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Sociedad Hoy ISSN: 0717-3512 [email protected] Universidad de Concepción Chile Rojas Hernández, Jorge Vulnerabilidad social, neoliberalismo y desastre: sueños y temores de la comunidad desplazada/ damnificada por el terremoto/tsunami Sociedad Hoy, núm. 19, 2010, pp. 113-140 Universidad de Concepción Concepción, Chile Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=90223044008 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Sociedad Hoy

ISSN: 0717-3512

[email protected]

Universidad de Concepción

Chile

Rojas Hernández, Jorge

Vulnerabilidad social, neoliberalismo y desastre: sueños y temores de la comunidad desplazada/

damnificada por el terremoto/tsunami

Sociedad Hoy, núm. 19, 2010, pp. 113-140

Universidad de Concepción

Concepción, Chile

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=90223044008

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Vulnerabilidad social, neoliberalismo y desastre: sueños y temores de la comunidad desplazada/ damnificada por el terremoto/tsunami1

Social vulnerability, neoliberalism and disaster: dreams and fears of the community displaced/affected by the earthquake/tsunami

JoRGE RoJAS HERnánDEz2

Resumen

La vulnerabilidad social y ambiental existentes en el país y en particular en las regiones afectadas por el terremoto y tsunami del 27 de febrero de 2010, ha adquirido mayor visibilidad y dramatismo en las actuales circunstancias. En efecto, al movimiento sísmico grado 8.8 en la escala richter se agregó el “terremoto social”. El déficit de sociedad, la grave carencia de comunidad, el predominio de una cultura individualista, la falta de confianza y respeto en el otro y la debilidad institucional (falta de Estado) quedaron de manifiesto a partir de las primeras horas de la catástrofe natural y en los días que siguieron. La institucionalidad no fue capaz de responder con la debida eficiencia y rapidez a la emergencia, lo que se tradujo en un aumento significativo de la inseguridad de la población. resulta indispensable aprender de estas desastrosas y dramáticas experiencias para preparar mejor a la sociedad, a las personas y a las instituciones. Lamentablemente, la reconstrucción se encuentra todavía en una fase inicial y tanto el país como las regiones afectadas aún no se encuentran prepara-dos para enfrentar un desastre similar. El presente artículo busca entregar una explicación científica al comportamiento social e institucional del desastre, relevando también los anhelos más profundos de las comunidades.

Palabras clave: reconstrucción, terremoto, desplazados.

Abstract

The social and environmental vulnerability, in existence at the country and particularly in the re-gions affected by the earthquake and tsunami, has become more visible and dramatic in the current circumstances. Indeed, to the earthquake degree 8.8 on the richter scale it was added the “social earthquake”. The deficit of society, the serious lack of community, the dominance of an individual-

1 El presente artículo forma parte del proyecto de investigación ANILLOS “Impactos sociales y ambientales del Cambio Climático Global en la región del Biobío: Desafío para la sostenibilidad del siglo XXI”, 2009-2011, patrocinada por CONICYt y cuyo Director es el autor del presente artículo. CONICYt autorizó a posteriori incluir en la investigación, durante el desarrollo del proyecto, el tema del terremoto del 27 de febrero de 2010, dada su importancia como proceso de aprendizaje, aplicable a una eventual estrategia de adaptación al cambio climático.

2 Dr. en Sociología, Universidad de Hannover, Alemania, profesor titular del Departamento de Sociología y Antropología, decano de la Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Concepción. Concepción, Chile. E-mail: [email protected]

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istic culture, lacks confidence, the lack of showing respect to the others; moreover the institutional weaknesses (lack of state), were revealed from the early hours after of the natural disaster and in the days that followed it. The institutional framework could not respond quickly and efficient-ly to the emergency, which resulted in a meaningful increasing of insecurity of the population. It is essential to learn from these disastrous and dramatic experiences for preparing at the best way to the society and institutions. Unfortunately, the reconstruction is still in its initial phase, and both the country and the affected regions are not yet prepared to face a similar disaster. This article seeks to provide a scientific explanation of social and institutional behavior of the disaster, also relieving the deepest desires of the communities.

Keywords: rebuilding, earthquake, displaced persons.

Recibido: 26.08.11. Aceptado: 03.10.11.

Introducción

La magnitud y los impacto físicos y sociales del terremoto y tsunami que afectaron fuertemente a las regiones del Biobío y maule, movilizó rápidamente a las capa-cidades profesionales e intelectuales instaladas en las universidades e instituciones públicas y privadas, con el propósito de entender lo que estaba sucediendo y apor-tar al proceso de ayuda urgente y posterior reconstrucción. Las primeras reacciones fueron de shocks y paralización, para luego empezar a actuar para resolver proble-mas básicos.

La Universidad de Concepción organizó rápidamente un Programa de recons-trucción, basado en 9 comisiones, compuestas y coordinadas por profesores de di-ferentes áreas disciplinarias. Entre ellas funcionó la Comisión Sociedad Civil y re-construcción. Las conclusiones de este trabajo se publicaron en un libro (Propuestas para la Reconstrucción, UdeC, 2010). Además, se organizaron numerosas salidas de terreno a las localidades afectadas por el desastre, observaciones participativas, acciones solidarias, visitas a campamentos o “aldeas” y seminarios con actores so-ciales y representantes de instituciones públicas y privadas. El Proyecto ANILLOS/CONICYt SOC 28 sobre Cambio Climático en la región del Biobío organizó en junio del 2010 una actividad abierta en las ciudades Concepción y talcahuano, de-nominada “Árbol de los Sueños”. Se invitó a los ciudadanos a escribir en tarjetas sus anhelos de reconstrucción que colgaron en un árbol nativo instalado para tal efecto, señalando cómo quisieran que sus ciudades volvieran a ser reconstruidas en el futu-ro cercano. El resultado de esta técnica de “tormenta de ideas” fueron 370 tarjetas (286 en Concepción y el resto en talcahuano). En ese mes el Instituto regional de Administración de Empresas (IrADE) organizó su tradicional evento Encuentro regional Empresarial (ErEDE) –basado en el tema de la reconstrucción– e invitó al autor del presente artículo a coordinar el taller reconstrucción Social, con la par-ticipación de actores empresariales, universitarios, institucionales y sociales.

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Junto con colaborar con las personas damnificadas o desplazadas de sus locali-dades, hemos aprovechado el desastre para aprender e integrar dichos aprendizajes en las actividades universitarias, de manera de preparar mejor a los profesionales y a la sociedad para enfrentar en el futuro, con capacidades para estas difíciles y com-plejas situaciones que con frecuencia afectan a Chile. En esta línea precisamente hemos preparado la dictación (en septiembre de 2011) de un Diplomado sobre Gestión Social de riesgo de Desastres.

Las reflexiones del presente artículo están basadas en numerosas experiencias de observación participativa, entrevistas a dirigentes de campamentos, lecturas de artí-culos, documentación, coordinación de talleres, charlas y múltiples conversaciones con personas víctimas del desastre. El artículo busca explicar el comportamiento social e institucional ante el desastre, empleando los conocimientos que el autor maneja de la realidad de la sociedad chilena a partir la teoría crítica (rojas, 2011: 125-152). Ello, en el marco específico de las experiencias humanas del 27 de fe-brero de 2010.

Momentos críticos de convivencia

El llamado terremoto social se manifestó en las acciones de saqueos practicadas en forma masiva por diferentes segmentos de la población. La explicación a esta conducta es compleja. Aquí no se trata de criticar ni condenar a quienes actuaron motivados por auténticas necesidades de sobrevivencia, como lo es la falta de ali-mentos y de otros bienes elementales, en momentos de caos y desesperación. Se trata de un análisis más general del comportamiento humano frente al desastre. El fenómeno aún no ha sido estudiado en profundidad, pero tiene convulsionados a la sociedad, a los científicos y políticos.

Las causas que explican este problema son de diversa naturaleza:

i) Ausencia de una cultura y política pública y social de prevención frente a catás-trofes. A pesar de una historia milenaria de terremotos y maremotos: terremoto del 8 de febrero de 1570 en Concepción; 16 de diciembre de 1575 en Valdivia; 13 de mayo 1647 en Santiago; 25 de mayo de 1751 en Concepción; 19 de noviembre de 1822 en gran parte del territorio nacional, con epicentro en Valparaíso; 20 de febrero de 1835 en Concepción; 20 de febrero de 1835 en Valdivia; 4 de marzo de 1835 en la Isla Quiriquina; 22 de mayo de 1960 en Valdivia; 27 de febrero de 2010 en las regiones de Biobío y maule. Según Miguel lauwner, la falta de una cultura de prevención explicaría el hecho de que Chile “no haya tomado los res-guardos necesarios para enfrentar catástrofes naturales que ya sabemos que seguirán sucediendo” (Lawner, 2010).

