas al proporcionarles calor y refugio.

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En este sentido, la redundancia de especies leñateras y estructurales, que compone el

reservorio botánico de estas comunidades rurales, sugiere que la necesidad de calor, de

cocinar las carnes, y el aprovisionamiento de madera para fabricar techos y de fibras

vegetales para endurecer el adobe, resultó en estrategias que aseguraran su provisión

material. La flexibilidad reflejada en esta redundancia de los recursos podría disminuir

la vulnerabilidad de la comunidad, en relación a la solución que dichos recursos brindan

(Santoro et al., 2015) y por lo tanto, estas prácticas ajustadas, contextualizadas a esta

región particular, construirían procesos mayores de resiliencia.

Repertorio de especies en cada categoría de uso

En las comunidades rurales de la Comarca de la Meseta Central encontramos un

repertorio de usos y prácticas vinculadas a las plantas que cubren fundamentalmente las

necesidades sanitarias, alimenticias, combustibles y de armado de estructuras como

ejemplificamos en los siguientes párrafos:

* Plantas medicinales (77 spp., 66%): Son utilizadas para el tratamiento de numerosas

dolencias (detallaremos este tópico en el cuarto capítulo). Las plantas citadas como

“digestivas” y “para el hígado” son las más frecuentes, como por ejemplo,

Acantholippia serphioides, Buddleja globosa (pañil), Mentha spp. (mentas) y

Baccharis crispa (carqueja), mientras que Fabiana imbricata (palopiche), Valeriana

carnosa (ñanculawen) y Matricaria recutita (manzanilla) tienen un amplio consenso de

uso para problemas del riñón, infecciones urinarias y mala sangre. También cabe

destacar el importante papel que juegan dentro de la salud familiar, las especies

utilizadas para “calmar la tos”, “tratar el asma” y “paliar gripes y resfríos” como

Chuquiraga avellanedae (trayao), Adesmia boronioides (paramela) y Clinopodium

darwinii (té pampa o andino) respectivamente

*Plantas comestibles (44 spp., 38% ): Luego del uso medicinal, la categoría de uso

comestible es la más importante (Figura 3.4). Las plantas cultivadas en las huertas,

macetas, viveros y jardines son las de uso más consensuado como Allium cepa

(cebolla), A. sativum (ajo), Beta vulgaris (acelga) y Solanum tuberosum (papas),

Lactuca sativa (lechugas) y Raphanus sativum (rabanitos) entre los más frecuentes. Por

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otra parte, resultan frecuentes también, las citas referidas a la recolección de frutos

silvestres como los de Berberis microphylla (calafate), Condalia microphylla

(piquillín), Ephedra ochreata (sulupe) y en menor medida los pobladores citan al

tubérculo de Arjona tuberosa (bulbito dulce del macachín o trawil), a Magallana

poriflora (papita lulú) y a Azorella monantha (leña de piedra). La mayor parte de las

especies citadas como comestibles cultivadas en este trabajo también están registradas

en relevamientos de huertas de todo el mundo y particularmente de otros poblados

rurales cordilleranos (Eyssartier et al., 2015), lo cual demuestra que estas comunidades,

a pesar de estar aisladas geográficamente de otras, recibieron la influencia cultural

producto de los movimientos migratorios y de las políticas regionales de agricultura

familiar. Sin embargo, en dichas comunidades, las autoras registraron 60 especies

totales comestibles cultivadas, unas 16 especies más que lo que registramos en la meseta

central. La falta de lluvias y de agua para riego y la imposibilidad de conseguir semillas

para iniciar los cultivos son los motivos más habituales que limitan la horticultura en

esta parte más árida de la Patagonia.

Las plantas comestibles - como Solanum tuberusum (papa), Lactuca sativa (lechuga),

Beta vulgaris (acelga), Daucus carota (zanahoria), Prunus ceraseus (guindo), P.

persica (duraznero)- cultivadas en las quintas son incorporadas a la dieta familiar ya

sea para la elaboración de comidas cocidas (ej. guisos, sopas, pucheros, hortalizas al

horno, dulces) o crudas (ej. fruta fresca, ensaladas, jugos). Las frutos comestibles

silvestres que se recolectan – como Condalia microphylla, Ephedra ochreata, Berberis

microphylla- en general, son consumidos en el momento o bien destinados a la

elaboración de dulces y “guindados” (bebida a base de fruta fermentada con azúcar).

Las plantas silvestres con órganos subterráneos comestibles –como Arjona tuberosa y

Magallana poriflora suelen ser buscados y comidos por los integrantes más pequeños

de la comunidad. Ochoa y Ladio (2011) realizaron un relevamiento de conocimientos y

prácticas asociados a plantas con órganos subterráneos comestibles y registraron más de

50 especies de plantas de este tipo y observaron que actualmente la riqueza conocida es

muy pobre, lo cual sugiere la pérdida colectiva de esa costumbre de uso patagónica.

* Plantas combustibles: (28 spp., 24%): La categoría combustible está representada

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mayormente por las especies nativas leñosas que son utilizadas para calefaccionar y/o

cocción de los alimentos como Condalia microphylla (piquillín), Berberis microphylla

(michay), Prosopis alpataco (alpataco), P. denudans (algarrobillo), Schinus johnstonii

(molle) y Chuquiraga hystrix (uña de gato) entre otros (Figura 3.5). En los resultados

encontramos que existen algunas pocas especies de árboles cultivados que son

utilizados por el valor calorífico de su leña como Salix spp. (sauces), Tamarix sp.

(tamarisco) y Populus spp. (álamos). Cabe destacar que el cultivo de árboles representa

una gran demanda de agua de riego y son pocas las familias de la comunidad que

cuentan con una adecuada disponibilidad de agua para sostener estas especies. En

general, además de contar con la leña recolectada del campo y de la poca oferta de

árboles cultivados, algunos pobladores obtienen leña a partir del “Plan Provincial Calor”

que tiene como fin proveer combustible a los hogares más desamparados de la

provincia, y también mediante la compra de leña y carbón en los negocios locales. En

este sentido, existen varios estudios sobre plantas combustibles realizados con

comunidades asentadas en regiones semiáridas de la Patagonia, por ej. Cardoso (2013),

Cardoso et al. (2015), quienes detectaron que los patrones de recolección están

asociados a factores ecológico-ambientales y culturales y que difieren en relación con la

distancia y los medios de búsqueda de cada familia, al grado de dispersión del poblado,

a su acceso a una economía de mercado, y a su vinculación con la cría de ganado, entre

otros.

En general, los pobladores perciben una disminución en la disponibilidad actual de

leña, lo cual los impulsa a complementar el uso de plantas con otros medios como el uso

de gas envasado (inaccesible para la mayoría por los altos costos), la quema de material

de descarte (maderas de construcción, ropa, basura, etc.) y el uso de estiércol o bosta de

caballo o vacas.

* Plantas estructurales (16 spp., 14%): Las especies más utilizadas para fabricar techos,

en las viviendas tradicionales de adobe, son Larrea divaricata, L. nitida y Colliguaja

integerrima (duraznillo). En general, los pobladores recolectan las ramas de estas

plantas cuando no están muy leñosas, es decir, que presentan cierta flexibilidad. Las

ramas verdes y flexibles son dispuestas en forma entrelazada o tejidas sobre vigas -que

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pueden ser de de madera ( proveniente, en general, del reciclado de estructuras de obra,

pallets, etc.), de caña vegetal (que algunas personas consiguen en comercios urbanos)

o de caño- y luego son cubiertas por una “colada” de barro o adobe. El adobe es una

mezcla realizada con tierra bien arcillosa (de color claro), algo de arena, agua y fibra

proveniente de especies gramíneas, llamadas pastos o coirones, como Pappostipa

humilis, S. speciosa, Poa lanuginosa y P. ligularis, entre otras.

Por otra parte, las especies leñosas nativas (Figura 3.5) son utilizadas para construir

cercos para ganado y para los jardines y quintas. Las ramas limpias, sin ramificaciones

secundarias ni espinas son preparadas con mucho cuidado para luego ser utilizadas en la

fabricación de los cercos. Se utilizan ramas del molle, del michay, del piquillín,

algarrobillo y alpataco. Las varas verticales de los cercos pueden ser tejidas

horizontalmente con alambres o bien con otras especies vegetales como ramas de sauce,

jarilla o duraznillo. El uso estructural de las plantas patagónicas no fue documentado en

detalle anteriormente, por lo cual esta información resulta muy valiosa. Existen registros

anteriores del uso de especies nativas como el piquillín y el molle para la fabricación de

herramientas y cercos, así como también existen datos del uso de las jarillas en la

fabricación de los toldos y ranchos patagónicos (Casamiquela, 1999; Caruso Fermé,

2016).

Figura 3.5. Cercos o “enramadas” de jarilla (izq.) y acopio casero de leña nativa, piquillín y uña de gato

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* Otros usos (56 spp., 47%): Esta categoría está representada por especies que, si bien

fueron citadas en baja frecuencia o esporádicamente, tienen un uso relevante para la

vida de la gente. Además presentanun gran abanico de aplicaciones), por lo cual estos

datos no fueron incorporados a los análisis cuantitativos ni se detallaron en profundidad

en esta tesis. Aprovecharemos esta sección para comentar algunos ejemplos de plantas

utilizadas como tintura de lana, como forraje, que ofrecen protección frente al viento

(“cortinas”), brindan sombra, que adornan el interior y exterior de las casas, y también

aquellas plantas con función o valor simbólico ya sea por su sola presencia en la casa o

mediante algún preparado especial que se realice con ellas. Las especies tintóreas (12

spp.) más utilizadas son Berberis microphylla (calafate) que tiñe de color violáceo,

Larrea nitida (jarilla), tintura de color amarillo-dorada, y Allium cepa (cebolla) que

colorea la lana de un fuerte color pardo. Las especies forrajeras utilizadas como

alimento del ganado ovino, caprino y equino (10 spp.) las constituyen algunas plantas

anuales como Erodium cicutarium (alfilerillo), Calceolaria sp. (zapatito o bolsa de

pastor) y Plantago lanceolata (sietevenas). Destacamos que aquí presentamos algunos

datos que surgieron espontáneamente en las entrevistas pero esta categoría no fue

indagada en profundidad en esta tesis.

Los árboles (5 spp.) utilizados preferentemente en forestaciones son valorados por los

pobladores por su sombra y capacidad de generar refugios del viento ocortinas, como

por ejemplo Populus spp. (álamos), Tamarix ramosissima (tamarisco), Salix spp.

(sauces y mimbres) y Eucalyptus spp. (eucaliptos) . Existen también algunas especies

ornamentales que adornan los hogares y jardines de la meseta y que suelen

intercambiarse entre los vecinos y familiares como Rosa spp. (rosas arbustivas),

Tanacetum vulgare (palma), Crysanthemum sp. (crisantemo común) y también

registramos especies ornamentales muy valoradas por ser “protectoras de la casa” como

Ruta spp. (rudas) y Artemisia absinthium (ajenco). La presencia de ramitos colgados de

los dinteles de las casas, o el sahumado del hogar con Atriplex lampa (zampa) también

ha sido registrado en varias casas.

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Reyes García et al. (2007) concluyeron que el conocimiento botánico local es clave en

el manejo de los recursos naturales y que también podría contribuir al bienestar humano

y al desarrollo económico rural. Además, la vigencia de las prácticas tradicionales

repercuten directamente en el estado nutricional y en la salud humana, sobre todo en

zonas rurales con bajos recursos económicos como las que trata la presente

investigación. Si bien, estos primeros datos recabados dan cuenta de la importante

riqueza de especies vegetales que los pobladores utilizan e incorporan en sus tareas

cotidianas, no contamos con información sobre el número de especies utilizadas

históricamente en la zona. Entonces solamente podemos cotejar nuestros resultados con

datos registrados en comunidades rurales de zonas –semiáridas y boscosas –

correspondientes a regiones más occidentales de la Patagonia, lindantes con la

Cordillera de los Andes. Es así que Molares y Ladio (2008) estudiaron los usos

medicinales de las plantas, en una comunidad del NO patagónico y registraron 131

especies utilizadas como remedio para diversas dolencias contando plantas nativas y

exóticas. Por otra parte, Cardoso et al., (2012) analizaron exclusivamente las especies

utilizadas como combustibles en dos pueblos de la estepa occidental rionegrina y

encontraron una riqueza de 26 especies leñateras. Con respecto a las especies

comestibles cultivadas y recolectadas en otro pueblo de la Patagonia andina, Eyssartier

et al. (2015) encontraron un total de 166 especies.

La riqueza de especies y familias botánicas relevadas mediante la presente investigación

resulta mucho menor que las registradas para otras regiones vecinas. Los factores que

explican estas diferencias son varios, por un lado está la mayor rigurosidad climática

que determina una riqueza y abundancia limitada del recurso útil nativo y también

afecta negativamente todas las actividades vinculadas al manejo de cultivos domésticos

y la recolección de plantas. Sumado a esto encontramos evidencias, a través del análisis

de las entrevistas, de que las aldeas presentan serios problemas en el suministro

continuo de agua, cuestión esencial a la hora de mantener cultivos domésticos. La falta

de terrenos disponibles para el cultivo de plantas comestibles es otro problema que

afrontan estas comunidades y en muchos casos, solamente cuentan con pequeños

canteros, veredas o macetas para obtener algún cultivo alimenticio o medicinal.

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Finalmente, los entrevistados revelaron que existe una gran dificultad para

conseguir,dentro del pueblo, buenas semillas o gajos de plantas ya que los programas

nacionales que fomentan la agricultura familiar y orgánica (por ej. PRO-HUERTA-

INTA) no están funcionando localmente – a diferencia de lo que ocurre en parajes

coordilleranos. Entonces, las personas que quieren cultivar alimentos dependen que

haber guardado semillas de años anteriores, de haber intercambiado con algún vecino o

de comprarlas en los comercios de ciudades como Esquel o Trelew.

Especies nativas e introducidas

Del total de las especies registradas, el 52 % lo constituyen especies con origen

biogeográfico fuera de la meseta chubutense llamadas, por nosotros, “introducidas” (los

pobladores no tienen una denominación particular para este grupo) mientras que el 48 %

lo constituyen especies nativas que se recolectan en su totalidad y son nombradas

localmente como “plantas del campo”, “las que crecen solas”, “plantas silvestres”.

La categoría “introducidas” comprende en su mayoría, plantas que se cultivan en las

quintas domésticas (42 %) y en menor medida, son recolectadas de terrenos removidos

como los alrededores de las casas y banquinas (7%), y finalmente las especies

introducidas que son obtenidas mediante el comercio en los escasos y pequeños locales

(3%) de las aldeas. Los resultados indican que no hay diferencias significativas (Chi-

cuadrado=0.054, p= 0.85) en la riqueza de especies nativas e introducidas, con lo cual

rechazamos la hipótesis 3.1 que propusimos en relación a una mayor representatividad

de elementos nativos. Sin embargo y a pesar de no ser la mayoría, las nativas fueron

citadas en una alta proporción.

Dentro de este grupo de plantas, encontramos que los pobladores incorporaron muchas

especies utilizadas actualmente en todo el mundo y que pueden ser recolectadas,

cultivadas o comercializadas, como por ejemplo Mentha spicata x piperita, Erodium

cicutarium y Tanacetum vulgare. En este sentido, existen estudios en Patagonia que

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documentaron la influencia de las inmigraciones humanas en la incorporación de

especies exóticas al paisaje nativo (Rapoport et al., 1998; Ezcurra y Brion, 2005). En

algunos casos, ha transcurrido un tiempo suficiente para que sean incorporadass en las

costumbres de las comunidades rurales de la meseta, por lo que son consideradas por los

pobladores como elementos de gran importancia. Por otro lado, la fuerte influencia de

agentes de promoción más recientes ha contribuido a la incorporación de elementos

foráneos en sus espacios de cultivo, incluyendo las medicinales, comestibles y forestales

mediante el aporte de semillas de hortalizas o estacas de árboles (Eyssartier et al., 2015;

Cardoso et al., 2016). Asimismo, en otras investigaciones, al igual que en la nuestra, se

ha encontrado que el uso de las exóticas podría estar relacionado con el

aprovechamiento de espacios ligados a los ambientes antrópicos, como lo son las

huertas, invernaderos, jardines y terrenos baldíos, lo que refleja una continua interacción

entre los seres humanos y los ambientes que ellos mismos generan (Bennett y Prance,

2000; Ladio y Lozada, 2000; 2001; Stepp, 2004; Albuquerque et al., 2005). Sin

embargo, a pesar del importante porcentaje de especies exóticas, en las comunidades

rurales de la meseta, aún se conserva el uso de plantas nativas.

Las plantas nativas son recolectadas en su totalidad y este dato coincide con lo

registrado en diversos estudios que dan cuenta de que las especies locales son obtenidas

principalmente en ambientes naturales y que las personas recorren grandes distancias

para acceder a estos valiosos recursos (Ladio, 2001, 2002, 2007; Estomba et al., 2006;

Ladio et al., 2007). Los participantes de los talleres realizados en las comunidades (tema

desarrollado en el capítulo 5) nos revelaron que los más chicos aprenden a ubicar los

lugares de recolección de las plantas nativas cuando acompañan a los mayores a las

caminatas de recolección o los ayudan preparando las plantas para secarlas y guardarlas

en los hogares. En esos ámbitos de aprendizaje directo, los chicos reconocen, de a poco,

las especies que su familia viene seleccionando desde hace mucho tiempo. Estos

conocimientos se han mantenido durante generaciones mediante transmisión cultural,

hecho que podría revelar la importancia de su historia y su inercia cultural (Ladio y

Lozada, 2008).

En esta sección estudiamos, hasta ahora, la riqueza de plantas nativas e introducidas que

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fueron citadas por los pobladores. Si comparamos, ahora, el consenso de uso (CU%)

entre nativas e introducidas (teniendo en cuenta todas las especies, n=118) veremos

(Figura 3.5) que las diferencias tampocon resultaron significativas (U de Mann

Whitney= 1358, p= 0.057). Hay un consenso de uso similar en las nativas e

introducidas.

Figura 3.6. Consenso de uso (CU%) de especies nativas e introducidas. La prueba Mann-Whitney no detectó diferencias significativas (U=1358, p=0.057)

Sin embargo, cuando analizamos los CU (%) respecto de las nativas e introducidas,

ahora, dentro de cada categoría de uso (Figura 3.7) observamos que existen diferencias

significativas en cada una de ellas. Las plantas comestibles introducidas tienen mayor

CU que las nativas (U=13056, p=0.005). Este resultado está influido por la gran

proporción de plantas cultivadas destinadas a la alimentación tal como lo planteamos al

inicio de esta seccion al explicar el alto porcentaje de especies introducidas citadas por

los entrevistados. Las plantas comestibles nativas más citadas son aquellas que tienen

frutos como el piquillín, el sulope y el calafate.

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Comestibles

0

2

4

6

8

10

12

14

16

18

20

nativo introducidoOrigen

CU

(%) p

rom

edio

Medicinales

0

5

10

15

20

25

30

nativo introducidoOrigen

CU

(%) p

rom

edio

Combustibles

0

2

4

6

8

10

12

14

16

18

20

nativo introducidoOrigen

CU

(%) p

rom

edio

Estructurales

0

24

6

8

10

12

14

16

1820

nativo introducidoOrigen

CU

(%) p

rom

edio

Figura 3.7. Consenso de uso promedio (CU (%) en cada categoría de uso y según su origen biogeográfico. En los recuadros de cada figura presentamos los resultados de la prueba U de Mann-Whitney.

Las plantas medicinales siguen otro patrón, las de mayor consenso de uso son las

especies locales (U=1016, p=0.0001), las que son utilizadas ancestralmente por las

comunidades y cuyos usos se van transmitiendo de generación en generación. La mayor

parte de los pobladores manifestaron, en los talleres participativos que serán abordados

en el último capítulo, que prefieren los remedios hechos con plantas nativas por ser más

fuertes y porque vienen siendo “recomendados” por los seres queridos de la familia,

entre otras razones. En el capítulo cuarto desarrollaremos más profundamente distintos

aspectos de las plantas medicinales.

Las plantas nativas utilizadas como combustible y estructurales tienen mayor CU que

las introducidas (U=1375, p=0.001 y U=1367, p=0.038). Las especies más citadas para

estas necesidades son el molle, el piquillín, el alpataco, el michay, las jarillas y el

duraznillo entre otras. Los árboles introducidos como el álamo, tamarisco y sauce

representan una opción como leña. En los talleres las personas manifestaron su

preferencia por utilizar estos árboles como cortina de viento y sombra (sin podarlos en

exceso) y no para uso leñatero ya que necesitarían un cultivo destinado a tal fin, y en la

U= 1305

p=0.005

U= 1016

p=0.000

U= 1375

p=0.001

U= 1367

p=0.038

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actualidad son escasos los árboles adultos en los poblados. La escasez de agua es el

motivo por el cual no existen bosques exóticos para uso combustible.

Don Alberto Ñ. nos comentó al respecto:

“… y la leña… no hay mejor que la del monte de molle o piquillín si se encuentra… el

algarrobillo también…. Es leña buena, que sirve para cocinar despacito y parejo… la

leña que traen de la ciudad, dicen que es álamo y pino… esa no sirve porque quema

muy rápido… enseguida hace ceniza pura… no queda brasita…. Y para los techos

siempre usamos la jarilla y el duraznillo… todos los ranchos que Uds. ven por acá

fueron hechos de adobe y techo de jarilla… después el jefe comunal trajo algunas

chapas y vinieron las mejoras… pero los techos se hacían a pura planta y barro no más

(risas)…”

Este relato, junto con los datos numéricos, ilustra la preferencia de los pobladores por

las plantas provenientes de arbustos nativos como así también por sus ramas, las cuales

utilizan para construir los techos de las viviendas tradicionales de esta zona, los cuales

entrecruzan, en algunos casos, sobre estructuras más resistentes como pueden ser

maderas o cañas (de origen vegetales) u otros materiales industriales.

Prácticas de recolección

Por otra parte, plantas nativas e introducidas, ambas obtenidas por recolección, son las

más importantes dentro de la categoría medicinal. Ejemplos de especies nativas usadas

como remedio casero son, el ya nombrado tomillo patagónico, el sietecamisas, el

quilimbay y la jarilla. Dentro de las introducidas recolectadas se encuentran las especies

asilvestradas como el alfilerillo, el paico, el sietevenas y la malvarrubia. Las especies

medicinales introducidas cultivadas se utilizan en menor medida, como la palma, el

bálsamo, el ajenco, seguidas por los escasos ejemplos de introducidas comercializadas

como el caso de la manzanilla, el boldo y el lapacho. El relato siguiente expone la

mirada, al respecto, de una pobladora de la región:

Carolina Ñ. “…las [plantas] que crecen solitas por ahí y en el campo abierto son las

mejores, tienen más fuerza, si son remedios hacen mejor que las de la quinta que están

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regadas… te das cuenta no más al olerlas… tienen un olor fuertecito, las de la quinta y

las que vienen en saquito (comercializadas) casi no huelen o hay que tomar mucho para

que hagan algo…”

La mayor parte de los entrevistados demostró una mayor apreciación de las plantas

versus los remedios producidos por la industria farmacéutica. De todas maneras, los

pobladores recurren al médico del hospital local y, en general, aceptan y siguen los

tratamientos que ellos les indican. En muchos casos, las personas reconocieron que

aunque estén con el tratamiento médico siguen recurriendo a las plantas medicinales.

Los resultados que presentamos en esta sección nos permiten comprobar la hipótesis 3.2

planteada en este capítulo en relación a la importancia de las especies nativas como

fuente combustible y medicinal. Numerosos trabajos realizados en Patagonia también

dan cuenta del lugar preponderante de las especies locales ya sea combustibles (Cardoso

et al., 2012; 2015) o medicinales (Molares y Ladio, 2012). Por otro lado, al la luz de la

información recabada y los análisis estadísticos, podemos comprobar, también, la

hipótesis 3.3 propuesta en relación a que las especies nativas son obtenidas por

recolección del entorno natural mientras que las introducidas se obtienen principalmente

por cultivo (en quintas, viveros comunitarios, jardines y macetas) pero también

mediante la recolección (especies introducidas asilvestradas o espontáneas) y la compra

en los comercios.

En los talleres de intercambio de saberes, pudimos comprobar que las plantas “del

campo”, las plantas que conviven con los pobladores durante toda la vida, que no

requieren cuidados especiales, son las más respetadas y queridas. Es habitual que los

hombres y mujeres de la meseta lleven ramitos de alguna planta nativa en sus alforjas o

bolsos, además de tenerlos colgados de las paredes de la casa como símbolo de

protección y respeto (obs. pers.).

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Versatilidad de uso de las plantas. Descripción de algunas de las especies más

valoradas y más versátiles

La figura 3.7 nos muestra la correlación positiva y significativa, entre la versatilidad y

el valor de CU (%) de las especies. Las plantas con 5 usos diferentes como el tomillo

patagónico, el calafate, el sulupe y el piquillín además de representar las más versátiles

en sus usos, son las plantas más utilizadas por la comunidad, las de uso más

consensuado.

