Volumen II Las interpretaciones críticas de la...

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ENZO DEL BUFALO OPCIONES TEORICAS EN ECONOMIA Volumen II Las interpretaciones críticas de la ortodoxia Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico Universidad Central de Venezuela Caracas, 1995

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ENZO DEL BUFALO

OPCIONES TEORICAS EN ECONOMIA

Volumen II Las interpretaciones críticas de

la ortodoxia

Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico Universidad Central de Venezuela

Caracas, 1995

Familia Salas Robles
Cuadro de texto
ESTE LIBRO NO POSEE LAS SIGUIENTES PAGINAS:30, 31, 76 Y 77 YA QUE EL MATERIAL DE DONDE SE REPROCESÓ NO LAS TENÍA

Copyright, 1995 lera. Edición 1989 2da. Edición 1995Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico Universidad Central de Venezuela Diseño de Carátula: María Ana Urdaneta

ISBN: 980-00-0884-5

Impreso en Caracas, Venezuelaen los Talleres de Publicidad Gráfica León, S.R.L.en el mes de Agosto de 1995

HB 178.5D453 Del Búfalo, Enzo.

Opciones Teóricas en economía/Enzo del Búfalo. — Caracas: Universidad Central de Venezuela, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico, 1989.

2 v . : i l ; 20 cm. (colección monografías ; 21-22) CONTENIDO: v. 1. Las escuelas de la ortodoxia—

v. 2. Las interpretaciones críticas de la ortodoxia.Incluye bibliografía.ISBN: 980-00-0884-51. ECONOMIA. 2. ECONOMIA KEYNESIANA.

I. Título.BC 07-03-95

PRESENTACION

Este segundo volumen de las Opciones teóricas en economía ofrece al estudiante y al lector interesado unos enfoques no ortodoxos acerca de como funciona la economía moderna y la sociedad que en ella se funda­menta. Se trata pues de opciones teóricas que trascienden la visión ordina­ria de los economistas los cuales suelen limitarse a teorías basadas en categorías reificadas, es decir que obvian al carácter relacional de los fe­nómenos económicos. Precisamente el común denominador de todo el volumen es el estudio del fenómeno de la reificación y los problemas técnicos que causa a la teoría económica. En esta época postmoderna, en la cual los viejos paradigmas han perdido su eficacia explicativa y ya no suscitan adhesiones dogmáticas, se corre el riesgo de desechar toda expli­cación teórica en favor de posturas pragmáticas e instrumentalistas que no sólo empobrecen el pensamiento, sino que, además, nos alejan del objetivo fundamental de la Teoría Económica que fue, es y será el de explicar como se produce, se distribuye y se acumula la riqueza en una sociedad donde las decisiones las toman individuos libres vinculados por el mercado.

Estas decisiones se toman, además, en un contexto de múltiples rela­ciones de poder que mediatizan los fenómenos económicos hasta tal punto que su desconocimiento impide un cabal conocimiento de como funciona la economía real. De ahí la esterilidad casi total de las recomendaciones de política económica que surgen de las escuelas ortodoxas.

Por otra parte, el cese de los grandes conflictos ideológicos que signaron el acontecer de este siglo y el anterior, libera al pensamiento económico de esa militancia en uno y otro bando que obligaba a los eco­nomistas a sostener tesis evidentemente incoherentes o agarrarse a verda­des desmentidas por la experiencia. El momento luce oportuno para retomar el legado teórico de los doscientos y tantos años de Teoría Económica y pasar por el cedazo de la reflexión todos los conceptos recibidos, para establecer nuevas diferencias allí donde los conceptos aparecen como uni­dades monolíticas. De esta manera podamos quizás superar esas falsas dicotomías tales como estado o mercado, socialismo o capitalismo. Se trata

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de una tarea de reconstrucción a la luz de la experiencia histórica para sentar las bases de una teoría nueva que coadyuve a la construcción del nuevo millenium que se avecina.

Esta reconstrucción no puede no vincularse a legado histórico de la época moderna, desde el Renacimiento en adelante, centrado en la forma­ción de lo que comúnmente se denomina el hombre, es decir el ser humano que viene construyéndose espacios de libertad cada vez mayores. Libertad de decisión independiente de formas políticas de sumisión, de restricciones materiales y limitaciones culturales que son obstáculos históricos a la pre­tensión del hombre de convertirse en individuo soberano. Un esfuerzo que a lo largo del tiempo ha tenido sus altibajos, su involuciones y retrocesos a veces muy dolorosos, pero que muestran una persistencia que no desma­ya y expresan el sueño del hombre moderno de apropiación ilimitada del universo que anima las grandes corrientes de su pensamiento: el liberalis­mo y el socialismo.

El volumen inicia con la parte tercera titulada: Análisis de la econo­mía capitalista, que es una exposición concisa y no doctrinaria de la expli­cación de Marx acerca de como funciona la economía capitalista. Se mues­tra aquí un Marx siempre preocupado por superar las barreras que le impone el esquema clásico de economía y en pleno esfuerzo por mostrar las ten­siones políticas que tejen el orden capitalista y determinan su objetivo. Un Marx economista clásico que hace una crítica de la Economía Política Clásica no sólo ni principalmente en términos técnicos, sino en términos políticos y sociales, rescatando el carácter político insoslayable de la eco­nomía.

Sigue luego una cuarta parte titulada: Más Allá de Marx, que conduce la crítica de la Economía Política hasta los fundamentos epistemológicos de ésta y revela que el mercado no sólo es un conjunto organizado de transacciones mercantiles, sino es el lugar genético del individuo soberano, del pensamiento racional y de las reglas que hacen posible la cohesión social basada en la igualdad de sus miembros. Pero el mercado histórico moderno es también el lugar donde surgen otras formas distintas de sub­jetividad que establecen relaciones de poder que chocan con el postulado de igualdad mercantil y que han ocasionado los grandes conflictos de este siglo que siguen marcando nuestras vidas.

El volumen concluye con una quinta parte titulada: Introducción a la Economía Post Keyenesiana, que es una presentación sucinta de las prin­

cipales tesis de un grupo heterogéneo de economistas inconformes con el enfoque ortodoxo o neoclásico, cuya crítica lógica a éste último es irreba­tible y, por lo tanto, da testimonio del fracaso de la economía como cien­cia. Aunque su propósito es el de reconstruir la Teoría, son de hecho la manifestación más conspicua de que la Teoría económica abandona defi­nitivamente el ideal moderno de ciencia para convertirse en un recetario de opiniones y propuestas pragmáticas. Su valor no reside tan sólo en su crítica demoledora a la ortodoxia, sino también en que muestran el esfuer­zo por incorporar al análisis económico las relaciones de poder que la teoría siempre ha querido omitir. Un reconocimiento implícito desde el seno de la profesión y por parte de economistas sin veleidades filosóficas de que la reconstrucción de la teoría económica no puede obviar la presen­cia de las subjetividades y sus relaciones de poder si es que quiere llegar a comprender los problemas que nos afectan.

Tercera Parte

ANALISIS DE LA ECONOMIA

CAPITALISTA

Capítulo I

LA MERCANCIA

La sociedad capitalista es una sociedad mercantil desarrollada. Esto significa que la cohesión social de los individuos aislados entre sí se da mediante el intercambio mercantil. El intercambio mercantil organiza la producción, la circulación y las formas del pensamiento, de ahí que el análisis de la sociedad capitalista se inicie con el análisis formal de la mercancía.

Según Marx, que sigue en esto a la economía clásica, la mercancía consta de dos aspectos diferentes pero siempre copresentes en su cons­titución: el valor de uso y el valor de cambio. Por valor de uso se entiende la utilidad que tienen las cosas, en virtud de sus características físicas, es decir, de su capacidad de satisfacer necesidades sociales ya sea del individuo o de la sociedad en general. Se trata, pues, de una relación entre las características físicas de las cosas y las necesidades de los hombres en una determinada sociedad. El conjunto de todos los valores de uso de que dispone una sociedad forma el contenido material de su riqueza. Hay que hacer énfasis en la connotación relacional del concepto de valor de uso y por ende de la riqueza, en el sentido de que ésta depende tanto de la existencia de cosas útiles como de la presencia de necesidades que hagan útiles esas cosas. Así, por ejemplo, el petróleo es un valor de uso sólo en aquellas sociedades en las cuales existe una necesidad de usar el petróleo en una forma cualquiera. Por otra parte, la cantidad disponible de petróleo en la naturaleza determina el nivel de riqueza de esa sociedad que necesita usarlo. Al límite una sociedad sin ningún tipo de necesidades o sin ninguna cosa útil es absolutamente pobre; mientras que una sociedad con todas las necesidades posibles y todas las cosas útiles en cantidad indefinida es absolutamente rica.

Por valor de cambio se entiende una relación cuantitativa que determina la proporción en que se cambian los valores de uso de una

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clase por los valores de uso de otra clase. Así, por ejemplo, si tenemos el valor de uso A y el valor de uso B, ambos cualitativamente diferentes, como camisas y zapatos o como televisores y mantequilla, el intercambio de dos unidades de A por una de B expresa una relación cuantitativa entre el valor de A y el valor de B. Por lo tanto, el valor de cambio de una mercancía hace abstracción de sus cualidades físicas que lo deter­minan como valor de uso y en cambio expresa el valor de esa mercancía. Ahora bien ¿Qué es el valor? Si, como dijimos, se hace abstracción de las cualidades físicas de una mercancía, lo que queda es el valor: la cualidad de ser producto del trabajo humano. En otras palabras, si hacemos abstracción de que las cosas valen porque sirven para esto o aquello, entonces nos queda que esas cosas valen porque son el pro­ducto, la materialización, la encarnación del trabajo humano. De modo que si descartamos las cualidades que la naturaleza le da a las cosas diferenciándolas unas de otras, nos queda tan sólo esa cualidad que el hombre le puede dar: su trabajo. Como producto del trabajo humano las mercancías tienen una sola cualidad común a todas ellas; luego sólo se diferencian entre sí por la cantidad de trabajo que cada una contiene. Comparar el valor de una mercancía con el valor de otra significa pues medir la cantidad de trabajo de una respecto a la cantidad de trabajo de la otra.

La magtiitud del valor significa la cantidad de trabajo incorporado en una mercancía. Esta magnitud es una medida, que depende del tiem­po de duración del trabajo que ha producido a la mercancía. De modo que si la mercancía B requiere del doble de tiempo de lo que exige A para su producción, entonces una unidad de B vale el doble de una unidad de A; o sea que dos unidades de A son iguales a una de B, en términos del tiempo de trabajo. Sin embargo, esto no significa que mientras más lento, más inexperto y más inepto sea un trabajador, más valor producirá. El trabajo que cuenta en la medición del valor es aquel que se realiza en condiciones normales de producción, según la destreza promedio alcanzada por los trabajadores ocupados con las tecnologías normales de una determinada sociedad. En otras palabras el trabajo que determina el valor es el trabajo socialmente necesario. Por lo tanto, la magnitud del valor depende del tiempo de trabajo socialmente necesario. Sin embargo, el trabajo en su forma correcta, como actividad que produce un determinado bien, un valor de uso específico, es un trabajo cualitativamente diferenciable de otro trabajo que produzca un valor de iso diferente. La separación histórica de estos diversos trabajos útiles o

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concretos, tiene su origen en la división social del trabajo. Esta división social del trabajo crea la condición necesaria aunque no suficiente para el intercambio mercantil. Y es que el cambio de productos entre los que se dedican a diferentes trabajos útiles en el marco de la división social del trabajo, no es mercantil a menos que los trabajos de éstos se constituyan en trabajos privados independientes los unos de los otros. Es decir, trabajos realizados por propietarios privados independientes que deciden autónomamente qué, cómo y cuánto producir, llevando luego al mercado su producción para ser cambiada por la de otros. Precisamente en este momento del cambio, los diversos trabajos concretos se comparan entre sí a través de sus productos. Se produce pues una abstracción de las diversas cualidades que configuran el trabajo útil, quedando tan sólo el hecho de que el trabajo es gasto de fuerza física y mental humana. De modo que el momento del intercambio entre propietarios privados independientes, reduce los trabajos concretos a simple trabajo abstracto, a la vez que mide el tiempo de este trabajo abstracto socialmente necesario, incorporado en las mercancías que se intercambian. El valor como trabajo abstracto incorporado en la mercancía aparece en el momento del intercambio en la forma de valor de cambio.

El valor de las mercancías no es pues una cosa sino una relación social entre propietarios privados independientes que solo se reconocen como parte de una sociedad en el momento de igualar sus trabajos en el intercambio. Por ello, el valor sólo aparece en una relación de igua­lación de una mercancía con otra.

La forma simple del valor es pues x cantidad de A es igual a y can­tidad de B; donde la primera parte de la igualdad expresa la forma rela­tiva del valor y la segunda la forma equivalencial del valor. Esto significa que el trabajo humano de por sí no es valor; sino que crea valor al ma­terializarse en un producto que se cambia en forma mercantil. El valor es expresión del trabajo social producido por propietarios privados e in­dependientes y depende de una determinada forma social de organizar el trabajo. De ahí que el valor de A no pueda medirse ni expresarse en términos absolutos a través de la medición directa del tiempo de trabajo que se gastó en producirla. El valor de A debe expresarse como algo ob­jetivo distinto corporalmente de A; es decir mediante las características físicas de B, el cual se convierte en la forma de valor de la mercancía A. Ahora bien, la forma del valor no se limita a expresar pura y simple­mente el valor de A, sino que expresa un valor cuantitativamente deter­minado.

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Observemos la relación xA = yB; el valor relativo de A expresado en B aumenta o disminuye en razón directa de un aumento de valor de A o de su disminución; es decir en razón directa a un aumento o dis­minución del tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Pero si el valor A no varía, su valor relativo puede variar en razón inver­sa a los cambios del valor de B. En definitiva, los cambios también pue­den ocurrir por alteración del tiempo de trabajo de ambas mercancías.

Forma Equivalencial: es la posibilidad de cambiarse directamente por otra mercancía. Esta forma tiene la característica de convertir al valor de uso en expresión de su antítesis o sea del valor. La materialidad corpórea de la mercancía que sirve de equivalente, rige siempre como encarnación del trabajo humano abstracto y es siempre producto de un trabajo útil o concreto, es decir que el trabajo concreto se convierte aquí en forma o manifestación de su antítesis o sea el trabajo humano abstracto. Por su parte, el trabajo privado se convierte en forma de su antítesis o sea un trabajo directamente social.

Formal General del Valor: Suponiendo que existen más de dos mercancías: zA, uB, vC, wD, xE...; entonces podemos ver que el valor relativo de cada una de ellas puede expresarse a través de una de ellas:

zA = xEuB = xEvC = xEwD = xE

La forma desarrollada del valor relativo, expresión de una mercan­cía en todas las demás, imprime a éstas la forma de diversos equi­valentes concretos. Una forma especial de mercancías reviste forma de equivalente general cuando todas las demás la convierten en material de su forma única y general del valor. En el mismo grado en que se desarrolla la forma del valor en general, se desarrolla también la antítesis entre sus dos polos: forma relativa y forma equivalencial, surge de este modo el dinero.

El fetichismo de la mercancía

La mercancía es un cosa que en su concreción expresa una rela­ción social; y es en virtud de esta relación social que las cosas pueden

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llegar a ser mercancías. En otras palabras, la mercancía es una relación social cosificada. Por lo tanto, dice Marx que “el carácter misterioso que tiene la mercancía estriba pura y simplemente en el hecho de que pro­yecta ante los hombres el carácter material de los propios productos del trabajo; como si fuera un don natural de estos objetos; como si, por lo tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo co­lectivo de la sociedad fuera una relación social establecida entre los ob­jetos mismos al margen de sus productores”. (El Capital, I, 1, p. 37).