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ii) Naturalización de los desastres. La población parece haberse acostumbrado a vivir y sobrellevar tragedias a lo largo de la historia y de las generaciones. Si bien es cierto que las catástrofes tienen un origen de carácter natural, el comportamiento humano se construye socialmente. Incluso el vivir en la pobreza y vulnerabilidad social y ambiental ya se ha naturalizado, lo que en muchos casos contribuye a fo-mentar la pasividad y el conformismo/fatalismo con la nueva situación.

iii) Ausencia de la catástrofe en la institucionalidad y políticas públicas. La cultura de la no prevención y la naturalización de las catástrofes han influido también en la política y en el Estado. El riesgo permanente en que vive Chile no ha sido histórica-mente considerado por el Estado ni la política como un problema importante que requiera de institucionalidad, funcionarios competentes, sistemas de información y alarmas, tecnologías apropiadas, estaciones de medición y recursos financieros. La experiencia del 27 de febrero demostró en forma dramática el nulo y erróneo funcionamiento del SHOA (Servicio Hidrológico y Oceanográfico de la Armada), de la ONEmI (Oficina Nacional de Emergencia) y de los Gobiernos regionales, en los primeros días del terremoto y maremoto. Al respecto, existen innumerables testimonios, informes de prensa y del Parlamento.

iv) Existencia de una matriz sociocultural paternalista/asistencialista que fomenta la pasividad ciudadana. La modernización chilena es de carácter tecnológica y eco-nómica, pero no social. Las personas en situación de vulnerabilidad esperan ayudas y subsidios del Estado o Gobierno. “La gente espera ayuda o saquea”, se señaló en el Encuentro regional de Empresas, ErADE, (junio de 2010) en Concepción, convocado por IrADE bajo el lema de la reconstrucción.

v) Existencia de una matriz cultural individualista y excluyente, que genera des-igualdad y envidia social. Esta matriz, dominante en la sociedad chilena a partir de mediados de la década de los setenta, subestima o rechaza lo colectivo. El exceso de individualismo y “competencia” darwinista destruye los lazos comunitarios y genera actitudes antisociales, dejando a las personas solas frente a la catástrofe. La falta de comunidad.

vi) Las expectativas frustradas generadas por la aguda y permanente propaganda comercial y subliminal que acompaña al crecimiento económico no compartido con sectores sociales medios y bajos.

vii) En las situaciones normales del funcionamiento de la sociedad, los ciudadanos observan cómo el mercado divulga, practica e impone formas de comportamiento engañosas, codiciosas y de enriquecimiento ilícito, que obviamente también influ-yen en situaciones de desastres. El mercado no se guía por normas éticas ni muchos

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menos solidarias, sino por las llamadas leyes de la competencia que, finalmente, favorece al más fuerte.

La disolución de los vínculos sociales –producto de la sociedad del mercado– constituye una verdadera amenaza para la convivencia social en momentos de ca-tástrofes naturales y de otra índole, como lo serían también eventos extremos pro-vocados por los efectos del cambio climático.

En el mencionado Encuentro ErEDE (junio 2010) se destacó con fuerza el tema de la crisis valórica que vive la sociedad chilena, la que se expresó en los sa-queos, agresividad y desconfianza imperantes en algunas ciudades afectadas por el terremoto. En palabras de un participante en el Encuentro: “La gente espera ayuda o saquea”.

El terremoto social, por lo tanto, obedece a un conjunto de factores complejos que interactúan en un momento de aguda crisis social. El saqueo no se explica sola-mente por la necesidad de sobrevivencia que produce la emergencia, sino que tam-bién por la existencia de pautas de comportamiento potencialmente trasgresoras presentes en el imaginario y en el subconsciente humano, construidas socialmente en tiempos pretéritos. La constitución prácticamente espontánea de barricadas y de comités de vigilancia (de autodefensa) en diferentes barrios de la ciudad de Concepción y en otras ciudades, explican por sí solas la falta de cohesión social imperante en la sociedad.

Los momentos de crisis muestran al desnudo y dan cuenta sobre el tipo de so-ciedad realmente existente.

Ahora bien, los desastres muestran también las pérdidas que experimentan las personas: sus arraigos territoriales, identidades y sentido de vida en comunidad, como lo veremos a continuación.

Riesgos, vulnerabilidad y desastres

The Worldwacht Institute define como desastre “un peligro excepcional o anormal que afecta a comunidades o zonas geográficas vulnerables. Provoca considerables daños, perturbaciones y posibles víctimas. Las comunidades afectadas tienen difi-cultades para funcionar normalmente y requieren asistencia externa”. Y vulnerabi-lidad es definida como “potencial de sufrir daños o pérdidas. mayor susceptibilidad a los impactos de peligros debido a factores físicos, sociales, económicos y ambien-tales” (The Worldwacht Institute, 2007: 225).

Para este Instituto el riesgo “es la probabilidad de que ocurra un peligro en un lugar determinado y sus consecuencias probables sobre la población y la propie-dad”.

Los desastres no son meros eventos fortuitos, como frecuentemente lo repor-

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tan los medios de comunicación. “Son producto de una relación cambiante entre acontecimientos naturales (peligros), condicionantes físicos y sociales (vulnerabili-dades) y unos sistemas de gestión de riesgo que existen –o que, con frecuencia, no existen– para protegernos. Salvo raras excepciones, la gente no muere a causa de los fuertes vientos o los temblores de un sismo, sino por los efectos de estos riegos naturales sobre sus viviendas, sus escuelas, sus oficinas y su entorno” (Worldwacht Institute, 2007: 224).

Por lo tanto, el riesgo es el resultado de un conjunto complejo de interaccio-nes entre el entorno socialmente construido y el sistema natural. Algunos autores contemporáneos sostienen que en la actualidad se vive en una sociedad del riesgo, lo que constituiría una verdadera base estructural propicia para el surgimiento de vulnerabilidades.

ulrich Beck ha desarrollado teoría del riesgo global. Su concepto de “irresponsa-bilidad organizada” busca explicar cómo y por qué las instituciones de la sociedad moderna deben reconocer ineludiblemente la realidad de la catástrofe mientras que, simultáneamente, niegan su existencia, ocultando sus orígenes y excluyendo la compensación o el control. La sociología del riesgo es una ciencia de potenciali-dades y de juicios sobre probabilidades. El concepto de riesgo, cuando se considera científicamente (riesgo = accidente x probabilidad), adopta la forma del cálculo de probabilidades, que, como sabemos, nunca puede excluir el peor caso posible. Finalmente, la noción de sociedad del riesgo global, para Beck, es pertinente para un mundo que puede caracterizarse por la pérdida de una distinción clara entre naturaleza y cultura (Beck, 2006). En la primera etapa de la modernidad (desde el inicio de la modernidad industrial en los siglos XVII y XVIII hasta comienzos del siglo XX), riesgo significa esencialmente una forma de calcular consecuencias impredecibles (decisiones industriales).

Para la CEPAL la vulnerabilidad social se asocia al concepto de “riesgo social”, por lo general aplicado a la población pobre, la que a su vez se identifica con la “falta de activos”:

… la falta de activos, su devaluación o la inhabilidad para manejarlos configuran el signo distintivo de la vulnerabilidad frente a dos riegos sociales de importancia capital: la pobreza y la movilidad socioeconómica descendente. En este contexto la vulnerabilidad adquiere un contenido específico, puesto que acota esos dos riesgos ante los cuales las comunidades, hogares y personas son vulnerables. Además, se presta para interpretar fenómenos como los ya expuestos; así, la erosión de los la-zos comunitarios o la pérdida de las transferencias del Estado pueden considerarse como una dilución de los activos, en tanto que la devaluación de la educación (y de los conocimientos en general), a raíz del cambio vertiginoso de la modernidad tardía, es el mejor ejemplo de la desactualización de activos (CEPAL, 2002: 5).

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La población pobre es la más vulnerable frente a eventos extremos como un terremoto, los pobres son los más expuestos a riesgos y desastres, como quedó claramente demostrado en las víctimas del terremoto y tsunami que azotaron a las regiones del maule y Biobío.

El drama de los desplazados: el desarraigo

La localidad constituye el hábitat en el que las personas establecen su arraigo domi-ciliario. Los lazos familiares, el vecindario, se asientan en un lugar construido por las personas. Allí se construyen historias individuales y colectivas, se arman redes sociales, comerciales, laborales, comunitarias y amistosas.

El “lugar antropológico”, según marc Augé, es al mismo tiempo principio de sentido para aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para aquel que lo observa… Estos lugares tienen tres rasgos comunes: identificatorios, relacionales e históricos (Auge, 2008: 60). Se nace en un lugar, el que es constitutivo de identi-dad. La residencia genera un conjunto de relaciones. El habitante del lugar vive en la historia, la morada construida por los antepasados.