Figura 3.7. Relación entre la versatilidad* y el Consenso de uso (%) de las especies utilizadas por los pobladores de la meseta chubutense (mostramos los nombres populares de las especies). *Definimos versatilidad como el número de usos –correspondientes a las diferentes categorías - que fueron citados para una especie, por ej. si una especie se usa como medicina para riñones y también es analgésica, su versatilidad será 1 (uso medicinal) y si además se usara como leña su versatilidad será 2 (uso medicinal y combustible). Rho de Spearman= 0.649 (p< 0.01)

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El tomillo patagónico, silvestre o del campo (Acantholippia seriphioides) es un arbusto

mediano a pequeño endémico del centro-sur de Argentina (Zuloaga y Morrone, 1999) y muy

frecuente en toda la meseta central del Chubut (Figura 3.8). El caso del tomillo es muy

interesante porque constituye una de las plantas más citadas, más valoradas y más importantes

para los pobladores del lugar. En primer lugar, la mayoría de los entrevistados preparan el “té

de tomillo” cuando empiezan a sentirse los primeros fríos del año, es una decocción rápida de

las ramitas, hojas y flores que se toma como remedio muy efectivo en la prevención y alivio

de gripes y resfríos. Además, este té puede ser mezclado con aceite o grasa y con la pasta

resultante muchas personas se realizan fricciones que alivian contracturas, golpes y abre el

pecho (en caso de bronquitis y asma). El tomillo patagónico es citado muy frecuentemente

como comestible, condimento seco o fresco para las comidas, de la misma manera que se usa

la especie introducida Thymus vulgaris. Por otra parte, las ramitas flexibles del tomillo pueden

complementar las varas de jarilla y duraznillo en la construcción del entramado de techos,

cercos y en la mezcla del adobe. Las ramas secas suelen sahumarse (quemarse) para “limpiar

el aire”, “ahuyentar la mala suerte de las casas”, “evitar las pesadillas o sustos de los chicos”

con el humo oscuro. Finalmente, las plantas vivas de esta especie son muy queridas dentro de

los jardines (crece espontáneamente, no la cultivan) y su presencia cercana a la casa es

celebrada y reconocida como “buena suerte”

Figura 3.8. Aspecto de la planta de tomillo patagónico en flor (izq.) y Don Chaina, poblador antiguo

de Lagunita Salada, nos muestra el ramito de tomillo que siempre tiene en su casa.

El calafate o michay (Berberis microphylla) es una especie arbustiva endémica de la

Patagonia argentina y chilena, que se distribuye desde el centro de la meseta hacia el oeste,

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internándose en el bosque andino (Figura 3.9). Es una especie muy apreciada por su amplia

gama de utilidades. Su tronco y ramas secas son utilizados como leña de buena calidad, sin

embargo la mayoría de los pobladores se abastece de la recolección de troncos y ramas secas

de esta planta y no tala las matas vivas. Sus troncos leñosos también son muy buscados para

ser usados como postes pequeños en el alambrado. La parte más externa de la corteza, se

raspa y se hierve para preparar un agua que ayuda a bajar la fiebre y alivia dolores del cuerpo.

Las raíces y troncos inferiores se cortan en trozos y se hierven a fin de lograr un tinte natural

color morado grisáceo, muy apreciado por las hilanderas y tejedoras locales. Finalmente, los

frutos maduros negruzcos se comen frescos o se recolectan en grandes cantidades para la

elaboración de dulces, vinos, licores y jugos que se venden o regalan entre vecinos y

familiares.

Figura 3.9. Vista de la mata de michay o calafate (izq.) y detalle de sus frutos maduros (centro). Vecina de

Gastre prepara el dulce con los calafates que cosecharon durante 5 días (der.).

El sulupe o solupe, o escoba, o frutilla de campo (Ephedra ochreata) es endémica del

centro y sur de Argentina (Zuloaga y Morrone, 1999) y es una especie muy común en la

meseta, forma matas achaparradas muy extensas y llamativas (Figura 3.10). Los pobladores

reconocen las dos plantas de sulupe, la hembra - que forma los abundantes frutos rojos,

brillantes y dulces- y el macho – que forma unos conos amarillos (por los estambres) sin

fruto. La característica dioica de esta especie está reconocida en la bibliografía (ej. Correa,

1998; Rapoport et al. 2001) por lo tanto, el conocimiento popular y el científico se

entrecruzan y refuerzan el diálogo entre saberes. Los entrevistados cuentan que cuando

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encuentran en el campo una planta macho, muy cerca estará la hembra. Esta mata es muy

apreciada en los campos por su alto valor como forraje para caballos, ovejas y chivos, los

cuales ramonean los tallos hasta dejar los macollos al ras del suelo. La mayoría de los

pobladores utiliza esta planta como un analgésico suave, cuando tienen un golpe, para aliviar

los dolores articulares y algunas familias preparan un remedio contra el asma. Para todos los

usos medicinales, la mayor parte de los pobladores hierven por 10 minutos un jarro con agua

al cual le agregan entre 5 y 10 varas de la planta, el agua se cuela y se toma el té durante el día

o cuando sea necesario. Las raíces son muy buscadas por teñir la lana de color azulado.

Además con los tallos más duros algunas personas fabrican escobas que usan para barrer los

pisos de tierra de la casa. Los frutos que crecen en la planta hembra constituyen el elemento

más valorado de esta especie, sobre todo por los más chicos quienes describen su sabor como

“muy dulce”, “como las gomitas”, “parece que estás comiendo frutillas chiquitas”.

Figura 3.10. Aspectos de los montes de sulupe hembra con frutos maduros (izq.) y macho (der.).

El piquillín (Condalia microphylla) es endémica del centro y sur de Argentina (Zuloaga y

Morrone, 1999) y constituye una de las especies más conocidas por todos los pobladores

rurales de la zona (Figura 3.11). Su madera es muy buscada porque su alto poder calorífico

(Cardoso, 2011) es útil para calefaccionar las viviendas de forma duradera y para lograr

cocciones lentas y parejas de la carne. Además, los pobladores la utilizan para fabricar

estructuras que demarcan límites o cercos para ganado, postes para alambrado, etc. La corteza

del piquillín es hervida y el agua de dicha decocción es utilizada para combatir la fiebre y la

diarrea. Algunas mujeres tejedoras elaboran una tintura para la lana de color pardo rojizo,

hecha con la decocción de sus raíces. Finalmente, los frutos de piquillín son recolectados a fin

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del verano o principio del otoño para ser comidos en forma directa –son “dulces casi con

sabor a cereza”- o bien se envasan herméticamente luego de cubrirlos con azúcar a fin de

lograr una bebida fermentada alcohólica, llamada licor o guindado de piquillín. Es habitual

que la familia entera se dedique a la recolección de los frutos, la actividad consiste en colocar

una manta debajo del arbusto y pegarle con un palo a fin de desprender los frutos ya maduros.

Es interesante marcar que tener una planta de piquillín cerca de la casa es indicio de buena

suerte, según comenta Ángel, un poblador de los más antiguos de Gastre, recordándonos que

el uso simbólico (contabilizado como categoría “otros usos” en este trabajo) es muy común en

esta parte de la Patagonia y puede incluir a animales, plantas y rocas (obs. pers.).

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Figura 3.11. Detalle de sus frutos maduros (izq.) y familia de Lagunita Salada que muestra la pila de leña de

piquillín acopiada, luego de hachar los troncos (der.)

Volviendo un momento a la Figura 3.7 (de la pág. 29), podemos observar unas ocho especies

que pueden utilizarse para 4 categorías de uso diferentes. Entre las más importantes está la

cebolla (Allium cepa) muy utilizada como medicina, alimento, tintura y repelente de liebres.

La jarilla (Larrea divariata) es citada frecuentemente para la preparación de varios remedios

caseros, para la fabricación de techos y enramadas, como ornamental espontánea en los

jardines y ambientes peri-domésticos y como combustible de gran valor calorífico pero corta

duración – muchos entrevistados preparan el “pan de jarilla” o “asado de jarilla” que consiste

en terminar la cocción de estas comidas con unas ramas de la planta para darles el sabor

característico. El quilimbay o trayao (Chuquiraga avellanedae) es muy utilizado como

remedio para la tos y la gripe, para ello suelen preparar “quilimbay con azúcar quemada”,

también es valorado porque sus flores “engordan a los animales”, la planta seca es muy usada

como combustible de baja calidad y las ramas con sus flores adornan, habitualmente, algunas

casas de la meseta.

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El resto de las especies que mostramos en la Figura 3.7 fue citado para categorías

correspondientes a 1, 2 y 3 categorías de usos. Dentro de este abundante grupo, una de las

más citadas (mayor CU) es por ejemplo, el palopiche (Fabiana imbricata) que es una planta

medicinal muy importante para limpiar la sangre, los riñones y aliviar el dolor de golpes,

además se usa como combustible y como tintura azulada para lana. La paramela (Adesmia

boronioides) es una planta medicinal usada, buscada y valorada por las personas asmáticas o

para los casos de bronquitis y además se sahúma (quema) para perfumar y limpiar las casas.

Finalmente podemos destacar el té pampa (Clinopodium darwinii) que tiene un amplio

consenso entre la comunidad y es muy valorado como planta digestiva y antigripal.

Los datos permiten comprobar la hipótesis 4.1 planteada respecto de la relación entre

importancia cultural y plantas versátiles. El hecho de que una gran cantidad de pobladores

satisfagan más de una necesidad con una determinada especie sugiere la existencia de

mecanismos de flexibilidad y adaptación al ambiente que actúan moldeando el cuerpo de

saberes y prácticas, vinculadas a los elementos vegetales.

Microambientes de obtención de las plantas

Durante las entrevistas y en los talleres surgió un gran abanico de tipologías (émicas) referido

a los lugares puntuales de donde los pobladores obtienen las plantas. Luego de analizar estos

datos y de agrupar a aquellas descripciones más similares desde el punto de vista de los

pobladores, aplicamos un criterio de agrupación propio y decidimos clasificar los

microambientes en las siguientes categorías (éticas):

Cerro (7 spp.): zona de mayor altitud y suelo con afloramientos rocosos. Allí se encuentran

arbustos achaparrados por la acción de los fuertes vientos y algunas especies exclusivas de

estos sitios como Clinopodium darwinii (té pampa), Acantholippia seriphioides (tomillo del

campo)y Valeriana carnosa (ñanculawuen) entre otros. El “cerro” es el micrositio menos

accesible para las personas mayores o con problemas de movilidad por eso, en los tres sitios,

algunos vaqueanos crianceros se prestan para traer “yuyos” a pedido cada vez que salen a

caballo para arrear sus chivos. También es llamado sierra.

Campo (45 spp.): terreno llano, en general, de amplia extensión. Zona que rodea los mallines

y tiene menos humedad. Es el ambiente donde los pobladores recolectan la mayor parte de las 84

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plantas que utilizan por ser más accesible que el resto de los ambientes naturales. Por ejemplo,

en este microambiente se encuentra Nardophyllum brioides (sietecamisas), Grindelia

chiloensis (botón de oro), Berberis microphylla (michay), Schinus johnnstonii (molle) entre

otras especies.

Quinta (48 spp.): parte del terreno, propio o prestado, destinado al cultivo de plantas. Dentro

de esta categoría incluimos las macetas, huertas, canteros, viveros e invernáculos que

representan espacios donde los pobladores cultivan hortalizas, aromáticas, árboles frutales y

de sombra.

Vertiente (1spp.): zona del terreno con una surgencia natural de agua, manantial. Los

entrevistados obtienen Nasturtium officinale, el berro del campo que crece bordeando la

surgencia de agua pura. En general, estos ambientes están rodeados de plantas típicas de los

mallines. El agua de la vertiente es recolectada por los pobladores, ya sea para consumo o

para riego.

Negocio (4 spp.): Comercio del pueblo o de la ciudad donde venden saquitos de té e

infusiones varias de tipo comercial.

Alrededor de la casa (6 spp.): Ambiente característico por haber sido removida su vegetación

nativa. En esta tierra removida ya sea antiguamente o más recientemente, suelen hallarse

especies introducidas espontáneas, típicas de la banquina de las rutas como Nasturtium sp.,

Dysphania ambrosioides (paico), Cardaria draba (wensii), Diplotaxis tenuifolia (florcita,

ruculeta, flor amarilla), Eruca sativa (rúcula), Cichorium intybus (achicoria), entre otras.

Cordillera (4 spp.): Se trata de la zona de la Cordillera de los Andes, en general, las personas

cuando viajan (ellas o personas afines) traen algunas plantas típicas de montaña que no

consiguen en la meseta. Es habitual que muchos pobladores actuales de la Meseta hayan

nacido o tengan familia en la zona de Esquel, Bariloche o pueblos cordilleranos cercanos a

estas ciudades, por lo cual conocen muchas de las plantas que allí se utilizan (obs.pers.). Las

especies que más frecuentemente traen desde la cordillera son Fabiana imbricata (palopichi),

Valeriana carnosa (ñanculawen) y Usnea spp (barba o yerba de la piedra). Estas plantas son

usadas como remedio y conservadas envueltas en un lienzo o papel y colocadas dentro de

algún mueble o armario oscuro a fin de mantener sus propiedades medicinales. 85

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Costa (4 spp.): Se trata del accidente geográfico correspondiente al antiguo cauce del Río

Chubut (y sus arroyos). Dentro de la zona de estudio, según los pobladores, solo es posible

conseguir las tres especies del género Larrea, conocidas como “jarillas” en este

microambiente.

Con respecto a la riqueza de especies obtenida en cada lugar, hallamos que los

microambientes vinculados al manejo y cultivo de las plantas -como las quintas, jardines,

viveros y macetas- junto con el campo, proveen la mayor parte de las plantas que los

pobladores rurales utilizan (41% y 38 % de las especies respectivamente). Luego le sigue los

terrenos alrededor de las casas, banquinas y calles (7%) y el cerro (6%). El resto de los micro-

sitios de obtención minoritaria son el negocios, la costa, la cordillera (con 3% cada uno) y

finalmente la vertiente (0.9%). Estos resultados corroboran, en parte, la hipótesis 5.1 referida

a la preponderancia del monte nativo en relación al suministro de plantas. En resumen, la

recolección de las plantas nativas del campo y las plantas introducidas presentes en los

espacios de cultivo de la meseta son igualmente importantes y proveen la mayor parte del

recurso vegetal.

La importancia del cultivo de plantas sugiere un indicio más, que da cuenta del grado de

incorporación de prácticas, relativamente innovadoras para la obtención de los recursos. La

construcción de invernaderos comunitarios desarrollados dentro del predio de las escuelas

locales, los talleres de huerta y cultivo de plantas ornamentales, y el énfasis puesto por los

docentes de la escuela y las casas, demuestran que el reservorio de conocimientos

comunitarios es permeable, abierto y se encuentra en continuo proceso de construcción.

Con respecto a la relación de las comunidades con los microambientes naturales, los

resultados encontrados dan cuenta de la variedad de lugares partiulares determinada por los

propios pobladores locales. Este conocimiento colectivo tan definido y ajustado acerca de las

posibilidades de obtención de recursos alimenticios, medicinales, tintóreos, combustibles

conforma la base fundamental del reservorio etnobotánico de las comunidades de la meseta

del Chubut, Las comunidades se relacionan con el ambiente natural que los rodea de forma

variada y aprovechan la diversidad de microambientes en función de sus necesidades y

posibilidades, lo cual promueve procesos de resiliencia y flexibilidad vinculadas al uso de las

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plantas.

Microambientes y categorías de uso de las especies

Los resultados referidos al número de especies por microambiente y por categoría de uso, los

presentamos en la figura 3.12. Los datos nos sugieren que los pobladores obtienen de cada

microambiente una batería de especies para determinado uso más que para otro (p<0.05); este

resultado nos permite corroborar la hipótesis 5.2 vinculada al uso diferencial de los micro-

sitios. Más aún, al analizar comparativamente cuáles son las especies adquiridas en cada lugar

pudimos constatar que existe una especialización en la adquisición de especies en cada

micrositio. Por ejemplo, el campo y las quintas comparten solamente un 15% de especies, el

campo y los cerros el 20% y entre los alrededores de la casa y las quintas, coinciden cerca del

30 % de las especies.

0

5

10

15

20

25

30

35

40

CAMPO CERRO CORDILLERA COSTA NEGOCIO QUINTA ALREDEDORDE LA CASA

VERTIENTE

Micro-ambientesde obtención

Riq

ueza

de

espe

cies

(%)

comestiblemedicinalcombustibleestructural

Figura 3.12. Porcentaje de especies citadas para cada micro-sitio de obtención del recurso y para cada

categoría de uso.

El ambiente que representa el “campo” y todo el terreno bajo, que rodea los cerros,

representan microambientes de obtención de plantas nativas, las cuales son muy valoradas y

cuya información de su ubicación suele guardarse y revelarse solamente a aquellas personas

de confianza o cercanas a la comunidad. En la Figura 3.12 podemos observar que del campo

se obtienen mayormente plantas medicinales y combustibles. Por ejemplo, del campo abierto

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los pobladores recolectan el sietecamisas (Nardophyllum brioides), arbusto utilizado para

bajar la fiebre en los más chicos; el trayao o quilimbay (Chuquiraga avellanedae) citado casi

exclusivamente por ser expectorante y calmar la tos; y el sulupe (Ephedra ochreata), planta

citada frecuentemente como analgésico y antiasmática. Como ya mencionamos, este

microambiente natural también contiene especies arbustivas con leña de diferentes calidades

como, por ejemplo, el alpataco (Prosopis alpataco), la leña de piedra (Azorella monantha), el

molle (Schinus johnstonii) y el mamilchoique (Adesmia volckmanii). Por otro lado, con menor

valor de consenso de uso, el campo provee de especies de uso comestible y estructural.

Algunos ejemplos de plantas comestibles del campo son el calafate (Berberis microphylla), el

sulupe (Ephedra ochreata), el piquillín (Condalia microphylla) y el macachín (Arjona

tuberosa); las especies utilizadas para fabricar estructuras son las mismas que dan leña

sumada la flor dorada (Chuquiraga hystrix) y la jarilla (Larrea nítida).

Figura 3.13. Caminatas conjuntas de reconocimiento de microambientes. Campo rodeado por cerros (arriba

izq.). Una pobladora muestra su jardín (arriba der.). Vertientes o manantiales (abajo izq.). Almacén en Lagunita

Salada (abajo der.)

Por otro lado, los cerros constituyen lugares de recolección exclusivos, es decir que son

asiento de especies medicinales que no pueden adquirirse en ningún otro sitio, como la

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paramela y el té pampa. Además, en este ambiente los pobladores obtienen algunas de las

especies leñateras como el algarrobillo y el alpataco. En los terrenos que rodean los barrios y

la mayoría de los hogares se obtienen plantas de interés medicinal y sin aplicar mucho

esfuerzo de búsqueda y recolección, como pasa con Erodium cicutarium (alfilerillo),

Plantago lanceolada (sietevenas), Dysphania ambrosioides (paico) y Marrubium vulgare

(malvarrubia). De la cordillera los pobladores obtienen especies medicinales que no se

consiguen en la meseta y que tienen amplio consenso de uso como Fabiana imbricata

(palopiche) y Valeriana carnosa (ñanculawen). La costa antigua del Río Chubut (hoy es un

cauce seco y de elevadas pendientes) es fuente de recursos medicinales, exclusivos de ese

ambiente y muy valorados también, como las jarillas (Larrea nitida y L. divaricata) y el

colencillo (Conium maculatum) pero también se obtiene Colliguaja integerrima (duraznillo)

muy valorado para la construcción.

Los datos recabrecabados también nos permiten aceptar lo que planteamos en la segunda parte

de la hipótesis 5.2. Los espacios de cultivo, utilizados por los pobladores de la meseta, son

fuente de adquisición de la mayor parte de las plantas comestibles pero además representan un

lugar de gran importancia para el cultivo de las plantas medicinales introducidas. A grandes

rasgos, en estos microambientes antrópicos, podemos observar cultivos, como detallamos ya

anteriormente, de las hortalizas más comunes en las huertas domésticas, como como Beta

vulgaris (acelga), Solanum tuberosum (papa), Lactuca sativa (lechuga), Daucus carota

(zanahoria), Petroselinum crispus (perejil), Origanum officinale (orégano). También

registramos la presencia de plantas típicas de jardín o interior que embellecen los hogares y

además tienen valor medicinal, comestible, forestal y/o simbólico como Sedum telephium

(bálsamo) utilizada para cicatrizar la piel quemada y como refrescante en caso de insolación.

Finalmente, los arbustos frutales como Ribes rubrum (corinto) que con sus frutos preparan

dulces y licores caseros y los árboles Populus spp. (álamos) y Tamarix ramosissima

(tamarisco) que constituyen la única posibilidad de sombra, sirven como madera y leña y son

comunes en el perímetro que delimita el terreno de las casas como barrera contra viento.

Los negocios locales son lugares de obtención de infusiones comerciales (en forma de

“saquitos”) de tilo (Tilia sp.), boldo (Peumus boldus) y cascarilla de cacao (Theobroma

cacao). También comercializan a gran escala yerba mate, té negro, arroz y otros productos

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vegetales de consumo masivo pero que no fueron citados en los enlistados libres ni

nombrados nombrados durante las entrevistas. Por último, las vertientes son surgimientos

naturales del agua de deshielo que aflora en el campo, en general las personas marcan estos

lugares con grandes piedras y recolectan allí berro silvestre (Nasturtium sp.) para comerlo

crudo en ensaladas o en guisos.

Toledo y Barrera-Bassols (2012) proponen la estrategia de usos múltiples como una forma

de manejo comunitario de los diferentes recursos (bióticos y abióticos) localizados en

distintos microambientes dentro de una comunidad. A su vez, se llevaron a cabo estudios en

otras comunidades rurales de América que sugieren que las estrategias de diversificación y

distribución de la presión de uso, de l recursos y microambientes, promueven procesos de

sustentabilidad de las actividades y resiliencia de la comunidad (Folke et al., 2010; Toledo et

al., 2003). La variedad de sitios para la obtención de los recursos (Figura 3.13), la

redundancia vinculada a especies que tratan una misma afección de salud y la inclusión de

nuevos escenarios (Figura 3.14) que representan, en forma incipiente, fuentes de adquisición

de plantas útiles, reflejan mecanismos de conservación, adaptabilidad y transformación de los

elementos y prácticas que conforman el reservorio etnobtánico de las comunidades de la

meseta chubutense.. En este sentido, Riat y Pochettino (2013) estudiaron los patrones de

recolección de plantas silvestres del bosque santiagueño y pudieron comprobar, también, que

el uso múltiple de los espacios y recursos por parte de los campesinos fvorece al manejo

sustentable de los mismos pero sobre todo, les permite a estas comunidades rurales resistir al

avance del modelo extrativo hegemónico. Para el caso de las comunidades estudiadas, la

resistencia equivale a continuar desarrollando las múltiples actividades de subsistencia a pesar

de los avances del modelo extractivo megaminero y ganadero a gran escala.

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Figura 3.14. Reciclado de materiales (botellas y cubiertas de autos) para la fabricación de cercos, quintas y

viveros.

CONCLUSIONES

En este capítulo, detallamos la riqueza de especies utilizada por los pobladores de la meseta

central del Chubut. Además, presentamos los ambientes de obtención de las plantas y

analizamos la mayor parte de los conocimientos y prácticas que forman parte del reservorio

cultural de estas comunidades rurales. Concluimos que:

- Las plantas - aún en estos tiempos en los que el desarrollo y la aplicación de tecnologías

específicas y sofisticadas parece ser una política prioritaria y que engloba a toda la sociedad-

constituyen un recurso esencial, irremplazable y por ende muy valorado en estas

comunidades.

- El paisaje natural y los espacios destinados al cultivo de plantas alojan una gran variedad de

especies que tratan problemas de salud similares, y esta redundancia sugiere la existencia de

mecanismos generadores de resiliencia (Santoro et al., 2015), sobre todo en relación a

resolver las cuestiones de salud en el ámbito dompestico.

- Las comunidades seleccionaron algunas especies multipropósito - por ejemplo, el calafate

(Berberis microphylla), el piquillín (Condalia microphylla) y el solupe (Ephedra ochreata)-

las cuales son utilizadas por casi la totalidad de la población. Los más chicos reconocen estas

especies muy fácilmente y conocen, además, en forma detallada el tiempo de la floración y

fructificación. Estos procesos de transmisión, si bien no fueron abarcados en esta tesis,

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podrían ser un punto de investigación para entender el proceso de selección de las especies y

desarrollar posibles formas de incluir estos conocimientos, en la escuela.

- A pesar de que las comunidades obtienen las plantas en una variada gama de

microambientes, no hay solapamiento en las categorías de uso en cada uno de las fuentes de

recursos. Es decir, cada microambiente es proveedor de la mayor parte de las especies

pertenecientes a una categoría de uso y no de otra. Proponemos que esta especialización

refleja la importancia, irremplazable, que tienen estos espacios para la provisión de recursos.

Esto toma una particular importancia si tenemos en cuenta que la región está atravesando

cambios rápidos a nivel de paisaje y sociedad. Hoy día, la actividad megaminera que ya se

asentó en la zona y tiene perspectiva de desarrollo en años venideros, requiere la destrucción

masiva de gran parte de las sierras y cerros, así como de los campos que los rodean (Aranda,

2015). En caso de concretarse el proyecto, desaparecería gran parte del paisaje, numerosos

microambientes y junto con ellos, disminuiría drásticamente gran parte de la riqueza de

especies que los pobladores utilizan en su vida diaria y que les garantiza una mejor calidad de

vida en esta zona tan hostil.