“La forma mercancía y la relación de valor de los productos del trabajo en que esa forma cobra cuerpo”, sin embargo, no tiene que ver en absoluto con las características físicas. Y así como en el mundo de las religiones “los productos de la mente humana semejan seres dotados de vida propia, de existencia independiente, y relacionadas entre sí y con los hombres” (ibid p. 38), asimismo ocurre en el mundo de las mercancías. Por esta razón, Marx, -quien sigue la tesis de Feucrbach en religión-, denomina a esta actitud: fetichismo. Ahora bien, “las formas que con­vierten a los productos del trabajo en mercancías y que, como es natural presuponen la circulación de éstas, poseen la firmeza de formas natura­les de la vida social”; y más adelante concluye Marx: "Estas formas son precisamente las que constituyen las categorías de la economía burgue­sa. Son formas mentales aceptadas por la sociedad, y por lo tanto, objetivas en que se expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción históricamente dado que es la producción de mercancías” (ibid; pp. 40, 41).

EL PROCESO DEL CAMBIO

Las mercancías son cosas que requieren de la voluntad de sus poseedores para relacionarse las unas con las otras en el proceso de intercambio. Por el hecho de ser cosas, pueden ser y son enajenadas por sus poseedores. Cada poseedor enajenará su mercancía toda vez que considere que ésta no tiene otro valor de uso para él que no sea el de ser un medio de cambio para obtener otra mercancía que sí satisface sus necesidades. El acto de intercambio entre dos poseedores de mercancía implica un ejercicio recíproco de la voluntad, “es necesario por consi­guiente que ambas personas se reconozcan como propietarios privados” (ibid; p. 48); es decir que deben reconocerse como formalmente iguales. En el acto de intercambio no sólo se produce la abstracción del trabajo

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como determinante del valor, sino que el propio hombre concreto, con sus características físicas psicológicas, sociales, culturales, etc.., se con­vierte en tanto que propietario privado en un ser abstracto, despojado de todos los vínculos con los otros hombres y consigo mismo que no sean los que se establecen a través de la relación mercantil. Con esta igualdad formal y con esta figura abstracta del propietario privado se fundamentan los conceptos jurídicos del derecho, se construye la figura del homo oeconomicus de la teoría económica y se establecen las reglas del pensamiento racional*.

Cada poseedor individual considera las mercancías de los demás como equivalentes especiales de la suya propia, viendo en ésta el equivalente general de todas las demás. Pero como todos los poseedores hacen lo mismo no hay ninguna mercancía que sea equivalente general. El deseo de ver a la propia mercancía transformada en equivalente general es la utopía de todo burgués. Es la propia acción social la que se encarga de asignar la función específica de equivalente general a una mercancía particular. Esta se convierte en dinero, en materialización del valor de las mercancías.

EL DINERO

Si asuminos que una mercancía particular -digamos el oro- tiene las funciones propias del equivalente general, entonces el oro es el dinero, o más precisamente diríamos con Marx que el precio de una mercancía o su forma dinero es la expresión del valor de esa mercancía en oro. El dinero tiene múltiples funciones: es medida del valor, medio de circulación, depósito del valor y medio de pago.

El dinero medida del valor. La forma dinero es puramente ideal e imaginaria y puede separarse de la corporeidad real y tangible de la mercancía. Por esta razón, como medida del valor el dinero actúa como dinero imaginario o ideal; es tan sólo unidad de medida. A este respecto Marx distingue entre: a) el dinero como medida de valores que como tal es encarnación social del trabajo humano y b) el dinero como patrón de precios que como tal es un peso fijo y determinado de metal. Así dice

* Sobre este último punto consúltese a A. Sohn-Rethel "Trabajo Intelectual y Trabajo Manual". Barcelona 1980.

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Marx: “Como medida de valores sirve para convertir en precios, en cantidades imaginarias de oro, los valores de las más diversas mercan­cías, como patrón de precios lo que hace es medir esas cantidades en oro” (ibid; p. 59). Para establecer un patrón de precios es necesario medir las diversas cantidades de oro en términos de una cantidad fija; por lo tanto, tan sólo se requiere fijar como unidad de medida un determinado peso en oro. “El dinero como patrón de precios (Standard of Valué) cumplirá mejor su cometido, cuanto menos oscile la cantidad de oro que sirve de unidad de medida. Sin embargo, el oro solo puede funcionar como medida de valores por ser él también un producto del trabajo y por tanto, al menos potencialmente un valor variable” (ibid; p. 59). Este hecho no perturba su eficacia como medida de valores, puesto que una variación del valor del oro no afecta las proporciones entre distintas cantidades de metal que es lo que interesa en los precios, y un cambio en su valor afecta por igual a todas las mercancías. Sin embargo, la exigencia de un patrón invariable de precios constituyó una preocu­pación del período clásico y a la cual Marx se refiere críticamente con el planteamiento anterior. Esta exigencia obedece, como bien lo señala Garegnani, a otros motivos. El patrón invariable de precios es indispensable para medir el excedente económico y no los precios relativos (Garegnani; El Capital en la Teoría de la Distribución).

El dinero como medio de circulación. “El proceso de cambio”, dice Marx, “produce el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dine­ro, antítesis mecánica en la que las mercancías revelan su antítesis inmanente de valor de uso y valor. En esta antítesis, las mercancías se enfrentan como valores de uso con el dinero que es valor de cambio. Lo cual no basta para que ambos términos antitéticos sean mercancías y, por lo tanto, unidades de valor de uso y de valor” (K. Marx, El Capital I, p. 65). Por eso es posible afirmar que el proceso de cambio es un proceso que se opera a través de dos metamorfosis antagónicas y que se completan recíprocamente. La mercancía se transforma en dinero y el dinero se transforma en mercancía.

Mercancía - Dinero - Mercancía M - D - M

la primera fase M - D es la venta o el cambio de la forma mer­cancía en dinero y la segunda fase D - M es la compra o la metamor­fosis del dinero en mercancía. Este proceso expresa claramente la antí­

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tesis que implica la mercancía en su doble carácter de valor de uso y valor, “de trabajo privado que se ve al mismo tiempo obligado a funcio­nar como trabajo directamente social” (ibid. p. 73). Este antagonismo entre mercancía y dinero es el antagonismo propio de una sociedad mercantil, donde las decisiones individuales de los propietarios de mercancías pueden ser confirmadas o refutadas por el mercado. El paso de una forma a otra no es automático.

El dinero como depósito de valor. El dinero como materialización del trabajo social representa también la riqueza social y el poder de disponer de ella en la cantidad que indica el monto de dinero que se posee. Sustrayendo de la circulación por un tiempo cierta cantidad de dinero, es decir atesorando se congela el derecho que se tiene a dispo­ner de parte de la riqueza social. Para que el dinero no se vea afectado en su función de depósito del valor es necesaria cierta estabilidad en los precios.

El dinero como medio de pago. “En la medida en que los pagos se compensan unos con otros, el dinero sólo funciona idealmente” como dinero contable o medida del valor. En cambio, cuando hay que hacer pagos efectivos tiene que aparecer como materialización del trabajo social, como mercancía. La función de medio de pago es muy clara en épocas de crisis cuando se exige dinero contante y sonante para cancelar los pagos. En estos casos, sólo la mercancía que encarna el valor social o sea el dinero es aceptada como pago, para saldar deudas o a cambio de cualquier otra mercancía.

El dinero monetario. El dinero bajo forma de moneda es un desarrollo relativamente tardío. La acuñación más antigua de monedas se remota al siglo VIII A.C. Marx define la moneda de la siguiente manera: “La fracción imaginaria de peso del oro representada por el precio o nombre en dinero de las mercancías tiene que enfrentarse con éstas en la circulación, como una pieza de oro dotada de nombre homónimo o sea como una moneda”, (ibid. p. 83). La existencia de la moneda o el dinero acuñado, permite la introducción del dinero fiduciario como el papel moneda emitido por el Estado y de curso forzoso. Este dinero fiduciario no es más que un representante del dinero mercancía.

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LA GENESIS DEL DINERO Y LA SINTESIS SOCIAL

“A medida que se desarrolla y ahonda históricamente, el cambio acentúa la antítesis del valor de uso y valor latente en la naturaleza propia de la mercancía. La necesidad de que esta antítesis tome cuerpo al exterior dentro del comercio, empuja al valor de las mercancías a revestir una forma independiente y no ceja ni descansa hasta que, por último, lo consigue mediante el desdoblamiento de la mercancía en mercancía y dinero” (ibid. p. 50). Así resume Marx la génesis del dinero. Para él se trata de una necesidad lógica que emerge de la misma relación mercantil, de la necesidad que tiene el valor de cambio en desdoblarse en valor relativo y valor equivalente. Desde luego, esta necesidad lógica se realiza en el proceso histórico real merced a la difusión y a la consolidación del intercambio. Por eso dice Marx "... sólo el hecho social puede convertir en equivalente general a una mercancía determinada. La acción social de todas las demás mercancías se encarga, por tanto, de destacar a una mercancía determinada, en la que aquellas acusan conjuntamente sus valores” (ibid. p. 50). Por lo tanto, para Marx“ la génesis del dinero se produce como cristalización del proceso de cambio que se inicia con el trueque entre comunidades. El concepto de dinero se desprende del análisis teórico del concepto mercancía y su materialización en la sociedad es el resultado del despliegue histórico de este último.

Por su parte Sohn-Rethel ampliando el análisis de Marx, caracte­riza al dinero como “funktionaler träger der gesellschaftlichen syn­thesis”* y nos explica refiriéndose a la síntesis social que:

“Con este concepto, entendemos aquella función que media la conexión existencia! entre los hombres en las diferentes épocas históri­cas, logrando de este modo una sociedad durable. Esta síntesis de las múltiples dependencias de unos hombres con otros, es una dada división del trabajo, para cohesionar un todo capaz de subsistir, su desarrollo se modifica con el desarrollo y las modificaciones de las formas sociales.

Toda sociedad es una conexión existencial de muchos hombres cuyos comportamientos la constituyen”. (Sohn-Rethel: “Trabajo intelectual y trabajo manual" p. 15).

* Es decir, como "portador funcional de la síntesis social".

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Esta conexión existencial (Daseinzusammenhang) se obtiene, en cada caso, mediante la síntesis social necesaria para que exista la socie­dad. Además, Sohn Rethel distingue las sociedades sintéticas de los otros tipos de sociedades y afirma que la expresión “sociedad sintética” (synthetische Gesellschaft) se contrapone “al orden natural de la socie­dad consumista primitiva u originaria, del mismo modo que la goma sintética se contrapone al caucho como producto sintético”. Esto porque “en la materialidad del valor de las mercancías, de la cual depende el efecto socializante del intercambio, no entra ni un átomo de materia natural. La socialización en este caso es un hecho meramente humano” . Por lo tanto, nos dice Sohn-Rethel “Utilizo también la expresión “so­ciedad sintética” en un sentido y en una dimensión conceptual diferentes al de la expresión “síntesis social”, (ibid. p. 61).

La primera tan sólo aparece en las sociedades mercantiles, la segunda se refiere al condicionamiento básico general del modo humano de existencia sin limitaciones históricas. De manera que el concepto de sociedad sintética opuesto a sociedad natural, quiere destacar lo “artifi­cial” del orden social. En las sociedades productoras de mercancías, el dinero se constituye en el portador de la síntesis social y para esta función requiere de ciertas propiedades formales del más elevado grado de abstracción, las cuales deben ser adecuadas para todas las mercancías y servicios reales o posibles.

Horst Kurnitzky diluye la tajante diferencia de Sohn-Rethel entre sociedad sintética y sociedad primitiva natural. En las primeras formas de síntesis social expresadas en el sacrificio ritual hay ya un reconocimiento de una ruptura profunda con la naturaleza originaria (como lo muestra la occisión ritual). La represión de la sexualidad establece el principio de orden social y el trueque entre sociedad y naturaleza. Por lo tanto, las primeras formas dinerarias se remontan al sacrificio ritual que cohesiona a las primeras sociedades. Por ello, dice Kurnitzky: “El dinero y todas las formas que lo precedieron fueron hasta ahora constitutivos de toda forma social y toda vida humana en comunidad en cualquier forma. Como sacrificio y sustituto sacrifical, las formas anteriores al dinero y después incluso el dinero mismo estuvieron en el centro del culto, donde encarnan la base material de la cohesión social” (H. Kurnitzky: "La Estructura Libidinal del dinero", p 31). Por ello “las monedas indican el tránsito de una relación material del culto sacrifical a un grado superior de generalidad, de la economía cultural a

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la política”. “Pero para entender la esencia social organizadora del dinero es necesario volver a la formación de la moneda”, (ibid. p. 41).

“El principio de intercambio que se desarrolla con el culto estaba”, dice Kurnitzky, “sustancialmente limitado al principio a la esfera de lo sacro donde había que pagar a los dioses, vida, cosecha y riquezas precisamente con sacrificios. Pero, después pasaron los conceptos de las formas sacras a las secularizadas” (ibid. p. 43). En este estadio primitivo, “la base social de la reproducción, su medio de vida no se halla en la naturaleza, por eso el mito lo hace proceder, y con ellas las formas de la economía antigua, de una occisión ritual. La comida sacrificai que se celebra en el lugar del sacrificio a los muertos era originalmente un rito de comunión que hacía posible ... la cohesión social. El sacrificio que se celebra en ocasión de las ceremonias fúnebres, es en este contexto fundante de la cohesión social, un predecesor temprano del ritual de intercambio encarnado en el dinero.” (ibid. p. 48) "Es siempre al culto sacrificai al que deben su origen las monedas y en forma de dinero tienen también la misma función de garantizar la cohesión social que otorga el sacrificio común de donde proceden". El sacrificio es abstrac­ción del intercambio con la naturaleza socialmente mediada. De modo que existe una vinculación entre comunidad totèmica, sacrificio u ofren­da y trueque (dinero). Las primeras formas monetarias simbolizan el sacrificio que se utilizan como monedas en el trueque.

Como dijéramos, el sacrificio es representación y reiteración sim­bólica de la inicial represión de la sexualidad natural, bajo forma de represión del sexo femenino. Es precisamente la prohibición del incesto, la instauración de la exogamia, la regla que organiza la comunidad totè­mica. En ella los deseos incestuosos se identifican con el sexo femenino y el dinero del casamiento sustituye al sexo femenino. Con la represión de las necesidades sexuales brota por así decirlo: a) los productos de la cultura, objetos de valor, el dinero como sacrificio y sustituto sacrificable que se identifican con los deseos libidinales incestuosos y representan el sexo femenino sacrificado, y b) el sexo femenino reprimido se identifica con la naturaleza exterior, la prima materia que en unión del dinero se convierte en fuente de toda riqueza.

Los objetos de valor predecesores del dinero e investidos de una función dineraria encarnan la relación natural mediada socialmente. El valor es pues la riqueza que la naturaleza socialmente mediatizada, a

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través del sacrificio, proporciona a los hombres. Esto lo ilustra muy bien el comportamiento de ciertos pueblos en relación al sustituto sacrifical como el puerco que sustituye a los sacrificios humanos. El puerco encar­na la renuncia a los instintos y expresa las pulsiones reprimidas; como la mujer es posesión y entra en el precio nupcial que conjuntamente con otros objetos de valor hay que pagar por la novia. La mujer que se com­pra es la naturaleza socializada por el sacrificio y por ello es propiedad del hombre que al sacrificar sus deseos, obtiene riqueza de la naturale­za socializada. En efecto, la sexualidad no permitida o sea no comprada con el sacrificio de los deseos instintivos primarios aparece como un peligro sumamente serio para la sociedad porque cuestiona el conjunto de las relaciones de producción basadas en el dominio de la naturaleza.