El balneario de Dichato después del tsunami mostraba tal nivel de destrucción que parecía haber sido objeto de un bombardeo o de una guerra. Ni los paraderos de pasajeros que estaban en los sectores altos del balneario se salvaron de la implaca-ble furia del mar. Fueron tres olas gigantescas de entre 10 y 15 metros, aunque la más destructiva fue la tercera que arrasó con todo lo que pilló a su paso y la que provocó la mayoría de las muertes… La experiencia de los antiguos pescadores fue fundamental para que la mayoría de los habitantes optara por buscar refugio luego del terremoto hacia lugares altos, pese a que no existían las señaléticas respectivas y la oscuridad reinante hacía difícil llegar a los lugares de mayor altura por la confor-mación geográfica del sector costero del balneario. Para los sobrevivientes, las horas de espera hasta la madrugada, cuando amaneció, fueron interminables, pero mayor fue el impacto al ver el grado de devastación sufrida con viviendas flotando en el mar y lanchas esparcidas en medio de las casas destruidas (revista Nos, 2010: 82).

La localidad pesquera de Dichato, situada a 40 km al norte de Concepción, fue uno de los epicentros del terremoto/tsunami que afectó a la región del Biobío el 27 de febrero de 2010. Gran parte del sector plano fue azotado por las aguas, des-trozando casas, comercio e infraestructura. Hubo también pérdida de vidas. Du-rante la emergencia los pobladores –las familias– fueron desplazados hacia campa-mentos, denominados “aldeas”. La localidad está rodeada de grandes plantaciones forestales, pertenecientes a empresas privadas (CELCO). Las autoridades lograron

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arrendar un par de hectáreas a la empresa forestal para construir un campamento provisorio que actualmente alberga a más de 500 familias, prácticamente hacinadas y en precarias condiciones habitacionales.

Nos han dicho tantas cosas que ya no nos extraña nada. Pero ahora el principal te-mor es que nos expropien nuestras viviendas y locales comerciales. (Isabel riquelme pobladora del campamento El molino, Dichato) (Pinto, 2010).

Por más que pasen los años, no deja de impresionarme el color del mar, su belleza. (maría Antonieta, pobladora del campamento El molino, Dichato) (íbidem).

El lugar de arraigo, donde echaron raíces, antes del tsunami, corre por sus venas y cuerpo. No es posible olvidarse de él. El paisaje, el mar, a pesar del daño que oca-sionó con sus salidas violentas, sigue estando presente en la vida de los desplazados, junto con el temor a poderlo todo. Aun hoy puede leerse en la fachada de una casa destruida el clamor: “Dichato no está en venta”. El temor de ser expropiados, de perder definitivamente sus antiguos lugares de habitación, bajo el pretexto de refor-zar el borde costero, construyendo una franja arborizada que actúe como defensa de posibles nuevos maremotos.

En la realidad concreta del mundo de hoy, los lugares y los espacios, los lugares y los no lugares se entrelazan, se interpenetran. La posibilidad del no lugar no está nunca ausente de cualquier lugar que sea. El retorno al lugar es el recurso de aquel que frecuenta los no lugares… Lugares y no lugares se oponen (o se atraen) como las palabras y los conceptos que permiten describirlas (Augé, 2008: 110).

Los desplazados o refugiados son ubicados en un no lugar. Un no lugar, no de ellos, no elegido por ellos. A este lugar llegan con lo poco que tienen, con lo que les queda. En un comienzo es sólo su vida, sus sufrimientos y esperanza de mejorar. En el campamento El molino, en Dichato, el no lugar era un bosque privado, el que fue talado por el cuerpo de militares, quienes además construyeron las mediaguas de 18 m². Lo único que los pobladores desean es volver a su lugar, el que visitan todos los días, marcando los terrenos o asegurando lo que les queda de la vida antes del desastre.

Un día, quizá, vendrá un signo de otro planeta. Y, por efecto de solidaridad…, el conjunto del espacio terrestre se convertirá en un lugar. Ser terrestre significará algo. mientras esperamos que esto ocurra, no es seguro que basten las amenazas que pesan sobre el entorno. En el anonimato del no lugar es donde se experimenta solitariamente la comunidad de los destinos humanos (Augé, 2008: 122).

El no lugar, desplazado, allí donde fuimos arrojados por el mar y las institu-

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ciones, representa la no vida, el desarraigo, el des-sentido. El no lugar, por lo mis-mo, estremece duramente la existencia, incluso de aquel ciudadano de afuera, de experiencia relacional. El no lugar deshumaniza –y hay muchos no lugares post-terremoto–, como ha quedado plasmado en el cuerpo y la sensibilidad de muchos chilenos.

El mundo actual provoca millones de damnificados y desplazados en diferentes lugares del planeta. Existen muchos no lugares, encierros, lugares cercados, para aquellos que se han transformados en verdaderos parias, en seres humanos inde-seados, arrojados a los márgenes de la civilización. Son desplazados de guerras, invasiones, de megaproyectos, inundaciones, inclemencias del cambio climático, víctimas de crisis económicas y políticas. Por lo general se trata de pobres que lu-chan por salir de la pobreza, pero que su condición de vulnerable los expone a la indefensión total.

Los desplazados no están en condiciones de superar solos sus carencias frente a desastres. requieren de un fuerte apoyo institucional. Pero las instituciones no siempre pueden o quieren responder a sus demandas. La respuesta depende del estado en que se encuentran las instituciones, de sus capacidades instaladas.

Instituciones débiles y autoridades ausentes

El papel de las instituciones ante el desastre del 27 de febrero de 2010 ha sido ampliamente discutido en el Parlamento, en las organizaciones sociales y en los medios de comunicación. Las instituciones del Estado estuvieron ausentes durante el desastre. En gran medida, aun siguen ausentes. Incluso se ha criticado mucho el hecho de que una vez producido el terremoto no se haya declarado el estado de emergencia, lo que habría impedido o frenado los desmanes y saqueos, así como el surgimiento espontáneo de comités de autodefensa de vecinos en barrios, temero-sos de ser asaltados por “extraños”.

En el Encuentro/taller ErEDE, organizado por IrADE, en Concepción, en junio de 2010, se plantearon algunos puntos importantes a manera de diagnóstico, respecto de lo ocurrido con las instituciones y la sociedad local2:

2 Encuentro regional de Empresas, ErEDE en Concepción, convocado y organizado por el Instituto regio-nal de Administración de Empresas, IrADE, bajo el lema de la reconstrucción, realizado el 3 de junio 2010. Este Encuentro fue muy representativo y de alto interés público y privado. reunió a representantes de empresas, de universidades, organizaciones sociales y autoridades públicas de la región del Biobío. Analizó y discutió en diver-sas Comisiones temáticas (8) el tema de la reconstrucción, elaborando una Propuesta para la autoridad pública regional. Las conclusiones citadas en el presente trabajo corresponden a la Comisión 7 reconstrucción Social, coordinada por el autor del presente artículo y en la que participaron cerca de 15 representantes de empresas, universidades y organizaciones sociales de la región del Biobío, para manifestar las experiencias vividas durante y después del terremoto/tsunami. Las reflexiones sistematizadas –y las recomendaciones a las autoridades regiona-les– fueron presentadas al plenario de ErEDE y recepcionadas muy positivamente por los asistentes.

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–Falta de liderazgo institucional.–Paradoja: rol de los medios de comunicación: asumen vocería ante falta de auto-

ridad v/s alarmismo, rumores, poca claridad sobre la situación que se vive.–Escasa cultura preventiva / Escasa preparación y olvido de la experiencia–Comportamiento diferenciado urbano/rural. Zonas rurales más autosuficientes.–Saqueo: Socavó pilares de confianza.–Falta de coordinación de las autoridades con las empresas.–Agresividad propia de zonas metropolitana: Falta de identidad, sentido de perte-

nencia y cohesión social.–Falta de experiencias comunes: Individualismo.–Envidia y resentimiento social producto de la desigualdad existente en la sociedad

chilena.

Las Conclusiones del Encuentro ErEDE plantean temas centrales relacionados con lo que ocurrió el 27/F, tales como la falta de liderazgo institucional, la falta de una cultura preventiva, la agresividad de las zonas metropolitanas, el olvido de las experiencias dramáticas, la erosión de la confianza como consecuencia de los saqueos. Interesante resulta también la importancia que se reconoció al papel de los medios de comunicación durante la emergencia, incluso como substitutos de la autoridad.

Por su parte, en estudios internacionales sobre catástrofes se plantean hipótesis sobre el comportamiento de la autoridad que tienden a confirmarse con lo que ocurrió en Chile. Las referencias que siguen corresponden al análisis realizado por expertos sobre la catástrofe del “Prestige”. El 19 de noviembre de 2002 se hundió en las costas de Galicia el buque/tanque cargado con 77.000 toneladas de petróleo, provocando la mayor marea negra de Europa y la mayor catástrofe ecológica de Es-paña. Si bien no se trata de un evento sísmico, el libro Catástrofes medioambientales. La reacción social y política (Cases, 2010) entrega lecciones y reflexiones sobre la actuación de los agentes públicos en casos de desastres, dignos de ser considerados:

Los líderes tienden a adoptar actitudes reactivas cuando se enfrentan a una crisis. Cada una de las fases que aquí se han analizado sobre la gestión política del caso “Prestige” confirma esta hipótesis. La reacción de los gobernantes fue lenta, tanto en el reconocimiento de la crisis como en la toma de decisiones, su política comu-nicativa adoleció de transparencia y coordinación y, en última instancia, procuraron evitar a toda costa cualquier responsabilidad política por la catástrofe (Freijeiro, 2010: 345).