- Si bien el número de especies es bajo en comparación con otros sitios en donde se han

realizado estudios etnobotánicos, evidenciamos que las plantas citadas en este estudio

representan valiosos recursos que se distinguen por su versatilidad y por ser la clave para

solucionar muchos de los problemas que sufren las comunidades rurales patagónicas.

- Estos saberes populares son desconocidos y/o poco valorados por las personas que residen

en las ciudades alejadas del interior profundo del Chubut y que tienen poder de tomar

decisiones políticas en representación de la mayoría. Sin embargo, está comprobado que

sociedades pequeñas que desarrollan sus actividades de subsistencia, en estrecha interrelación

con la Naturaleza, pueden organizarse, desarrollar sus conocimientos y prácticas tradicionales

en pos de un uso sustentable de los recursos que les permiten subsistir dignamente.

- La información presentada en este capítulo, podría ser parte del inicio del diálogo entre los

científicos y las comunidades locales (Ruiz-Mallén y Corbera, 2013) para generar

herramientas que permitan la solución a muchos de los problemas que afectan a esta región

patagónica, tan aislada y empobrecida económicamente.

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ANEXO I

Tabla 3.2. Etnoespecies utilizadas y reconocidas por los pobladores rurales participantes de esta investigación (ordenadas alfabéticamente según la especie). La determinación de especies, familias botánicas y origen biogeográfico fue realizada siguiendo a Zuloaga y Morrone (1999), Zuloaga et al., (2008) y consultando a la base de datos digital correspondiente al Catálogo de Plantas Vasculares del Cono Sur (http://www2.darwin.edu.ar/Proyectos/FloraArgentina/fa.htm). La versatilidad (V) indica el número de usos diferentes de cada especie. Los microambientes hacen referencia a los lugares de obtención de las plantas. El consenso de uso (CU%) está discriminado por categoría de uso y calculado como el número de entrevistados que citaron la especie para dicho uso en relación al total de entrevistados (N=69) y el CU Total se refiere a la sumatoria de los CU para cada categoría de uso. El Indice de Significancia Cultural (ISC) representa otra estimación de la importancia de la especie dentro de la comunidad y está calculado como = Σ (i x e x c) x CF, donde i representa el grado de manejo de la especie (2 = especie cultivada y 1 = especie recolectada); e indica la preferencia de uso (2 = uso preferencial; 1 = uso alternativo; c refleja la frecuencia de uso (2 = plantas efectivamente conocidas y usadas; 1 = plantas raramente citadas) y finalmente, CF indica el Factor de Corrección calculado como el número de citas de la especie para un determinado uso dividido el número de citas de la especie más citada en total (Silva et al., 2006).

Nombres comunes FamiliaOrigenModo de obtención

V Micro-ambiente

CU (%)ISC

Especie Comest. Med. Comb. Est. Otros TOTAL

Acaena pinnatifida Ruiz & Pav. Abrojito/Pimpinela Rosaceae Nativa 1 Campo 0 5,9 0 0 0 5,93 0,2

Acaena splendens Hook. & Arn. Sillolahuen Rosaceae Nativa 1 Campo 0 12,7 0 0 0 12,71 0,44

Acantholippia seriphioides (A.Gray )Moldenke Tomillo patagónico Verbenaceae Nativa 5 Cerro 11 46,6 0 0 0,8 58,47 10,07

Adesmia boronioides Hook. f. Paramela/pegapega Fabaceae Nativa 2 Cerro 0 32,2 0 0 1,7 33,9 4,68

Adesmia volckmanni Phil. Mamilchoique/Florcita Fabaceae Nativa 2 Campo 0 0 13,6 0 1.6 16,26 2.02

Allium cepa L. Cebolla Liliaceae I-cultivada 4 Quinta 25,4 13,6 0 0 5,1 44,07 21,3

Allium sativum L. Ajo Liliaceae I-cultivada 3 Quinta 16,1 8,5 0 0 2,5 27,12 13,09

Anarthrophyllum desideratum (DC.) Benth. Matafuego/mataguanaco Fabaceae Nativa 2 Campo 0 1,7 0 0 0,8 2,54 0,09

Arjona tuberosa Cav. Traguil/macachín Santalaceae Nativa 1 Campo 12,7 0 0 0 0 12,71 0,22

Artemisia abrotanum L. Éter Asteraceae I-cultivada 1 Quinta 0 1,7 0 0 0 1,69 0,06

Artemisia absinthium L. Ajenco/ajenjo Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 0 17,8 0 0 4,2 22,03 4,55

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Astragalus ssp. Porotillo Fabaceae I-recolectada 1 Campo 0 0 0 0 0,8 0,85 0,03

Atriplex lampa (Moq.) D. Dietr. Zampa Chenopodiaceae Nativa 4 Campo 5,1 10,2 5,1 0 3,4 23,73 4,93

Austrocactus patagonicus (F.A.C. Weber) Hosseus Chupasangre, tuna Cactaceae Nativa 2 Campo 4,2 0 0 0 0,8 5,08 0,69

Azorella monantha Clos Leña de la piedra Asteraceae Nativa 3 Campo 10,2 1,7 11,9 0 0 23,73 4,11

Baccharis crispa Spreng. Carqueja Asteraceae Nativa 2 Campo 0 6,8 0 0 0 6,78 0,47

Berberis microphylla G. Forst. Michay/Calafate Berberidaceae Nativa 5 Campo 20,3 8,5 4,2 1,7 13,6 48,31 13,33

Beta vulgaris L. Acelga Chenopodiaceae I-cultivada 2 Quinta 15,3 0 0 0 1,7 16,95 5,87

Brassica oleracea L. Repollo Brassicaceae I-cultivada 1 Quinta 5,1 0 0 0 0 5,08 1,41

Buddleja globosa Hope Pañil/matico Scrophulariaceae I-cultivada 1 Quinta 5,9 0 0 0 0 5,93 0,81

Calceolaria sp. Zapatito Calceolariaceae Nativa 1 Campo 0 1,7 0 0 0 1,69 0,03

Capsicum annum L. Ajíes Solanaceae I-cultivada 1 Quinta 11 0 0 0 0 11,02 2,28

Centaurium cachanlahuen (Molina) B.L. Rob. Canchalagua Asteraceae Nativa 1 Campo 0 11 0 0 0 11,02 0,38

Chrysanthemum sp. Crisantemo Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 0 1,7 0 0 2,5 4,24 0,14

Chuquiraga aurea Skottsb. Flor dorada Asteraceae Nativa 3 Campo 0 2,5 1,7 0 2,5 6,78 0,35

Chuquiraga avellanedae Lorentz Quilimbay-Trayao Asteraceae Nativa 4 Campo 0 24,6 8,5 1,7 1,7 36,44 6,3

Chuquiraga erinacea D. Don Uña de gato Asteraceae Nativa 4 Campo 0 1,7 8,5 2,5 4,2 16,95 2,33

Cichorium intybus L. Achicoria Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 13,6 1,7 0 0 0 15,25 2,11

Clinopodium darwinii (Benth.) Kuntze Te pampa o andino Lamiaceae Nativa 1 Cerro 0 32,2 0 0 0 32,2 2,22

Colliguaya integerrima Gillies & Hook. Duraznillo Euphorbiaceae Nativa 3 Costa 0 1,7 0 5,1 1,7 8,47 1,17

Condalia microphylla Cav. Piquillín Rhamnaceae Nativa 5 Campo 19,5 5,1 8,5 3,4 2,5 38,98 10,76

Conium maculatum L. Colencillo/cicuta Apiaceae I-recolectada 1 Costa 0 0,8 0 0 0 0,85 0,03

Coriandrum sativum L. Coriandro Apiaceae I-cultivada 1 Quinta 1,7 0 0 0 0 1,69 0,06

Crocus sativus L. Azafrán Iridaceae I-comercializada 1 Quinta 0,8 0 0 0 0 0,85 0,01

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Cucurbita spp. Zapallos Cucurbitaceae I-cultivada 1 Quinta 11,9 0 0 0 0 11,86 1,64

Daucus carota L. Zanahoria Apiaceae I-cultivada 1 Quinta 5,9 0 0 0 0 5,93 0,81

Dichondra sericea Sw. Oreja de ratón Convolvulaceae I-recolectada 2 Campo 0 8,5 0 0 1,7 10,17 0,53

Dysphania ambrosioides (L.) Mosyakin & Clemants Paico grande Chenopodiaceae Nativa 1 Alrededor de casa 0 21,2 0 0 0 21,19 1,46

Dysphania multifida L. Paico arrastrado Chenopodiaceae Nativa 1 Campo 0 4,2 0 0 0 4,24 0,29

Eleagnus angustifolia L. Olivillo Elaeagnaceae I-cultivada 1 Quinta 0 0 0 0 3,4 3,39 0,23

Ephedra frustillata Miers Frutilla Ephedraceae Nativa 2 Campo 0 0,8 0 0 2,5 3,39 0

Ephedra ochreata Miers Sulupe/frutilla Ephedraceae Nativa 5 Campo 2,5 23,7 8,5 3,4 6,8 44,9 12,39

Erodium cicutarium L'Hér. ex Aiton Alfilerillo Geraniaceae I-recolectada 3 Alrededor de casa 10,2 16,9 0 0 8,5 35,59 4,91

Eucaliptus spp. Eucaliptos Mirtaceae I-cultivada 2 Quinta 0 4,2 0 0 1,7 5,93 1,22

Euphorbia collina Phil. Meona Euphorbiaceae I-recolectada 1 Alrededor de casa 0 2,5 0 0 0 2,54 0,04

Fabiana imbricate Ruiz & Pav. Palopiche/pichi Solanaceae Nativa 3 Cordillera 0 27,1 0 8,5 2,5 38,14 5,26

Ficus carica L. Higuera Moraceae I-cultivada 4 Quinta 2,5 0,8 2,5 1,7 0 7,63 2,59

Foeniculum vulgare L. Hinojo Apiaceae I-cultivada 2 Quinta 4,2 2,5 0 0 0 6,78 0,46

Frankenia patagonica Speg. Falso tomillo Frankeniaceae Nativa 3 Campo 0 0 5,1 1,7 1,7 8,47 0,44

Grindelia chiloensis (Cornel.) Cabrera Botón de oro Asteraceae Nativa 3 Campo 0 11,9 5,1 0 2,5 19,49 2,02

Hoffmanseggia erecta Phil. Porotillo Fabaceae Nativa 2 Campo 0 1,7 0 0 1,7 3,39 0,12

Junellia sp. Verbenas Verbenaceae Nativa 1 Campo 0 0 2,5 0 0 2,54 0,04

Lactuca sativa L. Lechugas Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 14,4 1,7 0 0 0 16,1 15,55

Larrea ameghinoi Speg. Jarilla arrastrada Zygophyllaceae Nativa 1 Campo 0 5,1 0 0 0 5,08 0,35

Larrea divaricata Cav. Jarilla/jarilla macho Zygophyllaceae Nativa 4 Costa 0 25,4 8,5 5,9 1,7 41,53 10,02

Larrea nitida Cav. Jarilla/jarilla hembra Zygophyllaceae Nativa 4 Costa 0 17,8 4,2 2,5 3,4 27,97 4,81

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Lycium chilense Miers ex Bertero Yaoyín/matalaguna Solanaceae Nativa 2 Campo 0 0 4,2 0 2,5 6,78 0,46

Magallana porifolia Cav. Papita dulce/Papa Lulú Tropaeolaceae Nativa 1 Campo 8,5 0 0 0 0 8,47 0,15

Malus domestica L. Manzano Rosaceae I-cultivada 1 Quinta 7,6 0 0 0 0 7,63 1,05

Marrubium vulgare L. Malvarrubia Lamiaceae I-recolectada 1 Alrededor de casa 0 14,4 0 0 0 14,41 0,99

Matricaria inodora L. Manzanillón/manzanilla amarga Asteraceae I-recolectada 2 Alrededor

de casa 0 2,5 0 0 2,5 5,08 0,17

Matricaria recutita L. Manzanilla Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 0 16,9 0 0 5,1 22,03 6,07

Melissa officinalis L. Toronjil Lamiaceae I-cultivada 1 Quinta 0 15,3 0 0 0 15,25 1,06

Mentha sp. Menta Lamiaceae I-cultivada 1 Quinta 0 14,4 0 0 0 14,41 1,99

Mentha spicata x piperita L. Menta pastilla Lamiaceae I-cultivada 1 Quinta 0 30,5 0 0 0 30,51 4,21

Monttea aphylla (Miers) Benth. & Hook. Alita de loro Scrophulariaceae Nativa 1 Campo 0 0 1,7 0 0 1,69 0,03

Mulinum spinosum (Cav.) Pers. Neneo Apiaceae Nativa 3 Campo 0 5,1 8,5 0 4,2 17,8 2,46

Nardophyllum bryoides (Lam.) Cabrera Sietecamisas Apiaceae Nativa 2 Campo 0 26,3 4,2 0 0 30,51 3,16

Nassauvia axilaris (Lag. ex Lindl.) D. Don Uña de gato Asteraceae Nativa 1 Campo 0 0 2,5 0 0 2,54 0,09

Nassauvia glomerulosa (Lag. ex Lindl.) D. Don Colapiche Asteraceae Nativa 2 Campo 0 0 5,1 0 4,2 9,32 0,64

Nasturtium sp. Berro silvestre Brassicaceae Nativa 1 Vertiente 6,8 0 0 0 0 6,78 0,47

Origanum vulgare L. Orégano Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 4,2 1,7 0 0 0 5,93 1,22

Pappostipa humilis Cav. Romasch. Coirón amargo/coirón llama Poaceae Nativa 1 Cerro 0 0 0 0 0,8 0,85 0,03

Pappostipa speciosa Trin. & Rupr. Coirón amarillo/despeinado Poaceae Nativa 1 Cerro 0 0 0 0 1,7 1,69 0,03

Petroselinum crispus L. Perejil Apiaceae I-cultivada 2 Quinta 5,1 3,4 0 0 0 8,47 1,17

Peumus boldus Molina Boldo Monimiaceae I-cultivada 1 Negocio 0 4,2 0 0 0 4,24 0,14

Pinus sp. Pino Pinaceae I-cultivada 2 Quinta 0 0 0 0 3,4 3,39 0,12

Plantago lanceolata L. Llantén/sietevenas Plantaginaceae I-recolectada 2 Alrededor de casa 5,1 16,1 0 0 0 21,19 2,19

Poa lanuginosa Poir. Poas, pastos Poaceae Nativa 2 Campo 0 0 0 0 1,7 1,69 0,06

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Poa ligularis Nees ex Steud. Poas, pastos Poaceae Nativa 1 Campo 0 0 0 0 2,5 2,54 0,09

Polygonum brasilense K. Koch. Sanguinaria Polygonaceae Nativa 1 Campo 0 4,2 0 0 0 4,24 0,14

Populus spp. Álamos Salicaceae I-cultivada 2 Quinta 0 1,7 0 0 11,9 13,56 3,75Prosopidastrum globosum (Gillies ex Hook. & Arn.) Burkart

Mancacaballo/barba de chivo Fabaceae Nativa 3 Campo 0 8,5 12,7 5,1 0 26,27 2,72

Prosopis alpataco Phil. Alpataco Fabaceae Nativa 3 Campo 2,5 0 22,9 5,1 0 30,51 5,26

Prosopis denudans Benth. Algarrobillo Fabaceae Nativa 2 Cerro 0 0 17,8 3,4 0 21,19 2,93

Prunus avium L. Cereza Rosaceae I-cultivada 1 Quinta 5,9 0 0 0 0 5,93 0,81

Prunus cerasus L. Guindo Rosaceae I-cultivada 1 Quinta 0,8 0 0 0 0 0,85 0,11

Prunus persica L. Duraznero Rosaceae I-cultivada 1 Quinta 1,7 0 0 0 0 1,69 0,23

Pyrus comunis L. Pera Rosaceae I-cultivada 1 Quinta 1,7 0 0 0 0 1,69 0,23

Raphanus sativus L. Rabanito Brassicaceae I-cultivada 1 Quinta 14,4 0 0 0 0 14,41 1,99

Retanilla patagonica (Speg.)Tortosa Palmalahuén-malaspina Fabaceae Nativa 1 Cordillera 0 0,8 0 0 0 0,85 0,03

Ribes grossularia L. Grosella Rosaceae I-cultivada 1 Quinta 11,9 0 0 0 0 11,86 1,64

Ribes rubrum L. Corinto Grossulariaceae I-cultivada 1 Quinta 13,6 0 0 0 0 13,56 1,88

Rosa spp. Rosa Rosaceae I-cultivada 2 Quinta 0 4,2 0 0 5,1 9,32 2,57

Rubus idaeus L. Frambuesa Rosaceae I-cultivada 1 Quinta 1,7 0 0 0 0 1,69 0,23

Rubus sp. Frambuesa Rosaceae I-cultivada 2 Quinta 6,8 1,7 0 0 0 8,47 0

Ruta graveolens L. Ruda Rutaceae I-cultivada 2 Quinta 0 1,7 0 0 13,6 15,25 4,22

Salix spp. Sauces Salicaceae I-cultivada 4 Quinta 0 5,1 9,3 5,1 1,7 21,19 10,24

Sambucus nigra L. Sauco Adoxaceae I-cultivada 2 Quinta 8,5 1,7 0 0 0 10,17 2,11

Schinus johnstonii F.A. Barkley Molle Anacardiaceae Nativa 3 Campo 0 6,8 13,6 8,5 0 28,81 6,98

Sedum telephium L. Bálsamo Crassulaceae I-cultivada 2 Quinta 0 15,3 0 0 5,1 20,34 4,22

Senecio filaginoides DC. Charcao-mata mora Asteraceae Nativa 2 Campo 0 12,7 0 0 5,1 17,8 1,23

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Sisyrinchium sp. Sisiringio-Florcita Iridaceae Nativa 1 Campo 0 0 0 0 2,5 2,54 0,04

Solanum lycopersicum L. Tomates Solanaceae I-cultivada 2 Quinta 8,5 1,7 0 0 0 10,17 2,11

Solanum tuberosum L. Papa Solanaceae I-cultivada 2 Quinta 14,4 6,8 0 0 0 21,19 4,39

Stillingia patagonica (Speg.) Pax & K. Hoffm. Yuyo crespo/yuyo verde Euphorbiaceae Nativa 1 Cerro 0 2,5 0 0 0 2,54 0,09

Tabebuia sp. Lapacho Bignoniaceae I-comercializada 1 Negocio 0 0,8 0 0 0 0,85 0,01

Tamarix ramosissima Ledeb. Tamarisco Tamaricaceae I-cultivada 1 Quinta 0 0 0 0 7,6 7,63 1,57

Tanacetum balsamita L. Menta romana Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 0 10,2 0 0 2,5 12,71 1,75

Tanacetum vulgare L. Palma Asteraceae I-cultivada 2 Quinta 0 20,3 0 0 8,5 28,81 7,95

Tetraglochin alatum (Gillies ex Hook. & Arn.) Kuntze Coronilla-puelneneo Rosaceae Nativa 3 Campo 0 10,2 1,7 0 1,7 13,56 1,88

Theobroma cacao L. Cacao cascarilla Rosaceae I-comercializada 1 Negocio 0,8 0 0 0 0 0,85 0,01

Tilia sp. Tilo Tiliaceae I-comercializada 1 Negocio 0 1,7 0 0 0 1,69 0,03

Urtica dioica L. Ortiga Urticaceae I-recolectada 1 Quinta 0 1.7 0 0 0 1.7 0.76

Usnea spp. Barba de la piedra Usneaceae Nativa 2 Cordillera 0 11 0 0 0 11,02 0,76

Valeriana carnosa Sm. Ñanculahuén Valerianaceae Nativa 2 Cordillera 0 23,7 0 0 1,7 25,42 1,75

Zea mays L. Choclo, maíz Poaceae I- cultivada 2 Quinta 7.6 5.1 0 0 0 12.71 2.63

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CUARTO CAPÍTULO

Herbolarias rurales en la meseta chubutense: soluciones locales y versatilidad

“La tierra late como un tambor que sólo escuchan los pájaros y los árboles” 

“Y que este círculo sea como la tierra y los vientres que esperan hijos. Que este círculo sea como la vida, sin retorno, siempre

avanzando hacia la primavera”.

María Epul de Cañuqueo, curandera de la Patagonia

INTRODUCCIÓN

En la actualidad, está ampliamente aceptado que el reconocimiento y la aplicación del

conocimiento tradicional sobre plantas y las prácticas de manejo asociadas en una comunidad

constituye una herramienta que puede contribuir al desarrollo en aquéllas que están

deprimidas social y económicamente (Berkes et al., 2000; Olsson et al., 2004; Folke et al.,

2005; Toledo y Barrera-Bassols, 2008). Particularmente, se ha constatado que el saber sobre

plantas provenientes del entorno natural o cultivadas (que denominamos herbolaria), permite

a los pobladores sobrellevar la ausencia o las limitaciones de la medicina oficial en el ámbito

de las comunidades rurales que se encuentran alejadas de los centros urbanos (Ladio y

Lozada, 2008). Por otra parte se ha observado que ante un inevitable cambio del entorno, una

comunidad con una herbolaria resiliente, es decir aquella que sea diversa y versátil, presenta

mayor capacidad de reorganización y ajuste a las nuevas condiciones al mantener activo su

cuerpo de conocimientos sobre las plantas (Ladio, 2011).

Varios autores coinciden en señalar que las comunidades rurales que viven en la Patagonia

extra-andina, como las que se asientan en la parte central del Chubut, han sufrido fenómenos

sucesivos de transformación cultural como respuesta a la influencia hegemónica de las

sociedades de mercado (Ladio y Lozada, 2004a, 2004b; Molares y Ladio, 2009; Eyssartier et

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al., 2011b). Los reiterados procesos migratorios desde y hacia el interior patagónico

(Benencia y Gazzotti, 1995; Gundermann et al., 2009) han afectado particularmente a las

comunidades originarias tehuelches y mapuches asentadas en la estepa patagónica,

produciendo notorios cambios en la vida de estos pueblos.

Para las pequeñas comunidades aisladas en la estepa patagónica, como sucede en otros

poblados asentados en zonas semiáridas (Ladio et al., 2007), la provisión de distintas plantas

medicinales que cubran el espectro de dolencias de la comunidad, representa una ardua tarea

debido a la hostilidad del clima y las grandes distancias que existen hacia las zonas de

obtención del recurso vegetal. Las distintas especies son seleccionadas en función de costos y

beneficios asociados a su recolección, que son considerados según la interpretación y

valoración cultural propia de cada grupo acerca de la potencialidad del entorno y de cada una

de las plantas (Estomba et al., 2006, Ladio, 2006). De esta manera, algunas veces las

poblaciones humanas que viven lejos de los bosques (éstos poseen gran cobertura vegetal)

deben realizar viajes que implican largas distancias para la recolección de especies nativas

muy valoradas culturalmente, mientras que para las plantas exóticas, en general, se recolectan

en sitios cercanos a las casas y/o son producto del cultivo (Ladio et al., 2007).

Finalmente, contamos con numerosos estudios que proponen que las especies medicinales

más versátiles -especies con amplio espectro de usos medicinales- cuentan con los mayores

consensos entre los habitantes (Lozada et al. 2006, Ladio y Lozada, 2008, Richeri et al. 2010,

Molares y Ladio, 2014). Este patrón sería indicativo de que el cuerpo de plantas medicinales

que es consensuado en una comunidad deriva de procesos de ajuste y adaptación y no de

procesos al azar (Berkes et al., 2000; Toledo, 1992).

Sistemas de salud de la región

Un sistema etnomédico es un entramado multicultural compuesto por elementos y agentes de

salud que poseen distintos roles y funciones según la cosmovisón local de salud. Los

elementos pueden ser producto de la historia local del lugar como también aquellos que

provienen de la biomedicina o de terapias alternativas. Dichos elementos son utilizados en el

autotratamiento domiciliario o como parte de prácticas y curaciones más complejas.

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Involucran elementos naturales y recetas específicas que en la mayoría de los casos están

acompañadas de prácticas mágico religiosas (Good, 1987; Idoyaga Molina, 1997).

En las comunidades del norte de Patagonia, al igual que en otros poblados rurales de

Argentina (Idoyaga Molina, 1999; Martínez y Planchuelo, 2003), el sistema de salud ha sido

caracterizado como un complejo etnomédico en el cual cobran importancia tanto los

conocimientos provenientes de hospitales como los relacionados al saber popular vinculado a

curanderos y al autotratamiento con medicina casera –a su vez- de orígenes diversos. La

medicina Mapuche, dentro de los saberes médicos populares de la región, constituye uno de

los sistemas médicos más importantes y extendidos en la Patagonia (Mösbach, 1992; Ladio,

2011).

En este contexto, Ochoa et al. (2010), realizaron un estudio comparativo del conocimiento

sobre plantas medicinales entre mapuches y criollos en una comunidad de Río Negro y ponen

en evidencia que los pobladores auto- reconocidos y organizados en una comunidad mapuche

poseen un conocimiento herbolario general y sobre plantas nativas, más profundo que los

criollos. Los autores concluyen que la organización comunitaria y la identidad mapuche -

ligada ancestralmente al uso de plantas medicinales- influyen directamente sobre la riqueza

de especies medicinales nativas y no así sobre la de plantas exóticas. En este sentido, Ladio y

Molares (2014) indicaron que la presencia de instituciones y medios de comunicación, dentro

de las comunidades rurales, favorece la transmisión de saberes vinculados a especies exóticas

que tienen un alto consenso a nivel mundial y son incorporadas, con confianza, en las

herbolarias locales.