El sacrificio es renuncia a los instintos sobre la cual los hombres edifican la acción solidarizante: la comida en común, en la que el animal sacrificado representa al dios, la liberación de las necesidades elementa­les que radica en la propia solidarización (ibid. p. 116). En los antiguos mitos se evidencia que el más antiguo de los procesos civilizatorios -el fuego- se debe a la represión sexual que se organiza con la prohibición del incesto. El precio de la novia se sustenta sobre la prohibición al incesto y encarna la relación natural socialmente mediada en las fases más bajas de la reproducción social. Así se expresa Kurnitzky: “El precio de la novia como sacrificio, expresión de la renuncia al incesto, al comercio sexual sin reglas, facilita al mismo tiempo una sublimación del instinto que se dirige a la naturaleza exterior que rodea la sociedad; o sea que el impulso dirigido originalmente hacia la madre con intención incestuosa ahora se proyecta sobre la naturaleza como segunda madre (materia). Mediante el sacrificio ligado con ésta, que las separa y al mismo tiempo las vincula, las personas se juntan por primera vez en sociedad; y en una sociedad que en todas sus relaciones de producción se siente amenazada por la naturaleza, que en calidad de objeto inces­tuoso sublimado y al mismo tiempo reprimido, tiene que estar siendo continuamente rechazada, o sea socializada para que se pueda vivir en ella” (ibid. pp. 130, 131).

El hombre paga por la novia porque debe sacrificar un deseo no reglamentado si quiere recibir los dones de.la naturaleza (la novia). En efecto, la novia es promesa de fecundidad, es riqueza, naturaleza orde­nada según las reglas de la sociedad. El padre recibe el pago o sea los objetos de valor porque renuncia al incesto con su hija. En el intercam­bio matrimonial se establecen en forma práctica las reglas de ordena­

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miento social, como relación sacrifical. Y el sacrificio es el del sexo femenino y esto conduce a la compra de la mujer y a relaciones de objetos que representan el retorno de los deseos instintivos otrora repri­midos. Esta ambivalencia entre deseo reprimido y retorno de lo repri­mido es bien simbolizada por los objetos dinerarios que recuerdan siem­pre la capacidad de tener hijos de la mujer. Así por ejemplo, la concha cauri tiene una fuerte similitud con la vulva y los antiguos romanos le daban el nombre de porci o porculi (por identificarla con el porcus sacrifical) de donde deriva la “porcellana” o porcelana. La concha cauri o el puerco representa: a) en tanto que vagina el principio social de reproducción de la fecundidad y b) en tanto que vagina dentata el fondo pulsional a reprimir, la naturaleza todavía no socializada, la gorgona o el basilisco. Representa pues una relación de producción. Todas las formas de dinero nacidas de esta esfera pulsional tiene esta doble función socializante del sacrificio del fondo pulsional y a la vez el fondo pulsio­nal mismo. El dinero simboliza al mismo tiempo el principio de orden social y la naturaleza desorganizada a la cual se aplica ese orden.

La función del fetiche en la estructura social libidinal.

“El intercambio mismo como sustituto sacrifical estructura la so­ciedad hacia dentro y hacia fuera y forma la sustancia de la naturaleza y sus propias pulsiones” (ibid. p. 178). Ahora bien, lo que se intercambia son cantidades de trabajo, es decir una parte de las aspiraciones pulsionales sacrificadas (ganarás el pan con el sudor de tu frente). El valor aparece pues como encarnación de este trabajo social o sacrificio en el dinero. El hecho de que las mercancías tienen valor se debe a su fetichismo. Marx define al fetichismo como la objetivización de las relaciones sociales que aparecen como propiedades o cualidades de las cosas, de las mercancías. Pero para Kurnitzky el fetichismo representa también un residuo conservado de deseos incestuosos” (ibid. p. 188).

En términos psicoanalíticos, “el fetiche es el sustituto del falo de la mujer”. “El temor de castración provocado por el choque de ver los genitales femeninos sin pene, obliga a sustituir el pene femenino para atenuar la amenaza de castración". Pero además “el fetiche como susti­tuto del falo de la mujer no sólo significa lamentar su ausencia y co­rregirla mediante un sustituto, sino además la funcionalización de la mujer en una sociedad estructurada fálicamente, donde la mujer socia­lizada con el fetiche -y fetiche quiere decir lo creado artificialmente-

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sometida a la primacía del falo se vuelve asimismo producto artificial” (ibid. p 183). Esto es lo que significa el fetiche de las diosas de la fertilidad -las madres paridoras- el sexo femenino queda limitado a la fecundidad en una sociedad estructurada fálicamente. En la psicología individual, el fetichismo muestra la adversión a todo órgano genital femenino real y subsiste como emblema de triunfo sobre la amenaza de castración y salvaguarda contra ésta. El fetiche ayuda a controlar un territorio peligroso. En las sociedades primitivas, el fetiche defiende la sociedad de la naturaleza no socializada; de ahí su función en la magia. El fetiche forma parte del juego donde “fuerzas ajenas a la sociedad” que ponen en peligro a la comunidad y que por eso fueron reprimidas, también son necesarias como fuerzas impulsoras. Esta potencia de la sexualidad reprimida es lo que el brujo infunde como sustancia del fetiche. Por lo tanto, independientemente de sus formas, el fetiche es siempre medio de conciliación con la pulsión reprimida, “encarna la relación natural que subsume el sexo femenino y la naturaleza con él identificada bajo el dominio del falo” (ibid. p. 190).

El fetichismo del dinero es pues anterior a las sociedades produc­toras de mercancías. En efecto, “Nace de un culto sacrifical... con el tabú del incesto y que Marx considera natural cuando habla de la necesidad natural humana del intercambio, sin reconocer que la función socializante del intercambio significa al mismo tiempo emancipación social de la naturaleza y dominio de unos hombres sobre otros, liberación de la pulsión y asimismo su disciplina y represión” (ibid. p. 191).

Si la génesis del dinero de Marx a partir de la forma equivalencial de la mercancía es puramente formal, la de Sohn-Rethel le da una dimensión más profundamente social y la de Kurnitzky la lleva hasta el límite de la diferencia entre lo social y lo natural. Todas ellas, sin embargo, nos proporcionan un ejemplo de cómo lo solamente económico es insuficiente para explicar la economía.

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Capítulo II

EL CAPITAL: EL PROCESO DE VALORIZACION DEL VALOR

LA TRANSFORMACION DE DINERO EN CAPITAL

En el capítulo anterior vimos que el dinero se desprende concep­tualmente del análisis de la mercancía y que su aparición histórica se debe al desarrollo real del intercambio mercantil e incluso es anterior a este último como medio de cohesión social. Ahora el dinero se trans­forma eri nuestro punto de partida para el proceso de formación del capital.

En términos formales, el dinero como simple dinero y el dinero como capital se distinguen entre sí por su diversa forma de circulación. Esta diferencia formal obviamente refleja una diferencia en las relacio­nes sociales que caracterizan ambos conceptos.

La forma directa de circulación de mercancías es:

M - D - M

que caracteriza un proceso de vender para comprar y que se distingue de la forma de circulación del capital es:

D - M - D

que esquematiza un proceso de comprar para vender. Ambos procesos se componen de dos fases D-M compra y M-D venta, la única diferencia es que ambas fases aparecen invertidas en un ciclo respecto a otro.

El ciclo M-D-M. El proceso empieza con una mercancía y termina con una mercancía. El dinero es aquí un simple intermediario y se gasta definitivamente, es el instrumento para pasar de la mercancía que se tie­

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ne y no se quiere a la mercancía que no se tiene pero que se quiere. La finalidad de esta circulación es el intercambio de mercancías para el consumo, es un momento entre la producción de valores de uso y consumo. Por eso se llama circulación simple. Entre el inicio y el final del proceso se da una diferencia cuantitativa. En efecto el primer M es un valor de uso diferente al segundo M, pero de igual valor, es decir de la misma magnitud, ambos encierran el mismo tiempo de trabajo so­cialmente necesario.

El ciclo D-M-D. El dinero que circula como capital, en cambio empieza con dinero y finaliza con dinero, el punto de partida es igual al punto de llegada. Entre ambos extremos no existe diferencia cualitativa, puesto que D es idéntico a D. Por lo tanto, lo único que puede darle sentido a este ciclo es un diferencia cuantitativa, es decir que el dinero del extremo final debe ser una cantidad mayor que el de la cantidad inicial. En símbolos tenemos que:

D - M - D ’

donde D’ = D + A D, o sea que A D es un incremento sobre la cantidad de dinero inicial. A este excedente A D se le llama plusvalía. En este sentido, el ciclo en consideración se define como el proceso de valorización del valor, o del valor que se valoriza a sí mismo y esto es lo que constituye el capital. En este ciclo el dinero y la mercancía no se oponen como en el ciclo anterior, por el contrario expresan tan sólo dos modalidades distintas de existencia del valor: el capital en forma de dinero o más simplemente el capital-dinero y el capital en forma de mercancía o el capital-mercancía. Obsérvese que el capital como concepto es el proceso mismo y no una de sus formas tan sólo, el dinero o una mercancía particular se convierten en formas del capital, cuando están integradas al ciclo que hemos señalado. Ese mismo dinero o esa misma mercancía, cuando se introducen en el ciclo anterior, dejan de ser capital y quedan tan sólo como simple dinero y simple mercancía.

Por lo tanto, si el capital es el nombre del valor que se valoriza, analizar la génesis del capital significa indagar como surge la plusvalía o el incremento de valor a D- Y esto es lo que haremos a continuación.

El proceso de circulación mercantil presupone el intercambio de equivalentes, es decir intercambio de mercancías de igual valor. Esto

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porque en una economía en la cual el intercambio es una característica regular y permanente, no puede darse un intercambio desigual como norma. Si un vendedor recarga el precio, el comprador saldrá perjudi­cado, pero como todo vendedor se transforma en comprador, su ventaja inicial se verá anulada luego. Además, el intercambio desigual de mer­cancías tan sólo altera las proporciones en que se reparte el valor total entre los individuos, pero no modifica su magnitud global. De manera que, el valor total del valor circulante seguirá siendo el mismo, aunque los participantes se roben los unos a los otros. El valor no aumenta ni disminuye por efecto del intercambio que como tal, tan sólo significa el cambio de propiedad de una mercancía a otra sin que esto afecte el valor que se posee, cuando se cambia un valor de uso por otro. El intercambio de mercancías no crea valor, cada participante en el inter­cambio, sale con igual valor al que tenía al entrar en él, si se respetan las reglas de intercambio de valores equivalentes propios de la relación mercantil. De manera pues que debemos concluir que A D, la plusvalía, no surge de la esfera de la circulación de mercancías.

Si hacemos a un lado la circulación y analizamos el proceso de producción vemos que el poseedor de mercancías puede crear valores nuevos con su trabajo, puede aumentar el valor de una mercancía A agregándole nuevo trabajo socialmente necesario que la transforme en otra mercancía B. La mercancía B valdrá más que la mercancía A, como el pan vale más que ia harina que se utilizó para hacerlo. Pero la mercancía A seguirá valiendo lo mismo. Es pues imposible que el pro­ductor de mercancías valorice su valor, fuera de la esfera de la circu­lación. Esto nos lleva a concluir que la plusvalía no surge ni de la esfera de la producción ni de la esfera de circulación, sino que surge de la combinación de ambas esferas en un único proceso.

El capitalismo como modo de producción se caracteriza precisa­mente porque las relaciones mercantiles penetran el mismo proceso productivo, integrando la esfera de la circulación donde se realiza el valor y la esfera de la producción donde se produce el valor, en un único proceso, que es precisamente el proceso del capital como valor que se valoriza.

Existe una mercancía particular que si bien se compra por sú valor según el intercambio de equivalentes, sin embargo tiene la propiedad de que cuando se usa, su consumo produce más valor del que ella misma

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Es de notar que los medios de producción son productos de pro­cesos de trabajos anteriores, de modo que las condiciones iniciales del proceso de trabajo es la naturaleza y el trabajo como actividad humana.

Cada producto, una vez que sale de su proceso productivo tiene dos posibilidades: a) ir al consumo directo, es decir para el uso de los individuos o b) incorporarse a un nuevo proceso productivo. Así por ejemplo, el tomate es producto que sale de la actividad agrícola y puede ser usado para el consumo directo o ir a la industria de conservas en lata. En el primer caso hablaremos de consumo individual y en el se­gundo de consumo productivo. Lo dicho hasta aquí sobre el proceso de trabajo y el consumo, caracteriza a todas las sociedades no importa como estén organizadas.

El proceso de valorización. En la sociedad capitalista, es el capital en la persona del capitalista el que se encarga de los diversos elementos que concurren al proceso de trabajo (medios de producción y trabajo), los organiza y los dirige. El capital en forma de dinero compra los medios de producción y la fuerza de trabajo en el mercado y, por lo tanto, el uso que puede hacer de ellos y el producto que resulte de ese uso le pertenece. De modo que, bajo estas condiciones el proceso de trabajo, es el proceso de trabajo del capital y el producto es el producto del capital. Ahora bien, simultáneamente el proceso de trabajo, y en cierta forma yuxtapuesto a él, se realiza el proceso de valorización del valor, que es lo que justifica la compra de medios de producción y fuerza de trabajo por parte del capital-dinero.

Tomemos como ejemplo el proceso de producción de la mercancía A. Para ello el capitalista compra medios de producción por el valor de Bs. 1.800 discriminados en Bs. 1.000 en instrumentos y Bs. 500 en materias primas. Además compra fuerza de trabajo por el valor de Bs. 300. En resumen, tenemos que:

Instrumentos 1.000MP, Medios de Producción

FT, Fuerza de Trabajo .

Gasto total del capitalista

Materias Primas . . . 500

...................................... 300

1.800

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Este es el capital-dinero que ha debido desembolsar el capitalista para comprar las mercancías que requiere para iniciar el proceso de trabajo.

Al final del proceso aparecerá una cantidad de producto A cuyo valor final es como sigue:

Valor de instrumentos incorporados en A . . 1.000

MPH

Valor de materias primas u tilizadas........... 500

Tiempo de trabajo socialmente necesario para transformar los medios de producción en A ................................................................. 600

Total valor del producto A ........................... 2.100

La diferencia entre lo que el capitalista gastó en MP y FT y el valor del producto A es 300 = 2.100 - 1.800 Esta diferencia constituye la Plusvalía.

Si comparamos ambos esquemas, observamos que el valor de los instrumentos y materias primas pasa íntegramente al producto; por esta razón el valor incorporado en ellos se llama capital constante. Su valor permanece constante a todo lo largo del proceso de trabajo, aún cuando su forma material cambia, por efecto del proceso de trabajo, de forma de instrumento y materias primas en la forma de producto. En cambio, el valor de la compra de la fuerza de trabajo no se transmite al pro­ducto, como ocurre con el valor de los medios de producción. En su lugar, aparece un nuevo valor creado en el proceso de producción mismo por el despliegue y uso de esa fuerza de trabajo. La magnitud de este nuevo valor dependerá del tiempo de trabajo socialmente necesario que empleen los obreros para producir A con la ayuda de los medios de producción. Por esta razón, se llama capital variable porque su valor varía a lo largo del proceso de valorización.

Nótese que el proceso de trabajo se convierte en un proceso de valorización del capital, tan sólo en condiciones particulares determina­

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das por las relaciones capitalistas de producción. En efecto, sólo si los medios de producción, la fuerza de trabajo y el producto resultante se constituyen en mercancías -mientras que un grupo social detenta el poder de comprar los medios de producción y la fuerza de trabajo y por ese hecho tiene el derecho de disponer del producto final- sólo entonces el proceso de trabajo se convierte en un proceso de valorización del valor, es decir un proceso capitalista de producción.