Según este mismo autor, en los estudios sobre crisis y catástrofes se pueden destacar otros tres tipos de comportamientos y errores: i) los dirigentes públicos prestarían nula o escasa atención a la comunicación política de la crisis, considerán-

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dola una especie de “caja negra” de factores contextuales e incertidumbres de difícil manejo; ii) en las sociedades occidentales ha surgido una “cultura de la culpa”, esto es, la tendencia a auditar las actuaciones de los dirigentes y exigir responsabilidades políticas (por lo mismo que no se saca nada con tratar de responsabilizar a otros de la tragedia); iii) los dirigentes políticos tienden a considerar las crisis como algo negativo en vez de verla como una “ventana de oportunidades” (Freijeiro, 2010: 346-347).

En el caso de Chile, pudo observarse de parte de las autoridades claramente una actitud reactiva, contradictoria, desorientada y, en cierta medida, desesperada, especialmente de las autoridades regionales y comunales, directamente implicadas en el desastre:

Por favorcito, se lo pido a la Presidenta, al ministro de Defensa. Los delincuentes se han tomado la ciudad. Que manden efectivos… Seguridad necesitamos. El agua, los alimentos pueden esperar, ya no le tenemos miedo a los temblores, les tenemos miedo a los delincuentes. Por favor, que pongan mano dura. Si tienen que matar, que maten, porque esto ya es el caos. Se los pido llorando, por favor…” (marcelo rivera, alcalde de Hualpén3) (revista Nos, 2010: 76).

Este clamor del alcalde Hualpén refleja la entendible desesperación de una au-toridad comunal ante reacciones de sectores de la población (también de bandas organizadas) que se aprovechan de las circunstancias para cometer ilícitos o practi-car conductas antisociales, producto del pánico y horror frente a la catástrofe. Este es un testimonio representativo de una autoridad que clama por el restablecimiento del orden y la normalización de la vida social.

Existe la impresión, cierta o equivocada, que las dimensiones de la tragedia sobrepasaron técnica y humanamente las posibilidades de reacción de los órganos competentes, como el SHOA (Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la ma-rina) y la ONEmI (Oficina Nacional de Emergencia). Las órdenes que se dieron fueron en muchos casos contradictorias y equivocadas, como por ejemplo el hecho de que el SHOA cancelara el alerta de tsunami en la madrugada del 27 de febrero, no obstante que contaban con la información del PtWC (Pacific tsunami War-ning Center) de Estados Unidos sobre la inminencia de un maremoto que afectaría las costas del centro y sur del país, en particular las regiones del maule y Bio-bío. Informaciones provenientes de la investigación sobre el desastre revelan que el error en el alerta del tsunami se habría debido al temor de los jefes del SHOA a ser cuestionados por la “exactitud” de la información: “Los marinos del SHOA esgrimieron para cancelar la alerta que no querían caer en inexactitudes frente a

3 Estas declaraciones del alcalde fueron hechas a radio Bío Bío el día 1° de marzo de 2010.

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la población y alarmarla sin fundamentos”4. Si esta explicación, posterior a los hechos, fuese verdadera, constituiría un comportamiento reactivo e irresponsable frente a lo que sucedió, sobre todo frente a los que perdieron la vida por seguir sus erradas instrucciones.

Los organismos técnicos sólo son una parte del problema. Las responsabilidades principales se sitúan en las instituciones estatales y gubernamentales. transcurrido casi un año del desastre aún no se superan problemas estructurales de prevención de riesgos y desastres, especialmente aquellos relacionados con la instalación de una institucionalidad operativa de gestión de riesgos y desastres. Además, poco se ha avanzado en la resolución de los problemas de fondo de reconstrucción. Y, además, la tierra se sigue moviendo en forma amenazante.

Si la institucionalidad no funciona, al menos se espera que la población cuente con redes y capacidades aptas para enfrentar el desastre, lo que lamentablemente tampoco sucedió.

Sociedad neoliberal: tejido social débil y desconfianza en el otro

El terrible desastre natural sorprendió a la sociedad chilena con escasos niveles de organización y altos grados de desconfianza, lo que dificultó la superación rápida de los problemas más agudos que se producen en los primeros momentos, durante la emergencia y posterior reconstrucción. Esta realidad refleja también problemas de falta de cohesión e inclusión social, indispensable para enfrentar crisis como la vivida el 27 de febrero.

La sociedad neoliberal, instalada en el país, construyó un orden social basado en el individuo, considerado como un ente abstracto, sin sociedad, limitado a relacio-nes de tipo transaccionales. Para lograr este objetivo los militares desorganizaron violentamente la sociedad y los economistas neoliberales sometieron las relaciones sociales al mercado. La dictadura destruyó la organización social y los proyectos emancipatorios, acumulados históricamente. Y el mercado, extremadamente des-regulado, privatizó e individualizó la sociedad.

La ideología neoliberal más refinada –con afanes modernizadores– promueve el surgimiento del individuo emprendedor y flexible: una persona que desde sí mis-mo, desde su fuerza, se construye sin exigir para ello demasiado a las instituciones públicas ni a la sociedad. Un individuo individualista, sin “amarras”, “libre” en las relaciones de intercambio. Este individuo no necesita de sindicatos ni partidos po-líticos que defiendan sus “derechos”, no necesita de organizaciones intermedias. En realidad, es un individuo sin derechos, subordinado a los dictámenes del mercado.

4 Informe de la Armada sobre el tsunami, diario La Tercera, 25 febrero 2011.

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Ahora bien, la flexibilidad debilita a los más débiles y vulnerables de la socie-dad, los deja sin protección. El individuo flexible carece de sociedad. Su única posibilidad de sobrevivencia consiste en autoemprenderse, en desarrollar iniciativa individual. Su vida no tiene metas de largo plazo ni certezas, carece de futuro y de biografía, debe vivir y sobrevivir en el presente, con una vida discontinuada perma-nentemente en proyectos. Para muchos estos proyectos fracasan, pero los fracasos son de responsabilidad propia y, por lo tanto, deben emprender nuevos proyectos e iniciativas para tratar de salir adelante. En la mayoría de los casos, los individuos sobreviven a medio camino, en medio de fracasos y pequeños éxitos. La profun-da desigualdad estructural que existe en Chile –y en la mayoría de las sociedades latinoamericanas– impide a los más pobres y con menos recursos –económicos, sociales y culturales– el desarrollo del autoemprendimiento.

Esta “sociedad de individuos” dispersos no está basada en la solidaridad colec-tiva, sino en la responsabilidad o autorresponsabilidad individual. Por lo mismo que el sistema social –si es que se le puede llamar así– está también basado en el esfuerzo individual. Los teóricos neoliberales lo llaman sistema de “capitalización individual”: los montos de las prestaciones sociales –de salud y pensión– dependen estrictamente de los montos de los aportes individuales, administrados por empre-sas capitalistas privadas.

Sin embargo, en las relaciones sociales cotidianas las personas interactúan te-niendo como trasfondo lo que son en sus respectivos entramados o tejidos sociales. En este sentido, puede sostenerse que aquello que hubo de experiencia comuni-taria, sea en la familia o en otros grupos sociales, base de la convivencia y de la socialización, prevalece en el tiempo y acompaña la acción y el desarrollo de las per-sonas. En otras palabras, el todo social, construido socialmente, pervive en la parte individual, así como la parte se proyecta con sus propias fuerzas en el todo. La vida humana transcurre tensamente entre la necesidad y clamor por la protección de la comunidad y los espacios de autonomía que le brinda (o que le gana) la sociedad.

Lamentablemente el terremoto/tsunami del 27/F sorprendió a la sociedad chi-lena con una organización social débil. Los valores y lazos comunitarios y solida-rios que la sociedad chilena tuvo en el pasado, han sido fuertemente afectados y disminuidos, como consecuencia del modelo capitalista implementado a partir del golpe militar del 11 de septiembre de 1973. Las dos décadas de democracia trans-curridos tampoco han sido capaces de restablecer estos valores, probablemente por ser considerados “obsoletos” por los grupos económicos y políticos dominantes. Se ha construido un orden social y cultural en el que las personas no deben esperar demasiado del Estado ni de la organización social. Lo colectivo y el Estado provi-sional o de bienestar pertenecerían a los paradigmas del pasado. Ilusoriamente se pretende que del individuo solitario y desorganizado surja el ciudadano moderno. Esta pretensión ha fracasado rotundamente. Lo que queda del modelo son indivi-duos “furiosos” sin explicación racional, ansiosos de tener algo y de ser por lo que se tiene.