Por otra parte, la concepción local de enfermedad en áreas rurales patagónicas se asocia a una

idea de pérdida de equilibrio en todos los niveles: individual, familiar, comunitaria y

ambiental. En este contexto de desarreglo integral que abarca todos los aspectos de la persona,

hacen efecto los agentes que producen la enfermedad y que pueden ser de origen natural como

sobrenatural (Citarella et al., 1995). En el segundo capítulo hicimos una reseña de los

movimientos migratorios y la confluencia étnica y cultural que conformó la composición

actual de las comunidades de la meseta. La influencia de la herbolaria medicinal mapuche le

otorga una serie de características y sentidos al uso de las hierbas, los cuales nacen a partir de

la relación estrecha que mantiene el mapuche con el cosmos, originando una variedad de

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símbolos y significaciones, cargadas de percepciones relacionadas con aspectos mágico-

religioso (Citarella et al., 1995).

El conocimiento herbolario de los pobladores rurales y sus patrones de variación en

Patagonia

En Patagonia existen, actualmente, cerca de 500 especies, nativas y exóticas, que se utilizan

como medicina (Molares y Ladio, 2009). Sin embargo, entre cada comunidad hay una gran

variación en la riqueza de plantas medicinales; el número varía entre 30 y 150 especies por

localidad. Por ejemplo, en la comunidad Arroyo Las Minas citaron 35 especies (Ochoa et al.,

2010), en Curruhuinca totalizan 89 especies (Estomba et al. 2006), mientras que en la

comunidad mapuche de Lago Rosario se citan 131 especies (Molares y Ladio, 2008).

Las principales categorías de uso medicinal, dentro del ámbito doméstico patagónico son:

digestiva, respiratoria, inflamatoria, hepática y diurética (Molares y Ladio, 2009; Ochoa et al.,

2010; Ladio et al. 2013). En las comunidades rurales, los habitantes interpretan a las plantas

de manera holística considerando sus propiedades utilitarias, físico-químicas y ecológicas

para su identificación junto con apreciaciones de carácter simbólico y cultural.

El aroma y el sabor de las plantas son muy importantes en su selección y uso como recursos

medicinales (Molares y Ladio 2012; Molares y Ladio 2014). Las autoras encontraron que de

las 150 especies medicinales usadas actualmente por las comunidades Mapuche de Lago

Rosario y Nahuelpan (Chubut), cerca del 70% tienen aroma y/o sabor y que estas

características brindan información sobre los tipos específicos de usos medicinales. Así, entre

las especies con mayores consensos de uso se destacaron algunas plantas fuertes y amargas

que combaten trastornos digestivos, por ejemplo el ajenjo (Artemisia absinthium), el paico

(Dysphania ambrosioides), la carqueja (Baccharis sagittalis) y el ñanculawen (Valeriana

carnosa). En cambio, las de aroma dulce y gusto amargo fueron citadas para combatir los

resfríos, por ejemplo la paramela (Adesmia boronioides). Además registraron plantas muy

aromáticas asociadas al sahumado de ambientes y limpieza de los “malos aires” de las

viviendas.

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Page 103: crubweb.uncoma.edu.arcrubweb.uncoma.edu.ar/docbiologia/Descargas/TESIS... · Web viewSin embargo, el modelo ecológico imperante hasta hace unos años, suponía que un equilibrio

Paralelamente, Molares y Ladio (2012) detectaron que la localización de las plantas en el

ambiente les sirve a los pobladores para recordar su identidad y eficacia. Las características

del suelo, la asociación entre plantas, y la altitud brindan información para su

reconocimiento, recolección y uso. Por ejemplo, las plantas que crecen a mayor altitud suelen

considerarse más fuertes, aromáticas y efectivas que sus sucedáneas del valle, por lo que son

preferidas. Hoy en día – debido a conflictos político-territoriales o por disminución de la

biodiversidad local- los pobladores lidian con el problema de no poder acceder a los

microambientes de obtención de recursos herbolarios que fueron utilizados, y su

conocimiento transmitido, por sus ancestros.

Lamentablemente, los conocimientos y prácticas vinculados a las plantas medicinales se

están olvidando y en algunos casos, se han suspendido sus usos, sobre todo en los integrantes

más jóvenes. Este fenómeno se ve reflejado en la baja proporción de plantas que se utilizan

efectivamente, en relación a las que se conocen pero su uso no está vigente. Ladio y Lozada

(2004) propusieron que la sustitución de las plantas por productos comercializados o

industrializados y los cambios en el estilo de vida de los pobladores, afectan negativamente la

riqueza herbolaria efectiva. En este sentido, Reyes García et al. (2005) estudiaron dos

comunidades afectadas por distinto grado de intervención del mercado en sus actividades, y

concluyeron que aquellas que no abrieron sus economías al comercio de gran escala, citaron

una mayor riqueza de especies que conocen y usan efectivamente que los productores de

plantas que utilizan los grandes mercados para vender sus productos.

Los trabajos etnobotánicos desarrollados en comunidades rurales de la región también

revelaron que la adquisición del saber sobre plantas ocurre a edades tempranas entre los niños,

y que cuando dejan de acompañar a sus padres en las actividades del campo por ir a la escuela

(en general escuelas con internado, alejadas de sus hogares) ellos pierden el acceso y contacto

con esta información (Ladio y Lozada, 2004; Lozada et al. 2006). Es por ello que el papel de

los conocimientos de los maestros sobre el ambiente local se vuelve clave para una

integración multicultural dado que para los niños es importante en su proceso escolar que sus

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conocimientos sobre el ambiente sean valorados y articulados con la currícula oficial (Ladio y

Molares, 2014).

Finalmente, los papeles que desempeñan hombres y mujeres dentro de una comunidad no

pueden generalizarse ya que obedecen a circunstancias locales; sin embargo, contamos con

información que indica que las mujeres transmiten el saber sobre plantas dentro de su familia

y su comunidad. En la casa, las mujeres son las encargadas de la preparación y aplicación de

los remedios caseros. La recolección de plantas se realiza a pie o a caballo, en general en

complementación con el cuidado del ganado, mientras cuidan los animales, tanto los hombres

como las mujeres y los niños aprovechan para recolectar leña y acopiar plantas medicinales

(Cardoso et al., 2015).

Objetivos e hipótesis

Objetivo general: Describir y analizar distintos aspectos de la herbolaria de tres poblados

pequeños de la CMCCh que se caracterizan por su grado de aislamiento.

Objetivos particulares e hipótesis de trabajo:

1. Caracterizar la herbolaria vigente en las comunidades de la meseta chubutense

H1. Las plantas utilizadas para tratar dolencias digestivas y respiratorias son las más citadas.

H2. Las plantas nativas son los elementos herbolarios más citados.

H3. Las plantas medicinales se obtienen principalmente por recolección y en segunda

instancia, por cultivo.

2. Comparar el conocimiento herbolario en las tres comunidades participantes.

3. Evaluar la variación del Conocimiento Herbolario (CH) en función del género, edad y

grupo étnico o cultural.

H4. Los miembros de la comunidad con mayor edad, utilizan un mayor número de especies

medicinales que los más jóvenes

H5. Las mujeres utilizan una mayor riqueza de plantas medicinales que los hombres.

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H6. La riqueza de especies promedio citada por pobladores auto-adscriptos como originarios

o mapuches/ tehuelches será mayor que la nombrada por los que se reconocen dentro de otros

grupos étnicos o culturales.

4. Analizar los mecanismos implicados en el uso de plantas medicinales que se articulan a

modo de soluciones locales domésticas frente a los problemas de salud más frecuentes.

METODOLOGÍA

Comunidades participantes del estudio

En el segundo capítulo de esta tesis desarrollamos ya, con mayor grado de detalle, las

características e identidades correspondientes a las comunidades rurales que forman parte de

la meseta chubutense y que participaron de este estudio. Al iniciar los estudios de campo, nos

encontramos con personas que viven en forma relativamente aislada de otras comunidades y

que deben sortear condiciones ambientales y sociales difíciles. El acceso a esta zona, que se

hace por caminos consolidados de ripio, suele dificultarse y a veces interrumpirse por

presencia de nieve o impacto de la lluvia durante varios meses del año, principalmente de

junio a octubre.

Particularmente el acceso a Lagunita Salada conlleva mayor dificultad ya que gran parte de la

ruta está constituida por suelo rocoso en muchos lugares y de arcillas sueltas en otros. Muchos

hogares se encuentran, a su vez, alejados más de 40 km de camino sinuoso desde la aldea o

del vecino más cercano. Gastre presenta un relieve más continuo y sus caminos, si bien están

hechos sobre suelos rocosos, no presentan gran dificultad para la mayoría de los vehículos, de

manera que si bien los hogares periféricos están muy asilados, pueden ser visitados por

familiares o por personal del hospital regional. Gan Gan, además de ser la localidad más

numerosa es la que presenta mayor conectividad entre las instituciones con base en la aldea

central y su periferia. Tanto los médicos del hospital, los puesteros sanitarios, la policía y el

juez de paz recorren todo el área con una cierta frecuencia y relativa continuidad.

Abordaje de la investigación

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La metodología etnográfica, la observación participante, la realización de talleres

comunitarios sobre el uso de las plantas y la utilización de herbarios de reconocimiento de

especies de interés medicinal, fueron los instrumentos principales que nos posibilitaron

cumplir con el objetivo propuesto.

Los datos que presentamos en este capítulo, al igual que el resto, fueron recabados teniendo

en cuenta la autorización previa de las autoridades locales y líderes de los pueblos originarios

correspondientes. Además, y siguiendo el código de Ética de la Sociedad Internacional de

Etnobiología (ISE, 2006), solicitamos el consentimiento previamente informado de cada

familia en forma previa al registro de la información.

Metodología etnobotánica

Mediante un enlistado libre (Martín, 2001) cada uno de los 69 entrevistados citó los nombres

comunes de las plantas medicinales utilizadas más frecuentemente y luego profundizamos en

su identificación taxonómica mediante el uso de herbarios o muestreo de campo, sobre las

aplicaciones medicinales particulares, y los modos de obtención de las mismas. Los talleres

participativos (Alburquerque et al., 2010) representaron un espacio donde los vecinos

pudieron intercambiar entre ellos, y con nosotros, saberes, prácticas y recetas muy específicas

vinculados a los remedios caseros que vienen utilizando, en general, desde varias

generaciones atrás y que fueron transmitidos muy frecuentemente, por miembros de la familia

(Eyssartier et al., 2008).

Finalmente, en el contexto de los talleres participativos tomamos muestras de las distintas

especies vegetales que fueron identificadas por los pobladores como “remedio”, “medicina”,

“lawen” o “bueno para…” durante recorridos de identificación a través del campo, base de

cerros, jardines, quintas o lugares de cultivo y veredas. El material recolectado se incorporó a

la colección preservada del Jardín Botánico de la Patagonia Extraandina - CENPAT -

CONICET. Los ejemplares fueron identificados y determinados siguiendo a Correa (1969,

1971, 1984, 1988a, 1988b, 1999). La nomenclatura científica fue actualizada consultando la

base de datos del Catálogo de Plantas Vasculares del Conosur Sur.

(http://www2.darwin.edu.ar/Proyectos/FloraArgentina/fa.htm)). La categorización de las

plantas según su status fue basada en Zuloaga y Morrone (1999 a, b). De esta forma, las

especies que clasificamos como “nativas” corresponden a especies con distribución en la 106

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Patagonia y las “introducidas” hacen referencia a las especies que se distribuyen fuera de la

Patagonia,

Tratamiento de los datos

Las variables que tomamos en cuenta para responder nuestras preguntas y lograr los objetivos

propuestos fueron ordenadas y categorizadas, según el caso, de la siguiente forma:

Composición y riqueza de especies y de familias botánicas: La composición total y riqueza de

especies se estimó teniendo en cuenta el número de especies y de familias botánicas que

fueron citadas por el total de entrevistados en las tres comunidades (Ladio y Lozada, 2003,

2004).

Usos medicinales: Los diferentes usos medicinales para cada una de las especies fueron

categorizados en función de las afecciones citadas por los informantes tomando el criterio de

la medicina occidental según Estomba et al. (2006). La categoría”digestivo” incluye el uso

vinculado al hígado, vesícula biliar, estómago e intestino. Dentro de la categoría

“respiratorio” incluimos los usos antitusivo, expectorante y para las anginas. El uso “urinario”

representa las menciones de uso diurético, para disolver piedras y tratar inflamaciones del

tracto urinario. Las afecciones dermatológicas están asociadas a los eczemas, sarpullidos,

acné y forúnculos. Los usos exclusivamente femeninos relacionados a dolencias

ginecológicas, parto y control de la natalidad están agrupados como uso “ginecológico”.

Dentro de la categoría “analgésico-antiinflamatorio” reunimos las citas vinculadas al dolor

reumático, articular, golpes y caídas y neuralgias. La categoría “fiebre” incluye la temperatura

corporal elevada y también la insolación. El tratamiento de inflamación y/o infección de

encías y el dolor vinculado a piezas dentales enfermas y la provocación de la caída de dientes

y muelas está representado por el uso “odontológico”. Aquellas dolencias o afecciones cuyos

síntomas representaban múltiples orígenes, naturales y sobrenaturales y su diagnóstico y

tratamiento dependen de la cultura y contextos particulares, fueron agrupadas dentro la

categoría “síndrome de filiación cultural” (Remorini et al., 2012).

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Importancia cultural de las plantas medicinales : Para determinar la importancia de cada

especie medicinal dentro de las comunidades participantes, estimamos el consenso de uso

(CU), considerando el número de informantes que citó cada especie respecto al total de

informantes (N=69) x 100 (Ladio y Lozada, 2008).

Variación del conocimiento herbolario: Definimos como indicador del conocimiento

herbolario (CH) de cada participante a la riqueza de especies medicinales citadas por los

mismos. De esta manera consideramos al conocimiento herbolario promedio (CHP) como el

número de especies medicinales citadas por cada grupo evaluado (por eje. la comunidad, el

género y grupo étnico o cultural) dividido por el total de las especies citadas entre todos

(N=69). La autodeterminación étnica o cultural la categorizamos en función de la respuesta de

los propios entrevistados a preguntas directas del estilo: ¿Usted es mapuche o tehuelche?

¿Usted es descendientes de mapuches o tehuelches? De esta forma agrupamos a los

entrevistados en la categoría “originarios” (respuesta positiva) y “no originarios” (respuesta

negativa).

Versatilidad medicinal: La versatilidad de uso de cada especie está calculada a partir de la

suma total de usos medicinales diferentes reputados para cada especie citada por el total de los

entrevistados, tomado de Ladio y Lozada (2008).

Análisis estadístico

Finalmente, el análisis estadístico de la información cuantitativa se llevó a cabo utilizando

pruebas no paramétricas dado que los datos no presentaron una distribución normal (Höft et

al., 1999). Mediante la prueba Chi2 se evaluó por un lado, la significancia del uso distintivo de

especies nativas e introducidas y también del número de citas vinculado a los distintos modos

de obtención de las especies (Richeri et al. 2013b). El test Chi2 pone a prueba la hipótesis nula

de igualdad entre frecuencias esperadas y observadas. Para estudiar la variación del CHP

entre los tres sitios estudiados, utilizamos la prueba de Kruskall Wallis (p<0.05). Luego

comparamos la similitud de las especies entre las tres comunidades mediante el índice de

Jaccard (IJ) (Höft et al., 1999), utilizando la siguiente fórmula: IJ= c/ (a + b+ c) x 100, donde

c es el número de especies comunes, a es el número de especies únicas presentes en un sitio

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dado y b es el número de especies únicas presentes en el otro sitio. Por otra parte, y a fin de

comparar el CHP en hombres y mujeres recurrimos a la Prueba U de Mann Whitney (p<0.05).

Luego analizamos la relación entre el CH y la edad mediante la Correlación de Spearman

(p<0.01) y utilizamos la misma prueba para evaluar si el consenso (CU%) está relacionado

significativamente con la versatilidad de uso de las especies. (Conover, 1971).

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Riqueza de especies, usos medicinales y origen biogeográfico de las plantas medicinales

Luego de analizar las entrevistas y la información recabada en caminatas y talleres,

registramos un total de 1571 citas de uso de plantas utilizadas como remedios caseros que

corresponden a 68 especies y 8 géneros (Anexo II,Tabla 4.1). Las entrevistas revelaron el uso

de otras 15 etnoespecies, plantas que no pudieron ser determinadas por lo cual fueron

excluidas de los análisis estadísticos.

Las especies con mayor consenso de uso entre los participantes son Acantholippia

seriphioides (tomillo patagónico) y Clinopodium darwinii (te pampa) como digestivos y

Adesmia boronioides usado para aliviar las dolencias respiratorias como el asma y la tos. Le

siguen en orden Mentha spicata x piperita (menta) utilizada mayormente para enriquecer el

mate o preparar una infusión digestiva y refrescante; Nardophyllum brioides (sietecamisas)

citada como tratamiento muy efectivo de la fiebre en niños y adultos; Fabiana imbricata

(palo piche) muy utilizada para limpiar los riñones y la sangre y Larrea divaricata (jarilla)

especie útil para combatir dolores reumáticos, articulares, micosis y pediculosis.

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ddcc

bbbbbb

a

0

10

20

30

Usos medicinales

% d

e ci

taci

ón

Figura 4.1. Importancia de los usos medicinales de las plantas de la CMCCh. El eje vertical representa el porcentaje de citas respecto de determinada categoría medicinal teniendo en cuenta el total de entrevistados (N=69). Las distintas letras sobre las barras indican grupos con porcentajes de citación significativamente diferentes, según los resultado de la prueba Chi- cuadrado (p<0.05).

Con respecto a los usos medicinales, la Figura 4.1 nos muestra que el uso medicinal

prevalente corresponde a la categoría digestivo con el (23% de citación), le siguen los usos

respiratorio, circulatorio, urinario, dermatológico, para la fiebre y ginecológico (entre 12 y 10

% de citación). Luego siguen las categorías sedante y analgésico (8% cada una) y, finalmente,

los síndromes culturales y el uso odontológico (3% cada uno; p<0.05). Al interpretar estos

resultados podemos destacar, en primera instancia, que son coincidentes con la mayoría de

los datos recabados en otras comunidades rurales patagónicas (González y Molares, 2004;

Ladio et al., 2007; Ochoa y Ladio, 2010). La primera hipótesis de trabajo sostiene que tanto

las afecciones digestivas como las respiratorias son las más frecuentemente tratadas con

plantas, por lo tanto solamente podemos comprobar la primer parte de la hipótesis planteada.

Sin embargo las especies que tratan dolencias respiratorias, si bien no son tan citadas con las

digestivas, representan la segunda categoría de citación.

Cabe destacar que los encuentros participativos y las entrevistas en profundidad nos revelaron

que la dieta muy alta en carnes, grasas y harinas, que llevan los pobladores rurales de esta

región, podría determinar la elevada incidencia de dolencias vinculadas al sistema digestivo,

sobre todo al mal funcionamiento hepático-vesicular. En este sentido, es muy habitual

encontrar ejemplares cultivados de Buddleja globosa (pañil) y hojitas secas de Baccharis

crispa (carqueja) guardadas en armarios, con el fin de tener a mano plantas que alivian las 110

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frecuentes “patadas al hígado” que la familia experimenta luego de comer abundante cordero,

tortas fritas y vino. La mayoría de las aromáticas utilizadas como digestivo y refrescante del

estómago son incorporadas al mate en forma de hoja seca o fresca, como por ejemplo,

Clinopodium darwinii (té pampa), Mentha ssp. (variedades de mentas) y Acantholippia

seriphioides (tomillo patagónico).

Por otro lado, registramos que la importante presencia de plantas que alivian dolencias

respiratorias y circulatorias podría estar vinculada a la rigurosidad del clima frío, ventoso y

seco que domina el entorno de las comunidades. Es así que predomina la aplicación del

“jarabe de quilimbay (Chuquiraga avellanedae)”, “paramela (Adesmia boronioides) con

azúcar quemada” y “tecito de cebolla (Allium cepa)” para prevenir y tratar bronquitis, tos,

resfríos y entumecimientos de manos y pies, que prevalecen durante la época invernal.

Es importante destacar el uso frecuente de plantas de uso urinario que “limpian riñones”,

curan las infecciones urinarias y “mantienen el cuerpo limpio” como por ejemplo, Fabiana

imbricata (palopiche), Valeriana carnosa (ñanculauén), Ephedra ochreata (sulupe) y Zea

mays (maíz). Estas plantas suelen tenerse disecadas en ramitos y colgadas dentro de armarios

oscuros para utilizarse, cuando algún integrante de la familia lo requiera, en forma de

infusión.

Las dolencias digestivas son las afecciones mayormente tratadas con las plantas en otras áreas

rurales patagónicas (Estomba et al. 2006; Molares y Ladio 2010), hecho que demuestra que

los componentes adoptados son sustanciales para paliar las dolencias más prevalentes, y por

ende, no son elegidos al azar. Del mismo modo se evidencia su uso preventivo, para evitar

dolencias futuras, activar el funcionamiento del hígado y también mantener el equilibrio

(cuerpo limpio) dando cuenta de elementos propios de la medicina mapuche (Citarella et al.,

2000).

Plantas medicinales nativas e introducidas

Con respecto al origen biogeográfico de las especies medicinales, encontramos que los

entrevistados citaron aproximadamente el mismo número de nativas e introducidas (U de

Mann Whitney=0.66; p<0.05). La composición de una herbolaria refleja, en algún sentido, la

historia del poblamiento de la comunidad que ha atesorado el uso de plantas nativas y son las

que desean seguir utilizando. En este sentido, Richeri et al., (2010) han encontrado que por

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ejemplo las personas cuando migran llevan consigo los objetos, pero también las plantas más

queridas y/o útiles en su historia familiar, y buscan los mecanismos para el caso de aquellas

que no pueden reproducirse en el nuevo ámbito de obtenerlas por trueque o compra.

La alta presencia de especies introducidas, la mayoría de distribución cosmopolita como

Erodium cicutarium (alfilerillo), Plantago lanceolata (sietevenas, llantén) o Marrubium

vulgare (malvarrubia) dentro de las herbolarias estudiadas muestra los procesos de

sincretismo e hibridación de saberes y culturas que existe hoy en día en la CMCCh, producto

de la historia social y ambiental comentada en el segundo capítulo. Los medios de

comunicación (radio, televisón e Internet) y las instituciones extensionistas que operan en las

localidades, constituyen otra herramienta de transmisión informal de conocimientos (además

de la familiar o vecinal). De esta manera, encontramos un poblador que toma infusión de

Tabebuia sp. (lapacho) por recomendación de un programa televisivo; otros entrevistados

compran saquitos para preparar té de Peumus boldus (boldo) ya que lo encuentran en el

mercado local; algunos cultivan y utilizan remedios hechos con Matricaria recutita

(manzanilla), Origanum officinale (orégano) o Petroselinum crispus (perejil) con información

recibida en un taller del Programa Nacional Pro Huerta (INTA). Los resultados no nos

permiten aceptar, con este análisis, la segunda hipótesis planteada respecto a la

preponderancia de las plantas nativas dentro de la herbolaria.

A modo de ilustrar la percepción de los cambios, por parte de los pobladores más antiguos de

las aldeas rurales, transcribimos una parte de la entrevista a Don Rosario (poblador de

Lagunita Salada, 82 años) quien nos comentó:

“…ahora estoy ya viejo y no puedo salir a buscar los yuyitos que siempre anduve tomando…

para los achaques, ¿vio?... Tengo que mandar a mi hijo nomá… no me trae nada… dice que

no encuentra nada che… dice que vaya al puesto (sanitario) si me duele algo,… que me van a

poner la pichicata (inyección) o me van a dar la pastillita… crié a mi hijo tomando los

remedios que buscábamos ahí ajuera nomá con la tata … y ahora él se olvidó de todo

parece…antes nos curábamos con las cosas del campo nomá…de todo había, para la fiebre

de los chicos, para el empacho, hasta para las pesadillas (risas)…”

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Este relato recogido de uno de los talleres participativos (que detallaremos en el quinto

capítulo) corresponde a un hombre de campo nacido y criado en el lugar y nos ilustra una

situación que comúnmente registramos al entrevistar a personas mayores. Por un lado,

podemos distinguir esa idea arraigada en los ancianos de “todo pasado fue mejor” al recordar

que muchas de las cosas necesarias para criarse sano o curarse de alguna afección estaban al

alcance de las manos, en el campo que los rodeaba. Por otra parte este relato, junto a otros que

se hicieron eco en el taller, dan cuenta de cambios en el sistema de salud tradicional y en la

concepción de salud/enfermedad de las generaciones más jóvenes.

Ahora, si analizamos el consenso que tienen las especies medicinales dentro de las

comunidades, podemos ver que las nativas tienen mayor consenso que las introducidas

(U=1367, p=0.038). Sin embargo, si agregamos información y cruzamos los datos de origen

con las formas de obtención del recurso, comprobamos, mediante la prueba Kruskal Wallis

(que dio un valor de Chi2=5.367, p=0.147) que tanto las nativas e introducidas recolectadas

como las introducidas cultivadas y comercializadas tienen igual consenso medicinal entre los

pobladores (Figura 4.2).