En conclusión el ciclo D - M - M’ debe analizarse según el esque­ma que incluye el proceso productivo:

D - M:MP

. . . P . . . M’ - D’FT

La primera primera fase D-M es un proceso de compra de mer­cancías durante la cual el capital en forma de dinero se transforma en capital en forma de mercancía. Estas mercancías no pueden ser otras que medios de producción y fuerza de trabajo y es precisamente la relación social que media el enfrentamiento de dinero y fuerza de tra­bajo lo que caracteriza fundamentalmente al modo de producción capi­talista y lo distingue de cualquier otra forma de organización social de la producción. Es esta relación social la que le da al dinero su carácter de capital, es decir poder de compra de la fuerza de trabajo. Este poder de compra de la fuerza de trabajo otorga al poseedor del dinero, el derecho de controlar y dirigir el proceso productivo y disponer del uso del producto final. No importa cual sea la figura social que represente el capital-dinero: un individuo natural, una empresa o el estado; detrás de todos ellos está la relación de poder que configura tanto al sujeto que dispone de capital-dinero, como el sujeto que dispone de la mercancía fuerza de trabajo. Por lo tanto, es este peculiar intercambio mercantil entre dinero y fuerza de trabajo, el que define la existencia del trabajo asalariado y del capital. Las formas legales de propiedad, las figuras sociales que caracterizan tanto el capital como el trabajo asalariado en un momento dado, así como las especificidades del resto de las relacio­nes e instituciones sociales que conforman la sociedad, no afirman ni niegan el carácter capitalista de la sociedad. El principio de ordena­miento que le da especificidad histórica al capitalismo es:

jMP

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y esto es compatible con una multiplicidad de formas de gobierno, de instituciones, reglas e ideologías.

En la segunda fase, el capitalista dueño de sus mercancías, MP y FT los usa, los consume productivamente, el capital adquiere entonces la forma del capital productivo P, el valor se encarna en los materiales en proceso y en el gasto del trabajo como actividad, hasta que al fmal resulta el producto, listo para venderse y entonces el capital adquiere de nuevo la forma de mercancía M’. En esta forma M’ está ya incorporado al nuevo valor creado durante el proceso productivo y por eso M’ es mayor que M.

La tercera fase M’ - D’ es la venta de mercancías mediante la cual el capital regresa a la forma inicial de capital-dinero pero aumentado en su magnitud. Esta fase se denomina la fase de realización del valor indispensable para que el nuevo valor incorporado en M’ pueda adquirir la forma de dinero que compra medios de producción y fuerza de

JrtPtrabajo, e iniciar así un nuevo ciclo, partiendo de d - M: L _ — Pcro

de esto hablaremos más adelante.

Las formas del capital. El capital-dinero, el capital-mercancía y el capital productivo son diversas formas de manifestarse que tiene el capital al pasar de una fase a otra de su ciclo. Con estas denominaciones se indica la forma material que adquiere el valor durante su proceso de valorización. En cambio, los conceptos de capital constante y capital variable no se refieren a los cambio materiales del valor sino a lo que ocurre con el valor mismo durante el proceso de valorización. En efecto, el capital constante es aquella parte del valor inicial expresado en capital dinero' que sirve para comprar los medios de producción y que perma­nece inalterado en su magnitud durante la fase de producción, pasando en su totalidad al producto final (la depreciación de la máquina y equipo y el valor de las materias primas se transfieren íntegramente al producto final). Por el contrario, el capital variable es la otra parte del valor inicial que sirve para comprar fuerza de trabajo y en virtud de las características de ésta, su valor varía durante el proceso de producción y es precisamente de esta variación que surge la plusvalía, el análisis de cuya génesis haremos a continuación.

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LA PLUSVALIA

La plusvalía es el resultado de los cambios de valor que se operan en la parte del capital que se invierte en la compra de la fuerza de trabajo. Si C es el capital total, c el capital constante, y v el capital variable, entonces al inicio del proceso el valor total será C = c + v. Si C’ es el capital valorizado, entonces C’ = c + w, donde c es el capital constante y w es el nuevo valor creado por la aplicación de la fuerza de trabajo comprada con v. Este nuevo valor depende del tiempo de trabajo materializado en el producto final. Ahora bien este nuevo valor w se distribuye en dos partes: una que sirve al capitalista para reponer lo que gastó en comprar la fuerza de trabajo o sea v y la otra que es el valor creado que no tiene contrapartida inicial y que el capitalista se apropia como plusvalía o sea p. De manera que el valor total del capital valorizado puede descomponerse en tres partes: C’ = c + v + p, donde c es el valor constante que viene desde el inicio del ciclo y v + p son las .dos partes del nuevo valor creado. Si suponemos que se realiza sin medios de producción, entonces c = 0; es decir tan sólo tendremos nuevo valor creado que se distribuye en una parte v para reponer el costo de la fuerza de trabajo y p que es la plusvalía.

Cuota de plusvalía. La proporción entre ambas partes del nuevo valor creado p es la cuota de plusvalía e indica la proporción entre lo

vque cuesta la FT y lo que produce como valor excedente respecto a su propio valor. Supongamos que la fuerza de trabajo cuesta el equivalente de 4 horas de trabajo y se utiliza en la producción durante una jornada normal de trabajo de 8 horas; entonces podemos ver que durante las primeras 4 horas, el obrero lo único que'hace es reponer el valor del capital variable desembolsado para comprar su FT; ésta es una mera reproducción del valor inicial del capital variable. (El trabajo que se realiza para este propósito, Marx lo llama trabajo necesario, porque es “Necesario para el obrero, puesto que es independiente de la forma social de su trabajo. Y necesario para el capital y su mundo, que no podría existir sin existencia constante del obrero". (El Capital, I, p. 64). No debe confundirse este trabajo necesario, con el trabajo socialmente necesario que crea valor. El primero es tan sólo una parte del segundo. En este caso el adjetivo necesario se refiere a que es un trabajo indispensable para mantener con vida al obrero, como lo indica Marx en la cita referida.

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En la segunda fase, el obrero trabaja otrás 4 horas por encima del tiempo necesario para reproducir el valor de su FT, y esto porque él vendió su FT por 8 horas diarias. De modo que el trabajo desplegado durante este período es un trabajo excedente, que está por encima de la simple reposición del valor de la fuerza de trabajo. Este trabajo excedente determina el valor excedente o plusvalía. Es un tiempo de trabajo o un valor por el cual el capitalista no paga nada y por eso también se le llama trabajó impago. *La cuota de plusvalía da una medida exacta del grado de explotación del obrero por parte del capitalista y puede expresarse indiferentemente de la siguiente manera:

p plusvalía plusvalía trabajo excedente

v capital variable valor de la fuerza trabajo necesariode trabajo

trabajo impago

trabajo pagado

La cuota de plusvalía o tasa de explotación es una relación entre la cantidad de plusvalía producida p (o masa de plusvalía) y el valor inicial del capital variable. Además, no debe confundirse la cuota de plusvalía P con la tasa de beneficio p que es la relación que

~v c + vusa el capitalista para evaluar su rentabilidad. (Ver capítulo IV, p 55).

La plusvalía absoluta y la plusvalía relativa

La venta de la fuerza de trabajo y la jomada de trabajo. Como dijéramos anteriormente, el obrero vende su fuerza de trabajo por cierto período de tiempo, durante el cual está obligado a trabajar para el capitalista. El tiempo máximo de trabajo continuo que puede realizar un ser humano, está determinado por el número de horas que puede tra­bajar durante un día. A esto se le llama jomada de trabajo, la cual tiene una duración normal que varía de acuerdo a las épocas y a los países pero que nunca puede superar las restricciones astronómicas (el día tiene sólo 24 horas) y las fisiológicas (mínimo de horas para dormir, para comer, etc.). En la sociedad capitalista, la jornada de trabajo se determina por el hecho de que la fuerza de trabajo es una mercancía. El capitalista ejerciendo su derecho de comprador quiere alargar lo más que pueda el tiempo de consumo de la fuerza de trabajo por la cual ha

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pagado su valor. Por su parte, el obrero pugna para reducir al máximo la magnitud de la jornada de trabajo, para preservar su capacidad lo más posible. De manera que como dice Marx: “Nos encontramos, pues, ante una antinomia, ante los derechos encontrados, sancionados y acu­ñados ambos por la ley que rige el cambio de mercancías. Entre dere­chos iguales y contrarios decide la fuerza” (ibid. p. 180). Por lo tanto, es la lucha de clases la que determina la duración normal de la jornada de trabajo. En la actualidad es de 8 horas, después de haber sido 10 horas y antes de esto de 12, 14 y hasta 16 horas en la época de la Revolución Industrial Inglesa.

La plusvalía absoluta. Supongamos que para producir el producto A no se necesitan medios de producción, es decir que c = 0 y tan sólo se requiere una jornada de trabajo de 8 horas. El valor de A será igual al tiempo de trabajo socialmente necesario T = 8 horas, simbolizado por el segmento a - d.

d’-1-------1

"V~T

La parte a - b del segmento a - d, indica el tiempo necesario para reponer el valor de fuerza de trabajo y el segmento b - d representa el trabajo excedente. Si la fuerza de trabajo vale 4 horas, entonces la plusvalía será de 4 horas. Si el capitalista logra extender el tiempo de trabajo T, digamos de 2 horas más hasta d’, entonces la plusvalía de 4 horas a 6 horas será. El capitalista producirá un valor mayor de A (y desde luego también mayor cantidad de unidades de A), con la misma FT = 4 horas. De ese modo el capitalista aumenta la plusvalía absoluta.

Ya dijimos que este procedimiento para incrementar la plusvalía choca con la resistencia obrera y con límites naturales. Por eso, al desa­rrollarse el movimiento obrero organizado, este método de explotación fue reemplazado por otro aunque nunca fue abandonado del todo. Las horas de trabajo extraordinarias, los turnos de trabajo son expresiones de esta pujante tendencia del capital a extender la jornada de trabajo.

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La plusvalía relativa. Existe, sin embargo, otra manera para aumentar la tasa de explotación en el caso de que la jornada a - d no pueda variar. Si reducimos el segmento a - b, el segmento b - d aumenta aunque a - d permanezca fijo. Pero reducir a - b, significa reducir el tiempo de trabajo necesario para reponer el valor de la fuerza de tra­bajo, dejando más tiempo de trabajo excedente. Por lo tanto, el aumento de la plusvalía mediante la reducción del tiempo necesario es lo que Marx denomina la plusvalía relativa. El tiempo de trabajo necesario se reduce disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo, es decir abaratando el valor del conjunto de mercancías que consume el obrero.

El abaratamiento de cualquier mercancía se logra reduciendo el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla. Esto significa, un cambio en el régimen de producción, en el proceso de trabajo mediante una modificación en los métodos de trabajo o en los medios de producción o en ambos. Todos estos cambios aumentan la capacidad productiva o productividad de trabajo, es decir la capacidad de producir más unidades de una mercancía por unidad de tiempo de trabajo o lo que es lo mismo, producir la misma cantidad de mercancías con menor tiempo de trabajo.

El aumento de la productividad de trabajo que incide en una reducción del valor de la fuerza de trabajo es tan sólo aquella que afecta c'irecta o indirectamente las actividades que producen las mercancías c,ue consumen los obreros. D e manera que, la productividad del trabajo que aumenta la plusvalía relativa no es la que el capitalista puede aumentar directamente en su fábrica, sino la que sirve para abaratar los bienes de consumo obrero.

La productividad del trabajo y la lucha de dase. Si analizamos más atentamente este reparto del tiempo de trabajo socialmente necesario, realizado durante una jornada de trabajo, es decir el nuevo valor creado en la producción, indicado por el segmento a -d; vemos que el reparto de ese valor entre obrero que vende su fuerza de trabajo y capitalista que la compra, depende en definitiva de cual sea el valor de la fuerza de trabajo. A sí por ejemplo, si la jornada es 8 horas y la fuerza de trabajo necesita 4 horas para reponerse, (es decir vale 4 horas); entonces la plusvalía es tan sólo de 4 horas. Ahora bien, si el capitalista quiere aumentar su plusvalía sólo podrá hacerlo tratando de reducir a - b y viceversa si el obrero quiere aumentar su salario real deberá reducir b

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a b d

- d, la plusvalía del capitalista. Estamos frente a intereses antagónicos irreconciliables, pues una de las dos partes sólo puede mejorar su situación a costa de la otra. Hay que recordar, además que el capitalista desembolsa su dinero para comprar MP y FT con el objetivo exclusivo de aumentar el valor, es decir lograr el máximo de la plusvalía posible. En tanto que el capitalista sólo tiene un interés: producir la mayor plusvalía. Por su parte, el obrero sólo vende su FT para obtener un salario con el cual comprar los bienes que necesita para vivir. Su objetivo fundamental es obtener el máximo precio por su FT, incluso por encima del valor de su FT, porque como ser humano desea satisfacer lo mejor que pueda sus necesidades.

De manera que el reparto del valor creado, depende de los pro­cesos de valorización distintos y socialmente antagónicos. El proceso de valorización del capital, es el que delinea el esquema

D - M: MP ...P...M’ - D’ FT

y donde lo único que interesa es añadir la mayor plusvalía posible, sin que importe realmente los bienes físicos que se produzcan. De hecho, la producción de mercancías con un valor de uso es una exigencia que el capitalista no puede obviar, pero lo haría con gusto si pudiera. Su ob­jetivo es producir plusvalía para incrementar su capital; por ello puja para que b - d sea lo más extenso posible. Y los límites se los impone el otro proceso de valorización antagónico al suyo. El proceso de autovalorización obrera que es aquel proceso que caracteriza el siguiente esquema: FT-D-Mc. El obrero vende su única mercancía, su FT y obtie­ne a cambio una suma de dinero con la cual compra las mercancías necesarias para su consumo y el de su familia. Desde el punto de vista del capital este proceso de reposición de la fuerza de trabajo, no es más que paso previo para reiniciar el proceso de producción, y su ideal sería reducirlo al mínimo o eliminarlo del todo. Pero el objetivo del obrero no es el de reponer simplemente su fuerza de trabajo para el capital, aunque de hecho también hace eso, sino que busca aumentar la cantidad y ampliar la gama de valores de uso Me que consume. El móvil de su

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comportamiento es el de desarrollarse como persona, autovalorarse convirtiéndose en un ser humano con mayores necesidades, exigiendo vivir mejor. Por lo tanto, el deseo de tener una vivienda más cómoda y mejor educación para sus. hijos, significa desde luego mejorar la calidad de FT que vende al capital, pero es, sobre todo, hacer de sí mismo y de los miembros de su familia seres humanos más completos y ricos de necesidades que deben satisfacerse; es alejarse cada vez de la condición animal primitiva para convertirse en seres de mayor complejidad física y espiritual. La autovalorización proletaria es precisamente este proceso de incremento cualitativo de las necesidades y de su satisfacción y en esto se diferencia de la valorización del capital, cuyo objetivo es el aumento cuantitativo de la plusvalía.

Este comportamiento obrero incide tanto en la duración de la jornada de trabajo como en el trabajo necesario (el segmento a-b), que son las dos limitantes de la plusvalía (el segmento b-d). Así tenemos que, es de interés para el obrero reducir lo más posible las horas que trabaja para el capitalista, no sólo para preservar su integridad física y psicológica del desgaste que produce el trabajo, sino también para aumentar el tiempo de no trabajo que es el tiempo durante el cual, él puede dedicarse a autovalorarse, es decir a desarrollar y satisfacer sus necesidades. Este es el único tiempo del día en que el obrero crea “valor” para sí mismo. Por otra parte, cuanto más tiempo tenga el obrero para autovalorarse, más necesidad tendrá de más cantidad y mejor calidad de valores de uso que sólo podrá obtener comprándolos como mercancías y dando a cambio dinero. Esto lo motivará a exigir un mayor valor para su FT, es decir a extender las horas de trabajo nece­sario (a-b) para reponer su fuerza de trabajo en desmedro del tiempo de trabajo excedente o plusvalía (b-d)

El obrero buscará obtener un mayor precio por la FT que vende, así como el capitalista tratará por su lado de reducir ese precio al mínimo posible, sin que a ninguno de los dos le importe el hecho de que las reglas del intercambio mercantil de equivalentes establecen que toda mercancía ha de ser cambiada a su valor, o sea según el tiempo de trabajo socialmente incorporado en ella.