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Un individuo socialmente destejido y aislado entra rápidamente en la depre-sión y desesperación existencial. Esta situación limita con la agresión, con compor-tamientos humanamente descontrolados e impredecibles, como los que se obser-varon el 27/F.

La vida humana transcurre tensionada entre la los valores de la comunidad y las normas de la sociedad, construidas socialmente. El sujeto, para realizarse como persona, lucha desesperadamente entre ambas realidades en forma permanente.

La pretensión de individualizar en exceso a las personas resulta, por lo tanto, contra natura. Y, por consiguiente, en un momento dado del desarrollo de la per-sona y la sociedad, el círculo de hierro del individualismo explota. Y lo puede hacer de manera furiosa, ilícita e impredecible, con graves consecuencia para la conviven-cia humana, como en el caso que nos ocupa.

Con el transcurrir del tiempo post-terremoto, la población afectada empezó a solucionar en parte algunos problemas básicos, como la alimentación, el alumbrado, la conectividad y la localización en campamentos a aquellos que perdieron sus vivien-das. Se organizaron en los campamentos o “aldeas, como se les denomina oficialmen-te. Sin embargo, el sufrimiento no cesó y esta vez se desplazó a la precariedad de las mediaguas y campamentos, así como a la falta de trabajo y de recursos económicos. Al ser desplazados de sus antiguos lugares de residencia, como consecuencia de la destrucción, ahora se producen nuevas rupturas en los tejidos sociales y en las escasas confianzas. Se producen nuevas dispersiones familiares y sociales, lo que hace difícil reconstruir los necesarios lazos comunitarios, imprescindibles para rearmar la vida.

Surge por lo mismo, de manera justificada, el temor a descender en la escala de la pobreza, a no ser considerados ni escuchados por las autoridades y a permanecer para siempre en las soluciones precarias de la emergencia. La historia de los pobres, aprendida de generación en generación, les enseña que los desastres empeoran sus condiciones de vida. Los desastres, lejos de ser una oportunidad para los pobres, constituyen una tragedia que se prolonga en el tiempo.

La historia aprendida hace precisamente surgir temores sobre el futuro incierto y difícil que les espera, a ellos y a sus hijos.

A pesar de todo, las personas no dejan de ser tan rápidamente lo que fueron. retienen parte de sus bibliografías y de sus sueños, como personas que sienten y piensan su propia historia.

¿oportunidad para recuperación las confianzas perdidas?

El Encuentro ErADE se ocupó también de analizar, a la luz de la experiencia, el tema de cómo fortalecer las resquebrajadas y débiles confianzas que dejaron en evidencia el terremoto. Los participantes, provenientes de diferentes actividades, indicaron lo siguiente:

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–Fortalecer la socialización de valores basados en la confianza en la escuela, la fami-lia, la empresa, las instituciones públicas y privadas.

–Investigar factores que destruyeron la confianza en la comunidad azotada por el terremoto.

–Difundir “buenas experiencias” solidarias, experimentadas durante la emergencia. –Fortalecer la participación ciudadana y la inclusión social. –Fortalecer los valores corporativos al interior de las empresas e instituciones.–Organizar talleres/conversaciones permanentes de contención emocional en las

empresas e instituciones. –Alianza Universidades / Gobierno / Empresa: abordaje interdisciplinario de tras-

tornos post-terremoto. –Investigar sobre los riesgos y desastres.

En este sentido, se planteó la necesidad de considerar el desastre como una oportunidad para preparar mejor a la sociedad y sus instituciones para enfrentar situaciones de riesgo y desastres. Oportunidad implica desarrollar la capacidad de adaptación de la comunidad, de auto-organización y respuestas positivas ante la emergencia. Desarrollar las capacidades de resiliencia, presentes en toda comuni-dad humana.

Pero para que ello ocurra es imprescindible que las potencialidades que posee la comunidad sean encauzadas, que la institucionalidad les ofrezca oportunidades materiales y organizacionales de realización y sustentabilidad en el tiempo y es-pacio. Lamentablemente han faltado estas oportunidades. La oportunidad no es algo que se produzca de manera automática. requiere de condiciones, en el fondo requiere de posibilidades reales de rehacer la vida, de reinserción en la comunidad mediante medios que las intuiciones públicas les ofrezcan. La confianza no se recu-pera fácilmente. Necesita oportunidades sociales.

la comunidad en tiempos de desastres: sustento social indispensable

La comunidad, definida clásicamente por tönnies como un “entendimiento com-partido por todos sus miembros”, como el entendimiento común, compartido de tipo “natural” y “tácito”; un entendimiento que “está ahí”, en el sentido de Heidde-ger y que constituye la base de la vida comunitaria y, por lo tanto, precede a todos los acuerdos y desacuerdos (Bauman, 2003: 15-27), hizo posible en el pasado una relación de mayor reciprocidad humana y respeto con la naturaleza. Este concepto, arrasado por la modernidad individualizante, mantiene, a pesar de las tensiones, vigencia, especialmente en momentos de desastres naturales y/o sociales. Las perso-nas necesitan para ser y desarrollarse de una base convivencial que les dé sustento y permita crecer en una ambiente humano lo más desarrollado y amable posible.

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El nuevo individualismo, que experimentan las sociedades modernas, es en cierta forma un resurgimiento del espíritu dominante en el siglo XVIII, impulsado como exaltación de la libertad individual contra la sociedad, tendencia fuerte entre los fisiócratas que alababan la libre competencia de los intereses particulares como el “orden natural de las cosas”, según lo investigó Georg Simmel:

El liberalismo del siglo XVIII puso al ser singular sobre sus propios pies, y entonces éste pudo ir exactamente tan lejos como sus pies lo llevaron. La teoría estableció que la constitución natural de las cosas se cuidara de que la competencia ilimitada de los individuos se uniera en la armonía de todos los intereses y que el conjunto quedara lo mejor parado posible con la aspiración sin consideraciones a la ventaja individual: fue ésta la metafísica con la que el optimismo naturalista del siglo XVIII justificó socialmente la libre competencia (Simmel, 2003: 138).

Después de pasar por la industrialización y la competencia en el siglo XIX y por el Estado social en el siglo XX, ahora, el individuo re-individualizado se ve obligado nuevamente a recorrer descalzo por las instalaciones precarias e inseguras del mer-cado y la competencia ampliada y salvaje.

La historia de la humanidad se encuentra atravesada por la lucha por recuperar o revivir la comunidad, la familia, la comunidad indígena y por imponer lógicas en un sentido contrario, basadas en el individualismo, la competitividad y la “guerra” de unos contra otros. Por lo general, los sistemas sociales se encuentran tensados entre el individualismo sin sociedad, que proclama el mercado, y la necesidad vital de la comunidad, que necesita el individuo como su sustento social para llegar a ser persona en la interrelación con calidez y confianza humana. En esta lucha se producen avances y retrocesos. Hay generaciones marcadas por el consumismo y el individualismo, mientras otras buscan la sencillez y el entendimiento con el otro, una vida de bienestar pero sin lujos. La lucha entre la libertad y la seguridad constituye en dilema permanente de las sociedades modernas. Ambas necesidades son fundamentales, pero suelen contraponerse. El Estado liberal y el neoliberal renuncian a la seguridad de la mayoría de los ciudadanos, priorizando la libertad individual sin referente societal.

El Estado social (léase de “bienestar social” y, en general, el “Estado-nación”) tra-ta de conciliar seguridad con libertad. Pero los “altos costos” de la seguridad social hacen que la nueva elite conservadora argumente que la seguridad social “asfixia” la libertad, entendida como la libertad de intercambios o del mercado. En el marco de las rebeliones de los sesenta (conocidas como movimientos del sesenta y ocho) surge en el mundo una fuerte tendencia a reconstruir formas de vida comunitarias (por ejemplo, Wohngemeinschaften, en Alemania, comunidades ecológicas, etc.). Estas tendencias se anteponen al individualismo y al autoritarismo familiar y estatal de la cultura patriarcal, prevaleciente en occidente.

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La sociedad moderna tiende a destruir los lazos comunitarios, sobre todo la economía, mediante la intervención de la lógica del mercado, en el que prevalecen las relaciones instrumentales de tipo comercial. En la lucha entre la racionalidad orientada a valores y la orientada a fines o instrumental, con el advenimiento del capitalismo, se impuso históricamente la instrumental. Por lo mismo que la co-munidad –más guiada por una racionalidad orientada a valores, a la solidaridad, confianza, bien común, etc.– resulta erosionada por la agresividad de un mercado que invade el conjunto de las relaciones sociales y culturales.

Para Habermas los potenciales comunicativos y de entendimiento del Leben-swelt (mundo de la vida) son cada vez más reprimidos por los sistemas de las so-ciedades modernas. Este autor habla de la colonización del mundo de la vida, cuyos indicadores serían: la cosificación y empobrecimiento cultural, atomización de los conocimientos tradicionales y del mundo de la vida (Habermas, 1985: 522). La ra-cionalidad instrumental, aplicada por las instituciones y hegemónica en el proyecto histórico de la modernidad, produce patologías comunicativas en la vida social. En el caso de las sociedades latinoamericanas, es necesario considerar el proceso de colonización a que fueron sometidas, y que aun no ha sido superado.