Figura 4.2. Consenso de uso promedio (CU%) de las plantas medicinales según su origen y modo de obtención. La prueba K-Wallis no detectó diferencias significativas entre las categorías (Chi2=5.367, p=0.147)

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Estos resultados sugieren la existencia de procesos flexibles y dinámicos en el moldeado de

la herbolaria de estas comunidades aisladas, dado que se observan formas diferentes de

aprovisionamiento, y abonan la idea de que los pobladores han construido una herbolaria

compleja basada en la interacción entre conocimientos nuevos y tradicionales. El cultivo de

plantas medicinales (eje., ver en Tabla 1, Mentha spicata x piperita “menta pastilla”,

Artemisia absinthium “ajenco”, Matricaria recutita “manzanilla”) permite a los pobladores

con bajos recursos económicos, la obtención de especies importantes para tratar determinadas

dolencias, al mismo tiempo que reduce el esfuerzo de búsqueda y presión de uso en relación a

las plantas silvestres. Sin embargo, estas últimas son muy importantes en términos culturales,

ya que no sólo tratan varias dolencias, sino que también son utilizadas frecuentemente (ej., ver

en Tabla 1 Clinopodium darwinii “té pampa”, Acantholippia seriphioides “tomillo silvestre”,

Nardophyllum bryoides “sietecamisas”, Chuquiraga avellanedae “quilimbay” y Valeriana

spp. “ñancolawuen”).

En este sentido, Ladio (2011) sugiere que el aprendizaje y el conocimiento sobre plantas

nativas y exóticas, para comunidades rurales nor-patagónicas, aumenta con el mantenimiento

de las prácticas culturales asociadas a un estrecho contacto con la naturaleza, como la caza, la

recolección de frutos silvestres o la arriada del ganado por el campo: actividades cotidianas

para los habitantes de la meseta del Chubut. Por otra parte, la autora afirma que la memoria

social vinculada al uso de plantas es dinámica y se transforma en sintonía con los cambios

ambientales de los contextos rurales patagónicos. Sin embargo, hasta hace poco tiempo, el

uso de plantas exóticas se ha relacionado con la pérdida del conocimiento tradicional, sobre

todo debido a la efectos de la sustitución, proceso documentado en estudios realizados en

varias poblaciones humanas de la región (Ladio y Lozada 2001; Estomba et al., 2006; Ochoa

et al. 2010). En contraposición, Albuquerque y Ferreira de Oliveira (2007) proponen que las

plantas adventicias incorporadas a la herbolaria de las comunidades (junto con las

alimenticias, combustibles y otras) deben ser consideradas como fuentes alternativas de

tratamiento y alivio de las dolencias, ofreciendo redundancia, es decir, solapamiento de

funciones entre especies nativas e introducidas. La redundancia puede jugar un papel crucial

en la conservación de ambientes, ya que ofrece alternativas a la explotación de plantas

medicinales nativas y también sirve como un amortiguador frente a especies que se extinguen

localmente o en otras situaciones de cambio sociocultural.

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Formas de obtención de las plantas medicinales

La recolección (57%) es la principal forma de obtención de recursos medicinales (Chi 2=

4.18, p< 0.05). Le siguen el cultivo (34%), luego la compra en comercios de la zona (5%) y

de las ciudades aledañas, y el pedido (4%) de plantas específicas a personas que pueden

conseguirlas más fácilmente (Figura 4.3).

CC

B

A

0,00

10,00

20,00

30,00

40,00

50,00

60,00

Recolección Cultivo Comercio Pedido

Modos de obtención

% d

e ci

tas

Figura 4.3. Principales modos de obtención de las plantas medicinales. Las letras sobre las barras indican diferencias significativas en el % de citas referido a cada modo de obtención según la prueba Chi 2 (p<0.05).

Las plantas recolectadas son las nativas del lugar y las introducidas que crecen

espontáneamente, en general, alrededor de las casas, en terrenos removidos y en las

banquinas. Los pobladores recolectan las especies nativas cuando las necesitan o bien para

tener en forma seca, en los hogares. Los talleres revelaron que los “cerros” son ambientes

muy importantes para la recolección de Clinopodium darwinii (té pampa), Acantholippia

seriphioides (tomillo), Valeriana carnosa (ñanculaguen) y Azorella monantha (leña de

piedra). El “campo” o “llano” es fuente de plantas medicinales recolectadas como

Nardophyllum bryoides (sietecamisas), Grindelia chiloensis (botón de oro), Dysphania

multifida (paico arrastradito), Larrea divaricata (jarilla), L. nitida (jarilla) y L. ameghinoi

(jarilla rastrera).

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El cultivo de plantas medicinales se realiza, principalmente dentro de las mismas huertas

domésticas pero también utilizan canteros y macetas para reproducir las plantas de interés. Es

muy común observar en los jardines de los pueblos patagónicos una variedad de especies

medicinales como por ejemplo, Tanacetum vulgare (palma), T. balsamita (menta romana),

Artemisia absinthium (ajenco), Rosa sp. (rosa común), Chrysanthemum sp. (crisantemo),

Mentha spicata x piperita (menta pastilla) y Matricaria recutita (manzanilla). Los vecinos

suelen intercambiar o regalar “gajos” o semillas de plantas medicinales como forma de

interactuar y colaborar con la salud de las familias vecinas.

El comercio de plantas medicinales está asociado a la venta de infusiones comerciales en los

almacenes rurales, ya que algunos entrevistados adquirieron en estos negocios saquitos con

Peumus boldus (boldo) y Matricaria recutitca (manzanilla). Si bien los entrevistados

reconocen que la efectividad no es la misma que la conseguida con las plantas frescas,

continúan comprando estas infusiones por ser más accesibles y fáciles de preparar.

Por último, registramos el modo de adquirir plantas medicinales por pedido a personas

específicas que se dedican a esta actividad o bien que trabajan en campos donde crecen las

especies solicitadas. Las especies que crecen en los lugares muy aislados o en los cerros

constituyen ejemplos para esta categoría. A su vez, los entrevistados consiguieron algunas

plantas medicinales, como por ej. Larrea divaricata, Valeriana carnosa, Fabiana imbricata,

pidiéndoselas a familiares que viajaban a zonas de distribución de dichas especies. Éstas

suelen ser plantas muy queridas y valoradas por los pobladores. Los resultados refuerzan la

idea planteada en la tercera hipótesis vinculada a la recolección como principal forma de

adquisición del recurso herbolario dentro de las comunidades.

Variación del Conocimiento Herbolario (CH): entre comunidades, entre edades, géneros

y grupos étnicos o culturales

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La Figura 4.4 nos muestra que el número de especies citadas (riqueza) varía entre las

comunidades pero estas diferencias no son estadísticamente significativas ( Kruskal-Wallis

Chi2=2.49, p =0.287). Más aún, cuando comparamos la composición de especies, mediante un

análisis de de similitud (Índice de similitud de Jaccard) entre sitios, pudimos ver que Gastre y

Gan Gan comparten el 82% de las especies mientras Gan Gan y Lagunita Salada comparten el

80% y, finalmente, Gastre y Lagunita Salada 78% de especies en común. Estos resultados nos

sugieren que las tres comunidades comparten no solamente una historia común como

contamos en el segundo capítulo, sino que también comparten el acervo cultural vinculado al

uso de la variedad de especies que coexiste con las comunidades y es parte de su vida

cotidiana.

Figura 4.4. Conocimiento herbolario, medido según la riqueza promedio de especies citadas, en cada comunidad participante. La prueba Kruskal Wallis no detectó diferencias significativas entre comunidades (La prueba K-W arrojó un valor Chi2=2.84, p=0.287)

En resumen, el análisis de la herbolaria de las comunidades nos puede hablar de su historia,

de las interconexiones que ocurrieron en el pasado y del actual flujo de información y

materiales (en este caso, plantas) que permiten la construcción activa y continua de los

reservorios etnobotánicos. Particularmente, pudimos comprobar que la Comarca de la

Meseta Central del Chubut es asiento de un sólido cuerpo de saberes y prácticas herbolarias

que fue construido en forma colectiva y mediante sucesivos procesos históricos.

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Por otro lado, encontramos una correlación positiva significativa entre el conocimiento

herbolario (CH) y la edad de los entrevistados (Figura 4.5, r=0.378, p=0.001). Este resultado

nos permite aceptar la hipótesis cuarta, referida a un mayor CH herbolario en los miembros

mayores de la comunidad. En la figura podemos observar que el pico máximo de CH ocurre

entre los 55 y 70 años y luego disminuye un poco en las edades más avanzadas.

Figura 4.5. Correlación entre el conocimiento herbolario y la edad de los entrevistados (Rho de Spearman=0.378, p=0.001)

Con respecto a la incorporación de los saberes, pudimos constatar que los adultos con

experiencia en horticultura brindan consejos a los que recién se inician en la huerta, -

escolares, familiares o pares -y enseñan sobre las épocas de siembra, cosecha y

requerimientos de las plantas medicinales cultivadas (Figura 4.6). Asimismo, en los talleres

comunitarios que organizamos en el marco de este estudio, pudimos observar el intercambio

tanto de conocimientos como de materiales vinculados al cultivo (por ej, semillas, plantines,

tierra fértil, etc.) que existe entre vecinos que llegan incluso desde lugares muy lejanos dentro

del área de estudio. Además, nos resulta muy importante destacar la interacción entre niños y

adultos: los primeros suelen abonar el suelo y sembrar las especies medicinales, mientras que

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los mayores airean la tierra y preparan los surcos. Durante estas jornadas de trabajo, se

comparte una variada información sobre las plantas y sus posibles formas de

aprovechamiento.

Figura 4.6. Actividades familiares de preparación de la tierra y siembra en Gastre. Estas tareas le permiten a los más chicos aprender naturalente cuestiones de la tierra, abono, riego, siembra y ciclos de las plantas medicinales cultivadas.

La relación entre la edad y el conocimiento tradicional ha sido tratada, usualmente en los

trabajos etnobiológicos, como una relación lineal y en este sentido, los datos presentados en

esta tesis coinciden con dicha tendencia. Sin embargo, como se destacó previamente, si se

analizan los puntos de la gráfica, se observa una posible relación curvilínea. En este sentido,

Koster et al (2016) ha mostrado que la relación entre la edad y el conocimiento etnobiológico

posee un proceso acumulativo que alcanza un pico entre las personas de 30 y 40 años y luego

decrece a la edad más avanzada.

Este modelo parece ajustarse bien a lo que ocurre con el CH en las comunidades estudiadas,

donde el factor principal que determina la incorporación de conocimientos y prácticas sobre

plantas medicinales está fuertemente vinculado a las oportunidades y capacidad de adquirir

las plantas y de recordar sus nombres, usos y lugares de obtención que se da en esta etapa de

la vida. Más tarde, en el caso de los adultos mayores, las oportunidades de movilizarse,

obtener recursos nuevos y memorizar nueva información podrían ser más reducidas.

Contrariamente a lo que esperábamos, no registramos diferencias significativas entre el CH

promedio citada por hombres y mujeres (Figura 4.7; p>0.05). Este último resultado no

concuerda con lo planteado a priori en la quinta hipótesis de trabajo ni con lo observado en

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otros trabajos etnobotánicos como, por ejemplo, los realizados por Balick et al. (2000),

Benvenuto y Sánchez (2002), Eyssartier et al. (2008), Lozada et al. (2006), Pieroni et al.

(2005) y Cardoso et al., (2016), los cuales indican que, en la mayor parte de las culturas, son

las mujeres las portadoras mayoritarias del conocimiento sobre las plantas y sus aplicaciones

medicinales.

Figura 4.7. Riqueza promedio de especies citada por los hombres y mujeres entrevistados

En parte, nuestros datos podrían explicarse si tenemos en cuenta que en la actualidad hombres

y mujeres trabajan, la mayor parte del día, en contacto con la flora local, mientras llevan a

cabo sus tareas diarias vinculadas al cuidado del ganado y la recolección de leña. En muchas

oportunidades registramos que los hombres de la casa son los que traen las plantas nativas al

hogar, ya sea por pedido de otro integrante de la familia o por decisión propia.

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Finalmente, la última parte del objetivo 3 fue comparar el CH entre pobladores que se

identificaron como pertenecientes al pueblo originario Mapuche-Tehuelche y el resto. Los

resultados (Figura 4.8) indican que los participantes que se auto-adscribieron como

“originarios” o “mapuche” o “tehuelche” o “indios” presentan, en promedio, un

conocimiento levemente mayor que aquellos que no se reconocieron pertenecientes a un

grupo étnico local, aunque estas diferencias no se encontraron estadísticamente significativas

(U de Mann Whitney=335, p=0.089), con lo cual no corroboramos la sexta hipótesis

planteada.

Figura 4.8. Riqueza promedio de especies medicinales correspondientes al género de los entrevistados y a la autoderminación étnica o cultural

Estos datos no coinciden con los registros de Ochoa et al. (2010) quienes comprobaron que

los miembros de un poblado rionegrino, auto-adscriptos como mapuches, poseían un

conocimiento mayor sobre las plantas nativas medicinales, que los pobladores criollos. Si bien

la vasta historia de uso de remedios vegetales construida por el pueblo Mapuche-Tehuelche

se ve reflejada en algunas comunidades de la Patagonia, en la herbolaria de las comunidades

de la meseta chubutense encontramos indicios del sometimiento y hostigamiento cultural

sufrido por los pobladores locales en el pasado que habría llevado a una desarticulación del

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CH. Particularmente, solo el 10 % de los entrevistados, auto-adscriptos como originarios,

reveló conocer algunos vocablos y canciones en la lengua nativa (Mapudungun). En este

sentido, Ladio (2011) pudo comprobar que el mantenimiento del idioma nativo –que

representa la experiencia directa con el medio ambiente, y la familiaridad con las categorías

lingüísticas que representan cosmovisión del pueblo- se asocian con una mayor diversidad de

conocimientos sobre las plantas nativas y exóticas y una mayor resiliencia de dicho

conocimiento. Afortunadamente en la actualidad, las escuelas rurales del Chubut desarrollan

programas que incluyen el aprendizaje del Mapudungun como parte de la currícula opcional

ofrecida a los estudiantes y sus familias. Esta iniciativa, si bien es reciente y exploratoria,

podría contribuir con la recreación de conocimientos y prácticas que fueron,

intencionalmente, anuladas junto con las lenguas locales.

Otro aspecto de la herbolaria: mecanismos que reflejan flexibilidad

Los resultados que mostramos, hasta ahora, describen los componentes de la herbolaria

utilizada por las comunidades de la CMCCh. En esta sección nos focalizaremos en los

mecanismos, vinculados a la herbolaria, desarrollados por los pobladores ante las diferentes

necesidades, pero que resultan en un conjunto de prácticas o soluciones locales,

contextualizadas, que aportan a la autosuficiencia (Figura 4.9).

122

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Figura 4.9. Componentes y mecanismos que forman parte de las soluciones locales que los pobladores

rurales desarrollaron para hacer frente a los problemas de salud.

El análisis de las entrevistas refleja la existencia de mecanismos que permitirían hacer un uso

eficiente y flexible de los componentes que conforman la herbolaria de las comunidades.

Estos mecanismos actúan directamente sobre los recursos vegetales y se ponen en acción

junto con otros mecanismos socio-culturales, como por ejemplo la transmisión social de la

información, que mantienen vivos los saberes acumulados en la experiencia con el ambiente

(Davidson-Hunt y Berkes 2006). Los mecanismos que encontramos en este trabajo (Figura

4.9) son:

1) Versatilidad medicinal: Las especies medicinales con mayor consenso de uso dentro de las

comunidades de la CMCCh se mostraron asociadas con aquellas que poseen mayor

versatilidad de usos medicinales (Rho de Spearman de 0.677, p <0.05). En otras palabras, las

especies que pueden suministrar una solución a varios problemas de salud, dentro del ámbito

doméstico, son aquellas que son usadas y compartidas por un número mayor de personas

(Berkes 1999; Ladio y Lozada 2008; Richeri et al. 2013a). El amplio espectro de uso que

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presenta Acantholippia seriphioides (digestivo, respiratorio, circulatorio y analgésico),

Valeriana carnosa (digestivo, circulatorio, sedante y urinario) y Plantago lanceolata

(respiratorio, circulatorio, digestivo y ginecológico) ilustra la importancia de especies que

proporcionan tratamiento para tres o más afecciones de la salud, y estas plantas son

particularmente valoradas por los pobladores. Los datos sugieren que, a pesar de que la

herbolaria se compone de una cantidad relativamente baja de especies (68 spp.), existen

mecanismos de ajuste a las condiciones ambientales limitantes actuales.

2) Redundancia del recurso medicinal: Con redundancia nos referimos a la existencia de

numerosos recursos que sirven para la misma función y que pueden ser utilizados de manera

alternativa (Albuquerque y Oliveira 2007; Ladio 2011; Soares et al. 2012). En nuestro

trabajo podemos citar como ejemplos a Artemisia absinthium (ajenco), Matricaria recutita

(manzanilla) y Mentha spicata (menta pastilla) que se utilizan todas como digestivas. Otro

conjunto de especies que tratan una misma dolencia son Nardophyllum bryoides

(sietecamisas), Sedum telephium (bálsamo) y Tanacetum vulgare (palma) utilizadas para bajar

la fiebre. Estas mismas especies fueron las más importantes en otras regiones patagónicas

(González y Molares, 2004; Ladio y Lozada, 2008; Eyssartier et al., 2009; Ochoa y Ladio,

2010).

3) Complementariedad de actividades: La recolección, el cultivo de plantas, el pedido y la

compra se complementan y de esta manera se incrementa las posibilidades de obtener mayor

riqueza de componentes (Ladio y Lozada 2004; Eyssartier et al. 2009; Ladio 2011). Por otra

parte, las actividades de recolección no se realizan fuera del ámbito de la cría de ganado, eje

fundamental de la vida de los pobladores; mientras que se cuida el ganado una gran cantidad

de plantas son buscadas, recolectadas y llevadas posteriormente al hogar (Ochoa y Ladio,

2015; Molares y Ladio, 2014). Esta complementación refiere a la lógica propia de la

economía social en donde la multiplicidad de actividades forma parte de la vida cotidiana del

campesino rural que le permite ajustarse a cambios (Ladio, 2011), y en este caso, le permite

componer una farmacia casera de plantas medicinales.

4) Viajes multipropósito: El 21 % de los informantes realizan viajes multipropósito de

recolección, de manera que los esfuerzos energéticos se reparten con otras actividades - cría 124

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de ganado, búsqueda de leña, viajes por salud o visitas a familiares que viven en otros sitios–

de modo que sigue siendo posible la recolección de plantas, aún en microambientes que no

son los más familiares. La mayor parte de los entrevistados que viaja, lo hace a la zona

cordillerana –Esquel y Epuyen y otros parajes chubutenses- y de la zona del bosque suelen

traer “tronquitos” de ñanculawen, palopiche y pañil entre otras. Los viajes multipropósito de

búsqueda de los recursos implican la minimización de costos energéticos y tiempos de viaje

(Ladio y Lozada 2004; Costa Neto et al. 2009).

5) Hibridización : Observamos que, muchos componentes de la herbolaria fueron

incorporados por sugerencia de actores externos a la comunidad –maestros, agentes sanitarios

foráneos y promotores de huertas familiares. La herbolaria evidencia procesos de

hibridización al incorporar especies introducidas al conjunto de recursos curativos (i.e Mentha

spp. “mentas”, Matricaria recutita “manzanilla”, Peumus boldus “boldo”, entre otras). Los

pobladores que provienen de otros sitios llevan consigo saberes y prácticas vinculados a las

plantas - y en algunos casos incluso trasladan plantas de interés para cultivar y cosechar en el

nuevo hogar – que luego son transmitidos e incorporados al resto de la población.

Además, luego de analizar las entrevistas, observamos que podrían existir innovaciones en el

uso de las especies introducidas mediante la exploración del entorno natural y la

experimentación directa con las plantas nativas poco conocidas como es el caso de la

incorporación a la herbolaria local de Dysphania ambrosioides (paico arrastrado) descubierto

por un poblador atraído por “un olorcito igual al boldo” e incorporado, al igual que el boldo

(Peumus boldus), como “remedio para el hígado”. Otro ejemplo de innovación lo representa

la incorporación de Thymus vulgaris (tomillo común) por parte de una pobladora que lo

recibió como regalo (sin conocerlo previamente) y comenzó a usarlo como remedio para

resfríos y condimento de cocina “igual que el tomillo silvestre porque tiene el mismo olor y

forma, solo que es más verde…”.

Adicionalmente, el uso de invernaderos constituye una de las innovaciones traídas por los

extensionistas más aceptadas en la región que provee de nuevos recursos y/o por más largo

tiempo (Eyssartier et al. 2011a, b). Los saberes tradicionales se mezclan con saberes nuevos,

son asimilados por la comunidad e incorporados al conocimiento herbolario local. En general,

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los saberes incorporados provienen de los ámbitos científicos/tecnológicos (Molares y Ladio,

2008).

6) Prácticas de manejo de plantas medicinales: Encontramos que, en las comunidades

estudiadas, se despliegan prácticas sustentables de manejo de distinta índole, por ejemplo el

33% de los pobladores aprovechan las plantas invasoras dispersadas por el ganado (ej.

Erodium cicutarium, alfilerillo; Marrubium vulgare, malvarrubia; Dysphania ambrosioides,

paico; entre otras), mostrando una gran sintonía con los cambios del ambiente y un

aprovechamiento diversificado; el 71% de los entrevistados realiza el secado y

almacenamiento de las especies que representan un mayor esfuerzo de búsqueda y obtención

(en el caso de Adesmia boronioides “paramela”, Valeriana spp. “ñancolahuen” y Fabiana

imbricata “palopiche”), lo cual asegura su aprovisionamiento por mayor tiempo y un uso más

eficiente del recurso medicinal.

Otra estrategias de buen manejo local de las plantas se refleja en que, casi la totalidad de los

entrevistados resaltaron que sólo hay que recolectar lo que se necesita para no sobre-explotar

a las plantas medicinales. Por otra parte, es interesante destacar que las plantas que son

difíciles de obtener o con una disponibilidad muy marcada estacionalmente, se secan y se

aprovisionan dentro de los hogares como un recurso muy valioso, ése es el caso de Valeriana

carnosa (ñancolawén), Fabiana imbricata, (palopiche), Larrea divaricata (jarilla), L.

ameghinoi (jarilla rastrera) y Adesmia boronioides (paramela). Los mecanismos registrados

propician la perpetuación del recurso e implican valores y normas sociales que favorecen la

sustentabilidad y el mantenimiento de la biodiversidad (Gadgil et al., 2000; González-Insuasti

y Caballero 2007; Blancas et al. 2010).

CONCLUSIONES

Los variados componentes y mecanismos expuestos en este trabajo como soluciones

locales reflejan, por un lado, el abanico de recursos útiles aprovechables como medicina. Por

otra parte, el grado de flexibilidad del conocimiento tradicional en la incorporación de nuevos

saberes, que aportan riqueza y ayudan a afrontar las nuevas condiciones del entorno,

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desarrollando patrones de sustentabilidad y un manejo local de los recursos. Por ejemplo, el

cultivo de plantas exóticas, en quintas, macetas y canteros, para distintos fines genera

indirectamente una menor presión sobre los recursos nativos. Estas soluciones locales podrían

estar indicando procesos de resiliencia ecológico-social, los cuales en ciertos casos han sido

desencadenados en periodos cortos de tiempo.

Las herbolarias actuales de las comunidades de la meseta del Chubut son mixtas, producto

de procesos de hibridación cultural tal como lo revela la alta proporción de especies

introducidas, incluidas tanto recientemente como hace más de 100 años. Siguiendo a Ladio y

Albuquerque (2014), entendemos que subyace en estas herbolarias la coexistencia de

diferentes mundos simbólicos que se imbrican entre sí como formas de resistencia cultural

ante el cambio del entorno.

Por otra parte, podríamos concluir que estas respuestas de hibridación, mezcla cultural y

adición de especies introducidas conduce a procesos de resiliencia que permiten la

subsistencia en condiciones limitación y la autosuficiencia sanitaria.

Entonces, si bien estas soluciones encontradas corresponden a prácticas de manejo

adaptativo, dado que les permite responder a los cambios sin perder opciones para el futuro

(Berkes et al. 2000), es necesario una mayor atención de modo de encontrar soluciones

superadoras que mejoren la calidad de vida de los habitantes. Esto sólo es posible, si se

empieza a considerar a la conservación desde una mirada no centrada solo en los recursos

biológicos, sino centrada en un sistema acoplado e indivisible ecológico-social.

Finalmente, nos resulta importante advertir que la lógica flexible de la medicina

tradicional es parte de su sistema actual de supervivencia. En consecuencia, la

medicina oficial y ortodoxa debería sumarse más fuertemente al nuevo paradigma de

salud multicultural e incorporar el saber popular a su cuerpo de conocimientos, a fin

de permitir que las prácticas tradicionales más efectivas y útiles sean valoradas y

respetadas, y no se pierdan, como tantísimas otras, por la imposición de un sistema

foráneo.