En el momento de la contratación de la fuerza de trabajo coinci­den y a la vez colindan dos procesos de valorización antagónicos: el del capital y el del proletariado. Ambos ciclos tiene una fase en común en la cual aparece el choque de fuerzas opuestas entre dos clases sociales:

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D - M: FT / venta capitalista . / obrero

compra / FT - D

Estos intereses son irreconciliables en la medida en que la satisfac­ción de los intereses de una, significa la negación de los intereses de la otra clase.

Este conflicto político entre clases sociales quedará ocultado por las reglas del intercambio de equivalentes, si tanto los capitalistas como los obreros son dos grupos compuestos por muchos individuos que contratan por separado la venta de FT. En tales condiciones, que son las que la teoría económica define como libre competencia, el regateo en la contratación, logrará que la FT se pague según su valor. De este modo, ambos procesos de valorización quedarán sujetos a los dictámenes obje­tivos del mercado, sin que aparezca ninguna subjetividad imponiendo su voluntad. El dominio del capital sobre el proletariado aparece como algo que está en la naturaleza de las cosas, sin que nadie lo quiera así.

Pero con el transcurrir del tiempo, el capital se concentra en mano de pocos grandes capitalistas y los obreros se organizan en sindicatos, la regla objetiva del intercambio de equivalentes se ve modificada por las presiones de ambos bandos. Los obreros tratarán de imponer un precio mayor por su fuerza de trabajo con miras a aumentar Me. Los capita­listas tratarán de oponerse a ello, pero si la presión obrera es muy fuerte, terminarán aceptando, y el trabajo necesario (a-b) tenderá a aumentar y la plusvalía a reducirse. Sin embargo, no todo está perdido para el capital. Si las reglas del mercado son insuficientes para contener la autovalorización obrera,* existe otro medio para recuperar el terreno perdido y la reducción de plusvalía será sólo temporal.

Como dijimos, el objetivo del obrero es incrementar Me y por eso exige mayor precio por su FT y un mejor trato en el uso que el capi­talista hace ella. De modo que si el capital no puede dominar estas

* Si la FT se paga a su valor, entonces la cantidad de bienes que el obrero puede comprar Me será siempre igual, si los precios de éstos no varían; en cuyo caso el proceso de autovalorización obrera sería un simple proceso de reposición de la FT gastada y FT valdría siempre lo mismo. Y si por cualquier razón los precios de las mercancías Me bajasen, entonces el valor FT bajaría también. Si los obreros no oponen una fuerza activa y subjetiva, las reglas de mercado siempre favorecerán al capital.

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exigencias, puede acceder a ellas y recuperar la plusvalía perdida, recu­rriendo a la tecnología, mediante la cual puede desarrollar condiciones de trabajo más aceptables para los obreros y, sobre todo, puede aumen­tar la capacidad productiva del trabajo, que como vimos, cuando es apli­cada a las industrias que producen Me puede reducir el tiempo de trabajo necesario y volver a aumentar la plusvalía relativa.

Ilustremos esto último con un ejemplo. Supongamos que los obre­ros lucharon por un precio mayor de FT para poder pasar de un consumo de 2 Kg. de maíz, al de 3 Kg. de maíz por día (se considera que estos obreros sólo viven de maíz para simplificar). Esto significa que el tiempo de trabajo socialmente necesario pasa de 4 horas a 6 horas, aumentando 2 horas que se restan al trabajo excedente y por lo tanto la plusvalía del capitalista se reduce tan sólo a 2 horas (ver gráfico). El capital puede recuperar sus 2 horas de plusvalía perdidas sin que el consumo obrero disminuya, si por ejemplo logra aumentar la produc­tividad del trabajo en la producción del maíz en un 50%. Entonces se producirán 3 Kg. de maíz en el mismo tiempo en que antes se producían 2 Kg, lo cual significa que 3 Kg. valen ahora lo mismo que 2 Kg. antes. El tiempo de trabajo necesario podrá volver a ser de 4 horas y la plusvalía aumentar a su nivel anterior, al mismo tiempo que el consumo obrero se mantiene a su nivel incrementado de 3 Kg. La tecnología a través de sus efectos sobre la productividad del trabajo ha logrado reconciliar la autovalorización obrera con el proceso de valorización del capital. El capital yuxtapone su propio proceso de valorización sobre el del obrero e incluso lo instrumentaliza para su desarrollo. Porque el mayor consumo obrero significa mayor mercado para vender la mayor cantidad de productos que resulta del aumento de la productividad.

a b Ab d

4 h 2 h

C V 6 h

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C— V -----T = 8 h

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Sin embargo, no debe pensarse que este proceso es sencillo y automático, por el contrario implica graves riesgos y pérdidas para el capital, así como un tiempo más o menos largo para introducir las nuevas tecnologías y eso, siempre y cuando tales tecnologías existan. Por ello, existe siempre la posibilidad de crisis y desbordamiento del orden capitalista en este conflicto entre ambos procesos antagónicos de valori­zación. Sin ahondar en este problema, queremos poner de relieve el papel de la tecnología como elemento de superación posible del conflic­to de clases y, sobre todo, señalar como este conflicto, característico de la sociedad capitalista, es el origen y el motor del aumento acelerado de la productividad. La historia muestra que ninguna otra forma de orga­nización social desarrolló un dominio sobre la naturaleza tan dinámico y eficaz como lo ha hecho el capitalismo. El empuje hacia este gran desarrollo tecnológico surge del conflicto antagónico entre trabajo asala­riado y capital por el reparto del valor creado entre trabajo necesario y plusvalía.

La plusvalía extraordinaria. La eficiencia de la productividad del trabajo está en abaratar los bienes que consume el obrero, reduciendo así el valor de su FT. Sin embargo, aun en el caso que su empresa no produzca bienes de consumo obrero, es provechoso para el capitalista aumentar la productividad de su proceso productivo.

Un producto A cualquiera se vende en el mercado según su valor social, es decir según el tiempo de trabajo socialmente necesario, que es el tiempo promedio que emplean todos los fabricantes de A. Si un ca­pitalista individual, mediante la introducción de una mejor tecnología, logra reducir su tiempo de trabajo a la mitad, entonces habrá una dife­rencia entre su valor individual y el valor social al cual so vende la mercancía A. .Esta diferencia es la que Marx llama plusvalía extraordina­ria.

Ejemplo: El tiempo socialmente necesario para producir una camisa es de 2 horas equivalente a 200 bolívares en dinero. En condi­ciones normales todos los fabricantes usando tecnologías similares emplean 2 horas por camisa. Si alguno de los fabricantes logra mejorar su tecnología y reduce el tiempo de trabajo a 1 hora equivalente a 100 bolívares, entonces, si bien su camisa vale 100 bolívares podrá venderla

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al precio de mercado que es 200 bolívares,* realizando así 100 bolívares de plusvalía extraordinaria. Sin embargo, también podría escoger vender su camisa a 150 bolívares reduciendo su plusvalía extraordinaria en 50 bolívares; pero como su camisa es más barata que las de sus competi­dores, podrá desplazarlos del mercado. Estos se verán obligados a in­troducir ellos también la nueva tecnología o de otra manera deberán abandonar la fabricación de camisas. Si la mayoría de los otros capita­listas, introduce la nueva tecnología, entonces el nuevo tiempo de traba­jo sociálmente necesario se nivelará a 1 hora de trabajo por camisa, el precio será entonces de 100 bolívares para todos y la plusvalía extraor­dinaria desaparecerá.

Por lo tanto, la plusvalía extraordinaria es una ganancia transitoria que obtiene el capitalista que se adelanta a sus competidores en la introducción de nuevas tecnologías y que desaparece cuando éstos lo imitan. Aunque transitoria la plusvalía extraordinaria permite al capita­lista beneficiado acumular más rápido y aventajar a sus rivales. La productividad del trabajo juega pues un rol muy importante en la competencia entre capitalistas. Esta es otra razón del inmenso desarrollo tecnológico del capitalismo.

EL OBJETO D E LA PRODUCCION CAPITALISTA

El trabajo productivo. El concepto de trabajo no se refiere sim­plemente a la producción material. Desde este punto de vista es pro­ductivo cualquier trabajo que produzca algo o cumpla con una función útil. “Por lo tanto, el concepto de trabajo productivo no entraña sim­plemente una relación entre la actividad y el efecto útil de ésta; entre el obrero y el producto de su trabajo” (El Capital I, p. 426). En el capi­talismo el trabajo productivo es aquel trabajo que produce plusvalía para el capital.

La plusvalía como objetivo de la producción capitalista. La produc­ción organizada en forma capitalista, es decir bajo el control del capital que a través del mercado reúne a todos los elementos del proceso productivo, no tiene por objetivo producir objetos útiles para el consumo

* En un mercado de libre competencia, el precio de un mismo producto será igual para todos los productores y estará determinado por los costos promedio del conjunto de productores o en todo caso del productor menos eficiente que, sin embargo, aporta una cantidad de producto al mercado socialmente necesaria.

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ni siquiera mercancías. Su propósito es la producción de plusvalía para incrementar su valor inicial y volver a empezar un nuevo ciclo produc­tivo para producir más plusvalía y así sucesivamente. La plusvalía es pues el fin de la producción capitalista. El hecho de que, el capital para producir plusvalía y realizarla, se vea obligado a producir y vender mercanías es decir cosas que además de valor, tienen también un valor de uso, es tan sólo una condición restrictiva que no puede evitar, pero que la evitaría con gusto si pudiera.

La subsunción fomial y la subsunción real El capital descansa en la producción de plusvalía. Ahora bien, hasta tanto él capital se apoye en la plusvalía absoluta como base principal de acumulación, tratará de prolongar la jornada de trabajo lo más que pueda, pero sin alterar sustancialmente las pautas de trabajo existentes. Esto es lo que Marx define como subsunción (o supeditación) formal del trabajo al capital. Pero a partir del momento en que la plusvalía relativa se hace más importante, entonces el capital empieza a transformar las pautas de trabajo, a supeditar las condiciones naturales y a reorganizar todo el proceso productivo, en función de sus fines (el taylorismo es un ejemplo de esto). De modo que todo el proceso material de producción pierde sus formas tradicionales y se transforma según la orientación y los ob­jetivos que le impone el capital. Esto es lo que Marx llama la subsun­ción (o supeditación) real del trabajo (o del proceso productivo inme­diato) al capital.

La intensidad del trabajo. Bajo la subsunción real del trabajo al capital es posible aumentar la intensidad del trabajo para crear más valor para el capital. La intensidad del trabajo no debe confundirse con la productividad.

Mientras que la productividad del trabajo se refiere a la cantidad de unidades de unas mercancías que es posible producir en un deter­minado período de tiempo', la intensidad del trabajo significa condensar más actividad laboral en la misma unidad de tiempo. La productividad, al aumentar, incrementa el número de unidades producidas por perío­do de tiempo; el mismo tiempo de trabajo se reparte entre un mayor número de unidades del producto y por eso cada unidad Vale menos. La intensidad, al aumentar, incrementa también el número de unidades producidas por período de tiempo, sin embargo cada unidad de tiempo contiene ahora mayor cantidad de trabajo socialmente necesario y, por lo tanto una mayor cantidad de trabajo se reparte entre una mayor canti­dad de unidades de producto, quedando inalterado el valor de cada unidad de producto.

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La reproducción simple. Las sociedades humanas se fundan en una permanente transformación de la naturaleza, es decir en un consumo que exige una producción. Este proceso social de producción debe ser estable y repetitivo, reproduciendo al final de cada ciclo, las condiciones iniciales que hacen posible su repetición. Por ello dice Marx que “todo proceso social de producción....es, al mismo tiempo, un proceso de reproducción” (El Capital I, p. 476). El procesó de producción es también un proceso de consumo, durante el cual el obrero gasta mate­rias primas e instrumentos de producción con el fin de elaborar el producto final. Este “consumo productivo” como lo define Marx, se distingue obviamente del consumo individual del obrero, mediante el cual repone su fuerza de trabajo. Podríamos decir que el proceso de producción es también consumo y viceversa el consumo individual es también producción (de fuerza de trabajo). Sin embargo, definimos como consumo, el consumo que realizan los individuos miembros de la sociedad para reproducirse como tales miembros. El capitalista debe consumir, cierto tipo y cantidad de valores de uso tales como mansiones o apartamentos de lujo, costosos automóviles, restaurantes de alta coci­na, etc., si es que quiere preservarse en su categoría de capitalista. El obrero, también debe hacer lo propio: vivir en modestos apartamentos o ranchos, ingerir un reducido número de alimentos de mediocre calidad, etc. En cambio, llamamos producción, al consumo que hace el obrero cuando trabaja: el gasto de máquinas, materiales, alquileres de galpones, etc. Para que este ciclo productivo pueda reiterarse es imprescindible generar al final de cada ciclo las condiciones iniciales que lo hicieron posible, es decir reproducir las condiciones sociales y materiales en las que se despliega el proceso productivo. En la producción capitalista esto significa reproducir las condiciones capitalistas. A esto Marx lo llama la reproducción simple.

En su aspecto material, el proceso productivo, para cumplir con las condiciones de la reproducción simple, debe fabricar los sustitutos de las máquinas y materias primas, gastadas durante ese mismo proceso, de lo contrario habría una merma para el próximo ciclo. Al mismo tiempo, debe producir toda la gama de valores de uso, que forman parte del consumo tanto del capitalista como del obrero, para que ambos puedan volver a desempeñar sus respectivos roles a la vuelta siguiente. La configuración y composición física de la producción debe ser pues ade­cuada a los requerimientos de la producción y a las necesidades de los consumidores. En relación al valor de la producción, es necesario que

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éste sea de magnitud suficiente para reponer la parte del capital cons­tante gastado y todo el capital variable invertido (en FT). Además, debe contener una cantidad de plusvalía adecuada para cubrir el consumo capitalista. En estas condiciones se garantiza la reproducción simple, es decir la reproducción del régimen capitalista: de una parte el capitalista y de la otra el obrero.( “Es decir que el propio obrero produce constantemente, la riqueza objetiva como capital, como una potencia extraña a él, que lo domina y explota, y el capitalista produce, no menos constantemente, la fuerza de trabajo, como fuente subjetiva de riqueza, separada de sus mismos medios de realización y materialización como fuente abstracta que radica en la mera capacidad del obrero, o para decirlo brevemente, el obrero como obrero asalariado. Esta constante reproducción o eternización del obrero es el sine qua non de la repro­ducción capitalista” (ibid. p. 480).

E l proceso de producción inmediato. Se refiere a aquel proceso que empieza con la compra de los medios de producción y fuerza de trabajo en el mercado y termina al estar listo el producto. Se distingue del proceso de producción y reproducción global que incluye todos los procesos de producción inmediatos así como el proceso de producción de la fuerza de trabajo. En efecto, los medios de producción (instrumen­tos, materias primas, bienes intermedios, etc.), son resultados, productos de anteriores procesos de producción inmediatos; por esta razón Marx los llama también trabajo muerto o trabajo objetivado. Constituyen formas materiales de un trabajo aplicado con anterioridad, un trabajo que ya no vive en la persona del trabajador que lo realizó, sino que está convertido en objeto. En el proceso de producción inmediato, este tra­bajo muerto sólo se mantiene como valor constante gracias al trabajo vivo que es el que realiza el trabajador en ese momento. La transfor­mación de los medios de producción en producto por obra del trabajo vivo aplicado significa preservar ese trabajo muerto que pasa íntegro de los medios de producción a la forma de producto.