Volviendo al modelo aplicado en Chile, el mercado –en un sentido estricta-mente neoliberal– requiere de personas competitivas, individualistas, dispuestas a romper las relaciones de confianza y reciprocidad con el otro. La comunidad, en cambio, parte de lo común, de la pertenencia al entorno social, de lo que une y da sentido a la vida humana. muchas veces resulta difícil en la vida comunitaria dar cabida a la realización individual, así como en la sociedad se desperfila la dimensión comunitaria y solidaria. Las organizaciones intermedias (sindicatos, asociaciones, clubes, organizaciones vecinales, etc.) tratan, precisamente, de representar en parte estos intereses, agrupando a las personas en torno a intereses y valores comunes, compartidos por grupos humanos. todo ello no resulta fácil, como lo analiza pro-fundamente Bauman:

La comunidad del entendimiento común, incluso aunque se alcance, seguirá por tanto siendo frágil y vulnerable, siempre necesita de vigilancia, fortificación y defen-sa. La gente que sueña con una comunidad con la esperanza de encontrar la seguri-dad a largo plazo que tan dolorosamente echan de menos en sus afanes cotidianos, y con liberarse de la gravosa carga de elecciones siempre nuevas y siempre arriesgadas, quedará amargamente desilusionada. La tranquilidad de ánimo, si la encuentra, será del tipo “hasta nuevo aviso”. En vez de una isla de “entendimiento natural”, de un “círculo cálido” en el que pueden bajar la guardia y dejar de pelear, la comunidad realmente existente se sentirá como una fortaleza asediada que es continuamente bombardeada por enemigos externos (muchas veces invisibles) mientras que, una y otra vez, es desgarrada por la discordia interna; quienes busquen el calor comunal, el sentimiento de hogar y la tranquilidad comunitarias tendrán que pasar la mayor parte de su tiempo en murallas y baluartes (Bauman, 2003: 21).

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Por otra parte, y reforzando la argumentación precedente, para el filosofo social Adorno, la vida humana es esencialmente convivencia: el ser humano es prójimo antes que individuo, se relaciona primero con los otros antes que consigo mismo; existe gracias al otro, es lo que es gracias a los otros; no existe primariamente defini-do por una indivisibilidad y particularidad, sino gracias a que él participa de otros y puede comunicarse con otros. El individuo es un momento de las relaciones, en las cuales él vive, antes que él quizás una vez decida por sí mismo.

La determinación de un ser humano como persona implica que él, al interior de las relaciones sociales, en las que vive siempre se encuentra desempeñando un rol social. mediante estas relaciones es lo que es, en relaciones con otros: hijo de una madre, alumno de un maestro, miembro de una tribu, portador de una profesión. Esta relación no es algo externo, sino algo propio, interno a él mismo; al interior de las relaciones sociales la vida individual adquiere sentido. más aún la biografía indivi-dual de cada persona es una categoría social (Adorno, 1991: 42). La vida humana es esencialmente relación e interrelación, comunicación con el otro y con su medio. Cansado y enfermo de consumir, el ser humano busca a sus semejantes y se busca a sí mismo, dejando atrás el ensimismamiento y los intereses puramente materiales. Este proceso se da, reflexivamente, en el mismo momento en que se siente atrapado y cautivado por los encantos pasajeros del mercado. Para Bauman, la vida moderna transcurre en una “sociedad sitiada”, en mundo que se agota y se experimenta con impotencia personal ante el reconocimiento de que “nuestra capacidad para actuar (tanto colectiva como individual) no está al nivel de la nueva interdependencia y vulnerabilidad planetarias de la especie humana” (Bauman, 2005: 29).

Anhelamos amar, ser amados y formar parte de algún grupo humano. Es posible que la ciencia ofrezca pronto una explicación completa de esos anhelos, pero sospe-cho que seguiremos ansiando la trascendencia (Lovelock, 2005: 537).

Otro renombrado sociólogo, Norbert Elías, destaca especialmente las vincula-ciones emocionales de los hombres como “eslabones de unión de la sociedad”:

El ejemplo del entramado personal de relaciones de un solo individuo quizás no destaque con la precisión suficiente la trascendencia de estos aspectos personales de las vinculaciones humanas. Pero sin este recurso al entramado personal de relaciones del individuo tal como es configurado por él mismo, tal como es percibido desde la perspectiva del “yo”, no se puede comprender toda una gama de interdependencias de mayor amplitud que se basan en conexiones emocionales de carácter personal. tal vez en pequeñas unidades sociales que engloben a un número comparativamente escaso de personas, los entramados de relaciones de tipo personal vividas desde la perspectiva del “yo” de cada individuo pueden abarcar a la totalidad de las personas presen-

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tes. Sin duda, también en este caso la figuración de las valencias satisfechas e insatisfechas de cada persona será también distinta de las demás. Pero la fi-guración engloba –mientras la unidad siga siendo pequeña– a todo el grupo. Si las unidades sociales se hacen mayores y adquieren más niveles, se generan nuevas formas de relaciones emocionales. Su referente no son ya sólo perso-nas, sino también, cada vez más, símbolos de las unidades más grandes, escu-dos, banderas o conceptos llenos de carga emotivas (Elías, 1999: 165-166).

La multiplicación de los entramados personales torna cada vez más compleja e interdependiente la vida individual. Por lo mismo que para comprender mejor las relaciones e interacciones entre el individuo y la sociedad, no resultan útiles las teo-rías reduccionistas, que ven sólo aspectos parciales, como puede ser la economía, el trabajo o las conductas individuales. Se trata de relaciones complejas que deben ser analizadas en forma sistémica, considerando los entramados y tejidos, como tam-bién lo sostiene el destacado biólogo del conocer y del amor, Humberto Maturana, quien, en un interesante diálogo con Bernhard Põrksen, aplicaba adecuadamente el enfoque sistémico a una dinámica social relacional:

mientras usted y yo estamos aquí conversando, no estamos presentes solo nosotros dos, sino que también nuestras familias, nuestra cultura, nuestro país de origen y nuestra lengua materna están presentes en nuestros diálogos. Cada uno de nosotros carga con toda una trama relacional, dentro de la cual nuestro modo de pensar, hablar y actuar tiene su sentido. Eso significa que, a pesar de que nuestro encuentro pueda ser de naturaleza netamente personal, ambos inevitablemente formamos par-te de una dinámica sistémica. Sin la conciencia de la fuerza determinante de la cul-tura, nos falta la capacidad de reflexión que nos permita determinar lo que hacemos (por nuestras propias decisiones) y lo que sólo pasa a través de nosotros (por nuestro origen). recién la conciencia de estas improntas crea la oportunidad de liberación (maturana & Põrksen, 2004: 151).

La comunidad, los lazos y redes sociales, resultan de vital importancia para en-frentar los problemas de la vida cotidiana y la realización del ser humano. Con mayor razón las situaciones de riesgos de desastres, como un terremoto y tsunami, requieren de la fortaleza y riqueza de estos lazos. Con frecuencia se observa que en dicha circunstancias estos lazos, debilitados, tienden a desarrollarse en pequeños círculos sociales, en la familia y en los entornos vecinales más próximos. Las expe-riencias post desastre mostraron también acercamientos, modalidades de ayudas mutuas y formas limitadas, pero eficaces de cooperación vecinal. Así, por ejemplo, los mencionados comités de vigilancia, aunque originalmente surgieron como mo-dos de autodefensa contra posibles agresores, luego evolucionaron hacia formas de cooperación y solución de problemas cotidianos de sobrevivencia. también se ocu-

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paron de la organización de la vida de las personas, de buscar y ofrecer distracción, cultura y nuevas perspectivas de vida en medio de la precarización de las condicio-nes de vida y la desesperanza aplastante que les significó y marco el desastre.

Sin embargo, lo poco que la comunidad y sus miembros más activos logran impulsar, no es suficiente para resolver los gigantescos problemas y angustias exis-tenciales que un desastre les depara. Los temores de no avanzar con la suficiente rapidez y eficacia los invaden y pueden también, en parte, paralizar u obstruir sus acciones y motivaciones.

Temores frente a la reconstrucción

transcurridos más de ocho meses del fatídico 27 de febrero, aun no se inicia el proceso de reconstrucción propiamente tal. éste debería caracterizarse por volver a la normalidad, es decir, permitir que los miles de familias y personas desplazadas de sus hábitats vuelvan a sus localidades, mejorando sus precarias condiciones y calidad de vida actuales, como lo prometió el nuevo Gobierno. Ello no ha ocurrido y los mismos afectados dudan de que ello ocurra en el corto plazo.

Que no piensen que nos van a perjudicar con expropiaciones o permutas de terre-nos que sean injustas. Queremos que el Presidente cumpla su palabra y nos dejen volver a la costanera. Si no cumple, vamos a volver al lugar en que estábamos cuan-do vino el tsunami y de ahí no nos moverán. (maría Antonieta Fuentes, pobladora del Campamento El molino, Dichato) (Pinto, 2010).