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ANEXO II

Tabla 4.2. Especies medicinales que componen la herbolaria de la zona rural estudiada ubicada dentro de la Meseta Central del Chubut. CU= Consenso De uso; ISC= Índice de Significancia Cultural Familia botánica Nombre científico Nombre popular Origen Categoría

medicinalCU (%) ISC

Adoxaceae Sambucus L Sauco exótica Febrífugo 4,3 0,40

AnacardiaceaeSchinus johnstonii F.A.Barkley

Molle nativaanalgésico/anti-inflamatorio

17,4 1,20

Apiaceae Conium maculatum L. Colencillo/cicuta nativa Febrífugo 4,3 0,20

ApiaceaeMulinum spinosum (Cav.) Pers.

Neneo nativaanalgésico/anti-inflamatorio

4,3 0,30

Asteraceae Artemisia abrotanum L. Éter exótica Digestivo 4,3 0,80

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Asteraceae Artemisia absinthium L. Ajenco/ajenjo exóticahígado y vesícula/síndrome cultural

34,8 9,60

Asteraceae Chrysanthemum L. Crisantemo exótica syndrome cultural 4,3 0,40

AsteraceaeChuquiraga avellanedae Lorentz

Quilimbay-Trayao nativa Antitusivo 30,4 1,40

Asteraceae Cichorium intybus L. Achicoria exótica Digestivo 4,3 0,20

AsteraceaeGrindelia chiloensis (Cornel.) Cabrera

Botón de oro-virreina

nativadermatológico/síndrome cultural

26,1 1,80

Asteraceae Matricaria recutita L. Manzanilla exótica digestivo/sedativo 30,4 8,40

AsteraceaeNardophyllum bryoides (Lam.) Cabrera

Sietecamisas nativa febrífugo/digestivo 34,8 4,80

Asteraceae Senecio filaginoides DC.Charcao-mata mora

nativa síndrome cultural 17,4 0,80

Asteraceae Tanacetum balsamita L. Menta romana exótica digestivo 13,0 0,60

Asteraceae Tanacetum vulgare L. Palma exótica febrífugo 21,7 4,00

Buddlejaceae Buddleja globosa Hope Pañil nativa hígado y vesícula 17,4 3,20

ChenopodiaceaeAtriplex lampa (Moqu.) D. Dietr.

Zampa nativa síndrome cultural 8,7 0,40

ChenopodiaceaeDysphania ambrosioides (L.) Mosyakin & Clemants

Paico grande exóticahígado y vesícula/síndrome cultural

4,3 0,60

Chenopodiaceae Dysphania multifida (L.) Paico arrastrado exóticahígado y vesícula/síndrome cultural

21,7 1,50

Convolvulaceae Dichondra serícea Sw. Oreja de ratón nativa obstétrico 4,3 0,20

Crassulaceae Sedum telephium L. Bálsamo exótica dermatológico 26,1 4,80

Ephedraceae Ephedra ochreata Miers Solupe nativaanalgésico/anti-inflamatorio

21,7 1,50

FabaceaeAdesmia boronioides Hook. f.

Paramela nativa antitusivo 26,1 2,40

FabaceaeProsopidastrum globosum (Gillies ex Hook. y Arn.) Burkart

Mancacaballo nativa tracto urinario 8,7 0,40

Gentianaceae Centauriumcachanlahuen (Molina) B.L.Rob.

Canchalagua nativa digestivo 4,3 0,20

GeraniaceaeErodium cicutarium L'Her. Ex Aiton

Alfilerillo nativacirculatorio/digestivo/antibiótico

26,1 2,40

Lamiaceae Clinopodium darwinii Te pampa o nativa digestivo 39,1 3,60

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(Benth.) Kuntze andino

Lamiaceae Marrubium vulgare L. Malvarrubia exóticaanalgésico/anti-inflamatorio

21,7 1,50

Lamiaceae Melissa officinalis L. Toronjil exótica digestivo/sedativo 21,7 6,00

Lamiaceae Mentha spicata L. Menta pastilla exótica digestivo 43,5 8,00

Monimiaceae Peumus boldus Molina Boldo exótica hígado y vesícula 8,7 0,80

Plantaginaceae Plantago lanceolata L.Llantén/sietevenas

nativacirculatorio/digestivo/antibiótico

17,4 1,60

PolygonaceaePolygonum brasiliense K. Koch.

Sanguinaria exóticaobstétrico/circulatorio

8,7 0,60

RhamnaceaeRetanilla patagonica (Speg.)Tortosa

Palmalahuén-malaspina

nativaanalgésico/anti-inflamatorio

17,4 1,20

Rosaceae Acaena sp.Sillolahuen/yerba de la perdíz

nativa Obstétrico 4,3 0,20

Rosaceae Acaena sp. Cepacaballo nativa Antitusivo 13,0 0,60

RosaceaeTetraglochin alatum (Gillies ex Hook. Y Arn.) Kuntze

Coronilla-puelneneo

nativa Obstétrico 13,0 0,60

Rutaceae Ruta graveolens L. Ruda exóticadigestivo/síndrome cultural

17,4 2,40

SolanaceaeFabiana imbricata Ruiz y Pav.

Palopiche/pichi nativatracto urinario/ analgésico

26,1 7,20

Solanaceae Solanum tuberosum L. Papa común exóticaanalgésico/anti-inflamatorio

4,3 0,60

Usneaceae Usnea sp.Barba de la piedra

nativaanalgésico/anti-inflamatorio

17,4 1,20

Valerianaceae Valeriana sp. Ñancolahuén nativa digestivo/analgési 30,4 7,00

VerbenaceaeAcantholippia seriphioides (A. Gray) Moldenke

Tomillo patagónico

nativadigestivo/analgésico/anti-inflamatorio

39,1 9,00

Zygophyllaceae Larrea ameghinoi Speg. Jarilla arrastrada nativa obstétrico 8,7 0,40

Zygophyllaceae Larrea nitida Cav. Jarilla nativaanalgésico/anti-inflamatorio

26,1 1,80

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QUINTO CAPÍTULO

Trayectorias y reflexiones sobre el trabajo de campo y las tareas de devolución de los resultados

“[…] La comprensión es justamente una acción participante que comprometenecesariamente la subjetividad del intérprete. No hay manera de escapar de ella,

pero aunque fuere posible tampoco sería necesario, ya que en la intersubjetividades donde se enaltece el proceso de conocimiento y comprensión.”

Para una teoría de la interpretación, V. Papalini

Algunas palabras sobre la oralidad como una de las fuentes de investigación en este

estudio

En el primer capítulo propusimos el tema y el enfoque que constituye esta tesis, intentamos

caracterizar la etnobotánica, los marcos teóricos que la sustentan, sus problemáticas y campos

de estudio actuales. Además presentamos los objetivos que nos planteamos al abordar la

presente investigación acompañados por las correspondientes hipótesis de trabajo.

Seguimos con el segundo capítulo y una descripción integral de las comunidades que fueron

parte de la investigación, de modo que el lector pueda comprender las cuestiones históricas,

económicas y sociales, si no las conociera, que contextualizan y completan la información -ya

más referida al reservorio etnobotánico propiamente dicho del grupo- y que presentamos en

los capítulos tercero y cuarto.

En todo el cuerpo de la tesis recurrimos a diferentes análisis, ejemplos y algunos relatos que

nos permiten conectarnos con los saberes y valoraciones de los pobladores respecto del

entorno vegetal que los rodea. Las personas que participaron de este estudio nos abrieron las

puertas de su casa, de su memoria, de sus valores y de la vida en comunidad. En este sentido

asumimos que, como propone Romero (2013), “si el fin último es poder acceder a aristas de

la vida social, las herramientas que alienten el sentido, la significación y la interpretación de

los actores involucrados, y del propio investigador, son significativas”.

Por tanto, en este contexto, la oralidad representa una fuente indispensable para el registro de 131

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los datos. Desde esta perspectiva, los relatos de los pobladores locales, son el sustrato de la

metodología etnobotánica que aplicamos, principalmente, para para acceder, complementar y

construir el conocimiento sobre las plantas y sus usos. De acuerdo a Pozzi (2012):

“…El rescate de la memoria histórica dio y sigue dando impulso al trabajo de

diversos grupos en la indagación acerca de procesos y acontecimientos, pero también

de todo un conjunto de significados que daban ahora la palabra a aquellos que

tradicionalmente habían quedado fuera de la historiografía oficial. El protagonismo de

los trabajadores y el pueblo ya no puede dejarse de lado.”

Desde esta perspectiva, podemos ver a la oralidad no sólo como objeto de conocimiento sino

como forma de acceso a los matices sensibles de los acontecimientos vinculadas a las

historias de vida individuales y comunitarias.

La comprensión es el objetivo último de todas las metodologías y descripciones que se

abordan en una investigación. Sobre todo, al estudiar procesos sociales complejos, cuanto

mayor sea la diversidad de datos registrados mayor será el grado de interpretación y

comprensión del tema encarado (Romero, 2013).

En este sentido, como fuimos adelantando en cada capítulo, la metodología que aplicamos

para recopilar los datos y luego analizarlos, es múltiple y complementaria. Es decir,

recurrimos a entrevistas personales domésticas, observación participante, caminatas de

reconocimiento de plantas y de microambientes guiadas por pobladores, y talleres

participativos y escolares.

El saber local en contextos escolares

Es necesario destacar el papel que juega el registro mismo de la oralidad no sólo en la

recopilación de datos -que muchas veces no sería posible de otro modo- sino también como

manera de lograr una mayor integración entre la persona que está relatando, el investigador y

el contexto en el cual interaccionan (Romero, 2013). Los conocimientos, tanto los propios de

las culturas locales o nativas como los naturalizados por el modelo civilizatorio occidental, se

mueven en el mundo de la cotidianidad y dentro de ellos subyacen códigos culturales que se

crean y recrean dinámicamente. Desde una perspectiva científica intercultural, como

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introducimos en el primer capítulo, existen posibilidades de establecer interrelaciones y

compartir saberes, entre las culturas originarias y las universales (ciencia formal oficial) y así

colaborar en la construcción de nuevas teorías y nuevos métodos (Nuñez, 2008).

Sinergizar los conocimientos locales y científicos universales por ejemplo en el ámbito de la

escuela, requiere, según Sánchez (1995), desaprender para luego aprender sobre la base de sus

fortalezas y de sus debilidades. La revalorización de los saberes populares implica

necesariamente la creación de instituciones mixtas a fin de desarrollar metodologías

adecuadas que permitan reconstruir integralmente la lógica de los procesos del mundo de la

vida de los actores sociales. Desde ese marco institucional integrador de saberes se deben

propiciar estrategias de formación profesional que abandonen el tratamiento atomizado de la

realidad-como propone el modelo hegemónico de la educación formal actual- y recuperen la

visión holística característica de las comunidades rurales de la meseta del Chubut, según

vimos en el segundo capítulo.

Finalmente, la educación, como proceso vital en la transformación de las sociedades, ocupa

un rol fundamental en el diálogo intercultural. Estas posibilidades de interrelación suponen

repensar el sistema educativo a fin de revitalizar las culturas locales dentro de nuevos

contextos e instituciones que le otorguen pertinencia y voz propia a los procesos de formación

de los grupos sociales rurales (Núñez, 2008).

Este quinto capítulo tiene como fin, a) brindar al lector elementos que le permitan reconstruir

los ámbitos de conocimiento que protagonizaron esta investigación, a fin de ampliar la

capacidad de interpretación de los resultados que presentamos y b) evaluar cualitativamente el

efecto de las intervenciones realizadas en los talleres escolares, junto a docentes y estudiantes.

Entrevistas personales

A lo largo de todo el período correspondiente al trabajo campo (desde 2009 al 2014)

llevamos a cabo 69 entrevistas domésticas en total, es decir realizamos 23 entrevistas en cada

poblado. Antes de comenzar las visitas a los hogares y siguiendo las recomendaciones del

Código de Ética de la Sociedad de Etnobiología (ISE, 2006), nos apersonamos en la Comuna

rural de cada sitio a fin de solicitar el permiso del jefe comunal para llevar a cabo el

relevamiento de datos. 133

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Asimismo, recurrimos a las comunidades originarias o aborígenes locales con el objetivo de

contarles nuestro proyecto y solicitar su colaboración en caso de estar de acuerdo. Todos los

parajes nos dieron su consentimiento (en los tres sitios) luego de conocer los objetivos y

métodos de esta investigación y de acordar las formas de devolución de dicho trabajo

conjunto.

Una vez consensuadas estas cuestiones formales pero no poco importantes, comenzamos con

la realización de las entrevistas. Según Guber (2004) las entrevistas pueden considerarse un

caso particular, más estructurado, de la observación participante y en nuestro caso, nos

permitieron por un momento “ser parte” de la familia a la cual estábamos entrevistando.

Por otra parte, queremos remarcar que utilizamos un modelo de entrevista semi-estructurada.

Es decir que en general sostuvimos un diálogo con los participantes teniendo como eje un

“guión”, a fin de no pasar por alto las preguntas definidas a priori. Además solicitamos a cada

entrevistado un “enlistado libre” de las especies más usadas por él y su familia.

En nuestro estudio, cada entrevista duró un promedio aproximado de tiempo de casi dos

horas, y en los 30 hogares repetimos la visita en otro momento del día o de la semana que

duraba nuestra estadía. En muchos casos el ámbito en el cual se desarrollaba la charla era el

laboral o el hogareño con el apoyo de material herborizado y determinado en gabinete (Figura

5.1). Otras entrevistas las realizamos enteramente afuera de la casa mientras el jefe/a de la

familia nos indicaba las plantas de su jardín o bien en qué parte del campo se encontraba

determinada especie (Figura 5.2).

Figura 5.1. Realización de la entrevista en el ámbito laboral del entrevistado (enfermería de Gastre) con

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reconocimiento de especies herborizadas (izq.). Entrevista en la cocina de una casa en las afueras e Lagunita Salada (der.)

Figura 5.2. Entrevista en el patio de una casa a 40 km de Lagunita Salada con toda la familia presente (izq.). Relevamiento de información referida a las plantas y a la actividad económica de la familia.

Figura 5.3. El ámbito de las entrevistas domésticas fue, mayoritariamente, de mucha calidez y confianza. Una familia de Gan Gan recuerda el modo de comer los macachines silvestres (izq.). En Gastre, una abuela, su hija y nietos nos cuentan los lugares de donde recolectan buena leña.

En cada hogar visitado, si había chicos en la casa, enseguida se acercaban y contaban todo lo

que sabían sobre las plantas y los animales locales (Figura 5.3). En cada uno de estos ámbitos,

la información sobre el uso de las plantas estuvo tejida junto con historias de vida, muchas

veces con lágrimas y otras con alegría, que lejos de desviar el tema de estudio, le dio el

verdadero sentido a la entrevista.

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Caminatas de reconocimiento de especies y observación participante

Las entrevistas, en muchas ocasiones, incluyeron caminatas a los microambientes naturales

como por ejemplo, el campo, los cerros y los mallines, como así también a las quintas, viveros

y jardines (Figura 5. 4). Fue en estos ámbitos en los cuales las prácticas y conocimientos

fueron aflorando naturalmente a medida que recorríamos dicho ambiente.

En estos recorridos, aprovechamos para colectar material fresco que luego utilizaríamos en las

entrevistas o bien, material destinado a ser herborizado y montado en nuestro herbario de

campo. Es habitual en la meseta, que las personas recorran las afueras del poblado mediante

caminatas ya sea con fines deportivos, recreativos o utilitarios. En las caminatas muchos

pobladores, detectan sitios de recolección de especies leñateras o bien, de plantas medicinales.

Los más chicos, como viene reproduciéndose desde hace más de 50 años, suelen tener por

costumbre, si las condiciones del tiempo son buenas, salir de la escuela y recorrer el campo y

los sitios que rodean los parajes en busca de animales pequeños, cactus o piedras extrañas

(obs. pers.). En nuestra participación en una de estas salidas, una nena de Lagunita Salada nos

enseñó la variedad de líquenes (Usnea spp., entre otros) que había entre las piedras e incluso

ensayó una explicación sobrenatural acerca de la presencia de esos elementos (llamados por

ella “plantitas”) y la interacción con las personas (Figura 5.5). Estas observaciones nos hablan

de la importancia que tienen los espacios naturales para el afianzamiento de la cultura, la

apropiación del entorno natural y la incorporación de los saberes, desde las edades más

tempranas, tal cual lo sugerimos en el cuarto capítulo de esta tesis.

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Figura 5.4. Reconocimiento de las plantas citadas. Doña Luisa y Ani Beeskow (inegrante del equipo de investigación) preparando macetas con plantas de pañil (arriba izq.). En una caminata hacia el mallín, Carmen nos muestra la manera de comer “bichocro”, el brote tierno del molle (arriba der.). Vivero compartido por dos familias en Lagunita Salada (abajo izq.). Reconocimiento de la leña de piedra en el campo de Lagunita Salada.

Figura 5.5. Los más chicos recorren diariamente los ambientes naturales en busca de plantas y animales. Maylen nos muestra su planta de calafate preferida.

Muchas de las caminatas las hicimos mientras acompañábamos a pobladores en sus recorridos

matutinos habituales vinculados al cuidado de los animales y/ u otras actividades cotidianas

ligadas a diligencias personales, y conversábamos sobre las plantas del lugar y sus usos

(Figura 5.6). Fue a través de las caminatas que pudimos registrar la mayor parte de la

información sobre el uso de las plantas nativas del campo. Como por ejemplo, aprendimos 137

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junto con Mabel (pobladora de Lagunita Salada), que del molle (Schinus johnstonii) se saca

una goma o resina, que algunos llaman mastic y si se siguen ciertas indicaciones, sirve para

limpiar los dientes y desinflamar las encías.

Figura 5.6. Caminata con pobladoras de Gan Gan en una mañana nevada (izq.). Reconocimiento del vivero comunitario escolar de donde se provee la escuela para cocinar verduras a los chicos.

Por otra parte, la participación en las reuniones populares o fiestas de la comunidad son

instancias en las cuales pudimos registrar gran parte de la información sobre plantas, sobre

usos y sobre algunos aspectos de la comprensión del mundo por parte de los pobladores

locales (Figura 5.7). Por ejemplo, durante una “guitarreada con acordeón” un vecino de

Gastre nos contó que desde chico su abuela le daba paramela (Adesmia boronioides) con

azúcar quemada para aliviar la tos. Él mismo, subía al cerro y cosechaba las ramitas que ella

le pedía; hoy, ya adulto, piensa en la sabiduría de su abuela, ya que para él, ascender al cerro

también formaba parte de la curación. La observación participante es una metodología de

relevamiento de información que nos permitió interpretar los datos recabados y ampliar

información sobre las especies ya citadas en otros ámbitos.

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Figura 5.7. Observación participante en las fiestas populares y ferias de las comunidades (izq.) y en las reuniones o festejos familiares (der.)

La observación participante consiste, según Guber (2004), en dos actividades principales:

observar sistemática y controladamente todo lo que acontece alrededor del observador, y

participar en una o varias actividades de la población. Según la autora "participar" significa

"desempeñarse como lo hacen los nativos" es decir, aprender a realizar ciertas actividades e

intentar ser “uno más”. Nuestras participaciones en actividades que son muy valoradas y

propias de cada poblado, además de lograr nuestro propósito de recolectar información

etnobotánica, nos permitieron establecer, poco a poco, lazos de confianza y generar

conocimientos y prácticas nunca antes registradas para estas comunidades. Pero sobre todo,

mediante el rescate y registro de los relatos y comportamientos de los pobladores, pudimos

contar una historia, una que muy pocos conocen, incluso dentro de la misma región.

Talleres participativos e intervenciones escolares: devolución de resultados a la comunidad

Talleres participativos comunitarios

Realizamos talleres participativos abiertos a toda la comunidad, los cuales formaron parte del

proceso de relevamiento de información etnobotánica, pero también realizamos talleres de

devolución e intercambio de los resultados de la investigación (Figura 5.8).

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Figura 5.8. Las rondas de saberes sobre las plantas fueron una de las metodologías utilizadas en los talleres comunitarios

La concurrencia a cada taller fue variada. En Gan Gan contamos con la participación de casi

50 pobladores, en Gastre asistieron 25 vecinos y en Lagunita Salada participaron 15

integrantes de la comunidad. La temática disparadora en los tres talleres fue la misma:

Hablar sobre el papel de las plantas en la vida cotidiana de los pobladores rurales a partir de la

información y relatos recabados en nuestro trabajo de campo para luego abrir la puesta en

común y generar un ámbito de coparticipación. Los anuncios radiales y las invitaciones

gráficas invitaban a que las personas lleven consigo (o en su memoria) ejemplos de las plantas

más utilizadas. Cada encuentro tuvo una duración promedio de 3 horas incluyendo un lapso

para descansar y renovar el mate.

Luego de la presentación de los resultados y de la entrega de una copia del herbario con parte

del material recolectado (a partir de las citas de los entrevistados) llevábamos a cabo distintas

actividades de aplicación de las técnicas citadas por los participantes de las entrevistas. Por

ejemplo, en Gan Gan elaboramos ungüento de pañil (Buddleja globosa), en Lagunia Salada

hicimos pomada de jarilla (Larrea nitida) y en Gastre preparamos un tinte natural con

cebollas (Allium cepa) (Figura 5.9).

El ámbito de taller lo concebimos como una realidad integradora, compleja, reflexiva, en que

se unían la teoría y la práctica, en este caso vinculada al uso de las plantas, como fuerza 140

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motriz del proceso de construcción del saber. Nuestro papel dentro del taller, fue facilitar la

comunicación entre los participantes, nosotros y el tema de interés.

Figura 5.9. Taller comunitario en Lagunita Salada. Una participante elabora un ungüento de jarilla mientras nos hace saber su receta (der.) y los chicos hacen un tinte natural con cebolla siguiendo las indicaciones de su abuela (izq.).

A pesar de que, en un principio, nos resultó difícil lograr la participación de los concurrentes,

de a poco con el correr del tiempo del taller, fuimos generando un ambiente de confianza. En

general, a la hora de comenzado el encuentro, ya lográbamos mantener conversaciones

fluidas y generar instancias propicias para el surgir de los conocimientos que fueron

construyéndose por el aporte de los participantes y nosotros.

Uno de los elementos comunes en los talleres, y en entrevistas también, fue la sorpresa de los

pobladores ante su propio saber. Esta observación nos da información vinculada,

probablemente, a que los conocimientos son aplicados de forma cotidiana y naturalizados de

tal manera, que cuando los pobladores los exteriorizan, toman otras dimensiones (Fuentes et

al., 2000). Pero por otro lado, cuando hablamos de la autovaloración de los saberes, sabemos

que influyen en su construcción, la historia de la comunidad, y los procesos sociales por los

cuales los pobladores moldearon sus tradiciones (Ñunez, 2008). La triste y desgarradora

historia de genocidio, sometimiento y persecución, que sufrieran los pueblos del interior

patagónico y, que abordamos en el segundo capítulo, definió en la mayoría de los

descendientes un carácter reservado, con “miedo a reconocerse”, “terror por expresar lengua y

cultura propia” que continúa en el presente. Esta situaciónfue construida tanto por las 141

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personas que resistieron y murieron como por las que callaron y agonizaron en silencio.

Los relatos, las charlas e intercambios de información sobre el uso de las plantas permitieron

recrear, reconstruir y re-activar los saberes locales, movilizando conocimientos desde la

memoria ancestral, familiar e individual hasta el contexto de la realidad del taller.

Intervenciones escolares y su evaluación

Concebimos la idea de intervención escolar, distinta de la modalidad de taller participativo, ya

que nuestra participación atravesó una parte de la currícula escolar –relacionada a las ciencias

naturales y biología- que los docentes estaban desarrollando en esos momentos. Con otras

palabras, nos adentramos en el desarrollo de una clase que ya estaba sucediendo y le dimos

otra dimensión que, hasta ese momento, ni docente ni chicos habían explorado.

En estas intervenciones en las escuelas locales pudimos utilizar metodologías pedagógicas

aplicadas a la etnobotánica (Gonzáles Vargas, 2014). En este sentido, el desarrollo de las

actividades consistió en cuatro etapas claramente definidas y consensuadas con los chicos y

docentes:

1. Recorrido por los alrededores de la escuela con el fin de identificar especies, su

estado de conservación y abundancia, reconocimiento de microambientes y

percepciones de salud del ecosistema (Figura 5.10). Las caminatas fueron

realizadas junto a aproximadamente, 25 chicos (entre 8 y 14 años) y 2 docentes.

En líneas generales, las caminatas tuvieron una duración promedio de 2 horas, en

cada localidad. En esta actividad, la consigna general fue registrar, en libretas de

campo, los nombres conocidos y el estado de conservación de todas las plantas que

aparecieran en el recorrido. De cada planta, los chicos recolectaban una rama (en

lo posible con flor y fruto).

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Figura 5.10. Caminata de reconocimiento de ambientes y estado de las plantas, en Lagunita Salada

2. Actividad áulica vinculada al armado del herbario escolar y a la identificación de

las plantas y sus usos (Figura 5.11). Luego de la caminata, realizamos el armado

de las prensas para el secado de los ejemplares recolectados. Luego, con

ejemplares ya secos, procedimos a mostrarles el montado y fichado de un herbario.

En cada ficha, los chicos escribieron los nombres populares, usos y ambientes

vinculados a la especie. El nombre científico lo corroboramos con nuestro herbario

de campo (cuando fue posible) y con la bibliografía (en caso de dudas).