Por su parte, la fuerza de trabajo debe reponerse de su desgaste en el proceso de producción inmediato y tiene su propio proceso de reproducción que coincide con toda la vida del trabajador fuera de la fábrica: La escuela, el hospital, el barrio, la familia, la iglesia, la prisión, el sindicato y el partido son algunas de las instituciones y lugares donde la fuerza de trabajo se produce y se reproduce: Todas ellas, las personas que las representan y las disciplinas y saberes que se vinculan con ellas,

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tejen una red de relaciones sociales de dominación y control sobre el obrero que conforman lo que podríamos llamar como fábrica que pro­duce la fuerza de trabajo para el capital. Esta red de relaciones es indudablemente parte del proceso de producción y reproducción del capital, pero constituye la parte “mediata”, no directa de la producción de plusvalía.

En los primeros tiempos del capitalismo, cuando el capital se identificaba con la persona de un capitalista individual que dirige su fábrica y se vincula con el resto de la sociedad a través del mercado o como ciudadano, todo lo que cuenta es el proceso de producción inme­diato. Las restantes instituciones y relaciones sociales que desbordan la fábrica y el mercado, parecen ser dones naturales a ser aprovechados u obstáculos históricos a ser superados, pero en todo caso delinean un espacio diferente al de la producción de plusvalía. El capital, como valor que se valoriza mediante la aplicación del trabajo vivo del obrero al trabajo objetivado de las materias primas e instrumentos, es una isla en un mar de extensas y complejas relaciones sociales (políticas, jurídicas, culturales, ideológicas, afectivas, familiares, deportivas, etc.) sobre las cuales no tienen un control directo. No tiene un control directo de los saberes y de las pautas de trabajo que desarrollan los obreros, que son pautas y saberes aprendidos por herencia y tradición de la época artesanal. Al igual que el proceso de trabajo, sin embargo, estas relaciones se van ordenando en función de los intereses del capital. Al principio, tan sólo de manera mediata y formal a tal punto que sólo obedecen a sus intereses en “última instancia”, es decir porque todo el sistema de cohesión social favorece la preservación del capital. Pero posteriormente, el capital empieza a orientar y dirigir cada vez más eficazmente toda esa red de relaciones que, sin embargo, conservan su propia dinámica y estructura. Cabe aquí, hablar de una subsunción formal de la sociedad al capital, como ocurrió antes con el proceso de trabajo.

En la medida en que el capital incorpora al resto de las institu­ciones y reorganiza las relaciones sociales cada vez más en función de su ciclo de valorización, la distinción tajante entre proceso de producción inmediato, como lugar de producción de la plusvalía, y el proceso de producción y reproducción social, como el espacio donde se generan y se restablecen las condiciones generales del proceso de producción inme­diato, se desdibuja y tiende a desaparecer. Toda la sociedad se convierte en la gran fábrica y sus instituciones en tantas fases del proceso de valo­

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rización. Todo esto significa que el proceso de subsunción formal, se convierte en subsunción real de la sociedad al capital. El capital empieza su producción de plusvalía con la producción misma de la fuerza de trabajo. Ya no se limita a comprarla en el mercado, dejando que su producción corra por cuenta de la familia (la unidad artesanal de pro­ducción y reproducción donde el artesano -el padre- utiliza su instru­mento de reproducción -su mujer- para reproducir su fuerza de trabajo -él mismo y sus hijos- del modo que él quiere. El decide la cantidad de alimento y sexo que su mujer debe proporcionar, la educación que debe dársele a sus hijos, etc.).

Ahora el capital reorganiza la familia, la educación, la salud, etc., como anexos a la fábrica, extendiendo así las formas materiales por las cuales transcurre el proceso de valorización. Este hecho tiene como contrapartida la proletarización (la conversión en trabajadores asalaria­dos que producen plusvalía para el capital), de una cantidad de trabaja­dores que prestan sus servicios en estas áreas. El comportamiento social de las mujeres, de los jóvenes, de empleados educativos y otros trabaja­dores, que antes caían fuera del proceso de producción inmediato en las áreas artesanales y no capitalistas de la sociedad, debe comprenderse a partir de esta nueva realidad que ha modificado la composición material del proletariado, respecto a la que tenía en el siglo pasado.

La plusvalía y el socialismo real. El afán de producir plusvalía lleva al capital a subsumir la producción inmediata primero y a toda la so­ciedad después. El socialismo real tal como existe hoy en día no elimina la relación básica D - los obreros siguen siendo vendedores

[FTde su fuerza de trabajo. Lo que si cambia respecto a las economías de mercado, es la figura del capital. Aquí, el capital individual perteneciente a ciudadanos privados, ha sido desplazado por el Estado y sus funciona­rios. Esto trae, desde luego, profundas diferencias con el capitalismo de mercado en lo político, jurídico y social. Y la razón es que en el socialismo real, la sociedad misma es la gran fábrica del capital. El socialismo real es una expresión de la subsunción real de la sociedad en el capital, en la cual el capital se socializa y se hace abstracto. Históricamente, el socialismo real es una respuesta del capital a las pretensiones subversivas del proletariado y constituye una derrota de este último y no su triunfo, cuya posibilidad histórica aún no ha sido realizada.** Sobre estos temas consúltese: E. Del Búfalo: "El Socialismo como discurso y Práctica

Histórica" (mimco); Caracas 1980.

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Capítulo III

EL PROCESO DE ACUMULACION DEL CAPITAL

El capital es valor que se valoriza, esto significa que su objetivo es producir plusvalía para añadirla al valor inicial. De modo que para que gste incremento de valor sea posible, la plusvalía producida debe exceder los requerimientos del consumo individual del capitalista. La reproducción simple en tanto que reproducción capitalista es parte del proceso de acumulación de capital; pero un capitalismo limitado a la reproducción simple no es posible en términos reales.

El proceso de acumulación: es conversión de plusvalía en capital y por eso mismo un proceso de reproducción ampliada, es decir que el valor adicional, que excede el valor inicial del capital, debe estar acom­pañado de los elementos materiales adecuados para poderse acumular. En efecto, la acumulación de capital es inversión de plusvalía como capital, así pues que este valor adicional en dinero A D debe poder comprar el correspondiente excedente de medios de producción A MP y de fuerza de trabajo A FT. La condición material de la acumulación es que se produzcan cantidades adicionales de medios de producción y de medios de vida para mantener la FT que deberán emplearse.

La ley de apropiación capitalista. Si hacemos abstracción del valor inicial que muy bien hubiera podido provenir del trabajo propio de su dueño, vemos que cualquier capital es el resultado acumulado de plus­valías producidas en períodos anteriores, es decir el resultado del trabajo excedente no pagado. El obrero se enfrenta en el mercado a su propio trabajo enajenado como capital. Por eso dice Marx: “la ley de la apro­piación o la ley de la propiedad privada, ley que descansa en la pro­ducción y circulación de mercancías, se truca por su misma dialéctica interna e inexorable, en lo contrario de lo que es” (El Capital I, p. 492). De hecho el cambio de equivalentes se convierte en aparente, puesto que el capital que se cambia por fuerza de trabajo no es más que

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“producto del trabajo ajeno apropiado sin equivalente”; por su parte, el obrero debe reponer ese capital con un nuevo superávit. “De modo, la relación de cambio entre el capitalista y el obrero se convierte en una. mera apariencia adecuada al proceso de circulación, en una mera forma ajena al verdadero contenido y que no sirve más que para mistificarlo. La operación constante de compra y venta de la fuerza de trabajo no es más que la forma. El contenido estriba en que el capitalista cambia constantemente por una cantidad mayor de trabajo vivo de otros por una parte de trabajo ajeno ya materializado, del que se apropia incesantemente sin retribución. En un principio, parecería que el derecho de propiedad se basaba en el propio trabajo. Por lo menos, teníamos que admitir esta hipótesis, ya que sólo se enfrentaban poseedores de mercancías iguales en derechos, sin que hubiese más medios para apropiarse una mercancía ajena que entregar a cambio otra propia, la cual sólo podía crearse mediante el trabajo” (ibid.).

La propiedad, prosigue Marx, “se convierte en el derecho de apropiarse el trabajo ajeno no retribuido”, pero para el obrero la propiedad es “la imposibilidad de hacer suyo el producto de su trabajo”, de manera que “el divorcio entre la propiedad y el trabajo se convierte en secuencia obligada de una ley que parecía basarse en la identidad de ambos factores” (ibid.).

Y sin embargo, el modo de producción capitalista, aunque parece quebrantar las leyes de intercambio mercantil basado en la equivalencia de los valores que se cambian, no constituye una violación de dichas leyes. Por el contrario, es el resultado de su consecuente aplicación. Así dice Marx, “la ley de cambio es una ley de equivalencia respecto a los valores de cambio de las mercancías que se entregan recíprocamente. Pero esta ley presupone incluso, desde el primer momento, una diver­sidad en cuanto a los valores de uso de las mercancías cambiadas, y no tiene absolutamente nada que ver con el empleo que se les da, pues éste es posterior a la celebración y ejecución del contrato”. (El Capital I, p. 493). En conclusión, el hecho de que la fuerza de trabajo como valor de uso tenga la peculiaridad de crear nuevo valor mayor al que ella misma vale, y que dicho valor le pertenezca al comprador de esa fuerza de trabajo, el capitalista, y no al vendedor, el obrero, es lo que armoniza e integra funcionalmente la igualdad formal del intercambio mercantil, con la realidad de la explotación capitalista.

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LA LEY GENERAL DE LA ACUMULACION CAPITALISTA

Para analizar los efectos de la acumulación del capital sobre la clase obrera es preciso tomar en cuenta la composición del capital.

La composición orgánica del capital. Con arreglo al valor, la composición del capital se refiere a la proporción entre capital constante y capital variable, es decir la proporción entre el valor de los medios de producción y el valor de la fuerza de trabajo empleada. Esto es la composición de valor. Con arreglo al proceso material de producción los capitales se dividen en medios de producción y fuerza de trabajo y la proporción entre la masa de los medios de producción y la cantidad de trabajo necesario para empleados, Marx la denomina composición técni­ca. Existe pues una interdependencia entre ambas composiciones, y cuando varía la segunda, la primera también se modifica. La composi­ción orgánica del capital, es la composición de valor en tanto que de­terminada por la composición técnica y refleja los cambios operados en esta última. Las fórmulas que la expresan son: c /c + v ó c/v.

Si la composición orgánica del capital es invariable, entonces al aumentar la acumulación, se incrementará también, la parte variable del capital, es decir la parte invertida en fuerza de trabajo. Esto es fácil de demostrar: si la proporción entre medios de producción y fuerza de trabajo es de 3 a 1, entonces al nivel de acumulación Q,, se utilizarán, digamos 3.000 máquinas y 1.000 obreros. Si la acumulación sube al nivel Q2, y las máquinas aumentan a 6.000, también los obreros aumentarán a 2.000. En este caso, la demanda de trabajo crece en 1.000 unidades por efectos de la acumulación, lo cual significa también que la clase social que compone los asalariados aumenta al ir desarrollándose la acumulación. Esta última no sólo reproduce, a los capitalistas y a los trabajadores como parte de su reproducción simple, sino que siendo una reproducción a escala ampliada, también reproduce en mayor número tanto a capitalistas como a trabajadores.

Ahora bien, puede ocurrir que un proceso acelerado de acumula­ción haga subir considerablemente la demanda de fuerza de trabajo y esto estimula una subida de los salarios. Pero esta alza de los salarios reduce, a paridad de condiciones, el trabajo excedente; y la reducción de la ganancia del capital disminuye la acumulación, con lo cual desaparece el efecto que había hecho subir los salarios y éstos bajan nuevamente a

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su nivel normal. El nivel de salario jamás puede subir más allá del limite que pone en peligro la reproducción del régimen capitalista. Marx, en polémica con las tesis clásicas que hacían depender las variaciones del salario de la oferta “natural” de trabajo, debida al crecimiento poblacio- nal, concluye que “Son estas variaciones absolutas de la acumulación del capital las que se reflejan como variaciones relativas en la masa de la fuerza de trabajo explotable” o “Para decirlo en términos matemáticos: la magnitud de la acumulación es la variable independiente, la magnitud del salario la variable dependiente” (El Capital I, p. 523). Este caso es para Marx, el más favorable a la clase obrera y, sin embargo, el menos realista.

Cambios en la composición orgánica del capital. Recordando que el fundamento del régimen capitalista es la producción de plusvalía, es fácil entender porque el incremento de la productividad social del trabajo se convierte en la palanca más poderosa para impulsar la acumulación. Pero el incremento de la productividad social se refleja siempre en un aumento de la masa de medios de producción con los que el obrero opera. Estos cambios afectan también, la composición de valor, puesto que en principio, si los medios de producción aumentan respecto de la masa de trabajo, debemos esperar un aumento de capital constante en relación al capital variable.

Sin embargo, el aumento físico de los medios de producción res­pecto a la masa de trabajo, no tiene que traducirse necesariamente en un aumento proporcional del capital constante con relación al capital variable. Esto porque un incremento de la productividad social del tra­bajo, reduce el valor unitario de cada mercancía, de manera que es concebible que un mayor número de medios de producción pueda valer lo mismo que que un número menor de ellos, antes del aumento de la productividad social del trabajo, incluso podría darse el caso de que llegaran a valer menos. Pero Marx considera que la reducción del valor unitario de cada medio de producción, no compensa su crecimiento físico, de modo que el resultado final es un aumento de la parte del capital que se destina a la compra de medios de producción. En síntesis, los cambios en la composición técnica producidos por el desarrollo de la productividad social del trabajo, se traducen en un incremento de la composición orgánica del capital.

La concentración del capital. Desde los inicios del capitalismo, el incremento de la productividad social del trabajo presupone la división

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y combinación del trabajo. La cooperación en gran escala entre múlti­ples artesanos significa, al mismo tiempo, una economía de medios de producción al concentrarse éstos en manos del capitalista. Esta concen­tración hace además posible la creación de sistemas de máquinas que desarrollan enormemente la productividad social del trabajo y que luego conduce a la aplicación de la ciencia, a través de la tecnología, al pro­ceso productivo, como expresión de la más elevada productividad social. La acumulación de riqueza, por lo tanto, cuando se da sobre la base de relaciones mercantiles, se realiza mediante el incremento de capitales individuales, es decir en la medida en que los medios sociales de pro­ducción y de vida (los bienes de consumo) se convierten en propiedad privada de unos cuantos individuos.

Este proceso de concentración de los medios de producción y vida en manos del capitalista, es la primera forma de acumulación que Marx denomina la Acumulación Originaria, punto de partida de la acumula­ción de plusvalía. Analizaremos más adelante las características de esta Acumulación Originaria. Por lo pronto, basta señalar que toda la acu­mulación capitalista parte de una acumulación previa. Ahora bien, toda conversión de la plusvalía en capital, significa aumentar el capital inver­tido en el proceso de producción' que funciona a escala ampliada. De modo que el aumento de la riqueza, significa su concentración en las manos de los capitalistas. “Todo capital individual es una concentración más o menos grande de medios de producción, con el mando con­siguiente sobre un ejército más o menos grande de obreros” (El Capital, pp. 528-529). Así pues, la acumulación de capital aumenta la concentra­ción, es decir un crecimiento del número de medios sociales de produc­ción en manos de capitalistas individuales, en proporción al desarrollo de la riqueza social. Al mismo tiempo, crece también el número de capitalistas individuales, entre los cuales se reparte el capital social total y desde luego la competencia entre ellos. Acumulación y concentración se implican mutuamente.