En el campamento El molino de Dichato viven en condiciones muy precarias cerca de 1.500 personas, entre adultos, jóvenes y niños. El hacinamiento genera graves problemas de convivencia y conflictos entre vecinos. Al comienzo estas vi-viendas de material ligero, madera, de apenas 18 m², carecían de servicios básicos. A siete meses del terremoto, producto de las protestas de los afectados, las autori-dades les han ido agregando algunos servicios, aunque aún no cuentan con agua potable ni servicios higiénicos al interior de las viviendas. Según datos obtenidos en la entrevista a los pobladores, se puede deducir que:

La mayoría siente que la solución definitiva a su precaria realidad no llegará pronto. De hecho, en la aldea se están realizando trabajos diversos de infraestructura vial: mejoramiento de caminos; muros de contención, cierre perimetral, del sector. In-cluso, como antecedente primario, el arriendo de dicho terreno a la forestal propie-taria tiene una duración mínima de dos años (Pinto, 2010).

Otra pobladora agrega desde otra lógica, la que normalmente no se escucha. La experiencia y sabiduría popular interpreta los hechos de una manera particular:

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Uno de los grandes problemas es que hay gente que está en el campamento y se siente muy cómoda acá. Antes del terremoto ellos no tenían otro lugar donde vivir. Estaban de allegados, hacinados en casas muy chicas o en malas condiciones. En-tonces no tienen ningún apuro. (pobladora Isabel riquelme) (Pinto, 2010).

En otras palabras, los desplazados desconfían de las mejoras que se introducen en el campamento y de las personas pobres que antes del sismo vivían en la condi-ción precaria de allegados. Estas últimas personas, según su experiencia, contribu-yen a mantener en el tiempo la condición estable de campamento.

Los desplazados consideran las mejoras como medidas tendientes a estabilizar en el tiempo las malas condiciones de vida, retardando su regreso a los lugares en que vivían antes del tsunami. Obviamente, añoran regresar a sus antiguas residencias, de donde fueron expulsados por las subidas abruptas del mar. Con razón, aquellos que eran propietarios –y había muchos de ellos en Dichato– expresan sus temores:

Nos han dicho tantas cosas que ya no nos extraña nada. Pero ahora el principal temor es que nos expropien nuestras viviendas y locales comerciales. (Isabel riquel-me) (Pinto, 2010).

Las personas afectadas, desplazadas de sus lugares de residencia, esta vez mejor organizadas, reclaman con razón participación en el proceso de reconstrucción.

La reconstrucción de las zonas devastadas debe necesariamente hacerse con participación ciudadana y orientación sustentable. De lo contrario la vulnerabili-dad de los más pobres, mayoritariamente afectados por el desastre, profundiza aún más la condición de vulnerable, transformándola en irreversible. De hecho, esta realidad ya puede observarse en los campamentos.

Por otra parte, las soluciones sustentables, como la construcción de viviendas dignas con aislamiento térmico y dimensiones adecuadas (por cierto muy superio-res a los 18 m² y al hacinamiento de mediaguas que se está implementando por ejemplo en algunas localidades), el empleo de energías renovables, el aprovecha-miento de las aguas lluvias, la protección frente a eventuales eventos extremos, las planificación sustentable del borde costero, el respeto a la actividad productiva de los pescadores artesanales y de sus espacios habitacionales (arraigo, identidad y cultura local) y el incremento de la calidad de vida de la población afectada (me-jorar lo que tuvieron antes del terremoto/tsunami) deberían constituir la carta de navegación de la reconstrucción en democracia. Este salto cualitativo puede darse. Existen los recursos económicos, la tecnología y la voluntad de los ciudadanos por involucrarse en sus propias decisiones. Y existe también la voluntad de las univer-sidades regionales, por aportar con sus conocimientos y experiencias formativas y valóricas a la reconstrucción con participación ciudadana.

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Planes de emergencia con participación ciudadana

En el encuentro ErEDE, mencionado anteriormente, se analizó también el pro-blema de la forma como enfrentar mejor desastres futuros, partiendo de la expe-riencia reciente negativa. Se plantearon las siguientes ideas matrices:

–Organizar comités descentralizados de emergencia con participación de la comu-nidad (master Plan de Emergencia).

–Articulación de comités locales con política de emergencia nacional y regional. –Plan de respuesta Comunicacional: manual de Emergencia. –Protocolo y Procedimientos de Emergencia definidos con responsabilidades y

atribuciones y liderazgos claros.–Política preventiva en el auto-abastecimiento de servicios básicos.–Fomento de cultura preventiva en la población e instituciones.–Importancia del conocimiento local: pescadores escaparon del tsunami.–Investigar las percepciones, experiencias y saberes de los actores locales, empresa-

riales, políticos, etc. –Preparar Planes regionales de Emergencia pertinentes.–Fortalecer confianza ciudadana y organizaciones sociales.

La experiencia vivida debería ser considerada como un proceso de aprendizaje. No olvidar lo que sucedió. Incorporar la experiencia a la vida cotidiana y transfor-marla en conducta y organización. El centralismo imperante en el país fue fuer-temente criticado, subrayándose la necesidad de generar organismos de emergencia locales y regionales, descentralizados. Junto a esta idea matriz se planteó también como relevante la participación ciudadana. Poco sirven planes de emergencia insti-tucionales si la población no cuenta con la información y si no se encuentra invo-lucrada en los mismos. Los conocimientos y saberes de las comunidades locales –de pescadores por ejemplo, en el caso de tsunamis– resultan de gran importancia a la hora de enfrentar situaciones complejas de desastres y emergencias.

Junto a las capacidades ciudadanas, al desarrollo de una cultura preventiva y proactiva y a la organización de los barrios y comunas, es indispensable la existencia de una nueva institucionalidad preocupada y preparada para enfrentar situaciones de riesgos de desastres y dispuesta a interactuar con la comunidad organizada.

Los planes de emergencia deben contemplar también las medidas necesarias para enfrentar con rapidez y eficiencia los problemas de desabastecimiento de ali-mentos y la falta de servicios básicos como agua, electricidad, gas, combustible, infraestructura y conectividad.

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Sueños de la Reconstrucción: recuperar la identidad

El tiempo transcurrido no sólo está atravesado e impregnado de dudas y temores, como lo hemos sostenido en al capítulo anterior. Las personas han vivido una ex-periencia única, extrema, poniendo en riesgo sus vidas, relaciones y pertenencias. Estas experiencias límites los llevan a reflexionar profundamente sobre el sentido de la vida, a revalorar lo que son, a sus vecinos, su medio ambiente y sus lugares de residencia. Expresan sus sentimientos ocultos o autorreprimidos en la vida cotidia-na moderna. De esta manera, reaparecen valores de sus tradiciones y trayectorias históricas, las mejores virtudes, capacidades y fuerzas para salir adelante. En nuestra experiencia investigativa post-terremoto/tsunami pudimos extraer y sistematizar un conjunto de ideas y opiniones, expresadas a manera de sueños, sobre lo que los ciudadanos piensan como debería ser el proceso de reconstrucción, de qué mane-ra debería orientarse, bajo qué conceptos y parámetros debería implementarse. A continuación se exponen algunas ideas centrales extraídas de la experiencia cualita-tiva “El Árbol de los Sueños”5, realizada en la ciudad de talcahuano, fuertemente devastada por el terremoto y tsunami.

un puerto con vista al mar, reconstruido por sus habitantes

–“mi sueño es que las personas de talcahuano y también las demás ciudades en-tiendan, aprendan y apliquen lo que es vivir en comunidad, que se comparta de forma genuina y sin esconder el amor por miedo a ser vulnerables”.

–“reconstruir talcahuano respetando su historia, cultura, actividad económica por-tuaria y su identidad”.

–“Principalmente rescatar el patrimonio de la ciudad”.–“me gustaría que se reconstruyera más firme, más lindo”.–“me gustaría que talcahuano construya las casas que se cayeron.–“Que se eleven sus construcciones para que no se afecten por los futuros tsunamis”.

5 El proyecto ANILLOS SOC 28 CONICYt “Impactos sociales y ambientales del Cambio Climático Global en la región del Biobío: Desafíos para la sostenibilidad del siglo XXI, 2009-2011” investigó las percepciones y sueños de ciudadanos en las ciudades de Concepción y talcahuano, respecto de la reconstrucción. transcurridos varios meses del terremoto/tsunami, surgen con fuerza importante ideas de cómo reconstruir sus lugares de vida y las ciudades más afectadas por el desastre. Los pensamientos que se escribieron y colgaron como tarjetas en el Árbol de los Sueños –árbol nativo que finalmente se plantó en la plaza de talcahuano– reflejan las fortalezas propias de los habitantes, la resiliencia comunitaria, siempre presente en las personas a la hora de enfrentar situaciones difíciles y dolorosas como las vividas durante y después del terremoto del 27 de febrero de 2010. La sistematiza-ción de las opiniones emitidas fue realizada por el profesor Dr. manuel Antonio Baeza, investigador del Proyecto ANILLOS SOC 28.