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Figura 5.10. Tarea de reconocimiento de las plantas, sus partes y sus usos (izq.). Armado del herbario local con ejemplares de quilimbay, yaoyín, botón de oro y paramela (der.).

3. Actividad grupal de armado de afiche catálogo de especies útiles de los alrededores de la escuela (Figura 5.12). El catálogo lo realizamos con ramas de 10 plantas preferidas por el grupo, durante el recorrido. Al lado de cada ramita, escribieron sus usos y lugares de recolección. El material resultante fue expuesto en las paredes de cada escuela, como un resultado de la intervención.

Las plantas más citadas (fueron 25 spp. promedio en cada taller) en esta actividad fueron el

calafate (Berberis microphylla), el sulupe (Ephedra ochreata), el botón de oro (Grindelia

chiloensis), el yaoyín (Lycium chilense), el tomillo (Acantholippia seriphioides) en sus tres

variedades, alimonado, común y oreganado, y el colapiche (Nassauvia glomerulosa) (ver

Anexo I, Tabla 3.1). Los chicos mostraron un gran interés por recolectar las ramas de las

especies nativas con frutos comestibles, aunque en la época del taller no tuvieran frutos. Uno

de los chicos, recolectó una plantita de macachín (Arjona tuberosa) y contó la técnica para

retirar “la papita” sin que se corte el tallito y dicha técnica fue reconocida por sus pares. Otro

grupo de chicos demostró, con mucha seriedad y pericia, “ cómo comemos la chupasangre sin

pincharnos”, haciendo referencia a la forma de pelar con cuchilla y rebanar plantas de

Austrocactus patagonicus.

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Figura 5.12. Última etapa del taller escolar con armado de afiches con catálogo de especies útiles seleccionadas por los chicos de nivel primario.

Los integrantes más grandes del grupo, armaron un afiche pero con un enlistado de las

especies que observaron en la zona seguida por información del estado de conservación, sitios

de recolección y valoración de la planta. Los chicos nombraron unas 10 plantas en promedio

entre los tres sitios. Algunos resultados los mostramos en la figura 5.13, en la cual se nombra

al yaoyín (Lycium chilense), calafate (Berberis microphylla), molle (Schinus johnstonii),

coirones (Pappostipa spp.) y pastos (Poa sp.), entre otras. Como posibles factores que afectan

la conservación de las especies citaron (según sus palabras), las ovejas, hombres, liebres,

sequía y bichos en general.

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Figura 5.12. Actividad de enlistado de especies observadas en el campo y su estado de conservación.

4. Evaluación: Pudimos evaluar las intervenciones desde dos aspectos.

Primeramente, la evaluación cualitativa nos permitió desarrollar un proceso de

reflexión colectiva entre las personas participantes (docentes, chicos, nosotros) en

torno al proceso participativo y esto nos aportó un gran valor añadido a la

evaluación (Figura 5.13). Además, desde la evaluación cualitativa aparecieron

elementos de mayor detalle, elementos más específicos del proceso en concreto,

surgieron argumentos y explicaciones de por qué algunas cuestiones del taller

pudieron llevarse a cabo y otras no. Por ejemplo, uno de los aspectos que surgió,

producto de una evaluación, fue la extensa duración de la actividad áulica (por

ejemplo, la realizada por el armado de un afiche). Por otra parte, una actividad que

fue ampliamente aceptada fue la caminata de reconocimiento de plantas útiles y la

elaboración de un herbario local.

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Figura 5.13. Momento final de la intervención escolar en Lagunita Salada. Realizamos una puesta en común en donde resumimos, con ayuda del material elaborado, la riqueza de plantas abordada, sus usos y estado de conservación de la flora.

Por otro lado, la evaluación no sólo pudo realizarse sobre las mismas intervenciones, sino que

a partir de dicha actividad, nosotros pudimos evaluar el efecto en el quehacer futuro de los

docentes. En este sentido, dos grupos de maestras de Gastre y Gan Gan (provenientes de

Salta, Córdoba y San Juan) se juntaron y organizaron una jornada de capacitación sobre la

flora local y taller de huerta. La jornada se realizó, más tarde, con el apoyo de un proyecto de

extensión del Jardín Botánico de la Patagonia Extraandina- CENPAT-CONICET (gestionado

por una fundación).

Consideraciones finales respecto de los talleres participativos e intervenciones escolares

Tanto los talleres participativos como las intervenciones en las escuelas se tornaron

situaciones fundamentales a la hora de comprender los procesos que se estaban activando en

cada taller y en la comunidad en general. Según Romero (2013) el abordaje de la oralidad,

respecto del registro escrito, posibilita una mayor expresión de cosmovisiones, saberes y

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subjetividades de un grupo. El registro oral de los conocimientos sobre la flora regional y las

plantas cultivadas, posibilitó que tanto nosotros como las personas que nos mostraron una

parte de su vida y sus costumbres, compartiéramos juntos una trayectoria colectiva de

rememoración y aprendizaje. En otras palabras, el resultado final del trabajo no es la mera

sumatoria de las entrevistas o relatos sino que es una nueva construcción de conocimientos

que formará parte tanto del cuerpo de saberes de quien escribe como del reservorio de

conocimientos de las comunidades rurales de la meseta central del Chubut.

Algunos investigadores del campo de la etnobotánica registraron que, en general, los

pobladores rurales tienen una actitud humilde frente a su sabiduría sobre plantas (Igon et al.,

2005). Estos relatos son coincidentes a los encontrados aquí, y muestran al conocimientor

popular como un saber que, por ser tan cotidiano, pareciera que no ocupa un espacio en la

intelectualidad valorada por el grupo. Por otro lado, el hecho de que personas de la ciudad se

acerquen a las pequeñas aldeas, inviertan tanto esfuerzo y muestren gran interés por los

saberes populares sobre las plantas, representa para la gente, una sorpresa y ha sido un

fenómeno registrado en la mayor parte de los encuentros.

El abordaje de los talleres e intervenciones pone en un mismo nivel a los dos sistemas de

conocimiento, el proveniente de la modernidad (conocimiento de zonas urbanas, o del sistema

científico) y el saber popular sobre las especies vegetales, por lo que constituye una

herramienta de trabajo pero también es un camino de integración y aprendizaje mutuo. Estos

ámbitos constituyen una verdadera interculturalidad que se manifiesta y pone en práctica con

un objetivo bien definido: el papel de las plantas en la vida cotidiana rural.

A continuación punteamos algunas consecuencias que se generaron a partir de la devolución

de los resultados en los encuentros:

Re-activación de la memoria sobre el uso de las plantas en los adultos

mayores. Este grupo fue uno de los más movilizados frente a la “sorpresa” de

reconocerse sabedores de las cuestiones vinculadas a las plantas y sus usos. Tal

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fue así que en Gastre, una abuela (Palmira) se propuso como “contadora” de

historias sobre el uso de las plantas en la comuna vecinal.

Don Carlos Ñancutil, se propuso enseñar el nombre mapuche de las plantas en

la escuela.

Los más chicos nunca se sorprendieron de su saber sobre plantas, al contrario,

la mayoría se mostraron seguros, cómodos y hasta orgullosos de colaborar con

nosotros en esta investigación. Incluso algunos manifestaron con gran

entusiasmo su interés en ayudar, a partir de ese momento, a los mayores a

buscar leña y plantas medicinales.

Finalmente, remarcamos que la escuela - que debería ser un contexto propicio para la

formación de las personas a partir de sus propias particularidades individuales y colectivas-

fue convertida, por las culturas hegemónicas, en un espacio para la reproducción etnocéntrica

de modelos civilizatorios. En este contexto, la escuela reproduce modelos propios de la

cultura occidental, que por la vía de la sumisión y la domición subordina a otros modeles del

saber (Nuñez, 2008). Los hallazgos aquí presentados nos permitieron recrear, reconstruir y

revalorizar a pequeña escala algunos saberes locales sobre las plantas, ya sea como una

humilde forma de subsanar siglos de sometimiento cultural, visibilizando un conocimiento

local sobre la Naturaleza que le sirve a las poblaciones para solucionar algunos de sus

problemas vinculados con el aislamiento y la pobreza.

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ÚLTIMO CAPÍTULO

Conclusiones finales, perspectivas y sugerencias

“Sonidos de cascos de caballos; el kolo apoyado en la boca para

que esta sirva de caja de resonancia; el tambor: un cuero

estaqueado de lama guanicoe sobre un pequeño hoyo; el fuego:

que nos trajo al héroe mítico; el baile, para celebrar un natalicio,

o la perforación de las orejas a los cuatro años; la casa bonita:

para aquellas jóvenes que menstrúan por primera vez; el

matrimonio y la salud del toldo. Todo, todo tuvo el guiño de las

doce lunas de antaño, de primaveras, de avestruces y guanacos

tan nómades, tan tehuelches como el viento”.

Empatía, Carlos Sacamata

La premisa de partida del presente estudio se fundamenta en los rápidos y notorios

cambios sociales y ambientales que afectan al mundo entero, pero más

significativamente a las comunidades empobrecidas y aisladas. Es por eso que nos

enfocamos en esta tesis en el concepto de reservorio, no por pensarlo como un ente

estático sino como una conceptualización que refleje saberes que se han refugiado en

lugares distantes de las ciudades, pero que a su vez se siguen enriqueciendo

permamentente con lo nuevo. Aquellos cambios impuestos por los modelos de

desarrollo occidentales y capitalistas que impulsan, animosamente, la pérdida de

identidad cultural, la migración hacia las grandes ciudades, la pobreza rural extrema y la

destrucción de la biodiversidad de los ecosistemas, como un modo de asegurar la

riqueza para unos pocos son los que principalmente atentan con estos reservorios,

aunque su resistencia subyace justamente en poder articular lo “viejo” y “lo nuevo” sin

perder sus lógicas y visiones del mundo.

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Page 151: crubweb.uncoma.edu.arcrubweb.uncoma.edu.ar/docbiologia/Descargas/TESIS... · Web viewSin embargo, el modelo ecológico imperante hasta hace unos años, suponía que un equilibrio

Un aspecto fundamental de este estudio es el abordaje integrador que hicimos del tema,

ya que desde una mirada etnobotánica, las plantas no solo forman parte de elementos

materiales que la gente utiliza, sino que también se incluyeron aspectos simbólicos y

valoraciones subjetivas en relación al mundo vegetal que delinean las prácticas de uso

cotidiano, que moldean el paisaje y que configuran cómo las plantas son percibidas y

utilizadas por hombres y mujeres, y por las distintas generaciones que componen las

familias. Fue a través de nuestro trabajo empírico de campo que pudimos interpretar

los datos y entretejer –y comprender- el papel de las plantas, en el entramado histórico,

social y económico de estas comunidades.

En este sentido, los resultados nos permiten comprender aspectos que contribuyen a la

resiliencia local. Es decir, pudimos registrar el papel que juegan más de 100 especies de

plantas en la capacidad, que tienen pobladores y comunidades, de afrontar los cambios y

sobreponerse a las crisis mediante la selección de numerosos mecanismos como la

recolección, el cultivo, el comercio y el encargo de plantas que no encuentran en su

localidad. El almacenamiento doméstico de especies muy valoradas y poco abundantes

en la zona como el ñancolawen (Valeriana carnosa), el palopiche (Fabiana imbricata),

las jarillas (Larrea spp.) y la ruda (Ruta graveolens) ilustra, a modo de ejemplo,

mecanismos que aseguran la provisión del recurso y reflejan flexibilidad y resiliencia.

En consecuencia, proponemos que el Estado recononozca y asegure la permanencia de

las familias en los espacios de obtención de recursos vegetales, que sirven de alivio

frente a las enfermedades, proveen alimento, material combustible para calentarse y

cocinar y que generan una alternativa a la sobre-explotación del monte nativo. Los

pobladores con menos recursos apelan, casi exclusivamente, a la recolección de plantas

combustibles nativas y manifiestan que este recurso escasea más cada invierno.

Debemos instar a las instituciones gubernamentales y fundaciones sin fines de lucro a

que inviertan esfuerzos urgentemente en crear áreas de cultivo de especies combustibles

y maderables, sin desatender el suministro de agua que ello requiera.

Otro punto importante dentro de las sugerencias que planteamos, se relaciona con

incorporar los saberes locales (sobre las plantas y otros elementos del entorno) a los

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Page 152: crubweb.uncoma.edu.arcrubweb.uncoma.edu.ar/docbiologia/Descargas/TESIS... · Web viewSin embargo, el modelo ecológico imperante hasta hace unos años, suponía que un equilibrio

futuros planes de manejo o desarrollo local. Según Lebel et al. (2006) existen tres vías

fundamentales para que el manejo de los recursos locales permita aumentar la

adaptación de las comunidades (frente a un cambio) de forma tal de que puedan volver a

organizarse sin perder autonomía:

1) Inclusión de pobladores locales en los proyectos, ya que generan confianza, propician

un marco local de entendimiento del problema y promueven la auto-organización y

movilización.

2) Creación de instituciones que favorezcan una respuesta adaptativa de las

comunidades, ante los cambios, mediante la generación de lazos entre el conocimiento,

las acciones y el contexto socio-ecológico actual.

3) Presencia de autoridades responsables (elegidas democráticamente) que estén

capacitadas para distribuir de forma justa, tanto los beneficios de una actividad como los

posibles riesgos.

En relación al papel que tiene la escuela en la construcción del conocimiento sobre las

plantas y el entorno natural, proponemos generar estrategias de formación profesional

que abandonen el tratamiento atomizado de la realidad (Núñez, 2008), recuperen los

saberes propios de la comunidad y se transmitan como soluciones locales que ayuden a

la resolución de problemas de la vida diaria de las chicos y los pobladores en general.

Bajo este enfoque, los profesionales relacionados con el sector rural deben impulsar la

"promoción del conocimiento local entre los investigadores, políticos (...) y

fundamentalmente promover los cambios en la educación formal en todos los niveles

(...)" (Sánchez, 1995).

En esta tesis, remarcamos que las comunidades locales están experimentando

transformaciones en sus sistemas de valores y en su conocimiento ecológico

tradicional, lo cual va de la mano con una disminución de la diversidad cultural y con la

desarticulación de las redes sociales que fomentan un sentido de comunidad. Estos

procesos de empobrecimiento socio-cultural se manifiestan en los actuales sistemas

mundiales de salud y producción de alimentos, entre otros. El modelo hegemónico

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transforma alimentos y remedios en una simple mercancía y obliga a las personas a

cumplir con una única forma de producir y consumir la misma. En contraposición a

este escenario globalizado, esta tesis aborda el concepto de reservorio para las

comunidades rurales de la meseta, en coincidencia con otros autores como Barthel et al.

(2013) siguiendo la idea de “refugios bioculturales” como lugares de alta retención de la

memoria social y construcción de conocimientos y prácticas específicos- relacionados

con la seguridad alimentaria, sanitaria y la administración de la biodiversidad- que es

patrimonio de una comunidad. En concordancia, Pieroni et al. (2016) han propuesto la

idea de “paisajes alimentarios”, es decir aquellos paisajes que proveen de alimentos y

medicinas creados a la medida y a la manera de los habitantes de una comunidad dada.

Dichos escenarios constituyen reservorios que generan bienestar integral y por ende

debieran ser el objeto de protección y desarrollo local.

En este contexto, la relevancia principal de esta investigación es constituir el primer

registro escrito sobre el uso total y actual de las plantas, y sus prácticas asociadas, que

forman parte del reservorio etnobotánico, en continua construcción, patrimonio del

entramado cultural que conforman las comunidades rurales asentadas en la meseta del

Chubut.

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AGRADECIMIENTOS

A Ana Ladio por su paciencia, guía y exigencia. También agradezco profundamente a Ani Beeskow por su

enseñanza, apoyo y tiempo dedicado a las primeras etapas del trabajo.

Al jurado que revisó exhaustivamente todo el texto de este trabajo, me marcó todos los errores y me

brindaron sugerencias muy concretas y pertinentes.

Fundamentalmente estoy muy agradecida con los pobladores de las comunidades de Lagunita Salada, Gastre

y Gan Gan, quienes abrieron su corazón, su casa y todo su saber para compartirlos, humildemente, con

nosotros y con el resto de las personas. Agradezco a las escuelas rurales donde me alojé en cada localidad.

A CONICET y a FONCYT por elegir financiar esta investigación y confiar en un proyecto que priorice los

saberes locales.

Al Centro Nacional Patagónico por darme un lugar cómodo y equipado para desarrollar el proyecto.

Al Centro Regional Universitario Bariloche y a la Universidad Nacional del Comahue por permitirme la

posibilidad de graduarme por segunda vez en una Institución pública y gratuita.

A Celia Beloso y por llevarme de campaña en su auto y ayudarme en el campo.

Al grupo de etnobiología con el cual compartimos cursos, jornadas y congreso, Juana, Lucía, Betina, Juan y

Cecilia.

Finalmente, a mi hermosa familia, Tomás, Juan y Otto Buenaventura.

173

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TRABAJO DE RESPALDO

Conocimiento tradicional y autosuficiencia: la herbolaria rural en la

Meseta Central del Chubut (Argentina)

[Traditional knowledge and self-sufficiency: rural herbal medicine in Central Plain of Chubut (Argentine)]

Marina RICHERI1, Ana H. LADIO2 & Ana M. BEESKOW1

1Centro Nacional Patagónico – CONICET

2INIBIOMA. Instituto de Biodiversidad y Medio Ambiente (CONICET-UNCo). Quintral 1250, 8400, Bariloche, Río Negro, Argentina

Contactos | Contacts: Ana H. LADIO - E-mail address: [email protected]

Abstract

We studied the herbal use into a rural area of the Patagonian steppe inhabited predominantly by descendants of the mapuche - tehuelche indigenous people.

This work emphasizes the versatility of medicinal species and their possible contribution to self-reliance of rural populations. The methodology was based on free and semistructured interviews, besides tours with informants. Respondents cited 45 medicinal species (52% native, 48% in troduced) obtained mainly by harvesting and cultivation. The most common ailments treated with plants were gastrointestinal and respiratory diseases. The most culturally important species are the most versatile: Acantholippia seriphioides (wild thyme), Valeriana spp. (ñancolahuen), Mentha (mint) and Artemisia absinthium (ajenco), those plants that cover a wide spectrum of conditions. The body of knowledge on medicinal plants that we found reflects processes of adaptation to conditions of scarcity and self-sufficiency to combat diseases commonly treated in the household. This work highlights the importance of global, regional and local processes about herbal medicine building, even in isolated areas.

Keywords: local knowledge; herbolaria resilient; rural communities.

Resumen

Se estudió la herbolaria utilizada en una zona rural de la estepa patagónica habitada predominantemente por descendientes del pueblo ori ginario mapuche -

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tehuelche. Este trabajo pone énfasis en la versatilidad medicinal de las especies y su posible aporte a la autos uficiencia de las poblaciones campesinas. La metodología se basó en entrevistas libres y semiestructuradas además de recorridos junto a informantes. Los entrevistados citaron 45 especies medicinales (52% nativas, 48% introducidas) obtenidas principalmente por recolección y cultivo. Las dolencias más frecuentemente tratadas con plantas fueron gastrointestinales y respiratorias. Las especies con mayor importancia cultural son las más versátiles: Acantholippia seriphioides (tomillo silvestre), Valeriana spp. (ñancolahuen), Mentha spicata (menta) y Artemisia absinthium (ajenco), es decir, aquellas plantas que cubren un amplio espectro de afecciones. El cuerpo de conocimientos sobre plantas medicinales encontrado refleja procesos de adaptación a condiciones de escasez y de autosuficiencia para combatir dolencias comúnmente tratadas en el ámbito doméstico. Este trabajo pone en evidencia la importancia de procesos a nivel mundi al, regional y local en la construcción de las herbolarias, aún en áreas totalmente aisladas.

Palabras Clave: saberes locales; herbolaria resiliente; comunas rurales

Recibido | Received: 28 de Marzo de 2012.

Aceptado en versión corregida | Accepted in revised form: 26 de Mayo de 2012.

Publicado en línea | Published online: 30 de Enero de 2013

Declaración de intereses | Declaration of interests: Esta investigación fue financiada por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET, PIP 0337) y el

Fondo Nacional de Ciencia y Técnica (FONCYT) de Argentina (PICT 07-02289).

Este artículo puede ser citado como / This article must be cited as: M Richeri, AH Ladio, AM Beeskow. 2013. Conocimiento tradicional y autosuficiencia: la herbolaria rural en la Meseta Central del Chubut (Argentina). Bol Latinoam Caribe Plant Med Aromat 12(1): 44 – 58.

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Richeri et al. Herbolaria rural en la Meseta Central del Chubut (Argentina)

Boletín Latinoamericano y del Caribe de Plantas Medicinales y Aromáticas/45

INTRODUCCIÓN

En la actualidad, está ampliamente aceptado que la re- activación del conocimiento tradicional sobre plantas y

las prácticas de manejo asociadas en una comunidad constituye una herramienta que puede contribuir al desarrollo en aquéllas que están deprimidas social y

económicamente (Berkes et al., 2000; Olsson et al.,

2004; Folke et al., 2005; Toledo, 2007). Particularmente, se ha constatado que el saber sobre

plantas provenientes del entorno natural o cultivadas,

permite a los pobladores sobrellevar la ausencia de la medicina oficial que llega en forma muy limitada a las

comunidades rurales que se encuentran lejos de los

centros urbanos (Ladio y Lozada, 2008). Por otra parte se ha observado que ante un inevitable cambio del entorno, una comunidad con una herbolaria resiliente, es decir aquella que sea diversa y versátil, presenta mayor capacidad de reorganización y ajuste a las nuevas condiciones al mantener activo su cuerpo de conocimientos sobre las plantas (Ladio, 2011a). En estudios realizados por Ladio y Lozada (2008) y Richeri et al. (2010) se encontró que las especies medicinales más versátiles, es decir aquellas plantas que eran usadas para combatir distintas dolencias, eran las especies más citadas por las personas de distintas comunidades patagónicas. Este patrón sería indicativo de que el cuerpo de plantas medicinales que es consensuado en una comunidad deriva de procesos de ajuste y adaptación y no de procesos al azar (Berkes et al., 2000; Toledo, 1992).

Varios autores coinciden en señalar que las comunidades rurales que viven en la Patagonia extra- andina, como es el caso de la Provincia de Chubut, han sufrido fenómenos sucesivos de transformación cultural como respuesta a la influencia hegemónica de las sociedades de mercado (Ladio y Lozada, 2004a; Ladio y Lozada, 2004b; Molares y Ladio, 2009a;

Eyssartier et al., 2011). Los reiterados procesos migratorios desde y hacia el interior patagónico (Benencia y Gazzotti, 1995; Gundermann et al., 2009) han afectado particularmente a las comunidades originarias tehuelches y mapuches asentadas en la estepa patagónica, produciendo notorios cambios en la vida de estos pueblos.

En este sentido, las investigaciones etnobotánicas sobre plantas medicinales ha adquirido

especial relevancia, en repuesta a la acelerada pérdida

del conocimiento tradicional, al decrecimiento de la diversidad vegetal como consecuencia de la degradación de áreas naturales, como así también al

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auge de la prospección de compuestos activos de origen vegetal (Bermúdez et al., 2005; Ladio, 2005; Toledo, 2005; Toledo et al., 2010). Los estudios etnobotánicos realizados hasta el momento en la región andino-patagónica han estado principalmente orientados al análisis de patrones y procesos vinculados al uso de plantas medicinales y comestibles (Molares y Ladio, 2009a; Molares y Ladio, 2009b; Ladio, 2011b). En la Patagonia extraandina, en cambio, los estudios son más escasos pero revelan un gran potencial biocultural de estudio (Casamiquela,

1999; Jardín Botánico de la Patagonia Extraandina,

2002; Kutschker et al., 2002; Forcone, 2004; Ladio et al., 2007; Ladio y Lozada, 2009).

Para las pequeñas comunidades aisladas en la

estepa patagónica, como sucede en otros poblados asentados en zonas áridas (Ladio et al., 2007), la provisión de distintas plantas medicinales que cubran el espectro de dolencias de la comunidad, representa una ardua tarea debido a la hostilidad del clima y las grandes distancias que existen hacia las zonas de obtención del recurso vegetal. Por ende, las distintas especies son seleccionadas en función de costos y beneficios (Estomba et al., 2006, Ladio, 2006) asociados a su recolección que son considerados según la interpretación y valoración cultural propia de cada grupo acerca de la potencialidad del entorno y de cada una de las plantas. De esta manera, en las poblaciones humanas que habitan o que tienen acceso a áreas boscosas, las especies nativas que utilizan están asociadas a largas distancias de recolección, mientras que las plantas exóticas, en general, se recolectan en sitios cercanos a las casas y/o son producto del cultivo (Ladio et al., 2007).

Este estudio de caso corresponde a dos poblados pequeños de la meseta chubutense que se

caracterizan por su grado de aislamiento. La hipótesis

general de este trabajo plantea que las especies nativas y exóticas utilizadas por las personas han sido

seleccionadas para conformar una herbolaria local que

le permite a los pobladores resolver en el ámbito

doméstico los problemas de salud más frecuentes y constituye un cuerpo de saberes que ofrece autosuficiencia en este aspecto de su vida cotidiana.