La centralización del capital. La competencia entre los capitalistas resulta en la expropiación de algunos por parte de otros más eficientes. La lucha de la competencia produce un abaratamiento de las mercancías en un régimen de libre competencia, y esto permite que los productores más eficientes, desplacen del mercado a aquellos que no pueden rebajar sus precios. Además, la aparición del crédito permite aglutinar en las manos de algunos capitalistas, todas esas pequeñas cantidades de

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mercancías ahorradas diseminadas por la sociedad y convertirlas así en inversión en nuevos equipos y fuerza de trabajo. Estos dos factores son los principales impulsores de la centralización que crea nuevo capital. Aquí, lo que ocurre es tan sólo una reducción de los capitalistas o de los que controlan el mismo capital existente.

La centralización, permite acometer proyectos de gran envergadura que no serían posible para pequeños capitalistas, desarrollar nuevas tec­nologías con mayor rapidez y racionalizar el proceso productivo. En otras palabras, incrementar la composición orgánica del capital. El proceso de centralización y concentración se traduce en una transfor­mación del sistema capitalista, constituido por pequeñas y numerosas unidades de capital. En su lugar, aparecen las grandes empresas mono- pólicas que reorientan las formas de competencia, iniciando una nueva fase del capital; la del capitalismo monopolista que va acompañada precisamente por los grandes desarrollos tecnológicos de la segunda mitad del siglo XIX y, de la nueva disciplina laboral llamada taylorismo. Después de la segunda guerra mundial, este proceso de concentración y centralización, ha propiciado la conversión de los grandes monopolios en empresas transnacionales.

E l ejército industrial de reserva. La acumulación de capital pues no significa tan sólo un cambio en la magnitud del valor, sino también un cambio cualitativo en su composición orgánica. El desarrollo de la productividad social del trabajo y el proceso de concentración y centra­lización producen una tendencia al crecimiento más que proporcional de los medios de producción, respecto a la fuerza de trabajo empleada. De modo que con la acumulación de capital, la parte constante aumenta más rápidamente que la parte variable, conforme aumenta la magnitud total del capital. Ahora bien, la demanda de trabajo depende del creci­miento del capital variable, por lo tanto, si el capital total crece, la fuerza de trabajo empleada crece también, pero en una proporción constantemente decreciente. Este crecimiento absoluto de los obreros por efecto de la extensión del proceso de aumulación, crea también las condiciones para que un buen número de ellos sea permanentemente expulsado de la producción. Los saltos y cambios tecnológicos crean nueva necesidad de obreros, pero también ahorran cantidad de trabajo. Esto produce una población obrera excesiva para las necesidades medias de explotación del capital que Marx llama el ejército industrial de reserva. Este tiene una gran influencia sobre los salarios cuyo movimiento se

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regula por las expansiones (decrece al salario) y las contracciones (crece el salario) de esta masa de desempleados. De modo que para Marx, es el propio proceso de acumulación el que produce un mecanismo regu­lador del salario, para impedir que un crecimiento excesivo de este último, ponga en peligro la acumulación del capital.

La ley general de la acumulación capitalista. De todo esto, Marx deduce su famosa ley general de la acumulación que en sus propias palabras se sintetiza así: “Cuanto mayores son la riqueza social, el capital en funciones, el volumen y la intensidad de su crecimiento y mayores también, por tanto, la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo, tanto mayor es el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital”. “De donde se sigue que, a medida que se acumula el capital tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su retribución, ya sea ésta alta o baja” (El Capital, pp. 546-547). Esto significa que el pauperismo crecien­te de la clase obrera del que habla Marx se refiere a la condición obrera relativa a la riqueza total, la cual es cada vez peor. Pero de ninguna manera, se refiere a una supuesta miseria absoluta, una pobreza lindante con la vida animal, como se ha dicho muchas veces. Por el contrario, en otros textos Marx habla precisamente del enriquecimiento progresivo en términos materiales del obrero por efecto de la acumulación y de su propia lucha para valorizarse como ser humano. Desde este punto de vista, el capital sin proponérselo se convierte en el medio para desarro­llar nuevas necesidades en el hombre y hacerlo así un ser cada vez más completo y sofisticado. Pero esto no quita que, en el capitalismo, el obrero sea siempre más pobre respecto a la riqueza social que crece.

LA ACUM ULACION ORIGINARIA

Hemos visto que la acumulación capitalista es un proceso de valo­rización del valor, el cual se inicia cuando el capitalista compra fuerza de trabajo en el mercado. El capitalista, tiene en su poder los medios de producción o lo que es lo mismo, el dinero para comprarlos en el mercado. Pero ni la fuerza de trabajo, ni los medios de producción fueron siempre mercancías intercambiables por dinero. La fórmulaD - M MP expresa una relación social que se caracteriza por la exis-

FT

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tencia de propietarios privados de las condiciones de trabajo y propie­tarios privados de la fuerza de trabajo, en la cual los primeros ejercen un poder sobre los segundos. Sin embargo, el proceso social de produc­ción, el intercambio orgánico de la sociedad con la naturaleza, está constituido por una mezcla indisoluble de instrumentos y materiales de la actividad de trabajo. ¿Cómo fue entonces que los primeros se sepa­raron de este último? ¿Cuál es el proceso mediante el cual el trabajo se separa de sus condiciones? Estas interrogantes se refieren a la génesis histórica del capitalismo, indagan acerca de aquellos procesos históricos que pusieron en marcha toda una compleja red de relaciones sociales que culminaron con la aparición del capitalismo industrial, cuyo mecan­ismo básico de acumulación ya hemos analizado. Marx, llamó a este largo proceso del formación del trabajo asalariado o, lo que es lo mismo, de concentración de los medios de producción en manos de algunos individuos: la acumulación originaria Esta no es “pues más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción. Se la llama “originaria” porque forma parte de la prehisto­ria del capital y del régimen capitalista de producción”." (El Capital I, p. 608).

Marx fijó sus inicios en la Inglaterra del siglo XIV, y dedicó el capítulo XXIV del Tomo I de E l Capital al estudio de como fueron -durante siglos- expulsados los campesinos y expropiados los artesanos independientes, hasta formar los grandes contingentes de asalariados. Sin embargo, a nuestro juicio, el conjunto de eventos sociales que inicia­ron la acumulación originaria son anteriores y abarcan a toda Europa Occidental, o mejor aún al Occidente Latino como se llamaba entonces. Desde el siglo XI, el repunte del comercio y la consiguiente formación de capitales mercantiles empezaron a desarticular las relaciones feudales de producción, iniciándose así la formación de la artesanía citadina, la emergencia de los Estados Nacionales, la extensión de las relaciones mercantiles y el surgimiento de un pensamiento humanista primero y científico después. Alrededor del valor económico, del poder político y de la razón teórica se fueron articulando múltiples y complejas relacio­nes de fuerza que ordenaron la sociedad a partir de la separación del trabajo de los medios de producción, hasta llegar a consolidar el capital tal como lo conocemos actualmente.

A nivel de la producción, la primera separación del siervo de la tierra produjo la artesanía urbana, en la cual el artesano es dueño de los medios de producción directos, pero está sometido indirectamente al

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capital comercial, que le proporciona las materias primas y le compra sus productos acabados. Luego de algunos siglos y muchas vicisitudes el capital empieza a organizar a los artesanos y a asignarles funciones específicas en el marco de un determinado proceso productivo, ésta es la época de la cooperación que expresa una mayor penetración del capital en la dirección del proceso productivo y, al mismo tiempo, una mayor separación del trabajo de los medios de producción. El artesano que antes era capaz de producir él solo un determinado producto, se convierte en un especialista que requiere de la colaboración de otros artesanos, también especialistas, para lograr un producto acabado y vendible como mercancía. Es el capital el que ensambla a los diversos especialistas y bajo su dirección el proceso de producción logra la unidad necesaria. Más tarde, el capital reúne a los artesanos en un mismo lugar y los dota de los instrumentos de trabajo necesarios. Surge así la manufactura en la cual los trabajadores artesanos ya no poseen los medios de producción directos o por lo menos les falta una parte de ellos. Están dadas las condiciones para introducir las máquinas en sus­titución de los instrumentos artesanales. La incorporación de las máqui­nas transforma a la manufactura en la fábrica, en la cual el trabajador es reducido a pura actividad laboral que se agrega a las máquinas. La separación del trabajo de sus medios de producción se ha completado y la acumulación originaria cede el paso a la acumulación capitalista propiamente dicha.

A uivd de relaciones de poder, la disolución de la economía feudal impulsa la emergencia de la ciudades y de la burguesía mercantil. La concentración de las prerrogativas y poderes feudales en la persona de un príncipe territorial, reduce el poder de la nobleza feudal y protege los intereses de la burguesía mercantil y al mismo tiempo establece diferen­cias cada vez más marcadas entre un territorio y otro. El Estado nacio­nal se consolida como expresión de la soberanía del príncipe y sobre el antiguo territorio de la cristiandad feudal aparece toda una red de Estados nacionales que protege y estimula la mercantilización ,de las relaciones sociales y la destrucción de los viejos vínculos de servidumbre. El rol que juega el Estado nacional como organización político-territo­rial en el desarrollo de la acumulación originaria se ha estudiado en otra parte.*

* Véase: E. Del Búfalo; E. Paredes: E l Pensamiento Crítico Latinoamericano. México1979.

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A nivel del pensamiento, la emergencia de una burguesía mercantil en las ciudades creó un ambiente cultural para la exaltación del hombre como manipulador de la naturaleza, como individuo soberano lugar privilegiado de la razón. Este proceso se expresó a lo largo de diversos renacimientos desde el siglo XIII en adelanté en la poesía y literatura y en las artes plásticas. Hasta que en los siglos XVI y XVII las reglas de pensamiento racional se ordenan en una forma particular en relación a la realidad, dando origen al desarrollo de las ciencias naturales cuyos resultados empezaron a introducirse en la producción mediante las máquinas.

En conclusión, la reorganización del proceso de producción inme­diato y la progresiva constitución del trabajo separado y privado de los medios de producción, va acompañada de la formación de una red de instituciones y relaciones sociales que tienen su propia especificidad, pero que se insertan por así decirlo en el marco de una estrategia de dominación anónima que tiene por objetivo la formación del capitalista y del trabajador asalariado. Por eso, si bien la acumulación originaria es algo diferente a la acumulación capitalista, tal como la hemos analizado, es sin embargo, el origen histórico del capitalismo y de la constitución de la sociedad burguesa. En una perspectiva histórica es parte del ca­pitalismo y sus inicios contituyen la génesis histórica del capital.

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Capítulo IV

LA TRANSFORMACION DE LA PLUSVALIA EN GANANCIA Y DE LOS VALORES EN PRECIOS DE PRODUCCION

LA TRANSFORM ACION D E LA PLUSVALIA EN GANANCIA

En esta parte analizaremos no el proceso de producción en sí, sino como se presenta a la conciencia del propio capitalista.

El valor M de toda mercancía producido por métodos capitalistas se puede considerar constituido de tres partes: c el valor de los medios de producción gastados, v el valor desembolsado en la compra de la fuerza de trabajo y p el valor excedente o plusvalía. Ahora bien, el costo real de M se mide por el trabajo invertido en su producción: el trabajo muerto u objetivado en los medios de producción más el nuevo tiempo de trabajo socialmente necesario que determina el valor de M. Sin embargo, para el capitalista el costo de M se mide por la inversión de capital que él debe realizar para obtener M, es decir por (c+v). Esto es lo que Marx llama el precio de costo de una mercancía, que, como puede observarse, es siempre menor que su valor. La diferencia entre el valor de la mercancía y su precio de costo es la plusvalía o ganancia del capitalista.

Por lo tanto, lo que interesa al capitalista es saber cuanta plusvalía p obtendrá mediante la inversión de un determinado capital K = c + v. Esta relación p/K = p /c + v = g es la cuota o tasa de ganancia (beneficio); y se distingue de la cuota de plusvalía p/v que mide la rela­ción entre trabajo pagado y trabajo excedente. Desde luego ambas magnitudes están relacionadas pero son diferentes. La ganancia es una forma transfigurada de la plusvalía, en la cual se borra el origen de la explotación, y aparece como un resultado global del capital invertido. Al capitalista no le interesa saber que sólo el trabajo vivo aplicado al proceso productivo crea nuevo valor; para él, el nuevo valor es el

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resultado conjunto del capital total invertido, sin distinguir entre c y v. El tan sólo sabe que si quiere obtener p, debe invertir una cantidad K en medios de producción (c) y en fuerza de trabajo (v) y, por lo tanto, es todo K lo que produce p.

L a tasa de ganancia y la tasa de plusvalía. Si la tasa de ganancia es P _ P , podemos convertir esta expresión en otra

g ' K ~ c + vque incorpore también a la cuota de plusvalía p ’. Recordando que p ’

_ P y que por tanto p ’\ = p, entonces P _ P v _s c + v c + v

, . _ L _F C + V

Este es el procedimiento que utiliza Marx, para incorporar, la cuota de plusvalía en la expresión de la. tasa de ganancia.

Sin embargo, Paul Sweezy* utiliza una expresión más clara:

p _ vp** pe + pv - pe***® c + v v(c + v) v(c + v)

p(c + v) - pe p̂ €—i v) pev(c + v) v(c—4— v(c + v)

JP_ _P_ cV V C + V

donde JL es la cuota de plusvalía y — ^— es la composición

orgánica del capital.

* Paul Sweezy; ‘T eoría del Desarrollo Capitalista”, Edit. Siglo XXI.

** Arbitrariam ente se multiplica por v num erador y denominador que como se sabe no altera la proporción.

*** A rbitrariam ente se suma y resta el mismo valor pe que no altera el de' numerador.

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La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Obser-

D / Cvemos la expresión g= — (* " c + v ) . Cuando — permanece

cconstante y ■ + ■ aumenta, entonces g disminuye, o también si ambos

aumentan, pero la composición orgánica crece más rápidamente que la cuota de plusvalía, entonces la tasa de ganancia también bajará.

Sobre esta base Marx consideró que el desarrollo tecnológico para aumentar la productividad del trabajo afecta más a la composición orgánica de lo que la productividad hace aumentar la cuota de plusvalía. Por lo tanto, el desarrollo histórico de la acumulación capitalista tiende a hacer crecer la composición orgánica del capital más velozmente que la cuota de plusvalía. Esto implica la existencia de una tendencia a la disminución de la tasa de ganancia y, siendo ésta el principal estímulo para que el capitalista invierta, se deduce que el desarrollo secular del capitalismo tiende a estancarse. Claro que existen contratendencias que neutralizan o incluso invierten dicha tendencia por largos lapsos de tiempo y quizás indefinidamente; pero Marx se une a los economistas clásicos como Ricardo y Stuart Mili en prever la caducidad del régimen capitalista, aunque estos últimos los fundamentan en razones diferentes.