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–“me gustaría que fuera un puerto con más entretención para la comunidad, en donde existan áreas de esparcimiento para la familia”.

–“me encantaría que tuviera un paseo peatonal a orillas del mar para poder jugar con nuestros hijos en un lugar lindo”.

–“… que consideren espacios permanentes para el desarrollo integral de los niños y su creatividad”.

–“Una ciudad sustentable del punto de vista urbano, social y económico”.–“… poder convertir partes de la zona de desastres en áreas verdes y de relajación para

la ciudadanía y los turistas”. “Con muchos árboles, color verde puro”. –“talcahuano… sin malos olores”, “… sin contaminación”.–“me gustaría que talcahuano se reconstruya con vista al mar”.–“… me gustaría que talcahuano se reconstruyera igual que antes o con mejores

instalaciones”.–“Queremos una ciudad más solidaria, necesitamos unión”.–“me gustaría que talcahuano construya las casas que cayeron y que la gente que

vive en la calle tenga casa”.–“… darle mucho apoyo y solidaridad para las personas que lo hayan perdido todo”.–“Anhelo una comuna con trabajo y dignidad para sus habitantes”.–“Reconstruir Talcahuano con la participación activa de sus habitantes y sus autori-

dades locales”.–“… con espacios donde la gente se pueda juntar, que recupere su costanera y su

alegría de Puerto”.–“Que nuestro puerto lo puedan arreglar más lindo”. –“… superar la pobreza de nuestra ciudad”.–“me gustaría que talcahuano se reconstruyera con mucha ayuda de gente de Tal-

cahuano”.–“Que la reconstrucción sirva para tener una ciudad más unida”.–“Una ciudad alegre”. “Una comuna con gente feliz”.

Los primeros momentos del desastre fueron complejos y difíciles para la mayo-ría de la población afectada, especialmente para las familias y personas más vulnera-bles, carentes de recursos. Luego, junto a las primeras ayudas, surgen las iniciativas de bases. Los campamentos se organizan, canalizando las ayudas y aunando fuerzas para salir adelante y superar los problemas más básicos, como la alimentación, agua, habitación, energía, salud, conectividad, educación, contención emocional, distracción, etc. Ha habido diferencias en la formas de enfrentar las dificultades. Así, por ejemplo, las comunidades que estaban mejor organizadas, que contaban con mayor capital social y capacidades de resiliencia, pudieron enfrentar mejor los problemas, adaptándose más rápidamente a las nuevas y difíciles condiciones de vida. también hubo en algunos casos pasividad y lamentables desbordes, como ya

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lo hemos analizado. Pero muchos compartieron sus escasos recursos y lograron una mejor comunicación con las autoridades locales.

Son, precisamente, estos segmentos más proactivos de la población afectada los que manifiestan los pensamientos y anhelos en el Árbol de los Sueños, registrados en talcahuano. Apelan a la solidaridad, a la necesidad de reconstruir con la ayuda de todos, considerando lo que la ciudad fue, su historia económica y arquitectóni-ca. La ciudad debe reconstruirse mejor, manteniendo su calidad de puerto abierto al mar. El mar es el paisaje natural de la ciudad y, a pesar que la violencia de las aguas destruyó parte importante de ciudad y poblaciones costeras, sus habitantes siguen pensando en el paisaje marítimo, sigue siendo el constitutivo fundamental de la identidad porteña.

Nuevos espacios ciudadanos, especialmente para los niños, debe construir y presentar el nuevo talcahuano post-terremoto. Esta vez con áreas verdes, acceso costero al mar, mayor belleza, calidad de vida, trabajo digno, menos pobreza, más sustentabilidad y alegría en el rostro de sus ciudadanos.

Estos pensamientos se manifiestan en diferentes localidades afectadas por el te-rremoto y tsunami. Por lo general las personas desean volver a los lugares en los que vivieron, en los que tienen sus raíces, construyeron sus vidas y establecieron sus lazos comunitarios. No quieren por ningún motivo ser alejados del paisaje en que residían. Así, por ejemplo, los que viven en la costa como en talcahuano desean mantener su relación con el mar y la costa. Lo mismo expresan los pobladores de Dichato, en conflicto con las autoridades, por anunciadas expropiaciones en la zona costera, con propósitos defensivos frente a posibles tsunamis. Es natural que defiendan su pertenencia territorial. Su identidad y actividades están vinculadas fuertemente al mar, a la morfología del borde costero. Además, los pescadores arte-sanales y sus familias viven del mar y de sus productos. tienen el derecho histórico a permanecer en la costa, mejorando sus condiciones de defensa habitacionales y de trabajo. Se puede y debe construirse de una manera diferente, adaptada a riesgos de desastres. Los pobladores afectados por el desastre no deben ser desplazados de sus localidades, para que luego se instalen en las mismas otras actividades, comerciales o turísticas, por ejemplo.

Por su parte, en Concepción, lo sueños giraron en torno a visiones ambientales:

–“Quiero un Concepción verde, limpio, alegre, ojala con plantas de reciclaje para que todos podamos cooperar”.

–“Yo quiero que mi ciudad sea ecológica y que haya más jardines y no tantos edi-ficios”.

–“Haciendo de las plazas de la ciudad y barrios, lugares de encuentro más acogedo-res, con espacios verdes, árboles, banquitas”.

–“Quiero una ciudad verde”.–“me gustaría reconstruir mi ciudad en primer lugar inculcando una fuerte con-

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ciencia ambiental que sensibilice a las personas sobre una reconstrucción con una matriz “verde” que promueva el cuidado y conservación de los espacios naturales de Concepción para que la nueva ciudad que emerja sea sustentable”.

–“Quiero una ciudad, un país y mi comuna libre de contaminación”. –“(…) con muchas bicicletas para disminuir el ruido, la contaminación y el estrés”.–“Una ciudad con arquitectura sustentable”.–“Quiero una ciudad llena de colores”.–“(…) que la reconstrucción se haga tomando conciencia de los fenómenos naturales

de nuestro país”.–“más utilización de energías renovables y la aplicación en la arquitectura”.–“me gustaría que volviera a ser como antes, que las partes que se cayeron se recons-

truyan”.–“mi sueño es que todas las familias que perdieron sus hogares en el terremoto les re-

construyeran lo antes posible y así dejaran de sufrir”.–“Deseo una mejor calidad de vida para cada una de esas personas que lo perdieron

todo y también sus familias”.–“me gustaría que Concepción se reconstruyera de una manera equitativa”.–“(…) sin tanta desigualdad”. –“me gustaría reconstruir mi ciudad, cosas creativas que le den sueños y magia a la

vida, y que la juventud aporte cosas nuevas”.–“Por sobre todo, reconocer a nuestra ciudad como un ente que la conformamos

todos nosotros. Cada uno que participe de su desarrollo y reconstrucción, desde el ámbito que pueda participar. Es tarea de todos hacer de Concepción algo mucho mejor de lo que era antes”.

–Quiero una reconstrucción social, educativa, hecha con valores, en donde la gente muestre respeto, hermandad, igualdad y no todos los antivalores que se enseñaron en el terremoto”.

–“Yo espero que con la reconstrucción del país después de este terremoto, renazca-mos con más fortaleza y amor entre nosotros, para convivir en una sociedad más fraternal y solidaria”.

Los sueños de los ciudadanos de ambas comunas tienden a coincidir. Sin em-bargo, resalta especialmente en Concepción el deseo de que la ciudad se transforme en un espacio urbano verde, con muchas áreas verdes, con protección del medio ambiente. La ciudad verde o sustentable. El paisaje hermoseado, estético, agradable a los ojos, motiva a los habitantes de Concepción. Pero también les preocupa que la ciudad cuide su patrimonio arquitectónico, sus casas antiguas y lugares de recrea-ción, que se descontamine, evite los ruidos, así como que surjan valores como la fraternidad, el respeto mutuo y la solidaridad. Que se reconstruya equitativamente, sin pobres y con involucramiento ciudadano.

La reconstrucción debe llevar el sello, acción y sueño de sus habitantes. Las

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nuevas obras urbanas deben partir de la historia económica, social, patrimonial y ambiental de las localidades, poblados rurales y ciudades.

Como enseñanza del 27/F es necesario preparar a la población y a las institucio-nes para prevenir y saber reaccionar frente a eventos extremos, como terremotos, tsunamis o eventos climáticos extremos. Generar capacidades preventivas y proac-tivas, fortalecer la organización social, recrear los lazos comunitarios y fomentar el sentido solidario. Especialmente cultivar la confianza en las relaciones humanas. Y el Estado, el Gobierno, debe organizar la institucionalidad y tomar las medidas pertinentes que aseguren la protección adecuada de la sociedad civil ante riesgos y desastres.

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