Los objetivos que guiaron el estudio fueron: a) Caracterizar la herbolaria utilizada en poblaciones de

la meseta chubutense; b) Analizar las prácticas

asociadas al uso de plantas medicinales vinculadas a la autonomía y al uso eficiente del recurso por parte de los pobladores del lugar; c) Evaluar si las plantas con

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mayor versatilidad son las más importantes culturalmente en esta región.

MATERIALES Y MÉTODOS

Sitios de estudio

La investigación se llevó a cabo en una zona rural

esteparia de la provincia de Chubut que comprende la comuna Lagunita Salada y el paraje aldea escolar El

Escorial, dependiente administrativamente y distante

100km de la mencionada comuna (Figura 1). Una gran

proporción de los pobladores asentados en la zona de estudio tienen ascendencia Mapuche – Tehuelche. Del total de entrevistados, el 78% son oriundos de los parajes citados, mientras que el 13% corresponden a otras localidades de la Patagonia y sólo el 9% provienen de otras regiones de la Argentina. Ambas comunidades presentan lazos de parentesco muy marcados y por ende fueron tratadas en forma conjunta.

Figura 1

Mapa de la Provincia del Chubut. El área sombreada representa la zona rural de estudio. Se incluyen algunas localidades vecinas.

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Ubicada en el centro norte de la provincia del Chubut, el área de estudio se encuentra en el sector árido de la región patagónica. Lagunita Salada (960 msnm), está emplazada en un paisaje de planicie pedemontana rodeada de serranías e interrumpida por depresiones con fondos de lagunas temporarios donde confluyen cursos de agua intermitentes (Beeskow et al., 1987). La aldea escolar El Escorial (760 msnm), está localizada en un sector de relictos de meseta basáltica, piedemonte de poca extensión y angostos

cañadones. Alternan un paisaje serrano de laderas suaves con afloramientos rocosos de laderas abruptas (Beeskow et al., 1987). En el primero de los ambiente, la fisonomía vegetal dominante es la de una estepa subarbustivo - herbácea. En el ambiente basáltico, más árido y templado, predominan las estepas arbustivas. Entre las especies nativas más conspicuas en la zona se encuentran Berberis microphylla, Senecio spp. Mulinum spinosum, Chuquiraga avellanedae Nardophyllum bryoides, Schinus spp., Grindelia

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chiloensis, Acantholippia seriphioides, Nassauvia axilaris, N.glomerulosa, Acaena spp., Sisyrinchium spp., Pappostipa spp., Poa spp.y Erodium cicutarium.

El clima seco y frío (temperatura media anual de 11.3º C y precipitación media anual 174 mm)

durante gran parte del año, expone a los pobladores a

duras condiciones en algunas épocas del año

(promedio anual de 98 días con heladas). El acceso a esta zona, que se hace por caminos consolidados, suele dificultarse y a veces interrumpirse por presencia de nieve o impacto de la lluvia. Existe un transporte público desde los centros urbanos costeros, que circula con una frecuencia semanal.

En ambos poblados, los recursos económicos provienen principalmente de la cría de ganado ovino y

caprino como así también del empleo en tareas de

servicios públicos tales como la comuna, el juzgado de paz, la escuela, la biblioteca, la cooperativa de servicios eléctricos y vialidad provincial. En materia de salud pública, cuentan de un puesto de enfermería atendido por un agente sanitario local que brinda atención preventiva y primaria (controles y curaciones) y de visitas mensuales por parte de médicos hospitalarios ambulantes que recorren la región.

Metodología

Se seleccionaron a los informantes aplicando la

técnica de referencias encadenadas o “snow ball”

(Alburquerque et al., 2010). Previo a iniciar las entrevistas, se obtuvo el consentimiento informado del entrevistado de acuerdo a lo establecido en el Código de Ética Etnobiológica (ISE, 2006). El trabajo etnográfico presentado en este artículo fue de carácter cualitativo-interpretativo con aportes cuantitativos. Se realizaron 23 entrevistas familiares semiestructuradas (52% del total de viviendas) en donde se indagó sobre las principales especies medicinales utilizadas por la

familia mediante un enlistado libre (Martín, 2001). Los participantes brindaron información acerca de los nombres vulgares y las afecciones tratadas con las plantas dentro del ámbito doméstico. Durante las entrevistas, se utilizó material vegetal de apoyo (herbarios, fotografías y plantas frescas o secas) para facilitar el reconocimiento de las especies citadas por los informantes. Adicionalmente, se registraron datos socioculturales y se indagaron con observación participante y entrevistas libres aspectos ligados a las prácticas involucradas para la provisión de las especies. El contenido principal de las entrevistas se detalla en el Anexo 1 (cabe aclarar que este trabajo

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forma parte de un proyecto mayor y solamente se presentan en el anexo aquellas preguntas pertinente a los objetivos aquí planteados). Paralelamente, se realizaron talleres comunales y escolares en los cuales los vecinos compartieron sus saberes sobre las plantas de la zona y la preparación de remedios caseros, validándose la información obtenida por los otros medios.

En los alrededores de las comunidades rurales estudiadas, se recolectaron muestras de las distintas

especies vegetales que prosperan en los diferentes

ambientes. El material recolectado fue acondicionado para su posterior identificación e incorporación a la

colección preservada del Jardín Botánico de la

Patagonia Extraandina - CENPAT - CONICET. Los ejemplares fueron identificados y determinados siguiendo a Correa, 1969; Correa, 1971; Correa, 1984; Correa, 1988a; Correa, 1988b; Correa 1999). La nomenclatura científica fue actualizada consultando la base de datos del Catálogo de Plantas Vasculares del Conosur (http://www.floraargentina.edu.ar/).

Análisis de los datos

La riqueza total citada por ambas comunidades se

estimó teniendo en cuenta el número de especies y de familias botánicas que fueron citadas por el total de entrevistados (Ladio y Lozada, 2003; Ladio y Lozada,

2004a). Los diferentes usos reputados para cada una de las especies fueron categorizados en función de las

afecciones citadas por los informantes tomando el criterio de la medicina occidental según Estomba et al.

(2006). Aquellas dolencias o afecciones cuyos síntomas representaban múltiples orígenes y su diagnóstico y tratamiento dependen de la cultura y

contextos simbólicos específicos, fueron agrupadas dentro la categoría síndromes culturales (Mellado et

al., 1996). Las especies utilizadas en la comunidad se clasificaron según su origen biogeográfico en nativas y exóticas siguiendo a Zuloaga y Morrone, 1999a y

Zuloaga y Morrone, 1999b.

Para determinar la importancia de cada especie dentro de las comunidades rurales, se estimaron dos

índices. Por un lado se calculó el Consenso de Uso

(CU), considerando el número de informantes que citó cada especie respecto al total de informantes (N = 23) x 100 (Ladio y Lozada, 2008). Por otra parte, se aplicó el Índice de Significancia Cultural (ISC) propuesto por Silva et al. (2006):

ISC = Σ (i x e x c) x CF

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donde i representa el grado de manejo de la especie (2

= especie cultivada y 1 = especie recolectada); e indica la preferencia de uso (2 = uso preferencial; 1 = uso

alternativo; c refleja la frecuencia de uso (2 = plantas

efectivamente conocidas y usadas; 1 = plantas raramente citadas) y finalmente, CF es el factor de corrección asociado al consenso de uso de la planta (CU). La versatilidad de cada especie se expresó a partir de la suma total de usos diferentes reputados para cada especie citada por los entrevistados tomado de Ladio y Lozada (2008).

El análisis estadístico de la información cuantitativa se llevó a cabo utilizando pruebas no

paramétricas dado que los datos no presentaron una

distribución normal (Höft et al., 1999). Mediante la prueba Chi cuadrado (X2) se evaluó, por un lado, la independencia de la riqueza de especies y de familias botánicas utilizadas en relación a cada dolencia. Se aplicó la correlación de Spearman (Conover, 1980) con el fin de explorar si el consenso de uso (CU) está asociado con la versatilidad de las especies.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Composición y características de la herbolaria

La riqueza de plantas medicinales citadas por los informantes totalizó a 45 especies, un 52% de las

mismas son nativas de la Patagonia y un 48% de las especies son introducidas. La riqueza es más baja en comparación a otros estudios realizados en la región

(Ladio et al., 2007; Estomba et al., 2006, Molares y

Ladio, 2009a) mostrando un uso más restringido y acotado debido principalmente a factores ambientales. Estudios comparativos en la Patagonia dan cuenta que las poblaciones rurales que viven en zonas boscosas y/o ecotonales de la precordillera de los Andes utilizan un mayor número de plantas silvestres medicinales que aquellas que viven en la estepa debido a la menor oferta ambiental (Ladio et al., 2007). Por otra parte, esta zona se ve influenciada por fuertes procesos de erosión ambiental que sin duda atentan negativamente con la diversidad y disponibilidad de especies útiles (Del Valle et al., 1998).

Los recursos herbolarios dependen fuertemente de las áreas silvestres, dado que la mayoría son producto de de las prácticas de recolección (70%), le sigue el cultivo (28.7%) y por último, por medio de la adquisición en el comercio (1.3%) (Tabla 1). Diversos estudios en la zona han comprobado que las poblaciones rurales están fuertemente asociadas a la recolección para la provisión de plantas medicinales (Molares y Ladio,

2009a; Molares y Ladio, 2009b), a pesar de que esto implique estar sometidos a los efectos de una variabilidad ambiental marcada debido al clima, al sobrepastoreo y a efectos estocásticos que son probables en el paisaje. Sin embargo, los pobladores saben donde crecen las plantas y sobrellevan la impredecibilidad de la disponibilidad de los elementos de su herbolaria silvestre.

Tabla 1

Especies medicinales que componen la herbolaria de la zona rural estudiada ubicada dentro de la Meseta

C en t r a l d e l C h u b u t . C U = C onsenso De u so ; ISC = Í n d i ce d e S i g n i fi ca n c i a C u l t ural

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Familia botánica Nombre científico Nombre vernáculo Status Categoría medicinal CU ISC

Asteraceae Cichorium intybus L. Grindelia chiloensis (Cornel.) Cabrera

Achicoria introducida digestivo 4,3 0,20

Asteraceae Matricaria recutita L. Nardophyllum bryoides (Lam.) Cabrera

Manzanilla cultivada digestivo/sedativo 30,4 8,40

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Dysphania ambrosioides (L.)

Dysphania multifida (L.) Mosyakin

Prosopidastrum globosum (Gillies

Centaurium cachanlahuen

Erodium cicutarium (L.) L'Her. ex

Clinopodium darwinii (Benth.)

Plantaginaceae Plantago lanceolata L. Llantén/sietevenas nativa circulatorio/digestivo/antibiótico 17,4 1,60

Retanilla patagonica

Sillolahuen/yerba de la

Tetraglochin alatum (Gillies ex

digestivo/analgésico/anti-

Acantholippia seriphioides (A.

La dependencia con el mercado es baja reflejando la vigencia de la medicina tradicional que valora la recolección como práctica de adquisición de plantas curativas sobre otras prácticas (Molares y Ladio,

2009a). Sin embargo, factores económicos puede ser también atribuidos dado que las personas prefieren no

utilizar el escaso dinero circulante en medicinas que

pueden obtener directamente de sus alrededores.

Las especies nativas son las más citadas y coinciden con lo registrado en otras comunidades

rurales patagónicas más próximas a la cordillera y asentadas en zonas de ecotono estepa - bosque

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(González y Molares 2004; Ladio y Lozada, 2009; Molares, 2010; Moreno et al., 2010; Ladio, 2011a). Esta semejanza entre las herbolarias se debe en parte a factores de similitud florística regional y a su vez, al intercambio de conocimientos sobre plantas medicinales entre los pobladores de distintas sociedades patagónicas que ha sido registrado desde tiempos pre-históricos (Casamiquela, 1999; Molares y Ladio, 2009a)

Por otra parte, la riqueza de especies exóticas refleja por un lado, la larga historia de introducción de

especies en la región (Rapoport et al., 1995), y por el

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otro, la incorporación dinámica de nuevos conocimientos herbolarios producto del intercambio de plantas entre nativos y foráneos desde tiempos históricos. Además, el ganado introducido es una fuente de dispersión de especies cosmopolitas contenidas en los fardos de pasturas (Grigera, 1999) generando posiblemente una contaminación por especies que es aprovechada por los crianceros. No hay duda, que la incorporación de las plantas exóticas asilvestradas o de la huerta complementa la oferta de plantas medicinales nativas construyendo una herbolaria mucho más versátil y rica.

Es decir, dicha herbolaria presenta características de hibridización de saberes ancestrales con nuevos componentes de orígenes diversos. La mayoría de las plantas cultivadas son exóticas y forman parte de las farmacopeas mundiales, lo que corrobora la influencia de fenómenos de globalización sobre las herbolarias locales, concordando con los resultados de otras investigaciones (Moerman, 2001; Pardo de Sanatayana y Gómez Pellón, 2003; Eyssartier et al., 2009; Ladio, 2011a). Según Ladio (2011a,

2011b) la adopción de estos nuevos recursos foráneos que significan el aprovechamiento de nuevos

elementos del ambiente circundante o el manejo de los mismos por cultivo, podría ser interpretado como una

estrategia vinculada a la flexibilidad y la autosuficiencia. Nuestros resultados concuerdan con estas ideas, dado que los pobladores aumentan la

riqueza de plantas cultivándolas en sus casas y por

ende asegurándose una “farmacia casera”. Martínez y

Pochettino (1992) han establecido que las farmacias caseras, es decir ese set de recursos recolectados o cultivados cuidadosamente por la encargada de la salud de la familia, u obtenidos por intercambio con los vecinos o a través del comercio, surgen de las necesidades cotidianas del grupo y representan una alternativa insustituible para asegurarse la salud familiar.

Las familias botánicas y los usos reputados de las plantas medicinales

El total de la flora citada por los informantes se

distribuye en 22 familias botánicas, de las cuales Asteraceae, Lamiaceae, Rosaceae y Chenopodiaceae presentan los mayores porcentajes de taxones con uso medicinal (Figura 2). Resultados similares se observaron en estudios realizados en otros sitios de Patagonia (Molares y Ladio, 2008 y Ochoa et al.,

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2010). Adicionalmente, la importancia a escala mundial de estas familias botánicas es innegable siendo las principales portadoras de sustancias reconocidas de compuestas activos de gran interés farmacológico (Molares y Ladio, 2009a; Oliviera et al., 2010). Por otra parte, la relevancia de estas familias está directamente asociada con las familias botánicas patagónicas más ricas en especies en la región (ej. Asteraceae) evidenciando la significancia de la oferta ambiental (Correa, 1971; Molares y Ladio,

2009a).

Las distintas familias botánicas a las cuales pertenecen las plantas seleccionadas por los habitantes

dependen del tipo de dolencia para la cual son empleadas (X2 = 117.58, p < 0.05). Por ejemplo, las especies pertenecientes a la familia Asteraceae (26% del total de especies) se utilizan para el tratamiento de un amplio espectro de afecciones, mientras que las

correspondientes a la familia Lamiaceae se destinan al tratamiento de afecciones digestivas y en menor medida, del sistema nervioso. Las dolencias ginecológicas y urogenitales en la mujer son tratadas preferentemente con especies pertenecientes a la familia Rosaceae y las especies de la familia Chenopodiaceae se utilizan mayormente para contrarrestar desórdenes de tipo gastrointestinal. Este patrón de uso de las plantas posiblemente asociado a la riqueza de los compuestos activos contenidos en las diferentes familias taxonómicas, coincide con el reportado por otros autores que centraron su estudio en la medicina hogareña de pueblos patagónicos (Ladio,

2001; Ladio, 2002; Ladio y Lozada, 2000; Ladio y

Lozada, 2003; Ladio y Lozada, 2004a; Estomba et al.,

2006) y con resultados procedentes de trabajos etnofarmacológicos (Bozin et al., 2006; Oliveira et al.,

2010).

Por otra parte, se encontró que del total de registros de uso medicinal relevados, la mayoría están vinculados con afecciones gastrointestinales, luego respiratorias y aquéllas vinculadas a procesos dolorosos o inflamatorios (Figura 2). Investigaciones

llevadas a cabo en distintos lugares del mundo, comprobaron que existe una prevalencia de uso de plantas para el tratamiento de dolencias gastrointestinales porque son afecciones que pueden ser tratadas fácilmente en el ámbito doméstico (Schlage et al., 2000; El-Hilaly et al., 2003; Katewa et al., 2004; Novais et al., 2004; Macía et al., 2005; Almeida et al., 2006; De la Cruz et al., 2007).

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Figura 2

Familias botánicas y su relación con usos reputados de las plantas en la zona estudiada. Las diferentes barras indican el porcentaje (%) de uso de cada una de las familias botánicas más representativas de la

herbolaria en relación a cada categoría medicinal (X2 = 117.58, p < 0.05)

Las duras condiciones climáticas de la zona (bajas temperaturas y fuertes vientos) sumado a la dieta altamente graso-proteica derivada del consumo diario de carne ovina, podrían estar influenciando las afecciones sanitarias de la población y por ende, moldeando su herbolaria. Algunos estudios realizados en Patagonia han arrojado resultados semejantes en referencia a la importancia de las dolencias gastrointestinales (Estomba et al., 2006; Ladio y Lozada, 2008; Eyssartier et al., 2009) y/o de afecciones de tipo dolorosas y/o inflamatorias (Ochoa et al., 2010).

Todos estos resultados podrían indicar el carácter prevalente de ciertas dolencias en la región y

de las tradiciones comunes que se reproducen para

resolverlos (Martínez et al., 2004). Por otra parte, denota que el ámbito doméstico como contexto de curación para este tipo de poblaciones rurales de una

gran significancia cultural (Idoyaga Molina, 2000; Martínez et al., 2004).

Autosuficiencia y plantas medicinales

La recolección y el cultivo de plantas medicinales son

las principales estrategias utilizadas por los pobladores de la meseta chubutense, prácticas de alto contenido cultural que implican autosuficiencia. Ambas tareas

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implican poner en práctica una serie de conocimientos que han sido ajustados a lo largo de la historia y que constituyen herramientas indispensables para que los pobladores rurales logren cierta independencia para subsanar los problemas de salud más comunes

La recolección de plantas silvestres medicinales, que puede implicar largos viajes, en general está asociada a otras actividades de la vida cotidiana de los habitantes por lo que los gastos energéticos de búsqueda se comparten con otras tareas. Por ejemplo, las entrevistas dan cuenta de que los pobladores que se dedican al cuidado ganado caprino en los alrededores del poblado son proveedores de algunas plantas que se encuentran mas alejadas. Tal es el caso de especies silvestres tales como Adesmia boronioides, Valeriana spp. Acantholippia seriphioides y Clinopodium darwinii. Los traslados multipropósito para la búsqueda y manejo de recursos silvestres han sido encontrados en otras poblaciones patagónicas como un medio de adaptación a las limitaciones ambientales (Ladio y Lozada, 2000).

Además, es interesante destacar que las plantas que son difíciles de obtener o con una

disponibilidad muy marcada estacionalmente, se secan y se aprovisionan dentro de los hogares como un

recurso muy valioso, ése es el caso de Valeriana sp.,

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Fabiana imbricata, Larrea divaricata, L. ameghinoi y

Adesmia boronioides.

Es decir que la recolección de estas plantas está asociada a prácticas de uso eficiente de los esfuerzos humanos y del máximo aprovechamiento de los recursos vegetales poniendo en acción distintas formas de conservación y manejo del material vegetal. Por otro lado, con el fin de perpetuar la tradición entre las generaciones más jóvenes, ha sido observado que los niños acompañan al campo a los adultos, colaborando en las tareas de recolección de plantas y al mismo tiempo aprendiendo modos de reconocerlas, extraerlas y transportarlas hasta el hogar.

Por otra parte, también se pudo constatar que las plantas medicinales que se obtienen por cultivo

implican otro set de situaciones y prácticas efectivas.

Los adultos con experiencia en horticultura brindan consejos a los que recién se inician en la huerta y enseñan sobre las épocas de siembra, cosecha y requerimientos de las plantas medicinales cultivadas. Asimismo, en los talleres comunitarios, realizados en el marco de este estudio, se pudo observar el intercambio tanto de conocimientos como de materiales vinculados al cultivo (por ej, semillas, plantines, tierra fértil, etc.) que existe entre vecinos que llegan incluso desde lugares muy lejanos dentro del área de estudio. Además, es importante destacar en este contexto, la interacción entre niños y adultos: los primeros suelen abonar el suelo y sembrar las especies medicinales, mientras que los mayores airean la tierra y preparan los surcos. Durante estas jornadas de trabajo, se comparte una variada información sobre las plantas y sus posibles formas de aprovechamiento. En este contexto y siguiendo un patrón similar al encontrado en otras comunidades (Vogl - Lukasser y Vogl, 2004; Lozada et al., 2006), son las mujeres de la familia - en general madres y abuelas - las que se encargan de transmitir las recetas o preparaciones caseras a base de plantas, así como también guían al resto de la familia en la preparación del terreno y/o invernáculo.

Importancia cultural y versatilidad de uso

Las especies con mayor consenso de uso (CU) entre los pobladores locales son Mentha spicata, Clinopodium darwinii, Acantholippia seriohioides,

Artemisia absinthium, Nardophyllum bryoides,

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Chuquiraga avellanedae, Matricaria recutita y Valeriana spp. (Tabla 1). Este mismo grupo de especies, exceptuando Ch. avellanedae, N. obtusifolium y C. darwinii, son las que presentan a su vez, los mayores valores cuando se aplica el índice de Significancia Cultural (ISC) (Tabla 1). El bajo valor del ISC de Ch. avellanedae, N. obtusifolium y C. darwinii está dado por ser especies no cultivadas y con menos de dos usos medicinales. .Es decir que la composición de la herbolaria depende de plantas recolectadas de áreas silvestres, mostrando que en situaciones de stress hídrico, donde el cultivo de plantas es difícil, la herbolaria se compone principalmente de plantas silvestres. Esta interpretación coincide con información de la observación participante y de las entrevistas en donde se recabó que en situaciones de falta de agua para riego y/o sequías prolongadas, falta de semillas u otros problemas que difícultan las tareas de cultivo, la comunidad depende exclusivamente de las plantas medicinales silvestres.

El análisis de correlación entre la versatilidad de uso y el grado de significancia cultural de cada especie (utilizando como el ISC como indicador) demostró que las plantas más valoradas culturalmente dentro de las comunidades son las más versátiles, es decir aquellas que cubren un amplio espectro de dolencias (Figura 3, r = 0.46, n = 45, p < 0.05). El amplio espectro de uso que presenta Valeriana spp. (ñancolahuen), Acantholippia seriphioides (tomillo silvestre) y Plantago lanceolata (llantén, sietevenas) ilustra la importancia de especies que proporcionan tratamiento para tres o más afecciones de la salud, estas plantas son particularmente valoradas por los pobladores como así también lo son aquéllas que se presentan como diferentes alternativas para afrontar una dolencia determinada como es el caso de Artemisia absinthium (ajenco), Matricaria recutita (manzanilla) y Mentha spicata (menta pastilla) que se utilizan como digestivas y Nardophyllum brioides (sietecamisas), Sedum telephium (bálsamo) y Tanacetum vulgare (palma) utilizadas para bajar la fiebre. Este patrón coincide, en líneas generales, con los obtenidos por otros autores en estudios de herbolarias de la región (Ladio y Lozada, 2008;

Richeri et al., 2010).

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Figura 3

Relación entre la versatilidad (n° de usos medicinales) y el índice de significancia cultural (ISC) de las especies medicinales que componen la herbolaria de la zona rural estudiada

(Correlación de Spearman r = 0.46, n = 45, p < 0.05)

Por otra parte, cabe destacar que dentro de la herbolaria existen especies que a pesar de no ser versátiles, son importantes para la comunidad ya sea por su alta disponibilidad, fácil obtención y/o preparación o porque tratan algunas de las dolencias más frecuentes. Dentro de este grupo de plantas se encuentran Artemisia absinthium (ajenco), Matricaria recutita (manzanilla) y Mentha spicata (menta pastilla) que se utilizan como digestivas y Nardophyllum bryoides (sietecamisas), Sedum telephium (bálsamo) y Tanacetum vulgare (palma)

utilizadas para bajar la fiebre.

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CONCLUSIONES

Las herbolarias utilizadas por las comunidades de la meseta central del Chubut representan

por un lado un relicto de conocimientos

tradicionales locales provenientes de los pueblos originarios y por el otro, el resultado

de procesos de hibridación cultural con otras

sociedades.

Este cúmulo integral y flexible de saberes vinculados a la estructura y dinámica del entorno natural se mantiene vigente y activo.

Las plantas representan una alternativa eficiente y autosustentable para el tratamiento casero de las dolencias más frecuentes que afrontan las comunidades aisladas y con escasos recursos económicos.

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Este trabajo pone en evidencia la importancia de procesos a nivel mundial, regional y local en la construcción de las herbolarias, aún en áreas totalmente aisladas como las de la meseta patagónica chubutense.

La importancia de esta herbolaria de 45 especies parece constituirse como conjunto y no de manera individual a nivel de especies, dado que este set de recursos, como un todo, presenta características resilientes basadas en la versatilidad de las mismas, y no tanto en la riqueza total de las plantas.

Por lo tanto, este tema podría constituir un eje de estudio para investigaciones

etnofarmacológicas futuras que contribuya a

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