Este análisis de Marx adolece del mismo defecto que tienen todas las proyecciones: y es que extienden al futuro la estructura derivada del presente sin que existan más variaciones que las cuantitativas. Este procedimiento siempre conduce a absurdas paradojas o a estancamientos del mecanismo en estudio. Pero el defecto está en el procedimiento lógico y no en la realidad. La posible crisis del capitalismo no radica en las contradicciones que su mecanismo presenta en una determinada fase, sino más bien en la conflictualidad que ofrece una clase proletaria cada vez más sofisticada y menos dispuesta a ser reducida a simple fuerza de trabajo. Pero aquí deberíamos abandonar el marcó de las categorías reifícadas de la economía y entrar en el análisis político de las relaciones de poder que se ocultan detrás de los conceptos de la tasa de ganancia, capital variable, composición orgánica, etc. Pero este no es el lugar para ello, y por lo tanto, procederemos con nuestro análisis económico.*

* El lector interesado en este problema puede consultar mis trabajos citados en la bi­bliografía

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La tasa de ganancia y la rotación del capital. Por rotación del capital se entiende todo un ciclo completo del capital y consta de dos elementos: el tiempo de producción y el tiempo de circulación. El pri­mero es el tiempo en que dura el capital en la forma de MP y FT hasta convertirse en M. El segundo es el tiempo que necesita para cambiar de M a D. Mientras más largo sea el tiempo de rotación debido a la ex­tensión del tiempo de circulación, menor será la tasa de ganancia. De modo que, los períodos que el capital requiere para realizar la venta influye negativamente en la tasa de ganancia, por eso los capitalistas tratan de recortar ese tiempo al mínimo posible.

La perecuación de la tasa de ganancia. En el sistema capitalista la competencia entre capitales tiende a nivelar alrededor de un único valor la tasa de ganancia que cualquier capital puede obtener invirtiéndose en cualquier actividad de la economía. Si por cualquier razón, la tasa de ganancia en el sector A sube por encima del promedio, entonces los otros capitales abandonarán su sector para afluir hacia el sector A, la abundancia de capitales en A y la escasez relativa en el resto de la economía, hará bajar la tasa de ganancia en A y subir en el resto de la economía y al restablecerse la igualdad, los capitales ya no tendrán motivo para cambiarse de actividad. Si existen barreras o impedimentos para que los capitales se desplacen hacia A, entonces existirá una con­dición de monopolio en A, en cuyo caso la diferencia entre la tasa de ganancia A se mantendrá permanentemente por encima del resto de la economía. Pero si existe movilidad del capital para desplazarse hacia cualquier sector de la economía, entonces la tendencia a la igualación de la tasa de ganancia se realizará.

En conclusión, todos los capitales ganan el mismo porcentaje por cada bolívar invertido, independientemente de lo que producen como valores de uso (acero, alimentos, automóviles, etc.). De otro modo, nadie invertirá en aquellas actividades menos rentables, pudiendo hacer­lo en las más provechosas y se dejarían producir cosas esenciales para el mantenimiento de la sociedad. Recuérdese que el objetivo del capi­talista es obtener una ganancia y no producir cosas útiles; y por esto sólo producirá esas cosas útiles si se le garantiza el máximo de ganancia posible.

Diferencias sectoriales en la composición orgánica del capital. El desarrollo de la productividad y consiguientemente el desarrollo de la tecnología, si bien abarca a todas las actividades es desigual entre una y

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otra. Esta desigualdad, se refleja en la composición orgánica de cada sector que es diferente a la de los otros sectores. Así, por ejemplo, la proporción de lo que se invierte, en medios de producción y en fuerza de trabajo en el sector siderúrgico no es la misma de la que corresponde al sector textil, siendo mayor en el primero. En estas condiciones es imposible que las mercancías se vendan a su valor y, al mismo tiempo, cumplir con el requisito de una tasa de ganancia igual para todos.

LA TRANSFORMACION D E LOS VALORES EN PRECIOS D E PRODUCCION

Marx trató de resolver este dilema que ya había preocupado a Ricardo, porque la teoría del valor trabajo parecía inaplicable a un régimen capitalista en el cual existan diferentes composiciones orgánicas, diferentes tiempos de rotación y la exigencia de una tasa de ganancia promedio igual para todos. En estas circunstancias es imposible vender las mercancías a sus valores y, al mismo tiempo, cumplir con las condiciones mencionadas. El precio de equilibrio, es decir el precio al que las mercancías pueden venderse haciendo abstracción de las fluctuaciones coyunturales del mercado, debe ser un precio que haga posible la repetición permanente de la actividad productiva en determinadas condiciones tecnológicas y económicas. Este precio será siempre diferente al valor determinado por el tiempo de trabajo a menos que no exista capital constante o que la composición orgánica y el tiempo de rotación sean iguales para todos los capitalistas. En el capitalismo, el tiempo de trabajo parece ser una manera inadecuada de medir el valor de las mercancías. Las teorías del valor trabajo no parece dar cuenta a los precios reales y, por lo tanto, no puede fundamentar una teoría aceptable de los precios y debe ser rechazada. Esta crítica fue formulada por los teóricos neoclásicos y desde entonces se ha repetido incesantemente.

Marx se esforzó por resolver este problema de la siguiente mane­ra: Los precios de producción Pp son una transformación de los valores que toman en cuenta la ganancia realizada a partir de la tasa promedio y no la plusvalía producida directamente por cada capital. Es como si las diferentes plusvalías individuales se arrojaran en un fondo común de todos los capitalistas y luego cada quien retiraría su parte no según lo que aporta, sino según su capital invertido de modo que cada capital retira el mismo porcentaje por cada unidad invertida, o sea realiza la misma tasa de ganancia, mientras que la masa absoluta dependerá de la cantidad total invertida. Por lo tanto, el precio de producción será:

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Pp = c + V + g’ (K)

Donde c + v representa el precio de costo, y g’(K) es el beneficio que se obtiene aplicando la tasa de ganancia promedio g’, al capital total invertido. En el caso de nuestro ejemplo (Tabla 1), K es igual a (c + v) = 100, porque suponemos que todo el capital invertido es gastado en un solo ciclo productivo; pero por lo general K perdura durante varios ciclos y es pues mayor que el precio de costo (c + v).

Supongamos que cinco capitales de valor igual a 100 cada uno se invierte en cinco sectores diferentes I, II, III, IV, V con composiciones orgánicas diferentes. Para simplificar suponemos que la cuota de plus­valía es p /v = 1 o sea 100%. Tenemos que:

Tabla 1

Capital Invertido Cuota de Plusvalía Valor de la GananciaK Plusvalía Mercancía Obtenida

c V P ' P M = c + v + pP

8 c + V

I 80 20 100% 20 120 20%

II 70 30 100% 30 130 30%

III 60 40 100% 40 140 40%

IV 85 15 100% 15 115 15%

V 95 5 100% 5 105 5%

Siendo la cuota de plusvalía de 100%, tenemos que por cada bo- lívar invertido en capital variable v para comprar fuerza de trabajo, el capitalista obtendrá un bolívar de plusvalía: (v = 20, entonces p = 20, etc). Las composiciones orgánicas en cada sector son _ gQ%

y c + v

Si calculamos la tasa de ganancia en cada sector, aplicando lafórmula g = — 2— , los resultados aparecen en la última columna de

c + v

la tabla 1. Es evidente que si bien la inversión es la misma y la cuota

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de plusvalía igual en los cinco sectores, la tasa de ganancia es diferente en cada uno de ellos.

La tasa de ganancia promedio para toda la economía g’, se calcula dividiendo la plusvalía total producida p= 110 por el capital total inver­tido c = 390 más v = 110, o sea 110 110

g’ = --------------= ------- = 22%390 + 110 500

En conclusión si las mercancías M,, Mjp Mm, MIV y Mv han de venderse en sus valores 120, 130, 140, 115 y 105 respectivamente, enton­ces no podrá cumplirse con el requisito de una sola tasa de ganancia promedio igual en todos los sectores. Es más, si observamos aten­tamente la tabla 1, vemos que los sectores de mayor composición orgá­nica (y presumiblemente de mayor productividad) son precisamente aquellos que obtienen una tasa de ganancia inferior. De ser cierto esto, no existiría estímulo para el progreso técnico.

Tabla 2

Capital Plusvalía Valor Tasa de Ganancia Precio de Diferencia:Invertido Obtenida de la ganancia Obtenida Producción

K mercancía promedio

c V P M g’ g’(K)* Pp* P p - M

I 80 20 20 120 22% 22 122 + 2

11 70 30 30 130 22% 22 122 - 8

III 60 40 40 140 22% 22 122 » I-1 00

IV 85 15 15 115 22% 22 122 + 7

V 95 5 5 105 22% 22 122 + 17

110La tasa de ganancia g’ --------- -- 22%, es decir que g’(K) = 22%500

(100) = 22 y el precio de la producción Pp = c + v + g’ (k) = 100 + 22%(100) = 100 + 22 = 122. Nótese que g’ (K)* es siempre igual, porque suponemos que el capital invertido es igual a 100 para todos los

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sectores, lo mismo que ocurre con Pp*. Si K fuese diferente para cada sector, entonces también g’ (K)* y Pp* serían diferentes. Si comparamos las columnas M y Pp*, entonces veremos que para los sectores I, IV yV los precios de producción son mayores que sus valores; mientras que para II y III son inferiores. Ahora bien, si calculamos la composición

podemos observar que los sectores I, IV y V tienen composiciones orgánicas de 80%, 85% y 95% que son valores mayores que el valor promedio de 78%. Mientras que los sectores II y III, tienen valores iguales a 70% y 60% que son menores que el valor promedio 78%.

Si sumamos las diferencias entre Pp y M de I, IV y V (2 + 7 + 17) = 26 y luego las diferencias entre Pp y M de II y III, (-8 - 18) = -26, observamos que arrojan el mismo valor absoluto de 26, pero tienen signos contrarios positivo el primer grupo y negativo el segundo.

Podemos concluir pues que la transformación de los valores M en precios de producción Pp, implica una transferencia de valor a favor de los sectores de mayor composición orgánica, desde los sectores de menor composición orgánica. De modo que la perecuación de la tasa de ganancia es también una forma de premiar las industrias de mayor desarrollo tecnológico que utilizan más medios de producción y menos fuerza de trabajo.

Nota crítica sobre el procedimiento de Marx. Esta solución de Marx no es satisfactoria, porque no transforma totalmente, los valores en precios. En efecto, la fórmula Pp = c + v + g’ (K), sólo transforma en precio de ganancia g’ (K), pero los valores de c y v que corresponden a lo que se compró en medios de producción y en fuerza de trabajo, siguen estando medidos en valor-trabajo y no tienen incorporada la ganancia g \

Si MP es la cantidad de medios de producción comprada y FT la fuerza de trabajo, entonces la fórmula del precio de producción, debería ser

• corgánica promedio ( --------- )*c + v

390390 + 110

Pp = mMP + wFT + g’ (K)

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pero en este caso m y w son ya precios de producción que tienen incorporada la tasa de ganancia g’ que realizaron los productores de MP y de los bienes de consumo obrero. De manera que, el paso del valor medido en tiempo de trabajo al precio de producción sigue siendo algo no explicado. Más aún, si los precios no son proporcionales con los valores entonces g’ no es igual a P como pretende Marx. Para

c + vver esto, supongamos que la plusvalía total P corresponde a una canti­dad física de bienes medidos en valor que es igual a la cantidad total producida menos la cantidad consumida en el proceso de producción mismo. Ahora bien para que P sea igual a ti (= ganancia total medida en precios), cada uno de los precios de los bienes que componen ir de­berían compensar internamente las diferencias respecto a sus valores, pero esto no tiene por qué ocurrir, muy bien se puede dar el caso de que los bienes que componen el producto excedente tengan en su ma­yoría precios superiores o inferiores a sus valores en cuyo caso P< ^ Ó P> 77 .

Lo mismo ocurre con los precios de los bienes de producción y bienes de consumo obrero, de modo que c = mMP y v= wFT y desde luego que: P = g’ <

c + v <

En definitiva, por esta vía no es posible transformar los valores ba­sados en el tiempo de trabajo, cuando la composición orgánica y el tiem­po de rotación difieren para los diferentes capitales o se producen más de un tipo de mercancía*. Sin embargo, esta deficiencia del análisis de Marx no mina en absoluto su teoría de plusvalía, el conflicto de clase y de la acumulación capitalista. Es posible construir sobre otra base una teoría de los precios y de la ganancia en la cual aparece claro el carácter de excedente de la ganancia y fundado en la explotación y como la for­ma precio implica una relación de poder entre clase antagónica. La plus­valía aún medida en precios sigue teniendo su origen en la explotación.

Los precios de mercado. Los precios de producción son precios de equilibrio determinados por los costos de producción. Los precios efcc-

* Para una solución correcta del problema eti términos de la teoría valor trabajo, véase a L. Pasinetti: Lecciones de Teoría de la Producción. F.C.E.

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tivos a los cuales se realizan las transacciones son los precios de mer­cado y éstos oscilan alrededor de los precios de producción y sólo son iguales en condiciones de equilibrio.

EL M ERCADO Y EL CAPITAL

Las condiciones del mercado. La teoría económica siempre ha considerado que existe un estado de equilibrio, es decir un estado en el cual las actividades de todos los agentes económicos están compatibili- zados de forma tal que no existen desajustes o desproporciones entre oferta y demanda o entre producción y consumo. El precio de produc­ción de Marx es pues un precio de equilibrio puesto que refleja los costos y la ganancia de cada sector industrial produciendo en equilibrio, sin desajustes en el sistema económico.

Ahora bien, la situación de equilibrio y los precios corres­pondientes sólo son posibles si el mercado funciona regido por sus leyes objetivas, de otra manera habrá una intervención extraeconómica (el monopolio, el Estado) que desviará los precios de producción de su valor de equilibrio en una magnitud más o menos grande, según su poder sobre el mercado. Las leyes del mercado se cumplen si están vigentes las siguientes condiciones:

a) Multiplicidad de compradores y vendedores.

b) Ausencia de acuerdos tanto entre los compradores así como entre los vendedores, con el fin de alterar artificialmente los precios o las cantidades de las mercancías.

c) El producto que define al mercado (el mercado del automóvil es la relación de compra y venta de automóviles), sea un producto homogéneo; es decir no diferenciable artificialmente.

d) Existe posibilidad de libre entrada o salida de una determinada actividad para cualquier capital, de forma tal que los capitales pueden moverse de acuerdo a las orientaciones de la tasa de ganancia.

En libre competencia, los agentes tienen perfecto conocimiento y, por lo tanto, podrán responder adecuadamente a las señales del mer­

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cado y así comportarse racionalmente. El precio de producción es pues la suma de los costos de producción (c + v) más la ganancia obtenida realizando la tasa promedio g’. En términos de Marx:

Pp =. c + v + g* (K)

Si hacemos abstracción de que c y v deberían medirse en precios y no en valores, vemos que g’ es una tasa que solo se logra gracias al cumplimiento estricto de las condiciones a), b), c) y d). En este caso, es el mercado el único regulador coherente de la competencia entre capita­les, y establece una tasa única para todos ellos al igual que establece un precio único para cada mercancía, ningún capitalista le quita ganancia a otro arbitrariamente, es decir al margen de las reglas de juego que definen las condiciones señaladas.

E l grado de monopolio. Cualquier divergencia no coyuntural entre el precio de mercado y el precio de producción, indica una distorsión permanente de las condiciones de libre competencia. Por lo tanto, el precio de mercado diferirá en forma constante el precio de producción por una magnitud B, o sea que:

P . = P + B = c + v + g’ (K) + Bmi p o \ /

esto significa que el precio del producto i incorpora Una tasa de ganancia g¡ mayor que la tasa de ganancia promedio g’ o sea:

g¡ = g’ + A g

El grado de monopolio lo mide A g y representa el poder que tiene el capital i, para distorsionar a su favor las reglas del mercado. El monopolio tratará de fijar Pmj lo más alto que pueda. Si no tiene competidores directos entonces será un monopolista puro y el único límite al precio que fije por encima de los costos (c + v), estará dado por la elasticidad de la demanda, lo cual mide el grado de sustituibilidad del producto i. Mientras más fácil sea sustituir el producto i por otro parecido (café por té, mantequilla por margarina, etc.), más elástica se­rá la demanda de i, y por lo tanto, la cantidad demandada se reducirá en un porcentaje mayor respecto al porcentaje de incremento del precio. Esto pondrá un límite al monopolista puro en la fijación del precio.

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